deleuze- una historia de psicodrama

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  • 7/30/2019 Deleuze- Una Historia de Psicodrama

    1/16

    Ao 3 N 23 Mayo de 2001 $ 3.-

    Suely Rolnik, Dalmiro Bustos ,

    Adriana Piterbarg, Ral Cela,

    Carlos Martinez Bouquet,

    Leopoldo Kohon, Enrique

    Stola , Gladys Adamson,

    Ral Sintes, Hctor Fainstein,

    Ral Guiastrennec, S issiMalta Neves , Mnica Torres,

    Walter Vargas, Raimundo

    Rosales, Mirta Obstfeld.

    Director: Romn Mazzilli

    Psicodrama

    de la tica enla ciudad deSan Pablo

    El espritu

    teraputicoy el sentidode la vida

    El sntoma y la

    gananc ia dela enfermedad

    La Gestalt y sus influencias

    Car togr afas del deseo

    DELEUZE ESQUIZOANALISTALa vida est en otra parte (Episodio 2)

    El comienzode la

    Era Robinson

    A par t ir de Pichon Rivir e

    El sujetoy la modernidad

    23

    La mejor manera de esperar, es i r al encuen troManuel Trejo

    FILOSOFIAY VIDA

    COTIDIANA

    escriben

  • 7/30/2019 Deleuze- Una Historia de Psicodrama

    2/16

    Campo Grupal / 2

    Cartografas del deseo

    Deleuze,esquizoanalistaDirectorRomn Mazzilli

    Secretario de redaccinWalter VargasRedaccinPatricia MercadoDaniel SeghezzoPublicidad

    Daniel TripoliColaboran en esta edicinSuely Rolnik, Dalmiro Bustos,Adriana Piterbarg, Ral Cela, GladysAdamson, Carlos Martinez Bouquet,Leopoldo Kohon, Enrique Stola,Hctor Fainstein, Ral Guiastren-nec, Sissi Malta Neves, Mnica To-rres, Raimundo Rosales, Mirta Obst-feld., Denise Najmanovich, HctorFainstein, Ruben Amato, RosanaFernndez, Betty Davidson.CorresponsalesJuan Daz (Baha Blanca)Juan Lovari (La Plata)Roberto Snchez (Mar del Plata)Marta Carbonero (Bariloche)Rodrigo Campos Alvo (Tucumn)Montse Fornos (Espaa)

    Cecilia Biglieri (EE.UU.)Ral Sintes, (Uruguay)Pedro Mascarenhas - SergioAntonio Carlos (Brasil)Enrique Guinsberg (Mxico)Leonardo Montecchi - TerenzioFormenti (Italia)Jacinto Inbar (Israel)Rosa Jaitin (Francia)Jaime Marominsky (Chile)Gilbert Brenson Lazan (Colombia)Ilustraciones: Keith Haring

    Redaccin y

    PublicidadConesa 473 P.B. B(1426) Capital - ArgentinaTel/fax: (54-11) 4553-1226E-mail: [email protected]: www.campogrupal.comImpresin: Asking S.A.Distribucin: Motorpsico (Capital)En Chile: Brio Editora

    En Uruguay: Mario CambiassoCampo Grupal es una publicacinde Ediciones Presencia.

    Suscripcio-nes

    Por 10 ediciones anuales:Argentina: $ 40.-Amrica Latina: u$s 50.-Otros pases: u$s 60.-(El pago es con giro o deposito enCaja de Ahorro en pesos del Banco

    Suely [email protected]

    En el r elato de un p equeo epi sodi o, toma alt ur a la f i-gur a inesperada d e un Deleuze esquiz oanal ista. A tra -vs de r esonancias d e este episod io de la subjetivi dad ,el lector pod r acomp aar algun os meandr os de u ntr abaj o con el deseo que se or ienta especialmente porla cart ogr afa conceptu al deleuzia na.

    Primera escena: 1973. Comienza la amistad con Deleuze, acuyos seminarios estoy asistiendo desde hace ms de dosaos. El vive diciendo que l es mi esquizoanalista y noGuattari (con el que efectivamente hago anlisis). Un da, me re-gal un LP con la peraLul de Alan Berg, y sugiri un tema:comparar el grito de muerte de Lulu, personaje principal de estapera, con el de Mara, personaje de Woizek, otra pera del mis-mo compositor.

    Mezclando a la Lul de Berg, con la de Pabst (que hizo un filmcon Luise Brooks basado en esta pera), su imagen es la de unamujer exuberante y seductora que se mueve en una significativadiversidad de mundos, en una vida enteramente experimental. Enun perodo de miseria, en pleno fro de una noche de Navidad, Lu-l sale a las calles a hacer algn dinero. En el anonimato, acaba en-contrando nada ms y nada menos que a Jack el Destripador, queevidentemente intentar matarla. En el momento en que ve lamuerte reflejada en el cuchillo que el asesino apunta contra ella,Lul suelta un grito lacerante. El timbre de su voz tiene una extra-a fuerza que fascina a Jack casi al punto de desistir del crimen.Tambin nosotros nos sentimos tocados por esa fuerza: sentimosvibrar en nuestro cuerpo el dolor de una vigorosa vida que se re-siste a morir.

    La otra mujer, Mara, es una esposa gris de un soldado cualquie-ra. Su grito de muerte es casi inaudible, se confunde con el paisa-je sonoro. El timbre de su voz nos transmite el plido dolor de unavida insulsa, como si morir fuera casi igual a vivir.

    El grito de Lul nos vitaliza, a pesar y por causa de la intensidadde su dolor. El grito de Mara, en cambio, nos arrastra en una me-lancola y nos da deseos de morir.

    Segunda escena: 1978. Una clase de canto que hago con dosamigas los sbados por la tarde desde hace algn tiempo. La pro-fesora es Tamia, una cantante que investiga la msica contempo-rnea improvisada, corriente que est muy activa en ese momento.En este da, para nuestra sorpresa, nos pide a cada una que escoja-mos una cancin para trabajar con ella durante toda la clase.

    La cancin que se me ocurre es una entre tantas de la corrientedel Tropicalismo (intenso movimiento creado que vivimos en Bra-sil en los aos sesenta y cuya interrupcin brutal por la Dictadurafue indirectamente responsable de mi exilio en Pars: cantar co-mo un pajarito de maana tempranito...abre las alas pajarito que yoquiero volar...me llevas por la ventana de la nia hacia la orilla delro.... Es Gal la que canta, con aquel timbre suave que explora enalgunas interpretaciones y que tiene el don de emocionar al oyen-te. A medida que voy cantando, una vibracin semejante se encar-na en mi propia voz, cada vez ms firme y cristalina. Soy tomadapor un extraamiento: primero, la sensacin de este timbre que me

    pertenece desde siempre, y que a pesar de haber sido silenciadomucho tiempo, es como si nunca hubiera dejado de expresarlo;despus, porque a medida que fluye, su vibracin a pesar de susuavidad parece perforar mi cuerpo, que de repente se muestra co-mo petrificado. Siento que el blanco del pantaln y la remera queestoy vistiendo como si fuese una piel/yeso compacta envolviendomi cuerpo; ms an, tambin noto que esta especie de caparaznest all hace mucho tiempo, sin que jams me diese cuenta deello. Lo curioso es que ese endurecimiento del cuerpo se revela enel momento en que mi voz filosa lo perfora, como si de algn mo-do la voz y la piel estuviesen imbricadas. Ser que el cuerpo se

    rigidiz junto con la desaparicin del timbre de voz? Sea comofuese, el yeso se haba tornado un estorbo del que me tena que li-brar lo ms rpido posible.

    En ese instante decid volver a Brasil. Y sin embargo, objetiva-mente, nada de mi vida en Pars me haba llevado a tomar tal de-cisin me gustaba mucho vivir all , tena un crculo de amista-des que todava conservo, trabajaba con psicticos y daba clasesde anlisis institucional, como yo quera, tanto que nunca habapensado en irme y mucho menos haba hecho planes concretos enesa direccin. Pero volv y nunca dud de aquella decisin.

    Me llev algunos aos entender lo que haba sucedido en aque-lla clase de canto, y otros tantos para percibir que aquello poda te-ner relacin con aquel trabajo que me haba propuesto Deleuze.

    Lo que mi canto anunciara en mi cuerpo aquella tarde de sba-do era que la herida en el deseo causada por la dictadura haba ci-catrizado bastante como para que pudiera volver a Brasil si lo que-ra as.

    Entendmonos sobre la palabra deseo: atraccin que nos llevaen direccin a ciertos universos y repulsin que nos aleja de otros,sin que sepamos exactamente porqu; formas de expresin quecreamos para dar cuerpo a los estados sensibles que esas conexio-

    nes y desconexiones van produciendo en la subjetividad. Puesbien, los regmenes totalitarios no inciden solamente en lo visibley concreto, sino tambin en esa realidad invisible del deseo: susmovimientos tienden a bloquearse; proliferan polticas microfas-cistas.

    Desde el punto de vista micropoltico, los regmenes de este ti-po acostumbran a instaurarse en la vida de una sociedad multipli-cndose ms de lo habitual las conexiones con nuevos universosen la alquimia general de las subjetividades, provocando verdade-ras convulsiones. Son momentos privilegiados en que se intensifi-can los movimientos de creacin individual y colectiva, pero quetambin incuban el peligro de desencadenar microfascismos si seatraviesa un determinado umbral de desestabilizacin. Es quecuando una barrera de estabilidad se rompe, se corre el riesgo deque las subjetividades ms toscas, arraigadas en el sentido comn,vislumbren que hay un peligro de desagregacin irreversible y en-tran en pnico. Estas subjetividades se piensan constituidas de unavez para siempre y no entienden que las rupturas son inherentes ala produccin de nuevos contornos, los cuales estn siempre remo-delndose en funcin de nuevas conexiones. La reaccin ms in-mediata es interpretarlas como una encarnacin del mal y atribuir-lo, para protegerse, a caractersticas de los universos desconocidosque se han introducido en su paisaje existencial. La solucin es f-cil de deducir: eliminar esos universos, en la figura de sus porta-dores. Esto puede ir desde la pura y simple descalificacin hasta laeliminacin fsica. Se espera con eso apaciguar, por lo menos porun tiempo, el malestar que instaura el advenimiento de diferencias.

    Cuando este tipo de poltica del deseo prolifera, se forma un te-rreno frtil para que aparezcan lderes que los encarnen y les sir-van de soporte: son los regmenes totalitarios de toda clase queproliferan. Aunque los microfascismos no se producen slo en es-tos regmenes, en ellos estas polticas son la base principal de lasubjetividad. Todo aquello que pueda diferir del sentido comnpasa a ser considerado errado, irresponsable, o peor an, una trai-cin. Como el sentido comn se confunde con la propia idea deNacin, diferir de l es traicionar a la Patria. Ms aterrorizador to-dava es cuando el sentido comn y la Nacin confundidos el uno

    con el otro, son identificados con los ideales de una dictadura mi-litar: aparecen entonces las diferentes versiones del melo o d-jelo.

    Esos son momentos de triunfo del sentido comn sobre las fuer-zas de la creacin. El gesto creador se retrae, por el peligro de cas-tigo que puede incidir tanto sobre la imagen social, estigmatizn-dola, como sobre el propio cuerpo, a travs de la prisin, la tortu-ra e incluso la muerte. Humillada y desautorizada, la dinmicacreadora del deseo se paraliza por el dominio de la culpa o del mie-do; en nombre de la preservacin de la vida se puede llegar casihasta la muerte. El trauma de las experiencias de este tipo deja una

    ELEL

    AATHANORTHANORInstituto para la Asistencia y elEstudio Integral del Hombre

    Asistencia clnica DocenciaInvestigacin Talleres

    Luis M. Campos 102 CapitalTel: 4771-9300 Cel: 15-4422-8972e-mail: [email protected]

  • 7/30/2019 Deleuze- Una Historia de Psicodrama

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    PRIVILEGIOS, PODER

    Y CORRUPCION

    Seminario dictado porExpertos Europeos10-11 agosto 2001

    Tel-Fax: [email protected]

    Campo Grupal / 3

    marca venenosa de un disgusto de vivir; una herida que puede ircontaminando todo, cortando gran parte de los movimientos deconexin e invencin.

    Una de las estrategias utilizadas para protegerse de este venenoconsiste en anestesiar en el circuito afectivo las marcas del trauma.Estas son entonces aisladas por un manto de olvido, evitando quesu veneno contamine el resto y as poder seguir viviendo. Pero elsndrome del olvido tiende a abarcar mucho ms que las marcasdel trauma, ya que el circuito afectivo no es un mapa fijo, sino msbien una cartografa que se hace y rehace permanentemente demanera tal de que un punto se puede llegar a vincular a cualquierotro en cualquier momento. Es entonces que gran parte de la vi-bratilidad del cuerpo queda anestesiada, y uno de sus efectos msnefastos es el de separar el habla de los estados sensibles.

    El exilio en Pars tuvo el sentido de protegerme del dao ssmi-co que la experiencia de la dictadura y la prisin me haban cau-sado; protegerme fsicamente a travs de la distancia geogrfica,pero tambin y sobretodo subjetivamente por el distanciamientode la lengua. Desinvest por completo el portugus, y con l lasmaracas venenosas del miedo de sufrir que inviabilizan los movi-mientos del deseo. Para evitar cualquier contacto con la lenguaevitaba inclusive cualquier contacto con los brasileros; me instalen el Francs como lengua adoptiva, sin acento alguno, como siaquella fuese mi lengua materna, al punto de que muchas veces lagente no me perciba como extranjera. La lengua francesa pas afuncionar como una especie de yeso que contena mi cuerpo y lovolva cohesivo como un cuerpo afectivo agonizante; un acogedorescondrijo de pedazos heridos de mi propio cuerpo que me eranintolerables, lo cual me permita hacer nuevas conexiones y reex-perimentar ciertos afectos que se haban tornado peligrosos en mipropia lengua.

    En aquella clase de canto, nueve aos despus de mi llegada aPars, algo en m supo sin que yo me diera cuenta, que el envene-namiento estaba en parte curado, por lo menos lo suficiente paraque ya no haya ms peligro de contaminacin. El timbre suave deun gusto de vivir reemerga y me traa de vuelta, ya sin tanto mie-do. Pero, finalmente qu fue lo que pas ese da?

    El yeso que hasta entonces haba sido una condicin de mi so-brevivencia, a punto de confundirse con mi propia piel pierde elsentido a partir del momento en que el timbre suave y amoroso re-

    cupera el derecho de existir. Lo que haba sido un remedio para eldeseo machucado pasa a tener un efecto paradojal de limitar susmovimientos. Es probablemente eso lo que hizo que en aquellaclase aconteciera todo de una sola vez: el reaparecimiento del tim-bre, el descubrimiento de la dura caparazn y la incomodidad queella comenzaba a causarme. El yeso construido en lengua france-sa que funcion como un territorio en el que mi vida pudo expan-dirse en un cierto momento, como toda estrategia defensiva, pro-duca un efecto colateral de restriccin. Pero esa restriccin slopuede ser problematizada cuando la defensa se torna innecesaria:las innumerables conexiones que yo haba hecho en mi lengua

    adoptiva haban reactivado la dinmica experimental del deseo. Yoestaba curada, no del dolor causado por la violencia del trauma,pues esta es incurable, pero s de sus efectos dolorosos. Gracias al

    canto, reserva y memoria de afectos, se expres la metabolizacinde los efectos del trauma y, junto con eso, la disolucin del sndro-me de olvido que se desarroll como reaccin defensiva.

    Y qu tiene que ver esto con la Lul de Deleuze? Llegu a Pa-rs trayendo en mi cuerpo marcado por la dictadura brasilera, unaespecie de falencia del deseo arrastrando una falencia de voluntadde vivir. Escuchar a Deleuze en sus seminarios, tuvo el misteriosopoder de sacarme de ese estado. Algo que no suceda necesaria-mente por el contenido de lo que deca, pues al comienzo mi fran-cs no era muy bueno, pero si por su estilo, especialmente por suvoz. Su timbre transmita una riqueza de estados sensibles que pa-recan poblar su cuerpo, sus palabras y su ritmo parecan emergerde esa riqueza, delicadamente esculpidos por los movimientos deldeseo. Esta transmisin contagiaba a todo aquel que lo escuchase.

    Un poco ms tarde, Deleuze me propone investigar los gritos demuerte de aquellas dos mujeres. La extraa fuerza que el grito deLul transmite es el de una violenta reaccin a la muerte. Es esto

    lo que el oyente siente vibrar en su cuerpo y que tiene el efecto devitalizarlo, a pesar y por causa de la intensidad de su dolor. La me-lancola que transmite el grito de Mara, es el de la entrega a lamuerte sin resistirse. Es esto lo que promueve la voluntad de mo-rir de quien la escucha. En la comparacin de esos dos gritos apa-recen diferencias de grados de afirmacin de la vida, en particularfrente a la muerte. El aprendizaje es que an en las situaciones msadversas es posible resistir a la masacre del deseo en su potenciacreadora y continuar queriendo conexiones. Los gritos de Mara yLul asociados se transmiten al oyente y lo contagian.

    Tal vez no pude pensar nada de eso cuando Deleuze me sugirieste trabajo. Tal vez porque su figura me intimidase, a pesar de queno haba nada en l que justificase cualquier actitud de reverencia;pero ms probablemente porque la herida era demasiado recientepara que yo abandonase la estrategia defensiva que haba armadocomo proteccin contra el envenenamiento causado por el traumade la dictadura militar. Mientras tanto, la direccin que Deleuzeme seal con Lul y Mara se instal en mi cuerpo y fue traba-

    jando silenciosamente, relativizando los movimientos del deseo,viabilizando las conexiones y autorizando la creacin. Cuandocant como un pajarito tropicalista se torn audible el silencia-miento en mi voz del timbre mortfero de Mara delante del peli-gro de la muerte, y en su lugar apareci nuevamente el timbre deLul. Yo ya poda reconectarme con mi cuerpo, hablar a travs delcanto y de sus estados sensibles, reintegrar en la voz el canto y elhabla. Deleuze haba sido mi esquizoanalista de hecho al lanzar atravs del timbre del grito en el canto la posibilidad de un efectoanaltico, aunque esa posibilidad se haya realizado muchos aosdespus.

    Algunos meses despus de la muerte de Guattari le escrib a De-leuze evocando los tiempos en que el deca que era mi esquizoa-nalista y contndole donde haba desembocado todo aquello. Co-mo siempre, su respuesta fue de una densa y generosa simplicidad,propia de un hablar donde no sobran ni faltan las palabras. En unacarta de Junio del 94, me escribi: Nunca pierdas tu gracia, quie-ro decir, el poder de una cancin. El quera decir que siempre es

    posible levantar al deseo de sus cadas y ponerlo en movimiento,resucitando las ganas de vivir; y esto depende prioritariamente delos agenciamientos que se hacen. Oportunidades de este tipo se en-cuentran donde menos se espera, como es el caso de una cancinpopular, generalmente descalificada en la jerarqua oficial de losvalores culturales. Para detectarlas es preciso desinvestir las creen-cias a-priori y afinar la escucha para los afectos que cada encuen-tro moviliza como criterio privilegiado en la conduccin de nues-tras elecciones. No ser la gracia la capacidad de dejarnos conta-minar por ese misterioso poder de regeneracin de la fuerza vital,est donde est?

    Walter [email protected]

    Cavallo respira hondo, mira de-safiante, se enfurece. Por qu?Porque un periodista ha mencio-nado la diablica abstraccin: losmercados. El gur que supimosconseguir pregunta de qu ha-blamos cuando hablamos de

    mercado. Son esos jvenes atil-dados, engominados, afectados,que hablan por dos telfonos aun tiempo, observan pizarras co-mo posedos y anotan no s qucon vrtigo de taqugrafos?Son, los mercados, un puadode seores malos con caras demalos, que como en las pelculasyanquis se pasan el da sentadosen mullidos sillones de lujosasoficinas, con una mano espantana la amante rubia, tetona y car-gosa, y con la otra le ordenan alsecretario que mande a comprar,a vender, a cerrar?Parece pintoresco, pero no lo es:estamos en manos de estos ti-pos. De los titiriteros de los mer-cados y de quien los denuncia.

    Si el tecncrata mayor simulaque patea el tablero de la tecno-cracia, si el muerto se asusta deldegollado, si Cavallo la juega depopulista, lo ms sensato seraempezar a correr.Pero no podemos salir corriendo.Adnde vamos a ir si sta esnuestra casa? Eso s, si sta esnuestra casa, y nos quedamos,cuanto menos interpelemos lacultura del eufemismo y el gali-matas perverso. No compremosproceso por dictadura, apremioilegal por tortura, ilcito por ro-bo, privatizacin por entrega,coyuntura por oportunismo, ar-te de lo posible por ineptitud.Desenmascaremos el verso delblindaje financiero, de los bonos

    patriticos, de los bonos de en-cajes, las metas fiscales y el ries-go pas. Cuando leemos que losmercados siguen con desconfian-za ms vale desconfiar de esajerigonza.Si los que mandan no llaman lascosas por su nombre, hay queresistir, si no para convencerlos aellos, al menos para que no nosconvenzan ellos a nosotros. Ten-gamos en claro que cuando ha-blan de atraer inversiones setrata de bajarse los calzones.Que irnos al default es irnos a lamrde. Nosotros. Ellos no. Ellosseguirn velando por nosotros,quemndose los pestaas enHarvard y aledaos, enriquecien-do la lengua de la serpiente.

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    estudioins moreno

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    Adriana [email protected]

    En el ltimo nmero de Campo Grupal Luis Gruss escribi unartculo sobre el Gran Hermano al que titul La vida es-t en otra parte. Me pareci una perlita y me dieron ga-

    nas de continuar con el tema.Creo que justamente lo que ofrece Gran Hermano es un extrao

    pivotear entre famosos desconocidos, ser satlites de unas cuantasestrellas tan prefabricadas como fugaces.

    La vida est en otra parte, pero dnde...?la vida est en otra parte,la vida est aparte,la vida es taparte,la vida es apartarte,la vida es atraparte,la vida es taponarte...

    Podr faltarnos el pan, pero nunca el circo...cierto es que circoque no has de consumir djalo correr...pero cmo no opinar sobre

    un fenmeno que es casi una perfecta radiografa de la sociedad enla que vivimos? Cada uno en su isla sumergido en la cruda batallapor sobrevivir, o es que no somos casi todos una suerte de Robin-sonsCruzoes posmodernos? luchando desde un equipo eventualcontra otros, y luego contra los mismos compaeros (compae-ros?)

    Pelear por permanecer en una isla o encerrados en la casa, unaperfecta jaula televisiva. Pelear como Truman contra mares bra-vos y tormentas artificialmente construidas por un Dios directorde TV. Pelear hasta descubrir que el escenario se termina, que nohay tal tormenta, ni tal horizonte, slo una simple puertita para sa-lir a lo real...y el susto que da salir.

    Una de las enseanzas ms claras del GranhermanoCruzoe, in-discutible Martn Fierro contemporneo es:

    Los Grandeshermanos sean nominados porque esa es la leyprimera

    En otras palabras todos somos descartables, potenciales enemi-gos los unos de los otros:

    Dime a quien nominas y te dir quin dejars de ser

    Por qu estos 12 elegidos deciden enfrascar tres meses de su vi-da tras las cmaras? Evidentemente buscan un premio que no pa-sa slo por lo econmico, sino ms bien por la posibilidad de unreconocimiento social generalizado. Dira que en estos das de la

    Era Robinson, los reality shows son una buena plataforma paradespegar rumbo a la fama ...ya no hace falta vender el alma al dia-blo, alcanza con hipotecar unas semanas de intimidad a cambio de

    una notoriedad tan estrepitosa como etrea.Segn Sartre el ser humano cobra existencia a partir de la mira-da de un otro. La mirada del otro enmascara sus ojos, pareceadelantrseles, cosificando al que es mirando. El sentir esta mira-da nos conecta con la sensacin de ser registrados, de existir. Mi-radas de otros que habilitan, que censuran, que juzgan, que sostie-nen, no slo en la primera infancia sino a lo largo y a lo ancho dela vida. Vida que nos muestran cual trofeo para que miremos c-modamente por televisin.

    Y qu buscamos al mirar?Quizs satisfacer cierta fantasa voyeurista...quizs escapar por un rato de los interminables sinsabores coti-

    dianos...quizs confirmar que la mentira es mucho ms sincera que la

    verdad...quizs quizs quizs

    y as pasan los das...

    As pasan los das, los dolos de hoy tambin pasan rpidamen-te por el trono del xito. Los reality shows van engordando, la EraRobinson avanza entre zapping y zapping, buscando nuevos recur-sos para atarnos frente a la pantalla.

    A menudo los hijos se nos parecen (aunque no s si as nosdan la primera satisfaccin) del mismo modo las producciones te-levisivas no pueden dejar de ser un espejo de lo que somos, espe-jo por momentos distorsionado pero espejo al fin... estos realityshows son algo ms que un simple juego, son un popurr de losjuegos que jugamos:

    Por ejemplo es notable el auge del antiguo pisa pisuela aun-que esta vez no es color de ciruela sino celeste

    sobrevivir al anonimato cueste lo que cueste pasar y pisar pi-sando.

    Otro juego el veo veo y lo que vemos en Gran Hermano es nims ni menos que la vida en directo:

    La vida misma!!! quin puede negarse ante tan tentadorofrecimiento?

    -Si seora, si seor, para la cartera de la dama o el bolsillo delcaballero con un peine de regalo, con ustedes: la vida misma...

    Bienaventurados los poseedores de Direct TV pus de ellos se-r la vida eternamente televisada

    Me compadezco de esos pobres seres que transitaron por estemundo antes de la era Robinson. Tantos pensadores desperdiciaronsu tiempo terrenal pasando por esta vida sin siquiera sospechar quejustamente la vida estaba all, encerrada en un monitor.

    En esta nueva era La Robinson pudimos comprobar que nosomos ni tan grandes ni tan hermanos:

    punto y coma el que no hizo un complot se embromaMenos mal que el Gran Hermano es lo suficientemente grande

    para hablar sin ser visto, para escuchar impvido confesiones va-riadas y desvariadas, para premiar o castigar las pruebas ms irre-levantes.

    O ser quizs que la vida es un poquito ms que lo que vemosen estos reality shows?

    - Se me ha perdido la vida y dicen que el Gran Hermano la tie-

    ne...- Yo seor?- Si seor.- No seor- Pues entonces quin la tiene?

    Es cierto Luis, la vida est en otra parte, a veces viaja apretuja-da en un tren, se detiene en un semforo, se aburre en la cola de unbanco, va a la escuela, deambula entre purs y basurales. La vidaest en otra parte, estirndose hasta rincones inalcanzables para lascmaras de televisin.

    Campo Grupal / 4

    VINCULOS CREATIVOSNios, adolescentes y adultos

    Dr. Gerardo Smolar

    Member of the International Institute for Bioenergetic Analysis

    PSICOTERAPIA BIOENERGETICA Y EXPRESION CREATIVA

    Individual, pareja, familiar y grupalFerrari 286 (1414) Parque Centenario

    4855-2772 4857-6963E-mail: [email protected]

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    El arte de vivir su vida

    ORGANIZACIONESEl desarrollo del

    arte

    del anlisis orga-

    nizacional

    Hctor [email protected]

    Hemos tratado en los nmerosanteriores acerca de las metfo-

    ras mecanicista, organicista, co-mo cerebros de procesos de infor-macin, cultural, de sistemas pol-ticos, como crceles psquicas,como ejes de cambio y transfor-macin, y como instrumentos dedominacin (ver nmeros anterio-res de grupal) segn las planteaGareth Morgan en Imgenes dela Organizacin y que son repli-cables al anlisis de la conforma-cin y el proceso de los grupos enlas organizaciones.El prximo captulo sita a Mor-gan en una situacin en la que lenuncia su forma de abordaje or-ganizacional como un arte, desa-rrollado a partir de las metforasque explic previamente.La nocin de arte de Morgan sitaun eje del debate en las interven-ciones organizacionales o grupa-

    les como arte o tcnica (si no sequiere extender a la comprensincientfica), y me parece un intere-sante cuestionamiento a aquellosque son coordinadores o facilita-dores grupales en sus distintas fa-cetas y/o analistas organizaciona-les.Dice Morgan que los procesos deestudio de diagnstico y de eva-luacin crtica combinados paracrear un modo de entendimientoacerca de cmo las metforasenunciadas permiten un complejomodo de acercamiento a las orga-nizaciones o grupos para dar for-mas de pensamiento acerca decmo es factible o posible actuaren una situacin dada. No anclaal coordinador o consultor en unanica forma de abordar las cosas,pero adems debera incluir (enmi opinin) un enfoque crtico de

    la implicacin del coordinador. Elenfoque prescriptivo de Morgancaracteriza este concepto desdela perspectiva que muchos pro-blemas organizacionales se apo-yan en nuestra forma de pensa-miento.Por ello, incluye como variablesde anlisis organizacional, aunqueno en forma excluyente las si-guientes dimensiones:a) Una organizacin de una espe-cie que es capaz de sobrevivir enciertos entornos y otros no.b) Un sistema de proceso de in-formacin viable en ciertos casos.c) Un medio ambiente cultural di-verso en prcticas, valores, etc.d) Un sistema poltico con conflic-tos personales, interpersonales,personales organizacionalese) Un espacio simblico de inter-

    seccin inconsciente.f) Una manifestacin de los proce-sos de cambio social.g) Un instrumento de poder.Si el enfoque de Morgan permitealguna aproximacin distinta a losenfoques organizacionales, stese centra en la ruptura del criteriode racionalidad imperante en gru-pos y organizaciones. As, la mul-tiperspectiva, la caracterizacincompleja, diversa, espacial (enestas pocas de internet) y tem-poral de grupos y organizaciones,las enfoca en algunas de sus ca-ractersticas, y es que son ambi-guas, complejas y paradjicas.Dice Morgan la estratagema esaprender a cmo tomar parte deuna especie de conversacin conla situacin que se est intentan-do entender. Preferiblemente aimponer un punto de vista sobreuna situacin, debera permitirse ala situacin revelar como puedeser entendida desde otros puntosde vista ms ventajosos.Tal vez una de las lneas ms in-teresantes de sta ltima frase esla que instala a la organizacin, algrupo, al observador, en un espa-

    La vida est en otra parte (Episodio 2)

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    Entiendo por espritu teraputico el valioso impulso quemotiva a quienes tienen vocacin de curar los males ajenos,aliviar sus padecimientos, equilibrar sus desarreglos, pro-

    mover su salud. Ese aspecto del ser humano ha producido nuestrasdisciplinas mdicas -la medicina y la ciruga- , cuando ha dirigidosu inters hacia el cuerpo. Aplicado a los componentes emociona-les del ser humano ha originado las psicoterapias. Aplicado al ni-vel de la energa vital ha producido -en totalidad o parcialmente-una serie de medicinas en Oriente: acupuntura, medicina ayurvdi-ca, medicina tibetana, medicina de los curadores filipinos, etc. y enOccidente la homeopata y las terapias reichianas: anlisis bioener-gtico y otras.

    Pero el ser humano no se compone slo de cuerpo fsico, energavital y un nivel emocional. As es que, cuando estamos ante alguienque tiene comportamientos moralmente desajustados, nuestro esp-ritu teraputico se mantiene silencioso e impotente o se manifiestainadecuado. Es que el espritu teraputico del hombre no ha llega-do a producir medicinas eficientes, confiables, sistemticas, utili-

    zables para ese nivel del ser humano.Por ejemplo, al querer dar cuenta de la conducta y la personali-

    dad de un individuo que ejerce el poder de un modo arbitrario,egosta, desaprensivo y daando a mucha gente, solemos tener ex-presiones valorativas. Decimos, tal vez, que fulano es un h... dep.... Se trata frecuentemente de modos en que manifestamos nues-tro repudio, expresiones emocionales que ni por asomo han surgi-do de la reflexin ni de un afn cientfico o taxonmico. Pero, otrasveces, s son verdaderos intentos de definir a esa persona y a suconducta. Sin embargo, las expresiones mismas usadas para carc-terizar dicha conducta estn demasiado cargadas de matices valo-rativos, mientras que lo que necesitamos son expresiones descrip-tivas, que las ubiquen dentro del mbito de una patologa moral.

    Otras veces, decimos que tales individuos son delincuentes. Enestos casos es nuestro espritu de justicia y no el teraputico el queha entrado en actividad.

    Es que, para las debilidades y enfermedades morales no tenemosrespuestas teraputicas, sino valorativas y jurdicas; o polticas; o

    movidas por nuestra energa de supervivencia social. Si bien talesconductas y personas afectan estos mbitos, tal cosa no faculta alos puntos de vista centrados en ellos para substituir al enfoque te-raputico. Son otra cosa.

    A veces, ms sofisticadamente, usamos una referencia y nomen-clatura psicopatolgica. As, decimos que tal general es un esqui-zoide grave o que tal contraalmirante es un perverso. Sin juzgar loacertado o desacertado de tales diagnsticos, cometemos un errorcategorial en cuanto a lo esencial del fenmeno patolgico que in-

    tentamos comprender y describir. Nuestra descripcin no se haocupado del fenmeno central, que es de ndole moral; sino de unfenmeno que es ms perifrico, de ndole emocional. Con una ta-xonoma psicopatolgica pretendemos describir una patologa queno es de esa categora.

    Cuando en los prrafos anteriores me refiero a los niveles delser humano me apoyo en una muy generalizada concepcin queconsidera al ser humano como un compuesto (psique y cuerpo;cuerpo, mente y espritu; cuerpo fsico, energa vital, nivel emocio-nal, nivel mental, nivel del amor, espritu; etc.). Uno de estos nive-les -cercano al centro, al espritu o la chispa divina- es aqul quetiene que ver con los valores, con la verdadera moral, con las vir-tudes, con el sentido de la vida. En l se ha avanzado an poco. Deese nivel se han ocupado algunos terapeutas: entre ellos, VctorFrankl, Roberto Assagioli, Carl Jung y psicoterapeutas transperso-nales; asimismo, distintas religiones han establecido y ensean

    prcticas encaminadas a favorecer el crecimiento moral de los in-dividuos. Todo esto no constituye sino antecedentes precursores deuna necesitada terapia adecuada al nivel de los valores, las virtudesy el sentido de la vida. Esta deber contar con una estructura te-rica sobre la que sustentarse, una nosografa reconocida y tcnicasapropiadas de accin que posibiliten efectivos resultados, tanto te-raputicos como de crecimiento, en este nivel del ser humano. Es-te tipo de disciplina es urgentemente necesitada para contribuir a ladisminucin de la inmoralidad generalizada, encarar de un mododiferente el problema carcelario, facilitar la reconduccin de losdesorientados hacia un sentido de su vida que han perdido, rees-tructurar las redes de poder en el mundo, de modo que no sea tanalta la tasa de patologa moral entre los que manejan los resortespolticos, y lograr que la historia humana acabe de ser un muestra-rio de altas brutalidades, estupidez y estlido egosmo.

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  • 7/30/2019 Deleuze- Una Historia de Psicodrama

    6/16

    Leopoldo [email protected]

    En los ltimos das los medios de comunicacin han insistidoen comentar un hecho que resulta novedoso para la mayorade las personas. Se trata de la ayuda filosfica en las cues-

    tiones de la vida cotidiana. En realidad sucede que, desde la acti-vidad de diversos profesionales en el mundo, esto viene dndosedesde hace algo ms de una dcada. Ocurre que slo en el ltimotiempo la actividad tom fuerzas y presencia suficiente como paraser comentado e informado por los medios.

    Personalmente comenc a ejercer esta prctica hace unos 17aos, proponiendo la tarea de Pensar la Vida en el marco de unametodologa a la que denomin Filosofa Existencial.

    Por qu la filosofa en lo cotidiano?No es por pura ocurrencia de algunos que esta propuesta fue apa-

    reciendo en distintos lugares del mundo en las dos ltimas dcadasdel siglo XX. Por esos tiempos comenzaba a agudizarse la crisiscultural en que hoy estamos sumergidos. Quizs algo parecidoocurri en la crisis de la Antigua Grecia y tambin eso hizo que los

    filsofos de la poca intercambiaran pareceres con los ciudadanosen esas muy recordadas caminatas por las plazas de Atenas. Sos-pecho que esas conversaciones no referan a las cuestiones tericasde la filosofa, sino justamente a esas cuestiones de la vida que de-ban ser re-pensadas y re-diseadas para dar cuenta de los cambiosque estaban ocurriendo.

    La prctica de la filosofa es la pregunta por el ser y por el sen-tido que organiza su forma de manifestarse. Al acercarse a la exis-tencia de las personas la filosofa se pregunta por el sentido de lavida y por las formas de su realizacin.

    El ser es un ir siendo, no hay posibilidades de definir lo que escada cosa de manera universal y eterna. La existencia va delinean-do el devenir de lo real. Ycon la vida humana no podra pasar na-da distinto. El devenir nos somete a constantes transformaciones ynuevas bsquedas.

    Las cosas y la vida en su realidad cotidiana existen siempre enun proceso constante de transformacin y cambio. Pero este pro-ceso es por pocas largas muy lento y en periodos claves de la his-

    toria adquiere mayor velocidad y profundidad. Estos son tiemposde crisis cultural, tiempos de resignificacin y transformacin pro-funda de lo que las cosas y la vida son. As es nuestro tiempo. Es-tamos viviendo en una de esas pocas de la historia en que todo seabre de manera intensa hacia formas nuevas de ser: la relacin conlos hijos y con los padres, el amor y la pareja, la convivencia y lasexualidad, el trabajo, la realizacin vocacional y el dinero, nues-tra relacin con la edad y con el tiempo, etc.

    La filosofa se vuelve un aliado necesario y potente para pensarlas cuestiones cotidianas en el grado en que se acelera el procesode cambio de la existencia de cada uno, que ocurre montado en elgran cambio de la realidad que significa la revolucin tecnolgica.

    As es que la filosofa es convocada hoy a lo ms esencial de suprctica: ayudarnos a re-pensar y re-significar el ser que somos, elsentido de nuestra propia existencia. Ayudarnos a encontrar y cul-tivar nuevas maneras de ser y vivir, ms acorde con nuestro deseoy las posibilidades de los tiempos actuales.

    Esta tarea incluye un doble movimiento:Cultivar en las personas la libertad en relacin a lo dado o es-

    tatuido. Habilitar la reflexin sobre las creencias y maneras de vi-vir establecidas, debilitando el poder con que determinan nuestramanera de ser y vivir.

    Posibilitar la resignificacin de la prctica de vivir.Re-significar quiere decir hacer posible que las cosas sean de

    otra manera.

    Por qu la gente solicita ayuda filosfica para lo cotidiano?Las personas convocan la ayuda de la filosofa desde el senti-

    miento que experimentan de no encontrar la manera vivir con afir-macin, agrado e intensidad distintos aspectos de su vida o desdela sensacin de no lograr apropiarse de ella y bien vivirla.

    Algunas veces se trata de problemas desde donde se inicia labsqueda de maneras diferentes de ser y actuar. Otras veces no sonproblemas, sino simplemente ganas de algo que no terminan de de-linear y menos an de poder llevar a los hechos.

    Con mayor claridad conceptual algunos y con slo intuicin losms, saben en algn lugar de su experiencia que les resultar bue-no ser ayudado a:

    -Ponerse en estado de apertura ante los cambios.-Sintonizar con las posibilidades de los tiempos actuales.-Validar su propio deseo, desde donde cada uno comienza a to-

    mar contacto con lo que vocaciona diferentes sentidos y formas deser de las cosas.

    -Potenciar la bsqueda de nuevas maneras de ser y actuar para laafirmacin del rumbo que su deseo seala.

    Esta creo que es la mejor sntesis que puedo hacer de lo que heescuchado como pedido de ayuda en los 17 aos en que he ejerci-do esta prctica.

    No todos haremos igual las cosasComo en todas las prcticas, tambin en el asesoramiento filos-

    fico habr distintas maneras de trabajar. La metodologa, los obje-tivos y las formas concretas de operar, tendrn que ver con la ma-nera en que cada profesional aquilate la situacin del consultantey del mundo en que ste vive. Tratar de sintetizar como conciboyo esta prctica de la filosofa en relacin a la vida cotidiana.

    Mi propuesta es ayudar a pensar cmo vivir mejor. Ms acordecon el propio deseo y sintonizando las posibilidades de las actua-les condiciones del mundo. Dos cuestiones primeras me importandestacar:

    Que hable de ayudar a pensara cada cual su propia eleccin

    existencial, no es una cuestin menor. Propongo a la filosofa co-mo herramienta, no como orculo. No se trata de decir lo que esbueno hacer o de dar consejos filosficos. Insisto, no propongoun orculo, propongo un asistente en la bsqueda de cada consul-tante.

    En segundo lugar, tal como concibo la tarea, es para mi funda-mental el como. No se trata slo de entender qu nos ocurre enla vida, se trata de ayudar a disear y ejercer las acciones y acti-tudes que logren transformarla.

    Es ayudar a pensar qu quiere cada uno en su vida.Es ayudar a pensar cmo lograrlo.

    El sentido de la vida es eje de la tareaEntiendo por sentido de la vida el espritu desde el que somos y

    actuamos en cada circunstancia de nuestra existencia. El espri-tu que da forma y organiza a nuestros actitudes, pensamientos, ac-ciones, sentimientos y emociones.

    Se trata de algo que habitualmente no es conciente, pero que es-t en la base y es cimiento de nuestra manera de ser y vivir. Ennuestra conciencia habitual no hay pregunta por el sentido que nosorganiza, slo hay evaluacin de lo que hacemos y somos. Esoocurre por ejemplo, cuando nos preguntamos si algo tiene o nosentido, pero esa es una evaluacin que ya hacemos desde una mi-rada y una sensualidad organizada bajo la dictadura del sentidoproductivista, que es el espritu que organiza la manera de ser per-sona en Occidente.

    Qu es el sentido productivista?En nuestra conciencia habitual y ordinaria que algo tenga senti-

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    EL ENMASCARADOQueridos amigos de Campo Grupal:Esta semana la hija de una amiga

    me cuenta furiosa que el centro deestudiantes del colegio pidi que sevotaran las consignas para la mar-cha por el asesinato de Walter Bula-cio. Estas eran: Basta de Represin (de qu sequeja esta mocosa, si esta consignaest muy bien) Fuera el Gobierno de De La Ra yCavallo (un poco extrao: fuera de

    dnde?, y, peor an y adentroquin?, en fin, algo de razn tena lafuria de la piba )-No al FMI (perdneme nena deque iba la manifestacin?)-Libertad a Emilio Al (yo no sequin es y vos?)A medida que la piba me iba contan-do las consignas me vena un ma-lestar con la cultura de los slogans,con el facilismo progresista, con lapereza mental y la flaqueza de lamemoria, con la falta de un pensara fondo sobre la historia y sobre loque queremos. Por suerte, para ilus-trarme ms sobre la cuestin, la jo-vencita me mostr una publicacindel Centro en la que haba una notade una frescura y una lucidez inusi-tadas, que deca ms o menos lo si-guiente:

    Estoy muy enojada porque los dele-gados del centro no hicieron votarmi propuesta de consigna para lamarcha en la que peda la deroga-cin de la obligatoriedad de educa-cin fsica. Yo s que no tena mu-cho que ver con la marcha, pero Noal ALCA, o Abajo el FMI tampocotienen demasiado que ver con lamuerte de Bulacio y sin embargo laspusieron a votacin. Creo que mu-chos estudiantes hubieran preferidomi planteo y estaran agradecidos siel centro se ocupara de estas cosas.Qu diferente sera todo si aprendi-ramos de esta joven estudiante, situviramos su valor y su sentido delhumor. Pero estamos muy lejos deesto. Unos das despus recib unacadena por mail que en relacin aepisodios de violencia entre gruposde izquierda en las ltimas marchasplanteaba que ocurren debido aque:Una prctica lamentable derivadadel aparatismo marginal que ha im-pregnado a la izquierda en nuestropas en la ltima dcada, ha limitadolos valores ticos a la solidaridadcon los compaeros de aparatoQuisiera recordarles a todos aque-llos que sufren de una irremediableprdida de memoria que la izquierdapadeci siempre de este sectarismoestructural (recordemos el asesina-to de Trotsky, las purgas innumera-bles, los choques y acusacionespermanentes, la polica poltica y loscordones de seguridad). Cmo po-demos hablar de abrir un debate se-rio y de pensar estos hechos de vio-

    lencia si creemos que:estas prcticas de aparato son re-sabios de ideologas burguesas ototalitariasy nos damos cuenta que las prcti-cas de aparato comienzan cuandoen una movilizacin contra la repre-sin se hacen pasar de contrabandoconsignas sobre el ALCA, o cuandolos derechos humanos son distintossi se aplican a regmenes amigos oadversarios.Un profesor mo deca que la juven-tud es una enfermedad que se curacon la edad. Yo prefiero contagiar-me de la sutileza y brillantez de lajovencita del Buenos Aires y no pa-decer la salud de tanto jovatocomprometido que vive lamentn-dose por la prdida de las Utopas yno se acuerda dnde dejo su propia

    cabeza, ni tiene sensibilidad paraver que muchos de esos jvenesque l cree despolitizados y sobrelos que tanto despotrica estn rein-ventando la poltica, o al menos in-tentndolo .

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  • 7/30/2019 Deleuze- Una Historia de Psicodrama

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    do quiere decir que es til para otroalgo. En este til para... al que re-currimos para valorar la mayora de

    nuestras acciones, se enraza el poderde lo que llamo la dictadura del sentidoutilitario-productivista.

    Cul fue el proceso histrico en que seconstituy esta manera de dar sentido a la vi-da y a la manera de ser persona en occidente?

    Los que hoy estamos vivos somos hijos del pro-greso, una poca de la historia signada por el deseo dedesarrollo de la produccin y el consumo como meta de la vidahumana. Tanto el progreso social y como el progreso individualreferan a lo mismo: el crecimiento del resultado productivo denuestros actos y aumento de nuestras posibilidades de consumo.

    As es que fuimos preparados, y seguimos preparando gente, pa-ra ese mundo del progreso cuando ya ese progreso est saturadopor su efectiva realizacin. El desarrollo tecnolgico sobre-poten-ci la capacidad productiva y con ello tambin el dominio sobre lascosas y a las personas y hoy amenaza con el sin-sentido y el dete-rioro de la vida.

    Esa amenaza no tiene que ver con la tcnica sino con el sentidoque ella es puesta en accin, un sentido en el que no importa el cui-dado de la vida (ya sea de las personas o de las cosas) sino que s-lo apunta al mayor dominio sobre todo lo que hay. La realidad seorganiza en aras de la pura utilidad. Este es el sentido que organi-za el productivismo salvaje contemporneo y los males que acarreaa la vida de cada uno de nosotros. Este es el germen que genera elcrecimiento de la pobreza y de la violencia, el agujero en la capade ozono, el desgano y la depresin existencial, la desorientacinde los padres ante la crianza, la desocupacin y la inseguridad la-boral...

    Cambiar la propia vida es forjar un cambio comunitarioEl mundo del progreso para poder realizarse organiz una forma

    de ser persona en consonancia con sus valores y creencias, con loque en l era sentido de la vida, y esto se expres en la consigna dedominar a la naturaleza para beneficio de los seres humanos. Elprogreso requera de personas con fuerte voluntad de dominio

    orientadas hacia el resultado til de sus actos. As el espritu de do-minio utilitario organiz nuestra subjetividad, nuestra forma de serpersonas. La utilidad dio sentido a las acciones y el dominio orga-niz la manera en que nos relacionamos con las cosas y con las per-sonas.

    En nuestro inconsciente filosfico la vida vale y es por el resul-tado til que tenga. Nos valoramos, y valoramos a los otros, desdeel prestigio, la fama y el poder sobre cosas y personas que hayanconseguido. A esto llamamos xito. Para nosotros cada momentotoma sentido de su resultado, algo que slo esta presente comofal-ta en el momento en que vivimos. As es como muy poco podemosdisfrutar el presente. Ponemos el presente en funcin del futuro,nos expropiamos de l. Habitualmente estamos en situacin de ha-cer para... vivimos para... La posibilidad de gozar se nos desliza ha-cia adelante, hacia un maana incierto que se escapa de todo pre-sente.

    No estoy afirmando que de manera absoluta todo nuestro ser es-t capturado por las caractersticas productivistas que sealo. Esms, creo que el hecho de que comencemos a hablar de esto mues-tra sus fisuras ya existentes. S creo que esta es la coloratura prin-cipal de las dificultades para crear nuevas formas de vivir y que laexistencia de cada uno de nosotros es el mbito primero donde de-bemos cultivar las posibilidades de superarlas y desde all comen-zar a tejer nuevas formas comunitarias.

    Lo nuevo del siglo xx: La revolucin tecnolgicaLa gran novedad que origin los cambios que estn ocurriendo

    es la transformacin de las condiciones de la produccin, y por tan-to de la realidad que hemos de habitar de aqu en ms. Esto valetanto para lo positivo como para lo negativo de la situacin que vi-vimos y tambin para las posibilidades que subyacen a la situa-cin actual y que radican en el hecho de que la revolucin tecno-lgica hizo crecer a tal punto las capacidades productivas que yano resulta necesario, ni tiene sentido, la inversin de toda laenerga humana en la produccin.

    Este es el punto crucial que caracteriza a la era tecnolgica: enella la acumulacin del capital materializado en tecnologa,ya no

    potencia el trabajo humano vivo, sino que lo expulsa de la activi-dad productiva. Cada vez es menor la cantidad de trabajo humanoque el capital necesita para continuar la tarea productiva. La rob-tica reemplaza al trabajo.

    Es ms, las limitaciones productivas ya no nacen de la capacidadde producir sino de las dificultades de consumir por ruptura del sis-tema de distribucin (el salario). Y ambas situaciones (la sobre-po-

    tenciacin productiva y el creci-miento de la pobreza) ocurren por el

    desarrollo de la automatizacin, con

    la consecuente desocupacin y decre-cimiento de los salarios.Lo que el desarrollo de la tecnologa

    trae como posibilidad est siendo devora-do por la voracidad capitalista que aprovecha

    la alta tasa de desocupacin para instalar unajornada laboral de 10 a 14 horas y bajar los salarios.

    Es posible que se trate de los movimientos agnicos delproductivismo cuyas posibilidad de ser est en sus finales. Es po-sible incluso que los hombres y mujeres actuales necesitemos co-menzar a experimentar y afirmar otros sentidos en nuestra propiavida para ser capaces de gestar las estrategias que nos lleven msall del atolladero productivista de nuestra sociedad.

    La crisis es existencialSe trata de pensar lo cotidiano.Lo que describimos como crisis de sentido no ocurre slo en el

    aparato productivo (si as fuera habra slo una crisis econmica);

    es que, dadas las actuales condiciones de la produccin, el resul-tado productivo de la vida ya no logra por si slo dar sentido a laexistencia y entonces estamos ante una crisis existencial y tica.

    Hay crisis existencial cuando hay debilitamiento del sentido or-ganizante de la vida privada y comunitaria. Y la revolucin tecno-lgica debilita la posibilidad de que lo humano tome sentido sloen la produccin. Por eso es que necesitamos re-pensar el sentido.Quizs la idea del goce y el simple pasarlo bien, nos arrime otraposibilidad de sentido que tambin organice nuestra existencia.Quizs la palabra amistad nos de alguna seal que oriente unaotra manera de relacionarnos con las cosas y las personas. Necesi-tamos abrirnos a posibilidades nuevas. Necesitamos crearlas. Esorequiere re-pensar el sentido de lo que hacemos, con qu sentidoqueremos vivir cada aspecto, cada circunstancia de nuestra existen-cia.

    Insisto en decir: El productivismo no organiza slo la actividadproductiva, sino que cada una de nuestras prcticas toman formadesde l. Para abrirnos a otros sentidos que den forma a nuevas ma-

    neras de vivir necesitamos re-pensar nuestras prcticas desde lascondiciones de posibilidad del mundo tal cual hoy se presenta. Yeste pensar debe ocurrir muy cerca de lo concreto, de lo que nosocurre en lo cotidiano y en relacin a cada una de las escenas queconstituyen nuestra experiencia diaria.

    No es este un pensar y una bsqueda donde slo se comprometala razn, es nuestra vida lo que est en juego, y con eso se compro-meten nuestros deseos, nuestras emociones y tambin un equilibra-do manejo de las condiciones de. posibilidad que en cada momen-to tengamos.

    Necesitamos preguntarnos cmo queremos vivir y re-disearnuestras acciones y nuestra manera de ser desde nuestras respues-tas ms autnticas a ese preguntar.

    Necesitamos aprender a responder la pregunta por el sentido des-de nuestras propias ganas.

    Necesitamos tomar partido por nuestro deseo y saberlo buenorientador del rumbo en la nueva situacin del mundo.

    Necesitamos aprender a calibrar las condiciones de posibilidadde cada situacin.

    No se trata de pensar slo en relacin al gran marco de sentidode la vida, sino tambin en relacin a cada pequea accin, deseoo circunstancia de nuestra experiencia. Pensar el amor, el trabajo,la sexualidad, la convivencia, la relacin con los hijos, con los pa-dres, con los amigos, con el tiempo, con la serenidad, con el estrs,con la alegra, con la muerte....

    Esta es mi manera de concebir y abordar la prctica de pensarla vida o la asesora filosfica como otros proponen llamarla.

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    Campo Grupal / 8

    Dalmiro [email protected]

    Estaba escuchando radio por la maana mientrasme preparaba para ir al consultorio. El tema eraviolencia e inseguridad. Infelizmente nada nuevo.

    Ya estamos tan habituados a sentir el avance de la vio-lencia en todas sus formas, que hasta se escuchan susnoticias con cierta indolencia. Qu se puede hacer?

    Prest mas atencin cuando escuch la opinin de losoyentes. Una seora reclamaba la pena de muerte, otrapeda mayor vigilancia, un seor de voz temblorosa de-ca que haba que salir menos de noche. Otro prohibiralas drogas (cmo?). No falt quien culpara a los extran-jeros ilegales. Habra que repatriarlos. Una oyente hablde una institucin barrial para ir generando las propiasrespuestas. Interesante.

    Una linda maana de Otoo me invit a caminar laspocas cuadras que separan mi casa de mi consultorio.Impregnado por el clima de desesperacin de la gente,me detuve a mirar las casas de mi barrio. Son fortifica-

    ciones con gruesas rejas en puertas y ventanas. Hasta enun octavo piso haba rejas, no se trataba de proteccionespara cuidado de los nios. Eran gruesas rejas contra...el hombre araa? Me vino a la memoria el cuento deJulio Cortzar, La Casa Tomada: una familia fue re-cluyndose lentamente, defendindose de posibles ene-migos, hasta que qued presa en un cuartito de los fon-dos. Me puse a observar las miradas de las personas quepasaban a mi lado. Recelosos, tensos, preocupados, ha-blando nerviosamente por los omnipresentes celulares.La farmacia de mi barrio, donde acudo con frecuencia,se encuentra defendida por gruesas rejas. El farmacuti-co ha sido asaltado tantas veces que se protege... de m.Qu pena, ya no le veo la cara a mi simptico vecino.Estamos presos de nuestro propio pas. Casa tomada.

    Fu repasando las noticias y dej que estas produjeranecos cercanos y distantes. El Honorable Senado sospe-chado de corrupcin, La Polica puede ser ms peligro-

    sa que los asaltantes. Una de las personas dijo que des-pus de ser asaltada en su casa, desisti de hacer la de-nuncia porque tema que la misma polica hubiera per-petrado el asalto. La justicia? La venda en los ojos apa-rece ms para hacer la vista gorda que para trasmitirequidad. Mansiones millonarias construidas mgica-mente con sueldos magros. La democracia se nos esfu-ma en manos de los que la conducen. Pero, pens, nosqueda la clase poltica. Tristemente me di cuenta que yanadie cree en ella, y convengamos que tenemos fuertesrazones para no esperar nada de ellos. En otras pocas,en momentos de desesperacin se acuda a los cuarteles,hasta que el genocidio de la dictadura y de Malvinas noshizo decir: Nunca Ms.

    Desamparo y violencia, y lo peor de todo, desesperan-za. Me enoj conmigo mismo. Me niego al discepolianoel mundo fue y ser una porquera. Me niego a pensaren el encierro y el suicidio colectivo. Casa tomada.

    Las huelgas, ese inalienable derecho de protesta, noresuelven nada. Protestar es el fondo una descarga in-conducente. La irritacin general cunde y vivimos pro-testando, mtodo que slo conduce a reciclar el proble-ma. Cortar las rutas?, a dnde nos lleva?

    En el pasado los jvenes que no haban perdido la ilu-sin tomaron las armas. Los ecos de los desaparecidosnos dicen que as no. Con una guerra delirante se nos ha-ce creer que asi se recobrar la dignidad perdida en aosde dictadura. Miles de jvenes mutilados, usados y lue-go traicionados nos iluminan de rojo ese camino.

    Con miedo de atrasarme y para cortar la secuencia de

    mis asociaciones decido tomar un taxi cuando recuerdolas advertencias: no tomes taxis en la calle, te asaltan, ytampoco radiotaxis, que hay muchos truchos y te asaltanigual. Decido arriesgarme a llegar tarde y me aferro a micartera, que, como buen sesentn, siempre llevo colgan-do de mi hombro. La paranoia no est recluida en loshospicios, como la contaminacin ambiental nos invadea todos. Casa tomada.

    Polticos no. Polica sospechosa. Congreso corrupto.Justicia... Cada uno se encierra en s mismo. Nadie esconfiable. El aislamiento y desamparo generan salidasdesesperadas: las drogas son por lo menos una opcin.Con pocos pesos se compra ilusin. Al precio de la vi-da? Qu vida?

    Qu enseamos a nuestros hijos, nietos o alumnos?Cul es el ideal comunitario que queremos defender?Hacia dnde vamos? Algunos ilusos, entre los que meencuentro, dicen que hay otras posibilidades. Y que esasposibilidades no pasan solamente por temas tcnico-econmicos como la convertibilidad. En uno de los mo-mentos ms dramticos de mi vida, cuando mi hijo ma-

    yor fue enviado a la locura llamada Guerra de las Mal-vinas, creamos un grupo de pares que nos sostuvo y nospermiti encontrar salidas creativas dentro del caos. Sepuede. Pero cmo?

    Trabajo mensualmente en Sao Paulo y me siento pro-fundamente consustanciado con un pueblo que desdehace ms de treinta aos me alberga y me respeta. Enesa megalpolis brasilea, la nueva Intendente es psic-loga y decidi convocar a psicodramatistas para que,usando una tcnica llamada Sociodrama, creada por Ja-cob Levi Moreno, convocaran al pueblo a reunirse enplazas, bibliotecas, escuelas o simplemente en la calle,para que pudieran agruparse con el lema de tica y Ciu-dadana. Aprender a ejercer un rol activo-participativo,con el pensamiento puesto en lo que cada uno puedeaportar para construir la comunidad que deseamos. Lahermandad, la participacin, salida de la pasividad y laprotesta. Parte de la prensa se burl. Teatrito para arre-

    glar el problema del mundo. La Intendente quiere ponera Sao Paulo en el divn. Los polticos pusieron el gritoen el cielo con una sonrisa complaciente.

    No s cul ser el futuro de la propuesta. Que no esprotesta. Es buscar soluciones creativas con la magia delpensamiento grupal: todos los que trabajamos con gru-pos sabemos que al establecer un dilogo grupal, la se-cuencia del pensamiento se enriquece y uno mismo seencuentra pensando salidas impensables desde la sole-dad. Si, como creo firmemente, los delincuentes son losfusibles de una sociedad violenta, injusta y generadorade aislamiento, tal vez empecemos a encontrar frmulascreativas. Sin Mesas que la prometan, porque esas pro-mesas son mentiras. Y son mentiras, independientemen-te de la intencionalidad, porque nadie puede dar lo queno tiene. Si el seor Ibarra, a quien creo persona sensi-ble al dolor de la gente, se anima a seguir el ejemplo desu colega paulista, tal vez la comunidad se pueda reunir.Porque ninguna entidad privada puede convocar a estapropuesta. An movidos de la mejor intencin, seransospechados de fines obscuros. La paranoia no permitedistinguir amigos y enemigos. Es necesario que sea unorganismo oficial el que nos lleve a salir del aislamien-to. Difcil? Si alguien piensa en alguna salida simple yfcil, me gustara saberla. La casa puede reabrirse, perotendr que ser entre todos.

    Llegu al consultorio. Para mi tranquilidad no llegutarde. Y despus de mis cavilaciones descubr que unasonrisa esperanzada comenzaba a dibujarse en mis la-bios.

    El ejemplo paulista

    Casa tomaday una esperanza

    O que voc pode f azer para t

    Psicodrama den la ciudad dEnrique Stola

    [email protected]

    El 21 de marzo pasado pude estar presente en este traba-jo masivo implementado por la Prefeita Lic. Marta Su-plicy (la Marta) con la coordinacin general de la

    Lic. Marisa Greeb, ambas de la ciudad de San Pablo.Ms de 700 profesionales del psicodrama se reunieron en

    las calles e instituciones reconocidas en los barrios, trabajan-do con grupos que iban de las 10 personas a aquellos que lle-gaban a ser ms de 200. Se realiz simultneamente comen-zando todos a trabajar a las 11 hs. hasta las 14 hs.

    Mi sensacin, al hablar con varios psicodramatistas impli-cados en el trabajo, es que participaban como ciudadanos yciudadanas responsables de que estaban poniendo sus conoci-mientos, su cuerpo y sentimientos al servicio de tensar la redsocial en la ciudad para generar espacios de debate, reflexin,creacin y muchas cosas que no podan imaginar.

    Trabajar sobre la relacin ciudadano-estado, integrar lo p-blico y lo privado, posibilitar la expresin del dolor, de la ale-gra y la esperanza. Vivan el sueo de Moreno y lo recrea-

    ban con la extraordinaria vitalidad brasilera. Moreno debeestar con una sonrisa enorme en la cima (Beth Sene Costa)

    Los psicodramatistas que participaron usaron su ingenio ycreatividad. Delimitaron el espacio dramtico con collares deindios (Paulo Zampieri), soaron con sociedades ms justas(Edite Xavier), vieron la vida como un arte del encuentro(Marisa Grebb) en un momento de moralidades descartables(Claudia Rezende).

    No podemos nombrar tantas personas psicodramatistascomprometidas en el megaevento, pero vaya nuestro homena-je a todas ellas en los nombres de Mara Zampieri, Moyss,Lili, Debora, Heloisa Fleury, Teresina Gaiolla, Liliana Lima,Silvia Petrilli, Dulcinea, Margareth Calmon, Alicia Romaa,Marisa y La Marta, que se jugaron como lo haca Morenoall en las calles, trabajando con nios y prostitutas, con losdesamparados del mundo.

    Agrego aqu un artculo de una de las experiencias escritopor Sissi Malta Neves (Porto Alegre) remitido a la Federacin

    Brasilera de Psicodrama y que comparte con nosotros.

    Local N136 AdministracinRegional de San Amaro

    Sissi Malta Neves

    Mi adhesin al Proyecto del Psicodrama de la ticafue un paso ms en la trayectoria profesional quevengo perfeccionando. Como directora, venida delsur del pas, traa, en mi equipaje, el inters y la decisin, rea-lizada hace algn tiempo, de trabajar con expresiones de losgrupos comunitarios.

    En el ao 1983 inici este camino largo y extenso, en la pla-za central de Pelotas (Ro Grande del Sur), utilizando tcni-cas teatrales, basadas en Agusto Boal, en el trabajo con jve-

    nes lavadores de autos y mendigos. En 1993 como psiclogadel Joven Proyecto Ciudadano, por la Intendencia Municipalde Puerto Alegre (PMPA), fui la creadora de las Oficinas dePsicodrama con nios y adolescentes en situacin de riesgo.Despus, en 1994, el trabajo de acercamiento a la calle, entrePMPAy la Secretara Municipal de Educacin de puerto Ale-gre, apunt a la necesidad de la creacin de la enseanza es-pecfica para estos nios y nias, surgiendo la Escuela (abier-ta) de Puerto Alegre. Asesor a sus educadores durante dosaos y medio, promoviendo el desarrollo y desenvolvimientode los papeles profesionales a partir de la experiencia psico-

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    uma fel iz cidade?

    la t icaSan Pablodramtica.

    Como coordinadora del Proyecto de Educacin Social dela Calle, de la PMPA, desde 1996 a 1997, nuevamente tir

    mano del Psicodrama para la sensibilizacin del equipo a locotidiano de la calle. Desde esta poca, las consultas querealic a los servicios de atencin socio-educativo de la Ad-ministracin Popular fueron intervenciones institucionalesque se basaron en la metodologa psico-dramtica.

    Aunque esta experiencia anterior sea significativa param, el Psicodrama de la tica representaba algo ms aut-nomo e indefinido. La preocupacin respecto al grupo, c-mo sera el local y si alguien ira a estar presente, fueron al-gunas de las fantasas que poblaron mi soledad y mis silen-cios.

    Encontr 27 participantes, 3 hombres y 24 mujeres, en elauditorio de la Administracin Regional de San Amaro, ensu mayora funcionarios de varios sectores de este equipa-miento y de otros de la Municipalidad de San Pablo, exis-tiendo entre ellos, pocos habitantes de la regin.

    Este grupo bsicamente de gnero femenino, con diver-sas edades y razas representadas me mostr una vez ms,

    que all estaba lo que siempre me fascin en el Psicodrama:el atrevimiento o coraje de ser distinto.Nuestra dinmica se aproxim de la Ecosofa propuesta

    por Flix Guattari, retratando la relacin de la subjetividadcon sus exteriorizaciones : social, animal, vegetal y csmi-ca. Los tres registros ecolgicos, el del medio ambiente, elde las relaciones sociales, as como el de la subjetividad hu-mana, se manifestaron en todas las facetas de esta vivencia.

    El calor inicial, estimul al mximo la integracin a lanaturaleza, al cuerpo, con sus sensaciones, emociones y l-mites, y al experimentar el otro como realidad y virtuali-dad.

    As, la presencia de la msica, para el relajamiento y lasensibilizacin corporal, fue tejiendo la dinmica inicial dela vivencia. Partiendo de las sensaciones corporales, perci-bieron el corazn de la Tierra, abrindose para la relacincon la naturaleza. Como en una tribu, se expresaron porgestos de varias intensidades afectivas, creando seres pri-

    mitivos en descubierto de los elementos tierra, aire, fuegoy agua como fuerzas potentes.En escenas de Psicodrama Interno contaron con la deci-

    sin de pensar sobre tica, percibiendo, en su tomo social,personas importantes a quien contaran sobre este evento.Buscando dramas y lugares de San Pablo que gustaran mo-dificar, utilizaron uno de esos cuatro elementos, se agrupa-ron por semejanza y complemento de sus funciones. Enparejas, jugaron tal transformacin con intensa coopera-cin, compartiendo imgenes que tenan las historias modi-ficadas.

    Crearon la historia conjunta Era una vez un ciudadano.Surge un sujeto carente de recursos, exhausto, indignado, ala espera de alguna providencia que a veces, parece venirdel Estado y, por otras, sera originada en su conciencia.

    En la relacin entre derechos y deberes referentes a laCiudadana, algunos cambiaron los papeles, asumindosecomo el complemento representante del Estado y de laInstitucin.

    Los grupos del Estado y de ciudadanos forman un corode palabras sobre su cotidiano que son repetidas por los se-mejantes, y respondidas por los oponentes. Cada grupocrea a su imagen que resulta de ah. Quien asiste se tornaplatea y emite su percepcin de la escena.

    El Estado es representado por dos filas de personas lu-chando con un cabo de guerra (en silencio). La platea hacesu monlogo: poltica, sistema, unin entre las dos partes,resistencia, poder. Entonces, el grupo del Estado (institu-cin) repite la escena y d voz a la imagen: rescate, cora-je, unin, esperanza, burocracia, corrupcin, desistir.

    Los dems, los actores ciudadanos muestran la escenaen que la madre de cuatro nios pide alimento a una guar-dera, pues pasa hambre. Ella es encaminada a la coordina-dora que le explica no poseer lugares libres debido a la fal-ta de personal y a la superpoblacin. Se congela la imageny la platea hace un monlogo: abandono, injusticia, ma-

    gia.La escena continua con la madre cuestionando a la coor-dinadora. Un funcionario le promete ayuda de un poltico .La madre busca el poltico que la atiende con bastante eu-foria, al principio, pero, cuando sabe del pedido, hace sola-mente una carta. El monlogo de la platea: decepcin,frustracin, bsqueda, discriminacin, desprecio.

    La madre y sus nios vuelven a la guardera para entre-gar la carta a la coordinadora. sta responde que no tienelugar vaco. El monlogo: desigualdad, tristeza, desespe-racin, revolucin, desnimo.

    La directora pregunta si a alguien le gustara modificaresta escena. Una persona de la platea se aproxima e, ac-tuando como el doble de la coordinadora, dice: Hay per-sonas que confan en m. Tengo que encontrar alguna solu-cin. Yo esperaba ayuda del seor (dirigindose al polti-co). Como doble del poltico, esta persona dice: Vamos apedir ayuda a la comunidad para construir ms salas en la

    guardera, tambin en el hospital para la atencin de los ni-os!. Como doble de la madre, ella dice:Quiero saber ms lo que precisamos hacer con la comu-

    nidad para que mis hijos sean atendidos.La nueva escena se desenvuelve con los actores creyen-

    do en la posibilidad de una mudanza. Al ser congelada, seproduce un monlogo de la platea: poder, fuerza, piedad,justicia, soluciones, solidaridad, coraje.

    Todos se sientan en crculo y comentan sobre esa ciudadideal. Hacen una historia conjunta sobre ella: Era una vezuna ciudad donde los recursos eran usados de modo ideal;eran escuchadas pero no entendan cual eran sus derechos;donde buscar el apoyo y el acceso a esos derechos; ellas tu-vieron oportunidad de reivindicar a partir del momento quesupieron de los derechos; hicieron levantamientos de susproblemas, recursos, papeles; se colocaron en el papel delotro; uniendo las fuerzas se sintieron ms fuertes que elpropio gobierno; organizadas descubrieron que el gobiernoes el pueblo!

    La directora pide que cierren los ojos e imaginen estaciudad ideal dentro de la historia de cada uno. Despus, elgrupo negocia su produccin. Hablan que el ciudadano pre-cisa exponer, escuchar, hablar, y que la comunidad ideal esun aprendizaje.

    Concretizan la imagen de la comunidad con una in-mensa belleza y armona. Con las manos unidas y dirigidaspara lo alto, en movimiento que representaba la bsquedadel tiempo, el grupo se aproxim para un dilogo comuni-tario. Algunos, de pie, demostraban el respeto a las diferen-cias, otros, curvados y todava presos al piso, se erguan,

    preparando el momento del dilogo. Andando uno detrsdel otro, en crculo, mostraron como se estaban sintiendo,si dispuestos, encima, o no, todava y, por eso, bajos. Se

    transmitieron calor hasta el instante en que cada uno se re-conoci como ciudadano. Todos con las manos entrelaza-das y con los hombros unidos, crearon un movimiento on-dular, representando continuidad y persistencia en esa bs-queda.

    Cada uno hizo un monlogo: confusin, unin, dificul-tad, diferencia, lucha, desigualdad, comprensin, organiza-cin, cooperacin.

    Durante la vivencia grupal, las identificaciones se proce-saron fcilmente, entretanto fueron sealadas dificultadesde expresin entre gneros diferentes, El lenguaje teatralpareca reservado al universo femenino, por su rescate de laemocin y exposicin de fantasas.

    Los comentarios trajeron la sntesis de las intensidadescompartidas, produciendo la resignificacin de ser ciuda-dano y del proyecto comunitario basado en la vida. El po-der dej de ser la institucin cristalizada, que no cambia,transformndose en mltiples posibilidades.

    El grupo parece tener acreditado en los momentos vivi-dos de respeto a la diferencia y a la diversidad, como nicacondicin, a la verdadera tica y Ciudadana.

    Al cerrar las cortinas de nuestro Teatro Social, pienso quealgunos discursos de estos actores deberan repetirse no s-lo por las calles de San Pablo, sino tambin en todos losque estn en el lmite de la pasividad en su condicin deprofesionales brasileros. Siento que estas palabras revelanmucho de la esperanza y de la necesidad humana de encon-trarse con el otro y consigo mismo, y ciertamente, al serprocesadas en este mgico palco psicodramtico, sern usi-nas de reciclaje de papeles sociales. Deseo que ellas trasmi-tan calor a muchos otros colegas psicodramatistas, desper-tndolos para la lucha de la creacin de nuevos escenarioscomunitarios. Bravo, Moreno!

    -En el trabajo con el pblico, el funcionario deba verque l poda estar tambin en la piel del otro. Reconocer-se como funcionario y ver la condicin nuestra de ciudada-

    no igual al otro.-Yo slo vine a espiar este trabajo. Cre que seran artis-tas presentando una pieza y, de repente, me vi como comu-nidad.

    -Nosotros tenemos que creer que estamos pudiendo!

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    Ral [email protected]

    A Tato Dr. Eduardo Pavlovsky. En los tiempos dificiles,hay colegas que experimentan libremente y son

    consecuentes con su tica, as ensean.R.C.

    ...entre las barreras del pasado y del porvenir en el seno deuna ciega serenidad. Nietzsche

    La diversidad de culturas con las que los profesionales de dis-tintas reas deban desarrollar su tarea trabajando con ba-rrios marginales me pareca de gran inters. Fundamental-mente para los profesionales que medimos con otros parmetroslos acontecimientos ms corrientes de la vida diaria. Puestos acomparar con la diversidad de etnias de esas barriadas, los cabe-citas negras suelen ser ranqueles, mapuches, coyas, bolivianos,peruanos, gente humilde de provincias intentando buscar suerte, ohijos del escarnio y el asfalto mesmo como deca un amigo. Lle-var una carilla escrita un poco latinoamericansta, un poco antro-

    polgica y con una pizca de protesta social, era una tentacin en laque no deba caer ni como Psicodramatista ni como instituciona-lista. Como docente ya hace mucho tiempo que, en los encuentrosbreves, eleg un camino y es el de hacer que los profesionalesaprendan de su propia experiencia, por el simple hecho de que suexperiencia es nica. Esto requiere salir del lugar del supuestosaber. En la prctica docente con psicodrama se interviene sobrelas tendencias a la dependencia oral de los grupos desde la pro-puesta dramtica. La gente necesita herramientas singulares y conconfianza en ellos mismos podrn construirlas.

    El grupo con que nos encontramos fui con una colega comoobservadora - eran todas mujeres, trabajadoras sociales, fonoau-dilogas y psicopedagogas. En el primer encuentro las integrantesdel seminario se propusieron reflexionar. Siempre sent lejosde nuestro trabajo la reflexin. Suena a penitencia no?

    El primer tema que surgi fue la dificultad para llegar al barrioen que trabajaban. Era una zona de tiroteos y luchas de pandillas.Cremos ms provechoso para las participantes del curso variar lapropuesta de clases tericas, y desarrollar una experiencia brevecon psicodrama pedaggico que permitiera al grupo llevar a ca-bo una experiencia distinta.

    Por lo general, a los grupos que trabajan en zonas de riesgo, lesresultan difcil unir los conocimientos racionales y tericos pro-pios de la formacin acadmica con la prctica concreta, dadas lascaractersticas de riesgo del hbitat.

    Propuse un trabajo de participacin autogestiva, teniendo encuenta que las posibilidades de un acto dramtico estn sujetas ala preparacin del actor, tanto como a la concepcin que se tienede todo el proceso teatral. Propuse este instrumento pedaggicocon la intencin de generar un agenciamiento colectivo de enun-ciacin, este se genera all donde la dramatizacin logra su lneade desterritorializacin. ** Partimos de la puesta en escena de si-tuaciones lo ms parecidas posibles a lo que vivan a diario en sutrabajo. Los restos diurnos, como en la elaboracin onrica, estn

    unidos a las fuerzas del inconsciente colectivo con sus ataduras alas fuerzas de supervivencia de la especie.

    Representaron breves escenas a partir de un juego dramtico en

    el que un televisor daba las noticias, y se gener una secuencia enla que se presentaban las dificultades de acceso al barrio y escenasde tiroteos entre las callejuelas que frecuentaban las asistentes so-ciales.

    El peligro real al que estaban expuestas dio lugar a una compo-sicin colectiva, en la que se fueron uniendo elementos aportadospor las participantes del grupo hasta que se puso en escena el dra-ma emocional que atravesaban a diario frente a las situaciones deriesgo que vivan. En nuestra concepcin, este proceso de proyec-cin colectiva - que se materializa plsticamente en cada escena-va adquirir la capacidad de sostener una enunciacin si el espacioescnico logra constituirse en espacio transicional. Este espaciohar surgir los fantasmas y temores ms primarios del grupo. Asuvez prepara a las participantes para enfrentar la cara oculta del dra-ma cotidiano tanto como la sensacin de inutilidad del esfuerzo.

    Es importante no evitar a las personas que trabajan con una rea-lidad cotidiana casi irreversible la angustia propia de la repeticinde este esfuerzo. Las escenas mostraban que estas profesionales

    eran depositarias de expectativas sociales y demandas de los asis-tidos con las que les resultaba imposible lidiar, y en muchos casosse vean sobrepasadas por un discurso de carencias sociales queexcedan sus funciones y las colocaban en un rol imaginario de ti-po mesinico.

    Luego por medio de la multiplicacin dramtica (ver E. Pav-lovski) construyeron estatuas dramticas, les dieron un cuerpo,forma y palabra sentida. En ellas las fuerzas inconscientes colec-tivas que las desgarraban emocionalmente se pusieron de mani-fiesto. Fueron quedando a las claras las carencias sociales que to-maban forma en el hambre, la indigencia, las tramoyas de los pun-teros, las situaciones de deterioro habitacional y el escepticismo.As el grupo pudo localizar en acto los parmetros emocionalesy el territorio de afecciones propios de la Zona. Cuando digo laZona estoy hablando de la composicin que lograron reconstituircon su esttica de sensaciones las integrantes del grupo. No puedohablar de la zona real, histrica. ***

    Las distintas escenas del informativo y la sucesin de escenasen las que ellas se encontraban demandadas, ms all de su rolprofesional, las condujo a tomar conciencia de una sensacin deparlisis profesional -por ms que trabajara siempre me parecapoco- y que nunca haban compartido con sus pares. Si bien nodesconocan la problemtica intelectualmente, estaban afectadasinconscientemente. La villa miseria y la marginalidad son a las ca-pas medias de la poblacin como el muro del hospital psiquitri-co, lugares amenazantes que trabajan como seales de domestica-cin. Son las lneas de demarcacin y articulacin de aceptacionesy rechazos en los que la carencia se instaura como pasin social.Estas lneas constituyen rganos de captura emocional y de senti-do a las que estamos sujetos.

    Escena tras escena fueron tomando conciencia de los modos deafeccin de la descomposicin y la muerte que deban ocultarsecotidianamente, detrs de una mscara profesional que no las pro-tega.

    El grupo atraves y confront la sensacin de inutilidad del es-fuerzo cotidiano por mejorar condiciones sociales. Esta confron-tacin con la temporalidad da a la tarea psicodramtica un carc-

    ter distinto a la repeticin de la novela familiar con la que solemostrabajar los Psicodramatistas. El grupo afronta el tiempo de la pro-duccin de cultura, comienza el cultivo de su propia forma y conella confronta una cotidianeidad sin sentido. La puesta toma ca-rcter ceremonial en la medida en que desarrolla una nueva con-ciencia de s grupal. Ante la pregunta grupal por la inutilidad delesfuerzo se dispone a una re-presentacin. El grupo se constituyecomo sujeto.

    ...el hombre intenta por medio de la hierofana dar sera sus actos, incluso a los ms ordinarios e insignificantes

    Mircea EliadeEn este estado de vacuidad grupal se percibe la fuerza de un

    proceso angustioso que acompaa al acto creativo. La concienciade inutilidad del esfuerzo de representacin es tomada por m enel Psicodrama para dar lugar a una puesta que distancie a los par-ticipantes del yo, como instancia cotidiana. Esta concepcin delPsicodrama como un acto Zen es tambin psicoanaltica, pues nose inscribe en el goce de la repeticin.

    Les propuse hacer entre todas una estatua de la trabajadora so-cial ideal que la villa necesitaba.Comenzaron a construir un personaje esttico- conceptualque

    les permita resolver las demandas de las que se haban hecho de-positarias. Hubo un momento en que hicieron en off la voz de losnios del barrio que las esperaban pidindoles caramelos. As sur-gi: La superagente social. Como personaje era el depositario de

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    Los heterni-

    mos

    de un pas

    Ral [email protected]

    Vive, dices, en el presente;Vive slo en el presente.

    Pero no quiero el presente,quiero la realidad;Quiero las cosas que existen,no el tiempo que las mide.1

    Fernando Pessoa fue un escritorsingular. No es cierto, en realidadfue un escritor plural, o quizs ml-tiple, porque tambin fue Caeiro,Reis, De Campos, Soares... Perono fueron seudnimos, porque ca-da uno de ellos tuvo su propia bio-grafa, sus caractersticas fsicas,su estilo. Pessoa les llam heter-nimos y cont que Alberto Caeiro,vidente, buclico y pagano, era elMaestro de todos, incluso de lmismo. Ricardo Reis, el mdico depiel morena mate, era un neoclsi-co pulido y meticuloso y Alvaro deCampos, ingeniero naval del tipode judo portugus, tena el cabello

    liso y peinado de costado, y osten-taba monculo y estilo vanguardis-ta. Pero Pessoa le reserv a Ber-nardo Soares el honor de la auto-ra de su libro ms conocido: El Li-bro del desasosiego.Hernn Kesselman, con su desbor-dante creatividad e inspirndoseen Pessoa, ha desarrollado el in-terjuego de los heternimos en lamultiplicacin dramtica. La ideame parece fantstica y me diviertemucho, as que, hace pocos das,mientras volva a Montevideo des-pus de participar de una covisingrupal en el Centro de Psicotera-pias Operativas de Hernn, dejdeambular a mis heternimos porla cubierta del ferry. Todava falta-ba bastante para llegar al puertocuando, inesperadamente, se sen-

    t a mi lado una figura distante,delgada y muy formal. Yo nunca lahaba visto, as que, tmidamente,le ped que se presentara. Estirapenas la mano y, casi sin mirar-me, me dijo: encantada, soy Uru-guay: la Suiza de Amrica. Leaclar que yo estaba jugando conmisheternimos y que no me pa-reca bien que se metiera en mijuego. En todo caso ella era unaheternima de un pas y ademsya nadie llamaba as al Uruguay,eso era viejsimo, en realidad todossabamos que La Suiza de Amricaya no exista. Baj la vista, se alisla falda de su tailleur, y, con vozpausada me dijo que los heterni-mos de los pases no mueren. Nopude evitar sonrerme, pero no seofendi, en realidad no demostr

    ninguna emocin. Inesperadamen-te me pregunt por mis hijos. Meempec a sentir incmodo con elcurso que tomaba la conversacin,as que contest con un tmidobien, cruc las piernas y los bra-zos y empec a mirar por la venta-nilla. Y entonces insisti: Ustedes feliz, le alcanza el dinero, estenamorado, tiene amigos...? La si-tuacin era inslita: una casi des-conocida se sentaba al lado mo ytena la osada de preguntarme in-timidades. Totalmente ruborizado,no pude contestar. La Suiza deAmrica se levant del asiento y,antes de irse por la ventana, sea-l con un dedo mi turbacin, cali-br con elegancia mi distancia-miento afectivo, presion lenta pe-ro firmemente mis resistencias y di-

    jo: Vi que no estoy muerta?Ahora, cada vez que voy en elferry para volver a Montevideo, es-pero ansioso que se sienten al la-do mo La Tacita de Plata, o ElPaisito, o El Pas Esquina ConVista Al Mar, o El Pas Petiso