el teniente de navio hornblower - c s forester

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  • 7/25/2019 El Teniente de Navio Hornblower - C S Forester

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    En esta segunda entrega de la serie dedicada a Horatio Hornblower, el

    protagonista deja atrs su etapa de guardiamarina e inicia su autntica

    carrera militar. Los avatares de la guerra entre franceses y espaoles le

    llevarn a asumir la responsabilidad del cargo de teniente de navo. El

    valiente Hornblower est superando apenas la adolescencia y conserva

    todava buenas dosis de ingenuidad, pero va a tener que dirigir ya sus

    primeras operaciones militares, en las que demostrar que es capaz de

    mantener la cabeza fra en los momentos decisivos. Su innato talento militar

    le permitir triunfar all donde otros marinos ms experimentados fracasaron;

    su sagacidad en el juego de naipes le convertir en un rival temible; su

    ingenio despierto le permitir iniciar negociaciones con oficiales muy duros y

    curtidos en alta mar

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    C. S. Forester

    El teniente de navo Hornblower

    Hornblower - 02

    ePub r1.0

    Ronstad 20.06.14

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    Ttulo original:Lieutenant HornblowerC. S. Forester, 1952Traduccin: Aleida Lama Montes de Oca

    Editor digital: RonstadePub base r1.1

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    CAPTULO1

    El teniente William Bush subi a bordo delRenown, que estaba amarrado enel puerto Hamoaze, y se present al oficial de guardia, un hombre alto,

    extremadamente delgado y de mejillas hundidas que tena una expresin melanclicay llevaba un uniforme que pareca haber estado guardado una buena temporada y nohaber sido arreglado a su medida despus de todo ese tiempo.

    Me alegro de tenerle a bordo, seor dijo el oficial de guardia. Mi apellidoes Hornblower. El capitn est en tierra y el primer oficial y el contramaestre sefueron a la proa hace diez minutos.

    Gracias dijo Bush.Entonces mir con atencin a los hombres que estaban a su alrededor haciendo

    infinidad de tareas y preparando el barco para navegar durante un largo perodo enaguas lejanas.

    Eh, ustedes, los que mueven los motores! grit Hornblower mirando porencima del hombro de Bush. Cuidado con el estay! Despacio! Despacio!Amarrar! Seor Hobbs, vaya a ver lo que hacen sus hombres all!

    Entonces se oy una voz responder en tono malhumorado:

    S, seor.Seor Hobbs, venga aqu inmediatamente!Un hombre barrign con una larga coleta gris corri a la popa y se detuvo junto al

    portaln, donde se encontraban Hornblower y el seor Bush. Entonces mir aHornblower; el sol ilumin la incipiente barba gris que cubra los pliegues de supapada y le hizo parpadear.

    Seor Hobbs, esa plvora tiene que estar a bordo antes de que anochezca, yusted lo sabe dijo Hornblower despacio, pero en un tono enftico que sorprendi a

    Bush. No use ese tono malhumorado cuando responda a una orden. La prxima vezconteste en un tono ms amable. Cmo puede conseguir que sus hombres trabajen siest usted malhumorado? Vyase a la proa y ocpese de que terminen el trabajo.

    Hornblower dijo esto con el cuerpo y la barbilla un poco echados hacia delante ycon las manos cogidas tras la espalda, como si tratara de hacer contrapeso a labarbilla, y su postura se poda considerar natural en comparacin con el tono furiosoque haba usado, aunque haba hablado en voz tan baja que slo ellos tres pudieronor lo que deca.

    S, seor dijo Hobbs y se volvi para regresar a la proa.Bush estaba pensando que Hornblower era un hombre feroz cuando su mirada secruz con la melanclica mirada de l y, con asombro, advirti un brillo de alegra en

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    el fondo de sus ojos. Entonces comprendi que el joven teniente no era feroz y quehaba fingido que hablaba furioso del mismo modo que si estuviera ejercitndose enel uso de una lengua extranjera.

    Si los tripulantes estn malhumorados, no se puede lograr que hagan nada dijo Hornblower. Y Hobbs es el peor de todos. Ocupa el cargo de condestable

    temporalmente, pero no es un buen profesional y es perezoso.Comprendo dijo Bush.Bush desconfi del joven teniente al percibir sus dotes de actor, pues pens que

    un hombre que poda fingir que estaba furioso y mostrarse despus tranquilo contanta facilidad no era de fiar. Pero, como una inevitable reaccin al brillo que habaen los negros ojos de Hornblower, apareci en los azules ojos de Bush un brillosimilar, y el teniente sinti simpata hacia Hornblower; sin embargo, como eracauteloso por naturaleza, ocult enseguida este sentimiento, y pens que tendra

    mucho tiempo para juzgarle con ms detenimiento porque ambos deban hacer unlargo viaje juntos. Not que Hornblower escrutaba su rostro y comprendi que querahacerle una pregunta que inmediatamente adivin. Un momento despus comprobque tena razn:

    Cundo le nombraron teniente? pregunt Hornblower.En julio de 1796 respondi Bush.Gracias dijo Hornblower en un tono que denotaba sentimientos tan ambiguos

    que Bush tuvo que hacerle la misma pregunta.

    Y a usted cundo le nombraron teniente?En agosto de 1797 respondi Hornblower. Usted tiene ms antigedad

    que yo y que Smith, que fue nombrado teniente en enero de 1797.Entonces, es usted el teniente de menos antigedad, verdad?S contest Hornblower.Por su tono, no pareca que estuviera decepcionado porque el recin llegado fuese

    un teniente de ms antigedad que l, pero Bush supona que lo estaba. Bush sabapor experiencia lo que era ser el teniente de menos antigedad en un navo de lnea.

    Usted ser el tercero de a bordo continu Hornblower. Smith ser elcuarto y yo el quinto.

    Yo ser el tercero? pregunt Bush muy bajo, como si hablara consigomismo.

    Todos los tenientes podan soar, incluso los tenientes que, como Bush, no tenanimaginacin. Al menos en teora, siempre tenan la posibilidad de conseguir elascenso, de pasar del estado de larva, que era el grado de teniente, al de mariposa,que era el grado de capitn, en ocasiones sin pasar por la fase de crislida. Se dabanascensos a los tenientes de vez en cuando, pues la mayora de ellos tenan amigos enla corte o en el Parlamento o, por pura suerte, caan en gracia a un almirante y estaban

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    bajo sus rdenes en el momento en que haba una vacante en el escalafn, y loscapitanes que haba en la Armada en esos momentos haban sido ascendidos poralguna de estas causas. No obstante, unas veces los tenientes obtenan el ascenso porsus mritos (o al menos por la combinacin de mritos y buena suerte) y otrassimplemente por casualidad. Cuando la tripulacin de un barco se destacaba por

    participar en una batalla histrica, era probable que el primer oficial fuera ascendido(curiosamente, ese ascenso se consideraba un premio a su capitn), y cuando uncapitn mora combatiendo, aunque la batalla no fuera muy importante, era probableque el teniente de ms antigedad que sobreviviese, el que ocupaba su puesto,tambin fuera ascendido. Adems, una importante operacin llevada a cabo con laslanchas o una arriesgada incursin en tierra podran tener como consecuencia que elteniente de ms antigedad a su mando subiera de categora. En realidad, haba muypocas probabilidades de conseguir un ascenso, pero, al menos, haba posibilidades.

    El primer oficial de un barco, el teniente de ms antigedad, tena muchas msposibilidades de conseguirlo que los dems, y el de menos antigedad, tena la mitadque l. Por esa razn, cuando un teniente soaba con tener el grado de capitn, con lacategora, la seguridad y la cantidad de dinero que llevaba aparejadas, tambin debapensar en la antigedad que tena. Si el Renown, en su actual misin, iba a algnlugar adonde ningn almirante pudiera mandar a bordo a los tenientes que gozaban desu favor, slo dos personas se interpondran entre Bush y el cargo de primer oficial,donde tendra ms posibilidades de ser ascendido. Naturalmente, Bush reflexion

    sobre eso y, naturalmente, no pens que entre el hombre con quien hablaba y aquelcargo se interpusieran cuatro personas.

    Da igual, porque iremos a las Antillas dijo Hornblower con resignacin.Nos esperan la fiebre amarilla, el paludismo, los huracanes, las serpientes venenosas,el agua impotable y el calor tropical. Adems, tendremos diez veces msposibilidades de entablar combates que si estuviramos en la escuadra del canal de laMancha.

    As es admiti Bush.Ambos tenientes tenan, respectivamente, tres y cuatro aos de antigedad, y

    como eran muy jvenes (y los jvenes se consideran inmortales) no teman a lospeligros que deberan arrostrar en esa misin en las Antillas.

    Ya viene el capitn, seor inform el guardiamarina de guardiaatropelladamente.

    Hornblower se acerc el telescopio al ojo y luego lo dirigi hacia una lancha quese aproximaba.

    Es cierto dijo. Corra a la proa y dgaselo al seor Buckland. Ayudantesdel contramaestre! Grumetes! Rpido!

    El capitn Sawyer entr por el portaln, salud a los oficiales tocndose el

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    sombrero y mir a su alrededor con recelo. En el navo haba mucho desorden, comoel que siempre haba cuando se preparaba para realizar una misin en el extranjero,pero eso no justificaba que Sawyer mirara de soslayo y con suspicacia a los que lerodeaban. Sawyer lleg al alczar, volvi a un lado y a otro su ancha cara, en la quese destacaba su nariz aguilea, y advirti la presencia de Bush, quien avanz y se

    present a l.Subi usted a bordo durante mi ausencia, verdad? pregunt Sawyer.S, seor respondi Bush, sorprendido.Quin le dijo que yo estaba en tierra?Nadie, seor.Entonces, cmo lo adivin?No lo adivin, seor. No supe que usted estaba en tierra hasta que el seor

    Hornblower me lo dijo.

    El seor Hornblower? As que ya se conocan ustedes, eh?No, seor. Me present a l cuando sub a bordo.Para poder hablar en privado con l sin que yo me enterara, verdad?No, seor.Bush se trag las palabras por supuesto que no, que estaba a punto de aadir.

    Fue educado segn una estricta disciplina y aprendi a no decir palabras innecesariascuando hablaba con un superior extremadamente susceptible, como era de esperarque fueran los oficiales de alto rango. Sin embargo, le pareca que haba menos

    razones que justificaban su susceptibilidad que las que normalmente justificaban la deotros.

    Quiero que sepa que no tolero que nadie conspire contra m, seor Bush dijo el capitn.

    S, seor dijo Bush.Mir al capitn con una expresin cndida, pero haciendo lo posible porque el

    asombro no se reflejara en su rostro, y como era un mal actor, seguramente esa luchase notaba.

    En su rostro se refleja su culpa, seor Bush dijo el capitn. No olvidaresto.

    Entonces el capitn se fue abajo y Bush abandon la posicin de atencin y, conuna expresin de asombro, se volvi hacia Hornblower. Quera hacerle muchaspreguntas sobre aquel extrao comportamiento, pero cuando vio que Hornblowerestaba impasible, evit que las preguntas salieran de sus labios. Estaba desconcertadoy un poco molesto, y pens que Hornblower era uno de los oficiales que adulaban alcapitn o estaba loco tambin, pero en ese momento, por el rabillo del ojo, pudo verque la cabeza del capitn asomaba por encima de la cubierta. Seguramente Sawyerhaba vuelto a subir la escala al llegar al final con el nico propsito de sorprender a

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    sus oficiales cuando estuvieran hablando de l. Era obvio que Hornblower conoca lascostumbres del capitn mejor que Bush. Entonces Bush trat de hablar connaturalidad.

    Puede proporcionarme un par de marineros para llevar mi bal abajo? inquiri, confiando en que su tono no parecera tan afectado a los dems como se lo

    pareca a l.Por supuesto, seor Bush! contest Hornblower en tono formal. Por

    favor, seor James, ocpese de eso.Ja! exclam el capitn y volvi a bajar la escala de toldilla.Hornblower mir a Bush y enarc una ceja, y eso fue lo nico que hizo para

    indicar que el comportamiento del capitn era inusual. Mientras Bush bajaba a sucabina siguiendo de cerca a su bal, se dio cuenta de que en aquel navo nadie seatreva a dar su opinin. Pero los marineros estaban terminando de preparar el

    Renown para que se hiciera a la mar, en medio de una gran actividad y una granconfusin, y Bush estaba a bordo del navo y era uno de sus oficiales, as que no tenams remedio que conformarse con su suerte. Tendra que participar en aquella misinhasta el final, a menos que alguna de las cosas que Hornblower haba mencionado alprincipio de su conversacin se lo impidiera.

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    CAPTULO2

    El Renown, navo de la Armada real, impulsado por el viento del oeste,navegaba con las gavias arrizadas en direccin sur, en direccin a las

    latitudes donde podra tomar los vientos alisios del noreste, que lo ayudaran a llegarcon rapidez a su lugar de destino en las Antillas. El fuerte viento susurraba entre losaparejos de barlovento y produca un ruido horrible alrededor de las orejas de Bush,quien, de pie en el lado de estribor de barlovento del alczar, se balanceaba al compsdel vaivn del navo, provocado por el embate de las olas que el viento lanzabacontinuamente contra l. Las olas llegaban por la amura de estribor, la proa seelevaba y el bauprs apuntaba al cielo, pero antes de que el navo terminara de subir,comenzaba a balancearse, y despus segua ascendiendo lentamente y el bauprscontinuaba elevndose. Luego la proa comenzaba a bajar, y el navo, rodeado deespuma y balancendose todava, descenda por el otro lado de las olas. Regresabadespacio a la posicin horizontal, mientras el bauprs bajaba describiendo un arcootra vez, y luego se inclinaba un poco en direccin contraria a la del viento debido almovimiento del agua bajo su quilla. Cuando la ola terminaba de pasar por debajo dela quilla, la popa suba, la proa se sumerga un poco ms y el navo terminaba de

    hacer el movimiento en espiral con la majestuosidad propia de un barco en cuyacubierta haba piezas de artillera con un peso de quinientas toneladas. Cabeceo,balanceo, elevacin, balanceo Los movimientos eran suaves, majestuosos yrtmicos, y Bush, que mantena el equilibrio gracias a que llevaba diez aosnavegando, sera casi feliz si el aumento de la intensidad del viento no hubiera hecho

    necesario tomar otro rizo[1], pues, segn las reglas establecidas en el navo, eso debaser comunicado al capitn.

    No obstante, Bush todava dispona de los pocos minutos del perodo de gracia,

    durante los cuales podra quedarse en la cubierta balancendose y reflexionando,aunque no senta la necesidad de reflexionar y se habra redo si alguien le sugirieseque lo hiciera. Los ltimos das los haba pasado en medio de un torbellino, pues enel momento en que recibi las nuevas rdenes se despidi de su madre y de sus treshermanas (haba pasado con ellas tres semanas desde que la tripulacin delConqueror fue licenciada) y haba ido corriendo a tomar la silla de posta paraPlymouth mientras, para asegurarse de que poda pagar el pasaje, contaba el dineroque le quedaba en los bolsillos. Cuando lleg alRenown, haba una gran confusin en

    el navo, ya que estaban terminando de proveerlo de lo necesario para navegar hastalas Antillas, y durante las treinta y seis horas que el navo tard en zarpar, Bush tuvomuy poco tiempo para sentarse y mucho menos para dormir. La primera vez que

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    durmi toda la noche fue cuando el Renown cruzaba la baha. Pero casi desde elmomento en que haba subido a bordo del Renownle molestaron los impresionantescambios de comportamiento del capitn, que unas veces era muy receloso y otrasexcesivamente confiado. A Bush no le afectaba la atmsfera de un lugar, pues era unhombre firme en sus convicciones y estaba preparado para hacer su trabajo en todas

    las circunstancias en que pudiera encontrarse en la mar, por muy difciles que fueran,pero no poda evitar pensar en la tensin y el miedo que sentan todos en elRenown.Se daba cuenta de que estaba insatisfecho y preocupado, pero no saba que su tensiny su miedo se manifestaban de esa forma. Despus de pasar tres das navegando,apenas conoca a sus compaeros. Le pareca que Buckland, el primer oficial, era unoficial competente y cumplidor; que Roberts, el segundo oficial, era amable ytolerante; que Hornblower era un hombre activo e inteligente, y que Smith era dbil;sin embargo, todas esas opiniones eran simplemente deducciones. Todos los hombres

    que ocupaban la cmara de oficiales (los tenientes, el oficial de derrota, el cirujano yel contador) eran reservados y no parecan inclinados a comunicar a otros lo quepensaban y sentan. Que los oficiales tuvieran esa actitud era lo apropiado, aunquedentro de ciertos lmites (el propio Bush no era hablador ni frvolo), pero el tiempoque permanecan en silencio poda considerarse excesivo si en las conversaciones selimitaban a decir media docena de palabras, que, adems, hacan referencia acuestiones profesionales. Si los dems oficiales hubieran comunicado a Bush losresultados obtenidos gracias a su experiencia y a la atenta observacin del navo y su

    tripulacin durante el ao que llevaban a bordo, el teniente habra llegado aconocerlos rpidamente en buena medida, pero, aparte de la indicacin queHornblower le haba hecho cuando subi a bordo, nadie dijo nada; y si Bush fuese unhombre inclinado a fantasear, se habra imaginado que era un fantasma que formabaparte de un grupo de fantasmas que navegaba por un mar infinito, en direccin a unlugar desconocido, y que estaban separados del mundo exterior y unos de otros. Bushpens que la reserva de los oficiales se deba a los cambios de comportamiento delcapitn y entonces se dio cuenta de que el viento segua aumentando de intensidad yque era necesario tomar otro rizo. Prest atencin al movimiento de la cubierta bajosus pies y al murmullo de la jarcia, y, muy disgustado, movi la cabeza de un lado aotro. No haba eleccin.

    Seor Wellard, vaya a decir al capitn que me parece que es necesario tomarotro rizo orden a un guardiamarina que estaba junto a l.

    S, seor.Pocos segundos despus Wellard regres a la cubierta y dijo:Ahora viene el capitn, seor.Muy bien respondi Bush.Mientras deca esas palabras sin importancia, no haba mirado a Wellard a la cara

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    porque no quera saber qu expresin tena ni que l notara la impresin que le habacausado la noticia. Poco despus se acerc el capitn, dirigiendo su nariz ganchuda aun lado y a otro, como sola hacer, mientras el viento enmaraaba su largo pelo.

    Quiere tomar otro rizo, verdad, seor Bush?S, seor respondi Bush y se qued esperando a que hiciera uno de sus

    habituales comentarios sarcsticos.Pero comprendi con asombro que el capitn no tenan intencin de hacer

    ninguno y que estaba casi alegre.Muy bien, seor Bush. Llame a todos los marineros. Se oyeron los pitidos por

    toda la cubierta.Todos los marineros! Todos los marineros! Todos los marineros a arrizar las

    gavias! Todos los marineros!Al or el grito Todos los marineros!, stos acudieron a la cubierta y los

    oficiales salieron rpidamente de las cabinas, la cmara de oficiales y la camareta deguardiamarinas con la lista de los hombres de su brigada en el bolsillo paracomprobar si todos los miembros de la tripulacin, que acababa de ser reorganizada,estaban en sus puestos. El capitn dio las rdenes tratando que su voz fuera ms altaque el rumor del viento. Los marineros movieron los motores para halar los rizos ylas drizas. El navo cabeceaba y se balanceaba con tanta violencia en las aguas grisesbajo el cielo gris que cualquiera que no fuera marinero pensara que ningn hombrepoda mantener el equilibrio en la cubierta, y mucho menos subir a lo alto de la jarcia.

    Cuando la maniobra estaba medio hecha, las rdenes del capitn fueroninterrumpidas por la aguda y temblorosa voz de un joven.

    Dejen de halar! Dejen de halar!Por el tono enftico en que el joven haba hablado, los marineros comprendieron

    que era urgente cumplir la orden y dejaron de halar. Entonces, desde la toldilla, elcapitn grit:

    Quin ha contradicho mis rdenes?Yo, seor. Wellard.El joven guardiamarina se haba vuelto hacia la popa y haba gritado para que

    pudieran orle a pesar del murmullo del viento, y Bush vio que el capitn empezaba aacercarse al pasamanos de la toldilla, temblando de rabia y con su gran nariz dirigidahacia delante como si tratara de encontrar una vctima con ella.

    Lamentar esto, seor Wellard. Lo lamentar de veras.En ese momento apareci Hornblower junto a Wellard. An estaba tan plido y

    mareado como cuando elRenownzarp de Plymouth.El extremo de un rizo del lado de barlovento se ha enganchado en la roldana

    del motn, seor grit.Bush cambi de posicin y pudo ver que era cierto, y comprendi que si los

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    marineros hubieran seguido moviendo el motn, la vela podra haberse roto.Por qu ha venido a interponerse entre un hombre que me ha desobedecido y

    yo? pregunt a gritos el capitn. Es intil que trate de protegerle.ste es mi puesto, seor replic Hornblower. El seor Wellard cumpli

    con su deber.

    Esto es una conspiracin! exclam el capitn. Ustedes dos estnconchabados!

    Ante semejante afirmacin, lo nico que Hornblower poda hacer era quedarseinmvil y con su plido rostro vuelto hacia el capitn.

    Vyase abajo, seor Wellard! grit el capitn cuando se dio cuenta de queno iba a obtener ninguna respuesta. Y usted tambin, seor Hornblower! Meocupar de este asunto dentro de unos minutos, me han odo? Vyanse abajo! Voy aensearles lo que es conspirar.

    Era una orden muy precisa, y haba que obedecerla. Hornblower y Wellardavanzaron despacio hacia la popa. Era obvio que Hornblower se esforzaba por nomirar al guardiamarina para evitar que el capitn volviera a acusarle de conspirador.Ambos bajaron bajo la atenta mirada del capitn, y cuando se perdieron de vista, elcapitn volvi a subir su gran nariz.

    Mande a un marinero a desenganchar el rizo de la roldana orden en un tonode voz casi normal, tan bajo como lo permita el viento. Halar!

    Ya las gavias tenan el segundo rizo, y los marineros empezaron a bajar de las

    vergas. El capitn permaneci junto al pasamanos de la toldilla y mir a su alrededorcomo podra hacerlo cualquier persona normal.

    El viento est rolando hacia la popa dijo a Buckland. Atencin, aharriba! Que un marinero tense las burdas que van de los topes a los costados!Atencin, guardia de popa! Marineros, cojan las brazas de barlovento! Tiren de lasbrazas de la verga mayor! Tiren todos juntos! Giren la verga trinquete! Giren laverga mayor! Anudar hasta la ltima pulgada!

    El capitn dio las rdenes con serenidad y sensatez, y ahora los marinerosesperaban la orden de que el grupo al que corresponda descansar se fuera abajo.

    Ayudante del contramaestre! Salude de mi parte al seor Lomax y dgale queme gustara hablar con l en la cubierta.

    El seor Lomax era el contador. Era difcil encontrar una razn que justificara queel contador fuera llamado a la cubierta en ese momento, y los oficiales que estaban enel alczar a duras penas lograron evitar mirarse unos a otros.

    Me mand llamar, verdad, seor? pregunt el contador al llegar al alczaradeando.

    S, seor Lomax. Los marineros han halado las brazas de la verga mayor.S, seor.

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    Ahora brindaremos por eso.Seor?Ya me ha odo. Brindaremos por eso. D un trago de ron a todos los marineros.

    Y tambin a todos los grumetes.Seor?

    Ya me ha odo. He dicho que d un trago de ron a todos. Tengo que repetir lasrdenes? D un trago de ron a todos. Le concedo slo cinco minutos de plazo, ni unsegundo ms, seor Lomax.

    El capitn sac su reloj y le lanz una significativa mirada.S, seor dijo Lomax y no pudo aadir nada ms.No obstante eso, se qued all de pie mirando alternativamente al capitn y a los

    oficiales uno o dos segundos, hasta que el capitn junt sus espesas cejas y aproximms a l su gran nariz. Entonces se fue corriendo, pues tena que cumplir la increble

    orden y cinco minutos no le alcanzaran para reunir a sus ayudantes, abrir el paoldonde se guardaba el ron y sacarlo de all. No ms de media docena de personasoyeron la conversacin del capitn y el contador, pero todos les vieron hablando y semiraban con asombro unos a otros, algunos de ellos con una sonrisa que a Bush lehubiera gustado hacer desaparecer.

    Ayudante del contramaestre! Corra a decirle al seor Lomax que ya hanpasado dos minutos. Seor Buckland, ordene a los marineros reunirse aqu en lapopa, por favor.

    Los marineros atravesaron el combs como un enjambre, y a Bush, tal vez porquesu imaginacin estaba sobreexcitada, le pareci que tenan una actitud displicente ydespreocupada. El capitn se acerc al pasamanos del alczar con un gesto sonrienteque contrastaba con el gesto de enfado que tena un momento antes.

    S dnde puedo encontrar lealtad, marineros grit. La he visto. La veoahora. La veo en sus corazones. Tambin he visto sus constantes esfuerzos. Los hevisto como veo todo lo que pasa en este barco, absolutamente todo. Los traidoresrecibirn su merecido y los leales su recompensa. Den un viva ahora, marineros.

    Los hombres dieron un viva, algunos con mucho entusiasmo y otros sin l. En esemomento apareci el seor Lomax en la escotilla principal y luego aparecieron cuatrohombres con un barrilete de dos galones cada uno.

    Justo a tiempo, seor Lomax! Se habra encontrado en una difcil situacin sihubiera llegado tarde. Asegrese de que el reparto es equitativo, no como el quehacen en algunos barcos. Seor Booth, venga aqu!

    El corpulento contramaestre fue hasta all rpidamente, tambalendose sobre suscortas piernas.

    Ha trado su bastn de caa de Indias, verdad?S, seor.

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    Booth le mostr su largo bastn con empuadura de plata, que tena un abultadonudo cada dos pulgadas. Los tripulantes ms lentos conocan bien el bastn, aunqueno eran los nicos, pues cuando el seor Booth estaba furioso pegaba con l a todoslos que estuvieran a su alcance.

    Escoja a los dos hombres ms fuertes de su brigada. Hay que hacer justicia.

    Ahora el capitn no tena una expresin alegre ni adusta. Sus gruesos labios sehaban curvado formando una sonrisa, pero esa sonrisa pareca forzada, ya que susojos no tenan una expresin nada alegre.

    Sganme dijo el capitn a Booth y a sus ayudantes.Volvi a dejar a Bush encargado de las tareas que se realizaban en cubierta, y

    Bush vio con pena cmo aquel capricho alteraba la rutina del navo y relajaba ladisciplina.

    Cuando se termin de repartir el ron y los tripulantes se lo bebieron, Bush mand

    abajo al grupo al que corresponda descansar y mand a los marineros de guardia avolver a su trabajo, tratando de contrarrestar la indiferencia de unos y el malhumor deotros con duras palabras. Ahora no le pareca agradable permanecer de pie en laoscilante cubierta ni observar el movimiento en espiral del navo, las rpidas olas delAtlntico, la posicin de las velas y las vueltas que daba el timn. Todava no sehaba dado cuenta de que ya no volveran a producirle placer las cosas de la vidacotidiana, pero saba que algo haba desaparecido de su vida.

    Poco despus vio a Booth y a sus ayudantes regresar a la proa y a Wellard llegar

    al alczar.Listo para incorporarme al trabajo, seor dijo Wellard.El joven estaba plido y tena los msculos de la cara tensos, y Bush, despus de

    mirarle atentamente unos momentos, not que las lgrimas asomaban a sus ojos.Tambin tena el cuerpo tenso y caminaba como si no tuviera flexibilidad. Era posibleque la causa de que mantuviera los hombros erguidos y la cabeza alta fuera el orgullo,pero la causa de que no moviera las piernas a la altura de las caderas era otra.

    Muy bien, seor Wellard dijo Bush.Record los nudos del bastn de Booth. Haba visto cometer injusticias con

    frecuencia y pegar sin motivo no slo a nios sino tambin a adultos, y cuando lovea asenta con la cabeza pensando que, en un mundo injusto, ver injusticias formabaparte de la educacin de todos. Los adultos se miraban sonrientes cuando alguno deellos pegaba a los nios porque pensaban que eso haca bien a todos. Haban pegadoa los nios desde el comienzo de la historia y crean que ocurrira una catstrofe en elmundo si algn da dejaban de hacerlo. Aunque Bush pensaba que eso era cierto,tena lstima de Wellard. Afortunadamente, haba que hacer un trabajo apropiadopara alguien que se encontraba en las condiciones y el estado de nimo de Wellard.

    Hay que comprobar la sincronizacin de uno de esos relojes con el otro, seor

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    Wellard dijo Bush, sealando la bitcora con la cabeza. En cuanto suenen lassiete campanadas, compruebe la precisin del reloj de media hora con el de unminuto.

    S, seor.Marque cada minuto en la tablilla, pues, si no, perder la cuenta aadi

    Bush.S, seor.Wellard no tendra que hacer ningn esfuerzo fsico y olvidara sus problemas

    observando el reloj de un minuto para darle vuelta rpidamente y hacer una marca enla tablilla cuando la arena terminara de caer. Bush no estaba seguro de que el reloj dearena de media hora fuese exacto, y crea que era conveniente comprobar su precisincon el otro. Wellard avanz hacia la bitcora con el cuerpo rgido y se prepar parahacer la comprobacin.

    El capitn regres dirigiendo su gran nariz a un lado y a otro. Su estado de nimohaba vuelto a cambiar; su excitacin se haba evaporado y ahora pareca un hombreque haba comido bien. Entonces Bush, cumpliendo las normas, se alej delpasamanos de barlovento, y el capitn empez a caminar de un extremo al otro dellado de barlovento del alczar, con pasos lentos pero seguros, pues desde hacamucho tiempo estaba acostumbrado al cabeceo y el balanceo de los barcos. Wellard lelanz una mirada y luego dedic toda su atencin a los relojes de arena. Haca unosinstantes que haban sonado las siete campanadas y que l haba dado vuelta al reloj

    de arena de media hora. El capitn camin de un extremo a otro del alczar unosmomentos y entonces se detuvo y, mientras el viento azotaba sus mejillas, mir haciabarlovento tratando de averiguar qu tiempo iba a hacer, observ el cataviento yluego alz la vista hacia las gavias para asegurarse de que las vergas estabancolocadas correctamente; despus avanz hasta la bitcora para ver qu rumbo seguael timonel. Tena un comportamiento normal, pues haca lo que el capitn decualquier barco hubiera hecho al subir a la cubierta. Wellard se dio cuenta de quetena muy cerca al capitn e intent que no se le notara que estaba inquieto. En esemomento dio vuelta al reloj de un minuto e hizo otra marca en la tablilla.

    As que est trabajando, seor Wellard dijo el capitn.Habl en voz baja y poco clara, y en un tono spero que contrastaba con el tono

    enftico que haba usado antes. Wellard no apart la vista de los relojes y vacil antesde contestar. Bush supuso que estaba pensando qu poda responder que fueracorrecto y no le causara problemas.

    S, seor.En la Armada, nadie cometa un error al decir eso a un superior.S, seor repiti el capitn. El seor Wellard ha aprendido ya que no se

    debe conspirar contra el capitn, contra un superior a quien le ha sido otorgada la

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    autoridad segn una ley aprobada por su graciosa majestad, el rey Jorge II?Aquella pregunta no era fcil de responder. Tanto un s como un no tendran

    malas consecuencias. Los ltimos granos de arena salan de la ampolleta, y Wellardestaba esperando a que terminaran de caer.

    El seor Wellard est enfadado dijo el capitn O tal vez est pensando en lo

    que ha hecho, s, en lo que ha hecho: Nos sentamos junto al ro que bordeaBabilonia y lloramos. Pero el seor Wellard no llora porque es demasiadoorgulloso, y tampoco se sienta. El seor Wellard procurar no sentarse. La partedeshonesta de su cuerpo ha recibido el castigo por su deshonestidad. A los adultosque cometen actos deshonestos se les azota en la espalda, pero a los nios, sobre todoa los nios malos y repelentes, se les trata de forma diferente, verdad, seorWellard?

    S, seor murmur Wellard.

    No poda decir otra cosa, y era necesario responder.El bastn del seor Booth era adecuado para la ocasin y prest un buen

    servicio. Cuando los transgresores estn doblados encima de un can reflexionansobre sus faltas.

    Wellard dio vuelta al reloj otra vez; el capitn, aparentemente satisfecho, recorriel alczar un par de veces, y Bush sinti un gran alivio. Pero despus, en mitad delrecorrido, el capitn se detuvo justo al lado de Wellard y continu hablando. Ahoraalzaba mucho ms la voz.

    Verdad que ha conspirado contra m? pregunt. Verdad que queraponerme en ridculo delante de los marineros?

    No, seor respondi Wellard, alarmado. No, seor, le aseguro que no.Usted y ese novato, el seor Hornblower, tramaron realizar esta accin para

    socavar mi autoridad.No, seor.En este barco, los nicos que me son leales son los marineros. Los dems

    hombres conspiran contra m. Y usted, astutamente, trat de acabar con la influenciaque tengo sobre los marineros ponindome en ridculo delante de ellos. Confiselo!

    No, seor.Por qu lo niega? Es evidente. Es lgico. Quin fue el que plane enganchar

    el extremo del rizo en la roldana del motn?Nadie, seor.Quin fue el que contradijo mis rdenes? Quin fue el que intent

    humillarme delante de todos los marineros aprovechando que se haban reunido en lacubierta? Era un plan muy bien preparado, sin duda. Muchas cosas lo prueban.

    El capitn tena las manos tras la espalda y se mova de un lado a otro al ritmo delbalanceo de la cubierta. El viento agitaba los faldones de su chaqueta y mova sus

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    cabellos hacia delante de modo que las mejillas quedaban ocultas por ellos. Bushnot que estaba temblando otra vez, posiblemente de rabia o de miedo. Wellardvolvi a dar vuelta al reloj de un minuto y a hacer una marca en la tablilla.

    Esconde la cara porque su culpa se refleja en ella, no es cierto? grit elcapitn. Simula que est ocupado porque quiere engaarme. Hipcrita!

    Mand al seor Wellard a comprobar la precisin de un reloj con el otro, seordijo Bush.

    Haba decidido intervenir en el asunto a pesar de no tener deseos de hacerlo, pueseso era menos doloroso que permanecer all como un testigo mudo. El capitn le mircomo si acabara de subir a la cubierta.

    Usted, seor Bush? Si cree que hay algo bueno en este joven, se engaa, amenos que

    Entonces, mirndole con temor, continu:

    A menos que haya participado en esta infamia. Pero usted no ha tomado parteen ella, verdad, seor Bush? Usted no. Tengo un gran concepto de usted, seorBush.

    Su gesto de temor se transform en afectuoso.S, seor.Cuando todo el mundo estaba en contra de m, el nico en quien poda confiar

    era usted, seor Bush dijo el capitn, frunciendo las cejas y lanzando miradas a sualrededor. Se alegrar usted cuando este joven, que es la personificacin del mal,

    reciba su merecido. Le sacaremos la verdad.Bush pens que si fuera un hombre que reaccionara rpido y tuviera facilidad de

    palabra, habra aprovechado la actitud que el capitn tena ahora para librar a Wellarddel peligro. Entonces se le ocurri que si representaba el papel de fiel compaero delcapitn y, al mismo tiempo, le convenca de que la idea de que conspiraban contra lera absurda, lograra ahuyentar sus temores. Crea que deba hacerlo, pero noconfiaba en s mismo.

    l no sabe nada, seor dijo y sonri forzadamente. No distingue elbarbiquejo de bauprs de la botavara.

    Eso es lo que piensa? pregunt el capitn, desconcertado, oscilando sobresus talones debido al balanceo del barco.

    Pareca convencido, pero de repente se le ocurrieron nuevos argumentos.No, seor Bush. Es usted demasiado bueno. Lo supe desde que le vi por

    primera vez. Ignora usted cunta maldad hay en el mundo. Este salvaje le haengaado. Le ha engaado!

    El capitn haba vuelto a alzar la voz tremendamente. Wellard palideci de miedoy volvi la cabeza hacia Bush.

    Seor, la verdad es que empez a decir Bush, todava sonriendo

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    forzadamente.No, no, no! grit el capitn. Hay que hacer justicia! Hay que averiguar

    la verdad! Yo le sacar la verdad! Suboficial, corra a decirle al seor Booth quevenga y que traiga a sus ayudantes!

    El capitn dio la vuelta y empez a caminar por el alczar como si hubiera

    encontrado una vlvula por donde pudiera eliminar su tensin, pero se volviinmediatamente.

    l dir la verdad o tendr que saltar por la borda! Ya me ha odo! Dnde estel contramaestre?

    El seor Wellard no ha terminado de comprobar la precisin de un reloj con elotro, seor.

    Ni va a terminar dijo el capitn.El contramaestre lleg corriendo y tambalendose sobre sus cortas piernas, y los

    ayudantes le seguan, avanzando a grandes pasos.Seor Booth, llvese a este bellaco! orden el capitn. Su estado de nimo

    haba cambiado otra vez y en su rostro reapareci la triste sonrisa. Para obrar conusticia, es preciso aplicarle un castigo mayor: una docena de azotes dados con su

    bastn en el lugar adecuado. Una docena de azotes ms y arrullar como una paloma.S, seor dijo el contramaestre, pero vacil.Aquel conjunto, rodeado por el cielo gris y las aguas grises y turbulentas que se

    extendan hasta el horizonte, pareca una pintura. All estaba el capitn, con los

    faldones de la chaqueta agitados por el viento; el contra maestre mirabainquisitivamente a Bush; los dos robustos ayudantes del contramaestre estabaninmviles como estatuas detrs de l: el timonel, que aparentemente no haba perdidola calma por lo que ocurra a su alrededor, segua moviendo el timn y mirando devez en cuando hacia las gavias; y el infeliz muchacho permaneca junto a la bitcora.

    Llvele a la cubierta superior, seor Booth orden el capitn.El castigo era inevitable. Tras las palabras del capitn, estaban la autoridad del

    Parlamento y el peso de siglos de tradicin. Nadie poda hacer nada por evitarlo.Wellard estaba agarrado a la bitcora, como si intentara asegurarse de que tendranque apartarle de all a la fuerza, pero al fin puso los brazos a los lados del cuerpo ysigui al contramaestre mientras el capitn le miraba sonriente.

    Fue una oportuna distraccin para Bush que el suboficial encargado de observarlos instrumentos de navegacin y los relojes le informara:

    Faltan diez minutos para las ocho campanadas, seor.Muy bien. Ordene al grupo al que corresponde descansar que se vaya abajo.En ese momento Hornblower apareci en el alczar y avanz hacia Bush.No es usted quien tiene que relevarme dijo Bush.S. Me lo ha ordenado el capitn.

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    Hornblower habl en un tono inexpresivo; Bush ya estaba acostumbrado a laactitud reservada de los oficiales del navo y saba por qu la tenan, pero sinticuriosidad y pregunt:

    Por qu?Tendr que hacer guardia cuatro horas cada cuatro horas hasta nueva orden

    respondi Hornblower secamente. Lo dijo mirando al horizonte y con una expresinque no denotaba ningn sentimiento.

    Mala suerte dijo Bush.Inmediatamente pens que tal vez haba sido un atrevimiento mostrar su

    compasin, pero not que no haba nadie lo bastante cerca para haberle odo.No podr tomar ron del barril de la cmara de oficiales hasta nueva orden

    aadi Hornblower. Ni yo ni ningn otro oficial.Para algunos oficiales eso era peor que hacer guardia cuatro horas cada cuatro

    horas, da y noche, pero Bush no conoca tan bien a Hornblower como para saber siera uno de ellos. Iba a decir mala suerte otra vez cuando pudo orse un terrible gritode dolor entre el sonido sibilante del viento. Un momento despus se oy otro anms fuerte. Hornblower segua mirando hacia el horizonte y su expresin no habacambiado. Bush escrut su rostro y luego decidi no prestar atencin a los gritos.

    Mala suerte dijo.Poda haber sido peor dijo Hornblower.

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    CAPTULO3

    Era un domingo por la maana. El Renownhaba tomado los vientos alisiosdel noreste y navegaba por el Atlntico a la mayor velocidad que poda

    alcanzar, con las alas de ambos lados desplegadas. Los vientos alisios lo hacancabecear y balancearse constantemente, y de vez en cuando la proa haca subir unacortina de agua en la que se formaba un arco iris momentneamente. Debido alcabeceo del navo, se oa un conjunto de sonidos agudos como una voz de tiple o detenor en la jarcia, y graves como la voz de bartono o la de bajo en el casco, unasinfona del mar. El cielo azul estaba salpicado de blanqusimas nubes, y en medio deellas brillaba el sol, en cuyos rayos vivificantes se formaban facetas danzantes al serreflejados por las aguas de color azul oscuro.

    El navo era de una exquisita belleza, que se deba en parte a su proa redondeaday a sus filas de caones, y su entorno tena tambin muy buena pinta. Era unmagnfico instrumento para combatir y el perfecto amante de las olas entre las quenavegaba solitario y con majestad. Era un hecho revelador que estuviera solo. Lasflotas de los pases enemigos permanecan en los puertos, que estaban bloqueados pornumerosas escuadras deseosas de luchar con ellas, y los hombres que iban a bordo del

    Renownpodan navegar con la seguridad de que no tenan nada que temer. Ningunode los barcos enemigos que violaran el bloqueo sera un peligro, porque ninguno eratan potente como elRenown, y no haba en la mar ninguna flota enemiga que pudieraatacarlo. Esos hombres podan burlar cuando quisieran a sus enemigos, llegar a suscostas y atacarlas con sus potentes caones, pues sus enemigos no podan hacer nadaporque sus flotas permanecan en los puertos a causa del bloqueo. Probablemente elRenown atravesaba el ocano en direccin a un lugar donde emprenderan uno deesos ataques, segn las rdenes de la Junta del Almirantazgo.

    En la cubierta superior estaban formados en brigadas todos los tripulantes, loshombres que se ocupaban de las interminables tareas de hacer que aquellaconstruccin fuera siempre muy eficiente y de reparar los constantes daos que leinflingan el mar, los elementos y el paso del tiempo. Las cubiertas blancas como lanieve, la brillante pintura y la perfecta colocacin de los cabos y los palos eranpruebas de su diligencia. Cuando llegara el momento de demostrar que elRenownerael soberano de los mares, seran los tripulantes quienes dispararan los caones (elRenownera un magnfico instrumento para combatir, pero lo era gracias a los frgiles

    seres humanos que lo manejaban); pero los tripulantes, lo mismo que el propioRenown, eran simples ruedas dentadas del engranaje que constitua la Armada real, yla mayora de ellos, atrapados entre la rutina regida por el tiempo y la disciplina de la

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    Armada, estaban contentos de ser simples ruedas dentadas, de limpiar las cubiertas,ajustar los aparejos, apuntar los caones y abordar con hachas un barco enemigo sinpreocuparse de si el navo navegaba en direccin norte o sur, o de si el barco queabordaban era francs, holands o espaol. Todava el capitn era el nico queconoca la misin que la Junta del Almirantazgo haba asignado a los hombres del

    Renown(probablemente despus de consultar a los ministros). Corri el rumor de queel destino del navo era las Antillas, pero slo un hombre de los setecientos cuarentaque iban a bordo del Renown saba a qu lugar del archipilago se dirigan y qudeban hacer all.

    Ese domingo por la maana haban formado en la cubierta todos los tripulantesque podan dejar su puesto, no slo los que integraban los dos grupos que se turnabanpara hacer guardia, sino tambin los que no hacan guardia, los llamados inactivos:los encargados de la bodega (quienes, por trabajar muy por debajo de la cubierta,

    literalmente pasaban semanas sin ver la luz de sol), el tonelero y sus ayudantes, elarmero y sus ayudantes, el velero, el cocinero y los despenseros. Todos estabanvestidos con su mejor ropa, y los oficiales, que estaban colocados al lado de susrespectivas brigadas, llevaban su sombrero de dos picos y su sable. Los nicos que noestaban en las brigadas que se encontraban en el combs en posicin de atencin,cuyas filas oscilaban debido al movimiento del navo, eran el oficial encargado de laguardia y su ayudante, los timoneles que llevaban el timn en ese momento y mediadocena de marineros que tenan que desempear la funcin de serviolas y ejecutar

    maniobras en caso de emergencia.Era un domingo por la maana, y todos, sin sombrero, escuchaban al capitn.

    Pero no se haban quitado el sombrero en seal de respeto al Sumo Hacedor, comohacan cuando se celebraba una ceremonia religiosa. Eso ocurra tres domingos almes, pero no se registraba el navo para obligar a todos los marineros a que asistierana la ceremonia, como se haba hecho en esta ocasin (adems, el Almirantazgo eraahora ms tolerante y haba decretado recientemente que los catlicos, los judos ylos disidentes de la Iglesia anglicana fueran dispensados de la asistencia a lasceremonias religiosas). Ese domingo era el cuarto domingo del mes, el da en que elculto a Dios era sustituido por una ceremonia ms sobria y solemne. Tambin lostripulantes tenan que asistir a ella con camisa limpia y escucharla sin sombrero, perono tenan que mantener la vista fija en el suelo. Ahora, mientras sujetaban susombrero delante de ellos y el viento alborotaba su pelo, miraban al frente yescuchaban un conjunto de preceptos referidos a tantas maneras de obrar como losdiez mandamientos, un cdigo con leyes tan severas como las del Levtico, pues elcuarto domingo de cada mes el capitn tena la obligacin de leer el Cdigo naval a latripulacin para que ninguno, ni siquiera un analfabeto, pudiera disculparse enninguna ocasin diciendo que no lo conoca. Era posible que los capitanes muy

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    devotos consiguieran que quedara tiempo para que tambin se celebrara una breveceremonia religiosa, pero tenan la obligacin de leer todo el Cdigo naval.

    El capitn volvi una pgina y ley:Artculo diecinueve: si una persona que pertenezca a la Armada se rene o

    intenta reunirse con otras para promover un motn, l y todos los que estn

    implicados en ese asunto sern juzgados por un consejo de guerra, y si son declaradosculpables, sern castigados con la muerte.

    Bush, de pie junto a su brigada, escuchaba aquellas palabras que haba odomontones de veces. Las haba odo con tanta frecuencia que, por lo general, ya no lesprestaba atencin, y por eso apenas haba odo algn fragmento de los dieciochoartculos anteriores. Pero prest atencin al artculo diecinueve, tal vez porque elcapitn lo lea con nfasis. Adems, levant los ojos y vio en el alczar iluminado porel sol a Hornblower, el oficial de guardia, que escuchaba atentamente tambin. Y la

    palabra muerte le llam la atencin. El sonido de esa palabra le haba causado tantaimpresin como el de una piedra al caer en un pozo, y eso era extrao, porque habasido incluida a discrecin en los dems artculos que el capitn haba ledo (se daramuerte a quien huyera del peligro, se dara muerte a quien se durmiera cuandoestuviera de servicio).

    El capitn sigui leyendo:Y si alguna persona incita a otras al amotinamiento, ser castigada con la

    muerte Y si un oficial, un marinero o un infante de marina faltan al respeto a su

    superior, sern castigados con la muerteEsas palabras tenan otro significado para Bush ahora, pues Hornblower le miraba

    fijamente. Bush sinti una extraa sensacin en su interior. Mir al capitn, queestaba desarreglado y despeinado, y al recordar los hechos ocurridos pocos das antes,pens que si haba algn hombre incapacitado para servir en la Armada se era elcapitn, pero que se mantena en ese cargo en que tena ilimitado poder gracias alCdigo naval que estaba leyendo. Volvi a mirar a Hornblower, que segua de pieunto al pasamanos del alczar. Estaba convencido de que saba lo que pensaba eloven teniente desgarbado y de cara angulosa, y le pareci extrao que sintiera

    simpata por l, pues le haba tratado muy poco tiempo.El capitn lleg al artculo veintids:Y si un oficial, un marinero, un infante de marina u otra persona que pertenezca

    a la Armada se atreve a replicar a cualquiera de sus superiores o desobedece unaorden legal, sern castigados con la muerte.

    Hasta ahora Bush no se haba dado cuenta de que en el Cdigo naval se insistatanto en ese tema. Siempre observ la disciplina de buena gana y estuvo seguro deque podra soportar la injusticia y una forma inapropiada de mandar, y ahora se habadado cuenta de que haba importantes razones por las que tena que soportarlas. Y

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    como si quisiera apoyar su idea, el capitn ley el ltimo artculo del Cdigo naval, elque poda llenar cualquier laguna.

    Todas las dems faltas no mencionadas en este cdigo que sean cometidas porcualquier persona o personas pertenecientes a la Armada

    Bush recordaba aquel artculo, gracias al cual un oficial poda buscar la ruina a un

    subordinado que fuera lo bastante listo para no ser enjuiciado por incumplircualquiera de los otros.

    El capitn ley en tono solemne las ltimas palabras, apart la vista de la pgina ymir a los oficiales uno a uno mientras su gran nariz se mova como un canintentando apuntar. En la cara, an sin afeitar, tena un gesto triunfal. Aparentemente,la lectura del cdigo haba disipado sus temores, pues sac el pecho, aumentando dealtura como si se hubiera puesto de puntillas, para decir las palabras con queconcluira su alocucin:

    Quiero que todos sepan que los oficiales, como cualquier otra persona, tienenque cumplir estos preceptos.

    A Bush le costaba creer que haba odo semejantes palabras. Era inconcebible queun capitn dijera eso delante de la tripulacin; si algunas palabras incitaban a laindisciplina, eran sas. El capitn se limit a continuar la ceremonia segn la rutina:

    Adelante, seor Buckland.S, seor dijo Buckland, dando un paso al frente, tambin segn la rutina.

    Pnganse el sombrero!

    La ceremonia haba terminado, y los oficiales y los marineros se pusieron elsombrero.

    Oficiales, manden a sus brigadas a romper filas! aadi.Los componentes de la banda del cuerpo de Infantera de marina estaban

    esperando ese momento. El sargento que diriga la banda hizo una seal con la batutay los tamborileros empezaron a tocar un redoble. A los tamboriles se unieron lospfanos, con su sonido dulce y agudo, y juntos tocaron con bro La lavanderairlandesa. Mientras tanto, los infantes de marina subieron los mosquetes y se losapoyaron en el hombro entre chasquidos. Entonces Whiting, el capitn de Infanterade marina, dio las rdenes necesarias para que aquellos hombres con chaquetasescarlatas marcharan hacia un lado y hacia otro en el reducido espacio del alczar,bajo el sol.

    El capitn haba permanecido all mirando cmo los hombres hacan todo enorden y segn la rutina.

    Seor Buckland! dijo, alzando la voz.Seor!El capitn subi dos escalones de la escala del alczar para que todos pudieran

    verle bien y, alzando la voz de modo que pudieran orle el mayor nmero posible de

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    tripulantes, dijo:Dedicaremos el domingo a sacar filstica.S, seor.Y d doble racin de ron a estos hombres intachables.S, seor.

    Buckland haba hecho todo lo posible para que su tono no revelara sudescontento. Era el colmo que el capitn dijera eso, despus de lo que haba dichoantes. Dedicar el domingo a sacar filstica supona que los marineros se pasaran elresto del da inactivos, y, muy probablemente, darles doble racin de ron supona quediscutiran y se pegaran. Bush, al avanzar por la cubierta superior en direccin a lapopa, pudo darse cuenta de que la tripulacin, mimada por el capitn, empezaba aalborotarse. Era imposible mantener la disciplina cuando un capitn no prestabaatencin a los informes negativos de los oficiales. Los marineros pendencieros y

    vagos no eran castigados, los diligentes empezaban a irritarse y los rebeldesexpresaban cada vez ms abiertamente su rebelda. El capitn haba llamado a losmarineros hombres intachables, a pesar de que esa semana se haban comportadopsimamente, como muy bien saban ellos, y eso haca suponer que la semanasiguiente se comportaran peor. Adems, era muy probable que los marineros sehubieran enterado de cmo el capitn haba tratado a los oficiales, de la brutalazotaina que les haba dado como castigo, pues era sabido por todos que las cosas queocurran en la popa se contaban muy pronto en la proa, pero distorsionadas, y los

    marineros no obedeceran a ningn oficial que fuera tratado con desprecio por sucapitn. Cuando Bush subi al alczar, estaba muy preocupado.

    El capitn haba cruzado la entrecubierta para ir hasta su cabina. Buckland yRoberts estaban conversando apoyados en la batayola, y Bush se aproxim a ellos.

    As que los oficiales tienen que cumplir estos preceptos dijo Bucklandcuando Bush se acercaba.

    Sacar filstica el domingo y recibir doble racin de ron dijo Roberts. Todopara estos hombres intachables.

    Buckland mir a un lado y a otro del alczar antes de volver a hablar. Eralamentable que el primer oficial de un navo de lnea tuviera que tomar precaucionespara que no le oyeran. Pero Hornblower y Wellard estaban al otro lado del timn y eloficial de derrota estaba en la toldilla con los guardiamarinas a quienes daba clase denavegacin, preparndose para hacer las mediciones de medioda con el sextante.

    Est loco dijo Buckland tan bajo como lo permitan los vientos alisios delnoreste.

    Todos lo sabemos dijo Roberts.Bush no dijo nada, porque era muy cauto y no deseaba comprometerse por el

    momento.

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    Clive no mover un dedo dijo Buckland. Es un estpido como hay pocos.Clive era el cirujano.Le has preguntado? inquiri Roberts.Indirectamente. Pero no dijo nada porque tiene miedo.No se muevan de donde estn! grit alguien con voz spera, una voz que

    todos conocan muy bien.Era el capitn y, aparentemente, hablaba desde debajo de donde ellos se

    encontraban. Los tres oficiales dieron un respingo.Eso indica que son culpables dijo el capitn. Usted es testigo de ello, seor

    Hobbs.Los oficiales miraron a su alrededor. La claraboya de la cabina tena una abertura

    de unas dos pulgadas, y el capitn estaba mirando por ella. Todos podan ver sus ojosy su nariz. El capitn era un hombre alto y si se suba en cualquier objeto bajo, como

    un libro o un taburete, poda ver la cubierta por encima del borde de la claraboya. Losoficiales permanecieron inmviles mientras esperaban a que aparecieran otros ojos allado de los del capitn en la abertura de la claraboya, los ojos de Hobbs, elcondestable interino.

    Esperen a que yo llegue, caballeros orden el capitn, y en su rostro apareciuna sonrisa burlona cuando dijo la palabra caballeros. Muy bien, seor Hobbs.

    Las dos caras desaparecieron de la abertura de la claraboya, y los oficiales apenastuvieron tiempo de mirarse unos a otros con desesperacin antes de que el capitn

    terminara de subir la escala.Me parece que sta es una reunin para promover un motn dijo.No, seor dijo Buckland.Decir cualquier frase que no fuera una negacin sera como admitir que haba

    cometido un delito grave, un delito por cuya realizacin podran ponerle una soga alcuello.

    Cmo se atreve a mentir en mi propio alczar? rugi el capitn. Tena yorazn al desconfiar de mis oficiales. Murmuran, intrigan, conspiran Y ahora,adems, me faltan al respeto. Har que lamente esto desde ahora mismo, seorBuckland.

    No era mi intencin faltarle al respeto, seor dijo Buckland.Cmo se atreve a mentirme otra vez? Y ustedes dos le apoyan y le animan!

    Hasta ahora pensaba que usted era mejor, seor Bush.Bush pens que lo ms prudente era no decir nada.Qu insolencia! exclam el capitn. Se ponen a hablar de m en cuando

    creen que no les estoy mirando!El capitn, enfurecido, mir a un lado y a otro del alczar.Y usted, seor Hornblower, no estim conveniente informarme que haba esta

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    reunin, verdad? pregunt. Vaya manera de hacer guardia! Y por supuesto, elseor Wellard tambin est implicado en el asunto. Eso era de esperar. Pero meparece que tendr problemas con estos caballeros, seor Wellard, porque no vigilbien y no les protegi. En realidad, seor Wellard, ahora se encuentra usted en unasituacin muy difcil, porque en el navo no le queda ms que un amigo: un can. Y

    pronto tendr que abrazarlo otra vez.El capitn estaba en el centro del alczar, mirando fijamente al seor Wellard, que

    haba retrocedido unos pasos como si quisiera ocultarse de l. Abrazar un cansignificaba doblarse sobre l para ser azotado.

    Pero luego tendr tiempo ms que suficiente para ocuparme de usted, seorWellard. Los tenientes primero, como exige su alta categora.

    El capitn mir hacia los tenientes e hizo un extrao gesto, un gesto triunfal ytemeroso a la vez.

    Al estar el seor Hornblower haciendo guardia cuatro horas cada cuatro horasdesde hace das dijo, ustedes han estado desocupados mucho tiempo, y el diablodio a sus ociosas manos algo que hacer. El seor Buckland, el importante, poderoso yambicioso primer oficial no hace guardia.

    Seor empez a decir Buckland, pero se trag las palabras que iba a decira continuacin.

    Con la palabra ambicioso, el capitn daba a entender, indudablemente, que lplaneaba tomar el mando del navo; sin embargo, un consejo de guerra no pensara

    que era eso lo que insinuaba y tampoco considerara esa palabra un insulto, ya que sesupona que todos los tenientes tenan que ser ambiciosos.

    Seor! dijo en tono de burla el capitn. Seor! As que todava tieneusted suficiente amor propio para morderse la lengua. Es usted astuto, no digo queno, pero no se librar de sufrir las consecuencias de sus actos. El seor Hornblowerseguir haciendo guardia cuatro horas cada cuatro horas y estos dos caballeros sepresentarn a usted cada vez que cambie la guardia y cada vez que se toquen doscampanadas, cuatro campanadas y seis campanadas en cada guardia. Y debernpresentarse a usted vestidos de completo uniforme, y usted les recibircompletamente despierto. Est claro?

    Ninguno de los tres asombrados tenientes pudo hablar en ese momento.Contstenme!S, seor respondi Buckland.S, seor contestaron Bush y Roberts a la vez cuando el capitn se volvi

    hacia ellos.Quiero que cumplan estrictamente mis rdenes dijo el capitn. Tengo

    medios de enterarme de si me obedecen ustedes o no.S, seor dijo Buckland.

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    La sentencia que el capitn acababa de dictar contra l, Bush y Roberts implicabaque seran llamados o despertados para reunirse cada hora, de da y de noche.

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    CAPTULO4

    All abajo estaba totalmente oscuro, oscuro como boca de lobo, no haba niun solo rayo de luz y, fuera, la noche sin luna cubra el mar. Aquel lugar

    estaba tres cubiertas por debajo de la superficie del mar, y podan orse a travs de lapiel de roble del navo los crujidos de las cuadernas cuando se balanceaba ycabeceaba, el rumor del agua que pasaba por sus costados y el impacto de las olasentre las que se deslizaba. En medio de la oscuridad, Bush estaba agarrado a labarandilla de la empinada escala y buscaba con el pie un lugar donde pararse entre lostoneles de agua. Cuando lo encontr, baj de la escala, se agach y avanz hacia lapopa a travs de la negrura del lugar. Una rata pas chillando por el lado de Bush,pero como las ratas eran los nicos seres que l esperaba encontrar all, no se inmuty sigui avanzando a tientas. Entonces pudo distinguir un lejano sonido sibilanteentre los innumerables ruidos del navo y respondi con un sonido sibilante tambin.No saba muy bien cmo actuar en una conspiracin, pero saba que era necesariotomar muchas precauciones porque lo que estaba haciendo era muy peligroso.

    Bush? susurr Buckland.S!

    Los dems estn aqu.Diez minutos antes, cuando sonaron las dos campanadas de la guardia de media,Bush y Roberts, cumpliendo la orden del capitn, fueron a presentarse a l en sucabina, y los tres haban planeado este encuentro con un gesto, un guio y un susurro.Era asombroso que los oficiales de un navo de la Armada real obraran de esamanera, pero ellos tuvieron que hacerlo para evitar que les oyeran los espas y losindiscretos. Despus de planear el encuentro, se separaron y llegaron hasta aqu pordistintos caminos y a travs de distintas escotillas. Hornblower, que haba sido

    relevado por Smith, se anticip a ellos.No debemos permanecer aqu mucho tiempo murmur Roberts.A pesar de que la oscuridad era absoluta, por el tono en que haba hablado, todos

    notaron su nerviosismo. No haba duda de que aqulla era una reunin para promoverun motn, y, por tanto, todos podran ser ahorcados por estar reunidos all.

    Qu les parece si le declaramos no apto para el mando y le ponemos esposas ygrilletes? murmur Buckland.

    Tendramos que hacerlo muy rpido susurr Hornblower, porque llamara

    a los marineros y probablemente ellos le seguiran, y entoncesHornblower no tena necesidad de seguir hablando, porque todos los que leescuchaban vieron en su mente a varios cadveres colgando de los penoles.

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    Tenemos que actuar rpido asinti Buckland. Y despus de ponerle lasesposas y los grilletes?

    Iremos a Antigua dijo Roberts.Y seremos juzgados por un consejo de guerra dijo Bush, pensando en el

    futuro lejano, por primera vez desde que haba empezado la actual crisis.

    S murmur Buckland.Tras ese simple monoslabo se ocultaba un complejo estado de nimo, en el que

    predominaban la incertidumbre, la angustia y el temor.Eso es lo importante susurr Hornblower. l prestar declaracin y al

    tribunal las cosas le parecern distintas. Hemos recibido varios castigos, como hacerguardia cuatro horas cada cuatro horas, no tomar ron y otros, pero eso podra pasarlea cualquiera y no justifica un motn.

    Pero consiente a los marineros.

    El tribunal pensar que es normal darles doble racin de ron y mandarles asacar filstica y que no nos corresponde a nosotros juzgar los mtodos del capitn.

    Pero el tribunal le ver.Es astuto y no est loco de atar. Puede hablar y puede encontrar razones para

    ustificar todo. Ya le han odo. Aducir razones plausibles.Pero nos ha humillado delante de los marineros y ha ordenado a Hobbs que nos

    espe.Dir que eso prueba que se encontraba en una situacin desesperada por estar

    rodeado por un grupo de delincuentes como nosotros. Si le arrestamos, seremosconsiderados culpables hasta que demostremos que somos inocentes. Adems, todoslos tribunales suelen ponerse de parte del capitn. Amotinarse implica morirahorcado.

    Hornblower expresaba con palabras las mismas dudas que Bush tena y no eracapaz de decir en voz alta.

    Es cierto murmur Bush.Y Wellard? susurr Roberts. Le oyeron gritar la ltima vez?Es un guardiamarina que acaba de recibir su nombramiento y no tiene familia

    ni amigos. Qu van a decir los miembros del consejo de guerra cuando oigan que elcapitn mand dar media docena de azotes a un muchacho? Se reirn. Si nosotros nosupiramos lo que ocurre, nos reiramos tambin y diramos que eso le hace tantobien a l como nos ha hecho a los dems.

    Al final de esa manifestacin de algo tan obvio, Buckland murmur una serie demaldiciones con las que apenas logr expresar su desesperacin, y luego se produjoun corto silencio.

    En cuanto nos encontremos con otro navo, har acusaciones contra nosotros,estoy seguro susurr Roberts.

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    Llevo veintids aos de servicio dijo Buckland. El capitn truncar micarrera. Y truncar la de ustedes tambin.

    Todos saban que un oficial a quien su capitn acusara de conspirar contra l anteun consejo de guerra no tendra ninguna posibilidad de continuar en la Armada, y esocontribua a aumentar su angustia. Adems, si el capitn haca esas acusaciones con

    la astucia y la malicia con que las haba hecho hasta ahora, tal vez la sentencia nosera la expulsin de la Armada, sino la prisin y la muerte en la horca.

    Llegaremos a Antigua dentro de diez das, si el viento sigue soplando tan fuertedijo Roberts. Y estoy seguro de que ser as.

    Pero no sabemos si nuestro destino es Antigua dijo Hornblower. Eso es loque nos imaginamos. Tal vez tardemos semanas, o meses

    Dios nos asista! exclam Buckland.En ese momento oyeron en la otra punta de la bodega un ruido metlico, un ruido

    diferente a los que produca el navo al moverse, y se quedaron perplejos. Bush alzsus velludas manos y cerr los puos. Pero todos se tranquilizaron al or que alguienen voz muy baja, llamaba:

    Seor Buckland! Seor Hornblower!Es Wellard! dijo Roberts.Todos podan or a Wellard avanzando a gatas hacia donde ellos estaban.El capitn! exclam Wellard. Viene el capitn!Dios santo!

    Por dnde? pregunt Hornblower.Por la escotilla que est detrs del timn. Yo fui hasta la baera[2]y de all vine

    hasta aqu. Mand a Hobbs aVyanse a la proa ustedes tres dijo Hornblower, interrumpiendo la

    explicacin. Vyanse a la proa y luego suban a la cubierta y seprense al llegar all.Rpido!

    Nadie pens en que Hornblower estaba dando rdenes a oficiales de mucha msantigedad que l. Cada minuto era de vital importancia, y no deban perder ningunovacilando ni blasfemando intilmente. Todos se dieron cuenta de eso al or hablar aHornblower. Bush y los dems se volvieron y empezaron a avanzar en la oscuridad.Bush se despellejaba las espinillas al tropezar de vez en cuando con obstculos queno poda ver. En el momento en que Bush haba iniciado la loca carrera con sus doscompaeros, separndose de Hornblower y Wellard, oy a Hornblower decir:

    Venga aqu, Wellard!El sollado, la escala y por fin un lugar muy seguro: la cubierta inferior donde

    estaban los caones. La luz que haba all, en comparacin con la oscuridad total de labodega, pareca a Bush ms que suficiente para ver las cosas con nitidez. Bush yRoberts continuaron subiendo hasta la cubierta superior y Bush dio la vuelta para

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    caminar hacia la popa. El grupo de marineros a quienes tocaba descansar llevabanacostados en el coy tiempo suficiente para estar profundamente dormidos. All losruidos del navo se mezclaban con los ronquidos de los marineros dormidos, y todoslos coyes, colgados unos junto a otros en largas filas, se mecan exactamente almismo tiempo con el cabeceo del navo, tan exactamente que pareca que formaban

    una masa. A lo lejos, entre dos filas, se vea aproximarse una luz. Era la luz de unfarol que tena una gran vela en su interior y estaba sostenido por Hobbs, elcondestable interino, que caminaba apresuradamente seguido de dos marineros.Cuando Bush se encontr frente a frente con el grupo, se miraron unos a otros. Hobbsvacil unos momentos. Era evidente que tena ganas de preguntarle a Bush qu hacaen aquella cubierta, pero ningn oficial asimilado interino, ni siquiera uno que gozaradel favor de su capitn, poda preguntarle eso a un teniente. Hobbs tena un gesto dedisgusto, probablemente porque se haba apresurado para impedir la salida a los que

    estaban en la bodega y Bush se le haba escapado. Los marineros que le acompaabantenan una expresin sorprendida, pues les asombraba que ocurrieran esas cosas en laguardia de media. Por fin Hobbs se ech a un lado para que su superior pasara, ycuando Bush pas por su lado, se limit a lanzarle una mirada. Ahora que estaba asalvo, porque se encontraba fuera de la bodega y no estaba en una reunin parapromover un motn, se senta mucho ms tranquilo. Decidi irse a su cabina porquefaltaba poco para que sonaran las cuatro campanadas y, por tanto, para que sepresentara a Buckland otra vez, segn las rdenes del capitn. El mensajero que el

    oficial de guardia mandara a despertarle le encontrara tumbado en su coy. Perocuando Bush lleg al palo mayor, vio una curiosa escena que habra visto antes sihubiera sido inocente, y pens que ahora que la vea tena que hacer algunasaveriguaciones sobre ella, que no poda seguir adelante sin hacer una o dos preguntas.All era donde se alojaban los infantes de marina, y ahora todos estaban fuera del coy,unos vistindose y otros, los que ya tenan la camisa y el pantaln puestos,ponindose la bandolera que usaban en los combates.

    Qu ocurre? inquiri Bush, intentando que su tono no revelara que sabaque en el navo pasaba algo extrao, adems de aquello.

    No lo s, seor contest el infante de marina a quien haba preguntado.Acaban de ordenarnos que nos levantemos y cojamos los mosquetes, las balas y lossables.

    Un sargento de Infantera de marina sali de detrs del mamparo que separaba ellugar donde se alojaban los oficiales de baja graduacin del resto de la cubierta.

    Son rdenes del capitn, seor dijo y luego se volvi hacia sus hombres ygrit: Vamos! Deprisa!

    Dnde est el capitn? pregunt Bush haciendo todo lo posible por parecerinocente.

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    En algn lugar de la popa, seor. Mand a buscar al cabo encargado de laguardia al mismo tiempo que nos mand a decir que cogiramos las armas.

    En la puerta de la cabina del capitn haba un centinela de da y de noche, y uncabo de Infantera de marina y cuatro de sus hombres eran los encargados deapostarlo all. Una simple orden bastaba para que fuera retirado y para que el capitn

    dispusiera del apoyo de al menos un pequeo grupo de hombres disciplinados yarmados, de hombres preparados para luchar.

    Muy bien, sargento dijo Bush, aparentando que estaba atnito y pensandoque era lgico que fuera enseguida a la popa para averiguar lo que ocurra.

    Pero tena miedo y se dio cuenta de que podra hacer cualquier cosa exceptoseguir andando para ver lo que le esperaba al final del camino. En ese momentoapareci Whiting, el capitn de Infantera de marina. Estaba sooliento y sin afeitar yse abrochaba el cinturn con su sable colgado.

    Qu demonios? empez a decir cuando vio a Bush.No me pregunte a mdijo Bush, esforzndose por hablar con naturalidad.Estaba tan nervioso y angustiado que su mente, generalmente en reposo, ahora

    estaba muy activa. Imagin que estaba frente al consejo de guerra y que, en medio dela engaosa calma de la sala, oa al fiscal preguntar Le pareci que el seor Bushestaba como siempre, seor Whiting?, y pens que era necesario que el seorWhiting pudiera contestar S. Incluso lleg a imaginarse la sensacin que leproducira el roce de una cuerda colocada alrededor del cuello. Pero un minuto ms

    tarde ya no tuvo necesidad de fingir que estaba asombrado ni que no saba nada, y lasreacciones que tuvo eran autnticas.

    Avisen al doctor! grit alguien. Avisen al doctor!Entonces lleg corriendo Wellard, muy plido.Avisen al doctor! Avisen al doctor Clive!Quin se ha hecho dao, Wellard? pregunt Bush.El capitn, seor respondi Wellard, que temblaba y pareca muy turbado.Un momento despus apareci Hornblower al lado de Wellard. Tambin estaba

    plido y jadeaba, pero pareca tener dominio de s mismo. Mir a su alrededor, a latenue luz de los faroles, y pas la vista por encima de Bush sin dar muestras de que lehaba reconocido.

    Avise al doctor Clive! orden a un guardiamarina que haba asomado lacabeza por la puerta de la camareta de guardiamarinas; mir a otro y grit: Eh,usted, corra a buscar al primer oficial! Dgale que baje! Corra!

    Hornblower mir hacia Whiting y luego hacia delante de l, donde estaban losinfantes de marina cogiendo los mosquetes.

    Por qu se estn armando sus hombres, capitn Whiting?rdenes del capitn, seor.

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    Entonces puede usted formarles en filas, aunque no creo que haya unaemergencia.

    Fue en ese momento cuando Hornblower aparent que reconoca a Bush:Ah, seor Bush! Puesto que est usted aqu, seor, podra tomar el mando del

    navo momentneamente? Ya he mandado a buscar al primer oficial. El capitn est

    herido, seor, y creo que sus heridas son graves.Qu le ocurri? pregunt Bush.Se cay por la escotilla, seor respondi Hornblower.A pesar de la tenue luz, la mirada de Hornblower se cruz con la de Bush, pero

    Bush no logr saber si Hornblower intentaba transmitirle algn mensaje a travs deella. Ahora, aquella parte de la cubierta inferior estaba abarrotada, y lo que habacontado Hornblower, que todos haban odo contar por primera vez, caus agitacin,por lo que se oa un ruido confuso de voces. Hablar de esa manera era una falta de

    indisciplina que pona furioso a Bush y, quiz por suerte, le hizo reaccionar de laforma en que sola hacerlo en estos casos.

    Silencio! grit Bush. Cada uno a su trabajo!Bush pas la vista por el grupo de hombres que le rodeaban y todos se callaron.Con su permiso, me ir abajo otra vez, seor dijo Hornblower. Tengo que

    cuidar del capitn.Muy bien, seor Hornblower dijo Bush.Esa frase estereotipada se haba usado tantas veces que la forma en que se deca

    nunca pareca afectada.Venga conmigo, seor Wellard dijo Hornblower y se volvi y empez a

    alejarse de all.Mientras se alejaba, llegaron varios hombres ms. Primero lleg Buckland, plido

    y con una expresin hiertica, acompaado de Roberts, y luego Clive, medio dormidotodava, pero ya vestido con camisa y pantaln. Todos ellos se asombraron al ver alos infantes de marina formados en filas en la cubierta, con sus mosquetes brillando ala dbil luz de los faroles.

    Puede venir enseguida, seor? pregunt Hornblower a Buckland, a quienhaba visto al volverse hacia atrs.

    Voy inmediatamente respondi Buckland.Qu diablos ocurre? inquiri Clive.El capitn est herido respondi Hornblower secamente. Venga enseguida.

    Necesitar un farol.El capitn? pregunt Clive, parpadeando, y por fin termin de despertarse

    . Dnde est? Dme ese farol! Dnde estn sus ayudantes? Eh, ustedes, corrana despertar a mis ayudantes! Tienen sus coyes colgados en la enfermera!

    Finalmente seis hombres se acercaron a la escala para bajar por ella con los

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    faroles: los cuatro tenientes, Clive y Wellard. Mientras Bush esperaba al principio dela escala, mir de soslayo a Buckland con ansiedad. Preferira mil veces estarcaminando bajo una lluvia de metralla por una cubierta agujereada por las balas queestar all. Buckland mir a Bush inquisitivamente, pero Bush no dijo nada, en parteporque Clive estaba cerca y poda orle, y en parte porque saba lo mismo que

    Buckland. No saban qu era lo que les esperaba al pie de la escala, no saban si era lacrcel, la ruina, la desgracia o la muerte.

    A la dbil luz de un farol pudieron ver la chaqueta escarlata y la bandolera blancade un infante de marina que estaba al lado de la escotilla. Tena los galones quecorrespondan a la graduacin de cabo.

    Tiene algo nuevo de que informarnos? pregunt Hornblower.No, seor. Nada, seor.El capitn est inconsciente all abajo dijo Hornblower a Clive, sealando

    hacia abajo por la escotilla. Dos infantes de marina le custodian.Clive pas trabajosamente su voluminoso cuerpo a travs de la escotilla y empez

    a descender.Bien, cabo, cuntele al primer oficial lo que sabe de esto.El cabo permaneci en posicin de atencin. Estaba nervioso porque se

    encontraba delante de nada menos que cuatro tenientes y probablemente estaba muypreocupado porque, despus de haber servido muchos aos en la Armada, saba porexperiencia que si los oficiales de alto rango tenan problemas, haba muchas

    probabilidades de que un simple cabo que, por desgracia, involuntariamente, estabarelacionado con un asunto como se, tuviera tambin problemas. Permaneci con elcuerpo rgido, procurando no mirar a los ojos a nadie.

    Hable, hombre! insisti Buckland.Tambin l estaba nervioso, pero eso era comprensible, pues era un primer oficial

    cuyo capitn haba sufrido un grave accidente.Yo era el cabo encargado de la guardia, seor. Cuando sonaron las dos

    campanadas, llev a un centinela a relevar al que estaba en la puerta del capitn.Y?E, entonces me fui a dormir otra vez.Maldita sea! grit Roberts. Termine el relato!Luego me despert un oficial, seor continu el cabo. Me parece que era

    el condestable.El seor Hobbs?Me parece que se es su nombre, seor. Me dijo: El capitn ha ordenado que

    retire al centinela. Entonces fui a retirarlo, seor, y junto a Wade, el centinela que yohaba apostado all, estaba el capitn. Tena una pistola en cada mano, seor.

    Quin? Wade?

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    No, seor. El capitn, seor.Cmo era su comportamiento? pregunt Hornblower.Bueno, seorEl cabo no quera hacer crticas a un capitn, y mucho menos delante de un

    teniente.

    Est bien. Contine.El capitn dijo Nos dijo: Sganme. Despus se volvi hacia el oficial y

    dijo: Cumpla con su deber, seor Hobbs. Entonces el seor Hobbs se fue por unlado, seor, y nosotros y el capitn por otro, seor, y luego bajamos hasta aqu. Elcapitn deca: Estn planeando un motn, un sangriento motn. Tenemos que apresara los amotinados. Tenemos que cogerles con las manos en la masa.

    El cirujano asom la cabeza por la escotilla y dijo:Denme otro farol.

    Cmo est el capitn? pregunt Buckland.Ha sufrido una conmocin cerebral y tiene varias fracturas.Son graves, las heridas?Todava no lo s. Dnde estn mis ayudantes? Ah, est usted ah, Coleman!

    Traiga tablillas y vendas tan rpido como pueda! Y un tabln y un gran trozo delona y cabos! Rpido! Y usted, Pierce, venga a ayudarme!

    Los dos ayudantes del cirujano tuvieron que irse de all apenas unos instantesdespus de llegar.

    Contine, cabo dijo Buckland.No me acuerdo de lo que estaba diciendo, seor.Deca que el capitn le haba trado aqu abajo.S, seor. Tena una pistola en cada mano, como le dije, seor. Entonces mand

    a uno de mis hombres a la proa y le dijo: Detngase en todos los escondites. Luegome dijo: Cabo, baje con estos dos hombres al sollado y regstrelo. Estaba gritando,seor. Y tena una pistola en cada mano, seor.

    El cabo haba mirado con ansiedad a Buckland mientras hablaba.Est bien, cabo dijo Buckland. Limtese a decir exactamente lo que

    ocurri.El hecho de saber que el capitn estaba inconsciente le haba tranquilizado, igual

    que a Bush.Entonces baj la escala con los otros hombres, seor dijo el cabo. Yo iba

    delante con el farol, seor, pues no llevaba mosquete. Cuando llegamos al pie de laescala, nos detuvimos entre esas cajas que estn ah, seor. El capitn permaneciunto a la escotilla y en ese momento nos grit: Rpido! No les dejen escapar!

    Rpido!. Entonces empezamos a avanzar hacia la proa esquivando las cajas, seor.El cabo estaba llegando al clmax de la historia y vacil unos momentos. Tal vez

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    intentaba hacerlo ms dramtico para que causara mayor efecto, pero era msprobable que todava creyera que estar relacionado con ese suceso, a pesar de no serculpable, poda perjudicarle.

    Y qu pas? pregunt Buckland.Bueno, seor Entonces lleg Coleman, cargado con varias cosas, entre ellas

    un tabln de seis pies de largo que tena apoyado en el hombro. Mir a Bucklandcomo si con la mirada le pidiera permiso para continuar, y cuando le vio asentir conla cabeza, puso el tabln, el trozo de lona y los cabos sobre la cubierta y baj laescala con las restantes cosas.

    Y bien? pregunt Buckland al cabo.No s lo que pas, seor.Dganos lo que sabe.O un grito y un estruendo cuando apenas haba avanzado seis yardas y

    retroced con el farol.Y qu vio?Al capitn, seor. Yaca al pie de la escala. Pareca que estaba muerto. Se haba

    cado por la escotilla.Y qu hizo?Le di media vuelta. Tena la cara cubierta de sangre y estaba inconsciente,

    seor. Pens que estaba muerto, pero not que su corazn lata.Y?

    No saba qu hacer, seor. Tampoco saba nada sobre esa reunin, seor.Pero, qu hizo al final?Dej a mis dos hombres custodiando al capitn, seor, y sub para dar la

    noticia. No saba en quin poda confiar, seor.Esa situacin era paradjica, pues el cabo tema recibir una simple reprimenda

    por haber ido l mismo a dar la noticia en vez de haber enviado a un mensajero,mientras que los cuatro tenientes que le escrutaban teman ser ahorcados.

    Y bien?Entonces vi al seor Hornblower, seor dijo el cabo en un tono del que se

    deduca que haba sentido alivio al encontrar a alguien que le eximiera de aquellagran responsabilidad. Le acompaaba el seor Wellard Creo que se es sunombre. El seor Hornblower me orden que me quedara aqu vigilando cuando lecont lo que le haba ocurrido al capitn.

    Me parece que actu bien, cabo dijo Buckland.Gracias, seor. Gracias, seor.En ese momento reapareci Coleman, que terminaba de subir la escala, y despus

    de mirar otra vez a Buckland como si le pidiera permiso con la mirada, entreg lascosas que haba dejado all a otra persona que estaba debajo de la escotilla y volvi a

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    bajar. Bush miraba ahora al cabo, quien, despus de contar la historia, haba vuelto aponerse nervioso porque los cuatro tenientes no dejaban de mirarle fijamente.

    Entonces, cabo, no tiene idea de cmo el capitn se cay por la escotilla? pregunt inesperadamente Hornblower con intencin.

    No, seor. No tengo ni la ms remota idea, seor.

    Hornblower se limit a echar una rpida mirada a sus compaeros. Las palabrasdel cabo y la mirada de Hornblower eran tranquilizadoras.

    Estaba excitado, verdad? Vamos, hombre, conteste.Pues s, seor asinti el cabo, recordando la indiscrecin que haba cometido

    antes, y, como si de repente se hubiera vuelto locuaz, dijo: Nos gritaba desde laescotilla, seor. Creo que estaba asomado a la escotilla. Probablemente estabaasomado cuando el navo cabece, seor. Probablemente tropez con el borde y cayde cabeza, seor.

    Seguramente eso fue lo que ocurri.Clive subi la escala y pas los pies por encima del borde trabajosamente.Voy a subir al capitn ahora dijo, mirando a los cuatro tenientes, y se meti

    la mano dentro de la camisa y sac una pistola. Esto estaba a su lado.Yo me har cargo de ella dijo Buckland.Por lo que acabamos de or, tiene que haber forzosamente otra pistola ah abajo

    dijo Roberts, que hablaba por primera vez.Habl excesivamente alto, pues estaba muy excitado, y eso podra parecer

    sospechoso a cualquiera que tuviera razones para sospechar de l. Bush se llev undisgusto y sinti miedo.

    Podrn buscarla cuando hayamos subido al capitn dijo Clive y se asom ala escotilla y grit: Suban!

    Primero apareci Coleman, que suba la escala con un par de cabos en la mano, yluego un infante de marina, que suba en una extraa postura, agarrndose con unamano a la barandilla y sosteniendo con la otra una pesada carga detrs suyo.

    Despacio! dijo Clive. Despacio!Coleman y el infante de marina salieron por la escotilla y sacaron detrs de ellos

    el extremo del tabln, y atado a l estaba el capitn, envuelto en el trozo de lonacomo una momia. sa era la mejor forma de subir a un hombre con los huesos rotospor una escala. Pierce, el otro ayudante del cirujano, lleg arriba poco despus,sosteniendo el otro extremo del tabln. Los tenientes se agruparon en torno a lcuando terminaban de pasarlo por encima del borde de la escotilla. A la luz de losfaroles, Bush vio el rostro del capitn por encima del trozo de lona, y aunque slopoda ver una parte porque las vendas le cubran la nariz y un ojo, not que estabaimpasible y que, a pesar de que el cirujano le haba limpiado la sangre, an quedabanrestos de ella en una de sus sienes.

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    Llvenle a su cabina orden Buckland.Ese momento fue muy importante porque sa era una orden trascendental. Puesto

    que el capitn estaba incapacitado para ejercer el mando, el primer oficial tena eldeber de tomarlo, y esas cuatro palabras indicaron que lo haba hecho. Estar al mandodel navo le permitira incluso dictar rdenes para acabar con los desmanes del

    capitn. Sin embargo, aunque se era un paso gigantesco, era rutinario, puesBuckland haba tomado el mando del navo muchas veces en ausencia del capitn. Larutina le haba permitido resistir la crisis actual. Gracias a las costumbres adquiridas alo largo de treinta y cinco aos de servicio en la Armada como guardiamarina y comoteniente, poda portarse siempre igual con sus subalternos, poda obrar de maneranormal aunque no supiera qu suerte le esperaba en el futuro inmediato.

    Bush le mir en ese momento, cuando acababa de tomar el mando, y dud que elefecto de esas costumbres durara. Buckland estaba visiblemente turbado. Tal vez eso

    poda considerarse el efecto normal que a un oficial le produca tener que asumirmucha ms responsabilidad de repente y en circunstancias difciles. Eso es lo quepensara alguien que no sospechara de l, alguien que no supiera lo que haba hechosecretamente. Bush sinti miedo al pensar en lo que hara el capitn cuando recobrarael conocimiento y se dio cuenta de que Buckland tambin senta miedo. Buckland nodejaba de pensar en las esposas, la soga de la horca, el consejo de guerra y otras cosasparecidas. Y el futuro, e incluso la vida, de los oficiales del navo dependa de lo quehiciera Buckland.

    Con su permiso, seor dijo Hornblower.Qu? pregunt Buckland y luego, haciendo un esfuerzo volvi a preguntar

    : Qu, seor Hornblower?Podra poner por escrito la declaracin del cabo ahora, cuando todava se

    acuerda bien de lo ocurrido?Muy buena idea, seor Hornblower.Gracias, seor dijo Hornblower con una expresin en la que no poda verse

    otra cosa que el celo con que cumpla con su deber, y luego mir al cabo y orden:Presntese en mi cabina cuando haya apostado de nuevo al centinela.

    S, seor.El doctor y sus ayudantes ya se haban llevado al capitn. Pareca que Buckland

    estaba paralizado o que no haca ningn esfuerzo por moverse de all.An hay que encontrar la otra pistola del capitn, seor dijo Hornblower con

    el respeto de siempre.Ah, s! exclam Buckland, mirando a su alrededor.Aqu est Wellard, seor.Ah, s! l podra ocuparse de eso.Seor Wellard dijo Hornblower, baje con un farol y busque la otra pistola.

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  • 7/25/2019 El Teniente de Navio Hornblower - C S Forester

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    Luego llvesela al primer oficial al alczar.S, seor.Wellard, que ya haba recobrado la serenidad, miraba fijam