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1. Las cabalgatas son una de las propuestas turísticas más populares en los Esteros del Iberá. 2. Calles de arena y tierra, encanto de un pueblo tranqui- lo y silencioso. 3. El yaguareté, un felino que en el pasado habitó estas tierras y fue exter- minado, podría volver al Iberá gra- cias al trabajo de la fundación CLT. 4. y 5. Los carpinchos y chajás se dejan ver fácilmente en la Reserva Provincial. Aliado de la naturaleza y la vida silvestre local, este pueblo correntino de los Esteros del Iberá logró sobrevivir al desempleo y superar el éxodo de los jóvenes gracias al turismo sustentable. Un oasis de silencio en medio de lagunas y embalsados que recibe 20.000 viajeros por año. iajes V Carlos Pellegrini Vivir para contarla Karina L. Spørring Marisi López Juan Viglione Juan Viglione 1 2 34/35a39Iberá_MasterNUEVO 10/9/15 11:11 AM Page 34

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Page 1: Carlos Vivir para contarlaPellegrini - proyectoibera.org · triste túnel. Los pioneros ... mar tranquilo da paso al pueblo Colo- ... menina. Un día, mientras estaba en el locutorio

1. Las cabalgatasson una de las propuestas turísticasmás populares en los Esteros del Iberá. 2. Calles de arena y tierra, encanto de un pueblo tranqui-lo y silencioso. 3. El yaguareté, unfelino que en el pasado habitó estastierras y fue exter-minado, podría volver al Iberá gra-cias al trabajo de la fundación CLT.4. y 5. Los carpinchosy chajás se dejan ver fácilmente en la Reserva Provincial.

Aliado de la naturaleza y la vida silvestre local, este

pueblo correntino de los Esteros del Iberá logró

sobrevivir al desempleo y superar el éxodo de los

jóvenes gracias al turismo sustentable.

Un oasis de silencio enmedio de lagunas y

embalsados que recibe20.000 viajeros por año.

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tierras en la zona vieron que los ami-gos y familiares que los visitabanquedaban extasiados con la cultura yla vida silvestre del lugar y, a partirdel año 2000, empezaron a poner losladrillos de los primeros hospedajes.Atraídos por la naturaleza salvaje ytambién por la devaluación del peso,llegaron alg unos extranjeros. Losdueños de las posadas comenzaron acontratar a sus vecinos para que tra-bajaran en las cocinas, la recepción,

los servicios de limpieza, la jardinería.A algunos les propusieron ser guíasbaqueanos. Y una rueda impensadaempezó a g irar poco a poco. Hoyexisten allí unas veinte hosterías, cer-ca del 85% de los pelegrineros se de-dican a actividades relacionadas conel turismo y el municipio es el que tie-ne menor desempleo de toda la pro-vincia. El turismo fue, para ellos, co-mo haber visto una luz al final de untriste túnel.

Los pionerosPedro Miño viste unas bombachas decampo, una gorra con visera, un abri-go. Él conduce una camioneta y porla radio suena un chamamé dulce ybajito. Mientras lleva a cinco huéspe-des hacia otra posada de donde sal-drá una excursión, les muestra a los

pasajeros los principales lugares delpueblo: a la derecha la comisaría,unos metros más allá el hospital, en elmedio la plaza con una estatua delgeneral San Martín, más adelante laMunicipalidad. El resto son casas ba-jas, de una sola planta, techo de cha-pa o de paja, insertas en medio de unterreno con árboles, f lores, gallinas,perros, quizá también vacas y ovejas.A los costados de las casas, antenasde tevé satelital. En el frente, una casi-llita para el Gauchito Gil. Entre casa y

casa, entreverados, hay hospedajes,algún comedor, un bar, quizás unkiosco, una escuela con jardín, pri-maria y secundaria, y ranchos rectan-gulares con paredes de adobe y gale-ría alrededor, herencia del pasadog uaran í q ue impreg nó la reg ión.Aquí no hay veredas y, entre los ár-boles de las calles, resaltan las man-chas rosas de los lapachos en f lor.“Acá hay más perros que personas”,dice Pedro, de 24 años. “Pero poquitoa poco se va poblando”.Pedro se va y deja a los turistas en ma-nos de sus cuñados, Estrella Losada yJosé Martin. José invita a los viajeros asubir a otra camioneta que luce como

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as primeras señales de queel destino está cerca apare-cen al costado de la ruta.Primero se ven alg unasgarzas, teros y otras aves,

como el ipacaá, que con sus picosamarillos y sus colas negras en altovan y vienen a través del camino. Lue-go se ve a una pareja de carpinchos ya sus crías corriendo torpemente de-trás. Luego, a un ciervo que cobramagnificencia con la última luz de latarde iluminando de lleno su corna-menta. Ya van 120 kilómetros de ripio,atrás quedó la ciudad de Mercedes y,atravesada por un puente de metal ymadera, una laguna inmensa como unmar tranquilo da paso al pueblo Colo-

nia Carlos Pellegrini, una de las puer-tas de entrada a los Esteros del Iberá,en el centro noreste de la provincia deCorrientes, la primera localidad den-tro de esta Reserva Provincial de 1,3millones de hectáreas que se volcó alturismo y hoy vive de él.

Llegar de nochePronto serán las diez de la noche de unlunes de septiembre, pero en cual-quier día de la semana, en cualquierestación del año, quien llegue al pue-blo por estas horas puede ser testigo opartícipe de una escena parecida a es-ta: ladra un perro a lo lejos y desde unadirección incierta se oye el motor deuna lancha que navega lento por la

laguna. En medio de la oscuridad, lavía láctea parece un puñado de polvoechado al aire y suspendido sobre unfondo de telón azul. Los farolitos de piede cada cuadra apenas alumbran lacalle de arena y tierra. Una camionetase acerca hasta la puerta de una posa-da y de ella descienden cuatro viajerosde unos 60 años cada uno. De allí ba-jan un bolso de mate, botas de goma,sombreros. En el interior de la hosteríahuele a comida casera y suena un cha-mamé. Quien llegue al pueblo por es-tas horas puede cenar, irse a dormir y,al amanecer, sin exagerar, oír caer lasgotas de rocío.

ReinventarseEsta historia podría haber sido comola de otros pueblos rurales de la Ar-gentina que alguna vez tuvo rutas, fá-bricas o trenes, que un día dejó de te-nerlos y donde, poco a poco, sus jó-venes partieron hacia centros urba-nos, hasta despedir al último habitan-te. Algo de eso ocurrió, en efecto, enColonia Carlos Pellegrini: su gentetrabajó, hasta los años noventa, en es-tancias ganaderas y arroceras de la

zona; cuando esa producción dejó deser rentable, el trabajo mermó y lospobladores empezaron a irse. Perogracias a esos volantazos insospe-chados que da el destino, cuando laruta nacional 14 había dejado de pasarcerca del pueblo, cuando el precio delarroz era tan bajo que no valía la penaesforzarse en venderlo, cuando lacarne ya no se exportaba, inversoresprivados de Buenos Aires que tenían

Desde Pellegrini hay muchos paseosque se pueden organizar, como salidasde kayak, camping y avistaje de vida silvestre. Otro opción puede ser observar desde la pasarela de la la-guna Iberá la fauna desde cerca.

Pellegrini, pueblo modeloEl Parque Provincial Iberá está cons-tituido por 482.000 hectáreas públicasen el corazón de la Reserva Natural, un espacio más amplio que abarca, juntocon terrenos privados, un total de 1,3 millones de hectáreas. Desde 2009 y por decreto, los límites del Parque Provincial Iberá quedaron definidos y hoy, en su área, está prohibida la caza, la pesca extractiva o hacer grandescambios en el uso de la tierra sin una

evaluación previa del impacto ambiental.A esta suerte de santuario ecológico lo bordean diez localidades; entre ellas, Pellegrini, pionera y modelode turismo sostenible en la región.

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1. Tobuna, hembra de yaguareté donadapor un zoológico privado. 2. Espe-cialistas de CLT trabajan en el cuidado de venados de las pampas. 3. Una pasarela de madera en la laguna Iberá.

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La restauraciónHace un tiempo que en Carlos Pelle-grini las palabras “conservación” y“desarrollo local” son inseparables.“Sin conservación no hay turismo”, di-ce Roque Boccalandro, guardaparquede Iberá hace más de veintiún años.Roque, nacido y criado en Pellegrini,recuerda cuando la gente vivía de lasarroceras y el ganado, recuerda el“éxodo” que convirtió a su localidaden un “pueblo fantasma” y recuerda elescepticismo con el que los poblado-res miraban levantar las primeras hos-terías. “Los veíamos poner los ladrillosy decíamos: ‘¿Un hotel en Pellegrini?¿Quién va a querer venir acá?”.

Y sin embargo, vinieron. Y la industriadel ecoturismo en los esteros, con elav istaje de fauna como principalatractivo, se fue haciendo cada vezmás grande. Hoy atrae a unos 20.000turistas por año. Roque fue el maestrode muchos jóvenes que, como FabiánQuintana, actualmente trabajan en tu-rismo sustentable.Es la hora de la siesta y unos veinteguías y guardaparques, entre ellosRoque Boccalandro y Diana Frete, lle-gan a la Estancia Rincón del Socorro,

la principal base de operaciones quetiene en Iberá Conservation LandTrust (CLT), la fundación que a media-dos de los noventa compró 135.000hectáreas de la Reserva Provincialcon el objetivo de restaurar el ecosis-tema y luego donar las tierras al Esta-do para convertirlas en Parque Nacio-nal o Provincial y así garantizar suconservación. En Rincón del Socorrolos espera uno de sus biólogos paracontarles las novedades de los pro-

yectos de reintroducción de faunaque la ONG lleva adelante con espe-cies ya desaparecidas en la región,como el pecarí, el tapir, el guacama-yo, el oso hormiguero o el yaguareté.También, mostrarles los corrales in-mensos donde buscan que dos pare-jas de venados de las pampas se re-produzcan, para luego liberar a suscrías. Ahora es momento de ir al me-dio del campo y acercarse a verlos. Elbiólogo pide que vayan entrando a loscorrales en grupos de a siete perso-nas, sin hablar para no asustar a losanimales. Los guías se acomodan.Con sus cámaras de foto en mano, es-peran, en silencio, su turno.

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nueva y mientras tanto conduce algrupo hasta la reserva natural priva-da de Cambá Trapo, un paraje a 14 ki-lómetros de Carlos Pellegrini.“Carlos Pellegrini es un pueblo turísti-co nuevo. Hace diez años era un pue-blo viejo, con viejos y niños. Los jóve-nes se iban a trabajar a Entre Ríos o aBuenos Aires, hasta que llegaron uste-des, los turistas, trajeron divisas y losatrajeron”, relata José, que entre lahistoria del pueblo entrevera la suya.Él nació hace 39 años y se crió en me-dio del campo. Lagunas, bañados, es-teros y embalsados, islas con sus ya-carés, carpinchos, chajás, serpientescuriyú o yararás fueron para él un pai-saje cotidiano. Inquieto, José aprendiópalabras sueltas en inglés de un dic-cionario que compró por una revistaa una revendedora de cosmética fe-menina. Un día, mientras estaba en ellocutorio del pueblo, cruzó algunasde esas palabras con un turista norte-americano. Entre señas lo invitó a co-nocer su casa, a sus padres y a sushermanas. Fascinado con los puche-ros que cocinaba la señora de Martiny con las habilidades rurales de todala familia, el viajero se quedó una se-mana. Aquello fue para José una es-pecie de laboratorio turístico: en po-co tiempo, los dueños de las primerasposadas lo empezaron a contratar pa-ra que llevara turistas a su hogar y lesmostrara la vida y las costumbres delcampo. Así, poco a poco, José ampliósu emprendimiento hasta convertirloen una empresa familiar. “Nos fue tanbien que en 2009 nos encontramoscon la necesidad de tener nuestropropio lugar”. Ya casado con Estrella,José montó su primera hostería, laEcoposada del Estero, y este año abrióla segunda, Huella Iberá.

Volver para quedarseLa camioneta con la que Diana Fretellega hasta la posada de José y Estrellaes desproporcionadamente grande enrelación con su tamaño. Diana, de 26

años, que es concejal, empleada de laempresa de energía local y miembrode la asociación de guías de turismode Pellegrini, conduce desde el pue-blo hasta el centro de interpretaciónde naturaleza y la seccional de guar-daparques. “Este es el lugar dondecomienza todo –cuenta, ya lejos delvehículo inmenso y mientras caminapor una larga pasarela de madera quese mete entre juncos y pastizalesunos metros adentro de la laguna–. Enel año 1983, la provincia decidió con-vertir a los Esteros del Iberá en Reser-va Natural Provincial y propuso a losantiguos cazadores que se convirtie-ran en guardapar-ques. Esta fue suprimera seccional.En aquel entonceseran cinco y, sinsaber si el salarioles iba a rendir co-mo les rendía ca-zar, se pusieron lacamiseta” . Gra-cias a eso, al cui-dado de los caza-dores devenidosen guardianes dela reserva, g ranparte de la faunalocal que había si-do diezmada co-menzó a recupe-rarse. Pero enton-ces l legaron losnoventa, la falta de trabajo y la emi-gración hacia otras provincias. A finesde la década, de 2000 personas quehabía en Pellegrini, pasaron a ser me-nos de 700. “Después la emigraciónparó. Y con la inversión en las posa-das y el impulso del turismo la genteempezó a tener trabajo acá, en la ma-no de obra de los hoteles, en la jardi-nería; las señoras de estos mismos al-bañiles iban a trabajar a las cocinas.Algunos chicos volvieron”. Otros ya no tuvieron necesidad de ir-se. Y el relato de Diana Frete se hace

vívido cuando, cerca de las cinco dela tarde, Fabián Quintana sube a ungrupo de viajeros a una lancha y lolleva a recorrer la laguna. Fabián tiene30 años y hace trece que es guía. Ex-perto, conduce despacio y reduceaún más la velocidad si se acerca a unyacaré, a una pareja de chajás con suspichones o a un ciervo que pasta en-tre los juncos. Habla poco, Fabián. Ycuando comienza a caer la tarde, apa-ga la lancha y observa. No volverá aponerla en marcha hasta que la lagu-na se haya tragado al sol. Por Carolina Cattaneo.

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Los distintos ambientesdel Iberá permiten

albergar a una gran va-riedad de animales.

Conviven allí unas 125 especies de peces , 40 de anfibios 63 de reptiles

y cerca de 360 de aves. También,una enorme cantidad de mamíferos.

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