Download - Tema 5 principios universales
Es un hecho constatable que, paralelamente a unagran transformación de las sociedades actuales, seestá produciendo también la deshumanización delas mismas, una de las principales causas de losgrandes problemas de la humanidad. Esto llevaaparejados una gran miseria moral y un vacío devalores éticos, que, además de ser fuente defanatismos e ignorancias, son causa también de lamiseria física, la intolerancia y el declivesocial, cultural y, finalmente, económicos.
Como se reconoce en la introducción a la carta deconstitución de la UNESCO: “puesto que las guerrasnacen en la mente de los hombres, es en la mentede los hombres donde deben erigirse los baluartesde la paz”.
Entendemos los valores éticos
como aquellos que producen un
bien moral, es decir, que
respetan, mejoran y perfeccionan
la condición humana.
Esta aspiración hacia lo mejor ha
ido desarrollando en los diversos
marcos históricos y culturales
diferentes normas morales.
Pero cuando estas normas se
desarraigan de la esencia de los
valores éticos profundos que les
dieron nacimiento, se vuelven
rígidas cual una cáscara vacía y
contrarias al fin para el que
nacieron.
El bien común ha de ser la
meta más elevada, una meta
que no anule al individuo, sino
que lo potencie, pero que no
permita que ese bien común
sea vulnerado por los
intereses individuales de unos
pocos.
No habrá paz ni justicia social
sin una ética
individual, especialmente
arraigada en el
comportamiento personal de
los responsables
sociales, políticos, económico
s, etc.
La práctica habitual de las virtudes éticas hace al hombre moral, favorece la convivencia y la justicia y dispone hacia la felicidad.
Esas virtudes éticas son, por ello, los principales soportes de una sociedad justa, libre y solidaria.
La vivencia de los valores se
refuerza con un sentido
profundo y no superficial de la
cultura.
La ignorancia, el
embrutecimiento y el
fanatismo no favorecen el
florecer de los valores éticos.
Necesitamos, una educación
y una cultura humanísticas
que refuercen y confirmen los
valores humanos y las
características que hagan
crecer lo mejor del género
humano.
Aunque son muchos
los valores que
podríamos
reconocer como
universales, resaltar
emos como punto
de partida una serie
de valores
esenciales, valores
universales, que se
pueden practicar
en cualquier
sociedad y por
cualquier persona.
Amor a la verdad y al conocimiento.
Es necesario desarrollar y vivir el amor
a la verdad y el conocimiento como
una aspiración natural más allá del
entorno cultural y religioso.
El amor a la verdad parte de la
legítima aspiración por desarrollar el
propio discernimiento y comprensión
del mundo y de uno mismo.
La honestidad y la integridad personal.
El mundo necesita que los seres
humanos vivamos con
honestidad, con coherencia con
nuestros propios principios y nuestro
sentido del bien y la justicia, esa
unidad entre
pensamiento, sentimiento y acción
que se manifiesta como sinceridad y
fortaleza moral para no dejarse
arrastrar por las oportunidades de
corrupción que se nos presentan.
Bondad y amor. La bondad y el amor son el nexo que
hace posible la concordia y la unión entre los seres. Los hombres y mujeres necesitamos fomentar esa predisposición constante hacia el bien, que se nutre del inegoísmo y busca lo mejor para los demás.
Quien posee bondad de corazón no pretende beneficios ni éxitos personales a costa del perjuicio de los demás.
La sensibilidad hacia la belleza. La sensibilidad estética despierta en el
ser humano resonancias hacia el bien, la armonía y el discernimiento. Si la ética la podemos entender como belleza interior, debemos también propiciar la belleza en lo que nos rodea. Belleza exterior e interior deben ir unidas.
Respeto por el medio ambiente y la vida en general.
El ser humano está integrado en la Naturaleza. Forma parte de su maravillosa manifestación de vida.
No podemos entender la Tierra, los mares, los árboles ni los animales como meros objetos a nuestro servicio.
Todo perjuicio que hagamos a este maravilloso sistema de la Naturaleza, además de ser un atentado contra la vida, acabará recayendo sobre nosotros.
Sentido de la vida y trascendencia
espiritual.
Ya sea desde la fe, desde la ética o
desde la filosofía, cuando el hombre
reconoce su dimensión profunda o
espiritual como parte de sí mismo, así
como una dimensión profunda en el
universo que le da sentido, llámese
Dios, Causa o Esencia, esta otorga
un sentido a la vida donde los
valores y cualidades éticas
adquieren una mayor relevancia en
nuestro propio desarrollo y el de la
humanidad.
Este motor espiritual unido a los
demás valores de
discernimiento, amor a la
verdad, compromiso social y
bondad, ha movido y puede seguir
moviendo el desarrollo de la
humanidad en todos los órdenes de
la vida, desde el progreso material
hasta el intelectual y moral.
Sentido de la justicia asentado en un gran humanismo.
Se ha definido la justicia como dar a cada cual lo que corresponde según su naturaleza y sus actos.
Entendemos que ese sentido de la justicia se expresa como equilibrio y armonía, que contempla siempre todas las necesidades de los seres humanos y la distribución equitativa de oportunidades, a la vez que respeta el derecho a progresar gracias al propio esfuerzo.
Los intereses particulares de las naciones, los intereses de partido, los intereses económicos, etc., no pueden suplantar a la verdadera justicia social promoviendo leyes que vulneren los derechos humanos y el derecho esencial al desarrollo en dignidad como persona.
No habrá justicia social sin una afirmada ética individual.
Responsabilidad y sentido del deber.
Debemos valorar la responsabilidad y el sentido del deber entendidos como expresión del individuo comprometido en desarrollar y aportar lo mejor de sí mismo, como base de su realización personal y de su servicio al bien común.
Fraternidad universal.
Creemos necesario entender el
vínculo y unidad esencial
existente entre todos los seres
humanos más allá de sus
razas, creencias y condiciones
sociales; entender la
humanidad como una gran
familia donde debe reinar la
paz, el entendimiento y la
solidaridad.
El espíritu de fraternidad se
apoya en el reconocimiento de
la dignidad de todo ser
humano, de su libertad para
elegir su vida y sus creencias en
el marco natural de respeto a
los valores universales y los
derechos humanos.
Tolerancia activa.
En este sentido, baste reflejar
las palabras recogidas en la
“declaración de principios
sobre la tolerancia” de la 28
reunión de la Conferencia
General de la UNESCO, en
París, el 25 de octubre de
1995:
“La tolerancia consiste en el
respeto, la aceptación y el
aprecio de la rica diversidad
de las culturas de nuestro
mundo, de nuestras formas
de expresión y medios de ser
humanos. La fomentan el
conocimiento, la actitud de
apertura, la comunicación y
la libertad de
pensamiento, de conciencia
y de religión.
La tolerancia consiste en la armonía
en la diferencia. No solo es un deber
moral, sino además una exigencia
política y jurídica. La tolerancia, la
virtud que hace posible la
paz, contribuye a sustituir la cultura
de guerra por la cultura de paz…
…Tolerancia no es lo mismo que
concesión, condescendencia o
indulgencia. Ante todo, la tolerancia
es una actitud activa de
reconocimiento de los derechos
humanos universales y las libertades
fundamentales de los demás. En
ningún caso puede utilizarse para
justificar el quebrantamiento de estos
valores fundamentales…
…Supone el rechazo del dogmatismo
y del absolutismo y afirma las normas
establecidas por los instrumentos
internacionales relativos a los
derechos humanos”.
Compromiso social.
Consideramos necesario un
compromiso social que sea
el natural resultado del
espíritu de fraternidad, de la
bondad y del sentido de la
justicia. El bien común es
fruto del compromiso
individual de aquellos que
hacen suyos los ideales de
progreso de la humanidad.
Los valores civilizadores
expresados en el arte, la
ciencia, la religión y la
política solo pueden ser fruto
de un esfuerzo de los
individuos por desarrollar y
poner en común lo mejor de
la humanidad. Deben
también reflejar su
aspiración hacia los altos
valores que anhelamos.
Cuando la ciencia busca la verdad y el conocimiento; la espiritualidad y la religión, la bondad y el amor; el arte, la belleza; y la política, la justicia, se puede lograr una armonía insospechada que nos conduzca a forjar sólidamente un mundo mejor.
Un mundo mejor es posible desde el esfuerzo individual inspirado por unos profundos valores universales