el movimiento social haitiano

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  • Ayiti ki demokrAsi? El movimiEnto social haitiano

    EntrE partidos y Estado1986-2006

  • Otros descriptores asignados por CLACSO:

    Hait / Movimiento social / Poltica / Crisis / Democracia / Populismo / Estado / Partidos / Gobernabilidad / Transicin

    Manigat, Sabine

    Ayiti ki demokrasi? : el movimiento social haitiano entre partidos y estado 1986-2006 . - 1a ed. - Ciudad Autnoma de Buenos Aires : CLACSO, 2013.

    E-Book. - (Becas de investigacin)

    ISBN 978-987-1891-97-9

    1. Sociologa. I. Ttulo

    CDD 306

    La Coleccin Becas de Investigacin es el resultado de una iniciativa dirigida a la difusin de los trabajos que los investigadores de Amrica Latina y el

    Caribe realizan con el apoyo de CLACSO.

    Este libro presenta la investigacin que la autora realiz en el marco del concurso de proyectos sobre Estado, democracia y clases sociales en Amrica

    Latina y el Caribe organizado por el Programa de Becas de CLACSO con apoyo de la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional, Asdi.

    Los contenidos de este libro han sido evaluados por un especialista externo a

    la institucin en un proceso de revisin por pares.

  • Coleccin Becas de Investigacin

    Ayiti ki demokrAsi? El movimiEnto social haitiano

    EntrE partidos y Estado1986-2006

    Sabine Manigat

  • La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artculos, estudios y otras colaboraciones incumbe exclusivamente a los autores firmantes, y su publicacin no necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretara Ejecutiva de CLACSO.

    Patrocinado por la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional

    Secretario Ejecutivo de CLACSO Pablo Gentili

    Directora Acadmica Fernanda Saforcada

    Coleccin Becas de Investigacin

    Coordinadora del Programa de Becas Natalia GianatelliAsistente Magdalena Rauch

    rea de Produccin Editorial y Contenidos Web de CLACSO

    Coordinador Editorial Lucas Sablich Coordinador de Arte Marcelo Giardino

    Primera edicinAyiti ki demokrasi? El movimiento social haitiano entre partidos y Estado - 1986-2006 (Buenos Aires: CLACSO, diciembre de 2013)

    ISBN 978-987-1891-97-9 Consejo Latinoamericano de Ciencias SocialesQueda hecho el depsito que establece la Ley 11723.

    CLACSOConsejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - Conselho Latino-americano de Cincias SociaisEstados Unidos 1168 | C1023AAB Ciudad de Buenos Aires | ArgentinaTel [54 11] 4304 9145 | Fax [54 11] 4305 0875 | |

    No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni su almacenamientoen un sistema informtico, ni su transmisin en cualquier forma o por cualquiermedio electrnico, mecnico, fotocopia u otros mtodos, sin el permiso previo del editor.

    Este libro est disponible en texto completo en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO

  • ndicE

    Introduccin | 9

    Cuestiones tericas y conceptuales | 13

    Radiografa del movimiento democrtico: la mirada analtica | 23Los actores | 24

    Organizaciones y representacin de intereses | 31

    El MD frente al Estado: la mirada histrica | 37Les lendemains qui chantent | 37El engranaje de la confrontacin | 40Derrocar al poder con el arma del voto | 46La experiencia o la ilusin del poder? | 50El ocaso del MD y la internacionalizacin de Hait | 57Come back y caricatura | 62Estado, sistema poltico, democracia y el dilema del poder | 63

    Participacin, democracia y poder | 65Ansanm ansanm nou se Lavalas: Populismo y democracia | 75Conclusiones y perspectivas | 81

  • Post scriptum | 89

    Censo y tipologa de las organizaciones y otros actoresdel movimiento democrtico | 91

    Bibliografa | 105

  • 9introduccin

    Sabine Manigat*

    Las crisis suelen tenerun papel revelador. La crisis haitiana, de la cual se dice que an perdura, ha tomado la forma de una crisis total, con repercusiones directas incluso regionales y una internacionalizacin ya vieja de casi diez aos, a partir de la cual las fuerzas onusianas, integradas por pases de todas las latitudes, se han empeado en im-plantar un proyecto de reconstruccin integral de la nacin haitiana. Ms all de los reduccionismos y del abordaje no pocas veces folklrico de la realidad haitiana, se ha tratado en general este caso como uno de cuestionamiento radical del orden social y poltico vigente antes de 1986, pero que aparentemente no consigue generar las condiciones y los resortes para la transformacin de dicho orden. Ello lleva a mirar con otros ojos la evolucin histrica del pas para buscar explicaciones o al

    * Sociloga y politloga, licenciada en historia, graduada del Instituto de Estudios polticos de Pars con posgrado maestra - en la FLACSO. Se ha desempeado como profesora in-vestigadora de la FLACSO Mxico, entre 1978 y 1986. Radica esencialmente en Hait desde 1986 donde ha sido miembro del consejo directivo de la Escuela Normal Superior de Hait y luego Secretaria General de la Universidad de Estado, de febrero a septiembre de 1991. Ha colaborado en varias publicaciones y revistas en Amrica Latina y participado en equipos de investigacin haitiano-dominicanos y regionales sobre temas de ciencia poltica (Estado, sistema poltico) y de sociologa (migraciones, sociologa urbana). Fue miembro del consejo acadmico de la FLACSO Repblica dominicana. Es autora de un libro sobre los partidos polticos haitianos. Es actualmente profesora investigadora en la Universidad Quisqueya de Hait.

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    menos, formular unas tesis acerca del cmo de lo ocurrido. Empero, la crisis haitiana estalla en todas sus dimensiones a partir de una rup-tura poltica importante, que es la salida de una dictadura de treinta aos de duracin. Como lo seala el politlogo Cary Hector, Salir del duvalierismo no es de hecho sino una fase necesaria, ineludible del movimiento profundo que ha hecho del 7 de febrero de 1986 una nueva fecha-corte en nuestra historia. () En cierto sentido, la nueva inter-pelacin popular y patritica conlleva una finalidad de reconstruccin nacional (Hector, 1991: 254). Crisis pues, cuestionamiento profundo, intencin de reconstruccin. La materializacin de este giro histrico y de esas intenciones de tomar rumbos nuevos fue el surgimiento de un amplio y multiforme movimiento social. El desarrollo y la suerte de este movimiento son el desarrollo y el desenlace de esta crisis. De all la delimitacin temporal del trabajo 1986-2006 y la relevancia del objeto de estudio, que el movimiento social cuyo ncleo dirigente form el movimiento democrtico (MD).

    Para presentar sucintamente el periodo: El 7 de febrero de 1986, al tiempo que el dictador Jean Claude Duvalier deja el pas bajo una fuerte presin de amplios sectores socioeconmicos y con proteccin norteamericana, se despliega un amplio movimiento de masas y de organizaciones ciudadanas, profesionales, sindicales y cvicas. Las fuerzas armadas que toman el control de las riendas del Estado pron-to tienen que enfrentar al multiforme movimiento social que parece abarcar todo lo que el pas tiene en trminos de fuerzas sociales. Su ncleo principal, el llamado movimiento democrtico penetra todos los mbitos y participa de todas las iniciativas, desde la composicin del Consejo Nacional de Gobierno (CNG) gobierno militar interino, hasta la elaboracin de una nueva constitucin y la organizacin del refern-dum para su adopcin, en Marzo de 1987. Luego, en el verano de 1987, el movimiento es atravesado por tentativas insurreccionales. El fracaso de esta ofensiva motiva un cambio de estrategia y la adopcin de la va electoral. Pero las elecciones de 1987 y la masacre que las aniquil abren un parntesis de frrea imposicin militar que, sin embargo, no anula la dinmica electoral que lleva Jean Bertrand Aristide a la presi-dencia del pas en diciembre de 1990, al tiempo que se impone la comu-nidad internacional como rbitro y actor, con intromisiones sucesivas y cada vez ms importantes. Una vez aniquilado, con el golpe militar de septiembre de 1991, el movimiento social que haba llevado y apoyado a Aristide y con ste ltimo aislado progresivamente evoluciona hacia una suerte de populismo hueco, hasta que el derrocamiento en febrero de 2004 del segundo gobierno que presidia motiva la tercera ocupacin del pas. Para entonces las principales instituciones polticas, cvicas y gremiales del pas han sido desgastadas, suprimidas o deslegitimadas.

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    La experiencia haitiana es peculiar pero no nica. Ms an, en-traa lecciones relevantes tanto acerca de la naturaleza de la sociedad haitiana como para encarar algunos problemas medulares del modelo de democracia y de sistema poltico imperantes en el mundo hoy. En efecto, la trayectoria del llamado movimiento democrtico es tambin la historia de una larga transicin hacia la democracia y del proyecto concomitante de modernizacin del sistema poltico, ambas con fraca-sos y dificultades similares a los que son hoy en da motivo de debates en varios pases.

  • 13

    cuEstionEs tEricas y concEptualEs

    Ms que una excepcin, el caso de Hait revela, subraya e interroga realidades y procesos tan importantes como el sentido del ejercicio electoral, las funciones polticas y legitimadoras del nmero (de votos, de electores), el peso de la mayora y el papel del pueblo. De all se deri-van asimismo algunas consideraciones tericas y conceptuales nodales para este estudio.

    El trinomio democracia, pueblo, populismo est en el centro de debates muy actuales. El caso de Hait plantea con especial agudeza la problemtica de la participacin, de las condiciones en que se da, y de la eficacia de ello. En efecto el tema de la participacin atraviesa toda la evolucin de la Hait pos-duvalierista. Las formas ensayadas son va-riadas. Naturalmente el contexto de salida de dictadura impregna tanto las aspiraciones como las modalidades de la participacin anhelada. Qu caractersticas reviste la democracia que se plantea en 1986? Se trata de la expresin de un nuevo bloque histrico en el sentido gram-sciano? En un primer momento, el trmino de democracia recubre un conjunto de libertades y significa ante todo: derecho de expresin, de manifestacin, de reivindicacin, de circulacin. La democracia se vive como libertad, como una expresin popular. Es una ola de fondo que conmueve los ms diversos sectores de la poblacin. Lejos de las riendas del poder, pero directamente confrontados a l, esos sectores populares

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    y de clase media disfrutan durante pocas semanas una especie de esta-do de gracia que aparenta ser una democracia sin mediacin. Luego, el momento electoral plantea, meses despus, la pregunta a saber: Le vote puise-t-il la participation citoyenne? A partir de esta interrogacin, la gestin de la participacin poltica experimenta sendos meandros hasta desembocar en una situacin caracterizada por una mezcla de instru-mentalizacin y de subversin del sistema democrtico, en el marco del populismo aristidiano. El grado de polarizacin social y poltica que se puede dar, la ampliacin de la participacin o la instrumentalizacin de la democracia en favor del lder (Aibar Gaete , 2007:15) resultaron problemticas vitales para la deriva y luego para el ocaso del movimien-to democrtico.

    El concepto de democracia vigente dentro del MD dista mucho de ser unvoco o constante. Su punto de partida no est anclado en la no-cin de sufragio universal o de legitimidad del voto. Corresponde mas bien, mutatis mutandi, a lo que Pierre Rosanvallon llama la generali-dad de la desmultiplicacin; es decir, una representacin de lo general que toma en cuenta las especificidades, las diferencias, el reconocimien-to de todas las singularidades sociales. Entre los procesos histricos recordados por el autor en su anlisis de la democracia participativa estn listadas las experiencias ms variadas, desde los movimientos estudiantiles norteamericanos de principios de los sesentas, hasta pro-cesos polticos histricos como la comuna de Pars o los movimientos ciudadanos de la dcada del sesenta en Francia; todos como expresio-nes de una democracia participativa (que) rene todos esos elementos dentro de un mismo imaginario de la reapropiacin social de la polti-ca (Rosanvallon, 2008: 17-322). Esta ltima concepcin se ubica en el cruce de las dos concepciones bsicas de la democracia: un mtodo (de gobierno, de gestin) y una prctica (poltica, ideolgica). Es posible argumentar la existencia de tal atmsfera y la vigencia de tales aspira-ciones dentro del movimiento social haitiano, por lo menos durante el primer ao posterior a la cada de la dictadura. Empero, se ver como, luego, el movimiento evoluciona desde un contenido liberal-libertario (es decir, combinando variadas aspiraciones populares mucho tiempo reprimidas con demandas por derechos civiles y polticos propios de la democracia representativa) hacia un populismo invertebrado e incon-sistente, por no tener los medios de sus objetivos. De hecho, falto de estructuras organizadas y de un programa claro para lograr una real participacin al poder, el movimiento democrtico se deshace paulati-namente en grupos clientelistas y una mayora totalmente atomizada.

    Se aborda aqu el populismo ante todo como un discurso, un estilo poltico de poder personalizado que combina el enfrentamiento con proyectos socialmente excluyentes y formas autoritarias o totalita-

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    rias que no admiten matices y diferencias. Si bien el populismo desde sus inicios en la vieja Rusia se constituy como una respuesta radical y enrgica reaccin ante el orden establecido (Aibar Gaete, 2007: 21), ha asumido muchas veces en la historia contempornea ms bien la modalidad de un estilo poltico basado en un discurso maniqueo que presenta la lucha del pueblo en contra de la oligarqua como una lucha moral y tica entre el bien y el mal (De la Torre, 2007: 59). Esta con-cepcin es claramente distante de la de Ernesto Laclau, por ejemplo, y por lo dems puede ser considerada como complementaria de aquella. En efecto, en una reflexin reciente acerca de los nuevos populismos en la Amrica Latina del siglo XXI, Ernesto Laclau analiza los reg-menes polticos de los presidentes Chvez y Morales entre otros como proyectos de ruptura populista, es decir, de llamado a los de abajo para construir el pueblo como un actor colectivo en un contexto de dicotoma social; y refirindose a las condiciones de emergencia de un movimiento populista, Laclau plantea que el populismo [] asocia esas tres dimensiones entre s: la equivalencia entre las demandas insatisfechas, la cristalizacin de todas esas demandas alrededor de ciertos smbolos comunes y la emergencia de un lder cuya palabra en-carna ese proceso de identificacin popular. Esta definicin se ajusta bastante bien al fenmeno Aristide tal y como surge a principio del pe-riodo. Pero es la otra definicin (la primera citada) la que refleja, segn nuestro anlisis, la naturaleza del aristidismo en el poder, como se ver al analizar la coyuntura correspondiente.

    Por lo dems, la combinacin en esos aos de variadas vertientes de populismo en Hait no puede ser desligado de la realidad de la composicin social de la nacin. No corresponde entrar aqu en un anlisis detenido de la estructura social del pas; sin embargo slo tomando en cuenta algunos de sus rasgos es que se puede entender la persistencia de ciertos procesos polticos. Entre esas caractersticas encontramos, primero, el absoluto predominio de una mayora desprovista de condiciones y nivel de vida bsicos. El bajo nivel de escolarizacin y de informacin son elementos concomitantes. La fuerza de una oligarqua excluyente es un tercer rasgo. El histrico abandono de las mayoras y los frenos a la modernizacin social por parte de un Estado patrimonial oligrquico, muchas veces re-ducido a su ncleo duro represivo constituye otra tendencia de fondo. A ello se corresponde la estrechez de una clase media cuya expansin, esen-cialmente tributaria de la modernizacin de la sociedad y de su economa, se ha visto trabada a pesar de varias irrupciones polticas importantes de esos sectores (1946, 1957, 1986-87). Todos esos elementos conforman con-diciones objetivas y un terreno frtil para interpelaciones de tipo populista.

    Una dificultad propia al caso de Hait, aunque de ninguna ma-nera exclusiva a ese pas ataeal dbil desarrollo de mediaciones socia-

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    les y polticas eficaces dentro de la sociedad. La escasez de canales de promocin social y econmica, el predominio de relaciones de poder y de mentalidades clientelistas, han inhibido el desarrollo de espacios y de grupos de mediacin eficaces. Las clases medias resultan atrapadas entre los sectores populares urbanos y la pequea cpula burguesa-oligrquica, y permanecen relativamente estancadas en su posibilidad de ascensin social. As, el tradicional papel de las clases medias como intermediarias y/o representantes de distintas tendencias polticas en la sociedad, se torna ineficiente. Las consecuencias son de considerable magnitud en los planos organizacional y poltico, espacios de media-cin por excelencia.

    Aqu se plantea otro conjunto de cuestiones tericas referidas a la representacin viva, concreta, de los intereses de clase dentro del movimiento social. Las mediaciones (entendidas como articulaciones tericas entre conceptos e instancias de anlisis, pero tambin como articulaciones concretas entre los grupos y las fuerzas sociales actores en el movimiento) son observables a partir del estudio de las represen-taciones, los discursos y programas, las formas organizacionales y su grado de consolidacin, las acciones emprendidas. Adems, desde el punto de vista metodolgico, son las dinmicas combinadas entre ellas las que conforman la trama para la reconstitucin del movimiento, o di-cho con mayor precisin, una interpretacin fundamentada del mismo.

    Resulta necesario indicar brevemente algunas definiciones de conceptos y expresiones adoptadas en este ensayo. Dichas definiciones no han sido escogidas de manera meramente utilitaria, o had hoc. Sin embargo, las justificaciones presentadas aqu son de orden pragmtico para no entrar en largas digresiones tericas sobre sus usos. As, ms all del origen de la expresin en la filosofa hegeliana, en la filosofa poltica europea o en los tericos marxistas, existe desde algn tiempo un debate tanto terico-acadmico como poltico acerca del concepto de sociedad civil. Para limitarnos a unas pocas expresiones contempo-rneas y recientes de dicho debate, mencionaremos la posicin de Emir Sader, que vincula claramente la confrontacin del neoliberalismo con el Estado con el surgimiento de movimientos sociales instrumentaliza-dos, en su opinin, dentro de dicha confrontacin y que reivindican la definicin de sociedad civil. Surgi una nueva tendencia en el seno de la izquierda o la resistencia global al neoliberalismo concretizada en los movimientos sociales y las ONG y articulada en torno a la dicotoma Estado versus sociedad civil (Sader: 2008). Este enfoque privilegia el uso poltico del concepto, que opone a la sociedad civil en su mpe-tu creativo un Estado arbitrario que contrarresta dicha creatividad y constrie las libertades individuales y colectivas. Es de notar que di-cha lectura de la instrumentacin de la expresin permite interpretar

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    una serie de movimientos sociales contemporneos, como por ejemplo los que presidieron al desmoronamiento del bloque socialista. Tendra-mos as un modo de rebelin de la sociedad civil en contra del Estado. Ahora bien, si bien es cierto que la expresin sociedad civil ha sido ampliamente instrumentalizada y que al utilizarla uno corre el riesgo de ser ledo con los correspondientes lentes ideolgicos, el concepto de sociedad civil resulta interesante y til si se le restituye su carcter de concepto reflejo de los intereses conflictuales de individuos y grupos en el interior de una sociedad. Dicho de otro modo, las expresiones organizadas de la dinmica social en general y del enfrentamiento de intereses ms especficamente. El concepto de sociedad civil refiere en ese caso a la trama de intereses, valores, ideologas y formas organiza-tivas cuyo movimiento lo constituye precisamente el movimiento social en su interaccin y articulacin con el Estado. Dentro de esta acepcin los partidos polticos son parte integrante de la sociedad civil, toda vez que sus objetivos de toma del poder y por ende de investir al Estado, no significan que pertenezcan, como forma especfica de organizacin de intereses, a la esfera estatal a veces referida como sociedad poltica.

    Por ende, con respecto a, y en referencia al concepto de socie-dad civil, el trmino de movimiento social se entiende aqu como la expresin o la manifestacin de la sociedad civil en procesos y pocas determinados. Son las fuerzas sociales las que dan cuerpo a dichos pro-cesos y son los actores concretos (grupos, individuos, organizaciones, instituciones) los que los expresan histricamente. Queda por precisar que el movimiento democrtico en Hait en los aos 1986-2006 se pre-senta primero como un movimiento social que reclama y privilegia a lo largo del periodo, primero las libertades democrticas, luego la tran-sicin hacia la democracia. La multiplicidad de organizaciones dentro del MD cuya apelacin comporta el adjetivo de democrtico ilustra lo anterior y justifica la atribucin del adjetivo al movimiento. Como se ve en el anlisis, el movimiento democrtico deviene rpidamente en una fraccin, la ms expresiva pblica y polticamente, del movimiento social, por lo menos hasta 1990.

    Ahora bien, abordar el estudio del movimiento democrtico en Hait entre 1986 y 2006 supone la exploracin de un periodo y de una problemtica en extremo complejos. Varias versiones de una misma empresa de simplificacin, folklorizacin, o mitificacin de esta expe-riencia hacen difcil pretender brindar la explicacin sobre la misma. Por lo dems, existen una serie de ensayos y testimonios ms o menos extensos y detallados y tambin anlisis polticos que se proponen in-terpretar lo ocurrido. De todo ello se desprende la doble impresin de que por una parte el proceso haitiano de esos veinte aos ha sido objeto de numerosos estudios, y por otra, el sentimiento de que a pesar de ello

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    el principal protagonista de la poca, el movimiento democrtico (as autodenominado y as conocido), no ha sido realmente estudiado como tal. El presente estudio, mientras se apoya en la revisin de dichos ensa-yos y anlisis como punto de partida, pretende centrarse en el anlisis del movimiento democrtico como tal, a partir de un recorte estricto del objeto de estudio. Al revisitar el movimiento democrtico se trata de descomponerlo para exponer su estructura, los resortes de las acciones emprendidas y de las posiciones tomadas, y de explorar en su interior la dinmica que se establece entre las clases sociales en torno a la de-manda de democracia y el Estado. Todo ello con el objetivo no slo de entender la suerte del movimiento sino, y sobre todo, de contribuir a la definicin de algunos de los nudos problemticos (o retos) del presente del sistema poltico haitiano.

    Para hacerlo, la metodologa adoptada responde a dos preocupa-ciones centrales: Primero, definir el movimiento democrtico a partir de la visin poltica de sus actores y de sus acciones antes que por sus realizaciones o por las visiones que de l se hayan proyectado. En este sentido el trabajo es diferente de y, tal vez, complementario a los es-tudios y ensayos producidos sobre el periodo, que en su gran mayora se posicionan a partir de los resultados del movimiento y tratan de expli-carlos. Segundo, se da prioridad a la dinmica interna al movimiento: diversidad de los actores y de su desenvolvimiento; diversidad de los proyectos y de las expresiones de estos; multiplicidad de las iniciativas. Naturalmente los resultados del movimiento, sus logros y sus fracasos, que son la clave para entender problemticas globales esenciales como el sistema poltico, la naturaleza del poder y la problemtica de la so-berana hoy da en Hait, tienen suma importancia, pero son ledos a partir de los elementos dados por el anlisis del movimiento. De all la estrategia de deconstruccin-reconstruccin del movimiento, tanto analtica como cronolgicamente.

    En congruencia con lo anterior, desde el punto de vista metodo-lgico se ha adoptado la siguiente estrategia:

    - Un acercamiento analtico, con el examen de la composicin del movimiento social: ello supone una lectura de las organizaciones y de los grupos que surgen o se manifiestan en el periodo (ejr-cito, partidos, iglesias, asociaciones, aparato gubernamental), el anlisis de las acciones principales que animan al movimiento social o que ste confronta. La documentacin de apoyo incluye los programas de las asociaciones y grupos que forman el mo-vimiento; la identificacin de sus lderes y de sus declaraciones; la literatura producida por los actores del periodo en libros y testimonios publicados.

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    - Una lectura histrica, con la reconstruccin del despliegue del movimiento democrtico: su periodizacin, sus fechas claves. A nivel tcnico se han colectado para su consulta sistemtica los peridicos, panfletos, grabaciones radiales, etctera, disponibles para su anlisis.

    - Un anlisis de las expresiones del movimiento social mismo: Le-mas, movilizaciones, estrategias y reivindicaciones. Adems de la documentacin ya mencionada se realizaron entrevistas (pocas, desgraciadamente) a actores an presentes del periodo.

    - Finalmente, una reconstitucin del movimiento guiada por las hiptesis del trabajo, con fines explicativas y para la formulacin de perspectivas.

    Esta metodologa ha permitido secuenciar el trabajo de investigacin propiamente dicho en la elaboracin de dos instrumentos principales, una tipologa y una periodizacin. La movilizacin de ambos ejes en una rearticulacin una reconstruccin permite proponer una lectu-ra de: (i) la naturaleza del MD en tanto movimiento social, sus logros y sus derrotas; (ii) la evolucin del MD frente al Estado y la del Estado bajo la accin del MD; y (iii) el saldo para el sistema poltico y el pro-blema de la soberana aminorada.

    La tipologa incluye a todos los grupos y las organizaciones-actores repertoriados durante el periodo, lo que entendemos como la sociedad civil; esta topologa se ha construido en base a la vocacin de las organizaciones, grupos e individuos. Todos los actores colectivos y algunos pocos individuales que toman parte activa en el MD han sido repertoriados y clasificados de acuerdo a su definicin institucio-nal. La nomenclatura que de ello resulta tiene dos ventajas para el an-lisis. Por una parte, reduce tilmente la dispersin de organizaciones e instituciones, y propone unas pocas categoras ms manejables; y por otra, permite a menudo aunque no siempre inferir, a partir de la vocacin declarada o real de la organizacin o institucin, las metas y los intereses que sta defiende. Luego, al estudiar la dinmica de las ac-ciones llevadas a cabo se pueden definir los contrincantes y reconstruir as los enfrentamientos y las contradicciones. Si bien el estudio est centrado sobre el movimiento democrtico, ste establece, por cierto, puentes mltiples con los partidos polticos. Estos ltimos sern por lo tanto mencionados y ubicados en su momento, pero el estudio pro-fundizar mucho ms en las instituciones y organizaciones cvicas y socio-profesionales, componentes definitorias del MD. En efecto uno de los objetivos del trabajo es el de interrogar el papel, las capacidades y la vocacin del MD frente al Estado y con respecto a la cuestin

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    del poder. Por lo tanto, determinados aspectos de esta indagacin no conciernen a los partidos, toda vez que sus funciones estn claramente definidas dentro del sistema poltico. Empero, tambin es cierto que el entrelazamiento de organizaciones, acciones, posicionamientos entre organizaciones cvico-sociales y organizaciones polticas dentro del MD y durante el periodo, torna ilusoria una separacin tajante de trata-miento entre los dos tipos de colectivos.

    La naturaleza del MD no lo califica a priori para tareas de con-quista y gestin del poder poltico; sin embargo su composicin abi-garrada (tipo de organizaciones ciudadanas y socio-profesionales, incorporacin y/o incursiones constantes de los partidos) hace compleja su relacin a la problemtica de la toma del poder. De ello se desprende que: ni el poder es un objetivo inmediato para todos, ni lo es en todos los momentos del periodo. De all el imperativo de un lectura cronolgica una periodizacin a la vez que una lectura diacrnica (radiografa del MD) en cada periodo identificado.

    La periodizacin. Ha sido elaborada de acuerdo a lneas de frac-tura identificadas en la trayectoria del movimiento democrtico en fun-cin de la problemtica del poder. Las fechas clave (fechas de corte) para una lectura cronolgica son las fechas referidas al poder poltico: asalto al poder, desafo al poder, cambio del equipo en el poder. Sin em-bargo es importante poner en fase, para cada periodo, lo que acontece en los planos econmico y social, de manera a captar el distanciamiento entre la situacin concreta de cada sector o grupo y su posicionamiento como actor poltico. Los elementos claves escogidos para una lectura diacrnica del periodo (un anlisis de las expresiones de las fuerzas sociales dentro del MD en coyunturas polticas determinadas) son las prioridades definidas por los actores las organizaciones en dichas coyunturas. Para cada coyuntura se plantearon las siguientes pregun-tas: (i) Cmo se define el poder de turno; (ii) Cmo se posicionan los distintos sectores respecto de la toma del poder; (iii) Cual es la natura-leza de las demandas producidas y las concepciones de la democracia expresadas.

    Naturalmente existen al respecto posiciones divergentes y divi-siones que se hacen ms explcitas en determinadas coyunturas; stas han sido detectadas y delimitadas a partir de la periodizacin de los veinte aos contemplados. As, el estudio se despliega en torno a cuatro periodos, en el interior de los cuales se destacan algunas coyunturas clave.

    El primer periodo se extiende del 31 de enero de 1986 al 29 de noviembre de 1987. En su definicin general este periodo se caracteriza por una persistente lgica de confrontacin entre, por una parte, el mo-vimiento social en general y ms especficamente en su interior el

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    movimiento democrtico, y por otra, el gobernante Consejo Nacional de Gobierno (CNG). Durante casi dos aos el enfrentamiento se presenta como un modus operandi del MD. En el interior de este primer perodo el anlisis se centra alrededor de tres coyunturas clave: Abril-Junio de 1986, el verano de 1987 (junio-agosto); y noviembre de 1987.

    El segundo periodo abarca desde diciembre de 1987 hasta el 15 de octubre de1994. El planteamiento respecto del Estado y del poder cambia. El MD experimenta sucesivamente un profundo reflujo po-ltico y un mpetu en la movilizacin; al tiempo que oscila entre una declarada hostilidad hacia los gobiernos de turno y la opcin de tomar una participacin directa al poder; de all su estrategia de invertir en el proceso electoral cuando se abre esta oportunidad, y el alto precio pa-gado por la experiencia del poder. Tres coyunturas se destacan dentro de este periodo: Marzo-diciembre de 1990; Febrero al 30 de septiembre de 1991; verano del 1993 al 15 de octubre de 1994.

    El tercer periodo va del 15 de octubre, 1994 a mayo del 2000. La problemtica poltica nacional dominante es, a partir de entonces la del control del aparato electoral, en el contexto del ocaso del MD. Dos coyunturas especficas importan aqu: Octubre de 1994-diciembre de 1996; y mayo-diciembre del 2000.

    Seguidamente, se examinan dos coyunturas dentro del periodo que abarca los cinco aos que van de diciembre, 2000 a febrero, 2006. Esta ltima etapa importa ante todo para indagar en la problemtica del populismo regresivo y sus secuelas en la sociedad haitiana y en los sectores populares ms especficamente. Contiene dos coyuntu-ras en que parece vislumbrarse un repunte del MD, o ms bien, de su fantasma. Septiembre-diciembre del 2002, y diciembre del 2003 a marzo del 2004.

    En cada una de esas coyunturas se profundiza la polarizacin y los enfrentamientos provocan el involucramiento progresivo y cada vez ms importante de la comunidad internacional, con el objetivo decla-rado de normalizar el pas.

    Finalmente en post scriptum y a modo de eplogo, se vierten al-gunas consideraciones sobre el periodo ms reciente, en el que se expe-rimenta la exacerbacin de la mayora de los rasgos polticos y sociales analizados para los dos decenios que cubre el estudio.

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    radiografa dEl movimiEnto

    dEmocrtico: la mirada analtica

    En la crisis abierta con la salida de la dictadura duvalierista el conte-nido de las aspiraciones expresadas en el seno del amplio movimiento social que se despliega no es inmediatamente legible. En tanto clsico producto de una batalla contra la opresin, el llamado movimiento democrtico privilegia las demandas por los derechos civiles y pol-ticos: justicia, elecciones, organizacin, expresin, reunin. Pero por otro lado las demandas sociales y econmicas aparecen entrelazadas y en ciertos momentos subordinadas a la conquista de esos derechos civiles y polticos. Todo ello fusiona dentro de la palabra democracia y se condensa en el lema Changer ltat. Aqu tres problemticas tericas aparecen centrales. La primera remite al estatuto (y a las articulacio-nes) de los conceptos de movimiento, fuerza y clase social, en su capaci-dad de redituar distintos niveles de constitucin de los sujetos polticos concretos. La segunda apunta a las relaciones de construccin mutua/confrontacin constante entre el Estado y las fuerzas sociales y atae al contenido del Estado (contenido de clase, proyecto) y a la manera como ste generaliza o no dicho contenido (representacin del inters general). Y la tercera concierne a los problemas de liderazgo, carisma y populismo en el movimiento social objeto del estudio.

    El historiador Michel Hctor (Hector, 2006: 9 y sig) apunta que hasta 1956 los movimientos sociales en Hait parecan conllevar una

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    suerte de tensin entre expectativas democrticas de una minora social y reivindicaciones sociales de amplias capas de la poblacin; y el movimiento democrtico post 1986 parecera contrarrestar esta tendencia histrica. Se entiende con esta formulacin que las expec-tativas democrticas (attentes dmocratiques) son asimilables a los de-rechos clsicamente conocidos como civiles y polticos, y que cierto sector reducido de la sociedad es ms sensible a estos derechos. Ahora bien, si los movimientos polticos en Hait tal como se dieron parecen avalar esta tesis, queda en pie la pregunta de la naturaleza de los intereses que reflejan esas sensibilidades diferentes. La composi-cin socioeconmica de los movimientos populares es por cierto un elemento en la identificacin de dichos intereses, pero no da cuenta del meollo del asunto. As por ejemplo, esta composicin socioecon-mica se modific bastante entre 1843 y 1946, para citar dos fechas de gran efervescencia popular en el pas; sin embargo los mtodos y las demandas no muestran diferencias mayores entre una y otra coyun-tura. A la inversa, con una composicin socioeconmica grosso modo similar entre 1946 y 1986, los dos movimientos plantean demandas claramente diferentes, con mtodos mucho ms diversificados. Y es que el papel de la coyuntura es otro elemento que influye en las moda-lidades de expresin de los intereses. Esto nos remite a los contornos (polticos, ideolgicos, incluso externos) que enmarcan un movimien-to social especfico.

    los actorEsEl movimiento democrtico es, primero (ante todo y tambin desde el punto de vista temporal, en un primer momento) un movimiento ms bien popular, cuya identidad aparece confusa y cuyos contornos resul-tan informes, tanto organizacional como polticamente. En su perfil general resalta la juventud de los sectores populares urbanos, tanto de la capital como de algunas ciudades de provincia (Gonaves, Jrmie, les Cayes entre otros). En Puerto Prncipe, el movimiento abarca al grueso de los barrios populares, obreros y marginales. Sus lderes per-tenecen a grupos de base y son poco conocidos, pero son claramente influenciados por las clulas y la prensa de la iglesia catlica. Sus mani-festaciones son, en un primer momento hasta el 26 de Abril esencial-mente cvicas: limpieza de la calles, decoraciones y pinturas murales que expresan una variedad de aspiraciones ciudadanas (justicia, educa-cin, derechos de las mujeres). Sus lemas fetiches se leen en todos los pronunciamientos de la poca: libertad y democracia. Ambas palabras recubren un abanico tan variado de expresiones concretas que hacen sin duda a la impresin de unanimidad, que en esas primeras semanas post dictadura se desprende del movimiento en su totalidad ello se

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    lee tambin en la expresin bamboche dmocratique que se populariza durante el ao 1986.

    Movimiento democrtico, movimiento reivindicativo, movimien-to popular Las apelaciones varan, el tratamiento es a menudo el mis-mo. La literatura y los anlisis tratan al MD como un bloque; en el mejor de los casos se habla del movimiento popular y de los partidos polticos por separado. Otros autores establecen una dicotoma entre un movimiento democrtico (pequeo burgus o de clase media) y el movimiento popular, de acuerdo a las oposiciones y divergencias que se manifiestan en el seno del MD, pero sin reparar en la identidad de los actores. Adems, dado que su accin est dirigida al poder (para cuestionarlo, desafiarlo o asaltarlo) dentro de esta literatura el MD es analizado en funcin del sistema poltico mucho ms que de acuerdo a sus races o bases sociales.

    Empero Es el MD un actor ms del sistema poltico, distinto (identificable), con la misma misin que los dems actores respecto del poder? Son varios actores o varias caras del mismo actor? De las respuestas a esas preguntas depende la lectura que se pueda hacer de las fuerzas sociales que actan en su seno, de su adscripcin de clase, de sus objetivos y de su impacto. Ahora bien, estas respuestas difieren enormemente de un autor a otro e incluso en los escritos de un mismo autor.

    As, Moise y Ollivier (1992: 64) asignan al MD un papel poltico directo, no de mediacin, al preguntar: Ha tomado el movimiento democrtico conciencia del hecho que la historia le impona prepararse y acceder al poder para cambiar el Estado, como sola repetirse, para tomar la direccin de amplios cambios?. Adems, la definicin del MD manejada por estos autores se asemeja mucho ms a un proceso poltico que a un actor propiamente dicho. Entonces, dicen los autores, el movimiento democrtico no tena una forma definida. Hablando de este movimiento-proceso en los 70s, los autores incluyen en efecto desde los primeros partidos (PSCH, PDCH) hasta la prensa, o actores individuales como el diputado disidente Lerouge. Sin embargo, ms adelante, para el periodo posterior a 1986, los autores distinguen en el interior del MD un sector popular que lleva la delantera

    S.P. Etienne (1999: 97) adopta la misma definicin imprecisa al referirse a la ofensiva del movimiento democrtico, lderes polticos, periodistas, actividades de derechos humanos, sindicalistas, intelectua-les, etc.. Pero luego, despus de 1986, distingue entre, por una parte, la burguesa, las clases medias, los obreros, las masas populares y el sector campesino (que) constituyen las principales fuerzas sociales; y por otra parte los actores polticos, de acuerdo a criterios variados: de adscripcin socioprofesional y/o institucional. Sin embargo, al referirse

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    al MD en el anlisis de los acontecimientos del periodo, regresa al trata-miento del MD como un bloque y habla indistintamente de movimiento democrtico o de fuerzas populares.

    En un escrito posterior, Claude Mose caracteriza las acciones del MD y el contexto en el que se desarrollan con mayor precisin. Anota:

    () lo que distingue a hoy de ayer:

    1. La movilizacin popular y una concientizacin sociopoltica mayor.

    2. La profundizacin de la crisis del Estado y el debilitamiento, la delicuescencia y ms tarde la derrota del ejrcito.

    3. La persistencia del movimiento democrtico a pesar de su debilidad y su incapacidad en responder a las exigencias po-lticas y organizacionales de construccin de un nuevo orden democrtico.

    4. La intervencin externa consecutiva al trastrocamiento del orden mundial y a un condicionamiento internacional nuevo caracterizado por el rechazo a las dictaduras, el reconocimien-to de la necesidad operacional de la democracia, la promocin a nivel mundial de los derechos humanos gracias a la movili-zacin de las solidaridades y de los medios de comunicacin. Estos cuatro conjuntos de factores, combinados a la dinmica de las luchas por el poder, explican la dimensin crtica del problema haitiano. (Mose, 2004: 14).

    De esta manera distingue ms claramente el MD como tal de los otros ac-tores (el Estado, la comunidad internacional, etc.) y de su entorno poltico.

    Por su parte Michel Hector analiza el movimiento social a partir de un acercamiento histrico-terico del movimiento popular mesi-nico en sus rasgos constantes y en sus especificidades histricas, y sus caractersticas con respecto al poder. Para el periodo que se abre en 1986, en un artculo escrito en 1993, fecha significativa en la trayectoria del movimiento social enfrentado al golpe militar, este autor introduce una serie de elementos explicativos tanto de la naturaleza de la crisis como, y esto es lo que interesa aqu, de la relacin que se establece entre el MD y el Estado. A propsito de las causas del surgimiento del MD, subraya: Las movilizaciones populares, directas o indirectas en contra del rgimen poltico [que provocan] una fase de extremo debilitamiento del rgimen poltico en el marco de una contestacin continua y univer-salizada (Hector, 2006).

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    Hrard Jadotte, por su parte, modula sus definiciones segn la coyuntura que estudia. Alrededor de 1986, identifica un movimiento esencialmente noble y coherente: Es por lo menos sorprendente que en este pas, presentado como el ms pobre del hemisferio, las reivindica-ciones polticas tomen la delantera por el momento con respecto a las reivindicaciones propiamente econmicas [] el derecho a la dignidad y al respeto preceden al derecho al trabajo (Jadotte, 2005). Advertimos, como se ve al anlisis, que la reconstitucin de los acontecimientos para el ao 1986 no se corresponde con esta imagen. Los reclamos y las necesidades econmicas son, por el contrario, tan apremiantes que, ya antes del 7 de febrero del 1986, la dictadura duvalierista trata de contener la contestacin al decretar una disminucin de precios de la canasta bsica; e inmediatamente despus del 7 de febrero, empieza la discusin acerca del aumento del salario mnimo. A partir de 1988 el autor considera al movimiento como un movimiento populista cuya suerte y fracaso es asimilada sin matices a la de la izquierda haitia-na. El carcter eclctico del movimiento es pasado por alto.

    Jean & Maesschalck hacen un tratamiento dicotmico del MD al distinguir por un lado, un sector burgus tambin asimilado a la sociedad civil (sic) promotor de las aspiraciones sociopolticas y las elecciones; y por otro, las organizaciones o el movimiento popular. Este tratamiento hace, hasta cierto punto, eco a las consideraciones de Michel Hector cuando ste adscribe el liberalismo poltico y su conteni-do institucional a los grupos sociales externos al movimiento popular. Jean & Maesschalck atribuyen a las acciones y a los acontecimientos del periodo un signo burgus o popular de acuerdo a su evalua-cin del acontecimiento en cuestin, no de acuerdo a los actores que efectivamente llevan las acciones. As, llegan a la conclusin perentoria de que La operacin Lavalas es mas el desenlace de un proceso de marginalizacin y de control de las organizaciones populares (Jean & Maesschalck, 1999: 46-52).

    Ahora bien, en tanto clsico producto de una batalla contra la opresin de una dictadura, el llamado movimiento democrtico pri-vilegia sin sorpresa las demandas por los derechos civiles y polticos: justicia, elecciones, libertad de organizacin, de expresin, de reunin. Pero por otro lado las demandas sociales y econmicas aparecen en-trelazadas y en ciertos momentos subordinadas a la conquista de esos derechos civiles y polticos. Las definiciones adoptadas en ese trabajo tratan de tomar en cuenta estas dos facetas y tambin la cambiante articulacin en el tiempo entre ambas.

    En todo caso, a partir del 7 de Febrero de 1986 se puede hablar de una explosin de mpetu organizativo en la sociedad haitiana. Las organizaciones gremiales, cvicas, socio-profesionales, poltico-religio-

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    sas, de derechos humanos, sectoriales (mujeres, jvenes, ecologistas), barriales, partidarias en fin, un abanico ms o menos completo de las formas organizacionales conocidas, pueblen el escenario poltico. Desde el punto de vista de su origen, hay que tomar en cuenta el mo-mento y el orden de surgimiento de esos grupos. Al respecto, las orga-nizaciones preexistentes al 7 de febrero se distinguen por su discurso y sus programas bien circunscritos, en general muchas veces con un contenido sectorial o social definido. Una posible explicacin de ello es que, al estallar el 7 de febrero, estas organizaciones ya estn potencial-mente constituidas en actores, con objetivos propios respecto del poder poltico, y no nacen en funcin del fin de la dictadura. Otra observacin concierne al orden de surgimiento de las organizaciones post 7 de febre-ro. A menudo las de vocacin ms general aparecen antes, con un dis-curso cvico-poltico que guarda poca relacin con las reivindicaciones gremiales, las cuales, sin embargo, son las primeras en expresarse. Las nuevas organizaciones sectoriales o socio-profesionales son las ultimas en manifestarse. O sea, el escenario organizacional se va constituyendo a partir de la confluencia de tres corrientes: una que preexiste a la salida de Duvalier, mejor desdibujada en sus demandas y su perfil, y que se manifiesta de inmediato; otra, que plasma o materializa organizacio-nalmente una serie de aspiraciones tpicas de sociedades que salen de una dictadura y que es casi contempornea en su manifestacin p-blica a la salida de los Duvalier y una tercera, claramente sectorial en su programa y sus demandas y que en un primer momento evoluciona paralelamente a la segunda. Con todo, la efervescencia organizacional, el entusiasmo desbordante y una clara inflacin discursiva esconden mal la ausencia de tradicin organizativa enraizada.

    Paulatinamente el panorama poltico se estructura en torno a tres componentes o grupos:

    - Las organizaciones gremiales y socio profesionales: esas organi-zaciones estn presentes a lo largo del periodo. Sin embargo la preponderancia del sector sindical urbano es visible durante casi todo el primer periodo, por lo menos hasta Junio de 1987. En la ti-pologa elaborada en el marco de este trabajo se puede delimitar un subgrupo obrero; figuran federaciones obreras (Centrale auto-nome des Travailleurs Haitiens -CATH; Federation des Ouvriers Syndiqus-FOS; Comit Ouvrier Haitien-COH) y sindicatos de empresas pblicas (Minoterie dHaiti productora de harina; Ciment dHaiti, fabrica estatal de cemento; ENAOL, fbrica de aceite, entre otros). Son los primeros en manifestarse, ya hacia la mitad del mes de febrero, con dos tipos de reivindicaciones: sindicales propiamente dichas (reclamos salariales y de mejoras

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    en las condiciones de trabajo) pero tambin ms polticas. El pri-mer tipo de reivindicaciones da lugar a un auge de protestas. Las huelgas se multiplican con, por primera vez, paros que afectan al sector industrial de reexportacin. Todas las empresas pbli-cas son afectadas por el movimiento. Empero, el sindicalismo obrero no est desligado del amplio movimiento social que est tomando forma en esos momentos. Entre los motivos de los paros obreros se encuentran reivindicaciones como el reemplazo de los responsables duvalieristas, o la preservacin del sector pblico de la economa (y ms especficamente, la no liquidacin de las empresas pblicas). Se manifiestan tambin durante esas prime-ras semanas varios sindicatos de empleados y profesionales que van a adquirir rpidamente, a partir del verano del 1986, una notoriedad creciente dentro del movimiento democrtico: la Con-fdration Nationale des Educateurs Hatiens (CNEH); la Fd-ration Nationale des Etudiants Hatiens (FENEH); lAssociation des Mdecins Hatiens (AMH) entre otros. Este segundo grupo sindical, que representa otro sector socioeconmico oscilla, ms ntidamente a partir del verano de 1986, entre las organizaciones cvicas y el movimiento obrero. Un tercer grupo de organizacio-nes gremiales lo conforman las organizaciones campesinas. Este grupo toma lentamente su lugar y se despliega ms bien a partir de 1987, pero algunas organizaciones ya tienen vnculos con las asociaciones cvicas desde febrero-marzo de 1986. Es el caso por ejemplo de la Association des Petits Planteurs du Nord-est, con la que el Mouvement dAction Dmocratique (MAD) establece con-tactos en un primer momento. Febrero de 1986 da, tambin en el campo, una seal de efervescencia que se traduce por tomas (ms o menos efmeras) de tierras y discursos que evocan inclu-so la necesidad de una reforma agraria y, por lo pronto, la de una poltica de proteccin de la produccin nacional. Por cierto, en general el despertar organizacional del campesinado es lento hasta 1987. Pero se revela consistente y uno de los ms constantes a partir de esa fecha.

    - Las organizaciones cvicas, sectoriales y afines: aparecen todas entre febrero y abril de 1986. Dentro del movimiento democr-tico representan el grupo ms numeroso. Se distinguen varios subgrupos. Uno aparece como puro producto del destape poltico consecutivo al 7 de febrero. Se trata de una serie de asociaciones a veces asimilables a clubes de ideas y de reflexiones, formados por profesionales, intelectuales y otros miembros pertenecien-tes a esa clase media que produjo tanto las bases sociales del

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    duvalierismo como las de las oposiciones a ste. El IMED; el MAD, el Club Patriotique 7 Fvriere, entre otros, se caracteri-zan sobre todo por una proliferacin de ideas, textos, iniciativas simblicas, pero algunos mantienen lazos con organizaciones de base o con grupos polticos. Las organizaciones de defensa de los derechos humanos forman otro subgrupo, con contornos un tanto ms precisos. Por vocacin interpelan muy temprano al Consejo Nacional de Gobierno sobre los mltiples expedientes de justicia y tienen programas estructurados alrededor de recla-mos que hacen amplio consenso: justicia y reparacin para los presos polticos, investigaciones sobre los desaparecidos, respeto a las libertades ciudadanas. De all, una notoriedad creciente y un poder de convocatoria legitimado por las causas defendidas. Pero sobre todo, al adquirir ese liderazgo inmediato, el grupo de organizaciones cvicas y ciudadanas en su conjunto se erige rpidamente en la corriente representativa y dirigente del mo-vimiento democrtico. Las consecuencias de ello son enormes, toda vez que las iniciativas de esos grupos inhiben y aminoran las de las organizaciones representativas de intereses de sectores socioeconmicos y, a veces, ntidamente de clase.

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    organizacionEs y rEprEsEntacin

    dE intErEsEs

    Los actores del MD, se ha visto, son diversos y esta diversidad constituye el primer motor de la dinmica que define tanto al movimiento como su trayectoria. Dicho en otros trminos, el desarrollo del MD, las opciones que hace globalmente, su trayectoria, dependen en buena parte de los acuerdos, los enfrentamientos, las alianzas, la cambiante correlacin de fuerzas que se dan en su interior en relacin con los distintos momentos de la situacin nacional. Por cierto esta diversidad refleja diferencias y contradicciones sociales y polticas determinadas. Aqu la radiografa del MD muestra lneas de definicin sociopoltica ntidas, detectables a partir de la definicin de los objetivos y los mtodos adoptados por sus diferentes componentes. As, a lo largo del perodo, las organizaciones gremiales, obreras y campesinas definen siempre, aunque no nica-mente, sus objetivos de acuerdo a sus intereses inmediatos: salarios y condiciones de trabajo, revisin de la legislacin laboral para el sec-tor sindical. Tierras, insumos agrcolas y proteccin de la produccin nacional para los campesinos. Sus mtodos combinan las demandas con la negociacin y los enfrentamientos toman sistemticamente la forma de huelgas y ocupaciones (tomas) de tierras. Estas constancias permiten argumentar que en el interior del MD los intereses de clase s se expresan claramente, aunque en el seno de fuerzas sociales que his-trica y concretamente se definen de manera menos estricta. De todos modos, cada vez que estn a la ofensiva los sindicatos y las asociaciones

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    campesinas, las acciones que llevan a cabo a veces consiguen el apoyo del conjunto del MD. Pero otras veces (y a menudo) estn desligadas del movimiento mayoritario de conjunto. Las que se suele llamar clases populares tienen por consiguiente una dinmica distinta a la de los otros actores del MD. Siempre son partcipes de las acciones de con-junto, pero no siempre estn acompaadas en sus iniciativas propias. A la hora de las opciones decisivas, este hiatus resulta determinante. Las organizaciones de derechos humanos y los grupos ciudadanos de base (comits de barrios, comits de vigilancia, grupos eclesiales de base) desarrollan por su parte sus acciones siguiendo una lnea algo errtica, que oscila entre basismo y legalismo. Esas organizaciones os-tentan perfiles muy diferentes. CHADEL, LAPPH o la Ligue Fminine contre la Torture slo tienen en comn un permanente distanciamiento con respecto a la accin poltica. SAJ y Veye Yo, organizaciones de base surgidas de las comunidades eclesiales de base, tambin tienen posicionamientos que los inciten a participar en las acciones antiguber-namentales y antiestatales en general, no obstante su ideologa radical muy cercana a la de Jean Bertrand Aristide, cuya base organizativa est conformada por esas organizaciones de inspiracin catlica en Puerto Prncipe. Finalmente las asociaciones y los clubs cvicos son el grupo de actores con los objetivos ms globales y ms polticos. La mayora de las veces son los convocantes a las manifestaciones pblicas. Sus mtodos privilegiados son los posicionamientos radiales o escritos, con consignas que pretenden a una autoridad general sobre el movimiento. Adems son el grupo puente con los partidos y reagrupamientos polti-cos. De all su liderazgo indiscutido durante los dos primeros perodos, de enfrentamiento sistemtico con los gobiernos de turno.

    Dicho lo anterior y en congruencia con ello, los debates internos, las rivalidades y las oposiciones interna al MD se originan por lo gene-ral en el interior de este ltimo grupo. Hay diferencias y matices, sin duda, en el interior del movimiento sindical, entre la FOS y la CATH; y distancias considerables entre CHADEL y LAPPH en el campo de los derechos humanos. Sin embargo, es dentro de las asociaciones cvicas, y por supuesto entre los partidos polticos, que se manifiestan las dis-putas y contradicciones que tanto pesan sobre la trayectoria del MD en su conjunto. Y estas disputas y contradicciones son de naturaleza ideo-lgica y poltica. En consecuencia, la heterogeneidad del movimiento importa en dos niveles: el social y el ideolgico. El nivel ideolgico es el de la definicin de las grandes problemticas del momento: naturaleza del Estado, posicionamiento con respecto al poder, anlisis del sistema poltico y participacin o no en l, entre otros. El uso del consenso y del tt ansanm (unin o unidad, una de las expresiones emblemticas del MD) ha contribuido, durante buena parte del periodo y luego para

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    los analistas del mismo, a ocultar las profundas diferencias de intereses detrs de las aspiraciones comunes a la democracia y al desarrollo. As la heterogeneidad social, si bien no es negada, se encuentra en cierto modo subsumida a lo ideolgico. Ms aun, cuando las batallas polticas apelan en determinados momentos a las diferencias sociales y al dis-curso de clase, se da de un modo totalmente instrumentalizado como se ve a partir de 1990.

    Una segunda dinmica remite a la problemtica del adversario. En ese plano el unanimismo juega a fondo y es en verdad eficaz. El MD tiene varios adversarios, pero escoge a uno para constituirse en oposicin a l: el CNG, que representa o ms bien simboliza al Estado represivo oligrquico. Es un consejo militar, pactado con fracciones duvalieristas, como lo demuestra su composicin y promovido como garante del orden por los pases organizadores de la salida de la fami-lia Duvalier. Despierta, por lo tanto la desconfianza espontnea de la mayora de la poblacin o, por lo menos, de los sectores organizados. Se va construyendo esta oposicin durante las primeras semanas del perodo y se hace explcita a partir del 26 de Abril. Empero, al focalizar el enfrentamiento con el CNG y los subsiguientes poderes de turno, el MD desatiende las luchas gremiales, o mejor dicho las subordina a su visin de quien es el adversario y cual el objetivo. En cierto modo se pue-de argumentar que el CNG aparezca naturalmente como el adversario comn, por lo menos en los primeros momentos de conformacin del movimiento que se presenta ante todo como una plataforma antidicta-torial. Sin embargo, rpidamente este posicionamiento relativamente duradero indica la definicin de opciones en cuanto a la relacin con el poder poltico, y la existencia de fuerzas dominantes dentro del MD, precisamente las que toman esas opciones.

    En medio de este panorama organizativo, permendolo (y en parte constitutivo de l) se encuentra una institucinpilar, social pero tambin polticamente: la iglesia catlica. Varios aos antes de 1986 se ha constituido como un gua poltico, adems de su tradicional papel de gua espiritual. Al iniciarse el periodo disfruta de un prestigio in-discutible. Su influencia y su papel moldean las orientaciones del ala radical del movimiento democrtico, entre otras razones, por el trabajo realizado por las comunidades eclesiales de base y por el renombre y la popularidad de su representante ms radical en la ciudad capital: Jean Bertrand Aristide. Capitalizando sobre el mensaje lanzado por el papa en 1983: Algo tiene que cambiar aqu, Radyo Soley, la emisora de la iglesia catlica, ha sido un rgano y un smbolo de la resistencia al duvalierismo a partir de 1983. El cierre de esa emisora por parte del du-valierismo moribundo ha contribuido a fortalecer esa imagen. Huelga decir que la iglesia progresista tiene arraigo no slo en Puerto Prncipe,

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    sino tambin en varias ciudades de provincia donde otras figuras, como la del padre Romelus en la ciudad surea de Jrmie, o el padre Tilus en Les Cayes, tambin en el Sur, profesan los mismos posicionamien-tos a favor de un cambio social. Sin embargo, la trayectoria poltica de la Iglesia como institucin ser, durante todo el periodo, una historia de compromisos y de ambivalencias que, a fin de cuentas, la coloca a menudo en confrontacin con el gran movimiento por el cambio que se despliega en 1986.

    Las organizaciones propiamente polticas (partidos y similares) son asimismo actores fundamentales a lo largo de esos veinte aos. Al iniciarse el periodo, esas organizaciones representan por lo general las aspiraciones de una serie de lderes y personalidades mucho tiempo exiliadas o apartadas del escenario poltico: Comunistas (Parti Unifi des Communistes Haitiens-PUCH), socialistas (Inyon Fs Patriyotik ak Demokrat Ayisyen-IFOPADA), demcrata cristianos (Parti democrate-Chrtien dHaiti-PDCH; Rassemblement des Dmocrates Nationaux Pro-gressistes-RDNP). Es difcil medir su capacidad de convocatoria debido a su dbil arraigo dentro del pas. Algunos lderes regresan con una indudable aureola de prestigio por su pasado antiduvalierista. Otros tratan de confirmar una reputacin de tecncratas modernizadores. Se destaca el caso del pastor Silvio Claude, dirigente del Partido Dem-crata Cristiano, por su trayectoria de activista antiduvalierista dentro del pas previo al 7 de febrero de 1986. Ello hace a su real popularidad pero, tambin, tal vez a su singularidad con respecto al conjunto del MD, al cual, hasta su asesinato en 1991, nunca se incorpor del todo. Todos ambicionan tomar la direccin del amplio movimiento popular que apenas se dibuja. Pero, por su extraccin de clase, como por su trayectoria y cultura poltico-organizacional, los dems dirigentes y activistas de esos partidos se encuentran rpidamente inmersos dentro del MD y con tan slo un discurso o una identificacin declaratoria con respecto a los sectores populares tanto urbanos como rurales.

    Dentro del MD la sobrepolitizacin es, desde un principio, una ca-racterstica distintiva. Este calificativo remite a la naturaleza misma del movimiento. En primer lugar se ha visto que se trata de un movimiento receptculo de todas las formas de expresin, de todas las modalidades organizativas, de todos los intereses y de todas las reivindicaciones an-tiduvalieristas. La bamboche dmocratique es ante todo esto. Lo polti-co se impone, por lo mismo, como la estancia ms abarcadora de tan amplio abanico de proyectos. Otra explicacin reside en la conviccin declarada, y que perdura a lo largo de la existencia del MD, de que las soluciones y la capacidad de actuar vendrn siempre y slo de arri-ba, lase del poder y, por excelencia, el poder poltico. Parecera que los mismos reflejos de autoridad (que derivarn hacia el autoritarismo

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    sin frase) tanto impregnan a la sociedad en todos sus componentes que su reaccin espontnea es adherir a los mismos valores que estn siendo rechazados por ella; en este caso, la fe en soluciones verticales. En congruencia con ello, doblegar, retar, o incluso buscar la toma del poder se convierte en una meta en s, y en todo caso, una prioridad con respecto a la definicin del para qu de ese objetivo. Y por supuesto, en un contexto en el que las definiciones, las organizaciones, la definicin de estrategias y de metodologas son ejercicios morosos porque nue-vos y poco enraizados en el quehacer social, la tarea organizacional es eternamente postergada y las formas organizativas aparecen casi intercambiables. Las consecuencias de estos descuidos son drsticas para la suerte del movimiento.

    Dicho esto, las acciones llevadas a cabo por el MD son precisa-mente de naturaleza poltica y apuntan hacia la transformacin social va la redefinicin del sistema poltico. Por eso es que la periodizacin elaborada para los veinte aos se apoya ante todo en la vida poltica. Las fechas corte han sido escogidas en funcin de la evolucin de la estrategia del MD con respecto al poder, a saber: Primero, el enfren-tamiento creciente hasta llegar al borde de la insurreccin. Segundo, el giro y la adopcin de una estrategia electoral, que lleva el MD a una experiencia del poder. Tercero, su absorcin por el sistema poltico y el ocaso del MD. A modo de eplogo, un repunte del movimiento social se da alrededor de 2003-2004, pero a manera de sobresalto nostlgico, por no decir de caricatura.

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    El md frEntE al Estado:

    la mirada histrica

    Les Lendemains qui chantentLa salida de Jean-Claude Duvalier del pas, el 7 de febrero de 1986, abre una primera mini coyuntura que merece cierto detenimiento. En una primera aproximacin y por las circunstancias que rodean el aconteci-miento, se trata de un cambio de rgimen y no solamente de gobierno. Se produce en medio de una creciente oposicin abierta, la cual se expresa en varios sectores socioeconmicos y mltiples regiones geogrficas; es precedido por una mezcla de medidas represivas o apaciguadoras por parte de la dictadura, como la baja de precios de algunos productos bsicos; e incluso, un tardo cambio de personero gubernamental. Sin embargo, en tanto salida de dictadura, por sus modalidades se aparenta a una especie de fin de reino, mejor monitoreado de lo que parecen pen-sar los actores que se lanzan a celebrar. Tres procesos concomitantes moldean el surgimiento del MD: (i): una exaltacin de lo simblico: la libertad reconquistada, el restablecimiento de la bandera azul y roja que haba sido sustituida con otra, negra y roja, por Francois Duvalier, etc. (ii) una competencia desatada inmediatamente por posicionarse en el escenario poltico. Esta carrera de popularidad e influencia concierne sobre todo a las instituciones religiosas, los grupos y personalidades polticos, las instituciones cvicas que surgen de la noche a la maana; y (iii) la manifestacin tambin inmediata de organizaciones gremiales portadoras de demandas relativas a la condicin socioeconmica de los

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    trabajadores y de las masas populares en general. La definicin del MD es tributaria de esta triloga al presentarse como un movimiento multi-forme con solo dos espacios comunes de expresin: la prensa y la calle.

    Desde sus prolegmenos, los elementos que van a conformar el MD solo disponen de la opinin pblica como tribuna. Al respecto, las observaciones de Moise y Ollivier (1992) para el periodo que cubre la segunda mitad de los setenta corresponden efectivamente a un momen-to en la constitucin del MD. En efecto, en el anlisis de estos autores, la definicin del MD se asemeja mucho ms a un proceso poltico que a un actor propiamente dicho. (le mouvement dmocratique tait alors politiquement informe). Al estallar el movimiento popular consecutivo al 7 de Febrero, se plantea de inmediato el problema de la conforma-cin misma del MD, o sea, de la organizacin aunque elemental de esta potente energa popular que se expresa en marchas (tal la marcha de mujeres del 3 de Abril), mtines, debates radiales, limpieza de calles y pinturas murales. Durante esas primeras y cruciales semanas el mo-vimiento tiene pues varias velocidades, de las cuales dos se destacan por sus consecuencias en la definicin que adoptar el movimiento a partir del verano de 1986. El primer ritmo (la primera velocidad) es el de los trabajadores. No siempre toma la forma de huelgas y tampoco es impulsado sistemticamente por los sindicatos. Domina indiscutible-mente el debate pblico, entre otras cosas porque afecta primero a las empresas y a la administracin pblicas. Pero ms relevante an es la problemtica que esos movimientos traen al debate. En efecto, todas las empresas afectadas por las movilizaciones o los movimientos huelgus-ticos plantean el problema de la naturaleza de la poltica econmica del gobierno y de la suerte del sector pblico de la economa. As, sucesiva-mente: la TELECO (compaa telefnica), la fbrica de aceite ENAOL, la de harina (Minoterie dHati), la de azcar (el Central Darbonne) se convierten en lugares de acaloradas discusiones acerca del destino de las empresas pblicas. Es significativo sealar que esta discusin se despliega pblicamente despus del 7 de Febrero pero que antecede la cada de la dictadura. La salida de Duvalier se produce en un momento de redefinicin del proyecto econmico de la dictadura, en vsperas de un giro hacia un liberalismo radical. El cambio de gobierno da por lo tanto la seal de una lucha frrea para mantener o modificar este rumbo. La gran novedad es que al salir de los pasillos ministeriales y de las oficinas manageriales el debate se democratiza, en el sentido de que provoca reacciones y posicionamientos pblicos de los interesados. Los empleados y trabajadores pueden hacer or su voz que defiende la propiedad estatal de esas empresas. Las asociaciones empresariales, y en especial la Association des Industries dHaiti (ADIH) salen entonces directamente a defender sus intereses. No pertenece a este espacio es-

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    tudiar como tales la composicin y la estrategia del sector empresarial haitiano, ya que no integra el MD. Sin embargo, en este primer mo-mento de definicin de las agendas, de las fuerzas y de las estrategias, su papel como contrincante del sector laboral, y sindical en particular, adquiere mucha relevancia. Entre otras razones porque aparece duran-te los primeros meses tras la partida de Jean Claude Duvalier y pudo haber modificado la configuracin del MD y la definicin de su adver-sario, aunque fuese un tiempo. La confrontacin toma rpidamente la forma de una relacin triangular donde el CNG sale a defender la lnea neoliberal al tiempo que reitera las medidas de apaciguamiento ensaya-das slo semanas antes por la dictadura moribunda; mientras que deja periclitar y luego cerrar, en mayo, la empresa estatal ENAOL. Y sobre todo toma pretexto de la crisis financiera para negarse rotundamente a considerar las demandas de aumento salarial. Tan temprano como el 21 de febrero el ministro de finanzas, Marcel Lger, afirma: Ser difcil acceder a las reivindicaciones salariales formuladas por los fun-cionarios pblicos dadas las actuales dificultades presupuestales y la obligacin de respetar el programa financiero establecido con el FMI. Tampoco se puede considerar un aumento del salario mnimo. Los empresarios hacen su parte al intimidar ms o menos directamente a los trabajadores, amenazados con perder su trabajo (por lock out) si persisten en sus demandas. Febrero-marzo es por lo tanto un momento de disyuntivas, que sectores fundamentales de la economa aprovechan para medir fuerzas y tratar de hacer valer sus intereses. El resultado es rotundo: no slo las reivindicaciones laborales son denegadas, sino que el proceso de venta y privatizacin del sector pblico de la economa marca sus primeros puntos decisivos

    El segundo ritmo es el del despliegue de las demandas ciuda-danas; las ms articuladas en un primer momento tratan de justicia y de libertades civiles. Ya, el mismo 7 de febrero, los presos polticos son liberados por un comunicado del CNG. La Liga de Antiguos Presos Polticos de Hait (LAPPH) es creada poco despus. La mayora de las asociaciones cvico-polticas surgen en los primeros das del perodo: el MAD nace el 14 de febrero; El Club Patriotique 7 Fvrier, el 8 del mes, y as sucesivamente. Hay por lo tanto una simultaneidad entre la agitacin laboral y la efervescencia cvico-poltica. Qu quieren esas asociaciones democrticas, como casi todas se califican explcitamen-te? Contribuir al establecimiento de una democracia representativa y participativa, resume bastante bien las orientaciones primitivas del conjunto de esta corriente. Al focalizar esas organizaciones sus accio-nes hacia la consecucin de los derechos civiles y polticos, se esta-blece un claro paralelismo entre el movimiento gremial y el de esas asociaciones. Los eventos del 26 de Abril van a provocar dos cambios

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    de consideracin: Propician la toma del liderazgo del MD por el sector cvico-poltico, y plantean la confrontacin entre el MD y el CNG como la dinmica poltica principal.

    El EngranajE dE la confrontacinEl sbado 26 de abril de 1986 una manifestacin conmemorativa con-vocada por los familiares de vctimas de los Duvalier es reprimida a tiros por el ejrcito en el momento en que se diriga hacia el cuartel desafectado de Fort Dimanche, ex crcel de la dictadura y smbolo de la represin duvalierista. Mueren por lo menos seis personas y los heridos superan los veinte. El hecho produce una conmocin en varios aspec-tos. Primero, despierta la instintiva desconfianza de la poblacin hacia un ejrcito tradicionalmente conocido por su papel represivo pero que se haba presentado desde el 7 de febrero ms bien como una fuerza de equilibrio, sino de moderacin. Al respecto la composicin del CNG debe ser destacada: hasta el 22 de marzo incluye a Grard Gourgue, una figura relevante del mundo asociativo, del sector de los derechos humanos. La salida de Gourgue indica, por cierto, las ambivalencias del sector democrtico hacia el gobierno civil-militar. Pero la salida tambin, por otra parte, del muy criticado Alix Cineas haba preservado un tanto la imagen moderada del CNG y su presidente Henri Namphy es visto por varios sectores como el garante de una actitud de apertura por parte de los militares. Empero el 26 de abril, el ejrcito aparece de nuevo con su cara de fuerza de represin interna que histricamente tantas veces ha asumido. Segundo, el evento desata un debate dentro del MD acerca de la naturaleza del rgimen y del poder poltico de turno con respecto al duvalierismo en general. La confrontacin entre el MD y el CNG es bsicamente un enfrentamiento entre, por un lado, una socie-dad civil sedienta de libertades y de derechos y, por otro, la continuidad del duvalierismo (aun en su cara reformista con Henri Namphy). Ahora bien, diversas representaciones de las funciones del Estado coexisten dentro del MD. Para el ala radical, el CNG es la materializacin del Es-tado como aparato represivo; y esta corriente llama a la movilizacin en su contra. Entre las organizaciones representativas de esta posicin se encuentran el Komite Inite Demokratik (KID), tambin la Ligue des Anciens Prisonniers Politiques Haitiens (LAPPH). Pero otro sector se inclina ms bien hacia la moderacin y la expectativa, y dicha posicin es encabezada por la Iglesia Catlica. Aqu vuelven a operar como fuer-zas polticas de contencin y de equilibrio las dos instituciones pilares del poder tradicional: la Iglesia y el ejrcito. Esta coyuntura es en efecto la primera de una serie de situaciones en las que la Iglesia juega con los dos filos de la navaja: temporiza con los sectores ms radicales y man-tiene con su ala progresista una presencia al lado de, y adentro del MD.

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    Entre el 26 de abril y el verano de 1986 la tensin se acrecienta y los enfrentamientos ocurren casi diariamente. Los sectores democrti-cos radicales (derechos humanos, iglesia progresista) son presionados y a veces acorralados por el CNG. As por ejemplo, las amenazas se ha-cen ms graves en contra del padre Jean Bertrand Aristide a tal punto que su exilio es, un tiempo, considerado como una eventualidad. La ofensiva toma tambin la forma de una movilizacin por la justicia. En este campo algunos avances parecen vislumbrarse con el inicio de una serie de juicios en contra de grandes criminales de la dictadura. Pero la mayora de esas acciones judiciales no son completadas. Se puede men-cionar por ser considerado como una (modesta) victoria, el juicio del verdugo Samuel Jrmie, quien es condenado a 15 aos de crcel tras un juicio tortuoso y no exento de obstculos de todo orden. Por otra par-te las manifestaciones callejeras violentas se producen cotidianamente en los barrios populares del centro de la ciudad (Saint Jean Bosco, el barrio que alberga la iglesia donde oficia Aristide) y hacia el norte (Cit Soley). Las ciudades de provincia no estn exentas de esta agitacin. Las demandas se radicalizan: dimisin de William Regala, general y ministro del interior; y de Leslie Delatour, ministro de finanzas. Los sectores gremiales y sindicales aumentan la presin para incrementos salariales. Los sindicatos ms cercanos (poltica y socialmente) al ala cvico-poltica ganan algunos puntos: se inicia una campaa de alfa-betizacin estatal con el ONPEP (Oficina Nacional de Participacin y Educacin Popular), y eclesial con Misyon Alfa de la Iglesia Catlica. Esta ofensiva democratizadora alcanza el mundo de la informacin con una batalla (perdida) para la democratizacin de la televisin y la radio pblicas. Pero es en el plano econmico donde los enfrenta-mientos se tornan ms virulentos. En particular el comunicado que liberaliza la importacin de aceite comestible desata, tanto por parte de los sectores laborales como del industrial, una ola de protestas. Las manifestaciones claramente dirigidas en contra del ministro Delatour alcanzan todas las regiones del pas. El ejrcito tiene que intervenir en varias oportunidades para retomar el control de las calles.

    Ante esta reaccin del poder, el 4 de junio el MD intenta una primera prueba de fuerza frontal, al emitir un llamado en tres puntos: salida del gobierno de William Regala y de Leslie Delatour; recompo-sicin del CNG con la inclusin de representantes del movimiento de-mocrtico; huelga general el 10 de junio con el objetivo de derrocar al gobierno en caso de no cumplimiento de los puntos reclamados. La respuesta del consejo de gobierno es inmediata: el 7 de junio, en una de-claracin con claros acentos populistas el general Namphy hace pblico un calendario poltico que se extiende hasta febrero de 1988 y prev la nominacin de una Constituyente; la adopcin de la nueva constitucin

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    que debe emanar de esta asamblea; la organizacin de elecciones para la instalacin de un nuevo ejecutivo el 7 de febrero de 1988. Esta rplica poltica del CNG contribuye a orientar an ms al movimiento hacia el terreno poltico, al tiempo que desva las luchas populares lejos de dos expedientes cruciales que eran objeto de batallas en las que convergan sectores fundamentales de la economa. En efecto, el calendario pol-tico no slo debilita el MD al descebar su estrategia de retar al poder, ya que abre en principio todo un campo a la participacin y la eleccin populares; tambin lanza el MD en otra direccin, ntida sino exclusiva-mente poltica, en desmedro de las luchas socioeconmicas que estaban cobrando cierta envergadura. En sntesis, los primeros elementos para definir el carcter de la transicin surgen desde esta primera fase: de-trs de la agitacin socio-poltica se ha desatado una lucha frrea para preservar los intereses de los sectores dominantes (empresariales y po-lticos suelen ir de la mano, particularmente en Hait) y encaminar la economa hacia una apertura total al mercado, al tiempo que, a partir de la manifestacin del 26 de abrilde 1986 y sus repercusiones, la lgi-ca de confrontacin entre el gobierno y el MD se instala como modus operandi. En los hechos, tres tendencias se van desdibujando durante estos primeros meses. El movimiento popular (re)surge y se estructura alrededor del MD; las luchas sociales conocen un primer auge con un contenido de clase explcito, antes de plegarse al liderazgo y al anlisis de la situacin que hacen los sectores asociativos y polticos; empieza el quiebre de la economa duvalierista mixta, en desmedro de la produc-cin local, agrcola y pblica en particular.

    La segunda coyuntura de esta fase de ofensiva-confrontacin en-tre el MD y el poder est contenida entre junio y agosto de 1987. Esta coyuntura ve el desarrollo y la culminacin de la tentacin insurrec-cional. Es precedida por un ao de febril contienda; el MD oscila entre mtodos de guerra de posiciones y acciones dirigidas a marcar puntos en el terreno poltico. As, el 7 de noviembre de 1986, una imponente marcha marca el repudio general del asesinato del joven Charlot Jac-quelin, un joven monitor de alfabetizacin, militante catlico, conside-rado entonces como un mrtir de la resistencia democrtica. Asimismo, en el debate alrededor de la Constitucin, las posiciones evolucionan desde una casi unnime indiferencia respecto de la Constituyente hacia un acalorado debate entre dos facciones del MD acerca del referndum del 29 de marzo de1987, cuando se aprueba la nueva constitucin. La discusin no es, por lo dems, entre legalistas y revolucionarios, sino que gira en torno al carcter oportuno o no de privilegiar la cuestin constitucional y otros asuntos relacionados con la construccin del Es-tado con respecto a la lucha poltica. As, las medidas anunciadas el 26 de Junio por el gobierno relativas a la descentralizacin, movilizan todo

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    un sector del MD y, en particular, las organizaciones poltico-cvicas: el MAD, el Club Patritico 7 de Febrero participan al debate e incluso lo animan, al lado de ciertos partidos. Estos ltimos ocupan un tiempo el escenario con la propuesta de ley sobre los partidos polticos publicada por el CNG el 19 de julio. Si bien en el momento, este hecho es eclipsado luego por otros temas, constituye en realidad la primera pieza sobre la que se monta despus la influencia creciente de los partidos en el proceso. Por ello, las posiciones respecto del referndum sobre la cons-titucin son diversas en sus argumentaciones y, sobre todo, alguna de las partes llega a plantear como alternativa una va de lucha no legal. Y es que, paralelamente a la implementacin de su calendario poltico, el CNG ha entrado a fondo en la dinmica de confrontacin y despliega una poltica de represin sistemtica de los movimientos callejeros y de las manifestaciones pblicas en general. Se trata de una contraofensiva que utiliza entre otros la sistemtica respuesta militar a todas las iniciativas de movilizacin del MD. Por su parte, y a pesar de repetidas intimidaciones, los sindicatos realizan adelantos reales. Se trata por cierto de un sector atravesado por divergencias, entre las dos centrales sindicales por ejemplo. Sin embargo, los mencionados adelantos en ma-teria de coordinacin de acciones y de estructuracin, slo sientan las bases para lo que ser una de las ltimas participaciones destacables del mundo sindical, un ao despus. Concurrentemente, en el campo de la agitacin social se intensifica y la represin tambin, con dece-nas de arrestos, so pretexto de combatir las invasiones de tierras. Esta acumulacin de focos de tensin social va configurando un panorama que, aunado a este proceso crescendo de medicin de fuerzas y de con-frontaciones, culmina, del 15 de junio hasta fines de agosto, 1987, con la huelga insurreccional rache manyok. Se trata del momento ms lgido de la trayectoria de confrontacin del MD con el consejo de gobierno. Tambin pone al desnudo fracturas perceptibles durante los debates anteriores dentro del movimiento, pero que no lo haban dividido hasta esa fecha. El verano de 1987 abre as una coyuntura que ya no permite marcha atrs en la confrontacin con el CNG.

    Las circunstancias que inician el movimiento insurreccional son ya una indicacin de que se trata del resultado de una confrontacin creciente y constante entre el MD y el gobierno militar provisional. Se trata en un principio de las consecuencias de un llamado a la huelga por parte de la central sindical CATH. Es significativo por cierto que, en un principio, los principales lderes del MD, particularmente el KO-NAKOM, y tambin partidos polticos, como el partido comunista PUCH hayan criticado este llamado y se hayan desolidarizado de l.

    Aprovechando tal vez esta circunstancia que parece sealar el aislamiento y cierta debilidad de la CATH, una semana despus del

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    inicio del movimiento, el CNG atesta un golpe al mundo sindical al pronunciar la disolucin de la CATH cuyo local es saqueado. Al mismo tiempo, en una clara maniobra de diversin, publica el decreto elec-toral. Empero, el MD contesta das despus con una convocacin a la huelga general para obtener la renuncia del CNG y rpidamente el movimiento evoluciona hacia una huelga insurreccional. Los cuadros del MD se renen en una especie de directorio eclctico del movimien-to, que cuenta en principio con 57 grupos y organizaciones; de all su apelacin de grupo de los 57 en la prensa y la literatura sobre la po-ca. Algunos partidos polticos integran directamente el grupo pero en general no en posicin de dirigentes; estn ms bien en una situacin de benevolentes observadores.

    El problema central que plantea Rache manyk es el de la natu-raleza del Estado y del posicionamiento del MD con respecto al poder. Al analizar esta problemtica Jean Claude Jean et Marc Maesschalk (Jean et Maesschalk, 1999: 66 y sig.) identifican claramente las lneas de fractura dentro del MD. Por una parte, en efecto, el movimiento popular (que los autores identifican como las organizaciones de base, los sectores populares y los grupos eclesiales progresistas) postula una batalla por la desduvalierizacin del poder como condicin para la efec-tiva implantacin de la democracia en el pas; ello supone el manteni-miento del horizonte de un sistema democrtico representativo, con libertades cvicas y un estado de derecho, pero naturalmente sobre la base de la consecucin previa de la erradicacin del elemento dicta-torial, es decir, duvalierista dentro el Estado. Para los partidarios de este posicionamiento, la conquista del poder no se plantea por lo tanto como un objetivo a alcanzar para su ejercicio directo, porque haban entendido que frente a la bien rodada mquina duvalierista, protegi-da adems por las todopoderosas Fuerzas Armadas de Hait (FADH), no podran aguantar. () mucho tiempo. Simplemente reclamaban el derecho a constituirse como actores antes de ir a la negociacin. As, su constitucin como actores supone el rechazo radical del CNG como aparato duvalierista, mas todava no del Estado como tal. Changer lEtat permanece pues como un horizonte de ms largo plazo. Otro sector en el que se encuentran buena parte de las organizaciones cvicas, algu-nos sindicatos y la mayora de los partidos polticos, postula un rache manyk por la va electoral. Para ellos la prioridad del momento era la implementacin de las condiciones formales indispensables para el ad-venimiento en el pas de un verdadero Estado de derecho. Ahora bien, Jean y Maesschalk consideran que esta fractura se manifiesta durante el verano de 1987. Pero la reconstitucin de la cronologa parece indicar ms bien que esta segunda posicin es formulada posteriormente, ante la imposibilidad de mantener la primera. De hecho el estado mayor de la

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    operacin Rache Manyk est compuesto con las mismas asociaciones cvico-polticas que luego de los reveses de agosto deciden lanzarse al desarraigo por las urnas. Un examen de la composicin del grupo de los 57 que encabeza el movimiento insurreccional lo indica claramente. Organizaciones tales como el Congreso de las organizaciones del Movi-miento Democrtico Konakom las centrales sindicales cuya represin y disolucin por parte del CNG desencadenaron la crisis, el movimien-to de mujeres, grupsculos polticos aventureros tambin, conforman algunos de los cuadros del movimiento; emiten las consignas y moni-torean las acciones. Pero meses despus son tambin ellos los que inte-gran el Frente Nacional para el Cambio FNC que se lanza al asalto del poder votos en mano. Por consiguiente existe efectivamente una lnea de fractura a nivel del anlisis de la naturaleza del poder interpretado como la continuidad de la dictadura, pero esta lnea de fractura se reve-la ms bien con el tiempo, como una evolucin de la estrategia del MD ante el fracaso de su embestida contra el gobierno militar .

    En cambio otras diferenciaciones decisivas aparecen durante esas semanas insurreccionales. Ataen a la definicin de las prioridades del movimiento y determinan el rumbo electoralista definitivo que toma el MD a fines de agosto. En efecto, algunas organizaciones del mundo asociativo optan desde un principio por no participar en el movimiento insurreccional. El MAD, por ejemplo, es dividido al respecto, pero re-lativamente aislado del movimiento. Asimismo, los partidos polticos, enfrascados en discusiones acerca del decreto electoral recientemente publicado, condenan en su mayora el rache manyk. Para esos grupos la prioridad es el camino ordenado e institucional hacia el Estado de derecho. El calendario poltico del CNG aparece como la va obligada para un cambio gubernamental y poltico y en plena agitacin poltica, el 6 de agosto, el Consejo Electoral Provisional produce y entrega la ley electoral. La huelga general insurreccional es por consiguiente una accin propia del MD, que algunos partidos apoyan, pero sin identifi-carse con ella. Otro acontecimiento de importancia se manifiesta en el transcurso del mes de julio. A finales de ese mes, es conocida la masacre de campesinos perpetrada en la localidad de Jean Rabel, en el departa-mento del noroeste, por parte de miembros de dos familias oligrquicas terratenientes de la regin. El drama interpela por su gravedad; pero adems evidencia la ferocidad de las reacciones oligrquicas frente a las reivindicaciones campesinas, y recuerda, mutatis mutandi, el frreo control que mantiene el empresariado sobre el mundo sindical. Se ob-serva entre el movimiento campesino y el MD el mismo paralelismo que ya se ha sealado entre el MD y las organizaciones laborales, si bien el despertar organizacional campesino ha sido saludado en su momento por el MD. Las protestas y manifest