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¿CUÁNTO VALE EL PATRIMONIO? La evolución de la relación de la comunidad local con el paisaje cultural a través de los casos del Canal de la Infanta y Can Batlló Paisatges Culturals, Patrimoni i projecte territorial • Profesor: Joaquín Sabaté MBarch 2016-2017 • ETSAB Javier Rocamonde

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¿CUÁNTO VALE EL PATRIMONIO?La evolución de la relación de la comunidad local con el paisaje cultural a través de los casos del Canal de la Infanta y Can Batlló

PaisatgesCulturals,Patrimoniiprojecteterritorial•Profesor:JoaquínSabatéMBarch2016-2017•ETSAB

Javier Rocamonde

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Javier Rocamonde

¿CUÁNTO VALE EL PATRIMONIO?La evolución de la relación de la comunidad local con el paisaje cultural a través de los casos del

Canal de la Infanta y Can Batlló. 1

RESUMEN

Este ar tículo trata de arrojar un poco de luz sobre la pregunta planteada en el título: ¿Cuánto vale el patrimonio? En la primera par te se hará un recorrido histórico, desde una perspectiva académica, de la evolución de los conceptos de patrimonio y paisaje cultural; un tema que no está en absoluto cerrado a día de hoy. En la segunda par te se propone una aproximación a los mismos conceptos a través de la perspectiva de dos casos de estudio reales: El Canal de la Infanta y el recinto industrial de Can Batlló. Este recorrido nos permitirá ver que cada comunidad pasa por distintas fases en su relación con el patrimonio, en cada una de las cuales le atribuye un valor muy diferente.

PALABRAS CLAVE

Patrimonio (material e inmaterial), paisajes culturales, reivindicación, revalorización.

INTRODUCCIÓN

“… diciéndole yo al campesino que me acompañaba cómo era hermosa aquella comba repetida y desnuda de las colinas, tierras de pan que llaman de folgado, es decir, de barbecho, me negaba tal hermosura el paisano, no

viendo aquel f ino y claro dibujo de la tierra:

Guapa estaba polo Carmen, co pan que houbo. Parecía que se abaneaba todo.

Eran para él hermosas las colinas por las ondas del mar de mieses y por la antigua y noble fecundidad: amar la tierra porque es agradecida.”

(El paisaje en la concepción poética; Cunqueiro, A; Otero Pedrayo, R et al. 1955, p.211)

Por def inición, para que exista paisaje tiene que existir una mirada sensible2 sobre él. El paisaje es un constructo social y por tanto, su valor reside más en la perspectiva que en el hecho mismo. La cita con la que se abre esta introducción es un buen ejemplo de ello. El poeta y el campesino ref lejan las diferentes aproximaciones que pueden hacer dos sujetos a un mismo entorno modif icado por la mano del hombre. El agricultor observa el paisaje en función de su producción, la dif icultad del trabajo, la fer tilidad, el soleamiento, el esfuerzo acumulado por sus antepasados para hacer más viable la vida en ese entorno… El poeta, en cambio, probablemente observe las formas, los ritmos, las gamas cromáticas, la relación de armonía del agricultor con el paisaje,… Obviamente, pueden existir agricultores con

1 En este texto se comparan dos casos de estudio analizados previamente desde una perspectiva más general. Los apar tados que introducen el estado del ar te y que explican el caso de Can Batlló son reelaboraciones de par te del material incluído en el ar tículo la “Khôra de los Comunes”, presentado el 13/12/2016, en la asignatura de Teoría y Crítica de este mismo master.

2 Se utiliza aquí la noción de sensibilidad en su acepción más próxima a la subjetividad. La aproximación estética o romántica es simplemente una más de las múltiples posibilidades.

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¿Cuánto vale el patrimonio?

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miradas literarias y también poetas con miradas pragmáticas, sin embargo lo interesante aquí es reconocer lo subjetivo que la mirada de cada individuo tiene sobre un entorno humanizado.

Por otro lado, el paisaje es el nexo de unión entre el patrimonio inmaterial y el patrimonio material. La lengua es el primero de los elementos inmateriales de una determinada cultura. Con ella se ar ticula el pensamiento y por tanto, la cultura sin lengua sería inviable. La lengua también es el instrumento con el que se construye el paisaje ya que sin ella no podríamos dotar de connotaciones a lo físico. Es en esta aproximación subjetiva a la forma, donde surje el paisaje. Mediante una suer te de proceso deconstructivo, el observador describe, analiza y ref lexiona sobre cómo un determinado entorno humanizado es el resultado de una serie de dinámicas culturales que lo han modelado de ese modo. Es en ese punto donde reside la impor tancia del concepto de paisaje cultural, entendido como el análisis de las dinámicas sociales– por tanto inmateriales- que conforman un determinado paisaje – que devino material en el proceso-. La relación entre cultura y paisaje es bidireccional. Como hemos dicho, la cultura hace paisaje, pero el paisaje también hace cultura, en una retroalimentación mutua que muestra insuf iciente cualquier aproximación restringida a una de las dos par tes.

Se propone aquí, por tanto, una mirada a los paisajes culturales prestando atención a los protagonistas que los generaron y generan en un sentido material, pero también a aquellos que los constituyen en un sentido inmaterial, reivindicándolos de distintas formas en su devenir cotidiano.

Primero se hará una breve aproximación histórica de las distintas perspectivas académicas y profesionales que han existido sobre los conceptos de patrimonio y paisaje cultural, entendiendo que, incluso en ámbitos especializados, no existe consenso sobre estos temas. Posteriormente se analizarán dos casos de estudio reales que ref lejan esta relación cambiante del valor que la comunidad le atribuye a su paisaje cultural.

ANTECEDENTES SOBRE PATRIMONIO, PAISAJE Y CULTURA

La preocupación por la preservación del patrimonio heredado es un fenómeno que no empieza a tener relevancia hasta el siglo XIX y sobre la que, aún a día de hoy, existe discusión. Muchas veces el patrimonio representa una traba para la voluntad de modernización de ciudadanos, políticos o arquitectos. Ejemplo de ello es el reciente debate surgido en Barcelona sobre la preservación del recinto industrial de Can Ricar t3.

Tampoco existe consenso sobre los valores ideológicos a preservar. Esto se ref leja en las recientes propuestas de OMA en las que se preguntan por qué solo debe ser preservado lo excepcional y lo que determina lo políticamente correcto4. La prestigiosa of icina también agudiza el debate cuando propone un planeamiento que prevé a priori qué será preservado; llevando al extremo la progresiva reducción del intervalo entre la construcción del patrimonio y su catalogación como protegido. Esto liberaría, af irman, a lo que no trascenderá de la seriedad que implica la durabilidad5. Lo relevante de estas propuestas es el debate que tratan de ocultar sobre la per tinencia o no de un posicionamiento político ideológico en la práctica profesional de arquitectos y urbanistas.

3“ La socióloga Mercè Tatjer ha dirigit un estudi molt acurat i serios – Can Ricar t. Estudi patrimonial, publicat pel Grup de Patrimoni Industrial del Fòrum de la Ribera del Besòs, que pensó que esdevindrà imprescindible i molt útil, quan, com espero, es consume l´enderoc de Can Ricar t.” (Martorell 2005). Para complementar la perspectiva de este episodio es interesante ver el debate entre Arquitectos y Geógrafos (Tatjer et al. 2005) (Bohigas 2005) (Capel 2006)

4 “Preservation's continuing emphasis on the exceptional – that which deserves preservation – creates its own distor tion. The exceptional becomes the norm. There are no ideas for preserving the mediocre, the generic.” (OMA 2010)

5 “The interval between the object and the moments of its preservation has decreased from about two millennia in 1882 to mere decades today. Soon, the interval will disappear. In a radical shift from the retrospective to the prospective, we will then have to decide what to preserve before we build. Some structures will be conceived to last, others to have a limited span. Preservation will introduce a deliberate phase difference in the texture of the city. We will invest ourselves more in long lasting construction – and perhaps have more fun with shor t-term architecture.”(OMA 2003)

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Desde una perspectiva histórica, podríamos considerar como uno los fundadores de la ref lexión sobre la preservación del patrimonio a John Ruskin (Inglaterra 1819-1900), con una aproximación que bebía del romanticismo de la época del caminante de Friedrich. En su obra Las Siete Lámparas de la Arquitectura (Ruskin 1849), entiende el territorio humanizado como un legado transitorio de generaciones anteriores que debe ser tratado con respeto, humildad y responsabilidad.

Eugène Viollet-le-Duc (Francia 1814-1879) también ref lexiona sobre el patrimonio, en este caso desde una visión más próxima al racionalismo y a las ideas de la ilustración heredadas de Goethe - fascinado por Verona- o Heinrich Schliemann -con su obsesión por Troya-(Sabaté Bel 2005).

En 1834 se creó en París la Inspección General de Monumentos Históricos que dirigiría el escritor, historiador y arqueólogo Prosper Merimée (1803-1870) hasta 1860. Fue él quien le encargó a Viollet-le-Duc la reforma de la abadía de Vezelay que implicó la ref lexión teórica sobre la restauración de monumentos plasmada en el Diccionario razonado de la arquitectura francesa desde el siglo XI hasta el XVI. En el contexto del Segundo Imperio Francés también surgió la oposición entre la modernización de París -promovida por Napoleón III y el Barón Haussmann - y la preservación del patrimonio medieval – defendida por Merimée, Victor Hugo o Gustavo Doré. Quizás ya en aquel entonces, como af irma Harvey (2013, p.25):

“Haussmann entendía perfectamente que su misión consistía en resolver el problema del excedente de capital y mano de obra mediante la urbanización. “

Esta dinámica tan clara, si se analiza en clave marxista6, sienta las bases de una gran contradicción, aún sin resolver, entre las necesidades económicas del capitalismo y la voluntad de construir una ciudad sostenible en el tiempo; supone también una traba para las posturas que def ienden la reutilización del patrimonio desde un punto de vista económico (en el sentido amplio de economía). Más importante aún: la apreciación de Harvey plantea una posible aproximación al patrimonio desde el punto de vista de la lucha de clases.

Hasta f inales del s.XIX las consideraciones sobre la preservación del patrimonio se ref ieren a monumentos aislados y no se considera relevante el vínculo entre lo construido y el territorio. Prueba de ello es el constante expolio de piezas o monumentos completos desvinculados de su contexto y encerrados en recintos especializados.

Esto empieza a cambiar con el origen del término paisaje cultural que amplía drásticamente la idea de patrimonio. Es impor tante en esta redef inición el papel de los geógrafos Fiedrich Ratzel (Alemania 1844-1904), que ref lexionó sobre el determinismo del medio geográf ico en la población; Otto Schlütter (Alemania 1872-1959), y su idea de landshcaft; Vidal de la Blaché (Francia 1845-1918) que teorizó sobre inf luencia entre sociedad y naturaleza; o los sociólogos Émile Durkeim (Francia, 1858-1917) y Frédéric Le Play (Francia 1806-1882), que defendieron la relación entre paisaje y paisanaje (Sabaté Bel 2005).

A principios del siglo XX el geógrafo Carl O. Sauer en su obra La morfología del paisaje (1925) def inió el campo de la geografía y la sistematizó como disciplina con base científ ica de los estudios del paisaje (“land shape”). Planteó una perspectiva morfológica y antropocéntrica en la que def ine el paisaje cultural como el resultado de la acción del hombre sobre el paisaje natural. Esta aproximación dota de protagonismo a la comunidad – como agente generador de paisaje - y al tiempo – al revelar el proceso de modif icación del medio natural-.

6 “El capitalismo descansa, como nos explicaba Marx, sobre la búsqueda perpetua de plusvalor (benef icio), cuyo logro exige a los capitalistas producir un excedente, lo que signif ica que el capitalismo produce continuamente el excedente requerido por la urbanización. Pero también se cumple la relación inversa: el capitalismo necesita la urbanización para absorber el sobre producto que genera continuamente.” (Harvey 2013, p.21,22)

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¿Cuánto vale el patrimonio?

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Prueba de la reciente relevancia de los paisajes culturales es el esfuerzo de la UNESCO, desde la Convención del Patrimonio Mundial de 1972, por def inir el concepto y distinguir sus categorías (UNESCO 2006). En el mismo año se funda en Estados Unidos el National Park Service, institución que apoyó la creación de numerosos parques patrimoniales (Lowel, Blackstone, Lackawanna,…). De igual forma en Europa existen importantes ejemplos de paisajes culturales recientemente revalorizados (Sabaté Bel et al. 2001, pp.76–136).

La Belvedere Nota Holandesa (1999) es un buen ejemplo del nuevo paradigma que está surgiendo en el planeamiento territorial. La identidad histórico-cultural se constituye como el eje central de los instrumentos y planes de ordenación, tomando el protagonismo que en el siglo XX tenía la dinámica poblacional y el desarrollo industrial. Esta perspectiva da importancia a las distintas comunidades locales, diseñando procesos de cooperación y consenso (Sabaté Bel 2007).

EL CANAL DE LA INFANTA7

DE DEMANDA HISTÓRICA A INFRAESTRUCTURA AUTOGESTIONADA

El Canal de la Infanta es una infraestructura de riego construida a principio del siglo XIX que jugó un papel primordial en el desarrollo histórico del Baix Llobregat y de toda Barcelona. Toma el sobrante de las aguas del Llobregat que discurren por el Rec Vell - en Molins de Rei- y, tras recorrer 17.420m por el margen izquierdo del río, desemboca en el Mediterráneo al borde de la montaña de Montjuïch. Tiene una sección rectangular que va de los 2 a los 4 metros de ancho y una profundidad media de 1,5m. A día de hoy aún f luye agua por este canal.

Antes de la construcción de la infraestructura, el margen izquierdo del Baix Llobregat era un área agrícola con la escasa producción propia de los cultivos de secano. Hacía varios siglos que el campesinado reclamaba la construcción de un canal que trajese a sus tierras las aguas del Llobregat. Sin embargo, esto no era posible debido a la oposición histórica de la Corona española, que en aquel entonces tenía el monopolio de la construcción y gestión de todo tipo de canales destinados al riego agrícola. Cuando se construyó el canal del Rec Vell, en 1188, ya se preveía su llegada hasta Barcelona. La complejidad técnica y los problemas de f inanciación obligaron a detener su construcción a la altura de Molins de Rei.

A principio de siglo XIX Catalunya se vio afectada por diferentes conf lictos bélicos con sus consiguientes hambrunas. Ante la presión social por paliar estos problemas, Fernando VII aprobó un Real Decreto (1816)8 mediante el cual derogaba su exclusividad sobre los canales de riego. Sin embargo, la corona no dispuso f inanciación para la construcción. Fueron los agricultores del margen izquierdo del Llobregat, que recientemente habían experimentado una mejora económica con la introducción de la viña y la mejora en los cultivos de secano, los que llevaron a cabo la obra que venían reclamando desde hacía siglos. En su origen, este canal fue un claro ejemplo de bien común producido y auto gestionado por la comunidad local.

Entre los años 1817 y 1820 agricultores y terratenientes, auto-organizados en la Junta del Canal, construyeron la infraestructura de riego que permitiría transformar de secano a regadío más de 4500 ha. La intervención se llevó a cabo sin apor te de capital público y la Junta del Canal se hizo cargo de la f inanciación y la gestión de la infraestructura. En un primer momento el canal se denomina Canal de Castaños, en honor al Capitán General de Catalunya, que había apoyado y ayudado a f inanciar el proyecto. Sin embargo, debido a una disputa con la Corona por la titularidad del canal, la Junta acaba aceptando denominarlo of icialmente “Real Canal de la Serenísima Infanta Doña Luisa Carlota de Borbón”.

7 Los datos utilizados en este apar tado han sido obtenidos de (Castillo Caso 2014)

8 El monarca derogaría años después el decreto, manteniendo una larga disputa con los regantes en cuanto a la titularidad del canal.

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HUERTA DE EUROPA Y ESPLENDOR TÉXTIL

En 1855, ante el éxito del Canal de la Infanta, se construye una infraestructura similar en el lado derecho del Llobregat. En 1893 se descubre el acuífero profundo en el delta. La conjunción de los canales previos y los nuevos pozos ar tesanales incrementan la productividad y en consecuencia el comercio. En unos años la producción del Baix Llobregat pasa del comercio local, al comarcal y, poco después, a la expor tación a Europa. El ámbito llegó a conocerse como “La Huer ta de Europa”.

La deuda contraída por la Junta del Canal debido a los sobrecostes en la obra, había obligado a optimizar los benef icios aprovechando la energía de los saltos de agua en los primeros molinos e industrias. Esto sienta las bases para la posterior industrialización. Si bien es cier to que el auge del sector textil se basa en fábricas con máquinas de vapor, estas se ubican en torno a las preexistentes que si necesitaban la energía del canal.

El esplendor agrícola y la rápida industrialización del ámbito, la cercanía a Barcelona, y el éxito de las Exposiciones Universales de 1888 y 1929, atraen a la zona nuevos habitantes que buscaban opor tunidades de trabajo. En el primer tercio del siglo XX todo el ámbito comienza a experimentar un gran desarrollo urbano.

DEL OLVIDO A PROBLEMA DE SALUBRIDAD PÚBLICA

La Guerra Civil y el comienzo del franquismo traen consigo la autarquía económica. El comercio del ámbito vuelve a ser local y se reducen al mínimo las expor taciones. A pesar de esto, la situación del resto del estado es todavía peor. Las tierras que riega el canal continúan siendo el destino de nueva vivienda para acoger las oleadas migratorias. La presión urbana, sumada al empeoramiento económico por las dif icultades de expor tación dif iculta cada vez más la agricultura.

A mediados del s.XX el crecimiento urbano absorbió varios tramos del canal. La falta de un planeamiento adecuado hizo que pronto empezasen a surgir una serie de problemas hidráulicos que afectarían seriamente a la centenaria infraestructura. La red de saneamiento se vio superada por la demanda de población y el canal acabó actuando como drenaje y recibiendo par te de los ver tidos incontrolados. Otro duro golpe para el canal fue la creación de la Zona Franca y la inauguración de

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la Fábrica de Seat en 1955.

El empeoramiento de la calidad del agua que f luía por el canal y la transformación de par te del ámbito en una zona industrial, ya sin vínculo con las vocaciones naturales del lugar, hacen que la producción agrícola cada vez sea inferior. Además, la presión urbana hace que el valor del suelo sea muy superior a la capacidad de producción de los cultivos. Poco a poco la agricultura va decreciendo y el canal cae en el olvido.

A pesar de que en el año 1955 se construye la depuradora de Sant Joan Despí, los problemas de abastecimiento continúan empeorando y las aguas que trae el Llobregat cada vez llegan más contaminadas. Los estudios realizados por la Sociedad General de Aguas de Barcelona llegan a la conclusión de que desviar las aguas superf iciales de la riera de Rubí i del riu Anoia -las más contaminadas-, hacia el sistema del Canal de la Infanta, podría ser un parche temporal que aliviase la carga de trabajo de la depuradora. A pesar de la oposición inicial de la Junta del Canal, en 1962 se lleva a cabo esta propuesta que supone que los campos que aún se regaban con las aguas del canal, pasen a regarse con aguas residuales. Esto provocó depósitos de sedimentos que deterioran muchos tramos de la infraestructura. Sin embargo, lo peor de todo sería el desprestigio social que esto implicaría, ya que a par tir de ese momento la población empieza a asociar el Canal de la Infanta con un problema de insalubridad pública. Serían los propios movimientos vecinales los que reclamaron que se enterrasen algunos tramos.

Con la muer te del dictador y la llegada de los primeros ayuntamientos democráticos el Canal de la Infanta es expropiado y pasa depender de los ayuntamientos por los que transcurre, que tratan de solucionar los problemas específ icos de cada tramo.

PROTEGIM EL CANAL DE LA INFANTA!

En el 2011 se funda en Hospitalet una plataforma vecinal (Plataforma Protegim el Canal de la Infanta 2011) para defender los vestigios de la infraestructura que aún llegaron a nuestros días. A pesar de todo, el canal aún continúa siendo utilizado por algunos agricultores, pero lo verdaderamente importante es el valor que tiene para la memoria histórica la infraestructura que catalizó la transformación del sistema productivo del Delta del Llobregat y de toda la ciudad.

EL RECINTO INDUSTRIAL DE CAN BATLLÓ:

DE CAN MANGALA A CAN BATLLÓ

A principios del siglo XIX el barrio de La Bordeta, en el ámbito de inf luencia del Canal de la Infanta, estaba formado por pequeñas viviendas, construcciones agrícolas -bordas- masías y huertos estructurados en torno a la traza de la antigua Vía Augusta, que unía Barcelona y Tarragona - actual calle Bordeta, Gava, Constitución-. Gracias al Canal, a lo largo del siglo proliferaron en el barrio actividades industriales de distintas características: Molino de la Bordeta, alimentaria; Talleres de la Hispano Suissa, automovilística; o la La Pellería Gatius, peletera (Gawron & Vidal Moranta 2012, p.42). En este proceso de industrialización los agricultores devinieron obreros de forma progresiva.

En 1878 el Ingeniero J.A Molinero f irmó el proyecto de la fábrica Can Batlló en lo que hasta ese momento eran los fér tiles campos de Can Mangala. La fábrica entra en funcionamiento en 1880. El galardón obtenido en la Exposición Universal de 1888, por la perfecció i baratura dels seus teixits blancs (Cabana 1992), es una prueba del esplendor que pronto experimentó.

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Dada la extensión del recinto y la importancia económico-social de la actividad textil, el crecimiento urbano y demográf ico del barrio se desarrolló muy vinculado a la evolución de la fábrica, que pronto se convir tió en un símbolo del movimiento obrero. Durante la guerra civil, la familia Batlló se exilia, y los trabajadores colectivizan la fábrica llegando a aumentar su producción. Este período quedó truncado con el regreso de los Batlló al f inal de la guerra y el principio de la dictadura (Castro-Coma et al. 2011).

FRANQUISMO DESARROLLISMO Y MOVIMIENTOS VECINALES

Durante el franquismo, la fábrica fue adquirida por Julio Muñoz Ramonet -un f inanciero enriquecido gracias a sus vínculos con la dictadura (Muñoz 2003). En el declive del textil, su nuevo dueño transformó el recinto en un complejo de empresas y talleres artesanales (Castro-Coma et al. 2011). La popular frase en el vecindario de La Bordeta: “En el cielo manda Dios y en La Bordeta los Muñoz” (La Col 2013, p.39) da buena muestra de la importancia que los nuevos propietarios llegaron a tener en el barrio.

El Plan Comarcal de 1953 supone la apertura de la Ronda del Mig y la construcción de nuevos bloques que implicaron derribos de pequeñas viviendas. El tejido residencial del barrio se densif ica progresivamente, generando una importante carencia de espacios libres, zonas verdes y equipamientos. En esa época la fábrica también fue ampliada. Este contexto se caracteriza por el auge y empoderamiento de movimientos vecinales, que empiezan a tomar consciencia y reivindicar lo urbano. La apertura de la Parroquia de Sant Medir (1948), a escasos metros del recinto, marcó un hito muy importante en este sentido. La actividad política de la parroquia superó muchas veces lo litúrgico –en ella se llevó a cabo la primera asamblea del sindicato CCOO en 1965-. Otro momento importante en el asociacionismo del barrio fue la creación en 1971 del Centro Social de Sants, que aún a día de hoy juega un papel fundamental como aglutinador movilizaciones vecinales y en consecuencia con las reivindicaciones de Can Batlló9.

BARBECHO DE CAN BATLLÓ

El barrio de La Bordeta fue el gran olvidado de todas las operaciones de mejora del período de éxito del urbanismo Barcelonés durante los primeros Ayuntamientos democráticos. Además, la voluntad de expulsar la industria de la ciudad, materializada en el Plan General Metropolitano de 1976, hace que el tejido industrial de Can Batlló quede obsoleto y en espera de substitución. En el año 1997 la antigua estación de La Magòria también queda obsoleta, al construirse la estación subterránea de metro Magòria - La Campana. Desde ese momento, el ámbito formado por el recinto fabril y la estación conforma una gran bolsa de suelo en barbecho, a la espera de un desarrollo inmobiliario suf icientemente rentable.

Ayuntamiento y propiedad10 promovieron diferentes Modif icaciones del PGM -76, con un progresivo aumento del número de viviendas permitidas en el recinto. Este incremento de la edif icabilidad residencial junto con la revalorización del ámbito supuesta por la nueva centralidad del Eje Gran Vía – Hospitalet, generó nuevas expectativas de negocio. En 2006 se aprobó la MPGM que contemplaba la construcción de más de 1600 viviendas. Sin embargo, el acuerdo llegó demasiado tarde y la crisis del sector inmobiliario hizo que el proyecto no se llevase a cabo.

La falta de equipamientos y zonas verdes es un problema histórico de los vecinos del barrio, uno de los más maltratados por el proceso urbanístico y dejado al margen por todas las operaciones de mejora que se llevaron a cabo en otras zonas de la ciudad.

9 En la campaña y exposición fotográf ica Cop d´ull a Sants (1973) se recogían las primeras reivindicaciones sobre Can Batlló: O recuperamos los grandes espacios libres que aún no han sido edif icados que quedan en el barrio (como son la España Industrial, Can Batlló, Estación de Magoria) o dentro de pocos años os veremos abocados a un colapso sin salida…

10 Actualmente gran par te del recinto de Can Batlló per tenece a l Grupo-Gaudir, entidad inmobiliaria per teneciente a la familia Muñoz.

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¿REIVINDICACIÓN PATRIMONIAL?

En 2009 se reactivaron las reivindicaciones sobre el recinto fabril, formándose la Plataforma Can Batlló es pel Barri. Poco después, se puso en marcha la estrategia denominada: “Tic Tac Can Batlló” que planteaba un ultimátum, tras el cual, si no se empezaban las obras de urbanización del recinto, serían los propios vecinos los que entrasen (“¡Si no lo hacéis vosotros lo hacemos nosotros!”). En 2011, después de varias décadas de reivindicaciones, la comunidad local de la Bordeta se cansó de esperar los equipamientos que les habían prometido y ocupan11 el recinto de Can Batlló. Transforman el Bloque 11 en un equipamiento comunitario auto-gestionado.

A pesar de que es indudable el valor simbólico del recinto como aglutinador de identidad, en un primer momento entre las prioridades de los vecinos no estaba la de preservar el patrimonio. La percepción general tanto del vecindario, como de la administración pública y la propiedad, era la de un espacio vacante susceptible de ser urbanizado con nuevos usos. Buena prueba de esto es el PGM del 1976, que con gran inf luencia del vecindario12, calif ica el ámbito del recinto como zona verde y de equipamientos. Esto f irma la sentencia del, ya muy decadente sector industrial. La MPGM del 2006 expresaba la voluntad de preservar el recuerdo de la estructura industrial del recinto, sin embargo solo mantenía los elementos catalogados por el Plan Especial de Patrimonio de Sants-Montjuïc: la nave principal, la chimenea grande, la torre del depósito de agua y parte del muro de cierre en el costado de la Gran Vía. (Navarro 2015,

11 Unos días antes del f inal del plazo planteado por los vecinos, la propiedad, a través de un convenio con el ayuntamiento, cede el recinto para evitar que sea okupado de forma ilegal. (La Col 2013, pp.100–101)

12 A pesar de que los Planes Populares previos al PGM contemplaban la compatibilidad entre recuperación del patrimonio industrial y la necesidad de nuevos equipamientos. (Magro Huer tas & Montaner 2014, p.278)

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Según af irma en un artículo de la revista Arqueología Industrial uno de los colaboradores en la reciente reactivación de Can Batlló (Baiges Campruvi 2015), la sensibilidad del vecindario sobre el patrimonio industrial ha ido evolucionando. Inicialmente, salvo excepciones, la preocupación principal de los vecinos era obtener las zonas verdes y equipamientos que el barrio requería13. Sin embargo, quizás debido a la sensibilidad creciente en toda la ciudad sobre el valor del patrimonio industrial o a la reactivación de algunas de las construcciones condenadas a la demolición, en los últimos años se aprecia una mayor voluntad de conservación de los elementos existentes por parte del sector privado, la administración pública y la comunidad local14.

UN PATRIMONIO Y TRES RELATOS

Actualmente en el ámbito formado por el recinto industrial de Can Batlló y el sector de La Magoria (casi 14 ha) conf luyen tres relatos con distintas perspectivas de utilización:

• La comunidad local, organizada de forma asamblearia en La plataforma de Can Batlló, programa actividades en cinco naves del antiguo recinto textil. Agrupados por comisiones, cooperan para construir un equipamiento comunitario que consta de: una Biblioteca -de aproximadamente 300 m2 con más de 10.000 volúmenes procedentes de donaciones -; un bar - espacio de encuentro donde se organizan actuaciones de pequeño formato-; un auditorio – espacio polivalente preparado acústicamente y climatizado, con capacidad para 400 personas-; un centro de documentación – de los movimientos sociales en el que participa la cooperativa La Ciutat Invisible-; un rocódromo; varios talleres – carpintería, infraestructuras, cerveza, movilidad e imprenta-; La Borda - una cooperativa de vivienda en cesión de uso que se prevé en uno de los solares cercanos a la calle Constitución -; Coópolis - un vivero de cooperativas de economía social previsto en los 4000 m2 de una de las naves vacantes -; y Arcadia - una escuela alternativa en fase embrionaria todavía -.15

• Para la Inmobiliaria Gaudir, propietaria de gran parte del recinto, Can Batlló es un solar susceptible de desarrollo urbano. La propuesta de MPGM, que los vecinos habían aceptado a cambio de los equipamientos y zonas verdes que llevaban tiempo reclamando, quedó encallada por la llegada de la crisis. Se preveía la construcción de 1656 viviendas - de las cuales 985 eran libres, 471 protegidas y 200 dotacionales- (Navarro 2015). Este relato se complementa con un intento de rescate público, denominado Plan Empenta, que pretendía desencallar el desarrollo urbanístico del recinto mediante el pago con dinero público de parte de las indemnizaciones y expropiaciones pendientes16.

• Por parte de la administración pública, en 2006 se inaugura un Casal Civic en la antigua estación de la Magoria. Además la MPGM preveía la construcción de varias zonas verdes y 21 equipamientos (un IES, un CEIP, una escuela, un espacio cívico, una residencia de la tercera edad, varios equipamientos deportivos, una biblioteca de barrio y salas de exposiciones, un centro ocupacional y un CAP). En el año 2014 se inauguró el CAP Bordeta - Magoria y urbanizó una de las calles del recinto y algunos caminos verdes del futuro parque. En el año 2015, el ayuntamiento presentó el proyecto de rehabilitación de las naves del Bloque 7 para acoger la nueva sede de la Escuela de Medios Audiovisuales de Barcelona. El dossier de prensa preveía su inauguración en septiembre de 2017 (Ajuntament de Barcelona 2015).

13 Ver el ideograma del diagnóstico comunitario del barrio de la Bordeta realizado por la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona en (Gawron & Vidal Moranta 2012, p.47)

14 “Incluso las propuestas actuales del despacho de arquitectos del plan original van en la dirección de conservar gran par te de los elementos existentes para el parque y varios depar tamentos del Ayuntamiento hablan de la posibilidad de salvar alguna de las naves condenadas”. (Baiges Campruvi 2015, p.6)

15 Datos extraídos de (Alguacil 2015), (Plataforma Can Batlló 2009) y (La Col 2013)

16 Son numerosas las fuentes sobre el Plan Empenta en las hemerotecas: (S.Baquero 2012) (Europa Press 2012)

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¿Cuánto vale el patrimonio?

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CONCLUSIONES

Después de este recorrido se puede af irmar que la valoración del patrimonio por par te de una comunidad no es un fenómeno estático. Se trata de una relación en constante evolución condicionada por aspectos históricos económicos, sociales y culturales.

En origen, el Canal de la Infanta fue un bien común auto gestionado por sus usuarios. A pesar de las vicisitudes históricas y las trabas, la infraestructura estuvo a pleno rendimiento más de un siglo. La carencia de un planeamiento que regulase de forma adecuada el crecimiento de la ciudad, durante la época del desarrollismo, generó una serie de patologías que se plasmaron en el Canal.

En el caso de Can Batlló, fue una élite económica minoritaria la que construyó el recinto aprovechando las sinergias generadas por el Canal de la Infanta. Sin embargo, el valor cultural de la fábrica se les debería atribuir a los obreros que tejieron comunidad en torno al recinto. También fue el esfuerzo acumulado de los trabajadores la causa del esplendor de la fábrica y su expansión. Lo relevante a efectos patrimoniales es que lo construido es el resultado de un proceso identitario compartido. No hay que olvidar que el modernismo barcelonés, tan aparente para los visitantes, no sería posible sin toda la red de fábricas que cada día ponían en funcionamiento miles de obreros. El caso de la fábrica de Can Batlló y la Casa Batlló da buena muestra de esta polaridad. Cabe aquí recordar las discusiones iniciales en las que se planteaba la pregunta de ¿Quién decide que se debe preservar? ¿Cuáles son los valores que se quieren transmitir a generaciones venideras a través del patrimonio?

Tanto en el Canal de la Infanta como en Can Batlló la relación de la comunidad con el patrimonio pasa por cuatro fases fácilmente asimilables:

• Origen:Canal y fábrica son resultado de una determinada necesidad productiva. Los regantes de una zona sin agua necesitan traerla del río más próximo. La familia de industriales construye la fábrica – el ejemplo más literal de morfología productiva - en las proximidades del canal para aprovechar las sinergias industrializadoras del ámbito.

• Auge: Poco después de su origen experimentan un auge productivo, económico y social que los convier te en

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Javier Rocamonde

catalizadores de un proceso identitario compartido. El canal posibilita el cambio del sistema agrícola- de secano a regadío- e incia la industrialización. Entre tanto la comunidad, en su ámbito directo de inf luencia, teje historias en torno a la infraestructura. La gente se baña en el canal, lava la ropa en el canal, pasea en torno al canal… La fábrica conf igura la forma urbana del barrio de La Bordeta, aglutina los movimientos obreros y vecinales antifranquistas, posibilita el esplendor del modernismo barcelonés,…

• Declive:Los cambios en el sistema económico ocasionan la pérdida del sentido productivo del canal y de la fábrica. Esta ruptura trae consigo el olvido de su razón de ser, el deterioro y los convier ten en una molestia para una sociedad en busca de modernización. En el caso del canal, este declive se traduce en un problema de salubridad pública que lo desprestigia socialmente. Además, la substitución de la población en su ámbito hace que se pierda la memoria histórica; el único motivo que imposibilita su eliminación completa es que aún resulta imprescindible para el maltrecho sistema hidráulico. En el caso de la fábrica, el desprestigio y prohibición de la industria en la ciudad lo convier te en un espacio obsoleto dentro de un barrio con demanda de zonas verdes y equipamientos.

• Reivindicación:El valor simbólico latente en el período de declive se reactiva cuando un determinado colectivo aglutina sus intereses en torno al patrimonio. No siempre es un acto consciente en el que prime el valor material o inmaterial del vestigio. En el caso del Canal de la Infanta, el colectivo que lo reivindica valora la memoria histórica que atesora la infraestructura. Sin embargo, en el caso del recinto fabril, el valor del patrimonio reside en la capacidad simbólica de aglutinar intereses compartidos y la opor tunidad que representa un espacio versátil y sin uso.

• ¿Revalorización?En ninguno de los dos casos se puede hablar aún de un proceso de revalorización culminado. El canal, aunque sigue en uso, está muy deteriorado y los esfuerzos de la plataforma que lo reivindica aún no han dado los frutos deseados. En la fábrica, la reactivación de algunas de las naves ha hecho que par te de los actores implicados se sensibilicen en torno a su valor patrimonial. En ambos casos hará falta más tiempo para descubrir si el proceso de recuperación patrimonial puesto en marcha con la reivindicación culmina con éxito.

La lectura de un entorno humanizado desde la perspectiva de los paisajes culturales, nos permite aproximarnos a las causas de las patologías identif icadas. Por ejemplo, el deterioro del Canal de la Infanta, no es más que el ref lejo de un problema en la relación de una sociedad con el agua; ocasionado por el crecimiento urbano sin adecuada planif icación durante el Franquismo. En el Caso de Can Batlló, una política urbanística equivocada, que expulsó la actividad industrial de la ciudad, deja sin capacidad productiva una infraestructura aún activa. La pérdida de la vocación sumado a las perversiones de la burbuja inmobiliaria comienzan el proceso de degradación patrimonial.

Para concluir, podríamos def inir estos paisajes culturales como el escenario en el que se libra una batalla entre sujetos o colectivos con intereses enfrentados. En cada momento histórico las alianzas estratégicas de actores y su capacidad de imponer lo que Gramsci def inió como hegemonía cultural17, fue lo que determinó cuál de los bandos se impuso y cuáles fueron los valores preservados. Esta capacidad estratégica también será la que decida en el futuro qué permanece y qué se elimina, en un proceso compartido de construcción del relato de la historia. Al f in y al cabo, la ciudad es un libro vivo en el que se escriben las cosmovisiones de cada época. Los paisajes culturales son la herramienta para leer ese libro.

17 Antonio Gramsci def inió la hegemonía cultural como el proceso de sometimiento del interés general al de un determinado grupo dominante. Dicho sometimiento se ejerce mediante la seducción, en contraposición al concepto de dominación o coerción mediante la fuerza.

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