complicaciones de la p ancreatitis crónica
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liev. de Med. Univ. de Navarra VII: 123, 1963
FACULTAD DE MEDICINA - UNIVERSIDAD DE NAVARRA
DEPAR'!'AMENTO DE MEDICINA INTERNA
Complicaciones de la P ancreatitis crónica
J. B11e110
RESUMEN
Se hace rev1s10n somera de las complicaciones médicas de la P. c., clasificándolas en anatómicas, funcionales y de carácter no definido (toxicomanías, hiperparatirnidismo). Se destacan y discuten las relaciones -no siempre unívucas- entre colecistopatía y pancreatitis, y entre cirrosis y pancreatitis. Se hace. finalmente, revisión de la breve estadística, con mención de las magnas posibilidades de diagnóstico de certeza.
El problema de la pancreatitis crónica (P. c.) es uno de los que permanecen más oscuros dentro de la patología del páncreas. Este órgano, de por sí resistente a dejarse explorar fácilmente, puede ser asiento de inflamaciones crónicas que le lleven a una situación de insuficiencia funcional y de total transformación histológica. La P. c. presenta múltiples dificultades diagnósticas por diversas razones: por lo proteico y muchas veces poco aparente de su sintom'3.tología, por el curso extraordinariamente variable y por la falta de pruebas de laboratorio evidentes. Esta es la causa de que sólo raramente piense el clínico en el diagnóstico de P. c. antes de que el páncreas llegue a una situación de insuficiencia con
la evidente sintomatología que ello trae consigo (esteatorrea, caquexia, diabetes, etc.). De aquí también el que el reconocimiento de las complicaciones de la P. c. resulta muchas veces difícil e incluso que éstas sorprendan al clínico antes de haber llegado al diagnóstico de la enfermedad fundamental.
La P. c. puede ser el resultado de una P. aguda, sobre todo si la nota necrótica de dicha P. a. no fué demasiado acusada. La P. c. puede ser también consecuencia de una enfermedad general (tifus, parotiditis epidémica) que afecta a ese órgano como a cualquier otro. Mención aparte merece la P. c. recidivante, entidad que fué descrita por Comfort, Gambill y Baggenstoss 2. En re<Jli-
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dad, dicho concepto se hallaba ya en la literatura anterior (Katsch), bien que de forma no concreta, en la personalidad de los "edemas de oán creas'' recidivantes que podían desembocar en una pancreatitis aguda necrótica.
La P. c. lleva a la fibrosis intersticial progresivamente creciente con borramiento de las estructuras aci-nares de la glándula. Los islotes de Langerhans suelen ser más resistentes y a menudo sobreviven largamente incluídos en el magma escleroso residual. Otra característica anatomopatológica de la P. c. es la tendencia calcificante, con producción de abundantes focos calcáreos en 11 glándula, que en ocasiones queda convertida en una absoluta pieza pétrea. [A este respecto pueden distinguirse la litiasis primitiva del páncreas con esclerosis ("litiasis escleróg·ena") de las calcificaciones pancreáticas propias de la pancreatitis crónica (auténtica pancreatitis calcificante o "pancreatitis litógena"). Otros autores, como Sarles y Muratore is. adll).iten, sin embargo, una pancreatitis calcificante y otra que no lo es como formas distintas de la P. c. Para otros, la calcificación es un hecho eventual y evolutivo (Gross y Comfort 5) .] Las obstrucciones canaliculares pueden dar lugar a quistes múltiples. Por último, las alteraciones pancreáticas pueden afectar a estructuras vecinas, como, p. ej., colédoco, vasos esplénicos, dando lugar a complicaciones que posteriormente comentaremos.
Desde un punto de vista patogénico podemos clasificar las complicaciones de la P. c. en anatómicas y funcionales. Las anatómicas son las debidas a la formación de abscesos y quistes, así como a la repercusión sobre órganos vecinos de forma más o menos directa. Las funcionales serían la consecuencia de la alteración
de las funciones del órgano ( endocrino, exocrino). En algún caso, ambos criterios se imbrican, dando lugar a una patogenia mixta (caso, p. ej., de las esteatorreas, al menos en principio). Un último grupo de complfcaciones no reconoce tales patogenias y lo hemos encuadrado independientemente.
l.º Anatómicas: A) Ictericia obstructiva. B) Colecistopatía. C) Cirrosis ~olostática. D) Hemorragias digestivas. E) Pseudoquistes, abscesos.
2.° Funcionales: A) Esteatorrea. Trastornos digestivos de principios inmediatos. B) Diabetes. Hipoglucemia.
3. 0 Psiconeurosis y Toxicomanía. H iperparatiroidismo.
ANATÓMICAS
A) Ictericia. - Es complicación más frecuente de lo hasta ahora generalmente reconocido. Weinstein, Korn y Zimmermann 18 han revisado últimamente tal problema. La ictericia puede reconocer diversos mecanismos patog·énicos y su evolución.
a) Obstructiva transitoria (caso 6) .-Como síntoma de cada brote de la P. c. recidivante. La infiltración y edematización intersticial engloban el colédoco terminal con un grado más o menos acentuado de obstrucción del mismo. Cuando cede el brote desaparece la ictericia. Más que complicación, constituye, pues, simplemente un síntoma.
b) Obstructiva persistente (casos 4 y 5) .-Se presta a confusión con la del carcinoma de cabeza de páncreas y es consecuencia asimismo del englobamiento del colédoco en la masa esclero-infiamatoria de la cabeza del páncreas; otras veces la compresión es causada por un quiste secundario (Selesnick 16). Tal tipo de ictericia
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indolora, acompañada lógicamente de todo el correlato clínico y biológico de una ictericia obstructiva, origina muchas veces serias dificultades de diagnóstico diferencial, habiendo de recurrir frecuentemente a la laparotomía exploradora con exploración biópsica del órgano. [Dicl1o método no está desprovisto de dificultades ni detractores. Mientras para unos autores es exploración demasiado peligrosa por las hemorragias, fístulas y necrosis que puede originar, es para otros práctica sometida a muchos errores (p. ej. extraer trozos de porción afecta de pancreatitis perineoplásica, dejando sin descubrir, por tanto, la enfermedad fundamental). No obstante, para autores de la experiencia de MalletGuy se ha demostrado la biopsia pancreática múltiple el método más idóneo para el diagnóstico diferencial.]
c) Ictericia hepatógena o mixta hepatopancreática. - Dada la frecuente etiología alcohólica de la P. c. recidivante, no es de extrañar la concomitancia de esteatosis hepática en pacientes con P. c. Zieve 19 ha descrito la asociación en pacientes alcohólicos de pancreatitis con cirrosis grasa, ictericia y anemia hemolítica; la ictericia presentaba asimismo una nota obstructiva. Tal asociación ha recibido el nombre de síndrome de Zieve. Más adelante discutiremos la posibilidad de una cirrosis colostática secundaria a P. c.
B) Colecistopatía. - Un capítulo que requiere mención especial y una gran cautela en su trato es el de las relaciones entre colecisto - colangiopatía y pancreatitis por un lado y cirrosis colostática y pancreatitis por otro.
Que una pancreatitis, tanto aguda como crónica, puede ser consecuencia de una colecistitis, litiásica o no,
es hecho de sobra conocido y de todos admitido. Nada diferencia clínicamente la P. c. secundaria a la colecisto-colangiopatía de la que aparece independientemente de enfermedad biliar. Cuando en el curso evolutivo de una biliopatía se hacen las crisis dolorosas más largas (días en vez de horas) y, sobre todo, si cambia la localización del dolor des-· plazándose, p. ej., hacia hipocondrio izquierdo, es preciso pensar en la complicación pancreática (Gambill y colaboradores).
Una posibilidad admitida por Comfort, Gambill y Baggenstoss 3 es la de colecistopatía secundaria a P. c. En la serie de enfermos estudiados por estos autores se encontró muy frecuentemente dilatación del con·ducto común y del colecisto con engrosamiento parietal edematoso, signos éstos que pueden ceder cuando lo hace el brote agudo. Se puede tratar de un grado moderado de colecistitis aguda edematosa en relación con el aumento de presión en el árbol biliar causado por la semiobstrucción-compresión del colédoco terminal. Teóricamente, con la repetición de los brotes agudos y los subsiguientes períodos de hiperpresión canalicular y colecística, se podría dar lugar a la aparición de cálculos. Sin embargo, esto es una posibilidad aún no comprobada en la realidad clínica.
Una tercera posibilidad admitida por aquellos autores norteamericanos es la de que ambos hechos, colecistitis y pancreatitis, sean debidos a una causa común, sin que entre ellas exista una relación causa-efecto.
C) Cirrosis colostática. - De las consideraciones que preceden pasamos al no menos discutible capítulo de las relaciones entre pancreatitis crónica y cirrosis hepática.
En primer lugar, con la cirrosis colostática. Ya hemos visto que la pan-
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crea ti t is, de por sí, sólo produce una colecistitis edematosa. La hiperpresión canalicular cede cuando r egresa el brote pancreatítico. Otras veces, como arriba fué citado, se da lugar a una obstrucción completa por l::t inclusión del colédoco t erminal en el tejido escleroso inflamatorio o por compresión a través de un quiste. En este caso, es decir, cuando existe una ictericia continua y progresiva, admite Selesnick la posibilidad de una transformación cirrótica secundaria del hígado, lo que ha comprobado por biopsia hepática.
Sin embargo, es preciso admitir que la concomitancia de cirrosis colostática y pancreatitis es mayor que la de obstrucción completa del colédoco terminal ; es decir, se pre.;:enta en muchos casos de P . c. sin obstrucción del conducto biliar común. Entonces es preciso admitir un nuevo factor . Probablemente serían los c:i, sos en los cuales, tanto la pancreatitis , como la cirrosis biliar, son debidas a la misma causa: la propia enfermedad biliar. Y, en efecto, con frecuencia se hallan _enfermos biliares en cuya evoluCión se produce una pancreatitis y en los cuales se encuentra asimismo una cirrosis colostática. Generalmente - así, en nuestra casuística (casos 4, 5 y 6) - se trata de pacientes que han sufrido en el pasado uno o varios episodios de ictericia obstructiva, calculosa o no. La histología demostró siempre el cuadro típico de cirrosis colostática.
Otro problema de gran interés teorico y práctico son las relaciones pancreatitis crónica - cirrosis portal. Microscópicamente existen ciertas similitudes entre ambos cuadros, hasta el punto de que la P. c. ha sido lla mada cirrosis pancreatica. En efecto , al igual que en la hepática, existe fibrosis intersticial, atrofia parenquimatosa e incluso zonas con intento
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de regeneración. Varios h echos clínicos y experimentales documentan la relación P. c.-cirrosis hepá tica:
a ) La etionina , antimetabolito de la metionina, provoca, no sólo lesiones pancreáticas, sino también lesiones h epáticas.
b) El a lcohol es un reconocido agen te etiológico, tanto de la cirrosis de Laennec como de la P . c.
c) En la desnutrición aguda maligna, tras la prolongada privación de materias primas fundamentales (aminoácidos, p . c.) para el funcionamiento de todos los tejidos, sobreviene una cirrosis y también -entre ot ras lesiones- una fibrosis pancreática .
d) En la clínica es muy frecuente la asociación de pancreatitis crónica con esteatosis hepática, escalón previo, aunque discutido, en la evolución de ciertas formas de cirrosis.
e) Teóricamente, el trastorno metabólico que supone una insuficiench pancreática, con defectuosa utilización de grasas y vitaminas, proteínas y aminoácidos, crea condiciones experimentales ideales para el desarrollo de una lesión hepática. A ello habría que añadir el defecto de hormona lipocaica - agente lipotrópico pancreático -en los casos de destrucción y abolición funcional del órgano .
Así, pues, podríamos esquematizar las relaciones P. c.-cirrosís de la siguiente manera :
a) Que la pancreatitis crónica sea la causa y la cirrosis efecto (obstrucción comp'leta con ictericia de larga duración) .
b) Que tanto una como otra sean debidas a una colecisto-colangiopa·tía preexistente.
c) En el caso de cirrosis portal la relación es más oscura. Podría tratarse de un agente tóxico etiológico común. O bien el trastorno metabólico propio de la insuficiencia pan-
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creática podría condicionar o favorecer el desarrollo de la lesión hepática.
En este mismo apartado cabe discutir el problema de la hemocromatosis. En esta enfermedad, junto a la cirrosis pigmentaria, existe una marcada fibrosis pancreática. Estamos aún lejos de conocer la razón patogénica de tales alteraciones o si, como algunos autores han opinado, el trastorno pancreático posee un papel etiológico. Probablemente se trata de una concomitancia lesiona! con una unidad causal superior co-mú1l.
D) Hemorragias digestivas.-Una pancreatitis crónica puede producir obstrucción de la ven a esplénica o de la encrucijada esplenoportal. Ello sería consecuencia, bien del englobamiento de los vasos en el tejido escleroso peripancreático, bien de una trombosis genuina a partir de la vena pancreática. Tal hecho provoca, a su vez, una hipertensión portal con esplenomegalia y desarrollo de abundante circulación colateral. Leger y Guyet 9 han estudiado magistralmente este punto con controles esplenoportográficos y m a n o métricos. Sabida es la facilidad con que en la hipertensión portal sobrevienen hemorragias digestivas. De hecho sucede tal complicación de las pancreatitis con más frecuencia de la reconocida ·en la clínica. La aparición de una hemorragia digestiva en paciente que anteriormente padeció dolores epigástricos es achacada casi siempre a un ulcus. Si a ello se suma la dificultad de diagnóstico de la P. c., y la frecuencia con que ésta ocasiona alteraciones radiológicas píloro-duodenales (compresión, afilamiento), se comprende el gran peligro de error. Tiene gran importancia el reconocimiento de la verdadera causa, pues, si no, exponemos al enfermo a intervenciones (gastrecto-
mía) del todo intempestivas. El tratamiento quirúrgico de la pancreatitis (extirpación de seudoquistes, pancreatectomía izquierda) no suele influir en aquella hipertensión portal, pues la obliteración vascular persiste. Por esta causa conviene en tales casos plantear la esp'lenectomía concomitante.
Por otro lado, es conocida la tendencia hemorragípara existente en las pancreatitis agudas. Innerfield, Angrist y Benjamín 7 reconocieron un aumento de la antítrombina plasmática como causa, e incluso más tarde ha sido admitida la dosificación de dicha antitrombina pla·smática como prueba funcional pancreática. Aún n o se h a dilucidado h asta qué extremo dicha hipocoagulabilidad colabcra en las complicaciones hemorrágica.;; de la P . c.
E) Pseudoquistes y abscesos.-Los primeros pueden ser la consecuencia de la necrosis propia de un brote agudo en el curso de una P. c. recidivante. No suelen revestir, sin embargo, la frecuencia, ni la importancia, de los que surgen en una pancreatitis aguda necrótica. En otras ocasiones estos seudoquistes son producto de la atrofia acinar' progresiva, contienen enzimas pancreáticos en cantidad notable y son lugar predilecto para el desarrollo de cálculos intraquísticos y calcificaciones intersticiales periquísticas, lo cual contribuye asimismo a la atrofia y fibrosís del tejido circundante.
Mención marginal merece la aparición de abscesos pancreáticos, consecuencia siempre de la necrosis y secuestración que se pueden ocasionar en uno de los brotes agudos de la P. c.
FUNCIONALES
A) Enteropatía con esteatorrea.Síntoma común de la pancreatitis crónica incluso en fases relativa-
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mente precoces es la aparición de una dispepsia, fundamentalmente a las grasas, que ha dado en llamarse dispepsia pancreatógena. No reviste dicha dispepsia caracteres especiales y suele acompañarse de despeño.s diarreicos ocasionales que son atribuídos a una enteropatía superficial. En este síndrome, a decír verdad, colaboran la m~yor parte de las veces trastornos de la secreción biliar (biliopatía causal) y de la secreción gástrica con la correspondiente alteración de digestión de los principios inmediatos. Una esteatorrea franca con creato y amilorrea se producen sólo en fases avanzadas del proceso con casi total abolición funcional del tejido acinoso pancreático. Ello ocasiona en definitiva un síndrome de malabsorción, consecuencia del cual son la osteoporosis, diselectrolitemia, l1ipo y disproteinemia con edemas maránticos y derrames cavitarios, así como signos de avitaminosis secundarias. Este es el cuadro de la caquexia pancreatógena de Gülzow 6 cuya delimitación con respecto al esprue idiopático del adulto resulta muchas veces difícil p·or la falta de reconocimiento de la afección pancreática pi'imitiva.
B) Diabetes.-Es otro signo de insuficiencia glandular, esta vez endocrina. Como más arriba hemos mencionado, los islotes de Langerhans suelen resistir largamente la agresión del proceso infiltrativo intersticial. En fases avanzadas de la P. c., y con mayor frecuencia cuando la calcificación ·es notable, se puede abocar a un status diabético con moderada hiperglucemia, curva de sobrecarga diabética y glucosuria. Rara vez se desarrolla u11 cuadro de diabetes grave. En sujetos predispuestos ello podría ser agente agravante de un status pre-diabético preexisten te. Gambill y Pugh 4 describen la presencia de neuritis periféricas en
enfermos con pancreatitis calcificante y diabetes que seguramente reco -nocen esta última etiología. Así, pues, en la mayor parte de los casos se suele tratar de una diabetes latente sin manifestaciones clínicas, que sólo se hacen presentes en un 8-20 por 100 de los casos (Gülzow). En muchas ocasiones incluso esa labilidad de la regulación hidrocarbonada (curva glucémica diabética, glucosuria tras sobrecarga) aparece y remite cuando lo hace el brote agudo.
En la insuficiencia pancreática completa, el fallo exocrino con síndrome de mala absorción cerraría, en relación con la insuficiencia endocrina, un círculo vicioso (Gülzow) : el defecto insulinico condiciona una mah utilización de los hidrocarbonados en la intimidad celular; el defecto pancreático exocrino significa una disminución del aprovechamiento de las grasas y proteínas alimenticias; con esto disminuye (páncreas, por ejemplo) el aporte a los órganos de los necesarios elementos fundamentales para la producción de sus enzimas digestivos y hormonas; resultado final de esta cadena es la agravación sucesiva, tanto de la insuficiencia exocrina como de la endocrina, que conduce finalmente al cuadro de la caquexia pancreatógena ya descrito.
En relación con este capítulo de disregulación endocrina, quisiéramos citar la hipoglucemia como síntoma o complicación de pancreatitis crónica, cuya diferenciación de los insulomas puede resultar difícil, por cuan to las crisis revisten los mismos caracteres clínicos. Probablemente, tan rara sintomatología (1 por 100 aproximadamente de los casos) sería debida a un hiperinsulinismo por hiperplasia de las células beta consecutiva al proceso inflamatorio.
3. Psiconeurosis y toxicomanía.Una de las formas quizá más fre-
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cuente de P. c. es la larvada o latente. Dicha forma evolutiva da lugar a síntomas dispépticos frecuentes y dolores abdominales vagos de varia localización. La exploración radiológica y analítica no aporta datos diagnósticos y los enfermos son etiquetados de "funcionales''. Sobre este cuadro falsamente funcional se imbrica a posteriori una auténtica deformación psíquica, y el sujeto se convierte en el clásico neurótico peregrino de clínicas siempre nuevas en busca de un diagnóstico que resiste todas las tentativas .
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los enfermos muchas veces al uso de drogas antialgésicas. La reiteración puede llevar a la toxicomanía inmotivada. De otro lado sabemos que el alcohol figura entre los agentes etiológicos más asiduos de la P. c. Muchas veces los pacientes recurren a libaciones más abundantes como medio paliativo contra el dolor. Y asi se cierra un círculo vicioso que supone una mayor y continua agresión tóxica al órgano.
Hiperparatiroidismo. - Ultimamente se ha insistido de nuevo (Mixter, Keynes y Cope 12) en las relaciones
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Otras veces se trata de la clásica forma en brotes dolorosos recidivantes, de presentación irregular y de intensidad variable tal vez muy marcada. Los enfermos temen a cualquier tipo de alimentación y la deformación psiconeurótica sobreviene tras un largo curso de remisiones y exacerbaciones imprevisibles. · La frecuente y en ocasiones inten
sa sintomatología dolorosa induce a
entre P. c. e hiperparatiroidismo. La P. c. calciftcante que lleva a la transformación calcárea del órgano s2ría para algunos autores una manifestación más de la diátesis cálcica de estos enfermos; es decir, lo primero sería el trastorno endocrino y lo secundario el depósito calcáreo. Para otros, lo primtivo habría de ser ·1"' pancreatitis. Como consecuencia · de !a P. c. se produce el depósito ·d{)
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abundantes sales cálcicas. Ello supondria para las paratiroides lo mismo que una diarrea tubular cálcica: el estímulo ad hoc para el desarrollo de hiperparatiroidismo secundario. En este otro caso, pues, lo primero se-ría la pancreatitis; esta enfermedad comportaría un trastorno cálcico y éste acarrearía, a su vez, el hiperparatiroidismo secundario vicariante.
Por último, queremos mencionar, sin incluirlo prudentemente en zste capítulo de complicaciones de la P. c., nuestro caso de adenocarcinoma mucíparo (fig. 1) con pancreatitis atréfico-esclerosa. Nosotros -como Leger y Guyet- nos sentimos sorprendidos por tal asociación. Para Le Gal s, la obstrucción lentamente progresiva del conducto pancreático conduciría a cambios anatomopatológicos de la glándula que abocan a la atrofia acinar, esclerosis mesenquimatosa y formación de pseudoquistes de retención. Tal podría ser el caso que nosotros recogemos. Observaciones similares de Bartholomew, Gross y Comfort 1 confirman tal concomitancia sin que por el momento sea posible hacer conjeturas de relación causa-efecto.
EXPERIENCIA PERSONAL
Nuestra experiencia comprende 12 casos, de los cuales 6 corresponden a diagnósticos clínicos y los restan tes a hallazgos de necropsia. En estos últimos no se había sospechado -excepto en los dos casos de hemocromatosis- la fibrosis intersticial y atrofia pancreática. El diagnóstico clínico -más de sosp2cha en algunos casos que de confirmación histológica- se dispuso en razón de las recidivas de brotes dolorosos de irradiación típica acompaí'íados o no de ictericia. Hemos desechado otros muchos posibles Giag:nósticos en los· que el carácter clínico y evolutivo no eran del todo convincentes.
Para alcarnmr un esquema más concreto hemos dividido nuestros casos en 5 grupos.
l. P. c. recidivantes simplemente dolorosas.
En uno de los casos (caso 1) exisiü una clara relación con la ingestión de alcohol. En los dos restantes (c8-sos 2 y 3) no hallamos ningún momento etiológico; en ambos es de advertir una ligera disregulación hidrocarbonada (curva de Exton plana, leve glucosuria).
2. P. c. recidivante con ictericia.
Los casos 4 y 5 fueron intervenidos, hallándose un páncreas duro, nodular difuso. La biopsia del caso 4 mostró una pancreatitis intersticial difusa con atrofia acinar. La biopsia extraída en el caso 5 no demostro, desgraciadamente, tejido pancreático. En ambos fué comprobada histológicamente la existencia de una cirrosis colostática. El caso 6 también había sido intervenido anteriormente en otro hospital por creer padecía un ulcus, que no se confirmó; en el informe se hace mención de un páncreas duro. La presencia de un divertículo no complicado en 3.ª porción duodenal no permite aventurar hipótesis sobre el cuadro obstructivo o sobre la posible fibrosis del páncreas. También en este caso fué hallada por biopsia una cirrosis colostática. El caso 7 corresponde a un antiguo bebedor que venía sufriendo frecuentes crisis de dolor epigástrico intenso. Ocho días antes de su ingreso tuvo una nueva crisis, esta vez con ictericia. Se halla cálculo enclavado con papilitis y páncreas poco afectado aparentemente. Plantea este
· caso el ptoblema, ya discutido, de relaciones pancreatitis-colecistitis, litiásica o no.
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3. Hallazgos necrópsicos.
Son casos (8 y 9) en los cuales no se sospechó clínicamente la lesión pancreática. En la necropsia se encontraron las lesiones de fibrosis intersticial y atrofia correspondientes a una P. c. Clínicamente, pues, no se podía hablar de pancreatitis, por lo que habíamos de encuadrarlas como "fl.brosís pancreáticas asintomáticas de acompañamiento". La obs. 8 fué una esclerosis renal post-pielonefrítica. La 9 es más compleja: enf2rma con una artritis reumatoide que había padecido una hepatitis tóxica por butazolidina varias semanas antes. La muerte sobrevino tras un episodio de muy intensas diarreas (estaftlocócicas) que ia llevó a un estado de shock irreversible. En la autopsia se hallaron: lesiones de hepatitis tóxica residual, necrosis cortical renal bilateral, hemorragia suprarrenal y atrofia pancreática intersticial. No nos es factible pronunciarnos sobre cuál pudo ser el factor etiológico de esa lesión pancreática: ¿ fué el shock endotóxico? ¿fué la antigua hepatitis tóxica?
4. Adenocarcinoma muciparo.
Ya ha sido comentado anteriormente. Nos inclinamos por la obstrucción paulatinamente creciente como momento etiológico de la atrofia intersticial del páncreas.
5. Hemocromatosis.
Las observaciones 11 y 12 recogen dos casos de hemocromatosis. La l.ª surgió en un enfermo tras una anastomosis porto-cava; es interesante este detalle, ya que antes de la intervención no existía alteración hemocromatósica hepática. El caso 12 se desarrolló silentemente en el de.curso de un cor pulmonale crónico, sin rasgos clínicos que permitieran sospechar clínicamente la hemocromatosis.
l. F. C. T. V. 60 años.
Antiguo bebedor. Desde hace 5 años, por temporadas, brotes de dolores en el abdomen superior con irradiación a hipocondrio derecho, que se exacerban a las 4 horas de las comidas. Algún vómito. Amilasemia normal. Pruebas de función hepática negativa. Hígado se palpa dos traveses. Al suprimir el alcohol hace dos años, desaparecen las crisis de dolor, que se interpretaban de origen pancreatico.
2. 8380 H. 56 afias.
Brote de dolor epigástrico irradiado a hipocondrio izquierdo que se repite de modo paroxístico durante cuatro a cinco horas. Se viene repitiendo dos veces por semana. Glucemia (Exton): 1; 1'60; 1'85, con ligera glucosuria. No signos de colecistopatía.
3. 7128 H. 24 afias.
Desde hace 7 años frecuentes crisis dolorsas típicas. En los intervalos dispepsia hiposténica. Heces pastosas y abundantes. Fibras musculares sin digerir. Curva de glucemia p'ana: 0'98, 1'11 y 1'17.
4. 2595 V. 66 años.
Brotes de dolor epigástrico irradiado a izquierda, con ictericia. Se aprecia a la intervención: Hígado grande, vesícula palpable. Páncreas duro con nudosidades. En la biopsia de hígado una cirrosis colostática, y en la de páncreas, fibrosis intersticial y atrofia de los acini. Finalmente se produce un estado de coma y exitus.
5. 4518 V. 71 años.
Desde hace 6 años, brotes dolorosos epigástricos con ictericia que termina por un cuadro de ictericia obstructiva, con hígado aumentado.
En la intervención, páncreas con aspecto patológico con dureza fibrosa
Caso H.º s E Beb. T Evo!. Brotes Ict. Diab. Observaciones ,_,. w w
1.-F.C.T. v. 60 a. + .'í años + Al suprimir el alcohol cede su sintomatología.
2.-8380 v. 5G a. 3 meses + Se sigue su evolución clínica.
3.-7í28 7 años + Dispepsia enlerógena. Evolución clínica.
4.-25!)5 \f. GG a. 1 año -1 1- Ictericia obstructiva. Nuclosidactcs. Fibrosis. Cirrosis cokslá Lica. (Biopsia de hígado. Biopsia páncreas).
5.-4518 v. 71 a. 2 años + -·- Icteric.ia obstructiva. Dureza fibrosa. Cirrosis coksUí lica. Biopsia
de hígado.
6.-6052 v. 64 a. + 8 años 1- Ictericia obslructiva. Nudosidades. Fibrosis. Eslcatosis pcrilobulillar.
Bipsia de hígado. t::1 !"'
7.--sg11 \·. 63 a. + 2 años + +- Uremia. Ictricia obstrucliva. Páncreas poco afcctaclo. Pcpililis y "' q
cálculo vesícula. t'J z o
8.-- G27 v. 52 a. 2 meses + Uremia por ncfropalía. Necropsia. Fibrnsis páncreas.
9.--3G74 H. 74 a. 18 años + Artritis reurnaloide. Ictericia (¿Bulazolidina'?). :-.:ccropsia. Necrosis papilar. Fibrosis de páncreas.
10.-·12í5 v. SO a. G ITh'SPS - -+-· - Ictericia obslrucliva. Adcnocarcinoma mucíparo. Alrofia grasa Fibrosis páncreas.
'.1.-2072 v. 65 a. 2 años T + Anastomosis portocava. Fibrosis páncreas. ~ ~
12.--8073 v. 70 a. 2 años -¡- + Neumonía crónica. Fibrosis páncreas. I-Icrnocromalosis. ~ ..... .....
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Fig. n.º 2
Fig. n. 0 3
y en el hígado una cirrosis colostática y vesícula distendida. 6. 6052 V. 64 años.
En el pasado, frecuentes brotes de dolor en epigastrio con subictericia.
Hace 2 años intervenido por creer padecía un ulcus y se descubre un páncreas duro. Desde entonces siguen los brotes con crisis en ocasion2s de 'i e ter i e i a obstructiva. Amilasemia
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normal. Anemia de 3-4 millones. Por bio_psia de hígado cirrosis colostática. Duodenografía hipotónica de divertículo en la tercera porción. Imagen de despeñamiento en la segunda porción duodenal. Sin calcificaciones.
7. 8811 V. 63 años. Bebedor.
Crisis de dolores epigástricos. En una de ellas, hace 4 años operado sin encontrar causa. Sigue con los mismos brotes. Hace 18 meses dispepsia con dolor en hemicinturón izquierdo. Hace 8 días crisis aguda y comienza ictericia obstructiva que hace una bilirrubinemia de 20 mg. Parálisis intestinal. Uremia de 1'88 gr. 0/00. Se interviene y aparece una papilitis, con cálculo v. biliar. Diagnóstico: colecistopatía litiásica con colecistitis y secundaria papilitis con pancreatitis.
8. 627 V. 52 años (fig. 1).
Entra en la clínica en situación de obnubilación intensa que progresa al coma y, al cabo de 24 h., al exitus letalis. Urea 3'67 gr. 0/00; glucemia 1'61 gr. 0/00. En la necropsia, junto a los datos de una exclerosis renal post - pielonefritica, se aprecia páncreas duro con fibrosis intersticial y atrofia grasa difusa.
9. 3674 H. 47 años (fig. 2).
Artritis reumatoide de larga duración. Enteropatía seudomembranosa necrótica estafilocócica. Ictericia tóxica por butazolidina. Fallece en situación de shock. Se aprecia necrosis renal cortical. El páncreas muy destruido: pancreatitis con atrofia muy profunda. En hígado lesiones de hepatitis tóxica.
10. 4215 V. 80 años (fig. 3).
Con historia de catarros de repetición se presenta una ictericia obstructiva. Fallece en coma. En el páncreas se halla un carcinoma muci-
paro que ocluye el camino biliar. Atrofia del páncreas, con fibrosis extensa.
11. 2072 V. 65 años.
Ingresa el 7-XII-59 con una historia de hematemesis y melena repetida. Se palpa hígado (2 traveses) y bazo ( 1 través) y hay circulación colateral. Se llega al diagnóstico de hemorragia digestiva por varices erofagias, por hipertensión portal. Se practica esplenopatografía, que da una presión de 60 cm. H O en el bazo.
Con este diagnóstico se le practica una anastomosis porto - ca va (Dr. Hidalgo. Madrid, 18-III-60.) Doce días más tarde, esplenopatografía con una presión venosa en bazo de 22 cm. Hp. Se hizo biopsia hepática, que no dió más que una imagen inespecífica, de hígado con ligera fibrosis porta.
Diez días antes de darle de alta de la clínica, episodio de ictericia intensa.
17-IV-63. Reingresa en estado de coma del que es tratado en nuestra clínica, interpretándolo como una encefalopatia porto-cava. Con diversos altibajos (mejorías y recaídas en cama) se le da el alta el 21-VI-63. Existe ictericia y foeta.
10-VII-63. Tras otros 4 días de no hacer de vientre, de nuevo cama, por lo que ingresa; sufre la ictericia y el foeta con alternativas de despejamiento y obnubilación, aunque en un progresivo y lento empeoramiento; fallece el 24-X-63.
12. 8073 V. 70 años. Bebedor inveterado.
Desde hace unos 2 años, muy frecuentes catarros de repetición. Con tos y expectoración mucosa y purulenta. En nuestra clínica ingresa el 15-I-63 con el cuadro de una neu-
Junio 1963 COMPLICACIONES DE LA PANCREATITIS CF.ÓNICA 135
manía lobar superior derecha, con intensa disnea y síntomas de insuficiencia cardíaca derecha.
Cuatro meses antes había sufrido un intenso dolor en epigastrio, que fué tratado en otra clínica con aspiración continua y sueros, mejorando a los pocos días.
En nuestro Servicio fué progresando el cuadro de cianosis e insuficiencia respiratoria al tiempo que el cuadro de desfallecimiento cardíaco; falleció a los 6 días de su ingreso.
En la necropsia se halló una neumonía lobar masiva de lóbulo superior derecho, así como edema difuso en resto de árbol bronquial, sin otros signos específicos. En el hígado f 1 cuadro de una hemacromatosis, hasta entonces no conocida, y en páncreas el de una pancreatitis intersticial difusa con atrofia y esclerosis del órgano.
Nuestra estadística es, pues, bien breve. No poseemos datos correlativos globales de otras clínicas, pero el número de P. c. que corresponde a otros trabajos es más bien exiguo. Como otros autores nos hemos guiado para el diagnóstico de los datos clínicos simples y nunca afirmamos hallarnos ante una posible P. c. sin haber -excluido cuidadosamente las afecciones gástricas, biliares, cólicas que pueden simular su cuadro clínico. Aún en estos casos, el diagnóstico no
pudo ser confirmado por argumentos de orden clínico. Sólo cuando se hizo laparotomía exploradora y biopsia se pudo afirmar con certeza. Las cifras de fermentos pueden alterarse en los brotes agudos, ciertamente, pero ello no es regla absoluta; tampoco existen otros datos de laboratorio de carácter constante. La biopsia de pancreas no es, naturalmente, método de rutina, ni puede nunca convertirse en exploración habitual. Parece no estar tan cargado de peligro como algunos autores pensaron, por cuya razón seria aconseja.ble su práctica -junto con la laparotomía exploradora- habida cuenta de que el diagnóstico diferencial se plantea casi siempre frente a una afección de pronóstico tan infausto como el carcinoma de cabeza de páncreas.
De otro lado, la aparición del cuadro histológico de una fibrosis intersticial con atrofia del páncreas en cuadros diversos en que no se sospechó la lesión pancreática, habla de nuevo acerca del sólo fraccionario conocimiento de este capítulo de la patología pancreática. No poseemos, pues, argumentos para confirmar la sospecha diagnóstica cuando caemos en ella, asi como, tampoco tenemos muchas veces puntos de apoyo clínicos para sospechar la complicación pancreática de una enfermedad general.
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