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1 El deber de lealtad y el conflicto de intereses en Colombia: un análisis desde el derecho comparado y la jurisprudencia de la Superintendencia de sociedades Luis Camilo Franco Gómez Pablo García Henao RESUMEN Este análisis desde el derecho comparado y la jurisprudencia de la Superintendencia de Sociedades del deber de lealtad y el conflicto de intereses de los administradores en el derecho colombiano examina los antecedentes legales de la figura en el país, compara la doctrina y la jurisprudencia anglosajona con la nacional y finaliza con una línea jurisprudencial de Supersociedades que da cuenta del desarrollo y forma de aplicación del deber de lealtad y el conflicto de intereses en el ordenamiento jurídico colombiano. Palabras clave: derecho de sociedades, régimen de administradores, deber de lealtad, conflictos de intereses, derecho comparado, línea jurisprudencial, interés social. ABSTRACT This analysis from the comparative law and the jurisprudence of the Superintendence of Companies of the duty of loyalty and the conflict of interests of the administrators in the Colombian law examines the legal background of the figure in the country, compares the doctrine and the Anglo-Saxon jurisprudence with the national and ends with a jurisprudential line of Supersociedades that accounts for the development and application of the duty of loyalty and conflict of interest in the Colombian legal system. Keywords: corporate law, administrator regime, duty of loyalty, conflicts of interest, comparative law, jurisprudential line, social interest.

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El deber de lealtad y el conflicto de intereses en Colombia: un análisis desde

el derecho comparado y la jurisprudencia de la Superintendencia de

sociedades

Luis Camilo Franco Gómez Pablo García Henao

RESUMEN

Este análisis desde el derecho comparado y la jurisprudencia de la

Superintendencia de Sociedades del deber de lealtad y el conflicto de intereses de

los administradores en el derecho colombiano examina los antecedentes legales

de la figura en el país, compara la doctrina y la jurisprudencia anglosajona con la

nacional y finaliza con una línea jurisprudencial de Supersociedades que da

cuenta del desarrollo y forma de aplicación del deber de lealtad y el conflicto de

intereses en el ordenamiento jurídico colombiano.

Palabras clave: derecho de sociedades, régimen de administradores,

deber de lealtad, conflictos de intereses, derecho comparado, línea

jurisprudencial, interés social.

ABSTRACT

This analysis from the comparative law and the jurisprudence of the

Superintendence of Companies of the duty of loyalty and the conflict of interests of

the administrators in the Colombian law examines the legal background of the

figure in the country, compares the doctrine and the Anglo-Saxon jurisprudence

with the national and ends with a jurisprudential line of Supersociedades that

accounts for the development and application of the duty of loyalty and conflict of

interest in the Colombian legal system.

Keywords: corporate law, administrator regime, duty of loyalty, conflicts of

interest, comparative law, jurisprudential line, social interest.

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1. Introducción

En las últimas dos décadas el conflicto de intereses y los problemas de

agencia1 (agency problems) entre administradores y asociados ha sido un tema de

especial importancia en el derecho societario. Estos conflictos surgen por la

diferencia natural que hay entre el interés del administrador y el interés de los

asociados. Esta particularidad trae como consecuencia que el administrador

pueda abusar de: 1) el poder de su posición, 2) la falta de control legal y 3) las

asimetrías en la información para realizar por vía propia negocios que satisfacen

su interés personal en detrimento del interés social.

La doctrina y la jurisprudencia angloamericana determinaron que el interés

y la relación administrador-asociados debía ser regulada, de tal manera que el

interés personal del administrador estuviera encaminado a respetar en todos los

casos el interés social. Para ello, estructuraron deberes fiduciarios en las

relaciones de confianza, particularmente, el deber de lealtad.

Este trabajo hace un análisis del conflicto de intereses en Colombia,

específicamente, la forma en que la Superintendencia de Sociedades (en adelante

Supersociedades) ha solucionado este tipo de conflictos.

Este trabajo espera facilitar el entendimiento del deber de lealtad y el

conflicto de intereses en Colombia. Para tal, consta de una parte introductoria, en

donde se da cuenta de los problemas de agencia, el interés social, y se realiza un

estudio de la génesis de la figura en el derecho comparado.2 Posteriormente, se

efectúan estudios de las figura en el derecho colombiano y se construyen líneas

jurisprudenciales de los fallos proferidos por Supersociedades sobre el tema.

2. Origen económico del conflicto de intereses

2.1 Los problemas de agencia.

Los problemas de agencia o de mandato, se pueden entender

principalmente como “las dificultades que surgen cuando el bienestar de una de

las partes, denominada el mandante (principal), depende de las acciones

adelantadas por un tercero, denominado el mandatario o agente (agent)” (Reyes

Villamizar f. , 2013b).

1 Aquellos que surgen de las dificultades derivadas del mandato natural que se le hace al administrador por parte de los asociados, donde el interés de los asociados, depende directamente de las acciones adelantadas por el administrador. 2 En donde se evidenciará principalmente la jurisprudencia y doctrina en Estados Unidos.

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Así pues, los problemas de agencia se presentan en relaciones en las que

un sujeto, principal o mandante, le encarga a otro, agente o mandatario, la

realización de una o varias prestaciones específicas (Jensen, 2000).

Desde el punto de vista del derecho societario, los problemas de agencia se

dan principalmente entre aquellos asociados que representan el interés social y el

administrador o administradores a los que se les delega tareas específicas.

Además, el estudio de los problemas de agencia, parte de sus

consecuencias prácticas, en específico, desde los costos económicos que

representan para la sociedad o asociados la fiscalización de las tareas

encomendadas a los administradores.

En este orden de ideas, en el siglo XVIII Adam Smith (1976), refería lo

siguiente:

“Debido a que la función de los directores en compañías por acciones no es la de administrar sus

propios recursos, sino los de terceros, no es razonable esperar en la custodia de estos dineros se

emplea en una acuciosa diligencia, semejante a la que pondrían los socios de una compañía de

personas en el manejo de sus asuntos. igual como ocurre con el mayordomo de un hombre

acaudalado, los administradores serán propensos a ocuparse en nimias pequeñeces, en lugar de

prestarle atención a los asuntos concernientes a la honorabilidad de su patrono, de modo que, con

harta frecuencia, procurarán excusarse del cumplimiento adecuado de sus deberes. Así la

negligencia y la prodigalidad habrán de prevalecer, en gran medida, en la gestión administrativa de la

compañía.”

Estos problemas obedecen principalmente a la asimetría de la información y

la existencia de intereses contrapuestos.

La asimetría de la información se define como la inevitable diferencia en el

conocimiento de los hechos de los negocios existentes por parte del administrador

(mandatario o agente) y el asociado (mandante).

El permanente contacto del agente con los negocios encomendados, le da

un conocimiento preferente de los hechos que le ha encargado el mandante, pues

en cabeza de éste se encuentra la ejecución del encargo, hecho que

eventualmente puede llevar a un aprovechamiento de esta información

guardándose elementos relevantes frente al mandante, quien por situaciones

prácticas, no podría conocer de manera simple tal información (Reyes Villamizar

F. , 2013a, pág. 42).

Esta ventaja frente al mandante podría repercutir en una consecuencia

negativa, pues el mandatario se vería tentado a obrar de manera abusiva u

oportunista, a actuar de manera negligente en la ejecución de la prestación o

incluso, en un aprovechamiento indebido del de los beneficios del negocio.

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Tal situación, es una realidad compleja, pues es un riesgo natural del

negocio jurídico subyacente, el cual en la modernidad enfrenta el dilema de la

necesidad de incrementar la libertad de acción del administrador aún a sabiendas

de aumentar el riesgo de que éste pueda verse cada vez más tentado a llevar

acciones que conlleven a problemas de agencia.

La segunda causa, corresponde a los intereses contrapuestos del

mandante y el mandatario, en donde el primero buscará maximizar siempre el

interés social3 y el segundo buscará maximizar su interés personal. Dicha idea

acude a que siendo las dos partes sujetos económicos racionales, buscarán

siempre maximizar su utilidad4.

Los problemas han sido altamente relevantes para el derecho societario, lo

que ha llevado a que la regulación sobre la materia se haya concentrado en

intervenir dichos asuntos5. Esta intervención, se ha centrado principalmente en

tratar de neutralizar los problemas de agencia y reducir los costos que de ella se

derivan, tales como los de fiscalización de las actuaciones del administrador

(Reyes Villamizar f. , 2013b).

La doctrina societaria especializada se ha dedicado a identificar las

situaciones en las que se pueden encontrar problemas de agencia en las

sociedades. Autores como Arcila, han determinado que existen tres tipos de

problemas de agencia: a. el conflicto que existe entre los asociados y los

administradores; b. el antagonismo que se presenta entre los asociados

mayoritarios y minoritarios; y c. la contraposición de intereses de la sociedad y los

terceros interesados (stakeholders) (Kraakman, 2004, págs. 21-22).

El conflicto que existe entre los asociados y los administradores es el más

relevante para el presente trabajo.

2.2 El interés social como motor del conflicto entre asociados y

administradores.

3 Asunto ampliamente relevante para el estudio de los conflictos de intereses. Este tema se tratará de manera posterior. 4 En opinión de Polinsky, existen varios supuestos del análisis económico tomados en el estudio del análisis económico del derecho, uno de ellos es que “(…) se da por sentado que los individuos ‘maximizan’ sus beneficios sobre sus costos. Esto se conoce como el ‘estandar de maximización de utilidad’ (Polinsky, 2003, pág. 10) 5 Al intervenir desde el derecho las actividades económicas que por predominancia deben tener libertad de acción, se debe tener gran cuidado, ya que reducir el margen de acción del administrador, reduciendo su libertad, puede llevar directamente a la perdida de utilidad social.

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Antes de hablar de los respectivos deberes que se le entregan al fiduciario y

de los conflictos de intereses, se debe comprender cuál es el sentido de los

intereses del administrador y de los asociados y por qué sus intereses son, en

principio, contrarios6.

El interés social, encuentra su sentido gracias a los deberes fiduciarios7 que

subyacen a la relación jurídica entre administradores y asociados, en donde estos

últimos entregan una obligación primaria al administrador: la gestión debida de la

empresa (Esteban Velasco, 2005, pág. 22). En este tipo de contratos, es normal

encontrar en el apartado de obligaciones del administrador, el cumplimiento del

“interés social” (Alcalá Díaz, 2010, pág. 422).

Existen cuatro tipos de posiciones doctrinarias relevantes sobre el tema: la

teoría dualista (O pluralista limitada), la teoría finalista, la teoría monista y

finalmente la teoría pluralista (Sabogal Bernal, 2017, pág. 3); teniendo como más

relevantes las dos últimas por su aporte al derecho comparado y por ser las más

importantes en el entorno del discurso del interés social. Es importante recalcar en

este punto que el estudio tangencial de estas teorías es importante, ya que son las

que han desarrollado el deber de lealtad y el conflicto de intereses en los

ordenamientos del common law y del civil law.

La teoría dualista, “afirma que el interés de la sociedad se integra

únicamente por el interés de los socios y por el interés de los trabajadores, esto a

partir de la influencia de la ‘co-gestión’; mientras que la teoría finalista, “sostiene

que el interés social debe considerar: la optimización del lucro, la correcta

valoración de los intereses y la consideración igualitaria de intereses”. Estas dos

teorías no son las más relevantes, por tanto, basta con esta pequeña

contextualización.

6 Para (Sabogal Bernal, 2017, pág. 2): “el “interés social” en la medida que aquel concepto es la brújula que orienta la conducta de los órganos de la sociedad y el instrumento que permite detectar las desviaciones de poder en la organización (abuso de las mayorías o conflictos de interés de los socios) y en la gestión social (los “conflictos de interés” de los administradores)”, de tal manera, el dentro de la categoría conflicto de intereses, también coexisten diferentes tipos de conflictos, como por ejemplo el referido por (Arcila Salazar, 2017), entre mayoritarios y minoritarios, sin embargo, el foco del presente se encuentra dirigido necesariamente al conflicto entre administradores y asociados. Luis Fernando Sabogal Bernal. (2017). “Deber de lealtad y los conflictos de intereses de los administradores de sociedades” (Tesis Doctoral). Universidad Complutense de Madrid. Madrid, España. 7 En el Common Law la gestión de intereses de terceros se regula bajo las normas del trust (Fiducia) por lo tanto, los fiduciarios deben cumplir una serie de obligaciones que se han conocido como deberes fiduciarios, de allí esta expresión. En el civil law no necesariamente una relación entre administrador y asociado se enmarca en un contrato de fiducia, más se trataría de un mandato, pero los deberes que subyacen en uno y otro modelo no se modifican.

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De la teoría Monista se puede decir que toma como tesis al interés social

como “el interés común entre los socios”, consiste en alcanzar un fin lucrativo8,

concretado por medio del contrato social9, el cual nace desde el derecho privado.

Esta figura, también llamada “Contractualista”10, nace en los Estados

Unidos con el objetivo de brindar a los empresarios mayor independencia y

seguridad jurídica en el ejercicio de la actividad económica. Es relevante pues el

objeto principal de las corporaciones es incentivar y proteger el interés de los

accionistas11, restringir las funciones del administrador a aprovechar el capital y

hacer que cada vez el valor de éste sea mayor.

En cuanto a la teoría pluralista, el interés social se predica como la

búsqueda del “interés común”, esto es, no sólo la búsqueda del interés de los

socios, sino también la búsqueda de satisfacer los intereses de los grupos

afectados o directamente relacionados con la empresa. También es llamada como

“Teoría institucionalista”12, su origen se remonta al derecho continental, en

especial, en Alemania, en 1937, bajo la promulgación del §70.1. AktG de 193713,

en donde se incorporó a la ley alemana la “cláusula del interés común”.

3. El deber de lealtad y los conflictos de intereses en el common law

3.1 Estados Unidos de América.

Gracias a su gran celeridad, flexibilidad y practicidad en materia de

desarrollo societario (Reyes Villamizar F. , 2005), el estudio del Common Law bajo

la visión del derecho comparado se ha vuelto una necesidad en los países de

influencia romano germánica. Tanto así, que en las últimas décadas el derecho

europeo continental ha dejado atrás el aislamiento jurídico y se ha comenzado a

8 Para (Esteban Velasco, 2005, pág. 25) Este fin lucrativo puede ser la maximización del beneficio, del dividendo, o de la eficiencia en producción de la empresa.. 9 Contrato social entendido dentro de este contexto societarios, esto es, el contrato de asociación. 10 Vid. entre muchos (Cordoba Acosta, 2014, pág. 47 y ss). 11 Idea desarrollada por la sentencia: "Dodge v. Ford Motor Co." (1919), en donde se refirió que: "A business corporation is organized and carried on primarily for the profit or the stockholders. The powers of the directors are to be employed for that end"] 12 La denominación “institucionalista” proviene de la teoría institucional del derecho de sociedades, según la cual la sociedad debe cumplir unos fines económicos, políticos y sociales. (Cordoba Acosta, 2014, pág. 90 y ss) 13 (Sabogal Bernal, 2017) refiere respecto a esto que: “Esta norma dispuso que el Vorstand (consejo de dirección) tendría que gestionar la sociedad “según las exigencias de los intereses de la empresa, de los trabajadores y del bien común del pueblo y del Reich” (lo que denota la impronta del nacionalsocialismo vigente para la época), con lo que se buscaba que la administración societaria dirigiera la sociedad teniendo en cuenta, junto con los intereses de los socios, otros intereses involucrados en la sociedad (y que para entonces comprendía únicamente los intereses de los trabajadores y los intereses político-económicos generales)”

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acercar más a los ordenamientos jurídicos de tradición anglosajona (Reyes

Villamizar F. , 2005, pág. 18).

Esta situación es más común en materia societaria, pues es sabido que el

derecho societario norteamericano es referente y guía para los diferentes

procesos de reformas legislativas. Al respecto (Sabogal Bernal, 2017) señala lo

siguiente:

“(…) no puede negarse que éste ha sido un modelo jurídico que ha demostrado su especial utilidad

en el ámbito del comercio, facilitando de un lado, la creación de importantes figuras jurídicas, y de

otro, impulsando o desarrollando al máximo otras figuras, como es el caso de las sociedades

(especialmente las de capitales mediante el favorecimiento del espíritu asociativo), en las que

además ha asegurado en mejor medida la igualdad, la equidad y la lealtad” (p. 76)

Así mismo, en materia legislativa, Navarro (2014) refiere:

“Por lo que respecta a EE.UU., a priori hay que tener en cuenta que muchas tendencias que se

vislumbran en el derecho societario mundial tienen su origen allí, en este sentido, durante las últimas

décadas se han producido en este país profundos cambios caracterizados por una creciente

desregulación de su derecho de sociedades, que supone la sustitución de normas imperativas por

otras de carácter dispositivo. (…) Bajo estas premisas, no cabe duda de que nos encontramos ante

un ordenamiento peculiar que trata de dar cabida a cualquier necesidad practica y que puede

considerarse un exponente en lo que a flexibilización societaria se refiere.” (p.65)

El derecho de EE.UU. ha tenido un desarrollo de su derecho societario cada

vez más tendiente a eliminar las prohibiciones expresas, a desarrollar el uso de la

doctrina general de los deberes fiduciarios, entendidos dentro del marco de las

relaciones fiduciarias existentes entre administrados y la sociedad (Reyes

Villamizar F. , 2010, pág. 343).

En Colombia se ha construido buena parte de la normativa tomando como

guía los avances obtenidos por el Common Law14, situación que se vislumbra al

revisar los fallos de Supersociedades en materia de conflicto de intereses15, donde

se remiten a la Doctrina de Estados Unidos para comprender y aclarar16 las

subcategorías principales del conflicto de intereses.

3.1.1 El deber de lealtad de los administradores.

14 Para (Polonía Tello, 2012, págs. 279-329), una de las ventajas de las SAS colombiana son sus antecedentes normativos, los cuales son formados a partir de preceptos tomados del Derecho Comparado. 15 Situación que se profundiza en el capítulo quinto de este trabajo. Se realiza un estudio jurisprudencial de los fallos al momento de la Superintendencia de sociedades en materia de conflicto de intereses. 16 Esto, en razón de que en Colombia no ha habido un interés conjunto por regular de manera clara y concreta en qué momentos se da el conflicto de intereses, pues la normativa vigente, la ley 222 de 1995 y el decreto 1925 de 2005, no disponen de definiciones claras que aparten de cualquier duda al interprete.

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El deber de lealtad, entendido desde la lógica anglosajona, parte de la idea

de relación fiduciaria entre quien administra una sociedad y los asociados que

ostentan el interés social. Los asociados invierten su capital buscando maximizar

su interés social, el administrador se obliga con los asocios a respetar los deberes

fiduciarios17 de duty of care y duty of loyalty18, consistiendo este último en la

exigencia de actuar de buena fe siempre buscando el interés de la empresa19.

El deber de lealtad nace de la relación fiduciaria y busca evitar que el

administrador actué en contra del interés social. El deber de lealtad pretende evitar

que se lleven a cabo acciones que no sean beneficiosas para la sociedad, o que

defrauden a esta.

La jurisprudencia de EE.UU, se encargó de desarrollar el deber de lealtad,

llevándolo de una obligación natural del contrato de mandato, a una obligación

jurídica general, a través de una regulación flexible sobre el tema20, evitando tener

que determinar ex ante todos los supuestos donde se viera inmerso un

administrador en una violación al deber de lealtad (Llebot Majo, 2005, pág. 25).

3.1.2 conflicto de intereses entre administrador y

asociados.

El conflicto de intereses entre administrador y asociados es el principal

supuesto bajo el cual la doctrina y la jurisprudencia anglosajona indican cuando se

transgrede el deber de lealtad. De manera general, el conflicto de intereses es la

acción del administrador por medio de la cual antepone su interés personal al

interés social de los asociados.

En EE. UU se han desarrollado tres categorías que determinan cuándo

existe una violación al deber de lealtad, y por tanto, un conflicto de intereses:

a. Los negocios en los que media interés particular del administrador – Más

conocido como self-dealing.

b. La usurpación de las oportunidades de negocio de la sociedad.

c. La determinación de remuneraciones excesivas.

17 Los denominados deberes fiduciarios desarrollados por la legislación y la jurisprudencia norteamericanas, que a su vez definen las pautas de comportamiento de los administradores sociales, tienen por base fundamental la exigencia irrestricta de la “buena fe”: Cfr. RMBCA §8.30 (a)(1) y REYES (2005), p. 166. 18 También conocido como “Duty of fair dealing” en los principales en las secciones § 5.01 y siguientes. 19 Cfr. ALLEN, KRAAKMAN y SUBRAMANIAN (2007), p. 293. 20 Si bien no está regulado de manera taxativa, si se encuentra en leyes estatales societarias, como el caso de Delaware, y también es ampliamente reconocido en la jurisprudencia de EE.UU. Cfr. (Baums & Scott, 2005, pág. 8)

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Así mismo, se ha desarrollado también –desde el estudio de la

administración y el gobierno corporativo- dos categorías más:

d. La utilización o apropiación indebida de los bienes sociales, información

de la sociedad o de su posición como administrador.

e. En general todo acto de competencia con la sociedad.

La categoría más relevante para el estudio del presente trabajo es aquella

en donde media un interés particular del administrador (O self-dealing). Este

concepto ha sido utilizado por Supersociedades en Colombia en el entendimiento

de la materia.

3.1.3 Antecedentes.

Los antecedentes del tratamiento del deber de lealtad y el conflicto de

intereses en EE. UU se desarrollaron a finales del siglo XVII, basados en la idea

traída desde Inglaterra de la relación fiduciaria, creada a finales del siglo XVII.

Dicha idea fue aplicada en EE. UU a todos los ámbitos de las relaciones

comunes, en donde se planteaba como base para dicha relación la confianza que

se depositaba por parte del fiduciante al fiduciario.

La jurisprudencia angloamericana a finales del siglo XVIII tomó esta regla

social y la aplicó directamente a los administradores (Guerra Martín, 2003),

creando así el deber genérico de fidelidad (“Fiduciary dutty”).

A finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, la jurisprudencia

norteamericana reconoció que la relación fiduciaria entre administrador y

asociados, parte de la confianza que los segundos entregan al primero y como

consecuencia nace para el administrador21 la obligación fiduciaria de actuar con

lealtad frente a los intereses de los socios (Guerra Martín, 2003, pág. 48).

Esta situación es de gran importancia, pues es a partir de este momento

que el discurso del deber de lealtad y los conflictos de intereses toma forma y

fuerza en la jurisprudencia angloamericana.

Durante la segunda mitad del siglo XIX, EE. UU logro un progreso

económico relevante debido a la expansión y liberalización de su modelo

económico, lo que consecuentemente, llevó a que las sociedades crecieran y se

expandieran.

21 Entendido en este punto como el administrador o cualquier integrante del consejo de administración y demás gestores de la administración.

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Al ser la mayoría de sociedades de EE.UU de capitales y abiertas, la

expansión y crecimiento llevó a que se atomizara el control social, ya que, con el

incremento de accionistas, también se disolvía el control, lo que llevó directamente

a que la toma de decisiones por parte de los asociados fuera más difícil gracias a

que se tomó como costumbre la práctica de una sola asamblea de accionistas, y

que en consecuencia, se le diera más autonomía al administrador (Reyes

Villamizar F. , 2005, págs. 4-5).

Esta falta de control, sumada a la autonomía y mayor competencia de los

administradores, llevó a que durante la segunda mitad de siglo, fuera recurrente el

abuso por parte de los administradores, llevando directamente a que se

concretaran un sin número de acciones transgresoras del deber de lealtad

(Sabogal Bernal, 2017, pág. 97).

Ante esta problemática, la jurisprudencia angloamericana tuvo que

modificar su forma de tratar el conflicto de intereses. Es así, como en el caso Guth

v. Loft (1939)22 se tomaron dos decisiones cruciales: La primera, encaminada a

establecer un “estándar de conducta” exigible a los administradores.

La segunda, una acción de responsabilidad común denominada Derivate

Suite. Acción funcional pues, al momento, sólo existía la posibilidad de llevar a

cabo acciones ante la jurisdicción de protección de derechos de manera

individual23.

Lo anterior fundado en la siguiente opinión de la Supreme Court of Delaware

con respecto al deber de lealtad proveniente de la relación fiduciaria24:

Los funcionarios y directores corporativos no están autorizados a utilizar su posición de

confianza para promover sus intereses privados. Aunque técnicamente no son fideicomisarios, tienen

una relación fiduciaria con la corporación y sus accionistas. Una política pública, existente a través de

los años, y derivada de un profundo conocimiento de las características y los motivos humanos, ha

establecido una regla que exige a un funcionario o director corporativo, perentoria e inexorablemente,

el cumplimiento más escrupuloso de su deber, no solo afirmativamente, proteger el interés de la

corporación comprometida con su cargo, pero también abstenerse de hacer cualquier cosa que

funcione para la corporación, o privarla de ganancias o ventajas que su habilidad y habilidad puedan

aportar adecuadamente, o permitirle hacer En el ejercicio razonable y lícito de sus atribuciones.

22 5 A.2d 503. GUTH et al. v. LOFT, Inc. Supreme Court of Delaware. April 11, 1939. Recuperado de: https://h2o.law.harvard.edu/collages/4308 23 Cfr. GUERRA (2003), pp. 50–51; Cfr. SABOGAL (2015), p. 97; Vid. REYES (2005), pp. 3-4. 24 «un principio que viene existiendo a lo largo de los años, que deriva de un profundo conocimiento de los caracteres humanos y sus motivos, ha establecido la regla que exige a los administradores y officers de una sociedad, de forma perentoria e inexorable, la más meticulosa observancia de su deber, no sólo de un modo positivo protegiendo los intereses sociales puestos a su cargo, sino también absteniéndose de realizar actos que podrían causar un perjuicio a la sociedad o privarla de un beneficio» Traducción tomada de: (Guerra Martín, 2003, pág. 444).

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Que el desarrollo de esta figura haya sido jurisprudencial y no legislativo,

obedece a dos circunstancias principales, las cuales, según (Reyes Villamizar F. ,

2005) son: En primer lugar, que en buena parte de la legislación positiva

adoptada por Estados Unidos durante el siglo XIX demostró ser insuficiente para

la protección de los accionistas minoritarios y acreedores; y en segundo lugar, los

tribunales en derecho siempre procuraron no intervenir en los conflictos intra-

societarios por la complejidad que ello representaba, razón por la cual, los socios

no tenían otro mecanismo que acudir a los tribunales en equidad.

Lo anterior no significa que sólo exista jurisprudencia en la temática del

conflicto de intereses. También se presentan manifestaciones legislativas al

respecto, las cuales, se han dedicado a plasmar los principios y deberes que la

jurisprudencia desarrolló. (Reyes Villamizar F. , 2005, págs. 41-42)25

A finales del siglo XX, se vieron movimientos de cambio, tal como el

planteado por la American Bar Association, la cual logró incorporar en el “Revised

Model Corporation Act” de 1984, una regulación sobre el conflicto de intereses.26

Finalmente, en la última década, el tema del conflicto de intereses y el

deber de lealtad en los Estados Unidos ha sido de preocupante relevancia, pues

como se mencionó anteriormente, la dispersión de acciones ha hecho que el

control sobre los administradores por parte de los asociados sea cada vez más

difícil (Reyes Villamizar F. , 2005, pág. 4). Además que, gracias a la globalización

(Reyes Villamizar F. , 2005, pág. 3) y a la facilidad de la comunicación, cada vez

los escándalos financieros son más evidentes.

Es pertinente añadir que todo esto ha causado que la legislación empiece a

dejar atrás la idea de no intervención, desencadenando de manera directa que

desde el legislador federal empiece a intervenir el conflicto de intereses y se

puedan dar garantías y protección a los asociados. Al respecto (Sabogal Bernal,

2017) hace referencia a la misma problemática con el siguiente:

“Una prueba manifiesta de este mayor interés en mejorar la regulación en la materia, puede extraerse

de la revisión que en el año 2005 se hizo sobre estos asuntos a la RMBCA, en la cual se

redefinieron, clarificaron y simplificaron muchas de las normas incorporadas en el subcapítulo F

(titulado “Director’s Conflicting Interest Transaction”), creando además un nuevo subcapítulo G

relativo a las “Business Opportunities” (…), ambos incorporados dentro del capítulo dedicado a la

administración societaria (Capítulo 8 “Directors and Officers”)”

En cuanto al segundo elemento histórico importante, las self-dealing

transacition, también ha pasado por diferentes modificaciones e interpretaciones al

25 Cfr. REYES (2005), pp. 41-42. 26 Cfr. RMBCA (cuarta edición 2008) p. xviii. Cit. Por: (Sabogal Bernal, 2017)

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largo del tiempo. Al respecto, (Bernet Páez, 2007) describe de manera precisa

dichas evoluciones así:

“En un principio se dispuso una regulación rígida, proveniente del Common Law, que prohibía

cualquier forma de self-dealing transaction, con independencia de sus resultados económicos, debido

a que tales negocios se celebraban en un evidente conflicto de interés que el Derecho no debía

amparar, siendo declarados nulos sistemáticamente por los tribunales.

Luego, tal regla se fue atemperando, permitiéndose que pudieran efectuarse tales negocios si eran

aprobados por la mayoría de los directores independientes y eran considerados justos para la

sociedad.

Con posterioridad, en un tercer estado, la regla se flexibilizó aún más, exigiéndose que la transacción

sea únicamente justa, pudiendo ser discutida esa calidad por los tribunales.

Por último, para algunos comentaristas existiría una cuarta etapa en la cual, si el negocio es

aprobado por una instancia independiente, los tribunales carecerían de la posibilidad de revisar la

equidad de tal transaccional estar amparada por la llamada business judgment rule (p. 114).”27

Finalmente, esta evolución es justificada por autores como (Eisenberg,

1987), por la idea general de los legisladores y los jueces de que en ocasiones, los

Self-dealing son situaciones empresariales que pueden ser de provecho para la

sociedad y el administrador.

3.1.4 Marco jurídico.

El sistema jurídico angloamericano, en especial el societario, denota una

dificultad en su tratamiento y análisis. A diferencia de Colombia, EE. UU tiene un

sistema federal, esto implica que las regulaciones en derecho sean en unos casos

nacionales y en otros estatales.

El Derecho Societario ha sido principalmente de creación estatal, pues su

desarrollo parte de normas federales y estaduales, desarrolladas y llevadas a

evolución por vía jurisprudencial.

Dicha situación se ha visto motivada por la libertad y autonomía jurídica

para determinar los supuestos que son de relevancia para la empresa, como la

regulación en materia social y tributaria, libertad de mercado, prohibiciones menos

fuertes y normas más permisivas.

27 Este resumen histórico realizado por Bernet, presenta en su texto original una carga bibliográfica de gran utilidad, para el efecto, la usada fue: Harold Jr.MARSH, "Are Directors Trustees?", in Bus. Law, N° 22, Chicago, 19661967, pp. 36-50~ NOTE, "The faimess test of corporate contracts with interested directors", en Haro. 1. Rev., N° 61, BostoI1, 1947-1948, pp.335-342; MarshaJI L. SM1"",", "Conflicts of interest and the ALI corporate governance project -A reporter's perspective", in Bus. Law, N° 48, Chicago, 1993, pp.1.377-1.380; Norwood BEVERIDGE, "The corporate director's fiduciary duty ofloyalty: Understanding the seli-interested director transaction", in De Paul L. Rev., N° 41, Chicago, 1991-1992, pp. 659-670iJosé LLEBOT, Los deberes de los administradores de la sociedad anónima, Madrid, Civitas, 1996, pp. 101-102.

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Estos elementos, y otros más, han hecho que sea común en Estados

Unidos hablar de ‘mercado de leyes societario’, pues en verdad existe una

competencia directa para lograr atraer cada vez más empresas al territorio federal,

y con ello, sus capitales (Reyes Villamizar F. , 2005, págs. 5-8).

Este mecanismo de competencia interestatal por la ley aplicable ha

propiciado la evolución del derecho societario generando una competencia por

tener la normativa de más vanguardia o ‘race to the top’ con el fin de obtener el

mayor registro de sociedades. El Estado ganador captará así más impuestos.

Delaware, como se muestra más adelante, es una prueba de legislación societaria

de vanguardia. Para entender el marco jurídico del deber de lealtad y el conflicto

de intereses en EEUU, es necesario abarcar dos normativas altamente relevantes:

la primera, la “Revised Model Business Corporation Act” (RMBCA) elaborado en

1984 por la “American Bar Association” (ABA) en su cuarta edición

(complementada en el año 2008), la cual es un modelo usado a nivel nacional

para la regulación en su manera más simple, pero completa, de todo lo ateniente a

sociedades. Este el modelo que más usado por la mayoría de Estados de EEUU.

La segunda, ha sido el modelo de más reconocimiento a nivel internacional

para regulación e implementación de normativas atenientes al conflicto de

intereses y el deber de lealtad, la “Business Corporation Act” del Estado de

Delaware.

Delaware es el Estado más respetado por la comunidad académica del

derecho societario, gracias a sus tribunales especializados y a sus regulaciones

normativas tendientes a la libertad empresarial y poco intervencionismo sin

descuidar la protección a los asociados.

Así mismo, se puede hablar de una tercera alternativa para el estudio y

análisis de las disposiciones angloamericanas con respecto a los conflictos de

interés. Esta es la “Principles of Corporate Governance: Analysis and

Recommendations” (“Principles ALI”) de 1992 elaborados por la “American Law

Institute” (ALI), la cujal es ampliamente aceptada y revisada por la comunidad

académica del derecho angloamericano.

3.1.5 Tratamiento de los conflictos de intereses en los Self

– dealing.

De acuerdo con Robert Clark (1986), según la regulación de Delaware y su

jurisprudencia, existen cuatro supuestos que deben cumplir las operaciones

societarias para ser consideradas como una operación que tiene un conflicto de

intereses o self-dealing:

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“a) La existencia de una transacción acordada entre una determinada sociedad y otra

persona natural o jurídica. La sociedad a la cual nos referimos es aquella compañía cuyos intereses

podrían estar en riesgo. b) La presencia de ciertos individuos que tienen influencia en la adopción de

las decisiones con relación a los actos o contratos que ejecuta la referida sociedad. Estas personas

con influencia normalmente serán los directores de la compañía, sus ejecutivos principales, los

accionistas controladores, individuos que son conocidos como managers o directivos, y que podrían

o no figurar como la contraparte del negocio. c) Dichas personas con influencia tienen un mayor

interés en el beneficio de la persona que contrata con la sociedad referida o, bien, en ciertas

consecuencias colaterales de la transacción, que en el beneficio de la compañía que dirigen. d) El

contrato debe ser en los hechos injusto (unfair) o no equitativo para la sociedad mencionada. Esta

injusticia de la operación comercial puede revelarse de dos maneras, ya sea mediante una

comparación meramente ideal de la transacción con otra hipotética que se efectúa en un mercado

eficiente y competitivo, o bien, comparando si el resultado de este negocio es menos ventajoso que

el obtenido en un contrato que se habría acordado por una persona racional y no afectada por un

conflicto de interés. El primer método de análisis se denomina Arms'-length bargain comparison, y es

muy útil cuando no existen datos objetivos en el mercado sobre una determinada clase de contratos,

al carecer éste de competitividad. Por el contrario, el segundo sistema denominado competitive

marlcet comparison es el usado al disponerse de datos objetivos de precios de transferencias

efectuadas en un mercado competitivo en el momento temporal de la celebración del negocio

impugnado.” (P.148)

Este autor propone que habrá conflicto de intereses en los siguientes

supuestos: a. Cuando un administrador o “Director” se encuentra en todas las

partes de una transacción de una sociedad; b. cuando dicha transacción sea

consecuentemente injusta; c. cuando de dicha transacción injusta se obtenga un

beneficio indebido; y d. que dicho beneficio sea para el administrador o para un

tercero relacionado con éste.

El hecho que exista una actuación administrativa tachada de self-dealing no

significa que inmediatamente dicha acción adolezca de nulidad y sea imposible de

llevar a cabo, pues tanto el legislador como los tribunales28, han determinado que

en ocasiones, es viable y positivo que la sociedad celebre negocios jurídicos y

comerciales con el administrador. Para ellos, no es ajeno que los bienes y

capitales de los directores puede ser un activo necesario y beneficioso para la

empresa, lo que puede llevar a obtener mejores condiciones comerciales a las que

pueden encontrar en el mercado (Eisenberg, 1987).

El Estado de Delaware, por ejemplo, estableció en tres condiciones bajo las

cuales se pueden celebrar un contrato en conflicto de intereses, en la sección 144

de su Ley General de Corporaciones29,. Al respecto (Bernet Páez, 2007), indica

que estas son:

a) Que sea un hecho esencial y conocido la relación o el interés que tiene ese director o ejecutivo y

que el contrato o transacción sea revelado o dado a conocer al directorio o al comité, y que el

28 El primer Estado que actuó de manera permisiva en este campo fue el de California, en la implementación de su Código Civil. (Marsh, 1966-1967, pág. 46); (Beveridge, 1991-1992, pág. 664) 29 Norma societaria que impera en la mayoría de las sociedades abiertas de Estado Unidos.

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directorio o el comité con buena fe autorice el contrato o transacción con el voto afirmativo de la

mayoría desinteresada, aunque los directores no interesados no alcancen el quórum suficiente; o

b) Que sea un hecho esencial y conocido la relación o interés que tiene ese director o ejecutivo y que

el contrato o transacción sea revelado o dado a conocer inmediatamente a los accionistas con

derecho a voto, y que el contrato o transacción sea específicamente aprobado de buena fe por el

voto de los accionistas; o

c) El contrato o transacción sea justo para la sociedad al tiempo en que es autorizado, aprobado,

ratificado, por el directorio, el comité, o por los accionistas. (p. 116).

Si bien existen estas tres condiciones en las cuales el negocio se considera

válido, también existe una potestad jurisdiccional, por medio de la cual los

tribunales se han reservado la posibilidad de estudiar estos contratos bajo un

análisis de justicia y equidad. Este examen, es llamado por la Doctrina y

Jurisprudencia como el “Fairness Test”.

Las excepciones legales que permiten la celebración de un negocio en

conflicto de intereses, sujetas al examen de equidad y justicia que realizan los

tribunales, siguen de tres reglas fundamentales, al respecto, (Bernet Páez, 2007),

manifiesta que éstas son:

“a) La regla de la adecuada transparencia: Por medio de este criterio se obliga a los

directores o ejecutivos interesados entregar una amplia información sobre la operación, pudiendo de

esta manera el mercado, accionistas y demás interesados imponerse de esta transacción, y

eventualmente, iniciar acciones judiciales en contra de los directivos responsables. b) La regla del

debido procedimiento: a través de esta norma se procura que sea una instancia societaria

independiente quien se pronuncie acerca de la aprobación de la transacción en la cual se encuentra

interesado uno de los directores o ejecutivos de la sociedad". c) La regla de la equidad o fairness:

este canon permite que los jueces realicen un control acerca de la bondad del contrato celebrado por

la sociedad, pudiendo utilizar para ello alguno de los criterios de comparación que hemos visto

anteriormente".

4. Legislación colombiana en materia de deber de lealtad y conflicto de

intereses

4.1 Ley 222 de 1995 y decreto 1925 de 2009.

4.1.1 Antecedentes.

Colombia no tiene antecedentes sólidos en materia de deber de lealtad y

conflicto de intereses. Sólo a partir de la Ley 222 de 1995 se regularon estos

temas.

Existen pocas disposiciones previas al decreto 410 de 1971 y a la Ley 222

de 1995 que regularon tangencialmente el deber de lealtad y los conflictos de

intereses. La primera de ellas, es el artículo 6 de la ley 155 de 1959:

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“Art. 6 «Los presidentes, gerentes, directores, representantes legales, administradores o

miembros de juntas directivas de empresas industriales constituidas en formas de sociedades

anónimas, no podrán distribuir por sí ni por interpuesta persona los productos, mercancías, artículos

o servicios producidos por la respectiva empresa o sus filiales, ni ser socios de empresas

comerciales que distribuyan o vendan principalmente tales productos, mercancías, artículos o

servicios. / Esta incompatibilidad se extiende a los funcionarios de sociedades de responsabilidad

limitada que tengan como socios otras sociedades, de forma tal que el número total de personas

naturales exceda de veinte. / Parágrafo. 1º La prohibición contenida en este artículo se extiende a los

padres, cónyuges, hermanos e hijos de aquellos funcionarios. (…)”30

La norma citada, regula prácticas comerciales del ámbito del derecho a la

competencia, sin embargo, autores como (Sabogal Bernal, 2017) proponen que: “

(…) es una norma interesante y válida como antecedente, toda vez que para la

época no se disponía en el ordenamiento colombiano de una regla de iguales o

semejantes características dentro del derecho societario.” p. 331

Como segundo antecedente están los artículos 296 y 297 del Código de

Comercio colombiano, los cuales disponen para la sociedad colectiva, que los

socios deberán pedir autorización a los demás para las siguientes operaciones:

Artículo 296. Todo socio deberá obtener autorización expresa de sus consocios para: (…)

3) Explotar por cuenta propia o ajena, directamente o por interpuesta persona, la misma clase de

negocios en que se ocupe la compañía, y

4) Formar parte de sociedades por cuotas o partes de interés, intervenir en su administración o en las

compañías por acciones que exploten el mismo objeto social.

Artículo 297.

Los actos que infrinjan los dos primeros ordinales del artículo anterior no producirán efecto alguno

respecto de la sociedad ni de los demás socios.

La infracción de los ordinales tercero y cuarto dará derecho a los socios a la exclusión del consocio

responsable, a la incorporación al patrimonio social de los beneficios que le correspondieren y al

resarcimiento de los daños que ocasionare a la sociedad. Aprobada la exclusión, el representante

legal de la compañía solemnizará la correspondiente reforma estatutaria.

En la sociedad colectiva, por expresa disposición, todos los socios fungen

como administradores. Este es el antecedente normativo más claro frente al deber

de lealtad y los conflictos de intereses antes de la entrada en vigencia de la Ley

222 de 1995.

30 Cit. Por: (Sabogal Bernal, 2017)

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4.1.2 Contexto.

A partir de la Ley 222 de 1995, se introdujo el Régimen de los

Administradores de las sociedades. El deber fiduciario de lealtad, se implantó en el

numeral 7 del artículo 23, como una prohibición específica consistente en:

“Abstenerse de participar por sí o por interpuesta persona en interés personal o de terceros, en

actividades que impliquen competencia con la sociedad o en actos respecto de los cuales exista

conflicto de intereses, salvo autorización expresa de la junta de socios o asamblea general de

accionistas” (Ley 222 de 1995. Por la cual se modifica el Libro II del Código de Comercio, se expide

un nuevo régimen de procesos concursales y se dictan otras disposiciones., 1995)

El asunto problemático de la mencionada restricción fue su estructura

jurídica, pues a pesar de que la norma fue redactada con una premisa mayor

negativa fundada en abstenerse de participar en actos respecto de los cuales

exista un conflicto de intereses; no se consignó una definición legal de lo que

debía entenderse por conflicto de intereses.

Al respecto, Supersociedades ha sido consciente de la dificultad práctica

que implica la inexistencia de definición legal de supuestos de hecho en los cuales

se incurre en un conflicto de intereses.

“Aunque el ordenamiento colombiano es bastante claro en cuanto al procedimiento que debe

seguirse ante el surgimiento de un conflicto de interés, no existe una definición legal que permita

determinar cuándo se produce un conflicto de esta naturaleza en el contexto societario. Este vacío es

bastante problemático para los administradores sociales, en tanto tales sujetos no cuentan con

absoluta claridad acerca de las hipótesis que pueden dar lugar a un conflicto de interés.”

(Superintendencia de Sociedades, 2014c)

En ese sentido, la norma deja a los administradores y operadores jurídicos

un gran problema de interpretación, el cual debe ser solucionado caso a caso

mediante un estricto análisis de las hipótesis que podrían dejar incurso a un

administrador en un conflicto de intereses.

Esta ardua labor interpretativa fue asignada a Supersociedades. En el

desarrollo del inciso tercero del artículo 116 de la Constitución Política de

Colombia, el Presidente de la República, mediante el numeral 35 del artículo 7 del

Decreto 1023 de 2012 atribuyó competencias jurisdiccionales a Supersociedades.

La Corte Constitucional, en la Sentencia C-1641 de 2000, reiterando varias

providencias ha manifestado que:

“[E]n primer término, es claro que este ejercicio jurisdiccional por autoridades no judiciales representa

una excepción al reparto general de funciones entre las ramas del poder, por lo cual “su alcance es

restrictivo: únicamente pueden administrar justicia aquellas autoridades administrativas determinadas

de manera expresa por la ley, la cual debe indicar las materias precisas respecto de las cuales ello

es posible” (Corte Constitucional, 1994) . Sin embargo, en segundo término, esta Corte ha precisado

que ese carácter excepcional no significa que a las autoridades administrativas no se les puedan

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atribuir funciones jurisdiccionales permanentes, pues lo excepcional no es “aquello que no reviste el

carácter de permanente” sino aquello que constituye una excepción de la regla común. Por ende, si

“la regla común es el ejercicio de funciones administrativas por parte de las superintendencias, por lo

cual la ejecución de funciones jurisdiccionales es excepcional. Lo que el constituyente quiso fue esta

excepcionalidad, no la transitoriedad de dicho ejercicio. Si hubiera querido autorizar sólo el ejercicio

transitorio, así lo habría dicho” (Corte Constitucional, 2000b) . En tercer término, la Carta señala

campos en donde no es posible conferir atribuciones jurisdiccionales a las autoridades

administrativas pues establece que éstas no podrán instruir sumarios ni juzgar delitos” (Corte

Constitucional, 2000a)

No obstante, hay autores que creen que es impertinente y dificultoso para el

sistema jurídico colombiano que se atribuyan potestades jurisdiccionales a

entidades administrativas. Se considera que en la estructura de nombramiento de

los juzgadores, no existe imparcialidad y se pueden llegar a ver comprometidos los

derechos de los intervinientes.

“[L]os superintendentes delegados, a su vez, son designados libremente por el superintendente

general, y en ejercicio de sus funciones deben atender las políticas de la entidad, señaladas por su

nominador. Debido a ese origen, y a la ausencia de adecuadas reglas de ingreso y sostenimiento en

la función que garanticen la imparcialidad, independencia e inamovilidad del funcionario que actúa

como juez, debe concluirse que el modelo actual de asignación de funciones jurisdiccionales a la

citada superintendencia no garantiza el derecho fundamental al debido proceso, en especial de quien

allí es demandado o convocado a pleito.” (García Barajas, 2012)

En verdad no existe una visión uniforme sobre la conveniencia de facultar a

Supersociedades con poderes jurisdiccionales; lo que sí es cierto es que, hasta la

fecha, la entidad ha realizado una tarea sensata a la hora de resolver los

problemas de interpretación derivados de la inexistente definición legal de aquellos

supuestos en los que un administrador queda incurso en conflicto de intereses.

En Colombia, existen dos formas de realizar control a las operaciones

viciadas por conflicto de intereses: la primera de ellas se encuentra regulada de

forma taxativa en el numeral 7 del artículo 23 de la Ley 222 de 1995,

estableciendo la posibilidad de que el máximo órgano social otorgue un aval que

subsane el vicio derivado del eventual conflicto. La Ley también establece reglas

para aprobar la determinación:

“(…) el administrador suministrará al órgano social correspondiente toda la información que sea

relevante para la toma de la decisión. De la respectiva determinación deberá excluirse el voto del

administrador, si fuere socio. En todo caso, la autorización de la junta de socios o asamblea general

de accionistas sólo podrá otorgarse cuando el acto no perjudique los intereses de la sociedad” (Ley

222 de 1995. Por la cual se modifica el Libro II del Código de Comercio, se expide un nuevo régimen

de procesos concursales y se dictan otras disposiciones., 1995)

Esta forma de control, es importada de países de tradición romano-

germánica. En Francia por ejemplo, “debe obtenerse la aprobación de la junta

directiva y la ratificación del máximo órgano social para poder celebrar

operaciones en las que un administrador—o, incluso, un accionista de la

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compañía—tenga un interés directo o indirecto. (PH Conac, 2007); de no obtener

la autorización, la consecuencia jurídica será la eventual declaratoria en sede

judicial de la nulidad de la operación, respetando por supuesto, la buena fe de

terceros involucrados en el negocio.

Autores como Reyes Villamizar consideran que la Ley 222 de 1995 ‘no

impide definitivamente la realización de tales actos, sino que somete su

celebración a un riguroso procedimiento mediante el cual se pretende, en lo

esencial, proteger los intereses de la sociedad, sus asociados y terceros

interesados” (Reyes Villamizar F. , La Sociedad por Acciones Simplificada, 2013a).

Sin embargo, en esa misma materia, hay autores como Gil Echeverry (2012), que

considera que “los actos celebrados en conflictos de intereses resultan

absolutamente nulos”.

La segunda forma de fiscalización de operaciones viciadas por conflicto de

intereses, consiste en un control Ex Post de la operación, el cual consiste en un

minucioso escrutinio judicial31.

Este juicio no es más que la revisión judicial en detalle de la operación,

confirmando que se celebró en condiciones justas de mercado y que, por lo tanto,

resulta equilibrada en términos económicos y financieros para los intereses de la

sociedad.32 “En el Estado de Delaware, por ejemplo, tras detectarse un posible

conflicto, la Corte de Cancillería podría examinar la operación correspondiente

bajo el más estricto criterio de revisión judicial (entire fairness test o prueba de

equidad)” (Superintendencia de Sociedades, 2013).

La prueba de equidad está diseñada para probar si una transacción en la

que se presume que hubo conflicto de intereses (self-dealing)33 debe respetarse o

ser declararla nula por inequitativa, además de determinar la conveniencia

económica de la decisión, también se revisa mediante un criterio de objetividad

que la decisión hubiese sido la misma, si las personas involucradas en conflicto de

intereses no hubieran participado.

31 Como se mencionó anteriormente, en Colombia, la Superintendencia de sociedades cuenta con facultades jurisdiccionales para inmiscuirse en los asuntos internos de una compañía, siempre que sé que encuentre motivación suficiente para la intervención. 32 En el caso que nos ocupa, jueces designados por la Superintendencia en ejercicio de sus funciones jurisdiccionales 33 En Estado Unidos el capítulo F de la Ley tipo de sociedades de capital (Model Business Corporation Act, en su artículo 8.60 ha identificado tres categorías generales de transacciones de autopartida (self dealing) u operaciones con partes relacionadas (related partners); a saber: contratación directa, interese económico del administrador en la operación y operaciones con personas vinculadas al administrador.

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En respuesta a los vacíos normativos frente a la falta de supuestos de hecho

en los que un administrador queda inmerso en conflicto de intereses,

Supersociedades en la Circular externa 100-006 de 2008, realizó algunas

precisiones referentes al régimen de los administradores y frente al deber general

de lealtad. Allí definió que debía entenderse por “conflicto de intereses”34, y

adicionalmente, introdujo en su numeral 3.8.1 algunos supuestos de hecho en los

cuales éste se podía presentar:

1). Cuando el administrador demanda a la sociedad, así dicha demanda sea atendida por el

representante legal suplente; 2). Cuando el administrador celebra conciliaciones laborales a su favor; 3.)

Cuando el administrador como representante legal gira títulos valores de la compañía a su favor; 4.)

Cuando los miembros de la Junta Directiva aprueban la determinación del ajuste del canon de

arrendamiento de bodegas de propiedad de dichos administradores. 5.). Cuando los miembros de la

Junta Directiva aprueban sus honorarios si dicha facultad no les ha sido expresamente delegada en los

estatutos.

En el mismo sentido, en el numeral 3.9.1 precisó algunos eventos en los cuales

se podría presentar conflicto de intereses por interpuesta persona:

a) El cónyuge o compañero permanente del administrador, o las personas con análoga relación de

afectividad.

b) Los ascendientes, descendientes y hermanos del administrador o del cónyuge del mismo.

c) Los cónyuges de los ascendientes, de los descendientes y de los hermanos del administrador o del

cónyuge del mismo.

d) Los socios del administrador, en compañías que no tengan la calidad de emisores de valores, o en

aquellas sociedades en las cuales, dada su dimensión, el administrador conozca la identidad de sus

consocios.

Al respecto, la Superintendencia Financiera ha puntualizado que:

“se entiende por conflicto de interés, las situaciones de interferencia entre esferas de interés, en las

cuales una persona podría aprovechar para sí o para un tercero las decisiones que él mismo tome frente

a distintas alternativas de conducta en razón de la actividad misma que desarrolla y del especial

conocimiento que tenga y cuya realización implicaría la omisión de sus obligaciones legales,

contractuales o morales a las cuales se halla sujeto” (Superintendencia Financiera de Colombia, 2007)

Con el objetivo de hacer frente a la materia, y en ese sentido, delimitar los

vacíos jurídicos existentes, el Gobierno Nacional a través del Ministerio de

Industria, Comercio y Turismo expidió el Decreto 1925 de 2009 el cual: 1) impuso

sanciones a los administradores que realizaran operaciones viciadas por conflicto

de intereses, 2) reglamentó el procedimiento para obtener el aval o autorización

del máximo órgano decisorio para celebrar operaciones afectadas por conflicto de

intereses, y 3) determinó el procedimiento judicial aplicable para solicitar la

nulidad de operaciones viciadas por conflictos de esta naturaleza.

34 Existe conflicto de interés cuando no es posible la satisfacción simultánea de dos intereses, a saber: el radicado en cabeza del administrador y el de la sociedad, bien porque el interés sea de aquel o de un tercero. (Circular externa 100-006 de 2008.)

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Es importante señalar, como lo indica Ardila Salazar (2017), que en el Decreto

1925 de 2009, hubo una extralimitación reglamentaria por parte del Gobierno

Nacional. Al respecto, el autor es claro en establecer que:

“En atención al mandato del numeral 11 del artículo 189 de la Constitución Política, le

corresponde al Presidente de la República “ejercer la potestad reglamentaria mediante la expedición

de decretos, resoluciones y órdenes para la cumplida ejecución de la ley”, consagración que le

permite desarrollar su contenido con la finalidad de conseguir que la ley que reglamenta sea

entendible y fácilmente aplicable, de donde se colige que el decreto reglamentario que se expide en

virtud de tales facultades, no le permite al Gobierno Nacional exceder las competencias conferidas,

como tampoco fijar elementos o requisitos diferentes a la norma, lo cual no ocurrió en el presente

caso, pues el citado decreto excedió lo establecido por la disposición reglamentada en la medida que

las sanciones anotadas previamente no están consagradas en el numeral 7 del artículo 23 de la Ley

222 de 1995, lo que implica una extralimitación en las atribuciones legales y constituciones

conferidas.” (Arcila Salazar, 2017)

En síntesis, estamos de acuerdo con lo planteado en la justificación del

proyecto de reforma al derecho societario propuesto en 2015, en el sentido de

considerar que:

“La escasa eficacia de las prohibiciones relativas a los conflictos de interés puede representar, en

no pocas ocasiones, la desviación de beneficios privados inherentes al control. El régimen previsto

en la Ley 222 constituyó un avance significativo en esta materia. Sin embargo, la falta de precisión

sobre las conductas que originan el conflicto, su tratamiento y sanciones impidieron una aplicación

efectiva de las relevantes restricciones previstas en el numeral 7 del artículo 23 de esa norma.

Aunque el Decreto Reglamentario 1925 de 2009 intentó corregir la falta de especificidad de la

disposición legal citada, sus preceptos resultaron insuficientes ante prácticas extendidas en esta

materia.” (Superintendencia de Sociedades, 2015)

4.1.3 Alcance.

En 2015, Supersociedades presentó el proyecto de Ley 70 de 2015 a la

Cámara de Representantes. Este tenía como objetivo introducir una serie de

reformas para modernizar el derecho societario colombiano, de tal forma que se

ajustara a las más avanzadas formas de derecho empresarial existentes en el

derecho comparado.

La Superintendencia buscaba “suministrarles a los empresarios nacionales

las herramientas jurídicas más avanzadas para acometer toda clase de

emprendimientos” (Superintendencia de Sociedades, 2015). El proyecto planeaba

ajustar algunos conceptos relativos al deber de lealtad y en ese orden de ideas,

abordaba la temática del “conflicto de intereses. Desafortunadamente, el proyecto

de Ley fue retirado por su autor antes de continuar con el trámite del primer debate

en el Congreso.

El proyecto de Ley en el numeral primero del artículo 19, finiquita el vacío

legal que se presentaba hasta el momento, definiendo que:

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“(…) habrá conflicto de interés cuando el administrador o una persona a él vinculada participe en

cualquier acto o negocio en que sea parte la sociedad en que ejerce sus funciones o sus

subordinadas” lo novedoso del proyecto de norma fue la especificidad de las definiciones, pues

también delimitó el alcance de la expresión “personas vinculadas”, al respecto, el artículo 20 indicaba

que las personas vinculadas al administrador son: 1.) El cónyuge o compañero permanente del

administrador o las personas con análoga relación de afectividad; 2.) Los parientes del administrador,

de su cónyuge o de su compañero permanente, dentro del cuarto grado de consanguinidad, así como

los cónyuges y compañeros permanentes de tales parientes; 3.) Las sociedades en las que el

administrador o cualquiera de las personas mencionadas en los numerales anteriores detenten la

calidad de controlantes, conforme al artículo 260 del Código de Comercio; 4.) Las sociedades en las

que ocupe simultáneamente el cargo de administrador.

El proyecto de Ley le dio alcance restringido a la expresión “interés

económico sustancial”, es así, como en el parágrafo primero del artículo 19 del

proyecto se indicó expresamente que: “Se entenderá que existe un interés

económico sustancial cuando medien respecto de una determinada operación,

prerrogativas económicamente apreciables que puedan comprometer el criterio del

administrador y su independencia para la toma de las decisiones concernientes”

(subrayado fuera del texto).

El proyecto de reforma buscaba reducir la carga interpretativa del operador

jurídico en su ejercicio judicial, y al mismo tiempo, pretendía otorgar seguridad

jurídica a los administradores de las sociedades comerciales; de tal forma que en

el ejercicio de sus funciones contaran con reglas y/o criterios claros, expresos, y

preestablecidos legalmente, que les permitiera conocer con un mayor detalle, los

supuestos de hecho que los podría dejar incursos en un conflicto de intereses, así

como las eventuales sanciones jurídicas tanto para la operación como para ellos

mismos.

El proyecto de reforma puntualizó sobre el procedimiento requerido para

obtener autorización de las operaciones viciadas por conflicto de intereses, según

la categoría del miembro directivo inmerso en conflicto de interés y en ese orden

de ideas, determinó la sanción aplicable y la forma de sanear la nulidad si fuere el

caso:

“Artículo 21. Autorización en casos de conflicto de interés. En caso de presentarse un conflicto de

interés, el administrador no podrá en ningún caso participar en el acto o negocio respectivo a menos

que se cumpla el siguiente procedimiento: 1. Si el administrador fuere representante legal, deberá

convocar en forma inmediata a la asamblea general de accionistas o junta de socios; 2. Si el

administrador fuere miembro de la junta directiva o de cualquier órgano de administración de

naturaleza colegiada, deberá revelar la existencia del conflicto de interés tan pronto como se

presente, para que se convoque, de modo inmediato, a la asamblea general de accionistas o junta de

socios; 3. Si el administrador no fuere representante legal ni miembro de junta directiva, deberá

informarle al representante legal para que proceda conforme al numeral 1 de este artículo; 4. En el

orden del día de la convocatoria correspondiente deberá incluirse el punto relativo al análisis de la

situación respecto del cual se ha presentado el conflicto de interés. Durante la reunión de asamblea o

junta de socios, el administrador deberá suministrarles a los asociados toda la información; relevante

acerca del negocio.

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Parágrafo primero. Si el acto o negocio se celebrare sin mediar la aludida autorización, cualquier

interesado podrá solicitar su nulidad absoluta, sin perjuicio de la responsabilidad en que incurra el

administrador. Esta nulidad absoluta podrá sanearse, en los términos previstos en el artículo 1742

del Código Civil, siempre que se obtenga la autorización expresa de la asamblea, impartida de

conformidad con lo previsto en el artículo 22 de esta ley.

Parágrafo segundo. La circunstancia de que el administrador se ausente de la reunión

correspondiente o se abstenga de votar en ella no lo exonerará de darle cumplimiento al trámite

previsto en este artículo.”

A su vez, en el artículo 22 se estableció un sistema de responsabilidad para los

administradores, graduable según el procedimiento por ellos adoptados en la

operación.

En un primer eslabón, se exoneró a aquel administrador que, estando inmerso

en un conflicto de intereses, haya seguido el procedimiento contemplado en

artículo 21 del proyecto, únicamente con los votos de los asociados

“desinteresados” en la operación.

En segundo orden, se hizo solidarios tanto al administrador como a los

asociados interesados en la operación de los eventuales perjuicios derivados de la

misma, en el supuesto en que la autorización se hubiese obtenido con el voto

favorable de los asociados “interesados” en la operación. Sin embargo, la norma

no se pronunció sobre la procedencia de la declaratoria de nulidad de la

operación.

En el último nivel, se impuso la sanción más grave a los administradores,

quienes según la norma, de no haber realizado el procedimiento indicado por el

artículo 21, serían solidariamente responsables frente a los perjuicios derivados de

la operación.

Adicionalmente, se impuso como sanción la posible declaratoria de nulidad

absoluta de la operación. Mendoza (2015) indicó:

“La norma propuesta contempla también un sistema con tres niveles de autorización, de los cuales

derivan consecuencias jurídicas diferenciadas. En el primer grado se trata de una autorización plena

en la cual la asamblea general de accionistas, una vez conocida la situación de conflicto de interés,

aprueba por mayoría absoluta de accionistas desinteresados la celebración del negocio jurídico

concerniente. Como puede apreciarse, en este caso, además de la obtención de la mayoría, se

requiere también que quienes la configuran carezcan de cualquier interés en el negocio jurídico.

Como es apenas obvio, si se obtiene esta modalidad de autorización, tanto el administrador incurso

en el conflicto, como el negocio jurídico, son plenamente válidos y quedan exentos de censura.

En el segundo grado de autorización, se trata de situaciones en las que se ha obtenido la mayoría

absoluta de los votos presentes expresada en la asamblea general de accionistas, pero dentro de la

mayoría indicada se contemplan votos provenientes de personas que tienen algún interés en la

operación. La regulación propuesta prevé para este caso la validez del negocio jurídico, pero no la

exoneración de responsabilidad del administrador incurso en conflicto de interés, en caso de

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causarse perjuicios a la sociedad, los asociados o terceros. Como se puede apreciar, en este caso la

autorización obtenida tiene un carácter parcial, es decir que no es suficiente para obviar problemas

de responsabilidad que puedan endilgársele al administrador. En efecto, la participación de personas

interesadas en la conformación de la mayoría decisoria impide la exoneración que se lograría bajo el

régimen de autorización plena a que se aludió anteriormente. Sin embargo, el pronunciamiento de la

asamblea general de accionistas, aunque incompleto por las razones señaladas, se considera

suficiente para obviar la nulidad del negocio jurídico concerniente.

Por último, se propone un tercer régimen para el tratamiento de las sanciones a conductas que

impliquen conflictos de interés. Se trata de situaciones en las que el acto conflictivo se ha celebrado

sin cumplir ningún procedimiento de autorización. En este caso, como es apenas natural, el proyecto

prevé tanto la responsabilidad del administrador incurso en el conflicto de interés, como la nulidad

absoluta del negocio jurídico celebrado sin la observancia del trámite indicado.” (Mendoza, 2015)

El avance más destacable del sistema de niveles de responsabilidad es que

le hace frente a la mala práctica de algunos administradores denominada en el

Common Law (back scratching) el cual, en palabras de Reyes Villamizar consiste

en:

“Que el director cuya situación conflictiva se debate, se abstiene de votar para que sus

colegas adopten la determinación afectada por el conflicto. Esta práctica ilegal ha constituido una

burla al sistema previsto en la Ley 222 de 1995, pues por medio de ella se elude el trámite obligatorio

de autorización por parte de la asamblea general de accionistas.” (Reyes Villamizar F. , 2015)

Es muy valioso rescatar del proyecto reforma, la intención de fortalecer el

criterio decisorio de los administrados, al pretender implantar en Colombia El

Principio de Deferencia al Criterio Empresarial de los Administradores (Business

Judgement Rule35), al sugerir que:

“los jueces respetarán el criterio adoptado por los administradores en la toma de las

decisiones relacionadas con el ejercicio de su cargo, siempre y cuando que tales determinaciones

correspondan a un juicio razonable y suficientemente informado. Por lo tanto, a menos que se

compruebe la mala fe o la violación de la ley o de sus deberes, los administradores no serán

responsables por los perjuicios que se originen en sus decisiones de negocios” (Superintendencia de

Sociedades, 2015)

La Ley 222 de 1995 no tuvo en cuenta que la unidad de propósito y

dirección del grupo empresarial es un elemento que elimina los conflictos de

intereses entre sociedades que hacen parte del mismo conglomerado económico.

En estos casos no se pueden hablar de intereses contrapuestos entre

subordinadas porque el interés último es el de la sociedad matriz a la que ambas

pertenecen. Sin embargo, la regulación vigente está diseñada para restringir las

35 En Delaware, en los Estados Unidos, la Business Judgment Rule ha sido descrita como “una presunción de que en la toma de una decisión de negocios los administradores de una compañía actuaron de manera informada, de buena fe y en la creencia sincera de que la medida adoptada era en el mejor interés de la compañía” uescún de Roa, F. (2013). The business judgment rule en los estados unidos: una regla con dimensión procesal y fuerza sustantiva. Vniversitas, 62(127), 341-371. https://doi.org/10.11144/Javeriana.VJ127.bjre

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actuaciones de los administradores de sociedades que no pertenecen a grupos

empresariales.

Este proyecto se ocupó de recopilar la experiencia europea en las

operaciones entre conglomerados económicos. Propuso eximirlos de realizar el

trámite de autorización previsto para los conflictos de intereses ordinarios cuando

se cumplieran una serie de condiciones. Al respecto, el texto de justificación del

proyecto de reforma indicó:

“Bajo este nuevo sistema, podrán celebrarse operaciones, sin surtir el trámite de autorización

previsto para los conflictos de interés, siempre que los negocios respectivos se ajusten a los

siguientes presupuestos: (i) que estén dentro del giro ordinario de los negocios de las sociedades

que los celebran, (ii) que se celebren a título oneroso, (iii) que no den lugar a un desequilibrio

financiero en las relaciones crediticias entre las sociedades participantes en la operación y (iv) que no

pongan en riesgo la capacidad de la sociedad para cumplir de manera oportuna con el pago corriente

de sus obligaciones.” (Superintendencia de Sociedades, 2015)

Este proyecto de reforma pudo ser un escenario oportuno para introducir en

Colombia un régimen societario vanguardista, a la altura de países europeos,

regulando supuestos que ni siquiera en Estados Unidos se han previsto.

5. Línea jurisprudencial de Supersociedades frente a los conflictos de

intereses

Desde de la Sentencia No. 800-52 de 2014 (Sucesión de María del Pilar Luque

VS Luque Torres Ltda) Supersociedades viene consolidando las bases

conceptuales para categorizar las hipotesis en las que se presentan conflictos de

intereses.

Partiendo del análisis de trece sentencias y tres autos, se construyeron dos

líneas jurisprudenciales en donde Supersociedades ha solucionado dos problemas

jurídicos particulares en torno a los conflictos de intereses. El primero de ellos se

presenta cuando el administrador o sus parientes contratan directamente con la

sociedad o cuentan con un interés económico en la operación. El segundo, es

aquél en donde el administrador está obligado a velar por los intereses de dos

compañías que contratan entre sí.

5.1. Conflictos de interés cuando el administrador o sus

parientes contratan directamente con la sociedad o cuentan con

un interés económico en la operación.

De la jurisprudencia analizada, doce sentencias y un auto trabajan esta

temática, es decir, que son las hipótesis que con mayor recurrencia ha identificado

Supersociedades en sede judicial. Estos supuestos surgen cuando “confluyen en

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cabeza del administrador dos intereses contrapuestos” (Superintendencia de

Sociedades, 2015b). Mientras que el interés de la compañía es obtener el mayor

beneficio y las más sólidas garantías disponibles, el interés personal del

administrador o de sus parientes, cuando contratan directamente con la sociedad

apuntan en sentido contrario.

En este orden de ideas, es claro que el administrador se ve tentado a

favorecer sus intereses o los de sus familiares en detrimento de los intereses de la

sociedad que administra. Por lo tanto, no puede actuar de manera neutral, pues

inescindiblemente compromete su juicio objetivo. Por tal motivo, tanto la normativa

colombiana como las sentencias de Supersociedades han señalado que aquellas

operaciones que celebren el administrador o alguno de sus parientes cercanos

celebren operaciones directamente con la sociedad en las que tengan algún

interés económico, deberán seguir las reglas contempladas en el numeral 7 del

artículo 23 de la Ley 222 de 1995 y del Decreto 1925 de 2009.

Cuadro 1: Fuente propia

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Cuadro 2:Fuente propia

La anterior hipótesis se consolidó a partir de la sentencia S-801-35 (SAC

Estructuras Metálicas S.A. VS José Daniel Correa Senior y otros.) en este caso,

Daniel Correa Senior y Santiago Francisco Correa Laverde ejercieron la

representación legal conjunta de SAC Estructuras Metálicas S.A.

Durante su administración, tanto los señalados, como Gloria Estella Gallo

Pérez, cónyuge de Daniel Correa Senior, con la intención de solventar las

necesidades de liquidez de la sociedad, celebraron varios contratos de mutuo, con

SAC Estructuras Metálicas S.A. Como respaldo de los créditos, la sociedad emitió

pagarés a favor de los administradores y de la señora Gallo.

En este fallo Supersociedades indicó que:

“Las reglas existentes sobre la materia apuntan, en mayor o menor grado, a reducir el riesgo que

genera la contraposición de intereses entre los accionistas, los administradores y la sociedad, sin

desconocer que las operaciones viciadas por conflictos de esa naturaleza no son necesariamente

nocivas para la actividad de la compañía” (Superintendencia de Sociedades, 2013)

En el mismo sentido Supersociedades consideró que los administradores, en

su calidad de mutuantes, contaban con un interés directamente contrapuesto al de

SAC Estructuras Metálicas S.A. Por tal motivo, declaró la nulidad de los contratos

de mutuo celebrados –Aun beneficiando éstos a la sociedad- por considerar que

los administradores debieron seguir las reglas consagradas en artículo 23 de la

Ley 222 de 1995 y del Decreto 1925 de 2009 para este tipo de situaciones.

Esta sentencia dio origen al argumento principal que de manera sistemática es

utilizado por Supersociedades para determinar cuándo se presenta un conflicto de

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interés: siempre que exista un interés contrapuesto en cabeza del administrador,

se deberá solicitar autorización al máximo órgano en los términos del artículo 23

de la Ley 222 de 1995.

Existen intereses contrapuestos siempre que el administrador o sus parientes

contratan directamente con la sociedad y se logre probar que cuentan con un

interés económico en la operación. Cuando Supersociedades determina que

existieron ambos elementos, procede a declarar la nulidad de la operación.

La sentencia S. 800-29 (Loyalty Marketing Services Colombia S.A.S vs Shirley

Natalia Ávila) resaltó el concepto de partes vinculadas, el cual no se había

desarrollado lo suficiente en la sentencia S-801-35 de 2013. La señora Ávila

Barrios –Administradora-, celebró múltiples actos jurídicos respecto de los cuales

tenía un conflicto de interés, sin obtener la autorización de la Asamblea General

de Accionistas. Particularmente, operaciones de mutuo y un contrato de prestación

de servicios entre la sociedad y su cónyuge. Supersociedades determino que:

“(…) al momento de celebrarse el contrato examinado, la señora Ávila Barrios contaba con

importantes incentivos para salvaguardar el patrimonio del señor Rodríguez. Es claro que este interés

económico subjetivo se contrapone al deber de la señora Ávila Barrios de obrar ‘en interés de la

sociedad’, en los términos del artículo 23 de la Ley 222 de 1995.” (Superintendencia de Sociedades,

2014b)

En referencia a los contratos de mutuo en donde la administradora fungió como

mutuante directamente con la sociedad que administraba, la Superintendencia

reiteró su posición: existe un interés contrapuesto en cabeza de una misma

persona, en tanto “mientras que el interés de la compañía es obtener la máxima

tasa permitida y las más sólidas garantías disponibles, el interés personal del

administrador que recibe el préstamo apunta en el sentido exactamente contrario.”

(Superintendencia de Sociedades, 2014a).

Esta sentencia reitera el argumento principal de la sentencia S-801-35 de 2013,

en tanto verifica que en la operación existió un interés contrapuesto que nublada el

juicio objetivo de la administradora.

La sentencia S. 800-102 (Ángela María Azuero Figueroa y María Teresa

Figueroa vs El Puente S.A.), reitera la posición adoptada por Supersociedades en

las sentencias S-801-35 de 2013 y S. 800-29 de 2014. Adicionalmente aborda el

supuesto del interés económico en donde median beneficios afines tanto para la

sociedad como para el administrador.

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En este caso se pretende declarar la nulidad de las decisiones adoptadas

durante una reunión de la junta directiva de El Puente S.A., en la que se autorizó

al administrador para celebrar un contrato de promesa de compraventa

encaminado a enajenarle activos sociales a Marval S.A.

Juan Camilo Verswyvel Figueroa, uno de los directores que aprobó la decisión

impugnada, se encontraba incurso en un conflicto de interés, porque negoció

simultáneamente con Marval S.A. un inmueble de propiedad de su padre que

colindaba con el inmueble de la sociedad en la cual fungía como directivo, por

tanto, al negociarse en bloque su inmueble con los inmuebles de propiedad de El

Puente S.A. obtuvo un beneficio económico para sí y para su familia.

Supersociedades determinó frente al interés económico del administrador:

“ (la) confluencia de incentivos no elimina la posibilidad de que el buen juicio del administrador se

vea comprometido por su interés personal como copropietario del inmueble en cuestión. En efecto, la

decisión del representante legal de vender el inmueble podría estar motivada por sus necesidades

personales de liquidez, en lugar de obedecer a los mejores intereses de la compañía. Parece claro,

pues, que la decisión de enajenar el inmueble le representaría un conflicto de interés a este

administrador, a pesar de que, al momento de pactar las condiciones para efectuar la venta, sus

incentivos económicos coincidieran con los de la sociedad” (Superintendencia de Sociedades, 2015c)

Frente a la problemática de las partes vinculadas la Superintendencia preciso

en la providencia que:

“ (…)podría existir un conflicto de interés si un pariente del administrador contrata con la sociedad

o tiene un interés económico en la respectiva operación. Si existe un cercano vínculo de parentesco,

como cuando los padres del administrador contratan con la sociedad, habrá fuertes indicios acerca

de la presencia de un conflicto. En este caso, el conflicto se concretaría no sólo en los fuertes lazos

afectivos que pueden existir entre padres e hijos, sino también en el interés económico derivado de la

vocación sucesoral del administrador.” (Superintendencia de Sociedades, 2015c)

Finalmente, reiteró que las reglas existentes sobre el conflicto de intereses

están planteadas para reducir el riesgo que genera la contraposición de intereses

entre los administradores y la sociedad, sin desconocer que en algunos casos

estas operaciones pueden ser beneficiosas para la sociedad, por ello existe el

procedimiento de autorización para dar vía libre a este tipo de operaciones. Al

respecto la superintendencia indicó que:

“como lo ha expresado este Despacho en otras oportunidades, la existencia de un conflicto de interés

no depende de las utilidades o pérdidas que genere el acto viciado. Si bien es factible que las

operaciones afectadas por un conflicto le reporten importantes beneficios a una sociedad, esta

circunstancia no hace desaparecer los intereses que contaminaron el juicio del administrador al

momento de celebrar tales negocios. Es por ello que la simple configuración de un conflicto de

interés hace necesario surtir el procedimiento contemplado en el numeral 7 del artículo 23 de la Ley

222 de 1995. Debe entonces insistirse en que la existencia de un conflicto de interés en cabeza de

los administradores no está sujeta a la medición de los resultados económicos que a la postre

produzcan las operaciones correspondientes” (Superintendencia de Sociedades, 2015c)

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La sentencia S.800-120 (El Zarzal S.A. vs Arturo Escallón y Alianza Fiduciaria

S.A) es otro ejemplo de reiteración de la jurisprudencia de las sentencias S-801-35

de 2013 y S. 800-29 de 2014. En esta providencia se buscaba determinar si un

contrato de fiducia mercantil celebrado por el administrador estaba viciado por

conflicto de interés por existir un incentivo económico para el administrador y para

sus familiares

El señor Arturo Escallón Lloreda, en representación de El Zarzal S.A., celebró

con Alianza Fiduciaria S.A. un contrato de fiducia mercantil, sin contar con la

autorización del máximo órgano social. El señor Escallón, además de ser primer

suplente del gerente de El Zarzal S.A., figuró también como beneficiario del

19.56% de derechos fiduciarios del Fideicomiso El Zarzal, cuyos demás

beneficiarios son personas ligadas a él por vínculos de parentesco.

Supersociedades reiteró en el fallo que existía un interés económico para el

administrador en el contrato de fiducia mercantil que celebró.

(…) el señor Escallón, en su condición de administrador de El Zarzal S.A., estaba obligado

legalmente a velar por los mejores intereses de ésta. Sin embargo, al mismo tiempo, el demandado

contaba claramente con un interés económico que giraba en torno a los derechos fiduciarios que él y

sus familiares poseían en el Fideicomiso El Zarzal, del cual, como ya se dijo, fungía también como

administrador. Así las cosas, resulta claro para este Despacho que la confluencia de ambos intereses

en cabeza de Arturo Escallón Lloreda, lo habría situado en un conflicto de interés, en los términos del

numeral 7 del artículo 23 de la Ley 222 de 1995. (Superintendencia de Sociedades, 2017b)

Otro ejemplo de conflicto de intereses se presentó en la sentencia S. 800-

133 (María Virginia y Fernando Alfredo Cadena López vs Hacienda Los Mangos

López de C. & Cia. S. en C. y otros). Amira López de Cadena, representante legal

de Hacienda Los Mangos López de C. & Cia. S. en C., celebró un contrato de

promesa de compraventa con MCH S.A.S. La primera prometió venderle a esta

última dos inmuebles por valor de $22.570.211.000. Sin embargo, el precio

registrado en la escritura de compraventa ascendió apenas a $7.890.211.000.

La diferencia entre ambos valores, nunca ingresó al patrimonio de Hacienda

Los Mangos López de C. & Cia. S. en C., sino que fue depositada en las cuentas

personales de los administradores. Este es un claro ejemplo de defraudación a los

activos de la sociedad, donde se presenta evidentemente un interés económico

por parte de los administradores. Al respecto Supersociedades reiteró lo siguiente:

“La realización de actos y operaciones a favor de los administradores sociales y sus familiares da

lugar a un conflicto de interés que hace necesario surtir el procedimiento previsto en el numeral 7 del

artículo 23 de la Ley 222 de 1995. En el presente caso, sin embargo, la representante legal de

Hacienda Los Mangos López de C. & Cia. S. en C. no cumplió con la mencionada obligación legal.”

(Superintendencia de Sociedades, 2015b)

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Entre las sentencias más recientes que han permitido consolidar la línea

jurisprudencial planteada en torno a las hipótesis de que el administrador o sus

parientes contratan directamente con la sociedad o cuentan con un interés

económico en la operación, se encuentra la providencia S.800 - 43 (Almacenes

Yep S.A. vs Promotora de Construcciones Inmobiliarias (Proinmob S.A.S. y Juan

Carlos Lopera Yepes).

La demanda surge a raíz de que el señor Lopera Yepes suscribió, en su

condición de representante legal de Almacenes Yep S.A., un contrato de promesa

de compraventa con Promotora de Construcciones Inmobiliarias (Proinmob) S.A.S.

Esta última se obligó a transferirle a Almacenes Yep S.A., a título de venta una

Bodega.

Ahora bien, para la época en que se celebró el contrato, Juan Carlos Lopera

Yepes ostentaba el 100% de las acciones de Proinmob S.A.S, en este supuesto

es evidente que existía beneficio económico para el administrador, en tanto

recibiría por parte de Almacenes Yep S.A. (sociedad por él administrada) una

cuantiosa suma por concepto de la venta del inmueble referido, es decir, que su

juicio objetivo para actuar en los mejores intereses de Almacenes Yep S.A. podría

haber estado nublado por los intereses económicos que como propietario del

100% de las acciones de Proinmob S.A.S. ostentaba.

Es claro entonces que concurrían en cabeza del señor Lopera Yepes dos

intereses contrapuestos, a saber: como representante legal de Almacenes Yep

S.A. le correspondía adquirir el inmueble en el menor valor posible, mientras que

como propietario de Proinmob S.A.S, su interés era enajenar la propiedad en el

mayor valor posible. En ese sentido, debía solicitar autorización según lo indica el

numeral 7 del artículo 23 de la Ley 222 de 1995. Al respecto Supersociedades

determinó:

(…) al suscribir el referido negocio jurídico, confluían en cabeza de Juan Carlos Lopera Yepes dos

intereses contrapuestos. Por una parte, el señor Lopera Yepes estaba en la obligación de velar por

que el contrato de promesa de compraventa atendiera los mejores intereses de la compañía que

representaba, según lo exige el artículo 23 de la Ley 222 de 1995. De otra parte, al ser el único

accionista de Proinmob S.A.S., el demandado contaba con incentivos económicos para promover

condiciones contractuales que favorecieran a esta última sociedad. Esta situación hacía

indispensable obtener la autorización a que hace referencia el numeral 7 del aludido artículo 23”

(Superintendencia de Sociedades, 2017a)

Teniendo en cuenta las anteriores providencias, puede concluirse que

Supersociedades ha construido una línea jurisprudencial en donde establece

como categoría principal el interés económico en la operación del administrador o

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sus parientes. A su vez, las dos subcategorías más recurrentes de esta línea son

1.) Los contratos de mutuo entre sociedad y administradores y 2.) Las operaciones

entre sociedad y personas vinculadas al administrador. En el siguiente cuadro se

pueden apreciar las sentencias que resuelven conflictos derivados de las

anteriores subcategorías:

Cuadro 3: Fuente propia

Cuadro 4: Fuente propia

Es evidente que el problema del interés económico es más recurrente cuando

se celebran operaciones con personas vinculadas al administrador.

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33

5.2 conflictos de interés cuando el administrador está obligado a

velar por los intereses de dos compañías que contratan entre sí.

En estos casos, el administrador se encuentra legalmente obligado a obrar en

procura de los mejores intereses de ambas compañías. No obstante, es imposible

para él garantizar simultáneamente en un mismo instante los mejores beneficios

para una y otra, sobre todo si se tiene en cuenta que estas están celebrando

contratos entre sí.

Esta contraposición de intereses puede viciar la operación. Supersociedades

ha sido enfática en que en estos casos debe surtirse el procedimiento

contemplado en el artículo 7 de la Ley 222 de 1995.

La diferencia fundamental entre esta línea y la anterior, radica en que en estos

supuestos no existe un interés económico de los administradores en la operación,

toda vez que, no ostentan la calidad de asociados. Sin embargo, el hecho de

pertenecer a los órganos de administración de ambas sociedades

simultáneamente, los deja inmersos en un conflicto de intereses.

Cuadro 5: Fuente propia

El Auto A. 801-7259 (Aurelio Bustilho de Olivera Vs Empresa de Energía de

Cundinamarca) la providencia que fundo la línea que ha adoptado

Supersociedades frente a los conflictos de interés que se generan cuando el

administrador está obligado a velar por los intereses de dos compañías que

contratan entre sí.

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34

En este caso El señor Bustilho de Olivera, en su calidad de director de

Empresa de Energía de Cundinamarca S.A. E.S.P., pretendía impugnar diversas

decisiones aprobadas por la junta directiva de la sociedad, particularmente la

terminación de un contrato de asistencia técnica celebrado entre Empresa de

Energía de Cundinamarca S.A. E.S.P. y Codensa S.A. E.S.P. El conflicto de

interés a que se alude en esta decisión se deriva de la calidad que ostentaba el

señor Roa Barragán como miembro principal de las juntas directivas de Empresa

de Energía de Cundinamarca S.A. E.S.P. y Codensa S.A. E.S.P.

Al respecto la Superintendencia se pronunció en los siguientes términos:

“(…)el Despacho considera que, en esta etapa del proceso, existen indicios acerca de la posible

existencia del conflicto de interés mencionado en la demanda del señor Bustilho de Olivera. En

efecto, en su calidad de director de Empresa de Energía de Cundinamarca S.A. E.S.P., cualquier

actuación del señor Roa Barragán respecto del referido contrato de asistencia técnica debe cumplirse

‘en interés de la sociedad’, según dispone el artículo 23 de la Ley 222 de 1995. Con todo, al ocupar

un puesto en la junta directiva de Codensa S.A. E.S.P., el señor Roa Barragán debe actuar también

en interés de esta última compañía. Al confluir en cabeza del señor Roa Barragán los intereses

contrapuestos a que se ha hecho referencia, parece haberse configurado la hipótesis fáctica del

numeral 7 del artículo 23 de la Ley 222 de 1995. Adicionalmente, el Despacho pudo establecer que el

voto del señor Roa fue determinante para la adopción de las decisiones controvertidas en este

proceso” (Superintendencia de Sociedades, 2014d)

Esta Auto es importante porque a diferencias de otras providencias, el conflicto

no surge a partir de un interés económico del administrador o de sus parientes,

sino que se configura por el simple hecho de fungir como representante legal en

dos compañías que contratan entre sí, las cuales inevitablemente cuentan con

intereses contrapuestos que recaen sobre una misma persona que aunque no

tenga intereses en la operación está inhabilitado para velar por los mejores

intereses de ambas compañías.

6. Críticas a las decisiones de Supersociedades en el tratamiento de los

conflictos de intereses

Hasta el momento nos ha quedado un sin sabor en ciertas decisiones

adoptadas por la Delegatura de asuntos mercantiles de Supersociedades frente a

los conflictos de intereses. Particularmente, en aquellas sentencias que declararon

la nulidad de operaciones que, aunque estaban viciadas en los términos del

numeral 7 del artículo 23 de la Ley 222 de 1995 por conflicto de intereses,

resultaron beneficiosas para la sociedad, como es el caso de las sentencias: S.

801-35 (2013) SAC Estructuras Metálicas S.A. VS José Daniel Correa Senior y

otros y S. 800-102 (2015) Ángela María Azuero Figueroa y otra vs El Puente S.A.

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En el mismo sentido, nos queda un inconformismo frente al precedente que

marcó la Supersociedades en la sentencia S. 800-102 (2015) al declarar la nulidad

de una decisión por considerar que existían intereses económicos afines a la

sociedad y al administrador. Supersociedades puntualizó que:

“(…) la existencia de un conflicto de interés no depende de las utilidades o pérdidas que genere

el acto viciado. Si bien es factible que las operaciones afectadas por un conflicto le reporten

importantes beneficios a una sociedad, esta circunstancia no hace desaparecer los intereses que

contaminaron el juicio del administrador al momento de celebrar tales negocios. (…) es

perfectamente factible que un conflicto de la naturaleza mencionada surja cuando [medie algún

interés] que sea afín al de la sociedad. En esta hipótesis, tanto la sociedad como el administrador

buscarán que la operación se celebre en condiciones que los favorezcan en su calidad de

vendedores conjuntos (p.ej. al mayor precio posible). Con todo, esta confluencia de incentivos no

elimina la posibilidad de que el buen juicio del administrador se vea comprometido por su interés

personal como copropietario del inmueble en cuestión. En efecto, la decisión del representante legal

de vender el inmueble podría estar motivada por sus necesidades personales de liquidez, en lugar de

obedecer a los mejores intereses de la compañía.” (Superintendencia de Sociedades, 2015a)

La fiscalización que le compete a Supersociedades es evidentemente un

control Ex Post de la operación, el cual se debería realizarse bajo el más estricto

criterio de revisión judicial este test se conoce en el derecho anglosajón como la

prueba de equidad (entire fairness test).

La prueba de equidad está diseñada para determinar si una transacción en

donde el administrador o sus parientes contrataron directamente con la sociedad o

contaron con un interés económico en la operación debe respetarse o declararla

nula por inequitativa36. Sin embargo, pareciera que Supersociedades no está

aplicando en sus providencias el test de equidad que se aplica en el common law,

pues el ente jurisdiccional restringe sus decisiones a la verificación de que en

efecto la operación estuvo viciada o no por conflicto de intereses en los términos

del numeral 7 del artículo 23 de la Ley 222 de 1995.

Supersociedades no considera que también es posible que se presente un

interés afín a la sociedad y al administrador sin que exista interés oculto para este

último, diferente al de realizar la operación. El control que realiza Supersociedades

es esencialmente formalista y en algunos casos puede desconocer las dinámicas

económicas propias de las coyunturas que se presentan en las sociedades. El

control Ex Post de Supersociedades puede significar un desgaste judicial

incensario que se traduce en un despropósito para el interés económico de la

sociedad.

36 Especialmente si se tiene en cuenta la conveniencia económica de la decisión y objetividad, es decir, que la decisión hubiese sido la misma si las personas involucrada en conflicto de intereses no hubiera participado en la decisión.

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Cuando son declaradas nulas decisiones que beneficiaron el interés social, lo

que sucede es que se entorpece el funcionamiento de la empresa y se obstaculiza

el desarrollo del objeto social, que en la mayoría de los casos consiste en generar

riqueza a los asociados.

Teniendo en cuenta lo anterior, queremos abrir el debate en torno a si debería

Supersociedades practicar el test de equidad tal como lo aplican en los

ordenamientos jurídicos anglosajones cuando está realizando controles Ex Post o

si debe continuar adoptando una posición de control meramente formal de las

operaciones.

Por último, queremos hacer un llamado a la reflexión frente a la viabilidad de

sanear por vía judicial los posibles vicios de una operación cuando el acto se

celebre en condiciones justas de mercado. Lo anterior, teniendo en cuenta que,

aunque de manera abstracta pueden existir intereses contrapuestos que recaen

sobre un mismo individuo, el control Ex Post permite en el caso concreto

establecer que no necesariamente se contraponen.

7. Conclusiones

En Estado Unidos la teoría del interés social predominante es la monista, la

cual determina que la prioridad de los asociados es la optimización de las

utilidades.

El tratamiento moderno al deber de lealtad y el conflicto de intereses, a

partir de la idea de la relación fiduciaria entre administrador y asociados surgió

en Reino Unido.

Tanto en los ordenamientos del Common Law, como en los del Civil Law, ha

existido unidad en el concepto de “Deber de lealtad”, el término es de

aceptación y coherencia en los principales ordenamientos nacionales.

Tanto en Colombia como en Estados Unidos existe correlación en el

tratamiento del conflicto de intereses, esto es: las reglas de prohibición, la

información que debe haber en el proceso y el procedimiento que se debe

seguir ante el máximo órgano social.

Existe correspondencia en las consecuencias legales que se derivan de la

celebración de un contrato de conflicto de intereses en Estado Unidos y

Colombia, particularmente la nulidad del negocio jurídico celebrado y la

eventual responsabilidad en la que se pueden ver inmiscuidos los

administradores.

La Ley 222 de 1995 representó un gran avance para la legislación societaria

del país, sin embargo, la falta de precisión de la norma frente a los supuestos

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en los cuales se configura un conflicto de intereses dejó a los administradores

y operadores jurídicos en un gran problema de interpretación.

En Colombia, existen dos formas de realizar control a las operaciones

viciadas por conflicto de intereses: la primera de ellas establece la posibilidad

que el máximo órgano social otorgue un aval que subsane el vicio. La segunda,

es un control Ex Post de la operación, el cual consiste en la revisión judicial en

detalle de la operación verificando que esta, no contravino las disposiciones

legales de la materia.

En 2015, Supersociedades intento reformar la norma societaria colombiana,

con el objetivo de suplir las dificultades que hasta la fecha se habían

presentado en la aplicación del régimen de los administradores de la Ley 222

de 1995. El proyecto de reforma no se tramitó en el Congreso de la República,

sin embargo, es un referente doctrinario a la hora de solucionar algunas de las

dificultades interpretativas y de aplicación del artículo 23 de la Ley 222 de

1995.

A partir de los fallos de Supersociedades se puede concluir que en todos los

casos cuando confluyen en cabeza del administrador dos intereses

contrapuestos, se presentará un conflicto de intereses y en ese sentido, se

deberá obtener autorización del máximo órgano de decisión social.

Cuando exista un interés económico por parte del administrador en la

decisión, así esta operación beneficie a la sociedad, se deberá solicitar

autorización del máximo órgano decisorio para celebrar la operación, so pena

de nulidad.

Cuando existiendo un conflicto de interés se otorgue autorización del

máximo órgano decisorio, se deberá demostrar que la operación no

menoscaba los intereses económicos de la sociedad. En el evento en que no

sea así, procederá la nulidad de la operación.

El conflicto de intereses más recurrente en la jurisprudencia de

Supersociedades de manera genérica, es aquel que se presenta cuando existe

un interés económico en la operación.

De forma particular, el caso que más se presenta en la jurisprudencia de

Supersociedades, es el conflicto de intereses por celebrar contratos con

personas vinculadas al administrador.

Hasta la fecha en que se realizó este trabajo, existían muy pocas

providencias frente a la temática de los conflictos de intereses que se

presentan cuando el administrador está obligado a velar por los intereses de

dos compañías que contratan entre sí.

El control que realiza Supersociedades es esencialmente formalista y en

algunos casos puede desconocer las dinámicas económicas propias de las

sociedades.

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