gestión de las emociones

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Gestionando mis emociones Las especies más complejas del mundo animal nacen con un repertorio emocional que les permite desenvolverse en su medio. En el caso particular del ser humano, a través del lenguaje puede explicar las emociones y atribuirles un significado. El repertorio emocional innato del ser humano comprende cuatro emociones básicas, que no tienen una connotación valórica de buenas o malas sino que abren distintos mundos de posibilidades. Estas emociones básicas son: Rabia Pena Miedo Alegría ¿Qué me permite cada emoción? Más arriba decíamos que las emociones no son buenas ni malas. A lo más, pueden ser o no ser placenteras, y algunas pueden tener más costos que otras, como por ejemplo la rabia, que me aleja temporalmente de los demás. Sin embargo, todas las emociones tienen su sabiduría y como parte del camino de integración es fundamental que aprendamos a experimentar todas las emociones. Piensa y evoca experiencias de alegría en tu vida. Cuando estás en esta emoción, ¿qué te dan ganas de hacer? ¿A qué te predispone? Ahora piensa en algún evento triste de tu vida y observa: ¿a qué te predispone la tristeza? Así, podemos darnos cuenta de que de acuerdo a la emoción que nos habita, podemos realizar distintas cosas. Una forma de ser asertivos es tener presente que no somos víctimas de la emoción, es decir, podemos escuchar su mensaje, a qué nos mueve y legitimar las posibilidades que nos brinda.

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Page 1: Gestión de Las Emociones

Gestionando mis emocionesLas especies más complejas del mundo animal nacen con un repertorio emocional que les permite desenvolverse en su medio. En el caso particular del ser humano, a través del lenguaje puede explicar las emociones y atribuirles un significado.

El repertorio emocional innato del ser humano comprende cuatro emociones básicas, que no tienen una connotación valórica de buenas o malas sino que abren distintos mundos de posibilidades. Estas emociones básicas son:

Rabia Pena Miedo Alegría

¿Qué me permite cada emoción?Más arriba decíamos que las emociones no son buenas ni malas. A lo más, pueden ser o no ser placenteras, y algunas pueden tener más costos que otras, como por ejemplo la rabia, que me aleja temporalmente de los demás. Sin embargo, todas las emociones tienen su sabiduría y como parte del camino de integración es fundamental que aprendamos a experimentar todas las emociones.

Piensa y evoca experiencias de alegría en tu vida. Cuando estás en esta emoción, ¿qué te dan ganas de hacer? ¿A qué te predispone? Ahora piensa en algún evento triste de tu vida y observa: ¿a qué te predispone la tristeza? 

Así, podemos darnos cuenta de que de acuerdo a la emoción que nos habita, podemos realizar distintas cosas. Una forma de ser asertivos es tener presente que no somos víctimas de la emoción, es decir, podemos escuchar su mensaje, a qué nos mueve y legitimar las posibilidades que nos brinda.

Para entenderlo mejor, te invitamos a que mires los siguientes tips: 

Alegría

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Me permite:

Compartir con otros Celebrar Hacer equipo Decir que sí Proyectar nuevas ideas Atreverme a cosas nuevas

Me dificulta:

Poner límites Establecer condiciones de satisfacción

(precisar detalles) Ponderar

Como ves, la alegría tienes sus luces y sombras, pues si bien culturalmente juzgamos que la alegría es una emoción en la que siempre quisiéramos estar, puedes ver que la apertura que connota puede muchas veces exponernos a que nos pasen a llevar o a no poder evaluar las consecuencias de una acción.

Te invitamos a reflexionar: ¿en qué medida está presente la alegría en tu vida?, ¿en qué se manifiesta?, ¿puedes identificar situaciones laborales en que aparezca esta disposición a decir sí, a celebrar o a compartir?  

Rabia

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Me permite:

Poner límites Decir que no Ocupar territorio Resolver, tomar decisiones Ponerme en acción Tomar protagonismo

Me dificulta:

Escuchar Validar a los otros Chequear costos Planificar Evaluar

Te invitamos a revisar de qué manera se presenta la rabia en tu vida. ¿Es una emoción que validas?, ¿cómo te relacionas con ella?, ¿te ha servido para poner límites o para recuperar tu dignidad en alguna situación? Tal vez has estado más cerca de su sombra y te ha impedido escuchar a tus pares o a tus estudiantes.  

Tristeza

Me permite:

Recordar Reflexionar Pensar en el sentido y en el valor de las cosas Aprender Parar y darme tiempo

Me dificulta:

Ponerme en acción Resolver Abrirme a la coordinación con otros Proyectar a futuro

¿Reconoces la presencia de esta emoción en tu vida personal o laboral? ¿Qué situaciones de tu vida te ponen triste? ¿Qué circunstancias de tu

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trabajo te dan pena? ¿Será que esa emoción te está invitando a parar y reflexionar para que puedas descubrir lo que te importa en la vida?

 

MiedoMe permite:

Controlar Protegerme Observar Planificar y analizar

Me dificulta:

Hacer equipo Soltar la tensión Confiar Ser yo mismo Avanzar

A veces el miedo puede mostrarnos efectivamente donde hay un peligro, una amenaza, y en ese sentido nos puede ayudar a protegernos. Es normal que en diversas situaciones lo experimentemos y asumamos una posición de alerta que es funcional a lo que observamos.

Después de haber conocido las cuatro emociones básicas, te invitamos a elegir aquella emoción con la que más te identificas. ¿Cuáles son los factores que gatillan esa emoción? Identifica los eventos, circunstancias o personas que te predisponen a ese estado.

Ej.: Factores detonantes → Miedo: Sentirme agredido por alguien, percibir una amenaza en el entorno, hablar en público, sentirme evaluado, etcétera.

A la luz de esta revisión, reflexiona un instante sobre tu estilo pedagógico y la o las emociones que predominan en ti a la hora de enseñar. Mientras analizas el repertorio emocional desde el cual enseñas, revisa este interesante video en que tres profesores nos cuentan qué emociones predominan en ellos. Observa que mientras para alguno la sorpresa o el asombro puede ser una emoción clave, para otro el nerviosismo o la sensación de ser evaluado lo puede aproximar más al miedo.

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Gestión de las emociones: el semáforo emocional

Todas las emociones tienen diferentes grados de intensidad. Hasta cierto grado son funcionales, es decir, nos sirven para intervenir eficientemente en el mundo. Cuando se llega a su grado extremo, dejan de ser beneficiosas porque no nos permiten lograr lo que queremos y por tanto perdemos la eficiencia y el poder de gestionarlas.

A continuación te mostramos el semáforo de las emociones que muestra con luz verde la eficiencia de cada emoción y en luz roja la alerta o la ineficiencia asociada a cada emoción.

Gestión de la alegría

Verde: validar la alegría es declararla abiertamente y celebrar. Ver el mundo como un espacio de posibilidades y sentirse agradecido por ello.

Rojo: caer en la trivialidad, es decir, preocuparme de pasarlo bien sin considerar a los otros. No soy capaz de ver las necesidades del resto. No “leo” si el otro comparte mi alegría o puede sentirse mal o incómodo (cuando, por ejemplo, no me río con él, sino que me río de él). La alegría se transforma en burla.

Gestión de la rabia

Verde: ser capaz de decir "no" cuando me siento pasado a llevar. Proteger mis límites. Generar un contexto protegido en que la persona pueda expresar lo que considera injusto sin ser enjuiciado por otros, y de esta manera restablecer su dignidad.

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Rojo: al sentirme injustamente tratado agredo a otros, por lo tanto, la acción eficiente se pierde y esto genera a su vez mayores niveles de rabia. En este caso el enojo, en vez de ser una herramienta potente para poner límites, no logra comunicar mis necesidades.

Gestión de la tristeza

Verde: reconocer la sensación de haber perdido algo importante para mí. A partir de eso, buscar nuevas posibilidades, consciente de qué es lo que me importa en la vida y cuáles son mis valores.

Rojo: es aislamiento, soledad e incluso depresión. En este espacio todo pierde sentido, por lo que ningún esfuerzo vale la pena.

Gestión del miedo

Verde: contracción corporal, estado de alerta y retirada que nos permite anticiparnos a un peligro inminente. Generamos un ambiente contenedor y protegido que nos brinda seguridad y desde ahí vislumbramos una estrategia de acción.

Rojo: parálisis, inmovilidad ante el entorno que se considera amenazante.

Podemos concluir que lo principal respecto a las emociones es poder detenernos y “escuchar” qué me está diciendo determinada emoción, de qué me está hablando y qué me está pidiendo.

La finalidad de la gestión de emociones está relacionada no solo con nosotros mismos, sino también con aceptar la emoción de los otros, aunque no la compartamos, puesto que existe. Podemos estar en distintas emociones y desde esa realidad nos tenemos que coordinar para actuar eficientemente.

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Reconocer, habitar y validar las emociones

Como decíamos antes, podemos optimizar lo que cada emoción nos ofrece, pero para ello debemos aceptar cada emoción como tal y legitimarla. No podemos pretender actuar como si estuviéramos alegres cuando estamos en la tristeza. Una vez que podamos reconocerlas y aceptarlas, podremos acceder a la sabiduría que cada emoción nos ofrece.

Legitimar las emociones se relaciona con entender que cada emoción tiene algo que mostrarnos acerca de cómo estamos percibiendo e interpretando lo que ocurre. Culturalmente la tendencia es a hacerle el quite a ciertas emociones porque se nos ha enseñado que mostrarlas es señal de debilidad o maldad, sin tomar en cuenta que todas nuestras acciones son originadas a partir de emociones que nos permiten cierto repertorio de acciones posibles. Por ejemplo, si estoy atascado en el tráfico, me surge la emoción de la rabia que me hace actuar de manera intolerante, con menos paciencia y apertura hacia otros. Es decir, mis acciones vienen dadas por la emoción que una situación puntual me provocó. Dado esto, ¿qué podemos hacer?

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Nuestra capacidad de aprendizaje nos permite darnos cuenta, tomar conciencia y hacer algo para actuar más eficientemente. A esto nos referimos cuando hablamos de la gestión de las emociones, es decir, cuando me embarga una emoción determinada, la puedo tomar como una guía de acción más que sentirme como víctima de ella. 

Estados de ánimo: Nuestros lentes para la vida.

Como ya hemos visto, las emociones son una respuesta a un evento determinado. Es imposible vivir fuera de la emoción porque somos seres intrínsecamente emocionales. Pese a que no podemos cambiar el hecho de habitar siempre en una emoción, lo que sí podemos hacer es observar la emoción, validarla, escuchar qué es lo que me comunica y moverme adecuadamente. Si las escucho, tendré la posibilidad de gestionarlas con el semáforo en verde, lo cual siempre traerá una respuesta adaptativa y eficiente, aun cuando se trate del miedo, la rabia o la tristeza, emociones que culturalmente solemos rechazar.

Así como las emociones se relacionan con eventos concretos que gatillan determinada respuesta, existen también los estados de ánimo, que existen con independencia a los estímulos externos. Lo interesante de ellos es que los seres humanos solemos vivir en un estado favorito, familiar, que nos acompaña con independencia de los eventos externos.

Tal como decíamos más arriba, los estados anímicos enmarcan las conductas desde las cuales realizamos nuestras acciones, mientras que las emociones tienen que ver con la forma en que respondemos a los sucesos.  Nuestros estados de ánimo son como lentes, y a través de

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ellos observamos el mundo. Son diferentes aperturas al futuro y conforman la realidad en la que vivimos.

Imagínate que tomas un papel celofán de color rojo y mira tu entorno a través de él. ¿Qué te produce observar el mundo a través de este color?, ¿qué connota el rojo para ti? Luego imagina que haces lo mismo con un papel de color amarillo y vuelve a mirar. ¿Ves lo mismo?, ¿qué te produce ver el mundo de este color?

¿Cuál es la diferencia? Las cosas observadas son las mismas, nada de lo que está afuera ha cambiado, sin embargo tú lo percibes distinto. La diferencia está en el “tono del cristal con que se mira”. Ese cristal que puede cambiar de colores es el estado de ánimo con que miramos y actuamos en el mundo. Por ejemplo dos personas van a una misma fiesta. Una dice que estuvo muy buena y la otra dice que estuvo muy aburrida. ¿Es distinta la fiesta?

Los seres humanos percibimos nuestro entorno de acuerdo al color que nuestros lentes nos permiten, es decir, con nuestra propia interpretación, a veces “rojo”, otras “azul”, otras “amarillo”, etc. En este sentido, cada estado de ánimo trae consigo su propio mundo y diferentes posibilidades de actuar en él. 

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Así como imaginaste que podías mirar el mundo a través de un papel celofán de distintos colores, te invitamos a que descubras de qué color son los lentes con que miras el establecimiento en el que trabajas.

Cliquea en el cuadro siguiente y anota el color de tus anteojos y todo lo que para ti connota ese color.

Podrás descubrir que así como miras tu escuela, colegio o liceo con determinados lentes, del mismo modo observas a tus colegas, a tus estudiantes o a los apoderados. Lo importante es que reconozcas el color, lo aceptes y veas de qué manera dicho color te predispone.

Normalmente no somos conscientes de nuestros estados de ánimo, pues a menudo son transparentes para nosotros. Suponemos que el mundo es tal cual lo observamos, sin detenernos a examinar el papel que juega el observador en aquello que observa, lo que impide la eficacia en la acción ya que no es posible gestionar lo externo. Así, en vez de asumir una responsabilidad por cambiar mi manera de ver las cosas, nos volvemos víctimas de lo externo y perdemos poder de acción.

Generalmente no nos damos cuenta de que estas características positivas y negativas no pertenecen al mundo mismo, como algo separado de nosotros, sino al observador que somos, según cómo nos encontremos. Nuestro mundo reside en el estado de ánimo en que estemos, y cuando éste cambia, el mundo cambia con él. 

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¿Cómo podemos cambiar el estado de ánimo?

En la vida hay cosas que podemos cambiar y otras que no. Por ejemplo, no podemos cambiar que nacimos en tal año ni que tenemos tal edad. Tal vez sí podemos cambiar la apariencia de nuestra piel o nuestro color de pelo, gracias a ciertos tratamientos cosméticos. Lo que no podemos cambiar lo llamamos facticidad o “hechos de la vida” y lo que podemos cambiar lo llamamos posibilidad.

¿Por qué es tan importante esta distinción entre facticidad y posibilidad? Porque a veces nos resentimos con hechos que, por más que nos peleemos, no van a cambiar, puesto que escapan a nuestra voluntad. La muerte de un ser querido, por ejemplo, es un hecho fáctico, así como el paso del tiempo. Sin embargo hay otros hechos que sí son susceptibles de cambio, como mi peso (si es que me animo a hacer una buena dieta), o mi trabajo, si me decido a postular a otras vacantes.

Sin embargo, lo que solemos hacer las personas es no distinguir lo fáctico de lo posible. A veces nos resistimos a algo que es inexorable y no lo aceptamos como tal. Eso acarrea, indudablemente, mucho sufrimiento. Pero junto a lo fáctico, existe lo posible, lo que sí podemos modificar, por lo tanto, constituye un espacio de diseño, un espacio para crear. ¿Somos capaces de advertir la diferencia?

Así como el resentimiento o la no aceptación de lo fáctico nos trae mucho sufrimiento, comportarnos frente a lo posible, a los hechos modificables como algo que no se puede cambiar, también nos trae desesperanza y resignación. 

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Piensa por un momento en cómo te comportas con tus estudiantes. Frente a determinados alumnos tenemos juicios de que no van a cambiar, de que no hay nada que hacer, de que “así son las cosas” y eso, desde luego, nos predispone a actuar de determinada manera con ellos. Otras veces, en cambio, vemos que algunos estudiantes son un verdadero campo de diseño, que están llenos de posibilidades futuras, y nuestra predisposición también es distinta.

nstrucciones¿Qué hacemos cuando analizamos un caso?El objetivo de esta actividad es que puedas reflexionar, analizar y discutir con tus pares, las posibles soluciones de cada problema enfrentando el hecho de que no hay una única, obvia ni clara solución. Así es como ocurre con los problemas cotidianos cuya complejidad radica en el contexto o situación en que emergen.

Este análisis persigue ejercitar la toma de decisiones en situaciones complejas, tanto en el espacio disciplinario como didáctico. Se presenta como una actividad de colaboración, de ensayo y error, de discusión productiva, en tanto tu respuesta puede ser cotejada con la de un especialista y con las de otros docentes pares. La idea es que puedas comparar las propuestas y alternar ideas y puntos de vista.

Lee atentamente el siguiente caso de análisis:Paula es una alumna de 15 años que desde hace tiempo ha sentido que no sirve para el deporte. Paula tiene una contextura física grande, cierto sobrepeso, no realiza actividad física, después del colegio le gusta llegar a ver su serie favorita, juntarse con sus amigas y comer pizza, o bien navegar varias horas en internet. Paula se siente gorda y no está cómoda con su cuerpo, por lo que cada clase de Educación Física es un suplicio para ella. De hecho, en más de una ocasión ha dicho que le duele la cabeza, que no se siente bien o que se le quedó su equipo de gimnasia en la casa, con tal de saltarse esa clase. 

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Juan Pablo es el nuevo profesor de Educación Física del colegio. Llegó con todo el entusiasmo de un colegio nuevo, ve desafíos interesantes por todas partes y ya ha influido para que el casino del colegio prepare una comida más saludable. Juan Pablo cree firmemente que la alimentación sana combinada con el deporte son la clave de éxito para elevar la autoestima y construir una vida feliz. Juan Pablo cree que la actividad física es connatural a todo ser humano y que solo hay que encontrar la rama que más se adecúe a tu personalidad. 

Juan Pablo ya ha observado el comportamiento de Paula, su reticencia a sus clases, su desgano y poco interés por hacer deportes. Ahí donde Paula solo ve el juicio de "estoy gorda", "no sirvo para el deporte", "soy torpe", "me carga el ejercicio", su profesor ve solo posibilidades de acción y de desarrollo para ella. 

Actividad 7Preguntas de análisis de caso

 

 

 

A continuación reflexiona:

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¿Qué facticidades hay en tu vida? Con el avance de la ciencia y la tecnología, el espacio de la facticidad es cada vez menor. Por ejemplo hace 50 años atrás ser hombre o ser mujer era una facticidad; sin embargo hoy, la identidad de género y sexual es algo que se puede construir. No obstante esta modificación de los hechos fácticos, hay dos dimensiones permanentes de la existencia humana que no podremos cambiar (por ahora). La primera es la finitud de nuestro cuerpo, pues los seres humanos somos seres finitos, limitados por las restricciones del cuerpo y por nuestras capacidades biológicas. Por ejemplo, un cuerpo no puede estar en dos lugares diferentes al mismo tiempo. Además, nuestras capacidades biológicas cambian con el tiempo. A una cierta edad podemos hacer cosas con mayor facilidad que a una edad mayor. Asimismo, no podemos evitar la muerte. La muerte es una dimensión permanente de la existencia humana, un hecho fáctico.

Un segundo hecho fáctico es que no podemos cambiar nuestro pasado, es decir, las experiencias, los actos y los eventos que ocurrieron. No podemos cambiar los hechos de nuestro pasado. Lo que sí podemos cambiar es nuestra interpretación de lo que sucedió, pero no los hechos en sí mismos. El pasado ya ocurrió. Entonces podemos darnos cuenta que lo que verdaderamente es una facticidad es mucho menos de lo que creemos o de lo que estamos dispuestos a hacernos cargo, ya que para que las cosas cambien es necesario intervenir en el mundo.

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Sin embargo, según el estado de ánimo que habitemos, tenemos la creencia de que hay cosas que no podemos cambiar por diversas razones. Lo que determina el estado de ánimo en que nos encontramos es la interpretación acerca de lo que es posible cambiar o no.

Frente a lo que no podemos cambiar, tenemos dos posibles reacciones: oposición o aceptación.

 

Oponerse a la facticidad de la vida: el resentimiento

Cuando rechazo lo que no puedo cambiar, hablamos de resentimiento, lo que significa dar la pelea a algo que no depende de mí cambiar. Los seres humanos desarrollamos resentimiento cuando nos oponemos a las facticidades de la vida. Nos oponemos a ciertas facticidades porque las evaluamos como el resultado de una injusticia. Así, estamos resentidos, culpamos o acusamos a alguien o incluso a la vida de que el presente sea como es. Juzgamos que alguien o algo en el pasado nos han cerrado algunas posibilidades para nuestra vida. Al estar resentidos nos declaramos víctimas de una injusticia. Sin embargo, como lo dijimos, no podemos cambiar el pasado. Cuando estamos en el resentimiento nos mantenemos atrapados en lo que no está abierto al cambio. Desde ese estado de ánimo creemos que hay un culpable de lo que sucede y que en algún momento tendrá que pagar y mi foco está puesto en esperar que llegue ese momento. Lo que alimenta el estado de ánimo del resentimiento es la conversación interna de que alguien me ha perjudicado injustamente y no puedo reclamar. Aunque el resentimiento tiene sus raíces en un juicio que hacemos sobre experiencias pasadas, es un estado de ánimo que colorea y permea nuestro futuro. Como estamos enfocados sobre las posibilidades que hemos perdido en el

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pasado, el resentimiento obstruye nuestra efectividad en la acción y produce sufrimiento.

Oponerse a las posibilidades de la vida: la resignación

Cuando rechazo o niego lo que puedo cambiar, hablamos de resignación. Decimos que una persona está resignada cuando juzgamos que esa persona declara no poder cambiar lo que nosotros consideramos que puede ser cambiado. Una persona resignada no ve el espacio futuro de posibilidades en el cual pueden ocurrir nuevas acciones y en el cual ella puede modificar su situación actual. Desde este estado de ánimo creemos que no importa lo que hagamos, pues las cosas no van a cambiar. Es un juicio de incapacidad personal, de que por distintas razones no seremos capaces de producir los cambios que quisiéramos. Entonces la tendencia es mantener el statu quo y no hacer nada. 

Aceptando las facticidades de la vida: la aceptación

Cuando acepto lo que no puedo cambiar, hablamos de tranquilidad o de estar en paz. Es nuestra capacidad de reconciliarnos con lo que no puede ser cambiado, incluyendo las posibilidades que están cerradas para nosotros en nuestra vida. Por ejemplo, al aceptar nuestro pasado, que es un hecho fáctico, nos movemos hacia la plena aceptación. Esto no quiere decir que lo aprobemos o que pensemos que no cometimos errores o que no nos afectaron los errores de otros. Lo que aceptamos es que no

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podemos cambiar el pasado. Lo declaramos como cerrado para el propósito de nuestras preocupaciones del presente. La aceptación nos permite concentrarnos en el espacio de posibilidades para tomar acciones que podrían cambiar nuestro futuro.  Mi tendencia es valorar y disfrutar lo que tengo sin desgastarme en lo que sé que no va a ocurrir.

Levantar la cabeza y aceptar las posibilidades de la vida: la ambición o las ganas

Cuando levanto la cabeza y descubro un mundo de posibilidades, soy capaz de conectarme con nuevas ambiciones. Cuando acepto lo que puedo cambiar, hablamos de entusiasmo. En este estado de ánimo siento que hay muchas posibilidades de que las cosas sean como yo quiero y me siento capaz de hacer lo necesario para lograrlo. Implica un juicio nuestro sobre el futuro como una posibilidad abierta para nuestra vida.  La tendencia del entusiasmo es tomar acción y concretar.

Desde esta perspectiva, el estado de ánimo que habitamos es nuestra interpretación personal de lo que es posible para mí o no. Para lograr ser eficaces en nuestra gestión, hay acciones que podemos realizar y que nos permiten trasladarnos de un estado de ánimo a otro.

Frente a lo que no podemos cambiar, tenemos dos posibles reacciones: oposición o aceptación.

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¿Cómo podemos pasar del resentimiento a la aceptación?Para lograrlo, hay tres acciones posibles:

1. Reclamar: a diferencia de la queja, que opera como un enojo frente a expectativas insatisfechas pero que nunca comuniqué, el reclamo es el legítimo derecho a pedir una compensación por una promesa incumplida. Formular un reclamo consiste en declarar inconformidad con una situación frente a quien sea responsable de esa situación y pedir reparación sobre el daño específico que se haya causado.

2. Aceptación y duelo: asumir que el daño efectivamente ocurrió y vivir el duelo que implica vivir de acuerdo a esta nueva realidad.

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3. Perdón: se refiere al compromiso genuino de asumir lo sucedido y prometer que en el futuro no va a ser un obstáculo en la relación; que lo que ocurrió en el pasado no obstruya nuestras posibilidades de coordinar acciones con esa persona en el futuro. Las variantes son pedir perdón, perdonar a otro y perdonarme a mí mismo.

A continuación te invitamos a revisar cómo habitan en ti los estados de ánimo de la resignación, del resentimiento, de la aceptación y de la ambición o entusiasmo. 

Sobre el resentimiento: ¿Qué reflexión te surge frente a este estado de ánimo?, ¿en qué

ámbitos de tu vida sientes que has estado “estancado” con el resentimiento?, ¿qué hecho fáctico no estás aceptando?

Observa a tus colegas de departamento o del colegio y ve en qué medida el resentimiento aparece en ellos. ¿Qué posibilidades les cierra?, ¿qué pasos necesitarían para moverse a la aceptación por el pasado? 

Sobre la resignación:

¿Te has sentido alguna vez caminar con la cabeza gacha o conformarte con circunstancias que perfectamente podrías cambiar?, ¿qué situaciones de tu vida has estado viviendo como hechos fácticos, cuando en realidad son espacios llenos de posibilidades?

¿Puedes ver la resignación en tus estudiantes?, ¿a qué situaciones se han entregado como si no pudiesen modificarlas?, ¿de qué manera tú puedes convertirte en un facilitador para su entusiasmo? 

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Es muy importante que aceptes qué estados de ánimo te visitan habitualmente. Puede que tiendas a no aceptar los hechos y el resentimiento te sea algo familiar. Por otra parte, puede que tiendas a entregarte y ceder tu poder frente a un mundo lleno de posibilidades.

En la medida en que trabajes tus propios estados de ánimo y encuentres la llave para pasar del resentimiento a la plena aceptación, o de la resignación al entusiasmo, podrás transformarte en un facilitador para tus estudiantes. 

Ventana al aula

Observar tus propias emociones te permitirá leer las emociones en los demás, por ejemplo en tus estudiantes. La regulación emocional es una habilidad que no sólo te permitirá manejar las emociones en situaciones difíciles o conflictivas, sino también observar las actitudes y el cuerpo de los demás para saber en qué emoción están. El ejercicio final que te sugerimos a continuación está centrado en esta habilidad de regulación emocional. 

Distinguir estos estados de ánimo surge de tu propia experiencia para identificar en ti y aceptar tu propio resentimiento y resignación. Abrazarlos es el primer paso para aceptarlos, iluminarlos y transformarlos. Si los negamos o rechazamos, pocas posibilidades tendremos de intervención en el espacio de nuestros estudiantes.

Consolido mi aprendizaje 

En esta sección trabajarás en la autoevaluación final del curso. Para ello, te invitamos a completar una ficha de autorreporte que pretende ser una herramienta de consolidación de la experiencia de aprendizaje.

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Estos cursos han sido diseñados para ser aprobados mediante una autoevaluación que se realiza después de que has completado todas las actividades del curso. 

 Ya has autoevaluado cada micropráctica; has revisado las actividades con pares en los foros, y has recibido y brindado retroalimentaciones dentro del espacio virtual de aprendizaje. 

Ahora deseamos invitarte a realizar un ejercicio de metacognición y consolidación de tu aprendizaje, sistematizando y concluyendo tu experiencia. 

Para ello debes seguir los siguientes tres pasos:

 

1. Mis fortalezas y desafíosParte importante del curso ha sido que identifiques tus propias fortalezas y desafíos a la luz de las competencias emocionales que todo buen profesor quisiera alcanzar. En este curso nos hemos basado fundamentalmente en la Ontología del lenguaje para diseñar las experiencias de reflexión con que observaste tu propio desempeño emocional.

Para completar el autorreporte final, deberás revisar tus respuestas a las preguntas planteadas en la sección "Incorporo" de las microprácticas, para determinar:

¿Qué tres fortalezas de manejo emocional evidencio en las microprácticas que realicé en el curso?

¿Qué principal desafío en la gestión de mis emociones puedo proponerme a partir de lo observado en las microprácticas que he realizado?

En la ficha de autorreporte deberás consignar las tres fortalezas principales y al menos un desafío profesional que descubriste después de haber culminado las actividades del curso.

 

2. Mi nivel de desempeño

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Otro aspecto importante de la evaluación es poder elaborar un continuo de crecimiento y desarrollo de capacidades. En ocasiones, somos muy hábiles en algunos aspectos y, en otras, todavía nos falta mucho por aprender. Sabemos que la maestría se construye día a día, en el ejercicio permanente, contextualizado y auténtico de la escuela y el aula. Por ello, es que los docentes somos permanentes aprendices. 

Para completar el autorreporte de cierre tendrás que reflexionar sobre la experiencia global del curso y autoasignarte un nivel de desempeño según la siguiente rúbrica: ¿cuál de ellos describe mejor tu nivel?

Luego deberás fundamentar el nivel de desempeño que te asignaste.

Aprendiz Competente Experto

Demuestro un manejo novicio de las habilidades y/o competencias emocionales involucradas en las tareas realizadas; las desarrollo con esfuerzo y todavía requiero de varias oportunidades de ensayo y error para observarlas, distinguirlas y aplicarlas adecuadamente.

Demuestro un manejo adecuado de las habilidades y/o competencias emocionales involucradas en las tareas realizadas; las desarrollo con poco esfuerzo, aunque mi desempeño es apegado a la instrucción (me ciño a un modo de realizar la tarea), sin experticia.

Demuestro un manejo sobresaliente de las habilidades y/o competencias emocionales involucradas en las tareas realizadas; las desarrollo con experticia y flexibilidad. Genero contexto emocional, realizo intervenciones emocionales y adecuaciones siempre correctas a las tareas si se requiere.

 

3. ¿Qué calificación me pondría?Por último, sabemos que en ocasiones necesitamos calificaciones, ya sea para situarnos en un grupo, o para valorar métricamente nuestro nivel. Este curso exige de una calificación para dar cumplimiento a los requerimientos administrativos que lo regulan. Esta calificación es adicional a toda la información cualitativa que has recogido en el proceso.

En la ficha de autorreporte te pediremos que nos cuentes qué nivel de logro crees que alcanzaste en relación con los objetivos del curso. Luego deberás fundamentar el nivel de logro que te atribuyas. Este se considerará como el 50% de la calificación final de este curso. El 50%

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restante, se extraerá del resultado obtenido en la evaluación inicial (10%) y la evaluación integradora (40%).  

Actividad Ponderación en porcentaje de calificación finalEvaluación inicial 10

Autoevaluación final 50Evaluación integradora 40

Total 100%

Este curso se aprueba cuando has completado todas sus actividades; has realizado la autoevaluación final y terminado laevaluación integradora. En esta sección responderás la ficha de autorreporte que exige la autoevaluación final.

La evaluación es un proceso cuya principal finalidad es levantar información cualitativa sobre la experiencia de aprendizaje.

Hemos querido ayudarte a diferenciar las fortalezas, los desafíos, los niveles de desempeño y la calificación para estimular significativamente

tu propia reflexión sobre tu proceso y tus resultados.

 

Consolido mi aprendizaje

Completa la autoevaluación final aquí.