E L E S T I L O A R G U M E N T A T I V O
DE M I G U E L A N T O N I O C A R O
Adolfo León Gómez
Mi propósito en este ensayo es ofrecer una muestra del arte de argumentar de Miguel Antonio Caro1, centrándome en sus escritos religiosos y filosóficos, que no ofrecen para mí diferencias notables. El aparato conceptual en que me apoyaré es la retórica tal como la elaboraron los filósofos belgas Chaim Perdman y Lucie Olbrechts-Tyteca2. Desafortunadamente, el tiempo no me permite avanzar en un análisis más minucioso de la obra del pensador colombiano, rica en estos aspectos.
Comencemos mirando algunos elementos de esa argumentación. No olvidemos que ella es polémica y tiene un parcial interés en debilitar la argumentación del adversario, cuando no destruirla. Así, por ejemplo, el elogio que hace De Tracy de sus antecesores son sólo concesiones "destinadas a conciliar la benevolencia de sus lectores, y estas limitaciones a rectificar su admiración por los filósofos citados, y preparar su ánimo y explotar su credulidad, a propósito de cobrar el autor para sí los tributos de esta misma admiración"3.
i. Para este estudio tendré como fuente primaria: Miguel Antonio Caro, Obras, tomo i (filosofía, religión, pedagogía), Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1962. En adelante, citaremos todos los textos de Caro siguiendo esta edición.
2. Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca, Traite de 1'argumentaron. La Nouvelle Rhé-torique, Editions de l'Université de Bruxelles, 3a edición, 1976. Existe traducción española: Tratado de la argumentación. La nueva retórica, Gredos, Madrid, 1989. Esta obra la citaremos en adelante como Tratado.
3. Caro, "Informe sobre la Ideología de Tracy", ed. cit., p. 524.
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Acusa también a sus adversarios de emplear nociones confusas y tratar de definirlas por fiat o, como lo dice Caro, por sic voló4; incluso les reprocha recurrir a definiciones persuasivas:
porque el procedimiento vuestro que denuncio, consiste (perdonad que
lo repita) en descolorar mañosamente las nociones morales para sustituirlas
con otras esencialmente distintas, dejando por delante las palabras encubri
doras inocentes, con el prestigio y honor que ha sacado de su asociación con
las primeras5.
Éste lo lleva a proponer los límites a las definiciones y condiciones para hacer definiciones aceptables . Y además a descalificar el uso de ciertos calificativos, como el de "lógica verdadera", que no difiere en extrañeza del de "geometría verdadera" y que no es sino una mistificación "con que los charlatanes tratan de acreditar sus productos"7.
El recurso a "la reducción al ridículo" lo emplea en más de una ocasión. Por ejemplo, con respecto a la definición de que "sentir es conocer lo que se siente", dice:
4."Cartas al doctor Ezequiel Rojas", pp. 370-377. Pero cuando él mismo las usa, por ejemplo, bien, orden, verdad, reconociendo que son vagas, nos dice que de ellas "pueden darse definiciones exactas siempre oscuras". "Estudio sobre el utilitarismo", cap. 11, pp. 26 y 27.
5. "Cartas al doctor Ezequiel Rojas", p. 380. Cursivas mías. La crítica es extensiva a Bentham, quien dice que "la virtud no admite una definición propiamente dicha... para templar la repugnancia con que pudiera ser recibida la siguiente: ¿Qué es la virtud? Aquello que más contribuye al bienestar, i. e., lo que maximiza los placeres y minimiza las penas".
El concepto de definición persuasiva que tiene origen en Ch. L. Stevenson, Etica y lenguaje, Paidós, 1984, cap. ix, ha sido repensado a la luz de la teoría de la argumentación, cf. Tratado § 95, p. 593. La definición que da Caro es buena, sólo le falta la partida de bautismo, pero esto no quiere decir que sea per se una falacia, como lo piensa nuestro autor. De hecho, él mismo, por ejemplo, cuando recurre a la idea de ilustración cristiana o católica, emplea el mismo procedimiento. Cf. "Estudio sobre el utilitarismo", cap. xii, p. 106.
6. "¡Y vuelven a escribir!", p. 402. 7. "Variedades", p. 409, a propósito del programa de E. Rojas sobre la lógica de De
Tracy. El procedimiento, que además de recurrir a los calificativos introduce una "diso-
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EL ESTILO ARGUMENTATIVO DE MIGUEL ANTONIO CARO
Esta definición es digna de figurar en el diccionario del famoso cura de
Pacho, autor de las siguientes:
Naranja: cascara de la fruta del naranjo. V. Naranjo
Naranjo: rama del árbol que produce las naranjas. V. Naranja .
En general, los argumentos de sus contendores son sofismas en el
sentido fuerte de la palabra, es decir, falacias que engañan o tienen la in
tención de engañar9 .
Pero cuando habla de sus propios argumentos prefiere decir que "de
muestra"10 , o que sus argumentos son indiscutibles, como puede verse
en este curioso pasaje:
ciación de nociones", tampoco es per se falaz. De hecho, es el mismo procedimiento que usa Caro en más de un lugar cuando habla de la verdadera filosofía. Un lector contemporáneo verá quizás mal el calificativo de "lógica verdadera", porque a las ciencias formales no se acostumbra calificarlas así, pero no creo que fuese así en la época de Caro.
8. "Variedades", p. 409. En la página siguiente (410), refiriéndose Caro al mismo programa de lógica al estilo de De Tracy, después de citar definiciones parecidas a la mencionada, remata nuestro polémico autor con la pregunta: "¿qué adelanta Ud. Doctor Rojas? ¿Qué utilidad saca Ud. de estampar verdades de Perogrullo7.". (Las últimas cursivas son mías). Pero puesto que se trata de ridiculizar también a los maestros de Rojas, he aquí dos muestras: "por la uña se saca al león, por la hebra el ovillo, por la jaula el pájaro, y por estos bellos rasgos la lógica que sirve de fundamento a la moral de Bentham" (ibid., p. 410). Y en el "Informe sobre la Ideología de Tracy" (p. 537), dice con el mismo tono: "A nadie más como a M. Tracy puede aplicarse la fábula de la montaña departo o la de la muía de alquiler" (cursivas mías). Antes, en el mismo "Informe" (p. 455), había dicho, refiriéndose maliciosamente al sensualismo generalizado de De Tracy, que es una "pretensión inútil, superfina y estéril; pues ¿a qué conduce, ni qué ventaja acarrea, ni qué fecundidad promete el decir y enseñar que aquello que pasa en nosotros es un fenómeno que nos pertenece? ¿No equivale esto a decir que lo que en nosotros pasa, pasa en nosotros, y lo que experimentamos nosotros, nosotros lo experimentamos? ¿Y no es esto una pueril trivialidad, una miserable tautología?" (cursivas mías). Nótese que la expresión "reducción al ridículo" es el sustituto argumentativo de la reducción al absurdo. Cf. Tratado, § 49, p. 276 y siguientes.
9. Cf. "Estudio sobre el utilitarismo", p. 12. En el mismo, p. 44, habla de "chocarre-ros sofismas"; de "sofismas disfrazados de razones" en la p. 109, y en la p. 132 hace esta invocación: "salve Dios por su misericordia a esta incauta juventud de las redes del sofisma".
10. Por ejemplo, "Estudio sobre el utilitarismo", cap. iv, p. 37. "Vamos a demostrar lo dicho".
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Después que esta doctrina ha sido lapidada, digámoslo así, con argumen
tos incontestables, no pretendemos aquí sino sacar a la luz muestra de su
raquítica armadura .
Veamos ahora algunos esquemas argumentativos usados al calor de la polémica o empleados constructivamente por Caro cuando hace sus propuestas o contrapropuestas.
Para comenzar, yo destaco el uso que hacen los opositores de Caro —según éste— de la fallada accidentis, a propósito de la identificación entre placer y bien que introducen los utilitaristas: "sucédele lo que quien acostumbrado a venerar una imagen, llegue a confundirla con el santo por ella representado"12; y también de la falacia de ambigüedad, detectada por Caro en una conferencia de Ezequiel Rojas, quien razonaba así: "Las políticas hacen relación a las necesidades humanas; las necesidades humanas se satisfacen mediante la sensibilidad; luego las ciencias políticas son esencialmente sensualistas"13.
Caro, por otra parte, es muy sensible a las analogías. Así, por ejemplo, refiriéndose a "la hidra renaciente"14 del utilitarismo, y a la posibilidad entrevista por algunos de expurgar algunas páginas de Bentham, afirma: "Es como decir de un animal, que no teniendo sino sangre enferma,
n. "¡Y vuelven a escribir!", p. 398. 12. "Estudio sobre el utilitarismo", cap 1, p. 20. Lo mismo repite en "Principios de la
moral", p. 298. Llamo la atención sobre la escritura defallatia y no fallada. 13. "El método utilitario", pp. 557 y desarrollo de la idea en p. 558. El nombre de
falacias o sofismas tiene origen en la cultura medieval y de allí se remonta a los "elencos sofistas" de Aristóteles. Según Bentham —no expreso ninguna malevolencia en esta cita—, la tradición aristotélica de dividir las falacias de dicción en seis y las ajenas a la dicción en siete persiste aún en su época. Cf. J. Bentham, Falacias políticas, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1990, pp. 3-4. Una afirmación igual se encuentra en la Lógica de Balmes, cap. v, sección vn: "Las falacias son trece: seis de dicción y siete de cosa, rei. A las primeras se las llama gramaticales, y a las segundas dialécticas". Y hasta nuestra época, podemos agregar nosotros. En Argumentos y falacias (Universidad del Valle, Cali, 1993) estudio esos capítulos sobre falacias en algunos manuales contemporáneos, y hago una propuesta de retraducir estas falacias en el lenguaje de la teoría de la argumentación.
14. "Estudio sobre el utilitarismo", prefacio, p. 12.
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EL ESTILO ARGUMENTATIVO DE MIGUEL ANTONIO CARO
puede curarse con una sangría; o de un árbol, que no teniendo sino la
raíz podrida, lo hará reflorecer la podadera"1 ' ; critica también a los uti
litaristas que hablan de sus propias obras como "platos bien o mal condi
mentados". "Creeríase —dice— que hablan gastrónomos más bien que
filósofos .
Por su propia cuenta nos propone los argumentos analógicos del
fundamento que ya mencioné, el del gobierno como medicina7 y el de la
sociedad como una familia (analogía ésta preñada de consecuencias), que
tiene origen en la tradición cristiana, pero que, en todo caso, Caro desa
rrolla a su manera:
Para nosotros, la sociedad es una gran familia, y su misión la misma que
en su escala cumplen los padres de familia: educar por medio de la sensa
ción y de la idea; la autoridad pública debe perfeccionar al hombre como
la autoridad doméstica perfecciona al niño. La ley es la razón del padre de
familia, dice Monstesquieu. La teoría social que, dando a la sociedad ca
rácter mercantil, mira en la autoridad sólo un administrador, está en opo
sición con los hechos (...) Según la teoría que presentamos, el gobierno
debe asumir un carácter más bien paternal que administrativo1 .
También destaca Caro algunas incompatibilidades (o contradiccio
nes) entre "aquellos fundamentos de la religión y aún de toda religión, y
las enseñanzas de Bentham"19 . O esta otra: "Filosofía sensualista, es una
frase que envuelve contradicción. Filosofía significa amor de la sabiduría,
amor espiritual y sublime de que los sentidos corporales no pueden ser
ni partícipes ni exclusivo objeto"20. Por otra parte, Caro no se arredra fren
te a un procedimiento de identificación, por ejemplo, en este caso:
15. Ibid., p. 10. 16. "Informe sobre la Ideología de Tracy", pp. 179-180. 17. "Estudio sobre el utilitarismo", xvn, pp. 179-180. 18. Ibid., pp. 135-136. La prolongación de la analogía continúa en pp. 146-147. 19. "Bastiat y Bentham", p. 619. Lo mismo había dicho en "Estudio sobre el utilita
rismo", xm, p. 127. 20. "La filosofía sensualista", p. 577. Para los argumentos de incompatibilidad.
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Porque hay muchos, para decirlo todo de una vez, que no comprenden
que liberalismo y ateísmo, filosóficamente hablando, son sinónimos21.
Sin comentarios, señalo que, con frecuencia, Caro recurre al dilema22 crítico y a la acusación de círculo vicioso y petición de principio23; y, como apoyo a su pensamiento, recurre habitualmente al argumento por el sacrificio24.
Para terminar este mapeo, he aquí dos argumentos que Caro usa, a pesar de sí, de mal grado podríamos decir o, si se prefiere, de mala gana. Me refiero a los argumentos pragmático y por la ilustración.
Comencemos por este último. En el "Estudio sobre el utilitarismo" dice Caro:
... tal es la diferencia entre cumplir uno su deber, y aspirar a la perfección.
Esta distinción, que la razón descubre naturalmente, la hallamos estable
cida en la doctrina evangélica, cuando preguntándole un joven al Maes
tro: "¿Qué bien haré para conseguir la vida eterna?", Él le respondió: "Si
quieres entrar en la vida, GUARDA los mandamientos". El mancebo le dice:
"Yo he guardado todo eso desde mi juventud: ¿qué me falta?". Jesús le
respondió: "Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes y dalo a los
pobres, y ven y SÍGUEME"25.
En nota en pie de página, después de referirnos que la conversación con el joven se encuentra en Mateo, 19,16-21, agrega: "Presentamos este
21. "Quia sum fortis", p. 604. 22. Por ejemplo, "Estudio sobre el utilitarismo", pp. 110 y 118. 23. "Cartas al doctor Ezequiel Rojas", pp. 357 y 367. "Informe sobre la Ideología de
Tracy", p. 514. La petición de principio ocupa un capítulo aparte en la teoría de la argumentación, ya que ella constituye "la falla más seria de que pueda adolecer una argumentación". Para las relaciones de la petición de principio con el círculo vicioso y la regresión al infinito, cf. Argumentos y falacias.
24. "Estudio sobre el utilitarismo", xi, p. 104: "Pero para llevar adelante la obra del bien es preciso vencer dificultades, arrastrar peligros, aceptar sacrificios, luchar, tal es la 'prueba'". [A Timoteo, 11, 4,7].
25. "Estudio sobre el utilitarismo", p. 100.
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pasaje y otras observaciones análogas, no como argumentos, sino como ilustraciones" (subrayados míos).
Ahora bien, esto que Caro considera ilustración y no argumento es lo que la teoría de la argumentación llama "argumento por ilustración", que para el caso ilustra la máxima ya mencionada de que "hay diferencia entre cumplir uno su deber y aspirar a la perfección".
Con respecto al argumento pragmático, recordemos sólo que en su versión utilitarista, es decir, benthamista, es uno de los blancos más importantes de las críticas de Caro, tanto en el Ensayo sobre el utilitarismo como en Principios de moral, como veremos más adelante, y en buena parte su crítica es sesuda. Pero en un sentido amplio, el argumento pragmático ("que permite apreciar un acto o un acontecimiento en función de sus consecuencias favorables o desfavorables") es tan natural en la argumentación, que no me queda duda de que cuando Caro compara lo que es la cultura occidental después del cristianismo con lo que fue antes de él o con lo que sería sin él, está apreciando hechos históricos —reales o posibles— en función de sus consecuencias2 .
Por último, debo hacer una nota sobre la técnica argumentativa empleada con frecuencia por Caro, que consiste en descalificar un argumento por "probar demasiado"27; ella tiene que ver naturalmente con la determinación de la fuerza o debilidad de los argumentos, pues en principio una de las exigencias ideales de la argumentación es "usar argumentos que no den lugar a objeciones o contraargumentos"2 .
26. Cf., por ejemplo, "Estudio sobre el utilitarismo", xx, Resumen y conclusión, pp. 261-264.
27. Por ejemplo, en "Estudio sobre el utilitarismo", cap. vi, p. 59. La he visto usada en filósofos neoescolásticos. Sin duda la idea le llega a Caro a través de Balmes.
28. Al respecto, cf. el artículo citado de Leo Apóstol, "What is the Forcé of an Argument?", donde curiosamente utiliza, reinterpretándolo, el cálculo benthamista de los placeres para proponer el ideal de argumento fuerte. En el caso que aquí nos ocupa, hablamos de la "pureza de los argumentos", es decir, "argumentos que persuaden a la audiencia de lo que uno desea, sin que al mismo tiempo lo persuadan de lo que Ud. no desea".
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Entro ahora al análisis de cuatro argumentos tipo empleados por Caro, y de su estudio en el uso desprenderé algunas reflexiones sobre su estilo argumentativo. Ellos son: i) el argumento por análisis y definición del bien, que se entrelaza con la crítica al argumento pragmático de los utilitaristas; 2) la crítica a cierta forma de inductivismo que tiene que ver con la imposibilidad del argumento por el ejemplo, es decir, de una generalización a partir de casos particulares; 3) el argumento de autoridad, y 4) la imposibilidad de una regresión al infinito.
Destacaré la pertinencia y la fuerza de su empleo crítico (refutatorio) o constructivo ("probatorio") hasta cierto punto en que se desplaza a un terreno que queda vedado a la argumentación.
Comencemos, pues, con el primero:
29 1. Análisis y definición del bien
Con respecto al análisis que hace Caro del lema utilitarista "el placer es un bien, el dolor es un mal", quiero destacar dos aspectos. El primero tiene que ver con la característica del juicio expresado en la proposición. Caro rescata una vieja tradición —la de la proposición atributiva— cuando critica para efectos de su discusión con Bentham la idea de Condillac que considera el juicio como una ecuación, una identidad. Si así lo fuera estaríamos expresando que el "placer es placer", lo que es una "miserable tautología". Si el juicio fuera esto,
podríamos decir que lo mismo que se afirma de una de las ideas del juicio
se puede decir de la otra, que aquella tiene tanta extensión como ésta.
Siendo esto así, en el juicio "Alejandro fue conquistador", las dos ideas
Alejandro y conquistador serían exactamente una misma, de lo que resul-
29. Debe notarse que las definiciones se hacen sobre términos, y los análisis sobre enunciados.
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taría que podríamos decir indiferentemente: "Alejandro, o conquistador,
nació en Macedonia"; lo que es absurdo. Así mismo cuando decimos "este
astro es brillante", "el placer es un bien", no significamos que todo lo bri
llante sea astro, todo lo bueno placer. Cuando juzgamos, atribuimos a un
objeto una propiedad que en ese objeto reside, pero no vinculada ínte
gramente con él. Cuando decimos: "ese astro es brillante", concebimos
objetos brillantes distintos de aquél a que nos referimos (requisito indis
pensable para que se produzca el juicio); del mismo modo, cuando deci
mos "el placer es bueno", "o tiene algo de bueno", o "es un bien" (fórmulas
todas de un mismo juicio) concebimos objetos buenos, y en general el
bien, fuera del placer30.
Y, segunda observación, puesto que lo que Caro pone en entredicho es la identificación utilitarista entre bien y placer, podríamos conceder que Caro anticipe la vía de análisis propuesta por Moore y Ayer de que la idea de bien es básica (central) e inanalizable, ya que a cada definiens que pueda darse de este concepto, se le puede siempre preguntar con el defi-niendum, ¿es bueno?, y en nuestro caso, ¿es bueno el placer? ¿Es malo el dolor?31. Estos atisbos de Caro de la metaética de los dos filósofos ingleses bien podrían continuarse si se piensa que él reconoce que la idea de bien es "vaga" y que alguna vez llega a decir que "el bien es una idea indivisi-ble"32.
Este buen análisis lingüístico se combina luego con una crítica bastante seria de los cálculos utilitaristas de Bentham, que son "difíciles y aún imposibles", cuando se refieren a "resultados ajenos, complicados, remotos y problemáticos"33. Pero sobre todo con la dificultad que el cálcu-
30. "Estudio sobre el utilitarismo", 1, pp. 18-19. Cita Caro en su apoyo a José Joaquín de Mora, Cursos de lógica y ética, según la escuela de Edimburgo, reimpreso en Bogotá, Imprenta de Nicomedes Lora, 1839-1840.
31. G. E. Moore, Principia Ethica (1903), UNAM, 1997. A. J. Ayer, Language, Truth and Logic (1936), Penguin Books, 1972.
32. "Principios de moral", p. 301. 33. "Estudio sobre el utilitarismo", xm, pp. 119-120. Con respecto al cómputo uni
versal, Caro hace una reflexión a manera de pregunta que bien podría conducir a un utilitarismo generalizado; me refiero a las hirientes palabras: "Robarle impunemente a
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lo exige conmensurabilidad de placeres y de dolores, y existen placeres y
dolores que son inconmensurables:
el animal que pace sin recelo la yerba, no es feliz, por lo menos en el mis
mo sentido en que aplicamos este epíteto a un hombre. No lo es el idiota,
el desvergonzado, el loco que tienen placeres sin mezcla de pena34.
O esta otra muestra:
Propóngase a un hombre tal, la siguiente alternativa: mañana sufriréis
una transformación milagrosa, seréis otro hombre; sólo se deja a vuestra
voluntad elegir uno de los dos estados: o seréis una criatura ignorante y
viciosa, garantizándoseos una dotación inagotable de placeres iguales pero
puros, por toda la vida; o bien seréis un sabio virtuoso, aunque sujeto a
inquietudes y fatigas: ¡elegid! Aquel hombre si profesa de veras el princi
pio "bien es placer", no dudará decidirse por el segundo camino33.
De alguna forma, estas críticas nos recuerdan las críticas que John
Stuart Mili hiciera a su maestro en El utilitarismo3 , obra que no conoce
Caro, por lo que él mismo nos dice después de referirse a otra obra de
Mili: "Se nos dice que existe de este mismo autor una refutación del uti
litarismo, que no conocemos"37.
un opulento si es ahora bueno, lo será siempre. Lo será igualmente asesinar impunemente a un malvado, a un leproso o a un vagabundo. Por este lado el hecho también es bueno, puedo ejecutarlo", ibid., p. 120.
34. Ibid., p. 42. 35. "Principios de moral", p. 347. 36. J. Stuart Mili, Sobre la libertad. El utilitarismo, Ediciones Orbis, 1984, cap. 2, pp.
143-144. El texto inglés Utilitarianism, Británica Great Books, 40, p. 449: "Es mejor ser un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho, es mejor ser Sócrates insatisfecho que un loco satisfecho. Y si el loco o el cerdo son de distinta opinión, es porque sólo conocen su propio lado de la cuestión. El otro extremo de la comparación conoce ambos lados".
37. Concediendo a Caro el beneficio de la ignorancia, ahora podemos agregar el final del pasaje antes citado que corté a propósito: "Bentham, el cínico Bentham, así lo confiesa, y no ve en una preferencia sino una muestra de buen sentido". Por supuesto que
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EL ESTILO ARGUMENTATIVO DE MIGUEL ANTONIO CARO
Pero a partir de cierto momento la idea abstracta de bien se nos transforma en ley natural "que está grabada con letras indelebles en el fondo de la conciencia"39, lo que significa que la distinción entre el bien y el mal (las distinciones morales) es innata40; esta ley natural "la proclama con voz clara la razón"41 y es también "la manifestación que Dios hace de sí a todas las gentes" (Rom. i, 19), "luz que alumbra a todo el que viene a este mundo" (Juan, 1,9)42.
Esta ley natural que se expresa también bajo la forma de un "principio del deber" "connatural" —como prefiere llamar Shaftesburry a lo innato— es un "principio religioso", que sirve de "cimiento a la ciencia de los deberes"43.
Ella no es sino la revelación natural y original44: los hombres no disienten "en su modo de ver el bien y el mal"; sus diferencias sólo se ven "en la aplicación de reglas que les son comunes"45; de ella también hace parte la "idea religiosa", a pesar de sus "deplorables alteraciones"4 .
Caro concluye toda esta reflexión así:
La filosofía católica lo explica y allana todo. Explica el salvajismo y el gen
tilismo por el pecado original que ofusca la razón humana, dejándole sólo
nociones fundamentales y capacidad para rehabilitarse. Explica el utilita
rismo y la apostasía por la libertad del hombre que le permite resistir a la
Caro, como lo dice Mili, hace demasiadas concesiones a los detractores de Bentham —y de Epicuro— que consideran la doctrina "digna sólo del cerdo", p. 141 [448]. Cf. "Estudio sobre el utilitarismo", p. 266 y "Carta a los redactores de La Paz", p. 355, donde alude a los "puercos de la piara epicúrea" de Horacio.
38. "Principios de moral", p. 348. 39. "Principios de moral", p. 317. "Estudio sobre el utilitarismo", v, p. 54. 40. "Ensayo sobre el utilitarismo", p. 28. 41. Ibid., p. 54 42. "Principios de moral", p. 349. 43. "Estudio sobre el utilitarismo", vm, p. 73 y nota. 44. La expresión es mía, pero podría suscribirla Caro. Cf. "Estudio sobre el utilita
rismo", v, p. 56:"... existe una revelación natural, que ilustra al hombre en el camino de la vida".
45. "Estudio sobre el utilitarismo", vi, p. 57. 46. Ibid., p. 55.
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verdad, y por el influjo del demonio que ayuda al hombre rebelde. Trae re
medio al mal con la palabra de Jesucristo, que es la verdad completa47.
2. La crítica al inductivismo y la imposibilidad de una generalización
mediante el recurso al ejemplo
Miguel Antonio Caro comienza haciéndonos una afirmación con respecto a la ciencia: el hombre adquiere la ciencia trabajando intelectual-mente y aprovechando el trabajo intelectual de los otros. En la búsqueda de la verdad —que es lo que constituye la ciencia— entran dos elementos: presciencia y experiencia, nociones presuntas y nociones adventicias4 .
La pereza mental y el escepticismo han dejado medio oculta la presciencia, pero —aquí comienza el argumento—,
si ella no existiese, ¿cómo podríamos formar ideas genéricas, orgánicas, de la inmensidad que nos rodea extendiéndose más allá del alcance de nuestra
experiencia?49.
La inducción no basta porque
quien dice inducir dice adivinar en fuerza de predisposiciones naturales. Con
la sola experiencia acumularíamos datos parciales sin número, pero nunca
osaríamos interpretarlos como indicios de leyes generales'0'.
Para corroborar lo anterior, Caro trae a colación la autoridad de Claude Bernard, "uno de los sabios más eminentes hoy en Europa", que confiesa la existencia de "este poder adivinatorio, esencialmente distinto del expe-
47. Ibid., p. 64. Subrayados míos. 48. "Ensayo sobre el utilitarismo", p. 44. Subrayados míos. "Principios de moral", p.
313. Las nociones presuntas o presunciones corresponden a la traducción latina de Séneca —praesumptiones—, de las "prolepseis" —estoicas—, anticipaciones o presunciones. Cf. Paul Barth, "Los estoicos", Revista de Occidente, Madrid, 1930, pp. 128-129; merece una averiguación cómo llegan a Caro.
49. Ibid., p. 44. Subrayados míos. "Principios de la moral", p. 313. 50. Ibid., pp. 44-45. Subrayados míos. "Principios de la moral", p. 313.
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rimental, y confiesa francamente deberle muchos de sus admirables descubrimientos médicos'"1.
Y más adelante nos aclara que si el principio sensualista fuese cierto, anularía la inducción:
porque la inducción supone precisamente lo que no puede haber pasado
por los sentidos, a saber, el tránsito de las cosas sentidas a las cosas meta
físicas; pues como nota exactísimamente Aristóteles distinguiendo la sen
sibilidad de la inteligencia, el ejercicio de aquella sólo concierne a lo par
ticular, mientras ésta se eleva a lo universal. Ni la idea universal, ni el paso
mediante el cual la adquirimos, son efecto de sensaciones^2'.
Nuestro entendimiento
inquiere insaciablemente lo universal, lo comprehensivo, sin duda porque
lleva consigo mismo la necesidad de eso que se busca; así como cuando
buscamos alimento es porque llevamos dentro algo correspondiente al ali
mento: la necesidad de alimentación53.
No podemos prescindir de esta tendencia a generalizar, pues allí donde "no hallamos el orden que buscamos, lo establecemos calcándolo sobre cierto plan intelectual"54.
Un lector contemporáneo como yo no puede dejar de sentir simpatías por esta lucidez que le recuerda las críticas lógica y psicológica que hace Popper a la llamada inducción, la necesidad de un a priori que posibilita la observación, la necesidad de los universales irrestrictos (o dis-posicionales), e incluso la idea de que los hábitos no se forman necesariamente por repetición.
51. Ibid., p. 46. "Principios de la moral", p. 314. 52. "Informe sobre la Ideología de Tracy", pp. 532-533. Subrayados míos. 53. "Estudio sobre el utilitarismo", p.45. "Principios de la moral", p. 313. Subrayados
míos. 54. "Estudio sobre el utilitarismo", p. 45. "Principios de la moral", p. 314.
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Esta presciencia, estas ideas presuntas o innatas, estas ideas arquetí-picas o formas de la razón55, son un don divino5 , porque no puede suponerse que
Dios, habiendo creado todos los seres los unos para los otros, con inclina
ciones y capacidades armónicas, sólo hubiese dejado a la inteligencia hu
mana desprovista de toda noción predisponente, desorientada, digámos
lo así, en medio del orden universal57.
Este don divino está constituido por principios (axiomas o nocio
nes) necesarios y absolutos cuya aceptación es irresistible; ciertas mane
ras de proceder, que se expresan en el razonamiento deductivo, cuya acep
tación es igualmente inevitable, como también los principios morales de ¡-o
que hablamos en la sección anterior . Dentro de las nociones innatas vale destacar la idea misma de Dios,
que para Caro es el Dios cristiano, visto con el sesgo de un cartesianismo sui generis59.
55. "Estudio sobre el utilitarismo", p. 47. Caro considera que Platón, Descartes, Kant "y otros de esta alcurnia" difieren "en los pormenores", pero "convienen en que hay en la inteligencia nociones que no provienen de los sentidos".
56. "Estudio sobre el utilitarismo", p. 45. "Principios de la moral", p. 314. 57. "Estudio sobre el utilitarismo", p. 45. "Principios de la moral", p. 314. 58. "Estudio sobre el utilitarismo", p. 46. "Principios de la moral", p. 315. 59. Sui generis porque rechaza el método de la duda y no comparte las críticas a la
autoridad: "Quiso Descartes poner en ejecución la idea de fundar la independencia del pensamiento, y empezando por excluir todo principio que se apoyase en argumento de autoridad, acabó por encastillarse en el sabido entimema: pienso, luego existo. Graduado de principio absolutamente libre, es decir, de cosa completamente suya, pero andaba equivocado. ¿Era él por ventura el autor de su certidumbre? ¿Había él creado los motivos de su fe? Cuando afirmaba: pienso, luego existo es evidente que confiaba en la veracidad de una lógica cuyos principios no había creado él, cuya solidez misma no acertaba él a explicarse. En resolución daba oídos a una voz, o fuese ley de su entendimiento, o imperio de la tradición, o finalmente inspiración, pero en todo caso hija de autoridad, que le decía: has hecho un buen silogismo". "Informe sobre la Ideología de Tracy", pp. 437-438. Cf. también sobre la duda, pp. 444 y 445. El cartesianismo de Caro merece un trabajo aparte.
168
EL ESTILO ARGUMENTATIVO DE MIGUEL ANTONIO CARO
El aspecto central de esta idea es la veracidad. Pero antes veamos cómo se aproxima Caro al Dios de Descartes:
En el "Informe sobre la Ideología de Tracy" Caro hace un recuento de parte de la filosofía cartesiana, la relativa a la idea de Dios y a las tres pruebas de su existencia, a partir de la Historia de la filosofía de Tules Simón. Caro se limita a citar al autor en la distinción de tres clases de ideas: adventicias, ficticias e innatas; a esta última clase pertenece la idea de Dios, en razón de que bajo este nombre se entiende una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisapiente y omnipotente, y procede a presentar tres pruebas: a) a partir de esta idea que está en mí y de la que no puedo ser causa porque el ser objetivo de una idea no puede ser producido sino por un ser formal, y cuando menos hay tanta realidad en la causa como en su efecto; b) yo existo y tengo la idea de Dios, luego no soy yo el autor de mi ser, y c) el argumento llamado ontológico.
Hecho esto, Caro adopta la actitud crítica frente al método cartesia-6o
no . Nosotros sabemos que la veracidad divina aparece al final de la ter
cera Meditación cartesiana y después de la segunda prueba de la existencia de Dios, para poder proseguir el progreso en el conocimiento; pero esta parte no aparece en la síntesis que hace Caro del pensamiento cartesiano. La veracidad aparece en el contexto de la prueba del mundo exterior, que corresponde a la quinta Meditación. Descartes, para salir del solipsismo, recurre a una demostración "ingeniosa y bien intencionada", cosa que no puede hacer De Tracy, quien sólo admite el testimonio de la
. 61 conciencia . Lo cierto del caso es que en el "Estudio sobre el utilitarismo" el re
curso a la veracidad para garantizar que las imágenes que se producen en nosotros corresponden a objetos reales está expuesto con demasiada claridad (p. 48). También es claro que el problema que ella resuelve —el de la objetividad de las ideas— es insoluble para la ciencia (razón natural);
60. "Informe sobre la Ideología de Tracy", pp. 442-444. Este dato es importante para agregar a las fuentes cartesianas de Caro, además de Balmes.
61. "Informe sobre la Ideología de Tracy", pp. 540-541.
[169]
ADOLFO LEÓN GÓMEZ
sólo el criterio sobrenatural (o metafísico) confirmado por la revelación puede hacerlo. La revelación la explica con estas palabras: "Dios no puede engañarse ni engañarnos", Deus verax est (Juan, 3,33; Romanos, 3,4; Hebreos, 6 y 18 y otros) 2.
3. El argumento de autoridad
Hasta los más enconados enemigos del argumento de autoridad reconocen que "hemos sido niños" 3; esto hace que, al menos durante esta "edad de minoría", estemos sometidos a la autoridad. Así, por ejemplo, puede decirse que el aprendizaje de la lengua, la llamada "lengua materna", es un aprendizaje "autoritario"; ésta es una de las afirmaciones de Caro para sustentar su creencia en la autoridad:
cuando aprendimos a hablar, creímos lo que nuestra madre nos inculca
ba; por razón de autoridad 4.
Y también:
sin razón de autoridad no habría idiomas, porque cada idioma lleva en sí
un fondo de ideas que se transmiten y profesan sin examen por el sólo
hecho de hablarlo 5.
Racionalistas más moderados reconocerán con Caro que muchos conocimientos, por ejemplo, "la existencia de Constantinopla" e incluso "conocimientos científicos", nos vienen por autoridad, porque en las cien-
62. "Estudio sobre el utilitarismo", pp. 47 y 48, incluidas las notas. Cf. también "Ligera excursión ideológica", p. 592.
63. Descartes lo recordaba con cierto malestar. Pero no es necesario pasar por la poltrona psicoanalítica para reconocer que es así.
64. "Autoridad es razón", p. 564. < 65. "En dónde está la autoridad", p. 568. Cf, sobre este punto K. Popper, K. Lorenz.
El porvenir está abierto, p. 161 [dicho por Slade].Más claramente, en Unended Quest.An Intellectual Autobiography, Fontana-Collins, 1978 [1974], 10, pp. 51-52.
66. "Autoridad es razón", p. 563.
[170]
EL ESTILO ARGUMENTATIVO DE MIGUEL ANTONIO CARO
cias "no es dado verificar una infinidad de datos y experimentos que se
admiten sobre la palabra de los sabios" 7.
Los teóricos de la argumentación, que son racionalistas moderados,
reconocen que con frecuencia quien critica el argumento de autoridad
no critica el argumento como tal, sino la autoridad invocada . Esto es lo
que nos dice Caro:
luego, si sigue esas ideas no es porque no respete la autoridad, sino por
que respeta una cierta autoridad, y si acata cierta autoridad y no toda
autoridad, es por razón de egoísmo y de soberbia 9.
Por lo anterior, puede suceder que los críticos de la autoridad, cons
ciente o inconscientemente, te rminen convirtiéndose en autoridades; de
allí que algunas respuestas de Caro puedan ser muy atinadas; por ejem
plo, este pasaje contra Bentham en el que hay que descartar de entrada la
acusación de mala fe:
ya en otro lugar ofrecimos una muestra de la costumbre que tiene Bentham
de rechazar toda autoridad para luego subrepticiamente colocarse él mis
mo en el lugar de que la excluye. Observábamos que después de combatir
a los grandes filósofos de la Antigüedad a título de no estar sus doctrinas
conformes con las apreciaciones del sentido común, niega enseguida este
sentido común y le subroga su propia autoridad, como única ley, como
razón suprema en materias de moral70.
O también este pasaje que me sigue dando qué pensar:
Si a estos jóvenes se les observa lo inmoral y contradictorio de sus princi
pios contestan: "Si el señor catedrático... Cuando el señor catedrático...
67. "En dónde está la autoridad", p. 569. 68. Tratado § 70, p. 413. 69. "Autoridad es razón", p. 566. Los primeros subrayados son míos, los últimos
son de Caro. 70. "Ensayo sobre el utilitarismo", xvn, p. 180. Caro remite a vi, pp. 57-64.
[171]
ADOLFO LEÓN GÓMEZ
¿No ve usted que el señor catedrático...?" ¡Y luego sustentan en público
certamen esta proposición del señor catedrático: "En materias científicas
la autoridad de uno, de muchos y aun del género humano, no es razón!".
¡Con todo, el magister dixit es una razón inapelable!... ¡Pobre género hu-.71 mano! .
Los teóricos de la argumentación también nos muestran que las autoridades invocadas son variadísimas: "la opinión común", "los sabios", "los filósofos", "los Padres de la Iglesia", "Los profetas"; a veces será impersonal como "la física", "la doctrina", "la religión", "La Biblia"; otras veces será designada con nombre propio72. En nuestro mundo, la autoridad a la que se recurre con más frecuencia es la del "competente"73.
Esta variedad se trasluce de este pasaje de Caro donde comienzan los excesos en el uso del argumento:
Sin razón de autoridad no habría doctrinas, porque siendo los entendi
mientos diferentes por sus instintos y su desenvolvimiento, como lo son
entre sí los objetos de la naturaleza física, las opiniones no podrían redu
cirse a la unidad. Sin razón de autoridad no habría escuelas, porque la es
cuela invoca a su maestro. Sin razón de autoridad no habría ciencias, por
que en ellas no es dado verificar una infinidad de datos y experimentos
que se admiten sobre la palabra de los sabios. Sin razón de autoridad no
habría costumbres porque las costumbres nacen de respeto a lo existente.
Sin razón de autoridad no habría idiomas, porque cada idioma lleva en sí
un fondo de ideas que se transmiten y profesan sin examen por el solo
hecho de hablarlo. Sin razón de autoridad no habría religiones, porque
71."Estudio sobre el utilitarismo", xm, p. 131. Una reflexión complementaria de ésta se encuentra en "Autoridad es razón", p. 565, y concluye así:"... Luego son benthamistas por razón de autoridad; luego por razón de autoridad repiten que autoridad no es razón". El subrayado es de Caro. En otro lugar, p. 62, dice Caro, citando a Bentham, "No es propio de un moralista proscribir el ipsedixitismo de los demás para autorizar el suyo propio".
72. Tratado, § 70, p. 413. 73. Ibid., pp. 416-417.
[172J
EL ESTILO ARGUMENTATIVO DE MIGUEL ANTONIO CARO
toda religión tiene misterios que se aceptan por fe. Sin razón de autoridad
no se concibe, en suma, la sociedad humana74.
He dicho excesos porque Caro va más allá de lo razonable en el uso del argumento; el mismo argumento que sirve para creer en Constantino-pla sirve para creer en el misterio de la Eucaristía75, y no sólo "fuimos niños", sino que "continuamos siéndolo"7 :
Recordemos, mal que le pese a nuestra soberbia, que fuimos niños y que
somos niños; como lo fuimos antes y como lo somos aún77.
Esto se debe en buena parte a que nuestro saber es creencia y que hay sólo "dos clases de razones para creer" o "criterios": razones de crítica o de argumentación y razones de autoridad1 , pero ambas tienen un mismo fundamento (cimiento), la fe natural:
Cuando aceptamos una cierta proposición por razón de crítica, ¿qué es lo
que sucede? Que tenemos más fe en el procedimiento intelectual que demues
tra el principio que no en el que lo impugna. Y ¿qué sucede cuando acepta
mos un principio por razón de autoridad? Que prestamos más fe a la cien
cia del que la enseña que a la del que lo ataca. En ambos casos hay elección
entre dos cosas contrarias, y creemos en la que elegimos por razón de fe79.
Parecería que aquí estamos cerca del "acto de fe en la razón" °, pero no hay tal, porque Caro continúa su razonamiento así:
74. "En dónde está la autoridad", p. 568. Subrayados míos. Cf. también "Autoridad es razón", pp. 563 y 564.
75. "Autoridad es razón", pp. 562. 76. Ibid., p. 565. 77. Ibid., p. 564. Perelman estaría dispuesto a aceptar que la autoridad es ineludible
cada vez que nos iniciamos en un campo de saber especializado. Cf. Education et Rhé-torique, cap. iv defustice et raison, Presses Universitaires de Bruxelles, 1963, pp. 109-110.
78. "Autoridad es razón", p. 562. "En dónde está la autoridad", p. 571. 79. "Autoridad es razón", p. 562. Subrayados míos. 80. K. Popper, The Open Society and its Enemies, Routledge and Kegan, Londres,
1969, n, cap. 24, p. 231.
[1731
ADOLFO LEÓN GÓMEZ
La dificultad está en saber distinguir, pero esta dificultad existe en ambos
criterios, y si fuese motivo para desechar el de autoridad, lo sería también
para desechar el de razonamiento. Por esto los grandes filósofos o han du
dado de todo o han aceptado la autoridad a par que el razonamiento. ¿Por
qué? Porque han visto que argumento de raciocinio y argumento de autori
dad reposan sobre la misma base.
Y completa su argumento:
Así, pues, los filósofos verdaderamente grandes han sido creyentes, y por lo
mismo han sido humildes, y humildes y creyentes, han sido esencialmente
religiosos. Y han sido humildes, porque han comprendido, al aceptar am
bos criterios, el de razonamiento y el de autoridad, que el hombre no cono
ce de las cosas que cree las razones intrínsecas que están en Dios; el hombre
no conoce sino razones extrínsecas, motivos de credibilidad, señales de auto
ridad, ya en un razonamiento sobre otro razonamiento, ya en un maestro
sobre otro maestro. En este punto de vista pudiera decirse que toda razón
es de autoridad, sólo que unas veces la autoridad es en las cosas, y otras i si
veces en las personas .
Por supuesto que este pasaje no es excesivamente claro. Pero tratemos de aclararlo. Hemos dicho que los criterios de argumentación y los de autoridad tienen el mismo cimiento,
pero —agrega Caro— tienen distintas reglas: las del primero constituyen la
lógica erudita y difícil, de los hombres de letras y de ciencias, lógica al cabo
de lujo; las del segundo forman la lógica popular, instintiva, universal, ló
gica, en rigor necesaria, con que los pueblos distinguen a los enviados de
Dios de los misioneros del diablo .
Por otra parte, Caro distingue entre fe natural y fe sobrenatural:
81. "Autoridad es razón", p. 562. Subrayados míos. 82. "En dónde está la autoridad", p. 571. Cf. también p. 569. Subrayados míos.
[174]
EL ESTILO ARGUMENTATIVO DE MIGUEL ANTONIO CARO
ambas se apoyan en el argumento de autoridad, la autoridad de otros
hombres y la del mismo Dios3.
Así las cosas, parece que se nos aclara el texto anterior: los motivos de credibilidad (razones extrínsecas o señales de autoridad) son de dos órdenes: natural y sobrenatural.
Los motivos sobrenaturales parecen obvios:
Ante todo: la verdad no es signo de sí misma; la verdad está en Dios y el
hombre no ve a Dios naturalmente; la verdad se conoce por la autoridad que
la enseña 4.
¿Cuáles son sus caracteres más enérgicos?, pregunta Caro, y se responde:
A los que le preguntaron si él era verdaderamente el Mesías, no contestó
con doctas razones de argumentación, sino con hechos que comprobaban su
misión celestial, su autoridad divina. Recordó las profecías que cumplía y
mostró los milagros de amor que ejecutaba, y con estos motivos autorizó
el método de que usamos para descubrir lo que viene de Dios5.
Los motivos de credibilidad extrínsecos en el orden natural no de
ben ser distintos al de que "la verdad no es signo de sí misma", lo que nos
83. "Autoridad es razón", p. 563. 84. "En dónde está la autoridad", p. 569. Subrayados míos. La primera afirmación
es la negación de la veritas Índex sui de Spinoza, Ética, 2a parte, escolio de la proposición 43. Esta negación parece hacerse en nombre de un cartesianismo curioso, como veremos enseguida. De todas maneras, no perdamos de vista al Dios de Descartes, veraz y omnipotente: recordemos que para el filósofo francés "el ateo no está seguro de nada".
85. Ibid., p. 569. Subrayados míos. Caro continúa su desarrollo con las señales de credibilidad de los misioneros que "en esos hechos exhibe[n] las pruebas de su autoridad y demuestra[n] el derecho que tiene[n] a la credibilidad de los pueblos" (p. 570). Por supuesto que el misionero expresa su Iglesia, la que también expresa Caro en su confesión de fe: "profesamos y enseñamos cuanto la Iglesia Católica enseña y profesa, porque creemos que la Iglesia Católica reúne todos los caracteres que constituyen una autoridad legítima en materia de fe y costumbres". "Autoridad es razón", p. 566.
[175]
ADOLFO LEÓN GÓMEZ
retrotrae a la veracidad divina de que hablamos en un aparte anterior, y
sin la cual sería ininteligible este pasaje que se refiere a la tesis de Ezequiel
Rojas de que "la extensión es inherente a los cuerpos".
Dice Caro:
he aquí dos cuestiones y dos clases de razones: ia) ¿Cuál es la razón de que
los cuerpos sean extensos? 2a) ¿Cuál es la razón de creer que los cuerpos
son extensos? La primera cuestión es ultrafilosófica, la segunda de senti
do común. La primera razón, a saber, por qué son extensos los cuerpos, es
intrínseca y no la sabe el señor Rojas. Él dice que son extensos, porque la
extensión les es inherente, pero esto es lo mismo que decir porque sí. Sólo
Dios sabe por qué razón intrínseca los cuerpos son extensos. Ahora bien: ¿El
señor Rojas cree que los cuerpos son extensos? Sí, ¿por qué razón? ¿Por
razones intrínsecas? No, porque él no las sabe. Y, sin embargo, cree. ¿Por qué
razón? Porque tiene fe en que los sentidos no lo engañan, porque fía en la
autoridad de sus sentidos que le presentan a su entendimiento como extensos
los cuerpos que ve. Luego una de dos: o el señor Rojas cree en la extensión
de los cuerpos sin razón ninguna para creer, o cree por razón de autoridad.
Filósofos ha habido que han dudado de la competencia o sea de la autori
dad de los sentidos, testigos que acreditan dicha extensión .
4. El argumento por la regresión al infinito
La regresión al infinito —regressio ad infinitum— es un argumento refu
tatorio que deriva su fuerza de la petición de principio, pues consiste en
acusar al adversario de que para justificar su tesis o definir sus términos,
debe emplear principios que, si bien no son idénticos, son de la misma
naturaleza que la tesis o términos propuestos, y así indefinidamente, lo
que hace que nunca se justifique la tesis o se definan los términos 7.
El empleo de este argumento se remonta a Platón, pero sólo Aristó
teles ha hecho un uso sistemático, y es precisamente él quien ha hecho las
86. "Razón de autoridad", pp. 573-574. Subrayados míos, con excepción de "porque sí" y "razón ninguna", que son de Caro.
87'. Argumentos y falacias, p. 29.
[176]
EL ESTILO ARGUMENTATIVO DE MIGUEL ANTONIO CARO
afirmaciones fundamentales de que no se puede definir todo, ni demos
trar todo, so pena de caer en una regresión infinita.
Pe rdman y Olbrechts, al introducir la teoría de la argumentación
como complemento de la prueba lógica, reconocen que la justificación es
de orden práctico pero que el dictum argumentativo sigue valiendo en
este orden;
querer justificar todo —dice Perelman— es una empresa insensata, ya
que es irrealizable porque conduce a una regresión infinita .
Caro, al criticar la lógica de De Tracy, y la injusta crítica de éste a
Aristóteles, recuerda que "... a mayor o menor distancia, el sustentante
llega al cabo a presentar ciertas premisas que son indemostrables, no sólo
en concepto de Aristóteles, sino por la naturaleza misma de las cosas" 9.
Pero más adelante propasa los linderos y nos hace una nueva afirma
ción en que la imposibilidad de una regresión infinita se transforma en
creencia:
La ciencia es creyente y vosotros sois incrédulos. Las demostraciones de
la ciencia se apoyan, en último análisis, en principios indemostrables, en
axiomas, en creencias. Si toda argumentación hubiera de apoyarse en otra
demostración, y ésta en otra, tendríamos una serie infinita de demostra
ciones, lo que es absurdo. La ciencia, pues, funda sus asertos en demostra
ciones, y sus demostraciones en creencias. Este es el método científico. Voso
tros pedís la demostración de todo, vosotros queréis una serie infinita de
88. Droit, morale et philosophie, Librairie Genérale de Droit et de Jurisprudence, R. Pichón y R. Durand-Auzias, París, 1976 (2a ed.), p. 50.
89. "Informe sobre la Ideología de Tracy", p. 530. Subrayados míos. La lógica contemporánea prefiere hablar de indemostrados. Y en teoría de la argumentación hablamos naturalmente de injustificados. La curiosa afirmación final de Caro "sino por la naturaleza misma de las cosas" tiene que ver con su tesis de que la lógica es algo natural al hombre, en consecuencia, Aristóteles no inventó el silogismo (como Bacon tampoco inventó la inducción): "... ni el Estagirita fue inventor de este procedimiento, ni este procedimiento ha sido invención de nadie, sino uno de los modos como naturalmente razonan los hombres". Ibid., p. 525, cf. también pp. 527-528.
[177]
ADOLFO LEÓN GÓMEZ
demostraciones; queréis que la ciencia pierda el tiempo y haga lo imposible
demostrando lo indemostrable. Rechazando la infalibilidad de los prin
cipios y aceptando la de las demostraciones (y eso las que vosotros enten
dáis), vosotros queréis una ciencia que no existe ni puede existir. La ver
dadera ciencia vosotros no la conocéis ni aún siquiera la vislumbráis90.
III
De estos cuatro análisis de argumentos se llega a la "ley natural" (don
divino), a la "creencia" que es la fe natural, en últimas, a Dios, a veces el
cartesiano pero siempre el Dios cristiano, cuya tradición revelada nos
llega a través de la Iglesia, la Iglesia católica, cuya cabeza visible es el Papa91.
Esto es lo que hace que el auditorio universal, concepto clave de la
teoría de la argumentación que expresa el ideal del hombre razonable, en
Caro se convierta en la comunidad de los creyentes en Dios.
En el "Estudio sobre el utilitarismo" dice Caro:
Ya hemos visto cuáles son las fórmulas últimas de la irreligión científica:
la negación de Dios y, en consecuencia, la ruina de los principios y la
abdicación de la razón: Dixit insipiens: Non est Deus91.
Y en "¡Y vuelven a escribir!" repite la idea:
Del antiguo catedrático sustentante de la doctrina utilitaria, puede decirse
lo que ya se ha observado respecto de Bentham: notable conocimiento en
leyes, pero fondo filosófico, ninguno. No podría ser de otra manera, pues
el principio de utilidad es tan malo como superficial, cosas que, aunque
aparentemente contradictorias, no lo son; nada más superficial, nada me
nos científico, que la negación de Dios: "es insensato quien dice en su cora
zón: \No hayDiosl93
90. "Nuevas reflexiones", p. 621. 91. Este asunto final se ve claramente en "Católicos pero...", p. 885 y siguientes. 92. xx, Resumen y conclusión, p. 261. El editor remite a Salmos 13,1. 93. En la p. 397. Los subrayados son míos, menos la última parte del salmo, que es
de Caro. Por lo demás, Caro remite a Salmos 52,1. Las dos referencias son correctas.
[178]
EL ESTILO ARGUMENTATIVO DE MIGUEL ANTONIO CARO
Vale la pena observar un hecho significativo que Caro quizás no conocía, y es que este mismo salmo es el punto de partida de la famosísima prueba de la existencia de Dios que san Anselmo desarrolla en el Pros-logio94 y que también es la caracterización de una sociedad en que "el incrédulo es insensato".
Las consecuencias de esta toma de posición son obvias y naturales:
Fuera, pues, del catolicismo, no hay salvación. Ni se crea que esto es sólo
un anatema eclesiástico, como piensan muchos; es una severa verdad histó
rica... Es, pues, históricamente demostrable que saliendo del catolicismo
camina el alma a la perdición95.
Y en nota de pie de página, matiza:
No recae este anatema sobre los antiguos filósofos que suspiraban por la luz
que había de venir de lo alto, sino sobre los modernos que, viéndola presente,
la menosprecian y detestan. La antigua filosofía, fija la atención en los
montes de donde vendría la salud (Ps, 120,1), buscaba con los ojos del al
ma al mismo tiempo que le daba la vista de la esperanza, y al llegar a
conocer a aquél a quien ya había visto en cierto modo, postrándose lo
adoró, a manera del ciego, su figura viviente, cuya magnífica aventura
nos refiere San Juan (9, 35-38). Estos filósofos que cultivando la virtud
buscan la verdad, se sentían atraídos a ella por inspiración de Dios: NEMO
POTEST VENIRE AD ME NISI PATER TRAXERIT, ha d i c h o Jesucr is to ( Juan , 6,
44; cf. Mateo, 16,17; Lucas, 2, 27). Al contrario, los que por amor del pecado
se apartan de la verdad que los busca, lo hacen como Judas por inspiración
de Satanás: Introivit in eum Satanás (Juan, 13, 27). ¡Ohl ¡Quégrande es la
diferencia entre la esperanza y la tradición, entre el precursor y el apóstata!9 .
94. Cap. 11 que transcribe así: "dixit insipiens in corde suo: non est Deus". Obras completas de San Anselmo, BAC, Madrid, 1952,1, pp. 366 y 367.
95. "Estudio sobre el utilitarismo", xx, pp. 261-262. Subrayados míos. Obsérvese que anatema es sinónimo de excomunión.
96. Ibid., pp. 263-264. Subrayados míos. Del elogio a los filósofos antiguos que incluye en su auditorio universal, excluye Caro a Epicuro "... ei primero que tuvo el horrible honor a atreverse a negar públicamente a Dios" y "fundador de la escuela uti-
[179 J
ADOLFO LEÓN GÓMEZ
"97 Por la misma razón, "el utilitarismo es de origen satánico
es de carácter ateísta... Ya sabemos que el ateísmo consiste en negar, abso
luta o parcialmente a Dios o a la razón que lo predica, a Jesucristo, o a la
Iglesia que lo enseña. El utilitarismo más o menos explícitamente niega
todo esto9 .
Estas relaciones estrechas entre "hombre sensato" y "hombre creyente" —o al revés, "insensato" e "incrédulo"— también pueden verse en las relaciones entre filosofía, ciencia y teología (o religión).
Inicialmente pareciera que la filosofía y la ciencia tienen una autonomía en su práctica, al menos por lo que se observa en este pasaje:
En toda rama de la investigación filosófica o científica caben hipótesis diver
sas y opiniones contrarias, porque la inteligencia es limitada, porque la
sabiduría es atributo de Dios, no del hombre ni de escuela alguna, aun
que ésta sea italiana y modernísima99.
Por otra parte, la filosofía per se tiene para Caro al menos tres ventajas:
(i)... apareja la ventaja de abreviar en fórmulas elevadas los productos de la
ciencia..." (...) (2) la filosofía (es) un gimnasio en que el entendimiento
pone en ejercicio sus fuerzas y se apercibe para la sagaz apreciación de los
hechos, para el hábil manejo de la polémica y el uso elegante de recursos
oratorios, así como encerrado se acostumbra al perro a ladrarle a una piel
de venado antes de sacarlo a caza según la comparación de Horacio. (...)
Quiero decir, en suma —agrega luego—, que en la enseñanza de la filoso
fía debe siempre consagrarse alguna atención al ejercicio de la argumenta
ción, que es el arma del entendimiento. (...) Aunque las especulaciones del
litaría", ibid., p. 266, y a sus secuaces, incluido el bueno de Sancho, calificados de "puercos de la grey epicúrea". "Carta a los redactores de La Paz", p. 355.
97. "Estudio sobre el utilitarismo", xx, p. 267. 98. Ibid., p. 264. Cf. también "Bastiat y Bentham", p. 619. 99. "Aberraciones", p. 635.
EL ESTILO ARGUMENTATIVO DE MIGUEL ANTONIO CARO
filósofo, observa a este mismo propósito el escéptico Hume, estén muy lejos de
los negocios mundanos, pueden esparcirse en toda la sociedad e ir introdu
ciendo en ella un espíritu de claridad y corrección en todos los estudios y
profesiones. (...) Tercero e importantísimo resultado acarrea el estudio de
la filosofía, inspirando con altos pensamientos y generosos ejemplares el amor
de la virtud. Éste es su más saludable fruto, su más preciosa conquista.
Pero concluye todo con esta apostilla de Kempis:
¿qué te sirve, dice el libro de la Imitación, disputar altas cosas sobre la
Trinidad si no eres humilde, por donde se ofende la Trinidad? Más deseo,
añade, sentir contrición que saber definirla. Si supieses toda la Biblia a la
letra y las sentencias de todos los filósofos, ¿qué te aprovechará todo sin
caridad y gracia de Dios?1 .
Este cambio de registro se debe a que no hay tal independencia, pues:
En general, toda razón científica es buena, muy buena, subordinada al prin
cipio religioso; mala, muy mala, independiente, o subordinada al error101.
Y, por otra parte,
Desde que la filosofía ha intentado divorciarse de la religión, más enso
berbece que edifica102.
Esto lo sintetiza Caro muy bien en un párrafo que condensa a la
perfección su pensamiento:
Los estudios que se comprenden bajo el título de filosofía tienen el carácter
mixto de religiosos y científicos. La filosofía es una planta que nace y crece
en el terreno de la religión y que prospera y fructifica con los abonos de la
100. "Informe sobre la Ideología de Tracy", pp. 547-549. Subrayados míos. 101. "Estudio sobre el utilitarismo", xv, p. 154. Subrayados míos. 102. "Informe sobre la Ideología de Tracy", p. 549. Subrayados míos.
Í181I
ADOLFO LEÓN GÓMEZ
ciencia o, en otros términos, la filosofía es una intermediaria entre la reli
gión y la ciencia. Quitada la religión, la filosofía no tiene principios de
dónde partir; quitada la ciencia, la filosofía no tiene hechos qué explicar
ni en qué apoyarse. Cualquiera cuestión filosófica que se presente ofrece al
atento observador ese doble carácter de religiosa y de científica. Sirvan de
ejemplo las cuestiones relativas al alma humana103.
Ésta es la filosofía cristiana104, cuya fuente, la madre de toda filosofía,
es la teología, "la ciencia de Dios", "océano que abarca y contiene todas las
ciencias, así, como Dios es el océano que contiene y abarca todas las co-»105
sas . La teología cristiana es la fuente de la filosofía cristiana porque
El conocer de antemano con toda certeza, dice Balmes, las verdades funda
mentales relativas al hombre, al mundo y a Dios, en vez de dañar a la pro
fundidad del examen filosófico la favorece; jamás entre los antiguos se
elevó la filosofía al alto grado a que ha llegado después de la aparición del 106 cristianismo... .
Ahora bien, conocer de antemano con toda certeza las verdades funda
mentales es lo que se llama tener dogmas y
... para nosotros los dogmas católicos están por encima de toda controversia
y de toda indagación humana. Ellos son verdades divinas que esparcen su
103. "La filosofía sensualista", p. 577. "Filosofía", "principios" y "hechos" son subrayados de Caro, los demás son míos. En la continuación del párrafo da a entender Caro que los principios (de la filosofía) son a priori ultra-filosóficos, esto es, teológicos, y los hechos son a posteriori ultrafilosóficos, esto es, científicos (p. 578), para concluir que: "Por esto la filosofía debe enseñarse como derivación, en parte, de la teología, en parte como complemento de las ciencias, y finalmente como vínculo armonioso de aquélla y ésta" (p. 579).
104. Ibid., p. 582. Esta expresión es recurrente en Caro, pero aquí aparece en un contexto que la precisa mucho.
105. "Estudio sobre el utilitarismo", xix, p. 246. La cita de Caro es de Donoso Cortés, Ensayo sobre el catolicismo, cap. 1, § 1.
106. "Nuevas reflexiones", p. 622.
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EL ESTILO ARGUMENTATIVO DE MIGUEL ANTONIO CARO
luz sobre muchos problemas de filosofía natural, pero que no pueden
demostrarse por ella, por lo mismo que están muy por encima de ella10/.
De allí el carácter
especial, mejor dicho, excepcional de la doctrina católica, que es palabra de
Dios, a diferencia de las otras doctrinas, que son en lo religioso, o ficcio
nes humanas o adulteraciones más o menos remotas de la verdad10 .
En consecuencia, los dogmas de fe cuya depositaría es la Iglesia están
por encima de toda indagación humana, de toda controversia. ¿Cuál será,
o mejor, cuál deberá ser la actitud del católico frente a la controversia?
Si part imos de la base de que la fe del católico es "la fe infusa (...) que
el Espíritu Santo infunde en el ánima del cristiano", que es "una gracia
especial y sobrenatural", y que es "firmeza y certidumbre infalible, porque
se funda en la pr imera verdad, que es Dios, el cual nos reveló todo lo que
creemos, con todo eso no tiene claridad ni prueba de razón"109, lo que no
impide que sea "creída y defendida por sus adherentes como una en sí
misma y la sola verdadera"110.
De estos principios nacen para el católico varias consideraciones re
lacionadas con la cuestión de la controversia religiosa111.
La pr imera consecuencia
es que el católico no debe mirarla ni con el desprecio que el idólatra ni
con la importancia que le da el protestante. No con el desprecio del uno,
porque la facultad del raciocinio es una noble facultad, es una rica dádiva
que merece nuestro respeto y que manda nuestro agradecimiento a su
107. "Ligera excursión ideológica", pp. 584-585. 108. "La fe en sus relaciones con la controversia", p. 810. Existe otra versión de este
ensayo, que tiene ligeras variantes, bajo el título "La controversia religiosa", en M. A. Caro, Artículos y discursos. Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, Bogotá, 1951, pp. 47-63-
109. Ibid., p. 811. Subrayados míos. 110. Ibid., p. 812. Subrayados míos. 111. Ibid., p. 812. Subrayados míos.
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ADOLFO LEÓN GÓMEZ
autor. No con la importancia que el segundo, ya porque la razón no es el
único don que debemos al Hacedor, ni el único medio de que se vale para
atraernos"2.
Caro insiste que para el católico
el raciocinio debe ser considerado no como objeto de creencia, sino como
medio, y no único de atraer a ella al que niega, y como medio, tampoco
único, de confirmar en ella al que vacila113.
De allí que "el sistema de propaganda" que ha de seguir el católico
deba incluir otros recursos de persuasión extradiscursivos:
La caridad, el buen ejemplo, el silencio mismo en ocasiones, son me
dios más oportunos que la disputa, para conquistar las almas114.
La segunda consecuencia es aún más ilustrativa del pensamiento de
Caro. La argumentación es útil
para preparar al adversario a esta misma fe, o para afianzar en ella al que
empieza a desviarse; mas no para descubrir la verdad, suponiéndola abso
lutamente desconocida por ambas partes; porque este sistema que no es
otro que el cartesiano, envuelve una especie de abdicación de la fe que se
trata de sostener"5.
En consecuencia, el católico
no debe, no puede sin contradicción, entrar en polémica diciendo a su
adversario: "vamos a discutir la cuestión religiosa, a ver si usted me conven-
112. Ibid., p. 815. Subrayados míos. Aquí las variantes son significativas, "idólatra" en lugar de "fanático", y "protestante" en vez de "librepensador".
113. Ibid., p. 815. 114. Ibid., p. 815. En "Jesuitas y artesanos", p. 677, Caro dice esto que es muy elo
cuente: "Hay que convencerse de este hecho: el amor es mejor argumento que el raciocinio. Una palabra de amor vale más que todas las bibliotecas del mundo. Y el mejor comprobante del amor es el sacrificio". Subrayados míos.
115. Ibid., p. 816. Subrayados míos.
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EL ESTILO ARGUMENTATIVO DE MIGUEL ANTONIO CARO
ce a mí o yo lo convenzo a usted". Y no puede usar de este lenguaje, porque
eso equivale a colocar sobre un mismo pie la creencia católica con cualquiera
otra creencia, lo cual es incompatible con el hecho que dejamos expuesto, a
saber, que nuestra creencia se apoya en la fe y se defiende con el racioci
nio, a t iempo que las demás creencias pretenden a lo sumo tener por base
el último, mas nunca la primera .
Po r c o n s i g u i e n t e ,
un buen católico no puede usar para con su adversario sino un lenguaje
semejante a éste: "Yo entro en discusión con usted para probarle que mi fe
puede defenderse con las armas de la razón, y esto para honra de Dios y
para aprovechamiento de su alma de usted. Deseo lograr impresionarle a
usted fuertemente con las armas de la razón, a fin de moverle a la fe y
predisponerle a la gracia. Mas si usted logra dejarme sin respuesta en esta
discusión, no por eso me daré por vencido; pues yo tengo el asilo de mi fe, a
donde no alcanzan los tiros del raciocinio"117.
Por esto el católico, frente a la incertidumbre y desesperanza del agnóstico o a la soberbia desmedida del librepensador, lógicamente cree, por fe intrínseca, que su doctrina procede de Dios... a pesar de cualquiera contradicción que se suscita, ya sea individual, ya social, ya departe de los sofistas, ya sea departe de los tiranos11 .
La razón es muy sencilla:
n6. Ibid., p. 816. Subrayados míos. 117. Ibid., p. 817. Más adelante, en la misma página, repite la expresión "asilo de su
fe". No está de más anotar que cuando Caro se refiere a los utilitaristas usa el mismo término, pero con calificativo descalificante: "el utilitarista que anda así contradiciéndose dentro del error, huye la contradicción cuando ésta le abre finalmente la puerta de la verdad. Admite a medias la razón; cuando ve que la razón lo arrastra hacia Dios, se vuelve azorado, a encerrarse en el mezquino asilo de aquella fórmula: "bien es placer'", Ibid., p. 812. Subrayados míos. "Estudio sobre el utilitarismo", xm, p. 123. El significado de asilo es el de amparo, protección; según el diccionario de la RAE, SU ancestro griego quiere decir sitio inviolable.
118. Ibid., p. 818. Subrayados míos.
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la sola razón no comprende a la verdad, y la verdad sigue su triunfal carrera,
y la razón va mal que le pese atada al carro providencial de la verdad. Y es
que la verdad es más grande que la razón; es anterior a la razón humana...119
Así que en la controversia le queda al católico
... la impenetrable armadura de su fe. No confundamos las batallas de los
entendimientos con la gran guerra del espíritu; del catolicismo puede de
cirse lo que alguien con menos acierto dijo de la libertad: que podrá per
der batallas, pero jamás la guerra120.
Bueno, para comenzar a concluir, ¿qué pensar de esta concepción del auditorio universal, de esta dogmática de la verdad, de esta certidumbre asilada?
Mis protocolos racionalistas que parten de la constatación de nuestra finitud solidaria del error y de la corrección del error, de la intersubjetividad de los argumentos, y de que el deseo de convencer a alguien presupone una dosis grande de modestia de parte de quien argumenta, pues que no es "palabra de Evangelio", y, sobre todo, que siempre hay que escuchar a la otra parte, deberían decir mucho con respecto a esta concepción. ¿Pero valdrá la pena decir algo? ¿Discutirla? Se da como indiscutible. Pareciera que la mejor solución fuese callar, sufrir el silencio de la excomunión.
Si ésta no es la mejor solución es porque esta convicción "atrincherante" se presenta no sólo como solución a nuestros enigmas teóricos, sino también a nuestras necesidad prácticas.
En efecto, nos dice Caro:
En toda cuestión política va envuelta una cuestión teológica121; todo legis
lador justo empieza a ejercer su poder en nombre de Dios, es decir, en
119. Ibid., p. 823. 120. Ibid., p. 824. Subrayados míos. 121."... decía Donoso Cortés, recogiendo una confesión de Proudhon". "Quia sum
fortis", p. 600.
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EL ESTILO ARGUMENTATIVO DE MIGUEL ANTONIO CARO
cumplimiento de una ley ya existente122; legislación sin moral es como
religión sin Dios123; la autoridad del maestro viene de Dios y quien la
usurpa enseñando doctrinas paganas, "usurpa una autoridad que Dios le
ha concedido"124; el orden público no puede nacer sino de la moralidad; la
moralidad no existe sin el imperio del principio religioso125; el malestar
social es una cuestión moral12 ; incluso, la miseria es una de las manifesta
ciones de falta o mala dirección de la humana actividad, y la humana
actividad es resultado del uso o abuso de la libertad. Así la cuestión econó
mica queda subordinada a la cuestión mor oí2 7 .
Siendo las cosas así, es mucho lo que queda por decir sobre esta concepción del mundo, pero eso será en otra oportunidad.
122. "Cartas al doctor Ezequiel Rojas", v, p. 387. 123. "Ensayo sobre el utilitarismo", xv, p. 153. 124. "Bastiat y Bentham", p. 613. 125. "Deberes de la prensa libre", p. 419. 126. "Jesuitas y artesanos", p. 679. 127. Ibid., p. 678.
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