III. El debate Keynes y los clásicos: ¿intervención o Laissez Faire?
Los clásicos según Keynes
Muchos dicen que la macroeconomía nació con La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero de John Maynard Keynes. En opinión de su autor, esta Teoría General representa un ataque al pensamiento clásico. Claro que Keynes agrupó bajo el término “clásicos” a un grupo bastante heterogéneo, integrado, por ejemplo, por los austriacos y los neoclásicos. Por lo tanto, antes de discutir la posición de Keynes sobre política económica, es necesario estudiar con(tra) quiénes discutía. Para ello, la primer parte de esta nota se ocupa de tres axiomas básicos del pensamiento clásico, definido éste la creencia de que el sistema económico – en particular, el sector privado ‐ posee mecanismos autorreguladores que lo llevan siempre a estados óptimos. Esta definición, análoga a la de homeostasis, parece mantenerse invariante a lo largo del tiempo en la disputa clásicos vs. Keynesianos.
Bien, repasemos las ideas básicas del pensamiento clásico. La teoría cuantitativa del dinero
El dinero se utiliza en transacciones: es el medio de cambio. Por lo tanto, existe una relación directa entre bienes transados y cantidad de dinero que llevar a cabo esas transacciones. Dicha relación no es necesariamente de uno a uno, i.e., una unidad de dinero por cada bien intercambiado. Esto se debe a dos razones:
(a) el precio de los bienes. No todos los bienes se intercambian a una tasa de uno por unidad de dinero entregada. Esto es, no todos los bienes valen un peso. Por lo tanto, la cantidad de dinero debe ser suficiente para comprar la cantidad T bienes, pero valuados a los precios en dinero, P.
(b) la velocidad de circulación del dinero. El dinero no muere cada vez que se realiza un intercambio, sino que es utilizado luego para realizar otras transacciones. Así, el dinero que utilice en la mañana para tomar el taxi fue luego utilizado por el taxista para dar cambio a un pasajero, que luego lo utilizó para pagar su cena. En este caso, el dinero participó en tres transacciones en un día. Decimos entonces que su velocidad de circulación es de tres por unidad de tiempo, en este caso, por día. Por lo tanto, para determinar la cantidad de dinero necesaria para llevar a cabo pagos por P*T de un período determinado, es necesario multiplicar la cantidad de dinero por la cantidad de intercambios promedio que pueden realizarse con una unidad de dinero, i.e., M*V, donde V se define como la cantidad de veces por unidad de tiempo que el dinero circula o cambia de manos.
Por lo tanto, la ecuación de intercambio será
M*V = P*T
Utilizando como variable proxy del nivel de transacciones el nivel de
producto real, llegamos a
M*V = P*Y (1)
La ecuación precedente nos determina la demanda de dinero de la economía. Los clásicos, adicionalmente, suponen una velocidad de circulación del dinero estable, por lo que los movimientos se darán principalmente en la cantidad de dinero y el nivel de ingreso nominal. La Ley de Say
Supongamos que se produce un único bien, con una función de producción de tipo
Y = F (N, K) (2)
Que satisface
FN, FK > 0; FNN, FKK < 0
262 – 5: Notas de clase 2
La utilización de una unidad adicional de factor productivo hace aumentar la producción, pero cada vez menos. Esto es, los factores tienen rendimientos marginales decrecientes. En los gráficos siguientes se muestra la cantidad de producto que puede obtenerse (a) para cada nivel del insumo trabajo, dado el nivel de insumo capital y (b) para cada nivel de insumo trabajo, dado el nivel de insumo trabajo.
Y Y
Y = F(N,K0) Y = F( 0,K)
N K(a) (b)
N
Ahora bien, la macroeconomía que estudiamos en el curso se ocupa de las fluctuaciones de corto plazo; es que, al decir de Keynes, en el largo plazo estaremos todos muertos. Por otro lado, usualmente se piensa que el trabajo y el capital se mueven en distintas escalas de tiempo: mientras que el trabajo puede variar rápidamente, el capital se considera “pegajoso”. i.e., de lenta reacción. Nuestro corto plazo, entonces, será aquel en el que el stock de capital esté dado. Nuestra función de producción quedará enteramente definida por el gráfico (a)1. En una economía sin sector público el intercambio se define por el siguiente conjunto de restricciones presupuestarias:
wtNt + πt + Mt‐1 + (1+i) Bt‐1 = Cdt + Mdt + Bdt (familias)
Yt + [Bst ‐ (1+i) Bt‐1] = wtNt + πt + Idt (firmas)
Todas las variables expresadas en términos de bienes. Agregando fuentes y usos, llegamos a
wtNt + πt + Mt‐1 + Yt + ΔBst = Cdt + Mdt + ΔBdt + wtNt + πt + Idt de lo que resulta
1 Profundizando, podemos pensar que el capital es menos divisible que el trabajo, que no existen contratos de trabajo de largo plazo y/o que el mercado de maquinaria usada no es un mercado organizado.
262 – 5: Notas de clase 3
[Yt – (Cdt + Idt)] + (ΔBst ‐ ΔBdt ) = Mdt ‐ Mt‐1 (3)
Nuevamente, vemos que en nuestra economía monetaria donde vale el quid
pro quo a todo exceso de oferta en algún mercado debe corresponderle un exceso de demanda de dinero.
Las familias aplican su ingreso al consumo de bienes y al ahorro. ¿En qué ahorran las familias? Desde el enfoque clásico, el dinero es demandado sólo por motivos transaccionales: su utilidad radica en que facilita el intercambio. Si existe un activo que sirve para “reservar” valor y que domina al dinero en rendimiento, solo se ahorrará en ese activo. Por lo tanto, a toda tasa de interés mayor a cero se cumple que
Yt – Cdt =ΔBdt (4)
Hablamos, claro está, de los bonos que ofrecen las empresas. Estas, al pagar la masa salarial y distribuir la totalidad los beneficios, igualan el valor de los ingresos de las familias al valor del producto. Por lo tanto, sólo pueden tener poder adquisitivo sobre los bienes (y hacer efectivos sus planes de inversión) si consiguen dinero. De allí que
It = ΔBst (5)
Reemplazando (4) y (5) en (3) llegamos a la conclusión de que el desequilibrio en el mercado de bienes está necesariamente ligado al desequilibrio en el mercado de bonos; de hecho, el vaciado en uno de los mercados es condición suficiente para el vaciado del otro. Dadas las ecuaciones (4) y (5), en la ecuación (3) vemos también la ley de Walras para una economía de trueque.
[Yt – (Cdt + Idt)] + (ΔBst ‐ ΔBdt ) =0 (6)
Las restricciones presupuestarias de economía monetaria pueden asemejarse
a una economía de trueque! En ese sentido –y otros que veremos más adelante– los clásicos se referían al dinero como a un “velo”, detrás del cual se “ocultan” las verdaderas relaciones de producción e intercambio.
Vayamos al mercado de bonos. Existe una relación directa entre cantidades ofrecidas y precio, y una relación inversa entre cantidades demandadas y precio. Si suponemos que el bono es una perpetuidad, se cumplirá que
262 – 5: Notas de clase 4
Pb= 1/i (7)
La ecuación (7) nos dice que existirá una relación inversa entre cantidades
ofrecidas de bonos y la tasa de interés, y una relación directa entre cantidades demandadas de bonos y la tasa de interés. Estos comportamientos se muestran en el siguiente gráfico.
i ΔBdt(i)=St
ΔBst(i)=It
S, I
Nótese que los movimientos en la tasa de interés permitirán equilibrar al mercado de bienes:
= k1 (∆Bs-∆Bd) ≡ k (I-S) didt
Es por ello que, desde el punto de vista clásico, la tasa de interés está
relacionada con el lado real de la economía. Veamos que implica esto para el mercado de bienes. Para ello, grafiquemos el comportamiento de los planes de oferta y demanda de bienes para cada nivel de ingreso. Llamemos Z a los planes de demanda, de tal manera que Zt = Cdt + Idt, y, como venimos haciendo, Y a la oferta de bienes. Dado que supusimos que el ingreso de las familias es igual al producto, se cumple que Yt = Cdt + St.
Un aumento en el ingreso genera un aumento en la oferta de igual magnitud. Ahora bien, si las familias no gastan en bienes todo su ingreso, de tal manera que existe un ahorro positivo, ¿existirá vaciado? Por lo que vimos, si. ¿Cómo ocurre? El ingreso no gastado en bienes es gastado en bonos, de tal manera de generar el traspaso de poder adquisitivo necesario para borrar el exceso de oferta en el mercado de bienes. La tasa de interés, entonces, cumple con ese rol: asegurar que, para cada nivel de ingreso, los planes de oferta y demanda en el mercado de bienes se igualen. El gráfico siguiente nos muestra esta situación.
262 – 5: Notas de clase 5
Y, Z
Y=Z
Y
Ya estamos en condiciones de enunciar la Ley de Say, en su versión débil: “cualquiera sea el nivel de oferta agregada, este dará lugar a un nivel igual de demanda agregada”. El mecanismo de mercado implícito en los movimientos en la tasa de interés implica entonces que la oferta crea su propia demanda. El pleno empleo
Hasta aquí sabemos que siempre que se cumpla la Ley de Say se vaciará el mercado de bienes. Lo que nos queda por ver, es si ese vaciado implica o no pleno empleo. Para ello, vayamos al mercado de trabajo. Allí operan las firmas, como demandantes, y las familias, como oferentes.
Las empresas deben satisfacer la función de producción de la ecuación (2). Ahora bien, ¿Qué interesa a los empresarios del proceso productivo? Les interesan los beneficios que puede obtener de él. Estos se definen como
πt = Yt ‐ Ct
donde las variables están expresadas en términos de bienes, y C representa el costo de producción. Si consideramos que el costo se compone sólo por los pagos al factor trabajo, los beneficios reales se determinan por la ecuación
πt = Yt ‐ wtNt (8)
262 – 5: Notas de clase 6
Que nos dice que la cantidad de bienes que se lleva el empresario surge de la resta entre los bienes que produce la co‐operación trabajador/empresario (Y) menos los bienes que se lleva el trabajador (recordemos que w es el salario real).
Reemplazando (2) en (8), tenemos que πt = F (N, K0) ‐ wtNt (8)
Dado que puede vender todos los bienes que quiera (por la Ley de Say), el programa de maximización del empresario se define como la cantidad óptima de trabajo que contrata para que sus beneficios sean los máximos, i.e.
max πt = F (N, K0) ‐ wtNt
N
Nótese que, por cada unidad adicional de trabajo incorporada al proceso productivo, el costo aumenta en w. sin embargo, dado un stock de capital, el cambio en el nivel de producto debido a la incorporación de una unidad adicional de trabajo se reduce a medida que aumenta la cantidad de trabajo utilizada. Esto es, FNN < 0. La relación entre el ingreso marginal y el costo marginal se muestra en el siguiente gráfico.
CmgImg
w Cmg Img
Nd* N
Veamos qué nos dice el gráfico. Desde el punto de vista del empresario, que es el agente de decisión, el ingreso marginal es la productividad marginal del trabajo, esto es, cuantos bienes le reporta contratar una hora‐hombre adicional. El costo marginal, en tanto, es cuántos bienes debe pagar por dicha hora‐hombre adicional. Por lo tanto, se iguala al salario real vigente. Siempre que el primero sea mayor al segundo, la contratación de trabajo adicional dará como resultado mayores beneficios para el empresario. Sin embargo, vemos que a medida que aumenta la cantidad de trabajo empleada el costo del trabajador adicional se
262 – 5: Notas de clase 7
mantiene, mientras que su productividad disminuye. ¿Qué sucede en Nd*? La contratación de un trabajador adicional implica un cambio en la producción de bienes de una cuantía menor a lo que ese trabajador cuesta. Por lo tanto, en ese punto el empresario dejará de contratar trabajo:
Nd* : Nd | FN = w
Veamos que ocurre cuando se altera el salario real. Supongamos que sube en una magnitud dW. En ese caso, el costo marginal del empresario sube para todo nivel de trabajo utilizado. Para el empresario maximizador, Nd* deja de ser una decisión óptima: la cantidad de trabajo Nd* ‐ Nd*’ cuesta más bienes de los que aporta al proceso productivo. Por lo tanto, caerá la demanda de trabajo cuando suba el salario real. Cmg, Img
Cmg1
dwCmg0
Img
Nd*' Nd* N
En cuanto a la oferta de trabajo, diremos que el trabajo en sí genera desutilidad al trabajador, porque le resta tiempo para consumir de ocio; pero a la vez le permite tener poder adquisitivo sobre los bienes, gracias al salario monetario que recibe. Un aumento en el salario real implica que la renuncia a una hora de ocio tiene como contrapartida una cantidad mayor de bienes que antes. Por lo tanto, supondremos que existirá una relación directa entre salario real y oferta de trabajo2.
Ya estamos en condiciones de analizar al mercado de trabajo. El pleno empleo implica la igualdad entre los planes de oferta y de demanda. A un salario real mayor, existirá exceso oferta de trabajo, i.e., desempleo. ¿Qué ocurrirá en ese caso? El salario nominal ajustará hacia abajo. Dados los precios, se verificará una
2 Las condiciones que para esto se cumpla son algo más restrictivas y serán tratadas más adelante.
262 – 5: Notas de clase 8
caída en el salario real, lo que alterará el comportamiento del lado de la oferta y del lado de la demanda, reduciendo las cantidades ofrecidas y aumentando las demandadas. Ambos fenómenos ayudan a borrar el exceso de oferta. Luego, el salario nominal habrá caído tanto como para que el salario real resultante asegure la consistencia de planes en el mercado de trabajo.
w Ns
NdN* N
Y
Y* Y = F(N*,K0)
N*
w*
Lo anterior implica que las fuerzas de mercado asegurarán siempre el pleno empleo. A la vez, dado el stock de capital, el pleno empleo implica un producto “natural”, Y*. Si definimos a la curva de oferta como la relación entre el nivel de precios y las cantidades de bienes ofrecidas, vemos que esta es vertical: se produce Y* para todo P. Recordemos que, por la Ley de Say, en cada uno de esos puntos las cantidades ofrecidas igualan a las demandadas. P
Y*=Z
262 – 5: Notas de clase 9
La teoría cuantitativa y la neutralidad del dinero
Dado que el sistema se encuentra en el producto de pleno empleo, podemos escribir la ecuación (1) como MV = PY* (1’)
Fijo el producto, y fija la velocidad de circulación del dinero, vemos que existe una relación proporcional entre la cantidad de dinero y el nivel de precios. Diferenciando (1’) llegamos a VdM + Mdv = Y*dP + PdY* (9)
Dado que supusimos que dv=dY*=0, y manipulando (1’) y (9) obtenemos que dM/M= dP/P (10)
La ecuación (10) nos muestra que la cantidad real de dinero es constante: si se duplica la cantidad nominal de dinero, se duplicarán los precios (incluidos los salarios). Por lo tanto, el lado nominal (relacionado con los precios y la cantidad de dinero) se determina por separado del lado real. Alternativamente, podemos decir que alteraciones en la cantidad nominal de dinero no tienen efectos sobre efectos reales, i.e., no alteran las cantidades de bienes intercambiadas. A esta propiedad del dinero la llamaremos neutralidad.
P P P1
Y*=Z M1 M2 M
P0
¿Intervención o laissez faire?
262 – 5: Notas de clase 10
El principio de Laissez faire implica la menor intervención posible del gobierno en la economía. En términos de política monetaria, acabamos de ver que el dinero es neutral. Nos resta analizar los efectos de la política fiscal.
Supongamos que el gobierno emite dinero y bonos, recauda impuestos y compra bienes. Las restricciones presupuestarias relevantes son: wtNt + πt + Mt‐1 + (1+i) gBt‐1 + (1+i) fBt‐1 – Tt = Cdt + Mdt + gBdt + fBdt (familias) Yt + [fBst ‐ (1+i) fBt‐1] = wtNt + πt + Idt (firmas) Tt + (Mt ‐ Mt‐1) + (gBt ‐ gBt‐1 ) = Gdt+ i gBt‐1 (gobierno)
Supongamos ahora que el gobierno decide aumentar el gasto, incurriendo para ello en un déficit. Por simplicidad, suponemos que la tasa impositiva es cero. Dado que la cantidad de dinero permanece inalterada, se verifica un exceso de oferta en el mercado de bonos. Como se observa en el siguiente gráfico, la suba en la tasa de interés implica una reducción en el consumo (aumenta el ahorro) y una reducción en la inversión. Por lo tanto, las acciones del gobierno no pueden alterar el nivel de producto. Y dado que, desde el punto de vista clásico, el sector privado es más eficiente, es preferible que el gobierno no intervenga en el mercado de bienes.
i
S
I + G I
S, I, G
Ahora bien, ¿puede existir desempleo en el mundo clásico? Si: debido a los sindicatos, que presionan para fijar un piso al salario nominal por encima de aquel que vaciaría al mercado de trabajo. En ese sentido, hay lugar para una participación activa del gobierno en contra de las actividades monopólicas, en particular del lado de la oferta.
262 – 5: Notas de clase 11
El fin del Laissez Faire I: JMK
Una vez repasados los principios de la escuela clásica, imaginen cuán desconcertante resultó la Gran Depresión de los años 30. Como señala J. Robinson, “durante cincuenta años (...) todos los economistas consagrados de las diversas escuelas habían estado predicando la misma doctrina con gran aplomo y un aire muy pomposo. Esta doctrina era el laissez faire, las ventajas de dejar actuar libremente las fuerzas del mercado. Sobre todo en el mundo de habla inglesa, el librecambio y los presupuestos equilibrados eran todo lo que se exigía en materia de política económica. El equilibrio económico no dejaría de establecerse por sí solo.”. En ese marco, los economistas y hombres de negocios aceptaban los ciclos “como los campesinos aceptan los avatares de la climatología. No había nada que pudiese hacerse al respecto: hacían surgir oportunidades o problemas y podían entrañar la expansión o bancarrota de los particulares y las industrias”, dice E. Hobsbawm.
En ese contexto apareció la Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero (de
aquí en adelante, TG) del británico John Maynard Keynes. La TG, quizás como toda obra trascendente, ha sido interpretada de mil maneras distintas. Clower y Leijonhufvud señalaron que hemos aprendido sobre “lo que dijo Keynes”, también sobre “lo que quiso decir”, luego sobre lo que “realmente quiso decir” y posteriormente “lo que verdaderamente quiso decir Keynes, pero verdaderamente”. El debate aún sigue abierto. Dicen que el mismo Keynes se presentaba contradictorio. De allí el famoso chiste sobre los siete economistas que siempre daban ocho opiniones distintas; dos eran de Keynes. Más aún, circula una frase nunca confirmada, pero ya convertida en mito, desprendida del mismo Lord Keynes con respecto a su obra: al hablar sobre el grado de desacuerdo que tenía con la TG, dijo ”yo no soy keynesiano”.
Hecha la aclaración, ensayemos una interpretación. En borradores a la TG Keynes comienza marcando una diferencia tajante con la teoría monetaria clásica. La teoría cuantitativa, dice, vale como una ecuación de cambio, pero nunca como una teoría de determinación de los precios y neutralidad del dinero:
“En mi opinión, la razón principal por la cual el problema de las crisis está irresuelto o por el que la teoría es tan insatisfactoria, se encuentra en la falta de lo que puede llamarse una Teoría Monetaria de la Producción.
La distinción que usualmente se hace entre una economía de trueque y una monetaria se basa en la utilización del dinero como un medio conveniente para realizar intercambios– como un instrumento de gran conveniencia, pero transitorio y neutral en sus efectos (…) No se supone que afecte a la naturaleza de la transacción por ser, en la mente de
262 – 5: Notas de clase 12
quienes lo utiliza, algo entre dos cosas reales. (…) está economía puede ser llamada Economía de Intercambio Real.
(…) Esa no es la distinción que tengo en mente cuando digo que falta una teoría monetaria de la producción (…) la teoría que deseo (…) es una en la que el dinero afecte a los motivos y las decisiones, y que sea uno de los factores operativos de la situación, de tal manera que el curso de los eventos no pueden ser predecidos sin el conocimiento del comportamiento del dinero entre el primer estado y el último. A esto me refiero cuando hablo de una Economía Monetaria.
Los booms y las recesiones son fenómenos peculiares en los que (…) el dinero no es neutral”
Buena parte de la TG se dedica entonces a discutir los otros dos pilares de la teoría clásica: la ley de Say y el pleno empleo.
Uno de los puntos centrales de la TG, explicitado desde un comienzo
(Keynes, 1936:26) es la negación de la ley de Say: la oferta no crea su propia demanda, lo que da lugar a la posible existencia de equilibrio con recursos ociosos (Keynes, 1936: 30).
La función de producción agregada (Y) relaciona las ventas esperadas de los empresarios con el nivel de empleo (N) y tiene pendiente positiva dado que a mayor expectativa de ventas mayor cantidad de trabajadores será contratada. Por otro lado, la función de demanda (Z) relaciona el gasto deseado por los compradores para cada nivel de empleo y tiene pendiente positiva debido a que a mayor cantidad de trabajadores empleados existirá una mayor cantidad de compradores potenciales y efectivos3.
3 Nótese que utilizamos una la notación distinta a la de la TG, pero consistente con nuestro análisis de los clásicos
262 – 5: Notas de clase 13
Ley de Say
Empleo
Vent
as e
sper
adas
, gas
to
plan
eado Z = D
Ahora bien, en un mundo donde la oferta crea su propia demanda, i.e.,
donde se cumple la ley de Say, ambas curvas deben superponerse para todo nivel de empleo. El producto intercambiado ʺen vez de tener un valor de equilibrio único, es una escala infinita de valores, todos ellos igualmente admisiblesʺ (Keynes, 1936:26). Luego, el mecanismo de la tasa de interés o cualquier política coordinada de aumento en la cantidad de puestos de trabajo por parte de los empresarios hará crecer a la demanda tanto como lo hace el producto, por lo que no existirán obstáculos al pleno empleo.4
Esa era la manera en que los ʺclásicosʺ veían al mundo y corresponde a la
Economía de Intercambio Real a la que keynes hace referencia. Para éste, en cambio, las funciones de demanda y oferta agregadas son distinguibles y se intersectan en un solo punto, el punto de demanda efectiva. Desde esta perspectiva, si los empresarios deciden aumentar el producto hasta, digamos, el volumen de pleno empleo, el gasto planeado será menor a las ventas esperadas, por lo que los empresarios decidirán reducir la producción y caerá el empleo.
262 – 5: Notas de clase 14
Insuficiencia de demanda en Keynes
Empleo
vent
as e
sper
adas
, ga
sto
plan
eado
YZ
Cualquier desplazamiento hacia arriba de la curva de demanda ‐ producido, por ejemplo, por un aumento en la inversión, en la propensión a consumir o en el gasto público ‐ acercará al sistema al punto de demanda efectiva correspondiente al de pleno empleo. En ese sentido, Keynes (1979: XXIX) señaló: ʺ la proposición de que la oferta crea su propia demanda yo la substituiría por la proposición de que el gasto crea su propio ingresoʺ. La conclusión que se deriva de este razonamiento –y que tuvo importantes implicancias para la política económica de las décadas posteriores– es que para sacar a la economía de una situación recesiva es necesario reactivar a la demanda en vez de estimular a la oferta.
Una de las hipótesis de comportamiento que racionalizan la idea de que el aumento en el empleo es insuficiente para comprar el producto adicional es el tipo de función de consumo. Keynes determinó que por cada peso extra que aumente nuestro ingreso, el consumo aumentará en una cuantía menor, ya que también crece el ahorro. Esta propensión marginal a consumir depende principalmente de factores objetivos, como el ingreso real, la relación de cambio entre los bienes presentes y futuros (o, lo que es lo mismo, la tasa de interés) y los cambios en las expectativas acerca de la relación entre el nivel presente y el futuro del ingreso. Dentro de los factores subjetivos que impulsan a los individuos a abstenerse de gastar están: (1) La formación de unas reservas para contingencias;(2) transferir parte del consumo al futuro por expectativas de un futuro con menores ingresos; (3) legar una fortuna; (4) “satisfacer la pura avaricia, esto es, inhibirse, de modo irracional pero insistente de actos de gastos”.
Dado que el consumo crece menos que el ingreso, debe existir ʺ un cierto volumen de inversión que baste para absorber el excedente que arroja la producción total sobre lo que la sociedad decide consumir (...) porque a menos que exista este volumen de
262 – 5: Notas de clase 15
inversión, los ingresos de los empresarios serán menores que los requeridos para inducirlos a ofrecer la cantidad de ocupación que se trateʺ (Keynes, 1936:27). Sin embargo, al nivel de plena ocupación, que el volumen de inversión corriente provea un volumen de demanda justamente igual al excedente de la oferta global sobre lo que la comunidad decidirá gastar en consumo solo puede darse ʺpor accidente y por designioʺ, y esto se debe a que el ahorro y la inversión, antes que mediadas por el mecanismo de la tasa de interés, se determinan en dimensiones espacio ‐ temporales distintas. Desde el punto de vista del análisis una economía monetaria, decimos que no se traspasa todo el poder adquisitivo generado en es período.
La gran innovación de Keynes en la función de inversión es la inclusión de los animal spirits. Estos representan a los factores psicológicos, más específicamente al ímpetu y la vehemencia inherente al ser humano, que determinan las decisiones de inversión de los empresarios, en contraposición con la presentación mecanicista del acto de inversión propio de la escuela clásica. Sobre esto, Keynes (1936:163) dice: ʺ(...) las decisiones humanas que afectan al futuro, ya sean personales, políticas o económicas no pueden depender de la previsión matemática estricta, desde el momento en que las bases para realizar tales cálculos no existen; y que es nuestra inclinación natural a la actividad la que hace girar las cosas escogiendo nuestro ser racionalmente las diversas alternativas lo mejor que puede, calculando, cuando hay oportunidad, pero con frecuencia hallando el motivo en el capricho, el sentimentalismo o el azar”. Desde el momento en que la incertidumbre es inherente a todas las decisiones sobre el futuro pueden esperarse violentas cambios en la inversión. Estas fluctuaciones serán más repentinas y recurrentes que los cambios en el consumo, por lo que en el corto plazo pueden considerarse las causantes de las variaciones en el producto total. El modelo keynesiano simple (MKS)
Las ideas presentadas en la sección anterior pueden modelizarse de manera sencilla a través de un modelo conocido como ”keynesiano simple”. En éste sólo se discute solo el lado real de la economía; su resultado objetivo será, por lo tanto, la determinación del producto y del empleo.
El consumo (C) depende del ingreso. Cada aumento en el ingreso disponible genera un aumento en el consumo menos que proporcional. También existe un consumo independiente del ingreso corriente, que denominaremos consumo autónomo.
C = C0 + C1 * Y
262 – 5: Notas de clase 16
Con la restricción:
0 ≤ C1 ≤ 1 La inversión, en tanto, se determina por fuera del modelo, i.e., es exógena:
I = I0
La oferta de bienes, en tanto, es igual a la renta percibida por las familias,
que puede utilizarse en el mercado de bienes o ahorrarse:
Y≡ C+ S
Así, las cuatro ecuaciones relevantes del modelo keynesiano simple son:
C = C0 + C1 * Y (gasto de consumo)
I = I0 (gasto de inversión) Y≡ C+ S (producción agregada) C + S = C + I (condición de equilibrio: producción
agregada = gasto agregado)
C, I YD=C+ I
C1*Y
C0 + I0 I0
C0
Y
Grafiquemos a la demanda agregada con respecto a la renta. La inversión se mantiene invariante ante cambios en la renta; se representa, por lo tanto, por una recta paralela al eje de las abscisas, con ordenada al origen de I0. El consumo, en cambio, tiene dos componentes: uno autónomo y otro dependiente de la renta. El
262 – 5: Notas de clase 17
primero se suma a la inversión autónoma, para conformar el componente autónomo de la demanda de bienes: I0 + C0. El segundo nos dice que a cada aumento en la renta le sigue un aumento en la demanda de consumo; tendrá, por lo tanto, pendiente positiva, pero menor a la unidad. El valor de esa pendiente es la propensión marginal a consumir, C1, que nos dice en cuánto aumenta el consumo al aumentar la renta en 1 peso. Una propensión marginal a consumir de 0.7, por ejemplo, indica que por cada peso de aumento en la renta, el consumo lo hace en 70 centavos. La demanda agregada, como función al ingreso, se muestra en el siguiente gráfico.
C, I YD=C+ I
C1*Y
C0 + I0 I0
C0
Y
Veamos ahora como se relaciona el ingreso con la oferta de bienes. Dado que el ingreso se aplica exhaustivamente al consumo y al ahorro, la relación entre el ingreso y la suma de éstos es la siguiente:
Y≡ C+ S
Adicionalmente, el modelo keynesiano simple supone para todo mundo posible que el ingreso de las familias es igual al valor monetario de la producción. Por lo tanto, se cumple que
Ys≡ Y≡ C+ S
Así, graficar a la producción como función del ingreso da como resultado una línea que dibuja un ángulo de 45º con respecto a los ejes.
262 – 5: Notas de clase 18
C, S
Y = C + S
45º Y
Asimismo, nótese que nuestra hipótesis de comportamiento para el consumo era:
C = C0 + C1 * Y C0 > 0; 0 < C1 < 1
El ahorro, para cada nivel de renta, se determina también por la función de consumo, dado que, justamente, es la parte de la renta que no se consume. A. Por lo tanto, nuestra hipótesis de comportamiento del ahorro asociada a la función de consumo keynesiana es del tipo
S = S0 + S1 * Y S0 < 0; S1 = 1 ‐ C1
El componente autónomo del ahorro es negativo, dado que, a un nivel nulo
de renta, el consumo autónomo debe ser financiado con desahorro.
Pasamos ahora a la condición de vaciado. Superponiendo los gráficos anteriores, vemos que existe un nivel de producto Y*, para el cual el gasto iguala a la renta. En ese punto, diremos que en el mercado de bienes los planes de venta y de compra son consistentes entre sí.
262 – 5: Notas de clase 19
C, S, I
Y = C + S
Yd = C + I
45º Y* Y
Veamos ahora que sucede fuera del equilibrio. Supongamos que expectativas optimistas sobre las ventas futuras hacen aumentar la inversión. Esto eleva la demanda de bienes para cualquier nivel de renta. Al nivel Y*, el gasto deseado por las familias y las empresas supera a la oferta de bienes, y se verifica entonces un exceso de demanda de bienes.
¿Qué presiones genera el exceso de demanda? Vamos a decir esta inconsistencia de planes en el mercado de bienes genera una presión inflacionaria. Pero como estamos considerando un modelo de precios fijos, el ajuste se realiza vía cantidades. ¿Debe reducirse la demanda flujo hasta “matchear” la cantidad producida en el período? No! Recordemos que es un modelo keynesiano, y por lo tanto, las cantidades de bienes intercambiadas se determinan del lado de la demanda, no de la oferta. De allí que sea la cantidad ofrecida de bienes ofrecida la que debe variar.
¿Cómo resolvemos esto? Suponiendo que los oferentes guardan una cantidad de bienes en stock para hacer frente a imprevistos. Existe un nivel deseado de stock, que se altera ante un desequilibrio flujo. En este caso, para satisfacer a la demanda del periodo se recurre a bienes en stock, haciendo descender su nivel efectivo por debajo del deseado. Nos encontramos en el punto B. ¿Fin de la historia? No! Los empresarios están insatisfechos con su nivel efectivo de stock: desean aumentarlo. Así, existirá luego un aumento en la producción que no irá al mercado, sino que se destinará a cubrir la brecha entre el nivel efectivo de stock y el deseado. Por lo tanto, decimos que existirán incentivos para variar la producción siempre que las tenencias efectivas de bienes en stock difieran de las tenencias deseadas.
262 – 5: Notas de clase 20
C, S, I B C
Yd' = C + I'
Yd = C + I
45º Y* Y*' Y
A su vez, cada aumento en la producción implicará mayor renta, mayor consumo y por lo tanto, mayor demanda de bienes. Claro que el aumento en la demanda por cada peso adicional de renta es menor a un peso; en particular, nótese que la reacción de la demanda ante cambios en la renta esta dada por C1. Por lo tanto, cada aumento en la producción, si bien genera un impacto en la demanda, genera un “sobrante” que permite ir recomponiendo el nivel de stocks. Gráficamente, vemos que el sistema se mueve endógenamente sobre la curva de demanda, hasta el punto en que la oferta de bienes del período iguale a la demanda (punto C).
Nótese dos cuestiones. La primera es que un desequilibrio genera presiones de dos tipos: de precios y de cantidades. En un mercado con cantidades dadas, el precio ajusta tanto como para borrar el desequilibrio. Si, en cambio, las cantidades ajustan más rápido que los precios, es de esperar que los productores varíen la producción antes que los precios, y cubran de esa manera la brecha de desequilibrio. Este supuesto, análogo al de precios fijos, es una de las características básicas del modelo keynesiano simple.
La segunda es que hay implícita una concepción particular de racionamiento. En ella, los consumidores consiguen todos los bienes que quieren, mientras que las empresas ven racionada su demanda. ¿En qué sentido los empresarios se ven racionados? En el sentido de que no pueden mantener su nivel de deseado de stocks. Como se dijo, el nivel efectivo de stocks difiere del deseado siempre que exista un desequilibrio. Por lo tanto, es la demanda de bienes que realiza el empresario la que debe racionarse ante un desequilibrio entre planes de oferta en el mercado de bienes.
262 – 5: Notas de clase 21
Supongamos ahora que, siguiendo los preceptos clásicos, la sociedad se decide a ahorrar más; esto es, a reducir el consumo corriente. En este caso, la renta pagada a las familias es mayor al gasto planeado; se verifica entonces un exceso de oferta en el mercado de bienes. Las presiones deflacionarias se resuelven en este modelo con un ajuste hacia abajo en las cantidades. A la vez, cada reducción en la producción hace caer al consumo y, por lo tanto, a la demanda agregada. Como el consumo – y la demanda ‐ cae menos de lo que cae la oferta, la contracción en la producción permite borrar el desequilibrio. Nótese que, desde el punto de vista keynesiano, la frugalidad es recesiva, y, por lo tanto, no deseable.
C, S, I Y = C +S Yd = C + I
Yd' = C' + I
45º Y*' Y* Y
El fin del Laissez Faire II: el rol del gobierno en el modelo keynesiano Los ejemplos de más arriba nos muestran que existe un continuo de productos de equilibrio, antes que un único equilibrio de pleno empleo como pensaban los clásicos. Si, por ejemplo, surgen expectativas pesimistas sobre el rumbo de la economía, la contracción en la demanda agregada producida de una menor inversión dará como resultado un producto de equilibrio menor, validando las expectativas iniciales. Esto, a la vez, implica que el sector privado no posee de por sí un mecanismo autorregulador que lo lleve a los mejores estados posibles. Por lo tanto, hay lugar para que la acción del gobierno sea útil. Veamos como cambia nuestro esquema básico al incorporar al gobierno. Por un lado, el gobierno detrae parte del ingreso de las familias en concepto de impuestos (T), neto de transferencias. Nótese que el monto pagado por las familias en concepto de impuestos implica una traslación de poder adquisitivo hacia el gobierno, mientras que las transferencias del gobierno representan un traslado de poder adquisitivo en sentido contrario. Por lo tanto, tiene sentido pensar en
262 – 5: Notas de clase 22
impuestos netos de transferencias como el traslado neto de poder adquisitivo desde las familias al gobierno. Esto hace que el ingreso no se aplique únicamente al consumo y al ahorro, sino también al pago de impuestos; se cumple, por lo tanto, que
Y≡ C+ S + T Si graficamos a las aplicaciones del ingreso en función del ingreso, obtenemos el mismo resultado que el gráfico anterior: la producción agregada (que es, por definición, igual al ingreso de las familias) es igual a la suma de las aplicaciones del ingreso de las familias; sólo que ahora la composición de dicha aplicación se modifica, para incorporar el pago de impuestos.
C, S, T Y = C + S + T
45º Y
Por otro lado, el gobierno puede participar en el mercado de bienes como demandante neto. En esta acción se suma a las familias y a las empresas, que planean un gasto en consumo e inversión, respectivamente. El gasto agregado planeado, por lo tanto, es
Z = C + I + G (nótese que reemplazamos Z por Yd) Veamos ahora el comportamiento del gasto planeado. Vamos a suponer que el nivel de gasto público se determina por fuera del modelo, i.e., que es exógeno. Por otro lado, el gasto planeado en bienes por parte de las familias se determinará ahora no por la renta total, sino por la renta una vez pagados los impuestos, es decir, por el ingreso disponible. Por lo tanto, el gasto agregado planeado será:
Z = C0 + C1 (Y‐T) + I0 + G0 = C0 + I0 + G0 + C1 T + C1 * Y = A0 + C1 Y
262 – 5: Notas de clase 23
Donde A0 = C0 + I0 + G0 + C1 T es el componente autónomo de la demanda de bienes. Gráficamente, si comparamos la curva de demanda planeada del modelo sin gobierno con la del modelo con gobierno, se observa en el segundo caso un gasto planeado más alto para cada nivel de ingreso e igual variación en la demanda ante cambios en el ingreso. Nótese que esto es consistente con una ordenada al origen más grande (es mayor el componente autónomo de la demanda de bienes) y una pendiente invariante (la propensión marginal a consumir es la misma, y solo el consumo depende del ingreso).
G, C, I Z = C + I + G
C1
A0
Y
Nuevamente, el requisito para la consistencia de planes es que la producción y el gasto planeado se igualen. Veamos ahora qué puede hacer el gobierno. Supongamos para ello que la economía se encuentra en el nivel de producto de equilibrio Y*. Sin embargo, el nivel de producto de pleno empleo es mayor, digamos, de YT. El equilibrio elegido por el sector privado ‐ Y* ‐ no es, por lo tanto, el mejor posible: hay otro en el que existe plena utilización de recursos. El gobierno, entonces, puede actuar con la intención de elevar la demanda de bienes. ¿Qué puede hacer? Una inspección rápida a la ecuación del gasto planeado nos da la respuesta: aumentar el gasto o bajar los impuestos.
En el primer caso, el gobierno cubre la demanda insuficiente a través de la compra de bienes. No es relevante aquí la utilidad ni la eficiencia de dichas compras, sino que se impulse la demanda de bienes. Es la idea keynesiana (negada desde siempre por lo keynesianos ortodoxos, como Joan Robinson) de pagarle a la gente para que cave zanjas y vuelva a taparlas de ser necesario; todo vale mientras se eleve la demanda efectiva.
262 – 5: Notas de clase 24
C, S, I,G,T
z' = G' + I + C
z = G + I + C
45º Y* YT Y
En el segundo caso, el efecto es más indirecto. El gobierno incentiva al sector
privado – en particular a las familias ‐ a que gasté más, y eleve el nivel de demanda. En efecto, la baja en los impuestos incrementa el ingreso disponible, lo que hace crecer tanto al ahorro como al consumo. La variación de este último produce un tirón de demanda que hace crecer al producto.
C, S, I,G,T
z' = G + I + C'
z = G + I + C
45º Y* YT Y
Nótese una última cuestión. Supongamos que partimos de equilibrio presupuestario y el gobierno quiere aumentar el producto a través de una política fiscal expansiva. Tanto la política de bajar los impuestos dado el nivel de gasto, como la de subir el gasto dados los impuestos, implican que el gobierno debe incrementar su posición deudora con las familias, i.e., debe endeudarse para llevar a cabo la política fiscal. Desde una perspectiva ortodoxa, el equilibrio fiscal es sano, el déficit, malo. La perspectiva keynesiana, tomada de Lerner, nos dice que no: que el déficit fiscal puede ser bueno, siempre que lleve la economía al pleno empleo y las familias deseen mantener parte de su ahorro en bonos emitidos por el gobierno. Esta posición sobre el déficit fiscal, conocida como la del “financiamiento funcional”, nos dice que debemos evaluar el resultado fiscal en términos del cumplimiento del objetivo de empleo y/o producto a él asociado.
262 – 5: Notas de clase 25