das y poole_el estado y sus márgenes

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19 Cuadernos de Antropología Social Nº 27, pp. 19–52, 2008 © FFyL – UBA – ISSN: 0327-3776 El estado y sus márgenes. Etnografías comparadas* Veena Das y Deborah Poole** Este libro trata acerca de los márgenes, aquellos lugares desde donde inten- tamos comprender el estudio válido del estado en antropología. Esta colección de artículos comenzó como parte de un seminario avanzado de la School of American Research. Les solicitamos a los antropólogos que trabajaban en distintas regiones que reflexionaran acerca de qué constituiría una etnografía del estado incrustada en prácticas, lugares y lenguajes que son consideradas en los márgenes del estado nación. A pesar de que invitamos a antropólogos cuyas investigaciones se concen- traban en regiones que recientemente habían sido dramáticamente afectadas por reformas políticas y económicas, estábamos interesadas en corrernos de la idea de que estas reformas habían, de alguna manera, producido un debilitamiento o achicamiento de las formas de regulación y pertenencia que supuestamente cons- tituyen el estado-nación moderno. Nuestra estrategia analítica y descriptiva fue distanciarnos de la consolidada imagen del estado como forma administrativa de organización política racionalizada que tiende a debilitarse o desarticularse a lo largo de sus márgenes territoriales y sociales. En cambio, propusimos a los parti- cipantes del seminario que reflexionaran acerca de cómo las prácticas y políticas de vida en estas áreas moldean las prácticas políticas de regulación y disciplinamiento que constituyen aquello que llamamos “el estado”. La antropología, a menudo considerada (como una disciplina) con una voz de poco peso en lo que respecta a la teoría política occidental, ofrece un punto de partida ideal para repensar críticamente al estado desde sus márgenes. La an- tropología es frecuentemente entendida como la disciplina que habla por aquellas * Publicado en: Das, V. y Poole, D. (Eds.). (2004). Anthropology in the Margins of the State (pp. 3-33). Santa Fe: SAR Press. Traducción: María Daels y Julia Piñeiro **Department of Anthropology, John Hopkins University.

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    Cuadernos de Antropologa Social N 27, pp. 1952, 2008 FFyL UBA ISSN: 0327-3776

    El estado y sus mrgenes. Etnografascomparadas*

    Veena Das y Deborah Poole**

    Este libro trata acerca de los mrgenes, aquellos lugares desde donde inten-tamos comprender el estudio vlido del estado en antropologa. Esta coleccin deartculos comenz como parte de un seminario avanzado de la School of AmericanResearch. Les solicitamos a los antroplogos que trabajaban en distintas regionesque reflexionaran acerca de qu constituira una etnografa del estado incrustadaen prcticas, lugares y lenguajes que son consideradas en los mrgenes del estadonacin. A pesar de que invitamos a antroplogos cuyas investigaciones se concen-traban en regiones que recientemente haban sido dramticamente afectadas porreformas polticas y econmicas, estbamos interesadas en corrernos de la idea deque estas reformas haban, de alguna manera, producido un debilitamiento oachicamiento de las formas de regulacin y pertenencia que supuestamente cons-tituyen el estado-nacin moderno. Nuestra estrategia analtica y descriptiva fuedistanciarnos de la consolidada imagen del estado como forma administrativa deorganizacin poltica racionalizada que tiende a debilitarse o desarticularse a lolargo de sus mrgenes territoriales y sociales. En cambio, propusimos a los parti-cipantes del seminario que reflexionaran acerca de cmo las prcticas y polticasde vida en estas reas moldean las prcticas polticas de regulacin ydisciplinamiento que constituyen aquello que llamamos el estado.

    La antropologa, a menudo considerada (como una disciplina) con unavoz de poco peso en lo que respecta a la teora poltica occidental, ofrece un puntode partida ideal para repensar crticamente al estado desde sus mrgenes. La an-tropologa es frecuentemente entendida como la disciplina que habla por aquellas

    * Publicado en: Das, V. y Poole, D. (Eds.). (2004). Anthropology in the Margins of the State(pp. 3-33). Santa Fe: SAR Press. Traduccin: Mara Daels y Julia Pieiro**Department of Anthropology, John Hopkins University.

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    poblaciones que han sido marginadas de las estructuras polticas y econmicas delos dominios coloniales y postcoloniales. Ms an, la etnografa es una forma deconocimiento que privilegia la experiencia, lo que le permite introducirse en losdominios de lo social que no son de fcil acceso si se siguen los protocolos forma-les de los que se sirven otras disciplinas. En tanto tal, la etnografa ofrece unaperspectiva nica del tipo de prcticas que parecen deshacer al estado en sus mrge-nes territoriales y conceptuales. Las perspectivas regionales o locales de la antro-pologa son tambin importantes en este sentido, aunque por razones distintas deaquellas a las que los antroplogos usualmente se refieren cuando hablan de com-paraciones regionales. Todos los antroplogos incluidos en este volumen trabajanen estados o regiones que son caracterizados segn la teora poltica comparadacomo nuevas naciones de estados fracasados, dbiles o parciales; y de dis-tintas maneras sus trabajos tratan de las particulares modalidades de gobierno enfrica, Amrica Latina y el sur de Asia.1 Sin embargo, sus etnografas acerca deprcticas disciplinarias, reguladoras y de aplicacin estn enmarcadas, no comoestudios acerca de estados regionales o estados malogrados, sino como invitacio-nes para repensar los limites entre el centro y la periferia, lo pblico y lo privado,lo legal y lo ilegal, que tambin atraviesan el corazn de los ms fructuosos estadosliberales europeos. Una antropologa de los mrgenes ofrece una perspectiva ni-ca para comprender al estado, no porque capture prcticas exticas, sino porquesugiere que dichos mrgenes son supuestos necesarios del estado, de la mismaforma que la excepcin es a la regla.

    Por razones que tienen que ver con sus orgenes histricos del estudio delos pueblos primitivos, la antropologa tradicionalmente no ha reconocido alestado como objeto apropiado para la inspeccin etnogrfica. Con algunas pocasexcepciones, hasta hace poco tiempo, se consideraba que el objeto de estudio de laantropologa eran las sociedades sin estado. Desde esta perspectiva, el estado pare-ca distante de las prcticas y los mtodos etnogrficos que constituyeron los obje-tos apropiados de la disciplina antropolgica.

    Al mismo tiempo, sin embargo, el lenguaje y la figura del estado han obse-sionado siempre a la antropologa. Sea que decidamos ubicar los orgenes de laantropologa poltica con Montesquieu (1748), Maine (1866) o Evans-Pritchard(1940), la bsqueda por encontrar orden o razn entre los primitivos nos lleva autilizar un lenguaje del orden que heredamos de y, sin duda, es parte de elestado moderno europeo.2 En este sentido, la antropologa ha sido siempre, aun-que no se lo reconozca, una disciplina acerca del estado, aun (y quizs especial-mente) cuando sus objetos eran constituidos como excluidos u opuestos a las

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    formas de racionalidad administrativa, orden poltico y de autoridad atribuida alestado. Sostenemos que es a travs del lenguaje del estado que los antroplogoshan constituido tradicionalmente los tpicos de orden social, racionalidad, auto-ridad y hasta exterioridad para definir su objeto. Pierre Clastres (1974), por ejem-plo, reivindicaba hace treinta aos que la racionalidad y las formas de vida propiasde nuestros objetos etnogrficos no modernos podan ser entendidos de una me-jor manera si se los consideraba como una expresin de un deseo colectivo deevitar la emergencia inminente del estado. Aqu, as como en un sinnmero deotros textos antropolgicos, se asume que el estado es una presencia fantasmagricao inevitable que moldea el sentido y la forma que el poder toma en cualquiersociedad dada. El trabajo del antroplogo se convirti entonces en apartar lo pri-mitivo del dominio de las prcticas estatales. Desde esta concepcin de prcticaantropolgica, as como desde la temprana tradicin marxista y de los escritospostcoloniales, el primitivo es pensado como un sitio nostlgico para el descubri-miento de la forma estatal como operador cultural universal (aun cuando no estu-viera presente, era percibido como si lo estuviese, como esperando en el umbral dela realidad).3

    Cualquier intento por repensar el estado como objeto de investigacinetnogrfica debe comenzar por considerar cmo este doble efecto de orden y tras-cendencia fue utilizado para reconocer la presencia del estado. En un primer ni-vel, sin duda, el estado parece ser todo acerca del orden. As, a la hora de reconocerlos efectos y la presencia del estado en la vida local, los antroplogos a menudobuscan los signos de racionalidades administrativas y jerrquicas que aparente-mente proveen vnculos ordenados con los aparatos polticos y reguladores de unestado burocrtico centralizado. Este enfoque conforma gran parte del recientegiro al estado en los escritos antropolgicos (son ejemplo de ello: Ferguson yGupta, 2002; Fuller y Harris, 2000; Herzfeld, 2001:24-25; Hansen y Stepputat,2001). Desde esta perspectiva, la tarea del antroplogo consiste en percibir prime-ro las instancias del estado tal como existen a nivel local para luego analizar dichasmanifestaciones locales de burocracia y derecho en tanto interpretacionesculturalmente constituidas o como apropiaciones de las prcticas y de las formasque constituyen el estado liberal moderno. Estas miradas parroquiales del estadollevaron, a su vez, a una imagen tanto espacial como conceptualmente ms disper-sa acerca de lo que el estado es, aun cuando todava se lo identificara bsicamentea travs de los vnculos del estado con formas institucionales particulares.4

    Uno de los aspectos de pensar al estado en trminos de su funcionalidadordenadora es que los mrgenes espaciales y sociales que tan a menudo constitu-

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    yen el terreno del trabajo de campo etnogrfico son vistos como espacios de des-orden, sitios en los que el estado no ha podido instaurar el orden.5 Mientras que escierto que la antropologa poltica instal su reclamo singular por comprender lopoltico precisamente mediante la pregunta de como se mantena el orden en lasllamadas sociedades sin estado, como la de los Nuer (Evans Pritchard, 1940), lollev a cabo colocando entre parntesis cualquier referencia al funcionamiento delestado mismo, que en aquel contexto era el estado colonial. Como bien sealaronmuchos de los crticos de Evans Pritchard, el sistema segmentario de los Nuercomo sistema balanceado de fuerzas slo pudo ser presentado como encarnandoel orden poltico de la vida de los Nuer precisamente porque los desordenes cau-sados por el orden colonial fueron dejados de lado (ver Coriat, 1993 y Hutchinson,1996). A pesar de que la atencin a los contextos coloniales sirvi para consideraral estado como factor formador de sujetos antropolgicos (Balandier, 1951;Gluckman, 1963; Meillasoux, 1975), tanto antroplogos polticos (ver Gledhill,1994 y Vincent, 1990) y tericos del postcolonialismo y de la subalternidad ten-dieron a enfatizar, hasta recientemente, la resistencia al estado o bien las formaslocales de pluralidad legal, econmica y cultural, que marcan a los sujetosantropolgicos como contenidos en, o articulados con, el estado.

    Dado que es imposible pensar a los sistemas polticos en el mundo contem-porneo comprendidos por cualquier forma de sociedad sin estado, es que esta-mos observando formas de estado incompletas o frustradas en dichas situa-ciones circunstancias? O acaso son las formas de ilegalidad, pertenencia parcial ydesorden que parecen habitar los mrgenes del estado, las que constituyen lascondiciones necesarias para el estado en tanto objeto terico y poltico?

    La relacin entre la violencia y las funciones ordenadoras del estado es clavepara el problema de los mrgenes. Constituida por una idea particular de la natu-raleza humana, la teologa poltica europea le ha otorgado al estado las cualidadesde trascendencia y del monopolio de la violencia (ver Abrams, 1988).6 La famosaformulacin de Weber acerca del criterio para reconocer una organizacin polti-ca como un estado merece ser recordada aqu. En sus palabras:

    Una organizacin gobernante ser considerada poltica en tanto y en cuantosu existencia y orden sobre un territorio est continuamente salvaguardada por laamenaza y la aplicacin de la fuerza fsica por parte de su personal administrativo.Una organizacin poltica obligatoria con operaciones continuas ser llamada es-tado en tanto y en cuanto su aparato administrativo mantenga para s, con xito,el monopolio del uso legtimo de la fuerza en la aplicacin del orden por l estable-cido. (Weber, 1978:54, nfasis en el original). Weber tambin enfatiz que el uso

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    de la fuerza en cualquier otro tipo de organizacin slo es legtimo si es prescritopor el estado. As, el reclamo, la demanda del estado moderno para monopolizarel uso de la fuerza es tan esencial al estado como lo es su carcter de jurisdiccinobligatoria y operacin constante (Weber, 1978:56). Al definir el estado comoaquello que reemplaza la venganza privada con el gobierno de la ley, Weber estabaretomando aspectos de la tradicin de Kant y de Hegel, para quienes el estado enla modernidad era definido por lmites claros entre la esfera externa de la ley y laesfera interna de la tica, como as tambin entre el dominio de la razn universalpropia del estado y las relaciones primordiales propias de la familia (por ejemplo,Hegel, 1991; Kant, 1965). Inherente a esta concepcin de la figura de la ley fue lacreacin de lmites entre aquellas prcticas y espacios que eran vistos como partedel estado y aqullos que quedaban excluidos de l. La legitimidad emergi en-tonces como resultado de esta demarcacin de lmites, efecto de las prcticas esta-tales. La violencia de guerra entre estados y el control policial de la difusa violen-cia de la sociedad fueron constituidas como legtimas por ser del estado. Otrasformas de violencia que parecen imitar la violencia de estado o desafiar su controlfueron consideradas ilegtimas.

    En esta visin de vida poltica, el estado es concebido como un proyectosiempre incompleto que debe ser constantemente enunciado e imaginado, invo-cando lo salvaje, lo vaco y el caos que no slo yace por fuera de los lmites de sujurisdiccin, sino que adems es una amenaza desde dentro. Kant, por ejemplo,asuma que los fines del gobierno entendido en trminos de administrar el bienes-tar eterno, el bienestar cvico y el bienestar fsico de la gente estaban amenazadosdesde dentro por ser natural a los hombres ponderar el bienestar fsico por sobreel cvico, y ste sobre el eterno. Para Kant, este estado de naturaleza que amenazael orden civil iba a ser transformado a travs de la educacin (Vries, 2002). Webera quien se asocia con ms facilidad a la teora de la racionalidad del estadoconsider tambin a este proceso como lamentablemente incompleto ya que elformalismo de la ley tiene que enfrentarse con las demandas de la justicia popu-lar.7 Quisiramos enfatizar que para estos (y otros) tericos fundacionales del esta-do moderno europeo, el mismo estado est siempre en peligro de perder el domi-nio sobre la organizacin racional del gobierno por la fuerza de lo natural desde suinterior. As pues, las demandas de justicia popular fueron siempre interpretadascomo una expresin de las facetas de la naturaleza humana que no han sido do-mesticadas por la racionalidad.

    Y qu hay del salvajismo y de la anarqua que supuestamente residen fueradel estado? Es aqu esclarecedor el concepto de estado de naturaleza como el opuesto

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    necesario y punto de origen del estado y la ley. El hecho de que Hobbes ([1651]1968), Locke ([1690] 1988), Rousseau ([1762] 1981) y otros tempranos tericosdel estado hayan pensado el estado de naturaleza a partir de la imagen de Amricacomo un sitio real de salvajismo y, a la vez, como un sitio primordial idealizado,sugiere que pensemos tambin a los mrgenes del estado el estado de naturale-za localizados en el terreno del lenguaje y la prctica, como aquellos donde losespacios reales o sitios que otorgan fuerza a la idea del estado de naturaleza en-cuentran los orgenes mticos y filosficos del estado. Situados siempre en losmrgenes de lo que se acepta como incuestionable control del estado, los mrge-nes que exploramos en este libro son simultneamente sitios en donde la naturale-za puede ser imaginada como salvaje y descontrolada y donde el estado est cons-tantemente redefiniendo sus modos de gobernar y de legislar. Estos sitios no sonmeramente territoriales: son tambin (y quizs sea ste su aspecto ms importan-te) sitios de prctica en los que la ley y otras prcticas estatales son colonizadasmediante otras formas de regulacin que emanan de las necesidades apremiantesde las poblaciones, con el fin de asegurar la supervivencia poltica y econmica.

    Es importante subrayar que en nuestro seminario en Santa Fe, no partimosdel supuesto de que todos compartamos la misma nocin de margen. Aun cuan-do todos los autores compartan la voluntad de pensar ms all del simple modeloespacial de centro y periferia, las discusiones en Santa Fe evidenciaron que larelacin entre soberana y formas disciplinarias del poder, as como tambin lasgenealogas polticas y econmicas especficas, conformaban nuestras varias ideasacerca de los mrgenes. Nuestras conversaciones nos llevaron a formular estostemas en torno a tres conceptos de mrgenes.

    El primer enfoque dio prioridad a la idea de margen como periferia endonde estn contenidas aquellas personas que se consideran insuficientementesocializadas en los marcos de la ley. Como etngrafos, estbamos interesados encomprender las tecnologas especificas del poder a travs de las cuales los estadosintentan manejar y pacificar a estas poblaciones, tanto a travs de la fuerzacomo a travs de la pedagoga de la conversin intentando transformar a estossujetos rebeldes en sujetos legales del estado. En un sinnmero de casos analiza-dos en este libro (Guatemala, Per, Sudfrica) las poblaciones marginales estnconformadas por sujetos indgenas o naturales, que son considerados, por unlado, el fundamento de identidades nacionales particulares y, por el otro, sonexcluidos de esas mismas identidades por esa clase de conocimiento disciplinarioque los marca como otros raciales y civilizacionales. En estos casos, las deman-das jurdicas de inclusin son socavadas por formas disciplinarias de poder que

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    desestabilizan el mismo discurso de pertenencia que alega vincular a los sujetos alestado y a sus leyes. En otros casos (Colombia, Chad, Sierra Leona, Sri Lanka), lapedagoga de la conversin es llevada adelante de manera difusa sobre aquellossujetos que han sido desarraigados o desplazados por actos de guerra. En estoscasos los sujetos son constituidos jurdicamente como habitantes permanentes, dela misma forma en la que la justicia no controlada o privada asegura el podersoberano en la forma de guerra y excepcin.

    Un segundo enfoque relacionado con el concepto de margen que surgi enlas discusiones del seminario gira en torno a los temas de legibilidad e ilegibilidad.Como otros antroplogos, comenzamos tomando nota acerca del reconocido he-cho de que la mayor parte del estado moderno est construido a partir de prcti-cas escritas. Reconocemos que las prcticas de relevamiento documental y estads-tico del estado estn al servicio de la consolidacin del control estatal sobre lossujetos, las poblaciones, los territorios y las vidas. En las discusiones del semina-rio, sin embargo, rpidamente advertimos que nuestras etnografas iban en contrade la nocin de que el estado es de alguna manera respecto de su legibilidad. Msbien, nuestros trabajos apuntaban a los diferentes espacios, formas y prcticas atravs de las cuales el estado est constantemente siendo experimentado ydeconstruido mediante la ilegibilidad de sus propias prcticas, documentos y pa-labras. Entre el tipo de prcticas que consideramos se encuentran las economasde los desplazamientos, las falsificaciones y las interpretaciones alrededor de lacirculacin y el uso de la documentacin de identificacin personal. Se destacaaqu el puesto de control como espacio lleno de tensin en el que los supuestosacerca de la seguridad de la identidad y de los derechos pueden ser repentinamen-te y, a veces, violentamente negados. El puesto de control nos lleva a pensar tam-bin acerca de las diversas dinmicas temporales en las que se enmarcan lasinteracciones de las personas con el estado y con los documentos estatales.

    Un tercer enfoque se concentra en el margen como el espacio entre loscuerpos, la ley y la disciplina. Despus de todo, el poder soberano ejercido por elestado no es ejercido slo sobre el territorio sino que tambin es ejercido sobre loscuerpos. De hecho, uno puede sostener que la produccin de un cuerpo biopolticoes la actividad originaria del poder soberano. Muchos antroplogos han utilizadola nocin del biopoder para rastrear las formas en las que el poder extiende sustentculos por las ramas capilares de lo social. El sitio privilegiado de este procesoha sido el creciente poder de la medicina para definir lo normal. Ms aun, eltema principal es cmo la poltica se vuelve el dominio en el que la vida escuestionada. En este sentido, los mrgenes proveen de una posicin particular-

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    mente privilegiada desde donde observar la colonizacin de la ley por las discipli-nas, como as tambin la produccin de categoras de lo patolgico a travs detcticas que son parasitarias de la ley aun cuando stas tracen repertorios de accinde la misma. Nuestras discusiones en el seminario acerca de este tipo de cuestionestomaron la nocin de estado biopoltico en direcciones totalmente inesperadas entanto que las estrategias de ciudadana, los imaginarios tecnolgicos y lasnuevas regiones del lenguaje fueron analizados como co-constructoras delestado y sus mrgenes.

    Estas tres formas de entender los mrgenes sugieren modos diferentes deocuparlos, pudiendo ser narrados como relatos de exclusin. En lo que resta de laintroduccin reconsideramos cmo los distintos autores trazan estos diferentessentidos de los mrgenes en sus trabajos etnogrficos y cmo, al hacerlo, rearticulanel pensamiento de la teora poltica reciente sobre el estado, la soberana y labiopoltica. Los captulos no fueron organizados en torno a uno u otro conceptodel margen. Las tres nociones estn presentes aunque tienen distinto peso en cadatrabajo. En las secciones siguientes nos preguntamos cmo opera la lgica de laexcepcin en relacin con los mrgenes, cmo la ciudadana poltica y econmicaes demandada, y cmo entendemos el trabajo del estado biopoltico desde laperspectiva de las regiones cuyas experiencias no han sido consideradas en estetipo de planteos conceptuales.

    LA LEY, LOS MRGENES Y LA EXCEPCIN

    Los trabajos recientes de la antropologa han hecho mucho por iluminarlos contextos en los cuales la guerra y otras formas de violencia colectiva sonexperimentadas tanto como estados de crisis o de excepcin. Por lo tanto, losantroplogos han reflexionado sobre cmo los contextos de guerra civil, la violen-cia poltica general, los regmenes autoritarios y los poderes emergentes configu-ran el sentido que las personas tienen de la comunidad, de s mismos y del futuropoltico (por ejemplo Das et al., 2000 y 2001; Feldman, 1991; Ferme, 2001).Estando en juego aqu tambin una extensa discusin acerca de cmo la violenciay la guerra moldean los trminos en los cuales la etnografa puede tener lugar (porejemplo Nordstrom, 1995). En estos escritos, la excepcin tiende a ser tratadacomo una entidad delimitada o forma de poder emergente, reconocida comocada vez ms frecuente y aun as como una faceta aberrante de los estados moder-nos en los cuales los etngrafos trabajan.

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    Mientras que nuestro propio trabajo se ha beneficiado de mltiples mane-ras por este tipo de discusiones, nuestro concepto de margen va mucho mas alldel sentido de excepcin como un evento que puede ser confinado a clases par-ticulares de espacios o periodos en el tiempo, o una condicin que se opone dealguna manera a las formas normales del poder estatal. En cambio, recurri-mos a un enfoque de la excepcin completamente distinto acuado por WalterBenjamin, Carl Schmitt y, ms recientemente, Giorgio Agamben, cuyos tra-bajos han sido retomados por antroplogos interesados en cuestiones de so-berana y biopoder.

    En este repensar el problema de la soberana y la excepcin, Agamben (1998)ha resucitado la figura del homo sacer, una oscura figura de la ley romana arcaica,como encarnando la vida nuda, para repensar al ejercicio de la soberana nosobre un territorio sino sobre la vida y la muerte. Ms aun, esta vida es nudaporque puede ser tomada por cualquiera sin ninguna mediacin de la ley y sinincurrir en la culpa del homicidio. El Homo sacer es, pues, la persona a la que se lepuede dar muerte pero que no puede ser sacrificada. Agamben cita las palabras dePompeius Festus: El hombre sagrado es el que la gente ha juzgado por un crimen.No est permitido sacrificar a este hombre, aun as, aqul que lo mate no va a sercondenado por homicidio. La vida nuda torna a ser algo constituido, en algnsentido, antes de la ley. Ya que el homo sacer esta encarnacin de la vida nudano puede ser sacrificado, est por fuera del mbito de la ley divina, y puesto queaqul que lo mata no puede ser acusado de homicidio, est tambin fuera delalcance de la ley humana.

    No ahondaremos acerca de la cuestin de la precisin histrica aqu; haylugares en los que el texto de Agamben es ciertamente nudo. Los ejemplos sonpresentados de un modo crptico y no son elaborados. Un ejemplo de esto es que,si bien Agamben remarca el hecho de que en los textos del siglo XVII era el poderdel padre sobre la vida y la muerte de su hijo aquello que representaba la nocinlegal de soberana (ver Filmer, 1949), y Agamben correctamente llama la atencinacerca de esta idea, no discute si el ejercicio del poder soberano del padre es unejemplo del poder sobre la vida nuda o si, en cambio, el hijo debe ser visto comoun sujeto legalmente constituido. Similarmente, la discusin de Agamben sobre elHabeas Corpus Act de 1679 demanda la pregunta sobre si la persona cuyo cuerpoes supuestamente producido en la corte es un sujeto legalmente constituido o uncuerpo nudo, despojado de todas sus marcas sociales y legales (Fitzpatrick, 2001).Todas stas son cuestiones intrincadas. Por el momento lo que queremos tomar dela teora de Agamben es la implicancia de que la ley constituye ciertos cuerpos que

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    son asesinables porque son posicionados por la misma ley como anteriores a lainstitucin de la misma.

    Para Agamben, la figura de homo sacer contiene la clave para entender lasoberana y los cdigos polticos y legales modernos, por lo que revela acerca decmo el poder soberano recurre a un estado de excepcin sin lmites. Agambentoma los trabajos de Benjamin (1986) y de Schmitt (1988) para argumentar queel estado de excepcin provee una teora de soberana que est tanto por dentrocomo por fuera de la ley. Dado que el soberano no puede estar por definicinatado a la ley, la comunidad poltica queda dividida en torno a distintos ejes demembresa e inclusin que pueden correr a lo largo de lneas fallidas de raza,gnero, etnicidad, o pueden construir nuevas categoras de persona incluidas en lacomunidad poltica pero a los que se les niega membresa en trminos polticos.El asunto es que no es que su membresa poltica sea simplemente negada, sinoque los individuos son reconstituidos a travs de leyes especiales en poblacionessobre las cuales nuevas formas de regulacin pueden ser ejercidas. Aunque la esci-sin entre inclusin y membresa puede ser clara como por ejemplo en la exclu-sin de ciertas razas o etnicidades de la ciudadana es bueno recordar que losestados de excepcin, siendo la guerra el caso tpico, pueden redibujar los lmitesa partir de los cuales aqullos que estaban seguros con respecto a su ciudadanapueden ser expulsados o reconstituidos como distintos tipos de cuerpos. El ejem-plo paradigmtico de esto, para Agamben, es el campo de concentracin en el quelos judos fueron primero despojados de su ciudadana para luego ser confinadosa los campos y sometidos a sus atrocidades. Otros ejemplos de tales excepcionesdesde dentro incluye la internacin de los ciudadanos americanos de descenden-cia japonesa durante la segunda guerra mundial o la legislacin reciente respectode categoras tales como terroristas.

    As, a pesar de que Agamben presenta la figura de homo sacer, al menos enalgunas instancias, como si habitase algn tipo de vida presocial, parecera ser quelos cuerpos asesinables son de hecho producidos a travs de un complejo proce-so legal que los posiciona en una situacin de vida nuda (Fitzpatrick, 2001). Estopuede quizs explicar por qu uno puede detectar dos modalidades de regla dife-rentes en la concepcin de Agamben de vida nuda. En algunos casos, se lo asignaa espacios especficos (los campos de concentracin) y figuras de la modernidad(refugiados) como instancias de cmo la vida nuda se expresa en las formas mo-dernas de la estatalidad; en otras instancias, parece percibir a la vida nuda comouna amenaza que se mantiene en suspenso y un estado en el que cualquier ciuda-dano puede caer. Esta ltima forma de entender a la vida nuda como excepcin

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    nos conduce a un sentido de margen que empleamos aqu, no tanto como sitioque queda por fuera del estado, sino ms bien como ros que fluyen al interior y atravs de su cuerpo.

    En un punto, sin embargo, diferimos de Agamben en tanto consideramosque los estados de excepcin, las diferencias entre membresa e inclusin, o lasfiguras que residen tanto dentro como fuera de la ley, no aparecen como presen-cias fantasmagricas del pasado sino ms bien como prcticas incrustadas en lacotidianeidad del presente. En este volumen sugerimos dos maneras en las cualesla nocin de excepcin enmarca nuestras exploraciones etnogrficas de los mrge-nes. Nuestra bsqueda de los mrgenes normalmente descansa sobre aquellas prc-ticas que pueden parecer relativas a una continua redefinicin de la ley a travs deformas de violencia y autoridad, las cuales pueden ser construidas como extrajudiciales tanto como previas al, y fuera del, estado. Esta refundacin ocurre tantoa travs de la produccin de cuerpos asesinables, como lo ha establecido Agamben,como a travs de tipos de poder encarnados en la figura del polica o el patrnlocal. Como el homo sacer, estas figuras gozan de cierta inmunidad jurdicaprecisamente porque estn configuradas como existiendo por fuera o conanterioridad a la ley.

    Para Kant, Hegel y otros tericos liberales, los orgenes de la ley se rastreanhasta las formas privadas (o naturales) del derecho que precedieron el estado(ver Asad, 2003). En nuestras etnografas, la cuestin de los orgenes de la leyemerge no tanto del mito del estado sino ms bien en los hombres cuyas habilida-des para representar al estado, o hacer cumplir sus leyes, estn basadas en el reco-nocimiento de la impunidad de los mismos para moverse entre la apelacin a laley y las prcticas extrajudiciales, que son claramente representadas como perma-neciendo por fuera, o con anterioridad, al estado. Ejemplos de tales figuras inclu-yen al gamonal peruano o al hombre fuerte local que representa al estado a travsde formas incivilizadas y formas de violencia marcadas como ilegales (Poole); lasfuerzas paramilitares colombianas que actan tanto como una extensin del ejr-cito como conductos por donde fluyen el trfico de armas y de drogas (Sanford);y los mediadores que habitan las fronteras econmicas descriptas por Roitman.Tales figuras de autoridad local representan simultneamente formas de poderprivado altamente personalizadas y la supuesta autoridad neutral e impersonal delestado. Es precisamente por el hecho de que actan como representantes del esta-do que pueden atravesar y aqu lo turbio la aparentemente clara separacinentre formas de imposicin y castigo legales y extralegales. En muchas maneras,estas figuras locales que construyen su carisma y su poder sobre la base de incivi-

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    lidad y amenaza son similares a los big men que describen Godelier y Strathern(1991). Al igual que los big men, aqullas no representan tanto la autoridadtradicional como una mutacin de la misma hecha posible por el poder inter-mitente del estado. Tales figuras que aparecen bajo diferentes disfraces en los dife-rentes contextos etnogrficos de los captulos de este volumen los mediadores,falsificadores, caudillos locales, paramilitares representan simultneamente eldesvanecimiento de la jurisdiccin estatal y su continua refundacin a travs de suno tan mtica apropiacin de la justicia y la violencia privada. En este sentido, sonel secreto pblico a partir del cual las personas representan la ley, la burocracia y laviolencia, son las que juntas constituyen el movimiento del estado por detrs delreino de lo mtico, para unirse en la realidad de la vida cotidiana.

    La consideracin de estas personas permite entender cmo la frontera entrelo legal y extralegal transcurre en las oficinas y las instituciones que representan alestado. Das, por ejemplo, presenta el caso de un polica, conocido por su ferozintegridad, que se enfrenta a una potente operacin cuasi mafiosa y que casi pier-de la vida. A pesar de ser un funcionario del estado est convencido de que elprocesamiento judicial era incapaz de precisar el crimen sobre las personas res-ponsables, y procede a violar la ley procesual de manera de poder llevar adelante loque l considera justicia sustantiva. Aquel mismo oficial de polica, al involucrarseen una operacin estatal de medidas contra insurgentes, contra lo que se conside-ran organizaciones terroristas o militantes, es asesinado por su propio segundo enjefe por el hecho de que en estos enfrentamientos las lneas que separan terroristasy policas se vuelven sumamente borrosas. En las descripciones de Jeganathan,tanto como en las de Das, las prcticas estatales en zonas de emergencia o enestado de excepcin no pueden ser entendidas en trminos de ley y trasgresinsino ms bien en trminos de prcticas que se encuentran simultneamente den-tro y fuera de la ley. El oficial de polica, como personificacin del estado deexcepcin, desafa no tal o cual ley sino la misma posibilidad de ley (Benjamin,1978; Derrida, 1992; Taussig, 1997). Al ocuparse de este dilema filosfico en elorigen del estado y el derecho como un problema etnogrfico, los autores de estelibro dejan en claro que este problema del origen de la ley no es un espectrofantasmagrico del pasado como lo es en Agamben y su apropiacin de la figu-ra de homo sacer del derecho romano, sino ms bien el resultado de prcticasconcretas en las que la vida y el trabajo estn entrelazados (ver Rabinow, 2002).

    Una segunda rea en la que nuestro trabajo trata sobre teoras de la sobera-na y la excepcin, considera prcticas que tienen que ver con garantizar y desha-cer identidades. Aqu, un rea de particular inters es aqulla relacionada con la

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    documentacin a travs de la cual el estado dice garantizar identidades pero queen la prctica circula de manera tal que socava estas identidades y seguridades.Entre los distintos tipos de documentos emitidos por los gobiernos, y que sesupone son garantes de la pertenencia de la persona, los pasaportes conforman laelite. Sin embargo, la mayora de la poblacin tropieza con el estado a travs dedocumentos tales como cartas de racionamiento, de identidad, denuncias crimi-nales, documentos judiciales, certificados de nacimiento y defuncin, entre otros.Estos documentos soportan al mismo tiempo el doble signo del estado distante ypenetrante en la vida diaria. De hecho, varios acadmicos han argumentado re-cientemente que es a travs de estas prcticas de documentacin que el estadohace legible para s a la poblacin generando lo que se conoce como el efecto delegibilidad. (Scott, 1998). Troulliot (2001:126), por ejemplo, sugiere que el efec-to de legibilidad es tanto la produccin de un lenguaje y de un conocimientopara gobernar, como de herramientas tericas y empricas para clasificar y regulara las colectividades. Existe de hecho una gran cantidad de literatura acerca de lasprcticas clasificatorias y cartogrficas del estado, dedicada a remarcar la relacinsaber/poder en los nuevos modelos de gobierno que surgen con la construccinde la idea de poblacin (ver Appadurai, 1996; Dirks, 2001; Foucault, 1979;Mitchell, 1988; Perrot y Wolf, 1984; Scott, 1998; R. Smith, 1996).

    Sin embargo, lo que nos interesa aqu no es tanto cmo el estado torna a lapoblacin legible para s, sino ms bien cmo estos documentos se encarnan enformas de vida a travs de las cuales ciertas ideas de sujetos y ciudadanos empiezana circular entre aquellos que utilizan estos documentos. Por ejemplo, MarianeFerme, en su captulo, muestra la opacidad de los documentos estatales sobreinmigrantes, viajeros y refugiados a medida que se mueven a travs de las distintasfronteras y puestos de control. Seala como ejemplo de ello el caso de un hombrecuyo documento de identidad original de Sierra Leona, ahora invlido, estababasado sobre una identidad y una fecha de nacimiento falsas. Para reclamar suderecho como refugiado de guerra sierraleons y as poder adquirir ciertos de-rechos en los estados receptores el hombre debe abrazar dicha identidad comola nica por la cual podra obtener su nuevo status de refugiado de guerra. Suidentidad como ciudadano de Sierra Leona est en relacin inversa a la capacidaddel estado de Sierra Leona de garantizar dicha identidad.8 A partir de otros relatosde migrantes y viajeros de Sierra Leona, Ferme se entera de cmo los pasaportesemitidos por los britnicos durante el rgimen colonial fueron invalidados en laindependencia obligando a ciudadanos que estaban viajando a luchar por conse-guir nuevos documentos en corto tiempo en los consulados que an no existan.

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    Aqu, la experiencia temporal del estado resulta particularmente significativa. As,cuando el estado interviene revocando documentos de identidad por razones apa-rentemente arbitrarias, el informante de Ferme siente la impotencia de verse for-zado a esperar meses y posponer becas, trabajo y planes de viaje en un intentodesesperado por adquirir nuevos papeles de identidad y avenirse a las nuevas arbi-trarias demandas del estado. En estos casos, la ley es experimentada como unagran imposicin arbitraria cuyos efectos son sentidos, en trminos de Ferme, comoespacio-temporalidades encontradas.

    El captulo de Poole describe disrupciones temporales similares en la ma-nera en la que los campesinos peruanos entablan relacin con el estado a travs delinterminable y arbitrario flujo de papelero que constituye su experiencia de jus-ticia. En las reas que describe, los casos legales raramente llegan a conclusiones yla justicia es comnmente considerada no como algo que puede obtenerse, sinoms bien como el efmero vnculo que ata a los campesinos con un estado cuyapromesa de justicia toma la forma de interminables procedimientos y papelero,siempre inconclusos, que circulan por las diferentes instancias del sistema judi-cial. Los aspectos pedaggicos del estado se manifiestan, pues, no tanto en loslibros de textos escolares sino ms bien en las prcticas por las cuales los sujetosaprenden el vaco entre membresa y pertenencia. Poole demuestra que tiene asi-dero la idea de que los espacios en que estos campesinos habitan son marginales,con falta de caminos, escuelas y de otros signos de la presencia estatal. Lo quepermite al estado no ser nunca responsable de tener que cumplir con sus propiaspromesas, sin embargo, es la combinacin de esta ubicacin fsica y otras ideasrespecto de la marginalidad natural de los campesinos indgenas.

    La configuracin temporal y la experiencia de tales encuentros con el poderarbitrario del estado pueden ser pensadas tambin como los espacios altamentemviles que Pradeep Jeganathan describe en su captulo mapas de anticipacin.Estos son espacios en donde los reclamos pedaggicos y las garantas de la ley y lanacin son desestabilizadas por las prcticas estatales. Para Jeganathan, as comotambin para otros autores de este libro, los puestos policiales y militares de con-trol emergen como sitios en los cuales la problemtica de las expectativas ylegibilidades entra en contacto con la normalidad de la vida cotidiana. El autorevoca los sucesos ms cotidianos en el proceso del viaje diario al trabajo en laciudad de Colombo en Sri Lanka: el viajero es detenido en un puesto de control yse le pide su documento de identidad. Qu significa esto en un pas que hastahace muy poco estaba en medio de una guerra civil?; donde terroristas, insurgen-tes, militantes o luchadores por la libertad (el trmino que utilicemos depender

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    del lugar desde donde leamos el conflicto) utilizan tcnicas de terror/martiriotales como bombas suicidas, y donde las fuerzas de seguridad utilizan mecanismossimilares de terror como medida anti-insurreccional. Surge la pregunta acerca dednde estn los lmites del estado? y la cuestin queda cargada de incertidumbrey riesgo, ya que las prcticas que determinan los lmites del estado van por dentrodel territorio social y poltico ms que por fuera del mismo.

    Esta movilidad inherente a los espacios y escenarios en donde emergen lasprcticas constitutivas de los lmites desestabiliza el lenguaje intrnsecamente te-rritorial que da cuenta de contencin y de soberana, que parecen vincular lanacin al estado. Mediante su anlisis acerca de los puestos de control colombia-nos, Victoria Sanford logra describir cmo diferentes fuerzas militares se disputanel control sobre territorios concretos. En estos territorios que se han vuelto, enalguna medida, verdaderamente marginales al estado, la incertidumbre acerca dela posicin de uno mismo con respecto a las garantas y a las leyes de proteccindel estado se complican aun ms por la presencia de los paramilitares que, simul-tneamente, estn dentro y fuera del estado. En sus reflexiones acerca de los pues-tos peruanos de control, Deborah Poole describe cmo las intenciones y hasta lapropia existencia del estado se tornan ilegibles en los momentos de tensin en quelos documentos de identidad son entregados a los funcionarios del estado. A pesarde que dichos espacios son en general fugaces e impredecibles como cuandouna persona en una posicin de autoridad para a alguien en la calle y le pide losdocumentos, pueden tambin en algn sentido volverse rutinarios en la perma-nencia y visibilidad de los puestos de control. Como Jeganathan remarca en sucaptulo, es a travs de estos mapas de anticipacin que los residentes de unaciudad o zona de guerra internalizan la imprevisibilidad de la violencia mediantela previsibilidad de los espacios fsicos en los cuales el estado ejerce su propio yaparentemente arbitrario derecho de soberana sobre territorios que claramenteno puede controlar.

    Los mrgenes tan evidentes en los puestos de control tambin se puedenpresentar en las rutinas burocrticas de la vida moderna diaria. Lawrence Cohennos proporciona un ejemplo de dicho espacio en su captulo acerca del imaginariotecno-cientfico de las funciones operativas en India. Describe el funcionamientodel comercio de rganos que, como los espacios de la excepcin, vuelve difusa lalnea que separa lo legal de lo ilegal. Debido a que tanto la venta como la donacinde rganos por parte de no familiares fue prohibida por ley en la India en 1994,los cirujanos que operaban en el mercado de rganos nacional e internacionalpresionaron al estado para que definiera procedimientos para autorizar formas de

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    donacin de rganos permisibles por fuera de los grados legalmente definidos deparentesco. A los comits que surgieron de este reclamo se les asign la tarea deconsiderar aquellos casos excepcionales en los que los rganos pudieran ser dona-dos por fuera de los grados de parentesco estipulados. Cohen hace un sutil anlisissobre la maneras en las que estos comits funcionan creando relaciones afectivasficticias entre personas sin relacin alguna de manera de poder autorizardonaciones de rganos. El secreto pblico, por supuesto, es que las relacionesficticias entre el donante y el receptor son creadas para cubrir la venta ilegal derganos. Efectivamente, la estructura de las excepciones opera para definir unalnea entre membresa e inclusin que identifica a aquellos ciudadanosbiodisponibles y que, por consiguiente, pueden volverse donantes ficticios enuna economa clandestina.9 Ms aun, da lugar a la emergencia de ciertas formasdiscursivas en las que la ciudadana es revindicada a travs de actos de sacrificiopor parte de los pobres, punto que se explora con mayor detalle ms adelante enesta introduccin.

    LOS MRGENES NO SON INERTES

    En la seccin precedente hemos intentado mostrar la intima conexin quese establece entre estados de excepcin y la ley. Argumentamos que la antropolo-ga focaliza en los quehaceres diarios, en lugar de privilegiar las formas de razona-miento metafsico en la manera de entender la soberana. Es en estos procesos dela vida diaria donde podemos ver cmo el estado es reconfigurado en los mrge-nes. Los mrgenes no son simplemente espacios perifricos. Algunas veces, comoen el caso de las fronteras de los estados de una nacin, determinan qu quedadentro y qu queda fuera. En otros casos, como en el de los puestos de control,atraviesan el cuerpo poltico del estado. Las fronteras y los puestos de control,como hemos visto, son espacios en los cuales la soberana, en tanto derecho sobrela vida y la muerte, es experimentada de un modo potencial, creando efectos depnico y un sentimiento de peligro, aun si nada sucede.

    Paradjicamente, es en estos espacios de excepcin donde la creatividad delos mrgenes es visible; es aqu donde formas alternativas de accin econmica ypoltica son instituidas. Sugerir que los mrgenes son espacios de creatividad no esdecir que las formas que adquieren la poltica y la economa en estos, las cualesgeneralmente son formadas por la necesidad de sobrevivir, no estn cargadas deterribles peligros. Esto es til, sin embargo, para enfocar la atencin en el hecho

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    de que, aunque ciertas poblaciones son patologizadas a travs de varios tipos deprcticas de poder/saber, ellas no se someten pasivamente a estas condiciones.

    Mientras que el trabajo de los historiadores subalternos ha hecho muchopara enfatizar la agencia de los grupos subalternos en importantes coyunturashistricas, el status cannico de la resistencia en estos estudios oscurece la relacinentre esos momentos crticos y la vida diaria (Das, 1989). Incluso cuando la vidadiaria se convierte en el foco de anlisis, como en el trabajo de James Scott (1985)sobre las formas diarias de resistencia campesina, pareciera que la agencia es vistafundamentalmente en los actos de resistencia. Por otra parte, nuestro nfasis radi-ca en los modos por los cuales los lmites conceptuales del estado son extendidosy rehechos para asegurar la supervivencia o buscar justicia en la vida diaria. Estono significa que consideremos todos los tipos de mrgenes, de alguna manera,homogneos, en los cuales las categoras de minoras, refugiados o inmigrantessean esencialmente similares. Por el contrario, tomamos el carcter indeterminadode los mrgenes para quebrantar y abrir la solidez generalmente atribuida al estado.

    Tomemos la descripcin de Roitman sobre las estrategias econmicas se-guidas por jvenes marginalizados a medida que tratan con varios procesosregulatorios del estado. Con la declinacin de los mercados tradicionales en Chad,son los mercados emergentes de drogas, armas, contrabando y mercenarios losque proveen oportunidades de asegurar el sustento en regiones devastadas porguerras en curso, sequas u otros desastres econmicos. Por razones obvias estosmercados florecen en los bordes entre naciones. Rechazando llamar a estas opor-tunidades econmicas como partes de las economas informales o negras,Roitman conceptualiza las estrategias de los jvenes como prcticas creadoras debordes, en las cuales da cuenta no del colapso de la regulacin, sino de la plurali-zacin de las autoridades regulatorias. Esta pluralizacin lleva a unainstitucionalizacin de la extraccin de renta por parte del estado, incluso cuandoeste proceso sucede fuera de los procedimientos formalmente legales. Las formasde socializacin desarrolladas en los bordes son, por supuesto, extremadamentepeligrosas. Pero stas muestran que los mrgenes, como los lmites literales delEstado, son tambin espacios en los cuales los lmites conceptuales de la economason fabricados y extendidos. La mayora de la retrica poltica caracterizara talesactividades econmicas como corrupcin y lo interpretaran como un signo dela debilidad del estado. Sin embargo, desde la perspectiva de los jvenes que estu-dia Roitman, tales estrategias de asegurarse el sustento a travs de la utilizacin delcarcter indeterminado de los bordes, proveen las maneras para demandar dere-chos econmicos. Lo que se encuentra en juego es un desafo al monopolio del

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    estado sobre los impuestos y sobre las licencias comerciales, y el esfuerzo paraapropiarse de algunas de estas prcticas para la supervivencia econmica. La plu-ralizacin de las regulaciones no crea una simple oposicin binaria entre el estadoy los mrgenes, tampoco podemos decir que el estado no sea capaz de ordenarjudicialmente los mrgenes, por esto es que se las arregla para extraer renta a travsdel aumento y la extensin de los lmites conceptuales de la economa. Lo que laconsideracin de los mrgenes nos permite a nosotros observar es cmo la ciuda-dana econmica, la extraccin de renta y los mltiples regmenes de regulacinson partes necesarias del funcionamiento del estado, tanto como la excepcin esnecesaria para el entendimiento de la ley.

    En el captulo de Ferme obtenemos ms evidencia de la arbitrariedad en elcorazn de los preceptos, lo cual ella muestra como caracterstica del estado colo-nial. Sin embargo, estas arbitrariedades se transforman en recurso, como nos reve-lan los informantes de Ferme, en tanto que han facilitado opciones alternativas deciudadana para los Sierraleonenses. Los emigrantes explotan medidas de emer-gencia tomadas para protegerlos tales como la categora refugiados de guerra, yen algunos casos obtienen xito usando oportunidades provistas mediante capri-chosas y arbitrarias leyes, forjando nuevas formas de ciudadana econmica y po-ltica que algunas veces van ms all de las fronteras territoriales de los estados.Para otros, tales como los refugiados a los que se les niega el asilo o los que muerenen transito, los resultados son terribles, atestiguando los peligros del trabajo en losbordes (ver Malkki, 1995). As, para Roitman y Ferme, las posibilidades y lmitesde estas nuevas prcticas de flexin de los bordes proveen un punto de ventajaimportante parta entender procesos translocales a travs de los cuales el estado esexperimentado.

    Evidencia similar sobre la creatividad de los mrgenes en el nivel polticopuede ser vista en el trabajo de Comunidades de Paz destinadas a poblacionesdesplazadas en Colombia. Sanford describe cmo estas poblaciones, que han sidodesplazadas por las acciones de los paramilitares, intentan crear zonas de seguri-dad, fuera de los lmites, tanto de la guerrilla, como tambin del personal armadoautorizado por el estado. Con el creciente apoyo de grupos de derechos humanos,tanto a nivel nacional como internacional, tales comunidades (las cuales funcio-nan en los lmites literales del Estado) han reconfigurado sus espacios para reflejarsus propios imperativos. Sus formas de accin poltica utilizan la retrica globalde los derechos humanos. Sin embargo, en vez de realizar reclamos frente a corteso tribunales internacionales, ellos dan mayor prioridad a la necesidad de adquirirseguridad para la comunidad antes que a nivel individual.

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    El captulo de Ashforth nos ofrece otro ejemplo de las formas locales espe-cficas en las cuales operan las ideas de justicia. l argumenta que el aumento enlas acusaciones de brujera entre la poblacin negra de Sudfrica, devastada por elcrecimiento intolerable de la prevalencia del HIV y los rangos de mortalidad, esexpresada en demandas de que el estado post-apartheid muestre su sensibilidadpor el sufrimiento, haciendo algo tanto sobre el HIV como sobre la brujera. Perocomo Ashforth muestra, el castigo a los que hacen brujera puede llegar a reinstituirprejuicios coloniales o del rgimen del apartheid contra las prcticas populares delas poblaciones negras, y puede criminalizar estas prcticas. Como consecuencia,las acusaciones de brujera deben ser reformuladas como otra cosa (secuestro, ab-duccin o asesinato). El punto es que la presin para reconfigurar los sistemasestatales a travs de diferentes nociones de justicia se generan por las preocupacio-nes de aqullos que viven en un modo de sociabilidad diferente de aqul imagina-do por el aparato burocrtico racional del estado. Es interesante remarcar aquque incluso en la nocin weberiana clsica de racionalidad, la ley incluye extenderjusticia dentro de estos procesos a travs del rol del jurado. Weber ve al juradocomo habiendo tomado el rol del orculo: Debido al jurado, algo de la raciona-lidad primitiva de la tcnica de decisin y, ms aun, de la ley misma, ha consegui-do as sobrevivir en el proceso ingls hasta el presente (Weber, 1978:63). Desdeque la irracionalidad primitiva, que tanto irritaba a Weber, funciona en el cora-zn de la ley estatal, uno puede tratar al estado, para ciertos propsitos, comoextendindose en los mrgenes del ciudadano-cuerpo.

    Varios autores en este volumen argumentan que una imagen diferente dejusticia o bien comn anima actividades que tienen lugar en los mrgenes delestado. Esto no es simplemente un tema de nociones folk de ley y justicia contralas ideas de justicia sancionadas desde el estado. Ms bien, lo que est en el centrode estos lugares es formado a travs de la experiencia de mundos locales, aunquedebemos ser claros en que los mundos locales y el estado no se encuentra comooposiciones binarias. Aunque estn encerrados en relaciones asimtricas, estnenredados el uno con el otro. As, por un lado, la ley es vista como un signo de undistante pero tambin abrumador poder. Por otro lado, tambin es vista como alalcance de la mano, algo a lo que los deseos locales pueden adherirse. As, Poolemuestra cmo los campesinos de Per invierten su deseo de justicia en el estado,incluso cuando la ilegibilidad del estado y de sus procesos frustren esos deseos, yaque los documentos necesarios para asegurar justicia tienden a moverse sin finentre diferentes jurisdicciones. No estamos diciendo aqu que las poblaciones delos mrgenes son siempre exitosas en hacer al estado responsable de sus nociones

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    de justicia o de bien comn, y tampoco deseamos tener una visin romntica de lacreatividad en los mrgenes. De hecho, como el captulo de Nelson demuestra, elmismo estado que es identificado como el perpetrador del terror y de las polticasde tierra arrasada en Guatemala, es investido por el deseo de justicia. Lo quedeben haber sido posiciones fijas, tales como vctimas o perpetradores, son alta-mente mviles. El punto es que no importa si los deseos, temores y esperanzasalimentados en los mrgenes, y luego proyectados dentro del estado, son de algu-na manera ms ticos, justos o puros. Por el contrario, la complejidad de las expe-riencias de vida conjuga nociones de justicia y ley con diferentes tipos de imagina-rios disponibles en los sitios oficiales y representaciones de justicia y ley.10

    El captulo de Das y Nelson provee otros ejemplos de cmo la ley estatal escolonizada por otras formas de las ideas legales/jurdicas. Das cita el caso de lasviudas de la comunidad Siglikar en Delhi, cuyos maridos fueron asesinados en lasmanifestaciones de 1984. Ellas trataron de conseguir compensacin monetariapor parte del gobierno. Los Siglikar vivan en la periferia de la ciudad. Pero msimportante, sus nociones de comunidad y justicia estaban basadas en diferentesnociones de sociabilidad. El gobierno trat a las viudas como las receptoras apro-piadas de la compensacin, pero la opinin dominante en la comunidad era quelos padres de los hombres muertos deban recibir la compensacin. El conflictofue finalmente resuelto por la casta Panchayat de los Siglikars, y el dinero fueequitativamente distribuido entre los litigantes. Lo interesante es que el arreglofue visto como un compromiso y fue ejecutado en papel estampado de la corte,como si eso fuera a hacer al arreglo vlido ante los ojos de la ley. As, la legitimidadfue buscada a travs de la ley estatal; este compromiso nunca fue atribuido a la leycomn ni tratado como un arreglo privado entre partes involucradas. La mmicadel estado para dar legitimidad a un acuerdo que fue cohesivo en varios aspectospuede ser ledo como la instauracin del estado como un fetiche, pero tambinatestigua la lealtad de la comunidad a la idea de leyes instituidas por el estado y,como consecuencia, ste clama ciudadana a estas comunidades. Tales mrgenesdonde una imagen diferente del bien comn se pone en juego no son espaciosdonde todava no ha entrado el estado: de hecho deben ser vistos como sitios enlos cuales el estado es continuamente formado en los recovecos de la vida diaria.11

    En el captulo de Nelson, vemos cmo la ilusoria, la tramposa cualidad delestado en cuanto a la formacin de justicia, queda fuera de alcance para los sujetoscampesinos. En su trabajo de la Guatemala de post guerra, Nelson describe cmoel estado contrainsurgente despleg imgenes de la duplicidad o los indios dedos caras para defender las incursiones militares dentro de reas indgenas,

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    reestableci comunidades indgenas dentro de aldeas, y declar poderes de emer-gencia en grandes sectores del pas. Sin embargo, Nelson muestra cmo esta ima-gen de los indios se vuelve una imagen del Estado y se pregunta: Por qu es que elEstado es tambin entendido como teniendo dos caras, engaando, deseable, des-pectivo y peligroso? As, dando vuelta la imagen estereotipada de la mmica en-mascarada del estado por la de los astutos nativos de dos caras en su cabeza, laetnografa del estado de Nelson lo pone en una trayectoria altamente mvil en lacual el estado es tanto temido como deseado.

    Lo que Nelson cuenta nos hace altamente escpticos en la idea de que elestado es legible, mientras que la poblacin es ilegible. Hasta hoy la mayor partede la teora antropolgica se ha concentrado en las maneras en que el Estadodespliega tecnologas de conocimiento y poder para hacer a las poblaciones legibles(Appadurai, 1996; Cohn, 1987; Trouillot, 2001). Sin embargo, como hemos vis-to en las secciones anteriores, los mismos documentos a travs de los cuales sebusca fijar la identidad adquieren un diferente tipo de vida, cuando tanto losfuncionarios del estado como los ciudadanos ordinarios los manipulan para dife-rentes fines. Como Poole demuestra tan efectivamente en su captulo, las posibi-lidades de falsificacin llevan a suspender a los ciudadanos entre los polos deamenaza y garantas. En torno a una de estas modalidades en las cuales el estadoest presente en los mrgenes, es capturada en regiones del lenguaje que vienen ala existencia cuando el acceso al contexto se hace frgil. As prospera el rumor: elestado mantiene que las poblaciones iletradas y pobremente educadas son fcil-mente engaables. Como Nelson nos muestra, el estado es visto como un doblerostro, inconocible, y de muchas maneras el espacio en el cual lo misterioso esexperimentado. An el estado atribuye pasin (y debemos agregar credulidad) asus sujetos, de tal modo se construye a s mismo como racional, tal como hanmostrado Das y Cohen en este volumen. En el captulo de Ashforth encontramosque las medidas para controlar la transmisin de HIV son interpretadas entre lossujetos negros de Sudfrica como medidas del estado para bloquear la reproduc-cin de las poblaciones negras. Esta interpretacin parecera ser un legado delrgimen del apartheid y sus polticas de muerte. As, los rumores y el aura desospecha sobre las intenciones reales del estado al instituir polticas que impli-can el cuerpo, la sexualidad y la reproduccin necesitan ser entendidas en lasdistintas historias locales especficas. El hecho de que las acusaciones de brujeracompartan muchas caractersticas con los rumores su ausencia de firma (Bhabba,1994; Das, 1998; Geschiere, 1997), su fuerza perlocutiva los teje dentro de loincierto de las relaciones en las cuales los devastadores efectos de la epidemia del

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    SIDA son experimentados. La cuestin no es que el rumor es una forma de comu-nicacin especficamente subalterna, como fue sugerido por Guha (1983), sinoque el propio modo del estado de representar a sus sujetos como entregados a lapasin ms que a la razn, se vuelve sobre el mismo estado, para decirlo de algunamanera (ver el captulo de Nelson para este punto). La experiencia letal del SIDAy su enredo con las acusaciones de brujera, rumores y pnicos nos llevan de vueltaa la pregunta del estado como el sitio donde la biopoltica y la thanatopolticaestn instituidas juntas. Nosotros afirmamos que esta relacin, la cual se encuen-tra en el corazn del estado moderno, es mucho ms visible en los mrgenes queen el centro. Ahora iremos hacia esas consideraciones.

    LA BIOPOLTICA Y LOS MRGENES

    Anteriormente argumentamos que la soberana es mejor definida en trmi-nos de poder sobre la vida y la muerte. Es importante comprender que la figura dela vida no es una porcin de naturaleza animal sin ninguna relacin con la ley,sino que es producida por la ley. Tanto Agamben (1998 y 2000) como Foucault(1976 y 2003), han argumentado de diferentes maneras que el estado es constitui-do en la modernidad a travs de la inclusin de la vida natural del hombre dentrode mecanismos y clculos de poder. A pesar de este acuerdo sobre la biopoltica,hay varias diferencias en la manera que estos dos autores conciben la relacinentre biopoltica y thanatopoltica. El referente negativo de la nueva biopoltica,para Agamben, es la figura del homo sacer vida que puede ser asesinada pero nosacrificada y el caso paradigmtico de esto en la modernidad es el campo deconcentracin. Para Foucault el referente negativo de la biopoltica parecera ser elpunto en el cual se produce un corte entre aqullos cuyas vidas son administradasy valoradas, y aqullos cuyas vidas son juzgadas como sin valor; aqullos que, portanto, se dejan morir. Ambos autores parecen igualmente preocupados por unaaparente contradiccin en la concepcin del estado biopoltico: a saber, cmo unestado cuya funcin es la de organizar la vida produce una categora de gente quepuede ser juzgada asesinable. Para Agamben, lo que une la biopoltica con las polticasde muerte es el recurso sin fin que el estado tiene del estado de excepcin; mientrasque para Foucault, la preocupacin tiene ms que ver con el poder en las rutinas de loordinario y, de esta manera, en la produccin de lo normal. Este no es el lugar paraver estas diferencias en profundidad (en este caso las usamos para dirigir la atencin ala manera en que el mtodo etnogrfico nos permite abrir esta pregunta).

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    Como es bien sabido, los trabajos de Foucault en biopoder remplazan elprivilegio de la ley y la prohibicin con un nfasis en la eficacia tctica dentro deun campo de fuerzas mltiple y mvil. l muestra que los efectos son de granalcance, pero nunca estables. Su descripcin meticulosa del impacto de las esta-dsticas y la invencin de la poblacin como un objeto de conocimiento y regula-cin en las nociones cambiantes de soberana, ha llevado a maneras importantesde reconceptualizacin del estado, especialmente en el cambio del nfasis de lasjurisdicciones territoriales a la organizacin de la vida (ver tambin Perrot y Wolf,1984). As, en la literatura reciente vemos la proliferacin de adjetivos usados paracaracterizar el estado el estado higinico, el estado inmunizador, el estado tera-putico cada uno apuntando a una modalidad diferente de la organizacin de lavida. Simultneamente, el prefijo bio se ha visto separado del trmino poder, parasealar otros tipos de sociabilidad, tales como lo biosocial, as como otros tipos decapacidades, tales como biocapital, y para referirse a nuevas formas de acoplarpoder (por ejemplo grupos de pacientes organizndose para influir la asignacinde recursos y direccin de la investigacin para mitigar ciertas condiciones biol-gicas). Esta heterogeneidad de maneras en las cuales el estado est dedicado aadministrar vida (y el concomitante dejar morir), as como las demandas que sepueden hacer al estado en las regiones de vida y muerte, demandando nuevascategoras de ciudadana, proveen un terreno rico en el cual la antropologa puederelacionarse con las formas de la biopoltica. (Petryna, 2002).

    Por supuesto, el locus classicus para examinar el poder del estado con refe-rencia al control sobre las poblaciones puede encontrarse en la literatura de epide-mias y formacin del estado. Como Peter Baldwin (2001) ha mostrado reciente-mente, las estrategias de control desarrolladas por el estado en Europa a fines delsiglo XIX y principios del XX, estaban ntimamente relacionadas con el controlde los contagios. Ms aun, la preocupacin por la regulacin de la salud de pobla-ciones nos lleva inmediatamente a las conexiones entre los centros metropolitanosy las colonias: para controlar las epidemias era necesario superar las barreras a laexplotacin Europea de las colonias. As, una preocupacin por las condicionesde salubridad en las colonias, y tcnicas de manejo de la enfermedad, se volviparte de los repertorios de accin del Estado. Como ejemplos, debemos pensar enlos vastos cambios legislativos que se dieron a travs de las diferentes leyes: devacunacin obligatoria, del vagabundo leproso, de insania, de encierros tempora-les y varias formas de reglamentaciones de enfermedades contagiosas promulga-das en este periodo por los Estados europeos, tanto en los centros metropolitanoscomo en las colonias. Lo que es importante desde la perspectiva de la colonia es

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    que tanto los debates pblicos en estos temas, como las racionalidades cientficasdadas a ellos, construyeron a los habitantes de las colonias como crdulos,antihiginicos, irracionales y necesitados de disciplina. Fue el gran logro de Foucaultmostrar no slo que el biopoder se ejerca sobre la patologizacin de poblaciones,sino tambin que lo que era aplicable a los mrgenes poda volverse generalizadoy normalizado para poblaciones enteras. Sin embargo, la continua produccin depatologas es una importante tcnica de poder (en este reino, como en los explora-dos anteriormente, nos invita a mirar a las conexiones ntimas entre poder sobera-no y poder disciplinario).

    El gobierno de poblaciones en los espacios que Cohen llama en su captulocasi modernidad, muestra que no podemos asumir una lgica inexorable en elgobierno de la vida, que se despliegue de la misma manera en todas las sociedades.Las sociedades poscoloniales como la India y Sudfrica tienen historias especficasen las cuales la gramtica de las relaciones da forma al modo en que se instituye labiopoltica. As, la historia de la modernidad se complica en sta como en todaslas otras esferas (Geschire, 1997; Gilroy, 1993; Mitchell, 2000). Las poblaciones,como argumentamos en la seccin precedente, pueden existir en el imaginario delestado slo como entidades a ser administradas, pero los habitantes de estos mr-genes no son objetos inertes: las formas de gobierno, las relaciones sociales alrede-dor de distintas zonas de experiencia, y los gneros culturales dentro de los cualesel lenguaje adquiere vida, generan modos de encarar el estado biopoltico, a losque no se puede llegar a travs de la especulacin metafsica. Los captulos deCohen, Ashforth, Das y Sanford muestran que, aunque el estado biopoltico tra-baja con nociones de cuerpos masivos de una forma u otra, las tcnicas de admi-nistracin en estos contextos son bastante distintas. An ms importante, los modosen que las poblaciones dirigidas trabajan con las estrategias de control para rei-vindicar la ciudadana estn profundamente fundamentados por especficas expe-riencias del estado. As, mientras que las categoras de refugiado y persona des-plazada existen como categoras legales especiales en los instrumentos internacio-nales que los controlan y les dan derechos, al mismo tiempo, las negociacionesefectuadas por los Comits de Paz para mantener tanto a los guerreros del estadocomo a los de la guerrilla fuera de sus territorios, seguramente llevan el sello de suparticular experiencia de la violencia. De manera similar, la administracin de laepidemia del SIDA en Sudfrica debe, necesariamente, enfrentar las acusacionesde brujera como un problema para el estado. En el caso de India, la poltica decuerpos masivos fue instituida a travs de los programas de planificacin familiarque incluan campamentos para la esterilizacin en masa pero tambin eran parte

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    de un repertorio de instituciones de caridad y estatales de otros tipos, tales comocampamentos de salud de masas o campamentos para las operaciones de cataratas.Por lo tanto, la forma en que la administracin de la vida devino un objeto de polticasdefine de hecho al estado biopoltico, pero las historias especficas son suficientemen-te distintas para garantizar a la observacin que sta no es una matriz cargada. Quizspodemos ilustrar este punto con los ejemplos especficos de Cohen sobre los modosde reivindicar la ciudadana a travs del tropo de la operacin en India.

    Cohen argumenta, en su captulo, que tres conceptos operabilidad,biodisponibilidad y suplementabilidad explican la forma particular en que seencuentra al estado biopoltico en India. Distintas poblaciones en los mrgenes,como los hijras (sujetos intersex, transgnero, comnmente conocidos como eltercer sexo); cuerpos tratados como una masa en operaciones de planificacinfamiliar realizadas en campamentos mdicos; vendedores de riones en el trficode rganos, todos estn definidos por intersecciones particulares entre estos tresconceptos. Como dice Cohen, las operaciones se vuelven no slo una tcnica y unemplazamiento que representa al estado, sino tambin una forma que marca lasposibilidades y los lmites de la pertenencia, a personas aclamadas como un cuer-po masivo dotadas de pasiones pero no de razn en el imaginario del estado.As, la pedagoga de convertir a los habitantes de cuerpos masivos enmodernizadores ascticos que poseen la razn es especfica de la gramtica cultu-ral de India, dentro de la cual han tomado forma los paradigmas desarrollistas. Laparte ms interesante de este argumento es que, a travs de una lgica de la excep-cin, el cuerpo genrico de las masas es convertido en tipos especficos de cuerposde los cuales se puede conseguir rganos a travs de la venta, a pesar de la prohibi-cin de la venta de rganos. La lgica de la excepcin ayuda a crear la ficcin delafecto abrumador entre el comprador y el vendedor, como sealamos antes, apesar del secreto pblico de que esta ficcin es creada para encubrir la venta derganos a travs de la forma mtica del regalo. La operacin misma es vista porpoblaciones marginalizadas como una forma de reivindicar ciudadana a travs delos tropos del regalo y el sacrificio. No es que la incidencia de la venta de rionessea muy alta en India, sino que estos vendedores estn concentrados en localida-des y regiones especficas. La posibilidad del transplante, sin embargo, ha habilita-do que emerjan formas discursivas y redes de habladuras en todo nivel, desde eldomstico al nacional. Los hermanos hablan de vender riones para juntar dotespara sus hermanas; las esposas, para redimir a su familia de las deudas. El msmarginal de los ciudadanos reivindica que donara riones para salvar la vida dedebilitados lderes nacionales o regionales.

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    El concepto de biodisponibilidad introducido por Cohen se desva bastan-te de la nocin de cuerpos asesinables a travs del cetro del homo sacer (para estoson los pobres, que no son tanto asesinados como dejados morir). De hecho, laforma retrica usada por aquellos que apoyan las ventas es el hacer disponibles aestos cuerpos para la intervencin mdica, pero moldean esta idea en trminos deautonoma individual y preocupacin por los pobres. Este ejemplo provee unademostracin sorprendente de cmo alejarse de las concepciones metafsicas acer-ca de la forma en que opera la excepcin, hacia la tarea de hacer del Estadobiopoltico un objeto de investigacin etnogrfica. Si el concepto de Foucault delindividuo peligroso nos mostr cmo la ley fue colonizada por las disciplinas enla psiquiatra forense francesa (Foucault, 2003), los conceptos que nos ofrece Cohennos muestran cmo el regalo y el sacrificio no han sido desplazados por las formasmercantiles, sino ms bien permiten a la forma mercantil funcionar en tndemcon otras maneras de reivindicar la ciudadana.

    REFLEXIONES FINALES

    No podemos hacer nada mejor en estas reflexiones finales que referir allector al captulo 11, en el cual Talal Asad proporciona un conciso y provocativocomentario sobre las cuestiones tericas relativas al estado y los mrgenes. Doscuestiones de importancia pueden acentuarse aqu. Primero, Asad argumenta quela nocin de estado en el pensamiento contemporneo le confiere vida propia,distinta tanto de los gobernantes como de los gobernados. A causa de esta abstrac-cin, el estado puede reclamar lealtad de ambas partes. Cuando la relacin entre elestado y la poblacin gobernada es imaginada como aqulla en la cual el estadoencarna la soberana independientemente de la poblacin, ste deviene autoriza-do para mantener ciertos espacios y poblaciones como mrgenes a travs de susprcticas administrativas. A la inversa, una concepcin del estado como aquello alo cual el poder es delegado, ms que alienado de los sujetos, permitira al estadopensarse a s mismo como los mrgenes del cuerpo ciudadano. El punto no esmostrar que el Estado tiene un carcter fetichizado, sino ms bien revelar que lasconcepciones de soberana pueden desplazar las posiciones relativas del centro y laperiferia: los mrgenes se mueven, entonces, tanto en el interior como fuera delestado. Por supuesto, este movimiento es lo que hace a los mrgenes tan centralespara entender el estado. La indeterminacin de los mrgenes no slo da lugar a

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    formas de resistencia sino que, de modo ms trascendente, permite estrategias deatraccin del estado hacia ciertos tipos de mrgenes del cuerpo de ciudadanos.

    Segundo, Asad introduce la importante idea de que la igualdad formal y elcarcter sustituible de los ciudadanos en la teora liberal descansa, de hecho, sobreincertidumbres inherentes al proceso de abstraccin de una categora dada a otra.l ofrece una hermosa descripcin de cmo la sospecha viene a ocupar el espacioentre la ley y su aplicacin, un proceso del que todos los captulos se ocupan, deun modo u otro. Esta discusin nos lleva a pensar sobre las categoras de potencia-lidad, anticipacin y sombras, categoras que capturan la experiencia de los mr-genes representada en los espacios de excepcin. Nuestra imaginacin de los mr-genes los muestra no como espacios inertes y poblaciones que simplemente tienenque ser dirigidas, sino ms bien como enojadas con la vida que es ciertamentedirigida y controlada, pero tambin escapa a dicho control. De esta manera, mien-tras tenemos mucho que aprender de las brillantes contribuciones de Agambem yFoucault sobre cmo la vida natural comienza a ser tratada como objeto de pol-ticas, las formas antropolgicas de conocimiento no toman simplemente esas ca-tegoras para aplicarlas a diferentes situaciones. Ms bien, en las genealogas ehistorias particulares de los modos de sociabilidad que estudian, los antroplogosmuestran cmo diferentes deseos, esperanzas y miedos configuran la experienciadel estado biopoltico. Los autores de este volumen son plenamente concientes dela precariedad de la vida en los mrgenes, pero estn igualmente preocupados pormostrar cmo las formas de accin poltica y econmica, y las ideas de don ysacrificio que han sido relegadas a los mrgenes, pueden tambin, en ciertos mo-mentos, reconfigurar al estado como un margen del cuerpo ciudadano. En una desus reflexiones polticas, Agamben dice que slo quebrando los nexos y cualquierpunto entre los crueles enredos entre lenguaje, pueblo y estado, tanto el pensa-miento como la praxis estarn igualadas ante la enorme tarea a mano. (Agamben,2000:67-69).La tarea a mano, esperamos, es la de que el trabajo hecho en losmrgenes ser reconocido por lo que es. ste puede no estar en condiciones deromper semejante nexo de una vez por todas, pero muestra que las derrotas yvictorias de la vida cotidiana tienen la capacidad de regresarnos de la metafsica alo ordinario. Esta, en todo caso, es la forma en que vemos el objeto etnogrficoreconstituido.

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    NOTAS

    1 La literatura sobre la tesis del estado-fracasado es extensa. Para revisiones crticasde esta tesis, vase, por ejemplo, Bose y Jalal (1997), Dunn (1995), Kholi (1990),Mbembe (2000 y 2001), y Pantham (2003). Comentando acerca de la situacinde la teora en relacin a la tesis del estado-fracasado en frica, Clestine Mongadice lo siguiente: En aos recientes el continente se ha convertido en El Doradodel pensamiento salvaje, el mejor lugar para osados safaris intelectuales, el espaciono regulado en el cual dedicarse al incesto terico, violar los fundamentos de lalgica, transgredir prohibiciones disciplinarias; en resumen, el lugar para entregarseal libertinaje intelectual. (Monga, 1996:39).2 Comentadores recientes han notado que la antropologa ha dejado de ladotradicionalmente el estudio del estado, pero no lograron notar cmo los problemasde la antropologa poltica eran definidos dentro del marco del estado (vase, porejemplo, Fuller y Harris, 2000).3 Quizs fue Clastres (1974) quien ms claramente articul esta cualidad inminenteo espectral del estado. Su genealoga, sin embargo, puede ser trazada a travs de losacercamientos evolucionistas y desarrollistas en antropologa, donde tan tempranostericos fundacionales como Morgan [1877], Maine [1866] y Engels [1884]sostienen la emergencia del estado como momento decisivo en la progresin delas culturas hacia la condicin de civilizacin, marcado por la escritura, la propiedadprivada y la emergencia del estado. Tericos ms tardos de la evolucin polticaexpandieron esta comprensin de la progresin histrica para proponer el estadocomo un punto de llegada del desarrollo de sociedades complejas definidas comoaquellas basadas en consideraciones de estratificacin social, produccin y divisindel trabajo (vase, por ejemplo, Banton, 1966; Freid, 1967). En estos enfoques,como en los modelos evolucionistas ms tempranos, el estado era vistosimultneamente como inmanente a la lgica de la evolucin social y como unacondicin limitante para la constitucin del objeto antropolgico. Al mismotiempo, el nfasis en los modelos econmicos de la evolucin social (por ejemplo,Wolf, 1982) signific que el estado per se no fuera tomado a menudo como untema de teora antropolgica. Trabajos tericos ms recientes se basan de nuevo enla construccin de lo primitivo elaborado por Clastres (Deleuze y Guattari,1983:145-185) y Bataille (Taussig, 1997), para explorar la movilidad y el carcterinmanente del estado como una formacin bsica [que est] en el horizonte a lo

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    largo de la historia. En estas teoras, el estado espectral est previsto, no como elpunto de llegada de un proceso evolutivo, como en antropologas ms tempranas,sino ms bien como un transhistrico Urstaat primordial, el eterno modelo detodo lo que el estado quiere ser y desea. (Deleuze y Guattari, 1987:217).4 Sobre la especificidad regional o cultural de las prcticas y efectos del estadomoderno, vase, entre otros, Abls, 1990; Chatteerjee, 1997; Coronil, 1997; Das,1995; Heyman, 2003; Humphrey, 2003; Lomintz, 2000; Maurer, 1997; Messick,1993; Mitchell, 1988; Ong, 1999b; Pantham, 2003; Sanders y West, 2002; G.Smith, 1999:195-227; Hansen y Stepputat, 2001. Sobre abordajes antropolgicosdel estado como paisaje institucional translocal o descentrado, vase Gupta,1995; Ong, 1999a; y Trouillot, 2001. Para una perspectiva comparativa del terrorde estado, vase Sluka, 2000.5 Sobre desorden y marginalidad en antropologa, vase especialmente Tsing, 1993.La idea de margen desordenado no es particular de las teoras occidentales delestado. Por ejemplo, en Muqadammah, texto rabe del siglo XIV, Ibn Khaldnargument que los beduinos practicaban una forma de Islam, debilitado encomparacin con los musulmanes urbanos debido a que su carcter de nmadeslos haca distantes de las autoridades regulatorias (Rosenthal, 1969). Hubo unamarcada sospecha de los nmades en las prcticas administrativas de los gobernantescoloniales, y contina en las polticas postcoloniales (para una revisin de esasprcticas, vase Rao y Casimir, 2002).6 Aunque el estado fue conceptualizado como poseedor de un monopolio sobre laviolencia legtima, qued en una relacin problemtica con otros tipos de violencia,especialmente la violencia sacrificial. Dumzil (1956), por ejemplo, mostr lacercana conexin entre la lgica del sacrificio y la del castigo en su examen de lamitologa indo-europea. En antropologa, Taussig ha discutido el carcter de fetichedel estado en relacin a su aprovechamiento del poder de los muertos en elintercambio entre lo absurdo y lo oficial. (Taussig, 1997:119). Este monopoliosobre la violencia contribuye a la nocin del carcter trascendental del estado en eldiscurso terico-poltico del liberalismo.7 El desarrollo social moderno, adems de los ya mencionados motivos polticosy profesionales internos, ha ocasionado algunos otros factores por los cuales elracionalismo legal formal est siendo debilitado. La irracional justicia kadi esejercida hoy en casos criminales clara y extensamente en la justicia popular del

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    jurado. sta llama al sentimiento del hombre lego, quien se siente enojado siempreque se encuentra con el formalismo en casos concretos, y satisface las demandasemocionales de esas clases menos privilegiadas que claman por justicia substantiva.(Weber, 1978:892).8 Para una discusin sobre cmo el proceso de adquirir legalmente un nuevo nombreesta teida con un ligero tinte de criminalidad, incluso en las circunstancias mscorrientes, ver Cavell (1994:27-28). Cito aqu un pasaje sobre su experiencia conun cambio de nombre a los diecisis aos: Probablemente no apreciaba de manerasuficiente la irona de pensar en qu deudas podra imaginar la ley que un chico dediecisis aos podra tener que huir, pero empec a saber, o saber que saba, que elacto de declarar un nombre o hacer un nombre, o cualquier cuestionamiento detu identidad, estaba siendo relacionado con la criminalidad, forjada junto a ella.Casi como si las razones para ser distinguido con un nombre no fueran simplementeser rastreable en caso de cometer un delito sino, antes que eso, como su base, paraayudar a darse cuenta de que las acciones identificables, actos, el trabajo de losseres humanos, son la fuente de la identidad, y consecuentemente constituyen laidentidad a travs de la acusacin. Cavell (1994:26). Las reflexiones de Cavellacerca de las relaciones entre mrgenes, nombres y acusaciones anticipa laexperiencia de los puestos de control, que discutimos en detalle mas abajo, ymuestran claramente que esta experiencia no es una cuestin de mrgenes fsicossolamente.9 Es importante apreciar que la venta slo podra ser posible dentro de un contextoms amplio en el cual haba gente rica que operaba en una economa con rentasno reveladas.10 Para una sutil discusin sobre el rol de las racionalidades alternativas practicadasen los mrgenes, en la interpretacin del terror de estado, vase la explicacin deHumphrey (2003) sobre los mitos budistas acerca de la reencarnacin, usada porlos budistas en Mongolia para explicar el rgimen de terror de Stalin. En esaformulacin, la teora del karma es utilizada metafricamente para reconocer lainevitable complicidad de los sujetos de estados totalitarios en regmenes de terror,un sutil punto que es de algn modo similar al argumento de Nelson en su captulo.Antes, Tsing (1993) analiz la importancia de los mrgenes como un modo derelacionar creatividad disciplinaria con forma de vida vividas en los mrgenes, enel contexto del estado en Indonesia. De todos modos, la idea de Tsing de mrgenesest fuertemente influida por modelos espaciales (por lo tanto, ella define el margen

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    como el lugar en el cual la autoridad estatal no es confiable, y la brecha entre lasmetas del estado y su realizacin local es ms amplia). Ella contrasta esta situacincon el proyecto de gobierno en el centro, donde la autoridad del estado es msfuerte. Esta forma de mirar al estado y a los mrgenes, por supuesto, supone quelos objetivos y la autoridad del estado son transparentes en el centro, o que elestado mismo no est investido para mantener los mrgenes como espacios sinreglas, un punto de vista criticado por todos los autores en este volumen.11 Puede ser relevante sealar que, mientras que la comprensin de proceso siemprese consider central a la antropologa jurdica, el nfasis siempre estuvo puesto enllegar a encontrar las reglas que se consideraban implcitas en los arreglos de lasdisputas (vase Gluckman, 1965; Nader, 1969; entre muchos otros). Una marcadadistincin entre formas de ley occidentales y no-occidentales ocult el modo en elcual los conceptos legales viajaron entre diferentes sitios, en los cuales la ley fueevocada en la misma sociedad.

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