cartago la joyade túnez

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CARTAGO, LA JOYA DE TUNEZ I. INTRODUCCIÓN El imperio cartaginés, una tierra de oportunidades fundada hace más de 2 mil años, que duro más de 600 años, se construyó este imperio gracias a las más grandes tecnologías de la antigüedad. Cartago llegó a ser una potencia capaz de disputar a Roma la hegemonía del Mediterráneo, hasta que los legionarios de Escipión la arrasaron. Siglos más tarde, con Adriano, llegaría a ser la segunda ciudad más importante del Imperio, después de Roma. Tras pasar por numerosos períodos de decadencia y resurgimiento, su soberbio emplazamiento sobre el golfo de Túnez la han convertido en la actualidad en una ciudad jardín que muestra orgullosa al mundo las ruinas de su glorioso pasado. Cartago era ante todo una potencia que se podría denominar como un Imperio de los mares, es decir, una talasocracia, cuyo poder se basaba principalmente en la magnitud de su comercio. El pueblo cartaginés no era el único que seguía esta política de dominio de los mares, ya que varios de los pueblos de la Antigüedad vivieron por y para el mar. Producto de una colonización oriental, Cartago o Qart Hadasht (Ciudad Nueva) fue fundado en el 814 a. C. por la princesa Dido, hermana de Pigmalión, rey de Tiro. Éste, que ambicionaba el tesoro de Siqueo, esposo de Dido, la obligó a que le revelase la ubicación de dichas riquezas. Dido engañó a Pigmalión indicándole un falso lugar y éste primero asesinó a Siqueo y después buscó la fortuna, mientras Dido lo desenterraba y huía con el tesoro y sus seguidores. Embarcó y navegó hasta llegar a la región habitada por los libios, donde solicitó al rey local tierras para fundar una ciudad pero, reacio a la intrusión, solo le concedió el terreno

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El imperio cartaginés, una tierra de oportunidades fundada hace más de 2 mil años, que duro más de 600 años, se construyó este imperio gracias a las más grandes tecnologías de la antigüedad.

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CARTAGO, LA JOYA DE TUNEZ

I. INTRODUCCIÓN

El imperio cartaginés, una tierra de oportunidades fundada hace más de 2 mil años, que duro más de 600 años, se construyó este imperio gracias a las más grandes tecnologías de la antigüedad.

Cartago llegó a ser una potencia capaz de disputar a Roma la hegemonía del Mediterráneo, hasta que los legionarios de Escipión la arrasaron. Siglos más tarde, con Adriano, llegaría a ser la segunda ciudad más importante del Imperio, después de Roma. Tras pasar por numerosos períodos de decadencia y resurgimiento, su soberbio emplazamiento sobre el golfo de Túnez la han convertido en la actualidad en una ciudad jardín que muestra orgullosa al mundo las ruinas de su glorioso pasado.

Cartago era ante todo una potencia que se podría denominar como un Imperio de los mares, es decir, una talasocracia, cuyo poder se basaba principalmente en la magnitud de su comercio. El pueblo cartaginés no era el único que seguía esta política de dominio de los mares, ya que varios de los pueblos de la Antigüedad vivieron por y para el mar.

Producto de una colonización oriental, Cartago o Qart Hadasht (Ciudad Nueva) fue fundado en el 814 a. C. por la princesa Dido, hermana de Pigmalión, rey de Tiro. Éste, que ambicionaba el tesoro de Siqueo, esposo de Dido, la obligó a que le revelase la ubicación de dichas riquezas. Dido engañó a Pigmalión indicándole un falso lugar y éste primero asesinó a Siqueo y después buscó la fortuna, mientras Dido lo desenterraba y huía con el tesoro y sus seguidores. Embarcó y navegó hasta llegar a la región habitada por los libios, donde solicitó al rey local tierras para fundar una ciudad pero, reacio a la intrusión, solo le concedió el terreno ocupado por una piel de toro. Dido, mujer ingeniosa, cortó la piel en finísimas tiras y así delimitó una gran extensión e hizo construir una fortaleza llamada Birsa, que más tarde se convirtió en la ciudad de Cartago.

Cartago estaba gobernada por una oligarquía comercial. Los jefes de estado eran los denominados sufetes, que eran en un principio capitanes militares, que además actuaban como jueces y administradores.

Cartago también superó en cierto momento el poder de su metrópoli, Tiro, pero esto no significó que dejara de pagarle los impuestos o ayudar en los momentos más débiles.

En cuanto a la economía, el imperio cartaginés dependió en sus comienzos de Tartessos o Gadir, de las que se obtenían grandes cantidades de plata o estaño, empleado para fabricar el bronce.

Los cartagineses comerciaban con una gran cantidad de artículos; buscaban artículos primarios como vino, dátiles, piedras preciosas, marfil, oro, estaño, plomo o esclavos; y a cambio ofrecían telas y vestidos, herramientas, joyas u ornamentos.

Los cartagineses empleaban una técnica denominada trueque silencioso, que consistía en que los cartagineses desembarcaban sus mercancías en la playa, y volvían a subir al barco a hacer señales de humo para avisar a los indígenas. Éstos, se acercaban y colocaban oro al lado de la mercancía; si a los cartagineses les convencía la oferta, cogían el oro y dejaban su mercancía, sino, volvían a subir al barco para esperar una mejor oferta.

Luego de que Cartago se convirtiera en una ciudad de grandes riquezas, atrajo a innumerables personas que llegaban a hacer fortuna.

Pronto la ciudad necesitaba mucho espacio para su alojamiento, por lo que los ingenieros y arquitectos de la cuidad tuvieron que encontrar un modo de poder alojarlos a todos. Esto significó un reto para ellos y marcó el inicio del boom de la construcción urbanística más extraordinaria de la época.

Así, los cartagineses se convertirían en los primeros en aprovechar al máximo el espacio y construir apartamentos de más de una planta. De esta manera se buscaba dar un impacto en los visitantes de que llegaban a un lugar prospero, moderno y donde encontrarían el éxito.

II. CONSTRUCCIONES

El principal problema fue encontrar los materiales adecuados con los que se levantaría una cuidad consistente y duradera que cubra todas las expectativas, y un lugar con la suficiente cantidad de este material para poder extraerlo.

Hawaria, en la bahía de Túnez se convertiría en la principal cantera de donde se extraían los materiales, ya que parecía un suministro inagotable de piedra caliza que era conseguida rápidamente y era fácil de trabajar.

El trabajo que se realizaba en las canteras consistía en extraer la piedra por bloques, utilizando el método también utilizado por los antiguos egipcios, que consistía en dar cinceladas en la piedra y clavar una cuña de madera la cual luego de ser humedecida ejercía una presión sobre la roca provocando en ella unas grietas casi perfectas que iba separándola en bloques. Estos bloques se extraían y eran transportados a la ciudad donde se empezarían

a hacer edificaciones a base de columnas y paneles que pronto fueron transformando Cartago en una capital dinámica en donde no era necesario ir a otro lugar ya que al ser construida principalmente a base de piedra, brindaba una gran seguridad a largo plazo a toda la población cartaginesa.

El siguiente problema fue el abastecimiento constante de agua corriente, elemento que es necesario para que cualquier metrópolis sobreviva.

Ante esto, Cartago no era la excepción, por lo que los ingenieros de la antigua ciudad recurrieron a la construcción de cisternas cuya principal característica era que cada una de ellas estaba recubierta por una doble capa de cascara de huevo y arcilla, esto le daba una total hermeticidad.

Cada hogar tenía acceso a una cisterna a través de una serie de conductos y canales subterráneos. Loa cartagineses tenían baños totalmente equipados con bañeras y duchas muchos años antes que la antigua roma, por lo que también fueron los pioneros en utilizar sistemas de agua y alcantarillado en sus construcciones desde aproximadamente en el año 450 a.C.

Este era un sistema unificado donde el agua era llevado a las instancias que la necesitaban como la cocina o el baño y que después conduce las aguas residuales a un sistema de alcantarillado común.

De esta manera en el siglo XI a.C. Cartago se convirtió rápidamente en una verdadera ciudad rebosante de magníficos templos, fastuosos palacios y edificios elevados.

Pero Cartago siguió expandiéndose, favorecido por los suceso históricos en la época, como lo fue la caída de los fenicios en manos de los bailonios. Entonces Cartago quedaba sola, y en breve los cartagineses se expenderían mucho más navegando más allá de las costas con el único objetivo de lograr la conquista total del mediterráneo.

Poco a poco Cartago fue tomando experiencia en el mar, esto les facilito grandemente en el dominio de nuevas tierras, el establecimiento de nuevas redes comerciales y con ello una fuente de gran riqueza.

El centro de su poder fluía desde una maravilla de la ingeniería: el puerto de Cartago.

Este puerto significo la cumbre de la ingeniería de Cartago, se convirtió en la pieza principal de todo el imperio tanto naval como comercialmente. Se convirtió en una instalación marítima tecnológicamente superior a cualquier otra en todo el mundo. El puerto tenía una entrada común desde el mar que medía 21 metros de ancho y que podía cerrarse con cadenas de hierro y en su interior se separaba en dos puertos:

El primero para los navíos mercantes organizado con embarcaderos convencionales para asegurar que la carga y descarga de mercancías sea lo más fácil posible.

El segundo era un puerto circular diseñado para el uso militar con una serie de treinta muelles dispuestos simétricamente y ciento cuarenta atracaderos salían en forma radial del perímetro del puerto circular, lo que permitía que todo el puerto tuviera espacio para doscientos veinte barcos. Tenía una torre central desde donde se controlaba el ingreso y la salida de las embarcaciones.

III. CARTAGO Y ROMA

Cartago resistió durante seis días el asedio de los soldados romanos; estos tuvieron que avanzar penosamente casa por casa y calle por calle, tal fue la resistencia a la que se enfrentaron. Del casi millón de habitantes sólo sobrevivieron unos cincuenta mil y fueron vendidos como esclavos. La ciudad fue destruida totalmente y lo más valioso llevado a Roma. Roma borró del mapa a Cartago, su gente y su cultura. La destrucción fue total, casi nadie sobrevivió. Fue la eliminación total del adversario.

Tras la destrucción de la ciudad fue prohibido habitar el lugar. Tras pasar 25 años hubo un intento de refundación de una ciudad, llamada Colonia Junonia, pero sólo duró 30 años y no prosperó, el lugar quedó habitado con pequeños asentamientos. El enclave tuvo que esperar hasta el año 46 a. C., en el que Julio César visitó el lugar durante el transcurso africano de la Segunda Guerra Civil de la República de Roma y decidió que allí debía construirse una ciudad por su excelente situación estratégica. Octavio, heredero de César, fundó la Colonia Julia Cartago en el 29 a. C. La ciudad creció y prosperó hasta convertirse en la capital de la provincia romana de África, desbancando a Útica. La provincia de África ocupaba el actual Túnez y la zona costera de Libia, y en el futuro daría nombre a todo el continente. Esta provincia se convirtió en una de las zonas productoras de cereales más importantes del imperio. Su gran puerto era vital para la exportación de trigo africano hacia Roma.

En su esplendor durante el dominio de Roma la ciudad llegó a tener una población de más de 400 000 habitantes, convirtiéndose en la segunda ciudad en importancia del Imperio. Entre sus grandes edificios destacaban el circo, el teatro, el anfiteatro, el acueducto y, sobre todo, caben destacar las Termas de Antonino, que eran las más importantes después de las de Roma, situadas en un lugar privilegiado junto al mar y de las cuales aún se conservan restos. Poseía una gran y compleja red de alcantarillado capaz de suministrar agua a toda la ciudad.

En el siglo III el cristianismo empezó a consolidarse notablemente en Cartago. La ciudad contaba con su propio obispado y se convirtió en un importante lugar para la cristiandad. Distintas figuras importantes de la Iglesia primitiva se relacionan con Cartago: San Cipriano, que fue su obispo en el 248, Tertuliano, escritor eclesiástico que nació, vivió y trabajó en la ciudad durante la segunda mitad del siglo II y los primeros años de la centuria siguiente; y San Agustín, quien fue obispo de la cercana Hipona durante los últimos años del siglo IV y comienzos del siglo siguiente. En los siglos IV y V, en plena decadencia imperial, durante las invasiones bárbaras sirvió de refugio para los que huían de éstas. En el año 425 la ciudad resistió varios ataques de los vándalos, pero finalmente sucumbió en el 439.