el celibato

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UN CAMINO DE SANTIDAD EN LA IGLESIA Sábado, 17 de mayo de 2014 Inicio La Vocación Documentos Preguntas frecuentes Enlaces Créditos Contacto La ley del celibato sacerdotal en la Iglesia Latina. Compendio histórico P. Christian Cochini, sj. Para hacerse una idea concreta del celibato sacerdotal en los orígenes de la Iglesia, sería necesario poder entrevistar a algunas de las grandes figuras de sacerdotes o de obispos casados de los primeros siglos y preguntarles a ellos cómo han vivido su matrimonio después de la ordenación. Un Félix III, por ejemplo, Papa del 483 al 492, esposo de una cierta Petronia, de la cual había tenido al menos dos hijos, y que tendrá por bisnieto al ilustre Gregorio el Grande. O más aún, al Papa Ormisdas, en el siglo VI, cuyo hijo Silverio se convertirá, a su vez, en sucesor del trono de Pedro. Entre los obispos, Gregorio el Iluminador, primer catholicos armeno (+ ca. 328), que, casándose cuando era joven, había tenido dos hijos: el menor Aristakes, que le sucederá inmediatamente, y el mayor Verthanes, que, sucediendo al menor, será el tercer catholicos de la dinastía gregoriana. En Galia un Eucherio de Lión (+ ca. 449), esposo de Galla y padre de dos futuros obispos, Salonio de Ginebra y Verano de Vence. En Italia san Paulino de Nola (+ 431), que de su esposa Terasia había tenido un hijo fallecido a temprana edad. Y en Irlanda, un sacerdote de nombre Potitus, que la historia habría olvidado hace ya mucho tiempo si no hubiese sido el abuelo de san Patricio. Sería larga la lista de todos aquellos cuyo testimonio habría sido muy útil para revelarnos como fueron las cosas y el por qué. En los orígenes de la ley Pero si es imposible interrogar las voces que ahora callan, tenemos en cambio, un cierto número de textos que nos informan de manera clara. A partir del siglo IV, en efecto, una legislación escrita toma nota de dos obligaciones complementarias: no sólo el matrimonio está prohibido después de la admisión a los grados superiores del clericato, sino el mismo uso del matrimonio está prohibido a los miembros del clero superior que podían haber estado casados antes de su ordenación. Para facilitar tal distinción con una

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Celibato

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  • UN CAMINO DE SANTIDAD EN LA IGLESIA Sbado, 17 de mayo de 2014

    Inicio La Vocacin Documentos Preguntas frecuentes Enlaces Crditos Contacto

    La ley del celibato sacerdotal en la Iglesia Latina. Compendio histrico

    P. Christian Cochini, sj.

    Para hacerse una idea concreta del celibato sacerdotal en los orgenes de la Iglesia, sera

    necesario poder entrevistar a algunas de las grandes figuras de sacerdotes o de obispos

    casados de los primeros siglos y preguntarles a ellos cmo han vivido su matrimonio

    despus de la ordenacin. Un Flix III, por ejemplo, Papa del 483 al 492, esposo de una

    cierta Petronia, de la cual haba tenido al menos dos hijos, y que tendr por bisnieto al

    ilustre Gregorio el Grande. O ms an, al Papa Ormisdas, en el siglo VI, cuyo hijo

    Silverio se convertir, a su vez, en sucesor del trono de Pedro. Entre los obispos,

    Gregorio el Iluminador, primer catholicos armeno (+ ca. 328), que, casndose cuando

    era joven, haba tenido dos hijos: el menor Aristakes, que le suceder inmediatamente, y

    el mayor Verthanes, que, sucediendo al menor, ser el tercer catholicos de la dinasta

    gregoriana. En Galia un Eucherio de Lin (+ ca. 449), esposo de Galla y padre de dos

    futuros obispos, Salonio de Ginebra y Verano de Vence. En Italia san Paulino de Nola

    (+ 431), que de su esposa Terasia haba tenido un hijo fallecido a temprana edad. Y en

    Irlanda, un sacerdote de nombre Potitus, que la historia habra olvidado hace ya mucho

    tiempo si no hubiese sido el abuelo de san Patricio. Sera larga la lista de todos aquellos

    cuyo testimonio habra sido muy til para revelarnos como fueron las cosas y el por

    qu.

    En los orgenes de la ley

    Pero si es imposible interrogar las voces que ahora callan, tenemos en cambio, un cierto

    nmero de textos que nos informan de manera clara. A partir del siglo IV, en efecto, una

    legislacin escrita toma nota de dos obligaciones complementarias: no slo el

    matrimonio est prohibido despus de la admisin a los grados superiores del clericato,

    sino el mismo uso del matrimonio est prohibido a los miembros del clero superior que

    podan haber estado casados antes de su ordenacin. Para facilitar tal distincin con una

  • terminologa apropiada, convengamos en llamar a la primera de estas obligaciones ""ley

    del celibato en sentido estricto" y a la segunda ""ley del celibato-continencia".

    Se sabe bien que, en orden de tiempo, el primero de los concilios de la Iglesia universal

    en exigir la continencia perfecta de los clrigos casados, es el Concilio de Elvira, al

    inicio del siglo IV, del cual el Papa Po XI dir un da que l presupone una prehistoria

    y "no hace otra cosa que reforzar y unirse a una cierta exigencia, por as decirlo, que

    tiene su origen en el Evangelio y en la predicacin de los Apstoles". Regresaremos

    sobre el tema.

    En primer lugar, ser conveniente tomar conocimiento de los numerosos documentos

    pblicos que, desde aquella poca, hacen remontarse la disciplina del "celibato-

    continencia" a los tiempos apostlicos. En orden cronolgico stos son:

    La decretal Directa, del 10 de febrero de 385, enviada por el Papa Siricio al

    obispo espaol Himerio, Metropolita del rea de Tarragona.

    La decretal Cum in unum, enviada por Siricio a los episcopados de diversas

    provincias para comunicarles las decisiones tornadas en enero de 386 en Roma

    por un Concilio de 80 obispos.

    La decretal Dominas inter, en respuesta a algunas preguntas de los obispos de

    Galia.

    El canon 2 del Concilio celebrado en Cartago, en junio de 390.

    La decretal Directa es una respuesta del Papa Siricio a una consulta hecha a su

    predecesor Dmaso por el obispo espaol Himerio acerca de la continencia de los

    clrigos. A las noticias dolorosas que le llegaban desde Espaa acerca del estado del

    clero, el jefe de la Iglesia reacciona con un llamado al deber de la continencia perfecta,

    cuyo principio est contenido en el Evangelio de Cristo, y aade: .,Es por la ley

    indisoluble de estas decisiones que todos nosotros, sacerdotes y diconos, nos

    encontramos atados desde el da de nuestra ordenacin (y obligados) a poner nuestro

    corazn y nuestro cuerpo al servicio de la sobriedad y de la pureza ...".

    Un ao despus, en 386, Siricio enva a diversos episcopados la decretal Cuni in ununt

    para comunicarles las decisiones tomadas en Roma por un Concilio de 80 obispos. El

    documento insiste sobre la fidelidad a las tradiciones procedentes de los Apstoles, ya

    que ""no se trata de ordenar nuevos preceptos, sino de hacer observar aquellos que a

    causa de la apata y de la indolencia de algunos han sido descuidados, Entre estas

    diversas cosas "establecidas por una constitucin apostlica y por una constitucin de

    padres" se encuentra tambin la obligacin a la continencia para los clrigos superiores.

    Una tercera decretal -la Dominus inter- es una respuesta de Siricio (o quiz de Dmaso)

    a una serie de preguntas enviadas por los obispos de Galia. El Papa anuncia ante todo

    que retomar en orden las preguntas hechas haciendo conocer las tradiciones" (singulis

    itaque propositionibus sito ordine reddendae sunt traditiones) y en este contexto habla

    tambin de los obispos, de los sacerdotes y de los diconos, respecto a los cuales dice

    expresamente: "No slo nosotros, sino tambin la Escritura divina hacen del ser casto

    una obligacin".

    Estas tres decretales son de una importancia fundamental para la historia de los orgenes

    del celibato de los clrigos. Ellas presuponen como cosa normal y legtima, la

  • ordenacin de numerosos hombres casados. Estos ltimos, a partir del diaconado, no

    estn menos obligados a la continencia perfecta con sus esposas, en caso que ellas estn

    todava en este mundo, y la infraccin a esta disciplina, frecuente en aquel tiempo en

    algunas provincias lejanas de Roma, como Espaa y Galia, se censura en cuanto

    contraria a la tradicin apostlica. Los impugnadores de estas regiones invocan el

    Antiguo Testamento como apoyo a su causa, pero la continencia temporal de los levitas

    de Israel prueba que a fortiori los sacerdotes de la Nueva Alianza deben observar una

    continencia perpetua. Una. objecin sacada de la carta de san Pablo les parece decisiva a

    algunos: acaso el Apstol no ha solicitado que el obispo, el presbtero o el dicono sea

    "el hombre de una sola mujer" (unius uxoris vir) autorizando de tal modo la eleccin de

    candidatos casados? Sin duda, responde Siricio, pero esta consigna ha sido dada propter

    continentiam .futuram, en vista de la continencia que estos hombres casa dos deban

    haber practicado desde el da de su ordenacin. Si ellos deben ser los hombres de una

    sola mujer, es porque la experiencia de fidelidad a la propia esposa representa una

    garanta de castidad para el futuro. Esta exgesis de 1Tim 3,2 y Tt 1,6 se olvida

    generalmente en nuestros das; ella es, sin embargo, una piedra angular de la

    argumentacin de Siricio y de numerosos escritores patrsticos para fundamentar la

    disciplina del "celibato-continencia" con las Escrituras.

    Si se quiere apreciar adecuadamente la importancia de estas tres decretales, no hay que

    olvidar que la Iglesia de Roma ha gozado muy pronto de una posicin absolutamente

    nica como testigo de la Tradicin procedente de los Apstoles. San Ireneo lo ha

    expresado con una frmula inolvidable: "Con esta Iglesia, en consideracin de su origen

    excelente, debe necesariamente concordar toda la Iglesia, vale decir, los fieles de todo

    lugar; en ella, a beneficio de esta gente de todo lugar, ha sido siempre conservada la

    Tradicin que viene de los Apstoles". Admitir esta posicin privilegiada de la Sede

    "apostlica", significa al mismo tiempo reconocer que los Pontfices romanos de fines

    del siglo IV se han hecho garantes en nombre de toda la Iglesia de una tradicin de

    "celibato-continencia" para el clero superior que se remonta a los Apstoles, y han

    conservado en esta afirmacin toda su credibilidad.

    Las cartas decretales que apenas hemos visto no son de ningn modo los nicos

    documentos que atestiguan la antigedad de la continencia perfecta de los clrigos

    casados. En la misma poca, el 16 de junio de 390, un Concilio en Cartago votaba un

    canon con el texto siguiente:

    Epigone, obispo de Bulla la Real dice: "En un Concilio precedente, se ha discutido

    acerca de la regla de la continencia y de la castidad. Que se enteren pues (ahora) con

    ms energa los tres rdenes que, en virtud de su consagracin, estn vinculados por la

    misma obligacin a la castidad, quiero decir, el obispo, el sacerdote y el dicono, y que

    se les ensee a ellos a conservar la pureza".

    El obispo Genethlius dice: "Como habamos dicho anteriormente, es oportuno que los

    santos obispos y sacerdotes de Dios, as como los levitas, o sea aquellos que estn al

    servicio de los sacramentos divinos, observen continencia perfecta, a fin de poder

    obtener con toda naturalidad aquello que ellos piden a Dios; aquello que ensearon los

    Apstoles y aquello que la misma antigedad ha observado, veamos nosotros mismos el

    modo de atenernos a ello".

  • En unanimidad, los obispos han declarado: "Se ha admitido con agrado el hecho que el

    obispo, el sacerdote y el dicono, guardianes de la pureza, se abstengan de sus esposas,

    a fin de que aquellos que estn al servicio del altar conserven una castidad perfecta".

    Este canon confirma indirectamente, a su vez, la presencia de numerosos hombres

    casados en las filas del clero. Los sujetos de la ley son los diconos, los sacerdotes y los

    obispos, a saber, los miembros de las tres rdenes superiores del clericato a las cuales se

    accede mediante consagraciones. Estas ltimas colocan al hombre aparte, para el

    desarrollo de las funciones que conciernen a lo divino. El servicio de la eucarista es

    aqu el fundamento especfico de la continencia exigida a los ministros. A esto se aade

    un segundo motivo que evidencia la finalidad de la obligacin: "A fin de que puedan

    obtener con toda naturalidad aquello que ellos piden a Dios" (quo possint simpliciter

    quod a Deo postulant impetrare). Aquel que est al servicio de los misterios cristianos

    es un mediador entre Dios y los hombres y, en cuanto tal, debe asegurarse las

    condiciones necesarias para una oracin de intercesin eficaz. Sin la castidad el ministro

    estara privado de una cualidad esencial en el momento de presentar a Dios el pedido de

    sus hermanos y se privara en cierto sentido de la libertad de palabra. Con ella, en

    cambio, entra en relaciones muy "sencillas" con el Seor, relaciones que son una

    garanta de que su pedido sea escuchado. El mejor comentario sobre este canon lo ha

    hecho el gran canonista bizantino del siglo XII, Juan Zonaras: "Estos son, en efecto,

    intercesores entre Dios y los hombres, que, instaurando un vnculo entre la divinidad y

    el resto de los fieles, piden para todo el mundo la salvacin y la paz. Por eso, si ellos se

    ejercitan, como dice el canon, en la prctica de todas las virtudes y dialogan as con toda

    confianza con Dios, obtendrn sin dificultad aquello que han pedido. Pero si estos

    mismos hombres se privan, por su culpa, de la libertad de palabra, en qu modo podrn

    desvincularse de su oficio de intercesores por los otros?" .

    Es importante esta motivacin teolgica inspirada directamente en la carta a los

    Hebreos, que ve en el ministro de la eucarista un mediador al servicio de los hombres,

    llamado en cuanto tal a una santidad de vida caracterizada por la castidad perfecta. Ella

    coloca en una perspectiva adecuada las otras razones adoptadas en aquella poca para

    justificar el celibato-continencia y en modo particular la "pureza" requerida a aquellos

    que estn al servicio del altar, servicio que consiste particularmente en el ejercicio

    privilegiado de la mediacin sacerdotal .

    Por esta clara referencia a "aquello que enseaban los Apstoles y [a] aquello que la

    antigedad misma ha observado, el Concilio de Cartago tiene un gran peso en la historia

    de los orgenes del celibato sacerdotal. Que no se trata aqu de una afirmacin hecha a la

    ligera, de una especie de estereotipo mediante el cual los africanos habran querido

    revestir una ley difcil de una falsa autoridad, es prueba suficiente la fidelidad del frica

    cristiana a sus tradiciones y a la Tradicin universal de la Iglesia. El caso de Apiario de

    Sicca, en particular, es esclarecedor. Este sacerdote de la provincia proconsular,

    excomulgado por su obispo, fue rehabilitado por el Papa Zsimo que haba hecho valer

    a su favor supuestos cnones del Concilio de Nicea. Los obispos africanos que posean

    en sus archivos las actas autnticas del primer Concilio ecumnico, impugnaron por no

    haber encontrado all aquellas decisiones que se queran contraponer a las suyas. Por

    otro lado, ellos buscaron en Alejandra y en Constantinopla otros verissima exemplaria

    del Concilio de Nicea, que confirmaban los suyos. Se descubri finalmente que los

    cnones controvertidos invocados por Roma no eran de Nicea, sino de un Concilio

    particular que se desarroll en Srdica, y el Papa dio la razn a los africanos. No se

  • puede encontrar un ejemplo ms grande de fidelidad a la Tradicin que aquel que la

    Iglesia de frica ha ofrecido en esta ocasin. Afirmar una cosa contraria a la autoridad

    incontestable del Concilio de Nicea es totalmente impensable de parte de ellos. Al

    declarar que la disciplina del "celibato-continencia" se remonta a los Apstoles, no se

    contentaron con avalar las cartas romanas, sino garantizaron en nombre de su propia

    tradicin, en completo acuerdo con los cnones de Nicea, que tal era precisamente la

    realidad de la historia.

    No slo los pocos Padres reunidos en Cartago en 390, sino la totalidad del episcopado

    africano, hasta la invasin musulmana del siglo VII admiten esta conviccin. Y es as

    que en mayo de 419, un Concilio general de la Iglesia africana en el cual participaron

    217 obispos (entre ellos san Agustn), promulg nuevamente el canon que hemos ledo,

    al cual fue dada la aprobacin oficial de Roma por intermedio del delegado Faustino.

    Se explica as como el decreto de Cartago, en el curso de la historia, ha servido de

    referencia en varias ocasiones, para verificar o consolidar el vnculo tradicional del

    celibatoo con la "enseanza de los Apstoles". Los primeros en recurrir a l

    oficialmente fueron los Padres bizantinos del Concilio Quinisexto en Trullo de 692, del

    cual volveremos a hablar pronto. En el siglo XI, los promotores de la reforma

    gregoriana retomaron ms de una vez un argumento histrico que ellos juzgan

    fundamental.

    San Raimundo de Peafort, el autor de los Decretal di Gregorio IX, en el siglo XIII, est

    tambin convencido del origen apostlico del celibato, especialmente por el canon de

    Cartago.

    En el Concilio de Trento, los expertos de la comisin teolgica encargada de estudiar

    las tesis luteranas sobre el matrimonio de los clrigos lo introdujeron en sus informes.

    Po IV, por su lado, piensa no poder hacer mejor cosa que citarlo para explicar a los

    prncipes alemanes su rechazo a renunciar a la ley del celibato. En seguida, numerosos

    telogos e historiadores del periodo post-tridentino lo mencionan en sus estudios . En el

    "siglo de las luces" el jesuita F.A. Zaccaria, basa entre otros, tambin sobre este texto

    una investigacin profunda que se remonta al origen apostlico del celibato de los

    clrigos . Lo mismo hace el continuador del P. Bollando de Amberes Jean Stiltinck .

    Agustn de Roskovany y Gustavo Bickell, en el siglo XI, recurrirn en su oportunidad al

    documento africano del ao 390 para sostener las mismas conclusiones . Todos estn

    ntimamente persuadidos que sea legtimo y necesario pasar por Cartago para proceder

    son seguridad en la bsqueda histrica del origen de la disciplina del celibato sacerdotal.

    Y veremos tambin a Po XI, en los tiempos modernos, hacernos todava una autorizada

    referencia en la Encclica Ad catholici sacerdotii fastigium, del 20 de diciembre de

    1935.

    En esta ptica se puede comprender mejor por qu Po XI, precisamente, no haba

    dudado en decir que el Concilio de Elvira, lejos de ser un principio absoluto en la

    historia de la disciplina del celibato, demuestra "que el asunto estaba sin duda desde

    hace mucho tiempo en las costumbres" y que la ley espaola tena su principio en el

    Evangelio y en la enseanza de los Apstoles. Leamos nuevamente este texto: "Ha

    parecido bien prohibir en modo absoluto a los obispos, a los sacerdotes y a los diconos,

    a saber (tambin) a todos los clrigos comprometidos en el ministerio, tener relaciones

  • (conyugales) con sus esposas y procrear hijos; si alguno lo hace que sea excluido del

    clericato".

    Un examen atento del documento muestra claramente una pre-historia, contrariamente a

    aquello que se han apresurado en afirmar los historiadores que queran encontrar la

    prueba de un origen tardo de la disciplina del celibato-continencia . En efecto, nada se

    dice sobre la libertad de servirse del matrimonio que habran tenido hasta ahora los

    clrigos casados. Ahora bien, en la reflexin sobre la naturaleza de las exigencias

    impuestas, el silencio de los legisladores en este punto se comprende ms fcilmente en

    el caso en que ellos repitan y confirmen una prctica ya en vigor antes que en el caso

    contrario. No se impone bruscamente a dos esposos la ruda ascesis de la continencia

    perfecta, sin decir por qu eso que hasta ahora estaba permitido se prohbe de

    improviso. Sobre todo, como en este caso, si se preveen penas cannicas para los

    contraventores. En cambio, si se trata de remediar las infracciones de una regla ya

    antigua, se comprende que los obispos espaoles no hayan sentido la necesidad de

    justificar una medida tan severa . Suponiendo tambin que el decreto de Elvira sea el

    primero cronolgicamente hablando, esto no significa que la prctica anterior de la

    Iglesia haya sido diferente. Numerossimos puntos concernientes a la doctrina y a la

    disciplina no han sido al inicio objeto de una explicacin. Es tan slo con el correr del

    tiempo, y bajo la presin de circunstancias inditas, que las verdades de la fe

    inicialmente admitidas por todos fueron objeto de definiciones dogmticas y que las

    tradiciones observadas desde los orgenes de la Iglesia asumieron una forma cannica.

    Este principio clarsimo de la metodologa general sobre la formacin de las normas

    jurdicas de la Iglesia puede aclarar correctamente la historia precedente al Concilio de

    Elvira.

    El primer Concilio ecumnico que se tiene en Nicea en 325 para expresar un juicio

    sobre el arrianismo, vot una lista de veinte cnones disciplinarios. El tercero de estos

    cnones titulado "Mujeres que conviven con los clrigos", trata un argumento que

    examina la historia del celibato eclesistico: "El gran Concilio ha prohibido

    absolutamente a los obispos, a los sacerdotes y a los diconos, y en pocas palabras a

    todos los miembros del clero, tener consigo una mujer introducida con l para el

    servicio, a menos que se trate de una madre, una hermana, una ta o en fin slo aquella

    persona que se sustrae a cualquier sospecha".

    Obsrvese que el Concilio no menciona la esposa entre las mujeres que los miembros

    del clero estn autorizados a admitir bajo el mismo techo, lo que es quiz una seal

    indicadora que la decisin de Nicea sobrentiende la disciplina de la continencia

    perfecta. Eso es todava ms plausible si se piensa que los obispos nombrados en primer

    lugar, han estado siempre sometidos a la ley del celibato-continencia, ya sea en Oriente

    o en Occidente, sin ninguna excepcin. Otro indicio es que el tercer canon de Nicea ha

    sido permanentemente interpretado de la misma manera por los Papas y por los

    concilios particulares: colocar a los obispos, los sacerdotes y los diconos, obligados a

    la continencia perfecta, al abrigo de las tentaciones femeninas y asegurar su reputacin.

    Cuando mencionan el caso de la esposa, es generalmente para autorizarla a vivir con el

    marido ordenado, pero con la condicin que tambin ella haya hecho voto de

    continencia. En este caso ella reingresa a la categora de mujeres "que se sustraen a

    cualquier sospecha".

  • Es necesario detenerse un instante en un episodio que, segn el historiador griego

    Scrates, habra ocurrido durante el Concilio de Nicea y en el cual algunas personas sin

    espritu crtico continan creyendo an hoy.

    Segn tal narracin, los padres del Snodo habran querido prohibir a los obispos, a los

    sacerdotes y a los diconos tener relaciones con sus esposas; sobre este argumento, un

    padre por nombre Pafnuzio, obispo de la Alta Tebaida, habra intervenido

    animadamente para disuadir a la asamblea a votar una ley similar, del todo nueva

    aseguraba, y que habra acarreado dao a la Iglesia. Por lo cual el Concilio habra

    abandonado el proyecto y dejado a cada uno libre de actuar como quisiera.

    La primera pregunta que se plantea el historiador moderno respecto a este episodio es

    aquella de su proveniencia. ""De dnde viene? Quin es su autor? Cul es su

    fecha?". A ninguna de estas preguntas es posible encontrar una respuesta satisfactoria.

    Scrates, que concluye su Historia Eclesistica alrededor del ao 440, es decir, ms de

    den aos despus del primer Concilio ecumnico, es el primero (y prcticamente el

    nico) que menciona esta ancdota; l, normalmente vido de referencias, no cita aqu

    ninguna fuente, a pesar de tratarse de un hecho muy importante. Basta mucho menos, en

    general, para suscitar la desconfianza justificada de los crticos.

    A esta narracin tarda se opone por otra parte el testimonio de numerosos

    representantes de la poca post-nicena. Para todo el perodo que va del 325 al 440, se

    busca intilmente, en la inmensa literatura patrstica, una referencia a la intervencin de

    Pafnuzio. Sin embargo no faltan las personas que deberan haber sabido y deberan

    haber tenido todo el inters de hablar. Adems, vemos personalidades bien informadas

    sobre el Concilio de Nicea y sobre la vida de la Iglesia, y cuya sinceridad no puede ser

    puesta en duda a priori, no slo ignorar este episodio, sino tambin atestiguar la gran

    antigedad de la disciplina celibato-continencia, mostrando siempre un respeto

    incondicional por el primer Concilio ecumnico que a sus ojos era la regla fundamental.

    Es en particular el caso de Ambrosio, Esteban, Jernimo, Siricio e Inocencio I. Es

    tambin y sobre todo, el caso del episcopado africano, en la poca de san Agustn: con

    la voluntad de actuar en plena conformidad con las decisiones de Nicea, como hemos

    visto, ellos votan y transfieren de Snodo en Snodo un decreto sobre la continencia

    perfecta de los clrigos, afirmando que se trata de una decisin proveniente de los

    Apstoles. No podemos imaginar un desmentido ms claro respecto a la veracidad de la

    historia de Pafnuzio.

    Otro argumento importante de crtica externa ha sido desarrollado recientemente; ste

    pretende demostrar de modo decisivo que el personaje de Pafnuzio puesto de relieve en

    el relato de Scrates es "el producto de una progresiva fabulizacin hagiogrfica". Eso

    ha sido afirmado en 1968 por el profesor F. Winkelmann, partiendo de la constatacin

    que el nombre de Pafnuzio no figura entre aquellos obispos firmantes del Concilio de

    Nicea en las mejores listas de firmas que nos han llegado. Estas conclusiones del

    profesor Winkelmann son hoy generalmente bien acogidas en los ambientes cientficos.

    Adems es necesario observar que, contrariamente a aquello que se ha sostenido

    algunas veces, la ancdota de Scrates no est absolutamente en armona con la prctica

    de la Iglesia griega respecto al matrimonio de los clrigos. Ningn Concilio precedente

    al de Nicea ha autorizado jams a los obispos y sacerdotes a contraer matrimonio, ni a

    servirse del matrimonio que podran haber contrado antes de su ordenacin. El Concilio

  • Quinisexto que fijar de modo definitivo la legislacin bizantina respetar estrictamente

    la ley de la continencia perfecta para el obispo, mientras los otros miembros del clero

    superior, autorizados a vivir con su esposa, estarn obligados a la continencia temporal.

    No es sorprendente, por tanto, dadas estas condiciones, que el Concilio de 691, citando

    entre otros el tercer canon de Nicea, no haga ninguna referencia a las decisiones que los

    padres del ao 325 habran tomado acerca de la propuesta de Pafnuzio, dado que esta

    decisin dejaba a los obispos libres para servirse del matrimonio, con el mismo derecho

    de los sacerdotes y de los diconos, y no pretenda de ninguno de ellos una continencia

    temporal. La historia de Pafnuzio est en tan poca armona con la disciplina oriental que

    los bizantinos han continuado ignorndola -o descartndola en cuanto legendaria- an

    por largo tiempo despus de finales del siglo VII. En la polmica que en el siglo XI

    opuso al hermano Nicetas Pectoratus y a los latinos, la cuestin del celibato ocupa un

    lugar importante. Sin embargo, a Pafnuzio no se le menciona . El mismo silencio, an

    ms digno de resaltar, se vuelve a encontrar en los grandes comentarios del Syntagma

    canonum (compuesto en Bizancio en el siglo XII) de los canonistas Aristene, Zonaras y

    Balsamon, "cuyas decisiones han sido leyes por largo tiempo y continan siendo

    tomadas en consideracin" . Tambin cuando comentan el decimotercer canon del

    Concilio Trulano, mediante el cual, afirman, se ha querido corregir "quod ea de causa fit

    in Romana Ecclesia", los tres eruditos bizantinos no hablan de la historia de Pafnuzio en

    el Concilio de Nicea.

    Los crticos hoy refutan casi unnimemente por falso el episodio reportado por Scrates

    en la forma en la que nosotros lo conocemos, y es necesario complacerse de este

    progreso de la ciencia histrica.

    El testimonio de los Padres del siglo IV

    Al lado de los documentos pblicos emanados de los Pontfices y de las asambleas

    conciliares, tambin los escritores patrsticos aportan un importante testimonio. El

    fascculo de los textos de los Padres de la Iglesia concernientes a la disciplina del

    celibato en los primeros siglos se ha constituido progresivamente desde la poca del

    Concilio de Trento, y ha sido objeto de un examen crtico ms profundo en la poca

    moderna. Es necesario, en efecto, descartar las partes no atendibles y que tienen slo

    una lejana relacin con el argumento, e interpretar con la ayuda de la filologa aquellas

    que presentan una ambigedad, permaneciendo atentos al contexto histrico general del

    periodo. Recordemos aqu cuatro de los testimonios ms significativos:

    San Epifanio de Salamina (ca. 315-403), obispo de Chipre, en su Panarion, refuta a los

    montanistas que desacreditan el matrimonio; nada ms contrario a la intencin del Seor

    que, en efecto, ha elegido a sus Apstoles no slo entre vrgenes sino tambin entre

    mongamos. Sin embargo, aade Epifanio, estos Apstoles casados practicaron de

    inmediato la continencia perfecta y siguiendo la lnea de conducta que Jess, norma de

    la verdad, les haba trazado, fijaron a su vez la norma eclesistica del sacerdocio.

    Adems ellos reconocen que en algunas regiones hay clrigos que continan teniendo

    hijos, pero eso no est conforme a los verdaderos cnones eclesisticos. En el Panarion,

    se puede leer an una alusin muy clara a la disciplina general de la poca: "... en

    carencia de vrgenes (el sacerdocio se recluta) entre los religiosos; si no hay religiosos

    en nmero suficiente para el ministerio (se recluta) entre los esposos que practican la

    continencia con su esposa, o entre los viudos ex-mongamos; pero en ella (la Iglesia) no

    est permitido admitir al sacerdocio al hombre que se haya vuelto a casar; an si l

  • observa la continencia o si es viudo (queda descartado) del orden de los obispos, de los

    sacerdotes, de los diconos y de los subdiconos".

    El Ambrosiaster (ca. 366-384) trata en dos oportunidades la continencia de los clrigos.

    En un comentario de la primera carta a Timoteo , desarrolla una argumentacin similar

    a aquella de Siricio y que volveremos a encontrar en Ambrosio y Jernimo; pidiendo

    que el futuro dicono, o el futuro obispo, sea unius uxoris vir, el Apstol no le ha

    reconocido sin embargo la libertad de las relaciones conyugales; al contrario "que ellos

    sepan bien que podrn obtener aquello que piden a condicin de que de ahora en

    adelante no se sirvan ms del matrimonio". La misma idea est expresada en las

    Quaestiones Veteris et Novi Testamenti. Es necesario citar, en este segundo texto, un

    pasaje que muestra con claridad cul era el pensamiento teolgico del autor y de los

    Padres en su conjunto, acerca de la jerarqua de valores entre la continencia perfecta de

    los ministros de Cristo y el matrimonio cristiano.

    Se dir quiz: si est permitido y es bueno casarse, por qu no est permitido a los

    sacerdotes tomar una mujer? Dicho con otras palabras, por qu los hombres que han

    sido ordenados ya no pueden unirse (a una esposa)? En efecto, existen cosas que no

    estn permitidas a nadie, sin excepcin alguna; pero hay de otro lado algunas que estn

    permitidas a unos pero no a los otros, y hay algunas cosas que estn permitidas en

    ciertos momentos pero no en otros... Y es por esto que el sacerdote de Dios debe ser

    ms puro que los otros; en efecto, l pasa por su representante personal, es

    efectivamente su vicario; de modo que aquello que est permitido a los otros no lo est

    a l... Debe ser tanto ms puro porque santas son las cosas de su ministerio. En efecto,

    comparadas con la luz de la lmpara, las tinieblas no son slo oscuras, sino tambin

    srdidas; comparada con las estrellas, la luz de la lmpara slo es bruma, mientras que

    comparadas con el sol, las estrellas son oscuras, y comparado a la luminosidad de Dios,

    el sol no es sino una noche. De la misma manera, las cosas que, respecto a nosotros son

    lcitas y puras, se convierten en ilcitas e impuras respecto a la dignidad de Dios; en

    efecto, por muy buenas que ellas sean, no se avienen a la persona de Dios. Es por esto

    que los sacerdotes de Dios deben ser ms puros que los otros, dado que ocupan el lugar

    de Cristo... .

    Este texto testimonia una visin sana de la sensualidad ennoblecida por el Creador, que

    contrasta con el pesimismo maniqueo y con la desconfianza... de "la obra de la carne".

    Las exigencias del sacerdocio son excepcionales, porque estn basadas sobre el carcter

    excepcional de sus funciones. Ministro de Cristo, del cual "ocupa diariamente su lugar,

    est consagrado "a la causa de Dios" y debe poder acudir a la oracin y a su ministerio

    de modo constante. La antropologa subyacente, de inspiracin paulina, est

    completamente dominada por un profundo sentido de la trascendencia de Dios.

    San Ambrosio de Miln (ca. 333-397) comenta tambin el unius uxoris vir de san Pablo

    del mismo modo que Siricio: "No debe procrear hijos durante (su carrera) sacerdotal

    aqul al cual lo invita la autoridad apostlica; (el Apstol) ha hablado efectivamente de

    un hombre que (ya) tiene hijos, y no de cualquiera que procrea (otros) o que contrae un

    nuevo matrimonio".

    En otro texto responde a la objecin hecha por los levitas del Antiguo Testamento,

    justificando como sus contemporneos, con un a fortiori la continencia perfecta

    requerida de los sacerdotes de la Nueva Alianza.

  • San Jernimo (ca. 347-419) ha vuelto repetidas veces sobre el problema de la

    continencia de los clrigos.

    Es sobre todo la polmica contra los detractores de la castidad sacerdotal Joviniano y

    Vigilancio, la que ha proporcionado reflexiones particularmente importantes. En el

    Adversus Jovinianum, l comenta a su vez el unius uxoris vir de la primera carta a

    Titnoteo, siguiendo la misma lnea de Siricio; se trata de un hombre que ha podido tener

    hijos antes de su ordenacin, y no de alguno que contina procreando . La carta a

    Pammachio, de parte suya, evidencia el vnculo de dependencia entre la continencia de

    los clrigos y aquella de Cristo y de su Madre: "El Cristo virgen y la Virgen Mara han

    representado para ambos sexos los inicios de la virginidad; los Apstoles fueron o

    vrgenes o castos despus del matrimonio. Los obispos, los sacerdotes y los diconos

    son elegidos vrgenes o viudos; en cualquier caso, una vez recibido el sacerdocio, ellos

    observan la perfecta continencia" .

    La Adversus Vigilantium, en conclusin, es justamente clebre por la referencia a las

    vastas regiones del imperio: "Qu haran las Iglesias de Oriente? Qu haran aquellas

    de Egipto y de la Sede Apostlica, esas que aceptan clrigos slo si son vrgenes o

    castos o (en caso hayan tenido) una esposa, han renunciado a la vida matrimonial?".

    Por lo tanto, la disciplina del celibato en sentido estricto, que prohiba el matrimonio

    despus de la ordenacin, y la disciplina del celibato-continencia, que impona a los

    clrigos casados despus de su ordenacin la continencia perfecta con la propia esposa

    estn, como acabamos de ver, ampliamente testificados desde el siglo IV por los

    mejores representantes de la poca patrstica. De otro lado, numerosos documentos

    confirman el origen apostlico de ambas disciplinas. Algunos en trminos explcitos,

    como las decretales de Siricio o los concilios africanos; otros, como Epifanio, el

    Ambrosiaster, Ambrosio o Jernimo, en modo indirecto, pero no menos seguro. Ahora

    bien, si no poseemos algn otro texto relativo a esta obligacin del celibato para los

    primeros tres siglos, tampoco tenemos aquellos que nieguen su existencia. Por esto es

    legtimo y conforme a los principios de un buen mtodo histrico tener en cuenta la

    reivindicacin de un origen de la ley que se remonta a los Apstoles, tal como ella se

    revela en el siglo IV. Los textos que hemos ledo proporcionan una clave de

    investigacin seria y pueden proyectar una luz decisiva sobre la dbil claridad de los

    siglos precedentes.

    Muchas personas se maravillan an hoy del hecho de que se pueda proponer la hiptesis

    de un origen apostlico del celibato sacerdotal. Se piensa que tal disciplina ha sido

    introducida ms tarde en la Iglesia latina y que nicamente las tradiciones de las Iglesias

    orientales se remontan al tiempo de los Apstoles. Sin embargo, en el curso de los

    siglos, ms de un historiador y de un telogo catlicos han admitido que esta disciplina

    tradicional se remonta a los Apstoles, y han sostenido en sus escritos aquello que

    reputaban una certeza histrica. Citemos slo los nombres de Bellarmino, Csar

    Baronio, Estanislao Osio, en el siglo XVI, de Louis Thomassin y de Jean Stiltinck, en el

    siglo XVII; de F.A. Zaccaria, en el siglo XVIII; y de Agustn de Roskovany y de

    Gustavo Bickell, en el siglo XIX, entre los ms notables. El cardenal John Henry

    Newman tambin reconoca que "la doctrina y la regla del celibato" eran apostlicas.

  • Todos estos trabajos cayeron prticamente en el olvido a consecuencia de una

    controversia que, a fines del siglo XIX, tuvo lugar entre dos eruditos alemanes y cuya

    conclusin ejerci una profunda influencia sobre la opinin de la poca.

    Gustavo Bickell, profesor en Innsbruck, y experto en literatura siria y hebraica, public

    en 1878 un primer artculo titulado "El celibato, una decisin apostlica", en el cual se

    ingeniaba en demostrar dos tesis contemporneas: en Occidente, la obligacin a la

    continencia, incluso aquella para los sacerdotes y los diconos, no se remonta a Siricio

    sino a los Apstoles; en Oriente, la misma obligacin exista tambin desde los tiempos

    apostlicos, pero en estas regiones, a partir del siglo IV se descuida poco a poco.

    Al ao siguiente le replic F.X. Funk, profesor de historia y de teologa en Tubinga.

    Declarando arrancar de las conclusiones a las cuales haban llegado los "ms eminentes

    telogos alemanes de la poca moderna, el eminente patrlogo refutaba la idea de un

    origen apostlico: si de hecho el celibato ha sido observado por un inmenso nmero de

    clrigos desde los primeros siglos de la Iglesia, fue siempre en virtud de una eleccin

    libre y personal. Ha sido necesario esperar el siglo IV para ver aparecer en Occidente

    una legislacin capaz de transformar la costumbre en derecho. En Oriente, en cambio,

    se ha permanecido firmemente fieles a los orgenes.

    Bickell respondi a estas objeciones, pero la controversia concluy despus de un nuevo

    "no, el celibato no es una decisin apostlica" de Funk, que pareci haber tenido as la

    ltima palabra, aunque no fue acogida unnimemente en los mbitos cientficos

    alemanes . Sus conclusiones terminaron poco a poco por imponerse, gracias a dos

    historiadores franceses que las divulgaron entre el gran pblico . Sin aportar razones

    nuevas o sin ahondarlas ms, difundieron la opinin segn la cual las ideas de Funk

    eran resolutivas, un punto de vista compartido todava en nuestros das por algunos

    autores.

    Quien tiene el tiempo de releer los artculos de Bickell y de Funk, tendr empero la

    impresin de que la cuestin no se puede considerar como concluida, sin que sea sin

    embargo necesario dar ntegramente la razn a Bickell. Funk demuestra en efecto, en

    numerosas ocasiones, una sorprendente carencia de espritu crtico, especialmente a

    propsito de la supuesta intervencin de Pafnuzio en el Concilio de Nicea y una

    confusin entre derecho y ley escrita.

    Ms all de la controversia Bickell-Funk, parece hoy siempre ms augurable reanudar

    de alguna manera los contactos con los telogos y los historiadores catlicos que en el

    curso de los siglos han sostenido el origen apostlico del celibato-continencia, y

    colocarse en la misma perspectiva de ellos. En su Encclica sobre el celibato, Pablo VI

    deseaba promover los estudios mediante los cuales la virginidad y el celibato pudieran

    ver confirmados su verdadero sentido espiritual y su valor moral. Entre todas las

    disciplinas idneas para aportar su contribucin a esta renovacin, la historia tiene

    tambin su espacio, y la cuestin de la apostolicidad del celibato-continencia de los

    clrigos puede legtimamente convertirse otra vez en un asunto de actualidad.

    San Agustn es contemporneo de los Papas, de los obispos y de los escritores

    patrsticos que, en los siglos IV y V, han defendido el origen apostlico de la disciplina

    tradicional relativa al celibato-continencia de los miembros superiores del clericato. El

    mismo ha participado en Snodos de la Iglesia en frica que han confirmado las

  • resoluciones precedentes, y especialmente en el gran Concilio general del ao 419,

    presidido por el legado pontificio, que promulg nuevamente la ley votada en Cartago

    en el ao 390 sobre la continencia perfecta de los obispos, de los sacerdotes y de los

    diconos. Es de l que podemos obtener un principio de teologa histrica convertido en

    clsico despus que lo formul claramente en el curso de su controversia con los

    donatistas: "Aquello que es observado por toda la Iglesia y que siempre se ha mantenido

    sin haber sido fijado por los concilios, se tiene rectamente por un hecho que pudo haber

    sido transmitido slo por la autoridad apostlica".

    La aplicacin de este principio en su justa perspectiva puede ser resumida del modo

    siguiente:

    a) La tradicin del celibato-continencia de los clrigos ha sido observada por toda la

    Iglesia? Con la mxima certeza histrica podemos responder afirmativamente, porque

    vemos hombres que gozan de una gran autoridad moral e intelectual hacerse garantes

    para toda la Iglesia de su tiempo: no slo un Jernimo sino muchos otros con l:

    Eusebio de Cesarea, Cirilo de Jerusaln, Efrn, Epifanio, Ambrosio, el Ambrosiaster,

    los obispos africanos. Por el contrario, ninguna voz competente pronuncia un

    desmentido seguro. An ms notorio es el testimonio prioritario de la Sede Apostlica

    que, mediante las tres decretales que conocemos, tiene un peso definitivo. Estn

    tambin las Iglesias de Oriente y de Egipto, de las que habla Jernimo, y las Iglesias de

    frica, de Espaa y de Galia que testimonian todas en el mismo sentido. An en este

    caso, ningn Concilio en comunin con Roma atestigua tradiciones distintas.

    b) Observada por toda la Iglesia de los primeros siglos, la tradicin del celibato-

    continencia de los clrigos se ha mantenido siempre? Observamos en primer lugar que

    entre los orgenes de la Iglesia y el perodo donde vemos la disciplina mantenida por

    toda la Iglesia", ninguna decisin emanada por una instancia jerrquica competente

    logra probar la existencia de una prctica contraria. En efecto, los documentos

    autnticos del Concilio ecumnico de Nicea, contrariamente a aquello que la leyenda de

    Pafnuzio ha hecho creer con frecuencia, no implican decisin alguna que admita

    suponer que la ley del celibato-continencia no exista antes de 325. Por otra parte,

    ninguna Iglesia apostlica, ni en Oriente ni en Occidente, durante los primeros siglos de

    la Iglesia, propone una tradicin distinta para impugnar las decretales de Siricio

    (mientras la cuestin de la fecha de la Pascua, por ejemplo, dio lugar a una famosa

    controversia). Finalmente, es oportuno verificar si la disciplina del celibato-continencia

    no es refutada por los textos de la Escritura, en cuyo caso sera intil pretender que ella

    haya sido siempre observada. Ahora bien, no slo los textos de la Escritura que

    exhortan a la continencia "por el reino de los cielos" muestran una conexin real entre el

    celibato y el sacerdocio ministerial, sino tambin la consigna paulina del unius uxoris

    vir -interpretada de manera clara por el magisterio de la Iglesia en la persona de Siricio

    y de sus sucesores como una norma apostlica destinada a asegurar la continencia futura

    de los obispos y de los diconos (propter continentiam futuram)- seala la presencia de

    tal disciplina desde los orgenes de la Iglesia.

    El conjunto de las condiciones necesarias se presentan consecuentemente reunidas,

    permitindonos afirmar con razn que la disciplina del celibato-continencia para los

    miembros del clero superior era, en los primeros siglos, "observada por toda la Iglesia"

    y "fue mantenida siempre".

  • El principio agustiniano que autoriza reconocer una tradicin como realmente de origen

    apostlico encuentra aqu su aplicacin.

    Del siglo V al siglo VII

    Durante este largo perodo de tres siglos, caracterizado por el derrumbe del Imperio

    Romano de Occidente, los invasores brbaros y el avance del arrianismo, el

    rompimiento nestoriano, la aparicin del Islam y el fin trgico del frica cristiana -por

    lo tanto, perodo de grandes trastornos- la disciplina del celibato se conserv gracias

    especialmente a lo obrado por los concilios y los Papas.

    En Espaa, los nueve concilios que se tuvieron en Toledo del ao 400 al 675, as como

    los snodos de Gerona (517) y de Braga (572), mostraron la fidelidad de la pennsula

    ibrica a la legislacin de Elvira. En las dicesis de Galia y de las Siete provincias se

    desarrollaron en el siglo V el Concilio de Orange (441), el segundo Concilio de Arles

    (442-506) y el primer Concilio de Tours (461), bajo la influencia de Hilario de Arles.

    Durante la primera mitad del siglo VI, la reforma del clero libre fue obra de los

    concilios promovidos por san Cesreo de Arles , "uno de los fundadores de la Iglesia

    francesa". Muerto Cesreo, el impulso que l haba dado continu inspirando los

    snodos episcopales que reforzaron la disciplina del celibato . En lo que respecta al

    frica, basta mencionar el Concilio general del ao 419 -el dcimo sexto tenido en

    Cartago en menos de un siglo- para constatar la determinacin de la multitud de obispos

    que particip en l de conservar y restablecer la institucin heredada de los tiempos

    apostlicos. La Breviatio del dicono Ferrand, en el siglo VI, y ms tarde, la Concordia

    Cresconii, testimonian la misma fidelidad. En Italia, el Concilio de Turn del ao 389 (

    401) y sobre todo las intervenciones de los Pontfices romanos siguieron la misma lnea.

    Inocencio I (401/2-417), san Len Magno (440-461) y san Gregorio Magno (590-604),

    de manera particular, han dejado documentos de gran importancia para la historia del

    celibato. Su obra, como aquella de sus predecesores del siglo IV, se caracteriza por la

    voluntad de hacer remontar la continencia de los clrigos a los orgenes mismos de la

    Iglesia y de definir los fundamentos teolgico-escritursticos mediante la exgesis de las

    prescripciones del Levtico y de las consignas de san Pablo a Timoteo y a Tito. Esta

    intencin no se desmiente en el curso de las vicisitudes histricas de la poca.

    Para el Oriente, el testimonio de san jernimo que, a la vuelta del siglo V, se hace

    garante de la conformidad de las Iglesias "de Oriente" y ""de Egipto" al resto de la

    cristiandad, es corroborado en Antioqua y despus en Constantinopla por san Juan

    Crisstomo . En Cirene, la defensa de Sinesio de Tolemaida atestigua tambin la

    existencia en esta provincia de una obligacin al celibato-continencia para los clrigos

    superiores . La Doctrina Addaei y el Testamentum Domini Nostri Jesu Christi, en los

    ambientes de Siria, hablan tambin de la castidad perfecta de los ministros del altar y en

    trminos que implican tal obligacin .

    La coleccin apcrifa de los 85 cnones apostlicos tiene un papel importante a partir

    de su aparicin en Siria (o en Palestina?) hacia fines del siglo IV o principios del V. El

    sexto de estos cnones decreta "que ningn obispo, sacerdote o dicono aleje a su

    esposa con el pretexto de la piedad; si la rechaza que sea excomulgado y si persiste,

    depuesto" .

  • De este canon se hicieron dos lecturas distintas. La primera parece ser la del Papa san

    Len en su carta a Rstico Narbonense. Acogiendo el pedido "apostlico" de no alejar a

    la esposa, el Pontfice romano pide, sin embargo, a los clrigos casados vivir con la

    propia esposa como si no la tuviesen, de modo que sea salvo el amor conyugal y que

    cese la actividad nupcial" .

    Este modus vivendi seguir en vigor en los siglos V, VI y VII no slo en Roma sino

    tambin en las provincias de Galia, de Espaa y de frica . Una lectura diferente del

    sexto "canon apostlico" ser hecha mucho ms tarde por los padres del Concilio

    Quinisexto, a fines del siglo VII, para justificar el uso del matrimonio de parte de los

    sacerdotes y diconos. Los legisladores bizantinos sern los primeros en adoptar esta

    interpretacin y limitarn la validez del canon as entendido slo a las rdenes

    mencionadas, manteniendo para el obispo la obligacin de separarse de su esposa.

    El Concilio Quinisexto o Trulano II en 691 es, como se ha subrayado oportunamente, la

    ltima palabra de la disciplina eclesistica para la Iglesia griega" . En una poca agitada,

    marcada por una decadencia profunda, en la que "parece que el mundo cristiano

    estuviera a punto de sucumbir arrollado por la terrible tempestad del Islam", los 215

    padres orientales reunidos por Justiniano II "bajo la cpula" del palacio imperial, en un

    clima de desacuerdo con Roma, votaron un conjunto de 102 cnones disciplinarios.

    Muchos de ellos legislaban sobre el matrimonio y sobre la continencia de los clrigos.

    Son los cnones 3, 6, 12, 13, 30 y 48. Los cnones 12 y 48 pidiendo que el obispo se

    separe de su consorte, y los cnones 3 y 6 concernientes a la eleccin de los candidatos

    mongamos, cuya esposa debe haber sido virgen, de condicin libre y de costumbres

    honestas, estn conformes a aquellos que han sido observados en todo tiempo en la

    Iglesia primitiva, y revelan un gran afn de fidelidad a la tradicin apostlica.

    Ms all de estos cnones, el Concilio Quinisexto vot un largo decreto que, esta vez a

    diferencia de la disciplina preconizada por Roma, limitaba a una continencia slo

    temporal el deber de castidad de los diconos y de los sacerdotes casados. He aqu el

    texto:

    Can. 13: Los sacerdotes y los diconos pueden conservar a sus esposas. Porque hemos

    sabido que en la Iglesia de Roma se ha fijado como regla que antes de recibir la

    ordenacin como dicono o sacerdote, los candidatos prometen pblicamente no tener

    ya ms relacin con sus esposas; nosotros, ajustndonos a la antigua regla de la

    observancia. estricta y de la disciplina apostlica, queremos que los matrimonios

    legtimos de los hombres consagrados a Dios permanezcan vigentes tambin en el

    futuro, sin disolver el vnculo que los une a sus esposas, ni privarlos de la mutua

    relacin en los momentos oportunos. De tal modo, si alguno es juzgado digno de ser

    ordenado subdicono, dicono o sacerdote, que no sea obstaculizado en el camino hacia

    tal dignidad por el hecho de tener una esposa legtima, ni se exija de l que prometa en

    el momento de la ordenacin abstenerse de relaciones legtimas con su esposa, porque

    de tal manera ofenderemos el matrimonio instituido por la ley de Dios y bendecido por

    su presencia, mientras la voz del Evangelio nos grita: "Lo que Dios ha unido que no lo

    separe el hombre" y el apstol ensea: " El matrimonio sea respetado por todos y el

    lecho conyugal sin oprobio"; y an ms: "Ests ligado a una mujer por el vnculo del

    matrimonio? No busques romperlo". Sabemos por otra parte que los padres reunidos en

    Cartago, corno medida de prevencin por la gravedad de las costumbres de los

    ministros del altar, han decidido "que los subdiconos, que se ocupan de los santos

  • misterios, y tambin los diconos y los sacerdotes, se abstengan de sus esposas durante

    los perodos que estn especficamente (asignados) a ello", "as conservaremos, tambin

    nosotros, aquello que nos ha sido transmitido por los Apstoles y observado desde toda

    la antigedad, sabiendo que hay un tiempo para cada cosa, sobre todo para el ayuno y la

    oracin: en efecto, es necesario que aquellos que se acercan al altar, en los momentos en

    los cuales se ocupan de las cosas santas, sean castos en todo, a fin de que puedan

    obtener aquello que han pedido en toda sencillez a Dios". Si alguno, pues, actuando

    contra los cnones apostlicos se atreve a privar a un clrigo de las rdenes sagradas,

    eso es, un sacerdote, un dicono o un subdicono, de las relaciones conyugales y de la

    relacin con su esposa legtima, que l sea depuesto; de la misma manera, "si un

    sacerdote o un dicono alejan a su esposa con el pretexto de la piedad, que sean

    excomulgados, y si persisten, depuestos" .

    El canon trulano est dirigido abiertamente contra la regla fijada por la Iglesia latina de

    exigir de los hombres casados una profesin de continencia perfecta antes del

    subdiaconado, el diaconado y el sacerdocio. Sabemos que la legislacin occidental no

    consideraba el matrimonio como un obstculo para el acceso a las ordenes sagradas; el

    vnculo conyugal, indisoluble, conservaba toda su fuerza despus de la consagracin y

    justificaba tambin a los ojos de un san Len la convivencia de los esposos, obligados

    ahora a vivir como hermano y hermana. Exigiendo de los clrigos casados la castidad

    perfecta, la Iglesia latina no pretenda "separar lo que Dios ha unido", sino elevar el

    estilo de vida al nivel que ella estimaba conforme a las exigencias del ministerio.

    Matrimonio y sacerdocio eran juzgados como totalmente compatibles. Parece que los

    Orientales de 691 no haban destacado este aspecto esencial. Sobre el problema

    especfico del grado de continencia, por el contrario, ellos se separan clara y

    distintamente. Este es el verdadero y -es importante subrayarlo- el nico punto de

    divergencia entre las dos Iglesias en materia de matrimonio y de celibato de los clrigos.

    La reivindicacin de los obispos de Bizancio hace un llamado a la "antigua regla de la

    estricta observancia y de la disciplina apostlica", frmula explicitada a peticin a dos

    autoridades tradicionales: el Concilio de Cartago y el sexto de los cnones llamados

    "apostlicos" (una coleccin conocida hoy como apcrifa).

    La referencia al Concilio de Cartago del ao 390 (a travs de las citas tomadas del

    Codex canonum Ecclesiae Africanae del ao 419) es de un inters enorme. Utilizndolo

    como eslabn de la cadena que se remonta al tiempo de los Apstoles, los padres del

    ao 691 sealan la importancia de este documento como prueba testimonial de la

    disciplina primitiva. Mencionndolo confirman a su vez su papel particular en la

    historia de la ley sobre la continencia de los clrigos.

    Dos puntos fundamentales constituyen, sin embargo, la originalidad del decreto

    bizantino respecto a su fuente africana: la referencia a los obispos ha desaparecido y la

    continencia demandada a los clrigos no es sino temporal, limitada slo a los perodos

    de su servicio litrgico. All donde los padres de Cartago decan: "Es necesario que los

    santos obispos y los sacerdotes de Dios, as como los levitas, observen una continencia

    perfecta, como conviene a su estado (secundum propria statuta", los bizantinos

    sostenan que "dos subdiconos... los diconos y tambin los sacerdotes se abstengan de

    sus esposas durante los perodos que son especficamente indicados a ellos (kat tos

    idous rous). El principal responsable de esta interpretacin es sin duda el autor

    desconocido de la traduccin griega del Codex canonum Ecclesiae Africanae, que ha

    puesto la expresin latina secundum propria statuta con kat tofs idous drous, una

  • construccin griega que se puede entender como la han entendido los Padres del

    Concilio Quinisexto.

    Teniendo en cuenta esta diferencia, es digno de observar el hecho que las tradiciones de

    Bizancio y de Roma concuerdan en el contenido: de un lado el origen apostlico del

    deber de la continencia (temporal o perpetua) para los ministros del altar, y del otro, el

    fundamento teolgico-escriturstico de esta obligacin. Es en cuanto "servidores de los

    misterios divinos" e intermediarios del pueblo mediante la oracin, que los clrigos de

    las rdenes mayores estn obligados a abstenerse de las relaciones sexuales.

    Esta convergencia de puntos de vista sobre cuestiones tan fundamentales amerita ser

    reconocida ms de lo que habitualmente se hace. Ella prueba que a despecho de algunas

    divergencias, el Oriente bizantino y el Occidente no han credo jams poder justificar la

    difcil disciplina de la castidad sacerdotal sino a travs de la voluntad positiva de los

    Apstoles, sin explicarla con la evolucin que habra llevado muy lentamente a la

    transformacin de un consejo evanglico en un precepto. Roma y Bizancio muestran de

    esta manera, con su acuerdo, la fuerza de la motivacin que ambas sacan de los

    principios de la Escritura. De nuevo, y slo sobre el fundamento de la Palabra de Dios

    es que ellos aceptan garantizar el vnculo entre la pureza sexual y el ministerio litrgico.

    Este ltimo no es puesto en discusin por la legislacin trulana, pero, en cierto modo,

    nuevamente se hace patente la evidencia del carcter peridico de la obligacin a la

    continencia . Es porque se aproximan -y en el momento en el cual se aproximan- a los

    misterios sagrados, que los levitas de la Nueva Alianza deben privarse de las relaciones

    con sus esposas. Podemos suponer que, si la prctica de la celebracin cotidiana se

    haba instaurado en la Iglesia de Oriente, el argumento a fortiori desarrollado por Siricio

    provoc sin duda efectos similares en la legislacin bizantina del siglo VII; o al

    contrario, que haya resultado difcil a los latinos mantener el principio de una

    continencia cotidiana si, de un modo o de otro, la oracin de los intercesores del pueblo

    de Dios no hubiera estado concebida de parte de ellos como una misin ininterrumpida.

    Este fondo comn a las dos tradiciones, que con demasiada frecuencia se tiene la

    tendencia a referir como independientes la una de la otra, se hace ahora ms interesante

    porque se alimenta del testimonio de un mismo patrimonio, el Concilio tenido en

    Cartago en 390, considerado como un eslabn fundamental a lo largo del camino que

    une la conciencia viva de la Iglesia a la poca apostlica. Se puede esperar que una

    toma de conciencia ms viva de esta herencia comn promueva el presagiado

    acercamiento entre las dos Iglesias.

    Del siglo VIII al X: la reforma carolingia

    Los efectos consecuentes a la cada del Imperio Romano y la invasin de Europa de

    parte de los brbaros se hacen sentir todava en todos los campos. La crisis moral y

    religiosa golpea de modo particular al clero. Se asiste a una decadencia progresiva y

    continua de la disciplina y de la prctica de la continencia y del celibato, a la cual los

    reformadores buscan poner remedio con una constante firmeza. La principal iniciativa

    de reforma est representada por la obra de los carolingios, por Pipino el Breve y

    Ludovico el Po, que entre los aos 749 y 840 actuaron sobre este plano en total

    conformidad con la Sede Apostlica. Despus del desmoronamiento del Imperio de

    Carlo Magno y del surgimiento del feudalismo se asiste a una nueva decadencia general.

    El laxismo en la observancia de la ley de la continencia se acrecienta por el

  • regionalismo y por la ausencia de una autoridad central, distinta a la investidura de los

    laicos que a menudo elegan sacerdotes y obispos sin una verdadera vocacin, si no

    indignos por aadidura.

    Las grandes colecciones de normas disciplinarias nos las proveen los textos patrsticos y

    conciliares de los primeros siglos relativos a la disciplina. He aqu una lista de los

    mismos: la Dionysiana, conocida despus con el nombre de Dionyso-Adriana, luego

    simplemente Hadriana , la Hispana y la Dacheriana (combinacin de las dos anteriores).

    En la reforma carolingia desplegaron un rol muy importante: los libros penitenciales,

    una especie de manual de pastoral que atestiguan la perseverancia de la Iglesia en la

    conservacin de la disciplina tradicional ; los capitulares reales y episcopales ; las varias

    colecciones de normas disciplinares, como la Pseudo-isidoriane y el Decretum

    Burchardi; los concilios regionales y los snodos diocesanos ; finalmente, las

    intervenciones papales, sobre todo las de Zacaras, de Eugenio II (Concilio romano del

    ao 826), de Len IV (Concilio romano del ao 853), de Nicols I, de Len VII y de

    Benedicto VIII (Concilio de Pavia).

    Siglo XI: la reforma gregoriana

    El siglo X, llamado con justicia el "siglo de hierro por razn de la creciente corrupcin

    de las costumbres y de la violencia innominable que caracterizaron el fin del milenio,

    presenci tambin el abandono casi general de la prctica del celibato entre el clero. La

    debilidad, y algunas veces los vicios, de la autoridad eclesistica se demostraron

    incapaces de poner remedio a los desrdenes que afligan a la Iglesia: simona,

    nicolasmo, investidura por obra de los laicos. Con el Papa Len IX (1048-1054)

    comienza finalmente a manifestarse una fuerte toma de conciencia de estos males

    aparentemente sin remedio, junto a la voluntad radical de hacerlos cesar. Pero ser

    Gregorio VII (1073-1085) quien proyectar y llevar a buen trmino la reforma

    detectada indispensable. Basndose en la Tradicin y en los Padres, sin pretender en

    absoluto innovar, la reforma gregoriana apunta a restaurar la autntica disciplina.

    Los instrumentos directos de la reforma gregoriana son las colecciones de las leyes

    eclesisticas: coleccin de Anselmo de Lucques (ao 1080 ca.), el Liber de Vita

    Christiana de Bonizzo da Sutri (1089-1095); coleccin de Yves de Chtres (1094-1095

    ca.).

    Se puede decir que la reforma se desarroll en dos planos:

    a) El plano de la controversia, en el cual defensores y detractores del celibato se

    enfrentaban en los escritos polmicos que enumeraban el conjunto de los argumentos

    pro y contra. Entre los opositores: la Epstola Pseudo-Uldarici de continentia clericorum

    y la Apologa contra eos qui calumniantur missas coniugatorum sacerdotum, de

    Segiberto de Gembloux . Entre los defensores; san Pedro Damiano, Bernoldo de

    Constanza , Manegoldo de Lautenbach, Honorio de Autun . Estos ltimos apelan a la

    tradicin antigua que se remonta a Jesucristo y a los orgenes de la Iglesia; es oportuno

    citar el II Concilio de Cartago de 390, que hace referencia precisa a los Apstoles y a la

    antigedad cristiana , como el de Nicea.

  • b) El plano de las medidas legislativas. Este examina tanto el matrimonio de los clrigos

    mayores como la prctica del matrimonio contrado antes de la ordenacin. Los sumos

    Pontfices, cuya autoridad suprema en la Iglesia se afianza siempre ms, sin

    amedrentamiento ante los obstculos, toman las medidas decisivas que se imponen . El

    principal artfice de la reforma, Gregorio VII, convoc en Roma, en marzo de 1074, un

    Snodo que se hizo eco de toda la tradicin anterior relativa al celibato. Este Concilio

    promulg cnones que las cartas pontificias y los concilios regionales atravesando

    Europa lograron pacientemente hacer aplicar en toda la Iglesia.

    El primer Concilio ecumnico de Letrn, bajo Calixto II en 1123, exige la observancia

    muy estricta del celibato, poniendo de alguna manera el punto conclusivo a la reforma

    gregoriana. El segundo Concilio ecumnico de Letrn (1139) renov estas decisiones y

    declar nulo el matrimonio contrado despus de la ordenacin.

    Del siglo XII al XIV: la edad de oro del derecho

    cannico

    La gran poca medieval (siglos XII-XIV) es tambin la edad de oro del Derecho

    Cannico. Al da siguiente de la reforma gregoriana, la Iglesia recobra vida y entra en

    un perodo de cerca de tres siglos caracterizado por una nueva juventud. En el plano del

    derecho, la escuela de Bolonia, de Francia-Renania y de Inglaterra-Normanda, entre las

    ms influyentes, elaboran importantes obras que retoman y perfeccionan la herencia del

    pasado. Documentos conciliares y decretales pontificias se juntan en colecciones de

    carcter cientfico que sirven como base a las instituciones y apoyan a la autoridad

    eclesial en su obra legislativa. Papas y concilios de un lado , expertos en derecho

    cannico del otro, se asocian para dar a la Iglesia un cdigo sistemtico de derecho

    cannico, el Corpus Juris Canonici , que ser el manual de referencia del derecho

    eclesistico hasta el Cdigo de 1917.

    La disciplina del celibato sacerdotal, restaurada por la vigorosa reforma del siglo XI, se

    consolida y se expresa en los textos que forman una sntesis destinada a convertirse en

    clsica. Ella se encuentra principalmente en las Decretali de Gregorio IX y en el

    Decreto de Graciano . En sntesis: los clrigos menores pueden casarse, pero en tal caso

    pierden sus beneficios: si quieren acceder a las rdenes mayores deben renunciar a las

    relaciones conyugales a partir del prediaconado, con el consentimiento formal de su

    esposa. La mujer de un obispo, por su parte, debe entrar en un monasterio. Para

    garantizar la observancia de la ley de la continencia, se prohbe a los sacerdotes la

    cohabitacin con personas del otro sexo, salvo aquellas que estn ms all de toda

    sospecha. Los hijos legtimos de los sacerdotes (o bien aquellos nacidos antes de su

    ordenacin sacerdotal) no pueden sucederles ni heredar sus beneficios. Por lo que

    respecta a las condiciones de admisin a las rdenes, el candidato casado puede haber

    contrado matrimonio una sola vez, con una mujer virgen y de costumbres honestas;

    renunciando a las relaciones conyugales despus de la ordenacin, el clrigo debe

    asegurar la subsistencia de su esposa. Finalmente, el matrimonio que se contrae despus

    de la ordenacin se declara nulo.

    Hay que tener en cuenta que Graciano y la mayora de los Decretistas no ponen en duda

    la autenticidad de los documentos por ellos examinados. Ellos dan prueba de escaso

    espritu crtico y no verifican sus fuentes. En ausencia de una ciencia de la historia del

  • derecho, como la veremos desarrollarse en el siglo XVI, ellos aceptan sin ninguna

    desconfianza documentos fuertemente dignos de sospecha, como los Falsi decretali o la

    historia de la supuesta intervencin de Pafnuzio en el Concilio de Nicea . Es claro que la

    inclusin de esta ancdota legendaria en el Decretum no confiere a este ltimo ningn

    valor intrnseco ; sin embargo, aunque fuese privada, la coleccin cannica del maestro

    de Bolonia sirve a la larga como base para la enseanza del derecho eclesistico, y, a

    travs de l, se diluye la idea de que la historia de Pafnuzio justificase tambin la

    disciplina particular de las Iglesias de Oriente.

    Graciano y el conjunto de los canonistas medioevales son, por otro lado, los ardientes

    defensores de la ley de la continencia en la Iglesia latina. Algunos la hacen remontarse a

    los Apstoles, como Raimundo de Peafort, el autor de las Decretalia Gregorii IX, cuya

    competencia en materia de derecho cannico era ampliamente reconocida: "Obispos,

    sacerdotes y diconos -escribe- deben observar la continencia, tambin con su esposa.

    Es lo que los Apstoles han enseado con su ejemplo, y con un reglamento, como

    afirman algunos, y segn los cuales la expresin "han enseado" (Dist. 84, c. 3) se

    interpreta de manera diversa. Esta idea fue afirmada despus en el Concilio de Cartago,

    en el canon ya citado cum in praeterito, y por el Papa Siricio". Dos razones esenciales,

    siempre segn Raimundo, estn al origen de esta ley de la continencia: ""La primera es

    la pureza sacerdotal, de modo que ellos puedan obtener en toda sencillez cuanto piden a

    Dios en la oracin (cfr. Dist. 84, c. 3 y dict. p. c. 1, Dist. 31). La segunda es darles la

    posibilidad de rezar y de cumplir su ministerio sin obstculos, dado que es imposible

    hacer las dos cosas al mismo tiempo, o sea servir a la esposa y a la Iglesia" .

    Siglos XV y XVI: el Concilio de Trento (1545-1563)

    El gran cisma de Occidente (1378-1417) y el debilitamiento del poder pontificio que de

    ello result fueron el origen de un nuevo perodo de decadencia que, durante casi dos

    siglos, sacude profundamente a la Iglesia. La crisis de autoridad y de unidad,

    acrecentada por una crisis espiritual, moral y religiosa que atropella la totalidad del

    mundo cristiano, se traduce en el clero en el restablecimiento de la discusin, al mismo

    tiempo prctica y terica, de la ley del celibato. Un decreto del Concilio de Basilea

    (14311437), el decreto De concubinarii que numerosos concilios regionales

    pretendieron aplicar en seguida, permaneci prcticamente sin ejecutarse. En el siglo

    XVI la impugnacin asume un cariz ms virulento con la entrada en escena de los

    Reformadores, que se opusieron al celibato en nombre de la Sagrada Escritura y de una

    concepcin diferente del sacerdocio.

    Mientras algunos soberanos, como Carlos V, Fernando I y Maximiliano I, algunos

    humanistas, como Erasmo, o hasta telogos de evidente fama, como Gaetano De Vio, se

    muestran favorables a un ablandamiento de la disciplina y favorecen con empeo

    compromisos, los episcopados, por el contrario, se oponen categricamente y conservan

    las posiciones tradicionales. Algunos excelentes telogos, como Jos Clichtove, se las

    ingenian para refutar los argumentos de los Reformadores, justificando la ley en el

    plano de la historia y de la doctrina.

    Es el Concilio ecumnico de Trento el que restaurar la disciplina del celibato, tomando

    un cierto nmero de decisiones importantes destinadas a delinear la fisonoma del

    sacerdocio para los siglos venideros.

    La primera de estas decisiones es el noveno de los cnones sobre el sacramento del

    matrimonio, votados en el curso de la sesin XXIV, el 11 de noviembre de 1563: "Si

  • alguno pretende que los clrigos constituidos en rdenes sagradas, o los regulares que

    han profesado solemne castidad, pueden contraer matrimonio y que el contrado es

    vlido no obstante la ley eclesistica o el voto; y que lo contrario no es otra cosa que

    condenar el matrimonio, y que pueden contraer matrimonio todos los que, an cuando

    hubieren hecho el voto de castidad, no sienten tener el don de ella, sea anatema".

    La comisin de expertos, cuyas discusiones sirvieron de preparacin a la redaccin del

    decreto , examin el asunto desde un perfil histrico, por cuanto las objeciones de

    Lutero y de los Reformadores obligaban a preguntarse si la prohibicin del matrimonio

    para los sacerdotes no fuese contraria a la Escritura o a la tradicin apostlica. Se hizo

    una distincin entre el caso de los clibes hechos sacerdotes y el de los esposos

    admitidos a la ordenacin. Para los primeros, para los cuales la prohibicin de casarse

    jams haba gozado de excepciones, algunos telogos lo consideran como que fuese de

    origen apostlico; otros llegan a concluir que es de derecho divino, mientras muchos

    retienen que se trata simplemente de una norma sujeta al derecho eclesistico. En lo que

    respecta a la continencia perfecta exigida a los hombres casados admitidos a las

    rdenes, hay dos opiniones presentes al mismo tiempo puesto que algunos expertos la

    hacen remontarse a los Apstoles, pero la mayora de ellos la ve tan slo como una

    decisin eclesistica. Conviene subrayar que todos los consultores, cuando afrontan la

    cuestin del matrimonio de los Apstoles, afirman sin titubear que Pedro y aquellos

    Apstoles que estaban casados antes de seguir a Cristo han practicado despus la

    continencia perfecta, conforme a sus propias declaraciones: "Sabes que nosotros lo

    dejamos todo para seguirte..." (Mt 19,27).

    El extenso e importante decreto Cum adolescentium aetas votado durante la sesin

    XXIII, ha proporcionado asimismo una orientacin decisiva al futuro sacerdocio por

    intermedio del establecimiento de los seminarios. Gracias al reclutamiento y a la

    formacin de jvenes clibes, se hace siempre menos necesario hacer un llamado a los

    casados. Un giro considerable se realiz en la Iglesia postconciliar respecto a lo que

    haba sido la situacin del clero en los primeros siglos y hasta la poca misma del

    Concilio de Trento. El clero clibe se convierte en la regla y el clero casado (sujeto a la

    continencia perfecta) en la excepcin.

    Otras medidas tomadas por el Concilio de Trento contribuyeron de modo decisivo al

    xito de la reforma disciplinar concerniente al celibato, en particular el restablecimiento

    del ministerio episcopal y la insistencia sobre las responsabilidades pastorales del

    sacerdote, siendo ste ltimo no slo ministro del culto, sino "el ejemplo viviente"

    propuesto al pueblo de Dios para ser imitado.

    Del Concilio de Trento al Concilio Vaticano II

    Siglos XVI y XVII

    La Iglesia sale rejuvenecida del Concilio de Trento y, frente a la Reforma protestante,

    slidamente estructurada tanto en el plano doctrinal como en el disciplinar. Gracias a las

    medidas prescritas para restablecer y favorecer la observancia del celibato sacerdotal, se

    proporcionaba una orientacin que no dejaba duda alguna sobre las intenciones de la

    Iglesia y poco espacio a los movimientos de impugnacin. Era necesario, naturalmente,

    esperar un poco segn tiempos y lugares para qu los resultados de la accin de Trento

    se hicieran sentir plenamente. Numerosos snodos diocesanos y concilios

    extraordinarios, especialmente en el curso de los siglos XVI y XVII, se esforzaron en

  • poner en accin el programa del Concilio ecumnico: los seminarios se multiplicaron y

    el estilo de vida del clero llega a ser caracterizado por una voluntad clara de fidelidad al

    celibato.

    Paralelamente a la accin de los concilios, a los serios esfuerzos de innumerables

    obispos y sacerdotes conquistados por la Reforma tridentina, a la eficaz actividad de

    rdenes religiosas como los jesuitas, la causa del celibato le debe mucho a algunos

    trabajos eruditos que opusieron a la crtica de Lutero y de sus sucesores una slida

    apologtica. En lo que respecta a este perodo recordaremos en particular los nombres

    del obispo Estanislao Osio (15041579) , del jesuita Roberto Bellarmino (1542-1621) y

    del oratoriano Csar Baronio (1538-1607) , los cuales inmediatamente despus del fin

    del Concilio de Trento, reforzaron las posiciones oficiales a travs de sus sabios

    estudios.

    Entre la gran cantidad de opsculos y libros contra el celibato que continuaron

    difundindose, especialmente en los ambientes evanglicos, una importante obra merece

    nuestra atencin: aqulla del telogo luterano Georgius Calixtus (1586-1656), De

    Conjugio clericorum liber , publicada en Helmstadt en 1631, que busca demostrar la

    fragilidad de los fundamentos escritursticos, histricos y doctrinales sobre los cuales se

    apoya, segn l, la legislacin concerniente al celibato de los sacerdotes. Se trata sin

    duda de la obra ms consistente producida por la Reforma protestante contra el celibato

    eclesistico. Muchos la recogern en tiempos futuros, con frecuencia y abundantemente.

    Ser reeditada en 1783 por Heinrich Henke y continuar ejerciendo una fuerte

    influencia en la Alemania de la Aufklrung.

    Siglo XVIII

    El movimiento de las ideas que partiendo de Descartes sostena una legtima autonoma

    de la razn en la bsqueda de la verdad condujo a la inteligencia, a travs de un fatal

    concatenamiento, no slo a hacer caso omiso de la fe sino a oponrsele, viendo en ella

    al enemigo de su emancipacin. El siglo XVIII, el "siglo de las luces" bajo la influencia

    de su lite profundamente antirreligiosa, llev adelante un trabajo de debilitamiento

    contra la Iglesia y sus instituciones que, obviamente, no dej pasar por alto el celibato.

    Pero ni las voces ms agresivas, ni las nuevas defecciones sacerdotales, ni algunos

    escndalos de amplia repercusin, ni la persecucin sanguinaria de la Revolucin

    francesa lograron modificar la actitud general del clero que, en su conjunto, permaneci

    fiel al ideal trazado por el Concilio de Trento.

    Hay que sealar en el curso de este perodo algunas intervenciones pontificias: con una

    carta fechada 6 de noviembre de 1730, el Papa Clemente VIII aprob la fundacin de

    seminarios en el reino de Aragn y record que la pureza de Cristo constituye el modelo

    y la fuente de la castidad sacerdotal ; un largo captulo est consagrado a esta ltima en

    otra carta del mismo Pontfice, fechada 22 de marzo de 1736; adems la Encclica A

    quo die, del mismo Clemente VIII, publicada en 1758, privilegia la castidad entre los

    criterios de seleccin de los candidatos al sacerdocio.

    Una abundante literatura con miras a desacreditar el celibato se propaga abiertamente o

    a escondidas. Los ataques ms insidiosos, cuya influencia se hace sentir por mucho

    tiempo, fueron conducidos por Pierre Bayle en el Dizionario storico e critico de 1697

  • frecuentemente reeditado, y por la Enciclopedia de Denis Diderot cuyo primer volumen

    aparece en 1751.

    Las obras apologticas ms importantes del siglo XVIII son las de Francisco Antonio

    Zaccara, jesuita italiano que, despus de la supresin de la Compaa de Jess (1773),

    se convierte en profesor de historia eclesistica en el Colegio de la Sabidura en Roma.

    El primer trabajo publicado en 1774 se titula: Storia polemica del celibato sacro da

    contrapporsi ad alcune detestabili opera uscite a questi tempi; el segundo, once aos

    ms tarde, lleva por ttulo: Nuova giustificazione del celibato sacro dagli inconvenienti

    oppostogli anche ultimamente in alcuni infamissimi libri. Disertazioni quattro. Con un

    tono polmico, necesario por las circunstancias, trata a fondo la historia del celibato

    eclesistico haciendo remontar el origen a los tiempos de los Apstoles .

    Siglo XIX

    La "crisis de la conciencia europea" iniciada en el siglo XVI se prolonga ms all del

    siglo de las luces y de la Revolucin francesa, en aquello que muy apropiadamente ha

    sido llamado ""el drama del humanismo ateo". El siglo XIX -el siglo de Hegel,

    Feuerbach, Carlos Marx, Augusto Comte, Nietzsche- es radicalmente antirreligioso y

    hostil a la Iglesia. Como todo aquello que concierne al catolicismo, el celibato

    sacerdotal representa el blanco de ataques violentos y sistemticos. En su primera

    encclica, Po IX llega a afirmar: ",El celibato sagrado es vctima de una conspiracin" .

    Se puede quizs identificar el sntoma del xito del que contina gozando la obra de

    Georgius Calixtus, reeditada por Heinrich Henke en 1783, porque "nadie ha escrito de

    manera ms profunda y ms sabia a favor del matrimonio de los sacerdotes" , as como

    en la voluminosa obra de los hermanos Theiner, aparecida en 1828 y sucesivamente

    reeditada en 1897, violenta requisitoria que se propona nada menos que "secar una vez

    por todas la fuente de tantos males en el plano moral" o sea el celibato , o en el "best-

    seller" vulgarizante de Henry Charles Lea (1867), que conoci numerosas reediciones ,

    para no hablar de la Enciclopedia de Diderot, que sigue siendo un libro predilecto.

    La Iglesia sale debilitada y dividida de la tormenta revolucionaria, pero,

    paradjicamente, fortificada por el herosmo con el cual ella misma la haba atravesado .

    Reorganizando las propias instituciones segn el espritu del Concilio de Trento, ella

    adquiere nueva fuerza y conoce, en el curso del siglo XIX una vitalidad sorprendente.

    Este siglo irreligioso es tambin un siglo de santos, con el Cura de Ars, Juan Bosco,

    Jos Cottolengo, Jeanne Jugan y otros miles. El clero, tras el impulso del pontificado y

    de algunos obispos ejemplares, traza el camino de una autntica renovacin. A pesar de

    los ataques de los que viene siendo objeto, el celibato sacerdotal se mantiene en

    conformidad con los cnones tridentinos y el Corpus Juris Canonici.

    No parece que los concilios extraordinarios de Occidente, que se hicieron menos

    frecuentes despus de las regulaciones tridentinas han debido preocuparse de la

    cuestin. Las intervenciones pontificias recuerdan a los sacerdotes el deber de la

    castidad, pero sin volver sobre una legislacin que se supone sea conocida por todos .

    Se sabe que el Concilio Ecumnico Vaticano I (8 de diciembre de 1869 - 20 de octubre

    1870) se propona entre otras cosas "examinar con el mayor cuidado y establecer

    aquello que conviene hacer... para la disciplina y la slida instruccin del clero regular y

    secular". Forzado a interrumpir prematuramente sus trabajos, le quedaban todava por

    votar 51 esquemas, de los cuales 28 eran de naturaleza disciplinar. El celibato de los

  • sacerdotes deba ser tratado en el marco de una constitucin De vita et honestate

    clericorum, cuyo esquema , sometido al examen de los padres, ya haba sido objeto de

    un cierto nmero de observaciones . Estos documentos preparatorios reservados en los

    archivos sirvieron, como se ha sealado, para la elaboracin del Cdigo de Derecho

    Cannico de 1917 y de las encclicas de los Papas sucesivos.

    En el plano de la apologtica conviene subrayar la coleccin monumental del obispo

    hngaro Agostino di Roskovany , que recoge todos los textos relativos al celibato

    eclesistico a fin de combatir "el error de aquellos que pretenden que la ley del celibato

    sagrado haya estado ignorada en los primeros cuatro siglos de la Iglesia..." y de

    demostrar que " es con justo merecimiento que se califica esta ley como "apostlica"

    ...".

    La importante controversia del fin de siglo, de la cual ya se ha tratado ms arriba, entre

    Gustavo Bickell y F.X. Funk, llamar la atencin ms an de cuanto haya sucedido en

    el pasado, sobre el problema crucial de los orgenes de la ley del celibato.

    La gran figura de John Henry Newman (1801-1890), que ilumina todo el siglo XIX,

    proyecta sobre este problema un testimonio que, sin hacer recurso de la erudicin, no

    por esto debe considerarse menos importante: Exista tambin el celo con el cual la

    Iglesia romana conservaba la doctrina y la ley del celibato, que yo reconozco como

    apostlica, junto a su fidelidad a muchas otras costumbres de la Iglesia primitiva, que

    me eran queridas; todo esto constitua un argumento en favor de la gran Iglesia romana"

    .

    Del inicio del siglo XX al Concilio Vaticano II

    La crisis modernista, sobre la cual se abre el siglo XX, pone en debate todas las

    instituciones de la Iglesia, inclusive, naturalmente, la ley del celibato . Po X har una

    breve pero clara referencia a la encclica Pascendi . Oponiendo el conocido veto al

    "concentrado de todas las herejas" que el modernismo representa a sus ojos, el Papa

    pona al mismo tiempo un freno a un fuerte crecimiento de la impugnacin del celibato.

    Hasta una poca recientsima no se sentirn sino raramente voces que piden la abolicin

    de la disciplina tradicional. Por otra parte, de manera trgica las dos guerras mundiales

    dirigirn las mentes a otras preocupaciones.

    Daremos aqu, en orden cronolgico, los textos que hacen referencia al celibato

    eclesistico y que provienen de los Sumos Pontfices durante el perodo que va del

    inicio del siglo al Vaticano II. Se trata efectivamente de slo documentos oficiales de la

    Iglesia latina sobre el tema.

    Documentos de Po X (1903-1914):

    Encclica Pascendi (8 de setiembre de 1907).

    Exhortacin Apostlica Haerent animo (4 de agosto de 1908) al clero catlico sobre la

    santidad sacerdotal. El documento no emplea la expresin "celibato" pero insiste en la

    "castidad ejemplar" que representa el deber ser sacerdotes conformados a la imagen del

    Hijo".

  • Documentos de Benedicto XV (1914-1922):

    Codex Juris Canonici (1917): cnones 132 y 1072.

    Carta a Frantisek Kordac, arzobispo de Praga (29 de enero de 1920). El Papa asegura al

    episcopado de Bohemia, frente a la defeccin de una parte de su clero, que "la Sede

    Apostlica... no aprobar jams una abolicin o una mitigacin de la ley del celibato, de

    la cual la Iglesia latina se jacta como de un ornamento insigne".

    Alocucin al Consistorio (16 de diciembre de 1920). Benedicto XV retorna sobre el

    tema del clero checo. Aprovecha la disolucin de la asociacin sacerdotal Iednota,

    muchos miembros de la cual eran activamente favorables a la abolicin del celibato.

    Despus de haber subrayado que "si la Iglesia latina es vigorosa y floreciente, ella debe

    su fuerza y su gloria en gran parte al celibato de los sacerdotes, afirma que "por esta

    razn debe ser conservado en su integridad". El Papa cita la carta de Siricio a Himerio

    de Tarragona, y concluye afirmando "solemnemente" una vez ms que "la Sede

    Apostlica no mitigar nunca la ley santsima y muy saludable del celibato eclesistico,

    y menos an la abolir".

    Documentos de Po XI (1922-1939)

    Encclica Ad catholici sacerdotii (20 de diciembre de 1935). Se trata de la primera

    encclica que desarrolla exhaustivamente la cuestin del celibato de los sacerdotes. No

    se aprecia entre lneas una situacin de impugnacin como en el caso de la encclica

    Pascendi de Po X o en las exhortaciones de Benedicto XV. Pero, por primera vez, se

    advierte en un documento pontificio la preocupacin de situar la disciplina de la Iglesia

    latina confrontndola con aquella de la Iglesia de Oriente. El Papa cita a san Epifanio,

    san Efrn y san Juan Crisstomo, que testifican la "excelencia del celibato catlico y no

    duda en escribir que "tambin en esta materia la armona reinaba, en aquella poca,

    entre la Iglesia latina y la oriental, donde s se sometan a una estrecha disciplina".

    No obstante ello, concluye el Pontfice, "Nosotros no deseamos que cuanto hemos

    afirmado para recomendar el celibato se interprete como si fuera nuestra intencin

    censurar o desaprobar de alguna manera la distinta disciplina legtimamente en vigor en

    la Iglesia oriental.

    Hay que subrayar otros dos puntos: una referencia al canon XXXIII del Concilio de

    Elvira, al inicio del siglo IV "que esboza los primeros lineamientos del celibato sagrado,

    cuando arreciaba todava la persecucin del nombre cristiano, lo que constituye una

    prueba del hecho que la cosa formaba parte desde haca tiempo de las costumbres" .

    Esta ley, comenta el Papa, "no hace otra cosa que reforzar y agregarse a una cierta

    exigencia, por decirlo as, que tiene su origen en el Evangelio y en la predicacin de los

    Apstoles". Una segunda referencia llega entonces de modo natural a la mente del

    Pontfice, aquella del canon II del Concilio de Cartago del ao 390: " Ut quod apostoli

    docuerunt, et ipsa servavit antiquitas, nos quoque custodiamus".

    Todo este pasaje de la encclica, redactado con un cuidado extremo por el ex-prefecto

    de la Biblioteca Apostlica Vaticana, o sea Po XI, muestra bien su perspectiva: la ley

    del celibato en la Iglesia latina, formulada por primera vez en el siglo IV, tiene una pre-

    historia: ella se remonta a los Apstoles y a Cristo mismo, cuyo ejemplo y cuya estima

  • por la castidad han estimulado a los ministros de la Nueva Alianza a auto imponerse

    espontneamente la sumisin respetuosa a este modo de