conocimiento y ciencia - lic. carlos colmenares

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Lic. Carlos Colmenares Gil 2010 Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización expresa del autor. 1 CONOCIMIENTO Y CIENCIA Lic. Carlos Colmenares Gil PARADIGMAS DEL CONOCIMIENTO Dinámica del conocimiento La pregunta acerca del conocimiento es una de las cuestiones qué más discusión ha generado en el ámbito académico y fuera de él. Sabino (1992) lo entiende como un proceso que comprende una relación entre dos elementos: Sujeto y Objeto. Siendo el sujeto la persona o grupo que adquiere o elabora el conocimiento, mientras que el objeto sería aquello que es conocido. En suma, el conocimiento es siempre conocimiento de algo para alguien. Sin embargo, hay que resaltar lo compleja de esa relación en apariencia sencilla, ya que tanto el sujeto como el objeto pueden cambiar y modificarse a lo largo del tiempo. Es una dinámica. Por otro lado, Sabino (1992) plantea que es necesario que el sujeto considere al objeto como algo externo a él, así sean nuestras propias ideas, es decir, debemos aprehender el objeto y aproximarnos a él con esa distancia, que podemos llamar objetividad. ¿Es esta la única descripción de la dinámica del conocimiento? No. Los filósofos de la ciencia nos dirían que es la aproximación que haría un post-positivista ante esta cuestión, y que un constructivista, por ejemplo, lo haría de otra manera. Si bien estos términos por ahora resultan un tanto confusos, a lo que queremos hacer alusión es a la idea de que cada autor evalúa su objeto de estudio desde una postura determinada, desde una visión del mundo. A esto se le llama paradigma.

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Conocimiento y Ciencia del Lic. Carlos Colmenares. 2010. Explica de manera didáctica y precisa los conceptos de conocimiento científico y ciencia, con referencia a autores y su referencia bibliográfica.

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Lic. Carlos Colmenares Gil   2010  

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CCOONNOOCCIIMMIIEENNTTOO YY CCIIEENNCCIIAA

Lic. Carlos Colmenares Gil

PARADIGMAS DEL CONOCIMIENTO

Dinámica del conocimiento

La pregunta acerca del conocimiento es una de las cuestiones qué más discusión ha generado en el ámbito académico y fuera de él. Sabino (1992) lo entiende como un proceso que comprende una relación entre dos elementos: Sujeto y Objeto. Siendo el sujeto la persona o grupo que adquiere o elabora el conocimiento, mientras que el objeto sería aquello que es conocido. En suma, el conocimiento es siempre conocimiento de algo para alguien.

Sin embargo, hay que resaltar lo compleja de esa relación en

apariencia sencilla, ya que tanto el sujeto como el objeto pueden cambiar y modificarse a lo largo del tiempo. Es una dinámica. Por otro lado, Sabino (1992) plantea que es necesario que el sujeto considere al objeto como algo externo a él, así sean nuestras propias ideas, es decir, debemos aprehender el objeto y aproximarnos a él con esa distancia, que podemos llamar objetividad.

¿Es esta la única descripción de la dinámica del conocimiento? No.

Los filósofos de la ciencia nos dirían que es la aproximación que haría un post-positivista ante esta cuestión, y que un constructivista, por ejemplo, lo haría de otra manera. Si bien estos términos por ahora resultan un tanto confusos, a lo que queremos hacer alusión es a la idea de que cada autor evalúa su objeto de estudio desde una postura determinada, desde una visión del mundo. A esto se le llama paradigma.

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Definición de Paradigma Thomas Kuhn, filósofo, fue quien originalmente en su obra La estructura de las revoluciones científicas (1971), popularizó la idea de paradigma dentro de la ciencia. En ese momento autores notables como Carl Hempel y Karl Popper1 buscaban dar con algún criterio que permitiese evaluar y describir a las ciencias como disciplinas, más allá de su contenido.

www.philosophica.info/voces/kuhn/Kuhn.html Sin embargo sus aportes, aunque útiles, no terminaban de definir

cómo funcionaba la ciencia. Kuhn de alguna manera salda esta discusión al proponer que la característica definitoria de la ciencia no es otra cosa que su estructura, y para explicar esto propone la noción de paradigma, que para él consiste en un conjunto de creencias que guían la acción y que son compartidas por una comunidad científica particular.

En este orden de ideas, Kuhn describe que la ciencia se caracteriza

por un periodo al que llama pre-paradigmático, donde aún no hay una visión que domine una disciplina particular. Existen sólo hechos aislados que explican fragmentos de la realidad. Cuando se obtiene más información y se perfeccionan las técnicas de investigación para así generar teorías y explicaciones más completas de los fenómenos de estudio, y además, estas teorías son compartidas por la comunidad científica y generan una visión de mundo en común, estamos ante la presencia de un paradigma establecido dentro de la disciplina (Kuhn, 1971; Martínez, 1993). Este periodo, descrito anteriormente, se denomina ciencia normal, y es el estado de las ciencias la mayor parte del tiempo.

Sin embargo, en algún momento durante la etapa normal, se puede

generar un dato o fenómeno que no sea explicado por el paradigma dominante y que, sin embargo, sea comprendido y analizado muy bien por alguna teoría o visión incompatible con este. En ese momento ocurre un quiebre y, según Kuhn (1971), se comienza a gestar un nuevo paradigma; que en el mejor de los casos, además de explicar el nuevo hecho, aborda con éxito el resto de los fenómenos de la disciplina. Es en este momento

                                                            1 Véase Hempel, K. (1950). Problemas y cambios en el criterio empirista de significado. En A. J. Ayer (Ed.), (1978). El positivismo lógico. México: FCE. Véase también Popper, K. (1949). El cubo y el reflector: Dos teorías acerca del conocimiento. En K. Popper (1982) (Ed.). Conocimiento objetivo. Madrid: Tecnos. 

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cuando ocurre una revolución científica, siendo desplazando así el paradigma anterior.

Un ejemplo sencillo de esta dinámica usado por Kuhn (1971), radica en la aparición de la teoría heliocéntrica de Copérnico a principios del siglo XVI. Hasta ese entonces, se creía que tanto el sol como el resto de los planetas giraban alrededor de la tierra. Que esta era el centro del universo, como sostenía Ptolomeo. Sin embargo, los argumentos de Copérnico podían explicar hechos hasta ahora incomprendidos por la visión anterior, y con los años y el desarrollo de las técnicas, dichas nociones se mostraron como ciertas. Evidentemente esto representó una revolución en la astronomía, ya que implicaba un cambio radical en la manera de abordar los objetos de estudio. Ocurrió un cambio de paradigma.

Paradigmas del conocimiento: Características.

Pero los paradigmas no sólo actúan dentro de una disciplina

específica y para fenómenos particulares, también hay paradigmas del conocimiento o de la investigación como los llama Sandín-Esteban (2003); es decir, visiones de cómo relacionarnos como sujetos con los objetos que comprenden la realidad.

En este sentido, Guba (1990) y la misma Sandín-Esteban (2003),

afirman que los paradigmas del conocimiento pueden ser analizados y descritos en tres niveles distintos: Ontológico, epistemológico y metodológico. El primero se refiere a cuál es la naturaleza de la realidad, el nivel epistemológico se refiere a la naturaleza de la relación entre el sujeto cognoscente y el objeto conocible o conocido, mientras que el aspecto metodológico nos dice qué técnicas o recursos emplea el sujeto para efectivamente conocer el objeto.

Básicamente en las ciencias, especialmente en las ciencias sociales,

existe una tensión para unos y una convivencia para otros entre dos paradigmas: el postpositivista y el constructivista. Siendo el primero de estos es una versión modificada del positivismo clásico.

Positivismo

El positivismo parte del postulado de que la realidad existe y que

posee leyes que podemos descubrir, lo que nos permitiría conocerla completamente. Desde este punto de vista la ciencia debe buscar esas leyes para así predecir y controlar el mundo, y debido a que los objetos de estudio de la ciencia pueden ser aprehendidos, el investigador posee una

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postura de objetividad en relación a estos, sus prejuicios y sesgos no influirán en el conocimiento siempre que use las técnicas y el método propio de este paradigma: la experimentación, es decir, en líneas generales contrastar las ideas y teorías con la realidad.

Basados en lo anterior podemos decir, de acuerdo con Guba (1990)

y Sandín-Estevan (2003), que en cuanto al nivel ontológico el positivismo es realista, mientras que en lo epistemológico es objetivista y dualista (el sujeto y el objeto son entidades totalmente independientes), y que además se caracteriza, como mencionamos anteriormente, por usar la experimentación y la manipulación de los fenómenos en ambientes controlados para poner a prueba sus postulados.

Post-positivismo A pesar de que, según Guba (1990) persigue los mismos objetivos

que su predecesor, el post-positivismo parte de la crítica hecha al positivismo sobre la imposibilidad de conocer la realidad en su totalidad, principalmente debido a nuestras limitaciones sensoriales como seres humanos. Además de esto, dicha visión crítica plantea que igualmente es imposible ser totalmente objetivos al aproximarnos a nuestro objeto de estudio, ya que al relacionarnos con él, no podemos dejar de lado nuestros sesgos, opiniones y prejuicios.

En este sentido se considera que este paradigma plantea una visión

realista crítica y que epistemológicamente comprende una relación de objetividad parcial entre sujeto y objeto. Además, involucra el uso de experimentación y manipulación de los fenómenos de estudio, pero en ambientes no sólo controlados sino naturales, donde ocurren usualmente (Guba, 1990; Sandín-Estevan, 2003).

Constructivismo

Radicalmente diferente de los anteriores, el constructivismo

representa una crítica profunda de la visión positivista del conocimiento, planteando que la realidad, tal como la concebimos, no es independiente del sujeto, es decir, lo que percibimos con nuestros sentidos es reinterpretado por nosotros y experimentado según nuestras propias experiencias, creencias, prejuicios, etc. Es decir, cada persona posee una realidad distinta, subjetiva que sin embargo sí puede ser examinada y conocida, pero mediante otras técnicas diferentes, y en ocasiones opuestas, a las de los demás paradigmas.

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El constructivismo parte del relativismo, que no es más que la noción

de que el mismo objeto posee diferentes significados para diferentes sujetos, y que esos significados dependen de variables personales, sociales y culturales de cada individuo. Ya no hay separación entre sujeto y objeto, son la misma cosa, el objeto es la interpretación que el sujeto hace de él. Desde esta perspectiva la manera de llegar al conocimiento es mediante la hermenéutica y la metodología dialéctica, donde se busca entender la subjetividad de quienes están implicados en el conocimiento y comprender cómo está construida la realidad para quien la mira (Guba, 1990; Sandín-Estevan, 2003).

CIENCIA Y CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

Introducción

La palabra ciencia ha sido leída y escuchada por nosotros innumerables veces: libros, televisión, internet, expresiones populares, etc. Con frecuencia nos topamos con frases como: ciencia ficción, la ciencia de la astrología, ciencias duras, ciencias sociales, y hasta hemos escuchado a alguna abuela o abuelo decirnos eso no tiene ciencia cuando se refieren a alguna tarea o labor muy sencilla de realizar. Sin embargo, concretamente ¿Qué es la ciencia? Para responder esta pregunta hay que recorrer un camino, que se espera no sea demasiado largo.

Etimológicamente, el vocablo ciencia viene del latín scientia, que significa conocimiento, doctrina, práctica, erudición (Sierra-Bravo, 1995). Por lo que podríamos concluir acerca de esto que la ciencia se refiere al saber, a una acumulación de conocimientos (erudición); pero, no solo eso, también tiene que ver con la aplicación de esos conocimientos (práctica) y con la

comunicación de los mismos a otras personas, es decir, compartir dicho saber (doctrina). Entonces, ¿todo lo que acumule información y permita ponerla en práctica y compartirla es ciencia? Si fuese así, casi cualquier cosa calificaría como tal; bajo este criterio la brujería, el tai-chi y hasta un objeto como una computadora, por ejemplo, podría ser una ciencia, pues permite acumular conocimientos, llevarlos a la práctica y compartirlos.

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Sin negar la importancia de la brujería (de que vuelan, vuelan), lo que queremos reflejar con estos ejemplos es que esta noción de ciencia como igual a conocimiento, nos da un margen demasiado amplio bajo el cual casi cualquier cosa se calificaría como científica. Y si todo es ciencia, nada es ciencia; es decir, el concepto pierde utilidad, no nos permite diferenciar una cosa de otra, no hace falta.

Formas de conocimiento

Para aclarar más el punto anterior cabe decir que la ciencia es,

efectivamente, conocimiento; pero, no todo lo que llamamos conocimiento es ciencia. En este sentido, hay muchos tipos de conocimiento y varias formas de llegar al mismo. Veamos, de acuerdo con Kerlinger y Lee (2002), tenemos al menos cuatro formas de conocer:

En primer lugar está el llamado método de la tenacidad, el cual se

refiere a la consideración de un postulado como cierto por el simple hecho de que los individuos se aferran a una idea de manera rígida, sin contrastarla con la realidad. Bien sea porque por alguna razón han tenido esa creencia toda la vida, porque la idea ha sido repetida tantas veces que los sujetos la creen verdadera, o simplemente porque, hablando en términos coloquiales, creen lo que quieren creer.

Por ejemplo, si un individuo vive en una familia en la que, por

alguna razón, los inmigrantes son mal vistos y a ellos se les atribuye la responsabilidad acerca de todos los robos en la ciudad, entonces probablemente esa persona crecerá que esa información es cierta de tanto que se la han repetido. Sin embargo, en ningún momento ese individuo se ha preguntado cosas como ¿cuántos de los robos en la ciudad son cometidos por los inmigrantes según las estadísticas? ¿Cuántos son cometidos por individuos nacidos en la ciudad? ¿Será esa culpabilización de los extranjeros una expresión de algún prejuicio o se corresponde con la realidad? Si se cree en una información sólo porque es repetida sin alguna comprobación empírica, se hace una aproximación a la realidad por el método de la tenacidad.

Por otro lado, está el conocimiento por autoridad. Este se deriva de

una creencia preestablecida que damos por cierta debido a que la tradición nos dice que lo es, bien sea porque es apoyada por figuras relevantes en algún campo o simplemente por el peso histórico que la respalda.

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Un ejemplo de esto radica en la religión. Particularmente, religiones

como la judía, católica y musulmana se guían por una serie de postulados, ideas y creencias (la Toráh, la Biblia, el Corán) que son inmodificables y que se han practicado de generación en generación. El conocimiento derivado de dichas manifestaciones proviene de enseñanzas de Dios o de sus profetas, y su práctica se ha llevado a cabo por los creyentes de generación en generación. En la tradición católica, Dios le entregó los mandamientos a Moisés, que deberían ser cumplidos por los hombres, esas leyes son conocimiento ¿y quién crea y comunica ese conocimiento? La autoridad.

Este conocimiento puede ser válido, y su utilidad en algunos casos

es incuestionable, sin embargo, es ajeno al conocimiento científico, opera de otra manera.

En tercer lugar, Kerlinger y Lee (2002) mencionan el método de

conocimiento a priori. Éste se basa en la noción de que todo aquello que concuerde con la razón, es cierto. Es decir, todo lo que concuerde con las reglas lógicas o con lo que parece razonable para quien evalúa cierto postulado, es dado por verdadero. Este método, al igual que el de la tenacidad, no contrasta las ideas con la experiencia y además lo que puede ser razonable para algunas personas no lo es para otras, por lo que no hay un criterio valido para evaluar este tipo de conocimiento.

Finalmente, el método de la ciencia se plantea como una alternativa para conocer el mundo, y desde esta perspectiva, la crítica que se hace a los métodos discutidos anteriormente recae en que ninguno de ellos hace posible la contrastación de esas ideas o creencias con algún referente externo; es decir, el contenido de dichas ideas no se confirma con la experiencia. La meta de la ciencia consiste en que todos hablemos el mismo

lenguaje, que tengamos criterios similares al evaluar las ideas o creencias, por lo que busca contar con formas de comprobación externas a nuestros prejuicios y sesgos, para que cualquier persona que se aproxime a dichos criterios, pueda evaluar el grado de veracidad o de pertinencia de una idea.

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Concretamente, se busca que si diferentes personas se aproximan a un mismo fenómeno, lleguen a la misma conclusión sobre él a pesar de sus diferencias individuales siempre y cuando usen el método de la ciencia. 2 Esto es llamado objetividad, el usar criterios externos para poner a prueba las ideas, lo que trae como consecuencia que evitemos tener una perspectiva sesgada del conocimiento ya que lo estamos evaluando con algo ajeno a nosotros.

Por ejemplo, un investigador desea conocer si una prueba de

inteligencia diseñada por él funciona. Podría basar su conclusión solamente en su opinión: es un experto; pero en dicha conclusión seguramente influirán sus expectativas y el hecho de que desea que funcione y sea una buena medida de la variable. No nos podemos fiar de su juicio. El investigador debe usar criterios externos a él para medir qué tan bueno es el test, y el mejor recurso con que cuenta es con anteriores pruebas de inteligencia de las que se sepa que de hecho miden ese atributo. Entonces, digamos que a 100 sujetos les aplica su prueba, que llamaremos Prueba A, mientras que al cabo de un mes les aplica una prueba distinta pero que mide la variable Inteligencia tal como es entendida por él, y que además se ha comprobado como una de las mejores evaluaciones de la inteligencia existentes hasta el momento (a esta la llamaremos Prueba B). Una vez obtenidos los resultados, encontramos que para todos los sujetos, el puntaje en la prueba A fue, con un margen de error mínimo, equivalente al obtenido en la prueba B. Esto en pocas palabras nos dice que ambos tests miden lo mismo, la misma característica, y, por otro lado, apoya la idea de que la Prueba A es una medida válida de la Inteligencia, ya que al compararla con una medida ya conocida, se obtuvieron los mismos resultados.

Ciencia y sentido común

En el apartado anterior se discutía que las ciencias se diferencian de otras formas de conocimiento gracias a la posibilidad de contrastar empíricamente dicho conocimiento con la realidad. Sin embargo, el sentido común suele llevarnos a contrastar nuestras ideas con la experiencia ¿Tiene éste alguna similitud con la ciencia?

                                                            2 En este punto es importante evitar cualquier confusión que lo dicho anteriormente pueda generar. Cuando nos referimos a la intención de que diferentes personas lleguen a la misma conclusión, hablamos en términos de la evaluación de alguna idea o información, en términos estrictamente científicos. De ninguna manera se trata de negar la diversidad de opiniones y la importancia de la pluralidad, sólo que esas preocupaciones escapan a la ciencia como es entendida en el presente trabajo, no entran dentro de sus límites.  

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A lo largo de la historia, y según Kerlinger y Lee (2002) y Wartofsky (1973), la ciencia y el sentido común han ido de la mano, bien sea para compararlos o diferenciarlos radicalmente. Se puede afirmar que lo que llamamos sentido común es una manera un tanto asistemática, aunque útil, de ordenar el mundo y la experiencia. Podríamos decir que de alguna manera, el sentido común es un precursor del pensamiento científico y que a su vez la ciencia lo alimenta. Muchos datos que son conocidos popularmente vienen de investigaciones científicas y, a su vez, muchas preguntas y observaciones hechas por puro sentido común han llevado a realizar investigaciones importantes de las que se han obtenido datos científicos importantes. En conclusión, aunque útil, el sentido común es una forma un tanto precaria de generar conocimientos. La sistematicidad y orden de la ciencia hacen que sus conclusiones se den con mucha menos probabilidad de error que las de este.3 En palabras de Wartofsky (1973), aunque el sentido común formalizado y sistematizado puede llevar hacia ideas de naturaleza científica, sigue estando en un plano acrítico y muy variable, además de poco objetivo.

Pero, ¿en qué difieren exactamente el conocimiento científico del sentido común?. De acuerdo con Kerlinger (1979), la ciencia y el sentido común difieren en torno a dos términos fundamentales: sistemático y controlado.

De esta forma, la primera gran diferencia entre ciencia y sentido común estriba en el uso que en ambos se hace de los esquemas conceptuales y las estructuras teóricas. En este sentido, el científico construye sistemáticamente estructuras teóricas, verifica su coherencia interna, y las somete a prueba empírica de modo sistemático. A diferencia de esto, el ser humano común se vale de “teorías” y conceptos, pero lo hace de manera imprecisa. Por otra parte, el ser humano común pone a prueba sus concepciones de modo selectivo, escogiendo las evidencias que concuerdan con su particular punto de vista y rechazando las contrarias sin tener para ello una razón de peso. Lo anterior lo lleva a aceptar, en muchos casos, explicaciones fantásticas y sobrenaturales de los fenómenos.

                                                            3 Pero lo seguimos usando ya que en la vida diaria no podemos analizar toda la información que se nos presenta como científicos. Si nos detenemos en cada pequeño detalle para usar el método de la ciencia, no haríamos nada nunca. Tampoco seríamos bien vistos por nuestros amigos. 

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La segunda diferencia entre la ciencia y el sentido común reside en la noción de control. En este sentido, el científico descarta sistemáticamente las variables que son la “causa” posible de los efectos que estudia, y conserva solamente aquellas variables que se supone son la verdadera “causa”. En contraposición, el ser humano común no se toma la molestia de controlar sistemáticamente las variables extrañas que pueden incidir en las explicaciones de los fenómenos que observa.

En tercer lugar, el científico busca relaciones entre fenómenos de manera consciente y sistemática; en cambio, la preocupación del lego por las relaciones es bastante vaga, no sistemática y, sobre todo, incontrolada. En el caso del lego, basta con que dos fenómenos se presenten consecutivos en el tiempo para que de inmediato concluya que el primero que ocurrió es la causa de la ocurrencia del segundo.

La última diferencia entre ciencia y sentido común radica en la explicación de los fenómenos observados. En este sentido, el científico siempre descarta las llamadas explicaciones metafísicas del tipo “las personas son pobres y padecen de hambre porque es la voluntad de Dios”, “es malo ser autoritario en el aula”, etc.. La razón de este rechazo de los científicos hacia las explicaciones metafísicas radica en que este tipo de explicaciones son indemostrables. A diferencia de esto, en el sentido común no se descarta este tipo de explicaciones.

Definición y características de la ciencia El lector se preguntara por qué a estas alturas, si se ha hablado

tanto de ella, no se ha definido conceptualmente a la ciencia. De acuerdo con Kerlinger y Lee (2002) (quienes en su libro nunca la definen), se considera importante aclarar primero lo que la ciencia no es; además de delimitar la idea que comúnmente se tiene de ella. Hasta este punto podemos decir que no todo el conocimiento es conocimiento científico, también podemos diferenciar a la ciencia del sentido común. Dentro de este marco, ya es necesario introducir la definición de ciencia.

De acuerdo con autores como Bunge (1978), McGuigan (1996), y

Sierra-Bravo (1995), podemos afirmar que la ciencia es un conjunto de conocimientos racionales, sistemáticos, exactos, verificables y falibles (Bunge, 1978), sobre la realidad observable, obtenidos mediante la aplicación del método científico a problemas resolubles (McGuigan, 1996; Sierra-Bravo, 1995).

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Basados en la definición, y como habíamos mencionado anteriormente, las ciencias están conformadas por conocimientos, y no de cualquier tipo. Deben en primer lugar provenir de la razón; o sea, están conformadas por conocimientos racionales. Esto nos dice que la materia prima de la ciencia son las ideas, que pueden usarse de diversas maneras y combinarse para formar otras ideas.

El conocimiento también debe ser sistemático; es decir, dichas ideas

deben estar conectadas y ordenadas lógicamente, no deben ser una mera acumulación de conocimientos, tienen que estar estructuradas.

Por otro lado, en la definición tenemos que ese conocimiento debe ser exacto. Algo que destaca a las ciencias es su afán en la identificación y medición de los fenómenos con los que trabajan, lo que no sólo tiene que ver con la medición numérica. La exactitud se refiere igualmente a la clara definición y expresión de los conceptos, sin

ambigüedades ni vaguedad. Como cuarta característica esta la verificabilidad. El conocimiento

que constituye las ciencias debe ser posible de probar, es decir, de contrastar con la realidad. Esto tiene que ver con lo que se mencionó en al apartado anterior al diferenciar a la ciencia de otras formas de conocimiento.

Por último, el conocimiento científico debe ser falible. Este punto es

uno de los más complicados de entender dentro de la definición y a su vez uno de los más importantes, por lo que nos detendremos acá para profundizar. Al hablar de que la ciencia es falible, es decir que puede equivocarse, algo no nos suena bien, generalmente se cree que cuando un postulado es científico o está comprobado científicamente, entonces no hay duda de su veracidad y hasta en ocasiones se cree que si un fenómeno es descrito de cierta manera por la ciencia, nunca se comportará de manera distinta. Estas suposiciones no son ciertas.

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Por ser verificable, el conocimiento científico también puede fallar. En el proceso de verificación podemos encontrar que cierta idea no se acopla a la realidad tal como pensábamos, y allí radica la falibilidad. Cuando ponemos un postulado a prueba, este puede ser cierto o no.

Otra de las características que se mencionan en la definición alude a

que los conocimientos deben ser acerca algo en particular, a saber, la realidad observable; de modo que lo no empírico, lo trascendente, cae fuera del campo de actuación de las ciencias ya que éstas no pueden pronunciarse sobre su verdad o falsedad. Por ejemplo, la discusión filosófica acerca de la dualidad mente-cuerpo como dos entidades distintas y relativamente independientes no compete al campo de actuación de las ciencias, pues éstas no pueden decir nada acerca de la verdad o falsedad de dicha afirmación.

Aquí es importante que quede claro que cuando hablamos de

realidad observable no se quiere decir exclusivamente realidad directamente observable a través de nuestros sentidos. De hecho, muchas de las teorías y modelos científicos de la física, la química, la biología y, por supuesto, la psicología hacen referencia a realidades que no son directamente observables como los agujeros negros, el ADN, el pensamiento, la memoria, o la inteligencia; pero, cuya existencia y características puede inferirse a partir de

hechos que sí son directamente observables en el mundo. Un ejemplo de un constructo inferido a través de la experiencia sería el de motivación, la motivación no es algo que podamos ver directamente, pero podemos inferir que existe al observar a ciertas

personas motivadas hacia algo. Esto también se considera, dentro de la definición, como realidad observable.

Luego se nos plantea que dichos conocimientos se obtienen

mediante el método científico aplicado a problemas resolubles. El método científico es la herramienta que usa la ciencia para generar conocimientos con todas las características analizadas anteriormente y consiste básicamente, y según lo planteado por McGuigan (1996), en un proceso

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serial y sistemático que permite responder a un problema de investigación contrastándolo empíricamente con la realidad.

Como vemos, éste método es aplicado a un problema o pregunta de

investigación la cual debe tener una respuesta posible en el momento en que la hacemos4; es decir, esa pregunta debe ser posible de responder con nuestras capacidades y además con las herramientas y técnicas que poseemos para el momento de la investigación (McGuigan, 1996).

Guiándonos por esta característica, la biología, la química, la física,

la astronomía, la antropología, la psicología y la sociología son todas ciencias porque emplean el método científico y estudian problemas resolubles.

A diferencia de esto, disciplinas como el arte, la literatura y la música no son ciencias puesto que, si bien muchos de sus problemas son

resolubles, no se valen del método científico para abordarlos. Finalmente, las disciplinas metafísicas como la teología y la filosofía no son ciencias puesto que, ni usan el método científico, ni estudian problemas resolubles.

                                                            4 En el capítulo dedicado a El Problema de Investigación se tratara este asunto con mayor profundidad. 

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Ciencias formales y ciencias fácticas

En este punto de la discusión puede surgir la pregunta de si la

ciencia busca verificar sus postulados en la realidad observable, por qué disciplinas como la matemática y la lógica son llamadas ciencias si trabajan con objetos de estudios imposibles de llevar a la realidad empírica como son los números y las proposiciones lingüísticas, por ejemplo. En este sentido, en necesario aclarar que, cuando analizamos la definición, nos referimos a las ciencias fácticas, que trabajan con hechos empíricos y no a las ciencias formales cuyo objeto de estudio son entes ideales ficticios que, aunque sirven para demostrar fenómenos en la realidad, son creados deliberadamente para servir a las disciplinas que se los usan (Bunge, 1978).

¿En qué difieren ambos tipos de ciencias?

Las ciencias formales son, al igual que las ciencias fácticas, racionales, sistemáticas y verificables; pero, las ciencias formales, a diferencia de las ciencias fácticas, no son objetivas en el sentido de que, como ya señalamos con anterioridad, ellas no se ocupan de hechos reales, sino de entes ideales que sólo existen en la mente de las personas.

La segunda gran diferencia entre estos dos tipos de ciencias tiene que ver con el tipo de enunciados que las caracterizan. En este sentido, los enunciados de las ciencias formales consisten en relaciones entre signos. A diferencia de esto, los enunciados de las ciencias fácticas hacen referencia, en la gran mayoría de los casos, a relaciones entre sucesos, relaciones

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entre procesos, o relaciones entre sucesos y procesos.

Por último, las ciencias formales y las ciencias fácticas difieren en el método que emplean para poner a prueba sus enunciados. Las ciencias formales se valen de la lógica para demostrar sus teoremas; mientras que, las ciencias fácticas requieren de algo más que la lógica, requieren de la observación y experimentación para confirmar sus conjeturas; en otras palabras, las ciencias fácticas necesitan de la experiencia.

Objetivos de las ciencias

Más allá de sus características, las ciencias fácticas persiguen unos objetivos que le permiten cumplir su función. En primer lugar y de acuerdo con Sierra-Bravo (1995), buscan analizar, es decir, descomponer la realidad para así conocer las partes que la integran. En segundo lugar, la ciencia intenta explicar los fenómenos que aborda, cómo se relacionan esas partes de la realidad y de qué manera funcionan. Por otro lado, se busca predecir; ya que al conocer y explicar la realidad, podemos de alguna manera estimar con cierto grado de probabilidad qué hechos ocurrirán bajo determinadas condiciones y cómo lo harán. También, al predecir, se puede, hasta cierto punto, controlar la realidad, o sea, modificarla y optimizarla.

Sin embargo, Kerlinger y Lee (2002) plantean que estos cuatro

objetivos pueden resumirse en la función más importante de la ciencia para los autores: Teorizar.

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Para Kerlinger y Lee (2002), una teoría es “un conjunto de constructos (conceptos) interrelacionados, definiciones y proposiciones que presentan una visión sistemática de los fenómenos al especificar las relaciones entre variables con el propósito de explicar y predecir los fenómenos” (p. 10). Como se puede observar, la definición engloba en líneas generales lo que pretende la ciencia: explicar los fenómenos mediante ideas y argumentos, para así entenderlos, predecirlos y controlarlos.

Otras características del Conocimiento Científico Fáctico

Finalmente, se considera importante referir otras características que

posee el conocimiento científico según Bunge (1978). Son las siguientes:

En primer lugar, hemos de insistir… es fáctico. Las ciencias intentan describir los hechos de la manera en que ocurren en la realidad y contrastarlos con ella, tal como se explicó al diferenciar ciencias formales de ciencias fácticas.

En segundo lugar, el conocimiento científico es analítico y explicativo, lo

cual se relaciona con dos de los objetivos propuestos por Sierra-Bravo (1995). Concretamente, la investigación científica trata de entender un fenómeno como globalidad en términos de sus componentes, abordándolos de uno en uno (de ahí su carácter analítico) y estableciendo, posteriormente, sus interconexiones; para, finalmente, saber bajo qué condiciones ocurren y poder reconstruir el todo. Es decir, las ciencias, no sólo pretenden describir detalladamente los hechos, sino también intentan explicar por qué ocurren como ocurren y no de otra manera (de ahí su carácter explicativo).

Por ejemplo, supongamos que el fenómeno que pretendemos entender

es el comportamiento humano cuando está expuesto al sonido. Al abordar científicamente dicho fenómeno, lo primero es preguntarse ¿qué comportamiento?. Supongamos, rendimiento; pero, rendimiento ¿en qué?. Supongamos, en memoria; pero, ¿en qué tipo de memoria?. Supongamos, en memoria a corto plazo; pero, en la memoria a corto plazo de qué tipo de material?. Supongamos, palabras.

Muy bien, ya hemos descompuesto una parte de nuestro fenómeno: el

comportamiento, delimitándolo a rendimiento de la memoria a corto plazo de palabras. Ahora nos falta, la segunda parte de nuestro fenómeno: el sonido. ¿Qué sonido?. Supongamos, sonidos de intensidad moderada;

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Pero, ¿generados electrónicamente o cotidianos?. Supongamos, cotidianos. Ok!, pero ¿cuáles?. Supongamos, agradables y desagradables. Correcto, pero ¿cuáles de todos los posibles?. Supongamos, música y canto de pájaros como agradables, y taladro y tráfico como desagradables.

Efectos de ruidos y sonidos cotidianos sobre el recuerdo a corto plazo de palabras

Luego podremos estudiar otras partes del fenómeno, para finalmente intentar reconstruir el todo, comportamiento humano cuando está expuesto al sonido.

Como se puede observar, el carácter analítico de las ciencias fácticas implica que los problemas que abordan las ciencias son siempre parciales y, en consecuencia, las soluciones que ellas dan a dichos problemas también son parciales.

Además, el conocimiento científico es especializado, es decir, por su

naturaleza analítica sólo se refiere a una parte de la realidad, esto le permite describir y explicar de mejor manera su objeto de estudio.

Es claro y preciso. Como se mencionó anteriormente, la ciencia debe

expresar sus conceptos y formulaciones sin ambigüedades y de manera directa, de forma que puedan ser comprendidas por toda la comunidad científica. En este sentido, la claridad y la precisión se obtienen:

Formulando los problemas de manera clara.

Transformando progresivamente las nociones comunes mediante su inclusión en esquemas teóricos.

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Definiendo la mayoría de los conceptos y manteniéndose fiel a dichas definiciones como única forma de establecer un lenguaje común que permita el entendimiento entre todos.

Midiendo y registrando los fenómenos de modo exacto. De hecho, ya se señaló que la exactitud es una de las características fundamentales del conocimiento que podemos catalogar como científico.

Así mismo, el conocimiento científico es metódico, o sea la investigación científica es planeada, y en ella se procede según una serie de reglas y técnicas que han mostrado ser eficientes en el pasado; reglas que denominamos método científico.

Por otra parte, el conocimiento científico es general. Es decir, ubica

hechos particulares dentro de pautas generales o esquemas amplios. Obviamente, y como ya se discutió, los científicos no abordan directamente la globalidad, ellos se ocupan de un hecho singular en la medida en que dicho hecho es una clase o un caso de una ley más general, tratando de descubrir lo que comparten todos los singulares.

Es legal, es decir, debido a la posibilidad de

comprender fenómenos globales, puede crear leyes que expliquen dichos fenómenos. Es decir, los científicos buscan leyes de la naturaleza y la cultura poniendo a prueba hipótesis, y aplican dichas leyes.

La ciencia es abierta, ya que busca alimentarse de nuevos datos o

teorías que profundicen o corrijan el conocimiento que se tiene hasta ese momento.

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Las ciencias son útiles, pues no sólo pretenden llenar un vacío teórico, también tienen como objetivo resolver problemas prácticos. En otras palabras, las ciencias son útiles puesto que en su búsqueda de la verdad

proveen de toda una serie de herramientas que permiten manipular las cosas con éxito. De esta forma, las ciencias están en estrecha conexión con la tecnología, en el sentido de que la tecnología se alimenta de los avances científicos, y la ciencia encuentra en la tecnología una fuente inagotable de nuevos problemas por resolver, y muchas veces depende de los instrumentos que ella desarrolla para sus comprobaciones.

Finalmente, el conocimiento científico es predictivo. Plantea, con cierto grado de probabilidad, cómo ocurrirán los hechos en el futuro, si se tienen los datos necesarios; predicciones las cuales no son más que hipótesis que deben ser verificadas, y se fundan en leyes e informaciones específicas fidedignas.

Predicción científica versus Predicción profética

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Bunge, M. (1978). La ciencia: Su método y su filosofía. Buenos Aires:

Sliglo Veinte. Guba, E. (1990). The paradigm dialog. Newbury Park: SAGE. Kerlinger, F., y Lee, H. (2002). Investigación del comportamiento:

Métodos de investigación en ciencias sociales. México: McGraw Hill.

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Kuhn, T. (1971). La estructura de las revoluciones científicas. México: Fondo de Cultura Económica.

Martínez, M. (1993). El paradigma emergente. Barcelona: Gedisa. McGuigan, F. (1996). Psicología Experimental: Métodos de investigación.

México: Prentice Hall. Sabino, C. (1992). El proceso de investigación. Caracas: Panapo. Sandín-Esteban, M. (2003). Investigación cualitativa en educación.

Madrid: McGraw Hill. Sierra-Bravo, R. (1995). Técnicas de investigación social. Madrid:

Paraninfo. Wartofsky, M. (1973). Introducción a la filosofía de la ciencia. Madrid:

Alianza.