eudistas de colombia i

354
50 EUDI JA COMPILADO POR DIEGO JARAMILLO

Upload: hermesflorezperez

Post on 22-Nov-2015

298 views

Category:

Documents


7 download

TRANSCRIPT

  • 50 EUDI JA

    COMPILADO POR DIEGO JARAMILLO

  • 50 EUDI JA

    COMPILADO POR DIEGO JARAMILLO

  • 50 EUDISTAS

    Compilacin hecha por el Padre Diego Jaramillo

    Coleccin Eudistas Centro Carismtico

    Minuto de Dios Santaf de Bogot, D.C. 1991

  • Con las debidas licencias

    Centr Carismtico "Minuto de Dios"

    Carrera 71 No 81 27 Tdfonos 2513990 y 2517756 Apartado Areo No. :;6437 Bogot O.E.

    J',,jWJ/ln f-~dilqrif.J (';rrl'r; /;\ (':111.' ;! r~l, I (j:, 'f',I.l'rJl'" '.!rL~~,:~(J:) Ji, j!-~f 11;i r'/ ](ruhla

  • CONTENIDO

    1. Gabriel MaUet (185S-1943) 2. Sebastin Sahanat (1862-1896) 3. Francisco Lagnel (1863-1908) 4. Martn Jumelais (1864-1948) 5. Emilio Seligour (1867-1935) . 6. Luis Bourdon (1869-1931) 7. Adolfo Mace (1870-1944) . . 8. Juan Guyot De Salins (1871-1935) 9. Manuel Blivet (1874-1931)

    10. Juan Plandere (1874-1948) . ll. Ernesto Dodard (187S-1929) 12. Pedro Lacroix (187S-1947) 13. Pedro Buffet (1879-1944) . . 14. Ivo Andrieux (1881-1932) 15. Juan Havard (1881-1963) . . 16. J. Nepomuceno Casas (1883-1962) 17. Luis Jaffrezo (1885-1947) . . . . 18. Juan Bautista Cabaret (1885-1974) 19. Juan Bautista Dagnaud (1886-1937) 20. Juan Mara Garnier (1886-1952) 21. Tefilo Le Nezet (1887-1976) 22. Agustn Andrieux (188S-1945) . 23. Esteban Le Doussal(I88S-1974) 24. Mario Vuillemot (1889-1930) 25. Felipe Santiago Escobar (1891-1963) 26. Germn Garca (1893-1912) . . . 27. Luis Prez Hernndez (1894-1959) 28. Eduardo Lecerf (1895-1928) . . .

    7 16 22 28 45 52 62 73 76 88 93 96

    100 107 121 127 133 140 146 157 161 168 173 ISO 187 192 199 207

    5

  • 29. Alfonso Manrique (1896-1985) 30. Bernardo Agudelo (1896-1990) 31. Roberto Restrepo (1900-1979) 32. Luis Enrique Yepes (1901-1953) 33. Pedro Debilly (1901-1970) 34. Luis Eduardo Uribe (1903-1963) 35. Prspero Restrepo (1905-1986) 36. Juan de Dios Arroyave (1906-1929) 37. Ignacio Rivera (1906-1930) . . 38. Camilo Macias (1907-1985) . . 39. Roberto Hernndez (1908-1980) 40. Ignacio Yepes (1913-1979) 41. Jess Antonio Cardona (1913-1986) 42. Alberto Moreno (1916-1976) 43. Roberto Lopera (1916-1977) . 44. Ramn Gonzlez (1916-1979) 45. Jos Herbreteau (1916-1987) 46. Jorge Giraldo (1918-1976) 47. Benigno Ospina (1921-1986) 48. Hernando Quiroz (1926-1982) 49. Efran Urbina (1935-1975) 50. Carlos Ernesto Villegas (1937-1977)

    fi

    210 212 217 223 229 235 239 244 259 262 273 280 287 291 297 301 306 309 319 322 331 338

  • 1

    GABRIEL MALLET

    Hiplito Arias

    El padre Gabriel Mallet fue el procurador vitalicio de la comunidad ante la Santa Sede, y afortunado postulador de las causas de Beatificacin y canonizacin de la familia eudista.

    Haba nacido el () dp octubre de 1858, en Valognes, pueblecito normando de la Mancha, bipn conocido por los bigrafos del misionero Juan Eudes que all prpdic en circunstancias lindantes con la taumaturgia. De nio y de joven vivi en la mansa campia normada, poblada de ganados del mismo nombre, famosa por sus quesos Camembert y Livarot, por sus bosques de hayas y de pinos. En su inquieto divagar conoci las airosas catedrales gticas de Roupn, Bayeux, C'outances, Seez, Evreux, y seguramente la maravilla del Monasterio de Saint Michel, as como las numerosass fortalezas medioevales sembradas en su suelo. En sus comidas jams le falt el botelln de cidra de manzana y en las fiestas alguna copa del normando vino Calvados.

    Parece haber sido propsito claro del P. Mallet acentuar su parecido, an fsico, con su Fundador normando. Por eso cuidaba celosamente la copiosa melena sobre la nuca que compensaba sus escasos I:abellos frontales; y, como el santo llevaba tambin el perpetuo solideo negro, caprichoso y escurridizo, que se le paseaba por toda la calva. En ciertos das de mayor devocin colgaba de su cintura un grueso rosario. Y del normando Eudes tena tambin el temple, la poda y la diplomacia.

    Viv con l en la misma casa de la Procura, Via dei Querceti, desde 1934 hasta fines de 1941. Era entonces el padre Mallet el superior omnipotente,

    7

  • ("Im'" MaU,', (IH.58 1!11,1)

  • la reliquia viviente, testigo y actor memorioso de los primersimos aos de fundacin eudista en Colombia (1884-1894). O, mejor dicho, en Cartagena de Indias. Porque nunca admiti que informaciones sobre Bogot, Medelln o Pamplona intentaran cambiar el clis costeo que l le haba impreso al rostro de Colombia. Si alguien, tmidamente, se atreva a una rectificacin de sus apuntes folklricos y pintorescos, se encenda como un Jpiter. Para l Colombia eran Cartagena, Turbaco, Arjona, Soplaviento, Sabanalarga y la teora de pueblitos ribereos del mar, o del Canal del Dique, o del ro Magda-lena.

    Tuvo la inmensa dicha de ver morir, uno tras otro, a sus rivales en aos, lo cual le permiti disfrutar por algn tiempo, del decanato de los eudistas en el mundo. Y si alguien, querindole aguar el disfrute de su cspide aosa, le haca caer en cuenta de que el padre Fulano deba tener la misma edad que l, protestaba vivamente: "Mais non! Il est beaucoup plus jeune que moi", cuando, en verdad, la diferencia era slo de pocas semanas.

    Como acontece a menudo con los de corta estatura, pujaba por crecerse espiritualmente, como un pequeo y gigante Napolen. En un momento dado de su vida, fue el hombre del nmero 58. En una oficina de pasaportes le pregunt el empleado: "Cundo naci usted?" "En 1858". "Cuntos aos tiene?" "58 aos". "Cunto mide?" "Un metro con cincuenta y ocho". Y todo era verdad, aunque el funcionario, irritable como muchos paisanos suyos, pens por un momento que el padrecito diminuto se estaba burlando de l.

    En su esfuerzo por parecerse al Fundador lleg a convencerse de que viva tambin en olor de santidad. Todos los domingos y das festivos, ritualmente, despus de la oracin que sigue al almuerzo, volcaba su bonete hacia mi nariz, dicindome complacido: "Voyez-vous, mon petit pere, COrnme ;a sent bon" ("Mire, padrecito, qu bien huele"). Yen verdad que su aroma era como una reminiscencia de concentrado de man.

    Cuando el padre Mallet, ubicado en el punto focal de un comedor en forma de U, estaba hablando, nadie, absolutamente nadie, poda decir nada, aunque ramos veinte comensales. Por haber infringido esta regla de disciplina comu-nista, un colombiano protestante, a pesar de las advertencias de su compaero padre Du Chesnay, que lo codeaba en el extremo derecho, se atrajo una reprensin exageradamente ofensiva. El resultado fue que qued interrumpido nuestro diario coloquio posprandial por ms de una semana. Un da, cansado de no tener a quin hacerle olfatear el bonete, me hizo un fuerte reclamo. Me fui alejando escaleras abajo. En su apstrofe se le afloj la caja de dientes que sali rodando hecha aicos sobre el duro mrmol. De ese episodio como de muchos otros entre risueos y fastidiosos, dio cuenta un nmero especial de nuestro periodiquito clandestino "La Procura Cmica" que los cinco eu-distas colombianos dbamos a la luz, para disimular nostalgias de la tierra lejana y suavizar nuestra aclimatacin en el suelo europeo. Por turno escriban

    9

  • el padre Octavio Tobn, Flix R. Miranda, Luis Arturo Prez y Hemando Moreno. Las muy mediocres ilustraciones corran por cuenta del ingenuo autor de estas lneas.

    El piadoso Padre Mallet no cruzaba palabra con nadie hasta despus de la misa y de su correspondiente accin de gracias. Con sus manos juntas, los ojos cerrados, la cara echada hacia un lado, ensartabajaculatorias eudistas, al estilo italiano. Si alguien, presionado por alguna urgencia, se le iba acer-cando con seales de que pensaba dirigirle la palabra, slo reciba por res-puesta un puchero de sus labios delgados y una mirada fulminante de sus ojos enormes. Su piedad, sin llegar todava a ser carismtica, ya era suficien-temente demostrativa. Declamaba sus misas latinas, comenzando por el Con-fteor, con un mea culpa salido con ronca voz de un corazn penitente y con tremendos golpes de pecho. Sus gestos, suspiros y lgrimas eran estudiados y fciles de adivinar. A un ayudante de misa, francs, que se permiti contes-tarle en el mismo tono pattico, lo reprendi fuertemente dicindole que los aclitos no tenan sino un solo tono de voz, mientras que el celebrante tena un gran abanico de voces.

    Cada ao, fuera de su nacimiento en Valognes, nos haca festejar con vino Marsala y algn bizcocho especial el da de su resurreccin en Roma, cuando gracias a su diminuto volumen, un gran camin pas sobre l en la Va San Giovanni Laterano, sin romperlo, ni mancharlo.

    Era una cantera de recuerdos, sobre todo de los ya lejanos de finales del 800, cuando paseaba su juventud sacerdotal por las playas inhspitas de Cartagena de Indias. Haba sido all corresponsal apetecido de la Revista francesa "Les Saints Coeurs", en donde, como era natural, recurran los tr-minos para designar la fauna grande y pequea: los tigres, serpientes, caima-nes, babillas, micos, tiburones, alacranes, cangrejos, araas, murcilagos, hasta llegar a las niguas. Y en esa fauna inclua las figuras humanas de bano, con sus gritos casi inintilegibles que pregonaban su "bollo limpio", las "arepas de huevo" o los "huevos de iguana". Una ancdota, digna de la censura, era la que se refera a la negra Candelaria que serva en el comedor a los padres y que al inclinarse, casi dejaba caer en el plato sus desbordantes apndices.

    Ha.'ita en sus ltimos aos, cuando en Colombia ya no volaban slo los gallinazos sino los Constellations, y en lugar de burros transitaban por las calles los automviles, el padre Mallet se empeaba en remansar el tiempo y presentaba en presente lo que era copretrito, lo cual, claro est, despertaba en nosotros una callada pero notoria protesta.

    Desde luego que en sus crnicas tambin aluda a pesonajes muy connota-dos de nuestra historia eclesistica y civil. Desfilaban las figuras de Mons. Eugenio Bjffi el gran obispo misionero italiano que trajo a los eudistas a las playas de Amrica y de su secretario y futuro sucesor Pedro Adn Brioschi;

    IIJ

  • de un tal Monseor Junguito, obispo de Panam an colombiano y desde luego de sus compaeros de hericas hazaas apostlicas, empezando por el padre Teodoro Hamon de santa memoria.

    El personaje civil ms importante que trat el padre Mallet en Colombia y que ciertamente experiment el influjo benfico del santo padre Hamon, fue nuestro discutido y eminente Rafael Nez. El jovencito Mallet desempe-aba con l con un poco de vista gorda (manes de doa Soledad Romn ... ) funciones de capelln. Y contaba cmo un da, mientras celebraba la misa en El Cabrero, al voltearse para el Orate [ratres"vi, aterrado, cmo el seor Nez, bastn en ristre, avanzaba amenazante hacia el presbiterio. Temiendo que el Presidente fuera vctima de algn acceso de demencia, se encomendaba ya a la misericordia de Dios, cuando oy el alarido de un perro que el clebre personaje estaba tratando como a los perros en misa.

    El normando Mallet despus de vivir en Roma por ms de cuarenta aos se haba italianizado. Y como sucede frecuentemente con los advenedizos y nacionalizados haba acentuado la nota superando a los nativos. As que sus comidas eran de pastas al almuerzo y spaghettis por la tarde, con su garrafita de vino de Cave o de Frascati al alcance de la mano, y una siesta asz prolongada e inviolable. Y afinar sus dotes naturales normandas de tino, astucia y habilidad, al contacto con la aeja y probada diplomacia de la que son maestros los compatriotas de Maquiavelo. As adquiri muy pronto la "maniera" italiana y por supuesto se curializ y aprendi un copioso lxico de ttulos honorficos para endulzar el odo de los detentores del grande y el pequeo poder en los diversos dicasterios. Con fino olfato detectaba cer-teramente quines eran personajes y quines personajitos, y de quines depen-da agilizar o bloquear sus diligencias de postulador.

    Con su pequea estatura, sus rasgos inolvidables de prognato, su risita de nio consentido, su don de lgrimas, su aureola de misionero en tierras inclementes, y hasta sus amenazas de que acudira a los cardenales ms importantes como Vives y Tut, Verde, Lepicier, Billot etc, o al mismo sobe-rano Pontfice, el postulador Mallet se iba deslizando de oficina en oficina de la omnipotente Curia Romana en la cual se hizo familiar a todos, desde los porteros, escribientes, minutantes y archivistas hasta el Pontfice de turno. Todos los papas que l trat: Pio X, Benedicto XV y Pio XI lo reconocan, lo apreciaban y atendan sus peticiones.

    Su bagaje teolgico y de espiritualidad eudista no era, en verdad, cosa mayor. Para ilustrar y aclarar dudas y responder a las objeciones de los "abogados del diablo" y de los persistentes enemigos del ya lejano misionero, echaba mano de las altas cumbres: los Lebrun, Dauphin, Boulay que el padre Le Dor haba puesto en marcha. Al padre Mallet le toc el carisma del ablandamiento, la captacin de la benevolencia, la tarea de crear simpatas por la figura adusta de Juan Eudes a travs de su propia simpata. Y lo logr.

    11

  • En el largo y laborioso proceso de la Beatificacin (1909) Y Canonizacin (1925) del remoto y desconocido santo normando, tuvo que remover ciclpeos obstculos: acusacin de galicanismo, oscuro asunto de la mstica y lacrimosa vidente Mara des Valles, su paisana, dirigida y consejera; enfrentamientos con autoridades episcopales, etc.

    Con nadadito canino a base de porfa, de psicologa, de oracin y de lgrimas oportunamente dosificadas, como los paquetes de caf colombiano, iba doblegando y seduciendo hasta a los ms recalcitrantes. As logr beati-ficar y canonizar al Fundador y a la madre Pelletier y avanzar las causas de otras personalidades de la extensa familia eudista. Se puede decir que su triunfo toc el pice cuando en 1932 encumbr a uno de los ya escasos nichos de la Baslica Vaticana la gigantesca estatua (ms de cuatro metros de alto y catorce toneladas de peso) en la cual el escultor Silvio Silva represent a San Juan Eudes como el heraldo de los Sagrados Corazones, como el escritor y el predicador apostlico. El sitio que ocupa, en la misma entrada de la Baslica, la hacen tremendamente afirmativa y eficaz. El pequeo y porfiado padre Mallet en todo lo que se le encomend result triunfante, tanto en su oficio de Postulador como de Procurador ante la Santa Sede.

    Un asunto bastante espinoso en su carrera fue la mutilacin, en las Acta Apostolicae Sedis, de la Bula de canonizacin de San Juan Eudes, cuando una mano envidiosa y alevosa logr hacer suprimir, en la misma imprenta vaticana, aquellas palabras con que el Papa Po XI refrendaba los ttulos de "Padre, Doctor y Apstol del culto litrgico a los Sagrados Corazones". El padre Mallet hizo sus reclamos y finalmente en un nmero posterior, en letra menuda, en una "Fe de erratas" fue "reparado" el atropello. Pero en el mes de febrero de 1926, cuando los Procuradores ofreCan al Papa un cirio en la fiesta de la Candelaria, el padre Mallet, arrodillado ante el Papa, quiso agra-decerle esta magra reparacin. Po XI, bien conocido por su carcter estricto y enrgico, pregunt al padre: - C'e stata dunque qualche cosa? (Es que ha sucedido algo?) El padre Mallet, con sus prontas lgrimas, le resumi el sucio episodio. Entonces el Papa, molesto, le replic: - E soltanto adesso mi lo fa sapere (Slo ahora me lo hace saber?). Maletico, siempre llorando y temeroso de un escndalo mayor, lo aplac diciendo que ya todo estaba reparado y que tal vez no convena atizar el fuego. Pero el Papa aadi" - Si me lo hubiera dicho a tiempo yo habra hecho anular ese nmero de las Acta Apostolicae Sedis y habra hecho sacar uno totalmente nuevo."

    Yeso era, me deca el padre Mallet, todava avergonzado de su timidez, lo que deseaban el padre General y su Consejo. De todos modos el padre Mallet era enftico en excluir totalmente a la Compaa de Jess de este asunto. AJ contrario, con ese motivo, recibi muestras de especial ayuda de los padres jesuitas. Sus pesquisas entre sus conocidos y tipgrafos vaticanos lo llevaron a identificar al culpable como un religioso de la Congregacin del Sagrado Corazn de ,Jess de Betharam, enfermizamente alrgico a nuestro santo

    12

  • Fundador en este campo de su primaca en el apostolado y en el culto litrgico a los Sagrados Corazones.

    Mientras el padre Mallet, en las postrimeras de su vida, me refera este episodio que mantuvo oculto durante tantos aos, yo iba tomando nota por escrito. Ahora lo refiero sustancialmente en toda su verdad.

    Un da apareci en la Procura una figura aosa, que haba sido esbelta y andaba encorvada, con lento e inseguro paso y mirando con ojos apagados. Llegaba ya como en un desande prematuro a buscar dilogo de recuerdos con el viejo amigo Mallet. Era el muy nombrado arzobispo de Cartagena de Indias, Pedro Adn Brioschi. En el jardincito de la Procura le tomamos unas fotos a esta pareja de atletas cansados que se esforzaban por sonreir ante el asomo de una reminiscencia fugaz.

    Como hasta santos de canonizar se engolosinan con el poder, tambin Maletico se aferr a sus dominios y primacas como el reyecito del asteroide 325 que nos describe Antoine de Saint Exupery en su precioso libro El Prin-cipito. Uno tras otro los superiores generales le iban dejando la ilusin de que su superiorato de [acto era regular por ser el Procurador, el Decano, el Fundador de la casa. As que fue el eterno mandams. Slo un descendiente de los antiguos comuneros colombianos, ante una de sus cotidianas intromi-siones explosivas, se atrevi a discutirle sus ttulos jurdicos dicindole en su cara: "Usted no es el superior." Y entonces su dureza se derriti y con la mayor dulzura le contest: "Mon petit pere, je suis ici quelque chose comrne prsident". Y porque eran bien conocidas sus incontenibles aficiones a figurar en primera lnea, para suavizarle su remocin como Procurador y Postulador, el padre General, salomnicamente, le nombr como sucesor a su hijo espi-ritual, Aristides Righi y le otorg el ttulo de "Procurador Emrito", que Maletico se apresur a timbrar en sus tarjetas. En resumidas cuentas "emrito" quera decir "jubilado", pero era justo traducirlo por "benemrito" porque era una verdad de a puo.

    Cuando en los tres primeros aos de la segunda guerra mundial en la casa eudista de Roma slo qued como estudiante el autor de estas lneas, el padre Mallet, quebrantado por la edad y los achaques, ya era casi incapaz de reaccionar ante la magnitud de la tragedia. Ya ni saba de qu lado le dola el corazn. Claro est que sufra por la Francia y la Normanda que lo vieron nacer. Pero en la Procura moraban los dos nicos italianos de la comunidad eudista en toda su historia y era prudente callar comentarios cuando Italia atac por la espalda a Francia vencida. Junto al padre Aristides Righi se hallaba el padre Luis Moroni, que haba sido en Pamplona un astro del canto y fundador de una famosa coral. Pero ya uno y otro se haban resignado a un ministerio rutinario de capellana y su ocupacin predilecta era la lectura de los peridicos en busca de victorias italianas. A falta de stas la prensa fascista presentaba en grandes titulares la consabida noticia diaria de "glorio-sas y estratgicas retiradas, en los frentes de Albania, Grecia o el Norte de African

    13

  • Inmerecidamente tuve que desempear con ellos tres el papel de padre putativo. El problema mayor era conseguir alimento. Gra~ias a la amistad con mis condiscpulos rusos que vivan a la sombra del Vaticano pude man-tenerles una cuota semanal de pan blanco y de spaghettis comibles. Un da mientras regresaba con mi provisin, en una de las coleadas del tranva perd el equilibrio y los panes y pastas saltaron a los pies de los estupefactos, hambrientos y locuaces italianos que me delataban diciendo: "Pane bianco, pane bianco, el prete gli aveva". Intil decir que no me atrev a recoger nada y que, sintindome reo, me sustraje a sus miradas y me baj en la siguiente parada.

    En esos aos duros de diarias alarmas areas, de escasez de carne, pan y carbn, de inviernos helados, de calles alumbradas por una luz violeta que haci ver a los transentes como fantasmas, slo nos divertan las fugas precipitadas de nuestro profesor del Bblico, el sabio padre Vaccari, que al menor ruido semejante a una sirena, abandonaba su ctedra con rapidez italiana. Y semanalmente tenamos la visita de Giusseppe Riccioti, conocido autor de la Historia de Israel, de la Vida de Cristo y de muchas obras valiosas de carcter bblico. El haba sido tambin en su niez, un chierichetto consen-tido del padre Mallet y por alguna providencia escap a la suerte de sus coetneos Righi y Moroni. Puntualmente acuda cada mircoles a gustar el conejo guisado de la manada que habamos logrado criar en un rincn del jardn de la Procura, para tener, al menos una vez por semana, un bocado de carne.

    Algo sorprendente fue que el padre Mallet nunca descendi al refugio, improvisado con sacos de arena en el stano de la casa, durante las nocturnas alarmas areas. Pasaban escuadrones de aviones ingleses que se vean blan-qusimos, iluminados por decooas de inmensos reflectores; centenares de caones hacan estallar sus proyectiles como fuegos artificiales; ululaban las sirenas; geman las mujeres y los nios asustados; los padres Righi y Moroni, fieles a su estirpe, aparecan veloces en el estrecho recinto. Pero el padre Mallet, inmune al pnico general, continuaba el sueo de los justos, porque jam.,; pudo pensar que su querida Roma pudiera ser sacrlegamente bombar-deada.

    Sent gran l.,;tima cuando el 18 de agosto de 1941 tuve que abandonarlo tan dewalido y en plena guerra. Le haba tomado inmenso cario porque se haba puesto en mis manos como un bambino. Haba llegado a ser su enfermero, ~u ayudante de misa, su mandadero y su confidente neutral. Me obsequi ('omo f('('uenlo suyo ~pndas reliquias seas de S. Juan Eudes y de la madre Pelll'tirr. Y ha'ita mp perdon que un da, en mis presunciones de peluquero, le mprm trl'ml'ndamente su tradicional melena. Ya sus cotidianas explosiones dI' iracundia no podan ~er sino dp tono menor. Se haba encerrado en un mutlnno dI' cansando, dI' debilidad o de prudencia, interrumpido slo por IIUII ja.culat.oria'i en franct's o italiano. Y entonces lo descubr verdaderamente

    14

  • grande. Med todo lo que la Congregacin deba a este pequeo escombro humano que haba puesto al servicio de la causa eudista todo su espritu, su "entusiasmo e intrepidez", sus dotes humanas, su fe, su oracin su fortuna personal, hasta salir airoso y triunfante. Tuvo la fortuna de morir el 24 de diciembre de 1943, antes de que le llegara la noticia de que los aliados, para desocupar de alemanes las madrigueras que stos haban cavado en las costas normandas, haban arrasado con sus barcos de guerra y sus bombarderos la bella Normanda, la ciudad de Caen, sagrada para todo eudista y que muchas de sus glorias arquitectnicas quedaban perdidas para siempre.

    Estoy seguro de que, desde el cielo que el padre Mallet se conquist con su nadadito maoso y su alma de nio inquieto, me perdonar estas lneas. El sabe que no han sido inventadas. Y como seguir siendo radicalmente normando y humorista, como ya no puede llorar, voltear su bonetico viejo contra mi nariz para repetirme una vez ms "Voyez-vous, mon petit pere, cornme I;a sent bon".

    15

  • 2

    SEBAST~SAJUlNAT Muchos son an los santandereanos, que guardan memoria de este insigne

    eudista, que por breve tiempo honr la rectora del seminario de Pamplona.

    La gruta de Lourdes tan amada en esta ciudad, est ntimamente ligada a la memoria del Padre, quien inici y llev a cabo su construccin. Durante muchos aos, piadosas romeras, provenientes a veces de parroquias lejanas, llegaban en medio de oraciones y cnticos; y la gruta amada era el lugar de cita de quienes acosados por dolores sin remedio, buscaban la proteccin y misericordia de Mara.

    Pudo entonces decirse, que la piedad del P. Sahannat, nos haba proporcio-nado, un remedo de esa otra gruta, de la dulce y martirizada Francia.

    Un da en busca de salud, lleg el P. Sahannat a Lourdes, en donde su nombre era conocido. El buen religioso sufra la enfermedad que haba de conducirlo al sepulcro, y se hallaba completamente afnico. Un grupo de peregrinos de Vannes le pidi que predicara al da siguiente, y el Padre accedi a la demanda, siempre que recobrara la voz. Confiado en la misericor-dia de Mara, pas la noche, preparando el sermn, que predic al da siguiente con voz tan fuerte, que pudo hacerse or en el valle del Gave.

    Al concluir la conmovedora predicacin, un desconocido se le acerc y le obsequi la estatua que se venera en nuestra gruta; bella imagen que lleg hasta nosotros en medio de mltiples obstculos.

    No estar mal, que con motivo de la fiesta jubilar de la congregacin eudlsta, tratemos de hacer un boceto biogrfico del Padre Sahannat, segundo rector del seminario de Pamplona.

    Rretim tenia que ser el preclaro hijo de San Juan Eudes; y bretn legtimo, nacido en (jorvello, el 19 de marzo de 1862.

    16

  • Salido muy nio de su tierra nativa, ni siquiera aprendi la lengua bretona, sin que por esto dejara de ufanarse de ser hijo de Bretaa, la tradicionalista y cristiana.

    En 1857 ingres al colegio eudista de San Salvador de Redn, donde tuvo como profesor y director espiritual, al R. P. Fouyard, a quien haba de suceder aos ms tarde en calidad de superior del seminario de Pamplona.

    El P. Fouyard comunic a su discpulo un gran amor a la congregacin eudista; y bien pronto conclu do el bachillerato, el P. Sahannat ingres al noviciado de Kerlois.

    El temperamento nervioso del novicio no le penniti nunca economizar sus fuerzas, y al prepararse para la ordenacin sacerdotal en 1885 una anema cerebral profunda, lo tena casi imposibilitado para los trabajos mentales.

    Al ao siguiente fue enviado al seminario francs de Roma, creyndose que bajo el cielo hermoso de Italia, el nuevo sacerdote recobrara las fuerzas. No sucedi as; pero en cambio el P. Sahannat aprovech mucho con el trato de eminentes eclesisticos y domin en un ao la lengua italana, con no poca sorpresa de quienes pudieron admirarlo de cerca.

    A su regreso a Francia fue destinado al colegio de San Salvador de Redn, donde a fines de 1893, lo sorprendi el nombramento, para Rector del semi-nario de Pamplona.

    Interesante hubo de ser para aquel ilustre francs el viaje a Colombia, en la fonna primitiva como sola hacerse entonces, la travesa, hacia el interior de nuestro pas.

    Los mosquitos del Magdalena se cebaron en el inexperto viajero quien hubo de descansar algunos das en Bucaramanga, sometido al tratamiento y cuidados de los Presbteros Dr. D. Jos Mara Villalba y Estanislao Rodrguez.

    En los primeros das de enero de 1894 lleg a Pamplona el P. Sahannat. En la iniciacin de su brillante rectorado, hay que admirar la humildad del P. Fouyard, resignando la direccin del seminario, en manos del joven eudista, que ayer no ms haba sido su discpulo.

    Hombre de gran mrito llam el P. Fouyard a su sucesor en carta al Excmo. Seor Parra; y los hombres de mrito agregaba, son bien raros por cierto.

    Bien pronto el nuevo rector, con su alta mentaldad y su envidiable don de gentes, removi obstculos que parecan insuperables. Dedicose al fomento de las vocaciones sacerdotales, por medio de la predicacin y la prensa, provocando tal afluencia de alumnos, que en 1896, apenas fue suficiente el

    17

  • local del seminario, para alojar las caravanas de alwnnos venidos de todos los pueblos de la dicesis y de Venezuela.

    El P. Sahannat haba tenido que soportar un trabajo superior a sus fuerzas. Haba reorganizado el seminario; haba vencido las resistencias suscitadas por el nuevo plan de estudios; se haba empeado en una tenaz campaa de prensa para fomentar buenas vocaciones sacerdotales, y su asiduidad en el confesionario era proverbial en la ciudad.

    En mayo de 1896 los alumnos fuimos sorprendidos, con la noticia de que el Padre Rector sufra una grave dolencia. Largos das de expectativa y de amargos presentimientos fueron aquellos; pues a nadie se escapaba el peligro que corra la vida del carioso Padre, hecho un anciano a los treinta y cinco aos, y cuyo rostro magro llevamos an muy dentro del alma.

    Los solcitos cuidados del Dr. Isidoro Guerrero, y las atenciones de sus hermanos de religin, alejaron el peligro de muerte, por aquellos das. Y como en Francia haba de celebrarse una Asamblea de la Congregacin y el P. Sahannat deba concurrir, se pens que el viaje completara lo que el afecto haba empezado en relacin con la curacin del eminente eudista. No fue as, por desgracia, y en agosto, el Padre se refugi muy abatido de fuerzas, en su querido colegio de San Salvador de Redn. Hasta diciembre pudiera decirse que su vida fue una lenta agona, ya que da por da, los pulmones y el corazn iban desfalleciendo visiblemente.

    -No olvide S. R. nuestras obras colombianas, le haba dicho uno de los Padres, dsimulando la emocin.- Oh, imposible! replic el Padre Sahannat, mi vida es un pequeo holocausto, para alcanzar las bendiciones de Dios, para nuestros queridos seminarios de Colombia.

    El 30 de diciembre de 1896, rodeado de sus hermanos de religin, entreg a Dios su alma este querido Padre.

    IH

  • SEBASTIAN SAHANAT

    UNA FLOR EUDISTICA

    En aos pasados, poda verse todava en la capilla de Nuestra Seora de Lourdes, en el seminario de Pamplona una serie de estandartes con el nombre de casi todas las parroquias de la Dicesis y la fecha de la peregrinacin, 1895. Quin haba podido mover as a tanta gente, a pesar de la falta de vas de comunicacin? Una vasta inteligencia al servicio de un corazn grande. La misma imagen de Nuestra Seora tiene su historia. Hallbase el padre Sahannat en Lourdes con la peregrinacin de su dicesis, suplicronle que predicara; acept con la condicin de que se le alcanzara del cielo la voz, porque apenas poda orse en un cuarto reducido. Ofrecise como vctima al efecto una joven religiosa. Por la noche prepar el padre el sennn, mas por la maana no se acordaba de nada; predic sin embargo con mucha elocuencia, con voz que repercuta por las orillas del Gave. En la peroracin exclam "Hasta luego, Seora de Lourdes. Hasta luego Reina del cielo". Acer-csele un desconocido quien le pidi su direccin para mandarle la imagen.

    Tal era el ascendiente del padre Sahannat que afinnaba un sacerdote que si hubiera permanecido ms tiempo el padre en Pamplona, les hubiera hecho tomar a todos carta de ciudadana francesa. Temor intil, porque no eran los intereses de su patria terrenal lo que buscaba el padre, sino ms bien los de Dios y de su santa Iglesia.

    En menos de tres aos, a pesar de las revueltas poltiCas de 1895, supo infundir vida nueva al Seminario, restaurar la vida interior de la comunidad, relevar el nivel de los estudios, comunicar el espritu eclesistico a los semi-naristas ... yeso a pesar de una salud delicada, tan cierto es que "un alma grande es duea del cuerpo que anima".

    Ms quin era el padre Sahannat? Haba nacido en Bretaa el 19 de marzo de 1862. De sus antepasados hered un temperamento algo triste y una voluntad tenaz, hasta obstinada, que templaba su inteligencia superior y su

    19

  • eximia virtud en su corazn tena arrago la fe de los bretones. "Lo que en l llamaba la ~tencin era la rectitud de la conciencia; la viveza de la inteli-gencia; la riqueza de la imaginacin; la seguridad del juicio; lo notable de la memoria y el fervor de la piedad".

    Semejantes dotes naturales secundadas por un trabajo esmerado y una docilidad ejemplar le alcanzaron en los estudios xitos sorprendentes. Cuen-tan que en el examen del bachillerato, no podan creer los examinadores que su traduccin latina fuera obra de un alumno. Al salir del colegio form el propsito de consagrarse a Dios en el estado sacerdotal en la Congregacin de los eudistas. "En el noviciado, lo mismo que en el seminario, fue ms bien un modelo y un superior que un condiscpulo. Jams infringi la menor prescripcin de la regla; a los dems serva de ejemplo su puntualidad. A muchos les agradaba el pedirle consejos que daba sin afectacin, insistiendo sobre el valor de la vida y dando por nulo todo cuanto no se hace por Dios. Con todo permaneca amable y alegre".

    Para aprovechar tan felices disposiciones, los superiores lo mandaron al colegio de San Juan de Versalles donde tuvo que preparar la licencia en letras, mas tal fue el ardor con que se entreg a los estudios que adoleci mucho tiempo de cansancio cerebral que lo inhabilit para desempear los puestos de confianza que le dieran, como las ctedras de filosofa y de dogma. Vease condenado a una inaccin absoluta cuando recibi la ordenacin sacerdotal en septiembre de 1885. He aqu cmo atestiguaba a Dios su reconocimiento:

    "Soy sacerdote; gracias, Dios mo; mas no lo soy sino para vuestra gloria y la salvacin de las almas y no para mi propia satisfaccin personal. En mi deseo de procurar la una y la otra y en mi incapacidad de hacerlo a medida de mis aspiraciones, vengo, Seor, a confiar a vuestro Corazn sagrado un proyecto que he concebido en lo ntimo de mi corazn. Ser anatema para salvar a las almas, ansiaba vuestro apstol. Ay, quin tuviera siquiera una chispa de su ardiente caridad! Incapaz de seguir a San Pablo en sus anhelos, intentar sin embargo hacer algo en vuestro honor:

    Considerando que lo) sin cesar los santos os glorifican con sus alabanzas y su amor; 20) que suspiran las almas del purgatorio por el momento feliz de su unin con Vos, Dios mo, su ltimo fin; 30) que corren gran riesgo de perderse o de mermarse por mis infidelidades perpetuas, mis dbiles mritos, he resuelto, por inspiracin de la gracia, despojarme hasta la muerte de mis mritos a favor de las almas del purgatorio, objeto especial del amor de la Virgen Santsima.

    No me queda, Dios mio, sino arrojarme en los hrazos de vuestra misericor-dia. No cabe duda de que en la hora de la muerte, tendr mucho que expiar en el purgatorio; ma.'! qu importa? ms cara es vuestra gloria que mi propia perHl"ma; y desde ahora me consuelo, me alegro de mis sufrimientos venideros

    20

  • con el pensamiento de que mejor que pudieran hacerlo aqu en la tierra, estas almas a quienes abrir el cielo por medio del dolor, os han de alabar y de amar. Alabado, amado seais, Dios mo, es lo nico que interesa. Por no poder trabajar ms en la salvacin de las almas, quiero siquiera hacer lo que est a mi alcance".

    Despus de un ao en Roma y de algunos ms en el colegio de San Salvador en Redn, el padre Sahannat se embarc para Colombia en septiembre de 1893, destinado a la direccin del seminario de Pamplona. Lleno dejuventud, de celo, dt' perspicacia y sobre todo del espritu de Dios, puso manos a la obra y pronto st' renov la faz del plantel. Los acontecimientos polticos del ao 1895 detuvieron algo la marcha adelante del Seminario; mas a fines de abril del mismo ao st' reanudaron las tareas.

    En medio de estas pruebas y trabajos, iba declinando la salud del padre Sahannat. Iba a realizarse el presentimiento de uno de sus superiores: "me preocupa este nio y temo mucho de que el cuerpo no pueda resistir a las ascensiones del espritu". En mayo de 1896 cay enfermo en Bucaramanga y apenas convalesciente se embarc para Francia con motivo del Captulo General de la Congregacin.

    A su vuelta a Francia, su vida no fue ms que un largo martirio. En vano se multiplicaron las novena,

  • 3

    FRANCISCO LAGNEL

    Francisco Restrepo

    En Loyat, en Bretaa, tierra de soldados y de apstoles, empez su vida en hogar patriarca! el 15 de septiembre de 1863 Francisco Mara Lagnel. Veinte aos despus en septiembre de 1883, ingresaba a! noviciado de Kerlois, hechas ya las humanidades en el seminario menor de Ploermel. El8 de febrero de 1884 se incorpor a la Congregacin de Jess y Mara. En la catedra! de Rennes recibi la uncin sacerdotal el 17 de mayo de 1888. Ueg a Colombia en los ltimos das del mes de noviembre de 1891 y empez su ministerio en el seminario de Pamplona.

    Fue nombrado superior del seminario de Antioquia en enero de 1904. Al finalizar el ao regres a Pamplona con el mismo oficio de superior. En aquellos tiempos las obediencias se ponan en prctica en el mes de diciembre. Por eso, acabando el ao de 1907, el Padre Fouyard le pidi que se trasladara a Cartagena para asumir la rectora del seminario de la Ciudad Herica.

    All termin su permanencia en Colombia. Fueron diecisiete aos escasos de silencioso trab~ar en la formacin del clero colombiano. En julio de 1908 la enfermedad lo volvi a! suelo patrio, en compaa de los padres Dufouil y Sligour. El 11 de noviembre, cuando en Cartagena se festejaba ruidosa-mente la fiesta nacional y el padre Sligour se embarcaba en el Normanda para volver a Colombia, el padre Lagnel regresaba a la casa del Padre en el convento de las Agustinas del Corazn de Mara en Saint-Germain-en-Laye. Sus restos reposan en el cementerio de San Germn.

    lntdigpnte y abierto a todas las ciencias, no ocultaba su preferencia por la tpologla y la mosona. "En la medida de lo posible, escriba, me dedico al I~studio, y siento en m un ardiente deseo de ver claro en las cosas divinas". pOM(>a en grado poco comn el latn y el griego. Sus dotes musicales lo Ih~varon a profundizar el estudio del canto gregoriano, que interpretaba ma-gJstralmpnu>.

  • De uno de los directores de Ploermel aprendi la devocin al Sagrado Corazn de Jess. Decidi ser apstol del amor de Dios y descubrir al mundo en la escuela de San Juan Eudes los tesoros del Corazn de Cristo. La rara distincin que lo adornaba fue ayuda preciosa para atraer las almas al Seor. Distincin que iba unida a una encantadora sencillez.

    El da de su ordenacin escribi el padre Lagnel: "Soy sacerdote, por consiguiente debo ser santo; es una obligacin, una consecuencia misma de mi sacerdocio. Dios mo! quiero lograrlo, dame tu apoyo!" Y continu traba-jando arduamente para incrementar en l las virtudes sacerdotales.

    Consciente de su vala por las ricas dotes de que lo adorn la naturaleza, el padre Lagnel logr alcanzar una profunda humildad. "La humildad y la dulzura son las virtudes que debo empearme en poner ms especialmente en prctica para asemejarme a Nuestro Seor", escribi. "Practicaba la humil-dad, dice el padre Jhanno, su prefecto en Pamplona, con perseverancia y como sin esfuerzo, atribuyendo a Dios lo que poda notar de bueno en l, ofrecindole el continuo y leal homenaje de todos sus mritos. El amor a la humildad le haca temer todo lo que pudiera herir tan delicada virtud".

    Sus talentos musicales, que admiraban los dems, eran para l fuente de preocupaciones. "Maana, escriba, da de gran fiesta, tocar armonio durante la pontifical. Qu mal para m si me dejara llevar por el deseo de atraer la atencin del pblico, si me permitiera un fm vano, o una sola mirada interior hacia los asistentes que me escuchan. S, qu dolor para m, qu repugnancia la ma a tal pensamiento. Pido a Dios de todo corazn que no me abandone nunca a mi fragilidad, que me sostenga siempre y me d un perfecto despren-dimiento de m mismo y de todo, que no tenga nada, que no haga nada que no est inspirado por el amor divino, que Jess sea siempre mi fin en todo" .

    Los alumnos del padre Lagnel podran decir muchas cosas acerca de su dulzura. No hablan con menos elocuencia de ella sus relaciones de comunidad. "Haca de modo de no herir a nadie, escribe el P. Jhanno, evitando hasta las ms mnimas discusiones". Al volver un da a su habitacin despus del recreo, anot: "Lamento mucho la pena que caus a un padre cediendo a la inclinacin de discutir. Que el Seor me perdone todava esta vez, y me siga dando fuerza y paciencia para no suscitar ms estas dificultades que me hacen sufrir tanto".

    Grande era el espritu de mortificacin del Padre Lagnel. En el seminario haba manifestado el deseo de consagrarse a la formacin del clero en una de las casas de Colombia. Ya ordenado, la obediencia lo oblig a contrariar sus gustos y por tres aos lo emple en el seminario menor de Valognes.

    Tambin en Colombia la obediencia fue para el padre fuente de pruebas y de sacrificios. "Durante ms de diez aos, apunta el P. Jhanno, Pamplona

    23

  • fue para l teatro de sus generosos esfuerzos; all lo rodeaba la simpata de sus hermanos, de sus seminaristas y de cuantos lo trataban". Pero los supe-riores necesitaban en otra parte la ayuda preciosa que sus calidades les permitan esperar, Y en enero de 1903~ reciba la orde~ de .salir para Cartagena. Pensaban enviarlo a Bolivia como duector del semmano de Sucre. Supo la noticia cuando estaba en retiros, momento propicio para recibir cruces y pruebas. No le falt la generosidad ... y escribi sus impresiones: "En esta circunstancia elevo mi corazn a los de Jess y de Mara y no quiero perder de vista las luces de la fe. Desde su tabernculo, Nuestro Seor me invita a subir al Calvario sin mirar ni a derecha ni a izquierda; fijos los ojos en su voluntad y en el amor de su divino Corazn, acepto esta cruz con el ms entero abandono; tengo plena confianza en que si me confo en El, apoyado en la gracia, no me ahorrar su socorro. Soy todo de Jess y de Mara, quiero estar unido a ellos en la vida como en la muerte, en la abundancia como en la escasez, en la alegra como en la pobreza, en el Tabor como en la Cruz".

    El padre Le Dor no acept la fundacin de Su ere y el padre Lagnel se qued enseando la teologa en Cartagena. "La Providencia lo llamaba a una dicesis llena de fe, tan frtil en vocaciones sacerdotales y religiosas, como en herosmos".

    "Hoy, escribe en 1904, el R.P. Provincial me ha comunicado que me desig-naba Superior de Antioquia. Primero cre que me deba negar, y expuse mis motivos; pero si, por una parte no quiero ser superior, por otra siento que no aceptando, me alejo de la voluntad divina; volviendo sobre mi decisin, s que me sostendr el pensamiento de que la obediencia a los superiores es la sumisin a la voluntad divina misma. Debo pues obedecer y someterme a Nuestro Seor".

    En 1905 el padre Lagnel comenz su trienio como superior de Pamplona. Al acabarlo fue trasladado a Cartagena. Separarse de Pamplona era para l un sacrificio herico. Cuenta el P. Jhanno: "Su comunidad, el clero de la dicesis, los habitantes de la ciudad, todas las amistades y relaciones que le haban conquistado su santidad y su inagotable caridad, formaban como otros tantos lazos que lo ataban a esta casa. El padre los rompi con valor, abraz su crucifijo, hizo rpidamente sus preparativos de viaje y se separ de sus hermanos en un ltimo adis, en el que, no pudiendo dominar ms su emocin, est.all en sollozos".

    En julio de 1908, pocos meses despus de su llegada a la rectora de Cartagena, la Divina Providencia exigi al Padre el sacrificio de volver a Francia l'n busea de r('cupprar las fuerzas perdidas. No deseaba regresar. As lo expresa en una de sus cartas: "A medioda vi un vapor que volva de Francia, JI('ro no sent ningn deseo de irme, ms que nunca siento en m una firme voluntad de no dejar nunca a Colombia". Tuvo que partir. De Franeia /'s('rihfa; "Ya nada me impresiona, nadie puede llamar mi atencin.

    24

  • Mi hermano y mi familia estn llenos de consideraciones para conmigo, y no saben qu hacer para distraerme, mis parientes me visitan y me manifiestan su dicha por volver a verme, y con todo, aqu, en mi pas, y en medio de los mos, me siento como de paso, ya no soy de aqu".

    Notable era en el padre la prctica de la penitencia. "Nada igualaba la estricta mortificacin que saba imponer a sus sentidos, escribe el P. Jhanno. Todos los que lo conocieron recuerdan la reserva y la modestia de su porte cuya sencillez no exclua por otra parte la dignidad: cualidades que no se adquieren sino por una lucha incesante contra las tendencias naturales. Podra decirse con verdad que su solo paso por las calles de Pamplona era una verdadera predicacin de la modestia cristiana, al modo de San Francisco.

    "Dios le haba enviado desde el noviciado una cruel enfermedad que apenas le permita usar de los alimentos corporales; nunca lo omos dejar escapar la mejor queja".

    "El amor que tena a Jess Eucarista era el nico remedio a sus sufrimien-tos". El dolor, deca, es una semilla de gloria. Nuestro Seor, despus de asociarnos a su sacrificio por la santa comunin, nos asocia a su sacrificio sangriento. Es preciso que los que sufren se acerquen a la santa mesa, porque es entonces cuando tenemos necesidad del pan eucarstico y no podramos efectuar la etapa dolorosa sin su ayuda!

    "La vida entera, agregaba, es una serie de sufrimientos. Todo nuestro cui-dado, toda nuestra prudencia y nuestra sabidura deben consistir en rebuscar la ciencia prctica de la cruz!".

    "Crea el padre que sus sufrimientos no bastaban y, cmo verdadero peni-tente, se desgarraba la espalda con una ruda disciplina. Como precioso re-cuerdo guardar siempre uno de sus instrumentos de penitencia que encontr en su pieza en los das que siguieron inmediatamente a su partida de Pamplo-na".

    Despus de verse obligado a interrumpir por algn tiempo sus mortificacio-nes a consecuencia de la enfermedad que se agravaba, exclama: "Comprendo ms que nunca la penitencia, su fundamento, su necesidad, comprendo por qu los santos la abrazaron con tanto ardor, y en consecuencia vuelvo a tomar la disciplina ... comenzando por treinta golpes, luego fui hasta cuarenta, hasta cincuenta, y siento que me animo ms y ms del deseo de sufrir"!

    "En su habitacin se poda ver en los muros, en la mesa de trabajo, en la alcoba, la imagen del Nio Jess y la de Jess Cruciicado. Se rodeaba por as decirlo de la visin de esos dos misterios. Sus hermanos y todos los que se le acercaban pudieron notar cmo toda su religin se centraba en la persona adorable del Salvador contemplado en esos dos misterios".

    25

  • El padre Francisco fue un apstol de la Eucarista desde los aos del seminario menor. Esa fue la nota predominante de su vida sacerdotal. "Saba que para conducr con seguridad a las almas a Jess no hay mejor camino que el de la mesa eucarstica".

    "A menudo, en el seminario menor, escribe el P. Jhanno, se acercaba a sus compaeros en los recreos y, con esa dulzura que alejaba todo rechazo, invitaba al uno o al otro a acompaarlo a la capilla para hacer una visita al Santsimo".

    "Siempre le vimos guardar una postura angelical en el altar. Su actitud digna, el cuidado escrupuloso sin ser afectado que pona en desempear bien las ceremonias, algo inhabitual que resplandeca entonces en su rostro, todo en l era una predicacin constante del amor a Jess Eucarista".

    Ms de un seminarista, profundamente edificado por su manera de celebrar el santo sacrificio, exclamaba: Cmo dice de bien la misa el padre Francisco! y otro aada: "Qu piedad se ve en l cuando hace su accin de gracias!".

    En una de sus cartas deca: "Cun culpables somos nosotros los sacerdotes cuando consagramos, cuando Uevamos en las manos y contemplamos con los ojos al Divino Salvador, sin reconocer su santa presencia y sin manifestarle amor. Qu ceguedad! Pida para m un amor ardiente, amemos con todo el corazn al amable Jess. Que nunca me acerque a El sin reconocerlo, sin amarlo mucho".

    Antes del Decreto de San Po X sobre la comunin diaria dicha prctica se haba establecido ya en el seminario de Pamplona gracias al celo del padre Lagnel. Cuando el Pontfice public el Decreto el padre multiplic sus instruc-ciones a los ordenandos sobre la sagrada comunin, hizo publicar en Pam-plona foUetos y oraciones sobre el tema y predic repetidamente sobre l. La gente respondi.

    El 11 de junio de 1903 escriba en su diario espritual: "Esta tarde, despus de haber recitado mi breviario, senU un gran movinliento de amor hacia Jess Eucarista. Mi devocin al divino Sacramento crece de da en da, y quisiera llegar a hac:er algo para comunicarla a los dems". Y lo hizo. Con autorizacin de Monseor Parra estableci en Pamplona la adoracin perpetua, con bases tan slida'! que la asociacin aument ao tras ao.

    La ("omunin frecuente era tema preferido en sus charlas a los seminaristas: "fo:n los seminario!'! la vida cristiana debe tener su mayor intensidad ... para incff'mentarla debis ir a su fuente que es la Eucaristia".

    (;omo educador el padre Lagnel busc siempre hacer el bien hacindose amar. "I. .. jos de querpr dominar por la !'!ola fuerza de la autoridad y el prestigio

  • de su ciencia, dice el padre Jhanno, se propuso, como lo dice San Juan Crisstomo: extender los hilos de la caridad y regar la miel de la misericordia! Firme sin dureza, bueno sin debilidad, supo hacer de su sistema educativo una armoniosa combinacin de ese 'suaviter et fortiter~' tan recomendado a menudo a los formadores de la juventud y que supo inspirar a sus colabora-dores".

    Del padre Lagnel dijo monseor Lpez de Mesa, obispo de Antioquia, que era el modelo perfecto del sacerdote. Nadie tan indicado pues como l para desarrollar en los seminaristas las virtudes sacerdotales. ~En el seminario mayor, al que doy todos mis cuidados, me he aplicado sobre todo a formar a los ordenandos en la oracin, porque ella es el alma de la perfeccin y de la vida sacerdotal".

    ~EI padre Lagnel, escribi el P. Jhanno, fue un carcter de notable grandeza moral. Huyendo de la vida egosta y rastrera supo alcanzar las alturas de una vida hecha de nobleza y de virtud".

    Terminando la crnica de sus funerales anotaba el director de ~Les Sants Coeurs": ~Dios llam al descanso eterno al buen padre Lagnel en una edad en que habra podido prestar todava grandes servicios a la Congregacin, habida cuenta sobre todo de su experiencia de Colombia. Desde el cielo l rogar por nuestros seminarios de Amrica y les enviar, as lo esperamos, sacerdotes que tengan su abnegacin y su espritu de apostolado".

    27

  • 4

    MARTIN JUMELAIS He11 riq'/le Ror'll.Preau

    Los autores inspirados nos han compendiado la vida de C'iertos pE'rsonajes t'n una frmula brew que lo dice todo, y si la biografa dE' S. Pablo llE'na la casi totalidad dE' los Hechos de los Apstoles, la dE' S. Jos (si se exceptan dos o trE'S E'pisodios relacionados con E'l mistE'rio de la Encarnacin), cabe E'n dos palabras "eml I'ir J/I.';IIIS". Es la afirmacin de que, as como se equilibran los platillos de una balanza, la vida del Santo Patriarca coincid dE'1 todo con E'l idE'al que Dios se haba hE'eho dE' esta vida o sea de su vocadn sobrE'natural.

    PUE'S biE'n, la vida dE'1 P. Martn podra caber E'n una frmula semejante, y al decir que fuE' la pers()n~ricncinl'il'U de la regularidad casi podramos ponE'r E'l punto final a esta breve noticia biogrfica, pero merece algo ms.

    Aquel hombrp que la gentt' consideraba instintivamentt' como un santo en l'l da dp su muerte, eajado en su larga agona de cuatro aos, I'S d(' los quP no SI' olvidan y prolongan la f('cundidad de un alma muy ms all dI' la tumba.

    Al n'("ordar la dignidad y la incomparahlp paciencia ("on la cual aquel andan o dI' o('henta y ('uatro aos soportaba un verdadero martirio fsico y moral sin Ijw'f('r dl'jar la mpnor observanda quP pudiera cumplir materialmen-11',1'1 rJl'llsarni('nto rl'grpsa "in Cjw'f('rlo hada aqU('1 mrt.ir de nuestra Congre-

  • Martn Jumelais (1864-1948)

  • gacin, beatificado por la Iglesia, que iba a la muerte rezando su breviario porque era hora de rezarlo y segua salmodiando todava bajo los sablazos de sus verdugos.

    Se ha podido sonrer de esta regularidad, cambiar la hora del reloj para ponerlo de acuerdo con aquel reloj vivo que era el P. Martn, pero todos sentan instintivamente que esa existencia, que tena algo de mecanismo, era, a pesar de las originalidades que excitaban la alegra y la malicia de los alumnos y del elemento joven de la Comunidad, de una verdadera grandeza.

    En esta breve noticia, nos contentaremos con utilizar nuestros recuerdos ya lejanos, el testimonio de sus amigos y alumnos y de una que otra Comu-nidad, si logramos conseguirlos, y los pocos apuntes recogidos en los archivos dlc' la Provincia. La generacin del P. Martn ha desaparecido y cuando pregun-tamos algo a sus antiguos alumnos, los recuerdos de la infancia, asoman en forma de cuentos y ancdotas con las cuales podramos escribir un extenso volumen, pero que no pertenecen todas a la gran historia. Adems el P. Martn quedaba hermticamente cerrado delante de toda tentativa de entrevista. Es as como en varias circunstancias le hicimos preguntas insidiosas sobre su persona - "y a Ud. qu le importa?" era la contestacin merecida pero desalentadora, que recibamos.

    Tendremos pues que limitarnos. El Padre Martn Armando Mauricio Jumelais, naci en un pobladito bretn

    del pas de Fougeres, llamado el Lauroux, el 13 de septiembre de 1864. Es la tierra inmortalizada por las clebres cartas de la Marquesa de Sevign, una de las joyas de la literatura francesa.

    De su padre, Pedro Jumelais slo sabemos una cosa y es que muri en el mismo ao en que se ordenaba su hijo. En cuanto a la madre, Juana Allain, ya haba dejado esa tierra con la tristeza del desastre nacional de 1871.

    Fuera de Martn, los esposos tenan tres hijos (o quizs cinco si en el documento que tenemos a la vista, tres nombres no pertenecen a la misma persona) y una hija. Todos vivan en un lugar, probablemente una granja, llamada la Mondrais, que uno de los hijos de nombre Jos, parece haber administrado a la muerte del padre.

    [JI.' los primeros estudios del P. Martn, sabemos poco. En 1878 lo encon-tramos en nuestro juniorato dp Plancoe!, y poco despus, en la casa del Sagrado Corazn, de don dI' sali pn lRR4 para ingresar al Noviciado.

    Ignoramos cules fueron sus profesores, pero s, lo que podemos afirmar f'S qu .. l .. dieron una excelentt formacin clsica. El Padre Martn tuvo siempre una predill'fTin por el griego y ya alejado de la enseanza, no dejaba nunca ti .. hat'f'r su l"dura df> I'scritura sagrada en esta ll'ngua.

  • En 1884 hizo su probacin en Kerlois, bajo la direccin del P. Cochet. A continuacin curs la Filosofa y pas en 1886 al escolasticado de la Roca del Theil. El mismo ao reciba la tonsura en Vannes y el Subdiaconado en Rennes en 1888, y el Sacerdocio en 1889 en la misma ciudad.

    La fecha de su ordenacin coincide con una carta del P. Cochet, su maestro de novicios, en el cual se leen estas lneas: "Los sacerdotes de la ltima ordenacin eran mis primeros hijos, son numerosos es verdad, pero, lo que es mejor, son buenos y aun muy buenos".

    La justicia distributiva nos obliga a dar al P. Martn la parte que le corres-ponde en este testimonio.

    Ms tarde el P. Samson recogi este testimonio de Mgr. NaraI\io, uno de los alumnos del P. Martn: "En Antioquia admirbamos los sermones del P. Martini, el canto del P. Fraleu y la misa del P. Jumelais". Quienes lo vieron celebrar durante su vida participarn de esta admiracin y concluirn lo que fue su primera misa.

    Su primera obediencia fue la vigilancia de los pequeos externos del colegio catlico (el Ca/rJ como se lo llamaba) de BesanGon. Si el Vigilante forma a los alumnos, los alumnos forman al Vigilante, y debemos quizs al primer contacto del P. Martn con sus pequeos alumnos las cualidades de energa tranquila, de tacto y comprensin y de inconmovible paciencia en la firmeza que lo distinguieron ms tarde en las prefecturas y vigilancias.

    En el camino de Santa Eufrasia, lo vimos a menudo rodeado de pequeuelos que le pedan medallas. El Padre los acoga con bondad y verdadero gusto; quizs con el lejano recuerdo de sus diablillos de Besancon.

    Pero su permanencia en el Cato fue breve, apenas un ao. En 1889 escriba el P. Cochet: "Se necesitarn pronto seis o siete Padres para Colombia, quizs sea yo del nmero". El Maestro de novicios no fue del nmero de los escogidos, pero s su novicio.

    Parece que ste pidi su obediencia o a lo menos la recibi con agrado ya que leemos eso en nuestros anales: "La salida del P. Merel determin la del P. Jumelais". El P. Merel era un hombre de cuarenta y nueve aos de edad, algo cansado de la vida de los colegios que haba pedido su traslado a Colom-bia, y es probable que su ejemplo haya arrastrado al P. Jumelais.

    De todos modos, se embarcaron en 1890 y llegaron a Cartagena a fmes del ao. El Padre Merel se qued en el seminario, de donde la enfermedad lo oblig a salir unos seis aos despus, y el P. Martn fue designado para el Seminario de Antioquia.

    31

  • Lleg en buena hora. La casa comprenda escasamente dos Padres y espe-raba refuerzo. El Padre de Martini era Superior y el P. Gobert, profesor de ciencias eclesisticas. El P. Martn empez a ensear latn y griego en aquella clase de gramtica que fue su feudo durante tantos aos y que se llamaba entonces el curso medio. La casa cambi de personal, al P. de Martini, nom-brado Vicario Provincial, sucedi el P. Hamon en 1893; hubo sacudidas y dificultades en medio de las cuales el P. Martn pas inconmovible.

    Pero no perda tiempo. Llegado en 1890, poda predicar ya en la Navidad de 1891.

    Una hojita local, El Monitor, describe el Pesebre de aquel ao en forma potica: "casitas de aspecto risueo y encantador, llanuras verdes, animales inocentes .. " y agrega: "El orador, P. Martn Jumelais, hizo su estreno en la noche del 25. Nos ofreci un Hombre-Dios humillado en el pesebre, expuesto a la intemperie, y nos hizo conclur con esta reflexin: quin es este nio que llora y siente los rigores del fro? .. Es el mismo Dios!" ... Dejamos aqu la cita, que es larga, y trascribiremos la conclusin, de la cual el P. Jumelais podra tomar su parte.

    "Los Rdos. Padres Eudistas tienen gracia especial para edificar con sus actos religiosos. Dios los conserve siempre para nuestro bien espiritual y para direccin de seminaristas que ellos cultivan con mano cariosa y suave como de hortelano, que forma hermoso jardn de lirios destinados para el altar santo en donde se quema el incienso del amor a Dios y le consagran los tiernos corazones que se extasan con el nctar suavsimo de los consuelos inefables de la oracin".

    Debemos confesar que el tono de la prensa local en los pueblos era entonces ms buclico y menos subido que el de los editoriales polticos de hoy.

    Pero la obediencia llam el P. Martn a Pamplona, y en 1895, otra hojita, El Instructor, lo despeda en estos trminos: "R. P. Martn Jumelais. En la maana de hoy se ha ausentado de esta ciudad para residir en la Dicesis de Pamplona y hacer parte del profesorado de aquel seminario, el estimable y virtuoso sacerdote cuyo nombre anotamos arriba.

    HUo de la Santa Congregacin de Jess y Mara, fundada en poca memo-rable por el Vble .. Juan Eudes, el P. Jumelais lleva en su fsico como en su ser moral, el brillo de las virtudes de aquel gran reformador de la sociedad ("[istiana, a quien el clero debe en mucha parte, la ilustracin y virtudes que florecen en nuestros tiempos y doquiera que la direccin de los seminarios !SI" ha confiado a su cuidado.

    ApenUlos por la separacin del digno P. Eudista, hacemos votos porque :;u vi~f' ~wa feliz y encuentre en aquella mimada Dicesis, la estimacin y

  • aprecio que acaso nosotros no supimos valorar en justa medida Qudale la seguridad de que su recuerdo en esta ciudad no morir. La amistad y la gratitud le rendirn siempre el homenaje que merecen los benefacientes". (Antioquia, diciembre 5 de 1895).

    Ya desde un ao, el Padre Sahannat era superior de la casa de Pamplona y el seminario iba viento en popa. Pero la revolucin no tard en turbar el curso de los estudios y sorprendi a los Padres en los Vados donde tempera-ban. Regresaron aprisa y encontraron al P. Jumelais recin llegado y postrado en cama con un malestar causado por el cambio de clima.

    Aquel ao, los alumnos se dispersaron y slo algunos pudieron regresar en abril. El P. Sahannat elegido para la Asamblea General sali para Francia y muri en Redon. El P. de Martini lo reemplaz y desde entonces el P. Martn figura en el personal como Segundo Asistente. De paso lo encontramos encar-gado de la Probacin del Hno. Vctor Jaimes, portero de la casa. Pero sus dos grandes obediencias fueron, como siempre, el curso medio, la prefectura del seminario mayor y la capellana y direccin de las clarisas.

    En la Revolucin de 1900, lo encontramos en Gramalote al lado del P. Isidoro Guillemain, muerto hericamente cuando se entregaba al ministerio de la poblacin diezmada por una fiebre amarilla de carcter muy pernicioso, y podemos creer que el P. Martn no qued inactivo a su lado.

    Ahora abrimos un parntesis e interrumpimos la enumeracin corta pero algo montona de los acontecimientos que marcaban esta existencia, para fijarnos en su persona. La descripcin de sus rasgos personales es lo nico que puede verdaderamente interesar en la biografa de un Padre, que bajo el superiorato del P. Tressel como bajo la direccin del P. Lagniel o del P. Maturn Jehanno, no tuvo ms accidente que el paso de segundo a primer asistente (lo que cambiaba poco el curso de las cosas en la casa) y sigui durante diez y siete aos enseando da tras da el latn y el griego en el curso medio o recordando el reglamento a sus ordenandos y confesando mol\ias.

    Hagamos pues un esfuerzo para delinear esta fisonoma.

    La fisonoma del P. Jumelais es de las que no se olvidan, pues se fijan en la memoria en forma de ancdotas y recuerdos pintorescos, en los cuales se adivina, detrs de la sonrisa, el respeto, el cario y la veneracin.

    Su virtud era admirable, pero tena un sabor de originalidad que le era propio. Quisiramos fijar algunos rasgos de su carcter; lo haremos breve-mente y con a1gn escrpulo, recordando que el Padre se apenaba un poco de lo que se podra decir de l.

    33

  • En realidad todos opinaban como el Dr. Martn Carvajal: "Individuos como este querido Padre, nos escriba, son quienes dan a una Congregacin fuerza, base, aceptacin social y tranquilidad. Ojal muchos tuvieran las virtudes y la disciplina que lo caracteriz". Y esta apreciacin debe quedar presente al espritu de quienes lean este artculo, como quedaba sobreentendida en todos los cuentecillos que cada uno refera o inventaba al hablar del P. Martn.

    La primera de sus originalidades era su regularidad. La asercin causar extraeza, porque generalmente un hombre de regla se pierde en la colecti-vidad y pasa ms bien desapercibido, pero la costumbre de vivir segn una norma inflexible se extiende a veces en forma tirnica a todos los actos de la vida y con tal fuerza que cualquier cambio viene a ser una catstrofe ...

    Todo lo que sacaba al Padre de su horario, lo dejaba como atolondrado. Si un ejercicio o el almuerzo se atrasaba para esperar a algn gran personaje, se le vea pasendose y mirando el reloj con inquietud visible.

    Cada cosa tena su hora. Lea cierto nmero de pginas de un libro e interrumpa la lectura a la hora exacta. Una vez le prestamos un opsculo para que nos diera su parecer; lo devolvi al fm del ao. Cada da haba ledo unas lneas a una hora fija! Haca su lectura de Escritura sagrada de noche en una forma invariable, abra el Novum griego, lea un pargrafo, apagaba la lmpara y meditaba ...

    Otra de sus originalidades era ms caracterstica todava, pareca como si tuviera una preocupacin dominante que le duraba meses. La preocupacin del "terreno" qued clebre entre nosotros. Durante mucho tiempo, cuando se hablaba de alguna fundacin nueva el Padre preguntaba: "Tienen terreno?" -Algn da, un Padre montfortiano le hablaba de su misin y el Padre le pregunt: ,All tienen terreno?". El misionero, un tanto cortado por una pregunta tan imprevista, le contesta: "Cmo n. Tenemos del Meta al Vaups y de la Cordillera al Orinoco!" -Ah, muy bien! le contesta el P. Martn, veo que tienen terreno" ...

    Quizs uno que otro ejemplo ms se escapar de nuestra pluma, pero antes diremos algo de lo que fue como profesor, sacerdote y director y de sus reladones con alumnos, amigos y religiosos. Lo conocimos sobre todo en Pamplona. Sus alumnos tanto los del Mayor como los del Menor, eran jvenes excelentes y simpticos, pero no eran siempre fciles de manejar.

    El Padrt Martn los dominaba sin esfuerzo, nunca se descompona, nunca los trataba con ('xagerada sev{'ridad, pero tenan que pasar por donde l quera.

    En primpr lugar ('ra imposible engaarlo; su mpmoria era extraordinaria y nol.aha la r'onlradic-dn entn' dos aserdones, por ms que la prim('ra tuviera ml'Sf'S flf' proffrida.

    ;14

  • Tambin saba adivinar un carcter en detalles que escapaban a todos. Algn da, en el consejo de profesores de un seminario se hablaba de un alumno perfecto, el seminarista ideal. Carcter, disciplina, inteligencia, todo en l era admirable y todos manifestaban su admiracin. Slo el P. Martn, boca abierta, las manos en las mangas y los ojos perdidos en no s qu vago horizonte, nada deca: -y Ud, Padre Martn, qu dice de fulano? le dijo el Superior. -Yo no s! Yo no lo conozco" fue la respuesta. A la tarde siguiente el alumno perfecto incurri en una falta contra el reglamento de la cual nadie se hubiera preocupado; pero el Padre tena su idea y lo llam. "Ud. no ha sido castigado nunca" -No, Padre". -Pues bien, har dos horas al muro!".

    La reaccin fue tal, que se supo de una vez por qu el Padre Martin deca "yo no lo conozco". En realidad lo conoca muy bien y nos lo di a conocer. De haber aprovechado la experiencia, se hubiera ahorrado ms tarde mltiples inconvenientes y dolores de cabeza a la autoridad diocesana.

    Lo que l haca, lo pensaba bien, y nadie lo haca cambiar. Haca una observacin o impona un castigo si se necesitaba, despus segua su paseo por el claustro sin preocuparse ms. El alumno poda resentirse o hacer esfuerzos por ablandarlo, hubiera ablandado ms fcil la pared! Resultado, nadie le resista.

    En cuanto a los ordenandos, sus observaciones tenan un sabor caracters-tico. Uno no saba a dnde lo llevaba el P. Martn, y caa en la trampa. En Usaqun, durante su Superiorato, un novicio tuvo que ir a Bogot; regres cuando todos estaban ya en el comedor, y sin avisar al Superior tom sin ruido su puesto entre los dems. El Padre Martn lo llam. -"Y por qu est atrasado? -Padre, porque el tranva estaba lleno, no pude encontrar puesto" "_No le pregunto eso, le pregunto por qu est atrasado?" -Padre, fue que el tranva siguiente tambin estaba lleno" -No le pregunto eso, le pregunto por qu lleg atrasado?" Al fm el novicio le contesta con alguna impaciencia: "Padre, llegu atrasado, porque llegu atrasado. -Muy bien, dice el P. Martn, es exactamente lo que yo quera saber".

    Moraleja: los novicios deben confesar su falta sin disculparse. Como profesor era excelente, pero siempre a su modo. En sus clases, su

    fuerza consista en la preparacin metdica de lo que enseaba, en su fidelidad en corregir todas sus tareas y en su exigencia inflexible de las lecciones. No tena la preocupacin de amenizar el curso, su personalidad bastaba para eso, y no se aburran los alumnos. Todos convienen en que si esta enseanza no era brillante, lo que es algo difcil en la enseanza de las cor\iugaciones griegas y latinas, era seria y muy competente y es el testimonio que daban ms tarde miembros eminentes del clero que haban sido sus alumnos y le deben la base de su formacin.

    35

  • El P. Martn se qued 16 aos en Pamplona. En 1911 lo encontramos en Cartagena; tres aos despus estaba en Bogot, capelln de .S~ta Eufrasia con residencia en la quinta Roma. El ao 14 era Maestro de noVIcIOs y SuperIor de Usaqun, cargo que desempe por tres aos. En 1917 sali para Santa Marta donde residi unos cinco; luego estuvo en San Pedro y en 1925 empez su larga permanencia en Bogot interrumpida por un viaje a Francia.

    En Bogot. el P. Martn tuvo que poner fin a su vida de Profesor y dedicarse exclusivamente al apostolado. Ejerci el ministerio en nuestra Capilla y en el monasterio de Sta. Eufrasia.

    En las Angustias cumpla con todos los quehaceres de la casa y su confe-sionario tena buena y numerosa clientela; pareca muy estimado en este ministerio, pero deba ser a veces algo rgido, como lo comprueba el hecho siguiente.

    El Padre se prestaba con facilidad, fuera de sus horas, cuando lo llamaban wr.wmalmente, y suceda que cuando un Padre tena que salir y se encontraba en la puerta con algn penitente, mandaba avisar al P. Martn que lo llamaban "wrsonalmente". El Padre lo crea o no lo crea, pero bajaba a su confesio-nario.

    Una vez, estando con alguna prisa para salir, nos encontramos con una seora que deseaba confesarse; imposible complacerla! Entonces llamamos al P. Martn en voz alta. "Padre, una seora lo pide personalmente". Ya el Padre se dispona a bajar, cuando la seora asustada principia a gritar a voz en cuello. "Con el P. Martn no! eso s no!". -El Padre regres tranquilamente a su cuarto, y ya se nos acab la posibilidad de utilizar esa clase de ardides.

    Con las religiosas su ministerio fue de lo ms fecundo. Su lema era regula-ridad y caridad, y casi no sala de estas dos ideas; pero las haca entrar. En Pamplona su recuerdo no se haba borrado de la memoria de las clarisas; pero con el tiempo y la muerte de casi todas las antiguas, no pudimos recibir ma. .. que testimonios de fidelidad, estimacin y afecto. Slo recordamos que ningn accidente le hubiera impedido ir a confesar "sus monjas".

    Pero los testimonios abundan sobre su ministerio en Sta. Eufrasia de Bo-got, yesos testimonios son unnimes. Todas, tanto las profesas como las novicias y las nias estimaron mucho su direccin. -N os permitimos preguntar a varias religiosas qu era lo que les gustaba tanto en el Padre. A primera vista las contestaciones no revelan nada extraordinario: era paciente con las que lo necesitaban, corto con las otras, daba dos o tres consejos. "Amor a Dios, cumplimiento de las obligaciones de estado, caridad para con el prji-mo"; pero en realidad no era todo. La palabra sencilla que sale de la boca y dl'l corazn de un santo, lleva en s misma algo indefinible que es como el vehleulo de la grada. Un hecho probar que era el caso para el P. Jumelais.

    :If

  • En los ltimos meses de su pennanencia en Sta. Eufrasia, el Padre ya enfenno, daba todava su catecismo, pero su voz era casi ininteligible. Pues bien, las nias lo oan con gusto a pesar de que casi no lo entendan. Se recordar que cosa semejante se refiere del Cura de Ars envejecido, nadie lo entenda, pero todos salan de sus intrucciones llenos de Dios.

    En cuanto a su direccin, deba tener, como todo lo suyo un sabor de originalidad si juzgamos por el "cuento del pichn" que qued clebre entre nuestras Hennanas del Buen Pastor. Algn da y por alguna distraccin de la cocinera, varias Hennanas y novcias tomaron sustancia de pichn en un da de abstinencia. Asustadas e invadidas por los escrpulos, fueron a buscar al Padre para que las sacara del infierno. "Padre, hoyes da de abstinencia y tomamos sustancia de pichn" y el Padre contestaba "Comi el pichn! y qu quiere que le haga?" ... Traduccin, ya que lo hizo sin culpa, no se preocupe ms.

    En sus relaciones con la comunidad tena como tres principios: no intervenir en la administracin, llegar a la hora y guardar las tradiciones. El primer principio lo enunciaba as: "Con las mol\ias no se meta" y no se meta. En realidad no es muy difcil evitar las intromisiones en la administracin de una Comunidad; pero el sacerdote reparte con las religiosas una responsabi-lidad de alma grave respecto de la.., nias, y es a veces necesario algo de comprensin de parte y parte para evitar choques.

    No creo que el P. Martn haya tenido dificultades por este lado. Una sola vez manifest un descontento grave y fue cuando sus nias de preservacin pasaron a la Proteccin Nacional (el Aserro) y debemos confesar que en la circunstancia no fue del todo profeta. El inconveniente que l prevea se remedi en la mejor fonna posible. Se reserv la casa para nias escogidas con cuidado y que no hayan cometido ningn delito, y era evidente que as sus ovejitas quedaron mejor en una obra organizada para ellas y con mtodos de pedagoga moderna que enclaustradas como lo estaban en una casa de penitentes. Adems la experiencia ha demostrado que el sistema da magn-ficos resultados. Pero el Padre no se rindi, nunca quiso visitar el Aserro, y si se le hablaba de esta casa, cambiaba de conversacin. Eso era la manifes-tacin de una contrariedad profunda y duradera que no era ciertamente justa.

    En cuanto a la regularidad en su oficio de Capelln, el rito era el siguiente. Tomaba tranva o bs para llegar a la hora (en 17 aos no lleg ni una vez atrasado) y regresaba a pie, rezando su breviario, para poder dar los cinco centavos del pasaje a un pobre. La distancia es de unos tres kilmetros y quizs ms, y en los ltimos aos los pies le dolan mucho, pero hasta el fm, no cambi de sistema.

    Pero cuando llegaba, haba que abrir pronto. En los primeros tiempos haca llamadas enrgicas, quizs demasiado enrgicas ... pero poco a poco logr

    37

  • dominarse, y cuando la portera le abra, excusndose por la tardanza, contes-taba: "Como quieran, cuando quieran, lo que quieran" y segua para la sacrista.

    Tratndose empero de las tradiciones, nadie lo conmovi y la sacristana deba tomar buena nota de cmo hacer las cosas al modo del P. Martn.

    Daba catecismo a las nias y a las novicias. A stas les haca un verdadero catecismo, es decir, que daba lecciones y preguntaba. Pero le gustaba poco que le preguntaran cosas difciles, quizs por no tener siempre aquella facili-dad de vulgarizacin que permite adaptarse a todas las inteligencias y conten-tar a todos, y una que otra vez contestaba: "Eso es muy elevado para Ud." Quiz el Padre se olvidaba de que las epstolas de S. Pablo han sido escritas para los cargueros de Corinto, los campesinos de Filipos y los arrieros de Galacia. Pero a pesar de todo, su influencia era nica y la fuente de esta influencia era su santidad que se manifestaba en todo: manera de decir la misa, de administrar los sacramentos, de orar. No apareca en l fervor sen-sible especial, pero estaba a la vista de todos aquel cuidado de los ms nflmos detalles que manifiesta cmo se toma en serio las cosas de Dios. Monseor Pablo Giobbe, nuncio apostlico, deca de l que era uno de los sacerdotes ms exactos y entendidos en las ceremonias de la misa pontiflcal.

    Pero las Hermanas no podan guardarlo de modo indefmido y lleg por fm para l la hora de Dios.

    Algn da, y cuando ya haba sufrido los primeros ataques de la enfermedad, las Hermanas de Sta. Eufrasia notaron que las manos le temblaban en forma peligrosa para la preciosa Sangre.

    El Padre no quera abdicar, pero los Superiores participaron de los temores de las religiosas, y tuvo que decir misa en las Angustias donde era posible acompaarlo en forma que evitara todo accidente ... Ya haba llegado para l la hora del sufrimiento, hora en la cual el hombre da toda la medida de su vida interior.

    Una noche el Padre se levant y cay sin sentido. Lo llevamos a la cama. Era el primer ataque de su mal, y poco despus tuvo recada. El Dr. Sarria, inmejorable amigo de nuestra Congregacin y al cual nunca podremos pagar sus incontables beneflcios, resolvi que se conflara el enfermo a una clnica, lo atendi l mismo en compaa del Dr. Alonso Carvajal Peralta, hijo del Dr. Mario Carvajal, que era quizs el mejor amigo del Padre y se logr prolongar su vida durante cuatro aos. Hay que confesar que el P. Martn no se encon-traba del todo a su gusto en el cuarto confortable del Hospital San Jos, pero no manifest nada y recibi con gratitud las atenciones que se le hacan, por m.'i qU(~ la."! pnff'rmeras elegantes que se las prodigaban no entraran en su horizonte habitual Pidi sus espejuelos, su rosario y su breviario e hizo eHfuerloH por regularizar 1-lU vida de enfermo.

  • De todos modos quera morir en una casa de la Congregacin y apenas mejor, lo llevaron a Usaqun. All se senta en su centro, y la vecindad del Dr. Sarria era un motivo de confianza para todos. Pero bien pronto principi en el cuerpo la decadencia senil, mientras la inteligencia guardaba toda su lucidez.

    Al principio se diriga a la capilla apoyado en dos Hermanos, despus hubo que cargarlo en un silln porttil. Su vida se reparta entre el cuarto, algo de sol en la huerta y la capilla. Se le not alguna pena cuando lo llevaron a Valmara, porque no conoca bien la casa nueva y que eso cambiaba sus costumbres, pero obedeci y se adapt. No tuvo que sentirlo y supo pagar a nuestros Hermanos coadjutores y a los seminaristas las atenciones que le prodigaron con el ejemplo de su virtud y de su paciencia.

    Insertaremos aqu algunos recuerdos que nos dej un seminarista que tuvo el consuelo de ayudarlo y asistirlo en su ltima enfermedad.

    "Cuando el Padre estuvo reducido a la cama y ya no hubo modo de aliviarle, se le produjeron tres grandes llagas que cada da se iban profundizando. Peda con sencillez que le acostaran mejor y dndose cuenta que era imposible, deca: "Hagan entonces como puedan", no insista, y por ms que cuando se le mova por poco que fuera, se notaba en su semblante un dolor agudsimo, no profera ni una palabra. Miraba con ojos agradecidos cuando se daba cuenta de que le prestaban un servicio, y aun cuando a veces estuviera en la imposibilidad de hablar, no cejaba de esforzarse por dar las gracias.

    Esperaba la muerte con serenidad, sin perder su buen humor y con respues-tas que ponan de manifiesto la lucidez de la inteligencia en el cuerpo ya arruinado. Con frecuencia deca que estaba preparando "el viaje" y que pidi-ramos porque le fuera bien. Tena confianza de ir al cielo, pero no se prestaba a que le consideraran como santo porque, como contest a una salesiana "si me tienen por santo no pedirn por m". Un sacerdote le dijo una vez que ira al cielo de una vez, y l le contest que quedara en el purgatorio hasta el fin del mundo. Entonces, replic el otro, si es as, cundo saldremos nosotros? .. y el Padre le contest "No entiendo la pena del purgatorio" ...

    Si vea a un joven a quien no conoca, haba que darle el nombre. No dejaba nunca de pedir por los intereses del Instituto, sobre todo por los jvenes. Un da le pedirnos una oracin por nosotros los subdiconos. Contest que iba a hacerlo y que ya haba ofrecido algo, sin duda algo que le costaba mucho. Siempre tena el temor de hacerse pesado y cuando un seminarista lo iba a visitar, preguntaba por el nombre, el pueblo de origen, haca algunas otras preguntas y le deca despus para despedirlo, que no quera quitarle ms tiempo" ...

    39

  • Despus de esta breve y cariosa cita, regresemos al curso de los aconte-cimientos. En primer lugar le faltaron las piernas; las manos le temblaban continuamente y se adivina qu mortificacin poda ser para l la dependencia total en los actos ms humildes de la vida. Poco a poco se debilitaron los ojos y tuvo que dejar el breviario y la lectura, pero el alma era bastante rica para alimentarse en s misma. Sentado en su silln, el Padre blijaba la cabeza, uno podra creer que dorma, pero se entenda con Dios. Si uno se acercaba para saludarlo, el Padre miraba para reconocerlo, haca un mundo de pregun-tas sobre los asuntos de la Congregacin y pareca como si fuera ya su nica preocupacin en este mundo. Pero si la inteligencia guardaba su lucidez, la voluntad y la energa no cedieron ms que con la vida.

    No es raro que un anciano que debe entregarse del todo a los cuidados lijenos, regrese a los caprichos de la infancia, se torne exigente y semejante como un nio a quien se debe complacer en todo, porque contrariarlo ya no tiene objeto y porque su pasado inspira respeto. Nada de esta debilidad se not en el P. Martn. Fuera de la regularidad que era en l como una necesidad orgnica, ni Siquiera se adivinaba el sufrimiento, que deba ser violento, sufri-miento moral de su humillante dependencia de los dems, dolor causado por la enfermedad y llagas que daban lstima, todo supo soportarlo con una energa tranquila y una dignidad que no se desmenta. Esta agona dur cuatro aos y las atenciones y el afecto de quienes lo rodeaban, los cuidados y la amistad del Dr. Sarria no hicieron ms que prolongarla para mayor gloria de Dios, mritos para el Padre y profunda edificacin para todos.

    Al fm esa existencia se apag el lunes 19 de enero de 1948, a los ochenta y cuatro aos de edad.

    El seminario honr sus despojos mortales con ceremonias que le hubieran gustado por su perfeccin litrgica, y su cadver fue llevado con toda sencillez al cementerio de Usaqun. Pero los asistentes pidieron que se destapara el atad para contemplar por ltima vez su figura venerable. La gente le haca tocar rosarios y objetos de piedad y poco despus se habl de gracias debidas a su intercesin.

    Serve bone in modico fidelis, intra in gaudium domini tui!

    40

  • MARTIN JUMELAIS Bernardo Agudelo

    La hora propicia, quiz nica, para pesar en la balanza de la justicia la vida humana, no diremos ante Dios, lo que es de sentimiento universal, sino ante los hombres, es la hora solemne de la muerte ... Como un cido corrosivo, como una candelada, como una marejada que destruye y sepulta todo lo superficial, todo lo del sentido, todos los accidentes, prejuicios y pasiones. envidias y egosmos, en esa hora, la muerte ilumina con luz de eternidad, y el fallo participa del juicio de Dios.

    Esto vamos pensando al intentar grabar en dbil y voladora hoja de papel la esencia de la vida del R. P. Martn Jumelais, Eudista, que se extingui despus de lucir ardorosa, ochenta y tres aos, ante los altares del Seor.

    Lo vi nacer Bretaa, la provincia francesa de dura cerviz y de tesonero culto a Dios y al Rey, y aunque l no tena ms poltica ni ms apegos que seguir sin torcerse el camino del bien, aoraba para su Francia los tiempos de Blanca de Castilla y de San Martn, y se atreva a libar una gota de poesa con el deseo de volver a recorrer los senderitos de los campos que anduvo cuando nio.

    Quiza tarda su vocacin, ms bien por obstculos materiales que por luchas u oposicin de espritu, pues daba la impresin de negacin natural a todo otro destino, fue miembro de la Congregacin de Jess y Mara (Eu-distas) a los veinticuatro aos, y sacerdote a los veinticinco.

    Ya con un nuevo mundo sobrenatural en la mente emprendi la travesa del Atlntico en alas de su misin, y en el Nuevo Mundo de sus sueos, en Colombia, anid en la ciudad del incienso, en Nueva Pamplona, bajo las arcadas del seminario, hogao Convento de Franciscanos.

    41

  • All fue la delicia de los alumnos picaruelos de tercer ao de latn y de griego, y como prefecto del Seminario Mayor, de filsofos y telogos, que rastrillaban felices el eslabn de su alegra en la dura piedra de la seriedad cenobtica del Padre. Por aquello y por esto labr tanto en la mente y en el corazn de sus alumnos que tuvo entre ellos amigos, admiradores, como el Excelentsimo Sr. Prez Hernndez, actual obispo auxiliar de Bogot, el P. Isidoro Miranda, antiguo jefe de los Pozanos, y el insigne mdico e historiador, el doctor Martn Carvajal.

    Aqu del dicho profundo del Padre Lacordaire: "tener un amigo en lengua extraa es la obra maestra de un corazn bueno".

    y si fue la delicia de los inteligentes y traviesos seminaristas santandereanos que reventaban risas y de risa se reventaban no perdiendo ninguna ocasin de provocar quebranto de relaciones ante quien tan solo "tcitamente se rea" como varn sabio que era, segn la expresin de la Sagrada Escritura, fue tambin el juez de sus grandes causas, de sus definitivas resoluciones, para enrumbarles la vida como consejero, como confesor, porque el P. Martn que no tena otra piedra de toque para apreciar un hombre que el juicio que le vea en sus opiniones y conducta, sobresali en el "buen juicio". Era consa-gratoria o condenatoria su tpica expresin: "Tiene juicio"; "no tiene juicio" ... Quien para l tena juicio, vala, quien no tena, no vala, aunque mostrara plumas y brillo de pavo real ...

    Tambin usufructuaron de este juicio del padre Martn los seminaristass de Santa Fe de Antioquia, de San Pedro de Antioquia y de Santa Marta, donde la obediencia lo mand a servirle a Dios y a la Iglesia en la formacin de los futuros sacerdotes. Pero donde ms brill esta luz que no pudo quedar como quiz su dueo hubiera querido, escondida bajo el celemn, fue en Usa-qun como maestro de novicios y en Bogot como capelln de las mollias del Buen Pastor del Convento de Santa Eufrasia.

    En el Beln del noviciado de los padres eudistas, que lo fue Usaqun, en el ao de 1914, pues que el tiempo pasado en la Quinta Minar, hoy San Jos, de San Cristobal de Bogot, fue de puro tanteo, la estrella perdida de los Reyes Magos que preguntaban dnde haba nacido, el Dios de la Congregacin de Jess y Mara, reapareci con eljuicio, con la presencia del Padre Martn.

    Quien estas lineas escribe tiene la conviccin profunda, porque es testigo y beneficiado, con el R. P. Antolnez, que si al Padre Martn no se le hubiera confiado la direccin del Noviciado en un momento trgico en que quien deba vf'lar por l tena ojos pero no vea, el Noviciado se hubiera terminado, y la'l dos nica'l semilla" de eudistas confiadas en ese ao al Sembrador, hubieran sido arrebatada" por los pjaros del camino, o secadas y barridas I~n la" rcww; por el sol y la'! lluvias, o sofocadas por la.., espinas, y no hubieran fJflJduddo (~l Cf'nto por uno en la tierra buena del corazn del P. Martn,

    4l

  • sobre el cual como se deca de un obispo misionero francs, poda pasarse una navaja de barba sin que encontrara el menor obstculo de afecto humano. y vlgame el recuerdo para reproducir lo que escribimos el mismo da de la muerte de quien ya permite Dios sea alabado.

    A la edad de 83 aos muri el 19 de enero en el seminario de Valmara el Reverendo Padre Martn Jumelais Eudista, mi maestro de noviciado.

    Tena 50 aos y yo 16 cuando Dios le confi la semilla de mi alma para ver si de ella se poda sacar el fruto de un Eudista ... En un encuentro que tuve con el clebre poeta, novelista y orador, Samuel Velsquez, me pregunt que cules jugos de flores daban en Usaqun para teir tan celestialmente las mejillas, y que si los mismos colores luca el alma, l entregara el ms querido de sus hijos a tan divino jardinero.

    Este recuerdo es sntesis de los que ante el cadver del padre Martn formaron bullente ro en mi memoria y se asomaron en lgrimas por los ojos.

    Fu semilla de eudista en su corazn a cuyo calor de amor, no otro que el de los Sagrados Corazones y de San Juan Eudes, germin el fruto de un hijo de la Congregacin de Jess y Mara. Conservado o perdido, pues no lo s, este don misterioso, de rodillas, Padre Martn, te doy las gracias y te ruego que desde el cielo donde te veo como al mejor eudista que he conocido, sigas mirndome y protegindome como a tu hijo, al cual amaste y cuidaste tanto en este valle de lgrimas.

    Volviendo al hilo del esbozo que vamos haciendo se nos presenta en estos momentos plena en el escenario de la Congregacin la figura del Padre Martn como religioso.

    Si la palabra RELIGION, viene del verbo latino RELIGARE: ligar, atar, unir, porque la religin como ciencia o como virtud lleva a la unin con Dios, el Padre Martn fue perfecto religioso, ya que para el menor observador estuvo totalmente, reciamente unido a Dios. Y esta liga fue sobre todo fuerte porque para l era la pura voluntad Divina; no se vea en ella ni corazn, ni espritu, ni sensibilidad, ni lucubraciones de especie alguna. Era tejida de voluntad, de una voluntad de hombre amasada o amalgamada con la Voluntad de Dios, hasta el punto de que su vida fue la voluntad de Dios en el herosmo de que su voluntad propia no quisiera nada, ni el cambio de la amargura por la consolacin, de la oruga por la crislida, de la muerte por la vida ... Prefera, como lo contemplamos, verse hecho pedazos y hecho asco, y convertido en llagas y gusanos, y abandonado en la vera del camino como un Lzaro, a un acto de voluntad propia para que Dios no hiciera tan larga su miseria corporal y su destierro.

    Padre, le decamos, quisiera morir? -"No quiero otra cosa que la voluntad de Dios", contestaba.

    43

  • Ya cuando la muerte iba a darle el golpe definitivo le preguntamos si tena algn deseo que manifestar o alguna orden que dejar, y nos contest: "Nada, no quiero sino la voluntad de Dios" ...

    Y de este cumplimiento herico de la Voluntad de Dios se deriv evidente-mente el nico amor de su vida, amor tan acendrado, que fue casi fsico, como el del avaro al oro, el amor a la regla eudstica y el amor a sus deberes sacerdotales.

    El Libro de las Reglas, compendio de la espiritualidad eudstica, fue para l la CATENA AUREA, la cantera, de donde extraa todos los tesoros para meditaciones, lecturas espirituales, predicacin y direccin de almas.

    "No hay necesidad de ms, nos deca constantemente a sus novicios" y fue tan moldeado en ellas, que varias veces lo vimos con reloj en mano observando pasaran los segundos que an faltaban para entrar a la hora exacta del reglamento, a la capilla o a su pieza ... Y el amor a sus deberes sacerdotales fue tan grande que no dej el rezo del breviario aun necesitando por la escasa vista, por el temblor de