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El box de Constitución Debajo de la estación, el gimnasio que entrena a chicos de la calle. Bajo tierra Qué buscan los arqueólogos en Buenos Aires. Guillermo Francella “No tengo ganas de hacer un cine que ven catorce personas.” + Bayly Cucurto Moda Tecno Comida Beber Año 1. Nro. 46. C. actualidad a diario, se entrega gratuitamente con el diario Crítica de la Argentina del 11 de enero 2009. Prohibida su venta por separado. actualidad a diario c 01-Tapa-110109.indd 1 08/01/2009 0:34:26

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El box de ConstituciónDebajo de la estación, el gimnasio que entrena a chicos de la calle.

Bajo tierraQué buscan los arqueólogos en Buenos Aires.

Guillermo Francella“No tengo ganas de hacer un cine que ven catorce personas.”

+BaylyCucurtoModaTecnoComidaBeber

Año 1

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“Sufro si me critican feo”

Siempre popular, en cine y televisión, sus personajes de argentino típico se ganan espacio en productos bien tratados por la crítica. Para Rudo & cursi, la película mexicana que protagoniza con Gael García Bernal y Diego Luna -los actores de Y tu mamá también- tuvo que hacer lo que no hacía desde hace veinte años: presentarse a un casting.

Guillermo Francella

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Por Josefina Licitrafotos Patricio PidaL

Guillermo Francella está sentado en una oficina de United International Pictures (UIP), la multinacional encargada de distribuir su últi-ma película, Rudo & Cursi. Sobre la mesa –delante de Francella– hay una picada puesta

por la empresa para sobrellevar las horas de entrevista. A un costado hay un espejo. Cada tanto, Francella se mira en él para acomodarse el cabello. Cada vez que se retoca, lo hace con la sólida naturalidad de las personas satisfechas consigo mis-mas. Tiene motivos para estar conforme.

Desde hace veintiséis años, Francella es, en el mundo del espectáculo, una "figura convocante". Esto significa que dece-nas de miles de personas compran una entrada o eligen un programa de televisión con el único fin de verlo a él. Francella puso a medio país a hablar de infidelidad con la comedia Naranja y Media (más de dos millones de espectadores dia-rios en el año 1997); protagonizó el boom de la sitcom con Casados con Hijos –junto a Florencia Peña–; sus últimas cua-tro películas metieron un total de seis millones de personas en los cines; y rompió las taquillas con la comedia musical Los Productores, encabezada también por Enrique Pinti. En Mar del Plata, la obra que protagoniza con Adrián Suar, La cena de los tontos, va tercera en recaudaciones y tuvo que agregar funciones, porque la convocatorio superó lo previsto.

En Facebook –ya saben: Internet– hay tres grupos de fanáticos, de los cuales uno tiene poco más de 65.000 fans. Y buena parte de sus latiguillos en televisión cobraron tanta popu-laridad que ahora se pueden bajar como ring-tones: "Pero… ¡si es una nena!", "Te quierooo", "A comerlaaa", "Uyuyuy".

Sin embargo, basta con ver el cartelón de Rudo & Cursi que ahora cuelga detrás de Francella –en la oficina de UIP– para pensar que este hombre, en realidad, no se sentía com-pleto. Él no quiere hablar de prestigio, pero quizás sea eso –prestigio– lo que Francella está encontrando. En el afiche del film se lo ve acompañado por los actores mexicanos Gael García Bernal y Diego Luna. Debajo siguen los títulos: la pelí-cula está dirigida por Carlos Cuarón (anteriormente involu-crado en películas como Babel, 21 gramos y Amores Perros) y producida por Alfonso Cuarón (director de Y tu mamá tam-bién) y Alejandro González Iñárritu (director y productor de Amores Perros, 21 gramos y Babel).

Pero eso, que para Francella significa tanto, en otros uni-versos es lo mismo que nada, o todavía peor: es la encarnación de un problema. De eso acaba de enterarse Francella en las oficinas de UIP. Minutos antes de esta entrevista, estuvo reunido con diez personas. Eran los dueños de las cadenas de cines.

–Lo tuyo a nosotros nos encantó –le dijeron–. Pero el lla-mador vas a ser vos, porque si no la película no camina.

Por primera vez en su vida, Francella está conociendo el reverso de una paradoja que, hasta el momento, le había mos-trado una única cara. Antes sus películas eran despedazadas

por la crítica, pero convocaban multitudes. Ahora, en cambio, Rudo & Cursi es el primer film visto con buenos ojos por los comentaristas de espectáculos. Pero es, también, el primer producto que Francella tiene que defender en términos eco-nómicos. De Papá se volvió loco dijeron que era una comedia "fallida, moralista y misógina" pero superó el millón seiscien-tos mil espectadores. Un argentino en Nueva York –de la que se dijo que "exagera demasiado las bondades del ser nacional" y "resume todos los clichés del expatriado"– metió 1.634.702 personas y sólo fue superada por Titanic. De Un día en el Paraíso se dijo que "la rutina cortó el vuelo y las ideas" del film, pero fueron 350 mil personas a verla. Y así.

Por todo esto, Francella empieza la charla advirtiendo que existen dos mundos. Lo dice en un tono lento y modulado, como si le explicara la creación del Universo a un niño.

–Siempre hay dos mundos, Josefina: siempre hay dos mun-dos.

Cada tanto invocará mi nombre: un recurso especialmente amable que, después entenderé, Francella aplica cada vez que debe hablar de tópicos que lo cansan, lo aburren o lo irritan. En este caso –luego de media vida dando entrevistas–, apa-rentemente lo cansa hablar de las relaciones (desiguales) entre dinero y prestigio.

–Por un lado están los periodistas, Josefina, a los que les tiene que gustar la película. Pero también está el mundo que tuve hace diez minutos, que es el de los exhibidores. Y a los

exhibidores, cuando les preguntás qué les pareció, lo único que quieren saber es cuánta gente pueden meter en el cine. El prestigio les importa un pe–pi–no. Y los comprendo. Con Papá se volvió loco los exhibidores me vivaban, e incluso los periodistas hacían una salvedad. Muchos, capciosamente, empezaban las críti-cas diciendo "que va a ser un éxito se descuen-ta, coma, pero...", y ahí arrancaban a despeda-zarla. Pero a mí nunca me pegaban. Pegaban al producto. Siempre me han rescatado como comediante.

–Dado que sos un buen comediante, ¿te molestaba estar en productos tan maltratados por la crítica?

–El que dice que no le importa, miente. A mí me interesa la taquilla, la crítica, mi trabajo.

Me gusta gustarme. Sufro si no me va bien, si me critican feo. No puedo ser hipócrita.

–¿Qué pensás vos de esas películas?–Que eran películas industriales, populares. A ver: yo no

tenía ni tengo ganas de hacer ese cine que es visto por catorce personas. Esas películas en las que el director filma un globo diez minutos y yo estoy atrás, fuera de foco, y el globo flamea y dicen "eeepa, excelente", y van a los festivales y ganan pre-mios... Esos bodrios premiados yo no tengo ganas de hacer-los.

–¿Los viste? –¡Claro! Los vi para ver de qué se trataban. Y si me das a

elegir entre ese bodrio que vieron sólo los familiares y que tuvo premios porque le encontraron un vuelo artístico emocionan-te, le encontraron la poesía, o hacer una comedia que metió un millón y medio de personas y que la gente muere de risa y que para algunos no tiene vuelo artístico, me quedo con lo

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“Me interesa la taquilla, la crítica,

mi trabajo. Me gusta gustarme. Sufro si no me va

bien. No puedo ser hipócrita”.

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segundo. Las películas livianas, las que no tienen un conteni-do profundo o tienen personajes sin carnadura, han sido deni-gradas desde que existe el cine popular. Pero generan algo muy fuerte en la gente. Hay mucha gente que se ríe con ellas. Y por eso no me gusta que se detracte ese producto. Pero claro, si me preguntás qué asignatura pendiente tenía, si me das a elegir entre el cine de antes y lo que estoy haciendo ahora, digo sí. Prefiero esto.

No queda claro cuándo es que Guillermo Francella empezó a cambiar. El primer timonazo quizás lo haya dado en el 2005, cuando aprendió canto y baile con el único fin de hacer un papel digno en Los Productores, una comedia musical de Mel Brooks –aquí protagonizada también por Enrique Pinti– que rompió las taquillas en todo el mundo, incluida la Argentina. Su personaje en la comedia televisiva Casados con hijos, ver-sión loca de la sitcom norteamericana, sostuvo su popularidad en el medio, pero esa vez en una tira que no sólo sumaba audiencia –la sigue sumando en las repeticiones–, sino que además se ganó a la crítica. Años después, Juan José Campanella lo convocó para formar parte, junto a Ricardo Darín, de La pregunta de sus ojos, un policial que terminó de rodarse hace dos meses y que se estrenará este año ("Es impre-sionante su timing, su manejo de los tiempos dramáticos", dijo Campanella de Francella). En el 2008 hizo una partici-pación especial y sorprendente en el último capítulo de Vidas Robadas (la serie de Telefé sobre la trata de mujeres), para la que se afeitó el bigote. Y ahora coprotagoniza, junto a García Bernal y Luna, una película dura, dinámica y de dolorosa poesía.

Para su papel en Rudo & Cursi, Francella tuvo que hacer algo que no hacía desde hace al menos dos décadas: casting. En febrero de 2007 audicionó por el papel junto a no menos de cuarenta actores argentinos consagrados. Y debió some-terse a la lógica cruel, tirante, de las selecciones.

–Fue duro –sintetiza Francella–. Fue raro y duro.Francella llegó al casting puntual, con el guión leído y el

porta trajes lleno de cambios de ropa. Le pidieron que hiciera un par de escenas de la película junto a dos actores argentinos

que hacían de Luna (Rudo) y García Bernal (Cursi) y Francella hizo lo mejor que pudo. Su personaje se llamaba Batuta. Cuando terminó, el director de casting –Javier Braier– lo miró y habló:

–Muchas gracias, te llamamos.Fueron treinta días de teléfono mudo. Francella creía que

había perdido. Hasta que Braier hizo un llamado desde México:

–Guillermo, Carlos Cuarón va para Buenos Aires y quiere verte personalmente.

–Ah, ¿entonces ya está?–No, no. Quiere ver a otros actores también. Francella hizo una segunda audición para Cuarón. Vio que

al hombre le gustaba, que lo tenía en un puño. –¿Y? –preguntó Francella cuando terminó el casting.–Pues bueno… muchas gracias. Hablamos. Esa noche, Francella se quedó esperando un llamado que

no llegó. La tirantez era tanta que empezó a creer que el asun-to del casting podía ser una broma. Hasta que al siguiente día, finalmente, el teléfono le devolvió el alma.

–Felicitaciones, Batuta –dijeron del otro lado.Francella recuerda el episodio y hay algo en su cara que

todavía no se recupera. Todavía no entiende qué pasó. Por qué pasó. Por qué él, que había metido seis millones de per-sonas en el cine, había vuelto a dar examen.

–Fue difícil. Yo no hacía casting desde la adolescencia. Cuarón, una onda divina. Almorzamos. Fue todo muy lindo para mí. Para mi carrera. Para mi vida. Me gustó que me haya pasado esto. Y me gusta ver la película y que esté buenísima. Todo el mundo me ha dicho algo. Algunos me dicen "te estás reinventando". Otros me dicen "por qué lo hacés. Qué nece-sidad tuviste". Y yo no sé. A mí me han pasado cosas hermosas en esta profesión. Pero tener estos contenidos en una pelícu-la, no. Yo no los había tenido.

Rudo & Cursi es la historia de dos hermanos que son arran-cados de un potrero, del patio trasero de los sueños más rotos del interior mexicano, y son llevados a jugar al fútbol al Distrito Federal. Pero es, por sobre todas las cosas, la fábula

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triste de un ascenso fulminante, la historia de dos pibes dema-siado solos para ganarle al éxito. En el medio de ambos está Batuta, el personaje de Francella: un típico argentino chanta que va por el interior buscando diamantes en bruto.

–La película confirma esa hipótesis de que si hay algún garca dando vueltas por el mundo...

–Salió de acá. Batuta es uno de esos cazatalentos híper ange-lados, carismáticos, que buscan pibes de los potreros y un poco se transforman en papás de ellos. Pero si les tocan el bolsillo les sale una oscuridad total. Más que garca, es un chanta. La figura del manager debe estar en todo el mundo, pero son más emblemáticos los de acá.

–A juzgar por tus personajes (Pepe Argento, Un Argentino en Nueva York, Batuta) los directores ven en vos algo parti-cularmente argentino. ¿Qué es?

–No lo sé. Probablemente sea el hecho de que me formé laburando en la calle, vendiendo seguros, lotes, perfumes. Debe haber algo en mí que se hace verosímil. Siempre pude hacer personajes identificables en la gente. No me gusta tocar un personaje que entienda una minoría. Prefiero que la gente mire y diga: "Yo conozco alguien así" o "Yo soy así".

–¿Creés que lo dirían con orgullo? ¿La gente se identifica positivamente con un chanta?

–Creo que hubo cambios. Antes del 2001 los argentinos comulgábamos más con los persona-jes tránsfugas y coimeros. Ahora no nos gusta tanto que transiten entre nosotros. Pero siguen y seguirán existiendo. Y son ricos. Yo no comulgo mucho con ellos porque no me gusta la trampa. Me gusta ganarme el dinero legítimamente y sin transar con nadie. Pero estos tipos que viven de hacer su juego individual existen, y se hacen fuer-tes en sistemas como el fútbol, que paradójica-mente se nutre de un juego de equipo.

–De todas formas, tanto en la película como en la vida buena parte de la gente tira agua para su molino. ¿Existe realmente la posibili-dad del equipo?

–Depende. Como sistema, como país, no creo que estemos funcionando. Pero en mi profesión, por ejemplo, los equipos de trabajo funcionan. Puede haber antagonismo en los crite-rios, pero cuando hay grupos de autores y de actores traba-jando mancomunados para una pieza teatral, hay equipo.

–Una de las tantas veces en las que se discutió acerca de los sueldos de los actores, Gastón Pauls propuso, basándose jus-tamente en el concepto de equipo, que hubiera un tope salarial que permitiera subir los sueldos mínimos. O sea: que las figu-ras cobraran un poco menos para que pudieran cobrar mejor los que estaban en la base piramidal. ¿Qué pensás de eso?

–No recuerdo que ese planteo haya existido, Josefina. No recuerdo. Estuve en las reuniones de la Asociación Argentina de Actores. De eso sí doy fe. Y no sé qué le habrá pasado a Gastón Pauls, qué planteó... desconozco. Pero no sé, Josefina, si sería una solución reducirles el sueldo a los actores convo-cantes para que trabajen los otros. No la entiendo. Hay acto-res generosos y no generosos. Pero de ahí que ser generoso sea reducir tu caché... Yo genero mucho trabajo desde hace muchos años. Cada vez que encabezo un programa hay entre setenta y ochenta personas trabajando.

El comienzoCuando era muy joven, cuando el mundo era una promesa de bellezas múltiples, poco antes de casarse y de que su padre muriera de mane-ra fulminante y un par de años después de haber decidido ser actor, Guillermo Francella se sentó en una silla, durante un desfile, y se dispuso a mirar mujeres. A un lado de la pasa-rela, Juanito Belmonte –agente de prensa legendario de la Argentina– conducía el even-to con el glamour barroco y maquillado de los años 80.

–Y ahooora... –anunció Juanito desde su tarima– quiero que conozcan a una estrella fulgurannnte que está ascendiennndo en su carrera...“En la competencia

televisiva se pierden códigos, no importa nada.

El objetivo es ganar y listo. Hay años muy duros.”

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Juanito movió un dedo y, desde el cielo, un cañón de luz giró sobre su eje y le blanqueó la cara a un hombre flaco, casi tímido.

–Con ustedes… ¡Guillermo Frannncella!Francella se puso de pie, sonrió, saludó. Sus ojos eran azu-

les, muy azules. Tan azules que establecían un lenguaje íntimo y propio con la luz.

Ése, en síntesis, fue el comienzo. Pero antes del comienzo hubo otra vida.

Francella nació en Villa del Parque y a los dos años se fue a vivir a Beccar con su familia, a un terreno con dos casas (una para ellos, otra para sus abuelos) y un gallinero. Allí estuvo tres décadas, hasta que se mudó a a Capital. Entre una casa y otra –antes de decidir ser actor– trabajó en una boutique de ropa para hombres, en una vendedora de seguros y en una inmobiliaria que tenía en sociedad con su hermano, un hom-bre cuatro años mayor.

Francella no recuerda cómo quiso ser actor. Pero sí que, en un test vocacional, la psicóloga percibió sus inclinaciones artísticas.

–La mina dijo que yo "volaba mucho", como que era medio colifa. Y en vez de estimularme, la hija de perra me prestó sus servicios psicológicos.

Mientras vendía productos múltiples, Francella empezó a estudiar teatro y aprendió a venderse a sí mismo. Su primera llegada popular fue con un comercial de Cinzano. Después, gracias a un casting, Rodolfo Ledo vio en él la semilla de algo bueno. A lo largo de los años, Ledo lo convocaría para roles cada vez más importantes: Todos los días la misma historia, De carne somos, Naranja y Media.

Apenas empezó en televisión, Francella necesitó solo un año para comprar el mismo auto que su padre –bancario, profesor de gimnasia en Racing, personal trainer de las seño-ras del barrio– pudo comprarse tras ahorrar toda una vida.

–¿Le molestó a tu papá?–Para nada. Para él fue un motivo de orgullo que yo crecie-

ra. De todos modos, él no llegó a ver mi carrera. Murió en el 81, cuando yo tenía veintiséis años. Tuvo un accidente cerebro vascular.

–¿Qué recordás de él?–Miles de cosas. Me acuerdo de Racing. Mi papá, además

de ser profesor, levantaba pesas y competía para el club. De chico, yo jugaba con medallas de Racing, llaveros, copitas. De ahí que cuando pierde Racing sufro mucho en serio. Mucho. A veces me siento un poco... es el día de hoy que me siento un tipo inteligente y no puedo creer cómo me cambia el estado de ánimo un partido de fútbol. Pero me lo cambia.

–¿Realmente puede arruinarte un día?–¿Cómo? No sabés de qué manera me lo arruina. Me arrui-

na el día, la cara, el ánimo, todo. Soy un tarado. Yo le he pedi-do a Dios por Racing. Yo he ido a la Iglesia, de chico, a pedir-le a Dios. "Por favor, Diosito, hoy es domingo...", le pedía. Y cuando no ganaba, empezaba a las puteadas. "¿Pero qué tiene que ver Dios, hijo?", decía mi vieja, "¿no te das cuenta que el otro chico del otro club también le pidió?". "Pero mamá, ¿todos los domingos Dios ayuda al otro?"

Esta anécdota, que leída en un papel puede arrancar apenas una sonrisa, contada por Francella "en vivo", con el tono cáli-do y sinuoso, pone en relieve la existencia de un don: Francella sabe provocar un estado de ánimo con el sólo uso de su voz.

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Esto es: sabe decir. Una cualidad que, para un actor, es como una máquina que potabiliza aguas turbias. Con esa voz, con el modo en que la cara se acomoda al sonido, Francella logró volar sobre terrenos en los que otros se habrían estrellado (por ejemplo, Los Benvenutto: un producto en vivo, los domingos al mediodía, que Francella transformó en un clásico con más rating que los programas de la noche).

¿Francella funciona porque condensa alguna parte de la idiosincrasia nacional? Ni siquiera. Su éxito más inexplicable se dio en Cuba.

En el verano de 2004, cuando viajó por primera vez a la isla para participar del Festival de Cine Latinoamericano –donde presentó Un día en el Paraíso– supo que el programa Poné a Francella era un furor en el país. En la calle le gritaban "¡Es una nena!", en el Hotel Nacional de La Habana lo declararon huésped de honor (pusieron su foto al lado de la de Ernest Hemingway) y el mismísimo Fidel Castro lo recibió en el Palacio de Convenciones de La Habana, donde mantuvo con él una conversación de setenta y cinco minutos, mucho más de lo que puede esperar cualquier mandatario internacional:

–Me gusta el programa. Me hace reír mucho. ¿Eres cons-ciente de que existiendo tanta tragedia en el mundo tú logras hacer feliz a un pueblo? –le preguntó Fidel– ¿A cuánta gente le das tú trabajo?

–Entre actores, productores, técnicos, extras, son de 80 a 100 personas.

–Ajá. Una buena fuente de trabajo. ¿Y siempre has querido ser actor? ¿Te apoyaban tus padres?

–Bueno, me aconsejaban que me buscara algo paralelo porque me iba a morir de ham-bre.

–¡Ja! Pues no te moriste de hambre. ¿Ganas mucha plata?

–Vivo bien.

El problemaFrancella no es un hombre de fracasos. Está casado con María Inés Breña desde hace vein-tiún años y medio: una cifra que en cualquier mundo –sobre todo en el del espectáculo– equivale a mucho. Tiene dos hijos. Tiene la vida grata de un Rey Midas. Pero hubo, no obstante, alguna piedra. En 1990, la comedia Dalo por hecho –de Ismael Hasse– fue vencida por la topadora de Amigos son los amigos y Socorro, quinto año. Y luego estuvo Durmiendo con mi jefe, otra comedia con Luis Brandoni que arrancó bien, siguió mal y terminó pronto.

–Pero eso último en realidad no fue un fracaso. Fue así: después de diez años de estar en Telefe me voy a Canal 13. En Telefé eso no gustó y me tiraron con todo. El primer programa de Durmiendo con mi jefe tuvo que competir contra Matrix. El segundo, contra X Men. El tercero contra Operación Triunfo. ¡No me dejaban respirar! Me fueron diezmando. Fue una lástima, porque era un producto excelente. Y traba-jar con Luis Brandoni, uno de los mejores actores de la Argentina, fue un lujo.

–Recién decías "me diezmaron", "me tiraron": lo personali-zabas. ¿Te enganchás mucho con los tironeos entre canales?

–Es muy difícil no hacerlo. Estoy pendiente del rating: lo padezco, lo disfruto y lo peleo. Siempre me prometo no engan-charme porque la paso mal. Pero termino engrampado. En la competencia televisiva se pierden códigos, no importa nada. El objetivo es ganar y listo. Y sí. Hay años muy fuertes, duros. De competencia rara.

–¿Te referís a algo en particular? –Por ejemplo, a los horarios. Se terminó la idea de que un

programa empieza a las 22 horas. Ahora es "al término de". ¿Qué es eso? Además, se hacen programas sin tandas; el aus-piciante queda descolocado porque no le ponen el comercial y a la vez se debilita el ingreso del canal. Casados con hijos estalló recién en el segundo año de emisión, porque durante el primero jamás se respetó el horario. Empecé saliendo a las 22 horas y terminé saliendo a las 23:45, de acuerdo a cuándo terminaran Susana o Tinelli. Nadie lo podía seguir.

–Lo que vuelve todo especialmente brutal es que todas las empresas podrían mantener el horario y seguir vivas. No parece que se busque una continuidad empresarial, sino más bien una máxima ganancia.

–¿Sabés qué pasa, Josefina? Acá no se miden las cosas en esos términos. Por eso es bastante descalificador todo. Yo entiendo adónde querés llegar vos con esa pregunta. "¿Te parece?" "¿Es necesario?" Como la pregunta de si los actores reducirían su dinero para ayudar... Va por otro lado, Josefina. Yo te entiendo la pregunta y además soy una persona que me gusta ayudar y colaborar... y vos decís "¿es necesario para el

canal, con tanto dinero que debe entrar...?". Y como ves: les está pasando. Importa ganar. Y si hay que quitar la tanda porque así lográs que el espectador en la medición de audiencia no se vaya y se mantenga y genere un 21,2, entonces lo hacés, porque si vos ponés tandas y hacés un 18,5 pero el de al lado hace 19,6 eso significa que te ganó y es UN VELORIO, Josefina. Entonces la profundidad de tu pre-gunta... "¿Es necesario?" Y, no. Pero andá a explicárselo a ellos.

–No me queda claro si estás o no de acuerdo, porque parece que en el fondo los entendie-ras.

–Entiendo la lógica del negocio, pero eso no significa que me guste. ¿Te parece que me puede gustar que hayan repetido cien veces

todos mis programas y yo no haya cobrado? ¿Me puede gus-tar eso? Toda la televisión argentina me ha repetido toda mi vida. Casados con hijos se repitió y ahora se sigue dando al mediodía. A Poné a Francella lo pasaron cinco años. ¿Cómo voy a pensar "es la onda de la tele"? Igual, ya no es una cues-tión de plata, porque ahora existe una ley que nos ampara a los actores. Pero sí me molesta que la gente vea hoy lo que yo hice hace cinco años. Cuando terminaste un ciclo, terminó.

De traje pálido y mirada recta –una granada linda y azul en cada ojo–, Francella ahora se reclina en el sillón, relaja las cejas, afloja las manos –antes hacían montoncito, ahora des-cansan sobre el vientre– y dice, a su manera, que a esta altura su problema ni siquiera es el dinero. Su problema es la ima-gen: la profundidad de la imagen. Y sobre esa hondura, pare-ce, Francella está haciendo su apuesta.

“Me considero un tipo inteligente y no puedo creer

cómo me cambia el ánimo un

partido de fútbol. Y me lo cambia”.

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el canalla sentimental

en el nacimiento del niño Jesusito en el pesebre, sino porque cualquier pretexto parece ser bueno para tragar con desenfreno y reunir a regañadientes a la familia para luego renegar de ella, eructando y despidiendo flatulencias de pavo.

Javier me llama y me dice que ya están en el avión. Son las nueve de la mañana. Me dice que despegarán en una hora. Buen vuelo, le digo, pero sé por los informes confiables de Stephanie que no despegarán en una hora ni en dos y mejor ni se lo digo.

Camila entretanto me escribe un correo electrónico diciéndome que la llame enseguida, que ha cometido un error muy serio, que necesita hablar conmigo urgentemente.

Estoy a punto de llamarla

E s martes, vísperas de Navidad, y no puedo dormir porque me he

hecho adicto a los capítulos de John Adams que se emitieron en HBO y que me hacen sentir orgullo de haber adoptado la ciudadanía de los Estados Unidos de América. El peligro de ver esa estupenda miniserie es que despierta en mí la ambición megalómana por capturar el poder y dejar una huella indeleble en la historia de mi país, como la dejaron aquellos bravos milicianos de Nueva Inglaterra que, arengados por pancartas que decían “Appeal to Heaven”, se atrevieron a desafiar al Imperio Británico y fundaron esta gran nación, afirmando el derecho constitucional a la búsqueda de la felicidad.

Pero mi felicidad no está ni estará en creerme Adams, Washington, Jefferson o Franklin y tratar de refundar el país refundido y rejodido en el que nací. Mi felicidad, o la incierta búsqueda de ella, parece estar en esta isla tranquila, viendo los capítulos de John Adams, tal como me recomendó mi amigo Federico Jiménez Losantos cenando en Solchaga en Madrid, y no tratando de ser John Adams, pues tal emprendimiento imprudente y envanecido terminaría mal en cualquier caso, según me ha asegurado Federico, que de estas cosas sabe, y

mucho: asesinado, en el mejor de los casos; preso, linchado, empalado por la multitud o envenenado por el cardenal o alguno de sus sicarios, muy probablemente; o, en el peor de los casos, ciñéndome la banda que tantos bribones y mequetrefes se han colgado en el pecho, pechos flácidos y de protuberantes glándulas mamarias que luego han engordado a expensas de los más pobres.

Es martes y no puedo dormir porque sé que continúa nevando en British Columbia y el aeropuerto de Vancouver sigue cerrado y el vuelo que traerá a Javier, Nicole y Joanne no podrá despegar a tiempo. Maldita sea, tenía que caer una tormenta de nieve precisamente cuando mi hermano más querido y sus chicas bellas y adorables van a venir a pasar las fiestas conmigo. Quéjate al cielo. O, si no crees en el cielo, quéjate con tu agente de viajes.

Llamo a la pobre Stephanie, que me compra los pasajes, y le digo que haga algo, que cambie el boleto, que consiga un vuelo directo desde Vancouver a Miami, que saque a mi hermano de esa absurda pesadilla prenavideña, pero ella, una mujer paciente y encantadora, me explica que no puede impedir que caiga nieve en aquellas

tierras gélidas de Canadá y que no está en sus manos reabrir el aeropuerto clausurado de Vancouver y me jura por su honor que no hay vuelos directos entre Vancouver y Miami y que aquella conexión en Los Ángeles era la única alternativa disponible a estas alturas, porque es Navidad y todo el mundo viaja por Navidad. ¿No era que estábamos en crisis? ¿No era que la gente no tenía dinero para salir de casa? ¿No era que la gente ya no creía en las religiones y no celebraba la Navidad? Pues no: aun sin dinero y siendo agnóstica y descreída de los dogmas religiosos, la gente viaja en Navidad y la celebra a tope y en grande y por todo lo alto, no porque crea en Dios ni

Quéjate al cielo

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Quéjate al cielo

cuando llama Martín desde Buenos Aires. Está llorando. Ha chocado. Ha dejado el auto muy estropeado. La culpa es toda suya. Venía rápido por Libertador escuchando el último disco de Coldplay, Viva la Vida, había fumado un porrito prenavideño para soportar el estrés de las compras, frenó muy tarde y embistió un cacharro viejo. El dueño del cacharro ni se quejó, por eso amo tanto a la Argentina. Pero ahora Martín ha llevado el auto al taller en Martínez y parece que se quedará todas las fiestas sin auto y dice que debió quedarse conmigo en Miami y no ir a pasar las navidades a esa ciudad enloquecida. Quéjate al cielo, amor. Ya chocaste y al menos no te

partiste el brazo como yo en Madrid.

Llamo a Camila. Está llorando. Pienso: Está embarazada. Sé que confía en mí y sabe que estoy y estaré siempre de su lado. Me dice: he cometido un error terrible. Pienso: Ya está, seré abuelo, será divertido. Me dice: he comprado el lavaplatos equivocado para mi mami. Dios, qué alivio, me digo. Pero para ella es una tragedia. Porque en La Curazao no quieren devolverle la plata del lavaplatos y a ella no le queda más plata para comprar el lavaplatos correcto, el que quiere su mamá. Hago un par de llamadas y el chofer lleva a Camila a un banco y le dan la plata que necesita. Luego compra el lavaplatos para su madre. Me llama, está feliz, me dice que me ama, que no me preocupe, que el otro lavaplatos lo cambiará en La Curazao por artefactos electrodomésticos para las empleadas domésticas (y muy pronto electrodomésticas). Camila es genial. Nunca deja de sorprenderme. Es intensa y apasionada y divertida y quiere ser presidenta de los Estados Unidos. Sin duda es mi hija. Por eso debo impedir que vea John Adams.

Javier me llama y me dice que es la una de la tarde y siguen sentados en el avión en Vancouver y no despegan porque están descongelándolo y

el viaje se ha convertido en una maldita pesadilla. Llamo a Stephanie y me quejo y le digo que de todas maneras van a perder la conexión en Los Angeles. Ella consigue cambiarle la conexión de Los Ángeles a Dallas. Llegarán a Dallas a medianoche. Dormirán en Dallas. Con suerte llegarán a Miami el 24 por la tarde. No hay alternativas. Si no te gusta, quéjate al cielo.

Ahora Javier está furioso en el aeropuerto de Los Ángeles, esperando cinco horas la maldita conexión a Dallas, y Martín está furioso en el taller de Honda, esperando que le digan cuándo le devolverán el auto con el radiador machucado, y Camila está furiosa en La Curazao porque se niegan a cambiarle el lavaplatos por otras máquinas o aparatos electrodomésticos.

Trato de resolver esos problemas caminando enloquecido por la casa con tres teléfonos distintos, pero no soy John Adams, no soy nadie, no puedo hacer que Javier y sus chicas lleguen a tiempo a Miami ni que le arreglen rápido el Honda machucado a Martín ni que le permitan a Camila cambiar el lavaplatos por aspiradoras, tostadoras, radios y televisores de plasma en La Curazao.

Lo malo de ver John Adams es que por un momento te sientes un predestinado, un iluminado, un visionario y

un pionero, alguien que lo entregará todo por cumplir un deber moral, y te llenas de una energía noble y altruista, y te convences hablando solo de que en tres años ese gordo pelopintado que baila como una mazamorra morada te cederá la faja bicolor (que te quedará apretada si sigues comiendo tantos Godivas prenavideños). Y cuando ya crees que eres el John Adams peruano y la bella Sofía tu abnegada Abigail y Enrique Ghersi, el más brillante y leal de tus amigos (no como otros que te dicen “no tuve tiempo de escribirte un mail en tres años porque estuve muy ocupado con los viajes y la familia”), será tu genial Jefferson, entonces aterrizas abruptamente en la realidad y comprendes que Javier no llegará el 24 ni el 25 porque sigue varado en el aeropuerto de Los Ángeles y que Martín tendrá que resignarse a los olores rancios de los taxistas charlatanes de Buenos Aires y que ni siquiera tienes poder para convencer al administrador de La Curazao de que le cambie el lavaplatos equivocado a tu bella hija adolescente. No eres nadie. Eres sólo un pusilánime miserable roído por cientos de rencores putrefactos. Eres nadie y es Navidad y estás solo en tu casa sin un jodido regalo y si no te gusta, quéjate al cielo.

Por jaimE bayly

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En Perú Beach los jóvenes de zona norte pasan el verano y hacen

facha junto al río.

moda real

En Perú Beach los jóvenes de zona norte pasan el

play

a ur

bana

Fotos: lEandro sÁncHEZ

ProducciÓn: MarÍa FErnanda

MainElli

nicolÁs, 19 años; diEgo y agustÍn, aMbos dE 20 años. Ninguno sabe la marca de sus trajes de baño y los tres llevan calzoncillos debajo; Nicolás lleva ropa interior de Old Navy, Diego de Tex y Agustín, Davor.

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Victoria, 19 años y EugEnia, 20.Victoria: remera de Agarrate Catalina ($40) y short de Rimmel ($80), bikini vieja y gafas compradas en la galería Quinta Avenida a $70. Eugenia: vestido comprado en una galería de Acoyte y Rivadavia a $50 y zapatillas sin marca. Los anillos los compró en el bar Mi loca de Palermo a $20 cada uno.

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Martina y caMila, 17 años.Martina: remera Complot (la tiene desde hace tiempo), short del negocio de su tía y ojotas Havaianas ($39). Camila: la remera es vieja y el short lo compró en Miramar.

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Pablo, 20 años.Traje de baño Christian Dior ($130) y reme-ra Mistral (es un regalo).

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sol y MElina, aMbas dE 14 años. Sol: remera sin marca, short Como quieres que te quiera ($180) y sandalias de Chocolate (arriba de $300). Melina: remera Como quieres que te quiera (unos $90), pollera Gap (arriba de $200) y ojotas Havaianas con plataforma (unos $100).

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luis, 19 años.No sabe de qué marca es la bermuda y las gafas las compró en un mercado de San Isidro a $20.

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La colección para el verano de Kostüme resultó ganadora del premio Loreal

en la Buenos Aires Fashion Week y recibió muy buenas críticas de otros diseñadores y de la prensa. Pero quizás lo más importante es que cualquiera, sin mucho conocimiento en indumentaria, puede apreciar el trabajo realizado por la pareja creativa, integrada por Camila Milessi y Emiliano Blanco, y que se basa en impecables prendas –en su mayoría en blanco y negro– que funcionan como básicos eternos pero cargados de detalles arquitectónicos sutiles que los convierten en objetos de diseño.

Pero para llegar a este punto de reconocimiento Milessi y Blanco han recorrido un camino que comenzó a mediados de los 80. Ella estudió Diseño de Indumentaria en la UBA, trabajó en textileras que hacían productos para Levi's, Ufo o C&A y en casas como Chocolate o Martina di Tentro. Él es autodidacta y empezó de chico en el rubro, con un tío que fabricaba ropa.

Se conocieron cuando las empresas para las que trabajaban se fusionaron y los unieron las ganas de hacer una marca con sello propio, pero también el espanto por una industria que copiaba todo lo que venía de afuera: "Laburábamos según sistemas que sirvieron para aprender aunque no para alimentar nuestros egos", reconoce hoy Milessi, una diseñadora que se define adicta a la moda desde chica.

"Más allá de que no nos conocíamos, entre el 88 y el 93 fuimos a los mismos lugares, como Freedom, Age of Communication, Morocco, El Dorado, Ave Porco; por donde nos movimos la mayoría de los diseñadores de nuestra generación", considera Blanco, quien opina que allí se cocinó la estética post-democracia, "cuando se afianzó el rock nacional más vanguardista y estalló la liberación gay. Era pura producción estética". "Por ahí circulaba la información que no tenías si no viajabas. La primera vez que vi a Joy Division o a los New Order fue en Freedom, porque no había cable y allí pasaban videos", agrega Milessi.

–¿Cómo fue trabajar para otras empresas?

Blanco: yo les digo a los estudiantes de diseño que lo mejor que les puede pasar cuando terminan la facultad es trabajar en el Once, porque te ubica en la realidad.

Milessi: al principio es deprimente pero cuando lográs apartar la depresión ves lo que nadie te va a enseñar; aunque yo siempre tuve claro que quería tener mi propia marca.

Blanco: además, cuando nosotros empezamos no existía en las marcas el rol del diseñador, estaban el dueño, la modelista y el jefe de corte o producción.

Milessi: o estaban las empresas en las que el dueño traía ropa del exterior y con eso armaba una marca.

En 2002 la empresa de

constipación mental porque sentíamos que no nos dejaban vivir y hacer ese trabajo fue una liberación. No nos motivaban intereses comerciales sino, diría, artísticos. Lo importante era salir de la frustración de que te hagan copiar todo el tiempo.

Blanco: las primeras cuatro colecciones fueron delirantes. Nos sirvieron para diferenciaros pero comercialmente fue complicado. Para el verano de 2002 hicimos una colección blanca, ¡seis meses de blanco!, lo más anticomercial del mundo.

Milessi: nos pedían prendas en negro y decíamos “no, nuestro concepto es blanco”.

–¿Cómo evolucionaron?Blanco: estamos mucho más

finos en sostener un concepto y volcarlo en ropa usable y que todo

vidrieras

cosméticos H2O le encargó a Blanco una colección de remeras para acompañar juegos de sombras para ojos, le pagaron una suma algo elevada y con esa plata la dupla creó Kostüme, un nombre que tenían agendado durante años. Empezaron a vender en un pequeño local de Palermo Hollywood.

–¿Cómo fue esa primera colección?

Blanco: una locura, sacamos una colección completísima pensando en hordas de clientes que no existían. Es que veníamos de trabajar en marcas que hacían todos los productos.

Milessi: fue duro, se venía la crisis y la colección era delirante, estaba pensada en unos cuadros de Lucio Fontana recortados con tajos. Nosotros teníamos una

Ropa neta, pura y funcionalCamila Milessi y Emiliano Blanco son los responsables de Kostüme, una de las marcas más reconocidas en el mundo del diseño. La moda, la competencia y el mercado local.

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Socios. Camila Milessi y Emiliano Blanco se conocieron trabajando para una marca. Ella estudió diseño, él trabajó en el Once.

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Nueva tienda en Palermo

se pueda combinar con prendas de otras temporadas.

Milessi: aprendimos a leer lo que quieren las clientas. La que compra un vestido chemise buscará siempre ese vestido pero no igual, y eso hay que saberlo.

Blanco: pero escuchar demasiado te puede achatar, y nosotros tenemos muy claro que nunca vamos a dejar de proponer. Los clientes nos buscan porque proponemos.

Milessi: a mí me pone muy orgullosa que alguien que presencie un desfile nuestro no sepa qué verá, como me excita cuando un músico saca un disco que no tiene nada que ver con lo que venía haciendo. Por ahí sería más fácil repetir lo mismo en otros colores, pero en ese camino se perderían nuestras ideas. La

gente no nos compra porque está desnuda, compra una idea. Si te elige a vos, no elige a otros; y si no respetás tus ideas, estás abandonado a quien te elige. Tenemos clientas que reconocen de dónde nos inspiramos, pero también nos compran porque las prendas las hacen más flacas o porque les gusta.

Sin excentricidades, las colecciones de Kostüme –y la actual no es la excepción– se caracterizan por la funcionalidad. A simple vista son prendas para usar en ocasiones especiales, pero que se pueden incorporar al vestuario de todos los días.

–¿Cómo definen su estilo?Blanco: hacemos ropa neta,

pura y funcional. No nos interesa hacer arty ni ropa barroca, nos encanta volcar nuestros conceptos, pero sabemos que tenemos que hacer ropa ponible y desde ese lado tenemos una visión arquitectónica. También nos gusta la ropa deportiva, porque tiene diseño y es funcional.

Milessi: cuando tenés tres reglas que mandan no hay límites, podemos incluir flores, siempre que se adapten a lo neto, lo puro y lo funcional.

–¿Sirve intelectualizar las colecciones?

Blanco: nos sirve mucho pero nos cuesta explicarlo a los otros.

Milessi: es que todo lo que escribís suena estúpido. Las gacetillas de prensa de la moda en la Argentina son ridículas, dicen “pensamos en una mujer moderna pero femenina, una intelectual, una profesional que domina el mundo pero que es una madre ejemplar y sexy para su marido”; a mí eso me da vergüenza.

Kostüme: República de la India 3139.

S ic, alguien lo dijo es la una nueva tienda palermitana para la mujer que reúne a 12 diseñadores que aún no tenían presencia en esa zona de Buenos Aires, aunque sí en otras, como San Telmo.

Estas marcas, aunque bien diferenciadas entre sí, conviven con naturalidad en un espacio que ofrece una propuesta "bien femenina", según Natash Egorov, empresaria uruguaya y dueña de la tienda. "Yo misma seleccioné las marcas y las prendas de cada una según un criterio muy personal y relacionado al estilo con el que me identifico: sexy y romántico", afirma Egorov. Es pero eso que en Sic.., no hay casi ropa sport ni casual, sino más bien prendas para estar aunque sencillas bien arregladas. Abundan las puntillas, el encaje y las transparencias, que no desentonan con las carteras de cuero de María La Paz (desde $240 a $390) o con los originales zapatos de Belocca (entre los $450 y $500).

Para la selección de marcas, Egorov tuvo en cuenta que las mismas pudiesen abastecer la tienda de nuevos productos constantemente para no aburrir a las clientas y que los precios sean más accesibles de los que se manejan en la zona; y en Sic..., se encuentran remeras desde $60 y vestidos desde $120.

Entre las propuestas más interesantes de la tienda se destacan las prendas estampas de la marca Crista Bloise, los básicos de modal de Tienda Porteña que siempre tienen varias funciones, los vestidos de fiesta de Vasalisa, los abrigos de Che Nata, los tejidos de Al Sur del Sur y de W Group, los dijes en plata y materiales no tradicionales de la diseñadora Rosario Camarasa y la ropa interior de Primorosa.

Sic, alguien lo dijo: Borges 1891.

LEaNdRo sáNChEz

Socios. Camila Milessi y Emiliano Blanco se conocieron trabajando para una marca. Ella estudió diseño, él trabajó en el Once.

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L as marcas deportivas han logrado transformar el mundo en una pasa-

rela de sus prendas, fuera de los estadios. El sport fas-hion lo es todo: no hay elec-ción más frecuente en las calles. Y hasta el smoking o el traje caro con zapatillas son una marca de estilo. Para eso, crean líneas que no son estrictamente para hacer deporte y colecciones cada temporada, como cual-quier marca de ropa. Y tam-bién como toda etiqueta fas-hion, beben de las aguas del vintage y del retro-todo, al punto de que hay marcas resucitadas gracias a esta tendencia. Se encontraron con los jóvenes más cool usando sus prendas viejas como si fueran militantes de un pasado mejor. Este año, Adidas será una de las que más novedades presente, ya que celebra su aniversario y recurre a los dos yeites de moda: convocar diseñado-res de otro palo y sacar colecciones de "originals" re-significados.

Adidas ya había recurrido a colecciones especiales lamando no sólo a gente de la moda, sino también a figu-ras pop como Missy Elliot. La convocatoria más exitosa fue sin duda la de Stela Mc Cartney, que se transformó en un hit, con colecciones cada temporada y líneas especiales, como la más reciente de ropa para hacer yoga. Lo que este añito

recién estrenado augura es más de lo mismo, pero un poco más loco. En el aniver-sario número 60 de la marca, le apuesta todo a una campaña que acaba de lanzar y que se llama Originals. Para celebrar ha decidido llamar Jeremy Scott, un diseñador que es reconocido por dos cosas: por hacer modelos loquísi-mos y por vestir a las chicas

locas Lindsay Lohan, Paris Milton, Madonna, Björk y demás. Scott firmó un con-trato para crear varias cam-pañas, inaugurando el acuerdo con el lanzamiento de Adidas Originals.

Scott rediseñó modelos vintage para adaptarlos a los nuevos tiempos. La colec-ción será de zapatillas e indumentaria, y se destacan, según informó la compañía, el brillo, las texturas comple-jas y originales animal prints.

Hay incluso un equipo de gimnasia de pantalón y cam-perita en leopardo; una cam-pera que tiene la cola del animal cayendo en la espal-da y las orejas en la capu-cha; remeras que llevan estampado el dibujo de un

inmenso que se abre en el empeine y envuelve el tobillo con el logo gigante de la marca.

Incluso hay un modelo que Scott desarrolló en sociedad con el conocido artista plástico y visual Keith Haring. Son zapatillas ilus-tradas con un ícono del arte pop.

La colección, que ya tiene fanáticos en la red, saldrá a la venta los primeros días de febrero en exclusivas bouti-ques a lo largo del mundo. Y un mes después comenzará la distribución masiva. Será ropa deportiva exclusiva y las zapatillas rondarán los 300 dólares. Las prendas de vestir serán más caras, pro-mediando los 450: es el pre-cio que tiene agregarle a la vida un poco de pura origi-nalidad.

Aunque el recurso, como ya se dijo, ya no sea tan ori-ginal. La eterna competidora –bueno: más que eso, nacieron como marcas adversarias de diferentes integrantes de una misma familia–, Puma, hizo sus pro-pias campañas contratando a algunos de los nombres más influyentes del mundo del diseño. Hombres que se bajaron del pedestal para meterse en el barro de los diseños deportivos pero sal-picándolos un poco con dosis de sofisticación. Puma trabajó con Yasuhiro Mihara, con Marc Jacobs y hasta con Philippe Starck. Las asociaciones son infinitas. Nike, por ejemplo, hizo lo propio con Apple para desa-rrollar un modelo de zapati-llas inspirado en el furor del iPod.

el dato snob

moño desatado, como si se lo llevara colgando al cuello. Es una síntesis de la propuesta: parecer bien vestido, y un poco salvaje.

Las estrellas de la colec-ción, más allá del efecto ful-minante de las campañas de publicidad, son dos zapatillas conocidas y reconocidas hasta el hartazgo. Sólo que luego de pasar por las manos y la mente de Scott han sido transfiguradas para convertir-se en calzados lanzados a la historia, a la reedición perma-nente.

Son las botitas típicas de básquet de los tempranos 80. Sólo que Scott las imaginó doradas y con alas. Otra, tiene la lengüeta más grande la historia, como un trébol

Zapatillas recargadasPara su 60º aniversario, Adidas saca raros diseños nuevos de modelos clásicos, como los que creó Jeremy Scott con alas y con dibujos de Keith Haring.

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Bajo tierra

Cada vez que se emprende una gran obra, aprovechan las

excavaciones para ver qué hay abajo. Cómo llegaron a

descubrir la tanguería de Hansen

en Palermo y el galeón español en

Puerto Madero. Los misterios por descubrir y los

lugares que guardan secretos, pero no se

pueden tocar.

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túneles. Cerca del Planetario, bajo el parque, los indicios de la primera usina que daba luz a la zona, en el siglo XIX.

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Por Guido BilBaofotos dieGo Paruelo, Patricio caBral

Planetario, 12 del mediodía. Chicas en bikini rue-dan en patines bajo un sol imposible. Dos turistas sudan y se sacan fotos al subir a un carro filetea-do, tirado por caballos. El cemento de avenida del Libertador parece una cinta plateada y en el verde

del parque venden jugos exprimidos y alquilan bicicletas y el verano en Buenos Aires deja de ser aquí algo tan malo. Eso es lo que se ve, a simple vista, sobre la superficie. Pero hay un hombre parado y con las manos en la cintura que cuando mira ve otras cosas. Daniel Schávelzon se llama, y es arqueólogo, investigador del Conicet. Schávelzon puede percibir la evolu-ción de las cosas, como si fueran los dibujitos de Darwin pero en la ciudad. Como si en un segundo esto tan verde volviese a ser lodo, río, después relleno, parque, hasta llegar a las chicas en bikini y al verano en la ciudad. Schávelzon ve lo que otros no ven: dice que eso no es un árbol, que es la mansión de Juan Manuel de Rosas. Señala hacia el Rosedal y dice que allí se jugó el primer partido de fútbol que se disputó en este país, en el Buenos Aires Criquet Club, fundado por los ingleses.

Cruza Figueroa Alcorta y llega a su búnker: una carpa blan-ca en el medio del parque, que fue instalada para mirarnos el ombligo: aquí funcionaba la mítica tanguería de Hansen, donde entre otras cosas, se estrenó "El choclo".

Esta excavación y el descubrimiento de los restos de un galeón español en Puerto Madero pusieron a la arqueología

urbana en la tapa de los diarios. Resultó que sí, que la historia está enterrada pero existe. Y esa revelación abre las puertas de otros mundos que vuelven a la vida sacudiéndose el polvo que le echamos encima.

ZanjaLos arqueólogos que trabajan en Buenos Aires no tienen las cosas fáciles. Por lo general les interesaría abrir agujeros donde no se puede, porque el futuro llegó hace rato y ahora hay edificios y casas. Por eso se transforman en mariposas que revolotean alrededor de las grandes obras de construcción en el casco histórico o en el puerto. A veces los dejan y a veces no. Muchos prefieren seguir construyendo, a ver si todavía les paran las obras por alguna tontería. Hasta que se dan cuenta de que los arqueólogos no tienen ningún poder. Asisten a las excavaciones y van reconociendo, a medida que penetran tierra adentro, cómo regresan los años. Si en el terreno apa-recen objetos o situaciones que obligan a un estudio más cui-dadoso, tienen que negociar un tiempo con los propietarios para trabajar y rebuscar contra el reloj, antes de que el hor-migón se devore la historia cimentando el progreso. Por lo general, en las casas del centro suelen encontrarse con pozos donde siglos atrás las grandes familias tiraban la basura. Hay de todo, utensillos, restos de materiales, hasta ropa.

En los últimos veinte años se ha ido confeccionando un catálogo con los hallazgos, tipificando las cosas, lo que ha vuelto más rápido el estudio. A veces, un día de excavación les proporciona material para un año de estudio.

Puerto madero. En la excavación para un nuevo edificio, el hallazgo del galeón. Ahora el problema es sacarlo de allí.

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En el 94 nació el Centro de Arqueología Urbana que desa-rrolló un mapa arqueológico de la ciudad. Hoy hay cuatro proyectos en ejecución: el de Hansen, el del galeón, el de los túneles de las usinas del primer generador de luz para el Parque Tres de Febrero y una casa en la calle Bolívar, pleno casco histórico, donde encontraron cerámica indígena y siguen en la búsqueda.

Sin embargo, aunque una de las motivaciones de la arqueo-logía es explicarnos lo que desconocemos del pasado, también pasa que puede enseñarnos cosas de nosotros solo iluminan-do lo viejo y conocido pero enterrado en el olvido. Porque, para decir la verdad, no hay ni descubrimiento ni revelación en esta carpa blanca que cubre pequeños polígonos de hilo sobre la tierra y dos pozos cuadrados donde se percibe apenas el color del ladrillo y dos chicas malogran su espalda traba-jando sentadas con espátulas, cepillos y palitas para remover la tierra. Fue como meter el dedo en un durazno hasta encon-trar el carozo. Sin embargo, bastó con esto para volver a can-tar el tango "Tiempos viejos" y recordar al hombre que le sacó la rubia Mireya a un guapo y hasta casi se suicidó por ella. Esto que hasta hace unos días no era nada, ahora recibe la visita sorpresiva de algunos señores fanáticos del tango que miran el piso con una mirada infantil. Cuando la historia despierta, nos fascina de un modo que no sabemos explicar. Las reac-ciones nunca se pueden prever.

Schávelzon dirigió uno de los primeros proyectos que se encararon luego del regreso de la democracia en el 83: el case-rón de Rosas, aquí enfrente, al costado de los túneles que

ahora se están investigando, donde a fines del siglo XIX fun-cionaba la primera usina que daba luz a la zona. Era una man-sión hecha de piedra que traían de las cavas de Belgrano. Rosas incluso había mandado a hacer un canal que comuni-caba la casa con el río. Pasaba justo por el Club de Amigos. Incluso, una vez, durante una tormenta de Santa Rosa, un barco atravesó el canal, cruzó Alcorta y se estampó contra la casa. Rosas lo compró e hizo una capilla flotante.

El caso es que luego de la batalla de Caseros, Urquiza vivió allí un tiempo y luego la propiedad quedó abandonada hasta que Sarmiento inauguró el Parque Tres de Febrero y luego Roca, sin más vueltas, la mandó destruir. Los arqueólogos, como en el caso de Hansen, sabían dónde estaba. No fue muy complicado encontrarla.

Cuando en 1988 anunciaron los descubrimientos de la exca-vación en la casa de Rosas la noticias conmocionó a medio mundo. Fue tal el impacto que una noche llegaron al lugar de las excavaciones partidarios de Rosas, con palos y cadenas, para romper todo y amenazar a los infames que estaban revol-viendo el estómago de su héroe. Había cinco arqueólogos y un sereno haciendo un asado. Al otro día llegaron los anti rosistas acusándolos de promover la figura de Rosas. La locu-ra que generó correr la tierra y pulsar el pasado llegó hasta el Ministerio de Educación de Alfonsín, que intervino en la dis-puta y organizó un acto de desagravio a Sarmiento. Cantaron la marcha parados arriba de las ruinas donde trabajaban los arqueólogos. Fue solo correr el pasto, que los fantasmas salie-ron y la historia estalló en la cara.

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exPloradores urBanos. Marcelo Weissel (der.) suele recorrer las obras de Puerto Madero. Javier García Cano, experto en arqueología subacuática, se sumó cuando apareció el galeón.

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"Pero el arqueólogo, en realidad, no toma partido; hubo como una incapacidad para comprender nuestro trabajo. Entre unos y otros está la historia y eso es lo que nos interesa. Pero antes se pensaba que era un atentado contra la moder-nidad, contra la construcción y nada que ver. Podemos traba-jar juntos. En la práctica, ese proyecto nos enseñó que, exca-vando, la historia aparece; y eso, hasta ese momento no se sabía", explica Schávelzon.

-¿Por qué son importantes estas piedritas de Hansen?-En Buenos Aires hay 400 años de historia. Lo de Hansen

sorprende porque es una historia que nos toca. No estamos hablando de una punta de flecha de hace 10 mil años. Ni de los héroes de bronce San Martín o Belgrano, estamos hablan-do de la memoria de la vida cotidiana, de la gente común, de nuestros bisabuelos. De alguna forma, la arqueología urbana hace su aporte para recomponer la identidad colectiva. En un país difícil, donde el poder construyó la historia sin memoria y con olvido, con dictaduras feroces… si pudimos desaparecer gente, cómo no vamos a desaparecer edificios. Es el concepto de desaparecer. Como este café: “si ahí hay pastito”, te dicen; pero no, hay mucho más, cosas importantes para la cultura histórica de la ciudad. Pensá que lo de Hansen lo tiraron abajo para hacer un caminito al KDT, después lo hicieron parque y al final los militares hicieron estos círculos con bancos de cemento. Es un tarado arriba de otro arriba de otro.

-¿Cuáles son los secretos que esconde la ciu-dad, qué cosas le gustaría descubrir?

-Uno de los grandes misterios es el lugar preciso de la primera Fundación de Buenos Aires. Trabajamos mucho tiempo y ahora tuvi-mos que parar porque tendríamos que seguir cavando donde está la villa del Riachuelo. Y no se puede. A dos arqueólogos les robaron y estás entre los afanos y los aprietes de la policía. Incluso, teníamos trabajando estudiantes que viven en la zona y conocen los códigos, pero no hubo forma. Y tampoco queremos hacerlo cus-todiados, entonces paramos. Hay un problema social que es mucho más importante que la arqueología. Es muy difícil, porque además el curso del Riachuelo cambió, entonces es posible que el lugar haya que-dado baja el agua. La Boca era como un delta, en realidad. Pero si esperamos 400 años, podemos esperar más, tampoco me preocupa. Otro lugar es la Plaza de Mayo.

-¿Nunca se excavó ahí? Perón enterró el mensaje a la juven-tud.

-Sí, pero yo no estuve. Nunca se pudo. La Plaza de Mayo en realidad son dos manzanas. En la manzana del Cabildo no se puede hacer nada. En 1910 iban a hacer un monumento por el Centenario y cavaron y cementaron todo y aunque no levan-taron la obra, arqueológicamente la zona no sirve más. Pero del otro lado, entre la Pirámide de Mayo y la Casa Rosada sería muy interesante ver qué encontramos. Pero nunca se pudo convencer a la Casa Militar. Igual, trabajamos en muchas casas de alrededor, pero sería un buen desafío.

Schávelzon dice que las cosas se están haciendo bien, que hay apoyo político y que los descubrimientos van a seguir. En poco tiempo se van a hacer excavaciones en el parque Las

Heras para hacer estacionamientos subterráneos: allí funcio-nó la Penitenciaría y los arqueólogos saben que podrán tra-bajar. Poco a poco las constructoras les van perdiendo el miedo.

En lo de Hansen los investigadores empezaron en diciem-bre y seguirán allí hasta fines de febrero. Parte de las excava-ciones quedarán expuestas al público y el Gobierno de la Ciudad planea construir un patio de tango y bar y sala de exposiciones. El futuro del Galeón de Puerto Madero, en cam-bio, es todavía incierto.

A la marEl arqueólogo Marcelo Weissel, de la Comisión para la Preservación y Patrimonio Histórico Cultural de Buenos Aires, estudia los subsuelos del puerto desde hace años. En el 95 comenzó trabajando allí para hacer su tesis doctoral sobre arqueología en zonas portuarias. El boom inmobiliario que se desató en Puerto Madero lo encontró trabajando para la ciudad. Weissel comenzó a recorrer las obras pidiendo per-miso para ver. Así fue cómo llegó hace cinco meses a la exca-vación de Vera Peñaloza al 400. Como las obras se van desa-rrollando en etapas, fue siguiendo los pozos y esperando los avances. Una zona en particular le parecía interesante, donde

recién había pocos metros, dejando atrás el cemento del siglo XX. Pero Weissel quería ver qué pasaba cuando salieran de la arena del siglo XIX, que antes que playa había sido lecho del río.

"Venía siguiendo los avances desde agosto y en una visita, cuando avanzaron en este pre-dio, apareció parte de la embarcación, de los lados, asomando entre el sedimento limo-arenoso típico del estuario del Río de la Plata", explica Weissel. Hicieron algunas pruebas y se dieron cuenta de inmediato de que estaban tratando con material mucho más antiguo del que se encuentra comúnmente.

Un obrero bajó con una pala y la enterró en la arena para seguir desenterrando el secreto. No pudo: la pala rebotó contra el metal de un

cañon. Ya no tenían dudas. Eran los restos de un galeón, que -todavía es suposición- sería de finales del siglo XVII. "Ahora estamos organizando la investigación y eso tiene que estar muy bien sistematizado para clasificar todo, registrarlo y poder comenzar a estudiarlo. Eso nos puede permitir recons-truir, no sé si la forma de vida, pero sí un contexto del paisaje cultural. Más allá de si había tales artefactos, ver para qué se usaban y qué puede decirnos eso de la gente que está repre-sentada a través de los objetos. A veces no hay conciencia de la evolución de la ciudad y las formas de vida que esa evolu-ción genera", culmina.

Javier García Cano se enteró del hallazgo cuando lo convo-caron a trabajar. Se puso a leer los diarios para ver de qué se trataba y de inmediato se fue para Puerto Madero. Llegó para reforzar el equipo junto a Mónica Valentín. Ambos son espe-cialistas en arqueología subacuática y se han pasado la vida abajo del agua; o arriba, pero siempre buscando cosas así. Este hallazgo les cayó del cielo. Cano dice que las perspectivas de la investigación son más que optimistas: "Normalmente estos

“Entre la Pirámide y la Casa Rosada,

sería muy interesante ver qué encontramos. Pero

nunca se pudo excavar allí.”

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hallazgos se dan de manera intempestiva, porque no hay un conocimiento documentado anticipadamente de qué hay debajo de estos lugares que han sido rellenados por años", explica Cano. "El valor de este sitio es justamente que es una evidencia material de nuestro propio pasado y su valor reside en la información que hoy o mañana o en los próximos diez años podamos obtener de él."

-¿Qué nos puede enseñar este Galeón?-Lo que a mí me parece interesante es que en general los

restos de una embarcación naufragada implican una cantidad de información que es bastante más compleja que la que se encuentra en sitios arqueológicos de tierra. Sobre todo, por-que un barco es un habitat que tiene que estar preparado para que los seres humanos sobre-vivan. Es una estructura muy compleja, un hábitat independiente, autosustentable, que puede mostrarnos cómo vivía esa gente arriba del barco pero también abajo: las herramientas para arreglar todo lo que se puede romper, los materiales para reparar, el agua que necesita-ban para los viajes, el cargamento, lo que quedó arriba del barco, son muchas cosas que nos puede explicar la época.

-¿Y se puede saber algo ya o es muy tempra-no?

-No se puede decir nada concluyente, esta-mos encontrando y clasificando en cuatro grandes grupos de materiales. La estructura

del barco es madera en su mayoría; hay material de artillería, cuatro cañones, que no necesariamente significa que los hayan usado como armas, eso todavía no lo podemos decir. Hay cerámica, tinajones y algunos objetos pequeños, metales, refuerzos de toneles, de construcción naval o algo de la caba-llería, restos de cabos, pero todo el material está siendo tapa-do hasta que terminemos de preparar el lugar para trabajar en los próximos días.

-¿Y ahora qué viene?-En principio tenemos planteado como proyecto científico

excavarlo y registrarlo en su totalidad, lograr las condiciones de registro suficientes para lograr toda la información posible.

Eso en un lugar donde hay más de 500 obre-ros haciendo varios edificios. Después, entre el Gobierno de la Ciudad y la empresa defini-rán el destino del barco.

Restos diurnosEl Vasa fue un capricho de un rey loco de Escandinavia. Quería construir el barco más grande del mundo para llenarlo de cañones. Lo hicieron tan grande y tan impresionante que se hundió a poco de zarpar, a metros del puerto de Estocolmo en 1628. Estuvo bajo el agua 400 años. Hasta que otro loco llamado Anders Franzén comenzó a buscarlo en los años 50. Confiaba en que podía ser un hallaz-go glorioso, porque había descubierto algo: lo

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“El galeón apenas está emergiendo y ni siquiera se sabe si la madera podrá soportar el tiempo

necesario para estudiarla.

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peor para la madera en agua salada es un molusco que se la devora pero que en el Báltico no prolifera. Tenía la cer-teza de que, en caso de encontrarlo, el Vasa estaría en óptimas condiciones. No se equivocó. Lo reflotaron en 1961 y es el único barco del siglo XVII que se conserva entero. El museo donde se encuentra es el más visitado de Suecia. Sin embargo, para su conservación hicieron falta años de estudios y todavía el museo tiene condiciones especiales para preservar su estructura.

La situación es compleja. El Galeón de Puerto Madero está enterrado en una zona donde se planea una torre de lujo. El Grupo Fernández Prieto, que construye el com-plejo, ha abierto las puertas de su predio a los científicos que poco a poco van generando las condiciones para poder comenzar verdaderamente con su trabajo. El galeón, luego de varios siglos bajo tierra, expuesto a la luz, se vuelve muy vulnerable. La madera está saturada de agua. Intentar un transporte sería un crimen: al sol, la madera se seca y, como se dice habitualmente, se bandea. Para evitarlo habría que encarar un proceso costoso que consiste en reemplazar el agua por una resina que le impida cambiar de forma. Y extraerlo entero. Fue lo que hicieron con el Vasa luego de sacarlo. Lo rociaron con agua todo el tiem-po, luego encararon el proceso de la resina y lo rociaron con ella varios años más. Ahora el peligro es el sulfuro, herencia del agua, que penetró en la madera y reacciona al oxígeno generando ácido sulfúrico. El Vasa vive en tera-pia intensiva. "Pero eso es allá, en la Argentina lo más razonable sería dejarlo ahí. Se podrían sacar los bienes muebles, pero el barco, es bastante improbable que suce-da", explica la conservadora y restauradora Patricia Frassi, que forma parte del equipo que trabaja con el galeón res-catado. Sobre los problemas que tiene la ciudad para con-servar su memoria. Frassi tiene una teoría personal: "Yo creo que los inmigrantes llegaron acá pensando en el futu-ro, en el progreso y para ellos el pasado estaba en Europa. Eso hace, quizá, que nos cueste un poco preocuparnos por nuestra historia". Lo cierto es que a estas horas el galeón apenas está emergiendo y ni siquiera se sabe si la madera podrá soportar el tiempo necesario para estudiarla.

Los constructores hablaron incluso de construir una cápsula de cristal que lo cubra, lo proteja y además fun-cione como un mirador. Por su parte, el gobierno ha dicho que hay que esperar el trabajo de campo para después tomar decisiones. "En este momento es muy aventurada cualquier hipótesis. Algunos materiales se recuperan, pero, por ejemplo, hay algunos que quizás necesiten diez años de reposo. Como en toda tarea de excavación arqueo-lógica, es importante investigar para saber, para apoyar otras investigaciones; si algún objeto es salvado, o sirve como rescate se incorporará al patrimonio de la ciudad. Éste es el momento de trabajar y esperar y después apa-recerá la sorpresa de lo que podamos difundir, con un trabajo académico" explica Liliana Barela, directora de Patrimonio Cultural y del Instituto Histórico de la Ciudad.

Mientras tanto, los arqueólogos están excitados, atrave-sados por el fuego de la historia. Lejos de Indiana Jones y las aventuras en lugares éxoticos, levantan las baldosas y miran. Dicen que allí hay vida.

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autos

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A lgo aparece en el hori-zonte de los autos medianos del Mercosur,

categoría competitiva si las hay. En una primera mirada, se pueden advertir fluidas líneas redondeadas, trayen-do vientos de novedad a los productos General Motors. Aún así, parece ser un rostro conocido– siguien-do la tendencia de sus últi-mos diseños–, que se asume actual y elegante, basado en líneas de ascendencia euro-pea. Su espacio interior –con capacidad para 5 personas– y el baúl con capacidad de carga total de 350 kilos, le dan a este nuevo modelo, Aveo, un refinamiento espe-cial. Cuenta con un motor naftero 1.6 litros de 4 cilin-

dros, 16 válvulas con doble árbol de levas, que le permi-ten lograr una potencia de 103 CV a 5.800 rpm. Este sedán está disponible en 3 versiones: LS y LT con caja manual y LT con caja auto-mática.

Con las dimensiones para

poseer un alto nivel de con-fort, sobre todo para el gusto del público en el segmento sedán mediano, este nuevo

integrante del rebaño Chevrolet deja ver el porqué de su éxito en el mercado europeo y norteamericano.

Potente y refinadochevrolet Aveo

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Está equipado con visto-sos faros delanteros halóge-nos, con minuciosos detalles y luces traseras circulares de intrépido diseño, que le dan una apariencia de amplitud. Tras ellos, el capot yace sobre una parrilla con una barra cromada y el caracte-

rístico escudo dorado de la marca. Siguiendo con la cos-tumbre actual de GM, los paragolpes del color de la carrocería acompañan las llantas de acero de 14 pul-gadas en la versión LS y llantas de aluminio de 15 pulgadas presente en versio-

nes LT. Éstas son parte de una amplia variedad de accesorios originales. Se pueden elegir diferentes modelos y diseños de llan-tas, agregando faros deporti-vos, alerón trasero, spoilers y hasta apliques cromados.

Una combinación de tec-nologías y aerodinámica garantiza una marcha más silenciosa, incluso a altas velocidades. En cuanto a seguridad, una estructura de acero de alta resistencia recubre el habitáculo. Hay barras de protección latera-les en puertas delanteras y traseras, doble airbag frontal y ABS con distribución elec-trónica de frenado. En las versiones LT, por ejemplo, se van equilibrando los fre-

nos de acuerdo con ciertos factores como pueden ser las condiciones del camino o el peso que se transporta.

La idea de la llegada a estas latitudes del Aveo es no quedarse atrás en la dis-puta por liderar el mercado de este tipo de vehículos. En simples detalles frecuentes, como amplio portaobjetos, portavasos o asientos cómo-dos, se basa el plan de la marca para brindar confort.

Disponible en ocho colores (gris plata, azul imperial, gris urban, beige, rojo merlot, negro metalizado, gris stealth y blanco olympic), el precio del Aveo LS es de $48.200, el LT con caja manual cuesta $54.500 y con caja automáti-ca $57.500.

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Por Federico KuKso

e mpujados al borde de la extinción, los sastres dejaron su impronta

dentro y fuera del micro-cosmos de la moda y de la escena textil. Ellos, los representantes de lo único, lo individual, la marca per-sonal chocaron de frente y se dieron con todo con la producción en masa.

La estandarización los pasó por encima pero en el proceso de destrucción de los rasgos mínimos e irre-petibles de aquello consi-derado tangible se abrieron las puertas de otro mundo: el de la multiplicación clóni-ca de jeans, remeras, auto-móviles, electrodomésticos. En fin, todo. El de hoy es un mundo-réplica y los gadgets se exhiben como sus últimos embajadores.

Se quiera o no, así es el estado de las cosas: celu-lares, reproductores de

MP3 y de videos minúscu-los, pendrives de capaci-dad infinita, cámaras foto-gráficas centelleantes y demás innombrables técni-cos -sin los cuales para muchos la vida no tiene ni fin ni sentido- ingresaron en la rutina cotidiana del ser urbano para estacionarse sin preámbulos en bolsillos y carteras.

Ahora que se volvieron mainstream y no un mero capricho de unos pocos, los “aparatos” -nombre genérico y afectivo de todo artefacto técnico de dimen-siones acotadas- ingresan en una segunda etapa. Sus dueños comienzan a advertir que sus prótesis comunicativas y musicales no son únicamente objetos funcionales. Como señala la diseñadora industrial Ruth Mugge, de la Universidad Tecnológica de Delft, Holanda, ciertas personas tienden a vincu-

estilo la computadora a todas partes.

Mapiurka (mapiurka-note-books.blogspot.com), en cambio, sigue la tendencia internacional y chic de estamparle stickers a las computadoras portátiles como si fueran el vidrio trase-ro de un auto y ofrece calco-manías como “Animal Print”, “Tecno”, “Disco”, “Ondinas” y “Flor China” o en su línea más artística, “Raya arena-da”, “Pills” y “Mosaico dora-do”, entre otras tantas para que, dentro de lo posible, la laptop parezca única en su tipo y clase.

Y en el sitio alemán Dein Design (http://designskins.com) lo que parece un gad-get común, corriente y con-fundible con el del vecino se puede convertir en un objeto tan único y atractivo como una obra de arte.

En realidad esta orienta-ción a vestir todo aparataje no es algo que se pueda decir “nuevo, nuevo”. Ni siquiera es una táctica de apropiación exclusivamente de los usuarios. Los fabri-cantes de tecnología hace tiempo que intentan romper

tecno

larse emocionalmente con determinados productos, ya sea porque éstos los hacen sentirse únicos o porque sir-ven de carnet para ingresar y pertenecer a un grupo con ciertos rasgos en común.

Dicha relación no se agota en el cuidado excesivo o en la sobreprotección del gad-get en cuestión, aquel hijo tecnológico no reconocido muchas veces mejor atendi-do que los hijos naturales. El tecnoafecto y la tecnodevo-ción se expresan sobre todo a través de la personaliza-ción caprichosa, el tuneado high tech: ser diferente en medio de la masa.

Así se entiende la repenti-na aparición de microempre-sas de decoración que cap-taron la idea (o la necesidad distintiva de la población tec-nificada) y la volcaron en propuestas. Picnic (www.pic-nicdecor.com), por ejemplo, sacó una línea de skins viníli-cos (especie de pieles o envoltorios) llamada skinTCH para iPods y iPhone Touch con estampados similares a los de cortinas y alfombras y una serie de envoltorios por-talaptops para llevar con

Un vestidito para el iPod

Un negocio casi tan floreciente como el de los gadgets en sí es el de los accesorios, que los convierten en objetos únicos para el usuario: funditas, stickers y hasta estuches, caros y exclusivos, de Louis Vuitton

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con su máximo enemigo, la frialdad y muerte expresiva inherente de los productos tech, y salen a experimentar raras mezclas como cuando Philips convocó a celebrida-des artísticas como Marta Minujín, Andy Cherniavsky y Rogelio Polesello, entre otros, para darle su toque de distinción a la línea de televisores LCD Black Crystal y apartarlos de los artefactos convencionales.

Algo parecido intenta la empresa Colorware PC (www.colorwarepc.com) que ofrece un servicio para pintar consolas de videojue-gos o teléfonos a pedido.

La necesidad de "vestir" algo que en su desnudez es igual para todos es tal, que el negocio fuerte, al pare-cer, ya no son los gadgets en sí mismos sino las infini-tas posibilidades y varieda-des de sus accesorios de todo tipo, color y (a veces, mal) gusto. De las medias coloridas y algo hippies (como las iPod socks) y las carcasas de silicona, plásti-co o cuero básicas a las fundas de Louis Vuitton, mucho más caras que el

reproductor de MP3 o el celular mismo, y con la que el portador reclama ser visto por el mundo, ser conside-rado diferente, especial.

Pero además de lo fabricado, basta con recorrer los bares de los barrios más tecno o hacer una búsqueda en flickr -donde la gente cuelga fotos de sus iPods como si fueran sus mascotas- para descubrir las múltiples formas que tienen los vestiditos de los gadgets, desde primorosas funditas tejidas al crochet hasta vacijas metálicas que se parecen a las antiguas cigarreras.

Reactualizando el debate eterno dentro del diseño (forma/función), los gadgets personalizados amagan con convertirse en no mucho tiempo en la norma y no la excepción al menos entre los usuarios hardcore, aque-llas personas que ven en su familia de aparatitos una extensión metálica de sus cuerpos y que sin ellos se sienten reyes desnudos y carentes de propósito o alma.

Algunos de los diseños más

divertidos son de Picnic.

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Titanes en el ringEx presos y chicos de la calle se entrenan en el gimnasio que funciona bajo las vías de Constitución. Algunos salieron boxeadores, otros consiguieron trabajo y se quedaron para entrenar a otros pibes.

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Por Nahuel Gallottafotos Patricio Pidal

En la estación de trenes de Constitución hay un gimnasio de boxeo. Llegar es fácil; encontrarlo requiere un esfuerzo mayor. Hornos 97 es el dato que se escucha de un diariero. La calle nace en la esquina y bordea la estación. Cuando

uno llega a la dirección señalada, se topa con un grupito de muchachos de seguridad privada. Es el sector de encomien-das. Uno con dientes picados y camisa blanca arrugada indi-ca el camino. Adentro hay autos, muchos autos. Las motos son contadas, pero están buenas, porque son de alta cilindra-da. Hay que pasar y dirigirse a una escalerita, subir y caminar en medio de mercadería que se carga para envíos a todo el país. Se llega a una puerta, se dobla a la derecha y aparece una jauría de perros sarnosos. Un vagón roñoso descansa desde hace años. El montacargas palmó hace rato. Un túnel muestra el camino a la oscuridad. Arriba, un cartel anuncia: "Gimnasio ferroviario de boxeo", pero abajo puede haber cualquier cosa. Las escaleras tienen pinta de traidoras. Si uno calza más de 42, le sobra pie para los pedazos de maderas que acompañan al bajar. Pareciera que uno entra a un sitio clandestino. Ayer llovió y está un poco inundado. Son varios los charcos para esquivar. Se ve una puerta. Hay que golpear. Abren y suena un chillido fuerte; ahí sí, se ve el gimnasio. De tan feo, de tan humilde, el lugar se convierte en un sitio maravilloso.

Las dos vidas de EmaAntes de empezar a charlar con Emanuel, él pregunta si puede contar de su otra vida, la anterior, la de Guernica, la de la

droga y la calle, la de las peleas entre el barrio El Triángulo, el 25 y el San Martín. Emanuel tiene cara de atorrante. Vive alegre; hace chistes a cada rato.

Cumplió 23 años y hace uno que llegó a su nueva vida, si es que la de antes lo era. Sabía que con los días que llevaba era muy probable que terminara preso o muerto. Nunca tuvo un buen trabajo. Fue volantero en Once y vendió ajo en Lomas de Zamora y Burzaco.

Hoy vive en una piecita arriba del gimnasio. Se levanta tem-prano, limpia y entrena a los pibes. Así se pasan sus días. "Conocía a un boxeador y vine a pedirle ayuda. Me había meti-do demasiado en la droga. Tenía mucha mala yunta y para cambiar, había que dejar el barrio; era una vida de mierda. Ahora no tomo ni me drogo ni hago nada ilegal", dice, matean-do arriba del ring.

Hace poco vinieron al gimnasio los productores del progra-ma Mañanas Informales. Ése, para Emanuel, fue el mejor día desde que llegó: en su vida vio tantos sándwiches de miga juntos, cuando apareció el catering.

Emanuel cobra 300 pesos por mes. Cuando puede, les paga el pancho a los chicos de la calle que conoce del gimnasio. Está contento con sus días sin Guernica, sin adicciones. Y tiene una ilusión: "Estamos viendo. Existen posibilidades de entrar a trabajar en el ferrocarril. Está complicado, pero es un buen laburo, en blanco, con obra social. Es un trabajo digno, algo que nunca tuve", dice.

TargetEl lugar no se destaca solamente por la ubicación o por las producciones audiovisuales que se filmaron allí. Es mucho más que eso. Acá se entrenan muchos chicos de la calle, pibes

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MeNNo eNseña Gratis. Gracias al boxeo, vivió en Australia, África y Europa; peleó y fue sparring de Bonavena y Monzón.

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sin recursos de barriadas humildes. La gran mayoría tiene amigos o familiares que han estado presos o tienen problemas con la droga o con sus familias. Nadie paga un solo peso por venir. Una vez por semana, seis chicos que están privados de su libertad en un instituto de menores de Glew llegan al gim-nasio acompañados por un guardia. El fin no es que salgan boxeadores profesionales. Lo más importante es que se for-men como personas, que estén en contacto con chicos que tienen los mismos o más problemas que ellos, motivarlos a hacer algo; practicar una actividad que los entretenga y logre que dejen la calle por un rato.

–El gimnasio no es la solución. Busca dar contención para que el chico pueda descargar todas sus broncas. En la sociedad hay personas muy marginadas. Estaría bueno que muchos se dieran un baño de humildad y ayuden un poco a los chicos de la calle–, dice Ricardo Guardo, ferroviario desde hace 43 años, gerente a cargo del depar-tamento comercial del ferrocarril y responsable del gimnasio.

Cuando uno busca en Google datos sobre Héctor Sotelo se encuentra siempre con noti-cias como: "Inédito, el preso que es boxeador profesional" o "Sotelo dará una exhibición de boxeo en la cárcel de Batán".

Sotelo es de Avellaneda, fana de Racing y uno de los tres profesionales que se entrenan en el lugar. Durante casi toda su carrera entre-nó aquí. Fue campeón nacional y se vino abajo por su adicción a la cocaína. Faltaba lo peor: llegó a la Unidad 24 de Florencio Varela. Durante el año y medio que estuvo en prisión

volvió a ponerse en forma. Obtuvo un permiso para salir a pelear. Llegaba en patrullero al estadio donde se iba a desa-rrollar el combate. A la salida, el patrullero estaba en la puer-ta, esperándolo para llevarlo de regreso a la prisión. Sotelo recuperó su libertad. Y vuelve todas las semanas para hacer entrenar a los jóvenes que siguen privados de su libertad.

–Muchos chicos que estuvieron en cana conmigo, con los que practicamos adentro boxeo, vienen a Constitución a entrenarse, porque saben que estoy acá. Incluso se está tra-mitando para que los presos de la Unidad 23 y 24 de Varela salgan con permisos para entrenar con nosotros.

–¿Con qué gimnasio se lo puede comparar?–En la Argentina no sé. Es algo que entrás ahí y es lo mismo

que entrar al Bronx. El que conoce de boxeo y sobre los Estados Unidos sabe de lo que estoy hablando. Yo me entrené

en el gimnasio al que iba Mike Tyson, ahí debajo del puente de Brooklyn, y es parecido a éste.

Cuando uno recorre el lugar y escucha las historias no duda en compararlo con el reco-mendado libro Entre las cuerdas. En él se narra la experiencia e investigación del soció-logo francés Loic Wacquant en un gimnasio del gueto negro de Chicago. En la contratapa del libro, el autor comenta que "a veces el boxeo funciona a la manera de un santuario contra los peligros de la calle, un andamio para la pedagogía silenciosa de organismos diestros en el movimiento, y una escuela de disciplina y moralidad en donde la ética está inscripta, literalmente, en la carne". “Conocía a un

boxeador y vine a pedirle ayuda. Me

había metido demasiado en la droga. Ahora no hago nada ilegal.”

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En estos tiempos, los chicos de la calle no van muy seguido. Los entrenadores sospechan que se debe a las horas que pasan pidiendo monedas. Van, desaparecen, vuelven. No hay una constancia en la práctica. A veces no tienen ni para el boleto. La mayoría vive en la zona sur del conurbano bonaerense.

–Vienen flaquitos, mal alimentados y te dicen "yo puedo igual", cuando les decís que todavía no pueden hacer guantes. A algunos se les puede hablar, aconsejarlos; ellos escuchan mucho, pero estaría bueno estar todo el día con ellos, porque cuando se van vuelven a la calle–, dice Emanuel.

Entrenamientos subterráneosTodo comenzó allá por marzo de 1994 en un sótano de la pla-taforma 14. El gimnasio estuvo allí hasta el año 2000, cuando se trasladó a otro sótano, pero del sector de encomiendas.

"Por favor mantener limpio el lugar", dice el cartel pegado en la puerta azul. Arriba está la estampita grande de San Jorge, que es junto al Gauchito Gil el que recibe más pedidos de los presos.

En el equipito de música se escucha una FM. Se mantiene en el mismo volumen siempre, hasta que suena La Bersuit y uno con cara de boxeador de verdad lo sube. El pelado canta: "El esfuerzo te afea/ Solo curvas en la espalda/ La vida pierde la gracia/ Para el que olvida celebrar/ Y me pedís lo que no tengo, mi bien/ Lo que haga no te alcanza/ No hay pan que tape el agujero/ El de la angustia existencial/ /Por eso dame/ solamente/ lo que más te guste y nada más".

Algunos trotan, otros hacen bolsa. Un flaquito se explota un grano frente al único espejo. Uno con la camiseta de San Telmo hace abdominales y, cuando el profe no lo ve, descan-sa. Un viejito se acerca los chicos y les da en la boca un trago

de agua de su botella con pico deportivo. Otro se saca las zapa-tillas y deja un olor que voltea. Con el tema de Bersuit de fondo, la imagen podría ser la de un buen video clip.

En el gimnasio se grabó de todo: un video clip de Los Pericos y una escena de la película Tiempo de Valientes. Las cámaras de Cómplices del silencio, una coproducción italiano-argentina, también lo filmaron. Ése es el fuerte, económica-mente hablando, del gimnasio, además de algunas donaciones de guantes y elementos de trabajo que muy de vez en cuando alguien hace llegar.

–El primero en venir fue Gastón Pauls. Hizo una nota para su programa y a partir de allí llegaron muchos pedidos para producciones comerciales. Con eso podemos mantener el lugar. Podríamos pintarlo, pero si lo hacemos, perdería la esencia. Este gimnasio es único–, dice Guardo.

Compromiso socialUn gordo, que siendo generosos se puede decir que sólo tiene algunos kilitos de más, se acerca a la bolsa y pega piñas, una detrás de otra, bien coordinadas: "Acá vino Pamela David a hacer una producción de fotos, nosotros le enseñamos los movimientos. Es linda, muy linda, pero no tiene cola", dice, como si su mujer fuese Angelina Jolie. Ahí nomás se dispara una discusión sobre vedettes. Que la negra Capristo es la más linda que hay, que la cola de Jessica Cirio es incomparable. Que cómo Pampita se fue con un chileno con lo facheros que somos los argentinos.

El gordo de unos kilitos de más se llama Jony Sosa y es entrenador del gimnasio junto a José Menno. Es de esos tipos que cuando conversan te escupen, sin querer, claro. Por eso charlamos a una distancia considerable.

MartíN fiNito ahuMada, la estrella. Tiene 15 combates, 14 triunfos y una pelea sin definición.

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–¿Qué historia recuerda, en particular, de algún chico? –Una vez lo hicimos guantear a uno. Subió al ring y notá-

bamos que estaba molesto. Hacía gestos de dolor con su cara y se miraba los pies. Nos acercamos y nos mostró: las zapa-tillas le quedaban chicas y tenía los pies rojos, llenos de callos. Las plantillas estaban rotas. Bajamos del ring y le presté unas Adidas que tengo. Nunca más vi a un pibe tan contento como ése, si le hubieses visto la cara cuando se puso mis zapa-tillas…

Menno tiene 72 años y trata de usted al cronista, que podría ser su nieto. Está vestido de negro. Zapatos, pantalón con dobladillo y una chomba con un cocodrilito que le pegaron antes de venderla. Gracias al boxeo, vivió en Australia, África y Europa; peleó y fue sparring de Bonavena y Monzón. En 1963 subió al ring del mítico Madison Square Garden. Ahora enseña boxeo, gratis, en Constitución.

En medio de la charla aparece El Pulga, que lleva puesta una remera azul y un pantalón gris, que en algún momento pudo haber estado de moda. "¡¡Qué hacés!! ¡¡Pensábamos que no ibas a venir más!!", le dice José.

–Es que estaba mal comido, José. Pero ya volví a mi casa –responde El Pulga, que viajó dos horas en tren desde San Vicente para volver a entrenar-se. José le recomienda que hoy y la próxima semana se entrene livianito, que trote.

–La otra semana ya guanteo.–Vos vas a guantear cuando nosotros te diga-

mos –le aclara José. El Pulga lo mira con cara de pucherito y se

pone a correr. Hacía siete meses que venía

entrenándose, pero se peleó con su mamá y se fue de su casa. No apareció por el gimnasio en las últimas tres semanas. Tiene 18 años y está anotado para empezar a competir como amateur. Sólo falta la fecha de combate.

Jony cuenta de los cambios de los chicos al entrar en con-fianza. Habla y los imita con movimientos, describe cómo hacían ellos en esos primeros días. Lo primero y principal es el saludo. Antes entraban al gimnasio y decían hola. Ahora, cuando llegan saludan con un beso. También se refiere a la distancia con la que se hablaban. "Están a la defensiva, siem-pre. Como se criaron en la calle, saben que cualquiera puede querer lastimarlos o pegarles. Es notorio el cambio. Con el tiempo charlamos abrazados", dice.

Sosa y Menno se quejan. Se los nota preocupados. Están indignados con la vida que llevan los adolescentes en el país.

Sueñan con un gobierno que construya can-chas de fútbol, que haya más gimnasios de boxeo para los chicos sin recursos. "No es sola-mente el tiempo que pasan haciendo deporte en lugar de estar en la esquina. Es más que eso, porque los pibes, cuando salen de acá, salen fundidos, cansados y sin ganas de hacer nada. Se entrenan y se van directamente a dormir. Descargan toda la energía y no se la guardan para vaguear, tomar y estar en la placita", dice José.

Ninguno de los dos cobra un sueldo. Si hay peleas, se llevan un porcentaje. José vive con la pensión mínima. Su jubilación araña los 650 pesos. Jony limpia vidrios en los shop-pings. “Acá los pibes se

entrenan, descargan toda la energía y no se la

guardan para vaguear, tomar y

estar en la placita”.

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–¿Por qué lo hacen?–Es que Dios lo ve todo. Todo todo. Ojo que no somos pas-

tores ni evangelistas, pero sabemos que en algún lugar está mirando lo que ocurre en el gimnasio. Y por sobre todas las cosas, porque tenemos la seguridad de que las buenas ya van a venir. Algún día, pero van a venir.

Menno trabajó durante 18 años en institutos de menores y cárceles como entrenador de boxeo. "Es mentira que les ense-ñaba el deporte. Ahí yo los hacía cansar, para que después no se mataran a las piñas entre ellos. Acá intento hacer lo mismo. Aprendí que a uno lo respetan por cómo uno respeta a los demás", dice.

Guardo sabe que los chicos, además de lugares para practi-car deportes, necesitan otras cosas. "Acá se les brinda una ducha, que muchas veces no tienen, o deben pagar para bañar-se en comercios. El objetivo es crear un patio en el que puedan merendar después de cada entrenamiento. Pero todavía falta, es todo muy difícil; pese a todo, las ganas están intactas".

El exponenteEn la actualidad, el máximo representante del gimnasio se llama Martín Finito Ahumada: 15 combates, 14 triunfos y una pelea sin definición. Es tímido, habla despacio, casi para sus adentros. En su cuello y sus brazos sobresalen las venas azules, bien azuladas. Le pregunto por su familia. Emanuel, el de cara de atorrante, se mete: "Tiene una flor de hermana, no sabés lo buena que está la guacha ésa". Y el Finito se ríe. Y por fin se suelta.

En Guernica los días de Ahumada no se diferenciaban del resto: calle, televisión, amigos, novia, acostarse a las seis de la mañana y despertarse al mediodía. Una tarde cualquiera pasó por un gimnasio de su barrio y decidió que quería practicar boxeo para que los días fueran un poco distintos. Hasta ahí, no sabía qué iba a ser de su vida.

–¿Además de ser boxeador tuviste que trabajar?–Al principio mi papá no me dejaba; quería que me dedi-

cara al boxeo y yo no me quejaba. Pero cuando mi mujer quedó embarazada trabajé en una vidriería, en un local de service de heladeras y en un country, acompañando a los que jugaban al golf. Tenía que limpiarles los palos, alcanzárselos, ir a buscar la pelotita…

Ahumada un día se cansó de lo mal que lo trataba su jefe y renunció a su trabajo de reparador de heladeras. Se quedó sin empleo y lo fue a buscar a Guardo, que a la semana le dio un trabajo. Así empezó en el andén 14 controlando boletos, mar-cándolos. Y a la tarde se entrenaba, en el gimnasio del sótano.

Charlamos arriba del ring, sentados en una de sus esquinas. Cada tanto les da indicaciones a los que se entrenan. Un pela-do con la cabeza llena de tatuajes se le acerca para que lo vende y recuerda:

–La primera vez que peleé televisado gané por knock out en el primer round. Yo quería salir un poco más por la tele; me dio bronca que se cayera tan rápido, pero bué…

El Finito sigue trabajando. Una vez por semana carga y descarga el tren que llega desde Carmen de Patagones. Desde hace un tiempo, está en el sector encomiendas, antes lo hacía con el tren de Bahía Blanca. Ahora se entrena al mediodía y a la tarde se queda en el gimnasio como profesor, enseñándo-les a los chicos.

Sergio Charito es comentarista de Boxeo de Primera, por TyC Sports. Por teléfono cuenta cómo pelea el Finito: "Sus características no son exorbitantes, pero es un púgil inteligen-te que conoce sus limitaciones y hace pesar su alcance de bra-zos. Sabe cuándo debe atacar y cuándo defenderse. Maneja muy bien el ritmo de la pelea; quizás no brille, pero es inteli-gente a la hora de emitir una maniobra para desestabilizar a su rival".

Como se ve, en el sótano de Constitución no hay grandes boxeadores, pero la pelean realmente de abajo. Los profesionales se cuentan con los dedos de una mano. Pero hay héroes. De esos sí que sobran, y son, sin haber sido campeones arriba del ring, igualmente justos merecedores de ese calificativo.

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T arde o temprano a todos se nos caen los dientes y no hay plata

ni odontólogo que nos salve. Ni siquiera Castells o Lilita o Fidel son capaces de luchar contra las pica-duras y caída de los dien-tes. No hay método anti-conceptivo, ni cepillos, ni dentífrico, ni hilo dental que nos salve. Las caries domi-naron y dominarán al mundo siempre, mucho antes de Napoleón y muchí-simo después de Bush u Obama o la General Motors. Es así, no hay vuel-ta que darle. No hay que calentarse, el destino de todo diente es el derrumbe absoluto, es ser pasto de escombros. Lo más duro no siempre prevalece.

Los odontólogos son los grandes fracasados de este mundo, imagínense, librar una lucha sin victoria, una batalla inerte e inútil en la cual siempre se pierde. Que no nos pase lo mismo che, no seamos otros fraca-sados más. No nos volva-mos locos si un buen día amanecemos con un diente en la mano. No crean el cuento de las fábricas de dentífricos brasileñas que dicen que una buena sonri-sa depende de una cortina blanca del mejor calcio. ¡Odol, o Kolynos, son unos chantas de película!

Los vegetarianos de lin-dos dientes me parecen unos boludos atómicos. ¡Es mentira que el hombre es herbívoro!

Cada vez que veo un señor vegetariano –de esos

que comen chauchas– con dientes fuertes, le digo: "Qué hacés con esos ladri-llos comiendo lechuguitas o soja. ¡Tarambana, comete un bife de cuadril!"

Los dientes sufren de vida breve, al igual que la juventud y la belleza y mientras están pues… ¡que le den todo el placer a sus dueños!

Por eso, mientras los ten-gan, muchachos, disfrúten-los a rabiar. Sonrían todo lo posible. Conquisten a dos manos. No es lo mismo un cumbiantero con dientes que un cumbiantero con escombros en la boca. ¿Será así?

Es un tema la sonrisa. Carlitos Monzón tenía una sonrisa extraordinaria y es raro de esperar en la trom-pa de un boxeador. Ni un diente doblado tenía, el guacho. Su tesoro eran sus dientes y siempre se vana-gloriaba de que en sus años de piñas jamás le bajaron un diente.

Conozco mujeres que serían incapaces de darle un beso a un hombre que no tuviera todos los dientes, como mínimo. En este mundo, sin dientes y sin sonrisa no sos nada, Negro.

Cuando entré a laburar a Carrefour me dijeron: "A ver, mostrá los dientes". Como si yo fuese a cargar cajo-nes de lechugas con los dientes.

La sonrisa es compinche de los Estados Unidos de América, ustedes fijensé bien, no hay actor o depor-tista o político que no alar-dee con una sonrisa fuera de serie. Y cuando digo sonrisa, digo "dentadura completa". Y cuando digo sonrisa, digo votos, fama, publicidad, éxito rotundo, belleza. Pues, ¿quién se atrevería a sonreír sin dien-tes? Son unos guachos los odontólogos, no la educan a la gente ni le dicen que una buena sonrisa no depende de un par de dientes de porcelana.

Recuerdo que cuando trabajada limpiando pisos en un edificio, en el último sopi vivía el doctor Ventaja, un dentista que se encar-gaba de colocarle dientes postizos a quien pagara. Una vez me dijo: "Te hago los dientes a cambio de que me limpies el consulto-rio". Y comencé con esa changuita. Sobre su escrito-rio tenía una placa de bron-ce: "El doctor Ventaja te recupera la sonrisa".

Yo tengo los dientes chuecos, se me cayeron tres de adelante. Toda mi vida pelié contra mi denta-dura, que me impedía son-reír. Tengo también cuatro caries crecidas. Tal vez tenga que hacerme un tra-tamiento de conducto.

El viejo doctor me propu-so: "Te pongo una sonrisa nueva gratis y me difundís en el barrio. ¡Volverás a conocer la felicidad, muchacho, volverás a son-reír, que es lo más impor-tante de la vida, serás un triunfador absoluto!"

¡Ponerme dientes posti-zos, yo! Nunca quise arre-glarme los dientes, ni hacerme costosos trata-mientos. Con el tiempo se me cayeron.

Siempre fui un niño, tengo sonrisa de leche. ¿Vieron alguna vez a un niño que se lamente por la caída de sus dientes? Lo viven con mucha alegría y a cada camarita digital que se les pone enfrente ¡pumba! le sonríen, con su sonrisa de ventanitas, como este muñeco de la foto.

tras cartón

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Dientes WashingTon CuCurTo

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B ásicamente, Axel Kutchevasky es lector en inglés y amante del

libro como objeto. Parte importante de su biblioteca muestra su condición de cinéfilo.

–¿Cuáles son los libros a los que vuelve siempre?

–Lo que más leo es periodismo sobre cine. Un libro alucinante es el de correspondencia de Truffaut. Te muestra la transición del pendejo arrogante que era en su juventud a ser un tipo grande en serio. En la mitad del proceso el tipo se da cuenta de que no puede juzgar a los demás así porque sí. Hay una autocrítica muy interesante. Otro libro buenísimo es Conversaciones con Wilder, de Cameron Crowe, que es también director (Jerry Maguire, Casi Famosos), y entrevista a Willy Wilder, uno de los mejores directores de la historia del cine. Uno de los hallazgos es jugar, tratar de que siga hablando. Es juguetón, no es solo una biografía. Junto al libro de Truffaut con reportajes a Hitchcock, son los dos mejores de entrevistas a directores. También Bienvenido mister cagada, las memorias del director español Luis García Berlanga escritas por Jesús Franco. Es muy gracioso conocer las aventuras sexuales del tipo.

–¿Otros libros que le gustan?

–La auténtica Odessa de Uki Goñi. Una genialidad. El nivel de investigación es apabullante, terminás cansado al terminarlo. Una

novela negra que me encanta es 1280 almas, de Jim Thompson. Es de una de las novelas más perversas posibles.

–¿Libros de comic?–De 1987, Watchmen de

Alan Moore, el guionista inglés que es como el Borges de la historieta, y Dave Gibbons. Reinventa la historieta de super héroes desde un lugar muy oscuro. Como sería la vida de los seres humanos si Dios

realmente estuviera en todas partes al mismo tiempo. Una historia de detectives que deviene en esta idea con una profundidad que al final te deja sin aire.

–¿Le gusta regalar libros?–Sí. Los libros de Marcelo

Larraquy son muy divertidos a pesar de que cuentan a veces cosas terribles, son geniales. Tienen un nivel de investigación excelente. A mis amigos les regalo mucho sus libros. El de López Rega es impresionante. Si no supieras que el tipo arruinó la vida de tanta gente, es gracioso lo que cuenta, te reís y vas yendo a hacia un lado más oscuro. Me pasó con este libro y con Fuimos soldados o también con La voluntad; conocí personas que están mencionadas en esos libros y es extraño; leer cosas de la vida de otros que te conmueven.

–¿Prestó algún libro que no le devolvieron y desea reclamarlo a través de este medio?

–Un amigo me debe The Other Hollywood, el libro de la historia del cine porno, de Legs McNeil y Jennifer Osborne. Buenísimo. Cuenta la historia desde los tiempos de la ilegalidad hasta hoy. Es una regla de oro que te lo devuelvan. Ya lo decía mi vieja. Sólo le presto a un círculo muy íntimo, cosa de poder reclamar.

–¿Qué libros salvaría de un incendio o le pediría a un ladrón que no se lleve?

–Salvaría The Genius of the System de Thomas Schatz, que habla de los años dorados de Hollywood. Es un libro que amo y leí mucho. Es un modelo de investigación periodística. Se entiende la industria. Fueron los tres pesos mejor invertidos de mi vida. Además, es ancho. Salvaría libros gordos, así no se terminan rápido. Creo que todos los que nombré.

*Crítico de cine y conductor de televisión

los libros de

axel kutchevasky*

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“En un incendio salvaría los libros gordos”

López Rega, la biografía. “Suelo regalar libros de Marcelo Larraquy”.

Cine. Las Correspondencias de Truffaut, y otros, “son algunos básicos de mi biblioteca”.

1280 almas, de Jim Thompson. “Una de las novelas más perversas posibles”.

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Directo al corazón

En vivo en el Opera es el nuevo DVD de Hilda Lizarazu. El trabajo registra el recital que

diera la cantante en el teatro, con invitados de lujo como Charly García, David Lebón, Lito Vitale y Tito Losavio, ex integrante, como ella, de Man Ray. Hilda se dio el gusto de cantar disfrazada de esqueleto y de adorable conejito con un corazón en la mano. Como extras, hay videos donde canta "Mañana en el Abasto" de Sumo (con Ricardo Mollo) y "Whole lotta love" de Led Zeppelin, además de videoclips, fotos y el backstage del show de los rodajes. Incluye entre otros, "La lluvia", "Alfonsina y el mar", "Hormonal", "Amapola", “Sola en los bares”, “Buscando un símbolo de paz”...

Para tomaren cuenta

Escrito por la periodista especializada Elizabeth Checa –crítica de C– y el

también crítico en vinos Federico Fialayre, Los buenos vinos Argentinos edición 2009 es una guía para orientar al bebedor que se abstiene de los puntajes pero no de la opinión. La obra, escrita con muy buen sentido del humor, es una orientación para el consumidor medio, aunque también abunda en especificaciones para los fanáticos del rubro, como las últimas tendencias en cepaje o la conveniencia o no de la tapa a rosca. Costo en librerías $32.

F ue, que duda cabe, la gran revista mundial del siglo pasado, en cuyas páginas se reflejaron los grandes acontecimientos, los

cambios sociales y culturales y la voz y la imagen de los protagonistas más destacados de ese siglo tan intenso. Se trata de la legendaria revista LIFE, a cuyas fotos -verdaderas epopeyas del fotoperiodismo- se pueden acceder a través de internet (http://images.google.com/hosted/life).La colección está dividida por décadas (desde el siglo XIX ) y muestra lo más paradigmático de

cada una de ellas, como, ocurre en el caso de los años 70, donde se incluye un especial de boxeo, centrándose en la figura del mítico Cassius Clay, con algunas imágenes de la famosa pelea que mantuviera con el argentino Oscar Ringo Bonavena en Nueva York. También el portfolio ofrece instantáneas de Jackie Kennedy, Marilyn Monroe, Louis Armstrong y de la batalla y conquista espaciales que llevaron adelante las dos grandes potencias de entonces, los Estados Unidos y la ex URSS.

Vivir solo cuesta vida

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Aunque cumple 80 años, Tintin mantiene su aire asombrado y su actitud juvenil. Criticado por conservador y –según algunos– antisemita en sus comienzos, más tarde reivindicado como uno de los más grandes personajes de historieta, tendrá su trilogía producida por Spielberg.

Eterno adole scente

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Aunque cumple 80 años, Tintin mantiene su aire asombrado y su actitud juvenil. Criticado por conservador y –según algunos– antisemita en sus comienzos, más tarde reivindicado como uno de los más grandes personajes de historieta, tendrá su trilogía producida por Spielberg.

Eterno adole scente

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Por Pablo robledo

El 10 de enero de 1929, en las páginas del suple-mento juvenil del diario belga Le Vingtième Siècle, comenzaba a publicarse, en blanco y negro, “Tintin en el país de los soviets”, la primera aven-tura de quien llegaría a ser uno de los personajes

de historieta más conocidos del siglo XX. Con doscientos millones de álbumes vendidos –sin contar los pirateados– en más de seten-ta lenguas y dialectos, Tintin cumple ochenta años y los tintinó-logos del mundo se aprestan a celebrarlo a lo grande. En Bruselas, un espectacular edificio de vidrio y cemento recubierto de una cápsula de madera en forma de casco de barco invertido alberga-rá el museo dedicado a la obra de Georges Remi, alias Hergé, su creador. En Hollywood, Steven Spielberg –poseedor de los dere-chos cinematográficos del personaje de Hergé desde 1983– comenzará, junto a Peter Jackson, director de El señor de los anillos, el rodaje de una trilogía de animación en 3-D. Mientras que en el resto de Europa docenas de libros, tesis doctorales, expo-siciones y congresos debatirán y resaltarán la importancia histó-rica de Tintin en el panorama cultural.

Planeta Hergé En 1982, para celebrar los 75 años del dibujante, la Sociedad

de Astronomía de Bélgica decidió que el asteroide 1562, ubicado entre Marte y Júpiter y descubierto por el astró-nomo Silvain Arend en 1953, llevase el nombre de "Planeta Hergé". Un planeta nombrado en su honor y veinticuatro álbumes –entre los que se incluye “Objetivo la luna”, donde Tintin y sus amigos consiguen alunizar adelantándose en diecisiéis años a la Misión Apolo XI– le alcanza-ron a Hergé para crear un universo tan particular y personalizado como polémico, un mundo donde la figura del creador se confunde la mayo-ría de las veces con su creación.

Hijo de una familia católica conservadora y de clase media baja, su primera influencia notable fue el movimiento de Boy Scouts, al que muchos citan como modelador inflexible de la figura y la moral tintinesca. Lector tardío –aseguraba que su primer libro fue Los tres mosqueteros, a los catorce años– Hergé fue poste-riormente infuido por las novelas de Dickens, Dostoievsky, Balzac y Flaubert y por los autores de comics norteamericanos de principios del novecientos. A pedido de Norbert Wallez, un sacerdote monárquico y pro-fascista encargado de la sección juvenil del diario, Hergé parió a Tintin en una época en la que la derecha europea intentaba escapar de la crisis del capitalismo, se aferraba a los últimos resabios del colonialismo y temía por el potencial avance de la revolución bolchevique.

Nace una estrellaDe profesión periodista, de aspecto físico menudo y andró-

gino, con un jopo rebelde a modo de peinado irreversible y pantalones bombachudos que parecen encarnársele, acompa-ñado siempre de su fiel perro Milú, Tintin se nos presenta como un viajero empedernido, defensor de débiles y oprimidos, maestro de las causas justas, inocente y tierno pero también heroico y multifacético. Su entorno es asexuado, jerárquico, eminentemente masculino, un ambiente donde predomina la

fidelidad y la amistad como elementos infalibles para combatir el mal en sus diversas caras. Un mundo dual y binario donde los buenos son buenos pero no exentos de pecados y los malos son malos pero no detestables. El planeta es su campo de bata-lla y el triunfo del bien su objetivo supremo, una fórmula que asegura que el mensaje vaya pasando de generación en gene-ración sin perder ni actualidad ni efectividad. "Quiero crear un personaje que interese a los jóvenes de siete a setenta y siete años", dijo Hergé, y nadie puede discutir que lo consiguió. Pero en el camino hubo trampas y obstáculos, equívocos, fanatismos y devenires inesperados que mezclaron las rosas con las espinas y la admiración con el desprecio crítico.

Hergé el "neutral"El autor eludió elegantemente las definiciones políticas. Las

aventuras anteriores al estallido de la Segunda Guerra Mundial mostraban a un Tintin preocupado con mostrar de manera amis-tosa la visión colonial de los misioneros católicos en África, denunciar la invasión japonesa a China, recrear la guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia, combatir al capitalismo gangs-terista norteamericano representado por Al Capone o preanun-ciar las intenciones expansionistas del nazismo con la creación de un malvado llamado Müsstler –amalgama de Hitler y Mussolini– invadiendo el pequeño y ficcional reino de Syldavia. Tras la invasión nazi en Bélgica, Hergé publicó la tira en Le Soir,

un diario colaboracionista manejado por los ale-manes, un error que lo perseguiría de por vida. Justificándose en una supuesta neutralidad apo-lítica, Hergé se refugió en su trabajo y el período de la guerra coincide con el esplendor y la popu-laridad de su personaje. Pero allí quedó, como recordatorio, “La estrella misteriosa”, una trama que enfrenta a europeos contra norteamericanos y cuyo villano principal es el empresario judío Blumenstein. Este libro le valió también acusa-ciones de antisemitismo, ya que en una viñeta, ante el eminente fin del mundo, dos comercian-tes judíos se alegran porque llegado el caso no deberían pagar sus deudas. El pasaje fue elimi-nado de todas las ediciones posteriores, pero

hasta el día de hoy no hay acuerdo sobre el verdadero posiciona-miento ideológico de Hergé respecto del tema.

La aperturaRehabilitado pero con puntos suspensivos, después de la Gran

Guerra Tintin inicia una etapa con revista semanal propia en la que el énfasis se centra, desde el punto de vista técnico, en el detalle sistemático de los lugares que visita –sean estos reales o imaginarios– y en la profundizacion de la "línea clara", un estilo de dibujo en el que predomina el color fuerte sin sombras y el trazo inexpresivo. Ésta es la época en que se fortalecen los per-sonajes que formarían el entorno permanente de Tintin, lo que Hergé llamaba "su museo imaginario": el Capitán Haddock, su mejor amigo, adorador del whisky y propenso a la irracionalidad; la cantante de ópera Bianca Castafiore, diva mediática y enemi-ga de Haddock; los caricaturescos policías Hernández y Fernández, siempre prestos a equivocarse; el profesor Silvestre Tornasol, paradigma del científico medio loco y visionario; los generales Alcázar y Tapioca, bananeros y dictatoriales, o el mal-vado Rastapopoulos, tan millonario como codicioso.

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“La tintinmanía abarca más de 250

productos. Los herederos de

Hergé mantienen los derechos.

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Homenajes. En Bélgica este año se inaugurará un gran museo dedicado a Hergé. Su creación más famosa, Tintin, está en las calles, en los subtes y hasta decora un tren bala.

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Abierto al taoismo, al budismo zen, los vedas, el yoga y la lectura de Carl Jung, Hergé evoluciona hacia una postura en la que su arte es fuertemente influenciado por la filosofía oriental sin por ello perder su conservadurismo genético. Desde los movimientos guerrilleros latinoamericanos hasta la lucha del pueblo del Tíbet contra el invasor chino, pasando por los pere-grinos musulmanes traficados camino de La Meca, los volcanes indonesios o una aproximación al arte moderno –del cual Hergé era gran coleccionista– los paisajes geopolíticos que ocupan el ultimo período de la obra de Hergé dan a Tintin un carácter global –el General de Gaulle llegó a decir que Tintin era su único rival internacio-nal– y permiten el nacimiento de una florecien-te industria tintinesca, administrada con mano de hierro por Fanny, su segunda esposa, desde el viejo estudio de Bruselas.

La tintinologíaLa tintinmanía es un fenómeno que abarca

mas de 250 productos sobre los cuales los herederos de Hergé mantienen los derechos de autor, pero la tintinología es un campo en el que un debate intelectual fértil y profundo parece tomar cada vez más fuerza. Consultado por revista C acerca de la vigencia actual del

personaje, el tintinólogo británico Raphael Taylor –próximo a publicar el libro El genio de Tintin– reivindica la compleji-dad y el alto valor artístico de la obra de Hergé, a la que con-sidera a la altura de las mejores del canon occidental. "Tintin es la personificación de un principio dinámico que se expresa a través de la capacidad para realizar acciones con propósitos determinados. Cada acción que realiza se completa y esto lleva, al menos en nuestra imaginación, a intentar imitar sus habilidades. Esto sirve, a nivel moral, para que tanto niños como adultos puedan sacar fuerzas del héroe de ficción

para afrontar los desafíos que presenta la con-dición humana y asegura la futura importancia de sus libros en todo tiempo y circunstancia", dice Taylor.

El tintinólogo ve a Hergé como un hombre de inteligencia sutil y sentimientos refinados y cree que el último período de su obra presenta a un Tintin irónico, posmoderno, a veces incomprendido y seguramente menos querible: "El suyo es un arte que esconde su artisticidad. Su espíritu de generosidad esta inculcado en su obra y alcanza al lector a manera de emanación. Su trabajo abarca una visión cómica del mundo y reflexiona sobre la muerte y la locura, la gue-rra y la destrucción, la amistad y otras cualida-

Como un PróCer. Un busto del personaje en un museo de Bruselas.

“Las aventuras de Tintin tendrán el

realismo de una película de acción”, anticipó Spielberg.

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des humanas. Un trabajo, se podría decir, que encarna una forma de inteligencia muy especial"

Todo por un pesoEl presupuesto estimado por Spielberg para poder filmar la

primera entrega de su trilogía Tintin es de 135 millones de dóla-res. En un principio iba a ser financiada de forma conjunta por los estudios Universal y Paramount Pictures, pero Universal se retiró del proyecto por el excesivo costo y dejó su lugar a Sony Pictures Entertainment en esta coproducción que tiene fecha de estreno prevista para el 2010. Spielberg, un fanático tintiniano, ve a su Tintin como una especie de Indiana Jones para niños y planea utilizar una tecnología que convierta la experiencia del espectador en una mezcla de 3-D con un video juego. "Los per-sonajes de Hergé han renacido como seres vivientes, expresando una emoción y un alma que va más allá de cualquier cosa que se haya podido hacer hasta ahora con personajes de animación computarizados. Queremos que las aventuras de Tintin tengan el realismo de una película de acción, pero tanto Jackson como yo creemos que si las filmamos en un formato convencional simplememente no estaríamos honrando a los personajes y al mundo que Hergé ha creado", declaró el director a la revista Variety, luego de haber visto un piloto de 20 minutos realizado por el co-director Peter Jackson. Tintin en Hollywood es, por ahora, una aventura de final incierto. Hergé, que murió unos días antes de un planeado encuentro cara a cara con Spielberg, ante la preocupación de sus ayudantes sobre una posible norteame-ricanización del personaje, fue claro y práctico en su respuesta: "El Tintin de Spielberg será, sin dudas, diferente. Pero será un buen Tintin". Fanáticos y no tanto esperan que así sea y se apres-tan a disfrutar los ochenta años del adolescente más eterno del mundo de la historieta.

de museo. Una exhibición en el centro Pompidou de París.

el autor. Georges Remi, más conocido como Hergé, en el 59.

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Por Silvina Pini

r ecientemente, la Fundación Proa inau-guró su renovada y

ampliada sede en La Boca, en un estupendo edificio en la Vuelta de Rocha, frente al viejo trasbordador, el puente Avellaneda. La remodelación del edificio, a cargo del estu-dio italiano Caruso e Torricella Architetti buscó la integración y fusión entre lo antiguo y lo nuevo, entre la memoria y la tecnología. El resultado es este centro de arte contemporáneo de fachada vidriada y angulosa arquitectura que evoca los buques que llegaban a La Boca y a su propio nombre, Proa.

La planta baja está dedi-cada a las muestras. Actualmente y hasta el 1 de febrero se exhibe la de Marcel Duchamp, Una obra que no es una obra de arte. En el primer piso funciona

una biblioteca y librería y en el tercero la cafetería a cargo de los hermanos Petersen, Christian, Roberto y Lucas, de larga experiencia en catering y en armar restau-rantes en espacios especia-les. En este lugar se aprecia fundamentalmente la arqui-tectura, con sus paredes que parecen fugarse en dia-gonales. Se suma el blanco total en paredes y mesas, el piso de madera, la terraza entoldada y más allá el Riachuelo y el omnipresente puente de hierro. Acompañan una vajilla y cristalería de lujo.

Los Petersen, que ya tuvie-ron la concesión del bar del Malba, dirigen actualmente el Tango Palace y Central, ambos dentro del predio de La Rural; el Yatch Club Argentino y el Club Náutico San Isidro. En Proa han empezado por una carta breve y sencilla, pero con-tundente y preparada para

alimentar a los visitantes del museo, que lo recorren desde las once de la maña-na hasta las ocho. Por eso cuenta con buena sandwi-chería y pastelería, cafés varios, tés, infusiones, jugos y smoothies ($19), tentado-res a toda hora.

Escrita en italiano, segura-mente en homenaje al barrio, la carta tiene platos que tam-bién reflejan el espíritu medi-terráneo. Hay tres ensaladas, una es Di Roma a La Boca ($30), de pollo, tomates bal-sámicos, orégano fresco, pasta corta, olivas negras y confit de limón. Entre los sandwiches, son interesan-tes el pesce finezza ($26), en pan de brioche, con sal-món ahumado, mascarpone perfumado con eneldo y echalotes y microgreens. Ofrecen un único primi piatti, empanadas tucumanas fritas con carne cortada a cuchillo ($5), ricas pero algo descol-gadas del resto de la pro-puesta, y de "secondi" pre-paran tartas, de masa obvia-mente casera, como la med tartine ($27) con queso de cabra, espinacas, tomate confit y piñones.

Todos los días cambia el menú del artista ($35), que

platos

Bocados contemporáneos

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Como todo museo moderno, Fundación Proa, en La Boca, tiene su espacio para hacer una pausa y comer. Aquí está a cargo de los hermanos Petersen, ex Malba.

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Proa

Público: artistas, galeristas, estudiosos y freaks del mundo plástico.Puente avellaneda: símbolo de La Boca, inmortalizado por Quinquela y otros, puede admirarse mientras se hinca el diente. Su estructura de hierro data de 1908.Biblioteca: si miró todo Duchamp antes de comer, haga la digestión entre los libros del primer piso. arqs: si lo suyo es la arquitectura, no espere ni un minuto. La modernidad es esto.Estado de ánimo al pagar: de satisfacción, además de alimentar el cuerpo, sació su sed de cultura, todo por un precio módico.

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Bocados contemporáneos

incluye un plato de cocina, una bebida y un café. A veces puede salir un risotto con calabaza al horno y champiñones.

Los "dolci" son un atractivo en sí mismos: exquisitos el tira-misú ($16), servido en vaso de cristal, y el crunchi de mela & fichi ($15), crocante de manza-na e higos perfumados con canela y helado de vainilla. A la tarde, además del rico y espu-moso café –si el café es malo, todo puede hacer tuc y caer–, se puede pedir un budín de cítricos o un alfajorcito de almendras.

Los mozos están largamente entrenados en alguno de los tantos emprendimientos de los hermanos. No cuentan con una carta de vinos, pero sí con algunos por copa, además de espumantes.

No sería extraño que en breve el museo se vea obliga-do a extender el horario a pedi-do del público que, después de disfrutar de la muestra, quiera seguir la fiesta en el bar y la terraza. Valdría la pena.

DatosAv. Pedro de Mendoza 1929, La Boca. Tel.: 4104-1000. www.proa.org. Martes a domingo de 11 a 19.30. Precio promedio por persona $72 con copa de vino.

–Se te ve agotado, ¿cómo fue tu día hoy?–Esta época es terrible. Al mediodía suele ser más tranqui, la gente se pide el menú fijo, pero los turistas no, ellos quieren carne y carne. Piden bife de chorizo, lomo, y también prue-ban el pacú. Y como andan con tiem-po, empiezan por el vermú.–¿Y entienden lo que es el vermú? –Más o menos, para ellos el trago previo puede ser un gin tonic o un mojito, que beben solo. Abren los ojos cuando acá llega el Cinzano con aceitunas, fiambre, quesito.–¿Cuál es tu plato preferido?–El lomo a la pimienta, pero me mido porque desde que empecé engordé unos kilitos. –¿Tuviste algún tironeo con una turista que te quiso levantar?–Sí, una australiana. Yo no hablo bien inglés, pero te juro que le entendía. El encargado me confir-maba lo que suponía. Así que le sonreí y listo.

–¿Era linda?–Muy linda, pero yo estoy casado y tengo una hija. Me limito a trabajar.–¿Atendiste a algún famoso?–A varios. A Diego Torres, que comió con cerveza, a Luciano Pereyra y a Antonito de la Rúa, que se pidió unos riñoncitos a la proven-zal con papas fritas. Se sentó en la vereda con un amigo, pero nadie lo

reconoció. Después llegaron dos más y comieron el postre adentro.–¿Viene Jesús, el dueño original?–Ayer vino y se sentó en su mesa redonda. Vino con su esposa Lola, su hija, su yerno y su nieta. Él me enseñó a deshuesar el jamón y lo hice por bastante tiempo. Lo de Jesús, Gurruchaga esquina Cabrera, Palermo. Tel.: 4831–1961.

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Locos por los postresAcaba de inaugurarse en Palermo En el nombre del postre, un local dedicado exclusivamente a los amantes de lo dulce, pero alejado de las pastelerías tradicionales. Hernán Berardi y Florencia Borgnino se jugaron por combinaciones inusuales y propuestas poco vistas en Buenos Aires: golosinas artesanales como los chupetines de mousse helada de maracuyá y limón ($4,5) o los de mousse helada de banana y dulce de leche ($7); tartitas individuales como el bizcocho de chocolate y castañas de cajú relleno de mango y frutillas ($13), la madelaine de pista-chos, crema pastelera y frutillas frescas ($9), son algunas de sus invenciones. También preparan turrones, garrapiñadas, macarons de colores y una decena de bocados dulces más. Preparan mesas dulces a pedido y tienen un rango amplio de delivery.Soler 5547, Palermo. Tel. 4776-5273 www.enelnombredelpostre.com.ar

Súper ecológicoSiguiendo la tendencia mundial de reducir el uso de bolsas de plástico, la empresa Cencosud, que gerencia la cadena de hipermercados Jumbo y las de supermercados Disco y Super Vea, empezará a optimizar el tamaño según la cantidad de productos que entran por bolsa. Calculan que de esta manera, en un año se usarán 6 millo-nes de bolsas menos. En una segunda etapa, ellos mismos venderán bolsas de compra fabricadas con material reciclable, hechas en el país y con inscripciones alusivas al daño que produce el plástico. Estiman que se evitará la utilización de, al menos, 274 bolsas de plástico al año por familia. La campaña se pondrá en práctica este vera-no en los locales Disco y Super Vea que se encuentran en la Costa Atlántica y en el Jumbo de Rosario.

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imperdibles

el mozoRolando giménez, 29 años, casi cinco en Lo de Jesús

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Por ElisabEth ChECa

h ay muchas razones por las que en las grandes bodegas del

nuevo mundo aparecen alternativas al corcho natu-ral, proveniente del alcorno-que. Sucede que el noble alcornoque está escasean-do desde hace tiempo. Siempre habrá para tapar tesoros de Borgoña, Burdeos, la Toscana o el Duero. También para las botellas de champagne, que exigen un tratamiento especial. Pero para las bodegas de países que no pertenecen al Primer Mundo el problema es otro: se producen vinos cada vez mejores pero los cor-chos son caros y muchas veces mediocres.

Sale más un buen corcho que un vino y, finalmente, el goce es más intenso en una copa de vino a un pre-cio posible que un corcho perfecto solo para la con-templación.

Silvia Avagnina y Carlos Catania, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), están convencidos de que los "corchos" de plástico o sin-téticos, utilizados en Australia, California y la Argentina, entre otros luga-res, tienen la ventaja de ser inertes, pueden durar in eternum. Entre corcho mediocre y corcho de plás-tico, sería aparentemente más sano para el vino, más seguro, éste último. En todo caso, se evita ese triste

aroma mohoso, irremedia-ble, que indica la presencia del TCA (tricloranisol), esa mezcla fatal de cloro, feno-les y hongos.

Todavía no se sabe lo que sucede con una guar-da prolongada, porque estas investigaciones con tapones alternativos son recientes. Un corcho largo puede haber estado años, décadas en una botella de Bordeaux, y al extraerlo puede estar impecable, pero el vino -por una razón u otra-, acorchado.

Otra opción es la screw cup, stelvein o tapa a rosca. Las bodegas Familia Zuccardi, Terrazas y Doña Paula fueron pioneras en usarlas, en blancos. No son novedad, fueron desarrolla-das en la década del 50 en Francia. Hace años que bebemos, en la clase turista de los aviones, la botellita de 350 ml de vinos no espe-cialmente memorables.

Pero la Screw Cap, con una tecnología que supera la simple tapa a rosca de aquellas botellitas, es otra

cosa: una astucia del Nuevo Mundo, ya que fue desarrollada para tapar vinos finos de alta gama en Nueva Zelanda y Australia. Según investigaciones del Australian Wine Research Institute, no sólo se evita el maléfico sabor acorchado por la contaminación del TCA, sino que además este tipo de cierre es más efectivo para la guarda de los vinos a corto y largo plazo, ya que excluye el oxígeno, enemigo del vino, y a través de un lento creci-miento en la botella da como resultado el inefable bouquet. Envejecen con gracia. Esta tecnología está seduciendo también a las grandes casas europeas. En 2004, por ejemplo, André Lurton se convirtió en el primer productor de Burdeos en lanzar un cru Classé con tapa a rosca. Muchos productores de

Bordeaux y de Borgoña lo siguieron. Si la tecnología nos depara estos profun-dos disfrutes del vino sin sustraerle ni un milímetro de su magia, si nos evita la frustración del famoso bouchoné, si los aromas se preservan en toda su exu-berancia, si pueden guar-darse en botella para alcanzar ese inefable bouquet que sólo da el tiempo de guarda en bote-lla, bienvenido. Para Robert Parker, el conocido gurú del vino, "los vinos embote-llados con corcho serán una minoría en el 2015. La Stelvein se convertirá en la tapa estándar para la mayoría de los vinos del mundo. La única excepción serán los grandes vinos que deben envejecer durante 20 a 30 años y que utilizarán el corcho en pri-mera instancia".

En todo caso, se impone desechar prejuicios. Un vino bueno, tapado con corcho sintético o con tapa a rosca o tapón de cristal, como he visto en España, no significa un ersatz, sino, por el contrario, una posibi-lidad para aquéllos que quieren beber buenos vinos sin vender el alma ni tener que soportar el detes-table vaho a trapo húmedo, una de las metáforas del antipático bouchoné.

El futuro del corcho

copas

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riglosGran Cabernet sauvignon 2006 ($140) Varietal absoluto Cabernet Sauvignon, con 18 meses de guarda en barricas de primer uso de roble de los bosques de Alliers. Presentado el año pasado, se suma al Malbec y al Gran Corte. Un ejemplo de varietal New World, no podría ser de otro modo dado la presencia de Paul Hobbs como asesor de la bodega. Pese a su

juventud, posee un equilibrio notable, ninguna dureza, no seca el paladar con taninos agresivos, tiene une notable elegancia en aromas, entre los que mandan las especias y algunos toque ahumados. Se pulirá aun más con los años. Un ejemplo de los que puede dar el Cabernet Sauvignon en esas altu-ras de Gualtallary, Valle de Uco. Para deslumbrar a alguien o a uno mismo.

Desde el punto de vista simbólico, el corcho es irreemplazable. Pero desde hace unos años existen alternativas interesantes que tienden a desplazarlo.

la botella

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Y a se sabe: que revolu-cionaron la industria relojera; que dieron

vuelta las bases de lo que se entendía hasta ese momento –los viejos y queri-dos años ochenta– por objeto de lujo; que transfor-maron el reloj suizo, hasta entonces sinónimo de alta gama, en un accesorio democrático, creativo y artie que podía adquirirse por cien dólares con garantía. Para los amantes de los relojes, la de Swatch es his-toria conocida. Y sin embar-go, cada nueva colección, sorprende.

Es lo que pasa con la fla-mante –aunque desfasada respecto del Norte– invierno 2008. Aunque uno pensara que Swatch ya no tenía mucho más para inventar, aquí están estas formas nuevas, que metamorfosean correas y cuadrantes, tras-tocando los límites conven-cionales de los objetos.

Hay relojes Swatch que valen fortunas en los rema-tes, por los que los colec-cionistas exclusivos, que forman una especie de secta internacional, darían a su madre. Está el de Andy Warhol, y el de Keith Haring, está el scuba (sumergible) edición limitada en homena-je a Betty Page, que nos dejó hace pocos días. Están todos aquellos customiza-dos por grandes diseñado-res, artistas plásticos, humo-ristas y hasta escritores. La firma que preside Nicolas Hayek –dueño del gigantes-

co Swatch Group– se adue-ñó de la idea de que lo que motoriza la producción relo-jera son justamente las ideas, por estrafalarias que parezcan. Con la invención de Swatch, que no por nada lleva como logo la bandera suiza, Hayek torció el brazo de su mayor amenaza, la avanzada nipona con sus modelos a pila, y logró ven-cer la pulseada hasta ahora, con el definitivo triunfo de la relojería helvética como sinónimo de maquinaria hecha a mano, más vincula-da a las emociones que al consumo. Y por las emocio-nes, está claro, se paga lo que valen. De ahí la parado-ja, porque la respuesta suiza en esa guerra contra los gigantes japoneses de los setenta, como se ha dicho, era un chiste sobre el precio de las cosas.

Pero dejemos los discur-sos y vayamos al diseño, que es lo que cuenta

hablando de Swatch. En este caso, para una línea que se acerca a la moda. Ahí está Droplet Moves, con eslabones de forma capri-chosa que imitan la forma de los huesos humanos y ubi-can el cuadrante al revés, con la corona hacia arriba, inserto en la maraña de acero que cubre buena parte del antebrazo. O Going Out, acero con laca negra y rosa, con la caja incorporada a la pulsera, muy para salir a la noche. Splendious, con el cuadran-te descentrado, dentro de una caja cuadrada que con-tinúa la línea de su correa de caucho negra, super elegan-te y a la vez, osado. Y como el humor sigue siendo una constante fuente de inspira-ción, está Me and my Shoes, con dijes móviles (zapatitos, carteritas, corazoncitos, boquitas), que cuelgan de una pulsera de eslabones circulares de acero, hiper femenino. Como cuelgan perlitas de colores en Trikle Light o un par de dados de la suerte, que surgen de la correa en el modelo Star Feelings. Para seguir con el increíble Get Color Style,

ochentoso hasta en la elec-ción cromática: fucsia, tur-quesa, naranja furioso para una pulsera acrílica asimétri-ca que parece con vida. También hay un homenaje al punk con S-Punked, con una muñequera escocesa como base, entre otras creaciones.

En Buenos Aires, a dife-rencia de otras ciudades, la presencia de la marca ha sido algo errática. Pero ahora se refuerza, con stands propios en los prin-cipales shoppings y con una insólita tienda móvil –un camioncito– en Punta del Este.

tiempo

Con sentido del humorLos relojes que popularizaron el lujo y el diseño, Swatch, en una nueva colección llena de guiños y bromas de buen gusto.

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nuevos. La colección europea 08.

femeninos. Con perlitas y ochentosos.

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Por Silvina Pini

Para los argentinos, Brasil es sinónimo de fiesta: playas

deliciosas, garotas, samba, caipirinha y esa alegría contagiosa que puede contagiar al porteño más quejoso. ¿Qué festejan tanto? Pero cuando uno

advierte que a lo largo de 8.500 kilómetros de litoral sobre el Atlántico se suceden playas, bahías, islas, morros, coqueiros y que sólo bastan un traje de baño y un par de ojotas para ser feliz, más de uno ha lamentado no haber nacido bahiano. Justamente, los bahianos expresan mejor que nadie ese espíritu brasileño del “tudo bem”.

En el año 2000, Bahía inauguró Costa do Sauipe, un imponente complejo a 76 kilómetros al norte del aeropuerto de Salvador. No se trata de un pequeño pueblito de pescadores

como Praia do Forte o Arembepe, sino de un gigantesco country hotelero cerrado, donde cinco hoteles cinco estrellas y seis posadas tres estrellas pueden albergar a 1.500 visitantes. Los hoteles, todos de construcción apaisada y en armonía con una vegetación exuberante

–a la noche el zumbido de insectos y otros bichos es ensordecedor–, comparten seis kilómetros de playas, jardines y una laguna. Caminitos de madera y pasarelas sobre el agua los conectan entre sí y con Vila Nova da Praia, el pequeño centro comercial, que tiene una plaza, una capillita, restaurantes, bares, locales comerciales, puestos de artesanías, bahianas de estricto blanco que venden acaraje y vatapa (los dos bocados bahianos) y shows en vivo. Aclaremos: espléndidos morochos practican capoeira al son

de berimbao y la percusión, pero dedicados al turista que se junta alrededor a sacar fotos. No deja de ser hipnótica la destreza con que revolean piernas y se paran de cabeza, pero como todo en Sauipe, está hecho a medida de los turistas.

La propuesta de Sauipe es cubrir las necesidades del huésped dentro del complejo. Además de playas con todos los servicios –reposeras, sombrillas, toallas, bares y actividades acuáticas– los pasajeros pueden usar cualquiera de las piscinas y comer en los dieciséis restaurantes con distinto tipo

viajes

Brasil, como en el Caribe

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Costa do Sauipe es el primer complejo hotelero cerrado para disfrutar de la playa y de una gran variedad de servicios con el sistema all inclusive.

BáSicoS

Paquetes. 7 noches de alojamiento, pasaje aéreo volando por Tam, traslados de y hacia el aeropuerto, U$ 1.783+impuestos, por persona en el SuperClub Breezes con sistema all inclusive o U$922+impuestos por persona en las Posadas Pestana, sólo con desayuno. Consultar por planes familiares, importantes descuentos para los menores. Brighton Travel, Maipú 864, 1º B, tel.: 5032-5750 www.brightontravel.com.ar Todos los hoteles tienen habitaciones para discapacitados.www.costadosauipe.com.br

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de comidas. Hay varios equipos de entretenimiento para chicos de todas las edades, actividades diurnas para grandes y shows en vivo a la noche: desde cantantes de samba con su guitarra a bailes bahianos y caminatas nocturnas por la playa con ceremonias a Iemanjá. Amantes del deporte cuentan con una cancha de golf de 18 hoyos, 15 canchas de tenis, un centro ecuestre y un polideportivo con canchas de fútbol, basquet y pista de ciclismo. Y todo en un clima de total seguridad ya que el ingreso al complejo está vallado.

Seis estilosEl All Inclusive está espe-

cialmente pensado para familias y grupos de amigos de todas las edades. Cuenta con 237 habitacio-nes amplias y equipadas. En éste como en todos los hoteles, el desayuno es una fiesta: frutas exóticas y dife-rentes cada mañana llenan de color las mesas.

El Conventions se destaca por su decoración con esculturas indígenas, cara-belas y pasarelas sobre espejos de agua que evo-can la llegada del portugués al Brasil. Tiene 404 habita-ciones.

El Golf & Spa apunta a parejas porque justamente cuenta con un spa completísimo y es el más próximo al golf. Dispone de 256 habitaciones.

El Suites apuesta por una decoración sofisticada pensada en torno al cacao: madera, granito y fibras naturales son los materiales predominantes y los frutos y aromas de este árbol están presentes en el lobby, en las 198 habitaciones, en los bares y restaurantes.

El hotel Super Clubs Breezes es el más caro y lujoso. Son 324 habitaciones. Las posadas Pestana son, en el extremo opuesto, las más sencillas y económicas. Se trata de 169 habitaciones organizadas en seis edificios o "posadas" temáticas.

Costa do Sauipe es una manera especial de vivir Brasil a pura playa, confort y servicios. Para entrar en contacto con el Brasil brasi-leiro, basta tomarse el micro Linha Verde a Praia do Forte, a 25 km y ver los bahianos con la cerveza en la mano y la mirada clavada en su mar azul.

ojo con loS monoS

En esta reserva natural hay una gran cantidad de monos titís sueltos. Están próximos a las piscinas, jardi-nes y restaurantes. Se los ve peque-ños y amistosos, pero cuidado, muerden. Es muy común que los chicos les den de comer y quieran tocarlos, pero Bahía es una zona endémica de rabia y ante la morde-dura se deberá iniciar un largo trata-miento que comienza en un hospital público bahiano y sigue cinco meses después. Los hoteles no advierten de este peligro con nigún cartel, a pesar de los numerosos casos de chicos mordidos y las vacaciones arruinadas. Los monos, de lejos.

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Esos raros trabajos nuevos

Un profesor de español neutro, una wedding planner, una empresa de delivery de strippers, un hotel para mascotas y una personal shopper. Algunos pueden sonar insólitos, pero todos no dejan de tener una gran dosis de oportunismo.

Vieron el nicho vacío y lo ocuparon. Éstos son los nuevos oficios argentinos del siglo XXI.

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Esos raros trabajos nuevos

Damián Donnangelo tiene una empresa de delivery de strippers. "Nos contratan desde fiestas de 15 hasta cumpleaños de señoras de 85.”

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Por CiCCofotos: luis maría herr, PatriCio Cabral, leanDro sánChez

¿Sabe cómo diferenciar un trabajo nuevo y flamante de uno viejo y caduco? ¿Cómo distinguir entre una carrera tradicional, larga y metódica, de un oficio incipiente, próspero y, visto desde afuera, con tufillo a improvisado? Es muy sencillo. Basta con propo-

nerse hacer una nota. Si decide, por ejemplo, convocar a un abogado penalista, a un médico clínico, a un martillero públi-co, encontrará miles, bien dispuestos y con agenda liberada. Ahora bien, si se le ocurre entrevistar a un revendedor de entradas de recitales en primera fila, a un cazador de tenden-cias, a un hacedor de colas, a un probador de video games o a un personal shopper, seguramente le sucederá algo inespera-do: no le darán ni cinco de bola. Pero no se desaliente. No se lo tome a título personal. Esto no es contra usted. Valga como ejemplo la realización de esta misma nota donde, para con-cretar cinco entrevistas, debieron hacerse diez intentos en vano. "No dudamos que la nota nos traerá buena difusión", se disculpó una representante de la rara gama de nuevos traba-jos. "Pero, gracias a Dios, en este momento ni siquiera la nece-sitamos".

La agenda apretada como cinturón de Papá Noel es un deta-lle que representa el espíritu de esta gente. Ocupaciones apre-suradas a tono con los tiempos que corren, a veces sin título y sin carrera, trabajos que uno podría tener de la noche a la mañana, en muchos casos, sin abrir un libro, y con apenas un pálpito que los coloca en el centro del huracán, en el lugar correcto y en el momento indicado.

Fíjese en la historia de Alejandro Guevara, con oficina amplia y moderna a metros de Avenida Corrientes y Callao. Desde hace seis años, Guevara es locutor profesional recibido en el ISER. Pero desde hace mucho menos, encontró una profesión nueva y se dedicó a enseñarla. El hombre es profe-sor de español neutro. Nadie le enseñó esto porque, cuando Guevara empezó, no había nadie que lo hiciera. "Fui consul-tando con operadores de sonido que tenían buen oído para ver cómo era la cosa. Y ahora soy yo el que dictamina qué es neutro y qué es, por ejemplo, mexicano".

Hoy en día, Guevara está a la cabeza del instituto Ibero con dos estudios propios de doblaje y grabación. Da clases a 50 alumnos al mes -tardan 8 meses en recibirse y, como habrá deducido, no hay título oficial de ninguna clase-, y asiste a empresas como Telefónica, SAP y Hewlett Packard. El equipo de Guevara capacitó a cuatro mil personas en el extraño arte de hablar pasteurizado. "Muchos se creen que el neutro es una caricatura. Están confundidos. Es un dialecto. Y en ningún país del mundo sucede que una escuela enseñe un dialecto."

En las primeras clases, Guevara explica cómo leer y repetir en neutro. Más adelante, los estudiantes aprenden a imitar las películas. Y, por último, se permiten hablar y pensar en neutro, como si hubieran sido lobotomizados por Arnaldo André. "Hay cada vez más alumnos que me dicen que, a la segunda clase, ya empiezan a soñar en neutro. Y después están los que tienen problemas de identidad."

Guevara es también coach de actores. Y publicó el primer libro de español neutro del mercado local, que va por la ter-cera edición. Es la voz de Fashion TV -"Mi objetivo era neu-tralizar al locutor tipo Ante Garmaz, ahora es punch arriba

pero no tan puto"-, es la voz de los spots de Cristina Kirchner y es el tipo que, en los DVD's, te dice cómo el holograma anti piratería aparece y desaparece, aparece y desaparece.

Guevara ha picado tan alto y tan lejos que el reloj cucú más grande del mundo, en la Selva Negra, en Alemania, un bicha-rraco con escaleras interiores para turistas que disfrutan vien-do si un cucú cuenta o no con intestino grueso, tiene su voz, en perfecto tono de español neutro. "Hay que respetar los fonemas, la melodía y el léxico. Hasta hay una forma de pen-sar en español neutro", arriesga Guevara, calvo, con cara de cansado y con la lengua despierta. "Si al argentino le sacás el engreimiento, al chileno le bajás la velocidad, al mexicano le quitás la inocencia, te queda el español neutro."

Como podrá intuir, este cronista le pide una pequeña mues-tra de su arte en vivo. "Bueno", Guevara se quita el sudor de la frente. "Te digo una, por ejemplo." Se aclara la garganta y

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cambia la voz. "Órale, ganaste la lotería. Eso es mexicano. Fantástico, ganaste la lotería. Eso es neutro. Copaaaaado, ganaste la lotería. Eso es argentino. ¿Notás la diferencia?"

Guevara dice que hasta existe un lunfardo neutro, un neutro gallego y una serie de fórmulas que, expresadas en neutro a viva voz, no significan nada en absoluto. Las publicidades pedorras de Tevé Compras son, dice, la máxima expresión de esto último. "Es simple: está tan mal hecho, y es un trabajo tan mal pago para los que hacemos neutro -menos de 100 pesos-, que con-tratan a cualquiera y no te lo creés. Yo te puedo decir: 'Esta pastilla cambió mi vida'. O 'ayer me tomé el 60 a Belgrano'. Y es lo mismo. Está dicho igual, con la misma intención. Es así con la música. Está el cantante que te conmueve y el que solo le emboca a las notas. Bueno, con el neutro es tal cual."

Es tal el magnetismo del neutro, que Guevara dice que se hace amigos instantáneamente. Y ya no puede jugar paddle

porque los compañeros de paleta le piden que hable como dibujito de Disney.

El neutro obra milagros: un alumno que vendía gabinetes de computadoras terminó como gerente de la empresa, gra-cias a las bondades vocales del neutro bien empleado. Y aún así, hay gente que sigue pensando que es un curro.

Defensora de turistasCada vez que uno ve a un argentino intercambiar palabras con un turista, tiene la sensación de que, en mayor o menor medi-da, más o menos solapadamente, al pobre hombre se la están poniendo. Por eso mismo, ¿quién estará allí para ayudar al pobre turista acosado de argentinos ávidos de dólares? ¿Quién se interpondrá en el camino de los villanos compatriotas, en defensa de las buenas costumbres nacionales, perdidas quién sabe hace cuánto? ¿Quién, en definitiva, podrá ayudarlos?

gustavo gonzález marín es veterinario y el dueño de Las Palmas, una hostería para mascotas con servicios de masajes y homeopatía.

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Quién: los personal shoppers, uno de los oficios más recurren-tes y solicitados de los últimos tiempos. Asistentes de compras que, por obra y demanda del destino, se han convertido en paladines de la defensa del inocente consumidor foráneo. "Nuestro trabajo no solo consiste en llevar a un turista y reco-mendarle un lugar", dice Adriana Domenech, de piel tostada, platinada, profesora de inglés, y con un anillo con imponentes iniciales AD, como si fuera la superheroína de alguna cadena hotelera. "Nuestro trabajo también consiste en dejar una buena imagen del país. Acá, en ciertos negocios, se le pone un precio para el argentino y otro para el turista. A veces, te lo dicen en la cara: 'Si sos argentino 10 pesos. Si sos extranjero 10 dólares'. Yo a mis clientes los cuido para que los traten igual que a uno del país. Además, conozco los negocios y llevo a la gente donde compraría yo. Sé que no les recargan nada." AD tiene lista de más de 30 negocios confiables, libres de la toxi-na nacional que ve a los turistas como si fuera una clase de carne a ser abrochetada. La mayoría de los locales solicitados venden cueros, prendas de tango y artículos regionales, los hits de todo visitante. A veces, en señal de agradecimiento, los clientes invitan a AD a sus casas en Inglaterra o en los Estados Unidos, o, esa misma noche, a cenar por Buenos Aires. Como ellos eligen lugar y no es parte del cachet de AD, es poco lo que la personal shopper puede hacer por ellos, cuando viene el mozo y lo sacude sin piedad. "En un conocido restorán, me di cuenta que les rompieron la cabeza. Pero no pude hacer nada. Cuando vi la cuenta", AD hace un quejido de animal herido, "ya era tarde."

Cuatro años atrás, la hija de Domenech, que trabaja en una agencia de turismo, le dijo: "Mamá, vinieron unos ingleses. A vos que te gusta bailar tango, ¿no los llevarías a bailar?" Los ingleses quedaron encantados con AD, y a los pocos días, la hija volvió a la carga: "Mamá, ya que dominás tan bien el inglés, ¿por qué no te hacés personal shopper?" ¿Personal qué? AD conocía superficialmente el tema de leer en las revistas. Pero entre leerlo y vivirlo, hay un abismo. "A veces, tengo casi todos los días ocupados. Y hago tres o cua-tro horas mínimo por grupo de no más de tres personas." AD cobra 30 dólares la hora. Asistió a gerentes de la Ford, a dueños de importantes cadenas inmobiliarias y a novelis-tas británicos. Los busca al Sheraton, a departamentos alquilados en Puerto Madero, al Hilton. En una entrevista previa, AD se informa de sus necesidades, y después los lleva allí donde, al menos, antes de facturarles, les pondrán pomada. "Los turistas están cansados de ver los mismos shows de tango superproducidos. Es que muchos creen que están bárbaros y son malísimos. Pero se están empezando a dar cuenta. Ahora, quieren ver cómo se baila tango de verdad. Yo también los ayudo en eso."

¿Y qué es lo más duro de un personal shopper, un oficio que usted podrá considerar pavo y facilongo? "Las horas que pasás", AD suspira como si acabara de terminar un triatlón. "A veces, estás cinco horas de compras y después, hay que volver a acompañarlos a cenar. Es mucho tiempo."

Entre sus amigas, dice que nadie le discute su trabajo ni siquiera en chiste. Nadie le dice, por ejemplo: "Sí, todo muy lindo, AD, pero ¿en serio pensás que lo tuyo es trabajo?" AD se pone la camiseta. "Es que el personal shopper cumple una función importante. La gente no pierde tiempo y, aun cuando gasta en asesoramiento, ahorra plata. Yo hasta me convierto

en asesora de imagen y les digo si la ropa que se prueban les combina o les queda mal. En esto, aunque te parezca mentira, encontrás un montón de formas de ayudar."

Mascotas en cinco estrellasGustavo González Marín es veterinario, recibido oficialmen-te en agosto de 1988. Sin embargo, la gente lo conoce mejor como dueño de Las Palmas, una hostería exclusiva para mas-cotas en un predio de 15 mil metros, en Garín, donde ofrece juegos recreativos –entre ellos escondidas y entretenimientos en la pileta–, almuerzos, merienda, servicios de masajes, homeopatía y acupuntura para mascotas estresadas.

Marín tiene además dos psicólogos estables de animalitos con problemas de comportamiento –"dígame, ¿tiene sueños recurrentes donde se come a los pajaritos?"– y un plantel de cirujanos, oftalmólogos y cardiólogos atentos a cualquier adversidad.

Esto no es joda. Marín se lo toma muy seriamente. Hospeda hoy a 70 animales, y cobra 70 pesos la estadía -hace pequeños descuentos si se quedan el mes completo-. Y la gente respon-de. Cuando tuvo que decidir el destino de sus veinte gatos, Alicia Pérez Companc le encomendó los suyos. "Ella recogía gatos de la calle y cuando enfermó, los trajeron para acá. Estuvieron 12 años hasta que falleció el último". Marín le cuidó el labrador a Marley, la perra viejita de Juan Leyrado, y el ovejero alemán del juez Tiscornia.

aDriana DomeneCh, personal shopper. "En ciertos negocios, se le pone un precio para el argentino y otro para el turista.”

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En el 2002, lo contrataron para llevar una vaca a la casa de Gran Hermano. Marín invirtió dos meses y medio para habi-tuarla a vivir en un set de televisión. La llamó Margarita. "Reprodujimos todas las características del lugar y metimos también al ternero Ernesto, que no era hijo natural de Margarita, como todo el mundo creía. Teníamos que prever escenarios de riesgo: por ejemplo, que no se cayera a la pileta. Mis amigos tamberos me decían que, en un mes de televisión, yo saqué por Margarita el mismo dinero que una vaca produ-ce en dos años".

En la casa de GH, al ternero Ernesto le siguieron los perros Malena y Palmito y, más tarde, un puñado de gallinas. La participante Ximena Capristo quedó tan encariñada que, después del programa, viajaba a la hostería periódicamente a velar por el destino de los pichichos.

Con la irrupción de la animalada en Gran Hermano, Marín descubrió un nuevo filón: el de los animales actores.

Y entró para quedarse. Su perra Isoca actuó en Resistiré. Al perrito Chopi lo contrataron en la tira de Cris Morena Rebelde Way. Una gata persa apodada Gioconda laburó a pata partida en Alma pirata arrullándose en las lolas de Luisana Lopilato. Y uno de sus burros trabajó

en una publicidad de Ford K. "Compré el burro cuando lo vi trabajar en el teatro Cervantes", precisa Marín, con un imán innato para descubrir una futura estrella, aun puesta en cua-tro patas y comiendo heno. "En el teatro, hacía de burro de Sancho Panza. Un genio. Pero ojo, no quiero que nadie pien-se mal. Nosotros lo hacemos con amor. Yo amo, de verdad, a los animales. Y no haríamos jamás nada que les pudiera hacer mal." Marín se acuerda de algo y se ríe solo. "El otro día fue una risa, porque tuvimos que enyesar a un gallo que tuvo un accidente. Imaginate, no sé si alguien lo habrá hecho alguna vez. ¡Un gallo enyesado! ¿Lo escuchaste? En nuestra hostería los animales no están estresados y eso les hace más fácil la actuación. Igual, no dejamos que estén mucho en el set. No más de 6 horas y bien atendidos."

Marín, como le decía, es veterinario. Vive entre animales. Sabe sus virtudes y sabe sus limitaciones. Pero los guionistas, según dice, no. "A veces, en el libreto te piden cualquier cosa. No tienen idea de qué puede hacer un animal. Ahora, por ejemplo, estamos entrenando a un gato para una publicidad donde nos piden que lleve un diario al amo. Todavía no sabe-mos si va a poder. Es un misterio."

Además de su costado mediático, Marín entrena mascotas para ayudar a discapacitados y ofrece sesiones de equinoterapia a chicos con dificultades motrices. "Acá todos los animales trabajan. Están los que cuidan la granja. Y hay un border collie que toca la campana cuando vienen visitas." Marín hace una pausa, rodeado de perros que lo lamen como si fuera chupetín. "El perro se ganó el trabajo. Hasta saqué el portero eléctrico."

0800-strippersA Damián Donnangelo lo puede encontrar en cualquier lugar que se imagine. En la casa de un amigo. En una fiesta de 15. En un hotel cinco estrellas. En un piringundín de mala muer-te. Donnangelo es uno de los pocos y primeros representantes de un oficio en ascenso: el delivery de strippers. "El strip se masificó", dice Donnangelo, mechas al viento, recién salido de la ducha. "Hoy nos contratan desde fiestas de 15, hasta cumpleaños de señoras de 85, donde hay bisnietos corriendo por ahí. No hay límites. Mis amigos me dicen: 'Qué lindo curro que pegaste'. Pero esto tiene sus inconvenientes como cualquier trabajo."

Donnangelo trabajó durante dos años en el Golden, el local de strip para mujeres y, después de ver tanto pito colgante, le vino una idea genial. ¿No sería mejor y más provechoso, se

dijo, un pito colgante en la comodidad del hogar, en vez de tenerlo en medio de una muchedumbre vociferante y hambrienta pre-cisamente de objetos colgantes? "La clave de mi trabajo es la participación", dice hoy el sur-tidor de strippers. "Si vas a una disco, excepto que sea tu cumpleaños, o tu despedida de sol-tero, es raro que te hagan subir al escenario y participar. Cuando vas a las casas, esto es mucho más fácil. Además, a las que quieren, les ofrecemos clases de strip."

Desde su página en Internet -www.showdes-tripper.com.ar- , tiene staff para repartir: bai-larines, bailarinas, negros, gordos y enanos. Este cronista le pregunta a cuánto asciende en el mercado la tarifa de un enano bailarín. “Un cliente me dijo:

‘Tomá la llave de mi 307 pero dejame la

chica’. Y no. Soy intransigente. Tengo

que cuidar mi laburo”.

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Donnangelo achina los ojos y repasa mentalmente la lista de precios, como si revisara una carta de vinos. "Son 350 pesos.” ¿Y a cuánto la bailarina común y silvestre? "250 pesos el show. Y el negro 300. Es que los enanos son más difíciles de conse-guir. Hasta me contrataron a uno para una fiesta llena de modelitos."

Usted se preguntará, al igual que este cronista: y el stripper gordo, ¿tiene trabajo o, paradójicamente, se muere de hambre? "Labura, no te creas. Es que el gordo Esteban le pone onda. Andrés Calamaro le dedicó el tema “Sexy barrigón”. Él entra vestido de policía y la gente se cree que es un poli de verdad. Después sale de conejita y se queda bailando con las chicas hasta el final del cumpleaños. Es pura actitud, el Gordo."

En tiempos de fiestas, Donnangelo tiene un promedio de cien contrataciones al mes -llegó a tener diez en una noche-. Un reconocido sin-dicalista le pidió una decena de chicas stri-ppers para su cumpleaños. Y el dueño de una financiera lo contrató para que dos bailarinas lucharan en el barro. "Cuando el tipo vio la escena", Donnangelo tapa una risita, "se metió también."

El delivery de strippers no conoce fronteras geográficas ni sociales. Recibió pedidos desde Misiones a Río Gallegos. A Donnangelo lo lla-man del country Nordelta, gringos cineastas que se albergan en la mansión del Ceasar Park, y hasta de Villa Diamante y Fuerte Apache. "A Fuerte Apache ya fuimos cuatro veces. La pri-

mera, no sabíamos que era ahí. Me dijeron simplemente que era en Ciudadela. Cuando llegué, nos esperaba un auto para hacernos entrar. Fue para festejar un día de la madre. Una vez dejé el auto estacionado y estaba preocupado porque no me lo afanaran. Le pregunté al pibe que nos contrató y me dijo: 'Quedate tranquilo, flaco, estás con nosotros'. Y tenía razón: nunca nos pasó nada."

A diario, Donnangelo debe responder a una pregunta ingra-ta: las strippers, llegado el caso, terminado el baile y con ayuda de una tarifa extra, ¿pueden intercambiar fluidos con el clien-te? "Es la pregunta del millón. Me la hacen todas las noches y yo respondo siempre lo mismo. Las chicas bailan y se van. La mayoría no trabaja. Para mí sería terrible que lo hicieran,

porque acostándose ganarían mucha más plata y yo me quedaría sin bailarines. No tendrían tiempo para cumplir con los pedidos de strip. Un cliente me dijo: 'Tomá la llave de mi 307, pero dejame la chica'. Y no. Soy intransigente. Tengo que cuidar mi negocio."

La delicada psiquis de las noviasPara empezar a conversar de trabajo con Mariana Philip, debería imaginar un número con cuatro ceros atrás. Diez mil pesos es lo mínimo que cobra por sus servicios de wedding planner o, para ponerlo en castellano corriente, en español neutro digamos, sus servicios de planificadora de eventos, especialmente de bodas. Ella se promo-ciona como pionera en el rubro. Empezó organi-

alejanDro guevara, profesor de español neutro. “Muchos creen que el neutro es una caricatura. Están confundidos. Es un dialecto.”

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En temporada alta, nos contratan un año antes”, dice la wedding planner, una cara conocida en las fotos de la

revista Caras.

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zando el cumpleaños de 15 de una amiga de la facultad y no paró. "Yo estudiaba psicología y tenía mucha gente cercana que tra-bajaba en eventos. Desde dueños de empresas de catering a amigos dj. Y la gente que me conocía, me pedía consejos a la hora de organizar una fiesta. Y así me largué."

Hoy, Philip lidia con aspectos como el timing de una boda donde todo debe estar cronometrado como sinfonía de violi-nes –"siempre puede surgir algo y hay que saber modificarlo en el momento"–, y, lo que es peor, contener el estado de ánimo de la novia, que es como un castillo de copas de cham-pán, burbujeante, bello y dulce, es cierto, pero quítele una copa y se le vendrá todo al suelo. "Es un tema delicado", dice Philip, que contesta todo por mail porque, como le contaba más adelante, esta gente no tiene tiempo ni para promocio-narse cara a cara con la prensa. "Por suerte, estudié psicope-dagogía y psicología. Eso me dio un bagaje importante para contener a las personas."

Philip identifica tres etapas en la psiquis de una novia en su inhóspito camino al altar: el entusiasmo efervescente de la primera entrevista, la ansiedad adrenalítica del día previo y el temor sobrenatural a lo desconocido al ingresar a la igle-sia colmada y, al frente, con un hombrecito disfrazado como pingüino, a quien deberá amar por el resto de su vida.

Una boda es un mundo en sí mismo. De fantasía, pero mundo al fin. Philip debe estar pendiente del ramo de la novia, el vestido, el auto que los trae, las fotos, el dj, la iglesia, el catering, la peluquería, la barra, la ambientación, la ropa de etiqueta, el salón de fiestas y la luna de miel. Y si se pone a pensar se le ocurrirán 50 cosas más.

"Alguien que contrata a una wedding planner, puede dele-gar la organización de todo en alguien responsable y con expe-riencia", Philip infla el pecho –bueno, imagino que lo hace vía mail–. "Y así llegan distendidos a la fiesta y pueden disfrutar-la. Pero a veces, nos encontramos con gente que no sabe dele-gar y no puede dejar de ocuparse en detalles que al final la terminan desgastando. ¡Y el día de la fiesta, llegan estresados! Y eso es justamente lo que no queremos que suceda."

Philip se puso al servicio de bodas de famosos, como Nicolás Vázquez, el actor de Casi ángeles, un reconocido atolondrado que le tiró el pochocho a la novia en su primera salida al cine y cuya mujer temía que durante el casamiento le pisara la cola del vestido con el zapato.

"En temporada alta, nos contratan un año antes", dice la wedding planner, una cara conocida en las fotos de casa-mientos de la revista Caras. "Además, no es lo mismo una fiesta para 700 personas que una para 100. De todos modos, tenemos un equipo capacitado para organizar una fiesta en un mes, siempre que nos deleguen la contratación de los servicios."

Como habrá visto, el trabajo se renueva como un reptil que cambia de piel y lucha por estar al día como tanto otros seres de la naturaleza. Se desprende de diplomas, del mandato de los padres y muta igual que el virus de la gripe. O igual que los mosquitos.

Los tiempos pasan y siempre encuentra una forma diferen-te de colarse, de picar y de sobrevivir, en un mundo donde hay cada vez más mosquitos, cada vez más competencia y cada vez menos lugar donde dejar una roncha.

mariana PhiliP cobra diez mil pesos como mínimo por sus servicios de wedding planner.

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m i v i d a y y opor carolina balducci

P asé las fiestas en familia: tíos, primos y cónyuges varios reunidos en Quilmes. La familia, todos lo saben, es el más poderoso caldo de cultivo del

sentimiento indeleble de la culpa. Las fiestas de este año fueron, como todos años anteriores, un evento bas-tante parecido al juicio final, pero esta vez a mí no me afectó tanto. ¿La razón? Usé otra estrategia para enfrentarlos. Asumí que no tengo por qué convencer a nadie de que la paso bárbaro aunque no tenga novio ni novia ni mascota y, en cambio, decidí exponer abierta y sobriamente el mal estado de mi vida amorosa; y, sobre todo, decidí aclarar que no me sentía ni remotamente culpable por ello –lo que no es del todo cierto pero no hay por qué enterar a la familia de tantos detalles–. El caso es que cada vez que alguien me preguntaba, con esa misma mirada reprobadora, inquisidora, vene-nosa, malévola: "¿Pero por qué, Carolina, por qué te va tan mal con los hombres, por qué, por qué?" Yo decía: "No sé". Y tras bajar y subir la cara lentamente agregaba, segura: "No lo merezco".

Si no hubiese hecho eso, es decir, si me hubiese dejado afectar por esos ojos maliciosos en los que era posible leer: "Te va mal porque vivís cagándola", no habría podido levantar cabeza en todos estos días. Me habría tenido que comprar un látigo para llevar en la car-tera y, en vez de contestar la pregunta –¡¿pero por qué, por qué?!–, habría tenido que flagelarme frente a todos pidiendo perdón por cada uno de los hombres con los que no me casé, junté, ennovié o mantuve una conversación sobre el futuro.

Pero, decía, esta vez no fue así, al menos durante los primeros días. Yo iba por ahí, perfectamente muda, y cuando alguien se acercaba a hablarme, sacaba del bolsillo la cara más dura de la que era capaz: "No merezco mi suerte, no, no, no". Y aunque siguieran atacándome –"Pero, Caro, ¿será que no sabés buscar en los lugares correctos?"–, yo me mantenía impasible e insistía en declararme inocente del desastre de mi vida amorosa: "Claro que sé buscar, soy una busca-dora profesional, nadie podría decir que no busco bien, eso sería una mentira gigantesca...", decía, alzando el dedo índice, para que no cupiera la menor duda. Y la gente, un poco apabullada, se alejaba y me dejaba en paz.

Esa paz duró hasta que encontré a mi prima Cecilia, que arrastra-ba su cuerpo enorme por el living familiar y festivo con sus cuatro críos y parecía tan agitadamente feliz, tan rebosante de sudor alegre, que a nadie se le ocurría preguntarle, como a mí, si su vida estaba bien o mal o si la panza se le había podrido de tanto tragar mierda. A mí tampoco se me ocurrió preguntarle nada, pero no hubo nece-sidad. Estábamos partiendo una torta que mi madre hizo el día de Reyes y Cecilia me dijo muy casualmente:

–Carito, adelgazaste, ¿estás haciendo dieta? Mi prima Cecilia tiene mi misma edad, casi mis mismos genes y,

además, cuatro hijos. O sea, no es precisamente una sílfide. Yo le dije que sí, que me mataba con las dietas, y que casi había perdido el trabajo por el arrebato que me dio de ser gorda.

–Te ves muy bien, Carito. Yo en cambio no puedo adel-gazar. Me quedé así, gorda y fea para siempre. Mi mari-do me engaña, ¡ja! Es obvio, y si no lo hiciera yo lo acu-saría de maricón, te lo juro. Ni a mí misma me darían ganas de cogerme, ni de darme un beso siquiera.

La mirada y la voz de Cecilia trataban de simular ironía –pensé que esa debía ser su estrategia de defen-sa en el juicio final–, pero sonaban como la sinfonía más genuina de la tristeza universal. Dejé de cortar la torta y la miré. No sabía qué decirle. Era verdad que estaba gorda y fea pero hasta yo, que me gané en el

jardín el primer premio en el concurso de complejos, podía decirle que ser linda y flaca no lo es todo en la vida. Cecilia servía el quinto pedazo de torta en un plato de Patito Feo. Me lancé al ruedo:

–Ceci, tenés cuatro hijos preciosos, nadie espera que seas una bomba sexual. Sería absurdo. Yo no tengo ni un perro y estoy muy lejos de serlo…

–Tengo tanta carne floja en la panza, Carito, que la concha se me perdió.

Cecilia no me escuchaba, estaba embarcada en el relato de su propia miseria y ni siquiera necesitaba un látigo. Tenía los ojos llenos de lágrimas.

–…Yo amo a mis hijos, pero a veces me agotan, no me dejan tiem-po para mí. Empiezo a hacer una dieta y la ansiedad me gana. Además, tengo que hacer tantas cosas en la casa que me quedo rápi-damente sin energías. Así que estoy condenada, Caro, a ser una gorda desdichada. ¿Y a quién podría gustarle una gorda como yo?

¡Dios Santo!, me dije, esa sí que era una pregunta difícil hecha a la persona equivocada. Cecilia era yo (dos veces yo, para ser exactos), casada y con hijos. O sea, Cecilia era yo en el extremo contrario, y ni siquiera tenía tiempo para el autoflagelo; tenía que aprovechar estos momentos en que debía servir una torta para poder largarse con…

–¡Mamáaaaa!La llamaba uno de sus cuatro nenes. Cecilia se secó las lágrimas

con el dorso de la mano y bamboleó sus caderas enormes rumbo al living junto con una bandeja con platitos de torta. Nadie se dio cuenta de que lloraba, nadie se plantearía semejante cosa. Cecilia era una madre feliz, dichosa y, sobre todo, una madre ocupada. Quién la iba a atormentar con preguntas incómodas como…

–¿Te pasa algo, Ceci?La tía Silvia, claro, que ahora la miraba expectante. Cecilia balbu-

ceó algo y cuando la tía se disponía a enterrarle su ponzoña yo corrí a sentarme a su lado:

–Tía Silvia, no sé por qué me va tan, pero tan mal con los hom-bres…

Me le serví en bandeja. Ella lanzó un resoplido de alivio y me miró con los ojos brillantes de emoción.

–Es tu culpa, Carolina, pero vos escuchame, yo te voy a explicar por qué…

Fiestas, juicios, culpas

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c. actualidad a diario, es una publicación propiedad de Papel 2.0 s.a. Maipú 271. ciudad de Buenos aires. director: Jorge lanata. registro de la propiedad intelectual: 722.212. impresión: Kollorpress s.a. uruguay 126 - avellaneda.

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