el rumor de la caracola - lark, sarah

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    Créditos

    Edición en  formato  digital:  marzo de2016

    Título original:   Der Klang   des

    uschelhorns

    ©  2014 by Bastei Lübbe AG, Köln

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    Traducción:  Susana Andrés

    ©  Ediciones B, S.  A.,  2016

    Consell  de Cent,  425 ‒ 42  7

    08009 Barcelona  (España)

    www.edicionesb.com

    SBN:  978 ‒ 84 ‒ 9069 ‒ 380 ‒ 3

    Conversión a  formato  digital:

    www.el poetaediciondigital.com

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    Todos los derechos reser vados.  Bajo   las

    anciones establecidas en el ordenamientourídico, queda rigurosamente prohibida, sinautorización escrita de los titulares delcopyright, la reproducción total o parcial de

    esta obra por cualquier medio o procedimientocomprendidos la reprografía y el   tratamientonformático, así como la distribución de

    ejemplares mediante alquiler o préstamo

    públicos.

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     E rere kau mai te awa nui ne

     Mai i te kahui maunga ki Tangaroa

     Ko au te aw

     Ko te awa ko au

    El  río  corr

    de  las  montañas al mar

    Yo soy el  rí

    el  río  soy yo

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    Canción de  las  tribus maoríes dWhanganu

    (traducción  libre

    Los maoríes creen que el alma del ser   humanoestá  firmemente   anclada a su  lugar    denacimiento e   inseparablemente   unida a  los ríoy montañas de su tierra.

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    EL RUMOR DE

    LA CARACOLA

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    LA MISIÓN

    Russell - Nueva Zelanda (Isla Norte)Adelaida - Australia

    1863

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     ‒ ¿Falta mucho?

    Mara  Jensch  estaba aburrida y de mahumor.  El trayecto  hasta  el poblado ngathine  se  le  estaba  haciendo  eterno yaunque el paisa je era bonito y  hací

    buen tiempo, ya estaba  harta  de tantmanuka,  rimu  y  koromiko,   de bosquepluviales y selvas de  helechos. Querívolver a casa, a  la  Isla  Sur, a  Rat

    Station.

     ‒ Un   par de  kilómetros  más commucho ‒ respondió  el padre O'Toole, u

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    sacerdote y misionero católico quhablaba   bien el maorí y acompañaba a  expedición como  intérprete.

     ‒ ¡Deja  de  refunfuñar!  ‒  intervino  Idaa  madre de Mara, al tiempo qu

    acercaba su pequeña yegua baya a

    caballo blanco de su  hija  y  le  dirigía unmirada ceñuda ‒. Pareces  una niñmalcriada.

    Mara  hizo  un mohín de disgustoSabía que ponía de  los  nervios a supadres. Ya  llevaba  semana

    malhumorada.  No  le  gustaba el viaje a  lsla Norte,  ni compartía  la fascinacióde su madre por   las   playas extensas y eclima cálido,  ni el  interés  de su padr

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    por mediar entre tribus maoríes colonos  ingleses.  Mara no veía  lnecesidad,  su  relación  con  los  maoríe

    era estupenda.  A  fin  de cuentas,  amabal  hi jo  de un   jefe  tribal.

    La muchacha se quedó absorta e

    ensoñaciones en  las  que paseaba con samigo Eru por   los infinitos   pastizales das llanuras  de Canterbury.  Mara  l

    cogía  la  mano,  le  sonreía...  Antes dpartir ,  incluso  se habían dado unoímidos besos.  Pero un grito  horrorizada  arrancó de sus  fantasías.

     ‒ ¿Qué  ha  sido eso?   ‒ El  representantdel gobernador ,  que  había reclutado  apadre de Mara para esa misión

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    escuchaba amedrentado  los  sonidos debosque ‒.  Diría que  he  visto algo.  ¿Eposible que nos estén observando?

    Kennard Johnson,  un  hombre   bajo regordete,  al que parecía  resultarlfatigoso  montar a caballo durante tanta

    horas,  se dirigió  inquieto hacia los  dosoldados  ingleses  que  lo  acompañabacomo guardia  ¡personal.  Mara y s

    padre Karl no tuvieron otro  remedio  quecharse a  reír.  En caso de unemboscada,  no  habrían   podido  hacenada.  Si  la  tribu maorí a  la  que el grup

    ba  a visitar   hubiera  querido matar aseñor Johnson,  este  habría  necesitado amenos un  regimiento  de casacas  ro japara evitarlo.

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    El padre O'Toole movió  la  cabeza.

     ‒ Debe de  haber sido  un  anima

    ‒ tranquilizó  al funcionario  del  gobiernopara  volver a  alarmarlo con susiguientes palabras ‒:  Usted  no vería noiría a un guerrero maorí. De todo

    modos, ya estamos muy cerca depoblado.  Y, por supuesto, que nos estáobservando...

    A partir de ahí Johnson adoptó unexpresión temerosa.  Los padres de Marse miraron significativamente.  Para Ida

    Karl Jensch visitar a tribus maoríes eralgo  habitual.  Si algo  les  asustaba eracomo mucho, alguna  reacciómprudente  de  los   pakeha,   com

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    lamaban los  maoríes a  los  colonongleses  de Nueva Zelanda.  Los padre

    de Mara ya tenían experiencia en eso

    Muy pocas veces eran  los  maoríes  locausantes de  los  conflictos entre  laribus y  los   pakeha.  Era más frecuent

    que  los ingleses liberaran  su miedo coalgún disparo  irreflexivo  que  luego  tenímalas consecuencias en  los  «salvajesatuados.

     ‒ Sobre todo, conserven  la  calm‒ advirtió de nuevo Karl Jensch al  restde  la  expedición.

    Además de  los representantes  degobierno,  les  acompañaban dogranjeros cuyas quejas contra  los  ngat

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    hine habían  originado todo ese asuntoMara  los  contemplaba con el  rencor   duna muchacha a quien  han  desbaratad

    sus planes.  Si no  fuese   por esos doontorrones ya  haría  tiempo que estarí

    de vuelta en casa.  Su padre  habíquerido estar en Rata Station   para eesquileo y ya  tenían  reservados  lobilletes para el barco de Russell,  en eextremo septentrional de  la  Isla Norte, 

    Lyttelton Harbour en  la  Isla Sur. En eúltimo momento el gobernador   habípedido a Karl que arreglara como mejopudiese el conflicto entre esos granjero

      el    jefe  ngati  hine.  Esto deberíconseguirse cotejando simplementalgunos mapas.  Karl  había  medido eerreno  y dibujado  los   planos cuando

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    unos años antes,  el   jefe  Paraone Kawithabía  vendido tierras para  los  colonos a  Corona.

     ‒ Los ngati  hine  no son  hostile‒  prosiguió Karl ‒.  Recuerde que nos  hanvitado.  El   jefe  está tan  interesad

    como nosotros en solucionar eproblema de  forma  amistosa.   No  harazones   para estar asustado...

     ‒ ¡Yo no estoy asustado!   ‒ saltó uno dos  granjeros ‒.  ¡Al contrario! Son elloos  que tienen  razones   para estarlo

    esos...

     ‒ «Esos»   ‒ señaló Ida,  la  madre dMara ‒   disponen de unos cincuent

    hombres  armados.  Tal vez solo tenga

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    anzas  y mazas de guerra,   pero sabeutilizarlas.  Así que sería más sensatoseñor Simson,  no provocarlos...

    Mara suspiró.  Durante  las  cinco  horaque  llevaban  cabalgando  había  tenidque escuchar tres o cuatr

    conversaciones similares.  Al principioos  dos granjeros  habían  sido má

    agresivos.  Parecían considerar que,   par

    resolver el problema,  aquellexpedición sería menos efectiva qumponer   a  los  nativos unas norma

    severas.  Ahora que  los   jinetes  s

    acercaban al poblado maorí (y  logran jeros eran conscientes de  lo  muchque se  habían  alejado de  la  coloni

    akeha  más cercana) ,  al menos uno d

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    aproximaba con aspecto marciaTambién Mara se sorprendió,  y supadres se preocuparon.  En un mara

    maorí  lo  normal era ver a niños   jugandoasí como  hombres  y mu jeres  realizandsus  labores  cotidianas.  Allí,  siembargo,  solo el   jefe,  arrogante y con uporte amenazador salía al encuentro dos   blancos al  frente  de sus guerreros

    Llevaba tatua jes en el torso desnudo

    en el  rostro.  El  faldellín  de  linendurecido y primorosamente traba jade  daba un aspecto más  fiero.  De

    cinturón  le  colgaban mazas de guerra

    en  la  mano sostenía una  lanza.

     ‒ ¿Nos  atacarán?   ‒  preguntó uno de  losoldados  ingleses.

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     ‒ Qué va   ‒ respondió  el padre O'TooleEl sacerdote,  un  hombre  alto y  flaco,  yno tan   joven,  desmontó tranquilament

    del caballo ‒ ..  Solo quieren dar miedo.

    Lo que enseguida consiguieroodavía más el   jefe y su grupo.  Cuand

    os   blancos se aproximaron,  ParaonKawiti,  ariki   de  los  ngati  hine,  levanta lanza.  Los guerreros empezaron

    patear   rítmicamente  el suelo,  avanzand  retrocediendo  con  las   piernaseparadas,  al tiempo que agitaban suanzas.  Además,  elevaron  las  voces par

    entonar un  lóbrego  cántico.  Cuanto máse aceleraba el movimiento,  más  fuerteeran sus voces.

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    mproperios  a  los  «enemigos».

    Mara,  que a diferencia de sus padres

    os  granjeros y  los representantes  degobierno,  entendía todas  las   palabradel cántico que acompañaba a  la  danzde guerra,   puso  los  ojos en blanco.  Tant

    aspaviento de  los  maoríes de  la  Islorte era una tontería.  La tribu nga

    ahu,  en cuya vecindad ella se  habí

    criado y a  la  que pertenecía su amigEru,  eludía desde  hacía  tiempo estademostraciones de  fuerza  en  loencuentros con  los   blancos.  Desde qu

    Jane,  la madre  pakeha   de Eru ,  se  habícasado con el jefe,  el saludo consistísimplemente en estrecharse  las  manosEso simplificaba el trato con visitantes

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    socios.  La mayoría de  los   pakeha   ibaal marae ngai tahu  para   hacer   negociosLa madre de Eru y el padre de este,  T

    Haitara,  se dedicaban con éxito a  la  críde ovejas y con su ayuda  la  tribu shabía  enriquecido.

     ‒ Según el  ritual,  ahora tendríamos quser nosotros  los  que...  hum...  cantásemoalgo   ‒ murmuró el padre O'Toole cuand

    os  guerreros concluyeron por   fin ‒Forma parte de  las   presentacionemutuas,   por decirlo de algún modo

    aturalmente,  la  gente de aquí sabe qu

    esto no es corriente entre  los   pakehaFingen ser muy belicosos,   pero erealidad  están civilizados del todo.  Eefe  ha  mandado colocar de nuevo e

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    asta de  la   bandera que Hone Heke cortpor aquel entonces  en Russell...  Cieloso mismo bauticé a ese  hombre...

    Se suponía que estas palabras teníaque ser   reconfortantes.  Sin embargosonaron como si el mismo O'Toole s

    mostrase sorprendido y no menonquieto  ante el  hecho  de que Paraon

    Kawiti  recurriera  a  los  antiguos  rituale

    ribales.Mara pensó si no se podría abrevia

    el proceso con una canción.  Si coteja

    os  mapas no  les llevaba  mucho tiempoal vez podrían  regresar   a Russell por   larde y coger un barco para  la  Isla Su

    por   la  mañana.  Si por el contrario s

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    producía un enfrentamiento y  lohombres  discutían durante una eternidaacerca de cómo actuar, nunca s

    marcharían de allí.

    Mara se  retiró  el  largo  y oscurcabello, que no  llevaba recogido   par

    visitar a  los  maoríes, sino suelto comas indígenas.  Entonces avanzó  uno

    pasos con toda confianza.

     ‒ Cantaré una canción   ‒ se ofreciósacando del bolsillo su  instrumentfavorito,  una pequeña  flauta  koauau.

    Mientras  la  contemplaban asombradoanto  los   pakeha   como  los  guerreros qu

    hasta hacía   poco todavía enseñaban  lo

    dientes, se  la llevó  a  los labios 

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    nterpretó  una canción.  Luego se puso cantar :  en  lugar   del marcial grito dguerra, una melodía que describía e

    paisaje de  las llanuras  de CanterburyLas extensiones sin  fin  de pastizaleondulantes,  los ríos flanqueados   pobosques de raupo,  las  montañanevadas, entre  las  cuales se escondíaagos  de aguas claras como el  cristal lenos  de peces.  La  canción  formab

    parte de un  powhin;   el saludoceremonial de un marae que  ,  combinadcon canciones y danzas con  lndumentaria tradicional,  servía par

    fundir   a  invitados  y anfitriones en ununidad.  Una  tribu nómada debípresentarse  siempre  describiendo shogar.  Mara entonó  la  canción co

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    sencillez  y naturalidad.  Tenía una vopura de contralto que  fascinaba  tanto os  músicos maoríes de su  hogar   como

    su profesora  inglesa   particular.

    Tampoco ese día permanecimpasible  el auditorio.   No solo el   jefe

    sus  hombres   ba jaron  las  armas,  algo sagitó también en  las  casas de maderadornadas con tallas que  rodeaban l

    plaza de  las  asambleas.  Una  mu jer dmás edad salió del wharenui;   la  cascomunal,  seguida de un grupo de chicade  la  edad de Mara.  Decidida,  la

    condu jo delante de  los  guerreros y  lehizo  entonar a ellas también una canciónEsta  hablaba  de  las   bellezas de  la  Isl

    orte,  de  las  extensas playas de aren

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    blanca,  de  los  mil colores del mar y dos  espíritus de  los  sagrados árbole

    kauri;  que guardaban   las  vastas y verde

    colinas.

    Mara sonrió y esperó que  los  ngathine  no se tomaran eso como pretext

    para  realizar   el  powhiri   entero .  Podídurar   horas.  De  hecho fue la  mu jer ,  unde  las  ancianas de  la  tribu,  quien puso e

    punto  final  con una canción.  Luego saproximó a  las  dos mu jeres del grupakeha.  A  Ida,  la  mayor ,  le  ofreció  e

    rostro   para  intercambiar   el  hongi;   e

    saludo tradicional. Bajo  la  miradrecelosa  de  los  granjeros, Johnson y  losoldados,  las  mujeres se  rozaromutuamente  la  nariz y  la frente.

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    Karl y el padre O'Toole parecíaaliviados.  También Mara suspirapaciguada.  Por   fin  avanzaban  las  cosas

     ‒ He traído  regalos   ‒ anunció Ida ‒.  Mhija  y yo queremos quedarnos con  lribu mientras  los hombres  aclaran e

    malentendido.  Siempre que estéis dacuerdo, claro.   No sabemos si  la  disputpor   la  tierra es muy grave.

    Mara tradujo diligente y  la  mujeasintió.  Respondió a Ida que  les  dabaa   bienvenida.

    Karl y el  intérprete hablabaentretanto con el jefe.  Paraone Kawiti sexpresó al principio con  hostilidad,   per

    uego  se mostró dispuesto a aceptar   l

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    sugerencia de Karl y comprobar con  lodemás a quién pertenecían  realmente laparcelas cuya propiedad  reclamaba

    anto  granjeros  como maoríes.

    La anciana que acababa de salir coas  chicas y que  había   pacificado  la

    cosas se precipitó diligente a una de  lacasas.  Enseguida volvió a salir con uncopia del contrato y  los  mapas que  l

    ribu  había recibido  al vender suierras.  Todo estaba doblado con esmer a todas   luces  guardado como un objet

    sagrado.

    Mara observó con  interés  cómdesplegaba Karl  los  documentos depositaba al  lado los  suyos propios.

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     ‒ ¿Puedo saber cuáles son  las   parcelade  la  discordia,  señor Simson y señoCarter?   ‒  preguntó a  los  granjeros ‒.  Es

    nos ahorraría tiempo.  Así no tendremoque  recorrer   a caballo todas  las  tierras.

    Mara esperaba que  los  dos supiese

    eer los  mapas.  Pero solo uno,  PeteCarter ,  señaló con seguridad uerritorio situado justo en  la frontera  co

    el  resto  de  las  tierras maoríes. ‒ Lo compré para que mis oveja

    pastaran ahí. Entonces me di cuenta d

    que  las  mujeres maoríes  habíacultivado un campo allí. Y cuando auasí  llevé las  ovejas,  aparecieron drepente  unos tipos con  lanzas 

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    mosquetes ¡para defender «su tierra»!

     ‒ Bien.  Pues vayamos allí ahor

    mismo.   Ariki;   vendrá con nosotros¿verdad? ¿Y qué ocurre con sus tierrasseñor Simson?

    El gordinflón y  rubicundo  granjero snclinó hacia  delante,   pero el mapa  l

    sirvió de poco.  En cambio,  la  mujemaorí señaló con el dedo un  lugar   en epapel.

     ‒ Aquí. Esas tierras no son suya

    ‒ declaró en un  inglés  sorprendentementcorrecto ‒.  Son de  los  dioses.  Allí viveespíritus.  ¡No tiene que destrozarlas!

     ‒ ¡Ya  lo  oye!   ‒ se burló Simson ‒.  Ell

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    misma dice que no son suyas.  Así que...

     ‒ Aquí están  registradas  como tierra

    maoríes   ‒ objetó Karl  con sever idad ‒¿Ve esa pr otuberancia en el  mapa? Debreferirse a este  lugar. De  todos  modosremos a verlo.  Vamos,  ariki;    padr

    O'Toole...  Cuanto antes vayamos, anteaclararemos este asunto.  Y usted, señoJohnson, deje claro a  los señore

    Simson y  Carter   que deberán aceptar   ladecisiones que se  tomen.  Tengo  epresentimiento de que  lo que noespera...

    Karl se dirigió a su caballo e Ida Mara  lo siguieron para coger de  laalforjas  los regalos para  las mujere

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    maoríes.  Pequeñas cosas:   pañuelos dcolores,   bisutería barata  y un par dsaquitos de semillas.   No habían podid

    ransportar   en  los caballos regalos máprácticos como mantas o utensilios dcocina.  De  todos  modos, Mara se dicuenta al  echar un vistazo a  las mujereque salían  de  las casas que  tampoco  lonecesitaban.  Era evidente que se  tratabde una  tribu   pudiente, el   jefe  debía d

    haber repartido   justamente  el   productde  la venta.  Las mujeres y  los niñolevaban indumentaria   pakeha,   má

    adecuada para el  clima neozelandés qu

    as prendas de  lino  tradicionales de  lomaoríes.  Muchas  llevaban crucecitas dmadera sujetas con cordeles de piel  acuello.  Sustituían  las figurillas de diose

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    que  las  tribus  solían  tallar en   jadounamu.  Algunas mujeres s

    aproximaban confiadas al   padr

    O'Toole, hablaban con él  y dejaban quas   bendijera.

     ‒ ¡Nosotros todos  cristianos!   ‒ declar

    una   joven  a  la  sorprendida  Ida,  aiempo que se tocaba con orgullo  l

    crucecita ‒.  ¡Bautizados! ¡Misió

    Kororareka! ‒ La misión que tenemos en  Russel

    existe desde 1838   ‒ intervin

    complacido el padre O'Toole ‒.  Fufundada   por padres dominicanos y popadres y  hermanas  maristas.

     ‒ ¿Son...  católicos?   ‒  preguntó  l

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    madre de Mara algo vacilante.

    Ella misma  había  crecido en un

    comunidad de antiguos  luteranos  musevera.  Siempre  le habían hablado  dos  «papistas»  como de anticristos má

    que como de  hermanos  y  hermanas  en  l

    fe  de  Jesús.

    Mara nunca se  había   preocupado gracosa por   las  diferencias entre  ladistintas tendencias religiosas cristianasCerca de  Rata  Station no  había  ningunglesia,   por   lo  que  los  niños no podía

    asistir con  regularidad  a  los  servicioreligiosos.  Ida  rezaba  con sus  hijasiempre que estaban en casa.  Cuandacompañaba a su marido de viaje par

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    realizar   alguna medición topográficaMara y sus  hermanas  se quedaban acuidado de Catherine  Rat.  La amiga d

    da  y  «segunda  madre» de  las  chicas nrezaba  al  Dios  de  los  cristianos.  Shabía  criado con una tribu maorí y solíacercar a  los  niños a  los  dioses espíritus de  los indígenas.  A esta mezclde creencias se sumaba un poco danglicanismo.  La profesora particular d

    Mara,  miss  Foggerty,  había impartidcon  fervor   y escaso éxito clases dr eligión.  Las niñas no  habían  aguantada esa mujer severa y carente de  humor

    Antes de  rezar   al Dios de  la   profesorapreferían dirigirse a  los  espíritus con upar de maldiciones.  Mara y Eru  habríaestado encantados de enviar de vuelta

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    miss Foggerty a Inglaterra.   No  lo habíaogrado.  Mara no podía  recorda

    ninguna oración que  le hubiese  sid

    atendida.

    El padre O'Toole sonrió.

     ‒ Yo,   por mi parte,  soy  irlandésnosotros somos todos católicos.  Peresto no creo que sea tan  importante  aquDa  igual  con qué tendencia  religiosa lomaoríes se acerquen a Dios,  lo  decisives que consigamos que dejen de sepaganos.

     ‒ Lo importante es no soliviantarlo‒ farfulló Karl. También él querícontinuar. Tenía  remordimientos   po

    haber   dejado solos a Cat y a su amigo

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    socio Chris Fenroy con el esquileo das  ovejas ‒.  Venga ahora,   padre,  y

    contará más tarde a sus ovejas.

    Los  hombres  se pusieron en camino.

    Ida y Mara se unieron a  la   joven qu

    acababa de enseñarles  la  cruz.  Hablabun poco de  inglés  e  indicó  a Ida quayudase a  las  mujeres a preparar ungran  fiesta  que se celebraría aanochecer. Hablando animadamententre sí,  llevaron   boniatos y tubérculode raupo  a   la   plaza de  las  asamblea

    para pelarlos y trocearlos.  Otramujeres añadieron pájaros y   pescadoque pensaban asar en el  fuego al  airibre.

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    Ida  tomó  el  cuchillo de pelar y  laverduras.  Mara pensó que su madrapenas  llamaba  la atención en el  corr

    de mujeres.  Ida Jensch  tenía  un cabelloscuro y  liso que  llevaba recogido dforma natural,   pero ese peinado  tambiése estilaba ya entre muchas maoríes.  Lez  de  Ida  tampoco  era  tan  clara comantes,  el  sol  de  la  Isla Norte habíostado  su piel.  Solo sus ojos claros,  d

    un azul   porcelana,  la delataban comuna extraña...  y,  claro,  también  su faltde conocimiento del  idioma.

     ‒ Mara,  ¿he entendido bien quplanean hacer una fiesta?   ‒  preguntó a shija ‒.  Me refiero a que...   por supuestes muy amable.  Pero un poco raro,  ¿no

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    Antes nos han saludado con un haka  deguerra.  El   jefe  ha aparecido comdispuesto a abalanzarse sobre nosotros.

    ¿Y justo  después nos preparan un grabanquete?

    Mara  también  se había dado cuenta d

    ello y no estaba nada contenta.  Unfiesta  les obligaría a pernoctar allí.

     ‒  No es una fiesta para nosotrosMamida   ‒ le respondió.  Acababa dpreguntar a unas muchachas de su mismedad al  respecto ‒.  Hace tiempo  que  l

    levan planificando.  Kawa,  la esposdel   jefe,  está muy inquieta por ello.  Estarde  esperan a un misionero,  mejo

    dicho,  a un reverendo.  Te  Ua Haumen

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    es un maorí de una  tribu  de  la región dTaranak i.  Lo educaron  en una misión da  zona y estudió  la  Biblia.  Luego prest

    servicios en otras misiones,   puede quhasta haya  sido ordenado sacerdote.  Lachicas no  lo  saben con exactitud.  Ahoraen cualquier caso,  es  una especie dprofeta.  Unos  dioses  le han  comunicadalgo  importante.  Y  hoy  quiere predicaal  respecto.

     ‒ Pero no  hay  nuevos profetas   ‒ objetcon severidad Ida ‒.  Solo DiosJesucristo y el Espíritu Santo.  Si  hubier

    nuevas  revelaciones  entonces...  entoncehabría  que  reescribir la  Biblia.

    Mara se encogió de  hombros 

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    suspiró.

     ‒ Me temo que tendremos qu

    escucharlo.  A menos que papá,  el señoJohnson y esos gran jeros no se peleecon el jefe.  Sea como  fuere,  las  mujerea nos  han invitado  al servicio  religios

      el padre O'Toole seguro que querráquedarse.  Aunque ese Haumene seanglicano u otra cosa.

     ‒ ¡Oh,  sí,  el padre O'Toole  hombrgrande,   buen cristiano!   ‒ intervino  unoven maorí que estaba  limpiand

    verdura al  lado  de Ida.  Parecía muorgullosa del poco  inglés  que conocía ‒A nosotros  ha leído historias  de Biblien nuestra  lengua.  Y ahora todavía e

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    mejor.   ‒   La mujer estaba contenta ‒Ahora Te  Ua  Haumene el único profetmaorí. Escribe Biblia propia para s

    propio pueblo.

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    Los hombres regresaron cuandapenas habían pasado dos horas de smarcha. El jefe y la anciana de la tribque los habían acompañado, andandunto a los caballos de los  pakeha

    parecían eufóricos. Kennard Johnson sus hombres se veían relajados, y e

    granjero Carter se mostraba satisfechoEl único que estaba furibundo erSimson.

     ‒Ya pueden estar ustedes seguros dque esto no quedará así ‒advirtió a KarJensch y al padre O'Toole por enésimvez, según se deducía de la expresió

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    hastiada de estos‒. Acudiré agobernador, a la Corona. Inglaterra debproteger el derecho de un hombre.

     ‒En Inglaterra tampoco podría usteanzarse a talar los árboles de su vecin

    ‒le informó con acritud Kennar

    Johnson‒. Bueno, allí no le amenazaríacon matarle. En eso es cierto que el jefribal ha exagerado un poco...

     ‒Para la tribu, ese árbol es sagrado ntervino Karl‒. Y usted mismo lo h

    visto. Un kauri   espléndido, centenario

    con toda certeza, ¡si no milenario!

     ‒¡De un valor de cientos, cuando nmiles de dólares! ‒exclamó Simson‒

    Una madera óptima, la gente d

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    Wellington se pelearía por ella. Peraquí... Si hasta la vieja dice que nquieren la tierra.

    Señaló a la anciana de la tribu que loseguía, caminando serena junto al jefe, que no se dignaba ni a dirigir una mirad

    a Simson. Y eso que seguro que entendíal menos una parte de la conversación.

     ‒Ella no lo ha dicho así ‒lo corrigiKarl‒. Claro que ella reclama la tierra  lo dejó claro entonces, cuando se

    vendieron las parcelas. Le he enseñad

    el mapa. Pero no la reclama para ellasino para los espíritus a los qupertenece el árbol. Y eso debe serespetado.

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     ‒¡Pensaba que esta gente estabbautizada! ‒Simson no daba el brazo orcer, incluso cuando los hombre

    desmontaron y ataron sus caballos‒¿Qué dice usted de esto, reverendo?

    Mara se acercó a ellos. Si su padre n

    desensillaba su montura, había muchaposibilidades de que se fueran dnmediato. A lo mejor hasta se ahorrab

    el servicio religioso. Pero suesperanzas se vieron frustradas. Kardio unos golpecitos al caballo en ecuello y lo liberó de la silla.

     ‒Padre ‒lo corrigió O'Toole, quparecía haber mordido un limón‒. Dichcon franqueza, a ese respecto teng

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    sentimientos encontrados, señor SimsonMi religión me ordena talar uno de esoárboles siguiendo la tradición del sant

    Bonifacio. Es de paganos rezar a planta  animales. El Señor advierte que no

    debemos tener otro dios que Él. Por otrparte, se trata de un árbol hermoso, uejemplo espléndido de las maravilladel Creador.

     ‒Señor Simson, no se trata de lo qudiga el padre O'Toole al respecto nterrumpió Karl el sermón de

    sacerdote‒. Ni de si es un árbol especia

    o una haya del sur como tantas otras. Srata únicamente de si el árbol s

    encuentra en sus tierras o en las de suvecinos. Y, en este caso, está claro qu

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    as tierras son de los ngati hine. Y eárbol también, por supuesto, así qudéjelo correr, por favor.

     ‒Y no vaya a creerse que va a salirscon la suya si, a pesar de todo, tala eárbol ‒añadió Kennard Johnson‒. L

    Corona no emprenderá ninguna guerra sParaone Kawiti lo ajusticia por estrazón. Hay precedentes. ¡Acuérdese de

    conflicto de Wairau!Por aquel entonces, algunos inglese

    perdieron la vida cuando un miembro d

    un grupo  pakeha   disparó a matar contraa esposa de un jefe. El gobernadohabía culpado a los colonos y pediddisculpas a los maoríes, en lugar d

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     ‒¿Significa esto que pernoctaremoaquí? ‒preguntó a su padre, al quacompañaba para ir en busca de s

    madre.

    Karl se encogió de hombros.

     ‒Casi diría que sí, Mara. El padrO'Toole está interesado en oír a espredicador y el señor Johnson se muevcomo si todo le doliera. Es muy pocprobable que hoy mismo pueda volver montar.

    La joven hizo una mueca. ‒Pensaba...

     ‒No puedo cambiarlo, Mara ‒l

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    nterrumpió su padre con ciertmpaciencia‒. Ya sabes que yo tambié

    quiero ir a Rata Station, y por razone

    más importantes que tú, cariño. Tú solquieres volver para coquetear con Ero antes posibles y sé por experienci

    que esto solo dará problemas. Jandefenderá a su hijo con uñas y dientes...

    Mara lo fulminó con la mirada.

     ‒Yo también puedo ser muy mala advirtió.

    Karl rio. ‒Cuando Eru y tú seáis mayores

    Mara, podrás pelearte con su madre po

    él. O dejar simplemente que sea é

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    mismo quien decida. Pero acabas dcumplir quince años y él catorce, srecuerdo bien. Así pues, tendréis qu

    rendiros a los deseos de Jane. Por otrado, tu madre y yo somos de la mism

    opinión que ella. En principio, Eru es uchico amable y tal vez algún día forméipareja. Pero habrá que esperar un par daños. Por ahora sois demasiado jóvenesAh, ahí está Ida.

    Karl se reunió con su esposa parcontarle sus experiencias con logranjeros y los maoríes. Mara reprimi

    una réplica ácida sobre lo que Karhabía dicho respecto al tema Eru. Ida Karl no le harían caso. Así que ellescuchó con desgana lo que él contaba.

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     ‒Ese Simson ya puede estar contentde haber sobrevivido a su intento ‒empezó Karl‒. Una sacerdotisa l

    descubrió cuando se disponía a levantael hacha para cortar su kauri   sagradoLa mujer soltó un grito estridente y upar de guerreros enseguida ldetuvieron. ¡No quiero imaginar lo quhabría ocurrido si hubiera conseguidalar el árbol!

    Ida asintió.

     ‒¿Y el otro? ‒preguntó‒. ¿Por qu

    estaban peleados con el señor Carter?

    Su marido sonrió.

     ‒En este caso, el error era de lo

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    maoríes. Ya los conoces, para ellos lierra es de quien la trabaja. Carter ni h

    cultivado el prado ni lo ha utilizado d

    pastizal, mientras que una de las mujereque quería ampliar su huerto de kumarse limitó a sembrarlo. La mujer nentendía por qué se enfadaba tanto, perél tampoco debería haber destrozado ecultivo. Ahora hemos aclarado lsituación y todos se han puesto d

    acuerdo. Este año la mujer podrá acabade cosechar sus boniatos y le dará lmitad al señor Carter. El año que viena no cultivará esa tierra. No se tratab

    más que de un malentendido. Al granjerampoco le iba de medio morgen   deierra. Solo tenía miedo de que la trib

    siguiera actuando así.

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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     ‒Bueno, al menos este caso se hresuelto bien.

    Ida cogió a su marido del brazo y lodos se acercaron a las hogueras que ylameaban vivaces. Mara los siguió. La

    mujeres acababan de empezar a cocina

      asar. Por el poblado se extendió elaroma de la comida y a la joven se labrió el apetito. Pero antes de comer

    habría que aguantar el sermón.Cuando empezó lentamente

    oscurecer, un niño informó de que s

    acercaban tres guerreros al poblado.

     ‒¡Te Ua Haumene! ¡Viene!

    Ida frunció el ceño.

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     ‒¿Qué es ese hombre? ¿Guerrero sacerdote, predicador o profeta? Epadre O'Toole, que se había sentad

    alrededor de la misma hoguera que IdaMara y Karl, se encogió de hombros.

     ‒No lo sé. No lo conozco, nosotro

    somos una misión católica. Solo he oídhablar de él. Y espero que sea realmentun enriquecimiento para el cristianism

    en esta tierra. Lo de hoy con ese árbol aque los maoríes veneran... Tal veustedes no lo entiendan, pero para mí ecomo... como una bofetada, el fracaso d

    a obra de mi vida. Hace décadas quconozco a esta tribu, he enseñado a loniños y bautizado a la gente... ¡y ahoresto! Quizá debería regresar a Irlanda.

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    o ve así...

     ‒Así es probablemente como deb

    verse ‒dijo Karl‒. Por ello, no sdisguste con esta gente. Yopersonalmente, encuentro máescandalosa la conducta de ese Simson

    Piensa de verdad que puede hacer lo quse le antoje con la tribu y que cuenta coel apoyo de la Corona inglesa.

    O'Toole suspiró.

     ‒Ya. Nuestros compatriotas blanco

    no son todos unos buenos cristianosHay ocasiones en que... Bah, no me hagcaso, de vez en cuando no siento máque hastío. Los maoríes que se bautiza

    hacen luego lo que se les antoja... Esa

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    descabelladas guerras de estos últimoaños, porque un jefe testarudo posiblemente borracho rompe el asta d

    una bandera y las autoridades se loman como una ofensa personal a l

    Corona... La expropiación de tierras, do que es comprensible que se quejeos indígenas... Gente como es

    Simson... Que aparezca un cristo maorí quiera hacer de maestro me parece un

    uz resplandeciente en la noche oscuraSolo espero no volver a sufrir undecepción.

    Te Ua Haumene era un hombre bieparecido de mediana edad. Tenía uncara ancha y no estaba tatuado. Unaarrugas pronunciadas se extendían entr

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    a nariz y la boca. El «Profeta» llevabbarba y sobre sus ojos oscuros y algrasgados se arqueaban unas espesa

    cejas. Su indumentaria no correspondíni a la sotana del sacerdote católico nal hábito negro del misionero anglicanoLlevaba la ropa de un maorí biesituado ‒una prenda superior tejida coprimor y un faldellín de lino, todo ellcubierto por una valiosa capa, digna d

    un jefe‒. Sus acompañantes ibavestidos con más sencillez, con lndumentaria propia de los guerreros. E

    predicador y sus hombres habrían sid

    considerados por cualquiera como uariki  y su guardia.

    El padre O'Toole contempl

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    mpertérrito que las mujeres del pobladcorrían encantadas al encuentro de TUa Haumene y, devotas, le pedían s

    bendición igual que habían hecho pocantes con él. Los hombres smantuvieron a distancia, si bien doancianos del poblado y un pariente deefe intercambiaron el hongi   con e

    predicador. El mismo Paraone no lhizo: los ariki   de las tribus de la Isla

    orte siempre guardaban la distancicon sus súbditos.

    Te Ua Haumene y sus hombre

    omaron complacidos asiento en el lugaque les ofreció la esposa del ariki; en lhoguera central. Era evidente questaban hambrientos tras el viaje. E

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    Profeta venía de Taranaki, pero cada doo tres días predicaba en una tribu ques daba hospitalidad a él y su

    hombres. Era obvio que los ngati hine sa ofrecían de buen grado. Honraron

    sus invitados con una comida espléndid  complicadas ceremonias de

    bienvenida. Entretanto, la esposa deefe tribal señalaba una y otra vez a

    padre O'Toole, y otros habitantes de

    poblado mostraban sus cruces a Te UaPero este no parecía deseoso de conoceal sacerdote. Le dirigió un discretsaludo.

     ‒A lo mejor tiene algo contra lopapist... hum... los católicos. ‒Idntentó consolar al religioso, dolido

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    ojos vistas por la conducta depredicador‒. Se educó entre anglicanos

    El padre O'Toole se encogió dhombros. Karl le tendió la botella dwhisky y él la cogió agradecido.

    A Mara también le habría gustadbeberse un trago. Ya estaba harta volvía a aburrirse. Parecía como si esviaje no fuera a terminar nunca.

    Cuando Te Ua Haumene por fin sevantó para hablar a los presentes, y

    había oscurecido. La luna brillaba en ecielo y su resplandor se unía a lalamas de las hogueras formando u

    ambiente casi fantasmagórico. El vient

    apartaba el largo cabello del rostro de

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    Profeta.

     ‒Sé bienvenido, viento ‒empezó s

    alocución. Al hablar no miraba a suoyentes, su mirada parecía perderse eel cielo‒. ¡Saluda a tu mensajero!

    El padre O'Toole traducísimultáneamente para Karl e Ida.

     ‒¿Mensajero? ‒preguntó ella.

     ‒Haumene significa «hombre deviento» ‒señaló Mara al tiempo que s

    evantaba para ir a buscar un poco dagua. Así llamó la atención, pues todoestaban sentados y quietos, escuchanddevotamente las palabras de Te U

    Haumene. Una mirada inmisericorde de

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    Profeta la reprendió.

     ‒Escucha de mis labios las palabra

    de Dios. El viento nos insufla sespíritu, la buena nueva, el nuevevangelio, ¡yo lo transmito a locreyentes!

     ‒  Pai marire!‒recitaron los dohombres del Profeta.

     ‒  Pai marire!‒exclamó Te Ua y suoyentes lo repitieron en coro.

     ‒Significa «en paz», ¿verdad? preguntó Karl a su hija y al sacerdote.

    Ambos asintieron.

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     ‒Bueno y pacífico, exactamente radujo O'Toole‒. Así llaman a s

    movimiento religioso. O tambié

    hauhau.

     ‒Pero ¿un nuevo evangelio? ‒preguntda incrédula.

    El sacerdote volvió a mostrarsabatido.

     ‒Os saludo, pues, mi pueblo, mpueblo elegido... ‒Te Ua Haumene sdetuvo un instante, como para que su

    palabras obraran efecto. O'Toole lanzun suave suspiro‒. He venido hasta aqupara reuniros a todos ‒prosiguió‒ en snombre. Para convocaros como y

    ambién fui convocado a través de

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    mayor de todos los jefes tribales, ravés de Te Ariki Makaera, e

    comandante de los ejércitos del cielo.

     ‒¿Eh? ‒preguntó Karl.

     ‒Se refiere al arcángel Miguel

    respondió O'Toole sarcástico.

     ‒Mirad, soy uno de los vuestros, somaorí, nacido en Taranaki, pero lo

    akeha nos llevaron a mi madre y a mí aKawhia. Yo les serví como esclavopero no les guardo rencor, pues fue po

    voluntad de Dios que aprendí su idiom escritura. Estudié la Biblia, la palabrade Dios, y me bauticé porque estabseguro de que la religión de los  pakeh

    podía conducirme a una vida mejor

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    Pero entonces se me apareció Te ArikMakaera y me desveló que yo no debíser el conducido, sino el conductor

    gual como Moisés liberó a su pueblo da esclavitud, también yo he sid

    elegido. Debo hablaros del hijo de DiosTama-Rura, al que los  pakeha   llamaJesús, si bien me fue revelado que esera solo otra forma de llamar al arcángeGabriel.

     ‒Está chiflado ‒susurró Ida.

     ‒Y es peligroso ‒observó Karl.

     ‒Y todos ellos, todos ellos esperacon la lanza y la espada en la manoguiar a su pueblo elegido hacia l

    ibertad.

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     ‒  Pai marire! ‒gritaron los hombres o repitieron en voz alta los aldeanos.

     ‒Bondad y paz... ¿Encajan con eso laespadas? ‒preguntó Ida.

    Mara arqueó las cejas resignada, u

    gesto con el cual le gustaba demostrar os adultos lo que pensaba de ellos y sudeas.

     ‒¡Pues vosotros no sois libres, pueblelegido! ‒advirtió el predicador con voatronadora‒. Compartís vuestra tierr

    con los  pakeha   y a menudo pensáis queson vuestros amigos porque os dadinero y cosas que podéis comprar coél. Pero de verdad os digo: ¡No os l

    dan a cambio de nada! ¡Se apropian d

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    vuestra tierra, se apropian de vuestrengua, y también se apropiarán d

    vuestros hijos!

    Las mujeres reaccionaron coexclamaciones de miedo, parte de lohombres con protestas.

     ‒Vosotros no habéis invitado a esapersonas, han venido simplemente parquitaros vuestras tierras...

    Karl iba a intervenir, pero a su ladoel padre O'Toole ya se había puesto e

    pie. ‒¡Os trajimos también al Dios contr

    el que ahora blasfemas! ‒espetó a

    predicador.

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    Te Ua Haumene lo miró.

     ‒Podéis haber sido la canoa en la cua

    legó el auténtico dios a Aotearoa ‒lcontestó‒. Pero a veces hay que quemaa canoa cuando uno quiere sentirs

    como en su propio hogar. Dios todaví

    estará aquí cuando haga tiempo quhayamos expulsado a los  pakeha   denuestra tierra. ¡Cuando el viento se lo

    haya llevado!  Pai marire, hau hau!Desconcertado, O'Toole volvió

    sentarse junto a la hoguera. Se rascó l

    frente mientras las criaturas a las quhabía convertido y bautizado ibanvocando al viento el espíritu de Dios.

    En ese momento, Te Ua Haumen

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    ntrodujo también el movimiento en lasamblea. Mandó a sus seguidores quevantaran un poste al que llamaba niu y

    que, por lo visto, debía de simbolizar lbuena nueva que llevaba a los maoríesAlrededor de ese poste sus hombres spusieron a golpear el suelo con los piescasi como en las danzas de guerra, aiempo que animaban a los presentes

    que se unieran a ellos. Te Ua Haumen

    recitaba al mismo tiempo unas sílabaextrañas y propagaba más principios dsu religión.

    Cada vez eran más los jóvenehabitantes del poblado que sevantaban y se unían a los guerrero

    alrededor del niu.

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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     ‒Deberíamos marcharnos de aquí sugirió Karl‒. Antes de que el Profetempiece a limpiar este país de  pakeha

    Mara, ve a avisar al señor Johnson y os casacas rojas, yo sacaré al seño

    Carter del delirio de fraternidad con suvecinos. No parece que nadie se hayenterado de nada, pero los chicoampoco lo defenderán si uno de ello

    enloquece. Ida, tú lleva al padre O'Tool

    a los caballos. No vaya a ser que vuelva pelearse con este loco.

    Mara no se lo hizo repetir dos veces

      no solo porque estaba ansiosa pormarcharse. Ya se había hecho a la idede pasar la noche en el marae, no latraía la larga cabalgada a través de l

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    noche. Pero la atmósferfantasmagórica, las lúgubres palabradel Profeta y la danza delirante de lo

    hombres alrededor del niu  le dabamiedo. Ella consideraba a los maoríesu pueblo. Si se casaba con Eru, sconvertiría en miembro de la tribu ngaahu. Pero nunca había visto así a su

    compatriotas. Parecía como si el soplde un viento perverso les hiciera perde

    a razón y la sabiduría.El padre O'Toole así lo percibí

    ambién. Parecía estar en trance cuand

    da lo condujo entre las hogueras, pofortuna sin que nadie los molestara. Upar de nativos tal vez notaron que lo

    akeha  se retiraban, pero al que seguro

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    que no le pasó por alto fue al jefe, questaba sentado en un lugar algapartado. Sin embargo, Paraone Kawit

    dejó que los blancos se marcharan sicontratiempos. Tampoco parecíentusiasmado con el Profeta que estabcautivando a su tribu. Tal vez sentía epeligro que se desprendía de él o temísimplemente que le arrebatara el podesobre su pueblo. Hizo una seña apena

    perceptible al topógrafo y miró al padrO'Toole con una expresión que iba dedesprecio a la lástima.

     ‒¡Dese prisa! ‒advirtió Karl amisionero.

    Mara, que había ayudado a ensilla

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    os caballos a Carter, disgustado poener que marcharse, y a los inquieto

    soldados, tendió al padre O'Toole la

    riendas de su huesudo bayo. Era como sel religioso no se decidiera a montarlocomo si le faltaran las fuerzas.

     ‒¡Quiero marcharme de aquí! ‒lurgió Mara.

     ‒Yo también ‒susurró O'Toole‒. Estes... esto es irrevocablemente el fin. Mvuelvo a Galway. Dios proteja estierra.

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     ‒¡Dios os ha llamado y vosotrohabéis seguido su llamada! ‒La voz dereverendo William Woodcock llenaba lpequeña iglesia del St. Peter's CollegeComplaciente, el archidiácono dAdelaida deslizó la mirada por los ochóvenes alineados delante del altar

    Estos levantaban la vista hacia éfervorosos y expectantes‒. Y ahorrepartíos por todo el mundo y bautizad os pueblos en el nombre del Padre, de

    Hijo y del Espíritu Santo. Enseñadleodo lo que yo os he encomendado. ¡Y

    sabed que estaré con vosotros cada díhasta el fin del mundo!

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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     ‒Amén ‒resonaron las ocho voces dos recién ordenados misioneros, as

    como las de los familiares y amigos qu

    se habían reunido para ese solemnservicio religioso.

    La Australian Church Mission Societ

    sostenía un instituto de formación qucada año enviaba al mundo un puñadde jóvenes devotos y sólidos creyente

    para convertir a los infieles. La mayoríde ellos se quedaba en el país, eenorme continente de Australia ofrecíun amplio campo de acción. Pero de ve

    en cuando también enviaban a alguno ueva Zelanda, India o África.

    William Woodcock pronto asumiría l

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    area de asignar su futuro campo dacción a los candidatos de ese añoLevantó los brazos para bendecir a lo

    presentes cuando resonó el último aménLos ocho jóvenes formaron una fila parsalir ceremoniosamente de la iglesiamientras el órgano resonaba y el cordel College entonaba un cántico. Lmayoría de los presentes en el servicise unieron al canto. Casi todos lo

    aspirantes de la escuela misionerprocedían de familias fervientementreligiosas. Ahí todos conocían el texto a música de los himnos eclesiástico

    habituales.

    Franz Lange atravesó la iglesia en eercer puesto. Como su

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    correligionarios, mantenía la cabezgacha. Solo cuando en uno de loúltimos bancos oyó unas palabras e

    alemán, levantó brevemente la vista vio a su padre. Jacob Lange sencontraba dignamente flanqueado poos hermanastros más jóvenes de Franz

    entonaba el cántico en su lengumaterna. Y al hacerlo, su sonora profunda voz ahogaba sin esfuerzo la

    voces de sus vecinos de banco. Nnotaba que desconcertaba a los demácantando en una lengua distinta y, dhaberlo notado, le habría dado igua

    Para Jacob Lange, el Evangelio teníque ser predicado en la lengua de MartíLutero. Consideraba las lenguaextranjeras un molesto engorro. Veint

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    años después de haber emigrado dMecklemburgo, todavía no hablabnglés. Por consiguiente, no habí

    entendido ni una palabra de lceremonia en que Franz se habíordenado sacerdote.

    Y Franz tampoco se había atrevido esperar que su padre fuera a estapresente el día de su ordenación. Si bie

    a Australian Church Mission Societprocedía del antiguo luteranismo, se lconsideraba una organización de lglesia anglicana que no interpretaba e

    Evangelio de forma tan rígida comJacob Lange esperaba. Pero para Franno había habido alternativa: lcomunidad alemana de Adelaida, a l

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    que pertenecía la familia Lange desdque habían inmigrado, no disponía dningún seminario. Si Franz quería segui

    a llamada de Dios, no le quedaba otrremedio que acudir a St. Peter.

    Al ver a su padre y sus hermanos ‒

    al pensar en la llamada de Dios‒, Fransintió una pizca de remordimiento

    unca lo hubiera confesado a nadie

    pero la vocación de convertirse epredicador no era lo único que lalejaba de la granja de la colonialemana de Hahndorf. De hecho, Fran

    estaba harto del monótono y duro trabajen los campos, que interrumpíexclusivamente para ir al servicireligioso o a rezar. Desde pequeñ

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    había sido de complexión débil. En snfancia siempre había sufrid

    resfriados y disneas. Ni el clima d

    Mecklemburgo ni el de la Isla Sur dueva Zelanda, donde había vivido l

    familia de Jacob Lange al principioeran beneficiosos para su constituciónLa calidez de Australia le sentaba mejorpero el esfuerzo que exigía hacecultivable la nueva tierra no habí

    contribuido a mejorar su salud. JacobLange había exigido al hijo menor de sprimer matrimonio una entrega total arabajo. Al llegar a Australia, enviaba

    su hijo, entonces un niño de diez años, a escuela alemana, pero por las tardeo hacía trabajar hasta que el muchach

    acababa rendido.

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    «¡Solo para que no se te ocurrninguna tontería!» Franz habíescuchado esta frase incontables vece

    durante su adolescencia. Y en cadocasión volvía a renacer el rencor hacios hermanos que habían escapado d

    forma más o menos autónoma de lautoridad paterna. Tanto el hermano dFranz, Anton, como su hermana Elsbetse habían ido sin recibir la bendició

    paterna. Ambos debían de encontrarsen algún lugar de Nueva Zelanda, perJacob Lange no tenía ningún contactcon ellos y no mostraba ningún interé

    por localizarlos. Lange y su segundesposa, Anna, solo mantenían uncorrespondencia esporádica con la hijmayor, Ida, si bien las cartas tampoc

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    decían gran cosa. Ida se había casado eueva Zelanda con un miembro de l

    comunidad de la antigua Iglesia luteran

      había enviudado después de modoalgo turbio. Enseguida había vuelto casarse, por lo que Franz habíentendido, con un hombre que su padrno aprobaba.

    Franz y los otros jóvenes misionero

    salieron en ese momento por la puertde la iglesia y esperaron fuera a sufamilias.

    Los Lange estaban entre los primeroque salieron a la clara luz del sonvernal australiano. Franz intent

    esbozar una sonrisa y tendió amba

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    manos a su padre y a su madrastra. Ann sus tres hijas volvían a reunirse en ese

    momento con su marido y los dos hijo

    varones. En la iglesia, los hombres y lamujeres se sentaban en lugareestrictamente separados. Ella, al menosrespondió a la cordial expresión de shijastro. Algo avergonzada, le sonribajo la atildada capota.

    Puesto que nadie tomaba la palabraFranz se esforzó por recibirles con usincero saludo.

     ‒¡Padre, madrastra! ¡No sabéis cuántme alegra que hayáis venido!

    Franz esperaba que su padre tal vez l

    abrazara. Pero Jacob Lange se qued

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    ieso delante de él.

     ‒Ahora en invierno no hay tant

    rabajo en la granja ‒farfulló.

    Anna Lange miró a su marido y moviolerante la cabeza. Luego se aproximó

    su hijastro y le cogió las manoendidas.

     ‒Tu padre está muy orgulloso de ti afirmó.

    También Anna hablaba en alemán

    pero al menos podía hacerse entender englés. La escuela de Hahndorf enseñaba lengua del país, si bien a mucho

    colonos no les parecía importante l

    bien que llegaran a expresarse sus hijo

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    en ella. La mayoría nunca abandonaba epueblo.

    Para Franz Lange, por el contrarioaprender siempre había sido importanteConservaba en su mente el ejemplo dsus hermanas. Pues por mucho que s

    enfureciera en secreto porque Ida Elsbeth habían tenido la desfachatez dabandonarlo, la avidez de sus hermana

    por aprender el inglés al llegar a NuevZelanda les había sido provechosa. Lados eran libres. Franz sabía que teníque hablar el idioma de su nuevo paí

    con la mayor fluidez posible si queríevitar algún día trabajar como uesclavo en Hahndorf. Esa era la razópor la que estudiaba con verdadero afá

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    el inglés, si bien la relación con lonúmeros le resultaba mucho más fáciFranz calculaba con la velocidad de

    rayo y memorizaba con facilidadmientras que escribir redacciones se ldaba peor. Desde este punto de vistahabría sido un contable o un empleadde banco mejor que un predicador. Aveces, hasta había soñado con estudiamatemáticas. Pero no podía ni pensar e

    ello. Si Jacob Lange dejaba marchar su hijo, sería solo en nombre del Señor.

     ‒Orgullo ‒advirtió en ese moment

    con expresión avinagrada y mesándosa barba poblada y blanca‒. Eso es l

    que siento por los hijos que saben cuáes su sitio y permanecen sumisos en s

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    ierra, ayudando a sus padres en la arduucha por la existencia. Tú, Franz, má

    bien me has decepcionado. Pero est

    bien, acepto que Dios te haya llamadoLos caminos del Señor son insondable, quién sabe, a lo mejor así expías lo

    pecados de tus padres, marchándote ierras extrañas para domestica

    salvajes. No quiero pelearme con mCreador, tal vez merezco perder a m

    último hijo... ‒¡Todavía tienes dos hijo

    estupendos! ‒le recordó Anna.

    Aquella mujer bajita, siempre vestidcon el traje oscuro de las antiguauteranas, y cuyo cabello oscuro y

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    empezaba a clarear, no tenía muchomás años que la hermana mayor dFranz. Después de la boda había tenid

    siete hijos, uno tras otro. Dos chicos res chicas habían sobrevivido y era

    fuertes y sanos. Fritz y Herbert yayudaban mucho en la granja. Las chicaambién se estaban convirtiendo e

    mujeres diligentes y amantes de la cascomo Anna.

    Jacob Lange asintió.

     ‒Ya digo que no me pelearé con m

    Creador, me ha colmado de regalos eos últimos tiempos. Sin embargo.Franz, ¡no olvides tu antiguo hogar! Nabandones tu lengua ni tu pasado. D

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    gual adónde llegues, piensa siemprque eres un chico de Raben Steinfeld...

     ‒¿Vienes, Franz? ‒Marcus Dunn, scompañero de habitación durante eperíodo de formación como misioneronterrumpió el sermón de Jaco

    Lange‒.El archidiácono ya ha llamado su despacho a John y Gerald. ¡Estnformando de qué lugar se le otorga

    quién! Seguro que tú eres el próximo.Franz aprovechó la oportunidad par

    retirarse.

     ‒Podéis quedaros ‒invitó a sfamilia‒. En el campus hay un bufecomida y bebida, celebramos que no

    hemos licenciado...

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    Jacob Lange resopló.

     ‒No veo qué es lo que hay qu

    celebrar. Y tenemos que volver a casahay que ordeñar diez vacas. Por tantoque Dios te acompañe, Franz. Esperque te guíe realmente por el camino...

    Franz apretó los labios, pero su padra había emprendido la marcha

    Desvalida, Anna se encogió de hombrosEra una persona dulce y complacienteCuando Jacob se casó con ella, habíadmitido cariñosamente a Franz com

    hijo suyo y le había hecho la vida muchmás fácil en muchos aspectos. Sdedicaba incondicionalmente a sesposo. Nunca le había llevado l

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    contraria o se había opuesto a él. Franse preguntaba si quería para sí mismalgún día a una mujer similar. Si habí

    de ser sincero, preferiría una con la qupoder conversar, que no siempre ldijera sumisa que sí, sino que alguna veambién le dijera que no. Fran

    plantearía de buen grado preguntas compartiría secretos con ella.

    Pero ahora no tenía tiempo de pensaen esas cosas. Ese día le procuraba unmezcla de sentimientos: la breve alegrípor haber concluido con éxito s

    formación, el orgullo de poder llamarsen el futuro reverendo, los repetidosentimientos de culpa frente a su padre el ¡profundo temor ante la decisió

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    respecto a su futuro.

    Pues había algo más que Franz no l

    había contado a nadie y que él mismadmitía de mala gana: por mufácilmente que aprendiera, por muchfluidez con que predicara y po

    aplicadamente que propagara la palabrde Dios, la idea de ponerse ante unonfieles a los que había de convertir, l

    paralizaba de terror. Franz nunca habíenido un contacto real con loaborígenes, los nativos de Australia. Loanteriores propietarios de las tierras e

    que se encontraba Hahndorf habían sidrasladados a lugares más lejanos. L

    mismo le había ocurrido a la tribu quoriginalmente había vivido en el área d

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    Adelaida. Por las calles de la ciudaodavía se veían algunos negros

    rondando por las calles como mendigo

    o borrachos, desagradables pernofensivos. A veces, durante l

    formación de Franz como misioneroalgunos docentes invitados habían traíddesde Outback a unos seres exóticopero ya bautizados. Tampoco dabamiedo, sino que eran dóciles y callados

    Vestían ropa occidental y bajabasumisos la cabeza. Pero Franz todavírecordaba la entrada de los Lange e

    ueva Zelanda. Habían llegado just

    durante los disturbios del conflicto dWairau con maoríes hostiles. Si bien lfamilia no había tropezado con ningúmaorí en la ciudad de Nelson, a ese niñ

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    pusilánime le bastó con las historiasanguinarias que corrían por la ciudadEn Australia, Franz todavía había oíd

    cosas mucho peores. Los aborígeneestaban considerados más belicosos quos maoríes. Todos los colonos estaba

    al corriente de las masacres dnmigrantes, expediciones aniquiladora  revueltas sangrientas. Circulaba

    reproducciones de salvajes pintados d

    blanco, armados con lanzas bumeranes. Y además el Outback estableno de animales peligrosos. Cuand

    Franz preparaba con su padre la tierr

    de la granja para hacerla cultivable, menudo se había salvado por un pelo da mordedura de una serpiente o de quo atacara un perro salvaje. La idea d

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    que tal vez volvieran a enviarlo a unierra indómita para construir una misióe daba miedo.

    Mientras esperaba delante dedespacho del archidiácono luchabcontra los latidos de su corazón y la

    oleadas de sudor. Tragó sin salivcuando William Woodcock por fin llamó para que entrara. ¿Qué debí

    hacer si efectivamente acababa en unexpedición por las tierras vírgenes¿Podría todavía huir? ¿No le castigaríDios por ello... o aún peor, le castigarí

    de inmediato a través del archidiáconodesterrándolo a un lugar mucho peor quaquel del que había escapado?

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    El archidiácono observó a Franz cosus ojos claros y penetrantes. Se diríque miraba directamente su corazón.

     ‒Siéntese, reverendo Lange. Estusted muy pálido. ¿El reencuentro con lfamilia? ¿O acaso siente ya l

    responsabilidad de su oficio?

    Franz musitó algo incomprensible y srecompuso.

     ‒Todavía no he roto el ayuno admitió.

    Los futuros misioneros habían pasada noche antes de su ordenación rezand  ayunando, y Franz casi había

    desfallecido de hambre durante e

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    servicio. A continuación, el encuentrcon su familia le había quitado eapetito, mientras que sus hermanastro

    posiblemente se habían puesto las botacon la comida que se servía en ecampus.

    El archidiácono asintió. Contemplcon discreción al delicado joven. FranLange era de estatura media, mu

    delgado y siempre andaba algnclinado, como si se encogiera bajo uátigo. Apenas llenaba el solemne hábit

    negro. William Woodcock echó un brev

    vistazo al informe de los profesores dLange sobre sus aptitudes para eejercicio de misionero. «Digno dconfianza, de una fe sólida, tien

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    paciencia y una facilidad extraordinaripara citar la Biblia, aunque podesgracia no es un buen orador», poní

    en el documento. El joven tambiéparecía tener dificultades para sostenea mirada de su interlocutor. Pese a ello

    Woodcock no apartó la vista. Miraba urostro redondo y casi infantil con unograndes ojos azules. Era evidente que eellos había miedo. Woodcock no querí

    atormentar al joven. Le habló coamabilidad.

     ‒Entonces no debo retenerle much

    iempo. A fin de cuentas, tiene usted questar fuerte para enfrentarse a lodeberes que le esperan. Dígamereverendo Lange... si tuviera usted qu

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    elegir entre las tareas que se realizan euna misión, ¿que preferiría? ¿Qué paíelegiría, qué tareas?

    Franz se frotó las sienes. ¿Cabía lposibilidad de que el archidiácono lhiciera partícipe de la toma de decisión

    Lo mismo era una pregunta capciosa. Spadre, al menos, habría interpretado unrespuesta franca como una muestra d

    falta de humildad y le habría confiaduna tarea que le repugnarespecialmente.

     ‒Yo... yo aceptaré el lugar al que mdestine Dios ‒titubeó‒. Yo...

    El archidiácono lo interrumpió con u

    gesto.

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     ‒Claro que lo hará. Yo ya parto desta premisa. Pero debe de habeabores que le atraigan más o menos

    Que le gusten más que otras.

    Franz volvió a morderse el labioBuscaba febrilmente una respuesta qu

    no le comprometiera.

     ‒Me gusta dar clases ‒afirmó‒Enseñar a los niños.

    De hecho, Franz nunca había tenidnada que ver con otros niños que n

    fueran sus nuevos hermanos, y estos lparecían con frecuencia algo duros dmollera. Pese a ello, no le molestabque Anna le pidiera que les explicar

    algún deber de la escuela. A cambio

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    mientras les enseñaba, su padre no lenviaba a trabajar a los campos. Y ecuanto a la misión, si los nativos eran l

    suficiente civilizados como para enviaa sus hijos a la escuela, no debían de sean peligrosos.

    El archidiácono asintió y escribió unnota en el expediente que tenía delante.

     ‒Así que un maestro nato ‒dijcordialmente‒. Bueno es saberlo. Podesgracia, ninguna de nuestras misionesolicita expresamente maestros. N

    obstante, seguro que se necesitpersonal en alguna misión más grandcuyo trabajo con los infieles ya esté upoco avanzado. ¿Le agradaría ocupar u

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    cargo en uno de esos establecimientoshermano Franz? ¿O le resultarídemasiado aburrido? Tengo aquí un

    solicitud de Nueva Zelanda. Uno dnuestros veteranos, el reverendVölkner, pide refuerzos. ¿No es ciertque usted y su familia proceden d

    ueva Zelanda, reverendo Lange?

    Franz sintió que la esperanza nacía e

    su interior. No era que vinculara coueva Zelanda sus mejores recuerdosDe hecho, la colonia que su padre habífundado allí con sus compatriotas de

    norte de Alemania había sucumbido una inundación. La ciudad de Nelsonsin embargo, le había gustado, y en epaís no había serpientes, escorpiones n

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    animales salvajes.

     ‒Soy de Mecklemburgo ‒corrigió‒

    Raben Steinfeld...

    El archidiácono lo interrumpió con ugesto.

     ‒Pero vivió en Nueva Zelanda. Franz¿le gustaría que le destinara allí? Pofavor, ¡sea sincero! No puedo satisfaceodos los deseos, pero si cabe l

    posibilidad siempre intento que midecisiones se adapten a las preferencia

    de los jóvenes misioneros. Por ejemplosus tres primeros cofrades deseabafundar juntos una nueva misión en ChinaTambién necesitaríamos allí a un cuart

    hombre. Así que si prefiere...

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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     ‒¡No! ‒La réplica de Franz brotdemasiado rápida y demasiado fuerte. Sel archidiácono lo estaba poniendo

    prueba, era posible que al día siguienta estuviera camino de China‒. Yo.

    quiero decir que... yo... claro quocuparé el cargo en... en tierras lejanaso...

    El archidiácono sonrió.

     ‒Pero no siente la llamada realment‒observó‒. Bien, reverendo LangeEntonces le enviaremos oficialmente

    Opotiki. Está en la Isla Norte de NuevZelanda, la misión tiene pocos añosMucha suerte, hermano Franz! ¡Vay

    usted con Dios!

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    Franz se sentía mareado cuandvolvió a salir al soleado campus... ndeciblemente aliviado. En es

    momento habría podido dirigirse a lomanjares expuestos en las largas mesasacallar el hambre y bromear con sucofrades sobre su vocación de ir China, quizás hasta habría podidsoportar sus inofensivas pullas acercde que él «solo» se marchaba a Nuev

    Zelanda. Pero de hecho, dejó el campu entró de nuevo en la pequeña iglesia.

    Lleno de fervor, dio gracias a Dios.

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     ‒Ya verás, Carol, ¡esta vez ganaremonosotros el premio! El año pasado, coJeffrey, solo se trataba de ir remandoJoe me enseña una técnica totalment

    nueva! Al fin y al cabo, él viene dOxford. Su ocho ganó la Boat Race, ysabéis, esa regata tan famosa de

    Támesis...Linda contuvo un suspiro d

    aburrimiento. La señora Butler habí

    abandonado por unos minutos el jardípara ocuparse del té y su hijo Olivevolvía a abordar su actual tema favoritoa inminente regata en el Avon, en la qu

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    participaba el club de remo dChristchurch. A Linda le resultabdifícil fingir interés. Su hermanastr

    Carol, por el contrario, se esforzabpacientemente por escuchar sonriendoanimosa, la enésima explicación de sprometido y por comentarlacomplacida.

    Linda y Carol se alegraban de que s

    celebrara la regata, de las canoapintadas de colores, de la vida social del picnic en la orilla del río. TodChristchurch y sus alrededores s

    reunirían junto al Avon, las carreraconstituían el merecido cambio despuédel trabajo agotador de primavera en lagranjas de ovejas. El repetitivo discurs

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    de Oliver acerca de la técnica de remoacerca de Joe Fitzpatrick, sextraordinario compañero en los doble

    , sobre todo, el interminable análisis dsus propias posibilidades de victoriacansaban al más paciente auditorio. ACarol solo la consolaba el hecho de qusu prometido exhibía en su compromiscon el deporte perseverancia, empeño ambición, cualidades de las que carecí

    en el trabajo en la granja de ovejas de sfamilia. Al menos de eso se quejaba ecapitán Butler, su padre. La madre dOliver encontraba lógico que su hijo s

    actase de ser caballero y no granjero.

     ‒El arte reside en no remaexactamente al mismo tiempo

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    proseguía Oliver‒. El jefe tira un pocantes que el segundo. De ese modo sdisminuye el tambaleo que se produc

    cuando...

    Mientras Linda reprimía un bostezoCarol asentía diligente e intentab

    concentrarse más en la agradable modulada voz de tenor de Oliver que esus palabras. Amaba la voz del joven

    así como su esbelta figura, su cabellnegro y rizado, su rostro de rasgoaristocráticos y sus expresivos ojocastaños bajo unas espesas pestañas. E

    ese momento brillaban de emoción, pera Carol también le gustaban cuando soscurecían dulcemente o se abstraían ealguna ensoñación, lo que ocurría co

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    más frecuencia. En tales ocasionesLinda solía decir irrespetuosamente quOliver estaba medio dormido o apático.

    En su aspecto, el prometido de Carose parecía mucho a su madre, unbelleza fuera de lo común procedente d

    os mejores círculos de la sociedanglesa. Los padres de Carol y Lind

    siempre se preguntaban con desdén

    cómo el tosco capitán Butler habíconseguido convencer a la mimada ladDeborah para que emigrara a su granjde ovejas recién fundada en Nuev

    Zelanda. Era posible que DeboraButler simplemente se hubiermaginado de otro modo muy distinto s

    vida como «baronesa de la lana» en la

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    vastas llanuras de Canterbury salpicadade granjas dispersas. En cuanto a la viden el campo, debía de haber pensad

    más en cacerías, comidas campestres fiestas en jardines que en dar de comer pastores, controlar el esquileo de laovejas y recibir las visitas más bieescasas de sus alejados vecinos.

    En Nueva Zelanda había poca

    nvitaciones para tomar el té, la gentsimplemente solía servir café en lacocinas comedor. Las conversacionegiraban menos en torno al cuidado de la

    rosas que acerca del adiestramiento dperros y cruces entre ovejas merino romney. Sobre estos temas discutíaambién en ese momento el marido d

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    Deborah y Catherine Rat, la madre dLinda. Catherine, a quien para espantde Deborah todo el mundo llamaba Cat

    se había dirigido enseguida al cobertizde esquileo, tras saludar a la señora da casa y dejar a Linda bajo su custodia

    Había rechazado amablemente pero coresolución la invitación a tomar el té.

     ‒A lo mejor luego tomo una taza

    antes de marcharnos. Pero ahora eurgente que hable con su marido, señorButler. A causa de ese joven carnero. Yuego tenemos que marcharnos. Georgi

    nos llevará. No contamos con muchiempo.

    El barquero proveía de mercancías

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    as granjas junto al río Waimakariri repartía también el correo. Esa mañanhabía llevado a Cat y a las dos chicas

    casa de los Butler; era la únicposibilidad de recorrer el trecho entrRata Station y Butler Station en un díaEl trayecto a caballo duraba al menodos días, pese a que el camino que sextendía a lo largo del río estaba yaplanado y pavimentado. Unía Rat

    Station con las granjas de los hermanoRedwood y los Butler, así como con donuevas colonias fundadas más al norteEn general, a Cat no la molestaba esta

    dos días de viaje y pernoctar edistintos lugares. Aprovechaba loportunidad para charlar. Pero en lactualidad, estaban en pleno esquileo

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    Las últimas ovejas madre parían y en lagranjas tanto hombres como mujereenían mucho que hacer. Únicament

    Deborah Butler, a quien nunca se lhabría ocurrido acercarse a una ovejaenía tiempo en octubre para organiza

    una relajada tea party   en su cuidadoardín.

    Linda se preguntaba qué pensaría e

    capitán Butler de esa vida parasitariaEl viejo lobo de mar, que antes dnvertir su dinero en la cría de ovejas s

    había enriquecido siendo capitán de u

    ballenero, todavía parecía, tras veintaños de matrimonio, locamentenamorado de su hermosísima esposaTodo en Butler Station daba testimoni

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    de tal delirio de amor. La casa señoriano estaba amueblada de forma modesta práctica como las casas de Rat

    Redwood Station, sino que parecía mábien un castillo. Para el cuidado de loardines se había recurrid

    expresamente a un especialista inglés en los establos se guardaban sensiblepurasangres en lugar de caballos márobustos y pequeños ejemplares de raza

    cruzadas. Era evidente que el capitáButler trataba a su esposa como uncriatura de lujo similar a sus caballospero no así a su hijo. Si fuera por s

    padre, Oliver estaría trabajando en locobertizos de esquileo en lugar de estasentado tomando el té con su prometidahablando sin parar de regatas.

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     ‒¡Y ahora deja de aburrir a laseñoritas, Oliver!

    Deborah Butler apareció por erecortado césped seguida de una jovemaorí con uniforme de sirvienta inglesque llevaba en una bandeja el servici

    de té y unas pastas. La señora Butlevestía un elegante vestido de tarde azuclaro con un cuerpo ceñido, chaquetit

    bolero y crinolina. Un encaje de colocrema adornaba el borde de la falda, eescote, las mangas y la chaquetaDeborah se había peinado el espes

    cabello oscuro hacia atrás, apartado derostro y sujetado con una redecilla dcolor crema. Como siempre, su aspectcorrespondía al de una perfecta lady

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    Tanto Linda como Carol siempre ssentían mal con sus sencillas faldas blusas en presencia de Deborah. Y es

    que Carol se había esforzado poarreglarse. Su blusa blanca de muselinestaba adornada con los bramantes azuoscuro de rigor. Había renunciado a lcapa a juego pues al sol ya hacía ucalor primaveral. Se había recogido ecabello rubio y brillante en u

    complicado peinado, Linda la habíayudado a trenzarlo y a anudarle unacintas azul oscuro que conjugaban con lblusa y la falda. De hecho, el resultad

    podría haber satisfecho a Deborah, perodespués de horas de viaje en barco aaire libre, algunos mechones se lhabían soltado. Los rizos revoloteaba

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    por consiguiente alrededor del hermosrostro de Carol. Oliver la encontrabarrebatadora, mientras que su madre l

    contemplaba con desaprobación.

    La severa mirada de Deborah Butleera inmisericorde al juzgar el aspecto d

    Linda. Después de aconsejar y ayudar una nerviosa Carol a elegir la ropa y epeinado, no le había quedado tiemp

    para embellecerse a sí misma. Lindlevaba una blusa azul y una falda gris, se había recogido el cabellsimplemente en la nuca. Esto habí

    ofrecido al viento más posibilidades dataque que las trenzas de Carol. Tambiéalrededor del rostro de Lindrevoloteaban unos mechones rubios.

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    Ambas jóvenes pasaban sin esfuerzpor mellizas, las dos cumpliríadieciocho años en mayo y tenían grande

    ojos azules, los de Carol algo máoscuros y expresivos, los de Linda de uazul más claro y más dulces. Estaban upoco demasiado juntos y, al igual quos labios carnosos, eran herencia de s

    padre común, Ottfried Brandman. Lmayoría de los hombres no podí

    apartar los ojos de los sensuales labiode Carol y Linda. El rostro de Carol ermás delgado y el de Linda más bieoval. Pero uno percibía todo eso cuand

    miraba con atención. A primera vistapesaba más la impresión de que las dohermanas se parecían muchísimo.

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     ‒¿Qué tal le va con sus trabajomanuales, miss Carol? ‒preguntcortésmente Deborah Butler, mientra

    servía el té a las dos jóvenes. Siguienda costumbre inglesa, ella misma s

    encargaba de hacerlo personalmente. Lchica maorí no tenía otra tarea que la dquedarse de pie a cierta distancia esperar nuevas órdenes‒. ¿Se las apañbien con el dibujo?

    Carol asintió inquieta. Su futursuegra la había introducido unasemanas antes en el arte del  petit poin

    El ribete en que estaba trabajandadornaría más tarde su traje de noviaPero por desgracia, Carol no mostrabni talento ni disposición para las labore

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    de primor y por mucho que se cepillaras manos, si había manipulado todo e

    día riendas de caballos y correas d

    perros, si había tocado lana de oveja almohazado caballos, por las más finaestrías de sus dedos y bajo las uñaodavía quedaba suciedad que teñía d

    gris el ribete en lugar de hacerlresplandecer con distintos matices colocrema.

    Por fortuna, Linda siempre layudaba. Era un poco más casera que shermanastra y, sobre todo, mucho má

    paciente... cuando no se trataba de estaescuchando discursos interminablesobre regatas.

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     ‒Por desgracia tengo muy pociempo para bordar ‒respondió co

    franqueza Carol‒. Colaboro en lo

    rabajos de la granja y por la nochestoy cansada. Además, es mejor la ludiurna para esta labor tan refinada.

    Deborah Butler hizo una mueca.

     ‒Sin duda que sí ‒convinamablemente‒. Aunque no entiendo poqué una señorita tiene que andaajetreada ocupándose de ovejas y perropastores. Quiero decir que... No teng

    nada en contra de que monte usted upoco a caballo, de que tenga un perrito.Por Dios, yo tenía un gatito cuando erpequeña, eso puede ser monísimo. Per

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    mi marido me ha contado que ha ganadusted el concurso de perros pastores dChristchurch...

    Al hacer esta observación, Deboraadoptó de nuevo un gesto ddesaprobación, mientras Carol asentí

    resplandeciente y buscaba a su collicon la mirada. Estaba orgullosa de lperra tricolor  Fancy, un animal de pur

    raza criado por los Warden de KiwarStation. Chris Fenroy solía afirmar quancy  había costado una fortuna, pero

    que valía cada uno de los céntimos qu

    se había gastado en ella y que en lopróximos años se convertiría en lmadre de toda una camada propia dRata Station.

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     ‒Cuando viva aquí con nosotroendrá más tranquilidad para dedicarse areas femeninas ‒prosiguió Debora

    Butler, antes de que Carol llegara contestar‒. En ningún caso permitiré qumi marido involucre en las tareas de lgranja a la esposa de Oliver. Commiembro de la familia Butler tiene ustedeberes de representación. Me refiero que... no se habla porque sí de lo

    barones de la lana.Linda y Carol intercambiaron un

    mirada furtiva y casi se habrían echad

    a reír. Los deberes de representación duna baronesa de la lana en las llanurade Canterbury se reducían a acompañaa su marido una vez al año a la reunió

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    de los criadores de ovejas que scelebraba en Christchurch. Allí sencargaba de que este no s

    emborrachara hasta perder el sentido ea cena del White Hart Hotel. L

    anterior existencia de muchos baronede la lana, como cazadores de ballenas de focas, era poco representativa, y nera del agrado de las damas quempezaran a rememorar, ya borrachos

    sus experiencias durante la solemncena de clausura de la reunión dcriadores.

     ‒Me gusta trabajar con los perros defendió Carol la forma de vida quhabía llevado hasta entonces. No siguiópues en ese momento Cat Rat apareci

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    en el jardín.

     ‒¿Podría tomar una taza de té rápid

    ahora, señora Butler? ‒preguntsonriendo y deslizando la mirada por lextensión de césped.

    En ese lugar se habían convertido casdos hectáreas del pastizal original en uardín y, excluyendo un haya del sur qu

    Deborah Butler toleraba por la sombrque proyectaba, no había ni una solplanta autóctona de Nueva ZelandaDeborah y sus jardineros habían puest

    oda su energía en eliminar hasta loubicuos matorrales de rata, que no soldaban el nombre a la granja de Cat, sinhasta al apellido de la mujer. Cat habí

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    crecido sin familia; Suzanne, su madrbiológica, era una prostituta adicta aalcohol que se vendía en una estació

    ballenera y que ni siquiera recordabsus apellidos. Tampoco habíconsiderado importante dar un nombrde pila a su hija. Ala niña la llamabasimplemente Kitten, «gatita».

    Ya hacía tiempo que Cat lo habí

    superado. Había huido a los trece añode la estación ballenera y luego habívivido unos años con una tribu maordonde había recibido el nombre de Pot

    «gata». La esposa del jefe tribal sanadora, Te Ronga, que más tardmoriría en el incidente de Wairau, lhabía adoptado. Cat la consideraba s

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    auténtica madre.

     ‒Qué jardín más bonito ‒observ

    cortésmente‒. Aunque algo... raro. Soasí en Inglaterra, ¿verdad?

    Deborah contestó afirmativamente

    mirando a Cat de forma tan crítica comesta antes había contemplado el jardínSi no hubiera sido tan educada, habríelegido las mismas palabras pardescribirla: muy bonita, pero raraCatherine Rat era una mujer que atraía latención, aunque no hacía nada po

    mejorar su aspecto. Al contrario, segúa escala de valores de Deborah ibvestida de forma sumamente desaliñadaCat llevaba un vestido marrón de cotó

  • 8/18/2019 El Rumor de La Caracola - Lark, Sarah

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    de corte muy sencillo y totalmentnapropiado para un civilizado té de larde. Debajo no llevaba crinolina

    Deborah temía que posiblemente nuviera ninguna.

    Claro que una crinolina habría sid

    muy poco práctica para trabajar en lgranja y, precisamente ese día, parviajar en el bote, y Deborah casi habrí

    podido