biopoder y gestión social del conocimiento

32
UNIVERSIDAD DEL VALLE INSTITUTO DE EDUCACIÓN Y PEDAGOGÍA DOCTORADO INTERINSTITUCIONAL EN EDUCACIÓN BIOPODER Y PEDAGOGÍA EN LA INTERVENCIÓN SOCIAL. José Hleap B. El marketing es ahora el instrumento del control social, y forma la raza impúdica de nuestros amos. Gilles Deleuze Esta exposición es la oportunidad para compartir las inquietudes que me ha generado el ejercicio de la intervención social en convivencia y de la investigación 1 sobre algunas de estas experiencias, durante las dos últimas décadas en Cali. Obviamente no presentaré el malestar personal y la casuística ligada estrechamente al contexto y la temática; me conformo con examinar, de manera aplicada, la relación entre pedagogía y política –como dimensiones constitutivas- en las concepciones y prácticas de “intervención social”, buscando romper con la visión que, apegada al precepto de su consideración como esferas autónomas de la vida social, ubica la primera en la educación- escolaridad y la segunda en la administración de lo público, reconociendo su vínculo sólo en el automatismo de generar y aleccionar “políticas públicas”. Conviene para este propósito asumir lo pedagógico como paideia, en el sentido de “proyecto de formación” (Vargas, 2006:11) que anticipa un deber ser (Gadamer, 1993:15) y lo político como pólemos, “la dimensión de antagonismo y de hostilidad que existe en las relaciones humanas, antagonismo que se manifiesta como diversidad de las relaciones sociales” 1 Se trata de tres investigaciones adelantadas en la Universidad del Valle: “la génesis del mito de Cali cívica” (1997), “violencia y convivencia en Cali, los nuevos escenarios de la educación popular (2005) y “El conocimiento social en convivencia como vía para una cultura de paz en el valle del cauca (Cali y Buenaventura)” (en curso), de las cuales he hecho parte como coinvestigador. 1

Upload: johleap0411

Post on 03-Jul-2015

214 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: biopoder y gestión social del conocimiento

UNIVERSIDAD DEL VALLEINSTITUTO DE EDUCACIÓN Y PEDAGOGÍADOCTORADO INTERINSTITUCIONAL EN EDUCACIÓN

BIOPODER Y PEDAGOGÍA EN LA INTERVENCIÓN SOCIAL.

José Hleap B.

El marketing es ahora el instrumento del control social, y forma la raza impúdica de nuestros

amos. Gilles Deleuze

Esta exposición es la oportunidad para compartir las inquietudes que me ha generado el ejercicio de la intervención social en convivencia y de la investigación1 sobre algunas de estas experiencias, durante las dos últimas décadas en Cali. Obviamente no presentaré el malestar personal y la casuística ligada estrechamente al contexto y la temática; me conformo con examinar, de manera aplicada, la relación entre pedagogía y política –como dimensiones constitutivas- en las concepciones y prácticas de “intervención social”, buscando romper con la visión que, apegada al precepto de su consideración como esferas autónomas de la vida social, ubica la primera en la educación- escolaridad y la segunda en la administración de lo público, reconociendo su vínculo sólo en el automatismo de generar y aleccionar “políticas públicas”. Conviene para este propósito asumir lo pedagógico como paideia, en el sentido de “proyecto de formación” (Vargas, 2006:11) que anticipa un deber ser (Gadamer, 1993:15) y lo político como pólemos, “la dimensión de antagonismo y de hostilidad que existe en las relaciones humanas, antagonismo que se manifiesta como diversidad de las relaciones sociales” (Mouffe, 1999:14). Desde este vínculo entre política y pedagogía, podemos concebir las intervenciones sobre convivencia como la normalización (pedagógica2) de la expresión conflictiva en la ciudad de la potencia de la multiplicidad (lo político).

1. Políticas públicas, tecnologías de intervención.

Quisiera comenzar por lo obvio, el hecho de que una intervención experta sobre la convivencia supone tener claro qué es la convivencia, haber encontrado un problema en esa convivencia y saber cómo y hacia donde se la quiere transformar. Aquí empiezan para mí las dificultades. Mientras uno se mueve al interior de la vida universitaria y en el círculo de los especialistas en el tema, le 1 Se trata de tres investigaciones adelantadas en la Universidad del Valle: “la génesis del mito de Cali cívica” (1997), “violencia y convivencia en Cali, los nuevos escenarios de la educación popular (2005) y “El conocimiento social en convivencia como vía para una cultura de paz en el valle del cauca (Cali y Buenaventura)” (en curso), de las cuales he hecho parte como coinvestigador.2 La pedagogía, en las sociedades de control, no funciona desde el adentro (la disciplina) y como constricción identitaria, sino desde el afuera (espacio abierto, limites inciertos, incorporación de las “externalidades”) y desde la modulación de la multiplicidad (Lazzarato).

1

Page 2: biopoder y gestión social del conocimiento

parecen totalmente claras las definiciones –muchas veces contradictorias- y las consecuencias para la intervención en cada una, elaboradas desde abstracciones, simplificaciones y totalizaciones que le quitan la carne (todos esos elementos que ocurren en la convivencia social pero no encajan en la pureza de la definición) y dejan el hueso (la idealidad o deber ser) con el cual se conduce la intervención, que en mi caso sería, por ejemplo, la concepción de “convivencia armónica” .

Habría que empezar por preguntarse qué idea de sociedad, de interacción social y de sujeto implica esta concepción de convivencia y cómo se efectúa en las condiciones sociales especificas en las que vivimos o incluso antes, por qué y para qué se volvió relevante lo que hacen unos y otros viviendo juntos en esta ciudad; la sospecha de que “la mentira constitutiva del discurso universitario- y de todo discurso experto, agregaría yo- es que rechaza su dimensión performativa, presentando lo que efectivamente equivale a una posición política basada en el poder, como simple percepción del estado fáctico de las cosas” (Zizek, 2004: 113). La sospecha anterior me condujo a dos nudos de la intervención, la relación entre intervención social, políticas públicas y formas de ejercicio del gobierno; y la del papel del saber experto y otros saberes sociales en esta relación, la eficacia performativa del ejercicio de un saber-poder.

La primera cuestión está claramente formulada en la tradición originada por Foucault (1999:175) quien identifica en el siglo XVIII “el movimiento que hace aparecer a la población como un dato, como campo de intervención, como el fin de las técnicas de gobierno” (Ibíd.: 195) y le llama “gubernamentalidad” a la administración de esa población. El interés por la forma como viven juntos “los caleños”, por la violencia que allí se genera, haría parte, entiendo ahora, de una forma específica de gobierno que ya no se ocupa prioritariamente de “la adecuada disposición de los recursos –habitantes incluidos- de un territorio” (Vázquez, 2005:85), sino del ejercicio de administración de la vida de la población (salud, higiene, natalidad, longevidad, etc.) o “biopolítica”. El otro aporte de esta línea de pensamiento es “que no se podían disociar estos problemas del marco de racionalidad política dentro del que han aparecido y se han agudizado, a saber, el liberalismo” (Foucault, 1999: 209)

Ubicar la biopolítica (sociedades de control, en Deleuze) en la racionalidad liberal permite entender que esta gubernamentalidad nace de la constitución de una forma de gobierno en la cual “el rey ya no es soberano” y la preocupación por un ejercicio de gobierno en donde se preserve el “respeto a los sujetos de derecho” y la “libertad de iniciativa de los individuos” conduce a la invención de “la población” y al desarrollo, en una especial articulación entre soberanía, disciplina y regulación, de sus técnicas de gobierno. “Desde la perspectiva del análisis del gobierno, el liberalismo no es una ideología ni una doctrina política. Se trata de un modo reflexionado de conducir conductas, de un arte de gobernar”, nos plantea Francisco Vázquez (2005:84).

En la raíz misma del liberalismo se encuentra un problema fundamental que se busca superar en la biopolítica, la posible colisión entre la libertad individual y el gobierno colectivo o cómo hacer para que el ejercicio de la libertad de alguien no vulnere la libertad de los demás. Sabemos que esta regulación del

2

Page 3: biopoder y gestión social del conocimiento

comportamiento individual ya no está asegurada por creencias colectivas y no se logra satisfactoria y sosteniblemente por la imposición de normas, castigos o peroratas externas a la constitución misma de los sujetos, pues un gobierno así no tendría mucha legitimidad. Podríamos decir, entonces, que la biopolítica asegura la conformación del sujeto libre pero heterónomo, el sujeto gobernable, el “buen ciudadano” (Hleap, 2006), apareciendo aquí el otro nudo de la intervención, su dimensión pedagógica, en la forma de anticipación ilustrada del sujeto deseable y del saber necesario y adecuado para su constitución.

Al generar una atención particular sobre las distintas dimensiones de la vida de la población, al desarrollar formas de conocimiento específicas (sociológico, antropológico, medico, etc.) con instrumentos como la estadística o la epidemiología, al establecer instituciones diferenciadas para administrar cada aspecto de esa vida, la intervención sobre lo social dispuso (su “fuerza performativa”) de formas de agregación (diferenciación y captura de la multiplicidad), conocimiento y prácticas que rompían con la comunalidad ligada a un territorio y a unas costumbres, generando dependencia respecto de esas nuevas formas de vínculo y a los servicios ofrecidos, al punto que los propios administrados terminan confundiendo su necesidad (protección, entendimiento) con el satisfactor3 que el sistema les provee (hospital y escuela, por ejemplo) y se lo demandan al gobierno, incluso violentamente.

Insistiendo en la temática que me ha conducido hasta aquí, quiero destacar que los principios y condiciones de convivencia, los modos de estar juntos, son definidos y segregados, en buena medida, por la red de vínculos que el propio sistema de atención facilita a la población, como operación política y pedagógica de intervención en lo social.

La clave para entender la generación y transformación de los principios de intervención social es la necesidad de darle forma a la conflictiva pero creativa potencia de la multiplicidad (Lazzarato:74). En la ciudad se ha hecho visible la masa (Martín Barbero,2003) en lo que tiene de productividad e innovación (en forma de “fuerza de trabajo” o de “creatividad”) y en lo que tiene de incierta e ingobernable (en el sentimiento de “inseguridad”, por ejemplo). Sonia Álvarez (2002: 60) propone “que las formas de intervención social que se fueron materializando a través del tiempo –diversas instituciones, prácticas y regulaciones– son fruto de un proceso histórico asociado a las formas como las sociedades modernas han, por un lado, ido resolviendo problemas de cohesión y control social y, por otro, dando respuestas a las luchas sociales.

Las desigualdades sociales que imponen modos diferenciales de acceso a los servicios y fuertes exclusiones hacen conflictiva la administración de la población, presionando la intervención del estado y la generación de nuevas políticas públicas que, de diversos modos, aseguran el control social. Siguiendo a Robert Castel (1997) con algunas licencias, podríamos distinguir en la gubernamentalidad liberal las políticas de integración o de seguridad social (Castel, 1997:422), las políticas de inserción o focalizadas sobre “población en riesgo” y agregaría las

3 Concepto elaborado por Manfred Max Nef en su propuesta de una economía a escala humana.

3

Page 4: biopoder y gestión social del conocimiento

políticas adaptativas o de resiliencia, con sus respectivas “tecnologías de intervención”.

Las políticas de integración buscan asegurar el acceso de “todos” a los sistemas de administración de la vida, “ellas proceden mediante orientaciones e instrucciones generales en un marco nacional. Son ejemplos los intentos de promover el acceso de todos a los servicios sociales, y la educación, la reducción de las desigualdades sociales y un mejor reparto de las oportunidades, el desarrollo de las protecciones y la consolidación de la condición salarial” (Castel, 1997:422). Las tecnologías de intervención asociadas a estas políticas están fundamentalmente representadas en el aparato burocrático de los servicios sociales de educación, salud, saneamiento, obras públicas y demás que operan bajo el supuesto de cubrir las “necesidades básicas” de todos los ciudadanos. Frente a cada necesidad específica existe un servicio, unos especialistas y unos saberes expertos prontos a atenderlo, siempre y cuando se pliegue a su lógica prescriptiva.

La relación pedagógica propuesta es bastante clara: usted no sabe lo que siente, piensa, desea, es; de modo que sea “paciente”, nosotros lo sabemos y usted debe comportarse como le determinamos, para su propio bien. Se puede apreciar que se trata del ejercicio de la “”pedagogía racional”4(Saldarriaga, 2006: 101) que en la escolaridad se expresa como “formar hábitos intelectuales y hábitos morales”, desde “una desconfianza radical en la experiencia del sujeto empírico”, desde donde se instituye el “modo paternal-pastoral” que no sólo ”se ha mantenido hasta hoy como uno de los componentes fundacionales del oficio del maestro” (Saldarriaga, 2006:103), sino que funda y continúa fundando la instauración del experto como sujeto de saber pedagógico.

Lo impensado aún, como veremos más adelante, es el ejercicio de otra “pedagogía” en la intervención social, respecto a los que están fuera de esta integración, ahí están los ingobernables, los “desechables”, los vagos, los “viciosos”, el “lumpen”, el “ciudadano insano” (Duchesne, 2000), todos aquellos que no pueden ser integrados por mantenerse al margen del sistema productivo. Se aplica aquí la legitimidad del hábito moral proclamado para los “normales”, desde donde -como propone Foucault- “vigilar y castigar”.

El segundo tipo de estrategias, las políticas de inserción, “obedecen a una lógica de discriminación positiva: se focalizan en poblaciones particulares y zonas singulares del espacio social, y despliegan estrategias específicas. Pero si ciertos grupos, o ciertos lugares, son entonces objeto de atención y cuidados adicionales, ello ocurre a partir de la constatación de que tienen menos y son menos, de que están en una situación deficitaria. En realidad, padecen un déficit de integración, como los habitantes de los barrios desheredados, los desertores escolares, las familias mal socializadas, los jóvenes mal empleados o inempleables, los desempleados durante lapsos prolongados…”(Castel, 1997:422).

4 “Reconocemos como racionales a todas las pedagogías que comparten esta base epistemica, pues proceden postulado un conjunto de principios o axiomas y de allí derivan, deducen, sus aplicaciones”. (Saldarriaga, 2006: 102)

4

Page 5: biopoder y gestión social del conocimiento

Si en las políticas de integración se pretendían borrar las diferencias y desigualdades sociales por el recurso al mínimo común de protección, en las políticas de inserción las desigualdades sociales (la pobreza, la exclusión) se tratan como diferencias individuales o grupales (criminalización, medicalización y estigmatización) y las diferencias sociales (étnicas, de género, de elección sexual, de origen- para los desplazados o inmigrantes-) como desigualdades individuales de capacidad y oportunidad (los perdedores y los ganadores). Un asunto medular de este tipo de políticas es que reubican la atención de la intervención no en los problemas y sectores considerados “productivos” sino en los “marginados”, a los cuales se les pretende “reinsertar” con su concurso.

La tecnología de intervención característica de este tipo de políticas es la que determina los “factores de riesgo” y la “población en alto riesgo” desde la consideración experta de la normalidad. En el campo de la convivencia se ha operado bajo el supuesto de que la normalidad es un estado de armonía, donde no se genera violencia –incluso sirve para evitarla- y se practican unos “valores” prescritos de “humanidad”. Se instala una relación pedagógica particular: Se interviene moralmente para bien de los intervenidos e inclusive a pesar de ellos, desde la supremacía del conocimiento experto de las ciencias experimentales, que guía su moralización desde criterios “neutros” ligados con las condiciones de salubridad, calidad de vida, etc. Un efecto adicional de esta forma de intervención es que “despolitiza” las consecuencias sociales de las medidas económicas que han desmantelado las seguridades sociales, al presentar las situaciones sociales como la agregación de circunstancias negativas que, en la voz experta, convirtieron a algunos sectores sociales en “población en alto riesgo”. Silvia Duschatzky (2000:17) advirtió que “Desplazar la cuestión social de la pobreza a los márgenes parece ser más sencillo que intervenir en los procesos que la producen, teniendo en cuenta que esto último exige un tratamiento político más que técnico”. Se despolitiza también lo que origina la condición marginal de esta población intervenida, al diseminarla en una miríada de proyectos, de modo que no puedan articular sino respuestas adecuadas a su condición de “asistidos”. “El recorte dentro del que se mueven estos programas no permite avanzar más que discursivamente en el concepto de ciudadanía. Se omite la promoción de toda acción concerniente a la agregación de demandas y acción colectiva. Además, el concepto de red reemplaza esta visión política, proclamándola como articulación horizontal (alianzas estratégicas) de pobres entre sí y con funcionarios del Estado como contraparte” (Cardarelli y Rosenfeld, 2.000: 46).

En un avance de esta tecnología de intervención, los expertos “descubrieron” que la participación y las formas propias de solidaridad, confianza y cuidado de estas “poblaciones en alto riesgo” eran un capital que hacia rendir la inversión, aseguraba la sostenibilidad y redituaba en su propio “empoderamiento”: “El capital social y la cultura son componentes clave de estas interacciones. Las personas, las familias y los grupos son capital social y cultura por esencia. Son portadores de actitudes de cooperación, valores, tradiciones, visiones de la realidad, que son su identidad misma. Si ello es ignorado, salteado, deteriorado, se inutilizarán importantes capacidades aplicables al desarrollo y se desatarán poderosas resistencias. Si, por el contrario, se reconoce, explora, valora y potencia su aporte,

5

Page 6: biopoder y gestión social del conocimiento

puede ser muy relevante y propiciar círculos virtuosos con las otras dimensiones del desarrollo” (Kliksberg, 2000: 5)

El “capital social” como recurso recibe en el Banco Mundial una consideración especial, al estimarlo como componente clave para el desarrollo social y, por tanto, elemento fundamental en esta década para determinar las inversiones del Banco y, en consecuencia, el tipo de intervenciones propiciadas en América latina: “Según análisis del Banco Mundial, hay cuatro formas básicas de capital: el capital natural, constituido por la dotación de recursos naturales con que cuenta un país; el capital construido, generado por el ser humano, que incluye diversas formas de capital (infraestructura, bienes de capital, financiero, comercial, etc.); el capital humano, determinado por los grados de nutrición, salud y educación de su población, y el capital social, descubrimiento reciente de las ciencias del desarrollo. Algunos estudios adjudican a las dos últimas formas de capital un porcentaje mayoritario del desarrollo económico de las naciones a fines del siglo XX. Indican que allí hay claves decisivas del progreso tecnológico, la competitividad, el crecimiento sostenido, el buen gobierno y la estabilidad democrática” (Kliksberg, 2000: 5)

Inspirado en las ideas de participación y “capital social” el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) adelantó en América Latina desde 1996 una serie de programas encaminados al “apoyo de la convivencia y seguridad ciudadana”, queriendo descubrir “los factores de riesgo (y de protección)” que inciden en el incremento de la violencia, según el canon epidemiológico que fungió como saber experto. Mediante “colaboración con los gobiernos en el diseño y financiamiento de iniciativas para combatir la violencia a través de de su ventanilla de préstamos”(Buvinic, 2000:39) el BID se separa de las opciones que en esa época asimilaban “seguridad” sólo con “aumento del pie de fuerza policial”, entre otras razones por la relación costo/beneficio de las inversiones y propone en los programas, especialmente en Colombia donde las tres principales ciudades (Bogotá, Cali y Medellín) que aparecían entre las más violentas del mundo según las mediciones de los promovidos “observatorios del delito”, una amplia gama de modalidades de intervención fundadas en la promoción de la “convivencia armónica”, como opción terapéutica frente a una “cultura de la violencia”. Es así como muchas de las intervenciones sociales sobre violencia y convivencia de ese tiempo e incluso en la actualidad en Colombia responden a los lineamientos, tecnologías, procedimientos y enseñanzas que como “capacidad instalada” dejaron estos programas, mostrando la eficacia conformadora del agenciamiento de políticas hegemónicas sobre participación y capital social en el desarrollo y en la apropiación local, aun cuando la génesis particular de los proyectos encontrara formas de resistencia, alteración y transformación en la trama situada donde se efectuaron.

Como lo ha señalado Sonia Álvarez, la participación y el “capital social” que actualmente hacen parte de las intervenciones “se constituyen en prácticas para convertir los recursos autogenerados por las redes en capitales para la supervivencia, en recursos para la autogestión de programas focalizados y en formas de resolver el conflicto social”, en lo que constituye una expropiación de

6

Page 7: biopoder y gestión social del conocimiento

un “talento” que, paradójicamente, resultaba en décadas anteriores un obstáculo para el desarrollo: las prácticas culturales tradicionales, sus formas de convivencia, así como “las redes de solidaridad no mercantiles y trabajos de la economía informal” con los cuales resistían o supervivían algunos grupos de la población el paso implacable del capitalismo globalizado aparecen ahora como el capital más importante que ponen los pobres para su propia inserción en la economía-mundo. Se trata, entonces, de tecnologías de intervención que buscan “reinventar la comunidad” para los pobres, como en el programa de gobierno del presidente Álvaro Uribe “hacia un estado comunitario”, en donde la comunidad es el substituto de la ciudadanía y donde “el espacio público, cuyas funciones han quedado reducidas en buena parte a plebiscitos periódicos en los que puede concederse o negarse la aclamación, está estructuralmente despolitizado”(Beriain, 1996:209).

En un tratamiento diferenciado que asegura el transito sin sobresaltos del ajuste estructural requerido por “los países en vías de desarrollo” para articularse a la “globalización, se va configurando así el tercer tipo de políticas, las adaptativas o de resiliencia propiamente “neoliberales”; como nos hace caer en cuenta Francisco Vázquez (2005:89), “…esta forma de gobierno no significa, como a veces se arguye, el fin de lo social, sino que entraña otra manera de hacer, otro modo de gobernar los procesos colectivos”. En primer lugar, se trata de un nuevo tipo de gubernamentalidad, la gubernamentalidad sobre el gobierno o “gobierno reflexivo”5: se interviene, se busca incidir en los indicadores de gobernabilidad, es lo que he llamado la perversión de las estadísticas, donde buena parte de la realidad social, aquella que habla de problemas estructurales, del aumento de la pobreza y la inequidad, se convierte en residual ante la contundencia de los “datos” que miden el “buen gobierno”. En un claro ejercicio del eficientismo corporativo, lo que importa es “lo que dicen los indicadores”, olvidando no sólo qué y cómo se mide, sino el para qué y por qué se mide, preocupación que genera, como ha ocurrido últimamente en Colombia, incluso que se maniobren técnica o descaradamente los datos para producir el efecto de éxito que no se alcanza en la realidad social, en donde ya no importa- es secundario ante tanta eficiencia administrativa- si la pobreza ciertamente ha disminuido y la “calidad de vida” mejorado.

Aparece así una nueva valoración de la “inversión social”, que rompe con cualquier vestigio redistributivo o solidario centrándose en su rentabilidad para el gobierno, esto es, la eficiencia de la inversión en la producción inmediata de efectos de gobernabilidad. La preocupación por las mediciones de favorabilidad y el cuidado sobre el ambiente propicio para atraer capital externo ha conducido a muchos gobiernos latinoamericanos a centrar su inversión en producir el efecto de seguridad (Vg. la estrategia de “seguridad democrática” de Uribe) con total despreocupación sobre las condiciones de seguridad (trabajo, salud, educación, justicia, por ejemplo) que hoy se interpretan como el logro individual que permite distinguir entre exitosos y perdedores. “La gubernamentalidad liberal avanzada supone todo un nuevo modo de gestionar las conductas en ámbitos muy variados

5 En el cual “la gestión ya no concierne a la vida, a la producción, a la cultura, sino a los propios dispositivos diseñados para gobernarla” (Vázquez, 2005:95).

7

Page 8: biopoder y gestión social del conocimiento

(política laboral, seguridad social, sistemas de salud, sistema educativo, política familiar, control de la inmigración y de la criminalidad, etc.), un arte de gobierno que hoy se ha expandido a escala mundial, más allá del cariz ideológico de los partidos instalados en la administración estatal. (Vázquez, 2005:91)

El énfasis de la producción biopolítica reflexiva no es ya la vida misma sino la “experiencia”, soportada en la fuerza performativa6de los modelos exitosos que se multiplican en la ubicuidad de las pantallas: Las tecnologías de intervención asociadas a este tipo de gubernamentalidad operan produciendo directamente los agentes y los ámbitos de acción. En la interconexión entre la gubernamentalidad neoliberal y las técnicas de “una boyante y expansiva cultura psicoterapéutica” (Vázquez, 2005:83) aparece dibujada la idea de “La pobreza como cúmulo de riesgos biopsicosociales” (Kotliarenco, 2001), en los que la resiliencia, ese “conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos que posibilitan tener una vida sana, viviendo en un medio insano” aparece como el nuevo recurso de una biopolitica que incide tanto en la subjetividad, los “mecanismos protectores personales (características cognitivas, afectivas y espirituales)” como en su entorno, los “mecanismos protectores ambientales” (los familiares y socioculturales) que “procuran un ajuste saludable a la adversidad”.

2. Los discursos (y prácticas) sobre la violencia urbana y la convivencia ciudadana en Cali (1990-2008).

En estas dos décadas, la ciudad de Cali ha vivido fundamentalmente tres modelos de intervención social desde las políticas públicas7, que coinciden parcialmente con el mapa antes esbozado. En Colombia la Ley 100 de 1993 fue el hito visible del paso de las políticas de integración o “bienestar” a las de inserción y a las adaptativas o de marketing, con una modulación particular en el inicio del tercer milenio, dada por la lógica de”tolerancia cero” que se articula poco después al programa de Gobierno del Presidente Alvaro Uribe.

Los 90 fueron el momento de hegemonía de las políticas de integración, comandadas por el discurso de “epidemiología de la violencia”. La epidemiología de la violencia aporta un marco a las intervenciones preventivas, basado en la atención a ciertos factores asociados al hecho violento, el cual es dimensionado desde los datos y cifras que surgen tanto de consolidados sobre frecuencia, ubicación, móviles y actores de delitos en las ciudades (Observatorios del delito), como de sondeos de opinión. Este discurso ha promovido una forma de intervención que podemos definir como “inducción de comportamientos”. Una vez se ha diagnosticado el problema por los expertos (epidemiólogos), se precisan los factores de riesgo (consumo de alcohol, porte de armas de fuego, “cultura de la

6 “Por fuerza performativa me refiero pues a este encuadre de interpretaciones mediante el cual se encauza la significación del discurso y de los actos.”(Yúdice, 2002:81)7 Quiero aclarar que se trata de los modelos hegemónicos, aunque otros enfoques han sido agenciados por ONGs y Universidades, incluso al interior de esos modelos. Resulta de todas maneras relevante que las subjetividades y formas de ejercicio de poder colectivo han sido formateadas, durante este período, por esos modelos hegemónicos de intervención, de modo que las propuestas alternativas se enfrentan a la resistencia precaria o a la integración.

8

Page 9: biopoder y gestión social del conocimiento

respuesta violenta al conflicto”, impunidad e ineficacia de la justicia y de la fuerza policial, violencia en los medios, etc.) y se diseña la intervención en la cual se requiere popularizar, por todos los medios, las “practicas saludables” que posibiliten “una convivencia armónica” en la ciudad.

La ciudad de Cali ha tenido un papel importante en el desenvolvimiento del discurso epidemiológico de la violencia en la región, al ser pionera en América Latina en convertirlo en norte de las políticas públicas sobre convivencia y seguridad. Este modo de pensar la violencia anima la gestión del alcalde Rodrigo Guerrero, medico epidemiólogo, quien para el año 1.992, toma la decisión de centrar su trabajo en “la prevención y control de la inseguridad y las violencias urbanas”. La mirada de la ciudad que sustenta su propuesta articula tanto el diagnóstico generalizado de una ciudad en crisis y que ha perdido “valores”, como el optimismo sobre la condición afable, de convivencia armónica, que tendrían los caleños y la ciudad por vocación, ambos aspectos fundados en la reificación del civismo como patrimonio de la ciudad y como realización de unos “valores ciudadanos”, en un discurso regenerador que alude al mito de la “Cali cívica”. No obstante, se había detectando que el mal estaba en el tejido social: Faltaba la solidaridad y participación comunitaria, era necesario el manejo civilizado de los conflictos, el fortalecimiento institucional del orden ciudadano y la promoción del desarrollo social en sectores críticos y en alto riesgo. Se estaba conociendo la otra ciudad. El diagnostico era reservado, no había un solo remedio para tantos males, se requería una estrategia integral!

Es de este modo que se crea una consejería de paz, que diseñó y puso en funcionamiento lo que se llamaría el Programa DESEPAZ. El objetivo inicial de DESEPAZ fue “Asegurar el derecho ciudadano a la vida, la integridad y la tranquilidad.” Para la versión inicial de DESEPAZ, se agruparon Consejeros de diferentes tendencias políticas e ideológicas, como propuesta del Alcalde para contar con una instancia donde “se vieran los problemas desde diversas perspectivas, se valorara la crítica y la divergencia y se construyeran consensos apelando a la participación y el ejercicio de la democracia”.

Como uno de los productos más relevantes del proceso, es necesario destacar el diseño e implementación del “Observatorios del Delito”, como “Sistema de Vigilancia de la Violencia y el Delito” Antes de su existencia, las distintas instancias como la Fiscalía, Medicina Legal y Salud Pública llevaban registros independientes, con frecuencia contradictorios. Este sistema permitió “saber que pasaba con las violencias en Cali y tuvo cómo evaluar sus políticas”. A partir de los hallazgos de este sistema de Vigilancia se diseñaron políticas públicas para la ciudad, como “restringir el porte de armas de fuego”, la “Ley Zanahoria” para evitar “las consecuencias trágicas del consumo de alcohol por encima de lo aceptable” y una estrategia para ofrecerles “oportunidades de ingreso, recreación y reinserción en la sociedad a los jóvenes varones de estratos económicos bajos”, quienes se constituían, según las mediciones, en las principales victimas y victimarios de la violencia urbana.

9

Page 10: biopoder y gestión social del conocimiento

Otros resultados del programa fueron los “Centros de Conciliación”, los “Consultorios Jurídicos”, la creación y fortalecimiento de “comisarías de familia”, se comenzó a desarrollar el concepto de “casa de paz”, y se crea la primera “casa de Paz” en la comuna 20 y una segunda en el “distrito de Aguablanca”; se implementan los “consejos comunitarios de Gobierno” y la iniciativa “Niños amigos de la paz”, donde se impulsa “la concientización sobre el peligro de las armas y se logra que una gran cantidad de niños donen sus juguetes bélicos y se les entrega su carné que los acredita como “amigos de la paz”.

Mención especial merece la campaña “el vivo bobo”, apoyado por el sector privado, estrategia mediática que procura la emulación de los comportamientos "sanos", promoviendo la sanción grupal al desviado desde una retórica espectacular .Tanto en la vida cotidiana de los habitantes como en la "ciudad mediática", que ya contaba con un canal regional de televisión, apareció la vigilancia ciudadana cotidiana del mal comportamiento, en donde algunos "vivos" quedaban transformados en "bobos" por apartarse de la norma, buscando un supuesto beneficio personal. Aunque esta estrategia es bastante vertical, pues instituye determinados comportamientos como los únicos validos, logra implicar a los habitantes, quienes aun hoy no dudan en señalar a los "vivos bobos".

La otra estrategia que nace en DESEPAZ, pero desborda los limites de la epidemiología que lo inspira, es el trabajo con jóvenes en las barriadas, desde sus practicas culturales, en donde el Rap (manifestación musical callejera en New York), apropiado muchos años antes por los muchachos de los sectores populares de Cali, fue el medio para el reconocimiento del habitante digno y comprometido que los planificadores no querían ver en esta parte "enferma" de la ciudad. Nace el movimiento del Rap en Cali, la “Red Cultural de Aguablanca” y se adelanta el propio diagnostico de la situación y la definición de las acciones desde la realidad de los pobladores de "sectores críticos y en alto riesgo". Esta estrategia, mediática antropológica, surge de la iniciativa de los jóvenes urbanos, de su búsqueda de reconocimiento, apunta a los medios tanto en el origen de la música como en el escenario de su reivindicación (ser "artista"), para potenciar a los participantes en su propia identificación: responde a una retórica especular. Como desarrollo de esta iniciativa, se constituye el Programa EDUPAR, que inicia brindando capacitación a líderes comunitarios en temas relacionados con la educación para la convivencia.

Aparece en esta modulación del discurso epidemiológico sobre la violencia un campo temático que se venía constituyendo en núcleo central de la política del país8: la construcción de una sociedad en paz; “la paz aparece como un bien público sobre el cual existe un acuerdo casi general, aunque el contenido puede

8 “Se introduce la figura del Alto Comisionado para la Paz como expresión del compromiso explícito de trabajar decididamente, desde Cali, a

favor de la reconciliación nacional y la paz, dentro del nuevo proceso de dialogo entre el Gobierno Nacional del Presidente Ernesto Samper P.

y el movimiento armado y frente a los problemas que vive la ciudad” (Alcaldía de Cali, Consejería para el Desarrollo, la Seguridad y la

Paz,1995). Nótese la facilidad con la que este discurso se desliza del conflicto armado y las “negociaciones de paz” a la paz como solución a

“los problemas que vive la ciudad”.

10

Page 11: biopoder y gestión social del conocimiento

ser variable” (Pécaut, 2000:129). La marca de fábrica de este discurso sobre la paz, como puede apreciarse en los principios orientadores de DESEPAZ, es la visión idealizada de la convivencia como “cultura de la civilidad y la tolerancia”, donde “se exaltan los derechos humanos y ciudadanos, donde se hace más fácil el trámite de resolución de conflictos, la búsqueda de soluciones cuyas vías sean el diálogo, el entendimiento y la conciliación”.

Una vez se acabó el gobierno de Rodrigo Guerrero la propuesta DESEPAZ fue retomada y ajustada por la administración de Mauricio Guzmán9, quien plantea en su programa de gobierno que “el compromiso con la paz es total” y la administración de Rodrigo Cobo. Para el año 1998 varios de los principios del modelo de intervención epidemiológica sobre la violencia se compendiaron en la siguiente formulación: “La violencia es una realidad social, históricamente producida, de etiología multicausal, de naturaleza compleja, causa y efecto a la vez y de manifestaciones diversas. Prevenir y controlar la violencia para promover la convivencia implica investigarla y afectar sus causas estructurales y circunstanciales y sus diversas expresiones fenomenológicas con enfoques holísticos que aborden integralmente el problema”.

Al convertirse en discurso hegemónico, este enfoque particular de la relación entre violencia, seguridad y convivencia, con sus mediciones y modos de intervención, se proyecta en la región como modelo a seguir, siendo replicado por muchas ciudades del mundo. En Cali, este discurso no sólo encuentra su continuación y su transformación en los siguientes mandatos gubernamentales sino que inspira varias iniciativas de “la sociedad civil” y es clave en la solicitud y sustentación de un crédito con el BID, dedicado a efectuar las intervenciones definidas por el modelo.

En su desarrollo, el discurso epidemiológico se convierte en una opción frente a las intervenciones punitivas, al promover un acercamiento a las condiciones de vida en las que aparece la percepción de inseguridad, desde un enfoque “ecológico”:

“Definir el barrio ayuda a desarrollar la mirada consensual de sus habitantes y a reforzar la identidad colectiva, lo que es muy importante para inhibir o controlar las situaciones de riesgo. La inseguridad de un barrio tiene que ver en gran medida tanto con la identidad de la gente que lo habita (con su percepción de marginalidad, de rechazo o de autovaloración) como con las mezclas en el uso del suelo y los equipamientos de que éste está dotado.

Un barrio con tradición histórica o cultural tiene más posibilidades de ser movilizado positivamente que uno que es enteramente nuevo o que carece de historia y lazos sociales y afectivos entre sus habitantes. Un barrio de viviendas de mala calidad, falto de servicios o con pobreza extrema y desempleo, tiene una alta probabilidad de convertirse en un lugar inseguro.

9 Alcaldía de Cali, Consejería para el Desarrollo, la Seguridad y la Paz,1995.

11

Page 12: biopoder y gestión social del conocimiento

La teoría de la “ventana rota” (broken window)10 desarrollada en Estados Unidos, gira en torno del deterioro del barrio y la indiferencia ciudadana.” (Escobar / Muniz / Sanseviero / Sain / Zacchi, 2004:21

Esta mirada “cultural” sobre “la realidad” de los habitantes se hace en clara omisión de los factores estructurales que condicionan la existencia de un vinculo entre pobreza, inseguridad y delincuencia y, en cambio, se adopta la postura psicológica de la “actitud” permeable al medio, que presupone una tendencia general hacia la convivencia armónica, entendida como la ausencia de violencia, como si existiesen en realidad dos polaridades absolutas que fuesen excluyentes; siendo el delito y la violencia una conducta desviada respecto de la convivencia:

Las necesidades comunes son tanto generosas, fraternas o solidarias como instintivas, egoístas, envidiosas, violentas o pasionales. Yo creo que esta idea de la existencia de una sociedad armónica y orgánica, basada en la idea de una conciencia colectiva ética al estilo Durkheim, es lo que impregnó y produjo, por un lado, ciertas lecturas inocentes en la sociología sobre el tema del delito y, por otro, cierta complicidad, porque no puede negarse que gran parte de los pensadores sociales, por ejemplo, viven de decir que puede resolverse el problema de la seguridad, que se puede transformar a la policía en una institución al servicio de la comunidad si se le hace tomar cursos de derechos humanos para que aprendan a defender a los ciudadanos sin violentarlos. Una posición que sospecho no es solo inocente. (Pegoraro, 2003:19)

El discurso epidemiológico logra instaurar sus mediciones e indicadores sobre la violencia como criterios para establecer la efectividad de los gobiernos locales, para determinar los barrios y comunas “problema” (según la frecuencia de homicidios) a intervenir y los sectores de la población que, por coincidir con los datos estadísticos sobre victimas y victimarios, está en “alto riesgo”. Uno de los aspectos más problemáticos de este enfoque ha sido el efecto estigmatizante que los datos de los observatorios del delito (o “sociales” o de “cultura ciudadana”) han tenido sobre sectores y pobladores de la ciudad, al ser difundidos, sin ninguna consideración, por los medios de comunicación. De factores y población en riesgo, se ha pasado a barrios y habitantes peligrosos, delincuentes señalados, que pese a las buenas referencias no consiguen empleo y no son bien recibidos en las zonas privilegiadas de la ciudad. Incluso entre la población “atendida”, el modelo se conecta con viejas practicas del “favor” y la clientela, en donde “el ciudadano objetivo de las propuestas aparece más como un consumidor de la oferta de los programas que como un sujeto de derechos sociales y políticos” (Duschatzky, 2000: 59). Lo mismo ocurre en la evaluación de las ciudades desde los indicadores de violencia urbana (Cardarelli y Rosenfeld, 1998: 37), llegando al extremo de la gestión efectista del burgomaestre de turno, que busca bajar los

10 Esta teoría sugiere que el abandono de un vecindario y su transformación en un lugar peligroso es un proceso que puede preverse a través

de hechos que suceden de manera encadenada y que aumentan en intensidad si no se interviene sobre los símbolos del deterioro, como

ventanas rotas, autos abandonados, basura acumulada, etc. Para ver más al respecto visitar el Center for Urban Research and Learning de la

Loyola University of Chicago, <[email protected]>.

12

Page 13: biopoder y gestión social del conocimiento

indicadores a cualquier costo, sin la mínima preocupación por saber si esos “buenos” indicadores expresan una real mejoría en las condiciones de vida de la población.

En 1.998, la Alcaldía de Cali, celebra un contrato con el BID, mediante el cual esta entidad realiza un préstamo de 10 millones de dólares para que la administración municipal desarrolle programas orientados hacia la convivencia y la seguridad ciudadana. La Alcaldía como contrapartida se compromete a aportar otros 10 millones de dólares. Es así como Cali se convierte en la ciudad piloto donde se implementan este tipo de proyectos financiados por el Banco Interamericano de Desarrollo11, que se replicarán en otras latitudes. El crédito comienza a gestionarse desde el año 1.995, donde se encuentra que el Comité Empresarial del Valle y otras entidades a nivel públicas y privadas tenían un mismo interés, gestar un trabajo sistemático en torno a situaciones de violencia en la ciudad.

Aunque la ejecución del préstamo tuvo una serie de inconvenientes en algunas administraciones de la ciudad, logró instalar durante seis años su discurso (que se convierte en una especie de síntesis de los anteriores) como el referente obligado para el Estado, las ONG , los sectores privados y las organizaciones comunitarias, de las intervenciones sobre violencia y convivencia; no sólo en la definición de los términos de referencia que conducían las propuestas de proyectos y las licitaciones para su financiación con dineros del préstamo, sino en los foros públicos, en las campañas electorales, en los debates académicos y en los medios de comunicación de la ciudad.

En un desarrollo particular del discurso de la violencia y seguridad ciudadana, Antanas Mockus retoma el legado epidemiológico en su propuesta para la administración de Bogotá (1995-1997), haciendo una lectura “cultural”12de los datos y los problemas que lo lleva a proponer un programa de gestión basado en la “cultura ciudadana”, entendida como “el conjunto de costumbres, acciones y reglas mínimas compartidas que generan sentido de pertenencia, facilitan la convivencia urbana y conducen al respeto del patrimonio común y al reconocimiento de los derechos y deberes ciudadanos”(López Borbón, 2003:23). Este enfoque, que constituyó sin duda un desarrollo muy productivo de los discursos de prevención agenciados hasta ese momento, se funda en una específica concepción de civismo como:

…la convivencia entre costumbres y creencias diversas (…) implica el respeto a un mínimo de reglas comunes, legales y culturales, y el reconocimiento de objetivos y tareas comunes en materia de mejoramiento de la convivencia y del hábitat urbano. (Mockus, 1996:42).

Este enfoque cultural y “legal” de la convivencia parte de una formulación comprensiva sobre los problemas de regulación social que estarían a la base de

11 En 1998 por primera vez el BID firmó dos créditos, uno para Colombia y otro para Uruguay, cuyo fin primordial es reducir la violencia y

promover la paz ciudadana” (Buvinic, 2000:43).

12 “la administración Mockus-Bromberg inauguró una visión de la ciudad como problemática cultural, rebasando los tradicionales marcos

pragmáticos, físicos y económicos que caracterizaron el manejo y administración del poder de la ciudad y del país”(López Borbón, 2003:42).

13

Page 14: biopoder y gestión social del conocimiento

las manifestaciones de violencia e inseguridad, como generados por una separación conflictiva entre la moral, la ley y la cultura:

En una sociedad democrática ideal, la ley, la moral y la cultura tienden a ser congruentes. Los comportamientos que son válidos a la luz de la moral individual suelen gozar de aprobación cultural, aunque lo inverso no siempre es verdad. A su vez, lo permitido culturalmente suele estar permitido legalmente, aunque algunos comportamientos jurídicamente admisibles son rechazados por razones culturales. En una sociedad ideal, la cultura es más exigente que la ley, y la moral lo es más que la cultura. El “divorcio” entre las tres ha llevado en Colombia a un auge de la violencia, de la delincuencia y de la corrupción; al desprestigio de las instituciones; al debilitamiento de muchas de las tradiciones culturales, y a una crisis de la moral individual. (Mockus, 2001:6)

El reconocimiento de las discrepancias entre la regulación jurídica (legal), la regulación cultural (colectiva y variable según el contexto) y la regulación moral (individual) llevó a formular la hipótesis del “divorcio entre ley, moral y cultura”para explicar de manera precisa las dificultades clave de la convivencia. (Ibíd.:7)

Coloquialmente, Mockus ha definido su trabajo de intervención en cultura ciudadana como la lucha entre el civismo y el cinismo (actitud oportunista frente a la norma), en lo que podríamos interpretar como la racionalización de la cultura urbana por parte de los expertos13, pues aunque profesa la democratización de la ciudad desde la idea moderna y civilista de los acuerdos y las normas colectivamente aceptados, ni en los procedimientos ni en los resultados fue realmente una propuesta incluyente, pues su “pedagogía ciudadana” se instituyó, en de manera sutil, en el reacomodo político y simbólico de unos principios universales que favorecían cierta perspectiva social y cultural sobre las demás maneras de vivir la ciudad, convirtiéndose ésta en la única válida para profesar la cultura ciudadana, para ser “cívico” y no “cínico”, so pena de la sanción colectiva. Como algunos analistas lo han señalado (Cardarelli y Rosenfeld, 1998), se trata de un modelo de convivencia heterónoma, tutelada, que utiliza la refuncionalización de “lo común” (Hardt y Negri, 2004) y su demanda, como un recurso (Yúdice, 2002) de la gubernamentalidad:

13 “En esta concepción, la cultura no es la gama de formas objetivas, simbólicamente cifradas, que sirven como vehículos de la vida

intersubjetiva de las personas y traducen su propósito social en efectos prácticos (Tim Ingold, Evolución y vida social, 1986/1991). Es una

concepción fascista de la cultura: esta se inyecta a la masa de habitantes por los «sabios elegidos» que predeterminan el ciudadano ideal, sin

necesidad de hacer ninguna transformación en las condiciones materiales de vida de la población ni en sus relaciones sociales, económicas y

políticas” (…).”En resumen, no importa el alto volumen de población desempleada, viviendo en condiciones de miseria y sometida a toda clase

de exclusiones, lo importante es que se considere ciudadana, respete la ley y admire la eficiencia del estado y del gran capital, para acumular

poder y ganancias. El problema con un concepto tan importante como el de ciudadanía es que, dicho en abstracto, borra las diferencias,

desigualdades e injusticias por causa de las clases sociales, las étnias, la raza, la edad y el sexo.” (Libardo Sarmiento Anzola, en Espacio

Crítico : http://www.espaciocritico.com/articulos/ls-a01.htm )

14

Page 15: biopoder y gestión social del conocimiento

Desde esa época en Bogotá se ha producido un movimiento ciudadano orientado a la producción y reproducción de comportamientos orientados a la protección de la vida y, por consiguiente, la disminución de los índices de resultados fatales por violencia o delincuencia en la ciudad. Esta acción social se ha caracterizado por el trabajo conjunto entre las autoridades civiles, las autoridades de la Policía y la ciudadanía en general, actores corresponsables de la convivencia armónica y la seguridad ciudadana, en la marco de la política de seguridad integral trabajada en el Distrito Capital. (Baracaldo Méndez, 2000:132)

Esta propuesta de “cultura ciudadana” intento ser “copiada” en las intervenciones que se adelantaron en Cali bajo el préstamo BID durante la administración de Jhon Maro Rodríguez, aunque no se convirtió en eje de su administración, la cual naufrago en el intento desesperado de cada uno de los Secretarios por mostrar “gestión” con lo poco que se logró en este programa.

El otro discurso experto que vale la pena considerar, por su actualidad en la intervención sobre la convivencia y seguridad ciudadana no sólo en Cali sino en el mundo, es el discurso de “cero tolerancia”, de la estrategia contra “el terrorismo” que se consolida después de los sucesos del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos, pero que venía gestándose desde mucho antes en la reacción conservadora a la liberal celebración de la diversidad de estilos de vida. Mientras que el discurso de la epidemiología asumía el carácter preventivo del salubrista, éste discurso apela a la seguridad mundial frente a un mal personalizado como “el terrorismo”; operador semántico que absorbe todo tipo de causas de la violencia, ahorrándose las explicaciones. El modelo de intervención que se desprende de este discurso es el quirúrgico de la represión y disuasión. Se trata de las políticas del alcalde Rudolph Giuliani, Alcalde de Nueva York cuando se produjeron los atentados a las torres gemelas, que establecían la tolerancia cero para todas las infracciones penales por mínimas que fueran y la implementación de la acción punitiva ejemplar con “participación comunitaria”, el ejercicio del autoritarismo con favor popular plebiscitario.

El concepto clave aquí es solidaridad. Solidaridad entre los ciudadanos y solidaridad con la Fuerza Pública. Este principio, esencial en el texto de nuestra Constitución, es fundamental para la convivencia, para la creciente consolidación en la integración profunda del pueblo colombiano. La masiva respuesta de la población a la cooperación dentro del marco institucional ha demostrado la determinación del pueblo colombiano de acabar con el terrorismo.(Álvaro Uribe Vélez, Política de Defensa y Seguridad Democrática Presidencia de la República · Ministerio de Defensa Nacional, 2003:6)

La indiscutibilidad de las políticas públicas, el maniqueísmo en las consideraciones sobre las actuaciones gubernamentales, la sensibilidad respecto de la crítica asumida como traición y la desconfianza e instrumentación de los pobladores se han convertido en los modos como, en la gestión de la seguridad ciudadana, se garantiza la convivencia. En nuestras ciudades ha significado el estancamiento de procesos de gestación participativa de opciones de vida digna y reconocimiento

15

Page 16: biopoder y gestión social del conocimiento

social para muchos sectores de la ciudad, mediante intervenciones disuasorias sobre el tejido social que dicen responder a la necesidad de enfrentar “la violencia” y “construir la paz”:

Las autoridades y los organismos de seguridad de las ciudades buscarán, mediante la formulación e implementación de políticas y planes de seguridad, asegurar la convivencia ciudadana, reducir la criminalidad y evitar que la problemática de control territorial de algunas zonas rurales se replique en las ciudades. Si bien la situación de seguridad en la mayoría de las ciudades requiere la implementación de una respuesta particular, los principios de las seis líneas de acción de la Política de Defensa y Seguridad Democrática tienen la misma relevancia. En particular, es indispensable que las autoridades locales, junto con las entidades y organismos de la Nación:_ Protejan y fortalezcan la autoridad de las instituciones, en particular de la justicia._ Fomenten la cooperación de toda la ciudadanía en la consecución y el mantenimiento de la seguridad._ Desarrollen sistemas de información y estadística fiables que permitan hacer una evaluación de las necesidades en materia de seguridad en las localidades y formular respuestas adecuadas._ Desarrollen mecanismos de evaluación permanentes que permitan medir el desempeño de todos los responsables de la seguridad de la ciudadanía, corregir las deficiencias y exigir los resultados correspondientes. (Ibíd.: 45)

Este discurso apela, como se vio en la cita anterior, a muchas de las estrategias desarrolladas por el enfoque de prevención epidemiológica y busca tomar distancia de los modelos autoritarios que omiten el apoyo popular, por estar completamente centrados en el uso de la fuerza convencional y, por tanto, no tienen legitimidad. Tanto en los Estados Unidos como en Colombia, el discurso de “cero tolerancia” en la guerra contra “el terrorismo” busca ganar legitimidad fundando el uso de la fuerza en la legítima defensa de un pueblo, contra una agresión que no tiene justificación:

El terrorismo como método para atentar contra la estabilidad del Estado es la mayor amenaza a la democracia en Colombia y el mundo. Las organizaciones armadas ilegales colombianas han convertido a los civiles en su blanco principal, mediante el uso de armas no convencionales y de atentados premeditados. Conductas como el secuestro o el asesinato de civiles, la destrucción de la infraestructura y el uso de explosivos contra la población han sido reconocidas por la comunidad internacional como lo que son: actos de terrorismo. (20)

Como en el caso de los otros discursos constitutivos del escenario actual sobre violencia y convivencia, la “Guerra contra el terrorismo” logra posicionarse como

16

Page 17: biopoder y gestión social del conocimiento

un consenso mundial, regional y local, del cual la política particular de un estado es simplemente su ejemplificación:

Las medidas y acciones contra el terrorismo se desarrollarán como una política de Estado, sin intereses partidistas ni burocráticos y en concordancia con los convenios internacionales suscritos por Colombia. Este será un esfuerzo de toda la Nación, es decir, de todo el Estado y de todos los ciudadanos. Pero la lucha contra el terrorismo rebasa el territorio de Colombia, como el de todos los Estados, y requiere un esfuerzo multilateral. La evidencia creciente de la implicación de las redes del terrorismo internacional en las actividades de las organizaciones armadas ilegales colombianas hace urgente la cooperación internacional contra el terrorismo y el cumplimiento de los compromisos internacionales adquiridos luego de los acontecimientos del 11 de septiembre, en particular de la Resolución 1373, de 28 de septiembre de 2001, del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y, a nivel regional y subregional, de la Convención Interamericana contra el Terrorismo, de 3 de junio de 2002, y del Compromiso de Lima, de 17 de junio de 2002. Se deben cerrar todos los espacios que permitan la financiación, el movimiento y la actuación de las organizaciones terroristas, a través de una cooperación internacional sin demoras y sin obstáculos. (Ibíd.: 20)

Como han planteado Hardt y Negri (2004: 34), “la guerra se ha convertido en un régimen de biopoder, es decir, en una forma de dominio con el objetivo no sólo de controlar la población, sino de producir y reproducir todos los aspectos de la vida social”. Este régimen por fin ha producido la “convivencia armónica” que era la idealidad constitutiva de los otros discursos: se convive en el miedo, tolerando el abuso y sometiéndose a la voluntad de “la mayoría”; no hay espacio para el desacuerdo, para el conflicto, para la diferencia, todo eso es sospechoso, merece “cero tolerancia”. Los autores plantean que “La tolerancia, valor central del pensamiento moderno, ha sufrido un deterioro espectacular. Y aún más importante para nuestro propósito, la resurrección de los discursos sobre la justicia y el mal es un síntoma y ha perdido las limitaciones que había tratado de imponerle la modernidad” (Ibíd.: 38).

En este contexto, la convivencia armónica expresa la intolerancia con la diferencia y la indiferencia con la desigualdad, que tiene al gueto como referente14, en una reacción a la evidencia de que “ya nadie, por más rico en recursos, distante e independiente que sea, puede cortar amarras con el resto del mundo” (Bauman, 2002:114). Surge así, la petición consensuada de la guerra, por parte de la población:

Muerte social por arriba, muerte individual por abajo. Hay un cierto discurso que alienta y favorece esa famosa sensación de inseguridad, en donde se

14 Como lo ha planteado Bauman (2003: 137), al referirse a la tendencia al confinamiento espacial y social en la idea de “comunidad segura”

basada en la sospecha sobre el otro. “especialmente de un otro obstinadamente diferente”.

17

Page 18: biopoder y gestión social del conocimiento

puede encontrar en la sociedad civil mucho deseo de pena de muerte sin que un Estado se haga cargo de este problema como una política propia y no como política de persecución. Es el discurso biopolítico que disciplina y controla el reclamo de la propia sociedad civil del deseo colectivo del perdón o de lo que mata. Es el perdón de la violencia, del delito, y es el reclamo popular-autoritario, al que Marcuse define como fascista. La población dice que se siente insegura y reclama más policía, más rápida, más instrumentada, con armamento y chalecos antibalas. Pide una guerra, pero una guerra a escala barrial, brutal y a escala infinitesimal. (Kaminsky, 2003: 7)

Este estado de guerra como recurso de gestión social muestra como “las doctrinas de la guerra justa y la guerra contra el terrorismo informan un régimen orientado al un control social prácticamente total, que algunos autores han descrito como el paso del estado del bienestar al estado de guerra (welfare-state / Warfare-state) y otros caracterizan como una sociedad de “tolerancia cero”. Es una sociedad en donde la disminución de las libertades civiles y el aumento de la población reclusa manifiestan, en varios aspectos, la existencia de una guerra social continua” (Hardt y Negri, 2004: 38). Con razón algunos autores afirman que “Eso de la tolerancia cero es el nombre del terror: la cuantificación junto a la mirada epidemiológica, tal como la figura verborrágica de la prevención, todo eso es algo cuanto menos preocupante (Kaminsky, 2003:16).

18

Page 19: biopoder y gestión social del conocimiento

…………………..

BIBLIOGRAFÍA:ALVAREZ LEGUIZAMÓN, Sonia (2002). La transformación de las instituciones de

reciprocidad y control: del don al capital social y de la biopolítica a la focopolítica. En Rev. Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, vol. 8, nº 1 (ener.-abr.), pp. 57-89.

BARACALDO MÉNDEZ, Estela (2004). “Educación para la convivencia y la seguridad ciudadana. Una experiencia de la administración civil de Bogotá con la PolicíaMetropolitana”. Caracas: Nueva Sociedad.

BAUMAN, Zygmunt (1999). Trabajo, consumismo y nuevos pobres, Barcelona, Gedisa.

…………………… (2003). Comunidad. Madrid: Siglo Veintiuno de España editores.

…………………… (2004). La sociedad sitiada. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina S. A.

BERIAIN, Josetxo (1996). La integración en las sociedades modernas, Barcelona, Anthropos.

BUVINIIC, Mayra, 2000, “Avances en el estudio de la violencia: el camino recorrido”, en: Jorge Sapoznikow, Juana Salazar y Fernando Carrillo (eds.), Convivencia y seguridad: un reto a la gobernabilidad, Alcalá de Henares, Banco Interamericano de Desarrollo/ Universidad de Alcalá.

CALDERÓN, Fernando (2002). “Deliberación y violencia”, en La reforma de la política. Deliberación y desarrollo. Caracas: Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales - ILDIS/Friedrich Ebert Stiftung - FES (Bolivia) / Nueva Sociedad, pp. 137-155.

CARDARELLI, Graciela y ROSENFELD, Mónica (2000) “Con las mejores intenciones. Acerca de la relación entre el estado pedagógico y los agentes sociales”, en: Silvia Duschatzky (comp.), Tutelados y asistidos. Programas sociales, políticas públicas y subjetividad, Buenos Aires, Paidós.

CARRANZA, Elías (2004). “Políticas públicas en materia de seguridad de los habitantes ante el delito en América Latina”. Caracas: Nueva Sociedad.

CASTEL, Robert, 1997, Las metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado, Buenos Aires, Paidós.

DAMMERT Lucía (2003). Participación comunitaria en la prevención del delito ¿De que participación hablamos?. Santiago de Chile: Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana, Universidad de Chile.

DAROQUI, Alcira (2003). Inseguridad, Conversaciones entre Alcira Daroqui, Gregorio Kaminsky y Juan Pegoraro. Buenos Aires: Argumentos.

DUSCHATZKY, Silvia, 2000, “Introducción”, en: Silvia Duschatzky (comp.), Tutelados y asistidos. Programas sociales, políticas públicas y subjetividad, Buenos Aires, Paidós.

19

Page 20: biopoder y gestión social del conocimiento

DUCHESNE, Juan (2001). El Ciudadano Insano y otros ensayos, San Juan de Puerto Rico, Callejón.

ESCOBAR, Santiago; MUNIZ, Jacqueline; SANSEVIERO, Rafael; SAIN, Marcelo Fabián; ZACCHI, José Marcelo (2004). La Seguridad Ciudadana como política de Estado. Santiago de Chile: Fundación Friedrich Ebert.

FLEURY, Sonia (2004). Ciudadanías, exclusión y democracia. Caracas: Nueva Sociedad.

FOUCAULT, Michel (1999). Estética, ética y hermenéutica, Buenos Aires, Paidós.

GADAMER, Hans-Georg (1992) Verdad y método II. Salamanca: Sígueme.……………………………. (1993) Elogio de la teoría. Barcelona: Península.

GABALDÓN, Luis Gerardo (2004). Seguridad ciudadana y control del delito en América Latina.Caracas: Nueva Sociedad.

GUERRERO, Rodrigo (2000). “La violencia vista desde la salud pública: tratar los factores de riesgo”, en: Jorge Sapoznikow, Juana Salazar y Fernando Carrillo (eds.), Convivencia y seguridad: un reto a la gobernabilidad, Alcalá de Henares, Banco Interamericano de Desarrollo/ Universidad de Alcalá.

HARDT, Michael y NEGRI, Antonio, 2004, .Multitud. Guerra y democracia en la era del imperio, Barcelona: Debate- Mondadori.

HLEAP, José (2005). “Comunicación y Desarrollo Social: entre el terrorismo y la agudización de la pobreza”. En: Revista de Comunicación Social N. 1 Diciembre, Cali, Universidad del Valle.

………………(2006). “El buen ciudadano: Conocimiento social y saberes expertos en la convivencia urbana”. En Conocimiento y experiencia de sí, Revista Nómadas N. 25, Bogotá: Instituto de estudios sociales contemporáneos-Universidad Central. 134-143.

KLIKSBERG, Bernardo, 2000, “El rol del capital social y de la cultura en el proceso de desarrollo”, en: Bernardo Kliksberg, Luciano Tomassini, (comp.), Capital social y cultura: claves estratégicas para el desarrollo, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

KAMINSKY, Gregorio (2003). Inseguridad, Conversaciones entre Alcira Daroqui, Gregorio Kaminsky y Juan Pegoraro. Buenos Aires: Argumentos.

KURTENBACH, Sabine (2003). “El nuevo escenario de (in)seguridad en América Latina: ¿amenaza para la democracia?”, en Klaus Bodemer (editor), El nuevo escenario de (in)seguridad en América Latina ¿Amenaza para la democracia?. Caracas: Nueva Sociedad.

LAZZARATO, Mauricio (2006). Por una política menor. Acontecimiento y política en las sociedades de control. Madrid, Edición Traficantes de sueños.

………………………. (2007) El Funcionamiento de los Signos y de las Semióticas en el Capitalismo Contemporáneo. En Producta50, Barcelona: Departamento de cultura y medios de comunicación. www.ypsite.net

LÓPEZ BORBÓN, Liliana (2003) “Construir ciudadanía desde la cultura”. Santafé de Bogotá: Instituto Distrital de Cultura y Turismo, Alcaldía de Bogotá/CLACSO

20

Page 21: biopoder y gestión social del conocimiento

MARTÍN-BARBERO, Jesús (2000). “La ciudad: entre medios y miedos”, en Rotker, Susana (editora), Ciudadanías del miedo;. Caracas: Nueva Sociedad/ Rutgers.

………………………….(2007) “El conocimiento, primera frontera.” En Metapolítica, Vol. 11 N° 52: 37-44, CEPCOM, México, Marzo-Abril

MEDINA VÁSQUEZ, Javier (1997). “Los aspectos psicosociales y culturales en la competitividad y la gestión del desarrollo regional”, en Medina Vásquez, Javier y Varela Barrios, Edgar, Globalización y Gestión del Desarrollo Regional. Santiago de Cali: Universidad del Valle.

MOCKUS, Antanas (2001). Cultura ciudadana, programa contra la violencia en Santa Fe de Bogotá, Colombia, 1995-1997. Washington, D.C.: Banco Interamericano de Desarrollo.

MOUFFE, Chantal (1999). El retorno de lo político, Barcelona: Paidos. PEGORARO, Juan (2003). Inseguridad, Conversaciones entre Alcira Daroqui,

Gregorio Kaminsky y Juan Pegoraro. Buenos Aires: Argumentos.QUERO, Morgan, 2003, “El arte de la asociación –o una periferia que puede ser

centro- Sociedad Civil y gobernabilidad en Morelos”, En: Alberto Olvera (coordinador), Sociedad Civil, esfera pública y democratización en América Latina, México, México D. F., Universidad Veracruzana/Fondo de Cultura Económica.

RICO, José María (2003). “La seguridad ciudadana en América Latina: marco teórico y conceptual”, en Lilian Bobea (editora), Entre el crimen y el castigo. Seguridad ciudadana y control democrático en América Latina y el Caribe. Caracas: Nueva Sociedad.

ROTKER, Susana (2000). “Ciudades escritas por la violencia. (A modo de introducción)”, en Ciudadanías del miedo; Rotker, Susana (editora). Caracas: Nueva Sociedad/ Rutgers.

SALDARRIAGA VÉLEZ,Oscar (2006). “Pedagogía, conocimiento y experiencia: Notas arqueológicas sobreuna subalternización”. En Conocimiento y experiencia de sí, Revista Nómadas N. 25, Bogotá: Instituto de estudios sociales contemporáneos-Universidad Central. 98-108.

SUDARSKY, Jhon (2003). “El capital social de Colombia: principales hallazgos”, en Reflexiones sobre la Investigación en ciencias sociales y estudios políticos, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia.

VARGAS GUILLEN, Germán (2006). Filosofía, pedagogía, tecnología. Bogotá: U. Pedagógica Nacional, E. San Pablo.

VÁSQUEZ BENÍTEZ, Edgar (2001). Historia de Cali en el siglo 20. Sociedad, economía, cultura y espacio. Santiago de Cali: Edgar Vásquez Benítez.

VÁZQUEZ, Francisco, 2005, “Empresarios de nosotros mismos. Biopolítica, mercado y soberanía en la gubernamentalidad neoliberal”, en Javier Ugarte Pérez (Comp.) La administración de la vida. Estudios biopolíticos, Barcelona: Anthropos.

VELÁSQUEZ, Fabio (1997). “Ciudad y participación”. Santiago de Cali: Universidad del Valle.

YÚDICE, George, 2002, El recurso de la cultura, Barcelona, Gedisa.

21

Page 22: biopoder y gestión social del conocimiento

ZIZEK, slavoj, 2004, Violencia en acto, Buenos Aires, Paidós.

22