encrucijadas en la historia reciente de méxico: maximato y salinato

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Encrucijadas en la historia reciente de México: Maximato y Salinato José Luis Sierra V. Para encontrar una situación de crisis político-institucional comparable en gravedad a la que se vive en la actualidad tendríamos que remontarnos hasta 1928, cuando el Gral. Obregón fue asesinado tras haber sido reelecto como Presidente de la República. En aquel momento, el grueso de los jefes militares que controlaban al país desde las regiones, vieron al presidente Calles como autor intelectual del asesinato y como el factor que ponía en riesgo la continuidad de su dominio regional. Lo que se enfrenta ahora es la crisis terminal del presidencialismo autoritario: la suma de omisiones e insuficiencias en el ejercicio del poder público dejan un vacío que ocupan los grupos y personajes con poder fáctico, y los gobernadores, quienes en sus respectivas entidades ejercen un poder absoluto, fincado en la corrupción, el autoritarismo y la componenda. Las razones del Maximato En 1928, una decena de entidades estaban inmersas en la Guerra Cristera, y el país entero vivía en la incertidumbre por el enfrentamiento del nuevo Estado con la más vieja y sólida de las instituciones sociales: la Iglesia católica. Hoy, una docena de estados viven bajo condiciones de guerra, y la violencia del Narco es una causa más del deterioro que arrastra el país, deterioro que empieza por la podredumbre de la “clase política” y culmina en la moral social –o la falta de ésta- de un país en el que impera el “sálvese quien pueda y como pueda”. México vivió en 1929 la necesidad de desmantelar la estructura militar sobre la que descansaba la reorganización de la vida nacional para dar paso a un sistema de leyes e instituciones, al juego de las fuerzas políticas y sociales que supone la democracia. Obligado a llegar a acuerdos con la facción obregonista, el Gral. Calles se comprometió a rechazar cualquier posibilidad de extender su mandato o de reelegirse pidiendo a cambio que ningún otro militar fuera presidente interino, obligándose los generales a acatar el relevo sin recurrir a las armas, como se había vuelto costumbre. La presidencia de Emilio 1

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Para encontrar una situación de crisis político-institucional comparable en gravedad a la que se vive en la actualidad tendríamos que remontarnos hasta 1928, cuando el Gral. Obregón fue asesinado tras haber sido reelecto como Presidente de la República. En aquel momento, el grueso de los jefes militares que controlaban al país desde las regiones, vieron al presidente Calles como autor intelectual del asesinato y como el factor que ponía en riesgo la continuidad de su dominio regional.Lo que se enfrenta ahora es la crisis terminal del presidencialismo autoritario: la suma de omisiones e insuficiencias en el ejercicio del poder público dejan un vacío que ocupan los grupos y personajes con poder fáctico, y los gobernadores, quienes en sus respectivas entidades ejercen un poder absoluto, fincado en la corrupción, el autoritarismo y la componenda.

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Encrucijadas en la historia reciente de México: Maximato y Salinato José Luis Sierra V.

Para encontrar una situación de crisis político-institucional comparable en gravedad a la que se vive en la actualidad tendríamos que remontarnos hasta 1928, cuando el Gral. Obregón fue asesinado tras haber sido reelecto como Presidente de la República. En aquel momento, el grueso de los jefes militares que controlaban al país desde las regio-nes, vieron al presidente Calles como autor intelectual del asesinato y como el factor que ponía en riesgo la continuidad de su dominio regional.

Lo que se enfrenta ahora es la crisis terminal del presidencialismo autoritario: la suma de omisiones e insuficiencias en el ejercicio del poder público dejan un vacío que ocupan los grupos y personajes con poder fáctico, y los gobernadores, quienes en sus respectivas entidades ejercen un poder absoluto, fincado en la corrupción, el autoritarismo y la com-ponenda.

Las razones del Maximato

En 1928, una decena de entidades estaban inmersas en la Guerra Cristera, y el país ente-ro vivía en la incertidumbre por el enfrentamiento del nuevo Estado con la más vieja y sóli-da de las instituciones sociales: la Iglesia católica. Hoy, una docena de estados viven bajo condiciones de guerra, y la violencia del Narco es una causa más del deterioro que arras-tra el país, deterioro que empieza por la podredumbre de la “clase política” y culmina en la moral social –o la falta de ésta- de un país en el que impera el “sálvese quien pueda y como pueda”.

México vivió en 1929 la necesidad de desmantelar la estructura militar sobre la que des-cansaba la reorganización de la vida nacional para dar paso a un sistema de leyes e insti-tuciones, al juego de las fuerzas políticas y sociales que supone la democracia. Obligado a llegar a acuerdos con la facción obregonista, el Gral. Calles se comprometió a rechazar cualquier posibilidad de extender su mandato o de reelegirse pidiendo a cambio que nin-gún otro militar fuera presidente interino, obligándose los generales a acatar el relevo sin recurrir a las armas, como se había vuelto costumbre. La presidencia de Emilio Portes Gil (1 de dic. 1928/5 de feb. 1930) selló este compromiso surgiendo en ese interim el P.N.R. (marzo de 1929; abuelo del PRI) como parte de una estrategia a la que Calles llamó "la etapa de las instituciones".

El precario equilibrio político-militar fue aprovechado magistralmente por Calles para eri-girse en Jefe Máximo, un eufemismo que disfrazaba su papel de "poder tras el trono". Así fue hasta abril de 1936, cuando el presidente Cárdenas lo expulsó del país al mismo tiem-po que relevaba a 10 gobernadores "callistas" y reorganizaba su gabinete con personas de probada lealtad.

Claves para entender el Salinato

A diferencia de Plutarco E. Calles que aprovechó la posición presidencial para erigirse en FACTÓTUM de la vida nacional ante la crisis política que sacudía al país, Salinas de Gor-tari ha sabido aparecer como GRAN ELECTOR en un país falto de expectativas, movién-dose “desde fuera” de la estructura institucional, aprovechando su posición privilegiada ante los grupos de PODER FÁCTICO para hacer las veces de “bisagra” entre éstos y las instancias del poder público: gobierno, partidos, jueces y tribunales, legisladores y cáma-ras.

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Carlos Salinas pudo superar su condición de “exiliado” -a la que Ernesto Zedillo lo había remitido- conforme Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo fueron tejiendo alianzas con los grupos de poder locales, la mayoría de ellos de corte caciquil. Cuando se hicieron de la dirigencia del PRI, Madrazo y Gordillo retomaron la operación del PRIAN, con la franca colaboración del presidente Fox. Salinas estaba de regreso y trabajaba a todo vapor en la restauración conservadora, aprovechando la debilidad política y la confusión ideológica del foxismo.

El desafuero de López Obrador y el inusitado crecimiento de sus posibilidades electorales distrajeron a Salinas y al PRI de los afanes restauradores. Esta situación arrancó en 2005, encimándose en la campaña electoral del 2006. Vicente Fox dejó de ser un aliado efectivo y se tuvo que involucrar a los grupos de poder fáctico, que se metieron hasta el cuello en la operación político-electoral con tal de impedir el triunfo del candidato de izquierda en las urnas.

Consecuencia de la desatención de Salinas en momentos claves fue que Roberto Madra-zo se hizo de la candidatura tricolor, un pésimo candidato, con nulas posibilidades de triunfo. Finalmente, la debilidad electoral del PRI resultó benéfica para el PRIAN, ya que los operadores electorales –con los gobernadores a la cabeza- pudieron canalizar votan-tes y votos, que debían ser del PRI, en favor del PAN. Conviene recordar que en las elec-ciones del 2006 las fórmulas del PRI al Senado de la República, sólo obtuvieron la mayo-ría de votos en los estados de Sinaloa, Campeche y Quintana Roo y los candidatos a di-putados del PRI ganaron 63 de los 300 distritos electorales.

El trabajo coordinado del PRIAN no terminó con la jornada electoral: la toma de posesión de Felipe Calderón pudo hacerse en la Cámara de Diputados y conforme al protocolo gra-cias al PRI y a la labor de sus coordinadores, Manlio Fabio Beltrones, en el Senado, y Emilio Gamboa Patrón, en la cámara baja. Parte de este compromiso fue que el PRI pudo salvar de la picota a personajes deleznables, como Mario Marín, Ulises Ruiz o Fidel He-rrera, piezas de alto valor estratégico para el madracismo, puestos al servicio de la restau-ración salinista.

Roberto Madrazo no sólo saqueó las arcas del PRI –eso lo hizo por naturaleza-, también desmanteló su estructura nacional al dejar en manos de los gobernadores la operación electoral y la toma de decisiones políticas. Ese fue el PRI que recibió Beatriz Paredes, acotada en el territorio nacional y arrinconada en la cúpula por la actividad de los coordi-nadores parlamentarios. Por si lo anterior no bastase, Beatriz Paredes hubo de pasar la aduana salinista para acceder a la dirigencia nacional del PRI. Y fue en esa aduana y bajo esos intereses en donde quedaron la frescura, la valentía, la visión progresista, naciona-lista y popular que habían distinguido a Beatriz Paredes durante su trayectoria política.

Sobre ese PRI, desmantelado políticamente e ideológicamente desdibujado (ahora el PRI encabeza la lucha contra el aborto, la defensa de los monopolios y a favor de la educa-ción privada), Carlos Salinas pudo desplegar las velas del proyecto Peña Nieto -figura en la que confluyen las reducidas dimensiones políticas con su enorme proyección mediáti-ca- y soltar amarras, ahora sí, para la restauración conservadora, los 24 años de salinis-mo que adelantó en 1992 Angel Gurría Ordóñez.

Lo que hay detrás de SalinasPor más que Salinas de Gortari se afana en reescribir su discurso, por más que publique libros en los que reniega del neoliberalismo, por más que convoque a debatir las ideas

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que ahora enarbola, la mejor manera –si no la única- de saber de qué están hechos Sali-nas y el salinismo y de saber lo que de ellos se puede esperar consiste en revisar su go-bierno, lo que hizo o dejó de hacer en esos 6 años de intensas reformas y cambios, sí, de cambios de naturaleza conservadora, con enfoque privatizador y con resultados favora-bles a la minoría enriquecida. La restauración que promueve Salinas no pretende enmen-dar un ápice la motivación o los alcances de sus reformas sino, por el contrario, profundi-zarlas y extenderlas, en el territorio, en la población y en el tiempo.

¿Podrán los salinistas sacar al país de la encrucijada en que lo ha puesto el narco si no fueron capaces de resolver los asesinatos de los suyos: Colosio, Enrique Salinas, Francis-co y Mario Ruiz Massieu, Posadas Ocampo, etc. etc? ¿Podrán volver al ejército a sus cuarteles los que lo mandaron a Chiapas a reprimir a bandadas de indígenas hambrientos y hartos de tanta injusticia?¿Podrán construir un país más equitativo los que entregaron las empresas públicas a los punteros en las listas de Forbes?¿Podrán ordenar el país, su-jetarlo al imperio de la ley, los que dieron visos de legalidad a los despojos agrarios y a la especulación urbana, los mismos que impusieron la Ley Televisa, los que dejaron a los migrantes fuera del clausulado del Tratado de Libre Comercio?

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