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Actas XV Congreso AIH (Vol. III). M. ESTELA HARRETCHE. El sujeto dislocado desde el exilio - EL SUJETO DISLOCADO DESDE EL EXILIO El concepto de exilio, al igual que el de escritura, está relacionado con las figuras de separación, ausencia y memoria 1 En la escritura, el signo textual se refiere siempre a otro signo en un proceso sinfín en el que el significado nunca puede terminar de estar del todo presente. El signo textual, siempre fuera de sí, en constante exilio, sufre la misma disloca- ción que experimenta el sujeto desterrado. De este estar dislocado (o fuera de lugar) es de lo que trata mi trabajo. Antes que nada importa señalar que la poesía de exilio que elijo es poesía española (escrita por españoles en lengua española). Aunque hecha en el "exterior", abarca la mayor parte de la producción de los poetas. Y en el caso de los dos que ahora me ocupan, Juan Ramón Jiménez y Luis Cernuda, es ésta clara continuidad de la ya iniciada en España antes de la guerra y de la escrita a partir de la partida de ambos, definitiva. Ambos creen en la Obra total y a ello se abocan, ambos también lo hacen con entrega religiosa y de por vida. Los escritores del exilio español tienen más de un elemento en común (para empezar, son -de manera homogénea- antifranquistas) pero hay en su producción importantes divergencias (sendas diversas que unos y otros tornan ante un mismo vacío y una misma herida). De esas divergencias es de lo que quisiera hoy hablar, de las distintas respuestas artísticas de seres Uiménez, Cernuda) que han vivido una misma coyuntura histórica, política y cultural, pero que se construyen en la palabra poética de manera distinta, a veces hasta opuesta. Vayamos ahora a la reconstrucción de los hechos: Hacia los años 20 es ya Juan Ramón Jiménez un poeta nuevo y distinto. El Diario de 1916 es un libro de renovación total, posible -dirá después él mismo- gracias al amor y al mar. Los jóvenes del 27 son entonces mucho más jóvenes y menos poetas.Juan Ramón dirige casi todo lo que sucede en materia de revistas literarias de la época, en donde dará a conocer los primeros poemas de cada uno de ellos. Y en esta empresa se encuentra por aquellos años, él, mágico nombrador, fuente inagotable de proyectos e ideas. Como confesará años más tarde Rafael Alberti en sus memorias: "Por aquellos apasionados 1 MICHAEL UGARTE, "Luis Cernuda and the poetics of exile", Modern Language Notes, 1O1 (1986), pp. 325-341. 1 -t .. Centro Virtual Cervantes

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Actas XV Congreso AIH (Vol. III). M. ESTELA HARRETCHE. El sujeto dislocado desde el exilio-

EL SUJETO DISLOCADO DESDE EL EXILIO

El concepto de exilio, al igual que el de escritura, está relacionado con las figuras de separación, ausencia y memoria1

• En la escritura, el signo textual se refiere siempre a otro signo en un proceso sinfín en el que el significado nunca puede terminar de estar del todo presente. El signo textual, siempre fuera de sí, en constante exilio, sufre la misma disloca-ción que experimenta el sujeto desterrado. De este estar dislocado (o fuera de lugar) es de lo que trata mi trabajo.

Antes que nada importa señalar que la poesía de exilio que elijo es poesía española (escrita por españoles en lengua española). Aunque hecha en el "exterior", abarca la mayor parte de la producción de los poetas. Y en el caso de los dos que ahora me ocupan, Juan Ramón Jiménez y Luis Cernuda, es ésta clara continuidad de la ya iniciada en España antes de la guerra y de la escrita a partir de la partida de ambos, definitiva. Ambos creen en la Obra total y a ello se abocan, ambos también lo hacen con entrega religiosa y de por vida.

Los escritores del exilio español tienen más de un elemento en común (para empezar, son -de manera homogénea- antifranquistas) pero hay en su producción importantes divergencias (sendas diversas que unos y otros tornan ante un mismo vacío y una misma herida). De esas divergencias es de lo que quisiera hoy hablar, de las distintas respuestas artísticas de seres Uiménez, Cernuda) que han vivido una misma coyuntura histórica, política y cultural, pero que se construyen en la palabra poética de manera distinta, a veces hasta opuesta.

Vayamos ahora a la reconstrucción de los hechos: Hacia los años 20 es ya Juan Ramón Jiménez un poeta nuevo y

distinto. El Diario de 1916 es un libro de renovación total, posible -dirá después él mismo- gracias al amor y al mar. Los jóvenes del 27 son entonces mucho más jóvenes y menos poetas.Juan Ramón dirige casi todo lo que sucede en materia de revistas literarias de la época, en donde dará a conocer los primeros poemas de cada uno de ellos.

Y en esta empresa se encuentra por aquellos años, él, mágico nombrador, fuente inagotable de proyectos e ideas. Como confesará años más tarde Rafael Alberti en sus memorias: "Por aquellos apasionados

1 MICHAEL UGARTE, "Luis Cernuda and the poetics of exile", Modern Language Notes, 1O1 (1986), pp. 325-341.

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años madrileños, Juan Ramónjiménez era para nosotros el hombre que había elevado a religión la poesía, viviendo exclusivamente por y para ella"2

La Guerra Civil supondrá el exilio, y el nuevo proyecto en el destierro consistirá en tratar de recuperar (restaurar), reescribiendo, lo que ha quedado en Madrid. La memoria de la palabra (el mejor eco de sí} resuena hasta tener vida propia en el papel. Pero es una vida distinta, la del destierro físico y cultural, la del diálogo en soledad consigo mismo y con los "textos" de los demás.

En reiteradas oportunidades la crítica ha señalado la clara relación de este poeta precursor con los que van a formar la llamada Generación del 27, y entre ellos, en especial, con Cernuda. Ciertos críticos (R. Gullón, A. Sánchez Romeralo, Derek Harris, Philip Silver, Michael Ugarte3

) han hecho posible el ordenamiento de la obra de estos poetas con el fin de facilitar su estudio; otros (Cano Ballesta, Debicki, Rodríguez Padrón4

)

han estudiado el alcance de estas relaciones, presentando evidencias del diálogo entre los poetas y de la evolución de dicho diálogo, en su mayor o menor complejidad. Sin embargo, creo necesario profundizar en el análisis intertextual detallado entre la obra de uno y otro poeta, establecer los puentes gracias a los cuales las palabras han viajado entre los textos, recrear el itinerario de ese viaje y el punto de intersección en que éstas han coincidido o cambiado de dirección.

Se hace preciso ahora ir a textos concretos en los que se pueda establecer esta intertextualidad. Las conexiones que planteo en este trabajo entre Cernuda y Juan Ramónjiménez son significativas sólo de momentos puntuales en la evolución de la poesía de ambos escritores. Los textos a los que me interesa acercarme en este trabajo tienen el común denominador del destierro: 1) los de Cernuda, de Las nubes ( 1937-1940), Como quien espera el alba (1941-1944), Vivir sin estar viviendo (1944-1949), y de Con las horas contadas ( 1950-1956); 2) y los de Jiménez, de En el otro costado {1936-1942) y "Espacio", texto que comenzó a gestarse en 1941, pero cuya elaboración duró hasta ya entrada la década de los años cincuenta. Uno de los últimos trabajos del autor.

2 RAFAEL ALBERT!, La arbo!Rda perdida, Seix-Barral, Barcelona, 1987, l. 3 Pueden verse de este autor, además de su artículo ya citado: Shifting ground:

Spanish Civil War exile literature, Duke University Press, Durham-London, 1989, y "Luis Cernuda and the poetics of exile", enjOHN GLAD (ed.), Literature in exile, Duke University Press, Durham-London, 1990.

4 Por ejemplo, su artículo "Juan Ramónjiménez-Luis Cernuda: Un diálogo crítico'', Cuadernos Hispanoamericanos, 1981, núm. 373, pp. 886-925.

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Materia de este trabajo es, por una parte, a) analizar el comporta-miento del sujeto, a la luz de coordenadas presentes en la poesía de los dos poetas (tierra/ destierro; realidad/ deseo; memoria/ olvido); y, por otra, b) evaluar el sentido último de dicha interacción: hasta dónde ambos escritores, ya lejos de su mundo (de su lengua y de su tierra) encuentran, a través de su poesía, una forma de regreso, y en ella, de trascendencia.

Analizaremos primero los textos de Luis Cernuda a la luz de la dicotomía tierra/ destierro.

EL SUJETO ENTRE LA TIERRA/EL DESTIERRO En el caso de Luis Cernuda, el exilio físico se produce en febrero de 1938, dos años más tarde que el de Juan Ramón. En Ocnos quedan recogidas sus impresiones al dejar, para siempre, España:

Atrás quedaba tu tierra sangrante y en ruinas. La última estación al otro lado de la frontera, donde te separaste de ella, era sólo un esqueleto de metal retorcido, sin cristal.es, sin muros -un esqueleto desenterrado al que la luz postrera del día abandonaba. ¿Qué puede el hombre contra la locura de todo? Y sin volver los ojos ni presentir el futuro, saliste al mundo extraño desde tu tierra en secreto ya extraña.

Prestemos atención a la condición de "ya extraña" con la que califica a su "tierra". Volveremos a esta idea.

En el poema "Elegía Española [II]" del libro Las nubes, finalizado en Glasgow en 1940, el sujeto, ya en el destierro, le habla a un tú ("mi tierra") desde una primera conciencia de distancia:

Ya la distancia entre los dos abierta Se lleva el sufrimiento, como nube Rota en lluvia olvidada ...

(p. 270).

Vemos a un sujeto en despegue, alejándose y, en medio, entre él y su tierra ("pasión única mía") sólo una "nube rota", grieta por donde se escapa el sufrimiento como "lluvia olvidada".

En "Gaviotas en los parques" (del mismo libro), el sujeto se encuentra suspendido entre dos tensiones (de un lado, la "ciudad levítica" del destierro; del otro, "las gaviotas", gemelas de su alma, sin poder regresar a su tierra):

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Lejos quedó su nido de los mares, mecido por tormentas De invierno, en calma luminosa los veranos. Ahora su queja va, como el grito de almas en destierro. Quien con alas las hizo, el espacio les niega

(p. 310).

Sujeto equidistante entre dos nadas: la de ese nuevo mundo (el del destierro) y la de su espacio anterior (el de su tierra), al que no pueden volver, ni las gaviotas ni él, donde queda, a lo lejos, su solo mundo junto a un " nido" para siempre vacío. El verso final subraya la ironía de haber sido dotadas de "alas" quienes no pueden levantar vuelo para regresar.

El camino del sujeto poético es inversamente proporcional a la distancia recorrida: cuanto más lejos (cuanto más extranjero), más se ensimisma. En "Monólogo de la estatua", el yo se asimila a la blanca estatua de piedra:

Uno a uno los siglos morosos del destierro Pasaron sobre mí. Soy la piedra divina Que un desastre arrojara desde el templo al abismo

(p. 279).

Desde el fondo de ese abismo, para siempre lejos, petrificado, nos dice:

Lleno estoy de recuerdos. Su tormento me abre Como llaga incurable el hueco de la gloria

Y más adelante:

Pasan mientras las olas con revuelta marea A juntar con sus aguas las aguas del olvido Y recubren mi cuerpo, blanco como las nubes Del limo que corroe los mármoles sagrados

(p. 280).

El sujeto escindido de los anteriores poemas, se resuelve ahora en total ostracismo. Todo queda resumido y circunscrito en un vacío que va desintegrando al yo ("Pasan... las olas [y] recubren mi cuerpo, blanco como las nubes/ del limo que corroe los mármoles sagrados"). Las imágenes confirman la imposibilidad de salida: "abismo'', "llaga incurable", "hueco de gloria", "olvido".

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EL SUJETO ENTRE LA REALIDAD/EL DESEO En Como quien espera el alba, escrito entre 1941 y 1944 (entre Oxford, Glasgow y Cambridge), a la melancolía y nostalgia de España, le sucede el deseo de recuperar ese mundo perdido (el hogar, los amigos, los paisajes, la casa) a través de la palabra escrita. La poesía es lo único que queda (arma y refugio). En' el poema "A un poeta futuro", el sujeto poético va a ser expresión de deseo en carne viva:

Sólo quiero mi brazo sobre otro brazo amigo, Que otros ojos compartan lo que miran los míos. Aunque tú no sabrás con cuánto amor hoy busco Por ese abismo blanco del tiempo venidero La sombra de tu alma, para aprender de ella A ordenar mi pasión según nueva medida.

Yo no podré decirte cuánto llevo luchando Para que mi palabra no se muera Silenciosa conmigo, y vaya como un eco A ti, como tormenta que ha pasado Y un son vago recuerda por el aire tranquilo.

(p. 341).

Deseo puro que se esfuerza por alcanzar a un tú íntimo pero futuro (hoy inexistente). No a cualquier hombre: sino a un poeta futuro.

EL SUJETO ENTRE LA MEMORIA/EL OLVIDO Cernuda escribe Vivir sin estar viviendo entre 1944 y 1949 (libro comenzado antes de dejar Cambridge y que continuó en Londres, y, a partir de 1947, en su nuevo puesto en Mount Holyoke, Massachusetts). Al llegar a Estados Unidos (según declaración suya), se consuma la separación espiritual entre España y el poeta5

• Luego sabremos que se trata de una distancia interior que el poeta se obliga a tener con aquello que no causa más que dolor: el recuerdo incesante de lo inalcanzable. La producción posterior en México es testimonio de hasta qué punto esa aparente

5 Véase SEBASTIAN FABER, "'El norte nos devora': La construcción de un espacio hispánico en el exilio anglosajón de Luis Cernuda", Hispania, 83 (2000), núm. 4, pp. 733-745.

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separación espiritual no es más que una de las tantas formas que, en Cernuda, tiene el destierro6

En "El éxtasis'', el yo y el tú (de su niñez) quedan fusionados. Son uno. No hay distancia ya, ni nostalgia, ni sufrimiento.

Tras el dolor, La angustia, el miedo, Como niño al umbral de estancia oscura, Será el ceder de la conciencia; Mas luego recobrada, la luz nueva Veré, y tú en ella erguido.

E iremos por el prado a las aguas, donde olvido, Sin gesto el gozo, muda la palabra, Vendrá desde tu labio hasta mi labio, Fundirá en una sombra nuestras sombras.

El olvido conlleva una promesa de "éxtasis" que se produce cuando se logra esa fusión completa (del yo/con el otro; del presente/con el pasado). Esa promesa de "éxtasis" liberador no se cumple. Si el yo es el otro (el niño que ha cruzado el umbral definitivo del olvido), y el presente, el pasado (desde donde vendrá esa palabra muda, desde tu labio hasta mi labio), el universo se cierra, definitivo. Y a la pérdida, le corresponde una forma de alivio. Ya no hay ambivalencias. Hay ansia y miedo del olvido, a la vez. Ansia, porque significa el fin del deseo, y con él, el fin del sufrimien-to. Miedo, porque el olvido es el fin de todo, una forma de muerte.

En el caso de Juan Ramónjiménez, la Guerra Civil supondrá el exilio. Tener que irse sin nada. Dejar atrás proyectos, papeles, la Obra de toda una vida. Los primeros versos que escribe al dejar España hablarán de otro mar, el Atlántico, al cual Juan Ramón se había enfrentado ya veinte años antes, aunque en circunstancias muy diferentes. El mar que aparece En el otro costado (1936-1942) es, en principio, un "mar de subibaja, sin nombre ni sentido":

Ola sin nada más Un mar que queda fuera, cuyo color, silbar, olor, nada me dicen; un mar al que le busco inútilmente el corazón ... no abismo de consuelo,

6 Sigo en este trabajo la ed. de LUIS CERNUDA, La realidad y el deseo, Siruela, Madrid, 1999.

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sí sombra desasida, suelta ola; sombra que no se une, ola sin nada más.

El sujeto ha perdido su centro al perder su tierra. Y así, el mar resulta algo ajeno, inexplicable, tan sin raíces como el propio sujeto que lo observa, y que se pregunta:

Mar sin mar Este mar que me trae y que me lleva (azul y alto, morado, dulce y oro, liso o tremendo, verde) a ciudades sin fe, de tierras hueras, ¿es agua, puede ser sólo agua?7

Juan Ramón decide que la única manera de recuperarse es aprendiendo a ser él mismo en sí mismo, como el mar:

El nuevo mar Pero a mí no me importa que no escuches. Yo sé que tú eres tú, y que yo podría ser como tú, y eso me basta ... Tú, mar desnudo, vives, mar, en el centro de la vida (Leyenda, p. 584 ).

A diferencia de éste, Cernuda se centrará en sí mismo, pero ahogando la pena en un olvido que quisiera ser definitivo.

Y ahora, vayamos a Espacio8•

La vida es este unirse (A) y separarse (B), rápidos (C) de ojos, manos, bocas, brazos, piernas, cada uno en busca de aquello que lo atrae o lo repele (Espacio, p. 49).

Asistimos a un juego de contrarios que no se resuelve. Pero esa incompa-tibilidad que no puede ser conciliada, es la que crea un tercer plano (C) (desplazado de sentido), como una realidad alterna. Ya que no podemos terminar de unirnos ni separarnos, seguimos, seguiremos indefinidamente en esa búsqueda de aquello que nos atrae y nos repele. Y seremos sólo eso: planos desencontrados, disonantes, caos: rápidos de ojos, manos, bocas, brazos, piernas.

Al final del Fragmento Tercero de Espacio, la imagen del vacío aparece en su más profunda dimensión existencialista:

7 Leyenda, ed. Antonio Sánchez Romeralo, Cupsa, Madrid, 1978, p. 582. 8 Sigo la ed. de JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, Espacio, ed. Aurora de Albornoz,

Editora Nacional, Madrid, 1982.

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Un cáncer, ya un cangrejo y solo, quedó en el centro gris del arenal, más erguido que todos ... clavando su vibrante enemistad en mí. Bajé lento hasta él, y con el lápiz de mi poesía y de mi crítica, sacado del bolsillo, le incité a que luchara ... ¡pobre héroe! Fui malo? Lo aplasté con el injusto pie calzado, sólo por ver qué era. Era cáscara vana, un nombre nada más, cangrejo; y ni un adarme, ni un adarme de entraña; un hueco igual que cualquier otro hueco; un hueco hueco ... Parecía que el hueco revelado por mí y puesto en evidencia para todos, se hubiera hecho silencio, o el silencio, hueco ... Yo sufría que el cáncer era yo, y yo un gigante que no era sólo yo y que me habla a mí pisado y aplastado. ¡Qué inmensamente hueco me sentía, qué monstruo de oquedad erguida, en aquel solear empederniente del mediodía de las playas desertadas! (Espacio, pp. 55-56).

El héroe (cangrejo y sujeto poético a la vez) es sólo eso= hueco (sobre el suelo/bajo el cielo) -hueco poblado de silencio, que se llena de mar. El sentimiento es de rabia, y de la futilidad de esa rabia. El poeta se ríe de sí mismo (él, ese dios que intenta borrar el espacio y el tiempo) y desaparece en las profundidades de la oquedad. Espacio no es (como los otros textos) un viaje a New York, la Florida ni Moguer, sino a todas esas partes que se transforman en un mismo lugar. El mar no es ya el primero del Diario, no está haciéndose, sino hecho, es definitivo, y no permite el regreso. Viaje a lo esencial (conciencia), y a lo imposible (destierro/hueco/nada). En Juan Ramón queda la cáscara vana (después de haber aplastado al cangrejo), destruida pero todavía allí, presente como su dolor.

Ante la imposibilidad de regreso, Juan Ramón apela a un diálogo (textual), diálogo puente que lo devuelva a su pequeño mundo. Él, en Puerto Rico, lector -y ya no leído-, va a mirar la poesía de sus discípulos para recuperar esa palabra viajera que se resiste a dialogar. Luis Cernuda, ensimismado, cede al ostracismo y consecuente olvido (la mejor arma de defensa contra el sufrimiento). En él la desesperación no se hace expresa, porque el olvido es la negación de todo, hasta del dolor y la impotencia. De regreso del entierro de Cernuda escribe Max Aub: "Hace mucho que no quería saber nada de España: nada le dolía tanto. Amaba apasionadamente lo que odiaba; su soledad primero".

Al comienzo de nuestro trabajo hablábamos del signo textual (la palabra poética) en carrera siempre desesperada por poder expresarse. En la poesía de Jiménez, como en la de Cernuda, la palabra "España" no es más que un eco de la España "real", evocada después de todo en la

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memoria ~orno mero recuerdo para poder luego ser nombrada. "España" vive en el texto. Y aún más, vive en ese proceso inacabable de vida en quien lee esta palabra en un poema y la incorpora en la escritura de otro texto, propio y nuevo. Lectura y escritura legitiman así la pervivencia de un "lugar". Y el sujeto, aunque dislocado, puede, por fin, respirar el fresco aire de su tierra en el texto por él creado. Por eso el poeta crea y por eso reescribe.

Como lectores y al leer la poesía de estos poetas -reviviendo así el proceso por ellos iniciado-, tal vez podamos por fin ayudarlos a encontrar en sus textos el tan ansiado camino de regreso.

MARÍA ESTELA HARRETCHE Smith College

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