cornejo valle m - la construccion antropologica de la religion

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XXVI Premio de Investigacin Cultural Marqus de Lozoya 2007

La construccin antropolgica de la religin. Etnografa de una localidad manchega.M. CORNEJO VALLE

La construccin antropolgica de la religin. Etnografa de una localidad manchega. .

ndice.

EL PROBLEMA. LA RELIGIN COMO PERSPECTIVA. ...................9 METODOLOGA Y PROCESO ETNOGRFICO. ............................. 19

TIEMPOS Y LUGARES DE LA ESTANCIA. CONSTRUCCIN DEL OBJETO DE ESTUDIO...................................................................................................................... 22 OBSERVACIN PARTICIPANTE: LAS TCNICAS Y EL ROL DEL INVESTIGADOR.. 29NOBLEJAS. .................................................................................. 41

MARCO GEOGRFICO E HISTRICO........................................................................ 42 Paisaje urbano. Calles y casas.............................................................................. 46 Historia vieja. Leyendas del origen y nombres de la desmemoria................. 52 Los cambios recientes. Economa, futuro. ....................................................... 58 LOS ACTORES SOCIALES............................................................................................ 66 Familia. Casas, bodas, parientes y estrategias. .............................................. 67 Amigos, socios, quintos, camaradas, hermanos. .............................................. 74PRCTICAS RELIGIOSAS Y PROCESO SOCIAL. ......................... 83

IR A MISA. EL ORDEN RITUAL COMO ORDEN SOCIAL. .......................................... 86 LAS FIESTAS.............................................................................................................. 104 Economa y poltica de las fiestas del Cristo .................................................. 107 Las celebraciones ................................................................................................ 118 Otros das de cultos y fiestas............................................................................. 131 HACIA UN MARCO GENERAL DEL CULTO PBLICO EN NOBLEJAS. .................. 146 EL IMAGINARIO DURKHEIMIANO Y LA ECONOMA DEL SUJETO COLECTIVO. 158 Una economa simblica del sujeto colectivo en Noblejas .......................... 165CONVIVIR CON LO SAGRADO. .................................................. 177

BOSQUEJO DEL CULTO PRIVADO. ......................................................................... 179 Las capillas del barrio......................................................................................... 184 Grupos de oracin y devocin. ........................................................................ 190 Hacer las cosas por la iglesia......................................................................... 197 Promesas y oraciones instrumentales.......................................................... 204 Aojo. ..................................................................................................................... 209 Historias miedosas.......................................................................................... 215 IDEAS Y LGICAS. ANTROPOCENTRISMOS. ......................................................... 229RITUAL. ..................................................................................... 247

RITUALISMO ............................................................................................................. 249 LAS HUELLAS DEL PARADIGMA ALEPH............................................................ 255 Accin simblica................................................................................................. 258 Atrapados bajo el peso de los smbolos.......................................................... 266 PERFORMANCE. HACIA UNA HISTORIA DE HIERRO...................................... 272 DESEMPEOS IMPERFECTOS 1: RITOS DE QU PASO?...................................... 284 Sacramentos y crisis vitales ............................................................................... 286 El caso singular de la Semana Santa ................................................................ 295 Crisis vitales sin religin: los quintos y las damas.......................................... 301CISMA Y CONTINUIDAD EN LA SOCIEDAD SECULAR. ............. 319

EL IMAGINARIO WEBERIANO. EL FIN DE LA RELIGIN COMO CONTEXTO HERMENUTICO. ..................................................................................................... 323 DESEMPEOS IMPERFECTOS 2: NI SECULARIZACIN, NI REENCANTAMIENTO DEL MUNDO. ............................................................................................................ 328 Milagro y proceso social. ................................................................................... 339A MODO DE CONCLUSIN......................................................... 351 BIBLIOGRAFA........................................................................... 367 ANEXO. ...................................................................................... 387

Agradecimientos. Esta investigacin no hubiera sido posible sin la confianza y el apoyo de Mara Ctedra, Jos Luis Garca y Marie Jos Devillard, gracias a los cuales pude participar en el proyecto de colaboracin del Departamento de Antropologa de la Universidad Complutense de Madrid con el Ayuntamiento de Noblejas. A su alcalde, Agustn Jimnez, le agradezco tambin su inestimable ayuda y confianza a lo largo de los tres aos en que desarroll mi trabajo de campo. Espero que este trabajo, as como otros anteriores basados en la misma investigacin, est a la altura de estos valiosos crditos. Tampoco hubiera sido posible realizar este trabajo sin la preciosa colaboracin de cuantos noblejanos me han permitido acercarme a su vida cotidiana. Son muchos los que tengo en mi cabeza y muchos tambin los que conservar siempre en mi corazn, amigos y amigas que han trascendido con creces las expectativas de una mera contribucin a las labores etnogrficas. Le agradezco especialmente su ayuda a la Junta del Cristo 2000-2001, as como a la cuadrilla que fue para m como una enorme y cariosa familia, especialmente Gema, Pili, Maricarmen y Javi. Tambin Irene y Vernica me hicieron un hueco, y gracias a ellas pude conocer, y espero que tambin comprender, aspectos de la vida local fundamentales para mi trabajo. Despus de mi trabajo de campo he podido contar con la sensibilidad e inteligencia de Mara Lois y Chusa Snchez para escuchar infinitas disertaciones sobre religin y darme consejos sobre la redaccin de mi tesis Doctoral. Pero poco hubiera podido hacer sin los consejos impagables de Mara Ctedra, que ha sido para mi una maestra entraable y agudsima. Por ltimo, debo agradecer la paciencia de Iko para apoyarme en los momentos ms difciles de este largo proceso, y la de mis padres, Conchi y Rafa, pues este proyecto personal ha sido tambin suyo. A ellos me gustara dedicarles este trabajo.

CAPTULO PRIMERO

El problema. La religin como perspectiva.In the present enquiry, we shall at the outset attempt no definition of the term religious, but we shall collect the facts that admittedly are religious and see from what human activities they appear to have sprung. Jane Harrison (1912)1

E

l propsito de este trabajo es dar cuenta del modo en que los noblejanos practican la religin, comprender sus formas de convivir con las cuestiones simblicas y sociales que la religin implica,

atendiendo simultneamente al modo en que la Antropologa Social ha afrontado tericamente la interpretacin de las prcticas religiosas. Para quien no comparte las creencias catlicas, o ha sido educado en otras distintas, o tal vez en otras deliberadamente contrarias, resulta un misterio excepcional la naturalidad con que otras personas conviven con las ideas, las prcticas y las instituciones religiosas. Y resulta particularmente misterioso cuanto ms cercanas parecen al antroplogo estas personas en otros aspectos de sus vidas. Visto desde fuera, uno tiene la tentacin recurrente de imaginar al creyente como un individuo hipersensible, un caracterstico homo religiosus impregnado de su mundo mgico (Elade 1985:22), un mundo y una sensibilidad que son caractersticamente ajenos, y quizs inalcanzables, en lo epistemolgico y en lo metafsico. Sin embargo, la observacin cercana contradice enseguida ese

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Harrison (1912:29).

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prejuicio contra el que ya escribieran Evans-Pritchard (1976) o Mary Douglas (1984:8). Al menos para el caso de Noblejas, no puede decirse sin exagerar que las prcticas religiosas reverberen tal mundo mgico. La sensibilidad mstica es una excepcin, a veces una excepcin bastante ridcula. Y el homo religiosus (que es ms bien la mulier religiosa) no parece tan preocupado por la experiencia espiritual como por el compromiso social que comportan las relaciones con lo sagrado. No obstante, a la vez que los espritus ms o menos piadosos prescinden de la fantasa pantesta, conviven da a da con los signos de la trascendencia, se habla con ellos, se les da dinero, tal vez uno se emociona, o siguen ignorndose como parte de un paisaje rutinario que de todas formas est ah y dispone de esa clase de signos. La tarea de describir estas cosas equivale aproximadamente a lo que Evans-Pritchard recomendaba en su Teoras de la religin primitiva (1991:191): atender a lo que la religin hace. La primera parte de mi trabajo de campo en Noblejas, estuvo ingenuamente orientada por ese objetivo de dejar de lado disquisiciones sobre la religin misma y describir lo que la religin hace. Por entonces comparta esta labor con otros compaeros entre los que debamos distribuir nuestros respectivos objetos de estudio, temas analticos, espacios e informantes. Y en ese proceso de negociacin metodolgica fue saliendo a la luz la escasa consistencia de la recomendacin clsica: cmo puedo dar cuenta de lo que la religin hace si no tengo una idea concreta de la clase de prcticas, instituciones, personas, smbolos, ideas, etc. que son competencia de mi estudio? Qu y quines participan en esa religin que hace lo que sea que haga? Por dnde empieza su trabajo un antroplogo de la religin? La historia de las respuestas es tan larga como la historia de la propia Antropologa, y no ha dejado de ser un problema nunca. Un hito relevante en esa historia fue el famoso artculo de Jack Goody sobre el problema definicional (Goody 1961). Raymond Firth (1959) o Robin Horton (1960)

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haban intentado recientemente solventar el creciente problema de dispersin conceptual que la Antropologa de la Religin vena sufriendo proponiendo definiciones sustantivas desde las que afrontar la investigacin. Y Jack Goody, no con mucho xito por entonces, critic la inoperancia de estos intentos advirtiendo que se trataba de un falso problema, un problema sin solucin: en el fondo, la idea de religin que persiste en la Antropologa es una categora folk europea que funge de inevitable punto de partida desde el que desarrollamos nuestros conceptos analticos (1961:143). La propia crtica de Horton sobre las soluciones conceptuales anteriores quedaba, bajo la ptica de Goody, sin sentido, pues tan difcil es trabajar con definiciones como sin ellas, y la nica eleccin que el investigador de la religin puede hacer realmente es si anticipa o pospone la declaracin de un compromiso etnocntrico previsible. Tanto la propuesta de Horton como la provocadora crtica de Goody se planteaban como problemas especficos de una Antropologa comparada. Pero y si nuestro campo de trabajo es una etnografa europea, como es este caso? El problema, en realidad, permanece idntico. Siendo pragmticos, la descripcin de las prcticas religiosas en Noblejas puede abordarse a partir de algunos tpicos del catolicismo, cosas admitidamente religiosas al modo en que Harrison (1912:29) y tambin Nadel (1970:3) recomendaran: santos, curas, liturgia, imgenes, iglesias, fiestas y, con un poco de suerte, milagros. Hay algunos casos especficos, como la fiesta, en los que estamos (admitidamente) ante ese hecho social total en que convergen todas las dimensiones de la cultura como en un fascinante aleph metodolgico (Daz Cruz 1998:11). Pero tambin hay ideas sueltas, cargos burocrticos especiales, gestos y lugares que siguen perteneciendo al dominio particular de lo religioso como campo histricamente constituido. Generalmente, la celebracin de una ceremonia en un templo, o la presencia de un sacerdote en un evento, o el

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recitado de oraciones catlicas en momentos determinados, o la sola cualidad optativa de compartir o no una idea, justifican la atribucin del adjetivo religioso a una prctica. Y esto vale tanto para el uso que los noblejanos hacen del adjetivo, como para el que hace habitualmente el antroplogo, el socilogo, el historiador, etc. Sin embargo, lo que en esos eventos se hace y se significa no tiene que ser necesaria ni principalmente religioso, ni sus participantes devotos, ni los smbolos sagrados ni particularmente profanos tampoco, como he intentado demostrar, especialmente en los captulos cuarto, quinto y sexto. La variedad de las prcticas susceptibles de ser admitidamente religiosas (en la que incluyo con el mismo estatus la variedad de reacciones disidentes, burlescas o escpticas) forma un repertorio inexacto en el mismo sentido en que lo vea Nadel para disgusto tanto de Horton como de Goody. Lo nico que este bosquejo borroso podra tener en comn es, en mi opinin, el hecho de que el discurso local actual (aunque tal vez no en el pasado), los presenta como la clase de objetos transitivos que corresponden especialmente a las acciones de creer, no creer, practicar y no practicar. Sin embargo, como ha sealado Ario (1997) para otros objetos clsicos, la propia variedad de las prcticas excede las cualidades de un objeto transitivo, as que nuestro objeto nos sigue tozudamente esquivando. Quiz la cuestin no es tanto lo que una dimensin precariamente definida de la cultura (la religin) hace o deja de hacer sobre los individuos y la sociedad, sino lo que esa dimensin nos deja ver a su travs, lo que la religin nos muestra de los individuos y sociedad que la encarnan al ser observados desde su jurisdiccin epistmica, por ms que ella misma sea un producto histrico. En el fondo creo que esta es otra forma de continuar con el proyecto de Evans-Pritchard, y de ser fieles al propsito fundamental de la Antropologa Social: hablar de los actores sociales. A pesar de una postmodernidad especialmente comprometida con la introspeccin disciplinar

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(y este trabajo no es una excepcin), el inters de una investigacin etnogrfica sigue reposando en buena medida sobre el descubrimiento de lo que individuos reales y grupos reales hacen y dicen. Y en este sentido, la religin se ofrece como perspectiva. Si nuestra esperanza ltima es sta, poner en perspectiva la cultura y a sus actores porqu no estudiar entonces lo que la poltica hace? O lo que la economa hace? Qu inters tiene abordar la religin en concreto? Quiz ninguno en especial. Estudiar las prcticas religiosas en Noblejas en el comienzo de siglo no es ms ni menos fundamental para entender la vida local que el estudio del parentesco, por ejemplo. La religin, el parentesco, la economa o la poltica se han llegado a considerar partes especiales e irreductibles del comportamiento y pensamiento sociales, pero como seala Talal Asad (1993:27) esta ontologa de la cultura es producto de la particular historia intelectual de Occidente en el siglo XX, o incluso desde el siglo XII, como seala Iranzo (1996:17). Es, por decir as, un metarrelato (uno weberiano) de la modernidad desde que empezara a vislumbrarse como proyecto histrico. As las cosas, puede asumirse que no hay una perspectiva mejor que otra para descubrir cultura y actores sociales, y que cualquier parte de la cultura puede observarse con provecho desde cualquier observatorio. Que cualquier parte de la cultura pueda observarse desde cualquier observatorio recuerda otra vez a la vieja bsqueda del hecho social total, si bien, sobre el mismo escenario, se est dando un giro copernicano: las teoras buscan hechos en vez de los hechos teoras. Ahora bien, que la religin sea un observatorio y una excusa antes que una dimensin irreductible de la cultura, es una inferencia arriesgada, incluso para una disciplina que se alimenta de excepciones y relativismos. Hoy en da no extraa a nadie que una investigacin suscriba tesis constructivistas. Con Berger (1990:8), el punto de partida de este perspectivismo es la premisa de que las religiones son una

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forma, entre otras, de externalizar y objetivar la actividad humana, hipstasis sociales que no tienen una sustancia subyacente independiente del despliegue concreto de las prcticas individuales o colectivas, si es que conviniera diferenciarlas. Sin embargo, la Antropologa (y la Sociologa) a lo largo de su historia ha tratado la religin mucho ms a menudo como una esfera autnoma. Una breve arqueologa terica de este tratamiento puede convenir en la introduccin de un trabajo que parte de un enfoque diametralmente opuesto. Los cuatro momentos en los que puede sintetizarse, adems, son ejes fundamentales del planteamiento crtico que se ensaya aqu. Al menos hasta antes de la segunda guerra mundial, la distincin de lo religioso ha estado vinculada al debate general sobre magia, religin y ciencia (Goody repasa esta cuestin a travs de Tylor, Durkheim y Malinowski especialmente). Despus parece haberse centrado ms en la pretendida dicotoma entre tcnica y simbolismo (Parsons 1952, Leach 1954), que posiblemente constituya un avatar de lo anterior. A partir de la segunda mitad de los aos cincuenta (despus de Nupe Religion, en la que Nadel planteaba el problema de limitar su campo de estudio), el asunto se replante en el debate sobre las definiciones que ocup la dcada de los sesenta (Firth 1959, Horton 1960, Goody 1961, Spiro 1966)2, y dejara una larga estela en los setenta, especialmente entre los antroplogos simblicos (Turner 1980, Tambiah 1970, Geertz 1996). Y por ltimo, con el reavivamiento disciplinar alrededor de los llamados Nuevos Movimientos Religiosos, parece que la vieja disputa hubiera pasado a un discreto segundo plano, aunque la mayor parte de los trabajos siguen comprometidos con alguna de las definiciones que se dieron antes, especialmente en los setenta, y muy a menudo con la de Geertz.2

Desde un punto de vista interdiciplinar, tambin en esta poca se publicaba el especial sobre

definiciones del Journal for the Scientific Study of Religion n2 (1962-63), resultado del simposio "The Problem of Attempting to Define Religion".

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Durante algn tiempo, la definicin de Geertz ha sido una referencia cmoda por la generosidad existencialista de su planteamiento, y hoy en da sigue dominando buena parte de la produccin antropolgica sobre religiones. Es de todos conocida su formulacin (1996:89) y en ella la religin parece caracterizarse como una suerte de actitud (estado anmico, motivacin), sustancialmente diferente de la del sentido comn, la cientfica o la esttica (1996:106) a causa de una singular fuerza emocional reificadora provocada por la aceptacin de la autoridad caracterstica del culto, una fuerza persuasiva tal que empuja al creyente a instalarse en una certeza apodctica sobre la realidad. La singularidad religiosa depende para l de la superacin del realismo ingenuo, de la disposicin entregada a aceptar verdades no hipotticas, y de una vocacin onto-poitica que induce a extender lo real ms all de los lmites de otras perspectivas, ms all de lo mundano, lo fsico y lo simblico. En realidad tambin Berger pensaba que la religin era la apoteosis cognitiva y moral de la cultura (1990:28), y tambin fundamentaba la idea en premisas existencialistas de fenomenlogos como Otto y Elade (Berger 1990:190). Sin embargo, y esta observacin atae a la raz misma del planteamiento, las ambiciones poiticas de las ideas no son exclusivas de la religin, y cualquier estudio cognitivista del parentesco (por poner un ejemplo del que el propio Geertz pretenda huir, 1996:25), puede ofrecer casos menos romnticos y evocadores para semejantes condiciones: vigorosas, penetrantes y duraderas, como reza el propio Geertz. A la par del silogismo extrareligioso, es posible y necesario atender a la deconstruccin histrica que ha hecho Talal Asad (1993). Aplicando un argumento ya presente en Goody (1961) Asad sostiene que la religin de los antroplogos es resultado de una construccin histrica del conocimiento y del poder muy concreta, la del

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Cristianismo. As, aquella hipstasis de lo religioso, ms o menos carismtica, ms o menos burocrtica, resulta histricamente del reajuste de las instituciones religiosas en los procesos de la Modernidad, y entre ellos de forma determinante, el surgimiento de la Ciencia. Sera en relacin a la Nueva Ciencia que se redefiniera el campo religioso y sus competencias socioculturales (Bourdieu 1971) tal como han sido recogidas en la Ciencia Social, formada en el mismo momento y probablemente en el mismo proceso de reajuste. Si pensamos en que las propias premisas, conceptos y teoras antropolgicas son producto ms o menos hipostasiado de las prcticas, las instituciones y roles que participan en el campo religioso y sus conflictos, parece forzoso reubicarse en estas mismas prcticas, renunciando hasta cierto punto al enfoque idealista y fidesta que Asad atribuye a las etnocntricas definiciones al uso en Antropologa, derivadas de aquel Cristianismo moderno. No hace falta irse a la Europa medieval ni evocar siniestras conversiones forzosas, como hace Asad, para advertir todo lo que de social y poltico puede haber en la religin (en detrimento de lo ideolgico). Ya deca Caro Baroja que el catolicismo es una religin sociocntrica (1978:502), y tanto Noblejas como muchos otros espacios de la religin ibrica aportan abundantes ejemplos en los que se aprecian los dramas sociales (Turner 1996:93) del presente y del pasado inmediato. Es precisamente esta capacidad para dar forma y materia a los dramas sociales de la convivencia la que permite pensar en la religin como un ngulo de visin, como una perspectiva. As, el estudio de la religin en Noblejas permite dar cuenta de los procesos sociales, sus tensiones estructurales y sus ocasiones antiestructurales a travs de las ideas y procesos rituales involucrados en el complejo ciclo festivo y litrgico. Tomados tambin como perspectivas, el parentesco, la economa o la poltica podran ser tan buenos ngulos como ste, aunque la

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ventaja especfica de la religiosidad noblejana reside en sintetizar en su propia historia el devenir de los cambios polticos, el de los cambios familiares, y las lgicas econmicas que rigen los intercambios materiales y simblicos, si es que hay diferencia. Y para hacer esto no se requiere ninguna definicin sustantiva que nos remita a cualidades especficas de lo religioso, ni cognitivas ni existenciales. Aquel repertorio inexacto de prcticas religiosas noblejanas se entiende mucho mejor como el avatar momentneo e inestable de una historia que ha dado lugar al mapa de competencias institucionales que ubican a la iglesia catlica en posicin central a la hora de sealar qu es y qu no es religin, focalizando tanto los procesos rituales como las ideas y smbolos, que tienden a organizarse estructural y funcionalmente en tramas de significado y uso. Cuando ocasionalmente surgen disidencias organizadas, crticas con el peso de la iglesia o el catolicismo, se aprecia especialmente la dinmica y lgica del campo religioso retorcido sobre s mismo, distorsionando los discursos y estructura social habituales para acoger o rechazar la alternativa. Por ltimo, y como he sealado antes, incluso prescindiendo de las definiciones sustantivas, el trabajo de mirar la sociedad y la cultura a travs de la religin no se aleja tanto del proyecto durkheimiano que ha inspirado una buena parte de la Antropologa en su conjunto. Dada la trayectoria de la investigacin sobre religiones en Espaa (Cantn 2003), no perder de vista el imaginario durkheimiano sirve, adems, para dialogar con las herramientas y el horizonte en el que habitualmente se han trabajado unidades de anlisis como Noblejas y objetos de estudio como los que sta puede ofrecer. Para ello he trabajado desde cierto estructural-funcionalismo, algo descontextualizado, que ha servido paradjicamente de contexto, o si se prefiere, de marco epistemolgico en el que definir problemas y revisar teoras tomadas en forma fragmentaria. Adems de la herencia genealgica que nuestra Antropologa espaola tiene con el tronco britnico, la ventaja de este enfoque no es slo

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acceder a una arena de debate construida en esta tradicin, sino tambin la relativa comodidad de los conceptos etnocntricos (cristianocntricos, que dira Asad) a la hora de escrutar los discursos y las prcticas (cristianas) de nuestros informantes. As como no parece apropiado sostener definiciones cristianas para explicar ideas o rituales africanos, por ejemplo, tampoco debera parecer apropiado usar las etnografas de otras latitudes para investigar el catolicismo manchego del siglo XXI. No slo por prudencia epistemolgica, sino tambin como respuesta a la ceguera exotizante de algunos clsicos hacia el catolicismo y sus territorios mediterrneos, algo que ha ocurrido precisamente en la rbita de las Antropologas estructuralfuncionalistas y que han denunciado desde Caro (1978) hasta Llobera (1990). Sin embargo, es inevitable. No se puede hacer antropologa sin la Antropologa. Y tal vez ms. A juzgar por lo inslito de las comparaciones intercontinentales que algunos antroplogos han ido exponiendo, creo que poner a prueba el exotismo militante de algunas teoras puede ser hoy en da un desafo ms interesante que ensayar hiptesis locales ad hoc, aunque en realidad he intentado combinar ambas cosas. No obstante, esto ha sido posible aprovechando lo que de aprovechable tiene el etnocentrismo estructural-funcionalista. Al intentar describir las prcticas religiosas en Noblejas uno puede tener la seguridad de que el uso de conceptos muy controvertidos en la tradicin disciplinar (lo sagrado durkheimiano, el espritu de Evans-Pritchard, o el dios en Lienhardt) pueden ser usados aqu sin excesiva angustia hermenutica. Y tomando esta ventaja de lo admitidamente religioso como observatorio de partida, he intentado remontar los cauces de la construccin antropolgica de la religin, a travs de los hechos que en Noblejas toman relevancia bajo su foco, y pueden an ofrecernos algunas sorpresas imprevistas.

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CAPTULO SEGUNDO

Metodologa y proceso etnogrfico.

A

lgunos antroplogos de la religin (Prat 1997, Cantn 1998, Mitchell 1997, Ceriani 2002) han llamado la atencin sobre la originalidad que supone hacer observacin participante en grupos

religiosos. Ms tarde o ms temprano uno se tiene que enfrentar a situaciones

en las que la propia presencia sobre el terreno puede depender de una toma de partido sobre la creencia, sin embargo, la reflexin sobre este asunto es bastante reciente, y an escasa. Tomar partido constituye, en realidad, un problema (u ocasionalmente una solucin) comn en todo trabajo de campo (Hammersley y Atkinson 1994:91). Aparte del alcance metodolgico de cada estrategia en las investigaciones concretas, esta cuestin tiene dos dimensiones de notable inters general que un debate abierto en Current Anthropology ha sintetizado bajo el epgrafe Objetivity and Militancy3. Lo particular de la Antropologa de la Religin en relacin con este debate, es, paradjicamente, hasta qu punto ha permanecido de espaldas a ambas dimensiones de la toma de partido. Deca Evans-Pritchard en 1959 que los estudios sobre religin en nuestra disciplina se haban caracterizado por una singular indiferencia, cuando no hostilidad, a la cuestin religiosa (Evans-Pritchard 1986:19). Aunque la generalizacin es arriesgada, lo cierto es que las investigaciones

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Roy DAndrade (1995) y Nancy Scheper-Hughes (1995) han representado en la revista las dos

posturas antagnicas correspondientes, la primera como una defensa del objetivismo revisado, y la segunda abogando por la perspectiva tica y el compromiso en la reflexin antropolgica.

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comprometidas con militancias religiosas no tienen buena prensa disciplinar. En nuestro pas, Manuel Delgado (2001) las ha llamado para-antropologas. Y an hoy no se deja de mencionar que Evans-Pritchard era catlico, como si por ello fuese peor dispuesto que los ateos a estudiar creencias en las riberas del Nilo (Cantn 2001:90). Como ha sealado Mitchell (1997), el problema de compartir (o no) creencias y emociones con nuestros informantes nos plantea los lmites metodolgicos que desde un cierto objetivismo cabe esperar, y que dejarn su huella en los resultados de la investigacin. En mi opinin esto no plantea una dificultad distinta de la que suponen las ms tradicionales conquistas del punto de vista del nativo (Malinowski), o de la dimensin emic (Pike, Goodenough), o de la ms postmoderna recreacin narrativa (Tyler, Taussig) o dialgica (Tedlock, Tyler). Y no es distinto porque en la experiencia ajena (religiosa o de cualquier otra clase) es probable que permanezca siempre un reducto intransferible, un misterio inexpugnable tanto para los recursos positivistas como para los ms hermenuticos o dialgicos. Y un misterio que no es, en realidad, especfico de la investigacin sobre creencias o emociones religiosas. Lo novedoso de reflexiones como las de Cantn o Prat consiste, sin embargo, en sacar a la luz el inters activo que nuestros informantes tienen en comprometernos ms all de las lealtades sociales, esto es, en comprometernos precisamente con esas experiencias ntimas (aunque muchas veces colectivas) de difcil comunicacin. El signo epistemolgico de nuestros tiempos (la duda metdica postmoderna, por decir as), junto con los diseos metodolgicos y las particularidades de cada proceso etnogrfico convergen de forma significativa en este punto. Aunque este trabajo no es un ejemplo especialmente significativo de conflictos graves ni de esfuerzos audaces capeando las tensiones del tomar partido (nadie me ha arrodillado por sorpresa para convertirme, ni he sufrido dietas severamente vegetarianas, por

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ejemplo), la inquietud habitual por adecuar las tcnicas y el objeto de estudio se ha presentado a lo largo de la investigacin en referencia a ese marco especfico donde lo religioso parece esconderse en las intimidades o diluirse en el ajetreo de la vida social, mientras el antroplogo reinventa su rol una y otra vez con variable xito. As desenvuelta, la investigacin ha tenido como constante la reconstruccin reiterada del objeto de estudio y cierta improvisacin metodolgica a lo largo de la observacin participante. La huella que estas condiciones han dejado en los resultados creo que se aprecia en la propia organizacin del material etnogrfico y especialmente en la clase de problema preliminar (Hammersley y Atkinson 1994:40), que en realidad se ha ido manifestando sobre la marcha y que se ha formulado analticamente a posteriori. Podra decirse, en cierto modo, que el enfoque constructivista ha recogido algo as como la experiencia constructivista que la propia investigacin ha supuesto. Apuntaban Jociles y Rivas (2000) que el inters de los etngrafos por las tcnicas como tal se ha visto oscurecido por un mayor nfasis en contextualizar la investigacin. Como ellas sealan, la ecuacin personal se ha tenido ms en cuenta que el diseo metodolgico y su implementacin, y esta etnografa es un caso ms de esta clase. Buena parte de la gestin del acceso a espacios, informantes, y tambin a algunos temas delicados de conversacin han dependido de un modo u otro de las posibilidades y lmites de la ecuacin personal, en relacin a la cual se han definido las propias tcnicas. Incluso la eleccin de Noblejas como unidad de anlisis es un tanto ajena a un diseo terico y metodolgico premeditado, como a veces se espera y tantas veces no ocurre (Lpez Coira 1991). Por estos motivos, me parece relevante contextualizar la metodologa en relacin con el proceso etnogrfico a lo largo del cual se han ido componiendo las texturas desiguales del objeto de estudio.

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Tiempos y lugares de la estancia. Construccin del objeto de estudio.Confesada la posterioridad de los planteamientos tericos explcitos, la primera eleccin que conviene poner en contexto es la del lugar donde se desarrolla la investigacin. Parte de las originalidades de Noblejas guarda relacin con el hecho de que su Ayuntamiento propuso el pueblo como campo para una investigacin antropolgica. Durante el ao 2000 el Departamento de Antropologa de la Universidad Complutense de Madrid consider la propuesta de un proyecto para el que una seccin del Ayuntamiento de Noblejas haba conseguido fondos del plan europeo de desarrollo rural Leader 2. En aquel momento la localidad se encontraba a medio camino de un proceso de reestructuracin econmica basado fundamentalmente en la venta de suelo pblico para la instalacin de plantas industriales en el trmino municipal con el fin de activar el mercado laboral de la comarca. El desarrollo de este proceso formaba parte de los planes polticos del gobierno local desde mediados de los noventa, y no slo afectaba a aspectos econmicos sino que ha implicado algunos cambios significativos en las relaciones intracomunitarias y a las representaciones de la vida local. Las interpretaciones locales de los cambios producidos por la industrializacin inmediata y sus futuribles han generado conflictos y resistencias al interior de la estructura social que cuestionaban la legitimidad de los proyectos, de sus promotores, las consecuencias esperadas e inesperadas de los cambios, y las imgenes de pasado, presente y futuro que se abran en el nuevo contexto. Y en medio de estos debates, el Ayuntamiento decidi contar con la colaboracin de un grupo de investigacin formado por estudiantes de Doctorado, entre los que me contaba.

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Llegu a Noblejas por primera vez como parte de este equipo. Slo una vez antes haba estado en el pueblo con el fin de hacerme una idea (aunque slo fuera esttica) del lugar. Al llegar sabamos muy pocas cosas. Sabamos que el PSOE gobernaba desde 1984, que tena dos colegios, uno pblico y otro concertado regido por las Hermanas de la Caridad, y que tenamos a nuestra disposicin una casa algo alejada del centro, donde pasaramos el otoo y el invierno. Nos trasladamos all el 2 de Octubre de 2000. El equipo se form intentando cubrir varias reas de investigacin. Por mi inters y trabajos anteriores se acord que me dedicara al campo de las prcticas y creencias religiosas. Hasta entonces no haba prestado una atencin especial hacia el tema del catolicismo local, pues durante los cursos de doctorado me interes ms por el estudio del protestantismo, y creo que esto me dispuso a ver el caso noblejano desde una ptica particular (a partir de las teoras actuales sobre Nuevos Movimientos Religiosos), y ello supuso algunos desajustes que con el tiempo me llevaron a abandonar mi primer enfoque, puesto que en Noblejas no se da actualmente la situacin caracterstica de pluralismo en la oferta religiosa que hubiera justificado una aproximacin terica como la que es hoy en da ms novedosa en la Antropologa de la Religin. De entrada, no obstante, gran parte de la labor de investigacin hubo de centrarse necesariamente en el conocimiento general del pueblo, de los actores locales, del ritmo de la vida cotidiana y de lo que los primeros informantes ofrecan como relato de s mismos y su contexto. Antes de pensar en la aplicacin de tcnicas concretas para la obtencin de datos se hizo indispensable una reflexin bsica sobre el objeto de estudio en la tnica de los conflictos descritos por Goody (1961). Como se confesaba, a falta de un diseo de investigacin previo a la observacin participante, y comprobando los primeros desajustes entre mi marco terico de entrada y lo que empezaba a ver en Noblejas, en la primera estancia de investigacin, la

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definicin del objeto de estudio estuvo condicionada por varios factores. De un lado, como cabe esperar, estaba condicionada por mi propia formacin e intereses acadmicos. Mi visin general de la religin como rea de estudio ha estado fuertemente orientada a los aspectos ms polticos de las prcticas, de modo que la perspectiva sobre lo religioso no fue desde el principio muy afn a los aspectos emocionales de la prctica (ni en el sentido corporalista de una fenomenologa como la de Csordas, ni en el sentido idealista de EvansPrtichard y la escuela de Oxford), y s ms atenta a la dimensin social y simblica, reuniendo las herencias de Weber y Durkheim como lo estn en Bourdieu por un lado y en Leach o Turner por otro, siendo que este enfoque ms o menos estructural-funcionalista es tambin una herencia transmitida a travs de la literatura etnogrfica sobre religin en Espaa. De otro lado, creo que la propia emocin del principiante, envuelta en las inmediateces de la observacin participante a la vez que tomaba decisiones sobre el objeto de estudio, tuvo como efecto cierta ingenuidad naturalista respecto a la ilusin del hallazgo etnogrfico, del estilo de la que Luque describe para Murdock, por ejemplo (1990:219). As, parte de la inseguridad a la hora de construir un objeto estuvo condicionada por la sospecha de que hubiera algo ms que no hubiera tenido en cuenta para mi bosquejo, aunque finalmente, o bien el totemismo verdadero no lo encontr, o fue desconstruido en el proceso. Por ltimo, el conjunto amplio de preferencias intelectuales deba ceirse en alguna medida a las expectativas prefiguradas en el proyecto ofrecido por el Ayuntamiento. En trminos generales estas expectativas no eran sino una demanda en pro de beneficios pragmticos de la investigacin y sus resultados, de los que se esperaba cierta aplicabilidad. En este sentido, el antroplogo de la religin tena entre manos un asunto particularmente resbaladizo, no slo por la naturaleza de sus objetos admitidamente habituales como recomendaba Harrison, sino porque detrs de estas

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condiciones estaba la de satisfacer una imagen extendida de la labor antropolgica, la que Prat y Comelles (en Cruces 1998:78) definen como mentalidad del anticuario, la del etngrafo-cantero que extrae de la cultura piezas para el mercado de bienes simblicos. En la lgica de un proyecto de desarrollo, tal y como el desarrollo rural se viene promoviendo en el marco europeo (Nogus Pedregal 2006), la opcin ms sencilla pareca el tratamiento de discursos y prcticas religiosos como bienes culturales. Esta idea se descart enseguida tanto por los reparos tericos que el equipo comparta (reparos contra cierto efecto esencialista de este tratamiento), como por la inadecuacin del producto que caba esperar a la ideologa laicista que el Ayuntamiento claramente expuso. Conjuntamente decidimos no hacernos socios del gran parque temtico del catolicismo y adoptamos una perspectiva ms sociolgica para abordar el tema. As, opt por un primer objeto que sera la participacin colectiva en prcticas predefinidas como religiosas. Los resultados de esta primera investigacin fueron expuestos en varias conferencias y publicados, entre otras cosas, como parte de un libro conjunto que el propio Ayuntamiento edit. La observacin participante del equipo termin el 2 de Febrero de 2001 y a partir de entonces, por un periodo de dos aos, intent conservar una relacin lo ms cercana posible con el pueblo. El Ayuntamiento nos facilit el alojamiento en la misma casa donde habamos residido antes y aprovechando esta circunstancia uno de mis compaeros de equipo y yo misma nos trasladamos en los meses de marzo y mayo con el fin de preparar la filmacin de dos eventos, la fiesta de los quintos (en marzo) y las fiestas del Cristo, una semana de festejos alrededor del 3 de mayo. Volvimos en varias ocasiones ms para completar el trabajo. Durante los meses de octubre y noviembre de 2001, el Ayuntamiento me pidi que impartiera unas clases para los alumnos de un Mdulo de

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Formacin del INEM4, y durante este tiempo aprovech para quedarme en Noblejas entre dos y tres das por semana. Durante el ao 2002 y hasta el verano de 2003 volv a residir espordicamente en el pueblo de la misma manera, aunque en esta ocasin fue casi siempre con motivo de fiestas, tanto del pueblo como privadas. Creo que las imgenes que sobre mi trabajo adquirieron las personas con quienes mantuve un mayor contacto favorecieron la continuidad de mi rol como investigadora. As, tuve la oportunidad de asistir a gran variedad de celebraciones que durante mi estancia no haba podido observar de primera mano, y en algunos casos asist por segunda y tercera vez. Especialmente importante fue en este sentido la estancia durante Semana Santa y durante las Fiestas del Cristo, la ltima de las cuales coincidi con la visita del Papa a Madrid. En estos breves periodos mi labor fue casi siempre de actualizacin de informacin y contactos. Finalmente, tras el largo periodo que supuso un ao y medio de estancias eventuales, a mediados de junio de 2003 alquil una habitacin y me traslad al pueblo durante el verano. Encontr alojamiento en casa de una persona con la que no haba tenido relacin hasta entonces, algo en cierto modo conveniente al contexto del contrato, y favorable como forma de ampliar mis contactos. En este periodo, a pesar de su relativa brevedad, pude desarrollar la investigacin de un modo distinto a las ocasiones anteriores. Teniendo en cuenta la inminente tarea de redaccin final de mi Tesis Doctoral, y la libertad que otorga la autofinanciacin, mi ltima estancia fue ms planificada en cuanto a tcnicas, estrategias y definicin de los temas de inters. Antes de volver a residir en Noblejas haba pasado dos meses revisando el material4

El curso Infografa y Multimedia aplicado al Turismo Rural de la Comarca de Ocaa. La duracin de este

mdulo era anual y mi participacin coincidi con los meses finales del curso, colaborando con dos profesores ms.

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acumulado y las carencias de ste. En este ejercicio intent predisear un objeto de estudio antes de comenzar con la observacin participante, sin embargo el resultado fue similar a las ocasiones anteriores, y cont con varias alternativas que se fueron resolviendo una vez all. Bsicamente mi idea era encontrar (o tal vez inventar) un eje que fuera capaz de dar sentido de conjunto a los materiales etnogrficos que tena y los que esperaba obtener. A medida que rebuscaba entre ellos me pareci descubrir ms bien la ausencia de tal eje. Uno sabe que poner al descubierto la lgica interna de los hechos sociales depende en buena medida del propio ejercicio de imaginar esta misma lgica, aunque sea cultivando una ficcin suficientemente persuasiva, como dice Strathern (2003). Sin embargo, es tambin una sensacin frecuente en la observacin participante la de que esa lgica se va a mostrar a nuestros ojos ms tarde o ms temprano, como si de una epifana se tratara (Hammersley y Atnkinson 1994:228). En los aos que se cumplen desde que llegu a Noblejas por primera vez hasta que escribo esto, no s si tuve demasiadas revelaciones de este estilo o quiz no tuve ninguna en absoluto. Preparando mi ltima estancia me convenc de que la espera como tcnica de observacin ya haba cumplido un plazo suficiente como para seguir confiando en un descubrimiento de ltima hora. Consider que nuevas estrategias, nuevas preguntas, nuevas personas pudieran tener la clave que faltaba, sufriendo hasta el final ese sndrome de lo que est sucediendo en todas partes (Hammerlesy y Atnkinson 1994:223), algo que al principio amortigu el trabajo en equipo. No obstante los ms concienzudos cuestionarios, maniobras ms imaginativas y nuevos informantes, me recondujeron una y otra vez al disperso mapa de impresiones generales que ya tena sobre lo que sea que son las prcticas religiosas en Noblejas. Generalmente se considera que la dispersin es un mal de los objetos de estudio, de las investigaciones torpemente enfocadas, aunque

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posiblemente sea algo simplemente propio de este enfoque progresivo. Con cierta urgencia y sobre la marcha (envuelta en la rutina de las visitas, de la charla informal, de los paseos) valor que la dispersin temtica de la investigacin pudiera ser el eje de sus propios contenidos. De esta manera, la ideologa de oraciones o ritos por un lado, la relacin con los iconos por otro, las definiciones locales de lo religioso ms all, el raro juego del clero y el anticlericalismo por su parte, y los problemas tericos que acompaan a la propia indefinicin del objeto se acomodaron en un nuevo orden desde el que empezar la escritura. Desde un punto de vista epistemolgico esto constituye un paso atrs necesario llegado el momento. Tratndose del estudio de la religin, el debate sobre lo que debe incluirse o no en una monografa para orientar la variedad de temas es un problema que no se ha resuelto, y que arranca del propio germen de la disciplina, como he intentado mostrar. Tratndose de una investigacin de campo, adems, la propia estrategia de la observacin participante contribuye a esa impresin de que los rboles no dejan ver el bosque. En este sentido, una parte fundamental del anlisis de los datos y del planteamiento descriptivo implic asumir la borrosidad (Wittgenstein 1988) de lo religioso como una caracterstica de las prcticas locales, con sus incoherencias y paradojas como parte de esa misma realidad. El eje, entonces, de esta exposicin es la reconstruccin etnogrfica de la religin, tomando lo religioso como una categora simultneamente construida por la historia local y por la historia antropolgica. Tomando esta perspectiva como observatorio del caso noblejano resulta ms fcil ofrecer una descripcin completa de aquellas prcticas y discursos que en algn momento guardan relacin significativa con lo religioso. La variedad, las contradicciones, los lmites definidos y siempre excedidos que se pueden observar dificultan su ordenacin en un esquema de alta coherencia interna, un esquema tal como

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cabe esperar de un enfoque funcionalista o estructuralista ms estrictos. Pensando los materiales de campo desde el punto de vista de su construccin etnogrfica, es posible, sin embargo, poner en un mismo plano descriptivo prcticas, discursos y sus conflictos, analizando aquellos contenidos, formas, relaciones y dinmicas de cada uno que se vuelven significativas en referencia a otros.

Observacin participante: las tcnicas y el rol del investigador.El largo tiempo transcurrido desde mi primera estancia en Noblejas hasta la ltima ha propiciado una considerable diversidad en las tcnicas usadas y las situaciones que he debido afrontar. En trminos generales la observacin participante ha sido la herramienta protagonista de todo el proceso, y en este sentido, el aprovechamiento de la informalidad ha sido mucho ms importante que otras tcnicas de obtencin de datos. Esto se ha visto favorecido tambin por la escasez de documentos elaborados sobre el pueblo, su sociedad o su cultura. A Noblejas no se le ha dedicado ningn estudio sistemtico hasta el ao 2001. La informacin de actualidad sobre el municipio que puede encontrarse en medios escritos procede en su mayor parte de publicaciones peridicas comarcales (Ecos de la Mesa) o provinciales (ABC Toledo, El DA de Toledo), que proporcionan ms informacin sobre el contexto histrico actual que sobre el propio municipio de Noblejas. As tambin es posible encontrar alguna informacin de utilidad en revistas de tema regional, actas de encuentros de socilogos y antroplogos manchegos (editados bien por la Universidad de Castilla La Mancha, o bien por la Junta de Comunidades), donde se encuentra de nuevo ms informacin sobre los contextos que sobre el propio pueblo. En realidad, esta especie de invisibilidad documental, y el olvido historiogrfico que se deriva de ella, se29

cuenta entre las desdichas ms sentidas por los noblejanos, que hoy aprecian sus libros de fiestas como documentos de gran valor, y tienen buena consideracin de algunos textos donde se hacen menciones breves del pueblo. As por ejemplo, el librito de Antonio Ponz de ttulo La Mesa de Ocaa en el siglo XVIII, arte y sociedad a los ojos de un viajero ilustrado, que fue reeditado por el I.B. Alonso Ercilla de Ocaa en 1982, y en el que se puede encontrar una somera descripcin de edificios civiles y religiosos existentes en el pueblo en el siglo XVIII. Las otras fuentes documentales que he analizado son de dos tipos, textos editados para la Iglesia y documentos diversos producidos en el propio municipio. He revisado publicaciones peridicas como Padre Nuestro, editado por el Arzobispado de Toledo, y Vocacin-Misin, revista anual del Secretariado Nacional de Misiones Vicencianas y Vocacin, que reciben las Hermanas de la Caridad. Adems de estos he analizado tambin gran cantidad de cuadernos de catequesis (especialmente los del Secretariado Diocesano de Catequesis de Huelva, que se usan en Noblejas desde hace aos), guas y cuadernos de catequesis vicenciana, e incluso algunos devocionarios de origen diverso que en su mayora eran libritos regalados por las Hermanas de la Caridad. A la hora de considerar lo que de significativo tenan para mi investigacin estas publicaciones no he tenido en cuenta tanto que estas publicaciones existieran, como que era posible encontrarlas en las casas de algunos noblejanos, a veces anotadas, de modo que eran conocidas y circulaban. Por otra parte, existen algunas publicaciones locales que tambin son de inters. As, el Ayuntamiento de Noblejas ha sufragado la edicin de varios nmeros sueltos de una revista realizada por la Asociacin Juvenil Juvenxas (en uno de los cuales aparece una inapreciable columna sobre los antroplogos que se reproduce ms adelante). Adems de esto ha editado un libro con la historia de la banda de msica municipal, y es responsable de

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diversos folletos informativos que ocasionalmente tambin he revisado. Junto a estos documentos destacan los cuadernos de fiestas que la Junta de la Hermandad del Cristo de las Injurias prepara cada ao. Son fuente de importante informacin sobre las representaciones de lo local en conjunto, pero adems son un interesante muestrario de la devocin local, y de la intensa relacin de esa devocin con muchas otras circunstancias socioculturales no religiosas. Entre los documentos de produccin local tambin se analizaron al comienzo los que proceden de la actividad burocrtica del Ayuntamiento: actas de plenos, normas subsidiarias, padrn municipal y censo de IAE. De los documentos parroquiales se han consultado las actas de matrimonio y bautizo, adems de un viejo libro de actas parroquiales de Noblejas, extrado por un particular del archivo del Arzobispado de Toledo. Otra informacin estadstica se ha consultado a travs de la pgina Web del Instituto Nacional Estadstica as como de la pgina del Instituto de Estadstica de Castilla-La Mancha. Por ltimo, dentro de los textos de produccin local he tenido acceso a varios trabajos de clase realizados por alumnos de los colegios sobre la historia local, y recopilaciones de material grfico y textual que algunas personas interesadas en el costumbrismo noblejano han formado y conservado. A estos trabajos, cuando superan las treinta pginas se les llama libros, el libro del to fulano o el libro de mi hija la pequea. El contenido de todos es muy similar, como sus fuentes, pero proporcionan una interesantsima perspectiva sobre las representaciones que los actores reproducen sobre el pueblo y sobre s mismos. Adems de documentos escritos he manejado una considerable cantidad de material visual privado. La mayor parte de ste se centra en lbumes de fotografa familiares y videos domsticos, de los que he podido disponer en

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gran cantidad por la intensa aficin que, sobretodo las noblejanas, tienen por producir y coleccionar este material. Los temas eran casi siempre los mismos aqu tambin: fiestas de toda clase. Adems de esto he dispuesto de mis propias fotografas y filmaciones, aunque tambin pertenecen en su mayora a contextos de celebracin ms o menos festiva. Al principio de la investigacin, y con algunos actores en concreto, he usado la entrevista estructurada como estrategia de acercamiento preferente. En algunos casos esta forma de dilogo me ha proporcionado un contexto ms informal para encuentros posteriores con los mismos informantes, pero no siempre. En cualquier caso he tenido en cuenta para mis anlisis las diferencias que se aprecian entre las actitudes que corresponden a un marco y a otro, en los discursos por un lado, y en las prcticas tambin, algo que ha sido relevante sobretodo entre aquellos actores de especial prestigio o con alguna clase de cargo institucional. No obstante, como deca al principio, la mayor parte del material procede de encuentros informales y observacin participante. Parte de esos encuentros se fueron orientando de acuerdo con cuestionarios predefinidos, que concretaba mientras escriba el diario de campo y preparaba para el da siguiente. As, el diario de campo ha sido el principal material de anlisis del que he dispuesto, y una constante en todo el proceso de la investigacin. La obtencin de estos datos no estuvo nicamente condicionada por las tcnicas de investigacin, sino tambin por mi rol como investigadora y por el contexto que la propia investigacin desencaden en el municipio. Con respecto a las entrevistas formales se aprecia especialmente el peso de los roles. Permanentemente tuve la impresin de que estas entrevistas han estado ms marcadas por la expectativa en el informante de una entrevista periodstica de estilo documental que por el diseo, ms o menos cerrado, de

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la entrevista. Este efecto ha sido producido por varios factores: por la presencia de la grabadora de un lado, por la propia palabra entrevista usada sobretodo al principio, por la identificacin del informante con su cargo (en algunos casos insuperable), y por el rol de investigador que por una parte asuma y por otra se me atribua. Haciendo lo posible por deshacerme del rol formal, o incluso de cualquier rol como escrutadora de asuntos locales, esperaba convertir el contexto forzado en que un forastero llega a preguntar, en el contexto espontneo en que una participa en los acontecimientos cotidianos, transformando la formalidad en informalidad. Cuando llegu por primera vez a Noblejas con el resto del equipo todos sentamos unos por otros la consiguiente expectacin. Pocas personas estaban enteradas en el pueblo de quines ramos o a qu habamos venido. Slo aquellos ms vinculados al Ayuntamiento y prximos a los responsables de nuestra presencia tenan una vaga idea, y sta consista en que investigaramos las cosas del pueblo, con lo que se referan a historia y costumbres tradicionales. Al llegar nos instalamos en una casita que se conoca como el albergue y que no tard en convertirse en centro de los rumores de una temporada. El albergue acogi a un grupo cuatro chicos y dos chicas, de diferentes edades, de diferentes estilos a simple vista, que se hicieron notar al aparecer por la calle y los bares del municipio, donde lo normal es un ambiente familiar, tensionado en ocasiones, pero familiar. Los ms curiosos nos preguntaban quines ramos. Y en los primeros das decamos que investigadores, que estudiantes, que antroplogos, que venamos a ver las costumbres. Interesaba sobremanera saber quin nos haba llevado hasta all. Y al principio decamos que el Ayuntamiento. Luego dijimos que la Universidad, y esto result ms cmodo por la ambigedad. Por ltimo nos preguntaban si venamos de Madrid, y nos hacan bromas burlescas sobre la gente de la capital. Y cuando cada cual deca que vena de su pueblo,

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entonces nos hablaban de sus vacaciones o sus conocidos en tal o cual regin de la geografa nacional. As fuimos quedando todos presentados. Pero an quedaba la cuestin: qu rayos hacamos all estudiando qu. A falta de otra referencia ms ilustrativa, y en respuesta jocosa al misterio, varias personas dieron en compararnos con el Gran Hermano, en alusin al programa televisivo cuya primera edicin haba terminado unos meses antes. La comparacin no tiene desperdicio: un grupo heterogneo convive bajo el mismo techo dedicado a la contemplacin ociosa de la vida en general. Y no estaban desencaminados del todo. Otros ms cmplices nos imaginaban como concienzudos estudiosos rodeados de papeles y cachivaches, porque a eso sonaba lo de investigadores. Sucesivas expediciones infantiles por las ventanas de la casa fueron de avanzadilla exploratoria para confirmar una y otra cosa. La diversidad del grupo facilit en un primer momento el acceso a diferentes informantes. Nuestra forma de presentacin fue considerada entre todos una y otra vez. De hecho fue objeto de un anlisis bastante sistemtico que nunca se plasm por escrito a pesar de que ha sido una constante an bastante tiempo despus. Se dio un somero reparto de reas de investigacin y de redes de informantes, y se tuvo en cuenta el impacto que nuestra presencia estaba teniendo en la vida del pueblo para no adoptar actitudes o estticas que llamaran an ms la atencin. Bsicamente nos obligamos a mimetizarnos con el ambiente en la medida de lo posible (una medida un poco escasa). No sabra valorar hasta qu punto esto se consigui o si al conseguirse tuvo el efecto que esperbamos, porque con el paso de las semanas cada uno de nosotros obtuvo su reconocimiento por separado de los dems, y esto en cierto modo dependa ms de las relaciones que ya habamos establecido con personas concretas (y las representaciones que estos ofrecan de nosotros) que del esfuerzo inicial por eclipsar nuestra previsible impertinencia. Todo ello

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tuvo para mi investigacin la influencia de empezar a trabajar con mujeres antes que con hombres. Ser investigadora, en femenino, me proporcion desde el principio un acceso relativamente fcil a las casas, que en Noblejas son tambin un lugar de sociabilidad pblica. Sin embargo, tambin dificult las entrevistas con hombres, y especialmente con algunos que se sentan ms cmodos en una entrevista con un antroplogo varn, como alguno seal expresamente. Ante esta dificultad de unos y otros (fue difcil para los hombres forasteros entrar en las cocinas como a mi se me permita) procuramos compartir algunos espacios y apoyarnos unos en otros para ganar accesos, de modo que algunas entrevistas fueron acompaadas por colegas que ocasionalmente hacan de contactos. De esta manera nos forjamos un primer rol como entrevistadores. Nuestra primera participacin activa en la vida municipal, aparte de ir a las compras, a los bares o a la iglesia, parti de la invitacin de un grupo local para ingresar en el coro de zarzuela que estaba ensayando su funcin anual. La zarzuela estaba siendo preparada como parte de los actos que la Hermandad del Cristo de las Injurias realiza cada ao para sufragar las fiestas del pueblo. De este modo entramos en contacto con un grupo muy amplio de gente que en mi investigacin era especialmente importante. A partir de estos contactos me fue muy fcil participar en muchas otras actividades, la mayor parte de ellas relacionadas con la organizacin de fiestas locales. De entrevistadores a zarzueleros nuestro rol cambi considerablemente. Tiempo despus escuch algunas de las impresiones que los noblejanos no se atreveran a revelarnos. En algunos casos result simptico que unos forasteros tuvieran la ocurrencia de cantar en la zarzuela, siendo un gnero y una causa que no cuadraba demasiado con el estereotipo de universitarios capitalinos. En otros casos comentaron con fastidio que estbamos hasta en los charcos. Incluso haba

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quien deca temer que nos colramos en su casa, porque le haban contado que nos metamos en todas, a preguntar, a fisgar. Y si algunos nos atribuyeron una curiosidad profesional, todo lo ms, molesta, otros concluyeron sobre la marcha que espibamos para el alcalde. Estas fueron confesiones que fui recogiendo varios meses despus de abandonar nuestra particular casa del Gran Hermano, aunque nuestros amigos de la asociacin Juvenxas haban dado forma a esta inquietud al redactar para su revista el texto que sigue. QUINES SON? DE DONDE VIENEN?Qu hacen aqu? Despus de haberlos visto merodeando en cada uno de nuestros hogares, de nuestros bares, de nuestros sitios de costumbre, han finalizado su tarea. S, son ellos. Nuestros Grandes hermanos particulares. No hemos necesitado ningn Ismael, ninguna Ania y ninguna Maria Jos Galera, para vivir nuestro propio Gran hermano. Todo empez un da de Octubre, en el cual, los noblejanos seguan vendimiando y un grupo de forasteros irrumpi en el Albergue (pero ESO era un albergue? ). Los nominados fueron llegando uno por uno a ocupar sus habitaciones. No se conocan. Sus nombres: Carlos, Alfonso, Arizaldo (quien era Arizaldo ?), Txema, Mnica y Sara. Bueno, la verdad es que Sara fue expulsada y se fue a vivir a Ocaa. La gente se fue familiarizando con ellos y al final fueron como uno ms. Venan con un claro objetivo: estudiar el comportamiento de la gente de Noblejas, costumbres, fiestas, educacin, relaciones socioculturales, entornos laborales, sociales, familiares, bla, bla, bla... Uno a uno fueron integrndose en nuestra vida cotidiana: iban a aerobic, a preparacin fsica, a bailes de saln, a charlas, a comidas, a meriendas, a cenas, a la peluquera, a dar vueltas con el coche de los municipales, a los bares, a las gynkanas, al colegio. En fin, si no han ido a tu casa, ha sido de pura casualidad. Segn cuenta la leyenda popular, un tal Melonero en los ensayos de la Zarzuela ( La Parranda), los bautiz con el nombre de Grandes Hermanos y la idea cal entre los actores y actrices de aquella aplaudida zarzuela. La verdad es que, segn cuentan las buenas lenguas, se han llevado un buen recuerdo de Noblejas porque no terminan de marcharse del todo. Hicieron un especial el fin de semana de los Quintos. Volvern para la Vieja, para las Fiestas. En definitiva, que stos no se van.

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Para algunos la relacin con los antro... no-s-qu era motivo de prestigio o de esparcimiento especiales, como lo son otras relaciones con forasteros. Nuestra vinculacin con la Universidad nos daba un estatus ambiguo, fastidioso para algunos, y prestigioso frente a algunas personas con inquietudes intelectuales de diversos tipos (desde estticas a polticas). Para alguna gente, los antroplogos ofrecamos una conversacin original en las horas de caf, en las que nuestra presencia era oportunidad para hablar de cosas distintas. Para los jvenes ramos una curiosidad de los fines de semana que pasamos all. As que entrevistamos y fuimos entrevistados hasta que dejamos de ser tan originales, y todos volvieron a hablar de las cosas de siempre. En realidad, dejamos de ser originales muy pocas semanas antes de que el equipo se fuera de Noblejas. Otro compaero y yo misma volvimos en varias ocasiones inmediatamente despus, y comprobamos que las actitudes cambiaron al irnos porque ya no estbamos all en misin indiscreta. Lo que nadie saba que hacamos, fuera lo que fuere, haba terminado a simple vista, y esto nos proporcion un acceso mejor a varios aspectos de la vida local que hasta entonces haban sido disimulados por los informantes, cosa que venamos intuyendo. El rol que adquir a partir de entonces ha sido un tanto indefinido para todos. El largo periodo de visitas y breves estancias se caracteriz por cierta incertidumbre en las representaciones que los noblejanos se hacan de m y las expectativas que generaban mis visitas. Para la mayora, mi constante contacto con el pueblo se deba a lo bien que me haban tratado y lo contenta que yo viva en Noblejas, lo cual era perfectamente cierto. En ese contexto, mis regresos se interpretaban en clave personal, es decir, tendran el fin de estar con mis amigos y saludar a la gente conocida. En esos momentos, advert que preguntar o tomar notas era un comportamiento desconsiderado para mis anfitriones, que se incomodaban. Pero no lo era con personas que conoca por

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primera vez y que estaban encantadas de participar, aunque fuera tarde, en aquella famosa investigacin de las cosas del pueblo. Del reparto de tareas de mi equipo original, yo me qued con la etiqueta de investigadora de fiestas, y eso tambin favoreci la continuidad de mi presencia en Noblejas, porque siempre poda justificar la necesidad de preguntas o fotos cuando a mis informantes y amigos les incomodaba que persistiera en mi rol como antroploga. En un caso bastante singular, una informante lleg a considerarme alegremente afortunada por la muerte de un seor a cuyo entierro deba acudir (una de sus nietas era buena amiga). Qued horrorizada por aquella observacin, y en parte por ello, a pesar del inters que tal vez hubiera tenido para la investigacin, he procurado en todo momento mantener la distancia oportuna en casos delicados como los funerales, por ejemplo, as como en algunos otros (en contextos privados) en los que he percibido que mi presencia incomodaba. Cuando me propuse residir de nuevo en el municipio result ms fcil reiniciar la labor sistemtica de bsqueda de datos, aunque los condicionantes fueron los inversos. De ser una forastera, la antroploga, la del Gran Hermano, haba llegado a ser tambin la conocida de fulano o mengana, con las lealtades y deslealtades que ello poda conllevar, aunque creo que no han sido especialmente notables o difciles. La diferencia ms importante se debe a la iniciativa en la investigacin, si al principio estaba all porque me pagaba el Ayuntamiento, ahora investigaba por una razn definitivamente esotrica: porque quera. Esta diferencia en las razones del trabajo ha guardado permanentemente relacin con las expectativas que los actores locales han tenido en todo el proceso respecto a la produccin de resultados en Antropologa. Si estudiar costumbres locales ha sido una respuesta cmoda a las preguntas de los informantes en el comienzo, la publicacin y distribucin del libro conjunto Las ambivalencias de la modernizacin: etnografa de

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una localidad manchega, supuso un considerable desconcierto porque no se ajustaba al formato de produccin culturalista que se aprecia, por ejemplo, en los libros de fiestas. No era un libro sobre historia y tradiciones, sino ms bien una microsociologa de Noblejas, si puede llamarse as. En diciembre de 2003, alguien colg de una pgina web (Noblejas Online) algunos extractos breves del libro editado por el Ayuntamiento reproduciendo mis descripciones de las actividades en las fiestas. En 2005, en un foro virtual sobre el pueblo encontr una recomendacin de un chico para que los visitantes del foro leyeran un artculo escrito para la Revista de Antropologa Social, en colaboracin con Ema Pires. Lo encontraron interesante y muy curioso. Y creo que esta es la clase de uso prctico que muchos noblejanos esperaban de un material etnogrfico: el de contribuir a la produccin cultural. La distribucin del libro ha sido bastante restringida, y de las personas que lo guardan en el pueblo son pocas las que lo han ledo, menos an completo. Sin embargo, el libro ha sido motivo de una retroalimentacin no buscada con algunos informantes, un dilogo en el que las expectativas de los informantes sobre el modo en que se trata su informacin ha influido en su actitud y percepcin ante el antroplogo. Para la mayora ha dado continuidad al misterio. Para algunos, los textos han confirmado sus sospechas respecto a los forasteros fisgones. Otros han sealado inexactitudes oportunamente. Y en mi caso ha servido para saber qu esperan los informantes que sea la Antropologa de la Religin que debe hacerse en Noblejas. Plantear esta cuestin explcitamente no era algo que entrara en mis planes. Hay otras formas ms sutiles y eficaces de averiguar las representaciones que el informante se hace de la labor antropolgica y de la religin como objeto de estudio. Sin embargo, si el tema es propuesto por el propio informante se me ofrece la oportunidad de averiguar tambin el inters que ste tiene en la representacin que se produce de l y de cuantos datos comparte. De este

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modo, y ya casi al final del trabajo de campo, pude apreciar que exista una preocupacin significativa. En todo el tiempo que pas en el pueblo participando en la organizacin de algunos eventos de carcter ms o menos religioso (fiestas, casi siempre), yendo a misa, estando en el coro de la iglesia y otras cosas de este estilo, no haba dejado de ser una universitaria a la que se le supona cierto escepticismo de oficio. Dado este perfil, algunos informantes expresaban que mi visin sobre la religiosidad local poda ser un tanto tpica, lo que quera decir que les poda pintar en los textos como una gente hiperreligiosa: ...todo el da en misa, ah, todo el da con el Cristo, tah, el Cristo, la Virgen, todo el da..., en palabras de un chico de 27 aos. No deja de ser relevante que la percepcin de mi posicin social como universitaria haya condicionado en algn momento la elaboracin de discursos en los informantes, cosa que tuve en cuenta desde los comienzos. En esto se encuentra la clave de algunas dificultades para encontrar informacin sobre ciertos temas (el aojo y las creencias sobre los difuntos especialmente), si bien el tiempo compartido en la observacin participante ha resuelto en la lgica de cada situacin concreta esta clase de obstculos y tambin los condicionantes de ese perfil. Atendiendo a esto, finalmente, la construccin de la religin como objeto de estudio no ha dependido slo de las estrategias analticas, la escritura etnogrfica o la tradicin disciplinar, sino tambin de la voluntad de los actores sociales en ofrecer tal o cual representacin de sus prcticas, representaciones sobre las que tienen intereses propios que en alguna ocasin han sido explcitos, pero que cabe suponer implcitos siempre. Del material obtenido en estas condiciones ha sido posible acercarme a mis cambiantes objetos de estudio y reflexionar sobre ellos sin dejar de lado los procesos de construccin que han permitido mi articulacin final.

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CAPTULO TERCERO

Noblejas.

T

al y como presenta estos conceptos George E. Marcus (2001), bien podra afirmarse que sta ha sido una investigacin simultneamente multilocal y unilocal. Varios espacios bien diferenciados, varios

grupos sociales y varias actividades han sido lugares de una etnografa cuyos posicionamientos, como el propio Marcus seala, se articulan a posteriori, en la reflexin necesaria para la escritura etnogrfica. Desde luego, si los quehaceres de Paul Willis en las escuelas han de ser un ejemplo de multilocalidad (Marcus 2001:121), no hay ninguna razn de peso para que mi itinerario disperso por el trmino municipal de Noblejas sea algo distinto. Y al mismo tiempo (como en el trabajo de Willis) es evidente que la etnografa se ejerce en ciertos lmites del espacio cuya trasgresin es, o bien hipottica (fruto de la teorizacin), o bien basada en fuentes secundarias. En realidad, una cosa y otra no son contradictorias en absoluto, slo que una est ms de moda que la otra. Resulta algo sorprendente, sin embargo, que en el contexto de la Antropologa de la Religin se estn descubriendo ahora globalizaciones, sistemas-mundo, deslocalizaciones y otros conceptos derivados de la crtica al localismo metodolgico de los estudios de comunidad. Tambin desde el punto de vista de las prcticas religiosas, la reduccin exotizante de Pitt-Rivers (1989), Redfield (1967) u otros (Cole 1977) ha sido poco afortunada. Y quiz especialmente, en mi opinin, por lo que respecta al catolicismo, ya que,41

exagerando un poco, lleva siglos como multinacional de la salvacin. Esto no se ha inventado con los Nuevos Movimientos Religiosos. Ni siquiera con la Reforma. Y a la vez, sera poco apropiado desconocer las apropiaciones locales del repertorio catlico en el sentido en que Christian (1978) o Ctedra (1988, 1997, 2001) las han trabajado. A pesar de las modas metodolgicas, no se puede estudiar todo como si fuera un no-lugar (Auge 1993). Por esa razn, estoy de acuerdo con las objeciones que hace Stanley Brandes a Jeremy Boissevain (Boissevain 1979:86): existen razones etnogrficas suficientes para estudiar los pueblos como unidades analticas (las prcticas de los residentes se dan en un espacio que alberga relaciones, itinerarios, referencias, etc. en distintos modos y grados), si bien esto no tiene que confundirse con un aislamiento inexistente, y tampoco, podramos aadir, con un particularismo artificioso que es la moda complementaria a los excesos de la globalizacin. Tomando en cuenta la importancia que el pueblo tiene en las prcticas religiosas (y en otras), Noblejas se toma aqu como un cronotopo (Cruces 2003) que en algunas prcticas se revela clsico (unilocal y totalitario, Cantn 2004:277) y en otros multilocal, mediado por corrientes globales, y abierto a los dilogos que sobre s mismo pueden establecerse con la Antropologa u otras disciplinas.

Marco geogrfico e histrico.El primer ejemplo de estas ambigedades se aprecia cuando un forastero pregunta al noblejano dnde est su pueblo, el noblejano dice en Toledo, al lado de Ocaa, y puede aadir para ms seas que Noblejas est a diez minutos de Aranjuez, o que est a sesenta kilmetros de Madrid, hacia el sur por la Carretera de Andaluca, la Nacional IV. Precisando sobre estos datos, el municipio se encuentra en el kilmetro 6 de la Nacional 400, que une Ocaa (Toledo) con Tarancn (Cuenca), y tiene una estacin ferroviaria en la lnea42

Madrid-Valencia. El pueblo se encuentra a 3959 latitud Norte y 326 longitud Oeste, a una altitud de 732m sobre el nivel del mar5. Este punto se localiza en la regin geogrfica de La Mancha, un territorio de unos 300 km. en direccin este-oeste, y unos 180 km. en direccin norte-sur, y repartido entre las provincias de Ciudad Real, Toledo, Cuenca, Albacete y Madrid. La Mancha es la mayor llanura de la Pennsula Ibrica, en la submeseta sur, tiene un clima continental muy rido y ha estado tradicionalmente asociada al cultivo de la vid y el olivo, la recogida de esparto, el queso de oveja y a los legendarios paisajes que describiera Cervantes. En las ltimas dcadas ha sido una de las regiones ms deprimidas de Europa, y actualmente est clasificada como Objetivo 1 en los programas de Desarrollo Rural europeos (Proder y Leader). La Comarca de la Mesa de Ocaa, que es la comarca ms al Oeste de la regin manchega, y la ms al Este de la provincia de Toledo es donde se encuentra el trmino municipal noblejano, con 70 km2. La comarca recibe el nombre de Mesa por tratarse de una altiplanicie que se eleva sobre la meseta y ocupa desde los cauces del ro Tajo hasta La Guardia. El municipio de Ocaa se considera la capital de los quince que componen la comarca, y es el lugar donde se encuentran algunas instituciones con jurisdiccin sobre los dems pueblos, como los Juzgados (Ocaa es el Partido Judicial de la comarca) o la oficina del Grupo de Desarrollo Rural Don Quijote de la Mancha. La mayor parte del paisaje est ocupado por extensos campos de vid y olivo, algunos en roturacin. En el centro de la Mesa se cultivan cereales, y entre ellos se ha introducido en los ltimos aos el maz. Actualmente, las fbricas han pasado a formar parte del paisaje rural en los permetros de los5

En la Web http://www.ine.es pueden consultarse estos y otros datos desagregados para Noblejas

a partir del Censo 2001. Tambin puede consultarse la Web de la Junta de Comunidades de Castilla La-Mancha, donde se encuentra un Anuario Estadstico de la regin para 2002 muy completo, as como otros datos del Instituto de Estadstica de Castilla La-Mancha.

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ncleos urbanos. Esta zona se ha visto favorecida por la difusin industrial desde Madrid y ha sufrido un proceso de reestructuracin econmica que coincide con la llamada desagrarizacin del campo, un proceso que en Noblejas ha tenido una especial importancia en las ltimas dcadas. Segn el avance censal de 2003 Noblejas tiene una poblacin de 3149 habitantes. Su densidad de poblacin, 45 hab./km2, est por encima de la media comarcal pues su extensin es menor y tiene menos superficie rstica. No obstante, como la densidad de toda la regin de Castilla-La Mancha (22,09hab./km2), es muy inferior a la media nacional (81,26 hab./km2)6. Como se puede apreciar, la media noblejana es aproximadamente el doble de la regional y la mitad de la media de densidad de poblacin del Estado Espaol. La evolucin de la poblacin local muestra que el nmero de habitantes ha permanecido ms o menos estable a lo largo del siglo. La guerra y la migracin de la dcada de los sesenta restaron poblacin al municipio, aunque en comparacin con el efecto demogrfico de estos eventos en los pueblos vecinos, Noblejas ha mantenido el equilibrio y desde 1970 no ha dejado de crecer, aproximndose a los ndices anteriores a la Guerra Civil (1936-1939)7. Actualmente, en el pueblo residen un total de 3149 personas, de las cuales 1625 son hombres y 1524 mujeres, y cuya pirmide de poblacin muestra una composicin por edades semejante a la regional y nacional, con un abultamiento entre los 20 y 40 aos. La tendencia ascendente ha superado la barrera de los tres mil habitantes ya a mediados de los noventa. Parte sustancial del crecimiento se debe al movimiento natural de la poblacin, aunque en la ltima dcada, y motivado por el desarrollo industrial y el mercado de trabajo, tambin se han incrementado los residentes de otras6

Datos del INE para 2001, de cuando proceden los datos sobre la densidad de poblacin relativos Consltense los grficos del Anexo, donde se muestra la evolucin de la poblacin a lo largo del

a Noblejas.7

siglo XX, en una comparativa para varios municipios de la comarca.

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Comunidades Autnomas y de otros pases, si bien no todos los residentes constan en el padrn8. Como en el resto de la meseta esteparia, el clima noblejano es continental extremo. Las temperaturas se caracterizan por superar los 40C en la cancula, con un mnimo absoluto anual que es inferior a 3C. La precipitacin media por ao se estima alrededor de los 330mm3, que se reparten en porcentajes similares entre los meses de primavera y los de otoo e invierno, correspondiendo esto a un promedio de 60 das de lluvia al ao, y unas 2800 horas de sol9. En otoo e invierno son muy frecuentes las heladas. Todo el trmino municipal est prcticamente deforestado. El terreno es llano, con la excepcin de algunos barrancos en el norte (Valdehiguera, Charco del Rey, Valdeguila y la Moraleja).Varios arroyos discurren tambin por este lado, fluyendo hacia el Tajo, el de las Canalejas, el del Carril, Valdeangostillo y el Berralo. Algunos estn prximos al ncleo urbano y dan agua a varias fuentes naturales como la Fuente Vieja, tambin Fuente del Berralo, el antiguo sitio de la Fuente Nueva, tambin Valdelmuerto10, y La Santa. La fauna es escasa y tan slo se encuentran con cierta abundancia liebres, conejos y perdices, que en parte proceden de los criaderos y cotos de caza. Los suelos son calcreos, con una base de yeso a pocos metros de la superficie, y con escasa materia orgnica. Sobre este suelo se cultivan fundamentalmente olivo y vid, si bien, en la parte norte del municipio, en la ribera del Tajo que recibe el nombre de La Veguilla los suelos tienen mejor calidad y se conservan cultivos8

Puede consultarse en el Anexo el grfico que detalla la composicin de la poblacin por lugar de Estas aproximaciones se estiman a partir de los datos que ofrece el observatorio climatolgico de

origen.9

Toledo, que es el ms prximo. Los datos que ofrece aparecen publicados en cada Anuario Estadstico de Castilla La Mancha, as como en los anuarios del INE.10

El lugar que recibe el nombre de Fuente Nueva sigue siendo el del arroyo, aunque la fuente de

piedra que hubo antes all ha sido trasladada, y entre los jvenes especialmente, Fuente Nueva puede referirse al lugar del traslado de la pequea fuente.

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hortcolas, principalmente orientados al consumo domstico, con la excepcin de una granja de cultivo ecolgico instalada en los ltimos aos. Tambin existen estos pequeos huertos al norte del propio ncleo urbano y pegados a l, en los lugares cercanos a los arroyos.

PAISAJE URBANO. CALLES Y CASAS.

Lo primero que se ve de Noblejas al llegar son las fbricas de los polgonos industriales que se encuentran en las dos direcciones de la N400, paralela a las vas del tren. La carretera atraviesa el pueblo y lo parte en dos, dejando lo que se considera el centro en uno de los lados, donde estn las dos iglesias, el Ayuntamiento as como la mayor parte de las viviendas urbanas. Desde la carretera hasta las vas del tren se encuentra la otra mitad. Y detrs de estos lmites est el campo, los caminos del campo, y los despoblados: Noblejuelas, San Marcos y Torrique. El asentamiento ms antiguo del actual casco urbano se sita en el lado del centro. Este lugar es una pequea colina que se eleva bruscamente en el lado Norte-Noroeste, formando una barrera defensiva natural, y descendiendo progresivamente hacia el Sur-Sureste. En el lugar ms alto del cerro se encuentra la Iglesia de Santiago, que es la iglesia parroquial, y bajando la calle de la Iglesia unos veinte metros se llega a la plaza del Ayuntamiento, que es el hito que ha marcado la centralidad simblica del ncleo urbano hasta la reciente construccin de la Plaza Nueva y el traslado de las oficinas municipales al nuevo edificio, en 200511.

11

El trabajo de campo para esta investigacin tuvo lugar, como se ha sealado, entre 2000 y 2003,

de modo que, por lo que respecta a este estudio la Plaza del Ayuntamiento (y otras referencias espaciales al sitio del Ayuntamiento) se refiere a la Plaza de la Constitucin, hoy la plaza vieja.

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Desde esa plaza vieja del Ayuntamiento nace la Calle Mayor que se extiende en direccin Este, dando nacimiento al viejo camino de Villarrubia. La Calle Mayor atraviesa el otro espacio que se considera central, la Plaza Manuel Garca Oliva cuyo hito principal es la Ermita de Santa Mara Magdalena y la plaza que la rodea, conocida localmente como El Reloj, o Plaza del Reloj. Este punto junto con la Iglesia de Santiago y el Ayuntamiento forman el eje central en que convergen la mayor parte de los itinerarios de la vida pblica local, tal vez hasta la inauguracin de la Plaza Nueva. Se consideran hitos significativos del centro urbano tambin otros elementos que definen la centralidad prctica. Por un lado el Colegio de las Hermanas de la Caridad, en la calle Valentina Garca Suelto (nombre de la fundadora del Colegio), en direccin perpendicular a la Calle Mayor. De otro lado es tambin importante la calle Ezequiel Garca de la Rosa, que nace en el cruce de la Calle Mayor con la calle Valentina Garca-Suelto y se prolonga hasta la calle Hroes de Cascorro. En Ezequiel Garca de la Rosa se encuentra el Centro de Salud, tres tiendas de comestibles, uno de los bares mas frecuentados y el Centro Social Polivalente Hogar del Pensionista, que funciona habitualmente como cafetera y se encuentra en la segunda planta del Centro de Salud. Es en estos espacios y a su alrededor donde se encuentra la mayor concentracin de tiendas y bares. Tres de los cuatro supermercados del pueblo se encuentran en este centro, y tambin seis de los ocho o nueve bares que hay abiertos, si bien algunos de estos negocios son ms inestables que las tiendas y es difcil contabilizarlos porque algunos abren y cierran en pocos meses. Se encuentran aqu adems, tres joyeras, la librera, un despacho de pan, la pescadera, una tienda de chucheras y otra de comestibles que no fue reconvertida en autoservicio. Algo alejada del centro se encuentra la Posada de la Cultura, que es relevante en los itinerarios de algunas personas, sobretodo de los jvenes y en

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algunos momentos del ao, por las actividades que se realizan all. La Posada est en la calle Juan XXIII y es un centro polivalente donde se alberga la Biblioteca, una sala de ordenadores con conexin gratuita a Internet, salas donde se hacen cursos o reuniones, y un Auditorio de unas doscientas butacas12 en el que todos los aos se organizan representaciones teatrales o musicales. En la puerta de la Posada tambin paran los autobuses interurbanos que pasan por el pueblo. Ms alejada del centro, y ya al otro lado de la carretera se encuentra la Escuela, el Colegio Pblico Stmo. Cristo de las Injurias. Al lado de la Escuela est el Pabelln Cubierto Municipal, dedicado a actividades deportivas. Ambos se encuentran en el lado Oeste, mientras que en el otro extremo se encuentra el Polideportivo, con varias canchas y campos, entre ellos uno de ftbol con hierba verde. Entre lo uno y lo otro se encuentra el Paseo de la Estacin, que une el centro con la estacin ferroviaria y es tambin el camino de la Piscina Municipal, un recinto vallado al lado de las vas y al lado del Parque de la Estacin, el ms grande de los pocos espacios verdes del pueblo. Aunque estos hitos no se encuentran en tantos itinerarios como los que hay en el otro lado de la carretera, el Paseo de la Estacin es uno de los lugares ms transitados del pueblo porque es uno de los lugares preferidos para salir a caminar, aunque cada cual tiene sus preferencias. En verano hay abundante trfico de paseantes todo el da: antes de que suba el sol y al caer la tarde, muchas mujeres dan su paseo diario por all, durante el da muchos chicos, nios y madres van y vienen de la piscina, y por la noche el bar de la piscina sigue recibiendo gente hasta la madrugada. Otro de los lugares por donde se pasea las noches de verano es el barrio de la Malvasa. La Malvasa era hasta hace unos aos un erial, detrs de las eras del Noreste del casco12

La platea est ocupada por un nmero cambiante de sillas mviles, no son butacas propiamente,

hago la referencia para dar una idea de la amplitud del espacio que puede ser ocupado por personas sentadas.

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urbano, y hoy es un barrio lleno de casas unifamiliares, adosados de proteccin oficial, as como la Plaza Nueva, cuyas obras comenzaron en 2003. En la Malvasa se encuentra tambin la casita donde me aloj, junto con mis compaeros de investigacin, en la primera fase del trabajo de campo. Hoy se usa como lugar de acogida de mujeres maltratadas y oficina de atencin a la mujer, antes CIEM. El resto del espacio urbano est principalmente ocupado por viviendas. El paisaje arquitectnico es algo irregular y vara segn la zona en que nos encontremos. La mayora de los residentes viven en casas unifamiliares adosadas, de una o dos plantas13. Las ms viejas tienen las fachadas encaladas en blanco y el tejado con teja roja a dos aguas, aunque la calidad de la construccin vara entre las ms pequeas y pobres, y las ms grandes. Este estilo es el ms abundante. Cada ao o cada dos aos, con la llegada del buen tiempo, las casas se vuelven a encalar y se aprovecha para arreglar algunos desperfectos del edificio. El esfuerzo constante en el mantenimiento de las casas hace que se conserven en su mayora, pese a la escasa calidad de muchas construcciones14. Entre esas hay otras de nueva construccin que se han ido haciendo con diversos materiales y algunos cambios de estilo. En los ochenta se hicieron algunas con ladrillo caravista, o ladrillo combinado con encalado blanco. Y en los noventa se pusieron de moda las fachadas con revestimientos13

Del total de 1421 edificios registrados en el Censo de Vivienda en 2002, el 74,9% tienen dos

plantas, el 21,4 % tienen una nica planta baja. Tan slo el 2,7% tienen tres plantas, y el 1,1% tienen cuatro. De un total de 1031 hogares registrados como tales en el Censo, el 39,7% tienen seis habitaciones, el 23,8% tienen siete y un 20,8% de ellas tienen ms de siete. Un 35,1% tienen la primera planta dedicada a garaje.14

De los edificios destinados principalmente a viviendas (1297 segn el Censo 2002) la mayor parte

de los noblejanos son de vieja planta y fueron construidos antes de 1970. Un 16,6% fueron construidas antes de 1941. De 1941 a 1960 se construyeron el 30,7% de las que se usan actualmente. Los edificios ms modernos, de nueva planta, se levantaron en la dcada de los ochenta (un 17,6%), y desde entonces tan slo se ha edificado, de nueva planta, a partir del 2001.

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en cemento de color (preferentemente blanco), a veces combinados con piedra salpicada sobre el cemento (tambin en color, gris o tonos rojizos, generalmente). En este estilo se siguen haciendo en la actualidad. Los tejados han seguido siendo a dos aguas en teja roja, aunque la forma de estas ha ido cambiando. La mayora de las casas estn reformadas en su interior. Son muy pocas las que conservan la cocina o el lavadero antiguos, y ninguna ya que no disponga de un cuarto de bao (slo algunas que no estn habitadas). La estructura interna de la casa vara con el gusto y con el nmero de plantas. En general son de dos plantas, estando el saln y la cocina en la planta baja, y los dormitorios (alcobas) en la segunda. En otros casos, especialmente en las casas reformadas y en aquellas antiguas que son grandes, la planta baja est destinada a garaje o sala de verano, y la planta alta alberga la vivienda. Hay algunos edificios de ms de tres plantas, aunque son escasos. Se construyeron en los setenta y ochenta, si bien hoy los nuevos barrios son de viviendas unifamiliares, con una pequea parcela cuando es posible. La abundancia de suelo urbanizable favorece este tipo de construccin, junto con el bajo coste del suelo y la preferencia de los noblejanos por la casa de una o dos plantas. Esto ha hecho que el ncleo urbano creciera considerablemente en los ltimos aos, extendindose principalmente en los barrios perifricos, y