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Trabajo de evaluación para cursantes del curso pos grado
Contra Hipótesis
Año 2010
1. Contenido resumen del trabajo.
Se analizará el Prefacio y Parte I del libro “Filosofía de las
Estructuras” de Félix Cardellach. El autor fue ingeniero y arquitecto.
Lo escribió en el año 1910, hace 100 años.
2. Objetivo.
Además de rendir un homenaje al autor en el centenario de su
libro, se hará una interpretación con esquemas, imágines, fórmulas
matemáticas del contenido.
3. El libro.
Posee características únicas. Es un libro técnico pero escrito desde
la filosofía; sin gráfica.
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Posgrado Contra Hipótesis 2010 Director: Ing. Jorge Bernal
4. Historia.
El autor fue profesor de la Escuela de Ingenieros de Barcelona. Los
alumnos debían leer cada capítulo, o llevarlo transcripto a clase. Allí
el profesor completaba la compresión con los gráficos y fórmulas
matemáticas en el pizarrón. El libro, el pizarrón más el discurso
completaba la enseñanza.
5. De la realización del análisis.
Cada párrafo o conjunto será interpretado según traten de
conceptos distintos. El o los párrafos serán confinados por una línea
completa cerrada. Cada cerco tendrán números correlativos que
servirán de referencia para el gráfico, el esquema, la fórmula, la
imagen o un escrito de interpretación.
6. La presentación.
En hoja A4 horizontal. El escrito original hacia el margen izquierdo.
La interpretación en el área derecha de la hoja en manuscrito y
dibujos a mano alzada.
7. Los grupos de trabajo.
Uno a tres cursantes.
8. Fecha de presentación.
30 días a partir de la finalización del dictado del curso.
9. Consultas.
Con la herramienta del blogs “Contra Hipótesis”.
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Final Contra Hipótesis (alumno: Carlos Buffone)
1 Personaje.
Tengo tan vivo el recuerdo de la extraordinaria personalidad del insigne ingeniero y arquitecto don Félix Cardellach, que ha sido para mi una gran satisfacción conocer la idea de Editores Técnicos Asociados, S. A., de reeditar su famosa obra Filosofía de las Estructuras, cuya vigencia es bien patente pues no hizo en ella mas que adelantarse en mas de medio siglo en las ideas sobre el estructuralismo en la construcción, con una originalidad que ha de ser apreciada por nuestros estudiosos de modo permanente. Quisiera tan solo aprovechar la ocasión que se me brinda para dedicar un recuerdo al hombre y a su «circunstancia».
En los principios del siglo XX la filosofía era rechazada por el pensamiento
racional, en especial por las emergentes ciencias de la ingeniería. El
pensamiento lógico reflexivo apoyado por ecuaciones matemáticas resultaba
tan atrayente que los científicos despreciaron a la filosofía. El libro de
Cardellach, escrito en 1910 se inserta en esa época.
Físicamente era Cardellach de arrogante y señorial figura, su mirada, incisiva e inteligente bajo la despejada frente. Pelo rojizo, bigote y barba recortada, muy cuidada siempre, así como atildado en el vestir, casi con presunción, de lo que hacia gala; decía que el ingeniero debía trabajar siempre con guantes. Casi siempre acudía a la cátedra vistiendo chaqué, unas veces negro ribeteado y otras gris marengo, y jamás se ensuciaba, a pesar de dibujar en la pizarra sus primorosas figuras con tizas de diversos colores, tizas que lanzaba olímpicamente al terminar un dibujo, mientras se retiraba a su asiento dirigiendo la mirada al cielo. Era un gran profesor y un perfecto “maestro”, pues formaba a sus discípulos en el amor a la disciplina que enseñaba. Su llegada por el patio de la Universidad, jugueteando con el bastón y repartiendo saludos con el “bombín” era ya espectacular. Los alumnos nos agolpábamos en la puerta del aula para ocupar un sitio destacado en cuanto él penetrara en la clase. Desarrollaba la lección exactamente en 45 minutos, con una claridad, interés e intensidad que le seguíamos todos en religioso silencio.
“el ingeniero debía trabajar siempre con guantes…” es una metáfora para
destacar la necesidad del cuidado, de la delicadeza que el ingeniero debe tratar
a todos los números que maneja. El significado que cada uno de ellos encierra.
Además el ingeniero no debe contaminarse con los conflictos humanos, solo
atender los técnicos, con los guantes se protege de los contagios de esos
trances.
Impartía en nuestra Escuela de Ingenieros asignaturas de Estereotomía y Arquitectura Industrial. Su libro “Iconografía de la línea y de la luz” era de una gran originalidad y en él
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desarrollaba las explicaciones, abundantemente salpicadas de anécdotas y ejemplos previamente seleccionados y dejando en nosotros al terminar el 2° curso de la carrera un gran impacto, pues había despertado por primera vez el interés de la “aplicación” de nuestros conocimientos a la vida industrial, en una asignatura que mas bien parecía teórica. Al reencontrarle en 5° Curso en la asignatura de Arquitectura Industrial, gozamos plenamente de su alto magisterio y pudimos apreciar su talento e incluso sus claras dotes de intuición del futuro.
Estereotomía es el arte de cortar piedras y maderas. En los primeros años del
siglo XX la madera y la piedra eran los materiales que junto al hierro se
enseñaban en las universidades. El corte, la herramienta, la forma, la
oportunidad de hacerlo constituía ese arte. También era denominado el arte de
la construcción de arcos o cerámicos a compresión.
La iconografía es el arte de la interpretación y descripción de los retratos,
imágenes, cuadros.
Ambas disciplinas en nuestra época no se enseñan. La iconografía que
enseñaba Cardellach es necesaria en la actualidad dada la enorme cantidad de
imágenes que se nos presentan cada día. Desde la cartelería en las calles, los
avisos publicitarios en los medios gráficos y las dinámicas, casi instantáneas de
la televisión. Todo es imagen y color. Esa disciplina la necesitamos para
clasificar, ordenar, rechazar o guardar esa información. Disponemos de elevada
información pero sin tiempo para elaborarla.
El libro “Filosofía de las Estructuras” sin una sola fórmula, esquema o figura, servía de guía a sus explicaciones y otro titulado “Las formas artísticas en la Arquitectura Técnica”, a través de los cuales nos imbuía los principios fundamentales de la creación estructural, basados en la intuición con el consiguiente estudio previo de las construcciones clásicas, dándonos en pocas lecciones un conocimiento completo de los ordenes arquitectónicos y despertando en nosotros el interés por el hallazgo de nuevas formas estéticas para nuestros proyectos de estructuras industriales.
Destaca a la intuición como actividad espiritual, del pensamiento que lejos debe
estar adelantada al cálculo racional y frío.
Cardellach era un admirador de la “belleza”; la divisa del libro últimamente citado es: La belleza posee el supremo don de elevar el espíritu del hombre, y en otro lugar de su Filosofía se lee: “El único origen de las formas constructivas está en un superior nivel de sensibilidad mecánica y de inspiración natural”.
La mecánica es un reflejo de la naturaleza. Las ramas, los troncos, las hojas, la
flor son elementos estructurales de una exquisita belleza. A todos los podemos
expresar mediante ecuaciones matemáticas.
En la mecánica automotriz en la medida que avanza la tecnología de los
materiales, los diseños de las piezas que forman parte de toda la mecánica
poseen un equilibrio estético que se ajusta a las fuerzas que deberá resistir.
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Continuamente nos incitaba al conocimiento de las obras de arte y como una de las obras de ingeniería y arquitectura que el consideraba mas logradas en el mundo entero era el puente, nos hablaba con entusiasmo de los puentes sobre el Sena, destacando sus particularidades constructivas y artísticas, e incluso los detalles de su realización. Con su fina ironía se extrañaba de que no fuéramos a menudo a Paris, a donde, decía, “se va mas fácilmente que a San Gervasio. Vayan a Paris y no se arrepentirán”, aludiendo a otras bellezas de las que también era ferviente admirador...
El puente o los puentes tienen la posibilidad de escapar del ángulo recto, de la
línea recta, del plano recto. Cosa que los edificios no lo pueden hacer. Por eso
los puentes son más atractivos que los edificios. A los puentes los puedo
diseñar en arco, en dovelas, colgantes, atirantados. Ajusto su forma a los
esfuerzos. Lo único que condiciona es lo que menos pesa, lo de menor peso
propio: la plataforma donde deben circular los vehículos.
Sin embargo en los edificios de oficinas o de viviendas, el mayor insumo son los
entrepisos o las losas en los casos de estructuras de hormigón armado.
Su trato con nosotros era un poco especial, pues, sin levantar la voz ya un tanto apagada de natural, su ironía y causticidad hacían mella en el alumno desaplicado o tímido. Tenía una manifiesta simpatía y especial acogimiento para el “empollón”. A pesar de ello la devoción por su magisterio era general en todos nosotros, por sus indudables dotes para la enseñanza y su eficaz dedicación a la misma, que tanto nos beneficio.
Desde la jerga del estudiante; empollón: que prepara mucho sus lecciones y
que se destaca más por la aplicación que por el talento.
Por ejemplo, en aquellos tiempos (año 1914-18) en que el hormigón en masa o armado hacia sus primeras armas en la construcción, en la Escuela no se aludía a este material en las asignaturas de “Resistencia de Materiales”. Pues bien, Cardellach, espontáneamente, nos brindo unas lecciones sobre las características de este material, que abrirían en muchos de nosotros la afición de por vida y para los más logro una clarísima exposición de los fundamentos del cálculo del moderno sistema de construcción y de las enormes posibilidades que de forma casi profética nos anunciaba para el mismo.
Esta situación es universal en el espacio y en el tiempo. Las grandes novedades
de la construcción surgen primero en la calle, en las obras, luego de décadas
ingresan a la academia, a la universidad, una vez que fueran “bendecidas” por
la matemática y la física racional. Sucedió hace 100 años con el hormigón,
sucede ahora con las viguetas pretensadas que aún no son temas de la
academia.
Y a propósito de estas dotes proféticas, quiero terminar recordando una anécdota que ya referí en mi discurso de despedida de la citada Escuela de Ingenieros Industriales de Barcelona. Era en la primavera de 1918: “Llegará un día —dijo con su aplomo característico— en que ustedes cómodamente sentados en un sillón de su casa, verán en una pantalla el final de la Copa de Inglaterra, la carrera de automóviles de Montecarlo, o la entrada del Zar de Rusia en Paris”. Nos vaticinó la televisión cuando no se conocía ni la radio. Cardellach intuía la iniciación de una nueva vida en el mundo, que el no habría de
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conocer, pues pocos meses después fallecía prematuramente en Barcelona, cuando tanto cabía esperar de sus extraordinarias dotes profesionales y docentes.
El vaticinio fue arriesgado, pero fue verdadero unas décadas después. Lo que
no imaginó Cardellach es que también desde esa pantalla se podría diseñar
arquitectura y calcular estructuras.
Patricio Palomar Collado
Prof. Dr. Ingeniero Industrial