¡¡felicidades, catequistas!!

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¡Háblanos, con tu vida y tu palabra, Profeta del Amor .

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¡Háblanos, con tu vida y tu palabra, Profeta del Amor . Muéstranos el camino, sacerdote, apóstol de oración!

De los escritos de Enrique de Ossó.

Tomados de su obra“Guía práctica del catequista”

Quisiera que todos los catequistas tomaran con decidido empeño enseñar a los niños lo que dice esta pregunta: ¿Quién es Jesús?

Quisiera que todos los catequistas tomaran con decidido empeño enseñar a los niños lo que dice esta pregunta: ¿Quién es Jesús?

En ninguna cosa podéis emplear mejor el tiempo que en hacer que Jesús viva en los corazones de todos, especialmente en los niños, por la Gracia de su conocimiento y amor.A vosotros se os ha concedido la Gracia de evangelizar a las gentes las insondables riquezas de Cristo, su amor, su conocimiento, sus maravillas.

¡Feliz el catequista

que sepa inspirar en el alma de los niños un

vivo conocimiento,

un amor tierno hacia la persona

de Jesús!

No descanse, pues, ni sosiegue, hasta que vea que sus niños conocen y aman a Jesús.

Aproveche, sobre todo, el tiempo solemne de la preparación a la Primera Comunión, para, con

mayor esmero, darles a conocer a Jesús, y hablarles de lo mucho

que Él ama a los niños.

Es, pues, necesario que si el Catequista quiere cumplir con su deber, viva una profunda amistad con Jesús, y se persuada plenamente de que sin Jesús nada bueno puede hacer. Y así, acuda a Jesús, ore a Jesús, hable a Jesús y de Jesús, y todo lo haga por Jesús.

Al amor a Jesús debe unir inseparablemente el amor a María. Damos lo que tenemos. De la abundancia del corazón habla la boca. Acuda siempre a María como a la Madre más tierna , y en Ella encontrará siempre a Jesús.

El fin del catequista es formar en el corazón de los niños la imagen perfecta de Jesús.

Como dice el Apóstol, darlos a luz de nuevo,

y no cejar en el empeño hasta formar en ellos a Jesús; revestirlos, en fin, de Cristo Jesús, de sus mismos sentimientos y afectos.

Para fin tan alto, para que enamore y cautive el corazón de los niños, necesita avivar esa imagen en sí mismo; que la imagen divina de Jesús se halle perfectamente grabada y esculpida en el alma del catequista, que la aprehenda con viveza; que la contemplación de su belleza llene su espíritu y colme su corazón.

No se pueden calcular las ventajas que la enseñanza del Catecismo aporta a los fieles, a una Parroquia, a toda la Iglesia.

La catequística, especialmente empleada en los niños, es el medio más eficaz de cristianizar

los pueblos.

Ningún género de predicación le es comparable, y es, evidentemente, el mejor modo de enseñar la Religión.

La catequesis es como el agua menuda y suave que, repetida, se infiltra sin sentir, incluso en las tierras peor dispuestas.

Tenga siempre presente el catequista que los

niños son las flores más hermosas del jardín de la

Iglesia...

... Y que afianzar el presente es triunfar del

porvenir.