el derecho de las bestias

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J U A N P E R Ó N la fuerza es el derecho delas bestias COLECCIÓN: EL VALOR DE LA PALABRA

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COLECCIÓN: EL VALOR DE LA PALABRA

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© Queda hecho eldepósito que fija laley N° 11.723. Prohi-bida su reproduccióntotal o parcial sinmencionar la fuente.

editorEduardo Carnevale

direcciónSilvia Rolón

coordinaciónMa. Alejandra Ortiña

asistenteRomina Galluzzi

administracióny redacción

Virrey Liniers 1605Tel: 4308.5539

diseño

[email protected]

«El Valor de la Palabra»es una colección editadapor la Asociación Civil

Compromiso Ciudadano,integrante de la

Red Comunidad

Prohibida la reproduccióntotal o parcial

sin mencionar la fuente

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I. PALABRAS PREVIAS

En este libro, deseo presentar un panorama sintéti-co de la situación argentina, mostrando simple y obje-tivamente el reverso de una medalla de simulación, fal-sedad y calumnia.

Frente al azote inaudito de la dictadura militar, de-seo mostrar cómo la fuerza puesta en manos de mari-nos y militares sin honor, puede llegar a ser el mayorpeligro para el orden constitucional y la seguridad dela nación.

Presentar también el triste ejemplo de la Argentina,en la cual se ha despojado al pueblo de sus derechosesenciales, abatido al gobierno Constitucional elegidopor el 70% del electorado, masacrado a sus obreros yestablecido un régimen de terror. Demostrar que yo, endiez años de gobierno no costé una sola victima huma-na al país, en tanto la dictadura lleva sobre su concien-cia la muerte de millares de argentinos. Que mientrasyo preferí abandonar el gobierno antes de ver bombar-deadas las ciudades indefensas, estos simuladores hantorturado a numerosos ciudadanos, de los 15.000 pre-sos políticos, sin causa ni proceso, que llenan las cárce-les.

Deseo asimismo mostrar la verdad de esta simula-ción, donde un general temulento y ambicioso se nom-bra Presidente por decreto, luego por decreto se decla-ra Poder Legislativo y asume también por su cuenta elPoder Judicial. Cómo estos simuladores de la libertadocupan con tropas la redacción de los diarios, encarce-

lado y reemplazando su personal, al día siguiente deponderar la libertad de prensa. Y muchas cosas másque evidencian la tragedia del pueblo argentino bajo laférula de una banda de asaltantes, Bandidos y asesi-nos.

El tremendo mal que estos hechos arrojan sobre elconcepto y buen nombre de las fuerzas armadas de laRepública, no tiene remedio. Sin embargo, no todos losjefes y oficiales tienen la culpa. Por fortuna el Ejércitoha permanecido fiel al deber, salvo casos excepciona-les.

Cuando me refiero a los jefes y oficiales, lo hagosobre los que faltaron a la fe jurada a la Nación y enmanera alguna a la Institución que no tiene nada quever con ellos. Espero en cambio la reacción institucio-nal en defensa de los prestigios comprometidos por losambiciosos que la usaron en su provecho y beneficiopersonal.

En estas páginas no encontraréis retórica porque laverdad habla sin artificios. La dialéctica ha sido inne-cesaria porque la elocuencia de los hechos la superan.Mi elocuencia es la verdad expresada en el menor nú-mero de palabras.

No dispongo en la actualidad de un solo dato esta-dístico anotado. He recurrido sólo a mi memoria y alprofundo conocimiento que poseo de mi país. Por esohe preferido hacer un libro ágil, al alcance de todos,informativo y crítico.

Capítulo ILa democracia se hace con urnas y no con armas

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II. INTRODUCCIÓN

El arte de gobernar tiene sus principios y tiene susobjetivos. Los primeros conforman toda una teoría delarte, pero son sólo su parte inerte. La parte vital es elartista. Muchos pueblos eligen sus gobernantes con-vencidos de su acierto. La mayor parte de las veces severán defraudados, porque el artista nace, no se hace.

Sin embargo, los objetivos son claros. El gobernan-te es elegido para hacer la felicidad de su pueblo ylabrar la grandeza de la Nación. Dos objetivos antagó-nicos en el tiempo. Muchos obsesionados por la gran-deza y apresurados por alcanzarla llegan a imponersacrificios sobrehumanos a su pueblo. Otros preocu-pados por la felicidad del pueblo olvidan la grandeza.

El verdadero arte consiste precisamente en hacertodo a su tiempo y armoniosamente, estableciendo unaperfecta relación de esfuerzo para engrandecer al paíssin imponer a la comunidad sacrificios inútiles. Espreferible un pequeño país de hombres felices a unagran nación de individuos desgraciados.

Al hombre es preferible persuadirle que obligarle.Por eso el verdadero gobernante es, además de con-ductor, un maestro. Su tarea no se reduce a conducirun pueblo sino también a educarlo.

Así como no podemos concebir un hombre sin alma,es inconcebible un pueblo sin doctrina. Ella da sentidoa la vida y congruencia a los actos de la comunidad. Esel punto de partida de la educación del pueblo.

Sobre el concepto armónico de la relación, los go-biernos deben adoctrinar y organizar a las comunida-des para reducirles en medio de la incomprensión de

algunos y de los intereses de otros. Una legión de adu-lones lo influenciaron para desviarlo y otra de enemi-gos para detenerle. Esa es la lucha. Saber superarla noes cosa simple. Para lograrlo el pueblo es el mejor alia-do, sólo él encierra los valores permanentes, todo lodemás es circunstancial.

La violencia en cualquiera de sus formas no afirmaderecho sino arbitrariedades. Recurrir a la fuerza parasolucionar situaciones políticas es la negación abso-luta de la democracia. Una revolución aun triunfanteno presupone sino la sin razón de la fuerza. El gobier-no se ejerce con la razón y el derecho. Doblegar vio-lentamente a la razón y al derecho es un acto de bar-barie cometido contra la comunidad. Recurrir al pue-blo es el camino justo. Un gobierno es bueno cuandola mayoría así lo afirma. Las minorías tendrán su in-fluencia pero no las decisiones, que corresponden a lamayoría. Una minoría entronizada en el gobiernomediante el fraude o la violencia constituye una dic-tadura, arbitraria y la antítesis de todo sentido demo-crático.

Un flajelo político del que aun no estamos exen-tos, son las dictaduras militares. Producto de la trai-ción de la fuerza, confiada a menudo a la ambición delos hombres. Su destino es siempre el mismo: llegancon sangre y caen con ella o por el fruto de su propiaincapacidad prepotente. La soberbia de la ignoranciano tiene límites.

Hombres inexpertos, faltos de capacidad y a me-nudo de cultura, caen pronto en las demasías de la

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fuerza. No atinan a la persecución porque la conside-ran una debilidad. Una legión de ignorantes ambicio-sos y venales ejercen el mando. Otra legión de adulo-nes y alcahuetes les rodea y les aplaude para sacarventajas: eso es un gobierno militar.

A menudo se cree que una dictadura militar es ungobierno fuerte. El único gobierno fuerte es el del pue-blo. El de los militares es sólo un gobierno de fuerza.

La escuela del mando difiere totalmente de la es-cuela del gobierno. Un militar sólo puede ser gober-nante si es capaz de arrojar por la ventana al generalque lleva adentro, renunciar a la violencia y someter-se al derecho.

Generalmente los gobiernos militares de facto sondictaduras, son masacres y fusilamientos. Es conse-cuencia del predominio del derecho de las bestiasancestralmente viviente en la subconciencia de losindividuos que desconocen o desprecian al derechode los hombres.

Normalmente esta clase de «dictaduras profesio-nales» por ambición de poder y de mando comienzancomo el pescado, a descomponerse por la cabeza. Unaserie de golpes de estado produce sucesivamente des-plazamiento hasta que aparece un Marat, generalmenteel peor de todos, encargado por la Providencia paraproducir el epílogo.

En la tarea de hacer feliz al pueblo y labrar la gran-deza de la Patria, el gobierno debe empezar por equi-librar lo político, lo social y lo económico. Las dicta-duras militares comienzan desequilibrando lo políti-co con la revolución, luego en el gobierno, como unelefante en un bazar, lo destruyen todo. Las conse-

cuencias aparecen pronto. El caos se presenta por des-equilibrio, entonces el fin está cercano.

Los hombres de las dictaduras militares, están siem-pre «enfermos de pequeñas cosas». Miran unilateral-mente y ven sólo un pequeño sector del panorama.Ignoran que el éxito no es parcial ni se elabora sólocon aciertos. No saben que el éxito es un conjunto deaciertos y desaciertos donde los primeros son más quelos segundos. Es que las «pequeñas cosas» constitu-yen los dominios del bruto.

La técnica moderna de la propaganda y la guerrapsicológica ha puesto en sus manos un nuevo instru-mento: la infamia. Así estos gobiernos han agregado ala brutalidad de la fuerza un nuevo factor, el de lainsidia, la calumnia, y la diatriba. Con ello, si han des-cendido en la fuerza han descendido mucho más enla dignidad.

La revolución argentina del 16 de septiembre de1955 y su incestuoso producto, la dictadura militar,no han escapado a ninguna de las reglas de esta clasede abortos políticos. Ellos necesitan explicar una re-volución injustificable. Como no encuentran en losactos de gobierno ni en las acciones administrativasnada que pueda darle pie ni siquiera a sus falsedades,se han dedicado a denigrar a nuestros hombres me-diante la calumnia personal.

Una escandalosa campaña publicitaria de calum-nias y de injurias ha sido lanzada para destruir nues-tro prestigio y vulnerar nuestro predicamento en lasmasas populares. Allí es donde comprobamos hastadónde pueden descender los hombres cuando la pa-sión ciega su razón, el impulso anula su reflexión y la

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palabra llega a adelantarse al pensamiento.Todo es ataque personal, preferentemente íntimo.

Se investiga para la publicidad. No se han ocupado denada que presupongan las anunciadas irregularidadesadministrativas. Todo se ha reducido a asaltar y sa-quear nuestras casa y mencionar lo que poseemos sininteresarles si es bien o mal habido.

Su afán de substraer toda investigación a la justi-cia demuestra el fin perseguido. Ellos saben que subs-traer un juicio de sus jueces naturales es un vicio deinsanable nulidad por disposición constitucional. ¿Quépersiguen entonces con esas investigaciones inconsti-tucionales?, simplemente difamar, calumniar, destruir.

En nuestro país no lo conseguirán porque el pue-blo conoce la verdad. En el extranjero es menesterexplicarlo, porque no se nos conoce. Lo hacemos através de este libro aunque para ello debamos «chapa-lear en la inmundicia». No siempre nos es dado elegir.Asombra que tanta infamia deba ser comentada, pero,a veces el corazón del hombre se impresiona en lafalsedad cuando no encuentra la verdad para creer.

Asunción. Declaraciones del 5 de octubre de 1955Formuló declaraciones a la United Press el ex Pre-

sidente PerónNueva York, 5 (UP). – En el servicio central de New

York la United Press transmitió el texto íntegro de lasdeclaraciones que el ex presidente argentino, generalJuan Perón, hizo al gerente de la oficina de la Agenciaen Paraguay, Germán Chávez.

El siguiente es el texto de las preguntas hechas porel corresponsal de la United Press, y las respuestasdel general Perón.

P. - ¿Puede, el señor general, dar una información sobre los sucesospolítico-militares argentinos, que culminaron con su renuncia a lapresidencia de la Nación?

R. – Estallada la revolución, el día 18 de septiem-bre la escuadra sublevada amenazaba con el bombar-deo de la ciudad de Buenos Aires y de la destilería deEva Perón, después del bombardeo de la ciudad bal-nearia de Mar del Plata. Lo primero, de una mons-truosidad semejante a la masacre de la Alianza; lo se-gundo, la destrucción de diez años de trabajo y la pér-dida de cientos de millones de dólares. Con ese moti-vo, llamé al Ministro del Ejército, General Lucero, y ledije: «Estos bárbaros no sentirán escrúpulos en hacer-lo, yo no deseo ser causa para un salvajismo semejan-te». Inmediatamente me senté al escritorio y redactéla nota que es de conocimiento público y en la quesugería la necesidad de evitar la masacre de gente in-defensa e inocente, y el desastre de la destrucción,ofreciendo, si era necesario, mi retiro del gobierno.Inmediatamente la remití al General Lucero quién laleyó por radio, como Comandante en Jefe de las fuer-zas de represión, y la entregó a la publicidad. El día19, de acuerdo con el contenido de la nota, el Minis-tro Lucero formó una junta de generales, encargándo-le de discutir con los jefes rebeldes la forma de evitarun desastre. Esta junta de generales se reunió el mis-mo día 19 e interpretó que mi nota era una renuncia.Al enterarme de semejante cosa llamé a la residenciade los generales y les aclaré que tal nota no era unarenuncia sino un ofrecimiento que ellos podrían usaren las tratativas. Le aclaré que si fuera renuncia esta-ría dirigida al Congreso de la Nación y no al Ejército

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ni al Pueblo, como asimismo, que el presidente cons-titucional lo era hasta tanto el Congreso no le aceptarala renuncia. La misión de la junta era sólo negociado-ra. Tratándose de un problema de fuerza, ningunomejor que ellos para considerarlo, ya que, si se tratarade uno de opinión, lo resolvería yo en cinco minutos.Llegados los generales al Comando de Ejército segúnhe sabido después, tuvieron una reunión tumultuosaen la que la opinión de los débiles fue dominada porlos que ya habían defeccionado. Esa misma madruga-da, del 20 de septiembre, fue llamado mi Ayudante,Mayor Gustavo Renner, al comando, y allí el GeneralManni le comunicó en nombre de los demás que lajunta habían aceptado la renuncia (que no había pre-sentado) y que debía abandonar el país en ese mo-mento. En otras palabras, los generales se habían pa-sado a los rebeldes y me imponían el destierro.P. - ¿A qué causas atribuye el estallido revolucionario? ¿Cree ustedque influyó para ello el conflicto con la iglesia? ¿Y el contrato sobrela explotación petrolífera?

R. – Las causas son solamente políticas. El móvil,la reacción oligarco-clerical para entronizar al «con-servadorismo» caduco. El medio, la fuerza movida porla ambición y el dinero. El contrato petrolífero, unpretexto de los que trabajan de ultranacionalistas «suigeneris».P. - ¿Estaba en gobierno del señor general en antecedentes de laconspiración dirigida por el General Lonardi y otros jefes militares?¿Es exacto, que la marina de guerra, prácticamente, estuvo en acti-tud de rebeldía desde el 16 de junio último?

R. – El gobierno estaba en antecedentes desde ha-cía 3 años. El 28 de septiembre de 1951 y el 16 de

junio de 1955 fueron dos brotes abortados. No quiseaceptar fusilamientos y esto les envalentonó. Si lamarina fue rebelde desde el 15 de junio, lo supo disi-mular muy bien, pues nada lo hacía entender así.P. – El señor general en su carta renuncia del 19 de septiembre,decía que quería evitar pérdidas inestimables para la nación. ¿Conlas fuerzas leales a su gobierno, podría haber prolongado la lucha?¿Con probabilidades de éxito?

R. – Las probabilidades de éxito eran absolutas,pero para ello, hubiera sido necesario prolongar lalucha, matar mucha gente y destruir lo que tanto noscostó crear. Bastaría pensar lo que habría ocurrido sihubiéramos entregado las armas de nuestros arsena-les a los obreros que estaban decididos a empuñarlas.Siempre evité el derramamiento de sangre por consi-derar este hecho como un salvajismo inútil y estérilentre hermanos. Los que llegan con sangre con sangrecaen. Su victoria tiene siempre el sello imborrable dela ignominia, por eso los pueblos, tarde o temprano,terminan por abominarlos.P. – Se ha publicado que la Alianza Nacionalista constituía unaespecie de fuerza de choque. ¿Qué hay de cierto en esto?

R. – La Alianza Nacionalista era un partido políti-co como los demás, combativo y audaz; compuestopor hombres jóvenes, patriotas y decididos. Eso eratodo. El odio hacia esa agrupación política no difieredel odio que esta gente ha demostrado por los demás.El espíritu criminal, cuando existe voluntad criminal,es más bien cuestión de ocasión para manifestarse.Por eso la masacre de la Alianza es producto de unestado de ánimo y de una ocasión.P. - ¿Exactamente a las 8 del martes 20 buscó usted refugio en la

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embajada del Paraguay? ¿Es verdad que el señor general pasó lanoche anterior y toda la madrugada del 20 en la residencia presi-dencial?

R. – Es exacto.P. - ¿Considera usted que en la actual situación política argentina elpartido peronista podrá desarrollar sus actividades? ¿Cree ustedque la CGT mantendrá su anterior estructura y organización?¿Qué opina el señor general de la orientación futura de los sindica-tos obreros?

R. – El partido peronista tiene a todos sus dirigen-tes presos, perseguidos o exiliados. En esta forma estáproscripto. La masa sigue firme y difícilmente podránadie conmoverla.P. - ¿Qué planes tiene usted para el futuro? ¿Es verdad que proyec-ta ir a Europa, y radicarse temporalmente en España, Italia oSuiza? Si es así, ¿cuándo proyecta viajar a Europa?

R. – Permaneceré en el Paraguay, primero, porqueamo profundamente a este pueblo humilde pero dig-no, compuesto de hombres libres y leales hasta el sa-crificio. Segundo, porque entre mis honores insignestengo el de ser ciudadano y General del Paraguay, ytercero, porque me gusta. A Europa no pienso ir por-que no es necesario y porque no tengo dinero sufi-ciente para hacer el turista en estos momentos, a pe-sar de la riqueza que me atribuyen mis detractoresocasionales.P. – Lógicamente hay gran expectativa sobre sus futuras activida-des, señor general. ¿Piensa usted permanecer al frente de la jefaturadel partido peronista?

R. – Dicen que un día el Diablo andaba por la callese descargó una tremenda tormenta. No encontrandonada abierto para guarecerse, se metió en la iglesia

que tenía su puerta entornada y, dicen también, quemientras el Diablo estuvo en la iglesia se portó bien.Yo haré como el Diablo, mientras esté en el Paraguayhonraré su noble hospitalidad. Si algún día se me ocu-rriera volver a la política me iría a mi país y allí actua-ría. Hacer desde aquí lo que no fuera capaz de hacerallí no es noble ni es peronista. El partido peronistatiene grandes dirigentes y una juventud pujante yemprendedora ya sea entre sus hombres como entresus mujeres. Han «desensillado hasta que aclare». Ten-go profunda fe en su destino y deseo que ellos actúen.Ya tienen mayoría de edad. Les dejé una doctrina, unamística y una organización. Ellos la emplearán a suhora. Hoy imperan la dictadura y la fuerza. No es nues-tra hora. Cuando llegue la contienda de opinión, lafuerza bruta habrá muerto y allí será la ocasión dejugar la partida política. Si se nos niega el derecho deintervenir habrán perdido la batalla definitivamente.Si actuamos, ganaremos como siempre por el 70% delos votos.P. – El gobierno provisional argentino ha hecho declaraciones di-ciendo que implantará un régimen de libertad y democracia. ¿Creeusted que todos los partidos políticos inclusive el peronista, podránactuar libremente?

R. – La libertad y la democracia basada en los ca-ñones y en las bombas no me ilusionan, lo mismo quelas declaraciones del gobierno provisional. Yo ya co-nozco demasiado de estos gobiernos que no basan supoder en las urnas sino en las armas. La persecucióndespiadada y la difamación sistemática no abren bue-nas perspectivas a una pacificación. De modo que creolo peor. Dios quiera que me equivoque. Ello sólo sería,

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si esta gente cambiara diametralmente, lo que dudosuceda.P. – Cualquier manifestación del señor General, la United Presstendrá mucho gusto en difundir en más de 5.000 diarios y estacio-nes radiotelefónicas que en todo el mundo tiene el servicio de estaAgencia de noticias.

R. – Por lo que hemos podido escuchar, cuanto sos-tiene el gobierno de facto es falso por su base. No po-drían justificar su revolución ante el Pueblo. Ya en susdeclaraciones comienzan por confesar ingenuamenteque harán lo que nosotros hemos hecho y respetaránnuestras conquistas sociales. Si son sinceros es un re-conocimiento tácito, si no lo son, peor aún.

Nosotros representamos el Gobierno Constitucio-nal elegido en los comicios más puros de la políticaargentina en toda su historia. Ellos son sólo los usur-padores del poder del Pueblo. Si llamaran a eleccio-nes libre, como las que aseguramos nosotros, las vol-veríamos a ganar por el 70% de los votos. ¿Cómo en-tonces pueden ellos representar la opinión pública?

Esta revolución, como la de 1930, también sept-embrina, representa la lucha entre la clase parasitariay la clase productora. La oligarquía puso el dinero, loscuras la prédica y un sector de las fuerzas armadas,dominadas por la ambición de algunos jefes, pusieronlas armas de la República. En el otro bando están lostrabajadores, es decir el Pueblo que sufre y produce.Es su consecuencia una dictadura militar de corte oli-garco-clerical y ya sabemos a dónde conduce esta cla-se de gobierno.

Que es una democracia y que enarbola banderasde libertad, sólo el gobierno uruguayo y a sus diarios

y radios alquilados puede ocurrírsele semejante bar-baridad.

Si la democracia se hiciera con revolucionarios paraburlar la voluntad soberana del Pueblo, yo sería cual-quier cosa menos democrático. El tiempo dará la res-puesta a los insensatos que puedan aún creerlo. Co-nozco a la gente ambiciosa desde hace muchos años yyo he de equivocarme fácilmente en el diagnóstico.

Yo hubiera permanecido en Buenos Aires, si en mipaís existiera la más mínima garantía, porque no ten-go nada de qué acusarme, pero, frente a hombres queel 16 de junio intentaron asesinar al Presidente de laNación mediante el bombardeo aéreo sorpresivo so-bre la Casa de Gobierno, ya que fueron capaces demasacrar a cuatrocientas personas bombardeando eincendiando el edificio de la Alianza, donde habíanumerosas mujeres y niños, ¿qué podemos esperar losargentinos?

En presencia de la vil calumnia que ya comienza ahacerse presente, como de costumbre, desde Monte-video, deseo aclarar el asunto de mis bien para cono-cimiento extranjero, porque en mi Patria saben bienlos argentinos cuales son.

Mis bienes son bien conocidos: mi sueldo de Pre-sidente, durante mi primer período de gobierno, lodoné a la Fundación Eva Perón. Los sueldos del se-gundo período los devolví al Estado. Poseo una casaen Buenos Aires que pertenece a mi señora, construi-da antes de que yo fuera elegido por primera vez. Ten-go también una quinta en el pueblo de San Vicente,que compré siendo coronel y antes de soñar siquieraque sería Presidente Constitucional de mi país. Poseo

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además los bienes, que por la testamentaría de mi se-ñora me correspondes, y que consisten en los dere-chos de autor del libro «La razón de mi vida», traduci-do y publicado en numerosos idiomas en todo el mun-do y un legado que don Alberto Dodero hizo en sutestamento a favor de Eva Perón. Además, los nume-rosos obsequios que el Pueblo y mis amigos me hicie-ron en cantidad que justifica mi reconocimiento sinlímites. El que descubra otro bien, como ya lo he re-petido antes, puede quedarse con él.

A mí no me interesó nunca el dinero ni el poder.Sólo el amor al Pueblo humilde, a quien serví con leal-tad, me llevó a realizar cuanto hice. Con los bienes demi señora, que, por derecho sucesorio me correspon-den íntegramente, instituí la Fundación Evita, nuevaentidad destinada a dar albergue a estudiantes pobresque debían estudiar en Buenos Aires. La mayor partede los regalos que recibí, los destiné siempre a pre-mios para pruebas deportivas de los muchachos po-bres y de los estudiantes. Me complacería si el nuevopresidente de facto hiciera lo mismo, agregando que,en mi testamento, lego todos mis bienes a la Funda-ción Evita al servicio del Pueblo y de los pobres.

Durante diez años he trabajado sin descanso parael Pueblo y, si la historia pudiera repetirse, volvería ahacer lo mismo porque creo que la felicidad del pue-blo bien vale el sacrificio de un ciudadano.

Mi gran honor y mi gran satisfacción son el amordel pueblo humilde y el odio de los oligarcas y capita-listas de mala ley, como también de sus secuaces ypersonas que, por ambición y por dinero, se han puestoa su servicio.

Solo y a mis años, ya he aprendido el reducidovalor de la demasía del dinero. Las investigacionesme tienen sin cuidado porque, sí se hacen bien, pro-barán mi absoluta honradez, y si se hacen mal seránviles calumnias como las que se lanzan hoy sin inves-tigar nada. Yo estoy en paz con mi conciencia y no meperturbarán las inconciencias ajenas.

No pienso seguir en la política porque nunca meinteresó hacer el filibustero o el malabarista y, paraser elegido presidente constitucional no hice políticaalguna. Me fueron a buscar, yo no busqué serlo. Ya hehecho por mi pueblo cuanto podía hacer. Recibí unacolonia y les devuelvo una patria justa, libre y sobera-na. Para ello hube de enfrentar la infamia en todas susformas, desde el imperialismo abierto hasta la escla-vitud disimulada.

Cuando llegué al gobierno, en mi país había genteque ganaba veinte centavos por día y los peones diezy quince pesos por mes. Se asesinaba a mansalva enlos ingenios azucareros y en los yerbales con regíme-nes de trabajo criminal. En un país que poseía 45 mi-llones de vacas sus habitantes morían de debilidadconstitucional. Era un país de toros gordos y de peo-nes flacos.

La previsión social era poco menos que desconoci-da y jubilaciones insignificantes cubrían sólo a losempleados públicos y a los oficiales de las fuerzas ar-madas. Instituímos las jubilaciones para todos los quetrabajan, incluso los patrones. Creamos las pensionesa la vejez y a la invalidez desterrando del país el tristeespectáculo de la miseria en medio de la abundancia.

Legalizamos la existencia de la organización sindi-

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cal declarada asociación ilícita por la justicia argenti-na y promovimos la formación de la ConfederaciónGeneral del Trabajo con seis millones de afiliados co-tizantes.

Posibilitamos la educación y la instrucción abso-lutamente gratuita para todos los que quisieran estu-diar, sin distinción de clase, credo y religión y sólo enocho años construimos ocho mil escuelas de todos lostipos.

Grandes diques con sus usinas aumentaron el pa-trimonio del agro argentino y más de 35.000 obraspúblicas terminadas fue el esfuerzo solamente del pri-mer plan quinquenal de gobierno, entre ellas el ga-soducto de 1.800 kilómetros, el aeropuerto Pistarini,la refinería de petróleo de Eva Perón (que querían bom-bardear los rebeldes a pesar de costar 400.000.000 dedólares y diez años de trabajo), la explotación carbo-nífera de Río Turbio y su ferrocarril, más de veintegrandes usinas eléctricas, etc. etc.

Cuando llegué al gobierno ni los alfileres se hacíanen el país. Los dejo fabricando camiones, tractores,automóviles, locomotoras, etc. Les dejo recuperadoslos ferrocarriles, los teléfonos, el gas, para que los vuel-van a vender otra vez. Les dejo una marina mercante,una flota aérea, etc. ¿A qué voy a seguir? Esto lo sabenmejor que yo todos los argentinos.

Ahora espero que el Pueblo sepa defender lo con-quistado contra la codicia de sus falsos libertadores.Esta será una prueba de fuego para el Pueblo Argenti-no y deseo que la pase solo y solo sepa defender supatrimonio contra los de afuera y contra los de aden-tro. Yo ya tengo bastante con estos diez años de duro

trabajo, sinsabores, ingratitudes y sacrificios de todoorden. El Pueblo conoce a sus verdaderos enemigos.Si es tan tonto que se deja engañar y despojar, suyaserá la culpa y suyo será el castigo.

He dedicado mi vida al País y al Pueblo. Tengo de-recho a mi vejez. No deseo andar dando lástima comole sucede a algunos políticos argentinos octogenarios.

Preveo el destino de este gobierno de facto. El quellega con sangre, con sangre cae. Y esta gente no sóloha ensangrentado sus manos, sino que terminará ti-ñendo con ella su conciencia.

Yo acostumbro a perdonar a mis enemigos y losperdono. Pero la historia y el Pueblo no perdona tanfácilmente, a ellos les encomiendo la justicia que siem-pre llega.

Yo no me arrepiento de haber desistido de una lu-cha que habría ensangrentado y destruido al país. Amodemasiado al Pueblo y hemos construido mucho en laPatria para no pensar en ambas cosas. Sólo los parási-tos son capaces de matar y destruir lo que no son ca-paces de crear.

Al Gobierno y al Pueblo paraguayo mi gratitud poruna conducta que ya le conocemos los que hemospenetrado la grandeza de su dignidad humilde frentea la soberbia de la insolencia.

En nombre del Pueblo humilde de mi Patria, laArgentina, que lucha todos los días por su grandeza,presento al Pueblo paraguayo mi desagravio por losactos insólitos presenciados durante mi asilo. Algúndía el verdadero Pueblo argentino tendrá ocasión dereafirmarme.

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Capítulo IIAntecedentes

I. LAS VEINTE VERDADES DEL JUSTICIALISMO

Como un catecismo justicialista se extractaron lasverdades esenciales de nuestra doctrina, las que fueronleídas personalmente por mí el 17 de octubre del año1950 desde los balcones de la Casa de Gobierno. Ellasson las siguientes:

1. La verdadera democracia es aquella donde el go-bierno hace lo que el Pueblo quiere y defiende un solointerés: el del Pueblo.

2. El justicialismo es esencialmente popular. Todocirculo político es antipopular y, por lo tanto, no esjusticialista.

3. El justicialista trabaja para el movimiento. El queen su nombre sirve a un círculo o a un hombre o caudi-llo, los es sólo de nombre.

4. No existe para el justicialismo más que una solaclase de hombres: los que trabajan.

5. En la Nueva Argentina el trabajo es un derecho,que crea la dignidad del hombre, y es un deber, porquees justo que cada uno produzca por lo menos lo queconsume.

6. Para un justicialista no puede haber nada mejorque otro justicialista.

7. Ningún justicialista debe sentirse más de lo que esni menos de lo que debe ser. Cuando un justicialista co-mienza a sentirse más de lo que es, empieza a convertir-se en oligarca.

8. En la acción política de escala de valores de todojusticialista es la siguiente: primero la Patria, después elmovimiento y luego los hombres.

9. La política no es para nosotros un fin, sino sólo elmedio para el bien de la Patria que es la felicidad de sushijos y la grandeza nacional.

10. Los dos brazos del justicialismo son la justiciasocial y la ayuda social. Con ellos le damos al Pueblo unabrazo de justicia y de amor.

11. El justicialismo anhela la unidad nacional y no lalucha. Desea héroes, pero no mártires.

12. En la Nueva Argentina los únicos privilegiadosson los niños.

13. Un gobierno sin doctrina es un cuerpo sin alma.Por eso el peronismo tiene su propia doctrina política,económica y social: el Justicialismo.

14. El justicialismo es una nueva filosofía de la vida,simple, practica, popular, profundamente cristiana y pro-fundamente humana.

15. Como doctrina política, el justicialismo realiza elequilibrio del derecho del individuo con el de la comu-nidad.

16. Como doctrina económica, el justicialismo reali-za la economía social, poniendo el capital al servicio dela economía y ésta al servicio del bienestar social.

17. Como doctrina social, el justicialismo realiza la

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justicia social, que da a cada persona su derecho en fun-ción social.

18. Queremos una Argentina socialmente justa, eco-nómicamente libre y políticamente soberana.

19. Constituimos un gobierno centralizado, un Esta-do organizado y un Pueblo libre.

20. En esta tierra, lo mejor que tenemos es el Pueblo.

II. LA TERCERA POSICIÓN DOCTRINARIA

Para nosotros los justicialistas el mundo se divide hoyen capitalistas y comunistas en pugna: nosotros no somos nilo uno, ni lo otro. Pretendemos ideológicamente estarfuera de ese conflicto de intereses mundiales. Ello noimplica de manera alguna que seamos en el campo in-ternacional, prescindentes del problema.

Pensamos que tanto el capitalismo como el comu-nismo son sistemas ya superados por el tiempo. Consi-deramos al capitalismo como la explotación del hom-bre por el capital y al comunismo como la explotacióndel individuo por el Estado. Ambos «insectifican» a lapersona mediante sistemas distintos. Creemos más;pensamos que los abusos del capitalismo son la causay el comunismo el efecto. Sin capitalismo el comunis-mo no tendría razón de ser, creemos igualmente que,desaparecida la causa, se entraría en el comienzo de ladesaparición del efecto.

Esto lo hemos probado durante los ocho años de nues-tro gobierno en que, el Partido Comunista en nuestropaís, alcanzó su mínima expresión. Para ellos nos bastósuprimir los abusos del capitalismo procediendo porevolución en los sistemas económicos y sociales.

Es indudable también que esta revolución reaccio-naria, al destruir parte de nuestras conquistas y volver alos viejos sistemas, traerá consigo un recrudecimientodel comunismo en la Argentina. El comunismo es unadoctrina y las doctrinas sólo se destruyen con una doc-trina mejor. La dictadura militar con su sistema de fuer-za y arbitrariedad pretenderá destruir con la fuerza loque es necesario tratar con inteligencia. Ni la policía, niel ejercito son eficaces en este caso. Una justicia socialracionalmente aplicada es el único remedio eficaz y, losmilitares entienden muy poco de esto. Menos entende-rán aún estando como están en manos del más crudoreaccionarismo conservador y clerical.

Nuestra doctrina ha elaborado consecuentemente conla concepción ideológica toda una técnica de lo econó-mico y lo social, como asimismo en lo político.

En lo económico abandonamos los viejos moldesde la «economía política» y los reemplazamos por la «eco-nomía social» donde el capital está al servicio de laeconomía y ésta al del bienestar social. En lo socialel justicialismo se basa en la justicia social a base dedar a cada individuo la posibilidad de afirmar su de-recho en función social. Se capitaliza al Pueblo y seda a cada uno la posibilidad de realizar su destino,de acuerdo a sus calidades y cualidades, dentro deuna comunidad que realiza a sí mismo por la acciónde todos. En lo político buscamos congruentemente,el equilibrio entre el derecho del individuo y el de lacomunidad.

Yo puedo afirmar que el pueblo Argentino esjusticialista y que las conquistas alcanzadas no puedenser destruidas por la reacción. Nuestra doctrina sólo po-

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dría ser superada por otra doctrina mejor y, en la reac-ción, no veo hombres capaces de construir nada perma-nente.

En cambio creo que la lucha se ha desencadenado enel Pueblo argentino, a raíz del establecimiento de la dic-tadura militar oligarco-clerical, será una tonificación paranuestro movimiento justicialista. La historia prueba quelas doctrinas, para triunfar, necesitan ser combatidas. Ellolas fortalece y las extiende. Si los cristianos no hubieransido arrojados al circo, quizá el cristianismo no habríallegado al siglo XX.

Nuestro movimiento es doctrinario. Podrán destruirnuestras estatuas y aun nuestras instituciones, pero, nolograrán neutralizar los sentimientos y la convicción demuchos millones de justicialistas convencidos, místicosy aún fanáticos.

III. EL GOBIERNO JUSTICIALISTA,SU DOCTRINA Y ORGANIZACIÓN

El gobierno justicialista, realizado por nosotros du-rante ocho años que siguieron al caos provocado por larevolución del 4 de junio de 1943, de semejantes carac-terísticas a la actual, sin contenido político, económiconi social, ha dado a la República Argentina una fisono-mía propia, con caracteres originales.

Alcanzamos el gobierno mediante las eleccionesmás limpias y puras de que haya memoria en la histo-ria argentina. En ellas vencimos a una coalición detodos los demás partidos, conjuncionados en el másheterogéneo y abigarrado maridaje político, en el quemarchaban del brazo por las calles los representantes

de la más cruda oligarquía conservadora con los so-cialistas y comunistas.

Nuestra acción de gobierno constitucional desde 1946hasta 1951 se realizó dentro de nuestra concepcióndoctrinaria y el primer plan quinquenal del gobiernoarrojó un saldo tal que debí aceptar la imposición popu-lar de presidir un segundo gobierno. Las elecciones serealizaron en 1951, contra las mismas fuerzas que se noshabían puesto en 1945, es decir, todos los demás parti-dos políticos unidos. Estas elecciones tan puras comolas anteriores, controladas por el Ejército, fueron, comolas anteriores, elogiadas en su pureza por los propiosadversarios. En ellas obtuvimos el setenta por ciento dela totalidad de los sufragios. En algunas provincias llega-mos a obtener hasta el noventa y cinco por ciento de lossufragios totales.

Así iniciamos el segundo período de gobierno anteuna oposición enconada por la impotencia donde, comoen el primer período, se mantenían unidos conservado-res, radicales, socialistas y comunistas. Frente a la impo-sibilidad de vencernos en los comicios comenzaron aconspirar abiertamente. En esa conspiración fueron alen-tados por el Gobierno Uruguayo que descaradamenteles ayudó para establecer en Montevideo su cuartel ge-neral, desde donde se dirigió todo el movimiento, utili-zando los propios elementos del gobierno de ese país.

Abundantes fondos aportados por Bemberg, Lamura-glia, Gainza, Paz y otros, comenzaron a conmover la pasi-vidad de los jefes de la Marina, Aeronáutica y Ejército,afortunadamente muy pocos del Ejército. Poniendo enpráctica la afirmación napoleónica de que «todos los hom-bres tienen precio, es cuestión de encontrarlo» comenzó la difícil

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tarea de «conocerlos». Poco a poco el dinero hizo su efec-to y se consiguió conmover la disciplina, haciendo quelos indecisos tomaran partido. No les importó el juramen-to prestado al país, ni el sagrado deber militar. Indudable-mente, para ciertos hombres, hay factores materiales quegravitan más fuertemente que el honor, el deber y la con-ciencia. ¡Al fin hombres, nada más que hombres!

Esta es la simple y vulgar historia de una traición a laRepública, consumada como todas las traiciones móvi-les deleznables por hombres también deleznables. Entreellos puede tal vez haber algún idealista engañado queconstituya la excepción confirmatoria de la regla, pero,aún en ese caso, no se justifica la traición solapada.

El hecho es que se presencia aquí el insólito caso deun gobierno constitucional, elegido por la inmensa mayoríadel Pueblo, derribado mediante un cuartelazo artero ytraidor. Los que hablan de la democracia debían sentirrubor de nombrarla frente a semejante aberración. Sinembargo, tan poca es la vergüenza de cierta gente y tangrande su cinismo y su mala fe, que concientemente sonportadores del encomio vergonzoso a una dictadura deignorantes asesinos, en nombre de la justicia que escar-necen, de la libertad que humilla y de la democracia quepisotean.

Se ha traicionado a un país, se ha defraudado a unpueblo, se han escarnecido todos los principios y aúnhay hombres tan malos y tan mentirosos que llenan ho-jas con el elogio a los malvados y las loas a una tiránicadictadura de hombres obscuros al servicio del sucio di-nero de una traición. ¡Pobre justicia, pobre libertad ypobre democracia!

Otros «demócratas» callan con el silencio de la co-

bardía que es el peor de los silencios. Vivimos días deresignación silenciosa y de acomodamiento burgués. Losluchadores no son de estos tiempos, han pasado a domi-nar los simuladores y mentirosos. Hay que simular ymentir en este mundo de sepulcros blanqueados.

Sin embargo, nosotros no habíamos dejado de pre-ver cuanto sucedió, tomando en el orden doctrinario dela organización las medidas dirigidas a neutralizar losefectos de una asonada militar y de una dictadura deeste tipo que se seguiría. Conocedores de nuestro me-dio, accionamos durante ocho años para consolidar nues-tra organización y darle caracteres de una instituciónpermanente.

El primer trabajo fue dirigido a inculcar la doctrina.Cada justicialista no sólo conoce la doctrina sino que lasiente y la practica. Así organizamos intelectual y espiri-tualmente a la enorme masa justicialista, haciendo quede una misma manera de ver los problemas, resulte unmodo similar de apreciarlos y un mismo modo de resol-verlos. Esa unidad de doctrina que «organizó» espiritual-mente a cada hombre sirvió de base para la organizaciónmaterial de nuestro movimiento en sus diversos secto-res: los hombres, las mujeres y los trabajadores.

Como es usanza de los tiempos modernos especial-mente en nuestros países, azotados de tiempo en tiempopor las dictaduras militares, nuestra organización puedeactuar en la legalidad y también en el campo ilegal, se-gún las circunstancias. Si nos dejan, actuamos legalmen-te, si no tendremos la ventaja de hacerlo ilegalmente,donde nos agrandaremos.

En nuestro país sabemos a qué atenernos. En el or-den político hay sólo dos tendencias: los justicialistas y

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los antijusticialistas. Los hombres y mujeres que actual-mente están en esos bandos es difícil que cambien por-que media profunda convicción. Sabemos que de losdiez millones de votantes, en números redondos, sieteson nuestros, y sabemos también, que son inconmoviblese inalterables. No hablan, pero votan.

Nuestro movimiento ha sido creado y organizado «deabajo hacia arriba». Cuenta la masa más que los dirigen-tes. Al contrario de lo que sucede en los otros partidosque la masa depende de los dirigentes, en el nuestro losdirigentes dependen de la masa. Pueden, como sucedeen estos momentos, encarcelarnos a todos los dirigentesy la masa sola sigue accionando. En el procesoeleccionado, cuantitativo por excelencia, no interesandirigentes sino sufragios. Los dirigentes son necesariosrecién en el Gobierno.

IV. ACCION SOCIAL, ECONOMICA Y POLITICA

1. Acción socialSería imposible, en el espacio y dentro del objetivo

de este folleto, siquiera sintetizar la enorme tarea reali-zada en estos órdenes. Por eso sólo mencionaré en cadaaspecto lo más fundamental y en forma muy general,sólo para dar una idea de conjunto.

Diez años de intensa obra social cambió la Argentinade la explotación y la esclavitud de 1945 en la comuni-dad justa y solidaria de la Argentina de 1955. Esta trans-formación es ya suficientemente conocida en el mundo.De una carencia absoluta de leyes de trabajo y PrevisiónSocial que nos colocaba en el último lugar, hemos pasa-do en sólo diez años a estar a la cabeza del mundo en la

materia.El «estatuto del peón», «los derechos del trabajador»,

«los derechos de la ancianidad», «los convenios colecti-vos de trabajo», «la ley de previsión social», «la ley deaccidentes de trabajo», «los regímenes de jubilación parala totalidad de los habitantes», «las pensiones a la vejez yla invalidez», «la ley de organizaciones profesionales»,«la ley de vivienda obrera», «las reglamentaciones de lascondiciones del trabajo y del descanso», «la ley de suel-do anual complementario», «la ley de creación de la jus-ticia del trabajo», «la participación en las ganancias», «lascooperativas de producción en poder de los obreros»,«las proveedurías sindicales», «la mutualidad sindical»,«los policlínicos obreros de cada sindicato», «las escue-las sindicales», etc., etc. Son tan sólo una pequeña partede la enorme legislación promovida.

Debemos, sin embargo, hacer notar que, en la Ar-gentina, estas leyes se cumplen en su totalidad bajo elcontrol de las propias organizaciones profesionales. Al-gunas cifras darán una idea sobre la forma de su cum-plimiento. Los salarios de 1945 a 1955 subieron el 500%;el salario real se mantuvo en un mejoramiento del 50%pues el costo de la vida sólo llegó, con el control deprecios de primera necesidad, a un aumento de 250%.Así el costo de la vida en Argentina se mantuvo en unnivel correspondiente a la mitad de la mayor parte delmundo.

Mediante el «estatuto del peón» y sus sucesivos ajus-tes entre 1945 y 1955 los sueldos de estos trabajadoresaumentaron el 1000% término medio.

En 1945 las leyes de jubilación no amparaban sino amedio millón de habitantes. En 1955 puede considerar-

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se que todo el que trabaja de obrero, profesional y em-presario tiene asegurado su régimen jubilatorio, amparoque cubre a más de quince millones de habitantes en lavejez y la invalidez.

Un sistema de pensiones a la vejez cubre asimismola imprevisión y el olvido en que vivieron los trabajado-res en los regímenes pasados, gobernados por los mis-mos que hoy quieren asumir el papel de libertadores sinque nadie los tome en serio.

Sólo durante el primer plan quinquenal (1946-1951)se construyeron 350.000 viviendas para obreros en todala república. En el segundo plan quinquenal hasta 1955se llevan construidas más de 150.000. Así los trabajado-res que antes vivían en conventillos sucios y hasta dediez en cada pieza, comienzan hoy a ser propietarios desu casa y a vivir decentemente.

Más de diez millones de trabajadores argentinos re-ciben un sueldo anual complementario que les permitedisfrutar de un mes de vacaciones en las sierras, en elmar o en los buenos hoteles de que disponen los sindi-catos o les ofrece la «Fundación Eva Perón».

Más del 25% de los trabajadores tienen participaciónen las ganancias de las empresas, ya sea porque son ellosmismos los dueños por sistema cooperativo o porquepatrones inteligentes y justos así lo ha dispuesto.

El sistema mutual de los sindicatos ofrece asimismola provisión barata de cooperativa para los artículos deprimera necesidad, como asimismo un servicioasistencial completo mediante modernos policlínicos,maternidades, consultorios externos y odontológicos, etc.

Además, para la elevación cultural y social de la masa,una verdadera red de escuelas sindicales se extiende

hacia todos los sindicatos. En ella se imparte enseñan-zas de todo orden y se forman dirigentes capacitados.

En cuanto a la organización sindical diremos simple-mente que en 1945 existían 500 sindicatos agrupados entres centrales obreras (Unión Sindical Argentina, C.G.T.N°1 y C.G.T. N°2) con una cotización total de un millónde adherentes. En 1955 existe una sola Central Obrera(C.G.T.), 2.500 sindicatos, con más de seis millones decotizantes. Esta es la Central Obrera que están empeña-dos en destruir los modernos libertadores, a la violeta,que en estos tristes días debe soportar nuestro pobre país.El tiempo les mostrará que se equivocan.

Podríamos escribir durante años sobre la ciclópeatarea realizada en lo social en estos diez años que la for-tuna nos permitió estar al servicio de los trabajadoresargentinos. Ese inmenso bien nos compensa de todoslos sinsabores, ingratitudes y traiciones soportadas. Lostrabajadores argentinos bien se lo merecen porque es lomejor que el país tiene y precisamente por eso, porqueson buenos y porque son los que todo lo producen; laoligarquía, personificando en sus actuales personeros elodio oculto al Pueblo, intenta volverlos a la esclavitud ya la explotación.

2. Acción económicaEs indudable que, para soportar esta inmensa pro-

moción social, fue necesario conseguir una economíaapropiada. En 1945 el desastre económico era evidente,tanto por el desbarajuste de su desorganización cuantoporque carecía de independencia, figurando realmentecomo un país colonial.

Sometido a la «metrópolis», poco interesaba a los ar-

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gentinos su propia economía, total, se manejaba desdela City o desde Wall Street. El Pueblo argentino era ex-plotado también en mayor o menor grado, según las ne-cesidades o los caprichos de los imperialismos en ac-ción. En lo económico, no se tenía ni vida, ni gobiernopropio, o más o menos como cualquier dominio del ÁfricaEcuatorial, con la desventaja que teníamos que defen-dernos solos.

Era también costumbre que desde la City que se indi-cara quién debía ser el Presidente, generalmente un abo-gado de las empresas extranjeras, ellos decían quien, y«los nativos» se encargaban de preparar el fraude para«que saliera». Y pensar que estos seudo libertadores sonlos mismos hombres traidores y vendepatria que hicie-ron posible semejante humillación. No habrá en el mun-do un hombre que poseyendo un mínimo de ecuanimi-dad no los condene. Sin embargo, como los agentesimperialistas, por razones comprensibles, les cantan loas,muchos otros malos y mentirosos se convierten concienteo inconcientemente en agentes de un imperialismo quesimulan condenar.

En 1944 todo permitía apreciar que la segunda gue-rra mundial llegaba a su fin. Era necesario prepararsepara la post-guerra que suele ser, económicamente ha-blando, la etapa más difícil de la guerra. Fue entoncesque, desde la Secretaria de Trabajo y Previsión, dondeejercía el cargo de Secretario, dispuse la creación del«Consejo Nacional de Post-Guerra». Su misión era sim-ple: «realizar los estudios necesarios y preparar al paísde la mejor manera para neutralizar los efectos negati-vos y sacar la mayor ventaja posible en la postguerra quese veía próxima a iniciarse.

Se trataba de resolver, ayudados por las circunstan-cias, el más fundamental problema argentino: su indepen-dencia económica. La importancia de este paso se medirá entoda su proyección si pensamos que, liberados política-mente en 1816, habíamos caído en el vasallaje económi-co hasta nuestros días.

Esta independencia económica era indispensable sianhelábamos mantener y consolidar las conquistas so-ciales ya iniciadas en esos días desde Trabajo y Previ-sión. En un país colonial, como era el nuestro, toda con-quista social no puede tener sino un carácter aleatorio.

Para realizar la independencia económica era nece-sario un inmenso esfuerzo, habilidad y un poco de suer-te, pues era menester:

a) Recuperar el patrimonio nacional en poder de loscapitales colonialistas.

b) Realizar buenos negocios para «parar» la econo-mía anémica de los argentinos.

El Consejo Nacional de Post-guerra preparó las basesmediante un estudio completo de la economía argentinaen los aspectos del consumo, la producción, la industriay el comercio. Mediante encuestas y estudios estadísti-cos establecimos la situación, la apreciamos y tomamoslas resoluciones más adecuadas, esperando el momentooportuno para actuar.

Ya antes de nuestro ascenso al poder comenzamos areformar, con el apoyo del gobierno de facto, lo indis-pensable para ganar tiempo. La primera reforma fue lafinanciera, mediante la nacionalización del sistema ban-cario, convirtiendo al Banco Central de la República enun banco de bancos en agencias del mismo. Esto permi-tió, por primera vez en nuestro país, un control financie-

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ro por el Estado, pues hasta entonces ese era resorte delos bancos extranjeros de plaza. Este fue el primer pasode la reforma económica que emprendimos: hacer Argen-tino el dinero del país.

Simultáneamente con esto comenzamos a estudiarla realización de la primera etapa de la independencia econó-mica: la recuperación de la deuda y los servicios públi-cos.

La situación en este aspecto presentaba un difícil pro-blema pues las sumas que se necesitaban para ello eranrealmente cuantiosas.

Nuestra deuda externa ascendía en diversas obliga-ciones a más de seis mil millones de pesos, en ese enton-ces algo así como unos dos mil millones de dólares, porla cual pagábamos ochocientos millones de pesos anua-les en amortizaciones e intereses (250 millones de dóla-res). Esto era nuestro primer objetivo.

La nacionalización de los servicios públicos, en po-der de consorcios extranjeros, era el segundo objetivo dela recuperación. Se trataba de los ferrocarriles, transpor-tes de la ciudad de Buenos Aires, el gas, los teléfonos,seguros y reaseguros, electricidad, comercialización yacopio de las cosechas, creación de una flota mercante yaérea, etcétera, etcétera.

Las relaciones del gobierno con los consorcios explo-tadores de estos servicios eran cordiales. No era que no-sotros, por chauvinismo, quisiéramos nacionalizar ymenos aún despojado a nadie. El caso era que, de man-tener este estado de cosas, estaríamos sometidos a unadescapitalización progresiva. Queríamos pagarles por susinstalaciones un precio justo y tomarlas a nuestro cargopara su funcionamiento como un servicio estatal.

En las siguientes cifras, se observará objetivamentelas remesas financieras anuales que ocasionaban estosservicios explotados por compañías extranjeras:

La deuda pública 800 millones, los ferrocarriles 150millones, la Corporación de Transportes de la Ciudad deBuenos Aires 120 millones, el servicio de gas 110 millo-nes, los teléfonos 120 millones, seguros 150 millones,reaseguros 50 millones, electricidad 150 millones,comercialización de la cosecha 1.000 millones, trans-portes marítimos 500 millones de fletes en divisas, etc.Sólo en estos rubros las remesas financieras anuales vi-sibles pasaban de los tres mil millones de pesos (1.000millones de dólares entonces). Si se considera la necesi-dad de otras remesas financieras de diversas empresasestablecidas en el país y las remesas visibles, siemprenumerosas por la especulación, podíamos calcularaproximadamente una descapitalización anual por en-víos y evasiones que pasaba de los seis mil millones de pesosanuales. Si consideramos que el monto de nuestra pro-ducción anual no pasaba de los diez millones de pesos,se tendrá la verdadera sensación de para quién trabaja-ban los argentinos.

Se me dirá que los capitales extranjeros con su radi-cación en el país aportaban un alto coeficiente de capita-lización compensatorio del proceso inverso por remesasfinancieras. Desgraciadamente no era así. Un ejemplo loaclara todo.

Un frigorífico británico se instaló en el país en 1905,trajo como inversión un capital de un millón de librasesterlinas (al cambio de ese entonces 11.250.000 pesosmoneda nacional). Cuando hubo instalado su maquina-ria y locales pidió al Banco de la Nación Argentina un

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crédito que fue sucesivamente aumentando hasta la sumade 100 millones de pesos. De manera que, sobre cienmillones, el capital extranjero radicado era sólo el 10 porciento y el 90 por ciento era argentino.

Ahora bien, el primer servicio financiero remesado aLondres, fue de una utilidad del 10 % calculado sobrelos cien millones de pesos de capital y no sobre los oncemillones radicados. Vale decir que, con su primera re-mesa financiera, repartió el capital radicado y durantecincuenta años nos descapitalizó a razón de diez millo-nes por año, en total, quinientos millones.

Este era el proceso común seguido por casi todas lasempresas inversoras y que explicará, de manera simpley objetiva, la razón por la cual era indispensable a laeconomía argentina realizar cuanto antes la recupera-ción, para evitar su progresiva descapitalización.

Un cálculo «grosso modo» dará una idea aproximadadel esfuerzo de que se trataba. Calculando comprar lasempresas de valor histórico, pagando lucro cesante, crearlos organismos y servicios nuevos, comparar los barcosy aeronaves necesarios, etc., debían calcularse comonecesarios unos 300.000 millones de pesos.

Para no sentirme tentado y evitar los consejos fáciles,resolví «quemar las naves» declarando que me cortaríala mano antes de firmar un empréstito, porque, si la fina-lidad era la independencia económica, no era el caso desalir de las llamas para caer en las brasas.

En esos momentos se sumaba a ese tremendo es-fuerzo, la necesidad de renovar la maquinaria indus-trial y todo el material ferroviario, tranviario y automo-tor que durante los cinco años de guerra, con el cierrede la exportación, no habían recibido ningún aporte.

Se calculaba esto en un monto de 20.000 millones depesos.

Estudiamos esto detenidamente y confieso que cuan-do compilamos las necesidades totales, una suerte depánico se apoderó de mí, que sentía la terrible responsa-bilidad de estar al frente del país y la duda de podersuperar su difícil encrucijada económica.

Con los estudios en mi poder llamé a una reuniónprivada a los técnicos en economía más calificados en elconcepto de algunos asesores económicos. Me perdí diezhoras explicándoles mis planes y dándoles todos los da-tos necesarios para encarar el problema. Se fueron a es-tudiar, y tres días después nos reunimos de nuevo paraconsiderar soluciones. Confieso que quedé defraudado,pues conversaron mucho, no dijeron nada y lo poco quetrajeron no lo entendí, porque lo hicieron en una termi-nología tan rara y tan confusa que dudo que ellos mis-mos se entendieran.

La reunión terminó un poco intempestivamente, puesuno de ellos me dijo: «Señor, usted debe gastar tantosmiles de millones que no tiene. Si no tiene dinero, ¿cómoquiere comprar?, a lo que yo respondí: «Amiguito, si yotuviera el dinero no lo habría llamado a usted, habríacomprado», y aquí terminó la entrevista.

Me convencí que no era asunto de técnicos, sino decomerciantes y llamé a mi gran amigo D. Miguiel Miran-da, el «Zar de las finanzas argentinas», como algunos lellamaron. El había empezado como empleado con no-venta pesos de sueldo y en diez años había levantadotreinta fábricas.

Le conté el incidente con los técnicos y me dijo: «¡Ge-neral!, ¿usted cree que si fueran capaces de algo estarían

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ganando un sueldo miserable como asesores?» –PeroMiranda, le dije, vea que hay que comprar mucho y notenemos dinero! –Esa es la forma de comprar, sin dine-ro, me dijo. ¡Con plata compran los tontos! –Este es mihombre, pensé para mí…

Miguel Miranda era un verdadero genio. Su intui-ción, su tremenda capacidad de síntesis y su certera vi-sión comercial, hicieron ganar a la República, en un año,más que cincuenta años de la acción de todos sus econo-mistas diletantes y generalizadores de métodos y siste-mas rutinarios e intrascendentes.

Fue allí mismo que entregué a Miranda la direccióneconómica, creando el Consejo Económico Nacional ynombrándolo presidente. Él fue, desde entonces, el artí-fice de esa tremenda batalla que se llamó la recuperaciónnacional, que culminó con la independencia económicaargentina.

Sería largo detallar la acción desarrollada por estehombre extraordinario que no descansaba ni dormía,abstraído por completo en la batalla que estaba libran-do. Allí aprendí que si bien un conductor puede cubrir-se de gloria en una acción de guerra, esta acción anóni-ma es también la verdadera gloria. Fuera de la Casa deGobierno la gente maldiciente murmuraba sobre «losnegociados de Miranda», con una ingratitud criminal ylos eternos simuladores de la virtud y la honradez sehacían lenguas de ello: ¡Miserables, estaba trabajandopara ellos!

Sin embargo, no deseo pasar este capítulo sin ofrecera mis lectores por lo menos un ejemplo, siempre ilustra-tivo, de la acción de este mago de la negociación.

Todo el mundo conoce la habilidad de los negocia-

dores inglese, su gran astucia y su terrible pertinacia parapersuadir u obligar. Con divisas acumuladas por provi-sión de cereales, armas, carne, etc., durante la guerra,Miranda comenzó a repatriar la deuda externa. Luegome dijo: -General, vamos a empezar por los ferrocarrilesingleses. Insinuó veladamente por distintos conductosque el gobierno estaba dispuesto a comprar los ferroca-rriles. La respuesta no se hizo esperar. Poco tiempo des-pués llegó una comisión del directorio de Londres de losferrocarriles, dispuesto a ofrecer al Gobierno Argentinola venta de los mismos.

Fueron citados al despacho presidencial y allí, en mipresencia, se desarrolló el siguiente diálogo, después delos saludos y conversaciones de estilo: -¿Cuánto pidenpor los ferrocarriles? –les preguntó Miranda. –El valorde libros, o sea unos diez mil millones de pesos –le con-testó uno de los ingleses. Miranda se limitó a sonreír,mirando al suelo. Siguió un largo silencio en el que estu-ve a punto de intervenir, pero me abstuve, porque en-tendí que era parte de su táctica. Después de un rato, elinglés volvió a decir: -¿Y ustedes cuánto ofrecerían? –Apenas mil millones –dijo Miranda-. Todo el hierro vie-jo no vale más, agregó.

Los ingleses se enojaron y se fueron a Londres. Pare-cía que las negociaciones habían terminado, pero no eraasí.

Cuando los obreros ferroviarios, que se habían entu-siasmado con la perspectiva de nacionalización, se ente-raron del fracaso de las negociaciones, iniciaron el «tra-bajo a reglamento», que culminó en «trabajo a desgano».Frente a la perspectiva de fuertes quebrantos, a los seismeses, retornó la comisión negociadora, Miranda había

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ya ganado la batalla. Sólo quedaba por ver cómo explo-taría el éxito. Yo estaba seguro porque, para eso, él eraun verdadero maestro.

Se iniciaron nuevamente las negociaciones en unjuego de regateos por ambas partes para acordar el pre-cio y la forma de pago. Se estaba aún muy distante, apesar que los ingleses habían ya rebajado su precio aunos ocho mil millones de pesos, donde se manteníanfirmes.

El justiprecio establecido por nuestros técnicos des-pués de un laborioso proceso de valuación, establecíaun valor aproximado a los seis millones de pesos. Setrataba de 40.000 kilómetros de vías, instalaciones, ma-terial rodante y de tracción, además de unas veinticincomil propiedades de los ferrocarriles, que figuraban comobienes indirectos. Se trataba de bienes inmuebles enBuenos Aires, puertos, numerosas estancias, terrenos yhasta pueblos enteros. Estas empresas por la ley de con-cesión inicial, recibieron una legua lineal de campo acada lado de la vía que construyeran. De ahí que suspropiedades sean casi tan valiosas como ferrocarrilesmismos.

Mientras se negociaba, los ingleses cometieron unerror que les fue funesto. Sostenían imperturbablementeque el precio debía ser de ocho mil millones. Una no-che, al representante de los ferrocarriles ingleses en laArgentina, mister Edy, muy amigo de Miranda, se le ocu-rrió ofrecerle una comisión para repartir entre Miranday yo, de trescientos millones de pesos, que se deposita-rían en Londres en su equivalente de entonces de cienmillones de dólares, si la venta se hacía por seis mil mi-llones de pesos. Miranda lo escuchó y al día siguiente,

«a diana», estaba en casa y me decía: -Presidente, vamosa comprarlos por mucho menos de seis mil millones, esporque, sin comisión, podemos sacarlos más baratos».Así como antes había ganado la batalla de la venta, enesta ocasión había ganado la batalla del precio.

Se sucedieron las tratativas para fijar precio, pero losingleses ya habían perdido la partida. Ellos son buenosperdedores porque están acostumbrados a vencer. Lahabilidad de Miguel Miranda hizo prodigios en esta eta-pa de la negociación hasta llegar a fijar un precio máxi-mo por todos los bienes directos e indirectos de las em-presas de 2.029.000.000 (dos mil veintinueve millones)de pesos moneda nacional. Esta sola cifra, comparadacon los diez mil millones de pesos que era el pedidoinicial de los ingleses, habla con indestructible elocuen-cia de lo que era Miranda como negociador. En esta solaoperación hizo este hombre ganar a la República más decinco mil millones de pesos. Se le pagó, como de cos-tumbre, con ingratitud y maledicencia. Los parásitos, losincapaces y los ignorantes son precisamente los críticosmás enconados.

Si bien se habían ganado las batallas del precio y dela venta quedaba aún el rabo por desolar: establecer laforma de pago y pagar. No era fácil, porque, como antesdije, no teníamos dinero para hacerlo. En cambio lo te-níamos a Miguel Miranda que valía más que todo el di-nero del mundo. En él estaban puestas todas mis espe-ranzas. Él me había dicho: -No se aflija, Presidente, pa-garemos hasta el último centavo, sin un centavo. Efecti-vamente, así lo hizo. ¿Cómo procedió para lograrlo?

Comencemos por establecer que un año antes el go-bierno de S. M. Británica firmó con el gobierno argenti-

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no un tratado por el que se comprometió a mantener laconvertibilidad de la libra esterlina que nos permitía elnegocio triangular con Estados Unidos. Con habilidad,Miranda agotó los saldos acreedores argentinos en Ingla-terra para repatriar la deuda. Al firmar el contrato decompra-venta de los ferrocarriles, estableció dos cues-tiones fundamentales, en cuanto a la adquisición y laforma de pago.

a) Que se compraban en 2.029 millones de pesos losbienes directos e indirectos de las empresas.

b) Que la forma de pago sería al contado y en efectivocon disponibilidades de fondos argentinos existentes enEstados Unidos si se mantenía la convertibilidad de la libraque lo hacía posible, sino el pago sería en especies.

Fue precisamente mediante estas dos cláusulas queMiranda logró pagar «hasta el último centavo, sin un centavo»,como había prometido.

En efecto, me fijó un plazo de seis meses para tomarposesión de las empresas, luego de los cuales debía ha-cerse efectivo el pago. Durante los primeros meses deese plazo me pasé pensando que si teníamos que pagaral contado nos quedaríamos casi sin fondos en EstadosUnidos, en donde había urgentes necesidades de adqui-siciones. Miranda me tranquilizó; él no sé dónde, teníala noticia segura que los ingleses, a pesar del tratado,declararían la inconvertibilidad de la libra esterlina. Efec-tivamente, poco tiempo después lo hicieron y nos salva-ron de desprendernos del único saldo acreedor en efec-tivo que disponíamos. Podíamos, de acuerdo con el con-trato de compra-venta, pagar con especies. Eso no era yaun problema para nosotros.

Sin embargo, había que pagar 2.029 millones de pe-

sos que no teníamos. ¿Cómo procedió Miranda? Paga-mos con trigo pero, como quiera que fuese, ese trigo ha-bía que pagarlo a los agricultores. La elevación de pre-cios en los cereales producidos en 1948, vino a favore-cernos. El gobierno, por intermedio del IAPI, compró eltrigo a los chacareros a un precio de 20 pesos el quintal,los que quedaron contentos, pues antes lo vendían a 6pesos. Luego de un tiempo ese mismo trigo lo vendió alos ingleses, en pago de los ferrocarriles, a razón de se-senta pesos el quintal, ganando en la operación un 66%,con lo que el precio de 2.029 millones de los ferrocarri-les quedó reducido a un 33%, es decir, unos 676 millo-nes.

Ahora bien, ¿cómo pagó los 676 millones? De mane-ra muy simple: emitió 676 millones de pesos, con lo quepagó a los chacareros. De las veinticinco mil propieda-des raíces adquiridas como bienes indirectos, bastabavender una parte para obtener casi mil millones de pe-sos. Con ello se retiraban de la circulación los 676 millo-nes y el resto se incorporaba al Estado conjuntamentecon los ferrocarriles y pagado hasta el último centavo, y aunganando dinero, sin un centavo.

¡Cuánto me reí en esos días de los técnicos tan pesi-mistas como inoperantes e intrascendentes!

Hoy, el valor de esos ferrocarriles con sus 40.000 ki-lómetros de vías e instalaciones, se calcula en nuestramoneda actual, a razón de un millón de pesos por kiló-metro, todo incluido. El país había incorporado al haberpatrimonial del Estado, 40.000 millones de pesos sin uncentavo de desembolso. Los imbéciles siguen pensandoque nosotros no hemos hecho nada durante el tiempoque ellos pasaron gastando perjudicialmente lo que tan-

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to le cuesta al Pueblo producir y a nosotros cuidar. Poreso ellos se proclamaron libertadores. Soñar no cuestanada.

En forma similar se compraron luego los teléfonos, elgas, seguros, etcétera, y se llegó a cumplir la etapa de larecuperación nacional, comprando y pagando los servi-cios públicos que en época pasada vendieron estos mis-mos que ahora vienen a libertar la República.

La etapa siguiente consistía en formar una marinamercante, pues sin ese medio de transporte de ultramar,la independencia económica sería sólo una ficción. Apar-te que hoy los precios los fijan los transportadores, ennuestro país, vendedor de carne, estábamos sometidosal monopolio inglés de barcos frigoríficos. Si no le ven-díamos a ellos la carne y al precio que querían, ¿quiénnos la transportaría a los mercados de consumo? Otrotanto podría ocurrir con las demás materias primas siseguimos sometidos a los transportadores foráneos.

En ese momento (1948) el estado de la flota mercantedel Estado, manejada por jefes de la Marina de Guerra,era incipiente y calamitosa. Se disponía aproximadamen-te de unas 200 mil toneladas de barcos viejos, chicos ymuchos de ellos alquilados o tomados en uso por perte-necer a los países en guerra que debían ser devueltos.

Pedí informes a la Flota Mercante del Estado sobre laconveniencia de hacer construir barcos nuevos, de arri-ba de diez mil toneladas, para formar una marina mer-cante por lo menos de un millón y medio de toneladas,que calculaba yo necesario para sacar nuestra produc-ción. Además, hacerlos mixtos para pasajeros, carga yfrigoríficos.

Sin excepción, los informes de los marinos fueron

desfavorables. Según ellos, no convenía comprar toda-vía, que los fletes se vendrían abajo, que había exceso debarcos por los que quedaron de la guerra, etc. En conse-cuencia, decidimos con Miranda comprar una marinamercante y para ello nos pusimos en contacto con donAlberto Dodero, el más fuerte armador de nuestro país.

Se encargó la construcción en los astilleros entoncesparados en Inglaterra, Holanda, Italia, Suecia, etc. Asícomenzó la verdadera historia de nuestra marina mer-cante, que hoy redondea el millón y medio de toneladasde barcos nuevos, veloces y utilizables para sacar nues-tra más variada producción hacía los mercados de con-sumo y para mantener los precios.

Con ello no sólo ahorramos sino que producimos di-visas y nuestra bandera mercante individualiza a la cuartaflota del mundo.

El costo medio de estos barcos no pasó de cuatromillones de pesos; sólo el seguro del Maipú, hundido enun choque en Hamburgo llegó a veintidós millones ennuestros días.

Para comprar estos barcos se utilizó el oro que dor-mía en los sótanos del Banco Central, de acuerdo con elaforismo de Miranda, que oro es lo que produce oro.Efectivamente, esos barcos en cuatro travesías traen devuelta el oro que costaron. Hoy están todos pagos y si-guen trayendo oro.

Menos mal que los marinos aconsejaron no comprarbarcos, pues si hubieran aconsejado comprarlos, tal vezno nos hubiéramos decidido a hacerlo. Pero ellos son los«libertadores».

En marcha y con franco éxito la recuperación nacio-nal, en 1948, se nos presentó un difícil momento de la

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economía: la industria en pleno desarrollo comenzaba acarecer de maquinarias y de materia prima. Era necesa-rio buscar los arbitrios que condujeran a la solución. Enlos primeros días de este año resolvimos encerrarnos porel tiempo que fuera necesario y estudiar la situación,apreciarla y encontrar una solución, y así lo hicimos.Durante casi diez días permanecimos totalmente dedi-cados a ello.

Llegamos finalmente a una muy simple conclusión.Pensamos que habiendo terminado la guerra se habíainiciado su etapa más difícil: la post-guerra, durante lacual es necesario «pagar los platos rotos».

La guerra es un drama individual amplificado. Escomo un hombre que súbitamente tiene un ataque dedemencia y rompe toda su casa. Pasado el ataque, debereponerlo toda para seguir viviendo. Debe pagar su lo-cura. La guerra no es sino una locura colectiva. Durantecinco años cientos de millones de hombres, provistos deinstrumentos de destrucción, se habían dedicado a des-truirlo todo. Pasado el ataque, ahora había que pagarlo.

La experiencia histórica demuestra que los paísesdespués de la guerra pagan de una sola manera: emitien-do y desvalorizando la moneda. Aun no se había produ-cido este fenómeno en 1947, pero todo hacía prever quese produciría.

Cuando las monedas se desvalorizan, los bienesde capital se valorizan en forma inversamente pro-porcional.

Allí precisamente estaba el negocio. Era menestercomprar bienes de capital que se valorizarían y despren-derse de las monedas que se desvalorizarían. Fue enton-ces cuando comenzamos a comprar sin medida. Se tra-

taba de que cuando la desvalorización llegara no nostomase con un peso en el bolsillo.

Se compraron casi veinte mil equipos industrialespara reposición e instalación. Un día, por teléfono, secompraron sesenta mil camiones. Mil Tornapull llega-ron al país. Se acopió gran cantidad de materia prima yse adquirieron todas las maquinarias y elementos nece-sarios para los trabajos del Primer Plan Quinquenal, es-pecialmente tractores para la mecanización del campo.

El Director del Puerto de Buenos Aires venía todoslos días a pedir que paráramos, pues ya no cabían lascosas en las playas y los depósitos. No importa, le decía-mos, ponga unos arriba de otros. Los idiotas de siemprecriticaban al gobierno y los «moralistas libertadores» veíannegociados por todas partes, menos los que ellos podíanhacer.

Pasaron los días y en uno de 1949 comenzaron lasmonedas «a venirse abajo» catastróficamente. La libraesterlina bajó, por decreto, en un día el 30% de su valor.Así llegamos a 1950.

El negocio fabuloso realizado por el país podrá juz-garse con sólo pocos datos: los veinte mil equipos indus-triales comprados aproximadamente a un dólar el kiloen 1947, valían ahora diez dólares el kilo; los camionescomprados en cinco mil pesos en 1948, costaban ahoracien mil pesos; las Tornapull adquiridas en veinticincomil pesos en 1948, tenían ahora un precio superior a lostrescientos mil. Esta sola mención dará una idea de lasganancias obtenidas.

Los «libertadores» seguían pensando que todos estoseran negociados nuestros. Pobre Patria si tuviera que es-perar algo de estas sabandijas.

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Sólo he deseado presentar algunos ejemplos de nues-tra gestión económica para demostrar cómo me fue po-sible en 1949 trasladarme a la ciudad de Tucumán, yallí, donde nuestros mayores declararon la independen-cia política, declarar también nuestra independenciaeconómica.

La recuperación nacional se había cumplido en to-das sus partes mediante el genio de Miguel Miranda. Lasegunda parte: levantar de su postración a la economía,se cumplió mediante buenos negocios para el país. Queen ello alguno se haya beneficiado en mayor medida,qué nos importa, nuestro trabajo tendió a beneficiar alpaís. Esa era nuestra obligación.

Y pensar que, después de todo lo que hemos hecho,nos vemos calumniados y vilipendiados por esos piojososque en su vida no hicieron más que derrochar y malgas-tar los dineros que se amasan con el sudor y el sacrificiodel Pueblo que ellos se atreven a masacrar con las pro-pias armas de la Nación.

No deseo seguir sin puntualizar dos aspectos de lotratado. La recuperación de los servicios públicos noera para los argentinos sólo una cuestión de indepen-dencia económica, era también una reparación a la dig-nidad nacional. La concesión leonina que entregaba unalegua a cada lado de la vía que se construyera y permi-tía la importación libre de derecho a las empresas fe-rroviarias fue obra de Mitre (así se llamó esa ley). Laventa de los ferrocarriles argentinos existentes, fue rea-lizada por los gobiernos conservadores de la oligarquíaargentina, que siempre actuaron de testaferro de loscolonizadores. La entrega de los demás servicios fuetambién uno de los tantos ruinosos negociados para el

país, realizados por estos argentinos que no merecenllamarse así.

Las últimas infamias cometidas, que citaré a conti-nuación, sólo a título de ejemplo, evidenciarán a nues-tros lectores cómo las gastaban los «libertadores». Se tra-ta de la concesión a la empresa de electricidad de Bue-nos Aires, CADE, y la entrega de la Corporación de Trans-portes de la Ciudad de Buenos Aires a una compañíainglesa.

El asunto de la CADEDurante el último gobierno radical funcionaba el

Consejo Deliberante, algo así como un congreso comu-nal, compuesto por un centenar de consejales que, consabrosas dietas, se dedicaba a todo, desde enjuiciar lapolítica internacional hasta establecer la cantidad de re-pollo que debía venderse en cada puesto de las feriasmunicipales. Algo así como un bálsamo de Fierabrás,que servía para el dolor de cabeza como para los callos.

Esos ediles son los mismos que hoy encabezan lasjerarquías de los partidos que apoyan la dictadura mili-tar que ensombrece al país y los mismos que entoncescobraron «coimas», desde el modesto «colectivero» has-ta la poderosa empresa de electricidad.

Para esos tiempos vencía la concesión de la empresaCADE y el Consejo Deliberante de la ciudad de BuenosAires tenía que tratar la prórroga o la terminación. Estosediles «libertadores» no encontraron nada más naturalque ponerse de acuerdo y exigir a la empresa una gruesasuma de millones para no caducarle la concesión. Esasuma se repartiría después, por partes iguales, entre to-dos. La compañía, colocada entre la espada y la pared,

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decidió pagar la suma exigida y consiguió así una conce-sión hasta el año 2000 y tarifas aumentadas.

Esto produjo en Buenos Aires un escándalo tremen-do pero, al producirse la revolución del 4 de junio de1943, se ordenó una investigación y se pretendió san-cionar a la empresa por corruptora de funcionarios, perola empresa pudo comprobar que los corruptos eran losfuncionarios y no la empresa.

Hoy, esos mismos señores hacen discursos sobre lamoral pública y privada, en nombre de los «libertadores»que empeñaron al país en una triste aventura medianteuna paga no menos infamante que la de aquellos.

El caso de la Corporación de Transportesde Buenos Aires

Es de otra naturaleza no tan delictuosa pero igual-mente ruinosa para el país. En 1933, Inglaterra, compra-dora única de la producción argentina de carne, habíanfirmado el Tratado de Ottawa por el que se comprometíaa comprar toda la carne a sus dominios.

Es así que la República Argentina, sin el mercadoinglés sin los barcos ingleses para transportarla, debíareconocer una situación sumamente grave, ya que el 80%de su carne era de exportación, mientras solamente el20% se consumía en el país.

Se resolvió enviar una misión a Londres para tratareste importante asunto y negociar. Fue enviado comoplenipotenciario extraordinario el entonces vicepresiden-te de la Nación, Dr. D. Julio Roca, que llegó a Londres amediados de 1936. Allí esperó largos días y finalmentefue recibido. A pesar de todos sus argumentos los ingle-ses se negaron a comprar. Luego de otra larga espera, le

recibieron nuevamente y le propusieron comprar la car-ne a un precio menor que a los dominios, siempre que laciudad de Buenos Aires entregara todos sus transportesa un monopolio que se formaría a base de la CompañíaTranvías Anglo-Argentina de capitales ingleses, asegu-rando al capital resultante un beneficio bruto del sietepor ciento.

El doctor Roca aceptó y volvió a Buenos Aires, comosi hubiera sido un vencedor en las Termópilas.

Una vez en Buenos Aires, el Congreso aprobó unaley-contrato en que aseguraba hasta el siete por cientode beneficio anual al monopolio inglés. Se había consu-mado el más inaudito latrocinio de que haya memoriaen el país, con tal de vender la carne de la oligarquíavacuna de Buenos Aires. Estos también son los actuales«libertadores».

Esto trajo el despojo liso y llano de todo el materialde las empresas particulares y los micro-ómnibus quemanejaban sus modestos propietarios. Con todo ello elmonopolio formó un capital, tremendamente aumenta-do en la evaluación y cobró anualmente el siete por cientobruto, con lo que sacaba ochocientos millones anualesde beneficio. Como la carne exportada por el convenioimportaba anualmente unos setecientos millones, veníaa resultar un brillante negocio; para que los ingleses co-mieran nuestra buena carne le pagábamos anualmentecien millones de pesos.

¡Estos son los “libertadores”!Estos dos botones de muestra los he querido presen-

tar como ejemplo, para que el lector aprecie la diferenciade nuestro procedimiento ante una tentativa de soborno

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y la coima organizada por los «libertadores», como asi-mismo, la diferencia de cómo negociamos nosotros parael Estado y cómo lo hicieron ellos a su hora.

Los justicialistas creemos que la independencia eco-nómica, no tiene ningún valor si no ha de servir a lafelicidad del Pueblo y a la grandeza de la Nación.

En este sentido se ejecutaba ya, desde 1946, el primerplan quinquenal que no ha sido, como muchos creen, unsimple plan de obras públicas. Contenía una profundareforma en lo político, en lo social, en lo económico, enlo cultural, en lo jurídico, en la legislación, etc. Comen-zaba, pues, con la reforma constitucional. Era la puestaen acción de la doctrina justicialista largamente meditada yelaborada a la luz de las aspiraciones populares y dedi-cadas especialmente a conquistar las aspiraciones de lostrabajadores explotados y escarnecidos, durante todoslos gobiernos que nos habían precedido.

En lo económico, el plan quinquenal aspiraba a pro-mover una economía de abundancia que reemplazara ala economía de miseria que hasta entonces, los políticosy la oligarquía, habían impuesto al Pueblo argentino. Paraello era menester cambiar totalmente el fondo y las for-mas de la economía argentina.

Comenzamos por establecer como base que, en laNueva Argentina, el capital dependía de la economía yésta del bienestar social y que en consecuencia el consu-mo fijaba la producción que debía esforzarse por satisfa-cerlo. Inmediatamente lanzamos las grandes obras delplan hasta obtener la plena ocupación. Con esto, los sa-larios alcanzaron un nivel jamás sospechado en nuestropaís. Con ello la clase trabajadora comenzó a vivir, porprimera vez, como gente.

El aumento del poder adquisitivo de la masa popularprodujo un acrecentamiento súbito del consumo y co-menzó así la verdadera promoción de la economía. Si-multáneamente, como era de esperar, con el aumento dela demanda empezó también la especulación que diomotivo a la creación de la política económica y al con-trol de precios y abastecimientos.

Lo importante es que la reactivación económica fueun fenómeno real. Los volúmenes del consumo se mul-tiplicaron y obligaron a multiplicar la producción conefecto directo y en el mismo sentido en la transforma-ción y distribución. Así la industria y el comercio reci-bieron un impulso inusitado.

La insistencia en el sistema, permitió ir consolidan-do la nueva economía hasta hacer inconmovibles lasnuevas estructuras, que resistieron todos los ataques in-ternos y externos, defendidos por el propio Pueblo quelas había hecho suyas. Resistimos con ellas aun la ex-cepcional crisis de 1951 y 1952, que perdimos dos cose-chas enteras, sin que se hicieran sentir, sin embargo, gran-des efectos.

El objetivo perseguido en forma inmediata por estesistema es la capitalización del Pueblo. El sistema capi-talista consiste en capitalizar a un cinco por ciento de lacomunidad, mediante la descapitalización absoluta delotro noventa y cinco por ciento, que es el Pueblo. Paralograrlo comenzamos por aumentar los sueldos y sala-rios, controlando los precios para evitar la especulacióny frenar la espiral inflatoria, lo que hemos logrado enforma absoluta.

El pueblo se capitaliza por el ahorro. Ahorrar sólo esposible cuando se gana lo suficiente, porque ahorrar el

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alimento y la salud no es ahorro, es suicidio; ¿cuál hasido el resultado? Unos cuantos números podrán decir-lo: la Caja Nacional de Ahorro Postal, que es el banco delos pobres porque allí depositan ellos sus ahorros, teníaen 1946 depósitos por unos 300 millones de pesos. En1955 pasaban de los tres mil millones. En diez años denuestro gobierno el Pueblo ahorró diez veces más queen los veinticinco años anteriores de la existencia de laCaja.

Otra forma de ahorro es la adquisición de viviendasen propiedades. Entre 1946 y 1955, de nuestra gestióngubernativa, quinientas mil familias obreras recibieronalojamiento en todo el país, en casas construidas por elgobierno o con préstamos hipotecarios. De esas, más dela mitad lo hicieron en casas de propiedad, que deberánpagar en cómodas cuotas que no superan en caso algunoa un alquiler común.

Las cajas de Previsión Social, que representan unahorro obligatorio, han capitalizado indirectamente alPueblo en forma insospechada. Solamente una Caja deJubilaciones, la de los Empleados de Comercio, ha re-unido ya un capital social que pasa de los doce mil qui-nientos millones de pesos. Existen más de quince gran-des Cajas de jubilaciones, lo que dará una idea de la im-portancia de este sector del ahorro popular.

La capitalización del Pueblo mediante el ahorro, lajubilación y el acceso a la propiedad privada, ha cambia-do al proletariado argentino el concepto de su vida. An-tes, privados de todo, se sentían parias en su propia pa-tria. Hoy, ligados a la comunidad por sus ahorros, sujubilación, su casa y la previsión social, comienza a sen-tirse parte de ella. Los que luchan contra el comunismo

en América no tienen idea de lo que representa esta co-munidad justa y solidaria como factor defensivo contraesas doctrinas extrañas. La defensa de la comunidad sólose concibe cuando hay también interés personal en sudefensa.

El capitalismo, incapaz de desprenderse de nada ydemasiado egoísta para ofrecer algo concreto, creó laspalabras y los signos. Luego se dedicó a hacer discursospatrióticos para crear una suerte de fetichismo sobre lacomunidad y sus signos representativos. El amor a lapatria, como todos los amores del hombre, se siente o nose siente. Los discursos arrimarán poco al corazón delhombre que no ama. La comunidad es como la madre.Así también una comunidad injusta, egoísta y sin soli-daridad social no merece ser amada. Una comunidadjusta y solidaria en la que todos seamos iguales, e igual-mente ayudados por ellas, se defenderá instintivamentepor solidaridad y por conveniencia, sin necesidad dediscursos ni tonterías por el estilo.

Creamos comunidades de este tipo y ninguno de sushijos defeccionará en su defensa.

La producciónEl agro fue una de nuestras permanentes preocupa-

ciones. El régimen de la tierra Argentina era en 1945 casimedieval. Dictamos la ley de arrendamientos rurales yaparecía ya el fruto en los comienzos de mi primer go-bierno. Con esa ley fijamos una situación que impidierael aumento de los precios y los lanzamientos.

Dado este primer paso de protección de los agricul-tores se anunció la reforma agraria y se declaró que eljusticialismo sostenía que la tierra no es un bien de renta sino

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de trabajo y que, en consecuencia, la tierra debe ser del que latrabaja. Acto seguido se propugnó el acceso a la propie-dad rural de los agricultores. El aumento de los preciosdel cereal en los años 1948 y 1949, permitió que algunoschacareros compraran los predios que arrendaban conel producto de una cosecha. Así, en el primer quinquenalse entregó en propiedad más de un millón de hectáreasde tierras útiles.

En la reforma agraria, deliberadamente no hemosquerido cargar las tintas porque conocemos los inconve-nientes que presentan los procesos artificiales acelera-dos en la entrega de la tierra.

Desde Licurgo, tal vez uno de los primeros reforma-dores racionales del agro, hasta nuestros días, la refor-ma agraria ha traído siempre grandes perturbaciones ysangre en su ejecución. En Rusia se fijó la poblaciónrural mediante ametralladoras en los caminos, que im-pidieron el éxodo campesino. En México costó la vidade cientos de miles de habitantes. Nosotros pudimostambién haberla hecho en esta forma drástica, pero,enemigos de los procedimientos cruentos, preferimosrealizarla lenta y racionalmente.

En estos tipos de reformas es necesario pensar enprimer término en formar unidades económicas porquesi no, del latifundio se pasa al minifundio, no menosperjudicial para la economía social del agro.

El problema de latifundio en nuestro país es serio,pero es necesario distinguir bien lo que es realmente unlatifundio. Algunas personas superficiales, especialmentelos políticos, consideran latifundio toda gran extensiónde tierra de un solo propietario, aunque en esa tierraexista una buena y racional explotación. Es un gran error,

el latifundio se configura cuando no se cultiva o se culti-va mal. Precisamente, las grandes explotaciones racio-nales son las más convenientes y económicas. Así comoes mejor y más racional poseer una fábrica con diez milobreros y no diez talleres con mil obreros, también en elagro es más apropiado emplear las grandes explotacio-nes.

Esto no quiere decir que en nuestro país no existangrandes y pequeños latifundios, pero, el mayor de todos,lo constituye la tierra fiscal. Por eso, mientras el procesode ocupación de la tierra en poder de privados se varealizando lentamente, dispusimos que se entregara ace-leradamente la tierra pública.

Queríamos una reforma lenta pero segura, a realizar-se en veinte años para que no resultara el remedio peorque la enfermedad.

Mediante esta y la política de precios de estímulo,hemos aumentado considerablemente la producciónagraria. El estado social del campo argentino ha mejora-do en la misma proporción que en las masas urbanas.Este equilibrio fue posible establecerlo y consolidarlomediante una política permanente y cuidadosa en laacción gubernamental.

El proceso, ya acelerado, de mecanización, comple-mentado con la preparación del personal idóneo, prepa-rado en escuelas y en el Ejército, para bien emplear yconservar la maquinaria, completará en pocos años unaumento apropiado de una producción más intensiva yde menor costo.

El agro evoluciona sólo mediante planes a largo pla-zo muy inteligentemente ejecutados y controlados.

Durante nuestro gobierno la producción extractiva

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ha sido grandemente impulsada. Las minas de carbónde Río Turbio en plena explotación y los altos hornos deZapala en plena producción son dos ejemplos de la pre-ocupación estatal. La minería privada, mediante estímu-los especiales del Banco Industrial (creado por nosotros)ha tenido un impulso considerable.

Dejamos al país en marcha con las mejores provisio-nes y en condiciones de alcanzar en poco tiempo unasuficiente y eficiente producción, con tal que estos«libertadores» no metan mucho la mano.

En el estado de producción alcanzado y con los pro-gramas establecidos, lo que los productores argentinosnecesitan no es que los ayuden sino más bien que no seles moleste. Mucho me temo que esta gente inexperta einteresada del gobierno de facto, pueda cometer algu-na «barrabasada», perjudicial, por ignorancia o por in-tereses.

La industriaHe leído algunas informaciones y declaraciones de

los «próceres» de la revolución que, en lo referente a laindustrialización del país han hecho a la prensa extran-jera. Ellas me confirman en la idea que tenía: esta genteno sabe nada de nada.

Llegan al gobierno con la misma desaprensión quellegaban todos los días a su cuartel para recibir, casi sinoír, un sin número de novedades intrascendentes.

En 1945, el Consejo Nacional de Post-guerra, del queyo era Presidente, después de un largo y juicioso estudiode la industria argentina, llegó a la conclusión de que lapost-guerra plantearía un grave problema de existenciaa la actividad industrial, si el gobierno no tomaba medi-

das adecuadas para defenderla. Así lo hizo notar tam-bién una gran delegación de industriales de todas lasramas, que se apersonó al entonces Presidente Provisio-nal, General Edelmiro J. Farell.

En efecto, durante los cinco años de la SegundaGuerra Mundial, que no llegó al país ninguna manu-factura, la industria argentina se desarrolló extraordi-nariamente para reemplazar la carencia, especialmentede maquinaria de procedencia extranjera. Es induda-ble que los costos de producción eran mayores y difí-cilmente, en un mercado abierto, pudieran soportarla concurrencia de la manufactura norteamericana yeuropea.

Este mismo fenómeno se había presentado ya en 1918,después de la primera guerra mundial. El gobierno deentonces abrió el mercado a la importación y poco tiem-po después, los industriales, que habían servido mal obien al país, se vieron arruinados de la noche a la maña-na, con el tremendo impacto que esto presuponía parala economía argentina.

Este fue el origen, que ocasionó un largo estudio dela situación argentina, pues en la economía los proble-mas no son nunca aislados ni parciales. El consumo, laproducción, la industrialización y la distribución sinactividades estrechamente conexas. Fue así que un pro-blema de protección se transformó, a poco de conside-rarlo, en un problema de industrialización.

La evolución natural de las comunidades nacio-nales, marca en la historia de las naciones, etapas desuperación. De pueblos pastores, pasan a pueblosagricultores para, finalmente, llegar a comunidadesindustriales. Las etapas no se aceleran pero tampoco

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pueden detenerse. De modo que si un pueblo debe ono industrializarse no depende de que a un «héroe»de éstos se le ocurra o no hacerlo.

La necesidad de la industrialización surge de las con-diciones generales de la evolución y se impone en parti-cular más por necesidades demográficas que por otrasconsideraciones, además de las necesidades de la eco-nomía colectiva.

El caso de nuestro país es de una elocuenciainconstratable. La República Argentina, con una pobla-ción cercana a los veinte millones de habitantes, ha lle-gado a un alto grado de su evolución técnica y cultural,como asimismo en su aspecto económico, ha creado elproblema de la alta concentración demográfica.

Abstrayéndonos de otras consideraciones en benefi-cio de la síntesis, podemos afirmar que las tres cuartaspartes de su población es ya de carácter urbano y unacuarta parte rural. En otras palabras, que mientras cincomillones de argentinos producen la comida y los márge-nes de explotación, quince millones que pueblan las ciu-dades y los pueblos deben dedicarse a otras actividades.

Considerando que, cinco millones en las ciudades,se dediquen al comercio, a actividades profesionales, etc.,nos quedarían unos diez millones de habitantes, de loscuales, por lo menos cinco millones, son adultos útilespara el trabajo industrial.

Si no industrializáramos al país en estas circunstan-cias, quince millones de habitantes tendrían que vivir aexpensas de la producción agropecuaria, mientras cincomillones útiles, por falta de trabajo, tendrían que pulularociosos en las ciudades y pueblos.

Este problema será cada día más grave con el aumen-

to de la población y la disminución de necesidad de manode obra que la mecanización agro trae parejada.

En cambio, nada más justo ni conveniente, que lasmasas rurales provean a las ciudades, en tanto las masasurbanas mediante la producción industrial provean alagro. Esto establece un verdadero equilibrio y permitecerrar un ciclo interno de economía tonificada en lacomplementación, que estimula la producción, la trans-formación, la distribución y el consumo.

Si estas consideraciones imponen la industrializaciónargentina, el actual estado de cosas en el intercambio dematerias primas por manufacturas, aconseja acelerar elproceso.

En efecto, actualmente se paga por la materia primaque exportamos precios insuficientes, en cambio, se noscobra precios abultados por la manufactura que recibi-mos en pago. Esto, sin considerar que no exportamosnuestro trabajo manufacturado y sobre ello importamosel trabajo manufacturero extranjero manteniendo así alos obreros de Nueva York o de Detroit o de Francia, oItalia, mientras privamos de trabajo a nuestros trabaja-dores.

Finalmente, aun por razones de defensa nacional, laindustrialización se impone. En el mundo moderno laindustria es el único factor decisivo de fuerza que nopuede improvisarse ni reemplazarse. La independencia es-tratégica es inseparable de la independencia industrial.

Por eso, dan ganas de llorar cuando se leen algu-nas declaraciones desaprensivas e incoherentes, so-bre la preeminencia de la producción sobre la indus-tria, que indican ligereza o incomprensión irrespon-sable. Nadie discute la importancia de la producción

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agraria, siempre que no sea en detrimento de la in-dustrialización del país, como aparece en las pere-grinas ideas de estos ignorantes.

Es dentro de estas ideas y conceptos que ya en 1945,decidimos colocar en el primer plan quinquenal, todoun programa de industrialización que comprendía:

Primer plan quinquenal: proteger la industria instalada,consolidarla y extenderla lo necesario para completarla.

Segundo plan quinquenal: desarrollo integral hasta la in-dustria pesada y de materia prima en volumen limitadoa las posibilidades financieras y técnicas.

Tercer plan quinquenal: expansión industrial hasta lasnecesidades nacionales y perfeccionamiento integral.

Estos planes se han ido cumpliendo con matemáticaexactitud con empresas nacionales estatales y privadasy con el concurso de numerosas y prestigiosas firmasextranjeras radicadas con abundante capital financieroy técnico. Mediante esta acción ha evolucionado la in-dustria en forma portentosa. En 1946, cuando tomé elgobierno, no se fabricaban en el país ni los alfileres queconsumían nuestras modistas. En 1955 los dejo fabri-cando locomotoras, camiones, tractores, automóviles,motocicletas, motonetas, máquinas de coser, escribir ycalcular, etc, y construyendo vapores.

En estos días me enteré que estos bárbaros han deja-do sin efecto el Segundo Plan Quinquenal. Lo lamentopor la secuela de terribles inconvenientes que ello aca-rrearía a los hombres encargados de la ejecución de todaobra contenida en ese plan, y también por la desocupa-ción de mano de obra que esta paralización acarreará.Sin duda esa desocupación es lo que se quiere producirpara «tirar abajo» los salarios.

3. Acción políticaNo es un secreto para nadie que hasta 1945, en que

se realizó la elección presidencial que me llevó al po-der, controlada por el Ejército y elogiada por los pro-pios adversarios, todos los actos electorales fueron frau-dulentos.

La nuestra ha sido siempre una democracia asentadasobre una infamia: el fraude. Es que la democracia a fuer-za de ser «amada» y «manoseada» por todos, ha termina-do por prostituirse.

En la República Argentina se ha tecnificado el fraudeelectoral. Hay varios tipos y sistemas. Los que se realiza-ban en el Correo, los que se realizaban en la mesa, lacadena, el voto marcado y el de prepotencia (voto canta-do). En todos ellos se trataba de sacar los votos y reem-plazarlos por otros preparados de antemano y hasta sedio el caso, de encontrar, durante un escrutinio los votosatados con un piolín dentro de las urnas. El más usual ymoderno, cuando ya se habían ya agotado en absoluto lavergüenza y el pudor, fue el «sistema de prepotencia». Con-sistía en firmarle la libreta al elector y antes que éstesufragara le decían «ya votó». Si preguntaba por quién,siempre habían un malevo de comité que, con vozaguardentosa le contestaba: «no sabés que el voto es se-creto».

Parecerá un cuento, tan terrible ha sido la situaciónargentina que cualquier hombre civilizado se resiste acreer que puedan aún suceder semejantes cosas. Sinembargo es real, de toda realidad.

Por lo que se ve, estos «libertadores de opereta»instaurarán de nuevo sus sistemas, esta vez, como antes,en nombre de la libertad y la democracia.

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Han comenzado a declarar que el Partido Peronistaes totalitario y que en consecuencia no está de acuerdocon las ideas democráticas del Pueblo Argentino que lorepudia. Por eso ellos lo declaran fuera de la ley y no lepermiten concurrir a elecciones. Si el Pueblo lo repudia,¿por qué no lo dejan? No sacará ni un voto.

Se ve claramente que todo es una inicua simula-ción, ni a ellos les importa un rábano la democracia, niel Partido Peronista es totalitario. Lo que sucede es quesi vamos a elecciones libres y sin fraude, le ganamos atodos los partidos juntos por más del 70% de los sufra-gios, como lo hemos hecho antes. Quizá hoy, con estaacción «inteligente» de los «libertadores», obtuviésemosel 80 ó 90%.

Lo que se desprende claramente de toda esta tramo-ya, es que se prepara una reedición de los famosos frau-des electorales. Nosotros desterramos los sistemas y di-jimos que «la era del fraude había terminado». Se equivo-can estos señores si piensan que al Pueblo argentino dehoy aceptará una elección fraudulenta. Pobre el gober-nante que hoy llegara al gobierno como producto delfraude.

Nuestra acción política durante los años 1945 hasta1955 se dirigió a afirmar la soberanía del Pueblo, hacien-do lo que el Pueblo quería y no defendiendo otro interésque el Pueblo. Esta gente, realmente enemiga del Pue-blo, hará lo necesario para entronizar de nuevo a la oli-garquía conservadora clerical tratando de destruir lasinstituciones populares creadas por nosotros para de-fender los derechos y las reivindicaciones alcanzadaspor la masa popular.

Nosotros apoyamos nuestro gobierno en los trabaja-

dores, que actuaron en el Poder Ejecutivo y en el Con-greso Nacional, además de participar en todas las ramasde las administraciones provinciales. Más de tres mildirigentes obreros participaron permanentemente en elgobierno y la legislación argentina, durante el régimenjusticialista.

Ellos han desenterrado una legión de «animales sa-grados» que ya dormían el sueño senil de los olvidos,para ponerlos al frente de una evolución hacia atrás quepropugna. Se trata, según han declarado, de volver todoal año 1943, como si la historia tuviera la reversibilidadde un par de calzoncillos.

El movimiento justicialista ha dejado al país una cons-titución moderna y popular y le ha inculcado al Pueblouna doctrina política que nadie podrá ya destruir, a pe-sar de las calumnias y mentiras que lanzan todos losdías. Para persuadir hay que estar convencido y esta gentenada tiene ni en el cerebro ni en el corazón, por eso no seconvencen ni así mismos. La mística emergente de unadoctrina justa, libre y soberana ha hecho presa al hom-bre del Pueblo, encarnándose profundamente en lasmasas. Podrían destruir a Perón, pero lo que les dejé enel alma de cada peronista, eso no lo destruirán jamás, nicon discursos, ni con sermones, ni con mentiras, ni concalumnias.

V. OTRAS ACCIONES DEL JUSTICIALISMO

En la enseñanzaHasta el advenimiento del justicialismo, la enseñan-

za estaba sólo al alcance de la oligarquía. El hijo de unhombre del Pueblo no podía nunca llegar a la enseñanza

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secundaria y menos aún a la universitaria, por la simplerazón del dinero.

Al establecer nuestro gobierno la absoluta gratitudde toda la enseñanza, abrimos las puertas de la instruc-ción y la cultura a todos los hijos del Pueblo. Se terminóasí con la odiosa discriminación y se dio acceso a todospor igual, para que de acuerdo con sus aptitudes, pudie-ran labrarse su porvenir.

La creación del Ministerio de Educación de la Na-ción, posibilitó asimismo dedicar una gran actividad ylos fondos necesarios para encaminar y costear las di-versas disciplinas escolásticas, científicas y técnicas.

En 1945 las personas que estudiaban en la RepúblicaArgentina no pasaban de los dos millones. En 1955, cua-tro millones de estudiantes poblaban las aulas en la en-señanza primaria, secundaria, universitaria, técnica yespecial.

Los fondos dedicados a la educación pasaron de qui-nientos millones en 1945 a tres mil millones en 1955.

Recibimos el país con casi el 15% de analfabetos en-tre niños y adultos y, todos los años, más de doscientosmil niños no podían concurrir a la escuela primaria porfalta de asientos en las escuelas del Estado. Lo devolve-mos con sólo el 3% de analfabetos adultos y hoy todoslos niños, sin excepción, pueden cumplir sus estudiosprimarios, secundarios, universitarios, técnicos y espe-ciales.

El estado de los edificios escolares era calamitosocuando en 1946 nos hicimos cargo del gobierno. Se ha-bía dado el caso del derrumbe del techo de una escuela,hiriendo a numerosos niños. En otros casos, las escuelasfuncionaban en ranchos inapropiados.

En 1945 el déficit de edificios para escuelas de todotipo pasaba de los diez mil. Nosotros en los ocho años degobierno construimos ocho mil escuelas confortables ygrandes. (Casi a razón de tres escuelas por días). Sólo enlos primeros años del primer plan quinquenal, se cons-truyeron más escuelas que en todo el resto de la historiaargentina.

Ya en 1945, siendo Secretario de Trabajo y Previsión,creé las Escuelas de Aprendizaje y Orientación Profesio-nal, destinadas a formar operarios, técnicos y profesio-nales. Hasta entonces los niños pobres aprendían susoficios como aprendices en las fábricas y talleres y enmedio del dolor de la injusticia y explotación que allíexistía. No era esa la mejor escuela para formar opera-rios de la Nación.

Este régimen permitió encarar la enseñanza de gran-des núcleos de población constituida por los niños quehabiendo terminad el ciclo primario, por diversas cau-sas, no seguían el secundario. Este contingente resulta-ba, en todo el país, casi el setenta por ciento de la pobla-ción escolar. Hoy, después de ocho años, estas escuelasdan un total de casi cien mil operarios anuales altamen-te capacitados, para todas las actividades manuales, des-pués de haber cursado los tres años en las escuelas de laDirección Nacional de Aprendizaje y Orientación Profe-sional.

De estos mismos operarios egresados, luego de algu-nos años de práctica en las fábricas y talleres puedenseguir los cursos en las escuelas técnicas para egresarcomo «técnicos de fábricas» y luego pasar a la UniversidadObrera para obtener el título de Ingeniero Técnico.

Con esto hemos terminado con un estado de cosas

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que evidenciaba una fragante injusticia: había escuelaspara los que podían costearse los estudios en las profe-siones liberales; para los pobres, en cambio, no sólo nolas había, sino que ellos eran arrojados, aún niños, a lostalleres para formarse en el trabajo y el resentimiento.¡Linda manera de hacer Patria! Estos son los«libertadores»…

Creamos asimismo y con objetivo similar numerosasescuelas y centros tecnológicos en todo el país que ac-tualmente escalonan en el territorio nacional verdade-ros centros de irradiación formativa.

Ampliamos y extendimos la acción de las universi-dades argentinas llevando de veinte a cien mil la pobla-ción estudiantil universitaria y dando lugar a que nume-rosos latinoamericanos se incorporaran a ella. Sólo en laUniversidad de Buenos Aires, quince mil estudiantes deLatinoamérica, siguen los cursos de las diferentes profe-siones. En 1945 no pasaban de mil en todas las universi-dades reunidas. Algo ha de haber pasado en estos ochoaños en las Universidades argentinas para que así sea.

El espacio de esta síntesis no me permite extender-me en numerosos aspectos de la extraordinaria obra rea-lizada en esta rama del gobierno pero, si algo fue extraor-dinario en esta obra, fue precisamente la nueva orienta-ción nacional dada a la enseñanza para destruir la colo-nialista que existía.

En la libertad de cultosEn la Argentina, por disposición constitucional, si bien

el Presidente debe ser católico, tiene la obligación dehacer respetar la libertad de cultos. Esta simple y justaprescripción tiende a asegurar una libertad esencial que

nadie se atreve ya a discutir en el mundo, por lo menosen público.

Sin embargo, puedo afirmar, con la experiencia durade los hechos, que es menester poseer un gran carácter yuna fuerte energía para imponerse a los sectarios y po-der cumplir el juramente empeñado a la Constitución ya la Patria.

Son muchos los que en nombre de la religión vienena inducirle a uno a la persecución. Un día es a los judíos,otro a los protestantes y luego a los masones, como si unpresidente, por ser católico, debiera pasar a ser instru-mento de persecución, en reemplazo de la ineptitud oincapacidad moral de los pastores encargados del culto.

La primera cuestión que se me trajo fue la invasiónprotestante a Formosa, donde algunos pastores inculca-ban su culto. Yo contesté que en la República Argentinahabía libertad de culto y que mi deber era ampararla yque así como no me parecía bien que los sacerdotes semetieran en política, tampoco creía prudente que lospolíticos nos metiéramos en los cultos. Luego se nos in-sinuó la inconveniencia de que se hicieran espectáculosen las plazas y las calles con motivo que algunos canta-ban y tocaban el acordeón. Yo dije que mientras otrasreligiones hicieran procesiones en la calle, yo no podíaimpedir que ellos lo hicieran a su manera.

Al hacerme cargo del Gobierno tuve un serio pro-blema con la persecución de los judíos. Se había dadoel caso, en Paraná, Entre Ríos, que desnudaron en lacalle a un israelita y corriéndolo a golpes dando un es-pectáculo bochornoso. No había día que alguna sina-goga no fuera dañada con bombas de alquitrán o queen las calles apareciese algún letrero ofensivo. Siempre

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he creído que estos son signos de barbarie. La culparecayó invariablemente en los nacionalistas. Un día lla-mé a los dirigentes de esta agrupación y les hablé fran-camente. Ellos me manifestaron que era totalmente fal-so que su movimiento cometiera esos desmanes y to-maron contacto con las organizaciones judías. Se esta-bleció después, que las inscripciones eran de los nacio-nalistas de la Acción Católica.

Con referencia a la masonería se me planteó tambiénun problema similar. Se me aseguró que en nuestro mo-vimiento había masones infiltrados. Yo respondí que nosabía, ni que me interesaba, porque mientras fueran bue-nos peronistas no me importaba si pertenecían a una uotra sociedad. Recuerdo entonces que uno me dijo: «-Pero, Señor Presidente, ¿qué piensa usted de un masón?»«-Lo mismo que de un socio de Boca Júniors», contesté,y terminó la entrevista.

Durante mi gobierno recibí indistintamente a los je-fes de la iglesia católica apostólica romana, como a losrabinos judíos, al representante del Patriarca de Jerusa-lem y jefe de la iglesia ortodoxa de Oriente, a los orto-doxos griegos, a los protestantes, a los mormones, a losadventistas, a los evangelistas, etc., porque creí de mideber no hacer diferencias entre los pastores de los di-versos sectores del Pueblo Argentino. Jamás tuve incon-veniente con ninguno de ellos, excepto los católicos ro-manos, que no perdieron nunca la ocasión de pedir, im-poner, cuestionar las leyes, realizar negocios, armar es-cándalos y hasta, durante mi gobierno, tuve la desgraciaque el crimen más horrendo cometido en los últimosveinte años, lo fuera por un sacerdote católico apostóli-co romano, llamado Mazzolo, secretario del Arzobispo

de Santa Fe, Señoría Ilustrísima y Reverendísima Mon-señor Fasolino. Este cura se había casado en Rosario (San-ta Fe) ocultando su condición de sacerdote. Luego se ins-taló en una pequeña propiedad en un pueblo suburba-no. Con su mujer tuvo dos hijos. Un día asesinó a sumujer, la descuartizó, la llevó en el cajón de su automó-vil y arrojó sus fragmentos en diversos lugares del Río dela Plata, después de destruir los posibles elementos deidentificación.

En la organización del PuebloUna de las mayores preocupaciones del movimiento

justicialista en el gobierno, fue la organización del Pue-blo. Siempre he considerado que una turba es una masainorgánica.

Por eso, desde mi ascenso al poder me dediqué converdadero ahínco a organizarlo todo. Traté de crear ungobierno centralizado para concebir y planificar, un Es-tado descentralizado para ejecutar y un Pueblo librementeorganizado para producir.

Confieso que no tuve inconveniente alguno para con-seguirlo, pues persuadí a la gente poco a poco de la ne-cesidad de que, dirigentes representativos de las distin-tas actividades, pudieran colaborar con el gobierno ha-ciendo escuchar sus opiniones y defendiendo los intere-ses de las organizaciones que representaran.

Comencé por las organizaciones obreras. Encomen-dé a sus dirigentes que me redactaran un «Estatuto Legalpara las Asociaciones Profesionales» donde su larga ex-periencia estuviera volcada en su texto, mediante pres-cripciones sabias y prudentes. La tarea no era fácil.

La historia del sindicalismo argentino era trágica. Por

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una parte, por la acción injusta y prepotente de los go-biernos reaccionarios; por otra, por la propia desuniónde los dirigentes, ocasionada por la gravitación política,especialmente de los socialistas, que, con dirigentes bur-gueses, hacían un juego de engaño y traición a la clasetrabajadora.

Los gobiernos reaccionarios no habían previsto nadasobre organizaciones profesionales porque así tenían li-bertad para actuar como poder de policía. Se aducía paraello la prescripción constitucional que establece que «todoargentino tiene derecho a asociarse con fines lícitos». Dejado así,en forma muy general y sin reglamentar, la defensa delos intereses profesionales pasaba a ser un derecho muyaleatorio, dependiente de la justicia que los reacciona-rios manejaban a su antojo.

En esas condiciones los sindicatos y centrales obre-ras funcionaban con «espada de Damocles» pendientesobre sus Comisiones Directivas. En efecto, cuando seproducía una huelga, la justicia las declaraba «asocia-ciones ilícitas», la intervenía y todos sus componentesiban a dar con su humanidad a la cárcel.

Nosotros pusimos especial cuidado en el EstatutoLegal de Asociaciones Profesionales que redactamos, enforma de neutralizar esta injusta y abusiva maniobra parael futuro. Para ello establecimos que una institución gre-mial de trabajadores no podía ser intervenida sino porotra organización obrera de mayor jerarquía. Con esto ledimos un privilegio indispensable para defenderla con-tra los gobiernos prepotentes y malintencionados.

Su efecto no se ha hecho sentir frente a estos bárba-ros de la dictadura militar que masacraron a miles deobreros en Rosario, Avellaneda y Buenos Aires y se ani-

maron a intervenir la C.G.T. Es claro que el móvil de estagente subalterna al asaltar la propiedad privada e inter-venir la Sociedades Anónimas, no es político, sino sim-plemente es robo; es una especie de saqueo organizado.Ello se hace notar en la previsión con que descubren«donde hay dinero» o algo que lo represente para lanzar-se sobre ello.

La violación de la ley por la dictadura dará lugar a suhora a un juicio en el que la Nación deberá resarcir losdaños ocasionados.

En 1945, cuando se puso en vigencia el Estatuto Le-gal de las Asociaciones Profesionales, existían tres cen-trales obreras. Mediante sabias disposiciones de este es-tatuto se llegó a la central única que representa tambiénla única forma que los trabajadores tengan fuerza y de-jen de depender de los caudillos políticos que siempresimulando servir a los obreros, en la realidad se sirvende ellos.

En 1950 la organización obrera era ya un baluarteinexpugnable con C.G.T. y sus dos mil sindicatos capita-lizados y potentes. Era una organización temible para lareacción y aún para los políticos de todos los partidos,incluso el peronista, porque su única política consistíaen la defensa de los intereses gremiales y profesionales.Tenían sus diputados, sus senadores, sus ministros, tan-to en el poder federal como en los gobiernos provincia-les, en los cuales varios gobernadores hicieron honor asu condición de dirigentes sindicales con gobiernos quefueron ejemplo de capacidad y honradez.

Otra de mis preocupaciones fue organizar la Confe-deración General Económica, en la que se agrupasen losproductores, los industriales y los comerciantes. El obje-

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to principal era que las fuerzas vivas pudiesen llegar algobierno con sus inquietudes y necesidades generales ymantener con las organizaciones del trabajo una rela-ción constructiva a base de un trato justo y ecuánime.

Una de las conquistas más decisivas obtenida ya en1945 en la Secretaría de Trabajo y Previsión fue precisa-mente la oficialización de los convenios colectivos detrabajo. Ellos podrían ser realmente efectivos cuando suorigen fuera una decisión conjunta de la C.G.T. y la C.G.E.(Confederación General del Trabajo y ConfederaciónGeneral Económica).

Los empresarios al principio un poco desconfiados yremisos, decidieran ya en 1951 la organización de laConfederación General Económica a base de una fede-ración de la producción, otra de la industria y la otra delcomercio.

Desde entonces, los convenios colectivos de trabajopasaron a ser acuerdos bipartitos por dos años, con loque se consiguió una estabilidad general de salarios, quecon la congelación de precios y su control, frenó la infla-ción y estabilizó el costo de vida, quizás como una ex-cepción en el mundo actual. Ello merced a los benefi-cios que siempre trae aparejados la organización.

Recién entonces, los empresarios se dieron cuentade las ventajas que el sistema comportaba, cuando llega-ron a olvidarse de las ruinosas huelgas que siempre ha-bían soportado. En la producción, una huelga suele com-pararse a un incendio; tales son sus perniciosos efectos.Con nuestro sistema hemos llegado a abolir totalmentelas huelgas sin ninguna intervención estatal, por la per-suasión y acuerdo de las partes.

Obtenida esta base comenzó la organización de la

Confederación de Profesionales, que encontró algunadificultad por carencia de una conciencia social solida-ria que caracteriza a esta clase de actividades.

Las organizaciones estudiantiles llegaron a un altogrado de eficiencia con la Unión de Estudiantes Secun-darios (UES), la Confederación General Universitaria(CGU), la Confederación de Estudiantes de InstitutosEspecializados (CEDIE), la Federación Americana deEstudiantes (FAE) y la Organización Mundial Universi-taria (OMU). Estas organizaciones totalmenteprescindentes de la política tenían por misión: la defen-sa de los intereses estudiantiles y el desarrollo de la ac-ción deportiva en la juventud estudiosa.

Las instituciones mencionadas constituían, en el as-pecto deportivo, la Liga Estudiantil y, casi toda la organi-zación era a base de clubes donde los estudiantes po-dían incluso hospedarse para resolver el difícil proble-ma de su alojamiento, hasta nuestro tiempo, de un as-pecto calamitoso moral y materialmente considerado.

Las instalaciones, construcciones, alimento, aloja-miento, etc., de estas instituciones fueron pagadas por elEstado desde que los estudiantes pobres que las utiliza-ban no podían costearlas por sí. Por otra parte la gimna-sia y los deportes forman parte de la cultura física quecon la intelectual y la moral completan los estudios mo-dernos que dejamos al país.

Ahora he visto en los diarios la crítica a los gastosque hicimos para dar un poco de salud, alegría y felici-dad a nuestros muchachos. Yo sé que estos «libertadores»hubieran preferido que ese dinero fuera a sus manos, asíellos lo derrochaban en algo que justifica lassubstracciones.

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Sé también que todas estas instituciones han sidointervenidas y sé también por qué. Las instituciones re-ligiosas católicas de la República Argentina, empeñadasen comprar nuestra juventud para sus fines, se opusie-ron pertinazmente a que la juventud se organizara porsu cuenta. Ellos pretenden dirigirlas. Los muchachos sonreacios a sus procedimientos y a su sectarismo. Enton-ces los curas prefieren que, si no son de ello, no existanorganizaciones juveniles, ni estudiantiles. Lo mismo nosocurrió con los Campeonatos Juveniles e Infantiles Evi-ta, organizados por la Fundación Eva Perón.

Lo más probable es que estos «campeones de la liber-tad» traten de destruirlas. Con ello conseguirán añadirun nuevo baldón a los muchos que ya cargan sobre suconciencia un tanto desaprensiva, más por inconscien-cia e irresponsabilidad de lo que hacer, que por otrasrazones. Un bruto suele ser peor que un malo, porque elmalo tiene remedio.

Sería largo enumerar las numerosas institucionesprofesionales, sociales, deportivas, etc., que apoyamos eimpulsamos desde el gobierno con una idea definida yuna intención decidida en la organización del pueblo.Creemos firmemente que la peor masa es la ignoranteporque puede ser fácil instrumento de los audaces y delos malintencionados. En la organización, la comunidadencuentra su autodefensa.

En la salud públicaAunque parezca increíble, hasta 1946 no existía en

la República Argentina un organismo estatal encargadode velar por la salud de su población. Existía en cambioun Ministerio de Agricultura que tenía una Dirección de

Sanidad Vegetal y Animal. Interesaba más la salud delos animales porque éstos tenían buen precio, en cam-bio un hombre no se cotizaba ni en ferias, ni en merca-dos. Esta era la Argentina que nosotros encontramos.

Se combatía la garrapata y la langosta en el norte,pero el paludismo, que diezmaba su población, no ha-bía llamado la atención de los poderes públicos. La le-pra, en el litoral, era un problema serio. La tuberculosisy la sífilis eran verdaderos flagelos nacionales ayudadospor la incuria de las autoridades. El tifus exantemático,la brucelosis, el quiste idatídico y numerosas enferme-dades iban tomando formas crónicas en sectores de po-blación regional.

Una de las primeras medidas de nuestro gobierno en1946, fue crear el Ministerio de Salud Pública, el querecibió la misión de organizar la sanidad argentina, esta-blecer normas generales de profilaxis, estudiar los pro-blemas planteados por las enfermedades endémicas, lan-zar una acción decidida para terminarlas y organizar lasmedicinas preventiva y curativa en el país.

Sería largo historiar la acción proficua y decidida deeste Primer Ministerio de Salud Pública pero algunosdatos estadísticos serán elocuentes reflejos de esta ac-ción. Mediante un nuevo sistema de «dedetización» sis-temática, se terminó con el paludismo en el país en sólodos años de acción intensa. En la actualidad hace cincoaños que no se conocen nuevos casos. En 1946 el índicede mortalidad por tuberculosis era de 130 por cien mil,en 1954 ese mismo índice era de 36 por cien mil. Lasífilis y las enfermedades venéreas han desaparecido ensu casi totalidad con el empleo adecuado de los moder-nos antibióticos. La lepra ha sido circunscripta a los

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leprosarios preparados y habilitados que han permitidoel aislamiento conveniente, evitando los transmisoresambulativos.

De la misma manera se ha terminado con las epide-mias de tifus exantemático, brucelosis, etc., etc.

La organización sanitaria asegura ahora una vigilan-cia estatal sobre toda epidemia propio o emigratoria, demodo que podemos afirmar que, por primera vez, la po-blación argentina está realmente protegida contra esepeligro siempre latente.

En la medicina asistencial se ha dado un paso gigan-tesco. En 1946 no se disponía sino de siete mil camas entodos los hospitales existentes tanto una población decasi quince millones, requería una existencia mínima dequince mil camas.

Para subsanar este grave problema de carácterasistencial iniciamos una política decidida de apoyo a laconstrucción de modernos policlínicos. Los gremios másnumerosos, las asociaciones mutualistas y otras organi-zaciones recibieron el estímulo y el apoyo financiero delEstado para llevar a cabo las construcciones. Para no can-sar con datos estadísticos de esta naturaleza, sólo deseodar algunas referencias generales. Sólo la Dirección Ge-neral de Acción Social del Sindicato Ferroviario cons-truyó en estos ocho años: un gran policlínico central demil camas, veinticinco policlínicos menores regionales,etc. La mayor parte de los gremios disponen ya de mo-dernos policlínicos o consultorios externos, según sucapacidad económica.

La «Fundación Eva Perón» en un esfuerzo admirabledesarrolla un plan de habilitación de veintiochopoliclínicos modernos en todo el país, de los cuales cin-

co está ya funcionando con un total de tres mil setecien-tas cincuenta camas, sin contar otros centros de salud yreadaptación que atienden una población de más de dosmil quinientas personas alojadas.

Los viejos hospitales de la Capital Federal y de lasprovincias, dependientes de las autoridades comunales,han recibido también el aporte de numerosas mejorasen sus servicios, como asimismo las Facultades de Medi-cina de las distintas Universidades construyeron o me-joraron los hospitales escuelas correspondientes.

En este sentido, tan grande ha sido el impulso impre-so a la sanidad asistencial que, en la actualidad, se en-cuentran instaladas más de quince mil camas en servi-cio, es decir, nosotros en ocho años hemos habilitado enmodernos y confortables policlínicos, más camas queen toda la historia de la sanidad argentina.

La medicina preventiva ha recibido un impulso ex-traordinario. Las revisaciones periódicas, los catastrospulmonares permanentes, desconocidos en nuestro país,mediante sistemas económicos, van siendo generaliza-dos en casi todo el territorio. Solamente la Sanidad Es-colar y la Fundación Eva Perón, revisan y catastran anual-mente a más de un millón de niños que son seguidosatentamente en su desarrollo. Este mismo proceso pre-ventivo se extiende aceleradamente a la población obre-ra de fábricas y talleres.

Cada día estamos más lejos de la orfandad legárquica,porque pensamos que la conservación del material hu-mano, es el índice de la mayor riqueza en lo material yen lo humanista.

Podrán morir argentinos por miseria fisiológica, peroya no mueren más por miserias sociales. Los médicos

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nos han ayudado a nosotros los estadistas, curando, perono hemos nosotros ayudado menos a los médicos conlas medidas sociales de mejoramiento en la alimenta-ción y profilaxis que un mejor Standard de vida trae apa-rejado.

Estos «libertadores» no ven nada de esto. Total ellosrecibieron del Pueblo todo lo necesario para vivir gordosy ociosos. Hay una conciencia que sólo vive en los cons-cientes. Los irresponsables, a menudo sólo ven lo quenosotros no vemos, por eso suelen ser felices a su mane-ra.

En los deportesEn la doctrina justicialista se considera al hombre

como un ente sustible a la cultura, pero de acuerdo alviejo aforismo griego todo en su medida y armoniosa-mente. Por eso, en la educación consideramos como in-dispensable que el Estado influyera para formar un indi-viduo de perfecto equilibrio en sus cualidades y calida-des esenciales, mediante una cultura intelectual, unacultura física y una cultura moral.

Sólo un individuo con un alma buena, con su cuerposano y vigoroso y una mente desarrollada e inteligente,satisfará, en nuestro concepto, una educación completae integral.

Pensamos nosotros que un hombre sabio, si es unmalvado, adquiere mayor grado de peligrosidad para sussemejantes, de donde en la educación es decisivo for-mar hombres buenos y prudentes, que grandes eruditosal servicio del mal.

Para alcanzar los altos fines perseguidos por esta orien-tación se organizó un sistema escolástico que permitie-

ra, en la escuela, colegios y universidades, cultivar lainteligencia y el alma mediante una enseñanza intelec-tual y moral adecuada. En las palestras deportivas, com-plemento de las anteriores, se debía, en cambio, fortale-cer y desarrollar el cuerpo y ejercitar con las virtudesviriles el espíritu individual, la solidaridad y coopera-ción colectivas, mediante ejercicios y pruebas apropia-das.

La antigua gimnasia aburrida y en general imperantedebía ser reemplazada por la práctica deportiva, entu-siasta y activa, consubstancial con el Pueblo en sus ma-nifestaciones propias.

Dentro de estos conceptos, establecimos que los ni-ños de escuela primaria debían dedicarse a los juegosdeportivos propios de su edad y las escuelas disponer depequeños campos deportivos, donde dos veces por se-mana, los niños pudieran pasar por lo menos una tardeo una mañana jugando al aire y al sol. Las escuelas ycolegios secundarios debían iniciar a los niños mayoresde doce años en la práctica deportiva, disponiendo alefecto de campos de deportes cercanos propios o de losclubes existentes en las cercanías. Esta acción era com-pletada por los clubes de la «Unión de Estudiantes Se-cundarios» (UES), organizados en todo el territorio de laRepública, donde las muchachas y los muchachos po-dían dedicar las tardes y las mañanas para cultivar losdeportes de su preferencia y completar su cultura gene-ral.

Con esa finalidad, el Estado construyó un gran clubde varones en Núñez con más de cien mil socios entrelos estudiantes secundarios y otro de mujeres en la QuintaPresidencial de Olivos, que contaban con casi noventa

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mil niñas de los establecimientos secundarios. En esosclubes además de la totalidad de los deportes se enseña-ban danzas clásicas y folklóricas, canto, arte escénico,pintura, etc. En las provincias se habían organizado es-tablecimientos similares. Estos clubes eran gobernadosy dirigidos por los mismos estudiantes con el asesora-miento de profesionales.

En la rama universitaria, técnica y especial, organiza-da en forma similar, funcionaban también en las confe-deraciones correspondientes organizaciones similares.

Todo este personal deportivo se agrupaba en la LigaEstudiantil Argentina (LEA) que anualmente debía rea-lizar campeonatos propios. Para niños y jóvenes que nofueran estudiantes, la Fundación Eva Perón, manteníasus clubes y anualmente organizaba los campeonatosinfantiles y juveniles, movilizando en todo el país, a casimedio millón de niños y jóvenes deportistas.

El deporte en los adultos era dirigido y gobernadopor la Confederación General de Deportes que, reunien-do a todas las federaciones de las distintas especialida-des y el Comité Olímpico, formaba una entidad privada,donde sus autoridades eran designadas por elección.

Este sistema dio resultados tan extraordinarios que elprograma actual de formar en el país cinco millones dedeportistas, era ya un objetivo asegurado. En estos ochoaños la Argentina ganó varios campeonatos mundiales ysus deportistas fueron mundialmente conocidos.

Se construyeron grandes estadios en toda la Repúbli-ca y se iniciaron en la práctica deportiva millones dejóvenes argentinos. En el homenaje que los deportistashicieron al Gobierno en agradecimiento que su apoyo ysu ayuda, delegaciones de todo el país desfilaron duran-

te cuatro horas ininterrumpidamente.Por noticias de estos días me entero que todas las

organizaciones deportivas, por primera vez en la histo-ria argentina, han sido intervenidas por el gobierno. Talmedida, de una violencia y arbitrariedad sin preceden-tes, evidencia la clase de gobierno que soporta el país.

Sin duda una cantidad de advenedizos tratarán dedestruir las organizaciones deportivas con grave perjui-cio para el deporte argentino.

Igualmente han intervenido las organizaciones estu-diantiles que con tanto cariño levantamos nosotros, perotengo fe en los jóvenes y allí no conseguirán sino hacer-se odiar por los muchachos y las muchachas que no en-tienden ni soportan supercherías y son aún suficiente-mente idealistas como para no pensar en convenienciasinsignificantes.

El saldo de la «revolución libertadora» en este aspec-to, anuncia desastres como en lo demás; debemos espe-rar días mejores en que nos sea dado poder seguir traba-jando para el Pueblo Argentino. La noche negra de ladictadura habrá quedado atrás, su triste memoria seráun incentivo para no volver ni la vista. El estigma de latraición y el genio del mal habrán sido una vez más unalección para todos.

VI. LA AYUDA SOCIAL «FUNDACION EVA PERON»

Cubiertos todos los riesgos por nuestra previsión so-cial y legislación laboral, nos dimos cuenta que aún al-gunos sectores y riesgos no habían sido alcanzados pornuestras meditadas previsiones. Es que la comunidad estan heterogénea en sus diversos componentes y proble-

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mas, que difícilmente puede ser integralmente defendi-da en su conjunto y en sus individuos por la simple pre-visión social.

Dentro del Pueblo mismo siempre hay familias y hayindividuos (ancianos, mujeres, niños y aún hombres) queno tienen derechos pero tienen necesidades y miseria.En muchos casos ellos mismos son culpables por susvicios y sus disipaciones, pero ni aún esas causas dismi-nuyen las necesidades ni evitan las miserias. Culpableso no, necesitan la ayuda humana de solidaridad que lacomunidad está en la obligación de atender.

Desde que el problema existe, una sociedad justa yprovisora debe atenderlo y resolverlo. Con este concep-to altamente humanista nació la «Fundación Eva Perón».Se formó de la nada, como generalmente se forman lasgrandes cosas cuando un corazón las anima y una fuertevoluntad de bien las impulsa. La fuerza motriz fue EvaPerón; los medios, la bondad y la generosidad infinita denuestro pueblo; el fin, aliviar un dolor o enjugar unalágrima allí donde existieran.

El precio pagado fue desproporcionado porque re-presentó el sacrificio de la propia vida de Eva Perón quela inmoló concientemente en beneficio de los pobres yde los necesitados de todo orden, cualquiera fuera la partedel mundo donde estuvieran.

Mandó miles de paquetes con comida y ropas a losniños alemanes y japoneses en 1945, concurrió a Ecua-dor, Bolivia, Chile, Turquía, Italia, en terremotos, inun-daciones, etc. Vistió a los bomberos de Londres en díasdifíciles. Llegó con obsequios a los niños pobres delmundo sin excluir los Estados Unidos de Norte Améri-ca, ni a Checoslovaquia, a pesar de las diferencias.

En nuestro país millones de personas han recibido laayuda oportuna y necesaria que nadie le hubiese presta-do a no ser la Fundación. Sus hogares de tránsito, sushogares escuelas, sus proveedurías, sus policlínicos, suscolonias de vacaciones, su ayuda social directa, su servi-cio médico integral, sus campeonatos deportivos, susjuguetes, sus panes dulces y sus sidras, marcan una eta-pa en la vida argentina suficiente para inmortalizar a esaextraordinaria mujer que fue Eva Perón.

La ciudad infantil y la ciudad estudiantil son susmonumentos, donde los niños de todos los tiempos re-cordarán que «al lado de Perón hubo una humilde mujerque el Pueblo llamaba cariñosamente Evita», que dio suvida por verlos felices y mirarlos reír.

«Los libertadores» de esta revolución de criminalesmandaron destruir sus monumentos que el Pueblo le-vantó. Intervinieron la Fundación Eva Perón, profanan-do sus locales con uniformes deshonrados, de una mari-na sin gloria, cargada con el deshonor de la «Rosales»(1) yque en un siglo la primera página de historia que escriben es ésta deasesinatos, destrucción y profanación.

El mundo entero conoce a Eva Perón y el mundo en-tero sabe de su obra y de su acción. No son precisamenteestos anónimos filibusteros de la revolución los que pue-den empañar su gloria. Hay ataques que honran. Este esuno de ellos.

La Fundación surgirá potente y pujante de esta prue-ba y un día cuando ya ni se sepa que estos bandidos hanexistido en nuestra Patria, la figura de Eva Perón surgiráserena y señora para indicar a las generaciones argenti-nas el sendero del amor y la solidaridad.

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VII. EL CASO «LA PRENSA»

El caso del diario «La Prensa», de Buenos Aires, esuna simple evasión de impuestos. Lo complejo está pre-cisamente en su existencia, su administración y direc-ción.

En Buenos Aires no es un secreto para nadie que estediario hace ya muchos años no pertenece a la familiaPaz. Gainza es simplemente un testaferro.

Si cuando este diario era de Paz fue una calamidadpara el pueblo argentino por representar la más crudareacción oligárquica, desde el momento que interesesextranjeros lo adquirieron pasó a ser un puesto avanza-do del colonialismo. Gainza Paz, fue simplemente unapantalla para hacer creer que allí «no ha pasado nada».

La dirección de «La Prensa» ha estado siempre enotras manos. El ex embajador de Gran Bretaña, Sir Nelly,dice en sus memorias que mientras estuvo en BuenosAires (1945-1946), él personalmente redactó los artícu-los de fondo del diario «La Prensa».

En 1946 este diario estaba procesado administrati-vamente por la aduana nacional, acusado de haberhecho uso indebido del papel de diario que, como tal,estaba liberado de impuestos. Este proceso databa yade algunos años, de modo que cuando yo me hice car-go del gobierno, me encontré ya con el proceso enmarcha.

Además existía otra denuncia de otras evasionesimpositivas ocasionadas por simulaciones de serviciosinformativos a fin de refraudar al Fisco en los impuestosa los réditos y eludir las disposiciones cambiaras delBanco Central. A tal efecto, «La Prensa» había celebrado

contrato con una importante agencia informativa extran-jera (U.P.), contratando con carácter exclusivo sus servi-cios en la suma de quinientos mil pesos mensuales. Estasuma, evidentemente exagerada, había llamado la aten-ción de la Dirección General Impositiva, ya que servi-cios similares nunca pasaban de diez o quince mil pesosmensuales. Se suponía que mediante este procedimien-to doloso «La Prensa» giraba sus beneficios evadiendoasí la ley de cambios y defraudando al fisco el impuestoa los réditos.

En los primeros meses del año 1946, el diario provo-có un conflicto con su personal que pedía mejoras seme-jantes a las acordadas en los demás diarios de la CapitalFederal. Era indudable que «La Prensa» no se había dis-tinguido nunca por su sentido social y era consideradapor todos sus obreros como un baluarte de la explota-ción capitalista de los trabajadores.

Los vendedores del diario le exigieron asimismo me-jores condiciones para la venta ya que todos los otrosdiarios las habían acordado. «La Prensa», firme en suintransigencia, se negó a todo. Su personal se declaróen huelga y el diario no salió. Era la primera vez enmuchos años que ello le ocurría. Con un grupo de«crumiros»(2) se pretendió hacer una demostración defuerza en los talleres, los obreros resistieron y hubomuertos y heridos.

Para evitar que se difamara al Poder Ejecutivo con elpretexto de la libertad de prensa, decidí permanecer pres-cindente en el problema y, mediante un mensaje al Con-greso, le pasé el asunto a su consideración y solución.

Comisiones de las Cámaras intentaron arreglar el con-flicto sin resultado, pues la intransigencia patronal era

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irreductible. Del mismo modo el personal obrero exigíalas mejoras que consideraba justas o en su defecto notrabajaba.

Después de muchas gestiones y consideraciones, lasCámaras votaron una ley expropiando el diario, orde-nando pagar su valor y liquidarlo en forma de asegurarel mejor provecho social.

El Poder Ejecutivo se limitó a cumplir la ley. Para ellofue necesario, previamente, resolver los procesos pen-dientes por evasión de impuestos, la justicia luego delargos y laboriosos diligenciamientos condenó a la em-presa al pago de las multas correspondientes, que de-bían deducirse del precio para resarcir al Estado.

Hecho lo anterior, se liquidó la empresa; la compra-ron a medias la Confederación General del Trabajo y elSindicato de Vendedores de Diarios.

«La Prensa», que hasta entonces representaba los in-tereses contrarios al Pueblo y a menudo de la Nación,comenzó a salir con una orientación eminentementepopular. El mismo personal siguió en su puerto, peroahora como propietario.

Es indudable que este asunto dio mucho que hablar.Los «libertadores» de la dictadura militar, prometierondevolverlo despojando a la C.G.T. y al Sindicato, peroellos compraron y pagaron de buena fe. El fallo en firmeampara su derecho.

Veremos qué hacen «libertadores» que han de haberrecibido dinero con el compromiso de devolverla. Nosería difícil que así como traicionaron al país y a la fejurada a la Nación, traicionen también a los capitalistasque los financiaron y dirigieron hasta el momento detomar el poder. Ahora es más conveniente andar bien

con la C.G.T. El traidor no cambia, cambian los traicio-nados.

VIII. EL CASO BEMBERG

La familia Bemberg en la Argentina es algo así comoun inmenso pulpo venenoso que todo lo va emponzo-ñando y ocupando.

La corrupción de funcionarios públicos fue su espe-cialidad. La «coima»(3) es una institución bembergiana.Penetró el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Po-der Judicial. No hubo rincón de la Administración Pú-blica donde Bemberg no llegara con su corrupción.

Mediante este procedimiento delictuoso llegó a ama-sar una gran fortuna; como Al Capone, se dedicó a lacerveza y constituyó el más extraordinario monopolio,para estar también fuera de la ley en este aspecto. Susabogados fueron también famosos como lo son en el forolos que se dedican a esta clase tan torcida del derecho.

Bemberg fue tomando todas las cervecerías del paísdespués de arruinar a sus legítimos dueños por la com-petencia desleal. Tomó todas las fábricas de levadura ymonopolizó las malherías. Era desde ese momento el«Rey de la Cerveza»; como tal, había terminado con todos.Obtenido esto, se dedicó a la yerba mate y tal vez habríacreado otro inmenso monopolio si las cosas no hubierancambiado con la muerte de «Don Otto».

A la muerte de este señor sus herederos iniciaronjuicio sucesorio, de esto hace casi veinte años, y con gransorpresa para el fisco, su fortuna se reducía sólo a seis-cientos mil pesos. Terminado el juicio, frente a tan insó-lita y absurda simulación, el Consejo Nacional de Edu-

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cación denunció la evasión de impuestos y el asuntopasa a la justicia federal. Allí el juicio durmió el suelo delas cosas olvidadas durante quince años, en los que losherederos Bemberg han de haber movido algunas «in-fluencias» para que «no se hablara más del asunto». «Hi-jos de tigre, tenían que salir overos».

En 1946, cuando recibí el gobierno y no tenía ni no-ticias del «caso Bemberg», un señor José Luis Torres ini-ció una campaña en los diarios y por folleros, sobre estadefraudación al fisco.

En ese entonces se había creado el Ministerio de Edu-cación, en reemplazo del antiguo Consejo Nacional deEducación, que era quien percibía los impuestos a laherencia y las herencias vacantes. Pedí al ministro queestudiara el asunto y cumpliera la ley. Desde entonces eljuicio marchó.

Sería largo historiar todo lo que se comprobó en esejuicio que, por otra parte, ha sido publicado en extenso:

Las demandas eran de dos caracteres: una por de-fraudación al fisco y otra por monopolio. Eran tan abru-madoras las pruebas que ambos juicios aunque largos ylaboriosos, terminaron condenando a la sucesiónBemberg y ordenando la liquidación de sus bienes enrebeldía porque todos los Bemberg habían desaparecidodel país. Se comenzó la liquidación pero mientras se es-taba en ello, se comprobó que algunos testaferrosactuaban para adquirir para Bemberg lo que el mismoBemberg vendía. Esta superchería hizo que el Congresotomara cartas en el asunto y dictara una ley especial so-bre cómo debía hacerse la liquidación.

Mediante esta ley, dictada en resguardo de la justiciamisma, fue posible que el Estado tomara cartas en el asun-

to y procediera a una real liquidación de los bienes.Mediante ello también fue posible que el Sindicato deCerveceros y afines de la República Argentina, que agru-pa a todos los obreros de Bemberg, pudieran comprarlas cervecerías y los establecimientos afines, pagando unprecio justo y convirtiéndose en propietarios, medianteel sistema cooperativo. Tenemos más cerveza y es delPueblo.

También en este caso los «libertadores» prometierondevolver a Bemberg, que los «financió», sus bienes, des-pojando a los obreros que compraron de buena fe, me-diante un fallo definitivo de la justicia y una ley nacio-nal que dispuso la liquidación.

Aunque estos «libertadores» han dado muestras dedesconocerlo todo, imagino que entre ellos habrán algu-nos que tengan algo de juicio y conozcan algo de dere-cho, aunque generalmente en las dictaduras militares elderecho suele ser la cosa más olvidada, más desconoci-da y más aborrecida: los dictadores son el derecho. Poreso Cicerón afirma: «La fuerza es el derecho de las bes-tias».

IX. EL CASO DEL URUGUAY

Lo que la familia Bemberg fue en la Argentina, elUruguay es en Sur América. Aquélla acaparó cerveza,éste acapara democracia, pero en mentalidad y procedi-miento, no hay diferencias.

Yo nunca he sentido sino afecto hacia este pequeñopaís tan vinculado al nuestro por lazos de sangre; tal espara mí así que, una de mis abuelas era uruguaya, de laBanda Oriental como le llamábamos entonces.

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Pero de un tiempo a esta parte, sus gobiernos se hanpuesto insoportables por su mala educación y sus malascostumbres. La buena vecindad la entienden siempreque nosotros seamos los buenos y ellos los vecinos.

Cuando en 1946 me hice cargo del gobierno, el señorBatlle Berres, que entonces era Presidente de la Repúbli-ca Oriental del Uruguay, me pidió una entrevista quedispuso fuera en el Río de la Plata, donde nos encontra-ríamos el día y la hora que él también dispuso. Yo creíque, con tanta exigencia, nos iría a dar algo, pero no fueasí.

Yo acepté y un día nos encontramos en el Río de laPlata cerca de Carmelo, donde concurrí en el pequeñobarco de la Presidencia y él lo hizo en un barco grandepintado a rayas. La entrevista fue relativamente cordial.Yo me acompañaba con Don Miguel Miranda, Presidentedel Consejo Económico, por si había «algo que recibir».Se trataron de algunos temas naturalmente «democráti-cos» y Batlle Berres me leyó una declaración que haría decarácter también democrático dirigida al Uruguay. Des-pués fuimos al asunto. Se trataba que el gobierno argenti-no permitiera pasar al Uruguay ganado sin cobrar en dó-lares y que se hiciera una política cambiaria que permitie-ra a los argentinos ir a veranear a Montevideo.

Con referencia al ganado, en ese año habían pasadoya en esas condiciones, ochenta mil cabezas y el Presi-dente pedía cuarenta mil cabezas más con la palabraque serían empleadas en el consumo y no en la exporta-ción. Consultado Miranda encontró inconvenientes por-que en ese momento había carencia de ganado en losfrigoríficos. Sin embargo, tratando de tener un gestoamistoso con el Uruguay, accedimos y prometimos dis-

poner lo necesario para hacer efectiva la entrega, siem-pre que fuera para consumo y no para competidor en losprecios con la exportación argentina.

Prometimos ocuparnos de favorecer el turismo ar-gentino a Montevideo en lo que nos fuera posible, sinperjudicar nuestros balnearios.

Este fue el comienzo. Estábamos lejos de imaginar loque ocurriría después.

En el año 1947 comenzamos a padecer. Una campa-ña insidiosa se inició en los diarios del Uruguay contrael gobierno argentino. Nadie le hizo caso. Todos nos li-mitamos a exclamar, Va, es el Uruguay. Poco tiempo des-pués se inició por la radio la misma campaña, pero en-tonces ya supimos que era Bemberg quien la financiabay también agentes de los Estados Unidos. Dijimos en-tonces, Dios los críe y ellos se juntan.

Hasta entonces el gobierno disimulaba su interven-ción, aunque nosotros sabíamos bien a qué atenernos.

En esa oportunidad explotó una bomba. Resultó que,quebrantando su palabra, el Presidente Batlle Berres, conalguno de sus allegados, había realizado un negociadocon las cuarenta mil cabezas de ganado, pedidas en nom-bre de su pueblo. Las habían hecho faenar en el Frigorí-fico Nacional y las habían exportado en competenciacon nuestras carnes, lo que trajo una disminución en losprecios.

Hicimos saber este hecho a la Embajada y como eranatural, no recibimos ni contestación. Dada la naturale-za de la cuestión, era lógico que así fuera, pero desde esemomento no se autorizó más ventas de ganado al Uru-guay en esas condiciones.

La República Argentina compraba toda la arena para

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construcciones en Carmelo, favoreciendo así a numero-sos areneros y al intercambio comercial entre los dospaíses. Mi acuerdo fijaba que ese intercambio se produ-ciría siempre por créditos recíprocos, a cubrir siemprecon mercaderías. En el año 1949 terminó el convenio yel Banco Central de la República Argentina fue conde-nado a pagar en cuarenta y ocho horas el saldo, que im-portaba unos tres millones de dólares. Esto dio lugar agestiones ante el gobierno uruguayo que contestó queeran cuestiones del Banco Central, desentendiéndose delasunto. Fue necesario pagar los tres millones de dólaresen un día. Pero, bien valía esto la experiencia.

Nosotros no podíamos, ni queríamos seguir pagandola arena en dólares. Se organizaron las compañíasareneras argentinas y hoy ciento cincuenta barcos y casidiez mil obreros argentinos viven de esa actividad. Uru-guay ha perdido definitivamente el mercado.

Tan pronto esto sucedió, arreció la campaña radial ypublicitaria contra nuestro gobierno. El gobierno uru-guayo tomó a sueldo a todos los exiliados y traidoresargentinos que encontró y sin el menor reparo se organi-zó un comando revolucionario al que puso a su disposi-ción fondos y otros medios. Uruguay pasó a ser refugiode facinerosos y un porta-aviones de los que huían des-

pués de sus fracasados golpes criminales.Política peligrosa para el Uruguay, porque eso puede

quedar como un recuerdo, para devolver el favor cuan-do sea oportuno. A mi me han visitado varias veces al-gunos uruguayos para hacer una revolución. Yo los con-vencí de no hacerla y dije que no me prestaba para inter-venir en los asuntos internos de otros estados. ¡Franca-mente, hoy estoy arrepentido!

El comportamiento miserable del Uruguay en 1947con el Paraguay, se ha repetido en 1955 con la Argenti-na, con la misma falsedad y la misma hipocresía.

Se han quejado del cierre de la frontera, ocasionadaporque estos señores vivían del contrabando y de paso,nos inundaban de panfletos. La misma queja debe sen-tirse entre los ladrones y criminales cuando les cierranlas casas.

Señores uruguayos: han perdido el derecho de in-vocar el honor porque su gobierno ha conspirado con-tra un vecino y ha participado en la lucha por el mis-mo móvil que los revolucionarios argentinos: el dine-ro. Ellos lo cobraron en efectivo; ustedes en vacas,turismo y radios. Dios los perdone. Todavía algún díahablaremos.

(1) El autor se refiere al naufragio de una nave de guerra argentina, en la que perecieron los marinos, salvándose la oficialidad. (N. del E.)

(2) Matón, pendenciero, camorrista, pistolero. (N. del E.)

(3) Cohecho, soborno. (N. del E.)

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I. LA REACCION PARASITARIA

Los parásitos conforman un sector definido en to-das las comunidades animales o humanas. Están en lanaturaleza misma, como una maldición. Siempre entodas partes, han existido los que producen y los quesólo consumen.

El gobierno del Pueblo y la justicia social son doscosas que el parásito no tolera. Ellos viven del trabajoajeno y además quieren que ese trabajo sea desprecia-do, miserable y doliente. Esta es la mentalidad del pa-rásito.

La clase trabajadora, incluidos en ella los trabajado-res intelectuales y técnicos, son los que conciben, creany producen: forman la clase útil.

En la República Argentina se ha producido el cho-que entre la clase parasitaria y la productora. La oligar-quía, el clero, los sectores parasitarios de los profesio-nales y de las fuerzas armadas, se han lanzado, en reac-ción violenta contra la clase productora, utilizando lasarmas, los soldados del pueblo.

Para posibilitar semejante traición al Pueblo ha sidonecesario el dinero de la oligarquía, la prédica de losmalos curas y la agitación de los políticos profesiona-les. Tres sectores netamente parasitarios. Los hombresde las fuerzas armadas que traicionaron la fe jurada a laNación, han sido doblegados por el interés. Son merce-narios que a la usanza de los antiguos «condottieri» ce-

Capítulo IIILa traición al Pueblo

dieron a la presión de su codicia. Si sus designios fue-ran los ideales que invocan, estarían a su frente hom-bres de ideales. En cambio ellos actuaron dirigidos, fi-nanciados y controlados por capitales internos e inter-nacionales. El Comando de Montevideo contaba aBemberg, Gainza, Lamuraglia y otros que nunca se handistinguido por otra «virtud» que su sórdida avaricia ysu dinero. «Dime con quién andas y te diré quién eres».

El régimen justicialista había lanzado una «consig-na negra» para los parásitos: «cada argentino debe pro-ducir, por lo menos, lo que consume». La organizacióndel Pueblo, el trabajo organizado irá cerrando el cercoalrededor de los que consumen sin producir. Ese fueuno de los motivos de la reacción. La imposición deuna real y efectiva libertad de cultos, que nunca existióen la Argentina, fue otra de las causas. La impotenciade los políticos para deshacer al Pueblo organizado ysometerlo a sus negros designios interesados, completael cuadro de esta reacción parasitaria.

Recurrieron a la fuerza, «el derecho de las bestias»,para dilucidar un problema de opinión, utilizando paraello a las bestias mismas. Los sectores de las fuerzasarmadas que sirvieron los móviles y realizaron las ac-ciones de sus mandantes, no sólo deshonraron las ar-mas de la Nación, sino que cometieron un crimen deleso patria al traicionar al Pueblo que creía en ellos.

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Ellos fueron el sucio instrumento de una mala causaporque las causas que enfrenta al Pueblo, son siempremalas.

II. LA CUESTION CLERICAL

Desde los tiempos de la Inquisición el poder tempo-ral ha sido un sentimiento arraigado en el sector políticodel clero. Este sentimiento ha sido apaciguado cuandoel palio de San Pedro cubrió a un Papa piadoso y se exa-cerbó cuando un Pontífice político ocupó dicho cargo.

Actualmente vivimos un período de la segunda ca-racterística. La existencia de los partidos demócratascristianos en el mundo occidental, demuestra tal afir-mación y la política dirigida, en este sentido, desde elVaticano, la confirma. El apoyo que los Estados Unidosprestan a esta orientación, como un medio de su luchacon el comunismo, ha fortalecido su posición provo-cando no pocos conflictos políticos.

El caso de la Argentina es uno más que, con caracte-res agudos, ha explotado una difícil situación política.Allí los curas no sólo han tomado parte activa en la lidpolítica, sino que han luchado abiertamente en la revo-lución contra el Pueblo. La Iglesia recogerá sin duda losfrutos materiales entre los revolucionarios, pero, en lacosecha moral, habrá perdido hasta el último de susfrutos. Es una victoria «a lo Pirro».

Dentro de la obra social realizada por el justicialismo,el clero recibió también su aporte proporcional, mate-rializando mejoras de todo orden.

El Congreso aprobó la ley de enseñanza religiosa,aunque para lograrlo fue necesario un intenso trabajo

ante los legisladores que se oponían con fundamento.Condicionada a que no se nombrarían sacerdotes a lascátedras, que la enseñanza sería facultativo y volunta-ria, ya que, en esas cátedras sólo se tratarían temas reli-giosos, la ley fue sancionada.

Entre las medidas de apoyo al clero se dictó una leyque disponía que en las escuelas y colegios particula-res (90% de curas) el Estado pagaría el 75% de los suel-dos de los maestros, para que éstos no estuvieran comohasta entonces, con sueldos de hambre.

Aquí comenzaron nuestros padecimientos. La en-señanza religiosa fue desvirtuada y convertida en unacátedra política para el Partido Demócrata Cristiano.Aparte de ello, se hacía desde allí una campaña violen-ta contra la «escuela laica», institución fundamental delEstado en la enseñanza argentina y finalmente se reali-zaba, por todos los medios, una persecución despiadadaa los niños y niñas que no concurrían a la clase religio-sa o no se mostraban entusiastas para ir a misa o incor-porarse a las asociaciones religiosas correspondientes.

En contra de lo prometido, que no se nombraríansacerdotes en la clase de religión, ocultando su condi-ción de tales en las ternas de propuestas, el mayor nú-mero de las cátedras fueron adjudicadas a curas, me-diante este subterfugio. Al descubrirse la superchería,debieron ser separados de sus cargos, lo que se aprove-chó para hacer aparecer esta justa medida, como unapersecución al clero y un ataque a la religión.

Con el pago del 75% de los sueldos a los colegiosreligiosos pasó una cosa aún más grave, que hasta sedenunció en los diarios de Buenos Aires. Falsificandodocumentos, con firmas falsas y aun firmas simuladas,

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se defraudó al Estado ingentes sumas. Una idea de esassumas está dada por los montos: la partida de pago deestos sueldos que era de 13.000.000 en 1947, llegó a100.000.000 en 1954. Por otra parte, en 1947 el 80% delos profesores de estas escuelas religiosas eran particu-lares en tanto sólo el 20% eran sacerdotes. En 1954, encambio, el 80 por ciento eran profesores sacerdotes y el20% particulares. El asunto estaba en que los religiososfirmaban y no cobraban, con lo que se desvirtuaba porcompleto el espíritu y la forma de una ley dictada confinalidad social.

Sería largo ennumerar la serie de contrariedades ymolestias que éstos y otros numerosos asuntos de dine-ro ocasionaron al Gobierno y a la Administración Pú-blica, que siempre dieron lugar a acusaciones de ata-que a la religión, porque cuando se sanciona a un ciu-dadano delincuente que vista sotana, se trata de un ata-que a Dios.

El justicialismo es un movimiento cristiano no tan-to dogmático cuanto doctrinario. Pensamos que el dog-ma es obra de los hombres, en tanto la doctrina es obrade Dios. Por eso practicamos la doctrina, aun cuando elrito no nos interese tanto como algunos quisieran. So-mos cristianos. No hacemos como si fuésemos cristia-nos. Somos cristianos en las obras, no en las «demos-traciones». Tratamos de estar cerca de Dios sin intere-sarnos de estar vecino de los que explotan su santonombre.

Por eso no nos interesan las sanciones de los hom-bres que no nos llegan al alma. Esperamos las verdade-ras sanciones que serán iguales para ello que para no-sotros.

Eva Perón, perseguida y calumniada por los curasargentinos, hizo más obra cristiana en un día, que to-dos los sacerdotes de mi país en toda su vida. El Puebloargentino puede y lo dice todos los días. Por eso, lasmujeres, y los hombres del pueblo, cubrieron con supecho los bustos de Eva Perón que los sacerdotes man-daron destruir con los jóvenes de la Acción Católica ylos chicos de sus colegios. Eva Perón era un peligro paraellos, porque el pueblo humilde le levanta altares y leprende velas. A ellos nunca les hicieron lo mismo. Se-ría que no lo merecieron.

En 1948 el Poder Ejecutivo decidió premiar a unObispo virtuoso, decretando la entrega de un pectoralde oro a Monseñor Decarlo, que se había distinguidoen el Chaco por su obra social y religiosa. Nada pudoser más ofensivo para el resto del Episcopado argenti-no que se negó a concurrir a la ceremonia. Se habíaconfundido su acto de verdadera justicia con parciali-dad gubernativa. El gobierno estaba en la obligación dehacerlo, desde que un Obispo es un funcionario delEstado argentino.

A pesar de todas estas incidencias desagradables,ocurridas siempre por arbitrariedades cometidas, fuesiempre posible, merced a nuestra prudencia, mante-ner relaciones cordiales con la autoridad eclesiástica,hasta que su intervención abierta en la política los co-locó violenta y beligerantemente frente a fuerte secto-res del Pueblo.

Junto con la aparición del Partido Demócrata Cris-tiano en la Argentina, comenzaron a aparecer asocia-ciones de médicos, maestros, abogados, industriales,ganaderos, obreros católicos, etc. Esto promovió un sen-

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timiento de inquietud entre los dirigentes de las másdiversas organizaciones gremiales, hasta que un día sepresentaron a mi despacho los Secretarios Generalesde la Confederación General del Trabajo, Economía, deProfesionales, de Estudiantes, etc. En esa reunión mehicieron presente su inquietud por la intervención dela Iglesia en sus actividades gremiales. Ellos entendíaque la Iglesia podía asociar a los católicos, pero no a losobreros, profesionales, estudiantes, etc., como entesgremiales y, en consecuencia, pedían una solución alconflicto por parte del gobierno.

Llamé entonces a la autoridad eclesiástica y le hicepresente las demandas de las organizaciones sindica-les y como me aseguraron que sólo eran institucionesreligiosas que por razón de organización lo hacían ensentido profesional, llamé a los interesados y allí mis-mo se trató el asunto. No fue esta segunda parta tanpacífica como la primera, pues los concretos traídos acolación exacerbaron un tanto los ánimos y debí inter-venir para evitar un diálogo demasiado animado o unadiscusión tumultuosa. Con mi intervención se llegó aun acuerdo: nombrar una comisión por ambas partes,para tratar el asunto y luego hacer los correspondientescomunicados en los que se diera «al César lo que eradel César y a Dios lo que era de Dios».

Pasaron los días sin que se nombrara la comisión, nise dieran los comunicados, hasta que la situación hizocrisis con demostraciones populares contra las activi-dades mencionadas.

Yo, que en todo ese «match» actuaba de referee, tuveque dar un veredicto, dando la razón al que la tenía,después de una minuciosa investigación, y la compa-

recencia de numerosas autoridades y personas. Comogeneralmente sucede con los malos perdedores, el«referee» sacó la peor parte, porque al final le cargarontoda la culpa de la pelea y del fallo.

Desde ese momento la ciudad se vio inundada depanfletos difamatorios que se hacían en las iglesias yen los colegios religiosos, en los que se incitaba abierta-mente a la rebelión, de la misma manera que los curasen los púlpitos se transformaron en oradores políticosde barricada, incitando a los fieles a la revolución y aldesorden.

Lo que más desazonó a los curas fueron dos leyesaprobadas por el parlamento, que daban los derechos alos hijos naturales y adulterinos y la que acordaba eldivorcio.

La primera de estas leyes era la reparación indispen-sable de una tremenda injusticia que por largo tiempoha gravitado sobre los hijos adulterinos y naturales que,según la ley argentina, no tenían padres ni derechos.

El legislador justicialista sostuvo que no había hijosadulterinos ni naturales, que había padres adúlteros yque, en consecuencia, era inhumano y cruel cargar laculpa y el estigma sobre inocentes, liberando a la vez alos culpables. Esta ley fue discutida y repudiada porlos curas, que mirando más a la familia que a la justi-cia, la impugnaban.

La ley del divorcio no fue menos combatida y resis-tida por los curas; por razón de dogma. Sin embargo, laexistencia de más de trescientos mil matrimonios irre-gulares en el país, llevaron al legislador a la considera-ción del caso. La ley argentina consideraba nulos losmatrimonios entre divorciados en otros países, de modo

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que ese matrimonio legal en el mundo entero, era unconcubinato en nuestro país, perdiendo en consecuen-cia las esposas y los hijos todo derecho legal. Esto, pro-ducido en gran escala, era menos moral y perjudicabamás a la familia. Se trataba de resolver un problemaexistente y no de hacer doctrina, de modo que las cá-maras, entendiéndolo así, sancionaron la ley.

Esto contribuyó más a irritar a los curas que desdeentonces actuaron abiertamente en la insurrección, pro-vocando desórdenes en los que lanzaban a la AcciónCatólica y a los chicos de sus escuelas a la perturbacióncallejera.

Desde ese momento se tuvo la absoluta evidenciade que los curas tomaron parte activa y directa en larevolución. En Buenos Aires comenzó a agitarse a laAcción Católica y a los muchachos de los colegios reli-giosos, empezando a sucederse los actos de provoca-ción dirigidos por sacerdotes. El gobierno nunca quisoactuar violentamente para evitar desgracias persona-les, que era precisamente lo que buscaban lostumultuosos. Hacer algunas víctimas hubiera sido dar-les la ocasión de invocarlas después.

En ese estado de perturbación llegaron hasta el díajueves 9 de junio (día de Corpus Christi), que autoriza-dos para hacer la tradicional procesión se negaron aello, postergándola para el sábado 11 de junio, día queno estaba autorizada. A pesar de ello, en forma de unverdadero alzamiento contra la autoridad policial, sereunieron en la Plaza de Mayo donde los arengó el curaTato y luego por la Avenida de Mayo se dirigieron ha-cia el Congreso con la intención de quemarlo, por lasleyes que poco antes habíanse votado allí.

La policía pudo haber dispersado a los manifestan-tes pero indudablemente se hubiera producido una re-friega, pues había entre los manifestantes gente arma-da; ya sabíamos que en algunos conventos y semina-rios se habían descubierto distintas armas.

Los manifestantes llegaron al Congreso y en los más-tiles de las cámaras que están en el frente del edificioenarbolaron sendas banderas amarillas del Vaticano,pretendieron forzar las puertas con palancas de hierrollevadas al efecto, y como no lo consiguieron, se dedi-caron a arrancar las placas del frente del edificio y aapagar las lámparas votivas que allí arden permanente-mente.

Terminado el desorden con la destrucción de losvidrios y algunos destrozos en el exterior del palacio,se retiraron en grupos, provocando desorden y rom-piendo vidrieras y vehículos estacionados.

En el lugar de los hechos, según informó la policía,apareció una bandera argentina quemada en partes ysegún se informó, era con lo que los revoltosos preten-dieron apagar las lámparas.

Luego se pretendió echar la culpa de este hecho ala Policía Federal y se inventó una fábula para incul-par de ello al Ministro del Interior y aun al Gobierno ya los cronistas, como si fuera posible que en una ma-nifestación clerical pudieran actuar impunemente losdemás.

Esta manifestación, supimos después, era un actopreparatorio para la tentativa de asesinato al Presiden-te de la República que se realizó desde aviones por elbombardeo de la Casa de Gobierno ocurrida cuatro díasdespués: el 16 de junio a la mañana.

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Es indudable que estos hechos estaban encadena-dos y que el director del movimiento de la Capital erael cura Tato, conocido como un elemento inmoral ycapaz de cualquier acción innoble y reñida con su pro-fesión y apostolado. Como la indignación pública cre-cía en el Pueblo al tener noticias de los desórdenes,comenzó a temerse que el Pueblo indignado tratara dehacerse justicia por sus propias manos. Es así que se lecomunicó el día 15 de junio (día del ataque a la Casa deGobierno), que debía abandonar el país. Si no se hubie-ra tomado esta prudente medida, quién sabe cómo ha-bría salido este mal sacerdote el día siguiente.

Todos estos actos realmente revolucionarios ejecu-tados por los curas y sus secuaces los hacían aparecercomo defensa de una persecución religiosa que en nin-gún momento existía sino en la hipocresía y la falsedadde estos individuos.

De la misma manera en el exterior se difundían noti-cias desde el Vaticano, con Falsedades sobre la persecu-ción religiosa en Buenos Aires. Ellos estaban en plenarebelión preparando la revolución, y, según ellos, losperseguíamos. El 16 de septiembre y subsiguientes losvimos después en la calle y en camiones gritando y alen-tando a la rebelión. Ellos eran los «angelitos» dispararonsus armas, vestidos de sotana contra obreros indefensosen Córdoba en la noche del 18 de septiembre, despuésde tomar la ciudad, según testimonio de los propios re-volucionarios que encomiaron tan sacrílega acción.

Esto no es nuevo. México lo presenció ya en su re-volución. En cuanto al intento de asesinar al Presiden-te tampoco es nuevo. El General Obregón pagó con suvida los sórdidos manejos de sacristía.

Se ha dicho, y con razón, que el clero de la Repúbli-ca Argentina es el peor del mundo. Los argentinos noquieren ser curas para reemplazar a los que vienen deItalia, lo peor que tiene, y de España los curas rojos dela revolución que, en esa época, invadieron literalmen-te el país. Con esta emigración bien se puede esperar loque nuestro país ha tenido la desgracia de preciar. Elpueblo argentino odia profundamente a su clero, eseclero se conforma con lo que podrá sacar de beneficioen esta emergencia.

III. LA TENTATIVA DEL 16 DE JUNIO DE 1955

Con los hechos que venimos comentando, produci-dos por los curas en Buenos Aires, está ligada una ten-tativa de asesinar al Presidente de la República y pro-ducir el caos en el país, del que debían sacar provechoun grupo de oficiales de la Armada dirigidos por unoficial de Infantería de Marina de apellido Toranzo Cal-derón. En esa intentona está también comprometido elentonces Ministro de Marina, Vicealmirante Olivieri,quien, fingiendo una afección cardíaca se hospitalizódos días antes, a fin de dejar las manos libres a loscomplotados y no comprometerse prematuramente.

Siempre había repetido a los ministros que si ellosno estaban de acuerdo con la orientación del gobierno,me lo hicieran saber, porque yo escuchaba a todos porigual y aun en el caso de desacuerdo yo consideraríacualquier renuncia como un signo de carácter y de sin-ceridad. Me llamó después grandemente la atención ladefección de este Ministro que, en vez de plantearmecualquier disidencia, esperó pasarse al enemigo. Tan-

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tas veces me repitió que era mi amigo que yo no esperéde él una traición semejante. Sin embargo, al ver des-pués de la revolución su designación como Embajadoren la ONU, me he explicado muchas cosas que antes niimaginaba. Pero los hombres son así y hay que tomar-los como son.

El día 16 de junio de 1955 amaneció nublado. Comode costumbre, me levanté a las cinco de la mañana y ala seis y quince llegué a mi despacho de la Casa deGobierno. Allí el oficial de informaciones me enteróque esa noche se había producido una alarma y que elMinistro de Ejército había pasado la noche aprestadocon todo el personal de comando en el Ministerio debi-do a noticias que poseía.

A las siete tenía concedida audiencia con el Emba-jador de los Estados Unidos, míster Buffer, con quienvenía el Agregado Militar para hacerme entrega de unobsequio de parte del Comandante de las Fuerzas delCaribe, que poco antes nos había visitado.

A las ocho terminó la audiencia y recibí al Ministrode Ejército, General Franklin Lucero, hombre leal y real-mente un amigo de casi toda mi vida. Él me enteró desus inquietudes y me pidió que me trasladara al Minis-terio de Ejército, donde estaría más seguro ante cual-quier evento, ya que la Casa de Gobierno podría serobjeto de un ataque en caso de un atentado por mediode una operación tipo «comandos» como se llama en lajerga militar.

Como tenía algunas cosas que hacer le prometí queiría en seguida y lo dejé partir solo al Ministerio. Per-manecí en mi despacho hasta las nueve y treinta horas,en circunstancias que el General Jáuregui, Jefe de la

Coordinación de informaciones, me comunicó que elaeródromo de Ezeiza había sido tomado por avionessublevados. Mientras se notaban movimientos raros enel Arsenal de Marina y en el Ministerio de la misma,muy cercanos a la Casa de Gobierno. Ante tales noti-cias me trasladé al Ministerio de Ejército, precisamenteen el momento que se iniciaba el fuego contra la Casade Gobierno.

A las diez y treinta horas comenzó el bombardeo dela Casa de Gobierno, sobre la que se arrojaron más decien bombas, muchas de las cuales no explotaron, almismo tiempo que el Batallón de Infantería de Marinaabría fuego y atacaba la Casa Rosada. El combate duróvarias horas en que, al intervenir los Granaderos a Ca-ballo General San Martín y el Batallón Buenos Aires,quedó terminado con la retirada de los insurgentes.

En el Ministerio de Marina quedaban encerrados yrodeados los jefes de la tentativa. El pueblo y especial-mente los trabajadores al conocer la noticia del levan-tamiento, como otras veces, se lanzaron hacia Plaza deMayo, junto a la Casa de Gobierno, mientras otros, obe-deciendo las indicaciones que se hicieron por radio seconcentraron en la C.G.T. a fin de no exponerse inútil-mente al efecto del bombardeo. Sin embargo, las bom-bas y las ametralladoras de los aviones produjeron dos-cientos muertos y varios miles de heridos entre la po-blación civil.

Gran indignación causó el fuego de los aviones areacción sobre las calles atestadas de público que ade-más de no ser un objetivo militar, estaban llenas demujeres y niños, que venían a presenciar ese día undesfile aéreo programado. Los aviones antes de huir

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hacia Montevideo, una vez fracasada la intentona, des-cargaron sus armas y sus bombas sobre la poblaciónindefensa.

Cuando llegó la noche comenzó a llover torrencial-mente y el Pueblo indignado y acongojado se encontra-ba aún en los lugares de los luctuosos sucesos, presen-ciando los arreglos y la evacuación de los muertos du-rante el día.

Yo hablé por radio, en cadena general a todo el país,porque temía una reacción popular violenta. Llamé a lacalma pidiendo no unir a la infamia de los atacantes,nuestra propia infamia.

Me enteré después que se habían quemado algunosedificios entre ellos cuatro iglesias y dos capillas. Lue-go que pasó la confusión de las primeras horas, el Co-mando Militar de Represión tomó la medida de custo-diar los edificios amenazados y dar seguridad a los sa-cerdotes que estaban extraordinariamente excitados ytemerosos.

Se constituyó el Consejo Supremo de Guerra y losculpables fueron juzgados y condenados de acuerdocon la ley.

Como regía el Estado de Guerra Interior, cuya ley ensu artículo segundo autorizaba el fusilamiento inme-diato de los cabecillas, muchos vinieron a pedirme quelos fusilaran y aun algunos de ellos habrán pensadoque fui débil al no hacerlo. Yo creo lo contrario; en esoscasos es más fácil fusilar que someterse a la justiciaestablecida. No me ha gustado nunca mancharme consangre, ni aun de mis más enconados enemigos. Yopuedo decir hoy, a pesar de toda la infamia de mis ene-migos, que ellos son unos asesinos y la historia no pue-

de cargar sobre mi conciencia la muerte de un solo ar-gentino por defender mi situación personal.

El peronismo se ha llenado de mártires y entre ellosno hay un sólo hombre que, como nuestros enemigos,pueda ser tildado de asesino con fundamento, comopodemos llamarlos a ellos con razón. La sangre genero-sa de estos compañeros caídos por la infamia«libertadora» será siempre el pedestal de nuestra gran-deza futura. Para nuestros enemigos, será el índice acu-sador de Abel, que los seguirá hasta su tumba, llenán-dolos de remordimiento y de vergüenza.

El caso del Almirante OlivieriEn el mundo entero ha producido un asco irrefre-

nable la actitud del Almirante Alberto Teisaire. Sin em-bargo, la conducta del Almirante Aníbal O. Olivieri esde las que hacen cumplido honor a su conmilitón. Es-tos dos Almirantes no han desmentido en ningún ins-tante la ejecutoría de la institución que traicionó al Pue-blo. Ellos han sido fieles a la tradición que recibieron.

Aníbal O. Olivieri, nuevo Embajador de la Argenti-na en las Naciones Unidas, ha declarado a I.N.S. cosasque arrojan sobre sí el deshonor, la ignominia bajo elestigma infamante de la traición. La mentalidad de pa-jarito de este felón, no alcanzará jamás a comprender eldaño que se ha inferido.

Decía una de las leyes de Licurgo, que el delito másinfamante para el ciudadano, era no estar en uno de losbandos cuando se luchaba por la suerte de la Nación.Yo agrego que estar en los dos bandos es unir la traicióna la infamia. Aníbal O. Olivieri era de esta clase deinfamantes. He aquí sus declaraciones:

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«Ningún hombre fue más enemigo de las libertadesque J. D. Perón, declara en Nueva York el AlmiranteOlivieri, nuevo embajador de Argentina ante la O.N.U.»

Nueva York, noviembre 9 (INS).- El AlmiranteAníbal O. Olivieri, nuevo Embajador ante las NacionesUnidas, dijo hoy que su gobierno está «comprometidoa devolver una democracia completa para el puebloargentino».

Olivieri, quien fue Ministro de Marina del depuestorégimen de Perón, fue una figura de la revolución con-tra el gobierno peronista aunque fue encarcelado porPerón por su participación en el frustrado levantamientode la marina de guerra en el mes de junio.

Después de que la segunda revolución logró expul-sar a Perón, Olivieri se convirtió en una de las figurasclaves del nuevo Gobierno argentino. Comentando so-bre el régimen de Perón, Olivieri dijo: «Cuando el gene-ral Perón apareció como político en 1945, trazó un plande gobierno que era bueno. Era un plan dirigido princi-palmente a ayudar a los trabajadores y a los necesita-dos en la Argentina». «Pero el hecho real», agregó elAlmirante, «fue que tras bastidores, Perón desarrollóuna verdadera dictadura y estableció un régimen queera contrario a las ideas más importantes de la humani-dad”. “Ningún hombre fue más firmemente opuesto alas ideas de libertad de palabra, de prensa o del dere-cho de reunión pública».

Olivieri continuó: «Y lo más grave es que Perón fuecontra los más elevados ideales y símbolos de la nacio-nalidad argentina».

«Ningún verdadero argentino», dijo el Almirante,«podía apoyar a un presidente que se quedó con los

brazos cruzados y permitió que quedaran impunes losaltos funcionarios que quemaron la Bandera Patria; nin-gún patriota argentino podía apoyar a un presidenteque nada hizo por impedir la quema de nuestras igle-sias y que pronunciara discursos dirigidos solamente alograr su propia gloria y ningún verdadero argentinopodía apoyar a un presidente que resultó ser un extra-viado moral».

«No tengo dudas», dijo Olivieri, «que el pueblo ar-gentino finalmente se ha dado cuenta de que fue enga-ñado por un gobernante que abandonó su puesto demando en vez de encarar su propia responsabilidad».Respondiendo a preguntas sobre las presentes condi-ciones económicas de la Argentina, el Embajador dijoque «el presente Gobierno tendrá algunos importantesproblemas que resolver que son consecuencia de esagran traición económica, política y social que son losdiez años de gobierno de Perón».

Olivieri se negó a contestar sobre el presente «sta-tus» económico de Perón, así como la situación del Le-jano Oriente o la conferencia de Ginebra.

¡Y este canalla fue ministro del gobierno que criti-ca, desde el 28 de septiembre de 1951 hasta el 16 dejunio de 1955! Es decir, solidario con el hombre que élcree era enemigo de la libertad. ¿Qué era él entonces?

Olivieri no puede engañar a nadie. Él fue siempreun traidor y como tal un jesuita. Siendo Ministro cons-piró con los revolucionarios contra su propio gobiernoy dos días antes del atentado del 16 de junio se declaróenfermo del corazón y se internó en el Hospital Naval.Así los otros actuaban y él esperaba los resultados. Cuan-do le informaron que la revolución había triunfado, que

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Perón había muerto en el bombardeo de la Casa deGobierno y que todo salía bien, apresuradamente, contoda seguridad, se trasladó al Ministerio de Marina paratomar el mando. Allí se enteró de la verdad y hablóplañideramente al Ministro Lucero para decirle que leexpresara al General (Perón): «que él no tenía nada quever, que había sido sorprendido por los acontecimien-tos y que daba su palabra de honor».

Este es el «pundonoroso» embajador de la Argenti-na en las Naciones Unidas. Un reptil que para llegar aser Ministro se arrastró ante los pies del que hoy criti-ca, derramando a caudales elogios que ha olvidado ydeclaraciones de una amistad que no sólo traicionó sinoque hoy escarnece con la actitud más baja que un hom-bre puede ostentar. ¡Miseria, pura miseria!

IV. LOS PROLEGOMENOS DE LA TRAICION

El 16 de junio puso en evidencia que el «estado deguerra» estaba justificado desde que existía latente laconspiración en las fuerzas regresivas.

La clase parasitaria, representada por la oligarquíacontumaz y resentida, unida a los curas que abierta-mente intervinieron en la lucha del 16 de junio, comoasimismo a los dirigentes políticos de la «Unión Demo-crática», comenzó ya desembozadamente a minar alEjército, la Marina y la Aeronáutica.

El sistema para descomponer la disciplina de lasfuerzas armadas fue diversos en cada caso. Se utilizóun panfleto insidioso en que la calumnia y la falsedadalcanzó límites insospechables. La técnica del rumorcompletó el cuadro, creando un clima de engaño uni-

forme entre los elementos adversarios. Sin embargo, elejército no fue influenciado por esta perturbación, mer-ced a la acción permanente del General Lucero, Minis-tro de Ejército, que adoctrinó a su gente en el fiel cum-plimiento del deber militar. La Marina, que obedecía alcomando revolucionario de Montevideo, compuesto porBemberg, Gainza y Lamuraglia, verdaderos financiado-res de la revolución, fue minando la disciplina de laaeronáutica y contaminando sus cuadros. El dinero «co-rría» en abundancia y el efecto comenzó a notarse; se lefue encontrando el precio a cada uno. Esto es la tristeverdad. «Poderoso caballero es Don Dinero».

Del ejército sólo algunos generales retirados, de am-biciones insatisfechas y eternos conspiradores de to-das las horas, estaban comprometidos en esta inauditatraición contra el Pueblo y la Nación. Sin duda ellos,consiguieron la adhesión de otros elementos activos enlos comandos, pues para eso disponían de abundantedinero. Prueba de ello es que las únicas fuerzas del ejér-cito que defeccionaron en Córdoba y Mendoza fueronlas que estuvieron en contacto con los intermediariosde los financiadores. El resto del ejército permanecióincontaminado.

La aeronáutica por su modalidad especial y la clasede vida de sus oficiales fue siempre campo fértil a lacorrupción, de modo que allí, el «trabajo» fue simple yfue rápido.

La marina es campo fértil para sembrar esta clase decizaña. Reclutados fuera de los elementos populares,educados en la modalidad un tanto internacionalista,carecen de índice patriótico como institución. Sus ofi-ciales, alejados del sentido de nacionalidad, constitu-

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yen una casta aparte, preocupados más de la suerte dela marina que de los intereses de la Patria. Herederosde tradiciones ajenas, pues nuestra marina carece detradición, se siente siempre inclinada a despreciar lopropio. Ignorante en general, con un barniz de sociabi-lidad mundana, viven al margen de la profesión. Sonmás bien empleados de la profesión que profesionales.

Navegando cuando están obligados a ello. Lo nor-mal es que el 80% viva en tierra en puestos burocráti-cos en los numerosos comandos y organismos que ha-cen de la marina una burocracia peligrosa y perjudicialpara la Nación. Algunos hechos salientes de la Activi-dad marinera no le son tampoco favorables como insti-tución. El famoso «caso de la Rosales», un naufragio deuna nave de guerra en que sólo se salvaron los oficia-les, fue el comienzo de una triste tradición marinera. Elfinal de esa tradición, a través del choque de otras uni-dades en pleno mar, sin sanciones sino para algún sub-alterno, culmina en esta traición al Pueblo. Triste expe-riencia para la República que tantos sacrificios realizópara enarbolar un pabellón en barcos con honra. Estepueblo que trabajó y luchó para sostenerlos debe sen-tirse muy defraudado.

La descomposición de la marina de guerra alcanzalímites inconcebibles en algunos casos que son índicesde un estado de generalización. Durante mi gobiernose sancionó severamente el contrabando y en esta acti-vidad delictuosa estuvieron incursos numerosos oficia-les de la marina que prestaban sus barcos para el trans-porte clandestino de mercaderías al país.

Es indudable que una sanción semejante no hizosimpático al gobierno en el ambiente de la marina, pero,

era necesario terminar con este tipo de delincuenciadescubierta, pues se había llegado a límites intolera-bles. La Dirección de Aduanas denunció en su oportu-nidad la existencia de una cadena de negocios para laventa de heladeras, aparatos de televisión, lavarropas,medias de nylon, etc., que era surtida por oficiales dela marina, dirigidos por el Contraalmirante Rojas y unsocio testaferro de apellido Jiménez, con negocios en laAvenida Cabildo y otras arterias. La revolución frustróestas investigaciones, pero los hechos determinan unestado de cosas ilustrativo.

Estos eran los «idealistas libertadores» que venían asalvar a la fuerza a un Pueblo que los repudia siempre.

El Gobierno conocía la conspiración y, enemigo dela violencia, evitó siempre aplicar sanciones sangrien-tas o medidas de seguridad exagerada. A favor de esaconducta, que muchos calificaron de debilidad, las ac-ciones de los conspiradores se fueron haciendo másvisibles. La seguridad que los ministros militares die-ron sobre la actitud de sus fuerzas tranquilizó al go-bierno, pues no interviniendo las fuerzas armadas, nosería posible la alteración del orden.

Sin embargo, ya en los primeros días de septiembrese comenzaron a conocer algunas noticias de la des-composición disciplinaria en la Marina y en la Aero-náutica.

Nuestra seguridad fue un factor negativo, pues per-suadido de la fidelidad de algunos felones, que habíanempeñado su palabra de honor, los ministros no toma-ron mediadas más efectivas para asegurar el orden.

En Montevideo, desde el 16 de junio de 1955, fun-cionaba un verdadero comando revolucionario. El pre-

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sidente del Uruguay, Batlle Berres, mantenía perma-nente comunicación con Lamuraglia (su futuro consue-gro), que actuaba como órgano adelantado en la Emba-jada uruguaya de Buenos Aires, al mismo tiempo queinstruía y ayudaba al comando revolucionario consti-tuido por los que después del 16 de junio fugaron aMontevideo.

El gobierno del Uruguay, quebrantando todas las nor-mas del derecho internacional en abierta violación dela Carta de la Organización de los Estados Americanos,no sólo amparó, ayudó y cubrió la acción revoluciona-ria en la persona de los conspiradores sino que puso asu disposición dinero, medios y aun el Estado para ellogro de sus designios.

Las estaciones de radio del Uruguay fueron perma-nentes agentes de perturbación y propaganda contra elGobierno argentino y durante la revolución constituye-ron el medio de comunicación de los distintos grupos yfocos de la rebelión. Política peligrosa para este pequeñopaís, pues algún día puede sufrir las consecuencias desu imprudente y desleal proceder. La intromisión de losgrandes países en los asuntos internos de los otros Esta-dos, implica un avance contra su soberanía. A menudo,conduce a una situación de inamistad y preocupación.Los pequeños países se exponen, en cambio, a una reci-procidad futura muy peligrosa para su propia soberanía.

Simultáneamente con la acción uruguaya, la AcciónCatólica y los niños de los colegios de curas, comenza-ron a provocar desórdenes en las calles a altas horas dela noche. Esas reuniones eran organizadas por la Curiade Buenos Aires que dispuso la realización de misas enla noche, después de las cuales se provocaban desórde-

nes en las calles. Algunos curas en los púlpitos se com-portaban como verdaderos desaforados e incitabanabiertamente a la rebelión. Algunos fanáticos les se-guían y el clima se generalizaba en pequeños sectores yen determinadas circunstancias.

El Pueblo, acatando las disposiciones del gobierno,permanecía tranquilo, riendo a veces de las actitudesdescompuestas de los provocadores de los desórdenes.Nadie en Buenos Aires tomó en serio estas manifesta-ciones pues se trataba de los que allí llaman «fifí», unasuerte de tipos indefinidos en todo, especialmente enel sexo.

En la Capital Federal nada había que pudiera hacerpeligrar la estabilidad inconmovible del gobierno. Ellofue también un factor para restar importancia al restode la subversión que se preparaba desde el Uruguay yse gestaba en el interior del país, mediante la conquistade los comandos y oficiales, por los métodos ya men-cionados.

En los primeros días de septiembre se realizó unareunión de gabinete en la que se trató la situación, se-guida de otra con la participación sólo de los ministrosmilitares. En ésa recibí la absoluta seguridad de la leal-tad de las fuerzas, aun más, las dudosas no disponíande armamento ni munición.

Como un reaseguro, propuse a los ministros movili-zar parte del Pueblo, de acuerdo con la ley, para la de-fensa de las instituciones, pero no encontré acogida fa-vorable por consideraciones secundarias, referidas alefecto que una medida semejante podría ocasionar enlos comandos que, siendo leales, se sentirían objeto deuna desconfianza injusta.

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Creí en esto y confieso que cometí un gran error. Esla consecuencia de considerar al ejército más respeta-ble que las necesidades fundamentales de la Nación, laley y la Constitución una verdadera «enfermedad pro-fesional». Habíamos sido inconscientemente traiciona-dos por la consideración que el honor debiera merecer,pero que no merece. Ha habido jefes muy dignos, peroal lado de ellos, los hubo muy indignos.

Descartar la dignidad de todos sería injusto, perotampoco es justo fincar el destino de un Pueblo en unadignidad que no se realiza.

V. LOS ACONTECIMIENTOS

Las fuerzas armadas argentinas están distribuidas ensu territorio de casi tres millones de kilómetros cuadra-dos, de acuerdo con las necesidades estratégicas. Así elEjército tiene una gran agrupación central en Córdoba,otra en la frontera oeste (Mendoza, San Juan, Catamarcay La Rioja), otra guarnece la frontera norte (Salta y Ju-juy), una tercera cubre la frontera noroeste (Entre Ríos,Santa Fe y Corrientes, con fuerzas en Chaco y Formosa),mientras varios destacamentos estacionan en la Patago-nia (Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz). La Ca-pital Federal está guarnecida por una división del ejérci-to y la provincia de Buenos Aires por otra de Caballería.

La Marina tiene su base naval en Bahía Blanca don-de estaciona la escuadra y una base menor en Río San-tiago, guarnición de la Escuela Naval y Liceo (algo asícomo un colegio nacional con régimen militar. En laCapital Federal se encuentra la Escuela de Mecánica yel Arsenal de Marina.

La Aeronáutica tiene su núcleo principal en Córdo-ba donde funciona la fábrica de aviones, escuela mili-tar de aviación y escuela de suboficiales especialistas.Un grupo de bombardeo compone la guarnición de labase General Pringles en San Luis, otro de caza en labase de Tandil (provincia de Buenos Aires), un grupode observación en Mendoza y otro de observación enla base de Resistencia (Chaco) y el grupo de transportesen la base de «El Palomar» (Buenos Aires).

El día 16 de septiembre de 1955, a primera hora, setuvo conocimiento de que en el interior se habían pro-ducido algunos levantamientos.

En Córdoba habían secuestrado al Director de la Es-cuela de Infantería durante la noche. La Escuela de Ar-tillería sublevada había emplazado los cañones en latarde anterior con el pretexto de un ejercicio del díasiguiente y, con las primeras luces, había abierto el fue-go contra el casino de oficiales donde dormían los jefesy oficiales de la Escuela de Infantería. Esto había pro-ducido una gran confusión, repuestos de la cual, secombatía en los alrededores del cuartel de esta últimaunidad contra efectivos rebeldes de la Escuela Militarde Aviación.

En Río Santiago unidades de la Escuela Naval su-blevada habían pretendido salir de la base y atacar laciudad de Eva Perón siendo detenidos por la policía deBuenos Aires, pero permaneciendo en posición en ellinde de la base.

En Curuzú Cuatiá (Corrientes), habíase producidoun conato de sublevación en la Escuela de Blindados,siendo sofocada y dominada inmediatamente.

En Puerto Belgrano, base naval de Bahía Blanca, no

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había novedad, aunque se supo que la Aviación Navalestaba en movimiento.

La Escuadra efectuaba ejercicios en la zona de laRepública (Golfo Nuevo-Chubut) y no se tenía noti-cias sobre su actitud. En la Capital Federal como enlas demás guarniciones militares la situación era tran-quila.

Desde las primeras horas del día 16 permanecieronen el Comando en jefe de las fuerzas de represión en eledificio del Ministerio de Ejército, con el Ministro Lu-cero, el Comandante en Jefe del Ejército, General JoséDomingo Molina, y el Jefe de operaciones, General Ymaz(este nombre lo hallaremos más adelante).

Tanto el Ministro de Ejército como el Comandanteen jefe eran de opinión que se trataba de una accióndescabellada que sería conjurada en pocas horas, puesfracasado el intento de Curuzú Cuatiá se luchaba enRío Santiago y en Córdoba en buenas condiciones, laconcurrencia de otras tropas hacia esos focos, asegura-ba el éxito para los días siguientes.

El día 17 de septiembre la situación general era ab-solutamente favorable, si bien continuaba la lucha enCórdoba, en Río Santiago se había detenido. Durante eldía se tuvo la noticia de que la escuadra se había pues-to en marcha, saliendo de Puerto Madryn hacia el nor-te. La observación aérea era imposible debido a las con-diciones climáticas.

Ya este día se conoció también la noticia que en Puer-to Belgrano (Bahía Blanca) se habían producido distur-bios entre fuerzas de marinería y la población civil. Enla base de submarinos de Mar del Plata se mantenía elorden y era leal al gobierno.

El día 18 en la noche la situación era clara para elcomando de represión y lanzadas las unidadesconcéntricamente hacia los focos de la rebelión, no que-daba más que esperar su llegada para someter a los re-beldes. La enorme superioridad de fuerzas no deja du-das sobre los resultados. Este mismo día se tuvo cono-cimiento de la defección de los Destacamentos de Mon-taña de Mendoza y San Juan, pero ello se reduce a quesus jefes se han negado a marchar sobre Córdoba.

En Río Santiago la intervención de la Aviación deBombardeo ha despejado la situación. La Escuela Na-val derrotada por la policía de Buenos Aires y el Regi-miento de Infantería, se ha embarcado en un avión yunos lanchones y ha huido. Allí no hay enemigos.

En Bahía Blanca las fuerzas de Infantería de Marianahan ocupado la ciudad, pero avanzan hacia allí las fuer-zas de represión, muy obstaculizadas por las fuerteslluvias y hostigadas por la aviación rebelde. Sin embar-go, todo es cuestión de tiempo.

La escuadra, según las noticias que se tienen, habombardeado la ciudad de Bahía Blanca, destruido lasplantas compresoras de gas, las usinas y parte de lapoblación. La ciudad está sin agua, sin gas y sin luz.

La ciudad de Mar del Plata también ha sufrido losefectos del bombardeo intenso de la escuadra y la avia-ción rebelde.

El día 18 de septiembre a la noche la escuadra su-blevada amenaza con el bombardeo de la ciudad deBuenos Aires y la destilería de Eva Perón. Lo primerode una monstruosidad sin precedente, y lo segundo, ladestrucción de diez años de trabajo y la pérdida de cua-trocientos millones de dólares.

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La situación militar era ampliamente favorable, puesdesplegadas las fuerzas sólo era cuestión de tiempo yde lucha para someter a los focos rebeldes de Córdobay Bahía Blanca. En la Capital Federal quedaba aún sinemplear toda la primera división de ejército motoriza-da, las fuerzas blindadas de Campo de Mayo, el Bata-llón Buenos Aires y muchas otras fuerzas absolutamenteleales.

Sin embargo, me preocupaba la amenaza de bom-bardeo de la población civil en la que seguramente per-derían la vida miles de inocentes que nada tenían quever con la contienda. Ya había Buenos Aires presencia-do la masacre del 16 de junio de 1955, cuando la avia-ción naval bombardeó la Plaza de Mayo y ametralló lascalles atestadas de gente, matando e hiriendo a mansalvaal pueblo indefenso. Era de pensar lo que ocurriría enun bombardeo indiscriminado, sobre una ciudad abier-ta, sometida a la acción combinada de los cañones na-vales y las bombas aéreas. Las condiciones climáticaseran desfavorables para toda acción defensiva, pues laintensa lluvia hacía imposible toda exploración y ac-ción sobre los barcos.

Me preocupaba también la destrucción de la desti-lería de petróleo de Eva Perón, una obra de extraordi-nario valor para la economía nacional y que yo la con-sideraba como a un hijo mío. Yo la había puesto enfuncionamiento. Es indudable que para los demás nopodía tener el mismo valor que para mí.

Influenciaba también mi espíritu la idea de una po-sible guerra civil de amplia destrucción y recordaba elpanorama de una pobre España devastada que presen-cié en 1939. Muchos me aconsejaron abrir los arsena-

les y entregar las armas y municiones a los obreros queestaban ansiosos de empuñarlas, pero eso hubiera re-presentado una masacre y, probablemente, la destruc-ción de medio Buenos Aires. Esas cosas uno sabe cómocomienzan pero no en qué terminan.

Siempre he pensado que la misión de un gobernan-te es la custodia de la Nación misma. Su objetivo debe-rá ser siempre el bien de la Patria. Todos los demás ob-jetivos son secundarios frente a éste. Se trataba enton-ces de elegir la resolución que mejor conformara a eseprincipio.

En nuestra doctrina habíamos establecido claramen-te que la escala de valores justicialista era: primero, laPatria; luego el movimiento y después los hombres. Setrataba simplemente de cumplirlo.

Algunos generales y jefes amigos y leales, se empe-ñaron en convencerme para que continuara la luchaque, desde el punto de vista militar, era ampliamentefavorable. Recuerdo que uno me dijo: «Si yo fuera elPresidente, continuaba». «Yo también si fuera generalcontinuaría», le contesté.

Otros ensayaron persuadirme con el argumento desalvar la Constitución y la ley afirmando el principiode su acatamiento. Argumento justo pero sofístico. Laley, la Constitución, son para la República y no éstapara aquéllas. Nada hay superior a la Nación misma.Lo que hay que salvar siempre es el país. Lo demás essecundario frente a él.

Después de una madura reflexión llamé al Ministrode Ejército, General Franklin Lucero, jefe de las fuerzasde represión, y le dije: «Estos bárbaros ya sabemos queno tendrán escrúpulos en hacerlo. Es menester evitar

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la masacre y la destrucción. Yo no deseo ser factor paraque un salvajismo semejante se desate sobre la ciudadinocente, y sobre las obras que tanto nos ha costadolevantar. Para sentir esto es necesario saber construir.Los parásitos difícilmente aman la obra de los demás».

Es indudable que para resolver este difícil momen-to de la situación debí recurrir a mis últimas energías,pues es más fácil para mí dejar hacer a mis comandosque oponerme a sus inclinaciones de lucha y a las míaspropias. Ya una vez me había encontrado en situaciónsimilar, siendo Ministro de Guerra, en 1945. En esaocasión resolví lo mismo: renunciar. Los hechos poste-riores me dieron la razón y los mismos camaradas queentonces me instaban a pelear debieron reconocer miacierto. Espero que en esta ocasión suceda lo mismo.En ese concepto procedí a hacer efectiva mi resolucióncon la siguiente comunicación:

Nota pasada el señor Ministro de Ejército, Generalde División Don Franklin Lucero, en su carácter de Jefede las Fuerzas de Represión.

Buenos Aires, 18 de septiembre de 1955.Hemos llegado a los actuales acontecimientos guiados sólo

por el cumplimiento del deber. Hemos tratado por todos losmedios de respetar y hacer respetar la Constitución y la Ley.Hemos servido y obedecido sólo los intereses del Pueblo y suvoluntad.

Sin embargo, ni la Constitución ni la Ley, pueden sersuperiores a la Nación misma y sus sagrados intereses.

Si hemos enfrentado la lucha ha sido en contra de nuestravoluntad y obligados por la reacción que preparó y la desen-cadenó.

La responsabilidad cae exclusivamente sobre ellos desde

que nosotros hemos cumplido el mandato de nuestro irrenun-ciable deber.

Hace pocos días intenté alejarme del gobierno si ello erauna solución para los actuales problemas políticos. Las cir-cunstancias públicamente conocidas me lo impidieron, aun-que sigo pensando e insisto en mi actitud de ofrecer esta solu-ción.

La decisión del Vicepresidente y legisladores de seguir midecisión con las suyas impide en cierta manera la soluciónconstitucional directa. Por otra parte, pienso que es menesteruna intervención un tanto desapasionada y ecuánime paraencarar el problema y resolverlo.

No existe un hombre en el país con suficiente predica-mento para lograrlo, lo que me impulsa a pensar en que lorealice una institución que ha sido, es y será una garantía dehonradez y patriotismo: el ejército.

El ejército puede hacerse cargo de la situación, el orden yel gobierno, para construir una pacificación entre los argenti-nos, empleando para ello la forma más adecuada y más ecuá-nime.

Creo que ello se impone para defender los intereses supe-riores de la nación. Estoy persuadido que el Pueblo y el Ejér-cito aplastarán el levantamiento, pero el precio será demasia-do cruento y perjudicial para sus intereses permanentes.

Yo, que amo profundamente al Pueblo, sufro un tremen-do desgarramiento en mi alma presenciando su lucha y sumartirio. No quisiera morir sin hacer el último intento porsu tranquilidad y felicidad.

Si mi espíritu de luchador me impulsa a la pelea, mipatriotismo y mi honradez ciudadana me inclinan a todorenunciamiento personal en holocausto a la Patria y alPueblo.

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Ante la amenaza de bombardeos a los bienes inestima-bles de la Nación y sus poblaciones inocentes, creo que nadiepuede dejar de deponer otros intereses o pasiones.

Creo firmemente que ésta debe ser mi conducta y no trepidoen seguir este camino. La historia dirá si había razón dehacerlo.

Juan Perón.Inmediatamente le remití al General Lucero, quien

la leyó por radio y la entregó a la publicidad.El día 19 de septiembre, de acuerdo con el conte-

nido de la nota, el Ministro Lucero formó una junta degenerales, encargándoles discutir con los rebeldes laforma de evitar la masacre y la destrucción, para locual, si ello era una solución, el Presidente ofrecía suretiro.

La Junta de Generales se reunió el día 19 de sep-tiembre en una larga sesión, interpretando que la notapresidencial era su renuncia. Llamaron a algunos audi-tores y les solicitaron un dictamen al respecto. Segúnme informaron luego, alguno de ellos interpretó que setrataba de una renuncia y la Junta intentó constituirseen gobierno y hasta expidió un decreto.

Al enterarme de semejante cosa llamé a la Presiden-cia a los generales de la Junta, el mismo día 19 en lanoche, y les aclaré que la nota no era una renuncia sinoun ofrecimiento que ellos podían usar en las negocia-ciones. Le aclaré que si fuera una renuncia estaría diri-gida al Congreso de la Nación y no al Ministro de Ejér-cito, que era un Secretario de Estado. Les reafirmé asi-mismo que el Presidente Constitucional lo era hastatanto el Congreso le aceptara su renuncia, en el caso depresentarla.

La misión de la Junta de Generales era sólo negocia-dora. Tratándose de un problema de las fuerzas, nadiemejor que ellos para considerarlo y resolverlo, ya quesi se tratara de un asunto de opinión, yo lo resolvía encinco minutos. Los generales aceptaron y salieron de laPresidencia dispuestos a cumplir su misión. Algunosde ellos me merecían confianza.

Llegados los generales al Comando de Ejército, se-gún he sabido después, tuvieron una reunión tumul-tuosa en la que la opinión de los débiles e indecisos fuedominada por los que ya estaban inclinados a defec-cionar por conveniencia.

Supimos luego que el Comando en Jefe del Ejérci-to de represión estaba minado de enemigos. Su pro-pio jefe de operaciones, el general Ymaz, fue nombra-do jefe de las Fuerzas Motorizadas de Campo de Mayopor los rebeldes, inmediatamente después de la revo-lución.

Esa misma madrugada del 20 de septiembre fue lla-mado al Comando en Jefe mi ayudante, mayor GustavoRenner, a quien el general Manni le comunicó en nom-bre de los demás que la Junta constituida en gobiernohabía aceptado la renuncia (que no había presentado)y que debía abandonar el país.

La revolución quedaba con el país en sus manos.Me temo que no sepa qué hacer con él. Los días diránque una dictadura militar más se ha producido; losmeses mostrarán un nuevo fracaso de este gobiernoenemigo del Pueblo y los años condenarán la ambición,la incapacidad y la deshonestidad de un grupo de hom-bres de armas que no supo cumplir con su deber y queprodujo tremendos males en el país.

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VI MI VIAJE AL PARAGUAY

El día 20 a la mañana tomé contacto con el Embaja-dor del Paraguay, doctor Chávez, quien personalmente,en su automóvil, me trasladó primero a su casa y luego,en el mismo vehículo, al cañonero Paraguay, arrimado aldique B, de Puerto Nuevo, donde fui recibido por la ofi-cialidad como General del Ejército de este glorioso país.

Inmediatamente el señor Embajador inició las ges-tiones para obtener el salvoconducto correspondientea fin de poder viajar al Paraguay. Estas gestiones se con-virtieron en una verdadera odisea porque la confusiónprimero, la falta de gobierno después y la mala volun-tad y prepotencia luego, obstaculizaron toda gestión.Así pasaron cinco días de espera en los que se produje-ron toda clase de demostraciones por parte de la mari-na argentina. Sólo la serenidad y la prudencia del co-mandante y tripulación del cañonero pudieron evitarun incidente desagradable.

Como argentino me avergonzaba la «payasería» delos marinos de mi país que armados hasta los dientesse habían instalado en el muelle frente al cañonero. Enel interior de éste reinaba la mayor tranquilidad y tantolos oficiales como la tropa miraban con curiosidad tran-quila y no exenta de sorna la agitación temerosa quereinaba en el muelle.

La decisión a bordo era absoluta. En caso de ataquese defendería el barco con todos los medios. Entrarán aél sólo con buzos, había dicho el Comandante. Se dis-tribuyeron las armas y municiones, con fuerte dotaciónde granadas de mano, se reforzaron las guardias y seesperó.

La falta de combustible que se negaron a proveer enlos primeros días impidió que zarpáramos antes. El 25de septiembre salimos a la rada. Allí esperaba el caño-nero Humaitá con los fuegos encendidos y listos. Paranosotros fue una alegría verlo fondeando a mil metrosde nosotros, fuera de las aguas jurisdiccionales.

Teníamos víveres y no se aceptó ninguna ayuda dela marina argentina, que se portó con evidente insolen-cia y descortesía con el barco de la nación hermana.

La llegada de un avión «Catalina» de las fuerzas aé-reas paraguayas puso fin a esos tristes momentos devergüenza para los argentinos, después de permaneceruna semana en la rada.

Llegué a Asunción del Paraguay y allí fui recibidopor ese maravilloso pueblo de valientes como si se tra-tase de un paraguayo. Yo no olvidaré nunca ese afectoy esa grandeza. Si hasta entonces me ligó al Paraguayun cariño muy sincero, de ahí en adelante mi gratitudserá eterna y me considero como un hijo más de esatierra maravillosa y de ese pueblo insuperable.

Ya el día 21 de septiembre un oficial de aeronáuticase había dirigido a la Cancillería Paraguaya solicitandoel reconocimiento del gobierno revolucionario. Eso ha-bía causado allí un pésimo efecto y ni siquiera se lehabía contestado. Cuando surgieron dificultades parala entrega de mi salvo-conducto, se paralizó todo reco-nocimiento y se condicionó éste al cumplimiento delas obligaciones argentinas a la ley de asilo. En esto ladictadura se portó con una supina ignorancia.

El derecho de asilo es amplio y no admite interpre-taciones casuísticas. Durante mi gobierno se aplicó ycumplió sistemáticamente.

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El artículo 17 (2° párrafo) de la Convención sobrederecho de asilo dice: «Dicho asilo será respetado conrelación a los perseguidos por delitos políticos, pero eljefe de la legación está obligado a poner inmediatamenteel hecho en conocimiento del gobierno del Estado anteel cual está acreditado, quien podrá exigir que el perse-guido sea puesto fuera del territorio nacional dentrodel más breve plazo posible».

«El mismo principio se observará con respecto a losasilados en los buques de guerra surtos en aguas terri-toriales».

El texto claro y terminante no da lugar a dudas ni a«chicanas»(1) de ninguna naturaleza. Sin embargo, ladictadura, durante quince días se negó a conceder elsalvoconducto ocasionando gastos y molestias de todoorden a un gobierno amigo por el delito de haber cum-plido con su obligación. Sin embargo, obligados por lascircunstancias no tuvieron más remedio que «aflojar».La firmeza del gobierno del general Stroessner fue ejem-plar.

Ya en Paraguay fui literalmente «asaltado» por lasagencias noticiosas. Para evitar inconvenientes al Para-guay resolví no hacer inicialmente declaraciones. Lue-go ante la insistencia, pregunté al gobierno si había in-conveniente en hacer algunas declaraciones para queme dejaran tranquilo. El gobierno me contestó que esodependía de mí, que me encontraba en un país libre,donde no existían limitaciones en la emisión de las pro-pias ideas. Fue entonces, el 5 de octubre de 1955, quehice las declaraciones que figuran en el Capítulo I deeste libro.

El revuelo que esas declaraciones levantaron en Bue-

nos Aires, no son de contar y eso que no se permitió supublicación en ningún diario, sino que se conocieronpor algunos diarios paraguayos, que se «filtraron» a tra-vés de la censura.

Al día siguiente la Cancillería Paraguaya fue sorpren-dida con una insólita comunicación de la dictadura que,en términos desusados, me acusaba de haber violadoel asilo y al gobierno paraguayo de haberlo permitirlo.Exigía además que yo abandonara el Paraguay y metrasladara a un país fuera del continente. La primerareacción fue de sorpresa, luego la hilaridad. Que el Pa-raguay dispusiera del mundo no había entrado nuncaen los cálculos de esa noble gente.

La Cancillería Paraguaya contestó la nota, con grandignidad, pero haciendo notar las extralimitaciones dela dictadura, cuya férula sólo podía llegar a su frontera.

En conocimiento de esto pasé al señor Ministro deRelaciones Exteriores del Paraguay, doctor D. HipólitoSánchez Quell, la siguiente nota:

«Habiéndome enterado del contenido de las notascambiadas por las Cancillerías del Paraguay y de la Ar-gentina, me dirijo a S.E. con el fin de ofrecer de miparte una solución quizá adecuada para obviar, el en-tredicho.

Por la inmensa deuda de gratitud que he contraídocon el gobierno, el Pueblo y cada uno de los nobleshijos de esta tierra, no desearía yo ser motivo de incon-venientes para las buenas relaciones entre el Paraguayy la República Argentina.

La decisión de permanecer en este noble país, porlas causas que he hecho públicas, estaba afirmada enrazones sentimentales y de apego a este pueblo que he

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aprendido a querer como a mi propio pueblo. Sin em-bargo, si razones superiores lo aconsejan estos decidi-do a viajar a otro destino donde no ocasione las moles-tias que antes apunto.

A pesar de haber manifestado anteriormente mi de-cisión de no viajar por razones diversas, entre ellas laseconómicas, deseo informarle que estoy decidido a ha-cerlo recurriendo a cualquier sacrificio.

Asimismo, como carezco de documentación argen-tina, indispensable para viajar y teniendo el honor deser ciudadano y general del Paraguay solicito a S.E. elseñor Ministro quiera tener a bien disponer se me in-forme si puedo hacer efectiva mi documentación co-rrespondiente a los efectos exclusivos de viajar».

Al día siguiente recibía contestación a la nota ante-rior en el tenor que se transcribe a continuación:

«Asunción, 10 de octubre de 1955. – Señor Generalde Ejército don Juan Perón. Capital. – De mi considera-ción más distinguida:

Tengo el agrado de acusar recibo de su atenta notade ayer 9, en la que expresa que, habiéndose enterado«del contenido de las notas cambiadas por las Cancille-rías del Paraguay y de la Argentina», ofrece solucionesque quizá fueran adecuadas para evitar un entredicho.

Agrega el señor General que, por la deuda de grati-tud que él considerar haber contraído con el Gobiernoy el Pueblo de esta tierra, «no desearía ser motivo deinconvenientes para las buenas relaciones entre Para-guay y Argentina».

Expresa seguidamente que, «a pesar de haber ante-riormente manifestado la decisión de no viajar», porrazones económicas y sentimentales, entre las segun-

das por el «apego a este pueblo que he aprendido aquerer como a mi propio pueblo», está decidido a tras-ladarse a otro país si razones superiores lo aconsejan.

Y termina solicitando, en su calidad de ciudadano yGeneral del Paraguay, la correspondiente documenta-ción paraguaya para viajar ya que carece de documen-tación argentina.

En respuesta a su nota precitada, cumplo en infor-mar que el Gobierno paraguayo aprecia su altruista ges-to, pero asimismo que nosotros no defendemos sólo alGeneral Perón, sino también la posición jurídica delParaguay.

En efecto, al exigir que el Derecho de Asilo a bordodel cañonero «Paraguay» sea respetado en toda su am-plitud, es decir que el salvoconducto sea otorgado contodas las garantías y sin condición alguna, no sólo de-fendíamos al ilustre argentino y noble amigo de mi pa-tria al que hizo justicia social en su tierra y justicia his-tórica en el Paraguay, sino defendíamos también un prin-cipio de Derecho Internacional al cual siempre supi-mos hacer honor a través de nuestra historia de naciónsoberana.

Y así también defenderemos el Refugio Territorial.Como «la concesión del refugio no comporta para elEstado que lo otorga, el deber de admitir indefinida-mente en su territorio a los refugiados» (Art. 11, in fine,del Tratado sobre Asilo y Refugio, Montevideo, 1939),sólo es el Paraguay en este caso quien puede poner fina esa situación cuando juzgue que el refugiado no cum-ple sus obligaciones. Pero ningún estado extranjeropuede exigirnos poner fin al refugio.

Lo único que puede solicitar es esto: «a requerimien-

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tos del Estado interesado, el que ha concedido el refu-gio procederá a la vigilancia o internación hasta unadistancia prudencial de sus fronteras, de los emigradospolíticos» Art. 13 del referido Tratado).

De modo, pues, que el señor General puede quedartranquilo que el Gobierno Paraguayo, leal a la amistady cumplidor de sus compromisos, obrará siempre den-tro del camino recto que acostumbra transitar.

Hago propicia la oportunidad para reiterar al señorGeneral mi distinguida consideración.

(Fdo.): H. Sánchez.Con prudencia y sabiduría se había dado una lec-

ción a la prepotencia e ignorancia de la dictadura.Pero, dentro de sus métodos de violencia, el gobier-

no provisional argentino cerró su frontera con el Para-guay, impidiendo todo tránsito de personas y mercade-rías. Este gesto inamistoso y violento fue seguido por elpedido de mi internación. Así me trasladé a Villarricadonde se me había preparado alojamiento en una her-mosa quinta de Don Rigoberto Caballero, hijo del ayu-dante del Mariscal Francisco Solano López.

Tanto en Asunción como en Villarrica se desarrollópor los curas una campaña de verdadera persecucióncontra mí. Sus sermones ofensivos y los panfletos, comolas escrituras en las paredes, me recordaban las intrigase infamias de sacristía ya presenciadas en Buenos Ai-res contra otras personas. Nunca, como entonces, re-cordé aquello que «la canalla escribe en la muralla»,tan antiguo como verdadero. Luego he sentido igual enotras partes, lo que me ha dado lugar a experimentarigual satisfacción al comprobar, por lo que me dice lagente, que el cura es coma la goma de mascar, todos la

mastican, pero ninguno los traga.Da pena pensar que estos «pastores de almas» ha-

yan descendido al nivel de los fariseos, abandonandola doctrina y haciendo escarnio de las palabras delMaestro. Alguno podrá encargarse algún día de con-vertir al cristianismo a la Iglesia Católica de Roma.

A pesar de los deseos manifestados por las autori-dades y el pueblo paraguayo para que permanecieseentre ellos, viendo las represalias que la dictadura apli-caba a este país en el orden económico, en violaciónabierta al tratado de complementación económica, pen-sé que podría prestarles un servicio con mi salida y asílo resolví. La amabilidad del Excmo, señor Presidente,general Stroessner, me permitió hacerlo en su propioavión, un Douglas DC3.

En él salí de Asunción para Brasil, tocando Río, SanSalvador, San Luis y Amambá, donde fui atendidodeferentemente. Seguimos luego a la Guayana Holan-desa y Caracas. En Venezuela encontré una acogida ex-traordinaria por parte de las autoridades y pueblo. Songente verdaderamente admirable por su hospitalidad,por su bondad y su dinamismo. Permanecí tres días yluego seguí viaje a Panamá. Había decidido seguir viajea Nicaragua donde me esperaba mi buen amigo, el Pre-sidente de ese país, General don Anastasio Somoza. Sinembargo, encontré en este privilegiado país una acogi-da tan cordial y una bonhomía tan magnífica que deci-dí permanecer aquí, por lo menos, hasta terminar milibro.

Panamá es uno de esos países privilegiados por lanaturaleza. Si algún lugar de la tierra pudiera ser el Pa-raíso, yo no dudo que sería éste no sólo por su clima y

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el prodigio de su naturaleza, sino por la nobleza y bon-dad de su gente.

Después de permanecer breves días en Panamá metrasladé a la ciudad de Colón, donde en la tranquilaquietud de su Hotel Washington, di fin a estas relacio-nes de mi «odisea».

Una circunstancia penosa me ha seguido en mis via-jes. La noticia del dolor de mi pueblo que gime bajo labota de la dictadura.

En Paraguay detuvieron a ocho individuos mero-

deando alrededor de mi residencia de Villarrica. Des-pués supe que eran agentes de Rojas que llevaban lamisión de asesinarme allí.

Ahora, en Panamá, recibo información de BuenosAires, confirmada desde el Paraguay, que nuevos asesi-nos contratados por Rojas lo intentarán aquí. Veremoscómo salen o cómo salgo, el riesgo es mutuo.

Lo denuncio desde este libro para que mis lectorestengan una idea más de cómo las gastan estos liberta-dores.

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Capítulo IVLa tiranía militar

I. EL CAPITULO DE LA INFAMIA

Las dictaduras militares son ya una costumbre delcontinente latinoamericano. Provienen exclusivamen-te de la traición al servicio de las ambiciones bastardasde hombres obscuros, generalmente ignorantes e inca-paces, a quienes la oportunidad de ejercer el mando enlas fuerzas militares encargadas del orden, les brinda laocasión de asaltar el poder. Son, en consecuencia, «cuar-telazos» que representan la negación más absoluta detodo sentido institucional y democrático. Es simplemen-te una manera bestial de burlar la voluntad del puebloy subvertir el orden legar, reemplazando al derecho conla fuerza. Este azote inaudito pesa sobre nuestros pue-blos dentando un estado de barbarie que aun gravitasobre nuestras comunidades.

Estas dictaduras castrenses tienen una ejecutoria fijaen la historia de la infamia. Los hombres que las ejer-cen, generalmente subalternos, recurren a gente ines-crupulosa e inexperta para escudarse en ella, pero to-dos no persiguen otro fin que medrar a costillas de laNación.

Son hombres incapaces para el gobierno, porque suoficio es el mando. Normalmente no saben lo que quie-ren, ni tienen orientación alguna. Unilaterales y estre-chos, se encandilas con las pequeñas cosas. Obligan,no persuaden; atropellan, no educan; acechan, no con-ciben; terminan insensiblemente en el caos y entonces

recurren a la violencia para luego ser desacreditados yodiados.

A menudo, la primera función del gobierno consis-te en equilibrar lo político, lo económico y lo social.Las dictaduras militares, atraídas por las aparienciassuperficiales, quieren arreglarlo todo y comienzan sinmeditar, una serie de reformas que terminan por des-equilibrar integralmente la nación. La crisis que termi-na con estos gobiernos incestuosos es normalmente dedesequilibrio.

A estas circunstancias se suma el juego de la ambi-ción que despierta virulento y tenaz en esta clase degobiernos. Cada uno de los jefes cree que la revoluciónse debe a él y que su talento lo califica para ejercer elmando. No hay ningún revolucionario que no se sientacapaz de gobernar al país. La lucha se enciende rápida-mente entre «los de arriba» y se suceden las críticas ylas intrigas hasta conformar los bandos que terminandisputándose la supremacía a balazos si es preciso. Poreso he dicho que las dictaduras militares, como el pes-cado, comienzan a descomponerse por la cabeza.

Sin apoyo popular, su vida es generalmente efíme-ra, porque se debaten en el vacío. Cuando inicialmentetienen alguna popularidad, ya se encargan los militaresde terminar con ella llegando inexorablemente a la una-nimidad del repudio. Sin embargo, ellos siguen firmes.

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Se sienten salvadores de la Patria hasta caer en el ridí-culo y cuando ya no saben qué hacer, le «encajan» elgobierno a cualquiera con tal de salir del atolladero. Elpaís es, al fin, quien termina pagando las consecuen-cias de las fantasías de estos irresponsables.

1. La dictadura militar argentinaUna de las cosas más difíciles para los vándalos que

asaltaron el poder en la Argentina el 16 de septiembreserá justificar la revolución. Es algo así como justificarlo injustificable.

Por eso han recurrido a todo lo bajo, a todo lo inno-ble, en la desesperada empresa de aparecer como sal-vadores cuando en realidad de verdad son salteadores.

Estos usurpadores del poder buscan en vano un jus-tificativo a su tremendo crimen y, como todos los cri-minales, encuentran la explicación cargando a la vícti-ma las culpas de su propio crimen. ¿Cómo puede justi-ficarse ese crimen de lesa patria? ¿Cómo podrían expli-car que hayan derrocado por la fuerza a un gobiernoconstitucional, elegido hace tres años por el 70% delelectorado argentino y que si hoy se llamara a eleccio-nes sería nuevamente elegido por ese mismo 70% omás? ¿Es que puede llamarse libertad o democracia elacto de traicionar al Pueblo anulando por la violenciasu voluntad soberana y reemplazándola por la de unaínfima minoría?

¿Cómo podrán justificar jamás semejante enormi-dad y tamaña afrenta a la Constitución y a la ley? ¿Esque ellos consideran que sus ideas y decisiones sonsuperiores a las del Pueblo? ¿Es que se consideran so-bre la Nación misma?

¿Cómo pueden hablar de democracia semejantestransgresores y cómo pueden mentar la libertad si elloshan comenzado por privar al Pueblo de su más ele-mental derecho de elegir a quién lo debe gobernar? Siles quedara duda de su usurpación, que llamen a elec-ciones libres y verán el repudio general a ellos y a suconducta.

Si fueran hombres de honor contestarían que repre-sentan una dictadura que ejercen por la fuerza y con laviolencia. Pero, a la infamia agregan el escarnio, simu-lan, mienten, calumnian. ¿Cómo el pueblo argentinova a respetarlos y menos obedecerles, si han demostra-do ser, además de hipócritas, asesinos?

Esta es la peor de las dictaduras porque es ejercidapor incapaces, es criminal y es injusta, pero además esjesuíta y falsaria porque combina la arbitrariedad y pre-potencia de los cuarteles, con la hipocresía y las intri-gas de las sacristías.

Su rasgo característico es la simulación. Comien-zan simulando ideales que no sienten ni defienden. Unarevolución idealista está dirigida y realizada por idea-listas. Esta es una revolución financiada. Su verdaderocomando (Bemberg, Gainza Paz y Lamuraglia), es unajefatura financiera, compuesta de hombres cuyos idea-les están en las cajas fuertes.

Los jefes militares de esta inicua traición no podránjamás explicar al Pueblo el enigma de su actitud quelos sindica como mercenarios al servicio del capitalis-mo corruptor. La mayor parte de estos jefes habían ju-rado o habían empeñado su palabra de honor de acata-miento a la ley y fidelidad a los poderes constituidos.

Esos compromisos y esa lealtad se quebrantan sólo

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por dinero. La traición es siempre producto del interés,nunca del ideal.

¿Qué confianza puede depositar el Pueblo en estoshombres que quebraron su juramento y faltaron a lalealtad?

2. La infamia en acciónHe recorrido casi todo el continente latinoamericano

y no he encontrado un hermano de los países de nuestraraza, que no condene acerbamente los métodos subal-ternos y asqueantes de la propaganda de la dictadura.Bolsas de cartas y telegramas he recibido; en ellos la con-denación es unánime. Ha sido tan perversa y tan bajaque el efecto ha sido precisamente contrario a sus mez-quinos designios. El desprestigio ha alcanzada tambiéna las agencias que, como la United Press (U.P.), han ser-vido de vehículo distributivo a tanta inmundicia.

Entre los miles de editoriales publicados en diariosimparciales he tomado uno, de «El Mundo», de Colom-bia, en su edición del día 6 de noviembre de 1955, paratranscribirlo. Representa la opinión unánime de la gentelibre, sin prejuicio, sin intereses.

“Apuntes Editoriales”. PerónJuan Domingo Perón ha caído victima de la traición

de sus subalternos en el ejército argentino: Esa es la es-cueta realidad. Lo demás es tema para que cada cual loexamine, lo aprecie y lo juzgue como a bien tenga. Unacelada hábilmente tendida, ha llevado al gobierno delnoble y digno país del Plata a un grupo de ambiciosos,no pocos de ellos ignorantes de lo que significa una res-ponsabilidad tan grande como es la de encauzar la vida

de un país, estructurar su economía, garantizar la paz,resolver todos los problemas inherentes a situacionescomo ésta que se ha planteado en la Argentina.

Nosotros no tenemos por qué disimular siquiera quefuimos simpatizantes del Gobierno del Presidente Pe-rón, en cuanto éste tenía de fiel interpretación de losanhelos de un pueblo sediento de justicia, deseoso detrabajo, aburrido del estado de sometimiento que viviópor muchos años a poderes extraños bajo las riendas degobernantes por cuyas mentes nunca pasó la idea dehacer de la Argentina una nación poderosa, próspera,libre de extrañas influencias en los derroteros de su pro-pia existencia. Perón sí supo comprender aquella nece-sidad y muy pronto la hizo realidad espléndida. Dignifi-có la vida de las gentes de la clase media y del vastoconglomerado social, que hasta entonces, no habían co-nocido otra garantía que la de saberse inferiores al am-biente y apegado a un yugo que nunca les permitía unavida mejor. Perón llegó al ejercicio del poder saturado debuenas intenciones, animado del hondo propósito dedarle un vuelco a su patria, de conquistar para los hom-bres del pueblo, para los humildes, una vida menos aza-rosa, más de acuerdo con las urgencias de las nuevasmodalidades del mundo moderno. Perón entendió muybien que su política de mejoramiento de salarios, de con-cesiones a los obreros, de plenas y amplias garantías so-ciales, le acarrearía una pesada atmósfera en las altasesferas de las oligarquías, le llenaría de odios en ciertossectores, y ante esa que sería más tarde una realidad –como en efecto fue, organizó a sus «descamisados», for-taleció a sus huestes de simpatizantes de los populososbarrios de trabajadores, y cuando menos lo pensaban

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quienes empezaban a odiarse, el hombre ya tenía resuel-to su problema con base en las grandes masas que seríansu respaldo y le ayudarían a sacar triunfante su política,que nunca fue otra que el anhelo de ver grande a supueblo, fuerte, valeroso, con establecimientos de carác-ter social dignos de ser envidiados. Al lado de su inolvi-dable esposa, hizo la verdadera revolución social quepor ser tan vasta, de tan extraordinarias proyeccionescontinentales despertó siempre admiración y tambiénno pocas ojerizas. ¿Volverá a dar la humanidad una mujerde las condiciones, de la sagacidad, del talento ingénitode Evita? ¿Ha conocido alguno de los países de América,un caso semejante, de la esposa de un presidente quelogre encumbrarse como Evita Perón por la sola razónde su propia obra? Y sin embargo ahí tememos que esosbárbaros, que pretenden hacer creer que van a ser lossalvadores del pueblo argentino, los líderes del orden yde la moral, los restauradores de la jerarquía oligárquica,se dedican ahora a destruir monumentos que se erigie-ron y otros que se estaban erigiendo para honrar la me-moria de esa gran mujer que tan noblemente sirvió a supueblo y a su patria. Han llegado hasta la profanación dela tumba y de los recuerdos más sagrados de esa extraor-dinaria mujer que honró con el brillo de su personalidady por sus mismas acciones inspiradas siempre en el bien,el puesto de Primera Dama de la Argentina. Sembrado-res de discordia, creadores de odios e inspiradores de lasmás bajas pasiones, quienes ahora se hallan encastilla-dos en el poder, han asumido una pobre y ridícula mi-sión: la de contarle a todos los pueblos de la tierra, através de radiodifusoras y de periódicos, cómo transcu-rría la vida íntima de Perón; con quién conversaba; a qué

muchachas cortejaba; cuáles eran sus aficiones, comoser del género masculino; a dónde iba; qué hacía en lanoche; con quién se acompañaba en determinados mo-mentos; y una serie de detalles cuya sola enunciacióndejan al desnudo la prestancia moral y el equilibrio men-tal de quienes se han tomado por tarea escudriñar la vidaíntima del Presidente derrocado y hoy en el destierro.Ha sido ésta una campaña vulgar que no nos explicamosen nuestra ingenuidad, cómo ha hallado acogida y estí-mulo en periódicos serios y respetables de todos los paí-ses. Pero las pasiones y el sectarismo suelen imponersepor sobre la decencia, la sensatez y el simple sentido dela dignidad.

Está bien, nos parece lógico, que se haga tanto porel gobierno implantado en la Argentina como por todala prensa del mundo dentro de su leal saber y entender,un severo análisis desapasionado y honesto de la obradel Presidente Perón; que se establezcan sus errores,que se juzgue su conducta como funcionario público,pero que también se midan sus muchos aciertos y sedeje constancia de su portentosa obra social. Que erademagógica dicen algunos, pero que era una obra real.¿Cuántos demagogos hay en el mundo que no son sinoeso: simples demagogos, que nada concreto realizan,que ninguna huella dejan en bien de la Humanidad?Está bien, decimos, que se haga un examen de las ac-tuaciones de Perón como Gobernante, pero ni es co-rrecto que se saquen a luz pública detalles de su vidaprivada, porque ello implica un atropello precisamen-te a esa moral que creen estar defendiendo los que talcosa han hecho. Un hombre, que por el solo hecho dehaber ocupado la primera magistratura de su Patria, es

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digno de respeto, cualquiera sea la suerte que haya co-rrido en un momento dado dentro o fuera de la órbitade su tarea de gobernante. ¿Qué Perón cometió errorescomo jefe del Gobierno Argentino? Pues eso nadie seatrevería a discutirlo. Como humano que es, tenía quecometerlos. Uno de tales errores, sin duda el mayor,fue el de haberse enfrentado a la Iglesia Católica de supaís, donde el clero representa una fuerza incontrasta-ble. Y otro el de haberle cerrado el camino a diversosvoceros de la opinión pública. La clausura de los dia-rios le restó popularidad a su Gobierno y lo debilitó enalguno de sus influyentes sectores. Pelearse con la pren-sa no es inteligente. ¡¡¡Es descabellado!!!

Los nuevos huéspedes del Gobierno Argentino an-dan bastante equivocados en su política. Se están com-prometiendo en una empresa de odios, de persecucio-nes, que nada bueno les reportará ni a ellos ni a su país.Pretender que por el camino de la humillación y deldespotismo contra todos los que fueron y siguen sien-do amigos de Perón van a llegar al éxito, es una sobera-na equivocación. Están apagando el fuego con candela.Y si siguen jugando con candela, terminarán por que-marse. No sólo le escarban la vida íntima al ex Presi-dente, sino que lo persiguen en el exilio. Buscan a don-dequiera que vaya, le nieguen el agua, la luz, la sal.¿Así van a reconstruir lo que ellos mismos destruyerondurante los días de la celada contra el gobierno?

Nosotros no vacilamos en defender al general JuanDomingo Perón en los términos en que lo estamoshaciendo porque nos parece de elemental justicia.Hoy, cuando está caído. No lo conocemos personal-mente. Nos ha inspirado respeto, admiración y apre-

cio por su obra a favor del Pueblo, por su arroganciay su veronilidad. A su esposa –muerta cuando esca-laba la cumbre de la popularidad-, le hemos rendidoen todo momento el homenaje un profundo respetoy un gran recuerdo.

Como así es la humanidad, tenemos que hoy lanzasapóstrofos y denuestros contra Perón, muchos de losque ayer lo adulaban. Porque tenía qué darles. Porqueera dueño del poder. Hoy, en la adversidad, los que nolo insultan, lo lanzan a las tinieblas del olvido. Pero nose atreven a estar con él. Y Perón, ayer como Presidentey hoy como derrocado por un golpe de cuartel, siemprehonrará a cualquier país que lo tenga como huésped.

La vida da muchas vueltas, y quién sabe si mañanaretorna a su silla, sobre la cual, por mucha fuerza quehagan, no lograrán afianzarse sus «sucesores».

Hasta el lugar de su obligado exilio, «El Mundo»hace llegar un saludo de amistad al general Juan Do-mingo Perón.

Las calumnias y las infamias de la dictadura, ade-más de encerrar en sí la confesión de una mentalidad yuna idiosincrasia, evidencian un designio inocultable:Buscan, mediante la simulación investigativa, dismi-nuir el prestigio de Perón y restarle predicamento enlas masas populares, apropiarse de todos sus bienes y«levantarse con el santo y la limosna».

Me satisface empero que esta gente descargue sobremí toda su infamia, así la historia sabrá algún día conqué clase de canallas tuve que vérmelas. Me apena encambio, la persecución injusta y despiadada de los hom-bres de mi movimiento.

La deshonestidad de la dictadura, llega a límites in-

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concebibles en las investigaciones que simulan reali-zar. No han titubeado en falsificar o alterar el texto decartas y documentos, como asimismo ocultar otros.

Cuando se trata de un documento dan a publicidadfragmentos del mismo en la parte que puede prestarsea comentarios peyorativos, ocultando maliciosamenteel resto. En otros casos lo han simulado todo para lo-grar efectos publicitarios.

Afirmo que esta dictadura militar es un gobierno dehipócritas [falta una línea] sional de facto juró «cum-plir y hacer cumplir la Constitución Nacional» y al díasiguiente destituyó por decreto a los Ministros de laSuprema Corte Nacional y atropelló al Poder Legislati-vo ofendiendo y escarneciendo a los legisladores, aquienes detuvo sin causa ni discriminación, para po-nerlos a disposición de un paranoico analfabeto quelos investigara.

Comenzaron declarando que «no había vencedoresni vencidos» y que ellos representaban a la «libertad» yen las cárceles, en los buques y en campos de concen-tración, se encuentran más de quince mil personas de-tenidas sin causa ni proceso, carentes de toda garantía.La forma de sus investigaciones son medievales: se de-tiene a la persona y luego se investiga.

Hablaron luego de su «respeto a la majestad de lajusticia» y a renglón seguido expidieron un decretodestituyendo a la Corte y formando «a dedo» una nue-va, al tiempo que expulsaban a los jueces y los reem-plazaban por otros «a piacere».

La mención de la «democracia» no fue más feliz,pues a poco de invocarla, el presidente provisional, pordecreto, se declaró, a sí mismo, Congreso y Poder Le-

gislativo, es decir se colocó por sobre la ConstituciónNacional.

Enfáticamente invocaron «la sagrada libertad deprensa» y al día siguiente ocuparon con policía y tro-pas todas las redacciones de diarios y revistas, comoasimismo las estaciones de radio y televisión, dondecolocaron oficiales del ejército como interventores. Detodas ellas sale hoy «la voz del amo» en formación deparada, a paso de desfile, perfectamente uniforme yenérgica, a gusto de la dictadura militar.

«El respeto a la propiedad privada» fue uno de sustemas, pero ellos designaron en seguida unos cuantostenientes que, al frente de bandas armadas se dedica-ron al saqueo de nuestras casas, violentándolo todo,para apoderarse de algo con qué justificar después loque agregaron, para esas exposiciones con que ridiculi-zaron su propaganda.

El «respeto a las conquistas obreras» fue su «caballi-to de batalla» y al día siguiente las atropellaron a todas,especialmente en lo que éstas tienen de más esencial:sus organizaciones. Asesinaron a los obreros en Avella-neda, Rosario, Córdoba y Buenos Aires, para finalmen-te intervenir la Confederación General del Trabajo, po-niendo a su frente a un general de ejército y apropián-dose así de los bienes y la administración de esa cen-tral obrera. Un día dijeron: «haremos respetar la liber-tad de trabajo» y para ello no encontraron nada mejorque ocupar las fábricas con tanques y ametralladoras.

A la liberalidad invocada por estos hipócritas hancorrespondido bien sus secuaces del Barrio Norte y dela Acción Católica que, así como antes se dedicaban aasaltar sinagogas y apalear judíos, hoy practican el de-

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porte, muy acorde de acuerdo con su mentalidad, dedestruir estatuas de Eva Perón, tarea en que colabora-ron los del gobierno que se encargan entre tanto de ase-sinar a los que pretenden protegerlas.

Hablaron de «moralidad» y se lanzaron ciegos haciadonde hay dinero o algo que lo represente. En el alla-namiento de la casa particular del Presidente de laMercedes Benz Argentina, los dos tenientes que enca-bezaban la comisión se dirigieron primero al garaje, dedonde salieron en sendos Mercedes Benz que, segúndijeron, los incautaban en uso.

En fin, esta dictadura militar, además de la ignoran-cia prepotente de esta clase de tiranías tiene la hipocre-sía, la falsedad y el cinismo de la simulación.

Comprenderán muchos así la fábula de las «joyasde Eva Perón» y «los tesoros de Perón». ¡Todo teatro!Simulación pura, falsedad en todo. Una especie de tru-co contra la dignidad ajena, realizada por los que noconocen la dignidad.

Pero, sus trucos comenzaron mal porque los «inves-tigadores» resultaron unos ignorantes. Así, al día si-guiente de ocupar la Casa de Gobierno, salió en los dia-rios dirigidos por la Secretaría de Informaciones y Prensade la Presidencia de la República, la primera bomba:«Perón había dejado olvidados en el cajón de su escri-torio 20.000.000 de dólares en billetes». Es de imaginarcómo sería el cajón de ese escritorio, que contenía nadamenos que 200.000 billetes de cien dólares (porque losde mil dólares son de muy escasa circulación). Para te-ner una idea, bastaría imaginar lo que es un libro de200.000 hojas: un volumen aproximado a los dos me-tros cúbicos. ¡Flor de cajoncito!... Este es el inconve-

niente, que los «investigadores» no hayan visto nuncaun millón de dólares en billetes.

Después se denunció algo que no resultó menos ri-dículo: el departamento subterráneo del edificio deA.L.E.A., que se puso en exposición pública y resultóser al final un modesto refugio anti-aéreo, vulgar y «sil-vestre» como los disponen las nuevas disposiciones paralas construcciones en las grandes ciudades. Ellos, mili-tares, no lo sabían y creyeron que se trataba de unamoderna catacumba destinada a encerrar allí quién sabequé clase de tesoros. Los curiosos que concurrieron avisitarlo, con la idea de encontrar allí algo miliunano-chesco salieron defraudados. Indudablemente estosmilitares no tienen imaginación para mentir, fue el co-mentario.

Luego, esa misma pobre prensa amordazada por ladictadura, lanzó una nueva bomba «Perón acaparabaoro» y se puso también en exposición las numerosasmedallas y plaquetas de oro que el Pueblo regaló al«Dictador» por intermedio de sus organizaciones, sinduda porque era un tirano y se le aborrecía. ¡Cincuentakilos de oro! Dijeron sin aclarar, es claro, que se tratabade medallas.

La cosa es calumniar, que siempre algo queda.La colección de marfiles fue una cosa que les quitó

el sueño a los de la dictadura durante una semana. ¡Pe-rón tenía marfiles! No sé por qué les habrá llamado laatención un pequeño elefante de marfil de factura hin-dú, con piedras falsas, que un capitán de la marinamercante regaló hace cinco años a Eva Perón, a su re-greso de su viaje a Shanghai. No vale ni aparenta. Co-sas de los «investigadores». Se encandilaron también

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con algunas piezas grandes, regalo del Cónsul Argenti-no en Japón, señor De Souza, cuyo valor no era sino elde su tamaño. En cambio no atrajo su ignorante aten-ción una pequeña pieza negra y rajada, la más valiosade la colección por su factura y su antigüedad, regalode un armador japonés agradecido de Eva Perón que,en 1945, hizo llegar a su Fundación alimentos y ropas alos niños japoneses.

Es indudable que estos «investigadores» no sabentampoco nada de marfiles. Esa colección regalo de misamigos argentinos y extranjeros que conocen mi afi-ción no es tan valioso como imaginan. Una colecciónno tiene valor cuantitativo como cualitativo.

No he visto publicado nada de mi colección de ar-mas antiguas: los «investigadores» habrán juzgado quese trata de «chatarra». Hay allí cosas valiosas, entre ellaslas de la Polinesia, regalo del Príncipe Bernardo deHolanda y una colección de prendas y armas japonesasen las que se destaca un traje de guerrero «Samurai»,regalo de la Embajada Japonesa en Buenos Aires, queperteneció al Museo Imperial y data del siglo XVI.¿Quién sabe qué habrán pensado de ello los «investiga-dores», que no lo han puesto en exposición?

Las joyas de Eva PerónDe toda la propaganda de escándalo provocada por

estos «investigadores» desaprensivos, sobresale concaracterísticas propias, cuando se refiere a las alhajasque pertenecieron a la extinta señora de Perón. En suafán de denigrarlo todo, no se han detenido ni ante lossepulcros.

De acuerdo con lo dispuesto en su testamente, las

joyas de la señora de Perón estaban destinadas a un finpropio, provenían de obsequios de los gremios, de losamigos, etc. Ni ella ni Perón, compraron jamás una joyay eso se averigua pronto en las joyerías de Buenos Ai-res que no son muchas y conocidas por todos.

Esas joyas estaban guardadas y a disposición de la«Comisión del Monumento a Eva Perón», designada ycosteada por suscripción popular, para servir de garan-tía a préstamos para la vivienda obrera según lo dispu-siera Eva Perón en su testamento que fue leído en laPlaza de Mayo, ante un millón de personas, el 17 deoctubre de 1952. A esos fines, las alhajas fueron inven-tariadas y valuadas por técnicos designados por la Jo-yería Ricciardi de Buenos Aires. De ese inventario yvaluación, un ejemplar estaba con las joyas y otro obraen poder de la «Comisión Del Monumento» (ambos hansido ocultados por los «investigadores» con fines in-confesables). Según la valuación aludida, esas joyaspodrían representar un valor máximo de trece millo-nes de pesos. Ahora ellos han hecho una exposición dealhajas atribuidas a Eva Perón por un valor de cuarentaa cien millones, según se ha publicado. El truco es sim-ple: se agregaron joyas por un valor de 27 a 87 millo-nes. Hemos visto algunas fotografías de la exposición yno reconozco en ellas a las joyas pertenecientes a EvaPerón que conocía perfectamente. Quién sabe qué jo-yerías habrán cooperado en esa superchería.

Luego expusieron los trajes, los botines, las camisasy los calzoncillos del ex presidente constitucional. Estotambién era fabuloso. Medio millar de botines (ni queel ex presidente fuera un ciempiés); otro medio millarde trajes; dos o tres millares de camisas (según el diario

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que daba la noticia, otros millares de camisetas y cal-zoncillos. Todo Gath y Chaves, Harrod’s y Albion Houseasociados.

Los trajes de la Señora de Perón fueron expuestospor otras casas, más distinguidas. En esto no se equivo-caron los «investigadores».

Luego les llegó el turno a los automóviles de ex presi-dente nos dicen que eran siete, otros que eran diecisiete.

Según datos de estos expertos «tenientes investiga-dores» se había informado, según declaraciones de unguardia aduanero ya fallecido, que los autos que en-contraron por la aduana serían veintisiete (parece quelo único inconstante es el siete).

Los autos que mostraron en la Residencia Presiden-cial fueron retirados de la Unión Estudiantes Secunda-rios, Confederación de Estudiantes e Institutos Espe-cializados y Yacimientos Petrolíferos Fiscales, en cuyoslocales de exposición se encontraban, destinados a prue-bas deportivas y de aplicación estudiantil para los me-jores estudiantes del año 1955, como se hacía todos losaños. Las motocicletas y motonetas estaban en los de-pósitos para ser repartidas en las organizaciones estu-diantiles del interior del país.

Los automóviles habían sido regalados a tal fin porlas casas Mercedes Benz, Ford Armando, Alfa Romeo,Lancia, Kaiser, Ferrari, Fiat, Tricherri, etc. Las motone-tas eran obsequio de las casas Siambretta, N.S.U., Ves-pa, Paperino, etc.

Lo notable es que los investigadores los expusieronen mi casa y se «olvidaron» de decir que los retiraronde los locales sociales antes mencionados. También fal-tan en esa cuenta más de diez automóviles que en los

años anteriores entregué como premio de pruebas de-portivas y a los mejores estudiantes y que habían sidoobsequiados por las casas importadoras.

Ellos no comprenden esto porque si hubieran caídoen sus manos los habrían vendido en vez de regalarlos,como vendieron con enormes ganancias los que reci-bieron a precio de costo.

Después le tocó el turno a mis casas. Según sedijo eran fabulosas. Una quinta en San Vicente de 28hectáreas a 75 km de Buenos Aires, que compré en1944 (antes de que ni siquiera soñara en ser Presi-dente Constitucional de los argentinos por decisióndel 70% del electorado) en la suma de 30.000 pesosy que siendo ya Presidente la hipotequé para a cons-truirle un muro que la cercara, hipoteca que terminede pagar en 1950.

Una casa en la calle Teodoro García que heredépor disposición expresa de mi señora Eva Perón, edi-ficada por ella en 1934, con los ahorros de su trabajode artista. En esa casa hay cosas lindas y algunas va-liosas (esto es lo que llama la atención a los «investi-gadores»). Hay objetos de arte obsequiados a Eva Pe-rón en Europa, los cuadros atribuidos a Rubens, apun-tes sin duda del célebre maestro, de unos veinticin-co centímetros cuadrados, que le obsequió a Eva Pe-rón una marquesa española y que debieron ser intro-ducidos por la embajada argentina previo permisodel gobierno de España; otro cuadro de Roivet y va-rios españoles obsequiados a la señora en la exposi-ción de pintores españoles en Buenos Aires.

Sobre mis depósitos en el Banco de la Nación no seha dicho nada, sin embargo hay un depósito de la «Fun-

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dación Evita», a orden de Juan Perón, proveniente delos derechos de autor del libro «La Razón de mi Vida»,escrito por Eva Perón y otros fondos de la testamentaríade la misma, terminada y fallada por el juez doctor Bordade la Capital Federal, dentro de cuyo juicio sucesorioentró también una casa en Biarritz, (The Glack Panter)que don Alberto Dodero legó a la señora Eva Perón pordisposición protocolizada en el registro del escribanoGaucherón. Los herederos de Alberto Dodero llegaronluego a un acuerdo con los abogados ante el menciona-do juez y escribano para un trueque del inmueble deBiarritz por otros en Buenos Aires. Terminado el juicioen el que yo no intervine precisamente por escrúpulospersonales, el juez adjudicó los bienes de acuerdo aderecho. Yo no he visto ni a los herederos, ni al juez, nial expediente. Yo no podía tener interés personal por-que según la voluntad de Eva Perón, que yo respeté,con esos bienes debía constituirse en un fondo paradedicar sus réditos a la ayuda de niños hijos de obrerosque desearan estudiar. Esta «Fundación Evita» estabaya en pleno funcionamiento en la casa de Gelly Obes,de donde los «investigadores» arrancaron las placas quedecían: «Fundación Evita», «Hogar Estudiantil AlbertoDodero», para así adjudicármela como «garconniere».Sin embargo, «omitieron» decir que allí había instala-ciones para alojar a cuatrocientos estudiantes pobresque saldrían de las moralmente malsanas pensiones enque se alojan hoy día.

Ahora sé que comienzan a aparecer estancias. Es laprimera noticia que tengo. Sin duda han de hacer tam-bién una exposición con la colaboración de algunos dela «oligarquía vacuna» que los acompañen.

Lo que han descuidado estos «investigadores» es queaún, para mentir, se necesita alguna inteligencia y aellos no parece acompañarles, por lo menos en esto, lapaloma del Espíritu Santo. Siempre he sostenido queun bruto puede ser peor que un malo, porque un malopuede tener remedio. Nada de cuantos estos tontos hanmencionado puede ser comprobado como doloso porcuanto nada incorrecto hay en todo ello. Si hubiesetenido intención de ocultar algo, como jefe de Estado,me hubiera sido fácil hacerlo; como si hubiera queridorobar no lo iba a hacer con automóviles, motocicletasni fundaciones sociales, me hubiera bastado con unade las «comisiones» que tanto me ofrecieron, para te-ner hoy cincuenta millones de dólares en cualquier partedel mundo. Si hubiera querido ocultar las joyas de EvaPerón, no las habrían encontrado los tenientes en lacaja fuerte de mi casa, que ellos abrieron «con soplete»,como los ladrones.

Toda esta simulación tiene sin embargo su objeto:robarme los objetos de valor que hay en mi casa. Unsimple caso de asalto. Algún día habrá justicia en laArgentina y los culpables comparecerán a ella. El la-drón deja siempre algún rastro.

Mi prestigio personal en mi país, donde los cono-cen y me conocen no me preocupa. Mi casa estuvo siem-pre abierta al Pueblo y éste sabe lo que tenía tan biencomo yo mismo. En cambio, me interesa explicar estoen el extranjero donde no me conocen y donde algunaprensa interesada ha divulgado malignamente todas lascalumnias.

¿Puede concebirse nada más subalterno ni másbajo que un gobierno se dedique a escarnecer, con

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las más miserables calumnias, la memoria de losmuertos? Que se ensañe en la destrucción de los bus-tos privados de Eva Perón, que entregó su vida paraayudar a los pobres, a los niños y a los ancianos delmundo entero. Es posible publicar y aún encomiaracciones tan infames que ningún hombre de honorpuede concebir como posibles. Para los hombres biennacidos, luchar con los vivos puede ser un honor,pero luchar con los muertos, es siempre una infa-mia. Aún en un mundo podrido, siempre habrá algoque respetar. Estos dictadores han demostrado haberperdido hasta el respeto a sí mismos.

Por eso sostengo, que entre los militares hay pocoshombres de honor, como entre los curas hay pocos vir-tuosos y muchos simuladores de la virtud. Si pudiéra-mos estar en el alma de todos sabríamos que el honor yla virtud están en todas las bocas pero ausentes de lamayoría de los corazones.

El que miente, no sólo suele ser infame por lo quedice; a menudo lo es por lo que calla.

Según los «investigadores», que a Rojas tienen porCapitán, se me atribuye la propiedad de la organiza-ción A. L. E. A., que la conforman empresas publicita-rias en sociedades anónimas, con su correspondientepersonería jurídica, de las que se han incautado estosforajidos tomando «manu militari» todos sus diarios,revistas y emisoras. No es un secreto para nadie enBuenos Aires, como se ha declarado repetidas veces enactos públicos, que esa organización fue iniciada porEva Perón con el aporte financiero de Alberto Dodero yMiguel Miranda, según consta en la documentación delas sociedades, destinadas a ser en el futuro de la Con-

federación General del Trabajo del Sindicato de losGráficos y Periodistas.

Una administración impecable, un origen insospe-chable y un desempeño correcto en lo legal, ético yperiodístico, no ha sido obstáculo para que estos bár-baros lo atropellaran.

Al ponerlas en manos de las organizaciones de lostrabajadores les entregamos al Pueblo, seguros que nopodrían estar en mejores manos a los fines de su acciónpublicitaria y la defensa de los intereses nacionales yprofesionales. Esto ha sido publicado varias veces entodos los diarios de la Capital.

Esas sociedades anónimas pueden atestiguar feha-cientemente en una administración que nadie, que nosean las empresas mismas, ha dispuesto ni de un solocentavo que les perteneciera, ni para fines políticos, nipersonales. Nada de esto ha sido publicado en los dia-rios usurpados violentamente por la dictadura. Han atro-pellado la ley, han llevado por delante la propiedad,han encadenado la libertad de prensa; y hay algunoscanallas de la Sociedad Interamericana de Prensa quelo ven muy bien y pretenden todavía que defiendenprincipios.

Tampoco se ha dicho nada de la «Fundación Evita»,constituida con los bienes de Eva Perón, que legalmen-te me pertenecían, como tampoco se menciona el atro-pello a la «Fundación Eva Perón», que a pesar de estaramparada por la ley, ha sido intervenida por el gobier-no, como un insólito caso único de intervención a unasociedad privada, levantada con el sacrificio de la pro-pia vida de su creadora, donde fueron a parar gran par-te de sus legítimos bienes, de mis sueldos y los inmen-

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sos sacrificios y fatigas. Si cuando dijo que este moder-no malón de farsantes no respeta nada me quedo corto,lo atropella todo.

Muchas otras calumnias han sido arrojadas de ese«tacho de desperdicios» que es la dictadura. Las hayhasta de carácter íntimo que me niego siquiera a co-mentar porque, aunque obligado por las circunstanciasy los circunstantes a «chapalear en la inmundicia», nodeseo salpicar a personas inocentes que nada tienenque ver con estas porquerías.

Yo me pregunto, en cambio, ¿Por qué en vez de lan-zar tanta infamia no dan a la justicia estas investigacio-nes? ¿Qué valor puede tener lo que se investiga fuerade la órbita de los jueces naturales, cuando la Constitu-ción la prohíbe expresamente?

Yo podría destruir una a una toda esta cadena de in-fames patrañas inconscientes, pero no vale la pena ade-lantarse al tiempo. Sería empeñarse un en una polémicainterminable al rebatir todas las mentiras que puedeninventarse en una etapa de publicidad escandalosa. Yase ha dicho que «quien se mete en política arroja su hon-ra a los perros», y que me perdonen los perros.

A mano con mi conciencia, pienso con el escritorcolombiano Santiago Pérez Triana, que en su libro«Desde Lejos» dice: «La diatriba, el insulto y la ca-lumnia son tributos que se le rinden a algún mérito oalgún valor...». Hasta ahora estos «libertadores» e «in-vestigadores» farsantes y calumniadores, no han po-dido hacer un solo cargo serio a nuestra gestión degobierno. Por eso se han dedicado a calumniar a nues-tros hombres con la pretensión de justificar su ac-ción injustificable.

3. El asunto de la banderaEl día 11 de junio de 1955 cuya manifestación de

clericales de unas diez mil personas (Acción Católica,oligarcas, curas y niños de los colegios religiosos) llega-ron hasta el palacio del Congreso Nacional, arriaron laBandera Argentina del mástil de la Legislatura y enar-bolaron en su reemplazo la bandera amarilla del Vati-cano. Arrancaron las placas de los muros del palacio,intentaron sin resultado violentar las puertas, al mis-mo tiempo que rompían los vidrios de las ventanas y seesforzaban por apagar la lámpara votiva que allí arde apermanentemente.

Se había ordenado a la policía proceder con cautelaporque lo que deseaban los revoltosos era precisamen-te alguna víctima para explotarla, especialmente algúnchico de los colegios que formaban la mayor parte delos manifestantes.

Cuando cesó el tumulto, la policía pudo dejar lenta-mente el lugar, encontrando en las escalinatas del pala-cio una bandera argentina abandonada que presentabaalgunos agujeros con signos de haber sido quemado.Estos son los hechos, tal como los conocí el mismo día.

El ataque de los clericales, encabezados por algu-nos curas, contra el Congreso Nacional, se debía a quedías antes los legisladores habían sancionado la Leydel Divorcio.

¿Quién quemó la bandera? En una manifestaciónde diez mil personas es tan difícil establecerlo comoencontrar una aguja en un pajar. Cuando la policía de-nunció el hecho, los verdaderos culpables afirmaron:«fue la policía», una linda manera de echar la culpa a laque, en cumplimiento de su deber, denunció el hecho.

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Se ordenó juntar los antecedentes y pasarlos alJuez Federal de la Capital, Dr. Gentile, a los efectosdel proceso que correspondía. Desde ese momentoel Poder Ejecutivo no tenía nada que ver ya con lasinvestigaciones.

Comenzaron entonces las intrigas de sacristía y lacirculación de panfletos, culpando a la policía, para locual se presentó el consabido testigo, que declaró pri-mero una cosa y después otra, como asimismo se detu-vo a uno de la Acción Católica referente a las pizarrasde un diario afirmó haber quemado la bandera, lo quedespués negó.

Al poco tiempo, la policía pasó de moda y el quehabía quemado la bandera era el Ministro del Inte-rior, Angel Bolenghi, que en esos momentos se en-contraba a cien kilómetros de Buenos Aires. Ahora,pasado más tiempo y embarullados suficientementelos hechos, resulta que el que quemó la bandera fuePerón. Así lo ha afirmado una junta de Generales aquienes parece aún quedarles todavía algo de ver-güenza por cuanto justifica la ofensa a su ex camara-da diciendo que no está probado pero... ellos cum-plen vergonzosamente una orden, como cabe a lossimuladores del honor y del deber.

La parodia del tribunal de honor, realizada por es-tos decrépitos generales, ha expedido un fallo que seráuna linda lápida para su sepulcro, que es lo único queles queda digno de ellos y de su actitud. Yo, en cambio,tengo el alto honor de seguir siendo general de un pue-blo de hombres viriles, el Paraguay, donde los genera-les son generales, no obispos.

San Martín, el Libertador, que aseguró la indepen-

dencia política de la Patria, también fue privado de sugrado por hombres malvados y mentirosos, simulado-res del deber y del honor, pero el Perú le dio el gradoque sus detractores, que le llamaron ambicioso y la-drón, le habían quitado.

Me siento en muy buena compañía de destinos. Yoaseguré a la Patria su independencia económica y, sal-vando las distancias, como el Libertador, me quitan elgrado y me llaman ambicioso y ladrón, pero como en elcaso de San Martín, aparecen los hermanos paragua-yos y con su hidalguía y generosidad, colman el honorde este humilde soldado con sus palmas ennoblecidasy glorificadas, tanto en el sacrificio glorioso de la «Gue-rra Grande» de 1870 como la victoriosa epopeya delChaco.

Por cada canalla, hay un hombre de bien. Para cadainjusticia, hay otro acto justiciero. Si no fuera así, lavida no merecería la pena de ser vivida.

4. ConclusionesHe tratado deliberadamente este capítulo de la infa-

mia, no con el fin de justificar mi conducta ni rebatir lacalumnia. En ese aspecto, mi conciencia es para mísuficiente. Pero he deseado que se conozca la mentali-dad de los sátrapas y los sistemas que emplean. Nadapuede concebirse más bajo ni más indigno. Nos queda,en cambio, la satisfacción de saber que los que proce-den mal, sucumben víctimas de su propio mal procedi-miento.

Se han puesto en juego todas las falsedades, se hanutilizado todas las simulaciones y se han evidenciadotodas las supercherías. Es que «la mentira tiene las pier-

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nas cortas». El resultado de tanta calumnia, de tantadiatriba y de tanta hipocresía ha sido poner en eviden-cia su propia indignidad y su propia bajeza.

Se ha pretendido minar un prestigio personal gana-do en cuarenta años de servicios honrados a la Nación.Era empresa superior a la capacidad y a la dignidad delos detractores. No ofende ni denigra quién quiere, sinoquién puede. Los advenedizos suelen verlo todo fácilporque a ellos no les costó llegar; su desilusión es com-probar después que para fracasar, más les hubiera vali-do no llegar.

Hay un trecho cierto en toda esta maraña de si-mulaciones y falsedades: se ha cargado la mano es lacalumnia hacia las personas y su vida privada, por-que no se lo puede hacer en su desempeño públiconi administrativo. Han sentido la necesidad de justi-ficar la revolución más inaudita y más canallesca deque haya memoria en el país y para ello sólo hanrecurrido a la falsedad porque no encontraron ver-dades para explotar.

Se dedicaron a destruir estatuas porque son incapa-ces e impotentes para destruir las instituciones quenosotros creamos. Se han dedicado a reformar superfi-cialmente las formas, porque no llegan ni llegarán ja-más al fondo de las cosas. Hace dos meses que usurpa-ron el poder y las medidas que han tomado los hanconducido al caos en que comienzan a debatirse.

Incapaces de concebir, son impotentes para realizar.Todo se reduce a hablar y proponer. Han abandonado ellema peronista: mejor que decir es hacer y mejor queprometer es realizar. Ellos dicen, no hacen. Prometenluego hacen todo lo contrario. El país está a la deriva, la

anarquía avanza, el peso se desvaloriza, los valores debolsa caen, las fuerzas se indisciplina más cada día yellos se pelean entre sí por más poder y más inercia. Elcuadro lógico de la dictadura en plena descomposición.

II. LA FALSEDAD EN LA ECONOMÍA

1. La mentira internacionalEn los capítulos anteriores hemos patentizado la

falsedad y la calumnia en todas sus formas y sus defor-maciones. Antes de entrar a considerar las declaracio-nes de la dictadura militar sobre la economía argenti-na, deseamos ofrecer a nuestos lectores «una perla»,para colocarse, en ánimo de juzgar las nuevas super-cherías que, en lo económico, nos ofrecen estos nuevos«Cacasenos» de Buenos Aires.

En el diario «La Tribuna», de Asunción del Para-guay, de fecha 27 de octubre de 1955, se publicó trans-mitido por la United Press (UP), el siguiente informe,con el título: «La Argentina enfrenta la peor crisis eco-nómica de su historia».

«Argentina se halla en la peor crisis económica desu historia, mucho más grave que las sufridas en 1890ó en 1931, dice el economista argentino doctor RaúlPrebisch, secretario general de la CEPAL, en un estudiopresentado al gobierno. El informe dado a conocer estanoche representa la primera parte del estudio y se re-fiere sólo a la situación económico-financiera en que elex presidente Perón dejó al país. Los remedios propues-tos se publicarán mañana. Prebisch subraya que es éstesólo un informe preliminar relativo a los problemas másurgentes de la nación en que desea escuchar las suge-

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rencias de la iniciativa privada antes de hacer las reco-mendaciones previas al general Lonardi para la recu-peración del país. Básicamente, Prebisch considera queha sido casi arruinada la producción agropecuaria delpaís por el desarrollo demasiado apresurado de la in-dustria. Señala al respecto que en la crisis económicasde 1890 y 1931 la agricultura y la ganadería se mantu-vieron intactas, mientras que ahora se hallan en muymalas condiciones. A continuación se dan algunas re-velaciones contenidas en el informe sobre la grave si-tuación por que atraviesa la Argentina. Al terminar esteaño el país tendrá un déficit de 186 millones de dólaresen su balanza comercial, mientras en 1954 tuvo un sal-do acreedor de 354 millones de pesos y 70 millones dedólares. Argentina debe 757 millones de dólares más700 millones a otros países con los que tenía firmadosacuerdos comerciales bilaterales, por importacionescontra pago diferido y 579 millones al Banco de Expor-tación e Importación. Dicha suma de 757 millones dedólares debe ser salada entre 1956 y 1960. Además,hay 2.000 millones de pesos, algunos de los cuales des-de hace varios años».

Ante todo es menester hacer notar que la UnitedPress en toda su información se ha caracterizado poruna parcialidad absoluta hacia la dictadura. Ello se ex-plica porque hay esperanzas que este gobierno de factofavorezca la devolución de «La Prensa».

Como quiera que ello sea, tanto la dictadura comola Unidad Press, ponen en evidencia una falta abso-luta de sinceridad y seriedad, al asociarse en la falsi-ficación de noticias que reparte la segunda para en-gañar al mundo.

En el afán de hacer aparecer un mal estado econó-mico que no existe, llegan a falsear el concepto de lasobligaciones y hasta alterar y abultar las cifras de ma-nera grosera.

Véase a continuación como se engaña al lector des-aprensivo.

a) Según los datos de este informe de la UP, Prebis-ch había afirmado que la deuda externa argentina erade 2.222 millones de dólares y 2.000 millones de pesosmoneda nacional. Contra ese informe, yo afirmo quetodo esto es falso y que la República Argentina no debeun sólo centavo al exterior en concepto de «deuda ex-terna», lo que probaré a continuación, además de po-ner en evidencia la mala fe de Prebisch y de la UP comoasimismo su irresponsabilidad para asesorar a un go-bierno serio y responsable.

b) Se comienza por sostener que la República Ar-gentina tiene una deuda de 579 millones de dólares enel Banco de Exportación e Importación de los EstadosUnidos. Es totalmente falso. Cualquiera que sepa lo quees el Banco mencionado, sabe que no acuerda présta-mos semejantes a los Estados. Lo que ocurre es que,habiendo la empresa «Sociedad Mixta Siderúrgica Ar-gentina» solicitado un crédito de 60 millones de dóla-res al Banco de Exportación e Importación, para la ins-talación de una planta siderúrgica en San Nicolás (Re-pública Argentina), ése solo le acordó la suma de57.000.900 de dólares, siempre que mediara una ga-rantía del Gobierno Argentino. Este crédito aún no seha hecho efectivo y el gobierno de facto puede retirarla garantía si así lo desea.

En el informe, intencionalmente, se le ha agregado

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un 9 a la derecha a la cifra real de 57 millones de dóla-res, aumentandola a 579 millones. Esto solamente esya bastante para descalificar a los asesores de la dicta-dura y a las agencias noticiosas que sirven a sus obscu-ros designios. Averiguar esto es fácil, bastaría pregun-tarlo al Export Import Bank de los Estados Unidos.

c) Ya lo anterior evidencia y anticipa la seriedad delinforme. Simulando un error, lanzan al mundo la noti-cia en la que se aumenta una cifra en más de diez vecessu valor. Esto bastaría para que ya no comentáramos lodemás, pero deseo considerar el resto del informe paraque mis lectores sepan hasta dónde pueden llegar lainescrupulosidad y la falsía de los hombres irresponsa-bles al servicio de móviles inconfesables.

En el balance de pagos, se calcula un déficit de186 millones de dólares para el balance comercialargentino del año agrícola de 1955, que termina enmarzo de 1956, sin saber a ciencia cierta los resulta-dos de la cosecha de 1955-56, y, en consecuencia,los saldos exportables.

Aun en el caso hipotético que se perdiera todo yque, de acuerdo con la negra predicción de estos eco-nomístas tan inescrupulosos, se produjera un déficiten la balanza de pagos, ¿qué representaría para la Re-pública Argentina cien o doscientos millones de dóla-res? ¿Es que no ha tenido nunca déficit semejantes?

La real intención de este informe es el empeño dehacer aparecer una situación de crisis que no existe,para poder imponer a la población sacrificios inútiles ycumplir objetivos inconfesables, destinados a sumergira los trabajadores argentinos en una economía de mise-ria en beneficio de la clase oligarco-capitalista.

d) Una consideración atribuida a Prebisch sobre laruina de la agricultura por el impulso rápido de la in-dustria, no resiste el menor análisis. Este técnico hacemás de diez años que falta del país y «está tocando deoído» porque desconoce la nueva realidad argentina.La agricultura y la ganadería nunca han estado mejoren nuestros días, tanto el volumen de su produccióncomo el de sus precios. Se marcan records de produc-ción y, en precios. Se ha elevado casi diez veces lo co-brado por las cosechas argentinas de los tiempos de1931 que añoraban estos sospechosos economistas.

El ataque a la industrialización del país no es nuevopara nosotros, que hace diez años sufrimos el mismoataque. La industrialización perjudica a demasiada gentedel exterior para que no sea así. Por eso, este informede neto «corte colonialista» reedita a muchos otros queconocemos en defensa de exportadores extranjeros eimportadores argentinos.

e) «Argentina debe 757 millones de dólares, más 700millones a otros países con los que tenía firmados acuer-dos comerciales bilaterales por importaciones contrapago diferido», dice el informe difundido por la UnitedPress. Agrega que los 757 millones deben ser pagadosentre 1956 y 1960. Esta información es ya suficiente-mente capciosa y confusa, como para que nadie se de-tenga a analizarla, así la superchería pasa inadvertida ylas cifras quedan. Por eso diré de qué se trata para reve-lar el misterio.

Ignoro si estas cifras no han sido aumentedas comoen el caso del Banco de Exportación e Importación. Sinembargo, sin dar fe a ellas, diré con claridad cuál es elsentido de estas cifras consideradas como deuda públi-

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ca con evidente mala fe y en forma suficientementeobscura como para poder confundir.

La República Argentina, como casi todos los países,intercambia sobre la base de créditos recíprocos. Den-tro de ellos pueden existir saldos deudores y saldosacreedores, sin que ello signifique una deuda. En todocaso el saldo deudor se cubre entre 1956 y 1960 conproductos, de manera que considerar esto como unadeuda externa es entrar en el terreno capcioso de losfines inconfesables. Por eso se habla de deuda para lossaldos en contra, pero en parte alguna, se mencionanlos créditos de los saldos acreedores.

Aun en el caso de estas «deuda» tan discutible, quecomo digo antes, puede estar arbitrariamente aumen-tada, la Argentina no está en bancarrota como se aven-turan a insinuar estos «pilotos de bonanza», ya que seestán ahogando en un vaso de agua.

Con referencia a los 700 millones de dólares de con-venio contra pagos diferidos por importaciones de di-ferentes países, se trata de un asunto muy simple y encaso alguno puede considerarselo como una deuda sinomás bien como una economía de divisas.

En efecto; el país está en plena industrialización. Lacarencia de dólares es notoria en el mundo entero, demanera que para la radicación de industrias es menes-ter recurrir a los pagos diferidos. En otras palabras: pa-gar las importaciones de las maquinarias para las fábri-cas con los dólares que ellas mismas ahorrarán al países el momento en que comienzan a producir. Por ejem-plo: el país que hasta anualmente cien millones de dó-lares en la importación de tractores para la agricultura.Se instalan, por ejemplo, dos fábricas que a partir de

1958 producirán la totalidad de los tractores que el paísnecesita por año. A esas fábricas se le abre un créditopara la importación de maquinaria, pero el pago de lamisma a la nación de origen comienza en 1958 con elahorro de divisas que esas fábricas producen (es decir,una parte los 100 millones de dólares) hasta saldar ladeuda.

En primer lugar no es deuda porque se cambia uncrédito de pago diferido por bienes de capital, y en se-gundo lugar, porque el pago diferido el país ahorrará100 millones anuales de divisas en este ejemplo pre-sentado.

Esto también ha sido cargado como una deuda cuyopago fuera exigible en la actualidad. Esto es usual enlos técnicos, con criterio más de contadores que econo-mistas que no entienden nada de negocios porque sientendieran no estarían como asesores a sueldo. Poreso, no he visto nunca a un comerciante que tenga téc-nicos de asesores. Esta especie se desarrolla y aún flo-rece sólo en los organismos estatales.

f) Podríamos seguir comentando este informe, pero«para muestra basta un botón». Sería una ingenuidadde nuestra parte comentar de buena fe todo esto plaga-do de falsedad y mala fe.

Hemos demostrado que el país no tiene deuda ex-terna. Esto es lo que no quiere confesar la dictaduraque azota al país, que ya habla de «empréstitos». Yoafirme «que me cortaría la mano antes de firmar unempréstito» y lo cumplí. Ellos lo harán en cambio yserá un mal negocio para el país porque se lo robaranen su mayoría y, para el prestatario a será peor, por-que nosotros nos negaremos a pagarlo. Si ellos coloni-

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zan de nuevo al país, nosotros lo independizaremosde nuevo.

Los hubiera querido ver estos «economistas a la vio-leta» en 1946, cuando el país tenía una deuda externade dos mil millones, por lo que pagaba anualmente casidoscientos cincuenta millones de dólares en amortiza-ción e intereses y que, sin embargo, pagamos totalmen-te y además comparamos y pagamos los ferrocarriles,los teléfonos, el gas, la flota aérea, los seguros, los rea-seguros, importamos más de 20.000 equipos industria-les, camiones, tractores, locomotoras, y desarrollamosel primer plan quinquenal con más de 35.000 obras deinterés nacional, entre ellas once grandes diques y usi-nas, ocho mil escuelas, trescientas cincuenta mil vi-viendas, el aeropuerto, el gasoducto de 1.800 km queimpidió seguir arrojando a la atmósfera más de un mi-llón de metros cúbicos diarios de gas natural (el consu-mo de la ciudad de Buenos Aires) con la consiguienteeconomía de divisas. Sin embargo, para todo ello, nofue necesario imponer sacrificio alguno, por el contra-rio, se elevó el nivel de vida, se racionalizó el trabajo,se acordaron enormes mejoras sociales y se aseguró laprevisión social y la felicidad del Pueblo.

Ellos hay, sin deuda externa exigible, en plena pro-ducción y con un porvenir brillante, en plena indepen-dencia, se sienten perdidos. Según ellos, «salvaron» alpaís de la bancarrota quince días antes de que quebra-ra, como si el país fuera el almacén de la esquina. ¿Porqué no esperaron quince días? No hubiera sido necesa-rio tener en las cárceles más de quince mil personas, nihubieran sido asesinados los miles que asesinaron.

Yo aseguro que el país no tenía problemas económi-

cos que nos inquietaran. Si ellos los tienen es porquelos han creado o porque son incapaces de resolver losproblemas comunes a toda economía.

2. La mentira para consumo internoEl 27 de octubre de 1955, a las 20 y 30 horas, hemos

escuchado durante 17 minutos al temulento Presiden-te de facto de la Argentina leyendo balbucente un in-forme que le habían preparado para asustar a los tontosy engañar a los ignorantes.

Por el tono de su voz y el estilo deletreante de sulectura, parecía más bien una oración fúnebre de unniño acosado por la incertidumbre de si podría termi-narla sin llorar.

Comenzó con la deuda exterior: era «catastrófico»,757 millones de dólares de saldos deudores en los cré-ditos recíprocos de las cuentas de más de diez países acubrir con mercaderías entre 1956 y 1960. Este econo-mista olvidó por supuesto los saldos acreedores de otrascuentas y de otros países a cubrir también con merca-derías en los mismos años. Olvidó también que se tratade «Dólares de convenio» y no de «dólares libres». To-tal, para él es lo mismo.

Muchas veces la felicidad de algunos estriba preci-samente en ignorarlo todo.

Hizo, como era de esperarlo, una defensa temerosade los empréstitos exteriores y mencionó que mi go-bierno había hecho «repatriaciones de capital extranje-ro por 764 millones de dólares» y afirmó que ahora lasituación era peor porque debíamos 757 millones de lamisma moneda. Si la lógica aun sigue siendo lógica,este señor ha dicho un soberano disparate o de lo con-

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trario, las matemáticas han cambiado tanto desde quesalí de la Argentina, que ya es difícil que podamos en-tendernos con este señor Lonardi.

Otra cosa que ha cambiado en Buenos Aires es alparecer la terminología técnico-económica financiera.Según parece, «pagar la deuda» se llama ahora «repa-triación del capital extranjero».

Es claro que este dictador militar ignora lo que este«capital extranjero» representaba en la independenciaeconómica y en la soberanía de la Nación. Ignora tam-bién que era, mediante este capital extranjero, que lospresidentes de la República se elegían en las Cámarasde Comercio también extranjeras, que funcionaban enBuenos Aires. Pero estos son detalles que poco intere-san a un dictador militar como Lonardi.

Las reservas de oro y divisas parecen interesarle sinembargo. Apenas tenemos, dice, 450 millones de dóla-res (sólo se han computado dólares para disminuir lacifra, pues hay saldos acreedores en pesetas y otrasmonedas), cuando al terminar la guerra, afirma, estasreservas habían ascendido a un equivalente de 1.680millones de dólares.

Desde que comenté, en el párrafo tercero de estecapítulo, la repatriación de la deuda, los 764 millonesde «repatriaciones de capital extranjero», según Lonar-di, estaba ansioso por saber de dónde habían sacadosemejante cifra. Ahora me doy cuenta que la han toma-do «a ojo», porque según yo recuerdo, lo repatriadopasaba de dos mil millones de dólares (seis mil millo-nes de pesos de aquella época).

Es cierto que ahora tenemos sólo 450 millones dedólares de reserva y en 1946 teníamos 1500. Pero no es

menos cierto que en 1946 teníamos servicios financie-ros a cubrir con divisas que representaban más del 46%del presupuesto y hoy no representan ni el 3%.

Lo que han olvidado estos señores economistas des-aprensivos es que durante mi gobierno compramos ypagamos todos los servicios públicos que erogaban nor-malmente en cada año miles de millones de pesos enservicios financieros que hoy no deben asombrarse. Sóloa título aproximado: La deuda pública, 800 millones,los ferrocarriles, 150 millones (visibles); la Corporaciónde Transportes, 120 millones; el servicio de gas, 100millones; los teléfonos, 120 millones, los seguros, 150millones; reaseguros, 50 millones; electricidad, 150millones; comercialización de la cosecha, más de milmillones; transportes marítimos, 500 millones, etc.. Sóloen estos rubros las remesas financieras anuales visiblespasaban de los tres mil millones de pesos (1000 millo-nes de dólares entonces).

Todo esto, merced a la acción patriótica del «dicta-dor depuesto», no lo tiene que pagar ahora el señorLonardi. Esos 1.680 millones de dólares que afirma dis-poníamos como reserva 1946 eran cero, porque ha desaber el señor Lonardi que estaban bloqueados en elBanco de la Reserva Federal que se negó a remitir eloro. Que estuvieron en esa situación casi dos años yque cuando lo liberaron habíamos perdido más del cienpor cien de su valor adquisitivo por el aumento des-considerado que se operó en las manufacturas, máqui-nas y vehículos precisamente en estos dos años.

Hoy que lo veo tan trémulo y tan asustado se meocurre pensar cuál sería su cara si hubiera tenido queenfrentar en 1946 la situación que nosotros resolvimos

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sin llorar, sin pedir «esfuerzos», «continencias» ni «sa-crificios» inútiles.

Nosotros durante 10 años de dura lucha, hemos in-corporado al haber patrimonial del Estado Argentinomás de 300.000 millones de pesos en bienes recupera-dos y producidos, mientras Lonardi y sus secuaces dor-mían su siesta provinciana y no se preocupaban siquierani de leer los diarios. ¿Con qué derecho han de venirahora criticarlos y a lamentarse plañideramente de unasituación que ni conocen ni comprenden? Para tenerese derecho, por lo menos tienen que hacer algo, por-que hasta ahora no han hecho otra cosa que malgastarel dinero del Pueblo en su vida militar, y en la revolu-ción, asesinar a gente y dilapidar en «macanas»(1) loque nos costó mucho acumular en largas vigilias y es-fuerzos.

Lo primero que debió decir en su informe económi-co, fue que ellos mediante su acción insensata, han pro-ducido el más grave mal a la economía y al crédito delpaís y agregar que su pesimismo inconsciente gravitaránegativamente en la economía cuyo factor psicológicojuega tanto como la compulsa de los números.

La situación económico-financiera del país es abso-lutamente normal de acuerdo a su desenvolvimientoindustrial. La producción es excelente. Cuando la dic-tadura dice que no exportamos sino la mitad del quin-quenio anterior a la guerra se refiere a cereales, perooculta maliciosamente la exportación de manufacturasque en 1954-55 ha sido diez veces más. Tampoco diceque las importaciones son ahora la cuarta parte, por-que lo demás lo produce nuestra industria.

El que ha redactado este informe vive todavía en

1938. Por eso no está en condiciones de valorar a laNueva Argentina, justa, libre y soberana de nuestrosdías. Él sigue pensando en el país de pastores y agricul-tores que conoció, productor de materias primas quenegociaba a vil precio, para comprar manufacturas aprecio de oro. Que exportaba su trabajo mientras susobreros urbanos desocupados se morían de hambre yde miseria. Él está juzgando a la colonia que conoció yansía de nuevo volver al colonialismo.

3. El asunto del petróleoEn este aspecto prefiero ni siquiera referirme al in-

forme del señor Lonardi que raya en la inconsistencia.Tan superficial e insustancial es.

La historia del petróleo argentino es simple. Se des-cubre en Comodoro Rivadavia (Chubut) a principiosde este siglo, mientras se hacían perforaciones en bus-ca de agua potable. Sin ninguna legislación en la mate-ria y en la mayor imprevisión gubernativa comienza suexploración libre. Llegan al país numerosas compañíasextranjeras que comienzan las explotaciones, obtienenconcesiones y se dedican a la prospección y cateo. cuan-do la explotación está en pleno desarrollo, en medio dela mayor liberalidad se produce en el país una reacciónpolítica contra las compañías particulares. El resultadode esta compañía es la Ley de petróleos que instaura laexplotación a base de un monopolio del Estado. Así, ala amplia libertad sucede la limitación absoluta.

El resultado de esa política está la vista: en cuarentaaños Yacimientos Petrolíferos Fiscales ha alcanzado aproducir sólo el 40% de las necesidades nacionales enpetróleo.

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Durante nuestro gobierno es cuando YPF ha aumen-tado más su rendimiento, duplicando su producción,pero el ritmo de aumento de las necesidades ha segui-do parejo a su progreso. Asimismo se ha mantenido lamisma proporción y con el mismo incremento la nece-sidad de importación.

En números redondos, la necesidad actual por añoes de 9.000.000 de metros cúbicos, de los cuales YPFproduce 4.000.000 y el país importa 5.000.000 de me-tros cúbicos.

El problema energético argentino es simple. Poseecomo fuentes naturales de energía hidroeléctrica todala zona cordillerana, es decir la periferia, mientras esasnecesidades de consumo están en el centro ( BuenosAires-Córdoba-Rosario). Otras fuentes podrían aprove-charse en el N.E. (ríos Paraná y Uruguay), no menosperiféricas que las anteriores.

La experiencia indica que en esta clase de energíadebe calcularse como permanente sólo el 50% de loinstalado, por las variaciones del régimen de las aguasy, cuando su transmisión por línea de alta tensión, su-pera los mill kilómetros, debe apreciarse una pérdidadel 25% más. En estas condiciones, la producción yutilización de la energía hidroeléctrica en la Argentinaqueda reducida al ámbito local de las fuentes de pro-ducción. Para las necesidades generales y en generalpara los grandes centros de consumo, es menester re-currir a la termo-electricidad.

Las necesidades termo-eléctricas pasan a ser así lofundamental y el petróleo su elemento esencial. De allísurgen las necesidades de una explotación intensiva yla consideración de cómo debe encarársela.

Nadie discute, lo que dice Lonardi, que los argenti-nos no sean capaces de sacar petróleo, pero es que nosólo depende este hecho de que los argentinos quierany puedan producir los hidrocarburos necesarios al país.Hay muchas otras circunstancias que Lonardi ignora.Por ejemplo, la disponibilidad de maquinaria. Los mo-nopolios correspondientes de las grandes empresaspetrolíferas no dan su maquinaria a quienquiera com-prarla sino a los que ellos autorizan y en la medida queconvenga a sus intereses, mercados, etcétera.

Que el señor Lonardi quiera sacar petróleo nos pa-rece bien, ahora que pueda, nos parece ya más difícil.Precisamente dicen que el infierno está empedrado debuenas intenciones. Por eso también un gobernantepuede ser cualquier cosa, menos tonto.

De acuerdo con el ritmo de crecimiento de la nece-sidad argentina de hidrocarburos, debe considerarse quesu volumen se duplica cada cinco años. Es decir, queactualmente se consumen 9 millones de metros cúbi-cos; en 1960 se consumirían 18 millones y en 1965, 36millones.

Yacimientos Petrolíferos Fiscales, que en 40 años sóloha alcanzado a producir 4 millones de metros cúbicosal año, ¿Podrá en 10 años alcanzar a producir 36 millo-nes de metros cúbicos por año? Este es el interrogante acontestar antes de hacer cálculos alegres.

Yo creo que YPF no tiene capacidad organizativa nicapacidad técnica, ni capacidad financiera para un es-fuerzo de esa naturaleza.

Los sistemas empleados en la Argentina distan mu-cho de los modos método de exploración, prospección,cateo y explotación racional de los yacimientos moder-

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nos. Es menester reconocer que no estamos en condi-ciones de explotar convenientemente los pozos de gran-des profundidades que se terminan de descubrir enSalta. Como tampoco de encarar la explotación en granescala sin crear una organización eficiente y económi-ca. Los costos de producción de YPF son absolutamen-te antieconómicos. Hacer de esto una cuestión de amorpropio es peligroso y es estúpido.

Si la capacidad organizativa de y técnica de los Ya-cimientos Petrolíferos Fiscales son insuficientes, la ca-pacidad financiera es tan limitada, para encarar la pro-ducción en gran escala, que podemos afirmar «a priori»su absoluta impotencia. Descartando la posibilidad dela provisión de materiales y maquinaria (solo hipotéti-camente, porque sabemos que no es así), ni el EstadoArgentino está en condiciones de un esfuerzo financie-ro semejante.

Sólo la red de oleoductos y gasoductos necesariosde la Patagonia hasta Buenos Aires y desde Salta hastaRosario imponen una erogación superior a toda posibi-lidad financiera estatal o privada de la República Ar-gentina. Si a ello se suma la necesidad de inversionescuantiosas para la explotación intensiva, se llegara a laconclusión de la imposibilidad material absoluta.

Pretender que los inversores extranjeros inviertansu dinero en compañías argentinas de petróleo es sim-plemente angelical.

Seguir transportando petróleo por ferrocarril comohasta ahora es la peor manera de encarecer el productoy abarrotar las vías de vagones y tanques.

Por eso, cuando la dictadura militar promete sacarpetróleo y un «vigoroso desarrollo» de su explotación

con el «aporte del capital privado y público extranje-ro», nosotros sabemos que no sabe lo que dice.

Una cosa es leer un informe de los contadores quenada saben de petróleoni de su explotación y otra en-frentar y resolver los problemas emergentes de la reali-dad argentina. Sostener hoy que la Argentina sólo pue-de realizar el esfuerzo, es simplemente sostener un so-berano disparate.

Si ha de resolverse el problema energético argenti-no por el único camino posible, el del petróleo, es ne-cesario contratar su extracción por compañías capaci-tadas por su organización, por su técnica, por sus posi-bilidades financieras, por la disponibilidad de maqui-narias, etc. De lo contrario, será necesario detener elritmo de crecimiento del país para subordinarlo a lasposibilidades de combustible, es decir, atar los caba-llos detrás del carro.

A este respecto el señor Lonardi ha dicho en nom-bre de la dictadura militar: «para salvar esta situaciónal gobierno depuesto entró en tratos inadmisibles queel país entero ha repudiado y que han consternado a laopinión pública». Estos «tratos inadmisibles» fue uncontrato con la Standar Oil, de California, que el PoderEjecutivo sometió a la aprobación del Congreso, por elcual se contrataba con esta compañía la locación deservicios para la extracción de petróleo para YPF, me-diante el pago de 1% de beneficio justo. Esta mismacompañía se encargaría de la construcción de los oleo-ductos correspondientes a amortizar con el transportedel combustible. Estos son los «tratos inadmisibles» quedesean insinuar la entrega del petróleo al extranjero.Como si la locación de servicios diera algún derecho

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de posesión. Es el mismo caso que sucede cuando unoencarga la construcción de una casa a un arquitecto yluego algún tonto afirma que le ha entregado su casa ysu familia.

Estos «nacionalistas de opereta» ha hecho tanto malal país con sus estupideces como los colonialistas consu viveza. Unos negativos y otros excesivamente posi-tivistas, representan dos flagelos para la economía delpaís.

Este representante de la dictadura militar gira alpueblo y al país por su cuenta y riesgo. Es mentira quela «opinión pública» se haya consternado ni que el paísentero haya repudiado nada, desde que sus represen-tantes legales (los legisladores) debían resolver. Lo quepasó es que los políticos revolucionarios tomaron estocomo propaganda y trataron, sin conseguirlo, de agitarla opinión pública. Los peronistas estábamos concor-des y, si mal no recuerdo, somos en el país una inmen-sa mayoría.

El compromiso contraído con la Standard Oil deCalifornia era llegar a satisfacer en tres años las necesi-dades del país trabajando conjuntamente con YPF. Esdecir, llegar a producir los 9 millones de metros cúbi-cos que hoy importamos, liberando casi 300 millonesde dólares que hoy gastamos en combustible. Tambiénse comprometía a incrementar su producción en losaños sucesivos en forma de mantener el abastecimien-to interno y aun comenzar la explotación del petróleo ysus derivados, para poder aumentar así la disponibili-dad de divisas.

Yo desearía preguntar a estos dictadores de la revo-lución argentina cómo piensan resolver este problema.

Ellos han dicho que lo resolverán pero se han cuidadomucho de no decir cómo. Así es fácil resolver todos losproblemas, criticando a los demás y no haciendo nada.

Pero sería preguntarle más: ¿Qué haría la RepúblicaArgentina si en 1956, por ejemplo, se produjera la ter-cera guerra mundial y el país quedara privado del 60%del petróleo que consume merced a la importación ac-tual?

El cuadro sería: la paralización del 60% de sus acti-vidades, con 4 o 5 millones de desocupados en sus po-blaciones urbanas. El hambre, la miseria y luego la lu-cha interna.

Esto ya pasó en 1918 cuando la impresión de estosmismos « libertadores», que estaban entonces en el go-bierno, condujo a una situación semejante. Los desocu-pados deambulaban por los campos, «Villa Desocupa-ción» en Puerto Nuevo albergaba en sus chozas de lataa más de 20.000 argentinos hambrientos; los salarioshabían descendido a límites inauditos y cuando losobreros pidieron mejores salarios, salió el ejército a lacalle y arregló el asunto matando varios miles de obre-ros inocentes, por el delito de reclamar un poco más depan para sus hijos. Ésta se llamó la «Semana Trágica».Pero lo más trágico es que estos «libertadores» no hanaprendido aún la lección de la experiencia.

Seguro que ellos, ocupados en ver cómo van a ha-cer para usufructuar el poder, no han tenido tiempo depensar en esto, de todos modos si la situación llega sepueda arreglar cómo en 1918, matando unos cuantosmiles de obreros, total ellos tienen armas y municio-nes.

Pero, aun en el caso de que la guerra no se produzca

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la situación ha de presentarse más tarde. Dentro de 10años, si se mantiene el ritmo de crecimiento actual, laimportación de petróleo alcanzará una cifra cercana alos 8.000 millones de dólares.

¿Cómo piensan los dictadores militares que podránpagarla?

Estando en mi país, por reflexión, habíame persua-dido de la necesidad de buscar cooperación en las com-pañías extranjeras para resolver el problema argentinodel petróleo. Hoy, que me ha sido dado visitar Vene-zuela e interiorizada en detalle de su sistema de explo-tación petrolífera y de los beneficios que obtiene, hequedado absolutamente convencido que la soluciónargentina, propuesta por mí, es la única y la más con-veniente.

Venezuela explota su petróleo con compañías nor-teamericanas al 50%, similar a lo que nosotros propo-níamos realizar con la Standard Oil de California. Losresultados son excelentes y la consecuencia, la riquezay el florecimiento de este país hermano, rico y potente.

Los dictadores de mi país, ignorantes e inexpertos,creen que resolverán la financiación con YPF median-te empréstitos. Es que ignoran lo que esto representa.

De cada empréstito se pierde casi el 50% del valoradquisitivo. Primero porque el dólar, cuyo valor fija WallStreet, en relación al oro, está sobrevalorado. Si no, essuficiente la Reserva Federal y preguntar cuánto vale unaonza troy. Le dirán que 25 dólares, pero si la desea ad-quirir, le dirán que ellos no la venden. Tendrá que com-prarla en el mercado negro donde le cobrarán 35 ó 40dólares. Esto significa que el valor fiduciario del dólar esun 25% más que su valor adquisitivo, o que en cada

dólar del empréstito perderemos 25 centavos. Las mer-caderías que se compren con el empréstito deberán ad-quirirselas en Estados Unidos y transportarselas en bar-cos americanos. Los porcentajes de beneficios de la mer-cadería y el transporte sumaran aproximadamente un35% que sumados a los anteriores sean casi a un 50%.

Con este empréstito disminuido y nominal llegarana YPF sólo los materiales, ellos deberán encarar todo eltrabajo y sus altos costos. Yo me pregunto: ¿No es másconveniente traer las compañías especializadas, darleel trabajo, dividir las ganancias por mitades y dedicaresas ganancias al bienestar del pueblo argentino?

La incongruencia de estos «improvisados salvado-res de la Patria» resalta cuando afirman que es necesa-rio aumentar la producción de divisas y cifran sus es-peranzas en el agro, en estos momentos en que los ex-cedentes agrícolas suman sólo en Estados Unidos másde 100 millones de toneladas y los cereales se regalan.En cambio no le dan importancia a la necesidad de ex-traer petróleo en gran escala y por cualquier medio con-seguir explotarlo. Venezuela, con menos esfuerzo, tie-ne divisas en abundancia proveniente de su petróleo.

La República Argentina, según los informes técni-cos americanos, representa una de las cuatro grandescuencas petrolíferas del mundo. Su enorme riquezapetrolífera duerme en el seno de la tierra el sueño delos siglos, esperando que el desarrollo de la energíanuclear destruya gran parte de su valor. Estos moder-nos «libertadores», asesorados por intelectuales igno-rantes, asisten indiferentes a la perdida de esos gran-des valores, anulados en su acción por estúpidos pre-juicios de comité que tanto mal producen al país.

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4. El asunto de la deuda internaUna de las cosas que más parece impresionar a es-

tos economistas de pacotilla, es la deuda interna, comosi un país de potencialidad financiera de la Argentina,con un patrimonio nacional cuantiosa y en pleno desa-rrollo de su producción y de su industria, debiera viviral día con criterio de contador en día de balance.

El proceso de industrialización del país impone in-vertir y la inversión, cuando no se dispone de dinerocontante y sonante, sólo es posible mediante el crédito.El crédito en este caso es la deuda interna. A esa inver-sión sobrevendrá el desarrollo industrial y luego apare-cerán los beneficios. Como todo individuo comercial-mente incapaz, estos dictadores militares que en lo re-lativo a la economía no han aprendido sino a gastar,creen que la industrialización del país debe hacersejuntando antes la plata.

Nosotros invertimos y nuestros hijos obtendrán losbeneficios de esa inversión. No sería equitativo que todoel sacrificio recayera en nosotros que no recibiremosbeneficios. En cambio es justo que nuestros hijos quese beneficiarán con nuestra inversión paguen tambiénparte en su momento. Esa deuda interna que le dejare-mos será su participación en el esfuerzo para hacer unanación como nosotros aspiramos.

¿O es que creen los militares de la dictadura que esposible que el país siga siendo un pueblo de pastores yagricultores?

Ya lo he dicho y repito, los países siguen un ciclo ensu evolución: pastores, agricultores, industriales. De unaetapa pasan a la otra a su tiempo. El proceso puedeacelerarse pero no puede detener. No depende de no-

sotros el que quisiéramos no industrializar la nación.Cuando las masas urbanas alcanzan la importancia queactualmente tienen en nuestro país, no hay más reme-dio que industrializarse, porque si no, la existencia deuna gran masa parasitaria gravitando sobre la produc-ción agraria no llevaría a la ruina progresiva. Por otraparte, el problema demográfico argentino, con una cuar-ta parte del campo y tres en las ciudades y pueblos,hacen que su población busque en estos últimos losmedios de vida indispensables para subsistir, y aunquenos opusiéramos a ello, no lo podríamos evitar.

Lo lógico es que las masas urbanas produzcan enlas ciudades para el campo y para ellas lo necesario deproducción industrial, mientras las masas rurales pro-ducen también para ellos y las ciudades lo necesariode producción rural. Los excedentes exportables deambas producciones (urbana y rural) constituyen laeconomía y capitalización progresiva.

Digo esto tan elemental porque aún hay quienescreen que se puede ser partidario o no de la industriali-zación, como hay quienes creen que tiene alguna im-portancia ser partidarios o no, de la fatalidad históricao geográfica.

Dice el señor Lonardi en el informe leído, prepa-rado por quién sabe qué técnico a sueldo del Estado,que la deuda interna alcanza a 70.000 millones depesos, cuyos intereses y amortizaciones tendrá quesoportar el pueblo durante muchos años. ¿Le pareceinjusto la señor Lonardi que ese pueblo que va a re-cibir los beneficios de nuestro trabajo, hay tambiénalgo a su turno? ¿Le parece mucho el señor Lonardi70.000 millones de pesos de deuda interna para un

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país como la Argentina? ¿Sabe el señor Lonardi queen 1946, cuando recibí el gobierno, la deuda internaera de casi 100.000 millones de pesos de nuestramoneda actual? ¿Conoce el señor Lonardi que la deu-da interna actual de los Estados Unidos (el país másrico del mundo) de 12.000.000.000.000 de pesos denuestra moneda aproximadamente.

Es indudable que a esta gente, acostumbrada a quela señora le maneje el sueldo, le han asustado los técni-cos con las cifras y los anuncios siempre «funerarios»de ese señor serio, que simula preocupación para quecreen que sabe mucho, aunque en realidad de verdadno sabe nada.

Decía siempre Miguel Miranda cuando se le acerca-ba un técnico funcionario gobierno para traerle algúnproblema o alguna preocupación: «Si éste supiera algode economía sería millonario y no cagatinta». Yo tam-bién he llegado a pensar como Miguel Miranda en es-tos momentos que veo al señor Lonardi tembloroso porel susto que le han dado los técnicos que, de economíano saben más que él, que no sabe nada.

Lo que más admira en este balance realizado por ladictadura y sus «economistas» asesores, es precisamenteque no tiene «haber» sólo tienen «deben». Indudable-mente, o estos señores creen que la gente es tan igno-rante que no se dará cuenta o ellos se han olvidado decompulsar el activo. No me extrañaría esto último, tanpoco respeto me merece esta gente al cabo de tantosaños de lidiar con ellos.

Se han olvidado de las viviendas que en númerosde más de cuatrocientas mil está pagando al Estadosus adquirentes, con el correspondiente interés; se han

«comido» los millones que en el mismo concepto in-gresan anualmente en el Banco Hipotecario Nacional,omitieron los millones de la plusvalía de las tierrascercanas a los diques que hay que vender; se olvida-ron también de los millones que se cobran por la ven-ta de las propiedades pertenecientes a los ex ferroca-rriles ingleses; a los puertas de Buenos Aires, Rosario,San Nicolás, Santa Fe, etc.. Ni se han dado cuenta quede las 35.000 obras del primer plan quinquenal, porlo menos 20.000 eran reditivas que están producien-do diariamente miles de millones de pesos.

Recordando todo esto, uno no sabe si estos indivi-duos son unos farsantes o realmente no saben hacer unbalance. Todo el informe producido es a base de aprecia-ciones subjetivas. No hay un dato objetivo que permitapensar por sí mismo: ellos ya nos dan todo pensado.Pero al final no damos cuenta que se han olvidado delactivo en producción y del activo patrimonial. ¡Lindaclase de economistas! ¡Menos mal que Prebisch alcanzoa «salvar la ropa» con la expulsión del señor Lonardi!

5. Las emisionesDonde verdaderamente se evidencia la mala fe o la

incapacidad de los teóricos informantes de la dictadu-ra, es precisamente en la consideración del problemamonetario. Ellos hablan un idioma distinto al nuestro yen cuanto a la realidad argentina, se ve que la que des-conocen en absoluto.

Dicen textualmente: «Todas estas emisiones infla-cionarias han llevado a la circulación total del dinero ala cifra a fantástica de 54.800 millones de pesos a me-diados del año en curso, cuando hace diez años llegaba

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solamente a 7.000 millones. Por cada habitante habíaentonces 430 pesos de dinero, en tanto que hoy la can-tidad ha subido a 2.870 pesos. El aumento de dineropor habitante resulta así de 500% en los últimos 10años, mientras que la producción del país, también porhabitante sólo ha crecido en 3,0% en todo ese periodo.Aquí está la razón principal del alza de precios, poresta creación exuberante de dinero se ha aumentadoen 500%, la demanda de bienes, mientras que los bie-nes disponibles solamente se acrecentaron en 3,5% porcada habitante».

En esta confesión de parte está precisamente el ar-gumento en que se afirman después todos los sofismasdel resto del informe. Por eso, destruyendo esto, noconsideraremos más del rosario de disparates que esteinforme contiene.

Comencemos por decir que lo transcripto es todomentira, porque en este momento, uno de los paísesdel mundo menos inflacionario es precisamente la Ar-gentina. En todos los países del mundo, en que conoz-co sus datos, la vida es tres veces más cara que en laArgentina. De modo que si ellos miden la inflación porel circulante, demuestran no saber lo que dicen, desdeque la realidad comprueba lo contrario.

Lo que ocurre es que estos técnicos viven aún conAdam Smith, en el siglo pasado. Aferrados a métodos ysistemas anacrónicos para una economía totalmentedistorsionada por numerosos factores nuevos y origi-nales. Ellos son todavía hijos de la «receta», que apli-can rutinariamente a todos los casos, venga o no vengabien. Si la economía pudiera manejarse con sistemas,ser economista sería una cosa muy fácil. Cada caso y

problema concreto de la economía moderna requiereuna solución distinta y también concreta.

Comencemos por decir que los 7.800 millones depesos circulante hace diez años, cuando un dólar valíatres pesos, corresponden a una cantidad mayor que los54.800 millones de pesos del actual circulante, cuandoun dólar vale treinta pesos. De ello se infiere que todoslos cálculos porcentuales que el informe contiene sonfalsos en lo relativo a una comparación de valor adqui-sitivo, como también en todo lo referente a precios ysalarios o sueldos. Por eso se equivocan los que preten-den conocer la situación argentina por los papeles. Esarealidad hay que compulsarla en la calle y en los hoga-res si no se quiere afirnar, como en este caso, un sobe-rano disparate.

Conocemos bien los trucos de la economía capita-lista, uno de los cuales es la moneda cara. Le dicen alpueblo: es necesaria no emitir, así tenemos una mone-da fuerte. Con un peso usted podrá comprar para viviruna semana, pero lo que no le dicen es que para agarrarese peso tienen que correr un mes detrás de él. Sin po-der de acceso al dinero, ¿De qué puede servir su valor?Eso mismo lo dicen todos los obreros argentinos hoy:«Antes cuando el peso valían mucho no teníamos ni 10centavos para comer; hoy que vale poco, a ninguno denosotros le faltan 100 pesos en la cartera». Eso es lo queno se puede ver en los archivos del Banco Central, nien los papeles que compulsan los técnicos unilateralesque no ven sino los números, como si el pueblo fuerapara la economía y no la economía para los pueblos.

El régimen justicialista posee una teoría económicapropia, en la que el capital está al servicio de la econo-

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mía y ésta al del bienestar social. El principio edénicode la economía pura del siglo pasado, no tiene aplica-ción en la economía social de este siglo. Eso es lo queno han comprendido estos técnicos ignorantes de malafe. Los generales de la dictadura, que no tienen ni noti-cias de estas cosas, resolverán como digan los técnicosunilaterales: ¡Así les irá tan bien!

Los técnicos miden la inflación por el circulante, por-que para ellos la economía depende del capital. Noso-tros medimos la inflación por el costo de la vida, porquepara nosotros lo fundamental es el bienestar social, alque está subordinado la economía y el capital.

Cuando se produjo la revolución, el costo de la vidahacía cinco años que estaba prácticamente estabilizadomediante el control de precios y los convenios colecti-vos de trabajo. En esta forma la espiral inflatoria fue de-tenida la República Argentina, en tanto continuaba sudesarrollo en los demás países. Por esta razón hoy nues-tros precios son los más bajos del mundo y nuestra vidala más barata. De ello que el nivel de vida del trabajadorargentino sea de los mejores del mundo en la actualidadaunque, con las medidas que están tomando estos «li-bertadores», no pasará mucho tiempo sin que nuestrosobreros vuelvan a la economía de miseria de 1943 y re-ciban como entonces salarios de hambre.

Cuando dice el informe: al «Aquí está la razón prin-cipal del alza de precios, por esa creación exuberantede dinero se ha aumentado en 500% la demanda debienes, mientras que los bienes disponibles solamentese acrecentaron en 3,5% por cada habitante». Este se-ñor se ha olvidado que el valor adquisitivo ha variadohace diez años en el peso argentino en una proporción

diez veces mayor, y que el control de precios de artícu-los esenciales no ha permitido la especulación. De modoque este argumento es falso, porque comparar el pesode 1945 con el de 1955, sería algo así como parangonara la Reina Victoria con Gina Lollolbrígida. Y pensar enla oferta y la demanda o la especulación cuando haycontrol de precios, es como compulsar lo que hubo dehaber habido.

Evidentemente, el autor de este informe es un sofistao un ignorante, o bien ambas cosas a la vez. Para demos-trarlo, ha deseado comentar algunos aspectos en los quese evidencia esa ignorancia y mala fe. Todo el resto sereduce a barajar datos y números insidiosamente com-binados, para hacer aparecer una mala situación, quesólo existe en la mala intención del que preparó este in-forme con antojadizas afirmaciones, y en la ingenua yperversa incomprensión de la dictadura.

Se han preparado tres informes diferentes: uno parael exterior, en el que se alteraron las cifras, aumentán-dolas hasta en 500 millones de dólares algunas de ellasy desvirtuando o tergiversando las partidas o rubros;otro para el país, que leyó por cadena radiofónica elseñor Lonardi, en el cual se hacen afirmaciones falsas ytemerarias sin ningún fundamento; otros el informepresentado al gobierno por Prebisch, que, a pesar de sumala fe, como tiene que dar números, ni puede mentirsino en los aspectos subjetivos. Comparados entre sí,estos tres informes son diferentes: el primero para en-gañar al mundo a través de la UP., el segundo para con-fundir al país a través del señor Lonardi, y el tercero,para servir a los obscuros designios de la dictadura.

Esta es la moral que evidencian estos mistificado-

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res. Por eso no deseo seguir comentando estos infor-mes. Con lo evidenciado es suficiente para juzgar obje-tivamente la irresponsabilidad de la dictadura y de lostécnicos a su servicio.

Terminado este capítulo, la Agencia InternacionalNews Service (INS) con fecha 14 de noviembre comu-nica: «La casa de gobierno (de Buenos Aires) informó ala prensa que el doctor Raúl Prebisch, economista dereconocimiento internacional, ha negado ser el autordel plan financiero-económico que le atribuyera Lonar-di, Prebisch dijo que él se concretó simplemente a so-meter un plan a Lonardi, junto con algunas recomen-daciones».

Es lamentable que este técnico reaccione recién vein-te días después que el señor Lonardi leyera sus nume-rosos disparates por la radio y precisamente al día si-guiente que Lonardi fue arrojado de la Casa de Gobier-no por sus camaradas revolucionarios. Nos imagina-mos que el señor Prebisch podrá ser mejor técnico quecaballero.

6. El informe de Buenos AiresEl diario «El Líder», último reducto de la prensa li-

bre en Buenos Aires, hoy ya clausurado e «interveni-do» por la dictadura, publicó una serie de editorialesde los cuales he tomado cuatro, que agrego para que ellector vea con sus propios ojos y aprecie cómo piensael pueblo sobre este famoso informe:

«Esto ya parece cosa de magia negra...»Ya ha sido anunciada y tendrá formas legales cuan-

do ésta casi póstuma nota se publique, la primera yfenomenal concreción desprendida del informe del

doctor Prebisch, a quien alguien ha ungido con el óleomágico de la infalibilidad, puesto que sus supuestassobrenaturales aptitudes, sin visible contralor ni públi-ca discusión, se le ha confiado ciegamente el futuro delpaís en condiciones tales de impunidad y de irrespon-sabilidad que no se le hallará parangón ni antecedenteen la historia de país civilizado alguno.

Este excepcional economista, cuya misión primor-dial -según se proclamaba- era la de contener la infla-ción, cuya característica más relevante y dañosa es ladesvalorización de la moneda, ha iniciado su cometi-do desvalorizándola a casi la mitad de su promedioanterior.

El dólar, que al importador le costaba cinco, sietecincuenta o quince pesos, según el grado de prioridadde la mercadería que iba a importar, prioridad preesta-blecida de acuerdo a un plan de las necesidades vitalese industriales de la nación, costará, uniformemente,dieciocho pesos. Su consecuencia directa será un alzainmediata del costo de la vida. Sino se aumentan lossueldos y salarios, el nivel de vida argentino descende-rá, y eso es justamente el propósito desembozadamen-te expuesto en la segunda parte del informe.

La lógica, simple y mortífera como una bala, es lasiguiente: Hay un déficit en el «balance de pagos», locual no es cierto, porque el único balance de pagos ne-gativo es el inventado por el doctor Prebisch para elaún inconcluso año de 1955. Para enjugar ese déficit ylos anteriores-que en su mayor parte no son exigiblespor ser de pago diferido-es urgentísimo aumentar laexportación. Para aumentar la exportación es precisoestimular la producción agropecuaria. Para estimular

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la producción agropecuaria, la ganadería ante todo, hayque mejorar los precios internos. Para mejorar los pre-cios internos, conservando o disminuyendo los preciosexternos, no hay otra solución que desvalorizar la mo-neda.

Esto acarreará un alza del costo de la vida, pero lossalarios no deben ser modificados, salvo para los muydepauperizados, porque de otra manera mantendríansu alto consumo y la exportación -de carne sobre todo-no se incrementaría en la medida deseada. En una pa-labra: comamos menos y gastemos menos, para que losextranjeros puedan comer y gastar más.

El doctor Prebisch usa otro lenguaje, no técnico sinoanfibológico, en que la aristas tajantes están finamentelimadas. «Las medidas inmediatas son apremiantes. Enprimer lugar, hay que dar un fuerte incentivo a la pro-ducción agropecuaria, elevando apreciablemente losprecios, mediante el desplazamiento de los tipos decambio». «Por supuesto que tendrán que subir los pre-cios de los artículos importados». «El alza de los pre-cios internos tiene, pues, que ocurrir en una forma o enotra... incluso algunas de consumo popular». «Si paracompensar los efectos de esta alza de precios y de laque sobrevendrá a raíz del desplazamiento de los tiposde cambio, se hicieran aumentos masivos de sueldos ysalarios, no tardarían en ocurrir nuevas elevaciones deprecios» y se caería en la errónea orientación económi-ca que la Argentina ha seguido hasta ahora, en la que«ha sacrificado a la producción para favorecer el con-sumo». ¡Fenómeno!

En el empobrecimiento colectivo que planifica eldoctor Prebisch van hermanados los asalariados y los

rentistas. «En este sacrificio tienen que participar pre-cisa y activamente los grupos de altos ingresos», y tam-bién ‘desaparecerán’ los beneficios que la inflación haprovocado». Es necesario que también en esta emer-gencia contribuya al resto de las categorías de altos in-gresos que derivan sus entradas de actividades econó-micas normales», para lo cual recomienda «la eleva-ción del impuesto sobre aquella parte del rédito que sededica al consumo por encima de ciertos niveles».

Como esta parte del plan Prebisch ha tenido un tanfulmíneo comienzo ejecutivo, tenemos que santiguar-nos con apuros en los otros temas, porque estos no sonrefucilos, sino rayó los de veras.

En materia de energía eléctrica nos reprocha su in-suficiencia y nuestra falta de previsión. Pero no le echala culpa a la CADE ni a la y Italo, sino a la falta derapidez en terminar las conexiones de la superusina deSan Nicolás, que el estado argentino está terminandode construir. Con referencia al petróleo, nos aconsejaincrementar la producción por nuestra propia cuenta ydice que «en lo que atañe a los recursos que monedanacional que requerirán las inversiones petroleras, po-drían cubrirse con la venta de ciertas empresas comer-ciales e industriales que el estado ha creado o tomadoen sus manos y que podrían pasar a manos privadas,pues no hay ningún interés colectivo que aconsejemantenerlas en explotación oficial. Pero si lo hay en elcaso del petróleo por razones obvias».

Problema irresoluble casi es inducir la índole de lasrazones a las que el doctor Prebisch llama «obvias». Noes la simple tendencia de la propiedad petrolera en laórbita nacional, porque en materia de ferrocarriles-que

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con respecto al patrimonio nacional son tan importan-tes como el petróleo-el doctor Prebisch nos reprochalos fondos invertidos en la nacionalización casi comoun despilfarro punible. «Después de la guerra podríapresentarse la oportunidad de resolver mundo la inefi-ciencia impresionante de la gestión oficial» en materiaferroviaria, dice: «que una parte considerable de losrecursos de oro y divisas acumuladas durante la gue-rra... se dedicó a repatriar inversiones extranjeras decapital ya existentes en el país en vez de emplearlos ensu acrecentamiento». Es evidente que el gobierno ar-gentino no le hubiera sido posible acrecentar las inver-siones extranjeras si no asociándose a ellas en socieda-des mixtas. Y en ese punto el doctor Prebisch concuer-da con aquellas recomendaciones que en nota del 11de febrero de 1943, haciéndose eco de los deseos de sirMontague Eddy, nuestro embajador en Londres, doctorMiguel Ángel Cárcano, formulaba en los siguientes ybien rotundos términos: «después de la guerra podríapresentarse la oportunidad de resolver este intrincadoasunto, sometiendo al gobierno argentino un plan decomunicaciones aéreas, ferrocarrileras y automotoresque transformara en una gran empresa de transportesgenerales a las actuales compañías, incorporando algobierno argentino como asociados en una gran em-presa mixta».

Como la empresa de sir Montague Eddy y el doctorMiguel Ángel Cárcano se parece horriblemente a la ac-tual Empresa Nacional de Transportes , organizada comouna sociedad privada, con un directorio de gerentes yque sin embargo se maneja con «una ineficiencias im-presionantes», no se ha dado en temer en que el día

menos pensado amanezcamos atónitos con la noticiade que la «ineficacia impresionante» ha sido corregida-como súbitamente fue corregido el valor del peso- conla intervención de algunos distinguidos caballeros querepresentan a los aportadores futuros del material quepermitirá enaltecer los transportes hasta hacerlos dig-nos de esta paciente nación.

Y el temor está dentro de cierta lógica, porque enesta tenebrosa oscuridad en que germinan de prontosúbitas, terroríficas e inesperadas apariciones, nos pa-rece estar bajo el agobio opresor de una pesadilla enque nos alucina la presencia de un superhombre quesin esfuerzo visible arrasa los hombres, los hechos y lascosas que nos eran más queridas y que la parálisis de lapesadilla nos impiden defender. ¡Pero si es cosa de nocreerlo!

«El gato es mal guardián de las sardinas»En el centro de la tromba desencadenada contra los

hombres providenciales, la orquestación periodísticaha creado súbitamente en el árido terreno de la econo-mía y de la finanza un nuevo hombre providencial. Ladosificada expectativa con que se prolonga el informedel doctor Raúl Prebisch y que tiende a darle de ante-mano el carácter de cosa juzgada y definitiva, concuer-da con los elogios que a su ideneidad prodigan los ge-neralmente mesurados periódicos británicos como unanticipo -suponen los desconfiados- de los encomiciosque para ellos mercerá el informe, sus conclusionespúblicas y su recomendaciones reservadas.

Hay hombres que alcanzan el a veces venturoso y aveces alago privilegio de caracterizar una época y de-

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terminar una orientación con su nombre. El doctor RaúlPrebisch comparte ese destino con el doctor FedericoPinedo. Él empuñaba el centro del comando en la ge-rencia del Banco Central durante el desarrollo de esatragedia nacional ocurrida en el decenio 1930-1940, enque la inteligencia política británica nos hundió sincontemplaciones en la ciénaga sin horizontes de unafactoría, con una red de leyesconsecutivas complemen-tarias y coincidentes en su objetivo de cercenar las po-sibilidades argentinas de autonomía y orientar las sub-sistencias en el mejor servicio de las conveniencias bri-tánicas.

No retaceamos los méritos técnicos, ni la amplitudde conocimientos ni la ductilidad de inteligencia delautor de la «Introducción a Keynes», que en conjuntohacen de él un técnico de primer orden. Pero el gato esmal guardián de las sardinas por más ágil y de buenaraza que sea el gato. La técnica es en sí misma tan ino-perante, anodina y falta de misterio como el revólversin balas que está en exhibición en la vidriera del ar-mero. La técnica es un arma de la política y el proble-ma es saber lo antes posible quién va a empuñar el armay a quién se va a apuntar. Desde un punto de vista na-cional -y aún personal- es, creo, preferible el rudimen-tario cañon que nos defiende a la más perfecta armadirigida por radar en contra nuestra.

Asimismo aún estoy atónito a la prodigiosa tentati-va de extirpar veinte años enteros de la historia univer-sal. Es un vuelco de tierra arada, 1935 y sus hombres,se superponen a 1955 y sus realidades. La vida larvalque estaba debajo de la gleba y repta en la superficieque iba cubriendo la tierna pero promisoria lozanía de

la hierba y de las esperanzas nuevas.Y puesto que de retornar a 1935 se trata, encontra-

mos en aquellos lejanos años en que todos los órganosde difusión y publicidad gozaban de la más amplia li-bertad de prensa para silenciar las opiniones y recla-mos que se oponían a la paulatina implantación de es-tatuto legal del coloniaje, tuvimos el honor de encon-trar en el senador y actual embajador, doctor Alfredo L.Palacios, el auspicio de su valor cívico y de su patrióti-ca vocación. En desesperada, cuanto inútil oposición ala Ley de Coordinación de Transportes en el Senado dela Nación en septiembre de 1936, el doctor Palaciosemitió unos conceptos que resultaron -y mucho teme-mos que puedan volver a resultar-, proféticos. Dijo eldoctor Palacios: «Basta inclinarse un momento sobreun mapamundi para observar que de las cuatro rutasmarinas que para abastecerse cuenta Gran Bretaña: laruta a las Indias por el Mediterráneo, la ruta a las Indiaspor el Cabo, la ruta a las Antillas y la ruta al Río de laPlata, la única que no está amenazada por bases de po-tencias rivales ni interferida por otras zonas de influen-cia, y por eso Gran Bretaña quiere asegurarse las llavesde esa fuente insuperable de abastecimiento que es laRepública Argentina, aunque para ello deba destruirtodas las energías nacientes y desintegrar las correla-ciones de los diferentes intereses en que una verdaderanación se fundamenta. La coordinación de los trans-portes será seguida por una coordinación eléctrica ypor una coordinación del petróleo, así como fue proce-dida por una coordinación de los cambios y del mane-jo del crédito, de la moneda y del comercio exterior».

Todo aquel agorero veticio que el doctor Alfredo

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Palacios se atrevió a formular en el recinto del Senadose cumplió con rapidez, descaro e impudicia. La coor-dinación eléctrica se denominó «Prórroga de las conce-siones de la CADE y de CIADE. la coordinación de loscambios, del crédito, de la moneda y del comercio ex-terior e interior se llamaba Banco Central».

El conjunto de facultades, autorizaciones, delega-ciones que constituyen el cuerpo legal del Banco Cen-tral convierte a esta institución en el regulador omni-modo incontrarrestable de casi toda la vida económicade la Nación. Maniobrando con los tipos de cambio,con los permisos de importación y exportación, con elacuerdo de divisas, con el redescuento, con las autori-zaciones o restricciones de créditos, desde la cómodaindivisibilidad de la minuncia burocrática, fragmenta-da en centenares de formularios, planillas y declara-ciones, se puede incrementar o reprimir el comerciocon cualquier nación extranjera, crear, estipular o ex-tirpar cualquier industria, ayudar a zonas determina-das del territorio nacional o ahogarlas, habilitar o des-capitalizar a determinadas actividades, fomentar laconstrucción o reprimirla, activar una rama del comer-cio o desanimarla, difundir un tipo de cultivo o hacerlodesaparecer. En una palabra, la estructura jurídica le-gal denominada Banco Central posee atributos que con-trarían abiertamente a la constitución de una nacióndemocrática y le permiten el manejo integral de todasu vida económica.

Esta institución de índole casi diabólica fue impuestaentre nosotros por Sir Otto Niemeyer, con el patrociniodel doctor Federico Pinedo. Su implantación en nues-tro medio, ya muy corto de posibilidades, neutralizaba

toda competencia, intromisión o interferebcua extran-jera que pudieran debilitar o amenazar el predominiobritánico siempre que fuese manejado por un hombrede cuya absoluta y total lealtad no pudiese caber lamenor duda. Ese hombre fue el doctor Raúl Prebisch.

Lo que ocurrió después ya no puede ser historiadoporque la voluntad central se disgrega en miles de ex-pedientes, resoluciones e instrucciones, pero no es di-fícil ni exagerado concluir que gran parte de la causadel desánimo, chatura y desaliento que caracterizó lavida económica argentina y la extraordinaria expansiónde la preponderancia británica que en conjunto carac-terizaban ese período, tuvieron su origen en el BancoCentral, en el que era factótum indiscutido por su ca-pacidad técnica y su brillante inteligencia el doctor RaúlPrebisch.

Cuando el vendaval horrorísimo de la guerra asolólos campos y las ciudades de la vieja Europa, el BancoCentral de la República Argentina arguyó medios paramantener en su plenitud la actividad productora de losabastecimientos que Gran Bretaña requería para sub-sistir y para luchar, liberándola de la preocupación sub-alterna de pagarnos, organizando al mismo tiempo unaindustria casera capaz de sustituir las mercaderías tra-dicionalmente británicas que Gran Bretaña no podíatransitoriamente proveer. Y así como antes el mecanis-mo esotérico del Banco Central había mostrado su ca-pacidad de sujeción, en esta emergencia desplegó unano menos extraordinaria aptitud de creación y aprove-chamiento de las energías autóctonas.

Después vinieron los oscuros días en que Gran Bre-taña acorralada debió recurrir a sus reservas de valor,

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inventiva, y de riquezas acumuladas. Asentadas en susresistencia y en su aparente declinación y agotamien-to, dos nuevos e inmensos imperios surgen sobre lasruinas de la desolada Europa. El instrumental humanoque Gran Bretaña utiliza en los países subordinadoscomienza a indisciplinarse, a desbandarse y a desertar.«Gran Bretaña empobrecida no volverá a ser en la post-guerra el gran comprador tradicional», Declara el doc-tor Federico Pinedo en un resonante discurso en queaconseja el ingreso de la economía argentina a la órbitarutilante del dólar americano.

Pero los observadores verdaderamente perspicacessaben que el cimiento de la grandeza británica no hasido el oro ni el acero, sino su inteligencia política deexcepcional amplitud imaginativa y sorprendente au-dacia ejecutiva, y esa inteligencia ha permanecido in-cólume y más bien fortalecida, afinada y perfeccionadaen la imperiosa necesidad de reconstruirse. Percibir atiempo este fenómeno directriz de los acontecimientosmundiales fue, suponemos, el fundamento de la inva-riable consecuencia demostrada por el doctor Prebischen la emergencia.

Merecidamente, su perspicacia lo elevó del períme-tro lugareño al ámbito continental. Como miembro cons-picuo y decisivo de la CEPAL ingresó a una jerarquía dealcances y repercusiones mundiales, cuya función pri-mordial fue la de precautelar las endebles economías delos países latinoamericanos, noble misión que impidiósubsidiariamente, quizás, que el ímpetu expansivo delcapitalismo norteamericano arrollara y absorbiera a lasdesguarnecidas, inermes y ávidas repúblicas sudameri-canas, cuya tutela virtual y cuya explotación real, Gran

Bretaña parece haberse heredado de la madre Españacomo justo premio de su ayuda en la manumisión.

Este planteo duro y realista que aquí formulamosno pretende en manera alguna retacear la probidad nila idoneidad ni el patriotismo de nadie. Pero el hombrepolítico vale por lo que representa y por lo que en él seconjuga, no por lo que en sí mismo es. Por otra parte,los indicios augurales no son por cierto auspiciosos. Latáctica es la del general vencedor. Sus allegados y discí-pulos se ubican en los puntos estratégicos y neurálgi-cos de la economía y de la finanza, en un despliegueimpresionante. El haber sido su colaborador en las ho-ras iniciales del Banco Central es la ejecutoría más bla-sonada de los nuevos jerarcas.

Retroceder veinte años en la consideración de losasuntos públicos no es, por cierto, perspectiva que in-cite al optimismo. Gran Bretaña proyectaba entoncesestructurar una inmensa sociedad mixta con los trans-portes argentinos, con petróleo, la electricidad, cada unacon organización y fisonomías similares, pero distintasen su presentación. Pretextos para reactualizarlos nofaltan jamás en la bolsa del ingenio de los buenos argu-mentadores y un estado de falencia virtual o posible overdadero no está fuera de las posibilidades ejecutivas.La fábula del lobo y el cordero encierra una verdad queresiste hasta la amenaza de la desintegración atómica.Si el lobo hubiera sido un técnico einsteniano, hubierapodido argüir: «Te devoró porque la masa no es másque energía multiplicada por la velocidad de la luz ele-vada al cuadro». Hace veinte años no existía la bombaatómica, pero existían los mismos lobos y los mismoscorderos.

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Sentimos el resonar del taconeo que avanza a ocu-par las posiciones recuperadas y lo mismo que haceveinte años no tenemos que oponer nada más que nues-tra desinteresada prevención. Sabemos hasta qué pun-to es letal del tema, pero no nos permitimos arredrar-nos, porque sabemos que de todas maneras el futuroserá nuestro. Mientras tanto saludamos al vencedor.«Ave César, Moritorum te solutan».

Señor Presidente: No firme usted nadaExcmo. Señor Presidente Provisional de la República

Argentina, General don Eduardo Lonardi: desde el fon-do de mi angustia ciudadana, alentado por la enverga-dura de la operación que solapadamente se plantea encontra del destino nacional, saltando sobre los infinitosescalafones que separan mi humildad y su jerarquía, medirijo sin protocolo a esa parte de su personalidad que sehizo presente en la plena embriaguez del triunfo, cuan-do con lúcida conciencia de su responsabilidad supoatemperar enérgicamente la inercia excesiva del comba-te imponiendo una consigna de resonancias fraternales.«Ni vencedores ni vencidos», ordenó usted para demos-trar que sobre el fragor de la lucha continuaba flamean-do la misma bandera en que todos, réprobos y elegidos,y todos los tiempos, presente y futuro, están comprendi-dos. Me dirijo a esa parte de la personalidad-hoy un pocodesvaída en el tumulto cotidiano por la sombra de losque van pasando- que ordenó el desfile de los vencedo-res en honor de los vencidos, quizá para que no se olvi-dara que el valor de ambos bandos y sus encontradasconvicciones no eran sino el anverso y reverso de unvalor y de un destino común.

Se ha dirigido usted al pueblo de la República enun mensaje henchido de conceptos pesimistas, enque usted ha hecho suyas consideraciones y cifrasque en conjunto procuran dar una idea catastróficadel estado económico y financiero de la República yque para ese preconcebido propósito han sido pre-paradas-consideraciones y cifras- por una pública-mente anónima comisión de técnicos, disciplinadospor la inteligencia recién desembarcada del doctorRaúl Prebisch.

El estado económico financiero de la Repúblicano es el que ingenuamente puede deducirse del «in-forme», hábilmente preparado para desconcertar, des-corazonar e inducir a conclusiones tan alejadas de laverdadera realidad como el trenzado de cifras y con-ceptos con que se procura alcanzar el objetivo final.Para el ducho a leer, esto es un informe hecho al re-vés, en que el propósito es anterior a la documenta-ción y las cifras sólo son un sofisma artimótico enque los legos se alucinan. Conozco esa manera deoperar porque soy un viejo descifrador de balances ymemorias ferroviarias, con los que las empresas, conel pretexto de rendir cuenta, emitían argumentos parafuturas expoliaciones tarifarias.

El señor Presidente no debe olvidar que casi todoslos técnicos que intervinieron con el aporte de datos,son los mismos que pusieron su técnica el servicio dela orientación económica que nos ha conducido a estaencrucijada. Y también indispensable percibir que aquíno se trata de desconceptuar al régimen perimido delgeneral Perón, sino de concertar un desesperado aspectode falencia para apoyar en él una red de concesiones al

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extranjero disimuladas en la inocencia de sociedadesmixtas de las más variada índole.

A tal punto es cierto lo que afirmo, que el «Infor-me», en su apuro de coleccionar números que revelenempobrecimiento, llega al colmo de inventar un «ba-lance de pagos» para el año 1955, que aún no ha con-cluido. Ese imaginario «balance de pagos» del año 1955,es la única cifra negativa de los intercambios citados. Yla inventaron porque no había otra cifra negativa. En elcorrer de los días iremos disciplinando las cifras, reor-denándolas y traduciéndolas al lenguaje de la realidad,para que se vea claramente que no es tan feo el cucocomo quieren presentarlo. Los ojos se los han puestodonde debía estar la nariz. Eso es todo.

Pero la gravedad mayor del «Informe» es que en suscifras han servido de base al mensaje del Sr. presidentey de esta manera se le ha hecho incurrir en gravísimoserrores que tienen el agravante, para quien los elevó,de ser cifras imaginarias que quieren dejar sobreenten-dido que ha sido perniciosa la administración de losferroviarios por los mismos argentinos, y que frente a lamontaña de obligaciones y la ineptitud demostrada nohay otra puerta de escape que formar sociedades mix-tas con los proveedores de material que, quizá, pudie-ran ser los ofertadores de material ferroviario británico,que casualmente están entre nosotros ahora

Dijo el señor Presidente: «El estado de los transpor-tes es deplorable». Ese es indudablemente cierto, peroes menos deplorable que cuando fueron adquiridos en1948, según lo demostraremos con los datos seleccio-nados por el Congreso Obrero Ferroviario del año pasa-do y las pocas estadísticas oficiales publicadas.

A renglón seguido, el señor Presidente dice: «Ladescapitalización alcanza vastas proporciones y se-ría necesario gastar 22.000 millones de pesos pararenovar el material de tracción y de vías». Quien pro-porcionó esas cifras al Sr. Presidente incurrió en eldelito de irreverencia y falta de respeto. Esas cifras,que ya fueron manoseadas por el ex diputado Nudel-man, son el producto de una fantasía de algunos in-genieros dieron en soñar qué lindos serían los ferro-carriles si duplicáramos las vías de todos los accesosa la capital, si eliminamos todos los pasos a nivel, sirenovarramos todos los rieles y durmientes de ma-nera de permitir a las vías soportar cargas y velocida-des que ahora no soportan, y si adquirieramos loco-motoras capaces de correr a la velocidad y con lacarga que esas vías podrían soportar... 11.700 millo-nes para vías y obras, 9.000 millones en material ro-dante y de tracción, 2.300 millones en talleres... Esascifras iban a servir de trampa parlamentaria, pero nosignifican de manera alguna «la descapitalización delos transportes». No son datos verdaderamente se-rios y fidedignos.

Tampoco se ajusta a la realidad el quebranto quese le ha hecho anunciar al señor Presidente, que dijo:«Hay un déficit de 3500 millones de pesos por añoen el conjunto de los transportes administrados porel Estado». Evidentemente, se intentó abrumar alpobre auditor radiotelefónico con esa cifra, e infun-dir en su ánimo la imborrable impresión de que elEstado es un administrador pésimo y peligroso parael bolsillo del contribuyente. Y la verdad es absolu-tamente distinta. Ya el Congreso Obrero Ferroviario

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de 1954 demostró con cifras concluyentes, que elseñor Presidente tiene la obligación de exigir a susasesores, que jamás estuvieron los ferrocarriles tanajustadamente administrados como lo han sido bajola administración estadual, incluidos todos los des-pilfarros, abusos e inmoralidades que las comisionesinvestigadoras quieran descubrir.

Ya volveré a desenmadejar estas ringleras de núme-ros, pero mi propósito al dirigirme al señor Presidentey ofertarle estos ejemplos de la falacia que lo circunda,es demostrarle que tiene que ser extremadamente cau-teloso y desconfiado de los prestigios que lo rodean,gran parte de los cuales han sido logrados al servicio delos intereses de la Patria. Y por eso, en súplica humil-de, pero fervorosa, le pedimos que no firme nada defi-nitivo que se deduzca de las informaciones, conclusio-nes y recomendaciones del «Informe», y menos aún siellas no han sido publicadas y se mantienen en el nivelde la reserva. Acuerde tiempo suficiente para que elpaís despierte de su estupor y calcule la gravedad de loque puede sobrevivir consecuencia de la impremedita-ción. Estamos rodeados de codicias aviesas que rondana la espera de errores. No firme nada, señor Presidente,sin estar absoluta, total e indubitablemente seguro deque también en el campo de la economía y de la finan-za no hay vencedores ni vencidos. Porque el vencidopues ser el país».

«El obrero pagará la diferencia»Por resolución del Gobierno Provisional se ha pro-

cedido fundamentales reformas en materia monetaria,operando en las tasas de cambio. Con el nuevo sistema

la República Argentina abandona el régimen cambia-rio para el comercio exterior. El objetivo aparente de lamedida es el de mejorar la posición de los productosargentinos de exportación en el mercado internacional.La finalidad real, el resultado cierto, es un despojo enel valor de la moneda que habrá de repercutir en elvalor del salario.

La técnica consiste en la siguiente: se han supri-mido los distintos tipos de cambio, unificandose elprecio del dólar, que se ha fijado en 18 pesos mone-da argentina. Por vía de ello se ha reducido en másde la mitad el valor del peso en el mercado mundial.Cabe hacer notar que el sistema de las diferencias decambio para las transacciones con el exterior, contipos preferenciales para ciertos artículos, resulta deun largo proceso generalizado en el mundo hace másde dos décadas, como consecuencia, entre otros delos hechos trascendentales: el abandono del patrónoro por parte de Inglaterra, y la aguada crisis econó-mico financiera que caracteriza ese período. Lo pri-mero fue consecuencia de los segundo. Y el objetivofue, también para los ingleses, el acrecentamiento desu comercio exterior. A lo cual respondieron los de-más países con procedimientos parecidos.

Desde entonces acá han ocurrido muchas cosas.Incluso han variado la forma de tal procedimientopero respetando siempre el método. Que en el fondono es otra cosa que el manejo ágil del régimen adua-nero. El tipo preferencial de cambio puede variarsegún las necesidades de cada momento y según seala actividad que se trate de fomentar. Entre nosotros,al revés de Inglaterra, nació para defender la produc-

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ción agropecuaria. Se sostiene ahora que se modificaradicalmente el régimen cambiario para facilitar lacolocación de tales productos en el mercado exte-rior, estimulándose con ello a la intensificación deltrabajo campesino y la consiguiente provisión de di-visas para el país. Lo reputamos difícil por dos razo-nes: la tendencia bajista en los precios agropecua-rios se produce porque Estados Unidos de Nortea-mérica no tiene interés en mantenerlos, ya que po-see saldos acumulados de varias campañas agríco-las. Hay allí 28 millones de toneladas de tipo queestán gravitando en el mercado internacional. Si élcereal argentino baja de precio, nada impedirá a lapoderosa nación hacer lo mismo, no obstante los con-venios. Y si no, véase lo ocurrido con el Canadá, in-vadido por determinada mercadería japonesa paga-da contenido norteamericana». Y en cuanto a las di-visas, lo único que se conseguirá será vender el do-ble de trigo por la mitad de su valor.

La experiencia demuestra que este juego a la bajasobre el valor de la moneda, como igualmente la gue-rra de tarifas, del cual es sucedáneo, no facilita elintercambio ni la conquista de mercados, por el sim-ple hecho de que los demás países pueden hacer lomismo. Podrá computarse una ventaja inicial, espe-cialmente para los países manufacturados, pero apoco andar la diferencia se conjura por la ley de lasequivalencia. En el fondo, los únicos perjudicadosson los colocados en el último grado de la escala eco-nómica -último en el orden actual de la economía,entiéndase- cuyo único patrimonio es el salario. Paraevitarlo no queda otro recurso que un aumento com-

pensatorio, en relación con la devaluación moneta-ria. Si tal principio rigiese, mediante el pago de sala-rios a otro, comprobaríamos que el procedimientode la devaluación no seduciría a los economistas delcapitalismo. Ya no sería solución. Y sería la mejorprueba de lo que decimos.

Fácil resulta explicar por qué. El precio es regula-do en el mercado internacional por una medida esta-ble de valor. En un tiempo esa función la cumplió eloro. Abandonado este como patrón monetario, estoes, como medida para relacionar el valor de las dis-tintas monedas, esa tarea pasó a las monedas fuertes,convertidas así en divisas, en símbolos estables paramedir los productos intercambiados. Una de esasdivisas duras -tan dura como el oro, por la potencia-lidad de el país de origen- es el dólar. por eso se laeligió preferentemente como índice para el pago demercaderías en el comercio exterior.

Veamos un ejemplo: Una máquina agrícola tiene fi-jado su valor en 100 dólares. Si el dólar se pone a dis-posición del adquirente a 7.50 pesos moneda argenti-na, el comprador deberá entregar 750 pesos. Fijado elprecio del dólar en 18 pesos, esa misma operación re-quiere 1.800 presos. no cabe duda que ese mayor pre-cio incide en los costos de la producción. Repitiéndoseel hecho en medicamentos, pongamos por caso, unadroga que se podía comprar por 7,50 pesos conforme alcambio preferencial anteriormente vigente, ahora cos-tará 18 pesos. Y así en todo. En síntesis, todo lo que secomparaba con dólares a 7,50 pesos se abonará de aho-ra en adelante a 18 pesos, de lo cual resulta un encare-cimiento de las importaciones. De modo tal que si an-

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tes por una tonelada acero había que poner una tonela-da de trigo, ahora hay que entregar por igual cantidadmás del doble del cereal.

Esa diferencia alguien tiene que cargarla. Si los sa-larios quedan estacionarios, o no aumenta en la medi-da que se ha rebajado el valor de la moneda, es eviden-te que la carga recaería sobre las espaldas de los traba-jadores. Porque el influir en el mercado interno de pro-ducción el precio de los materiales adquiridos en elextranjero con una moneda depreciada, aumentan loscostos, se encarecen los artículos y se reduce el nivelde vida de las masas populares. Por eso hay que recla-mar un aumento salarial equivalente a la baja experi-mentada por el peso».

III. MISCELANEA DE FALSEDADES

Poner en evidencia todo el cúmulo de falsedadesemergentes de la imaginación de estos simuladores se-ría un esfuerzo superior al objeto de este libro. Quienhaya seguido los acápites anteriores habrá formado con-cepto de la veracidad de esta afirmación.

Nunca hemos sostenido nuestra infalibilidad. He-mos cometido errores como todo aquel que hace algo.Sobre un cinco por ciento, nuestros enemigos cargaronun noventa y cinco por ciento. Esa es la técnica de lacalumnia.

Las organizaciones estudiantiles del continente hanrecibido un pseudo informe sobre la Universidad Ar-gentina producido por la Federación Universitaria Ar-gentina (F.U.A.).

Las Universidades Argentinas son autónomas y su

administración y gobierno depende de los rectores yconsejos. El gobierno tiene allí una función: suminis-trar los fondos.

En nuestro país la organización universitaria exis-tente era la Confederación General Universitaria(C.G.U.) que agrupa en sus filas 120.000 estudiantes delas cinco universidades argentinas. Existía, además, laFederación Americana de Estudiantes (F.A.E.), filial dela anterior, que asociaba a los 15.000 latinoamericanosque cursan las distintas facultades de la Universidadde Buenos Aires.

La Federación Universitaria de Buenos Aires(F.U.B.A.), que luego se llamó Federación UniversitariaArgentina (F.U.A.), dejó de funcionar hace ocho años yse ha reorganizado ahora con la dictadura militar, cuan-do las demás organizaciones estudiantiles fueron inter-venidas por la dictadura. Está formada por elementospolíticos y comunistas, de esos estudiantes que en laArgentina se denominan «crónicos» porque no termi-nan nunca sus estudios.

Por algo será que en la Universidad de Buenos Airesestudian 15.000 latinoamericanos y será precisamenteporque allí no faltan garantías ni libertad, ni se persi-gue a los estudiantes. Si las organizaciones estudianti-les de América quieren saber la verdad deberán inda-garla entre sus compatriotas residentes en Buenos Ai-res, y no entre los políticos que actúan en los ambien-tes universitarios.

Si algún estudiante, durante la rebelión, ha tenidoalgo que ver con la policía no ha sido por asuntos estu-diantiles sino por delitos comunes o contravencionescomo cualquier otro ciudadano. En épocas de revolu-

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ciones y conspiraciones, nadie que intervenga en ellaspuede aducir impunidad para intervenir.

Las quejas de los «libertadores» porque algunos desus compinches de conspiración y revolución estuvie-ron presos, me parecen simplemente ridículos. ¿No tie-nen ahora ellos más de 15.000 hombres y mujeres denuestro movimiento en la cárcel sin que hayan cometi-do delito alguno? ¿No masacraron 400 muchachos ymuchachas en la Alianza Nacionalista Libertadora,muchos de los cuales eran estudiantiles? ¿No han in-tervenido violentamente todas las organizaciones estu-diantiles y detenido a sus dirigentes? ¿No han sacadode los cabellos a algunos profesores de la Universidad?Entonces, ¿de qué se quejan?

Pusieron el grito en el cielo cuando el Congreso, enuso de sus facultades legales y constitucionales expro-pió un diario sin dueño (véase el ‘caso de «La Prensa»’)para venderlo a las correspondientes organizaciones sin-dicales. Ellos se incautaron por la fuerza de diez diariosy emisoras, ocupándolas con tropas e interviniéndolascon jefes y oficiales de las fuerzas armadas, después dedetener al personal directivo de los mismos, en contrade la ley. Ahora resulta que las víctimas son ellos.

Se anuncia en estos días que, como ya lo había anun-ciado, «La Prensa» será entregada no sabemos a quédueño, despojando a los obreros que la compraron debuena fe. Lo inaudito de este caso es no sólo el despojoa los trabajadores sino que se lo comete para entregar eldiario a una empresa extranjera que lo usará contra elpaís. Los «libertadores» han cobrado ya, ahora debencumplir.

El «sacrificio» cometido por nosotros de detener cu-

ras, que luego hicieron fuego como rebeldes contra lasfuerzas del orden, no tiene perdon. En cambio ellos,acaban de detener a los mismos curas por igual delito,pero naturalmente, por la «libertad». No defiendo a loscuras y creo que están bien presos, pero convengamosque cuando los detuvimos nosotros, también lo esta-ban. La sotana no es un elemento de impunidad paracometer delitos contra el orden y el Estado, pero que laley sea pareja.

Nosotros cometimos el delito de dejar que los obre-ros se organizaran para la defensa de sus derechos eintereses profesionales, constituyendo una CentralObrera que era orgullo argentino tanto por su cantidadcomo por su calidad. Ellos en cambio tienen el méritode destruirla, confiscarla y reemplazarla por algunossindicatos comunistas, formados por cuatro o cincodirigentes a sueldo y un sello.

Estos asaltantes y ladrones de los obreros argenti-nos, apoyados por las fuerzas obscuras de la reaccióninternacional, han de ser algún día desenmascaradosante los trabajadores del mundo, entonces de todaspartes saldrán las lamentaciones, muchas de ellas porboca de los mismos tontos que hoy dan crédito a losenvenenadores de la opinión.

Han criticado nuestra justicia constitucional y legalporque según afirman estaba influenciada por la políti-ca. Ellos la hacen mejor: Han dejado al margen a losjueces naturales provistos por la Constitución y la ley,constituyendo con jefes y oficiales de las fuerzas arma-das una justicia «sui generis» encargada de juzgar a losfuncionarios y legisladores, con la novedad jurídica queel Vicepresidente «de facto», pasa a ser algo así como

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un «presidente de corte», también «de facto». ¿Y la Cor-te Suprema de Justicia, los jueces federales y los juecesy Cámaras? Bien, gracias.

Nosotros fuimos arbitrarios e injustos porque sepa-ramos el servicio, mediante los juicios correspondien-tes por los tribunales militares, a los jefes y oficialesque atentaron contra las autoridades constituidas. Ellosen cambio, son justos y ecuánimes al arrojar del Ejérci-to, la Armada y la Aeronáutica, sin proceso previo, a latotalidad de los generales, a la mitad de los jefes y grancantidad de oficiales, por el delito de haber cumplidocon su deber y defendido las autoridades constituidas.

Sería largo detallar las enormes contradicciones quela simulación y la falsedad tratan de disimular en losprocedimientos de esa dictadura insidiosa y bruta. Sinembargo es tan enorme el cúmulo de ellas que un día uotro la opinión se persuadirá de la realidad. El tiemposuele ser en estos casos el mejor remedio.

IV. LA REACCION ANTISOCIAL

El gobierno instaurado en Buenos Aires por la dic-tadura militar es de neto corte reaccionario. Bastaconocer los hombres que componen el gabinete. Sinexcepción son conservadores, clericales y «naciona-listas», vale decir del riñon de la oligarquía argenti-na.

Su primera y más profunda manifestación es su anti-obrerismo característico. Ellos, como cabales parásitos,no pueden aceptar que el trabajador argentino tengaotra participación en la comunidad que no sea el es-fuerzo, la producción y el sacrificio. Se oponen siste-

máticamente a considerar siquiera que el obrero tengasu representación legal en la vida de la Nación. Soncontrario a toda mejora social, y enemigos declaradosde la posible capitalización del pueblo.

El informe económico que antes hemos comenta-do, lleno de afirmaciones temerarias y subjetividadesdeformantes, cargado de un pesimismo pernicioso ymalintencionado, es un punto de apoyo para iniciaruna política de limitaciones innecesarias, que impon-drán al país sacrificios inútiles, en esfuerzos inoperan-tes. Como generalmente sucede en estos casos, los es-fuerzos y los sacrificios recaerán en los trabajadores.Ellos deberán trabajar más y ganar menos. Renunciar asus derechos y obedecer ciegamente los parásitos quepretenden gobernarlos.

Si esta dictadura militar fuera sincera y realmenteconsiderada una situación económica difícil, antes deimponer sacrificios al pueblo, debería suprimir granparte del Ejército, la Marina y la Aeronáutica, que insu-men más del 30% del presupuesto de la Nación.

Estos son hombres de medidas indirectas y proce-dimientos insidiosos. Mediante subterfugios dirigidosa engañar a la opinión pública, tratan de someter alpueblo a sus designios e intenciones.

Comienzan manifestando que respetarán las con-quistas obreras y provocan por decreto la desvaloriza-ción de la moneda. Con ello los trabajadores verán dis-minuir su poder adquisitivo en la misma medida quelos precios aumentan. Con lo que, en poco tiempo, vol-verán a los salarios de hambre, frente a una nueva in-flación intencionalmente provocada. Esto, en cuanto alos salarios.

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La dictadura ha barrido con toda representaciónobrera en el Gobierno y en el Estado. El régimen justi-cialista consideraba un honor contar con dirigentesobreros en los ministerios, en el Congreso, en las pro-vincias y en los municipios. Ellos representaban al pue-blo en su más genuina expresión y garantizaban desdeallí la defensa de los intereses de la clase trabajadora.Esa era su principal conquista de la que han sido total-mente despojados.

La garantía efectiva de la defensa de los interesesprofesionales estaba afirmada en la organización sindi-cal. La Confederación General del Trabajo con sus dosmil quinientos sindicatos y sus seis millones de traba-jadores era el baluarte de la defensa de sus intereses.

La primera tarea de la dictadura estuvo dirigida a ladestrucción de la Central Obrera. Para ello pretendióintervenirla pero desistió frente a la reacción de los di-rigentes. Luego empleó el sistema indirecto de anar-quizarla primero mediante el asalto a mano armada porbandas comunistas de los «Sindicatos Libres» inexis-tentes en nuestro país. Esta parodia dirigida y ejecuta-da por agentes de la dictadura militar en la que partici-paron oficiales y policías vestidos de civil, le dio ova-ción para «poner la mano» en algunos sindicatos, conlo cual provocaron la denuncia de una Comisión Di-rectiva y consiguieron meter un «caballo de Troya» den-tro de la organización. Luego vino la intervención lisa yllana, incautándose de los fondos y la administraciónde la Central Obrera. Inmediatamente se incautaron de«La Prensa», órgano de opinión de la clase trabajadora,continuando su obra devastadora en la organizaciónsindical. Esta es otra demostración del respeto a las

conquistas obreras que pretendieron estos simulado-res y falsarios.

Reafirma esta afirmación el hecho de que ante va-rias amenazas de huelga por parte de la C.G.T., el go-bierno ha cedido circunstancialmente, para luego to-mar una actitud aparentemente contemplativa, pero enel fondo decididamente contraria a las conveniencias yaspiraciones de la Central Obrera.

Cualquiera que sea el rumbo que la dictadura siga ylos cambios de hombres que los diversos incidentespuedan provocar, una cosa será siempre constante ensu orientación: su anti-obrerismo. Tanto los conserva-dores como los curas y los militares, son anti-obreristaspor antonomasia. Si alguna duda pudiera haber queda-do, la revolución oligarco-clerical la ha despejado com-pletamente. Tanto en la revolución misma como en ladictadura que le sucedió, los signos evidentes que semostraron deben persuadir a los trabajadores argenti-nos que se encuentran frente a verdaderos enemigos.

Podemos anticipar algunas ideas sobre el métodoque emplearán en la dictadura para anular las conquis-tas obreras. En 1945, cuando desde la Secretaria de Tra-bajo y Previsión inicial una política social destinada asacar a la clase trabajadora de la miseria y el dolor de lainjusticia, mi principal preocupación fue el aumentode los salarios. Sin embargo debo confesar que pocopudo hacer efectivo en ese entonces debido a la exis-tencia de grandes sectores de desocupados. Mientrashay desempleo, se licitan los trabajadores y el aumentode salarios es sólo una ilusión.

En 1946, con la aplicación del Primer Plan Quin-quenal se alcanzó en seguida la plena ocupación, co-

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menzaron a rematarse los obreros y los salarios subie-ron considerablemente. Fue entonces cuando se iniciala verdadera reforma social.

El aumento de salarios produjo enseguida un im-portante incremento en el poder adquisitivo de lasmasas populares y el consumo aumentó considerable-mente en todos sus aspectos. Apareció también enton-ces la especulación, que fue frenada mediante el con-trol de precios de los artículos de primera necesidad.La policía económica, mediante un trabajo activo y unproceder enérgico, congeló los precios, por lo menosde los artículos esenciales. Esto hizo que los comer-ciantes tratarán de obtener su beneficios en el volumende ventas y no en la especulación de los precios.

Con el incremento del consumo y las ventas se reac-tivo también la producción y la industrialización, com-pletando así la reactivación integral de la economía entodas sus etapas de la producción, la transformación yla distribución.

Alcanzado lo anterior, los mismos obreros, median-te sus organizaciones sindicales, llegaron a la fijaciónde los salarios por medio de los convenios colectivosde trabajo de dos años de duración, al cabo de los cua-les los sueldos y jornales reales eran reajustados deacuerdo con el incremento de los precios reales.

Así conseguimos frenar la inflación hacia el año1954, desde cuando se ha estabilizado la vida popularargentina, en un equilibrio de precios y jornales queningún otro país ha conseguido realizar. El elevado«standard» de vida alcanzado trajo la tranquilidad so-cial y ésta permitió un trabajo continuado, sin conflic-tos, tan perjudiciales como perniciosos a la economía.

Esto que costó tanto construir mediante la persua-ción la organización puede ser destruida en poco tiem-po por la dictadura militar. Primero, porque está deci-dida a hacerlo, y segundo, porque no entiende nada deequilibrio social. Ellos creen que es como en el cuartel,que todo anda mejor «a la baqueta» mediante la amena-za y el castigo.

Su primera medida de desvalorizar el peso por de-creto, es el punto de partida para el desequilibrio. Dis-minuirán los salarios reales, aumentarán los precios,muchas industrias deberán cerrar, se detendrán las obrasy se producirá una considerable desocupación. Entrelas medidas peregrinas de la dictadura, una es espe-cialmente importante: dejar sin efecto el segundo planquinquenal. Esto aumentará el desempleo y los sala-rios comenzarán inmediatamente a bajar. Habrá huel-ga y conflictos, con lo que se agravará aún más la pérdi-da de valores económicos. Con todo ello, se llegara auna crisis, después de la cual será necesario empezarde nuevo.

Qué puede el país, en este orden de cosas, esperarde una dictadura militar que en dos meses ha tenido yados gobiernos, que no se ocupan más que promoverintrigas y luchas entre ellos, que no entienden nada delo que tienen entre manos y creen que el gobierno sehará solo, mientras ellos, ametralladora en mano, sededican a encarcelar ciudadanos intervenir institucio-nes, amedrentar a la población y lanzar una tras otromanifiestos intrascendentes e inoperantes.

Entre tanto, los dirigentes políticos que los pilotean,de la famosa «Junta de Notables» (notables por los vivi-dores), se ocupa de producir cada día un mayor caos

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en el campo político, pensando que «en río revuelto»ellos podrán obtener mejor pesca.

V. LA POLITICA DE LA DICTADURA

En el orden político, el objetivo de la dictadura es ladestrucción del peronismo. Lonardi manifestó que sumisión era «desperonizar el país». Establezcamos en-tonces que la función política que la dictadura se atri-buye es destructiva y no constructiva.

Como neófitos en política suponen que poniendopresos a todos los dirigentes del Movimiento Justicia-lista, la masa peronista se les plegará y que les bastaráponer algunos «tenientes interventores» para apoderarsede nuestras fuerzas.

Así como los políticos tratan de resolver todo conhabilidad o con engaño, los militares lo arreglan todocon la fuerza. Por eso ellos sostienen que es necesariotener la fuerza de su política y subordinarse a seguir lapolítica de su fuerza.

Mientras se sientan fuertes lo atropellaran todo,cuando se debiliten entrarán a tranzar. El poder es comola riqueza, para conservarla es menester no hacer de-rroche. Estos dictadores están derrochando su poder,poco tiempo pasará sin que lo pierdan. Esa será la Horadel Pueblo. Recién entonces comenzará la reconstruc-ción sobre los despojos que haya producido la dictadu-ra militar que retornará a sus buques y a sus cuartelesdesprestigiada, aborrecida y despreciada.

Ese ha sido siempre el final de estas dictaduras yéste no podrá ser una excepción. Vemos cómo está pro-cediendo y, en consecuencia, podemos ya apreciar cómo

se desarrollará y cuál será su epílogo.Los partidos políticos, desde la «Comisión Asesora»

como una bandada de buitres observa la presa que aúnestá en poder del león, que la cazó. Ellos ambicionantanto la comida como temen y odian al león que la de-vora. Sin embargo tienen que esperar.

Esa legión de los que esperan, es el más abigarradoy heterogéneo conjunto que pueda darse: conservado-res, demócratas, cristianos, radicales unionistas, intran-sigentes y sabatinistas, demócratas progresistas, socia-listas y comunistas. Unidos formaron antes el contu-bernio que se llamó Unión Democrática. Ahora soncompetidores.

Entre tanto el movimiento justicialista está vetadopor la dictadura. Si se piensa que este movimiento re-presenta el 70% del electorado argentino se podrá de-ducir el aporte electoral que corresponderá a cada unode los ocho partidos mencionados, como también po-drá apreciarse el valor de la solución política auspicia-da por la dictadura militar.

Las tendencias políticas más diversas juegan tam-bién su papel dentro del gobierno de la dictadura, loque acelera el proceso de descomposición. La caídade Lonardi es consecuencia de la lucha de esas ten-dencias encontradas. Nacionalistas, católicos, libera-les de tendencia democrática, merodeadores, oportu-nistas y aun peronistas ocultos, libran una batalla sór-dida en el seno de la dictadura. Los militares manda,pero nadie obedece en el fondo. El caos avanza en lopolítico. La economía abandonada en manos de ama-nuenses se debilita día a día y el estado social se agitapeligrosamente.

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Capítulo VConclusiones

I. LA SITUACIÓN

Los capítulos anteriores fueron escritos antes dela primera crisis de la dictadura. Había previsto laexpulsión de Lonardi, aunque no imaginé que seríatan pronto.

Cayó aplastado por el peso de su propia ineptitud,impulsado por los hombres de su propio gabinete ytraicionado por las ambiciones de sus compañeros deaventura. Es lo natural en esta clase de gobiernos espú-reos. En ellos cada uno es un enemigo oculto de losdemás, en medio de intenciones contradictorias y am-biciones contrapuestas. El menor error, a veces la me-nor vacilación, son utilizados para desplazar.

Estos hombres que han demostrado un grado deperversidad inconcebible con los peronistas, no seránmenos malvados con los suyos. Ahora comienza elmomento del reparto, la hora en que los bandidos sue-len pelear entre ellos.

El primer episodio ha terminado. Fue a base de unaobscura intriga con muchas pistolas, ametralladoras ymuchos tenientes. Culminó con un nuevo gobierno, nimejor ni peor que el otro. Así se seguirán sucediendotras cada nueva fase de mezquindad y ambición. Ladictadura militar tiene su técnica y su destino, aplicarála primera y no escapará al segundo.

Este nuevo gobierno seguirá enfrentando al pero-nismo, luchará con la C.G.T., se defenderá contra sus

allegados, maniobrará con los políticos de la Junta Con-sultiva. Entre tanto, el país sin gobierno seguirá la deri-va. Los nuevos ministros, inexpertos e indecisos, pocopodrán hacer. La economía seguirá cayendo. Los técni-cos ayudaran a ello. El orden social se anarquizará y lasconsecuencias ya parecen vislumbrarse. Con un hom-bre atemperado puede prolongarse, con uno violentoacelerarse. Todo depende de que cuando Rojas toma elpoder.

Los políticosEl apoyo político a la dictadura estuvo dado por los

partidos que durante diez años se opusieron sin éxitoal peronismo unidos en el contubernio que se llamó la«Unión Democrática». Sus dirigentes más conspicuosforman hoy la Junta Consultiva, algo así como un con-sejo áulico de la política.

Los conservadores con el nombre de Partido Demó-crata Nacional, constituyen el sector reaccionario. Laacción destructora del tiempo ha terminado con susviejos dirigentes. Otro sin mayor arraigo los han reem-plazado. Su aporte electoral es mínimo.

Los radicales muy divididos y peleados entre sí, re-presenta la tendencia liberal un tanto declamatoria einorgánica. Con todo, es el partido opositor con mayorarraigo, especialmente en la clase media.

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Los demócratas progresistas, restos de un partidoabortado y en franca decadencia. Su aporte electoralmicroscópico.

Los socialistas, antiguo partido popular, dirigido porviejos aburguesados, perdieron el apoyo popular de laclase trabajadora. Sus dirigentes octogenarios no sonuna promesa de recuperación.

Los comunistas, como en todas partes, constituyenuna agrupación activa en la clase trabajadora. La dicta-dura, con los «sindicatos libres» (léase «comunistas»),realiza un juego peligroso para luchar con la C.G.T..Los comunistas, excelentes «pescadores en río revuel-to», pueden sacar, de este error de la dictadura, un granprovecho.

El clero, toma también parte activa mediante el «Par-tido Demócrata Cristiano», ordenado por Roma. Se for-ma a base de la Acción Católica Argentina, manejadapor el cura Tato y los Nacionalistas clericales dirigidospor Mario Amadeo. El general Lonardi es hombre deesta agrupación. Su expulsión obedece a eso, la dirigióRojas con la Junta Consultiva y los marinos y militares.El general Bengoa había sido antes eliminado por losclericales.

Los hombres que deciden en la dictadura son sola-mente los militares y los marinos. La expulsión de Ben-goa fue obra de Lonardi y el grupo clerical, la de éste ysu grupo fue obra de Rojas. Aramburu es sólo una tran-sacción al Ejército. La «eminencia detrás del trono» esIsaac Rojas. Su enorme impopularidad no le ha permi-tido aún intentar «el salto». Sin embargo, los ministrosmilitares controlan a Aramburu. Un gobierno controla-do por éstos significa estar manejado por Rojas. El pro-

blema se planteará tarde o temprano entre el Ejército yla Marina. Será el principio del fin.

Cada día se desdobla más el heterogéneo conglo-merado revolucionario. La pugna hace que cada díasurjan nuevos enemigos de la dictadura. Ellos siguenencarcelando dirigentes, pero llegará un momento enque deban decidir. Ese será el «punto crítico».

Estos son los personajes y la tragedia. Su papel surgede los acontecimientos mismos. Hay que considerar quefrente a los revolucionarios está una enorme masa quelos repudia: el Movimiento Peronista y la ConfederaciónGeneral del Trabajo que, unidos se aproximan a los sietemillones de personas. El partido Peronista, con todos susdirigentes presos (unas 15.000 personas), ha «desensi-llado hasta que aclare». La C.G.T. en plena lucha contrala dictadura ha comenzado su resistencia pasiva con el«trabajo a desgano» y el «sabotaje individual» alternan-do con huelgas y perturbaciones sociales. A las armas dela fuerza, el pueblo opone sus armas.

II. EL JUSTICIALISMO

El Movimiento Justicialista que durante diez añosconsecutivos ha influenciado profundamente la vidaargentina, no es un simple partido político como algu-nos creen. Es todo un movimiento doctrinario nacionalque levantando las banderas de la justicia social, la in-dependencia económica y la soberanía política, ha crea-do un orden orgánico, estructural y funcional, median-te una profunda reforma integral que ha cambiado lavida argentina, dándole características propias y origi-nales.

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Diez años de intensa prédica y de constante supera-ción ha persuadido a la clase trabajadora de su conve-niencia y de los beneficios que su aplicación ha aca-rreado al pueblo humilde de la República.

Su doctrina, inspirada en las aspiraciones popula-res, ha sido inculcada profundamente en la masa. Susdirigentes han recibido, asimismo, una gran capacita-ción técnica, política y doctrinaria.

Los sistemas, económicos y sociales propugnadospor nuestra doctrina han conformado un sistema devida y un módulo de acción. Nadie que no sea justicia-lista y aplique la doctruba podrá manejar al país sinenormes inconvenientes. Pretender retroceder sobrenuestros pasos, es imposible para la comunidad argen-tina del presente. Volver al año 1943, como desea ladictadura, sería algo como retrovertir la vida a la niñez.

Mientras sostengan semejantes objetivos y alientestan descabelladas intenciones podemos asegurar suabsoluto fracaso. Ellos no aceptan al justicialismo, perosin justicialismo ya no es posible vivir en la Argentina.

Su empeño es tan vano como nadar contra la co-rriente. En la lucha entre el nadador y la corriente, a lolargo, ganará siempre la corriente. Eso ocurrirá tambiéncon la acción torrencial del justicialismo argentino. Ladictadura podrá haber ganado la batalla de la fuerza.Los justicialistas hace rato hemos ganado la batalla dela opinión.

III. EL DESEQUILIBRIO SOCIAL

Es indudable que hasta ahora el principal enemi-go de la dictadura ha estado representado por la ac-

ción de los trabajadores y sus organizaciones sindi-cales. Es que ellos saben que el desastre provocadopor aquélla lo habrán de pagar ellos con miseria ydolor.

La primera medida económica de la dictadura, aldesvalorizar el peso, ha quitado el 50% del valor ad-quisitivo a los sueldos y salarios. La paralización delplan quinquenal traerá conjuntamente con la ante-rior un amplio sector de desocupación y bajarán lossalarios. El conflicto está planteado.

La ocupación de la C.G.T. con tropas, el arrestode sus dirigentes, el despojo de su capital social y desus diarios, el atropello de los sindicatos por agentesdel gobierno en nombre de los «sindicatos libres»inexistentes, son todos «comburentes» que activaránla lenta combustión que arde dentro de las organiza-ciones sindicales.

El 28 de febrero de 1956 terminan los actualesconvenios colectivos de trabajo. En los nuevos habráque nivelar salarios y precios reales. Ese será el díade la iniciación del verdadero conflicto. Veremosentonces si es posible arreglar con los «sindicatos li-bres».

Los dirigentes obreros saben bien lo que hacen.La lucha va bien llevada. Las victorias de la dictadu-ra son a lo Pirro. El éxito de la lucha sindical no sedecide en una sola batalla sino en miles de pequeñoscombates. Es precisamente esa permaneste alteraciónsocial la que ha de perturbar más profunda y perju-dicialmente a la dictadura.

Esta lucha no está dirigida contra los patrones quetambién han sido grandemente perjudicados por las

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medidas inconsultas, sino contra el gobierno. Por esono interesa un arreglo sino precisamente un conflic-to. Es lo que se está produciendo.

IV. EL DESEQUILIBRIO POLITICO

Si difícil es la situación de la dictadura para go-bernar, mucho más difícil le será salir políticamenteadelante de su gobierno.

El «peronismo» vetado políticamente por la dic-tadura representa la inmensa mayoría del electora-do. De modo que una elección con su concurrenciano es posible dentro de los planes de la revolución.Una elección sin el peronismo resultaría algo así comoun «guiso de liebre sin la liebre», porque lo que seguisará allí sería un gato. Al pueblo argentino es difí-cil «hacerle pasar gato por liebre».

Suponiendo que todos los demás partidos se pu-sieran de acuerdo, cosa muy dificil, ese electoradono pasaría del 40% del total, lo que demostraría unavez más la orfandad de su predicamento. Si no sepusieran de acuerdo, cosa probable, resultaría el casode un «Presidente Constitucional», elegido por el 20%del electorado; ¡triste honor! para cualquier candi-dato.

Si al Movimiento Peronista no se le permite con-currir a elecciones se abstendría de votar, precisa-mente para demostrar su repudio a la dictadura y laorfandad de los adversarios. No sería sin embargouna actitud pasvia. Trabajaríamos por destruir parasiempre toda posibilidad de una nueva dictaduraantipopular.

La dictadura no tendrá una salida decorosa en nin-gún caso; o caerá envuelta en su propio desprestigio,odiada y despreciada, o dirá quien mal anda, mal aca-ba. Si pretendiera perpetuarse en el gobierno, su des-enlace será aún más peligroso.

V. EL DESEQUILIBRIO ECONOMICO

Quien haya seguido el capítulo IV -II- (La false-dad en la Economía), tendrá idea formada sobre laseriedad y honestidad de la dictadura. Sus procedi-mientos no difieren en nada de los métodos que em-plearon antes en el gobierno. Para ellos, en estos últi-mos veinte años, no ha pasado nada en el mundo.

Sus sistemas económicos, de neto corte capitalis-ta, conducen al pueblo, a través de una absoluta des-capitalización, a una «economía de miseria». Capita-lizan, en cambio, a los sectores del privilegio. Así elbienestar social está al servicio de la economía y éstaal del capital.

Invertidos así los términos de la «economía deabundancia» del justicialismo, presupone sin más lainversión de todo un sistema. Ello es lo que está pro-duciendo actualmente un verdadero caos en la eco-nomía argentina.

Como ellos no confesarán, ni planificarán la re-versión, porque no pueden decir al pueblo la verdaddel despojo que están cometiendo, toda la etapa deesta inicua reforma estará sometida al ocultamientode medidas inconfesables. Pero si bien el pueblo des-conocerá las causas, no escapará a los efectos. Loshumildes, no sabrán por qué, pero verán disminuir

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primero el poder adquisitivo de sus salarios, luegovendrá el encarecimiento de la vida, y, finalmente,los alcanzará la miseria con sus secuelas de hambrey de dolor.

La dictadura no está al servicio del Pueblo sinode los intereses capitalistas que la financiaron. Si al-guna prueba faltara para juzgar el interés espúreo deestos simuladores de la democracia y del ideal, susprocedimientos económicos no dejan lugar a dudas.

La desvalorización del peso asestará un rudo golpea la industria de la cual muchos establecimientos nopodrán subsistir. Las masas obreras urbanas sentiránel fuerte impacto de esta inconsulta y brusca medida.La desocupación cundirá agravada por la suspensióndel plan quinquenal y los salarios y sueldos bajaránde inmediato, si los obreros no producen un graveconflicto de paralización. Para evitar esto último, yala dictadura ha comenzado su trabajo destructivo enla Confederación General del Trabajo. Cuando llegueel momento, espera que las organizaciones estén tandesquiciadas y divididas, que no puedan presentar unfrente de resistencia, en cuyo caso no tendrá más re-medio que aceptar su pauperización.

El efecto no parará allí, disminución del poderadquisitivo del pueblo paralizará el consumo en un50% y el comercio comenzará también a languide-cer. La industria sufrirá así también el contragolpe yun círculo vicioso envolverá a la economía argentinapor largo tiempo, castigándola fuertemente con brus-cos y repentinos desplazamientos que sentirán todospor igual. Nada puede realizarse en una comunidadque no se realiza y la economía argentina, con la dic-

tadura y sus «técnicos» retrocederá veinte años, des-pués de un prolongado caos.

Las consecuencias sociales de esta locura son im-previsibles. Los obreros desesperados pueden tomarcualquier rumbo, hasta el comunismo. Ya los agitado-res habrán preparado las medidas oportunas para cose-char lo que estos insensatos de la dictadura están sem-brando. La aparición de los dirigentes comunistas como«sindicatos libres», son un indicio elocuente de que estetrabajo ya ha comenzado. La ignorancia y la inexpe-riencia de esta gente es un grave peligro. Ellos lo que-rrán arreglar después de todo «a balazos», pero las ar-mas en este campo, suelen ser inadecuadas.

Todo este proceso repercutirá desfavorablemente enlas finanzas nacionales y estatales. La dictadura, comoya lo anuncia, recurrirá los empréstitos. De ellos perde-rá en la contratación misma el 50% y del otro 50% serobarán la mitad de ellos y sus intermediarios comosucede siempre con los empréstitos. Luego el pueblotendrá que pagar el total. Así empobrecido y endeuda-do, asesinado y escarnecido, todavía el pobre pueblotendrá que decir que estos simuladores llegaron paralibertarlos.

No hará mejor negocio el prestamista, que dudoencuentren en esta ocasión de buena fe, pues él cobra-rá tarde, mal o nunca. Cuando preste, tendrá un amigoen la dictadura que espera sacar ventajas personales,pero cuando cobre, tendrá un enemigo en el gobiernoque esté y otro más enconado en el pueblo que debasufrir sacrificios para pagar al usurero.

Uno de los más grandes errores que cometen losgrandes países es prestar dinero a los gobiernos, por-

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que se lo roban en perjuicio del pueblo que despuésculpa al prestamista. Los empréstitos deben hacerse alas grandes empresas y no a los políticos que, en el mejorde los casos, los malgastan.

Durante mi gobierno recibí innumerables ofertas deempréstitos, siempre con la comisión correspondiente,de manera que yo sé de qué se trata cuando se demues-tra, como en la dictadura, una aguda propensión a estaclase de operaciones.

Esta gente ha provocado el desequilibrio de la eco-nomía hace dos meses equilibrada. Ahora comienza aprever el caos, producto de su insensata conducta y desus inconsultas medidas. Su signo monetario y sus va-lores bursátiles están entrando, con reflejo, en una es-piral catastrófica de caída. La anarquía social amenazacon su acción destructiva toda posibilidad de recupe-ración. El gobierno ocupado en capear el temporal po-lítico y gremial no atina a nada. Los técnicos, teóricos,toman medidas apresuradas e inconvenientes. El pue-blo sabotea, los jueces prevarican, los militares conspi-ran, los curas cuchichean, todo parece venirse abajo.

VI. CONSIDERACIONES FINALES

Cuando se produjo la revolución, mi temor era queun hombre habilidoso tomará el gobierno, y medianteuna conducta inteligente pudiera aprovechar el propioJusticialismo para desplazar a los hombres e imponer-se poco a poco dentro de él o colateralmente. Un hom-bre desapasionado e inteligente pudo haberse alzadocon el santo y la limosna. Todo consistía en que se die-ra cuenta que el Justicialismo había copado las bande-

ras populares de la justicia social, la independenciaeconómica y la soberanía, que ya nadie podría arriar ennuestro país, como asimismo que se había inculcadouna doctrina al Pueblo para destruir la cual no valen nilos tanques ni los cañones, sino que sería necesario re-emplazarla por otra doctrina mejor.

En cambio, la pasión cegó a nuestros enemigos ycomo tal los perdió, ellos entraron con innecesaria vio-lencia, asesinando gente inútilmente, persiguiéndo di-rigentes gremiales y políticos sin necesidad, destruyen-do monumentos e interviniendo violentamente paradestruirlo todo con el fin de «desperonizar al país». Ellorepresentaba colocarse en lucha activa contra el ochentapor ciento de la población. Llevaron su falta de tinohasta lo inconcebible, ofendiendo la memoria de EvaPerón que es adorada por el pueblo. Mandaron rompersus bistos (el busto de Eva Perón en la puerta de la C.G.T.fue mandado a destruir con un tanque del Ejército) yatropellaron la «Fundación Eva Perón» por ella creada.Es de imaginar lo que esto representa para el puebloque levanta altares y prende velas a la memoria de la«Mártir del Trabajo», como se le llama.

Lo único que no se perdona es la ofensa a las cosasque nos son sagradas. En cada corazón existe un altarinvisible pero poderoso, donde colocamos las cosasqueridas y donde dólo llegamos nosotros. Nadie puedesacarlas de allí y menos aun por la violencia. Por eso apesar de la amenaza de los buques, los tanques y lasametralladoras, aun hoy yo mando más que ellos en laArgentina porque lo hago sobre muchos millones decorazones humildes.

La política es un arte sutil y todo de ejecución y

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los errores cometidos en el comienzo ya no puedenser subsanados en el curso de los acontecimientos.Dentro del cauce que han tomado los hechos, paranuestro Movimiento y para nuestra Doctrina, estegolpe será beneficioso, pues la persecución lo forta-lecerá y la lucha lo hará aguerrido, a la par que losgroseros errores de la dictadura en lo económico yen lo social, reafirmarán y elevarán inusitadamentelos valores de nuestra concepción doctrinaria. Paratriunfar no basta que las doctrinas sean acertadas,sino que también es menester que se las someta a laprueba del combate. Si resiste la lucha es porque sonbuenas, si no son buenas es mejor que desaparezcan.Los males no se remedian solamente evitándolos, sinotambién enfrentándolos.

Si nuestros enemigos pudieran dejar al país unadoctrina mejor que la nuestra, nos sentiríamos con ellopagado suficientemente de las calumnias, las penas ylas persecuciones. Para nosotros, el país está siemprepor sobre nuestros intereses personales. No nos intere-sa quién lo gobierna, sino quién pueda asegurar mejorla felicidad del pueblo y su futura grandeza.

Pero, ¿qué puede esperarse de esta dictadura deignorantes y reaccionarios que no sea miseria, dolory ruina?

Cuando en un país se produce un movimiento re-volucionario, se conocen las causas y se aprecian lasconsecuencias. Esas causas explican o justifican la re-volución y las consecuencias ponen remedio a los ma-les que le dieron causa.

La actual revolución argentina no tiene causas por-que sólo es una reacción, es decir un movimiento de

fuerza anti-popular, reaccionario. El pueblo y la opi-nión pública están contra la dictadura.

Esta revolución no tiene causas porque no ha sidoinspirada sino financiada. Por eso, les ha sido necesa-rio buscar una explicación mediante la calumnia deni-gratoria de los hombres, ya que en el gobierno no existenada que pueda dar siquiera asidero a la calumnia.

Su programa, según lo anunciado por ellos, es «vol-ver al año 1943», es decir, destruir lo realizado por no-sotros en los últimos diez años transcurridos.

Destruir la justicia social, lo cual ya está en marchamediante los arbitrios económicos que hemos comen-tado.

Destruir la independencia económica mediante lavuelta al país a 1943, es decir, endeudado por emprés-titos y con sus servicios entregados al extranjero.

Destruir la soberanía política mediante el fraude elec-toral en lo interno y la dependencia colonial en lo ex-terno.

Ya han conseguido en gran parte destruir la felici-dad del pueblo y van en camino franco hacia la des-trucción de la grandeza del país.

He tratado de presentar un panorama de la situa-ción argentina vista con los justicialistas y apreciadacon corazón argentino.

Habiendo actuado desde 1943 y durante los nueveaños que siguieron a ese gobierno «de facto» en el ejer-cicio del gobierno constitucional, puedo apreciar des-de «el llano», con mi gran experiencia, cómo se desem-peña la dictadura militar reaccionaria.

Nosotros luchamos durante diez años por incorpo-rar el pueblo a la vida nacional. Ahora la reacción tra-

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baja por desplazarlo nuevamente. Iniciamos en 1945 lamarcha hacia el porvenir siguiendo las banderas de lajusticia social, la independencia económica y la sobe-ranía política, en busca de la felicidad del pueblo y lagrandeza de la Nación. Ellos arriaron esas banderas yhan renunciado a su destino.

Han pasado tres meses y dos gobierno. Aun esta-mos en la etapa de la persecución despiadada. El go-bierno a tumbos recuerda al viajero que desconoce unaregión, que preguntando y preguntando, no llega nun-

ca a destino. Estos dictadores inexpertos, como no sa-ben a dónde van, de consulta en consulta, terminaránpor perderse en un camino que al fin, no conduce aninguna parte.

Dolorosa experiencia para el pueblo argentino quesufrirá y pagará las consecuencias. Una dictadura mili-tar es una grave enfermedad que se pasa, pero que dejalas terribles secuelas de sus males.

Panamá, 1956.

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indice

Capítulo I • La democracia se hace con urnas y no con armasI. Palabras previasII. Introducción

Capítulo II • AntecedentesI. Las veinte verdades del justicialismoII. La tercera posición doctrinariaIII. El gobierno justicialista, su doctrina y organizaciónIV. Accion social, economica y politica

1. Acción social2. Acción económica3. Acción política

V. Otras acciones del justicialismoEn la enseñanzaEn la libertad de cultosEn la organización del puebloEn la salud públicaEn los deportes

VI. La ayuda social «fundacion eva peron»VII. El caso «La Prensa»VIII. El caso BembergIX. El caso del Uruguay

Capítulo III • La traición al puebloI. La reaccion parasitariaII. La cuestion clericalIII. La tentativa del 16 de junio de 1955IV. Los prolegomenos de la traicionV. Los acontecimientosVI mi viaje al paraguay

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Capítulo IV • La tiranía militarI. El capitulo de la infamia

1. La dictadura militar argentina2. La infamia en acción3. El asunto de la bandera4. Conclusiones

II. La falsedad en la economía1. La mentira internacional2. La mentira para consumo interno3. El asunto del petróleo4. El asunto de la deuda interna5. Las emisiones6. El informe de buenos aires

III. Miscelanea de falsedadesIV. La reaccion antisocialV. La politica de la dictadura

Capítulo V • ConclusionesI. La situaciónII. El justicialismoIII. El desequilibrio socialIV. El desequilibrio politicoV. El desequilibrio economicoVI. Consideraciones finales

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