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Adoran recorrer los distintos campos a bordo de un avión Husky A-1. Detrás, la hostería que funciona dentro de su propia estancia “Rincón del Socorro”, que data de 1896. Apasionados de la naturaleza, los unen los desafíos de preservar los rincones ecológicos en riesgo. Muestran su estancia “Rincón del Socorro”, un paraíso ecológico en Corrientes KRISTINE M C DIVITT Y DOUGLAS TOMPKINS “QUEREMOS QUE LA CUENCA DEL IbERA SE CONVIERTA EN EL PARQUE NACIONAL MAS GRANDE DE ARGENTINA” Son un matrimonio norteamericano de éxito, amantes del vértigo y la naturaleza. Hicieron una fortuna en el negocio de la ropa: Kris fundó la marca Patagonia y él, The North Face. Desde hace veinte años unieron fuerza y pasión por preservar el medio ambiente

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Adoran recorrer los distintos campos a bordo de un avión Husky A-1. Detrás,

la hostería que funciona dentro

de su propia estancia “Rincón del Socorro”, que

data de 1896. Apasionados de

la naturaleza, los unen los desafíos de preservar los

rincones ecológicos en riesgo.

Muestran su estancia “Rincón del Socorro”, un paraíso ecológico en Corrientes

KRISTINE MCDIVITT Y DOUGLAS TOMPKINS

“QUEREMOS QUE LA CUENCA DEL IbERA SE CONVIERTA EN EL PARQUE NACIONAL MAS GRANDE DE ARGENTINA”

Son un matrimonio norteamericano de éxito, amantes del vértigo y la naturaleza. Hicieron una fortuna en el negocio de la ropa: Kris fundó la marca Patagonia y él, The North Face. Desde hace veinte años unieron

fuerza y pasión por preservar el medio ambiente

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“Queríamos acercarnos a la naturaleza. Impulsar proyectos de conservación demanda mucho esfuerzo, pero es lo que nos hace felices. Yo quiero vivir así, cuidando lo que amo, porque el

paisaje, el cielo y los animales me conectan con quien soy realmente”

L a anfitriona, Kristine McDivitt (62), es una mujer menuda, de ojos clarísimos y gestos suaves,

que ama la naturaleza en su estado más puro y tiene el poder de contagiar su fascinación por los animales, los ríos, los paisajes inconmensurables y las montañas nevadas. Es norteameri-cana, fue criada en un rancho en San-ta Marta, California, y lleva veinte años dedicada a cuidar del medio ambiente junto con su marido, Douglas Tomp-kins, a través de The Conservation Land Trust, una organización filantró-pica presidida por ellos que compra tierras en peligro ecológico, las recu-pera y después las dona al Estado para

que se conviertan en parques nacio-nales. Su espectacular iniciativa tiene tantos seguidores como detractores: algunos cuestionan los ecoemprendi-mientos porque se trata de terrenos con importantes reservas de agua.

Kris –como la llaman quienes la co-nocen– reparte sus días entre sus tres casas: “Fundo Riñihue”, en el sur de Chile, “Laguna Blanca”, en Entre Ríos, y “Rincón del Socorro”, en Iberá. Para ella, la vida tiene mucho de itinerante. En Iberá, por ejemplo, se levanta muy temprano y recorre la zona de los es-teros, un territorio de 1.700.000 hec-táreas de islas flotantes, canales, pasti-zales y bosques que se encuentra bajo

La zona de los esteros del Iberá abarca 1.700.000 hectáreas (equivale a la mitad de la provincia de Buenos Aires), de grandes extensiones de áreas

silvestres casi inalteradas. Allí conviven unas cuatro mil especies, entre fauna (hay 350 variedades de aves) y flora. Abajo, derecha: Kristine y una ayudante sostienen a un oso hormiguero, una

hembra llamada Renata, para poder curarla después de que la atacaran unos perros. Abajo, izquierda: el

yacaré, típico de los esteros. El oso hormiguero había desaparecido de Iberá y, gracias a un programa de

reintroducción encabezado por la fundación, entre 22 y 24 ejemplares viven hoy en la Reserva del Socorro

(siete de ellos nacieron allí).

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amenaza ambiental. Muchos animales de la región directamente desapare-cieron en las últimas décadas, como el yaguareté, después de años de tala y cultivos sin control. Para los Tomp-kins, que en 1993 dejaron su actividad de empresarios exitosos en Estados Unidos –Kris fue CEO y accionista de Patagonia, la ropa para deportistas de montaña, y Doug fue creador de la marca The North Face– para per-seguir un gran sueño ecológico hasta el rincón más austral de la patagonia chilena: transformar la zona de los es-teros de Iberá en el parque nacional más grande del país. Ya lo hicieron en Monte León: en 2003, Conservación Patagónica compró la estancia, una

propiedad de 63 mil hectáreas en la costa de Santa Cruz. Kris, Doug y su equipo trabajaron duro para transfor-mar ese terreno devastado en el hogar de lobos marinos, pingüinos, zorros, guanacos y aves y, cuatro años después, la fundación donó esas tierras a Par-ques Nacionales, para dar origen así al primer parque nacional costero.

–En el mundo existen muchos lu-gares en peligro ecológico. ¿Por qué eligieron Iberá?

–Llegamos acá en el año 96 y nos maravilló encontrarnos con un paisaje completamente distinto al que estába-mos acostumbrados en la Patagonia. Nosotros somos escaladores, gente de montaña, y nunca habíamos estado en

Los muebles de la casa, como los del escritorio donde Kristine trabaja (arriba, izquierda), el living (arriba, derecha) y el dormitorio (abajo, derecha) fueron diseñados por el

matrimonio. Abajo, izquierda: Kris y Douglas dejaron su vida de empresarios exitosos en Estados Unidos en 1993 para perseguir su sueño ecológico. Primero desembarcaron en la

patagonia chilena, después en Santa Cruz y ahora en Corrientes.

“Cada vez que me encontré en una

situación en la que se dudaba de mis intenciones, me

concentré en hacer mi trabajo y dejé que hablaran los hechos”

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un lugar así. Mi marido reconoció en la zona algo especial, que mu-chas personas descubrieron des-pués: que la cuenca de Iberá es una mina de vida silvestre que merece conservarse, recuperar su legítimo lugar, y que su gente y su cultura también son muy especiales.

–Cualquier otra persona con sus posibilidades económicas se hu-biera dedicado a descansar y viajar por el mundo en lugar de comen-zar algo que requiere de tanto tra-bajo. ¿Qué los motivó?

–Nos gusta trabajar. Además, queríamos alejarnos de las ciuda-des y acercarnos a la naturaleza. Impulsar proyectos de conserva-ción de especies amenazadas de-

manda mucho esfuerzo, pero es lo que nos hace felices. Yo quiero vivir así, cuidando lo que amo, porque el paisaje, el cielo y los animales me conectan con quien soy realmente. En mi familia me enseñaron que el que tuvo la suerte de que le haya ido bien en la vida tiene más responsabilidad para con los demás. No se puede disfrutar de todo esto que nos ro-dea y no compartirlo.

–¿Extrañan mucho vivir en una gran ciudad?

–A mí me gusta vivir en los extre-mos: Nueva York, Londres, Buenos Aires y las selvas correntinas o las montañas y lagos del Sur. Un día puedo estar en la Opera de París

“Ahora que tengo 62 años, empiezo a pensar qué va a pasar en diez o quince. La única certeza que tengo es que quiero

seguir haciendo esto hasta el último día”

En la cocina, repleta de cacerolas y elementos de cobre, Kris se encarga en persona de preparar

todo tipo de delicias, ya que es una experta en el arte de las ollas y sartenes. Si bien ella no es

madre, en su estancia hay una escuela para que puedan formarse los hijos de su personal.

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y 48 horas después, haciendo pan en un horno de barro en la Patagonia.

–Hubo y hay gente que los mira con recelo. ¿Qué opina de la polé-mica que despierta la presencia de ustedes en la zona?

–Bueno, una de las reglas de oro que me inculcaron mis padres dice: “Tus acciones hablan más fuertemente que tus palabras”. Así que cada vez que me encontré en una situación en la que se dudaba de mis intenciones me con-centré en hacer mi trabajo y dejé que los hechos hablaran. Al final se ve que donamos las tierras de Monte León en Santa Cruz y que estamos prepa-rando cinco parques más para donar a los Estados de Chile y Argentina. Si realmente hay transparencia y buena voluntad, la verdad se impone.

–¿Molestó esa desconfianza?

–Al principio me dolió. Yo pensa-ba: “¿Por qué no nos creen?”. Hasta que empecé a aprender que en con-servación siempre hay controversias, porque se da cierto conflicto entre desarrollo y protección de la natura-leza. Estudié casos que en otros paí-ses llevaron décadas de trabajo, como el del Parque Nacional Grand Teton, en Estados Unidos, que demandó 62 años y una pelea feroz. Ahora sé que si estoy metida en esto me voy a cruzar con gente que no me crea o defien-da otros intereses. De todos modos, pienso que lo que mejor habla de nuestras intenciones es que en cada caso trabajamos con gente del lugar, argentinos en Argentina y chilenos en Chile. Y estos proyectos de con-servación son de ellos también, que los tomaron y los hicieron propios.

El viejo tanque australiano fue reemplazado por una gran pileta de natación con vista a la laguna y la sabana, bajo la sombra de añejos lapachos y tipas. Abajo y derecha: Kristine tiene

una huerta orgánica muy surtida. Ella misma la desarrolló y la controla, y de ahí salen todas las verduras y frutas que se usan no solo en la hostería, sino en las casas de las cuarenta y cinco

personas que trabajan para la fundación.

“A mí me gusta vivir en los extremos: Nueva York, Londres, buenos Aires y las selvas correntinas o las montañas y lagos del Sur. Un día puedo estar en la

Opera de París y 48 horas después, haciendo pan en un horno de barro en la Patagonia”

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Son equipos increíbles y les ponen tanta pasión a lo que ha-cen que si mi marido y yo nos morimos mañana van a seguir adelante solos, porque ya tie-nen su propio sueño, su propio desafío, y porque aman la natu-raleza y su país.

–¿Su objetivo es donar tam-bién estas 150 mil hectáreas en Corrientes?

–Sí, queremos convertir la cuenca del Iberá en el parque nacional más grande de Argen-tina. Es una manera de devol-verle a la naturaleza todo lo que nos ha dado. Además, tan-to Doug como yo creemos que los lugares especiales como este le pertenecen a la gente de este

país. Y el estatus es importante porque, en términos de biodi-versidad, un parque nacional tiene más y mejor protección que una reserva.

–¿Dónde te gustaría envejecer?–Ahora que tengo 62, empie-

zo a pensar qué va a pasar en diez o quince años. La única certeza que tengo es que quie-ro seguir haciendo esto hasta el último día. Recuperar zonas en peligro y hacer realidad proyectos de conservación es mi aporte. Estoy convencida de que colaborando con el medio ambiente ayudo al hombre.•

Kristine da un paseo en lancha por la laguna Iberá –en guaraní, ‘agua brillante’– que en 2002 fue declarada sitio Ramsar, lo que la

convierte en un humedal de importancia internacional. Centro y abajo: un carpincho, en medio de los pastizales, y un ñandú.

Texto: Gabriela Grosso Fotos: Tadeo Jones y Beth Wald

“Llegamos acá en el año 96 y nos maravilló encontrarnos con un paisaje

completamente distinto al que estábamos acostumbrados en la Patagonia. Somos escaladores, gente de montaña, y nunca

habíamos estado en un lugar así”