ella te vio

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-¨ ya no hablan¨ -ella te vio -los guardianes de la noche -las puertas del infierno -eclispse de luna -el origen -las damas del bien -la oficina -descanse en paz -mentir -el niño -el abuelo -equilibrado -multiplicar -el demonio y sus ángeles -lamanada -el coro

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-¨ ya no hablan¨ -ella te vio-los guardianes de la noche-las puertas del infierno-eclispse de luna-el origen-las damas del bien-la oficina-descanse en paz-mentir-el niño-el abuelo-equilibrado-multiplicar-el demonio y sus ángeles-lamanada-el coro

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Ya no hablan

Beatriz y Anselmo viven en un silencio que lastima. Se pegan. Se golpean. Se maltratan. Se gritan. Con el silencio. Es que no tienen de qué hablar. En la televisión las opiniones ya están dadas y se le dice a uno la verdad. Esa metáfora de evitar pensar, razonar y ocuparse de los problemas que interesan a las personas. Ellos repiten para sus adentros lo que dicen los periodistas y viven historias autómatas en películas que no son sus vidas. Viven hacia adentro. Atrapados en no saber mas que el escuchar en silencio las tramas de cada argumento dado en la pantalla. Sumisos. Esclavos. Entretejidos por la soledad. Desgarrados por dentro por no poder opinar o cambiar ideas. El dolor de hacer las cosas de la vida en común mecánicamente. Ocuparse de un niño pequeño que crece en el silencio. No hay nada qué hablar. Para qué. El embriagarse de la invasión de la pantalla que da recetas y remedios para enfermedades inventadas pero que entretienen. Lejos está el planear cosas juntos o proponerse algo para que la vida tenga sentido. Son seres extraños extrañados por su realidad subyugada a un fuero de juicios ajenos que determinan la vorágine de un mundo que de tan interno se va adueñando de seres vulnerables. Ellos no se defienden de ello. No discuten. No se plantean nada. Ni siquiera algo pequeño. Se visten y se desvisten de cosas que vienen de afuera, de allí donde todo ocurre y donde se educa para saber qué hacer en la practicidad en que estar vivos es pecaminoso. En la que pretender entenderse a uno mismo es ir contra la corriente. Entonces los horarios lo determinan todo. Él se levanta temprano a trabajar y ella sola con el niño se encuentra en lo más terrible de el modo de vivir las pesadillas de no saber qué hacer. Qué decir. Con quién encontrarse para hablar de qué. El hipnotismo de una vida de introspección que va tomando la fatalidad de estar indefensos de hacer frente a la rutina que todo lo puede. El énfasis en nada que importe y hablar mecánicamente como un aparato humano que se enfoca en perdurar en el tiempo con una regla básica de detalles repetitivos sin modificaciones ni alicientes. Resignados caminando todos los días por la indeclinable tarea de abastecerse de necesidades.

Beatriz iba una tarde por ahí por donde van todos y alguien se le acercó. Un tipo le dijo que era hermosa. Hermosa yo? se preguntó. Qué me ve este tipo?. El espejo le aseguraba que estéticamente conservaba un atractivo pero por dentro estaba destruida. No conocía nada amable de sí y se desmoronaba ante la creencia de que existía por alguien que ya no la notaba. Hermosa? Sí, te lo deben decir muy seguido!. Ese tipo daba por supuesto de que se la estaba disputando entre varios que sin duda a diario querían acercársele. Que la veían con la mirada del deseo. Con la necesidad de luchar por ella. De conquistarla. Quizá su apatía se reflejaba en que carecía de estímulos y eso la ponía menos guerrera o seductora y más sujeta a inclemencias. El encanto es un aspecto de la seducción que quedaba perdido en la historia en que se conociese con Anselmo. Nada era tan frío como creer que lo que fuese fuego hoy se derritiese del hielo de su corazón ante la mirada de otro. Estaba en pecado. Quería estar en la cama con ese tipo. Que la tocara y la acariciara. Tenía fantasías de ser querida y buscada. Entregarse a un admirador. Regalarle su tiempo y su vida. Cuando todo está perdido el tesoro es un hallazgo que se lee en los ojos del que viene desde otra dirección y nota algo en el presente con un pasado sepultado. Sin caricias ni una amistad del género de los interrogantes de la aproximación hacia algo. Con las delicias de un bocado no permitido y el encantamiento de volver a ser una flor. Cómo decirle que no?. Acaso negarse a volver a vivir. Quién era ese ser mayúsculo que esgrimía la espada de sus lujuriosos

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comentarios sobre su belleza. Quedaron en verse. Ella le dio su celular. Se apresuró a escapar del momento y esperó poder pensar a solas en lo ocurrido. Nada le urgía pero el pulso se le aceleraba. Quería matarse. Tirarse de un precipicio. Dormir eternamente al lado de dios. Pero ese hombre era dios. Era el macho que la cortejaba y le entregaba frases inconclusas de amor latente en la vidriera en que ella no se había propuesto exponerse.

Anselmo vibraba en varias sintonías. Se enfocaba en una metódica tarea de ordenar archivos. Archivaba su pasado e incluía aspectos de su vida cotidiana en casa con una foto de Beatriz sobre el escritorio. -¿Es su mujer?- Le había preguntado su secretaria, Silvia.-Sí- había respondido mecánicamente sin detenerse en el peso de la afirmación. -Es muy linda, señor. -Gracias. Y Anselmo recordaba que esa mujer que se encontraría ese día como todas las noches en su hogar era linda. Acaso no tan vulnerable a sus encantos de hace años. O acaso él ya no los tuviera. Quizá estuviesen dormidos, secuestrados del sentimiento de amar a alguien hasta la locura cuando la hubo de conocer. Silvia era diez años mas joven que Beatriz. No estaba casada ni era madre. Su delicadeza y su gracia lo conmovían. Sentía que ella lo hacia todo para que el fuese feliz en la oficina. Que era generosa en su trato con él y le regalaba sonrisas y buenos ademanes ante cada cosa. Ella por su lado lo admiraba. Creía que él era el símbolo del buen padre y marido de esos que ya no hay. Que trabajaba como hoy pocos lo hacen y llevaba el pan al hogar. Que adoraba a su hermosa mujer y ella sin duda era una afortunada. Para ella Anselmo era lo opuesto a los que se le tiraban porque sí con piropos lascivos por la calle y se la querían llevar como a un objeto de la carnicería humana del acecho entre los machos y hembras. El modo en que los hombres la miraban era a veces hasta más inquietante que los piropos. La recorrían como si fuese un objeto de colección para poner entre sus pertenencias evaluando su peso, pelo, curvas y demás entregas de la belleza femenina. Como quien piensa si está a la altura de sus pretensiones. Como si lo que ella interpretase ser fuera poco importante. Miradas desprejuiciadas que se sentían con autoridad de evaluar y consagrarle una sonrisa pícara o misteriosa de aprobación que ella debiera agradecer como un cumplido de haber pasado el examen. En cambio Anselmo era cálido y respetuoso y hubiera querido ella tener hijos con él y una familia en lugar de meterse en el prostíbulo de las miradas que solo querían verla desnuda.

Julián resultó ser un tipo interesante. Hablaba con vehemencia sustentando sus argumentos. Tenía opiniones bien formadas y aseveraba cosas donde todo le importaba. Beatriz había ido de compras con su hermana a una feria para tener qué ponerse. Se quería ver linda ante su príncipe. Había meditado sobre lo que estaba haciendo en el silencio de la noche con Anselmo durmiendo a su loado. Sabía que merecía tener algo más que un lugar seguro y un techo. Que eso no bastaba para ser feliz. Entre lo que encontró en la feria se dispuso de un vestido de colores floreado y un escote que le aseguraba resaltar sus senos a la mirada de un ciego. Que todo lo que alguna vez había

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usado para ser atractiva se volviese a lucir. Ser linda de nuevo era su pasaporte para enfocarse en su vida adulterada por los vicios de los hábitos y costumbres de la responsabilidad de ser esposa y madre. El vestido bajaba hacia sus piernas todavía estilizadas y enérgicamente se paraba sobre sus tacos aguja que hicieron de quien la viese esa tarde una figura más bien nocturna y no una mujer que saliese a la calle a cumplir con sus quehaceres. Justamente se sentía dichosamente irresponsable de ser maliciosamente divertida al objetar cosas que Julián decía para que este se divirtiese de sus ocurrencias. Era otra persona que se descubría ser hablando con él en ese bar de la calle Corrientes. No sabia cuál era su límite. No había planeado poner trabas de antemano y seguir en cambio hasta que su curiosidad por lo nuevo de ello le permitiese acercarse a ser la que alguna vez fuese. Por momentos se olvidó de que estaba casada y de que tenía un hijo. Pensó que su lugar era el de una chica que estando ansiosa por encontrar donde se le incluyese un porvenir y sueños en los que deleitarse y salir en procura de ellos. Aceptó ir al cine solo porque sabía lo que iba a suceder. Él introdujo sus manos en su escote luego de besarla apasionadamente. También exploró el suave y sensible contorno de sus muslos. Ella entregada no oponía resistencia. Secuestrada a los deseos de ambos se dejaba tener. Más tarde en el auto Julián la hizo suya en una calle oscura de la vida que se le acercaba de nuevo. Ya era de noche y las campanadas reclamaban tenerla regresar a su soledad cotidiana para evaluar resultados, expectativas, posibilidades y también algunas culpas. -Llevás anillo de casada- le dijese Julián con asombro-Prefiero que no me hables de eso, respondió, estoy dejando de ser suya o acaso hace mucho que no lo soy.Y él le sonrió entendiendo que su lugar de momento sería el de amante.

Silvia esa tarde estaba temblando. Un tipo le había tocado la cola en el colectivo y se había bajado. ¡Era demasiado!. ¡Ya no respetaban a las mujeres!. Cuando quiso gritar ya nadie estaba atento a la presencia del hombre que se reía mientras descendía del micro. Al llegar a la oficina su silencio asustó a Anselmo. Ella lloró. Lloro de rabia. O porque no podía ser querida. Porque no se animaba. El le propuso ir a un café. Señor, le decía a su jefe. Era casi un pedido de piedad. De compasión. Una absolución por ser tan desgraciada. ¡Usted es una persona admirable señor Anselmo!. ¡Quisiera tener un padre como usted!. ¡Ya sabe, que me cuide y se ocupe de mí y poder contarle todo lo que me pasa!. Le mostró su vulnerable finalidad de aceptar qué era lo que le había tocado ser y que no aspiraba a más por impotencia de haber sido siempre lo que creía ser. -¡Me alegra mucho tenerla trabajando conmigo Silvia, usted es encantadora!Y en el momento en que él le secaba las lágrimas con su pañuelo acercándose para posar su mano sobre su cara ella impulsivamente encontró el camino para besarlo. -¡Perdone Anselmo!. ¡No debí!!!!El se enrojeció y sintió la vibración en su cuerpo. Hasta tuvo una excitación en medio de un incierto modo en proceder a disculparse a sí mismo y no a ella ya que no podía creer que ella en verdad le gustaba. No porque no fuera bella que lo era en demasía sino por sus deberes de esposo que invocaban una pertenencia de la confianza a quien seguramente estaba cuidando al hijo de ambos y eso era un deber como lo era el suyo olvidar lo que no era sino un entendible sentido ante una mujer que sin duda de no ser

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casado hubiera intentado conseguir. El era criado a la antigua y el estatuto de lo que le correspondía era una decisión férrea e indeclinable como proyecto de vida de verse en lo que su vocación por la familia le había indicado. Estaba en lo cierto, creía.Al volver a la oficina ella le contó mucho de lo que él no sabia sobre su vida. Se confesó abiertamente sobre temas íntimos y hasta habló de cómo había sido con su primer novio.

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En ese momento me detuve. Yo conozco a Beatriz y Anselmo! Los he visto en tantas parejas. Transitar años y hasta décadas. Con la opulencia del mañana. Con la intempestiva tarea diaria de levantarse para desayunar y empezar un nuevo día. Como un plagio del anterior. Como la enmienda de lo que quisieron ser. Con la leve intermitencia despaciosa críticos de desesperación que no ceden hacia el pánico. La verdad que lastima el ego del que se ve frente a la muerte. El desencadenante del frustrado amor que pregonaba una decente tarea de ir en procura del futuro. La antítesis de la vida que yo llevaba. Con libertad y libertades descubriendo a cada paso un escalón. El simulacro de creerles a los demás que creían en lo que hacían pero manteniendo distancia por las dudas. No vaya ser que empiecen a morirse todos. Uno a uno. Inevitablemente. Destruyendo lo que una vez fuera niñez y luego adolescencia, juventud, madurez y yendo hacia una vejez sin futuro. Una vejez sin esperanza. El tiempo malgastado. Ese que les fue dado casi por regalo. Como un una oferta o una demostración del poder de hacer y transformar como todos lo que también lo creían. El empecinamiento y la minuciosa elaboración de pretextos para avanzar por el mismo sentido cada día. Como el testarudo que dice que algo debe haber. Que seguro que con eso puede encontrar lo que justifica el trabajo, el esfuerzo y el tiempo. La eterna juventud de la inmortal sabiduría cotidiana de hacer las cosas bien. El flagelo de la espada que cae sobre la cabeza y la parte como a una nuez. El idiota así desparramado sin rumbo por el piso arrastrándose entre recuerdos y evocando los buenos tiempos. La longeva tarea de enmendarse entre los restos que son el despojo de lo que se tiene y ya no se va a tener porque no era cierto que lo que venía estaba allá. Allá no hay nada. Se acabó. Avanzar así al precipicio. La tierra deja de ser esférica y se presupone sujeta como una empinada relación en donde todos se van cayendo por el borde. El funcionamiento de la rebeldía había dado en mí resultado y ahora Beatriz y Anselmo esperaban que les diera una solución. Algo debía rescatarlos porque todavía estaban a tiempo de negar ese futuro. Podían enfrentar su error. Declinar y dar la batalla por perdida. Sorprenderse gritando hacia otra dirección. En procura de otras cosas y con la compañía de otro. En vaya a saber qué nuevo engaño si se dejaban embestir por la mansedumbre de invocar aquello en que fueron educados y volver a equivocarse. Con la paciencia de un beduino me propuse continuar la historia. Debía hacer o deshacer. Enfrentar a los personajes del mundo con su legítima necesidad. Hacerlos partícipes de su presente y no de su historia. O abandonarlos en su rumbo hacia ese final predecible del que todos hablan y después del cual nada se sabe sobre lo que ocurre. Acaso los muertos sepan de qué estoy hablando y me estén escuchando. Acaso perciban su error y

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confiesen que esta razón es la que los puede sacar de la interpretación de la nada como final en donde los que acaban se desangran de haber dado por un hecho que está bien así y que hay que seguir aun después de muertos.

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Beatriz se desveló esa noche. Había soñado que alguien escribía su historia. La de esta vida que estaba fluctuando y la sorprendía con nuevas propuestas. Desencadenaba sus pies y se destinaba a caminar los pasos de una demarcación nueva del territorio del bien y el mal. No podía contárselo a nadie más que a Julián. Pero qué pasaría si a Julián también le estaban escribiendo su argumento. Esa determinación para abordarla a ella. Miró hacia el cielo y no encontró más que nubes. Entonces entendió que su cabeza tenía trazos de una tinta que derramaba razones en palabras que ella entendía y que la sorpresa era la tregua que le demostraba que ella estaba confundida respecto de su presumible equivocación. Tenía miedo de pensar. Eran acaso sus pensamientos? o algún ser que se jactaba de darle soluciones a problemas ya encontrados los fundía con la presencia de una víctima contigua que la usaba para ser también feliz?. Acaso que quien le daba sentido a esto no era el mismo que le pedía que lo hiciera de manera que ambos saliesen en busca de lo que era preciso confiarle a la verdadera motivación de tanto?Julián estaba nervioso esa tarde. Parecía que él sabía que algo estaba sucediendo y que ya no lo controlaba. Era el crepúsculo o el amanecer de una idea arrebatada a otro. El pensamiento trasgresor que se mete en la cabeza de una víctima de un modo de vida abierto a lo posible. El reloj que se entierra en la misma arena de sus granos de impedimentos que se sustraen uno a otros a la cadencia de una melodía que es la voz de la conciencia. -Hablemos!, dijo Julián. De eso se trataba. De hablar. De romper el silencio entre Beatriz y Anselmo. De darle vida a los porqué en una relación causal adonde las consecuencias se produjecen en tiempo real. -Ya no hablan! sentenció-Qué?, inquirió Beatriz-La gente!. La gente no habla!. siguió Julián -Por eso vos y yo estamos aquí- agregó Beatriz tomándole la mano-La realidad nos está avisando, prosiguió Julián -Si! Y es como una voz en nuestro interior, no??!! agregó ansiosa-Podemos interpretar lo que nos está pasando!. Actuarlo!. Dramatizarlo!. -Encontrar nuestros personajes, sugirió ella. Hablar como si viviésemos a través de nosotros. Como fabricando lo que el guión de una trama nos propone echa esta por nosotros. -Y quien va a escribir ese guión? se sonrió Julián -La única vez que pensé en ello me permití leer a los que escriben- dijo ella. Ellos trazan destinos y encuentran razones importantísimas y en eso que otros no vemos. -Entonces podríamos leer este libro nuestro si alguien lo escribe para que podamos seguir adelante!-Un tal dios! jaja!

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-O un delirante que quiera jugar con nosotros a cambiar el perfecto estado de las cosas y conseguir volcarlas hacia un fin propio que no sea la expectativa del mañana-Nuestra conciencia pude leer los textos que se nos encierran en la memoria de lo que registramos a diario. Pensar en ello y suscribirnos a una predilección por el drama oculto de la vida representada en un escenario por nosotros,….ser los mejores actores de un interlocutor audaz que nos guíe y oriente- y ahí él se detuvo-Tratemos de actuar alguna película conocida-fingió ella creer -O mejor esperemos a que alguien se determine en elegirnos para el elenco de una nueva-le guiñó

Anselmo estaba quieto mirando el cuerpo desnudo de Silvia. Era tal cual lo había imaginado solo que mas fascinante que en sus sueños y fantasías de tan real. La única posible salida de su muralla. Esa que había construido. Esa que ocurre cuando no se habla. Cuando la locura del silencio hace estragos en el no tener más que el mecanismo de la acción deliberada de matar el tiempo con lo que se hace superponiendo semanas, meses, años y décadas. El hotel se llamaba Las Delicias. En Panamericana se estaba lejos del centro. Ahora el centro era ella. El éxodo había derramado toda la vorágine de su deseo de amarla e interpretarla con la preponderante fórmula del protagonismo que ella tomaba para él en su vida. Desde la oficina habían intercambiado miradas que fueron besos y luego manos que se introducían en la misma razón por la que ya se miraban en la oscura penumbra de una luz roja luego de ir en auto unos kilómetros de tintura de la pasión que se rebuscaba entre los posibles rastros de la misión en la que se enmarcaba aquello. Era algo propio y eso era seguro. Como la llave que cerraba por dentro la habitación en el hotel y el servicio que por una ventanilla chiquita hacía recordar mediante pedidos de cosas ricas y tragos que existía todavía el otro mundo. El vestido rojo de Silvia estaba tirado con toda la ropa que había volado de sus cuerpos para declamar el tiempo de una espera muy ansiada de amarse. -Quiero hacerlo de nuevo, rió ella felizEl no se pudo despegar de semejante tentación que le erguía la piel y los sentidos.

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Ella te vio

Cuando la convivencia agita la verdad de lo vulnerable de cada uno. Cuando esa mujer que se sabe seducir en la calle te desnudó de tus familiares problemas. Cuando se te nota en la intimidad cada virtud pero se exacerba cada defecto. Como si saber que el príncipe o el amante era un juego del que te desacostumbraste porque pasaron los años y cada duda o cada inseguridad te invadió mostrándole lo que otras nunca conocieron de vos. El tiempo te fue llevando del juego al error. Se te notaron cosas que nadie veía. Ni siquiera vos mismo. Entonces no saber si sos el que ella hoy ve o el que eras. Si te dejaron solo ante una mirada malvada y podés volver a ganar con la alegría de divertirte. Acaso ella te vio porque te cansaste de ser bueno para ella. O ella se cansó de ser buena para vos. Y te atacó y te humilló. Y te hizo que te sintieras en tu orgullo mucho menos. Y que se adueñara de vos porque cualquier mujer que se interese te descalifica cuando pensás en ella al regresar a casa con la mirada de la que te vio. La debelación o el desgaste de la persona que ha hablado de la vida y ha sufrido el dolor y el deshacerse de lo adverso. El tiempo que nunca le diste a otra ni otra te dio. Eso no era un juego. Hablar no era un juego. Era escuchar y ser escuchado. Te hiciste fuerte en eso y no pudiste planear defender esa pareja que es ella. Pero eso tiene un costo. No hay joda cuando alguien necesita que defiendas ese tiempo de compartir y postergar tantas cosas que no son mas que el ayer de una olvidada manera de equilibrar tus atractivos. Ya no hay una pantalla donde el erotismo y la noche lo son todo. Ahora hay una relación. Un vinculo, una indeclinable forma de deberle a otro que te debe el saber y conocerte y el ser parte de tu crecimiento y no una faena de la que se puedan desprender. Y vos la viste a ella. Porque ella no lo era ante otros ojos y sí se apoyó en cada mano y cada momento en que la escuchaste como no se apoya y no la escucha cualquiera de los que se atraen por ella. Te regaló su impotencia además de lo que te gustaba y aun te gusta. Se declaró vulnerable y se entregó a tu comprensión. Buscó un modo de hacerte feliz dándote lo mejor y esforzándose por ser linda y conociendo los pasos de cada respuesta que se daban los dos. Nada se borra como si no hubiera existido. El mito de que lo nuevo es lindo porque no tiene puntos flojos o defectos de los que percatarse todo el tiempo fue quebrado cuando bajo el mismo techo se trataron con la servicial manera de ofrecerse otras cosas y estar en donde se está atento a lo que sucede y a cada problema. La gente dice que convivir es imposible. Que las parejas así no funcionan. Que lo que se quiere es otra cosa. Que que vos y ella se vieran o se apoyaran sin ser indiscreción son dos cosas distintas. Qué vas a hacer con la melancolía y la tristeza de haber visto crecer la dependencia entre ambos. De verse como ambos se golpeaban el uno al otro reclamando atención cuando el otro buscaba ser feliz con el regreso al ayer. Con ese trato que se da en la ingenuidad de la divertida forma de un juego que ustedes hoy no pueden jugar como si no se hubiesen ya visto. Es lindo pensar que esto ya pasó y que se puede empezar de nuevo con quien nada sepa y no volver a traspasar las fronteras del ingreso de ese alguien a confesiones y declaraciones de hechos de vida fatales o totalmente esenciales a lo que se es como un secreto que no se le volverá a contar a nadie si se sale de esta. Que el necesitar y verla a ella contenida en sus aspectos de mujer la hicieron confiársete y confiar en que eso seguiría. Que no la dejarías cuando ambos se dieron todo. Ese pacto letal que se quiere ver enunciar porque si la vida es otra cosa y entonces la soledad y no retrotraerse a la verdad de el hablar de lo innecesario o llorar en vez de reír. Y si te entristece no volver a ser joven en el sentirte un tipo de la manera de antes entonces qué. Ir por la calle y conocer mujeres a las que ilusionar con cercanías que son amistades o juegos permanentes en los que la seducción relata la piel de una divertida comedia de restablecer la cáscara del modo en

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que las personas se gustan y buscan habitualmente sin mayor compromiso y esperando así tener esos aluviones donde se juega lo que en casa no se juega más. Y eso no será llevarse ambos a la cama o salir de noche por ser novios. No. Será descansar de lo difícil de que a hay alguien que no te dejará dejar de ser necesitado. Y que te hará imposible salida hacia el mundo de los espontáneos declives de historias divertidas que no coinciden con la morada de una aventura hecha con años de estar en ese lugar que es la casa en donde lo que ocurre es sentencia de la rutina en donde se trabaja todos los días y el interés y la forma de buscarse aun permanece a pesar de todo. El refugio de una presencia que es testigo de tantas cosas que se resaltan ante los que se han ido yendo de la imparcialidad de no deberle nada a nadie. Acaso ella también quiere jugar fuera de la casa y se deja admirar y desear pero suscrita a ese andar junto a vos que no quiere romper y por el cual no se deja besar por otros. Acaso se es adulto y ya no hay vuelta atrás. Eso es crecer y creer en algo. Lo que se va transformando hace una marca que es lo que hace que ella te ve. Y vos a ella. Pero en el juego de vivir esporádicamente separados ella tenga que trabajar ese abismo. Eras feliz de encontrarse casi todo el tiempo pero porque así se disfrutaban en la incerteza de conocerse desde el ir y volver a irse como teniendo tiempo de estar solos y ver como un regalo cada encuentro. Pero ella sabe que el techo que le diste es más que un techo y es todo lo que te confió y lo que te vio hacerla crecer con el estar donde lo necesitaba. Se fue de su casa porque esta aventura era eso. Irse para estar con vos. Divorciarse es escapar de lo que hace que el tenerse sea insoportable. Que el juego individual que ella y vos hacen fuera de la casa sea peligroso. Y entonces ella te promete fidelidad pero vos que la trajiste a tu techo sin saber qué hacer en la libertad de que otro pudo hacerlo. En que el tiempo de ambos puede ser historia y tener la necesidad de ver que ese techo se gasta y se pende de conocer a otra persona el verlo renacer. Entonces se cree en que no se llegará a alguien igual con quien levantar las mismas paredes sino que ella, la que podría venir después, será distinta si le das o no techo además de diversión y algo que hacer con vos. Como si ocurriese de alguien que con esa ella fuera distinto si es otra. Es eso cierto? Qué te dice tu experiencia cuando recordás que alguna ya antes quiso quedase bajo tu techo?.

Los guardianes de la noche

A la noche todo ocurre, todo se facilita. Somos zombis y procases. Creamos y deshacemos. Vestimos las paredes de luto y redimimos a los dioses. A las diosas. A las mujeres que son el culto de la noche. La alegría, el buen vivir y la necesidad. El amor incondicional. La religión de una tregua con el día. Cuidamos nuestras paces con la verdad de ser exhaustos en la diversión y en las caligrafías del tiempo. Escribimos sobre papeles de una ilusión con garabatos y alianzas con los que nos ven y quieren tener. En la noche hay vigilia. El mundo de las ocurrencias y la única fase de perdonarnos por ser lo que somos y reírnos de ello. Me gustaría conocerte de noche cuando te sacás el peso de el agobio y te divertís como yo. Sangre, sudor y lágrimas también en la noche. Y el peso del tiempo que nos convierte en parte del confiar a las brevedades cosas ocasionales. Esta noche río y lloro porque todo en vos me conmueve y soy vulnerable

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en esta sensibilidad que llevo a cuestas. Gracias por estar. Gracias por tu noche. Mujeres hermosas. Encantadoras e inteligentes. Gente despierta que no duerme la opacidad del rito del sueño obligado. Me consumo en la noche y le dedico poesía. Frases de hombres celebres que nos construyeron y son mi romance con vos. Te cuento cosas en la noche y todo es superior. Como el paradigma de algo irresoluble y la levedad de no ser lo que somos.

Las puertas del infierno

Mi cuerpo se quemaba y consumía en medio de las brasas. Mi alma se hacía vapor. El diablo se vestía de dios y una faena de animales me convocaba para emular a la sencillez. El tiempo tenía buena cara y el odio ya no era feroz. Acaso las cenizas al viento y una tempestad de brutalidades que no tuvieron que ser. Al final se me colgó una mujer que cantó a mi oído una canción. Abrió las puertas del bien y las del mal también. Creo en dios pero más creo en ella. Soy un espectador de lo que me sucede cuando las puertas del infierno tienen el sabor de la carne asada y el modelo de lo que importa se consume con tiempos de paz. Levitar entre el sangrar pero sin molestar al féretro que transporta lo que fui o lo que no quise ser. Adiós mundo cruel y sépanme disculpar por la licencia de algo que no supo ser mas que el amor a mi derrotero incondicional. Demostración de fe que se hizo carne y la piel que fue amada con la determinación de un ángel que me dio luz y perdón, confianza y confidencia de secretos de alcoba que supuran entre las cicatrices del ayer. Muy lastimado quedé dormido en mi lecho cuando ella se fue. Sé que volverá y me dará algo más del sabor de la sabia de su nupcial coincidencia con mi concupiscencia de querer a alguien que no sea yo.

Eclipse de luna

Quién puso un dedo sobre la luna? Quién tapó el sol? Alguien cubrió mi alma de amor. Esperanza de la noche y el día. Recuerdos de melancolía. Trazos en el cuerpo y deliciosas melodías. Una verdad que se vierte sobre el universo en el que somos soplo vos y yo. Los astros y los espejos. Y en el telo ya amanece. Fue un fogoso ir y venir entre nuestros cuerpos. El ardor del cansancio de la vida misma. Y el tiempo que se esconde del placer. Para regalarnos una milenaria tarea de hacer amor entre la lengua y el sexo. Como se divierten los que invitan musas al convite y se entregan los apasionados que declaman calor. Sangría de lo nuevo y persecución del lo que ya

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pereció. Alabanzas a los estrechos pasillos de una transitoria cortina de lo que tapa el mismo hecho de ser y estar solícitos de la mitológica versión de la hembra y el macho transformados en monstruos de siete cabezas y en milenarios heterodoxos que levitan entre aguas del mundillo de una servicial caída de lluvia sobre el bautismo al desnudo de nuestras cabezas.

El origen

Ellos eran distintos. Nacieron de lava y fueron vino. Recorrieron la espesura del tránsito de una vegetación de pertenencias que se extraviaban a su paso. En invitaban al debate de una forma de destilarse en vida los enigmas del frenesí que urgía la pasión hacia el desborde del amor. La terminación de una gesta de aluviones de primavera y el frío de la tempestad de pensamientos que bastaban del saberse dueños de lo que la vida invitaba y concedía a la veleidad de estar. Una forma en donde se nace, se cree y se procrea la verdad que persigue lo que imagina y se debe a lo que no hay. Una omnisciente relatividad donde todo se convierte y nada queda igual. El fantástico conocer lo que de esa manera en que nada fue como es. El temible modo de ser distinto lo que se empieza a lo que se termina. Conclusión de una epopeya de ridículos aspectos de la resignación. Una detonante festiva delineación del fino pertenecer a lo perfecto de la condena de ser adeptos al modo en que se supo venir para florecer y seguir en el mutante ante lo que no se puede ver. El traslado que fue interrogante demostración que se esfuma para verse en la vitalicia forma de un sujeto que puede ser más.

Las damas del bien

Ellas eran hermosas. Inmaculadas. Cuidaban la procreación y la legitimidad de los actos. Vestían santos y ayudaban a los que no lo necesitaban. Rezaban por los que se divertían y confiaban en que no les creía. Eran imágenes de la bondad. Estereotipos del único placer de la caridad. Corazones abiertos de par en par entre los telones de un teatro vacío. Ellas estaban igual y se disfrazaban de lo que no eran para poder fingir desencanto ante el ultraje y lo que estaba mal. No hay mal que por bien no vuelva y ellas ahí iban a estar. Sal de la vida que tiene un precio y la vejamentada tarea de auscultar. El episodio de lo estratosférico y el debacle de una perdida dilatación del útero que no dio a luz sino tinieblas pero sin tener conducta en el azar. Enfoques de lo encontrado y relevamientos del mal. Estiramientos de piel para la joven vanguardia de mantener todo como está. Las damas y los peones que para ellas trabajan y lo alfiles que

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combaten en sus caballos y el rey que todo lo puede en el pedestal en donde ellas salen de un culto al falo de la verdad. Autoridad y autorización. Cenáculos del deber. Obligaciones contraídas y que rija la ley. Altruismo de esa militancia de bandera que ya no fue. Persignarse ante cada santo y ser devotas de lo que carecer.

La oficina

Ese reducto de formas abstractas y realidades concretas. El modo de realzar la identidad porteña. La vejez y la juventud eróticamente sujetas. El armado de un orden y una organización endeble pero cierta. El tiempo con cara de poker. La proximidad del día de cobro. La relativa sensibilidad a las cosas en común. Una redundancia de afectos y buenas intenciones. El reflexionar sobre dónde se está y para qué. Ver al mundo girar por la ventana. Ventajas que se suponen perennes. Indemnizaciones y consejos. Advertencias y sorteos. Reflejos de unas lindas piernas y el traje que exalta lo viril. El empecinado transitar espacios compartidos forzosamente. Las confidencias y los chismes. El armado de una degustación de experiencias. La personalización del profesionalismo. El servicio en puerta para ayudar debido al deseo. La pérdida de una ocurrencia y la ventaja de recuperar terreno. La puerta siempre abierta para ir o entrar, para irse o quedarse. El trabajo que es necesario. La manutención de un hogar, de la familia. Los hijos dibujados en la conciencia y el pan de cada día. Grandes negocios y ganancia de las que nadie se entera. Cajas que registran el ingreso al mundo del capital. Y ser potencia o acto según el estado del tiempo y el anuncio del meteorológico andar.

Descanse en paz

No sé si a ustedes les pasó que ya no tienen ni ganas de levantarse. Que el esfuerzo superó todas las expectativas. Que el trabajo está hecho. Que nadie tiene culpa ni puede hacer nada. Solo nosotros en el lecho. En la misma cama en que nacimos. Con la tibieza de una sábana que nos acaricia. Y ya decimos que ese aroma del descanso puede ser más que la vida. Que el entregarse en manos de lo sagrado es una vertiente del arroyo de el sueño de poder no tener que volver a levantar la bandera y el mástil y el orgullo y la parquedad y la verdad y los fundamentos, y los argumentos, y las razones y los pretextos y el deseo y la longevidad y el oculto modo de mirar al mas allá en vida. La muerte no es olvidarse de todo sino no hacerlo nunca más al menos en vida. Que en

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paz descanse le decía a un tigre viejo. Solo exigían ya que hagamos las piruetas y a los niños podamos alegrar. Esa fogata de amor quedo en que de ser sería y procrea en la transformación. El peso del ocaso que se levantó para erigir una estatua o un monumento que honra nuestra ausencia. Y el tibio adiós a los seres queridos que nos verán en sueños y pesadillas. El llanto del desgarro entre el cuero y la vida. El holgado menester de ofrendas vertiginosas necesidades de reposar en donde nadie sabe donde estaremos

Mentir

Se puede mentir ¨ solo ¨ cuando se está diciendo la verdad. Esa que cambiar las palabras de en una verdad o una mentira la convierten en mentira o verdad. Es el idioma lo que expresa sinceridad y no los hechos descritos con oportunismo. Hace falta reír de la vergüenza de juzgar al que se enarbola como cierto. No es cosas importante como no es mínimo el sentenciar que la expresión mas puramente eficaz y cierta tiene el don de ser como lo que el poder de una luz que afirma. La mirada en el templo de la formación de intervenciones de carácter tangencial que se dedican a esclarecer y no a verificar. El tener lo cierto queda en el blanco cuando el otro entiende lo que se quiere decir. La fijación de una delatada tarea de estrategia para conocer el misterio en el que la vida se identifica con lo conocido y no se opone a lo evidente. La tergiversación de los mal habladas que se adueñan del concepto épico y se olvidan de las verdades prácticas. El epistolado de una recreación de la riqueza que se da al decir las cosas como son y no como se suponen por convenciones estructurales preconcebidas de antaño. Es mejor engañar al rival que confundir al amigo. O desprender una alabanza que planear una ofensa o depender de la amigable serie de exterminados tesoros que la decadencia de hablar por hablar. El ejercicio de la desbordada tertulia de una mirada oblicua que no se dispone a agradar ni a dar alegría o felicidad.

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El niño

El niño engaña, el niño confunde, el niño es astuto porque sabe que no debe esperar nada de nadie salvo de papá. El se evalúa a sí mismo y reza. Confía en la supervivencia y mata. Se entrega a devociones y hace maldades. Total es todo seguro y no hay nada que hacer para educar al que dios ha iluminado con su cuidado, paciencia, bondad, ternura, perdón, clemencia, dedicación, tintura y todos los adjetivos de lo que es bueno para él le son dados pero el sigue tratando de ser el que así protegido esculpe la terrible faena de terminar con los que no le deberán dar nada a cambio y sí obedecer al mandato de dios padre. El niño se cree que esto es un juego y que el amor todo lo puede cuando le es dado. El presiente y presupone y se deleita en la abocada tarea de agradar al señor. El niño dirige su mirada a un objetivo y lo hace su objetivo cuando el guiño de el creador del objeto le dice que todo lo inventado por él es para él y que todo lo que él consiga le será dado.

El abuelo

Dios es abuelo nuestro y padre de nuestro padre. Él nos da gustos y nos malcría. Se sienta a jugar y reír con nosotros y nuestro padre está de acuerdo. El se dedica a ser cariñoso y se entrega a darse a la fuga de lo que fue ser padre de nuestro padre. Él está sentado de una manera en que la derecha de su deleite es la izquierda de nuestra libertad. La presencia del abuelo se puede encontrar con la barba gris o blanca y el colorido sombrero de un mago que todo lo puede y es alegría. El abuelo pisa lo que se cae y levanta lo que nos es dado. Se destina al consentimiento y demuestra lo que merecemos. El es eterno porque ya no está visible cuando lo que es ser padre nos es delegado. Se pone en rodillas para rescatar el tiempo que su descendencia ha levantado. El abuelo usa dientes postizos y camina lento. Tiene temblor en las manos y bebe vino. Se dedica a criar nietos y se preocupa por un buen asado. El abuelo ha dejado la responsabilidad de ser padre y prefiere dedicarse a descansar del tiempo forzado. Está contento y piensa travesuras para compartir con sus nietos.

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Equilibrado

Déme dos kilos de sabiduríaVeinte gramos de certezasUna docena de preocupacionesTres décadas de deberesLa mitad del tiempo que tuvo el que no llegóEl vientre sin un falloLa dedicación de siglosEl epitafio de la salvedadLa colapsada imagen de no hacer el malLas cortezas del comienzoEl recuerdo del mañanaLa dedicación del presenteEl precipicio de haber sidoLa tontería de reírEl pensamiento sin actos de pesimismoLa verdad de la milanesaEl crocante sabor de una papa fritaLa religión de un heladoLa vertiginosa paciencia de la dulzuraEl salado temblor de masticar cada frescuraUn mundo de sensacionesDestilaciones a montonesEl ocaso del PeloponesoLa obstrucción de lo que no será hacerme dueño de eso

Multiplicar

Hay que multiplicar y multiplicarseSangrar y sangrarseDecir y decirseExplicar y explicarseObedecer y obedecerseDestinar y destinarsePreguntar y preguntarseOfrecer y darseDeterminar y definirObsequiar y recibirEmprender y detener

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Esgrimir y esculpirEncontrar y hallarseDespertar y no dormirseDescansar y aplacarsePensar y pensarseTodo lo que se multiplicas es oroY oro es la dorada versión de la vida doradaTiempos doradosHechos doradosRecuerdos doradosRegresos doradosManos doradasOfrescase usted a multiplicar

El demonio y sus ángeles

Con toda la furia de la edad, con toda la rabia de la vejez, la anciana maestra de piano daba a la luz la juventud inmaculada de lo impoluto. De lo sacro de Shubert, Chopin, Strauss, Bach, Rachmaninov y otros, en manos de ellos sus alumnos, cautivos de su pericia de demoníaca mujer y acerca de las atrapar que se desangraba en precognición de grados de verdad inobjetables que sus ángeles eran prodigios. Ellos hacían que el romanticismo y el barroco sonaran en su plenitud pero nada había en ese repertorio de compositores del siglo XX. La señora estaba encorvada y caminando como lo hacen los viejos pero tenía en sus dedos la mano de la destreza del saber que ataba a sus pies el predilecto resplandor de luces del siglo XIII y XIX pero que no la emoción de ser bien interpretadas por sus ángeles hacían olvidar que todo se circunscribía a el tiempo donde la vieja era ella. Los jóvenes cautos esperaban su aprobación y su consentimiento para deslizarse sobre las teclas con la plenitud de sangrar lo más posible en su incipiente ingenuidad de no haber sangrado aun en lo previo que es la vida. Era impredecible su edad ya que eran adolescentes y se podía calcular que por encima de veinte años hubieran estado de no estar atados al regente ámbito de la ordenanza del decrépito tañido de las campanas de la iglesia de una vieja. Ellos eran todos en verdad ángeles sin sexo y me miraban absorto yo en la belleza de sus pianísticas sensibilidades como esperando que se dé del que les escuchaba ruidos sobre los que para llorar tan importante anacronía se expidiese y así fue que me acerqué y presenté. Temerosos ellos de predicar conciertos amorfos de la época de la jovata se dedicaron a emular los viejos tiempos y describieron la sensiblería popular de la aristocracia que todo lo conservaba y atosiga y ahoga a los que están naciendo en ello.

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La manada

Con sus cabecitas blancas se dirigían a algún cementerio. La población estaba atenta a jubilaciones de no hacerse cargo más que de cuidar lo que era deber y derecho de su vida. Ellos se agrupaban para escuchar música sacra o romántica. Creían en el más allá si todos estaban juntos. Tenían tiempo de ocio y confirmaban su perenne deseo de trascender en el cariño con pinturas y poesías. Acaso sus cuerpos frágiles y su caminar tembloroso no reivindicaban el resultado y el tiempo dedicado a dar vuelta al tiempo. La manada parecía no tener ya individuos. Se miraban y se protegían estando juntos. Como lo hacen los jóvenes y los adolescentes pero con la consigna de cuidarse. Pocos son los que se encargarían de ellos con respeto. Las manadas del mundo van a lugares comunes, hacen las mismas cosas y tienen las mismas reacciones. La obligatoriedad está en un contexto acorde con las fuerzas y el poder usar dinero ganado en el reestablecer un camino de ocio y de tranquilidad, daba ánimo para seguir enfrentado su ego activo con su yo pasivo. La pasividad se hacía parte de ver lo que era inútil intentar pero se convertía en establecerse en territorios donde la vida era un bien y no una pérdida de tiempo. El bocado de la última parte de el último cuarto de su siglo vital les pertenecía y permanecían especulando con la inteligencia de aun manejar más que la proyección de los que con unos años menos tenían poco acumulado de estratagemas para alcanzar fines, enaltecer propósitos y defender posturas. La manada se muestra vulnerable como estrato de un servicio de inteligencia que toma precauciones y tiene espías y conserva lo verdadero de la fortaleza de luchar por lo que se es y se tiene.

El coro

Las seis voces afinaban su mística de lo permisivo en las partituras. El desencadenar conversaciones en los pasillos desafinaba y generaba trastornos. Como la vanguardia que se debate entre el orden y el progreso, entre lo programado y cuidado y el romper con la tolerancia. El mítico rastreo de la facultad tímbrica y el espectro sonoro de cada voz de las seis en sus ámbitos diarios despertaba el físico estrecho giro de percibir una fórmula de mensaje crítico como si al fin hablaran a través de los graves y los agudos lanzados al azar en el habla y que lejos de la monotonía de partituras un modelo arbitrario desubicado y barajado en donde las mujeres recorrían el ojo de la tormenta de estridencias en acotados largos trazos que en el varón son mas reducidos. El mundo sonoro se especializaba en la faena de educarse fuera de las reglas y fragmentar charlas familiares con impresiones y dolores de cabeza. El mensaje divino no era solo el texto sino las comas y los acentos de la partitura del habla que realzaba al espectáculo de la representación escénica del dejarse llevar por esa improvisación del estar sujetos a impulsos y verdad esos tiempos muertos de la vida espontáneo cotidiana en que declinan y se adormecen en sonidos atípicos y que las memorias y conciencias no

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registran y el oyente no juzga. Gente que se ofendería de escuchar agudos y graves que en una sala conservadora de aspectos de timbritos y espectros de alteraciones convertidas en estridencias del mundo de estar escuchándose como si no ofendiese al público con semejante barbarie de posiciones tomadas y aspectos estéticos sujetos al arbitrario y descontrolado modo en que al hablarse declaran cosa misteriosas y se vierten con ese sonido del habla que nada tienen que ver con el idioma. Pensamientos e inducciones que confieren rastros de una pertenecerían al casi general de la mayor de las originalidades de un genio de el siglo XXI o el abucheo general. Estilos consensuados en cambio aprueban y desaprueban lo que las conversaciones permiten de manera indiscriminada y atando a los muros del respeto de escuchar y responder con declamaciones revolucionarias que atentan contra la libertad y el estar organizados. No obstante los libros se siguen leyendo para matizar el subjetivismo de cualquier impresión de el hecho de conocer de manera directa con los pensares del que se suscribe en lo sonoro a darle sus puntos de vista a un publico cautivo y expectante de aprender de alguien en particular expresándose en los conceptos no solo leídos en la intimidad circunspecta y solitaria del legado sino ante los imprecisos que declaran juramento de eternidad al acto sentencioso de deserción al hablar ante un público.