e an n° 14 a bordo del amtrak, un viaje puro placer

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A bordo del Amtrak, un viaje puro placer Nueva York-Montreal-Nueva York por la arquitecta Luciana Machado N° 14 año III marzo de 2014 Heydar Alliyev Centre Zaha Hadid Architects fotografía: Hufton + Crow Supongo que el viaje perfecto debe ser aquel que se planifica con un objetivo que nos gusta; donde todos los participantes ponen buena onda; se elige el medio de transporte más idóneo, y todas nuestras expectativas resultan cumplidas y en algunos casos, superadas por la realidad. Esta es la historia de un viaje así, perfecto, realizado entre Nueva York (USA) y Montreal (Canadá), en diciembre de 2013. En tren, el Amtrak, para mayores datos…

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A bordo del Amtrak, un viaje puro placerNueva York-Montreal-Nueva Yorkpor la arquitecta Luciana Machado

N° 14

año III marzo de 2014

Heydar Alliyev Centre Zaha Hadid Architectsfotografía: Hufton + Crow

Supongo que el viaje perfecto debe ser aquel que se planifica con un objetivo que nos gusta; donde todos los participantes ponen buena onda; se elige el medio de transporte más idóneo, y todas nuestras expectativas resultan cumplidas y en algunos casos, superadas por la realidad. Esta es la historia de un viaje así, perfecto, realizado entre Nueva York (USA) y Montreal (Canadá), en diciembre de 2013. En tren, el Amtrak, para mayores datos…

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A bordo del Amtrak, un viaje puro placer. Nueva York-Montreal- Nueva YorkPor la arquitecta Luciana Machado

Supongo que el viaje perfecto debe ser aquel que se planifica con un objetivo que nos gusta; donde todos los participantes ponen buena onda; se elige el medio de transporte más idóneo, y todas nuestras expectativas resultan cumplidas y en algunos casos, superadas por la realidad. Esta es la historia de un viaje así, perfecto, realizado entre Nueva York (USA) y Montreal (Canadá), en diciembre de 2013. En tren, el Amtrak, para mayores datos…

La elección del medio de transporte entre Nueva York y Montreal se hizo por descarte. La familia se concentraba en Manhattan en diciembre, con idea de emprender juntos el viaje hasta Montreal. Algunos llegaban desde Buenos Aires y también desde Quito, Ecuador. Yo vivo en Nueva York y aquí los esperaba para, juntos, viajar hasta Montreal donde mi hermana tenía fecha de parto de su último hijo prevista para el 21 de ese mes. La idea era recibir al nuevo miembro de la familia todos reunidos y pasar juntos, en esa ciudad, las fiestas de Navidad.

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A bordo del Amtrak, un viaje puro placer. Nueva York-Montreal- Nueva YorkPor la arquitecta Luciana Machado

Supongo que el viaje perfecto debe ser aquel que se planifica con un objetivo que nos gusta; donde todos los participantes ponen buena onda; se elige el medio de transporte más idóneo, y todas nuestras expectativas resultan cumplidas y en algunos casos, superadas por la realidad. Esta es la historia de un viaje así, perfecto, realizado entre Nueva York (USA) y Montreal (Canadá), en diciembre de 2013. En tren, el Amtrak, para mayores datos…

La elección del medio de transporte entre Nueva York y Montreal se hizo por descarte. La familia se concentraba en Manhattan en diciembre, con idea de emprender juntos el viaje hasta Montreal. Algunos llegaban desde Buenos Aires y también desde Quito, Ecuador. Yo vivo en Nueva York y aquí los esperaba para, juntos, viajar hasta Montreal donde mi hermana tenía fecha de parto de su último hijo prevista para el 21 de ese mes. La idea era recibir al nuevo miembro de la familia todos reunidos y pasar juntos, en esa ciudad, las fiestas de Navidad.

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Previamente al viaje, cuando ya el pronóstico auguraba un invierno muy duro (absolutamente cumplido, como vimos luego), y teniendo en cuenta que en Montreal ya estaba nevando desde noviembre, comenzamos a dudar de la intención inicial, que era hacer el trayecto en auto, como lo habíamos hecho en otras oportunidades. Pero la posibilidad cierta de vernos en medio de una tormenta de nieve en cualquier lugar del camino y perdernos el nacimiento, nos hizo desistir del auto.La otra opción que barajamos fue reservar pasajes en avión. Que también descartamos y no estuvimos desacertados ya que, para las fechas de nuestro viaje hubo demoras y cancelaciones todos los días debido a un clima inusualmente crudo, como vimos reflejado en los diarios que se encargaron de informarnos que se trataba de un “vórtice polar”, un fenómeno climático que se presenta cada un montón de años y que parecía decidido a estropearnos el viaje perfecto que con tanta minuciosidad veníamos planificando. Sobre el vórtice polar podrán encontrar información en todos los periódicos de esos días, por mi parte lo único que se me ocurría pensar era ¡¿Por qué justo ahora?!La idea de hacer el viaje en tren, en el Amtrak fue, entonces, por descarte. No se trató de una idea luminosa que prendió en nuestros espíritus sino lo que en ese momento tomamos como “y bueno, es lo que hay…” Es cierto que, como argentinos, no estamos acostumbrados a pensar en el tren cuando planificamos un viaje de placer. Si lo hacemos es porque no nos queda otra, y sabemos que en el trayecto podemos sufrir todo tipo de incomodidades.Tomada la decisión, el 10 de diciembre compré los pasajes para toda la familia. Lo hice por internet, desde la computadora del estudio en Nueva York. Me preguntaron si deseaba contratar seguro de viaje, lo que también hice. Para que comiencen a hacer cuentitas, cada pasaje regular Nueva York-Montreal-Nueva York cuesta 190 dólares, más el seguro del equipaje, optativo. Los pasajeros senior y los niños pagan una tarifa más baja.El Amtrak sale de la estación Gran Central –Penn Station, donde está el Madison Square Garden-, todos los días del año a las 8.15 absolutamente en punto, y arriba a la Gare Centrale, en el 895de la Rue de la Gauchetière, pleno centro de Montreal, ese mismo día pasadas las 19, hora de llegada no tan exacta porque como se hace inmigración en la frontera entre los dos países, si el tren viene muy completo o se presenta el caso de pasajeros con alguna irregularidad en su visa, es posible que haya alguna demora aunque no significativa.El viaje de regreso es igual, sólo que el Amtrak parte de la estación montrealense a las 9.30 y arriba a Nueva York a las 19.20. La puntualidad de las partidas es, insisto, absoluta.

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Previamente al viaje, cuando ya el pronóstico auguraba un invierno muy duro (absolutamente cumplido, como vimos luego), y teniendo en cuenta que en Montreal ya estaba nevando desde noviembre, comenzamos a dudar de la intención inicial, que era hacer el trayecto en auto, como lo habíamos hecho en otras oportunidades. Pero la posibilidad cierta de vernos en medio de una tormenta de nieve en cualquier lugar del camino y perdernos el nacimiento, nos hizo desistir del auto.La otra opción que barajamos fue reservar pasajes en avión. Que también descartamos y no estuvimos desacertados ya que, para las fechas de nuestro viaje hubo demoras y cancelaciones todos los días debido a un clima inusualmente crudo, como vimos reflejado en los diarios que se encargaron de informarnos que se trataba de un “vórtice polar”, un fenómeno climático que se presenta cada un montón de años y que parecía decidido a estropearnos el viaje perfecto que con tanta minuciosidad veníamos planificando. Sobre el vórtice polar podrán encontrar información en todos los periódicos de esos días, por mi parte lo único que se me ocurría pensar era ¡¿Por qué justo ahora?!La idea de hacer el viaje en tren, en el Amtrak fue, entonces, por descarte. No se trató de una idea luminosa que prendió en nuestros espíritus sino lo que en ese momento tomamos como “y bueno, es lo que hay…” Es cierto que, como argentinos, no estamos acostumbrados a pensar en el tren cuando planificamos un viaje de placer. Si lo hacemos es porque no nos queda otra, y sabemos que en el trayecto podemos sufrir todo tipo de incomodidades.Tomada la decisión, el 10 de diciembre compré los pasajes para toda la familia. Lo hice por internet, desde la computadora del estudio en Nueva York. Me preguntaron si deseaba contratar seguro de viaje, lo que también hice. Para que comiencen a hacer cuentitas, cada pasaje regular Nueva York-Montreal-Nueva York cuesta 190 dólares, más el seguro del equipaje, optativo. Los pasajeros senior y los niños pagan una tarifa más baja.El Amtrak sale de la estación Gran Central –Penn Station, donde está el Madison Square Garden-, todos los días del año a las 8.15 absolutamente en punto, y arriba a la Gare Centrale, en el 895de la Rue de la Gauchetière, pleno centro de Montreal, ese mismo día pasadas las 19, hora de llegada no tan exacta porque como se hace inmigración en la frontera entre los dos países, si el tren viene muy completo o se presenta el caso de pasajeros con alguna irregularidad en su visa, es posible que haya alguna demora aunque no significativa.El viaje de regreso es igual, sólo que el Amtrak parte de la estación montrealense a las 9.30 y arriba a Nueva York a las 19.20. La puntualidad de las partidas es, insisto, absoluta.

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A partir de que nos dimos cuenta que estaría bueno compartir la experiencia con los lectores de Arquinoticias comenzamos a tomar fotos, tanto del tren como de los paisajes que, a medida que avanzábamos en el recorrido, más nos atraían. Por esto, gran parte de esta descripción quedará ampliada y mejorada por las fotos. Sin embargo podemos relatarles nuestras sensaciones y opiniones, comenzando por el tren, nuestro hábitat transitorio. Muy bien mantenidos, los vagones que integran la formación –no sabemos si será siempre así, pero en los cuatro viajes que al final hicimos en él, el Amtrak nunca excedió de los seis vagones- están equipados con dos hileras de asientos dobles de cada lado del coche. Un espacio al comienzo y al final del vagón está reservado para equipajes de gran tamaño. Los de mano se ubican en estantes sobre los asientos, similares a los de las cabinas de avión. Cada vagón cuenta también con un baño equipado con inodoro con tabla, lavabo, espejo, y no falta el champú para lavarse las manos, el papel higiénico, las toallas de papel y los cubre tabla descartables. En los vagones, los asientos son similares a los del sector business de un avión: anchos e individuales, se extienden con una pieza batiente que mantiene horizontales las piernas y el respaldo se acuesta a 45 grados, generando una sensación de reposo ideal para que, quien no tenga ganas de absorber el paisaje por los ojos como yo, duerma sin problemas. Iluminación puntual para los lectores, enchufes individuales para las tablet o notebooks y mesitas rebatibles en cada asiento, componen el resto del confort, sin olvidar de mencionar la calefacción, indispensable para atravesar sanos y salvos tantos campos helados.Un vagón completo está destinado al bar y comedor. En el centro se ubica el bar, con venta de gaseosas, cerveza, vinos de California y café, y tentempiés como ensaladas, snacks de verduras frescas con salsa tipo mayonesa, sándwiches y cuánto pasatiempo masticable exista, dulce o salado. La opción, una vez que el camarero –único, vende, cobra y sirve, y tanto entiende francés como inglés- nos entrega la caja de cartón con pestañas que impiden que los vasos terminen en el piso, es volver a nuestro asiento y consumir la comida allí. O sentarnos en alguna de las mesitas fijas con asientos instaladas a lo largo del vagón bar. Esto es lo mejor para muchos pasajeros como yo que, iPad en mano aprovechamos que en ese sector del tren hay Wi-fi y nos quedamos leyendo los diarios, recibiendo mails o poniendo al tanto a quienes nos deben ir a buscar a la estación de cuánto viaje aún falta.

Estamos en viaje

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A partir de que nos dimos cuenta que estaría bueno compartir la experiencia con los lectores de Arquinoticias comenzamos a tomar fotos, tanto del tren como de los paisajes que, a medida que avanzábamos en el recorrido, más nos atraían. Por esto, gran parte de esta descripción quedará ampliada y mejorada por las fotos. Sin embargo podemos relatarles nuestras sensaciones y opiniones, comenzando por el tren, nuestro hábitat transitorio. Muy bien mantenidos, los vagones que integran la formación –no sabemos si será siempre así, pero en los cuatro viajes que al final hicimos en él, el Amtrak nunca excedió de los seis vagones- están equipados con dos hileras de asientos dobles de cada lado del coche. Un espacio al comienzo y al final del vagón está reservado para equipajes de gran tamaño. Los de mano se ubican en estantes sobre los asientos, similares a los de las cabinas de avión. Cada vagón cuenta también con un baño equipado con inodoro con tabla, lavabo, espejo, y no falta el champú para lavarse las manos, el papel higiénico, las toallas de papel y los cubre tabla descartables. En los vagones, los asientos son similares a los del sector business de un avión: anchos e individuales, se extienden con una pieza batiente que mantiene horizontales las piernas y el respaldo se acuesta a 45 grados, generando una sensación de reposo ideal para que, quien no tenga ganas de absorber el paisaje por los ojos como yo, duerma sin problemas. Iluminación puntual para los lectores, enchufes individuales para las tablet o notebooks y mesitas rebatibles en cada asiento, componen el resto del confort, sin olvidar de mencionar la calefacción, indispensable para atravesar sanos y salvos tantos campos helados.Un vagón completo está destinado al bar y comedor. En el centro se ubica el bar, con venta de gaseosas, cerveza, vinos de California y café, y tentempiés como ensaladas, snacks de verduras frescas con salsa tipo mayonesa, sándwiches y cuánto pasatiempo masticable exista, dulce o salado. La opción, una vez que el camarero –único, vende, cobra y sirve, y tanto entiende francés como inglés- nos entrega la caja de cartón con pestañas que impiden que los vasos terminen en el piso, es volver a nuestro asiento y consumir la comida allí. O sentarnos en alguna de las mesitas fijas con asientos instaladas a lo largo del vagón bar. Esto es lo mejor para muchos pasajeros como yo que, iPad en mano aprovechamos que en ese sector del tren hay Wi-fi y nos quedamos leyendo los diarios, recibiendo mails o poniendo al tanto a quienes nos deben ir a buscar a la estación de cuánto viaje aún falta.

Estamos en viaje

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Todo muy bien, dirán ustedes, pero se trata de entrar a otro país, y ya sabemos que los trámites son inevitables. En este caso, la inmigración se hace sentaditos en el mismo asiento del tren. Pero comencemos por el principio.Para entrar a Canadá en el Amtrak necesitamos los mismos documentos que si entráramos por otra vía: pasaporte del país de origen con visa válida otorgada por la embajada de Canadá, y el pasaje del tren, que deberá mostrarse antes de subir y luego ya ubicados en el asiento, donde es leído por un escáner manual. Al subir al tren un agente de inmigración entrega un formulario, redactado en francés y en inglés, similar al que se llena cuando se viaje por avión, que deberá estar debidamente completado cuando le sea requerido. Simple y sencillo, sólo preguntan nombre, número de pasaporte, motivos del viaje, y si está llevando algo “prohibido” como alimentos, alcohol o animales. En la parada Rouses Point, ubicada justo en la línea divisoria entre Estados Unidos y Canadá, el bar del tren se cierra y los pasajeros son invitados a quedarse sentados en sus asientos, incluso sin utilizar los baños. Suben las autoridades de inmigración que recorren asiento por asiento recibiendo el formulario que cada pasajero ya llenó y, al menos en nuestro caso, sólo nos preguntaron cuánto tiempo nos quedaríamos en Montreal. Es cierto que hubo personas que tuvieron alguna dificultad ya que llevaban demasiado equipaje para los dos días que declaraban se quedarían en el destino o alguna contradicción entre lo que decían y lo que habían llenado en el formulario. Pero nadie se quedó en Rouses Point… Y luego de una larga media hora los agentes terminaron su control y seguimos viaje.La recomendación, entonces, es tener a mano el pasaje impreso o electrónico del Amtrak, el pasaporte con visa y el formulario de inmigración completado. Y no tener ningún “pecado” que esconder en el equipaje (aunque no vi revisárselo a nadie), además de algo de paciencia para quedarse sentado mientras el trámite finaliza en todo el tren.

Los tramites

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Todo muy bien, dirán ustedes, pero se trata de entrar a otro país, y ya sabemos que los trámites son inevitables. En este caso, la inmigración se hace sentaditos en el mismo asiento del tren. Pero comencemos por el principio.Para entrar a Canadá en el Amtrak necesitamos los mismos documentos que si entráramos por otra vía: pasaporte del país de origen con visa válida otorgada por la embajada de Canadá, y el pasaje del tren, que deberá mostrarse antes de subir y luego ya ubicados en el asiento, donde es leído por un escáner manual. Al subir al tren un agente de inmigración entrega un formulario, redactado en francés y en inglés, similar al que se llena cuando se viaje por avión, que deberá estar debidamente completado cuando le sea requerido. Simple y sencillo, sólo preguntan nombre, número de pasaporte, motivos del viaje, y si está llevando algo “prohibido” como alimentos, alcohol o animales. En la parada Rouses Point, ubicada justo en la línea divisoria entre Estados Unidos y Canadá, el bar del tren se cierra y los pasajeros son invitados a quedarse sentados en sus asientos, incluso sin utilizar los baños. Suben las autoridades de inmigración que recorren asiento por asiento recibiendo el formulario que cada pasajero ya llenó y, al menos en nuestro caso, sólo nos preguntaron cuánto tiempo nos quedaríamos en Montreal. Es cierto que hubo personas que tuvieron alguna dificultad ya que llevaban demasiado equipaje para los dos días que declaraban se quedarían en el destino o alguna contradicción entre lo que decían y lo que habían llenado en el formulario. Pero nadie se quedó en Rouses Point… Y luego de una larga media hora los agentes terminaron su control y seguimos viaje.La recomendación, entonces, es tener a mano el pasaje impreso o electrónico del Amtrak, el pasaporte con visa y el formulario de inmigración completado. Y no tener ningún “pecado” que esconder en el equipaje (aunque no vi revisárselo a nadie), además de algo de paciencia para quedarse sentado mientras el trámite finaliza en todo el tren.

Los tramites

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Desde que abordamos el tren y nos sentamos -olvidé decir que los asientos no están asignados, de manera que estar media horita antes para no subir últimos y quedarnos sin ventanilla está bueno- en la Penn Station de Nueva York, las estaciones a lo largo del trayecto son: Yonkers, Croton-Harmon, Poughkeepsie, Hudson, Albany, Schenectady, Saratoga, Fort Eduard, Whitehall, Fair Haven, Ticonderoga, Port Henry, Westport, Port Kent y Plattsburgh, de los Estados Unidos, y Rouses Point, Saint Lambert y Montreal, de Canadá, aunque no se detiene en todas ellas.En el caso de quienes toman el Amtrak para hacer Nueva York-Toronto, el trayecto es el mismo hasta Schenectady, y allí se abre totalmente avanzando hacia el Oeste a través de las estaciones Amsterdam, Utica, Rome, Syracuse, Rochester, Buffalo y Niagara Falls, donde se hace inmigración, continuando luego hasta Toronto, Canadá. Así es hablando de los recorridos hacia Canadá, porque el Amtrak tiene rutas de trenes hacia más de 500 destinos en 46 estados de la Unión.

Esto es lo formal, la enumeración de los lugares por los que atraviesa la trocha del tren a diferentes velocidades, según el tramo, cortando campos casi despoblados o atravesando áreas urbanas, incluso algunas con barreras a nivel de las rutas. Todas muy señalizadas, mantenidas y con faroles rojos colgando por todos lados, pero barreras a nivel al fin.La parte informal o sensorial es la que cada uno de ustedes deberá comprobar personalmente cuando hagan el viaje. Sólo puedo transmitirles mis sensaciones, si soy capaz de darles forma con palabras.Imaginen, en diciembre, una extensión de 535 kilómetros casi totalmente nevada. Bosques encantados con pinos enormes con sus ramas cargadas de nieve, lagos completamente helados sobre los que vemos a lo lejos motas de colores que al acercarnos son pequeñas carpas de pescadores que extraen sus piezas del agua debajo del hielo calado.

El trayecto

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Desde que abordamos el tren y nos sentamos -olvidé decir que los asientos no están asignados, de manera que estar media horita antes para no subir últimos y quedarnos sin ventanilla está bueno- en la Penn Station de Nueva York, las estaciones a lo largo del trayecto son: Yonkers, Croton-Harmon, Poughkeepsie, Hudson, Albany, Schenectady, Saratoga, Fort Eduard, Whitehall, Fair Haven, Ticonderoga, Port Henry, Westport, Port Kent y Plattsburgh, de los Estados Unidos, y Rouses Point, Saint Lambert y Montreal, de Canadá, aunque no se detiene en todas ellas.En el caso de quienes toman el Amtrak para hacer Nueva York-Toronto, el trayecto es el mismo hasta Schenectady, y allí se abre totalmente avanzando hacia el Oeste a través de las estaciones Amsterdam, Utica, Rome, Syracuse, Rochester, Buffalo y Niagara Falls, donde se hace inmigración, continuando luego hasta Toronto, Canadá. Así es hablando de los recorridos hacia Canadá, porque el Amtrak tiene rutas de trenes hacia más de 500 destinos en 46 estados de la Unión.

Esto es lo formal, la enumeración de los lugares por los que atraviesa la trocha del tren a diferentes velocidades, según el tramo, cortando campos casi despoblados o atravesando áreas urbanas, incluso algunas con barreras a nivel de las rutas. Todas muy señalizadas, mantenidas y con faroles rojos colgando por todos lados, pero barreras a nivel al fin.La parte informal o sensorial es la que cada uno de ustedes deberá comprobar personalmente cuando hagan el viaje. Sólo puedo transmitirles mis sensaciones, si soy capaz de darles forma con palabras.Imaginen, en diciembre, una extensión de 535 kilómetros casi totalmente nevada. Bosques encantados con pinos enormes con sus ramas cargadas de nieve, lagos completamente helados sobre los que vemos a lo lejos motas de colores que al acercarnos son pequeñas carpas de pescadores que extraen sus piezas del agua debajo del hielo calado.

El trayecto

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El recorrido atraviesa la zona de viñedos de Hudson Valley, aunque los colores de las plantaciones no se aprecian en invierno, en cambio vemos las mil formas del paisaje, ahora blanco, estremecedoramente estático.Los techos de las viviendas rurales que se ven desde el tren, cubiertos totalmente de nieve algodonosa, las hace parecer casitas de cuento, iluminadas por las luces de colores que iluminan los pinos navideños, cubiertos de nieve real, no de algodón, como la que poníamos en nuestros arbolitos porteños…Atravesamos poblados y zonas rurales, con viviendas espaciadas y todas acompañadas por el típico granero de techos en pendiente. También, increíbles casas estilo colonial, con muros hechos con siding de madera, torreta, acceso por una galería elevada que se extiende a ambos lados de la puerta principal, y muchas molduras. En las zonas urbanas vemos viviendas actuales preparadas para la nieve, que incorporan unas estructuras parecidas a gazebos que cubren los vehículos y protegen las puertas de las viviendas para evitar que la nieve los tape. Luego, cuando

llega la primavera esas estructuras se retiran y guardan hasta el próximo invierno.Las estaciones, aún las de poblados más importantes, como Saratoga o Albany, tienen algo del viejo estilo rural, con edificios de ladrillos y andenes semicubiertos con empleados uniformados.El tren, una tras otra, va dejando atrás las estaciones. El suave andar nos va adormeciendo, en una ensoñación que nos aleja del interior del vagón para entrar en las imágenes que nos presenta el paisaje, ahora lacustre, antes rural, y ya pronto urbano pues estamos entrando a la hermosa Montreal. Oficialmente de habla francesa; el inglés es también lengua corriente allí. Nos esperan días de familia y más nieve. Una fórmula perfecta para una Navidad tan largamente saboreada.

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El recorrido atraviesa la zona de viñedos de Hudson Valley, aunque los colores de las plantaciones no se aprecian en invierno, en cambio vemos las mil formas del paisaje, ahora blanco, estremecedoramente estático.Los techos de las viviendas rurales que se ven desde el tren, cubiertos totalmente de nieve algodonosa, las hace parecer casitas de cuento, iluminadas por las luces de colores que iluminan los pinos navideños, cubiertos de nieve real, no de algodón, como la que poníamos en nuestros arbolitos porteños…Atravesamos poblados y zonas rurales, con viviendas espaciadas y todas acompañadas por el típico granero de techos en pendiente. También, increíbles casas estilo colonial, con muros hechos con siding de madera, torreta, acceso por una galería elevada que se extiende a ambos lados de la puerta principal, y muchas molduras. En las zonas urbanas vemos viviendas actuales preparadas para la nieve, que incorporan unas estructuras parecidas a gazebos que cubren los vehículos y protegen las puertas de las viviendas para evitar que la nieve los tape. Luego, cuando

llega la primavera esas estructuras se retiran y guardan hasta el próximo invierno.Las estaciones, aún las de poblados más importantes, como Saratoga o Albany, tienen algo del viejo estilo rural, con edificios de ladrillos y andenes semicubiertos con empleados uniformados.El tren, una tras otra, va dejando atrás las estaciones. El suave andar nos va adormeciendo, en una ensoñación que nos aleja del interior del vagón para entrar en las imágenes que nos presenta el paisaje, ahora lacustre, antes rural, y ya pronto urbano pues estamos entrando a la hermosa Montreal. Oficialmente de habla francesa; el inglés es también lengua corriente allí. Nos esperan días de familia y más nieve. Una fórmula perfecta para una Navidad tan largamente saboreada.

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año 3 - numero 14- marzo de 2014