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Código del ReinoEl Jesús no conocido de los cristianos

Juan C. Villegas, S.J.

Código del ReinoEl Jesús no conocido de los cristianos

Autor: Juan C. Villegas, S.J.

Primera edición: junio de 2013ISBN: 978-958-8347-82-0

Con las debidas licencias©Derechos ReservadosJuan C. Villegas, S.J.

Formato: 14 x 23 cm

Concepto Gráfico: Centro de Multimedios, PUJ Cali, Edith Valencia F.Reimpresión: octubre de 2013

Juan C. Villegas, S.J.

Código del ReinoEl Jesús no conocido de los cristianos

Villegas, Juan Clímaco, S.J., 1941 -Código del Reino. El Jesús no conocido de los cristianos / Juan Clímaco Villegas, S.J. -- Santiago de Cali : Velásquez Digital, 2013

295p. il. ; 23 cm.

ISBN 978-958-8347-82-0

1. Jesucristo -- Enseñanzas 2. Jesucristo -- Interpretaciones espirituales 3. Jesucristo -- Carácter 4. Iglesia Católica -- Sermones 5. Biblia. N.T. -- Comentarios 6. Parábolas bíblicas -- Comentarios 7. Cristianismo y otras religiones

SCDD 232.954 ed.23 BPUJC malc/13

A un tal Jesús a quien dediqué mi juventudsin haberlo conocido en persona.

El autor.

En memoria de mis personajes inolvidables,a través de quienes conocí el corazón de Dios

y blasones de la estirpe vallecaucana:

Edgar y Gloria Lenis GarridoGustavo De Roux Guerrero

Mario Córdoba, legendario anfitrión del GuachalOscar y Michú Steremberg

Oswaldo Francisco Robles Acuña

Esta obra se publicó gracias a la eficiente cooperación de:

Jorge Humberto Pelaéz, S.J.Rector Pontificia Universidad Javeriana Cali

Ignacio MurgueitioGestor de edición y publicación

Contenido

Prefacio 11

Novedad de las Escrituras Cristianas con respecto a las Judías 17

Ni siquiera los doce apóstoles entendieron el Reino de Jesús 25Israel como Nación y el Reino como levadura 29 Del Sinaí a las bienaventuranzas 33De discípulo a apóstol 48

Padre Nuestro que estás en el cielo 55

Parábola del hombre que siembra semilla en la tierra 58El nombre de Dios cristiano 62Significado de la parábola del hombre que siembra semilla en la tierra 66Solamente de DOS en DOS 68Implicaciones de la parábola del sembrador 69El ambiente ecológico del YO es un TÚ 73Pero... llevamos el tesoro del Espíritu Santo en olla de frágil barro 74Lo dicho con ejemplos 84La brújula del Reino 86Orar es fusionar la voluntad propia con la de Dios 87No nos dejes caer en la tentación 88

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JUAN C. VILLEGAS, S.J.

¡Santificado sea tu nombre! 93

Dios como cuerpo 97Del cuerpo de Cristo al cuerpo Trinitario 105Origen de la palabra Espíritu 109Necesidad del discernimiento espiritual 113La familia como cuerpo 116Funcionamiento ideal del cuerpo familiar 119La pareja con los hijos 121El sistema solar explica el funcionamiento familiar 121La familia como réplica del átomo 122La noción de pecado 123La humildad como concepto relacional 125El mal en el mundo no se resuelve sólo con el perdón 126Una explicación de las implicaciones del pecado 128El amor de Cristo es a su Padre 130Como la semilla de mostaza 132El Reino es como la levadura 133El Reino es también como la sal 133

Génesis y venida del Reino 135

Parábolas del tiempo de la cosecha 148La parábola del Sembrador 150 El Reino es como un tesoro escondido 152El negociante de perlas 154La luz como símbolo del Reino 155Pasaje para el cielo 161¿Castigo de Dios? 162La puerta angosta 164El traje nupcial 166La red que no discrimina 167Solamente lo sabe el Padre 168Resucitaremos sin tiempo 170¡Al fin! La eterna juventud 172El juicio de las Naciones 173

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CÓDIGO DEL REINO. EL JESÚS NO CONOCIDO DE LOS CRISTIANOS

Parábola de los talentos 176Principio fundamental del Reino 181Principio fundamental del propio Reino 187Jesús como el modelo a imitar 189 Parábola de los administradores: el fiel y el infiel 195Parábola de la Higuera 196

La voluntad de Dios 201

Cuatro arquetipos de relación 202Códigos matemáticos de las relaciones 210Descripción de lo que es relación 217Aceptación no es amistad 221Lo más sano y cristiano puede ser romper una relación 222La historia de Pepe y Pepita 224Punto negro 228Motitas y pellizcos 229Motitas plásticas y motitas auténticas 230Nadie cambia a nadie 233Cuatro códigos del comercio de motitas 234Autonomía e interdependencia 237

Requisitos del Reino: Fe, Esperanza y Amor 241

La antigua y nueva alianza 249Esperanza 263Caridad 267Códigos de la tentación 276La manipulación 279El perdón al prójimo es sinónimo del perdón de la Divinidad 287¿Utopía o realidad? 288Epílogo 290

Prefacio

Los discípulos que iban camino a Emaús no reconocieron al personaje que se les unió por el camino:

-¿De qué van hablando ustedes por el camino?- Se detuvieron tristes y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, contestó: -¿Eres tú el único que ha estado alojado en Jerusalén y no sabe lo que ha pasado allí en estos días?- Él les preguntó: -¿Qué ha pasado?- Le dijeron: -Lo de un tal Jesús de Nazaret, quien era un profeta poderoso en hechos y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo… Nosotros esperábamos…Este libro explora a ese tal Jesús quien …se puso a explicarles los pasajes de las escrituras que hablaban de él, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los libros de los profetas. (Lc 24, 13-28).

Jesús reveló el código secreto del Reino de Dios a quienes esperaban un Mesías político que liberara a Israel de la opresión romana, restaurando así a su nación. Tanto los discípulos de Emaús como los apóstoles que eligió, se enamoraron de su fantasía sobre un Mesías y no de Jesús como personaje real; algo similar a lo que sucede entre

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esposos que se enamoran de sus propias fantasías sobre su cónyuge en lugar de aceptar a la persona como es, sin pretender cambiarla según la propia imagen y semejanza. Según la narración evangélica, ninguno de sus más íntimos entendió el secreto del mensaje del Reino hasta Pentecostés: Les estoy diciendo todo esto mientras estoy con ustedes; pero el Defensor, el Espíritu Santo que el Padre va a enviar en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho (Jn 14,25-26). Una vez inaugurado el Reino por su vida, pasión, muerte y resurrección, Yo le pediré al Padre que les mande otro Defensor, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con ustedes. Los que son del mundo no lo pueden recibir, porque no lo ven ni lo conocen; pero ustedes lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes (Jn 14,16).

Este libro presenta una descripción de la forma en que las Escrituras judeocristianas dan a conocer la persona, vida y misión de Jesús que era inaugurar el Reino de Dios, frase utilizada 135 veces en la narración de los Evangelios. El análisis cubre del incidente de Emaús hacia atrás, y no entra en detalles de lo que posteriormente se conoce con el nombre de Iglesia o Iglesias, palabra utilizada solamente dos veces en los Evangelios (Mt 16,18; 18,17). Por consiguiente, este libro es apropiado para cualquier persona interesada en conocer al personaje que originó el cristianismo, el cual se institucionalizó posteriormente por la acción del Espíritu Santo para perpetuar la misión encomendada por Jesús a sus doce apóstoles: hacer discípulos del Reino (Mt 28,19). Estas páginas son para preparar y disponer al lector para que el Espíritu Santo haga su parte: A ustedes, Dios (Padre) les da a conocer los secretos del reino de los cielos; pero a ellos no (Mt 13,11). Por tanto, si alguien logra una noción del Reino, dé gracias a Dios y no a este autor. Presentamos a Jesús, el hombre que inauguró el Reino a su paso por la tierra en lugar de ser el heraldo de una realidad preexistente. Desde este

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PREFACIO

punto es un personaje histórico desconocido, anterior a las Iglesias y sectas que lo siguen. Por eso se presenta como la figura desconocida pues —que se sepa— Jesús practicaba al pie de la letra la ley de Moisés y omitía algunas tradiciones y prescripciones judías, hasta el punto que se le consideraba pecador por los suyos y no pertenecía a ninguna Iglesia cristiana ni tampoco es propiedad privada de ninguna de ellas.

Nació en un clan familiar de media docena de chozas, en una zona rural a tres kilómetros de Céforis —el poblado más cercano—, durante el reinado de Herodes el Grande, en el país entonces conocido como Israel. Se sabe que sabía leer pero no existe evidencia de que haya sabido escribir. En su vida no viajó más allá de 225 kilómetros de donde nació; no ocupó ningún cargo político o público, no se le conoce descendencia ni testamento de sus posesiones por carecer de ellas. En la historia de la humanidad no ha habido un personaje más amado ni más odiado. Hollywood ha hecho más películas sobre él que sobre cualquier otro personaje histórico. Y existencia tan elemental —aparentemente solitaria y simple— dividió la historia en Antes de Cristo y Después de Cristo.

Este libro es sobre ese personaje, a quien dediqué mi juventud. Encontrará el lector un estilo original, inter-disciplinario y único, como el de los discípulos de Emaús pues, en los veinte siglos de su permanencia en la memoria histórica de la humanidad, a nadie se le han ocurrido algunos de los puntos de vista que aquí se exponen. Éstos se maduraron en Trosley, Francia, en la grata tertulia con Pauline —conocida como Madame Georges Vanier—, esposa de quien fuera Gobernador General de Canadá durante una docena de años.

Si es verdad que Dios no practica ninguna religión y existía antes de cualquiera de ellas, el cristianismo nació como la manera de vivir la experiencia del Reino de Dios.

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Esta obra es una lectura del código del Reino que enriquece la tradición cristiana sin contradecir ni cuestionar el tradicional magisterio eclesial, usualmente expresado en fórmulas filosóficas propias de contextos históricos —de tiempos, lugares y personas— que ya no existen ni son entendidas en el siglo XXI excepto por una exigua élite intelectual. Para utilizar el lenguaje cibernético, es una actualización del disco duro de la historia del resucitado, que elimina a su vez algunos virus que la hayan podido infectar. El término Reino de Dios —utilizado por Jesús— fue interpretado después por sus discípulos como la buena nueva que es la traducción de la palabra evangelio. Pablo predicó este evangelio como el Espíritu que da la vida y sus sinónimos. Los tres términos —Reino, Evangelio y Espíritu— en este escrito son términos correlativos.

El nombre Jesucristo es la fusión de un nombre propio (Jesús) y de una función (Cristo). Jesús es Josué en hebreo, y significa Iahvé salva o ha salvado. Jesús demostró tener una relación única con Dios a quien llamaba papá, (Mc 14,36) parentesco que hizo extensivo a toda la humanidad después de su Resurrección: Di a mis hermanos que voy a reunirme con quien es mi padre y Padre de ustedes, mi Dios y Dios de ustedes (Jn 20, 17). La función Cristo en griego —del hebreo Mesías— significa ungido, y se refiere a la expectativa mesiánica de un redentor que sería Hijo de David, el rey que logró la unión de las tribus del pueblo elegido por Dios: Israel. Jesucristo es pues una palabra compuesta del vínculo entre el personaje histórico —Jesús, el de Nazaret— y el papel mesiánico que le atribuyeron sus primeros discípulos y seguidores. Estos se llamaron cristianos por primera vez en Antioquía entre el año 40 y 44 (Hec 11,26).

Si se carece de alguna noción sobre Jesús y qué lo motivó a poner su tienda de campaña entre nosotros, (Jn 1,14) la celebración de la fe cristiana puede convertirse en un culto desconectado de la realidad de cada día. Si se

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PREFACIO

supone que el culto es una celebración, ¿qué es lo que se celebra? Si organizo mi fiesta de grado de la universidad y, en el momento del brindis, me preguntan ¿de qué te graduaste? y yo respondo ¡De nada!, lo menos que pensarán los invitados es que soy loco o excéntrico —por decir lo menos— pues celebro un logro sin siquiera intentarlo. Estas páginas hablan del código del Reino de Dios que es lo que se supone celebramos en cualquier culto o liturgia cristianos.

Jesús nació judío, vivió como tal y fue a su muerte recitando los salmos que servían de oración póstuma a los judíos. Durante los últimos tres años de su vida, predicó de palabra y obra la buena noticia de que el Reino de Dios está llegando: no “llegó” o “va a llegar”. La venida del reino de Dios no es algo que todo el mundo pueda ver. No se va a decir: ‘Aquí está’, o ‘Allí está’; porque el reino de Dios ya está entre ustedes (Lc 17,20). Para difundir el anuncio del Reino, se dedicó a hacer discípulos. No hay en los Escritos Cristianos una definición de qué es el Reino. En su tiempo quizá era tan obvio el Reino que a nadie se le ocurrió decir de qué se trataba. El hecho es que los discípulos del Reino continuaron asistiendo a las sinagogas judías hasta que fueron segregados de ellas —según algunos historiadores— por admitir mujeres en las celebraciones del sábado. Como ya no podían asistir a la sinagoga, empezaron a utilizar la palabra asamblea para referirse a las reuniones que hacían en las casas de los seguidores. Asamblea en griego es iglesia. Así mismo, Pablo les hace ciertas recomendaciones para evitar roces de oposición: Ustedes mismos juzguen si está bien que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza; (1 Co 11,10) Siguiendo la práctica general de las comunidades cristianas, las mujeres deben guardar silencio en las reuniones de la iglesia, porque no les está permitido hablar (1 Co 14,34).

Los primeros cristianos creían en la inminente llegada del fin del mundo. Como se dilataba la llegada del esperado fin, 50 años más tarde empezaron a escribir para la posteridad. Pablo, un rabino nacido en la ciudad de Tarso,

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fue quien inició las Escrituras Cristianas con sus cartas a las comunidades, a las cuales divulgaba detalles sobre la buena noticia (evangelio) de la venida del Reino de Dios. Estas cartas se fueron recopilando y guardando en las reuniones en casa de los creyentes, una vez expulsados de las sinagogas.

Las citas bíblicas en esta obra están tomadas de la versión Española Dios habla hoy debido a su lenguaje actual y sencillo. Siendo capellán en Daytop, un centro de rehabilitación de adictos a opiáceos al noreste de la ciudad de Nueva York, descubrí que es la versión más asequible a los jóvenes. Presupongo que también lo es para el resto de los lectores.

Novedad de las Escrituras Cristianas con respecto

a las Judías

En las Escrituras Judías (conocidas como el Antiguo Testamento) no había alternativa para resolver las situaciones límites de la maldad fuera de los códigos de Hollywood: una trama dramática de invencibles y sangrientos héroes (código +/-) derrocando villanos sádicos (código +/-), para salvar a inocentes víctimas (código -/+). Una película en la que no haya salvadores de víctimas destruyendo villanos es un documental educativo sobre la naturaleza o el espacio. El interminable laberinto de intrigas entre estos tres protagonistas es lo que hace a las telebovelas tan fascinantes a la imaginación del público.

Ajenas a los códigos dramáticos de héroes y villanos abusando o rescatando víctimas, las narraciones de las parábolas en las Escrituras Cristianas (conocidas como el Nuevo Testamento) se centran en acontecimientos simples y ordinarios de la vida: el sembrador, la semilla, odres para añejar vino, la lámpara, una moneda perdida, un padre que tenía dos hijos... Eventos cotidianos y rutinarios de la vida, sin ningún interés para un argumento cinematográfico. En esto radica la dificultad para entender el código del Evangelio del Reino: con la encarnación del Hijo de Dios se opera un

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cambio substancial tanto de pedagogía de la relación de Dios con los humanos como en la manera de neutralizar la tentación y el mal. Si antes el código contra el mal era su reducción por la fuerza bruta, ahora será con las claves del sermón de las bienaventuranzas, plataforma universal del Reino de Dios. Entender la dinámica de este código será la clave para entender qué significa la redención o salvación ofrecida por Jesús a toda la humanidad. Se trata de un cambio en el código de protección del ser humano contra el mal —de la fuerza física a la potencia de la plenitud de la Vida en el Espíritu Santo—: el amor a sí mismo igual que al prójimo (aquí llamado código +/+). Si me amo a mí mismo más que al prójimo, estoy en el código +/- (el de los personajes de villano y héroe). Si me amo menos que a otro, estoy en el código -/+, que es el papel de la víctima en el triángulo dramático.

Por eso, en la narración evangélica de las parábolas no existen códigos de intrigas épicas de héroes contra villanos salvando víctimas, como sí los hay en las innumerables y sangrientas crónicas de las Escrituras Judías. No se trata de afirmar que unas escrituras sean mejores que las otras, sino que —prescindiendo de su realidad y contexto histórico— se constata consistentemente en las narraciones de las Escrituras Judías una violencia que no aparece en las cristianas porque la presencia del código +/+ del Reino de Dios reemplaza cualquier código anterior. En las Escrituras Judías no existía el Reino de Dios mientras que en las cristianas sí.

El diluvio universal se supone haber sucedido cuando:…el Señor vio que era demasiada la maldad del hombre en la tierra y que este siempre estaba pensando en hacer lo malo, y le pesó haber hecho al hombre. Con mucho dolor dijo: ‘Voy a borrar de la tierra al hombre que he creado, y también a todos los animales domésticos, y a los que se arrastran, y a las aves. ¡Me pesa haberlos hecho!’ (Gn 6, 5-7).

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Como inmune villano de película, Iahvé destruye a todos los seres vivientes sobre la tierra, exceptuando solamente a cuatro parejas humanas y una pareja de cada especie animal que cupieron en una frágil barca (Gn 7, 17ss). De ahí la noción que tienen algunos de Dios como villano e intransigente vengador. Eso fue antes de Jesús y su Reino. El Espíritu Santo cambia los códigos de protección contra el mal.

Para forzar al villano Faraón a librar a su pueblo de los opresores egipcios:

…a media noche, el Señor hirió de muerte al hijo mayor de cada familia egipcia, lo mismo al hijo mayor del faraón que ocupaba el trono, que al hijo mayor del que estaba preso en la cárcel, y también las primeras crías de los animales... Y hubo grandes gritos de dolor en todo Egipto. No había una sola casa donde no hubiera algún muerto (Ex 12,29-30).

Parecería un prenuncio del Holocausto. De ahí la noción que tienen algunos de Dios como policía buscando —cual cazador a su presa— a quién castigar por algún desliz. Eso fue antes de Jesús y su Reino. El Espíritu Santo cambia los códigos de protección contra mal.

Moisés es descrito como el súper héroe que destruye el ejército del Faraón con solo sus brazos extendidos:

Moisés extendió su brazo sobre el mar y, al amanecer, el agua volvió a su cauce normal. Cuando los egipcios trataron de huir, se toparon con el mar, y así el Señor los hundió en él. Al volver el agua (del mar) a su cauce normal, cubrió los carros y la caballería, y todo el ejército que había entrado en el mar para perseguir a los Israelitas. Ni un solo soldado del Faraón quedó vivo. Sin

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embargo, los israelitas cruzaron el mar por tierra seca, entre dos murallas de agua, una a la derecha y otra a la izquierda (Ex 14, 27-29).

De aquí la noción que tienen algunos de Dios como mago. Eso fue antes de Jesús y su Reino. El Espíritu Santo cambia los códigos de protección contra mal.

Un superhéroe adolescente de 13 años llamado David mata a un gigante de tres metros llamado Goliat con una piedra:

El filisteo se levantó y salió al encuentro de David, quien, a su vez, rápidamente se dispuso a hacer frente al filisteo: metió su mano en la bolsa, sacó una piedra y, arrojándola con la honda contra el filisteo, lo hirió en la frente. Con la piedra clavada en la frente, el filisteo cayó de cara al suelo. Así fue como David venció al filisteo. Con sólo una honda y una piedra, David lo hirió de muerte. Y como no llevaba espada, corrió a ponerse al lado del filisteo y, apoderándose de su espada, la desenvainó y con ella lo remató. Después de esto, le cortó la cabeza (1Sa 17, 48-51).

De ahí la noción que tienen algunos de un Dios que supuestamente los elige como rescatadores para hacer lo que les venga en gana contra los villanos opresores y, así, salvar a las pobres víctimas. Creen que —por tal auto impuesta misión— se merecen todo y Dios y los demás les perdonarán, sin importar los abusos que cometan. Eso fue antes de Jesús y su Reino. El Espíritu Santo cambia los códigos de protección contra mal.

Sansón, el inspirador de la serie moderna de Superman, derrumba las columnas del templo de Dagón donde se reunían los filisteos, enemigos acérrimos del pueblo elegido de Dios:

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…buscó con las manos las dos columnas centrales, sobre las que descansaba todo el templo y, apoyando sus dos manos contra ellas, gritó: -‘¡Mueran conmigo los filisteos!’ Entonces empujó con toda su fuerza, y el templo se derrumbó sobre los jefes de los filisteos y sobre todos los que estaban allí. Fueron más los que mató Sansón al morir, que los que había matado en toda su vida (Jue 16, 29-30).

De ahí la noción de Dios como el salvador que destruyó al villano demonio para rescatarnos a nosotros, sus pobres víctimas. Eso fue antes de Jesús y su Reino. El Espíritu Santo cambia los códigos de protección contra el mal.

La entrada a la tierra prometida, con Josué a la cabeza como el héroe elegido de Dios, se narra como un diluvio de sangre: …avanzaron directamente contra la ciudad (Jericó) y la tomaron. Después mataron a filo de la espada a hombres, mujeres, jóvenes y viejos, y aún a los bueyes, las ovejas y los asnos. ¡Todo lo destruyeron por completo! (Jos 6, 21). Vemos una escena no muy diferente al genocidio perpetrado en la Conquista de América, cuando los inmigrantes asesinaron como animales a los nativos dueños de la tierra. Los historiadores los llaman conquistadores en lugar de genocidas. Eso sucedió siguiendo los criterios anteriores a Jesús y su Reino. El Espíritu Santo cambia los códigos de protección contra el mal.

El fanatismo religioso lleva al profeta Elías a matar villanamente a todos los profetas impostores: Elías le dijo (a la multitud): - ¡Atrapen a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno!- La gente los atrapó y Elías los llevó al arroyo Cisón y allí los degolló (1Re 18, 40). La confusión entre bien y mal llega a tal caos que más tarde Jesús dirá a sus discípulos: llegará el momento en que cualquiera que los mate creerá que así presta un servicio a Dios (Jn 16, 2). Eso fue antes de Jesús y

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su Reino. El Espíritu Santo cambia los códigos de protección contra el mal.

El propósito de Dios en todas estas narraciones es dar a conocer que Él está al frente de su pueblo y que si alguien es enviado a hacer algo en su nombre, tendrá todo su poder con él. Así, en la narración del libro de los Jueces:

El Señor le dijo a Gedeón: ‘Traes tanta gente contigo que si hago que los israelitas derroten a los madianitas, van a alardear ante mí creyendo que se han salvado ellos mismos. Por eso, dile a la gente que cualquiera que tenga miedo puede irse a su casa’. De este modo Gedeón los puso a prueba, y se fueron veintidós mil hombres, quedándose diez mil. Pero el Señor insistió: ‘Son muchos todavía. Llévalos a tomar agua, y allí yo los pondré a prueba y te diré quiénes irán contigo y quiénes no’. Gedeón llevó entonces a la gente a tomar agua, y el Señor le dijo: ‘Aparta a los que beban agua en sus manos, lamiéndola como perros, de aquellos que se arrodillen para beber’. Los que bebieron agua llevándosela de las manos a la boca y lamiéndola como perros fueron trescientos. Todos los demás se arrodillaron para beber. Entonces el Señor le dijo a Gedeón: ‘Con estos trescientos hombres voy a salvarlos a ustedes, y derrotaré a los madianitas. Todos los demás pueden irse’ (Jue 7, 2ss).

Al fin, con sólo 100 hombres, ganó la guerra contra los madianitas, los amalecitas y la gente del oriente (que) se habían esparcido por el valle como una plaga de langostas. Tenían tantos camellos como arena hay a la orilla del mar. (v 12)

Por el contrario, en las Escrituras Cristianas las parábolas hablan de que el trigo —símbolo del Reino, que es la historia del hombre según Dios— y la cizaña —símbolo

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de la historia del hombre según el hombre— crecerán juntos hasta el tiempo de la cosecha: el retorno de Jesús resucitado. Mientras en las Escrituras Judías es la fuerza física y agresiva de un Dios vengador que apoya a sus héroes elegidos para que destruyan a los villanos que diabólicamente oprimen a tantas víctimas, en las Escrituras Cristianas se da lo contrario: la presencia del Reino de Dios sirve de dique de contención contra el mal por la fuerza invencible del Espíritu Santo, quien habita entre nosotros (Lc 17, 20). Este código de amor a sí mismo igual que al prójimo o viceversa (relación +/+) es el mismo de las Escrituras Judías pero es nuevo porque, con el Reino, la fuerza invulnerable del Espíritu Santo se convierte en la única vacuna contra el mal. No era así antes de la Encarnación de Jesús y lo es ahora, dependiendo del trabajo artesanal de cada quien a favor de la venida del Reino, para lo cual es necesario conocer su código: Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros. Si se aman los unos a los otros (+/+), todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos (Jn 13, 34-35). Y es “nuevo” porque, antes de la Encarnación, no existía la presencia del Espíritu Santo en nuestras relaciones.

Los discípulos no comprendieron la realidad y código del Reino de Dios hasta la venida del Espíritu Santo, después de la Resurrección de Cristo. Su palabra se hizo y se sigue haciendo Vida después de Pentecostés. A sus compatriotas les fue incomprensible la prédica y conducta de Jesús, nacido bajo el yugo político-económico romano, tan humillante e ignominioso para todos sus pueblos esclavos. El código del Reino marcó la pauta de su ministerio entre nosotros, ajeno a la lógica política de su tiempo:

Juan Bautista, primo de Jesús, fue decapitado a petición de una casquivana (Mt 14, 5-12) y ¡Jesús no hizo nada! En cambio, resucitó a Lázaro, muerto por causas naturales (Jn 11, 28-44).

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En vez de luchar contra el régimen político, Jesús cura al criado preferido de un abusivo centurión romano. Y no sólo lo cura sino que también afirma: … a los que le seguían: -Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre (Mt 8, 10).

A la mujer adúltera que, en cumplimiento de la ley de Moisés, querían matar a pedradas los compinches de su marido, le dice: Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?... Tampoco yo te condeno; ahora vete, y no vuelvas a pecar... (Jn 8,1ss). El perdón será la almohada contra la tentación para que el mal y su destrucción no prosigan.

Jesús no se protege de las maquinaciones diabólicas que lo llevaron a lo que hoy equivaldría a la silla eléctrica: la lenta y agónica muerte en la cruz (Jn 19, 17-27). Igual suerte corrieron todos sus discípulos, excepto Juan.

De la ley del Talión ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pié por pié, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe (Ex 21, 24-25), pasa a perdonar al hermano ¡hasta 70 veces siete! (Mt 18, 22) y si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra... (Lc 6, 29); eso sí, después de preguntar: Si he dicho algo malo, dime en qué ha consistido; y si lo que he dicho está bien, ¿por qué me pegas? (Jn 18, 23)

Cuando resucita, no se aparece a Pilatos y los soldados que lo lincharon para sacarles la lengua y burlarse de ellos. Pero sí pregunta a sus amigos que le dieron la espalda, dejándolo solo: ¿Me amas? (Jn 21, 15)

Esto explica por qué los tres primeros siglos de la era cristiana llenan un océano de sangre inocente de mártires. La historia del hombre según el hombre es la otra cara de la moneda de la historia del hombre según Dios. Es una realidad nueva que implica un cambio radical y fundamental en el código de la actividad de Dios en la historia humana entre las Escrituras Judías y las Cristianas. Es una nueva estrategia táctica para erradicar la lucha fratricida en este mundo,

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causada por la tentación y el mal. El Reino de Dios que Jesús vino a inaugurar y a hacer discípulos para él es la única forma efectiva de resolver el mal en este mundo. El día que vivamos como una familia de hermanos y hermanas, hijos e hijas del mismo Padre, todos tendremos iguales derechos e iguales deberes: relaciones +/+. Utopía que no se logrará plenamente hasta la Resurrección, debido a la tentación cuyo código es cosificar a las personas y personificar a las cosas: relaciones +/-.

Ni siquiera los doce apóstoles entendieron el Reino de Jesús

Las 42 parábolas del Evangelio presentan el Reino de Dios como el nuevo código, la solución al mal en este mundo. No es de extrañar que la buena noticia (=evangelio) de su llegada no fuera comprendida ni siquiera por los propios discípulos de Jesús. Esperando un Mesías —héroe invencible— que liberaría a la víctima —Israel— de la opresión de los villanos romanos, a la manera de los escritos judíos, los discípulos no entendieron el significado del Reino a través de las parábolas, ¡estaban tan desligadas de la realidad política y económica de su tiempo, de la historia del hombre según el hombre! Al igual que los discípulos de Emaús, esperaban un acontecimiento con gran despliegue de poder, como el que Dios ostentaba en las narraciones previas a la Encarnación de Jesús y la venida del Espíritu Santo.

De hecho, a pesar de las insistentes explicaciones que Jesús hacía del significado de las parábolas, los discípulos no entendieron su código hasta después de la venida del Espíritu Santo:

Las palabras que ustedes están escuchando (acerca del Reino) no son mías, sino del Padre que me ha enviado. Les estoy diciendo todo esto

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mientras estoy con ustedes; pero el Espíritu Santo… que el Padre va a enviar en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que les he dicho (Jn 14,26).

Ni siquiera la experiencia innegable del resucitado abrió la mente a los discípulos para entender el mensaje del Reino. Aún en el instante de su Ascensión, cuando ya partía para regresar al fin de este mundo, los discípulos le insisten:

-Señor, ¿vas a restablecer en este momento el reino de Israel?- Jesús les contestó: -No les toca a ustedes saber en qué día o en qué ocasión hará el Padre las cosas que solamente él tiene autoridad para hacer. Pero cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra- Dicho esto, mientras estaban mirando, Jesús fue llevado, y una nube lo envolvió y no lo volvieron a ver (Hch 1, 6-9).

Aún con esta promesa, los discípulos, vencidos por el temor, se escondieron en guaridas: Los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas, por miedo a las autoridades judías (Jn 20, 19). Fue un proceso de toma de conciencia en el cual el Espíritu Santo abrió la mente de los discípulos para entender, sin lugar a ninguna duda, lo que Jesús quiso decir con su predicación sobre el Reino hasta que se fue institucionalizando el carisma para asegurar la continuidad de su anuncio hasta el fin de los tiempos, fenómeno que más tarde se conocerá como Iglesia.

Ajenas a los héroes y villanos de antaño, las parábolas presentan un punto de vista nuevo de la historia del hombre según Dios y –aparentemente– contradictorio para la época,

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ya que Jesús le dice a Pedro: ¡Apártate de mí Satanás! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres (Mc 8, 33). Es una perspectiva no convencional acerca del funcionamiento de las relaciones interpersonales, según el Espíritu Santo: un padre que da toda su fortuna en vida a sus dos hijos ¡para que el menor la gaste en prostitutas! (Lc 15, 11s); un patrón que elogia la astucia del administrador que le ha robado (Lc 16, 1-9).

Ni los discípulos ni nosotros hoy en día podemos entender el código de estas narraciones como ejemplo de la conducta de alguien en su sano juicio. Sólo el Espíritu Santo puede abrir la mente del lector con su don de entendimiento del Reino, escondido en las parábolas y guardado en secreto desde que Dios hizo al mundo (Mt 13,35). Aquí, en este libro, preparamos y disponemos al lector para que Dios Padre haga su parte.

Pablo de Tarso introdujo un cambio radical al usar la palabra “Espíritu” en vez de reino:

Solamente el Espíritu de Dios sabe lo que hay en Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que entendamos las cosas que Dios en su bondad nos ha dado. Hablamos de estas cosas con palabras que el Espíritu de Dios nos ha enseñado, y no con palabras que hayamos aprendido por nuestra propia sabiduría (ciencia humana). Así explicamos las cosas espirituales a los que son espirituales (1Co 2, 11-13).

El espíritu del mundo es el apego a las cosas para lograr vano honor en el mundo y sucumbir a la soberbia: relación +/-. Por consiguiente, si el lector entiende la clave del código que se descifra aquí acerca de Jesús y su Reino, ¡gloria a Dios! y no a estas páginas.

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Aunque las parábolas dirigidas a los discípulos son el doble de las narradas a la multitud, los discípulos no captaron su mensaje. La parábola del sembrador (Mc 4, 1-20), la de la mala hierba (Mt 13, 24-30) y la de la red (Mt 13, 47-50) fueron explicadas por aparte a los discípulos. ¿Por qué?:

Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron por qué hablaba a la gente por medio de parábolas. Jesús les contestó: -A ustedes, Dios (Padre) les da a conocer los secretos de su reino; pero a ellos (la multitud) no... Dichosos ustedes, porque tienen ojos que ven y oídos que oyen. Les aseguro que muchos profetas y gente buena quisieron ver esto que ustedes ven, y no lo vieron; quisieron oír esto que ustedes oyen, y no lo oyeron (Mt 13, 16-18).

Así pues, entender la noción del Reino —tema central del evangelio— y entender cómo el Espíritu habita entre nosotros —tema central de Pablo— son un regalo que Dios Padre da ¡gratis! a quien él quiere: Les enseñaba Jesús el mensaje (del Reino) por medio de muchas parábolas... y hasta donde podían entender. Pero no les decía nada sin parábolas, aunque a sus discípulos les explicaba todo aparte (Mc 4, 33).

El lenguaje de las parábolas no es exclusivo de las Escrituras Cristianas. En las Judías se narran varias: la parábola del Profeta Natán sobre el hombre rico que despojó al pobre de su única oveja, que era toda su fortuna (2 S 12, 1-6) —con la cual confronta el Profeta al Rey David por su crimen: ordenar la muerte de su fiel soldado y amigo para acostarse con la viuda—; o la parábola del amigo que tenía un viñedo que jamás produjo cosecha (Is 5, 1-7), y algunas otras.

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Israel como Nación y el Reino como levadura

El contexto fundamental de las Escrituras Judías y Cristianas está en sus dos personajes claves: Moisés y Jesús.

Dios hablaba con Moisés cara a cara, como quien habla con un amigo (Ex 33, 11). Nunca más hubo en Israel otro profeta como Moisés, con quien el Señor hablara cara a cara, o que hiciera todos los prodigios y maravillas que el Señor le mandó hacer en Egipto contra el faraón, sus funcionarios y todo su país, o que le igualara en poder y en los hechos grandes e importantes que hizo a la vista de todo Israel (Dt 34, 10-12).

Cuando Moisés suplicó:

‘¡Déjame ver tu gloria!’, el Señor contestó: ‘Voy a hacer pasar toda mi bondad delante de ti, y delante de ti pronunciaré mi nombre. Tendré misericordia de quien yo quiera, y tendré compasión también de quien yo quiera. Pero te aclaro que no podrás ver mi rostro, porque ningún hombre podrá verme y seguir viviendo’ (Ex 33, 18-22).

Jesús en cambio habla como Hijo de Dios: Nadie ha visto jamás a Dios (Padre); el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado a conocer (Jn1, 18). Por consiguiente, sólo quien es Dios, ve a Dios. Mientras Moisés nos muestra la espalda, Jesús nos muestra la cara de Dios. Ambos se convierten en puentes mediadores entre Dios y la humanidad. Por consiguiente, son dos etapas de una misma génesis; Jesús no sólo cumple la ley de Moisés sino que viene a perfeccionarla:

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No crean ustedes que yo he venido a suprimir la ley o los profetas; no he venido a ponerles fin, sino a darles su pleno valor. Pues les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, no se le quitará a la ley ni un punto ni una letra, hasta que todo llegue a su cumplimiento. Por eso, el que no obedece uno de los mandatos de la ley, aunque sea el más pequeño, ni enseña a la gente a obedecerlo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que los obedece y enseña a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de los cielos (Mt 5, 17-19).

No hay oposición ninguna entre judaísmo y cristianismo. Son etapas de una misma génesis. Con Moisés el Señor los tomó y los sacó de aquel horno para fundir hierro, que es Egipto, y los hizo lo que ahora son: el pueblo de su propiedad (Dt 4, 20). Dios hizo de Israel una nación cuya constitución política era religiosa: la Torá (hebreo para “ley”), la legislación de Dios, que enseñaba el camino mínimo para crear una nación donde todos fueran hermanos y hermanas con los mismos derechos y deberes; donde no hubiera pobres ni ricos, corte ni esclavos. Jesús, enviado por su Padre, con poderes de embajador plenipotenciario, viene a establecer la perfección de la sociedad para los que quieran; no ya el mínimo —como en la Ley— sino la perfección máxima de la relación humana así en la tierra como en el cielo. No vino a abolir la ley sino a darle cumplimiento:

Un joven fue a ver a Jesús, y le preguntó: ‘Maestro, ¿qué cosa buena debo hacer para tener vida eterna?’ Jesús le contestó: ‘¿Por qué me preguntas acerca de lo que es bueno? Bueno solamente hay uno. Pero si quieres entrar en la vida, obedece los mandamientos’. ‘¿Cuáles?’ preguntó el joven.

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Y Jesús le dijo: ‘No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas mentiras en perjuicio de nadie, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo’. ‘Todo eso ya lo he cumplido’ dijo el joven. ‘¿Qué más me falta?’ Jesús le contestó: ‘Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme’ (Mt 9, 17-21).

La Torá puede convertirse en la constitución política de cualquier nación pues es la legislación mínima necesaria para lograr la convivencia humana. No así el código del Reino de Dios puesto que éste es solamente si quieres. El Reino es solamente para los que quieran ser perfectos como el Padre Celestial: Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto (Mt 5, 47), él que hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos (Mt 5, 45). La perfección del Reino no es hacer sino relacionarse +/+ con buenos y malos, justos e injustos. Por eso, los seguidores del Reino no pueden pretender llegar a ser una nación. No se puede imponer por constitución a un pueblo Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen (Mt 5, 44). Históricamente, cuando el cristianismo se convierte en nación sucesora del gobierno romano y dueño de los estados del Imperio, nace la vida religiosa como un deseo de revivir y reavivar la idea original del Reino en las reuniones que se denominaron “iglesia”, el nombre griego para “asamblea”, de los que voluntariamente querían vivir la historia del hombre según Dios. Éste no puede forzarse porque se convertiría en una relación +/-, ajena al Padre que está en los cielos.

La ley y los prodigios de Moisés fueron siempre para el pueblo de Dios; el primer beneficiario era el mismo Moisés: él también cruzó el Mar Rojo y se alimentó del maná. Según la narración, Moisés no hizo ningún prodigio para individuos

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particulares. Los prodigios autenticaban su condición de enviado con la autoridad de Dios sobre su pueblo que era su propiedad. Jesús, en cambio, hace milagros siempre dirigidos a personas concretas y siempre en función de restablecer unas relaciones existentes. Exceptuando la multiplicación de los panes, nunca hizo nada para multitudes. Y la multiplicación de los panes significa que si cada quien fuese alimento —como el pan y el vino— en la buena relación con los demás, en lugar de indigestión o purgante, desaparecerían el hambre y el sufrimiento en el mundo: viviríamos el Reino de Dios aquí y ahora. Si en tu casa nadie pelea con nadie y todos se tratan mutuamente como personajes importantes, y si lo mismo sucediese en todas las casas del mundo, ¿para qué ejércitos y policías? ¿Para qué gobiernos y políticos? ¿Para qué abogados y legistas? ¿Para qué religiones, si ya viviríamos lo que todas predican como una esperanza? Viviríamos en la tierra como en el cielo, tal como será la vida después de la Resurrección. El mal desparecería. Pero, el Reino es un catalizador como la levadura. El reino de los cielos es como la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina para hacer fermentar toda la masa (Mt 13, 33). Es el esfuerzo de buena voluntad de cada quien —a manera de fermento como la levadura— y no leyes que penalicen la no venida del Reino; es el logro de relaciones +/+ entre todos de manera que podamos así vivir en paz. Ningún padre o madre ha logrado jamás obligar a hermanos y hermanas a vivir como hijas e hijos del mismo Padre. Eso es para la gente de buena voluntad: sólo si quieres.

Jesús trajo la buena noticia del Reino en nombre de Dios Padre y llama a los humanos a responder a ella. Dirige su llamada al corazón de cada individuo —clave de la decisión y el compromiso—. Por el contrario, la ley de Moisés daba la pauta mínima para organizar un pueblo que pudiese convertirse en nación, como lo hace Israel hasta el presente. Jesús interpela al individuo quien, eventualmente, influye en

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las relaciones sociales y en la sociedad. La reunión (Iglesia) de los que voluntariamente viven el código del Reino, se convierte en sal de la tierra (Mt 5, 13) y luz del mundo (Mt 5, 14) por la calidad +/+ de sus relaciones. Interpela así a todos en la tierra para convertirla en una reunión de discípulos, como los intérpretes en una orquesta, con la misma partitura: el Reino de Dios:

Todos los creyentes, que eran muchos, pensaban y sentían de la misma manera. Ninguno decía que sus cosas fueran solamente suyas, sino que eran de todos. Los apóstoles seguían dando un poderoso testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y Dios los bendecía mucho a todos. No había entre ellos ningún necesitado, porque quienes tenían terrenos o casas, los vendían, y el dinero lo ponían a disposición de los apóstoles, para repartirlo entre todos según las necesidades de cada uno(He 4,32-35).

El sermón de la montaña —complemento de la ley del Sinaí— es irrealizable para el individuo aislado; el hombre tiene que estar en relación +/+ con todos para que allí habite la Vida de Dios. El pueblo de Dios de las Escrituras Cristianas es un pueblo de discípulos de buena voluntad cuya célula madre es la familia, como también lo era en las judías. Sólo que ahora es por la práctica (praxis) del código de Reino. Es la armonía de toda la humanidad, humanidad que interpreta la misma partitura: el Tu como personaje significativo, donde cada Yo es tratado por el otro como personaje importante.

Del Sinaí a las bienaventuranzasEl Sermón de la montaña de Jesús es el complemento de la ley del Sinaí en las Escrituras Judías; una revelación de la

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misericordia y la justicia según las características del código del Reino de Dios.

Es un llamado e invitación “si quieres” a cada persona a dar una respuesta cuya autenticidad depende de su amor al prójimo, incluyendo a quienes no le son próximos y a los menos favorecidos (sin techo, extranjeros, emigrantes, desplazados…). El discurso de las bendiciones es el núcleo de la prédica del Reino de Dios. La palabra “bienaventuranza” viene del latín beatus = declarar a uno feliz, término emparentado con “felicitaciones”. En las Escrituras Judías, bienaventuranza es lo mismo que bendición: fecundidad, buenas cosechas, prosperidad del ganado, victoria sobre el enemigo (Sal 144, 12-15).

La bendición es obra de Dios quien hace que llegue la bienaventuranza. La palabra es poderosa, cargada de fuerza y de eficacia. En el libro del Deuteronomio (cap. 27 y 28) la bendición y la maldición se presentan contrapuestas. Primitivamente, las felicitaciones o bienaventuranzas se referían a una situación en la cual se encontraba la persona. Con los profetas, adquirió un tono de felicidad futura. De ahí que se considere dichoso a alguien en virtud de una salvación futura, sin importar que en el presente se halle en situación desgraciada según otros códigos diferentes al del Reino. Dicha futura que produce, de algún modo, una felicidad presente en la esperanza. En Mateo hay nueve veredictos (5, 3-12) introducidos por la palabra “dichosos”. Lucas tiene sólo cuatro pero seguidos por cuatro maldiciones.

Las cuatro primeras bienaventuranzas se parecen en que la primera parte se refiere a una situación existente de sufrimiento humano; la segunda promete una inversión de la situación y una compensación en el futuro: “serán”.

Dichosos los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos (Mt 5, 3). Ptôchos, en griego, significa necesitado. Pobre, en el sentido que le damos hoy,

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es penès. Se dice que un pobre trabaja mientras un necesitado pide limosna. Es la temática de Isaías: El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha consagrado; me ha enviado a dar buenas noticias a los pobres, a aliviar a los afligidos, a anunciar libertad a los presos, libertad a los que están en la cárcel; a anunciar el año favorable del Señor… Los llamarán ‘robles victoriosos’ plantados por el Señor para mostrar su gloria (Is 61, 1-3). En este contexto, pobre es “anaw”, literalmente curvado, poco considerado, oprimido. En el texto original se conserva el sentido de pobre, hambriento, hundido en la tristeza, despreciado y miserable. No se espiritualizan los conceptos ni se restringen a particularismos nacionales: son todos los desfavorecidos. Los pobres no son proclamados dichosos por su pobreza ni por su disposición natural a la virtud, lo son debido a la conducta de Dios para quienes son tan importantes como sus opuestos: los ricos, los que detectan el poder y acomodan las leyes a sus propios intereses políticos y económicos. Si el pobre vive el Reino, será bienaventurado. Hay muchos pobres que son ricos: apegados al poder y el dinero, de tal manera que si lo tuvieran serían más corruptos que los que ahora los oprimen. Entonces, “pobre” sería, en el lenguaje moderno, quien trata a las personas como personas y a las cosas como cosas. “Rico”, por el contrario, sería quien cosifica a las personas y personifica las cosas. Si pobre es sinónimo de necesitado, los ricos con frecuencia no tienen sino dinero y son más necesitados en otros aspectos de su existencia (moral, física y emocionalmente) que los que carecen aún de lo necesario. El dinero da seguridad pero no felicidad. Por consiguiente, quien se siente importante y trata a los demás igual (+/+), sin importar si tiene dinero o no, ya es bienaventurado y dichoso. El dinero es el modo como el hombre escribe su historia según el hombre. Quien no es pobre en el sentido explicado, no puede escribir la historia del hombre según Dios.

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Dichosos los que sufren, porque serán consolados(Mt 5, 4). El sufrimiento por el Reino de relaciones +/+ es evangélico: Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo (1 Co 13, 4-7).Por el contrario, el sufrimiento por alcanzar el éxito personal utilizando a los demás como escalera hacia el éxito del propio reino se llama masoquismo.

Dichosos los humildes, porque heredarán la tierra prometida (Mt 5, 5). La humildad tiene tres grados. La primera forma de humildad es no romper la relación con el prójimo, conocida en la tradición como pecado mortal: No cometas adulterio, no mates, no robes, no digas mentiras en perjuicio de nadie, y honra a tu padre y a tu madre (Lc 18, 20). La segunda forma es más perfecta: no dañar la relación con el prójimo y es conocida como pecado venial: Ustedes han oído que a sus antepasados se les dijo: ‘No mates, pues el que mate será condenado.’ Pero yo les digo que cualquiera que se enoje con su hermano, será condenado. Al que insulte a su hermano, lo juzgará la Junta Suprema; y el que injurie gravemente a su hermano, se hará merecedor del fuego del infierno (Mt 5, 21-22). La tercera forma de humildad es callar cuando alguien rompe la relación contigo, sin que se haya dado motivo para ello ni se siga daño a terceras personas: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. (v 44) Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto. (v 48) Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo; pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. (v 45) (Mt 5, 44-48) Esta tercera forma de humildad, la relación +/+ aún con el enemigo, es la clave para entender el silencio en la narración de la pasión. Jesús se quedó callado, sin contestar nada (Mc 14, 61), se aseguró de que dejaran

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ir a sus discípulos y, hasta no quedar solo, no se entregó: Si me buscan a mí, dejen que estos otros se vayan (Jn 18, 8). Es el ideal del Reino: amar al enemigo para servirle de almohada y barrera al tsunami del mal. Se entiende entonces por qué Jesús moribundo no tiene un reproche contra nadie: Jesús dijo: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’ (Lc 23, 34).

Poniendo esto en términos contemporáneos, un marido podrá tolerar el alcoholismo de su esposa siempre y cuando no haga daño a los hijos cuando está borracha; no hacer nada para evitar el trauma que les causa sería permisividad cómplice del mal que hace en su ebriedad; el límite de la tolerancia es el daño a terceras personas y a sí mismo: cuando la persona empieza a amarse menos que a su prójimo, rompiendo el código +/+ del Reino. La relación -/+ se conoce como co-dependencia patológica. Tanta patología hay en quienes abusan como en los que se dejan abusar. Por eso, por ejemplo, hay en Alcohólicos Anónimos (AA) una comunidad paralela llamada “Alanon”, en la que se da tratamiento a la co-dependencia. Igual sucede en otros tipos de adicciones.

Las tres primeras bienaventuranzas hablan de los desfavorecidos de la sociedad: los pobres, los afligidos y los humildes. Tres prototipos de la sociedad reunidos en la parábola de Lázaro:

Había un hombre rico, que se vestía con ropa fina y elegante y que todos los días ofrecía espléndidos banquetes. Había también un pobre llamado Lázaro, que estaba lleno de llagas y se sentaba en el suelo a la puerta del rico. Este pobre quería llenarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas. Un día el pobre murió, y los ángeles lo llevaron a sentarse a comer al lado de Abraham. El rico también murió, y fue enterrado. Y mientras el rico sufría

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en el lugar adonde van los muertos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro sentado a su lado. Entonces gritó: ‘¡Padre Abraham, ten lástima de mí! Manda a Lázaro que moje la punta de su dedo en agua y venga a refrescar mi lengua, porque estoy sufriendo mucho en este fuego’. Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, acuérdate que en vida tú recibiste tu parte de bienes, y Lázaro su parte de males. Ahora él recibe consuelo aquí, y tú sufres. Aparte de esto, hay un gran abismo entre nosotros y ustedes; de modo que los que quieren pasar de aquí allá, no pueden, ni de allá tampoco pueden pasar aquí.’ El rico dijo: ‘Te suplico entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a la casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos, para que les llame la atención, y así no vengan ellos también a este lugar de tormento’. Abraham dijo: ‘Ellos ya tienen lo escrito por Moisés y los profetas: ¡que les hagan caso!’ El rico contestó: ‘Padre Abraham, eso no basta; pero si un muerto resucita y se les aparece, ellos se convertirán’. Pero Abraham le dijo: ‘Si no quieren hacer caso a Moisés y a los profetas, tampoco creerán aunque algún muerto resucite’ (Lc 16, 19-31).

La bienaventuranza explica que la pobreza, sufrimiento y humildad son la levadura del Reino de Dios. Quien vive la historia del hombre según Dios entrará en conflicto con otra levadura —por ejemplo, la de los fariseos, que consiste en su maridaje con el éxito, el vano honor del mundo, la soberbia del propio reino cuyo código es ‘yo más que el otro’ (relación +/-), en continuar la historia del hombre según el hombre que se conoce en el Evangelio con la palabra “mundo”. Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir, de su hipocresía (Lc 12, 1).

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Dichosos los perseguidos (en el pasado) por hacer lo que es justo (relaciones +/+), porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos ustedes, cuando la gente los insulte y los maltrate falsamente, y cuando por causa mía los ataquen con toda clase de mentiras. Alégrense, estén contentos, porque van a recibir (en el futuro) un gran premio en el cielo; pues así también persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes (Mt 5, 10-11). Sin duda, no todas las persecuciones carecen de fundamento: Habrá tanta maldad, que la mayoría dejará de tener amor hacia los demás (Mt 24, 12). Cuando la maldad crece y el amor se marchita, es obvio que vengan persecuciones y peleas entre unos y otros. Por eso se aclara “los maltrate falsamente” y “por causa mía”, que es igual a “por causa de la justicia del Reino”, entonces son bienaventurados. Es justo aquel que cumple la voluntad de Dios Padre de amarse +/+, sea de la religión que sea, como Martin Luther King, Gandhi o la Madre Teresa.

La comparación con los profetas es para aquellos discípulos predicadores que correrán la misma suerte. La dicha es la esperanza que genera felicidad en medio de las tribulaciones. El sufrimiento y el martirio no desaparecen, pero se hacen llevaderos viendo la luz al final del túnel. Así como el rico consagra su vida a hacer y amasar fortunas, el profeta siente gran alegría en llevar adelante la causa del Reino, cueste los sacrificios que cueste. La perfección de la ley es la justicia de las relaciones +/+, llevada a su máxima expresión en el amor al enemigo a quien se perdona, no te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete (Mt 18, 22).

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque serán satisfechos (Mt 5, 6). El discípulo que es sal de la tierra y luz del mundo (5, 13-14) tiene que hacer que sus buenas acciones se vean en función de la justicia del Reino, más allá de las de los escribas y fariseos: Porque les digo a ustedes que, si no superan a los maestros de la ley y a los

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fariseos en hacer lo que es justo ante Dios, nunca entrarán en el reino de los cielos (5, 20). Los fariseos practican la justicia para llamar la atención:

No hagan sus buenas obras delante de la gente sólo para que los demás los vean. Si lo hacen así, su Padre que está en el cielo no les dará ningún premio. Por eso, cuando ayudes a los necesitados, no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente hable bien de ellos. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. Cuando tú ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu amigo más íntimo; hazlo en secreto. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio (Mt 6, 1-4).

La justicia del cristiano que hace acontecer el Reino de Dios quiere ser +/+, tan perfecta como la del Padre del cielo quien hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos (Mt 5, 45). Si cada ser humano viviera esta utopía, el Reino vendría en su plenitud aquí y ahora.

El Reino es un don gratuito (gracia) de Dios que precede a la respuesta o mérito del ser humano. Es una nueva iniciativa de Dios Padre de escribir la historia según Él, más allá de la ley judaica e independiente del éxito humano que, hasta la llegada de Jesús fue la historia del hombre según el hombre. Por eso, la actitud de Jesús con los niños: Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. Les aseguro que el que no acepta el reino de Dios como un niño, no entrará en él (Mc 10, 13-16; Lc 10, 21; Mt 11, 25). Los niños no discriminan a los pecadores: ¿Cómo es que su maestro come con cobradores de impuestos y pecadores? (Mc 1, 17; Lc 19, 8-10). No hay duda

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de que Dios es aquel a quien los humanos deben su existencia y algo más: el Reino no depende de una cualidad moral o de la receptividad religiosa del humano sino de la conducta +/+ con todos, incluyendo al enemigo. Y la felicidad prometida no es de naturaleza religiosa o moral sino el sentirse importante y querido, puesto que cada quien trata al otro como personaje importante. La bienaventuranza se dirige al pobre, al que sufre hambre y pasa penalidades; a quienes se encuentran en una situación miserable de pobreza, escasez y aflicción en la que, a pesar de todo, la persona se siente una obra maestra de Dios. La venida del Reino no depende de la riqueza o prestigio de nadie. Es gratis. Según los criterios de la levadura farisaica, muchos que ahora son los primeros, serán los últimos; y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros (Mt 19, 30).

En las bienaventuranzas se cumple lo que habían predicho los profetas del Antiguo Testamento respecto a los pobres: Jesús fue a Nazaret, el pueblo donde se había criado. El sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre, y se puso de pie para leer las Escrituras. Le dieron a leer el libro del profeta Isaías (Is 61,1), y al abrirlo encontró el lugar donde estaba escrito: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor’. Luego Jesús cerró el libro, lo dio al ayudante de la sinagoga y se sentó. Todos los que estaban allí tenían la vista fija en él. Él comenzó a hablar, diciendo: Hoy mismo se ha cumplido la Escritura que ustedes acaban de oir (Lc 4, 16-21). Por eso cuando Juan envía mensajeros a preguntarle si de veras es Él, el que había de venir, responde: Vayan y díganle a Juan lo que han visto y oído. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso aquel que no pierda su fe en mí! (Lc 7, 22).

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El Reino se predica para los pobres y se les llama dichosos. Los exorcismos y curaciones de Jesús, como los milagros que hizo Moisés, legitiman su proclamación pedagógica. El Reino incluye a los oprimidos y débiles; viudas y huérfanos. Si un buen rey terrenal es el protector de los débiles contra los poderosos que los explotan, cuánto más lo será el rey del universo.

La dicha de la bienaventuranza es la posesión del Reino. Su promesa futura libera de su dimensión trágica a la desgracia actual. No es un opio para que el que sufre no se queje, pues se trata de bienaventurados los mansos (de condición benigna y suave, opuesta a bravo) que no deben confundirse con los “mensos” (faltos de entendimiento, razón y sentido común). Las bienaventuranzas son, ante todo, una revelación de la misericordia y la justicia según las características del Reino de Dios: …aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso (Mt 11, 29).

Dichosos los compasivos, porque Dios tendrá compasión de ellos (Mt 5, 7). Los misericordiosos y pacíficos evocan gente activa, con un compromiso efectivo. Las bienaventuranzas son la condición necesaria por parte del hombre para que el Reino venga. Por consiguiente, los bienaventurados no son solamente aquellos perseguidos por causa del Reino. Los pobres de espíritu, mansos, misericordiosos, los que tienen el corazón puro, los pacificadores, se encuentran también entre los cristianos que no pasan hambre. Quien no es pobre, manso, misericordioso no poseerá el Reino. Quien vive las bienaventuranzas está ya en posesión del Reino que vendrá definitivamente al final de los tiempos. Los misericordiosos son los que tienen un compromiso activo, no los que viven en la resignación pasiva o en las disposiciones subjetivas. La paz de los perseguidos incluye a los perseguidores.

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Los compasivos serán también objeto de compasión. El equivalente de sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto (Mt 5, 48) en Lucas es: sean ustedes compasivos, como también su Padre es compasivo (Lc 6, 36). En el lenguaje cotidiano, la compasión es un sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias. Lo entienden así quienes no permiten que otros les tengan pena; si no te gusta que te tengan lástima, no se la tengas a nadie (+/+). Por el contrario, en el original, misericordia es splagnisomai, término médico para indicar un dolor de parto o un dolor de infarto. Un ejemplo: si vas conduciendo por una carretera y encuentras un accidente, muy posiblemente seguirás de largo y tal vez harás una oración por el difunto que ves ahí cubierto con una sábana. Pero, si reconoces el vehículo como el de alguien cercano (la novia, el novio, la esposa o esposo, hija o hijo, etc.) inmediatamente cambias de conducta. Te bajas del vehículo en que vas, te identificas y sientes lo que se conoce como splagnisomai, el equivalente a una descarga de adrenalina (como en un parto o infarto) que te produce un gran dolor. Es lo que hizo…

…un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, al verlo (al abatido por los ladrones), sintió compasión (splagnisomai). Se acercó a él, le curó las heridas con aceite y vino, y le puso vendas. Luego lo subió en su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente, el samaritano sacó el equivalente al salario de dos días, se lo dio al dueño del alojamiento y le dijo: ‘Cuide a este hombre, y si gasta usted algo más, yo se lo pagaré cuando vuelva’ (Lc 10, 32-35).

Por consiguiente, la compasión —o su sinónimo, la misericordia— consiste en tratar a los demás como pariente

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cercano, así sean extraños. Somos hermanos y hermanas, hijos e hijas del mismo Padre y, por consiguiente, no hay extraños; sólo parientes que aún no conocemos.

En la última cena:…los discípulos tuvieron una discusión

sobre cuál de ellos debía ser considerado el más importante. Jesús les dijo: ‘Entre los paganos, los reyes gobiernan con tiranía a sus súbditos, y a los jefes se les da el título de benefactores. Pero ustedes no deben ser así. Al contrario, el más importante entre ustedes tiene que hacerse como el más joven, y el que manda tiene que hacerse como el que sirve (mesero). Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa a comer o el que sirve? ¿Acaso no lo es el que se sienta a la mesa? En cambio yo estoy entre ustedes como el que sirve’ (Lc 22, 24-27). La palabra servir es el equivalente hoy día al mesero: quien trata a todo el mundo como personaje importante y así, el día de la madre, está atendiendo a los demás como a la suya propia.

Por eso mientras estaban cenando, se levantó de la mesa, se quitó la capa y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura (Jn 13, 2-5). El lavatorio de los pies era el ritual que el dueño hacía a un personaje importante que visitaba su casa. El mismo Jesús hace el reclamo:

¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; en cambio, esta mujer me ha bañado los pies con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me saludaste con un

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beso, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. No me pusiste ungüento en la cabeza, pero ella ha derramado perfume sobre mis pies. Por esto te digo que sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho; pero la persona a quien poco se le perdona, poco amor muestra (Lc 7, 44-47).

En términos bíblicos, tener compasión —como el buen samaritano— es tratar a los demás como personas importantes (V.I.P. = Very Important Person); es hacerle el ritual de bienvenida (lavar los pies) a todos por igual. Si fuese así entre todos los humanos, ¿para qué policía, ejército o políticos? ¿Para qué abogados si nadie va a pelear por cosas o dinero? Es más, ¿para qué religiones, si estaríamos viviendo lo que todas predican?

La parábola del hijo pródigo, quien violó todas las leyes de la Tora, es una metáfora de la infinita misericordia de Dios quien recibe al hijo como si fuera un personaje importante. El hijo no regresó a casa por arrepentimiento sino porque en su casa los esclavos eran tratados +/+, igual que los hijos: ¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Regresaré a casa de mi padre (Lc 15, 17-18). Así que, para él, volver a casa como esclavo era recuperar su dignidad de ser humano. La bienvenida que le da el Padre es: …saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Vamos a celebrar esto con un banquete! (Lc 15, 11-35). Era el ceremonial de la liberación de un esclavo. El padre del pródigo, como Dios Padre, trata a su hijo como personaje importante, sin echarle en cara su conducta.

De ahí que la venida del Hijo a la tierra no fuera por lástima de vernos matándonos los unos a los otros, sino porque Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para

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que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna (participe de la misma vida de Dios perennemente). Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él (Jn 3, 16). Lo envió por misericordia, por un splagnisomai.

Dichosos los de corazón limpio, porque verán a Dios. (Mt 5, 8). El que es limpio de corazón verá a Dios porque tiene una intención pura y sincera de llevar adelante el Reino de relaciones +/+, sin doblez ni ambigüedad de corazón:

¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que separan para Dios la décima parte de la menta, del anís y del comino, pero no hacen caso de las enseñanzas más importantes de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto es lo que deben hacer, sin dejar de hacer lo otro. ¡Ustedes, guías ciegos, cuelan el mosquito, pero se tragan el camello! (Mt 23, 23-28).

La observancia de la Torá es completa pero totalmente nueva. Ya no consiste sólo en cumplir los diez mandamientos:

¿No entienden que todo lo que entra por la boca va al vientre, para después salir del cuerpo? Pero lo que sale de la boca viene del interior del hombre; y eso es lo que lo hace impuro. Porque del interior del hombre salen los malos pensamientos: los asesinatos, el adulterio, la inmoralidad sexual, los robos, las mentiras y los insultos. Estas cosas son las que hacen impuro al hombre; pero el comer sin cumplir con la ceremonia de lavarse las manos, no lo hace impuro (Mt 15, 17-20).

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Por consiguiente, la santidad y pureza del corazón son de dimensión social, no individual. Santo no es solamente el corazón de la persona sino también las condiciones de vida, estructuras sociales y las formas del entorno en el que vive y se desarrolla el ser humano. Por tanto, la reinterpretación de la Tora no puede llevarse a cabo sino en el seno del pueblo de Dios que vive reino. Si hubiésemos tomado en serio el entorno del hombre no presenciaríamos ahora aterrados el desastre medioambiental que hemos causado. Por eso no es extravagante afirmar que se deberá guardar hasta la última tilde de la ley. La nueva interpretación no significa que la ley pierda su carácter de ordenamiento social y político del pueblo de Dios, sino que debe evolucionar en ley de Cristo a la luz del Sermón de la Montaña. Jesús habla de la ley, no de las tradiciones y prescripciones tardías derivadas de ella por la tradición rabínica.

Este seguimiento de Cristo total, teniendo el Reino de relaciones +/+ como brújula de la propia existencia, sólo puede darse en el corazón del hombre: Los ojos son la lámpara del cuerpo; así que, si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo tendrá luz; pero si tus ojos son malos, todo tu cuerpo estará en oscuridad. Y si la luz que hay en ti resulta ser oscuridad, ¡qué negra será la oscuridad misma! (Mt 6, 22-23). Si el corazón del discípulo no está dividido, si su ojo está fijo en el norte del +/+, resplandecerá la luz en él y producirá sólo buenas obras:

Ustedes los pueden reconocer por sus acciones, pues no se cosechan uvas de los espinos ni higos de los cardos. Así, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. El árbol bueno no puede dar fruto malo, ni el árbol malo dar fruto bueno. Todo árbol que no da buen fruto, se corta y se echa al fuego. De modo que ustedes los reconocerán por sus acciones (Mt 7, 17-20).

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Las bienaventuranzas son un autorretrato de Jesús; es él quien las realiza y encarna todas juntas. La buena nueva de las bienaventuranzas es que Dios Padre establece su Reino sin que nadie lo haya merecido de antemano.

De discípulo a apóstolAdemás de entender que la sabiduría escondida en el código de las parábolas es nueva con respecto a la ley y que se capta sólo con el don de entendimiento del Espíritu Santo — ¡gratis!—, conviene distinguir entre discípulo y apóstol para intuir mejor el contenido y propósito de este libro.

En la Biblia, la palabra discípulo se refiere a un convencido y comprometido aprendiz de la doctrina, ciencia o arte, bajo la dirección de un maestro. No era un desinteresado pupilo dedicado a complacer a su maestro a la manera de un sirviente.

Al contrario, la palabra apóstol significa enviado como maestro, testigo y propagador de una doctrina importante. La confianza nace de promesas cumplidas. Si como maestro enseño a un discípulo sobre la Isla de Palomino, la persona tiene “fe” y confianza en lo que yo le digo, salvo que tenga evidencia de que en otras cosas no he cumplido mis promesas. Pero, si llevo al discípulo para que conozca y se bañe en las playas de la pequeña isla, éste pierde su fe en mí. Ya tiene su propia evidencia puesto que la vio; se ha convertido en testigo; ya no cree simplemente porque yo se lo dije sino porque lo experimentó con sus propios sentidos corporales. Ha perdido su fe en mí. A partir de entonces, lo que este ex-discípulo diga acerca de la isla, tiene la misma autoridad que yo tenía cuando le enseñaba como su maestro. Pasó de discípulo aprendiz a apóstol testigo. Lo mismo sucede cuando le describen a uno una fruta que nunca ha probado; hasta no probarla no va a entender, por más que crea en lo que le dicen sobre ella.

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Algo similar sucede entre el discípulo —como aprendiz en la fe en el Reino— y el apóstol, a quien el Espíritu Santo, por elección del Padre y aceptación del Hijo, le ha dado tal evidencia del Reino que lo convierte en su testigo. Fue lo que le sucedió a Tomás al meter el dedo en las llagas de Cristo: perdió la fe al tener en la mano la evidencia; por eso el Señor le dice: ¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto! (Jn 20, 24-29). Lo habitual es que haya muchos discípulos del Reino. Por el contrario, los apóstoles, en el sentido original de “testigo” que se hace maestro del Reino, aparecen esporádicamente en la historia del Cristianismo. Ellos, cada cual en su tiempo y contexto histórico, inspirados por el Espíritu Santo, proclaman la buena noticia (evangelio) del Reino y hacen discípulos.

Jesús es la Palabra del Padre: si el Padre se hiciese humano, diría exactamente lo mismo que nos dijo Jesús. Por tanto, el Padre es su Maestro y Jesús es el apóstol —testigo— del Padre: Las palabras que ustedes están escuchando no son mías, sino del Padre, que me ha enviado (Jn 14, 24). Pero la palabra no se hace Vida sin la presencia del Espíritu Santo. Por eso, los discípulos no entendieron el código del Reino hasta Pentecostés.

A Jesús se le llama “Maestro” 234 veces en los Evangelios. Y en verdad es el Maestro porque es el único que ha visto al Padre: Nadie conoce realmente al Hijo sino el Padre; y nadie conoce realmente al Padre, sino el Hijo y aquéllos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer (Mt 11, 27). A la manera de un diplomático plenipotenciario, el Padre envía a Jesús como testigo de todo lo que ha oído de él. Y no viene a enseñar cosas ocultas sino a ser la revelación del Padre: Nadie ha visto jamás a Dios (Padre); el Hijo único que es Dios, y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado a conocer (Jn 1, 18). Jesús sería como la fotografía como respecto a su negativo; la foto es la revelación del negativo.

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Y Jesús sabe lo que el Padre le ha dicho aunque no se lo ha dicho todo: En cuanto al día y la hora (de regreso del hijo del hombre), nadie la sabe, ni aun los ángeles del cielo, ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre (Mt 24, 36).

Entre los numerosos discípulos, aparecen doce apóstoles de Jesús, el Maestro. Este número sigue la tradición de las doce tribus de Israel. La diferencia entre Jesús, el Maestro apóstol del Padre, y sus doce apóstoles es que Jesús no aprendió lo que sabe del Padre como discípulo aprendiz, sino como la Palabra del Padre: Cristo Jesús, el apóstol (del Padre) y Sumo Sacerdote... Pues Jesús ha sido fiel a Dios (Padre), quien lo nombró a éste servicio (Hb 3, 1-2). Por eso Jesús describe su relación con el Padre como aquél que me ha enviado (Jn 17, 13). No habla por su propia autoridad sino con la del Padre, ¡el Origen de todo y de todos!

El Espíritu Santo transforma a los doce discípulos en apóstoles, enviados del Maestro con la autoridad equivalente a la que el Padre da a Jesús, el día de Pentecostés. Y la misión que les encomienda es precisamente la de hacer discípulos, no apóstoles: Dios (Padre) me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos (Mt 28, 19). La misión del apóstol es hacer discípulos elegidos y enviados por Jesús para que sanen los enfermos que haya allí y díganles: -El reino de Dios ya está cerca de ustedes- (Lc 10, 9). Convertirse en apóstol-testigo del Reino de Cristo es una elección gratuita que hace Dios Padre. El propósito de estas páginas es cumplir la misión de hacer discípulos del Reino, preparando y disponiendo a la persona para que, si Dios Padre lo quiere, lo elija y reciba como su apóstol: su testigo.

El Profeta se distingue del apóstol en que es enviado pero no es testigo. El sentido de la palabra es el de anunciador, mensajero que transmite una razón enviada por Dios. Pero no implica ser testigo: Juan (desde la cárcel) envió algunos de sus seguidores a que le preguntaran (a Jesús) si él era de veras

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el que había de venir, o si debían esperar a otro (Mt 11, 4). El Bautista no sabía con seguridad si Jesús era realmente aquél a quien había anunciado hasta dar su vida por llevar a cabo su misión. Un falso profeta se reconoce porque no sigue el camino del Maestro: pobreza, críticas del mundanal ruido y humildad sin trazas de resentimiento por llevar adelante la bandera de la justicia del código del Reino: relaciones entre todos los humanos como miembros de una única familia cuyo Padre común es el mismo de Jesús, el hermano mayor.

Únicamente por elección de Dios Padre un aprendiz discípulo se convierte en apóstol testigo. Y no es necesario ser discípulo para ser elegido apóstol. De Pablo de Tarso se narra que se dedicaba a perseguir discípulos de Jesús al momento de su experiencia mística de Dios, tras la cual entendió que fuera del Reino no había posible participación en la vida de Dios, y que fuera del Judaísmo y su Ley sí había salvación posible: Así llegamos a esta conclusión: que Dios hace justo al hombre por la fe (en el Reino), independientemente del cumplimiento de la ley. ¿Acaso Dios es solamente Dios de los judíos? ¿No lo es también de todas las naciones? ¡Claro está que lo es también de todas las naciones, pues no hay más que un Dios: el Dios que hace justos a los que tienen fe (en el Reino)! (Ro 3, 28-29).

Después de su elección por el Padre, el Espíritu Santo convirtió a Pablo en testigo del Reino y lo envío como apóstol, con la misión específica de anunciar el Reino: Para mí no es motivo de orgullo predicar el evangelio -del reino-, porque lo considero una obligación ineludible. Y ¡ay de mí si no lo predico! (1Co 9, 16). Según el Evangelio, la elección y envío son condiciones indispensables para ser apóstol. Y el ser escogido por el Padre es gratuito, no depende de ningún mérito propio:

Por último se me apareció también a mí, que soy como un niño nacido anormalmente. Pues yo soy el menos importante de los apóstoles, y ni siquiera

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merezco llamarme apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero soy lo que soy porque Dios fue bueno conmigo; y su bondad para conmigo no ha resultado en vano. Al contrario, he trabajado más que todos ellos; aunque no he sido yo, sino Dios, que en su bondad me ha ayudado. Lo que importa es que, tanto yo como ellos, esto es lo que hemos predicado, y esto es lo que ustedes han creído (1 Co 15, 8-11).

Es por Espíritu Santo y con el beneplácito del Hijo que se es enviado como mensajero del Reino: Cristo no me mandó a bautizar sino a anunciar el evangelio (del Reino) (1Co 1, 17).

Ser testigo y ser enviado. son dos etapas distintas. En el contexto del Evangelio, es ir como diplomático, en misión oficial, como representante de un gobierno o maestro. Las garantías dadas a aquéllos apóstoles enviados, y no a cualquier discípulo, son: Yo les he dado poder a ustedes para caminar sobre serpientes y alacranes, y para vencer toda la fuerza del enemigo, sin sufrir ningún daño (Lc 10, 19).

Entre elección y envío suele mediar históricamente un largo período de tiempo. Se calcula que Pablo comenzó a predicar nueve años después de su entendimiento del Reino. El apóstol, una vez enviado, representa y tiene la autoridad de Dios Padre y del Hijo.

Después de los Apóstoles, Pablo fue sin duda el testigo más importante, enviado a llevar el mensaje del Reino a los no judíos, llamados gentiles: Yo, Pablo, siervo de Jesucristo, escribo esta carta. Dios (Padre) me llamó y me apartó para ser apóstol (enviado) suyo, para anunciar su mensaje de salvación (el Reino) (Ro 1, 1). Pablo se quedó dos años completos en la casa que tenía alquilada (en Roma), donde recibía a todos los que iban a verlo. Con toda libertad anunciaba el Reino de Dios, y enseñaba acerca del Señor Jesucristo sin que nadie se

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lo estorbara (Hch 28, 30). Por consiguiente, su misión fue la misma de Jesús de Nazaret: anunciar el código del Reino y hacer discípulos de él.

Durante los dos mil años de la era cristiana, han aparecido testigos hechos por el Espíritu Santo para continuar anunciando (no imponiendo) la “buena noticia del Reino”, significado de la palabra “evangelio”. El Espíritu Santo comunica a estos apóstoles, elegidos por el Padre, el código de las parábolas… ellas esconden el secreto del Reino.

Las parábolas son simples semejanzas, parecidos, comparaciones o, teológicamente hablando, analogías que ocultan el secreto del Reino. Sin una noción del Reino, el discípulo tratará de adivinar lo que la parábola significa. Se ha oído decir, incluso por entendidos en la Biblia, que Reino es una palabra misteriosa, cuya noción es desconocida. Alegan que no es modelo de conducta sensata, la del padre que entrega su fortuna a sus hijos, para luego recibir a uno de ellos a su regreso a casa sin reproche, sabiendo que ha despilfarrado su dinero en prostitutas (Lc 15, 11-31). Sin la noción del Reino, la interpretación de esta u otra parábola es tan válida como cualquier otra conjetura: A ustedes (los doce apóstoles) Dios (Padre) les da a conocer los secretos de su reino; pero a ellos (la multitud) ¡no! (Mt 13, 11).

Estas páginas tienen el propósito de revelar el código de las parábolas del Reino para preparar y disponer al lector para que se haga discípulo y, más ambiciosamente, que Dios Padre les dé, como a Pablo, la experiencia mística de ser elegidos y enviados como sus apóstoles. Para más de un lector será el descubrir que se encuentra más cerca de Dios Padre y su Reino de lo que creía.

Padre nuestro que estás en el cielo

En los tiempos antiguos, los discípulos se reconocían entre sí por alguna oración que componía su Maestro en la cual resumía el contenido de su mensaje o doctrina. Así también lo hizo Jesús con sus discípulos cuando le pidieron que les enseñara a orar.

Una vez, Jesús estaba orando en un lugar; cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: -Señor, enséñanos a orar, lo mismo que Juan enseñó a sus discípulos. Jesús dijo: -Cuando oren, digan:Padre.Santificado sea tu nombre.Venga tu Reino.Hágase tu Voluntad en la tierra así como se hace en el cielo. (Mt 6, 10).Danos el pan suficiente para cada día.Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos han hecho mal.No nos expongas a la tentación, sino líbranos del maligno (Lc 11, 1-4).

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La secuencia bíblica continúa con la parábola del amigo importuno quien despierta a su vecino a media noche, pidiéndole pan para un visitante imprevisto: Les digo que, aunque no se levante a darle algo por ser su amigo, lo hará por su impertinencia, y le dará todo lo que necesita (Lc 11, 8). El pasaje concluye: Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre que está en el cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan! (Lc 11, 13). La oración del padrenuestro tiene el solo objetivo de pedir la venida del Espíritu Santo, que equivale a la venida del Reino de Dios.

Si al lector —una vez dormido en el sueño del Señor— se le permitiera venir a la tierra por cuarenta días y en ellos hablara únicamente de cómo van los negocios a los cuales dedicó toda su vida, querría decir que lo más importante en su paso por el planeta fueron sus negocios; si otro viene a preguntar por su familia indicaría que lo más importante en su vida fue su familia. Jesús tuvo esa oportunidad, gracias a lo cual tenemos una clave sobre su motivo para venir al mundo:

En mi primer libro, excelentísimo Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús había hecho y enseñado desde el principio y hasta el día en que subió al cielo... Y después de muerto se les presentó en persona, dándoles así claras pruebas de que estaba vivo. Durante cuarenta días se dejó ver de ellos y les estuvo hablando del Reino de Dios (He 1, 1-3).

Por consiguiente, el propósito de su venida fue hacer acontecer el Reino en su relación +/+ con todos. Hacer discípulos del Reino fue su misión después del bautismo, como lo fue la de los apóstoles —Felipe (He 8, 12), Pablo y Bernabé (14, 22; 19, 8; 20, 25; 28, 23)— hasta el final de sus vidas: Pablo se quedó dos años completos en la casa que tenía

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alquilada, donde recibía a todos los que iban a verlo. Con toda libertad anunciaba el Reino de Dios, y enseñaba acerca del Señor Jesucristo sin que nadie se lo estorbara (He 28, 30-31). Jesús anunció Reino, los apóstoles lo llamaron la buena nueva (= evangelio) del Reino y Pablo, el Espíritu. Los tres términos son sinónimos.

Por tanto, todas las peticiones del Padre nuestro son una sola: la venida del Reino, del Espíritu Santo. Y la forma de su venida se explica en el código del Reino y en la secuencia de la oración que Jesús nos enseñó. Fue su misión en la tierra y la razón por la cual plantó su tienda de campaña entre nosotros: Querían detenerlo, para que no se fuera, pero Jesús les dijo: -También tengo que anunciar las buenas noticias del Reino de Dios a los otros pueblos, porque para esto fui enviado. Así iba Jesús anunciando el mensaje (del Reino) en las sinagogas de Judea (Lc 4, 43-44). Tan pronto se bautizó, empezó a hacer discípulos a los cuales dio precisamente la misma misión que él realizó: Dios (Padre) me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos, (del Reino) bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28, 19-20). Y lo que les he mandado es: Que se amen unos a otros (Jn 15, 17). Por eso, Pablo dirá: Cristo no me mandó a bautizar, sino a anunciar el evangelio (del Reino) y no con alardes de sabiduría y retórica, para no quitarle valor a la muerte de Cristo en la cruz (1 Co 1, 17).

Según la oración de Jesús, el Padre, origen de todo, habita en el cielo, una abstracción para entender la morada de Dios como algo distinto a la morada del hombre que es la tierra. El Padre quiere que su nombre sea santo, conocido en todos los rincones de la tierra, y se conocerá cuando venga su Reino. Y el Reino viene cuando se hace su voluntad, que es la misma aquí que en el cielo: amarse a sí mismo igual que

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al prójimo (código +/+). Para hacer la voluntad de Dios hay dos requisitos: primero, que nuestro alimento sea el mismo de Jesús Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y terminar su trabajo (Jn 4, 34); quiere decir que Jesús hizo de la voluntad del Padre su propio amor, querer e interés. Del amor al prójimo no está exento ni Dios mismo, es su voluntad universal. Hay otra voluntad, particular, que es la disposición de la propia existencia en una forma o estado de vida según el llamado que Dios hace a cada quien para servicio de su Reino. Para encontrar esta voluntad de Dios existe un instrumento llamado los ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola que es el apostolado principal de la comunidad conocida como la Compañía de Jesús.

El segundo requisito para la venida del Reino es perdonar —y ¡perdonarse!— La razón para ello es que la tentación nos induce a resentirnos, aislándonos de la relación con los demás. La tentación viene del mal y el mal opera en este mundo en contravía del Padre: nos seduce a caer en la tentación de no perdonar ni perdonarnos, aislándonos de los demás con lo cual no se hace la voluntad de Dios de amarse a sí mismo igual que al prójimo (+/+); el Reino no viene; el nombre del Padre no es conocido en todos los rincones de la tierra y no regresamos al Padre, nuestro Origen en el cielo.

Parábola del hombre que siembra semilla en la tierra

Esta parábola central a la noción del Reino apunta a Dios como Padre, aquél de quien se origina toda descendencia:

-Con el Reino de Dios sucede como con el hombre que siembra semilla en la tierra: que tanto si duerme como si está despierto, lo mismo de noche que de día, la semilla nace y crece sin que él sepa

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cómo. Y es que la tierra produce por sí misma: primero brota una hierba, luego se forma la espiga y más tarde los granos que llenan la espiga. Y, cuando el grano está ya maduro, lo recoge, porque ha llegado el tiempo de la cosecha- (Mc 4, 26-29).

La parábola habla de un hombre que siembra semilla en la tierra y —contrario a cualquier otro agricultor— se rasca el ombligo hasta la cosecha: no hace nada fuera de comer y dormir. Entre la siembra y la cosecha se genera una vida que procede de la relación mutua semilla↔tierra. La clave de la comparación es la palabra relación, sinónimo de unión, pacto, compromiso, aceptación… Es lo que se conoce comúnmente con la palabra amor, pero aquí no se utiliza porque ha sido tan manoseada que se presta a malas interpretaciones. Si bien la palabra bíblica es caridad, en el mundo moderno ésta se entiende como la limosna o auxilio que se da los necesitados (relación +/-). La aceptación mutua entre semilla y tierra no es una cuestión de limosna o auxilio; es requisito indispensable para la vida. Es una relación entre pares.

En la figura 1 se compara al Padre con la semilla porque es el Origen de la vida. Padre no es el apelativo de una persona sino de un parentesco: el origen y principio

TierraHijoYo

SemillaPadre

VIDAEspíritu

Santo

12+

34

+

Figura 1

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de una descendencia. Lo que hace que un árbol llegue a ser una manzana y no una pera es la semilla; la semilla, como el Padre, es el origen y principio de una generación. Se compara la tierra con el Hijo porque si no hay relación mutua semilla↔tierra no hay vida. La Vida en Dios procede de la relación Padre↔Hijo y se conoce como el Espíritu Santo. Entre semilla y tierra, ¿cuál es más importante para la vida? Tan importante es la semilla como la tierra. Si la semilla fuese más importante para la vida que la tierra —o viceversa—, el código sería relación +/- y la vida no sería posible. Las relaciones en Dios son equivalentes: un sistema de relaciones +/+ (un solo Dios) entre tres personas que proceden de un único Origen conocido como el Padre, el Principio, el Origen de todo y de todos, a la manera de la semilla que origina la vida. Paralelo a la relación semilla↔tierra, de la cual procede la vida, también en Dios hay una relación entre tres personas en un solo sistema inseparable, simultáneo y único. Con razón el Credo de los apóstoles reza:

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra (Origen de todo y de todos)…Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios (Padre), engendrado, no creado…Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de Vida, que procede (de la relación mutua) del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria.

Así como la planta es una, solo hay un Dios: tres personas autónomas en un sistema de relaciones de inter-dependencia. Tan simple como que la vida de una planta es una sola que procede de la relación mutua semilla↔tierra.

Así como la tierra no es la semilla ni la vida, el Hijo no es ni el Padre ni el Espíritu Santo; como la semilla no es ni la tierra ni la vida, El Padre no es ni el Hijo ni el Espíritu Santo;

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como la vida de la planta no es ni la semilla ni la tierra, la Vida no es ni el Padre ni el Hijo.

El Padre, como el Origen de la vida, nos da una primera noción de quién es Dios. Y la razón por la cual Jesús lo llamaba “Padre” es que sabe que tiene una identidad de divinidad con aquél que lo ha enviado como Hijo único, engendrado por Él… una revelación con respecto a las Escrituras Judías. La palabra Padre es utilizada 415 veces en las Escrituras Cristianas, mientras que Iahvé —término utilizado en las Escrituras Judías más de 600 veces— no se usa ni una sola vez.

Una fantasía puede ayudar a comprender la relación entre Padre e Hijo. Pretendamos estar frente a un gran espejo. Veo mi imagen reflejada en él; una especie de fotocopia. Yo soy el origen de esa imagen. Supongamos que, por arte de magia, hago desaparecer el espejo dejando en su lugar mi imagen de tal manera que aparece como una persona ¡tan real como yo! Al preguntarle “-¿Cómo te llamas?-”, no puede responderme: “-Yo soy tú-”, pues yo sigo siendo yo y ella sigue siendo ella. La única posible respuesta es que la imagen afirme: “-Yo soy tu otro yo. Soy una fotocopia tuya-”.

Se trata pues de una relación entre dos personas: origen↔originado. Pero, ¿qué tipo de parentesco tienen? No podría decirse que son amigos, pues ningún amigo engendra al otro. Tampoco gemelos idénticos porque no tenemos un padre y madre comunes. En el limitado lenguaje humano, la única palabra posible para describir este tipo de relación es llamar al origen “Padre” de su imagen, con la cual tiene una relación de “Hijo”. Son las palabras que mejor señalan el tipo de relación que existe en Dios entre Padre (Origen) e Hijo (Originado). Se usa el masculino “Padre” y no el femenino “Madre” porque el Hijo es la imagen del Padre y sabemos que Jesús fue varón y no hembra; siendo la imagen de su Origen, entonces se habla de “Padre” y no “Madre”. Estas palabras —padre, madre, hijo, hija, etc.— tienen códigos de lectura

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netamente culturales pues ser padre o madre es heterogéneo en cada cultura: lo que se define como masculino en una cultura es lo femenino en otra cultura. Dios es persona, palabra entendida como sujeto de relación, no objeto de relación como es la tierra con respecto a la semilla. Pero, si ha de hablarse en términos humanos, debe utilizarse el masculino porque el Hijo es la imagen visible del Padre quien es invisible:

Cristo es la imagen visible de Dios (Padre), que es invisible; es su Hijo primogénito, anterior a todo lo creado. En él Dios (Padre) creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, tanto lo visible como lo invisible, así como los seres espirituales que tienen dominio, autoridad y poder. Todo fue creado por medio de él y para él. Cristo existe antes que todas las cosas, y por él se mantiene todo en orden (Col 1, 15; 2 Co 4, 4).

Además, Padre e Hijo no son nombres sino relaciones de parentesco. Son palabras genéricas para hablar de la relación entre dos personas. No es lo mismo hablar genéricamente de un padre y una madre, que decir que Marta y Pedro son los progenitores de Pablo. Aquí usamos palabras que designan un parentesco, sin ninguna implicación cultural pre-establecida.

El nombre de Dios cristianoCuando decimos Padre nuestro que estás en el cielo, lo que decimos realmente es Origen nuestro que estás en el cielo. De hecho, los místicos hablan de la muerte como el paso de este mundo al Padre: retornar allí de donde una vez partimos. El paso siguiente a la muerte no es ¡llegué!, sino ¡he regresado!, ¡volví!

El Hijo también tiene varios nombres. Posiblemente el más conocido es el de Verbo o Palabra (Jn 1, 1; 10, 14) del

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Padre. Si yo envío la imagen que he generado en el espejo a dar un discurso en mi nombre sobre las capas tectónicas, todo lo que mi imagen diga será idéntico a lo que yo diría porque somos como el negativo y el positivo de una fotografía: uno es la revelación del otro. Lo que mi imagen dice es precisamente lo mismo que yo quiero decir. Así que mi imagen sería mi palabra. De manera semejante, el Hijo se llama la Palabra del Padre: En el Principio (Origen) ya existía la Palabra. Y aquel que es la Palabra estaba con Dios (Padre) y era Dios. El estaba en el Principio con Dios. Por medio de Él, Dios (Padre) hizo todas las cosas... En Él estaba la Vida (Espíritu Santo) (Jn 1, 1-4).

Hecho hombre, el Hijo es llamado Emmanuel, que significa “Dios con nosotros” (Mt 1, 23). Otros nombres que se le han dado son Jesús el de Nazaret (Mt 2, 23; 21, 11; Mc 1, 24; 10, 47; 14, 6-7; 16, 6…), Hijo del Padre (2 Jn 3), Hijo de Dios (49 veces), Maestro (234), Hijo del Hombre (84), Cristo o Jesucristo (540), Mesías (71), Señor (692), Rabino (2), Sabiduría del Padre, Esposo, Pastor (16), Luz del mundo (2), etc.

El Espíritu se llama Santo, que significa separado de lo profano. Es la manifestación de la presencia del Padre entre nosotros a partir de la Resurrección y Pentecostés. También se le llama Poder y Sabiduría de Dios:

…los griegos buscan sabiduría; pero nosotros anunciamos a un Mesías crucificado. Esto les resulta ofensivo a los judíos, y a los no judíos les parece una tontería; pero para los que Dios ha llamado, sean judíos o griegos, este Mesías es el poder y la sabiduría de Dios. Pues lo que en Dios puede parecer una tontería, es mucho más sabio que toda sabiduría humana; y lo que en Dios puede parecer debilidad, es más fuerte que toda fuerza humana (1 Co 22-259).

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También se lo denomina Paráclito y Consejero: el Defensor, el Espíritu Santo que el Padre va a enviar en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho (Jn 14, 16; 15, 26; 16, 7; 1 Jn 2, 1). Paráclito es el abogado defensor en un juicio, cuyo propósito es defender la inocencia del acusado. El Espíritu se compara con la brisa ligera, la respiración que —como el hálito frágil y vacilante— es la fuerza que sostiene y anima al cuerpo el cual muere cuando ella se extingue. El Espíritu Santo es la Vida de Dios, eterna como el Padre y el Hijo, que habita en nosotros como participación nuestra en la Vida de Dios:

Pero ustedes ya no viven según esas inclinaciones, sino según el Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios vive en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, el Espíritu vive porque Dios los ha hecho justos, aun cuando el cuerpo esté destinado a la muerte por causa del pecado. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús vive en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo dará nueva vida a sus cuerpos mortales por medio del Espíritu de Dios que vive en ustedes (Ro 8, 9-11).

Por la narración evangélica se deduce que María fue la primera que supo que Dios es una Trinidad:

María dijo: -Mi alma alaba la grandeza del Señor (Dios Padre), y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador (Dios Hijo)... Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas. (Dios Espíritu) Santo es su nombre (Lc 1, 46-49).

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Para el resto de la humanidad, Jesús es quien revela la Trinidad, puesto que es la imagen visible de Dios Padre invisible. Él ha revelado públicamente que hemos sido hechos familia de Dios. Es el hijo único primogénito, los demás hemos sido aceptados como hijos adoptivos. Por consiguiente, podemos llamar al Origen igual que su Hijo único: “papá” (¡Abba!) (Mc 13, 36; Ro 8, 15; Ga 4, 6): Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son Hijos de Dios... Por este Espíritu nos dirigimos a Dios (Padre) diciendo ¡Padre mío! (¡Abba!). Y este mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que ya somos hijos de Dios (Ro 8, 15-16).

Esta nueva relación de parentesco con la divinidad —ser familia de Dios— se hizo posible para todos por la presencia del Reino de Dios, inaugurado por Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. Gracias al Reino no sólo establecimos un parentesco con la divinidad sino que participamos en la misma Vida de Dios, en su Espíritu Santo. ¿Cómo? Por la relación yo↔tú, cuando dicha relación es +/+, semejante a la del Padre↔Hijo. Dicha alianza del más estrecho parentesco con la divinidad era desconocida en el lenguaje humano e inconcebible para el Judaísmo. Es como si un esclavo se convirtiera en el príncipe heredero. Es una nueva relación, conocida como nueva alianza entre Dios y nosotros. La Primera alianza fue con Israel: Iahveh sería su Dios e Israel su pueblo. En esta nueva alianza, somos herederos del mismo patrimonio del Hijo: Y puesto que somos sus hijos, también tendremos parte en la herencia que Dios (Padre) nos ha prometido, la cual compartiremos con Cristo... (Ro 8, 17), cada quien participando de ella en la medida de las relaciones +/+ que haya mantenido con sus prójimos en este mundo. Y la herencia es la participación en el Espíritu Santo que se hizo posible a partir de la Encarnación de Jesús como uno cualquiera de nosotros. Por eso, Jesús no fue heraldo del Reino sino su inaugurador con su vida, pasión, muerte y resurrección. Si Cristo no hubiese resucitado, todo lo que aquí decimos sería puro embuste.

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En las Escrituras Judías, la relación del hombre con Iahvé era amo→esclavo (+/-). Es pues lógico que, en el momento de la Encarnación, María respondiera al ángel: Yo soy la esclava del Señor (Lc 1, 38) (código de relación -/+). En el Evangelio, Jesús cambió este código con sus discípulos: Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Los llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho. Ustedes no me eligieron a mí, sino que yo los he elegido a ustedes (Jn 15, 15). Mientras el código amo→esclavo es +/-, Jesús lo convirtió en una relación mutua de doble vía, amigo↔amigo: +/+. Y, después de su Resurrección, dicho código fue promovido del rango de amistad al de parentesco. Jesús se aparece a María Magdalena de la que había expulsado siete demonios (Mc 16, 9) y le dice: Suéltame, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve y di a mis hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y Padre de Ustedes, mi Dios y Dios de ustedes (Jn 20, 17).

Así que la presencia del Reino y la Resurrección de Jesús nos han promovido de amigos a familia de Dios Padre. Por hacer acontecer el Reino participamos de la misma Vida de Dios en la medida en que cada quien practique el código de relación +/+ con los prójimos. Tenemos un Padre adoptivo que conoce a cada quien por su nombre, como cualquier progenitor ¡a su propia familia!

Significado de la parábola del hombre que siembra semilla en la tierra

En el contexto de Dios Padre como el Origen de todos, la parábola de la semilla significa que Dios Padre, el sembrador, nos plantó en este mundo para que participemos del Espíritu Santo en la relación con los prójimos más próximos: quienes viven o trabajan bajo el mismo techo, extensivo a los prójimos sin próximos o sin techo. El Reino de Dios es la experiencia

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del Espíritu Santo, de la Vida de Dios en proporción a la semejanza de la relación yo↔tú con la de la semilla↔tierra, con la del Padre↔Hijo: ¡+/+! Sin éste código, el Espíritu Santo no puede habitar en el planeta tierra. Si el lector piensa en una relación sana que tiene o ha tenido, reconocerá que se siente alegre, contento, feliz y con la autoestima bien alta. Está experimentando humanamente la Vida de Dios y su Reino. Si dicha relación se rompe por cualquier motivo, la persona siente el dolor de la separación con sentimientos de tristeza, depresión, rechazo… que son síntomas de muerte, lo contrario a la vida. Está experimentando la ausencia de Dios en su vida y el consiguiente descenso de la propia autoestima.

La manera de participar de la Vida después de la vida es vivir en relación +/+ con el prójimo en este mundo para continuarla después de la Resurrección. El concepto de Dios como Padre de Jesús y, por consiguiente, de su misma divinidad, causó tal polémica en el tiempo de Jesús que lo pagó con su crucifixión. El Reino no está condicionado a ningún credo, raza, religión o clase social. Es una realidad universal de la cual se participa en proporción a la relación +/+ que se tenga con los próximos, incluyendo al enemigo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo; pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos (Mt 5, 43-47).

El odio es aversión que se experimenta hacia una persona o cosa, lo cual lleva a romper la relación con el prójimo. El Reino de Dios exige que ni siquiera se dañen las relaciones con otras personas, hasta el punto de poner primero la relación con el prójimo que el culto: Si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda (Mt 5, 23-24). El altar quedaba a dos o tres días de camino de Galilea, así que ve primero a ponerte en paz con

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tu hermano significa cuatro a seis días de camino antes de regresar al altar y presentar la ofrenda.

Siendo el culto una celebración del Reino, primero está la relación y luego la celebración. El acontecer del código +/+ es el requisito para que el culto a Dios en cualquier religión, Iglesia o secta, sea válido. Sin la relación sana con el prójimo, el culto a Dios es un ritual vacío. Y las Escrituras no dicen si te acuerdas de haber ofendido al hermano, sino

si te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, sea que le hayas ofendido o no.

Solamente de DOS en DOSPor consiguiente, no es una simple coincidencia que Jesús haya enviado a sus discípulos (Mc 6, 7; 11, 1; 14, 13), e inclusive a los setenta y dos (Lc 10, 1), de dos en dos: uno de ellos era la imagen del Padre, el otro, la del Hijo. La relación entre ellos es el medio divino en donde está presente el Espíritu Santo. Por eso, Pedro y Juan aparecen juntos en la narración de los Hechos de los Apóstoles (Hch 3, 1-10). Pablo jamás predicó solo sino con Bernabé, Silas (Hch 15, 40), Timoteo y otros.

Lo que más preocupaba a Jesús antes de morir era su madre: no podía dejarla sin relación porque hubiese perdido su semejanza con la Trinidad: Cuando Jesús vio a su madre y junto a ella al discípulo a quien él quería mucho, dijo a su madre: -Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego le dijo al discípulo: -Ahí tienes a tu madre. Desde entonces ese discípulo la recibió en su casa (Jn 19, 26-28). La relación de prójimos mutuos hecha por Jesús entre María↔Juan perpetúa la relación María↔Jesús, a semejanza de aquella Padre↔Hijo.

La perfección del código +/+

cristiano no está en lo que se hace sino en cómo uno

se relaciona.

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En la narración de la Resurrección, cuando las mujeres fueron al sepulcro a embalsamar a Jesús, encontraron a dos hombres: …estaban asustadas, sin saber qué hacer, cuando de pronto vieron a dos hombres de pié junto a ellas, vestidos con ropas brillantes (Lc 24, 4).

En la narración de Juan, al llegar María Magdalena al sepulcro también vio a dos: …se agachó para mirar dentro, y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús; uno a la cabecera y otro a los pies (Jn 20, 12).

Implicaciones de la parábola del sembrador

Con la noción de Dios y su Reino se capta el significado de la parábola del hombre que siembra semilla en la tierra. Desde el punto de vista de la historia de la humanidad, cuando Dios se hizo humano en la persona de Jesús, comenzó una nueva creación pues se inauguró el Reino. Se restableció en la tierra la semejanza con Dios en el cielo. Antes de su venida, no importaba cuánto se quisieran dos personas, no había presencia ni participación de la Vida de Dios ya que se había perdido por la tentación y el pecado en el incidente con la serpiente, según la metáfora del Génesis (Cap. 3). Después de la Encarnación, la presencia del Espíritu Santo en la tierra se dio en la relación María↔Jesús. Inmediatamente después del bautismo en el Jordán, Jesús empieza a hacer discípulos para anunciar el Reino. Se trataba de contarle a todos los rincones de la tierra que, desde entonces, donde hubiese dos que se aman —se relacionan +/+, como la semilla y la tierra, como el Padre y el Hijo— el Espíritu Santo está haciendo su hábitat entre nosotros. Participación frágil por ahora, debido a la tentación, pero permanente en el tiempo de la cosecha que se refiere a la segunda venida de Cristo donde disfrutaremos de

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la Vida después de la vida en la perfecta armonía entre todos, en la tierra como en el cielo.

Con respecto a la historia de cada quien, Dios Padre nos siembra cuando nacemos para que crezcamos a semejanza de Dios en relación +/+ con quienes viven o trabajan bajo el mismo techo. Depende exclusivamente de cada quien —no ya del sembrador— completar su creación, haciendo acontecer el Espíritu Santo hasta el tiempo de la cosecha. Por eso, la parábola insiste en que el sembrador no hace nada entre la siembra y la cosecha: Con el Reino de Dios sucede como con el hombre que siembra semilla en la tierra: que lo mismo da que esté dormido o despierto, que sea de noche o de día, la semilla nace y crece, sin que él sepa cómo (Mc 4, 26). El sembrador del Reino —Dios Padre— no puede hacer nada más para que acontezca el Reino. Depende de cada quien. La cosecha para cada cuál es el momento de su dormición en el sueño del Señor: hora de regresar a la casa del Padre Nuestro en el Reino definitivo. Cada quien al nacer trae en su mochila todo

lo que necesita para crecer allí donde es plantado por Dios, en relación con sus semejantes.

Dios Padre, el sembrador, sabe que el Reino, la vida del Espíritu Santo entre nosotros, crece espontáneamente, silen-ciosamente como la vida germi-na en la relación semilla↔tierra, sin hacer ruido: Los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo había de llegar el Reino de Dios y él les contestó: ‘El Reino de Dios no va a llegar en forma visible. No se va a decir: -Aquí está- o -allí está-, porque el Reino de Diosya está (en la relación +/+)

La espera despreocupada de

Dios Padre, como la del sembrador de la

parábola, claramente indica que ya Dios ni tiene ni puede hacer

más para que el Espíritu Santo tenga su hábitat entre nosotros.Depende de cómo viva

cada quien el código del Reino

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entre ustedes’” (Lc 17, 20). Así que el Reino crece espontánea-mente, como la semilla, sin hacer ruido.

Este crecimiento espontáneo del Reino es la razón por la cual Jesús vivió de forma anónima —en relación con José y María— durante treinta años; diez años del rutinario trajinar diario por cada uno de los tres años de anunciar públicamente el Reino haciendo discípulos de él. El Reino fue inaugurado por la relación María↔Jesús durante esos largos, silenciosos y escondidos treinta años: secretamente, sin publicidad, en el clan familiar que ocupaba una aldea campesina de una docena de ranchos de tierra y paja, que no aparecía ni en los mapas ni en las lista de los pueblos que tenían que tributar —abusivos impuestos— a los opresivos Romanos.

Si es verdad que Dios nos conoce y quiere a cada quien personalmente, para hacer recíproco su amor bastará con decirle Yo también te quiero mucho, querido Dios ¿Cómo se puede amar a Dios de tal manera que la relación con Él sea auténtica y no un engaño? ¿Cómo se puede tener certeza de que el amor que se profesa a Dios Padre es legítimo? El crecimiento como persona a semejanza de Dios y la medida del amor a Dios son simultáneos y proporcionales a las relaciones sanas (amor +/+) con el prójimo. Por eso, el segundo mandamiento es igual al primero: ¡Ama al Señor tu Dios con toda tu alma y con toda tu mente...! Y el segundo es parecido a éste: -¡Ama a tu prójimo como (igual que) a ti mismo!- Estos dos mandamientos son la base de toda la ley y las enseñanzas de los profetas” (Mt 22, 37-40).

Hemos dicho que el código +/+ significa el amor a sí igual que al prójimo o viceversa; si es +/- o -/+ no es Reino de Dios. Si me quiero como siete y quiero al tú como siete, el amor a Dios vale siete. Si me quiero setenta veces siete y quiero al prójimo setenta veces siete, el amor a Dios es setenta veces siete Si me quiero siete veces siete y quiero al prójimo setenta veces siete, la relación es -/+ la cual no es semejante a la de semilla↔tierra, Padre↔Hijo. Viceversa,

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si me quiero setenta veces siete y quiero a los demás siete veces siete, la relación sería +/- y tampoco sería semejante a la de semilla↔tierra, Padre↔Hijo. Es el código de justicia del amor según el Reino de Dios: Si alguno dice: -Yo amo a Dios- y al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a (no se relaciona con) su hermano a quien ve, tampoco puede amar a (relacionarse con) Dios, a quien no ve. Jesucristo nos ha dado este mandamiento: que el que ama a (se relaciona con) Dios, ame también a (se relacione con) su hermano (1Jn 4, 20-21).

Por consiguiente, en lugar de llamar a Dios para decirle Yo también te quiero mucho, querido Dios, no es válido si no equivale a: Me quiero a mí mismo tanto como al prójimo (+/+): no más (+/-) ni menos (-/+), sino ¡igual (+/+)! Es la única garantía de autenticidad del amor a Dios; sinónimo de salud mental, de crecimiento como ser humano y de la verdadera calidad de vida y felicidad humana. Esta regla del Reino la sintetizan las Escrituras Cristianas afirmando: Hagan ustedes con los demás como quieren que los demás hagan con ustedes (Lc 6, 31).

En otra parte dicen las Escrituras Cristianas: Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de (en la relación entre) ellos (Mt 18, 20). Algunos lo entienden como juntarse para cantar alabaré, alabaré... Pero, si el lector se imagina una cinta de papel entre dos personas y la cinta está rota, es necesario re-unirla que, según el diccionario, es juntar lo que estaba separado; es hacer las paces dando la cara a aquél a quien le diste la espalda. Es ponerle una gasa para cortaduras a la cinta, símbolo de la relación. Sólo entonces podremos cantar alabaré al Señor. No antes, pues cuando la relación está rota, no hay nada que celebrar.

No se puede participar de la Vida de Dios en una relación yo↔cosa. Esa es la razón por la cual la idolatría es prohibida por la ley de Moisés. Así como la vida crece —sea que el sembrador de la parábola duerma o vele, de noche o

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de día—, de manera semejante participamos de la Vida y el Reino de Dios espontáneamente y gratis, sin ninguna otra intervención del sembrador. Si el Reino es la experiencia de participar en el acontecer de la Vida de Dios, como responsabilidad de cada ser humano, no hay nada más que el sembrador del Reino pueda hacer hasta que llegue el tiempo de la cosecha. Del crecimiento, a semejanza de Dios, dice la

El Reino de Dios genera la propia

perennidad por la experiencia de la

Vida en la relación yo↔tú, cuando es

según el código +/+ de la relación semilla↔tierra,

Padre ↔Hijo.

parábola que ni el sembrador ni nosotros sabemos cómo sucede. Se entiende así lo que dice la escritura: Ni el que siembra ni el que riega son nada, sino que Dios lo es todo, pues él es quien hace crecer la planta (1Co 3, 7). La planta aquí es una alegoría de la viña, símbolo bíblico del Reino de Dios.

El ambiente ecológico del YO es un TÚAsí como el factor ecológico que hace posible el crecimiento de la semilla hasta la cosecha es su relación con la tierra, de manera análoga se podría imaginar que el medio ecológico de la Vida del Padre es su relación con el Hijo. Y el único medio ecológico en el cual el yo se desarrolla como persona es en la relación con el tú; a la vez que participa en la Vida misma de Dios. El amor a sí mismo igual que al prójimo (relaciones +/+) es la conducta y el código práctico y mensurable que hace válida mi relación con Dios y mi crecimiento como persona a su semejanza.

Dicho de otra manera: si establezco una relación yo↔cosa ($, poder, ambición) como la prioridad de mi vida, me cosifico: …donde está tu riqueza, ahí estará también tu

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corazón (Mt 6. 21); …pero el que me oye y no hace lo que yo digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y la casa se vino abajo. ¡Fue un gran desastre! (Mt 7, 26-27). Si el tesoro lo pongo en la sana relación yo↔tú, me personalizo y construyo mi existencia sobre roca: …el que me oye y hace lo que yo digo (amor +/+), es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron

los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía su base sobre la roca (Mt 7, 24-25); crezco como persona humana teniendo como límite la plenitud de la Vida en Dios.

Por consiguiente, cualquier declaración de amor que yo le haga a la divinidad tiene validez sólo si implica la relación +/+ con el prójimo: se ama a Dios como cien, cuando se ama al prójimo como cien; si se ama al prójimo como un millón, se ama a Dios como un millón.

Pero... llevamos el tesoro del Espíritu Santo en olla de frágil barro

Pero esta riqueza (de hacerle nido al Espíritu Santo en la relación yo↔tú) la tenemos en nuestro cuerpo, que es como una frágil olla de barro, para mostrar que ese poder tan grande viene de Dios y no de nosotros (2 Co 2, 7).

Para comprobar que realmente llevamos la presencia del Espíritu Santo como en una frágil olla de barro, haz el siguiente experimento: toma una cinta de papel por un

Prójimo viene del latín “próximus”:

quienes viven o trabajan bajo

el mismo techo, extensivo a aquéllos

prójimos sin próximos o sin techo a los cuales uno se aproxima como si fuese su pariente.

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extremo e invita a otra persona a que tome el otro extremo. La cinta de papel es el símbolo de la relación mutua. Reproduzcan la escena siguiente, aumentando cada vez más la rabia y el tono de la voz:

TÚ: -¿Cuántas veces te he dicho que las llaves se ponen en el cajón y no sobre la mesa?-YO: (Impaciente) -Es mi casa y hago ¡lo que me dé la gana!-TÚ: -Porque haces lo que quieres ¡mantienes desorden por todas partes!-YO: (Gritando) -¡No te metas en lo que no te importa!-TÚ: (Con mucha rabia y rompiendo la cinta de papel) -Te puedes ir al infierno y seguir haciendo lo que te dé la gana, ¡estúpido(a)!-YO: (Con furia) -Y tú, ¡imbécil!- …Y la cinta de papel se rompe.

¿Quién ganó la pelea? ¿Yo? ¿Tú? ¡Las llaves!, por supuesto. Qué es más importante: ¿las llaves? o ¿la relación entre ambos? Dos vacas no pelearían por las llaves porque no son personas como nosotros. Ser persona significa que la razón nos es dada para entender y elegir en libertad. La capacidad de razonar se entiende como la capacidad de un organismo para hacer herramientas. La nutria, por ejemplo, que va al fondo del mar, caza una ostra, toma una piedra y sube a la superficie y rompe la ostra sobre su estómago para comérsela, está mostrando un grado de razonamiento mayor que el de la planta. Los delfines parecen ser los más inteligentes puesto que son los mejores terapeutas de los autistas. Por consiguiente, lo que nos hace semejantes a Dios y diferentes de los animales no es la razón sino la libertad, también conocida como el libre albedrío. Es por eso que el ser humano con su razón puede entender las opciones y elegir libremente entre: a) las llaves, haciéndose así parte del problema del mal en el mundo, o b) la relación mutua,

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para hacer parte de la solución del mal, ya que optando por la relación hacemos acontecer la Vida, el Reino de Dios entre nosotros. El propio beneficio es la estabilidad emocional, el crecimiento de cada quien como persona humana y mayor autonomía, porque soy yo quien está a cargo de mí mismo, no los demás.

Quien hizo de tú en el ejercicio le dio prioridad a las cosas por encima de la relación. Si quien actuó como yo le da prioridad a la relación por encima de las cosas, la respuesta habría sido: La próxima vez que se me olvide me lo recuerdas. No es un acto de sumisión como víctima frente a un villano, sino el uso inteligente de su libre albedrío, de su libertad, con la cual ha decidido que la relación es más importante que una cosa. Desde el punto de vista de la relación, es irrelevante dónde se ponen unas llaves pues la prioridad y única realidad válida para Dios es la armonía; lo demás es irrelevante a la calidad de vida y felicidad humanas.

Si se comparan las llaves con un atentado contra la relación, a manera de bomba explosiva, pelearse por las llaves es detonar el explosivo, bombardear la relación entre las personas a la manera de una explosión que destruye su entorno. En el caso de las llaves, el atentado logró su objetivo: destruir la relación yo↔tú, sustituyéndola por el sitio donde deben ir unas llaves.

Ese constante atentado contra las relaciones entre las personas se conoce como tentación: instigación o estímulo que induce o persuade a sustituir la relación con los demás por cosa(s) (dinero, poder, ideas u opiniones políticas, religiosas, filosóficas, de familias o etnias...). Sin tentación —como las llaves de este caso— no hay rompimiento de relación entre las personas. No existiría la posibilidad de ser personas libres sino que obraríamos por instinto, como los animales. Si no se tienen alternativas no se puede ser libre. Por eso, la tentación es una “prueba”, en el sentido de un examen en el cual demostramos que somos libres eligiendo la relación como la

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prioridad que nos hace humanos, en vez de sustituirla por cosas. Los animales no pueden sustituir su relación por unas llaves. Si no hubiese tentación, no podríamos probar que somos libres; seríamos animales o plantas.

En el ejercicio de las llaves, ¿de quién fue la culpa del rompimiento de relación? ¡De las llaves! Si no hubiese llaves no habría habido causa para romper la relación, que es el efecto. Si la tentación es como una bomba explosiva, ¿quién fue responsable de que se disparara el detonador y destruyera la relación? Obviamente, ambos. Por consiguiente, somos responsables del mal en el mundo pero no culpables del mal en el mundo. La culpa del mal es la tentación y la tentación viene del mal, un problema de Dios y no de nosotros los humanos.

Y ¿de dónde viene la tentación? ¿De Dios? Si fuese así, Dios primero nos habría creado a su semejanza y luego nos tentaría para que destruyamos su semejanza en la tierra. Sería una contradicción. No sería Dios:

Dichoso el hombre que soporta la prueba (tentación) con fortaleza, porque al salir aprobado recibirá como premio la vida, que es la corona que Dios ha prometido a los que lo aman. Cuando alguno se sienta tentado a hacer lo malo, no piense que es tentado por Dios, porque Dios ni siente la tentación de hacer lo malo, ni tienta a nadie para que lo haga. Al contrario, uno es tentado por sus propios malos deseos, que lo atraen y lo seducen. De estos malos deseos nace el pecado; y del pecado, cuando llega a su completo desarrollo, nace la muerte (St 1, 12-15).

¿Será que la tentación viene de nosotros mismos? Si la tentación fuese parte de la esencia del ser humano, querría decir que después de la Resurrección volveremos a sentirla y caer en ella. Volveríamos al mismo caos en que vivimos, con

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69 guerras, el pobre cada vez más pobre mientras el rico es cada vez más rico.

Por tanto, la tentación tiene que venir de algo externo a Dios y al hombre. Las tentaciones de Jesús en el desierto muestran claramente que proceden de un agente externo a Él. …tírate abajo; porque la Escritura dice… (Mt 4, 6). Finalmente el diablo lo llevó a un cerro muy alto, y mostrándole todos los países del mundo y la grandeza de ellos, le dijo: —Yo te daré todo esto, si te arrodillas y me adoras (Mt 5, 8-9). Quienes tratamos casos siquiátricos sabemos sobre las alucinaciones. Si no se admite la tentación como algo externo al ser humano, tendríamos que concluir que Jesús era un caso siquiátrico, lo cual invalidaría toda su predicación sobre el Reino, por venir de un desquiciado mental. Por consiguiente, si el lector siente que ha tenido y tiene tentaciones, ¡bienvenido a la raza humana! No necesita siquiatras ni sicólogos:

Así pues, el que cree estar firme, tenga cuidado de no caer. Ustedes no han pasado por ninguna prueba (tentación) que no sea humanamente soportable. Y pueden ustedes confiar en Dios, que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla (1 Co 10, 12-13).

Y Pedro añade: Sean prudentes y manténganse despiertos, porque su enemigo el diablo, como un león rugiente, anda buscando a quien devorar. Resístanle, firmes en la fe (en el Reino), sabiendo que en todas partes del mundo los hermanos de ustedes están sufriendo las mismas cosas (1 Pe 5, 8-9). Las mismas tentaciones que sufrieron nuestros primeros padres continuarán hasta el tiempo de la cosecha. ¡Bienvenidos a la raza humana! No estamos locos.

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Mientras no se encuentre una explicación mejor, el mal viene del mundo externo conocido como diabólico. La tentación es la culpable del mal; nosotros somos los responsables por caer en la tentación y convertirnos en oscuridad en vez de luz del mundo.

En la antigüedad, los comerciantes que querían mantener una clientela hacían una moneda con el logo del negocio y un número. Eran hechas en metal dúctil, que podía partirse en dos con la presión de los dedos. De esa manera, el dueño le daba al viajero la mitad diciéndole que ese era su “símbolos” y que, cuando regresara, podría cargar a ese símbolo todos sus gastos y los de su comitiva; al final pagaba todo junto, en vez de estar pagando por cada servicio. Es el origen de las modernas tarjetas de crédito sin las cuales nadie puede viajar hoy día. Cuando alguien quería pasar gato por liebre, hacía una moneda falsa con el logo del lugar y la partía, presentado solamente una mitad al empleado de turno. Al no encontrar la otra mitad, el empleado le decía que no era un símbolo sino lo contrario: un “diábolos”. De ahí vienen las palabras “diablo” y “diabólico” que es lo contrario de símbolos: quien guarda su palabra conservando la armonía en las relaciones humanas. “Diábolos” es lo contrario: quien dispersa, disgrega, desperdiga y desparrama la unión entre los seres humanos. Por eso, cuando presenciamos los genocidios de mujeres y niños tan sin sentido en las noticias o se piensa en el Holocausto, el comentario de todos es el mismo: “es diabólico”.

En este contexto, Pablo explica que en nosotros habita el Espíritu Santo o habita el mundo diabólico que se conoce como el pecado:

Sabemos que la ley (del +/+) es espiritual, pero yo soy débil, vendido como esclavo al pecado. No entiendo el resultado de mis acciones, pues no hago lo que quiero, y en cambio aquello que odio es

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precisamente lo que hago. Pero si lo que hago es lo que no quiero hacer, reconozco con ello que la ley (+/+) es buena. Así que ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí. Porque yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza débil, no reside el bien (+/+); pues aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. No hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer. Ahora bien, si hago lo que no quiero hacer, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí. Me doy cuenta de que, aun queriendo hacer el bien, solamente encuentro el mal a mi alcance. En mi interior me gusta la ley de Dios (amarse +/+), pero veo en mí algo que se opone a mi capacidad de razonar: es la ley del pecado, que está en mí y que me tiene preso. ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará del poder de la muerte que está en mi cuerpo? Solamente Dios, a quien doy gracias por medio de nuestro Señor Jesucristo. En conclusión: yo entiendo que debo someterme a la ley de Dios (+/+), pero en mi debilidad estoy sometido a la ley del pecado (+/-)(-/+). Así pues, ahora ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, porque la ley del Espíritu (+/+) que da vida en Cristo Jesús, te liberó de la ley del pecado y de la muerte (Ro 7, 14-8, 2).

Así pues, en nosotros habita el Espíritu del Reino llamado “símbolos” o el pecado que hemos explicado como “diábolos”. Por eso se dice que el lenguaje del Evangelio es totalmente radical: El que no está a mi favor, está en contra mía, y el que conmigo no recoge, desparrama (Lc 11, 23). No hay grises entre el blanco (+/+) y el negro. En nosotros habita el espíritu de Vida o habita el espíritu de muerte. No edificar relaciones +/+ es destruirlas ¿Cómo podrá entrar

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alguien en la casa de un hombre fuerte y robarle sus cosas, si primero no lo ata? Solamente así podrá robárselas. El que no está a mi favor, está en contra mía; y el que conmigo no recoge, desparrama (Mt 12, 29-30; Lc 11, 23). Si primero no lo ata se refiere a quien da prioridad a las cosas en lugar de las personas. Las cosas se vuelven el fin y las personas los medios para la construcción del propio Reino. Quien no es luz en este mundo por sus relaciones +/+, es oscuridad diabólica. Pero no por algo externo que me posee sino porque, al caer en la tentación libremente, la persona se convierte en responsable (no culpable) de oscuridad diabólica. Sentir la tentación de robarme un banco no es pecado; robarlo y asesinar a otros en el proceso, ese es el pecado: romper la relación con el otro. La tentación en sí no es pecado. Si te digo una mentira, la relación mutua se rompe. Y romper la relación mutua es pecado porque nos convertimos en oscuridad en vez de luz de este mundo: destruimos la presencia del Espíritu Santo, del Reino de Dios. Por consiguiente, el pecado no es una ofensa a Dios quien no puede ser vulnerable pues no sería Dios. El pecado es la destrucción del acontecer de su Espíritu y su Vida entre nosotros. Y el beneficio de edificar Reino es adquirir gratis (gracia) los dones del Espíritu resumidos en la palabra paz: ecuanimidad en las relaciones con el prójimo. Si estoy en la playa disfrutando el sol, participo de todos sus beneficios. Si me encierro a 50 metros de profundidad, no participo del sol. En ambos casos el sol no cambia. Igual en Dios: quien participa de su Reino participa del sol; quien no lo quiere, se lo pierde, pero Dios —como el sol— no se ve afectado; Dios no es vulnerable. El día en que un pecador se convierte en partícipe del Reino, hay fiesta en el cielo y gran celebración, como la del hijo pródigo cuando regresa a casa. Soy yo el que decido participar del sol, del Reino, si vivo relaciones +/+. De lo contrario, me pierdo los beneficios y soy parte del problema de la oscuridad: obtendré lo contrario a la paz, desasosiego y enajenación. La culpa del mal en el mundo

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es la tentación. Yo soy el único responsable de caer en ella o no; de disparar el detonante que sustituye la relación por cosas o no.

En la Vida después de la vida, a nadie se le ocurrirá pelear con el prójimo por las llaves o cualquier otro objeto, incluyendo ideas u opiniones, así sean religiosas. Seremos entonces inmunes a la tentación. Al haber pasado el examen en ésta vida, obtendremos el diploma de graduación para la otra. Ya pasamos la prueba de la libertad: elegir libremente entre relación o cosas. Mientras tanto, la realidad es que una pareja se divorció porque él apretaba la pasta de dientes por arriba, mientras la mujer insistía que debía apretarse por abajo; el momento de la separación llegó cuando él perdió la tapa de la pasta dental. Estos incidentes en los matrimonios motivaron a las compañías manufactureras a ponerle bisagras a las tapas de las pastas dentales. No para evitar que éstas se pierdan, sino para ¡salvar matrimonios!

Otra pareja se divorció por la manera cómo debe ponerse el rollo de papel higiénico en el sanitario, para que se desenrolle halando hacia arriba o hacia abajo. Esta otra se disolvió porque él había prometido antes del matrimonio planchar sus camisas y nunca lo quiso hacer, ni pagar a alguien que lo hiciera. Existe la mujer que abandonó a su marido porque era tan perfecto y buena gente que no tenía a nadie con quién pelear.

Verdaderamente llevamos la presencia del Reino de Dios en una frágil vasija de barro. En las 69 guerras en curso al momento de escribir este libro, ni los que están matándose saben a fin de cuentas por qué hacen fila para el cementerio, incluyendo los personajes de la invasión a Irak y otras que vendrán mientras el narcotráfico siga financiando el terrorismo. Algunos buscan liberarse de la opresión sin saber para qué y, con frecuencia, pasan de mal a peor —como en el caso de la revolución bolchevique. Mientras algunos sienten

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orgullo de morir defendiendo a su patria, otros quieren vivir en una por la cual no tengan que morir. Las naciones declaran las guerras y los ciudadanos ponen los muertos, mientras sus líderes se divierten con sus mascotas en el jardín de su casa. Llevamos, en verdad, la presencia de la Vida en frágil vasija de barro.

Romper la relación con el prójimo o ir estropeándola hasta romperla, es una conducta suicida y homicida. Si hubiese una persona que no dañara ni rompiese la relación con los demás, jamás moriría. Participaría perennemente del Reino de Dios. Por eso, Jesús, para poder morir, tenía que ser linchado pues no pecó y no podía morir de muerte natural. Si no hay pecado, no hay muerte. Así se explica por qué, en la Vida después de la vida, el dolor, la enfermedad y la muerte desaparecerán. Nadie romperá la relación con su prójimo porque —como en Dios— la relación será su prioridad y su única realidad. La Vida tendrá su hábitat permanente en la relación entre nosotros. Y participaremos de la Vida ¡perennemente! No decimos “eternamente”, porque eterno quiere decir que no tuvo ni principio ni fin. Nosotros hemos tenido principio; hemos sido creados y criados por Dios, quien ha sido siempre. En cambio, perenne significa un continuo, incesante, que no tiene intermisión. La participación plena de la Vida de Dios después de la vida no tendrá intermisiones.

Sin tentación no podemos probar que somos libres. A diferencia de la relación semilla↔tierra, la relación Padre↔Hijo es de absoluta libertad. Ambos son sujetos de relación libre el uno para con el otro. Bien saben ambos que de su relación mutua procede su propia Vida. El propósito de la tentación es hacer creer que la felicidad consiste en tener y poseer en lugar de mantener relaciones +/+: cosificación de las personas y personificación de las cosas. Historia según Dios vs Historia según el hombre.

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Lo dicho con ejemplosPara demostrar lo dicho, imagínese el lector que es pastor, siquiatra, sicólogo o sicoterapeuta. Viene una persona a pedir ayuda y le dice: …mi relación con mi esposa es perfecta; con mi familia, inmejorable; con los compañeros de trabajo, no puede ser mejor... Por favor, ¡ayúdeme! ¿Qué le respondería usted? Posiblemente: ¿A qué ha venido? ¿En qué necesita ayuda?.

En cambio, si la persona viene a relatar que ninguna de sus relaciones funciona, sospechará que algo anda mal y procederá a establecer un contrato terapéutico. Habrá casos excepcionales en los cuales —esa tercera manera de humildad que ya explicamos— una persona será sistemáticamente rechazada y hasta puesta en el patíbulo, como le sucedió a Jesús de Nazaret. El código para entender ese tipo de experiencia mística es que la persona no guarde ningún rencor, que no dé motivo para la persecución ni se siga daño a terceras personas; en ese caso, se convierte en una experiencia mística de Dios, como se reporta en los testimonios de muchos mártires, incluyendo los de los campos de concentración Nazi. Las personas que tuvieron la capacidad de sobrevivir fueron aquéllas que sabían que alguien los esperaba fuera de allí.

Cuando una persona logra establecer relaciones saludables +/+, se siente importante, querida, aceptada, feliz, reconocida, alegre... Todos ellos síntomas de vida, participación de la Vida de Dios y, por consiguiente, su autoestima estará en su más alto nivel.

En el ejercicio del rompimiento de relación por la posición de unas llaves, las dos personas se sienten al final rechazadas, traicionadas, amargadas, tristes, deprimidas. Síntomas de la ausencia de la Vida, pues han consentido en una conducta suicida. La persona se siente como “muriéndose” por dentro y ciertamente su autoestima va barranco abajo. Para aliviar ese dolor de sentirse muriendo

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por dentro, cada quien recurre a algún tipo de narcótico como el alcohol, opiáceos o medicinas, apostar dinero, internet, comer o trabajo excesivo. El rompimiento de relación entre las personas es la causa principal, el origen y explicación de la personalidad adictiva de nuestro tiempo. Cuando la persona se aísla, se vuelve adicta a la depresión y a las medicinas que la controlan.

Desde la infancia nos han presentado cuentos y aventuras de todo tipo cuyo eslogan es que uno es feliz haciendo feliz a los demás. Cuando crecemos, tratamos de replicar lo que originalmente es pura fantasía y jugamos a hacer felices a los demás. La realidad es que en toda la historia de la humanidad nadie ha hecho feliz a nadie. Ni siquiera Jesús a su familia y seguidores. Es el caso de la esposa de un famoso industrial a quien le preguntaron si su esposo la hacía feliz. Ella contestó que no, pues cuando lo había conocido ya ella era feliz y compartía con él su felicidad. Y se había casado con él porque también ya era feliz. Era una relación +/+. La semilla no hace feliz a la tierra, ni la tierra a la semilla. Ambos están completos pero bien saben que aislados no generan vida. Igual la relación Padre↔Hijo: ambos son plenamente felices y viven en íntima comunión disfrutando de su relación +/+ perfecta, en autonomía e interdependencia mutua. En un deporte, nadie hace feliz al otro, todos disfrutan sin reciprocidad ni sacrificio.

El mundo moderno no parece haber tomado conciencia de la correlación directamente proporcional entre relaciones sanas y salud mental, calidad de vida y felicidad; entre rompimiento de relaciones o relaciones no saludables (+/-; -/+) y enfermedades físicas y mentales. La adolescencia es una etapa tan vulnerable porque hay ambivalencia entre la relación familiar y la aceptación del grupo de pares. El balance que logren mantener los progenitores entre el acelerador y el freno, hará que el adolescente vaya alcanzando la madurez en términos de ir conquistando una autonomía en

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interdependencia sana con el ambiente familiar. Demasiado rigor o excesiva libertad llevarán al joven a una dependencia o a una independencia radical con respecto a su medio: ambos extremos son viciosos. La virtud está en el justo medio: lograr una autonomía en interdependencia con los demás.

La brújula del ReinoLa figura 2 muestra cómo la brújula indica el Norte para poder orientarse en un mapa; el Reino de Dios es la brújula que le da sentido y dirección a la existencia para encontrar calidad de vida y felicidad en éste mundo y para continuar disfrutándola en la Vida después de la vida. Dios nos hizo libres y no puede intervenir en la historia, pues sería retractarse de su decisión de hacernos libres como lo es Él. Si privara de la libertad a quienes no viven Reino, se estaría relacionando +/+ con unos y +/- con otros: rompería el equilibrio de la justicia del Reino. De la única manera en que Dios actúa es mostrando un sentido de dirección: la brújula del +/+ que es el Norte de la historia según Dios. Pero, este sentido de dirección no es una meta, pues el barco que va hacia el norte puede, de un

momento a otro, ir al sur. Es un campo magnético que no se puede especificar en coordenadas precisas y que sólo indica un sentido de dirección. Por eso, los aviones en vuelo tienen que hacer una corrección magnética según el sitio donde estén, pues un grado en una distancia larga puede convertirse en errar el destino por miles de kilómetros.

Gracias a la libertad, unos van en dirección Este —que sería relación +/-: mi vida vale la pena y la tuya no; van en contra de la corriente buscando su propio reino de dinero, poder, orgullo, influencias, de ganar y probar que son más que los demás. Es la historia del hombre, según el hombre.

En uso de su libertad, hay otros que van en dirección Oeste en sus vidas, sintiéndose -/+: mi vida no vale la pena y la tuya sí —son los que van con la corriente y se prestan de escalón para los que van +/-: permiten que los demás mercadeen con la ingenuidad de los incautos. Pasan de creyentes a crédulos y son fácil presa de quienes los utilizan para construir sus propios Reinos—.

Hay otros cuya brújula indica el sur, en relaciones -/-. Mi vida no vale la pena y la tuya tampoco; dedican su existencia a destruirse y destruir a los demás. Son los adictos a cualquier proceso autodestructivo. De ahí el consejo: Ustedes han oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente.’ Pero yo les digo: No resistas al que te haga algún mal; al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y te quiere quitar la camisa, déjale que se lleve también tu capa. Si te obligan a llevar carga una milla, llévala dos. A cualquiera que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda al que te pida prestado (Mt 5, 38-42). Vale más perder una cosa que la vida por una cosa.

Si, por el contrario, toda la humanidad tocara en armonía la sinfonía del +/+, tendríamos el camino pavimentado hacia el paraíso en esta tierra. Pero, como ya explicamos, esto no es posible por la tentación y el mal que se han dedicado a destruir la historia según Dios entre nosotros.

Orar es fusionar la voluntadpropia con la de Dios

Se dice repetidamente en los Evangelios que Jesús dedicaba mucho tiempo a la oración. Orar es fusionar la voluntad Figura 2

SurS/S

Norte+/+

OesteS/+

Este+/S-/+ +/-

-/-

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Gracias a la libertad, unos van en dirección Este —que sería relación +/-: mi vida vale la pena y la tuya no; van en contra de la corriente buscando su propio reino de dinero, poder, orgullo, influencias, de ganar y probar que son más que los demás. Es la historia del hombre, según el hombre.

En uso de su libertad, hay otros que van en dirección Oeste en sus vidas, sintiéndose -/+: mi vida no vale la pena y la tuya sí —son los que van con la corriente y se prestan de escalón para los que van +/-: permiten que los demás mercadeen con la ingenuidad de los incautos. Pasan de creyentes a crédulos y son fácil presa de quienes los utilizan para construir sus propios Reinos—.

Hay otros cuya brújula indica el sur, en relaciones -/-. Mi vida no vale la pena y la tuya tampoco; dedican su existencia a destruirse y destruir a los demás. Son los adictos a cualquier proceso autodestructivo. De ahí el consejo: Ustedes han oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente.’ Pero yo les digo: No resistas al que te haga algún mal; al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y te quiere quitar la camisa, déjale que se lleve también tu capa. Si te obligan a llevar carga una milla, llévala dos. A cualquiera que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda al que te pida prestado (Mt 5, 38-42). Vale más perder una cosa que la vida por una cosa.

Si, por el contrario, toda la humanidad tocara en armonía la sinfonía del +/+, tendríamos el camino pavimentado hacia el paraíso en esta tierra. Pero, como ya explicamos, esto no es posible por la tentación y el mal que se han dedicado a destruir la historia según Dios entre nosotros.

Orar es fusionar la voluntadpropia con la de Dios

Se dice repetidamente en los Evangelios que Jesús dedicaba mucho tiempo a la oración. Orar es fusionar la voluntad Figura 2

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propia con la de Dios. Si el lector ha entendido que Dios es relación a semejanza de la semilla y la tierra, comprenderá que cuando Jesús llega a la tierra tiene que estar en continua comunicación con su Padre para entender cómo vivir +/+ en un mundo donde las cosas son tratadas como personas y las personas como cosas desechables.

Por tanto, el objeto de la oración es llevar a una persona —como Francisco de Asís— a encarnar a Jesús de tal manera que hizo del Reino su propio amor, querer e interés. Vivió el Evangelio al máximo: …no anden afligidos, buscando qué comer y qué beber. Porque todas estas cosas son las que preocupan a la gente del mundo, pero ustedes tienen un Padre que ya sabe que las necesitan. Ustedes pongan su atención en el Reino de Dios, y recibirán también estas cosas (Lc 12, 29-31). Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, diseñó sus Ejercicios Espirituales para ordenar la vida según el Reino y para buscar y hallar la voluntad de Dios en la disposición de la propia vida al servicio del acontecer del Reino. Si queremos ser felices, podemos preguntarle al Señor dónde quiere que empleemos nuestra existencia al servicio del Reino. Hay un abanico de opciones. La voluntad universal de Dios es amarnos +/+, pero hay otra voluntad individual que es en qué forma de existencia quiere Dios que le sirvamos llevando la antorcha del Reino. La misión para el casado, el soltero, el religioso o el laico es siempre la misma: el Reino de relaciones +/+. Si el lector está interesado en hacer los ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola, puede acceder a la página en ordenarlavida.com; porquenosuicidarte.com. Allí encontrarás atención personalizada para orientar tu proceso de fusionar tu voluntad con la de Dios.

No nos dejes caer en la tentaciónSi el lector padece tentaciones, conviene tener en cuenta tres cosas. La primera, contra las tentaciones no se lucha.

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Nadie se pone frente a una avalancha o un huracán sacando pecho. Uno se protege de estos fenómenos de la naturaleza escondiéndose en lugares protegidos contra ellos. La protección contra la tentación es practicar la virtud opuesta: contra la soberbia, humildad; contra la avaricia, largueza; contra la lujuria, castidad; contra la ira, paciencia; contra la gula, templanza; contra la pereza, diligencia. Son las siete tentaciones principales y las combinaciones entre ellas son infinitas.

La segunda es que la mejor manera de prevenir la tentación es contarla. Los procesos de adicción pasan siempre por tres etapas: La primera es una conducta socialmente aceptable —como el niño que toma un sorbo de vino y se lo celebran. La segunda etapa es mantener en secreto la tentación —beber a escondidas o consumir un licor que no delate el olor a alcohol. La tercera son las conductas suicidas u homicidas —manejar embriagado causando un accidente que termina en la morgue, el hospital o la cárcel. Las mismas etapas se dan con cualquier otra adicción, sea a opiáceos, al sexo, a robar o internet… Por eso, en los centros de tratamiento, se asigna un padrino al participante, una persona que se compromete a atender al neófito a cualquier hora y dejar que le cuente la tentación. Estos padrinos están entrenados para no juzgar y comunicar relación +/+. Nadie se cura solo de una adicción. Tentación contada, tentación vencida, dice el dicho

El tercer factor que se debe tener en cuenta es no juzgar. Cuando vea a alguien en malas condiciones (cualquiera que sean), en lugar de juzgar el lector puede dar gracias a Dios con una oración tal como Gracias Señor porque no me has dejado caer en esa tentación. En esto, el Evangelio es enfático:

No juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes. Pues Dios los juzgará a ustedes de la misma manera que ustedes juzguen a otros; y

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con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les dará a ustedes. ¿Por qué te pones a mirar la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo? Y si tú tienes un tronco en tu propio ojo, ¿cómo puedes decirle a tu hermano: ‘Déjame sacarte la astilla que tienes en el ojo’? ¡Hipócrita!, saca primero el tronco de tu propio ojo, y así podrás ver bien para sacar la astilla que tiene tu hermano en el suyo (Mt 7, 1-5).

Cuenta la historia que una mujer muy chismosa fue a preguntarle a su Pastor qué hacer para aprender a vivir ella y dejar que los demás vivieran su vida. El Pastor le recomendó que, cuando fuera a matar la próxima gallina, la llevara por todo el pueblo arrancando las plumas y dejándolas por doquier. Tras hacerlo volvió donde el Pastor quien le dijo: …ahora ve y recoge una por una las plumas. ¡Imposible!, respondió la dama. El Pastor le hizo caer en cuenta que las críticas y los chismes son como esparcir plumas. Nadie las vuelve a recoger. Quienes trabajamos con pacientes mentales sabemos muy bien el daño que hace una crítica, un juicio o descalificación. A veces lleva a las personas al suicidio. El rechazo es lo más dañino que puede haber en la familia o grupo humano.

En conclusión, la mejor manera de lograr inmunidad contra la tentación es tener relaciones +/+ con todo el mundo, cada día, como si fuera el último, de tal manera que si al acostarnos examinamos cómo hemos vivido y la respuesta es 1A, podemos tener la tranquilidad de que si el Señor nos llama en el sueño, continuaremos viviendo +/+ por toda la eternidad. Esto explica por qué los novios que están enamorados viven el uno para el otro y les parece que su pareja es la persona más divina y encantadora que existe en el planeta. Si toman una cinta de papel de sumadora y

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le dan varias vueltas, por más que traten de romperla, no lo lograrán. Es una relación fuerte que los protege contra la tentación. Luego de la boda, empiezan a pelear por las llaves, el papel higiénico o cualquier otra estupidez que —a la larga— deja la relación llena de rotos, como un colador. Es entonces cuando él empieza a ver la nena del lado y lo que se está perdiendo, y viceversa. Hay una proporción directa entre buenas relaciones y estabilidad emocional, amor sano, calidad de vida y relativa felicidad humana.

Este libro es un instrumento que prepara y predispone a la persona para la venida de la paz del Reino por la presencia del Espíritu Santo. ¿Quién sabe si este sea el instrumento para que el Padre, Origen nuestro en el cielo, haga consciente al lector de que está en su lista de discípulos predestinados para ser elegido y enviado como apóstol, testigo presencial del Reino?

Cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de

mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más

lejanas de la tierra (He 1, 8).

¡Santificado sea tu nombre!

Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva. Si una de mis ramas no da uvas, la corta; pero si da uvas, la poda y la limpia, para que dé más. Ustedes ya están limpios por las palabras que les he dicho. Sigan unidos a mí, como yo sigo unido a ustedes. Una rama no puede dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera, ustedes no pueden dar fruto, si no permanecen unidos a mí. Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer nada. El que no permanece unido a mí, será echado fuera y se secará como las ramas que se recogen y se queman en el fuego. Si ustedes permanecen unidos a mí, y si permanecen fieles a mis enseñanzas (amarse +/+), pidan lo que quieran y se les dará. En esto se muestra la gloria de mi Padre, en que den mucho fruto y lleguen así a ser verdaderos discípulos míos. Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí; permanezcan, pues, en el amor que les tengo. Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les hablo así para que

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se alegren conmigo y su alegría sea completa. Mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros como yo los he amado a ustedes... Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca… Esto, pues, es lo que les mando: Que se amen unos a otros (Jn 15, 1-17).

El esquema elemental del flujo de autoridad en una organización tiene jerarquías. Alberto, Bernardo y Carlos trabajan en coordinación con un Jefe para producir un trabajo que eventualmente se va a contabilizar en términos de dinero. Quien no produce, es desechado de la organización: conexión y coordinación de un individuo con otros a través de un jefe para realizar un deber o trabajo común. El Espíritu Santo no habita entre nosotros como parte de un flujo de autoridad. No es una manufactura que se “produce” por la coordinación de individuos al mando de un jefe. Nadie puede ir a un supermercado y pedir que le vendan cien mil pesos de vida. Se le van a reír en la cara pues la vida no es medible, cuantificable, no se puede ver, oír, oler, gustar ni palpar, como tampoco lo es la Vida en Dios que es su Espíritu Santo.

En las Escrituras Cristianas, las comparaciones con la Trinidad son con “organismos”, no con “organizaciones”. En ellas se precisa tanto la noción de Dios trino como la sabiduría del Reino. En un organismo no hay órganos más importantes. De la mutua relación de interdependencia entre ellos depende que se mantenga y renueve la vida. Contrario a una organización, un organismo se define como un cuerpo compuesto de órganos en relación mutua, inter-dependiente y autónoma, participando todos de la misma e idéntica vida. Cada órgano es feliz y trabajan todos en autonomía (cada quien es cada quien) y en interdependencia mutua para sobreabundar la vida. Mientras que el trabajo empresarial

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se mide y calcula por deberes sincronizados, la vida se mide solamente por la experiencia de mayor o menor salud. Mientras los operarios de una organización empresarial pueden jubilarse de su trabajo, la vida en el organismo se mantiene, sin poder retirarse. El día en que el árbol decida no absorber los nutrientes de la tierra, empezará a morir. El día en que un corazón decida darse vacaciones y no trabajar, se suicidará matando a todo el organismo.

Las Escrituras Cristianas comparan la Trinidad con la vid. El sembrador es Dios Padre, el Origen de la Vida, como también lo era en la parábola de la semilla que crece por sí sola espontáneamente. Viñador se define como quien cultiva y guarda la viña, que se refiere al Padre quien plantó su Reino entre nosotros: la vid.

La vid no es un árbol sino una planta vivaz y trepadora, de tronco retorcido y ramas hasta de ochenta metros de largo. La planta se distingue del árbol por su tronco, muy superior en tamaño a las ramas. El tronco de la vid, que se compara con Jesús, no alcanza más de un metro con cincuenta y no da fruto. Es en los gajos que nacen de él donde brotan las hojas, las flores y los frutos.

Las ramas se comparan con los discípulos. Y el fruto que se espera de las ramas es que el Padre reciba el honor que se merece: que su nombre sea conocido hasta en el último rincón de la tierra. Este honor se entiende precisamente como la cualidad moral que lleva al cumplimiento del amor al prójimo como a sí mismo, cuyo objetivo es la gloria y buena reputación del Padre, la cual va más allá de las familias, personas y acciones de quienes se la procuran. Y esta gloria se hace realidad, no en la medida de lo que el discípulo hace, sino en proporción a cómo se relaciona: amarse mutuamente +/+ como Jesús nos ha amado.

Una dramatización ayuda a entender el concepto. A un grupo grande de personas en una sala se les dice que el presentador va a ser el tronco de la vid. ¿Cómo recibirán la

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vida del tronco (que es el presentador) las últimas personas del salón que serían como las uvas? Obviamente, por la relación de una persona con otra. Pídales que se cojan de la mano para que comprendan que la participación de la vida del tronco no es por la relación de cada una de ellas con el tronco, sino por la relación de una uva con la próxima. El tronco no produce fruto; esto lo hacen las ramas y así se entiende lo que dice Jesús: …yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. (Jn 10, 10) Jesús personalmente no se beneficia en nada con su venida al mundo pues es el Hijo de Dios. Ha venido para que nosotros demos frutos participando abundantemente en la Vida que él trae, por la relación +/+ con nuestros prójimos. Haciendo acontecer asi la historia humana según Dios.

La noción del Padre como Viñador evoca la noción del mismo como Sembrador. Ambas semejanzas apuntan a una noción de Dios como Origen de la vida en un organismo; si bien un organismo es organizado, no tiene nada qué ver con la jerarquía de poder y flujo de autoridad de una organización jerárquica.

Por consiguiente, la relación entre las personas, a la manera de los órganos en un organismo, es diferente a las relaciones jerárquicas dentro de una organización. En ella se sustituye la aceptación incondicional del tú por la estadística de su producción, mensurable y cuantificable solamente en términos de $$$. La persona se convierte en un individuo-estadística para la empresa. Esto no quiere decir que producir sea malo: Cuando estuvimos con ustedes, les dimos esta regla: -El que no quiera trabajar, que tampoco coma-. Pero hemos sabido que algunos de ustedes viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada. A tales personas les mandamos y encargamos, por la autoridad del Señor Jesucristo, que trabajen tranquilamente para ganarse la vida (2 Tes 3, 10).

No se trata aquí de hacer una apología de la pereza. Se trata de explicar cómo la relación Padre↔Hijo en Dios

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es de total aceptación mutua entre dos felices, por ser cada uno quien es, y porque ninguno utiliza al otro para beneficio propio. No se parece en nada a la relación del jefe con su empleado. La comparación apunta a un tipo de relación mutua en Dios, parecida a la de un organismo y ajena a la de una organización empresarial.

Dios como cuerpoPablo compara a Dios y la nueva humanidad que hace acontecer el Reino haciendo de su historia la historia de Dios, con otro organismo: el cuerpo humano.

El cuerpo humano, aunque está formado por muchos miembros, es un solo cuerpo. Así también Cristo. Y de la misma manera, todos nosotros, judíos o no judíos, esclavos o libres, fuimos bautizados para formar un solo cuerpo por medio de un solo Espíritu; y a todos se nos dio a beber de ese mismo Espíritu. Un cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos. Si el pie dijera: «Como no soy mano, no soy del cuerpo», no por eso dejaría de ser del cuerpo. Y si la oreja dijera: «Como no soy ojo, no soy del cuerpo», no por eso dejaría de ser del cuerpo. Si todo el cuerpo fuera ojo, no podríamos oír. Y si todo el cuerpo fuera oído, no podríamos oler. Pero Dios ha puesto cada miembro del cuerpo en el sitio que mejor le pareció. Si todo fuera un solo miembro, no habría cuerpo. Lo cierto es que, aunque son muchos los miembros, el cuerpo solo es uno. El ojo no puede decirle a la mano: «No te necesito»; ni la cabeza puede decirles a los pies: «No los necesito». Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los que más se necesitan; y los

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miembros del cuerpo que menos estimamos, son los que vestimos con más cuidado. Y los miembros que consideramos menos presentables, son los que tratamos con más modestia, lo cual no es necesario hacer con los miembros más presentables. Dios arregló el cuerpo de tal manera que los miembros menos estimados reciban más honor, para que no haya desunión en el cuerpo, sino que cada miembro del cuerpo se preocupe por los otros. Si un miembro del cuerpo sufre, todos los demás sufren también; y si un miembro recibe atención especial, todos los demás comparten su alegría (1 Co 12, 14-26).

En el mundo semítico había una metáfora popular sobre la sociedad como organismo. Por ella se legitimaba la estructura social establecida de dominio de los poderosos sobre la masa de los humildes oprimidos. La cabeza representaba al soberano o grupo dominante llamados “honestiores”; el resto eran los sometidos, llamados “humiliores”. Hoy día, siempre que se le pregunta a una audiencia por qué sería la cabeza lo más importante en un cuerpo humano, la respuesta es: porque es la sede del cerebro que dirige, que gobierna el cuerpo. Es la concepción del cuerpo como organización ajena a la figura de Pablo. Utiliza la metáfora pero reinterpretándola totalmente. En la Epístola a los Gálatas se dice que el bautismo es el rito de iniciación al cuerpo de Cristo y por eso habla de “revestirse” de Cristo. Los animales no se revisten; los humanos sí: Pero ahora que ha llegado la fe (en el Reino), ya no estamos a cargo de ese esclavo que era la ley (de Moisés), pues por la fe en Cristo Jesús todos ustedes son hijos de Dios, ya que al unirse a Cristo en el bautismo, han quedado revestidos de Cristo. Ya no importa el ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo (Ga 3, 26-28).

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Por consiguiente, somos órganos de un solo cuerpo: El cuerpo humano, aunque está formado por muchos miembros, es un solo cuerpo. Así también Cristo.

El pan y el vino de la última cena tienen el mismo sentido y por eso Pablo dice: Cuando bebemos de la copa bendita por la cual bendecimos a Dios, participamos en común de la sangre de Cristo; cuando comemos del pan que partimos, participamos en común del cuerpo de Cristo. Aunque somos muchos, todos comemos de un mismo pan, y por esto somos un solo cuerpo (1 Cor 10, 16-17). Cuando Cristo dice en la última cena haced esto en conmemoración mía no se trata de un simple ritual de hocus pocus mágicos sino de que el cuerpo y la sangre de cada quien se convierta en alimento para las buenas relaciones con los demás; si cada quien mantiene la relación +/+ con su prójimo, como los miembros de un mismo cuerpo, Cristo se mantiene resucitado entre nosotros hasta el fin de los tiempos cuando Él en persona regrese: Este mismo Jesús que estuvo entre ustedes y que ha sido llevado al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse allá (He 1, 11).

El recibir el cuerpo y la sangre de Cristo es el compromiso que cada discípulo hace de revestirse de Cristo viviendo Reino; amándose unos a otros como Cristo nos ha amado. El vestido en el mundo heleno era un símbolo de transformación: …revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no busquen satisfacer los malos deseos de la naturaleza humana (Rm 13, 14).

El hecho de que seamos un solo cuerpo explica cómo es posible un auténtico pluralismo, pues cada órgano tiene su propio carisma, su función específica diferente a la de los demás órganos. Pablo no busca un orden jerárquico organizacional sino una inversión de los valores entre honestiores y humiliores. Por eso, le da mayor “honor” a los órganos más débiles y más deshonrosos. La Vida de Dios —como la de un cuerpo— es participada por cada uno como

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los órganos de un cuerpo entre los cuales no hay unos más importantes que otros. Así la relación entre los humanos como los órganos, no tiene espacio para acepción de personas: todos +/+: Dios arregló el cuerpo de tal manera que los miembros menos estimados reciban más honor. Y los menos estimados de la sociedad son las viudas, los huérfanos, los extranjeros, los inmigrantes, los ancianos, los desplazados por la violencia, los que no tienen techo y, por consiguiente, no tienen prójimos (quienes viven o trabajan bajo el mismo techo). No se les puede discriminar por su débil condición si es que el Reino se quiere hacer acontecer entre nosotros.

El uso de la cabeza denuncia un orden jerárquico. La respuesta de todos los interrogados sobre por qué la cabeza es importante en un cuerpo, es la misma: es la que dirige, la que da las órdenes, como cualquier gerente de empresa. Concepto organizacional ajeno a Pablo para quien, siguiendo la anatomía de su tiempo, la cabeza era importante no por el cerebro sino por la boca, como la fuente de nutrición del cuerpo: …la cabeza, la cual hace crecer todo el cuerpo al alimentarlo y unir cada una de sus partes conforme al plan de Dios (Col 2, 19). La importancia de la boca como fuente de alimento es ajena a nuestro mundo contemporáneo. Para Pablo, la cabeza es símbolo de Cristo: …profesando la verdad en el amor, debemos crecer en todo hacia Cristo, que es la cabeza del cuerpo. Y por Cristo el cuerpo entero se nutre y se liga bien mediante la unión entre sí de todas sus partes; y cuando cada parte funciona bien, todo va creciendo y edificándose en amor (relación) (Ef 4, 15-16). Un cuerpo no se nutre por el cerebro. Por consiguiente, es claro que —para Pablo— el alimento que nutre es el que hace los nexos entre los diversos órganos de un cuerpo. Y el alimento que nutre el Cuerpo de Cristo es el Espíritu Santo: …a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu (1Co 12, 13). Así que Cristo es la Cabeza del Cuerpo y el Espíritu Santo es su alimento; su Vida.

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Es, pues, un paralelo entre la nutrición en un cuerpo físico —que equivale al cuerpo del Resucitado—, y el Espíritu Santo quien es su alimento. Y este cuerpo irá creciendo hasta su pleno desarrollo, hasta …la plenitud misma de Cristo; y Cristo es la plenitud de todas las cosas (Ef 1, 23; 3, 19; 4, 10). Se conoce como el pleroma de Cristo que coincide con su segunda venida, cuando Dios Padre juzgue que el tiempo de la cosecha ha llegado.

Pablo completa su comparación diciendo que somos los miembros de ese cuerpo, miembros de una misma familia en Dios, donde cada quien es tan importante como cualquier órgano en el cuerpo humano. Y que participamos de la vida misma de Dios, del Espíritu Santo, en la medida del amor (aceptación de) a sí mismo igual que al prójimo (+/+), al igual que los órganos en un cuerpo participan de la vida del mismo organismo en proporción a su mutua inter-dependencia. Cada cual en su función, sin preocuparse de si los otros órganos hacen su función o no.

Para Pablo, nosotros somos el cuerpo del resucitado a quien mantenemos vivo aquí y ahora en proporción al código de relaciones +/+ entre prójimos. Somos órgano de ese cuerpo en función de los llamados carismas del Espíritu Santo que se entienden como un don gratuito de Dios para que cada cual se haga artesano del Reino según la función que Dios le haya dado. El ser persona es un carisma, un don gratuito; desempeñar una función según las cualidades de cada quien es un carisma más particular: talentos que Dios da a cada uno, no para construir cada quien su propio reino (+/-) sino para hacerse artesano del código del Reino; para desempeñar un ministerio (diakonía) y hacer acontecer el Reino para que el cuerpo crezca hasta su plenitud (pleroma). Utopía de una familia perfecta donde cada miembro es tan importante y respetado como cualquier otro, ¡sin distinciones!

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Dios (Padre) da a cada uno alguna prueba de la presencia del Espíritu, para provecho de todos (del Reino de Dios; no el propio). Por medio del Espíritu a unos les concede que hablen con sabiduría; y a otros, por el mismo Espíritu les concede que hablen con profundo conocimiento. Unos reciben fe por medio del mismo Espíritu, y otros reciben el don de curar enfermos. Unos reciben poder para hacer milagros, y otros para comunicar mensajes recibidos de Dios. A unos, Dios les da la capacidad de distinguir entre los espíritus falsos y el Espíritu verdadero... Pero todas estas cosas las hace el único y mismo Espíritu, dando a cada persona lo que a él mejor le parece (1Co 12, 7-11).

Lo dicho por Pablo se puede resumir en la historia de la nariz que le dijo un día a los ojos: -No seguiré siendo tu burra de carga llevándote los anteojos a donde quiera que vayas-. Y la nariz se deshizo de los espejuelos. Tres pasos más adelante, la persona dio un traspié y se fue de bruces, terminando en el hospital con la nariz rota. Entonces la nariz se reconcilió con los ojos diciéndoles que ahora entendía que era por su propio bien que cargaba los anteojos. Cada órgano tiene que ser interdependiente con los vecinos para poder participar de la vida del cuerpo y sobrevivir.

El carisma personal es solamente un medio para el bien común del cuerpo; sirve para ejercer la diaconía encomendada a cada quien para que —según el código— preste su servicio en hacer visible el Reino de Dios entre nosotros. Cada quien en la función para la cual el Espíritu le ha asignado un carisma …estas cosas las hace con su poder el único y mismo Espíritu, dando a cada persona lo que a él mejor le parece (1Cor 12, 11). Dios ha querido que en la iglesia haya, en primer lugar, apóstoles(1Cor 12, 28; Ef 4, 11). Es el carisma más importante para el bien del cuerpo ya que su misión es

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hacer discípulos del Reino, anunciándolo de palabra y obra. Es el don fundamental al cual cada cristiano debe aspirar.

Pablo elabora todavía más el concepto del Cuerpo de Cristo diciendo que los carismas del Espíritu Santo desaparecerán después de la Resurrección, excepto la caridad (=relación). No puede haber Vida y presencia del Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo sin amor, sin relación. Ésta jamás dejará de existir como el medio divino donde habita la presencia de Dios:

Yo voy a enseñarles un camino mucho mejor (que los dones del Espíritu): Si hablo las lenguas de los hombres y aun de los ángeles, pero no tengo amor (=relación), no soy más que un metal que resuena o un platillo discordante. Y si hablo de parte de Dios y entiendo sus propósitos secretos, y sé todas las cosas, y si tengo la fe necesaria para mover montañas, pero no tengo relación, ¡no soy nada! Y si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y aun si entrego mi propio cuerpo para ser quemado, pero no tengo relación, de nada me sirve.Relacionarse es (ser otro Cristo): saber soportar, es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad... La relación jamás dejará de existir. Un día los humanos dejarán de profetizar, y ya no hablarán lenguas, ni serán necesarios los conocimientos.Porque los conocimientos y la profecía son cosas imperfectas, que llegarán a su fin cuando venga lo que es perfecto (1Co 12, 31-13,10).

En la realidad de Dios, como un cuerpo familiar tan coherente como la relación entre los órganos de un cuerpo,

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tenemos al Hijo como la cabeza y al Espíritu Santo como la Vida del cuerpo que se alimenta por la boca de Cristo. Pero, ¿el Padre? Para Pablo, el Padre es cabeza de Cristo: … quiero que entiendan que Cristo es cabeza de cada hombre, y que el esposo es cabeza de su esposa, así como Dios (Padre) es cabeza de Cristo (1Co 11, 3). Si la intención de la analogía de Pablo es describir la vida en el Espíritu Santo que nos llega por la boca —en el contexto de un organismo—, al decir que el Padre es cabeza de la cabeza no se refiere a la jerarquía superior→inferior de una organización.

En la figura 3 se muestra que si Cristo es cabeza y nosotros somos su cuerpo, entonces el Padre es cabeza y Cristo es el cuerpo del Padre. Y como por la boca se alimenta el cuerpo, quiere decir que de la boca del Padre y de la boca del Hijo procede el Espíritu Santo. El paralelo sería que en la relación del esposo, imagen del Padre, y la esposa, imagen del Hijo, habita el Espíritu Santo.

Es pues un paralelo entre la relación Padre↔Hijo y la relación esposo↔esposa. Así como el Espíritu Santo procede de la relación Padre↔Hijo, el Espíritu Santo habita en la relación esposo↔esposa. La célula original de la Iglesia es la familia. El Génesis empieza por la familia y el primer milagro fue en Caná, precisamente en una boda. Por consiguiente, la Iglesia es la reunión de las familias que viven Reino de Dios, en la tierra como en el cielo.

Una vez más se confirma el hecho de que el Reino no acontece sino en la relación +/+ entre dos personas. Es por eso que Pablo exhorta: Estén sujetos los unos a los otros, por reverencia a Cristo. Las esposas deben estar sujetas a sus esposos

Epíritu Santo

Hijo

Padre

Iglesia

Esposo

Esposa

Figura 3

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como al Señor, porque el esposo es la cabeza de la esposa, como Cristo es la cabeza de la Iglesia (reunión de quienes se hacen artesanos del Reino) (Ef 5, 22). El sometimiento de la esposa al esposo no es el código de un inferior a un superior (relación +/-) dentro de una organización, sino el de un órgano con otro (+/+), dentro de un mismo organismo: En la vida cristiana ni el hombre existe sin la mujer ni la mujer sin el hombre (1 Co 11, 11). La relación esposo↔esposa debe ser semejante a la de Padre↔Hijo para que sea hábitat y participación del Espíritu Santo. En eso se diferencia un matrimonio cristiano de uno civil, en el compromiso de los esposos de relacionarse en la tierra como el Padre y el Hijo en el cielo. El Padre recibe honor cuando le permitimos al Reino de Dios acontecer entre nosotros según el código de la relación +/+ con el prójimo. El compromiso de hacer de la relación mutua en la tierra una réplica de la relación trinitaria es la esencia del matrimonio cristiano y de cualquier relación humana sana.

Del cuerpo de Cristo al cuerpo TrinitarioDe los conocimientos de anatomía que tenía Pablo hace veinte siglos a lo que sabemos hoy, ha habido un progreso notable. La Medicina ha logrado alimentar un cuerpo por medio de un tubo directo al sistema digestivo o por vía intravenosa; no necesariamente por la boca. Y la cabeza ya no es lo último que deja de vivir. De hecho, la muerte sobreviene cuando el cerebro cesa de producir ondas electromagnéticas; se dice entonces que hay una muerte cerebral y así se define médica y legalmente la muerte del ser humano. Cuando esto sucede y el funcionamiento de los pulmones se mantiene por medios mecánicos como es el respirador artificial, el cuerpo está en un estado de vida llamada vegetal. Es el momento en que órganos tales como el corazón, pulmón, riñones, hígado, etc. pueden ser extraídos para ser trasplantados a otros cuerpos

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con cerebros vivos. Y esto es ético, constitucionalmente legal y moralmente aceptable.

Actualizando la anatomía, y para comprender mejor a Pablo cuando explica que somos el cuerpo de Cristo, podemos comparar la noción con el sistema respiratorio para tener una comprensión más pedagógica e integral de la idea. La sangre en el organismo va de las células al corazón. El corazón envía la sangre al pulmón donde los residuos –en forma de CO² (dióxido de carbono)– son descartados y el oxígeno es recogido por la respiración. El corazón recibe la sangre del pulmón para enviarla de nuevo a cada célula del cuerpo. Véase la figura 4.

Por este ciclo, la vida del organismo se mantiene regenerada. Si en un accidente pierdo una pierna, mano o pie, estos mueren, mientras que el resto del cuerpo se mantiene vivo. Pero si la relación corazón↔pulmón se rompe o se cierra por acumulación de colesterol o esclerosis, todo el cuerpo muere; no solamente el corazón y el pulmón. Así que la vida del organismo humano se renueva en la re-lación corazón↔pulmón. De ella procede o se regenera la vida de todo el cuerpo.

Es un paralelo con la relación semilla↔tierra, de la cuál procede la vida de la planta.

Poniendo al día la analogía de Pablo sobre el Cuerpo de Cristo, se introduce la noción pedagógica de Cuerpo Trinitario. En vez del sistema nutritivo —representado por la boca en la cabeza— el sistema circulatorio, en coordinación con el

Figura 4

VIDAEspíritu Santo

1

2

43

HijoCo-piloto

Esposa

PadrePilotoEsposo

Pulmón Corazón

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sistema respiratorio, ayuda a captar con mayor precisión la noción de Dios como organismo.

La Trinidad, que Pablo compara con el cuerpo humano como organismo, se entiende mejor si se piensa que el corazón es el Padre, porque es quien “envía” —al Hijo y al Espíritu Santo— a semejanza del corazón que envía la sangre hasta la última célula del organismo. La analogía acierta al señalar al corazón como el comienzo y el final del proceso de regenerar la vida en el cuerpo: el Padre en Dios es como el corazón del Cuerpo Trinitario, Origen, Principio y fin de toda Vida, incluyendo la propia. Por ampliación, se puede decir que el Padre es el corazón del universo.

La descripción bíblica de el Padre es precisamente “quien envía”, sinónimo utilizado 72 veces en el Evangelio para referirse al Padre, término utilizado 384 veces en las Escrituras Cristianas. Y este envío se refiere a algo análogo al corazón enviando sangre por todo el cuerpo en función de la Vida. No es la noción jerárquica organizacional del jefe que envía a un empleado a cumplir alguna misión o mandado. Es la noción del Padre como el corazón, el origen y principio de la Vida de todo. El envío que hace el Padre es en función de dar el Espíritu Santo para la venida del Reino de Dios: Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan! (Lc 11, 11).

En verdad, si el corazón no envía la sangre, toda la vida del cuerpo se destruye. Si el Padre no se relacionara con el Hijo sería la aniquilación de todo, incluyendo a Dios mismo. Esto es importante para entender la noción de Dios Padre; porque tanto la semilla como el corazón son semejanzas del Padre en Dios. Ambas coinciden en la noción de ser el origen y principio de la vida en sus organismos.

El pulmón es símbolo del Hijo. El pulmón purifica toda la sangre que llega y la regresa al corazón. Por el Hijo, con Él y en Él, todo lo que sale del Padre regresa a Él: Porque así como

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el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha hecho que el Hijo tenga vida en sí mismo (Jn 5, 26).

La vida en el cuerpo humano se entiende como el resultado de la interdependencia organizada entre los órganos de un mismo cuerpo vivo. En su interdependencia con el Padre, el Hijo recibe todo del Padre: Dios (Padre) me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mt 28, 18).

Así como la sangre vuelve del pulmón al corazón, todo lo que salió del Padre retornará a él al fin de este mundo: Cuando todo haya quedado sometido a Cristo, entonces Cristo mismo, que es el Hijo, se someterá a Dios (Padre), que es quien sometió a él todas las cosas. Así Dios (Padre) será todo en todo (1 Cor 15, 28).

Para hacer una comparación moderna, toda aeronave tiene un piloto y un copiloto. El copiloto no está subordinado en obediencia al Piloto y debe hablarle en relación +/+, como un personaje tan capacitado como el piloto para gobernar la nave protegiendo las vidas propias y de los pasajeros. Es una relación +/+ entre pares hasta el punto de que ambos son co-responsables de la seguridad de los pasajeros. En caso de un accidente, el copiloto será tratado igual que el piloto con respecto a responsabilidades. Si hubiese un impasse entre ambos con respecto a la seguridad de la nave y los pasajeros, el copiloto tiene obligación de llamar a la torre de control y exponer su punto de vista. Dicha conducta no es un motín. La torre de control entonces toma la decisión y salva la responsabilidad de ambos. Y no hay duda ante nadie que quien manda es el piloto. Si usamos pedagógicamente la comparación, el Padre es el Piloto de toda la creación y el Hijo su copiloto. La ventaja es que ellos nunca llegarán a un impasse porque no tienen tentaciones que obnubilen sus decisiones. El corazón, el Padre, sería el piloto del cuerpo del resucitado mientras el copiloto es el Hijo. Tan importante es el corazón como el pulmón para que se renueve la vida: +/+.

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El corazón no hace feliz al pulmón ni viceversa. Son dos felices en interdependencia mutua tal que no les implica reciprocidad ni sacrificio. Cada órgano es responsable de su función, a la manera de un jugador de fútbol que no es responsable de los demás y cuya actividad no implica reciprocidad ni sacrificio; solo interdependencia.

Origen de la palabra EspírituLa sustitución pedagógica de Jesús como pulmón, en vez de cabeza del cuerpo, clarifica la semejanza con la Trinidad al incluir al Padre como el principio y origen de donde procede la vida de un cuerpo. La noción de Cuerpo Trinitario completa la figura paulina con una simple modificación aclaratoria de la misma noción de Dios como organismo.

De hecho, la palabra Espíritu procede precisamente de la comparación con la respiración en los seres vertebrados. De ahí sus sinónimos de “aliento”, “viento” o “hálito”.

En efecto, el proceso de respiración tiene dos ciclos:

A – Inspirar: el acto de llenar de aire los pulmones;B – Espirar: el acto de expulsar el CO² de los pulmones.

La raíz de la palabra Espíritu es espirar. El paralelo entre el Espíritu Santo en la Trinidad y la respiración está en que el Espíritu Santo es “espirado” de la relación Padre↔Hijo, sin un acto previo de Inspirar y sin posibilidad tampoco de un último respiro. Espirar, entendida dentro del contexto de la respiración en un cuerpo humano, es la única (¡la única!) palabra del lenguaje humano que, como brújula, aclara cómo el Espíritu Santo procede de la relación Padre↔Hijo. Limitado es nuestro lenguaje humano cuando intenta hablar de Dios. En Oriente se usó "Espíritu Santo" término traducido como "gracia". En Occidente, ambos son equivalentes.

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La semilla y la tierra generan la vida de la planta, así que el paralelo con el Espíritu Santo no es exacto pues el Padre y el Hijo no generan al Espíritu Santo. La Vida en Dios es espirada. No puede decirse que el Espíritu Santo es generado, o creado, o producido o engendrado. El Hijo es engendrado por el Padre como se explicó en la metáfora del espejo, pero el Espíritu Santo no. El Hijo –quien procede del padre– se conoce como la Primera Procesión (de procedencia). El Espíritu Santo, que es espirado de la relación Padre↔Hijo, se conoce como la Segunda Procesión. Así que en Dios hay tres personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo) en un sistema simultáneo de cuatro relaciones (véase gráfica 4) que tienen el nombre de 1. Paternidad; 2. Filiación y 3+4 dos de expiración: un total de cuatro relaciones. Es una manera de explicar la Trinidad sabiendo que, en la realidad, el corazón, el pulmón y la vida son simultáneos, como son las relaciones en Dios. Por orden de procedencia se dice que primero es el corazón, segundo el pulmón y tercero la vida que procede de la relación mutua entre ambos. En la realidad son simultáneos para que la vida sea posible. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo análogamente son simultáneos.

La comparación de la relación corazón↔pulmón con la relación Padre↔Hijo es lo más cercano a lo que he podido llegar para indicar el modelo de una relación humana sana, que trae a la vez calidad de vida, felicidad y estabilidad emocional. El corazón es feliz siendo él y bien sabe que sería suicida no mantener su interdependencia con el pulmón. Éste, a su vez, es completamente feliz en su función y no quiere ser ni corazón ni hígado. Esta comparación es el modelo de lo que es una relación +/+ ideal entre seres humanos según el Reino.

El Padre, como el corazón, es quien envía la sangre, el Hijo, como el pulmón, es por quien, con quien y en quien se filtra, depura, lava y limpia toda la creación antes de retornar al Padre, el origen de todos y de todo.

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La purificación que hace el Hijo antes de regresar todo al Padre es como el oxígeno que provee el alimento para que cada célula del organismo regenere su vida. Este oxígeno que circula por las arterias y alimenta cada célula, y del cual depende su vida, se compara con el Espíritu Santo, la Vida del Cuerpo Trinitario del cual somos órganos.

Una manera pedagógica de explicar el Reino sería decir que desde toda la eternidad el Padre ha sido el corazón; el Hijo, el pulmón; y el Espíritu Santo, la Vida. Pero antes del Reino no había órganos en aquel cuerpo. La encarnación del Hijo y su inauguración del Reino fue como si la Trinidad hubiese “completado” —por así decirlo— su cuerpo ad extra (fuera de sí mismo) teniendo otros órganos más allá del corazón y el pulmón. Esa diferencia la hizo la presencia del Reino inaugurado por Jesús, encarnado como hombre, para amparar a cualquier ser humano cuya prioridad sea la relación +/+ con su prójimo, sin importar su religión, secta, iglesia, raza o clase social.

El paralelo entre la presencia del Espíritu como “paráclito”, o abogado defensor en un juicio, y el Reino es explicado por Juan: Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos (amarse +/+/). Y yo le pediré al Padre que les mande otro Defensor (del mal, la mentira, de la historia del hombre según el hombre), el Espíritu de la verdad (historia según Dios), para que esté siempre con ustedes. Los que son del mundo no lo pueden recibir, porque no lo ven ni lo conocen; pero ustedes lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes (Jn 14, 16).

Cristo es la palabra del Padre, pero la palabra no se hace Vida sin el don de entendimiento del Reino que procede del Espíritu: …el Defensor, el Espíritu Santo que el Padre va a enviar en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho (Jn 14, 26). Es el Espíritu quien lleva adelante la misión de hacer discípulos del Reino: …cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán

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a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra (He 1, 8). Es un don de Dios que no se compra con dinero (don significa que es gratis y de ahí la palabra “gracia”):

Simón, al ver que el Espíritu Santo venía cuando los apóstoles imponían las manos a la gente, les ofreció dinero, y les dijo: -Denme también a mí ese poder, para que aquel a quien yo le imponga las manos reciba igualmente el Espíritu Santo. Entonces Pedro le contestó: -¡Que tu dinero se condene contigo, porque has pensado comprar con dinero lo que es un don de Dios! Tú no tienes ningún derecho a recibirlo, porque delante de Dios tu corazón no es recto. Abandona esta maldad tuya, y ruega a Dios, para ver si te perdona el haber pensado así (He 8, 18-22).

La fortaleza para soportar los sufrimientos que conlleva hacer discípulos de las relaciones +/+ —contra el mundo diabólico que hace a las personas cosas y a las cosas personas—, viene del Espíritu:

…también nos gloriamos de los sufrimientos; porque sabemos que el sufrimiento nos da firmeza para soportar, y esta firmeza nos permite salir aprobados, y el salir aprobados nos llena de esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado (Rm 5, 3-5).

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Necesidad del discernimiento espiritualEl origen de la palabra Espíritu indica una acción vital con la connotación de discernimiento: distinguir una cosa de otra y la diferencia entre ellas. Comúnmente referido a las operaciones del ánimo. El discernimiento lleva a la discreción: sensatez para formar juicio y tacto para hablar y obrar. Se dice discernimiento o discreción espiritual porque el criterio de análisis de la realidad cotidiana no es sólo la ciencia de este mundo —historia según el hombre— sino, principalmente, la sabiduría del Reino de Dios —historia según Dios—, encaminada a asegurar que se hace acontecer su código +/+ y se protege así el hábitat del Espíritu Santo en la relación entre nosotros.

Se habla de discernimiento espiritual por la gran dificultad que tiene el Espíritu, como la respiración, para ser percibido por los sentidos: es invisible, sin gusto, no se puede tomar de la mano, no se puede tocar ni se puede hablar con él; se puede oír solamente en sitios muy silenciosos. El Espíritu se mueve solamente por mociones que no son fáciles de oír sin el silencio de la oración. De esta dificultad en la percepción del Espíritu —como el viento— nace el concepto “discernimiento espiritual”: acción y efecto de ser movido por inspiración interior que el Espíritu Santo causa en el alma. Es una metodología para buscar, hasta encontrar, si una experiencia que se supone ser del Espíritu, es auténtica o no. Ya que, podría venir de la tentación y no de Dios.

El gerente nacional de una multinacional fue promovido a la principal para una posición internacional en un país extranjero. La promoción tenía todas las garantías posibles; aumento de sueldo, carro, casa, visa para él y toda su familia. Este hombre inició un proceso de discernimiento y se dio cuenta de que ni su mujer ni sus hijos se irían con él, por razones justificadas. Al final, tuvo que decidir qué

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era más importante para él: sus relaciones de familia o el éxito económico y el prestigio que éste conlleva. Optó por las relaciones y perdió su promoción y su trabajo. Hoy día asegura que fue la decisión más sabia de su vida. Su criterio de discernimiento fue el Reino (el fin) para el cual todo lo demás es medio.

Este tema del discernimiento espiritual es el área de estudio específica de la Espiritualidad. Aunque estas páginas no son sobre este tema, algunas de las principales nociones de discernimiento se explicarán en su contexto. Basta por ahora tomar conciencia de que no toda experiencia que aparece y se supone procedente de Dios, si no se ajusta al código +/+ del Reino. No es auténtica. Como la brújula que marca el norte, matemáticamente la desviación de tales coordenadas es una tentación que tarde o temprano destruye el Reino de Dios y lleva a la construcción del propio reino.

Por la encarnación del Hijo en la persona de Jesús, participamos de esta relación de Filiación con su Padre, de tal manera que somos tan hijos de Dios como él; no por paternidad, como el Hijo sino por adopción. Por eso no decimos que somos Dios, como el Hijo, sino que participamos de la misma Vida de Dios con derecho a la misma herencia del Hijo. Esta participación es como a la de los miembros adoptados en una familia. La adopción no hace al adoptado de la misma sangre y los mismos genes, pero sí le da los mismos derechos que a los hijos de sangre. Y depende de cada miembro adoptado de la familia beneficiarse y participar de la vida de esa familia hasta abandonarla, si así lo elige; es una participación voluntaria en el sentido de que se puede llevar el caballo a beber, pero no se le puede obligar a que beba. La diferencia con la experiencia humana de adopción es que el adoptado recibe la herencia al morir los progenitores. Como el Padre es eterno, recibimos la herencia en esta vida en forma de calidad de vida y felicidad humana aquí y, después de nuestra resurrección, participar del Espíritu en

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proporción a como hayamos practicado el código +/+ con nuestros prójimos más próximos en esta tierra:

Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios (Padre), son hijos de Dios. Pues ustedes no han recibido un espíritu de esclavitud que los lleve otra vez a tener miedo, sino el Espíritu que los hace hijos de Dios. Por este Espíritu nos dirigimos a Dios, diciendo: “¡Padre mío!”. Y ese mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que ya somos hijos de Dios (Padre). Y puesto que somos sus hijos, también tendremos parte en la herencia que Dios nos ha prometido, la cual compartiremos con Cristo, si es que realmente sufrimos con él (para hacer acontecer el Reino entre nosotros) para después estar con él en su gloria (Ro 8, 14-17; Ga 4, 7; Hb 1, 12).

La herencia que tendremos es un título estable y permanente: Unidos a él y sellados como propiedad de Dios (Padre) por medio del Espíritu Santo que él había prometido. El Espíritu Santo es la garantía de que recibiremos la herencia que Dios nos ha de dar cuando haya completado la liberación de los suyos (Ef 1, 13-14).

Y, después de la Resurrección, el Reino definitivo: Queridos hermanos míos, oigan esto: Dios ha escogido a los que en este mundo son pobres, para que sean ricos en fe (en el Reino) y para que reciban como herencia el Reino que él ha prometido a los que lo aman; ustedes, en cambio, los humillan. ¿Acaso no son los ricos quienes los explotan a ustedes, y quienes a rastras los llevan ante las autoridades?¿No son ellos quienes hablan mal del precioso nombre que fue invocado sobre ustedes? (St 2, 5).

Así como el cuerpo es uno, Dios es uno. Así como hay corazón, pulmón y vida en un cuerpo y su relación tiene que

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ser simultánea para que generen la vida, en Dios hay tres personas autónomas en un sistema de relaciones mutuas de interdependencia simultánea. Simultáneo se dice de lo que acontece al mismo tiempo que otro acontecer. Si la relación corazón↔pulmón es el modelo de la relación +/+ del Reino, quiere decir que si tratamos a los demás como personajes importantes, estamos viviendo el reino: sea esposos, hijos entre sí y con sus padres, trabajadores entre sí y con sus jefes, etc.

Después de la Resurrección, la presencia del mismo Espíritu de Dios en nuestras relaciones será participación plena de la misma Vida de Dios, viviendo con Él en su eterno ya. Viviremos únicamente en el presente, aquí y ahora, sin allá y entonces: El Reino de Dios habrá llegado su plenitud.

La familia como cuerpoDios, creador, dio a la primera pareja el don de la pro-creación: la capacidad de generar vidas semejantes: Cuando Dios creó al hombre, lo creó parecido a Dios mismo; hombre y mujer los creó, y les dio su bendición: -Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran- (Gn 1, 27-28).

La noción de Dios como cuerpo no tiene paralelo con ninguna organización humana, pues ninguna funciona como organismo. Solamente la familia entendida como un cuerpo familiar según Dios, es donde se puede establecer una réplica de la relación Padre↔Hijo.

Es en la familia donde cada quien se supone ser valorado por lo que es y no por lo que produce, a semejanza de la aceptación incondicional mutua Padre↔Hijo. El hombre es la imagen del Padre y la mujer la del Hijo: corazón y pulmón del cuerpo familiar, piloto y copiloto, como el Padre y el Hijo lo son del universo. Los hijos son los miembros de ese cuerpo

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familiar, como nosotros somos los miembros del Cuerpo Trinitario con el Padre y el Hijo. La familia pues se supone ser réplica en la tierra de la Trinidad en el cielo.

El bienestar de los hijos es proporcional a lo saludable que sea la relación entre los cónyuges. En el trabajo con los adictos a opiáceos se constata esta dinámica de la familia: una persona adicta en la familia es un serio atentado contra la relación de los esposos, corazón↔pulmón del cuerpo familiar. Cuando llegan a entregar sus hijos/as para tratamiento, cada quien, encolerizado con la pareja, le acusa:¡Es tu culpa!. Así, la relación entre ellos sufre efectos tan devastadores como los de una bomba atómica. Se le explica a las parejas que la situación es un atentado contra su relación y terminará descomponiendo la familia. Su relación mutua está bajo un fuerte bombardeo. Con la sabiduría del Reino se les instruye sobre cómo es necesario reforzar su relación corazón↔pulmón en el cuerpo familiar. El resultado es que, al mejorar su relación, la salud del cuerpo familiar mejora. Los adictos reportan no saber explicar por qué se les quita la tentación y la compulsión por la droga y se sienten más tranquilos: No sé por qué me siento des-endemoniado. De hecho, estas personas progresan mucho más rápido en su tratamiento que quienes tienen un cuerpo familiar disfuncional. Cuando la relación entre los esposos mejora, los miembros de la familia encuentran menos dificultad en protegerse contra las tentaciones. Los miembros de familias disfuncionales son más vulnerables a la tentación.

En el caso de los tóxico-dependientes, la recuperación puede no ser posible. Si el daño hecho al cerebro está más allá del límite de tolerancia física, el cerebro está tan destruido que no hay rehabilitación posible. Cuando los adictos no tienen a sus familias como grupo de apoyo, tienen que buscarlo en una comunidad terapéutica, hasta aprender a establecer relaciones sanas por sí mismos. Sin ayuda de otro(s) no es posible la rehabilitación: ¡nadie lo logra solo!

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Así como el corazón en el organismo no es el responsable de la función del pulmón, así el esposo no es responsable de la función de la esposa en la familia y viceversa. Cada uno ejerce su función como corazón y pulmón del mismo cuerpo familiar, hasta que la muerte los separe. Son el piloto y el copiloto de la nave de la familia. De su mutua relación depende la vida familiar, como de la armonía entre piloto y copiloto depende la vida propia y la de los pasajeros. El 90% de las consultas en el trabajo pastoral son sobre cómo cambiar al conjugue, a los hijos, a los suegros, para que sean a la imagen y semejanza de quien consulta. Se parecen a un loco que mira el jardín y se empeña en que la palma sea flor y el pino un árbol de aguacate. Nunca hay paz cuando se intenta cambiar el mundo. En cambio, Dios nos ve como al jardín, admirando la belleza de la flor tanto como la de la ceiba centenaria sin querer cambiarlas.

Para ser semejanza de la Trinidad, la relación entre esposo y esposa no puede ser de una noche, sino permanente como la relación corazón↔pulmón; es la única manera de salvaguardar la vida del cuerpo familiar. Es por esto que las relaciones de pareja suelen funcionar muy bien hasta el día del matrimonio: al pasar a un compromiso estable de semejanza con la Trinidad se convierten en blanco de la tentación y del mal. El mundo diabólico se alimenta exclusivamente de relaciones de semejanza con Dios y su propósito es lograr averiar la relación hasta romperla. Si no hay semejanza con la relación Padre↔Hijo, no hay motivo para que la tentación actúe. Esto explica pastoralmente el comentario de muchas uniones libres: Si nos casamos, se nos daña la relación. Y tienen razón, pues la semejanza con Dios se da solamente en el compromiso estable entre dos personas, como en el caso del matrimonio o de los hermanos que viven bajo el mismo techo. El lazo de sangre los hace próximos, a semejanza de la relación Padre↔Hijo.

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A continuación una descripción de las relaciones de familia según la Trinidad:

Funcionamiento ideal del cuerpo familiarNota: Estas indicaciones son guías de camino para restablecer las relaciones del Cuerpo Familiar en la tierra como semejanza de la VIDA de la Trinidad en el cielo, que fue lo que se pretendió al principio cuando Dios creó el hombre y la mujer a su propia semejanza. Tanto el extremo rigor a la letra de estas indicaciones como la demasiada amplitud en su interpretación, son tentaciones (¡atentados!) contra el espíritu y propósito de ellas.

o La historia mía y tuya se convierten en nuestra historia: la de nuestro cuerpo familiar.

o Comparten tristezas-alegrías; pobreza-riqueza; salud-enfermedad; vida larga-corta.

o Se informan mutuamente sus opiniones con sencillez, lealtad y reserva.

o No se acusan mutuamente de ser culpable. La culpa de los conflictos es de la tentación. Cada cual, eso sí, es responsable de caer o no en la tentación. Los conflictos son tentaciones (=atentados contra la relación).

o Ponen por escrito sus pareceres cuando no logran entenderse.

o En casos de impasse no resuelto, consultan a una tercera persona de confianza mutua.

o No se dejan llevar por impulsos momentáneos ni momentos de rabia. Mejor callar y luego hablar.

o No se desaniman en las contradicciones y tribulaciones.o Rechazan influencias nocivas y dañinas a la relación

familiar.o Se deciden por aquello que fortalece más la relación

familiar.

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o Algunas ayudas que cultivan la mutua relación son: bondad, cariño, simpatía, dedicación a la familia por encima del trabajo, sin por ello dejar de ser modelos de responsabilidad en él.

o Excluyen la ambición de tener más cosas a costa de las relaciones del cuerpo familiar: más $$$, ascensos, poder, puestos, etc. que reducen la familia a un segundo lugar, como un adjetivo.

o Deciden por consenso el número de hijos, gastos, vacaciones, cambios de residencia, trabajos, etc.

El desacuerdo habitual ¡es síntoma de enfermedad en la relación!

¡Busquen ayuda a tiempo!

Esposo = Corazón = Piloto Esposa = Pulmón = Copiloto

1. Es enviado en misión: ser imagen del Padre en el cuerpo familiar. Es piloto

2. No es amo de esclava

3. Es co-responsable4. Es quien envía, como el

corazón en el cuerpo5. La esposa no es hija6. Cuida de su mujer como a

su propio cuerpo7. La función del corazón es

un servicio; no es signo ni de poder, ni de prestigio, ni de arrogancia.

8. Decide por consenso mutuo

9. Promueve la paz y armonía de todo el cuerpo familiar

1. Es enviada en misión: ser la imagen del Hijo en el cuerpo familiar. Es copiloto

2. Es compañera en relación de igualdad con él

3. Es co-responsable4. Es socia voluntaria e

interdependiente5. El esposo no es sólo proveedor 6. Cuida del hombre como a su

propio cuerpo7. Es modelo para los hijos de

respeto al corazón de la familia

8. Opina con apertura y sinceridad

9. Es ángel de paz en casos de conflicto

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La pareja con los hijoso Muestran amor, cariño, cuidado y justicia ¡con todos

por igual!o Toda decisión es discernida espiritualmente, pensada y

consultada con ellos.o Consultan con sus hijos asuntos convenientes que

favorecen la relación familiar.o Promueven la relación y comunicación con los abuelos

y familiares.o Les dan oportunidad de expresar sus preocupaciones,

dificultades, experiencias, éxitos y ¡de hacer preguntas!o Reconocen a todos sus cualidades personales, logros,

etc.o No hacen comparaciones entre los miembros de la

familia.

El sistema solar explica el funcionamiento familiar

El sistema solar da una idea pedagógica de las relaciones de una familia en la Trinidad. El sol es el núcleo alrededor del cual giran los planetas conocidos dentro de este minúsculo sistema que es parte de millones de galaxias. Si el sol saltara en pedazos, los planetas chocarían unos contra otros.

Desde el punto de vista trinitario, diríamos que el sol representa la energía que procede de la relación Padre↔Hijo. Nosotros, participaremos del Espíritu Santo como los planetas del sol después de la Resurrección. Al hablar del sol hablamos de energía en vez de Vida.

Si aplicamos el esquema planetario a la familia, diríamos que la relación varón↔hembra, en vez del sol, es lo que hace que los hijos se mantengan alineados: protegidos contra la tentación y el mal, por la participación en la energía

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de amor que irradia la relación entre los cónyuges o entre los prójimos que viven bajo el mismo techo. Ya explicamos que dicha energía es la presencia del Espíritu Santo en la relación +/+ entre ellos, a semejante a la relación Padre↔Hijo.

Cuando la pareja rompe su relación de semejanza con la Trinidad, sucede lo mismo que si el sol explotara —los planetas chocarían unos contra otros—: los hijos empezarán a matarse unos a otros como sucede desde Caín y Abel.

La familia como réplica del átomoLa manera más sencilla de explicar el átomo es describiendo el núcleo como la relación protón↔neutrón. De esta relación se genera un campo magnético de energía en el cual los electrones giran alrededor del núcleo a la velocidad de la luz y nunca se chocan. Están alineados sin poder dejar de estarlo. La bomba atómica consiste en el rompimiento del código de relación +/+ entre protón↔neutrón, de tal manera que los electrones, como gallinas sin cabeza, chocan unos contra otros bombardeando a su vez otros núcleos y desarrollando una reacción explosiva en cadena. La liberación de energía descontrolada es tal que destruye una metrópoli como Nueva York en 30 segundos. Esta reacción explosiva y destructiva es símbolo del mal en el mundo, ocasionado por el rompimiento del código +/+ entre los seres humanos.

La comparación sirve también como noción de Dios. Si el protón fuera el Padre y el Neutrón el Hijo, después de la resurrección todos estaríamos perfectamente alineados como los electrones alrededor de dicho núcleo. Ya no existiría el mal. Si el protón fuese él y ella el neutrón, la prole, como los electrones, estaría alineada y protegida de chocarse entre ellos y hacer daño a otros núcleos familiares; estaría protegida de la tentación y del mal. Pero si la relación esposo↔esposa se rompe, los hijos —al igual que los electrones— quedan al

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garete. Es por eso que el objetivo del mal es la destrucción del núcleo familiar.

La noción de pecadoNo es difícil entender que la palabra pecado sea el rompimiento del código +/+ entre dos seres humanos, no sólo entre esposos. El primer mandamiento continúa siendo ‘Amar a Dios sobre todas las cosas’; con la presencia del Reino se añade —también sobre todas las cosas—amarse a sí mismo igual que al prójimo o amar al prójimo como a sí mismo (Lv 19, 18; Mt 19, 19; 22, 39; Mc 12, 31; Lc 10, 27; Rm 13, 9; Ga 5, 14; St 2, 8). Así, el Reino inaugurado por Jesús es una posibilidad hecha realidad únicamente para quienes se relacionan saludablemente (+/+) con los demás, sin hacer mal a nadie.

Por consiguiente, la noción de pecado es romper el código de la relación entre las personas. Para las Escrituras Judías, la justificación (hacerse aceptable a Dios) era hacer algo que purificara la persona desde fuera hacia adentro. En cambio, para Jesús, es lo que sale del interior de la persona:

Jesús llamó a la gente y dijo:-Escuchen y entiendan: lo que entra por la boca del hombre no es lo que lo hace impuro. Al contrario, lo que hace impuro al hombre es lo que sale de su boca-.Pedro entonces le dijo a Jesús:-Explícanos lo que dijiste-.Jesús respondió:-¿Tampoco lo comprenden ustedes? ¿No entienden que todo lo que entra por la boca va al vientre, para después salir del cuerpo? Pero lo que sale de la boca viene del interior del hombre; y eso

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es lo que le hace impuro. Porque del interior del hombre salen los malos pensamientos: los asesinatos, el adulterio, la inmoralidad sexual, los robos, las mentiras y los insultos. Estas cosas son las que hacen impuro al hombre, pero el comer sin cumplir con la ceremonia de lavarse las manos no lo hace impuro (Mt 15, 10-20).

Nótese que el énfasis no es en los pecados, que salen de las personas, sino en la fábrica de ellos que es el rompimiento de relación con los demás desde el interior por la sustitución de la relación por alguna cosa, destruyendo así el hábitat del Espíritu Santo. ¿Por qué la mentira es pecado? Porque rompe la relación entre las personas; cuando te enteras de que te he mentido, ya no me creerás en el futuro. ¿Y por qué romper la relación entre las personas es pecado? Porque hace daño más o menos grave a la semejanza con la Trinidad entre nosotros, impidiendo así la presencia del Espíritu Santo, la venida del Reino de Dios. Si te hago trabajar sin pagarte la recompensa justa, el código de la relación +/+ entre obrero y patrono se rompe; la relación con la persona se sustituye por el dinero —una cosa—. Y romper la relación entre las personas es pecado porque destruye el hábitat del Espíritu Santo, el Reino de Dios.

En este sentido, el pecado no es una ofensa contra Dios, porque ¡Él ni es, ni puede ser vulnerable! ¡No sería Dios! Algunos hablan de la blasfemia como un pecado contra Dios; la blasfemia no es en realidad contra Dios sino contra una idea equivocada de Él. —Soy ateo—, decía un estudiante universitario. -¡Ya somos dos!, respondió el capellán de aquella Universidad. -Pero, ¿cómo puede ser ateo un capellán?-, preguntó el estudiante. -Porque en el dios en el cual tú no crees, tampoco yo creo ni sé de ninguna otra persona que no estuviera de acuerdo con nosotros-. Más tarde, el estudiante ha constatado que, en verdad, su noción de Dios era ciertamente

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impotable. Si se tiene la noción verdadera de quien es Dios, es imposible blasfemar.

En vez de ofensa a Dios, el pecado es una forma de suicidio y/u homicidio. Si la semilla no se relaciona con la tierra, su propia existencia permanece estéril. Si alguien no se relaciona con su próximo, su propia vida se destruye; el Reino no viene. Es como un corazón que se independiza del pulmón: está cometiendo suicidio y matando el resto de los órganos del cuerpo. Igual sucede en el Reino cuando se rompe la relación con el prójimo, la persona es en alguna forma homicida, suicida y destructiva del Reino de Dios entre nosotros; no de Dios mismo. En este contexto se comprende la noción de la tradición cristiana del pecado mortal como el rompimiento de relación entre las personas, y del pecado venial como avería a dicha relación.

La humildad como concepto relacionalLa humildad en el lenguaje coloquial es sinónimo de sumisión, frecuentemente confundida con ser manso, término distinto a ser menso. La humildad bíblica tiene que ver con relaciones:

Un primer grado de humildad es no romper la relación con los demás. El segundo grado de humildad es no sólo no romper, sino no dañar la relación con el próximo; el tercer grado de humildad, y el más heroico, es mantenerse callado cuando se ha sido ofendido, siempre que no se haya dado motivo ni se siga daño a otra persona por el propio silencio. Este tercer grado de humildad es la clave para entender la narración de la pasión de Cristo: Pero Jesús se quedó callado (Mt 26, 63). Se calló después de asegurarse que ninguno de sus discípulos estaría en peligro: Si me buscan a mí, dejen que estos otros se vayan (Jn 18, 8). Jesús dialoga únicamente con quienes tenían autoridad sobre él, ya que ellos representaban la imagen del Padre: No tendrías ninguna autoridad sobre mí,

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si Dios (Padre) no te la hubiera dado (Jn 19, 10). Fue a través de ese tercer grado de humildad de Jesús que la presencia del Reino se hizo posible:

El delito de Adán no puede compararse con el don (Espíritu Santo) que Dios (Padre) nos ha dado... El pecado de un solo hombre no puede compararse con el don de Dios, pues por un sólo pecado vino la condenación, pero por el don de Dios a los hombres son declarados libres de sus muchos pecados. Pues si la muerte reinó como resultado del pecado de un solo hombre, con mayor razón aquellos a quienes Dios, en su gran bondad y gratuitamente, declara libres de culpa, reinarán en la nueva vida mediante un solo hombre, Jesucristo (Ro 5, 15-17).

La frase declara libres de culpa es una traducción del término jurídico por el cual un juez indulta al reo de un delito.En los países democráticos sería como el perdón presidencial otorgado a alguien. Una vez justificados ante Dios Padre por Jesús, convertidos en hermanos e hijos del mismo Padre, lo único que falta es participar de su Vida en la paciente relación +/+ con nuestros prójimos, siendo alimento para la buena relación con los demás en lugar de indigestión o purgante. Preparamos así el camino para la venida del Espíritu Santo.

El mal en el mundo no se resuelve sólo con el perdón

La noción del pecado y el Reino son la verdadera revolución del de Nazaret con respecto a las Escrituras Judías. No se trata de eliminar los pecados sino la raíz de ellos que es el rompimiento de relación con los prójimos. Los pecados se

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pueden perdonar = saldar deudas. Pero ¿de qué sirve esto si la raíz sigue produciendo estragos? ¿De qué sirve matar las cucarachas si no se destruye su nido? En el ejercicio de las llaves vimos claramente cómo operó la tentación. Explicábamos que sin tentación seríamos animales en vez de seres humanos libres para elegir entre cosas o relación con el prójimo. Por consiguiente, el objetivo de toda tentación es destruir la relación yo↔tú, sustituyéndola codiciosamente por cosas. Y el Reino no se logra sólo perdonando, sino inundando este planeta con relaciones según el código del Reino hasta que su diluvio ahogue el pecado. O el pecado habita entre nosotros perpetuando la historia del hombre según el hombre o el Espíritu del Reino que es la historia del hombre según Dios.

Si nos imaginamos que cada quien es un vaso que en el seno de la madre, está lleno de agua que representa la relación feto↔madre como la presencia del Espíritu Santo; no hay ninguna cosa que interfiera en su relación. Después de nacido, empieza a aprender que las cosas son más importantes que las personas, peleando por juguetes o cualquier otra estupidez. Representamos dichas cosas como piedras dentro del vaso que van desplazando el agua hasta que se llena de cosas. La codicia hace que ellas desplacen el agua que representa al Espíritu Santo. En el vaso, habita el pecado (las cosas) o habita el Espíritu Santo representado por el agua.

La presencia del Reino entre nosotros descubre a la persona un sentido su vida con el norte +/+, de manera que empieza a deshacerse de todo aquello que le impide las relaciones con los demás y retiene, no sólo lo que le sirve para sus relaciones, sino lo que más contribuye a hacerle hábitat al Espíritu Santo entre nosotros. En la medida que las cosas son medios y no fines para el Reino, el vaso va llenándose de nuevo automáticamente de agua, efecto conocido como "gracia" ya que es gratis. Es entonces que, por la inundación

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de nuevo del Espíritu en el espacio que ocupaban las cosas, la persona va creciendo en la vida de Dios, en la tierra igual que en el cielo; hace acontecer entre nosotros el Reino de Dios.

Una explicación de lasimplicaciones del pecado

Retomando el ejemplo del átomo, se diría que el ser humano, tras miles de millones de siglos de evolución, dio un salto cualitativo. Dicho cambio consistió en la aparición de la libertad o libre albedrío. Lo opuesto a la libertad es la relación protón↔neutrón que no es libre, está forzada a relacionarse; si fuesen dos animales en vez de ambos elementos, se diría que su relación es resultado del instinto.

Cuando Dios da la libertad a la primera o primeras parejas, éstas tuvieron la opción de relacionarse según el código +/+ de relación libre, de participación de la Vida de Dios; serían perennes mientras mantuvieran el código.

La relación varón↔hembra dentro del contexto de corazón↔pulmón en un cuerpo familiar, experimenta lo característico del bien. Pero, después de que el varón y la hembra cayeron en la tentación del mal, que es el rompimiento del código +/+ de semejanza con la Trinidad, pasamos:

De Ser Persona: sujeto de relación que quiere y se deja querer para descubrir el gozo de vivir

A Hacer y/o Tener: objeto de relación para descubrir el gozo del éxito en este mundo

Del Don de Sabiduría: amor y gusto por el Reino

A la Astucia: habilidad y gusto por el propio reino

Del Don de Entendimiento: claridad sobre la verdad del Reino

A la Inteligencia: idea clara del éxito como la única verdad y valor

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Del Don de Consejo: discernimiento del Reino en lo cotidiano

A consultar Adivinos: quienes me dicen lo que debo hacer para lograr el éxito en esta vida

Del Don de Ciencia: aprecio de lo creado para el servicio al Reino de Dios

A la Erudición: aprecio metódico de lo creado para el servicio al propio reino

Del Don de Fortaleza en los sufrimientos por el Reino

A la Resilencia en el sufrimiento por el propio reino

Del DON de Piedad: encontrar el Reino en lo cotidiano

A la Dedicación: buscar hasta encontrar en todo el propio reino

Del Don de temor de Dios para no destruir o averiar su Reino

Al culto a la Propia Imagen para no destruir o averiar el propio reino

En la medida que vaciamos nuestro vaso de cosas

y hacemos del Reino nuestro propio amor e interés, en la misma proporción nos vamos llenado de la gracia, o Espíritu Santo, cuyo acontecer se mide por sus frutos:

1. Caridad: relaciones Yo↔ Tú según el Reino.2. Paz: tranquilidad en las relaciones según el Reino3. Longanimidad: ánimo en la adversidad por el Reino4. Benignidad: afabilidad en las relaciones con los demás 5. Fe: en que las relaciones Yo ↔ Tú 6. Continencia: sobriedad y templanza7. Gozo: complacencia en las relaciones con los demás8. Paciencia: soportar las limitaciones sin alterarse9. Bondad: apacibilidad de genio10. Mansedumbre: ser suave; no bravo11. Modestia: lo opuesto a la vanidad12. Castidad: la persona como más importante que su libido.

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Todos los dones y frutos del Espíritu son relacionales. Participaremos de ellos a plenitud después de la Resurrección, cuando estemos confirmados en gracia, expresión que quiere decir que podremos relacionarnos con todos según el código +/+ del Reino porque estaremos libres de tentación. Para entonces, habremos aprobado el examen.

Por el pecado somos vulnerables a la seducción de la tentación, manifestada en la confusión, hasta la enajenación, entre el bien y el mal.

Por el pecado, la relación Adán↔Eva, como semejanza de la del Padre↔Hijo, se rompió sin posibilidad de reparación. Ambos permanecen como imagen del Padre y del Hijo, pero la semejanza entre ellos y la relación trinitaria ¡ya no existe! El Espíritu Santo no está ya presente en la relación mutua. Perdida la presencia del Espíritu, sinónimo de vida sobre el planeta, ¡entró la muerte en el mundo! El Reino restablece dicha participación en la vida y Resurrección de Cristo, para los que quieran, no es obligación.

El amor de Cristo es a su Padre

La noción del Cuerpo Trinitario ayuda a comprender por qué el Padre Nuestro reza santificado sea tu nombre. El amor de Cristo es su Abba, su Padre. El corazón de Cristo es símbolo de su amor por su Padre, con quien se relaciona como el pulmón con el corazón en el mismo cuerpo trinitario. La herida en el costado derecho, después de la muerte de Jesús en la cruz, indica que el su amor por su Padre no llegará a su plenitud hasta su segunda venida.

La antesala de su retorno será la así llamada segunda venida del Espíritu Santo o segundo Pentecostés. Tendremos tal entendimiento del código del Reino que seremos como los apóstoles en el primer Pentecostés. Simbólicamente, la herida del costado se cerrará y la presencia de Dios será tal, que el mal tendrá su derrota definitiva. Será entonces la

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gran liberación de la tentación y el mal. La tradición cristiana conoce estos eventos como el tiempo de la parusía (aparición) del Señor; el tiempo de la cosecha según la parábola. Hasta que esto suceda, el amor de Jesús por su Padre aumentará poco a poco; el nombre del Padre será santificado en todos los rincones de la tierra: silenciosamente, en las relaciones de fraternidad entre los prójimos más próximos.

El amor al Padre, el Origen nuestro que está en el cielo, es la respuesta de aquéllos generosos que valoran la iniciativa divina: Pues Dios (Padre) amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único... Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo (Jn 3, 16). De veras: Nosotros amamos porque él nos amó primero... Jesucristo nos ha dado este mandamiento: que el que ama a Dios, ame también a su hermano (Jn 4, 19).

El nombre del Padre es conocido en los rincones de nuestro planeta en proporción a la llegada de su Reino, al acontecer del amor de Jesús por su Padre, nuestro Padre: Miren cuánto nos ama Dios el Padre, que se nos puede llamar hijos de Dios, y lo somos... Queridos hermanos, ya somos hijos de Dios. Y aunque no sabemos todavía lo que seremos después, sabemos que cuando Jesucristo aparezca seremos como él, porque lo veremos tal como es (Jn 3, 1-3).

Jesús nos ama igual que a su Padre; con el mismo amor del Padre por nosotros: Les he dado la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola cosa (un solo cuerpo), así como yo y tú somos una sola cosa (el mismo cuerpo); yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno (solo cuerpo), y que así el mundo pueda darse cuenta de que tú me enviaste, y que los amas tanto como me amas a mí (Jn 17, 22-23).

Somos queridos por el Padre con el mismo amor que tiene a su Hijo. La respuesta de Jesús es también la nuestra: que el nombre y honor del Padre sea conocido hasta el último lugar de la tierra. Y es precisamente en este contexto donde algunas parábolas toman su sentido.

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Como la semilla de mostazaTambién dijo Jesús: -¿A qué se parece el Reino de Dios, o con qué podremos compararlo? Es como una semilla de mostaza que se siembra en la tierra. Es la más pequeña de todas las semillas del mundo, pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las otras plantas del huerto, con ramas tan grandes que hasta las aves pueden anidar bajo su sombra (Mc 4, 30-32; Mt 13, 31-32; Lc 13, 18-19).

Siendo la semilla más pequeña, se convierte en la más grande de las legumbres: tres a cuatro metros. Quien planta la semilla es el Padre; la mostaza es el Reino: posiblemente el evento más inadvertido en el tejido de nuestra historia. Como la semilla de mostaza, el Reino crece espontáneamente hasta llegar ser el evento más importante de nuestro acontecer, simbolizado por el huerto. De hecho, la historia humana según Dios continuará en el huerto definitivo del paraíso donde todos podremos hacer nuestro nido, protegidos ya definitivamente de la tentación y del mal.

De hecho, la parábola se refiere a la custodia que el Rey da a su pueblo: Los árboles le pidieron al espino que fuera su rey; y el espino les dijo que, si de veras querían que él fuera su rey, todos tendrían que ponerse bajo su sombra (Jue 9, 15; Sal 104, 12; Ez 17, 23; 31, 5-6; Dn 4, 12; 4, 21).

La mostaza no es un árbol sino un arbusto de huerta. Por esto, las aves del cielo no pueden hacer sus nidos en sus ramas puesto que no es suficientemente alto. Aún hoy día las aves hacen su nido a la sombra del arbusto. De manera similar, el Reino del Padre irá creciendo hasta que estemos protegidos de toda adversidad por la sombra invulnerable del rey definitivo: Dios, el Padre nuestro.

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El Reino es como la levaduraSi la parábola de la mostaza presume que el sembrador es un hombre, en otra parábola el Evangelio hace un paralelo con una mujer, para evitar así la discriminación y cumplir con el código de la relación +/+. También les contó esta parábola: -El Reino de Dios es como la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina para hacer fermentar la masa- (Mt 13, 33; Lc 13, 20).

La harina para el pan se refiere a la humanidad. La levadura es el Reino. El pan proviene de la relación harina↔levadura. Los que viven Reino fermentarán a toda la humanidad como la levadura a la harina: Si el primer pan (del Reino) que se hace de la masa está consagrado a Dios, también lo está la masa entera (Rm 11, 16). El amor de Cristo por su Padre se supone fermentará a toda la raza humana: sólo para los que quieran.

El Reino es también como la salLa sal es buena: pero, si deja de estar salada ¿cómo podrán ustedes hacerla útil otra vez? Tengan pues sal en ustedes y vivan en paz unos con otros (Mc 9, 50; Mt 5, 13; Lc 14, 34).

Antes de la refrigeración, la mejor forma de preservar la carne y los alimentos perecederos era la sal. Cuando ésta se ensuciaba demasiado, se botaba al camino donde la gente la pisaba, evitando así que se levantara el polvo del camino. Los discípulos hacen acontecer el Reino, manteniendo relaciones +/+ con sus prójimos. Como la sal preserva la carne, vivir en paz unos con otros será la sal que preserve el Reino. Los entusiastas propagadores del amor de Cristo por su Padre, se convierten en la sal que da sabor a la humanidad. La convivencia en paz con todos, sin distinción de credo, raza o

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clase social, es la conducta medible del código del verdadero amor a Dios. La respuesta generosa de los amados y llamados por el Padre es trabajar para que su nombre sea honrado en todos los rincones de esta tierra. ¿Cómo? ¡Cuando venga el Reino! No el tuyo o el mío, sino el Reino de Dios.

Génesis y venida del ReinoCon el pecado, la raza humana empezó a padecer una especie de “SIDA” espiritual. El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida aparece después de 500.000 millones de años en la raza humana. Por eso se dice que es adquirido y no congénito. Con el pecado sufrimos todos de un SIDA espiritual, entendido como una falta de defensas y fragilidad ante la tentación y el pecado. La creación de la primera pareja en participación del Espíritu Santo, la misma Vida de Dios, fue la única etapa de la historia humana según Dios. El pecado echa abajo su plan de que todo estaba bien (Gn 1, 31). Dios habría podido borrar lo hecho y hacer nuevas criaturas. Podría haber acabado con su creación pero no sería Dios si alguien pudiese cambiar sus planes. Por eso, restablecerá la semejanza de los humanos en la tierra con la Trinidad en el cielo, restituirá la presencia del Espíritu Santo entre nosotros por el acontecer del Reino. Se dice que la Creación se hizo en siete días. La Biblia se puede dividir en otras seis etapas adicionales a la de la Creación, para un total de siete.

Estas etapas se pueden leer con la clave trinitaria y el lector hallará que, si bien no fue la intención de los diversos autores bíblicos, existe una constante en las narraciones que explican pedagógicamente la génesis de la venida del Reino de Dios. ¿Será pura coincidencia? O más bien, la mano de Dios para establecer su Reino entre nosotros sin que ningún pecado lo pueda destruir.

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Primera etapa: creación de Adán y Eva. Siguiendo el esquema trinitario de los pares, se puede pensar en Adán —semejanza del Padre— como el corazón, y Eva —semejanza del Hijo— como el pulmón. La semejanza con Dios estaba en su relación mutua +/+. Conocían el código del bien pero no el del mal. La serpiente —símbolo de la tentación— preguntó a la mujer:

-¿Así que Dios les ha dicho que no coman del fruto de ningún árbol del jardín?- Y la mujer le contestó: -Podemos comer del fruto de cualquier árbol, menos del árbol que está en medio del jardín... porque si lo hacemos, moriremos. Pero la serpiente le dijo a la mujer: -¡No!, ¡No es cierto! No morirán. Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman del fruto de ese árbol podrán saber lo que es bueno (que ya lo saben) y lo que es malo, y entonces serán como Dios-. La mujer vio que el fruto del árbol era hermoso, y le dieron ganas de comerlo y de llegar a tener entendimiento (del bien y del mal). Así que cortó uno de los frutos y se lo comió. Luego le dio a su esposo, y él también comió. En ese momento se les abrieron los ojos y los dos se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas... El hombre llamó Eva su mujer, pues ella fue la madre de todos los que viven. Dios el Señor... dijo: -Ahora el hombre se ha vuelto como uno de nosotros (plural), pues sabe lo que es bueno y lo que es malo...- Por eso Dios el Señor sacó al hombre del jardín del Edén... puso al oriente del jardín unos seres alados y una espada ardiendo que daba vueltas hacia todos los lados, para evitar que nadie llegara al árbol de la vida (Gn 3).

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La perennidad de la vida se perdió. A partir de entonces, todos tenemos que morir como cualquier animal y ya no tenemos manera de restablecer la semejanza de la relación con la Trinidad para preservar la vida. Sin importar cuánto alguien se relacionara +/+ con los demás, ya no habitaba allí el Espíritu Santo.

La tentación entró por Eva porque era la imagen del Hijo. Si la semejanza con la Trinidad se hubiese roto entrando por Adán, imagen y semejanza de la relación Padre→Hijo, le habría tocado al Padre encarnarse para reparar la semejanza perdida. Esto sería una contradicción porque, por definición, el Padre es quien envía al Hijo y al Espíritu Santo. Por consiguiente, la única entrada vulnerable a la tentación era Eva, imagen y semejanza de la relación Hijo→Padre. Más tarde será misión del Hijo recuperar (de ahí la palabra redimir) la semejanza, encarnándose en la persona de Jesús de Nazaret. La relación no se podía romper en el sentido corazón→pulmón (Padre→Hijo) sino pulmón→corazón (Hijo →Padre).

Con el pecado se inició la lucha fratricida de hermano contra hermano para hacer la historia del hombre según el hombre. Caín mata a su hermano Abel y, hasta nuestros días, continúan las luchas entre hermanos sin sentido. El mal se adueñó de la tierra y el ser humano pasó de dueño a inquilino en su propia casa.

No se trata de que por culpa de un pecado haya entrado el mal en el mundo. La culpa es de la tentación pues sin ella no hay pecado. Cualquiera que hubiese roto la relación con su prójimo habría acarreado el mismo desastre como de hecho, hacemos hoy día. La diferencia es que por la encarnación del Hijo, podemos reparar la vida por el acontecer del Reino. Las mismas tentaciones de entonces son las de ahora y siempre, ante las cuales padecemos de la debilidad que hemos llamado SIDA espiritual. Y esta debilidad consiste en la seducción de

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las cosas, que nos lleva a sustituir la relación con otros por ellas. La historia según Dios Vs. la historia según el hombre.

Segunda etapa: Noé y su esposa, junto con sus hijos y esposas… de dos en dos. Debido a la maldad en el mundo, Dios decidió escoger al único justo que quedaba y —según la narración— respondía al nombre de Noé. Pero no fue él solo —el corazón, imagen del Padre—, sino también su esposa —semejanza del Hijo— y sus tres hijos con sus esposas (siempre de dos en dos). Fueron elegidos por Dios para inundar la creación y empezar de nuevo ya que, era tal la maldad que la tentación y el pecado habían atraído a la tierra, que Dios se arrepintió de no haber terminado con ella.

Al ver Dios que había tanta maldad en la tierra, le dijo a Noé: -He decidido terminar con toda la gente. Por su culpa hay mucha violencia en el mundo... Construye una barca... Voy a mandar un diluvio que inundará la tierra y destruirá todo lo que tiene vida. Pero contigo estableceré mi pacto, y en la barca entrarán tus hijos, tus nueras y tú. Cuando el diluvio inundó la tierra... entró Noé en la barca junto con sus hijos, su esposa y sus nueras... Los animales... entraron de dos en dos, macho y hembra como Dios lo había ordenado (Gn 6, 5-9).

Tercera etapa: Abraham y su esposa Sara. La maldad volvió a invadir la raza. Los habitantes de la tierra decidieron construir en la ciudad de Babel una torre que llegara hasta el cielo... Dios confundió su idioma para que no se entendieran. En un tercer intento por restablecer la semejanza con la Trinidad, Dios elige a otra pareja: Abraham y Sara, su mujer. Los envía a una tierra prometida y allí forma su pueblo, entendido como reunión de familias, propiedad privada de

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Dios, entonces conocido como Iahvé. La misma promesa hecha a Abraham le hace Dios a su esposa Sara:

Cuando Abraham tenía 99 años, el Señor se le apareció y le dijo... Tú serás el padre de muchas naciones y ya no vas a llamarte Abram. Desde ahora te llamarás Abraham… Yo seré siempre tu Dios y el Dios de Ellos (Gn 17, 1-8). Tu esposa Sarai ya no va se llamará así. De ahora en adelante se llamará Sara... y será madre de muchas naciones (Gn 17, 15-16).

La promesa fue hecha a Abraham como a corazón —en vez del Padre— y a Sara como pulmón, en vez del Hijo. Siempre de dos en dos.

El hijo prometido a Abraham y Sara se llamó Isaac, quien tuvo dos hijos gemelos: Esaú y Jacob. A éste, padre de doce hijos que fueron los personajes de las doce tribus del pueblo elegido por Dios, quien le cambia el nombre por Israel. El hambre y la sequía lleva al pueblo a Egipto donde viven como esclavos por 430 años.

Cuarta etapa: Moisés y su hermano Aarón. La

pedagogía de Dios es dar oportunidades hasta que ya no quede duda de que debe intervenir. Así que Dios eligió otros dos para liberar a su pueblo y guiarlo a la tierra prometida: Moisés (semejanza del Padre) y Aarón, su hermano de sangre (figura del Hijo). No es raro entonces que la cena de Pascua y Éxodo se haga por familias:

Moisés cuidaba las ovejas de su suegro Jetro... Entonces Dios le dijo: -Claramente he visto cómo sufre mi pueblo... Por eso he bajado, para salvarlos del poder de los Egipcios...- -¡Ay, Señor!... Yo no

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tengo facilidad de palabra… por favor, envía alguna otra persona- Entonces el Señor se enojó y le dijo: -Ahí tienes a tu hermano Aarón, el levita. Yo sé que habla muy bien... Habla con él y explícale lo que tiene que decir; yo por mi parte estaré con él y contigo cuando hablen, y les daré instrucciones de lo que deben hacer. Tú le hablarás a Aarón como si fuera yo mismo (el Padre) y Aarón a su vez comunicará al pueblo lo que le digas tú (como el Hijo es la palabra del Padre) (Ex 3, 3- 4, 16).

Curiosamente la narración habla siempre de dos en dos. En ésta etapa aparece Aarón como el primero de los profetas. Ya la semejanza con la relación Padre↔Hijo no es entre varón y hembra sino entre dos varones relacionados entre sí por su propia sangre. Moisés era tartamudo y eso no era una coincidencia sino que, siendo él la figura del Padre, le correspondía a Aarón ser su palabra.

Quinta etapa: David y el Profeta Samuel. En el

quinto intento pedagógico, Dios elige a David quien fue el primero que logró gobernar las tribus. La restauración de éste reino político será la causa del malentendido de los discípulos cuando Jesús predicaba la llegada del Reino de Dios. Samuel y los profetas representan al Hijo, mientras que David representa al Padre: nuevamente un par.

El Señor dijo a Samuel: -Anda, llena de aceite tu cuerno, que quiero que vayas a la casa de Isaí, el de Belén, porque ya escogí como rey a uno de sus hijos- Saúl purificó a Isaí y a sus hijos y los invitó al sacrificio... Isaí le presentó a Samuel siete de sus hijos, pero Samuel tuvo que decirle que a ninguno de ellos lo había elegido el Señor. Finalmente preguntó: -¿No tienes más hijos?- -Falta el más

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pequeño que es el que cuida el rebaño- respondió Isaí. -Manda a buscarlo- dijo Samuel,-porque no comenzaremos la ceremonia hasta que él llegue-. Isaí lo mandó llamar. Y el chico era de piel sonrosada, agradable y bien parecido. Entonces el Señor dijo a Samuel: -Este es. Así que levántate y conságralo como rey-. En seguida Samuel tomó el frasco de aceite, y en presencia de sus hermanos consagró como rey al joven, que se llamaba David. (1S 16, 1-13). Fue rey durante 40 años; 7 en Hebrón y 33 en Jerusalén (1R 2, 10-11).

Aquí ya se consolida la noción del pueblo de Dios entendido como la reunión de las familias de las doce tribus, donde todos tenían iguales derechos de manera que no había pobres. Es el modelo de sociedad más justa que ha existido a lo largo de la historia de la humanidad.

Durante su reinado, David eliminó la corte y los esclavos. El sucesor, su hijo Salomón, restableció la corte y aparecieron esclavos hasta que norte y sur acabaron en guerra. Israel fue invadido y sus habitantes deportados. De ahí nació el Judaísmo como una religión de paso hasta la restauración del Reino de Israel por la venida de un Mesías político, que restablecería el territorio de Israel con derramamiento de sangre. Esa es la raíz del actual conflicto entre Palestina e Israel.

Sexta etapa: hasta aquí llegan las Escrituras Judías. Las cristianas —de autores completamente diferentes a los anteriores— curiosamente siguen el mismo esquema de dos en dos. Comienza con la aparición de Juan el Bautista —llamado el precursor, título que ostentaba el heraldo que iba delante del rey anunciando su paso— que da inicio a la restauración (salvación) de la semejanza con la Trinidad, perdida en el paraíso original. Decía un niño que Dios se hizo

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hombre porque en el cielo no tenía con quién jugar al balón. Su encarnación fue por puro amor; no por lástima, clemencia, piedad, compasión, porque: Tanto amó Dios (Padre) al mundo que dio a su hijo único, para que todo el que cree en él... tenga vida eterna. Porque Dios (Padre) no envió a su hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo (Jn 3, 16-17). Dios se hizo humano en la persona de Jesús, haciéndonos su familia, como la gota de agua que nadie puede separar al mezclarse con el vino:

Aunque existía con el mismo ser de Dios (Padre), no se aferró a su igualdad con él, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en cruz. Por eso Dios (Padre) le dio el más alto honor y el más excelente de todos los nombres, para que, ante este nombre concedido a Jesús, doblen todos las rodillas en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y todos reconozcan que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (Flp 2, 6-11).

La encarnación del Hijo representa el comienzo de una nueva creación pero al revés. En la primera, Dios creó la tierra para que la habitaran los humanos. En esta segunda, reclutará a los ciudadanos de un nuevo cielo y una nueva tierra en la Resurrección de los que han dormido en la Paz del Señor.

Cuando se cumplió el tiempo, Dios (Padre) envió a su Hijo, quien nació de una mujer... para que Dios (Padre) nos recibiera como a hijos. Y para mostrar que ya somos sus hijos, Dios (Padre) mandó el

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Espíritu de su Hijo a nuestros corazones... por ser hijo, es voluntad de Dios (Padre) que seas también heredero (Ga 4, 4-7).

Así como el Hijo procede del Padre invisible, es su imagen visible en la tierra, Eva procede del costado de Adán. Como la función de la primera Eva era ser imagen del Hijo, Jesús —el Hijo de Dios hecho carne— procede del seno de una mujer. Por consiguiente, ella es la figura del Padre pues el Hijo no puede asumir el papel del Padre; necesita un reemplazo que se llama María y es virgen porque es el comienzo de una nueva creación: un nuevo Adán y una nueva Eva. Siempre de dos en dos: Jesús en el puesto que le corresponde como Hijo y María en lugar del Padre, por lo cual es bendita entre todas las mujeres. No es coincidencia que la narración evangélica no vuelva a mencionar a José —padre putativo de Jesús— después de que Jesús se pierde y es hallado en el templo, a sus doce años. Era su Bar Mitzvah, la ceremonia de mayoría de edad de los judíos, tal como se conserva aún hoy día en la tradición judaica.

El argumento de que María era virgen no es porque ello sea esencial para la venida del Hijo. Si no lo hubiese sido, la venida del Reino no habría cambiado. Las razones para ello son dos: la primera, un resabio de Dios quien no parece ser muy convencional. Nació donde nadie había nacido antes; para la última cena montó en un asno que nadie había montado (Mc 11, 2) y fue enterrado en una tumba donde nadie había sido enterrado (Jn 19, 41). Es un motivo recurrente en la narración de las Escrituras. Por lógica, no iba a nacer de donde antes alguien había estado esculcando. Dios es único y el único.

La segunda consideración es que, si María no hubiese sido virgen y José hubiese tenido otros hijos, la participación en la vida de Dios que trajo consigo el Hijo del Padre hubiese sido por sangre y no por adopción. La genética hubiese

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reemplazado la gratuidad y muchos no participaríamos del Reino. Lo mismo habría sucedido si Jesús hubiese tenido su propia familia. No habría sido una encarnación para una participación universal sino para unos cuantos, con lo cual se hubiese roto el código +/+ característico del Reino. Sería una contradicción en términos. Es lo que sucede en otras religiones donde la sucesión es exclusivamente por el ADN del profeta. En nuestro contexto, la sucesión apostólica es por el Espíritu quien —como el viento— sopla donde Él quiere. Asi Pablo de Tarso fue elegido como apóstol sin haber conocido a Jesús ni ser su discipulo.

El origen de la vida en el útero de María es el inicio de una nueva perennidad para la humanidad. La semilla del mismo Dios nadie podrá acabarla: En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla (Jn 1, 4). La encarnación de Jesús marca el comienzo de la nueva creación, la sexta etapa de la historia según Dios.

Durante treinta años Jesús y María —siempre dos— vivieron en relación mutua, como el corazón y pulmón de su cuerpo familiar. Nunca pecaron (rompieron la relación) manteniendo así el código +/+, haciendo acontecer la presencia del Espíritu Santo en la tierra: el Reino de Dios. En el bautismo, el Padre dice que está complacido: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco (Mt 3, 17; 17, 5; Mc 1, 11; Lc 3, 22). El Espíritu Santo ha encontrado su hábitat en la tierra en la relación entre el nuevo Adán y la nueva Eva; ya nada ni nadie podrá destruir su presencia entre dos seres humanos que se relacionen como el Padre y el Hijo, como Jesús y María.

Terminada su misión de establecer el Reino, el Padre envía a Jesús a hacer discípulos haciendo énfasis en el anuncio de la victoria (Mt 11, 4ss). Con muchos discípulos inicia el nuevo pueblo de Dios. Entre ellos aparecen doce como los elegidos para ser sus apóstoles —como antes lo había hecho

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Dios con los doce hijos de Jacob, cabezas de las doce tribus de Israel—. Y su elección no fue al azar. Juan y Santiago eran hermanos, al igual que Andrés y Simón Pedro. Colegas íntimos de Andrés eran Felipe y Bartolomé; Simón Pedro era íntimo de Juan y Santiago. Por consiguiente, Jesús eligió una camarilla de seis pescadores que tenían entre sí fuertes lazos de amistad y en el negocio artesanal de la pesca. Santiago el de Alfeo, Tadeo y Simón (el Zelote) eran primos de Jesús. Este grupo, como símbolo del Reino, indica que el Espíritu Santo está presente en la relación entre los prójimos más próximos. Pero también hay entre ellos tres que no tienen próximos: Tomás, Mateo y Judas. De ahí la conclusión de que prójimo es quien vive o trabaja bajo el mismo techo, extensivo a los sin próximos o sin techo.

Séptima etapa: los dos testigos. En verdad el hijo del

hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido (Mt 18, 11). la participación en la Vida de Dios, el Espíritu Santo. Dios Padre envia al Espíritu Santo en Pentecostés. La relación de semejanza rota entre Eva→Adán (Hijo→Padre) ya estaba reparada (salvada o redimida) por la de Jesús→María. Por consiguiente, ¡misión cumplida! La herida en el costado de Jesús indica que, aunque dicha relación está ya reparada, hasta la segunda venida de Cristo no se cerrará aquél costado y su pasión se perpetúa hasta el tiempo de la cosecha, donde se separará el trigo de la cizaña. Con el envío del Espíritu Santo se inicia la última etapa de la historia humana según la génesis del Reino. Ya Cristo está sentado a la derecha del Padre. Estamos en la era del Espíritu Santo. Si el lector ha entendido algo del Reino, es gracias a Él y no a estas páginas.

A la manera de la sangre que sale y regresa toda “de” y “al” corazón, a través del pulmón, toda la creación ha salido del Padre y regresará a su Origen únicamente por Cristo, por obra del Espíritu Santo.

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Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre, que me ha enviado... No es que alguno haya visto al Padre: el único que lo ha visto es el que ha venido de Dios... El Padre que me ha enviado, tiene vida (Espíritu Santo), y yo vivo por (la relación con) él... El Espíritu es el que da vida... Nadie puede venir a mí si el Padre no lo trae... (Jn 6, 43-66).

Y la labor del Espíritu Santo es dar Vida: Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10, 10). Ya sabemos que la participación en dicha Vida depende exclusivamente de la práctica del código +/+. Así como Dios descansó el séptimo día, al final de la última etapa de la historia Dios recreará el Paraíso donde vivirán los que hayan vivido Reino aquí para continuar viviéndolo allá. Ese paraíso puede ser por reciclaje del presente o por creación de uno nuevo o que ya existe en otras latitudes que no conocemos. Allí vivirán eternamente quienes perseveren en relación +/+ con sus próximos, a semejanza del Padre y el Hijo.

Dice la tradición que al final de los tiempos la humanidad va a sufrir algún tipo de opresión que evoque la esclavitud del pueblo en Egipto. Esto explicaría el envío de dos testigos (a la manera de Moisés y Aarón) anunciado en el Apocalipsis:

Y yo enviaré dos testigos... a hablar de mi parte... Si alguien intenta hacerles daño, ellos echan fuego por la boca, que quema por completo a sus enemigos; así morirá cualquiera que quiera hacerles daño. Estos testigos tienen poder para cerrar el cielo, para que no llueva durante el tiempo en que están hablando de parte de Dios... Pero cuando hayan acabado de dar su testimonio, el monstruo que sube del abismo los atacará, los vencerá y los matará. Sus cadáveres quedan

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tendidos en las calles de la gran ciudad…Por tres días y medio, gentes de distintos pueblos, razas, lenguas y naciones verán sus cadáveres y no dejarán que los entierren. Los que viven en la tierra se alegrarán de su muerte. Estarán tan contentos que se harán regalos unos a otros…Pero al cabo de los tres días, Dios los revivió y se levantaron otra vez y todos los que vieron se llenaron de miedo… Y subieron al cielo en una nube y sus enemigos los vieron (Ap 11, 3-13).

El cuerpo trinitario y la presencia del Espíritu Santo quedarán permanentemente establecidos en la Vida después de la vida. Participaremos entonces, como los órganos de un organismo, de la misma herencia del Hijo ya que somos familia del mismo Padre. Quienes no mantuvieron el código del Reino no resucitarán. Si resucitaran para sufrir un castigo eterno, Dios estaría actuando de villano (+/-) y Dios no puede relacionarse sino +/+. No sabe actuar de otra manera. Si el lector piensa en el momento más feliz de su vida en su relación con alguien y lo multiplica al infinito hasta hacerlo permanente, entonces sabrá lo que será la vida después de la Resurrección:

Y oí una fuerte voz que venía del trono, y que decía:-’Dios vive ahora (en la relación) entre los hombres. Vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos como su Dios. Secará todas las lágrimas de ellos y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor, porque todo lo que antes existía habrá dejado de existir- (Ap 21, 3.5).

Por la tentación entró el pecado. Se perdió la participación en el Espíritu Santo, en la Vida de Dios en nuestras relaciones y, por consiguiente, entró la muerte en

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el mundo: Así pues, por medio de un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado entró la muerte, y así la muerte pasó a todos porque todos pecaron (Rm 5, 12). Pues por el delito de un solo hombre, muchos murieron; pero el don que Dios (Padre) nos ha dado gratuitamente por medio de un solo hombre, Jesucristo, es mucho mayor y en bien de muchos (Rm 5, 15).

Fueron Jesús, el nuevo Adán, y María, la nueva Eva, quienes lo hicieron acontecer el Reino: hábitat del Espíritu Santo. El Padre envía entonces al Hijo a anunciar la buena nueva de que el Reino de Dios está llegando y para perpetuar el anuncio se dedica a hacer discípulos del Reino. La presencia del Espíritu Santo está restablecida en nuestras relaciones: presencia frágil por la tentación y el pecado hasta la segunda venida de Jesús. Pero, será permanente al retornar al paraíso después de la Resurrección, donde viviremos como al principio, cuando Dios creó el cielo y la tierra.

Parábolas del tiempo de la cosecha¿Por qué me llaman ustedes, -Señor, Señor-, y no hacen lo que les digo? Voy a decirles a quién se parece el que viene a mí y me oye y hace lo que digo (amarse): se parece a un hombre que para construir una casa cavó primero bien hondo, y puso la base sobre la roca. Cuando creció el río, el agua dio con fuerza contra la casa, pero ni moverla pudo, porque estaba bien construida. Pero el que me oye y no hace lo que digo, se parece a un hombre que construyó su casa sobre la tierra y sin cimientos; y cuando el río creció y dio con fuerza contra ella, se derrumbó y quedó completamente destruida (Lc 6, 47-49; Mt 7, 24-27).

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El nombre del Padre será conocido hasta en el último rincón de la tierra cuando venga su Reino: Quien no está en mi favor, está en contra mía, y el que conmigo no recoge, desparrama (Mt 12, 30). El que no está contra nosotros, está a nuestro favor (Mc 9, 40). ¡No hay otra alternativa! Quien no se hace artesano del Reino escribiendo su historia según Dios, se hace parte del problema del mal en el mundo y edifica su historia según el hombre. Una es roca y la otra, arena.

La parábola de la casa construida sobre la roca es la conclusión del sermón de las bienaventuranzas. Quien escucha la palabra del Reino y construye su propia historia sobre relaciones interpersonales sanas y sólidas, se parece a quien construye su casa sobre la roca. Cuando la tentación, la adversidad o el mal los embisten, se mantienen firmes como la roca.

Quienes construyen su vida y valor como personas sobre la arena movediza del $$$, el éxito y la aprobación de los demás, son como los tontos que han construido su casa sin cimientos sobre la arena.

Quienes dedican su existencia a hacer del Reino su propio amor, querer e interés, han construido sobre la roca: cuando los aluviones de la tentación y del mal llegan, la casa permanece firme. La relación mutua entre seres humanos, cuando son semejantes a las relaciones de las personas en la Trinidad, es la mejor protección contra el mal.

Unos habían construido su historia sobre la arena del dinero; no solo tenían lo que querían sino que despilfarraban a diestra y siniestra. -No hay nada más que podamos ya comprar-, decían con arrogancia unos amigos íntimos a Pepe. -Valen para mí solo por ser personas- les insistía Pepe y se los demostró. Los potentados corrieron la voz de que Pepe estaba loco y le volvieron la espalda; se avergonzaban de él. Pero las vueltas de la vida les trajeron un revés total de fortuna; sus íntimos les dieron la espalda, ya no tenían un peso en el bolsillo; se avergonzaban de ellos. Después de

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14 años volvieron a tocar a la puerta de Pepe. Su casa estaba construida sobre roca. Sabían que su cariño era incondicional.

La parábola del SembradorEn aquel tiempo, la semilla se esparcía por la tierra antes de arar. Quedaba así la semilla enterrada al pasar el arado tirado por bueyes, economizando esfuerzo al labrador. Obviamente, algunas semillas caían donde debían mientras que otras no:

Parábola SignificadoAquél mismo día salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del lago. Como se reunió mucha gente, Jesús subió a una barca y se sentó, mientras la gente se quedaba en la playa. Entonces se puso a hablarles de muchas cosas por medio de parábolas.Les dijo: -Un sembrador salió a sembrar. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y llegaron las aves y se la comieron.

Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; esa semilla brotó pronto, porque la tierra no era muy honda; pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó.

Escuchen, pues, lo que quiere decir la parábola del sembrador:

Los que oyen el mensaje del Reino de Dios y no lo entienden, son como la semilla que cayó en el camino; viene el maligno y les quita el mensaje sembrado en su corazón.

La semilla que cayó entre las piedras representa a los que oyen el mensaje -del Reino de Dios- y lo reciben con gusto, pero como no tienen suficiente raíz, (no se quieren a sí mismos igual que al prójimo) no se mantienen firmes; cuando por causa del mensaje sufren pruebas o persecución, pierden la fe.

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Otra parte de la semilla cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron.

Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio buena cosecha; algunas espigas dieron cien granos por semilla, otras sesenta granos y otras treinta. Los que tienen oídos, oigan-.

La semilla sembrada entre espinos representa a los que oyen el mensaje -del Reino de Dios-, pero los negocios de este mundo les preocupan demasiado y el amor por las riquezas los engaña. Todo esto ahoga el mensaje y no lo deja dar fruto en ellos.

Pero la semilla sembrada en buena tierra representa a los que oyen el mensaje -del Reino de Dios- y lo entienden y dan una buena cosecha. Algunos de estos son como las espigas que dieron cien granos por semilla, otros como las que dieron sesenta y otros como las que dieron treinta (Mt 13, 18-23; Mc 4, 13-20; Lc 8, 11-15).

La semilla es símbolo del Reino por el cual hemos sido adoptados como familia de Jesús. La parábola habla de cuatro respuestas posibles a la invitación del Padre a hacernos artesanos del Reino.

La primera es la de quienes escuchan la palabra sobre el Reino de Dios, pero se pasan la vida en pasatiempos que nada tienen que ver con el código de relaciones según el Reino. Así, las grandes fortunas hechas con el narcotráfico y otras que edifican imperios personales sin nada que ver con la humanidad.

La segunda respuesta es propia de quienes no tienen raíz en sí mismos; se parece a una semilla de pera que llora inconsolable porque no es manzana. Son quienes no tienen la así llamada autoestima: ni consideran ni aprecian aquellos talentos que Dios les ha dado, especialmente a los que

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recibieron poco según los criterios del mundo; se pasan la vida comparándose con quien recibió mucho. Estas personas viven a la caza de alguien que los haga salir de su anonimato. No entienden que cada quien es creado por Dios con una mochila que contiene todo lo necesario para hacer el viaje de retorno al Padre. Ignoran que lo único que tienen que hacer es esculcar en su mochila para encontrar lo que echan de menos, en vez de buscarlo fuera. Son quienes se quieren a sí mismos menos que a los demás: relación -/+. Quien se siente así tiene un problema psicológico, no espiritual.

La tercera respuesta es la de las personas que en un comienzo han escuchado y entendido con entusiasmo el mensaje del Reino. Poco a poco sus relaciones con los demás se convierten en conveniencias para subir por la escalera de su propio éxito.

La cuarta respuesta es la de quienes aceptan ¡lo que son y como son!, y se relacionan +/+ con sus próximos, donde Dios los ha sembrado. Han escuchado y entendido la palabra del Reino en términos de relaciones con los demás. Han oído y escuchado la palabra del Reino como la semilla en tierra buena y fértil. Cultivan sus relaciones como quien cuida una planta, hasta producir bien sea el ciento, el sesenta o el treinta. Hay una relación proporcional entre el código del Reino practicado en nuestras relaciones aquí en la tierra y la participación del Reino definitivo después de la cosecha. La semilla en buena tierra es el símbolo de quienes son verdaderos artesanos del Reino del Padre. Este proceso terminará en la escatología, palabra usada para referirse a todo lo relacionado con el tiempo de la cosecha: el destino final de la raza humana y del universo.

El Reino es como un tesoro escondidoDios, el sembrador, busca el tiempo y la manera de que cada uno tenga su oportunidad de encontrar el Reino. Algunas

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personas se tropiezan con él sin buscarlo, como quien encuentra un tesoro: El Reino de Dios es como un tesoro escondido en un terreno. Un hombre encuentra el tesoro, y lo vuelve a esconder allí mismo; lleno de alegría, va y vende todo lo que tiene, y compra ese terreno (Mt 13-44).

El tesoro es el Reino. Dios Padre hace que algunos se tropiecen con el Reino de tal manera que sus vidas sean reordenadas de acuerdo a las relaciones, en la prioridad que les corresponde.

Es el caso del personaje que creció como hijo único de una esposa abandonada por su marido poco después de su nacimiento. Su madre hebrea le susurraba interminablemente al oído: ¡Eres el hijo de Dios, eres divino! Terminada su adolescencia, desarrolló una obsesión compulsiva por llegar a ser el hijo de Dios soñado por su madre. Confuso y frustrado por no encontrar la salida a su conflicto interior de vivir de acuerdo a las expectativas de su madre, se convirtió en uno más del montón de borrachones que deambulaban por las calles de la gran megalópolis.

En una mañana de crudo invierno, buscando donde evitar que sus huesos se congelaran, se encontró dentro de una iglesia cristiana donde escuchó sorprendido al predicador que hablaba del Hijo divino y único de Dios. Como si hubiese recibido una descarga eléctrica, se acercó al predicador pidiéndole más información sobre cómo llegar a ser el Hijo de Dios. Molesto por la impertinencia de quien apestaba a alcohol y tenía claras muestras de estar ebrio, el predicador le ofreció de mala gana una copia de las Escrituras Cristianas. Bruscamente le dijo: ¡Lea!

Un año más tarde fue traído por la policía a nuestro centro de psicoterapia: vestía una larga y sucia túnica oriental, con el olor típico de quien no se ha bañado ni afeitado en varios meses. Vivía de bar en bar fastidiando a los clientes y diciendo: ¡He aquí el hijo divino de Dios! ¡Me llamo Jesús! Sin hablarle de religión, la terapia le ha hecho comprender

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que las parábolas hablan de las relaciones interpersonales a semejanza de Jesús con la gente, según el libro que traía en sus manos. Se lo sabía de memoria y lo había leído como quien lee una novela. Sólo en la relación saludable con los demás llegaría también él a ser de la familia de Iahvé.

Al día siguiente, el joven regresó para su sesión de terapia bañado, afeitado, perfumado y peinado. Al interrogarlo sobre el motivo para un cambio tan radical, comentó: Si ser Hijo de Dios es tener buenas relaciones con los demás, yo estaba que apestaba demasiado y era rechazado por todos. Lo contrario de ser Hijo de Dios. Poco a poco reorganizó su vida de acuerdo a las sanas relaciones con los demás y dándole prioridad a ellas. Hoy está felizmente casado, tiene dos hijas a quienes también llama Hijas de Dios. Se ha convertido en un pilar de su sinagoga.

Se tropezó con el Reino, como quien se encontró el tesoro en la parábola; vendió cuantas ideas tenía y compró el tesoro del Reino. Al reorganizar toda su vida de acuerdo a las relaciones +/+, se hizo artesano del Reino logrando calidad de vida y felicidad para sí y los suyos.

El negociante de perlasOtra táctica del Padre para llamar a su Reino es el caso de la parábola del negociante de perlas: El Reino de Dios es también como un comerciante que anda buscando perlas finas; cuando encuentra una de mucho valor, va y vende todo lo que tiene, y compra esa perla (Mt 13, 45).

Es el caso de quienes buscan de veras a Dios donde no está. La narración de Marta y María explica el significado de la parábola. María ha encontrado el tesoro del Reino en su amigable y amena conversación con Jesús y ha dejado todo por gozar de su compañía: María, la cual se sentó a los pies de Jesús para escuchar lo que él decía (Lc 10, 39). María ha

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encontrado la perla del Reino en la intimidad de la relación humana. Por el contrario:

Marta que estaba atareada con sus muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo: -Señor, ¿no te preocupa nada que mi hermana me deje sola con el todo el trabajo? Dile que me ayude- Pero Jesús le contestó: -Marta, Marta, estás preocupada y afligida por muchas cosas, pero sólo una cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la va a quitar- (Lc 10, 40-42).

Por lo visto, Marta todavía estaba buscando la perla del Reino en lo que hacía y no en cómo se relacionaba, como sí lo hizo su hermana María. Pero Dios no tiene prisa.

A la manera de la semilla sembrada en la tierra, el crecer espontáneo y silencioso del Reino llegará algún día a su cosecha: el día de la Resurrección que es el mismo del Juicio Final. El símbolo de la luz se usa en la Biblia para explicar este evento.

La luz como símbolo del ReinoUno de los símbolos bíblicos favoritos para explicar el tiempo de la cosecha del Reino es la luz. La luz en una lámpara no está ni en la mecha ni en el aceite, sino en su mutua relación. Tan importante para la luz es la mecha como la cera. De nuevo encontramos el código +/+ para que el Reino venga; a la manera de la semilla y la tierra, el corazón y el pulmón, el Padre y el Hijo. La oscuridad es la ausencia de relación entre mecha y aceite. Se compara la luz con el Espíritu Santo quien procede de la relación Padre (mecha)↔Hijo (aceite). Se compara la relación yo↔tú con la mecha y el aceite para que la luz, símbolo del hábitat del Espíritu Santo, acontecer entre nosotros: en la tierra como en el cielo.

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Cristo es la luz del mundo por su relación con el Padre: Mientras estoy en este mundo, yo soy la luz del mundo (Jn 9, 15). En Él estaba la plenitud del Espíritu Santo. Una vez muerto Jesús:

Ustedes son la luz de este mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cajón: antes bien se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en casa. Del mismo modo, procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben al Padre que está en el cielo (Mt 5, 14-16).

El bien que ustedes hacen es referencia a ser luz según el código +/+, único testimonio válido de que de veras somos cristianos: Si alguno dice que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. El que ama a su hermano vive en la luz, y no hay nada que lo haga caer en pecado. Pero el que odia a su hermano/a, vive en la oscuridad y no sabe a dónde va, porque la oscuridad lo ha dejado ciego (1Jn 2, 9-11).

Quien viaja por mar abierto en la noche oscura y nublada, no tiene sentido de dirección más que la brújula. La brújula para el cristiano es el código del amor a sí mismo igual que al prójimo: relación +/+ con Dios y con los demás. Siguiendo este rumbo, llegará a la plenitud de la luz y la justicia del Reino. La verdadera ascética cristiana es precisamente esa: por una parte, mantener la luz encendida no rompiendo ni dañando las relaciones con los demás; la otra cara de la moneda es la de inundar el mundo con relaciones sanas de manera que la luz brille e ilumine a todos. El fuego no se propaga via internet. Solamente por contagio.

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La luz es sustituto del símbolo de la vida en un organismo: En él (la Palabra) estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no han podido apagarla (Jn 1, 4). Una vez enviado el Espíritu Santo, no habrá posibilidad de que se extinga su presencia. Siempre habrá por lo menos dos personas que se amen. No se apagará la Luz del Espíritu.

La parábola de las diez personas que esperan al novio en una boda, nos da la clave de cómo será la cosecha. La versión que damos aquí es una aproximación a la parábola original. No existen testimonios que corroboren la práctica de una boda al estilo de la narración. De hecho, la esposa no se menciona; la media noche no tiene nada que ver con las prácticas de las ceremonias nupciales.

En lo que sí acierta la narración es en comparar el tiempo de la cosecha con una fiesta de bodas en vez de un funeral. La parábola simboliza el matrimonio definitivo de Dios con la humanidad:

El Reino de Dios será entonces (en la cosecha) como diez personas que, en una boda, tomaron sus lámparas de aceite y salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran despreocupadas y cinco previsoras. Las despreocupadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; en cambio, las previsoras llevaron sus botellas de aceite, además de sus lámparas. Como el novio tardaba en llegar, les dio sueño a todas, y por fin se durmieron. Cerca de la medianoche se oyó gritar: -¡Ya viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!- Todas las personas se levantaron y comenzaron a preparar sus lámparas. Entonces las cinco despreocupadas dijeron a las cinco previsoras:

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-Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando-. Pero las personas previsoras contestaron:-No, porque así no alcanzará ni para nosotros ni para ustedes. Más vale que vayan a donde lo venden, y compren para ustedes mismas-. Pero mientras aquellas cinco personas fueron a comprar aceite, llegó el novio, y las que habían sido previsoras entraron con él en la boda y se cerró la puerta.Después llegaron las otras personas, diciendo: -¡Señor, señor, ábrenos!- Pero él les contestó: -Les aseguro que no los conozco. Manténganse ustedes despiertos- añadió Jesús -porque no saben ni el día ni la hora (Mt 25, 1-13).

Diez personas: unas sabias según el código del Reino y otras sabias según el éxito mundano. No se notó ninguna diferencia entre los grupos sino hasta el final. El dormirse todas las personas es una referencia a la dilación del tiempo para la segunda venida de Jesús. Un paralelo con la despreocupada espera del sembrador. La llegada repentina a media noche, se refiere a la creencia contemporánea de que Jesús retornará inesperadamente, como el ladrón en la noche:

Manténganse ustedes despiertos, porque no saben a qué hora va a venir su Señor. -Pero sepan esto, que si el dueño de una casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, se mantendría despierto y no dejaría que nadie se metiera en su casa a robar. Por eso, ustedes también estén preparados; porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen (Mt 24, 42-44; Mc 13, 35; 1Ts 5, 2; 2 Pe 3, 10).

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El grito para salir al encuentro del Señor que llega es una figura de lo que sucederá en los últimos días de este mundo:

Porque se oirá una voz de mando, la voz de un arcángel y el sonido de la trompeta de Dios, y el Señor mismo bajará del cielo. Y los que murieron creyendo en Cristo, resucitarán primero; después los que estemos vivos seremos llevados, juntamente con ellos, en las nubes, para encontrarnos con el Señor en el aire; y así estaremos con el Señor para siempre (1Ts 4, 16-17).

Las personas despreocupadas han sido excluidas del paraíso no porque se durmieron como las demás, sino porque sus lámparas no estaban encendidas. Como hemos visto, la luz procede de la relación mecha↔aceite. El tema es retomado de otra alegoría: Que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo (Mt 5, 14-16).

Cuando el Padre y el Hijo vengan al Juicio Final, no preguntarán a nadie por su hoja de vida, o qué hizo, o qué puesto desempeñó; ni siquiera cuál religión practicaba. Nadie podrá alegar privilegios por haber sido presidente de alguna nación importante, o por haber sido pastor de una floreciente iglesia o un gran negociante. Nada de eso importará ¡nada! Vendrán buscando quién se parece a la relación Padre→Hijo. ¿Quién fue luz de este mundo? ¡A la derecha! ¿Quién le hizo hábitat al Espíritu Santo? ¡A la derecha! En otras palabras: ¿amaste+/+? Si la respuesta es afirmativa, estarás a la derecha. Si negativa, a la izquierda: Les aseguro que no los conozco.

Nadie tendrá absolutamente ningún privilegio, porque una de las grandes características de Dios es que no hace

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distinción entre las personas. No lo hace en las Escrituras Judías:

○ El Dios soberano, poderoso y terrible, que no hace distinciones ni se deja comprar con regalos (Dt 10, 17).

○ Dijo (Josafat) a los Jueces: -Fíjense bien en lo que hacen, porque no van a juzgar en nombre de los hombres, sino del Señor, que estará con ustedes cuando den el fallo. Así que... tengan cuidado... porque el Señor nuestro Dios no tolera injusticias, parcialidad ni sobornos.

(2 Cor 19, 7)○ Él (Dios) no se pone de parte de los gobernantes, ni

favorece más a los ricos que a los pobres, pues él fue quien los hizo a todos (Job 34, 19).

Tampoco hace distinciones en las Escrituras Cristianas:

○ Maestro, sabemos que tú dices la verdad y que enseñas de veras a vivir como Dios exige (amarse), sin dejarte llevar por lo que diga la gente, porque no juzgas a los hombres por su apariencia (Mt 22, 16; Mc 12, 14;

Lc 20, 21).○ Dios dará gloria, honor y paz a todos los que hacen

lo bueno (amarse), a los judíos en primer lugar, pero también a los que no lo son. Porque Dios no hace diferencia entre unos y otros (Ro 2, 11).

○ Pedro comenzó a hablar y dijo: -Ahora entiendo que de veras Dios no hace diferencia entre una persona y otra, sino que en cualquier nación acepta a los que lo reverencian y hacen lo bueno (amarse) (Act 10, 34)

○ A mí no me interesa lo que hayan sido ellos, porque Dios no juzga por las apariencias (Ga 2, 6).

○ Ustedes amos, pórtense del mismo modo con sus siervos, sin amenazas. Recuerden que tanto ustedes como ellos están sujetos al Señor que está en el cielo, y que él no hace diferencia entre una persona y otra (Ef 6, 9).

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○ Pero el que hace lo malo (no relaciones +/+), recibirá el pago del mal que ha hecho, porque Dios no hace diferencia entre una persona u otra (Col 3, 25).

○ Si ustedes llaman ‘Padre’ a Dios que juzga a cada quien según sus hechos, y sin hacer distinción entre personas, deben mostrarle reverencia durante todo el tiempo que vivan en este mundo (amándose unos a otros) (1 Pe 1, 17).

Pasaje para el cieloSi la relación mecha↔aceite en una lámpara se representa por una cinta de papel, se visualiza mejor la importancia de la relación. Y si imaginamos que esta cinta de papel es un boleto de entrada a un partido de fútbol, se entiende mejor el significado de la parábola. Un boleto de entrada a un espectáculo no se puede dividir para hacer dos o tres boletos de uno. A la hora de la entrada, si uno tiene su boleto completo, entra; si no, ¡no! Una boleto por persona. ¡Sin excepciones!

De manera semejante, a la entrada al paraíso, aquellos que han sido luz de este mundo porque se han relacionado con sus prójimos como el Padre y el Hijo, tienen su boleto. Quienes no lo tengan, no serán reconocidos ni por el Padre ni por el Hijo.

Cada quien será llamado por su propio nombre. Presuponiendo que una persona en vida no hizo mal a nadie, si alguien en la tierra la recuerda con cariño, ella tiene su boleto de entrada. Si nadie nos recuerda, oirá la misma frase de la parábola: Nunca los conocí; ¡aléjense de mí, malhechores! (Mt 7, 23).

Así se entiende por qué el pueblo cristiano conserva desde la antigüedad la tradición de cuidar a las viudas, los huérfanos, los inmigrantes, los prisioneros, los pobres, los enfermos... La persona que les ayuda les está dando de hecho

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el boleto de entrada al paraíso. Todas estas personas son tan vulnerables, precisamente porque carecen de próximos o de techo, o ambos. Quienes tienen vocación para cuidar de los enfermos se están haciendo sus próximos haciéndoles posible tener su boleto de entrada al paraíso. Nadie llega allá solo. Una ventaja del Juicio Final es que no habrá ningún alegato:

No todos los que me dicen -Señor, Señor- entrarán en el Reino (definitivo) de Dios, sino solamente los que hacen la voluntad de mi Padre celestial (amarse +/+ unos a otros). Aquél día muchos me dirán: -Señor, Señor, nosotros hablamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros-. Pero entonces les contestaré: -¡Nunca los conocí! ¡Aléjense de mí, malhechores!- (Mt 7, 21).

¿Castigo de Dios?Con frecuencia la gente se pregunta si es cristiana la sabiduría de Dios al dejar a algunos fuera del Reino. Las personas despreocupadas de la parábola de las lámparas pidieron a las prudentes su aceite; les pedían su boleto de entrada al paraíso. Como se requiere un boleto por persona, las prudentes las han mandado a buscar su boleto; a ser luz de este mundo. ¡Demasiado tarde! No hay ya tiempo para restablecer relaciones y ser luz de este mundo, puesto que ya se acabó. Existe sólo el paraíso. No existe ya otra oportunidad.

Por otra parte, si las prudentes les diesen su boleto a las despreocupadas, estarían amándose:

¿A sí mismas menos que a las otras (Relación -/+)?¿A sí mismas más que a la otras (Relación+/-)?¿A sí mismas igual que a las otras (Relación +/+)?

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Es obvio que, si le diesen su boleto a las que no lo tienen, estarían amándose a sí mismas menos que a las otras: relación -/+, lo cual destruiría el balance de la ley del Reino: ¡amarse a sí mismo igual que a los demás!

Se entiende así claramente que Dios no castiga a nadie: uno mismo se castiga al alienarse de la participación definitiva en el Reino. No es que Dios excluya a alguno. ¡Es uno mismo el que se excluye! Cada quien ha tenido millones de oportunidades para procurarse su boleto. Si alguien no lo hace, nada tiene que ver Dios en el asunto.

Si digo a una persona que tiene un tesoro en oro escondido bajo su propio techo y la persona no hace nada por buscarlo, ¿de quién es la culpa de que se lo pierda? ¡Por supuesto que no es mía! Si la persona no lo busca, es problema suyo y no mío.

Algo semejante sucede con Dios. Si no quiero el paraíso, que sería como el oro escondido bajo mi techo, ¡el problema es mío y no de Dios! Y buscarlo es tan sencillo como practicar el código de mantener relaciones +/+. ¡Dios no castiga a nadie! Es uno mismo quien se castiga.

Algunas personas alegan que Dios es tan infinitamente bueno que al final de los tiempos perdonará a todos y todos participaremos de la Vida después de la vida. No es dato bíblico. Todas las parábolas hablan de una separación entre buenos y malos: la cizaña y el trigo (Mt 13, 25); la parábola de la red cuyos pescadores separan los peces buenos y malos (Mt 13, 47), etc. Si alguien cree que Dios es un bobalicón, es porque piensa que es menso —falto de entendimiento y razón; estúpido— en lugar de manso —de condición benigna, suave, sosegada y tranquila—. El problema de participar del Reino es responsabilidad de cada quien, no de Dios.

Otros alegan que si la persona se arrepiente en el último momento, también participará en el Reino. En ninguna parte de la Biblia dice que quien se arrepienta participará; sino que quien ‘de palabra y obra’ fue luz de este mundo, quien amó,

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participará de la Vida después de la vida. El buen ladrón en su hora última entendió que su historia según el hombre no valía la pena y estableció una relación con Jesús —historia según Dios— y tuvo la primicia del Reino: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 23, 43). Su compañero, por el contrario, rechazó la oferta del Señor y murió empeñado en construir su reino político: ¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos también a nosotros! (Lc 23, 39). Es la tentación de usar los carismas que Dios nos da para escribir la historia según el hombre.

La puerta angostaLa figura de la puerta, al final de la parábola de las lámparas, es un símbolo del retorno al paraíso. La narración del Génesis, después del incidente de la primera pareja que rompió su semejanza con Dios, dice:

-Ahora el hombre se ha vuelto como uno de nosotros, pues sabe lo que es bueno (su relación mutua) y lo que es malo (su relación mutua rota). No vaya a tomar también del fruto del árbol de la vida, y lo coma y viva para siempre-.Por eso el Señor Dios sacó al hombre del jardín del Edén, y lo puso a trabajar la tierra de la cual había sido formado. Después de haber sacado al hombre, puso al oriente del jardín unos seres alados y una espada ardiendo que daba vueltas hacia todos los lados, para evitar que nadie llegara al árbol de la vida (Gn 3, 22-24).

El árbol de la vida será entonces el derecho adquirido por cada quien, por la práctica del código +/+, a entrar al jardín del Edén. La vía será reabierta, pero, ¡un boleto por persona!

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La idea de la puerta como la entrada al jardín del Edén, se retoma en la parábola de la puerta estrecha:

En su camino a Jerusalén, Jesús enseñaba en los pueblos y aldeas por donde pasaba. Uno le preguntó: -Señor, ¿son pocos los que se salvan?-Y él contestó: -Procuren entrar por la puerta angosta; porque les digo que muchos querrán entrar, y no podrán (¡no tienen boleto!). Después que el dueño de la casa (el Padre) se levante y cierre la puerta (del paraíso), ustedes, los que están afuera, llamarán y dirán: -Señor, Señor, ¡ábrenos!-Pero él les contestará: -No sé de dónde son ustedes.-Entonces comenzarán ustedes a decir:-Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras calles.-Pero él les contestará:-Ya les digo que no sé de dónde son. ¡Apártense de mí malhechores! Allí llorarán y les rechinarán los dientes, al ver que Abraham, Isaac, Jacob y todos los profetas están en el Reino de Dios, y que ustedes son echados fuera. Porque va a venir gente del norte y del sur, del este y del oeste, para sentarse a comer en el Reino de Dios. Entonces, algunos de los que ahora son los últimos (según los parámetros del éxito humano), serán los primeros, y algunos que ahora son los primeros serán los últimos (Lc 13, 24-30).

Quienes son los primeros en las noticias del periódico, la televisión y el cine, tales como los políticos y artistas conocidos por toda la opinión pública, no necesariamente tienen la garantía de participar en el Reino. Por el contrario, es

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cierto que muchos que nunca vieron su nombre en imprenta o en la televisión, considerados quizá los últimos aquí en este mundo, serán los primeros en el Reino. La diferencia es que con o sin éxito en esta vida, unos han mantenido buenas relaciones con los demás, han sido luz de este mundo, mientras que otros han caído en la trampa de sustituir las relaciones por cosas y por vano honor en este mundo. La advertencia pues es para quienes no se ocupan de los demás.

El traje nupcialLa parábola de un tal sin vestido nupcial explica en detalle la sabiduría del Padre frente a la astucia de este mundo. El Reino no es proporcional a la fama o el éxito en este mundo, sino al trabajo de cada persona como artesana del código del Reino de Dios entre nosotros. No tiene nada que ver con la importancia que la publicidad da a valores ajenos a las relaciones entre las personas:

Jesús comenzó a hablarles otra vez por medio de parábolas. Les dijo: -El Reino de Dios es como un rey que hizo una fiesta para la boda de su hijo. Mandó a sus criados a que fueran a llamar a los invitados, pero éstos no quisieron asistir. Volvió a mandar otros criados, encargándoles:-Digan a los invitados que ya tengo preparada la comida. Mandé matar mis reses y animales engordados, y todo está listo: que vengan a la boda.-Pero los invitados no hicieron caso. Uno de ellos se fue a sus terrenos, otro se fue a sus negocios, y los otros agarraron a los criados del rey y los maltrataron hasta matarlos. Entonces el rey se enojó mucho, y ordenó a sus soldados que mataran

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a aquellos asesinos y quemaran su pueblo. Luego dijo a sus criados:-Todo está listo para la boda, pero aquellos invitados no merecían venir. Vayan, pues, ustedes a las calles principales, e inviten a la boda a todos los que encontraron, malos y buenos; y así la sala se llenó de gente. Cuando el rey entró a ver a los invitados, se fijó en un hombre que no iba vestido con traje de boda. Le dijo:-Amigo, ¿cómo has entrado aquí, si no traes traje de boda?-Pero el otro se quedó callado. Entonces el rey dijo a los que atendían las mesas:-Átenlo de pies y manos y échenlo a la oscuridad de afuera, donde llorará y le rechinarán los dientes. Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos- (Mt 22, 1-14).

En la parábola, el rey es el Padre, quien ha hecho todo por Cristo, con él y en él. El banquete es el fin de este mundo; el retorno de toda la creación al Padre, al Origen.

Si en vez del traje nupcial se piensa que el Rey ha pedido a este comensal su boleto de entrada, la parábola tiene más sentido: pues, sin boleto, ¡no hay Reino!

La red que no discriminaLa regla de un boleto por persona puede ser universal y justa solamente si, de una manera u otra, todo ser humano ha sentido el llamado interior de escoger las relaciones por encima de las cosas, sin distinción de credo, raza, religión o clase social. De hecho, el Reino se compara también con una red de pescar:

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El Reino de Dios es también como una red que se echa en el mar y recoge toda clase de pescado. Cuando la red se llena, los pescadores la sacan a la playa, donde se sientan a escoger el pescado; guardan el bueno en canastas y tiran el malo. Así también sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles para separar a los malos (sin boleto) de los buenos (con boleto), y echarán a los malos en el horno de fuego, donde llorarán y les rechinarán los dientes (Mt 13, 47-50).

La red de pesca no hace distinción entre un pez y otro. La red no examina los peces haciéndoles preguntas como:

-¿A qué religión perteneces?--¿A cuál iglesia ibas?--¿De qué color es tu piel?--¿Qué títulos universitarios tienes?--¿Cuánto dinero dejaste en el banco?-¿Qué preferencias sexuales tenías?-

Nada de esto se pregunta el día del Juicio Final. La red no discrimina a nadie. Son los pescadores quienes más tarde separan los peces buenos de los malos: aquéllos con boleto y aquellos sin boleto.

Solamente lo sabe el PadreLa frase de la parábola cuando la red se llena, se refiere al fin de este mundo, fecha que solamente el Padre conoce:

Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni aún los ángeles del cielo, ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre.

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Por lo tanto, manténganse ustedes despiertos y vigilantes, porque no saben cuándo llegará el momento.Esto es como un hombre que, estando a punto de irse a otro país, encarga a sus criados que le cuiden la casa. A cada cual le manda un trabajo, y ordena al portero que vigile. Así pues manténganse ustedes despiertos, porque no saben cuándo va a llegar el señor de la casa, si al anochecer, a la media noche, al canto del gallo o a la mañana; no sea que venga de repente y los encuentre durmiendo. Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡manténganse despiertos! (Mc 13, 32-37).

Los discípulos de Jesús tenían la misma curiosidad que todos nosotros acerca de su destino final. Ellos estaban convencidos que el retorno de Cristo en el día del Juicio Final era tan inminente que estarían todos vivos aún en esa fecha:

Por eso les decimos a ustedes, como enseñanza del Señor, que nosotros, los que quedemos vivos hasta la venida del Señor, no nos adelantaremos a los que murieron... Y los que murieron creyendo en Cristo, resucitarán primero: después los que estemos vivos seremos llevados juntamente con ellos, en las nubes, para encontrarnos con el Señor en el aire; y así estaremos con el Señor para siempre...En cuanto a las fechas y los tiempos, hermanos no es necesario que yo les escriba. Ustedes saben muy bien que el día del regreso del Señor llegará cuando menos se le espere, como un ladrón que llega de noche. Cuando la gente diga: -Todo está en paz y tranquilo,- entonces vendrá de repente sobre ellos la destrucción, como le vienen los dolores de parto a una mujer que está encinta; y no podrán

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escapar. Pero Ustedes, hermanos, no están en la oscuridad para que el día del regreso del Señor los sorprenda como a un ladrón. Todos ustedes son de la luz y del día. No somos de la noche ni de la oscuridad (1 Tes 4, 5-5, 5).

Los que murieron creyendo en Cristo y su reino son la luz en este mundo. Los que no creyeron son la oscuridad. Así que la creencia en Cristo no es un acto intelectual de fe, de arrepentimiento o de bondad infinita de Dios, sino la conducta consecuente de ser luz de este mundo por las relaciones +/+ de cada quién con sus próximos; sea que hayan conocido a Cristo o no. Lo importante es si amaron o no. Si fueron luz de este mundo o no. Si hicieron acontecer el Reino o no.

Es cierto que algunos estarán vivos cuando Jesús retorne. Si el fin del mundo fuera en los próximos cinco minutos, habría cerca de 7.500 millones de personas vivas que pasarían directamente al Juicio. Pablo creyó que el Señor volvería antes de su muerte: …quiero que conozcan el designio secreto de Dios: no todos moriremos, pero todos seremos transformados (1 Co 15, 51).

Resucitaremos sin tiempoQuizá una de las cosas más difíciles de entender es que nuestra realidad después de la Resurrección estará en la dimensión de la perennidad y no del tiempo.

Para medir la distancia, el ser humano inventó una serie de medidas convencionales que no existen en sí mismas. Entre Nueva York y Tokio la distancia aproximada es de:

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35’666.4005’944.400

60.39812.510

6.755

piesbrazasleguaskilómetrosmillas

Todas estas medidas son convenciones inventadas por los humanos y no cambian en nada las distancias que miden. Así mismo, para medir el cambio, el ser humano se inventó una medida llamada tiempo. Así, al salir de Nueva York rumbo a Tokio, yo comienzo a cambiar del sitio A al B, C, D... Cuando llego a mi destino, se acabó la medida del tiempo porque ya llegué. Ya terminó el cambio y el tiempo de viaje. Y pudieron ser 36 en vez de 24 horas; 100 segundos en vez de 60... Es convencional.

Ahora bien, si no hay cambio, no hay tiempo, como en Dios. ¿Cuánto tiempo tiene el agua? ¿El aire? No se les puede medir el tiempo. La edad de un árbol se mide por sus anillos; uno por año; cuando el árbol se corta, ya terminó su ciclo de cambio: no añade más anillos.

Por consiguiente: si Pepe muere en el año 2010 y Pepita en 2020: ¿Cuánto tiempo hay entre la muerte de Pepita y Pepe? La respuesta ¡por supuesto! es 10 años ¿Cuánto tiempo hay entre la muerte de Pepe y la de Pepita? ¡Cero! Pepe ya no está sometido al cambio y, por tanto, no está sometido al tiempo. Está en el YA de Dios que no cambia. Por eso, cuando Pepe y Pepita resuciten, el momento siguiente a su muerte va a ser el de su resurrección, sin noción del tiempo que pasó. Es como cuando uno se despierta y está aún oscuro: no tiene noción de qué hora es hasta que mira el reloj. Así, Adán y Eva y el último que murió, despertarán sin tener noción del tiempo que pasó. Por eso, la muerte se describe como dormirse en el sueño del Señor.

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El Juicio Final es, para cada quien, el siguiente instante consciente a la propia muerte, que coincide también con el momento de la Resurrección. Será como cuando uno se despierta en la mañana: no se tiene ningún sentido del tiempo entre el dormirse y el levantarse. Tan inesperado es el propio tránsito al paraíso, como será el de toda la humanidad viviente a la hora del fin de este mundo:

Como sucedió en tiempos de Noé, así sucederá también cuando regrese el Hijo del hombre. En aquellos tiempos antes del diluvio, y hasta el día en que Noé entró en la barca, la gente comía y bebía y se casaba. Pero cuando menos lo esperaban, vino el diluvio y se los llevó a todos. Así sucederá también cuando venga el Hijo del hombre. En aquel momento estarán dos hombres en el campo: uno será llevado y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo; una será llevada y la otra será dejada. Manténganse despiertos, porque no saben a qué hora va a venir su Señor... Por eso, ustedes también estén preparados; porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen (Mt 24, 36-44).

Sin otro preámbulo, algunas personas seguirán participando en el Reino mientras que otras no, según cada quien haya amado a su prójimo como a sí mismo (+/+).

¡Al fin! La eterna juventudDespués de nuestra muerte, no estaremos sometidos al cambio, seremos perennes: continuo incesante que no tiene intermisión. Viviremos en perennidad, en perpetuidad continua incesable. No seremos eternos: que no tiene ni

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principio ni tendrá fin. Eterno sólo es Dios. Tendremos principio pero no fin. Después de la Resurrección, no habrá entonces cumpleaños, nadie envejecerá, ni enfermará, ni morirá. Un día será igualmente feliz al siguiente; un año será igual de radiante a mil años.

Resucitaremos en la plenitud del desarrollo físico. Diríamos 21-23 años que es cuando termina el crecimiento del cuerpo humano. Buena noticia para quienes viven angustiadas en tratamientos para las arrugas. Viviremos en la eterna juventud sin posibilidad de envejecer, porque no podemos pecar: causa de la vejez, la enfermedad y la muerte.

El juicio de las NacionesOtra parábola aclara quién es el prójimo. En el contexto del Evangelio, la palabra abarca dos conceptos:

a) Prójimo como próximo: quienes habitan o trabajan bajo el mismo techo, como en la parábola de las diez personas y sus lámparas.

b) Prójimo, como las personas sin próximo o sin techo o ambos, como en la parábola del Samaritano o la del Juicio de las Naciones. Esta última es una catequesis dramatizada para la comunidad cristiana sobre cómo será el Juicio Final, también llamado el día del regreso del Señor (2 Co 1, 14; Flp 1, 6, 10; 1Ts 5, 2; 2Ts 2, 2).

Cuando el hijo del hombre venga, rodeado de esplendor y de todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. La gente de todas las naciones se reunirá delante de él, y él separará unos de otros, como el pastor separa las ovejas de sus cabras. Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Y dirá el Rey a los que estén a su derecha:

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-Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre; reciban el Reino que está preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo. Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; anduve como forastero, y me dieron alojamiento. Me faltó ropa, y ustedes me la dieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a verme.-Entonces los justos preguntarán:-Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, y te dimos de comer? ¿O cuándo te vimos con sed y te dimos de beber? ¿O cuándo te vimos como forastero, y te dimos alojamiento, o falto de ropa, y te la dimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?-El Rey les contestará:-Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron.-Luego el Rey dirá a los que estén a su izquierda:-Apártense de mí, ustedes que están bajo maldición: váyanse al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Pues tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, anduve como forastero, y no me dieron alojamiento. Me faltó ropa, y ustedes no me la dieron; estuve enfermo, y no me visitaron; estuve en la cárcel, y no vinieron a visitarme.-Entonces ellos preguntarán:-Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o como forastero, o falto de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?-El Rey les contestará:-Les aseguro que todo lo que no hicieron por una de estas persona más humildes, tampoco por mí lo

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hicieron. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna- (Mt 25, 31-46).

La parábola presenta a la humanidad entera dividida a los dos lados del rey, quien dicta su sentencia. A quienes tienen su boleto de entrada:

Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre; reciban el Reino que está preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo.

A quienes estén a su izquierda, sin boleto de entrada:Apártense de mí, ustedes que están bajo maldición.

¿La diferencia entre unos y otros? Los unos han practicado el código del amor +/+, haciendo prójimos a quienes no tenían próximos: los hambrientos, los sedientos, los forasteros, los desnudos, los enfermos, los recluidos en las cárceles... Hacerse próximo de quienes no tienen prójimo significa darse el boleto de entrada no sólo a sí mismo sino también a la persona con quien uno se relaciona.

Y la separación entre los de la derecha y los de la izquierda es radical: Hay un gran abismo entre nosotros y ustedes; de modo que los que quieren pasar de aquí allá, no pueden, ni los de allá tampoco pueden pasar aquí (Lc 16, 26).

A quien no se ha hecho próximo de quienes están siendo abatidos por el mal aquí en la tierra, tampoco Dios lo hará su próximo en el día del Juicio: Dios los juzgará a ustedes de la misma manera que ustedes juzguen a otros; y con la misma medida con que ustedes midan, Dios los medirá a ustedes (Mt 7, 2).

Es el día de la justicia del Reino: cada quien será medido de acuerdo a sus relaciones. Entonces todos entenderemos cómo de veras Dios no hace ninguna distinción entre presidentes, pastores, padres, madres, políticos. Todos

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responderán a la misma pregunta: “¿Amaste?” Solo habrá dos posibles respuestas: “¡Sí!” o “¡No!”

No va a ser tampoco una escena dramática como la descrita en la parábola. Al resucitar, será una intuición instantánea de estar a la derecha; los de la izquierda no lo harán pues serán enterrados en la gehena —que era el basurero de Jerusalén— para indicar que se convierten en basura, opuestos a la Resurrección: Aquél que oye mis palabras (amarse mutuamente) y no las obedece, no soy yo quien lo condena; porque yo no vine para condenar al mundo sino para salvarlo. El que me desprecia y no hace caso de mis palabras, ya tiene quién lo condene: las palabras que yo he dicho lo condenarán en el día último (Jn 12, 47-48).

Por eso, la noción de infierno no es la de un lugar de castigo pues Dios no puede relacionarse como villano a víctima (código +/-). El infierno quiere decir que lo echarán al basurero (gehena) y no resucitará. Infierno viene de "inferis": lo que está enterrado.

Parábola de los talentosEn la antiguedad había muchos judíos que migraban; al conseguir dinero volvían a Israel a invertir en propiedades que dejaban en manos de alguien de su confianza. Dios Padre es representado en la parábola como uno de esos hombres que deja su capital en manos de administradores, antes de partir para su residencia habitual. El tiempo entre la contratación de los administradores y el regreso a pedir cuentas es una metáfora para indicar que a cada quien cuando nace, Dios le consigna un capital; volverá a pedir los intereses que cada uno haya generado negociando con él para hacer acontecer el Reino. A la hora de la muerte nos piden cuentas a todos, sin excepción. Cada quien ha recibido de Dios cualidades personales o talentos: habilidades naturales que Dios Padre da a cada quien para que se haga artesano del Reino de Dios;

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no para que cada quien urbanice su propio reino o imperio, haciendo a los demás a la propia imagen y semejanza. Baste recordar las pirámides económicas que han dejado a tantos sin un peso, hechas por personas a quienes lo único que les importa es su propio interés y mercadean con la ingenuidad de los incautos para crear capitales a costa del sudor del de enfrente. ¿Para qué le sirvió al narcotraficante Pablo Escobar tener un capital en efectivo equivalente a la deuda externa de América latina? Murió en un entejado, con un par de calzoncillos que en ése tiempo costaban el equivalente a 0.25 centavos de dólar. En todas las parábolas, el dinero es un símbolo de los talentos que el Padre da a cada quien, con la intención de que la persona los use para el Reino. Cada quien recibe una mochila, por así decirlo, en la cual tiene todo lo necesario para el viaje de retorno al paraíso. Si alguien echa de menos algo, que no lo busque fuera sino en su propia mochila.

Dios Padre es representado como un hombre que parte para un largo viaje, que corresponde al tiempo entre nuestro nacimiento y nuestro retorno al paraíso. Así la parábola de los talentos dice:

El Reino de Dios es como un hombre que, estando a punto de irse a otro país, llamó a sus empleados y les encargó que le cuidaran su dinero. A uno de ellos le entregó cinco mil monedas, a otro dos mil y a otro mil: a cada uno según su capacidad. Entonces se fue de viaje. El empleado que recibió las cinco mil monedas, hizo negocio con el dinero y ganó otras cinco mil monedas. Del mismo modo, el que recibió dos mil, ganó otras dos mil. Pero el que recibió mil, fue y escondió el dinero de su jefe en un hoyo que hizo en la tierra.Mucho tiempo después volvió el jefe de aquellos empleados, y se puso a hacer cuentas con ellos.

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Primero llegó el que había recibido las cinco mil monedas, y entregó a su jefe otras cinco mil, diciéndole:-Señor, usted me dio cinco mil y aquí tiene otras cinco mil que gané.-El jefe le dijo:-Muy bien, eres un empleado bueno y fiel; ya que fuiste fiel en lo poco, te pondré a cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo.-Después llegó el empleado que había recibido las dos mil monedas, y dijo:-Señor, usted me dio dos mil, y aquí tiene otras dos mil que gané.-El jefe le dijo:-Muy bien, eres un empleado bueno y fiel; ya que fuiste fiel en lo poco, te pondré a cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo.-Pero cuando llegó el empleado que había recibido las mil monedas, dijo a su jefe:-Señor, yo sabía que usted es un hombre duro, que cosecha donde no sembró y recoge donde no esparció. Por eso tuve miedo, y fui y escondí su dinero en la tierra. Pero aquí tiene lo que es suyo.-El jefe le contestó:-Tú eres un empleado malo y perezoso, pues si sabías que cosecho donde no sembré y que recojo donde no esparcí, deberías haber llevado ni dinero al banco, y yo, al volver, habría recibido mi dinero más los intereses.-Y dijo a los que estaban allí:-Quítenle las mil monedas, y dénselas al que tiene diez mil. Porque al que tiene (relaciones) se le dará más, y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. Y a este empleado

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inútil, échenlo fuera, a la oscuridad, donde llorará y le rechinarán los dientes- (Mt 25, 14-30).

Cada quien recibe su mochila con todo lo necesario para el viaje de retorno al paraíso. Pero, si no tiene hoy el pan de mañana, no podrá vivir para hacerse artesano del Reino. En verdad el Padre es nuestro solamente cuando el pan también es nuestro. Quien hace del pan propiedad privada podrá hablar de mi pan y de mi Padre; no del nuestro. Estos son los que después dirán ¡Señor, Señor! (Mt 7, 21) pero carecen de ética social y su amor a Dios —como ya se explicó— no es sino teatro:

No todos los que me dicen: ‘Señor, Señor’, entrarán en el Reino de los cielos, sino solamente los que hacen la voluntad de mi Padre celestial. Aquel día muchos me dirán: ‘Señor, Señor, nosotros comunicamos mensajes en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros.’ Pero entonces les contestaré: ‘Nunca los conocí; ¡aléjense de mí, malhechores!’ (Mt 7, 21-23).

Cada quien ha recibido de Dios los talentos que le hacen falta para hacerse artesano del Reino. Somos solamente administradores, mayordomos, empleados de la propiedad del Padre. Todos retornaremos a Él con las manos vacías de posesiones, como llegamos a este mundo. Todos, como las tres personas en la parábola, recibimos dones para administrarlos, y a todos se nos pedirá cuentas minuciosas de la administración de los dones que recibimos.

De la parábola de los talentos se deduce la ética de la pobreza según las relaciones +/+. Este concepto no se reduce a dinero. Hay quienes tienen el talento para administrar los bienes económicos y otros no; mientras que éstos botan el

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dinero si lo tienen, los otros saben cómo administrarlo y tienen la opción de producir intereses: unos para servicio del propio reino, otros para hacerse artesanos del Reino de Dios, creando fuentes de trabajo para que todos ganen hoy el pan de mañana.

Quienes no tienen el talento para administrar dinero, tienen otros talentos que los capacitan para hacerse artesanos del Reino. Doña Cleta vivía muy modestamente en una vetusta casa de madera a la vera del camino real, por donde los campesinos iban del campo al pueblo. Tuvo tres hijos que se avergonzaban de ella una vez lograron el éxito profesional. Pero Doña Cleta puso un aviso en el porche de su casa: ¡Bienvenido: siga y tomese una taza de café! Y todos venían a pedirle consejo, hasta el alcalde del pueblo, senadores y jerarcas religiosos. Cuando murió, toda la región asistió a su entierro. Tenía el don de consejo que Dios le dio y ¡no lo enterró! En el contexto de la parábola, cuando se habla de monedas, no se refiere únicamente al dinero, sino que incluye desde la persona misma por ser quien es hasta sus habilidades para para promover el código +/+ del Reino: +/+ con Dios y +/+ con el prójimo.

Las personas, instituciones o gobiernos que no tienen en cuenta a los más débiles, tendrán algún día que dar cuentas de su administración ante Dios Padre. A nivel de gobiernos, el pecado social puede convertirse en una estructura de chupasangres. Las leyes suelen proteger a los inversionistas dueños del capital mientras los demás siguen estancados, si no explotados. En América Latina no hay político que no hable de la reforma social y erradicación de la pobreza en tiempo de elecciones; una vez en el poder, se olvidan de sus promesas y los pobres siguen siendo más pobres y los ricos más ricos. Las personas encargadas por el gobierno de atender los miles de niños que duermen en el sistema de desagües de una capital latinoamericana, no se mueven de sus oficinas porque es muy peligroso andar por esos sitios.

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Pero tienen magníficos sueldos y prestaciones sociales. Un pecado social estructural del cual se pedirán cuenta a los responsables tarde o temprano. Lo más curioso es que los políticos que prometen el cambio social han sido educados en escuelas religiosamente confesionales, ya que son los religiosos los que educan al 82% de los políticos en América Latina. ¡Una vergüenza para la humanidad! ¡Una traición al principio elemental del Reino de relaciones +/+! ¡También a esos educadores les pedirán cuentas!

Principio fundamental del ReinoTodo sistema económico se rigue por la plusvalía: valor que el trabajo no pagado del obrero asalariado crea por encima del valor de su fuerza de trabajo. En el sistema capitalista se la apropia el dueño de los medios de produccion y por eso se conoce como sistema capitalista. En el sistema socialista, la colectividad o el estado se apropia de los medios de producción y de dicha plusvalía. El orden socialista se caracteriza por un control consciente de la sociedad como un entero (público) sobre las funciones económicas particulares (las actividades productivas de servicios, comercio e industria) que la integran.

La ética social del Reino y su justo código +/+ es una alternativa al capitalismo y al socialismo. Cada quien ha de hacer un discernimiento espiritual en cada situación, para buscar lo que más conduzca al Reino. No hay ecuaciones universales.

Así como para jugar fútbol se necesita seguir unas reglas básicas que lo hacen ése deporte y no otro, el Reino tiene principios fundamentales muy simples que son como las reglas de juego en un deporte. Dichos principios son como la brújula que señala a una persona si va en la dirección del reino o no.

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El ser humano fue creado para servir al Reino de Dios. Todas las cosas creadas son medios para hacerse artesano del Reino. Por consiguiente, la persona ha de hacerse indiferente o neutral ante todo lo creado que depende del libre albedrío, no está prohibido; y, en tal manera hacerse indiferente y neutral que no haga depender el Reino de relaciones +/+ de salud más que de enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta y así en todo lo demás. Solamente deseando y eligiendo lo que más conduce a la venida del Reino.

Hacerse indiferente ante las cosas creadas no significa que a uno no le importen las cosas, sino que no se apega a una cosa de tal manera que la prefiera para buscar el Reino en ella. Es la actitud del caballo en una carrera esperando el momento de arrancar. Para dónde va el caballo, es decir, la persona en su servicio al Reino, hay que discernirlo espiritualmente siguiendo la brújula del código +/+. Y dicha neutral indiferencia es con respecto a aquello que depende del libre albedrío y no está prohibido; no es materia de discernimiento robar o no robar al vecino. Eso es ilegal. No es materia de libre albedrío.

El antiguo Israel posiblemente ha tenido la legislación más avanzada en materia de ética social, pues allí era un crimen castigado con pena de muerte el promover o acelerar la pobreza de un israelita. Si un campesino perdía su cosecha, tenía que pedir prestado para tener hoy el pan de mañana, no para rehacer la siembra. A la larga, no podía pagar la deuda y tenía que venderse como esclavo al acreedor: …si alguno de tus compatriotas hebreos... se vende a ti como esclavo, sólo te servirá seis años; al séptimo año lo dejarás en libertad. Y cuando lo despidas, no lo dejarás ir con las manos vacías, sino que le darás animales de tu rebaño y mucho trigo y vino; es decir, compartirás con él los bienes que el Señor tu Dios te haya dado (Dt 15, 12-15). Bien entendían que Dios era el dueño del capital y ellos tan solo administradores de los intereses. No

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existía el pecado social ni había legislación que favoreciera a los más ricos. No, no había pecado estructural: legislaciones que protegen más a los dueños del capital que al resto.

En la relación +/+ se habla de una espiritualidad de la pobreza: …dichosos los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos (Mt 5, 3). No se trata de que los pobres son felices por ser pobres, pues supondría que son mejores que los demás: código +/-. Significa que Dios cuida de ellos, como los dioses orientales de aquél tiempo cuyo deber principal era proteger a los más débiles: …tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; anduve forastero y me dieron alojamiento; estuve sin ropa y ustedes me la dieron; estuve enfermo y me visitaron; estuve en la cárcel y vinieron a verme (Mt 25, 35-37).

Los pobres son aquéllos prójimos, hermanos y hermanas, hijos e hijas del mismo Padre, que no tienen próximos o carecen de techo: huérfanos, viudas, inmigrantes, desplazados. Son quienes están en la pobreza total sea por su condición de incapacitados —económicos, mentales o físicos—, o porque no tienen hoy el pan de mañana a causa del desempleo, administrado por aquéllos a quienes les sobra la riqueza y rehúsan administrarla para bien del Reino. En el caso de los discapacitados, Dios da carismas a algunos para que dediquen su existencia a hacerse enfermeros permanentes. A los sin prójimo o sin techo —no se trata de hacerles caridad—, hay que enseñarles a pescar; a crear fuentes de trabajo que a la larga sean autosostenibles. Darles el pescado se llama paternalismo y lleva a la dependencia y a una relación +/- de quien da con quien recibe. Tampoco conduce al Reino.

El hecho de que una persona sea buena administradora de los talentos con quienes no tienen prójimos o no tienen techo no los exime de la ley del amor al más próximo: quienes viven o trabajan bajo el mismo techo. No es válido ser luz de la calle y oscuridad de la casa. Pero, no por ser dadivosos tienen

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privilegios delante de Dios. Con frecuencia las personas pudientes caen en la tentación de creer que todos le deben rendir pleitesía por su generosidad. No tienen razón para sentirse +/- con los demás: No amontonen riqueza aquí en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar. Más bien amontonen riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye ni las cosas se echan a perder ni los ladrones entran a robar. Pues donde está tu riqueza, allí estará también tu corazón (Mt 6, 19-21). El contraste es entre tesoros corruptibles e incorruptibles. Los incorruptibles se disfrutan aquí y se siguen disfrutándo en la Vida después de la vida. Los que mantuvieron una relación yo→$ no participarán de la Vida; disfrutarán de sus bienes en esta vida pero no lo harán en la otra; en el otro lado no hay dinero. Si el corazón está puesto en el código del Reino de Dios en vez de las cosas, se aplica la parábola del deber del que sirve:

Si uno de ustedes tiene un criado que regresa del campo después de haber estado arando y cuidando del ganado, acaso le dices: -Pasa y siéntate a comer- No, sino que le dices: -Prepárame la cena y dispónte a atenderme mientras yo como y bebo Después podrás tú comer y beber-. Y tampoco le das las gracias al criado por haber hecho lo que le mandaste. Así también ustedes, cuando ya hayan cumplido todo lo que Dios les manda, deberán decir: -Somos servidores inútiles, porque no hemos hecho más que cumplir con nuestra obligación (Lc 17, 7-10).

No se trata de que los discípulos no tengan ningún valor como personas o que el trabajo como artesanos del Reino sea inútil. El punto es que cumplir con el deber, no habilita a nadie para recibir concesiones especiales de Dios

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sobre sus otros hermanos y hermanas. Se ha cumplido con el deber de producir intereses para el reino cuyo propio beneficio es la participación de la Vida en perennidad; la recompensa es saber que se hizo la voluntad de Dios según el código del amor. Cuando el corazón envía la sangre por todo el cuerpo, ningún órgano le rinde pleitesía. Por el contrario, si el corazón no cumple su servicio al cuerpo, los órganos no tienen más remedio que morir. Si fuesen personas, organizarían un sindicato, huelga y protesta contra el corazón para que cumpla su función, tal como sucede en la sociedad civil cuando los derechos y deberes del gobierno o dueños del capital no se cumplen. Por consiguiente, el corazón sería un siervo inútil, en el sentido de que al no cumplir su función, no sólo acarrea la muerte al organismo sino que se suicida. El corazón que cumple su función no se siente víctima al final del día pobrecito yo que nadie me ha reconocido todo el trabajo que hice hoy. Por el contrario, se siente feliz y saludable, lleno de vida.

En este contexto es entiende mejor la parábola de las buenas obras:

No hagan sus buenas obras delante de la gente sólo para que los demás los vean. Si lo hacen así, su Padre que está en el cielo no les dará ningún premio. Por eso, cuando ayudes a los necesitados no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente hable bien de ellos. Les aseguro que con eso ya tienen su premio.Cuando tú ayudes a los necesitados,no se lo cuentes ni siquiera a tu amigo más íntimo; hazlo en secreto.Y tu Padre que ve lo que haces en secreto, te dará el premio (Mt 6, 2-5).

Tras un desastre natural, se organizó una ayuda para los niños damnificados. A última hora, una ex primera

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dama de aquél país decidió ser ella la que los repartía. El comité organizador sospechó que aquélla dama quería era hacer política repartiendo regalos y dándose un baño de popularidad. Para probarlo, le informaron que las ayudas se entregarían en el sitio A cuando en realidad era en el sitio B. Al bajarse del helicóptero y encontrarse sola, la única pregunta que hizo fue: ¿Dónde está la prensa, la radio y la televisión?. Lo que le interesaba era ella misma y su carrera política; no las personas.

El premio que el Padre concede por haber sido buen administrador de los intereses para que venga el Reino de relaciones +/+, es la participación en la vida perenne.

El que siembra poco, poco cosecha; el que siembra mucho, mucho cosecha.Cada uno debe dar lo que haya decidido en su corazón, y no de mala gana o a la fuerza, porque Dios ama a quien da con alegría. Dios puede darles a ustedes con abundancia toda clase de bendiciones, para que tengan siempre todo lo necesario y además les sobre para ayudar a toda clase de buenas obras.Dios que da la semilla que se siembra y el alimento que se come, les dará a ustedes todo lo necesario para su siembra, y la hará crecer, y hará que la generosidad de ustedes produzca una gran cosecha. Así tendrán ustedes toda clase de riquezas y podrán dar generosamente (2 Co 9, 6-11).

La generosidad es una forma de alabanza a Dios porque hace que su nombre sea conocido en todos los rincones de la tierra. La generosidad es una prueba del auténtico amor. El dinero es uno de los carismas que Dios nos ha dado.

A los que tienen riquezas de esta vida mándales que no sean orgullosos ni pongan su esperanza en

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sus riquezas, porque las riquezas no son seguras. Antes bien, que pongan su esperanza en Dios, el cual nos da todas las cosas con abundancia y para nuestro provecho. Mándales que hagan el bien, que se hagan ricos en buenas obras y que estén dispuestos a dar y compartir lo que tienen. Así tendrán riquezas que les proporcionarán una base firme para el futuro y alcanzarán la vida verdadera (1 Ti 6, 17-19).

Principio fundamental del propio ReinoLos contrastes ayudan a entender lo que se quiere decir. Si alguien siente la tentación de llegar a ser un reyezuelo/la en este mundo; si quiere construir su propio reino en vez del Reino de Dios, siga al pie de la letra los principios opuestos y contrarios a los del Reino de Dios:

Las cosas son creadas para acumularlas con el fin de progresar hasta tener éxito en este mundo. Los individuos son creados como conveniencias para alcanzar el propio éxito. Por consiguiente, hay que hacerse indiferente y neutral ante las personas. Y de tal manera indiferente que los individuos sean usados tanto cuanto lleven al éxito, y sean apartados en la medida en que le impidan acumular todo lo que esté bajo la libre conveniencia y no esté fiscalizado —aunque haya leyes que lo prohíban—. Y hacerse tan indiferente y neutral para usar a los individuos hasta el punto de no discriminar entre sanos y enfermos, ricos o pobres, con honores o sin ellos, jóvenes o maduros. Solamente buscar y elegir los individuos que más contribuyan a construir el propio progreso para lograr el éxito: código +/-.

La culpa del mal en el mundo es la tentación. Cada quien es responsable del mal si cae en la tentación. Y la tentación de la riqueza empieza como la red de una araña que

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va aprisionando a la presa —con la obsesion de ganar $$$, así sea con el crimen. Aprisionada por la tela de araña de la avaricia, la persona buscará el vano honor del mundo hasta llegar a la soberbia y, de allí, a todos los vicios. Construye así su propio reino apartándose de los demás, explotándolos y oprimiéndolos. Cuando la persona se ha desposado con el dinero, aplica la exageración oriental de que es más fácil que un camello pase por el hueco de una aguja ya que la persona tiene un acontecer tal que ha personificado las cosas y cosificado las personas. Se conoce como el pecado contra el Espíritu Santo (Mc 3, 28-29) y, en sicología, como esquizofrenia: personificación de las cosas y cosificación de las personas. Se ha llegado a la adicción a la riqueza y el vano honor del mundo, semejante a la adicción a las drogas, el alcohol o cualquiera otra.

En este contexto se entiende la escritura:La religión es una fuente de riqueza, pero sólo para el que se contenta con lo que tiene. Porque nada trajimos a este mundo, y nada podemos llevarnos;si tenemos qué comer y con qué vestirnos, ya nos podemos dar por satisfechos.En cambio, los que quieren hacerse ricos caen en la tentación como en una trampa, y se ven asaltados por muchos deseos insensatos y perjudiciales, que hunden a los hombres en la ruina y la condenación. Porque el amor al dinero es la causa de toda clase de males; y hay quienes, por codicia, se han desviado de la fe y se han causado terribles sufrimientos (1Tim 6, 1-10).

No quiere esto decir que se gana el Reino por el solo hecho de renunciar a las posesiones, ¡hay que hacer acontecer su código! Aunque los principios del éxito son contrarios a los del Reino, no se trata de apartarse del éxito como un

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mandato, sino que el éxito es un talento que Dios da a la persona para que lo utilice en bien del Reino. En el museo de Gandhi se encuentran todas sus posesiones: un par de sandalias, la túnica que tenía cuando lo asesinaron, un bordón y una urna que contenía sus cenizas —que posteriormente fueron arrojadas al río Ganges—. Su actitud pacífica le trajo notoriedad y exito publicitario; pero dicho éxito no fue su fin sino un medio para llevar adelante la práctica del código del Reino. Personajes como él son los que acontecen la historia según Dios y su ejemplo es patrimonio histórico de la raza.

El código del Reino y el del dinero son incongruentes: Ningún sirviente puede servir a dos amos: porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas... Lo que los hombres tienen por más elevado, Dios lo aborrece (Lc 16, 14-16). Se trata de evitar la tentación de la avaricia la cual sustituye el Reino de Dios por el propio. O se trabaja por el uno como el fin de la existencia o por el otro. No es posible trabajar por ambos a la vez.

Jesús como el modelo a imitarLa vida de Jesús se podría describir según los principios del Reino. Dios se hizo humano en la persona de Jesús. Mantuvo y restableció las relaciones con sus próximos y con los sin ellos para inaugurar el Reino. Todas las cosas fueron creadas para Él como medios para el servicio del Reino. Por consiguiente, usó de las cosas en la medida que le ayudaban a relacionarse +/+ y se privó de ellas en la medida en que se lo impidían. Se hizo indiferente y neutral a todas las cosas creadas en todo lo que caía bajo su libre albedrío y no estaba prohibido, de tal manera que no hizo depender sus relaciones de más salud que enfermedad, de más riqueza que pobreza, de más honor que deshonor, y así en todo. Solamente deseó y eligió lo que

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más lo ayudaba a mantener y restablecer relaciones con sus prójimos para lo cuál se hizo tan humano como cualquiera de nosotros.

Conocí un gran empresario quien, entendido el Reino y queriendo imitar a Jesús, quiso modificar su vida y reorientar sus talentos hacia un mundo de relaciones +/+. Lo primero que se le ocurrió fue aumentar los salarios a sus empleados. Los jornaleros, en lugar de utilizar ese dinero extra para mejorar la calidad de vida de sus familias, se emborrachaban y despilfarraban el dinero en licor y prostitutas; llegaban tarde al trabajo o no iban a trabajar. La producción se redujo en un 30%. Al tratar de dar marcha atrás en su decisión se enfrentó con una huelga. Poco a poco descubrió que lo mejor era pagar el salario mínimo y darle educación a los hijos de los jornaleros. Montó unas magníficas escuelas para ellos. Al sentirse educados ya no querían jornalear. Decidió entonces pagar los estudios universitarios a los hijos de los jornaleros para tecnificar la producción. En 10 años había centuplicado la producción de la empresa. Hizo a sus empleados socios y les construyó un club campestre. Llegó a tal punto el sentido de pertenencia de los empleados a la empresa que prefierían trabajar en ella aunque en otras les pagaran mucho mejor salario. Han descubierto el código del Reino pues tienen sentido de participación en la emplesa en vez de empleados de ella.

En una comunidad campesina donde todos buscaban el Reino, los jóvenes se aburrieron pues les atraía el glamour de la ciudad más que la simplicidad del campo. Emigraron a la gran ciudad. Al año volvieron al campo y al preguntarles qué los había hecho regresar, dijeron: -Aquí soy Pepe y allá sólo ‘el panadero’-. Prefirieron ser cabeza de ratón que cola de león. Descubieron la brújula del Reino y su código, cuya ética social lleva a decisiones cuestionables desde la perspectiva del éxito.

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¿Cuál es el sentido de la vida? Hacer el propio capricho construyendo el propio reino o reconocer que Dios es el dueño y cumplir su voluntad de hacer rodar los intereses obtenidos con el capital que se nos ha dado para administrarlos en función de relaciones +/+. Con entusiasmo, como la misión para la cual hemos nacido en esta tierra:

Uno de entre la gente le dijo a Jesús:-Maestro, dile a mi hermano que me dé la parte de la herencia. Y Jesús le contestó:-Amigo, ¿quién me ha puesto sobre ustedes como juez o partidor?Y también dijo:-Cuídense ustedes de toda avaricia; porque la vida no depende del poseer muchas cosas. Entonces les contó esta parábola:-Había un hombre rico, cuyas tierras dieron una gran cosecha. El rico se puso a pensar: -‘¿Qué haré? No tengo dónde guardar mi cosecha’-. Y se dijo: -’Ya sé lo que voy a hacer. Derribaré mis graneros y levantaré otros más grandes, para guardar en ellos toda mi cosecha y todo lo que tengo. Luego me diré: ‘Amigo, tienes muchas cosas guardadas para muchos años; descansa, come, bebe, alégrate’-. Pero Dios le dijo: -’Necio, esta misma noche vas a morir, y lo que tienes guardado, ¿para quién será?’-Así le pasa al hombre que amontona riquezas para sí mismo, pero es pobre delante de Dios (Lc 12, 13-21).

Los dones que Dios da a cada quien pueden convertirse en obstáculo para que una persona se haga artesano del Reino. Ciertamente la recompensa de quien sea buen administrador

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sobrepasa con creces los sacrificios: calidad de vida y felicidad humanas aquí y luego la perennidad.

Cuando los talentos sean en dinero, que sea bien habido. No robado o ganado esclavizando a otros, como el dinero proveniente del narcotráfico.

El pan de cada día es indispensable para que la voluntad de Dios de amarse a sí igual que al prójimo sea posible, como también requisito para que venga el Reino de Dios y el nombre del Padre sea conocido en todos los rincones de la tierra. Un pueblo con hambre no puede practicar el código. Cada quien ha recibido de Dios los talentos que le hacen falta para hacerse artesano del Reino mientras espera el retorno del Hijo. Somos solamente administradores de la propiedad del Padre, representado por el hombre que se va de viaje a otro país. Todos, como las tres personas en la parábola, recibimos dones para administrarlos, haciéndonos artesanos del Reino. Quizá al primero de la parábola Dios le ha dado riqueza, influencia política, belleza, inteligencia y prestigio. Este utilizó todo lo que recibió en clave del código del Reino, generando el doble de lo que recibió; ha recibido su participación en la misma gloria de su patrón: el Espíritu santo, la misma vida de Dios.

La segunda persona no fue tan regalada como la primera. Podríamos decir que fue una persona promedio de un barrio de clase media de cualquier centro urbano; ésta ha negociado con sus dones y ha duplicado sus talentos haciéndose artesana del Reino. Tiene su boleto a mano para también participar de la gloria de su patrón.

La tercera persona, por el contrario, no tuvo su boleto, según la parábola. Sorprendentemente, la parábola termina con el patrón dando orden de:

Quítenle las mil monedas, y dénselas al que tiene diez mil. Porque al que tiene (relaciones) se le dará más, y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta

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lo poco que tiene se le quitará. Y a este empleado inútil, échenlo fuera, a la oscuridad (no Reino).

La participación en el Reino se gana solamente administrando los dones del Padre como artesanos de su Reino.

Una historia de la vida real explica lo que se quiere decir: una pareja con muchísimo dinero tuvo ocho hijos. Les dieron todo lo que necesitaron y los enviaron a las mejores universidades, según la carrera profesional que eligieron. Desde niños, sabían que sus padres no les dejarían herencia alguna; en ese país, la ley permitía que los testamentos fueran hechos a discreción de los dueños de los bienes. Al finalizar su educación profesional, debían establecerse fuera de la casa de familia. Una vez el último salió de casa, la pareja utilizó su fortuna para mantener 25 instituciones de caridad y han hecho testamento en favor de dichas instituciones, sin dejar nada a su propia familia. La pareja ahora vive en una casa cómoda, pero modesta, guían un automóvil elegante pero no el más pomposo. Dios les ha dado el talento de multiplicar su dinero sin demasiado trabajo. Los hijos, de acuerdo con sus padres, han entendido el sentido de los talentos para hacerse artesanos del reino.

No hay duda de que, presumiendo que la relación de la pareja es a semejanza de la Trinidad, esta pareja ha entendido bien el sentido de ser administradores —no dueños— de los bienes del patrón. Al que se le dieron cinco talentos se le pidió un rendimiento mayor de aquél a quien se le dio uno solo.

El código del Reino no estaría completo sin la solidaridad de unos miembros con otros, como cada órgano en un organismo es responsable de la salud y bienestar de todo el cuerpo, especialmente de las partes más débiles. En un cuerpo la discordia entre órganos no existe. La práctica del código implica que cada uno aporte lo suyo para el bien común. Quien tenga el don de la sabiduría que lo use para

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el bien común; quien tenga el don de la música, que lo use también para el bien común. Hay que negociar (Lc 19,13) con el capital que la naturaleza dio a cada quien; sea en efectivo o en especie, sin importar que sea mucho o poco. El corazón tiene su capital en especie; pero si no hace su función, no contribuye a la salud del cuerpo y ciertamente hace daño a otros órganos además de a sí mismo. Ser persona implica que cada quien tiene una función dentro del Reino entendido como cuerpo. Producir intereses significa contribuir a la salud de todos los miembros del cuerpo, y se conoce como el bien común. Y ya se explicó que ni el páncreas, ni el hígado, ni el ojo, ni el corazón, ni ninguna de las partes es menos importate que otras. Si no tienen una relación +/+ la vida de todo el cuerpo se destruye. Ojalá este mensaje le llegue a los políticos que no se miran sino su propio ombligo: se sirven en vez de servir.

No es ilógico entonces entender que el código exija una ética social que lo que al uno le falta, a otro le sobra. Los carismas que Dios ha dado para la administración de cada quien son para hacerlos rodar; no para almacenar. Es la historia de quien represó el agua del río en sus cabeceras de tal manera que dejó morir de hambre a todos los que habitaban más abajo, a orillas de lo que alguna vez fue un valle fértil. Así se explica en el Reino el desequilibrio entre pobres y ricos. Si cada quien desarrollara sus talentos para el bien común, la salud y bienestar de todos los humanos estaría garantizada. Si cada quien, según su capacidad, contribuye a llevar adelante el Reino, podríamos vivir en calidad de vida y felicidad aquí y ahora. La realidad es que la tentación nos lleva a la codicia, para amasar fortunas sin incluir relaciones en el presupuesto. Nadie ha visto un entierro con trasteo de muebles y posesiones. Sin embargo, la riqueza se acumula en pocas manos y se queda ahí represada: ¿para qué? Se conoce como pecado estructural el de las legislaciones que protegen los intereses de los ricos y desfavorecen a los más

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pobres. Si a un campesino se le daña su cosecha, el banco se cobra quitándole la tierra. Si el banco entra en quiebra, los gobiernos le dan subsidios y ayudas para que no se hunda. Es un pecado estructural.

En las parábolas que hablan de ética social, el dinero es el símbolo de los talentos que Dios da a cada quien para administrar en función del Reino; no para el propio reino.

Y, ¿quién es un buen administrador? Es también explicado por Jesús en la parábola de los administradores.

Parábola de los administradores:el fiel y el infiel

¿Quién es el mayordomo fiel y atento, a quien su amo deja encargado de los de su casa, para darles de comer a su debido tiempo? Dichoso el criado a quien su amo, cuando llega, lo encuentra cumpliendo con su deber. De veras les digo que el amo lo pondrá como encargado de todos sus bienes. Pero si este criado, pensando que su amo va a tardar en llegar, comienza a maltratar a los otros criados y a las criadas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, el día que menos lo espere y a una hora que no sabe, llegará su amo y lo castigará, condenándolo a correr la misma suerte de los infieles. El criado que sabe lo que quiere su amo, pero no está preparado ni le obedece, será castigado con muchos golpes. Pero el criado que sin saberlo hace cosas que merecen castigo, será castigado con menos golpes. A quien mucho se le da, también se le pedirá mucho; a quien mucho se le confía, se le exigirá mucho más (Lc 12, 41-48).

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El buen administrador es quien sabe lo que quiere su amo: trata bien a los criados, sus próximos, y no come ni bebe en exceso; guarda el código del Reino. Muchas más cuentas se le pedirán a quien tiene cinco talentos que a quien tiene uno.

El buen administrador de los bienes de Dios ha obtenido su boleto para participar en el paraíso. No sabiendo la fecha del regreso del Señor, la atención de los discípulos se concentra en si está cerca o no.

Parábola de la HigueraTambién les puso esta comparación: -Fíjense en la higuera, o en cualquier otro árbol. Cuando ven que brotan las hojas, se dan cuenta ustedes de que ya está cerca el verano. De la misma manera, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el Reino de Dios ya está cerca- (Lc 21, 20-31).

En los países con estaciones, los retoños del árbol del higo marcan el advenimiento de la primavera. Los campesinos esperan esta señal para comenzar la siembra de sus cosechas. La parábola habla de la proximidad del tiempo de la cosecha del Reino, como al invierno sigue la primavera. Los árboles sin hojas durante el invierno son un símbolo de la muerte. Sus retoños, un símbolo de la Resurrección, pronóstico de las bendiciones que pronto llegarán: Alégrate mucho, tierra, y no tengas miedo, porque el Señor va a hacer grandes cosas. No tengan miedo, animales salvajes, pues los pastizales reverdecerán, los árboles darán su fruto, y habrá higos y uvas en abundancia (Jl 2, 21-22).

Los discípulos aguardaban con mucho miedo los horrores descritos sobre el fin de nuestra era. El miedo es la estrategia de la tentación para distraer a los seres humanos de su atención al código +/+, para enajenarlos de los beneficios del Reino. La parábola destruye el miedo sustituyéndolo con

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la placentera alegría que vendrá en la primavera, cuando la humanidad salga del invierno de la tentación y del mal. El Hijo del hombre ¡ya está a la puerta!. Yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos. A los que salgan vencedores les daré un lugar conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias (Ap 3, 20).

Si se piensa en el momento más alegre y sereno de encuentro con Dios o con otra persona, esta experiencia es una muestra del gusto y alegría de vivir después de la Resurrección. Imaginando este momento como un estado permanente y aún más placentero y pacífico, se tiene una noción del estado permanente de vida después de la llegada del Reino definitivo.

Nadie se entristece por haberse ganado la lotería, a no ser que la persona esté enferma de sus facultades mentales. El momento más feliz de la existencia humana es el paso a la Resurrección. Estaremos de retorno al paraíso, al séptimo día de la creación, cuando dice la Biblia que Dios descansó al ver que todo estaba ya bien: ¡definitivamente bien!

Si en su imaginación la persona se ve en la escena del Juicio Final, con su boleto en la mano y sin peligro ya de perderlo, siente con la sensibilidad interior la experiencia de ser definitivamente bendecida por el Padre; el temor de perder el boleto para el paraíso le ayudará a no caer en tentación.

El día de la Resurrección será un día glorioso de felicidad y júbilo, como jamás ha habido otro en la historia de la humanidad. Habremos atravesado el umbral a una nueva vida en la cual ni envejeceremos, ni estaremos enfermos o melancólicos: ¡fuera con la tristeza y el dolor.

Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra habían

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dejado de existir, y también el mar... Y oí una fuerte voz que venía del trono, y que decía: -Dios vive ahora (en las relaciones) entre los hombres. Vivirá con ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Secará todas las lágrimas de ellos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor, porque todo lo que antes existía ha dejado de existir (Ap 21, 1-5).

Véase el lector entre los elegidos para el Reino: gente de todos los países, creencias, clases sociales, lenguas y razas; cada quien en la plenitud de su juventud y con sus sentidos completamente desarrollados. La mayoría de los milagros de Jesús son la restauración al uso ordinario de los órganos que estaban anormales: cojos, ciegos, sordos y paralíticos. Ninguna de las intervenciones milagrosas de Jesús tuvo que ver con hacer rico a nadie, con darle la lotería. La resurrección de muertos como Lázaro era para restablecer su relación con sus dos hermanas. No aparece en un cementerio resucitando a alguien sin parientes.

Quien alcanza a entender lo que es la vida después de la Resurrección, empieza a entender por qué los místicos miran la muerte con la ansiedad de quien quiere encontrarse definitivamente en la gloria de Dios Padre:

“Vivo sin vivir en mí, y de tal manera espero, que muero ¡porque no muero!” “¡Cuán triste es, Dios mío, la vida sin ti! Ansiosa de verte, deseo morir”. (Teresa de Jesús)

No se trata de desear la muerte sino de perderle el miedo. Los místicos saben bien lo que se están perdiendo y por eso escriben con tal añoranza sobre el momento del encuentro con el Señor.

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El lector puede unirse a la oración de los místicos, añorando el encuentro con el Señor si ya tiene su boleto para el reino. Si no, a ver qué hace para conseguirlo. El Padre nuestro del cielo ha tenido paciencia, compasión y misericordia pues aún nos mantiene en vida para que cada quien gane su boleto, en caso de no tenerlo. Todavía no es tarde.

Después de la cosecha, todo volverá al Padre, el origen nuestro que está en el cielo:

Pero lo cierto es que Cristo ha resucitado. Él es el primer fruto de la cosecha: ha sido el primero en resucitar... En Cristo todos tendrán vida...Cristo en primer lugar; después, cuando Cristo vuelva, los que son suyos. Entonces vendrá el fin, cuando Cristo derrote a todos los señoríos, autoridades y poderes, y entregue el Reino a Dios Padre. Porque Cristo tiene que reinar hasta que todos sus enemigos estén puestos debajo de sus pies; y el último enemigo que será derrotado es la muerte. Porque Dios lo ha sometido todo debajo de sus pies. Pero cuando dice que todo le ha quedado sometido, es claro que esto no incluye a Dios (Padre) mismo, ya que es Él quien le sometió todas las cosas. Y cuando todo haya quedado sometido a Cristo, entonces Cristo mismo, que es el Hijo, se someterá a Dios (Padre), que es quien sometió a él todas las cosas. Así, Dios (Padre) será todo en todo (1 Co 15, 20-28).

Que nuestra plegaria sea conjunta al Padre Nuestro que está en el cielo, que su nombre sea conocido en todos los rincones de la tierra, ¡cuando venga su Reino! Y su Reino viene, cuando su voluntad de amarnos +/+ sea hecha; historia del hombre según Dios ¡así en la tierra como en el cielo!

Hágase tu voluntad

Quienes oran al Padre Nuestro, le piden que su Reino venga. Y el Reino vendrá cuando su voluntad sea hecha. Pero, ¿cuál es la voluntad de Dios? Hay una voluntad de Dios que es universal —de la cual no está exento ni Dios mismo— y hay otra que es particular para cada quien acerca de la disposición de su vida para el servicio al Reino.

Si se ha entendido la noción de la Trinidad, se puede concluir que, si ella es el modelo de una relación humana sana, entonces en esta tierra igual que en la Vida después de la vida la ley del amor seguirá igual: Amar al prójimo como (igual que) a sí mismo: código +/+. Ni siquiera Dios mismo está exento de esta ley y su justicia +/+: el Padre ama al Hijo tanto como a sí mismo y el Hijo ama al Padre tanto como a sí mismo. La voluntad universal de Dios es amarse a sí mismo igual que a los demás: relaciones +/+.

Pero existe otra voluntad de Dios, personalizada, en el uso que haga cada quien de su existencia para el servicio al Reino. Se llama la voluntad de Dios en la disposición de la propia vida. Usando el símil del cuerpo, es descubrir la función que le corresponde a cada órgano dentro del organismo trinitario según los carismas que Dios haya dado a cada quien. Ser tal o cual órgano es un carisma, como lo es ser persona; y la ley de los órganos es practicar el código de relación +/+ participando de la misma vida y contribuyendo

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así a la salud de todo el cuerpo. Ahora bien, cada persona descubre su función según los dones que Dios le haya dado. Se trata de buscar —hasta encontrar— la misión que Dios le ha dado a cada quien en la vida. Y esta misión la manifiesta Dios de dos maneras. Una extraordinaria que sucede muy esporádicamente, como el caso de Pablo de Tarso, Ignacio de Loyola o san Juan de la Cruz. Otra ordinaria, que es la más común, la va manifestando Dios a través de lo que se conoce como signos de los tiempos: acontecimientos —a veces fortuitos— que van indicando el camino que Dios quiere para cada quien, siempre que la persona esté atenta a hacer la voluntad de Dios.

La voluntad ordinaria de Dios sobre la disposición de la vida al servicio del Reino, se hace en un proceso de discernimiento en el cual hay manifestaciones de Dios a través de lo que se llaman mociones del Espíritu. Una moción es la acción y efecto de mover o ser movido por una inspiración interior que Dios causa en la persona. Después de ordenar la vida según el código del amor +/+ al prójimo, Dios le va mostrando —a quienes tienen oídos para oír—, cuál es su destino, su misión de servicio al Reino. Paso a paso, día a día, Dios se va manifestando a cada quien, aunque —según dice Dios— pocos lo escuchan (Jn 5, 37; Jn 8, 47; Heb 4, 2).

Cuatro arquetipos de relaciónSi la voluntad de Dios es la práctica del código de relación +/+, ya es hora de preguntarnos qué significa. La relación semilla↔tierra, corazón↔pulmón, genera vida solamente si la aceptación es igualmente mutua e incondicional de parte y parte; si no lo es, la vida no germina o se regenera. La palabra relación se define precisamente como la comunicación de la aceptación a sí mismo y al otro. Cuando es igualmente mutua e incondicional entre yo↔tú, se llama amistad. Para entender

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mejor este ideal de relación +/+, conviene discernir los cuatro códigos posibles de relación:

1. Código de relación -/+ (menos/más): si la semilla se considerara menos importante que la tierra —o viceversa—, no se daría la vida. Hablando de sujetos en relación con otros, es el arquetipo de la posición existencial de alguien que se considera menos importante que el tú con respecto al nosotros. Si la relación Padre↔Hijo fuese según el código -/+, se diría que el Padre se ama a sí mismo menos que al Hijo: se destruiría el Espíritu Santo. La relación -/+ es una de dependencia: vivir bajo la sumisión o subordinación de otro; la persona se siente accesoria a la vida de los demás; no asume responsabilidad por la propia existencia. La persona en (-) busca alguien que la ampare bajo el manto de otro, asi sea Dios.

Quien se siente menos que el tú, depende de alguien que lo abuse como villano o lo rescate como héroe; por definición, la persona vive en el papel de víctima. Por eso no es raro encontrar pueblos que re-eligen a gobernantes corruptos que han abusado de ellos y los han explotado. Para la víctima, el valor del yo como persona depende de otro. Este tipo de relación es común entre el paciente —quien por su enfermedad es una víctima real— y su médico, quien juega el papel de héroe rescatador; en este caso es una relación sana, porque no hay cambio de posición: el médico no termina de víctima buscando que el paciente como héroe lo cure. Pero este mismo código en una relación interpersonal en la cual uno depende del otro —como el feto en el seno de su madre— es una relación -/+ no saludable.

Si por razón de un accidente una persona quedase ciega y se resigna al hecho, tomará la actitud de víctima (-/+): Pobrecito/a yo... ayúdeme por favor. La no aceptación de su realidad lleva a la persona a sufrir porque no puedo sufrirlo. Si la persona dice no quiero aceptar la situación, es

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otro el problema. Jugar a la impotencia es el recurso de los pusilánimes para no tomar en sus manos su destino. No puedo aceptar a mi conyugue es una queja frecuente. Si se persuade a la persona a decir No quiero aceptar a mi conyugue, ya es una cuestión de querer o no querer, no una real de impotencia.

Es más común de lo que se cree que la gente interprete la relación -/+ como signo de humildad. Creen que mientras más en la basura se sientan, Dios vendrá como héroe salvavidas en su rescate. Especialmente en la relación con Dios es frecuente hablar con Él de la propia basura y revolverla. Nadie se sienta en la basura para hablar con otro amigo. Si eso no se hace con un amigo, menos con Dios. Esas personas no se aceptan, no tienen raíces, no se quieren a sí mismas y son extremadamente rígidas consigo mismas y con los demás. De hecho, si alguien se siente basura es debido a alguna patología sicológica pues Dios no hace basura. La persona se está descalificando, no solo a sí misma, sino a la obra de Dios en ella: no valora los carismas que Dios le dio. Este denigrarse a sí mismo y considerarse como basura es en realidad una falsa humildad. Jugar a víctima para que el Señor venga a salvarlo es manipulación, ajena a Dios, quien respeta la libertad humana como respeta la suya propia. No te acuerdes de mis pecados decía el santo al Señor y le hacía cada día la lista de ellos. Un día el Señor le dijo: Dame un chance pues si cada día me los recuerdas, ¿cómo voy a lograr olvidarlos?

Sea ante Dios, sea ante los demás, la actitud mental en la relación -/+ es de desánimo y falta de confianza en sí mismo. La actitud con los demás es de apartarse de ellos; con Dios es aferrarse a Él como a la tabla de salvación, porque si no se hunden. Este código de relación con Dios puede ser neurótico y enfermizo. La actitud de estas personas frente a la vida es mi vida no vale la pena; la de los otros, ¡sí! El resultado es la introversión, ensimismamiento, abstracción

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del mundo externo para tenerse lástima, lo cual termina tarde o temprano en depresión más o menos severa. Este tipo de personas son más propensas al cáncer que las que están en las otras tres posiciones. El sistema inmunológico se deprime junto con la actitud mental. Es como el oído que se resigna a serlo porque es menos importante que el riñon, tan importante es el uno como el otro.

2. Código de relación +/- (más/menos): es el complementario de la relación -/+. Es el arquetipo de quien juega a villano para seguir abusando de la víctima o el del héroe, bien para rescatar a la víctima o para perseguir al pillo hasta destruirlo, como el cazador que no descansa hasta lograr su presa.

En este contexto, la oración del fariseo de la parábola es un ejemplo clásico de este código +/-:

Jesús contó esta otra parábola para algunos que, creyéndose buenos, despreciaban a los demás: -Dos hombres fueron al templo a orar: el uno era fariseo, y el otro era uno de esos que cobran impuestos para Roma. El fariseo, de pie, oraba así: -Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás, que son ladrones, malvados y adúlteros, y porque tampoco soy como ese cobrador de impuestos. Yo ayuno dos veces a la semana y te doy la décima parte de todo lo que gano- (Lc 18, 9-12).

Un buen ejemplo de relación +/-. Es la actitud de aquéllos que se sienten aceptados por Dios por lo que hacen en cumplimiento de reglas y leyes, y no por su relación con los demás. Este tipo de persona cree que el día del juicio le pedirán un informe de lo que ha hecho, cuando en realidad sólo le preguntarán si amó o no en cambio:

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Pero el cobrador de impuestos se quedó a cierta distancia, y ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: -Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador (rompo relaciones con los demás)- (Lc 18, 13). Les digo que este cobrador de impuestos volvió a su casa ya perdonado por Dios, pero el fariseo no. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido (Lc 18, 14).

La humildad es reconocer que uno es frágil al elegir entre la relación con los demás y cosas creadas. Por ahí comienza el arrepentimiento. El cobrador de impuestos reconoce su propia debilidad y no juzga a los demás porque bien sabe que también es frágil para caer en tentación. Por su parte, el fariseo se cree justificado por todo lo que ha hecho en cuanto a obedecer la ley; nada que ver con el +/+.

En el caso de quien se quedó ciego, la actitud +/- es la de la persona exigente, que es el centro de atención, y todo el mundo tiene que correrle porque una persona tan importante ¡se lo merece todo! Es el caso típico en ciertas personas que, al enfermarse, entierran a los que viven con ellas pues sus vidas tiene que girar a su alrededor como si fueran Dios o el Emperador; la patología consiste en que haya quienes se sometan como ovejitas dóciles, creyendo que están siendo caritativos.

Si yo me considero más importante que tú, el nosotros ciertamente sería una amistad muy poco saludable y enfermiza. Por eso, en código de relación +/-, la actitud general es de independencia: no se quiere depender de nadie. Quien está +/- hace lo que quiere, cuando quiere y con una ética acomodaticia a sus conveniencias. Un ejemplo es el bloqueo económico por parte de Estados Unidos a Cuba desde hace 50 años, por ser Cuba un país comunista. Sin embargo, el

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comercio de Estados Unidos con China, el país más comunista del planeta, tiene status privilegiado. De hecho, China es el 60% del comercio americano. Otro ejemplo es la invasión a Irak en contra de las medidas diplomáticas de la ONU. Relación +/-: la ética del dinero manda.

Quien se cree más que los demás actúa de manera autosuficiente: estado o condición de quien se basta a sí mismo presumiendo no contar con los demás. Así es el código de la relación amo→esclavo. Si un esclavo no le sirve al amo, lo desecha. Esta misma actitud en un matrimonio sería ciertamente enfermiza y, eventualmente, desastrosa para el cónyuge tratado como esclavo.

Las personas que practican el código +/- son arrogantes. Su actitud mental es la del crítico de todo lo que no son ellos, con altanería, insolencia y soberbia. Su actitud hacia los demás es usarlos según convengan y deshacerse de ellos cuando ya no sirvan. Su actitud frente a la vida es tu vida no vale la pena; la mía sí. El resultado es la agresividad, sicopatía —entendida como insensibilidad al dolor humano—, paranoia, psicosis caracterizada por la vanidad, desconfianza e inquietud; la proyección consiste en la convicción de que todo lo malo que me pasa es culpa tuya, pues ¡yo soy perfecto!

3. Código de relación -/-: es la de los perdedores. Si el corazón se sintiera inútil y tampoco apreciara el valor de su pulmón, la muerte sería segura. Las personas que practican este arquetipo de relación -/- son quienes no se valoran a sí mismas ni a los demás; matan por el dinero que otros llevan encima o, a veces, hasta por un par de zapatos viejos o un celular ya obsoleto. Saben que si los matan, nada se pierde y si matan a otro, pues tampoco. Valen más los centavos que puedan lograr de su fechoría. Es la actitud típica de adictos y maleantes que deambulan por las calles asechando a quién atracar. Estos son casos mentales, que crean inseguridad a los sanos. La actitud mental general es que todo es inútil.

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Como no llegan a ninguna parte con los otros, comamos y bebamos que mañana moriremos. Su actitud frente a la vida es ‘ni mi vida ni la tuya valen nada’. El resultado es el nihilismo: destrucción radical de todas las estructuras sociales sin pretender sustituirlas por ningún estado definitivo. También el ‘futilismo’: fuera del aquí y ahora nada tiene importancia; la vida es inútil.

Las personas que viven el código -/- son extremada-mente volátiles y violentas. Y ante la violencia, a no ser que sea experto en artes marciales, lo más recomendable es no oponer resistencia y entregar lo que pidan. Si la persona agredida se pone a jugar a víctima para que no le hagan daño, el atracador se pondrá más violento: No resistas al que te haga mal... Si alguien te demanda y te quiere quitar la camisa, déjale que se lleve también tu capa. Si te obligan a llevar carga una milla, llévala dos. A cualquiera que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda al que te pida prestado. (Mt 5, 40-41)

Este código, practicado por quien se quedó ciego, es el de la persona que ‘se echa a morir’, se encierra y pone fin sicológico a su vida. Morirá de depresión y no de ceguera.

En una ocasión un adicto atracó a Pepe, exigiéndole su billetera. Pepe le preguntó si tenía hambre y él respondió que sí. -Yo también-, le dijo Pepe y lo invitó a un restaurante. Caminó las dos millas con él de tal manera que el atracador no le pidió nada más. El ser generoso con el atracador puede dar buenos resultados. Es el caso de alguien que fue secuestrado y fue tan colaborador con los secuestradores que le dieron la confianza suficiente para poder escapar en un descuido. Oponer resistencia suele ser un suicidio. Quien practica el código -/- no valora ni su vida ni la del otro.

4. El código de relación +/+ es el de la semilla↔tierra,

corazón↔pulmón, mecha↔aceite, Padre↔Hijo. Si se piensa en la semilla, la tierra y la vida, ¿cuál sería el héroe, el villano y la víctima? Entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,

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¿quién sería el héroe, el villano y la víctima? En este arquetipo de relación no existen ni héroes, ni villanos, ni víctimas.

La semilla, con respecto a la vida, es tan importante como la tierra. Con respecto a las personas, yo soy tan importante como tú para el nosotros, para que la relación sea sana. Semejante es la relación en Dios: el Padre se ama, se acepta a sí mismo igual que ama al Hijo o, lo que es lo mismo, el Padre ama al Hijo igual que a sí mismo. No más, no menos, sino igual. No quiere decir que el Padre y el Hijo sean iguales, sino que su aceptación mutua es 100% de uno para con el otro y viceversa. De no ser así, el Espíritu Santo no procedería de la relación entre ellos. El corazón y el pulmón. No son iguales. Su interdependencia sí.

El Padre mantiene su autonomía: libertad de gobernarse por sus propias leyes manteniendo así su identidad. Así el corazón tiene sus propias leyes de funcionamiento para enviar la sangre por todo el organismo, muy distintas a las del pulmón. El corazón mantiene su plenitud siguiendo su autonomía y no quiere ni pretende ser pulmón. Lo mismo sucede al pulmón. Pero bien sabe el corazón que si no se relaciona con el pulmón ambos morirían y, por eso, mantiene una interdependencia con el pulmón. De manera semejante, el Hijo está feliz de ser quien es sin querer ser el Padre, y viceversa. En la relación entre Padre↔Hijo opera el código de interdependencia, al igual que entre corazón↔pulmón. Si en un cuerpo no hay tal interdependencia entre el corazón y el pulmón, cada cual ejerciendo su función, se destruye la vida. De ahí el balance de la relación +/+ entre las personas: amarse a sí mismo igual que al prójimo o, lo que es lo mismo, amar al prójimo igual que a sí mismo. En términos de conducta, es aceptarse a sí mismo tal como se acepta al prójimo.

El código de interdependencia (+/+) —mutua dependencia— es el justo medio entre independencia (+/-, no dependo de nadie) y dependencia (+/-, dependo de ti). No más, no menos. Romper este balance es no hacer la voluntad

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de Dios, ley tan universal que Dios mismo la cumple hasta sus últimas consecuencias. ¡Sin excepciones!

Conocí a un vecino que era famoso como ingeniero químico. Por un accidente con ácido, quedó ciego. En vez de quejarse manteniendo una actitud de víctima (-/+), aceptó su situación y aprendió Braille, consiguió un bastón blanco y un perro guía. Practicó el código +/+ y recuperó de tal manera su autonomía e interdependencia que continuó con su trabajo, haciendo experimentos con ayuda de su asistente. Así hay historias increíbles de superación del espíritu humano. Estas personas se aceptan como son y aceptan a los demás como son; tienen una actitud mental de confianza y seguridad en sí mismos y hacen lo posible por mantener su autonomía en interdependencia con los demás. Con los demás se llevan bien, sin excepciones. La actitud frente a la vida es que su vida vale tanto como la de los demás. El resultado es que se sienten ganadores y alegres porque han logrado lo que se han propuesto en la vida, asumiendo total responsabilidad por su existencia. Se sienten a cargo de su vida y existencia sin depender de nadie pero en interdependencia con los demás, a la manera del corazón y el pulmón, el Padre y el Hijo. Estas personas miran a los demás como se contemplan los árboles y plantas en el bosque: no hay dos iguales y cada cual tiene su belleza. Así nos ve Dios. El código de relación +/+ mira a todos sin distinción de credo, raza, clase social o preferencias sexuales: como Dios Padre que hace llover sobre buenos y malos, justos e injustos.

Códigos matemáticos de las relacionesLas matemáticas pueden aclarar el perfil de la relación sana.

A. Código ½ + ½ = 1: es la clásica relación de Romeo y Julieta. Él le dice a ella: Yo soy yo, porque tú eres tú. Y

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Julieta le responde: También yo soy yo, porque tú eres tú. ¡Qué romántico! pero, ¡qué neurótico! Al fin forman una sola persona con lo cual ni Romeo es Romeo ni Julieta, Julieta. En el lenguaje popular se dice encontré mi media naranja; encontré mi alma gemela. En la relación código ½ + ½, la dependencia mutua es tal que si se rompe ocurre el suicidio. Es común entre adolescentes que se creen morir cuando rompen con sus novios/as. Es el tipico ejemplo de lo que se llama "codependencia" en sicología. Yo me hago responsable de hacerte feliz y tú de hacerme feliz. El corazón no hace feliz al pulmón y viceversa. Son dos felices que se encuentran.

Si aplicamos esta ecuación a la relación en Dios, no se puede decir que el Padre es ½ y el Hijo es ½ porque entonces, ¿dónde cabría el Espíritu Santo? Por consiguiente, si Dios es el modelo de relación sana, esta ecuación no serviría para explicar el código de la relación en Dios y, por tanto, no es una relación humana saludable, aunque sí muy romántica.

B. Código 1 + ½ = 1½: se conoce como relación simbiótica: asociación de una persona con otra en la que sacan provecho de una misma vida en común. Así el niño en el seno de su madre, cuyo bienestar depende del estado físico y emocional de su mamá. Y esto está bien en la etapa fetal. Pero, si al nacer el bebé, no se corta el cordón umbilical, muere. Hay relaciones entre adultos que sicológicamente semejan el cordón umbilical; tal es el caso de la esposa que nunca aprende de los negocios de su marido, ni a usar tarjetas de crédito, ni a hacer un cheque porque su marido le recarga de dinero la billetera. Nunca pensó que su marido podría morirse. Cuando enviuda, termina en una casa de reposo para enfermos mentales. Nunca aprendió a valerse por sí misma y tomar las riendas de su vida. Rehusó romper el cordón umbilical con su marido. Jamás tuvieron un sí o un no, y, para ella, era el ideal de una relación sana. Poco saludable aunque vivían en aparente armonía.

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Este código 1½ con frecuencia se encuentra en círculos religiosos o esotéricos donde los neófitos desarrollan tal dependencia de los gurús que rehúsan tomar decisiones por sí mismos, dejando que otro resuelva por ellos. Así los matrimonios en masa, donde el gurú o clérigo les dice con quién han de convivir; dejar una decisión tan trascendental en manos de otro es síntoma de relaciones simbióticas.

La así llamada crisis de adolescencia es precisamente el momento en que, quien era niño empieza a madurar como mujer o varón. Es el destete común a todos los animales. Pero, si los progenitores no le permiten empezar a tomar decisiones aunque cometan errores, o nunca le cortan el cordón umbilical, o el adolescente se irá o a un extremo de independencia total intolerable para la familia o seguirá sin tomar decisiones y buscando alguien que decida por él/ella. El justo medio para los padres sería tener un pie en el acelerador y otro en el freno.

Este tipo de relación con frecuencia se conoce como co-dependencia. Son quienes se sienten miserables y se pasan la vida buscando alguien (Aladino, hada, príncipe, princesa) que les dé la ilusión de tener un amor que los haga valer. Mueren sin enterarse de que su falacia es completamente irracional. Que se sepa, nunca nadie ha hecho feliz a nadie, ni siquiera Jesús a María, su madre: Simeón les dio su bendición, y dijo a María, la madre de Jesús: -Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan o se levanten. Él será una señal que muchos rechazarán, a fin de que las intenciones de muchos corazones queden al descubierto. Pero todo esto va a ser para ti como una espada que atraviese tu propia alma. (Lc 2, 34-35). Y en verdad fueron varias las espadas que le toco sufrir; baste recordar a Jesús en sus brazos al pie de la cruz, escena inmortalizada por la Pietá de Miguel Ángel. Es como quien se monta en el ascensor de la felicidad y se queda esperando que alguien apriete el botón del piso al que quiere ir. Por un lado, nadie sabe lo que a uno lo hace feliz y,

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por otro, cada quien debe apretar el botón para ir a donde quiere. Este el slogan de todos los cuentos y aventuras que ven los niños hoy día: Soy feliz cuando hago feliz a otro Es un virus en el disco duro de la sicología que hace tanto daño que pocos mueren en paz porque sienten el desengaño de no haber podido hacer feliz a nadie. Es como el corazón que al final del día se deprime porque ninguno de los órganos le dio las gracias por todo el esfuerzo que hizo. La realidad es que el corazón al final del día se siente vital y seduce a todos a descansar para al día siguiente empezar de nuevo con energías renovadas: sin esperar ninguna otra recompensa que cumplir con su función de enviar la sangre. La parábola del ciervo inútil viene a explicar lo dicho:

Si uno de ustedes tiene un criado que regresa del campo después de haber estado arando o cuidando el ganado, ¿acaso le dice: ‘Pasa y siéntate a comer’? No, sino que le dice: ‘Prepárame la cena, y disponte a atenderme mientras yo como y bebo. Después podrás tú comer y beber’. Y tampoco le da las gracias al criado por haber hecho lo que le mandó. Así también ustedes, cuando ya hayan cumplido todo lo que Dios les manda, (+/+) deberán decir: ‘Somos servidores inútiles, porque no hemos hecho más que cumplir con nuestra obligación’. (Lc 17, 7-10).

El corazón al final del día descansa con la satisfacción del deber cumplido, sin pensar si hizo feliz a otros órganos o no. De ahí la oración Ignaciana: Señor, enséñanos a ser generosos, a servirte como tú te lo mereces, a dar sin buscar reposo y sin esperar otra recompensa que la de saber que he hecho tu voluntad, así sea.

Un profesional tenía cuatro hijos adolescentes adictos a opiáceos. Toda su energía se iba en tratar de hacerlos cambiar

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y convencerlos de lo sinvergüenzas que eran. Era un caso de co-dependencia pues sería feliz viendo a sus hijos felices. Su felicidad dependía de que fueran como él. Cuando entendió que no podía apretar el botón del ascensor de la felicidad de sus hijos, decidió ser feliz él. Siempre había querido un bote de vela, así que lo compró y, siendo así feliz él, descubrió que los hijos se entusiasmaron con el deporte y al ver a su papá feliz, ellos se sintieron que estaban +/+ con él, se ajuiciaron y resultaron ser unos magníficos profesionales. Su papá tiene ahora un bote de motor porque ya no le dan las fuerzas para izar las velas. Cuando decidió ser feliz, todo lo demás se arregló por añadidura. A quien busca el Reino de relaciones +/+ y hace de éste su código de justicia, lo demás le llega por añadidura:

Ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe lo que necesitan. Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios (amarse +/+), y recibirán también todas estas cosas. No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas (Mt 6, 32-34).

El código 1½ tampoco explica la ecuación de relación en Dios. Si el Padre fuese 1 y el Hijo ½ tendríamos una persona y media (1½). ¿Y el Espíritu Santo? Esta ecuación tampoco nos sirve para explicar el código trinitario; la relación Padre-Hijo no es una de co-dependencia neurótica. El Padre no aprieta el botón de la felicidad del Hijo, ni viceversa. Ambos son tan felices que comparten su alegría mutua siendo cada uno quien es. Quien practica el código de co-dependencia no tiene calidad de vida ni felicidad. Vivirá siempre insatisfecho y con tendencia a la depresión.

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C. Código 1+1= 1 y 1: es el ideal de Hollywood: Yo estoy bien, tú estás bien (I am ok - You are ok). Ciertamente representa un paso adelante pues yo soy yo, porque yo soy yo; y tú eres tú porque tú eres tú. No nací para vivir de acuerdo a tus expectativas ni tú naciste para vivir de acuerdo a las mías. Por consiguiente yo soy yo y tú eres tú. Si nos encontramos, bien; si no, adiós. Los seguidores de esta ecuación, con frecuencia cambian de pareja como si fueran relaciones desechables. Prototipo de esta corriente es el caso del matrimonio que previamente decide conservar cada quien sus finanzas y encontrarse para cenar y tener intimidad los miércoles de 6pm a jueves a las 6am. El resto de la semana era tiempo dedicado a los intereses y relaciones de cada quien.

El código 1 y 1 es también conocido como la persona-lidad light de nuestro tiempo. Light se dice de los refrescos que siguen siendo dulces pero no tienen azúcar ni engordan. Las relaciones se mantienen mientras sean dulces pero, cuando aparecen complicaciones, preocupaciones y cuidados, pierden todo interés, ya no valen la pena y se tratan como algo trivial. Sin duda hay avance pues ¡ya tenemos dos personas completas! Las relaciones son desechables como las basuras y no reciclables. Típico de los adolescentes que tienen una pareja por unos meses y cuando se ponen muy complicadas las relaciones por las normales tentaciones, cambian unos con otras y feliz todo el mundo. Nada es permanente y, una vez que se le saca el jugo a la naranja, se descarta a la basura.

La ecuación 1 y 1 no explica la relación en Dios pues, si bien el Padre es 1 y el Hijo es 1, el Espíritu Santo que procede de su mutua relación no es desechable.

D. Código 1 + 1 = 1 + 1 + 1:Semilla ↔ tierra = vidaCorazón ↔ pulmón = vidaMecha ↔ cera = luzProtón ↔ neutrón = energía

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Yo ↔ tú = nosotros Padre ↔ Hijo = Espíritu Santo

Este nosotros en la relación interpersonal se experi-menta como una especie de tercer yo entre tú y yo. No son relaciones desechables como en la ecuación anterior. Es el caso de Jesús con los doce apóstoles que lo traicionaron. La semilla y la tierra no se conocen sólo por una noche. Para producir la flor se necesita una larga gestación. De manera parecida se supone ser la relación de amistad entre yo y tú para que el nosotros tenga un hábitat permanente.

En los noviazgos se pasa por tres etapas: la primera es la del tú: él piensa solo en ella y ella en él. Si la relación madura, cada cual empieza a recuperarse y pensar en su vida y sus intereses. La madurez llega cuando ya no son ni mis intereses ni los tuyos, sino los nuestros: no es mi dinero sino nuestro dinero; no es mi tiempo sino nuestro tiempo; no son mis metas, sino nuestras metas; no es mi vida, sino nuestra vida, la del cuerpo familiar. Esto sucede cuando dejan de mirarse a sí mismos para implementar juntos un proyecto de vida con metas y objetivos comunes al cuerpo familiar. La experiencia muestra que ésta comunidad de intereses debe incluir lo lúdico (deporte o juego).

Esta ecuación que explica el proceso de la amistad estable del nosotros, explica la relación en Dios con sólo una diferencia. Cuando se da una aceptación mutua yo↔tú estable, se habla comúnmente de amistad, no de un tercer yo. Mientras se mantenga la aceptación mutua, la amistad se mantiene y crece. Si no hay esa aceptación, la amistad va disminuyendo y puede llegar hasta marchitarse o romperse. La amistad tiene un ciclo de crecimiento o de muerte, de mayor o menor amistad. Inclusive se pueden tener amistades con el lazo común del deporte u otro interés específico, pero que no tienen nada que ver con la parte sentimental de la

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persona. Así que en vez de amistad en singular se podría hablar de amistades en plural.

Aplicando este código a Dios se dice que el tercer yo en la relación entre el Padre y el Hijo es el Espíritu Santo. Pero, el tercer yo entre el Padre y el Hijo no es susceptible de aumentar o disminuir, como sí sucede en la amistad entre los humanos. El Espíritu Santo en Dios no procede de la relación Padre↔Hijo por un proceso como el que se da entre nosotros. Es un eterno de plenitud de espiración de la Vida, sin un antes o un después. El proceso de la amistad entre nosotros es susceptible de aumentar, disminuir o incluso acabarse pues es vulnerable, mientras que en Dios no. Recuerde el lector que en Dios no hay cambio, y por lo tanto, no está sometido al tiempo tal como tampoco lo estaremos nosotros en la Vida después de la vida.

Descripción de lo que es relaciónRelación es comunicación de la aceptación a sí mismo y al otro como persona, sin tener que aprobar los actos de la persona. El niño se sienta a la mesa con las manos sucias. Sus padres le dicen lávate las manos. Los padres se fijan en el hecho y lo corrigen según el código +/+. Pero, después de un mes de repetirle lo mismo y el niño no hacer caso, los padres cambian de código y actúan de villanos (+/-) oprimiendo a la víctima: ¡Eres un cochino!. Y, si no logran su objetivo, le dirán Eres el más cochino del barrio. Y si aún así no logran su objetivo, le cuentan a todo el vecindario para que la presión de grupo de los otros niños —que le gritan ¡cochino, cochino, cochino!— lo obligue a lavarse las manos antes de comer.

Los padres han manipulado al niño al juzgarlo por sus hechos. No es lo mismo no lavarse las manos —una falta de disciplina— que ser un cochino. Ni siquiera un juez al dictar sentencia puede juzgar a la persona. Este dará su veredicto en términos de ‘un fulano ha sido encontrado culpable de tal

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hecho criminal por los testimonios y evidencias que se han presentado en el juicio’. El Juez no puede decir al reo ¡eres un criminal!. De hacerlo así, el reo podría, en teoría, demandar penalmente al Juez por injuria.

El gran impasse en las relaciones interpersonales es la manía de armar chismes sobre las personas, juzgándolas por sus actos. Nadie puede juzgar a otra persona. Los actos de la persona se pueden evaluar y tolerar, lo cual no implica aprobar su conducta. Y la tolerancia tiene un límite pues puede convertirse en permisividad o aprobación de hechos de los cuales se sigue daño de terceras personas. El cónyuge que vive con un alcohólico que abusa de la prole ha pasado de la tolerancia a la complicidad en el mal que se hace a los hijos. Tanta patología hay en quien abusa como en quien deja abusar.

Se cuenta una anécdota sobre Jesús que explica claramente lo que es la aceptación de la persona sin aprobar sus hechos; cómo hacerse artesano que hace acontecer el Reino, sin nada que ver con milagros o magia:

Jesús... al día siguiente volvió al templo. La gente se le acercó, y él se sentó y comenzó a enseñarles (el Reino). Los maestros de la ley y los fariseos le llevaron entonces una mujer que habían sorprendido cometiendo adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes, y dijeron a Jesús:-Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de cometer adulterio. En nuestra ley, Moisés ordenó que se matara a pedradas a esta clase de mujeres. ¿Tú qué dices?- (Jn 8, 2-5).

Esta escena describe una forma de manipulación comúnmente llamada arrinconar; si Jesús hubiese respondido que la mataran a pedradas según la ley, le habrían cuestionado su código del amor +/+ al prójimo. Por el contrario, si Jesús

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hubiese dicho que la perdonaran —por aquello del código del amor— lo habrían acusado de contradecirse puesto que ya había dicho: …les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, no se le quitará a la ley ni un punto ni una letra. El que los obedece y enseña a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de Dios. (Mt 5, 17-20). Por consiguiente, la trampa está astutamente diseñada para arrinconar a Jesús: palo porque boga y palo porque no boga, pues continúa la narración: Ellos preguntaron esto para ponerlo a prueba y tener así de qué acusarlo (Jn 8, 6). Para ser consecuente con sus enseñanzas, Jesús busca una respuesta que mantenga el código +/+ tanto con aquélla mujer como con los enemigos que lo ponen a prueba. Una vez más, la sabiduría del Reino encuentra una alternativa genial utilizando la brújula de las relaciones +/+:

Pero Jesús se inclinó y comenzó a escribir en la tierra con el dedo. Luego, como seguían preguntándole, se enderezó y les dijo:-‘Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra’.-Y volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oír esto, uno tras otro comenzaron a irse, y los primeros en hacerlo fueron los más viejos (Jn 8, 6-9).

Mientras más viejos, se ha tenido más tiempo para romper relaciones con los demás. Así, uno a uno, empezando por lo más viejos, se han alejado de la presencia de la acusada de adulterio. Consecuente con sus enseñanzas, …sean, pues, astutos como serpientes, aunque también sencillos como palomas, (Mt 10, 16) Jesús ha sabido mantener el código de relación +/+ tanto con los villanos como con la víctima. Se ha hecho artesano constructor del Reino. Por el contrario:

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Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se enderezó y le preguntó: -Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?-Ella le contestó:-Ninguno, Señor.-Jesús le dijo:-Tampoco yo te condeno; ahora vete y no vuelvas a pecar- (Jn 8, 9-11).

Jesús ha mantenido el código +/+ que predica sin por ello aprobar los actos de la mujer. Se ha relacionado con ella comunicándole su aceptación incondicional como persona humana, como la tierra lo hace con la semilla. Ha hecho posible la presencia del Espíritu Santo. Se ha hecho artesano creador del Reino tanto con los acusadores como con la acusada. La mujer tiene ahora la oportunidad de salir de la humillante situación en la que la ha puesto su conducta. Si Jesús hubiese respondido juzgando a la persona: ¡Avergüénzate! ¡Te han encontrado como una vulgar prostituta!, hubiese practicado el código +/-, el del villano y su víctima. Hubiese roto la relación. Hubiese pecado.

Otra alternativa de respuesta +/- sería la de aquellos que buscan jugar a héroes salvadores: Pobre mujer. Sabemos que tu marido te trata como a un objeto sexual y no como a una persona. Gracias a Dios que estábamos aquí para liberarte. ¿Qué hubieras hecho sin nosotros? Esta es una relación aparentemente +/+ pero en realidad es +/- porque el mensaje no verbal es: Debes estar agradecida conmigo que te he defendido y sido tan bueno contigo. Como te he liberado del villano, de ahora en adelante dependerás de mi bondad, sin derecho a quejarte. ¡Así me harás sentir importante!

En la práctica del código de su Reino, Jesús ha comunicado simplemente su aceptación a la mujer, incondicionalmente y sin ningún ulterior beneficio personal: ¡Tampoco yo te condeno! Un claro ejemplo de relación +/+ en

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una situación conflictiva. Similar a la del samaritano que se hizo prójimo del herido: Hagan ustedes con los demás como quieren que los demás hagan con ustedes (Lc 6, 31).

No se confunda la aceptación de Jesús con aprobación de lo que ella hizo. Por el contrario: Jesús no aprueba su conducta: -Ahora vete, y ¡no vuelvas a pecar!- Es el código del amor +/+. Jesús ha hecho un acto positivo al acoger con simpatía tanto a la mujer como a los escribas y fariseos. En el acto de aceptación, Jesús no siente aversión ni a unos ni a otros. Jesús no aprueba ni elogia la conducta de la mujer o la de los fariseos, pero les comunica su aceptación incondicional como persona.

Aceptación no es amistad

La amistad nace de la aceptación mutua yo↔tú cuando es continuada. Si soy cortés con la empleada del supermercado, le estoy comunicando aceptación pero no amistad, pues la relación yo→tú es de una vía. En el caso de la adúltera, no hay evidencia en la narración de que Jesús haya mantenido una amistad con ella. En cambio, sí consta una relación mutua Jesús↔María Magdalena —…de la cual había expulsado siete demonios (Mc 16, 9).— de estrecha amistad. Se refiere a las siete tentaciones capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Con ella Jesús sí estableció una amistad de relación mutua tan sólida que fue la primera en comunicarse con Él resucitado, según la narración evangélica. Sin embargo, la ley de relación +/+ obliga sólo a la aceptación, no a la amistad. Sobre ésta no hay regla alguna en las escrituras, puesto que la amistad nace y crece espontáneamente entre las personas cuando hay aceptación mutua por un tiempo suficiente.

Se incluye en este contexto la amistad entre padres e hijos/as. Algunas veces es imposible establecer amistad

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con los progenitores, por una u otra razón. Conservar la relación con padre y madre es el cuarto mandamiento de la ley de Moisés, pero no hay obligación de establecer amistad con ellos. En las familias disfuncionales, frecuentemente es imposible sostener una amistad con al menos uno de los progenitores. Se encuentran gran número de jóvenes con cargas enormes de culpa porque uno o ambos padres no les brindan su amistad y, a veces, ni siquiera la oportunidad de tener una relación. Un saludo de navidad u otra ocasión es suficiente para comunicar la aceptación al otro. La postura sana es mantener la mano abierta para que, si el otro quiere, la estreche; que sepa que va a tener una respuesta. Pero, forzar una amistad no es recomendable ni sano.

Lo más sano y cristiano puede ser romper una relación

Hay situaciones de conflicto en las cuales romper la relación puede ser lo más sano según el código +/+. Tal es el caso cuando no romperla implicaría aprobación de una mala conducta con daño a terceras personas; se pasaría de tolerancia a permisividad y/o complicidad. Esto sucede cuando se presenta un conflicto de fidelidad entre relaciones. Una pareja tenía cuatro hijos adolescentes. La mujer se había alcoholizado a tal punto que, cuando bebía, acosaba sexualmente a sus hijos. Tras hacer lo posible por curarla de su alcoholismo, el marido no encuentra otra alternativa que separarse de ella. La situación en casa se ha hecho intolerable y ella rehúsa toda ayuda. El callejón sin salida en que se encuentra el marido según el código no es que la mujer sea alcohólica. Ese es problema de la mujer. El problema de él es un conflicto de fidelidades: entre la relación con su esposa por una parte y la relación con sus hijos por otra. Por ser

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la parte más vulnerable, los hijos tienen prioridad para él. La brújula del código +/+ le dice al esposo que el camino para resolver su encrucijada es romper su relación con su esposa. No por castigarla como villano a su víctima, sino para proteger a los hijos. Si hubiese jugado a +/- la hubiese fustigado como villano de película a su víctima. De hecho, se separaron; ella se volvió promiscua y cayó en la adicción a opiáceos. Diez años más tarde, ella retornó donde su marido, arrepentida y sobria, como el hijo pródigo. -Todavía te quiero- le dice ella. -Nunca te he dejado de querer, pero en mi casa no permito ni alcohol, ni drogas, ni promiscuidad- contestó él. -Llevo ocho años sobria y te lo puedo probar- informó ella. Después de constatar los testimonios de sus grupos de apoyo en Alcohólicos y Narcómanos Anónimos, él la ha recibido de nuevo en casa. Hoy viven contentos y felices.

El principio general es que la aceptación de la persona implica la tolerancia de actos que no son agradables para uno. Pero el límite de la tolerancia es el daño a terceras personas en cuyo caso no hacer nada implica complicidad. Tampoco se entienda por el anterior ejemplo que romper la relación con la esposa es lo indicado en casos similares. En este caso en particular el esposo no encontró otra. Lo importante es entender que, en las decisiones según el código, no es válido jugar a héroes, villanos y víctimas sino que, con la brújula de la relación +/+, se toman decisiones buscando la presencia del Reino, astutos como serpiente y sencillos como paloma, deseando y eligiendo lo que más conduce a él, a la calidad de vida y felicidad. La brújula no dice dónde está el norte, sino solamente en qué dirección se encuentra ya que no es un sitio determinado. Con el Reino sucede algo parecido: indica si se va andando en la dirección del código del Reino o no; sabiendo que nadie llegará totalmente a él durante esta vida. Vamos en camino y se hace camino al andar.

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La historia de Pepe y PepitaSe conocieron en una discoteca y fue amor a primera vista. Se dieron los números de teléfono y se hicieron novios. Él la llamaba princesa y ella príncipe. De novios pasaron a hacerse esposo y esposa, para luego llegar a ser papá y mamá. Eventualmente se convirtieron en abuelo y abuela, y llegaron a ser bisabuela y bisabuelo. Y supuestamente vivieron contentos y felices.

Para cualquiera este es el proceso rutinario de una vida conyugal ideal. En realidad, el único momento en que realmente se conocieron Pepe y Pepita fue en la discoteca. De ahí en adelante no conocieron a Pepe/Pepita sino su fantasía del novio/a y por eso se llamaban príncipe y princesa, a la manera de los cuentos de hadas que —sin ser más que fantasías— todo el mundo trata de hacer realidad. El problema fue mayor cuando, al convivir bajo el mismo techo, ella se empeñó en que su marido fuera a, b y c, mientras que el esposo insistía en que su esposa fuera d, e y f. La debacle se formó con la aparición de los hijos, pues ella insistía que se deberían educar g, h, i, mientras que él tercamente se empeñaba en que fuera j, k y l.

Cuando llegó la crisis del nido vacío —cuando la prole se fue de casa para siempre—, Pepe y Pepita eran dos extraños. Y peor fue cuando él al fin se pudo retirar y, con sus ahorros, quiso viajar con Pepita y ésta se rehusó porque tenía que cuidar de los nenes: nietos, biznietos y tataranietos. Pepita se casó para ser madre y no esposa. Nada raro entonces que Pepe, viéndose solo y cerrando el ciclo de su vida, consiguiera una compañera joven y se fuera a disfrutar lo que le quedaba de vida. Esto se conoce como la crisis del medio día y con frecuencia es inducida por los conyugues.

Si Pepe y Pepita hubiesen mantenido su relación como cuando se conocieron la noche de la discoteca, habrían pasado por el ciclo de la vida queriéndose el uno al otro sin

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querer cambiar al cónyuge: sin cambiar de roles según las etapas de su vida. Serían Pepe y Pepita los sustantivos de papá, mamá, esposo, esposa, etc. No los adjetivos. No es lo mismo ser Pepe y Pepita que novios, esposos, padres... Los últimos son conceptos culturales que no tienen nada que ver con Pepe y Pepita.

Si Pepe y Pepita no se conocen como personas, la relación no puede durar. Se repite la historia de la abuelita que hacía unas galletas que les encantaban a sus nietos. Cada domingo venían a buscarlas en los escondrijos donde ella las ocultaba. Cuando por su edad ya no pudo hornear más, los nietos no volvieron a visitarla. Por lo cual ella concluyó: ¡Venían por las galletas y no por mí!. Si Pepe se enamora de la galleta y no de Pepita y viceversa, la capacidad de relaciones íntimas se irá perdiendo con la edad —por eso se hizo famoso el viagra—. Entonces, si no ha habido un crecimiento en la relación mutua como personas, verán el pasto del vecino más verde que el propio.

Esta manía de ver en los demás el complemento de las propias fantasías, fue el fenómeno que les ocurrió a los discípulos de Jesús. Se enamoraron de su fantasía del Mesías político hasta el punto de venderlo por treinta monedas y darle la espalda. Nadie supo a qué vino su Maestro ni cuál era el Reino de Dios que predicaba. Fue necesaria la venida del Espíritu Santo para hacer Vida la semilla que sembró en ellos.

La relación con Dios es semejante. Quiere que se enamoren del Dios de las consolaciones y no de las consolaciones de Dios. Y por eso no es fácil adentrarse en la vida espiritual pues los que la toman en serio pasan por arduas pruebas. De ahí los títulos de las obras clásicas de espiritualidad La noche oscura, Subida al monte Carmelo, etc. Las personas que hacen ejercicios espirituales pasan por períodos conocidos como consolación, experiencia de la presencia de Dios, y desolación, la experiencia de la ausencia de Dios en su oración. En el intermedio, las personas pasan

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por lo que se conoce como tiempo tranquilo, que es el tiempo apropiado para hacer discernimientos sobre la venida del Reino en la vida personal.

Marta viene a consulta en un estado agudo de angustia y sufrimiento. Me voy a condenar sin remedio, empezó. En su iglesia alguien le metió en la cabeza que era responsable de la salvación de sus hijos. Tuvo una hija a quien llamó Cielo por haber nacido después de siete abortos naturales, razón por la cual ella creyó que el Dios de las alturas había hecho un milagro muy especial. Ahora su hija se había casado con un ateo y no habían bautizado a su nieto, por lo cual ella estaba convencida de que se condenaría, pues era responsable de la salvación de su hija y su nieto.

-¿Así que te van a juzgar al final por haber sido mala madre? -pregunté-. ¡Exactamente! -respondió ella-. Y, si se puede saber, ¿qué quiere decir la palabra ‘madre’ para ti? -pregunté-. Yo la llevaba y traía a la escuela; pendiente de sus tareas, ropa, deportes. La llevaba a los médicos y cuidaba de ella 24 horas al día. ¿De veras hacer todo eso es ser buena o mala mamá? -le pregunté inquisitivo y sorprendido-¡Es correcto! -afirmó ella. Me has dado ¡la peor noticia de mi vida! -añadí- ¡pues mi mamá también está condenada y yo no me había dado cuenta!. ¡Usted me confunde! -comentó ella despistada-. La verdad es que mi mamá no hizo absolutamente nada de lo que tú describes como ser buena mamá. Todo eso lo hacían las personas del servicio en mi casa.

La creencia errónea de Marta es que Dios lo juzga a uno por lo que hace. Es un hecho que ser mamá o papá —o cualquier otro de los roles de novios, esposos y abuelos— son clichés culturales que pasan de generación en generación. De hecho, en algunas tribus el cuidado de los hijos es el papel principal del hombre. De ahí el error de llamar a la Divinidad padre o madre, pues es una proyección de conceptos culturales que desvirtúan la noción auténtica de lo que es la divinidad. Dios es tu padre le decía la maestra a su alumno.

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Éste respondió Entonces no me hable de Dios porque mi padre fue un mal nacido hijo de su madre -respondió el alumno-. En algunas culturas es señal de hospitalidad que el marido preste su mujer a un huésped ilustre que visita su casa, mientras en otras culturas es adulterio.

La historia continúa porque Marta entendió que al final le preguntarían si fue luz del mundo en la relación con su marido, su prójimo más próximo. Ella reportó que lo adoraba y le había sido fiel. Si es verdad lo que dice, ya puedo morir tranquila -comentó ella-.¿Te has vuelto suicida? -pregunté intrigado-. A causa de tanto sufrimiento y de hacerme la víctima, he desarrollado un cáncer y me quedan pocos días de vida. Pero ahora estoy en paz. ¡No me voy a condenar!. Dos semanas después, su esposo me llamó para que visitara a su esposa moribunda: Muero feliz porque sé que estoy salvada. A la salida del cementerio, después del funeral, su hija Cielo me pidió que hiciera los ritos de iniciación de su religión a su bebé. Sorprendido, le dije: Tenía entendido que eras atea. Ella me contestó: Dijimos eso para quitarnos a mi mamá de encima. Al regreso de la luna de miel había decorado nuestro apartamento a su gusto y nos había parqueado un Mercedes en el garaje. Se enojó porque cambiamos el carro por uno pequeño para yo ir a enseñar en una escuela primaria y un vehículo todo terreno que necesitaba mi marido para meterse por las trochas en su oficio de ingeniero vial. La crisis llegó a su clímax cuando nació mi hijo pues, de regreso del hospital, me informó que ya tenía los preparativos para la ceremonia religiosa de iniciación en tal templo, con tales padrinos y el nombre que ella quería para el niño. Le hicimos cancelar todo y, para quitárnosla de encima, le dijimos que éramos ateos. Ella, escandalizada, venía todos los días y desde fuera de la casa hacía rituales para ver si el demonio dejaba nuestro apartamento. No tuvimos alternativa para que nos dejara en paz. Su creencia errónea la llevó a suicidarse a base de sentirse víctima alimentando sentimientos no auténticos de culpa.

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Punto negroEl profesor hizo un punto en un tablero blanco y preguntó a los asistentes qué veían. Todos vieron un punto negro. No han intuido todavía el código de la relación +/+. Si a Dios se le preguntara qué ve en la misma pizarra, diría: Un salón con una docena de personas a quienes conozco personalmente, una mesa, varios cuadros y libros y está ubicado en tal sitio del planeta tierra… Por último diría: También veo un punto negro en la pizarra.

En las relaciones con las personas, la manía de quienes no conocen el código +/+ es ver el punto negro de tal manera cercano que no ven otra cosa que el punto en los demás; no se percatan de que los demás también le están viendo el propio. Esto quiere decir que si hubiese un ser humano sin punto negro, sería Dios. La aceptación al tú incluye tanto las cualidades como las limitaciones, que son cicatrices de tentaciones. En la Vida después de la vida no tendremos punto negro pues no habrá ya tentación:

¿Por qué te pones a mirar la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no te fijas en el tronco que tienes en el tuyo? Y si tú tienes un tronco en tu propio ojo, ¿cómo puedes decirle a tu hermano: -Déjame sacarte la astilla que tienes en el ojo.- ¡Hipócrita!, saca primero el tronco de tu propio ojo, y así podrás ver bien para sacar la astilla que tiene tu hermano en el suyo (Mt 7, 3-5; Lc 6, 41).

El 95% de las consultas a profesionales de ayuda tienen el mismo tema: cómo cambiar al cónyuge, hijos, parientes, vecinos… Se siente el profesional como atendiendo a un pulmón que se queja de que el corazón no es como él; que tiene leyes y comportamientos muy diferentes a los suyos;

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que el corazón no es a la imagen y semejanza suya. Si se acepta al otro como es, las cosas cambian.

Nadie cambia a nadie a no ser que éste se sienta querido y aceptado por el otro. Un anciano pariente de 104 años decía que el secreto de su felicidad en la vida había sido cumplir el refrán El consejo es como el agua: si no te lo piden, no lo ofreces. Nadie llega a una casa y le ofrecen agua. Si uno la pide, entonces se la dan.

Motitas y pellizcosHemos dicho que relación es comunicar la aceptación. Pero, desde que uno se levanta hasta que se acuesta, ¿cómo se puede realmente comunicar la aceptación a los demás? Si alguien con quien tienes amistad te dice: Eres amable, simpático/a, me alegra ser tu amigo/a; eres inteligente, servicial, ¿estaría esa persona construyendo o destruyendo la relación contigo? La respuesta es, obviamente, construyendo relación contigo.

Si, por el contrario, esa misma persona te dijera: Estúpida, no sabes hacer nada bien, eres una inútil, ¿estaría esa persona construyendo o destruyendo la relación contigo? La respuesta es: destruyendo la relación contigo.

Si alguien cercano te dice Te quiero mucho, mucho, mucho, ¿lo sentirías como la caricia de una motita de algodón suave y cariñosa contra la piel de la cara, o como un doloroso pellizco en la piel del brazo? Por supuesto que como la caricia de una motita suave y cariñosa.

Si, por el contrario, esa misma persona te dice: Vete de aquí. Te odio, ¿lo sentirías como la caricia de una motita de algodón suave y cariñosa contra la piel de la cara o como un doloroso pellizco en la piel del brazo? Obviamente, como un pellizco.

Pues bien, desde que uno se despierta hasta que se acuesta, es artesano del Reino repartiendo motitas. Si, por el

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contrario, no se construye Reino porque sólo se dan pellizcos —sea ignorando a la gente o maltratándola—la calidad de vida y felicidad propia y de los demás se deteriora. Aún en el saludo se comunica aceptación o rechazo. Cuando alguien te da la mano y no te mira a los ojos, posiblemente sientes que está cumpliendo una formalidad y no que realmente se alegra de saludarte: El que no está a mi favor (del Reino), está en contra mía: y el que conmigo no recoge, desparrama(Mt 12, 30). O se construye el Reino o se destruye. No hay punto medio. El no relacionarse es destruir el Reino.

Así como el agua es lo que hace posible la relación entre semilla y tierra, y la planta no puede vivir sin ella, el agua de las relaciones interpersonales son las motitas: reconocimiento a la persona por lo que es, sin juzgarla por sus actos. Es frecuente decir que el amor se ha muerto. El amor no muere, se marchita igual que una planta. Si el esposo busca complacer a la esposa en todo lo que tiene o puede, y viceversa, aquel matrimonio se mantendrá como una ceiba centenaria. Si se enfría la relación, es porque se está marchitando el amor hasta quedar completamente raquítico.

Motitas plásticas y motitas auténticasSi me invitas a un magnífico asado y yo te digo: El asado está gourmet, le estoy hablando al asado, a lo que la persona hace o tiene. En cambio, si te digo: Que buena cocinero eres; este asado lo comprueba, estoy hablando a la persona, a lo que la persona es. El asado no es buen cocinero. Cuando se habla a la persona se dice que se le dan motitas auténticas. Si se le da reconocimiento a lo que la persona hace, se le dan motitas plásticas, porque se pueden comprar; las auténticas no. Con las plásticas, la persona se acostumbra a estar haciendo cosas para que la quieran pues, de lo contrario, entra en depresión. Este tipo de persona, si se acostumbra a sentirse que vale por

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lo que tiene, va a ser una compradora compulsiva porque me lo merezco. Si se acostumbra a que le den reconocimiento por lo que hace, toda su vida estará haciendo cosas para que la quieran. Así la mamá que no deja de serlo después de que los hijos se van de la casa. Se acostumbra a tener la autoestima como un vaso roto al cual, no importa cuánta agua le echen, rápidamente se vaciará; la persona se sentirá siempre vacía, no importa si le vacían el mar en el vaso de su propia estima. En cambio, si la persona se siente que vale por lo que es, será como ponerle ella misma el dedo al roto del vaso de su autoestima y saborear y disfrutar de la vida y felicidad humanas. Será una persona +/+: segura de sí misma y con estabilidad emocional; habrá alcanzado la práctica del código del Reino y construirá su vida sobre roca; no arena.

Si le digo a mi secretaria que escribió una carta excelente, le estoy hablando a la carta. Si le digo cuán inteligente es y que esta carta lo comprueba, le estoy hablando a lo que ella es. Y, si añado que cada vez me alegro más de tenerla trabajando para mí, le estoy hablando a la persona: no a lo que la persona hizo. Nadie puede vivir sin motitas pero, un pellizco es mejor que nada. Si en un salón de clase hay un niño que no deja de molestar y el profesor lo regaña, se calma, pues estaba llamando la atención; como no recibió una motita, buscó el pellizco. Si el profesor le dice a la clase Jorgito está necesitado de una motita; ¿alguien se la quiere dar? Con que algún compañero le diga que es su mejor amigo, se calmará, pondrá atención y dejará de molestar, al menos por un tiempo. Si no le dan motitas, buscará el pellizco. Igual sucede con la mujer o el marido que olvida o ignora cosas importantes para que la pareja le dé al menos un pellizco.

Por ejemplo, si un niño saca malas notas y los padres le dan un pellizco diciéndole que es un vago y un bruto, le están dando un pellizco a lo que la persona es. Están juzgando a la persona por sus hechos. En cambio, quien haya aprendido el código +/+ le diría: No entiendo cómo un niño tan inteligente

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como tú saca tan malas notas: ¿qué te pasa?. El niño sacará cualquier disculpa pero, en el próximo reporte de la escuela, sus notas serán mejores y los padres le reforzarán con otra motita, diciendo algo así como: ¿Te das cuenta? Eres tan inteligente como pensábamos.

Es la diferencia entre domesticar —apropiado para animales— y educar. Un árbol no crece a patadas. Hay que echarle agua, abono, fumigarlo quizá. Poco a poco, sin que el sembrador sepa cómo, la planta crece pues está siendo estimulada a crecer. Igual sucede con los seres humanos. El agua que hace germinar las relaciones yo↔tú se llama motitas; y las auténticas estimulan el crecimiento de lo que la persona es, para que desarrolle su máximo potencial como ser humano.

Se hizo un estudio de los mensajes parentales que habían recibido los jóvenes entre 18 y 22 años que residían en un centro de rehabilitación de adictos a opiáceos. Sistemáticamente se encontraban mensajes en forma de pellizcos —con frecuencia de total descalificación de la persona— que explicaban su adicción. A quien le dijeron que era bruto o estúpido, se pasó su existencia haciendo brutalidades y estupideces. A quien le dijeron que era un bueno para nada, no hace nada en la vida. A quien le dijeron que era un vago, terminará en las calles viviendo como desechable. Estos pellizcos, si se asimilan desde la niñez, se convierten en un embrujo para la persona, lo que en psicología se llama un script (guión), o sea, mensajes que quedan en el sistema operativo de la sicología y pueden ser constructivos —si son tales como tú vales, supérate, mereces que te quieran—, inútiles —si son tipo obedece, haz lo que te manden, trata más—, y destructivos —si son no vales, no sirves, no mereces que te quieran, no existas—. Este último conduce a las personas a conductas de autodestrucción suicida o destrucción homicida. Estos últimos suelen ser los scripts de bandoleros, guerrilleros y terroristas.

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Nadie cambia a nadieContaba un amigo que todo el mundo le decía que era un neurótico y que tenía que cambiar. Pero él se empecinaba cada vez más en su neurosis de mal genio. Alguna vez su mejor amigo le dijo: Te quiero como eres; cambies o no cambies mi amistad no se afecta. ¡Así que no cambies, si no quieres!. Esto le quedó dando vueltas en la cabeza ¡No cambies!; ¡te quiero como eres!. Y ¡Oh milagro! ¡Cambié!. La gente cambia cuando pasa de bien a mejor. Se sentía descalificado y rechazado. Al sentirse aceptado por el código +/+, incondicionalmente, dio lo mejor de sí.

Un gran gurú rogaba a Dios diciendo: ¡Señor! ¡Señor! ¡Que yo cambie el mundo!. A los 50 años rezaba: Señor, por favor, que cambie siquiera a los de mi familia. A los 75, cuando ya vio cerca la muerte, rezaba así: ¡Señor que cambie yo y acepte a todo el mundo y a mi familia como son!. Y murió feliz después de haber desperdiciado toda su vida tratando de cambiar al mundo en lugar de cambiar él.

¡Nadie cambia a nadie! Es una manía generalizada querer cambiar a los demás en vez de aceptarlos como son y tolerar sus conductas, siempre que no conlleven daño a terceras personas. Todos tenemos un punto negro y eso es parte del presupuesto en cualquier relación +/+. Casi siempre se cumple el dicho: Lo que Pedro dice de Pablo, dice más acerca de Pedro que de Pablo.

La relación de Dios con las personas se rige por el mismo código. Si alguien de veras se siente aceptado por Dios como es, entonces dará lo mejor de sí. Eso se conoce en la tradición cristiana como el temor de Dios: el cuidado que se pone en no averiar las relaciones +/+ para que Dios viva entre nosotros como en su propia casa. Dios no juzga ni condena a nadie. La aceptación incondicional de parte de Dios a cada quien como persona es segura y no puede cambiar, no importan los hechos de la persona. Dios sigue al pie de la

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letra el consejo del profeta Isaías (42, 13) que Mateo aplica a Jesús: No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que apenas humea, hasta que haga triunfar la justicia (+/+ del Reino) (Mt 12, 20). Dios nos ve como la cámara fotográfica que percibe la realidad sin juzgarla ni evaluarla.

Cuatro códigos del comercio de motitasPara construir relaciones +/+ según el Reino de Dios, existen cuatro códigos del intercambio de motitas:

Código N° 1: darse motitas. Es el equivalente a amarse a sí mismo. Aprender a valorarse a sí mismo y los dones que Dios le ha dado. Ya dijimos que si alguien se siente basura es porque tiene un problema psicológico ya que ¡Dios no hace basura!

Si digo soy un buen profesor, no quiere decir que sea ni el mejor ni que no haya otros tan buenos como yo. Pero si digo que soy el mejor profesor me dirán: Alábate pollo que mañana te guisan. El compararse con otros es una descalificación para los demás. La motita más grande que uno se puede dar es decirse me quiero a mí mismo. Si te levantas de mal genio, en vez de pelear con todo el mundo, mírate en el espejo y te das unas palmaditas en la cara diciendo ¡Lindo caramba! ¡Anímate! El solo gesto te hará sonreír y, posiblemente, alejará el mal genio.

Código N° 2: dar motitas y Código N° 3: recibir motitas, son complementarios. La mayoría de las personas no han aprendido a celebrar las motitas de los demás. La motita es como un regalo que se le hace a la persona. Cuando alguien te da un presente tú lo celebras, ponderas el buen gusto de la otra persona, lo compartes con los demás. Estás celebrando el don que te han dado. Por el contrario, cuando te dicen te quiero, la respuesta automática suele ser yo también

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te quiero con lo cual se descalifica la motita por no celebrarla. La persona lo dirá de vez en cuando y, a la larga, dejará de decirlo. En cambio, si alguien te dice te quiero y tú lo celebras diciendo por ejemplo ¡Me hiciste el día hoy! Qué agradable me suena lo que me has dicho. Me sube el grado de autoestima y felicidad, la persona se siente reconocida por tu celebración. Y si lo acompañas con una expresión no verbal, dando un beso cariñoso y un susurro al oído diciendo gracias por decírmelo, la persona que te dio la motita se sentirá aun más reconocida y apreciada. Repetirá ese te quiero con más frecuencia. En vez de descalificar la motita diciendo inmediatamente yo también te quiero, la persona puede esperar otra ocasión para decírselo: He estado pensando en lo que me dijiste ayer de que me querías. Y he decidido que ¡te quiero! ¡Y no me discutas!.

Los rituales y liturgias en las religiones han nacido precisamente como celebraciones de las motitas que la divinidad ha dado a sus feligreses, ya sean personales o a la congregación.

La motita más grande que se puede dar a otro ser humano es decirle te quiero. Curiosamente, en algunas culturas el dar motitas se inhibe y hasta prohíbe. Alegan que se dañan los niños y éstos crecen sin manifestaciones de cariño ni aprecio. Dos hermanos ya sobre los 40 años hicieron una apuesta; uno decía que su mamá nunca les había dicho que los quería y el otro apostaba a que era capaz de hacerla decir te quiero. Durante dos horas estuvo forcejeando con la mamá, hasta que ella dijo: Está bien; te quiero e inmediatamente entró en una catarsis de llanto tal que los hermanos decidieron llamar al médico. Le dieron un calmante y más tarde le preguntaron por qué había reaccionado así. Porque su papá murió ya hace años y nunca le dije te quiero, les informó ella. Era su cultura, pero era muy dañina para ella y para los niños: sicológicamente castrante. De hecho, los hermanos cayeron en cuenta de que estaban haciendo lo mismo con sus propias familias. Se tiende a creer que si se

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dan muchas motitas se acabarán o harán daño a los niños y es todo lo contrario. Las motitas son como el agua que hace que la semilla y la tierra se relacionen para generar vida. La persona que no recibe motitas busca pellizcos. En el trabajo con adictos se constata la falta de autoestima y la incapacidad de dar y recibir motitas, una de las principales causas para caer en una adicción.

Código N° 4: pedir motitas. Posiblemente, lo más difícil de aprender. Para ilustrarlo, narro un caso de la vida real. Es viernes por la noche, cerca de las 9 pm. Entra el marido de carrera pues llega tarde de la oficina. Mi amor, quien tenga tienda que la atienda; me cayó un cliente a última hora y hasta ahora concretamos el negocio. ¿Vamos a la fiesta? -pregunta él-. ¡Si te da la gana! -responde ella muy molesta-. De camino a la fiesta él le pregunta: ¿Por qué estás tan molesta mi amor? No me pasa nada refunfuña ella.

Obviamente, al llegar a la fiesta, él se va a buscar a sus amigos para conversar pues con ella no se pudo. Ella busca un rincón donde se pone a llorar como víctima desconsolada. Las amigas acuden a ver qué le pasa: Seguramente tiene otra pues hoy es mi cumpleaños y ni siquiera se acordó. Bujúuuu, bujúuuuu. Una amiga mutua sale de carrera a buscar al marido y le explica que su mujer está tan brava porque a él se le olvidó su cumpleaños. El marido reconoce su olvido y le cuenta a los amigos que metió la pata y quiere ver si cantándole el happy birthday se contenta. Conscientes todos del impasse, van a cantarle y ella como niña malcriada, les dice Ya para qué. ¡Ya no lo quiero!.

Si la esposa se hubiera dado permiso para pedir motitas, la escena hubiese podido tener un final feliz. Algo así: Llega él a casa y ella lo saluda y le dice ¿Qué día es hoy mi amor? Viernes, responde él. Ni tibio le informa ella. Y él sigue dando respuestas tales como ¿Navidad? ¿Año nuevo? ¿El día de la independencia?. A lo cual ella sigue diciendo ¡No! ¡Ni tibio!.

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¡Es el día de mi cumpleaños! le informa al fin ella. Avergonzado, él le dice: ¡Mi amor! ¡Qué vergüenza! A mí se me olvidó. ¡Pero a mí no!, comenta ella, y añade: por eso me hice la permanente en el salón de belleza, compré este vestido que cargué a tu cuenta en la tarjeta de crédito y te saqué la ropa que combina mejor con esta, porque vamos a ser la mejor pareja de la noche. Ambos salieron ganando y, con seguridad, cuando regresen a casa en la intimidad ella no le va a decir: Acuérdate mi amor que hay que pintar el cieloraso.

Otro ejemplo ilustrativo es el caso de la esposa que se quejaba de que su marido nunca le decía te quiero. Como era persona ingeniosa, una noche le dice a su marido que el desayuno al día siguiente será proporcional al beso que le dé y la manera como le diga te quiero. Al día siguiente el marido se levanta como de costumbre y ella lo despide sin desayuno. Al día siguiente le da un beso de bobo y ella le prepara un desayuno de boba. De ahí en adelante, los desayunos fueron de primera clase. Un día que tuvo que madrugar el marido, para no despertarla a ella, le escribió en el espejo con pinta labios te quiero más que tú a mí y ¡no me discutas!. Su relación había reverdecido.

El no pedir motitas también parece ser algo cultural. En la relación con Dios también se puede exigir de vez en cuando una motita, siempre que no sea chantaje para ganarse la lotería o algo relacionado con dinero pues Dios, siendo dueño de todo, no tiene ni un peso en el bolsillo ni ninguna cuenta bancaria.

Autonomía e interdependenciaUn ejercicio ilustrativo de lo que se quiere lograr con la práctica del código +/+, en cumplimiento de la voluntad de Dios para que venga su Reino, es el siguiente: en un grupo se le pide a un voluntario que sostenga un vaso que se va

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llenando con agua en proporción directa a las motitas que el grupo le dé. Poco a poco el vaso se llena. Cuando alguien le dice te quiero se agrega agua hasta rebosar el vaso pero este tiene un hueco en el fondo por lo cual el agua se vacía rápidamente. La persona se da cuenta que el vaso se ha vaciado y se le pregunta cómo lo va a volver a llenar. Casi siempre responden pidiendo más motitas. Se les explica que eso la hace totalmente dependiente del me quieren o no me quieren y que, sicológicamente, está buscando alguien que le tape el roto a su vaso. Se hace pasar otro participante que le tape el roto y que a su vez tiene otro vaso roto. Se hace evidente la codependencia mutua supuestamente haciendo feliz al otro. Con esto la persona que se ofreció de voluntaria cae en cuenta de que está mendigando cariño de los demás y se va a sentir vacía si no se lo dan. Está haciendo depender su valor como persona y su salud mental del otro, sin el cual no puede vivir. Una falacia que no se alivia hasta que la persona acepte que no es que no puede sino que no quiere vivir. Y si no quiere, el problema es de ella y nadie más.

Poco a poco la persona entenderá que ella misma puede tapar el roto de su vaso y sentirse plena y feliz. No depende de nadie para ser feliz. Luego se le hace caer en cuenta que la interdependencia es para disfrutar la buena compañía y no para que le ponga el dedo a un vaso roto. Solo me siento bien y contigo me siento mejor. Lo contrario es el proceso de toda adicción: como un bolsillo roto, no importa cuánto dinero eche siempre va a estar vacío. Hasta que no lo remiende no dejará de perderse.

Se cuenta de un millonario que buscaba el secreto de la sabiduría. Viajó por todo el mundo buscándolo hasta que alguien le dijo que en el Alto Nilo se encontraba el sabio de los sabios. Tomó avión, barco, camello, caballo, burro hasta que le tocó escalar a pie un gran risco en cuyo tope había una choza. Tocó a la puerta entusiasmado y, al oír el permiso para seguir, encontró a un hombre sentado en el piso leyendo un libro. El

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turista le pregunta si es el gran sabio. El hombre respondió que no tiene ni idea de que es un sabio pero que siga y se siente. El turista preguntó: Pero, ¿y dónde están los muebles? El sabio le preguntó: ¿Y los suyos?. El rico le contestó: ¡Pero si yo soy turista!. Y el sabio le respondió: Ya somos dos. Quien usa las cosas como turista no se apega a ellas sino que las deja para que las use quien las necesite. Es el sentido de usar las cosas tanto cuanto lleven al Reino y pasar de largo las demás para quien las necesite.

Requisitos del Reino: Fe, Esperanza y Amor

Un niño quería un juguete que veía en la vitrina del almacén. Era un precioso modelo a escala de un vehículo de carga de gran capacidad para transportar mercancía. Sus padres le prometieron dárselo de regalo para la Navidad. Durante nueve meses, el niño estuvo preparando en el jardín las carreteras por donde jugaría con su camión hasta que lo recibió en navidad. Lo siguió disfrutando pues llevaba tiempo preparando su llegada. Lo disfrutó antes y después de recibirlo. Es la realidad de algo que ya está pero todavía no es.

La práctica del código del Reino es algo parecido. Exige fe en él porque se experimenta la estabilidad emocional y la paz interior; pero todavía no del todo pues es también la esperanza de un mundo definitivamente mejor: Secará todas las lágrimas de ellos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor; porque todo lo que antes existía ha dejado de existir. (Ap 21, 4) Así como el niño construyó y disfrutó haciendo las carreteras por donde iba a divertirse con su juguete, quien vive la relación +/+ está ejerciendo la caridad que su praxis:

Debemos protegernos, como con una coraza, con la fe y el amor (relación +/+), y cubrirnos, como con un casco, con la esperanza de la salvación (1 Tes 5, 8).

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Tres cosas hay que son permanentes: la fe, la esperanza y el amor (+/+); pero la más importante de las tres es el amor (1 Cor 13, 13).

Pues hemos recibido noticias de su fe en Cristo Jesús y del amor que tienen a todo el pueblo santo, animados por la esperanza de lo que a ustedes se les ha reservado en el cielo (Col 1, 4).

Como sé que ustedes tienen fe en el Señor Jesús y amor para con todo el pueblo santo, no dejo de dar gracias a Dios por ustedes…Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo, y cuán grande y sin límites es su poder, el cual actúa en nosotros los creyentes. Este poder (Espíritu Santo) es el mismo que Dios mostró con tanta fuerza y potencia cuando resucitó a Cristo y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, poniéndolo por encima de todo poder, autoridad, dominio y señorío, y por encima de todo lo que existe, tanto en este tiempo como en el venidero (Ef 1, 15-18).

Por eso, acerquémonos a Dios con corazón sincero y con una fe completamente segura… Mantengámonos firmes, sin dudar, en la esperanza de la fe que profesamos, porque Dios cumplirá la promesa que nos ha hecho (Heb 10, 22-24).

La misión de los apóstoles (testigos) es hacer discípulos en la fe de que el Reino de Dios es una realidad: Más tarde, Jesús se apareció a los once discípulos, mientras ellos estaban sentados a la mesa. Los reprendió por su falta de fe y su terquedad, ya que no creyeron a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: -Vayan por todo el mundo y anuncien a

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todos la buena noticia (del Reino). El que crea (¡en el Reino!) y se bautice obtendrá la salvación; pero el que no crea, será condenado- (Mc 16, 14-15).

La misión de hacer discípulos del Reino que practiquen su código +/+ se extiende hasta los confines del mundo:

Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos, (de su reino; una vez hechos discípulos) bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28, 19).

El Reino alcanzará a toda la raza humana gracias a la misión de sus apóstoles que serán la levadura que fermenta toda la masa: Cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra (He 21, 8).

El apóstol sabe a quién se ha confiado:Ya se lo dije a ustedes, y no me creyeron. Las cosas que yo hago con la autoridad de mi Padre, lo demuestran claramente; pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y jamás perecerán ni nadie me las quitará. Lo que el Padre me ha dado es más grande que todo, y nadie se lo puede quitar. El Padre y yo somos uno solo (Jn 10, 29).

La persona que da más importancia a las personas que a las cosas, practica el código +/+ del Reino, signo de

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la elección por parte del Padre y del Hijo. Quienes lo único que les importa son las cosas y, para conseguirlas, recurren a cualquier clase de atropello, abuso o chanchullo y pisotean a los demás, son signo de no elección para el Reino. Cada quien puede discernirlo analizando su conciencia.

El caso de Pablo, apóstol de los Gentiles, ilustra la gratuidad del llamado a hacer discípulos del Reino:

Doy gracias a aquel que me ha dado fuerzas, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me ha considerado fiel y me ha puesto a su servicio (para anunciar Reino), a pesar de que yo antes decía cosas ofensivas contra él, lo perseguía y lo insultaba. Pero Dios tuvo misericordia de mí, porque yo todavía no era creyente y no sabía lo que hacía. Y nuestro Señor derramó abundantemente su gracia sobre mí, y me dio la fe y el amor que podemos tener gracias a Cristo Jesús. Esto es muy cierto, y todos deben creerlo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar (participar de su reino) a los pecadores, de los cuales yo soy el primero (1 Tim 1, 12-19).

Y salvación significa que el Reino está disponible para quienes en fe vivan el Reino de relaciones +/+, con la esperanza de contribuir así a un mundo mejor, de la misma manera que el hígado o cualquier órgano sabe que está haciendo su parte para la salud de todo el cuerpo.

Por eso, la misión de Pablo desde entonces fue evangelizar, que significa anunciar el evangelio del Reino:

Cristo no me mandó a bautizar, sino a anunciar el evangelio (del Reino), y no con alardes de sabiduría y retórica (1 Co 1, 17).

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Para mí no es motivo de orgullo anunciar el evangelio (del Reino), porque lo considero una obligación ineludible. ¡Y ay de mí si no lo anuncio! Por eso, si lo hiciera por propia iniciativa, tendría derecho a una recompensa; pero si lo hago por obligación, es porque estoy cumpliendo un encargo que Dios me ha dado. En este caso, mi recompensa es la satisfacción de anunciar el evangelio sin cobrar nada; es decir, sin hacer valer mi derecho a vivir del anuncio del evangelio (del Reino) (1 Co. 9, 16).

Pablo cumplió su misión de evangelizar, de anunciar el Reino hasta su muerte: Pablo se quedó dos años completos en la casa que tenía alquilada (en Roma), donde recibía a todos los que iban a verlo. Con toda libertad anunciaba el Reino de Dios, y enseñaba acerca del Señor Jesucristo sin que nadie se lo estorbara (Hch 28, 29-30).

En la Biblia, la fe es la fuente de toda la vida religiosa. Y no es la fe conocida como ‘la del carbonero’, sino la fe producto de la certeza de promesas cumplidas. Cuando en las relaciones humanas alguien no cumple sus promesas, le tenemos desconfianza: “promete pero no cumple”. En cambio, la fe en Jesús se apoya en que Dios ha cumplido en él sus promesas y la última es la participación en su Resurrección. Por eso Abraham ha venido a ser el padre de todos los que tienen fe (Rm 4, 11). Los personajes claves de las escrituras judías vivieron y murieron en la fe: Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos. Nuestros antepasados fueron aprobados porque tuvieron fe (Heb 11, 1).

De hecho, la revelación se conoce en las escrituras como promesas que han sido cumplidas. En las Escrituras Cristianas, Jesús lleva a su perfección la fe de Abraham: Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra

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fe y él es quien la perfecciona (Heb 12, 2). Y los discípulos del Reino son precisamente los que han creído y, por consiguiente, practican el código del Reino: Todos los creyentes estaban muy unidos y compartían sus bienes entre sí; vendían sus propiedades y todo lo que tenían, y repartían el dinero según las necesidades de cada uno (Hch 2, 44).

La raíz de la palabra fe es seguridad y confianza del discípulo en su maestro, a la manera del niño ante el juguete en la vitrina del almacén. Es el ya casi pero todavía no. Es la respuesta de fidelidad después de un proceso de inteligencia por el cual se expresan en palabras las realidades que no se ven, como hemos intentado hacer en estas páginas. El discípulo es alguien que voluntariamente se pone bajo la dirección de un maestro y comparte sus ideas.

La revelación que se hace a Abraham y a su esposa es que tendrán una descendencia tan numerosa como las familias del mundo: Un día el Señor le dijo a Abraham: Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te voy a mostrar. Con tus descendientes voy a formar una gran nación; voy a bendecirte y hacerte famoso, y serás una bendición para otros. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti bendeciré a todas las familias del mundo (Gn 12, 1-3). Y la promesa se ha cumplido.

Contra la improbable verosimilitud de la promesa, el Patriarca pone su acontecer en función de dicha promesa, conocida en la Biblia como la Alianza entre Dios y la humanidad. Esta alianza con Abraham en la fe fue 450 años anterior a la ley de Moisés en el Sinaí, por lo cual Pablo se oponía a la circuncisión para quienes no fueran nacidos en el judaísmo. Por eso, para Pablo, basta con la fe en el código del Reino; ya no en la ley: Pues Dios prometió a Abraham y a sus descendientes que recibirían el mundo como herencia; pero esta promesa no estaba condicionada al cumplimiento de la ley, sino a la justicia (del Reino) que se basa en la fe. Pues si

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los que han de recibir la herencia son los que se basan en la ley, entonces la fe resultaría cosa inútil y la promesa de Dios perdería su valor (Ro 4, 13).

Pablo alega que: Abraham creyó al Señor, y por eso el Señor lo aceptó como justo (Gn 15, 6). Abraham tenía noventa y nueve años, y su hijo Ismael trece, cuando se les circuncidó la carne del prepucio. Y Éste es el Dios en quien Abraham creyó, el Dios que da vida a los muertos y crea las cosas que aún no existen (Ro 4, 17). Por consiguiente, lo que salva no es la circuncisión, la religión o la secta, sino la fe en Dios y su alianza, capaz de salvar incluso a los sin Dios siempre que cumplan la ley del +/+: Si alguno cree en Dios, que hace justo al pecador, Dios le tiene en cuenta su fe para reconocerlo como justo (Ro 4, 5). Resucitará a todos los que creen: Dios también nos tiene en cuenta la fe (en el reino), si creemos en aquel que resucitó a Jesús, nuestro Señor, que fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para hacernos justos (Ro 4, 24). Pues si el primer pan que se hace de la masa está consagrado a Dios, también lo está la masa entera. Y si la raíz del árbol está consagrada a Dios, también lo están las ramas (Ro 11, 16). Abraham y Sara se convierten así en progenitores de una multitud de pueblos que abrazan a todos los que practiquen el código en la fe +/+, sin distinción de raza, credo o clase social.

El argumento de Pablo de que Abraham no se justificó por la ley sino por la fe es la controversia de Pablo con los apóstoles en lo que se conoce como el Primer Concilio de Jerusalén, puesto que la circuncisión era la manera de sellar el pacto antiguo:

Y después Abraham fue circuncidado, como señal o sello de que Dios ya lo había reconocido como justo por causa de su fe. De este modo, Abraham ha venido a ser también el padre de todos los que tienen fe, aunque no hayan sido circuncidados;

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y así Dios los reconoce igualmente a ellos como justos. Y Abraham es también el padre de quienes, además de estar circuncidados, siguen el ejemplo de aquella fe que nuestro antepasado ya tenía cuando aún no estaba circuncidado (Ro 4, 11).

Entonces, lo que nos salva, según Pablo, no es la circuncisión o la ley sino la fe, anterior a la circuncisión y ahora presente en el Reino de Dios.

La fe no es posible sin la proclamación del Reino: ¿Cómo van a invocarlo, si no han creído en él? ¿Y cómo van a creer en él, si no han oído hablar de él? ¿Y cómo van a oír, si no hay quien les anuncie el mensaje? ¿Y cómo van a anunciar el mensaje, si no son enviados? (Ro 10, 14) Es la fe en que Dios otorgó la salvación a todos por medio del Reino de Dios que inauguró con su vida, muerte y resurrección, sin tener nada que ver con la circuncisión o la ley:

Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando (el reino) en las sinagogas de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del Reino, y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Dijo entonces a sus discípulos: -Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan ustedes al dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla (Mt 9, 36-38).

La misión es el Reino, sin importar si se es casado, soltero, religioso o laico. Habrá algunos que quieran seguir el llamado del Señor y dedicarle su vida tiempo completo sin distinción de sexo, raza o clase social. Por eso han nacido en la historia centenares de comunidades para todos los gustos,

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entre ellas la Compañía de Jesús dedicada principalmente a seguir las huellas de los doce, haciendo discípulos del Reino. Fue la bandera de Lutero quien alegaba que la salvación se daba por la fe y que, para poderla propagar había que traducirla a las lenguas vernáculas. Y fue el primero en traducir la biblia.

La antigua y nueva alianzaLas Escrituras Judías hablan de la alianza que hizo Iahvé con Israel. Las cristianas, de cómo Cristo al inaugurar el Reino establece un nuevo y definitivo pacto. Y el pacto es el mismo: que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo será Dios y nosotros su pueblo. En las Escrituras Judías la promesa estaba circunscrita al pueblo hebreo. En las cristianas, a todo el que practique la relación +/+, aunque nunca haya oído hablar de Jesús. De ahí el imperativo de anunciarlo de palabra y de obra. Una fe sin práctica del código +/+ no es auténtica.

En la Biblia, las alianzas son parte de la experiencia humana y social de los seres humanos quienes hacen contratos y pactos entre individuos o grupos que buscan prestarse mutua ayuda. En las Escrituras aparecen alianzas de paz, entre hermanos, entre amigos e incluso en matrimonios. Todas son alianzas en las que el poderoso promete su protección al débil y éste se compromete a servirle. El inferior puede solicitar la alianza pero el poderoso la otorga según su beneplácito y con sus condiciones. La conclusión del pacto se celebra con un ritual consagrado por el uso. Las partes se comprometen con un juramento; se cortan animales en dos y su sangre se pasa por entre los trozos, pronunciando imprecaciones contra eventuales transgresores (Jer 34, 18). Se hace una memoria escrita, se planta un árbol y se erige una piedra que serán los testigos del pacto en el futuro (Gn 21, 33; 31, 48ss). Todos los patriarcas de las Escrituras Judías operaron de acuerdo a la promesa de que Dios será su Dios e Israel será su pueblo.

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La iniciativa gratuita (por gracia) de que Israel sea su pueblo es unilateral. Por ejemplo, cuando Dios habla con Moisés: Ponte en camino, que te voy a enviar ante el faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas. (Ex 3, 10)Y la garantía de su revelación toma forma de promesa: El Señor siguió diciendo: -Claramente he visto cómo sufre mi pueblo que está en Egipto. Los he oído quejarse por culpa de sus capataces, y sé muy bien lo que sufren. Por eso he bajado, para salvarlos del poder de los egipcios; voy a sacarlos de ese país y a llevarlos a una tierra grande y buena, donde la leche y la miel corren como el agua (Ex 3, 7-10.16ss).

Canaán era la tierra prometida a sus antepasados: Los cananeos vivían entonces en aquella región. Allí el Señor se le apareció y le dijo: -‘Esta tierra se la voy a dar a tu descendencia’- (Gn 12, 7; 13, 15). Existe la confianza del pueblo en Dios porque cumplió sus promesas.

La respuesta del pueblo de Israel a la promesa es su fe en Yahvé: Al ver los israelitas el gran poder que el Señor había desplegado contra Egipto, mostraron reverencia ante el Señor y tuvieron confianza (fe) en él y en su siervo Moisés (Ex 14, 31). El cumplimiento de la promesa arraigó su confianza y su fe en Dios. Y la condición no era tener fe sin obras, sino vivir de acuerdo a su palabra:

Allí Moisés subió a encontrarse con Dios, pues el Señor lo llamó desde el monte y le dijo: -Anúnciales estas mismas palabras a los descendientes de Jacob, a los israelitas: ‘Ustedes han visto lo que yo hice con los egipcios, y cómo los he traído a ustedes a donde yo estoy, como si vinieran sobre las alas de un águila. Así que, si ustedes me obedecen en todo y cumplen mi alianza, serán mi pueblo preferido entre todos los pueblos, pues toda la tierra me pertenece. Ustedes me serán un reino de sacerdotes, un pueblo consagrado a mí.’

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Diles todo esto a los israelitas-. Moisés fue y llamó a los ancianos del pueblo, y les expuso todo lo que el Señor le había ordenado. Entonces los israelitas contestaron a una voz: -‘Haremos todo lo que el Señor ha ordenado’- Moisés llevó entonces al Señor la respuesta del pueblo, y el Señor le dijo: -‘Mira, voy a presentarme ante ti en medio de una nube espesa, para que la gente me oiga hablar contigo y así tengan siempre confianza en ti’- (Ex 19, 3-9).

Esta primera alianza era una ley que establecía lo mínimo para la creación de una nación con igualdad de derechos y deberes para todos. La historia de Israel se convierte en mantener el amén de su fe; en cumplir su parte del pacto de ser su pueblo: Después Moisés, acompañado de los sacerdotes levitas, dijo a los israelitas: ‘-Guarden silencio, israelitas, y escuchen. Hoy se han convertido ustedes en el pueblo del Señor su Dios. Por lo tanto, deben obedecerle y poner en práctica sus mandamientos y sus leyes que yo les ordeno hoy.’- (Dt 27, 9-26). Pablo reconocerá más tarde que la obra de Dios se hizo por la fe: Por fe, Moisés se fue de la tierra de Egipto, sin miedo al enojo del rey; y se mantuvo firme en su propósito, como si viera al Dios invisible. Por fe, Moisés celebró la Pascua… (Heb 11, 30ss)

Israel sufrió tentaciones contra su fe, entre ellas la idolatría: Seguirá (Israel) a sus amantes, pero no los alcanzará; los buscará, pero no los encontrará. Dirá entonces: -‘Volveré a mi primer marido, pues con él me iba mejor que ahora’-. (Os 2, 7-15). El Señor les dice: -‘¿Qué de malo encontraron en mí sus antepasados, que se alejaron de mí? Se fueron tras dioses que no son nada, y en nada se convirtieron ellos mismos’- (Jer 2, 5-13).

Otra tentación fue el formalismo ritual del culto:

Odio y desprecio las fiestas religiosas que ustedes celebran; me disgustan sus reuniones solemnes.

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No quiero los holocaustos que ofrecen en mi honor, ni sus ofrendas de cereales; no aceptaré los gordos becerros de sus sacrificios de reconciliación. ¡Alejen de mí el ruido de sus cantos! ¡No quiero oír el sonido de sus arpas! Pero que fluya como agua la justicia (+/+), y la honradez como un manantial inagotable (Am 5, 21-24).

Ofrezcan todos los holocaustos y sacrificios que quieran, y coman de esa carne. Pero cuando yo saqué a sus antepasados de Egipto, nada les dije ni ordené acerca de holocaustos y sacrificios. Lo que sí les ordené fue que me obedecieran; pues así yo sería su Dios y ellos serían mi pueblo. Y les dije que se portaran como yo les había ordenado, para que les fuera bien. Pero no me obedecieron ni me hicieron caso, sino que tercamente se dejaron llevar por las malas inclinaciones de su corazón. En vez de volverse a mí, me volvieron la espalda. Desde que sus antepasados salieron de Egipto hasta ahora, yo les he enviado a ustedes, uno tras otro, a todos mis siervos los profetas. Pero ustedes no me obedecieron ni me hicieron caso, sino que se portaron aún más tercamente que sus antepasados (Jer 7, 22-24).

Otra tentación contra la alianza fue la búsqueda armada de protección y seguridad: Ya no volveré a tener compasión del reino de Israel. No los perdonaré. En cambio, tendré compasión del reino de Judá: yo mismo, el Señor su Dios, los salvaré. Pero no los salvaré por medio de la guerra, sino que lo haré sin arco ni espada ni caballos ni jinetes (Os 1, 7; Is 31, 1ss). Israel noescuchó el llamamiento a la fe predicado por los profetas: Porque no hicieron caso de las advertencias que les hice por medio de mis siervos los profetas, a quienes una y otra vez

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envié, sin que ustedes los escucharan. Yo, el Señor, lo afirmo.(Jer 29, 19). Al final de las Escrituras Judías, la fe se ha convertido en la actitud personal de unos cuantos (conocidos como “el resto”), que viven la experiencia en pequeñas comunidades; un pueblo de pobres reunidos por su fe en la promesa de Iahvé: Cuando los asirios invadan nuestro país y entren en nuestros palacios, enviaremos contra ellos siete jefes y ocho hombres importantes. Ellos gobernarán Asiria, el país de Nimrod, a filo de espada, y nos librarán de los asirios que hayan cruzado nuestras fronteras e invadido nuestra tierra (Miq 5, 6). Para ese pueblo de la fe, el siervo de Yahvé será la figura ejemplar y será sujeto a una prueba que irá hasta la muerte (Is 50, 6). Tendrá una fe absoluta en Dios (Is 50, 7ss; Lc 9, 51) que el futuro justificará:

El Señor quiso oprimirlo con el sufrimiento. Y puesto que él se entregó en sacrificio por el pecado, tendrá larga vida y llegará a ver a sus descendientes; por medio de él tendrán éxito los planes del Señor. Después de tanta aflicción verá la luz, y quedará satisfecho al saberlo; el justo siervo del Señor liberará a muchos, pues cargará con la maldad de ellos. Por eso Dios le dará un lugar entre los grandes, y con los poderosos participará del triunfo, porque se entregó a la muerte y fue contado entre los malvados, cuando en realidad cargó con los pecados de muchos e intercedió por los pecadores (Is 53, 10ss; véase Sal 22).

No es extraño entonces que la fe de los pobres sea la que acoja el primer anuncio de la salvación. Un ejemplo de fe es María:

El ángel le contestó: -‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo se posará sobre

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ti. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta Isabel va a tener un hijo, a pesar de que es anciana; la que decían que no podía tener hijos, está encinta desde hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible’-. Entonces María dijo: -‘Yo soy esclava del Señor; que Dios haga conmigo como me has dicho’- (Lc 1, 35-45).

Esa fe fue compartida poco a poco por otros: Muchos han emprendido la tarea de escribir la historia de los hechos que Dios ha llevado a cabo entre nosotros, según nos los transmitieron quienes desde el comienzo fueron testigos presenciales y después recibieron el encargo de anunciar el mensaje (del Reino) (Lc 1-2).

El objeto de la fe para los discípulos se convierte en la creencia en la persona de Jesús, porque sus palabras y milagros confirmaban su predicación sobre la venida del Reino de Dios:

Juan que estaba en la cárcel, tuvo noticias de lo que Cristo estaba haciendo. Entonces envió algunos de sus seguidores a que le preguntaran si él era de veras el que había de venir, o si debían esperar a otro. Jesús les contestó: -‘Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia’- (Mt 11, 3-6).

Pero dichosos ustedes, porque tienen ojos que ven y oídos que oyen. Les aseguro que muchos profetas y personas justas quisieron ver esto que ustedes ven, y no lo vieron; quisieron oír esto que ustedes oyen, y no lo oyeron (Mt 13, 16-17).

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La predicación del Reino no tiene efecto predecible:

Esto es lo que quiere decir la parábola: la semilla representa el mensaje de (el Reino de) Dios; y la parte que cayó por el camino representa a los que oyen el mensaje, pero viene el diablo y se lo quita del corazón, para que no crean y se salven. La semilla que cayó entre las piedras representa a los que oyen el mensaje (del Reino) y lo reciben con gusto, pero no tienen suficiente raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba fallan. La semilla que cayó entre espinos representa a los que escuchan (el mensaje del Reino), pero poco a poco se dejan ahogar por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, de modo que no llegan a dar fruto. Pero la semilla que cayó en buena tierra, son las personas que con corazón bueno y dispuesto escuchan y hacen caso del mensaje y, permaneciendo firmes, dan una buena cosecha (Lc 8, 11-15).

El mensaje de la nueva alianza del Reino es que todos somos hermanos y hermanas, hijos e hijas del mismo Padre si distinción: Alguien avisó a Jesús: -Tu madre y tus hermanos están ahí fuera, y quieren verte’-. Él contestó: -‘Los que oyen el mensaje de (el Reino) Dios y lo ponen en práctica, esos son mi madre y mis hermanos’- (Lc 8, 20).

El requisito para los milagros era la fe en Jesús, ya que eran la prueba del anuncio de su mensaje del Reino: Jesús añadió, dirigiéndose a la mujer: -‘Por tu fe has sido salvada; vete tranquila’- (Lc 7, 50; véase Lc 8, 48). En torno a Él había pobres como Él mismo y por eso se dirigió a ellos: Dichosos los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5, 2-10). Y a esos pobres que lo seguían, los unía

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el vínculo de la fe en Jesús y su palabra sobre el reino; dicha fe viene de Dios y será compartida por todas las naciones:

Al entrar Jesús en Cafarnaúm, un capitán romano se le acercó para hacerle un ruego. Le dijo: -‘Señor, mi criado está en casa enfermo, paralizado y sufriendo terribles dolores’-. Jesús le respondió: -‘Iré a sanarlo-’. El capitán contestó: -‘Señor, yo no merezco que entres en mi casa; solamente da la orden, y mi criado quedará sano. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando le digo a uno de ellos que vaya, va; cuando le digo a otro que venga, viene; y cuando mando a mi criado que haga algo, lo hace. Jesús se quedó admirado al oír esto, y dijo a los que le seguían: -‘Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre’- (Mt 8, 5-13).

La garantía de que su mensaje del Reino es de Dios es su Resurrección:

Maestro, queremos verte hacer alguna señal milagrosa. Jesús les contestó: -‘Esta gente malvada e infiel pide una señal milagrosa; pero no va a dársele más señal que la del profeta Jonás. Pues así como Jonás estuvo tres días y tres noches dentro del gran pez, así también el Hijo del hombre estará tres días y tres noches dentro de la tierra’- (Mt 12, 38-40).

Al fin de su misión de anunciar el Reino, el siervo de Dios se entrega en fe absoluta a quien podría salvarlo de la muerte:

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Mientras Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo, con voz fuerte y muchas lágrimas oró y suplicó a Dios, que tenía poder para librarlo de la muerte; y por su obediencia, Dios lo escuchó. Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió lo que es la obediencia; y al perfeccionarse de esa manera, llegó a ser fuente de salvación eterna para todos los que lo obedecen (relacionándose +/+) (Heb 5, 7-9).

“Obediencia” no es la de un empleado a su jefe sino la fidelidad a la relación de amor a sí igual que al prójimo: +/+, ante el desastre de su muerte, la fe de sus discípulos desfallece como la de Pedro:

En medio del patio, habían hecho fuego, y se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos. En esto, una sirvienta, al verlo sentado junto al fuego, se quedó mirándolo y dijo: -‘También este estaba con él’-. Pero Pedro lo negó, diciendo: -‘-Mujer, yo no lo conozco’-. Poco después, otro lo vio y dijo: -‘Tú también eres de ellos’-. Pedro contestó: -‘No, hombre, no lo soy’-. Como una hora después, otro insistió: -‘Seguro que este estaba con él. Además es de Galilea’-. Pedro dijo: -‘Hombre, no sé de qué hablas’-. En ese mismo momento, mientras Pedro aún estaba hablando, cantó un gallo. Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro se acordó de que el Señor le había dicho: -‘Hoy, antes que el gallo cante, me negarás tres veces’- Y salió Pedro de allí y lloró amargamente (Lc 22, 54-62).

Y esto sucede a pesar de que Jesús ha orado por su fe: Simón, Simón, mira que Satanás los ha pedido a ustedes para

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sacudirlos como si fueran trigo; pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes (Lc 22, 32).

Al principio no hubo un concepto unánime de fe. En las historias de los milagros, la fe era en la persona de Jesús. Más tarde, la Iglesia lo amplió al Reino: Ya se cumplió el plazo señalado, y el Reino de Dios está cerca. Vuélvanse a Dios y acepten con fe sus buenas noticias (Mc 1, 15). Y sabemos que el Evangelio y su buena noticia es la venida del Reino +/+. Por consiguiente, quien cree en la persona de Cristo amplía su fe al Reino, la misión que lo trajo a plantar su tienda de campaña entre nosotros. Fe suficiente para mover montañas:

Tengan fe en Dios. Pues les aseguro que si alguien le dice a este cerro: -‘¡Quítate de ahí y arrójate al mar!’ -, y no lo hace con dudas, sino creyendo que ha de suceder lo que dice, entonces sucederá. Por eso les digo que todo lo que ustedes pidan en oración, crean que ya lo han conseguido, y lo recibirán. Y cuando estén orando, perdonen lo que tengan contra otro, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados (Mc 11, 22-24; Mt 21, 21).

Es la misma fe a la que se refiere Pablo al hacer la comparación con un espejo que, en ese tiempo, era un metal plateado bastante bruñido que no llegaba a la perfección de los espejos modernos: Ahora vemos (el Reino) de manera indirecta, como en un espejo, y borrosamente; pero un día lo veremos cara a cara. Mi conocimiento (del Reino) es ahora imperfecto, pero un día conoceré a Dios como él me ha conocido siempre a mí (1 Cor 13, 12). Después de la Resurrección, cuando seamos los órganos de un cuerpo cuyo corazón es el Padre y cuyo pulmón es el Hijo, participaremos del Espíritu

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Santo, la misma vida de Dios en proporción a las relaciones +/+ que hayamos desarrollado en éste planeta.

Sólo se requiere la fe de un grano de mostaza, la más pequeña semilla conocida en aquél tiempo. Si ustedes tuvieran fe (en el Reino), aunque sólo fuera del tamaño de una semilla de mostaza, podrían decirle a este árbol: -‘Arráncate de aquí y plántate en el mar-’, y les haría caso (Lc 17, 6).

En concordancia con otros dichos de Jesús sobre confiar sólo en Dios: …no anden afligidos, buscando qué comer y qué beber. Porque todas estas cosas son las que preocupan a la gente del mundo, pero ustedes tienen un Padre que ya sabe que las necesitan. Ustedes pongan su atención en el Reino de Dios, y recibirán también estas cosas (Lc 12, 22-34).

Mateo puntualiza que la preocupación es por el Reino de Dios y su código de justicia +/+: pongan toda su atención en el Reino de los cielos y en hacer lo que es justo (código +/+) ante Dios, y recibirán también todas estas cosas (Mt 6, 25-34).

La predicación primitiva buscaba hacer discípulos que llegaran a tener fe en la persona de Jesús y en su misión de salvar a la humanidad al establecer el Reino. El contenido del evangelio que predicó Pablo fue precisamente que Cristo murió por nuestros pecados y resucitó; luego el evangelio del Reino es una realidad de fe:

Quiero que se acuerden del evangelio (del Reino) que les he predicado. Este es el evangelio que ustedes aceptaron, y en el cual están firmes. También por medio de este evangelio se salvarán, si se mantienen firmes en él, tal como yo se lo anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano. En primer lugar les he enseñado la misma tradición que yo recibí, a saber, que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que lo sepultaron y que resucitó al tercer día, también

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según las Escrituras; y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos ya han muerto. Después se apareció a Santiago, y luego a todos los apóstoles. Por último se me apareció también a mí, que soy como un niño nacido anormalmente. Pues yo soy el menos importante de los apóstoles, y ni siquiera merezco llamarme apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero soy lo que soy porque Dios fue bueno conmigo; y su bondad para conmigo no ha resultado en vano. Al contrario, he trabajado (por el Reino) más que todos ellos; aunque no he sido yo, sino Dios, que en su bondad me ha ayudado. Lo que importa es que, tanto yo como ellos, esto (del Reino) es lo que hemos predicado, y esto es lo que ustedes han creído (1 Cor 15, 1-11).

Por consiguiente, la prueba de que el evangelio del Reino es confiable es precisamente la Resurrección de Cristo; Resurrección que no podía suceder si antes no moría linchado pues, como no tenía pecado, no moriría. Ese evento último de salvación fundamenta la fe en el resucitado y su Reino: Así como creemos que Jesús murió y resucitó, así también creemos que Dios va a resucitar con Jesús a los que murieron creyendo en él (1 Tes 4, 14).

Tenemos la garantía:

Si nosotros hemos muerto con Cristo, confiamos en que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, habiendo resucitado, no volverá a morir. La muerte ya no tiene poder sobre él. Pues Cristo, al morir, murió de una vez para siempre respecto al pecado; pero al vivir, vive para Dios. Así también,

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ustedes considérense muertos respecto al pecado, pero vivos para Dios en unión con Cristo Jesús (Ro 6, 8-11).

Por consiguiente la predicación que Pablo hizo del Reino es válida:

Si nuestro mensaje es que Cristo resucitó, ¿por qué dicen algunos de ustedes que los muertos no resucitan? Porque si los muertos no resucitan, entonces tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, el mensaje (del Reino) que predicamos no vale para nada, ni tampoco vale para nada la fe que ustedes tienen. Si esto fuera así, nosotros resultaríamos ser testigos falsos de Dios, puesto que estaríamos afirmando en contra de Dios que él resucitó a Cristo, cuando en realidad no lo habría resucitado si fuera verdad que los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, entonces tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes no vale para nada: todavía siguen en sus pecados (1 Co 15, 12-17).

No hablamos de la fe ‘del carbonero’, sinónima de crédulo (quien cree ingenua y fácilmente) sino de la del creyente: quien profesa una fe religiosa educada y fundamentada.

Quien vive el Reino de Dios y su justicia, no solamente participa de la Vida de Dios en ésta vida y en la Vida después de la vida, sino que tiene auténtica calidad de vida y felicidad aquí además de lograr la paz y estabilidad emocional que, en realidad, son lo mismo. Diríase que la estabilidad sicológica es un valor agregado que reciben quienes viven Reino. La única garantía de esto es que quien lo practica lo experimenta y: Si Cristo no resucitó, el mensaje que predicamos no vale

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para nada, ni tampoco vale para nada la fe que ustedes tienen (1Co 15, 14).

Pero, no se trata simplemente de tener fe en que Jesús resucitó. Lo que nos salva, nos hace partícipes perennemente de la vida de Dios, es hacernos artesanos de su Reino por la práctica del código +/+. El reino no acontece si cada quien no lo hace acontecer con su relación +/+ o la caridad —según Pablo— o el amor —según Juan. Llegar a creer es aceptar el Reino y hacer acontecer su código. La fe en Yahvé de las Escrituras Judías se complementa con la fe en el Dios que aseguró la salvación de todos por la muerte y resurrección de Cristo:

Partiendo de ustedes, el mensaje (del Reino) del Señor se ha extendido, no solo por Macedonia y Acaya, sino por todas partes, y se sabe de la fe que ustedes tienen en (el Reino de) Dios, de manera que ya no es necesario que nosotros digamos nada. Al contrario, ellos mismos hablan de nuestra llegada a ustedes y de cómo ustedes abandonaron los ídolos y se volvieron al Dios vivo y verdadero para servirle y esperar que vuelva del cielo Jesús, el Hijo de Dios, al cual Dios resucitó (1 Tes 1, 8-10).

La fe en el Reino continúa el proceso de cumplir la promesa de hacer un solo pueblo: hermanos y hermanas, hijos e hijas del mismo Padre. Es una nueva y definitiva alianza entre Dios y la humanidad. Es la proclamación de que el verdadero Dios del Judaísmo, junto con su Hijo, liberará a la humanidad de la esclavitud del pecado. La aceptación de esa fe, junto con el trabajo artesanal de cada quien para hacer que el Reino venga, significan salvación: Dios no nos destinó a recibir el castigo, sino a alcanzar la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. Jesucristo murió por nosotros, para que, ya sea que sigamos despiertos o que nos durmamos con

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el sueño de la muerte, vivamos juntamente con él. Por eso, anímense y fortalézcanse unos a otros, tal como ya lo están haciendo (1 Tes 5, 9-10).

EsperanzaLa fe en el Reino de Dios va mano a mano con la esperanza. En las Escrituras Cristianas se saborea un fuerte gusto de que las esperanzas de las Escrituras Judías se cumplirán con la venida del Mesías. Por eso, tienen la connotación de expectativa originada por Jesús y su prédica del Reino. Es el tema del porvenir en la vida religiosa de los pueblos, tratado únicamente en las diversas escrituras de las religiones; ninguna ciencia trata tal asunto. Se alimenta de la nostalgia de que todo no acaba con comer y beber sino que habrá una participación en la felicidad de Dios. Al fin, la felicidad es la última motivación de toda conducta del ser humano. Según las Escrituras Cristianas, esta esperanza es para toda la humanidad: Pues él (Dios) quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad (1 Tim 2, 4).

En las Escrituras Judías, la esperanza estaba fundada en una realidad terrena palpable: …voy a sacarlos de ese país y a llevarlos a una tierra grande y buena, donde la leche y la miel corren como el agua (Ex 3, 8; 17). Esta promesa incluye todas las variaciones de prosperidad económica: Tus fronteras las he marcado así: desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el río Éufrate; (Ex 23, 27-33) …yo les enviaré la lluvia a su tiempo, y la tierra y los árboles del campo darán su fruto; tendrán trigo hasta la cosecha de las uvas, y uvas hasta el tiempo de la siembra; comerán pan hasta quedar satisfechos, y gozarán de tranquilidad en el país (Lv 26, 3-13). El capítulo 28 del Deuteronomio es una larga descripción de los beneficios que recibirán si obedecen la alianza: Serás bendito en la ciudad y en el campo. Serán benditos tus hijos y

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tus cosechas, y las crías de tus vacas, de tus ovejas y de todos tus animales. Serán benditos tu cesta y el lugar donde amasas la harina, y tú serás bendito en todo lo que hagas.

Israel cayó en la tentación de procurarse el bienestar prometido por Dios al igual que los paganos: con cultos formales, idolatría y alianzas con otros pueblos. Por eso, hacia el final, los profetas anuncian el día de la ira: Será un día de ira, de angustia y aflicción, de ruina y desolación, de oscuridad y tinieblas, de nublado y sombras profundas (Sof 1, 15ss; Jer, cap. 1 a 29). Pero la esperanza —como la fe— permanecerá en unos pocos.

Jesús proclama la venida del Reino de Dios como continuación de la esperanza de Israel pero con un énfasis en una realidad espiritual accesible sólo por la fe de los que creen en su Reino. La esperanza antigua persiste pero orientada hacia una existencia perenne después de la Resurrección, cuando vuelva Jesús a participar a cada quien de la Vida según su trabajo artesanal por el Reino: Porque el Hijo del hombre va a venir con la gloria de su Padre y con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno conforme a lo que haya hecho (Mt 16, 27). Y en el mismo Evangelio: Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre; reciban el reino que está preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo (Mt 25, 31-46). Mientras Jesús regresa, la misión es: Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos (del Reino) (Mt 28, 19).

La gloria esperada es una realidad actual: Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por eso, todos nosotros, ya sin el velo que nos cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y vamos transformándonos en su imagen misma, porque cada vez tenemos más de su gloria, y esto por la acción del Señor, que es el Espíritu (2 Cor 3,18-4,6). La persona que vive el Reino va adquiriendo los dones y frutos del Espíritu Santo como de las fuentes vienen las aguas; por eso es una situación actual pero

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invisible pues su experiencia se traduce en calidad de vida y felicidad:

Por eso no nos desanimamos. Pues aunque por fuera nos vamos deteriorando, por dentro nos renovamos día a día. Lo que sufrimos en esta vida es cosa ligera, que pronto pasa; pero nos trae como resultado una gloria eterna mucho más grande y abundante. Porque no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve, ya que las cosas que se ven son pasajeras, pero las que no se ven son eternas (2 Cor 4, 18). Sabemos que hasta ahora la creación entera se queja y sufre como una mujer con dolores de parto. Y no sólo ella sufre, sino también nosotros, que ya tenemos el Espíritu como anticipo de lo que vamos a recibir. Sufrimos profundamente, esperando el momento de ser adoptados como hijos de Dios, con lo cual serán liberados nuestros cuerpos. Con esa esperanza hemos sido salvados. Sólo que esperar lo que ya se está viendo no es esperanza, pues ¿quién espera lo que ya está viendo? Pero si lo que esperamos es algo que todavía no vemos, tenemos que esperarlo sufriendo (por el Reino) con firmeza (Ro 8, 24).

La esperanza personal de Pablo —como la de los grandes místicos— se vuelve, en la práctica del código +/+, un hambre por la presencia de Dios. Gime por no estar su esperanza todavía colmada:

Mientras vivimos en esta tienda suspiramos afligidos, pues no quisiéramos ser despojados, sino más bien ser revestidos de tal modo que lo

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mortal quede absorbido por la nueva vida. Y Dios es quien nos ha impulsado a esto, pues nos ha dado el Espíritu Santo como garantía de lo que hemos de recibir (2 Cor 5, 5) (Ro 8, 23).

Yo ya estoy para ser ofrecido en sacrificio; ya se acerca la hora de mi muerte. He peleado la buena batalla, he llegado al término de la carrera, me he mantenido fiel. Ahora me espera la corona merecida que el Señor, el Juez justo, me dará en aquel día. Y no me la dará solamente a mí, sino también a todos los que con amor esperan su venida gloriosa (2 Tim 4, 8).

Ahora me alegro de lo que sufro por ustedes, porque de esta manera voy completando, en mi propio cuerpo, lo que falta de los sufrimientos de Cristo por la iglesia, que es su cuerpo. Dios ha hecho de mí un servidor de la iglesia, por el encargo que él me dio (hacer discípulos del Reino), para bien de ustedes, de anunciar en todas partes su mensaje (del Reino), es decir, el designio secreto que desde hace siglos y generaciones Dios tenía escondido, pero que ahora ha manifestado al pueblo santo. A ellos Dios les quiso dar a conocer la gloriosa riqueza que ese designio encierra para todas las naciones. Y ese designio secreto es Cristo, que está entre ustedes (en la medida que vivan el Reino) y que es la esperanza de la gloria que han de tener. Nosotros anunciamos a Cristo, aconsejando y enseñando a todos en toda sabiduría, para presentarlos perfectos en Cristo. Para esto trabajo y lucho con toda la fuerza y el poder que Cristo me da (Col 1, 24-29).

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El libro del Apocalipsis termina con una oración aramea de la Iglesia de los primeros tiempos: “¡Maranatha!”, Ven Señor Jesús. El que declara esto, dice: -‘Sí, vengo pronto-’. Amén. ¡Ven, Señor Jesús! Que el Señor Jesús derrame su gracia sobre todos (Ap 22, 30).

Para el cristiano, Dios Padre ha revelado el código de la salvación para todos en la predicación de Jesús sobre el Reino y el llamado a reordenar la vida a la luz de la inminencia de su llegada. Y la muestra de su designio es la Resurrección de Jesús, anticipación de nuestra propia resurrección. Esta esperanza se acabará con la segunda venida de Cristo, cuando estemos en el Reino definitivo.

CaridadEl mandamiento del código +/+ aparece en los tres evangelios sinópticos (Mt 23, 37-40; Mc 12, 29-31; Lc 10, 26-28). Son citas de las Escrituras Judías (Dt 6, 5; Lv 19, 18, 34).

La fe en Dios y su Reino no tiene sentido sin la praxis del código: Si alguno dice: -‘Yo amo a Dios-’, y al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a su hermano, a quien ve, tampoco puede amar a Dios, a quien no ve. Jesucristo nos ha dado este mandamiento: que el que ama a Dios, ame también a su hermano (1 Jn 4, 20). Por consiguiente, en el fondo, no hay más que un solo y mismo amor. La medida del amor a Dios es la praxis del código +/+ con el prójimo y viceversa.

El postulado del amor es tratar a los demás como si fueran hermanos: de la misma familia y de la misma sangre. No es un asunto de simple filantropía. El modelo es la bondad de Dios:

Si ustedes aman solamente a quienes los aman a ustedes, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los

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pecadores se portan así. Y si hacen bien solamente a quienes les hacen bien a ustedes, ¿qué tiene eso de extraordinario? También los pecadores se portan así... Ustedes deben amar a sus enemigos, y hacer bien… Así será grande su recompensa, y ustedes serán hijos del Dios altísimo, que es también bondadoso con los desagradecidos y los malos. Sean ustedes compasivos, como también su Padre es compasivo (Lc 6, 36).

De hecho, la única excepción a la participación en el Reino definitivo son aquellos que divorcian su fe en el Reino de su acontecer según el código:

No todos los que me dicen: ‘Señor, Señor’, entrarán en el reino de los cielos, sino solamente los que hacen la voluntad de mi Padre celestial (amarse y amar +/+). Aquel día muchos me dirán: -‘Señor, Señor, nosotros comunicamos mensajes en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros.-’ Pero entonces les contestaré: -‘Nunca los conocí; ¡aléjense de mí, malhechores!’- (Mt 7, 21-23).

En las Escrituras Judías el amor que Dios pide a su pueblo está enmarcado en la alianza del Sinaí: Oye, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. -‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas’- (Dt 6, 4-5). Ese amor no es afecto íntimo sino práctica del código según los mandamientos; servir a un solo Dios y no a ídolos, mostrándole reverencia y siendo fiel exclusivamente a Él.

Las expresiones de amor de parte de Dios —excepto con su Hijo— son usualmente genéricas: “al pueblo”, rara vez a personas en particular. Salomón se destaca como casi el

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único personalmente amado por Dios: Después David consoló a Betsabé, su mujer. Fue a visitarla y se unió a ella, y ella dio a luz un hijo al que David llamó Salomón. El Señor amó a este niño, y así se lo hizo saber a David por medio del profeta Natán. David entonces, en atención al Señor, llamó al niño Jedidías (en hebreo, ‘amado del Señor’) (1 Sam 12, 24) Las referencias a Jacob como amado del Señor se refieren al amor a todo un pueblo y no a un ancestro particular. Una serie de ejemplos muestran el amor de Dios a Israel, su pueblo elegido, al cual protege y rescata de sus enemigos: Él amó a los antepasados de ustedes y escogió a sus descendientes, liberándolos de Egipto por medio de su gran poder. Arrojó de la presencia de ustedes a naciones más numerosas y poderosas que ustedes, con el fin de que ustedes ocuparan sus países y los recibieran en propiedad, como ahora está sucediendo (Dt 4, 37).

En el Profeta Abraham aparecen más detalles de ese amor de Dios para con su pueblo, comparándolo con relaciones familiares tales como el amor del esposo por la esposa (Os 3, 1) y del padre con su hijo (Os 11, 1). En el contexto cultural, era la autoridad +/- del marido sobre la mujer: Dios se presenta como el Jefe e Israel como la mujer sometida a su esposo. Esta imagen implica también un grado de intimidad apropiado para una relación de alianza entre Dios y su pueblo.

En ese contexto, los profetas hablan de la infidelidad de Israel —la esposa adúltera— a la alianza con Iahvé —el esposo fiel—: El Señor volvió a decirme: ‘Ve y ama a una mujer amada de su amigo y adúltera. Así ama el Señor a los israelitas, aunque ellos se vuelven a dioses extraños y comen de las tortas de pasas que les ofrecen’ (Os 3, 1).

El uso de la palabra amor posteriormente comenzó a entenderse como ayuda a quienes circunstancialmente eran vulnerables y a los desposeídos. El Profeta Miqueas expande el concepto a la noción de justicia: El Señor ya te ha dicho, oh hombre, en qué consiste lo bueno y qué es lo que él espera de

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ti: que hagas justicia (+/+), que seas fiel y leal y que obedezcas humildemente a tu Dios (Miq 6, 8). Y justicia expandida a todo el pueblo de Dios, no sólo a los conocidos; aunque se hace énfasis en los pobres y los desprotegidos en la sociedad de Israel.

En las Escrituras Cristianas hay dos versiones de la palabra amor: una como “ágape”, entendido como amor y sus derivados, se utiliza 341 veces. La otra es “phíleo” que significa enamorarse. Dichas escrituras no dicen nada explícito acerca del amor de Dios. Jesús nunca habla de él excepto en algunas parábolas como la del Padre que tenía dos hijos, conocida como la del hijo pródigo, para explicar cómo el amor de Dios Padre es incondicional, especialmente con quienes han tenido traspiés o son marginados por la sociedad —las prostitutas, recaudadores de impuestos, víctimas de atracos, deudores, la mujer amenazada con divorcio—. Y la conducta del amor en esos casos es compartir la mesa y el pan, ayuda de emergencia, perdonar y saldar deudas, sanación. Y el común denominador es ir más allá de los límites convencionales. Por consiguiente, no se trata únicamente del prójimo más próximo, entendido como quienes viven o trabajan bajo el mismo techo, sino extensivo a los sin próximos o sin techo. El hacer acontecer el código del amor, para que sea verdadera fe en el Reino de Dios, tiene que tener una implicación social. Y en las narraciones evangélicas el amor de Jesús busca no relacionarse con nobleza sino con la miseria humana. El buen samaritano no investigó primero la nacionalidad, ni la religión, ni el estatus social o preferencias sexuales del herido. Se aproximó a él como si fuese su pariente cercano (Lc 10, 25-37; Mc 2, 27; 7, 15; 9, 40). El amor para que sea cristiano apunta a lo universal: Ya no importa el ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo. Y si son de Cristo, entonces son descendientes de Abraham y herederos de las promesas

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que Dios le hizo (Gal 3, 28). Ese es el amor que Jesús muestra con su conducta en las narraciones del Evangelio.

El límite del amor de quienes practican el código del Reino de Dios es el amor a los enemigos:

También han oído que se dijo: -‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.-’ Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo; pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. Porque si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué premio recibirán? Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así. Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los paganos se portan así. Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto (Mt 5, 44; véase Lc 6, 27).

Al final de los tiempos, la práctica del código se enfriará y se reducirá a la práctica de unos pocos (el resto) al igual que sucedió con Israel al final de sus escrituras: Muchos renegarán de su fe (en el Reino), y se odiarán y se traicionarán unos a otros. Aparecerán muchos falsos profetas, y engañarán a mucha gente. Habrá tanta maldad, que la mayoría dejará de tener amor hacia los demás. Pero el que siga firme hasta el fin, se salvará. Y esta buena noticia del reino será anunciada en todo el mundo, para que todas las naciones la conozcan; entonces vendrá el fin (Mt 24, 11). Según la tradición cristiana, dicho anuncio será hecho por dos testigos: Yo enviaré dos testigos, vestidos con ropas ásperas, a comunicar mensajes proféticos (sobre el Reino) durante mil doscientos sesenta días (Ap 11, 3).

De particular interés es el uso que Juan da en sus escritos a la palabra “amor” y sus derivados: aparece 107

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veces. El tema central es que el Padre amó de tal manera al mundo que envió a su hijo para morir por él (Jn 3, 16). Por consiguiente, Jesús no tuvo más beneficio personal que el de transmitir a toda la humanidad la noticia de que tenemos un Padre común: Les he dado a conocer quién eres, y aún seguiré haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y para que yo mismo esté en ellos (Jn, 17, 26). Y cuando la humanidad esté perfectamente unida, ¡el mundo sabrá que me enviaste, y que los amas tanto como yo a ellos! (Jn 17, 23). El mundo conocerá que somos discípulos del Reino exclusivamente si: …les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros. Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos (Jn 13, 35).

Con respecto a sus discípulos, dice que los amó como si fueran suyos (Jn 13, 1) aun hasta morir por ellos. Personas particulares a las que Jesús amó fueron Marta, María y Lázaro (Jn 11, 5) y un discípulo descrito como aquél a quien Jesús amaba (Jn 13, 23; 21, 17, 20; 19, 26).

De interés particular es la conversación entre Pedro y Jesús:

Jesús le preguntó a Simón Pedro: -Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Pedro le contestó: -Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: -Cuida de mis corderos. Volvió a preguntarle: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le contestó: -Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: -Cuida de mis ovejas. Por tercera vez le preguntó: -Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro, triste porque le había preguntado por tercera vez si lo quería, le contestó: -Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: -Cuida de mis ovejas. Te aseguro que cuando eras más joven, te vestías para ir a donde querías; pero cuando ya

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seas viejo, extenderás los brazos y otro te vestirá, y te llevará a donde no quieras ir (Jn 21, 15-18).

En esas tres preguntas sobre el amor de Pedro no se sabe si es que lo quiere más que los otros discípulos o si lo quiere más que a sus redes de pescar, sus colegas o su familia o todo lo anterior. Este pasaje muestra una vez más su intimidad con los más descarriados, con quien se avergonzó de él hasta negarlo en público. Amor en este contexto sería “ser fiel a” Jesús, a pesar de haberse avergonzado de ser su amigo.

Aunque hay pocas referencias en los evangelios al amor como “ágape”, la vendida del Reino de Dios fue un signo evidente del amor de Dios para con todos los pueblos y la humanidad entera. El devastador sentido de la predicación testaruda de Pablo se debió a su respuesta ante el amor que experimentó de parte de Dios y fue, el amor, la piedra angular que constituyó la primitiva iglesia: reunión de los que creían en el Reino y querían vivirlo de palabra y de obra. El amor es uno de los dones del Espíritu (Gal 6, 22) y para Pablo fue el mayor de ellos. El amor es lo que sostiene la fe en la presencia del Reino entre nosotros; primero, el acontecer del código por cada quien; segundo, el amor a todos y, tercero, el amor por los enemigos después de perdonarlos (saldar deudas). El termómetro del perdón es cuando ya uno no quiere “ahorcar” al otro.

La comunidad primitiva construyó una teología del amor enraizado en las tradiciones judías pero con un nuevo ímpetu. Primero, por Jesús mismo quien —aunque no habló mucho de él— lo vivió de manera ejemplar, y por los demás escritos, especialmente los de Pablo, que hicieron de él la piedra angular que hace presente el Reino entre nosotros, presuponiendo que tengamos fe en el Reino y la esperanza de que participaremos de la misma familia de Dios Padre

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La polémica del amor al prójimo es evidente en la narración de la mujer que mostró especial afecto por Jesús en la casa de Simón:

Un fariseo invitó a Jesús a comer, y Jesús fue a su casa. Estaba sentado a la mesa, cuando una mujer de mala vida, que vivía en el mismo pueblo y que sabía que Jesús había ido a comer a casa del fariseo, llegó con un vaso de alabastro lleno de perfume. Llorando se puso junto a los pies de Jesús y comenzó a bañarlos con lágrimas. Luego los secó con sus cabellos, los besó y derramó sobre ellos el perfume. El fariseo que había invitado a Jesús, al ver esto pensó -‘Si este hombre fuera de veras un profeta, se daría cuenta de qué clase de persona es ésta que lo está tocando: una mujer de mala vida’- Entonces Jesús le dijo al fariseo: -‘Simón, tengo algo que decirte’- El fariseo contestó: -‘Dímelo, Maestro’- Jesús siguió: -‘Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta; y como no le podían pagar, el prestamista les perdonó la deuda a los dos. Ahora dime, ¿cuál de ellos le amará más?’- Simón le contestó: -‘Me parece que el hombre a quien más le perdonó’- Jesús le dijo: -‘Tienes razón’- Entonces, mirando a la mujer, Jesús dijo a Simón: -¿Ves esta mujer? Entré a tu casa, y (1) no me diste agua para mis pies; en cambio, esta mujer me ha bañado los pies con sus lágrimas y (2) los ha secado con sus cabellos. (3) No me saludaste con un beso, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Por esto te digo que sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho; pero la persona a quien poco se le perdona, poco amor muestra- (Lc 7, 36-50).

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El contraste entre ella y el Fariseo es irrebatible. Tres veces le señaló Jesús al anfitrión su fracaso en cumplir sus obligaciones como dueño de casa, al no distinguirlo como a un personaje importante. Y, en los tres casos, la mujer fue más allá de lo que se esperaría de un anfitrión. Y el momento clave es cuando Jesús dice que la conoce tan bien que sabe que ella es una pecadora: Sus pecados, que son muchos, le son perdonados. Porque a quien poco se le perdona poco amor muestra (Lc 7, 47).

El código del Reino requiere una caridad (amor) tal que su ideal es tratar a todos como VIP (very important person). De hecho, en la última cena:

Los discípulos tuvieron una discusión sobre cuál de ellos debería ser considerado el más importante (en el Reino). Jesús les dijo: -‘Entre los paganos, los reyes gobiernan con tiranía a sus súbditos, y a los jefes se les da el título de benefactores. Pero ustedes no deben ser así. Al contrario, el más importante entre ustedes tiene que hacerse como el más joven, y el que manda tiene que hacerse como el que sirve’- (Lc 22, 24-27).

El servicio al Reino no es el arrodillarse ante los demás (código -/+) sino dar a los otros el trato debido a personajes importantes (VIP):

Mientras estaban cenando, se levantó de la mesa, se quitó la capa y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies a los discípulos y a secarlos con la toalla que llevaba a la cintura… Después de lavarles los pies, Jesús volvió a ponerse la capa, se sentó otra vez a la mesa y les dijo: -‘¿Entienden lo que les he hecho? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tiene razón

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porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado un ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo que yo les he hecho. Les aseguro que ningún servidor es más que su Señor, y que ningún enviado es más que el que lo envía. Si entienden estas cosas y las ponen en práctica (código VIP), serán dichosos’- (según el Reino) (Jn 13, 4-17).

Jesús ha hecho con los discípulos lo que le reprochó a Simón no haber hecho con él. En preparación para su muerte por ellos, celebra el ritual del lavatorio de los pies para que entiendan que el Reino de Dios viene cuando cada quien trata a los demás como personajes importantísimos, como él los ha amado y tratado a ellos. El código +/+ se convierte en el código VIP para los que quieren ser primeros en el Reino, como la Madre Teresa de Calcuta. Si los políticos practicaran este código, el mundo sería otra cosa. Si cada quien tratara a los demás como personajes importantes, no habría necesidad de policías, ejércitos, políticos ni gobiernos. Viviríamos en esta tierra igual que en el cielo, como viviremos después de la Resurrección cuando desaparezcan la tentación y el mal.

Códigos de la tentaciónHemos explicado cómo, sin tentación, no hay rompimiento de relación entre los seres humanos y, aun más, cómo sin tentación no seríamos personas libres sino animales guiados por instintos. Un factor clave para lograr el amor +/+ es discernir las astucias de la tentación para poder prevenirse contra ellas y mantener así el mejor grado de calidad de vida y felicidad posibles.

En una universidad, pegaron al piso una moneda con un producto que literalmente soldaba la pieza al cemento,

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en un área de paso obligado para los estudiantes. A través de una cámara, se observó cómo algunos transeúntes veían la moneda y se agachaban a recogerla y, al descubrir que no salía fácilmente, se empecinaban en sacarla con las uñas, zapatos y hasta con piedras a golpes. Otros la veían, intentaban levantarla y seguían su camino: algunos sin darle importancia, otros con una carcajada, mientras otros la miraban y seguían de largo. Este ejemplo sirve para explicar cómo unos son vulnerables a una tentación mientras que otros no lo son. Pero, a quien no le interesó la moneda, otra tentación le producirá una reacción obsesiva similar a la de la víctima de la moneda. Es un hecho que todos tenemos tentaciones a las que somos vulnerables, pero no todos sucumbimos a las mismas tentaciones.

La palabra “tentación” significa prueba: estímulo que induce el deseo de algo que avería, rompe o sustituye las relaciones +/+. Su objetivo es romper o averiar las relaciones entre las personas sustituyéndolas por cosas, sean materiales o no, tales como ideas o principios que se consideran más importantes que la relación. La prueba consiste en que, si la persona cae en la tentación, se irá aislando y cosificando. Si no cae en ella se irá volviendo cada vez más persona, con la consiguiente calidad de vida y felicidad. La tentación opera con una astucia inteligente y práctica: perversa, enredadora, camuflada como ángel de luz, mentirosa —prometiendo como bien absoluto el desastre total—. Su propósito es ofrecer como sentido de la vida el sinsentido, llevando a la persona a pretender ser Dios mismo y, luego, a hacer a los demás a la propia imagen y semejanza.

Por definición, el objetivo de la tentación es debilitar hasta romper —o romper de una vez si puede—, el código del Reino. El pecado es el rompimiento de la relación entre las personas, una vez caen en la tentación. Ésta, por sí misma, no es pecado sino tan solo una condición humana. El sucumbir a la tentación sí es pecado: sentir la tentación de robar un banco

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no es pecado pero robarlo sí, porque rompe la relación con los demás. Ya vimos que la actitud de Jesús, en su profundo amor, es de benevolencia con los más débiles —económica, moral o socialmente— a quienes trata con el código VIP. En una serie de parábolas se confirma que, en todos los casos, la actitud de Dios ante quienes sucumben a la tentación es de paciencia, comprensión y misericordia. El objetivo de la tentación y el pecado es la cosificación de las personas y la personificación de las cosas. Algunos definen así la esquizofrenia.

Si participo de la luz y el calor del sol este no se ve afectado. Si me escondo en un sótano donde no hay luz ni calor, el sol no cambia, no se afecta, no se ofende. Igual Dios. ¡Sí, siente gran alegría por la llegada del perdido!, es vulnerable a la alegría pero no al odio, el rencor, el temor o cualquier otro sentimiento desagradable como tenerle pena a los que caen en la tentación. Sólo muestra alegría y afecto cuando se da el retorno a la casa paterna, como en el caso del hijo pródigo. Es el Padre que, con razón, hemos descrito como el corazón, sede de los sentimientos de amor y ternura.

En el presupuesto del Padre con respecto a los seres humanos, la tentación va a ser parte de la dinámica del crecimiento humano.

La tentación lleva —por el engaño— a la destrucción de las relaciones entre las personas. No se trata de un monstruo con cachos y cola —noción para los ingenuos—. Usamos la palabra diabólico en el sentido del engañador que dispersa relaciones en vez de mantener la unión. Diabólico es lo que es corrosivo para las relaciones entre las personas. Cuando una persona mata para robar cosas, se dice que es diabólica; cuando leemos sobre las masacres de inocentes por parte de los villanos de la historia humana, decimos que es diabólico; cuando leemos la historia del Holocausto no dudamos en pensar que fue diabólico. Diábolos es lo opuesto a símbolos. Lo diabólico desparrama, mientras lo simbólico une. De ahí que en las religiones los símbolos rituales sean expresiones

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de unidad entre los humanos; los ritos que no llevan a ello se conocen como ritos satánicos.

En el proceso de las adicciones las personas se vuelven más o menos diabólicas: para ellas vale más aquello a lo cual son adictas —alcohol, opiáceos, comer, sexo, apostar, internet...— que las relaciones con las personas o que las personas mismas. Se explica así cómo un adicto a opiáceos no duda en matar para conseguir el dinero que necesita para doparse nuevamente. Enigma de la condición humana vulnerable a la tentación y no un problema criminal que hay que castigar porque es ilegal. El 85% de los crímenes en los países desarrollados están relacionados con el abuso de opiáceos. El manejo del problema adictivo como uno criminal, en vez de uno de salud pública, ha llevado a la humanidad a financiar el terrorismo por el mercado negro de los opiáceos. Es una carrera por el monopolio del mercado y no tendrá fin hasta que el uso de opiáceos se convierta en un asunto médico, como otra enfermedad cualquiera, en lugar de un crimen punible por la ley.

La adicción se vuelve como un bolsillo roto que se mantiene siempre vacío: no importa cuánto sexo tenga una persona, siempre estará insatisfecha. No importa cuánto dinero tenga, estará pensando en el que no tiene. No importa cuánto poder tenga, se fijará en el del otro. No importa cuánto dinero apueste, el adicto acabará arruinando su fortuna y la de todo incauto al que pueda engañar.

La manipulaciónLas actitudes más generalizadas de las personas que tienen parientes adictos son tres: 1. Actuar de villanos (+/-), regañándolo y recordándole al adicto lo miserable que es, ha sido y seguirá siendo. 2. Actuar de héroes rescatadores (+/-) teniéndoles pena y lástima porque ¡pobrecito, cómo

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sufre!; se convierten en apoyo para que el otro prometa salir de la adición cuando en realidad lo que hace es posponer el momento de me levantaré e iré del hijo menor en la parábola del hijo pródigo. 3. La tercera actitud es la de víctima (-/+): pobrecito/a yo; ¿qué he hecho para que me caiga una carga tan pesada?, esperando que el adicto le tenga pena y cambie su conducta para que él/ella no sufra. Ninguna de estas actitudes es saludable y son, de hecho, lo que se conoce con el nombre de manipulación: ejecución de operaciones manuales calculadas para obtener un resultado predeterminado, como lo hace un químico o un farmaceuta para obtener los resultados de una fórmula. La manipulación es una operación sicológica diseñada para que el otro cambie su conducta; no yo.

Estas reacciones típicas ante un adicto son similares a las conductas en cualquier otra relación interpersonal. Se ha comprobado que, ante un estímulo amenazante, lo más natural y lógico es reaccionar como villano o como héroe rescatador (código +/-) activados por la presencia de una víctima impotente (código -/+). Es lo que se llama el triángulo dramático. Si alguien ve en televisión un programa que no tenga héroe (el bueno), villano (el malo) y víctima, está viendo un documental sobre la naturaleza o sobre ciencia. Lo que hace tan interesantes las telebobelas es la trama de éstos tres personajes que, mientras más cambien de posición, más interesante hacen el enredo: el héroe pasa a villano y el villano queda de víctima; o la víctima termina de héroe y el villano de víctima. Mientras más cambios de posición se den entre héroe, villano y víctima, más cautivador será el argumento. La persona que vive cambiando de posiciones entre estos tres roles es una persona sicológicamente inestable. Por el contrario, quien se adhiere al código +/+ se estabiliza sicológicamente.

Si me rompo una pierna soy una víctima real, no sicológica. Busco un ortopedista —no interesa que se llame Pedro, Pablo, Chucho, Jacinto o José—. Este actuará como

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héroe rescatador y, en este caso, no hay manipulación pues no hay cambio de posiciones: el médico no termina de víctima para ser curado por el paciente. De hecho, las profesiones se dividen también entre héroes, villanos y víctimas. Un fiscal que no actúe como villano, no será un buen profesional; un trabajador social que no actúe como héroe no va para ningún lado profesionalmente. Una persona que recibe quejas de los usuarios, por definición, tiene que estar entrenada para manejar a usuarios que llaman desde una posición de villanos y se desfogan con el empleado que actúa de víctima al recibir las llamadas de los enfurecidos clientes.

Profesionalmente no hay conflicto en la relación, puesto que el enfermo es una víctima real y el ortopedista está cualificado para curarlo. Pero el asunto se complica para el médico en sus relaciones interpersonales fuera de su profesión. Acostumbrado a dar recetas y tener la última palabra en lo que hay que hacer, cuando llega a casa su hijo Jorgito, de cinco años, lo espera para decirle ansioso: Papi, me pegaron en la escuela. Al niño no le interesa si papi es carpintero, talabartero o cirujano. Le interesa un alguien que lo consienta y le ponga cuidado. Mecánicamente, el médico hace en casa lo que hace en la oficina; da su receta: Usted es macho y los hombres no lloran. El niño lo que buscaba era atención: que le pusieran una mano en la cabeza y acogedoramente le preguntaran ¿Qué te pasó? ¿Quién te pegó? ¿Cuándo sucedió? ¿Cómo? ¿Dónde?, etc. Este momento de intimidad con su papá es lo que el niño necesita y busca. Como lo descalificaron con un cliché —los hombres no lloran—, el niño empieza a pensar que su papá, que está 24 horas dispuesto a atender a sus pacientes, a él no le pone cuidado, por no ser tan importante como sus pacientes. Entonces, se las ingenia para decirle la próxima vez: Papi, me duele aquí. Aprendió a manipular, a jugar a víctima sicológica para que su papá, cual héroe rescatador, le ponga atención, si no como padre al menos como médico. De lo contrario, el niño presiente que va a pasar

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desapercibido e ignorado. Por eso con frecuencia la prole de los médicos resulta enfermiza; la de los abogados termina en líos para que su papá los rescate; la de los maestros resulta mal estudiante...

Una señora tenía tres hijos. Vendía propiedades a estratos altos de la sociedad y estaba disponible para mostrarlas a cualquier hora; día o noche, día hábil o festivo. Un día encontró en su oficina un mensaje: Alguien irá a su residencia a las 11 am. Llegó apresurada a casa quince minutos antes a maquillarse y prepararse para la entrevista. Su hija de nueve años andaba detrás de ella entablando conversación pero la mamá se ofuscó diciéndole que no la molestara porque venía un cliente importante y tenía que arreglarse. El cliente no llegó a la cita y la vendedora molesta llamó a su oficina a preguntar quién la había citado a esa hora. Su hija, le informaron. ¿Por qué me pediste una cita? —preguntó a la niña—. Porque estás siempre disponible para los clientes y para nosotros, tus hijos, no tienes tiempo —respondió la niña—. La vendedora captó el mensaje y fundó una institución educativa para niños cuyos padres viven tan ocupados con su dinero que no tienen tiempo para asuntos tan triviales como su propia prole.

Esta niña muy inteligentemente eligió exigir el tiempo que se merecía como hija en vez de jugar a víctima —como el hijo del médico—. Para sentirnos aceptados en el mundo aprendemos desde niños a armar rabietas —jugar a villano—, a hacer de reemplazo de la mamá con los hermanitos —jugar a héroe, quedándose sin infancia—, o a tener compasión de nosotros mismos pensando pobrecito/a yo —jugar a víctima—. La niña excepcionalmente sabía de sus derechos y tenía derecho a exigir que la traten como el personaje importante que de hecho es.

El villano y el héroe se relacionan +/- mientras la víctima, que es el personaje que desarrolla la guerra entre

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héroes y villanos, se relaciona -/+. Un ejemplo de una típica manipulación:

Alumno: Profesora, me siento un bruto y un estúpido. Me voy a retirar de la escuela pues no vale la pena seguir perdiendo el tiempo. (Lenguaje típico de víctima; pobrecito/a yo)

Profesora: en tono acogedor de heroína rescatadora: Pero si no eres ni bruto ni estúpido. Lo que tienes que hacer es investigar un poco más para hacer tus tareas”.

Alumno: Mire la última tarea que me entregó. Todo mal. Ya no vale la pena seguir estudiando. Hasta fui a la biblioteca a consultar pero de nada me sirvió. (El alumno continúa de víctima sicológica, no real)

Profesora: Eso le sucede a cualquiera de vez en cuando. Todavía tienes tiempo para recuperarte. Continúa en el papel de heroína rescatadora.

Alumno: Hasta los compañeros me llaman bruto y estúpido.

Profesora: Te están haciendo una chanza; no lo dicen en serio.

Alumno: O porque de veras soy un bruto y un estúpido.

Profesora con coraje: Que no eres bruto, ¡estúpido! Pasó a villana con el alumno.

Las manipulaciones se catalogan por sus nombres típicos. Esta se conoce como ‘jugar a estúpido(a)’. La profesora quiso rescatar como héroe (+/-) al alumno quien desde niño ha decidido que es una víctima (-/+) y, si no se siente como tal, se inventa la manera de manipular para que alguien le confirme su convicción. De hecho, ahí está la diferencia entre educar y domesticar. Cuando hay manipulación, se

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domestica; cuando se hace reflexionar a la persona para que dé lo mejor de sí, se educa. El profesor que juega a héroe es el típico educador que se echa la cruz de cada alumno encima, trabaja horas extras y es admirado por todos sus colegas por su dedicación. En realidad, está perdiendo su tiempo y deseducando al alumno, dedicándole horas especiales y asignaciones personalizadas; nada de raro tiene que termine enredado en los problemas familiares del alumno como si fuera su psicólogo, oficio para el cuál no está calificado.

Si el docente hubiese aprendido el código +/+ del Reino, su diálogo con el alumno iría por otro camino:

Alumno: Profesora, me siento un bruto y un estúpido. Me voy a retirar de la escuela pues no vale la pena seguir perdiendo el tiempo. (Lenguaje típico de víctima; pobrecito/a yo)

Profesora: en tono interrogativo: ¿Qué te hace pensar que eres un bruto y un estúpido? (En vez de tenerle lástima al alumno, busca información)

Alumno: Mire la última tarea que me entregó. Todo mal. Ya no vale la pena seguir. Hasta fui a la biblioteca a consultar pero de nada me sirvió. (El alumno continúa de víctima sicológica, no real)

Profesora: Una golondrina no hace verano.

Alumno: Hasta los compañeros me llaman el bruto y estúpido.

Profesora: Tal parece que estás convencido de que eres un bruto y un estúpido.

Alumno: Así es y así lo creo: soy un bruto y un estúpido.

Profesora: ¡Quiero felicitarte de veras! Estás ya en noveno grado sin perder una materia. Has utilizado muy

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bien tu inteligencia para probar que eres un bruto y un estúpido. Te felicito por tu sagacidad y te invito a que, si algún día quieres utilizar tu cerebro en probar la maravilla de persona que realmente eres, yo te doy la mano. Mientras tanto, buena suerte y -francamente hablando entre nosotros-, ¡qué desperdicio!

La relación +/+ es comunicar la aceptación al otro como persona sin juzgarla por los hechos. El alumno se ha sentido reconocido como persona al recibir la felicitación. El profesor ha fertilizado su relación con el alumno, con una motita a la persona, no a lo que la persona hace: eres inteligente y se lo prueba haciéndole caer en cuenta de que ha podido superar nueve grados consecutivos sin perder una materia. Con absoluta seguridad el alumno buscará a éste profesor el día que decida que no es ni bruto ni estúpido; ha sido un educador, no un domesticador. El alumno tuvo la experiencia de que esta profesora ¡no se deja manipular! y, cuando busque ayuda, tocará a su puerta.

En la figura 5 se muestra que practicar el código +/- es jugar a héroe o a villano, actitud de independencia con los demás; jugar a víctima es código -/+, en actitud de dependencia. La relación +/+ es una de autonomía e interdependencia, como la semilla y la tierra, el corazón y el pulmón, la mecha y el aceite, el Padre y el Hijo.

Una persona perpetúa sicológicamente el papel de héroe, villano o víctima que decidió jugar en las relaciones

Figura 5

Villano +/-

Victíma +/-

Héroe +/-Independencia

Dependencia

Autonomía en Interependencia+ +

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interpersonales (no profesionales) desde la infancia, por los sentimientos. Estos son “auténticos” o “rebusques”. Estar triste por la muerte de la mamá es un sentimiento auténtico pues hay proporción entre causa y efecto. Pero, seguir de luto veinte años más tarde, es un “rebusque” de depresión. La palabra rebusque en inglés es racket que se traduce como “raqueta”. En este caso la persona evade la intimidad con los demás por su rebusque de depresión teniendo el mismo efecto de un juego de tenis: devolver la bola al otro quedando así aislado. No hay proporción entre la causa (muerte de la mamá) y el efecto a los 20 años. Si sirvo una copa de champaña, la espuma sube y pronto vuelve a bajar. Signo de un sentimiento auténtico de tristeza por la muerte de la mama. Si revuelvo el champaña para sacarle espuma, me estoy rebuscando tristeza por el ser querido, sentimiento que ya no es auténtico.

Si el lector va caminando por el bosque y se encuentra con una persona a la que le ha caído un árbol encima que le impide moverse, se pueden dar dos alternativas. La primera, sentarse al pié de quien sufre a decirle: ¡Pobrecito/a! ¡Cómo sufres! No te preocupes que tengo mucha lástima por ti.... En ese caso, el lector está gastando su energía sicológica en el sentimiento y no hace nada en términos de conducta. La segunda alternativa es ayudarlo si puede o pedir ayuda —una ambulancia o algo que efectivamente resuelva el problema. Con esta opción, ha gastado la energía en una conducta práctica del código en vez de desperdiciarla en sentimientos de compasión que no conducen a ninguna parte. ¿Qué le hubiese pasado al herido en la parábola del buen samaritano si éste se queda en sentir lástima por el herido en lugar de gastar la energía en hacer algo?

Estos códigos en la relación humana funcionan igual en la relación con Dios. Una espiritualidad sana es la práctica del código +/+: sentirse querido y aceptado incondicionalmente por el Padre y, como respuesta, dar lo mejor de sí manteniendo

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el mismo código con los demás. Su beneficio es incrementar la propia calidad de vida y felicidad. Cuando la persona cambia de conducta y se enrumba en dirección al código +/+, Dios hace fiesta:

¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la oveja perdida, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, contento la pone sobre sus hombros, y al llegar a casa junta a sus amigos y vecinos, y les dice: ‘Felicítenme, porque ya encontré la oveja que se me había perdido’. Les digo que así también hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve personas buenas que no necesitan convertirse (Lc 15, 1-10).

El perdón al prójimo es sinónimodel perdón de la Divinidad

Si Dios no puede ser ofendido —porque si lo fuese no sería Dios—, ¿cómo sabemos que estamos en paz con Él? Porque quien perdona al prójimo le hace cuna a la Vida donde florece la calidad de vida y la felicidad. Por eso, el perdón de las debilidades y flaquezas de los prójimos es el signo de que el Reino de Dios está llegando. No porque se desagravió a la divinidad —quien no es vulnerable— sino porque se le dio oportunidad al Espíritu de habitar entre nosotros:

Por esto, el reino de Dios es como un rey que quiso hacer cuentas con sus funcionarios. Estaba comenzando a hacerlas cuando le presentaron a uno que le debía muchos millones. Como aquel funcionario no tenía con qué pagar, el rey

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ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa, sus hijos y todo lo que tenía, para que quedara pagada la deuda. El funcionario se arrodilló delante del rey, y le rogó: ‘Señor, tenga paciencia conmigo y se lo pagaré todo’. Y el rey tuvo compasión de él; así que le perdonó la deuda y lo puso en libertad. Pero al salir, aquel funcionario se encontró con un compañero suyo que le debía una pequeña cantidad, lo agarró del cuello y comenzó a ahogarlo, diciéndole: ¡Págame lo que me debes! El compañero, arrodillándose delante de él, le rogó: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso, sino que lo hizo meter en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Esto dolió mucho a los otros funcionarios, que fueron a contarle al rey todo lo sucedido. Entonces el rey lo mandó llamar y le dijo: ‹¡Malvado! Yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo rogaste. Pues tú también debiste tener compasión de tu compañero, del mismo modo que yo tuve compasión de ti’. Y tanto se enojó el rey, que ordenó castigarlo hasta que pagara todo lo que debía. Jesús añadió: -‘Así hará también con ustedes el Padre, si cada uno de ustedes no perdona de corazón a su hermano’- (Mt 18, 23-35).

La razón del perdón con respecto a Dios es que se restablece el Reino como acontecer en la relación entre las personas y cada quien mejora asi su calidad de vida y felicidad humana.

¿Utopía o realidad?La ilusión de que viviremos en paz unos con otros; de que seremos personas, sin posibilidad de que nos sustituyan por

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cosas; de que desaparecerá el dolor y la muerte bajo un nuevo cielo y una nueva tierra, es lo que da un sentido de dirección para esta vida, como la brújula señalando el norte. En la Vida después de la vida será definitivo. Por ahora, es un sentido de dirección pues la tentación seducirá a los incautos para que la codicia de dinero, fama y honores, poder… sustituya el valor del otro como persona y unos abusen de los otros —sea en la familia, la empresa, la nación o las naciones invadiéndose unas a otras—. Entonces, aunque nos orientemos en tales coordenadas haciendo camino al andar, la realidad según la tentación es otra:

Jesús les contó esta otra parábola. -El reino de Dios es como un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero cuando todos estaban durmiendo, llegó un enemigo (la tentación), que sembró mala hierba entre el trigo y se fue. Cuando el trigo creció y se formó la espiga, apareció también la mala hierba. Entonces los trabajadores fueron a decirle al dueño: ‘-Señor, si la semilla que sembró usted en el campo era buena, ¿de dónde ha salido la mala hierba?’- El dueño les dijo: ‘-Algún enemigo ha hecho esto-’. Los trabajadores le preguntaron: ‘-¿Quiere usted que vayamos a arrancar la mala hierba?’- Pero él les dijo: ‘-No, porque al arrancar la mala hierba pueden arrancar también el trigo. Lo mejor es dejarlos crecer juntos hasta la cosecha; entonces mandaré a los que han de recogerla que aparten primero la mala hierba y la aten en manojos, para quemarla, y que después guarden el trigo en mi granero-’ (Mt 13, 24-30).

La mala hierba crece más alta que el trigo y así se puede separar en el tiempo de la cosecha sin echar a perder el trigo.

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La historia del hombre según el hombre (+/-) y la del hombre según Dios (+/+) coexisten hasta el final de este mundo.

EpílogoHemos anunciado el Reino de Dios de los cristianos y su código como una manera de lograr calidad de vida y felicidad en ésta vida y continuarla sin tentaciones en la Resurrección. Explicamos que el motivo y la razón por la cual Jesús se hizo humano fue el restablecimiento de la presencia del Espíritu Santo en la relación yo↔tú, perdida desde un comienzo por la tentación y el pecado. Jesús fue uno con nosotros en todo menos en el pecado: Pues… puede compadecerse de nuestra debilidad, porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas (tentaciones) que nosotros; solo que él jamás pecó (Hb 4, 15). Cristo no cometió pecado alguno; pero por causa nuestra, Dios lo hizo pecado, para hacernos a nosotros justicia de Dios en Cristo(2 Co 5, 21). Y así como el pecado reinó trayendo la muerte, así también la bondad de Dios reinó haciéndonos justos y dándo-nos vida eterna mediante nuestro Señor Jesucristo (Rm 5, 21).

Al entender la misión de Jesús de restablecer la historia humana según Dios por el Espíritu y habiendo sido bautizado desde niño, me pareció que se trata del Jesús no conocido de los cristianos. A mí no me lo presentaron así. No sabemos qué palabras usó Jesús con los discípulos de Emaús pero hemos hecho un paralelo para explicarlo. La inauguración del Reino se debió a la encarnación del Hijo en la persona de Jesús, Emmanuel, que significa Dios con nosotros, a quien muchos todavía no conocen. Hicimos una presentación de cómo se inauguró ese Reino de Dios y cómo cada quien se salva si practica el código +/+, fuera del cuál no hay salvación para nadie, no importa la religión que practique. La única certeza de lo dicho es la confianza en Dios que cumple sus promesas, como el anuncio de la Resurrección que fue luego constatado

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con el hecho. Sin la Resurrección nada de lo que aquí se dijo tendría credibilidad. La noción operacional y universal de la trinidad brinda a los cristianos una brújula muy puntual (+/+), un sentido de dirección de la historia personal y humana —que no es una meta— para quien quiera tener calidad de vida y felicidad. La fe en el Reino, la esperanza y la caridad son necesarias para que el Reino de Dios venga. La brújula del Reino llevará a la humanidad y al mundo rumbo a un mundo mejor de justicia, relaciones sanas y paz en la medida de la práctica del código +/+ = VIP. Esta utopía del Reino de relaciones +/+, que Jesús anunció de palabra y practicó con su conducta, da el sentido de dirección a la raza humana. Aun así, sabemos que no lo lograremos definitivamente sino en la Vida después de la vida, cuando el trigo se separe de la cizaña, pues somos frágiles a la tentación.

Cuando la palabra del Reino cae en buena tierra, produce sus frutos. Estos son las relaciones +/+ con los prójimos bajo el mismo techo y extensivos a los sin próximos o sin techo. Si no aquí, en la Vida después de la vida, lograremos la reunión de todos en familia, en perfecta armonía bajo el mismo techo del universo. Seremos órganos de un mismo cuerpo cuyo corazón es el Padre, Origen de todos, y cuyo pulmón es el Hijo. De su Vida mutua participaremos todos a la manera de un organismo. Mientras llega aquél momento, la felicidad humana depende del esfuerzo continuado que cada quien ponga en hacer acontecer el código +/+. Para esto es requisito que cada quien haga del Reino de relaciones +/+ su propio amor, querer e interés. Es hacerse testigo de Jesús quien se mantiene resucitado en cada quien hasta que Él en persona vuelva.

Así preparó a los del pueblo santo para un trabajo de servicio, para la edificación del cuerpo de Cristo hasta que todos lleguemos a estar unidos por la fe (en el Reino) y el conocimiento del Hijo de Dios,

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y alcancemos la edad adulta, que corresponde a la plena madurez de Cristo. Ya no seremos como niños, que cambian fácilmente de parecer y que son arrastrados por el viento de cualquier nueva enseñanza hasta dejarse engañar por gente astuta que anda por caminos equivocados. Más bien, profesando la verdad en el amor, debemos crecer en todo hacia Cristo, que es la cabeza del cuerpo. Y por Cristo el cuerpo entero se ajusta y se liga bien mediante la unión entre sí de todas sus partes; y cuando cada parte funciona bien, todo va creciendo y edificándose en amor (relación +/+) (Ef 4, 12-15).

No se encuentra en las escrituras cristianas ninguna referencia al culto a la personalidad de Jesús. Son innumerables en cambio las referencias al amor mutuo como hábitat del Espíritu Santo, término usado en la Iglesia Oriental y traducido en Occidente como Gracia; ambos son equivalentes. He dicho que estas páginas se escribieron por su gracia ya que: Esto es muy cierto, y todos deben creerlo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores (si hacen acontecer el reino), de los cuales ¡yo soy el primero! (1Tm 1,15).

Si el objetivo de Jesús al plantar su tienda de campaña entre nosotros fue el lanzamiento del Reino, algunos se preguntan cuál es el sentido de lo que conocemos como Iglesia. Originalmente esta dicción fue el sustituto de sinagoga ya que los cristianos no eran admitidos allí, bien por la inclusión de mujeres y niños o por la destrucción del Templo de Jerusalén el año 70. Las comunidades primitivas empezaron a usar la palabra griega ekklesía (del griego antiguo ἐκκλησία) que era la principal asamblea de la democracia ateniense en la Antigua Grecia. Así Iglesia era la asamblea de quienes hacían acontecer entre ellos el reino con su código +/+. Se reunían

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en casas o catacumbas a escondidas del Imperio. En vez de hablar de la ir a la sinagoga hablaban de la ir a la Iglesia (asamblea de los que acontecen reino). Con el tiempo dichas asambleas (iglesias) se fueron institucionalizando para perpetuar la misión encomendada por Jesús: hacer discípulos del reino. Carisma que no se institucionaliza no sobrevive en el devenir de la evolución. Dicha asamblea de quienes hacían acontecer el reino como el propio amor, querer e interés, empezaron a elaborar una serie de normas que garantizaran la autenticidad de la experiencia. Así fueron apareciendo lo que llamamos sacramentos, empezando por el bautismo el día de pentecostés, cuando los discípulos entendieron el reino; emprendieron ahora sí la misión de hacer discípulos de manera que la participación en la eucaristía era el compromiso que el catecúmeno hacía de practicar cómo ser alimento (como el pan y el vino) para los demás en vez de indigestión o purgante; prestaba cada quien su propio cuerpo y sangre para hacer acontecer el Reino y mantenían asi a Jesús resucitado entre ellos hasta que en persona volviera. La confirmación era el envío del joven por parte del Obispo a hacer discípulos del reino, que conocía de palabra y de obra y por eso los padrinos en el bautismo deben estar confirmados. El sacerdocio aparece como personas dedicadas a hacer discípulos en sus comunidades o como misioneros en los rincones de la tierra. El matrimonio replica la relaciónPadre↔Hijo en la interdependencia entre Esposo↔Esposa, corazón↔pulmón del cuerpo familiar. Más tarde aparece el magisterio eclesial para garantizar la ortodoxia y que, gracias a Dios, ya está escrito. Lo que da sentido y significado tanto a los sacramentos como al magisterio es el reino ya que fue anterior a ellos y sin él no existirían. Para no dejar la sinfonía inconclusa, el autor ya publicó El Dios no conocido (3 ediciones), universal Noción de Dios más allá de las religiones, pues Dios no practica ninguna y fue anterior a cualquiera de ellas. La presente obra "Código del Reino"es

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para los cristianos, no importa la secta. El siguiente libro en preparación: “Los sacramentos según el código del reino” es sobre “El Jesús no conocido de los Católicos”.

La terminología usada en las escrituras Cristianas para explicar el fenómeno Iglesia formada por cristianos como se llamó a sus prosélitos, es equivalente a las atribuciones legales pertenecientes al Emperador. A él se le saludaba como kyrios (Señor; de ahí Jesús es el Señor en vez del Emperador). Las buenas noticias sobre el éxito de una victoria militar se anunciaba como euangelion (evangelio; de ahí que el reino es para los discípulos después de Pentecostés la buena noticia para todos). Las conquistas militares hacían efectiva la sotēria (Salvación = Jesús es el Salvador por su conquista sobre el mal en el mundo). La legislación imperial sobre los territorios se conocía como basileia (Ley = +/+ del Reino de Dios) con la diferencia de que su acontecer es responsabilidad de los que quieran en vez de una obligación pues no se puede poner en la constitución de ningún país el amor al enemigo como legislación. La ley impuesta por el emperador se supone hacer posible la eirēnē (Paz = tranquilidad y armonía en las relaciones ordenadas) y en consecuencia, la dikaiosynē (Justicia = +/+). La visita oficial de un emperador a una ciudad se anunciaba con bombo y maracas como una parousia (Venida o llegada = la segunda venida de Jesús al fin de éste mundo). La Iglesia usará las cláusulas soberanas en su magisterio como contra retórica imperial; su uso en los comienzos fue controversial y desafiante, si no incendiaria, para los ciudadanos en los territorios propiedad privada del Emperador (Hch 16, 21; Hch 17, 7; 1 Ts 5, 3; Flp 2, 6-11). Jesús es el Rey del Reino de los que quieran acontecerlo aquí y ahora; su Iglesia hará discípulos del mismo hasta el último día y hasta el más remoto rincón de este planeta.

En este punto podría hacer un paralelo con las palabras de Pablo: En primer lugar les he enseñado la misma tradición que yo recibí, a saber, que Cristo murió por nuestros pecados,

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según las Escrituras; que lo sepultaron y que resucitó al tercer día, también según las Escrituras; y que se apareció a Cefas, y luego a los doce (1 Co, 15, 3). La otra cara de la moneda del pecado es la sobreabundancia de gracia que se nos da con la presencia del Reino de relaciones +/+.

Queda por desearle al lector Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen su gracia y su paz sobre ustedes. Jesucristo se entregó a la muerte por nuestros pecados, para librarnos del estado perverso actual del mundo, según la voluntad de nuestro Dios y Padre. ¡Gloria a Dios para siempre! Amén (Gal 1, 3-5).

El autor, Juan C. Villegas, S.J. se puede contactar en:[email protected]