csepapc (nucleo fundacional y gral paz)

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    CONSTRUCCINSOCIOSUSTENTABLE

    DEL ESPACIO PBLICOEN LAS REAS PERICENTRALES DE

    CRDOBA.

    REA CENTRAL Y B GENERAL PAZ

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    Barseghian, Eduardo Antonio

    Construccin Sociosustentable Del Espacio Pblico En Las reas Pericen-

    trales De Crdoba. Ncleo Fundacional y General Paz

    ISBN 978-987-33-0657-0182 pag. 21 x 14 cm.

    Colaboraron en la impresin de esta obra:

    Diseo grfico, compaginacin y edicin: Manuel AlazrakiConfeccin y procesamiento de encuestas: Tristana Barseghian

    Dibujo de portada: Paola TrettelBsqueda de imgenes: Germn AnzilSeleccin y compaginacin de imgenes: Silvia Toledo

    Equipo de investigadores 2005Arq. Eduardo Antonio Barseghian (Director)Lic. Tristana BarseghianArq. Leopoldo Schapira

    Alumnos:Luis BecerraVernica Rodrguez

    Juliana Pez

    Hecho el depsito que marca la ley 11.723Prohibida la reproduccin total o parcial de este libro, el almacenamiento,el alquiler o la transformacin del mismo en cualquier forma o por cualquiermedio , sea electrnico o mecnico sin el consentimiento previo y expreso delautor de la obra.

    Libro editado por el autor y equipo de colaboradores,con subsidio SECyT - UNCIMPRESO EN CRDOBA EN MAYO 2011

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    INDICE

    Introduccin 7

    Antecedentes histricos 13Las reas pericentrales 47

    Los barrios o pueblos planificados 53

    Recapitulacin 69

    Observacin directa y registro fotogrfico 97

    Bibliografa 143

    Consulta de opinin / Percepcin de los vecinos 145

    Propuesta para General Paz 175

    (ejercicio combinado entre el equipo de investigacin .y la Ctedra Diseo Sustentable F.A.U.D. - U.N.C) .

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    "Esta ciudad docta no ha tenido hasta hoy teatro pblico, no conocio la opera,

    no tiene an diarios, y la imprenta es una industria que no ha podido arraigarse

    alli. El espritu de Crdoba hasta 1829 es monacal y escolstico; la conversacin

    de los estrados rueda siempre sobre las procesiones, las fiestas de los santos,

    sobre exmenes universitarios, profesin de monjas, recepcin de las borlas de

    doctor. Hasta donde puede esto influir en el espritu de un pueblo ocupado de estas

    ideas durante dos siglos, no puede decirse; pero algo debe influir, porque ya lo

    veis: el habitante de Crdoba tiene los ojos en torno suyo y no ve el espacio; el

    horizonte est a cuatro cuadras de la plaza; sale por las tardes a pasearse, y en

    lugar de ir y venir por una calle de lamos, espaciosa y larga como la caada

    de Santiago, que ensancha el nimo y lo vivifica, da vueltas en torno de un lago

    artificial de agua sin movimiento, sin vida, en cuyo centro est un cenador de

    formas majestuosas, pero inmvil, estacionario. La ciudad es un claustro ence-rrado entre barrancas; el paseo es un claustro con verjas de fierro; cada manza-

    na tiene un claustro de monjas o frailes; los colegios son claustros; la legislacin

    que se ensea, la Teologa, toda la ciencia escolstica de la Edad Media, es un

    claustro en que se encierra y parapeta la inteligencia contra todo lo que salga

    del texto y del comentario. Crdoba no sabe que existe en la tierra otra cosa

    que Crdoba; ha oido, es verdad, decir que Buenos Aires esta por ahi; pero si

    lo cree, lo que no sucede siempre, pregunta: tiene Univeridad?, pero ser de

    ayer; veamos: cantos conventos tiene? Tiene paseo como ste? Entonces eso

    no es nada".

    Domingo Faustino Sarmiento, en "Facundo"Bibliot6eca Ayacucho. Caracas 1993.

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    INTRODUCCIN

    Esta obra es el resultado de una investigacin llevada a cabo por pro-fesores, adscriptos a la docencia, egresados y alumnos de la Facultadde Arquitectura, Urbanismo y Diseo de la Universidad Nacional de Cr-doba, dirigidos por quien redacta este texto, Eduardo Barseghian. Latarea dio comienzo en 2005, sobre la base de bsquedas anteriores yno ha terminado todava. Tanto esas bsquedas como las que estn encurso han contado y cuentan con subsidios otorgados por la Secretarade Ciencia y Tcnica de la Universidad mencionada. Durante 2005, el ejedominante fue el espacio pblico del barrio General Paz, seguido por elbarrio San Vicente en el perodo 2006-2007 y Alberdi en 2008 y 2009,en tanto que Gemes habr de serlo a lo largo de 2010 y 2011.

    A causa de la alternancia anual o bienal de las reas cubiertas por lainvestigacin, que habr de extenderse con bastante certeza hasta bienentrado el decenio, se prev que la publicacin ser dividida en variostomos, en correspondencia con el cierre de las sucesivas etapas. Cada

    una de estas etapas conlleva, adems del barrio seleccionado comotema central, el abordaje de otros temas que bien podran ser conside-rados otros tantos proyectos de investigacin, no menos importantesque el toral, pero que en nuestro caso se le subsumen, lo reorientan ysustentan.

    Las reas pericentrales de Crdoba no son sino el conjunto de losactuales barrios Gemes, Alberdi (con Santa Ana), San Martn (inclui-dos Providencia, Ducasse e Independencia), Alta Crdoba (ms Cofico),

    Pueyrredn (ms Patria), General Paz (ms Juniors y los llamados Altoy Bajo General Paz), San Vicente y Nueva Crdoba (al que cabe adicio-narle el Parque Sarmiento, en razn de que ambos son contemporneosy formaron parte de un mismo proyecto). Algunos de esos conjuntos re-sidenciales fueron planificados como pueblos, otros surgieron de mane-ra espontnea, por transformacin paulatina del uso de sus suelos y enciertos casos, estimulados por la presencia de obras singulares, significa-tivas y de gran magnitud. Su designacin como reas, en el ttulo, tiene

    la intencin de abarcar, sin entrar en pormenores, todas las categorasterritoriales que se les ha asignado hasta su constitucin e integracindefinitivas como barrios.

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    Se ha considerado como componentes anexos a aqullos cuyos nom-bres estn encerrados entre parntesis, porque se trata de loteos pe-queos y/o posteriores, sin escala suficiente para una relativa autonomabarrial y dependientes, en servicios y equipamientos, de los asentamien-tos mayores. La Quinta Santa Ana subsisti como tal cuando las fincasque la rodeaban ya se haban dividido en parcelas urbanas y su tardaconversin y peculiar tipologa arquitectnico-urbanstica no evitan suinsercin en Alberdi, al que se subordina consecuentemente en mate-ria de educacin, salud y seguridad, entre otras instituciones, as comopara la satisfaccin de necesidades de otro rango. Providencia, Indepen-dencia y Ducasse son emprendimientos de menor tamao, con lmitescomunes apenas reconocibles y llamados casi inexorablemente a unirse.Los restantes ocupan vacos difciles de urbanizar para la tecnologa delsiglo XIX: Juniors, por estar expuesto a las crecientes estacionales delro; Cofico y Patria, por su escabrosa topografa y la insegura resistenciade sus suelos barrancosos. Hay otros agrupamientos menores, de pocasmanzanas, que reciben su denominacin, sea por una situacin relativaespecfica, sea por voluntad de diferenciarse de sus pobladores, y quetcita y nominalmente han sido absorbidos por los conjuntos mayores.

    Sera incierto referirse a un mtodo nico y riguroso para emprenderel estudio de estas reas pericentrales, porque la diversidad situacionalde cada una, a la que cabe agregar la asincrona fundacional entre casi

    Plano ciudad de crdoba hacia 1889, Santiago Albarracin,Fuente: Crdoba Fotografiada entre 1870 y 1930 - imgenes urbanas,Mara Cristina Boixads

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    todas, conspira contra aquella posibilidad. Por otro lado, el anlisis dedocumentos de incumbencia general, como los censos de postrimerasdel siglo XIX y albores del XX, en una etapa determinada de la investi-gacin, ha revelado informacin que no se reitera en las sucesivas. Enconsecuencia y en principio, puede aseverarse que cada rea ha genera-

    do un camino propio para su reconocimiento y comprensin, del mismomodo que el atesoramiento de conocimientos y experiencias sobre laprimera ha pesado al enfocar a la segunda y as, sucesivamente. No otraha sido la ruta al emprender el sentido inverso, cuando la ampliacino profundizacin de un enfoque o de un dato han hecho volver pasosy rehacer el entendimiento. Sin embargo, hay ms de un hilo conectorentre todas, adems de la aprehensin cronolgica de las respectivas fa-ses evolutivas que ha atravesado la construccin del espacio pblico en

    cada una, como su dependencia de los paradigmas vigentes y su interde-pendencia con el espacio epistmico, en el sentido ms amplio de esteltimo, as como, obviamente, con las vicisitudes fsicas y/o intangiblesdel contexto urbano en su conjunto.

    En general, si se imagina las posibles interacciones que se estable-ceran entre las epistemes y las configuraciones del medio fsico so-cial, las primeras simulan primar sobre las segundas, en un sentido casiexcluyente que va de la emisin a la recepcin. No se puede dejar depensar, empero, que la bifurcacin en dos polos interactuantes es fic-ticia e instrumental, para beneficio de la especificidad de los camposde conocimiento involucrados en el estudio de cuadros amalgamadosy desagregables. Pues socilogos y arquitectos deben convenir en queel diseo y construccin de lo urbano no es sino la manifestacin de unlenguaje diferente para la formulacin epistmica, lastrado por el pesode los recursos materiales y las coordinaciones operativas que requiere,

    aunque presto para iluminar un panorama ms amplio que el propio. Al espacio epistmico se lo considera en esta bsqueda como a unagavilla ideolgico-filosfica a la que se le incorporan saberes, tradicio-nes, valores, actitudes y las encarnaciones significantes correspondien-tes. Dicha gavilla, que en una instancia postrera determina y explica lasdecisiones de una poca, se reviste de una complejidad inabarcable yse disemina en infinitas realidades. As lo entenda Heidegger cuandoexpona su concepto de Welt (mundo), con el que encerraba universos

    no slo diferenciables en su dimensin temporal, sino tambin en la es-pacial y geogrfica, manifestando la imposibilidad de adentrarse en unoajeno, integrar todos sus datos e interpretarlo cabalmente.

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    En tal sentido, se coincide en que la religin jug un rol desequilibran-te en los primeros siglos de Crdoba, tanto en s misma, con envergadu-ra ideolgica, como en las conductas, ora subordinadas y encomiables,ora contradictorias y pecaminosas, que se desprendan de los plieguesdoctrinarios y se disimulaban en ellos para constituir una parte conspi-

    cua de los valores en boga. Dicha influencia es fcilmente aprehensibleen la cantidad y posicin de los templos, ermitas y conventos erigidos enel rea central, aunque la presencia o el recuerdo de estos testimoniosno alcanza a ilustrar el fervor paroxstico de donantes y fieles, traslapadoen lo cotidiano, ni el uso del espacio pblico, grandemente conexo a losritos y festividades de la liturgia2.

    El anlisis da comienzo en General Paz, entre otras razones, por serel primero de los barrios planificados que se conformaron alrededor de

    la ciudad vieja. Tambin ha pesado en la decisin la premura suscitadapor el vertiginoso aluvin de nuevos edificios en altura, que cambia daa da su espacio pblico y sacrifica no pocos vestigios del aoso procesoconstructivo precedente. Este cambio (que ya haba sentado irremisi-blemente su impronta en Nueva Crdoba al empezar nuestra tarea) esde velocidad tal, que es dable hablar de un escenario sometido a unarpida sustitucin de escenografas, entre las cuales el estadio de obrasy obradores se percibe como una ms de ellas.

    Hasta un lustro atrs, el referido proceso constructivo poda ser ca-lificado como fundacional, a pesar de los ms de cien aos que llegan (ollegaban) a separar a viviendas colindantes, y tambin como sociosusten-table. Cabe asignarle esos atributos por haber siempre inaugurado lossolares que ocup, as como por expresar una identidad de componen-tes mltiples y hetergeneos. La lectura de la identidad (inalienable dela participacin y ambas, del concepto de sustentabilidad) se desprendede la amalgama de exponentes de tres siglos, pocas veces superior a las

    1Es imposible separar la conformacin y el uso del espacio fsico cordobs de la influen-cia de la religin, especialmente en los primeros aos de vida de la ciudad, durante elreinado de Felipe II. Este monarca, que llev a Espaa a encabezar la Contrarreformay convertirse en estado paladn de la fe catlica, promovi, fortaleci y sistematiz ladevocin privada y pblica de sus sbditos a travs de su gestin y de su ejemplo. Esteimpulso perdurara aun luego de que la eclosin de jansenismo, regalismo y despotismoilustrado socavara la autoridad pontificia (y de los jesuitas) bajo el imperio de los Borbo-nes y su inercia llegara hasta fines del siglo XIX, cuando la conjuncin de liberalismo y

    masonera lograron resquebrajar oficialmente la cohesin entre la Iglesia y el poder civil.A partir de dicha fisura, la configuracin del espacio pblico ha respondido a diversastensiones de origen crematstico e institucional que se han venido entrelazando encomplejidades crecientes.

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    dos plantas y seal inequvoca de las equilibradas tensiones entre losvalores perdurables y el cambio. En ello influy decisivamente la inex-perta juventud de la especulacin inmobiliaria de 1870, entorpecida porsus limitaciones empricas y mediticas, tanto como por pruritos religio-sos y conservadores, tapujos stos de los que se zafara a medida que la

    ciudad se extenda ms all de su matriz fundacional, cerrando el anillopericentral y sobrepasndolo, ya en la dcada de 1880.

    El prrafo previo arroja alguna luz sobre el adjetivo sociosustenta-ble, cuyo sentido es oportuno ampliar y precisar. De hecho, el InformeBrundtland (1987), que instaura el concepto de desarrollo sustentable,hace explcitos sus objetivos y metas sociales. Empero, al ingresar di-cho concepto al lxico de polticos y empresarios, connota a menudoescalas sectoriales y suele perder la dimensin humana global que cabe

    inferir de la frase generaciones futuras. En consecuencia, la locucinconstruccinsociosustentableintenta recuperar, si no la referencia a laparticipacin de todos los usuarios involucrados, al menos a la de la ma-yora, librada de las discriminaciones de sexo, clase, profesin o rangoque antao pesaban de manera transparente y decisiva (y que conti-nan hacindolo de alguna manera, quizs algo ms embozadamente).

    DESARROLLO SUSTENTABLE ES AQUL QUE SATISFACELAS NECESIDADES DEL PRESENTE SIN COMPROMETER LASNECESIDADES DE LAS FUTURAS GENERACIONES

    that meets the needs of the present without compromising the abilityof future generations to meet their own needs...

    Sin embargo, antes de emprender el anlisis de General Paz y comono poda ser de otro modo, ha sido imperioso recorrer la historia espa-cial del ncleo urbano que ha prohijado el crecimiento y su dispersininicial. Y es que la mudanza desde los tapiales enhiestos en las bar-rancas de Yapey al emplazamiento actual, las setenta manzanas casivirtuales de las trazas de Cabrera y de Surez de Figueroa, la lenta con-quista de los obstculos naturales y las transformaciones en el uso delsuelo, han sido matrices y directrices de la expansin hacia el primer

    anillo perifrico.A ese proceso de matices previsibles se le incorpor desde mediados

    del siglo XIX un acicate externo: la explosiva y definitiva consagracin

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    del capitalismo colonia- lista, traducido mundialmente en la integracinde redes nuticas y ferroviarias para la importacin de materias primas,la exportacin de manufacturas y la aceleracin de las comunicaciones.En nuestro pas confluy con el paulatino control y asimilacin de las co-munidades indgenas rebeldes, el arribo de las corrientes inmigratoriasy la explotacin extensiva del agro. Este complejo sistema de fuerzas,en conjuncin con los balbuceos polticos posconstitucionales y con lacaducidad del rgimen enfitutico, caus y/u orient la densificacinde la ciudad vieja y la aparicin y configuracin de los asentamientosperiurbanos de Crdoba.

    Los arquitectos sabemos bien que el anlisis conlleva la sntesis, yasi este trabajo ha asumido asimismo un rol proyectivo, que le aade

    otra dimensin temporal. Y es que el epteto sociosustentable implica laparticipacin y la identidad de los pobladores en la construccin de unespacio pblico que en esencia les pertenece. Por lo tanto, no slo he-mos recurrido a archivos y bibliotecas para alcanzar nuestros objetivos.A esa bsqueda se la ha complementado con un exhaustivo trabajo decampo, en el que han menudeado las tcnicas de consulta de opininy de relevamiento paisajstico, a las que se han sumado las propues-

    tas concretas, surgidas de una prctica conjunta entre los vecinos y losestudiantes de la materia Diseo Sustentable, de la FAUD, dirigidos porquien escribe.

    La investigacin en libros y publicaciones peridicas no se ha limi-tado taxativamente a Crdoba. En el afn de ahondar en aspectos te-ricos que envuelven al tema central, cuyo conocimiento y elucidacinle dan, como se dijo arriba, ms consistencia y perspectiva a ste y alas consultas de opinin, la tarea se ha ramificado por rumbos adven-ticios, que se insertan oportunamente en el tenor principal del textoy de la bsqueda. En cuanto a los mtodos de reconocimiento fsico,han consistido en los que son usuales para los arquitectos, verbales yde registros grficos, visuales y de mensura (de acuerdo a una gua derelevamiento arquitectnico-ambiental confeccionada por el responsa-ble de la materia Diseo Sustentable), ms el aporte de grupos de foco,entrevistas, perfiles ambientales y encuestas. Estas dos ltimas tcnicas

    han sido utilizadas y aplicadas por los estudiantes de la asignatura antescitada, instruidos y supervisados por sus docentes y por el resto delequipo de investigadores.

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    ANTECEDENTES HISTRICOS Y SITUACIN PREVIA

    El 6 de julio de 1573, don Jernimo Luis de Cabrera. gobernador delTucumn, Jures y Diaguitas y de lo dems desta parte de la cordillera2fund Crdoba a orillas del ro Suqua, sobre las barrancas del actualbarrio Yapey ...para asiento e quietud de cien espaoles que trae oms.... El asentamiento permaneci cuatro aos all, durante los cua-les aquellos pioneros hubieron de soportar un sinnmero de penosas

    vicisitudes. No es superfluo recordar que hasta el advenimiento de losBorbones, en el siglo XVIII, la Amrica hispnica estaba dividida en dosvirreinatos, el de Nueva Espaa (Mxico) y el del Per, que a su vez,comprendan diversas gobernaciones. Buenos Aires no exista a la fechade la fundacin de Crdoba y no haba puertos sobre el Atlntico sud-americano ni sobre el ro de la Plata (Montevideo data de 1729), por loque la decisin, como se ver, implicaba un nacimiento trascendente yun destino capital.

    2Carlos Luque Colombres (1977) y (1985). El texto de la conferencia de 1985 repite conpalabras idnticas el del libro en muchos pasajes, pero hay diferencias de extensin ytono, as como algunas afirmaciones y juicios que justifican el recurso a ambas fuentes.

    Interpretacin pictrica de la fndacin de Crdoba, autor:Pedro Svetlosak

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    A raz de oscuras intrigas, viejos rencores y juegos de intereses, ascomo por la extrema lentitud de las comunicaciones, Cabrera fue de-puesto y despus ajusticiado, quedando a cargo de la ciudad el tenientede gobernador, Lorenzo Surez de Figueroa (Jurez, para algunos auto-res). Antes de morir, Cabrera haba fundado, el 16 de setiembre de 1574,

    el puerto de San Luis de Crdoba, sobre el Paran y a corta distanciade las ruinas del fuerte Sancti Spiritu, pues para su ideario geopoltico yeconmico, que era el de su antecesor, Francisco de Aguirre 3, Crdobahabra de ser la promisoria encrucijada entre el Per, Paraguay, Chile yel Ro de la Plata. Desde ella y a travs del puerto, habran de embarcar-se los productos de estas colonias hacia la mar del Norte (el ocanoAtlntico) y Espaa. Pero tal plan contrariaba el mandato del virrey delPer, Francisco de Toledo, que haba dispuesto y ordenado el pobla-miento del valle de Salta, entre Charcas (hoy Sucre) y la joven ciudad deSan Miguel deTucumn.

    No cabe duda de que a pesar de la rigurosa y desmedida oposicinde su sucesor y verdugo, Gonzalo de Abreu, el plan de Cabrera era no-tablemente sustentable en trminos macroespaciales y crematsticos.

    3Ibidem. En una carta fechada en octubre de 1569, Aguirre le da cuenta al virrey delPer de su arribo a una regin que era ...la mejor y ms rica de cuantas yo he visto, queest entre la cordillera de Chile y el Ro de la Plata a poblar un pueblo en medio de dosros que entran en el Ro de la Plata, a donde pretenda poblar un puerto en el mismo roque entra en la Mar del Norte, por do se pudiese ir a Espaa sin peligro de corsarios yen treinta o cuarenta das, as los desta Gobernacin del Tucumn como los del Para-guay, los de Chile y del Per, cosa que tanto Su Majestad ha deseado.... Segn LuqueColombres, Aguirre se habra equivocado al aludir a dos ros que entran en el Ro dela Plata y en cambio, Jernimo Luis de Cabrera estaba en lo cierto al haberse referidoslo al ro Tercero. En la opinin del Presbtero Pablo Cabrera (1933), los dos ros quemenciona Aguirre seran el Dulce y el Salado, por lo que, sin olvidar que slo el ltimo

    desemboca en el Paran, Aguirre habra aludido a Santiago del Estero y no a Crdoba.Hay que destacar que el Tercero y el Cuarto se unen para formar el Carcara, quees el ro que termina su curso en el principal afluente del Plata. Pero cabe todava otraversin, que recoge Luis Rodolfo Fras (1985). Es la de Benjamn Domnguez (Elementosde geografa fsica, poltica e histrica de la Provincia de Crdoba, segunda edicin,Crdoba, 1870), quien alude a la confluencia de los ros Segundo (?) y Anizacate parapresentar el supuesto de que all habra tenido lugar una fundacin anterior a la del 6de julio de 1573 (apenas un campamento, tal vez, pero en definitiva, la determinacin deun lugar). Dice: ...segn la tradicin...fue la primera fundacin de Crdoba, siendo ellos(ambos ros) los que figuran en el escudo de la Provincia, pero es tradicin infundada.

    Tras algunas especulaciones acerca de los mviles y de las actitudes de los fundadores,Fras concluye con que stos, sin contrariar los intereses de la metrpoli, fundabantambin para la geografa que iban ganando. O sea, actuaban con cabal conciencia deque procuraban una meta geopoltica: el dominio del espacio.

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    Solamente hay que pensar en Chile y Per recostados contra el Pacfico(la mar del Sur), cuyas riquezas tenan que ser transportadas por va te-rrestre por la complicada ruta de Panam 4, tras la cual deban sorteara los navos piratas, al acecho en las aguas del Caribe. Eventualmente,la alternativa llevara a contornear el continente navegando a travs del

    riesgoso estrecho de Magallanes para alcanzar el Atlntico, frente a lasalida mucho ms rpida y segura que les ofreca esta provincia, quetambin era destino propicio para las tropas de mulas que traan la platadesde el altiplano boliviano.

    En favor de las ideas y acciones de Cabrera, Carlos Luque Colombres(1985) exalta el sentido centrfugo de las poblaciones hispanoamerica-nas, cuya fuerza de irradiacin se extenda decenas de leguas hacia loscuatro puntos cardinales, y las contrapone, en tanto ciudades cabales,a la factory, nombre genrico de los asientos transitorios establecidospara fines mercantiles, que los ingleses solan instaurar en sus dominiosde ultramar (que se subordinaban a la produccin regional y que eran,casi invariablemente, puertos). Vale acotar que la fundacin planificadade ciudades fue desde la lejana antigedad una prctica usual de estra-tegias militares y comerciales, pero no fue la mecnica dominante paralos asentamientos poblacionales definitivos. La mayora de las ciudades

    naci despus que el dominio de la agricultura hizo arraigar en sitios pro-picios a las tribus trashumantes, en un juego de causas y efectos muy afnal de los colonizadores anglosajones (cuyos asientos no siempre fuerontransitorios). 5

    Ms all de una controversia que podra explorarse en la evolucinde esas dos actitudes inaugurales, desde el enfoque genourbano de Lu-que Colombres, en Crdoba confluan ambos sentidos (si bien en unaencrucijada de alcance continental, al menos en los magnos propsitos

    4Alfredo Terzaga (1963), pgina 259.5La condicin mediterrnea de Crdoba, indisolublemente ligada a las estrategias eimaginarios de Cabrera y de quienes lo precedieron en esa perspectiva, contaba conuna fuerte tradicin peninsular y haba sido adoptada por la mayora de las corteseuropeas al decidir sus asientos. A tal punto pesaba la seguridad que raro era el caso deciudades martimas populosas. Durante buena parte de la poca colonial y del siglo XIX,la puja entre Buenos Aires y el Interior (con Crdoba generalmente a la cabeza) fue, agrandes rasgos, una puja entre dos situaciones urbanas y entre dos modelos de traspas.

    Sin ahondar en el contexto poltico ms de lo necesario, es preciso reconocer que laincidencia de la posicin geogrfica y su cascada de consecuencias fue determinante enla configuracin del espacio epistmico y del espacio pblico de ambas ciudades. Estetema se aborda ms extensamente en otro captulo

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    de su fundador), que aparentaban anticipar, en la integracin sistmicade los espacios y corredores econmicos, las estrategias ferroviarias an-gloporteas y las del Mercosur. Incluso as, obvio es que las diferencias ysimilitudes entre los tres planes no surgen slo de despejar y de justipre-ciar la multiplicidad y la movilidad, los objetivos, los niveles de desarrollo

    y los ngulos de influencia de cada contexto, sino principalmente, de lamonopolarizacin sudcontinental, en conjuncin con la fuerte unidirec-cionalidad y la simplicidad patentes en el flujo inspirador de Cabrera 6.

    En un conceptuoso ensayo aparecido hace casi tres dcadas, RobertGeddes 7 revea las afirmaciones del abate Laugier 8acerca del surgi-miento histrico-tecnolgico de la arquitectura (la choza primitiva, detroncos, ramas y hojas) y desde una reinterpretacin visual de la imagenque las ilustra, explicaba a la edificacin del asentamiento humano comouna interfaz entre dos sistemas ecolgicos: el bosque y el claro en el mis-mo bosque. Si se asumen sus palabras bajo la luz del creciente protago-nismo de la problemtica ambiental y de los estudios e investigacionesque conlleva, no es difcil reconocer que toda ciudad se ubica en unaposicin de borde, en un ecotono, mediando no necesariamente entre elbosque y su claro (caros a la tradicin norteamericana y a la de muchospases europeos), sino, con ms amplitud, entre dos o ms ecosistemas.

    Debe convenirse en que para arribar a una situacin multisistmica, esnecesaria una cadena previa, pero no simultnea, de transformacionesantrpicas del paisaje natural (entre otras, agricultura, ganadera, silvi-cultura y explotaciones mineras, caminos, puentes, canales, diques, losque propician y constituyen otros tantos mbitos reconocibles de inte-raccin vital) y que a ella se le suma la propia ciudad, que es un comple-jsimo sistema ecolgico en s misma. Desde ese enfoque, Crdoba fuefundada en la confluencia de la llanura pampeana y las Sierras Chicas,

    en la encrucijada de rutas an no materializadas y por aadidura, en elhemivalle comn de la Caada y el Suqua. Dichas condiciones han sidodeterminantes en la cronologa y en la forma de su espacio pblico yfueron decisivas en el trazado fundacional y en la previsin de usos delsuelo.

    6Es posible reconocer ambos atributos en la telaraa ferroviaria argentina, pero hay queremarcar que no slo era de alcance territorial ms limitado, sino que tambin se vala

    del sentido inverso para el trfico de mercancas procedentes de Gran Bretaa.7The Forest Edge, en Architectural Design 11-12, 1982. Tambin existe un libro (no hayversion en espaol) , con igual nombre y del mismo ao8Essai sur larchitecture, 1753.

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    La primera construccin espacial.

    Pero las teoras de Luque Colombres y la construccin efectiva delmacroespacio analizado, se resienten en la escala local de la poca,cuando se examina in situ las condiciones propiamente ambientales.Hay que imaginar un fuerte encerrado por groseras murallas de barro,con dos bastiones en diagonal 9, dentro del cual se encontraban loscubculos de los moradores, todos igualmente mseros, alrededor deuna polvorienta, indiscreta y promiscua plaza de armas (primer recin-to pblico cordobs a cielo abierto), adosados a los ciegos paredones.Casi todos esos moradores se haban unido a las huestes del fundadoren el nimo de descubrir la Trapalanda, la ciudad dorada de las fantasascomunes y en cambio, amn de su desencanto y de sus pesares, se ve-ran diezmados porque Gonzalo de Abreu ...sac a la mayora (...) pararealizar otras conquistas 10.

    Es preciso destacar, sin embargo, que fue gracias a esa intangibley jams vista ciudad de los Csares que el gobernador no dio la or-den de abandonar Crdoba por completo, pues se la supona una base

    9Alfredo Terzaga (1963).10Carlos A. Luque Colombres (1977).

    Interpretacin grfica del fuerte original realizada por el Padre Grenn

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    apropiada para las expediciones que partieron en busca de aquel es-pejismo. Vale decir entonces, que la fe ciega en su existencia y en unfuturo venturoso emanado de sta es la que sustent la perduracin deaquel recinto germinal e impuls a su traslado al sitio definitivo. Esa fefue afn y compartida, por su incorporeidad y por la calidad proyectiva

    que confiri al rigor cotidiano, con la que impela a la salvacin del alma,que ayud a disimular y suplir carencias y a exaltar horas de otro modovacas.

    No se han encontrado crnicas de ataques de indgenas a la nuevapoblacin o de amenazas sostenidas contra establecimientos de sus in-mediaciones. Aunque hay, como se ver ms adelante, alusiones a ciertaresistencia tenaz en los inicios, menudean los datos contradictoriosentre fuentes e, inclusive, en una misma obra y un mismo autor. Las

    notas fidedignas que se ha registrado son de tipo general e informanacerca de incursiones de diversas tribus en los confines norte, este ysur de la provincia, pero a partir de 1727. A pesar de ello, no es improba-ble que durante la travesa que precedi a la fundacin, as como en lade la expedicin exploratoria de Surez de Figueroa, de 1572, se hayanproducido algunas refriegas con los sanavirones, cuyos territorios y enespecial la franja de borde comn entre las sierras y la llanura, cercanaa los 400m sobre el nivel del mar, parecen haber sido los preferidos

    de los espaoles para el trnsito y la ocupacin. Por otra parte y conimpulso ms bien defensivo, no es de descartar conatos de rebelinde pueblos e individuos hasta entonces independientes, que se veanforzados a vivir y trabajar en encomiendas situadas con frecuencia lejosde su terruo.

    En su Geografa de Crdoba..., Alfredo Terzaga (1963) da cuenta dems de un asentamiento de aborgenes en la ribera opuesta a la del sitioescogido por Cabrera. Por ende e inclusive por razonable prevencin,

    no es de extraar la construccin de una plaza fortificada y de haberseleccionado para ello un promontorio rodeado imperfectamente porun glacis natural, as como las poco menos que carcelarias condiciones-deenclaustramiento de la guarnicin 11.

    11Las versiones de algunos autores difieren y llegan a ser encontradas, aunque simulanponer el acento en ciertas pocas o en aspectos determinados, buscando rellenar y/oredondear teoras, juicios o imgenes ms generales. Por caso, Efran U. Bischoff (1979)cita a Monseor Acarete du Biscay, quien afirmaba en 1658 que Crdoba ...no tiene

    fosos ni fuerte para su defensa. Y acota el historiador cordobs: Y para qu habrade tenerlos? (...). Si nunca los indgenas anduvieron con disposicin de atacar a laciudad.... En cambio, declara el padre P. Cabrera (1933), en alusin al fuerte: Amn dehaber prestado a los soldados de la conquista los oficios de su destino, amparndoles

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    Lo cierto es que la poblacin del fuerte merm a tal punto que enun momento dado lleg a haber apenas catorce almas 12. En octubrede 1576, con el arribo de cuarenta personas en trnsito desde el Litoralhacia el Norte, que fueron convencidas de acabar all su viaje, Surez deFigueroa decidi la mudanza al sitio definitivo, que empez a concretar-

    se en el ao siguiente. En 1575 se haban instalado ya los franciscanos,que fueron quizs los primeros ocupantes del rea central actual y quepodran haber representado una suerte de tcita avanzada en aquel en-clave 13. El traslado de la poblacin al valle comn del ro Suqua y delarroyo La Caada fue la manifestacin de un cierto grado de confianza yseguridad. A poco de ser abandonado, el asentamiento original fue len-ta y paulatinamente borrado por las lluvias y los vientos, puesto que seretiraron los elementos de metal y de madera y nicamente quedaron

    las tapias de barro, ...y hasta se perdi la memoria del lugar donde habanacido Crdoba, en palabras de Luque Colombres 14.

    contra el amago de los indios que varias veces les asaltarony de haber visto apagarsedentro de sus muros la carrera gloriosa de ms de uno de aqullosy hasta de algunosde los misioneros que les asistan, sirvi de eje su recinto al proceso administrativo deCrdoba en aquellos das y de punto de partida de las primeras expediciones llevadasa cabo al objeto de explorar y de sojuzgar el territorio.... En lo que s parecen coincidirlos textos consultados es en que los nativos agricultores y sedentarios (sanavirones ycomechingones) se adaptaron ms rpidamente a los matices de la civilizacin hispana yque el sometimiento total de pampas, ranqueles y de otras tribus de cazadores nmadesrequiri ms de dos siglos, siendo sensiblemente ms decisiva para ello la propagacin yasimilacin cultural que los fortines y las campaas de escarmiento.12Llama mucho la atencin la descripcin de Esteban Dmina (2003), quien afirma en lapgina 28 de su obra: En derredor del fuerte muy pronto se levantaron casas, talleres,corrales, huertas, hornos de pan y de ladrillos.... Amn de la radicacin de las viviendasen el interiordel fuerte, no puede pasarse por alto la mencin de los hornos de ladrillos,ya que de haber existido stos, el asentamiento hubiera dejado con seguridad huellasms persistentes y su memoria hubiese sido ms viva.

    13En la Revista de la Facultad de Filosofa y Humanidades de la U.N.C., Ao II, n 1-2-3,Crdoba, 1950, Carlos A. Luque Colombres menciona a la orden de San Francisco y ados viviendas que se asientan en el sitio definitivo. La cita se repite en su obra Or-genes histricos de la propiedad urbana de Crdoba (Siglos XVI y XVII), UniversidadNacional de Crdoba, Direccin General de Publicaciones, Crdoba, 1980, pg. 19: Lasnicas construcciones que se haban levantado, conforme a la traza del 28 de agosto de1573, fueron los ranchos que servan de iglesia y convento franciscano y los de Nicolaode Dios y Juan Barragn. En sus obras de 1977 y 1985 sita en 1575 la radicacin de losfranciscanos.14Esto es lo que afirma Luque Colombres en su texto de 1977, amn de la referencia

    anterior acerca de las murallas de barro y de dos bastiones en diagonal. Sin embargo,Terzaga (1968) afirma que el asentamiento estaba rodeado por una empalizada, lo quehabra retardado mucho ms su degradacin. No es dable suponer que el equvoco radi-que en un eventual revestimiento de barro sobre la empalizada, pues Luque Colombres,

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    Terzaga (1963) afirma que el fuerte se rodeaba de una empalizada yparece oportuno comparar, no los materiales entre s, sino la configura-cin y el sentido que emergera de cada uno, que se desprende, comoen muchas tipologas arquitectnicas y urbanas, de los requerimientosmilitares. Como el texto no es suficientemente preciso, quedan abiertas

    dos interpretaciones: o la empalizada constitua el material estructuralde las murallas de barro, o bien formaba un segundo cerco alrededor deaqullas. Cabe, por lo tanto, examinar las dos posibilidades.

    En el segundo caso, ms verosmil, el polgono mayor habra definidouna suerte de glacis o anillo protegido, en el cual se desarrollaban labo-res hortcolas y se criaban algunos animales. Este uso de dicho glacis loconverta en transitorio, ya que perda sus cualidades mientras se traba-jara en l, lo que tambin haca inservibles a los caones. Defensivamen-

    te, esta tipologa no difera demasiado de los ayllus o ayllos con los quese rodeaban los sanavirones, aunque stos se valan de ramas espinosassuperpuestas y no prevean el empleo de armas de fuego.

    Hay que imaginar, dada la vegetacin montuosa disponible y las ca-ractersticas de la arbrea, que la hirsuta empalizada habra superadoescasamente en altura a las que hoy suelen emplearse para corralesy vallados en las regiones semiridas de la provincia y de las norteasvecinas. La irregularidad de los postes habra dejado (deja) largas y va-

    riables aberturas cuando se los adosaba y en consecuencia, exterior einterior se haran mutuamente ms visibles y en s discernibles a medidaque se reduca la distancia entre el observador y el cerco. Adems, lairregularidad le habra conferido una tonalidad orgnica e improlija auna barrera cuya traza se predefina geomtricamente y que separaba

    en su obra de 1980, explica la construccin de la tapia mediante tapiales, tcnica en laque no interviene la madera, al menos en forma de postes yuxtapuestos, y que no puede

    ser confundida con la quincha (que suele poseer un entramado de caa o de ramas del-gadas). En el texto ut supra, se informa del retiro de elementos de metal y de madera yde la permanencia de las tapias, por lo que es dable inferir que stas, dada su extensin,se hayan reforzado con una estructura de ramas y troncos sin escuadrar que pudo haberrecibido el nombre de empalizada. Es ms verosmil, no obstante, que hayan coexistidoambos cerramientos simultneamente, distanciados lo suficiente como para dar cabidaa corrales y huertos, conforme a la ingeniera de las fortificaciones medievales que noprevean a la artillera. Por otra parte, ante la noticia de una poblacin que lleg a ser desolamente catorce personas, signo cierto de despoblamiento e incertidumbre, no dejade chocar el texto de Anbal Montes (Ubicacin del Fuerte de Crdoba, en La Voz del

    Interior, 14-2-1951, pgina 6): Debi existir alrededor del Fuerte un verdadero ejrcito deindios trabajadores y hbiles, que muy pronto aprendieron a construir carretas, con lascuales los Fundadores ya desde el ao 1574 se fueron hasta Mendoza, Santa Fe, Santiagodel Estero y aun hasta el Cuzco.

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    lo conocido de lo desconocido, lo finito de lo infinito y al hombre de lanaturaleza (y de sus riesgos y peligros). En menos palabras, la empaliza-da dejaba filtrar uno en la otra y viceversa, sin dejar de demarcar ambosmedios, y lo haca creando un ecotono de cultivos sativos y de animalesdomsticos, una cabal transicin entre los dos ecosistemas que se opo-

    nan y antecedente inequvoco de la futura ronda.En cambio, la superposicin y yuxtaposicin de tapiales que forma-

    ban la muralla, habra circunscripto ms rigurosamente y con superiorprecisin geomtrica al nuevo mbito, destinado poco menos que exclu-sivamente a la fruicin humana. La privacidad se confinaba imperfecta-mente en las habitaciones recostadas contra el permetro de la fortale-za, en tanto que la publicidad, ante la ausencia de calles, era patrimoniocentrpeto del patio de armas. En ambos divisorios, el de troncos y el de

    tierra, la relacin fsica entre los dos mundos era alguna clase de puerta,pero en el ltimo el dominio visual privilegiado de uno sobre el otro eraotorgado por los bastiones, dispuestos en los extremos de una de lasdiagonales. En ellos se localizaba la artillera, cuya cobertura de fuego,elocuente y grficamente expresada por P. Grenn S.J. 15, permita quecada uno, por sobresalir del cuadriltero principal, protegiera dos carasde ste. No est de ms asegurar que cualquiera haya sido la configu-racin perimetral del fuerte, lo enmarcaba un glacis (reiterado pero no

    laborable, de haber existido el segundo cerco). Consista en una franjade tierra despejada de vegetacin, que se empinaba a medida que seacercaba a la muralla y que a despecho de sus prestaciones militares,separaba a dos mundos en pugna.

    Los ayllus o ayllos. El espacio indgena.

    Parece oportuno intercalar aqu los rasgos configurativos dominan-

    tes de los poblados aborgenes, descriptos por Lorenzo Surez de Fi-gueroa tras el viaje exploratorio que realizara por rdenes de JernimoLuis de Cabrera en 1572 y que trascribe y comenta el presbtero PabloCabrera (1933), en las pginas 39 y 40 de su obra. Escribe el teniente degobernador: Son los pueblos chicos, quel mayor tern (tendr)hastacuarenta casas y hai muchos de a treinta y a veinte y a diez y a menos,

    porque cada pueblo destos no es ms que una parcialidad o parentela,y ans est cada una por s. Tienen los pueblos puestos en redondo y cer-

    cados con cardones y otras arboleras espinosas, que sirven de fuerza, y15Vase La evolucin de la planta urbana de la ciudad de Crdoba, Tomo 1, de JosMara Rettaroli y Josefa Martnez (1994)

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    esto por las guerras que entrellos tienen. Viven en cada casa a cuatro ycinco indios casados y algunos a ms. Son las casas por la mayor partegrandes, que en una dellas se hall caber diez hombres con sus caballos(?) armados, que se metieron all para una emboscada que se hizo. Sonbajas las casas, e la mitad del altura que tienen est debajo de tierra y

    entran a ella como a stanos, y esto hcenlo por el abrigo para el tiempofro y por falta de maderas que en algunos lugares por all tienen.

    La relacin de los nativos con su medio es pintada as: Son grandeslabradores, que en ningn cabo hay agua o tierra baada que no lasiembren por gozar de las sementeras en todos tiempos. Con respec-to a la estructura de la vivienda, Pablo Cabrera menciona horcones ytirantes, por lo que se infiere la presencia de apoyos verticales en elinterior, adicionales a otros exteriores y/o a los que proveera el propio

    terreno y, si nos atenemos a las grandes superficies cubiertas que citaSurez de Figueroa y a la carencia de piezas simples de madera paracubrir grandes luces, es de imaginar que podra erguirse en cada recintobastante ms que un nico horcn (de lo contrario, habra que suponerestructuras ms complejas).

    La informacin precedente es ampliada, con algunas diferencias, porBischoff (1979), quien dice en la pgina 30: Los sanavirones y comechin-gones habitaban en cuevas (...). Tambin los sanavirones solan tener

    como vivienda, cuartos con... (la frase va entre comillas, pero no se men-ciona autor) ...paredes de adobe crudo, grosero o de tierra pisoneada ode quincho tan slo. Estaba la habitacin rodeada de un cerco de cardo-nes. Tanto los comechingones como los sanavirones reunanse por elsistema del ayllo, formando varias tribus las denominadas provincias.En cada tribu, un cacique impona su autoridad (...) y denominaban pu-car a la fortaleza que les serva para resguardarse de los ataques ene-migos y avizorar la llegada de stos. Hay que advertir que el texto no es

    suficientemente claro, pues el ayllo puede ser aqu interpretado comoorganizacin espacial comn y/o como organizacin poltica.

    Salta a la vista que ambas culturas, la espaola y la aborigen, nomuestran diferencias abismales en sus tecnologas y en la conforma-cin de recintos comunitarios e interiores. Esta afinidad constructivo-espacial est restringida, sin embargo, al parntesis de precariedad yde austeridad militar y domstica de los primeros colonizadores, quefue superada muy lentamente y paso a paso para instaurar la impronta

    de la civilizacin europea en territorio americano. El ngulo recto, ladelimitacin de calles y parcelas, la divisin de la propiedad privada ylos matices indivisos de la comn, la asignacin y formalizacin de lo

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    institucional y del escalafn de las correlatividades jerrquico-repre-sentativas en el espacio, as como el ladrillo y la teja de tierra cocida,la madera escuadrada, la puerta y la ventana, no son consecuciones nisimultneas ni inmediatas, pero abren y agrandan la brecha de la diver-gencia entre ambas culturas.

    No hay que olvidar que al mismo tiempo, en poco ms de veinteaos, entre 1563 y 1584, Felipe II levantaba El Escorial en Espaa. Amnde la magnitud del monasterio y del panorama edilicio-paisajstico, nopocas de las mquinas y aparejos empleados para su construccin, queson exhibidos hoy ante los visitantes, aventajaban holgadamente en in-genio, refinamiento y algunos de ellos, inclusive en escala, a las expresio-nes tecnolgico-morfolgicas de las colonias del Ro de la Plata en esaspocas tempranas. Las disparidades dan cuenta acabada del contraste

    inconmensurable y casi inefable que era dable percibir a la sazn entrelas coordenadas socioeconmicas, polticas, culturales y en especial, ar-quitectnicas, de la metrpoli y de stos, sus dominios ms remotos.

    El primer paisaje urbano.

    Lo cierto es que antes de que se agotara la centuria, alrededor de...sesenta viviendas de adobe y paja, esparcidas en las manzanas cen-trales, servan de morada a otras tantas familias de benemritos, ex-presa Luque Colombres, quien describe colorida e imaginativamente

    Interpretacin grfica de la ciudad original realizada por Paola Trettel

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    esta perspectiva: El verdor de los huertos apenas interrumpa la pardauniformidad del villorrio, con sus calles casi intransitables, ora polvo-rientas, ora fangosas, surcadas por acequias en permanente refeccin16. Huertos, calles y acequias, en conjuncin con los sesenta ranchos,configuraban un escenario urbano aceptablemente definido para lapoca, sin congestin edilicia y con visuales casi ilimitadas hacia los cua-tro horizontes. No hay que pasar por alto la ausencia de murallas y deplaza de armas militar (al menos en el sentido y la forma estrictamentecuartelera y medieval que tena en el fuerte), en lugar de las cualesestaban los vacos de la ronda, de una plazuela y de una plaza mayor(fortificable en emergencias) cuya tipologa y entorno eran ya escenarioy sinnimo de incipiente espritu cvico. Estos recintos fueron acompa-

    ados, desde 1589, por una alameda de recreo 17, que se prolongabadesde la confluencia de Vlez Sarsfield y Belgrano con la ronda hacia elSur, hasta el actual Paseo de las Artes. Dicha alameda era irrigada conlas aguas de La Caada, a travs de la acequia que surcaba el paseo.

    No obstante, para reconocer y recorrer algo ms detenidamente elproceso de la configuracin y la cronologa del espacio pblico cordo-bs, se debe recurrir a un documento inapreciable: la traza de Lorenzo

    Surez de Figueroa, inspirada como se sabe, en la que Jernimo Luis deCabrera dispusiera cuatro aos atrs. Para una mejor comprensin dela misma, as como de otros prrafos y documentos cuyas versiones li-terales habrn de ilustrar este trabajo, damos a conocer la transcripcinal sistema mtrico decimal de las medidas adoptadas en esa ocasin ydurante varios siglos posteriores.

    Las relaciones entre ellas eran as: una legua equivala a 40 cua-dras; la cuadra contena 150 varas y cada vara, 3 pies (o tercios); elpie tena 12 pulgadas (una medida menos usada, la cuarta, tena 9) yla pulgada sumaba 12 lneas. En consecuencia, a partir de la lnea, queposea poco ms de 2 mm, sabemos que la pulgada y el pie medan

    16 Carlos A. Luque Colombres (1977).17Segn Grenn (1927), no habra estado plantada con lamos, ya que stos fueron im-portados por el marqus de Sobremonte dos siglos despus. Algunos autores afirmanque se trataba de sauces y otros, de durazneros, lo que es ms probable. Hay diferencias

    con la versin de Clara Pugh de Scalco (2006), que asegura que dos siglos despus, alinaugurarse el paseo Sobre Monte, se lo rode con 150 durazneros, a los que se agrega-ron sauces llorones en 1805 (cuando el marqus desempeaba en Buenos Aires el cargode virrey).

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    2, 406 cm y 28,87 cm respectivamente (no eran iguales a sus hom-nimos ingleses), 86,6 cm la vara y 129, 90 m la cuadra, en tanto que lalegua (todava usada por los pobladores criollos de nuestras sierrascomo equivalente a 5 km) llegaba a 5196 m. Ciertamente, se debe sercauto en la transcripcin, dada la tecnologa (y consecuente falta deprecisin) disponible en la poca, todava visible en nuestros das enlos ligeros desvos y cambios de direccin de algunas calles y en laheterogeneidad de anchos que presentan en una misma cuadra.

    La traza del 11 de julio de 1577.

    Como primera referencia concreta de la definicin de recintos yconexiones en el espacio pblico, es de valor el texto anexo al cita-do segundo plano de la ciudad, que trascribe, actualizando en parte ellenguaje y rellenando los intersticios ilegibles, Luque Colombres (1980).Dice as:sta es la traza de la ciudad de Crdoba de las provincias de

    la Nueva Andaluca. Tiene la dicha traza diez cuadras de largo y sietede ancho. Tiene cada solar doscientos y veinte pies geomtricos de fren-te y otro tanto de largo, de manera que cada cuadra tiene cuatrocientos

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    y cuarenta pies de frente y cuadra 18(...) Tiene cada calle treinta y cincopies de ancho, las cuales dichas diez cuadras de largo y las siete deancho sealo y hago merced en nombre de Su Majestad para en queedifiquen sus casas los vecinos y moradores de esta Ciudad, los cualesdichos solares doy por servidos a los vecinos y moradores de esta dicha

    Ciudad; y mando que los cerquen de la fecha de sta en dos aos pri-meros siguientes so pena de veinte pesos de oro para la Cmara de SuMajestad. Tiene la ronda de esta dicha Ciudad por todas cuatro partesa la redonda de esta dicha Ciudad doscientos pies de ancho, y mandoque ahora ni en ningn tiempo jams ninguna persona haga dentro dela dicha ronda corral de ganado, ni casa, ni heredamiento, ni otra cosaalguna, ni la Ciudad lo venda ni enajene por ninguna va; ni hagan en ladicha ronda ladrillos, ni tejas, ni adobes, ni saquen tierra, ni lo siembren,

    sino que est libre y desembarazado so pena de perdimiento de todossus bienes al que lo contrario hiciere lo cual aplico para la Cmara e Fis-co de Su Majestad, en que desde luego los doy por condenados. Entrelos solares de la Iglesia Mayor y casas de Cabildo hay calle de veintey cuatro pies de ancho... (el actual pasaje Santa Catalina) ... y lo quetoma la cuadra de largo. E asimismo sealo y hago merced en nombre deSu Majestad a la Casa y Convento del Seor San Francisco, dos cuadras,cerrada la calle, con tal que queden de las dichas dos cuadras ciento yochenta y cinco pies menos, los cuales sealo para plaza; de manera que

    juntando treinta y cinco pies que tiene de ancho la calle con los ciento yochenta y cinco pies, viene a ser la dicha plaza de doscientos y veinte piesde ancho y quinientos y diez de largo, y que la dicha plaza no se cerquesino que quede desembarazada. Que es fecha 19esta dicha traza a oncedas del mes de julio de mil quinientos y setenta y siete aos. Y lo firm desu nombre (Don Lorenzo Surez de Figueroa) Ante m, Juan Prez, Escri-bano pblico y de Cabildo20.

    Se desprende que el teniente de gobernador hubo de considerar laradicacin previa de los franciscanos y tal vez, la de Nicolao de Dios(pues su nombre figura en uno de los solares que enfrentan a la plazaal Norte y en cambio, no ha sido posible ubicar alguno con el de Juan

    18Aqu cabe el clculo de la medida del pie utilizado, dividiendo los poco menos de130m de nuestra cuadra por 440, lo que arroja alrededor de 29,5cm, con lo que resultaalgo ms grande que el pie castellano, de poco menos de 27, 9 cm y tambin que el piede 28,87 cm transcrito arriba. Tambin hay que sealar sendas connotaciones del voca-

    blo cuadra, que debe entenderse como manzana y como la medida del lado de sta.19Aunque escapa a los objetivos de este trabajo, es de sealar el origen etimolgico delsustantivo fecha, desde el participio del verbo facer..20El solar equivale en esa poca a una cuarta parte de la manzana.

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    Barragn, cuyo rancho databa de al menos dos aos atrs 21). Pero esbastante ms significativa la incidencia y prescindencia del marco natu-ral. Una buena parte del borde meridional de la traza (el actual bulevarIllia-San Juan) se materializaba por las estribaciones ms abruptas de lasbarrancas de Nueva Crdoba, lo que en trminos defensivo-estratgicos

    y de avenamiento no dejaba de ser una decisin poco feliz. Existen re-ferencias de que el ro, o uno de sus brazos (el llamado ro Chiquito),pasaba a corta distancia de la ronda Norte y tambin, que seccionabaalgunas manzanas, pero no deja de extraar la exclusin del cauce deLa Caada en el rea definida por la traza. No hay que soslayar que sucurso no solamente no se hubiera condecido con el sistema ortogonalde aqulla, sino que hubiese interferido en el libre desplazamiento a lolargo de la propia ronda.

    Se cuenta con una explicacin para este pasar por alto al arroyo,cuya versin resulta coherente en s misma, si bien ofrece brechasvulnerables al ser analizada desde otros ngulos. La explicacin, sin lapretensin de serla, se encuentra en Crdoba viva... y pertenece aRafael Garzn. Cita en su texto a Prudencio Bustos Argaaraz , quienen una monografa, Breve historia de la Caada, asevera que sta noexista, con cauce y caudal permanente, en 1577, al tiempo que des-taca su ausencia en el plano de Lorenzo Surez de Figueroa. Tampoco

    se lo menciona en las primeras escrituras de dominio, revisadas porCarlos Luque Colombres. Rodolfo Gallardo, por su parte, refiere que elcauce fue cavado a pico y pala por Gonzalo Carvalho, que viva sobrela calle 27 de Abril, lindando con dicho curso de agua 22. Aade Gar-zn que el arroyo aparenta haber estado ms al Este, lo que no parecemuy probable por razones obvias. Sin embargo, el mogote conocidocomo Cerro Colorado, que se levantaba cerca de la interseccin conla ronda (el bulevar San Juan) y obstrua las crecientes, desvindolashacia la avenida Vlez Srsfield y aun ms al Este, puede haber cimen-tado esa opinin, fortalecida por la escorrenta-acequia que baaba la

    21Dice Carlos A. Luque Colombres (1950), pgina 51, La ruptura del plano de JernimoLuis de Cabrera no tuvo consecuencias en (...) la fisonoma de la ciudad, pues sta anno haba sido levantada, ya que los pobladores residan en el fuerte. Las nicas construc-ciones que se haban levantado, conforme a la traza del 28 de agosto de 1573, fueron losranchos que servan de templo y convento franciscano y los de Nicolao de Dios y JuanBarragn.

    22No se puede dejar de pensar que, al vivir al lado del arroyo, este vecino demarc yprofundiz el tramo necesario para ponerse a salvo de las inundaciones. Adems, el mis-mo Gallardo (1995) presenta un plano de la poca fundacional (vase la nota siguiente)en el que se ve claramente cmo la Caada secciona a la cuadrcula y a su ronda.

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    huerta de los franciscanos, en la calle Buenos Aires, y la plaza de carre-tas, en el actual mercado Sur. Geolgicamente, como se dice en otraparte de este escrito, el movimiento epirognico del Terciario habraproducido una fractura en el borde pampeano, que encauza el caudalproveniente de La Lagunilla, de manera que hay argumentos a favor yen contra, a los que se suma la enorme diferencia que media entre elhilo de agua invernal y el arrollador y efmero torrente que generan laslluvias estivales.

    Adems de llamar la atencin la ausencia del arroyo en el dibujo, esdifcil saber porqu no se redujo el nmero de manzanas o porqu nofue trasladada la ocupacin del suelo algo ms al Este de Santiago delEstero-Paran, con lo que aquel cauce tal vez hubiera quedado fuera

    de la ronda oeste. Como contrapartida, hay que advertir que existenmuchas noticias de alteraciones de los dos cursos de agua, amn deque el fluvial corra a la sazn ms cerca del rea central (haba una islaentre sta y barrio General Paz, donde el curso vira hacia el Oriente) ya travs de ella (un brazo menor, el ro Chiquito, llegaba hasta la calleSanta Rosa-Catamarca), lo que podra explicar parcialmente el temor aacercrsele, suponiendo que no se tuviera conocimiento an de las de-vastadoras inundaciones del arroyo 23. Por otra parte, el padre Cabrera(1933), en defensa de su tesis (que segn Anbal Montes, est susten-tada en la traduccin errnea del vocablo Quisquisacate), de que elfuerte primitivo fue establecido en el sector prominente del sitio queluego ocuparan sucesivamente la plaza de carretas del pueblo Gene-ral Paz y el Mercado de Abasto, seala la existencia de una juntura ala altura de la calle Maip, entre el cauce principal y otro desprendido

    23Alfredo Terzaga (1963), pgina 262, llama la atencin cuando afirma La ciudad asplaneada (...) por el Oeste no llegaba a la Caada.... En la pgina 17 del libro de Rodolfo

    Gallardo (1995), aparece un plano de Crdoba, con la acotacin Traza de la ciudadde Crdoba y distribucin de solares entre los fundadores hechas por don LorenzoSurez de Figueroa en el ao 1577.... En dicho plano se deja ver la Caada, cortando tresmanzanas y truncando otras dos. Curiosamente, en el ngulo noreste aparece el ro oun brazo de ste, que corta tres manzanas y parece truncar otras tantas (el antes citadoro Chiquito). En la obra de P. Grenn S.J. (1926), pg. 196, bajo el nombre de Mapa 103.Ao 1856, aparece un plano dibujado por Jos Mara Carales, de 21cm x 30cm, en el quese observa el paso de la Caada a travs de la manzana 66 de gidos. A pesar de serposterior en casi tres siglos a la traza de Surez de Figueroa, el cauce an no haba sidocanalizado y es de suponer que era el mismo que haba en los orgenes de la ciudad. Es

    obvio que Terzaga toma como lmite oeste de la ciudad a la calle Ayacucho y que pasapor alto a la ronda, que coincide con Bolvar. Este autor tambin comenta el peligro delas crecientes del arroyo y del ro, riesgo contra el cual pesa el beneficio de la posibilidadde riego, facilitado ...mediante acequias que ya los indgenas haban construido....

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    aguas arriba. Por las caractersticas topogrficas de ese sector, pocasdudas caben de que la derivacin fluvial se produca desde la margenderecha (al Sur), lo que a su vez deja inferir que aqulla corra, antesde la citada confluencia, ms prxima a la traza o a travs de ella y nosera otra que el citado ro Chiquito.

    Sin embargo, la omisin del arroyo La Caada y del ro Suqua, lomismo que el irreflexivo aprovechamiento de las acequias abandona-das por los aborgenes (que se valan en parte de los cauces naturalesproducidos por las lluvias), igual en esta traza como, presumiblemente,

    en la de Jernimo Luis de Cabrera, no son decisiones gratuitas, si bienerradas y a la larga, perniciosas. La aplicacin indiscriminada de la cua-drcula sobre el amplio receptor geogrfico americano, refrendada por lapoco sensata relacin con aquellos configurantes paisajsticos y con lasbarrancas y escorrentas, expresa de manera clara y terminante la impo-sicin de una abstraccin geomtrica civilizadora para domear, acotar,enderezar y acodar un orden salvaje y rebelde, que es tambin abstraidocuando la traza se debe encarnar en l. Una desconsideracin semejante

    habra de ocasionar desde muy pronto y hasta hoy, terribles y costosasrevanchas de la naturaleza.

    El primer espacio pblico urbano.

    El 13 de julio de 1573, siete das despus de la ceremonia fundacionalde Jernimo Luis de Cabrera, Felipe II promulgaba las Ordenanzas so-bre descubrimiento nuevo y poblacin 24, que el anterior obviamente

    24Luis Torres de Mendoza: Coleccin de documentos inditos relativos al descubrimiento,conquista y colonizacin de las antiguas posesiones espaolas de Amrica y Oceana. Tomo VIII,Madrid, 1867 y Tomo XVI, Madrid, 1871. Citado por Carlos A. Luque Colombres (1980), pg. 24.

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    no conoca cuando realiz la traza de la flamante ciudad, el 28 de agos-to de aquel mismo ao. Empero, Surez de Figueroa, que a no dudardebi estar al tanto de las Ordenanzas y que haba recibido la ordenterminante de Gonzalo Abreu de destruir el esquema de Cabrera, di-buj extraamente su traza ajustndose a la de su predecesor 25. Luque

    Colombres (1980), al cotejar lo dispuesto y lo hecho, hace hincapi enlas proporciones de la plaza mayor, aunque no pasa por alto otras dife-rencias. De acuerdo a las citadas Ordenanzas, aqulla debi haber sidoun rectngulo, ...en cuadra prolongada, que (...) tenga de largo una vezy media de su ancho, porque de esta manera es mejor para las fiestas dea caballo.... Como puede advertirse en la pieza grfica, Surez de Figue-roa estableci una plaza cuadrada de quinientos cincuenta pies de lado(suma de los cuatrocientos cuarenta pies de la cuadra, ms los setenta

    pies de las dos calles adyacentes). No fue sta la nica variacin, pues-to que en torno a la plaza tenan que levantarse tiendas y casas paratratantes y en su lugar, el teniente de gobernador ubic solares paraviviendas y en vez de situar el hospital de pobres prximo a la iglesiaprincipal, lo confin al lado de la ronda.

    En cambio, otra clusula contenida en las mismas Ordenanzas sobredescubrimiento nuevo y poblacin fue estrictamente acatada desdeantes de materializarse la futura catedral. Era la que dispona que suedificio deba ser totalmente exento, con cuatro fachadas, amn de estarsituado sobre una elevacin del terreno y ser accesible mediante unaescalinata. Es significativo que la dignidad que se le confera a la iglesiamatriz no haya tenido equivalencia con la principal sede institucional enel orden civil: el cabildo. A ste le correspondi un solar exclusivo, adya-cente al templo y enfrentado a la plaza, pero sin ningn otro rasgo distin-tivo. Esta llaneza urbanstico-arquitectnica apenas daba lugar a algunasplazoletas (obviamente, ms pequeas que la plaza) frente a ciertas con-gregaciones, pero ya no poda dar cabida a tratamientos espaciales denota para otros establecimientos de menor importancia, como escuelas,hospitales y conventos.

    25Efran U. Bischoff (1985), pg. 37, refiere que el 11 de marzo de 1574, habiendo advertidoCabrera las dificultades que ofreca el primer asentamiento, dispuso el traslado de lapicota clavada en el centro de la futura plaza central. sta podra haber sido la marcaque indujo a la orden de San Francisco y a Nicolao de Dios y Juan Barragn a estable-

    cerse alineando y disponiendo sus ranchos respecto a ella. Posteriormente, la presenciade estos precursores podra, a su vez, haber empujado a Surez de Figueroa a seguir conla traza (a pesar de que Abreu haba ordenado destruirla), aunque desplaz la ubicacinde la futura plaza.

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    Esta tradicin persisti durante siglos y as es posible observar cole-gios (Montserrat, San Jos, San Francisco, Santo Toms, etc.) cuyas puer-tas, aun siendo estrechas, son de mayor amplitud que las veredas a lasque abren o abran 26. Edificios llamados a cumplir roles metropolitanos,como el banco de la Provincia de Crdoba y el teatro San Martn (ex

    Rivera Indarte) marcan y ensalzan sus ingresos con anchas escalinatasque arrancan desde aceras angostsimas, que deberan ser, mnimamen-te, de amplitud igual a la de aqullas. Ciertamente, esta humildad en eltratamiento no slo les resta jerarqua sino que constituye un riesgo paralocales de egreso masivo y simultneo. Hay que destacar, asimismo, queuna construccin de inspiracin naturalmente inglesa, la estacin delex Ferrocarril Central Argentino (en la que confluyen razones de orden

    prctico y funcional), ostenta en s una dignidad y magnificencia superio-res a las de cualquier otro edificio anterior y, al tiempo que promueve laurbanizacin y recalificacin del rea en la que se sita, se convierte enun hito significativo del paisaje.

    La plaza mayor, sustituta urbana del patio del fuerte, concitaba elgrueso del intercambio social, a partir de una separacin ms efectiva

    26En este sentido, a casi todas las escuelas construidas durante la gestin de AmadeoSabattini se ingresa desde la esquina y a fin de generar el mbito apropiado para ese fin,el edificio abandona la lnea de ochava prevista por las ordenanzas y as ampla conside-rablemente la vereda.

    Uno de los primeros registros fotogrficos de la Plaza San Martn, en 1871 Se advierte latransicin desde la Plaza Seca hacia la actual plaza con vegetacin. Foto Witcomb

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    entre lo privado y lo pblico. Rafael Garzn (2006) enumera algunosde los usos dispares (y extraos a los ojos del siglo XXI) que permitay albergaba ese yermo cuadriltero. All se festejaban los cumpleaos,matrimonios y coronaciones reales, as como los nacimientos principes-cos, los carnavales y otros acontecimientos que propiciaban el regoci-

    jo colectivo (la mayora de ellos, de asistencia obligatoria). Asimismo, lapoblacin se congregaba para las celebraciones religiosas (los tribuna-les de la Inquisicin juzgaban y castigaban a los ausentes sin motivo) yfunerales monrquicos y de dignatarios civiles y eclesisticos. Se reali-zaban corridas de toros (desprestigiadas por ser una tradicin hispana,luego de la Independencia), las tropas se entrenaban en el manejo dearmas y en ocasiones se practicaba el juego de caas (se enfrentabandos grupos de jinetes que se arrojaban caas, a modo de lanzas, unosa otros). Amn de los dilogos y tertulias a cielo abierto, la plaza era elmercado cotidiano (Sobre Monte dispuso que el pan deba ser vendidoall, para fiscalizar las transacciones y la mercanca) y tambin sitial delcadalso. Los espaoles de alcurnia eran decapitados o degollados enpblico, sin privar del espectculo a los nios. Gente de posicin menor,indios, negros, mestizos, mulatos y zambos, sufran el garrote o la horca.Los cadveres quedaban expuestos durante varias horas y a veces, para

    divulgar la noticia del ajusticiamiento, se descuartizaba al muerto y lostrozos se enviaban a diferentes poblados. La horca funcion hasta 1839,ao en que se impuso el fusilamiento, pero la plaza fue despojada desu rol patibulario, que se traslad al Calicanto (desde antes, ya se losllevaba a cabo en el pasaje Santa Catalina). Es de acotar que la ltimaejecucin pblica data de 1872.

    Desde la atalaya del siglo XXI, adems de la plaza mayor, otro recintopropiamente pblico qued definido por la traza de Surez de Figueroa:

    la plazoleta o plazuela de San Francisco. La ronda, que por su granancho sobrepasaba la escala de los corredores, podra haber asumidoun rol importante en el uso colectivo del espacio, de no ser por su am-bigedad y su escala. El celo por regular las medidas de la plazuelase debi, a no dudar, a la existencia previa de los ranchos de la orden.No se explica de otra manera la falta de recaudos equivalentes en lasmanzanas destinadas a otras instituciones religiosas. De todos modos,el inters demostrado por aquel recinto abierto debe entenderse como

    una seal, tanto del protagonismo de esa iglesia, cuanto de la jerarquasecundaria y subordinacin que se le asignaba, frente al trinomio plazamayor-iglesia matriz-cabildo.

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    Con respecto a la ronda (coincida con las calles Santa Rosa-Lima,Santiago del Estero-Paran, Illia-San Juan y Bolvar-Jujuy), a pesar deque no llegara nunca a ser objeto de materializacin alguna, salvo porsu paradjica condicin de vacuidad, debe considerarse que su ancho,de poco menos de 60m, y la prohibicin de obstruirlo o alterarlo, por-taba el germen de un mbito-corredor urbano honda y sensiblementesocial, a despecho de las razones y caractersticas militares y de policaque promovan y normaban esencialmente su previsin. Pues sin omitirel desplazamiento libre de escollos que permita, la ronda era un rema-nente del glacis, la franja de visin franca que se dejaba alrededor de lasmurallas para, entre otros propsitos, prevenir los acercamientos fur-tivos y ataques repentinos. La prescindencia de paredones defensivos(hubieran sido de una extensin descomunal, dado el permetro urbano)llevaba subsumido un frgil caparazn de confianza que se endureceracon el tiempo, no sin algunas seales puntuales de precaucin.

    Luque Colombres (1980), en la pgina 28, informa que hasta el mesde mayo de 1578 no se haba abandonado completamente el fuerte 27.

    27Efran U. Bischoff (1979), pg. 37, afirma, sin embargo, que ciertos acontecimientos (...)retardaron el cambio hasta el 29 de junio de 1575. No pocos vecinos siguieron viviendo enel sitio anterior (...). Recin dos aos ms tarde (...) se fueron todos al actual asiento. Se-gn se observa, parece haber discrepancias de nfasis cuantitativo con Luque Colombres.

    Plazoleta de San Francisco Foto :EB

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    Al revisar documentos de ese ao, descubre que en una escriturafechada cinco meses ms tarde se lo menciona como pertenecientea una chacra. En el mismo texto, dice que el 10 de enero de 1581, elAyuntamiento dispuso cercar los solares ...que estn en la plaza, paraque si fuere necesario alguna cosa tocante a la guerra de los naturales

    e vinieren a esta Ciudad, haya donde se puedan recoger. De esto seinfiere la desaparicin de la fortaleza primitiva. Por su parte, AlfredoTerzaga 28alude a enfrentamientos con los aborgenes durante un pe-rodo relativamente breve, destacando que stos haban ya abandona-do el estadio de cazadores-recolectores y que las luchas carecierondel carcter de prolongada epopeya sangrienta, que predomin enotras regiones.

    No slo los recintos fueron materia de especificaciones en esta tra-

    za fundamental. Hay que poner de relieve la atencin que concitaronlos corredores pblicos: las calles en general y una en particular (elmencionado pasaje Santa Catalina). En la poca y en un grado muy su-perior al que revisten en la actualidad, aqullas sobrepasaban el merorol de vas de trnsito y de canales de escorrenta. Aun sin ofreceratractivos y comodidades mnimas para el paseo y la pltica y de suindefinicin, no es difcil imaginar que en ellas transcurra una parteestimable de la vida social (de hecho, era prcticamente imposible to-

    parse con alguien que no fuera conocido), y que esa disposicin tieneque haberse acentuado en sentido acotado junto al incremento de ladensidad, a la diferenciacin de aceras y calzadas, a las obras de em-pedrado, al alumbrado y al arbolado. Las calles, por ende, no limitabansu utilidad a la circulacin y a la separacin virtual de manzanas. Lo vir-tual era patente por la exigua ocupacin edilicia del incipiente damero(los antes referidos sesenta ranchos en las setenta manzanas es prue-ba elocuente de ello) y por el pardo suelo que las confunda con los

    solares. De ah el expreso mandato de Surez de Figueroa de construircercos alrededor de cada terreno en un plazo de dos aos, so penapecuniaria para los infractores. As y todo, los datos acerca de las man-zanas efectivamente ocupadas son idneos para reflejar los calibres

    28Alfredo Terzaga (1963), en la pgina 84, dice: Las culturas indgenas no tuvieron enterritorio cordobs el carcter complejo que alcanzaron en otros sitios del continente(...), pues haban abandonado el modo de vida cazador, guerrero y salvaje .... Algunas

    lneas ms abajo, agrega: ...el asiento espaol en estas tierras, una vez vencidas las pri-meras resistencias, que fueron tenaces, no tuvo sin embargo el carcter de prolongadaepopeya sangrienta, que adquiri cuando hubo de enfrentar culturas de elevado nivel (...)o cuando se trat de desalojar de sus tierras a pueblos de estadio ms salvajes.

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    de indefinicin que primaban en la incipiente espacialidad urbana.Con respecto al pasaje Santa Catalina (antao, callejuela del Cuz-

    co) su existencia fue casi imprescindible, tanto para brindar cuatro fa-chadas a la iglesia matriz, como para no asignarle a sta una manzanacompleta (innecesaria, por otra parte, ya que a diferencia de las rde-

    nes, el clero regular no posea convento ni seminario). Tampoco tuvo elpasaje bordes precisos, si se recuerda todas las vicisitudes y siglos queatraves la construccin de la catedral, lo mismo que el edificio delcabildo. Ya en el siglo XIX, se lo clausur en su extremo oeste (en esainstancia, se lo bautiz el corral) y fue utilizado para fusilamientos.El paredn contra el que se dispona a los condenados fue levantadopara que, en palabras de Bischoff, ... los ojos azorados de las mon-

    jas no presenciaran la crueldad ... de las ejecuciones 29, pero es ms

    verosmil suponer que su funcin era contener la trayectoria de losproyectiles.

    Lo dispuesto por Surez de Figueroa en cuanto a los cercos es sealde un inters oficial por un pronto paisaje urbano en reemplazo dela perspectiva rural o semirrural que pintaba arriba Carlos A. Luque

    29La cita es de Ethel Aparicio, en Crdoba viva ... (2006), pgina 72. la misma autorarefiere que en 1835 fue enterrado en el pasaje el cadver de Facundo Quiroga, para serexhumado un ao despus.

    Vista actual (2010) del pasaje Santa Catalina. Foto: EB

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    Colombres. No se han hallado precisiones acerca de cundo habrade configurarse con rasgos dominantes aquel paisaje, pero no puedesoslayarse una actitud personal o familiar que repercuti en las carac-tersticas del espacio pblico y que responda a requerimientos pocomenos que instintivos. La desaparicin de la muralla comn indicara,

    como se dijo y con las prevenciones citadas, una relativa confianza co-lectiva, con lo que la seguridad pasaba a ser un problema particular yel riesgo de una agresin proveniente desde el interior del poblado,sin ser acuciante, se tornaba ms probable. De alguna manera, cadavivienda se habra transformado en una suerte de fortaleza, en la quetambin quedaba resguardada la intimidad.

    El cerco mencionado slo se interrumpa para dar lugar a una puer-ta, la que daba acceso a un patio que a su vez rodeaba a la casa, ala manera de una ronda o de un glacis. Tal imagen, repetida rplicaen miniatura de la ciudad, subsisti incluso cuando ms tarde se cons-truyeron habitaciones contiguas a la calle (se las llamaba aposentos,para distinguirlos de la sala), las cuales no posean ninguna abertura so-bre aqulla, segn el antiqusimo tipo claustral, salvo que se tratara detiendas 30. Es dable estimar que rara vez se abran a la va pblica cua-tro vanos por cuadra (que era el mximo posible), si se tiene en cuentaque cada solar representaba un cuarto de manzana y que a todos lesperteneca una esquina. Por lo consiguiente, el aspecto de los corredo-res debe haber sido bastante austero y montono su trnsito, apenasmatizado por las copas de los rboles, visibles por encima de la lneadel cerco (en los terrenos edificados, que eran los menos). Entonces laplaza principal, en conjuncin con las sedes institucionales mayores, lareligiosa y la poltica, y la paulatina habilitacin de locales de comercio,adems de ser el centro fundacional y el mbito seero, conformaba la

    comunin ptima de espacio pblico y de lugar pblico, tanto por suuso como por su significacin.

    30El tipo claustral parece haber nacido en la antiqusima Sumer, varios miles de aosantes de nuestra era. En el caso de Crdoba, es de destacar la situacin de enclaveque asume la primera construccin de la vivienda, un rancho insular en medio del vaco,y su paulatina conversin en claustro. Si se tiene en cuenta que se trataba de solarescuadrados, de ms de 2500 m2, entre las tiendas o aposentos y la sala se interponaun patio de considerables dimensiones. La construccin de otros cuartos intermedios

    creaba una sucesin de patios menores y as se conformaba con los aos la conocidatipologa de la casa colonial, progenie de la futura casa chorizo. La cantidad de patios,de jerarqua decreciente, daba cuenta de la importancia de la vivienda y del rango socialde sus moradores.

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    Los lugares singulares y la inercia.

    El 13 de abril de 1592, en el centenario del Descubrimiento, el Cabil-do promulg una ordenanza que habra de introducir un componentetipolgico absolutamente inusual en el paisaje urbano de las colonias

    hispanas. A fin de posibilitar la construccin de una contra-acequia 31,se dispuso acrecer el ancho de la actual avenida Vlez Sarsfield-GeneralPaz ...de manera que esa calle (...) ha de tener sesenta pies (...) y los vein-te e cinco pies que se toman de los solares se les cumpla en la ronda, ya la ronda se le quite veinte e cinco pies... 32, con lo que tendra cientosetenta y cinco, en lugar de doscientos. Es de suponer que la existenciade las huertas allende la ronda y la inminencia de litigios pudieron ha-ber inhibido al Cabildo de correr el borde de aqulla veinticinco pies al

    Oeste. De modo que se desplazaron hacia el Poniente todas las manza-nas comprendidas entre la ronda (que estaba prevista sobre la actualcalle Bolvar-Jujuy) y dicha contra-acequia. La consecuencia fue la calleAncha, despus transformada en avenida, que perdur con tal deno-minacin en el habla popular varios siglos (muchos aos despus de lossucesivos nombres oficiales que recibi) y que se convirti por ese moti-vo no slo en temprano referente del espacio pblico, sino en corredory lugar al mismo tiempo.

    Hubo un factor adicional que contribuy a otorgarle a la calle Anchalas caractersticas simultneas de corredor y lugar. El cauce artificial per-mita el riego a lo largo de esa va y no tard en convertirse en la segundaalameda de la ciudad (aunque sin lamos), uniendo la ronda meridionalcon el ro. Oportunamente, se emplazaron sendas fuentes: una, en la in-terseccin con la calle Caseros y la otra, a la altura de la calle Rioja (fue-ra de la ronda). Se sabe que Juan Manuel Lpez, el ingeniero que con-cret la acequia decidida por Sobre Monte, construy (doscientos aosdespus de haberse abierto la calle Ancha) una tercera fuente frente aSanto Domingo (reestablecida en el siglo XX), alimentada por el canalartificial. Es dable imaginar, por lo tanto, un extenso recorrido arboladodesde el Paseo de Las Artes hasta las cercanas del sitio que hoy ocupa

    31Como la palabra no aparece en el diccionario de la Real Academia, hay que inferirque su sentido equivale al de contracanal, que es una derivacin de un canal principal,para desaguarlo o para acercar el agua a usuarios lejanos. En este caso, sin embargo, se

    conoce la razn de su construccin, que fue la de encauzar las crecientes de La Caada,que muy pronto se revelaron como incontenibles. Cabe aadir que la citada contra-acequia no tard en demostrar su ineficacia, por lo que se la clausur hacia 1600-32Carlos A. Luque Colombres (1980).

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    el puente Centenario. Dicho corredor-recinto aunaba la prevencin conel esparcimiento, si bien la gravedad del riesgo redundaba en una magni-tud espacial exagerada para el solaz de una poblacin tan exigua.

    A la manzana anmala que le haba correspondido a los franciscanos(a decir verdad, dos manzanas y la calle que las separaba, menos la pla-zoleta que bordeaba Entre Ros a todo lo largo de la cuadra), se le agregen 1623 otra, de caractersticas tambin singulares. El 23 de mayo de eseao, el Cabildo cedi a los jesuitas el segmento de la actual calle Duarte

    Esquina de General Paz y 9 de julio 1930. En Crdoba la Vieja, de Silber-manas y Gigena Parker

    Gran Hotel de la Paz, sobre calles Ancha (Vlez Sarsfield) y 27 de Abril 1890.En Crdoba la Vieja, de Silbermanas y Gigena Parker.

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    Quirs aledao a la manzana de la orden, a los fines de ampliar el ColegioMonserrat. Adems de la citada calle, se ocup al menos una parte de lamanzana adyacente al Sur, ya que la Direccin Nacional de Arquitecturahabra de desarrollar, a fines del siglo XX, un proyecto de expansin deledificio actual que recuperara aquel solar, con el que se conectara a

    travs de un tnel subterrneo, a medias existente (hoy aparenta des-tinarse a un centro cultural universitario). Dichas irregularidades del da-mero seran luego modificadas y ste, en parte, normalizado, puesto queen los siglos XVII y XVIII 33, entre otras privatizaciones, se transfiri a esedominio alrededor de una quinta parte de la plazoleta de San Francisco,al Este de la misma (algo ms de 20 m desde la esquina de Ituzaing yEntre Ros, hoy ocupados por un conjunto de locales comerciales y torrede viviendas). Adems, en 1854, el gobierno provincial reabri las cuadras

    de Corrientes y Duarte Quirs que haban sido cedidas a los franciscanosy a los jesuitas, respectivamente. Ambas rdenes retuvieron su posesinsobre las manzanas sitas al Norte de aquel eje vial comn.

    Es preciso poner de relieve que la plazoleta asignada a la ordenserfica en la traza de Surez de Figueroa debe ser considerada un m-

    bito excepcional. Esto, por no haberse radicado todava, en 1577, mer-cedarios, jesuitas y dominicanos. A medida que se produca su arribo

    33Ibidem.

    Plazoleta de La Merced (2010). Foto: EB.

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    y se autorizaba su instalacin en la ciudad, por compra o merced reci-bieron sus respectivas manzanas (los dominicanos adquirieron la suyaa los mercedarios). En consecuencia, las mezquinas dimensiones de susatrios son fruto de decisiones propias. A donaciones ulteriores (en elcaso de los jesuitas) y a disposiciones gubernamentales se deben las

    plazoletas que enfrentan los ingresos de esos templos, todas situadasal lado opuesto de la calle. Al mismo designio obedecen los recintos ar-bolados que ensanchan las perspectivas del museo Sobre Monte y lasiglesias de San Roque y de Santa Catalina. Es notorio que el propsitono ha sido factible en los casos del Pilar y de Santa Teresa y que pasacasi desapercibido (por mnimo e indiferenciado) el retiro que preten-de enaltecer la fachada este del colegio Monserrat.

    Antes de la prdida de la manzana meridional y durante un largoperodo, los franciscanos haban permitido que una parte de aqulla,un corredor interno prximo a la ronda sur, que vinculaba las callesBuenos Aires e Ituzaing, ms algunos vacos aledaos, fuera utili-zado para la carga y descarga de las carretas que llegaban y partan

    desde y hacia Cuyo y Buenos Aires. El sitio era propicio por el carc-ter perifrico de su emplazamiento, por la fcil accesibilidad y por larelativa cercana con el resto de la traza, as como por la presencia de

    Plazoleta de La Compaa de Jess (2010). Foto: EB.

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    un estanque alimentado por la acequia mayor 34. Esta cesin deter-minara la aparicin de un nuevo elemento tipolgico que se incorpo-rara al repertorio de la espacialidad urbana, la plaza de carretas, queha sido el antecedente fsico-funcional de los futuros mercados.

    Este panorama fundacional que aparentaba ser provisorio o efmero,

    habra de persistir no obstante por muy largo tiempo. Luque Colombres35asegura que la mayora de los solares qued en su estado natural yque no pocos debieron esperar siglos hasta verse edificados. Seala queasimismo hubo manzanas completas que retornaron al dominio pblicoantes de ser cedidas nuevamente al privado. Apenas veintisiete de lossetenta islotes que formaban parte de la traza original fueron ocupa-dos, sin llegar a serlo totalmente, dentro del polgono delimitado porlas calles Vlez Sarsfield-General Paz, Coln-Olmos, Chacabuco-Maip

    y Duarte Quirs-Corrientes-

    La sustentabilidad, el alma y la organizacin del espacio.

    A la luz de este cuadro es dable pensar en cierto grado de susten-tabilidad socioeconmica 36, dada por la autoproduccin de alimentos yde muchos artculos indispensables, sobre todo aqullos que provenande artesanas desarrolladas en torno al cuero y a los tejidos. Tanto s-tos como el ganado mular eran exportados a mercados relativamentelejanos, como Chile, Brasil (que era una colonia espaola antes del tra-tado de Tordecillas) y el Alto Per, amn del comercio que generaba el

    34Aparentemente, antes de la instalacin de la orden franciscana ya habra existido, obien un cauce de escorrenta que habra corrido al pie de la barranca, por el cual des-bordaba parte del caudal de la Caada en sus crecidas, o ms formalmente, una acequiaconstruida por los sanavirones para aprovechar la oferta de la naturaleza. Lo cierto es

    que de un modo u otro, ese curnago habra sido mejorado por los espaoles, ya queal llegar a ese punto, la pendiente natural del terreno favorecera su llegada a la plazamayor, en cuya cercana se concentraban los primeros ranchos. No sera de extraar quelos efectos de las crecidas del arroyo llegaran al ncleo del asentamiento por esa va, yaque el declive cambia de sentido hacia el Este de la calle Ituzaing. Al profundizar msadelante la investigacin sobre la Caada, en el abordaje del espacio pblico de Alberdi,se hace referencia con ms detenimiento a la situacin de los cauces artificiales.35Ibidem.36Desde el punto de vista ecolgico, no parece haber un impacto significativo, ms allde la razonable transformacin de la flora autctona en cultivos. En cambio, es dable

    afirmar que la imposicin de la cuadrcula sobre el enclave fsico resinti a perpetuidadla relacin estructural de la ciudad con la naturaleza, no slo por las peridicas inunda-ciones que subsisten hasta nuestros das, sino adems por dar la espalda al ro y por eldivorcio entre las terrazas-miradores y las orientaciones propicias.

    Antecedentes historicos y situacin previa |

  • 5/28/2018 CSEPAPC (Nucleo Fundacional y Gral Paz)

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    trnsito de las tropas que venan de Cuyo, Buenos Aires y del Norte yproseguan hacia otros rumbos. No hay que pasar por alto que Crdobase convirti muy pronto en el centro continental ms importante de crade mulas y que abasteca con ellas a todas las minas situadas en el actualterritorio boliviano.

    Este sistema aceptablemente sustentable de integracin e inte-raccin socio-econmico-ecolgica y aun poltica, posee una conno-tacin espiritual muy particular, que lo distingue de otros escenarioscoloniales (y sobre todo de los ingleses y holandeses), que