el pan que nos dio

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    Jos Luis Carreo

    El pan que Cristo nos dio

    Vivencias al resplandorde la lamparita roja

    1985

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    A mis queridos hermanos salesianos

    de la Inspectora de Bilbaonutridos todos con el mismo Pan

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    NDICE

    VIVENCIAS DE INFANCIA....................................................................5

    PRIMERAS VIVENCIAS......................................................5

    VIVENCIAS SALESIANAS..................................................................16

    LO INIMAGINABLE: LA PRESENCIA REAL..........................16

    VIVENCIAS MISIONERAS..................................................................31

    LO INEFABLE. LA ENTREGA PERSONAL. LA COMUNIN....31

    LA VIVENCIA-CUMBRE.....................................................................54

    EL DON CSMICO DE DIOS: EL SACRIFICIO EUCARSTICO.54

    VIVENCIAS DE RADIACIN Y ESTRUCTURACIN..............................83

    EL FUEGO SAGRADO DE DIOS.........................................83

    VIVENCIA VICARIA FUERA DE SERIE EXTRAPOLACIN................94

    UNA EXTRAA VIVENCIA EUCARSTICA........................94

    VIVENCIAS EN UN ANLISIS...........................................................111

    SACRALIZACIN DE LO PEQUEO.................................111

    AHONDAR MS PARA AMAR MS..................................................138

    LA COMN VIVENCIA DE LOS CREYENTES......................138

    EL EPLOGO IMPOSIBLE.................................................................142

    SUPER-VIVENCIA.........................................................142

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    VIVENCIAS DE INFANCIA

    PRIMERAS VIVENCIAS

    Gustate et videte quamsuavis est Dminus,

    (Ps. XXIII. 9)

    Gustadlo primero, si querissaber cun suave es el Seor.

    Acababa yo de salir de la clnica hecho un trapo: dbil y endebluchocomo un saco vaco. Y acababa tambin de salir de la imprenta el libro quetem no poder acabar nunca: La Seal, confrontndome precisamentedurante aquel bache con el problema de su comercializacin y venta.

    Todo me resultaba muy cuesta arriba, e iba pensando, mientrasvolva a entrar en el viejo Hogar del Misionero, en aquellos ltimostercetos del soneto de Quevedo:

    Volv a mi casa; vi que, amancillada,

    de anciana habitacin era despojos;

    mi bculo ms corvo y menos fuerte.Vencida de la edad sent mi espada,

    y no hall cosa en que poner los ojos

    que no fuera recuerdo de la muerte.

    Ahora basta ya me dije; qudese toda preocupacin terrena en

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    otras manos jvenes. Yo me voy a aislar de todo en absoluto para nopensar ms que en la Patria y en la Casa del Padre que ya me estnabriendo sus puertas.

    Y de pronto, inesperadamente, vino a verme nuestro buen Padre

    Provincial.Padre Jos Luis me dijo, por qu no nos escribe ahora unmanojo de recuerdos sobre "Vivencias" eucarsticas?, me sugiri con esairresistible potencia de la bondad.

    Fue una sorpresa. No me esperaba una propuesta tal, y mucho menossobre tal argumento, adems de sentirme definitivamente ya fuera decombate para todos esos menesteres. Pero fue tambin un fogonazo. Ypor qu no, si el Seor me da fuerza?

    Pero entendmonos! Teologas, no. Hermenuticas, no.Elucubraciones filosficas, no. Sencillamente, VIVENCIAS.

    Y sas las tenemos atesoradas todos en el santuario del recuerdo.Desde el nio que hizo ayer la Primera Comunin, hasta el arrugadoveterano que se nutre del Pan del Cielo desde hace setenta aos.

    Vivencias las llaman ahora, pero, en rigor, son verdaderosencuentros en la cumbre, porque el contacto con el Cuerpo de Cristo

    sacramentado es la experiencia ms alta y sublime de la aventura humanaen nuestra vida.

    Y pensar que esta dulce grandeza nos cae ya encima cuando se esnio!: la pequeez y la Omnipotencia, la inconsciencia y la Sabidura, lainsignificancia y la Infinitud.

    No creo que haya un signo ms claro de que somos hijos de Dios. Unemperador sosteniendo en sus brazos a un heredero de seis meses no es nila sombra de un Dios hecho hombre abrazando a un chicuelo azorado:

    verdaderamente el alma humana es el jardn de las delicias de todo unDios.

    Pero al cabo de setenta aos se repetir la misma historia, si bien connuevos tintes: el viejo pecador, consciente de las negruras de su alma; elmalparado luchador de una larga batalla terrena que ya se va acabando; elandrajoso superviviente de las tormentas de la vida; el testigo, oprotagonista, de mil perfidias y cobardas... unido en estrecho abrazo deperdn comprensivo y misericordioso con el Infinito Amor compasivo del

    Hombre-Dios, hecho Carne y Pan precisamente para l.Vivencias! Es que puede haber vivencias ms dramticas y

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    * * *

    Hay una encantadora condescendencia de Dios en la confeccin delos Sacramentos. Es El quien nos infunde claro est el chorro de orode Su gracia; pero moviliza para ello una serie de elementos materiales

    (un trozo de materia, imprescindible para hacer saltar nada menos quela chispa divina de la gracia!), y de factores humanos: el agua, el blsamo,el aceite...; la voz humana, el brazo pontifical extendido en el silencio, lainfusin sobre la frente del infante, el trmulo s de la aceptacin y de laentrega, la consoladora sentencia del perdn y del olvido... Todo el cosmosha quedado crismado desde que Cristo se lo devolvi al Padre con suEncarnacin y a peso de Rescate. Y bien ser que tomen nota de ello losobstinados desacralizadores de hoy, votados a una tarea absurda.

    Pero si hay un Sacramento donde fuerzas naturales y accin humanase conjugan para que jams se apague la Lmpara del Santuario, se es elde la Eucarista: el surco que hay que arar, el grano que hay que lanzar alvoleo en la siembra, el viedo que hay que plantar, podar y sulfatar, lasiega y la trilla, la molienda y el lagar... No todo eso es corriente en todaslas zonas del planeta. Lo que s lo es, en cambio, es la larga preparacinpersonal del sacerdote de Cristo y el lento condicionamiento del nefitoque va a unirse a Cristo en la inefable vivencia de la Comunin

    Eucarstica. Y ah el factor humano de iniciacin y enlace es tan variado...Se ve que sigue habiendo en la Cristiandad muchos millones de apstolesannimos y sin aureola.

    * * *

    A m me reserv la bondad de Dios una mensajera del misterioeucarstico como no hubiera podido ni soarla: mi madre.

    Y la iniciacin fue tan profunda y radical como un beso de Dios.Mi joven madre (mi amatxu) estaba enferma; y los mdicos de

    Bilbao le haban prescrito los baos de Zuazo. Yo la acompaaba desdenuestra pensin hasta el balneario, caminando por la vereda a lo largo de lava del tren (estoy evocando una de las primeras escenas que aparecen enmi vida sobre el mgico tapiz del recuerdo lejano). Y se ve que unamaana ella observ una sombra en mi carita. Qu tienes?

    Nada, como se dice siempre cuando nos roe una angustia internaque no puede expresarse en palabras. Y es que me senta aplastado por ladescarada y soez ofensa de Dios.

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    Dmelo. Decrselo a la madre es como contrselo al confesor.

    Intent contarle lo incontable. Se ve que acababa de or la primera blasfemia. Pero una de esas blasfemias que corrompen este difano ysoleado aire de Dios y escupen una mancha diablica sobre todo lo que

    tocan. Una blasfemia contra la Sagrada Hostia! Y ello entre aquellosdulces valles de mi infancia donde se ven erguirse apuntando al cielo lasmil torres renacentistas de nuestras iglesias y ermitas indicando laPresencia Eucarstica! Yo estaba ya manchado; no era digno ni de rezar aDios. La horrible vivencia satnica, antes an que la vivenciaeucarstica!

    No, me dijo amatxu. T no tienes culpa alguna. Tu alma estcomo antes. No lo pienses ms.

    Pero he seguido pensando. Quin pudo haber inventado lablasfemia? No he encontrado todava un estudioso que me hiciera caso alinvitarle yo a investigar cmo y de dnde brot la primera negra raz de lablasfemia, en los tiempos y en la psicologa de nuestro pueblo.

    Y contra la Eucarista precisamente!

    Probablemente no se atreven, porque sospechan que slo pudoinventarla el Maligno. Y se, hoy, no est de moda entre losintelectuales: un extrao complejo tal vez, ese terrorismo gauchistadel que habla Chaunu les impide centrar en un personaje responsable aaquel a quien nuestro Buen Maestro llam nada menos que el prncipe deeste mundo: el diablo.

    Muchos aos ms tarde, recorriendo en tren las inmensidades de laIndia, vera tantas veces desfilar ante mis ojos los gpuram o exticastorres de los mil templos paganos, y sentira una honda aoranza por lastorres de nuestras iglesias en los montes, valles y llanadas del verde Norte

    espaol. Pero un antdoto mitigara la nostalgia: Por lo menos en la Indiano se blasfema...; ni en Filipinas; ni en Amrica; ni en nacionesarrancadas por la Reforma al seno de la Iglesia; ni en tierras llamadas deinfieles... Qu ingratos y soeces hemos sido con l, precisamente suspredilectos!

    * * *

    Volvimos a Bilbao al final de la temporada. Y he aqu que una

    maana me llev consigo mi joven madre a or misa en la entoncesBaslica hoy Catedral de Santiago Apstol.

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    Fjate, me dijo. Dentro de poco el sacerdote levantar en alto unredondel blanco. Aquello es Jesucristo.

    Efectivamente al poco rato son una campanilla. Y, sostenido en lapenumbra por las manos del sacerdote, fue elevndose paulatinamente

    aquel esperado redondel blanco.Deb entonces de pegar un grito muy agudo porque inmediatamenteuna suave mano me tap la boca: Cllate, bobo; que esto es laElevacin.

    Lo de Elevacin no parece haberme dejado mucha huella en lamemoria. Pero aquel redondel se me haba clavado ya en el alma para todala vida. Fue mi revelacin personal y privada del misterio de latransubstanciacin.

    Pero por qu no me dejaban gritar a los aires mi regocijo Jesucristo! Jesucristo!?

    Una iglesia gtica es demasiado solemne para espontaneidades; unambiente mstico, demasiado sagrado para gritos de chiquillos; unacomunidad de fieles, reverente y civilizada, demasiado auto-conscientepara expansiones extra-litrgicas. Y as fue creciendo poco a poco unsombro respeto que Cristo no quiso, suplantando la familiar intimidad queCristo deseara al esconderse tras las apariencias del pan casero y cotidiano.Luego vendran los glidos terrores del jansenismo: No somos dignos!No somos dignos! ; luego el apartamiento de la Comunin mientras laIglesia casi suplicaba: Por lo menos, una vez al ao; luego el raquticoconcepto de que la Eucarista era la tarta-premio de los santos, no el pan-sustento de los pobres desterrados en el valle de lgrimas de la vida... Hoyya no repican las campanas jubilosas de la Consagracin, para no turbar lagris monotona de la vida ciudadana; ya no salen a nuestras calles las procesiones esplendorosas de antao, primero porque eso estriunfalismo, y luego porque no se puede entorpecer el insensato trficorodado de la urbe, que antes quiere respirar gasolina que incienso. Hasta lahumilde palmatoria ha desaparecido: y ha quedado sin su voz de plata laalegre campanilla que anunciaba estrepitosamente en nuestras manos demonaguillo la inminente llegada del Cristo eucarstico a nuestros altares.El rgano, cada vez ms silencioso. Y los templos, cada vez ms vacos.

    * * *

    Pero no es todo as en la redondez de la Ecmene, gracias a Dios.

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    All en nuestras tierras indias de misiones, cuando elevis la SagradaForma sobre la ondulante cosecha morena de vuestros fieles, un bosque debrazos se alzan hosannantes al aire, cientos de torsos se inclinan adoranteshacia el suelo, y un atronar de voces jubilantes lanza hacia las humildes

    bvedas de nuestras iglesitas tamilianas el grito anonadado de su apstolToms: Yen ndavar! Yen dvan! Seor mo! Dios mo!, mientras lacampana de la misin anuncia a las gentes de los campos, de los arrozalesy de los surcos, de los pozos y de los pastos, como un da el ngel enBeln, la dulce nueva de cada da: Jess Eucarstico sigue estando enmedio de vosotros!

    El blanco redondel de la Eucarista es vistosamente para ellos el ejede su vida, como es el centro de la Cristiandad. Yo estoy con vosotros

    hasta el fin de los tiempos (Mt. XXVIII, 20).* * *

    Pero aquella maana no slo no me dejaron gritar en la iglesia, sinoque, por ms cosido a las faldas de mi madre que me acercara a labarandilla, no me dejaron comulgar. Eso tardara an un par de aos.

    Menos mal que para entonces ya haba hablado a la Cristiandad aqueldulce Cristo en la tierra, San Po X, cuyo decreto Quam singularirompa las vallas que separaban a los pequeuelos de Aquel que habadicho: Dejadlos que vengan a m. Y a m me alcanz en pleno aquellafranquicia eucarstica. Claro que tuve que rogar, importunar, llorar..., peroal fin, entre los varios primeros comulgantes de catorce aos me dejaroncolarme a m tambin, chicuelo de siete, a hacer la Primera Comunin elda 8 de marzo de 1913, gracias a la norma fijada por el Vicario de Cristo:recibir la Comunin apenas supiramos discernir el pan eucarstico delpan comn. Y as empez una vivencia eucarstica que ya no tendra fin:

    ni en esta vida ni en la otra, a su manera. No s si el mismo da de mi Primera Comunin o al siguiente

    sorprend a mi madre escribiendo unas lneas en una hermosa granestampa a colores.

    Qu escribes?

    Ya lo vers. Algn da, cuando te hagas malo, leers esto y volversa ser bueno.

    Aquel precioso papel se ha perdido, y qu bien me habra venido enmuchos trances de esta larga vida!

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    Manos cuidadosas salvaron en cambio para mi consuelo otrahermosa gran estampa a colores: el recuerdo de la Primera Comuninde mi propia madre! Teresa Echeanda hizo la Primera Comunin en laIglesia de Begoa el da 10 de marzo de 1894 a la edad de once aos. A

    su lado he plastificado la estampita de la ma. Dos eslabones de una cadenade gracias con que nos une a Su Corazn el Hijo de Dios hecho Hombre yhecho Pan por nuestro amor.

    Amatxu vol al cielo a los pocos meses: escasamente a los treintaaos; habra tenido cuarenta y nueve para mi Primera Misa. Yo me pasunos diez das refugindome en la oscuridad del ltimo rellano de laescalera en el enorme casern de Villaro preguntando entre sollozos: Porqu te has ido, ama?. Hoy no lo preguntara: s muy bien por larga

    experiencia que todo est ordenado al triunfo final del Amor.* * *

    Cuando el abrazo eucarstico nos llega muy temprano en la vida, elalma queda marcada por l para siempre. Es intil que intentis romper lossuaves lazos que os unen a l. Os seguir cazando, como el Buen Pastor ala ovejuela casquivana, por todos los senderos, pramos y barrancos deldestierro de la vida. De los que me diste, no he perdido a ninguno (Jn.

    XVIII, 9), dijo al a Su Padre en una de sus ms dramticas aseveraciones.Y los que no slo le fueron encomendados por el Padre, sino que ademsfueron tempranamente empapados en la Eucarista y nutridos con el Pandel Cielo, son ya irreversiblemente de Cristo. Aqu los telogos no noshablan de carcter sacramental; pero es que la toma de posesin ha sidoms amplia, ms profunda, ms personal por Su parte.

    * * *

    Hoy tengo a la vista un ejemplo reciente de ello. El pasado mes deabril falleci repentinamente en Shillong nuestro querido misionero, el P.Ignacio Rubio. Su hermano, el tambin misionero P. Jos Rubio, loencontr exnime en el suelo de su cuartito en la maana del da 13. Sonmuchsimos los que conocen algo de la increble labor desarrollada en lamisin de Meghalaya por el P. Ignacio: Iglesias levantadas para el cultoeucarstico, seminarios construidos para los futuros misioneros indgenas,escuelas y dispensarios para nativos, proyectos agrcolas y sociales... Noson muchos los que han podido darse cuenta todava del inmenso vacocreado por su muerte...

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    Pero son muy pocos en cambio los que sabemos que Ignacio estabaya marcado para un apostolado tan exuberante. Y es que durante su niezse encontraba Ignacio en Barcelona en la hora triste de la persecucin de laIglesia. Centenares de sacerdotes haban sido asesinados. Otros vivan

    ocultos en domicilios, escondrijos o desvanes. Y es en tales ocasionescuando ms crece entre los fieles el hambre de la Eucarista. Pero... quiniba a distribursela? Todas las maanas me contaron los suyos bajabael chiquillo Ignacio silbando alegremente por la escalera a hacer deTarsicio a domicilio: portans Mysteria: iba a distribuir a JessSacramentado entre los varios hambrientos de Dios de su barrio. Despusde desempear tal ministerio de ngeles, hubiera podido dedicar su vida aotro que no fuera tarea de apstoles?

    En cuanto a m, cuando hube de dejar el hermoso valle de Arratia,camino del internado, sus pintorescos pueblecitos quedaban resonando conarmonas eucarsticas: la oleada de fervor eucarstico que haba recorridoEspaa con los Congresos de Valencia y Lugo dos ciudades de rancioabolengo eucarstico, acababa de alcanzar su apogeo en el CongresoEucarstico Internacional de Madrid en 1911, donde el joven rey AlfonsoXIII se haba desentendido de sus gobiernos liberales y sectarios pararecibir al Rey de reyes en su Palacio de Oriente durante la triunfal

    procesin eucarstica y pronunciar ante l solemnemente la consagracinde Espaa (como volvera a hacerlo aos ms tarde en el Cerro de losAngeles, actos ambos que hubo luego de pagar con la prdida del trono yla muerte en el exilio). De aquel Congreso brot el ms hermoso himnoextra-litrgico a la Hostia Consagrada que compuso mano de hombre:Cantemos al Amor de los amores. No tiene Bach cantata comparable: nihay en lengua alguna himno que se le acerque: ni el de la Alegra deBeethoven, ni el Ein Feste Burg de Lutero, ni el Va Pensiero de las

    aoranzas de Verdi, henchirn jams con tales oleadas de amor, de dulzuray de esperanza, agradecimiento y entusiasmo el pecho de los desterradoshijos de Eva como el de nuestro Busca y Sagastizbal. Yo lo hice mstarde cantar en la India, en Goa, en las Filipinas, en Amrica: jams himnoalguno hizo vibrar las almas como se.

    * * *

    Uno de los ltimos recuerdos de Villaro fue el de una difana

    alborada de estrellas sobre el dulce valle: sbitamente nos sac del sueola armona de un himno solemne cantado por todo un pueblo a los acordes

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    de su banda de msica: pasaba por nuestra propia calle la procesin euca-rstica de la aurora; corrimos los cros del amplio casern hacia el balcn ylas ventanas como si estuvieran pasando los mismsimos Reyes Magos denuestros ms bellos sueos; los hachones, las velas multicolores, las

    farolas solemnes precedan vivos y palpitantes al palio, bajo cuyospliegues de damasco relumbraba la Custodia en la que manso y humildeavanzaba el redondelito blanco, aclamado por mil hermosas voces y unvibrar de trompetas:

    Dios est aqu. Venid adoradores,

    adoremos a Cristo Redentor.

    Como un chorro de oro, la procesin desemboc en nuestra gran

    plaza, fue lentamente torciendo su curso hacia la derecha, y emprendiluego la lenta subida de vuelta hacia la hermosa iglesia de San Bartolom,dejando an delicadamente perceptible en el aire sereno de la madrugada,suave como el parpadeo de aquellas estrellas lejanas, un regueroeucarstico que muchos de nosotros habramos luego de percibir, oharamos brotar, en los ms distantes puntos del planeta:

    Amor por siempre a Ti, Dios del Amor.

    Aquel mismo ao la casa de Don Bosco me abri sus puertas.Un nuevo hogar, todo l cimentado sobre el redondel blanco bajo

    el manto azul de la Virgen Madre Mara Auxiliadora.

    La vivencia eucarstica iba a ser desde ahora la atmsfera de toda unavida colectiva e individual.

    Y, por otro lado, al desarrollarse la mente del nio, ira poco a pocodescubriendo en el redondelito blanco nada menos que las insondables

    riquezas de la Omnipotencia, de la Sabidura y del Amor de Dios, del quesiendo infinitamente sabio, no supo qu ms darnos; omnipotente, noconsigui darnos algo ms alto; riqusimo, ya no le qued nada ms grandeque entregarnos., como dice San Agustn: Sapientissimus, plus darenescivit: potentissimus, plus dare non potuit; ditissimus, plus dare nonhabuit.

    El sper-misterio haba que ir contemplndolo desde cerca ya, sin perder el calor de su llama, y tratar as de visualizara poco a poco,

    estribndose en los TRES GRADOS de auto-donacin en que Cristo senos entregaba:

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    1. El don insoable de laPRESENCIA REAL;

    2. El don inefable de Su entrega personal a cada uno en laCOMUNIN EUCARSTICA;

    3. El don csmico e irrevocable de S mismo en el mximo drama

    del Universo: elHOLOCAUSTO de Cristo en alabanza, expiacin, ofrenday peticin al PADRE.

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    VIVENCIAS SALESIANAS

    LO INIMAGINABLE: LA PRESENCIA REAL

    Entrar en la casa de Don Bosco era ya instalarse permanentementedentro de la zona de gravitacin de la Presencia Real.

    Pronto se daba uno cuenta de que el redondelito blanco era aqu eleje de todo.

    Primero Santander, luego Campello, luego Carabanchel, luegoSarri, luego Gerona... luego el Oriente... Todo igual.

    Igual que en un castro romano jams se alteraba el plano logstico yestratgico de su estructura en rincn alguno del Imperio, as tambin en lacasa de Don Bosco la estructura medular de la gran familia es exactamentela misma desde el Oriente al Occidente: la tienda o tabernculum centraldel general de la Legin (praetorium) irradiaba all todas las rdenes de

    disciplina, de avituallamiento, de accin, de marcha, de ataque... Y aqu latienda (o tabernculum) del Rey de reyes es el centro de toda actividad:nihil sine Me (Jn. XV, 5): todo est supeditado a l, ordenado a l,inspirado en l, conducente a l, sostenido por ni... Aqu no habr nuncavaco de poder. Esa por lo menos ha sido para m la vivencia de setentaaos.

    Y no se trata de una experiencia ms o menos mstica: es unarealidad que se masca desde el ingreso. Primero, la misa cotidiana; y en

    ella, el asalto casi siempre masivo, pero siempre librrimo, incontrolado,casi tumultuoso, a la mesa de distribucin del Pan Eucarstico. La capilla,siempre abierta y accesible para quien lo quiera. La visita tras la comida,como una costumbre natural inveterada. Las oraciones de la noche, delantedel tabernculo-sagrario, con la charla al final, familiar y amena, de unlugarteniente suyo: el Director. La lectura de un Santoral u otro librocualquiera de elevacin espiritual, igualmente ante la Tienda del Seor,por ms que a veces se suscite a su lectura alguna alegre risotada que El

    bendice.Una casa sin eso no sera una Casa de Don Bosco.

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    En todas las que yo he conocido a fondo, cualquier da del ao menos el da de aoranza y luto del Viernes Santo era la fiesta de laPresencia Real.

    * * *

    Esta increble maravilla de la realidad de la Presencia que hoy loscristianos parece que la tomamos como descontada, igual que en un hogarla presencia de una madre, sa que con triste certeza sabemos se convertirun da en una ausencia real es la convergencia de dos imparablescorrientes: una, omnipotente, es la decisin de Dios de estar siempre entresus hijos, los hombres; otra, vaga, indecisa, incierta, el ansia anhelante detoda la humanidad de no ser abandonada de su Dios, de retenerlo en su

    tribu, en su pueblo, hasta en sus hogares y familias, Paladio de susfortalezas, Penate de sus Lares.

    Este bello sueo universal slo se ha realizado, claro est, en laPresencia Real Eucarstica.

    Pero en aquellos pases donde no hay Eucarista sigue perdurando esepattico afn de retener a la divinidad en casa. El crudo fresco rupestrepintado en la desnuda piedra de su cueva por el santn indio; el rsticotemplete que se yergue inesperado entre el verdor de los arrozales ta-milianos; el mero signo omnipresente en forma de V recordando aVishn entre sus devotos; y sobre todo los colosales templos queencontris a cada paso en el cono Sur de la India acusan un deseo colectivode hacerles sentirse en su casa a sus mil divinidades: son la plasmacin deuna oracin sin ms palabras que las de cualquier piedra primorosamenteesculpida a lo largo tal vez de una vida entera, o la del frescor del inmensoestanque de las abluciones, o la de la airosa frustracin de sus altas torresque lamenta no alcanzar los cielos.

    Veis que bien estis aqu? Quedaos con nosotros.

    * * *

    Tambin el pueblo de Israel y l sobre todo senta esa acucianteansia colectiva: la de la PRESENCIA, canonizada ya y ritualmenteinstitucionalizada en sus Libros Santos, y a la que se le daba el nombrelitrgico de SHEKINAH, morada de Dios (Isa. LX, 2), o presencia

    visible de Yahvh.Slo que, asediados como estaban por las cien esplendorosas

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    idolatras de los pueblos circundantes, se les haba fulminantemente prohibido toda imagen, signo, estructura, o plasmacin alguna quedetuviera sus mentes en la materia impidindoles elevarse a la puraEsencia de la Majestad de Dios, cuya invisible Presencia era atmsfera de

    su vida teocrtica y monotesta, estuvieran ellos en la tierra de Israel odispersos por los amargos mares de la dispora y del destierro.

    Dios mismo les haba asegurado su Presencia, cuya expresinsensible haba sido la columna de nube durante el da y la columna defuego durante la noche (Ex. XIII, 21 y 22) en el trance del xodo; y mstarde la mera presencia del tabernculo o tienda de campaa del Seor yme harn un santuario y habitar en medio de ellos (Ex. XXV, 8),durante cuya inauguracin la nube cubri la Tienda, y la gloria de

    Yahvh llen el tabernculo (Ex. XL, 34); manifestacin de la Presenciadivina que se repiti cuando Salomn inaugur el nuevo Templo, y cuandoaquella magnfica estructura se llen de una nube que paraliz los ritosinaugurales ya que la gloria del Seor haba inundado la casa de Dios(II Crnicas, V, 14).

    El templo de Salomn cay en llamas a manos de los ejrcitos deBabilonia; y cuando, a la vuelta de los Israelitas del destierro, surgi denuevo, ms humilde y pobre, su sucesor, el templo de Zorobabel, los viejos

    lloraban, no slo recordando el antiguo esplendor, sino la prdida irre-parable de cinco cosas irrepetibles segn sus rabinos; eran stas: el Arca dela Alianza (cuyo paradero nadie logr averiguar jams, permaneciendohasta hoy su desaparicin como uno de los grandes misterios de laHistoria), el fuego sagrado, el espritu de profeca, el Urim y Thummin delSumo Sacerdote y la SHEKINAH.

    Y fue, al parecer, durante aquella agridulce vivencia nacional dereconstruccin por una parte y de nostalgia por otra cuando reson la dura

    voz del ltimo profeta, Malaquas, anunciando sin embargo la inminenciade la que haba de ser la gloria ms grande de aquel templo: Habisestado preguntando "En dnde est el Dios de justicia?". Sbitamente elSEOR A QUIEN BUSCIS VENDR AL TEMPLO... Ese Mensajero dela Alianza que vosotros ansiis est ya aqu: aqu est ya! (Malaq. III,1). Era el anuncio de la gran PRESENCIA.

    Pero aquella Presencia profetizada iba a ser la definitiva: el mximoimaginable en la historia, en el espacio y en el tiempo: algo que,

    incomprensiblemente para los hombres de entonces, haba sido ya trazadoenrgicamente en la misma profeca de Malaquas. Deca as:

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    NOENCUENTROCOMPLACENCIAALGUNAENVOSOTROS, DICEEL SEORDELOSEJRCITOS. YANOACEPTARDEVOSOTROSOFRENDAALGUNA, PORQUEMINOMBREESGRANDE ENTRE LAS NACIONES. DESDE EL LEJANO ORIENTE HASTA EL REMOTOPONIENTE MI NOMBRE ES GRANDE ENTRE LOS PUEBLOS, Y EN TODAS PARTES SESACRIFICA

    Y

    SE

    OFRECE

    A

    MI

    NOMBRE

    UNA

    OBLACIN

    PURA

    ... (Malaq. I, 10-11).Por mucho que actualmente ciertos exgetas modernos hayan tratadode aguar este tremendo anuncio de Dios a Su antiguo pueblo, es imposibledesvirtuarlo: aqu Dios decreta la abolicin del culto sacrificial hebreo y promete un sacrificio nuevo, un sacrificio puro, un sacrificio que seofrecer en todo el mundo. Y esto slo puede aplicarse al SacrificioEucarstico. Y no necesita el cristiano de a pie escudarse en la autoridaddel Concilio de Trento, que da a esta interpretacin un carcter oficial. Ni

    siquiera precisa recordar que los textos ms antiguos de la tradicin cris-tiana (Didaj, San Justino, San Ireneo) as lo entendieron. Es que no hayotra interpretacin posible: un sacrificio puro?, dnde lo haba o lohubo?: los de sangre a Moloch, los pestilentes de las cabras a Kali, losinmorales a Venus, los de las hecatombes a los dioses del Panten romano,o de prisioneros a los dioses grecorromanos de la guerra... No hay ms queuna oblacin pura: la de Cristo; no hay un sacerdote sin mancha sinoCristo. Un sacrificio universal? No hay ms que uno: el sacrificio de la

    Eucarista que se ofrece sin cesar desde donde sale el sol hasta su ocaso. Y,por su parte, la perennidad de su celebracin est asegurada por la promesadivina: el nuevo sacerdocio al modo del Melquisedec es in aeternum.

    Efectivamente lleg el da, anunciado entre lgrimas de compasin por nuestro Buen Maestro, en que las legiones romanas redujeron apavesas el Templo de Jerusaln, aqul que debiera haber perdurado comoel Palacio de la Presencia. No qued piedra sobre piedra.

    Pero ya para aquel fatdico ao setenta, el sacrificio puro, nuevo,

    universal y perenne se ofreca en todos los rincones del Imperio. Claro queel Imperio cay tambin, pero el Sacrificio Eucarstico sigui ofrecindoseen todo el mundo conocido, incluso en tierras ayer brbaras. Y Dios losabe tal vez Europa desaparezca tambin algn da. Pero el SacrificioEucarstico se seguir ofreciendo en nuevas tierras ahora insospechadas.Hoy por hoy nos dice Solzhenitsynfrente al actual deterioro de la fe en Occidente, en ningn lugar de la tierra tal vez se dan temploscristianos tan rebosantes de fieles como en la Unin Sovitica: es

    imposible arrodillarse, y falta espacio para santiguarse (Alerta aOccidente, Barcelona, 1978, pg. 112).

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    Son centenares y centenares de miles los Sagrarios que por todo elmundo atesoran hoy la Presencia Real. Y nosotros, los mimados de Dios,los epulones de sus ddivas, los archimillonarios de la Gracia, jamshemos vivido a ms de una milla de distancia de alguno de ellos. Gene-

    ralmente, a unos pasos nada ms. Y en las Misiones, ms cerca todava.Quin puede sentirse solo? Quin puede estar triste?

    Dios mo! Que un modesto planeta como el nuestro evolucione porlos espacios constelado de miradas de lamparitas rojas que anuncian alCosmos la multi-Presencia entre nosotros del Dios-hecho-hombre pornuestro amor, y hecho-Sacramento-omnipresente en Su arrollador empeode seguir acampado entre Sus hermanos los hombres! Slo ahora la Tierraes Patria; slo ahora la Tierra es la Antorcha de la Creacin. Los cielos y

    los astros seguirn cantando la gloria de Dios a su manera. Pero estegranito de arena flotando en la Inmensidad tendr la exclusiva de laSHEKINAH, cuya Lucerna es el Cordero inmolado. Para re-crear laJerusaln celestial y eterna slo se necesitarn unos pequeos retoques.

    * * *

    Esto se siente ms profundamente en las Misiones... adondedecididamente ninguno de nosotros se habra ido sin la absoluta certeza de

    que tendramos siempre en medio de nosotros a Jesucristo Sacramentado.Y es esa dulce emocin de vuelta a casa la que all nos embarga

    cuando tras cruzar aquellas enormes distancias en viaje por tierras hindes,nos parpadea una cariosa bienvenida a la entrada de nuestra Misin la palpitante lucecita roja del Sagrario; lo que el poeta ha intentadotransmitirnos en estas humildes lneas:

    LUCERNA IN NOCTETrescientas millas de pagana tierra

    corrido ha nuestro coche;rpida salta encima de la sierra

    la sombra de la noche.

    Y de pronto, a la vera del asfaltoborde a un mar de rastrojo.

    mientras brillan luceros en lo alto,destaca un punto rojo.

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    Destaca un punto rojo pequeitojunto a la carretera:

    tras de l el eje est del infinito,el centro de esta esfera.

    Oh Dios, oh Dios, la noche sosegadagira por el espacio;

    Y T aqu ests en la Hostia Consagrada;no el cielo es tu palacio.

    Gira el cosmos al ritmo de tu mandopues tu voz lo gobierna;

    y T, su Creador, ests velando

    tras la roja lucerna...Y no lo sabe el mundo que dormita,

    y a nadie se le antojaque es detector de Dios la lamparita,

    la lamparita roja...

    Nadie lo sabe: el mundo est dormidoy Dios est en la tierra!

    Nadie lo sabe y hasta yo lo olvido,mientras la noche cierra...

    Quin ve tu luz cuando deslumbra el da,tenue llama encarnada?

    Que El que hizo el sol est en la Eucaristano nos deslumbra nada...

    Ni en la noche su luz hiere al sentido:tan dulce es y tan floja!...

    Y as sigue brillando en el olvidola lamparita roja...

    Si hoy una nebulosa se apagara,qu nos importara?

    Nos vale mucho ms el alba claray el sol del medioda.

    Mas si esa roja luz se oscurecierasobre el mundo, Dios mo,

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    qu soledad!, qu sombra!, qu ceguera!,qu orfandad! y qu fro!

    Verte pasar el firmamento ansapor sus inmensas playas...

    Mas sigue ardiendo, oh luz de Eucarista.Oh Dios, no te nos vayas!

    Ese cielo estrellado te reclamaen la esfera infinita;

    mas no apagues, Seor, tu dulce llama,la roja lamparita.

    Los ngeles te invitan a volvertedo mejor se te acoja.Pero, oh Seor, sera nuestra muerte

    el fin de esa luz roja.

    No la apagues, Seor, y aunque de verasmerezcamos tu enojo,

    qutanos de tus dones cuanto quieras,mas no ese punto rojo.

    Y aun cuando a las estrellas una a unamorir se les permita,

    qutanos el espacio, el sol, la luna,mas no esa lucecita;

    que si juntaras en comn hogueralas llamas estelares,

    an ms caliente que su fuego fuera

    la luz de tus altares;

    que la oscilante roja lucecita,imn de serafines,

    es de tu Amor la fcula infinitasin playas ni confines.

    No nos inflijas la mortal congojade perder tu lucerna;

    que un da, oh Dios, sin esa llama rojase llama noche eterna.

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    * * *

    Mera poesa? Una vivencia ms, personal y subjetiva? No: es elbrutal contraste entre esa tremenda actualidad de la Presencia Real y laindiferencia y el olvido nuestro. As como los hindes admiran la doctrina

    cristiana que predicamos pero no se deciden a abrazarla ante el ejemploanticristiano de nuestro Occidente, as tambin los no creyentes en laPresencia Real no se deciden a admitir el innegable sentido de la palabrade Cristo: Esto es mi Cuerpo porque piensan que la vida de los quecreemos en la Presencia sera totalmente distinta si de ella estuviramostan firmemente convencidos como se lo aseguramos.

    * * *

    Hoy el nfasis cuando lo hay al hablar de la SantsimaEucarista, suele recaer sobre todo en su faceta eclesial... o social, o demasas, o de accin comunitaria... Raro es que se acente, entre otros, elincreble don universal y personal a una de la Presencia Real, se que,hondamente vivido, bastara por s solo a cambiar la faz de un mundoagobiante, hedonstico y egosta. A nosotros, los que tenemos ya un pie enla frontera de la Patria definitiva, nos parece que estamos presenciando una

    dilucin de la persona en el crisol colectivo: absoluciones en masa,bautismos en cantidades industriales, pecados atribuidos a la clase social,silenciacin de la responsabilidad personal en el santuario ntimo denuestra inviolable conciencia, aclamacin multitudinaria de la Eucaristaen prescritas horas dominicales, reprobacin implcita, o simplementelock-oout, de la visita individual al Santsimo por ceos fruncidos opuertas atrancadas en nuestros mejores templos...; hasta la salvacin delalma aparece como una responsabilidad masiva. La Presencia Real parecehaber pasado a segundo plano o a la irrelevancia. El Sagrario tiene quemantenerse en la penumbra silenciosa los das de trabajo. No se recibenvisitas personales.

    A veces pensamos si no nos ir ya cubriendo la sombra roja de uncolectivismo que podra un da presentar fcilmente en bandeja al Espritudel Mal la suma total de nuestras voluntades ya debidamentehomologadas. En su accin coherente y radical de despersonalizacin, elcomunismo supera a cualquier otra ideologa, dice von Hildebrand (El

    caballo de Troya en la ciudad de Dios).Pero ciertamente no hay tal masificacin en los planes de Dios hacia

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    nosotros. l no sabe contar ms que uno. Cada alma es un mundo paraEl. El las crea directamente y una por una personalmente (Po XII, Hu-mani gneris, DS. 3896). l se autorretrata como el Pastor que dejaseguras a las 99 ovejas y se lanza a campo traviesa en busca de la nica

    que le falta. Cada uno de nosotros se presentar individualmente un daante El (Rom. XIV, 10).

    Y ese Dios que enva el sol para todos, pero lo hace llegar dosificadoe individual a cada uno; que ordena a la tierra producir espigas para todos,pero limita la capacidad de consumo y asimilacin a un puado de trigocada uno; que envuelve el planeta con el piadoso manto universal de laatmsfera, pero reduce el gasto de oxgeno a unas exiguas bocanadas porcada par de pulmones... nos ha dado en la Presencia Real Eucarstica un

    don universal sin precedentes, pero al mismo tiempo perfectamenteasequible al ms humilde de sus hijos. Para ir a hablar con l no hay quehacer cola como en el pattico desfile ante los tristes despojos de Lenin;para contarle penas no hay protocolos ni traducciones simultneas; paradesahogarse con l no hay que pedir hora como si se tratara de ocupar elturbio divn del psiquiatra; ni documento nacional; ni nmero de pertenencia a la Seguridad Social; ni cuenta corriente en la Banca; nirecomendaciones, ni salas de espera, ni cacheos...

    * * *

    Dios Padre haba glorificado instantneamente a Su Hijo Jesucristodespus de cada una de Sus humillaciones terrenas: tras Su nacimiento enun pesebre, los cielos de Beln se encienden en legiones de ngeles ycnticos de gloria; tras Su bautismo en el Jordn resuena la voz om-nipotente del Padre recordndonos Su filiacin divina; tras la afrenta sinlmites de la Cruz, sacude en homenaje la tierra que absorbi Su Sangre;

    tras la aparente derrota de Su muerte en holocausto, el Cuerpo de Cristoinaugura la nueva vida gloriosa con la Resurreccin; y hasta el Lienzo queacoge los despojos de aquel Cuerpo torturado recibe en sus fibras elinaudito premio de impregnarse con el Retrato de Cristo... Pero tras lahumillacin libre y amorosa de perpetuar Su Presencia bajo la mansa vesti-dura del pan cotidiano, se dira que el Hijo de Dios se reserv Su propiaglorificacin: la de la universalidad de Su Permanencia en la tierra: laPresencia Real Eucarstica: una humilde glorificacin que ms que

    ninguna otra le acercara al corazn del hombre.Algo as como si un Prncipe heredero, tras la victoria ms brillante

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    en los anales de la Historia, renunciara a los ms esplndidos fuegos deartificio en la Plaza Mayor del Reino, y se escogiera un triunfo nuevo einslito que calara ms hondo en el corazn de los suyos: el de que ardierauna lamparita de aceite en cada choza de las aldeas, en cada casita de las

    villas, en los palacios de sus Estados.* * *

    El Concilio Vaticano II no haba hecho hincapi en esteextraordinario don de Dios, porque haba concentrado su cometido sobre lagran reforma litrgica. Pero unos das antes de iniciarse la ltima Sesin,el Supremo Pastor de Pastores, Pablo VI, regalaba a la Iglesia su encclicaMYSTERIUM FIDEI, no dejando as resquicio alguno que quizs alguien

    atribuyera a un olvido o discontinuidad de las grandes enseanzas delConcilio Tridentino.

    El Misterio eucarstico es como el corazn y el centro de laSagrada Liturgia, dice Pablo VI... No se puede exaltar tanto la Misallamada "comunitaria" que descarte la Misa privada... ni insistir tantoen la razn de signo sacramental, como si el simbolismo expresaseexhaustivamente el modo de la Presencia de Cristo en este sacramento...o proponer la opinin segn la cual en las Hostias consagradas que

    quedan despus de la celebracin del Sacrificio de la Misa Nuestro SeorJesucristo no estara ya presente...

    Y despus de referirse nada menos que a Novaciano, cita suspalabras en De Spectculis donde ste nos cuenta que los cristianos alsalir de la celebracin dominical llevaban consigo la Eucarista, como escostumbre; y reprueba a los que llevaban el Cuerpo Santo del Seor deac para all corriendo a los espectculos en vez de ir directamente acasa.

    Recuerda tambin Pablo VI la institucin de la Fiesta de CorpusChristi y la fundacin de tantas asociaciones dedicadas a la adoracin de laEucarista que bajo la inspiracin de la gracia divina se han idomultiplicando cada vez ms, y con las cuales la Iglesia Catlica, casi aporfa, se esfuerza en rendir homenaje a Cristo.

    Adems aade Pablo VIdurante el da, los fieles no omitan elhacer la visita al Santsimo Sacramento, que debe estar reservado en un

    sitio dignsimo, con el mximo honor, en las iglesias... esa visita esprueba de gratitud, signo de amor y deber de adoracin a Cristo NuestroSeor all presente... Cun precioso es entablar conversaciones con

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    Cristo!: no hay cosa ms suave que sta; nada ms eficaz para recorrer elcamino de la santidad (MYSTERIUM FIDE,passim).

    De este modo el Vicario de Cristo, mientras remachaba la fe bimilenaria de la Iglesia en la PRESENCIA REAL, reivindicaba la

    franquicia eucarstica personal de cada cristiano, sin esperar a la aperturade la Sesin Cuarta y ltima, que se abrira once das ms tarde.

    Gracias, Pablo VI!

    * * *

    Slo el don de la Presencia Eucarstica aun sin Comunin y sinHolocausto bastara a transformar la actitud de los pueblos hacia la vida.Y la de los hombres hacia sus problemas. Y a encender la alegra perdidaentre las gentes. Y a santificar a los consagrados. Y a inspirar apostolados.Y a empapar de consuelo a los afligidos. Y a transir de esperanza a losdesesperados. Y a infundir en los cansados nueva fuerza.

    Si queris acabar con las Misiones, apagad esas lamparitas rojas.

    Por lo que a nuestras Casas se refiere, el sol de la alegra no se poneall nunca, porque toda su irradiacin brota de la gran vivencia de lacercana, del magnetismo, de la Presencia Real del Dios sacramentado.

    * * *

    All por tierras de misiones nos solemos encontrar con musulmanesque van pomposamente luciendo una hermosa barba rojiza, como deVikingos.

    Qu? Son de origen escandinavo?Nada de eso! Son los que han cumplido la soada peregrinacin de

    todo buen musulmn: visitar La Meca.Para ello han estado ahorrando toda la vida. A veces entre muchoshan fletado un barco. Han pasado por mil penalidades. Los handesplumado sin misericordia. Han cruzado desiertos a ms de 40. Muchosmurieron en la gran marcha. Pero... por fin! han llegado a La Meca. Ypara ver qu? La Piedra Negra. La Kaaba. El lugar santo del Islam.

    * * *

    Si Nuestro Seor hubiera fijado su Presencia solamente en Jerusaln,o en Roma, es de suponer que todos los cristianos desfilaramos por all

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    por lo menos una vez en la vida. A pie, en carreta, en bici, hasta derodillas. Pero iramos.

    Pero l prdigus sui, derrochador en Su entrega, como dice SanAgustn se ha dado a todos y a cada uno, sin restriccin de lugar ni

    tiempo. Y nosotros a fuerza de costumbre lo damos por descontado, casicomo debido. Y la costumbre poco a poco degenerara en indiferencia.

    Nuestro padre Don Bosco valoraba as nuestra actitud ante laPresencia: Queris abundancia de gracias? Visitad al Santsimo confrecuencia. Queris pocas? Sed mezquinos en visitarlo. No querisninguna? Pasad de largo.

    La efusin de una charla con l es el gran privilegio nuestro. Aunqueno le dijramos nada, la mera cercana a la Presencia opera por induccin.

    A qu viene usted aqu? le deca un insolente sacristn al viejosacerdote que a las tardes iba a sentarse cerca del Sagrario... y que al pocorato se quedaba dormido. Para dormir, vyase a su cuarto.

    Y no has visto nunca a esos viejos mastines, medio ciegos ya por laedad, que se acurrucan a los pies de sus amos y all se duermenplcidamente rindindoles el ltimo servicio de su mera compaa?

    Hay silencios ms elocuentes que cualquier palabra, delante de Aqul

    que lee los corazones. Ecce silentium meum ad Te lquitur, dice laImitacin.

    * * *

    Pero no slo los viejos mastines. Tambin nosotros muchas veces enaquellas noches trridas del Oriente nos ponemos a veces debajo del brazoel catre plegable de lona y nos vamos a dormir bajo los tamarindos y lasestrellas, cerca del ventanuco de nuestra iglesita tras el cual sigue

    oscilando la llamita roja del Santsimo. Puede haber mayor sensacin depaz en cualquier rincn del Cosmos? Dios est aqu!

    ESTRELLAS Y HOSTIAS

    Noche tibia; cara al cieloduermo cerca de mi iglesia.Sigo el fulgor de la lmpara

    que ante Ti su luz refleja.En el cielo de los trpicos

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    mil luceros parpadean.

    Las estrellas son tan grandesy parecen tan pequeas...

    Y T has creado las Hostias,T, que hiciste las estrellas!...

    * * *

    Otras veces nuestra relacin a la Presencia no es tan plcida. Espigodos pginas del antiguo libro Urdimbre en el telar, tomadas del captuloViajando con Santos, donde acababa de contar mis peripecias durante ladevolucin clandestina, desde Turn a Goa, de un dedo del pie de San

    Francisco Javier. Es un apunte resumido de tantas vivencias viajerastransportando a Cristo Sacramentado. Dice as:

    Pero eso de viajar con el dedo gordo del pie de un Santo le sucede auno una vez en la vida, si acaso.

    En cambio, si os vens a las Misiones, tendris derecho a otro de losprivilegios marginales de nuestro oficio: no ya slo viajar con una reliquiade un Santo; ni siquiera con un Santo a secas, pero con el Santo de los

    Santos: llevarle e pasear al Buen Maestro. Literalmente. Y, eso es todo? me respondern despectivamente algunosmiembros del Clero Occidental. Quin les dice a ustedes que se esprivilegio de Misioneros? Se creen ustedes que nosotros no llevamos elVitico a nuestros enfermos?

    De acuerdo, Reverendos colegas. Pero qu diferencia!

    Tambin yo s algo de viajes sacros en el Occidente. Tambin yo Lehe llevado al Maestro por las autopistas. Pero, qu contraste! Como del

    da a la noche! Ciertamente que a l le gusta que Le lleven, pero debe dedetestar esa supermecanizacin. Y no puede ser de otra manera. Con todosesos semforos guindole a uno a cada paso, esa presin nerviosa en lassuperpistas de ocho calzadas, con un ojo en el coche de delante y otro en elretrovisor, ese aullar de sirenas ( qu lejos estamos del tintinear argentinode las campanillas!) anunciadoras de catstrofes, arrestos y multas...Ciertamente, nosotros los Orientales no estamos acostumbrados a todo eso.Y no estoy tan seguro de que nuestros colegas occidentales estn tan

    familiarizados ya con esos pandemoniums organizados que puedandispensarle mucha atencin a su Pasajero Divino. Para cuando lleguis el

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    destino para donde iba vuestro Cargamento Celestial a ver quin seacuerda a quin lleva! No lo niego: era vuestro deber de conductores ponermientes en el trfico; pero, confesadlo: al final de aquella tensa carrera yde tanta concentracin de vuestros cinco sentidos no os ha sucedido

    preguntares: qu es lo que traigo, el Vitico, o los Santos Oleos? No os haacaecido al llegar, sacar el carnet de conduccin en vez del RitualRomano, hasta que os volva de nuevo el dulce daros cuenta de lapresencia Real?

    Os parece que este marco moderno dinmico, si, pero inquietotambin se armoniza con la mente de quien insert el ItinerariumClericorum en vuestro Breviario? Aquellas dulces visiones de "Via paciset prosperitatis" y dems son tan incongruas en ese paisaje como lo seran

    unas palomitas blancas picoteando idlicamente unos granitos de maz enel pavimento de Washington Bridge sobre el Hudson a las horas de mayortrfico.

    Para nosotros, todo es diferente, sobre todo, porque uno de losprivilegios del Misionero es, precisamente, la familiaridad con el Maestro.Nosotros no pisamos los pavimentos de mrmol de vuestros templos, esverdad; nosotros levantamos la Hostia blanca hacia techos de paja msbien que a bvedas doradas; pero decidme: cuntos minutos se necesitan

    en general para averiguar de qu parte cae el Tabernculo cuando se entraen una Baslica Romana? Y al final de vuestros clculos, estis segurosen qu direccin os tenis que arrodillar?

    Para nosotros, nada de eso: se han acortado distancias, y se eratambin uno de los objetivos de la Encarnacin de aquel "Verbumbreviatum". Abrs la puerta de vuestra iglesia misionera, y all est: topiscon El a bocajarro. A la noche, dorms en vuestro catre de cuerdas, y la parpadeante lamparita del Sagrario proyecta una danza de sombras

    chinescas sobre vuestro mosquitero a travs del ventanuco.Cuando se trata de viajar juntos en bicicleta..., no, no os veis

    obligados a tener un ojo clavado en el retrovisor y otro en el semforo; oen el camin de delante o en las mil seales de trfico: nada de eso! Slolas ovejas, las ardillas y los gorriones; slo el roco y el sol de la maana,las distantes montaas grises, los blancos cirros como copos en el azulinmenso invitndoos a uniros al coro de la Creacin:

    "Bendecidle, oh CielosBendecidle, cada gota de lluvia o de roco maanero,

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    Bendecidle, aves que cruzis los espacios,Bendecidle, fieras y animales mansos,Bendecidle, los hijos de los hombres."

    Vuestro Pasajero no se molesta si os ponis a silbar el "Adoro TeDevote"; ni si le estrechis cariosamente sobre vuestro peludo pecho; nisi, de cuando en cuando, tenis que desenmaraar la cadenilla de plata dela Teca, que se haba enredado en los pelos de vuestra barba.

    Pera no exageris; no es tiempo para xtasis; porque si medio cerrislos ojos devotamente para hacer una Comunin Espiritual, seguro que noos dais cuenta de aquella endiablada piedra en el medio del camino, y allos vais, bicicleta, vosotros y El, rodando por aquella tierra que l creara al

    principio de los tiempos.Y cuando, sucios y humillados, os levantis del suelo sacudindoos

    el polvo de vuestra antes blanca sotana, y murmurando entre dientes...bueno!, jaculatorias, naturalmente!, no os valdr el decir:

    Pero, Seor, no eres T el Autor de la ley de la gravedad?, no podras suspenderla de cuando en cuando? Porque seguro que l oscontestar:

    Ojos abiertos, hombre. Aunque esta vereda no sea la 95 de la RedNacional Interestatal, tu deber es ahora ser buen conductor.

    Muy bien, Seor. Cuando te toque a Ti conducirme a travs de laGran Frontera, a ver qu tal lo haces, y a ver si me llevas derechito a laPatria!

    No preocuparse. As lo har!

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    VIVENCIAS MISIONERAS

    LO INEFABLE. LA ENTREGA PERSONAL.

    LA COMUNIN

    No creo que ni al ms audaz de los pensadores cristianos se lehubiera jams ocurrido que, tras el don de la Presencia Real, pudiera irtodava ms all esa inmensa dignacin del auto-regalo de Cristo en laEucarista.

    Pero el Amor vuela siempre ms alto que el clculo, la razn y lafantasa. Eso slo se le ocurri a Jesucristo. No se limit el Seor a estarPresente en cualquier lugar y tiempo para quedarse siempre a nuestro ladoy escucha: decidi unirse a nosotros del modo ms completo e inesperado:como el alimento de nuestra alma mediante la Comunin.

    Una vez escogido el pan para realizar Su Presencia, pudo

    vislumbrarse ya Su intencin. El pan es para comerse; sobre todo entregentes donde pan y alimento son conceptos intercambiables. Y as cuandoel Maestro tom el pan y dijo: Esto es mi Cuerpo, era ya inevitable quecompletase aquella tremenda frmula aadiendo: Tomad y comed.

    PRESENCIA..., UNIN..., dos palabras con mil matices cadauna; pero que aqu alcanzan su capacidad mxima, su altura lmite, surealizacin suprema.

    Cristo nos haba dicho que est PRESENTE en el que sufre, en el

    que llora, en el que padece injusticia, en el preso, en el que tiene hambre,en el pequeuelo... (Lc. XXV, 26), en medio de dos que rezan juntos(Mt. XVIII, 20), en la autoridad que anuncia Su doctrina (Lc. X, 16).Pero es sa acaso la cumbre de Su Presencia?

    PRESENCIA! ... Claro que, en cierta manera, est presente unser querido con quien hablamos por telfono va satlite. Est presentenuestra anciana ta, monja clarisa, cuando nos habla en el locutorio delconvento detrs de una doble reja de hierro forjado, y a veces ocultando su

    viejo rostro bajo el velo de rigor. Est presente en el recuerdo el amigorecin desaparecido, el compaero inolvidable que nos enva un vdeo de

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    su vida hogarea, el autor desconocido que nos clava en el alma el mensajede la esperanza o la espina de su angustia... Y estn presentes, claroest, los seres con quienes a diario departimos, charlamos, discutimos.Pero con una salvedad: siempre es posible que nos oculten una pena, finjan

    un afecto, disimulen una intencin. Ante Jesucristo, la Verdad encarnada,aun velando en la Eucarista, eso es imposible. l lee hasta nuestrossilencios, calibra exactamente nuestras penas, conoce mejor que nosotrosnuestras miserias ms humillantes; y las perdona, las cicatriza, y hasta lasolvida por completo disolvindolas para siempre en Su Sangre:peccatorum tuorum non recordabor (Isaas, XLIII, 25): Soy yo mismoquien borra tus maldades; y de tus pecados ya no me acordar. Velo ono velo dnde hay una PRESENCIA ms sincera, ms consoladora, mseficaz y ms enternecedora? l nos conoce; y nosotros a l. Dios estaqu! Claro que si el signo de esa Presencia desapareciera radicalmente(incendio de las especies en un bombardeo de napalm, o su completaalteracin qumica...) desaparecera esa Presencia tambin. Ya lo decannuestros viejos telogos: deficiente signo, dficit sacramentum. Es loconvenido por el Seor.

    UNIN! ... Ni el abrazo ms ntimo, ni la identificacin mscompleta de pensamientos e ideales, ni la amistad ms profunda, ni el

    amor ms hondo, ni el ms acendrado vnculo conyugal, pueden obtener laperfecta fusin de dos seres, como dos llamas vivas en una, como dosrayos de luz en uno solo. Este sentido de frustracin es el deje amargo quesiempre rondar al amor hasta en los que ms se quieran en este destierrode la vida: habrn de distanciarse, habrn de recuperar su autonomaindividual, habrn de reconocer que la fusin perfecta de dos sereshumanos es inalcanzable: el enigma de dos almas inmortales einmezcables; y el enigma de la mudanza en el tiempo: se querrn todava

    tras lustros de monotona cotidiana estrechamente compartida... cuando labelleza se marchite, la vejez avance, los desengaos se amontonen, lasalud decaiga, el yugo pese, y por fin la muerte liberadora sobrevenga?

    No; la UNINPERFECTA slo se logra cuando el Dios que la cre abrazaal alma en el crisol de Su Amor, en la Luz de Su Verdad, en el Ocano deSu comprensin y misericordia. No puede haber otra ms profunda yverdadera.

    La frustracin suele ser el virus avanzante y solapado que va royendo

    al ms apasionado amor humano con la tenacidad con que la arena deldesierto azota, milenio tras milenio, las exactas aristas granticas de las

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    pirmides en la cuenca del Nilo.

    Ni tampoco es LA PRESENCIA ese fortuito encuentro en la lluviabajo el mismo paraguas, o esperando el mismo autobs, o saltndose enrojo alegremente juntos el mismo semforo... En una Presencia en serio

    dos seres coinciden en un mismo lugar, establecen una comunicacin desentimientos e ideas, sintonizan en un unsono de voluntades, entablan unintercambio de mutuo amor y respeto, potencian un dilogo silenciosotrasvasando afectos y ambiciones, gozan de la recproca comparecencia yvivencia. Inevitablemente se esboza ya una compenetracin: unaPresencia unitiva.

    Sin eso, la presencia quedara reducida al estado de unaaglomeracin de cuarenta desconocidos amontonados como co-pasajeros

    en un autobs, como si fuera bajo el mismo paraguas.Dicen los viejos telogos que Dios est PRESENTE en toda creatura

    en razn de su esencia (sin ella no existira nada); en razn de su ciencia(que todo lo penetra y planifica), y en razn de su potencia (que haceposible que los seres acten). Dios est PRESENTE en el alma del justo enrazn de la GRACIA o amor (que todo lo transforma y eleva). Y Jesucristo,en virtud de la transubstanciacin, est PRESENTE en la Eucaristaverdaderamente (no como mero signo de presencia), realmente (no como

    una mera figuracin),sustancialmente aun despojado de sus accidentes (nocomo mera influencia). Esta es la PRESENCIA REAL a cuyo disfrute senos invita mediante la COMUNIN.

    sta es la que Cristo nos brinda al hacer posible y obligatorioque nos alimentemos de Su Cuerpo mediante esta frgil vasija del nuestroen la Comunin Eucarstica. Comemos un pedazo de pan cualquiera y alpoco tiempo el pan deja de serlo y sale a flote luego en el vigor de nuestrosmsculos y en los glbulos de nuestra sangre. Comemos el manjar de la

    Eucarista, y aqu, en cambio, es Cristo quien nos asimila hacindonos mssemejantes a l. La vida que ahora vivo no es Mi vida: es la vida queCristo vive en mi, deca San Pablo (Gal. II, 20); y, con o sin la venia deTucdides, se inventa Pablo sus propios vocablos griegos tratando deexpresar esa inefable simbiosis de Jesucristo con nosotros. As devigorosas suenan hasta en la Vulgata sas sus palabras de nuevo cuo:conmortui (II Tim.), consepulti (Rom.), conresuscitati (Efes.),conregnabimus (II Tim.), convivenus (II Tim.), consedere fecit

    (Efes.), cohaeredes (Rom.), complantati (Rom.): con l morimos,consepultados en l, con l nos resucit, con l reinaremos, con

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    l viviremos, con l nos sent en los cielos, coherederos del Cristo,injertados en l en la semejanza de Su resurreccin.

    * * *

    Esa unin se intuye activamente y enseguida apenas se integra unode veras en ese cenculo de Dios Sacramentado que es la familia de DonBosco.

    Yo creo que ese inevitable xtasis del triunfo que experimenta unvencedor tras sus mejores combates no le asalt a Don Bosco precisamenteel recibir el Decretum Laudis, o al mandar a sus hombres a los ltimosconfines del planeta, o al fundar una casa ms, o al lograr un milagro conuna bendicin de Mara Auxiliadora, y ni siquiera al inaugurar

    solemnsimamente la Baslica del Valdocco (hay tantas baslicas vacas!).Yo creo que la vibracin ms intensa de su alma le invadi como atodos nosotros hoy mismo cuando las enormes masas juveniles de sushijos se abalanzaban hacia el comulgatorio bajo el cuadro de Lorenzone,entre el atronar del rgano, el coro ensordecedor de los cnticoseucarsticos, el fervor contagioso de aquellas jvenes almas inundadas dela gracia por la comunin con Cristo, tamquam leones, ignem spirantes,dibolo terribiles. De aquellas mesas ardientes salan a escuadrones sus

    apstoles y sus santos, sus mejores cristianos levadura de una nuevasociedad, sus continuadores y herederos, sus escritores, sus predicadoresy maestros, sus misioneros y sus hroes de la caridad. Para qu eran losgrandiosos edificios, los costosos talleres, las iglesias de mrmol, losfulgurantes iconos, los candelabros de oro, las escuelas populares, lashumillantes peregrinaciones, las peticiones de ayuda, los asombrososmilagros..., sino para eso? Aquello era la realizacin de sus sueos, la metade sus fatigas, la coronacin de su vida. All se haba ya afincado aquel

    Reino de Dios, por cuya llegada rezaba Cristo: con su Nombre santificado,con Su amorosa Voluntad cumplida, con Su Pan cotidiano asegurado, conaquella parcela de Tierra que ya se asemejaba al Cielo.

    Qu fiesta tenis hoy, muchacho?, preguntaban los peregrinostirando de la chaqueta al mocetn del banco de delante.

    Nada de fiesta, madama. Esto es un da cualquiera. Y un dacualquiera era un solemne Banquete eucarstico en la casa de Don Bosco.

    * * *

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    No haba sido fcil llegar a este apogeo.

    El siglo XVIII haba legado a Europa templos cerrados, altaresderruidos, ministros del culto proscritos, Sagrarios vacos. Y larecuperacin iba a ser muy lenta, empezando a despuntar aqu y all en

    diversas formas: el movimiento litrgico de Don Guranger, laCongregacin del SSmo. Sacramento de Eymard, el irresistiblemagnetismo de Lourdes, donde, como siempre, la Virgen SSma.congregaba a las muchedumbres y luego las expona a la radiacineucarstica para curar sus cuerpos y sanar sus almas.

    Cuando, en 1835, Juan Bosco entraba en el Seminario diocesano deChieri, soplaban muy fuertes y glidos todava por encima de las cumbresnevadas de los Alpes los vientos desoladores del Jansenismo.

    Aquel Seminario era, sin duda, ejemplar, y hasta se permitacomulgar todos los domingos. Pero la Comunin diaria era impensabletodava.

    Con todo, Juan haba descubierto algunos santos cmplices entre sussuperiores y algn hueco en la legislacin que le permitiran evadir aquelabstencionismo eucarstico.

    Conectaba el Seminario por un corredor con la iglesia contigua deSan Felipe. Terminados, pues, la Misa, la Meditacin y el rezo del Rosariode cada da, Juan se escabulla hacia la iglesia pblica mientras suscompaeros desfilaban hacia el refectorio para el desayuno; el sacerdoteamigo le daba la Comunin en la Misa; y para cuando terminaba el dulceencuentro... sonaba ya la campana llamando a la primera hora de clase. Esdecir: el fornido mocetn tendra que pasarse en ayunas todas las maanasde los das laborales. Si los cnicos franceses dijeron que Pars bien valauna Misa, y si los nobles caballeros catlicos de la Londres isabelinaacudan a la Misa de la Embajada de Espaa sabiendo que a la salida lesesperaban los esbirros de la Corona para cobrarles la multa de cincoesterlinas, Juan comprara unos ratos de cielo en la comunin del Seoracallando el hambre tan slo con el Pan del espritu.

    Cuando, ya sacerdote, empez revolucionariamente a encaminar asus hijos hacia la Comunin cotidiana, los doctores de la teologa turinesase le echaron encima; pero para entonces en su Oratorio mandaba ya l.

    Cmo les deja comulgar todos los das, mientras que San Luis

    Gonzaga comulgaba slo los domingos? Cuando mis hijos sean tan santos como San Luis, podran imitarlo

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    si lo quisieran.

    Pero es que el Pan de los ngeles merece una respetuosapreparacin.

    La Eucarista es ms bien el Pan de los desterrados que marchan

    penosamente hacia la Patria. Y en esa dura peregrinacinnecesitan ese Pan que les d nuevas fuerzas cada da.

    Pero no es la Comunin un premio a la pureza del alma?

    No. La Eucarista no es la tarta con la que excepcionalmenteobsequiamos a nuestros hijos en el banquete de una fiesta. Es elalimento con que todos los das se les nutre para hacerles fuertesen la brega de cada da.

    No dice San Agustn (y, efectivamente, no es l, sino Gennadiode Marsella quien lo dice) que al que comulga todos los das nise le reprende ni se le alaba?

    Pues eso: no reprendan ustedes a mis hijos.Pero aun as el avance sera lento. Una maana, al volverse Don

    Bosco hacia su joven asamblea durante la Misa y presentar la Hostiaconsagrada pronunciando la frmula litrgica que Juan inaugur en lasriberas del Jordn: Este es el Cordero de Dios, que carga con los pecados

    del mundo, sus hijos repitieron, s, el Seor, no soy digno; pero ni unosolo se levant de los bancos para acudir a comulgar. Don Bosco quedparado y atnito unos instantes. Y fue entonces cuando vieron todos quebrillaban unas lgrimas en sus ojos. Don Bosco se volvi hacia el Sagrariode nuevo para de nuevo encerrar all al Divino Prisionero.

    Pero no dijo nada. Fueron los lderes naturales de aquella turbajuvenil los que improvisaron luego una asamblea de urgencia: Esto nohabr de repetirse jams. Hay que asegurar una guardia de turnos

    eucarsticos. Y fue entonces cuando surgi democrticamente laCompaa del SSmo. Sacramento, por donde hemos ido pasando todoslos chicos de Don Bosco durante los aos felices de nuestra juventud:jams se habra vuelto a abrir en vano la portezuela del Sagrario.

    * * *

    De los centenares y centenares de apstoles que de Valdocco salierona incendiar el mundo, yo creo que ni uno solo dejaba de llevar ntimamenteoculta en el fondo del alma una secreta ambicin: la de levantar unaiglesia, tabernculo del Hijo de Dios Sacramentado, acampado entre

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    nosotros. Yo lo pude constatar en tierras de la India: uno por uno, apenasse les ofreca la ocasin, y contaban con unos dinerillos, aquellos jvenesde ayer que hoy peinaban canas en sus barbas, haban ido arremetiendocon la empresa de sus sueos: fuera una humilde capilla en alguna aldea

    desconocida de su distrito, o un atrevido santuario en la capital misma desu provincia, o hasta una esplndida baslica en alguna urbe del sub-continente, todos han ido poniendo en pie su monumento particular al DiosSacramentado.

    Claro que, en general, las entraables siluetas de aquellas iglesias demisiones no parecen lanzar un insolente reto a las descomunales pagodashindes: pero el bisoo David como hoy puede palparse estresultando un formidable adversario enfrente del Goliat pagano y estril.

    No es slo aquella campanita maanera repicando tres veces al da laalegra de la Encarnacin y el anuncio de la Presencia ante la otraimponente mole que no acaba de desperezarse de su inercia de siglos: es laactividad de la colmena de Dios que pulula en torno de ella, con elzumbido del amor atareado, la que empieza a inquietar al monstruosomnoliento: misa cotidiana; masas que se alimentan del Cuerpo de Cristo;escuelas transformadoras de los espritus; talleres resonantes del salmo delmartillo y de la sierra; telares zigzagueados por las lanzaderas; arrozales

    comunitarios y siempre verdes, donde antao era un erial y el trabajoagotador un estigma de aquella ltima casta despreciada y explotada;dispensarios para los mil enfermos sin mdico, ni frmacos, ni esperanza,ni cario No dicen los telogos que LA EUCARISTIA ES LA CUMBREDE LA VIDA CRISTIANA, DE LA QUE TODO FLUYE Y EN LA QUE TODOCONFLUYE? (Paul. I. Bernier, SSS.). Pues ah la tenis. Dios est aquen todos sus mejores teofanas.

    Y el viejo misionero mirar de lejos aquella por tanto tiempo soada

    silueta de la iglesita de sus amores, y evocar de ms lejos todava aquellosaos felices de su juventud donde al calor de la Comunin con Cristosurgi el gran ideal de su vida.

    * * *

    Claro que esos templos al igual que las estaciones de losferrocarriles indios en las diverssimas regiones del sub-continenteacusan el mimetismo de su entorno. Son l y su circunstancia:

    majestuosos en las ciudades, sencillos y acogedores en las villas,hermanados casi una choza ms con las humildes chozas de alguna de

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    las seiscientas mil aldeas de la India. Y si ayer reflejaban muchas veces elestilo de la iglesia de su infancia all en la lejana patria del misionero romnico, renacentista, lombardo, y hasta, lamentablemente, con exticosresabios gticos, a veces, hoy se vuelven ms locales, con sus Vrgenes

    ataviadas con el sari, sus esterillas donde se apagan silenciosas las huellasde los morenos pies descalzos y donde la postracin no es nuncaestruendo, donde la lmpara de aceite de coco recuerda el candil deaquellas pobres moradas, y la campanilla es cmbalo discreto, y el pebeterose aroma de sndalo o estalla en una embriagante oleada de alheles yyerba buena. Pero el tesoro es el mismo: Jesucristo Sacramentado. Y elentorno, la acostumbrada colonia del amor, dimanante de aquella lamparitaroja.

    Si un da vuestro avin hace escala en Bombay, no dejaris, sin duda,de hacer una escapada al Santuario de Mara Auxiliadora en el populosobarrio de Matunga, un barrio que hace ocho lustros era un paisaje lunar,aunque salpicado con las lagunas malsanas dejadas por los monzones. Yahe contado en crnicas y libros la increble historia se dira el milagrode cmo surgi aquella imponente obra salesiana. Pero el Santuario hablapor s mismo. Tan rico y esplendente lo so y lo realiz un admirable yqueridsimo colega, que cuando Pablo VI, durante los das del Congreso

    Eucarstico Internacional de Bombay, acudi al vastsimo campus de laEscuela Don Bosco a encontrarse con las juventudes indias allcongregadas, al entrar de paso en el Santuario se detuvo atnico a la puertay exclam: Che bella chiesa! Y eso que llegaba de Roma!

    Pero no son los mrmoles, los mosaicos y las vidrieras la mejorpresea del Santuario. Este ao pasado me deca su Rector hemosdistribuido ms de cuatrocientas mil Comuniones. Cuntas ilustresbaslicas del orbe cristiano podran decir lo mismo?

    * * *

    En el Sur hay otra iglesia muy querida para m, porque a su sombrase han formado ya en cuarenta aos legiones de apstoles: el templo delSagrado Corazn de Jess en el North Arcot, Tirupattur. Cuando seordenaron all los primeros sacerdotes salesianos nativos de la India delSur, en 1942, llevbamos ya diez aos cultivando aquel terruoimpregnado de hinduismo. No haba entonces en su entorno ms que dos

    familias catlicas. Hoy son centenares. Los nicos que presenciaron miprimera misa en la primitiva capilla, ya ruinosa, fueron los monos que se

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    asomaban arracimados por los boquetes de la techumbre, roda por lashormigas blancas. Ved el airoso templo hoy, inundado por centenares de jvenes universitarios que, precedidos por sus profesores, acuden cadamaana a nutrirse del Pan eucarstico. Las crecientes promociones de cada

    ao han ido remodelando las clases ms humildes de la Sociedad ycambiando la faz de todo un Distrito de cuatro millones de habitantes. Yalrededor de la lucecita roja pululan hoy escuelas para muchachos pobres que lo son casi todos tallercitos, dispensarios, construccin deviviendas, comida gratuita para medio pensionistas, alumbramiento depozos, dotaciones de yuntas de bueyes con sus correspondientes carros,comunidades de monjas con sus florecientes escuelas (donde las niashindes corren tras las clases a saludar a Jesucristo Sacramentado en laspulcras capillas recoletas), telares para esteras, academias de mecanografay taquigrafa en tamul, artesanas de aldea que tanto gustaban a Gandhi...Y eso sin hablar de la comunicacin capilar del Evangelio entre las clasesintelectuales del hinduismo, las numerosas vocaciones que all obtuvieronttulos reconocidos por el Estado, en matemticas, ciencias naturales,Snskrito, literatura inglesa, mientras se mezclaban con los estudiantesmahometanos o hindes, competan con ellos en deportes, colaboraban enla investigacin en los laboratorios y biblioteca, convivan en sus hostales,y hasta compartan los ejercicios pre-militares ordenados por el Estado.

    Cuando la lamparita roja es el centro de gravedad de un colectivoesos milagros de fecundidad en todos los campos son tan previsibles comoimparables.

    * * *

    Pero hay todava unos detalles que slo un ojo experto lograinterpretar. Entre la fachada de la iglesia y la carretera se yergue hoy all

    una estatua de mrmol sobre un pedestal de granito pulimentado extradode las entraas de aquella misma tierra. Rodeado de un pequeo estanquecircular que refresca las flores de su plinto, se yergue abriendo de par en par sus brazos hacia los viandantes la imagen del Redentor con lainscripcin evanglica a sus pies: VENID A M TODOS. Yo no lo puderealizar en mis tiempos, pero nuestros hijos recogieron piadosamente aqueldeseo, y all est hoy como invitando a aquellos perpetuos andariegos detodas las rutas de la India a refugiarse en los brazos de Cristo que se ofrece

    a aliviar la carga de dolor de todos los peregrinos de la vida. Y esa vidaest expresivamente representada por aquella

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    carretera larga, de la vida emblema,

    con giros de vbora que en silencio muerde,

    que para el viajero, bajo el sol que quema,

    tiene, slo a trechos, tneles de verde.

    Poco a poco irn ellos sabiendo que quien lanz esta invitacin estall en nuestra iglesia, oculto, en la tienda de campaa del EmmanuelSacramentado. Conocern algn da aquellas masas errantes el amor deun Dios hecho hombre v oculto en el Sacramento de nuestros altares?Camino de ello vamos.

    Y se darn cuenta de que aqul no es un amor-juguete, sino un amor-sacrificio; no un amor-posesin, sino un amor-entrega; no un amor-

    juerguecita, sino un amor-crucifixin; no un amor-egosmo, sino un amor-servicio; algo del que encuentran una plida imagen en el de la monjitaque atiende a sus leprosos e incurables y en el del misionero que acue asus huerfanitos y desvalidos y va lentamente elevando a sus masas.

    Ese es el amor que hoy echa de menos nuestra actual sociedadegosta: el amor activo y desinteresado, como el que tena Jesucristo hacialos oprimidos, los pobres, los ciegos, los cautivos, los pecadores (Lc. IV).Ese amor no se otorga precisamente a los que mediante un esfuerzo

    heroico se han hecho agradables a los ojos de Dios dice un gran telogo ni a los que de algn modo se han vuelto ms parecidos a l, perfectosy sin manchan de culpa... No: "Dios manifest su amor hacia nosotroshaciendo que Cristo muriera por nosotros mientras ramos pecadores"(Rom. V, 8)... Una de las razones por las que encontramos difcil decreer y arduo de aceptar el misterio de la Cruz es el hecho de que estamosconvencidos de que el amor es posible slo cuando versa hacia los que sonsemejantes a nosotros. Y nos resulta imposible de comprender un amor

    que se manifiesta en el servicio del pobre, del oprimido, del paria denuestra sociedad... Y, sin embargo, es se el amor cristiano que celebramosy aceptamos en la celebracin de la Eucarista: el amor de Dios para contodos, incluyendo a los que nos parecen ms despreciables (J. M. Powers,S. J.: Love and the Eucharist).

    Tal vez todo esto nos suene hoy extrao sigue comentandoPowers, pero al reflexionar sobre el significado de la Eucarista en estesegundo centenario de la nacin, o estar mal que recordemos que una

    franja de la visin americana fue una vez profundamente cristiana.Todava est grabado en la base de la Estatua de la Libertad aquello de

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    "Dadme vuestras gentes cansadas; dadme vuestros pobres". Y si en elcorazn de nuestras fiestas bicentenarias est el amor, se debe ser unamor que se ofrende, que sane, que eleve, que libere, segn la anchura y laprofundidad del amor sin lmites que nos tiene Dios (ibid.) (Bread from

    Haeven, N. Y., 1977, pg. 129).De nuestro pobre monumento indio a Cristo con los brazos abiertoshemos saltado a la gigantesca Estatua de la Libertad en la bocana delpuerto de Nueva York, puerta de Amrica. Ridcula pretensin? Todo locontrario, nos acaba de insinuar el telogo. La magnfica poesa de EmmaLazarus a los pies de aquella colosal estatua en bronce de Bartholdi, regalode Francia, termina as: Teneos, viejas naciones la pompa de vuestrasgloriosas gestas. A m dadme vuestras gentes cansadas, vuestros pobres,

    vuestras atestadas playas, los sin hogar, los zarandeados por las tempes-tades;

    para ese triste coro

    arde mi antorcha ante la puerta de oro.

    Ya. Eso lo dice la augusta Dama, ante la cual en otros tiemposdesfilaron 16 millones de emigrantes. Pero hoy los funcionarios de la

    actualmente achicada puertecita de oro tiene otra filosofa. No le vayiscon esas monsergas de las masas cansadas, pobres y oprimidas, queanhelan respirar el aire de la libertad. Pasaporte, visado de entrada paratres meses, contrato de trabajo, billete de regreso, garanta deestabilidad econmica, acta notarial de que no costarn un centavo a laAdministracin, declaracin de intenciones, certificado internacionalde vacunacin, domicilio eventual en el pas y domicilio de origen...La Dama naturalmente no ha alterado el gesto, porque es de bronce. Pero

    los emigrantes de ayer son los seores de hoy; la estabilidad econmica noest para romanticismos. Aqu como en todas partes lo que manda es esesper-egosmo archiorganizado que se llama Economa, la ltima diosa delPanten moderno.

    En cambio, eso de Venid a M todos los agobiados que gems bajoel peso de las penalidades se dijo hace casi veinte siglos y no slo no hacambiado, sino que se vuelve cada da ms firme, ms urgente, mscompasivo. Y para probarlo, ah est, detrs de esos brazos abiertos, el

    Autor de esa invitacin, escoltado por una lucecita roja que no se apaganunca ni siquiera ante los huracanes del mar de la vida. Y en torno de ella

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    seguir acogiendo a los pobres, despreciados y oprimidos del universo esetropel de apstoles que encienden la humilde antorcha de su amorosotrabajo en la lamparita eucarstica, y que conservan el corazn en llamasnutrindose cada maana con el Cuerpo y la Sangre del Redentor

    Sacramentado.Pero no han terminado todava los detalles que hablan aqu de laEucarista en un silencio elocuente: a unos pasos de la iglesia est elcementerio. Su estilo es el mismo que el de ella: nada de lgubreautoridad: en Tirupattur hasta el cementerio sonre.

    Bajo aquella clida parcela de piadosa tierra india duermen hoy tantonuestros viejos misioneros, como varios misioneros bisoos truncados enplena juventud y hasta algn que otro angelito aspirante cuya vida casi sin

    estrenar se llev de un soplo alguna de esas repentinas y violentasdolencias tropicales. Todos tienen un denominador comn: todos senutrieron del mismo Pan; todos se avituallaron con el mismo Vitico, conla misma racin para el viaje a la gran Frontera; todos se llevaron consigoel visado de entrada en la Patria, avalado nada menos que con la firma deCristo: quien come mi Carne y bebe mi Sangre, posee la vida eterna (Jn.VI, 55).

    Aqu en Occidente depositamos a nuestros muertos lo ms lejos

    posible del centro urbano (con excepcin de los encantadores pueblecitosde Inglaterra, donde el verde y apacible camposanto envuelve en una zonade paz a la iglesita normanda). Parece como si quisiramos acentuar laanttesis muerte-vida. Y en cambio en las palabras del Maestro lo que, encambio, parece acentuarse es todo lo contrario: la sntesis vida-muerte,donde no es que la muerte quede meramente derrotada, sino que resultaconvertida en la puerta de la Vida, la promocin de la vida terrena a laeterna verdadera y venturosa vida en el seno de Dios. Espigamos sus

    palabras del captulo VI (48-59) de San Juan:

    Yo soy el Pan de la vida.

    Yo soy el Pan viviente,el que ha bajado del cielo.

    Quien coma de este Panvivir para siempre.

    Enfticamente os digoque si no comis la Carne del Hijo del Hombre

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    y no bebis su Sangre,no tendris la vida dentro de vosotros.

    Quien come mi Carne y debe mi Sangre,posee Vida eterna

    y Yo lo resucitar en el ltimo da.

    Este es el Pan que baj del cielo.No es como aquel man que comieron vuestros padres

    para morirse luego.El que come este Panvivir para siempre.

    (Se citan aqu slo las palabras del Buen Maestro que aparecen desdeel versculo 48 en adelante porque en la primera parte del captulo VI eldiscurso del Seor podra interpretarse como referente a su Persona. De seresto as, ya desde el versculo 48 comienza una clara transicin. No hayaqu ya ms interpretacin posible que el anuncio del futuro Paneucarstico.)

    * * *

    Vida terrena. Pan del cielo. Muerte. Resurreccin. Vida sin fin. Estosson los elementos concatenados que deletrean esa Gran Promesa del plande Cristo que termina en la elevacin final del hombre a la felicidad eterna.A qu tanto tenebrismo, pues, al fijarse tan insistentemente en el rpido ynico tnel de la muerte? Tenamos razn all al hermanar la iglesia nort-arcotea con la sagrada parcela reservada a nuestros queridos muertos. Elmismo estilo alegre y esperanzado. Ellos se llevaron consigo el derecho ala entrada en la Familia de Dios, rubricada con su Sangre redentora. Ellos

    se nutrieron con su Cuerpo-Pan, con lo que se calificaban para ser susresucitados y as vivir para siempre. No slo: la Eucarista misma se hahecho tan universal y omnipresente mediante y gracias a la muerte deCristo ( y qu terrible muerte, Dios mo!); la cual triturando el Cuerpo delSeor en la primera fase de sublimacin hacia el estado glorioso, gil,luminoso, impasible, de los cuerpos resucitados, nos ayuda a vislumbrarcmo el de Cristo Sacramentado puede estar en cien mil sagrarios,permaneciendo l en s nico e indiviso. O como dice Pablo VI en su intro-

    duccin al Simposio Resurrexit sirvindose de los conceptos deGuardini:

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    Los relatos evanglicos subrayan frecuentemente y con fuerza queel Cristo resucitado es completamente diferente al de antes de Pascua y aldel resto de los hombres. Su naturaleza, en esos relatos, aparece comoalgo extrao. Su acercamiento impone... Mientras que, antes, Jess

    "vena" e "iba", ahora se dice de l que "aparece" sbitamente al lado delos peregrinos, y que luego "desaparece". Las barreras corporales ya noexisten para El. Ya no est restringido por las fronteras del espacio y deltiempo. Se mueve con una nueva libertad, desconocida en la tierra..., peroal mismo tiempo afirma vivamente que es Jess de Nazaret, en carne yhueso, tal como viva antes con los suyos, y no un fantasma... S; elSeor se ha transformado. Vive de una manera diferente a la de antes. Suexistencia presente nos es incomprensible. Y, sin embargo, es vidacorporal, y contiene a Jess todo entero... hasta en el trance de sus llagasy en la totalidad de su vida vivida, de los sufrimientos por El padecidos,de su pasin y de su muerte. No es, pues, la suya una mera sobrevivenciade su identidad. Estamos en presencia de una realidad profunda ycompleja, de una vida nueva plenamente humana: La penetracin, latransformacin de su vida entera, incluyendo al cuerpo, por la presencio:del Espritu Santo... Realizamos ese cambio de eje que se llama Fe, y heaqu que, en vez de pensar en Cristo en funcin del mundo, nosencontramos visualizando el mundo y todas sus cosas en funcin deCristo... La Resurreccin desarrolla un germen que l siempre tuvodentro de s mismo.

    S; aade Pablo VI: Habremos de decidir con Romano Guardini que"tenemos necesidad de la Resurreccin y de la Transfiguracin paracomprender realmente lo que es el cuerpo humano... En verdad ha sidosolamente el Cristianismo el que ha osado asignar al cuerpo el lugar que lecompete en las profundidades ms recnditas de Dios" (R. Guardini, El

    Seor) (A.A.S., 67, 1970, pgs. 220-224).Mereca la pena, pues, asignar tambin a nuestro cementerio familiarel lugar que de derecho ocupa entre la Comunin y la Resurreccin; einscribir en l la dorada palabra Resurrecturi, mientras en el Templo denuestra misin se seguira cantando:

    O Sacrum Conviviumin quo Christus smitur...

    et futurae gloriaenobis PIGNUS datur.

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    Pero hay an otra ltima nota, escondida al profano, en aquel queridoSantuario del Sagrado Corazn del Seor. Escondido, precisamente, comonuestro corazn mismo, tan invisible y tan increblemente eficaz y activo.Se trata de un pergamino firmado por todos nosotros en 1943, despus de

    la consagracin de la iglesia, en el que declaramos que toda nuestrainspectora, con nuestras personas y misioneros, alumnos, escuelas,talleres, orfanatos, obras de misericordia, ambiciones y sueos y penas yesperanzas... nos consagrbamos totalmente al Sagrado Corazn de Jess.

    En 1943 estbamos en plena guerra mundial, con unos horizontesmuy negros entorno, incomunicados del doble gobierno central de laCongregacin (Turn y Roma) con 120 misioneros salesianos internadosen varios campamentos de guerra, sin la mnima idea acerca del futuro que

    pesaba sobre nuestras obras, sin fuentes de ingreso, sin certidumbre algunade resultados blicos, ni esperanza de refuerzos...En esas circunstancias le dijimos al Corazn del Maestro, delante de

    su custodia eucarstica: Todo esto es tuyo. Encrgate de tu Provincia.

    Ahora bien: una Consagracin al Corazn de Jess no es una oracinms; no es un piadoso deseo: no es ni siquiera el Slvanos, Seor, queperecemos del mar de Galilea. Es cederle el timn (y nos asombra quePedro no lo hiciera); es entregarle en posesin la barca, y las velas, y los

    remos, y las redes, y, sobre todo, la tribulacin entera. Es un documentosper-notarial, holgrafo y omnmodo por el que TODO lo que somos,tenemos y ansiamos, se entrega irrevocablemente al Corazn de Cristo. Es,pues, algo muy serio. Y l bien pronto demuestra que, por pobre que sea laofrenda, la acepta tambin muy en serio.

    Ya han pasado ms de cuarenta aos desde aquel da. Y laInspectora de Madrs ha respetado religiosamente aquella solemneentrega del modo ms eficaz posible: vivindola.

    Hoy aquel diminuto ncleo ha tenido que ser desmembrado al haberalumbrado instituciones, aspirantes y personal para tres Provincias. Elmayor milagro que he presenciado en mi larga vida es el de la visin de laIndia Salesiana. Toda ella ha crecido alrededor de un Sagrario. Y en el Sur,todo ese abrumador crecimiento ha sido impulsado por una Consagracin,tomada muy en serio, al Corazn Sacramentado de Cristo. Me lo decahace algunos aos el Inspector salesiano indio de Madrs, que, tras tantosaos, segua conservando, protegida por un grueso vidrio sobre la mesa desu despacho, una hermosa imagen del Corazn de Jess con la inscripcinescrita a mano hace cuarenta aos: Cor Jesu SSmum, ture Provinciam

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  • 8/4/2019 El pan que nos dio

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    Tuam. Todo ha sido obra Suya, me deca.

    * * *

    Al espirar el siglo XIX exista una fuerte corriente en la

    Congregacin hacia una intensificacin del fervor eucarstico, encarnadaen la devocin al Sagrado Corazn de Jess. Basta recordar los nombresde Don Bonetti, del Prncipe Czartorisky (cuyos bienes cuajaron en lahermosa iglesia del Sagrado Corazn en Battersea-Londres... y sus joyasen la corona de Mara Auxiliadora en Turn), y, sobre todo, de nuestroserfico Don Andrs Beltrami. A muchos de los nuestros de entoncesaquella vieja devocin les sonaba a novedad. Pero la intensa corriente quebrotaba sobre todo de nuestros santos vivientes y de nuestras palpitantes

    casas de formacin, forjas de grandes apstoles, urga a Don Miguel Ra ano desaprovechar aquella ocasin a caballo de dos siglos, para consagrar laCongregacin al Corazn Sagrado de Jess.

    Yo he odo contar a nuestros veteranos que Don Miguel Ra seresista un tanto... porque tena miedo... Miedo, s, de las represalias deldemonio (l, que, por cierto, se llamaba Miguel, lo saba porexperiencia!), las cuales, sin duda, no se haran esperar.

    Pero, por fin, entre las ltimas horas del tremendo siglo XIXsuperado, y las primeras horas del nuevo siglo cargado de incertidumbres,la Congregacin Salesiana al igual que el mundo entero ofrecido porLen XIII al mismo tiempo se consagr solemnemente al SagradoCorazn de Jess.

    Pero un acto as no es una mera funcin litrgica ms, sino un seriocompromiso que obliga, diramos que jurdicamente, a ambas partes: laoferente y la aceptante.

    Y ello nos tiene que hacer pensar si a veces no se habr quedado todoaquello reducido a papel mojado y a papel olvidado.

    Nuestras instituciones, por muy olvidado que haya quedado suprimer promotor, constructor y animador (quin se acuerda ya de un DonManuel Hermida, o de un Padre Pareja, subiendo y bajando pisos, teja enmano, para mendigar una ayuda para sus templos?), suelen estar todasprotegidas legalmente por sus correspondi