Ética social y liderazgo Ético

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Dra. Juliana Ferrer Soto

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  • IX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administracin Pblica, Madrid, Espaa, 2 5 Nov. 2004

    Etica social y liderazgo tico del servidor pblico: fundamento para la construccin de un principio de transparencia institucional

    Dra. Juliana Ferrer Soto

    Universidad de Zulia-Venezuela

    INTRODUCCIN En un contexto turbulento como el actual, nadie puede sentirse fuerte por lo que ha sido y ni siquiera por lo que es. La vertiginosa transformacin de relaciones y estructuras en todo el mundo y los resultados que esta provoca, se sienten en todas las actividades humanas actuales, sumergiendo a nuestra civilizacin, en un confuso proceso de transformacin que hacen de la incertidumbre, turbulencia y desorientacin, las marcas registradas de principios del nuevo siglo. Hasta hace poco, el escenario social pareca ms predecible, donde las organizaciones y diferentes actores de la sociedad, tenan mayores certezas sobre su realidad; pero, tal realidad parece no encontrar asidero en nuestro actual momento histrico. La tendencia por el contrario apunta hacia la vulnerabilidad de las organizaciones; ms an, si stas tienen fines pblicos, y es por ello, que no podemos rehuir la necesidad de establecer un proceso de reflexin seria que permita encontrar alternativas para enfrentar la vulnerabilidad y desarrollar procesos de sostenibilidad que constituyan mecanismos para enfrentar positivamente los procesos de cambio. En esta complejidad, la tica de la gestin pblica puede ayudar en los procesos de deliberar, preferir y decidir entre las diferentes alternativas. Ello se har viable, en la medida que se manejen los riesgos sin perder de vista el fin al cual estn dedicados los miembros de la administracin pblica, para as, abordar y superar las posibles contradicciones, entre los sistemas tradicionales de gestin pblica, las funciones actuales de esta ltima y la prctica de valores. Nace entonces, el trabajo de crear y consolidar organizaciones con la capacidad de elevar los niveles ticos, particularmente en organizaciones de la gestin pblica, cuestin clave para el fortalecimiento del sistema democrtico, en un momento histrico donde, no son pocos los que se atreven a hacerse la pregunta de si la democracia tradicional, alcanza a responder sobre las necesidades de ciudadanos, que se sienten marginados, frente a la realidad de un espacio marcado por la desigualdad y la exclusin. Surge el imperativo de formar lderes pblicos centrados en valores, capaces de fomentar una accin administrativa enfocada en relaciones de cooperacin y centradas en la credibilidad; orientando polticas pblicas a la satisfaccin de los intereses, necesidades y expectativas de ese ciudadano, como valor emergente que garantice la construccin de consensos entre los actores involucrados. As, la presente ponencia pretende desarrollar una reflexin sobre la necesidad de vincular la tica social y el liderazgo centrado en valores, como forma de construir niveles de transparencia por la lucha anticorrupcin en la administracin pblica. 1. UNA REFLEXIN SOBRE LOS DESAFOS TICOS DEL DESARROLLO Desde el momento en que se produjo el derrumbe del mito segn el cual, el crecimiento econmico conduca de modo necesario al desarrollo social y coincidentemente con la convergencia de resultados de lneas de pensamiento, que han sido crticas del colonialismo y la miseria en las regiones pobres del mundo, se ha venido fortaleciendo una visin tica de

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    los problemas del desarrollo. Entre los autores que sustentan la actual concepcin de una tica del Desarrollo o tica para el Desarrollo se encuentra, Goulet (1995), Crocker (2001) y sobre todo Sen (2002), quienes han permitido llegar en la poca actual a caracterizar la tica del Desarrollo, como una reflexin sobre los fines y medios que acompaan los cambios socioeconmicos en los pases por la bsqueda de calidad de vida. Despus de los antecedentes de esta lnea, que fueron forjndose en contextos reales de pobreza y que se remontan a la dcada de los aos sesenta, se ha producido un desplazamiento de las discusiones hacia la centralidad del desarrollo como asunto tico (Sen, 2002); problemtica en la cual est involucrada no solamente la prosperidad material, sino tambin las posibilidades de cohesin social y de participacin poltica. Ahora bien, la complejidad de la problemtica del desarrollo no puede ser abordada desde visiones interesadamente simplificadoras o reduccionismos sociales, o de reduccionismo ideolgico que transforman la realidad en un esquema (Iglesias, 2001). Se hace necesario plantear con nuevo vigor en esta perspectiva, los problemas de una sociedad, a veces, sin horizonte social, temporal, ni ecolgico, o del Estado y su papel compensador en una sociedad desigual. Nace la formacin crtica de agentes de desarrollo y la promocin de actividades de colaboracin entre colectivos comprometidos en tareas que permitan llegar a una propuesta de reflexin tica que, al tiempo que desmitifique el enfoque reduccionista, fomente un modelo de desarrollo que apunte a la sensatez por programas sociales y planes de reformas estructurales, por el cambio de actitud moral del ciudadano. Refiere Martnez (2000) como el esfuerzo no se limita a la formacin de programas y planes sociales, requiere discutir cmo se entiende el desarrollo. Tampoco se cie a la mera propuesta de un cdigo tico, para ser aplicado de modo inmediato por los agentes sociales; sino que busca ofrecer una reflexin sobre el trasfondo tico que debe ser aclarado antes de la elaboracin de cdigos ticos concretos. Por ello, despus de ubicar la tica para el Desarrollo en el campo de las ticas aplicadas y de resaltar la importancia de conceptos claves sobre necesidades bsicas, es necesario concentrarse en metas, formuladas en trminos de valores y normas necesarias para la ejecucin de tareas coherentes. As, la compleja interdependencia entre valores, instituciones y normas de comportamiento del ciudadano, as como entre la respectiva bsqueda de equidad en la distribucin y eficiencia, requieren una investigacin ms amplia. Estas conexiones son muy importantes para visualizar la interdependencia entre equidad y eficiencia, entre valores e instituciones. Por tanto, la falta de equidad en una esfera puede conducir a una prdida de eficiencia y desigualdades en otras (Sen, 2002). Por ello, al promover una reflexin sobre los desafos ticos del desarrollo, en especial los que plantea el nuevo orden econmico que prevalece en nuestros das, se procura despertar la conciencia sobre un aspecto bastante olvidado en el debate contemporneo: la dimensin moral que lo acontece (Sen, 2002). Esto significa que cuando se habla de los desafos ticos, que plantea el proceso de desarrollo que est viviendo la humanidad en el orden poltico, econmico y social, debe abocarse a examinar sobre la bsqueda de valores universales, desde una tica social. Sin embargo, a travs de la historia y sobre todo en nuestros das, dos clases de fenmenos atentan contra estos criterios (Aylwin, 1998); formas de materialismo que subordinan las personas a las cosas, generando una cultura en que el tener, predomina sobre el ser y grandes desigualdades entre los seres humanos en el acceso al uso y goce de los bienes materiales indispensables para llevar una vida digna. Por tanto, puede afirmarse como el siglo XXI est inserto en amenazas latentes; por lo que el Estado ha de constituirse en un ente que debe situarse por encima de los intereses

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    particulares y/o de los grupos sectoriales. Este posee las capacidades para ejercer acciones correctivas, reguladoras y compensatorias, frente a las marcadas desigualdades que se manifiestan en la sociedad. Es necesario estar pendiente de una falta de tica de la accin poltica; aqu el rol de los partidos, de los dirigentes y gobernantes es crucial. Debe estar ordenado hacia el largo plazo, al horizonte de futuro, como nica forma de restar a la cotidianidad poltica, y la forma ms efectiva de hacer lo que llamara pedagoga poltica con los ciudadanos (Aninat, 1998). Pero esto no ser posible, sin la incorporacin de todos los sectores a la tarea de su construccin. Estamos hablando de la participacin de todos los sectores sociales, como protagonistas en la totalidad del proceso. En ese protagonismo; hay exigencias sobre, nuevos actores, y sobre todo muchas interrogantes. Es un desafo a la imaginacin, al esfuerzo, donde todos deben participar y construir las bases, de un modelo de sociedad centrada en la participacin y cooperacin; por lo que la respuesta, antes que pragmtica, es tica. De all que el compromiso de quienes aspiran a gobernar, estar vinculado con el cambio tico en los individuos y la sociedad (Aninat, 1998); un cambio, que requiere de la toma de conciencia, pero tambin de un proceso educativo para lograr una cogestin, que conduzca a una sociedad ms justa desde el punto de vista social, por la convivencia futura de los pueblos. 2. LA TICA SOCIAL COMO FACTOR DETERMINANTE DE DESARROLLO EN

    DEMOCRACIAS ABIERTAS El derecho que otorga la democracia a cada uno para autogobernarse, es decisivo para la creacin de un espacio poltico que lo proteja contra la omnipotencia del Estado y desigual distribucin de los recursos, incluidos los del poder, porque garantiza una participacin con equidad. La tica social (Aninat, 1998), es decir, los valores que privilegia una sociedad, supone la existencia de una democracia; y es a travs de la cultura, donde adems, se otorga sentido y contenido a las instituciones, donde se fortalece el desarrollo, bajo condiciones de sociedades abiertas. En ese quehacer, hay que constatar que existe una opcin ya tomada por la democracia como sistema poltico, por mercados abiertos y competitivos como sistema econmico y por el pluralismo como sistema de convivencia cultural. Pero, las amenazas a esa democracia, son muy fuertes, permitiendo actuar con gran dinamismo a factores como el autoritarismo, el proteccionismo econmico, as como el resurgir de los integrismos, como fenmenos que se entremezclan hoy en da, con los nacionalismos, y la exclusin, para configurar una sociedad que no termina de encontrarse. Ahora bien, para asegurar que no prevalezcan estos fenmenos se hace necesario la combinacin de elementos, cohesionados desde la tica social; asentando los espacios de democracia, libertad econmica, pluralismo ya existentes en sociedades, bajo dimensiones asumidas por el dialogo de la sociedad en su conjunto (Constenla, 2001). Es decir, para sociedades como las actuales, dialogar es indispensable y es el criterio para llegar a acuerdos y decisiones pblicas sensatas. Por ello particularmente, la funcin pblica ha sido desde sus orgenes, considerada como una labor que implica una gran responsabilidad y un compromiso con los individuos que, en conjunto son representativos de una cultura. Por ello puede afirmarse, como la cultura define la orientacin tica de la sociedad, de acuerdo a sus juicios valricos; la cultura, y consecuentemente la tica, se entremezclan generando, lo que recientemente se ha denominado el capital social (Kliksberg, 2003), categora que ha comenzado a tenerse en cuenta como factor del desarrollo. Alfonsn (1998) afirma que ste se define, segn tienda a generar actitudes de confianza, comprensin de lo

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    pblico, respeto a la legalidad, igualdad de oportunidades, cohesin social, entre otros componentes y para engrandecerlo, es necesaria la actividad conjunta del Estado y la sociedad. Tales iniciativas son mejoras de una democracia abierta, donde tiendan a producirse resultados ticamente aceptables; una sociedad estructurada sobre una idea consensuada de lo justo, facilitando la coordinacin de polticas asumidas, entre el funcionario y el ciudadano, garantizando idoneidad y consensuando las diferencias. Refiere Alfonsn (1998) como la democracia exige moral interna de derecho, que requiere claridad y congruencia entre la accin oficial y los contenidos de las reglas. Esta congruencia puede verse afectada, entre otras causas, por el soborno, el prejuicio y la tendencia al poder personal. Una organizacin poltica en la que los agentes del poder; lo ejerzan para medrar y no para servir, no es una democracia en el sentido aqu expresado y acta poderosamente en contra del desarrollo. Tal afirmacin, exige de un proceso educativo por el fortalecimiento de una tica social, como el nico camino para la elaboracin de acuerdos congruentes consensuados, capaces de buscar en la tica, la plataforma para el desarrollo dentro de los diferentes mbitos de accin. Sin embargo, cabe recordar que particularmente en la Regin Latinoamericana, tal conjuncin de variables (cultura, educacin y desarrollo) es reconocida como importante, pero est subyugada a constantes obstculos, en nombre de la subordinacin a una reestructuracin financiera, catapulta hacia la miseria y la marginacin. Lo cual es otro modo de decir, que toda iniciativa de desarrollo que no incorpore tales emergencias, hace inhibir o cancelar el avance del individuo y de su ncleo social e inscribe su partida en una trasgresin tica (Sosnowski, 1998). Por ello, la trada cultura-educacin-desarrollo se vuelve inseparable y a su vez regida por la tica, exige la lucha por el bienestar para el ciudadano; tal conclusin conjuga el derecho individual con el derecho colectivo del ciudadano activo, conduciendo su actuacin al reconocimiento de su rol en favor de unos derechos, y deberes que definen el rol humano de las instituciones en la bsqueda del mejoramiento de vida de la sociedad en su conjunto. 3. ACTUAR TICAMENTE: PERSPECTIVA DEL LIDERAZGO TICO EN

    ORGANIZACIONES HUMANAS Por lo general, la gente piensa en la tica en relacin con las acciones individuales; pero existen dos razones de importancia por las cuales la calidad tica de las acciones institucionales tiene importancia en la vida ciudadana. En primer lugar, la postura tica de un individuo se ve afectada por la postura de sus grupos de referencia. En segundo lugar, los valores ticos institucionales influyen en modo considerable en su capacidad de desempearse de manera congruente. La raz de la cuestin es, como ciertas responsabilidades individuales, derivan de la pertenencia de un individuo a cierta comunidad, y esas responsabilidades no existiran si tal individuo no perteneciera a ella (Elegido,1996). Es necesario recordar adems, como las organizaciones se componen de seres humanos, pero tambin en ellas existe un procedimiento aceptado, a travs del cual se toman las decisiones, de suerte que el responsable de las decisiones tomadas, no es cada uno de los individuos de la organizacin, sino la organizacin en su conjunto. Pero, es la estructura de la organizacin, la que le dota de diversos rasgos, esenciales para considerarla como un agente moral; tales rasgos forman parte de su cultura institucional y la definen como organizacin humana. Seala Garca (1998), cuando se refiere a la cultura institucional, como sta es una variable independiente o metfora de la organizacin en su conjunto; donde expresan valores,

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    creencias e ideales compartidos. Agrega como la incorporacin de dicha cultura en la vida cotidiana, va generando ese ethos institucional, esa identidad, referida a la identidad moral que define el horizonte de cualquier organizacin; es decir, la toma de decisiones; el valor de la identidad institucional y su identidad social. Etkin (1996) refiere como las cuestiones ticas en las organizaciones sociales, no pueden tratarse como si fueran problemas de optimizacin de decisiones; se trata de resolver el nivel en que se ubica el problema, es una visin con los valores en juego, normas y mandatos sociales regidos por la cultura a considerar y agrega el deber tico; considerndolo como un imperativo, ms no una obligacin; sino una real y responsable decisin poltico-social, de cada ciudadano, que puede responder institucionalmente, pero tambin a su condicin de ciudadano. Por ello, las reformas de las administraciones pblicas abren la va en este sentido, para un poder de decisin ms grande para los funcionarios, anteriormente sometidos principalmente a normas administrativas y de procedimientos de control definidos a priori. Como lo indica Lucier (1999), los funcionarios tomarn hoy, ms a menudo, decisiones ticas y ellos se encontrarn frecuentemente, en la zona de riesgo donde ellos debern integrar los valores, relativos a su visin del problema, con valores diferentes raramente restringidos a la conformidad y a la obediencia, como en el pasado. As, cada grupo, cada organizacin y cada comunidad, posee una moral, cruzada por rasgos valorativos, a veces compartidos, a veces conflictivos, que aparecen en las conductas, las actitudes, las convicciones y sus creencias sobre ellas; vuelve a poner en evidencia el ya mencionado ethos. En su enorme complejidad y dinamismo, este ethos produce hechos que pueden evaluarse positiva o negativamente, desde la visin de una amplia normativa para l vigente, que incluye lo legal, tal vez un cdigo interno, pero que no se agota en ello. Es evidente que en el actuar, estas evaluaciones generan problemas que no los resuelven los cdigos que definen el cmo del hacer, sino que requieren fundamentos centrados en lo tico (Ser y Amarfil, 1999). Por tanto, cualquier formacin en tica pblica debera intentar exponer perspectivas tericas y prcticas complementarias; herramientas y criterios desde donde fundamentar esa accin; de esta manera, la tica se vuelve aplicada y la accin se impregna en ese sentido. Tal concepcin requiere de tiempo, y supone voluntad del lder servidor pblico para llevarlo adelante. Nace un lder tico, representado por aquel que fija objetivos alcanzables pero desafiantes y que sabe comunicarlos, generando un compromiso con la misin, la vocacin de servicio; involucrndose y elevando sus intereses ms all de su propia individualidad, en beneficio del bien comn. As, un lder ha de asumir y defender valores internalizados a su condicin de ciudadano y al mismo tiempo de servidor pblico, siendo especialmente cuidadoso en ser coherente entre lo que dice y lo que hace; en otras palabras, practicar un modelaje congruente; debe acostumbrar a apoyarse poco en reglas, sistemas, procedimientos y controles, acostumbrndose a vivir con un notable grado de riesgo trazado a partir de las necesidades de la comunidad; y sobre todo, una de las caractersticas esenciales de los verdaderos lderes, es la generacin de credibilidad y confianza (Ferrer y Clemenza, 2003) que garantice la transparencia institucional. En suma, para ser eficaces, los lderes ticos deben empezar por dejar a un lado ese instinto natural de pensar individualmente, recurriendo a la conducta de siempre regirse por medio de valores inspiradores y que resalten su real vocacin de servicio. La dificultad est en el imperativo siempre; por lo que para ser eficaces, los lderes deben mantener congruencia, que se traduzca en la confianza necesaria para generar cambios por la participacin en la

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    ciudadana involucrada. Se plantea entonces, que la formacin del lder tico pblico quien debe estar centrado en una educacin para dirigir y merecer seguidores, y debe reunir de alguna forma un conjunto de energas interrelacionadas, claves para definir roles como lo son, el rol social (servidor pblico), educador (transmisor de conocimientos), consejero (cooperador), comunicador (conector del pensamiento) y negociador (acuerdos inteligentes) (Ferrer y Clemenza, 2003) Ulrich (1998), propone que un lder, producto de la credibilidad debe poseer, capacidades, conocimientos y aptitudes, que otorguen respuesta a una visin compartida con el ciudadano, que quiebra la alianza histrica entre la sociedad de mercado, el estado y la tan trajinada democracia, para sustituirla por la interrelacin basada en la cooperacin y la comunicacin, aspectos que debe estudiar nuevo lder, teniendo como elementos claves el estudio de la incertidumbre, la complejidad y el dinamismo condiciones permanentes en la direccin de las organizaciones de hoy. Otros autores contrastan las anteriores tendencias, bajo la hiptesis de que el siglo XXI anuncian la llegada de la proactividad del individuo; as Bridges (1998) comienza hablando de lderes sin puestos de trabajo, pero Gibson, et al (1999) plantea como cuestin de debate la desaparicin en el prximo siglo de los lderes y el incremento del trabajo en equipo, para producir mejores resultados con la cogestin de los actores involucrados. As, plantea para la discusin, como los lderes deben comprometer sus convicciones a diario, para hacer uso de su poder y mantenerlo; entonces nace la necesidad de un nuevo lder, que interprete como norte, su conexin con una comunidad de futuro centrada en lderes sin puesto, representados por el funcionario comn. Se va perfilando entonces un lder tico, de quien ante la severidad del diagnstico debe sentir la urgencia de ponerse al servicio de los dems; manteniendo a la vez la altruidad, la objetividad, el conocimiento de las propias limitaciones, que hacen detestar cualquier idea de mesianismo personal (Garca, 2004). Luego vendr la idoneidad tcnica, que se consigue con la formacin acadmica, buscando junto a una visin completa de los problemas, una especializacin en algunos de los campos en que se divide el servicio pblico y que lo proyectan hacia la construccin y fortalecimiento de una nueva tica social. 4. ACTUACIN DE LOS FUNCIONARIOS Y TRANSPARENCIA INSTITUCIONAL La reputacin de las instituciones pblicas depende no slo de la aplicacin objetiva de las leyes, sino de la conducta de los funcionarios, pblicos; sta, debe sustentarse en los principios ticos y morales en los que se basa la vocacin de servicio para salvaguardar y evitar contrariar el inters pblico (Rodrguez, 1993), de all, la responsabilidad del gobernante. Pero dicho gobernante, quien debe asumir la responsabilidad de sus actos y mostrar por qu son deseables. Esto es la reflexin tica y no slo el pensar tcnico o burocrtico. De all, que la preocupacin por la cuestin tica no deba considerarse como meramente filosfica. El vaco tico en los gobiernos o en sus funcionarios se refleja en sus decisiones, en la aplicacin de las polticas pblicas. Ocurre, cuando ellos eligen pensando en los beneficios de sus grupos de referencia, ms no en la poblacin. Pero la falta de tica no es una cuestin declarativa, sino que se manifiesta por una desviacin de recursos pblicos (corrupcin) que es injusta y aumenta la desigualdad en la sociedad civil (Arland, 2000). Pero hoy, existe una creciente propagacin de la corrupcin en el interior de la administracin pblica que no puede ser combatida nicamente con mecanismos de control suplementario. As, en Amrica Latina tambin existe una permanente difusin de la corrupcin en el sistema poltico, a menudo alimentada por un crecimiento clientelar de la

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    administracin pblica, una creciente densidad regulativa y un avanzado grado de politizacin. Un resultado de la corrupcin, es la destruccin de la confianza en los funcionarios pblicos, sobre todo cuando mezclan las funciones pblicas con las privadas, produciendo una grave lesin de los deberes y responsabilidades de los agentes pblicos. Tambin se evidencia como los empleados pblicos se sienten comprometidos con los intereses particulares de quienes los han nombrado; llevando necesariamente a un abuso de poder, que se contradice con la vocacin democrtica y, en particular, con el principio de igualdad ante la ley. De ah la importancia que reviste el estatus de funcionario pblico, si se desea que su desempeo sea independiente de las coyunturas polticas cambiantes, arraigndolo al ejercicio de su cargo, fundamentado en sus conocimientos tcnicos y aptitudes, de forma tal que su accionar posea la necesaria neutralidad ante los diversos intereses polticos y econmicos, y se oriente por los principios ticos elementales que deben observar quienes actan en la administracin pblica (Arland, 2000). Por supuesto, no es posible combatir la corrupcin apelando exclusivamente a la tica y a la transmisin de valores. Es necesario que se eliminen las oportunidades y perfiles que generan corrupcin. En tal sentido, puede considerarse como una actitud por el servicio, es un elemento de la cultura administrativa y del perfil del aspirante. As, la vocacin de servicio se convierte en la premisa bsica de todas las consideraciones sobre la tica del funcionario; potenciar el sentido de pertenencia del funcionario con los fines pblicos y sobre todo, generar una preocupacin por el inters colectivo, que se traduzca en facilitar a los ciudadanos un conjunto de condiciones que hagan posible la cogestin integral por un ejercicio efectivo de todos sus derechos. Hablar de sostenibilidad en un contexto de turbulencia implica intervenciones consistentes a lo largo del tiempo. Es hablar de un proceso de permanente adecuacin de las acciones institucionales a los requerimientos y demandas que impone el medio. Constituye una capacidad directamente vinculada con las posibilidades de una organizacin de actuar oportuna y eficientemente, no solo respecto de factores internos, sino tambin de factores externos, logrando mantener un cierto equilibrio, que permita orientar y sostener un proceso de crecimiento en un contexto de cambio acelerado y de crisis. Refiere Salazar (2000), como en un mundo en el que el descrdito de instituciones y personas es un potente combustible que aviva el fuego que destruye los pocos referentes que an tienen la fuerza suficiente para producir orientaciones generales, la credibilidad es un asunto trascendente. Ser creble es un lujo en una poca de contradicciones profundas donde los discursos estn muy lejos de su actuacin consciente del funcionario pblico de responsabilidad trascendente para la organizacin. Por ello, una organizacin con niveles de credibilidad es una organizacin que posee congruencia, vocacin, optimismo, transparencia y todos estos elementos son fundamentales para su sostenibilidad, que no es ms que la tica, la coherencia y la transparencia como principios de accin conjunta con la valoracin ciudadana, hoy tan afectados por una crisis de valores que a veces alcanzamos a llamar valores en crisis. 5. ALINEACIN DE LA VALORACIN CIUDADANA Y SU RELACIN CON EL

    REDISEO EN EL MBITO PBLICO VENEZOLANO. Bajo la realidad venezolana, es posible sostener que la disposicin tica de esta sociedad es incierta; pero tendr la posibilidad de nacer bajo la perspectiva de generar formas de debate por las diferencias, frente a la posibilidad de poder concertar iniciativas, que se inspiren en adecuados principios de relaciones y generen resultados en favor del proceso de

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    internalizacin de los principios de convivencia. De all, la enorme responsabilidad de las generaciones actuales, de asumir las acciones educativas conducentes a la construccin de la transparencia institucional, conduciendo la dimensin de convivencia en un plano tico que busque la viabilidad del rediseo de lo pblico. Pero encarar el desafo de un rediseo de lo pblico en el mbito venezolano actual exige ubicar formas de reflexin en la tensin entre la visin de futuro y la tradicin histrica. Redisear lo pblico (Sosa, 2002) requiere entonces, dibujar con la mayor exactitud posible, la visin de la sociedad venezolana. El siguiente paso es orientar las decisiones actuales hacia la consecucin de la visin compartida de futuro. Consiste en la formulacin de un conjunto coherente de polticas pblicas que puedan realizarse sistemtica y sostenidamente hasta hacer realidad la imagen diseada en la visin de futuro. Es importante destacar como, una de las razones de la desorientacin que se siente en la sociedad venezolana y la consiguiente incertidumbre frente al futuro es, la ausencia de una historia reconocida como comn; una tica social que se sienta como parte del venezolano; ya que la historia que prevalece en la actual opinin pblica venezolana se caracteriza por graves vacos de informacin y acentuacin por una interpretacin manipulada de los datos a favor de posiciones particulares. En efecto, funcionarios pblicos de alto nivel, comunicadores sociales y personajes pblicos, opinan sobre hechos o interpretaciones histricas sin hacer mucho esfuerzo por fundamentar sus apreciaciones; profundizando una anomia en el mbito social. Anomia que significa sustituir los lmites comnmente aceptados o normas no escritas de actuacin personal y social, por el uso individual e indiscriminado de la fuerza para conseguir objetivos particulares. La anomia corroe la convivencia y termina con el orden poltico, pues significa la disolucin de lo pblico; rompe las relaciones sociales, destruye la confrontacin poltica y termina eliminando la condicin ciudadana (Sosa, 2002). Al desatarse un proceso anmico la sociedad venezolana, se marcha casi irremediablemente hacia una situacin de anarqua social, un enfrentamiento entre todos; imposible de soportar a largo plazo, que genera un deseo irracional de orden. Alcanzar el orden se convierte en la prioridad de la sociedad civil, dispuesta a pagar cualquier precio por conseguirlo. Dando un paso ms, vale la pena recordar que en la historia de las ideas polticas venezolanas, el populismo y el positivismo han sido las corrientes de pensamientos terico poltico presentes en el sustrato de la formacin de la sociedad venezolana a lo largo de todo el siglo XX (Sosa, 2002). Estas corrientes postulan una Venezuela moderna y democrtica; encontrando en la renta petrolera la clave del crecimiento econmico sostenido y en el Estado la palanca para asegurarlo. Ms an, consideran las instituciones y la cultura como factores sociales sustantivos, que definieron una frgil tica social, basada centralmente en el elemento libertad. Pero, es necesario recordar que para que lo pblico sea un mbito de excelencia humana y socialmente til, es preciso una transformacin cultural, por la que se renueve el sentido de la vida social. Sin embargo, en el caso venezolano, el rentismo, como componente cultural, ha llevado a poner la confianza en el Estado paternalista, ms que en el esfuerzo individual y colectivo. El populismo ha propiciado la movilizacin popular para garantizar los mecanismos de distribucin de la renta estatal, hacia toda la poblacin, para lo cual se ha desarrollado una accin intermediaria de los partidos y un seguimiento incondicional de sus dirigentes. Ambos ingredientes confluyen a un ejercicio mesinico del liderazgo poltico tradicional. Al mismo tiempo, generan una ilusin de armona, basada en que la abundancia de recursos garantiza una vida digna, si se logran establecer los pactos sociales y polticos previstos (Sosa, 2002),

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    cayendo as, en la perversidad permanente de la corrupcin. Estas caractersticas de la cultura poltica, adems de sus debilidades intrnsecas, hacen que predominen en la sociedad venezolana, hbitos y actitudes desfasados con relacin a las condiciones econmicas reales, pactos polticos de conciliacin de lites que perdieron su legitimidad e incapaces de generar un liderazgo democrtico, desde una visin compartida y sobre todo, transitando en una dimensin tica de lo pblico. Recurdese, que lo pblico tiene como sujeto a los ciudadanos organizados que constituyen la sociedad civil. Lamentablemente, el trmino sociedad civil ha sido completamente contaminado en el actual debate poltico venezolano y su uso en los actuales momentos se entiende como una toma de posicin en la polarizacin existente (Sosa, 2002). El problema es a veces insoportable; Cortina (1999) lo formula estableciendo la interrogante Es posible encontrar respuestas comunes a todos los ciudadanos de una sociedad pluralista?. De una respuesta afirmativa, depende la posibilidad de proponer factores institucionales y polticos para el rediseo de lo pblico dentro una visin que contemple el desarrollo y la democracia como ejes centrales para la propuesta de futuro. 6. POLTICAS PBLICAS, PARTICIPACIN CIUDADANA Y CONVIVENCIA PBLICA

    FRENTE AL PODER LOCAL Las polticas pblicas forman parte del quehacer del Estado, desde la puesta en prctica de planes, hasta la omisin de los mismos ante las demandas sociales. Pero, la ejecucin de toda la poltica pblica tiene dos momentos; uno referido a la forma de cmo transformar una demanda en un propsito de accin y de registro de la agenda de decisiones de un gobierno; y una prctica, referido a la forma como diferentes actores que se interrelacionan, formulen sus problemas, exijan soluciones, instrumentos y materialicen la poltica (Prez, 2004). Es en la prctica poltica donde se inscriben la participacin ciudadana y el poder local, como elementos sustantivos. Aunque, tambin debe considerarse que estos dos conceptos no son vlidos, sin tener en cuenta que la democracia es un sistema que fomenta la creacin de espacios donde estos se desarrollan y practican; un sistema perfectible; por ello, una participacin ciudadana puede ir ms all de las reglas de juego establecidas en la democracia representativa, asegurando una participativa, donde los miembros de la sociedad civil se constituyan en actores insertos en el sistema, con capacidad de gestin, con posibilidades de seleccin de alternativas y toma de decisiones. As, el papel de la sociedad civil organizada es fundamental dentro del proceso de descentralizacin, la cual se sita en un contexto ms amplio que el meramente institucional en el que implique el traspaso de capacidades que se encuentran en manos del Estado directamente a la sociedad y sus organizaciones. Adems, la descentralizacin puede concretarse en distintas frmulas institucionales, principalmente en el municipio, como ente con personalidad jurdica propia y dotado de autonoma, que no depende jerrquicamente de otro, en el ejercicio de sus funciones; porque cuenta con patrimonio propio y sus autoridades son electas por la ciudadana. Estos planteamientos conducen a revisar en detalle el papel de la participacin ciudadana y el poder local en la generacin de las polticas pblicas. Particularmente, en las municipalidades quienes juegan un papel importante en la ejecucin y fiscalizacin del proceso de descentralizacin, para que no se convierta en una transferencia en el papel, sin hacer el real traslado de las condiciones y los recursos. Por ello, es importante que los ciudadanos cuenten con mecanismos de participacin y consulta que garanticen la transparencia y eficacia de la gestin y el respeto de la voluntad soberana. As, Perez (2004) define la participacin ciudadana como el involucramiento e incidencia de

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    la ciudadana en los procesos de toma de decisiones, en temas y actividades que se relacionan al desarrollo econmico, social y poltico, as como el involucramiento en la ejecucin de dichas decisiones, para promover en conjunto con actores sociales e institucionales, acciones planificaciones. Cuando estas acciones se realizan en un espacio determinado, en un nivel local que geogrficamente est representado por el Municipio; y donde, en trminos poltico-sociales se forma una ciudadana agrupada, nace el poder local como fuerza que contribuye en la lucha por satisfacer las necesidades, intereses y aspiraciones de la poblacin local. Se busca entonces, que esa ciudadana organizada, tenga igualdad de oportunidades y un conjunto de garantas que hagan efectiva esa igualdad orientadas fundamentalmente a asegurar su participacin en el control y discusin de las polticas del gobierno local; en este sentido, la ciudadana participativa dispondr de mecanismos que aseguren que la poltica del gobierno de turno est trazada en la voluntad y preferencias de los ciudadanos. Un mecanismo para el logro de tales aspiraciones son los sistemas locales de planificacin (Prez, 2004), quienes se constituyan en medios de participacin de la poblacin; stos se erigen en espacios democrticos y deliberativos, para la participacin ciudadana, sobre la base de la coordinacin interinstitucional; es decir, es una herramienta de largo alcance, para la bsqueda del desarrollo sustentable. En el nivel municipal se concibe un punto de encuentro de los diferentes actores y sectores locales que coordinados planifican la realizacin de planes, programas fortaleciendo el poder local (Prez, 2004). Por ello, desde el punto de vista poltico y social son retos inmediatos que tiene la participacin ciudadana en la formulacin de las polticas pblicas. Por un lado, entender que el poder local, est ntimamente relacionado con el tejido social. Significa que los grupos comunitarios deben estar debidamente organizados, para priorizar necesidades, planificarlas y constituirlas en planes, programas y proyectos, los cuales se traducen en insumos para la planificacin participativa local. Por otro lado, participar con responsabilidad social, entendiendo el involucramiento directo de actores y creando un sistema de desarrollo propio, que se inscriba en el marco nacional del desarrollo, donde todas las entidades locales participan de manera activa en los asuntos pblicos. Lo anterior significa que es urgente crear las condiciones institucionales, legales y financieras, para que los municipios puedan participar activamente dentro del proceso de descentralizacin, y que no dependan del poder central en cuanto a la elaboracin de planes, programas y proyectos, y esos se inscriban dentro del marco nacional del desarrollo. Significa tambin, que debe cambiarse la visin y forma de participacin ciudadana, tanto para fortalecer el poder local, como para que las polticas pblicas que se generen se constituyan en los ejes motores de un desarrollo sostenible (Leonett, 2004). Significa visualizar la administracin pblica, como una nueva forma de hacer poltica, con una participacin ciudadana activa, una nueva concepcin de las relaciones entre Estado y Sociedad. En este marco, la participacin ciudadana, debe ser agente activo, fiscalizando, auditando, proponiendo y participando en reformular una administracin consensuada y orientada a procesos de planificacin. Se est hablando, de un nuevo modelo de administracin pblica; nuevas formas de participacin ciudadana, un verdadero y real acercamiento, de un proceso de cogestin. Es decir, una modernizacin del Estado, no entendida como la tecnologizacin del aparato pblico, sino de la participacin ciudadana en la identificacin de problemas y la coordinacin con la administracin pblica y privada para la bsqueda de solucin es acordes a las realidades locales; se busca entonces, una redefinicin del papel de los gobiernos locales para que se coordinen las acciones que permitan una vida ms digna y ms justa para la ciudadana.

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    Quizs sonar utpico lo planteado, sin embargo, la participacin ciudadana es el elemento motor de los procesos de cambios, tan necesarios en las actuales condiciones de administracin pblica Latinoamericana. Esta, debe ser de manera responsable, una forma posible para satisfacer tanto demanda como ejecucin de los planes, programas y proyectos, fortaleciendo as, la autonoma y el rol municipal. Tarapuez (2001) refiere, como dentro del rol del municipio hay dos mbitos vinculados, el de sus atribuciones para incidir en el desarrollo local y el de su funcin de liderazgo en la gestin de estrategias, para generar oportunidades al conjunto de los actores involucrados De all la necesidad de que conjuntamente la sociedad civil y el funcionario pblico, se comprometan en generar cursos de accin tendentes a buscar la tan citada armona del espacio local, por la bsqueda de la satisfaccin de las necesidades vitales de la poblacin, que conduzcan en el largo plazo al mejoramiento de su calidad de vida. Tal afirmacin es reforzada por Lpez (2001) quien acota, que el municipio debe poner su esfuerzo en el mejoramiento de la calidad de vida de sus ciudadanos; lo que incluye dimensiones como la ambiental, la defensa de los espacios pblicos, de las libertades, del desarrollo social y cultural, la produccin de bienes y servicios desde los sectores de actividad, la generacin de empleos productivos, entre otros. Muchos de esos mbitos pertenecen a sectores de actividad donde no se ejerca accin local. As, en las ltimas dcadas se ha demostrado la participacin de los municipios en actividades de tradicin nacional; impulsando polticas que trascienden sus competencias y mbitos de accin, pero que han enfrentado de manera autnoma y coherente, contribuyendo a impulsar sectores de actividad y mejorando la participacin del ciudadano en el crecimiento de los espacios involucrados. Puede entonces inferirse, que el desarrollo local es un proceso dinamizador de la economa y la sociedad local, que mediante el aprovechamiento eficiente de los recursos existentes puede estimular el crecimiento econmico, creando empleo y mejorando la calidad de vida de la comunidad local (Tarapuez, 2001). Por supuesto, el desarrollo local ha de pasar necesariamente por el desarrollo integral de un territorio, lo que supone que se relacionen tanto las iniciativas del empresariado local y de las administraciones pblicas, como las de aquellos agentes que intervienen en los procesos de desarrollo local. Por supuesto, un proceso con estas caractersticas no es concebible sin el respaldo institucional de la Alcalda como mxima autoridad poltica del municipio; como ente preocupado por la bsqueda de participar con el bien comn y en el rendimiento de cuentas de su actuacin; procurando internalizar un liderazgo sustentado en su misin, cdigo tico de la actividad pblica y sobre todo una actuacin congruente, en la bsqueda de un balance tico legitimado por la sociedad, que responda a la toma de decisiones, basadas en una respuesta tica, que est en correspondencia con las demandas del poder local interpretado desde el poder ciudadano. 6.1. EVIDENCIAS LA PARTICIPACIN CIUDADANA Y EL LIDERAZGO LOCAL EN LA

    CONSTRUCCIN DE LOS CONSEJOS LOCALES DE PLANIFICACIN, DESDE EL PODER LOCAL (CASO VENEZOLANO REGIN ZULIANA).

    Desde el poder pblico local venezolano surge el municipio como clula fundamental y primaria del rgimen democrtico. Este requiere de una accin planificada entre la gestin pblica y la participacin ciudadana. Tal accin plantea la necesidad de fortalecer dicha gestin pblica como estrategia de desarrollo; insertada en una nueva visin del desarrollo sostenible del municipio en concordancia con la planificacin regional y nacional. En este tiempo de amplia participacin ciudadana en Venezuela, es tarea el establecer

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    impulso sobre la organizacin de las comunidades del municipio. Ello contribuir a fundamentar la base programtica del Plan de Desarrollo Municipal que elaborar el Consejo Local de Planificacin Pblica, conjuntamente con la alcalda y un gran nmero de organizaciones de la sociedad civil, entre ellas instituciones de educacin superior, gremios, sindicatos, ONGs, asociaciones de vecinos y sectores involucrados (Gaceta Oficial, 2002). Entre los lineamientos en que se fundamenta el logro de tal realidad local venezolana se destacan (Gaceta Oficial, 2002): Alineacin de todos los actores en los principios de honestidad, responsabilidad, compromiso y sentido de pertenencia; visin prospectiva y alineacin con el Plan de Desarrollo Estadal y Nacional; soporte Legal: Constitucin, Leyes y Ordenanzas; sinergia e integracin de los subsistemas; participacin ciudadana permanente en todas las fases del plan y flexibilizacin, de acuerdo con cambios en el entorno. Desde esta perspectiva y atendiendo a lo dispuesto en la Ley de Consejos Locales de Planificacin Pblica, Captulo IX Disposiciones Finales. Artculo 28, Gaceta Oficial N 3746, de fecha 12 de junio del 2002, en concordancia con la Constitucin de la Repblica Bolivariana de Venezuela, Ttulo IV: Poder Pblico Municipal. Captulo IV: Poder Pblico Municipal. Artculo 182 y el decreto N 1528 con fuerza de Ley Orgnica de Planificacin. Ttulo III, la instancia de coordinacin y formulacin de la Planificacin, Estadales y Municipales, Articulo 26 y 27, se genera el Consejo Local de Planificacin Pblica de los Municipios del Estado Zulia; el cual tiene en el mbito de sus competencias incorporar la participacin ciudadana al proceso de gestin pblica venezolana, de manera que se asegure una adecuada planificacin, ejecucin, evaluacin, seguimiento y control de acuerdo de las necesidades reales de las comunidades y garantice su pleno desarrollo; fundado en principios de democracia, participacin, responsabilidad, con sometimiento pleno al ordenamiento Jurdico vigente y en funcin del desarrollo sostenible del Municipio. Tal rgano de planificacin garantiza la participacin ciudadana como eje central de la actuacin del Municipio; sin embargo, a la fecha ha presentado ms obstculos que avances. Refiere Prez Monagas (2004) como la cultura de planificacin en el caso Venezolano no est consolidada; es decir, no existe bidireccionalidad en las decisiones, por cuanto muchos municipios crean estos rganos como estructuras burocrticas liderizadas autocrticamente por el alcalde, que en la mayora de los casos obvian el poder ciudadano. Incorpora por ello, la necesidad de que desde cualquier instancia nacional, regional o local se construyen las bases para la consulta, de forma tal que se fortalezca el proceso de descentralizacin, otorgndole fuerza a la cultura de participacin ciudadana y de planificacin del pas; por lo que las comunidades debern solicitar la ordenanza aprobada por cada cmara municipal, garantizando as, el seguimiento sobre los Consejos Locales de Planificacin Pblica. Resulta interesante destacar que en el caso venezolano estn formados por el alcalde, los concejales, presidentes de las juntas parroquiales y representantes de los diferentes sectores de actividad (ciudadana). Prez (2004) refiere como muchos alcaldes y concejales Venezolanos no han visto como positivo los consejos, por cuanto sienten que les resta poder. Sin embargo, afirma que existe una actitud individualista, que no toma en cuenta el hecho de que los consejos representan el centro de la participacin ciudadana. Refiere como hace 10 aos un concejal visitaba su circuito tomaba los datos para satisfacer a las comunidades; hoy los ciudadanos lo llevan a los consejos locales de planificacin, donde se discute el presupuesto asignado para llegar a uno consensuado, en funcin de las prioridades expresadas por el colectivo. Pero, el problema de reparto de las cuotas de poder, contina siendo un problema, por cuanto dicho presupuesto, est muchas veces repartido entre los adeptos al gobierno nacional y los adeptos al gobierno local; en tanto, el ciudadano comn queda desprovisto de su poder. Esta situacin ha tratado de solventarse de manera parcial prohibiendo la

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    participacin de miembros de la alcalda o funcionarios de los consejos locales, pero la pugna entre las partes, a veces trasciende el real sentido por la bsqueda de una real participacin ciudadana. Para solventar tal exabrupto en muchos casos, los ciudadanos han implantado a nivel de cada municipio asambleas de ciudadanos, sin embargo, esta slo ha quedado como un espacio de drenaje por la bsqueda efectiva de soluciones, pero al no estar reglamentada pierde la posibilidad de desarrollar movimientos efectivos para la participacin. Segn la Comisin Permanente de Participacin Ciudadana, Descentralizacin y Desarrollo Regional adscrito a la Asamblea Nacional de la Repblica Bolivariana de Venezuela, para el 2004 existen un total de 335 municipios de los cuales 287, han enunciado la existencia de consejos locales; pero slo 220 estn en funcionamiento y de stos slo 27 estn efectivamente comprometidos con el poder ciudadano (Prez, 2004). En este sentido Leonett (2004) plantea, la necesidad de incorporar la participacin de lderes por parroquias y lderes por sectores de actividad representados por redes de consejos comunales donde sus representantes son aceptados por la credibilidad y sostenibilidad manifiesta a lo largo de su actuacin en el municipio, ya que son muy pocos los municipios que realmente se han estructurado; al punto de expresar con preocupacin como de los 27 consejos que estn funcionando para la fecha, ya existen un total nueve (09) que estn siendo impugnados por falta de consenso. Por supuesto, tambin recuerda que los consejos tienen un ao de funcionamiento (Iniciados en Julio de 2003), pero an as es peligrosa una instalacin y desarrollo con bases no consensuadas. Se observa en esta impugnacin, como algunos alcaldes han tomado presupuestos y los han gastado sin consultar a las comunidades y sin tomar en cuenta que el proceso de corresponsabilidad tiene que ver con el proceso de participacin, tan citado por cada uno de los alcaldes activos en el perodo gubernamental, ms no cumplido por todos. Tal realidad es cotejada con funcionarios de las alcaldas de mayor desarrollo en cuanto a los consejos locales de planificacin de la administracin pblica, particularmente con tres (3) alcaldas de la segunda regin del pas, representada por las alcaldas de Maracaibo, Cabimas y San Francisco de la Regin Zuliana. Resulta importante destacar como dentro de la filosofa la Alcalda Venezolana se refiere, que sus valores institucionales estn basados en lealtad, vocacin de servicio, compromiso con el pas, honestidad, responsabilidad, trabajo en equipo y excelencia. Resulta interesante precisar adems, que se rigen por los principios ticos plasmados en el cdigo de conducta del servidor pblico, el cual resulta pertinente contrastarlo con los principios de las Alcaldas sujetas de estudio. Al respecto, el cdigo de conducta de los servidores pblicos y los principios ticos del servidor pblico, estn reflejados en el artculo 3 (Gaceta Oficial, 2002), donde se enuncia, a los efectos de este cdigo, los principios rectores de los deberes y conductas de los servidores respecto a los valores ticos que han de regir la funcin pblica, destacando; la honestidad, la equidad, el decoro, la lealtad, la vocacin del servicio, la disciplina, la eficacia, la responsabilidad, la puntualidad, la transparencia, la pulcritud. Al entrevistar a lderes con cargos directivos de estas alcaldas, refieren como las Alcaldas en los ltimos aos han tratado de hacer una reorganizacin administrativa, atendiendo a la valoracin y a los principios rectores que guan al funcionario pblico. Es importante destacar adems, que en el anlisis se visualizan valores de competencia y tico sociales; aspectos que a veces se desvan del bienestar colectivo al referir el funcionamiento de la organizacin como si estuviesen manejando el mbito privado; as mismo se evidencia clientelismo e intereses polticos y econmicos, que afectan la transparencia de funcionamiento y desvan la organizacin hacia la plataforma de la corrupcin. Particularmente tal afirmacin se

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    manifiesta en el hecho, de que al existir discontinuidad administrativa producto del relevo clientelar y no hay un proceso efectivo en los programa de carrera, se atenta contra el sentido de pertenencia del individuo con la institucin, su compromiso moral y la motivacin hacia el logro de los objetivos propuestos. Ahora bien, al aplicar la tcnica del grupo focal en lderes locales, pudo evidenciarse hasta donde el personal referido conoce y tiene internalizado la filosofa de gestin de la institucin y reconoce la importancia de sus valores organizacionales y los presentes en el cdigo de tica del funcionario pblico como gua para desempeo en funcin de lograr una organizacin congruente. Particularizando en cada alcalda, se evidencia como en relacin a la Alcalda de Maracaibo, sus funcionarios lderes al referirse a la figura del Consejo Local de Planificacin Pblica, plantean que este no ha sido una figura de voluntad poltica conjunta; sino que surge de voluntades aisladas, en la necesidad de llevar adelante el proceso de participacin. Ellos acotan como para principios de 2003, existan un total de 400 asociaciones de vecinos que durante ms de 10 aos no se haban hecho actualizacin de sus representantes, haban asociaciones que no estaban vinculadas a las comunidades y adems, geogrficamente estaban solapadas; no estaba socializada la participacin ciudadana y exista, (y todava existen) grupos polticos que obstaculizan el desarrollo del consejo local; evidenciado en su actuacin diaria, ya que responden ms a la antagonia de los partidos polticos, que al real compromiso por la participacin ciudadana. Destacan igualmente como importante los obstculos de las fuentes de financiamiento, hoy representado por el Fondo de Inversin para la Descentralizacin (FIDES); Ley de Asignaciones Especiales (LEAS) y Ley del Situado Constitucional y Recursos Propios obtenidos a travs de actividades propias del municipio. En este sentido, el Municipio Maracaibo manifiesta estar llevando adelante sus inversiones a pesar de los obstculos; y con el voto de las comunidades (independientemente de otros actores) ha logrado la aprobacin de cincuenta y siete (57) proyectos de desarrollo local para 2003 y ciento veinte y seis (126) para el ao 2004. Sin embargo, manifiestan como necesario, tener en cuenta, que el proceso de participacin es reciente en Venezuela y que no estn suficientemente organizado para llevarlo de manera armnica; dado que slo en la constitucin del 1998, se crean por primera vez, treinta y tres (33) artculos en este sentido, lo cual no ha permitido madurar el proceso; por lo que su visin es continuar trabajando independientemente de los obstculos polticos y organizativos. En cuanto a los lderes funcionarios representantes de la Alcalda de Cabimas plantean, que su participacin ha sido ms armnica donde los lderes de los diferentes sectores productivos han sido los pioneros para mostrar la participacin ciudadana, teniendo como norte una participacin para generar un polo productivo en la regin de Cabimas; se ha generado as, la creacin de un megaconvenio que reactiva el aparato productivo para el desarrollo de Cabimas. Ellos plantean como la visin de cada Consejo de Planificacin est marcado por la ordenanza que apruebe el municipio. Acotan adems, que el centro de atencin del desarrollo del Municipio est basado en los macroproyectos regionales Zulia Tercer Milenio y Plan Prospectivo Costa Oriental del Lago 2020. Es interesante destacar adems, como en este caso los funcionarios destacan ms la participacin de los representantes de sectores productivos involucrados, que la participacin real de lderes vecinales. En este sentido, cabra destacar como en muchos casos las ordenanzas estn conculcando la real participacin ciudadana y donde la alcalda muchas veces designa a los participantes; perdiendo el real espritu de los consejos locales de planificacin. Al entrevistar a los representantes de la Alcalda de San Francisco sus lderes destacaron la

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    importancia de la formacin del funcionario pblico para interpretar el Consejo Local, como la representacin de un conjunto de miembros interactuando para vincular democracia representativa participativa y poder ciudadano, para interpretarlo como rgano local de participacin; como un proceso transparente y pblico de un conjunto de representantes trabajando a favor de lo colectivo. Es importante destacar que esta alcalda, cre originalmente la primera gerencia de participacin ciudadana del pas, liderada por funcionarios que fueron formados con experiencias logradas en el mbito local iberoamericano, particularmente del caso Espaa. Su Consejo Local de Planificacin nace el 30 de julio del ao 2003, con la participacin activa de las comunidades y teniendo como norte la jerarquizacin de problemas desde las comunidades, interpretado desde un plan estratgico estadal y local, pero consensuado por una asamblea de ciudadanos, consejos locales y parroquiales, que se interpreta en una centena de proyectos cristalizados en el presupuesto municipal y que poseen el seguimiento, control y evaluacin social. Para este grupo, los consejos locales de planificacin repercutan el nuevo estadio de participacin, teniendo como eje la consulta con los consejos comunales y parroquiales para jerarquizar y acordar necesidades prioritarias y hacer un presupuesto participativo. Sin embargo, plantean que existen grandes obstculos representados por el otorgamiento de presupuesto, al punto de que para julio del ao 2004, est aprobada la entrega de recursos de 2003 con presupuesto del 2004, y a la fecha no se han aceptado proyectos de 2004; mientras las comunidades siguen presionando por sus necesidades. Esta Alcalda concluye que para lograr una real viabilidad de los consejos desde el punto de vista financiero, es necesario otorgarle los recursos al FIDES y LAES en obras del 2004 aprobadas por el gobierno local, ms no centralizarlas por el gobierno nacional; lo que conlleva a llegar a acuerdos en este sentido. En la tabla 1, se muestra un resumen del promedio de aseveraciones asumidas por los miembros de cada alcalda, atendiendo a la participacin ciudadana, de los sectores productivos, formacin del funcionario liderazgo, involucramiento de grupos polticos, respuesta a las expectativas de las comunidades, evidencia del poder ciudadano y niveles de cooperacin; donde se evidencia alta participacin ciudadana, liderazgo del poder ciudadano y liderazgo transformacional en lderes sin puesto en Maracaibo y San Francisco; pero donde se diferencian por el alto involucramiento de los grupos polticos, presente en la Alcalda de Maracaibo que obstaculizan la labor; adems, de que la formacin del funcionario no ha podido cristalizarse por completo. En el caso de la Alcalda de Cabimas se destaca la participacin de los sectores productivos frente al ciudadano comn, potenciando los acuerdos clientelares en algunos casos. Puede inferirse entonces, que en todas las alcaldas existen ciudadanos comprometidos con la iniciativa, pero estn respondiendo ms a un compromiso poltico y a esfuerzos individuales, que a su real desprendimiento hacia lo colectivo. Ahora bien, tratando de destacar la alineacin de valores del funcionario pblico, en la tabla 2 se muestra el reconocimiento de los cdigos de tica por parte de los funcionarios, donde sorpresivamente el 76% de los lderes con puesto y el 82% de los lderes sin puesto no han profundizado en los lineamientos que contempla dicho manifiestos para los efectos de su actuacin. Igualmente para estudiar la internalizacin de valores en los actores involucrados; en la tabla 3 se muestra una constrastacin entre los rasgos considerados por los funcionarios y las comunidades observando el margen de coincidencia. Para los efectos de este anlisis se asumi un rango 0x10; lo que indic que slo existe coincidencia en los rasgos de vocacin de servicio (7) y credibilidad (9), atributos explcitos para el funcionario y los

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    ciudadanos; sin embargo, los funcionarios destacan como rasgos de gran importancia el compromiso y el trabajo en equipo; en tanto al entrevistar a las comunidades estas destacan, la cooperacin (21), la tolerancia (39) y la transparencia (18); reforzando adems en el discurso, la necesidad de luchar contra en contra de la crisis de valores que vive el pas. Surgen de los resultados de las alcaldas bajo vertientes no conciliadas, lo cual define la particularidad de cada ordenanza, pero tambin la concepcin de liderazgo un tradicional; muy lejos de un liderazgo centrado en la cooperacin y participacin, es decir, en un liderazgo transformacional. 7. A MODO DE CONCLUSIN La accin y comunicacin, el actuar y proyectarse pertenecen a una dimensin exclusiva de los seres humanos y por tanto, de las organizaciones. Bajo estas caractersticas los entes involucrados pueden ser capaces de colocar sus necesidades en una perspectiva de lo humano; una capacidad valorativa y reflexiva de los rasgos valorativos que caracterizan a la cultura donde se inserten. Por ello, es a partir de tal capacidad para elegir, cada ciudadano involucrado asume un proyecto de construccin de vida y de transformacin de lo existente, all se ubica hoy la inquietud de Amrica Latina y particularmente de Venezuela en el Debate de la tica Pblica. Se observa como el estudio de la tica se ha convertido en mbito de relevancia frente a una realidad de mltiples riesgos e incertidumbre; dichos estudios destacan la preservacin de la vida, bsqueda de la convivencia, la tolerancia y la transparencia, pero sobre todo la de develar la realidad latinoamericana tratando, de deslastrarse de ideologas en decadencia y patrones que han socavado tal realidad. Tales estudios se ubican desde la reflexin tica de la gestin pblica, destacando una serie de relaciones respecto a la poltica, el estado y la crisis valorativa que hoy ahoga al contexto de la Regin. Se destaca adems, un abierto de inters por la tica aplicada y de manera muy especial, la tica en el mbito de administracin pblica; intentando hacer una reflexin acompaada de una prctica en torno a la capacidad de elegir que implica el ejercicio de la decisin de cualquier lder tico; vinculndolas al mbito de todas las actividades de la vida en el que participan Estado-Sociedad y donde aparece la tarea de decidir, bajo el ejercicio de la libertad. Puede afirmarse entonces, que existe un esfuerzo apreciable en el desarrollo de investigaciones venezolanas en el mbito de la fundamentacin tica de la gestin pblica y la tica aplicada. Sin embargo, un nmero apreciable de tales inquietudes en este plano, son trabajos de ligera profundidad en el discurso tico y en algunas oportunidades no concertadas con los reales procesos de cambio y transformacin requeridos por sociedades inmersas en una crisis, hoy sin precedentes. Por ello, se convoca, a los lderes sin puesto del sector pblico, y crculos acadmicos, pero sobre todo al ciudadano venezolano a reflexionar sobre la necesidad de concientizarse en favor de fortalecer una comunidad de futuro, dispuesta a lograr intereses concertados bajo el esquema de la cooperacin y la transparencia, a fin de asegurarse la gestacin y fortalecimiento de una tica social que fortalezca el mbito de lo pblico, que se irradie a todo el continente Latinoamericano. BIBLIOGRAFIA

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    18

  • IX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administracin Pblica, Madrid, Espaa, 2 5 Nov. 2004

    Dra. Juliana Ferrer Soto Doctor en Ciencias Gerenciales, Magister en Gerencia de Empresas. Economista, egresada de la Universidad del Zulia (LUZ), Venezuela. Adscrita a las Lneas de Investigacin: tica de las Organizaciones, Desarrollo de Sectores de Actividad Econmica y Universidad Contempornea. Instructora del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en el rea de Formulacin y Evaluacin de Proyectos Sociales. Asesora Permanente ante el Consejo Nacional de Universidades por el rea de Economa. Miembro de la Comisin Permanente de Educacin en Valores en Universidades Pblicas Venezolanas. Coordinadora del Observatorio de tica en LUZ. Investigadora adscrita al Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Econmicas y Sociales (LUZ), con publicaciones nacionales e internacionales. Actualmente desempea el cargo de Coordinador Acadmico en la Maestra de Gerencia de Empresas. E-mail: [email protected] TABLA 1.CATEGORAS DE PARTICIPACIN CIUDADANA DE ALCALDAS VENEZOLANAS

    Alcalda Participacin del

    ciudadano

    Participacin de

    los sectores

    productivos

    Formacin del

    funcionario

    Liderazgo

    transformacional con

    puesto

    Liderazgo

    transformacional sin

    puesto

    Involucramiento de

    los grupos polticos

    Respuesta a las

    expectativas de

    las comunidades

    Evidencia

    poder

    ciudadano

    Cooperacin

    ciudadano /

    Municipio

    Maracaibo NAL NBA NBA NBA NAL NAL NBA P NME /

    NBA San

    Francisco NAL NAL NAL NAL NAL NME NME P NME

    Cabimas NME /

    NBA NAL NBA NBA NBA NAL NBA A

    NME /

    NBA

    Fuente: Ferrer (2004). Leyenda: NAL= Nivel Alto; NME= Nivel Medio; NBA= Nivel Bajo; P= Presencia; A=Ausencia TABLA 2. RECONOCIMIENTO DE CDIGO DE TICA POR MIEMBROS DE LAS ALCALDAS

    Lderes con puesto Lderes sin puesto Si No Si No tems

    Fr % Fr % Fr % Fr % Cdigo de tica 2 24,0 5 76,0 2 18,0 9 82,0

    Fuente: Ferrer Soto (2004)

    TABLA 3. CONTRASTACIN ENTRE VALORES RECONOCIDOS POR EL FUNCIONARIO PBLICO DE LAS ALCALDAS Y LAS COMUNIDADES INVOLUCRADAS

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  • IX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administracin Pblica, Madrid, Espaa, 2 5 Nov. 2004

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    Valor Comunidades Lder con puesto Lder sin puesto

    Promedio Lderes

    Margen de coincidencia

    Vocacin de servicio 36 16 41 29 +7 Compromiso - 10 24 17 -17 Responsabilidad - 10 17 14 -14 Trabajo en equipo - 8 21 15 -15 Cooperacin 24 7 - 3 +21 Seguridad - 8 - 4 -4 Honestidad - 1 13 7 -7 Transparencia 21 1 5 3 +18 Credibilidad 12 1 6 3 +9 Convivencia 11 0 0 0 +11 Tolerancia 39 0 0 0 +39

    Fuente: Ferrer Soto (2004) Nota: se asume 0x10 como un margen aceptable (Relacin Comunidades vs. Promedio Lderes)