el vuelo de las aves

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O, flexamina atque omnium regina rerum, oratio

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Novela de Miguel Ángel Carcelén Gandía (Villalgordo del Júcar, Albacete, 1968)

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O, flexamina atque omnium regina rerum, oratio

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Obra ganadora delI Certamen de Novela

Correduría de Seguros López TorrijosMarzo 2009

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Miguel Ángel Carcelén Gandía

Editorial LEDORIAJ M R

EL VUELODE LAS AVES

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El Pozo del Tío Raimundo. Geografía de luz hambreada ytenderetes de harapos al amor de charcos pestilentes.

⎯¡Que llames a la Vero, que la Rafaela ya está!

Mierda. Escoria. Barrio edificado sobre y con los desechosde la gente que no tiene que defecar en un cubo de plásticocuarteado por soles inmisericordes ni abastecerse de aguagrumosa de cenagales para lavarse a rodales detrás de loscartones de una caja de frigoríficos Otsein, marca registra-da, garantía de prestigio. Al norte y a unos minutos, el Ma-drid de los Austrias; al sur, y a unos instantes, la procesióninacabable de los más fieles penitentes de la cofradía conmejor futuro de todas las habidas: yonkis, camellos, putas,drogadictos en fase de aprendizaje. Por dos libras un viajeal cielo con retorno… a veces, sin él; si la nieve es más calque nieve. Por cuatro libras tres viajes. Si no llega, no sefía. Los llantos, súplicas y amenazas se resuelven de inme-diato por los hijos de la Penetra, gitanos barbitaheños querepizcan las mejillas con alicates. Por media libra se tebrindan cuerpos famélicos de viejas que apenas meses atrásrozaban la adolescencia.

La Rafaela ha apostado muy fuerte y no puede arre-pentirse, aunque quisiera. Su prima Vero, la partera, debede estar durmiendo la borrachera; y su marido, por muchoque grite y le suplique, no entrará. Un gitano de ley jamás

PISAHUEVOS

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verá el parto de su mujer. Gracias a Dios no es primeriza ysabe cómo manejar la situación. Asoman los hombros y lacabecita boquea en busca del aire que se le niega. Pareceintuir el párvulo que hasta el respirar se le hará gravoso. Lamadre grita y empuja con todas sus fuerzas; de tardarmucho, el niño se asfixiará. Hay que palmearle la espalda,hay que palmearle, y seguir empujando.

⎯¡Rafael, entra, por tus muertos, entra!Pero Rafael no entrará ni por lo más sagrado. Antes de-

jará morir a madre y criatura. La Rafaela se incorpora y serecuesta en la pared; en un último esfuerzo tira del niño ylo oye llorar. ¡Por fin! Lo del cordón umbilical es pan comido.Con la higiene de unas manos que hasta el día anterior ha-bían estado rebuscando cartón en las basuras, cercena elvínculo sanguinolento.

⎯¡Rafael, entra, es un guacho!El gitano entra, nervioso, y pregunta que si ya está listo.

La madre le ha restregado la sangre sin conseguir limpiarleel brillo. En un chándal raído lo envuelve Rafael y sale con élde la chabola. La madre no tiene fuerzas ni para limpiarselos muslos. Luego, a la noche, cuando el barrio esté mástranquilo, se llegará hasta el pilón a darse un agua. Seadormila hasta que regresa Rafael, todavía con el bulto enlos brazos, y le pega una patada para que despierte:

⎯¡Es mu negro, cagüen la vida, me han dicho que es munegro y no lo quieren!

⎯¿No te han pagao?Ahí se exacerban los ánimos de marido y esposa, que, si

no por la Iglesia, lo son por el rito de las cruces.⎯¡Que no lo quieren! ¿No oyes?⎯¡Señol! Te tien que pagar.⎯Que no me pagan, dicen que tan negro no lo puen

vender, que se nota que es gitano.⎯¡Pos ahógalo! Ya no hay sitio pa más.⎯¡Ahógalo tú!

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⎯¡Yo lo he llevao nueve meses y lo he parío!Rafael lo miró. Miró a su mujer. Torció el gesto y frunció

los labios:⎯¡Negro tenía que salir! ⎯gritó con rabia⎯. Los de la

Penetra nos van a reventar como no les paguemos. Pero yono lo mato, que se muera él.

⎯Llévaselo a la Penetra, a ver si le apaña.⎯¡Ni dicirlo! Aica que entonces sí nos revienta.

Volvió a salir con el lloriqueante hato. Paso decidido.Atravesó Campo Divino, Campanares, el barrio de la Mortajay se plantó en el arcén de la M 30. Desenvolvió al niño y lodejó expuesto, sobre el chándal, a escasos metros de lasruedas de los coches. Mala muerte tendría; peor, la vidaque le habría esperado. No se volvió a mirar, ni siquieracuando un taxista se detuvo y le chilló. Un cartel rezaba«Cuatro Vientos» y un camión con matrícula de Burgos hizosonar el claxon para advertir al taxista del peligro de su co-che mal aparcado.

El recién nacido, por azares caprichosos, acabó en laCasa Hospicio de las Adoratrices y se le bautizó con el nombrede Antonio por ser la festividad del día, trece de junio demil novecientos cincuenta y ocho. «En la capilla de SantaElena, adscrita y dependiente de la parroquia de San Miguel,diócesis de Madrid, al día de la fecha, yo, Jesús Nicolás Gar-cía Cano, presbítero, cura ecónomo de la misma, bauticésolemnemente a un niño al que le impuse el nombre deAntonio Expósito Elena, encontrado en el soportal de la Ca-sa de Misericordia de Bravo Garcés, a las doce horas delonce de junio de mil novecientos cincuenta y ocho, por sorJuana de la Inmaculada Algaba, T.O.R., quien ejerció demadrina, siendo advertida de las obligaciones que contraía,las que prometió cumplir fielmente. Fecha ut supra. Rúbricailegible.» Ocupó hueco entre Edelmira Expósito Miguel y

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Adoración Expósito Trinidad, quien murió tres días más tarde,según nota marginal, a consecuencia de meningitis.

Rafael finó por esas fechas, de un hachazo que le des-membró la cabeza a las mismas puertas de la casa de la Pe-netra. Su mujer emigró con unos parientes hacia Badajoz,de donde nunca tenía que haber salido, jurando una imposiblevenganza.

Antonio Expósito Elena. El primer recuerdo verdadera-mente doloroso que le habitaba la memoria se remontabaa sus diez años. Las monjas, en la sala de labores, escucha-ban la retransmisión de los primeros momentos del hombresobre la luna y él jugueteaba con una canica, pasándoselade una mano a otra. A su lado, dos compañeros mayores,zagales ya, leían una revista. De pronto, se abrió la puertade la sala de las hermanas y él, sin saber cómo, se quedócon la revista de los compañeros entre las manos. El gestode Sor Trini al pasar fue, como siempre, amigable; al repararen las imágenes de la revista, se le mudó y le propinó unabofetada. Aquella vez fue la primera que vio a una monjaenfadada y a una mujer desnuda. Para entonces no era An-tonio, sino Saltacharcos. Luego pasó a ser Pelasapos, Caga-prisas y, más tarde, Robaesquinas. Cuando, con trece años,lo internaron en un Reformatorio por haber destrozado unacabina telefónica que no destrozó, todos sus compañeroslo conocían por Pisahuevos. En el Reformatorio desaprendiórápidamente todo lo que en la Casa Hospicio le habían incul-cado; todo, salvo a expresarse con distinción. Y se doctoró,sin necesidad de matrículas ni libros, en las artes del robo ydel engaño.

⎯Me llamo Antonio y se me llama Pisahuevos.⎯¿Por qué Pisahuevos?⎯Porque si algún cabrón se me atraviesa, se los pisoteo

⎯en realidad el apodo se debía a su peculiar modo de an-dar⎯, y no creo que hayamos venido a contarnos nuestra

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vida. Ya te referiría el Sisa de qué va esto; tú sólo tienesque poner el camión. Y lo conduces, claro. Te estudias an-tes bien el recorrido porque el tiempo va a ser oro. Sontreinta calles, dejando siempre una manzana entremediasy girando una vez a la derecha y dos a la izquierda, paraque sea más difícil seguirnos el rastro. ¿Te vas a acordar?Una a la derecha y dos a la izquierda. El Sisa y yo vamos air recogiendo las tapas de las alcantarillas (tenemos dosmonos verdes y podemos pasar por trabajadores del Ayun-tamiento). Vete bien atento para no dejarnos atrás.

⎯¿Y las cuentas?⎯Las cuentas están claras. Treinta calles a diez tapas

cada una, trescientas tapas; cada tapa nos la pagan a mil,trescientas mil pesetas. Cien para cada uno. Si encuentrasa algún chatarrero que pague más de mil, para ti la diferen-cia.

⎯Mil está bien. ¿De dónde se pagan los gastos del camión?⎯El camión es tuyo, de tu parte. Nosotros tenemos

otros gastos.Sobre el papel el golpe era perfecto. Y habría aliviado la

desazón de Pisahuevos durante una buena temporada si unconductor poco hábil hubiese sorteado el agujero dejadopor una de las primeras tapas de alcantarillas robadas. Notardó en localizarlos un coche patrulla. Otros cuantos mesesmás a la sombra. Y era la cuarta cárcel que visitaba en tresaños.

Al salir, seguro que al salir se le brindaba la oportunidadde su vida. Ya estaba bien, alguna vez, aunque fuese porequivocación, tenían que rodarle de cara los asuntos.

⎯Te llamas...⎯Me llamo Antonio, pero se me llama Pisahuevos.⎯Pisahuevos, ¿eh? Hay que tenerlos muy gordos para

meterse en esto. ¿No te irás a cagar a la pata abajo al pri-mer disparo?

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⎯He estado dos veces en el Puerto de Santa María, enPicassent, en Nanclares de Oca y me chupé en el Dueso elsuicidio del Rafi Escobedo, ése del follón de los Urquijo.Hubo leches para todos los que sabíamos algo de cómo losuicidaron y no despegué el pico.

⎯Muy fuerte lo tuyo. No es mala tarjeta de presentación.Tampoco es que impresione, pero no es mala.

El hombre gordo, señor Canales había dicho llamarse,nombre tan falso como la experiencia de un suicida, cuchi-cheó algo a la rubia celulítica que lo había abordado en elhostal de mala muerte donde sobrevivía. La mujer le entregóun sobre.

⎯Cuéntalo, sonrió el gordo.⎯No es necesario, me fío.⎯Como quieras. Van doscientas mil pesetas, como anti-

cipo.

Como anticipo y pago de otros seis años fuera de circu-lación (dos en Carabanchel y cuatro en la Modelo). Lo utili-zaron de señuelo en el atraco a una sucursal bancaria mien-tras sus traicioneros compinches desvalijaban a placer unajoyería en la otra punta de Majadahonda. Se tragó la rabiajunto con las risas del comisario:

⎯No me vaciles, Pisahuevos. O sea, que los del butrónen la joyería te sacrificaron. ¿Y cuándo se te aparecieronlos Reyes Magos, antes o después de quedar con los enanosde Blancanieves?

¿Qué datos podía dar?, ¿que uno era gordo y la otra ru-bia?... A tragar sombra a cuenta de la Dirección General deInstituciones Penitenciarias. Seis años, seis. Y durante todosellos un recurrente pensamiento: «El próximo negocio seráel bueno.»

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Dulcedo quedam mentis advenit