conde de shaftesbury - carta sobre el entusiasmo

156

Upload: chiquito

Post on 12-Jan-2016

73 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

shafesrtrury

TRANSCRIPT

Page 1: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo
Page 2: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SHAFTESBURY

CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Introducción, traducción y notas de AGUSTÍN ANDREU

CRÍTICA GRIJALBO MONDADORI

BARCELONA

Page 3: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

Cubierta: Enríe Satué sobre un trabajo artesanal, en pan, de Eduardo Crespo © 1997 de la traducción castellana y de la presente edición para España y América:

CRÍTICA (Grijalbo Mondadori, S. A.), Aragó, 385, 08013 Barcelona ISBN: 84-7423-825-0 Depósito legal: B. 23.955-1997 Impreso en España1997. - NOVAGRÁFIK, S. L.. Puigcerda, 127. 08019 Barcelona

Page 4: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

A Javier Muguerza

Page 5: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

PRÓLOGO

Para contemplar los inicios de la configuración espiri­tual —intelectual y política— del mundo occidental euro- americano, cabe situarse en ángulos bien diversos. Después de haber observado el mundo occidental euroamericano desde la óptica del alemán Lessing y su circunstancia con­tinental y retrasada, era necesario hacerlo desde la del in­glés Shaftesbury y su circunstancia periférica y adelantada. Tanto más cuanto que la afirmación de F. H. Heinemann sobre la falta de una historia suficiente de la Ilustración inglesa, habrá de ser completada con la afirmación de la falta de una historia suficiente de la Reforma inglesa.

La diferencia entre la obra y la biografía de Shaftes­bury y las de Lessing —el trasfondo de sus personas es espinosiano y leibniziano— condicionó su presentación respectiva. Fue Shaftesbury mismo quien preparó y pu­blicó sus propias obras completas, después de procurar un acabado perfecto de cada una de ellas, sembrado de citas recíprocas y aun de «retractaciones» o ampliacio­nes. Mientras que el fragmentarismo de Lessing, que dice mucho de la situación de aquella Alemania, permite, y hasta impone, confeccionar una especie de estromas (como preparamos para la desaparecida Editora Nació-

Page 6: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

10 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

nal, en 1982, y, en segunda edición ampliada, en Anthropos, en 1990).

En esta inexcusable hora de meditación histórica de los ex imperios europeos (ex imperios de obra o de deseo, cual es el caso alemán), las diferencias y coincidencias entre estas dos inteligencias valientes y lúcidas pueden ofrecer­nos amplitud de visión y arranques de nuevo planteamien­to, dejando aparte talantes enfermizos de varía índole.

La Carta sobre el entusiasmo (A Letter Conceming En­thusiasm) de Anthony Ashley Cooper, tercer conde de Shaf­tesbury, es un buen otero para divisar lo que algunos —no sólo en Gran Bretaña— veían venir a fines del siglo xvil, cuando el retomo a la unidad europea de cristiandad ya era imposible y había que hacer valer un nuevo orden de principios. Lo que se veía venir era un mundo que secula­rizaba y acomodaba (o establecía) absolutismos, a la vez que despejaba (con artes ordinariamente malas), los obs­táculos que se oponían e ello: mandando disidentes a las colonias de Norteamérica, llenando cárceles, privando de derechos elementales por desobediencia a leyes arbitra­rías... Unos pocos —siempre son unos pocos— lucharon como pudieron, pero con actitudes e ideas, desde la polí­tica, cargando con las desventajas del que sabe estar en lo eterno de la historia, por impedir que adviniese semejante engendro. Fueron marginados de momento y, hasta donde en la historiografía se puede conseguir, olvidados.

La Carta es el primer escrito publicado, bien que anóni­mamente, por Shaftesbury mismo. Ocasional aparentemen­te, como fingen serlo a veces las grandes obras, suscita y plantea el amplio círculo de problemas antropológicos, re­ligiosos y políticos que estaban en erupción y reclamaban una configuración viable a fines del siglo xvn y comienzos del xvui.

Page 7: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

PRÓLOGO 11

En los inicios de la era protestante en Europa y Norte­américa, junto a las formas del evangelismo luterano, del reformismo calvinista y del catolicismo romano, que que­daba marginado al sur de Europa, hubo otras modalidades de vida religiosa y hubo proyectos sociales y políticos que querían dar cuenta radical de los tres elementos que defi­nían la Reforma: el principio del conocimiento religioso (la Biblia); el principio constitutivo de las cosas y, en par­ticular, del hombre (la naturaleza); y el principio del poder político (dónde y cómo se administra el poder del Creador o Providencia). Cuenta radical. Y, aunque este «radical» es vocablo leibniziano (alusivo al fondo monódico y a su em­puje que aflora), tal vez fuera mejor decir: cuenta sincera y valerosa. Pues, en la discusión acerca de las bases sobre las que levantar la nueva sociedad, hubo reticencias que rehuyeron la prueba, con alguna, o ninguna, inocencia.

El profundo rumor que venía del Medievo —el oleaje de las masas urbanas lentamente cuajadas en la nueva confi­guración del ámbito europeo, posterior al hundimiento del Imperio romano— echaba sobre el tapete las tres grandes cuestiones que son: la fuente del conocimiento religioso, la condición de la naturaleza humana y la constitución del po­der político. En el momento en que se recobraba la forma crítica del conocimiento —en la historiografía, en la des­cripción de la naturaleza, en el razonamiento de los fines políticos—, en el seno de las sociedades occidentales osci­laba y se vencía la balanza del poder, por vigencias tá­citas, de origen teológico olvidado o silenciado, que eran retiradas mañosamente de la discusión sincera y abierta. El Evangelio franciscano, tan clásico como peligroso, y el Evangelio patético, tan invocado en diversos tonos cardina­les (Lutero, Calvino, Münzer, los cuáqueros...), se habían ido evaporando a lo largo del siglo xvi y comienzos del xvn.

Page 8: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

12 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Ahora contaba una supuesta doctrina del evangelio natu­ral y empírico, que era, político-teológicamente, selectivo a ojos vista. Lo que se invocaba ya no era el Evangelio fra- ternalista y democrático ni el Evangelio de la justificación radical. Mas del Renacimiento y de la Reforma tenía que salir una antropología política; pero ¿cuál?

La familia Shaftesbury representó una actitud resuelta, francamente «revolucionaria», en el sentido de cambio de régimen político, de «vuelco de los tiempos», como se decía en terminología de origen astrológico. La familia se sen­tía a sí misma en continuidad con la república romana y con el municipalismo medieval. Y nuestro Shaftesbury puso todo su haber y saber en una lucha leal pero cauta por al­canzar las libertades inexcusables para la dignidad huma­na, para la dignidad general o común.

Dos antropologías de muy difícil compatibilidad se ofre­cían como posible respuesta a las nuevas aperturas, oca­sionadas desde la Reforma, desde la apertura nueva que ocasionaban tanto el avance de las nuevas ciencias como la fragmentación del poder eclesiástico. Locke (1632-1704) y Leibniz (1646-1716), con los bien diversos tipos de Ilus­tración que proponían, representaban arranques hacia un horizonte liberado, pero por caminos muy diversos y con metas inmediatas muy diversas.

La Ilustración, como proceso de aclaración de las co­sas y sus circunstancias desde su naturaleza y según el or­denamiento natural de la causalidad, sería de uno u otro signo según que las cosas tuvieran naturaleza propia y se­gún que fuesen connaturales la inteligencia y las cosas. El cristianismo triunfante en el norte de Europa, el calvinista, el moderno, veía la naturaleza y todas sus partes absolu­tamente pendientes de la omnipotente e incondicionada vo-

Page 9: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

PRÓLOGO 13

¡untad divina; divina, precisamente, por su capacidad de arbitrio. Hubo un momento en que las gentes conscientes contuvieron la respiración ante los dos programas que se intuían posibles: el de la naturaleza y su voz, y el de los elegidos y su régimen.

La antropología de Leibniz estaba presente en las dos casas donde Locke había vivido. El joven Shaftesbury, su pupilo, la alumbraba con su aristotelismo y su naturalismo de cufio antiguo, cerca del que fuera su tutor que no maes­tro. Pocas veces en la historia han salido de una misma fa ­milia y en un mismo instante las dos opciones posibles, tal y como ocurrió en el caso inglés a finales del siglo xvn (cuando se moldeaba el modelo de planteamiento nuevo que serviría de muestra en el resto de Europa y Norteamé­rica, en la edad contemporánea). Con Shaftesbury, había una juventud que pedía y esperaba otra transición, una transición a otro planteamiento de la vida. Fue una gran obra de arte política desviar el proyecto shaftesburiano hacia la «estética» no política y hacia el ridículo y la ex­travagancia. El siglo de san Agustín, el siglo de Locke, el siglo de los jesuítas, el siglo de Luis XIV, contempló ese equívoco de reojo, procurando desdibujar, desmerecer e ignorar el proyecto.

Creo con Benjamín que el mejor artículo debería ser un enladrillado o un mosaico de citas. Hay enladrillados bellísimos; y mosaicos, no digamos. Mas lo de Benjamín es doloroso; es una ocurrencia que asalta, o visita, a quie­nes padecen una soledad excesiva y no acaban de creerse que sea posible tener razón frente a tanto olvido y deja­dez que no han podido ser más que deliberados y amaña­dos. Entonces se habla tanto con los afines que se les pres­ta pura voz .V tono, se les repite con el alma propia. Entre

Page 10: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

14 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

imitar a Benjamín y hacerle caso a Dante —cuando acon­seja, no sin impaciencia, «Parla per te, se l’hai il ñor d’in- gegno»— , he optado más bien por el judío sin olvidarme nunca de que no tendría palabra el espíritu que pasó por la historia en un momento dado, si no se le ofreciera hu­mildemente el propio cuerpo para que la hiciese presente aquí y ahora.

Shaftesbury, conocedor de los antiguos, puesto en el brete de hacerlos política cotidiana y vuelco histórico, re­conocedor de la tradición cristiana de su posición, puede ayudamos «en este vuelco de los tiempos» a meditar sobre el pasado del que arrancó la historia moderna y a apren­der, así, de los futuribles, cuya razón de ser encierra más enseñanzas para una antropología monódica que la dia­léctica en sus formas probadas en los dos últimos siglos. El hombre es más que su circunstancia, y tiene circunstancia porque es hombre.

A g u s t ín A n d r e u

Madrid, junio de 1994-Valencia, marzo de 1997

Page 11: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

E s t u d io in t r o d u c t o r io

LA CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO Y EL PLANTEAMIENTO DE LA ANTROPOLOGÍA EN VISTAS A UNA «ILUSTRACIÓN»

II m’a toujours paru, qu’il n’y a guéres de nation dont les esprits ayant des vues plus grandes et plus belles que les Anglois.

L eibn iz , en carta a Mr. Burnet, Gerhardt, Philosophische Schriften,

vol. III. p. 182

I. L a CASA DE OATES (LADY MASHAM, LOCKE,P ierre C o s t e ...) y el e n v ío a L e ib n iz d e l a C a r ta s o b r e e l e n tu s ia s m o

1. La amable intriga de la casa

La casa de Oates, morada de Damaris Cudworth, lady Masham, viuda de lord Francis Masham e hija del neo- platónico Ralph Cudworth (1617-1688), donde vive Locke

Page 12: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

16 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

familiarmente acogido desde la defunción del canciller Shaftesbury, su protector y amigo;1 esa casa es el marco desde el cual se le aparecerá a Leibniz la Carta sobre el en­tusiasmo, de Shaftesbury el joven, en dos tiempos.

En un libro enviado desde tal casa y, en todo caso, en esta obra, Leibniz habría esperado encontrar, lógicamente, un pensamiento afín al de Locke, que no en vano cuidara de la educación del nieto del canciller desde la primera in­fancia. Se encontró en cambio que representaba no sólo el ataque inglés más enérgico contra Hobbes y Locke, sino con la obra más afín a su Teodicea, que quepa desear.2 Dato este, el de la afinidad del pensar de Shaftesbury con el de Leibniz, que no pudo menos de ser advertido en Oates, donde se quería mucho ciertamente al joven y se velaba por su primer vuelo y por su evolución... Dato que tiene algo que ver, sin duda, con las pequeñeces y circunloquios que encontró el alemán en esa importante, correcta y aten­ta casa.

Pero si Leibniz desconocía lo que había dentro de la ca­beza y los escritos publicados anónimamente del joven Shaftesbury, en Oates veían con inquietud la pica en Flan- des que ponía en esa casa el sajón más incómodo que pu­diera imaginarse; y se la ponía a un Locke cuyo prestigio era ya inmenso e indiscutible en la Europa central y bálti­

1. Locke reside en casa de lady Masham entre 1691 y 1704, año de su muerte.

2. «J’y ay trouvé d ’abord presque toute ma Théodicée avant qu’elle eüt vu le jour. L’Univers tout d ’une piece, sa beauté, son harmonie univer- selle, i’évanouissment du mal réel, principalmeni par rapport au Tout, l’uni- té des veritables substances, la Gran Unité de la supreme substance, dont les autres ne sont que des émanations et des ¡mitations...» (Gerhardt, Leibniz. Philosophische Schriften [en adelante, abreviado GP], III, pp. 429-430), es­cribirá en 1711 cuando se ocupe del conjunto de la obra del inglés, que le han hecho llegar.

Page 13: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 17

ca. En Oates se tenía que presentir que las antropologías de Leibniz y de Shaftesbury podrían llegar a formar un blo­que: el de una antropología natural, innatista y común o so­cial, frente a la antropología lockeana, que se considera empírica, se llama liberal y se supone científica. Dicha in­quietud trasciende del epistolario entre la casa de Oates y el joven Shaftesbury, el cual va madurando en viajes y es­tancias en el continente, y trasciende de las amables aña­gazas y quiebros que lo exhortan a no decepcionar a la lady. Hay cartas del joven a Locke que son incluso ásperas y rozan más que la rudeza. No es fácil de comprender que se haya hecho tan poco caso de este aspecto de las cosas en la historiografía y en las biografías de Locke y Leibniz.3

3. Shaftesbury escribe a Locke en septiembre de 1694, a sus veintitrés años: «Ni mis ocupaciones ni mis diversiones ni mis estudios, que usted menciona, me impiden ni me pueden impedir el pensar a menudo, como es mi deber, en la ventaja que tengo por el hecho de que en Oates se piense en mí. tal como usted dice». Y, después de esta protesta de lealtad cordial y de justo reconocimiento, sigue: «Por lo que hace a mi concepción de las cosas [Shaftesbury que, como Leibniz, no estaba por la moda de emplear la pa­labra “ideas”, dice “notions”], concepción que voy adquiriendo [con mis “estudios” sobre “la amistad, la dignidad, el amor a la virtud y a la huma­nidad” por encima de particularismos de religión o patria]; he de pediros disculpas por no manifestárosla. Tal vez os la diga al oído, o tal vez me aventure a confiársela a otra persona [= lady Masham], con la impertinen­cia que [mi concepción de las cosas] lleva consigo. Pero no está [todavía] en condiciones de pasar ai papel ni de darla a conocer a otras personas. Mis concepciones, o bien son demasiado ridiculamente absurdas o bien dema­siado odiosamente verdaderas». Está contestando, no sin resquemor y agresi­vidad, a quien haya dicho —y él mismo lo ha oído decir muchas veces en el círculo de Locke— que es ridículo y odioso pensar que lo primero es la humanidad, que la virtud desinteresada es posible y que la virtud interesa­da no es virtud, que los antiguos tenían razón, que un Imperio es una cosa mala, que sólo lo público es axial políticamente, que el Parlamento ha de ser popular o comunal..., como pensaba ya entonces y había puesto por es­crito en su Investigación sobre la virtud o el mérito (An lnquiry Concer- ning Virtue, or Merit).

Page 14: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

18 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Pues, por entonces, ha hecho ya su primera redacción de la Investigación sobre la virtud o el mérito, y a esa edad no es posible llevar dentro todo ese material explosivo sin que el tutor de toda la vida lo note, y más si ese tutor es Locke.4

Más allá de las fórmulas de cortesía que modulan el de­seo de Leibniz de ser aceptado por Locke como interlocu­tor en la discusión académica, pública o publicable, del Ensayo sobre el entendimiento humano* y más allá de los temores de Locke y de lady Masham (albacea de los inte­reses intelectuales de Locke después de 1704) por las reti­cencias que el sajón pudiera suscitar en Inglaterra y en otras partes, lo que hay, abiertamente, es un conflicto entre dos antropologías religiosas y políticas. Conflicto inevi­table ya, pues el prestigio de Leibniz como matemático y lógico le daba voz y voto en cuestiones gnoseológicas, morales y políticas.6 Y sus relaciones con el mundo culto de academias, salones y sabios independientes (Bayle, Le

4. Leyendo cartas de Shaftesbury donde alude a los herederos, fami­liares o amigos, que han recibido papeles y libros de Locke, se advierte fá­cilmente que quedó claro lo que significaba que el pupilo no recibiera ni un papel ni un libro de la biblioteca de su ex tutor y «padre putativo». La mi­tad de la biblioteca fue para lady Masham. La otra mitad y todo el archivo, para Peter Lord King, sólo dos años mayor que Shaftesbury (cf. B. Rand. The Life, Unpubtished Letters and Philosophical Regimen o f Anthony Earl o f Shaftesbury, Swan & Sommenschein & Co. Ltd., Londres, 1900, p. 328, en el resumen biográfico de Locke, que escribió por encargo para Le Clerc).

5. Cuando, en 1707, después de la muerte de Locke, Pierre Coste le haga llegar las correcciones y complementos del inglés a su Ensayo y a la traducción del mismo, hecha al francés por el propio Coste, Leibniz le con­fesará «haber empleado algunas semanas en hacer observaciones a esa im­portante obra, con la esperanza de poder conversar con Mr. Locke mismo ... Mi finalidad era aclarar las cosas más que refutar el sentir del otro» (GP, III, p. 392).

6. Espera Leibniz que sus estudios de matemáticas «contribuyan algo a dar crédito a sus meditaciones filosófico-teelógicas» en Inglaterra, donde las matemáticas «se sientan en el trono» de las ciencias (GP, III, p. 195).

Page 15: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 19

Clerc...) mediante su prodigioso epistolario, eran ubicuas. Locke y, post mortem, los intereses del mismo, guían a lady Masham en sus relaciones con Leibniz y Shaftes­bury. Lady Masham maneja al bueno, activo e impresiona­ble Pierre Coste a esos efectos.7

Este es el marco en el que sale a luz el pensamiento de Shaftesbury. No se puede escribir una Biografía de Leib­niz como acaba de hacerse, dedicando un capítulo a lady Masham, y abstenerse de nombrar siquiera al nieto del canciller Shaftesbury, al pupilo de Locke, al hombre que más ha hecho por la estética en sus posibles relaciones con la ética y la política, como se verá.

2. La actitud de Locke

Locke se manifiesta despectivamente en relación con las «observaciones» que Leibniz se ha permitido hacer al En­sayo sobre el entendimiento; observaciones que, inocente­mente, dice el alemán, «se le escaparon».8 Cuando Mr. Loc­ke las vio, «habló con desprecio en carta a Molineux».

Cuenta Thomas Burnet —se lo cuenta a Leibniz— que

7. Pierre Coste (1668-1747) es un hugonote francés afincado en Ingla­terra. Fue sucesivamente pedagogo en las dos casas: la de Shaftesbury y la de lady Masham. Traductor al francés del libro del padre de la lady y de una obra de ésta misma, así como del lockeano Ensayo sobre el entendimiento humano: también de obras de Newton y de Shaftesbury, en concreto de la Carta sobre el entusiasmo. Cuando se arme la algarabía de los profetas del Delfmado en Londres, Pierre Coste quedará impresionado por los milagros y maravillas que se producirán. Se lo cuenta, sorprendida, la señorita Leti a Leibniz (GP, III. p. 404), que a buen seguro se sorprendería menos.

8. GP, III, p. 612: «Quelques petites remarques m’échapperent, je ne say comment, et furent portées en Angleterre par un parent de feu M. Bur­net, évéque de Saiisbury».

Page 16: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

20 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

«Locke decía que, en su opinión, se vive tranquilamente y en buena vecindad con los señores alemanes, pues ellos no conocen nuestros libros y nosotros no leemos los suyos, de suerte que estamos en paz».9 Bumet le hizo saber a Leibniz más adelante, ya poco antes de morir Locke, que éste no tenía ganas de entrar en discusiones, «y, menos que con na­die, con Vd.».10 Así que, para hablar de física, le remitía a Clarke; y, para hablar de metafísica, le ponía delante a lady Masham con su padre.

Leibniz sabe que la correspondencia que tiene con lady Masham «es como si la tuviera con Mr. Locke mismo en parte»." Claro que «en parte». Ahí está la lástima.

No es que el diplomático señor Leibniz anduviese par­co de lengua, por su parte. Dice: «No me extraña lo que diga [Mr. Locke]: diferimos un poco demasiado tocante a los principios».12 A los principios. O bien: «Locke ha razo­nado un poco a la ligera».13 Y los mismos cumplidos con que aborda cautelosamente el acceso a Locke son más bien curiosos, como cuando dice que «el librito de Locke Sobre la educación le ha gustado casi más que el Ensayo [so­bre el entendimiento]».'* Menos mal que dice «casi».

Ya en 1703, un poco cansado de hacer antesala con la lady, le dirá a Bumet con claridad meridiana y apuntando a un horizonte práctico más amplio y político, que «Locke no ha profundizado en el concepto de sustancia» y que su filosofía «se pliega al gusto, de ciertas personas que no tie­nen empeño en la búsqueda de la verdad, que creen encon­

9. GP, III, pp. 153-208.10. Ibid.11. Ibid.. p. 297.12. Ibid.. p. 612.13. Ibid., p. 156.14. Ibid., p. 165.

Page 17: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 21

trar vanidades por todas partes y que se degradan ellas mismas».15 No hay vanidad en la pretensión leibniziana de acceder al diálogo filosófico y religioso con un hombre de fama ya universal y que le lleva en edad un cuarto de si­glo. Puede presentar, y presenta, alguna credencial justi­ficante. Por eso, la crítica de la actitud del parapetado, o altivo, inglés es ya definitiva: Locke no tiene un concepto sólido de individuo, y ha aceptado acuerdos falsos con cier­tas gentes. No habrá, pues, diálogo; pero es porque hay quienes se degradan.

Leibniz, como Shaftesbury, sabe que la filosofía no es ingenua; que se filosofa en clave política. Tiene, pues, pre­sente los desarrollos políticos conjuntos de Europa, a la cual ven entrambos como unidad, mientras que les sobre­coge el temor de que los países latinos queden descolgados de la revolución que se abre con la nueva época.16 Locke, en cambio, prevé fríamente que la capital de la Gran Bre­taña acabará por trasladarse a la otra orilla atlántica, por donde la Nueva Inglaterra. La filosofía de un Locke que se ha convertido en propagandista de Hobbes puede resultar políticamente fatídica.

Por insinuación de Locke y mediante los servicios de Pierre Coste, le llegan a Leibniz varios libros de la casa de Oates. Primero, uno escrito por el padre de lady Ma­sham, Ralph Cudworth. «Tal vez por instigación de Locke —escribe Gerhardt—, hacia finales de 1703 le envió la

15. Ibid., p. 155.16. Se felicita de que Coste haya traducido el Ensayo al francés y se

interesa en la traducción porque «ces sortes de recherche ne sont guéres á la mode dans les pays Latin» (GP. III, p. 392). Pero Leibniz escribirá en francés para ayudar a los países latinos, precisamente. Se lamentará de que empiecen a llegar pocos libros interesantes de España. Y Shaftesbury con­templará con pena la pérdida del talento italiano para Europa.

Page 18: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

22 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

lady a Leibniz un ejemplar de la obra principal de su pa­dre.»17 Le contesta el cortesano que su sistema de la armo­nía preestablecida es «petit»; el de su padre, en cambio, sería «ce grand system que Monsieur votre Pére nous a laisse, Madame».18 Pero, en fin, Leibniz comprende que la mujer diga que, con todo lo que para ella representa su pa­dre, no ha podido seguirlo en lo de las naturalezas plásti­cas,19 que, por lo demás, nada tiene que ver con la forma aristotélica, como deben saber en la casa de Oates.

Luego añaden otro envío, un libro anónimo (Livre de l ’Amour de Dieu contre M. Norris), pero dando pistas para que pueda fácilmente deducirse quién es su autora.20 El li­bro es antimalebranchista y antiquietista, es decir, no atri­buye a Dios todas las acciones del alma, pero compromete el concepto de sustancia al creer, como en el caso de míster Locke, que no es posible concebir aquello que no pueda imaginarse, a saber, el principio activo, simple e inmortal del pensar.

Y, finalmente, Pierre Coste le envía la Carta sobre el entusiasmo, recién traducida y publicada por él mismo,

17. Se trata de The True Intellectual System o f the Universe. The First Part, Wherein Alt the Reason and Philosophy o f Atheism is Confuted and its ¡mpossibility Demonstrated. Londres, 1678. Leibniz ya la conocía y aprecia­ba su mérito, pero no le convencía. Aunque, según su uso de poner de re­lieve, y no por mera estrategia, las concomitancias antes que las discrepan­cias —al contrario de lo que hacía, según Leibniz, Mr. Locke— , celebrará que mantenga el principio interno en las sustancias. Cf. GP, III, p. 333, y W. Windeiband, Historia de la filosofía, México, 1960, pp. 355-381.

18. GP. III, p. 336.19. Ibid.: «Por grande que fuera un día la autoridad de su padre para

ella, no pudo impedir éste que creyera ella en otra sustancia que la res ex­tensa».

20. Ibid., p. 379: «M. Coste me ha dado a entender bastante que mi- lady misma es la autora: sus sentimientos son bastante conformes a los de Mr. Locke».

Page 19: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 23

pero sin dar indicación alguna acerca de su autor. Y el en­vío se produce expresamente en el contexto de un escán­dalo internacional promovido por los entusiastas hugonetes en Londres.21 Y, por supuesto, a cuento de la resolución de Leibniz de escribir ya y publicar su crítica al Ensayo de Locke. Así, de improviso, aparece sobre la mesa de traba­jo de Leibniz un libro enviado más bien entusiastamente por el afable Coste, con impulso calculado por otro.

¿Su antropología, señor Leibniz, con esas formas o al­mas o principios originarios o mónadas, no será acaso como la de esta entusiasta Carta sobre el entusiasmo? ¿Hasta qué punto una antropología de tipo innatista o mo- nadológico, movida e inspirada desde el fondo, no está ex­puesta a caer en esos accesos de entusiasmo o a dar facili­dades para esas visiones y fanatismos, que, sin embargo, tan bien quedan rehuidas y sorteadas —dice Coste— con la

2 1. Cf. la carta de Coste, de agosto de 1707, contándole el escándalo del que se hicieron eco las gacetas europeas (GP, III. pp. 392-393): «Lo que usted me dice de que considera demostrado que cuanto le sucede a una sus­tancia simple como el alma no puede venirle a ésta, después de venirle de Dios [se entiendel, más que de sus propios fondos, y que, aparte los mila­gros, Dios no toma parte en ello más que por su concurso conservador, eso mismo es lo que me ha suscitado el pensamiento de comunicaros esta ex­traña noticia [que sigue a continuación]. Londres es su escena ... Algunos franceses de Cevenas, que se alzaron en armas contra el rey de Francia, hu­bieron de salir de [aquel] reino y se vinieron a Inglaterra, donde ahora pro­fetizan. Reúnense en un sitio particular, han hecho ya varios prosélitos in­gleses, entre los que hay algunas personas distinguidas por su rango en el mundo, por su ingenio y por su fortuna. Uno de esos prosélitos, gentilhom­bre de muy buen carácter y de dos mil libras esterlinas de renta, profetiza en lenguas que él mismo desconoce...». Sigue la maravillosa descripción del profeta de dos mil libras de renta anuales (detalle que no deja de recordar nadie), y, a continuación, transcribe las «correcciones y añadidos» que ha hecho Locke a su Ensayo sobre el entendimiento, que abarcan siete densas páginas.

Page 20: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

24 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

antropología del vacío, del alma sin naturaleza propia ni acción propia, sino rasa como una tabula imaginaria y abs­tracta? Vamos a ver cómo lo dice:

Ce que vous me dites que vous tenez pour demontré que tout ce qui arrive á une substance simple telle que l’Áme, ne lui sauroit venir aprés Dieu que de son propre fonds ... cela méme m’a fait venir la pensée de vous com- muniquer cette étrange nouvelle.22

La nueva de la escandalera mística de las almas inspi­radas a las que les brota de dentro un entusiasmo conta­gioso, capaz de poner a una ciudad patas arriba, esa nueva es la que sugiere la idea de comunicarle el escándalo mís­tico al autor del sistema de la monadología y de la armonía preestablecida. A ver si se da por aludido... Pero ¿qué pue­de tener que ver la monadología, la sustancia monadoló- gica, con un episodio de entusiasmo fanático, sino es dar ocasión de ejercitar la paciencia una vez más?23

3. Las dos antropologías

Cinco años después de morir Mr. Locke, o sea en junio de 1709, Shaftesbury se siente obligado a abrirle los ojos a su protegido Michael Ainsworth, que anda deslumbrado ante el aplastante prestigio de Mr. Locke, razonándole lo nefasto de los principios de éste. Lo hace en los siguientes términos:

22. GP, III, pp. 392-393.23. Ibid., pp. 405-406.

Page 21: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 25

Honesto Michael:

... Lo que ha sucedido en general es que todos esos que [Tindal] 24 llama escritores libres han abrazado hoy día los principios que Hobbes propuso en los últimos tiempos. Mr. Locke, con todo lo que lo aprecio por sus otros escri­tos (por ejemplo, sobre el gobierno, la política, el comer­cio, la moneda, la educación, la tolerancia, etcétera) y con lo mucho que lo conozco y puedo dar fe de su sinceridad como cristiano celoso y creyente, no obstante se lanzó por el mismo camino [que Hobbes] y ahora lo siguen los Tin- dals y demás ingeniosos autores libres de nuestro tiempo.

Fue Mr. Locke quien lo consiguió. Pues el carácter de Mr. Hobbes y sus principios básicamente de esclavo en materia de gobierno delataban el veneno de su filosofía. Fue Mr. Locke quien atacó todo lo fundamental; el que ex­pulsó del mundo todo orden [interno] y toda virtud [en sí], y el que declaró no naturales y sin fundamento en nuestro espíritu las ideas propias de estas cosas (que son las mis­mas [ideas] que las de Dios).

La cuestión — sigue diciendo— no es cuándo entran las ideas en la inteligencia, sino

... si la constitución [natural] del hombre es tal que, sien­do adulto y crecido, en tal o cual tiempo, más o menos pronto, no importa cuándo, brota en él infalible, inevitable, necesariamente la idea y el sentimiento de orden, de admi­nistración [del Universo] y de [presencia de] Dios. Conque llega el crédulo de Mr. Locke, con sus indios y sus histo­

24. Matthew Tindal (1657-1733) es el autor de Christianity as Oíd as the Creation. Londres. 1730. Su tesis es que «el verdadero cristianismo, que ha de coincidir con el deísmo, es tan viejo como la creación». Jesús no ha­bría revelado nada nuevo, sino que se habría limitado a restaurar la verda­dera y originaria religión.

Page 22: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

26 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

rias bárbaras de naciones salvajes,25 que no tendrían tales ideas, según le han informado viajeros, autores cultos y hombres veraces... [Y convence a los demás de ello.]

Pero Mr. Locke ... a estos modernos narradores de ma­ravillas los conocía mejor que a los filósofos antiguos ... Así, la virtud, para Mr. Locke, no tiene más medida ni más ley ni más norma que la moda y la costumbre; moralidad, justicia, equidad dependen solamente de [lo que decreten] la ley y la voluntad; y, en tal sentido, Dios es un actor ab­solutamente libre, es decir, libre para todo, aunque se trate de alguna cosa mala. Pues, si quiere Él, será buena una cosa: se convertirá la virtud en vicio y el vicio en virtud, si a Él así le place. De manera que ni lo correcto ni lo inco­rrecto ni la virtud ni el vicio ni nada es algo en sí mismo, ni hay traza o idea de ella impresa naturalmente en el alma humana. ¡La experiencia [exterior] y nuestro catecismo nos lo enseñarán todo! Supongo que será algo parecido lo que les enseña a los pájaros a hacer sus nidos y a volar no bien acaban de echar plumaje ... Tu Teocles26 ... se ríe de esto y, con toda la modestia de que es capaz, le pregunta a un lockista si es ese catecismo el que le va a enseñar la idea de mujer (y lo que en la mujer se busca) ...27

25. Ruth W. Grant («Locke’s Political Anthropology and Lockean In- dividualism», The Journal o f Politics, vol. 50, 1988, p. 42) dice que Locke estaba fascinado por los relatos de viajes, los cuales le interesaban porque, según él, demostraban empíricamente la pluralidad de formas de organiza­ción política, cosa que argüiría contra un derecho natural y contra las ideas innatas.

26. Personaje de Los moralistas. Rapsodia filosófica, titulado con an­terioridad El entusiasta sociable: Aventura filosófica, donde Teocles repre­senta el punto de vista de la naturaleza dotada de consistencia en y por sí misma, y no de mera denominación exterior.

27. A esta carta habría que añadir la declaración, ante su amigo y coe­táneo el general Stanhope, sobre su callada pero militante oposición a la an­tropología política de su tutor (B. Rand, op. cit.. pp. 413-417), así como las explicaciones que contienen las cartas a lord Sommers (1651-1716), lector

Page 23: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 27

Esta claridad en la transmisión a la generación joven de la situación intelectual que condiciona las posibilidades políticas, siendo la relación de Locke y Shaftesbury fami­liar como fue, no se explica más que por el hecho de que el futuro de la civilización estaba condicionado por los res­pectivos conceptos de sustancia o individuo. La Carta so­bre el entusiasmo, a pesar de su aspecto exótico y atrevido —o, precisamente, por su aspecto exótico y atrevido— , no trataba sino de los «dos famosos laberintos» de la filoso­fía: el de la sustancia y el de la libertad.28 La peligrosa y ri- diculizable palabra entusiasmo quería salvar el potencial afectivo y cognoscitivo de la naturaleza humana, regulán­dolo con una especie de lógica del humor, como acababa de proponerlo Cervantes.29 Frente a los sistemas que priva­ban de espontaneidad razonable a la naturaleza humana (directamente al modo místico,,0 o bien «políticamente» al modo lockeano), había que salvar por encima de todo el carácter activo de la sustancia y la inmanencia de su capa­cidad racional.

Solía repetir Leibniz que la antropología de Locke era un poco más aristotélica, mientras que la suya propia era un poco más platónica. «Un poco» nada más, porque la antro­pología que no acepta la forma, la entelequia, el principio del movimiento y del pensamiento, la individualidad o sustancialidad fontanal, la verdad es que no tendrá nada de

privilegiado de los manuscritos'del joven Shaftesbury y una especie de mo­derador de las posibles galopadas mentales del joven aristócrata.

28. Cf. Teodicea, prefacio.29. Cf. GP, III, p. 411.30. Como el quietismo y el malebranchismo. «Algunos pensadores

ilustres de nuestro tiempo han llegado hasta a privar de toda acción a las criaturas» (Teodicea, p. 34).

Page 24: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

28 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

aristotélica, como es el caso de Locke.31 La antropología política lockeana es teología calvinista secularizada y ade­cuada al dominio civil de la clase nueva que se considera­rá responsable, es decir, llamada a responder (llamada por Dios) y capaz de responder (como mostrarán los hechos) del orden social mejor y más seguro (para ella).

Mejor que Maquiavelo se lo preparaba Locke, cuya in­tención político-práctica es permanentemente principal: el catecismo por encima de los instintos naturales. Quedaba anulada para la antropología, para la ética y la política, la fuerza natural de las cosas, la naturaleza y su sentido mor­fológico y funcional.32 La referencia suprema no sería la bí­blica; tampoco la naturaleza. ¿Quién, entonces?

Nadie sospechaba en Shaftesbury tan tajante discrepancia y semejante tono sarcástico frente a la doctrina y actitud po­lítica de su universalmente ilustre y poderoso tutor. No ya su joven protegido, Michael Ainsworth, a quien Shaftesbury se dirigía epistolarmente; nadie. Ni siquiera Leibniz, que estaba a la espera de que el nieto ofreciera una biografía de su abue­lo que fuera mejor de lo que se había publicado. En la casa de Oates se prefería disimular el escandaloso enfrentamien­to. Mas, un hombre de formación antigua y humanística como Shaftesbury, se tenía que oponer frontalmente, emocional­mente, a tal presupuesto de pretensión empírica.

a) Naturaleza y arbitrariedad

El punto básico que contrapone una antropología a la otra es el nominalismo, que permitirá la dictadura sobre las

31. Cf. GP. III, p. 411.32. Cf. J. Aronson, «Shaftesbury on Locke. (Critical Note)», The Ame­

rican Political Science Review, vol. LUI, 3 (septiembre de 1959), p. 1.103.

Page 25: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 29

cosas y su naturaleza y sobre la lógica y sus verdades, des­conociendo las exigencias naturales y necesarias de las mismas; conque se hace lugar a la fabricación de un Cate­cismo supuestamente civil que enseñe lo elemental, desde el supuesto de que la naturaleza está sorda y muda y la ra­cionalidad es absolutamente relativa.

El liberalismo de Locke se apoya en una teología que convierte al Universo en marioneta, en títere. Fundado so­bre el nominalismo ontológico y lógico, la soberanía abso­luta de Dios significa el vaciamiento de la naturaleza y la reducción de la lógica a puro consenso.

Al golpe que representan, para su concepto de sobera­nía absoluta, los Principia matheniulica de Newton, dado el carácter metafísico-objetivo de la certeza de la verdad de dichos principios, contesta Locke, «siguiendo a Hobbes», que «el carácter obligatorio de la verdad matemática [pro­cede] de un acto arbitrario de la Razón [divina]».11 Esta de­creta que las ideas generales son meras palabras y que los principios metafísicos de identidad y contradicción no pa­san de ser haces de proposiciones singulares que no cons­tituyen verdad universal.14

Como la naturaleza y el alma no se relacionan, según Locke, pues «el orden natural de las cosas no se refleja en nuestros sistemas de conceptos y palabras, [y como] la cau­

33. George Jaeger, «Locke. Eine kritische Untersuchung der Ideen des Liberalismus und des Ursprungs national-okonomischer Anschauungsfor- mcn». Archivfür Geschichte der Philosophie, vol. XVII N.F.. X (1904), p. 180. Trátase de un trabajo de 1904, interesante por la fecha y por la audiencia que había de tener en la Alemania anterior a la primera guerra mundial, cuando precisamente se ponía en cuestión en él la suficiencia del liberalismo inglés o clásico. Y se lo cuestionaba desde una filosofía que estaba libre tanto del historicismo como también del positivismo y del marxismo, y que mostraba conocer las trampas en que el naciente siglo xx podía caer, y cayó.

34. Ibid., p. 181.

Page 26: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

30 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

sa real y el modo de acción de las sustancias siguen per­manentemente sin aclarar»,35 resulta que, en la inteligencia del individuo, la naturaleza tiene poca fuerza; la certeza que cada individuo pueda encontrar o hacerse allí, carece de interés, no tiene interés práctico. Lo que hay que ali­mentar, pues, es «la fe» de la inteligencia media,36 fe o creencia que ha de alimentarse de los Evangelios, que para eso son claros y sencillos. La autoridad es sumamente práctica. (Shaftesbury será duro con las gentes que acepten la tesis de Locke, pero sin creer en la autoridad de la Igle­sia y de su catecismo, aunque se lo callen y lo disimulen a la perfección, sabiendo muy bien para qué sirven la dog­mática de ceremonial o de formulario doctrinal.) La socie­dad de Locke, dice H. Johnston, es «potencialmente totali­taria».37 Como la de Hobbes, talmente, dirá Shaftesbury con el asentimiento de Leibniz.

Se crea un vacío escéptico. «El giro escéptico» es origi­nariamente teológico; afecta al destino de los individuos. Lo crea el calvinismo, que deja en manos de la arbitrariamente soberana voluntad divina la salvación o predestinación de cada cual. Queda aclarada la historia universal porque hay una línea de elegidos y una masa de desecho, de desecha­dos: la masa excremental de la naturaleza sin dignidad ante Dios y ante sí, la massa damnata de san Agustín y Lule­ro.38 Mas, el vacío repercute en seguida sobre la naturaleza

35. Ibid.. p. 179.36. Ibid., p. 180.37. H. Johnston. «Locke's Leviathan», The Modem Schoolman. XXVI

(marzo de 1949), p. 210. La crítica que de Locke hace Johnston es muy cu­riosa. Parece no haberse enterado de que todo cuanto él le dice a Locke, ya se lo dijeron en Inglaterra y en su misma casa hace un par de siglos.

38. N. O. Brown. Life against Death. The Psychoanalitycal Meaning o f History, Vintage Books, Nueva York, 1952.

Page 27: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 31

y la inteligencia: crea un concepto de naturaleza y de ra­cionalidad... exangüe. La naturaleza tendría que ser prác­ticamente compulsiva para poder contar con ella de modo eficaz y significativo. Mas la naturaleza es débil, dice el puritano Locke. Para ser políticamente útil tendría que ac­tuar en el hombre «como un poder constrictivo»,39 cuando lo que sucede es que da de sí múltiples y muy diversas formas de comportamiento ético y político... No puede ser, pues, normativa; tendría que ser uniforme. Y la ciencia de­muestra cada día la contraposición incesante entre repre­sentación y realidad inalcanzable.*1 (¡Pero no la matemática ni la metafísica!, dirá el confederal y no uniformista Shaf­tesbury, que cuenta la fábula del gobierno que quiere uni­formar a todos los ciudadanos vistiéndolos con un mismo patrón de un mismo sastre.) Con Locke, no estamos en el estoicismo antiguo, y menos aún en el epicureismo serio o en la descripción del comportamiento civilizado de la Éti­ca aristotélica, sino en la nueva sofística, que hará «purita­na» a la Europa y la Norteamérica modernas.

El vacío escéptico es la entrega de la inteligencia hu­mana a una omnipotencia divina que es arbitrariedad cra­sa. La tesis lockeana de que, si Dios quiere, puede darle la facultad de pensar a la mera extensión de la materia car­tesiana, excluye que la naturaleza de las cosas tenga un interior, un dentro, y una organicidad de la que nacen abi­salmente el sentir y el pensar. No se puede sentir el mun­do, entonces, monádicamente, es decir, de dentro a den­tro, ni se puede sentir la verdad desde dentro de la lógica propia, que tiene el hombre en común con la inteligencia infinita.

39. Jaeger, op. cit., pp. 179 y ss.40. Cf. ibid.. pp. 178-179.

Page 28: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

32 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

La naturaleza, como la moneda, sería una convención, una acuñación según conveniencia. Lo moderno sería dar movilidad a las mercancías y a los individuos mediante in­terferencias, moviendo por decreto la naturaleza dictada delas cosas.41

Pero, como decía la otra antropología: ¡si lo que pasa es que las cosas y su verdad no solamente enraizan en la inte­ligencia humana con sus condicionamientos, sino también en la inteligencia que opera desde dentro de la totalidad del Universo!42 Un individuo educado en una forma de pensa­miento sin fondo ni arraigo, sin resonancia universal en su sentir, sin experiencia de fondo con la vida divina misma, resultará peligrosamente manejable.43

No es cierto que Lutero y ¿alvino se acomodaran mejor con los grandes pensadores deterministas del siglo xvn, como cree Jaeger. Para éstos la Providencia divina está na­turalizada. Para Lutero está demonizada y ahora es el de­monio quien maneja los hilos de los instintos y las afeccio­nes humanas. Locke concibe un club de elegidos capaces de palpar su privilegiada posición metafísica, un club capita­lista donde las diferencias de religión cuentan menos que pintorescamente... El Banco de Inglaterra es ese club capi­talista donde las leyes del dinero se constituyen en leyes de la Providencia divina, en el sentido del trabajo y del movi­miento del mundo... «Los instrumentos de poder de que quería servirse la monarquía absoluta, no fueron destrui­dos. Se le quitaron al rey y se les puso en manos de la so­ciedad, es decir, de la clase dirigente.»44 Cuando se asomen

41. Cf. GP, Ill’ pp. 189, 201.215.42. Ibid., p. 155.43. Ibid., pp. 340, 343, 347 y ss.44. Jaeger, op. cit., p. 538.

Page 29: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 33

a estas ideas, llevadas a la práctica, alguna gente lúcida del siglo xx, como Tillich, hablarán del demonio autómata de «la economía autónoma», que, junto «con el demonismo del nacionalismo», llevarán al siglo a una situación que Lu- tero y Freud calificaron con un vocabulario no sublimado que se ha puesto de moda en este fin de milenio.45

b) La experiencia estética «popular» o «común»

La antropología de Shaftesbury, como la de Leibniz, se basa en una experiencia omnicomprensiva y radical, acce­sible al pueblo: la experiencia estética, que es una expe­riencia coincidente con el sentimiento mismo de la vida. Por lo que su filosofía, dice Leibniz, es «popular» y «no acepta nada que no responda a lo que experimentamos no­sotros»,46 todos nosotros.

45. Cf. Norman O. Brown. «La visión excremental», en op. cit., pp. 179- 201. Pronto habrá que hacer una serie de tesis sobre el peso de la palabra «basura» y sus variantes en relación con la comida, el vestido, la televisión, los bonos... Pasolini, en sus Cuentos de Canterbury, ha traducido a imágenes geniales «la analidad de la civilización capitalista». Cf. Jacques Chastenet, La vida cotidiana en Inglaterra al comienzo del reinado de Victoria. Ha- chette, Buenos Aires, 1961, pp. 121-134.

46. GP, III, p. 348. Cf. ibid.. pp. 223-229 (un breve tratado contra Locke) y p. 340: «Esa misma máxima de no suponer sin necesidad en las criaturas nada más que lo que responde a nuestras experiencias...», decía Leibniz frente al empirismo corto, insuficiente, unilateral y prejuzgante de Locke. La experiencia shaftesburiana llevará ya consigo el premio, o el castigo, y no dejará lugar a una ética de los premios y de los castigos. En cambio, como escribirá Shaftesbury a su joven protegido Michael Ainsworth (B. Rand. op. cit., pp. 344-374. 346 y 401). Locke y sus afínes, «por lo que hace a otros buenos oficios más inmediatamente humanos y de tipo racional, como la amistad, la justicia, la generosidad, los actos de amor y otros así [como] el arriesgar la vida, la salud, la fortuna, gastándola, desperdiciándo­la, poniéndola honestamente al servicio de los otros — por los amigos, por el país, por los colegas— ; [Locke y sus afines] suponen que [todas] estas

Page 30: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

34 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Con un tipo de experiencia, además, estrictamente sus­ceptible de ser razonada mediante un razonamiento accesi­ble también a todos. Es decir, un tipo de experiencia que consiste en «la experiencia de la demostración», la cual es lo que da independencia al individuo y lo introduce dentro del régimen de las luces. Experiencia de la demostración o del razonamiento, de la demostración o inducción... Tal y como está sucediendo, desde ya hace dos mil años, con la tabla de multiplicar. Y como ocurre con aquélla, que la inventó un individuo, pero la pueden utilizar con seguridad universal todos, las pruebas del nueve incluidas, así tam­bién hay una lógica que recoge experiencias sobre la base de la experiencia estética fundamental, sobre la que puede levantarse una vida política común, para todos, una vida política de Parlamento amplio.

Esa antropología política de Locke, que no se basará ni en el análisis de la naturaleza ni en la experiencia general de humanidad ni en los datos de la historia..., entonces, ¿dónde se apoyará? En pactos sociales entre los propieta­rios y los grupos que poseen la responsabilidad de la ri­queza: de la riqueza sobrenatural (la Iglesia de Estado) y de la riqueza natural (el Banco de Inglaterra). En pactos, es decir, en acuerdos. El asombroso grado de exotismo y esnobismo con que habrá que arropar estos acuerdos «em­píricos» que pretenderán fundamentar el orden social, na­cional e internacional, será el elemento indispensable para

cosas no hacen feliz; que no hay satisfacción sólida sin premio alguno. Se­ría todo deberes, duros deberes, si no viniera nada después...». Comenta Shaftesbury que, en hacer de la virtud comercio y negocio, coinciden los sa­cerdotes y los ateos. Cf. mi «Shaftesbury y “el Pascal inglés"», en Materia­les de filosofía de la religión, Gómez Caffarena y J. M. Mardones, coords., Instituto de Filosofía-Anthropos, Madrid. 1992.

Page 31: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 35

distraer y mantener a distancia a quienes quieran razonar las cosas desde la naturaleza íntima y propia de las mismas o desde su historia.

Locke no niega los hechos sociales originarios: que el hombre nace y crece en una familia... Lo que discute es las consecuencias que pueda tener eso. No hay culpa social ni conciencia social ni responsabilidad social; políticamente, no cuenta más que el individuo, de tres o de treinta y tres años. Locke «despolitiza lo social».47

La Ilustración de la desconfianza en las luces es esta de Locke.48

c) El concepto de sustancia o individuo, clave del asunto

El asunto giraba objetivamente en tomo a la concepción de la sustancia y de su movimiento propio y sano: los dos laberintos de la filosofía, según Leibniz.4'' Por una parte, la antropología del vacío y de la res extensa e inorgánica, que coincidía con la antropología malebranchista y quietista de un alma movida por Dios en continua intervención mila­grosa, pero carente de acción propia y de pensamiento o apetito que surja del trasfondo infinitesimalmente orgánico de la sustancia. Y por otra, la antropología monadológica, en la cual el fondo y el dentro eran tan principales que,

47. Ruth W. Grant, op. cit., pp. 43, 61 y 184.48. Cf. Eloy Rada, ed.. La polémica Leibniz-Clarke, Taurus, Madrid,

1980, p. 25: «“La razón —decía Locke y cita Rada de Hill— debe ser nues­tra juez y nuestra guía en todo”; pero por razón entendía lo que parecía ra­zonable a hombres de su propia clase social». Cf. del autor, «De Lessing a Benjamín. La otra Ilustración», tsegoría, 4 (1991), pp. 88-121.

49. Teodicea, n.‘“ 62, 29. «Locke n’a pas approfondi ce que c ’est [la substance]» (GP, III, p. 155).

Page 32: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

36 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

propiamente, no había comunicación por fuera, exterior, ni falta que hacía, dada la referencia del acto vital al Univer­so entero.50

El fondo del asunto era el conocimiento de la sustancia, del individuo, dirá Leibniz comentando la obra de Shaftes­bury. De la idea de sustancia o individuo «depende la no­ción de la virtud y de la justicia ... El conocimiento de la sustancia es la clave de la Fdosofía interior».51 Con una idea arbitraria de sustancia «quimerista», dice, porque se da en imaginar que es posible unir cosas que son incompatibles entre sí, como es que lo meramente extenso piense), se fun­damentan luego todas las arbitrariedades del mundo y no cabe ya la previsión racional. En la casa de Oates, pensa­ban, justo al revés, que la antropología con un dentro y un interior era una antropología de «formas» aristotélicas y de escolásticas quiméricas, desde la cual se rechazarían las explicaciones mecánicas de los fenómenos de la naturaleza y la vida.52 Una idea anticuada que no servía para mecani­zar la vida política: para geometrizarla, dirigirla y encua­drarla; en definitiva, modernizarla.

d) El modelo particular inglés puritano

En el proceso inglés de construcción de una sociedad in­dustrial y parlamentaria, se iba a ver «una muestra absoluta

50. GP, n i, p. 428.51. Ibid., pp. 428 y 567.52. Ibid., pp. 337 y ss.: «for (as ¡t seems to me) —escribe lady Ma­

sham a Leibniz, en 1704, poco antes de la muerte de Locke— you some- times cali Ihem [=the Formesj Forces Primitives, someümes Ames, someti- mes Formes Constitutives des Substances, and sometimes substances themselves». Lo que le recordaba a la hija las naturalezas plásticas de su padre, de las cuales le apartara la antropología lockeana.

Page 33: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 37

y normativa» para el resto de Europa y los Estados Unidos. Las diferencias de las diversas sociedades serían sin duda los puntos de partida, pero la Inglaterra de Locke se conver­tiría en la Biblia política; no en la nueva Biblia, porque no es tan distinta de la ciudad de Dios, remodelada en Ginebra, Amsterdam y Glasgow, cuyo templo es lo que se pudo tras­ladar del templo del Antiguo Testamento, pues el Templo de Jerusalén era lugar de culto y lugar donde depositar el dine­ro. ¿En presencia de quién cabría depositarlo mejor?”

El nuevo pueblo elegido sería internacional: una clase discreta y nada ostentosa; que extendería usos políticos abs­tractos moderada y reservadamente administrados y condi­cionados...

Así se presentaban las cosas en la Inglaterra que iba a marcar en el futuro las pautas del desarrollo político del continente y de los países norteamericanos que se indepen­dizarían. El dilema se bandeaba entre una antropología acusada de proclividad a riesgos místicos y otra más que sospechosa de atenerse a la pauta del egoísmo puritano de clase trascendental. La Iglesia de los primeros era concreta y asamblearia, grupos de ayuda mutua con que flotar ape­nas sobre el hambre y el frío mortíferos. La Iglesia de los segundos, su verdadera Iglesia, era el Banco de Inglaterra, donde las «denominaciones» se quedaban en su verdadero «importe» o importancia.

No es cierto que Locke haya sido «el inspirador de las libertades americanas», como aún hoy van diciendo algu­nos.54 Según vio antes que nadie Shaftesbury, e hizo todo lo

53. Cf. E. Peterson, «La Iglesia de judíos y gentiles», en Tratados teo­lógicos, Cristiandad, Madrid, 1966.

54. H. Johnston, op. cit.. p. 201. W. A. Orton así lo escribe en The Li­beral Tradition, Yale University Press, New Haven, 1945.

Page 34: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

38 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

posible por denunciar, la organización política que descri­be Locke desemboca lógicamente en otra que guarda «alar­mantes semejanzas, por naturaleza y funcionamiento, con el Leviatán de Hobbes».55 Más aún, el Leviatán se ha hecho hidra de cien cabezas (o de cien familias).

De todo este entramado, pues, aflora sobre la mesa de trabajo de Leibniz la Carta sobre el entusiasmo. Sobre ella escribió en dos ocasiones. Y en la primera, lo hizo a cie­gas: pocas veces se ve a Leibniz vacilar tanto con «peros», «aunques», «bien ques» y precisiones que muestran la per­plejidad del crítico, consciente de que le falta biografía...56

II. L a CONDICIÓN «ENTUSIASTA» DE LA NATURALEZA HUMANA Y LA EXPERIENCIA ESTÉTICA. s e g ú n S h a f t e s b u r y

1. La naturaleza humana es báquica, pánica y, por lo tanto, carnavalesca. Lo expresa lúcidamente la fábula del viaje a la India que, en busca de la Unidad, cumplen Baco y su eterno acompañante Pan. La fábula narra la explosión de entusiasmo que sobrecogió a los peregrinos ante la te­rrorífica presencia de lo sobrehumano, y el pánico que se apoderó de todos, deformando orgiásticamente rostros y conductas, enmascarándolos.

En cuanto báquica, la naturaleza humana es proclive al entusiasmo imaginativo. Nuestro autor, escribe de sí mis­mo Shaftesbury en sus Misceláneas, «está tan lejos de me­nospreciar el entusiasmo o de rechazarlo de suyo, que con­

55. Shaftesbury, Sensus communis, pp. 57 y ss.56. Cf. GP, III, pp. 406-417.

Page 35: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 39

templa esa pasión considerándola como lo más natural y, a su objeto, como el más apropiado del mundo».57 Es cier­to que el entusiasmo se desliza con gran facilidad hacia lo fantástico y lo fanático, en tono exaltado o bien melancólico- depresivo. Se enardece o se aterroriza ante las visiones y fantasías que él mismo despide de sí, y contagia pánica­mente a los acompañantes, a la sociedad. Si el entusiasmo fanático eclipsa ya de suyo a la razón, asimismo la apaga en la multitud o totalidad cuando estalla el pánico, pues que entonces el eclipse es total. Se apaga el sentido de lo divino natural y se identifica lo divino con lo carnavalesco de la deformación aterrorizada que se ha producido. La desfiguración general que el pasmo ha causado, tomada como efecto propio de la aparición de lo divino, se institu­cionaliza luego en rito y ceremonia, en costumbre y moral. Se dificulta así la experiencia natural y espontánea de lo divino en la naturaleza y la vida; y la religión y la socie­dad se convierten en un carnaval donde todos llevan care­tas y disfraces. Fausto se sublevará frente a tanto extravío: «Os lo digo cara a cara, espíritus: no tolero el despotismo del espíritu».58 Así es como lo divino verdadero, sencillo y natural, se pierde en los laberintos de la sustancia creada o emanada. El quehacer de la filosofía consistirá precisa­mente en redescubrir la naturaleza, lo divino en la Natura­leza, la naturaleza divina. La virtud misma no es más que «un entusiasmo noble, apropiadamente orientado y regula­do por esa elevada norma (standard) que [sej supone dar­se en la naturaleza [misma] de las cosas.59 Dentro de la

57. Shaftesbury, Misceláneas (Miscellaiieous Reflections on llie Procee- ding Treatises and other Critical Stibjecls), II, 1, p. 58, n.® 11 y ss.

58. J. W. Goethe, Fausto, I, 4166: «Ich sage’s euch Geistem ins Ge- sicht, / den Geistesdespotismus leid’ich nicht».

59. Shaftesbury, Misceláneas. II, 1, p. 58, n.“ 14 ss.

Page 36: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

40 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

naturaleza, de la naturaleza viva y orgánica, sensiblemente inteligente, va la medida y mesura, inmanentemente en- contrable por quien cultiva su oído musical metafísico, su capacidad natural de percepción estético-ética.

Las sociedades se mueven por pánicos, por fenómenos globales del tipo de emociones tremendas, que dejan poco lugar a la advertencia reflexiva. Se quedan encarceladas y enmascaradas en esos pánicos institucionalizados, y son luego administradas por técnicos en el arte del enmascara­miento. «No anda corta ... la Historia dando muestras de la naturaleza de esta pasión [pánica] que difícilmente se da sin alguna mezcla de entusiasmo y de horrores de cierta es­pecie supersticiosa», dice Shaftesbury. «La Humanidad sabe de muchas clases de pánico.»™

El pánico, ese entusiasmo de la exaltación o terror mul­titudinario y subitáneo con pérdida del sentido y del uso de la razón, con extraversión total y desencajado pasmo, tam­poco es un fenómeno específicamente cristiano ni en su versión aterradora ni en su versión encantadora. La verdad es que las civilizaciones nacen de algún pánico. Y ello está en la estructura de la naturaleza humana.

2. La esencia y fondo de la naturaleza humana es una fuente de fuerza afectiva y cognoscitiva, en continua y es­pontánea tensión y tendencia. Esa fuerza afectiva incluye y envuelve al otro, a la especie propia: incluye la presencia de Humanidad, y, en tales presencias, advierte instintiva­mente lo divino.

Somos movidos y removidos instintivamente por obje­tos externos e internos que llevan en sí un valor de belleza

60. Id., Carta sobre el entusiasmo, infra, pp. 103-104.

Page 37: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 41

atractiva, de bondad y de verdad.61 Los bellos gestos vir­tuosos, dotados de suyo de una consistencia y tactilidad aún mayores que los objetos físicos, nos raptan y encantan. Vivimos envueltos en el encanto del mundo y de su armo­nía innúmera, incluso cuando se nos hace de noche. Ese sentirnos movidos y removidos es la vida misma origina­ria, la experiencia que Leibniz llamaba del fondo. Y si no estuviésemos envueltos y sostenidos en ese océano de re­querimientos y solicitudes amables, «apenas podríamos de­cir que vivimos», pues caeríamos en un estado de inercia, «de indolencia e inactividad».62

Y esta belleza y este bien que nos envuelven y penetran y se nos presentan y elevan espontáneamente, continua­mente y, en ocasiones, patéticamente, es lo divino, lo divi­no naturalizado. Pues el ser divino se ha naturalizado en la naturaleza exterior e interior: Dios es el espíritu «mejor na­turalizado del mundo».6-1 Esta linde donde las individualida­des se rozan con la infinitud pletórica de la vida divina, es el gran misterio de la existencia: porque la vida divina, en su infinitud, se desbordó en la infinitud finita de las in­teligencias emanadas, creadas o surgidas...

Tal como Leibniz resumirá la doctrina shaftesburiana, hay «un espíritu general» o «universal», «una Inteligencia que se relaciona con el Todo» o Universo y que, en fin de cuentas, podría llamarse «una especie de buen entusiasmo, es decir, ... Dios ..., algo divino ... a lo que se atribuye todo lo sublime que hay en las acciones humanas».64 Una especie de entusiasmo bueno que es el mismo Dios, la vida

61. Ibid., pp. 123-124 y n. 34.62. Ihidem.63. Ibid., p. 126.64. GP. m , p. 416.

Page 38: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

42 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

misma.65 Son «les lumiéres innées» en su inicio o momento originario.66 Llevan toda la fuerza de lo etemo y la traspa­san a la naturaleza. Locke, en cambio, invocará la debili­dad y confusión o variedad de la naturaleza para prescindir de ella como criterio político-moral.

3. Los ingleses no inventaron las palabras estético ni Estética, «pero sería frivolidad creer que es eso lo que de­cide quiénes son los creadores de la teoría estética».67 En efecto, Shaftesbury la inventa en paralelismo con Leibniz, que la fundamenta en la Monadología. En su epistolario con la casa de lady Masham, Leibniz expone la doctrina de la experiencia estética como doctrina de la mónada; mien­tras que de dicha casa sale «el libro que más ha influido en el siglo xvui, aparte de la Biblia», es decir, el Ensayo sobre el entendimiento humano,68 que es el libro que más ha in­fluido en hacer descarrilar la experiencia estética. Y lo hace

65. Ibid., p. 417: «L’Auteur —dice Leibniz refiriéndose a Shaftes­bury— , remarque aussi fort á propos qu’on attribue á un espéte de bon en- thousiasme, c’est á diré, á Dieu, á quelque chose de divin, tout ce qu’il y a de sublime dans les actions humaines...». Y, después de recordar, según el lenguaje de la espiritualidad del siglo xvit, que es posible que algunos espí­ritus no sean de Dios, añade: «Cependant ií faut avouer que nous sommes poussés quelque fois par un certain instinct á quelque chose de grand et de sublime, sans que nostre Raison y ait part: et quant cela va á la lumiére, á la Vertu, au vrai bien, on a sujet de l’attribuer a Dieu, quoiqu'il y en ait des raisons naturelles, puisque les perfections de la Nature soiit des émanations de la Divinité». El texto pertenece a una carta de Leibniz a Coste y contie­ne el esquema de la teoría leibniziana de la experiencia estética; de tal ma­nera que tal teoría es británica y también continental, mas por parte de Leib­niz y no del romanticismo vario.

66. Ibid., p. 291.67. J. Stolnitz, «On the Origins of Aesthetic Desinterestness», Journal

o f Esthetics and Art Criticism, XX (1971), p. 131.68. C f Kenneth Mac Lean, John Locke and the English Literature o f

the Eighteenth Century, Yale University Press, 1936.

Page 39: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 43

determinando la índole de Ilustración dentro de la que se plantearía el nuevo curso de las cosas. Es el lugar donde se descubre la contraposición «radical» (un adjetivo leibni- ziano) con la teoría del conocimiento y de la ética lockea- na. ¿Qué diferencia hay entre la experiencia de Leibniz y la de Locke, aparte de que la de éste se impusiera como «ob­servación» reductible a átomo psicológico o social y triun­fara con las diversas formas de positivismo y de desindivi­dualización estético-ética?

«Fondo» es una categoría leibniziana de la doctrina so­bre la sustancia. El sajón la ha desarrollado precisamente en su correspondencia con lady Masham, es decir, con Locke. Por lo demás, tomando en cuenta a los ocasionalistas y a cuantos privan al hombre de una naturaleza con movimien­to y acción propios, es decir, de naturaleza. En la Teodi­cea, Leibniz los pone a todos bajo el patrocinio de El con­vidado de piedra, de don Juan, que representaría la vitalidad aparente, la carencia de interior o de dentro, el derrame o desparrame en la exterioridad, la ficción...

El innatismo de la vida no se da sin organicidad. Y la organicidad es infinita, se organiza en un remolino mi­croscópico cuya linde es inalcanzable, pues que se roza con la Sustancia infinita, de la que emana la inteligencia o espíritu creado. «... Tout nait á l’áme de son propre fonds: il dit de grands et beaux mots, mais le fonds man­que chez lui.»6"

Donde no hay fondo es porque no hay naturaleza. Hay quienes no consideran conveniente que «la soberana sabi­duría otorgue a sus obras que están en el orden natural, una naturaleza tal que en ella esté todo enlazado por razones» (gnoseológicamente) y por causas o sucesiones correspon­

69. GP. III, p. 135 (en carta a T. Burnet, tratando sobre M. Poiret).

Page 40: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

44 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

dientes (ontológicamente).70 Todo está enlazado y en conti­nuidad, de suerte que el fondo último, el trasfondo, es or­gánico en sí mismo y en su reciprocidad y relación con el Universo o Todo.71

Por eso la naturaleza «es uniforme en el fondo de las co­sas». Por muchas diversidades que se den en orden a las ma­neras, los grados y las perfecciones, la naturaleza observa con todo, «en el fondo de las cosas, ... el principio de uni­formidad».72 La uniformidad consiste no ya en que cada mónada «es una cierta expresión del Universo y como un universo concentrado»,73 sino en que Dios ha creado tantos universos como almas, universos que «convienen en el fondo y están diversificados en las apariencias» o fenóme­nos.74 Este tipo de uniformidad de fondo es el que asegura la «objetividad» de la experiencia estética.

Pues su naturaleza sitúa a estos universos en sí mismos, desde sí mismos y desde dentro, en el Universo único, con­firiéndoles «una estructura propia para producir en el tiem­po acciones conformes a la razón» y al enlace conveniente de las cosas.75 Esta estructura es inseparable de su actua­ción, de la experiencia radical, como el órgano es insepara­ble de la fuerza o energía que encauza y expresa. Todo em­

70. Ibid., p. 383. El texto este aplica el concepto de naturaleza a «toda alma o unidad de sustancia», para explicar así, desde dentro y desde el fon­do del alma, su unidad «originaría» con el cuerpo y con «todo el universo».

71. Ibid., p. 340: «l'organisme, c'est á dir l’ordre et l'artifice, est quel- que chose d ’essentiel á la matiére produit et arrangé par la sagesse souve- raine...». Cf. también ibid., p. 339, y Teodicea, prefacio, esp. p. 41.

72. GP. III, p. 339: «Comme je suis tout á fait pour le principe de l’Uniformité queje crois que la Nature observe dans le fonds de choses, pen- dent qu’elle varíe dans les maniéres, degrés et perfections...».

73. Ibid., pp. 347-348.74. Ibid.. p. 347.75. Ibid., p. 374 (carta a lady Masham).

Page 41: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 45

pieza, consiste y depende de la experiencia radical que nos constituye.

Será una filosofía «que no acepta nada que no respon­da a lo que experimentamos nosotros».76 Por eso, dirá Leibniz en una de esas breves exposiciones densas de su metafísica para la reina Sofía Carlota —exposición que es repetición y variante, como suele hacer, de la que le ha enviado a lady Masham para que la vea Mr. Locke— ,77 «mi filosofía [es] bien popular, sin duda».78 ¿Popular? En casa de la lady sabían que los Shaftesbury, abuelo y nie­to, por «popular» entendían el control «popular» o parla­mentario, amplio o completo, del poder. Poder que surge del consenso general, pues si quedan fuera de consenso algunos, por ejemplo las masas, tendremos una forma de tiranía.79 Esa experiencia general o común es el funda­mento de la «popularidad» política, de que todos puedan decir qué les pasa. Esa experiencia del fondo común es común.

Y ese «principio de uniformidad» hace que «lo que ex­perimentamos al presente en nuestros cuerpos» (¡lo que di­rían los cartesianos al oír esto!) es lo que hemos de suponer que sucede, no ya en todos los hombres, sino en las de­más criaturas del Universo.*0 Habrá seres superiores a no­sotros, genios como se dice; pero la experiencia del fondo de esos seres no puede ser distinta de nuestra experiencia

76. Ibid., p. 348.77. Se la reescribe a la reina cuando le notifica que ha mandado a la

casa de Oates el compendio de su metafísica (GP, III, pp. 338-348).78. Ibid., p. 348.79. H. Johnston, op. cit., p. 202. G. Jaeger (op. cit., p. 180, n. 3) habla

del «desprecio orgulloso por la limitación del pueblo, del orgullo de la for­mación liberal de Locke».

80. GP. m , pp. 339-340.

Page 42: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

46 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

radical.81 Más aún; en el fondo del ser divino, de la vida di­vina, no pasa más que lo que pasa en nuestro fondo, bien que en nosotros acontezca en diversos niveles sucesivos y simultáneos, en maneras y grados de perfección diversos pero armónicos. Incluso hay que decir que Dios crea por­que es espíritu y, como el que nosotros somos, ha de dar de sí fluencia natural. En armonía de uno consigo mismo, en armonizabilidad; en armonía universal. Esta correspon­dencia multilateral, universal, es lo que lleva al «sistema de la armonía preestablecida».82 «No hay que maravillarse del acuerdo primordial de las almas y los cuerpos, pues que todos los cuerpos están ordenados según las intenciones de un espíritu universal, y todas las almas son esencialmente representaciones o espejos vivientes del Universo según el calibre (la portée) y el punto de vista de cada una, y por tan­to son tan duraderas como el mundo mismo.»8' «Je compa­re premiérement les autres creatures avec nous méme.»84

Es la experiencia estética, la experiencia de la fuerza primordial o sustancia activa. Se trata de «un modo de ex­periencia único», un tipo de experiencia distinto de los de­más, «único e irreductible», del que, dice Jaeger, son los británicos quienes llevaron a cabo, los primeros, su inves­tigación sistemática.85

Tal experiencia es más que mera intuición sensible de lo exterior y más que mera observación de uno mismo, más que psicología. Es la vida que se siente, el sentimiento en­

81. Ibid., p. 343: «La naturaleza es uniforme en el fondo de las co­sas...». Hay seres con mayor capacidad de reflexión que nosotros en el Uni­verso, «cependant, ce sera encore tout comme ici dans le fond...».

82. Ibid., p. 340.83. Ibid., p. 347.84. Ibid., p. 343.85. Cf. G. Jaeger, op. cit., p. 40 y n. 2; y p. 47.

Page 43: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 47

tero de la vida que se siente con todas las clases de sensa­ción; una vida en continuidad que es innotada porque, desde esa corriente, se vive en sensaciones de mayor relieve o im­presión. Es experiencia del bien y belleza de la vida que no se captan con los meros sentidos (que no ven más que co­lores y figuras), sino con las potencias que captan en conti­nuidad y en aspectos infinitos, infinitesimalmente, las ar­monías últimas del Universo infinito.*6

Su objeto siempre es más o menos claro, bien que no distinto. La experiencia del fondo y desde el fondo es, así, una experiencia o sentimiento de gusto o de disgusto, de agrado o desagrado, de una cierta idea o ideas. Es «una im­presión particular que depende de la disposición en que te encuentras y cuya idea es clara pero no distinta»."7 La idea es clara porque la impresión es de algo, y de ese algo hay que tener un mínimum de idea, que puede ser inadvertida o inconsciente incluso. Como esa idea ha entrado por la vía de una «conmoción originaria», la más originaria, es om- niabarcadora, es global: lleva una sensación general de la vida, de la existencia.

Y es «desinteresada». Shaftesbury es quien más hizo por definir el desinterés de la experiencia estética en el si­glo x v ii y en el x v i i i .88

86. Cf. J. Stolnitz. op. cit.. p. 46 (en Philosophical Quarterly). Dice Leibniz (GP, III, p. 155): «Je liens que nous nous apercevons souvent sans raisonnement de ce qui est juste et injuste. comme nous nous apercevons sans raison de quelques théorémes de Géométrie; mais il est toujours bon de venir á la démonstration. Justice et injustice ne dépendent pas seulement de la nature humaine, mais de la nature de la substance intelligente en gé- néral ... et vient de la nature de Dieu et n’est point arbitraire; La nature de Dieu est toujours fondée en raison».

87. GP. III. p. 224.88. Stolnitz, op. cit. Cf. también GP, III, pp. 383-385. Comentando el

libro de lady Masham, Discours sur VAmour divin contre M. Norris, Leib-

Page 44: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

48 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Nuestro Valle-Inclán, en su Estética o Lámpara maravi­llosa, enseñó que sólo la experiencia estética arranca y libra del egoísmo, poniéndonos «fuera de la razón utilitaria».89

Hay que hacerla entrar metodológicamente en el curso del razonamiento por deducción o razón suficiente, por in­vención, o por fábula, incluso. Porque tal experiencia es particular en el sentido de monádica, pero no en el sentido de peculiar, como si pudiera zafarse de las obligaciones del razonamiento, según hacen algunos modernos, los cuales pretenden «apoyar las verdades importantes en sus preten­didas experiencias particulares» (Descartes). Vienen a hacer igual que esos otros que «fundamentan [sus ideas] en el tes­timonio interior de las inspiraciones que dicen ellos ser cier­tas por sí mismas, sin más prueba o señal (marque)»*' No se puede prescindir de la experiencia estética, como hará Locke, quitándole al individuo la tierra bajo los pies. No se puede convertir la experiencia en una suerte de inspiración cuyo contenido no entra en el análisis y en los recursos de las luces.91

niz declara «odioso» el llamar «interesado» al «amor propio» (como hace el padre benedictino Fran^ois Lami), precisamente porque el amor sano y bue­no de sí mismo, el amor natural a sí mismo incluye y envuelve siempre a otros, y ello se vería con espontaneidad y fuerza, y con posibilidades socia­les inauditas, si no se nos educara en la idea odiosa del interés propio, que excluiría a los demás de su natural presencia en lo más nuestro. «Separar el amor al otro del bien propio es forjar una quimera» (ibid., p. 384). «El amor mercenario [=el amor por premio o paga] no es verdadero amor de sí»: Leibniz cita ahí el lugar donde trata expresamente este asunto, el Codex Ju- ri.i Diplomaticus (ibid., pp. 386-389).

89. Ramón M.* del Valle-Inclán, La lámpara maravillosa, Espasa- Calpe, Madrid, 1957, pp. 28 y 30. Dice J. Stolnitz, op. cit., p. 132, que el concepto de desinterés es «la idea motriz» o motivo fundamental de la Es­tética británica... de la arrumbada por inservible políticamente, claro.

90. GP. m , pp. 224-225.91. Cf. ibid., p. 225.

Page 45: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 49

No estamos ni ante la experiencia mística de santa Mar­garita María de Alacoque ni ante la de Pascal; ni ante la del pietismo que viene —de esos «que espiritualizan», como decía Leibniz viendo las reacciones místicas de un siglo que se quedaba preso en sus laberintos— ; ni siquiera ante la de los «modernos», los embriagados pero enclaustrados en la pensée y en la «idea»..., en la idea, puesta de moda hacía poco, postergando a la palabra que lleva en sí la re­sonancia de materialidad e imaginación sensible. Pues los modernos, dice este neoplatónico, «cuando se les presiona para que prueben [alguna tesis importante, por ejemplo, que la materia es algo más que mera extensión], no hacen más que remitirse a lo que dicen encontrar ellos en sus ideas...», pero que los demás decimos no encontrar allí.92 Incurren en subjetivismo arbitrario, pues querer «apoyar las verdades importantes en experiencias particulares [o subjetivas]» es misticismo laico, «espiritualización» laica.91Y no merece otro tratamiento ni otra expectativa que las espiritualizaciones del metaforismo facilón.

Valle-Inclán lo explica muy bien. La experiencia de la vida, de «la alegría coordinada y profunda», del «enigma místico del mundo», que es la sensación permanente de

92. GP, III, pp. 224 y ss.93. GP. III, pp. 224 y ss. E! destino del cristianismo en Francia estu­

vo determinado por el irracionalismo de Descartes, que quería demostrar, en último término, recurriendo a lo que para él era «evidente», al sentimiento subjetivo de la que reputaba su evidencia —una forma como otra de misti­cismo laico— , olvidándose de que cuanto más evidente es algo, más requie­re la experiencia de la demostración. Es lo que repitió machaconamente Leibniz frente a Descartes, en los inicios de esta Edad Moderna, cuando se sembraban vientos. Y lo repetía acordándose seguramente del Aristóteles que aconsejaba «no aceptar sin razones lo que es difícil de aceptar incluso con razones» (Ética Eudemia, edición de Rafael Sartorio, Alhambra, Ma­drid, 1988, 1218a 30).

Page 46: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

50 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

«comunión con el Todo», es una sensación convalidada desde todas las situaciones o ángulos de la existencia, tam­bién desde los prácticos, para una vida noble y elevada- mente humana. De suerte que, a partir de esa experiencia, hay «un saber por deducción».94 Si pudiéramos conocer ín­tegramente las cosas, las veríamos enlazarse en sucesión matemática y concretarse en un solo impulso de amor ... El conocimiento de un grano de trigo, con todas sus evo­caciones, nos daría el conocimiento pleno del Universo.95 ¿Es Platón, Espinosa, Leibniz o Shaftesbury quien habla? No, habla don Ramón. ¿De dónde saldrá la fuerza para obrar justicia? ¿De la verdad económica y social, admi­nistrada desde la observación exterior o experiencia del ritmo de acumulación de las riquezas en la Nación, es decir, en el club; o de la experiencia estética que incluye en la sensación de armonía necesariamente a los otros, a cuantos afecta esa acumulación? ¿O es que hay quienes entran y quienes no importan en esa acumulación y sus variantes?

El origen del concepto de desinterés estuvo en la dis­cusión ética y religiosa.96 Shaftesbury denuncia, el prime­ro, la falsedad verdaderamente odiosa de la interpretación de la oración (y la religión) como egoísmo refinado que va a la búsqueda de la divina concesión de bienes, así como la consiguiente fundamentación de la política en tal religión.97

Sin la seguridad de esta experiencia y sin la certeza que puede salir de ahí mediante un tratamiento racional de la

94. Cf. R. M.* del Valle-Inclán, op. cit., pp. 28. 15.95. Ibid.. p. 29.96. J. Stolnitz, op. cit., p. 132.97. Cf. GP, 111. p. 207.

Page 47: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 51

experiencia estética, no se podrá disponer de un individuo con «capacidad de resistencia»,''8 de salud, de generosidad en la vida.

4. La sustancia de la naturaleza humana es la afección natural y fundamental por los otros. El análisis más obvio de la naturaleza, anatómica y fisiológicamente, incluye la referencia al otro, a los otros, en la forma de familia, ve­cindad, amistad, humanidad. El famoso «amor propio» es un amor que incluye necesariamente al otro, incluso por delante de la preservación de la vida individual, pues «el propio bien» incluye al otro según «la propiedad de la na­turaleza humana».99 Como en Leibniz, también aquí «amar no es otra cosa que ser llevado [por el tirón afectivo y cog­noscitivo de la vis o conatus de la natural sustancia] a en­contrar el placer de uno mismo en la felicidad o perfec­ción del otro», de suerte que «separar el amor de otro del bien propio de uno mismo es forjar una quimera».100 El amor propio, pues, no es un amor tristemente interesado y mercenario.

Esta interpretación social de la individualidad desde el fondo y el dentro orgánico del viviente, que quiere edifi­carse sobre una descripción empírica de la vida en todos los niveles de la Naturaleza, y que pretende construir una anatomía y fisiología psicológicas en la misma dirección, es el abismo que separa la antropología leibniziana y shaf- tesburiana de la de Hobbes y Locke. Éstos parten por igual de una interpretación individualista del hombre (atomista o

98. R. Bohme Wirkungsgeschichte des Humartismus im Zeitalter des Rationalismus, Darmstadi, 1988.

99. Shaftesbury, Carta sobre el entusiasmo.100. GP, DI, p. 384.

Page 48: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

52 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

atomista-funcional); el individuo es, para ambos, antes y después de constituirse la sociedad política, «completa­mente egoísta en todas sus acciones».101 La intuición domi­nante en Shaftesbury desde su juventud es otra: su tempra­na Investigación sobre la virtud o el mérito es un análisis de la afección principal o natural, que es la afección ama­ble y amistosa, como espontánea, originaria e inclusiva del otro en el bien propio; es una descripción de la naturaleza en permanente refutación empírica del individuo hobbesia- no y lockeano.

Locke «despolitiza lo social».102 Después de sacarse de encima lo natural y la utilidad política de cualquier derecho natural, deja en la indefensión a aquellos a quienes conce­dió en abstracto derechos individuales. Excluir del bienes­tar a las masas es algo que «toma él, con imperturbable se­renidad, como situación natural», de suerte que «pasa de largo, indiferente, ante las necesidades [más elementales] de las clases bajas».103

No toda Reforma protestante es así, ni siquiera la que dice (como la luterana) que las «afecciones humanas» son hijas del diablo, que las maneja a su gusto.104 Lutero mis­mo, en su doctrina del interés del préstamo, renueva los as­pectos sociales de la doctrina eclesiástica medieval. Mas, el puritanismo, Calvino y Locke, no sólo permitirán, sino que lanzarán sin contemplaciones, en esa dirección, «den­

101. H. Johnston, op. cit., p. 209.102. Ruth W. Grant, op. cit., p. 61.103. G. Jaeger, op. cit., pp. 192 y 535.104. Norman O. Brown, op. cit., p. 211: «The world and all that be-

longs to it must have the Devil as its master ... We are servants in a hos- telry, where Satan is the householder, the world his wife, and our affections his children ... The whole world is possessed by Satan», etcétera. Cf. Lute­ro, Scimt. Schrift.. XIII, p. 1.259: XXII, p. 1.917.

Page 49: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 53

tro de los estrechos límites del derecho», del derecho pues­to al servicio del «autómata de la economía nacional» de la burguesía inglesa.105

Así que Locke no se propone solamente «neutralizar las ideas religiosas en favor de la Ilustración»;106 neutralizar las obras de misericordia y la posible fundamentación de la igualdad ante Dios y su política. Va mucho más allá desde su trasfondo puritano: hay clases por derecho divino. Y el sujeto de derecho divino no será en lo sucesivo el monar­ca; lo va a ser la nueva clase privilegiada por predetermi­nación divina. «La apologética política [de Locke] se sirve de pensamientos calvinistas.»107

«La desatención de Locke por lo que hace a la expe­riencia estética, no es mera indiferencia ... Su actitud para con las artes y la belleza podría decirse ... que está a me­dio camino entre la indiferencia calculada y la hostilidad, un producto de las mentalidades del tendero y el filóso­fo.»108 Locke ha visto con claridad que la Estética puede complicarle mucho el logro de los fines prácticos que se propone. Una experiencia global, personal, general o co­mún, que requiere cultivo y aclaración, desde la que cons­truir, es un presupuesto antropológico que hace valer el mundo interior de cada uno como base en la que radica la ética política.

La experiencia estética puede impedir la acción práctica, que es lo que a él le interesa y constituye el objeto del En­sayo sobre el entendimiento. Así que la experiencia y la observación lockeanas lo serán muy a medias, como la li­

105. Cf. G. Jaeger, op. cit., pp. 190 y 191.106. Ibid., p. 185. (¡Qué Ilustración!)107. Ibid.. p. 536.108. J. Stolnitz, op. cit., p. 41.

Page 50: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

54 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

bertad política. La experiencia estética es, para él, «basu­ra».109 La posición de Locke se caracteriza por la ambigüe­dad, dicen algunos. Pero no hay tal a los ojos de Shaftes­bury y Leibniz. Para éstos se trata de una antropología sin naturaleza, vaciada, que prepara al individuo para ser un convidado de piedra, pues le preparan, y le darán hecho, un mundo donde se tendrá que sacar de encima la legalidad que le impondrán a partir de ciertos conceptos de libertad, de religión, de familia, de trabajo...

No hay libro «más enemigo de la Estética que el En­sayo sobre el entendimiento, de Locke».110 Su influjo so­bre la Estética es indirecto, de soslayo, pero muy eficaz: consiguió quitarle el sentimiento femenino de globalidad o totalidad a la vida humana. A la Estética la desplaza Locke lejos del núcleo de experiencia donde se sienten las afinidades humanas esenciales, donde se siente la hu­manidad del otro como dimensión indispensable de la humanidad propia. El lobo bípedo, ese elegido desde toda la eternidad, ese empírico escéptico que se toma distan­cias para excusarse diciendo que no se puede llegar al fondo de las cosas —así que tampoco al fondo de las si­tuaciones y de los destinos...— , hará de sus silencios, ar­gumento; de sus distancias, liberalismo; de sus ausencias y omisiones, elegancia mundana. Lo que no entra en la cuenta, no existe.

Para Locke, lo estético es... el arte. Y el arte es una dis­tracción, un entretenimiento. Ese es el estatuto que asigna Locke a las artes. Y el arte no es práctico; es escombro, escoria (rubbish), estorba la construcción, impide la racio­nalidad, no se conforma con «las normas severas de la ver­

109. Ibid., p. 41.110. Ibid., p. 40.

Page 51: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 55

dad y de la razón».1" En efecto, la idea de belleza no es una idea simple, no surge de la experiencia como lo hacen las ideas de blanco o de dulce, es decir, las ideas particula­res; no es algo dado. Desde la experiencia común no se puede asignar un contenido a los conceptos morales o le­gales (justicia, gratitud, etcétera); por fuerza, esos conteni­dos serán equívocos."2

La sublevación de Shaftesbury ante estos planteamien­tos fue total: «toda belleza es verdad», declarará desde la tradición occidental de la unidad de los trascendentales (unum, verum, bomini), reelaborados desde el corazón del pensamiento de Plotino. La ética de Aristóteles comienza denunciando aquella sentencia que grabaran en el frontis­picio del templo de Leto, en Délos, distinguiendo entre «lo bueno, lo bello y lo placentero como cualidades no perte­necientes a una misma cosa»."3 (¡A la puerta de un templo! ¡Qué trabajos le encargan a veces a la filosofía, y a la filo­sofía primera!)

Con tal discrepancia estética y ética, es imposible que no se produjeran situaciones difíciles entre el tutor y su ex pupilo. El sentimiento estético es la mayor percepción de realidad práctica y teórica accesible al individuo.

En ningún momento de la historia occidental han que­dado más extrañadas la bellaza y la verdad que en manos del puritano Locke, el puritano por sistema. Una separa­ción tal no hubiera sido posible sin teología. Para estable­cer una distinción entre la sensación estética y el fondo monádico último de todos y cada uno de los individuos, hacía falta entrometer algún poder suprahumano: sea el de­

111. Ibid., p. 41.112. Ibid., pp. 41 y 43.113. Cf. Aristóteles, op. cit., 1214a. 1-6.

Page 52: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

56 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

monio, como hace Lutero, sea alguna institución capaz de adoptar y mantener alguna forma demiúrgica e invisible del poder moderno, un club, por ejemplo, que ponga y man­tenga como demiurgo del mundo al acopio de dinero que engendra a su vez más dinero en medio de fenómenos cu­riosos e inexplicables: hundimientos de fortunas, desplaza­mientos de bienes comunales, créditos súbitos para ciertas ideas... Una actividad demiúrgica que parece misteriosa por razón de las superobjetivas leyes por las que se guía, pero que no pasan de ser tunanterías de alta picaresca. El prestigio de la invisibilidad de ciertas formas de poder se aliará con la invisibilidad masónica. ¡Cuánto podría hacer un auténtico revolucionario del humanismo, alcanzando efectiva invisibilidad!, suspirará Herbert G. Wells, en una tradición de desesperados ante los clubes como el tradicio­nal Banco de Inglaterra, tan imitado...

En un eco tan lejano como reivindicativo y profético —para una España que lo oyó sin pena ni gloria— de este Shaftesbury, enseñaba Valle-Inclán que «los caminos de la Estética no son más que caminos a la Verdad», y lo que pasa es que nos alejan «de nuestros fines egoístas», aque­llos que Locke llamaba asquerosamente prácticos."4 «Una alegría coordinada y profunda», la experiencia estética, es lo único que podrá hacer saltar por los aires «el cimiento del egoísmo», dice el dramaturgo gallego."5

5. La antropología de la afección amable como origi­naria, se explícita en una Ontología de la presencia: la vida es estar presente, asistir, estar en presencia de, ser copre- sencia o presencia recíproca. Cuando la Carta sobre el en­

114. R. M.‘ del Valle-Inclán, op. cit., p. 28.115. Ibid., p. 26.

Page 53: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 57

tusiasmo comienza considerando la costumbre de los auto­res antiguos de iniciar sus obras invocando a las musas o poniéndose, mediante la dedicatoria o el recuerdo, en pre­sencia de alguna persona de elevación moral, no hace más que seguir el impulso de la naturaleza, la cual se anima y pone en tensión al encontrarse ante presencias «significa­tivas». Y es de tal peso esta verdad que hasta los poetas paganos la imitan."6

Ya la presencia ordinaria y cotidiana forma parte inse­parable de la vida y de las condiciones en que ésta puede seguir a flote. Sin las presencias aladas que se nos ponen delante, que se ciernen sobre nuestras frentes, que se recli­nan junto a nosotros, física o espiritualmente, porque bro­tan de nuestra memoria viva, se hundiría la vida en la pa­sividad o exigiría un esfuerzo seco y «puro» de arranque y sostenimiento.117

Shaftesbury confiesa su necesidad de «presencia o com­pañía importante» para tomar altura en cualquier ocasión."8 Como los actores teatrales; como los políticos que se sien­ten contemplados por la humanidad cuando luchan por la libertad... de todos, claro."9 Y confiesa su envidia de los

116. Shaftesbury. Carta sobre el entusiasmo, pp. 93-94, 97 y 135.117. Sea lo que fuere el entusiasmo en sí mismo, el hecho es que «nos

inspira con algo más que lo ordinario y nos pone por encima de nosotros mismos. Sin esa imaginación o representación [de las presencias que nos ele­van], el mundo sería una circunstancia insípida y la vida un pasatiempo abu­rrido»; id., Misceláneas, II, 1, 54-56, 31 y ss.

118. Shaftesbury, Carta sobre el entusiasmo, p. 97. Cf. Investigación sobre la virtud o el mérito, 186. 22-26: casi todos nuestros placeres, inclu­yendo en esa necesidad a los reyes y a los hombres poderosos, son imposi­bles sin el trato muluo. Sentirse es imposible sin sentir a otros; sintiendo a otros acabas de sentirte. «Los ojos son ojos porque te los ven», miran tu mirar, como diría don Antonio Machado.

119. Id., Carta sobre el entusiasmo, p. 97.

Page 54: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

58 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

poetas antiguos a quienes su ortodoxia religiosa les facili­taba «inflamarse en <la> fe en una Presencia divina y en la inspiración celestial».120 No está claro que la ortodoxia de la Iglesia anglicana exhorte a entregarse a la emoción esté­tica que arrancan ciertas presencias. Para empezar, la amis­tad incondicional o particular no es aceptada por el Nuevo Testamento: la presencia de nuestra ortodoxia, dice, ha de ser una presencia con reserva.121

Así que recuerda en presencia de quien actúas y, en vez de acordarte de una Asamblea humana, en vez de Grecia, en vez de Roma, en vez de la ciudad, de los amigos del País, en vez de una concurrencia completa (si fuese posi­ble) de modernos y de antiguos [en vez de todas esas pre­sencias], acuérdate de ese Uno que es más que todos,122

y que los reúne desde dentro y por dentro, haciéndose pre­sente en nuestro entusiasmo (o querencia natural divina) des­de la conmoción natural y originaria en que nos sentimos.

Es lástima que no conservemos rastros de las reaccio­nes que suscitaría en la casa de Oates el fabuloso acto de fe teísta y democrática que suponía el concepto shaftesbu- riano de naturaleza humana: fuerza entusiasta, encantada

120. Ibid; p. 96.121. Cf. id., Sensus communis. Ensayo sobre la libertad de ingenio y

humor, Pre-textos, Valencia, 1995, pp. 166 y ss., donde expone, de acuerdo en ello por lo demás con Leibniz, la doctrina cristiana escatológica (que se­para eternamente a los reprobos de los justos) y que impide la amistad in­condicional. Produciendo de ese modo un aislamiento metafísico, de conse­cuencias psicológicas y sociales incalculables, al hacer que cada cual dirija su atención a la salvación eterna de su alma, a ese negocio a plazo fijo y de rentabilidad perpetua. Cada uno con su alma, en último término: como nace y muere; puesto ante sí en la soledad de un destino que hay que correr en singularidad de imposible acompañamiento.

122. Shaftesbury. Régimen, en B. Rand, op. cit., p. 21.

Page 55: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 59

con la impresión de lo divino que llevan las cosas, físicas y morales, en sus figuras y movimiento.

Locke se horrorizaría de la ingenuidad res publicaría y democrática de Shaftesbury, que recobraba la emoción franciscana de la naturaleza, estéticamente interpretada por el Renacimiento, para un programa político verdaderamen­te popular, que alcanzase con fundamento a todo el pueblo y a todos los pueblos. Locke fue partidario del abuelo Shaftesbury, partidario de la libertad religiosa, administra­da desde el Estado sin paliativos, y de la libertad política, pero no común según él. «Locke no era un demócrata», su liberalismo era parcial y de clase.125

6. Envuelto en ese medio natural de belleza y de bon­dad de la vida universal, y con la naturalización de lo divi­no en el fondo mismo de las cosas, no se entiende sino de­masiado el que la naturaleza humana resulte inflamable en entusiasmos:124 entusiasta de lo divino, sensible a las pre­sencias que encantan y conmueven por amor, amistad, be­lleza exterior e interior, asombro, maravilla, ayuda, compa­ñía. .. «El material combustible yace dispuesto ahí dentro y listo para prenderse ... de una chispa, mayormente [tratán­dose] de una multitud sobrecogida del [mismo] espíritu», aquel espíritu entusiasta que mostró ya ser tan contagioso entre los antiguos...125 Esta sensibilidad natural, es decir, radicada en el trasfondo orgánico/dinámico de la sustancia o mónada, hace que el tratamiento del entusiasmo requiera mucha finura. Sin ese entusiasmo no habría vida individual

123. C. Hill, El siglo de las revoluciones 1603-1714, Siglo XXI, Madrid.

124. Shaftesbury. Cana sobre el entusiasmo, pp. 94-95.125. Ibid.. p. 130.

Page 56: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

60 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

ni social; ese entusiasmo en sus formas cotidianas y en sus formas pánicas es el subsuelo y el presupuesto de la vida social e individual sana. Al hombre y a la sociedad no pue­den menos que llenárseles la cabeza de duendes y demo­nios, de figuras incontroladas de lo divino, que se reflejan luego, monstruosamente las más de las veces, en la vida social... Supersticiones inocentes, lo son; pero peligrosas. No menos. Y más cuando, utilizadas y administradas, se constituyen en pauta y cauce obligatorios y consuetudina­rios de una educación y de una vida política...

«Una leve inclinación», producida por alguna pasión, en particular por el miedo y sus variantes, lleva a las más irreflexivas desmesuras entusiastas. En los católicos, por ejemplo, que creen que, cuantas más cosas se creen y más extrañas y terribles parecen, mejor, entre los católicos, digo, se producen fabulosas ampliaciones de la fe con las que se busca calmar el propio miedo.126 En ocasiones ha su­cedido lo peor: la desviación aterrada del miedo ha produ­cido la imagen más espantosa de la divinidad, convirtiendo precisamente la idea de Dios en la mayor fuente de su­persticiones. ¿Qué hace el hombre, arrodillado ante una imagen moral monstruosa, que lo movería a despreciar a cualquier ser de vuelo raso en quien encontrara sus reflejos?

Así se convierte el entusiasmo en enfermedad de una civilización. Y no sirve la cirugía de inquisiciones y perse­cuciones y prohibiciones. ¿Qué puede prohibírsele, en sus movimientos espontáneos, a la imaginación de la que bro­tan visiones de lo divino por transfiguración incontrolable de las figuras humanas que se juzga superiores?

El mismo Epicuro aceptaba el hecho de que la natura­leza humana es entusiasta y de que en ella hay «origina-

126. Ibidem.

Page 57: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 61

ñámente una buena porción de espíritu visionario», es de­cir, creía ser natural «la inclinación de los hombres a ver visiones».127 Simplemente, natural. De modo que, en la prác­tica pedagógica y terapéutica, aconsejaba que, a este vi­viente visionario de lo divino y de lo sobrehumano que es el hombre, se le dejase un «espacio a la fantasía visio­naria».128 Por extraños que fuesen los relatos de visiones, Epicuro «los admitía» como necesarios para la vida huma­na. Lo que menos se le ocurría era prescindir de ellos por desatención, eliminación, prohibición o persecución. Bien al contrario, «antes que dejarlos irse de vacío» los pobres de los hombres, prefería facilitarles visiones él mismo:129 impidiendo que se fuesen con la inteligencia vacía, procu­rando que se llevasen algo que rumiar en su alma, algún calmante de su naturaleza visionaria, para poder luego cen­trarse en ello y empezar a razonar. «Si se da naturalmente tal pasión [que el entusiasmo], es evidente que la religión misma es de esa clase, y que, en consecuencia, ha de ser algo natural al hombre.»130

Así que, bien leído, Epicuro no es enemigo de la religión, como tantas veces ha querido la polémica eclesiástica con­vencional. La religión, precisamente, surge como interpreta­ción y tratamiento de esas visiones; es, incluso, meritoria en el peor de los casos, pues se convierte en el lugar donde se recogen las supersticiones, esas excrecencias cuyo trata­miento acertado es ineludible para la salud mental de los in­dividuos y de las civilizaciones. Esas deformaciones de lo divino no son caprichosas tampoco. No lo son en cuanto he­

127. Ibid., p. 134.128. Ibid., p. 133.129. Ibid., p. 134.130. Cf. id.. Misceláneas, II, 1, 60, n.“ 28-33.

Page 58: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

62 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

redadas y convertidas en el marco de una vida social secular o milenaria, mas tampoco en su condición originaria.

Los teólogos, dice Shaftesbury, podrían extraer «un buen argumento ... en favor de la verdad, así como de la utilidad de la religión», tomando en cuenta la descripción epicureana de la naturaleza visionaria del hombre.131 Para Epicuro, los principios de la religión son naturales.132 Epi- curo «se vio forzado a conceder tácitamente que en la hu­manidad había una asombrosa disposición a las cosas so­brenaturales», y por vanas que sean las ideas que visiona­riamente se le ocurren al hombre, son «innatas en cierto modo», o bien tales que «los hombres nacerían realmente para ellas».133 La inteligencia no admite puertas cerradas ni cárceles; lleva en sí la fuerza de su necesidad profunda de hacerse presente a su manera, que es conociendo y dándo­se a conocer. Los tiranos nunca podrán con ella. Es el en­tusiasmo capaz de estar en «la experiencia de la demostra­ción», de lo que es moverse racionalmente, moverse desde dentro y por dentro en armonía con la naturaleza propia de las cosas. La experiencia de la demostración es la expe­riencia del movimiento espiritual.

Epicuro no es autor de las ideas e intenciones que se le atribuyen. Como hombre de genio, o carácter superior, era llevado de «un amor paternal a la humanidad».134 No así Lucrecio, en opinión de Shaftesbury.135 Comparar la actitud

131. Id., Carta sobre el entusiasmo, p. 134.132. Ibid., p. 134.133. Ibid., p. 134.134. Id., Sensus communis, pp. 182 y ss.135. Cf. id.. Misceláneas II, 56, 24; 21/58, 1-7: «esa fría filosofía ...

que niega el orden, la armonía de las cosas en general y que, en consecuen­cia justa y correcto razonamiento, rechaza el hábito de admirarse o de de­jarse encantar por las cosas».

Page 59: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 63

paciente y sabia de Epicuro con la de la ignorancia y el celo feroces que lo han perseguido, es una exhortación a la paciencia filosófica.

7. Una vez el individuo y la sociedad se han instalado en una idea deforme de lo que es la bondad y la justicia di­vinas, la sabiduría divina, ellos mismos se alejan, por el mismo aparato de la religión, del único remedio disponible para ver la verdadera naturaleza de lo divino. Porque la im­postura, como falsa conciencia que mantiene a la supersti­ción mediante las solemnidades de un ceremonial críptico que nada tiene que ver con un acto de virtud o un conteni­do de conocimiento, aparta, y mantiene apartado, al indivi­duo, de «las conmociones originarias», de las experiencias interiores de lo que es bondad, afección amable por los de­más, actitud favorable a la vida.

La apelación al propio sentimiento y a la experiencia no es una «apelación ingenua a la experiencia ordinaria contra las especulaciones de la filosofía», como dirán Pristley y Kant.136

Leibniz vincula a las mónadas entre sí y al universo mo- nádico con la suma Mónada, de tal manera que, sobre la base del principio de uniformidad, para cada uno su propia «experiencia es la guía fiel».137 Comentando Leibniz la doc­trina de Shaftesbury sobre la experiencia de la propia natu­raleza como punto de partida ético, afirmará que esa expe­

136. M. M., «The Age of Enlightenment», Archives de Philosophie, 49 (1986), pp. 353 y ss.: «un nai'f rappel de l’expérience ordinaire». Tampoco se aceptará sin más que «en la batalla que sostiene Locke contra el innatis- mo “se pongan las bases del criticismo moderno”» (P. Palmeri, «John Locke e il criticismo», Giomale di Metafísica, VIII, 6 (1953), p. 696.

137. Cf. G. W. Leibniz, Nuevos ensayos sobre el entendimiento hu­mano, libro IV, cap. 2, p. 326: «ce guide fidéle de l’expérience».

Page 60: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

64 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

riencia es analíticamente tan firme que hasta los ateos pue­den apoyarse en ella, pues ofrece «un cierto grado de buena moral independiente de la divinidad»,138 es decir, autónoma, basada en la autoridad de la experiencia propia. Lo que ex­perimentamos nosotros guarda analogía con lo que pasa y pasará con todos los cuerpos y en la misma sustancia supre­ma.139 «No hay que suponer sin necesidad en las criaturas más que lo que responde a nuestras experiencias.»140 «En to­das partes y en todas las cosas pasa siempre lo mismo que aquí», tanto en el mundo visible a nuestro actual alcance vi­sual, natural o microscópico, como en el mundo invisible.141

La vinculación, la identidad en reciprocidad entre nues­tro sentimiento natural y la naturaleza divina, la ha subra­yado Leibniz en su recensión de Shaftesbury, coincidiendo con él en que nuestra naturaleza «nos induce a admitir una Divinidad benéfica, pues que nuestras afecciones naturales son conformes a lo que una tal Potencia ordenaría».142 Este ir y venir entre nuestra experiencia de lo que es amabilidad y bondad por una parte, y la idea de Dios por otra, es el método único, sólido y seguro para excluir la superstición de los alrededores de lo divino.

La certeza histórica del libro de la revelación no puede predominar sobre la experiencia razonada de la bondad y sus efectos individuales y sociales. «El especioso pretexto de la certeza moral y de la cuestión de hecho» no puede desconocer y pasarse por alto la experiencia de la bondad que encontramos en nuestra espontánea afección natural.143

138. GP. III, p. 429.139. Ibid., p. 340.140. Ibid., p. 341.141. Ibid.. pp. 341 y 345.142. Ibid., p. 429.143. Ibid., p. 426.

Page 61: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 65

El criterio de las certezas morales y de las cuestiones de hecho ante las que pretende poner la revelación, se ha mos­trado fuente de arbitrariedades y de supersticiones, de «en­gaños».144

Cuando Leibniz lee en Shaftesbury que «los primeros juicios de los hombres suelen ser mejores que sus reflexio­nes y pensamientos posteriores», se da por bien enterado y sabe quiénes son esos «filósofos modernos» que han inten­tado vaciar el fondo del hombre del «sentido de lo común», del desinterés que incluye como bien propio la felicidad del otro, sentido desinteresado de lo común que resuena origi­nariamente en la «afección natural» o principal por los de­más. Así que comenta: «Puede ser, si se razona siguiendo los principios de Mr. Hobbes y, tal vez, los de Mr. Loc­ke».145 Los primeros impulsos y juicios van bien dirigidos; ciertas reflexiones, en un segundo momento, retuercen el instinto natural y lo hacen reservado y egoísta, calculador, aterrado y aterrador.

En ese contraste entre la experiencia de la bondad, ins­crita en nuestro fondo, y entre la idea imperante y vigente de un Dios vengador, hemos de proceder con entera «li­bertad y precisamente en esta cuestión de si Dios es en rea­lidad de verdad [bueno] o no lo es».146 Quien se prive del «uso de [su] razón con libertad», del «uso imparcial» de la razón, además de prescindir de la luz divina que tiene en propiedad natural y divina —deshonrando así al principio inteligencia (que es el principio del Logos)— , se expone, en el caso de la idea de Dios, a desconfiar de su índole bondadosa y a tratarlo indignamente, con disimulo y adu­

144. Cf. Shaftesbury, Sensus communis, pp. 206 y ss.145. GP, III, p. 426.146. Shaftesbury, Carta sobre el entusiasmo, p. 120.

Page 62: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

6 6 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

lación, como se hace con los tiranos a quienes se rinde pleitesía forzada por fuera, mientras por dentro se los está despreciando.147 «La libertad de investigación», donde hace falta precisamente y sobre todo, es en ese punto, clave y fontanal, de cuál sea la índole de lo divino en el hombre. O nos agarramos a esa vinculación entre el fondo y las ma­neras de la sustancia soberana y la sustancia humana, o nos quedamos en manos de fantasías de lo divino, incontrola­das por la razón suficiente.

A la razón no se la puede tratar de cualquier manera, porque tiene su naturaleza, sus ideas naturales, sus princi­pios, sus experiencias constitutivas. Tratada arbitrariamen­te, sometida a la superstición y a su régimen de violencia, la «razón, que conocerá ese fraude, no quedará nunca com­pletamente satisfecha», y la vida humana acabará «en un mar de dudas y de perplejidad».14* No se niega impune­mente el «aspecto que ofrecen las cosas»,149 el aspecto de «sabiduría y armonía» que presenta la Naturaleza,150 la bondad espontánea de una conmoción originaria151 que for­ma parte de la sustancia individual. El resultado es la sor­dera metafísica, un «mal humor» que se instala en el alma, por una parte, negando su fondo «afectivo-social» y, por otra, calumniando a la Naturaleza y al Espíritu en ella na­turalizado. Así que «no podrá menos de suceder que nos hagamos realmente peores en nuestra religión».152

147. Cf. ibid., pp. 120, 122 y 124. Un Dios sediento de adulación y de alabanza «por encima de todo», sediento «de algo tan vulgar como el enco­mio del ignorante y el aplauso obligado» (ibid., p. 128).

148. Ibid.. p. 123.149. Ibid.. p. 121.150. Ibidem.151. Ibid.. p. 129.152. Ibid.. p. 123.

Page 63: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 67

Ni ia autoridad de la costumbre o tradición ni la revela­ción histórica pueden desbancar el análisis y sentimiento de la naturaleza, la experiencia razonada de la bondad y de sus efectos individuales y sociales. La autoridad de la cos­tumbre y de las normas tradicionales eran de efecto decisi­vo para Locke.153 Y la cuestión de hecho y la certeza moral no pueden desplazar la certeza surgida de la espontánea afección natural.1M El criterio de las certezas morales y de las cuestiones de hecho se ha mostrado fuente de arbitra­riedades y de supersticiones, de «engaños».155

Shaftesbury tampoco olvida el argumento bíblico, y señala el caso del valor moral que despliega Job para con­tradecir, desde su experiencia y con su razón, la indig­na idea de Dios que defienden, escandalizados, como ob­via, tradicional y autorizada, sus ortodoxos y tortuosos amigos.156

En fin, «la validez del testimonio personal» en las cues­tiones históricas requiere muchas vueltas y revueltas antes de desmontar la voz de Dios en la naturaleza, concluye el inglés.

Cuando la razón, basada en el amable sentimiento natu­ral, nos dice que las limitaciones morales «son algo propio solamente de los seres limitados, y que todo ello queda ex­cluido en un Ser que sea perfecto y universal», hemos de creer en la prueba de la razón, hemos de «confiar» en ella.157 Digan lo que digan la tradición y las revelaciones.

Si no confiamos en la razón cuando depura la idea de Dios de resentimientos y venganzas, que nos parecen indig­

153. Ruth W. Granl, op. cit., p. 43.154. GP, m , p. 426.155. Shaftesbury, Sensus communis, p. 206.156. Id., Carta sobre el entusiasmo, p. 121.157. Ibid., p. 125.

Page 64: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

68 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

nos y sucios en un ser limitado, ¿para qué la queremos?158 Se imaginan a Dios como un Ser envuelto en «pompa y displicencia», arrebolado en una «majestad y grandeza», que, en un hombre, serían ridiculas y lo acreditarían de ton­to; y, luego, le sustraen a la razón la percepción profunda de ese contraste para que no profane esa tontería.159

Y si no nos fiamos de nuestra razón cuando juzga de modo inmediato una conmoción nuestra, un insistente y continuo sentimiento natural inmediato que extiende sus analogías al Universo entero, ¿cómo podremos confiar en lo que a «otras personas» les dice su razón o en lo que «la Deidad misma nos revele» a nosotros mismos?16(1

Sin confianza en la razón y en su metódica elaboración de nuestros sentimientos originarios y de las ideas de bon­dad que nos son innatas, sin esa confianza en la razón, «no puede haber verdaderamente fe y confianza religiosas».161 Habría que fundar racionalmente la renuncia a la razón, la desconfianza en la razón, siendo así que ella lleva de suyo el espíritu de prueba, el espíritu de la causalidad suficiente según la naturaleza de la cosa.

8. Así que la superstición es natural. Las enfermeda­des son naturales. Las dificultades son naturales. Los con­tagios son naturales; y los contagios son predominantemen­te de cosas favorables y buenas. ¿Adonde iríamos a parar si pudieran suprimir los contagios esas gentes dadas al impe­rativo quirúrgico?

Esos «extraños fermentos» que hay en «la sangre» y que «ocasionan en muchos cuerpos descargas extraordina­

158. Ibid., pp. 126-127.159. Ibid., pp. 111-112.160. Ibid., p. 125.161. Ibid., p. 125.

Page 65: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 69

rias», no se pueden suprimir tajantemente, «absolutamen­te», sin destruir la vida; justo porque son naturales. Y, de hecho, quienes tratan con rigor brutal «esos fermentos del cuerpo» y pretenden «eliminar los humores que se descu­bren en tales erupciones», esos mismos acaban convirtien­do algo leve en algo maligno. Lo mismo sucede con la mente, en la que hay «partículas heterogéneas» con la ra­zón, con lo racional y lo razonable, que hay que «expulsar por fermentación» y no a la tremenda.162 Y lo mismo suce­de con el «cuerpo político»;

Tan malos médicos del cuerpo político son. por cierto, quienes necesitan entrometerse en esas erupciones men­tales, y, con especiosa pretensión de sanar del prurito de superstición y de salvar las almas del contagio del entu­siasmo, ponen en conmoción a la Naturaleza entera y con­vierten un poco de carbunclo inocente en inflamación y mortal gangrena.165

De por sí, la superstición amorosa y la religiosa son le­ves, naturales y leves; inicialmente sanas. Una naturaleza que no fuera proclive a la fantasía amorosa y a la sensación de leve exaltación del vivir y de su maravilla, carecería de la materia prima del vivir. La ligera exaltación inicial del sentimiento es lo natural. Esa sensación de belleza, esa ex­

162. Ibid.. pp. 102-103. Lessing apela también al método de la fer­mentación y cofermentación como modo de contagio de las ideas y modo natural de comunicación. Es un método monadológico y combinatorio. Cada individuo fermenta de suyo por una acción no directa, exterior o a distancia, sino por connaturalidad y desde su centro propio. Cf. A. Andreu, Lessing. Estudios filosóficos y teológicos, Anthropos, Barcelona, 19902, pp. 620 y ss. («Acerca de los movimientos religiosos actuales» y sobre la manera de ac­tuar en relación con ellos).

163. Ibid.. p. 103.

Page 66: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

70 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

periencia de armonía profunda, es verdad, es siempre ver­dad. Si esa sensación de belleza cae en manos de la inteli­gencia racional que compara, que ordena según razón sufi­ciente, que pondera y trata según analogía, si es objeto de reflexión en libertad, no desembocará en superstición. Pero la emoción estética, cuando es descartada como contenido y punto de partida del conocimiento, o cae en manos de un aparato que le imposibilita la certeza inmediata (dos posi­bilidades pseudocríticas), puede llegar a ser encerrada en el formalismo.

La superstición se refugia en el formalismo o impostu­ra.164 Formalismo de ceremonia o de formulario, que ño permite llegar desde la vivencia del contenido inmediato hasta el horizonte que delimita la circunstancia real. For­malismo de rito o fórmula en religión, que tiene su versión, o su apoyo, en el método de las mediaciones o distancias o reservas en filosofía. Y «[una vez] nos hemos permitido ser formalistas en un punto, esa misma formalidad podrá go­bernarnos como le plazca en otros puntos».165

Porque la inteligencia y su esfera es un todo uno, como la libertad; no se puede prohibir un movimiento libre a la inteligencia sin corromper toda la esfera de la libertad. Ni se puede caer en el formalismo en una esfera del conoci­miento sin que se pudra el todo: entra en «conmoción [ma­ligna] la naturaleza entera».166

Si no se es libre y veraz en un aspecto, no se podrá ser­lo en ninguno. El formalismo pierde de vista la verdadera naturaleza de las cosas. Hay formalismo pomposo y hay formalismo de contención. Todo alejamiento de la natura­

164. Ibid., p. 101.165. Ibid., p. 101.166. Ibid., p. 103.

Page 67: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ESTUDIO INTRODUCTORIO 71

lidad es fatal. Luego se pone solemne el formalismo, afec­tando seriedad, afectando ser lo serio. Y, si se pone malhu­morado y le prohíbe a la inteligencia sentir las disimetrías y dislocaciones de las cosas, y sentirlas con ironía amable y chanza cordial, toma luego mayor volumen la impostura por cuanto exige que se la dé y tenga por misteriosa y por superior a la inteligencia.

La desconexión de la naturaleza, la pérdida de la inme­diatez en la experiencia, la carencia de contacto entre el den­tro de las sustancias, el abandono de las referencias interio­res de la causalidad suficiente según la verdadera naturaleza de las cosas..., le da todas las facilidades a la arbitrariedad, que, en religión, se llama superstición, y, en política, tiranía. Se paran, autoengañadas, las inteligencias, y el espacio hu­mano que debería llenar el conocimiento es habitado por fantasmas, por caretas y disfraces que pretenden marcar la piedra clave del Universo. Se pierden las sociedades. El ma­lestar y el malhumor se hacen rabia o disimulada falta de fe en la vida.

Y no hay más remedio que recuperar el sentido de la naturaleza y de su fondo universal común, el Sensus com­munis. Para lo que hay que dejar que la inteligencia se acerque a las cosas viéndolas con ingenio, descubriendo su singularidad irrepetible, o sea, la figura monádica de su be­lleza y su verdad; aplicando, con la inteligencia ingeniosa, el humor que practica una ontología no rabiosa del límite y la «culpabilidad». Es lo que Shaftesbury intentó hacer en la obra con la cual volvió sobre la temática antropológica del entusiasmo, avanzando una antropología de la inteligencia: Sensus communis. Ensayo sobre la libertad de ingenio y humor.'61

167. Publicada ya en Pre-textos, Valencia, 1995.

Page 68: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

CRONOLOGÍA

1671

1674

1682

1683

Nace Anthony Ashley Cooper, el segundo de cinco hermanos. Es nieto del canciller Anthony Ashley Coo­per, primer conde de Shaftesbury, cofundador del par­tido popular (whig) o parlamentario democrático.Su abuelo lo pone en manos del filósofo Locke, médi­co de la familia y asesor político. A la misma madre de Shaftesbury la escogió ya Locke por encargo del abue­lo para el hijo. Ahora cuidará hasta de los pormenores de la educación del nieto. Con una institutriz aprende de viva voz latín y griego, que leerá con fluidez a los once años. Pero alguien habrá sido el causante de que el joven busque en los antiguos una antropología polí­tica que no ve o no sabe apreciar su tutor, y que la en­cuentre.Frecuenta una escuela privada en Winchester, donde tiene que soportar continuamente impertinencias por la posición política de la familia.Muere su abuelo en el exilio de Holanda, al que le lle­varon las luchas por la Constitución parlamentaria y una acusación de alta traición. (Locke le acompañó lealmente esos años.) Las amistades holandesas serán decisivas en la vida del nieto. Le pide a su padre que lo saque de la escuela de Winchester. Comienza a via­jar. Visita Francia, Alemania, Italia, Bohemia; Viena, Berlín, París, Amsterdam...

Page 69: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

CRONOLOGÍA 73

1685 Revocación del edicto de Nantes. Inglaterra se llena de hugonotes, de calvinistas franceses. Muere Carlos II, en cuya buena fe protestante nunca creyó su abuelo. (Los whigs que creyeron en su buena fe acabaron con la cabeza cortada.) A Carlos le sucede Jacobo II, cató­lico militante, que envidia las matanzas de hugonotes que organiza la monarquía francesa. El padre La Co- lombiére, recién canonizado en nuestros días por Juan Pablo II, es el director espiritual de la reina. Se cons­pira; se hace lo que se puede...

1688 Segunda revolución inglesa. Desembarca Guillermo deOrange en Inglaterra. Se le ofrece a nuestro Shaftes­bury un puesto en el Parlamento, que declina porque desea dedicarse intensamente al estudio. «Demasiado acero para esa vaina», dirá Locke crípticamente. Peor sería que sobrase vaina, se apostilla con todos los res­petos.

1695 Al morir John Trenchard ha de aceptar la representacióndel distrito electoral que le corresponde por su título de lord. A los veinte años tenía ya sustancialmente re­dactado su trabajo ético-metafísico básico: Investiga­ción sobre la virtud o el mérito (An biquiry Concer- ning Vtrtue, or Merit). Ha oído hablar mucho a Locke y sus amigos; les ha oído hablar de Hobbes. Se opone frontalmente a la tesis de que el instinto fundamental del hombre sea el egoísmo, y que su circunstancia prin­cipal sea el miedo. Es la lectura de los antiguos (Hora­cio, Terencio, Cicerón) lo que le inclina a la aceptación de la naturaleza como fuente de ley, mientras su crítica de Calvino y el puritanismo lo liberan de los presu­puestos teológicos de la ideología del capitalismo na­ciente. Sólo lo interesado por lo público es virtuoso y civil. Sólo lo básicamente natural es civilmente sólido. Sólo en el bien público se encuentra el verdadero bien particular y su lugar fundado.

Page 70: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

74

1698

1699

1702

Por motivos probados de salud, no se presenta candi­dato a la nueva legislatura. Pero su anterior experiencia parlamentaria ha sido decisiva: ha podido mantener en la práctica su antropología de la libertad de palabra como procedimiento del acuerdo político. El parlamento consecuente, libre y sin trabas, es posible; el consenso general (no el cualificado ni de propietarios o predes­tinados) es posible. Pero hubo que asistir a las sesiones de los comités, hubo que discutirlo todo, de forma sin­cera e informada, y votar con libertad, según el sentir moral, sin una obediencia partidaria. Su retirada de la vida parlamentaria no se debe a desilusión alguna; no es que se haya desilusionado por el vergonzoso tono de la mayoría, por el enanismo miserable que ha presen­ciado en la actividad política. Pero se requerirá una reeducación del hombre, que ha sido deseducado, orien­tándolo, incluso con refuerzos religiosos, hacia el inte­rés personal de la salvación de «su» alma. Como éstas se salvarían una a una, y en el fondo cada una lo haría por su cuenta, y como la tarea principal de un gobier­no cristiano ha de ser salvarlas, ayudar a salvarlas, sea como sea, resulta que el panorama político desborda de confusiones.John Toland le publica, al parecer sin permiso, como anónima, la Investigación sobre la virtud o el mérito. ¿Adivina el ex tutor, Locke, la autoría de un libro tan «antilockeano»? No es posible que ignore la dirección del pensamiento del antiguo pupilo y joven escritor. Al subir al trono la reina Ana, se prescinde de él y vuelve a llevar una vida retirada. Regresa a Holanda. Allí redacta la Carta sobre el entusiasmo a la vista del escándalo que estalla en Inglaterra ante las actividades entusiastas de los hugonotes, que echan de menos el espíritu martirial. Pero no se trata de un escrito ocasio­nal, sino de la mejor ocasión para contraponer al con-

CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Page 71: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

CRONOLOGÍA 75

170417071708

1709

1711

cepto restringido de naturaleza humana, otro concepto, expansivo, pero igualmente crítico, de la misma.Muere Mr. Locke.Unión de Inglaterra y Escocia.Aparece anónimamente la Carta sobre el entusiasmo, dedicada a su amigo lord Sommers, protector de Pierre Bayle y de Jean Le Clerc, conocidos ambos por sus diccionarios.Publica el Sensus communis. Ensayo sobre la libertad de ingenio y el humor (Sensus communis: an Essay on the Freedom of Wit and Humour). También publica ese mismo año Los moralistas. Rapsodia filosófica (The Moralists). Contrae matrimonio con miss Jane Ewer. Dos años después, su salud se quebranta irreparable­mente. El asma, contraída tal vez en las largas sesiones cerradas en los comités del Parlamento, le obliga a bus­car un clima seco. Se traslada a Nápoles con la familia. Aparece Soliloquio o Consejos al escritor (Soliloquy: or Advice to an Author). Escribe la Carta sobre el di­bujo (Letter Concerning Design), El juicio de Hércules (A notion of the historical draught or tablature of the judgement of Hercules) y Misceláneas (Miscellaneous Reflections on the Proceeding Treatises and Other Critica! Subjects). Ordena toda su obra bajo el título de Characteristics of Men, Manners, Opinions, Times. ¿Sospecha que es necesario dejarla en forma de corpus para asegurar su presencia y continuidad?

Tiene la satisfacción de leer la amplia recensión que Leibniz dedica a las Características, declarando éste haber encontrado en el inglés toda su Teodicea antes de que ésta se publicara; toda menos, precisa­mente, su teoría sobre la muerte, esencial para estable­cer el nuevo concepto de sustancia, de individuo, sin lo cual resulta limitado a limine lo que cabe esperar del hombre. Humanismo sin escatologismo.

Page 72: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

76 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

1713 Muere en febrero, entristecido porque la guerra de Su­cesión de España acaba favoreciendo al absolutismo, no sin antes lamentar el acomodo inglés a los intereses particulares que no son los de la libertad general de Europa. También en este punto coinciden Leibniz y Shaftesbury.

Page 73: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

BIBLIOGRAFÍA

1. F u e n t e s

El texto de la Carta sobre el entusiasmo en que se basa nues­tra versión es el de la Standard Edition, Complete Works, selected Letters and posthumous Writings in English, edición a cargo de Gerd Hemmerich y Wolfram Benda, Fromannholzboog, Stuttgart- Bad Cannstadt, 1981 ss., vol. I, 1. Pero tampoco se ha olvidado la venerable edición de John M. Robertson en Characteristics of Men, Manners, Opinions, Times, etc. by the Right Hon. Anthony Earl of Shaftesbury, en dos volúmenes, Grand Richardss, Londres, 1900, con sus sobrias e interesantes notas. Shaftesbury volvió so­bre el tema del entusiasmo en sus Misceláneas (Miscellaneous Reflections of the Proceeding Treatises and Otlier Critical Sub- jects), I!, Standard Edition, I, 2. El volumen I, 4 de la Standard Edition, recién publicado, cita variantes y lugares paralelos de la Carta sobre el entusiasmo, que tomamos en cuenta, así como un ín­dice de materias de los cuatro primeros tomos (I, 1-4).

Otras obras, cuando no estén publicadas en la Standard Edi­tion, las citamos por el antedicho Robertson. El epistolario lo ci­tamos por la edición de Benjamín Rand, The Life, Unpublished Letters and Philosophical Regimen of Anthony Earl of Shaftes­bury, Swan & Sonnenschein & Co. Ltd., Londres, 1900.

Hay traducción castellana, de Delia A. Sampietro, de Los moralistas, Instituto de Filosofía, La Plata, 1964, así como del Soliloquio o Consejos al escritor, ibid., 1962.

Page 74: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

78 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

2. E s t u d io s s o b r e la é po c a

Chastenet, Jacques, La vida cotidiana en Inglaterra al comienzo del reinado de Victoria, Hachette, Buenos Aires, 1961.

Dilthey, W., Hombre y mundo en los siglos XVI y xvn, FCE, Mé­xico, 1954.

—, De Leibniz a Goethe, FCE, México, 1978.Hill, C., De la Reforma a la revolución industrial, Ariel, Barce­

lona, 1991.—, Los orígenes intelectuales de la revolución inglesa. Crítica,

Barcelona, 1980.—, El mundo trastornado. El ideario popular extremista en la

Revolución inglesa del siglo xvu. Siglo XXI, Madrid, 1982.Tierno Galván, E., Acotaciones a la historia de la cultura occi­

dental en la Edad Moderna, Tecnos, Madrid, 1964.Troeltsch, E., El protestantismo v el mundo moderno (1911),

FCE, México, 19583.

3. E s t u d io s s o b r e S h a ft e s b u r y

Aldridge, A. O., «Shaftesbury and the Deist Manifestó», Tran- sactions of the American Philosophical Society, New Series, vol. V, 4(1951).

Andreu, A., «De Lessing a Benjamin. La otra Ilustración», Ise- goría, 4 (1991), pp. 88-121.

Anselment, R. A., «Sócrates and The Clouds: Shaftesbury and a Socratic Tradition», Journal of the History of Ideas, vol. XXXIX, 2 (1978), pp. 171-182.

Aronson, J., «Shaftesbury on Locke. (Critical Note)», The Ame­rican Political Science Review, vol. LUI, 3 (septiembre de 1959), cois. 1101-1104.

Bogart, J. H„ «Lockean Provisos and State of Nature Theories», Ethics, 95 (julio de 1985), pp. 828-836.

Page 75: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

BIBLIOGRAFÍA 79

Caruso, E., «L’arbitrarietá del segno in Pedro Hurtado de Men­doza e in Locke», Acmé, vol. 34 (mayo-agosto de 1981), pp. 267-287.

Dumas, M.-N., La pensée de la vie chez Leibniz, Vrin, París, 1976.

Dussinger, J. A., «“The lovely System of Lord Shaftesbury”: An Answer to Locke in the aftermath of 1688», Journal of the History of Ideas, vol. 42, 1 (1981).

Gizycki, G., Die Philosophie Shaftesbury, Winters Verlag, Leip- zig-Heidelberg, 1876.

Gouhier, H., L’antihumanisme au xvitéme siécle, Vrin, París, 1987.Grady, C. R., «Obligation, Consent, and Locke’s Rigth to Revo-

lution: “Who is to Judge”», Canadian Journal of Political Science, IX, 2 (1976).

Grant, R. W., «Locke’s Political Anthropology and Lockean In- dividualism», The Journal ofPolitics, vol. 50 (1988), pp. 43- 63 (con abundante bibliografía ad hoc).

Grean, S., Shaftesbury's Philosophy of Religión and Moráis: A Study in Enthusiasm, University Microfilms, Inc., Ann Ar- bor, Michigan, 1961.

—, «Self-Interest in Shaftesbury’s Philosophy», Journal of the History of Philosophy, vol. II, 1 (1964), pp. 37-45.

Griffin-Collart, E., «Individualisme et libéralisme: de Hobbes á Locke», Armales de l ’Institut de Philosophie (1976), pp. 97- 127.

Heinemann, F. H., «The Philosopher of Enthusiasm. With Mate­rial hitherto unpublished», Revue International de Philoso­phie, t. VI (1952), pp. 19-22.

Home, T. A., El pensamiento social de Mandeville, FCE, México, 1982.

Irrlitz, G., «Shaftesbury. Die Ethik des ásthetischen Pantheis- mus», Wissenschaft. Zeitschrift der Frid. Schiller-Univer- sitát, Jena, vol. 3 (1980), pp. 303-320.

Jaeger, G., «Locke. Eine kritische Untersuchung der Ideen des Liberalismus und des Ursprungs national-ókonomischer An-

Page 76: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

80 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

schauungsformen», Archiv für Geschichte cler Philosophie, vol. XVII, N.F., X (1904), pp. 176-195, 349-370 y 534-559.

Johnston, H., «Locke’s Leviathan», The Modem Schoolman, XXVI (marzo de 1949), pp. 201-210.

Kern, I., Shaftesbury's Bild des Menschen, Quakenbruck, 1942.Koch, H. L., Materie und Organismus, Olms, Hildesheim y Nue­

va York, 1980.Larthomas, J.-P., «Humour el enthousiasme chez Lord Shaf­

tesbury (1671-1713)», Archives de Philosophie, 49 (1986), pp. 355-373.

Leites, E., «Conscience, Leisure, and Leaming: Locke and the Levellers», Sociological Analysis, 39 (1978), pp. 36-61.

Moore-Russell, M., «The Philosopher and Society: John Locke and the English Revolution», Journal of the History of Beha- vioral Sciences, 14 (1978), pp. 65-73.

Müller, H. F., «Shaftesbury und Plotinus», Berliner Philologis- che Wochenschrift, 28 (1918), cois. 670-672.

Norton, D. F., «The Myth of “British Empiricism”», History o f European ideas, vol. I, 4, 1990, pp. 331-344.

Rada, E., ed.. La polémica Leibniz-Clarke, Taurus, Madrid, 1980.Rolando, D., «Faith and Repentance. Giustificatione per fede e ra-

gionavolezza del la fede in Locke», Giornale di Metafísica, N. S„ VI (1984), pp. 141-164.

Smith, A., Morale dei sentimenti, Guida Ed., Ñapóles, 1974 (esp. el estudio introductorio de Vittorio Dini).

Sprutte, J., «Der Begriff des Moral Sense bei Shaftesbury und Hutscheson», Kant-Studien, 71 Jahrh. (1980), pp. 220-237.

Stolnitz, J., «Locke and the Categories of Valué in Eighteenth- Century British Aesthetic Theory», The Journal of the Royal ¡nstitute of Philosophy, vol. 38, 143 (1963), pp. 40-51.

—, «On the Origins of Aesthetic Desinterestness», Journal of Aesthetics and Art Criticism, XX (1971), pp. 131-143.

Towsend, D., «From Shaftesbury to Kant. The Development of the Concept of Aesthetic Experience», Journal of the History of Ideas, vol. 48, 2 (1987).

Page 77: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

BIBLIOGRAFÍA 81

Trianosky, G. W., «On the Obligation to be Virtuous: Shaftes­bury and the Question. Why be Moral?», Journal of History of Philosophy, vol. XVI, 3 (1978), pp. 289-300.

Uehlein, F. A., Kosmos und Subjektivitat. Lord Shaftesbury Phi- losophical Regimen, Alber, Friburgo y Munich, 1976.

Voitle, R. B„ «Shaftesbury Moral Sense», Studies in Philosophy, (1955), pp. 17-38.

Weiser, C., Shaftesbury und das deutsche Geistesleben, Leipzig, 1916.

Wolff, E., Shaftesbury und seine Bedeutung für die englische Literatur des 18.Jhs., Max Niemeyer Verlag, Tubinga, 1960.

4 . O t r o s l ib r o s d e r e f e r e n c ia

Giselher, W., One Hundred Families Rule the British Empire, Servicio de Información Alemán, Berlín, 1940.

Nicholson, H., Diplomatie, Dalp, Stuttgart, 1947.Palmen, P., «John Locke e il criticismo», Giornale di Metafísica,

VIII, 6 (1953), pp. 686-696 (recensión de la versión italiana de John Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano, ed. de Camillo Pellizzi, con introducción de A. Carlini).

Proudfoot, W., Religious Experience, University of California Press, Berkeley, 1985.

Swift, J„ Obras selectas, ed. de Lorenzo Criado, Swann, San Lo­renzo de El Escorial, 1988.

Tawney, R. H., Religión and the Rise of Capitalism (1926), Pen- guin, 1962.

Page 78: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Page 79: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SUMARIO*

Sección primera. Dedicatoria. Invocación de los poetas a las Musas. Verdad de la invocación en los poetas anti­guos. La verdad es la fuerza más poderosa del mundo. En esto hay algo más de misterio: el amor y la religión son en­tusiasmos de inflamación fácil. La inflamación de la belle pasión. Hinchazón en la fe cristiana. Presencia divina e inspiración en la teología pagana antigua. Breve descrip­ción de la fuerza exaltante de la Presencia divina.

Sección segunda. Del buen momento de la época: su predisposición a remediar locuras y extravagancias por re­curso al humor. Normal resulta que los grandes poderes tiendan a restringir la libertad de crítica. La libertad es glo­bal o enteriza; cualquier excepción la aniquila. La libertad corrige sus propios excesos; la razón es su propia maestra, que le da a gustar por experiencia «lo mejor». El mal humor se corrige en libertad. El buen humor afianza la razón y la virtud. Gravedad e impostura. Verdadera y falsa seriedad. Tendencia del formalismo a generalizarse. Derecho básico a formarse un juicio. Derecho a la crítica jocosa en algunas

* Este sumario es obra del traductor.

Page 80: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

86 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

naciones sabias de la Antigüedad. Necesidad natural de desfogue de humores mentales y corporales. Cura de la ra­zón por fermentación. Historia de Pan y Baco. El pánico y sus características. La religión es un pánico. Conveniencia de ciertas instituciones de pánico. Tratamiento quirúrgico y tratamiento suave del entusiasmo. Hay filósofos entusias­tas. La política o tratamiento antiguo de los entusiastas. Terrible política moderna de la salvación de las almas. Donde se entromete el poder, lo estropea: ciencias, amor, religión... El ingenio es quien mejor cura de sí mismo. Su serenidad y honestidad. Tratamiento humorístico de otras variedades del esplín o depresión. Su deseable aplicación a las cosas religiosas. Una Inquisición que persiguiera el Amor llenaría a Inglaterra de santuarios a Venus, como lo estuvo Atenas.

Sección tercera. El autor quiere evitar la apariencia de que se quiere quitar de encima a la religión, a base de bu­fonería. Buen humor y entusiasmo: el buen humor es me­jor fundamento de la verdadera religión. El mal humor es fuente de ateísmo. La experiencia del «misterio» del hom­bre bueno y sencillo. Abundaban más estos hombres en el mundo antiguo. Correcta explicación de los primeros em­peradores. Juliano el Apóstata y sus sugeridos paralelismos modernos. Incompatibilidad e insocialidad del culto cris­tiano: novedad que sorprendió en Roma. Intransigencia hu­gonote. Intransigencia inglesa en negarse a colaborar con los que piden martirio para sí mismos. La feria de san Bar­tolomé: tratamiento de chanza y no de persecución. San Pablo, con humor. Tratamiento ateniense de Sócrates.

Sección cuarta. Manera religiosa triste de tratar las cosas. Fuente de tragedias en el mundo. Ventaja de tratar

Page 81: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SUMARIO 87

las cosas de la religión con libertad y humor moderados. Triste manera como se nos enseña la religión. Para tratar de religión hay que ponerse del mejor buen humor posible. In­compatibilidad de la idea corriente de Dios con la innata bondad de la índole humana. Job, ejemplo de libertad de pensamiento y de verdadera piedad. Riesgos que corre la fe cuando carece del valor de hacer uso imparcial de la razón en cualesquiera materias especulativas. Aduladores de Dios: cálculos miserables sobre Dios. En qué consisten la bondad y lo divino. Comparación entre un hombre que sentimos bueno y un Dios arbitrariamente omnipotente. Haz el bien aunque te vean hacerlo.

Sección quinta. Debería ser fácil ver que en un ser «universal y perfecto» no pueden darse flaquezas como las humanas. La confianza fundamental en la razón es preli­minar necesario para la revelación. La razón prueba la ex­celencia de la bondad sobre todo. El Espíritu general y el Todo. Padre común o naturaleza abandonada. Mal andará la religión cuando muchos preferirían que no hubiese Dios. De dónde sale el deseo de que no lo haya. La sencilla mo­ral honesta y la idea de Dios. Encomio ignorante y alaban­za de adulador; mal culto a Dios.

Sección sexta. La filosofía sencilla de andar por casa, y sus servicios a la religión. Nueva secta profética. Cómo prende el pánico en una multitud. Discernimiento de es­píritus. Son fenómenos naturales, ayer y hoy, en ámbito religioso y en ámbito profano. Benignidad romana en el tratamiento del entusiasmo. Necesidad de dar salida a la enfermedad entusiasta. Epicuro: su antropología y su crítica de la religión.

Page 82: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

88 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Sección séptima. Conclusiones sobre el entusiasmo. Su maravillosa amplitud y poder. Grande sutileza de jui­cio se requiere para conocerlo distintamente. Inspiración y entusiasmo. Descripción de la emoción que suscitan ambos.

Page 83: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

[A n t h o n y A sh l e y C o o p e r ,TERCER CONDE

d e S h a f t e s b u r y ]

CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO1

A

* * * * *5

------------Ridentem dicere VerumQuid vetat?

H o r . Sai. 11

Primera edición en el año MDCCVIII

Tratado I de las CARACTERÍSTICAS

Page 84: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

N o ta . La presente versión de la Carta sobre el entusiasmo corresponde a la edición crítica de la Standard Edition. Comple­te Works, selected Letters and posthumous Writings in English, a cargo de Gerd Hemmerich y Wolfram Benda. En el margen, y entre corchetes, indicamos dónde empieza cada página de dicha edición.

El texto base de la edición crítica es el publicado en vida de Shaftesbury, el año 1711, en la primera edición de sus Characte- ristics of Men, Manners, Opinions, Times, y al que aquí se alude con la sigla A. Lo hemos comparado con la segunda edición de las Characteristics, publicada en 1714, que ya no fue revisada por nuestro autor; a ella se alude con la sigla B. En el interior de la Carta sobre el entusiasmo indicamos, entre corchetes, dónde ter­mina cada página de ambas ediciones.

Las variantes se han señalado entre paréntesis angulares < >, mientras que los corchetes [] corresponden a explicitaciones nuestras al texto.

Page 85: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

<AL LECTOR

Esta Carta hubo de escribirse, como se echa de ver ma­nifiestamente, a mediados o a fines del último verano, y lo más probable es que se la escribiera para mantenerla en privado. Mas, aunque después vino a dar, y se la vio, en muchas manos, el editor no pudo conseguir una copia has­ta muy tarde, pues que de otro modo la hubiera tenido el lector mucho antes.y

Page 86: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

A

L E T T E R, i¿re.M y L o r d , S e p t . i ’jO'j.

NO W , you are return’d t o ..........and Dcfore the Seafon comes which muft engage you in the weightier Mattcrs o f State ; if

you care to be entertain’d a-while with a lort o f idlc Thoughts, fuch as prctend on- ly to Amuíemcnt, and have no rclation to uuíincís or Affairs, you may caft your Eye ílightly on what you have beforc you ; and if there be any thing inviting, you may rcad it over at your leiture.

I t

Grabado en cobre de la edición de 1723

Page 87: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

CARTA, etc.

Septiembre de 1707

Muy señor mío:

Ahora que ha vuelto Vd. a ..., y antes de que lle­gue el momento de entregarse a las más importantes cuestiones de Estado, si le apetece entretenerse un poco en una suerte de pensamientos insignificantes, <tales que> no aspiran más que a divertir y que no se relacionan con negocio o tarea alguna, puede echar una ligera mirada a lo que tiene ante Vd., y, si hay al­guna cosa atractiva en ello, bien puede irlo leyendo a su aire [A&B:3].

Es costumbre establecida entre poetas el dirigirse a alguna musa en la introducción a sus obras. Y esta antigua práctica ha alcanzado tal reputación que, <incluso> en nuestros días, vemos que se la imita casi siempre. Mas no puedo menos de suponer que esta imitación, generalmente aceptada junto con otros juicios, tiene que haber molestado algo, alguna que otra vez, a su Señoría, acostumbrado como está a examinar las cosas conforme a una pauta que no es la de la moda ni la del gusto común.5 Seguro que ha

Page 88: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

94 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

observado Vd. cuán notablemente constreñidos se encuentran nuestros poetas cuando se sienten obli­gados a asumir ese papel, y tal vez se haya admirado de que ese aire entusiasta, que cae tan gracioso en un antiguo, resulte tan insípido y torpe en un moderno. Mas, por lo que hace a esa duda, se la hubiera re-

[310] suelto Vd. [mismo] en seguida y no hubiera servido más que para traeros a la cabeza una reflexión, que habéis hecho a menudo en otras ocasiones también, [es a saber] que la verdad es lo más poderoso del mundo, dado que la ficción misma tiene que gober­narse por aquélla y sólo puede agradar si se parece a ella.'’ La apariencia de realidad es necesaria para que sea agradable la representación de una pasión; y, para ser nosotros capaces de mover a otros, hemos de estar movidos con anterioridad, o, por lo menos, ha de parecer que lo estamos por algunos motivos probables. Ahora bien, ¿qué posibilidad hay [B:4] de que un moderno que, como se [A:4] sabe, no adoró nunca a Apolo ni tuvo deidad alguna cual las Musas, nos persuada a tomar parte en su supuesta devoción y nos mueva con su fingido celo hacia una religión anacrónica? Mas, por lo que hace a los antiguos, bien sabido es que tanto la religión como la política la derivaban de las Musas. ¿Cómo no iba a parecer [en­tonces] de lo más natural que alguien, pero en especial un poeta de aquellos tiempos, se dirigiera en raptos de devoción a esas patrocinadoras del ingenio y la ciencia? Lo más probable es que el poeta haya fingi­do un éxtasis, aunque en realidad no lo sintiera. Mas, aun suponiendo que fuese pura afectación, hubiera parecido algo natural y no hubiera dejado de produ­cir placer.

Page 89: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN I 95

Pero tal vez haya en este caso, señoría, algo más de misterio. Como Vd. sabe, señor, los hombres dis­frutan maravillosamente engañándose a sí mismos cuantas veces empiezan algo por el corazón; y, luego, un motivo pequeñísimo de cualquier pasión nos sirve no sólo para representarla bien, sino incluso para me­temos en ella más allá de nuestras posibilidades. Así que, por una pequeña afección en materia de amor y con ayuda de alguna novela, un muchacho de quince años, o un hombre grave de cincuenta, puede estar se­guro de que se convertirá en mequetrefe de nacimien­to y que sentirá con toda seriedad la belle passion. Un hombre de pasable buen natural que esté algo picado [A&B:5], en creciéndole el resentimiento se convier­te en una verdadera furia vengativa. Incluso un buen cristiano, que necesitaría ser más que bueno y que cree no poder llegar nunca a creer bastante, puede, con [312] una leve inclinación bien aprovechada, ampliar su fe tanto que abarque, no sólo todos los milagros de la Escritura y la Tradición, sino [todo] un sólido sistema de cuentos de viejas. Si fuera necesario, podría recor­darle yo a aquel prelado eminente, culto y verdadera­mente cristiano, que conoció Vd. y que hubiera podido darle una referencia completa de esa fe en forma de [cuentos de] hadas.7 [Todo] esto, creo, puede servir para hacer patente hasta qué punto pudo ser incitada con su [propia] imaginación la fe de un antiguo poeta.

Mas nosotros los cristianos, con una fe tan ancha como tenemos, a los pobres paganos no queremos concederles nada. Tienen que ser infieles en todos los sentidos. No queremos permitirles que crean siquiera en su religión, la cual, según vamos voceando, es de-

Page 90: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

96 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

masiado absurda para que pueda haber creído en ella sino la mera plebe. Pero si un reverendo prelado cris­tiano puede ser tan voluntarioso con su fe, que, ade­más de lo que manda ordinariamente la Iglesia Ca­tólica, cree en duendes, ¿por qué un poeta pagano, siguiendo la pauta corriente en su religión, no ha de poder creer en las musas? Pues éstas, como Vd. sabe, eran otras tantas personas divinas en el Credo pagano [A&B:6], y eran algo esencial en su sistema teológi­co. Las diosas tenían sus templos y su culto, igual que las otras deidades. Y descreer en el Santo Nueve, o sea en su a p o l o ," era lo mismo que negar al mismo Jú p it e r , cosa que consideraban igualmente profana y atea la generalidad de los hombres sensatos. Pero ¡qué enorme ventaja hubo de suponer, para un poeta antiguo, el ser talmente ortodoxo,9 y, con la ayuda de su educación y buena voluntad en el negocio, infla­marse en <la> fe en una Presencia divina y en la ins­piración celestial! Con toda seguridad, no fue tarea de los poetas nunca en aquellos días el cuestionar la re­velación, siendo así que convenía tanto a su arte. Bien al contrario, no podían dejar de animar su fe cuanto les fuera posible; pues que, con un solo acto de fe, pero bien intenso, podían elevarse hasta tan angelical compañía.

[314] Lo mucho que semejante presencia puede exaltar al genio, podemos observarlo en la influencia que tie­ne una presencia ordinaria sobre el hombre. Nuestros modernos ingenios se animan más o menos por la opinión que tienen de su compañía y por la idea que se forman de las personas a quienes se dirigen. Un ac­tor teatral cualquiera nos permite ver lo mucho que sobre el tono común lo alza un auditorio lleno de pú-

Page 91: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN I

blico de la mejor clase [A:7]. Y Vd., Señoría, el más noble de los actores, y de la parte más noble asigna­da a mortal alguno en este escenario terreno, cuando actuáis en favor de la libertad y la humanidad, ¿no añadirán nada a vuestro pensamiento y a vuestro ge­nio la presencia pública, la de vuestros amigos y la de los afectos a vuestra causa? ¿O es que esa razón su­blime y esa elocuencia poderosa que mostráis en pú­blico no es superior a la maestría que mostráis tam­bién en privado? ¿Es que puede regir en todo tiempo, a solas, o en una compañía indiferente, o en una hora agradable y serena? Esto sería ciertamente más divi­no, pero el común de los humanos no raya tan alto.10

Por mi parte, señor, <estoy seguro de haber> ne­cesitado tanto de alguna presencia o compañía impor­tante para elevar mis pensamientos en cualquier oca­sión, que, cuando me encuentro solo, he de esforzar­me con la fantasía para suplir esa falta; y, carente de musa, he de buscarme un hombre de genio más que ordinario, cuya imaginaria presencia pueda inspirar­me con algo más de lo que siento en los momentos ordinarios. Por eso, señor, escogí dirigirme a Vd., bien que sin firmar con mi nombre, permitiéndoos así, como [si fuese yoj un extraño, la plena libertad de leer hasta donde os plazca no más, y reservándome el privilegio de que [A&B:8] lo leáis todo con atención particular, como amigo mío y como alguien a quien puedo tratar con la intimidad y libertad que [se verá en lo que] sigue.

Page 92: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN II

[316] Si el conocer bien la manera de exponer una debi­lidad o un vicio bastase para asegurar la virtud con­traria, ¡cómo presumiríamos de estar viviendo en una época excelente! No sabemos de ningún tiempo en que, en nuestra Nación, se haya observado más agu­damente y se haya ridiculizado más ingeniosamente toda clase de locura y extravagancia. Y bien puede uno albergar la esperanza de que, al menos sobre la base de este buen síntoma, no está en declive nuestra época, dado que, sean cuales fueren nuestros des­temples, estamos bien inclinados hacia los remedios. Aguantar uno que se cuenten sus faltas es la mejor prenda de enmienda en las personas privadas. Rara­mente se encuentra en un público disposición seme­jante. Pues, donde el celo del Estado o la mala vida de los grandes, o alguna otra causa, tiene poder sufi­ciente para restringir la libertad de crítica en alguna parte, esto basta para destruir efectivamente el bene­ficio fde la libertad de crítica] en el todo." No puede haber crítica de costumbres, imparcial y libre, allá donde, a una costumbre [religiosa] peculiar o a una opinión nacional, se la tiene por intocable, y no sólo

Page 93: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN II 99

se la exime de [toda] crítica, sino que se la lisonjea del modo más exagerado. Sólo en una nación libre como la nuestra, carece de privilegios la impostura [A:9] y [B:9] y es imposible que la protejan o que im­pidan se la denuncie, en todos los aspectos y aparien­cias, ni el favor de la Corte, ni el poder de la Noble­za, ni el temor reverencial a la Iglesia. Verdad es que puede parecer que esa libertad va demasiado lejos.Tal vez puede decirse que hacemos mal uso de la misma. Eso es lo que dirá cada cual cuando lo toquen a él y sea examinada libremente su opinión. Mas, ¿quién será juez para decir qué hay que examinar li­bremente y qué no, dónde puede ejercerse la libertad y dónde no, qué remedio cabe prescribir en general en esto? ¿Habrá alguno mejor que el de esta (misma] libertad de que se quejan? Si los hombres son vicio­sos, jactanciosos u ofensivos, el magistrado puede co­rregirlos; pero si razonan mal, tendrá que ser la razón [misma] quien les enseñe a hacerlo mejor.12 La preci­sión del pensar y del estilo, el afinamiento de moda­les, la buena crianza y la urbanidad de toda índole, no [318] puede venir más que de la prueba y experiencia de lo mejor. Deja tú que prosiga libremente la investiga­ción, y verás qué pronto se encuentra la correcta me­dida de todas las cosas. Sea cual fuere el humor del comienzo, como no sea natural, durará poco; y el ri­dículo, aunque haya sido colocado malamente al co­mienzo, acabará por caer, seguro, finalmente, donde lo tiene merecido.13

Admiréme a menudo de ver a hombres de [buen] sentido alarmados a más no poder al ver que se abor­daba en tono de ridiculizar determinados asuntos

Page 94: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

100 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

[A&B:10], como si desconfiasen de su propio juicio. Pues, ¿qué ridículo puede oponerse a la razón? ¿O cómo puede llegar a sufrir cualquier pensamiento mí­nimamente bien fundado, a causa de un ridículo que esté fuera de lugar? No hay cosa más ridicula que esto. El vulgo, en efecto, puede tragarse cualquier broma grosera, cualquier pura chocarrería o bufonada. Pero, para casar con un varón de buen sentido y buena crianza, el ingenio tiene que ser fino y verdadero. ¿Cómo puede ser, pues, que nos mostremos tan co­bardes al razonar y temamos tanto el someternos a la prueba del ridículo?------ ¡Oh!, decimos, es que se tra­ta de asuntos demasiado importantes.------ Tal vez seaasí, pero antes tendremos que ver si son o no son tan importantes en realidad; pues, dado el modo como cabe que los concibamos, podrían ser muy graves y de trascendencia quizá en nuestra imaginación, pero muy ridículos e impertinentes de suyo. La gravedad forma parte de la esencia misma de la impostura.14 No sólo hace <que trabuquemos> otras cosas, sino que casi siempre induce a trabucarla a ella misma, por­que, <incluso> en la conducta corriente, qué difícil le resulta a un carácter grave mantenerse fuera de la cer­ca del formalismo durante mucho tiempo. Nunca to­maremos bastante en serio algo, si de lo que hemos de asegurarnos es de que realmente es <ftan serio] como suponemos;». Y no respetaremos y reverencia­remos [nunca] excesivamente alguna cosa como seria, si estamos seguros de que es tan seria como vemos. Lo principal es distinguir siempre entre la verdadera y la falsa seriedad, y eso [A: 11 ] sólo es posible si

[320] lleva uno constantemente consigo la regla [B: 11] y la aplica con libertad, no sólo a lo que nos rodea, sino a

Page 95: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN II

nosotros mismos. Pues, si, desgraciadamente, perde­mos la mesura en nosotros mismos, pronto la per­deremos en todo lo demás de fuera de nosotros. Aho­ra bien, ¿qué regla o medida existe en el mundo, <si no es la consideración de> la condición [misma] de las cosas, para averiguar cuál de ellas es verdadera­mente seria y cuál es ridicula? ¿Y cómo vamos a ha­cer eso <sino> aplicando [el criterio o prueba] del ri­dículo para ver si lia cosa] aguanta o no? Y si tenemos miedo de aplicar esa norma a cualquier cosa, ¿qué se­guridad podremos tener frente a la impostura o for­malidad, en todas las cosas [sin excepción]? [Una vez] nos hemos permitido ser formalistas en un pun­to, esa misma formalidad podrá gobernamos como le plazca en otros puntos.

No es cualquier disposición la que [puede] capa­citarnos para juzgar de las cosas. Antes, hemos de juzgar de nuestra propia condición, y, de acuerdo con ello, de las demás cosas que caen bajo nuestro juicio. Pero jamás podremos pretender juzgar de las cosas, o de nuestra condición al juzgar sobre las mismas, si hemos renunciado [previamente] a nuestro derecho preliminar a juzgar, y si, con presunción de gravedad, nos hemos permitido ser ridículos a más no poder y admirar profundamente las cosas más ridiculas <del mundo>, al menos tal como ahora las conocemos. Pues, si nos hemos decidido a no probar nunca, tam­poco podremos estar seguros nunca [A&B:12].

------ Ridiculum acriBortius & melius magnas plerumque secat res.

Hor. Sat. 10.15

Page 96: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

102 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Esto, señor mío, puedo asegurarlo con toda segu­ridad; es tan verdad en sí mismo [B] y lo tienen por verdad los solapados formalistas de nuestra época hasta tal punto, que pueden soportar la denuncia de sus imposturas con toda la crudeza y vehemencia imaginable, antes que verse tocados de este otro modo, por cortésmente que se haga. Saben muy bien que, igual que los modos y las modas, también las opiniones, por ridiculas que sean, persisten por la so­lemnidad, y que esas nociones formales que brotaron probablemente de un mal humor y se las concibió en la sombría tristeza, jamás serán eliminadas si no es

[322] con una forma sobria de gozo y con un modo más li­gero y placentero de pensar. Hay una melancolía que acompaña a todo entusiasmo. Trátese de amor o de religión (pues en ambos hay entusiasmos) no hay nada capaz de poner freno al perjuicio creciente de entrambas, caso de que se elimine la melancolía y no [quede] la mente en libertad para oír cuanto pueda de­cirse contra la ridiculez de la exageración en uno u otro sentido.

La sabiduría de algunas Naciones sabias permitió en otros tiempos que la gente se hiciera la graciosa cuanto gustase y que nunca se castigase [B: 13] en se­rio lo que no merecía sino ser ridiculizado [A: 13]; pues que, en fin de cuentas, se curaba mejor con este remedio inocente. La Humanidad tiene ciertos hu­mores que es necesario dejar que se desfoguen. La mente humana y el cuerpo están naturalmente sujetos ambos a conmociones. E igual que en la sangre hay extraños fermentos que ocasionan en muchos cuerpos descargas extraordinarias, asimismo hay en la razón

Page 97: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN II 103

partículas heterogéneas que hay que expulsar por fer­mentación. Si los médicos se empeñan en mitigar ab­solutamente esos fermentos del cuerpo y en eliminar los humores que se descubren en tales erupciones, puede que, en vez de curar, corran con toda probabi­lidad el riesgo de provocar una plaga, convirtiendo un brote de calentura, o un empacho otoñal, en epidémi­ca fiebre maligna. Tan malos médicos del cuerpo po­lítico son, por cierto, quienes necesitan entrometerse en esas erupciones mentales, y, con especiosa preten­sión de sanar del prurito de superstición y de salvar las almas del contagio del entusiasmo, ponen en con­moción a la Naturaleza entera y convierten un poco de carbunclo inocente en inflamación y mortal gangrena.

Leemos en la Historia que, cuando pan acompa­ñó a b a c o en su expedición a la India, encontró la manera de producir [A&B:14] terror en una multitud enemiga, con ayuda de un pequeño grupo, cuyo gri­terío manejó eficazmente en medio de las rocas y [324] cavernas que retumbaban con el eco del valle selvo­so. Los broncos rugidos de las cavernas, junto con el aspecto espantoso de lugares tan tenebrosos y desér­ticos, suscitaron horror tal en el enemigo, que, en si­tuación semejante, su misma imaginación les ayudó a oír voces, y, sin duda, también a ver formas más que humanas; al mismo tiempo que la incertidumbre de lo que los aterrorizaba hacía todavía mayor su miedo y lo difundía con nerviosas miradas más rápidamente de lo que lo pudiera transmitir cualquier narración.Y eso es lo que en tiempos posteriores llamarían los hombres pánico. No anda corta, en efecto, la Historia dando muestras de la naturaleza de esta pasión que

Page 98: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

104 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

difícilmente se da sin alguna mezcla de entusiasmo y de horrores de cierta especie supersticiosa.

Con buen fundamento, podemos llamar pánico a toda pasión que surge en una multitud y se esparce con la mirada o como por contacto o simpatía. Así, puédese llamar pánico a la furia popular, cuando la có­lera de la gente, como hemos visto en ocasiones, los saca de sí, especialmente donde la religión tuvo algo que ver. Y, en esa situación, la mirada misma es con­tagiosa. La furia rebota de cara en cara; y, no bien se ha visto ia enfermedad, se la contrae el punto. Quienes tuvieron ocasión de <contemplar> en [ A&B: 15] mejor situación de espíritu a una multitud bajo el poder de tal pasión, reconocieron haber visto en los semblantes de los hombres algo más horrible y espantoso que lo que se echa de ver en las ocasiones más apasionadas. Tal es la fuerza que tiene la sociedad en sus malas así como en sus buenas pasiones, y tanto mayor es una afección por ser social y comunicativa.

Así que, señor, la Humanidad sabe de muchas cla­ses de pánico, además de la del miedo. Y, así, la reli­gión también es un pánico, cuando el entusiasmo, de una u otra clase, sube, tal como sucede a menudo en ocasiones cargadas de tristeza. Pues sube naturalmen­te el vapor, en especial en los malos tiempos, cuando andan decaídos los espíritus del hombre, sea por al­guna calamidad pública, o en las épocas de insalubri­dad del aire o de los alimentos. O cuando acaecen de­sastres naturales, como vendavales, terremotos y otros

[326] prodigios asombrosos. En tales ocasiones, es forzoso que el pánico suba bien alto y que las autoridades

Page 99: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN II

le den vía libre. Porque aplicar un remedio severo y echar mano de la espada, o fasces, como remedio, es recurso que hará el caso mucho más depresivo y aumentará la causa misma del morbo. Prohibirles a los hombres el miedo natural e intentar subyugarlos con otros miedos, es por necesidad un método su­mamente antinatural. El magistrado [B: 16], si es ar­tista, sabrá emplear mano suave; y, en vez de caute­rizar, [A: 16] rajar y amputar, usará los más blandos bálsamos; y, abordando con una suerte de simpatía la preocupación de la gente y tomando como propia la pasión de la misma, una vez la haya aliviado y cal­mado, ya intentará distraerla y sanarla con procedi­mientos joviales.

Así era la política antigua. De ahí que (como lo ex­presa un autor notable de nuestra Nación), <es cosa> necesaria que un pueblo tenga guía pública en cues­tiones de religión. Pues la prohibición de un culto, o la supresión de una Iglesia nacional, por parte del ma­gistrado [civil], eso no pasa de ser puro entusiasmo, igual que ese modo de ver las cosas, que recurre a la persecución. Pues, ¿por qué no ha de haber paseos públicos igual que hay jardines privados? ¿Por qué no ha de haber bibliotecas públicas igual que hay educa­ción privada y tutores familiares?16 Prescribirle lími­tes a la fantasía o a la especulación; reglamentar las ideas de los hombres y sus creencias o temores reli­giosos; suprimir, echando mano de la violencia, la pasión natural del entusiasmo, o intentar hacer averi­guaciones sobre él, o reducirlo a una [sola] especie, o someterlo a alguna modificación; todo eso, en verdad, no tiene mejor sentido ni merece otra calificación que

Page 100: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

la que da un comediógrafo a un proyecto semejante en asuntos de am or------------------- [A&B: 17].

----- Nihilo plus agasquam si des operam ut cum ratione insanias.17

Los antiguos, como Vd. bien sabe, no sólo tolera­ban a los visionarios y entusiastas de toda índole, sino que, además, la filosofía tenía vía libre, otro tan­to, y se la permitía como elemento de equilibrio frente a la superstición.18 Y como algunas sectas [filosó­ficas], tales las de los pitagóricos y los platónicos, abrazaron la superstición y el entusiasmo de su tiem­po, hubo que permitir a los epicúreos, a los académi­cos y a otros, echar mano de la fuerza de la chanza y del humor frente a ellos. Y así se equilibraban <fe- lizmente> las cosas, tenía juego la razón y florecían la cultura y la ciencia. Fue maravillosa la armonía y proporción que surgió de todos estos contrarios. De esta manera, se trató con indulgencia a la supersti­ción y al entusiasmo; y, dejándolos en paz, nunca se encolerizaron hasta el punto de dar ocasión a de­rramamientos de sangre, guerras, persecuciones y devastaciones en el mundo. Pero hay otra clase de política que, extendiéndose hasta otro mundo y con­siderando la vida y felicidad futuras de los hombres más bien que [la vida y felicidad] presentes, ha hecho que nos saltemos las fronteras de la humanidad natu­ral. Y, lejos de enseñarnos la caridad sobrenatural, nos ha enseñado la manera de causamos mutuamen­te vejaciones con la mayor devoción. Esto ha susci­tado una antipatía que nunca produjeron los intereses temporales, y [B: 18] nos acarreó odio [A: 18] mutuo

Page 101: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN II 107

por toda la eternidad.11' Y, hoy en día, a la uniformi­dad de opinión (¡esperanzador proyecto!), la ven como el único expediente contra este mal. La salva­ción de las almas es ahora la pasión heroica de espí­ritus exaltados y ha venido a ser en cierto modo el principal cuidado del magistrado y el verdadero ob­jeto del propio gobierno.20

Si la autoridad se permitiera entrometerse talmente en otras ciencias, me temo que tendríamos una [cien­cia] lógica igual de mala, unas matemáticas igual de malas, y, en todo respecto, una filosofía tan mala como suele ser la teología que tenemos en los países donde el magistrado establece por ley cuál es precisamente la ortodoxia. Es difícil para un gobierno darle estatuto al ingenio. Como éste no puede menos de mantener­nos serenos y honestos, lo probable es que manten­gamos con la correspondiente habilidad nuestros asun­tos tanto espirituales como temporales. Sólo con que se confiara en nosotros, tendríamos ingenio bastante para [330] salvarnos a nosotros mismos, con tal de que no se in­terpusieran prejuicios en el camino. Mas, si la hones­tidad y el ingenio son insuficientes para esta obra de salvación, vano será que el magistrado se injiera en ello; ya que, por virtuoso o sabio que pueda ser, podrá equivocarse igual que cualquier hombre. Tengo la se­guridad de que el único modo de salvar el entendi­miento de los hombres o de preservar el ingenio en el mundo, es, absolutamente, darle libertad al inge­nio. Ahora bien, no puede tener su libertad el ingenio donde se ha suprimido la libertad de chanza. Porque no hay otro remedio sino éste, frente a las serias [A&B:19] extravagancias y al humor bilioso.21

Page 102: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

108 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Tenemos, en efecto, pleno poder sobre todas las de­más modalidades del esplín. Otras formas de entusias­mo podemos tratarlas como queramos. Podemos ridi­culizar el amor, la galantería o la caballería andante, a placer, y nos encontramos con que, en estos últimos tiempos de ingenio, el humor de esa clase que otrora tanto prevaleciera, ha decaído un poco. Las cruzadas, el rescate de Tierra Santa y semejantes devotas galan­terías están menos en boga que antes. Pero no hemos de asombramos de que prevalezca un tanto todavía esa religión militante, ese espíritu rescatador de almas y de santa caballería andante, habida cuenta de nuestro modo solemne de tratar ese destemple y de la torpeza con que abordamos la cura del entusiasmo.

Me cuesta mucho hurtarme a la imaginación [si­guiente]: Si tuviéramos toda una Inquisición o algún tribunal especial, con sus oficiales y jueces, estableci­dos con objeto de restringir la licencia poética y de suprimir en general esa fantasía y humor que es la versificación y, más en particular, la suprema pasión extravagante que es el amor, tal como lo exponen los poetas en su veste pagana de v e n u s y c u p id o ; si, a los poetas, como a promotores y maestros de esa he­rejía, se les prohibiera bajo amenaza de graves cas­tigos |A:20] encantar al [B:20] pueblo con su genio para la rima; y si, por otra parte, se le prohibiese al pueblo atender, so pena de castigos adecuados, a cualquier embeleso semejante, o prestar atención a al-

(332] guna historia de amor, sea en obras teatrales, sea en novelas o en veladas, acabaríamos presenciando tal vez, cómo, de semejante opresiva persecución, sur­giría una nueva Arcadia. Gente mayor y gente joven se­ría arrebatada por un espíritu versificador; tendríamos

Page 103: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN II

conventículos de amantes y poetas en campo abierto; los bosques se llenarían de románticos pastores y pas­toras, y las rocas devolverían los ecos de los himnos y laudes ofrecidos a los poderes del amor. La verdad es que, con ese recurso, tendríamos una buena ocasión de recordar toda la ristra de dioses paganos e inflamar nuestra fría isla norteña con tantos altares dedicados a v e n u s y a p o l o como en otros tiempos hubiera en Chipre, Délos, o en una de esas regiones griegas de clima cálido.

Page 104: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN III22

Mas, milord, tal vez se asombre Vd. de que, meti­do en asunto tan serio como es la religión, me haya olvidado de mí mismo hasta el punto de dar vía libre a la chanza y al humor. He de concederle, milord, que no ha sucedido por pura casualidad. A decir ver­dad, me cuido muy mucho de pensar en esta materia [A:21], y, más aún [B:21], de escribir sobre la misma, sin esforzarme por ponerme del mejor humor posible. En efecto, las gentes incapaces de mantenerse en la moderación y que son todo liviandad y humor, saben poco de dudas y escrúpulos de religión y están a sal­vo de cualquier influjo inmediato de la melancolía o entusiasmo devoto, el cual requiere reflexión y prác­tica consciente para fijarlo uno mismo en cierta ecua­nimidad y hacérselo habitual. Mas, sea el que sea ese hábito, alumbrarlo a precio tan aciago como es la des­consideración [de los demás], o la demencia, es algo que no quisiera nunca que me tocara en suerte. Yo me expondría a todos los riesgos con la religión antes que intentar echarme de encima los pensamientos sobre ella mediante la diversión. Todo lo que pretendo es pensar sobre ella con un humor correcto; y que eso

Page 105: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN III 111

supone ya más de medio camino para pensar correc­tamente de la misma, es [justo] lo que voy a esfor­zarme por demostrar.2-’

EL b u e n h u m o r no es solamente el mejor seguro [334] frente al entusiasmo, sino el mejor fundamento de la piedad y la verdadera religión. Pues si, para todo culto y adoración verdaderos, son fundamentales los pensamientos pertinentes y las concepciones dignas del Ser Supremo, es más que probable que no nos extraviemos nunca en este respecto, ccomo no sea> sólo por el mal humor. Nada <sino> un mal humor, natural o forzado, puede inducir al hombre a pensar seriamente que el [A&B:22] mundo es gobernado por algún poder diabólico o malicioso. Yo me pregunto muy mucho si, fuera del mal humor, existe alguna otra cosa que pueda ser causa del ateísmo. Pues hay tan­tos argumentos con que persuadir a un hombre bien- humorado de que, en general, todas las cosas están agradable y debidamente dispuestas, que uno diría no ser posible pensar que el tal esté tan fuera de con­cierto como para imaginarse que todas las cosas rue­dan al azar y que el mundo, por venerable y sabio que sea el aspecto que ofrece, carece de sentido y de sig­nificado. En cualquier caso, estoy convencido de que nada <más que> el mal humor puede infundirnos te­rribles y malos pensamientos sobre un Administrador Supremo; nada más puede persuadimos de que haya mal humor o acrimonia en semejante Ser, <[nada] sino sólo ciertos> sentimientos enfermizos de esa índole, que hay dentro de nosotros mismos. Y si tememos lle­var el buen humor a [los asuntos de] la religión, o te­memos pensar con libertad y amenidad en un tema como el de d io s , es porque concebimos a Dios como

Page 106: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

112 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

a uno de nosotros, y sólo con dificultad alcanzamos una noción de majestad y grandeza que no vaya acom­pañada de pompa y displicencia.

Y, sin embargo, este es justamente el reverso del carácter que reconocemos ser el más divinamente bue­no, cuando lo vemos, como sucede a veces, en hom­bres dotados de altos poderes entre nosotros. Cuando consta que éstos son verdaderamente buenos, entonces nos atrevemos a tratarlos con libertad, y estamos se­guros [A:23] de que [B:23] no les desagradará que se les trate con tal libertad. Con esa su bondad, ganan por partida doble. Pues que, cuanto más se les investiga y examina familiarmente, tanto más se echa de ver su

[336] valía. Y quien lo descubre, encantado con tales resul­tados, [les] estima y ama más que nunca, una vez ha comprobado en su superior esta generosidad adicio­nal, y reflexiona sobre esa honestidad y magnanimidad que ha experimentado [por sí mismo]. Tal vez conoce Vd. más que nadie ese misterio. Pues, si no, ¿cómo podríais haber sido tan amado cuando estabais en el poder, y tener tanta gente adicta y ser aún más amado cuando ya no estáis en el poder?

¡Gracias al Cielo, también en nuestros días hay ejemplos como este! En épocas anteriores los hubo muchos. Sabemos de príncipes poderosos y emperado­res del mundo entero que eran capaces de aguantar a pie firme no sólo la libre crítica de sus actos, sino in­cluso los reproches más maliciosos y las calumnias echadas en propia cara. Tal vez algunos no quieran que se hayan dado tales ejemplos entre los paganos, y muy en particular que los cristianos no hayan dado nunca

Page 107: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN III 113

ocasión [a darlos]. En efecto, fue más una desgracia de la Humanidad en general que de los cristianos en par­ticular, el que algunos de los primeros emperadores romanos fuesen verdaderos monstruos de tiranía y co­menzaran a perseguir, no ya a hombres [A:24] pura­mente religiosos, sino a cuantos caían bajo |B:24] la sospecha del mérito y la virtud. ¿Podría haber habido honor y ventaja mayores para el cristianismo que ser perseguido por n e r ó n ? A los príncipes mejores que vinieron después, se les pudo persuadir de que aban­donasen esos procedimientos rigurosos. Verdad es que el magistrado pudo ser sorprendido por la novedad de una opinión que, según él, tal vez intentaba no sólo destruir el carácter sacro de su poder, sino que tenía por profanos, impíos y condenados [tanto] a él [mismo como] a todos los hombres que no se incorporasen a ciertas formas particulares de culto, de las cuales se instituyeron con anterioridad miles y miles, [bien que] compatibles y sociables, todas, entre sí, hasta entonces.Con todo, la sabiduría de algunos ministros que fueron sucediendo a [los que perseguían], fue tal que amainó el rigor de la persecución; e, incluso aquel príncipe, considerado el enemigo mayor de la secta cristiana y [338] que fuera educado un día en la misma,24 limitó nota­blemente la persecución, no permitiendo ya más que la recuperación de las tierras de la Iglesia [pagana] y las de las escuelas públicas, sin atentar en modo alguno contra los bienes o las personas, incluidos aquellos que infamaban a la religión de Estado y hacían un mérito del enfrentarse al culto público [A:25].

Buena cosa es contar en nuestra religión con la au­toridad de un autor sagrado que nos asegura [B:25]

Page 108: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

114 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

que el espíritu de amor y de humanidad está por enci­ma del espíritu de los mártires.25 Pues de otro modo tal vez se escandalizara uno por las historias de muchos de nuestros primitivos confesores y mártires, y preci­samente a tenor de nuestros propios relatos. Difícil re­sulta que haya hoy día en el mundo un cristiano tan bueno (si es esa la señal del buen cristiano), que, su­poniendo viviese en Constantinopla o en algún otro lugar puesto bajo la protección de los turcos, pensara ser conveniente o decente dedicarse a estorbar el cul­to de la mezquita. Y como buenos protestantes, señor, que somos Vd. y yo, a duras penas tendríamos por algo mejor que burdo entusiasta, a quien, llevado del odio a la idolatría romana, durante una misa mayor (caso de que la misa fuese permitida por la ley), inte­rrumpiera al sacerdote con gritos o se liara contra las imágenes y las reliquias.

Al parecer, algunos de nuestros buenos hermanos protestantes franceses, llegados aquí recientemente, están prendados de esta manera primitiva [de compor­tarse].24 En su tierra siguieron maravillosamente las huellas del espíritu martirial, y desean vehementemen­te traerlo [ahora] aquí, si les concedemos permiso y les damos ocasión, es decir, sólo con que les hagamos el favor [A:26] de colgarlos o encarcelarlos, sólo con que [B:26] seamos tan complacientes que les rompa­mos los huesos tal como se hace en su país, [sólo con que] les avivemos el celo y removamos [otra vez] las brasas de la persecución. Pero, hasta ahora, no han po­dido alcanzar de nosotros esta gracia. Tenemos un co­razón tan duro que, a pesar de que su propia chusma

[340] tiene ganas de obsequiarlos con unos cuantos golpes

Page 109: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN III

afectuosos y de apedrearlos de cuando en cuando amablemente por las calles, a pesar de eso y de que los sacerdotes de su nación les darían de mil amores la penitencia deseada y andan ansiosos por encender las hogueras que les sirven de prueba; nosotros, la gente inglesa que mandamos en nuestro país, no aceptamos que se trate de ese modo a los entusiastas. Tampoco puede suponerse que actuamos así por envidia de esa secta fénix que parece haber surgido de las llamas y crecería bien a gusto hasta convertirse en una nueva Iglesia, siguiendo el mismo procedimiento de propa­gación que la antigua, cuya semilla procedía, según se dijo en verdad, de la sangre de los mártires.11

¡Pero qué bárbaros somos los tolerantes ingleses to­davía, y qué manera de ser más crueles que los mismos paganos! No satisfechos con negarles a estos proféti- cos entusiastas el honor de la persecución, los entrega­mos al más cruel de los desprecios [que cabe sufrir] en este mundo. Se me asegura que en este preciso mo­mento son objeto [A&B:27] de preferencia festiva o espectáculo de títeres en la feria de Bartolomé.28 Sin duda alguna, ahí se representan admirablemente bien sus extrañas voces y movimientos involuntarios, me­diante el manejo de hilos y el soplar de pitos. Pues los cuerpos de los profetas, en estado de profecía, como no están en su propio poder, sino que (como dicen ellos mismos) son órganos meramente pasivos, movi­dos de una fuerza exterior, no tienen nada de natural, o que se parezca a la vida real por alguno de sus so­nidos o mociones; de suerte que, por más torpemente que un espectáculo de títeres pueda imitar otras ac­ciones, tendrá que representar por necesidad esta pa-

Page 110: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

116 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

sión a lo vivo. Y mientras la feria de Bartolomé esté en posesión de este privilegio, yo me atrevo a garan­tizarle a nuestra Iglesia nacional que no habrá secta de entusiastas ni nuevos vendedores de profecías y milagros que le ganen la mano en ningún caso, o le ocasionen la impertinencia de tener que poner a prue­ba su severidad con ellos.

Tuvimos la fortuna de que, cuando mandaban los papistas, [los feriales dej Smithfield sirvieran para algo más trágico. Muchos de nuestros primeros reformado­res me temo que fueron poco menos que entusiastas,

[342] y sabe Dios cuánto nos ayudó un fervor de ese tipo a sacamos de encima aquella tiranía espiritual. De suer­te que, si los sacerdotes, como es usual, no hubiesen preferido, a todas las otras pasiones, la del amor a la sangre, tal vez hubieran sorteado de modo más feliz la violencia [A&B:28] mayor de nuestro espíritu re­formador. No he oído nunca que los antiguos paganos estuviesen tan bien orientados en su mal designio de suprimir la religión cristiana en sus mismos orígenes, como para echar mano alguna vez de este método de la feria bartolomea. Pero estoy seguro de que, si hu­biera sido posible vencer de alguna manera la verdad del Evangelio, hubieran tenido más probabilidad de si­lenciarlo si optaran por poner en candilejas a nuestros primitivos fundadores, de una manera más agradable que la de los morriones de granadero y los barriles de pez.

Los judíos eran por naturaleza un pueblo sombrío sobremanera29 y soportaban poco el ridículo en lo que fuese, y, mucho menos, en lo tocante a cualesquiera

Page 111: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN III

doctrinas u opiniones religiosas. Miraban la religión con ceño hosco, y el único remedio que sabían prescri­bir para todo lo que se pareciera a proponer una nueva revelación, era la horca. El argumento supremo era el Crucifícalo, Crucifícalo.30 Mas, con toda su malicia y obstinación para con nuestro Salvador y sus apóstoles después de El, sólo con que hubieran tenido imagina­ción para poner por obra un espectáculo de títeres don­de se despreciara a aquéllos, tal como hoy en día hacen los papistas en honor de los mismos [judíos], [sólo con que hicieran eso] me atrevo a pensar [A&B:29] que le hubieran hecho más daño a nuestra religión que con todos los demás recursos del rigor.

Creo que nuestro grande y sabio Apóstol sacó me­nos ventajas del tolerante tratamiento que le dieron sus antagonistas atenienses que del espíritu arisco y abominable de las ciudades judías, dadas a perseguir. Sacó menos provecho de la buena fe y el civismo de sus jueces romanos que del celo de la sinagoga y de la vehemencia de sus sacerdotes nacionales. Aunque, cuando pienso en el Apóstol presentándose ante los ingeniosos atenienses o ante la Corte judicial roma­na, en presencia de sus grandes hombres y demás, y veo cuán generosamente se adapta a las ideas y a la condición de esa gente educada, no veo que se aparte del estilo del ingenio o buen humor, antes bien veo que, sin prejuicio de su causa, se presta generosa­mente a esta prueba [del ingenio y el buen humor] y a experimentar la agudeza de cualquier ridículo que se ofrezca.31

Mas, aunque a los judíos no les gustó nunca poner a prueba su ingenio o su malicia de este modo ante

Page 112: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

[A&B:30] nuestro Salvador o sus apóstoles; el sector de los paganos hostiles a la religión lo puso a prueba mucho antes por lo que hace a las mejores doctrinas y los mejores caracteres humanos que hayan apareci­do entre ellos. Y, en definitiva, esa prueba no supuso perjuicio alguno, sino, bien al contrario, la mayor de las ventajas para esos mismos caracteres y doctrinas, los cuales, al haber pasado la prueba, son tenidos ya por sólidos y justos. El hombre más divino que haya aparecido jamás en el mundo pagano, fue detestable­mente ridiculizado, a lo largo de toda una comedia es­crita ex profeso, en la cumbre misma de una época de ingenio y por el poeta más ingenioso de todos.32 Pero, muy lejos de hundirse así su reputación o de quedar suprimida su filosofía, crecieron ambas con ello, y, por lo visto, fue a más y fue mayor aún la envidia de los otros maestros. No sólo estaba contento él de que se le ridiculizara, sino que, para poder ayudar lo más posible al poeta, se presentó abiertamente en el teatro, con objeto de que su verdadera figura (que no era aventajada que digamos) pudiera ser comparada con la que el ingenioso poeta había puesto en candilejas. Tal era su buen humor. No pudo darse en el mundo un testimonio mejor de la invencible bondad del hombre, o demostración mayor de que no había impostura ni en su carácter ni en sus opiniones. Pues no cabe ad­mirarse de que la impostura se arriesgue a aguantar el choque con un enemigo grave [A&B:31J. La impostu­ra sabe que un ataque solemne no es tan peligroso para ella. Lo que más aborrece y a lo que más miedo le tiene es a lo jocoso y al buen humor.

Page 113: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN IV

En suma, señor mío, la manera triste de tratar las [346] cosas de la religión es lo que, en mi opinión, la pone tan trágica y es ocasión de que produzca efectiva­mente en el mundo tragedias tan funestas. Mi modo de ver las cosas es que, si nos proponemos tratar los [asuntos de] la religión de modo sensato, nunca nos excederemos utilizando el buen humor o examinán­dolos con demasiada libertad o familiaridad. Pues, si la religión es genuina y sincera, no solamente pasará la prueba, sino que sacará y ganará ventajas de ello; y, si es espuria o va mezclada con alguna impostura, se la detectará y expondrá.

La manera triste como se nos enseñó la religión nos incapacita para pensar sobre ella con buen humor.En la adversidad principalmente, o cuando tenemos mala salud o estamos afligidos, o con el espíritu agi­tado o destemplados, entonces es cuando recurrimos a ella, siendo así que, en verdad, nunca estamos en peores condiciones de pensar en sus cosas que en esas circunstancias difíciles y oscuras. Nunca podremos estar en condiciones de contemplar algo que está fue­ra de nosotros, si [A&B:32] no estamos en condicio-

Page 114: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

120 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

nes de mirar nuestro propio interior y examinar con calma la índole de nuestra propia alma y de nuestras pasiones. Pues nosotros vemos en la d iv in id a d la ira, la furia y la venganza, cuando estamos llenos de agi­tación y de miedos interiores y hemos perdido, a cau­sa del sufrimiento y la ansiedad, mucho de la calma y suavidad naturales de nuestra índole.”

No sólo debemos estar de buen humor como de or­dinario, sino del mejor buen humor y en la más dulce y amable disposición de nuestra vida, para entender bien lo que es la verdadera bondad y lo que implican esos atributos que atribuimos con tanto aplauso y ho­nor a la d iv in id a d . Entonces estaremos en disposi­ción de ver mejor si esas formas de justicia, esos gra-

[3481 dos de castigo, esa índole resentida y esas medidas de ofendido e indignado, que solemos suponer en Dios, son compatibles con las ideas originales sobre la bon­dad , que implantó en nosotros el mismo Ser divino o la Naturaleza con Él conforme, y que hemos de pre­suponer necesariamente con objeto de darle toda cla­se de alabanza y honor verdaderos. Esta es, señor, la seguridad [que podemos tener] frente a toda supers­tición: acordamos de que en d io s no puede haber nada más que lo divino y de que Él, o bien es verda­dera y perfectamente bueno, o no lo es en absoluto. Pero, si tememos hacer uso de nuestra razón [A:33] con libertad [B:33] y precisamente en esta cuestión de si Dios es en realidad de verdad [bueno] o no lo es, entonces lo que hacemos de hecho es suponerlo malo, contradiciendo de plano el pretendido carácter [suyo] de bondad y grandeza, al poner de manifiesto nuestra desconfianza en su índole y temer su ira y resenti­miento, con ocasión de la libertad de in v e s t ig a c ió n .

Page 115: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN IV 121

Un ejemplo notable de esta libertad lo tenemos en uno de nuestros autores sacros. Muy paciente se dice que era jo b , pero no puede negarse <que> es bastan­te atrevido con d io s y que censura rotundamente Su Providencia.M Sus amigos, en efecto, arguyen fuerte con él y echan mano de argumentos, verdaderos o fal­sos, para escamotear sus objeciones y evitar el poner las cuestiones de la Providencia en pie de igualdad con las demás. Consideraban éstos cosa muy merito­ria el hablar de Dios todo lo mejor posible, incluso violentando a la razón y pasando en ocasiones por en­cima de ella. Mas, en opinión de io b , esto es adular a d io s , es acepción de personas tocante a d io s , e, in­cluso, es burlarse de El. Y no es de extrañar. Pues,¿qué mérito puede haber en creer en Dios o en su Providencia, basándose en razones frívolas y débiles?¿Qué virtud hay en adoptar una opinión que va en contra del aspecto que ofrecen las cosas y resolverse a no escuchar nada que pueda decirse contra la mis­ma? ¡Vaya excelso carácter el del Dios de la verdad, que puede sentirse ofendido por haber rechazado no­sotros [B:34] poner la mentira por encima de nuestra [A:34] inteligencia en cuanto de nosotros depende, y que puede sentirse satisfecho de nosotros por haber­nos creído, por las buenas y contra nuestra [propia] [350] razón, lo que tal vez sea la mayor falsedad del mun­do, frente a algo que podíamos presentar como prue­ba o evidencia en contrario!

Es imposible que un hombre, como no sea alguien de mala índole, desee que no exista Dios, pues ese se­ría un deseo contrario al [bien] público e, incluso, al bien privado bien entendido. Mas, si un hombre no tiene la mala voluntad de asfixiar su [propia] fe, ten-

Page 116: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

122 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

drá que tener, con toda seguridad, una desgraciada opinión sobre Dios y pensar de Él mucho menos bien de lo que piensa de s í mismo, si imagina que el hacer uso imparcial de su razón en cualesquiera materias especulativas puede llevarle a correr algún riesgo en el Más Allá, y que [al contrario] una modesta nega­ción de su razón y una afectación de fe en algún pun­to demasiado fuerte para su inteligencia, puede con­cederle títulos para algún favor en otro mundo. Esto es ser sicofantas en la religión y parásitos de la de­voción. Es utilizar a Dios como hacen los mendigos astutos con aquellos a quienes se dirigen cuando des­conocen su rango. Los mendigos novatos tal vez se contenten ingenuamente con decir: ¡buen señor!, o: ¡bondadoso si los hay! Pero los viejos expertos [del mendigar], sea quien fuere aquel al que se encuentran [bajando] del coche, dirán siempre [B:35]: ¡Excelen­cia! IA:35], ¡buen milord! o ¡milady! Porque, una de dos: o se da el caso de que es un lord de verdad y en­tonces estamos perdidos (dicen) por no darles el títu­lo; o, si el sujeto no es lord, no habrá ofensa alguna, pues no lo tomará a mal.

Y lo mismo pasa en la religión. Estamos muy pre­ocupados por el modo de rezar bien y creemos que todo depende de acertar con el título y hacer una bue­na conjetura. No se puede imaginar escapatoria más miserable que la tan cacareada y considerada gran máxima por muchos hombres competentes, [es a sa­ber] que «hay que esforzarse por tener fe y creer lo más posible, porque, en fin de cuentas, creyendo en algo que no existe, no sale perjudicado uno por la de­cepción [consiguiente]; y, si hay algo de eso en lo que se creyó, puede resultar fatal no haber creído lo más

Page 117: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN IV 123

posible». Pero se equivocan; por cuanto, mientras piensen así, es seguro que no podrán creer nunca ni [352] para su satisfacción y felicidad en este mundo, ni con alguna ventajosa recomendación para el otro. Pues, con independencia de que nuestra razón, que conoce­rá ese fraude, no quedará nunca completamente satis­fecha con tal fundamento, nos mandará a menudo al garete y nos arrojará en un mar de dudas y de perple­jidad, y no podrá menos de suceder que nos hagamos realmente peores en nuestra religión y abriguemos una opinión aún peor de una [B:36] d e id a d Suprema [A:36], al estar basada nuestra fe en una idea de Dios tan injuriosa.

El amor [a la sociedad o] al público, el proyecto del bien universal y la promoción del interés del mun­do entero en cuanto está en nuestro poder, representa con toda seguridad la bondad más excelsa y es lo que da esa índole que llamamos divina. Es natural, milord (y es seguro que Vd. la conoce bien), es natural que deseemos que otros participen con nosotros de esa ín­dole porque resultan convencidos de la sinceridad de nuestro ejemplo. Es natural que deseemos que se co­nozcan nuestros méritos, particularmente si tenemos la fortuna de haber servido a la nación como buen mi­nistro o como príncipe o padre de la patria; de haber hecho feliz a una parte de la Humanidad, puesta bajo nuestra solicitud. Mas, si sucediera que, entre estas personas, hay algunos, criados en tal ignorancia y de tan remoto país, que no oyeron [siquiera] nuestro nombre y nuestras acciones y que, al oír hablar de nosotros, hubiesen sido confundidos con cuentos ri­dículos y enemistosos sobre nosotros, cuentos que circulasen un poco por todas partes, talmente que no

Page 118: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

124 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

supieran qué pensar sobre la existencia en el mundo de una persona como nosotros; ¿no sería ridículo que nos sintiésemos ofendidos por eso? Y ¿no pasaríamos por ser extravagantemente hoscos y malhumorados, si, en lugar de tratar el asunto con humor, pensáramos [A&B:37] con toda seriedad en vengarnos por la ofensa de unos sujetos que por su rústica ignorancia, su juicio deficiente o su incredulidad, denigraron nues­tra fama?

[354) ¿Qué hemos de decir, pues? ¿Es de alabar el preo­cuparse tanto por eso? ¿Tan divina cosa es el hacer el bien por mor de la gloria? ¿O no es acaso más divino [hacer el bien] incluso cuando puede parecer poco glorioso, incluso a los ingratos y a quienes son com­pletamente insensibles al bien que reciben? ¿Y cómo será posible que lo que en nosotros es tan divino pier­da ese su carácter en el Ser divino? 35 [¿Y cómo va a ser posible], tal como se nos representa a la d e id a d , que se parezca más a la parte débil, femenina e impo­tente de nuestra naturaleza, que a la parte generosa, viril y divina?

Page 119: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN V

La verdad, milord, es que uno piensa que no es cosa tan difícil el conocer a primera vista nuestras propias debilidades y distinguir los rasgos de flaque­za humana que nos son tan familiares. Uno diría que es cosa fácil de entender que [todo eso de las] provo­caciones e injurias, cóleras y venganzas, rivalidades por honor o poder, por el amor a la fama y a la gloria y demás cosas semejantes, son algo propio solamente de los seres [A&B:38] limitados, y que todo ello que­da excluido por necesidad en un Ser que sea perfecto y universal. Pero, si no hemos ajustado cuentas con nosotros mismos acerca de lo que sea lo moralmente excelente; o bien, si no podemos confiar en la razón cuando nos dice que <fuera de> lo excelente no hay nada que pueda darse en la d e id a d ; no nos será posi­ble confiar tampoco en lo que otras [personas] nos re­laten de la misma, o en lo que la [d e id a d ] misma nos revele a nosotros. Sin esto no puede haber verdadera­mente fe o confianza religiosas. Ahora bien, si hay algo verdaderamente previo a la Revelación, alguna prueba antecedente de razón, que nos asegure que d io s existe y, además, que es bueno y no nos engaña;

Page 120: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

126 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

esta misma razón, si queremos confiar en ella, nos de­mostrará que Dios es tan bueno que supera la mayor bondad nuestra posible. Y así es como podemos lle­gar a no tener ni terrores ni sospechas que nos den malestar, pues sólo la malicia, y no la bondad, es lo que puede atemorizamos.

[356] Hay una manera de razonar excéntrica, mas per­fectamente soberana, en [el caso] de ciertas destem­planzas mentales, de quienes son capaces de aplicarla. Es esta: «Sólo puede haber malicia donde hay intere­ses opuestos. Un ser universal no puede tener ningún interés opuesto. Luego, no puede tener malicia». Si hay un Espíritu general [A&B:39], no podrá tener intere­ses particulares, sino que, por necesidad, el bien ge­neral, o bien del todo, y su particular bien privado, tendrán que ser uno y el mismo. No puede intentar otra cosa fuera de eso, ni pretender nada más allá, ni ser movido a algo contrario. De suerte que no queda sino ver si existe en verdad lo que se llama un Espí­ritu que tiene relación con el Todo, o no. Pues que si, desgraciadamente, no hay tal Espíritu, nos consolare­mos todavía pensando que la Naturaleza no es mali­ciosa', y si, en verdad; existe un [tal] esp ír itu , bien podremos estar tranquilos, pues se tratará del [Espíri­tu] mejor naturalizado del mundo. Este último caso imagina uno que sería el más cómodo, y que la con­cepción de un padre común es menos horrible que la de una naturaleza abandonada y un mundo huérfano de padre. Aunque, tal como está la religión entre no­sotros, es mucha la buena gente que temería menos el quedar expuesta de ese modo y que estaría interior­mente más tranquila si se le diera la seguridad de que no tienen nada más que el azar como consuelo. Pues

Page 121: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN V 127

nadie tiembla ante la idea de que no haya Dios, sino más bien ante la idea de que lo haya. Sin embargo, eso sería de otro modo si se considerase a la Deidad tan amable como la humanidad y se nos pudiera per­suadir que creyésemos que, si hay en realidad un DIOS, es preciso de toda necesidad que la mayor bon­dad le corresponda al mismo, sin ninguno de esos de­fectos [A&B:40] pasionales, de esas bajezas e imper­fecciones que hemos de reconocer en nosotros mis­mos, por encima de las cuales nos esforzamos en po­nernos como hombres buenos y que vamos superan­do cada día según nos hacemos mejores.36

Paréceme, señor mío, que nos iría bien si, antes de subimos a las altas regiones de la teología, nos dig­náramos descender un poco hasta nosotros mismos y [3581 acomodar algunos pobres pensamientos de sencilla moral honesta. Una vez hemos echado una mirada a nuestro interior y hemos distinguido bien la naturale­za de nuestras propias afecciones, seremos con toda probabilidad jueces más adecuados de la condición divina [propia] de un [cierto] carácter, y [sabremos] discernir mejor las afecciones adecuadas y las inade­cuadas en un Ser perfecto. [Sólo] estaremos en condi­ciones de entender lo relativo al amor y a la alabanza, cuando adquiramos alguna noción consecuente de lo que es laudable y lo que es amable. De otro modo co­rremos el riesgo de hacerle menguado honor a d io s cuando intentamos hacerle el mayor honor. Pues no resulta fácil imaginar qué honor puede redundar para la d e id a d [A&B:41] de las alabanzas de criaturas in­capaces de distinguir lo que es digno de aprecio o ex­celente en su propia condición.

Page 122: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

128 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Si un músico fuese celebrado hasta las nubes por un hato de gentes que carecen de oído musical, seguro que se sonrojaría y le resultaría difícil componer un gesto correcto para aceptar la benevolencia de sus oyentes, hasta que éstos adquiriesen una mayor com­petencia para entenderlo y supieran encontrar, sirvién­dose de sus propios sentidos, algo que hubiese sido realmente acertado en su ejecución [musical]. Hasta que no se hubiera logrado esto, poca gloria habría en ese caso y, por vanidoso que fuese, tendría bien poca razón de estar contento ese músico.37

Quienes gustan por encima de todo de la alaban­za, deberían preferir pasar inadvertidos antes que ser objeto de aplauso impertinente. No sé cómo viene a suceder que a a q u e l de quien se dice que hace el bien con perfecto desinterés, se le imagina deseoso de ser tan pródigamente alabado y se le supone que valora tanto una cosa tan vulgar y baja como el encomio del ignorante y el aplauso obligado.

Con la bondad no sucede lo mismo que con otras cualidades que podemos entender muy bien, aunque no las poseamos. Podemos tener un excelente oído musical

[360] [A&B:42] sin ser capaces de tocar instrumento alguno. Po­demos ser buenos jueces en la poesía sin ser poetas o te­niendo poquísima vena poética. Pero no podemos tener una pasable noción de la bondad, si no somos pasable­mente buenos. De modo que, si la alabanza de un Ser divino es parte tan importante de su culto, tendríamos que aprender, digo yo, qué es la bondad, no fuera más que por aprender a alabar [a Dios] de una manera pasable. Porque la alabanza a la bondad, que procede de un insano co­razón vacío, eso tiene que producir con toda certidum­bre las mayores disonancias [imaginables] en el mundo.

Page 123: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN VI

Hay otras razones, señor, de que esta filosofía sen­cilla y de andar por casa, consistente en mirarse uno a sí mismo, pueda prestarnos maravillosos servicios rectificando nuestros errores en materia de Religión. Pues hay una clase de entusiasmo de segunda mano.Y cuando los hombres no encuentran en sí mismos conmociones originarias;3* cuando no encuentran un pá­nico que los predisponga a ser encantados, siguen sien­do susceptibles de resultar embaucados e inducidos crédulamente a creer en muchos falsos milagros. Y este hábito [de la credulidad] puede hacerlos inestables y de una fe muy inconstante, fácil de ser seducidos por cada viento doctrinal y de adherir a cualquier secta o superstición advenediza. Mas [A:43J, el conocimien­to del verdadero origen de nuestras pasiones [B:43], la acertada ponderación del incremento y progreso del entusiasmo y el correcto juicio de su fuerza natu­ral y de lo que impone a nuestros sentidos incluso, todo eso puede enseñamos a oponemos con mayor éxito a los engaños que vienen armados con el espe­cioso pretexto de la certeza moral y de la cuestión de hecho.39

Page 124: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

130 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

La nueva secta profética que he mencionado antes pretende, al parecer, haber tenido, entre otros muchos milagros, un signo extraordinario, deliberadamente realizado, y previo aviso, en presencia de centenares

|362) de personas que hoy en día dan testimonio de su ver­dad. Sólo me gustaría saber con todo, si, entre esos centenares de personas allí presentes, había alguna que, no habiendo pertenecido nunca a esa secta, o no habiendo adherido nunca a esa línea de conducta, dé el mismo testimonio que los demás. No puedo darme por satisfecho preguntando si el tal estuvo [en la oca­sión] completamente libre de ese particular entusias­mo; o bien si, con anterioridad, se le tenía ya por per­sona de juicio tan sano y cabeza tan clara como para estar completamente libre de melancolía y ser además incapaz con toda probabilidad de entusiasmo [desbor­dado]. Pues de otro modo, podría haber prendido el pánico; podría haberse perdido el testimonio de los sentidos, como sucede en el sueño, y haberse infla­mado la imaginación hasta el punto de consumirse por completo en un instante [B:44] la mínima [A:44] partícula de juicio y de razón. El material combusti­ble yace dispuesto ahí dentro y listo para prenderse fuego de una chispa, mayormente [tratándose] de una multitud sobrecogida del [mismo] espíritu. No hay que extrañarse de que la llamarada surja tan de re­pente, si brillan con la pasión innumerables ojos in­candescentemente y palpitan removidos de inspira­ción los pechos, cuando, no ya el mero aspecto, sino el mismo aliento y exhalación de los hombres, son in­fecciosos y se transmite la misma enfermedad por transpiración insensible. No soy teólogo capaz de dis­cernir ese espíritu, que mostró ser tan contagioso en-

Page 125: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

tre los profetas antiguos, que incluso s a ú l , [de talan­te más bien] profano, fue presa de él.40 Mas, la Sa­grada Escritura me enseña que había un espíritu de profecía malo, como lo había uno bueno.41 Y me en­cuentro por [mi] experiencia actual, así como por [el testimonio de] todo [tipo de] historia, tanto de la sa­grada como de la profana, con que la operación de este espíritu es la misma en todas partes por lo que hace a los órganos corporales.

Un caballero que ha escrito recientemente en de­fensa del despertar de la profecía y que luego ha caí­do, también él, en éxtasis proféticos,42 nos dice que «los antiguos profetas, cuando caían en éxtasis, tenían al Espíritu de Dios en ellos, con extraños gestos cor­porales [A&B:45] que los hacía parecer como locos (o entusiastas), según se echa de ver claramente, dice [3641 él, en los casos de b a la a m , s a ú l , d a v id , e z e q u i e l , d a n i e l , &». Y lo justifica por la práctica de los tiempos apostólicos y por la regla que los apóstoles mismos aplicaron a esas dotes aparentemente irregu­lares, pero tan frecuentes y ordinarias (como pretende nuestro autor) en la Iglesia primitiva, cuando el pri­mer desarrollo y propagación del cristianismo. Pero dejo en sus manos el cometido de trazar todo el pare­cido que pueda, entre su modo de proceder y el apos­tólico. Yo sólo sé que los síntomas que describe y que él mismo padece (¡pobre señor!) son tan paganos como pueda pretender él que son cristianos. Y cuando hace poco lo vi en estado de agitación (como dicen ellos) profiriendo profecías en pomposo estilo latino, len­gua que al parecer desconoce fuera del éxtasis, me vino a la memoria la descripción de la s ib i la ,41 del

SECCIÓN VI 131

Page 126: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

132 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

poeta latino, cuyas zozobras eran perfectamente igua­les a esa:

------------------Súbito non vultus, non color unus,Non comptae mansere comae; sed pectus anhelum,Et rabie fera corda tument; niajorque videri [A&B:46] Nec moríale sonans: afflata est Numine quando Jam propiore Dei.44

Y de nuevo poco después:

------------------Immanis in antroBacchatur Vates, magnum si pectore possit Excussisse Deum: tanto magis lile fatigat Os rabidum, fera corda domans, FINGITQUE PREMENDO.45

Estilo que es propiamente el mismo que el de nuestro experto autor. «Pues el inspirado (dice él) es someti­do a prueba, y el espíritu, con frecuentes agitaciones, forma los órganos, de ordinario uno o dos meses an­tes de la irrupción [profética]».

El historiador romano, hablando de un entusiasmo extraordinariamente horrible que irrumpió en ro m a mucho antes de su tiempo, describe este espíritu de profecía como sigue: Viros, velut mente capta, cum

[366] jactatione fanatica corporis vaticinan (Liv. 39).44 No quisiera transcribir las abominaciones que se descri­ben además sobre estos entusiastas, pero no puedo omitir dar copia del benigno decreto del Senado en caso tan execrable; pues, aunque estoy convencido de que Su Señoría lo ha leído ya antes de ahora, lo leerá una y otra vez con admiración: ¡n reliquum deinde (dice Livio) S. C. cautum est, etc. Si [A:47] quis tale sacrum solenne [sic] [B:47] et necessarium, duceret,

Page 127: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN VI

nec sine religione piaculo se id omitiere posse; apud Praetorem Urbanum profiteretur: Praetor Senatum consuleret. Si ei permissurn esset, cum in Senatu cen- tum non minus essent, ita id sacrum faceret; dum ne plus quinqué sacrificio interessent, neu qua pecunia communis, neu quis magister sacrorum, aut Sacerdos esset."

Es tan necesario dar salida a esta enfermedad del entusiasmo que, incluso el filósofo que dirigió toda la fuerza de su filosofía contra la superstición, parece dejarle espacio a la fantasía visionaria y tolera indi­rectamente el entusiasmo. Pues resulta difícil imagi­nar que alguien que tenía tan poca fe religiosa como e p ic u r o ,48 tuviera tan vulgar credulidad como para creerse esos relatos sobre ejércitos y castillos en el aire y semejantes fenómenos visionarios. Y, sin em­bargo, los admite y piensa resolverlos mediante sus effluvia y sus espejos aéreos y no sé qué otro cachi­vache; todo lo cual lo expresa sin embargo bella­mente su poeta latino, como suele hacer:

------------------Rerum Simulacro vagariMulta, modis multis, in cunetas iindique parteis Tenuia, quae facile inter se junguntur in auris [A&B:48] Obvia cum veniunt, ut aranea bracteaque auri

* * * *

Centauros itaque, & Scyllarum hembra videmus, Cerbereasque canum facies, simulacraque eorum Quorum morte obita tellus amplectitur ossa:Omne genus quoniam passim simulacro feruntur,Partim sponte sua quae fiunt aere in ipso;Partim quae variis ab rebus cumque recedunt

Lucret. IV, 724 ss.49

Page 128: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Señal de que este filósofo creía que en la natura­leza humana hay originariamente una buena porción de espíritu visionario. Estaba tan convencido de la in­clinación de los hombres a ver visiones, que prefería facilitárselas antes que dejarlos irse de vacío. A pesar de que negaba que fuesen naturales los principios de la religión, se vio forzado a conceder tácitamente que en la humanidad había una asombrosa disposición a las cosas sobrenaturales, y que, si esas ideas fueran vanas, serían, con todo, innatas en cierto modo, o.bien tales que los hombres nacerían realmente para ellas y les resultaría muy difícil evitarlas de alguna mane­ra. Yo diría que, de esta concesión, puede el teólogo extraer un buen argumento contra Epicuro, en favor de la verdad, así como de la utilidad de la r e l ig i ó n . Pero la cosa es que [A&B:49], sea verdadero o sea falso el asunto de la aparición, los síntomas son los mismos, y la pasión [que se produce] en la persona caída en visión, tiene igual fuerza. Los linfáticos de los latinos eran los ninfoleptos de los griegos. Se tra­taba de personas de las que se decía haber visto algu­na suerte de Divinidad, ora una deidad campestre ora una ninfa, que los transportaba a tales trances que su­peraban su razón. Los éxtasis se expresaban externa­mente en estremecimientos, temblores, sacudidas de cabeza y miembros, agitaciones y (como dice Livio) revolcones fanáticos o convulsiones, oraciones repen­tinas, profecía, cánticos y cosas así. Todas las nacio­nes tienen sus linfáticos de una u otra clase, y todas las Iglesias (tanto paganas como cristianas) tuvieron sus quejas contra el fanatismo.

Podría sospecharse que los antiguos se imagina­ban que esta enfermedad tenía alguna relación con lo

Page 129: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN VI 135

que llamaban hidrofobia. No podría yo decir con mu­cha seguridad si los antiguos linfáticos tenían algo así como una manera mordaz de comunicar la rabia de su morbo. Pero, desde antiguo, hubo ciertos fanáticos con facultades portentosas para comunicar [a los demás] el apetito de reñir. Pues, desde que apareció el espíri­tu agrio, todas las sectas lo han practicado, según dice 1370] el dicho, con uñas >’ dientes [A&B:50], y no hay nada que les guste más que hacerse daño sin piedad los unos a los otros.

En realidad, el fanatismo de tipo inocente se ex­tiende hasta el punto de que, cuando le hiere a uno la aparición, se sigue siempre una comezón para comu­nicarla y encender el mismo fuego en otros pechos.Así, son fanáticos también los poetas. Y el mismo Ho ­r a c io , lo es, o bien se finge, linfático, y muestra los efectos que tiene sobre él la visión de las ninfas y de b a c o .

Bacchum in remotis carmina rupibus Vidi docentem, credite posteri,N ymphas que discent e s,----------Evoe! recente mens trepidat metu,Plenoque Bacchi pectore turbidumL y m p h a t u r ----------------------------------

Od. L. H, 19.50

como lee Heinsius:No hay ningún Poeta (así me atreví a decírselo al

principio a Su Señoría), ninguno, que pueda hacer algo grande a su modo, sin imaginar o suponer una Presencia Divina capaz de elevarlo a cierto grado de esa pasión [A:51] de que estamos hablando. Incluso

Page 130: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Lu c r e c io , tan frío como es, [B:51] hace uso de la ins­piración cuando escribe contra ella y se ve forzado a presentar una aparición de la Naturaleza en forma di­vina, con objeto de animarse y orientarse en esa su empresa de degradar a la Naturaleza y de despojarla de toda la Sabiduría y divinidad que presenta.

Alma VENUS, coeli subter labentia signa Quae mare navigerum, quae térras frugiferenteisConcelebras---------------------Quae quoniam rerum naturam sola gubemas,Nec sine te quidquam dias in luminis oras Exoritur, ñeque fit laetum ñeque amabile quidquam:Te sociam sludeo scribundis versibus esse,Quos Ego de rerum natura pangere conor MEMMIADAE nostro.

L ucret. 1. I.51

Page 131: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN VII5í

Lo único que deduzco de todo esto. Señor, es que el [372] e n t u s i a s m o es maravillosamente poderoso y amplio; que el conocerlo plena y distintamente es cuestión de sutileza de juicio y de lo más difícil del mundo, visto que ni siquiera el ateísmo está exento de entusiasmo, pues, como han observado acertadamente algunos, hay también ateos entusiastas. Y tampoco puede distinguir­se fácilmente del entusiasmo, por sus señales externas, la divina inspiración [A&B:52], pues la inspiración es un sentimiento real de la presencia divina, y el en­tusiasmo [desmesurado] es un sentimiento falso, pero la pasión que suscita es muy parecida. Pues, cuando la mente queda prendida en visión y fija su mirada, sea en algún objeto real sea en algún mero espectro de la Di­vinidad; cuando lo ve o lo piensa, ve algo prodigioso y más que humano; su horror, deleite, confusión, miedo, admiración, o cualquiera pasión correspondiente o bien predominante en tal ocasión, será algo vasto, enorme y (como dicen los pintores) [de] más allá de la vida. Y eso es lo que da ocasión al nombre de fanatismo tal como lo usaban los antiguos, en su sentido original de apari­ción que arrebata al espíritu.

Page 132: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

138 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Algo extravagante y furioso ha de ser, cuando las ideas e imágenes recibidas resultan demasiado gran­des para ser contenidas en el angosto recipiente hu­mano. De suerte que bien puede llamarse a la inspi­ración e n t u s ia s m o divino. Pues la palabra misma significa Presencia divina y fue usada por el filósofo al que llamaban divino los primitivos Padres cristia­nos, para expresar cuanto fuese sublime en las pasio­nes humanas. Este fue TA&B:53] el espíritu que asig­naba él a los héroes, políticos, poetas , oradores, mú­sicos e incluso a los filósofos mismos.53 Tampoco nos es posible el abstenernos espontáneamente de atribuir a un entusiasmo noble cuanto realizan con grandeza algunos de aquéllos. De modo que, casi todos noso­tros, conocemos algo de este principio. Mas, cono-

[374] cerlo como se debe y discernir sus diversas clases, tanto en nosotros como en los demás, esa es la tarea importante, y sólo de ese modo cabe la esperanza de que evitemos la decepción. Pues, para el discerni­miento de espíritus y saber si son de Dios, hemos de saber antes discernir nuestro propio espíritu: si es es­píritu de razón y sano sentido-, si es adecuado para juzgar en general, estando sereno, frío e imparcial, li­bre de toda pasión parcial, de todo vapor inconstante y de humores melancólicos. Este es el conocimiento primero y el juicio previo: entendemos a nosotros mismos y saber de qué espíritu somos. Luego ya po­dremos juzgar del espíritu en otros, considerar cuál es su mérito personal y [A&B:54] probar la validez de su testimonio por la solidez de su seso. De este modo podemos disponemos con algún antídoto con­tra el entusiasmo. Y esto me atreví a decir que se lo­gra manteniendo el b u e n h u m o r .54

Page 133: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

SECCIÓN VII

Y ahora, Señoría, habiendo finalmente justificado en cierta medida el e n t u s ia s m o y reconocido la pala­bra [misma], si parezco pintoresco por dirigirme a Vd. como lo he hecho, tendrá que permitirme que aduz­ca como razón un impulso. Me ha de suponer Vd. (con toda verdad) apasionadamente afecto [a Su Se­ñoría]; y, con la amabilidad que os es habitual en otras ocasiones, tendréis que tolerar a este entusiasta amigo vuestro, el cual, con la sola excepción de este [caso] de exceso de celo, no puede parecer más que, con todos los respetos,

SEÑORÍA,

de Vd., etc. [A&B:55].

Page 134: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

NOTAS AL TEXTO DE LA CARTA

1. En la carta a lord Sommers, con que acompaña la presentación del manuscrito al amigo, la Carta sobre el entusiasmo se titula Sobre el entu­siasmo y la profecía (Benjamín Rand, The Life, Unpublished Letlers and Philosopliical Regimen o f Anthony Earl o f Salisbury, Swan & Sommens- chein & Co. Ltd., Londres. 1900, p. 386). Luego le cambiará el título (ibid., p. 394). Nueve años antes, en 1699. Toland le había publicado, al parecer sin su consentimiento formal, su obra más teórica y sistemática: la Inves­tigación sobre la virtud o el mérito, en forma de borrador o de primera redacción, aún. El dato es importante porque, cuando escribe la Carta, está en posesión de las intuiciones y tesis fundamentales de su antropología reli­giosa y política. La Carta es un escrito maduro, aunque asomen en ella las dudas sobre la desprestigiada palabra «entusiasmo» a lo largo del siglo xvn. Frente a la antropología de la duda cartesiana y de la desconfianza hobbe- siana (y lockeana), se propone la antropología del entusiasmo como asom­bro ante la presencia de lo divino en alguna de sus formas. Según señalamos en la bibliografía, Shaftesbury repasó el tema del entusiasmo en Miscelá­neas (II, caps. 1 y 2), siguiendo el sumario, confeccionado por él mismo, que a continuación transcribo: «Cap. I : Juicio crítico sobre el entusiasmo. — Su defensa y elogio. — Su aplicación, así en los negocios como en los pla­ceres. — La acción mediante el miedo y el amor. — Modos del entusiasmo: magnanimidad, virtud heroica, honor, celo por lo público, religión, supersti­ción, persecución, martirio. — Energía de la devoción extática en el sexo tierno. — Relato sobre el sacerdocio antiguo. — Guerra de religión. — ... Cap. 2: Juicios de teólogos y autores graves sobre el entusiasmo. — Refle­xiones sobre el escepticismo. — Un escéptico cristiano. — Juicio de los ins­pirados sobre sus propias inspiraciones. — Conocimiento y fe. — Resumen de historia de la religión. — Celo ofensivo y celo defensivo. — Una Iglesia en peligro. — Persecución. — Política de la Iglesia de Roma».

Page 135: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

NOTAS (PP. 89-96) 141

2. Los asteriscos suslituyen el nombre de lord Sommers (1651-1716), lord canciller de Inglaterra, fautor principal del Acta de Unión de Inglate­rra y Escocia («the glorious day of a British unión», B. Rand, op. cit., p. 372). Corresponsal de Jean Le Clerc, el editor de la famosa Bibliothé- que, generoso protector de Pierre Bayle, de Addison (que le dedicó su Spectator) y de Jonathan Swift (que le dedicó Historia de un tonel), lord Sommers solía leer los manuscritos de Shaftesbury. Creo que su joven ami­go le inspiraba preocupación por la alarma que suscitaba éste en el eclesias- ticismo.

3. « ... ¿Hay algo que impida decir la verdad jocosamente?» (Hora­cio, Sátiras, I, 1, vv. 24 y ss.). Traduce Javier de Burgos: « ... y aunque nada / impida decir la verdad burlando». Tal vez «burlando» éste diga de­masiado. Poco más abajo (v. 27), está el lema escogido por Lessing para entonar sus escritos: «Sed tamen amoto quaeramus seria ludo» («Mas, de­mos de lado las bromas y vayamos a lo serio»).

4. Esta entradilla se encuentra sólo en la editio princeps (EP), de 1708, donde Shaftesbury. que publica anónimamente, se finge editor. El verano aludido es el de 1707.

5. La moda y el gusto corriente se convertirán en referencia crítica­mente negativa, en cuanto suplantan a veces la fundamentación natural de las cosas y la referencia a los maestros antiguos, que supieron atenerse a lo natural de las cosas. Las modas son variaciones ortodoxas de los intereses de unos cuantos... «Poderosa señora es, en efecto, la moda y por su sola autoridad ha degradado tanto» (Shaftesbury, Misceláneas, II, 3, 142, 28 y ss.). Pero «en las cosas hay algo más que moda y aplauso» (id„ Sensus communis. Ensayo sobre la libertad de ingenio y humor). La moda es una forma de dogmatismo y de tiranía (F. H. Heinemann, «The Philosopher of Enthusiasm. With material hitherto unpublished», Revue International de Philosophie, t. VI (1952), pp. 296 y ss.). La autoridad es la fuente de los más de los errores, decía Leibniz.

6. El editor remite, como lugares paralelos, a Sensus communis, 202, y a Misceláneas, 308.

7. Se trata del Dr. Edward Fowler. obispo de Gloucester, según indica Robertson.

8. «... descreer en el Santo Nueve, o sea en su Apolo.» El número nueve, que es uno de los menos afortunados en la literatura bíblica, es des­de bien pronto el de las musas engendradas por Zeus de Mnemosine. Las di­rigía Apolo e inspiraban a los poetas, les asistían y acompañaban; por eso, se las invocaba en los proemios de las diversas obras (Das grosse Lexikon der Antike, Heyne Verlag, Munich, 1979 ’, p. 365).

9. Tal como el obispo Fowler.

Page 136: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

142 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

10. «Casi todos nuestros placeres» incluyen «el trato mutuo», la copre- sencia actual, la habida o la por haber (cf. Shaftesbury, Investigación sobre la virtud o el mérito, 186, 22-26). La presencia es copresencia porque la in­dividualidad se da en especie. La ontología de la individualidad es la ontolo- gi'a de la copresencia. La socialidad de la copresencia es la negación radical del individualismo atomista, abstracto, uniformador de los individuos. Mien­tras que la socialidad de copresencias es la ontología monadológica que in­cluye en cada mónada el reflejo copresente del Universo entero y más de la Presencia infinita que se presenta en las demás presencias. Presencia es la for­ma activa de la inteligencia como mirada. El rostro (Levinas) no es lo fun­damental; el rostro es sólo un enmarque, justamente de la mirada. La esencia de la inteligencia es mirada.

¿Por qué ha dicho «casi todos nuestros placeres...»? Sir Thomas Brow- ne (1605-1682), en su Religio M edid (La religión del médico, 1643), tam­bién recurre a este artificio. Dice: «Yo he practicado este honesto artificio de Séneca, y en mis imaginaciones retiradas y solitarias ... me he imaginado a mí mismo en presencia de mis queridos y más estimados amigos». Pero el Dr. Browne lo hacía para reforzar la debilidad de una naturaleza que no se contenta con que «Ipsa sui pretium virtus sibi», es decir, con que la mera vir­tud sea el premio de sí misma (Religio medid, Casell & Co., Londres, 1892, p. 85). En cambio, la naturaleza es suficiente para permanecer en el bien sin premios ni testigos que tomen nota. La copresencia forma parte de la viven­cia de la virtud; la ausencia sería despresencia, provocada por la violencia de una abstracción aislante, como es el caso de la antropología cartesiana o hobbesiana, y, en general, de las antropologías escatológicas, que consideran aisladamente a cada alma, en su destino y en el juicio divino que la juzga en metafísico solitario.

11. Como el Todo es el criterio ineludible de la armonía natural (Shaf­tesbury. Soliloquio o Consejos al escritor, pp. 145, 149), también es el cri­terio ineludible de la moral política. Hay un bien general, que es el de la Humanidad; hay una verdad política, que lo es por su referencia a todo el cuerpo político según referencia confederal concéntrica.

12. Es idea en la que Shaftesbury abundará: «Sólo el hábito de razo­nar hace al razonador»; «el ingenio se afinará en nuestras manos» (id., Sen- sus communis, 49, 46). Son hábitos vitales, es decir, monádicos: orgánicos, originarios, interiores...

13. Dentro de la «naturaleza [misma] de las cosas» hay una «alta me­dida (standard)» a la que espontáneamente acabaremos por atenemos, con tal de que se deje expresar con libertad el [propio] sentir (id., Misceláneas, II, 1, 58, 15-17). Pero no se trata de medidas encorsetantes, opresivas; tampo­co son estoicas en un sentido ascético. Son afinamientos, ajustes de cuerda

Page 137: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

NOTAS (PP. 97-106) 143

musical, por cuanto, como dice Horacio (Epístolas, 11, 2, 144), «los números» y «los modos» mentales revelan lo que es «la verdadera.vida» (Shaftesbury. Sensus communis, 93).

14. El de la impostura es un concepto fundamental en la gnoseología de Shaftesbury. Impostura es la ficción (no necesariamente malintencionada o maliciosa) de gravedad, de seriedad, de sobrecogimiento temeroso ante lo divino: de la trascendencia e importancia de lo que se representa o transmite. Cuando se rodea y circunda con seriedad ficciosa a un prejuicio, por supers­ticioso que sea, por absurdo que sea, la sociedad se lo traga. De ahí el peligro y riesgo de exigir respeto intelectual ante supuestas sublimidades. Cf. ibid.,64, 52: «el gesto y el tono son poderosas ayudas para la impostura».

15. «El sarcasmo agudo pone muchas veces en su sitio, más eficaz­mente y mejor, cosas importantes» (Cf. ibid., 18. 36).

16. Las bibliotecas comunes son más biblioteca que las privadas, y los jardines públicos son más jardín que los jardines privados. ¿Por qué no ha de haberlos, pues? Lo común tiene una realidad más intensa, es más real. San Agustín veía la igualdad de los hombres en que todos podían tener en la cabeza la idea de silla, aunque luego los unos tuvieran un trono; los otros, un sillón; bastantes, una silla; muchos, una banqueta, y muchísimos, el san­to suelo. Es el idealismo del platonismo popular, que, después, necesita de la institución eclesiástica y su escatología para sujetar las ganas que el géne­ro humano tiene de sentarse en asientos proporcionados al bípedo erecto. Lo que Shaftesbury dice es que lo común suficiente, y por tanto verdadero, no es la idea de silla, sino la silla accesible a todos, la silla «común». El uni­versal verdadero es lo común.

Asustaba Shaftesbury,'y por estas ideas lo tachaban de «loco».17. «No hagas más que lo que harías para volverte loco racionalmen­

te» (Terencio, Eunuchus. acto I, escena 1). Dice Shaftesbury en carta a Le Clerc que, al traductor de Menanciro, Terencio, lo valora «más que a todos los modernos originales juntos» (B. Rand, op. cit., p. 412).

18. Los antiguos son modelo en cuanto, entre ellos, florecieron por un tiempo la filosofía y la libertad. Que tampoco se trata de suplantar la revela­ción religiosa poniendo en su lugar a los antiguos. La serie de las revelaciones tiene su lógica religiosa, pedagógica. La maduración del género humano, me­diante la racionalidad y la libertad, traza el desarrollo de las fuerzas de la na­turaleza propia del hombre. Sería ridículo leer a los antiguos para recuperar la libertad y quedar luego pendientes servilmente de ellos. «Antiguos y modernos son iguales», y todo depende del acierto con que supieron tratar la naturaleza interior y verdadera de las cosas, dejándolas ser desde sí mismas y desde su propiedad (Shaftesbury, Régimen, en B. Rand, op. cit., pp. 78-79, 86; id., Sensus communis, 51).

Page 138: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

144 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

19. Se trata de la política que considera esta vida terrenal como un pe­ríodo de prueba para alcanzar meritoriamente la vida futura o última (escato- Iógica). El buen gobierno, entonces, sería el que procura imponer la verdad ortodoxa e impide la propagación del error, empleando los medios correc­tivos y penales, y justificando, así, los medios por el fin bueno. Todo el go­bierno político se subordina a la salvación de las almas tal como se concibe desde una ortodoxia que se siente obligada a imponer la uniformidad doctri­nal y social.

Shaftesbury y su círculo son los primeros en leer El Quijote en clave crí­tica, social y política, frente a la vuelta del «gusto reinante [en el siglo xvi] de la caballería gótica [o medieval] y mora» (id., Misceláneas, V, 1 [I, 2, 300, 18 y ss.)). La caridad «sobrenatural» ponía hecho un infierno de perse­cuciones y vejaciones a este mundo. En vez del «Vivir y dejar vivir», de Lessing, el lema del entusiasmo fervoroso y apostólico era «No dejar vivir para conducir a la vida etema». La Carta refleja esa interpretación de El Quijote, que circulaba también por Amsterdam y que llegó a oídos de Leib- niz. Leibniz refiere que el caballero William Temple, embajador de Inglate­rra en las Provincias Unidas, relacionaba la historia del ingenioso hidalgo con el quietismo: la sensación de ridículo que metió Cervantes en el alma de sus compatriotas, los habría paralizado. Leibniz ve en el quietismo o desdi- namización del alma o sustancia individual, el mayor error antropológico. Leer teológicamente las obras ingeniosas y extravagantes (como Los viajes de Gulliver y el copioso fabularío del siglo, en general) era lo lógico, lo usual, y lo que pedía ya una razón no abstracta.

20. El deseo de uniformar a todos los hombres en sus creencias y con­siguientes modales es un atentado contra la salud natural, contra la naturalidad de una naturaleza de tipo «monádico», pues que cada naturaleza es absoluta­mente única (id., Sensus communis. 48). Frente al libre juego de los contrarios, que da de sí proporciones y armonías verdaderas, naturales, frente a la pluri- formidad, los progresistas a la moda o modernos quieren reducir la diversidad de «complexiones intelectuales» y «el aire y aspecto que le era natural a cada cual», a una sola filosofía: la del egoísmo como afección o pasión fundamen­tal y principal, como naturaleza de todos y cada uno de los individuos. El Es­tado moderno se convierte en sastre: corta, según patrón único, un uniforme, y se lo impone a todo el mundo. A esto llaman racionalizar las cosas. Jona- than Swift, el deán, se sirve también de las metáforas de sastrería en relación con las religiones y sus ortodoxias uniformadoras (cf. Jonathan Swift, Histo­ria de un tonel, en Obras selectas, ed. de Lorenzo Criado, Swann, San Lo­renzo de El Escorial, 1988, sección II).

21. Daniel Defoe hacía notar en su semanario (The Review, 1.° de septiembre de 1709) que «los dos primeros años del gobierno de Su Majes­

Page 139: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

NOTAS (PP. 107-113) 145

tad, cuando el partido conservador tenía la mayoría en nuestras Asambleas, y los prelados de la Alta Iglesia [anglicana] gobernaban la Nación, fueron verdaderamente el reino de la inmoralidad; surgieron ferias y espectáculos como otrora Iglesias en los tiempos de la Reforma, y, con el avance del Par­tido conservador, avanzaba al mismo paso el hábito del vicio» (Defoe, III, 882). Las prohibiciones producían florecimientos en contrario. Defoe quiere decir,- además, que los vicios de los conservadores animaban a los autores y actores teatrales a dar gusto a «las clases superiores»; «Cuando los actores vieron que subía al poder el Partido de la Alta Iglesia. |Partido] formado por sus amigos, y sabiendo que una máxima de la Alta Iglesia había sido siem­pre corromper la moralidad de los ciudadanos — porque el vicio y la tiranía se ayudaron y confortaron siempre el uno al otro...» (Defoe, III, 885; cf. infra, la n. 26).

22. Esta sección III no estaba en EP.23. A continuación expondrá largamente el principio fundamental de

su teología natural: sólo con la experiencia personal e interior de la bondad generosa (o sea, no limitada por arbitrariedades antinaturales) se cobra el va­lor necesario para excluir de la Divinidad cuanto en un hombre nos resulta bajo y repulsivo. Shaftesbury rechazará la soteriología paulina del Dios exi­gente de satisfacciones y expiaciones por el pecado, del Dios que «no per­dona ni a su propio hijo». Lo hará sobre la base de que la sensación de bon­dad que brota y anida en el corazón humano es el centro del tono espiritual y moral del Universo. La bondad de la vida es la misma en Dios y en el hombre (cf. aquí 119-121, 126-130, etc.). Esta nivelación de los interiores de Dios y del hombre, además de excluir el fundamento teológico del calvinis­mo y su irracionalismo, traslada «lo divino» desde las pompas aparatosas y sublimes de misterios incomprensibles hasta la sencillez de las relaciones humanas afectuosas e ingeniosas, y, finalmente, a «esta filosofía sencilla de andar por casa». La tesis de esta nivelación e identificación había sido esta­blecida ya en Ensayo sobre la virtud o el mérito, nn. 96. 186.

24. Alusión a Juliano el Apóstata (emperador entre el 361 y el 363), cuya moderación quiere señalar Shaftesbury no sin gusto de propinar escán­dalos bien fundados. La acumulación de bienes por parte de la Iglesia cristia­na tal vez era ya tolerada desde el 260: tierras y dineros empezaron a acumu­larse en manos episcopales a una velocidad directamente proporcional con el acercamiento al poder y a su ceremonial. En Asia Menor y Siria se entregaba un tercio de las propiedades a la Iglesia; en Occidente, más (H. Chadwick, The Early Church, Penguin, Londres, 1969, pp. 58, 120 y ss., 154; J. Lortz, His­toria de la Iglesia, Guadarrama, Madrid, 1961, pp. 106 y ss.). El emperador Constantino es un bandolero en comparación con Juliano. Cf. también La po- litique religieuse de Constantin le Grand, Lausana, 1892.

Page 140: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

146 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

25. Se refiere a san Pablo, I Epístola a los Corintios 13, 3: «Y aunque repartiere toda mi hacienda [a los pobres) y entregare mi cuerpo al fuego, no teniendo caridad, nada soy». (Esa entrega del cuerpo al fuego puede enten­derse como exhibición de santón o como autoventa en esclavitud.) La inten­ción del amor general es lo que hace la virtud.

26. Se trata de los hugonotes o protestantes calvinistas franceses de Ce- venas. Como consecuencia de la revocación del tolerante edicto de Nantes, fueron masacrados. Muchos de ellos huyeron a Inglaterra, donde su espíritu martirial estaba empeñado en propagarse. En Londres reprodujeron sus vela­das de agitada inspiración y perturbaron el orden público. La corte les conce­dió mil libras al mes en concepto de ayuda. Pero, en julio de 1707, hubo que llevar a ios tribunales a un grupo que publicaba panfletos anunciadores de ca­tástrofes para Inglaterra por no hacer caso al espíritu profético que se manifes­taba en ellos. ¿Qué otro fin sobrenatural podía tener ese exilio, sino llevar a In­glaterra el fervor prístino de la Reforma?, decían los hugonotes franceses. Shaftesbury aconsejaba el humor, el humor político, para tratar ese problema, tal como hicieran los antiguos. Pero la corte los condenó a multa y prisión.

27. Lo dijo Tertuliano: «Semen est sanguis christianorum» (Apología, 50). Sigue vigente en nuestro siglo el mismo planteamiento. Cf. en Louis Bertrand. Sanguis Martyrum, Fayard, París, 1918, los excesos a que puede conducir y ha conducido. La tesis de Tertuliano, dice el publicista francés, «nous est étemellement contemporaine». Escrito en 1917, en plena guerra europea, promete a todos los pueblos la cosecha de la sangre: «Telle est la régle de l'humanité ... De lá vient, avec la loi du sacrifice, la necessité pé- riodique du martyre, c'est-á-dire du témoignage en faveur de la justice et de la vérité». Es una pasión particularmente sacerdotal, dirá Shaftesbury más abajo. Don Benito Pérez Galdós subrayó la laica disposición a verter la pro­pia sangre (y la ajena, si es posible, de paso), que exhibieron no ya los apos­tólicos, sino los liberales radicales, en El terror del 24.

28. La feria de San Bartolomé estaba por entonces en el auge de po­pularidad. La abierta chunga titiritera sobre todo lo supuestamente divino y lo humano demasiado humano, tenía efectos populares tremendos: las inte­ligencias veían ciertos lados de las cosas. «El método» de la feria consistía en exponer al ridículo las pretensiones más que naturales e injustificadas de unos y de otros: a ver qué dan de sí y cómo se defienden esas pretensiones. AI principio, la feria duraba tres días; luego, se amplió a quince. En 1708 se intentó devolverla a los tres días (John M. Robertson, Characteristics o f Men, Manners, Opinions, Times, etc. by the Right Hon. Anthony Earl o f Shaftes­bury, Grand Richardss, Londres, 1900, p. 21).

Guillermo de Orange ya había cedido no poco ante la pretensión ecle­siástica de cerrar los teatros. La reina Ana (1702-1714), que agradeciera a

Page 141: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

NOTAS (PP. 114-124) 147

Shaftesbury los servicios prestados enviándolo a casa muy a gusto, suprimió todos los teatros como «cuna de todo delito, como escuela o, mejor. Univer­sidad del demonio, oficina de Satanás en la que se plasman todos los pro­ductos del infierno» (Defoe, III, 882). Así que, en 1709, suprimió, fervorosa, la terrible feria de San Bartolomé por ser lugar de libertinaje, de juego, de música y teatro, y reconociendo que era un lugar contradictorio con la Ora­ción Nacional para que Dios bendijese las armas británicas... Pero, dice De­foe, cuando el Cielo conceda la victoria, ya aflojará la reina las riendas para que sus súbditos pequen y se diviertan un poquito (ibid., 883 y ss.).

29. Estas consideraciones sobre los judíos le valieron censuras a nues­tro autor. Sobre ello volvió en las Misceláneas, II, I (I, 2, 78 y ss.), expo­niendo la historia de Israel en sus relaciones con Egipto y Siria, que habrían contagiado a Abraham y Moisés de la tendencia a una religión de misterios y de sacerdotalismo. En Soliloquio (versión de Delia A. Sampielro. Instituto de Filosofía, La Plata, 1962), supone un nivel ínfimo en la «natural tacitumia» de los discípulos de Cristo, «incapaces de conocerse a sí mismos o de saberlo que realmente les convenía. No pensaban más que en comer y en el po­der», dice. Y cita a Mateo 27, 22 y ss., donde, al decirles el Maestro que se cuiden de la levadura de los fariseos, salen diciendo que no han traído panes...

30. Cf. Lucas 23, 21 y ss.31. Cf. Hechos de los Apóstoles 17, 16 y ss.; 19, 1-40.32. Se refiere a Sócrates. El humorista fue Aristófanes, en Las nubes,

donde se «atacaba la nueva cultura, personificada en Sócrates» (G. Murray, Historia de la literatura clásica griega, Albatros, Buenos Aires, 1973, pp. 315 y ss.).

33. A continuación insistirá en la necesidad de librarse de «una idea injuriosa de Dios», una idea indigna de un hombre y, más aún, de Dios. Lo divino es la bondad universal. Sin esta experiencia de la bondad, se rompe el Universo y se va a parar a una de las formas taimadas que ha tomado el dualismo maniqueo. Sobre esta segura experiencia de la bondad, se funda la Ilustración religiosa y filosófica de Shaftesbury.

34. El tema de libro de Job consiste en las dudas de Job acerca de la jus­ticia divina, y en el valor moral del hombre abatido para afrontarlas, en vez de los expedientes hipócritas o timoratos en que se refugian sus tres visitantes, su­puestos amigos, cuya actitud consiste en no entrar en conflicto con la ortodo­xia u orden establecido, con la supuesta tradición y con la pereza mental.

35. Insiste en el principio de la identidad del fondo vital entre Dios y la criatura. La revelación natural, que es la medida de toda revelación histó­rica, se hace oír en la afección natural, la cual resuena no bien «ajustamos cuentas con nosotros mismos».

Page 142: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

148 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

36. Se trata de considerar a «la Deidad tan amable como a la humani­dad. ..». Si se envenena la fuente de la moralidad, como decía Leibniz, es decir, la misma idea de Dios, no puede ir a parar el hombre más que a un curso de empeoramiento a imagen de ese Dios... Entonces, la religión no deja ser al hombre todo lo bueno que su corazón, en el peor de los casos, le pide algunas veces... Es el principio y fundamento de su empresa intelectual. Investigación sobre la virtud o el mérito presenta un análisis descriptivo, anatómico y fisioló­gico, del sentido de los impulsos humanos originarios: es la afección amable y amistosa por los demás, cuya presencia va incluida en nuestra misma naturaleza.

37. El ejemplo es más que analógico. Pues la sensación de armonía amistosa es el fundamento estético-ético de una moralidad política suficien­te, es decir, capaz de superar el amor propio colectivo como último reducto del egoísmo personal. Si ha de escapar el hombre de la lobera que es la so­ciedad que está construyendo sobre la base de algunos equívocos de civi­lización y religión, la dirección está en la realidad de que «la armonía es armonía por naturaleza» (id.. Soliloquio, 154) y que la naturaleza tiene fuer­za para predominar en la medida en que esa sensación juegue su función vital originaria.

38. Esa conmoción originaria es la que constituye al individuo en su pro­piedad. El «entusiasmo de segunda mano» —el relato de la conmoción históri­ca que sucedió en otros tiempos o que en nuestros tiempos acontece a otros— puede llegar a alejamos de la conmoción originaria que todo individuo puede sentir y siente a pesar de los pesares: la conmoción personal, y no al dictado, de su sensación armónica de la vida, de la presencia asombrosa de lo divino. Esta certeza del sentimiento natural, entendido como concierto de armonía uni­versal, es una descripción que tiene en el horizonte al Uno y al Todo, y no pue­de ser desbancado por las pretensiones de superior certeza del conocimiento histórico de hechos supuestamente extra o supranaturales atestiguados por testigos ocasionales, ni tampoco por los resultados del pavoroso, cartesiano «espíritu de duda» y desconfianza crítica (Leibniz). Pavoroso, enfermizo y... cobarde. Pues las pretensiones de las Confesiones religiosas en punto a funda- mentación del conocimiento, así como los principios antropológicos básicos (cuerpo, materia, espíritu), no había que sortearlas, sino que enfrentarlas.

39. Cf. id., Sensus communis, 124.40. Se refiere al primer monarca de Israel, a Saúl (I Samuel 10, 11):

«Cuantos le conocían de antes se preguntaban: “¿Qué le ha pasado [a Saúl], al hijo de Quis? ¡Saúl entre los profetas!”». Robertson remite también a I Re­yes 22, 20; 2 Crónicas 18, 19. Cf. Shaftesbury, Misceláneas, II, c. 3.

41. Cf. I Epístola a los Corintios 14, donde se trata de espíritus ininteligibles —y, por tanto, no constructivos a menos que se les interprete adecuadamente—, y de espíritus constructivos.

Page 143: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

NOTAS (PP. 127-133) 149

42. Entre los ingleses contagiados por los profetas hugonotes de Ceve- nas, hay «algunas personas distinguidas por su rango en el mundo, por su in­genio y por su fortuna. Uno de esos prosélitos, gentilhombre de muy buen carácter y de dos mil libras esterlinas de renta, profetiza en lenguas», le cuen­ta Coste a Leibniz (Gerhardt, Philosophische Schriften. III, 393). Lo de las dos mil libras de renta lo cuentan todos, lo repiten todos, impresionados por la inesperada compatibilidad entre semejante renta y el espíritu profético, o porque tenga necesidad de profecías quien dispone de tal renta. Leibniz, y toda Europa, sabe que se trata de lord Lacy: «C’etoit un homme —dice el ale­mán, que estaba en todas— raisonable et acommodé, mais qui se laissa en- trainer par la contagion des Enthousiastes. jusqu'á écrire pour eux, et á deve­nir lui méme Enthousiast. L’Auteur dit l’avoir vu dans son extase proferant une Prophetie en stile Latin le plus pompeux, quoique hors de cette émotionil semblát en étre absolument impecable». Shaftesbury asistió a la exhibición. No se privaba de ver por sí mismo todo lo que podía.

43. La Sibila, profetisa que, en éxtasis, predecía sucesos futuros, de ordinario funestos, es una figura religiosa procedente del Oriente. De dife­rentes lugares y tiempos, se recogen unas diez de ellas. Las más famosas eran las de Delfos, Eritrea y Cumas. La de Cumas es la que acompañó a Eneas cuando bajó al averno, según relata Virgilio.

44. Cambia de repente su cara, cambia de color, / se le agita el cabe­llo; el anhelo, con fiera rabia, / levanta el pecho y corazón; parece mayor de lo que es / y su voz no parece mortal, pues la emite el numen / del Dios que se acerca...» (Eneida, VI, 47-51).

45. « ... Monstruosa en el antro / se agita la profetisa por ver si puede echar / de su pecho al dios; pero tanto más le castiga él / la rabiosa boca, do­minando su fiero coraje, y lo modula conteniéndolo» (Eneida, VI, 77-80).

Virgilio compara la delirante Sibila a una yegua furiosa que está en doma. La comparación la encontró en Eurípides, concretamente en Orestes e Ifigenia.

46. «Vaticinan los varones como si estuvieran enloquecidos, con fa­nática agitación del cuerpo» (Tito Livio, XXXIX).

47. «En lo que respecta al futuro, dice Livio, etc., el D[ecreto] del S[enado establece que] si alguien cree que semejante culto le es religiosa­mente necesario y que evitarlo equivaldría a cometer un acto de irreligión e impiedad, manifiésteselo al pretor de la ciudad. Si se le concede permiso por un Senado con no menos de cien [votantes], podrá celebrar el culto, con tal de que no asistan al sacrificio más de cinco, no haya fondo común de dine­ros ni maestro de ceremonias o sacerdote alguno» (Tito Livio, XXXIX. 18).

48. Cf. A.-J. Festugiére, Epicure et ses dieux, Presses Universitaires de France, París, 1946; C. García Gual y E. Acosta, Epicuro. Ética, Barral,

Page 144: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

150 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Barcelona, 1974, pp. 61 y ss.; E. Lledó, El epicureismo. Una sabiduría del cuerpo, del gozo y de la amistad. Montesinos, Barcelona, 1948.

49. «Digo que vagan muchos simulacros / en toda dirección con mu­chas formas, / tan sutiles que se unen fácilmente / si llegan a encontrarse por los aires / como el hilo de araña y panes de oro ...

»Los Centauros, Escitas y Cerberos / y fantasmas de muertos así ve­mos, / cuyos brazos abraza así la tierra; / pues la atmósfera hierve en si­mulacros; / de suyo unos se forman en el aire, / otros emanan de los varios cuerpos, / de dos especies juntas constan otros» ( Lucrecio, De la Naturale­za, ed. de D. Plácido, versión del abate Marchena, Ciencia Nueva, Madrid. 1968, pp. 201 y ss.).

50. «A Baco entre peñascos escarpados / —creedlo, venideros— / vi cantar y aprendían / las Ninfas canciones... / ¡Evoé! Santo temor mi mente agita. / Del Dios mi pecho lleno / alborozado late.» (Las poesías de Hora­cio, versión de Javier de Burgos, Madrid, 1844. I, 467).

51. «Alma Venus. / que debajo de la bóveda del cielo / por do giran los astros resbalando. / haces poblado el mar, que lleva naves, / y las tierras fructíferas fecundas... / Pues, como seas tú la soberana / de la naturaleza y por ti sola / todos los seres ven la luz del día / y no hay sin ti contento ni be­lleza, / vivamente deseo me acompañes / en el poema que escribir intento / de la naturaleza de las cosas» (Lucrecio, op. cit., pp. 39-40).

52. Esta sección VII no está en la EP.53. Se refiere a Platón. En la edición de 1733 de la Carta, se cita aquí

a Fedro 241E, Menón 99D, Apología 22B, y a Plutarco Cato Major 22, don­de se aplica el enthousiadsein a los filósofos, a los poetas, etcétera.

54. Cf. J. Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano, ed. de S. Rá- bade, Editora Nacional, Madrid, 1980, libro IV. cap. 19. La noción lockea- na de entusiasmo es gnoseológica y consiste en la querencia que, por don de divina luz inmediata, se pone uno por encima de la razón y de las razones. La crítica del entusiasmo, según Shaftesbury, es gnoseológica, pero lo es a partir de la experiencia de la humanidad civil y política, sobre la base de que el entusiasmo es la tendencia humana original hacia la convivencia con humanidad política.

Page 145: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ÍNDICES

Page 146: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Abraham, 147 n. 29 Addison, Joseph, 141 n. 2

Spectator, 141 n. 2 Agustín, san. 13, 30, 143 n. 16 Ainsworth, Michael, 24-25, 28, 33

n. 46Ana Estuardo, reina de Inglaterra,

74, 146 n. 28 Apolo, 96, 109, 141 n. 8 Aristófanes, 147 n. 32

Las nubes, 147 n. 32 Aristóteles, 49 n. 93, 55 y n. 113

Ética, 31 Aronson, J., 28 n. 32

Baco, 38, 103, 135, 150 n. 50 Balaam, 131Bayle, Pierre, 18, 75, 141 n. 2 Benda, Wolfram, 77, 90 Benjamín, Walter, 13-14 Bcrtrand, Louis, 146 n. 27 Brown, Norman O., 33 n. 45, 52

n. 104Life against Death. The Psycho-

analitycal Meaning o f Hislorv, 30 n. 38

Browne, sirThom as, 142 n. 10 Religio M edid , 142 n. 10

Bumet, Thomas, 19 y n. 8, 20, 43 n. 69

Calvino, Juan. 11, 32, 52, 73 Carlos II, rey de Inglaterra, 73 Cervantes, Miguel de, 27

El Quijote, 144 n. 19 Chadwick. H„ 145 n. 24 Cicerón, 73 Clarke, Samuel, 20 Constantino, emperador, 145 n.

24Coste, Pierre, 15, 18 n. 5, 19 y

n. 7, 21 y n. 16. 22 y n. 20, 23 y n. 23, 42 n. 65, 149 n. 42

Cudworth, Damaris, véase Ma- sham, lady

Cudworth, Ralph, 15, 21 Cupido, 108

Daniel, 131 Dante Alighieri, 14 David, 131

lili

Page 147: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

154 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Defoe, Daniel, 144-145 n. 21, 147 n. 28

Descartes, René, 48, 49 n. 93, 140 n. 1

Epicuro, 60-61, 62-63, 133, 134 Espinosa, Benito de, 50 Eurípides, 149 n. 45 Ewer, Jane, 75 Ezequiel, 131

Fausto, 39 y n. 58 Festugiére, A.-J., 149 n. 48 Fowler, Edward, obispo de Glou-

cester, 141 n. 7 y 9 Freud, Sigmund, 33

Goethe, Johann Wolfgang, 39 n. 58 Fausto , 39 n. 58

Grant, Ruth W„ 26 n. 25,52 n. 102, 67 n. 153

Guillermo de Orange, 73, 146 n. 28

Heinemann, F. H., 9, 141 n. 5 Heinsius, 135 Hemmerich, Gerd, 77 ,90 Hill, C., 35 n. 48, 59 n. 123

El siglo de las revoluciones, 59 n. 123

Hobbes, Thomas, 16, 21, 25, 29, 3 8 ,5 1 ,6 5 , 73, 140 n. 1

Leviatán, 38 Horacio, 73. 135, 143 n. 13

Epístolas, 143 n. 13 Sátiras, 141 n. 3

Jacobo II, rey de Inglaterra, 73 Jaeger, George, 29 n. 33, 32, 45

n. 79 ,46 , 52 n. 103,53 n. 105 Job, 121, 147 n. 34 Johnston, H., 30 y n. 37, 45 n. 79,

52 n. 101 Juan Pablo II, papa, 73 Juliano el Apóstata, emperador. 145

n. 24 Júpiter, 96

Kant, Immanuel, 63 King, Peter Lord, 18 n. 4

La Colombiére, padre, 73 Lacy, lord, 149 n. 42 Lami, Frani;ois, 48 n. 88 Le Clerc, Jean, 18 y n. 18, 19, 75,

141 n. 2, 143 n. 17 Leibniz, Gottfried W., 12-13, 15,

16, 17 y n. 3, 18, 19, 20, 21 y n. 16, 22 y n. 17, 23, 27,30, 33. 35, 36 y n. 52, 38, 41, 42 y n. 65, 43, 45, 47 n. 86, 49 y n. 93, 50, 51, 54, 58 n. 121, 63 y n. 137, 64 ,65 , 75, 76, 141 n. 5. 144 n. 19, 148 n. 36, 149 n. 42

Lessing, Gotthold E., 9 ,6 9 n. 162, 141 n. 3, 144 n. 19

Leti, señorita, 19 n. 7 Levinas, Emmanuel, 142 n. 10 Livio, Tito. 132, 134, 149 n. 46 y

n. 47Lledó, E„ 150 n. 48 Locke, John, 12-13, 15, 16 y n. 1,

17 y n. 3, 18 y n. 4, 19-23,24,

Page 148: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ÍNDICE ONOMÁSTICO 155

25, 26, 27-28, 29, 30 y n. 37,31, 34-35 y n. 48, 36 n. 52, 37,38, 42, 43, 45 y n. 79, 48, 51,52, 53, 54. 56. 59. 63 n. 136, 67 ,72 , 73,74, 75, 140 n. 1, 150 n. 54

Ensayo sobre el entendimiento humano, 18, 19 n. 7, 20, 23 n. 21 ,42 , 53, 54, 150 n. 54

Sobre la educación, 20 Lortz, J„ 145 n. 24 Lucrecio, 62, 133, 136, 150 n. 49

y n. 51Luis XIV, rey de Francia, 13 Lulero, Martín, 11, 30, 32, 33, 52

y n. 104, 56

Mac Lean, Kenneth, 42 n. 68 Machado, Antonio, 57 n. 118 Malebranche, Nicolás de, 27 n. 30 Maquiavelo, Nicolás, 28 Marchena. José, abate, 150 n. 49 Margarita María de Alacoque, san­

ta, 49Masham, lady, Damaris Cudworth,

15, 16 n. 1, 18, 19. 20. 21, 36 n. 5 2 ,4 2 .4 3 .4 5 ,4 7 n. 88

Livre de l'Am our de Dieu contre M. Norris, 22, 47 n. 88

Masham, lord Francis, 15 Menandro, 143 n. 17 Moisés, 147 n. 29 Molineux, 19 Münzer, Thomas, 11 Murray, Gilbert. 147 n. 32

Nerón, emperador, 113

Newton, Isaac, 19 n. 7 Principia mathematica, 29

Orton, W. A., 37 n. 54

Pablo, san, 146 n. 25 Palmeri. P., 63 n. 136 Pan. 38, 103 Pascal, Blaise, 49 Pasolini, Pier Paolo, 33 n. 45 Pérez Galdós. Benito, 146 n. 27 Peterson. E„ 37 n. 53 Platón, 50, 150 n. 53 Plotino, 55 Plutarco, 150 n. 53 Poiret, M., 43 n. 69 Pristley, 63

Rada, Eloy, 35 n. 48 Rand, Benjamín, 77, 140 n. 1. 143

n. 17Robertson, John M„ 77, 141 n. 7,

146 n. 28, 148 n .4 0

Saúl. 131, 148 n. 40 Séneca, 142 n. 10 Sibila, la, 131, 149 n. 43 Sócrates, 147 n. 32 Sofía Carlota, reina, 45 Sommers, lord, 26 n. 27, 75, 140

n. 1. 141 n. 2 Stanhope, general, 26 n. 27 Stolnitz, J., 42 n. 67, 47 n. 86, 48

n. 89, 53 n. 108 Swift, Jonathan, 141 n. 2, 144 n. 20

Page 149: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

156 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Historia de un tonel, 141 n. 2, 144 n. 20

Los viajes de Gulliver, 144 n. 19

Temple, William, 144 n. 19 Terencio, 73, 143 n. 17

Eunuchus, 143 n. 17 Tertuliano, 146 n. 27

Apología, 146 n. 27 Tillich, Paul, 33 Tindal, Matthew, 25

Christianity as Oíd as the Crea- tion, 25 n. 24

Tito Livio, véase Livio, Tito Toland, John, 74, 140 n. I Trenchard, John, 73

Valle Inclán, Ramón María del, 48 y n . 89.49-50. 56 y n. 114

La lámpara maravillosa, 48 y n. 89

Venus, 108, 109, 136 Virgilio. 149 n. 43-45

Eneida, 149 n. 44 y n. 45

Wells, Herbert G., 56

Page 150: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ÍNDICE ANALÍTICO

absolutismo, 10, 32 adulación, 121, 124 afección, 50, 51, 52, 56, 64, 94,

147 n. 35, 148 n. 36 Alemania, 29 n. 33 almas. 23 n. 21,58 n. 121, 142 n. 10

salvación de las. 74, 107 amar, 51amistad, 58, 142 n. 10 amor, 102, 106. 123. 127 amor propio, 48 n. 88, 5 1 Antiguo Testamento, 37 antiguos, 26, 57, 105, 131, 137,

143 n. 18 antropología, 12-13, 17, 23,24-38,

26 n. 2 7 ,5 1 ,5 6 ,7 1 ,7 4 arbitrariedad, 31, 65, 71 aristotelismo, 13, 22, 28, 31 armonía, 41, 50, 62 n. 135, 106 arte, 54ateísmo, 34 n. 46, 110, 137 atomismo, 51-52 atributos divinos, 126, 145 n. 23 autoridad. 30

basura, 33 n. 45, 54

belleza, 40-41, 55, 59 bien público, 73 biografía, 18 n. 4bondad. 41, 59, 64, 65. 120, 122,

126, 127. 145 n. 23. 147 n. 33 burguesía, 53

caballería andante, 108 calvinismo, 28. 30, 52 .53 caridad. 106, 144 n. 19. 146 n. 25 castigo, 102 catecismo. 26, 29, 30 catolicismo, 11,6 0 causalidad. 71 ceremonias, 39 certeza, 29 ,50

moral, 67, 129 circunstancia, 9 civilización, 27 ,40 , 61 club, 50común, lo, 45, 71, 143 n. 16 condición propia, 101, 119 confianza, 68, 107 conmoción originaria, 63, 102, 129 contagios, 68. 103, 130 cristianismo, 25 n. 24, 112-113

Page 151: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

158 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

cristianos, 95, 131 crítica, 98-99 cruzadas. 108 cuáqueros, 11cuerpo político, 69, 142 n. II cultos, 113

deformaciones, 61 deísmo, 25 n. 24 demiurgia, 56 demócrata, 58, 59 demonio, 52 n. 104,55-56, 111 dem ostración, 34, 47 n. 86, 49

n. 93dentro, 35, 44, 51, 58, 142 n. 13 desinterés, 17 n. 3 ,4 7 ,4 8 n. 89 Dios, 3P, 31, 39. 41, 60, 64.

65, I I I , 120-124, 125-128, 148 n. 36

discernimiento de espíritus, 138 disgusto, véase gusto divino, véase Dios

egoísmo, 52, 74 elegidos, 30 emanaciones, 42 n. 65 emoción, 70 empirismo. 28 enseñanza triste, 119 entusiasmo, 22-23, 27, 38-39, 57

n. 117. 58-59, 61. 105. 106, 108, 129, 130, 132-133

epicúreos, 106escatología, 58 n. 121, 144 n. 19 escepticismo, 30,31 escritores libres, 25 España, 21 n. 16, 76

Espíritu, 41 ,66 , 126, 130 espíritus, 42 n. 65, 130 Estado, 98estética, 33 -35 ,40 ,42 , 53-55 estoicismo, 3 1 Ética, 55 Europa, 21Evangelio, 11, 12, 30, 116 experiencia, 32, 33 y n. 46, 34-35,

42 y n. 65, 43, 44, 45, 47-51, 49 n. 93 ,53 , 62-67,71, 128

fanatismo, 23, 134-135 fantasía, 39, 105, 108, 133 fe, 30, 58, 121fermentos, 68-69 y n. 162, 102-

103filosofía, 39, 45, 55, 65, 106. 129,

138fondo, 35, 36. 43-46, 44 n. 72. 54.

55,71 forma, 23, 36 y n. 52 formalismo, 70-71, 102 franciscanismo, 11, 37

gusto, y disgusto. 47, 141 n. 5

historia, 30, 131humanidad. 17 n. 3, 54, 97, 102,

104, 106, 113. 123, 127, 142 n. 11

humor, 99, 106, 110-111

ideas, 25identidad divino-humana, 147 n. 35

Page 152: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ÍNDICE ANALÍTICO 159

Iglesia, 30, 96, 99, 116 Alta, 145 'pagana, 113 primitiva, 131

Ilustración. 9, 12. 15, 35 ,53 imparcialidad, 122 Imperios, 10, 11, 17 n. 3 impostura. 70, 100, 101, 118. 143

n. 14 impulso, 139 inclinación, 60individuo, 21, 30, 32. 35. 36,51 infinito, 43 ,47 ingenio, 71, 107-108 inmediatez, 70. 71 innatismo, 23, 26 n. 25, 43, 63

n. 136inteligencia. 12,25, 30, 31, 43 ,61,

62, 121 interés, 48 n. 88, 123, 126 interior, véase dentro investigación, 66 ,99 , 120 ira divina, 120 irracionalismo, 49 n. 93

judíos, 116-117, 147 n. 29

ley, 107liberalismo, 29 y n. 33 libertad. 53-54, 59, 65, 66, 70, 97,

98-99, 107, 119, 120-121 limitaciones, 67-68,71, 105

magistrado, 107, 113 martirio, 114, 146 n. 27masas, 30, 52

mas su danmata, 30 matemáticas, 18 n. 6 materia, 31 .49 medida, 26 Medievo, 11,12 mentira. 121 mesura. 101 mística, 27 moda, 26, 141 n. 5 mónada, 11, 23, 35, 42, 63, 69

n. 162monadología, véase mónada moral, 64 muerte, 75 multitud, 103

naturaleza, II , 12, 24, 25, 26 n. 26,27, 28. 29-32, 38-44, 42 n. 65, 57, 58 ,60,66-67, 124, 136, 142 n. 10

nobleza, 99 nominalismo, 28 Nuevo Testamento, 58

ocasionalismo, 43 orden, 25organicidad, 43 ,4 4 n. 71 originarios, 23 ,42 ortodoxia, 107, 141 n. 5, 144 n. 19 otro, el, 50, 51 ,48 n. 88 ,57 n. 118

pactos sociales, 34 padre común, 126 paganos, 95-96, 112, 131 pánico, 38-40, 103-104, 129, 130 Parlamento, 17 n. 3 ,73-74

Page 153: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

160 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

particularismos, 17 n. 3 pasiones, 129 persecución, 113 pitagóricos, 106 plásticas, naturalezas, 36 n. 52 platonismo, 27, 106, 143 n. 16 poder, 112 poetas, 96, 135política, 20-21, 26 n. 25, 27, 28,

34 .42, 52, 53 popular. 45 práctico. 54, 56 prejuicios, 107 premios. 33 n. 46 presencia, 40 ,56-58 ,57 n. 117,96-

97, 135 principios, 22, 29

de la religión, 134 privado, lo, 105, 121 profetas, 115. 131 prohibiciones, 60, 61, 105 proporción, 106 Providencia, 11, 32, 121 pruebas. 34, 62, 117-118

véase también demostración psicología. 5 1público, lo, 17 n. 3, 105, 121 pueblo, 45 n. 79, 108 puritano, 3 !, 36-38, 55

quietismo, 22 ,27 n. 30

razón, 29, 35 n. 48, 49 n. 93, 61,65, 66, 67. 99, 100. 106, 120, 129, 142 n. 12

reciprocidad, 64, 142 n. 10 Reforma, 11,52

regla apostólica, 131 religión, 61, 62, 63, 102, 105, 110,

113, 116-117, 119, 122, 126-127, 129

resistencia, 5 1 Revelación, 125, 143 n. 18 revolución, 21ridiculizar, 99-101, 108, 117, 118,

146 n. 28

Sagrada Escritura, 131 salud, 60 salvación, 107 salvajes, 26 sano, 48 n. 88sentimientos, 55, 59, 67, 68, 69-

70, 137 seriedad. 100 sinceridad, 123 sobrehumano, lo, 61 sobrenatural, 106, 134 sociedad, 34-35, 50, 52, 60, 104 superstición, 60,61.68,70,71, 106 sustancia, 16 n. 2, 20, 22 y n. 17

y n . 19,23 n. 21, 30, 35 y n. 49. 36, 39.43.47 n. 86,51

teatros, 146 n. 28, 147 n. 28 teodicea, 16 n. 2 ,43 , 75 teología, 55 ,62 , 145 n. 23 terapéutica, 6 1 terror. 38. 60, 103 tiranía, 71 todo, el, 98, 126 tolerancia, 117 totalitarismo, 30 tradición, 14

Page 154: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ÍNDICE ANALÍTICO 161

uniformidad, 4 4 ,4 6 n. 81 de opinión, 107, 144 n. 20

Universo, 29, 32, 41, 44, 45, 46 y n. 8 1 ,4 7 ,6 3 , 68,71

vacío, 24 ,31 , 35 venganzas, 67, 124

verdad, 31-32,41, 120 vida

divina. 32, 36, 41, 47, 56, 59- 60

futura, 71, 106, 137 violencia, 105 virtud, 34 n. 46, 39. 107 visiones, 23, 39 ,61 , 133-134

Page 155: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

ÍNDICE

P r ó l o g o ....................................................................

Estudio introductorio: La «Carta sobre el entusias­mo» y el planteamiento de la antropología en vis­tas a una «ilustración» .............................................1. La casa de Oates (lady Masham, Locke, Pierre

Coste...) y el envío a Leibniz de la Carta sobre el e n tu s ia sm o .....................................................

1. La amable intriga de la casa, 15. — 2. La actitud de Locke, 19. — 3. Las dos antropologías, 24. — a) Naturaleza y arbitrariedad, 28. — b) La expe­riencia estética «popular» o «común», 33. — c) El concepto de sustancia o individuo, clave del asun­to, 35. — d) El modelo particular inglés puritano, 36.

2. La condición «entusiasta» de la naturaleza huma­na y la experiencia estética, según Shaftesbury .1. La naturaleza humana es báquica, pánica y car­navalesca, 38. — 2. La esencia y fondo de la natu­raleza humana es una fuerza afectiva, 40. — 3. La experiencia estética, según Leibniz: fondo, innatis- mo, organicidad, popularidad o comunitariedad.

Page 156: Conde de Shaftesbury - Carta Sobre El Entusiasmo

164 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Valle-Inclán. El desinterés estético-ético. Deducción estética, 42. — 4. La afección fundamental, 51. 5. Ontología de la presencia, 56. — 6. Labilidad de la naturaleza entusiasta. Su natural remedio. Peligros de la intolerancia y el fanatismo, 59. — 7. Institu­ción de malformaciones. Apelación a la razón, 63. 8. Superstición e impostura, 68.

Cronología....................................................................B ib l io g r a f ía ............................................................

CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO

Sumario analítico de la C a r t a ..............................Texto de la C a r t a .....................................................Notas al texto de la C a r t a ......................................

ÍNDICES

índice o n o m ástico .....................................................índice analítico............................................................