entrando a la dimension de la fe

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ENTRANDO A LA DIMENSION DE LA FE Por tanto de jando ya los rudimentos de la doctrina de Cri st o, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de ob r a s muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bauti smos, de la imposición de manos, de la resu rre cci ón de los muertos y del juicio eterno (He bre os 6:1-2). Oramos pidiendo fe, y se pensamos que algún día fe caerá sobre nosotros desde el cielo, como un rayo. Per o la Biblia dice en Roma nos 10:17: "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios". La fe no está en nosotros, está en Dios, y sola me nte cuando tenemos contacto con su Palabra, nue stro entendimiento se abre y podemos conocer vidas. Pablo dijo: La fe viene cuando oímos atentamente la Palabra de Dios y obedecemos lo que ella dice". Para que venga la fe es necesario primero vivir la experiencia del arrepentimiento, Dios tiene que limpiar nuestra vida de pecado, romper las ataduras que hayamos adquirido; entonces el Señor nos dice: "Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos" (Salmos 32:8). Después de que se han roto las cadenas de opresión, y se cancela la maldición del pecado, la Palabra divina es comprendida con mayor claridad y entender lo que Dios nos dice, aviva la fe en los corazones. Pablo

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LA FE

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Page 1: Entrando a La Dimension de La Fe

ENTRANDO A LA DIMENSION DE LA FE

Por tanto dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno (Hebreos 6:1-2).

Oramos pidiendo fe, y se pensamos que algún día fe caerá sobre nosotros desde el cielo, como un rayo. Pero la Biblia dice en Romanos 10:17:

"Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios".

La fe no está en nosotros, está en Dios, y solamente cuando tenemos contacto con su Palabra, nuestro entendimiento se abre y podemos conocer vidas. Pablo dijo: La fe viene cuando oímos atentamente la Palabra de Dios y obedecemos lo que ella dice".

Para que venga la fe es necesario primero vivir la experiencia del arrepentimiento, Dios tiene que limpiar nuestra vida de pecado, romper las ataduras que hayamos adquirido; entonces el Señor nos dice:

"Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos" (Salmos 32:8).

Después de que se han roto las cadenas de opresión, y se cancela la maldición del pecado, la Palabra divina es comprendida con mayor claridad y entender lo que Dios nos dice, aviva la fe en los corazones. Pablo dijo:

"Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca

se confiesa para salvación" (Romanos 10:10).

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Oír la Palabra hace que la creamos, y creerla nos eleva a una fe genuina motivándonos a confesarla.

La fe es necesaria en todas las áreas de la vida. El autor de los hebreos dice:

"Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan" (Hebreos 11:6).

Un creyente que está fundamentado plenamente en la Palabra de Dios, ha de estar preparado para entrar en la dimensión de la fe. La Biblia dice:

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; Y esto no de vosotros, pues es don de Dios" (Efesios 2:8).

Luego de adquirir la salvación, el pasaporte a la vida eterna por medio de la fe en Jesucristo, esa misma fe le permite al hombre desatar el poder de Dios en todas las áreas de su vida.

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SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS

La fe es el único requisito que Dios exige para acercarnos a Él. El Señor no permite ni acepta otro método diferente al de la fe para tener comunión íntima con Él. Una cosa es saber que Dios existe, pero otra es tener una relación personal y permanente con el autor de la vida, y sólo puede lograrse a través de la fe.

La fe es esencial y no puede ser sustituida ni cambiada absolutamente por nada. Todos por naturaleza creemos en algo o en alguien, pero la fe va mucho más allá, nos da la certeza de que ese ser superior existe, y la convicción plena de que Él vive dentro de nosotros.

La fe no debe ser fundamentada en sustituciones o representaciones de Dios, en nada que se pueda ver, tocar o palpar.

"Porque por fe andamos, no por vista" (2 Corintios 5:7).

La fe nos relaciona con el mundo invisible y eterno, donde está el gobierno de Dios con su corte celestial, nos saca del contexto humano y nos transporta hasta los comienzos de la gloria divina; la fe es dejar nuestras debilidades y flaquezas al pie de la cruz, para vestirnos de la fortaleza invencible del Espíritu de Dios, es salir de un mundo de fracaso y derrota para transitar por las calles sólidas del éxito y la prosperidad, es unimos en coro al himno del salmista y decir:

"Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por

largos días" (Salmos 23:6).

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La fe tiene el poder de transformar lo absurdo en algo lógico, lo vil y menospreciado en algo útil y bendito para el mundo.

POR FE, PASAMOS DE MUERTE A VIDA

Cuando usted escucha hablar acerca de Dios; ¿en qué piensa? ¿Es capaz de creer que existe Un ser Todopoderoso que puso en orden todo el sistema de cosas que nos rodea? ¿Cree también que Él es el principio de la vida y quien sustenta todo cuanto existe con la Palabra de su poder porque todo comenzó en Él y volverá a Él?

Se ha preguntado usted ¿quién le dio entendimiento al hombre juntamente con la capacidad de escoger entre lo bueno y lo malo? ¿Cree que el hombre es pecador que merecía la condenación eterna pero que Dios preparó un plan de redención a través de Jesucristo?

Si le es difícil responder a estos interrogantes, entonces necesita leer detalladamente este libro. Si ha respondido afirmativamente, estoy seguro de que este libro le ayudará a enriquecer y desarrollar su fe.

La fe en Jesucristo es lo único que le permite al creyente tener una vida victoriosa gozando de las bendiciones de Dios, pero esa fe es desatada cuando tenemos un acercamiento sincero a Dios mediante la lectura de su Palabra.

Esa fue la experiencia que yo tuve después de haber sido desafiado a leer la Biblia cuando escuché a un profesor de filosofía atacar los dogmas más sagrados.

Al ir penetrando en los contenidos bíblicos, no sólo descubrí mi condición pecaminosa, sino que Jesucristo fue revelándose a mi

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vida como el único puente que me llevaría a un re-encuentro con Dios. Así lo creí, el principio de la fe se hizo real dentro de mí y Jesús comenzó a transformarme.

La fe nos lleva a algo tan grandioso y tan maravilloso como sentir que nacemos de nuevo. Una de las definiciones más conocida es la que se encuentra en Hebreos 11:1

''Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”

En otras palabras, la fe es aquello que nos permite percibir como verdadero lo que aún no ha sido captado por lo sentidos físicos.

"Pues, la fe quiere decir que tenemos la confianza de tener lo que esperamos, persuadidos de lo que no vemos".

"El Espíritu por medio de Pablo nos dice que la fe es el apoderarse de las ilusiones de la esperanza, para traerlas al ámbito de la realidad".

Entonces podemos concluir que la fe es el principio rector de la confianza plena en que Dios ya ha hecho lo que anhelamos alcanzar, es decir, a diferencia de la esperanza, la fe es del presente, mientras aquélla, la esperanza, corresponde al futuro.

Una persona que actúa guiada por la fe es la que dice "soy sano"; mientras la que actúa guiada por la esperanza, dice: "Dios me sanará".

Esta palabra de solo dos letras fe, encierra tanto poder, que todo cuanto nos parece imposible es alcanzado y conquistado a través de ella actuando de acuerdo con la Palabra de Dios.

Es tan importante el mover de la fe que sólo en el Nuevo Testamento esta palabra es mencionada unas 128 veces, y cada vez que este término es pronunciado y desatado, ocurren cosas

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maravillosas en la vida del ser humano, en la existencia de aquellos que deciden abandonar sus costumbres y apegos al mundo, para empezar a depender de su fe en Jesucristo.

CUANDO SE DEPENDE DE LA FE EN JESUCRISTO

La fe es ese factor de la vida del hombre, especialmente del creyente, que le permite lograr lo más sublime, dependiendo exclusivamente de Dios a través de la persona de Jesucristo.

Cuando una persona decide depositar su fe en el que todo lo puede, reconociendo sus limitaciones como humano, el Señor le prepara un banquete continuo de logros y realizaciones. El testimonio de Antonio, es una prueba contundente de ello.

Desde pequeño, Antonio había tenido inclinaciones y preferencias por los juegos de azar; aprendió rápida y sencillamente a manejar el naipe y, de la noche a la mañana, se vio involucrado en un mundo que le fascinaba y atraía, pues, al parecer, la suerte siempre estaba con él.

Al llegar a la juventud y a su edad adulta, aunque trabajaba y le iba muy bien en el desarrollo de su actividad, empezó a tener contacto con el chance, las rifas y juegos parecidos, en los que participaba a diario y de manera obsesionada, pero siempre con la seguridad de que la suerte estaba a su favor.

Cuenta Antonio que todas las semanas salía favorecido el número por él anotado y que no había semana que él no se

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ganara el "chance". Eso aumentó más la dependencia en los juegos y, por supuesto, su fe estaba depositada en ellos. Por la aparente "buena espalda y buena suerte" que tenía, y la seguridad de que el número por él anotado saldría, en las casas de apuestas llegaron a prohibir esos números.

Ahora, cuando Antonio hace un balance de su vida y ha permitido que el Señor Jesucristo le dirija, comprende que toda esa "buena suerte" se debió a un espíritu de adivinación que entró en él en la etapa de la niñez por su inclinación a los juegos de azar, especialmente desde que al colegio donde estudiaba llegó un mago y él quedó impactado con los trucos.

Nada bueno hacía con el dinero que obtenía en el chance, y este, dinero que conseguía fácilmente lo impulsó a convertirse en una persona altiva, autosuficiente y orgullosa.

Cuando conoció del Señor, Antonio recibió una palabra que le hizo reflexionar acerca de los juegos de azar y las trampas que el diablo tiene encerradas en ellos: "Las ganancias que el diablo utiliza nunca serán para ti, sino para otros amos". Después de escucharla, sintió mucho temor y no volvió a jugar, aunque el diablo no dejaba de tentarlo. Dios tuvo un cuidado especial de él.

Una prueba estaba preparada para Antonio, la cual le llevaría a depender totalmente de Dios, una prueba que lo colocó a andar en la ruina absoluta. Fueron tiempos en los que, incluso, sin jugar el chance, los amigos llamaban a la casa para decirle: "Se ganó el chance, otra vez, ¿no?".

Era la manera como el diablo lo tentaba en medio de las dificultades económicas; los números que jugaba empezaron a salir en forma seguida. Pero Antonio se mantuvo firme para no volver atrás con la ayuda del Señor y de su esposa quien, al lado de los demás familiares, no dejaron de orar para obtener la victoria.

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La prueba convirtió a Antonio, un hombre acostumbrado a manejar grandes sumas de dinero, conocido en el comercio, en un ser lleno de necesidades que debían ser satisfechas. Dios estaba tratando su orgullo, procurando su humillación para que aprendiera a depender de Él.

Después de haber vivido con todos los lujos, lleno de prepotencia, todo su ser fue estremecido cuando uno de sus hermanos llegó a su casa con un mercado en abundancia, cosa que él no aceptaba antes.

Fue algo tremendo; abrir cada bolsa de mercado representaba una lágrima que mostraba la forma como Dios lo quebrantaba.

Antonio llegó a conocer al Señor Jesús; dice él que lo hizo más por la obediencia y el amor a sus padres, especialmente a su mamá, quien había tenido su encuentro personal con Jesucristo.

Ver los milagros sucedidos en su familia, como la ocasión en que el Señor calzó todas las muelas de su padre, y la oportunidad en que los pies de su niña mayor, quien había nacido descaderada, fueron igualados, sirvieron para que Antonio pensara en la necesidad de seguir a Dios por obediencia, pero sin compromiso. Él confiesa que llevaba una doble vida hasta que hizo un pacto con el Señor cuando su madre, quien estaba invadida de cáncer, moría.

Ella había reunido a todos sus hijos en torno al lecho y en presencia nuestra como sus pastores, allí bendijo a todos y les pidió que hicieran un pacto de servir al Señor. Antonio juró no apartarse y seguir por la senda correcta, pero al poco tiempo andaba igual que antes.

Se reiteraron las pruebas, especialmente en el campo financiero; tuvo que irse a vivir a una bodega donde su hermano tenía materiales para construcción y empezó a trabajar con él como obrero raso, lo que consideró otra humillación; pero allí Dios estaba preparándolo para lo que sería su actual actividad

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profesional.

Estando allí conoció a una persona que fue usada por Dios para ayudarlo a conformar una empresa importante en el campo de la construcción, y con la que pudo levantar en ocho años lo que otros levantarían en treinta. Era una empresa manejada por la mano de Dios y que contaba con unos 150 empleados.

Una pequeña indiscreción que empezó con un trago de whisky cuando hacía con su socio un importante negocio, fue la puerta por donde entró el enemigo para robarle la bendición, y aunque la prosperidad era aparentemente mayor, Antonio fue apartándose otra vez del Señor, dejando de comprometerse.

A nivel empresarial el éxito parecía dado, pero espiritualmente su vida estaba en ruinas. Decidió comprar un edificio en un lujoso sector para hacerle las adecuaciones y levantar apartamentos, prácticamente invirtió todo cuanto tenía en este proyecto, seguro de que la victoria estaba de su lado y, cuando había avanzado en el 70% de la construcción, el edificio fue abrasado por las llamas dejándolo nuevamente en la ruina absoluta.

Dice Antonio que ese fue el día más espectacular de su vida porque escuchó claramente la voz de Dios con un llamado definitivo.

Después de ese momento, Antonio se reunió con su esposa, para consagrarse sin condiciones a Dios, ahora de una manera radical y dependiendo de Él en todo sentido. Su fe en Jesucristo cobró vida, le pidió perdón al Señor, y Él se ha encargado de cumplir en sólo dos años todas sus promesas.

Hoy, Antonio ha vuelto a ser un hombre próspero en el área material; ha saldado todo compromiso financiero adquirido por aquel edificio que se convirtió en ruinas, y ha formado otro negocio en el que ha visto la fidelidad del Señor, quien también lo ha prosperado ministerialmente. Es un asunto de fe.