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ESTUDIOS SOBRE LA CIUDAD
¡NO INVADIR CARAJO! : Villa Esperanza desde lo cotidiano
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¡NO INVADIR CARAJO! : Villa Esperanza desde lo cotidiano
Fernando Rivera Castilloi
Juniors Lozano Díazii
Resumen
El artículo presenta una investigación exploratoria en la Urb. Villa Esperanza, ubicada en el
Anexo 22 de Jicamarca –zona que limita con la metrópoli limeña– perteneciente a la
Provincia de Huarochirí. Este se inserta en la necesidad de saber, a través de los procesos
cotidianos y la descripción de itinerarios, cuál ha sido el proceso de ocupación del suelo y
cómo se ha venido construyendo y pensando la ciudad, teniendo en cuenta aspectos
colectivos y particulares que se crean en el barrio, y lo que termina siendo parte de la
identidad de cada poblador.
Palabras clave: Invasión, vida cotidiana, barrial, identidad, desplazamiento
Introducción
El crecimiento desorganizado y desordenado de Lima fomentó situaciones irregulares,
ilegales e informales en la ocupación del suelo y la construcción de hábitats. De forma
progresiva, muchos peruanos y peruanas (des)organizados dejaron su vida anterior,
enfrentando no solo las dificultades geográficas sino también la ley, para ocupar territorios
con poco valor económico como condiciones básicas de la adquisición y el ejercicio de
derechos fundamentales como la propiedad de la tierra y vivienda (Franco, 1994). Los
nuevos intrusos se convirtieron en fundadores (Cornejo, 1994). (Re)estructuraron
determinados territorios y modificaron imaginarios, donde la “cultura chola” creó un
poblador urbano, informal, organizado y emergente (Franco, 1991). Este “desborde
popular” promovió una urbanización apresurada y precaria (Matos Mar, 2004) que alteró el
panorama urbano. Las ganas de progreso, superación y libertad fueron el “motor
ideológico” de este proceso (Degregori, Blondet y Lynch, 1984) que configuró una de las
rupturas históricas más importantes de nuestro país.
La ocupación del suelo es un proceso permanente, determinado y contradictorio porque no
es igual en todos los espacios. Muchas de las constantes invasiones no buscan la
materialización del sueño de la casa propia, sino la mercantilización de lotes y la
especulación de terrenos. Es poco probable invertir económicamente en las viviendas ante
la situación de ilegalidad y vulnerabilidad jurídica existente. No es lo mismo ser
“propietario” que “posesionario”. En ese sentido, los distintos gobiernos nacionales
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reconocen la informalidad de estas ocupaciones, pero la mano invisible del mercado (y del
Estado) no llega a resolver esta situación de inseguridad en la tenencia del suelo, limitando
su ayuda a visitas esporádicas con discursos demagógicos en los que después de la
parafernalia, solo queda esperanza y resignación. Estas reflexiones surgen luego de conocer
un poco más sobre el Anexo 22 de Jicamarca, siendo la Urb. Villa Esperanza el lugar
escogido para nuestra observación. Consideramos que no es apropiado recurrir al
estiramiento conceptual de “invasores” para cualificarlos. Asimismo, nos proponemos
recolectar anécdotas, rutinas y datos. Observar las prácticas cotidianas de la Urb. Villa
Esperanza, describiendo los itinerarios; y a través de algunos informantes describir el
proceso de ocupación del suelo, con el fin de conocer sus estrategias de resolución de
necesidades (materiales y simbólicas), sus desplazamientos, itinerarios, percepciones y
desafíos individuales y colectivos que enfrentan.
Aspectos Metodológicos
Descubrir el mundo “real” de los residentes de Villa Esperanza nos llevó a establecer dos
procesos paralelos. Por un lado la observación de acontecimientos “propios”. Si vamos a
pensar a través de los procesos cotidianos, era necesaria la evaluación directa de actividades
realizadas por los residentes. Sin embargo, dichas miradas eran insuficientes. Esto nos llevó
al proceso de recojo de información cualitativa, por lo que entrevistas y conversaciones
espontáneas nos resultaron de gran ayuda para nuestra recolección de información sobre
rutinas e itinerarios. En suma, prestamos atención a lo particular buscando percibir
peculiaridades y singularidades para contrastarlo con los aspectos generales de nuestro
marco teórico, el cuál es problemático, ya que el estudio de los desplazamientos urbanos ha
sido trabajado solo por algunos autores (Vega Centeno, 2004).
El período de exploración fue de 4 días calendarios y fue escogido arbitrariamente de
acuerdo a nuestra disponibilidad temporal. El primer recorrido (22 de noviembre) fue con
el propósito de familiarizarnos con el lugar y descubrir las rutas de acceso y elaborar un
plano “a mano”, que delimite nuestro espacio de observación. En nuestro segundo
recorrido (27 de noviembre), tuvimos oportunidad de entrevistar al Alcalde Juan Santivañes
durante 3 horas, con el fin de tener una visión política e histórica del proceso de ocupación
del Anexo 22 de Jicamarca. Luego de la entrevista con el burgomaestre comunero,
continuamos con nuestra observación y recopilamos más datos visuales sobre Villa
Esperanza. Un día después (28 de Noviembre), realizamos una visita nocturna a nuestro
espacio de estudio e intercambiamos algunas palabras con los residentes del lugar a modo
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de conversaciones informales. Nuestro último recorrido lo realizamos de madrugada (30 de
Noviembre). Es aquí donde realizamos nuestras entrevistas en profundidad. Las
formulaciones a las que llegaremos son producto de observaciones temporales en un
mismo espacio geográfico, mediante el estudio cualitativo de comportamientos específicos
de ciertos residentes de Villa Esperanza entrevistados por criterios de confianza, pero que
por los límites del trabajo serán tomados en cuenta como referencia. Por ello solo
presentaremos el caso de la señora Lourdes.
Cuadro 1: Observaciones realizadas
Día Turno Tiempo Propósito
22 de Noviembre
(Jueves)
Mañana 9 am - 4 pm Familiarizar-
Mapear
27 de Noviembre
(Martes)
Tarde 12 pm- 6 pm Entrevistar
Alcalde
28 de Noviembre
(Miércoles)
Noche 7 pm- 11 pm Observar-
Conversar
30 de Noviembre
(Viernes)
Madrugada 5 am- 11 am Entrevistar
residentes
Elaboración Propia
Es menester señalar que utilizamos una cámara fotográfica no profesional con el objetivo
de visualizar la situación física de Villa Esperanza. Buscamos enriquecer la investigación a
través de la proyección de imágenes de acuerdo a los turnos de observación.
El inicio de nuestra ciudad popular: Construyendo identidad colectiva.
Jicamarca está dividida en dos partes diferentes; la primera pertenece a la comunidad matriz
ubicada a unos 3 400 m de altura, y que abarca desde las serranías de Lima hasta los límites
con Chosica, Huachipa y Carabayllo (abarcando cerca de 100 000 hectáreas); y la segunda
pertenece a los anexos o barriadas de la parte baja del territorio comunal que se encuentran
en las cercanía de los valles del río Rímac y Chillón (Gutiérrez, 1998). Es en este espacio
geográfico en el que realizamos nuestro estudio. Durante nuestra primera visita
exploratoria al Anexo 22 de Jicamarca, el 22 de noviembre del 2013, logramos hacer un
mapeo y reconocimiento, obteniendo una primera anécdotaiii en la zona de estudio.
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Pudimos concretar una entrevista con el señor Alcalde del Centro Poblado del Anexo 22 de
Jicamarca, Juan Santivañes, quien nació en La Concepción (Junín). Creció al lado de sus
abuelos hasta que por motivos laborales tuvo que dejar la calma de la serranía para vivir en
Chosica durante su adolescencia. Luego, por razones educativas se trasladó a Lima. Ingresó
a la Universidad Nacional Federico Villareal, cursando los primeros ciclos de Ingeniería de
Producción. Sin embargo, la carencia económica lo llevó a abandonar la carrera pero ello
no lo desalentó. Se dedicó al negocio de telas en el Mercado Central. Poco tiempo después
la empresa Olivetti lo empleó. Durante este período de su vida se dedicó a viajar, siendo
Lima y Trujillo sus principales destinos. Tras ser despedido volvió al negocio de telas
ubicado en el Mercado Central. El alcalde nos cuenta que:
El anexo 22 de Jicamarca, así como los demás anexos existentes, nacieron por una reunión que
tuvieron los campesinos de la comunidad matriz de Jicamarca, estamos hablando más o menos del
año 1985. Esto es porque se daban muchos problemas con las invasiones de las tierras y como una
forma de proteger sus tierras decidieron crear estos anexos.iv
Antes de la época de posesión de tierras del anexo 22, los comuneros de Jicamarca tuvieron
problemas a causa de las invasiones que se producían desde las zonas “urbanizadas” de la
metrópoli limeñav. Estas invasiones se fueron dando desde la metrópoli, hacia las partes
“alejadas”. Aquellas invasiones, como señala Riofrío (2009: 32), ya no se daban por
migrantes campesinos. Ahora son limeños en búsqueda de alojamiento independiente.
Todo ello a pesar de que entre 1981 y 1993 la migración interna había tomado un nuevo
impulso (Laguna, 2011: 34). Por ello, como señala el alcalde del Anexo 22, se dio la
iniciativa de posesión de tierras. Pero esta posesión no solo cumplió con la protección de
las tierras de la comunidad. También buscó acoger a quienes tenían la necesidad de contar
con un espacio “propio” para asentarse:
Entre los primeros fundadores están el señor Víctor Laos Gamboa, quien era gobernador del
Rímac por el partido de Acción popular de esos años; los otros dos fundadores fueron los señores
Luciano Canales y Pedro López Guillén. Entre todos tenían una cercanía porque se conocían con
los comerciantes del Mercado Central, y ellos eran comuneros de Jicamarca. Por ejemplo el señor
Canales vendía telas por el Mercado Central, así es como se conocieron la mayoría.vi
Pero, para ello se siguió un patrón de lazos de procedencia y cercanía. El espacio en donde
se pudieron formar estos lazos fue el centro de trabajo. Los fundadores del anexo 22 y los
comuneros natos de Jicamarca laboraban en el Mercado Central, ubicado en el Cercado de
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Lima. No había importancia por las dificultades del camino que existía para la llegada al
lugar. Es más, lo que permitió que estos nuevos pobladores se asienten en esta zona fue
que al momento de fomentar estos lazos, se abrieron nuevas emociones y se hizo presente
la nostalgia. Para el alcalde, por ejemplo, el lugar se presentó como una idealización del
espacio en donde creció:
Cuando me contaron que estaban dando facilidades para la posesión de terrenos, por los problemas
que tenía la comunidad con sus tierras, tuve un sentimiento de recuerdo de como cuando vivía en
La concepción - Huancayo. En mi niñez viví en una casa huerta y es lo que tenía esperado acá en
Jicamarca, claro que la primera vez que vine, en esos años de 1988 solo había carros que traían
hasta Mariscal Cáceres, en San Juan de Lurigancho, y de ahí era caminar como 2 kilómetros. Yo
vine con mi hijo mayor para ver la zona, vimos que no era lo que pensábamos por que todo era
desierto; pero decidí que no importaba ya que yo vivía en una casita alquilada por la av. Próceres
en San Juan de Lurigancho y esta sería mi propiedad, yo sería su dueño.vii
No era primordial el tener acceso a los servicios básicos o poder tener pistas y veredas. Acá
vemos la presencia de lo que Julio Calderón (2009: 21) define como “la lógica de la necesidad
de la gente”. Esta no es la misma lógica del mercado. Aquí se encuentran presentes las
relaciones de reciprocidad y de solidaridad. Esta forma de pensar es parte de lo
convencional para empezar a poblar un pueblo joven, como señala Riofrío (2009: 39). Esta
convencionalidad se encuentra en la lógica de primero asentarse en un lugar (vivir) y luego
empezar a construir (urbanizar).
1. “Somos posesionarios, no invasores”: Los comuneros integrados del anexo
22 de Jicamarca.
Las condiciones del suelo no permitieron que esta zona sea una zona agrícola, y al no estar
en uso por los comuneros natos, se mostraba indefensa, dándole cabida a las disputas y
conflictos en el territorio posibilitando el ingreso de invasoresviii. Por eso, se fueron
urbanizando los extremos de Jicamarca. Y como menciona nuestro informante, ellos
mismos construyeron este espacio, sin tener el apoyo de los gobiernos ni de los políticos.
Es así que ellos mismos buscaron las formas de protegerse ante los problemas que se
seguían presentando. De modo que no podríamos reducirlos al espacio de los invasores:
Nosotros somos comuneros integrados, nos diferenciamos de los comuneros natos, porque la
mayoría somos de lima y nos vinimos a vivir a Jicamarca. Es por eso que esto es una zona urbana
y no de agricultores, además que la zona no se presta; como pueden ver estamos en una parte muy
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pedregosa. El camino ha sido duro pero con mucho trabajo hemos salido adelante, acá se da un
desarrollo autosostenido, no hemos tenido apoyo de los gobiernos presidenciales, ni de políticos.ix
Una vez iniciado el proceso de asentamiento al anexo 22 de Jicamarca, los nuevos
integrantes de la comunidad empezaron con la planificación necesaria para poder construir
esa ciudad popular soñada. Así vemos que este pueblo joven surgiría de igual forma que en
los sesenta – con una planificación luego del asentamiento – como señala Riofrío (2009:
33). Sin embargo, esta planificación fue irrespetada. Llegando a transformar lo que en un
primer momento se proyectó:
El anexo 22 de Jicamarca tiene una planificación previa pero que no fue respetado del todo por los
dirigentes y en algunas ocasiones se vendieron áreas y se dieron otras funciones a las áreas
designadas inicialmente en el plano y la planificación del anexo 22 de Jicamarca.x
Como podemos ver en la siguiente imagen (Imagen nº 1), se explica en parte lo que el
burgomaestre señala. Al inicio, la planificación de la zona contaba con áreas verdes y con
áreas destinadas a la recreación deportivaxi – tal es el caso del estadio del anexo 22 de
Jicamarca –, pero varios de estos espacios fueron lotizados y vendidos “al por mayor”. De
esta manera, el espacio de la comunidad, era vulnerado no solo por los invasores. Los
propios dirigentes empezaron a organizar ventas ilegales. La explicación que nos dio el
alcalde fue que todo ello también se generaba porque esta zona es “dormitorio”:
La mayoría tiene posesión pero son pocos los que viven, otros como trabajan como comerciantes
todo el día, solo vienen en las noches a dormir y salen temprano.xii
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Esto demostraría la desconfianza que había hacia los forasteros - y que aún existe – por parte
de los pobladores. Así, al poco tiempo de creado el anexo 22 de Jicamarca, se implantaría
un medio de control para evitar las posibles nuevas invasiones:
Entre los años 1986 hasta el año 1998, existía una muralla que nos separaba de Montenegro.
Por los problemas de las invasiones se decidió levantar estas murallas y a los pobladores se les daba
un carnet para que se identifiquen a la hora de la entrada.xiii
Esto sería parte de aquellas fórmulas que los pobladores encuentran, fuera del sistema, para
protegerse. Ya que el Estado no habría desarrollado una política de vivienda para los
sectores populares. Pero esta protección a través de una murallaxiv, también significa una
forma de control. Se controlaba el ingreso de las personas, así como sus salidas. Se da un
crecimiento barrial, apartado del crecimiento que se da en la metrópoli. Se crea una barriada
alejada, que es autosostenible, en donde se forjan los lazos de identidad para su
construcción. Así encontramos que se forjó una identidad colectiva, identificándose como
comuneros integrados del anexo 22 de Jicamarca.
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2. “Los problemas de nunca acabar”.
Al promediar las 8 de la noche del 28 de noviembre, un Patrullero se ubica en la Esquina
del Parque Túpac Yupanqui (Paradero La Curva). Escolares de 10 años llegan caminando y
se dirigen hacia sus hogares. Nadie los espera y nadie los recibe. Ambos desaparecen en el
camino oscuro hacia Villa Esperanza. La iluminación del lugar es limitada. Mientras solo
algunas casas tienen un foco prendido, el alumbrado “público” es reciente. En dicho
paradero sostuvimos una conversación informal con el señor Emilio. Nos contó que la
zona era tranquila. No existen pandillas ni tampoco hay robos. Esto tal vez se relacione con
las pintas encontradas en algunas calles “No Robar Carajo” y algunas declaraciones de
vecinos quienes nos informaron que “linchaban” a los rateros. Empero, se encontró en el
paradero esperando la llegada de su hija, quién viene de trabajar desde el Centro de Lima.
Emilio nos cuenta el porqué de la presencia policial:
Los rateros secuestraban a las combis y las traían por estos sitios oscuros y descampados. Es por
eso que desde hace un mes hay un patrullero y se han colocado postes de alumbrado público.xv
Nos cuenta también las altas dimensiones de su terreno, tras la ocupación:
Era de 250 metros cuadrados pero lo dividí en 4 partes. Vendí las 3 más pequeñas y me quedé
con la más grande. No todos los que tienen una choza viven acá. La mayoría vive en otros lados.
Yo por ejemplo vivía en las flores, alquilaba, pero ahora ya estoy viviendo acá. Es que ha subido el
precio de la tierra y pude vender parte de mi terreno.xvi
Siendo un señor de 70 años, Emilio se queja de los políticos y de la ayuda estatal. “Solo nos
visitan cuando quieren votos”. Al llegar su hija, Emilio se despidió mientras que ella le sujetaba
el brazo derecho. Así vemos que en la actualidad, los problemas por la falta de títulos de
propiedad y por las mafias organizadas son parte de la cotidianidad con la que tienen que
vivir los residentes de Villa Esperanza:
No, la gente tiene títulos de posesión, no de propiedad. Por eso que hay problemas con la venta
ilegal de los terrenos y con los que quieren invadir para luego traficar las tierras.xvii
Esto es algo que el alcalde ya nos había informado. Él mismo nos contaba que en su época
de gobernador en los años de 1998 y 2001, tuvo muchos conflictos:
Había personas que venían a pedirme que les haga un cambio de vivienda, aduciendo que en la
otra vivienda no había nadie viviendo; claro que yo me negaba porque a pesar que la gente no viva,
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ese pedazo de tierra le pertenece. Por eso me ganaba muchos enemigos, pero que luego se les
pasaba.xviii
Llegando al punto de tener casos en los que había más de un posesionario del terreno:
Todos creían ser “dueños”, pero como yo les decía, acá todos tienen papeles de posesión, nadie es
titulado; así que luego tenía que dividir algunas zonas para que todos puedan tener su pedazo de
terreno.xix
Otro problema que les afecta a los pobladores de esta zona, hasta el día de hoy, es el poco
acceso al agua y luz que hay en la zona:
Acá el metro cubico de agua cuesta unos quince (15) soles, que comparando con zonas como san
Isidro u otras es muy elevado, por ejemplo en san Isidro el metro cubico cuesta alrededor de un sol
treinta (S/. 1.30).xx
Por ello, es que a través de la organización colectiva se ha ido buscando las formas de darle
solución a estos problemas que les aquejan.
3. Percepciones, rutinas e itinerarios: El caso de la señora Lourdes
El testimonio de la señora Lourdes lo conseguimos por relaciones de confianza, ya que
generamos empatía con ella en una conversación espontánea surgida el último día de
exploración, mientras esperaba el camión aguatero al lado de su cuñada, la señora Eva.
Consideramos que Lourdes satisfacía los requisitos necesarios para analizar sus imágenes,
caminatas, percepciones y rutinas. A sus 30 años de edad, la señora Lourdes tiene 4 hijos y
vive en el anexo 22 de Jicamarca desde el 2006. En su testimonio pudimos confirmar que
para la obtención de papeles de posesión – al presentarte “legalmente” como comunero
integrado – está la necesidad de tener relaciones de parentesco:
Soy de Chincha. Llegué a la zona de Villa Esperanza porque mi primo me dijo que tenía un
terreno y que venga a vivir a Lima, y éste me cedió los papeles de posesión del terreno.xxi
Podemos ver que al igual que con el alcalde Santivañez, la señora Lourdes comparte esa
visión del lugar, que se asemeja como a la sierra, más no lo idealiza pues para ella:
Jicamarca es vivir como en la sierra, pero sin agua y con mucho sol. Prefiero más la sierra. Hay
más campo y área verde.xxii
Esta falta de idealización del espacio puede estar determinada por las carencias que existen
en la zona, así como por la falta de títulos de propiedad:
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No hay agua, no hay desagüe. Encima cobran mucho, en mariscal en la casa de mi hermana
pagan de 20 a 40 soles al mes. Nosotras gastamos más de 60 soles. Llenar un rotoplas de 1100 l
nos sale 32.50 soles. Además, nadie tiene títulos, todos tienen constancias de posesión.xxiii
Como se mostraba en el acápite anterior, los conflictos por los que atraviesan con la
legalidad generan que en este espacio exista una crisis sobre la ocupación de la vivienda. El
progreso podría ser un ideal, pero la forma en cómo se desarrolla la vida cotidiana, no
permite pensar en un concepto como este. Para los pobladores es más una sensación de
sobrevivencia. Por ejemplo, podemos ver que la experiencia laboral no será vista como una
necesidad para salir adelante. Nuestra entrevistada nos decía que:
Mi ocupación actual es mi casa, y mis hijos. He trabajado anteriormente limpiando casas,
vendiendo dulces; pero no era algo definido, a veces conseguía por ahí algo. Por eso no tengo rutinas
de trabajo. Cuando tenía trabajo para limpiar casas o lavar ropa, era por la zona de Mariscal
Cáceres, acá en San Juan de Lurigancho. El trabajo de mi esposo, es de albañil. Así que cuando
hay chamba hay dinero y cuando no, nos fiamos de la tienda para sobrevivir.xxiv
Como podemos apreciar en la siguiente imagen (IMAGEN Nº2), para la Sra. Lourdes, el
lugar en donde ella vive se encontraría denominado como “espacio de pobreza”, y fuera de
este lugar, ella se encontraría en un “espacio de trabajo esporádico”.
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Y este “espacio de pobreza”, que sería la vivienda, estaría entendido como un lugar “solo
de mujeres”. Porque, para nuestra entrevistada, sus rutinas diarias no estarían explicadas en
la búsqueda de un trabajo:
Sí, los hombres paran buscando chamba, nosotras paramos acá todo el día, tal vez un fin de
semana nos sale algo.xxv
Así podemos decir que las referencias cotidianas locales de Lourdes son cercanas y
realizadas a pie. No realiza ninguna labor nocturna ni de madrugadas. Duerme temprano,
porque no hay luz “ni cosas que hacer”:
No tengo a quien visitar, toda mi familia está en Chincha. Además, no tengo dinero, ando con
mis patitas jajaja.xxvi
Nos cuenta que la luz le pertenece a una junta de personas que se la venden a un precio
más caro que la normal. Generalmente, luego de haber realizado todas las labores
domésticas diarias, sale a conversar con su cuñada. No visita a nadie porque toda su familia
está en Chincha. Y en todos los recorridos locales busca economizar. Despierta, prepara el
desayuno, cambia a sus hijos y los lleva al Colegio. Luego va al mercado y otra vez regresa a
su domicilio. Cocina y compra agua con sus baldes. Cuando no tiene nada que hacer se
queda en casa. Duerme, ve una que otra telenovela. Pues para ella, realizar otra actividad
dependerá de la economía, por ejemplo, porque la luz es caraxxvii. Con la siguiente imagen (IMAGEN
Nº3) podemos graficar lo que nos menciona nuestra entrevistada.
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Sus desplazamientos se realizan de forma “concéntrica”. El “espacio de pobreza”, está
representado en el Anexo 22 de Jicamarca, en donde sus rutinas circulan entre su hogar, el
ir al mercado y estar con sus hijos o conversar con su concuñada. Esporádicamente saldría
fuera de ese espacio, por la necesidad de ganar dinero. Este se puede dar entre San Juan de
Lurigancho y el Cercado de Lima donde realiza las actividades de empleada del hogar y
vendedora ambulante, respectivamente. No menos importante, pero sí menos accesible,
será el espacio familiar. Por las dificultades económicas, sus rutinas se desarrollarían dentro
del Anexo 22 de Jicamarca. Presentando en sus desplazamientos una vida más barrial que
de metrópoli.
Conclusiones y Aproximaciones
Entendemos que existe un proceso separado, entre como viene creciendo la metrópoli y
como crecen las barriadas. La barriada será vista como una forma alternativa de hacer
ciudad (Ludeña, 2012: 1) donde se desarrolla la lógica de la necesidad de la gente, que se da
fuera del mercado inmobiliario (Calderón, 2009: 21). También resaltamos la condición de
seguridad existente en una localización “estigmatizada” (Goffman, 1981), en donde el
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propio control social es sinónimo de actuación frente a conductas desviadas como robos o
invasiones (Vega Centeno, 2003), volviendo relativamente segura de robos a nuestra zona
estudiada.
En el espacio del anexo 22 de Jicamarca, se hace presente la lógica de la producción
informal. Es decir, se ha tendido a un “dejar hacer” a la barriada, por parte del Estado
(Calderón, 2009: 25). Este espacio ha combinado las lógicas que señala Julio Calderón, pero
con una excepción. Ha tenido una reproducción un tanto distinta. El Anexo 22 no se creó
como una invasión, se produjo una relación de posesión entre comuneros natos y
comuneros integrados. No se ha manifestado la titulación, gracias a que este espacio se
encuentra en problemas legales, y eso lo ha vuelto vulnerable frente a la toma del suelo
ilegal. Y el acceso a los servicios, es algo que después de veintisiete años de creado no se ha
llevado a cabo. Por un lado, por la falta de llegada de las empresas encargadas y por otro
por la falta de legalidad de la zona. Por ello, los comuneros han tenido que crear otras
formas de acceso a estos servicios.
Con Lourdes descubrimos que no existe una imagen estática de sus actividades. El trabajo
esporádico e informal resulta un escape de lo cotidiano que la lleva a cooperar
económicamente con la economía del hogar. En el caso de nuestra entrevistada, no existen
desplazamientos alternativos y no recuerda conocer otro lugar que no sea San Juan de
Lurigancho y el Centro de Lima. Al no tener familia en la capital su única distracción es la
conversación espontánea con su concuñada Eva.
Las actividades laborales desarrolladas por nuestros entrevistados se enmarcan en
contextos de poca institucionalidad e informalidad. Sin embargo, la propia asociación
vecinal fomentó el cuidado colectivo de la propiedad privada y originó que la poca solución
de las demandas básicas de salubridad e infraestructura llegara a ser resueltas de forma
privada y espontánea. Consideramos que esta fuerza colectiva garantiza la viabilidad de
Villa Esperanza y aunque estas se vayan disolviendo con el paso del tiempo por razones
dirigenciales, inmobiliarias y de cambios generacionales, es necesario ampliar el estudio.
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Siglo XXI Editores
i Bachiller en Sociología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. [email protected]
ii Bachiller en Ciencia Política por la Universidad Nacional Federico Villarreal
Bachiller en Sociología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos [email protected]
ESTUDIOS SOBRE LA CIUDAD
¡NO INVADIR CARAJO! : Villa Esperanza desde lo cotidiano
[email protected] www.laortigasanmarcos.wordpress.com
iii Al llegar al anexo 22 de Jicamarca, empezamos la etnografía ubicándonos en el punto más alto del Sector DD “El Palomar”. Estando en este lugar, se nos aceró una pobladora, quién en un primer momento se mostró disconforme con nuestra presencia, pero luego de explicarle lo que hacíamos nos comentó que corríamos el riesgo de ser linchados ya que: “los pobladores de esta zona, tienen miedo de los invasores, así que siempre están a la defensiva, ellos primero linchan y luego preguntan”. iv Alcalde del Anexo 22 de Jicamarca v En este caso, estos problemas se daban con los ciudadanos de Montenegro. Zona que se encuentra en el límite con el distrito de San Juan de Lurigancho. vi Alcalde del Anexo 22 de Jicamarca vii Id. viii Una de las entrevistadas, nos decía que estos eran matones que se metían a la fuerza en las casas que veían vacías. Que siempre andaban armados. Y que por eso, los pobladores se mostraban agresivos ante la presencia de aquellos que eran desconocidos. ix Alcalde del Anexo 22 de Jicamarca x Id. xi En la actualidad el espacio del estadio, es una zona de viviendas ocupadas, pero que no tiene una simetría establecida. Las tierras fueron vendidas indiscriminadamente a más de una persona para que sean poseídas. Esto generó mayores problemas en el anexo 22 de Jicamarca. xii Alcalde del Anexo 22 de Jicamarca xiii Id. xiv Aún quedan rastros de esta muralla. Al ingresar al anexo 22 de Jicamarca, observamos un arco que nos daba la bienvenida. Este arco aún mantiene la división del espacio de la barriada y la metrópoli. xv Emilio, 70 años xvi Id. xvii Id. xviii Alcalde del anexo 22 de Jicamarca xix Id. xx Id. xxi Lourdes, 30 años xxii Id. xxiii Id. xxiv Id. xxv Id. xxvi Id. xxvii Id.