clase 2 agamben - idea de la paz

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  • 8/18/2019 CLASE 2 Agamben - Idea de La Paz

    1/2

    mmsmitirse  una lengua, ios hombres  se dan  en  realidad voz el

    uno al otro, y, al hablar, se entregan sin remisión a la justicia.

    I D E D E L P Z

    Desde

      que la

      reforma

      de la

     liturgia

      reintrodujo en la

     misa

     el

    signo de la paz entre los  fieles,  ha quedado patente, no sin

    cierto malestar por nuestra parte, que éstos ignoraban candida-

    mente lo que significaba este signo, y, puesto que lo ignoraban,

    tras

      algunos instantes de perplejidad, recurrían al único  gesto

    que les era  familiar  y se  daban, sin demasiada convicción, la

    mano. Su gesto  de paz  era, por  tanto,  el mismo que cerraba un

    acuerdo entre los mercaderes en las

     ferias

     de los pueblos.

    Que el término

     paz

      indicaba en origen un pacto y una con-

    vención está escrito

     en su

     misma etimología.

     Mas la

     palabra

      que

    para los latinos indicaba el estado que  derivaba de aquel pacto

    no era pax sino  otium cuyas inciertas correspondencias en las

    lenguas indoeuropeas gr.  ceixrioc vacío,  oruTcog

    en

      vano; got.

    aupéis vacío; isl.  aud desierto) convergen hacia  la  esfera  se-

    mántica del vacío y de la ausencia de finalidad.  Un gesto de paz

    podría ser entonces tan

     sólo

     un gesto puro, que no quiere decir

    nada,

     que

     muestra

     la

     inactividad

     y la

     vacuidad

     de la

     mano.

     Y así

    es en muchos pueblos, el gesto de saludo; y quizá precisamente

    porque el darse la mano es hoy en día simplemente una manera

    de saludarse, los fieles, llamados por el sacerdote, han recurrido

    inconscientemente

     a este gesto incoloro.

    La verdad es, sin embargo, que no existe,  no puede existir un

    signo de la paz, puesto que

      habría

      auténtica paz tan sólo allí

    donde  todos los signos permaneciesen acabados y extinguidos.

    Toda lucha entre los hombres es, en efecto, una lucha por el

    reconocimiento, y la paz que sigue a esta lucha es sólo una con-

    vención que instituye los signos y las condiciones del mutuo y

    precario reconocimiento. Una paz semejante es siempre y sólo

    59

  • 8/18/2019 CLASE 2 Agamben - Idea de La Paz

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    p: i /

      l t >   la s

     naciones

      y d e l

     derecho, ficción

     d e l

      reconocimiento

      d e

    u n a

      identidad en el

      lenguaje

    que viene de la guerra y acabará

    m i  la guerra.

    No  el referirse a signos

      e

      imágenes garantizados, sino que no

    n os

      podemos identificar en ningún signo y en ninguna imagen:

    t s t a

      es

      la  paz  o si se  prefiere,  es e  regocijo  que es más  antiguo

    que la paz y que una admirable parábola franciscana

      def ine

    como un alto —nocturno, paciente,

      forastero—

      en el no recono-

    c imient o .   Es el  cielo perfectamente vacío  de la  humanidad,  la

    exposición de la inapariencia como única patria de los hombres.

    «

    I D E A   D E L A V E R G Ü E N Z A

    El  hombre antiguo no

      conoce

      el sentimiento de

      tristeza

      y de

    casualidad que, a nuestros ojos, resta en última instancia toda

    grandeza  a la  desventura humana. Cierto  qu e  para  él la alegría

    puede

     convertirse en todo instante, como  v f ip iq en el desengaño

    más amargo:

      pero

      precisamente  en ese  momento,  lo  trágico

    interviene cubriendo, con su heroica objeción, toda posibilidad

    de

      tristeza. Trágico,

      no

      mezquino,

      es el

     naufragio

      del

      hombre

    antiguo frente

      a la

      suerte:

      su

      infelicidad como

      su

      felicidad

      no

    traicionan   nimiedad.  Si  bien  es   verdad que,  en la  comedia,  la

    culpa

      trágica

      muestra su cara ridicula: a

      pesar

      de todo, este

    mundo abandonado  por los  dioses  y por los

      héroes

      no es mí-

    sero, sino, precisamente, gracioso:

      «qué

      gracia tiene el hombre

    —dice un personaje  e  Menandro— cuando es verdaderamente

    h u m a n o » .

    En

     el mundo antiguo se encuentra no en la comedia sino en la

    filosofía  el primer y único indicio de un sentimiento que  pode-

    m o s  aproximar  si n   forzar  a la  vergüenza  qu e

      paraliza

      la fe de

    Stavrogin   o a la

     mítica promiscuidad,

      a la

     suciedad mítica

      de los

    tribunales  y de los castillos  kafk ianos  en el mundo antiguo, la

    i n mu n d i c i a

      no

      puede

      ser nunca mítica:  sin ningún desasosiego,

    doblegando  su  voluntad  l s  fuerzas  naturales, Heracles limpia

    la s  cuadras de Augias —nosotros en cambio no conseguimos

    salir de nuestra suciedad, a la que le queda encolado hasta el

    final  un residuo mitológico). Se encuentra, sorprendentemente,

    en

      aquel fragmento

      de

      Parménides

      en que el

      joven Sócrates

    expone al  filósofo  de  Elea la teoría de las ideas. Frente a la pre-