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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CUYO FACULTAD DE FILOSOFA Y LETRAS
DOCTORADO EN FILOSOFA (modalidad personalizada)
FUNDAMENTOS FILOSFICOS Y PROYECCIONES PEDAGGICAS EN PRODUCCIONES DISCURSIVAS DE LA ARGENTINA DURANTE EL SIGLO XX. EL LUGAR DE LA DIVERSIDAD EN EL PENSAMIENTO DE CARLOS VERGARA (1859-1929).
Doctoranda: Prof. Mariana Alvarado. Directora: Dra. Prof. Clara Alicia Jalif de Bertranou. Co-directora: Dra. Prof. Adriana Mara Arpini.
Mendoza, 16 diciembre de 2011
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Fundamentos filosficos y proyecciones pedaggicas en producciones discursivas de la Argentina durante el Siglo XIX. El lugar de la diversidad en el pensamiento de Carlos Norberto Vergara.
Resumen
La exposicin de la tesis est organizada en tres momentos: una introduccin,
dos apartados en los que se presenta el cuerpo de la tesis y un anexo.
Primer momento: introducimos el marco terico metodolgico que sita la
tesis doctoral en la encrucijada entre filosofa prctica, historia de las ideas y
pensamiento argentino. Seguimos los lineamientos tericos y metodolgicos de Jos
Gaos, Arturo Andrs Roig, Roland Barthes y Julia Kristeva para delimitar nuestra
prctica de lectura-escritura. Presentamos el recorrido acadmico que nos permite, por
un lado, nombrar el problema en torno al cual se han formulado las hiptesis y los
objetivos y, por otro, instalar la cuestin de que una pregunta filosfica es una
pregunta personal pero en contexto.
Segundo momento: articulamos el cuerpo de la tesis en dos partes. En la
primera parte presentamos tres captulos. En el primero, abordamos los procesos en
los que se asent la constitucin del sistema educativo argentino de fines del siglo XIX
y principios del siglo XX. Seguimos un rastreo diacrnico que apela a prcticas y
discursos plasmados en cuerpos legales, articulados en instituciones para justificar,
con insumos provenientes de la historia de la educacin, tres periodos: 1880 a 1916;
1916 a 1930; 1930 a 1945, los cuales permitien emplazar el discurso y la praxis de
Carlos Norberto Vergara como una alternativa a la dificultosa invencin de la
educacin argentina que termin por imponerse. En el segundo captulo de esta
primera parte, instalamos el desarrollo de la vida intelectual argentina a fines del siglo
XIX y principios del XX, con la extensin del espiritualismo que pudo expresarse como
eclecticismo, racionalismo, pantesmo, pesimismo, krausismo; tendencias vinculadas
con cierto romanticismo y con el liberalismo doctrinario. Comentamos el modo en el
que circul el krausismo en Europa y en Iberoamrica: la filosofa de Karl Christian
Friedrich Krause se divulg en Blgica, Holanda y Espaa, as como en nuestro pas.
Contextualizamos el krausismo espaol cuando pas de ser un movimiento filosfico
adherido a las ideas de Krause a constituirse en una prctica de renovacin educativa
y tica en el Instituto Libre de Enseanza. Presentamos, siguiendo la tesis de Arturo
Andrs Roig, al krausismo argentino en clave jurdica, poltica y pedaggica en las
figuras de Wenceslao Escalante, Hiplito Yrigoyen y Carlos Norberto Vergara
respectivamente. Sealadas las tendencias de las que el krausismo fue una de las
manifestaciones que pudo mantenerse sin interrupcin hacia las tres primeras
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dcadas del siglo XX, enmarcamos el pensamiento filosfico y el discurso pedaggico
de Carlos Norberto Vergara como krauso-positivista. En el tercer captulo de esta
primera parte hacemos una resea integral de la produccin terica del pedagogo y
pensador mendocino. Este primer acercamiento a sus obras nos permite, ya en la
segunda parte, extraer los conceptos krauso-positivistas a partir de cuales Vergara
formula una praxis pedaggica, una filosofa de la educacin y una teora poltica,
desde las cuales podran proyectarse una economa y una epistemologa.
Presentamos en el tercer captulo una lectura cronolgica y genealoga de la vida, los
discursos y la praxis de Carlos Norberto Vergara. Mostrar localizaciones crticas en su
itinerario intelectual bajo la consideracin de algunas coordenadas biogrficas,
articuladas con el magisterio predominante antes de terminar el siglo XIX, permiti
construir una periodizacin de su ideario en tres momentos: campaa pedaggica
krausista, experiencia de la reforma, y revolucin desde los libros. Damos cuenta
de su praxis pedaggica revolucionaria as como del uso pblico de la palabra en la
prensa normalista y la formacin de formadores.
La segunda parte del cuerpo de la tesis se articula en tres captulos.
Recorremos el ncleo filosfico fundante de la praxis y el discurso pedaggico de
Carlos Norberto Vergara en sus desbordes: K. C. Friedrich Krause. Georg Hegel.
Herbert Spencer. Identificamos y extraemos categoras krauso-positivistas desde
donde se pueden re-significar las categoras de reconocimiento, diversidad e
integracin acoplados a los fundamentos propios de la institucin educativa en clave
vergariana, as como los que articularon su teora poltica y del Estado en clara
sintona krauso-positivista. En el segundo captulo transitamos el krausismo
pedaggico espaol en la Institucin Libre de Enseanza y reconstruimos la
experiencia en la Escuela Normal Mixta de Mercedes para sistematizar lo que
entendemos se present como el krausismo pedaggico latinoamericano de finales del
siglo XIX y principios del siglo XX. En el ltimo captulo conformamos un tejido textual
que admite contrastar algunas sentencias socrticas con las nociones prcticas de
conocimiento, cuidado, autogobierno y autoaprendizaje.
Tercer momento: presentamos una proyeccin metodolgica para la praxis
pedaggica en el enclave de la didctica vergariana ampliada en la posibilidad de una
prctica ulica desde guiones de lectura, guiones de escritura, guiones de dilogo
hacia guiones conjeturales. En el Anexo reunimos tres trabajos elaborados en el
marco de esta praxis de lectura-escritura como insumos para el mismo. El primero,
Naturaleza infantil, educacin para la libertad y escuela de accin libre en un texto de
Carlos Norberto Vergara fue publicado como presentacin de un texto indito de
Carlos Norberto Vergara titulado El libro de los nios y de los que a ellos se parecen
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en la seccin en la Revista Cuyo Anuario de Filosofa Argentina y Americana
(Mendoza, IFAA, UNCuyo, 2009, v. 25-26, 247-252). El segundo, rene una seleccin
de textos sobre Vergara y una seleccin de textos de Vergara junto a una propuesta
de mediacin pedaggica para su incorporacin en la formacin docente, todo ello
acompaado de una fundamentacin metodolgica. El tercer apartado del Anexo
Carlos Norberto Vergara en la Escuela reproduce parte de un recorrido mayor
realizado en co-autora junto a Paula Ripamonti, Cristina Rochetti y Silvana Vignale,
que fue publicado bajo el ttulo Propuestas para la incorporacin del pensamiento
latinoamericano en la escuela en el volumen dos de la coleccin Diversidad e
integracin en Nuestra Amrica (Buenos Aires, Biblos, 2011).
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En la zona de las preguntas, y la zona de las respuestas,
hay un territorio donde acecha un extrao brote.
Toda pregunta es un fracaso.
Toda respuesta es otro. Pero entre ambas derrotas
suele emerger como humilde tallo algo que est ms all de los
sometimientos.
(Juarroz, Roberto. 1999. Poesa Vertical. 179)
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Agradecimientos
Estar con quien se ama y pensar en otra cosa as define maravillosamente Roland Barthes a la escucha. Una praxis con otros que requiere del hab la como del silencio pero ms aun del afecto. En la escucha ha sido escrita esta tesis. Desde la escucha he credo inventar lo mejor para mi trabajo. Atravesada por la escucha he podido sospechar de mis propias ideas e incluso de m misma. Murmurando la escucha he sido herida por sus ecos. Sealada por ella he podido levantar la cabeza a menudo y hacer odos a otras voces: la de los textos, la de cartas, la de artculos periodsticos, algunas pasadas, otras presentes, las acalladas pero tambin las posibles, las compaeras, las enemigas y aun las credas enterradas. La que ahora escribe estas lneas ha podido escuchar a la que hace casi cinco aos pens un ttulo para este proyecto y, por haber podido escucharla pudo, adems, sobrevivirla.
Escuchar-me/nos es una praxis, ahora lo s, sutil, sostenida con otros que pudo conmigo lo que se puede con una mujer y que pudo con otros lo que se puede con el hombre.
Desde este inicio que se abre en ese fracaso que toda derrota supone entre la zona de las preguntas y la zona de las respuestas, quiero agradecer las voces de mi directora, Clara Alicia Jalif de Bertranou y la de mi maestra, Adriana Mara Arpini; la de mi iniciadora en la crtica de la praxis docente, Rosa Licata y la de mi intercesor en experiencias de formacin en Filosofa con Nios, Walter Kohan; a la que pudo con mi reflejo, Silvana Vignale, cuando dej de espejarme; las de algunas mujeres, miembros del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofa en la Escuela y las de docentes de nivel inicial y primaria, con quienes pudimos practicar otras formas de hacer escuela: Paula Ripamonti y Cristina Rochetti, Patricia Cornejo y Elizabeth Heidrich. A las voces de mis alumnos y alumnas, muy especialmente a las de Ignacio Iglesias, Alexandra Martn, Paola Legay y Federico Jung Polimeni.
Quiero, entre las prcticas de lectura y escritura, mencionar instituciones en el marco de las cuales esas prcticas tuvieron lugar: el Instituto de Filosofa Argentina y Americana, la Biblioteca San Martn, la Biblioteca Nacional, el Archivo Histrico y el Arzobispado de Mendoza, tambin el Centro Regional de Investigaciones Cientficas y Tecnolgicas, mbitos en los cuales se desarroll la investigacin. Especficamente la Universidad de Lans as como la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la UNCuyo, donde pude materializar mi plan de formacin doctoral en horas de cursado, con la Diplomatura en Cultura y Comunicacin de la Maestra de Estudios Latinoamericanos y, en Lgica y Epistemologa, en la Maestra en Metodologa de la Investigacin. Tambin a los colegas y compaeros tesistas que desinteresadamente me facilitaron material bibliogrfico y de archivo para hacer posible mi trabajo investigativo: Marisa Muoz, Dante Ramaglia, Alejandra Ciriza. Sobre todo a quienes comentaron mis borradores con aportes insoslayables: Gonzalo Scivoletto, Alejandra Gabriele, Flavio Teruel, Natalia Fischetti, Germn Fernandez y Pilar Rodrguez. Nacida de mujer nombro a Ana y a las mujeres que he podido ser con ella y a pesar de ella, pero adems a todas las que maternaron conmigo como Beatriz y Claudia; a Jos y Gabriel sin cuyo acompaamiento hubiesen sido insostenibles las ausencias que la resistencia a la naturalizacin de lo cotidiano quiso imponerme.
La ltima lnea para un hombre escindido, un hombre-montaa encadenado a un lirio: el amor que puedo ms all de los sometimientos entre las derrotas.
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Resumen .. 3 ndice General .. 8 Introduccin
1. Precisiones terico-metodolgicas. .. 12 1.1. Historicismo e Historia de las Ideas. Jos Gaos, Francisco Romero. . 12 1.2. Hacia una ampliacin metodolgica. Jos Gaos, Arturo Andrs Roig. ... 19 1.3. Los aportes de la teora del texto para el anlisis del discurso y la prctica de
escritura. Roland Barthes, Julia Kristeva. . 28 1.4. Apuntes para una prctica de lectura-escritura alternativa en Historia de las
Ideas. Arturo Andrs Roig, Adriana Arpini. .. 33 1.5. Carlos Norberto Vergara en la Historia de las Ideas. .... 38
2. Incidentes para escribir una tesis: comienzo de un problema y justificacin del tema. .. 46
3. Re-capitulacin terico-metodolgica: objetivos e hiptesis. .. 55 Bibliografa para este apartado. 58 Parte I... 64
Captulo 1
Contexto de interpretacin socio-poltico-econmico del discurso y la praxis educativa en la Argentina de fines del siglo XIX y principios del siglo XX (1880-1930). Aportes para una historia de las ideas educativas en Argentina. ... 65
Bibliografa para este apartado. .. 81 Captulo 2
Contexto discursivo filosfico en la Argentina de fines del siglo XIX y principios del siglo XX (18801930). Aportes a la historia de las ideas latinoamericanas. ... 83
Bibliografa para este apartado. ......................................... 93 Captulo 3
Carlos Norberto Vergara. .... 95 3.1. Episodios de una biografa. .... 96 3.2. El normalista y sus escritos. .. 114 3.2.1. Campaa pedaggica krausista. ... 118 El Instructor Popular Leer, hablar y escribir en El Instructor Popular. ... 129 3.2.2. Una experiencia de reformas. ... 135
La mam por La Educacin. .... 137 Leer, hablar y escribir en La Mam. .. 138
Postales de La Mam. . 141 3.2.3. Revolucin desde los libros. .. 153
Folletos Educacin Republicana, Revolucin Pacfica y Nuevo Mundo
Moral Filosofa de la educacin, Evologa y Solidarismo.
Bibliografa para este apartado. ... 203
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Sntesis: parte I. Ecos, alcances, recepcin y utopas en las ideas
vergarianas ..... 206
Parte II
Captulo 1
Ncleo filosfico fundante del discurso y la praxis vergariana. K. C. Friedrich
Krause. Georg Hegel. Herbert Spencer. ... 218 1.1. Vergara entre Krause y Sanz del Ro. . 219 1.2. Progreso incesante, libre desenvolvimiento y accin consciente, libre y colectiva. .. 221
1.3. Notas para situar a Vergara entre Krause y Hegel. .. 232 1.4. Equilibracin y coexistencia en Carlos Norberto Vergara. . 239 1.5. Diversidad, reconocimiento, integracin y solidaridad en el krausismo pedaggico vergariano. . 245
Bibliografa para este apartado. . 255
Captulo 2
Fundamentos de la institucin educativa. ....... 258 2.1. La Institucin Libre de Enseanza y la Escuela Normal Mixta de Mercedes.
.. 259 2.1.a. Incidentes: un comienzo. .... 259 2.1.b. Incidentes: productividad narrativa. ...... 261
2.2. Las instituciones y las prcticas del krausismo pedaggico argentino y del
espaol a finales del siglo XIX. .. 263 2.2.a. De la maquinaria escolar y el infante alienado a la institucin
difusa y la libertad infantil de Mercedes. .. 276 2.2.b. Penares y que-haceres de corte krausista. ..... 289
Bibliografa para el apartado. ..... 293
Captulo 3
Fundamentos polticos como antecedentes para una filosofa de la educacin.
Autonocimiento, autogobierno, gobierno propio, cuidado de s. ...... 295 3.1. Vergara escribe a Scrates una filosofa de la eduacin. . 296
3.1.a. Los preceptos socrticos en la letra de Vergara. ... 298 3.1.b. El saber de las ignorancias. ... 314
3.2. Una philia del arte de existir. .. 319 3.3. Aprender: aventurar-se. Conocer-se, hacer-se, experienciar-se, cuidar-se.
.. 330 Bibliografa para este apartado. ........ 334 Sntesis. Parte II. Preguntas anadas. Preguntas por andar. Desandando preguntas. 339
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A modo de conclusin.. 340
Reflexiones sobre las prcticas de lectura-escritura de Carlos Norberto Vergara en folletos y peridicos. 347 Reflexiones sobre nuestras propias prcticas de lectura-escritura en el campo de la historia de las ideas 348 Bibliograga general .. 353 Anexo documental . 351 1. Naturaleza infantil, educacin para la libertad y escuela de accin libre en un textode Carlos Norberto Vergara: El libro de los nios y de los que a ellos se parecen 369 2. Educacin de y para la libertad. Una introduccin al pensamiento de Carlos Norberto Vergara. Experiencias de pensamiento y seleccin de textos......... 403 Aproximaciones al pensamiento vergariano 404
Un pedagogo mendocino: Carlos Norberto Vergara.. 408 Lecturas sugeridas para el dilogo y la produccin con jvenes. Seleccin de textos de Carlos Norberto Vergara. 411
Prcticas alternativas para la incorporacin del pensamiento en la formacin docente. Una experiencia de la diferencia o la diferencia de una experiencia... 420 Experiencia de pensamiento 1: El instructor... 430 Experiencia de pensamiento 2: Educacin, instruccin y aprendizaje .. 431 Experiencia de pensamiento 3: La disciplina . 433 Experiencia de pensamiento 4: Normas, usos y costumbres.. 433
Experiencia de pensamiento 5: Gobierno escolar y gobierno propio .. 435 Experiencia de pensamiento 6: Deseo y escuela... 436 3. Carlos Norberto Vergara en la Escuela. 438
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Introduccin
1. Precisiones terico-metodolgicas1
1.1. Historicismo e Historia de las Ideas. Jos Gaos, Francisco Romero
Los esfuerzos terico-prcticos de Jos Ingenieros (Italia, 1877 - Argentina,
1925), Alejandro Korn (Argentina, 1860-1936), Francisco Romero (Espaa, 1891 -
Argentina, 1962), Jos Gaos (Espaa, 1900 - Mxico, 1969), Arturo Ardao (Uruguay
1912-2003), Leopoldo Zea (Mxico, 1912-2004) y Francisco Mir Quesada (Per,
1918), dotaron de argumentos que sostuvieron la vigencia de una tradicin filosfica
latinoamericana desde fines del siglo XIX hasta nuestros das.
Hacia 1940, los esfuerzos por afirmar la originalidad y la autenticidad de lo
propio coincidieron simultneamente en Mxico y en la Argentina. Las preocupaciones
planteadas por Jos Gaos y Leopoldo Zea, por un lado y, Alejandro Korn y Francisco
Romero, por otro, confluyeron en una tradicin de pensamiento que, si bien en un
principio se tradujeron en trabajos de investigacin individuales, luego trascendieron
las fronteras nacionales para dar lugar a un rea de estudios con caractersticas
peculiares. Esta inquietud ha sido retomada por Arturo Andrs Roig, quien rastre los
antecedentes en la generacin rioplatense de mediados del siglo XIX en la Repblica
Argentina.
Las notas caractersticas de estos esfuerzos de dcadas en sentido amplio
fueron: el reconocimiento de la historicidad de las ideas, la funcin social de las ideas,
la conexin del pensamiento con las estructuras espacio-temporales, la conciencia
intelectual de una historia comn, la valoracin de lo propio o peculiar, la proclamacin
de la originalidad, la afirmacin de una identidad compartida nacional y continental, la
reconstruccin del pasado y, adems, una reflexin que quiso ser crtica y
emancipadora. En este sentido, la Historia de las Ideas surgi y se desarroll como
una de las formas culturales de autoafirmacin, como herramienta de conocimiento y
autoconocimiento nacional y continental, valoracin de las posibilidades propias y de lo
iberoamericano (Roig, A. A., 1993, 12-13).
Se tratara de una disciplina joven, que en el siglo XX se vio afectada por la
indeterminacin de su objeto y de sus mtodos; un saber no constituido (Romero, F.,
1 Advertencia: no desarrollaremos aqu un mtodo, ni el mtodo. Intentaremos, corrernos de
la idea de que las ciencias se rigen por un mtodo nico y, acercarnos a la recomendacin ofrecida por el epistemlogo Juan Samaja: Despus de todo, es obvio que la Metodologa no es un mtodo ni un conjunto de mtodos (no es una Metdica), sino una investigacin cientfica de los Mtodos o de las Metdicas (Samaja, J., 2000, 23). Nos interesa, por tanto, en este apartado, recorrer algunas de las metdicas que se han ofrecido en el marco de la Historia de las Ideas y de la Teora del Discurso.
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1995), acuado por una tradicin de imprecisos contornos (Roig, A. A., 1993, 11),
caracterizada por la vaguedad y la variabilidad, la incertidumbre y la imprecisin
(Cerutti, H., 1997), todo lo cual favoreci el quiebre de las totalizaciones para afirmar
una especificidad particular en la consideracin de las ideas desde una perspectiva
interdisciplinaria (Roig, A. A., 1993, 14). Esta especificidad en el tratamiento tuvo
parangn en el objeto de estudio. La Historia de las Ideas en Amrica se cultiv con
relacin a las ideas filosficas. Sin embargo, no se limit a ellas, lo cual result
decisivo para el abordaje de ideas polticas, econmicas, jurdicas, pedaggicas.
Las denominaciones Historia de las Ideas e Historia de las Ideas Filosficas
se superpusieron aludiendo a la misma tradicin historiogrfica, cuyo origen se situ
en el animado debate sobre la existencia o no de la filosofa latinoamericana. En las
dcadas del cuarenta y del cincuenta en el siglo XX se extendi el debate en torno al
problema de la filosofa americana o de la filosofa en Amrica.
Filosofa americana es ya preocuparse por la obra de nuestros pensadores. Una de las primeras obras de esta filosofa es la historia de las ideas [] y esos pensadores son aquellos que intentaron captar nuestra realidad, cuales quiera hayan sido las herramientas intelectuales de que dispusieron, realidad aprehendida bsicamente como social e histrica (Roig, A. A., 1993, 13-14).
Arturo Andrs Roig fecha la constitucin de la Historia de las Ideas en Amrica
Latina hacia 1940 bajo la influencia del historicismo de Arturo Ardao, anticipado por
una filosofa americana propuesta por los integrantes de la generacin rioplatense de
mediados del siglo XIX. Por entonces, los planteamientos filosficos, en conexin con
la literatura, la historia, el derecho, etc., connotaron modalidades diferentes a las
presentes en el siglo XX en cuanto a los marcos institucionales en los que se produca
la filosofa. Esa identificacin intent ser superada desde una definicin de filosofa
dentro de la cual y en relacin con la cual se hizo Historia de las Ideas. En ello le va a
la filosofa el proceso de su institucionalizacin, que remiti en especial al periodo
histrico-cultural correspondiente al positivismo y a las reacciones antipositivistas.
Jos Ingenieros y Alejandro Korn resultaron ser exponentes de las posiciones
paradigmticas que configuraron la cultura filosfica argentina.
Francisco Romero y Jos Gaos representaron dos modos de entender la
filosofa. Mientras Romero consider que la Historia de las Ideas y la Filosofa eran
irreductibles una a la otra, Gaos entendi que la Historia de las Ideas era un modo de
hacer Historia de la Filosofa.
La revisin crtica gaosiana, mediada por el vitalismo orteguiano, hizo frente a
la opinin generalizada de la inexistencia de un filosofar propiamente mexicano que
haba llevado afirmar una filosofa en Mxico y negar una filosofa de Mxico (Gaos, J.,
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1980). Propuso, de modo sugerente, la nocin de pensamiento para lo que se haba
presentado como modalidades expresivas de la filosofa prctica en Mxico (Gaos, J.,
1980, 187). Desmitific la idea de originalidad absoluta atribuida a la filosofa y
denunci el imperialismo de las categoras europeas, segn el cual la Historia de la
Filosofa en Mxico era una historia de las importaciones europeas. Insinu que las
ideas filosficas se encontraban entramadas con otras antropolgicas, polticas,
sociales, econmicas, pedaggicas en el marco de un sistema de referencias
mutuas, que supona que hacer Historia de la Filosofa era hacer historia circunstancial
de la idea. En este sentido, propuso conjugar la Historia de las Ideas y de la Filosofa
de modo que fuese posible hacer Historia de las Ideas a partir de la Filosofa (Arpini,
A., 2003, 32-43).
Por su parte, Romero se interes por la Historia de la Filosofa como problema
filosfico. Su discpulo Juan C. Torchia Estrada, entiende que con Romero la
historiografa en la Argentina dio un salto cualitativo, pues, adems de sus estudios
sobre autores particulares, Romero, ensay una cierta teora de la Historia de la
Filosofa y de su mtodo (Torchia Estrada, J. C., 1983, 143-144). En Sobre la Historia
de la Filosofa (1943) y La estructura de la Historia de la Filosofa (1962), el filsofo
argentino, presenta el desarrollo de la Historia de la Filosofa como un lento proceso
en el que el esfuerzo colectivo confluy en la constitucin de una disciplina.
La historia de la filosofa puede en cierto modo ser considerada como la historia misma del espritu humano, o por lo menos como la historia de aquello en que el espritu humano ha alcanzado los ms elevados puntos de vista. El pasado debe ser estudiado no slo con amplitud y tolerancia, con un sentido exacto de las pocas, sin aplicarle nuestras concepciones ni criterios modernos, sino tambin con reverencia y respeto, reconociendo en l los remotos orgenes de nuestras ideas (Romero, Francisco, 1943, 21).
La profesionalizacin y el academicismo que supuso la institucionalizacin de
la Filosofa tal y como se present en la Argentina, concibi para s una Historia en la
que se suceden las producciones de los filsofos; en que un sistema terico engendra
a otro en el marco de un orden coherente y consciente, lgicamente inapelable. La
tendencia a la normalizacin filosfica como fenmeno de institucionalizacin de la
filosofa implic un trabajo de exposicin de doctrinas, de sealamiento de fechas, de
periodizaciones y de rastreo de influencias que constituy la base erudita del saber
filosfico institucionalizado como disciplina. Como lo conceptualiza H. Cerutti
Guldberg, una presuntuosa Filosofa que desde su pureza totalizadora y su discurso
claro y distinto se impuso sobre otras formas de pensamiento reduciendo, negando,
silenciando y en muchos casos abortando el filosofar (Cfr. Cerutti Guldberg, H., 1996,
113-116 y 2003, 13-14).
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La profesionalizacin de la filosofa como una tarea que exiga esfuerzo,
aprendizaje y continuidad cobr fuerza en las primeras dcadas del siglo XX en la
Argentina. Una de las preocupaciones de Francisco Romero fue la de historiar la
marcha de la filosofa en Hispanoamrica o Iberoamrica (vale la aclaracin en tanto
dirigi sus reflexiones a la Amrica de habla espaola). Con la conviccin de que era
indispensable conocer y recuperar el pasado para poder comprender el presente,
sostuvo la necesidad de analizar la Historia de las Ideas Filosficas para entender la
marcha del pensamiento filosfico latinoamericano. Un proceso de
autonoconocimiento desde donde sostuvo la posibilidad de autovaloracin y
autoafirmacin del presente.
Romero consider que los estudios filosficos aparecieron de la mano del
positivismo que pudo ensearnos a pensar en trminos filosficos. Coloc en esa
corriente de pensamiento el normal desarrollo de una tarea comn de trabajo
intelectual. Tom como punto de partida el anlisis de la realidad intelectual de su
tiempo y seal momentos en el pensamiento Iberoamericano. A una primera etapa,
caracterizada por la condicin escolar del trabajo filosfico, supeditado al magisterio, le
sigui otra que incorpora a inicios del siglo XX una tarea creadora, una adhesin
apasionada a diversos puntos de vista que hizo posible nombrar a sus representantes
como filsofos. Esos hombres hicieron vida filosfica en tanto que la actividad
filosfica se torn una tarea comn de la cultura, una funcin normal. Con ellos se
defina un momento decisivo: la aparicin de la verdadera y activa conciencia
filosfica que evidenci que la filosofa era mucho ms que un asunto de programas y
planes de estudio (Naessens, Hilda, 2007, 115-119).
Un filosofar riguroso que, en trminos de Francisco Romero, estuvo a cargo
de los fundadores2 de la Filosofa, de los creadores de tradiciones, de los
patriarcas como los iniciadores de un proceso de reestructuracin filosfica. La
creacin de la Facultad de Filosofa y Letras en 1895 en Buenos Aires, la creacin de
ctedras dedicadas a disciplinas especficas, la presencia de intelectuales de prestigio
en sus ctedras y el ejercicio de su magisterio, la inclinacin por la actualizacin
filosfica y la exigencia de ponerse al da con la filosofa europea, la creacin de
rganos de publicacin, la proliferacin y diversificacin de los mismos por disciplinas
filosficas y los nuevos lineamientos de circulacin, conferencias, cursos, foros fueron
algunos de los mecanismos que evidenciaron aquella tendencia.
2 Romero escribi diversos artculos sobre cada uno de ellos: Enrique Jos Varona en:
Filsofos y problemas; Filsofos latinoamericanos del siglo XX en: Sobre la filosofa en Amrica; Un maestro argentino: Alejandro Korn en Nosotros, entre otros.
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Romero entenda que este proceso que caracteriz a toda Iberoamrica tuvo
lugar en la Argentina en la Universidad de Buenos Aires, donde corrieron las primeras
posiciones crticas frente al positivismo. Este acontecimiento, que tendra un lugar tan
decisivo para el destino de la filosofa, habra sido obra de los patriarcas3.
Las nociones de normalizacin4 y fundadores o patriarcas segn el uso
de Francisco Mir Quesada reflejaron una idea de filosofa y de su periodizacin y
constituyeron categoras sociolgicas acerca del modo en que deba organizarse
institucionalmente dicho saber. La acentuacin del academicismo apareci
reiteradamente en diversos planteos que trazaron el desarrollo filosfico argentino
enfatizando el carcter autosustante y autoreflexivo de la filosofa. En estas lneas de
produccin, que aun persisten dentro de las universidades, la realidad argentina o
latinoamericana no siempre fue considerada como objeto de reflexin o lugar legtimo
de produccin y de enunciacin. Muchas veces se privilegi a la Filosofa en el
espacio de las academias, idealizando un mbito teortico puro, desenvuelto al
margen de cualquier praxis social, incluso de aquella que se dio dentro de las
instituciones.
[] era la hora de la fundacin, y nada funda ms slidamente que el ejemplo vivo, ya que, al fundar, no se trata nicamente de reemplazar una ideologa por otra, sino de crear y arraigar una tradicin, lo cual supone imponer la seriedad y el sentido de una ocupacin y an de un tipo de vida, mostrarlos como necesarios y justificarlos por s y por sus finalidades, a veces contra la indiferencia y aun la hostilidad. (Romero, Francisco, Filosofa Latinoamericana del siglo XX en: Sobre la filosofa en Amrica, 64).
Las figuras de Antonio Caso (Mxico, 1883-1946), Alejandro Deustua (Per,
1849-1945), Enrique Jos Varona (Cuba, 1849-1933), Jos Vasconcelos (Mxico,
1882-1959), Carlos Vaz Ferreira (Uruguay, 1872-1958) son algunas de las citadas
entre los fundadores. Jos Ingenieros y Alejandro Korn fueron quienes sostuvieron, en
la Argentina, el convencimiento de emprender el estudio filosfico sistemtico, serio y
autnomo, en lo que se ha dado en llamar Historiografa Filosfica Argentina.
3 Existe una visin crtica respecto de este proceso que, desde una mirada de gnero, entiende
que la institucionalizacin de la filosofa fue proceso que normaliz la negacin sistemtica del protagonismo femenino. Vase los ltimos trabajos de Francesca Gargallo Celentani y Ral Fornet-Betancourt as como las disputas que tuvieron lugar en los intercambios que desde la dcada del 90 sostuvieron Horacio Cerutti Guldberg, Arturo Andrs Roig, Ofelia Schutte, Mara del Rayo Ramirez Fierro, Aralia Lpez (Cfr. Fornet-Betancourt, 2009; Gargallo, F, 2004; Alvarado, M., 2010). 4 Con relacin al tema de la normalidad filosfica es posible profundizar la cuestin en
Eugenio Pucciarelli y su Francisco Romero en la ctedra universitaria publicado en Cuadernos de Filosofa, ao XV, n 22-23, Bs. As., 1975; Juan Carlos Torchia Estrada Francisco Romero: hacia la filosofa en Revista Iberoamericana de Bibliografa, vol XXXI, n 4, EEUU: OEA, 1981 y Leopoldo Zea Romero y la normalidad filosfica latinoamericana en VVAA Francisco Romero maestro de la filosofa latinoamericana, Sociedad Interamericana de Filosofa, Venezuela, 1983, el marco de una amplia bibliografa.
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Con el concepto normalidad filosfica, Romero denomin la tercera etapa
correspondiente al momento en el que l vivi y en el que el inters filosfico se
ampliaba, difunda y organizaba. Se cultivaba la filosofa en el marco de un proceso de
asimilacin, comprensin y desarrollo de las ideas y corrientes filosficas vigentes a la
par de otras actividades y profesiones. Surgieron varios de grupos en los que se viva
con intensidad la preocupacin filosfica; aparecieron numerosos lectores de filosofa;
se ampli el inters por temas filosficos; se editaron y reeditaron viejas obras
americanas de filosofa. Quienes se dedicaban a estos estudios se conocan entre s y
generaron las condiciones propicias para sostener un intercambio activo que
enriqueci la produccin de conocimiento. El dilogo filosfico pudo romper con el
aislamiento en el que haban permanecido durante muchos aos los pensadores
latinoamericanos5.
Se logr instalar cierto clima filosfico de normal ejercicio de la filosofa: una
especie de opinin pblica especializada, capaz de estimular y reprimir, de impulsar y
frenar, de distinguir y jerarquizar entre trabajos serios e improvisaciones o engaos. A
riesgo de estigmatizar a la filosofa como saber puro y desinteresado, algunas
perspectivas contrapusieron al positivismo el antipositivismo. Apelaron a una
autoimagen y una heteroimagen disciplinar desde las que se negaba validez filosfica
a la primera corriente entre otras cuestiones por sus derivaciones pragmticas, para
reconocer una autntica Filosofa en los antipositivistas que formulaban un saber
netamente especulativo.
La polmica despertada por la proximidad entre Filosofa Latinoamericana e
Historia de las Ideas tuvo repercusiones en la segunda mitad del siglo XX y se agudiz
con el surgimiento de la Filosofa de la Liberacin. En la dcada del sesenta se
polemiz sobre la articulacin de tres mbitos reflexivos: Filosofa Latinoamericana,
Historia de las Ideas y Filosofa de la Liberacin. Surgi entonces la propuesta de
hablar de filosofas para la liberacin latinoamericana. Aun as, no todos los que han
incursionado en las variantes filosficas de y/o para la liberacin atendieron a la
dimensin de la Historia de las Ideas o se han reconocido en tales tradiciones (Cfr.
Ardao, A., 1987, 98-99; Roig, A. A., 1993, 4; Cerutti Guldberg, H., 2003, 36-37).
La Historia de las Ideas acab por incorporarse no slo como una forma de
saber, sino que termin por constituirse en el marco de un programa compartido por
5 Los trabajos de investigacin de Adriana Arpini, Florencia Ferreira de Cassone, Marcela
Arana, Walter Camargo, Alejandro Paredes, Silvana Vignale y Mariana Alvarado con la direccin de Clara Alicia Jalif de Bertranou en el marco del proyecto bianual 2009-2011 de la SCTyP, de la UNCuyo: Redes Epistolares en Amrica Latina: Francisco Romero, la constitucin de la filosofa como disciplina y la historia de las ideas, da cuenta de ese intercambio.
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un grupo de investigadores latinoamericanos embarcados en la actividad de
autoafirmacin nacional y continental, como una corriente de pensamiento que tuvo
plurales desarrollos. Al concluir la Segunda Guerra Mundial el movimiento tom
cuerpo, segn Francisco Mir Quesada, en el marco de la filosofa contempornea
latinoamericana, como Filosofa de lo Americano y Filosofa de la Liberacin para
Arturo Andrs Roig, Filosofa de la Independencia y Filosofa del Tercer Mundo de
acuerdo a lo sugerido por Mir Quesada. Todo lo cual constituye el aporte, la
originalidad y la especificidad del movimiento. Una originalidad que no se resuelve en
el modo en el que lo europeo fue aplicado o adaptado, como tampoco en el rastreo de
influencias o en la elaboracin de sistemas, sino ms bien en la preocupacin por las
posibilidades creadoras de un pensar tensado entre la alienacin y la liberacin. La
cuestin en adelante estuvo signada por la pregunta cmo generar un pensamiento
autnomo que responda a necesidades propias desde una situacin de dependencia?
(Roig, A. A., 1993, 51-57).
Una Historia de las Ideas implica no slo una determinada manera de entender
la filosofa y su historia, sino tambin el sentido que la filosofa ha tenido y tiene para
un pueblo. La filosofa puede, desde su campo, pensar una historia que se presenta
como un proceso. Su funcin crtica radica en la posibilidad de detectar y denunciar
silenciamientos, exclusiones y alienaciones, pero tambin en advertir ciertos
momentos de autenticidad y afirmacin. De lo que se trata, en definitiva, es de
participar en la construccin del conocimiento de hombres y mujeres concretos que
quieren asumir desde s mismos su propia historicidad. En este sentido, la Historia de
las Ideas se ha constituido como un saber que, en su propia definicin, involucra el
destino personal de quien hace en y con ella. Un saber de compromiso alrededor del
cual gira el problema de los lmites y de los alcances de ese quehacer. De all que no
haya podido configurarse como un saber erudito e ingenuamente objetivo porque
transforma al sujeto historiador, filsofo, pensador en promotor de un proceso que
habra de permitirle al hombre latinoamericano asumir su hacerse y gestarse (Roig, A.
A., 1993, 35-44).
La labor de la Historia de las Ideas acomete una revisin del pasado para mirar
el presente en diversas formas discursivas, expresadas desde lo cotidiano. Una
historia que no puede quedarse en la investigacin de las influencias y en la
determinacin de las corrientes, sino que habra de sealar la funcin que las filosofas
han ejercido respecto de la realidad social. Retrospectiva y prospectiva crtica que no
elude el momento biogrfico y autobiogrfico del pensar en el que se compromete la
propia produccin con la vida. Un quehacer que vincula pensamiento y experiencia,
filosofa y vida.
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1.2. Hacia una ampliacin metodolgica: Jos Gaos, Arturo Andrs Roig
En 1982, en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Catlica
de Quito, se reuni el Comit de Historia de las Ideas y confirm las recomendaciones
metodolgicas que haban sido sugeridas en 1974 cuando la UNESCO convoc a un
grupo de expertos6 que discuti el temario para la obra Amrica Latina en sus ideas
(Cfr. Zea, L., 1986), de cuya publicacin se hizo cargo el organismo internacional (Cfr.
Roig, A. A., 1993, 60-63; Arpini, A., 2003, 72-74).
Aquellas recomendaciones radicalizaron la crisis y significaron el abandono de
la filosofa de la conciencia, la que se haba caracterizado desde la modernidad
europea como filosofa del sujeto y desde Hegel como filosofa del concepto. Entre
las recomendaciones cabe sealar las siguientes:
- Partir de una concepcin de la idea entendida como un elemento significativo que
integra una estructura ms amplia, con todas las connotaciones de este ltimo trmino
(econmicas, polticas, etc.), dando cabida, adems de las ideas en sus diversas
manifestaciones: filosofemas, vivencias, ideologas, concepciones del mundo, etc.
- Aplicar un tratamiento dialctico a la historia de las ideas, subrayando
principalmente dos aspectos: la conveniencia de encararla desde nuestro presente y la
necesidad de sealar a la vez los condicionamientos sociales y el poder transformador
de las ideas;
- No abordar la historia de las ideas como historia acadmica, abrindose a la
incorporacin de las ideas y en particular de los grandes movimientos de liberacin e
integracin latinoamericana, frente a las ideologas de dominacin;
- Encarar la historia de las ideas no a partir de campos epistemolgicos (filosofa,
pedagoga, etc.) sino de problemas concretos latinoamericanos y las respuestas dadas
a cada uno de ellos desde aquellos campos;
- Tratar todo desarrollo de historia de las ideas latinoamericanas a partir del
supuesto de la unidad del proceso histrico de Latinoamrica;
- Ir ms all de una historia de las ideas de tipo nacional y avanzar hacia uno ms
amplio de regiones continentales;
- Sealar en lo posible la funcin de las influencias en relacin con los procesos
histricos propios;
6 El grupo de expertos estuvo integrado por Leopoldo Zea, Arturo Ardao, Abelardo Villegas,
Mara Elena Rodrguez, Guillermo Francovich, Roberto Fernndez Retamar, Jos Antonio Portuondo, Arturo Andrs Roig, Francisco Mir Quesada, Luis Navarro Brito, Javier Ocampo, Elas Pino, Ramn Xirau.
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- Dar preferencia a la historia de las ideas entendida como historia de la conciencia
social latinoamericana (Cfr. Roig, A. A., 1993, 61; Arpini, A., 2003, 73-74).
Estas recomendaciones no estuvieron exentas de la tradicin gaosiana que las
precede y no hicieron ms que enriquecerla. Nos interesa en adelante atender a las
nociones de invencin, cuerpo de expresiones, entretejimiento, dialogismo,
comprensin conjetural y transformacin que se desprenden de la renovacin
metodolgica del historicismo gaosiano y anticipan, en parte, los aportes que, desde la
teora del discurso lingstica, semitica, teora del discurso, desafan a la Historia
de las Ideas a explorar alternativas metodolgicas.
La cuestin de si las ideas podan ser objeto de la historia fue el problema central
que Jos Gaos7 propuso pensar en torno a la Historia de las Ideas. Frente a la visin
platnica, que conceba a las ideas como entidades inmutables, eternas, intemporales,
esto es, esencialmente a-histricas y hasta anti-histricas, Gaos afirm la historicidad
de las ideas y de los sujetos. La historicidad de las ideas radica en que estas son
pensadas por hombres que tienen sucesivamente diferentes ideas y esa sucesin
historiada es parte de una historia humana (Gaos, J., 1969, Nota 1, 2).
La novedad de la propuesta gaosiana no consisti solo en afirmar la historicidad de
las ideas y de los sujetos que las piensan sino, adems, la del entretejido histrico-
social en el que ellas aparecen. Que los hombres piensen ms en unas cosas que en
otras tiene su origen en las percepciones, los sentimientos, los intereses y finalidades
y es causa de que experimenten unos u otros sentimientos, lleven a cabo unas u
otras acciones y hasta perciban unos u otros objetos (Gaos, J., 1969, Nota 2, 2). Las
ideas afectan humanamente y sus efectos son corporizados.
En este sentido, era imposible, para Gaos, hacer una historia de las ideas en s,
por s solas, ajenas a lo humano. Las ideas se presentan concretas en los hombres
que las piensan. Las ideas son humanas. Todos los hombres son sujeto de ideas de
all que hayan sujetos profesionales de las ideas, los pensadores, los especialistas
de ideas (Gaos, J., 1969, Nota 3, 3). Esto resulta ser de sumo inters: quienes hacen
historia de las ideas, no son historiadores, tampoco filsofos, son pensadores,
especialistas ocupados de ideas humanas (Gaos, J., 1969, Nota 4, 3). Ms aun, Gaos
ampla la nocin de idea al considerar que:
La Historia de las Ideas no debe restringirse, pues, a las ideas de los pensadores, como hace la Historia de la Filosofa, la Historia de la Ciencia y otras, sino que debe extenderse a las ideas de todos los hombres []. Pero no slo debe extenderse a las ideas de todos los hombres, sino a todas las
7 Seguiremos a continuacin un documento que entra en circulacin a 5 meses de la muerte de
Jos Gaos en el que l mismo ordena 17 puntos (notas) sobre el objeto y el mtodo de la Historia de las Ideas, resultado de muchos aos de trabajo, que constituyeron los ejes desarrollados en su Seminario de Historia de las Ideas, de 1969.
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ideas de stos, es decir, a todas las ideas de todos los objetos efectivos y
posibles de ella (Gaos, J., 1969, Nota 4-5, 3).
As, la Historia de las Ideas no hace Historia de los filsofos consagrados, ni de las
grandes obras universales canonizadas, sino que ms bien atiende a las ideas de los
hombres, de cualquiera de ellos, pues, todos y cada uno son sujetos de pensamientos
y cada una de esas ideas vale lo que valen las otras.
La Historia de las Ideas no debe, pues, restringirse a las grandes ideas, religiosas, filosficas, cientficas, etc. sino extenderse a las ms humildes ideas de los ms humildes sujetos (Gaos, J., 1969, Nota 5, 3).
Podramos sealar en ello tres cuestiones: por un lado, el carcter mediador del
lenguaje, es decir, el proceso por el que un sujeto histrico objetiva el mundo
reemplazando los objetos por ideas, palabras, y, en el caso de la filosofa por
categoras y, por otro, la insercin de las ideas filosficas en el entramado de las ideas
efectivas de una poca como anticipo de la teora de las historias mnimas, frente a la
historia universal. Sobre todo si atendemos a la tesis de ideas personales, individuales
y colectivas y a la posibilidad de leer en unas a las otras. Lo que inevitablemente
remite al dialogismo que atraviesa toda la propuesta metodolgica gaosiana: de lo
colectivo con lo individual, del texto con el contexto, del presente con el pasado, del
futuro desde el pasado con el presente, del autor con el pensador, cada uno desde sus
circunstancias.
Estos entes histricos tan sui generis como las ideas no pueden menos que
requerir mtodos sui generis (Gaos, J., 1969, Nota 6, 3). En este sentido Gaos
propone un mtodo que supone de revisin constante, pues no est definido en su
totalidad; precisa, por tanto, de revisin histrica y autocrtica desde los sujetos que
hacen uso de l.
Dos momentos propone para el tratamiento de las ideas: el doxogrfico y el
etiolgico. El primer momento contempla la divisin y conceptuacin de las
fuentes y, el segundo momento, atiende a la comprensin conjetural y la
interpretacin o hermenutica.
Las fuentes de lo histrico son cuerpos de expresiones (Gaos, J., 1969, Nota 13,
6). La perspectiva gaosiana arroja fecundas posibilidades por la nocin de fuentes y de
textos que ella supone. La Historia de las Ideas se hace a base de fuentes
documentales y monumentales. Libros, manuscritos, impresos, documentos pblicos,
cartas, etc. pero tambin obras de artes y esculturas vitales. Las fuentes ataen a toda
expresin, en muy variadas formas, de ideas que pueden historiarse. En este
sentido, tambin son fuentes las ideas expresadas oralmente, los gestos, la mmica
(Gaos, J., 1969, Nota 7, 4). Adems, los textos orales o escritos pueden ser directos o
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indirectos dependiendo de si expresan las ideas actuales del escritor-autor o si son
expresin de ideas anteriores. Todo texto supone en menor o mayor grado otros textos
anteriores o actuales, incluso posibles, interactuando con el presente. Gaos da el
puntapi en la cuestin del dialogismo interno anticipndose de este modo a la
problemtica de la intertextualidad desarrollada por la semitica contempornea (Cfr.
Los aportes de la teora del texto para el anlisis del discurso y la prctica de
escritura: Roland Barthes, Julia Kristeva).
Frente a la crtica historiogrfica que insista en la autenticidad y la veracidad de
las fuentes documentales, Gaos entiende que las ideas, aunque sean inautnticas o
falsas, no deben ser desechadas (Gaos, J., 1969, Nota 8, 4). En este sentido, la
Historia de las Ideas no slo se hace de los aciertos. En ella el conflicto, el error, la
mentira, las traiciones tienen su lugar.
Conocidos los hechos por las fuentes, la Historia de las Ideas procede a la
composicin historiogrfica. Se trata de un quehacer en el que traza un corte
perpendicular para narrar lo longitudinal. La narracin de hechos sucesivos requiere
de la descripcin de lo simultneo en cada momento de la sucesin (Gaos, J., 1969,
Nota 9, 4).
La seleccin de las fuentes se realiza desde las circunstancias del historiador. No
se trata slo de un recorte. Esta instancia del quehacer investigativo est atravesada
por ideas preconcebidas, manas, simpatas o antipatas, as como saberes previos.
Gaos advierte que [] tanto la divisin cuanto la conceptuacin del material deben
sacarse del material mismo, o ser sugeridas por ste, en vez de imponer al material
una divisin y unos conceptos previos o ajenos a l, violentndolo y falsendolo.
(Gaos, J., 1969, Nota 10, 5).
La actividad de historiar las ideas es realizada por un sujeto condicionado por sus
circunstancias desde las que entra en dilogo con otro sujeto, cuyas ideas quiere
historiar. Se entabla, en este sentido, una relacin dialgica en la cual el sujeto
historiador historia las ideas del pasado interpretndolas desde un presente, el suyo,
en el marco del cual confiere sentido a un pasado. El sujeto historiador acta desde
sus circunstancias, es decir, inmerso en factores individuales que condicionan su
perspectiva prejuicios, valores, afecciones, etc. y en orden creciente los sociales,
regionales, nacionales, continentales. Desde all entonces procede a la divisin y a la
conceptuacin de las fuentes. Se trata de una instancia de invencin de los textos y
de transformacin del pensamiento que conlleva luego al anlisis de los mismos y su
articulacin en la historia.
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[] las ideas y los prejuicios con los que se inicie la investigacin deben dar nicamente hiptesis de trabajo que se debe estar atento y dispuesto a modificar y hasta abandonar (Gaos, J., 1969, Nota 10, 5).
La seleccin de las fuentes supone un momento electivo. Pone de este modo en
tela de juicio la pretendida objetividad y validez universal de la ciencia histrica y, en
general, de cualquier ciencia humana. Se produce una generalizacin que slo
reconoce la diversidad de puntos de vista de cada historiador, cuyo nico imperativo
es esforzarse por ser consciente de los conocimientos y pensamientos previos con los
que afronta la historia y est dispuesto a cambiar el modo de pensar si es necesario.
Una explicacin emerge como vlida entre otras posibles. Con ello Gaos da lugar a
la comprensin conjetural. Si la historia de las ideas tiene que vrselas con cuerpos
de expresiones, la comprensin tendr lugar por medio de la interpretacin de las
expresiones ambiguas, equvocas y esquivas de ese cuerpo lingstico. De all que lo
expresado en el texto no significa en modo alguno lo mismo para el autor que para el
lector-historiador. Toda expresin, entonces, es susceptible de tantas interpretaciones
como dilogos que el texto suscite en cada encuentro autor-lector. En esta lnea y
frente a la historiografa clsica, que admite un solo sentido en el texto, Gaos propone
una comprensin conjetural (Gaos, J., 1969, Nota 12, 5).
La doxografa8 conlleva una instancia de invencin de las fuentes y de la divisin
de las mismas, as como una de descripcin y narracin para su composicin
historiogrfica. Este trabajo se completa con una etapa etiolgica en que la
interpretacin se realiza desde diversos puntos de vista. Se profundiza as el
perspectivismo orteguiano.
Esta interpretacin se hace continuamente en la convivencia corriente.
Cuando se eleva a la Ciencia de la interpretacin de los cuerpos de expresiones verbales o artsticas, esta ciencia es hermenutica (Gaos, J., 1969, Nota 13, 6).
Invencin, comprensin, transformacin y reconstruccin son trminos que
caracterizan la renovacin metodolgica en la propuesta de Jos Gaos. El ltimo
momento requiere del esfuerzo por articular dialgicamente el quehacer historiogrfico
del lector-historiador, reconstruyendo la Historia de las Ideas por pocas, por pases,
por ideas.
La Hermenutica estriba en la experiencia y el conocimiento de las relaciones normales y anormales entre las expresiones y lo expresado por
8 Atentos al trmino doxografa nos permitimos una digresin. Pensar la doxografa como un
estudio de aquello que alguien ha puesto en obra, un recorrido sobre su produccin. Un escorzo de su hoja de vida sera como dividir las fuentes, como inventar una figura, como armar un personaje.
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ellas [] interpreta determinada expresin por una comparacin con otras expresiones interpretadas (Gaos, J. L., 1969, Nota 14-15, 6).
El lector-historiador re-construye apelando a categoras autctonas propias de
un territorio determinado en vnculo con categoras conectivas que articulan la
interpretacin de la historia de un pas y la integra o incorpora a la historia de la regin,
de pases aledaos, del continente9. Desde aqu puede leerse una anticipacin a la
nocin de universo discursivo y de discursos referidos que, con posterioridad,
ofrece Arturo Andrs Roig para una ampliacin de las herramientas metodolgicas
desde la teora del discurso.
El punto de partida en la propuesta de Arturo Andrs Roig se encuentra en el
tapete de la filosofa contempornea: la cuestin de la cultura como mediacin y, en
particular, del lenguaje.
Una historia de las ideas alcanza su justificacin epistemolgica a partir del momento en el que no pensamos ms las ideas desde el concepto, sino desde la palabra y, en particular, reubicamos a la palabra en el seno de las innmeras formas discursivas [] (Roig, A. A., 1993, 102).
Sobre el indefinido mundo real se produce la trama del discurso. Slo podemos
comprender la realidad a travs del principio clasificatorio que introduce el cdigo
lingstico. La realidad se nos escapa; de ella slo alcanzamos una aproximacin.
Aspectos, escorzos, cuadros, sistemas, esquemas mediante los cuales sostenemos la
ilusin de haber captado la realidad. Es apenas un constructo, la muy preciada
objetividad, que para nosotros vale como realidad.
Es sin embargo pretensin de la objetivad ser una especie de reproduccin de la realidad a tal extremo que para una actitud ingenua la primera sera un calco de la segunda (Roig, A. A., 1995, 1).
En una conferencia titulada Cuento del cuento", que Roig ofreci en CCT
Mendoza, hacia 1995, reflexiona a propsito de un texto de Jorge Luis Borges. La
historia del emperador chino que pidi un mapa de la China que fuese exactamente
la China, patentizaba la utopa de la coincidencia plena y perfecta entre mapa y
territorio, de la objetividad con la realidad. El manto intil de la exacta
concomitancia no fue ms que una ilusin quitada por los menos ilusos, los que
pudieron sealar la precariedad y provisoriedad de toda objetividad, de toda
9 Jos Gaos utiliza la nocin de categoras propias y categoras conectivas para hacer frente
al imperialismo de las categoras, es decir, a la dominacin que han ejercido las categoras de cuo occidental para conocer y ordenar la realidad como fruto de una dependencia cultural. Atender a categoras propias supone no caer en el vicio de extender las categoras autctonas de un territorio a otro. La divisin de nuestra Historia de la Filosofa, practicada de acuerdo al Iluminismo, la escolstica, el humanismo, etc. es un ejemplo de esa tendencia.
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cartografa, de todo lenguaje. En ello escuchamos los ecos de la reflexin
foucaultiana sobre El idioma analtico de John Wilkins con el que inaugura la
problemtica que articula en Las palabras y las cosas (Foucault, M., 1993, 3-4). El
lenguaje, el mapa, con el que construimos la objetividad, el conocimiento sobre las
cosas, no es ms que una metfora de las cosas y no las cosas mismas. Aun as,
contamos con el lenguaje para acceder a las cosas y slo estamos entre las cosas
por y con el lenguaje. De modo que, la realidad, no es ms que nuestra realidad.
Para nosotros, los humanos y las humanas, la realidad no existe sino mediada por
el lenguaje.
Podemos establecer una analoga entre las reflexiones del pensador argentino y
del francs con el cuestionamiento que el pintor surrealista Ren Magritte, en otro
registro, instala con relacin a la semejanza entre las imgenes y las cosas. As, en
una de sus pinturas, la conocida como Esto no es una pipa, pero titulada La
traicin de las imgenes (1928), dispone lo que en Los dos misterios (1966)
resulta ser mucho ms inquietante al denunciar la simulacin entre la palabra, la
imagen, la idea y la cosa. La traicin de las imgenes en el pincel de Magritte y
Las Meninas en el de Velzquez, bajo el influjo de la interpretacin de Michel
Foucault, ponen en jaque la manera en la que la racionalidad moderna privilegiaba
el acceso a la verdad10. En la condicin humana (1935) la representacin del
paisaje es la reproduccin fiel del mundo. En el mismo registro crtico, Roland
Barthes se refiere a la imposibilidad topolgica de hacer coincidir el orden real y el
orden del lenguaje y, en clave lacaniana, coloca a lo real como objeto de deseo
para la literatura, dando lugar a una de las utopas del lenguaje (Barthes, R., 2008,
98-104).
En su ensayo sobre Ren Magritte, titulado Esto no es una pipa, el filsofo
francs profundiza la crtica desde esa pintura que denunciaba la ilusin de la
representacin. Ligadas por el hecho de que uno y otro provienen de otro lugar, y
de que uno es un discurso susceptible de decir la verdad y el otro es como la
aparicin de una cosa en s, el texto y la pipa de arriba se unen para formular la
asercin de que la pipa del cuadro no es una pipa.
La retcula del lenguaje funciona como condicin de posibilidad y lmite de
nuestro conocimiento y de las posibilidades del pensar. El lenguaje es la forma de
10
Esther Daz en su libro Entre la tecnociencia y el deseo apela a Rashomon de Akira Kurosawa y a Las Menninas de Velzquez como metforas para pensar el conocimiento cientfico como representacin duplicada: representando lo real, los fenmenos y sus relaciones; y objetivando esa representacin a travs de leyes universales y necesarias que legitiman ese conocimiento y lo duplican en la representacin (Diaz, E., 2007, 11-18).
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mediacin por excelencia, adems del trabajo11, que atraviesa todas las prcticas
humanas fijando de antemano los rdenes empricos para las cosas y asignndoles
un lugar a los humanos y las humanas en el entramado social. Foucault lo dice de
la siguiente manera:
Los cdigos fundamentales de la cultura los que rigen su lenguaje, sus esquemas perceptivos, sus cambios, sus tcnicas, sus valores, la jerarqua de sus prcticas fijan de antemano para cada hombre los rdenes empricos con los cuales tendr algo que ver y dentro de los que se reconocer. En el otro extremo del pensamiento, las teoras cientficas o las interpretaciones de los filsofos explican por qu existe un orden en general, a qu ley general obedece, qu principio puede dar cuenta de l, por qu razn se establece este orden y no aquel otro. Pero entre estas dos regiones tan distantes reina un dominio que, debido a su papel de intermediario, no es menos fundamental: es ms confuso, ms oscuro y, sin duda, menos fcil de analizar. Es ah donde una cultura, librndose insensiblemente de los rdenes empricos que les prescriben sus cdigos primarios, instaura una primera distancia con relacin a ellos, les hace perder su transparencia inicial, cesa de dejarse atravesar pasivamente por ellos, se desprende de sus poderes inmediatos e invisibles, se libera lo suficiente para darse cuenta de que estos rdenes no son los nicos posibles ni los mejores; de tal suerte que se encuentra ante el hecho en bruto de que hay, por debajo de sus rdenes espontneos, cosas que en s mismas son ordenables, que pertenecen a cierto orden mudo, en suma, que hay un orden (Foucault, M., 1993, 5-6).
Arturo Andrs Roig se aparta y nosotros con l de aquellas posiciones que
sugieren la posibilidad de una aprehensin directa de las cosas y parte de la radical
precariedad de los mapas. Las cosas son el producto de un recorte y una
organizacin que los sujetos introducen en el proceso de produccin y reproduccin de
la sociedad.
De este modo, con Roig se opera ms de un desfondamiento (Roig, A. A., 1997,
103).
Desde Parmnides hasta Hegel se ha querido dar cuenta de lo real desde un nico principio llamado Ser, Logos, Motor Inmvil, Progreso, Espritu, Orden. Incluso all, donde pareca emerger la diferencia termin siendo asimilada en la dicotoma Ser-no ser, sujeto-objeto, bien-mal, sustancia extensa-sustancia pensante, placer-displacer (Alvarado, M., 2008, 2).
11
El hombre construye su humanidad en un proceso de diferenciacin respecto de la naturaleza. Le hace frente como sujeto a un objeto que se presenta para ser conocido, ordenado, categorizado, controlado, manipulado, transformado. Este proceso de separacin y diferenciacin introduce la distincin humana entre naturaleza e historia, objeto y sujeto. Las formas bajo las cuales el sujeto humano puede enfrentar y objetivar lo dado son fundamentalmente el lenguaje y el trabajo, entre otras formas, como el juego, el arte, la ciencia. Todas estas formas refluyen y confluyen en el lenguaje, de modo tal que podra ser considerado como la unidad de la totalidad de las formas de objetivacin (Cfr. Ciriza, A. y Estela Fernndez., 7-9; Roig, A. A., 1993, 108).
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El primer desfondamiento atae al mito del espritu que, aun en las academias,
ocupa un lugar desde donde la Historia de las Ideas se trueca en un saber peligroso.
[] desfondamiento de ese logos que era objeto de la Historia de la Filosofa, al lado de esa hermana menor que se ocupaba de las ideas en la medida en que se las apropiaba el vulgo. Para todos aquellos que an viven el mito del espritu, en cuyo nombre se ha llegado hasta la tortura o la muerte y para los que en las academias an siguen hipostasiando la palabra de un logos mtico, indudablemente que la historia de las ideas se convierte en un saber revulsivo y peligroso (Roig, 1984b, 61-63).
El desfondamiento de ese logos explicitado como logos revulsivo precisa del
desfondamiento de los sustentadores del logos mtico y, para ello, se operan otros
desfondamientos. El segundo desfondamiento hace frente a la consideracin del
lenguaje como transparencia a travs de la que se ha privilegiado una nocin de
verdad oculta, cuyo sentido es unvoco y absoluto. El tercer desfondamiento
denuncia como ilusoria la posibilidad de construir enunciados que designen
directamente la realidad. Ilusin desde la que se ha tendido a pensar la
ambigedad del lenguaje como un obstculo a ser superado necesariamente con
el fin de no incurrir en equvocos, ni imprecisiones, ni vaguedades, como si fuese
posible acceder a una verdad irrefutable en todo momento, para todo sujeto, en
todo lugar.
Pero sucede que no hay un hombre, sino diversos hombres socialmente situados. Esa ubicacin del sujeto humano concreto configura un contexto del discurso, particularidad desde la cual el sujeto codifica, significa y resignifica la realidad. La existencia de diversos lugares sociales y la presencia del contexto en el lenguaje, determinan la posibilidad de que se manifiesten discursivamente diversos puntos de vista sobre la misma realidad, y diversos modos de apropiacin y construccin de la verdad (Ciriza, A. y Estela Fernndez, 9).
La reflexin roigiana, que seala el carcter mediador del lenguaje sobre el que se
montan las relaciones humanas en algunos casos para justificar relaciones de
superioridad, de poder y hasta de explotacin, en otros, para levantarnos desde el
cuento, el mapa, el constructo en actitudes de emergencia y de liberacin, no slo
conlleva quitar el fondo, sacar el sustrato, sino, adems, un quehacer atento en
cuanto a la decodificacin y el desmontaje de lo que permanece oculto en el
universo discursivo (Cfr. Roig, A. A., 1995, 3 y 1993, 107-113).
[El universo discursivo es] la totalidad posible discursiva de una comunidad humana concreta no consciente para dicha comunidad como consecuencia de las relaciones conflictivas de base, pero que el investigador puede y debe tratar de alcanzar (Roig, A. A., 1993, 110).
La Historia de las Ideas en la actualidad, tal y como se desprende de los balances
realizados por quienes se insertan en el proyecto colaborativo que crece ao a ao el
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de elaborar una Historia del Pensamiento de Nuestra Amrica, entre quienes cuentan
pensadores tales como Arturo Andrs Roig, Adriana Mara Arpini, Horacio Cerutti
Guldberg, Yamand Acosta, Carlos Paladines, Rubn Quirs vila, se coloca ante el
desafo de rastrear alternativas metodolgicas. Se ha vuelto imperioso incursionar en
los avances ms recientes de la lingstica, la teora del texto y la semitica. En esta
direccin exploramos a continuacin las posibilidades tericas y los aportes
metodolgicos de Julia Kristeva y Roland Barthes, que tienen como supuestos los
desarrollos de Saussure y Voloshinov, as como los de Lacan y Derrida, con el objetivo
de contar con criterios que permitan abordar ms ricamente los textos del pensador
mendocino Carlos Norberto Vergara.
1.3. Los aportes de la teora del texto para el anlisis del discurso y la prctica
de escritura: Roland Barthes, Julia Kristeva
El trabajo semiolgico, desde hace algunos aos, ha puesto en primer plano una
nocin con la que poco a poco ha intentado sustituir la nocin de obra. Se trata del
Texto [] un campo metodolgico en el que se persiguen, de acuerdo con un
movimiento ms einsteinianoque newtoniano, el enunciado y la enunciacin, lo
comentado y el comentario [] (Barthes, R., 1987, 107-108).
Lo interesante en la perspectiva del semilogo francs Roland Barthes es que,
lejos de definir lo que sea Texto, describe una prctica de escritura. El Texto es ms
que un objeto constituido por la institucin, no se detiene forzosamente en ella, sino
que la desborda en cualquier lugar en el que realice una actividad de significancia de
acuerdo con reglas de combinacin, de transformacin y de desplazamiento. Hay
Texto en las producciones escritas; todo lo que puede decirse de una obra es que en
ella se encuentra el Texto, pero tambin, en los juegos de imgenes, de signos, de
objetos, en los gestos, los tonos de la voz, por ello las pelculas, las tiras cmicas, los
objetos rituales y lo dicho en forma oral as, como la postura corporal, tambin son
Textos. Aun as, el Texto puede hallarse en la obra. Dice Barthes:
La obra es un fragmento de sustancia, ocupa una porcin del espacio de los libros (en una biblioteca, por ejemplo) El texto por su parte, es un campo metodolgico. La oposicin podra recordar (pero de ningn modo la reproducira trmino a trmino) la distincin propuesta por Lacan: la realidad se muestra, lo real se demuestra; del mismo modo, la obra se ve (en las libreras, los ficheros, los programas de examen), el Texto se demuestra, es mencionado segn determinadas reglas (o en contra de determinadas reglas), la obra se sostiene en la mano, el texto se sostiene en el lenguaje: slo existe extrado de un discurso (o, mejor dicho, es un Texto precisamente porque sabe que lo es); el Texto no es la descomposicin de la obra, es la obra la que
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es la cola imaginaria del Texto. Es ms: el Texto no se experimenta ms que en un trabajo, en una produccin (Barthes, R., 1987, 75).
Una primera aproximacin al Texto consiste en
[] explorar todos los significantes manifiestos. Las estructuras propiamente
dichas, en la medida en que sean accesibles a travs de la lingstica del discurso, configuraciones fonticas, compaginaciones y alineamientos, polisemias, sobrantes del verso, anuncios, asociaciones, blancos en el papel, collages, todo lo que puede poner en cuestin la materialidad del libro. El
Texto es ante todo o despus de todo esa larga operacin a travs de la cual el autor descubre la irreparabilidad de su palabra (Barthes, R., 1987, 109).
El Texto, entonces, es una produccin lingstica, un transcurrir de enunciados
tomados del cdigo de la lengua por un locutor en circunstancias temporales y
espaciales especficas. El Texto es un discurrir, un fluir, es discurso. Ms que eso, es
un proceso no acabado, de ninguna manera cerrado. Es, en todo caso, la
materializacin concreta de la discursividad. Texto equivale a discurso dicho y/o no
dicho, actual y/o posible. Pero no es un producto, sino productividad y, como tal,
supone huecos por donde se cuela la voz de otros urdida en la trama textual del
productor, as como fisuras en las que aparece la pregunta del lector capaz de
desplazar al autor e, incluso, desplazarse con l y reformular, transformar, reescribir,
resignificar. El texto es plural, no se trata de encontrar en l mltiples sentidos, sino
que l mismo realiza la pluralidad del sentido. No es coexistencia de sentidos, sino
paso, travesa; no depende por ello de una interpretacin, sino ms bien de una
explosin, una diseminacin que podra llamarse la pluralidad estereogrfica de los
significantes que lo tejen (Barthes, R., 1987, 77). Una praxis de escritura que no
puede ser escindida de la praxis de lectura que produce sentidos nuevos que emergen
de las posibilidades del texto y de las significaciones que el lector produce con su
propia intervencin. De all que el Texto no sea antes que todo, sino ms bien,
despus de todo, dilatorio. Su campo, el del significante, no hace de vestbulo, sino
despus. El Texto, ms que consumido, usado, ledo, puede ser actuado. La tarea del
lector es actuar la diferencia. Es interesante el modo en el que Barthes lo propone.
Aunque extenso, incorporamos el recorrido que su Texto sugiere:
[] el lector del Texto podra compararse a un individuo desocupado (que
hubiese distendido todo su imaginario): este individuo discretamente vaco se pasea (esto es lo que le ha pasado al autor de estas lneas, as es como ha adquirido una idea viva del Texto) por la ladera de un valle por cuyo fondo corre un oued (hablo de oued para dar testimonio de una cierta desambientacin); lo que percibe es mltiple, irreductible, proveniente de sustancias y de planos heterogneos, desligados: luces, colores, vegetaciones, calor, aire, tenues explosiones de ruidos, delicados gritos de
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pjaros, voces de nios del otro lado del valle, pasos, gestos, ropas de habitantes muy cercanos o muy lejanos; todos esos incidentes slo son a
medias identificables: provienen de cdigos conocidos, pero su combinatoria es nica, fundamenta el paseo en una diferencia que nunca volver a repetirse ms que como diferencia (Barthes, R., 1987, 77).
Actuar la diferencia tiene que ver con acortar las distancias entre la escritura y la
lectura. No se trata de que el lector se proyecte sobre la obra. Leer no es consumir,
sino jugar, es decir, actuar. Barthes usa jugar en toda su polisemia. El lector juega
dos veces, al Texto ldicamente y, a la par, busca una prctica que lo re-produzca.
Pero esta prctica de lectura no es mmesis pasiva, sino ejecucin. El lector ejecuta el
Texto. Como el msico ejecuta una pieza, el lector acta el Texto. El Texto solicita del
lector una colaboracin prctica, as como la msica requiere de su interprete. En
trminos de Mallarm, el auditorio produce el libro12. Cuando el Texto aburre, no se
est jugando, es decir que no se es capaz de producir Texto, de ejecutarlo, de
deshacerlo, de ponerlo en marcha (Barthes, R., 1987, 80-81).
[] un texto est formado por escrituras mltiples, procedentes de varias culturas y que, unas con otras, establecen un dilogo, una parodia, una contestacin: pero existe un lugar en el que se recoge toda esa multiplicidad, y ese lugar no es el autor, como hasta hoy se ha dicho, sino el lector: el lector es el espacio mismo en que se inscriben, sin que se pierda ni una, todas las citas que constituyen una escritura; la unidad del texto no est en su origen sino en su destino, pero este destino ya no puede seguir siendo personal: el lector es un hombre sin historia, sin biografa, sin psicologa; l es tan slo ese alguien que mantiene reunidas en un mismo campo todas las huellas que constituyen el escrito [] el nacimiento del lector se paga con la muerte del Autor (Barthes, R. 1987, 71).
El Texto no puede ser l mismo ms que en su diferencia atravesado de lado a
lado en una amplia estereofona. En ello le va la intertextualidad que est inserta en
todo texto. El mismo texto es el entre-texto de otros textos. El Texto remite hacia otro
Texto. En palabras de Julia Kristeva, hacia un texto-fuera-del-texto-presente.
Texto quiere decir Tejido (Barthes, R., 2008, 84). Junto a Barthes acentuamos
desde la etimologa de Texto la idea generativa de que el Texto se hace, se trabaja a
travs de un entrelazado, cuando se lee. Abrazando los neologismos se podra actuar
el Texto como una hifologa (hifos: es el tejido y la tela de la araa). Las ideas se tejen
para escribir libros. Y los libros se escriben por incidentes. Cada incidente de la vida
puede dar lugar a un comentario, una interpretacin, un ensayo, una fabulacin que
12
Lo que Mallarm apunta no es ingenuo. Remite inmediatamente a las reflexiones sobre el concepto de autor y de su genialidad y originalidad particularmente cuestionados por Roland Barthes y Michel Foucault, quienes sealaron, en lneas generales, que el autor de una obra de arte es, en realidad, el producto de los pensamientos, imgenes y conceptos de la poca. Vergara, en reiteradas ocasiones, lo explicita: Esta obra es un fruto fiel del ambiente argentino y americano [] (Vergara, C. N., 1921, 151).
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puede dar lugar a un antes y un despus narrativo. Interpretar es entrar en la vida de
la crtica, discutir su teora, enlazar los incidentes, las impresiones, las afecciones,
desarrollarlos, es tejer paulatinamente un relato en el relato, desde el relato, con lo
relatado. El hilo del entramado textual, entretejido entre autor-lector, remite a una
trama previa. El encuentro entre ambos no es lineal. All es donde se acta el Texto,
se ejecuta la diferencia, el lugar del engendramiento.
Al aproximamos a un Texto de Carlos Norberto Vergara como Hechos realizados
en el distrito escolar X13, podemos encontrar muchas voces adems de la del propio
Vergara, al punto de que el texto no es de Vergara. All, en detalles mnimos, se
escuchan las ideas de Frbel, que haban ingresado a la Argentina en la Escuela
Normal de Paran a travs de Jos Mara Torres y Sara Eccleston, as como pistas
krausistas practicadas por el mismo Vergara por haber tenido a Pedro Scalabrini como
maestro. Algunas voces lo vinculan con las experiencias de allegadas como Ana C. de
Uranga, Elisa Viale, Paula Fernndez y Mara Mercedes de la Vega. De la misma
manera es posible vislumbrar en Vergara antecedes de lo que ms tarde, desde
perspectivas y prcticas diferentes, animaron las posturas de Olga y Leticia Cossettini,
Luis Iglesias, Jos Rezzano, Clotilde Guilln de Rezzano, Celia Ortz de Montoya,
Bernardina Dabat de Lpez Elitchery, Florencia Fossati y Anglica Mendoza. Incluso
en esas pistas podemos advertir los rasgos de un proyecto comn que adquiri
magnitud continental el de la Escuela Nueva con las particularidades de la regin
en cuyas intenciones se apoy el saber legitimado y legitimador para destituir,
perseguir y acusar. Saborear una genealoga que trastrueca los orgenes de la escuela
sarmientina en la desenvoltura que hace prevenir en el Texto otros Textos anteriores
al Texto ulterior. En el Texto son absorbidos y replicados otros Textos. En este sentido
la obra de Vergara es referencia, toda una cosmogona pedaggica, para historiar una
educacin alternativa en la Argentina de fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
Pero esto no quiere decir que exista el lugar de un especialista sobre Vergara,
Vergara es lo que llega, lo que podemos leer, apenas un vestigio. Esto es
precisamente el intertexto: la imposibilidad de vivir fuera del texto infinito (Barthes, R.,
2008, 50).
En ello el desborde del Texto como fenmeno puro de lenguaje. El Texto como
punto de partida de la textualidad, es decir de la produccin del Texto en el momento
del encuentro, en doble condicin: desde el lenguaje y desde lo social. El texto es una
13
Se trata de un breve escrito a cuento de un incidente, como en su momento lo fueron las transformaciones realizadas en Mercedes cuando Vergara tuvo a cargo la direccin de la Escuela Normal. Las nueve pginas del texto forman parte de otro un poco ms extenso si no el ms extenso de Vergara, se trata de su libro Revolucin Pacfica de 1911.
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intertextualidad en cuyo espacio se cruzan varios enunciados, chocan y/o se
neutralizan (Kristeva, J., 1981, 7-33).
El lenguaje es un reflejo que contiene de manera mediada la realidad social. Este
supuesto posibilita pensar que el emisor expresar las contradicciones, la
conflictividad de la realidad a la que pertenece. Lo simblico, entonces, en la lnea de
Voloshinov, reflejar, refractar lo social. Es, por tanto, una ingenuidad sostener la
posibilidad de confrontar la facticidad social con sus manifestaciones discursivas.
La metfora14, la metonimia15 y la anfora16, siguiendo las claves de Barthes y
Kristeva, permiten pluralizar el sentido de lo reflejado restituyendo el carcter
mediador del lenguaje. La metfora est bajo todo discurso que se plantee la
pregunta: Qu es tal cosa? Qu quiere decir?, lo que para Barthes es la pregunta
propia de todo ensayo. La metonimia, por el contrario, plantea otra pregunta: qu
puede venir despus de lo que estoy enunciando? Qu puede engendrar el episodio
que estoy contando? (Barths, R., 1987, 329). En este sentido, la metfora aludira a
los discursos actuales en tanto que la metonimia dara lugar a los posibles, es decir el
lugar de los proyectos; ms aun, de la utopa.
En esta lnea Julia Kristeva ha trabajado la anfora como intertextualidad:
La anfora: conexin semntica complementaria, sita la lengua en el texto, y el texto en el espacio social que, entrando en una relacin anafrica, se presenta tambin como texto. Podemos decir ahora que el texto es un instrumento en el que las unidades semnticas de la cadena lingstica (palabras, expresiones, frases, prrafos) se abren en volumen ponindose en relacin, a travs de la superficie estructurada del habla, con la infinidad de prcticas translingsticas. Esas unidades pueden leerse tambin como una secuencia lineal de categoras lingsticas, pero de hecho remiten a textos fuera del texto presente y no toman su significacin ms que como enchufescon ese texto-fuera-del-texto-presente (Kristeva, J., 1981, 105-106).
As caracterizada, esta prctica de lectura-escritura recrea el mtodo propio de la
Historia de las Ideas para constituirlo en un campo de investigacin con ms amplias
posibilidades que la tradicional historiografa.
14
Metfora, tal y como es usada en la lengua espaola, es un tropo consistente en trasladar el sentido recto de una expresin a otro figurado, en virtud de una comparacin. 15
Metonimia es un tropo que en la lengua espaola se utiliza para designar una cosa con el nombre de otra, tomando al autor por la obra, el efecto por la causa. 16
Anfora es repeticin.
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1.4. Apuntes para una prctica de lectura-escritura alternativa en Historia de
las Ideas: Arturo Andrs Roig, Adriana Mara Arpini
Nos interesa acometer el modo de buscar en los textos no slo las ideas all
expresadas, sino las refracciones, los reflejos en sentido voloshiniano. Esto es, una
lectura-escritura que atienda a la relacin intertextual y al dilogo texto-contexto. Para
ello incorporaremos las perspectivas de Arturo Andrs Roig, en el marco de lo que ha
concebido como universo discursivo, y la de Adriana Arpini en lo que ha dado en
llamar ensayo gestual (Roig, A. A., 1993, 107-113 y 117; Arpini, A., 1998, 19-24).
El universo discursivo alude a la totalidad posible discursiva de una comunidad
humana concreta, no consciente para dicha comunidad como consecuencia de las
relaciones conflictivas de base, pero que el investigador puede y debe tratar de
alcanzar (Roig, A. A., 1993, 110 y 131). De all que un texto contenga mult iplicidad de
discursos referidos, lo que para Barthes sera la estereofona y para Kristeva la
intertextualidad. La referencialidad discursiva introduce en su propia trama otros
discursos eludidos o silenciados. En trminos de Voloshinov, el discurso dentro del
discurso, enunciado dentro del enunciado, y, al mismo tiempo, discurso acerca del
discurso y enunciado acerca del enunciado (Voloshinov, V., 1975, 143).
Se trata de una operacin semitica por la que un enunciado extrado de un texto
es incorporado a otro de modo que interactan, aunque difieran en posicionamientos
axiolgicos, es decir, aunque se traten de discursos contrarios. Es ms, aunque el
discurso contrario no haya cristalizado en el Texto bajo las mscaras de la denuncia,
de la crtica, de la sospecha, puede reconstruirse porque funciona como el contexto
inmediato ms prximo del discurso analizado y se puede componer a partir de l. Los
textos, entonces, dialogan.
Las manifestaciones conductuales significantes17, en otras palabras, los gestos
del cuerpo, ciertos actos de conducta, los comportamientos individuales y sociales,
son signo y, dentro de los signos posibles, smbolos. Ahora bien, la produccin de un
signo supone la tarea de emitirlo (como sonido, con imgenes, desde el cuerpo), lo
17
El universo discursivo tambin contempla estas manifestaciones. Por ejemplo, un gesto inapropiado puede llegar a ser una perdicin: en la pelcula de Quentin Tarantino Bastardos sin gloria. El ingls que habla perfectamente alemn y que se hace pasar por nazi se desenmascara a s mismo al pedir tres bebidas mostrando los dedos ndice, medio y anular. El nazi alemn se percata al instante del gesto y la reunin conspirativa en el stano de un bar termina en un bao de sangre. Para mostrar el nmero tres los alemanes suelen utilizar los dedos, pulgar, ndice y medio. Este tipo de mal-entendido-gestual-cultural tambin puede ejemplificarse si se atiende a la traduccin gestual: al mostrar el ndice y el meique, gesto que en Texas significa hey, en Argentina proteccin contra las desgracias, en Alemania y Rusia chvere y en Italia tu mujer te engaa. El gesto como Texto es parte de un contexto intercultural de significados y de experiencias que pueden ser ledas, traducidas, interpretadas.
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cual requiere de la invencin de un formato para comunicar algo, es decir, de la
invencin de un signo. En este sentido, la gestualidad, tiene la particularidad de hacer
estallar los cdigos introduciendo marcas semnticas no codificadas en estructuras ya
conocidas. En determinados momentos se operan cambios que conllevan
modificaciones en los patrones valorativos vigentes. Es entonces cuando se patentiza
la necesidad de incorporar reas expresivas, como la gestualidad, lo cual altera la
lgica que opera la racionalidad de la palabra y trasciende la lingstica del texto.
Nuestro siglo XIX fue una de esas pocas de cambios profundos, que encontr en el ensayo una forma de discursividad adecuada para comunicar mensajes urgidos por la necesidad de introducir formas axiolgicas diferentes. Se dieron en ese momento una serie de ensayos particularmente significativos, con los que se intent, en forma ms o menos sistemtica, traducir discursivamente el gesto y que podran ser llamados ensayos gestuales (Arpini, A. M., 1998, 24).
La nocin de universo discursivo y la prctica de lectura-escritura que supone,
invitan a desbordar el texto, previa decodificacin y desmontaje y, atravesar el
carcter interactivo de los discursos hacia la relacin texto-contexto (Cfr. Roig, A. A.
1993, 111 y 173; Barthes, R., 1987, 105). En este sentido, la prctica da lugar al
contexto en el que se produce el texto y el proceso social en el que participa,
transformando la situacin y a s mismo.
Esta regresin metodolgica supone un desplazamiento desde el discurso como
lo inmediatamente dado hacia el momento productivo del discurso. No se tratara de
un desplazamiento fuera de nuestra relacin textual, sino ms bien hacia el momento
propiamente discursivo en el que tiene lugar la praxis de escritura-lectura, entre-
escritor-lector, momento de transformacin.
As pues, el regreso al momento productivo se convierte, desde este otro punto de vista en un re-encuentro en un presente. Y la contextualidad no slo atraviesa al autor del mensaje, sino que hace otro tanto con el lector actual y se da por tanto un complejo entrelazamiento de planos contextuales que habr que saber conjugar (Roig, A. A., 1993, 173).
La nocin de universo discursivo se articula con la nocin de universo real a la
manera de una dialctica asinttica. Ambas forman una totalidad dialctica cuyo
movimiento se ve impulsado por las contradicciones que agitan la vida cotidiana (Roig,
A. A., 1993, 110).
Un anlisis de la totalidad discursiva de una poca y de una sociedad dada
sincrnica o diacrnicamente18, o con ambos modos metodolgicos combinados es
una tarea inagotable, frente a la que caben intentos que atienden a los caracteres del
18
Desde una lectura sintagmtica es posible determinar las categoras que organizan el texto. Este trnsito permite evidenciar, desde una lectura paradigmtica, los puntos nodales del texto en el que las categoras van determinndose.
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universo discursivo: diversidad discursiva, conectividad discursiva, referencialidad
discursiva. Un tipo de aproximacin sera limitarse a sealar las grandes lneas del
universo discursivo apelando a discursos tipo como ejemplos que ponen de
manifiesto perspectivas. Otra aproximacin esta vinculada con intentar reconstruir el
univers