enseñanzas del papa francisco no.108
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Enseñanzas del Papa Francisco. No.108
Enseñanzas del Papa Francisco. No.108
El 8 de junio dijo en discurso a obispos de Puerto Rico: ...Sepan tomar distancia de toda ideologización o
tendencia política que les puede hacer perder tiempo y el verdadero ardor por el Reino de Dios.
La Iglesia, por razón de su misión, no está ligada a sistema político alguno, para poder ser siempre «signo y
salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana».
Permítanme llamar su atención sobre el valor y la belleza del matrimonio.
La complementariedad del hombre y la mujer, vértice de la creación divina, está siendo cuestionada por la
llamada ideología de género, en nombre de una sociedad más libre y más justa.
Las diferencias entre hombre y mujer no son para la contraposición o subordinación, sino para la comunión
y la generación, siempre a «imagen y semejanza» de Dios.
Sin la mutua entrega, ninguno de los dos puede siquiera comprenderse en profundidad. El sacramento del matrimonio es signo del amor de Dios por la humanidad y de la entrega de Cristo por su Esposa, la Iglesia. Cuiden este tesoro, uno de los
«más importantes de los pueblos latinoamericanos y caribeños»...
El 9 de junio dijo en parte de su homilia (Texto de Radio Vaticano, traducido y adaptado por ZENIT):
...Es verdad que está el pecado y si nos hace caer tenemos la fuerza del Señor para levantarnos y proseguir con nuestra identidad". Es
fundamental, “ser fiel en esta identidad cristiana y dejar que el Espíritu Santo, que es la garantía, el regalo en nuestro
corazón, nos lleve adelante en la vida”. Porque no somos personas que van atrás
de una filosofía, sino que “estamos unidos y tenemos la garantía del Espíritu Santo”.
Y porque somos pecadores la identidad cristiana “es tentada y las tentaciones vienen siempre” y “la identidad cristiana se puede debilitar”. Iniciando por
pasar del testimonio a las ideas, “aguar el testimonio” y hacer del cristianismo una linda
idea.
En cambio la identidad cristiana es concreta. Lo leemos en las bienaventuranzas.
Si no, pasamos a una religión un poco soft, en el sendero de los agnósticos.
Sin olvidar que “la cruz es un escándalo”, y por lo tanto no se puede buscar a Dios “con una espiritualidad un poco etérea”.
Están también “aquellos que siempre tienen necesidad de una novedad en la identidad cristiana” y se han “olvidado
que han sido elegidos unidos”, que “tienen la garantía del Espíritu” y buscan. Por ejemplo,
“¿dónde están los videntes que nos dirán hoy la carta que la Virgen nos mandará a las 16 horas?”. Y viven de esto.
Otro camino para retroceder en la identidad cristiana, es el mundanismo. Ampliar tanto la conciencia que allí
entra todo. Y la sal pierde el sabor. “Y vemos a comunidades
cristianas, también cristianas, que se dicen cristianas,
pero no pueden y no saben dar testimonio de Jesucristo”.
“En la historia de la salvación,
Dios con su paciencia de Padre,
nos ha llevado de la ambigüedad a las certezas,
a lo concreto que fue la Encarnación y la muerte redentora de su Hijo.
Esta es nuestra identidad”.
San Pablo, se afirma en Jesús “hecho hombre y muerto por obediencia”. “Esta es la identidad y allí está el
testimonio”. Es una gracia, “que debemos pedir al Señor: que siempre
nos dé este regalo, este don de una identidad que no intenta adaptarse a las cosas” hasta “perder el sabor de
la sal”.
El 10 de junio dijo en parte de su catequesis en Audiencia General: Seguimos con las catequesis sobre la familia, y en esta catequesis me gustaría tocar un aspecto muy común en la vida de nuestras familias,
el de la enfermedad. Es una experiencia de nuestra fragilidad, que vivimos principalmente en la familia, desde niños, y luego sobre todo
como ancianos, cuando llegan los “achaques”. En el ámbito de los lazos familiares,
la enfermedad de las personas que amamos se padece con mayor sufrimiento y angustia.
Es el amor que nos hace sentir esto. Muchas veces
para un padre y una madre, es más difícil
soportar el dolor de un hijo,
de una hija, que el suyo propio. La familia,
podemos decir, siempre ha sido el “hospital” más
cercano. Aún hoy, en muchas partes del
mundo, el hospital es un privilegio para pocos, y
con frecuencia se encuentra lejos.
Son la mamá, el papá, los hermanos, las
hermanas, las abuelas, quienes
garantizan los cuidados y ayudan a sanar.
En los Evangelios, muchas páginas hablan de los encuentros de Jesús con los enfermos y su compromiso de sanarlos. Él se presenta públicamente como uno que lucha contra la enfermedad y que ha venido para curar al hombre de todo mal: el mal del espíritu y el mal del
cuerpo. Es verdaderamente conmovedora la escena evangélica
apenas indicada en el Evangelio de Marcos.
Dice así: «Al atardecer, después de ponerse el sol,
le llevaron a todos los enfermos y endemoniados»
(1,32). Si pienso en las grandes
ciudades contemporáneas, me pregunto dónde están las puertas ante las cuales
llevar a los enfermos esperando que sean
sanados. Jesús nunca huyó de sus
cuidados.
Nunca pasó de largo, nunca volvió la cara hacia otro lado. Y cuando un padre o una madre, o incluso gente amiga lo
llevaban delante de un enfermo para que lo tocase y lo sanase, no dejaba de hacerlo;
la sanación estaba antes que la ley, también de aquella tan sagrada como la del descanso del sábado (Mc 3,1-6).
Los doctores de la ley reprendían a Jesús porque Él sanaba el sábado, hacia el bien el sábado. Pero el amor de Jesús
era dar la salud, hacer el bien: ¡y esto está siempre en primer lugar!
Jesús envía a sus discípulos a cumplir su propia obra y les dona el poder de sanar,
es decir, de acercarse a los enfermos y cuidarlos hasta el fondo (cfr. Mt 10,1).
Hay que tener en cuenta lo que Jesús dijo a sus discípulos en el episodio del ciego de nacimiento (Jn 9,1-5). Los discípulos - ¡con
el ciego ahí adelante! - discutían sobre quién había pecado porque había nacido ciego, si él o sus padres, para causar su ceguera. El Señor dijo claramente, ni él, ni sus padres; es así
para que se manifiesten en él las obras de Dios.
Y lo sanó. ¡Esa es la gloria de Dios! ¡Esa es la tarea de la Iglesia!
Ayudar a los enfermos, no perderse en habladurías, ayudar siempre,
consolar, aliviar, estar cerca de los enfermos; ésta es la tarea.
La Iglesia invita a la oración continua por los propios seres queridos afectados por la enfermedad. Nunca debe faltar la
oración por los enfermos. Aún más, debemos impulsar cada vez más la oración, tanto personal como en la comunidad. Pensemos en el episodio
evangélico de la mujer cananea (cfr Mt 15,21-28).
Es una mujer pagana, no es del pueblo de Israel, sino una pagana, que le suplica a Jesús
que le cure a su hija. Jesús, para poner a prueba su fe,
primero le responde duramente:
‘No puedo, debo pensar primero en la ovejas de
Israel’. La mujer no retrocede – una mamá, cuando pide
ayuda para su criatura, nunca cede: todos sabemos que las mamás luchan por sus hijos –
y responde: ‘¡También a los perritos, cuando sus dueños han comido, se les da algo!’. Como queriendo decir:
‘¡Por lo menos, trátame como a una perrita!’. Entonces
Jesús le dice: «Mujer, ¡qué grande es tu fe!
¡Que se cumpla tu deseo!».
Ante la enfermedad, también en familia surgen
dificultades, debido a la debilidad
humana. Pero, en general, el tiempo de la enfermedad fortalece
los lazos familiares. Y pienso en cuán importante es
educar a los hijos, desde pequeños, a la solidaridad
en el tiempo de la enfermedad.
Una educación que deja de lado la sensibilidad hacia la enfermedad humana, hace
que los corazones se vuelvan áridos.
Hace que los chicos se queden ‘anestesiados’ hacia el sufrimiento de los demás,
incapaces de afrontar el sufrimiento y de vivir la experiencia del límite. ¡Cuántas veces, vemos llegar al trabajo a un hombre, a una mujer con la
cara cansada, con cansancio, y cuando se le pegunta ‘¿qué pasa?’, responde:
‘he dormido sólo dos horas porque en casa nos turnamos para estar cerca del niño,
de la niña, del enfermo, del abuelo, de la abuela’. Y la jornada prosigue con el trabajo.
¡Estas cosas son heroicas, son la heroicidad de las familias!
Esas heroicidades escondidas que se realizan con ternura
y con valentía, cuando en casa hay alguien que está enfermo.
La debilidad y el sufrimiento de nuestros
seres más queridos y más sagrados, pueden
ser, para nuestros hijos y nuestros nietos, una
escuela de vida – es importante educar a
los hijos, a los nietos a comprender esta cercanía
en la enfermedad, en familia –
y ello sucede cuando los momentos de la
enfermedad están acompañados por la
oración y por la cercanía cariñosa y solícita de los familiares.
La comunidad cristiana sabe bien que no se debe dejar sola a la familia,
en la prueba de la enfermedad. Y debemos decirle gracias al Señor por esas experiencias bellas de fraternidad eclesial, que ayudan a las familias a afrontar el difícil momento del
dolor y del sufrimiento. Esta cercanía cristiana, de familia a familia, es un verdadero tesoro para la
parroquia; un tesoro de sapiencia, que ayuda a las familias en los momentos difíciles y ¡hace comprender el Reino de
Dios mejor que tantas palabras! ¡Son caricias de Dios!
El 11 de junio dijo tres actitudes básicas en la vida del cristiano,
en parte de su homilía: “camino, servicio y gratuidad”. Se trata de un “camino como un envío para anunciar”, del “servicio” porque “la vida del
cristiano no es para sí mismo, es para los otros, como ha sido la vida de Jesús”.
Y la “gratuidad” ya que “nuestra esperanza está en Jesucristo que nos envía así una esperanza que no
decepciona nunca”.
Porque “cuando la esperanza está en la propia comodidad del camino o la esperanza está en el egoísmo de buscar
las cosas para sí y no para no servir a los otros; cuando la esperanza está
en las riquezas o en las pequeñas seguridades mundanas, todo esto colapsa.
El Señor mismo lo hace colapsar”.
“es la tarea que Jesús da a sus discípulos.
Si un discípulo se queda quieto y no sale, no da a los demás lo que ha
recibido en el Bautismo, no es un verdadero discípulo de Jesús: les falta la misionariedad, les
falta salir de sí mismo para llevar algo de bien a los
demás”.
“El recorrido del discípulo de Jesús es ir a los demás
para llevar esta buena noticia.
Pero hay también otro: “el recorrido interior, el recorrido dentro de sí, el
recorrido del discípulo que busca al Señor todos los
días, en la oración, en la meditación.
El discípulo debe hacerlo porque si no busca siempre
a Dios el Evangelio que lleva a los otros será un
Evangelio débil, aguado, sin fuerza”.
...“existe después una segunda palabra: 'servir'” puesto que
“un discípulo que no sirve a los otros no es cristiano. El discípulo debe hacer aquello que Jesús ha predicado
en aquellas dos columnas del cristianismo: las Bienaventuranzas y después el 'protocolo' sobre el que
seremos juzgados”.
Estas “son el marco del servicio evangélico”: “si un discípulo no camina para servir no sirve para caminar. Si su vida no es para el servicio, no sirve para vivir, como cristiano” y justo
ahí “se encuentra la tentación del egoísmo: 'sí, soy cristiano, por mi estoy en paz, me confieso, voy a misa, cumplo los mandamientos'. Pero el servicio... A los
otros: el servicio de Jesús al enfermo, al encarcelado, al hambriento, al desnudo. Aquello que Jesús
nos ha dicho que debemos hacer porque Él está ahí. El servicio a Cristo en los otros”.
Una tercera palabra: “gratuidad”.
“Lo que gratis han recibido, denlo gratis”.“El camino del servicio
es gratuito porque hemos recibido la
salvación gratuitamente,por pura gracia: ninguno de nosotros ha comprado la salvación, ninguno la
ha merecido. Es pura gracia del Padre en
Jesucristo, en el sacrificio de Jesucristo”.
“es triste cuando se encuentran cristianos que olvidan esta Palabra de Jesús”. “Es triste cuando se encuentran
comunidades cristianas, sean parroquias, congregaciones religiosas, diócesis, que se olvidan de la gratuidad,
porque detrás de esto está el engaño (de presumir) que la salvación viene de las riquezas, del poder humano”.
El 13 de junio dijo por retiro Mundial de Sacerdotes,
durante la Misa:“Hoy les pido a ustedes, en
este retiro, que sean pastores con la ternura de
Dios. Dejar el látigo colgado en la sacristía y ser pastores
con ternura, también con aquellos que les creen más problemas” puesto que “es
una gracia divina”.
“Nosotros no creemos en un Dios etéreo, creemos en
un Dios que se ha hecho carne, que tiene un corazón y este corazón hoy nos habla así: ‘Vengan a mí. Si están
cansados, oprimidos y yo les daré reposo.
Pero a los pequeños trátenles con ternura, con la misma ternura con la que les
trato yo’”.
...el capítulo 11 del libro del profeta Oseas, en el que
Dios habla del amor por su pueblo y de cómo le ha
sacado de la esclavitud. “De la esclavitud del
pecado, de la esclavitud de la
autodestrucción y de todas las esclavitudes que cada
uno conoce, que ha tenido y que tiene dentro”.
“Qué bonito escuchar que Dios me enseña a
caminar. El Omnipotente se abaja
y me enseña a caminar”.
“Sin Él no sabría caminar en el Espíritu”, “esta es la historia de cada uno de nosotros”.
El Señor, como dice Oseas,nos atrajo con lazos de
amor, “ligaduras de amor”. “El amor une, pero une en la libertad; une en el dejarte el
espacio para que vos respondas con amor”.
Todos pueden ver en esto su propia historia y no tener
miedo porque Dios está con cada uno. Es el ejemplo de
los mártires coptos asesinados en la costa de
Libia por el autodenominado Estado Islámico el pasado
mes de febrero. Ellos, “estaban seguros de
que Dios no les habría abandonado” y los
decapitaron “pronunciando el nombre de Jesús”.
“Sabían que Dios, mientras cortaban sus cabezas, no les
abandonaría”.
La ternura de Dios, “se enciende” puesto
que“Él es el único capaz de
tener una ternura cálida”.
Así, “se trata de una declaración de amor de un padre a su hijo, y a cada uno de nosotros”.
“A veces pienso que tenemos miedo de la ternura de Dios y que por el hecho
de que tenemos miedo de la ternura de Dios no dejamos
que se experimente en nosotros mismos” y por eso “muchas veces somos duros,
exigentes, castigadores”.
Sacerdotes cuestionarse si, como pastores, también salen a buscar la oveja perdida dejando
atrás las 99 o si por el contrario solo se buscan a sí mismos.
El 14 de junio dijo al prescidir el rezo del Ángelus: “el Reino de Dios requiere nuestra colaboración, pero es
sobre todo iniciativa y don del Señor”. Porque “la semilla es símbolo de la Palabra de Dios, cuya fecundidad es
reclamada por esta palabra.Como la humilde semilla se desarrolla en la tierra, así la
Palabra obra con la potencia de Dios en el corazón de quien la escucha”.
De hecho, “nuestra débil obra, aparentemente pequeña frente a la complejidad de los problemas del
mundo, si está insertada en la de Dios no tiene miedo de las dificultades”. Y “la victoria del Señor es segura: su amor hará despuntar y hará crecer cada semilla de bien
presente en la tierra”.
“Esto nos abre a la fidelidad y a la esperanza, a pesar de los dramas, las injusticias, los
sufrimientos que encontramos. La semilla del bien y de la paz germina y se
desarrolla, para que lo haga madurar el amor misericordioso
de Dios”.
“Jesús presenta la eficacia de la
Palabra de Dios y las exigencias de
su Reino, mostrando las
razones de nuestra esperanza y de
nuestro compromiso en la
historia”.
“Dios confió su Palabra a nuestra tierra, esto es,
a cada uno de nosotros con nuestra humanidad concreta.
Podemos ser confiados, porque la Palabra de Dios es palabra creadora, destinada a ser ‘el
grano completo en la espiga”.
Y si esta palabra es acogida “trae ciertamente sus frutos, porque Dios mismo la hace germinar y
madurar a través de vías que no siempre podemos verificar y de una forma que no sabemos”.
Todo esto “nos hace entender que es siempre Dios, es siempre Dios que hace crecer su Reino –por eso rezamos
tanto que ‘venga tu Reino’–. Es Él que lo hace crecer, el hombre es su humilde
colaborador, que contempla y alegra la acción creadora divina y
espera con paciencia los frutos. La Palabra de Dios hace crecer, da vida”.
No olviden “el Evangelio pequeño en el bolso, en el bolsillo” y de “nutrirse cada día con esta Palabra viva de Dios: leer cada día un pasaje del Evangelio, un pasaje de
la Biblia. ...Esta es la fuerza que hace germinar en nosotros la vida
del Reino de Dios”.
El Reino de Dios es “una realidad humanamente pequeña y aparentemente irrelevante. Para entrar a formar parte se necesita ser pobres en el corazón; no
confiar en las propias capacidades, sino en la potencia del amor de Dios; no actuar para ser
importante a los ojos del mundo, sino preciosos a los ojos de Dios,
que prefiere a los simples y los humildes”.
Por ello, “cuando vivimos así, a través de nosotros irrumpe la fuerza de Cristo y transforma aquello que es pequeño y modesto en una realidad que hace fermentar
la entera masa del mundo y de la historia”.
El 14 de junio dijo en sus palabras posteriores al rezo del Ángelus:
“…hoy se celebra la Jornada Mundial de los Donantes de Sangre”,
en que “millones de personas que contribuyen, en modo silencioso,
a ayudar a los hermanos en dificultad”.“A todos los Donantes les manifiesto mi aprecio e invito
especialmente a los jóvenes seguir su ejemplo”.
En twitter dijo:
Donde no hay trabajo, no hay dignidad
La Iglesia de hoy es la Iglesia de los mártires: tantos testigos heroicos. Aprendamos de su
valor
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