casanova de ayala felix - el collar de caracoles

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  • 8/9/2019 Casanova de Ayala Felix - El Collar de Caracoles

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    Flix Casanova de AyalaFlix Casanova de Ayala

    EL COLLAR DEEL COLLAR DECARACOLESCARACOLES

  • 8/9/2019 Casanova de Ayala Felix - El Collar de Caracoles

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    INDICEINDICE

    I. Chano3II. Cayaya 6

    III. El caracol 9

    IV. Miss Arabella13

    V. To Pipn 17

    VI. Juan23

    VII. Mariposas y Cangrejos 28

    VIII. El loco de la playa 32

    IX. Los devaneos de Miss Arabella 37

    X. Cuarto caracol41

    XI. Los rganos 45XII. Guadalupe 49

    XIII. La romera del mar51

    XIV. Otra vez, Juan 59

    XV. El collar 65

    XVI. La regata 68

    XVII. El vencedor72

    XVIII. La trompada 76

    XIX. Cuando una canaria quiere... 82

    XX. El chinyero 88

    XXI. Mientras ruge el volcn 90XXII. Amanecer95

    RESEA BIBLIOGRFICA 98

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    I.I.ChanoChano

    Arra la vela, Chano! Afrmense!Sobre ellos avanzaba una ola gigantesca, sombra, como una garra del mar. El viejo Andrs, en

    pie, aferrado al mstil, les grit:Cuidiao!La embarcacin bandeaba, cargando agua. La voz continu ordenando:Todos a achicar!Los tres hombres expulsaban el agua a brazadas y a puntapis, como podan. La barca iba al

    garete, tropezando en las olas como si fueran duros peascos. A intervalos, entre el teln de vientoy espuma, vean peligrosamente prxima la costa roquera de Tenerife. Andrs escrut el litoral,

    conoca bien aquel paraje. Su larga vida de pescador haba transcurrido all. Aquel callejn deJuan Primo era una endiablada ratonera cuando el mar se enfureca. Con sus catorce millas deangostura, entre las islas de Gomera y Tenerife, formaba un barranco colosal por donde seenfilaban las furias del Atlntico. La orilla era un peligro ms, peor que el de las olas. Al fondo,como una paradoja, el pico del Teide se vislumbraba baado por el sol. El repentino temporalpareca afectarles exclusivamente a ellos. Tal vez sera cuestin de poco tiempo. Acaso, el justo paramorir...Andrs volvi a ordenar:A los remos! A la costa de Gua!... Dios nos proteja!

    Intentaron desesperadamente gobernar aquel cascarn de nuez. El mar se haba convertido enuna escarpada montaa de la que rodaban vertiginosamente al abismo. Las rachas parecanarrancarles en tiras la piel. Botaron al agua los cestones de pescado, los aparejos, todo lo que

    pudiera estorbarles en la maniobra suprema de salvar sus vidas. Ya slo esperaban un milagro. S!All en la costa gomera, a dos horas de buena travesa estaba la playa de Puntallana, y en ella el

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    santuario de la Virgen de Guadalupe, su Patrona.Chano pens en su madre y llor silenciosamente. Era el ms joven de los tres, casi un

    muchacho. Record el da, siendo nio, en que se ahog su padre. En parecidas circunstancias,segn dijeron. Record a su madre en aquellos dramticos momentos, estrujndolo contra supecho, rota de dolor. Y aquellas palabras suyas que an le aullaban en los odos, porque no lashaba podido olvidar No quiero que mi hijo muera as! No quiero que sea pescador! Aydanos,Madre ma!Los veriles!Virar...!Los gritos de Andrs y Esteban sonaron casi al tiempo que aquel estampido ensordecedor,

    como si una montaa les hubiese cado encima. Chano intent sacar la cabeza de aquel infiernolquido, tratando de ver a sus compaeros. Un objeto duro le golpe brutalmente. Semiinconscientese sinti emerger, asido a l. Era la quilla de la embarcacin, que aboyaba a merced de las olas.Reuni sus fuerzas y llam:

    Andrees...! Esteeeban...!El fragor del mar le responda con su catica mezcla de risa y bramido. La cabeza le dola,senta nuseas y un fuerte sabor a sangre. De pronto not la succin del abismo e instintivamenteabandon su mortal asidero, alejndose cuanto pudo de l con rpidas brazadas. Estaba solo. La

    barca termin de hundirse. Por su lado cruzaban, a lomo de las olas, sogas y tablas en torbellinoaterrador. Se sinti desfallecer, un sopor incontenible le invada. Y de nuevo las palabras de sumadre zumbaron en sus odos: No quiero que mi hijo muera as...!El instinto que an responda primariamente desde el fondo de su letargo le transmiti aquel

    reflejo salvador, permitindole flotar como un cadver. Haba perdido mucha sangre de la heridade la cabeza. Si hubiese podido abrir los ojos vera que estaba en situacin privilegiada. Y podra

    soslayar el peligro que ahora le amenazaba: el de estrellarse contra los escollos, a escasos metros dela orilla. Vera tambin aquella escena que se desarrollaba casi encima de l, en la escarpada costa.Y oira estas palabras:Agelo, corra! Se va a estrellar!Unos ladridos sonaron en lo alto y aquella voz de muchacha volvi a orse, azuzando a un

    perro:Trate, Ruso...! Slvalo!Un hermoso perrazo apareci sobre la plataforma rocosa frente a la cual flotaba el nufrago.

    Olisqueaba nerviosamente los bordes batidos por la espuma. Los fuertes maretazos le hacanretroceder, asustado. La voz de su duea volvi a orse desde lo alto:

    Por ah, Ruso; trate por ah!El animal se arroj al agua y nad briosamente hasta dar alcance al nufrago. Lo apres por el

    cinturn y emprendi el regres a la roca. La muchacha ya lo esperaba all, animndolo con susgritos y gestos.Jala fuerte, Ruso, Rusito...!Por un momento crey que iban a estrellarse, cogidos de lleno por una ola; pero el animal logr

    situarse a resguardo de las rocas, con la vctima fuertemente sujeta. Desde la plataforma lamuchacha lo guiaba con silbidos y ademanes, buscando el sitio de menor altura para poder izarlo.Todo el contorno estaba muy alto, demasiado, para el perro y para ella. No obstante, intentdescolgar su cuerpo para ver a dnde llegaba.Cayaya...! Nooo! Espera!Sudoroso, resollando asmticamente, se le uni el viejo Roque. En un instante se hizo cargo de

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    la situacin. La muchacha le instigaba:Agelo, tenemos que ayudarlo; Ruso solo no puede!El viejo se quit el largo ceidor de lana que daba varias vueltas a su cintura. Lo torci en

    forma de cuerda y busc un saliente en la roca donde poder atar el extremo, Cayaya lo adivin.No, agelo, usted no puede! teme a m.Roque la miraba, asustado; pero comprenda que no haba otra solucin. Cayaya era joven y

    fuerte, y pesaba poco. Hicieron un nudo en torno a su cintura y la ayud a descolgarse hasta elnivel deseado. Fueron unos minutos de ansiedad.Calada hasta los huesos logr la joven atrapar al nufrago por los sobacos y tir de l hasta

    enlazrselo a su cuerpo, mientras con sus pies desnudos, fuertes como garfios, trepaba por laviscosa superficie de la roca, ayudando al viejo en el agotador esfuerzo de izarlos.Por fin llegaron. Deposit el cuerpo exnime en el suelo y se desat el ceidor para arrojrselo

    al perro, que trep gilmente, apresndolo con sus poderosas mandbulas.Vive, el corazn late! Aydame a ponerlo boca abajo para que arroje el agua.

    Est herido! Mire, agelo; tiene sangre...Pero no ha tragado agua. Es fuerte, se salvar. Slo est desmayado porque ha perdidomucha sangre. Llevmoslo a casa. Unos buenos tragos de ron le harn bien.Aquella noche nadie peg el ojo en la cabaa. El nufrago no haba salido de su sopor. Bien

    arropado, en el catre1de tijera del viejo, Cayaya cuidaba de l, espiaba su respiracin, rezando envoz baja para que se salvase.En un rincn, sobre una vieja cmoda, una lamparilla de aceite iluminaba una tosca talla de la

    Virgen. La llamita parpade, agrandando las sombras.El abuelo decidi pasar la noche al fresco, fumando su cachimba2,sentado junto a la hoguera. A

    su lado, feliz, dormitaba el Ruso. El viejo tena la mirada fija en el mar, ya serenado bajo el

    plenilunio. Pensaba en muchas cosas, como siempre. Pero entonces, ms que nunca, en una sola: loapartados que vivan en aquel lugar salvaje, entre riscos, sin otra compaa que sus cabras y ovejas.Y el fiel Ruso, por supuesto. En un caso de apuro no podan contar con auxilios ni mdico, enmuchas leguas a la redonda. Aquel pobre muchacho precisaba uno. Lo saba. Pero slo les quedabaesperar resignadamente la voluntad del Seor.El cabrilleo de la luna en las olas le sugiri un rebao de ovejas... El de la nieta Cayaya.Comenzaba a despuntar el da.

    1Catre: cama2Cachimba: pipa

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    II.II.CayayaCayaya

    Cayaya y sus ovejas tenan ya compaero. Desde haca dos das. Chano, totalmente recuperado,sigui a Cayaya a los pastos aquella madrugada. Ruso les preceda, cuidando del rebao. Lapastora slo tena ojos para el galn, y no saba disimularlo. Sus pies descalzos pisabanmorosamente el suelo de la empinada vereda que ella misma haba ido formando con sus pasos detodos los das. Ola a tomillo y a higueras en sazn. Sobre un florido matorral volaban dosmariposas. Arranc unas flores, mientras l le estaba hablando de cosas de la Gomera: aquella islaque destacaba su azulado contorno sobre el horizonte del amanecer.En San Sebastin todo el mundo usa botas. No te daas los pies, Cayaya?Ella mir sus pies y ri.

    Yo nunca atinar a caminar con eso.Se detuvo junto al tronco de un vitigo, apoyando la espalda en l. Era un rbol frondoso.

    Desde aquel lugar se divisaba el trozo de costa donde fue socorrido el muchacho.Fue all mismo, Chano. Un milagro de Dios!El muchacho mir en la direccin sealada y permaneci obstinadamente silencioso. Pareca

    haber perdido el humor. Ella se prendi las flores en su pelo y esper a que l las contemplase. Enla copa del rbol piaba un nido de capirotes. Pero el mozo segua embebido en su meditacin, sinvolver la cabeza, con la mirada fija en el mar.No pienses ms, Chano. Olvida eso...Tienes razn. Han debido ahogarse. Pobre Andrs!

    Su mano desgaj con rabia una rama del rbol y la arroj lejos. Con el dorso se enjug unalgrima. Cayaya pregunt:Eran algo tuyo?Pescadores como yo, camaradas de toda la vida... Pero Andrs era como mi propio padre.

    Cincuenta aos de faena, capeando temporales, y al fin... Unas cuantas olas se lo llevaron al fondo!All descansa tambin mi padre!Y tu madre?Chano desvi la mirada hacia el horizonte, baado en claridad difana. En l se recortaba el

    perfil riscoso de la isla nativa. El sol naciente destacaba su relieve con bellos contrastes de luz ysombra, y hasta podan distinguirse los caseros.Ves la Gomera? Aquel es San Sebastin. Cerca del mar vive mi madre, sola. Est vieja

    porque ha sufrido mucho. Y es muy buena. Lo que te va a querer cuando se lo cuente todo..., y lastazas de caldo con ron que me dabas pa sudar! Tengo que ir a tranquilizarla! Qu desgracia estarpensando!Ya vers como agelo te lo arregla. Baj temprano a Gua, a informarse de ese barco que va a

    la Gomera.Si es La Estrella, tardar das en tocar aqu. Lo que yo preciso es un bote.Cayaya lo mir asustada.Pero... no te da miedo despus de lo que pas?

    Aquello fue una imprudencia. Con el tiempo que ahora est haciendo es un paseo sinimportancia. T sabes quin me podra emprestar uno?

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    Yo no conozco a nadie, Chano.Era tan grande la desolacin de la muchacha que Chano la mir con ternura. Poco a poco su

    ceo se fue desarrugando y se fij en las flores que adornaban su cabello. Ella baj la vista,turbada, latindole apresuradamente el corazn. Sinti que Chano se le aproximaba, y el calor desus poderosas manos, y el susurro dulce de su voz:No tienes pretendiente?No.No has querido a ninguno?No.Pos t eres muy guapa... y muy buena!Sin atreverse a levantar la cabeza, sinti la presin suave de Chano. Cerr los ojos y aguant la

    respiracin. l la estaba besando.

    * * ** * *

    Al anochecer hablaron con Roque del asunto que preocupaba a Chano. Sobre una carnada dehelechos muy bien lavada y tendida en el suelo, Cayaya haba dispuesto para los tres pelotas degofio3, higos chumbos y un gran perol con papas y carne asada. Tambin Ruso recibi su racinoppara. El resplandor de la hoguera donde Cayaya cocinaba lleg hasta ellos y el tufillo de lacarne les aviv el apetito. Roque hablaba, sentado en el suelo, mientras Chano se paseabanerviosamente de un lado a otro.Paciencia, muchacho. De hoy en tres noches toca La Estrella en Gua.No puedo esperar. Preciso un bote maana temprano.No te lo prestarn. Ni se aventuran a llevarte en tanto no cambie la luna. La mar est

    insegura. Habl con los patrones de Gua y Adeje, buenos amigos que se desviven por hacerme unfavor; pero en tocante a eso, sabes qu me dijeron? Que estabas loco!Cayaya, que en su trajn permaneca atenta a la conversacin, espiaba inquieta el rostro del

    muchacho. La idea de retenerlo tres das ms la alegraba. Pero comparta su desesperacin por lamadre. Tras una pausa, durante la cual se oy la masticacin de Ruso, habl Roque de nuevo:Por qu no aguardar tranquilo a La Estrella, muchacho; y engordar un poco pa que la vieja

    lo halle fuertico?Chano se dej caer, desalentado.Y qu remedio! murmur.Cayaya les meta prisa para que comieran caliente. Pero el mozo estaba desanimado. Coma en

    silencio y con poco apetito. La sombra de una madre llorando al hijo muerto pesaba sobre los tres.Ruso haba dado fin a su pitanza y se alebrast4junto al fuego. En el silencio se oan chirriar losgrillos.Bueno, bueno, coman, muchachos! Ten, Ruso...! el viejo arroj un hueso a medio pelar.

    Voy por mi guitarra!En cuanto quedaron solos Cayaya dijo:No vas a volver ms...Chano la mir intensamente y pareci salir de su marasmo. Como aquella maana, el cario

    volvi a latir en sus palabras.Volver Cayaya! Muchas veces, muchas! Lo quieres t?

    3Gofio: Harina gruesa de maiz, trigo o cebada tostados.4Alebrarse: Echarse en el suelo, pegndose contra l como las liebres.

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    S.Y te traer un par de botas de la Gomera y muchas cosas ms!No me importa lo que me traigas... Sino que t vengas.Ya no podra vivir sin verte, chiquilla.Lo dices en serio?Pues claro que s, boba!Las pisadas del abuelo, saliendo de la cabaa, la despertaron de su embeleso. Comenz a

    comer atropelladamente.El viejo se haba detenido junto a la puerta, afinando su guitarra. Le arranc unos acordes y

    rompi a cantar con voz atiplada:

    Venga un lebrillo de gofiovenga miel y venga quesoy vengan, maga, folas5

    de sas que saben a beso!

    Ruso enderez las orejas, despabilado.Mndese una, cristiana!Roque abri el preludio de unas nuevas folas y esper a que la nieta cantase.Anda, Cayaya! la anim Chano, palmoteando al comps de la msica.Ella, al verlo contento por primera vez, se decidi sin hacerse rogar ms. Roque continuaba

    rasgueando, soador, con la mirada perdida en el cielo salpicado de temblorosas estrellas. Atac denuevo el acorde de apertura, bien repicado. El chisporroteo de la hoguera domin durante unosinstantes.Y de pronto la voz de Cayaya comenz a fluir, delicada y firme, del oculto venero de sus

    ternuras. Clida y dominadora, se adue del nimo de todos, transmitindoles su latido profundoen los arrullos de una copla que era una promesa ms all de la muerte y una advertencia leal:

    Cuando una canaria quierea quien la sabe querer,de tanto querer se muerey muerta quiere tambin!.

    Roque, extraado, la miraba. Nunca haba cantado como aquella vez. Prens los labios,empezando a comprender... Es que acababa de verlos, de reojo, prendidos a una misma mirada, la

    mar de reveladora. Se hizo el desentendido y continu con sus acordes, repitiendo otra apertura.Ahora era Chano quien cantaba. Con acariciadora voz y sin separar los ojos de los de la

    muchacha.A disila que la quierono me atrev en too el da...Al escuro de esta nochese lo dirn las folas.

    5Fola: Cante y baile popular canario.

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    III.III.El caracolEl caracol

    Era la vspera de la marcha de Chano. La Estrella zarpara aquella madrugada, en cuantocompletase la carga, para amanecer en San Sebastin. Tendra que estar a bordo al anochecer, si noquera atravesar el campo en plena noche. Esto le acababa de decir el patrn del barco en Gua deIsora. Tipo simptico aquel patrn. No le quiso cobrar pasaje, por tratarse de un compaero.Devolvera a Roque los cuartos que le prest; ya no los precisaba. En cambio le qued un enormedesconsuelo por no haberse decidido a comprar aquellas vistosas sandalias de campo que vio enuna venta, cerca del embarcadero. Pero no era cosa de hacer un regalo a Cayaya con el dinero delabuelo. Maana se las comprara en la Gomera.Maana, al fin! Cmo encontrara a su madre? Cmo reaccionaran los amigos al verle

    aparecer sano y salvo, despus de tantos das...?Todo esto iba pensando Chano durante su regreso a los sitios ya familiares de la montaa. Era

    medioda y el sol picaba de lo lindo, cuesta arriba. No era lo mismo que recibirlo en la mar.Avist a Cayaya desde lejos, sentada bajo aquel vitigo frondoso y poblado de capirotes.

    Estaba vuelta hacia el mar y tan abstrada que no se percat de su proximidad hasta or su vozburlona junto al rbol:

    Estar dormida...?Chano! Por fin!... Sintate y come. Vendrs rendido, pobrecillo.Sacaba de su morral un pucherito con carne y papas, an calientes.Primero, el postre exclam l.

    Y uniendo la accin a la palabra estamp un beso en la boca de la joven. Vio sus mejillashmedas.En qu pensabas? pregunt.Cayaya se separ bruscamente y busc algo entre la hierba fresca de la sombra del rbol.

    Regres con una botella con vino.Toma... Estars reseco.Gracias, Cayaya!El muchacho apur sin respirar casi todo el contenido. Chasque la lengua de placer.Qu buena eres, Cayaya!Ella le enlaz al cuello un escapulario.Llvalo siempre. Est bendito y te librar de todo mal.As lo har. La retuvo, mirndola a los ojos. Pero todava no me has respondido en qu

    pensabas... Por qu lloraste?Ella se puso muy nerviosa. Intent desasirse.Boberas mas, no me hagas caso.La barbilla le temblaba. Iba a llorar. Se solt del muchacho y corri a ocultarse detrs del

    tronco. Chano la sigui hasta all.Qu te pasa, chiquilla? su aliento le rozaba la nuca, descubierta entre las dos grandes

    trenzas de pelo oscuro. Es que no me tienes confianza pa contrmelo?

    Tras una pausa, ella prorrumpi en incontenibles sollozos.Es que... no s... si tienes novia... all... Nunca me lo dijiste, en todo el tiempo!

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    Chano la miraba boquiabierto.Qu tontera ms grande, Cayaya! Ahorita te iba a decir una cosa que nunca he tenido ni me

    pas por la imaginacin... Yo no tengo otra novia que t. Ya lo sabes.Jralo por tu madre, Chano!l bes sus dedos en cruz.Por mi madre, que si miento la halle difunta!Cayaya se arroj en sus brazos, gimoteando histrica.No! No jures asina!... Toca madera! le frot la mano contra la corteza del rbol.Desde las arriscadas peas donde pastoreaba sus cabras los contempl Roque all abajo,

    tiernamente enlazados. Se encogi de hombros, mascullando una frase de uso privado. l les habadejado aquella ltima tarde libre, y la efusin de cario que acababa de descubrir le parecinatural, como despedida. Lo que no le gustaba tanto era el brusco apasionamiento de la nieta. Yano era una chiquilla.... Pero l no se haba planteado an semejante problema.Chano, aquel fogoso huespede venido de la mano de Dios, pareca un excelente muchacho; si

    las apariencias no le engaaban. Podra ser una bonita solucin...Pensando esto se agach y tom asiento en una piedra. Le repugnaba continuar espindolos.Cuando dej de verlos, Chano almorzaba.

    * * ** * *

    Tira pa abajo, que quiero buscar un buen sitio para una cosa que tengo pensada.Chano la sujet del brazo e iniciaron el descenso hacia la orilla. Ella lo miraba, interrogante.No es un secreto, mujer. Abajo te lo dir, si tenemos la suerte de encontrar lo que busco.Segn descendan se iban animando con los saltos y rodeos a que los obligaba el riscoso relieve.

    No haba veredas practicables, pero el declive era bastante uniforme, constituido por laderas deorigen volcnico, salpicadas a trechos de tomillo y retama y espinosas chumberas. Pese a sus piesdescalzos, la muchacha sorteaba prodigiosamente cuantos obstculos se interponan ante ellos yaventaj a Chano en la carrera. Este se dio por vencido.Para, hija!... Se ve que eres de monte...Chano llevaba puestas unas alpargatas que le cedi Roque el primer da que sali con Cayaya.

    A pesar de ellas se haba pinchado los pies en las chumberas y el escozor le oblig a descalzarse.Ella le ayud a quitarse los pinchos.Todava piensas en mis botas, Chano?Se echaron a rer. Hasta ellos llegaba el rumor prximo del mar. Chano, de un competente

    vistazo, abarc el litoral visible y escudri luego a su derecha, arrastrando a Cayaya en aquelladireccin. De pronto se detuvo.All, Cayaya, all!Sealaba hacia los cantiles6.Ella miraba sin comprender.No veo ms que muchos pjaros...Una playita, Cayaya! Mira por aquel lado... Arena!El muchacho pareca loco de contento. Tir de Cayaya y la hizo correr con l, sin cesar en sus

    exclamaciones de jbilo.Ese es el sitio! Ni pintado!... Ya vers, ya vers...Un ensordecedor ruido de gaviotas les impeda or sus voces. Ante ellos apareci una especie

    de playa diminuta, semioculta entre rocas.6Cantil: Sitio o lugar que forma escaln en la costa o en el fondo del mar.

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    Llegados a ella, Chano entusiasmado se descalz, pateando y removiendo la negra arena congozosa fruicin.Mira, Cayaya, qu estupenda para encallar una barca!Y para qu quieres una barca aqu, Chano?Para venir todos los das a verte.T ests tocado de la cabeza... o te burlas de m!Escucha: con un bote y buen tiempo puedo venir sin peligro. Ya conozco el sitio.Pero Chano, por amor a la Virgen!... T quieres matarme a sustos!Escucha con calma, mujer: la mar es traicionera slo para los pescadores, porque cuida de sus

    pescaditos como una madre de sus hijos... Pero cuando yo venga a verte a ti, que eres tan buena, lamar se echar como un plato y arrullar mi bote como una cuna! La mar no es mala, Cayaya.Esas son poesas y yo me morira de cerote7! No, Chano; ven en el barco, ms que tardes.

    Hazme caso!Bueno, no peleemos. Lo pensar mejor... No te apetece un remojn, ahora que nadie nos ve?

    La mir intensamente. Ella rehus, turbada.Marchmonos, Chano! Agelo nos buscar...El muchacho se aproximaba con un brillo extrao en los ojos. Retrocedi alarmada. Sus pies se

    hundieron en la arena y cay de espaldas, con los muslos al aire. l segua acercndose.No, Chano, por la Virgen...! Aprtate!De un salto, Chano se coloc tras ella y la levant bruscamente, asida por los sobacos. Con voz

    muy ronca le susurr al odo:No me cojas miedo, chiquilla... Yo te quiero muy mucho para causarte el menor dao.Ella permaneci cabizbaja y silenciosa. El chirrido de docenas de gaviotas introducindose en

    las resquebrajaduras de las peas se mezclaba al continuo murmullo del agua. Una de estas aves

    pas rozando sus cabezas. Chano exclam:Son pardelas... Vamos a los veriles8, voy a ensearte a cogerlas.Cayaya le rehua la mirada. El trat de tranquilizarla.Esprame un fisco. Voy por matas secas de tomillo.La dej sola y corri hacia la tierra prxima a la playa, entre cuyas piedras vio durante el

    descenso varias de aquellas plantas resequidas.Regres al cabo de unos minutos con un haz de fibras, que at cuidadosamente en presencia de

    la muchacha. Esta le miraba hacer, intrigada. Al fin pregunt:Para qu es eso?Para prenderle fuego. Se las caza con humo, que las ciega y atonta. Ven...

    Echaron a andar en direccin a las rocas de la orilla, por cuyas grietas entraban y salan muchosde aquellos pjaros. Al pisar en el suelo hmedo, Chano la sujetaba para que no resbalase en las

    babas salitrosas. Ella comenz a rer de su torpeza en aquellos parajes, dominios del pescador.l le impuso silencio con el gesto. Acababa de ver una pardela introducindose en una fisura

    baja, prxima al sitio que ocupaban. Se acercaron cautelosos. Chano se agach e hizo seas paraque ella le imitase.Ten... le dijo con un susurro, pasndole el manojo e insistiendo en que se agachara.Se palp los bolsillos en busca de yesca, eslabn y pedernal para encender. Cayaya se

    remangaba con cuidado el refajo que se le estaba mojando al arrodillarse. Vio que algo pequeo ybrillante salt del bolsillo de Chano al extraer la yesca. Intent cogerlo.

    7Cerote: miedo de un mal posible.8Veril: Orilla o borde de un bajo

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    No hagas bulla... Est ah! Chano le indicaba el encondite del ave.De un golpe seco encendi la yesca y sopl hasta ponerla incandescente. Hizo seas a Cayaya

    para que le acercase el manojo. Le aplic la yesca y volvi a soplar. Un humo acre y espesocomenz a brotar del haz fibroso que ella sostena. Chano le seal el agujero.Ahora, mtelo!La muchacha titubeaba y tosi, asfixiada por el humo. Se enderez con miedo y obstruy

    torpemente la fisura con el manojo humeante. La pardela escap, emitiendo un agudo chirrido.Ay madre...!Asustadsima tropez con Chano cuando ste intentaba atrapar el ave de un salto. Rodaron por

    el suelo rocoso y resbaladizo, enredados, y slo por un milagro pudo el mozo evitar que ellasiguiese cayendo. La tena fuertemente abrazada.Pasado el susto, la joven se desprendi del prolongado abrazo, no sin cierta violencia. Al

    erguirse vio el objeto cado del bolsillo de Chano y lo recogi, observndolo con inters.Qu burgado9tan chico! exclam, acariciando las finas irisaciones del diminuto caracol.

    Qu colores tan lindos!Chano se desperezaba, mirndola. Todava estaba turbado. No saba si eran efectos de aquelvinillo que tom o el embrujador efluvio del cuerpo de Cayaya. Con voz cavernosa pregunt:Y dnde hallaste eso? Aqu?Te cay del bolsillo, enantes.Lo mantena en la palma abierta. La luz le arrancaba vivsimos destellos.Me lo regalas?Ms despejado de su aturdimiento, Chano respondi.No vale nada. En la playa de Puntallana se cran a montones. Pero si te gustan te traer todos

    los que quieras.

    No. Uno a uno. Cada vez que vengas me traers uno... Este ser el primero.Chano la contemplaba embobado.Y para qu los quieres, si no tienen ningn valor?Para llevar la cuenta de los das que vienes... Me ir haciendo un collar con todos... Y cuando

    lo completemos, Chano...Qu, vida ma?Ella se dejaba estrechar, sonriendo feliz.Nos amarraremos los dos... Pa siempre!

    9Burgado: Caracol terrestre, de color moreno y del tamao de una nuez pequea

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    IV.IV.Miss AraellaMiss Araella

    Chano, acodado en la borda, taladraba la oscuridad con ojos alucinados. Aquel resplandorrojizo, fluctuante, visible tan pronto abandonaron la costa, no poda ser otro que el de la hoguerade Roque. Coincida el lugar en la sombra nocturna de la isla. Y hasta le pareci ver, durante unfugaz destello gneo, el ondular de un trapo blanco en seal de despedida. Estuvo a punto de gritarpor Cayaya, en la ilusin de ser odo. Pero haba gente a su lado.Siete islas. Siete notas en el pentagrama... Tenerife, el sol; Gomera, el mi... Y el mar, este viejo

    Atlntico, marcando el comps.Desvi la mirada hacia la femenina voz que estaba hablando con suave acento extranjero. Vio

    una cabeza rubia y un rostro fino y seorial, que resaltaba mate en la penumbra. El resto

    permaneca oculto por el voluminoso cuerpo de un seor de edad que la acompaaba con airesooliento. La voz continuaba hablando:Qu es aquello...? Una fogata... Una paloma blanca junto a la fogata... Qu romntico es

    todo esto!Muy potico, Arabella. Pero tenemos que dormir! chapurre, entre chupadas a su pipa, el

    obeso y sesentn acompaante. Luego, consultando el monumental cronmetro de cadena: Eshora! El aire de madrugada borrar ideas musicales... se rascaba aprensivamente el codo que tuvoapoyado en la barandilla y t tener que escribir tu sinfona.Fumaba nerviosamente, con malhumoradas muestras de impaciencia y sueo. Miss Arabella

    bostez y se desperez con voluptuosidad exhalando un largo suspiro.

    Pero to Charles: t eres un hombre o un despertador descacharrado? Volvi a aspirar elaire de la noche. No es todo esto un sueo mucho ms bonito que el que t quieres dormir en tulitera?Mister Charles Pipes recurri a la providencial flema britnica al acodarse de nuevo en la

    borda, resignado a pernoctar all si a su veleidosa sobrina le diverta. Se subi la solapa delsobretodo y se encasquet bien la gorra sport, dando apretados sorbos a su pipa. Corra unfresco alisio, un poco hmedo para l, que tensaba los foques y velas cangrejas de aquel vetustopailebot de dos palos que luca el titilante nombre de La Estrella. Slo cuando advirti que susoadora pupila se decida, al fin, a iniciar el mutis, habl con mimoso resentimiento:M no ser un despertador descacharrado! M ser tu buen consejero y mandar dormir...

    volva a rascarse los codos, si poder dormir en esta pocilga flotante donde se te ocurri meternos!Chano los entrevi, al pasar en direccin a los camarotes. De reojo adivin la espigada belleza

    de la forastera, ms talluda que su arropado interlocutor; sus distinguidos modales y, sobre todo,aquellos elegantes zapatos de tacn, cuyas sonoras pisadas sobre cubierta continu oyendomientras se alejaban.Evocando los pies desnudos de Cayaya, se concentr en la visin de la isla, apenas discernible

    en la oscuridad. La lucecita de la hoguera perduraba an, vislumbrndose intermitentemente.

    * * ** * *

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    La Estrella acababa de fondear en la baha de San Sebastin de la Gomera. Haca rato queamaneci y el escaso pasaje aguardaba, vocinglero, su trasbordo a tierra. No haba puerto. Eldesembarco se efectuara por medio de lanchas hasta la playa.El encuentro con Chano de los marineros que iban llegando en las barcas transbordadoras

    resultaba conmovedor. Gritos, abrazos y palmetazos en las espaldas eran subrayados conpintorescas interjecciones, como si hubiera resucitado un muerto. Miss Arabella observabaintrigada aquel espectacular recibimiento, digno de un hroe mitolgico.Chano responda a todos con vivas muestras de alegra.Y mi madre? preguntaba a varios a la vez.Est saludable, hombre le contestaron y uno aadi con irona: Y eso que anteayer, da

    de difuntos, te hicimos funerales!Rieron la macabra broma.Una bronca orden del patrn de La Estrella cort estas efusiones excesivamente prolongadas. Se

    inici el trasbordo del pasaje a las lanchas. En una de stas se acomodaron los ingleses, Chano y

    dos pasajeros ms, con sus equipajes. Los acompaaba el corpulento patrn, con su grasienta gorrade capitn y su negra barba. La barcaza, impelida por cuatro vigorosos remeros que jadeabanrtmicamente a comps de las remadas, y otro al timn, avanzaba velozmente y cabeceaba bastante,mareando a mister Pipes.De repente, Chano, con la emocin pintada en el semblante, comenz a emitir poderosos

    silbidos, ayudado con dos dedos a manera de moduladores. El ingls protegi sus tmpanos,crispado. Estos silbidos eran contestados por otros, tierra adentro, bien perceptibles a pesar de ladistancia y el ruido del oleaje.Con caballunas risotadas el patrn se situ al lado del gentleman, motivando con su peso una

    inclinacin de la lancha que alarm mucho a aqul. Con grueso vozarrn le explicaba,

    designndole a Chano con la punta de su nariz:Chocante manera de anunciar su arribada el muchacho se! Eh, mister, qu le parece?Mister Charles lo estudiaba con aprensin.M no parecer nada. M estar todo sordo respondi amoscado.Yo tampoco entender esos gorjeos continu el patrn con aire chusco; pero si usted va a

    vivir en esa isla le convendra aprender a chiflar como ese guanche... Es el modo de entenderse lasgentes de ah.Se oan ms silbidos. Miss Arabella intervino, maravillada:Pero qu extraa isla! Cuntos silbos! Parece una sinfona de pjaros locos!Chano se acerc para despedirse del patrn con agradecidas frases.

    Y a mandar, Patrn concluy, estrechando su mano ceremoniosamente.Suerte, muchacho! le dese aqul. Que encuentres bien a tu madre.Seguidamente Chano se descalz y remang su pantaln por medio muslo, siendo observado

    por el ingls. Tan pronto como la quilla toc arena salt al agua y corri vadeando hacia la orilla.Miss Arabella contemplaba absorta el soberbio panorama de la entrada a la isla: los negros

    riscos enhiestos enmarcando la baha despejada y azul, y aquella inmensa playa oscura, extendidahasta las primeras casas del pueblo, baadas en sol matinal.Qu isla negra, maravillosa! exclam.Pero... qu hace, cristiano?La exclamacin de asombro del remero iba dirigida al ingls, que sin soltar la pipa de sus

    dientes se descalzaba una bota. M quitar botas para no mojarlas contest imperturbable, sin interrumpir su ocupacin.

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    No, hombre; usted ir a caballo ri el patrn con grandes carcajadas, propinndole unaamistosa palmada en el omoplato que lo estremeci de pies a cabezaMister Charles lo mir ofendido.Perdone, mister! se apresur a disculparse. La costumbre aqu...Un recio y achaparrado marinero, con el agua por la cintura, carg con el ingls estupefacto y se

    lo mont a hombros. Otros estaban transportando los equipajes.M confundir con la maleta! gritaba el mareado mister, aferrndose desesperadamente al

    cuello del marino.Que me ajoga...! bram el otro.El ingls, sin soltar la pipa de los dientes, miraba con espanto una ola que avanzaba por detrs

    de ellos. Engarf sus dedos a la nariz y ojos del marino, mientras la ola se deslizaba inocente bajosus plantas.Que no veo...! volvi a chillar el de abajo, pegando un traspis que por poco dio con el

    britano en el agua.

    Mire a donde pisa, hombre! implor Mr. Charles, tratando de ver los pies del marino atravs de la espuma.Estaba terriblemente asustado.Dos tostados titanes, semidesnudos, formaron con sus antebrazos cruzados una silla para Miss

    Arabella.Asuba, seora le dijeron, ponindose a buena altura para que se sentara con facilidad.Qu divertido! ri acomodndose entre ambos.Los marinos la transportaban con firme delicadeza y respetuosa compostura, y se senta feliz

    con las incidencias del azaroso desembarco. Palpando el abultado biceps de uno de ellos, exclam:Qu hombre de bronce!

    Ligeros copos de algodonosa espuma se posaban en sus hombros y espalda, descotados a ladeliciosa frescura de aquella maana de principios de noviembre en las clidas latitudes isleas.Proyectaba pasar el resto del mes en la pequea isla de Los rganos. Un liviano terral agitaba suscabellos despeinados, mientras en su magn bullan los motivos musicales que le inspiraron aquelviaje a las lejanas Hesprides.Por su lado cruzaban atrajinados marineros portando personas y equipajes a hombros, a buena

    marcha hacia la orilla. A escasos metros vio a su to, entorpeciendo con su peso e incongruencias asu estoico cargador. Se haban ido rezagando y ambos aparecan mojados y desfallecientes.La arena seca estaba prxima.

    * * ** * *

    Chano alcanzaba las primeras casas del pueblo. Emboc un callejn estrecho y mal empedrado,oliendo a marisma, con casuchas bajas y pobres. Era el barrio de pescadores. Unos chiquillos sucios

    jugaban a las cabras. Otro, muy pequen, gateando se col en una cesta con pescado y caydentro. Lloraba fuerte. La madre sali a una puerta con escalones, lo sac y atenda al pescado. Depronto qued petrificada. Acababa de ver a aquel mozo que cruz a grandes zancadas.Avemaria, qu milagro...! grit santigundose.Varias mujeres salieron de las casas vecinas, alarmadas por el grito.Virgen Santa, si es Chanillo...! exclam una, reconocindolo por la espalda.

    No me lo crean? salt otra. Yo me lo cat por los silbidos. Es que son ustedes sordas?

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    Pues no armaron chiquito rebumbio10los pitantes!Fuerte susto le va a pegar a sea Lupe! grit una ms, echando a correr tras el aparecido.Todas la imitaron, vociferantes, y el grupo fue engrosando con nuevas aportaciones de las

    casuchas prximas. Los cros abandonaban sus juegos y las seguan, chilladores.Sea Lupe, su hijo, su hijo...!Destranque esa puerta, sea Lupe; Chanillo se salv, ya est aqu...!Una puerta se abri al final de la calleja. Chano se haba detenido ante ella para tomar resuello.Mi hijo...!! grit una voz desgarrada, seguida de ahogados sollozos contra el pecho filial.Las gentes se iban reuniendo alrededor, respetando el silencioso abrazo.

    * * ** * *

    Ya estaba Miss Arabella en la playa, conteniendo su risa ante la cmica figura de su tutor,desmadejado sobre el paciente marinero. An no haban alcanzado la orilla. A su lado unoscargadores amontonaban maletas, discutiendo. Varias personas emprendan la marcha hacia la

    poblacin. El eufrico patrn de La Estrella la salud corts al pasar.Por fin llegaba su to. Mejor dicho, el sufrido marinero que cargaba con l. Jadeando

    estentreamente, lo medio tir en la arena al desmontrselo.Ufff...! suspir ronco, quitndose con el antebrazo velludo el sudor y el agua que le

    escurran por la cara.El ingls, mareado y con las jambas11arqueadas, acab de derrumbarse. El buen hombre,

    caritativo, lo puso en pie y esper la propina. Pero Mr. Pipes continuaba con la pipa en la boca, laspiernas separadas y dando tumbos, completamente ebrio. Arabella le extrajo de un bolsillo elportamonedas.Tome, lo ha ganado.Entreg al hombre un lustroso centn.El marinero lo mir deslumbrado y mordi el oro. Ella aadi, sonriendo:Ha trabajado mucho, fornido marinero. Merece un premio. Ha vadeado con ciento diez kilos

    a su espalda, de peso vivo y latoso... dio un carioso pellizco en la mejilla de su to; pero deoro tambin... Vaya a tomarse un refresco.El pobre diablo salud, llevndose la moneda a la sien con gesto militar.Mil gracias, mi mariscala! Cabo Luis, para servir a su mers!Brincaba de contento al alejarse.La visin de los enhiestos riscos movindose, como consecuencia de su mareo, obseda a Mr.

    Pipes. Arabella lo acomod en la arena, con mimo, y se sent a su lado.Pobre tito Charles!Este ensanch sus pulmones para respirar hondo. Dio una larga chupada a su pipa.De repente, se desorbit, se la retir de la boca y espurre un buen chorro de agua de mar.

    10Rebumbio: Ruido retumbante11Jamba: fig. Pierna

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    V.V.!"o #$i%&n'!"o #$i%&n'

    Era temprano an cuando los ingleses remontaban la estrecha acera de la calle principal de lavilla, solitaria y con la mayora de sus puertas cerradas. No obstante, algunos postigos seentreabran curiosos a su paso. Y aunque ningn rostro se distingua en ellos, pues los interiorespermanecan sumidos en la sombra, la sensacin de estar vigilados de cerca les result irritante.Miss Arabella sinti, ms de una vez, la tentacin diablesca de sorprender a los disimuladosobservadores, cuyas mirillas de enrejada madera quedaban al alcance de sus dedos. Pero secontuvo, respetando la idiosincrasia del pueblo y deseosa de convivir entre simpatas. No as Mr.Pipes, que no disimulaba su enojo contra aquel enjambre de entrometidos golfillos que losasediaban, coreando:

    Jurria-jurri, to Pipn...!Uno de ellos le ech mano al enorme cabs12que llevaba. El ingls se revolvi airado, mientras

    los chicos se distanciaban, ms vociferantes.No les haga caso, don aquel, o se lo manducarn vivo aconsej el maletero que los

    preceda, cargado con dos pesadas valijas.El ingls aceler el paso, procurando situarse junto al mozo de cuerda.Otros dos nios stos con cara de buenos escoltaban a Miss Arabella, portando sendas

    cajas cartoneras, a pasito ligero. Tres, mayores, los rodeaban, formales y cuidadosos de que losgolfillos no se acercasen. Cuando desfilaron todos, varias narices curiosas sobresalieron de lospostigos, escudriando la retaguardia.

    Cruzaron una sombreada plaza con un kiosco al centro. Mr. Pipes se haba detenido,observando la arcaica esfera del reloj pblico. Extrajo de su chaleco el pesado cronmetro decadena de oro y arrug el ceo. Dej el cabs en el suelo, se cal unos lentes de pinza nasal, ytomando de sus bolsillos una agenda de notas y un lpiz se enfrasc en una minuciosa operacinde clculo. Los golfetes volvieron a aproximarse, esta vez intrigados, cautelosos.Juy qu cachimba! farfull un pequen tiznado y sin calzn, siendo acallado prontamente

    por los dems.Est pintando la iglesia! cuchiche otro, aupndose sobre un compaero para alcanzar a

    ver.Mr. Pipes continuaba sus anotaciones:

    Da 4 de noviembre de 1909

    Hora cronm.: 7h.

    32'

    13"

    Id. pueblo: 7h.

    6'

    x"

    Retraso local: 26'

    x"

    (X = valor inexistente en reloj

    pblico)

    Pero to, deja ya en paz ese reloj!

    Todo el grupo se haba detenido unos metros ms arriba, esperndolo. El maletero, con cara de12Cabs: Maletn pequeo.

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    Mr. Pipes, aunque no estaba de humor, se vea obligado a corresponder con fastidiosafrecuencia, llevando su ndice a la visera de la gorra con automtica regularidad. Se oy un repiqueprximo de campanas, llamando a misa. Una banda de palomas circunvalaba el cielo, limpiamenteazul. El ingls consult de nuevo la hora, fatigado por la lentitud de la caminata y el inacababledialogar de su sobrina con las gentes del pueblo. Eran cerca de las ocho.Por fin llegaron a su destino. El maletero haca rato que aguardaba, sentado en el escaln de un

    ancho zagun sombro, fumando su tagarnina. A un lado de la puerta un rtulo anacrnicoinformaba:

    LA PRINCIPAL

    FONDA

    (ESTABLES Y VIAJEROS)

    Mr. Pipes examin el edificio: un viejo casern de dos plantas, fachada recin albeada y untpico balcn canario de tea pintada de verde, con su tejadillo voladizo, a todo lo largo del pisosuperior. Multitud de macetas vertan en l su cascada florida. El aspecto era alegre y acogedor. Elala occidental de la casa daba a un pequeo huerto con unos arbolitos, acotado por unsemiderruido muro pedrero. Se oan all piar muchos pjaros. Tambin espiaban otros pjarosinvisibles: los golfetes...El ingls fue el ltimo en entrar y ya estaba siendo atacado por ellos. Un bote oxidado de

    conservas se estrell con estrpito en la acera que acababa de abandonar, surgido de laincontrolable esquina del edificio. Aunque inspeccion los alrededores, bastante intrigado, nodescubri nada.Entretanto, Miss Arabella era atendida por una criada flacucha y joven, de escasa talla y aspecto

    bobalicn, que responda por Rosala y rea con dientes careados cada vez que el maletero la

    interpelaba. Dos ominosas trenzas negras enmarcaban su poco agraciado rostro. Sin embargo tenauna voz simptica y sonrea siempre.Juy, cunto bulto...! Son forasteros?... Pasen, pasen sus mercedes!Les franque la entrada a un patio delantero. Los chicos de las cartoneras penetraron

    atropelladamente, yndose a contemplar los canarios y periquitos de una gran pajarera queocupaba toda una pared del lado derecho. Arabella aspir con deleite el fresco aroma de aquelpatio, materialmente convertido en un jardn de enredaderas y tiestos. La algaraba de pjarosresultaba atronadora y la variedad de especies florales contenidas en las macetas, inconcebible.Esto no lo poda imaginar desde el oscuro zagun cuya puerta de acceso a la casa permanecacerrada cuando entraron.

    To, corre; mira qu maravilla...!En el umbral, Mr. Pipes continuaba pendiente del misterioso atentado de que haba sido objeto.

    Abandon su observatorio y se intern en el zagun. Casi instantneamente brot el endiabladoestribillo a su espalda:Jurria-jurri, to Pipn..!Se volvi, desconcertado. Las caras berreadoras estaban pegadas a la puerta, mostrndole sus

    lenguas.Rosala blandi una escoba y se abalanz como una furia sobre ellos, tropezando con el obeso

    husped en el zagun. El cabs y la pipa vinieron al suelo.Quite pa all, que los mato! bram Rosala, echndolo a un lado y emprendindola a

    escobazos con los alborotadores. Al infierno, condenados!Trncale la escoba, Pipn...! chillaban los cros, escabullndose.

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    Con resignado estoicismo Mr. Charles recoga los enseres desparramados de su abierto cabs:un cepillo de dientes, un salacot, una red para capturar mariposas...Qu escndalo es se! Rosala, ayuda al caballero a arreglar su maleta!... Esta Rosala...!

    Rosalaaa...!!La obesa y gesticulante dama era doa Pepita, propietaria del establecimiento y de cuarenta

    lozanos estos, realzados por una larga viudez sin hijos. Su aire era coquetn y vesta una rameadabata casera, muy a tono con el florido marco del patio. Fue derecha al encuentro de Miss Arabella.

    Oh, perdone, seorita: muy buenos das! (Esta Rosala...!). Pase, pase por aqu, por favor.Hablaba con sonrisa melosa y estudiado ademn, que contrastaba con su acritud de segundos

    antes.Qu falta de educacin hay en este pueblo! continu, tomndola del brazo con afectada

    familiaridad, mientras pasaban a una salita contigua, a mano izquierda. Los chicos sonverdaderos diantres... Tnganlos a raya!En la salita se abra una angosta escalera, en el ngulo derecho, entrando, que conduca a la

    planta superior. En un testero13

    estaba un piano con un jarrn de flores encima, y un antiqusimoreloj de pared, de sonera.Arabella se detuvo frente al piano. Iba a preguntar algo cuando la locuaz seora enhebr de

    nuevo el hilo de su monlogo:Era de mi pobre Pedro. Un Maristany legtimo. Pero est desafinado... Las goteras, sabe?...

    Ya me han arreglado el techo; pero se moj mucho. Exhalando un matizado suspiro: Ay, alpobre no haba modo de hacerlo acostar sin interpretar antes su buena hora de msica selecta!... Ylo haca bien: en la Pennsula dio conciertos con mucho xito. Aqul es su retrato... Esta Rosalasiempre me lo tapa con las flores!... An lo estoy viendo cuando expir, pidiendo su piano... Mehan ofrecido el oro y el moro por l; pero no est en venta. Es algo tan personal!... Aqu nadie lo

    toca; pero si a usted le interesa, yo hara una excepcin, naturalmente...Arabella disimulaba un invencible bostezo.Por Dios, seora... Es una reliquia que no debo profanar.Pepita. Llmeme as. Me gusta que me llamen por mi nombre mis pupilos; es ms familiar...

    Y aqu formamos una bien avenida familia. Yo soy la mam de todos... Una mam todava joveny gordita, que se desvive por ellos ms de lo que suponen... Bueno, le estoy dando la lata y ustedestar fatigada. Tiene cara de eso, pobrecilla. Estos incmodos viajes en esos barcos de Dios...! Perosintese un momento, hijita,mientras voy a recibir al caballero. Esta inutilidad de criada es capazde haberlo dejado solo... Su padre, verdad?... No ser su esposo... Usted tan joven, claro...No, seora; no es mi padre ni mi esposo...

    Doa Pepita tuvo un mal pensamiento.Es mi to Charles.Doa Pepita desarrug el semblante. En el fondo, siempre la inquietaron los extranjeros.Ah!, ya deca: su seor to... Y qu simptico y bondadoso parece, y tan educado. Me bast

    verlo desde el patio, molestndose en recoger la maleta, mientras esa boba inutilidad... Perdone unmomentito!Se asom al patio.Ah lo tiene, contemplando mis pjaros exclam con orgullo. Y deben interesarle, porque

    toma notas... Esa fue otra de las debilidades de mi difunto cuando lleg a Canarias...Arabella, temerosa del nuevo diluvio verbal que la amenazaba, suplic:

    13Testero: Poyo utilizado en las iglesias para sostentar las figuras de los santos.

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    Podra indicarme las habitaciones? Estoy fatigada...No faltaba ms, hija. Y su to, no viene?Tendr entretenimiento con sus pjaros. Es naturalista. Por favor, quiere indicarme el

    camino?En la planta de arriba. Las mejores que tengo; exteriores, muy ventiladas y soleadas. Les

    gustarn. Las reserv para ustedes en cuanto recib el aviso. Y estuvieron oportunsimos, porqueesto lo tengo siempre abarrotado. Me las rifan! Y muchas veces es un compromiso para una, ya meentiende. Mi casa, y perdone la inmodestia, est acreditadsima en todo el Archipilago... Disculpemi curiosidad: quin les inform en Tenerife...?Arabella luchaba con otro desperezo.Lo ignoro respondi con desgana. Fue mi to quien se ocup de eso.Bueno, no tiene importancia. Lo cierto es que gracias a la previsin de su seor to cuentan

    ustedes con ellas. Sgame, se las mostrar.Remontaron la estrecha escalera de peldaos crujientes. Esta escalera desembocaba en un largo

    pasillo con ventanas al patio, en el que se abran las habitaciones de los huspedes y, en primertrmino, el comedor. Era el ala principal, que daba a la calle; pues haba otras, interiores, de inferiorcategora. Las destinadas a ellos estaban al final del pasillo.Entretanto, Rosala se encaraba con los nios de las cajas que continuaban junto a la pajarera,

    codo con codo con Mr. Pipes. La miraron con respeto, pues tena la escoba en la mano.Je!, ustedes, qu hacen ah?... Halen pa fuera!Los chicos buscaron apoyo en el ingls.Pero si venimos con este caballero le ensearon las cajas.Pues ahora se van, halen...!, les quit las cartoneras.Los chicos no se atrevan a protestar, temerosos de la escoba, y fueron escurriendo el bulto

    hacia la salida. Miraron con resentimiento al ingls, que slo tena ojos para los pjaros.No hay derecho se lamentaban; no nos han dado la propina y encima don Pipn no nos

    defendi.Rosala tom tambin el cabs.Eh!... Dnde me llevar eso? salt Mr. Charles.La criada dej los bultos en la salita, junto al piano. El ingls observaba desde la puerta. Ella

    hizo una tonta reverencia. De pronto los ojos de Mr. Pipes se posaron en el viejo reloj de la pared.Maquinalmente consult su cronmetro. Qued estupefacto.Pero... Qu hora marcar ese cachivache loco? dispar a la sorprendida fmula.Esta, muy solcita, estudi la complicada esfera, haciendo cuentas con los dedos.

    Las nu... nu... nueve.Doa Pepita, que descenda en aquel momento, capt la absurda respuesta. Se adelant rpida

    y propin un empelln a la criada, fulminando con voz iracunda:Qu dice esta cabra loca!Instantneamente cambi el gesto en una inefable sonrisa, dedicada al husped.Disculpe a esta ignorante, seor... Son las ocho menos tres minutos, seor... hacia pausas

    expectativas, esperando que el ingls completase su nombre.La mirada seria de ste, clavada en su sonrisa como un helado arpn, desconcert a la dama.

    Un tanto turbada, aadi, contemplando el reloj del testero:Bueno..., no s si ir exacto... Es una pieza de museo, un viejo y querido recuerdo familiar; en

    realidad, su mrito estriba en su antigedad...Mr. Pipes puso bajo sus ojos el rutilante cronmetro. Doa Pepita vio los cielos abiertos, se

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    deshizo en elogios:Qu alhaja! Vaya quilates!... Le habr costado un pico, caballero...Charles Pipes estall.M ensear hora; no alhaja! Haber mocha diferencia! Reloj suyo estar rematado loco!Doa Pepita qued cortada en seco. No acertaba a balbucir palabras y un hipo profundo asalt

    su pomposo busto.El carilln comenz a funcionar ruidosamente. Pipes cont hasta cinco campanadas, ni una

    ms.Esa mquina...! el ingls la fulminaba con el ndice. Qutela o arrglela, seora ma!Una risita nerviosa de la fmula acus la aparicin del maletero. Vena a cobrar su trabajo.

    Doa Pepita aprovech la distraccin del husped para descargar su clera sobre el pie de Rosala.Agarra esos chafallos14y hala pa arriba, condenada.Le sealaba los brtulos del ingls. Doa Pepita acababa de perder su buena diccin.Entre tanto, Charles Pipes interpelaba al maletero, cronmetro en mano.

    Osted decir saber hora solar?Venga y le dir prometi el hombre, con un asomo de guasita. Salieron al patio yavanzaron hacia un extremo donde bata el sol.El maletero miraba a lo alto. Mr. Pipes lo imit, empezando a comprender el significado de la

    maniobra. Tropez con el rostro burlesco de su sobrina, asomada a una de las cristaleras delcorredor.Buenos das, Carlitos... Se escap un pjaro o ests buscando la escalera?Un momento! M atender lo que decirme el marino.Este, velndose los ojos con las manos, escudriaba la posicin del sol. De pronto, afirm con

    voz rotunda:

    Las ocho y media cabales!El ingls reflexion unos segundos, consult su cronmetro y su agenda de notas y exclam

    radiante:Very well, amigo. Esa ser hora solar!Pag al hombre esplndidamente y lo contempl con simpata. Aquel reloj no fallaba.

    14Chafallos: Cosas que no valen o estan viejas... o que se consideran asi, en plan desprecio.Tambien se le dice apersonas que no se tienen en buena consideracion

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    VI.VI.()an()an

    La Taberna del Cangrejo, anclada en un callejn sin salida del barrio de pescadores, era elcentro de reunin de la gente de mar. Una lonja hmeda de piso de cemento, exhalando un espesovaho a mostos. La animacin comenzaba al anochecer, cuando el jorobado dueo delestablecimiento, al que apodaban el Cangrejo, encenda las apestosas luces de carburo.Aquella noche los comentarios giraban en torno a la extranjera:Guapa la inglesita, eh?Y con talento.Y con monis... Al cabo Luis le dio ms dinero que el que yo gano en todo un mes con mi

    chinchosa barca.

    Uno se dirigi a Chano:T viniste con ella, no?S. Pero no la trat respondi el aludido superficialmente. Chano estaba tratando con dos

    amigos, al parecer, de un asunto importante. Uno de stos le interrogaba:Y para qu quieres el bote? nete a nosotros; tenemos barco grande.

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    No, Juan. Lo necesito para m.Los otros se miraron. El que no haba hablado an, lo hizo con un encogimiento de hombros:Habr descubierto una mina de perlas y no querr testigos...El nombrado Juan, callaba, observando con extraeza a su buen amigo Chano. Este, un tanto

    embarazado, les declar en tono confidencial:Quiero entrenarme para las regatas... Pero no lo digan.No lo diremos, hombre. Juan pens un instante. Te dejo mi Pepita. Pero ya sabes, a

    cambio de tu cochino.El cochino es de mi madre. Otra cosa...Tienes dinero?Como cunto?Pues...Dos onzas.Puedo darte veinte duros. El resto te lo ajustar pronto.Trato hecho.

    Los dos amigos se chocaron la mano alegremente. Juan pidi al tabernero:Echa de beber. Vamos a festejar la aparicin de este chicharro.Chano se haba puesto muy contento y gritaba:Quin dijo perras15de vino? Tres quinces de ron, para principiar! Invito yo.El tercero los enlaz por los hombros, mientras deca socarrn:Echa dobles, Cangrejo; y del ms fuerte que tengas... A ver si rascao se le suelta la lengua a

    ste.Chano se dio cuenta de que no le creyeron lo de las regatas. Pero no iba a soltar su secreto.

    Rieron y bebieron las sucesivas rondas que iban llegando.En la puerta haba hecho aparicin un alegre grupo de parrandistas con guitarras y timples.

    Con ellos vena el patrn de La Estrella. Entraron cantando:

    Con tres barcas de Gomeranos hicimos a la mar,y no paramos viajehasta volver a atracarlas tres barcas en Gomera.

    Saca tus beberajes, demonio!La voz de trueno del patrn culminaba sobre el jolgorio. En seguida se puso a corear el

    estribillo de la parranda:

    Esta noche no alumbrala farola del mar...

    La atmsfera se haca irrespirable. Al humo de tanto fumador empedernido se sumaba lapestilencia del acetileno y la que los pescadores traan del mar. Alguien propuso:Vamos a dar la bienvenida a los ingleses.Varias voces hicieron eco:A la fonda de doa Pepita, todos!

    15En Canarias se oye vamos a tomar una perra de vino por un vaso de vino, porque poco ms se poda pagar conuna perra en aquellos tiempos.

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    El desvencijado portn de la taberna, con su descolorido rtulo a manera de bandern corsario,cruja al salir aquella filarmnica masa, que ya en la calle se organiz bajo la direccin de unoshermanos pescadores. Era una parranda famosa en la isla. A las tpicas contras o timples, quematizaban el fondo armnico, se unan en afinado concierto guitarras,violines y bandurrias,trasteados por manos maestras y sencillas en las que lata pura la sensibilidad del pueblo. El ritmoera repicado alegremente por todos los acompaantes, provistos de lapas y lajas del mar quepercutan como castauelas. Algunos lo hacan con dos cucharas unidas por sus caras convexas,deslizando entre ellas con rpidos movimientos el cabo de un tenedor. En la bodega del jorobadoocurriran sorpresas desagradables a la hora de cenar.La parranda se desbord en la noche sin luna, alumbrada por unos fanales de pescador. Llen

    de resonancia las callejas desiertas y los cebrados hogares. De algunos postigos se escapaban risitasy bisbseos de mozas ilusionadas:Dnde irn los Marichales a rondar...?Y la parranda pasaba de largo. Las ilusiones huan.

    Esta es la parrandaque va pa la fiesta.En mi vida he vistoparranda como sta...

    Desde su habitacin, Miss Arabella comenz a percibir aquella armona lejana. Estaba acostada,rendida por el viaje; pero conservaba encendido el quinqu de petrleo y lea para atraer el sueo.Prest atencin a la msica que se acercaba: un orfen, una coral callejera...? Aquello era

    formidable!Salt del lecho y abri el balcn, con las pupilas radiantes. Vala la pena su viaje, slo por or

    aquel inesperado concierto!Los cantores se haban detenido al pie de la casa.Corri a enfundarse en una bata y volvi al balcn, exclamando:El folklore! Por fin!Una voz varonil cantaba en la sombra:

    Mujeres las hay muy bellas,pa trastornar el sentido;pero como la Arabellaninguna hasta aqu ha venido.

    Seguidamente, todos corearon el estribillo:

    Del vestido blancoyo me enamor,del vestido blancoque llevaba usted....

    De abajo la saludaban, lanzando los sombreros al balcn. Una voz simptica anunci:Venimos a desearles la bienvenida con las coplas de nuestra tierra!

    Arabella sonrea emocionada y devolva los sombreros que iban cayendo en el balcn. Primerolos besaba.

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    Gracias, gracias! Son ustedes muy galantes y muy buenos msicos. Me encanta eso quetocan!Un clamor de jbilo brot de la parranda y volvieron a ascender los sombreros entre

    aclamaciones.Tres hurras por la inglesita!Hip, hip, hurraaa...!Un alboroto en el balcn contiguo atrajo la atencin de todos. Mr. Pipes sacaba su rostro,

    coronado por un monumental gorro de dormir. Asustado de ver all a tanta gente reunida,exclam:Qu ocurrir aqu...? Qu hora ser...?Su sobrina corri a tranquilizarlo, mientras un solemne redoble de guitarras impona silencio.Una voz recit con gracejo:

    Deje el rel un momentosobre la mesay no olvide que estamosen la Gomera.

    Y otra aadi, entre risas y cuchufletas:

    Bote a la cama ese gorroy pngase la chistera;seor ingls, lo invitamosa comer papas y viejas.

    La parranda gir sobre sus talones y emprendi el regreso a la marina.

    * * ** * *

    Chano durmi poco aquella noche. Despus de la parranda quiso acercarse a la playa paratomar posesin de la barca que le vendi Juan. En vano ste intent disuadirlo, dada la horaavanzada, y relegar a la maana siguiente el acto de la entrega. Chano se puso pesado, se empeen ir. Y fue. Fue solo, naturalmente; pues su amigo, atribuyndolo a la terquedad de las copasingeridas, acab por aburrirse y otorgarle plenos derechos sobre el bote desde aquel mismoinstante.

    Chano pas primero por su casa para tranquilizar a su madre. Cogi unos tarros de pintura,una brocha y un farol que ya tena preparados. Quera cambiar de nombre a la Pepita y queestuviera seca al amanecer.No tuvo a nadie por testigo, de lo que se alegr, conociendo la quisquillosidad de las lenguas

    del pueblo.A las dos estaba en la cama, satisfecho de su obra y dispuesto a soar con el maravilloso viaje

    del da siguiente. Todo vaticinaba un tiempo esplndido.A las seis estaba de nuevo en pie, aguardando con impaciencia el clarear del alba para volar a

    su bote. Hizo un paquete con los regalos que llevaba: las botas de Cayaya, una cachimba paraRoque y un vistoso dogal de cuero con cascabeles para el Ruso. Tampoco olvid el diminuto

    caracol de Puntallana prometido.Su madre le prepar un regio desayuno, culminado por un tazn de caldo con ron para

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    VII.VII.Mari%osas y Canre+osMari%osas y Canre+os

    La azulada luz del amanecer baaba la alegre fachada de La Principal, cuya puerta y ventanaspermanecan cerradas. En el huertecillo frontero al edificio se desarrollaba una silenciosa escena,de la que eran protagonistas dos desarrapados infantes. Estos trepaban con dificultad por elarbolillo ms prximo a la pared de la casa, cuyas ramas superiores rozaban una pequea ventanaque apareca abierta e iluminada. Cuando alcanz la cima el ms atrevido, mir por ella al interiory chist al otro, hacindole seas de haber acertado con el objetivo.Asube! le susurr, agachndose para no ser odo por el ocupante de la habitacin. Est

    levantado!El segundo, ms timorato, segua escalando con miedo. El gorjeo de los pjaros ocultaba los

    diminutos crujidos del ramajeAmbos se situaron junto al hueco, sujetndose con las manos al marco exterior. Poco a poco

    iban izando sus cabezas hasta asomar los ojos al cuarto. Cuando fueron tomando confianza seapoyaron cmodamente en el alfizar.Charles Pipes estaba distrado y no eran de temer sorpresas. Su facha, en calzoncillos largos y

    camisn de dormir, no poda ser ms grotesca; pero no era la indumentaria lo que asombraba a loscros. Toda su atencin qued captada por aquellos extraos cartones que el ingls ordenabacuidadosamente, despus de examinarlos con su lupa. En ellos se alineaban diversos gneros demariposas, con las vistosas alas abiertas. La mesa apareca llena de estas curiosas colecciones, yhasta en la cama, revuelta de dormir, haba extendido el naturalista buena parte de sus rarezas:

    fsiles, grandes caracoles...No obstante estar en ayunas fumaba copiosamente de su pipa y de vez en cuando carraspeaba,

    produciendo alarma en los chicos, que escondan las cabezas tras la pared.Un carilln dio siete campanadas. El sonido llegaba apagado, procedente del interior, sin duda

    de la salita. Pipes, maquinalmente, consult su cronmetro que tena encima de la mesa, y comosiempre, expres su disconformidad. Los intrusos volvieron a sobresaltarse al advertir las muecasque haca.Un par de bellas mariposas revoloteaba junto a la ventana. En sus giros una entr en la

    habitacin. Los chicos las vieron, de pronto, sobre sus cabezas y gritaron:Don Pipn, se le vuelan las maliposas...!El ingls mir sorprendido y descubri el magnfico ejemplar. Corri hacia la ventana para

    cerrarla y evitar que se escapase. Los intrusos desaparecieron como relmpagos.Mr. Charles, que no haba reparado en ellos sino en aquella joya alada, cerr los cristales y la

    contempl con arrobo. El insecto volaba locamente en el cuarto.Frotndose las manos de placer abri el cabs y, sin perder de vista al lepidptero, extrajo la red

    capturadora. Esgrimindola, espiaba el vuelo del insecto, recrendose en la inusitada cacera apuerta cerrada que le permita estudiar en vivo y sin riesgo de escapatoria sus evoluciones ypeculiaridades, antes de pasar a enriquecer su coleccin.Ya la tena clasificada in mente. Era una hermosa Vanessa cuyas alas color canela dorada y

    en forma de polgonos regulares aparecan orladas por una delicada franja de filigrana amarilla ynegra. Como aqulla tena varias en su coleccin, pero ninguna tan esplendorosa. Oje su catlogo

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    y ratific con ntimo orgullo:Vanessa Antiopa L.De pronto advirti, con un grito, su terrible imprudencia, su inexcusable lapsus que estaba a

    punto de destruir al animalejo. Este aleteaba tercamente contra la pantalla del quinqu encendido.Como una exhalacin corri a evitar el desastre, apartando bruscamente cuantos obstculos se

    le interponan. Ms de una silla rod por el suelo y el lavabo fue a estrellarse con estrpito contra lapared, vertiendo el agua.Pero lleg a tiempo. De un manotazo ahuyent al insecto de la zona peligrosa y apag el

    quinqu. Una exclamacin de triunfo coron su xodo.La puerta se abri de golpe y apareci la cabeza desgreada de Rosala.Llamaba el seo...?Sus ojos se agrandaron como platos y un chirrido estrindente, como las sirenas de alarma,

    comenz a brotar de su laringe a medida que iba descubriendo el estado del cuarto y de sumorador. Este, crispado, se abalanz sobre ella blandiendo la red.

    Cierre! bram furioso, viendo cmo el insecto escapaba por el hueco.Asest un golpe en el vaco que termin en las greas de Rosala. La apart a un lado y sigui ala mariposa en el pasillo. La criada hua, las manos en la cabeza, chillando:Est loco, loco...!Corri a refugiarse en la cocina, detrs de doa Pepita, que preparaba los desayunos. Presa de

    un pnico terrible, sealaba al otro lado del pasillo.Don Pipn...! Est loco! Nos va a matar con esa macorra...!Como confirmacin a las increbles frases de la sirvienta, doa Pepita vio al ingls en paos

    menores, haciendo extraas cabriolas y armado con aquella cachiporra. Sinti la proximidad de latragedia y exhal un alarido tan penetrante que asust ms a la criada, la cual se abrazaba a ella

    tiritando.Casi instantneamente todas las puertas de los huspedes se abrieron. Una seora sufri un

    sncope.Arabella corra hacia su to. Lo sujet del brazo, estremecindolo con energa hasta hacerse or

    por el enajenado cazador.Pero to! le gritaba, viendo que segua pendiente del insecto. Te das cuenta del susto

    que has dado a todos?Pipes observaba con infinito desencanto cmo la Vanessa se filtraba por un hueco del pasillo

    y volaba, libre, en el patio. Suspir con tristeza y mir a su sobrina.Vamos, tito... Que ests en calzoncillos...

    Con un estremecimiento de pudor, el avergonzado entomlogo corri a ocultarse en su cuarto.

    * * ** * *

    Caa la tarde cuando Arabella, que haba dormido una larga siesta, dio con el paradero de supariente.Lo hall en un lugar insospechado: una escollera extraviada en el litoral prximo al pueblo,

    cerca de unos grandes cantiles internados en el mar, a donde jams se le hubiera ocurrido ir abuscarle de no ser por la informacin recibida de unos pescadores.

    Pero to, qu facha!... Otra extravagancia ms para completar el da!

    Charles Pipes, en traje de explorador africano y tocado con un salacot, apareci todo mojadoentre unas rocas, desde las cuales hurgaba el ocano con unas redes muy extraas.

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    Al ver a su sobrina exclam, enarbolando una especie de cangrejo an vivo:Pachygrapsus marmoratus!Arabella lo midi de arriba abajo, muy seria.Qu payasada es sa, to!... Mira qu vestirte de safari en una isla tan pacfica!Oh, Arabella, hacer... hacer mocho calor!Hacer muchas tonteras, to! Deberas tener ms cuidado con tus excentricidades en un

    pueblo chico como ste. Te estn tomando por loco.Pipes la escuchaba cabizbajo, asintiendo con lentas cabezadas y con la mirada fija en el

    crustceo que mova las patas incesantemente bajo la presin de sus dedos en el caparazn. En unamochila, en el suelo, varios de aquellos animalejos intentaban escaparse por los bordes. El inglslos reintegr cuidadosamente al fondo e incluy el que mantena en la mano.Recogi sus trebejos y se dispuso a marchar, con aire arrepentido.Arabella suaviz el tono de su anterior reproche.Primero iremos a secarte, pues la tarde refresca y vas a pescar un catarro... Verdad que me

    prometes ser un chico juicioso en lo sucesivo?Pipes asenta contrito.Entonces, podr quedarme a escribir un rato? Me gusta este sitio, me inspira grandes ideas...

    Mira, he trado mi carpeta de msica.Perdn, Arabella. M no cometer ms tonteras. M ir y guardar caperuzos y me vestir

    honestamente. Prometido!Adis, tito bueno, lo bes en la mejilla.A Arabella le agradaba aquel lugar, con su salvaje y solitaria belleza. Los esbeltos cantiles

    erguidos sobre el agua, que se desflecaba en espumas a sus pies, parecan invitarla a comenzar susinfona.

    Escal uno de aquellos promontorios y aban17

    a su to, que ya se alejaba. Luego se intern porun grupo de rocas, pasando de unas a otras con agilidad, hasta encontrar un sitio relativamentecmodo para sentarse.Lo hall al fin y se situ de cara al mar, respirando a pulmn pleno el aire salobre, moteado de

    gotitas de espuma.El sol declinaba por el horizonte riscoso de la isla. Hacia la parte del mar el cielo iba tomando

    las bellas irisaciones del crepsculo. El crescendo del agua lo llenaba todo, como una sinfonainterminable de infinitos matices. Unas barcas lejanas regresaban a la playa...Cunto tiempo permaneci all, sumergida en aquella marea indefinible que tantos motivos

    meldicos le haba ido sugiriendo...? Fue como un soar despierta, en el que el mar, trasmutado en

    un rgano inmenso de colosales registros, haba ido ejecutando magistralmente los momentosmusicales de su enfervorizada fantasa. Las olas se trocaron, de pronto, en un apasionado auditorio

    batiendo palmas, alargando sus brazos hacia ella en un instintivo deseo de posesionarse de suartista, de arrebatarla entre sus delirantes convulsiones...En el curso de aquella maravillosa fuga, cuya dimensin temporal escapaba a su conocimiento,

    haba odo ntegramente su nonata sinfona. Cuatro pginas completas, como joyas arrancadas alocano, haban logrado apresar el tema huidizo: aquel crescendo alucinante. All estaba elmotivo de los cantiles, y el de las olas reventando en ellos, y el del crepsculo en el mar, y el de las

    barcas pescadoras regresando, y el folklore de la parranda, y el aire salobre llenando suspulmones, y la espuma salpicando sus pies, mojando sus pies...

    17Abanar: Decir adios con la mano.

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    Cielos! Qu es esto...?Arabella descubri con espanto que estaba aislada en su roca del resto de la tierra. El mar la

    circundaba totalmente y ya mojaba sus pies.Empavorecida se incorpor y una de las hojas escritas vol al agua y permaneci flotando

    largos instantes. Sobre los pentagramas el ttulo, Sinfona del Atlntico, aun no haba sidoborrado por el agua.

    Procur no perder la serenidad. Observaba que las rocas ms bajas quedaban ocultas por lamarea, mientras las elevadas, como la suya, permanecan con el agua a media altura. Eraarriesgado dar un salto hasta la prxima; aquellos hirientes peascos la asustaban. Ella cmo selo reprochaba! no saba nadar. Estaba en peligro si el agua continuaba ascendiendo.Con nerviosa mirada recorri el horizonte. La calima nocturna comenzaba a invadirlo todo. El

    paraje era absolutamente solitario y descarriado. Nadie pasara por all...Con un helado estremecimiento acababa de advertir que el nivel del agua, ahora

    remansadsima, alcanzaba una escotadura de la roca, minutos antes descubierta. El aflujo de la

    marea persista inexorable.Y de pronto se sinti desamparada, al borde mismo de la muerte. Un pavor ancestralelectrizaba su mdula. Busc la orilla, cada vez ms confusa, ms distante.Y en un soberbio esfuerzo, procurando no perder el equilibrio, lanz su carpeta de msica en

    vuelo rasante sobre la superficie lquida, en busca de la tierra salvadora de su legado.Estril gesto! Su msica fue tragada por el mar.SOCORROOO...!!El desesperado grito fue absorbido por el ocano sin ecos.

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    VIII.VIII.EEl loco de la %layal loco de la %laya

    Charles Pipes estaba en su cuarto, sentado ante su mesa y envuelto en la confortable niebla desu pipa. Por una inexplicable inercia, an no haba encendido el quinqu y haca mprobosesfuerzos para leer en un grueso tratado de Oceanografa, ayudado con su lupa.Tena alineados frente a l, en sendas redomas de vidrio con agua de mar, tres de los ejemplares

    capturados aquella tarde. Los lerdos animales araaban con sus patas las cristalinas paredes de suscrceles. El naturalista los miraba y remiraba, una y otra vez, con gesto complacido, mientrascotejaba sus caractersticas con los textos y grabados del libro. En una cuarta redoma, apartada desu atencin, se arracimaban otros dos ejemplares de escaso mrito.Unos golpecitos en la puerta no lograron sacarlo de su abstraccin. Garrapateaba en unas

    etiquetas de papel unos complicados nombres griegos y latinos.Los golpes volvieron a sonar con insistencia, seguidos de un forcejeo ruidoso en el picaporte.

    Pipes se incorpor con visible malhumor y se encamin a la puerta. Al girar la llave, se abri conviolencia, impulsada desde el exterior.La cara estpida de Rosala le produjo una crispatura e intent cerrar. Pero la criada se filtr,

    encarndose con l.Dnde est la seorita? pregunt con fiereza, mirando a todos los rincones de la

    habitacin.El ingls regres a su libro, fastidiado, sin hacerle el menor caso. Ella lo sigui con paso rpido,

    acosndolo con la misma pregunta.

    Sir Charles la mir con odio y gru:Compone!Quee...?Compone msica! Vayase! Me molestar mucho!Intentaba centrarse de nuevo en la lectura, pero Rosala insisti fastidiosamente:Que compone qu...? Se le desconch18algo...? No est en su cuarto, y el ama me mand a

    ver qu cenaban... Hay potaje de berros. Cmo lo quieren, calduchento o papiento?Pipes, tapndose los odos para no escuchar las sandeces de aquella odiosa criatura, lea en voz

    alta el prrafo que estaba ante sus lentes:Coppodos, braquipodos, ostrcodos, cirrpedos....Rosala comenz a replegarse, mirndolo con temor. Volva a experimentar la sensacin de

    aquella maana, cuando lo tomaron por loco.No est en su cuarto, no ha venido.. Y es ya de noche! repeta con soniquete llorn.El ingls la mir, de pronto, con un destello de alarma en las pupilas.Eh?... Dnde estar Arabella?No s... Ay, Dios, habrla trincado19el loco de la playa!Pipes peg un salto y se abalanz hacia la puerta, asiendo al pasar su sobretodo y

    enfundndose en l. Mientras cruzaba el umbral grit a la fmula, indicndole las redomas:Mis braquiuros, por favor!

    18Desconchar: romper, estropear, deteriorar.19Trincar: Apoderarse de alguien o de algo con dificultad.

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    Rosala qued perpleja, sin entenderle nada; pero sospechaba que algo importante quiso decir.Rascndose la cabeza y con respeto casi supersticioso fue aproximndose a las redomas. Se agachy observ con embobada atencin su contenido.Al reconocer los familiares cangrejos su rostro se anim y una sonrisa de inteligencia fue

    descubriendo sus careados dientes...Ah, ya s...!

    *** ** *

    Charles Pipes, trotando como un poseso, trastabillando en las piedras y baches del mal camino,alcanzaba en un tiempo record el solitario paraje en donde crea recordar qued Arabella.La luz era tan escasa que costaba un esfuerzo discernir los objetos. Pero de todos modos aquello

    le resultaba desconocido, muy diferente al cuadro que su memoria retena de pocas horas antes.Las rocas en donde estuvo mariscando no aparecan por ningn lado.Estaba a punto de creerse equivocado y de volverse atrs cuando le pareci or la voz de su

    sobrina llamndolo desde algn lugar invisible para l. Desconcertado, ote en todas direcciones,sin descubrir nada. Fue una ilusin de sus sentidos?La respuesta lleg desvada, procedente del agua:Aqu tooo...! El maaar...!Entonces la vio. Un estremecimiento sobrecogi al ingls. El cuadro que vislumbraba le result

    inconcebible, disparatado. Arabella apareca sentada en el mar, prodigiosamente mantenida a flotey a bastante distancia de la orilla. Con una mano le haca desesperadas seas, mientras con la otrase sujetaba en algo. Aquello era tan absurdo que en seguida pens en lo que dijo la criada: el loco.Ofuscado se acerc hasta donde el agua le permita, tratando de aclarar en sus ojos la confusa

    visin. Haciendo bocina con sus manos grit hasta desgaitarse:Buen hombreee...! Traer mujer aqu...! Yo dar premio!Arabella se rebulla, insistiendo en sus seas, como querindole indicar algo. Su voz volvi a

    orse, borrosamente:All...! Una barca...! Auxiliooo!!Pipes divis la vela que pasaba a mucha distancia de ellos. Uniendo su voz a los gritos de su

    sobrina, llam desesperadamente:Aqu...!! Socorrooo!!Las dos voces formaban un do desgarrador, que el ingls dramatizaba con saltos y ademanes,

    tremolando su sobretodo para atraer la atencin de los marinos. Corra de un lado a otro con su

    extraa bandera.Transcurrieron minutos interminables. La barca pasaba ms cerca, en direccin a la playa. Lavela estaba siendo recogida.Y, de pronto, un zumbido sonoro, largo, penetrante se incrust en los tmpanos de Mr. Pipes,

    que instintivamente call.Una voz amplificada con algn artilugio marino se dej or:Aboye...! No pase miedo! Voooy...!Durante largos minutos la embarcacin maniobr cautamente, sorteando los escollos hacia el

    lugar que ocupaba Arabella.Instantes despus, Charles Pipes, emocionadsimo, presenciaba el salvamento.

    No pudo ser ms simple. Un hombre solo desde la barca, al parecer su nico tripulante, latraslad limpiamente al interior, levantndola por el talle como una pluma.

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    Oy la voz de su sobrina:To, ya estoy bien!Y seguidamente el amplificador.Vire pa la playa, desembarcamos all!La barca comenz a alejarse con las mismas precauciones con que vino. Pipes, en rpida carrera

    hacia el lugar indicado, no cesaba de pensar en el imaginario loco de la criada. Y riendo su propiacredulidad y ridculo, cubri el resto de la caminata.Cuando lleg a la playa, ya estaba Arabella en la arena con su salvador. Era ste un mocetn

    moreno y alto, de aspecto agradable y rostro curtido. Un grupito de curiosos los rodeaba.Le ofrecan una botella.Eche un trago, seora. Se le pasar la tiritera.La inglesa bebi y empez a toser. Pero en seguida not un calorcillo vivificante, que le aliviaba

    aquellas contracciones de fro. Volvi a beber ante la satisfaccin del donante, que con airesuficiente exclamaba:

    Ron puro, para resucitar a un muerto!Charles Pipes se abra paso entre el corro y abraz a su sobrina, emitiendo frases en su idiomanatal. Ella lo besaba con frenes y le brinc la botella:Bebe tambin, tito, que has pasado un buen susto...Pipes encontr a su sobrina helada como un anfibio. Quera infundirle calor, estrechndola

    contra su cuerpo. Utilizando el ron como linimento, le prodigaba frotaciones en los brazos, piernasy partes descubiertas por el escote. Luego, la arrop bien en su sobretodo.Observ que estaba descalza, y vio sus zapatos completamente mojados en las manos del

    hombre que la salv.Se acerc a ste, abrazndolo.

    Thank you, thank you, seor! M ser Charles Pipes, mocho agradecido a usted. Cul sernombre suyo?Sebastin repuso el aludido. Pero me llaman Chano.Suerte que andaba ste por ah terci uno del grupo, que si no, a estas horas...! De

    dnde venas? De Puntallana...?S minti Chano con aplomo, celoso de su secreto viaje a Tenerife. De cumplir una

    promesa a la Virgen.Ya puede llevarle velas a la Virgen de Guadalupe, seorita! concluy el parlanchn. Si no

    es por Ella, se la traga la marea.

    * * ** * *

    Mis crustceos! En dnde estar mis crustceos...?Charles Pipes miraba las redomas vacas, slo con el agua y las etiquetas que les ados.Sali al pasillo, gritando:Doa Rosalaaa...! Mis crustceos...!Del otro extremo del corredor avanz doa Pepita, alarmada.Qu le sucede ahora, don...?El ingls, desesperado, la arrastr por el brazo introducindola en su habitacin. Le mostr las

    redomas vacas.

    Mis crustceos!... No estar!Sus... qu?

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    Mipachygrapsus, mimoluscus pardus, miopistobranquio!Doa Pepita, cada vez ms confundida, exclam:Pero hbleme en castellano, hombre de Dios.Pipes haca mprobos esfuerzos por recordar el apelativo vulgar de aquellos seres. Verificaba

    grotescos simulacros con los dedos explicando:Con... con patas, con caperuza...Ah! Dice usted cangrejos?Yes. Mis cangrejos, mis raros ejemplares oceangraficos.Doa Pepita pregunt con sorna, aliviada por la escasa importancia de la sustraccin.Y estaban vivos?Yes...Pues se habrn vuelto a la mar rea su gracia con un encogimiento de hombros. Como

    comprender, nadie va a robarle una cosa de tan poco mrito, que est a la patada en esamarisma...

    El ingls la fulmin con los ojos.Vayase, seoga, vayase!.. Oh, perdicin!Doa Pepita abandon veloz el cuarto de aquel husped perlujo y se reintegr a la cocina.

    All se encar con Rosala.Ven ac, cabeza de chorlito! Qu te dijo el ingls de esos cangrejos?Le sealaba una paella humeante.Pos... No s... Que los guisara?Y me lo preguntas a m? le arre un cachetn. A ver a quin le pones ese plato! No al

    ingls, por mis muertos! Maldita machanga20!De un empujn la incrust en el fregadero.

    Rosala comenz a llorar, sonndose y secndose los ojos con el pao de la loza. Gimoteando,preguntaba:Entonces, a quin se lo pongo?Srvelo en la mesa de don Telesforo. Y de prisita, antes de que venga se y vaya a olerlo.Le meti la paellera por el pecho.La atribulada fmula corri con su carga al comedor, depositndola en la mesa indicada, una

    de las primeras entrando. Sentados ante ella, dos enlevitados caballeros de bigote y lentes, un tantoanacrnicos, se deshicieron en encomios a la cocinera.Desde otra mesa Arabella llam a la criada.Por qu no avisa a mi to que estoy esperndolo en el comedor?

    Ay, seorita; yo no voy all ni que me enmelen21! Est muy rabioso... Me lo acaba de decir elama.Arabella corri a la habitacin de su to.La puerta estaba cerrada por dentro. Dio unos golpecitos.Soy yo, Arabella. Puedo entrar?Aplic el odo a la madera y percibi el soplido caracterstico de un pulverizador de insecticida.

    Sin duda su to se dispona a ocupar la cama. Volvi a llamar.Abre, tito; no seas malo, no me dejes sola!La puerta se abri, al fin, y Mr. Pipes, con una cara largusima recibi a su sobrina con estas

    doloridas palabras:20Machango: Como insulto: pelele, payaso, tonto del bote.21Enmelar: Endulzar, hacer suave y agradable algo.

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    Oh, Arabella querida, mis crustceos desaparecer!Ella puso cara de vctima.Vamos, tito; maana te ayudar a coger otros... pero no me dejes sin cenar le alisaba el

    escaso cabello con mimo. Si t no vienes, tu sobrinita se quedar en ayunas... Y tiene hambre!El enfurruado rostro del naturalista se fue dulcificando, mientras ella le ayudaba a ponerse

    una chaqueta a cuadros y una corbata de pajarita. Con sonrisa bonachona, exclam:En marcha! M tambin tener apetito.La mala estrella que los haba perseguido durante todo el da presidi la entrada de Charles

    Pipes en el comedor. Lo primero con que sus ojos tropezaron fue con aquel enrojecido cangrejo queun comensal de una mesa prxima descuartizaba y sorba vorazmente.Crey reconocerlo, pese al cambio de color, e inesperadamente se aproxim y examin con

    descaro el plato del caballero. Este levant la vista, suspicaz, con un trozo de vianda detenido antelos dientes.Iba a decir algo, cuando el ingls estall como un basilisco, propinando un puetazo a la mesa.

    Opistobranquio! Salvaje! Antropfago!Y ante el asombro enmudecido de los dos comensales les arrebat el plato y examin con dolorlos restos mutilados.Arabella, sofocadsima, zarandeaba por el brazo a su to.To, por favor, suelta ese plato!... Perdonen, caballeros; ha habido una confusin...! No s

    cmo ha podido suceder!Los dos enlevitados se pusieron en pie, correctos, limpindose el bigote con sus servilletas. Uno

    de ellos dijo con severa dignidad:Seora, por respeto a usted... no hay aqu Troya!Doa Pepita llegaba corriendo. Rosala se zaf, sin esperar el desenlace. El alboroto entre los

    comensales era maysculo...Slo Charles Pipes, con el plato an en la mano, permaneca ajeno a todo lo que no fuese su

    desesperacin.

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    I,.I,.Los devaneos deLos devaneos de Miss AraellaMiss Araella

    Dos ideas obsesionaban a Miss Arabella aquella maana: el rostro, semiborrado, del muchachoque la salv, y su msica tragada por el mar, cuyos motivos haban huido de su memoria.Toda la noche ambas imgenes, entrelazadas y confusas, no cesaron de dar vueltas en su

    imaginacin, transformando su sueo en frecuentes pesadillas.En vano intentaba recordar, evocando pormenores de la accidentada vspera, un rostro, una

    meloda...Mientras desayunaba con su to, entre la fatigosa chchara de doa Pepita, ella permaneca

    ausente y slo deseaba salir a respirar el aire soleado de la playa. Se senta abatida. Tal vez all...El paseo matinal, del brazo de su to, la reconfort. Haca una maana esplndida.

    Cerca de la playa la saludaron unos pescadores, que se interesaron por su salud. Ella lespregunt por Chano.Pos mire, seorita contest uno, prdigo en detalles; ese chico nos trae locos a cbalas.

    A dnde se pas todo el da de ayer, hasta que vino a tiempo justo de sacarla a ust de la marea?Es un misterio, crame! Ahora tiempito Chano era un ser normal, como todos nosotros. Pero desdelo del naufragio, que a poco la dia, no s qu mosca le pic que se ha vuelto ms raro que unfantasma. No se le ve por parte alguna, se ha dejado de las faenas, no cuenta nada... Y no es rico, novaya ust a creer; no s de qu van a vivir l y la madre si no es de tirar las redes y apestar apescado! Pero ahora huele a seorito, sabe? Se fijaron ayer? Pareca un indiano de paseo! Dicenque si ha descubierto una mina de perlas... Vaya!, como no sea en San Borondn, la isla de los

    aparecidos... Y se ha hecho un embustero: mira que jurar que estaba ayer en Puntallana, un lugarsagrado...! No fue cierto; slo el Demonio sabe en dnde estuvo se!Yo s! salt otro. A segurito que estuvo en Tenerife... Algo que se dej pa all...En Tenerife? exclam Arabella, asombrada.Pos s, digo que en Tenerife. Es muy capaz de eso.Pero es mucha distancia, no? inquiri Arabella.S; es mucha distancia, pero puede hacerse... Digo, si hay intereses de por medio.Pues como no sea para dar con los fantasmas de Andrs y Esteban, los pobres... arga otro

    ms, igualmente asombrado ante aquellas revelaciones.Arabella se despidi y se uni a su to, que estaba atento a las manipulaciones de unos marinos

    con sus aparejos. Cuando se alejaron, el corrillo se anim con chanzas y comentarios:Y que no haiga sido yo el salvador, con la gensima que est la inglesita...! murmuraba

    uno, silbando hacia dentro.Parceme que est col por el muchacho! sentenci un viejillo socarrn.

    * * ** * *

    Me asust...! Usted es Chano? Qu agradable sorpresa! Por favor, acerqese... Ms...Cunteme: en dnde ha estado metido todo el da, hombre? No debe evaporarse as. Tieneasustados a sus compaeros. Y debe cuidarme. No olvide que ayer nac en sus brazos...

    El interpelado se aproxim con paso torpe, un tanto cohibido al hablar:Me dijeron sos que usted preguntaba por m... Bueno, estaba tan distrada escribiendo...

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    Perdone si la asust.Se encontraban en el mismo lugar y hora de la tarde anterior, en aquella escollera que el mar

    invada al anochecer. Arabella haba vuelto con la remota esperanza de reconstruir su olvidadamsica, provista de nueva carpeta y lpiz. Pero se cuid mucho, esta vez, de conservar unarespetuosa distancia hasta el agua.Su to, que tambin restitua algo perdido la vspera, fue ms afortunado que ella, y una

    coleccin de moluscos de todo tamao y color rebosaba de los recipientes trados. Su abstraccinproverbial le mantena al margen del recin llegado.Hbleme, diga algo, querido Chano... Pero sintese aqu, conmigo. Hay sitio para los dos.l la miraba con reprimida admiracin. Situado en un plano ms bajo que la roca en que

    permaneca sentada, advirti sus delicados tobillos y aquellos subyugadores zapatos qu