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GURMAT SIDDHANT Baba Sawan Singh Las enseñanzas del Sant Mat Versión resumida e Kirpal Books

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GURMAT SIDDHANT

Baba Sawan Singh

Las enseñanzas del Sant Mat

Versión resumida

e

Kirpal Books

El Gurmat Siddhant, una amplia representación de las enseñanzas del Sant Mat o Surat-Shabd-Yoga, fue escrito por Sant Kirpal Singh, aprendiz del maestro Hazoor Baba Sawan Singh Ji Maharajen vida, y publicado con el nombre de su maestro.

La obra original, de dos tomos, fue redactada en los años cuarenta en panyabí, pero no se tradujo al inglés hasta los años sesenta, cuando fue publicada en Beas como una edición de cinco tomos. La versión resumida en lengua alemana apareció también en el Dera Baba Jaimal Singh en el año 1989, y vuelve a publicarse de este modo para ayudar a encontrar el camino interior al mayor número de buscadores posible.

Hazoor Sawan Singh Ji Maharaj

Índice de contenidos 7 1º libro, capítulo 1: El objetivo de los buscadores 10 Capítulo 2: La estructura de la creación 12 Capítulo 3: El karma y la reencarnación 17 Capítulo 4: La necesidad de espiritualidad 20 Capítulo 5: La necesidad de un maestro en vida 21 El maestro es Dios 22 Es necesario un líder espiritual 27 Santos del pasado 29 El maestro es amor. 31 Capítulo 6: El Sant Mat – la ciencia de la espiritualidad 33 La iniciación 34 La práctica

37 2º libro, capítulo 1: Este mundo no es nuestro hogar 38 La dedicación 40 El desapego, o cómo no estar anclados a lo

terrenal 42 Capítulo 2: Actuar sin deseo 46 Capítulo 3: No hieras nunca los sentimientos de los demás 47 El perdón 48 La amabilidad 49 La abstinencia - La castidad 51 El amor al prójimo 52 La humanidad 53 Capítulo 4: El amor 54 El amor divino y el amor humano 56 El amor y el deseo 56 El amor y la vinculación 57 El amor y la belleza 57 El amor y el conocimiento 59 El amor y el desapego 60 El amor divino es Dios

62 3º libro, capítulo 1: Las virtudes 63 La mortificación o purificación 64 La pureza 65 La humildad 69 El amor a la verdad 71 La satisfacción 72 Resumen 73 Capítulo 2: La meditación 74 El tiempo del elixir 76 La postura corporal 77 El Simran diario 81 El Simran en la meditación 82 La contemplación 84 El Bhayan

86 Capítulo 3: La muerte y el morir en vida 87 Lo que pasa en el momento de la muerte y después 90 Capítulo 4: Los niveles del amor 91 Los cuatro principios del amor 93 Capítulo 5: Los que aman

96 4º libro, capítulo 1: El Señor 98 ¿Dónde está Dios? 99 ¿Qué es Dios y qué relación tenemos con Él? 101 Sat Naam – el verdadero nombre de Dios 102 El conocimiento de Dios 103 El amor de Dios 106 Capítulo 2: La corriente sonora o «Shabd» 106 La corriente sonora es el creador 109 Luz y sonido 116 Acerca de la dedicación al Shabd 116 ¿Cómo se experimenta el Shabd? 118 El Bhayan 119 Capítulo 3: El maestro o satguru 121 ¿Hay tan solo un gurú o muchos? 122 La forma de vida del gurú 123 Las características de un maestro pleno y la influencia de su presencia 126 La obra del gurú 129 El maestro como manifestación de Dios 133 Capítulo 4: La protección del maestro 137 El amor al maestro y lo que genera 141 Capítulo 5: La voluntad divina y la libre voluntad 145 La voluntad del maestro es la voluntad del señor

148 Capítulo 6: La oración 151 ¿Es necesario rezar a Dios? 153 Los efectos de la oración 154 La oración y los propios esfuerzos 154 El lugar de la adoración 155 Tres formas de oración 160 Ejemplos de oraciones 161 Una oración del Sar Bachan 162 Capítulo 7: El Satsang 165 Capítulo 8: El servicio 166 ¿Quién puede servir al maestro y a Dios? 167 Cómo se sirve al maestro 167 Servir con el cuerpo 168 Servir con las posesiones y la razón 168 Servir con el alma 169 Capítulo 9: La dedicación 171 Los principios de la dedicación 172 Los adoradores

173 Los obstáculos en el camino de la dedicación 174 Requisitos para la dedicación

174 Renunciar a nosotros mismos o a nuestro ego

mediante la dedicación al maestro 175 Lo que la dedicación genera 177 Capítulo 10: El respeto, la devoción y la adoración 180 La adoración 181 Capítulo 11: La añoranza ardiente 185 Capítulo 12: Lo que provoca el amor

1º libro

Capítulo 1

EL OBJETIVO DE LOS BUSCADORES

¿Qué es Dios? ¿Existe verdaderamente un ser como Él? ¿Qué poder es el que da vida al universo y hace que se desarrolle siguiendo un plan? ¿Tiene consciencia este poder o es inanimado? Si es inanimado, ¿por qué siguen sus reglas el Sol, la Luna y las estrellas? ¿Qué relación mantenemos con este poder? ¿De dónde procede este universo, cuándo se creó y cómo? Estas son preguntas que nos formulamos una y otra vez. Sobre ellas han corrido ríos de tinta. Las personas han venido al mundo y lo han vuelto a abandonar. Muchos reflexionan acerca de estas cuestiones, pero siempre resultan nuevas, actuales.

«Hemos pasado siglos discutiendo sobre el cómo y el porqué de la filosofía, pero los debates sobre Dios siguen en el punto en el que estaban desde el principio».

En sus pensamientos e ideas, el ser humano puede volar alto muchas veces sin

dejar de tener dudas. Su comprensión no alcanza a lo que concierne a Dios y sigue vagando por el bosque oscuro de su intelecto.

Existen teístas y ateos. Los ateos afirman que la existencia de Dios es una mera invención producto del miedo que esconde cobardía y se utiliza como apoyo. Puesto que no puede verse a Dios ni con un telescopio ni con un microscopio, afirman los ateos, no existe. Tanto quienes no creen como quienes creen en un dios y han leído y oído hablar de él son infelices.

Si nos encontramos en una casa en llamas, lo primero que intentamos es ponernos a salvo por la vía de salvamento más rápida, y no preguntar quién ha incendiado la casa y cuándo. En estas preguntas solo podemos pensar una vez salvados de las llamas. Esto también nos afecta a nosotros: encontramos las respuestas a nuestras preguntas solo una vez que hemos alcanzado nuestro destino. El único pensamiento del que debemos ocuparnos ahora es cómo romper nuestras cadenas y poder liberarnos. Entonces, no tendremos que preguntarnos el porqué de este camino y este objetivo, ni cuándo y dónde se originaron. Estas preguntas se resuelven solas al alcanzar nuestro destino. En principio, la única respuesta posible a todas nuestras preguntas es que Dios lo creó todo por su propia y libre voluntad.

El destino de todas las almas enviadas a esta región pasajera está formado por el fruto de sus acciones. El Señor escribió este destino tinta indeleble. En función de cuál fuera, las almas se enviaron a regiones más altas o más bajas. Su destino se cumplió como resultado de sus acciones y omisiones en vidas anteriores.

Se nos cuenta que viven innumerables almas en el Sat Lok, la región del espíritu puro, que es eterna. También es así en las regiones más bajas, que son pasajeras. ¿En qué se basa el karma o las acciones debido a las cuales se envió a las almas a una u otra región? ¿Cómo y cuándo se crearon estas regiones? Las respuestas a ello se encuentran más allá del espacio y del tiempo; es imposible encontrarlas. Hafiz afirma:

«Piensa tan solo en la felicidad que recibes por la corriente sonora de tu maestro, y no trates de descifrar los misterios del universo y las regiones más altas, pues la razón no puede abarcarlos».

A las preguntas sobre el origen del universo y el cuándo y el cómo, los maestros

plenos nos responden que tenemos que llegar a Dios y preguntarle a Él directamente. Quienes lo han reconocido han anulado su propio ser. Se han elevado más allá de las fronteras del espacio y del tiempo, de las leyes de causa y efecto.

«Oh, mortal, dirígete allá donde veas a tu amado. Renuncia a este mundo para poder ver los demás».

Tan pronto como se alcanza el conocimiento de Dios, estas preguntas se

responden por sí solas. Allí, en nuestro destino, podremos debatir estos temas con total tranquilidad. Aquí, sin embargo, solo resultan necesarias las preguntas relativas al camino que nos lleva de vuelta a Él. No podemos comprender a Dios mediante conclusiones lógicas, tampoco leyendo libros o con debates filosóficos. Sin duda, de este modo se nos forma una idea de su realidad y de la existencia de su poder, pero para poder reconocerlo como un hecho, no nos queda más opción que experimentar en los laboratorios de los santos y vivirlo por nosotros mismos.

Para progresar en el mundo, nuestra obligación es comportarnos de modo tal que no infrinjamos las leyes de la sociedad en la que vivimos y nos ayudemos los unos a los otros para que esta no se rompa. Las reglas de la sociedad hacen referencia a asuntos personales, familiares, sociales así como nacionales y políticos. Del mismo modo, también el camino del progreso espiritual y la liberación del espíritu tiene sus leyes. Este camino se vale únicamente del desapego, la libertad interior, para llegar al destino.

El Sant Mat nos proporciona una posición de verdadero liderazgo, tanto en lo mundano como en lo espiritual. Puesto que el aprendizaje ayuda a fomentar las virtudes, desvía los pensamientos del aprendiz hacia el Señor y lo conduce hacia Él.

El objetivo de quienes buscan la espiritualidad debe estar muy alto. Si no se tiene un objetivo muy concreto, no tiene sentido esperar poder alcanzarlo. Pero si está claro, cada esfuerzo lleva al buscador más cerca de este objetivo.

La mayoría de las personas sigue las corrientes de cada momento en el río de las tradiciones de este mundo. Seguimos las tradiciones, hacemos lo que hacían ya nuestros antepasados. Perdemos nuestro tiempo con supersticiones en relación con nuestro cuerpo y no pensamos más que en las necesidades de este. No dedicamos ningún pensamiento al alma y sus necesidades. Pero tenemos que renunciar a las falsas creencias y adoptar aquellas que son correctas. Debemos seguir los principios adecuados y comprender la realidad. Si no la entendemos, tendremos que informarnos al respecto para poder saber exactamente hacia dónde vamos y dónde no tendremos obstáculos para seguir el camino correcto.

Quienes siguen un camino sin asegurarse debidamente se quedan enredados en las supersticiones. Sus progresos se interrumpen y nunca alcanzan beneficios espirituales. Por ello, es imprescindible tener los ojos puestos en el objetivo si queremos tener éxito. Nos preguntamos en qué nos convertiremos, qué ideal nos hemos establecido en la vida. La mayoría de las personas no tiene ningún ideal, e incluso cuando alguien lo tiene, ve el mundo como el objetivo final. Tan solo unos

pocos buscan la espiritualidad. Tenemos que mirar dentro de nosotros mismos: ¿qué queremos ser? Con la boca

pedimos tesoros espirituales, pero dentro de nuestro corazón deseamos otras cosas. Aunque nuestro intelecto piense que es bueno ser espirituales, la voluntad se halla en el cuerpo, se enreda en sus placeres y no desea otra cosa. ¿Cómo queremos tener éxito así cuando en teoría perseguimos la espiritualidad?

En primer lugar, debemos tener un ideal claro y, después, el deseo interior de lograrlo. Tan solo de este modo podemos esperar tener éxito, pero debemos deshacernos de nuestro amor por las riquezas, por el otro sexo y por todo lo mundano.

En sánscrito, espiritualidad significa «la culminación más alta». Esta culminación más alta debe distinguirse de los beneficios habituales, y debemos seguir el camino que pueda darnos beneficios verdaderos, puros y elevados. Debemos eliminar todo lo que no sea necesario y quedarnos tan solo con la verdad.

Los santos nos enseñan que se puede alcanzar la verdadera redención (la redención del alma) durante la vida en este mundo mediante determinados ejercicios espirituales. Esta práctica se llama «Surat-Shabd-Yoga», y en ella el alma se une con el Shabd (la PALABRA, la corriente sonora o el Naam). De este modo podemos conseguir la verdadera redención incluso en este cuerpo.

Al igual que la flor de loto reposa sobre el agua mientras que sus raíces están sumergidas, al igual que un pato (a pesar de estar mayormente en el agua) se aleja volando con las alas secas, también aquellos que practican el Surat-Shabd-Yoga permanecen intactos frente al mundo y su influencia si cumplen con sus tareas. Kabir afirma:

«Quienes han adoptado el color de Naam ya no pueden volver a mancharse. Viven felices en el mundo, cumplen con sus tareas y obligaciones; pero sus corazones y sus espíritus nunca titubearán».

El ser humano se compone de un cuerpo físico, pero también cuenta con una

voluntad, un intelecto y un alma. Con el cuerpo, acumula riquezas, así como todos los recursos físicos. El cuerpo sirve al cuerpo, y la voluntad, a la voluntad. Pero, de estas tres cosas, lo más valioso con diferencia es el alma. Y es el maestro quien nos concede el regalo del conocimiento del alma. Por ello, debemos sacrificar al maestro nuestro cuerpo, nuestras posesiones y bienes y nuestra voluntad con tal de recibir el regalo del Naam.

Según los gurús, pensar en el Señor y alabar su nombre tiene efectos positivos: todos los deseos, incertidumbres y preocupaciones se eliminan, se acaban las reencarnaciones. Se cumplen todos los buenos propósitos. El corazón está lleno de felicidad y alegría. El loto se abre, y el egoísmo desaparece. Superamos el miedo a la muerte y ya no vamos al infierno. Atravesamos con seguridad el mundo de las apariencias. Vemos al Señor en todo y en todas partes. No atravesamos el mundo solos, sino que nos llevamos a otros con nosotros. Nos salvamos de los estragos de los cinco ladrones (la lujuria, la ira, la avaricia, la ignorancia y el ego) y alcanzamos un nivel en el que conseguimos de forma sencilla y natural el éxtasis de la meditación. Estamos agradecidos al Señor. Pensar en el maestro significa pensar en Dios. Por ello, los verdaderos maestros recomiendan encarecidamente los beneficios de pensar en el Señor.

Capítulo 2

LA ESTRUCTURA DE LA CREACIÓN

En este punto solo se necesita una breve representación de la estructura de la creación. Esto es así porque el espíritu humano no puede comprender las regiones superiores. Solo cuando, junto al maestro, emprendemos el camino de un nivel al siguiente, podemos comprender la naturaleza y la extensión de estas regiones.

El nivel más bajo se llama «Pinda». En él se encuentra tan solo la materia física, que contiene únicamente el espíritu necesario para la vida en cada momento. Todos los millones de universos inabarcables conocidos por nuestros astrónomos son nada más que una pequeña parte de la totalidad de la región de Pinda, y la misma Pinda es tan solo una mota de polvo que flota en la región de Brahmand.

El siguiente nivel más alto se llama «Brahmand», y se encuentra dividido en cuatro regiones con una proporción cada vez mayor de espiritualidad. La primera de estas regiones espirituales es Sahansdal Kanwal, «el loto de mil pétalos», también conocida como «región astral»; se trata del «cielo» de la mayoría de las religiones del mundo. En esta región nos encontramos por primera vez con la forma radiante del maestro. El soberano de esta región se llama Niranjan, que significa literalmente «puro».

Oculto en el cuerpo físico hay otro cuerpo mucho más delicado al que los maestros llaman «cuerpo astral» o «cuerpo luminoso», ya que se le ve como un «polvo de estrellas», como millones de partículas iluminadas. Es mucho más ligero y sutil que el cuerpo físico.

Este cuerpo astral lo poseemos y lo utilizamos todos, aquí y ahora, incluso si no tenemos constancia de él. Mediante este cuerpo se hace posible la unión de la voluntad y el alma con el cuerpo físico y el mundo exterior. Este cuerpo más delicado se corresponde en su forma y en su color con el carácter del ser humano. En el nivel astral, en el que actuamos en nuestro cuerpo astral, es imposible fingir. Vemos a todos tal y como son realmente, pues el cuerpo astral recubre la verdadera naturaleza. Al igual que el cuerpo físico, también el cuerpo astral tiene cinco sentidos. Al morir el cuerpo físico, este cuerpo más sutil permanece como medio de expresión en esta región más alta, el nivel astral.

Esta segunda región espiritual se llama Trikuti, los «tres ríos» o «las tres montañas». Se la conoce como la región mental o causal, la región del espíritu universal. Quien domina en esta región es Brahm u Onkar.

En el cuerpo astral se encuentra a su vez otro cuerpo, completamente separado del cuerpo astral y mucho más delicado y sutil que este. Los maestros lo llaman el «cuerpo causal», ya que en él se hallan «programadas» las verdaderas causas o semillas de todo lo que debe pasar alguna vez en la vida del ser humano. El cuerpo causal es mucho más delicado que el cuerpo astral, y al igual que el cuerpo astral es mucho más delicado que el cuerpo físico.

En este cuerpo se deja una marca sin fisuras de cada experiencia del ser humano durante sus innumerables vidas. A partir de todas estas experiencias se forma el carácter, y el ser humano actúa de acuerdo a este carácter. Cuando tenemos la capacidad de descifrar estas marcas (como los maestros y muchos otros), vemos con claridad lo que cada ser humano ha hecho o lo que le ha pasado en toda su trayectoria anterior. También se ve lo que hará y lo que no hará en el futuro. Todo está ahí: el pasado como registro visible y el futuro en forma de semillas.

Además de los cuerpos físico, astral y causal, el ser humano está formado en su totalidad, además, por un cuarto pilar: la voluntad. La voluntad es aún más delicada, más sutil que el cuerpo causal, está aún más cerca del alma. En el nivel físico, necesitamos el cuerpo físico, el astral y el causal para vivir, además de la voluntad. Si deseamos manifestarnos en la región astral, debemos dejar atrás el cuerpo físico de manera provisional. Si nos elevamos a la segunda región, Trikuti, dejamos atrás el cuerpo astral y actuamos en el cuerpo causal. Al abandonar Trikuti en el viaje ascendente, dejamos atrás tanto el cuerpo causal como la voluntad, simplemente porque ya no los necesitamos en las regiones que se encuentran por encima de Trikuti. El creador y más alto señor de estas tres regiones (Pinda, Sahansdal Kanwal y

Trikuti) es Kal. Se trata de las regiones de la voluntad y la ilusión, del tiempo y la mortalidad, del karma, de los nacimientos y las reencarnaciones. En realidad, se trata tan solo de reflejos de las regiones más altas; por ello se las define en comparación con estas como ilusiones o como «irreales».

La siguiente región más alta o tercera región espiritual se llama Daswan Dwar, la tierra más allá de la «décima puerta». En ella, el alma que vuelve a su hogar se baña en el Mansarovar, el lago de la inmortalidad, y se libera de los vínculos con las regiones más bajas por toda la eternidad. El soberano de esta región es Par Brahm. Entre Daswar Dwar y la siguiente región se extiende Maha Sunn, una zona de oscuridad extrema que el alma tan solo puede atravesar con la ayuda y la luz del maestro.

La cuarta región espiritual se llama Bhanwar Gupha. Esta significa literalmente «el infierno en rotación». El soberano de esta región es Sohang: «Este soy yo». Al encontrarse el alma con el Señor de esta región, reconoce su verdadera grandeza.

Esta región es la más alta del área de Brahmand. Tanto Pinda como Brahmand se desintegran. Se habla de una desintegración doble. La desintegración simple afecta a todas las regiones hasta llegar a Trikuti, que también se desintegra. Sucede tan solo después de muchos millones de años. La gran desintegración tiene lugar después de un tiempo inconmensurable y comprende el universo físico, al igual que las cuatro regiones de Brahmand. Después de un periodo de oscuridad, se forma una nueva creación.

La más alta de las tres zonas principales es el Sat Desh, la única región sin ningún tipo de mezcla, el área llena del espíritu puro, de la verdad y de la realidad definitiva. Esta región no conoce la muerte, la desintegración, los cambios ni la imperfección. Es el gran centro en torno al cual giran todos los demás mundos, la metrópolis de toda la creación, la morada del Gran Señor y creador. Es imposible hacerla comprensible al ser humano.

A partir del centro de la luz, la vida y el poder fluye la gran corriente del creador, el Shabd o la PALABRA. Esta PALABRA crea, domina y recibe a todas las demás regiones. El Surat (el alma) y el Shabd pertenecen ambos a la esencia del Señor. Dios es tanto Shabd como Surat. Ambos son Dios en acción; Él se proyecta en todo y se deleita en este juego. Es tanto el adorador como el adorado.

La región principal del Sat Desh está dividida a su vez en cuatro regiones distintas, si bien estas presentan muy pocas diferencias entre sí. El alma que vuelve a su hogar alcanza en primer lugar el Sach Khand, la quinta región espiritual, el verdadero hogar del alma, la casa del padre, de la que descendimos mucho tiempo atrás para vivir experiencias en los mundos inferiores. Es el hogar al que los grandes maestros conducen a sus aprendices; aquí termina su responsabilidad. Al alcanzar este nivel, el alma es recibida por el Señor. El aprendiz y el Señor se convierten en uno solo para

no volver a separarse nunca. El soberano de esta región es Sat Purush, que lleva ahora al alma hasta el final del viaje.

La sexta región espiritual es Alakh Lok, la región inabarcable. Después llega Agam Lok, la región inaccesible.

Finalmente, la región más alta se llama Anami Lok, o «la región sin nombre», donde reside Radha Soamis (Señor del alma - el Altísimo Creador). A pesar de que al Altísimo Creador se le da el nombre de Radha Soami, está claro que ningún nombre puede describirlo, ningún pensamiento puede abarcarlo y ninguna lengua puede hablar de Él. Es el Único y Todopoderoso, el que no tiene forma, el impersonal, el océano infinito de amor. De Él procede toda la vida, toda la espiritualidad, toda la verdad y toda la realidad. Es todo amor, sabiduría y poder.

«Se crea a sí mismo y se conoce a sí mismo. Separa la tierra y el cielo. Construye la cúpula celestial. Soporta el cielo sin pilares. Convierte el Shabd en su distinción. Crea el Sol y la Luna. Los ilumina con Su propia luz».

Adi Granth

Capítulo 3

EL KARMA Y LA REENCARNACIÓN

Cuando se creó el universo, una parte de las innumerables almas existentes cayó a las regiones materiales-físicas y adquirió cubiertas o cuerpos, necesarios para existir en los niveles causal, astral y material. Estos cuerpos enturbiaron la luz del alma, por lo que el alma ya no es consciente de su brillo original ni de su verdadero hogar.

Desde tiempos inmemoriales, las almas se encuentran en el Pinda, y viven la vida en la diversidad de sus formas de acuerdo a sus deseos y acciones. En las infinitas sucesiones de nacimientos y muertes, han abandonado siempre un cuerpo para reencarnarse en otro. A esto se le conoce como la «rueda de los ochenta y cuatro» o el círculo de las 8.400.000 formas de vida en las que puede nacer un alma. En los textos hindúes, estos 8,4 millones de formas de vida se describen de la siguiente manera:

3 millones de especies de árboles y plantas, 2,7 millones de especies de insectos 1,4 millones de especies de aves 900.000 especies acuáticas 400.000 otras formas de vida, incluyendo a cuadrúpedos y seres humanos, etc.

Todos los santos han aceptado y enseñado el principio de transmigración del alma.

«La reencarnación significa simplemente el renacimiento del alma en diferentes formas de vida, para que pueda cumplir en correspondencia el deber asignado a su karma. El alma se eleva del gran océano de la vida y vuelve a sumergirse en él».

Shamas-i-Tabriz

Casi todas las religiones de la India (el hinduismo, el jainismo, el budismo, el

sijismo, etc.) se basan en la creencia de que las alegrías y las penas del ser humano son el resultado de sus propias acciones anteriores, y que en el futuro deberá sufrir las consecuencias de los hechos de esta vida.

Los judíos, cristianos y mahometanos no creen en la reencarnación del alma ni en la ley del karma. Creen que Dios es el creador y Señor de todo el universo. Al igual que un alfarero da forma o destruye un botijo según considera oportuno y el botijo no puede elegir, Dios tiene el poder de regalar la salvación a Sus criaturas o dejarlas en la incertidumbre. Además, creen que Dios es independiente, por lo que nadie más tiene el derecho ni el poder de intervenir en Su obra, y tampoco nadie la conoce. Creen que son asuntos que van más allá de la razón humana, y que lo mejor es no intentar comprenderlos.

Los santos han descrito muy claramente los pros y contras de la Ley del karma, que se basa en la relación causa-efecto y se aplica en todo el universo. Emerson y otros filósofos y físicos lo llamaron la Ley de la Compensación: «Se cosecha lo que se siembra».

Todo lo que decimos tiene un doble efecto: acción y reacción. La reacción repercute en quien habla y en torno a él, y genera corrientes de pensamiento similares en su entorno. En consecuencia, todo pensamiento, ya sea bueno o malo, provoca exactamente la resonancia que le corresponde. Esta es una ley intangible e implacable a la que se someten tanto los seres vivos como las cosas inanimadas. Es indisoluble.

El karma es asimismo un proceso en el que se compensan los saldos y las deudas de cada uno. Si tomamos algo de alguien, por tanto, debemos darle algo. En función de este principio se forma el karma del destino, que explica los altibajos de la vida. Las alegrías y las penas, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, el dar y el recibir... son el resultado de las correspondientes acciones que deben compensarse. Si no pueden compensarse en esta vida, será necesario hacerlo en una vida futura. El ser humano muere, pero se conserva el índice de sus acciones. Las marcas de estas acciones quedan grabadas en el alma, que está envuelta en el cuerpo astral y causal incluso después de la muerte. Al morir, el alma abandona el cuerpo físico, pero las marcas siguen formando parte del alma hasta que se purifican. Shams-i-Tabriz afirma:

«Vivimos en este universo, y en cada vida llevamos una vestimenta distinta. Unas veces aparecemos en esta forma de vida, después volvemos a aparecer en otra, pero somos siempre parte del Creador. En otras palabras: hemos venido cientos y miles de veces al mundo, y siempre lo hemos vuelto a abandonar, pues este universo es un taller con entradas y salidas».

El karma, lo que hacemos y lo que dejamos de hacer, tiene una forma triple: el karma Sanchit, el karma Pralabdh y el karma Kriyaman. El Sanchit es el karma de reserva, el Pralabdh es el karma del destino y el Kriyaman, el nuevo karma. El karma de reserva es el resultado de nuestras acciones y omisiones en vidas pasadas que aún no se ha compensado y aún no se ha concedido. El karma del destino comprende la parte de las vidas anteriores que se ha asignado a la vida presente, el resultado por el que nos hemos convertido en humanos, para vivir de acuerdo con las consecuencias del buen y el mal karma de nuestro destino. El karma Kriyaman es el nuevo karma que se obtiene de lo que hacemos y dejamos de hacer en esta vida. Mientras que vivimos nuestro destino (karma de destino), creamos al mismo tiempo nuevo karma cada día, cuyas consecuencias se convertirán en nuestro destino en nuestra próxima vida. Pero también pueden manifestarse en una vida futura, en parte como karma de destino y en parte como karma Sanchit.

¿Qué se entiende realmente por «el karma de las vidas pasadas»? A partir de los escritos sabemos que Dios nos determina para un cuerpo físico, ya sea humano o de otro ser inferior, y que llegamos al mundo para cosechar lo que se nos ha asignado del karma de vidas pasadas. Llevaremos a cabo nuestras tareas del mismo modo en que Él quiere verlas cumplidas, pues esto es lo que nos depara nuestro destino. Nadie puede escapar de su destino. Solo Dios es libre y reina sobre el mundo como estima conveniente.

El bien y el mal, las alegrías y las penas; en otras palabras, todo lo que vivimos aquí y ahora, se debe a nuestras acciones anteriores. Estas también determinan si renaceremos en una forma de vida superior o inferior: «Siempre se recoge lo que se siembra». Somos felices como resultado de nuestras buenas acciones, y las penas derivan de nuestras malas acciones, pues debemos cosechar los frutos de las mismas en pensamientos, palabras y obras.

No escapamos a las consecuencias de nuestras acciones por llevarlas a cabo a escondidas. Tarde o temprano, tendremos que asumir las consecuencias. Por ello, los buenos y los malos días, las penas y las alegrías, se deben a nuestras propias acciones, y nunca debemos hacer responsable de ello a nadie más. ¿Cómo podemos esperar buenos resultados de malas acciones? Quienes sacan estas conclusiones siguen ideas erróneas.

Quienes suplican el perdón al Señor y creen que después pueden seguir pecando se equivocan. Las enfermedades son las penas por los pecados. Un pecado solo puede expiarse mediante una pena adecuada. La raíz de todo mal es el hecho de que nos identificamos con nuestro cuerpo. Si no crecemos más allá de nuestros asuntos físicos, no desaparecerán los pensamientos relativos a los placeres sensoriales y el deseo de que se hagan realidad.

«Algunos buscadores se crean problemas porque su búsqueda del placer les lleva a la enfermedad. Si no se doblegan a Su voluntad, el deseo de placer no les abandonará, y hasta entonces seguirán vagando».

Adi Granth

A Dhritarashtra (un rey que era ciego de nacimiento) le preguntaron una vez qué creía que había hecho en una de sus vidas anteriores para provocar su ceguera. Respondió que podía remontarse a todas las acciones de sus últimas cien vidas, pero que no recordaba ninguna que hubiera podido causar que naciera ciego.

El señor Krishna le concedió entonces la mirada interior hacia vidas incluso más remotas, y fue en ese momento cuando descubrió que mucho antes había hecho algo malo, y que por eso en esta vida había nacido ciego.

¿Qué se puede hacer contra el karma acumulado que permanece oculto pero latente durante cientos de vidas? El ciclo del karma continúa sin interrupciones, y las consecuencias de nuestras acciones salen a la luz y deben compensarse tarde o temprano, incluso después de cientos o miles de vidas.

Todos nos hallamos vinculados al karma de nuestro destino. Existen muchas buenas personas que llevan a cabo buenas acciones debido al karma de su destino, y otras son malas y, del mismo modo, ejecutan malas acciones por el karma de su destino. Es muy sencillo: no pueden actuar de otro modo. Incluso cuando tienen la posibilidad de hacer cosas buenas, no la tienen en cuenta. No sienten la necesidad de un maestro. Tampoco sienten que deban dirigirse hacia Dios.

El karma lo administra Kal, el Señor de la Muerte, al igual que los tres mundos: el mundo terrenal, el mundo astral y el mundo causal. Por encargo del Señor Altísimo, que lo creó, Kal administra las tres regiones inferiores. Hace que la justicia (el karma) se aplique de manera imparcial. Cumpliendo con las instrucciones del Altísimo, Kal pide cuentas a todos los seres vivos después de su muerte en relación con sus buenas y malas acciones, y los trata como les corresponde. A los pecadores les espera el infierno, y a aquellos que hacen el bien, el cielo. Una vez pasada su estancia en estas regiones, vuelven de nuevo a la eterna rueda de los nacimientos y las muertes.

Kal tiene poder sobre el espacio y el tiempo, dos factores esenciales que determinan nuestra creación. El espacio sirve para extender la creación, y el tiempo aporta cambios constantes.

«Dios lleva a sus criaturas por los caminos establecidos del karma, sobre los que no tienen influencia alguna y de los que no pueden desviarse. Lo que está predeterminado, debe suceder. Debemos encontrarnos con personas determinadas, y debemos separarnos de otras. Cada encuentro y cada separación se corresponde con la Ley del karma, en la que se basan todas las acciones en este mundo».

Adi Granth

Kal ejecuta las instrucciones del Verdadero Ser que se encuentra por encima de él

(Sat Purush) y no es el creador de las almas. No puede crear ni destruir almas. Tan solo dispone del cuerpo y, según el karma de cada persona, asigna y vuelve a llevarse cada cuerpo cuando termina el tiempo de vida concedido a cada cual. Kal no tiene ningún poder sobre las almas, pues estas son hijas de Sat Purush, y son inmortales.

Las formas de vida inferiores al ser humano no tienen libertad de obrar. Solo el ser humano tiene una libertad de acción limitada por el karma de destino y puede aprovecharla hasta un cierto punto.

Solo nacemos como seres humanos teniendo una gran suerte. En esta existencia, debemos seguir el camino espiritual y las enseñanzas de los santos. Solo nacemos como seres humanos en raras ocasiones, y si no aprovechamos esta oportunidad, más tarde lo lamentaremos sobremanera.

«La vara que se escapa de las manos permanece inalcanzable, perdida; y del mismo modo, el ser humano desperdicia su existencia».

Adi Granth

La vida humana es la coronación de la creación. Tan solo se nos concede si tenemos mucha suerte, en raras ocasiones. Nos da la oportunidad de encontrarnos con el Señor. El gurú Arjan afirma en el Adi Granth:

«Durante muchas vidas he sido polilla u otro insecto, durante muchas vidas he sido elefante, pez o corzo, durante muchas vidas he sido serpiente o pájaro, durante muchas vidas he sido hierba y árbol. Ahora tengo la oportunidad de encontrarme con el Señor - Se me ha concedido este maravilloso cuerpo después de una eternidad».

Pero el ser humano se halla anclado en cuerpo y alma a este mundo. No piensa en

su otro hogar, al que llegará algún día y en el que vivirá.

«Se halla encerrado en el lugar que debe abandonar; no se preocupa del lugar al que debe ir para vivir para siempre». Adi Granth

Por ello, resulta imprescindible que el ser humano se prepare para el más allá

antes de abandonar este mundo.

«Todos nos enfrentamos a un viaje a tierras extranjeras; ten cuidado, ignorante, pues la muerte está cerca».

Pero entonces, surge la pregunta: ¿cómo debemos prepararnos? Acudiendo al Satsang y haciendo propias las enseñanzas, es posible liberarse de una parte del karma. Pero los anclajes de nuestro karma –los resultados de nuestras acciones- son muy fuertes.

Hay personas que, debido al karma de su destino, no se hallan predestinadas a encontrarse con un maestro en esta vida. Tampoco les importaría lo más mínimo si estuvieran delante de un maestro. Esta postura y el karma de su destino hacen que sigan vagando por el ciclo de los nacimientos y las muertes en muy variadas formas de vida.

No tenemos poder para cambiar nuestro destino. Lo que tenemos predeterminado, debe cumplirse. Solo cuando así lo prevé nuestro destino nos encontramos con un maestro y pensamos en el Señor. Quienes se dejan llevar por las indicaciones de la razón hacen que en ellos predominen los pensamientos del mundo y sus objetos, pero quienes siguen las órdenes de un maestro se ven impregnados de la inclinación por reconocer a Dios.

«Solo cuando está predeterminado encontramos a un maestro, lo reconocemos como maestro y nos entregamos por completo a su voluntad. Solo entonces nuestra alma se conecta con la corriente sonora».

Adi Granth

El océano de nuestro karma es inescrutable. Es casi imposible compensar el karma

acumulado. No obstante, si nos encontramos con un verdadero maestro, este borrará todas las cuentas de nuestro karma impregnándonos de sus convicciones, sin esperar nada a cambio. Cuando disponemos nuestros ejercicios espirituales según las

indicaciones del maestro y nos entregamos por completo a él, nos encontramos con nuestro destino serenos y relajados y no creamos nuevo karma que tuviéramos que compensar en vidas futuras. El karma acumulado se elimina poco a poco si bailamos al son de la corriente sonora. En ocasiones, el maestro nos ayuda a soportar la carga del karma de nuestro destino para que lleguemos a sentir, por ejemplo, una puñalada mortal como si fuera pinchazo de una aguja, y de esta forma podamos luchar contra nuestro karma sin demasiado dolor y sin torturarnos el alma.

A través de la gracia del maestro, finalmente, pagamos todo nuestro karma. Finalmente, nos vemos liberados de las cargas de nuestro karma y obtenemos la redención al dejar atrás el océano de la vida. Tan solo nos liberamos de las consecuencias de nuestras acciones y omisiones cuando actuamos sin desear nada durante nuestra vida en este mundo.

Nuestra razón y nuestro cuerpo son activos por naturaleza. Siempre que aún no podamos dominar nuestros pensamientos, nos resultará difícil, cuando no imposible, no crear ningún karma. La razón no descansa, y es imposible darle un solo segundo de tranquilidad. De esto se concluye que nadie puede ser incapaz física o mentalmente. Si ponemos todas nuestras acciones a los pies del maestro, no se nos castigará lo que hagamos o lo que dejemos de hacer, y muy probablemente nos liberaremos del ciclo de las reencarnaciones.

En el momento de la muerte, al aprendiz de un verdadero maestro no se le aparece para llevárselo Kal, el Señor de la Muerte, sino el mismo maestro, que se lleva su alma consigo. Kal no se acerca a ninguna de las personas entregadas al maestro.

«Este ego es una enfermedad crónica, pero se cura fácilmente por sí sola si lo toca la gracia de Dios. Con la PALABRA del gurú, el alma se eleva y se libera así del ego».

Adi Granth

Capítulo 4 LA NECESIDAD DE ESPIRITUALIDAD

Toda la humanidad vive llena de preocupaciones y temores y en constante tensión. Solo quedan libres las almas elevadas, como las de los santos o los maestros. Esto es una señal de la decadencia espiritual de la humanidad. El motivo de este caos es la existencia intranquila y descontrolada de los seres humanos, que por una parte han hecho progresos en todos los aspectos, pero que no han dejado de ser ignorantes en lo relativo a la espiritualidad. El ser humano ha explorado montañas, ríos y mares, pero no se ha explorado a sí mismo. ¿Qué objetivo tienen todas las ciencias si su fin no es que el ser humano se conozca a sí mismo?

«El objetivo de todo conocimiento es uno solo: en el día del Juicio Final, debes saber lo que eres. Puedes conocer el valor de todas las cosas, pero si no te conoces a ti mismo, serás un ignorante».

Sabemos de otras ciencias, pero no de nuestra propia alma. No obstante, el alma es la fuente que da vida al espíritu y a la razón y la sustancia a partir de la cual se crea la fuerza para realizar descubrimientos científicos. El ser humano es ignorante, pues no conoce su propio valor. Incluso si tuviera poder sobre todo el mundo, si no conoce su propia alma, toda su vida carece de sentido.

«¿Qué provecho obtendrá el hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma?»

Mateo 16,26

Para la mayoría de las personas, las tradiciones religiosas son más importantes que Dios, y las personas que creen en los maestros anteriores o sus textos religiosos son consideradas personas religiosas. Esta estrechez de miras es igual a un parásito que vive de la religión y que le chupa la sangre hasta que desaparece el verdadero contenido y solo le queda lo externo. En los muros que de este modo creamos, la locura religiosa resulta tan extrema como la furia de un elefante rabioso. De este modo, esta postura se eleva en sí misma como vigilante y apoderada de la religión, y la verdadera religión se sustituye por elementos externos y costumbres. Se predica el derecho preferencial del ser humano debido a su origen, y se da la espalda a la verdad de la religión. Atraídos por la apariencia externa, vemos el objetivo principal en los ritos y rituales. Todo lo demás se considera incierto.

Así, la religión, que tendría que ayudar al alma humana a progresar, se convierte en una prisión. Se considera un pecado interesarse por algo más que la fe preestablecida. Se adora a los propios Mahatmas (almas elevadas) del pasado y los libros religiosos, pero se odia todo lo demás.

El sentido de la vida humana es convertirse en uno solo con el Señor pensando constantemente en Él y siendo feliz en Él, así como amándolo a Él y Su creación. Puesto que el ser humano se ha alejado de Dios, le falta amor, y se convierte en enemigo de sí mismo. En lugar de adorar o amar a Dios, el ser humano se queda defendiendo sus falsas creencias y mantiene un comportamiento del todo mundano. ¿Qué es la vida en el mundo sino un distanciarse de Dios para dedicar atenciones y amor a otras personas?

«Sabed cuáles son las convicciones humanas: Romper la conexión con Dios, abandonar todo pensamiento excepto el del amor a Él y escucharlo todo, no solo las alabanzas de Dios».

Maulana Rumi

Toda la humanidad busca la felicidad y la paz. El bienestar físico o el placer son temporales y se hallan sujetos a constantes cambios. Los placeres sensoriales se provocan al concentrarse nuestros pensamientos en objetos que causan placer. Los placeres de los sentidos son como un perro que se come un hueso. Le sangra la boca, y creyendo que aquello que le gusta es lo que viene del hueso, es tan solo su propia sangre la que despierta esta sensación.

No encontramos la paz porque no nos sentimos unidos a nuestro origen espiritual. Esta intranquilidad interior se adueña de nuestra existencia y, como consecuencia, a

pesar de que todos somos hijos de Dios, lo olvidamos a Él, nuestro padre, así como que todos somos hermanos y, como tal, debemos poder convivir en buena armonía. Esto nos lleva a conflictos entre hermanos, entre comunidades de intereses, círculos culturales, pueblos y países. Provoca sed de sangre de los demás. Las enseñanzas religiosas que se basan en elementos externos y exhortaciones no generan amor mutuo.

Algunos viven siguiendo el lema del mundo occidental: «Come, bebe y sé feliz». Dicen que no necesitamos a Dios. Todos se quedan con la cáscara de la nuez e intentan digerirla, sin saber que es imposible. Nadie presta atención al núcleo que se encarga de proteger la cáscara. Esta obcecación, este autoengaño, hace que olvidemos a Dios y nos alejemos cada vez más de la realidad.

Todas las religiones transmiten al ser humano las mismas verdades éticas y espirituales. En primer lugar, enseñan que el ser humano debe ser bueno, creer en Dios y convertirse en uno solo con Él. Todas las religiones actuales requieren adorar a santos de tiempos pasados, como Jesucristo, Buda, Krishna, Rama, Kabir, el gurú Nanak, etc. Pero no nos dicen cómo estos santos alcanzaron su grandeza espiritual. Destacan que tenemos que creer en tal o cual texto religioso, pero no nos enseñan cómo podemos vivir las mismas experiencias que describen. Nos dicen cómo podemos atravesar el océano de la existencia y qué aspecto tiene el barco al que debemos subirnos para ello, pero no nos enseñan a manejar el barco. No tienen ni algo con lo que poder atravesar el océano de la existencia, ni conocen el viaje ni saben cómo superar las olas y las rabiosas tempestades del océano.

En esta situación en la que se encuentra la humanidad, los santos apuntan a la verdad y a un camino sencillo que lleva a ella y que se encuentra en todos los seres humanos. Este camino, enseñan, existe desde los albores de la Creación. Fue creado por Dios, y no por el ser humano. Los santos, además, enseñan que Dios existe y que todas las religiones buscan una conexión con Él. El camino que lleva a la unión con Dios es la religión. La palabra «religión» deriva del latín «religare», que significa «enlazar» o «unir». En su origen, este era el verdadero significado de la palabra. Religión significa «reunificación con Dios». El camino espiritual es el mismo para todos. Quienes piensan en Dios y se unen a Él en su interior se han entregado a Él, ya sean hindúes, sijs, musulmanes o cristianos.

Dios creó al ser humano, y solo más tarde estos se convirtieron en sijs, musulmanes, cristianos, budistas, etc. Hace 500 años no había sijs, hace 1300 años no había musulmanes, hace 2000 años no había cristianos y hace 3000 años, no había budistas. Y cuando los arios fundaron el hinduismo, ya existían muchos pueblos. Un ser humano es un ser humano tanto en Oriente como en Occidente. Y todos los seres humanos son uno, puesto que tienen un alma y esta es parte del Señor.

Los santos nos enseñan que es posible encontrar a Dios en el templo del cuerpo humano. El alma y también Dios viven en el ser humano; sin embargo, los separa el telón del egoísmo, que hace que el alma no pueda reconocer a Dios.

«Ambos viven en la misma casa al mismo tiempo, pero no se ven».

Adi Granth

Para unirse a Dios, no es necesario pertenecer a ninguna religión concreta, ni se

debe renunciar a la propia confesión ni a la posición social. Independientemente de ello, todos podemos encontrar a Dios en nuestro interior.

Es necesario que se vuelva a enseñar la espiritualidad para que la humanidad salga adelante de esta degradación. Se debe volver a conceder una mayor importancia a la vida espiritual para que las personas podamos liberarnos del mal del egoísmo y nuestras penas sean más soportables.

Siempre que el ser humano no se dirija conscientemente hacia su interior y se convierta en uno solo con el Señor, a su imagen y semejanza, todos sus esfuerzos serán en vano.

El Señor es un océano de armonía infinita, ilimitada y que penetra en todo. Siempre que en nuestro interior no estemos completamente en paz, tampoco el alma podrá saborear la armonía o el silencio, que procede de la voz del silencio, el Shabd. No obstante, si el alma oye esta voz del silencio, dicha voz se enciende en ella. Esta es la verdad del silencio. Sin embargo, nuestra razón no es capaz de comprender lo que es eterno e inmortal. Esto solo puede experimentarlo el alma si nos hemos dirigido a nuestro interior. No podemos imaginarnos a Dios, Él no es accesible a la razón ni al intelecto del ser humano.

«Los pensamientos no nos dan una idea más cercana de Él, ni siquiera cuando lo intentamos cientos o miles de veces».

Adi Granth

El único conocimiento beneficioso y verdaderamente loable es aquel que

comprende a Dios y lo alaba. Todos los demás conocimientos nos suponen una deshonra si tan solo aumentan nuestra autoestima, lo que nos aleja completamente de la verdad. Atrás nos queda únicamente el orgullo de nuestros conocimientos.

Podemos reconocerlo mediante la entrega y el amor, no jugando con nuestros pensamientos. Para reconocer a Dios, tenemos que alcanzar las regiones de la consciencia pura en nuestro interior. Una vida espiritual está dedicada a la unión con Dios; no basta con tan solo pensar en Él.

Capítulo 5

LA NECESIDAD DE UN MAESTRO EN VIDA Como entidad sin forma, Dios penetra en todo. Pero solo cuando estamos directamente unidos a Él adquirimos virtudes a través de Él. La electricidad está en todas partes, pero no nos da luz ni nos sirve para nada si no sabemos dónde está el interruptor. Saber esto no tendría en sí ninguna utilidad si no hubiera una bombilla en el circuito de conexión. Pero si el circuito de conexión está cerrado, la electricidad puede utilizarse. Puede iluminar la oscuridad de nuestras casas, aliviar el calor en verano, cocinar nuestros alimentos y hacer que las fábricas trabajen. De igual modo, también la unión con el Señor se demuestra beneficiosa.

El maestro es Dios.

El maestro pleno es el Señor en forma humana. Es el Shabd personificado, «la PALABRA hecha carne». Si no conocemos al maestro en su forma humana, ¿cómo queremos reconocer su forma más sutil, el Shabd? El Shabd y el maestro pleno llevan nuestra alma a su hogar original. Nadie más que el maestro puede divulgar los secretos de la verdad, y solo a través de él quedamos liberados de la servidumbre del Yo y del Maya. Tan solo a través del Shabd podemos encontrarnos con el Señor, y tan solo el maestro puede unir el alma con el Shabd. Este es el único objetivo de los maestros en este mundo.

En comparación con el resto de criaturas de la Tierra, al ser humano se le ha concedido el regalo de la inteligencia y del poder de discernimiento en mucha mayor medida. Por ello, las demás criaturas no merecen nuestra adoración, más bien la dedicación a ellas nos dejaría atrapados.

La relación entre seres vivos de la misma especie libera grandes fuerzas de dedicación y amor en este mundo. Puesto que pertenecemos al nivel físico, solo podemos amar a alguien a este nivel. Somos personas, por lo que solo debemos regalar nuestro amor a otras personas. Si no hemos visto a Dios, ¿cómo podemos amarlo? Si deseamos amar a Dios, tenemos que amarlo en Su apariencia humana, y esta es el maestro.

Si se formula la pregunta: «¿Cómo llega un ser humano a adorar a otro?», la respuesta debe ser: «No todas las personas son iguales. Un maestro tiene forma humana, pero no es un ser humano normal, pues su consciencia tiene en su interior una conexión permanente con Dios».

Para nuestro entendimiento limitado, el maestro puede no parecer todopoderoso, pero en realidad lo es. Es el camino para reconocer a Dios. A través de él pasamos del nivel físico al astral, del astral al causal e incluso más allá, nivel por nivel, hasta el Poder Ilimitado más alto, si seguimos sus instrucciones y explicaciones.

Cuando alguien afirma que reza a la forma omnipresente de Dios y la ve en su interior, puede llegarse a la conclusión de que, en el mejor de los casos, piensa en la forma de un espacio libre de aire o de lo etéreo. Además, este espacio sin aire no es visible y no nos despierta las corrientes de la espiritualidad en nuestro interior.

El maestro tiene dos apariencias. Por fuera es una persona normal, pero por dentro es Dios. Hacia el exterior proyecta el cuerpo de un ser humano, pero en su interior es Dios en forma humana, Dios y ser humano en uno. Por un lado, está en contacto con el ser humano, y por otro, con Dios. De este modo, actúa en dos niveles: como ser humano y como Dios. Su verdadera forma es el Shabd. El Shabd da vida al cuerpo físico y vive en él. «Y la PALABRA se hizo carne y habitó entre nosotros». El maestro es el mediador a través del cual el ser humano se une a Dios. Dios, el Shabd y el maestro son tres apariencias del Señor Altísimo. Si mostramos dedicación al maestro, la encarnación del Shabd, entraremos en contacto directo con Dios en nuestro interior. La dedicación al maestro es, por tanto, verdadera dedicación al Señor.

Al estudiar la historia de la antigua India, queda claro que los maestros de eras anteriores transmitieron sus conocimientos mucho más allá de los hogares humanos, y los aprendices se imbuyeron plenamente de ellos, es decir, en cuerpo, espíritu y alma, a través de su servicio al maestro. Más tarde, este método de enseñanza se fue haciendo cada vez más inusual, y frente a él aumentó el fetichismo.

En la actualidad, con contadas excepciones, ya no se encuentra este servicio al maestro. Hoy en día Dios, el Todopoderoso, en su misericordia infinita, envía al mundo a sus propias encarnaciones para que difundan las enseñanzas del servicio del aprendiz al maestro. Y así se perpetúa esta tradición de la conexión entre el maestro y el aprendiz.

El maestro pleno o Sat Guru, que cuenta con una amplia visión interior, reconoce de inmediato a quienes son adecuados para el camino. Quienes estén preparados serán aceptados. En su misericordia, nos elige y nos convierte en adalides de la verdad.

«Cuando el aprendiz está preparado, aparece el maestro».

Cuando el alma se cansa de buscar al Señor y solo quiere volver a su hogar, cuando deseamos una mirada del Señor y lo necesitamos profundamente, Dios se aparece en forma de un maestro pleno o Sat Guru para calmar nuestra añoranza ardiente. Aparece Él mismo como salvador para liberar a los buscadores de sus cadenas. Les da instrucciones de acuerdo con sus progresos y los une al Señor. Solo un maestro vivo puede iniciar en los secretos de la espiritualidad, el método práctico por el cual es posible unir el alma con el Señor. Este conocimiento se transmite sin palabras, no puede recogerse en palabras. Los libros religiosos solo hacen referencia al ascenso a las regiones espirituales de manera puntual. Lo que experimenta el alma con la ayuda del maestro en las regiones sutiles no puede describirse de manera exhaustiva. Los libros son objetos inertes y no pueden ayudar al alma a ascender. En los escritos de los santos se mencionan experiencias interiores, pero solo pueden vivir la felicidad de estas experiencias aquellos que han hecho progresos en su interior. Esto solo puede conseguirse a través del maestro. La inteligencia y la razón no sirven de nada. Los escritos y libros sagrados solo nos proporcionan descripciones incompletas, pero la felicidad de las experiencias interiores solo se nos concede a través de un maestro vivo.

Es necesario un líder espiritual

El camino de la espiritualidad es difícil; solo se puede recorrer en compañía de un

maestro. El alma tiene tres envoltorios: el material, el sutil y el causal. Es posible alcanzar

las regiones sutil y causal sin la ayuda de un maestro. Sin embargo, el hogar original del alma se encuentra más allá de estas tres regiones, en la cuarta región. En la región material hay muchas trampas y obstáculos. En la región sutil existen aún muchas cosas que desvían la atención y llevan a errores, y es muy difícil evitarlas. En la siguiente región de la consciencia pura no es posible entrar sin ayuda. Quienes siguen este camino van andando sobre la hoja de un cuchillo. Los peligros acechan a cada paso. Quienes reconocen la verdad, obtienen verdaderos conocimientos y desean encontrar al Señor, buscan un maestro pleno que conozca el camino. En el Katha Upanishad se afirma:

«Despierta, levántate y aprende el verdadero conocimiento lo antes que puedas. Busca a un maestro que tenga conocimientos del más allá, pues las almas experimentadas dicen que el camino es más estrecho que la hoja de una espada y que es muy difícil de recorrer.

No es posible conocer a Dios sin el maestro. El aprendiz necesita su ayuda a cada paso. Maulana Rumi afirma:

«Busca a un maestro, pues sin él el camino supone un gran riesgo y está lleno de peligros. Si lo recorres sin un maestro, Satán te llevará por caminos erróneos y te empujará al abismo. Si no tienes la mano protectora del maestro sobre tu mano, la voz de Satán te torturará y te tentará. Muchos sabios siguieron este camino y se vieron descarriados por el poder negativo (Kal). En nuestro interior suenan las músicas de Kal, que son imitaciones de las músicas divinas y nos llevan a la perdición».

«Sigue al maestro, pues sin él el viaje está lleno de penas, riesgos y peligros. Quienes recorrieron este camino sin un maestro fueron tentados por el mal y lanzados a una zanja. Oh, loco, si no tienes ningún maestro, la voz del Mal te confundirá; el mal te llevará a error, te causará dolor. Algunos que eran más sabios que tú ya intentaron recorrer este camino. La voz del Mal habla como si fuera la de un amigo; En verdad, es un amigo que solo puede llevarte a la condenación».

Sin un maestro, todo lo que hacemos y dejamos de hacer y si respetamos o no las

costumbres religiosas resulta en vano; sin él, cualquier adoración es inútil. Solo cuando el ojo interior está abierto y se reconoce la verdad es posible liberarse. Por ello, debemos buscar refugio en un maestro que nos libere de las costumbres externas, que nos permita tratar con el Naam en nuestro interior y que pueda guiar nuestra alma de la parte baja del universo a su hogar original.

«Sin el maestro reina la más profunda oscuridad. Sin el maestro no hay entendimiento. Sin el maestro, el alma no se reconoce. Sin maestro no hay liberación. Busca a un maestro, sumérgete en la verdad. Si has encontrado a un maestro, el Shabd te liberará de todas las penas. Deja que el maestro viva en tus ojos. Tenlo siempre en la boca. Alaba al maestro sin interrupción. Aquellos que aún no han visto al maestro no han hecho nada. Se han equivocado en su vida».

Adi Granth

Quien intente recorrer el camino solo llegará a confundirse y lamentará su error.

Sin embargo, junto al maestro es fácil alcanzar la morada del Señor. Si tuviéramos en nuestro poder volver, podríamos acabar con nuestra separación de inmediato.

«Solo la gracia del maestro puede aniquilar el ego; sujétate bien a las vestiduras del Salvador. Duerme bajo su protección; entonces, quizás te liberará. Llama día y noche, como el cuco. Pídele al maestro el secreto del tesoro oculto; ve de puerta en puerta y de calle en calle. Búscalo sin parar. No renuncies a los santos, y deja todo lo demás en manos de Dios».

Maulana Rumi

Poder ver es un gran don. Un ciego camina por la oscuridad, no puede ver y su deseo sería poder ver. Si recupera la vista con una operación, queda muy agradecido al médico.

El ojo interior es millones de veces más importante, pues sin él no podemos mirar más allá del mundo ni reconocer a Dios. Sin él, los nacimientos se suceden uno tras otro. El maestro abre el ojo interior, el centro del conocimiento. La visión interior es extremadamente importante; pero mientras sucumbamos al Maya, no se nos concederá.

«No son ciegos aquellos a quienes les falta la luz en los ojos. Oh, Nanak, son ciegos quienes viven separados del Señor».

Adi Granth

Cuando planeamos un viaje, recurrimos a diferentes obras de consulta. Pero si sabemos de alguien que ya ha visitado el destino de nuestro viaje, no nos limitamos solo a los documentos, sino que le preguntamos a él, porque ya lo ha visto todo y lo conoce. Si nos dice que quiere volver a viajar allí y que está listo para llevarnos con él, nos uniremos a él encantados. Ahora podremos comprobar en parte sus descripciones a través de las obras de consulta. Si por diferentes lados establecemos una coincidencia, estaremos más satisfechos. Con su alma, los santos se elevan a los universos y regiones espirituales. Por ello, pueden decirnos lo que nos hace falta para nuestro propio viaje a estas regiones.

Los textos religiosos son comparables a un atlas. Tan solo indican el camino. Los santos hechos hombres son los que nos llevan a las regiones más altas a través del Naam, como si fuera un barco. Nos dan acceso a su barco del Naam o el Shabd, del cual son capitanes y con el cual nos hacen llegar a la región del Señor.

Si, por ejemplo, tuviéramos que viajar a Londres, es probable que antes estudiáramos un mapa para constatar dónde se halla la ciudad y cómo llegar a ella, dónde tenemos que hacer transbordo, dónde subirnos a bordo, etc. Tendríamos que obtener un pasaporte, pues sin él no podríamos ni siquiera comenzar el viaje. Del mismo modo, también debemos obtener la «aprobación» de un santo (encargado de Dios) para poder acceder al reino de Dios. La iniciación es esta aprobación o pasaporte que debe llevar el sello del Sat Guru, el maestro. Es algo que mencionan varios Mahatmas en sus alabanzas. Los poderes de los maestros comprenden todos los universos y regiones, pues son los encargados del Señor. Si recibimos de ellos el «pasaporte», nadie podrá pararnos en ningún universo o región.

La necesidad de un gurú también puede explicarse a través del siguiente ejemplo.

Supongamos que queremos volar en un avión, pero que el piloto ha cerrado la entrada y el mecanismo de transmisión para que ninguna persona ajena pueda entrar y hacerse daño.

Quienes no pueden pilotar un avión no saben siquiera cómo subirse a él. Incluso si lo consiguieran, no podrían arrancar el mecanismo de transmisión, porque estaría cerrado. E incluso si consiguieran arrancar el avión, alguien que no fuera un experto no podría hacerlo despegar y aterrizar. Incluso si consiguiera despegar, las condiciones en las regiones más altas le resultarían desconocidas, y a buen seguro se estrellaría.

Con las personas pasa lo mismo: solo pueden concentrarse una vez reciben las instrucciones correctas. Incluso si lo consiguieran sin ellas, no podrían subirse a bordo del barco del Shabd. Si, no obstante, consiguieran de algún modo unirse al Shabd, no tendrían ningún conocimiento de las regiones más altas ni sabrían cómo se asciende y se vuelve de ellas. Si el piloto, el gurú, se lleva a un principiante consigo, abre su avión y lo deja ir con él un par de veces, es posible que el novato pueda dirigir por sí mismo el avión en poco tiempo. Para viajar por las regiones espirituales, resulta imprescindible contar con un piloto que las conozca y las haya atravesado con frecuencia. El viaje nos resultará posible con él a nuestro lado. Si una de estas almas elevadas nos invitara a acompañarla y rechazáramos la invitación por querer intentarlo solos, habríamos desperdiciado una gran suerte.

«Busca a un maestro para este viaje, pues sin él estará lleno de desventuras y peligros».

Maulana Rumi

«Y si hubiera cientos de lunas, y si hubiera cientos de soles con toda su luz, sin un maestro reinaría en ellos la oscuridad».

Adi Granth

«Donde no está el Shabd, reina la oscuridad. No se ha alcanzado nada. Y no cesan las ideas y venidas. Solo el maestro tiene la llave para acceder a él. Nadie más que él puede abrir la puerta; si la suerte así lo desea, encontraremos a un maestro».

Adi Granth

Los textos sagrados y los sabios no pueden sustituir al gurú.

Se llama gurú a una persona pura y espiritual que tiene acceso a Sach Khand, la

Verdadera Región. Conoce el nivel material, las regiones sutil y causal, tiene experiencia espiritual y está libre de la tiranía de los sentidos. Solo cuando entramos en contacto con una persona así se nos despierta el anhelo de la espiritualidad. El gurú es una lámpara ardiente que vuelve a encender las luces apagadas. Una lámpara que ya se ha quemado no puede hacerlo. Muchos afirman que la luz del conocimiento se transmite tan solo leyendo libros religiosos y que no es necesario un gurú porque los libros cumplen con el mismo objetivo. Ahora, reflexionemos por un momento sobre para qué sirven estos libros. Son registros muy valiosos acerca de las experiencias espirituales de los santos. Por ello, es bueno leer estos libros. Hacemos

bien en respetarlos y apreciarlos. Pero quienes confían únicamente en los libros, deben aprender también la diferencia entre las cosas inertes y los seres sensibles.

Los libros estimulan el deseo de saber más sobre la espiritualidad y sus principios y también de leer acerca de las vidas de los santos. Todo esto puede aportarnos muchos beneficios, pero no puede despertarnos la fuerza de la espiritualidad. Esto solo puede hacerlo un alma experimentada en el terreno de la espiritualidad. Solo una luz ardiente puede encender otra luz. La materia inerte no puede crear vida. Por este motivo, no podemos obtener conocimientos espirituales tan solo leyendo libros religiosos, incluso si nos dedicáramos a ello durante millones de años.

Los conocimientos espirituales no pueden enseñarse. Se transmiten solo mediante el «contacto» con una persona que ya los haya experimentado por sí misma. No se aprenden, sino que se «contagian». Solo un santo nos los puede divulgar. No solo debemos saberlos, sino que tenemos que vivirlos en nuestras propias carnes.

«Lo que deseas está aquí, pero lo buscas en otra parte; entonces, ¿cómo vas a encontrarlo? Oh, Kabir, si quieres encontrarlo, acompaña a quien sepa dónde está. Él te enseñará lo que buscas. E l camino es largo, muy largo, pero Él te llevará hacia allí en un instante».

Para aprender a cocinar bien, nos vamos a aprender con un cocinero con experiencia. Si estudiamos medicina o ingeniería, también es necesario acumular experiencia práctica. Solo leyendo no podemos convertirnos en médicos o ingenieros. En todas las ciencias externas se necesita la ayuda de un maestro. ¿Cómo no vamos a necesitar a uno para los conocimientos espirituales, que son más profundos y complejos? Pues, si cerramos los ojos, sin un maestro en nuestro interior tan solo vemos oscuridad. Necesitamos a un maestro que nos indique cómo podemos percibir la luz interior. Para cada asignatura necesitamos a un profesor. Algunos afirman que no es necesario un maestro espiritual, que se pueden adquirir los conocimientos espirituales de manera autodidacta. Es igual que una persona que, cuando se le ofrece voluntariamente agua de una fuente, la rechaza y dice que va a cavar su propia fuente. Es una prueba de que aún no tiene sed. Quienes no sienten la necesidad de la espiritualidad, tampoco necesitan a un maestro.

Los conocimientos deben encontrarse en el interior del ser humano. Quienes no entienden que deben mirar en su interior y deshacer los nudos de la consciencia y la materia gruesa, sin embargo, no obtendrán conocimiento alguno. Si los conocimientos espirituales pudieran obtenerse de los libros, todos los sabios habrían ya adquirido conocimiento por sí mismos. Pero no son más que diccionarios andantes, y tan faltos de vida como un edificio de piedra. Un cerebro lleno de conocimientos adquiridos a través de los libros es como un burro de carga que transporta madera de sándalo y no es consciente de su aroma, o como una cuchara que se introduce día y noche en el pudding sin conocer su sabor. ¿Si se pudiera alcanzar la espiritualidad leyendo libros, la marea de espiritualidad sería tan grande como la de los libros, pero ¿a cuántas almas verdaderamente iluminadas nos encontramos en esta era de los libros? A muy pocas.

Cuando los santos vienen al mundo, generan una marea de espiritualidad. Innumerables buscadores siguen las enseñanzas de los santos y se entregan a la vida espiritual. Un alma solo puede experimentar su ascensión espiritual a través de otra alma. Esto no puede enseñarse ni aprenderse siguiendo la razón. Ni siquiera una

persona tan razonable y culta puede ayudar a otra a menos que ella misma sea un alma espiritualmente desarrollada. Dar discursos y hablar sobre la espiritualidad no es difícil, pero llevar una vida espiritual es algo muy diferente. Nadie puede sentir devoción en relación con los conocimientos espirituales tan solo leyendo libros. Sentirse con derecho solo por ello sería arrogante. En el Bhagavad Gita se afirma:

«Debemos entregarnos con humildad a un maestro pleno, seguir los ejercicios espirituales y servirle. Solo un gurú que conozca la Verdad puede transmitir sus conocimientos sobre ella».

Sin maestros, no podemos obtener conocimientos sobre el camino espiritual. Por ello, resulta imprescindible que conozcamos a un maestro. Jesús decía:

«Nadie llega al Padre si no es por mí». «Quien no conoce al Hijo tampoco conoce al Padre». «Quien os recibe a vosotros, me recibe a mí, y quien me recibe a mí recibe al que me envió».

Una revisión de todos los escritos religiosos demuestra que todos indican expresamente que nadie puede salvarse sin un maestro.

«Los shastras, los vedas y los smritis transmiten siempre lo mismo: cree a pies juntillas que no hay liberación sin maestro».

Adi Granth

También los textos sagrados de los hindúes subrayan la necesidad de un maestro. Los vedas afirman:

«Sin la iniciación, no es posible conocer a Dios, por mucho que uno pueda meditar. Tan solo una vez iniciados por un verdadero gurú, podemos conocerle, pues Él es demasiado sutil para nuestra imaginación».

No existe ningún ejemplo en la historia de alguien que haya alcanzado la elevación

espiritual sin un maestro. Los santos que nacieron ya con conocimientos son muy escasos. No obstante, siguen el principio transmitido y aceptan un gurú. Kabir Sahib, por ejemplo, tuvo como gurú a Gosain Rama Nand, y Jesucristo fue iniciado (bautizado) por San Juan Bautista.

Históricamente, está demostrado que también los santos que tenían conocimientos desde su nacimiento disfrutaban de la compañía de los santos y se mantenían bajo su protección. El gurú Amar Das dice que, desde el principio de los tiempos, el Señor determinó que nadie pudiera reconocerle sin la ayuda de un gurú. Si lo necesitan los que son santos de nacimiento, ¿cómo no va a necesitar un gurú una persona normal?

Santos del pasado

Un médico fallecido, por muy bueno que haya sido en vida, ya no puede prescribir

medicinas a un paciente. Tampoco un juez muerto puede seguir ya dictando sentencias. Ninguna mujer puede casarse con un hombre muerto y engendrar hijos con él. De este modo, también los Mahatmas plenos vinieron al mundo en un periodo determinado y salvaron a aquellos a los que se dirigieron. Cuando su tiempo pasó,

pasó, abandonaron el mundo y volvieron a reunirse con el Señor. Antes de morir, transmitieron su misión a otros. Solo podemos aprender a entender a través de una persona, así lo quiere la ley natural. El Señor actúa en este mundo de la materia a través de personas vivas.

Muchos creen que los Mahatmas de tiempos pasados aún se encuentran en las regiones espirituales y pueden seguir ayudándonos. Debemos reflexionar sobre esto con calma. Los maestros plenos de tiempos pasados cumplieron con su misión, transmitieron su obra a otros Mahatmas y volvieron a reunirse con el Señor. Si un maestro ha llevado a cabo su obra, transmite su posición de gurú según las instrucciones del Altísimo a otro para que continúe con la obra de unir almas con el Señor y salvarlas. Incluso si un maestro del pasado deseara redimir a alguien, actuaría en armonía con las leyes naturales y cumpliría su misión únicamente a través de un maestro vivo.

Solo podemos recibir la ayuda de los maestros de tiempos pasados si nos hemos elevado a las regiones en las que se encuentran. Pero vivimos aún en el mundo de la materia gruesa, mientras que ellos se encuentran en los mundos espirituales. Si creemos que los maestros antiguos pueden ayudarnos desde las regiones espirituales, nos dejamos llevar por nuestros sentimientos y nuestra imaginación y sacamos nuestras propias conclusiones. Solo cuando tenemos nuestro ojo interior abierto podemos evaluar si nuestros pensamientos provienen del Señor, de un Mahatma anterior o de un alma incompleta, o si se trata tan solo de ideas pasajeras en el subconsciente. No es correcto seguir las sugestiones del subconsciente, pues nos llevan a error fácilmente. Además, no podemos olvidar lo siguiente: si, por ejemplo, nunca hemos visto a un Mahatma anterior, el poder negativo u otra alma pueden afirmar ser el Mahatma y engañarnos. Puesto que no lo conocemos bien, es muy probable que nos lleve a error.

Pensemos por un momento si nos parece lógico que los maestros de tiempos pasados puedan ejercer como gurús y que los gurús vivos no sean necesarios. Si un maestro anterior pudiera dar las instrucciones espirituales necesarias, entonces, por supuesto, también podría hacerlo el mismo Señor. ¿Por qué debería entonces venir siquiera un Mahatma, si el Señor podría hacerlo en cualquier momento? Así, si en el pasado siempre fue necesario un maestro, se puede llegar a la conclusión de que también hoy en día se mantiene esta necesidad, del mismo modo que antaño.

Si el Señor desea que el ser humano aprenda a entender, debe tomar una forma humana. Esta es la ley de la naturaleza. Debe tomar la forma de un santo o de un maestro. Pero esto no significa que los Mahatmas anteriores estén muertos. No, son inmortales y han dejado atrás las regiones material, sutil y causal. Están unidos al Señor y ya no pueden diferenciarse de Él. Aceptando que aún se encontraran en las regiones inferiores, entonces, ¿qué sentido habría tenido para ellos realizar el Bhayan (escuchar la corriente sonora)?

Debatir sobre esto de forma sesuda y prolongada no sirve para nada. No nos ayuda ni nos permite avanzar. Se debe pedir ayuda a un maestro vivo que conozca el camino sencillo y natural de la unión con Dios. Para ello no es necesario esperar a una vida después de la muerte. Si nos esforzamos, podemos conseguirlo aquí y ahora en esta vida.

El aprendiz solo tiene que seguir a un maestro. Debe ejercitarse en la contemplación del maestro que lo ha iniciado, incluso si dicho maestro ya ha abandonado el mundo. Entonces, tendrá éxito. En la iniciación, el maestro se hace un hueco en el interior del aprendiz y vive en su corazón. El maestro sirve de ejemplo al aprendiz. Por ello, el aprendiz tendrá éxito. Acumulará experiencia interior. No le faltará nada más. El maestro es inmortal. Es eterno. Para el aprendiz, es el principio y el modelo que nunca muere. A su muerte, el maestro tan solo se desprende de su cuerpo. Después, el aprendiz puede mantenerse en compañía de otro maestro y servirlo. No obstante, debe mantener la conexión interior con el maestro que lo inició, y orientar su atención siempre a su forma. El maestro vive en el corazón de su aprendiz y protege a cada uno de ellos. Si el aprendiz cambia de un maestro a otro, nunca llegará a su objetivo.

El gurú de cada época es el gurú con el que el aprendiz tiene una relación en vida. Los gurús del pasado ya no son gurús, puesto que ya no están vivos. Ambos tipos e gurús cumplen con su función, pero cada uno en su área. Si leemos las biografías y los maravillosos versos de los antiguos maestros, podemos reconocer lo indispensable que resulta un maestro vivo y comprender su misión hasta cierto punto. La verdadera bendición de la espiritualidad solo puede dárnosla el gurú de cada época, el gurú vivo. Quien concede la iniciación es el gurú actual o el maestro de la época concreta. Incluso si viven al mismo tiempo varios maestros, el aprendiz solo debe tener un maestro, al igual que la mujer solo debe tener un marido. Los maestros que viven en el mismo tiempo llenan a los aprendices que se encomiendan a ellos de una gran sabiduría. Solo de este modo es posible la liberación. Los maestros hacen hincapié en esto una y otra vez. Maulana Rumi afirma:

«No confíes en tu razón, tus capacidades o tu inteligencia. No dejes que se rompa tu unión con el maestro de tu época».

El maestro es amor.

El maestro se preocupa mucho por sus aprendices. Desea que estos realicen

progresos en todas sus relaciones. A veces, se enfada con el aprendiz por su bien, pero el corazón del que procede este aparente enfado guarda una fuente inagotable de amor por el aprendiz. Sus palabras pueden parecer bruscas, pero en realidad están llenas de amor. Y este es también el motivo por el cual un aprendiz entregado puede interpretar incluso unas palabras tan duras como un gesto amable. Es señal de amor hacia el maestro (Guru Bhakti) el que el aprendiz se tome sus malas palabras o su firmeza con cariño y no se sienta herido.

Una persona que ama se halla plena del amor por su amado. La alegría ilumina su rostro tan pronto como ve a su amado. Por su parte, el maestro tiene una belleza espiritual única y un poder de atracción magnético. Su forma emana miles de corrientes de felicidad plena que atraen a los aprendices y dan vida al cuerpo y al espíritu.

Incluso si miráramos el rostro del maestro sin interrupción o cien pinturas con cientos de ojos, no podríamos quedar satisfechos, pues su rostro brilla con otra luz y un resplandor aún más radiante en cada mirada.

El amor por el maestro es dulce y atractivo; proporciona felicidad y alegría al

aprendiz. Si mira al maestro, inevitablemente experimenta un éxtasis indescriptible que penetra en cada poro de su cuerpo. Incluso si el aprendiz solo prueba un poco de él, su alma se llena por completo del amor del maestro.

Una vez un rey quiso viajar a un país extranjero. Al despedirse, preguntó a sus reinas qué podía traerles. Una le pidió vestidos, otra manjares, otra le pidió cosas prácticas, otra más le pidió productos de belleza y otra más, diamantes y joyas. La más joven de las reinas, a la que todos tomaban por una ingenua, fue sin embargo la más lista de todas. Dijo: «Oh, Majestad, vuelve y déjame estar a tus pies, entonces tendré todo lo que deseo». Cuando el rey regresó, entregó a sus reinas todo aquello que le habían pedido, y después fue a ver a la reina más joven con todo lo que tenía. ¡Cuán feliz estaba! El rey quiso regalarle todas sus posesiones, pues sintió que lo amaba de verdad. La reina se sentó a los pies de su generoso señor, los tocó y se regocijó en su mirada llena de amor. Las demás reinas habían recibido un par de regalos, pero ella poseía el amor de su señor. Pues, ¿de qué sirven los regalos sin el Señor?

Kal no quiere que nadie abandone su reino, pues la vida y la alegría de esta creación se basan en las almas que viven en ella. Por ello tienta a las almas de muchas formas y con ayuda del espíritu humano y el Maya (las ilusiones). Es por este motivo que el Altísimo envía de vez en cuando a sus encarnaciones, los santos y maestros, para liberar a aquellos que están atrapados por lo exterior. Quienes no buscan refugio en un maestro no pueden liberarse de la tiranía de la muerte.

En resumidas cuentas: seguiremos las enseñanzas de este libro si nos animamos, despertamos y emprendemos la búsqueda de los maestros, de los reyes espiritualmente elevados, en calles, ciudades y países, dondequiera que estén, y seguimos este camino que es igual a la hoja de un cuchillo y en el cual debemos abandonar la vinculación con nuestro cuerpo. Un maestro no solo nos muestra el camino de la oscuridad hacia la luz, sino que también nos lleva a las diferentes regiones y riquezas espirituales y se mantiene a nuestro lado.

«Estará contigo en las regiones material y espiritual para que no te desvíes del camino». «Adonde quiera que nos lleve nuestro registro (nuestras acciones), allí estará él (para ayudarnos)».

Adi Granth

Une tu alma a Él y sé feliz. Los santos son quienes verdaderamente nos acompañan en el camino. Aprende de ellos a relajarte, a obtener una paz interior completa y silencio para poder recibir la bendición de la luz de todas las luces.

«Es un maestro verdadero y sabio aquel que nos enseña el hogar en nuestro cuerpo. En él suena la melodía de los cinco Shabds, en él se oyen los tambores del Shabd. Los mundos, submundos, islas y lagos nos llenan de asombro».

Suena una melodía profunda y extremadamente delicada y un rey se sienta en el trono de la Verdad. Escucha la música del Sukhman en la región del vacío, escucha la música que no suena, y se anularán todos los deseos. El loto se erigirá y se llenará del néctar: Y los pensamientos dejarán de vagar. Y la música eterna ya no nos abandonará jamás, está en nosotros desde el principio y por todos los tiempos. Quienes experimentan los cinco Shabds y vuelven a su verdadero hogar han encontrado el Shabd que les lleva a casa. Nanak es el esclavo es estos maestros plenos».

Adi Granth

Capítulo 6

EL SANT MAT - LA CIENCIA DE LA ESPIRITUALIDAD Otro de los nombres del Surat-Shabd-Yoga, a través del cual el alma puede unirse con la corriente sonora o el Espíritu Santo, es Sant Mat. Aquí se trata de la experiencia interior de la unión del alma con el Señor. Esta experiencia está extendida ampliamente en todo tipo de confesiones. El Sant Mat también significa «las enseñanzas de los santos». Estas tratan acerca de los verdaderos principios de la espiritualidad, que tienen un significado que va mucho más allá de las religiones, pues estas últimas se limitan a teorías, confesiones de fe y creencias en milagros.

Las enseñanzas de los santos son originales y naturales; existen desde el principio de los tiempos. Llegaron al mundo junto con el ser humano, pues las enseñanzas o el camino de vuelta del alma a su hogar se crearon con el ser humano. Es el camino seguro e infalible que no está sujeto a ningún cambio, que existe desde el principio de los tiempos y que nadie puede cambiar. Los gurús, los santos y los Mahatmas, que están unidos interiormente a Dios, han mostrado este camino. Es sencillo y cualquiera puede seguirlo. No lo ha creado el ser humano, sino Dios. Nadie debe seguirlo ciegamente, puesto que podemos experimentarlo dentro de nosotros mismos.

Una ciencia verdadera no requiere que se den las cosas por sentadas. Las enseñanzas de los santos son una ciencia exacta, como las matemáticas. Todos los que la practican llegan al mismo resultado.

Una vida espiritual solo tiene el sentido de que el ser humano atraviese el velo de la ilusión (Maya) y la materia y que reconozca al alma, su verdadero yo, que es superconsciente y forma parte del océano de la superconsciencia, para poder sumergirse en dicho océano y adquirir su color y sus propiedades. En otras palabras: la gota de espiritualidad debe verterse en el océano del Altísimo.

Una vida espiritual lleva en poco tiempo hacia el Señor Altísimo con ayuda del maestro. Esto no puede conseguirse únicamente mediante los propios esfuerzos en ninguna religión. No es posible sin verdaderos maestros. El Surat-Shabd-Yoga es sencillo. El camino es igual para todos, ya sean ricos o pobres, de una casta inferior o superior, con o sin cultura, occidentales u orientales, del norte o del sur. El Surat-Shabd-Yoga regala felicidad ya en esta vida. Para quienes entienden su práctica y la llevan a cabo correctamente y de manera concienzuda es tan fácil y evidente como

las demás leyes de la naturaleza. Hay muchos tipos de yoga: por ejemplo, el Prana-Yoga para el control de la

respiración, y el Hatha-yoga, la práctica de posturas corporales determinadas. Ambos se ocupan del cuerpo material o físico y tienen un valor bajo.

Otros tipos se ocupan del espíritu y del pensamiento, en relación con el cuerpo astral. El Anand-Yoga se ocupa del cuerpo causal y está por encima de todos los demás tipos de yoga. Finalmente, el camino de los santos es el Shabd-Yoga, la fuerza revitalizadora en todos los tipos de yoga. Aquí, la práctica tiene lugar por dentro. El alma se imbuye de esta corriente sonora. Este estado elevado se alcanza sin desgastarse en lo más mínimo. En la corriente sonora, que emana de la región más alta, se hace visible el Señor, y el alma se une a Él.

La práctica del Surat-Shabd-Yoga es sencilla; no hay que sufrir, como en otros tipos de yoga. No requiere esfuerzos más allá del escuchar la corriente sonora con la máxima atención. Este tipo de yoga puede ser practicado por igual por un niño, una persona joven o un anciano de cualquier sexo, clase social, fe y país de procedencia. No son necesarios esfuerzos pesados, como en el Hatha-Yoga. Se puede practicar en casa y seguir cumpliendo con las obligaciones mundanas. Tampoco se debe abandonar la propia religión para ello. Cualquiera puede practicar este tipo de yoga, independientemente de su raza, su clase social, su pertenencia religiosa y su confesión.

El Surat Shabd Yoga tiene tres fases en su práctica: el Simran (repetición o «recordar»), el Dhyan (contemplación) y el Bhayan (escuchar). El Simran es pensar constantemente en una cosa determinada. Los detalles concretos de esta práctica se aprenden de un maestro pleno. Al principio, el Simran es repetir palabras; más tarde se encarga de esto la «lengua» del alma.

Cuando convertimos el Simran en una costumbre constante y desarrollamos por completo el poder de la concentración, aparecen la luz interior y la maravillosa forma radiante del maestro. Esta forma atrae al alma: esta es la verdadera contemplación. El objetivo y el ideal de la contemplación, el contemplar y quien contempla, se convierten en uno solo.

Cuando un aprendiz piensa constantemente en su modelo a seguir y mantiene constantemente los ojos puestos en él, el Nirat (la capacidad de ver del alma) se presenta en esta forma y actúa. Así, el alma y el Nirat se detienen en una «plácida estabilidad», y la melodía divina se aprecia durante la contemplación. El buscador debe orientar la atención del alma por completo a la melodía descrita por el maestro. El habla debe utilizarse por completo en el Simran, la repetición; la vista, en la contemplación; y el oído, en el Shabd. La lengua, los ojos y los oídos del aprendiz deben estar sellados por el Simran, la contemplación y la melodía divina.

«Cierra tus tres puertas (oídos, ojos y boca) y repite en silencio. Cierra tus puertas exteriores y abre las interiores. Cierra las tres puertas y repite el nombre del Inmaculado; la puerta interior se abre solo cuando las demás están cerradas».

Kabir

Estos tres ejercicios se llevan a cabo en el centro de los ojos, que también se conoce como el «tercer ojo» o el «centro del loto de ocho pétalos». Este se encuentra entre las cejas. El requisito para la práctica del Surat-Shabd-Yoga es la iniciación por parte de un maestro pleno. Y solo se consiguen progresos a través de este tipo de maestros. Solo cuando el Señor concede Su gracia, tenemos la suerte de encontrarnos con un maestro pleno y mantenernos en su presencia.

La iniciación

La iniciación recibe distintos nombres en los versos del maestro. El maestro proporciona su luz espiritual al aprendiz. Le prepara para la vida espiritual. Los santos describen la iniciación como el «regalo de la vida».

«Concede el regalo de la vida; enseña la dedicación al Señor. Une al aprendiz con el Señor».

«Solo encuentran a un maestro aquellos predestinados a ello, el nombre del Señor es el néctar que se recibe en la iniciación».

Adi Granth

La iniciación, este regalo de la vida o rayo vital, solo puede concederla un maestro vivo, pero no un mal llamado maestro que tan solo susurre un mantra al oído del aprendiz. Este impulso vital solo puede darlo un ser vivo, los libros y textos sagrados no pueden hacerlo.

«Encontramos a un maestro y recibimos de él la iniciación. Lo dejamos todo y gozamos de la vida interior».

Adi Granth

En la iniciación, el maestro transmite sus conocimientos ocultos. De esta forma hace posible el progreso espiritual cuando el aprendiz sigue sus instrucciones. Además de explicaciones detalladas, da indicaciones que ayudan en la repetición, la contemplación y la manifestación del Shabd interior, la melodía divina, y que favorecen la elevación interior del aprendiz. En la iniciación, el maestro regala al aprendiz la «luz de la vida» y lo une a la corriente sonora. Entonces, establece una unión sutil con el aprendiz; lo dirige y lo lleva de vuelta a su hogar original.

Da igual lo instruida, religiosa o disciplinada que sea una persona o el respeto del que goce, siempre la confundirán la razón y las ilusiones (Maya). Es por ello también que tan solo un verdadero maestro puede unirla con el Shabd interior. Ni siquiera la más virtuosa de las personas puede establecer por su propia cuenta una conexión con la corriente sonora. Si no recibe del maestro la «luz de la vida» y la iniciación, no se produce esta unión con la corriente sonora divina.

Durante la iniciación por parte de un maestro, el alma se pone a disposición del Shabd para que la incluya en él. Este momento es el nacimiento en la familia del maestro. Si el aprendiz se ha unido a la corriente sonora, empezará a recorrer el camino espiritual y a dominar sus debilidades. Si sigue las instrucciones del maestro, después de unos pocos avances ya no será esclavo de su cuerpo. Por otro lado, el alma desea elevarse a las regiones espirituales, rechazar sus cargas terrenales y pasar cada vez más tiempo en las regiones elevadas del interior.

El regalo de la iniciación lo reciben tan solo los seres conscientes, y a través de este impulso vital se despierta al ser humano a una nueva vida. Cuándo se siente la bendición de la iniciación, es algo que depende de cada cual, de su disposición interior a la espiritualidad, que cambia en cada persona. Algunos se encuentran completamente preparados, otros algo menos. En la iniciación, el maestro «inyecta» en cierto modo su sabiduría y su luz en el alma del aprendiz. Esta sabiduría y esta luz penetran por completo en el aprendiz y le despiertan a una nueva consciencia e iluminación espirituales, al mismo tiempo que continúa con la práctica del camino. La luz espiritual del maestro dona al alma del aprendiz una fuerza vital renovada, y la dirige en su iluminación. A continuación, comienza a germinar en el aprendiz una sensación de plenitud. Este regalo del maestro ya no se lo puede quitar nadie. El tiempo y la ilusión no pueden destruir esta semilla, esta «luz de la vida». Una vez iniciado el aprendiz, puede estar seguro de que realizará progresos tarde o temprano. Seguramente llegará a su verdadero hogar algún día.

Si deseamos practicar este yoga, necesitaremos un lugar tranquilo y apartado. Y, para conseguir la soledad interior, los maestros enseñan un método perfecto a través del cual los aprendices cierran las «puertas externas» y se dirigen a su interior con toda su atención. Se espera de los aprendices que lo practiquen por las mañanas y por las noches a horarios establecidos y que acumulen su atención en el lugar del alma, entre las cejas. Los hindúes llaman a este lugar del alma el «tercer ojo» o el «centro de los ojos». No es necesario ejercer presión sobre una vena u otra parte del cuerpo. Basta con concentrar la atención en este punto.

Krishna lo describe como el punto situado en el centro de la raíz nasal. Durante los ejercicios, tal y como prescribe el maestro, se repiten los nombres. A esto se le llama Simran. Al mismo tiempo, nos imaginamos al maestro en el espíritu. No puede interrumpirnos ningún otro pensamiento, para que la conciencia que normalmente penetra en cada célula del cuerpo se acumule en el centro de los ojos y se fije allí. El maestro describe todos los detalles de estos ejercicios y las dificultades y obstáculos a los que podemos enfrentarnos en la iniciación, para que el aprendiz se comporte en correspondencia. Ayuda al aprendiz también por dentro y lo protege.

Es peligroso practicar este yoga sin la iniciación y tan solo siguiendo libros o informes de otras personas. Por ello, los santos aconsejan que se busque a un maestro para este viaje, pues sin él el camino se encuentra lleno de riesgos y peligros.

La práctica

¿Cómo se manifiesta el éxito en la práctica de este yoga? Se demuestra porque se

deja de tener consciencia del propio cuerpo. En primer lugar dejan de sentirse las manos y los pies, y después, poco a poco, el resto de las partes del cuerpo. La corriente de la consciencia, que de lo contrario fluye en dirección descendente y

revitaliza todo el cuerpo, se acumula en el centro del alma, el punto del centro de los ojos, y se deja de tener consciencia del resto del cuerpo. Mientras que no nos hayamos elevado por completo por encima de las nueve puertas (ojos, oídos, nariz, boca y orificios inferiores), no reconoceremos la mirada divina.

«Mientras que el ser humano no se eleve por encima de la conciencia (del cuerpo), no podrá experimentar la mirada divina».

También Kabir dice que el alma que vaga por dentro de las nueve puertas no

puede encontrar el preciado tesoro:

«Oh, hermosa muchacha, buscaste en las nueve puertas, y no encontraste el maravilloso tesoro. Oh, Kabir, no lo encontrarás detrás de las nueve puertas; se halla detrás de la Décima Puerta».

Cuando se han acumulado las fuerzas que normalmente actúan a través de las

nueve puertas, puede oírse la melodía divina y podrá verse la luz interior. Se interrumpe la conexión con los sentidos y se mira en las regiones sutiles. El alma, la voluntad y el intelecto se vuelven más refinados y puros.

«Allí, el alma, la razón y el intelecto adquieren su verdadera forma».

Adi Granth

Todas las capacidades del aprendiz entregado mejoran. Las fuerzas del alma y del espíritu se vuelven más refinadas. El intelecto se vuelve más agudo. Si se escucha la melodía del son divino, se desvelan los misterios de todas las regiones espirituales más elevadas y sutiles. Todo está en nosotros. Quienes conozcan el camino hacia el interior lo encontrarán y poseerán todo.

«Todo está en el cuerpo humano, los países, las regiones y los submundos extendidos. El dador de vida vive en él y lo recibe todo. Los tesoros espirituales están en el cuerpo, y también las fuentes de la dedicación. Las nueve regiones de la Tierra se encuentran allí, con todos sus impulsos vitales. En el cuerpo se halla el tesoro del nombre, pero solo se puede encontrar con el Shabd del maestro».

Adi Granth

En las regiones del alma existen espléndidas esferas celestiales con sus señores. El camino del alma está bordeado por muchas montañas, ríos, lagos y desiertos que ni siquiera podríamos imaginar. En esta parte de la creación, nuestro mundo parece un trozo de alga del mar.

«En el ser humano hay lagos, desiertos y montañas. Cuando los mira, domina el pensamiento y la imaginación, y estos permanecen en silencio. En el desierto

infinito de la quinta región, este mundo tiene el aspecto de un pelo fino en el océano».

Maulana Rumi

Al oír la corriente sonora que resuena en todas las personas, el resto de las inclinaciones se van descartando. Solo entonces se llega a una concentración completa. La corriente sonora es un legado que poseemos todos. Pero no la percibimos porque nuestra atención está orientada hacia fuera. En el cuerpo resuena la música divina en el centro del alma, y se adquiere cuando se llega al centro de los ojos en el interior.

La corriente sonora posee la fuerza de un imán que atrae al alma y le da tranquilidad. Después, mediante la corriente sonora, el alma asciende al lugar del que proviene. Este lugar es el origen de toda la creación. Si escuchamos la melodía celestial con toda nuestra atención, nos envuelve la felicidad y damos la espalda al mundo por nuestra propia voluntad.

Cuando el alma se acumula en el centro de los ojos a través del Simran, la repetición, y deja atrás las regiones estelares, el sol y la luna, contempla en su interior el brillo del maestro, que lleva al aprendiz a su hogar definitivo Ahora, la atención del aprendiz tiene un altísimo nivel de concentración. Este estadio se alcanza mediante el Simran, las repeticiones. A partir de este momento, deja de ser tan necesario el Simran. El aprendiz adora a su maestro y concentra sus pensamientos en él, y poco a poco ambos se convierten en uno. El aprendiz va hacia el maestro. Los maestros definen este estadio con una indicación: «Deja atrás tu yo y ve hacia el gurú». De este modo, el aprendiz encuentra por sí solo su camino hacia las regiones más elevadas.

Si se le concede al aprendiz la presencia del maestro interior, lo contemplará con toda su atención y lo mirará a los ojos. Entonces, a través de la maravillosa luz y el magnético poder de atracción del maestro, alcanzará grandes niveles de concentración. Ahora, al alma le resulta fácil abandonar el cuerpo, y se eleva a las regiones interiores, donde contempla diferentes escenas.

Este es el único método mediante el cual es fácil concentrarse y gozar de las espléndidas vistas de las regiones interiores. Con él, el Simran y la contemplación se hallan plenos, y la melodía del Shabd, que al principio no se oía bien, se vuelve ahora clara y nítida, embriaga la razón y aporta felicidad al alma.

El Simran sirve para acumular el alma en el centro de los ojos con el fin de que pueda desprenderse voluntariamente del cuerpo, su envoltorio terrenal.

La contemplación tiene el fin de mantener el alma en las regiones más elevadas. Esto se consigue cuando toda la atención está orientada a la forma radiante del maestro. La música divina lleva al alma a regiones más elevadas. Cuando el aprendiz ha encontrado acceso al brillo del maestro, ya ha ganado la batalla a medias, pues, después, elevarse a las regiones más altas es fácil y proporciona alegría. El maestro guía a sus aprendices con el brillo de su luz y la dulcísima melodía del sonido divino. Estos entran en la región del loto de mil pétalos, que se encuentra en el centro de la región astral y emite una luz muy clara. En esta región, el poder negativo bloquea el camino del aprendiz mediante obstáculos, pero el maestro combate estos obstáculos y conduce al aprendiz hacia más adelante.

Después de haber atravesado muchas otras regiones espirituales, el maestro lleva al aprendiz a Sach Khand, la Verdadera Región.

El reino celestial de Sach Khand está en nosotros, pero solo pueden entrar en él aquellos que conocen el camino correcto. Tenemos que ir hacia el interior. Escuchar el Shabd es el ejercicio que conduce hasta allí. Solo mediante este ejercicio podemos liberarnos de la razón y las ilusiones, del dolor y las alegrías, de la dualidad y del nacimiento y la muerte.

En resumen, puede decirse que las enseñanzas de un maestro pleno de primer orden se han basado siempre y se basan aún en dos principios:

El primero dice: un maestro pleno vivo resulta absolutamente necesario para que devuelva el alma de sus aprendices a su hogar original, la más alta de las regiones celestiales. Todos los maestros destacan que un médico que murió hace 2000 años ya no puede curar a enfermos hoy. Del mismo modo, un maestro que vivió hace doscientos o mil años no puede iniciar o bautizar hoy a una persona ni unir el alma de un buscador con el Creador para llevarlo al camino de la salvación, la verdadera y final liberación.

El segundo destaca la importancia del Shabd, también conocido como la corriente sonora o la corriente vital audible. Es el Nad de los vedas, el Bang-i-Asmani o Kalam-i-Ilahi de los santos mahometanos, el Tao o «Camino de los Cielos» de Lao Tse, el elevado maestro espiritual chino, y es el Espíritu Santo, la PALABRA o Logos de la Biblia.

El Shabd es el creador superior, que late en toda la creación y en el interior de cada persona. Con ayuda de sus vibraciones, debemos volver a nuestro hogar original. Únicamente un maestro pleno vivo puede unir las almas con el Shabd o Naam, lo que hace que se liberen definitivamente del ciclo de los nacimientos y las muertes.

2º libro

Capítulo 1

ESTE MUNDO NO ES NUESTRO HOGAR El mundo es inestable y pasajero, y se halla sujeto a cambios constantes. Mañana ya no es igual que hoy. Nada es duradero en este mundo. Es el reino de la muerte y puede ser destruido en todo momento como un castillo de arena.

Todo lo que vemos aquí desaparecerá algún día. Todo lo que pertenece al mundo es de poca duración. Los reyes, sus súbditos, las casas, los palacios, sus habitantes, el oro y la plata y quienes se adornan con ellos, estos cuerpos, estas vestimentas, los hombres y las mujeres... Todo ello es pasajero. Y, puesto que el ser humano está atrapado en esto, ha olvidado al Señor. Nadie aquí merece realmente ser amado. Muchos ya se han ido, algunos se están yendo y los que quedan están a punto de irse.

«No nos acompañarán nuestras posesiones, nuestro cónyuge, nuestra casa ni nada más. Eso es seguro».

Adi Granth

«A diario mueren personas, pero esperamos vivir para siempre. ¿No es curioso?»

Mahabharata

«Solo eres un huésped de una noche, pero esperas vivir para siempre. Las casas y las riquezas que ves son como la sombra de un árbol, que cambia constantemente».

Adi Granth

No obstante, estamos anclados a este mundo. Nuestras posesiones, nuestro cónyuge o nuestra casa no nos pertenecen, y nada de ello nos acompañará cuando abandonemos este mundo. Entonces, ¿por qué nos causan tanta dependencia?

Perdemos nuestro valioso tiempo con lo que debemos dejar atrás aquí, y no pensamos en lo que sí nos acompañará. El cuerpo en el que llegamos a este mundo se queda en él. Su aspecto externo y su juventud se desvanecen. ¿Cómo podemos confiar en las relaciones y las cosas relativas a este cuerpo? Nos preguntamos por el valor de la vida. Deberíamos tener constantemente en mente nuestros ideales y aquello que deseamos vivir de verdad. Quienes se mentalizan del hecho de la muerte no sucumben a este mundo y no pueden hacer nada malo.

Como seres humanos, se nos da la posibilidad de encontrar al Señor. Quienes no sirven al Señor con dedicación y no practican el NAAM, están malgastando su vida. El nacimiento como seres humanos es algo que se nos concede en raras ocasiones. Por tanto, no debemos desperdiciar la vida, sino dedicarla al servicio al Señor. En este cuerpo transitorio, el alma es lo único verdadero e inmortal, ella debe ser lo que más nos interese.

La dedicación

La dedicación es una cualidad que tenemos por naturaleza todos los seres humanos. Todos tenemos la tendencia natural de vivir en comunidad o compartir las alegrías con otras personas, pues el ser humano es un ser social por naturaleza y le gusta poder estar unido a las personas que ama. Hasta entonces, se muestra errático y no encuentra la paz.

El ser humano está interesado en muchas cosas diferentes. Algunos desean multiplicar sus riquezas, otros apuestan al cien por cien por la familia, otros desean disfrutar de un gran reconocimiento y se dedican a las ciencias y a las artes.

Quienes profesan culto a la prosperidad, trabajan día y noche sin parar y soportan cargas que, sin embargo, tan solo les llevan a aumentar cada vez más su deseo de una mayor prosperidad. Si nos hemos podido ahorrar mil marcos, después desearíamos ahorrarnos otros cientos o miles más, como es natural, y al final la codicia nos devoraría por completo.

Quienes sufren de la avaricia no pueden sentir generosidad debido precisamente a esta avaricia, y tampoco pueden distanciarse de ella. Su codicia les absorbe cada vez más. Quienes viven por su prosperidad viven con un miedo constante a los ladrones y piensan constantemente en la seguridad de sus posesiones en cámaras acorazadas o cajas fuertes. Esta preocupación y también el miedo a perder sus riquezas se convierten en parte de sus vidas. La constante preocupación le roba la paz y la tranquilidad.

Una persona codiciosa es muy egoísta, puesto que ni utiliza sus riquezas para sí misma ni desea donarlas a los necesitados y a los pobres. Por ello, se confirma que las riquezas no merecen nuestra dedicación. No hemos nacido para acumular riquezas, que a veces se reducen y a veces aumentan como una sombra, y cuando se acaban del todo generan una inquietud interior. En realidad, el ser humano debería aprovechar la prosperidad, pero no ser su esclavo.

Nuestros parientes, personas cercanas e integrantes de la comunidad en la que vivimos: todos ellos morirán algún día. Nadie escapa a la muerte, y cada cual toma su propio camino. Entonces, ¿por qué dependemos tanto de ellos si la muerte y la separación es el destino de todos los seres humanos? Cada persona es diferente, y es natural que esto conlleve diferencias de opinión. Por ello, tampoco nuestra dedicación a ellas puede permanecer equilibrada y sin cambios.

En lugar de dedicarnos a nuestro propio yo, es mejor entregarnos fielmente a nuestra comunidad o a nuestra familia, o aún mejor, a nuestro país. Esto, no obstante, puede alentar el peligro de dar preferencia a unos y que se cree una rivalidad entre grupos. A veces hacemos cosas que deseamos y que no deseamos con tal de mantener nuestra reputación y protegernos de las críticas de los demás.

No obstante, es deseable que alguien que sirva a su nación o a su país con afán no tema las críticas, se mantenga fiel a sus principios y no tenga miedo de otras opiniones. No se puede influir sobre la verdad, y debemos mantenernos siempre firmes en ella.

Las personas que se dedican en exclusiva a sus familias se granjean a menudo enemistades frente a otras personas. Del mismo modo, los patriotas de un país se enfrentan entre sí y contra otros países. Las guerras y enemistades en el mundo se deben por completo a la sed de animadversión de estas personas.

También las personas que están orgullosas de sus logros intelectuales disfrutan discutiendo acerca de quién tiene más razón. Intentarán siempre argumentar en el nivel del intelecto. Sus conocimientos refuerzan su vanidad, y se hallan tan obcecados con ella que incluso faltan a sus principios. Un hermano lucha contra otro, y aplicando conocimientos y tecnología se producen armas de destrucción. Este tipo de conocimiento crece constantemente y causa conflictos y desdichas.

La prosperidad, la familia, el intelecto, etc. pueden resultarnos útiles tanto a nosotros como a nuestro bienestar si se ponen en práctica correctamente. Pero, puesto que esto no es posible, no merece la pena dedicarse con entrega a ellos. No se hallan plenos en sí mismos y no son duraderos.

La mayor forma de dedicación es la dedicación a Dios (Sat Purush), el Único, Inmutable y Eterno. Él lo ha creado todo, y nosotros somos hijos suyos. Si amamos a Dios, podremos amar también a sus criaturas, pues todos somos hermanos y Él es nuestro padre. A través de este amor se consigue una verdadera relación con Dios, nuestro padre, que se refleja en las demás personas, nuestros hermanos y hermanas.

En un pedazo de cristal normal y corriente no podemos vernos la cara. Solo cuando el cristal se convierte en espejo se vuelve visible nuestro rostro. Del mismo modo, solo un corazón puro lleno de amor y dedicación puede ver en sí mismo el reflejo de Dios. Debemos regalar nuestra dedicación al Elevado, Hermoso y Pleno, que atrae como

un potente imán e incluye en sí el espíritu de los demás, a la vez que nos llena de una especial sensación de felicidad y de paz.

El desapego, o cómo no estar anclados a lo terrenal

Quienes no se hallan anclados con nada ni nadie del mundo se encuentran libres de vínculos. Estar anclados significa desear o ansiar cosas materiales o personas. Cuando conseguimos dejar de prestar atención a estos asuntos, nos volvemos independientes de lo terrenal. Una persona con capacidad de juicio sabe que este mundo es pasajero, que todo es ilusión y que estamos destinados al hundimiento. Cuando hemos logrado desvincularnos, estas cosas y relaciones mundanas pierden su significado, y los vínculos se disuelven por sí solos.

Cuando los pensamientos dejan de girar en torno a los objetos y las relaciones del mundo y se dedican a un objetivo superior, tiene lugar un desapego. Dicho de otro modo: la razón se desprende de los deseos terrenales y se inquieta porque nota la separación de Dios. El despertar de este tipo de amor es la clave para el desapego.

San Agustín decía:

«El gran mal del hombre es que intenta alegrarse con lo que debería evitar, y que evita lo que debería proporcionarle alegría».

De hecho, deberíamos tomar distancia de todo lo relacionado con el mundo, e

imbuirnos de todo lo espiritual. Este es el verdadero desapego. Para encontrar a Dios, debemos proceder con cuidado y pensándolo bien. Solo entonces conocemos su verdadera utilidad: liberarnos del círculo de los nacimientos y las muertes.

«Cuando el espíritu se desprende de todo vínculo reflexionando con atención, quedamos libres del ciclo de los nacimientos y las muertes».

Adi Granth

Se alcanza un desapego pleno cuando dejamos de estar vinculados a nada en este mundo. Para ello no necesitamos abandonar nuestro hogar, la sociedad humana ni otras relaciones. ¿Qué pasaría si dejáramos nuestra casa y nuestro trabajo? La voluntad crearía nuevas vinculaciones, incluso en una jungla, y no solo con el entorno, sino también en los deseos. Los santos no son partidarios de este tipo de separación, pues en el verdadero desapego se liberan el espíritu y el alma de las cadenas de las cosas y las relaciones mundanas.

Una persona llega al mundo y vuelve a desaparecer de él como una pompa de jabón. ¿Qué pasó antes de su nacimiento? ¿Qué pasará después de su muerte? Se despierta en el buscador el deseo de conocer el secreto de los misterios de la vida. De este modo, adquiere de forma completamente natural una cierta distancia frente a este mundo de ilusiones, y comienza a buscar a un ser mucho más elevado.

Solo cuando nos encontramos con un maestro pleno tenemos claro el significado del verdadero desapego. Entonces ya no tendremos que alejarnos del mundo y la familia para liberarnos del mundo.

«Oh, razón, si encuentras a un verdadero maestro, no necesitarás buscar el desapego en lo externo, pues Él es el dador de todas las cosas, el origen de todo consuelo y la fuente inagotable del elixir que conduce al aprendiz a la vida eterna».

Adi Granth

En la presencia del maestro, el alma de un aprendiz adquiere las cualidades de

Dios, y todas las cosas del mundo pierden sus estímulos. El que se ha entregado sigue sus obligaciones mundanas, pero en su interior se ha liberado de las cadenas del mundo. Vive en el mundo, pero no depende de él. Reconoce que Dios es el máximo fin y lo antepone al resto del mundo. Y así, a pesar de vivir en este mundo, Dios no se le vuelve a quitar de la mente.

Una persona verdaderamente desapegada sabe que su cuerpo, su casa, su palacio, sus posesiones - todos sus vínculos con el mundo - deberán quedarse atrás algún día, y nadie sabe cuándo sucederá. Por ello, solo vive en el mundo en apariencia y concentra la mayor parte de su atención en purificar su alma, pues no desea perderla en este mundo por ningún motivo.

«¿Qué provecho obtendrá el hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma?»

Mateo 16, 26

Quienes han alcanzado el nivel en el que pueden ver a su maestro por dentro

cuando quieran se hallan constantemente desprendidos del mundo. No prestan atención a las críticas de los demás. Una persona verdaderamente desvinculada solo tiene un deseo: encontrar al Señor. No puede vivir sin Él y piensa en Él a cada instante. Sin el Señor, su vida no tiene sentido.

«Sin servir al maestro, el mundo es tan solo ilusión. Sin el Shabd, no se puede atravesar el océano de la vida. Solo se hallan plenamente desapegados quienes van por completo hacia el Shabd, pues el Shabd es real. El Shabd es mi maestro, y el Shabd es mi guía espiritual, tan inescrutable como el mar. Sin el Shabd, el mundo es un lugar sin consuelo. Solo una persona completamente desvinculada alcanza el Sahaj. Esto es lo que dice Nanak. ¡Y es verdad!»

Adi Granth

Quienes han reconocido su propio yo viven sin deseos en el mundo de los deseos.

Todos sus sentidos se hallan dirigidos a Él día y noche, y se encuentran verdaderamente desprendidos y unidos al Señor. Quienes han renunciado a todos los deseos y se hallan libres de las cadenas de la ilusión, mantienen su espíritu desvinculado en todas las relaciones y se hallan profundamente impregnados del desapego. Estas personas son muy felices.

Capítulo 2

ACTUAR SIN DESEO Antes de que se encienda en nosotros el principio del actuar sin deseo, debemos tener claro lo que significa la palabra «actuar». Una acción es un hecho. Cada acción sigue al deseo, las perspectivas o el impulso correspondientes. El deseo surge primero en los pensamientos y después se pone en práctica. Lo reconocemos por un sencillo ejemplo:

Una persona tiene la intención de matar a otra. Esta es su intención o «hecho interior». Para cumplir su propósito, toma las armas y mata a la otra persona. Esta es la ejecución exterior de su hecho interior. Este hecho interior genera corrientes determinadas (actúan sobre el aura incluso si no se ha cometido el acto externamente) que no solo le dejan una profunda huella, sino que también interfieren con su entorno.

Por ello, debemos despertar de forma precisa de nuestros pensamientos y ponderar cómo alcanzar el nivel en el que se actúa sin deseo. Las enseñanzas de los santos, tal y como se representan en nuestra literatura religiosa, nos muestran el camino correcto.

En el terreno espiritual, las acciones tienen una gran importancia. El ser humano tiene un cuerpo físico, pero actúa en función de sus ideas. La postura de su espíritu en cada momento se demuestra en sus acciones. «Nuestros pensamientos son la clave de nuestro éxito», dijo el famoso filósofo Emerson. Las acciones del ser humano, por tanto, están siempre controladas por sus pensamientos; así, sus buenas o malas acciones no son más que las consecuencias de estos pensamientos.

Por ello, el ser humano se vuelve bueno o malo como resultado de sus buenas o malas acciones; y todo ello sucede de acuerdo con sus propios deseos. Siempre que nuestras acciones se correspondan con un deseo, por tanto, determinarán una trayectoria honrada o malvada en nuestra vida.

Debemos ocuparnos de nuestro bienestar físico, también del de los demás, de lo contrario nos convertiríamos en una carga para la sociedad. Por ello, para el ser humano es indispensable actuar. Por la historia sabemos que los santos actuaban de esta forma y que estas acciones también eran bienintencionadas. No obstante, debemos actuar sin efectos o de forma neutral, una tarea importante pero confusa que debemos entender de forma precisa.

Una persona que ha dominado su voluntad se convierte también en dueña y señora de sus acciones físicas. Quienes se hallan libres de todo vínculo y del odio son personas que actúan sin causar efectos ni provocar reacciones.

¿Cómo podemos alcanzar el nivel en el que se actúa sin reaccionar y sin causar ningún efecto? ¿Cómo podemos liberarnos de todos los vínculos, como podemos poner fin al círculo de los nacimientos y las muertes, a las consecuencias inevitables de nuestras acciones? ¿Y quién comprende el enigma del «actuar sin reacción» ya mientras está actuando? Todas estas preguntas encuentran una respuesta sencilla en los escritos: solo puede entenderlas quienes se han convertido en Gurmukhs.

¿Qué es un Gurmukh? Es alguien que se ha entregado por completo al gurú, al maestro; es decir, alguien que sigue lleno de amor e incondicionalmente las instrucciones de su maestro. El maestro concede el regalo del Naam. Si se practica, se renuncia al yo y se alcanza el verdadero nivel del «actuar sin efectos». De este modo, se reduce la carga del karma por la gracia del maestro.

«El ser humano no se libra del karma (una acción) evitando actuar o dejando de actuar, pues no puede estar sin actuar ni siquiera un momento. La actividad espiritual del ser humano le impulsa a actuar constantemente. Quienes desean radicalmente evitar actuar se engañan a sí mismos, pues a largo plazo no se puede domar la razón. Aquellos que vencen a su razón y la desprenden de todos los deseos terrenales son personas espiritualmente elevadas. Pueden actuar sin obtener provecho y sin vincularse. Con ello se quiere decir que actúan relajados y «libres», es decir, que no les interesan los frutos de sus acciones y solo tienen en el corazón una cosa: servir al Señor. Cumplen con sus obligaciones según las leyes de la moral o los preceptos de la religión, porque actuar es mucho mejor que no actuar. Se nos ha proporcionado el cuerpo con el fin de actuar tanto en el interior como en el exterior».

Bhagavadgita

Todas las acciones, ya sean buenas o malas, a las que nos impulsa nuestro yo son

la causa de nuestras cadenas que nos atan al mundo. Tanto las buenas acciones como las malas pueden vincularnos aquí, pues da igual que una prisión sea de oro o de hierro; no deja de mantenernos encerrados. Se nos puede recompensar con el cielo por las buenas acciones durante un tiempo, las malas acciones pueden conllevarnos penas en el infierno, pero se mantiene la tiranía de la transmigración de las almas.

Todas las religiones insisten en el hecho de que hay que actuar sin desear. En el Bhagavadgita - la Canción del Señor - encontramos muchos pasajes que destacan la falta de deseo o el actuar sin deseo. Este dice: «En este mundo, debemos buscar refugio en Dios una vez hayamos dejado atrás todos los deseos y hayamos dejado de cometer todos los actos que los generen».

La filosofía hindú también enseña lo siguiente: quienes desean alcanzar la salvación, deben desprenderse de todos los deseos y las consecuencias de las acciones terrenales que estos provocan. Todos los libros sagrados contienen esta enseñanza de actuar sin karma. El Bhagavadgita también dice:

El objetivo de la vida humana es actuar en el sentido del yoga. Debemos mostrarnos como hermanos frente a todas las demás personas. Debemos contemplarnos a nosotros mismos como omnipresentes, mientras todo penetra en nosotros y nos llena».

«Oh, Arjuna, oyendo a tu propio yo crees que no debes combatir. Esto es una falacia, pues lo que no quieres hacer, debes hacerlo obligado por tu naturaleza».

Mientras que el ser humano piense que es él quien actúa, lo retendrán las cadenas del karma. Quienes se elevan por encima de todos los deseos y el resultado de sus acciones son independientes de sus acciones y sus consecuencias. El Bhagavadgita también dice:

«Oh, Arjuna, quienes no piensan: ‘Voy a hacerlo’ y no tienen deseos terrenales ni ningún vínculo más con el mundo, no matan ni siquiera si matan a alguien, y las consecuencias de sus actos no les resultan vinculantes».

«Oh, Arjuna, abandona todo interés personal y no veas diferencia alguna entre las recompensas y los castigos. Sumérgete en tus ejercicios espirituales y actúa

solamente después. Actuar así no tiene consecuencias. Actúa únicamente en este sentido. Quienes actúan de este modo se liberan de las cadenas de la transmigración de las almas y les es concedida la máxima forma de salvación».

Cualquier progreso, ya sea intelectual, físico, religioso, espiritual o moral, requiere

una buena salud. Una persona enferma no puede ser religiosa de forma activa. No puede servir a su país, la sociedad, la comunidad o su religión, y tampoco puede mantenerse por sí misma. Ni siquiera puede seguir correctamente sus ejercicios espirituales; ¿cómo podría lograr conocerse a sí misma entonces?

La alimentación es imprescindible para el cuerpo. Sin ella no puede existir. Debe ser sencilla y poder digerirse bien, y tomarse únicamente en las cantidades que el cuerpo necesite para mantenerse. No debemos comer tan solo por el sabor, y tenemos que prestar atención a no comer ni demasiado ni demasiado poco, sino siempre de acuerdo con las necesidades del cuerpo. La alimentación debe contener también componentes que proporcionen la energía necesaria para el cuerpo y la mente. Una alimentación sabrosa en exceso resulta nociva. Si se llevan a cabo trabajos mentales, la alimentación debe consistir en nueces, manzanas, uvas y otras frutas, así como leche, almendras, etc. Si se realizan trabajos físicos, se necesitan mantequilla, arroz, azúcar y otros hidratos de carbono, así como una alimentación que aporte fuerza y buena forma, como el trigo, la leche y similares.

Necesitamos mucho aire fresco, agua e hidratos de carbono, si bien de estos tres el aire es lo más importante, pues sin él no podemos vivir. Lo siguiente más necesario es el agua. La naturaleza nos regala el aire y el agua. Y también los hidratos de carbono que encontramos en el grano tienen su importancia. Todo lo que el ser humano necesita puede obtenerse de la fruta, la verdura, el grano, la mantequilla y la leche. El trigo se considera el mejor aporte de energía de entre los distintos tipos de cereales. La harina de trigo integral, que contiene también salvado, es la más nutritiva.

Deben prepararse comidas ligeras a partir de verduras y cereales comprados con dinero obtenido de forma honrada. Quienes preparan las comidas deben mantener pensamientos positivos y repetir con tranquilidad y relajación el nombre de Dios al cocinar. Esto tiene efectos tanto en la alimentación como en quienes comen. Con este tipo de alimentación, estarán felices y pensarán voluntariamente en el Señor.

Los santos (existen pruebas fundadas de que Jesús predicó y practicó el vegetarianismo, pero que esto se borró de las enseñanzas de la Iglesia en el siglo IV para conseguir que el emperador Constantino aceptara la religión cristiana) nos enseñan que no podemos realizar progreso alguno si matamos animales con fines alimenticios. En el mundo de Kal, sin embargo, no se nos ahorra el matar para mantener el cuerpo. Pero si tomamos la alimentación necesaria del reino vegetal, la meditación diaria compensará el karma resultante.

El progreso espiritual requiere que nos ganemos la vida honestamente mediante nuestro propio trabajo. Solo quienes se ganan honradamente sus ingresos pueden adorar al Señor.

«Aliméntate de aquello que te has ganado honradamente si deseas meditar, para que tus penas y tu dolor no sigan aumentando».

De una alimentación obtenida de forma honrada emana una luz propia. La

alimentación es comparable a una semilla. Dependiendo de si la semilla es pura o

impura, esto también se reflejará en su fruto y creará en nosotros buenos o malos pensamientos. Si tomamos alimentos ganados honradamente mediante el trabajo duro, sentiremos en nuestro interior la inclinación a pensar en Dios y a mirarlo. Además, aspiraremos a ser virtuosos. Dios nos ha dado manos y pies. Utilicémoslos para ganarnos la vida. No debemos codiciar las riquezas de los demás. Pidiendo limosna nos comprometemos y quedamos en manos de otras personas. Estemos satisfechos con lo que tenemos. No dependamos de nadie. No debemos dejarnos seducir por las vidas lujosas de otras personas.

Si alguien codicia el nivel de vida de otra persona, pierde su independencia, se convierte en esclavo de los demás y debe adularlos hasta el extremo. A quienes no utilizan sus manos y sus pies, sus orejas y su mente, se les atrofian sus capacidades.

El dinero que se necesita para vivir debe ganarse de forma honrada. El dinero ganado de manera deshonesta no es una riqueza, sino la fuerza vital de otras personas. El gurú Sahib afirma: «Ya seas rico o un mendigo, para vivir se necesita dinero. Si uno oculta sus riquezas y se presenta como una persona sin deseos, estará engañando al mundo. También quienes se convierten en una carga para los demás por pereza merecen ser criticados. Los santos nos han enseñado siempre que tenemos que ganarnos la vida por nosotros mismos.

Quienes llevan un negocio o ejercen una profesión y disfrutan de su trabajo nunca engañarán a otras personas ni las privarán de lo que les corresponde de forma justa. El ser humano recibe los gestos de amor siempre de buena gana, puesto que el amor vive en cada uno de nosotros, y cuando lo practicamos cada día lo reconocemos en nosotros mismos.

Someterse en todo al Señor es el primer paso en el camino de la dedicación, pues cuando le entregamos todo con humildad nos liberamos de la carga del karma y merecemos reconocerlo en nuestro interior. Pero solo cuando saldamos la cuenta de nuestro karma en nuestro interior renunciando al ego actuamos sin provocar consecuencias. Nuestras acciones solo son puras cuando dejamos de asociarlas a un deseo de recompensa. Quienes actúan de este modo ya no provocan efecto alguno con sus acciones. A estas personas se les concede el reconocer a Dios.

Una acción deriva siempre de un deseo o de una intención, y sin ellos no se convierte en consumada (pues cuando actuamos es difícil alejar el pensamiento de la recompensa o la pena). Por ello, si deseamos actuar sin deseo, solo podremos conseguirlo mediante un completo desapego del mundo. Mientras que el ser humano no haya alcanzado el peldaño en el que se desprende de sus deseos, deberá intentar hacer las cosas lo mejor posible y dejar el resultado de todas sus acciones en manos del Padre Todopoderoso. Entonces, no estará sometido a las consecuencias de sus actos. Además, deberá llevar a cabo sus ejercicios espirituales siguiendo las instrucciones del maestro pleno, puesto que una vez haya realizado progresos en el camino espiritual, su karma se irá reduciendo poco a poco.

Sería dificilísimo, cuando no imposible, tener que desprenderse de todo en el mundo para no tener más deseos. Solo unos pocos lo conseguirían, y merecerían un grandísimo respeto.

En este punto, tan solo debemos considerar cómo la mayoría de las personas para las que estas renuncias resultarían irrealizables pueden actuar sin efectos y, por tanto, sin deseos. Para ello es imprescindible actuar en el nombre de Dios. Para liberarnos de las cadenas del karma, debemos llevar a cabo los ejercicios espirituales siguiendo las instrucciones de un maestro pleno y dejarnos imbuir por la dedicación

al Señor y al maestro.

«Todo lo que haces, lo que comes, lo que das, todo aquello por lo que sientes devoción y por lo que haces penitencia, oh, Arjuna, dámelo todo, pues así te liberarás de las consecuencias de tus acciones (actuarás sin deseo) y, cuando recorras el camino de la renuncia, obtendrás la salvación y vendrás a mí».

Bhagavadgita

Capítulo 3

NO HIERAS NUNCA LOS SENTIMIENTOS DE LOS DEMÁS

Si deseamos recorrer el camino de la espiritualidad, no debemos herir nunca los sentimientos de los demás, sino demostrarles compasión y darles ánimos. Si lastimamos los sentimientos de los demás, el corazón se vuelve oscuro. Pero si les demostramos compasión y los satisfacemos, el corazón se les llenará de luz. Si herimos los sentimientos de los demás, provocamos impureza y una deformación, mientras que la compasión concede belleza y armonía. Una de estas cosas aporta dureza y dificultades, mientras que la otra alivia y lo hace todo más fácil. Si herimos los sentimientos de los demás, les causamos dolor. Esto, sin embargo, puede evitarse de tres maneras:

1. Con la mente: Domina la razón de tal modo que ni siquiera se te pase por la

cabeza la idea de herir a otras personas. 2. Con la lengua: Protege tu lengua para que no diga nada inadecuado. No debe

ensuciarse con palabras maleducadas o insultos. Un solo insulto tiene consecuencias muy negativas en muchos aspectos. Las malas palabras conllevan discusiones y penas y rompen la armonía. En su ira, el ser humano utiliza palabras inadecuadas e insulta profundamente; quiere llevarse la victoria. Pero el santo se da por vencido y se calla. Los insultos son como carbón ardiente, en cuyo humo se elevan la ira, la rabia y las calumnias. Solo se convierten en Sadhu quienes lo han superado.

«La ofensa es tan solo un paso. La reacción a ello genera una respuesta múltiple. Oh, Kabir, si no se replica, se mantiene. Las ofensas llevan a la discordia, la pena y la ruptura de la armonía. Quien se da por vencido es un santo; quien pelea, es mala persona. Las ofensas son como el carbón ardiente. La ira, la alevosía y las calumnias son su humo. Quienes se mantienen por encima son santos».

Kabir

«Bebe vino y quema la alfombra. Prende fuego a la Kaaba. Vive en la idolatría. Pero nunca lastimes los sentimientos de otras personas».

3. Con el cuerpo: Domina el cuerpo para que ninguno de sus órganos, las manos

o los pies causen daños a otras personas. Causar dolor al corazón de otra persona es una forma de violencia, y está prohibida. Quienes lastiman el corazón de otra persona con palabras o acciones son grandes pecadores.

El perdón

Perdonar significa absolver los errores de los demás y olvidarlos por completo. Las

personas que no pueden perdonar luchan entre sí y se consumen. Millones caen porque les falta esta virtud.

Las personas conciliadoras son tranquilas, humildes, pacientes y consideradas. Incluso en situaciones difíciles, siempre están dispuestas a reconciliarse y siempre se muestran alegres. Dos poderes tienen un papel en el mundo: la justicia y el perdón derivados de la misericordia. La justicia es buena, pero lo que se puede conseguir con el perdón no se puede conseguir nunca con ella. Errar es humano, y el ser humano comete errores a menudo. Si quisiéramos castigar todos los errores, eliminaríamos a quienes los cometen. ¿Cómo podemos lavar la sangre con más sangre? Si reclamamos justicia, los culpables son castigados. Entonces, el culpable debe expiar su pena. Pero esto no combate el odio contra el denunciante, sino que lo aviva más. En cada encuentro con el denunciante surge en él la sed de venganza, y el denunciado no encuentra la paz hasta que se ha vengado. Entonces, a su vez, el otro busca una compensación, y el conflicto se perpetúa cada vez más, puesto que la justicia no puede combatir el rencor ni la sed de venganza. Pero si perdonamos a alguien con bondad y misericordia, las consecuencias de esto tienen un largo alcance. La lucha se apacigua, no se generan pensamientos de venganza. Aquel que ha sido perdonado está agradecido y guarda sentimientos amistosos por los demás.

Las ideas de condena y venganza propagan la inquietud, el malestar y el desorden en el mundo. Las reacciones se corresponden con las ideas que hemos propagado, y a su vez influyen sobre nosotros. Si irradiamos amor, este volverá a nosotros. Pero si nuestros pensamientos están llenos de odio, el odio también recaerá sobre nosotros. Toda acción provoca una reacción. Si difundimos pensamientos de amor, cosechamos sus frutos; si sembramos espinas, tan solo crecerán espinas. Por tanto, si perdonamos, los demás también nos perdonarán. Cosechamos lo que sembramos.

«¡Oh, Farid! ¿Cómo quieres cosechar uvas si siembras espinas? ¿Cómo quieres obtener seda tejiendo lana?»

Baba Farid

Si no pensamos mal de nadie, nuestro amor lo abarcará todo. Si perdonamos a

alguien que nos ha ofendido y no le deseamos nada malo, no tendremos enemigos. Una persona que perdona siempre estará feliz. Esta sensación de felicidad, la paz del alma y la tranquilidad que se consiguen al perdonar son algo sencillamente indescriptible.

Solo los valientes pueden perdonar; los débiles de voluntad no son capaces de hacerlo. El Señor es benévolo y misericordioso. Por ello, solo quienes tienen compasión obtienen el poder de perdonar. Por ello, Kabir dio al perdón una gran importancia. Afirmó incluso que el Señor mismo vive en el corazón de las personas

conciliadoras. Donde vive el perdón, encontramos al Señor en forma de misericordia.

Ibrahim Adham, rey de Bujará, tuvo que pasar varios años junto a Kabir. Después de servirle durante un tiempo, el rey parecía haberse vuelto muy pacífico, tranquilo y relajado. Por ello, un día Loi, la esposa de Kabir, pidió a su marido que iniciara al rey. Pero Kabir, que sabía del estado interior de Ibrahim Adham, replicó: «El recipiente aún no está listo». Cuando Loi replicó, Kabir dijo: «Cuando Ibrahim Adham salga de la casa, tírale desde el techo un cesto lleno del polvo de barrer». Cuando lo hizo, Ibrahim exclamó: «Ah, si estuviera en Bujará podría darle una lección a ese malhechor». Cuando Kabir lo supo, indicó: «¿No había dicho que el recipiente aún no estaba limpio?»

Cuando, a su vez, pasaron un par de años, Kabir se dirigió a su esposa con estas palabras: «Ahora, el recipiente está puro», a lo que Loi afirmó: «Por fuera sigue siendo el mismo, y lleva a cabo su trabajo tan calmado y pacífico como antes». A ello, Kabir respondió: «La última vez solo le tirarse el polvo de barrer; esta vez, tírale inmundicias y basura. Escóndete y escucha lo que dice».

Cuando Ibrahim salió de la casa, Loi hizo lo que Kabir le había indicado, de tal manera que las vestimentas de Ibrahim se ensuciaron por completo. A pesar de ello, él miró hacia arriba tranquilo y relajado y dijo: «Doy las gracias a la persona que ha lanzado este mal sobre mí. Que la gracia de Dios esté con ella».

El perdón apaga el fuego de la ira. Nada más puede extinguirlo. Mientras se mantenga el velo del egoísmo, la verdad permanecerá oculta al ser humano. Solo podrá entenderla cuando encuentre al maestro. Entonces, se apaga el fuego de los deseos y el egoísmo. Por la gracia del maestro, podemos dejar que entre en nosotros el perdón en lugar de la ira. El egoísmo y la ira desaparecen por completo de la voluntad, en la que entra la satisfacción.

El más bello adorno del perdón es el brillo divino de los santos, y estos enseñan el perdón.

La amabilidad

La amabilidad significa cordialidad, buen trato, disposición para ayudar,

generosidad, educación, jovialidad y consideración. La belleza no tiene ningún valor si no la acompañan las buenas costumbres. ¿De qué sirve una casa elegante en una ciudad bonita si solo viven en ella personas hurañas y desagradables? ¿Qué valor tiene un árbol que, aunque sea verde, no florece ni da frutos? ¿De qué sirve un reloj de oro que no muestra la hora o una lámpara bonita que no da luz? De forma similar, una persona puede ser muy atractiva y llevar costosos trajes, pero si no es sociable, no tiene buenas maneras y no es cortés ni educada, carece de las virtudes humanas. Tan solo ser amables y alegres nos convierte en verdaderos seres humanos.

El Señor favorece a aquellos que se muestran alegres y con el corazón abierto hacia los demás.

Si una persona es hermosa o rica, es tan solo asunto suyo. Pero si es amable y alegre, también influye en los demás. Si se muestra siempre huraña y con el ceño fruncido, es mejor evitarla y no desearemos tener nada que ver con ella. Unas palabras amables pronunciadas con humildad entran en el corazón de la otra persona. Estas son el verdadero brillo y las verdaderas joyas del ser humano.

A Shah Farindu le preguntaron de qué manera supervisaba a sus sirvientes. Él replicó: «Con cortesía e indulgencia». Entonces le preguntaron cómo resolvía sus

dificultades. Él replicó: «Con clemencia y amabilidad». Da igual lo serio que pueda ser el problema: mantente educado y amable y

esfuérzate por conseguir la armonía. Esto acerca más al objetivo que la violencia y la lucha. La herida que causa una espada se cura con el paso del tiempo. Pero la herida que surge de una mala palabra se vuelve a abrir una y otra vez al pensar en ella. Por ello, debemos estar atentos a que no salgan de nuestra boca palabras duras. Pensemos antes de hablar. Incluso si aparentemente la situación requiere dureza, sal de ella con educación. Una píldora amarga que viene de una persona alegre tiene un sabor dulce. Pero es difícil aceptar algo de una persona ruda, aunque sea una palabra dulce.

La razón es como una corneja que no tiene en mente nada más que molestar a las personas. Sin embargo, si se llena de amor, se convertirá en un cisne y no molestará a nadie.

El corazón es la verdadera mezquita, el verdadero templo del Señor. El corazón de cada persona es el tabernáculo del Señor. Quienes causan dolor a los demás, golpean y destruyen el templo. No solamente profanan y arruinan los templos de los demás, sino que también destruyen el templo de su propio corazón. El mundo se asemeja a un gran engranaje del cual somos sus piezas. Incluso si está dañada únicamente una pieza, no puede funcionar de manera normal. También cuando tan solo está enferma una parte del cuerpo, todo el cuerpo sufre con ella. El mundo es como un cuerpo, y nosotros somos sus partes. Por tanto, ¿cómo podemos ser felices si herimos una parte del cuerpo? Quienes lo entienden no hieren a ningún ser vivo; no causan daños ni siquiera a un ser sin alma, y mucho menos a una persona. Toda su forma de pensar, su manera de hablar y sus modales cambian. La razón, el lenguaje y el cuerpo son herramientas con las que se hace el bien o el mal. Con estas, el ser humano se convierte en una herramienta del bien o del mal. El pensar mal de los demás, los celos, el odio y las enemistades son pecados de la razón. Las palabras duras, las críticas a los demás, el hablar mal de ellos, el sermonearlos, son pecados del lenguaje. Hacer el mal significa pecar con el cuerpo. Aquí se incluyen el adulterio, el asesinato y la violencia.

Cuando nos encontramos con una persona con alegría, es como si le lleváramos flores y su aroma lo envolviera por completo. Por ello, seamos alegres y calurosos; quienes se encuentren con nosotros participarán de nuestra alegría.

No debemos irritarnos con facilidad. Debemos ser siempre educados en nuestro trato diario. Debemos contagiar de ello a quienes se encuentran con nosotros. Si solo somos amables en determinadas situaciones, somos tan solo educados. Pero si nos mantenemos amables y amistosos en todas las circunstancias, se dice que somos personas de buen trato. Esta virtud es de gran utilidad para la espiritualidad.

La abstinencia - La castidad

La abstinencia no significa simplemente renunciar a los placeres sensoriales y a las

pasiones. Significa más bien retraernos de todos los asuntos sensoriales. Si escuchamos las voces de los sentidos y contemplamos cosas que despiertan pasiones, y aun así deseamos renunciar a los instintos de la carne, es como si pusiéramos la mano en el fuego y esperáramos no quemarnos. Por ello, debemos dejar de prestar atención a todo lo que despierta pasiones y descartarlo de nuestros pensamientos para poder llevar una vida casta, pues el objetivo de la abstinencia es encontrar al Señor, y para este fin de reconocer a Dios resulta un medio muy útil.

Si un hombre y una mujer desean convivir, desde el punto de vista del maestro es imprescindible que hayan contraído matrimonio como es debido.

La castidad es la más bella flor de todas las virtudes humanas. Convierte al ser humano en ángel. Su belleza radica en su pureza. Gracias a ella, su cuerpo y su alma permanecen inmaculados y sin profanar. La castidad no permite pensar en unirse con otra persona que no sea el propio cónyuge. Esto requiere un gran dominio, pues ya un pensamiento impuro puede destruir la castidad. El fruto que cuelga del árbol permanece fresco, pero si se toma, desaparece su frescor. Se puede prolongar un poco más su duración recubriéndolo de miel. Así, también la abstinencia, una vez perdida, solo puede volver a alcanzarse mediante una dedicación extraordinaria. Esta dedicación protege el alma como la miel protege el fruto tomado del árbol. De lo contrario, nos quemaríamos como una polilla en una llama.

Si el hombre y la mujer se regalan todo su amor en el matrimonio, ¿qué les queda para los demás? Un cónyuge fiel está dispuesto a todo por el otro. Pero, entonces, ¿cómo puede amar al Señor y a Su creación? No puede ver a toda la humanidad como su familia, pues se mueve tan solo en torno a su mundo estrecho. Cuantos más hijos se tienen, menor es el amor por el Señor omnipresente. Entonces, ¿cómo pueden alcanzar la verdad?

¿Qué ayuda pueden tener los cónyuges? ¿Cómo pueden reconocer al Señor? Solo existe un camino: su dedicación mutua o su relación de pareja no deben servir al placer de los sentidos, sino únicamente al objetivo de tener descendencia. Por ello, deben llevar una vida de autolimitación y hacer de las enseñanzas de los escritos de los santos su guía para la vida conyugal. Deben tener relaciones tan solo una vez al mes, hasta concebir un hijo. Y los padres deben estar capacitados para criarlo, para que un día pueda mantenerse por sí solo.

El sentido de la vida humana no es tan solo procrear. Su finalidad principal es la unión del alma con Dios. Quienes siguen el camino espiritual no deben perder nunca este objetivo de vista. Las relaciones sexuales entre el hombre y la mujer deben interrumpirse aproximadamente a la edad de 40 - 50 años. Entonces, se deben seguir ganando la vida con el trabajo de sus propias manos y dedicar su tiempo al Señor y Sus criaturas. Todos los santos y las almas iluminadas han seguido este camino. Llevaron una vida conyugal con mesura hasta una cierta edad y, después, vivieron en la más absoluta abstinencia.

Swami Ram Tirtha decía que las personas solo pueden esperar realizar progresos cuando han aprendido a convivir en la pureza como hermanos y hermanas. Las personas que experimentaban la pureza de la vida llevaban una existencia feliz, saludable y sin preocupaciones. Si vemos a los mayores como madres o padres y a todos los demás como hermanos y hermanas o hijos e hijas, el ser humano se eleva a un ideal moral mayor y se guarda de más de una preocupación. También se multiplica su fuerza física y espiritual, mientras que otros permanecen débiles y enfermos y les acechan numerosas preocupaciones.

La abstinencia no solo puede conseguirse mediante el dominio del cuerpo, pues si queremos dominar el cuerpo, primero hay que dominar la razón. Por ello, la abstinencia debe practicarse con pensamientos, palabras y acciones. Si se consigue dominar el cuerpo, pero los pensamientos siguen atrapados en los placeres de los sentidos, se producen efectos dañinos, pues los pensamientos fuerzan al cuerpo a seguirlos.

El Dr. Nicholson escribe: «Está médica y psicológicamente demostrado que la sangre más sana del cuerpo es la que se transmite a los órganos reproductivos de ambos sexos. Una vida pura y ordenada devuelve al cuerpo esta sustancia mediante el sistema circulatorio, por lo que se hace posible la formación de las más refinadas

células en el cerebro, los nervios y la musculatura. Esta corriente de retorno de la que participa todo el cuerpo da al hombre fortaleza, valor y coraje.

Cuando vivimos en la abstinencia, es suficiente una buena alimentación para permanecer sanos, y no se necesita la medicina ni nada más. Una persona que practica la abstinencia vivirá una vida pura, su corazón y su cuerpo serán fuertes, y vivirá durante mucho tiempo. Será dueña y señora de sus sentidos y su ira, tendrá un corazón puro y bondadoso, virtuoso, justo, pacífico, considerado y pudoroso. Por ello, sus hijos serán una valiosa aportación para la nueva generación.

Debemos buscar la compañía de personas puras. Si no es posible encontrarnos con ellas, debemos pensar en el maestro llenos de amor. Esto seguirá lavando las miserias espirituales. No debemos permitir a nadie que contamine nuestra pureza. Para mantener la abstinencia, debemos evitar la compañía de quienes se entregan a los placeres de los sentidos. El veneno de sus pensamientos lujuriosos influirá con total seguridad en aquellos que los rodean. Por ello, tan solo debemos buscar la compañía de personas nobles y constantes. Pero si no lo logramos, debemos meditar pensando con amor y dedicación en el maestro. Esto combatirá poco a poco las impurezas del interior.

El amor al prójimo

El Señor es generoso. Concede todas las bendiciones. Nuestra oración dice

siempre: «Oh, benévolo Señor, dánoslo», y Él es siempre generoso. Todo lo que da está predeterminado para todos. Todo lo que tenemos está ahí

también para los demás. Por ello, compartamos con los demás y alegrémonos. Todos pertenecemos al Señor. Y, cuando queremos ser de verdad, todos somos iguales y nadie nos parecerá impropio de Él.

Si compartimos el dinero obtenido mediante el sudor de nuestra frente con los necesitados y los enfermos, y si también lo damos a los pobres, oprimidos y huérfanos, practicamos el amor al prójimo. El amor al prójimo es imprescindible para el bien del mundo. Es un bien muy preciado y fomenta un ambiente de benevolencia y frescor, mientras que la avaricia enturbia el ambiente. El amor al prójimo es como el agua de una fuente, que es fresca y dulce mientras que se utiliza la fuente. Significa compartir las posesiones con los necesitados y utilizarlas para buenos propósitos. Quienes no gastan con fines caritativos, están malgastando su dinero inútilmente. Kabir Sahib afirma:

«Si se le acumula agua en el barco o riquezas en la casa, el sabio las tira con ambas manos».

El gurú Nanak nos enseña: «Ten cuidado con tu amor al prójimo. Siembra tus

semillas tan solo cuando hayas probado el campo». Se debe ayudar únicamente a los necesitados, a los desesperados y a los huérfanos que no cometan malas acciones. Sirve a quienes tienen hambre y sed, pues, ¿de qué sirve darles un dinero que ya tienen? La caridad sin una debida reflexión es como sembrar el Saat en una tierra infértil. Si alguien que se esfuerza por la espiritualidad hace una donación a una organización que no sirve a los necesitados, estará sembrando seguramente sobre un suelo estéril.

Quienes se ganan el pan con su propio trabajo y lo comparten con los necesitados obtendrán reconocimiento a las puertas del Señor. Un anciano emprendió su peregrinación a La Meca. En sueños, le visitaron dos ángeles. Uno preguntó: «¿Cuántas personas han emprendido la peregrinación?» El otro respondió: «Seiscien-

tas mil». A ello, el primero preguntó: «¿Cuántas de esas peregrinaciones se aceptan?» «Ninguna», respondió. Pero añadió que en Damasco vivía un trapero cuya peregrinación había sido aceptada a pesar de no haber ido. Había ahorrado dinero para peregrinar a La Meca, pero como sus vecinos tenían hambre, se lo había dado a ellos.

El verdadero amor al prójimo consiste no solo en ganarse el propio pan, sino también en contribuir en cierta medida al bienestar espiritual de los demás, sin esperar nada a cambio. Solo un santo sabe quién debe recibir una donación, por ello hay que preguntarle primero.

Los santos no persiguen las riquezas de los demás, pues tienen ya la riqueza del Naam. Se hallan libres de preocupaciones y distribuyen el dinero donado entre quienes tienen hambre y sed, lo que beneficia a quien realiza la donación. Así, contribuyen a la felicidad de los demás, y estos desarrollan afecto por ellos.

La mayor forma de amor al prójimo es aquella que beneficia al alma: la donación o el regalo del Naam. Solo pueden hacerlo los maestros. No obtienen ninguna remuneración por ello, lo dan con gusto. Con ello conceden a la humanidad una gran bendición, pero no lo expresan con palabras. Dan vida a los seres humanos y los llevan a dedicarse a la espiritualidad. Mediante el regalo del Naam, los maestros conceden ayuda a millones de personas.

La humanidad

La humanidad significa, simplemente, amor al Señor y a su creación. También se la

llama dedicación o compasión, empatía o unión profunda. Se la reconoce porque el corazón se derrite como si fuera de cera cuando ve a otros sufrir. Sus penas se perciben como si fueran propias. Quienes la sienten dan ánimos a quienes las sufren, los tratan con benevolencia, se sienten atraídos hacia ellos y se esfuerzan por aliviar sus penas. El ser humano debe estar lleno de compasión por los demás y ver su pena como la suya propia. El jeque Sa'adi dice: «Una persona que no siente amabilidad, compasión ni amor no es diferente de una figura en la pared. Ambas son inútiles».

«Un corazón sin amor es como una tumba. Es como el fuelle del herrero, que toma aire y lo vuelve a soltar, pero no tiene vida».

Si se aviva el fuego del amor, se despliegan por sí solas las demás virtudes y la

entrega.

«Ama, y se te concederá todo».

Dios es amor, y la humanidad se obtiene de este amor. Por ello, el ser humano tiene la obligación de poner en práctica ese amor. Quienes aman nunca lastimarán los sentimientos de los demás.

No herir a nadie con pensamientos, palabras y acciones es una buena base. No obstante, solo somos capaces de hacerlo cuando amamos al Señor, que vive dentro de cada cosa. Alguien que se esfuerza por alcanzar la espiritualidad nunca lastimará los sentimientos de los demás, pues para él todos somos criaturas de Dios.

Capítulo 4

EL AMOR No es fácil describir el amor, pues su verdadera esencia y su poder y grandeza no pueden expresarse con palabras. El amor es un sentimiento o emoción lleno de pureza y dulzura, y solo pueden experimentarlo quienes aman. Ni la lengua ni la pluma pueden darle forma en el lenguaje humano. De hecho, es otro nombre para Dios. Y, como es imposible adaptar la superioridad de Dios a una medida terrenal, también es imposible expresar la elevada superioridad del amor en palabras comprensibles para el ser humano.

El deseo natural de todas las personas es ser felices, y esta sensación es el fruto de la concentración mental. El tesoro de la concentración y del sentimiento de felicidad puede conseguirse fácilmente con el amor, pues son estas sus características naturales. Sin amor, el mundo está entregado a las desdichas y las equivocaciones, lo cual lleva a conflictos familiares, controversias religiosas, derramamientos de sangre e incluso guerras entre los pueblos.

Todas las criaturas son iguales ante Dios. Nadie es mejor ni peor. Para Él no existen nacionalidades, razas ni confesiones. Todos son criaturas suyas. Quienes entienden esta verdad son incapaces de odiar a nadie. Aman a Dios, cuya luz está presente en todas las personas. Los seguidores de todas las religiones, ya sean hindúes, mahometanos, sijs o cristianos, reciben su amor. Todos los textos religiosos, todos los santos y maestros han proclamado siempre esta verdad: «Debemos amar a todos los seres de la creación». Jesucristo dice en la Biblia:

«Habéis oído que está escrito: ‘Tienes que amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo’. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y bendecid a quienes os ofenden; haced el bien a quienes os odian y pedid por aquellos que desean vuestro mal y os persiguen».

Donde hay amor, hay vida. Donde no hay amor, la vida no tiene sentido. El ser

humano solo se vuelve verdaderamente humano cuando lleva en sí las chispas del amor divino. Dios, en forma de amor, está en todos nosotros. Como una ola, o como un rayo de sol, el amor de Dios llega a la vida de todas las personas que tienen los ojos abiertos. Cuando sabemos que venimos todos de la misma chispa divina del amor, por tanto, ¿quién puede tener más o menos valor? Todos somos iguales ante Dios, independientemente de las condiciones de vida o el país en el que vivamos. Las diferencias de clase, fe o nacionalidad no tienen ningún significado para aquellos que poseen el don del amor. Hay un Dios en el cielo y una familia en la Tierra. Maulana Rumi afirma:

«La corriente del amor fluye de Dios a las personas a través de todo el universo. ¿En qué piensas cuando miras a una persona a la cara? ¡Mírala bien! No solo es una persona; es una corriente de esencia divina (amor) que penetra en él».

El amor es el más valioso de los tesoros. Sin él no hay nada, y él da lugar a todo. Quien no guarda amor en su corazón no debería llamarse humano.

El amor no depende de nada. Es un mar de fe y de fuerza. Da paz y tranquilidad. Tiene un valor real y duradero. Donde está presente el amor, todas las cosas del mundo adquieren belleza. Las corrientes del amor llenan todo el ambiente de alegría, y la chispa de la luz de Dios puede verse en él.

El amor divino y el amor humano

El amor tiene dos formas: el amor físico, humano, por un lado, y por otro el amor

espiritual o divino. El primero es el amor de las personas mundanas, que continúa atado al mundo y sus objetos. El segundo es el de quienes adoran a Dios, que crean una unión permanente con el Altísimo. El amor humano tiene dos formas: una de ellas se genera por un hecho, cualidad o circunstancia especial que tiene que ver con una persona o un objeto.

Tomemos de ejemplo a un artista o un pintor hábil. Las personas lo aman porque desean disfrutar de su arte creyendo poder adquirir una hermosa pintura o un libro maravillosamente ilustrado de él. Su amor sirve para un único fin, y tan pronto como este se cumple, tan pronto como se consigue lo deseado, desaparece el amor por el artista. Así se reconoce el egoísmo de este amor, que no estaba presente en el artista o el pintor. O bien, puede que un hombre ame a su mujer únicamente para saciar los instintos de sus sentidos. Una vez los satisface o si su mujer ya no puede complacerle, su amor por ella se apaga, y le gustaría iniciar una nueva relación. Esto demuestra que su amor tenía una finalidad baja y no correspondía a su esposa.

También apreciamos a un sirviente que hace bien su trabajo y sigue nuestras disposiciones. Pero cuando se hace mayor y se vuelve lento, es despedido. Un caballo nos gusta cuando es bonito y gana carreras. Pero si es viejo y está débil, intentamos deshacernos de él. No correspondemos con nuestro amor al sirviente ni al caballo, tan solo nos interesa el trabajo que realizan por nosotros.

Tomemos como ejemplo a una bella cantante con una maravillosa voz y a alguien que ama la música y, en consecuencia, también a la cantante. Sin embargo, si la cantante pierde la voz por una enfermedad u otro motivo, se pierde su encanto y, con ello, también el amor. Otra persona puede ser una belleza y ser amada por ello. Pero si la belleza desaparece por una enfermedad, por un accidente o por la edad, muere también el amor, pues el motivo de este amor era tan solo la cualidad de la belleza. Así suele suceder con el amor terrenal. Se ama la belleza exterior, el aspecto externo. Pero esto no es el verdadero amor.

La segunda forma del amor humano es superior a la primera, pues no depende ni se genera a partir de cualidades o circunstancias materiales, y por tanto tampoco se hunde con ellas. Este amor puede caracterizarse de la siguiente manera: surge de forma espontánea, sin nada que lo provoque externamente, y viene de lo más profundo del corazón. Le son ajenos el deseo de obtener un beneficio propio y los motivos egoístas. Es el amor natural, y una vez se ha experimentado, se convierte en parte integral de nuestra propia vida. El amor verdadero es resistente. Este amor es mejor, pues no depende del objeto, de su ser y sus acciones ni de su propia temporalidad. No solo esto: no termina con la muerte, porque se fusiona con el alma. Este gran amor no se encuentra en el primer tipo indicado.

Si amamos a alguien sin motivos egoístas, no nos fijamos en las cualidades del amado y las pasamos por alto en nombre del amor, pues las cualidades del amado

como tales, sin este, carecen de valor para quien ama. Su ser vive de la luz del amor, y el amado se convierte en el centro de su vida, del que proceden todas las cosas buenas. Vive únicamente del amor, pues las cualidades no tienen influencia ni significado alguno.

El segundo tipo de amor es el amor divino. Este también tiene dos formas: El amor divino está libre del teatro de las ilusiones y es siempre puro en las

regiones más elevadas, mientras que, en las inferiores, la materia física se adhiere al amor y a los instintos animales más bajos.

En general, las personas aman a Dios porque están apegadas a Su creación. Dios es el Señor del universo y se ocupa tanto de los pecadores como de los santos. Proporciona salud, hijos y muchos otros dones y bienes. Y perdona todos los pecados. Si alguien ama a Dios no por sus dones, sino tan solo por amor, este amor es de un tipo muy elevado.

El verdadero amor por Él es aquel en el que el ser se halla libre de impulsos egoístas y se siente atraído hacia Él. Este amor surge en las personas sin deseos. La atracción se genera sin un motivo visible. Simplemente, no hay palabras para describirla, y aunque lo intentáramos, esta descripción sería incompleta. Describir esta elevada forma de amor con nuestro lenguaje y nuestra imaginación limitados resulta completamente imposible.

Si quisiéramos preguntar qué es el verdadero amor a Dios y cómo nos vemos atraídos hacia Él, la respuesta sería complicada en un lenguaje humano. Las lágrimas no revelan la profundidad de este amor. Tampoco la tranquilidad de quienes aman revela el ardor de su amor. Pero si una persona sigue el camino del amor a Dios, el alma siente una chispa de este amor. La influencia que ejerce este amor sobre el ser humano no puede explicarse con la razón.

Todos los santos aman a Dios por sí mismo. Su amor es muy diferente del de la mayoría de las personas. Cuando se tiene una vida fácil y se disfruta de comodidades, es fácil amar a Dios. Pero los santos no flaquean en su amor a Dios ni siquiera cuando deben desprenderse de sus comodidades. Sacrifican su cuerpo, su espíritu, sus posesiones e incluso su vida por amor al Señor.

El amor que cambia con las circunstancias o que se apaga por completo en tiempos de necesidad no es amor verdadero. El amor verdadero se mantiene eternamente. No se hunde ni siquiera en las tempestades de la necesidad y las dificultades. Este amor es una estrella que guía al mundo y a la humanidad ignorante. Su valor no puede medirse con dinero, pero es posible reconocer su elevación y su superioridad frente al amor convencional.

«El amor no es amor si cambia con los cambios, si cede y huye ante la fuerza. El amor es un signo eterno, firme e indestructible en la tempestad. Faro que guía a los barcos sin rumbo, De gran valor, también para quien se acerca a su altura».

Para entenderlo mejor, a continuación aparecen algunos párrafos en los que se

explica el amor a través de una serie de confrontaciones.

El amor y el deseo

Entendemos por amor no solo los asuntos de los sentidos, en los que predomina la lujuria. La forma de amor que provocan los instintos naturales no es amor verdadero. Desde el punto de vista de Dios, es más bien la circunstancia que nos aleja de Dios.

El amor y los asuntos de los sentidos se hallan esencialmente opuestos. Entre ambos hay un mundo. El primero es una corriente de vida única, y el otro un mal despreciable que consume la fuerza vital.

La lujuria siempre sirve a los propios fines. Una persona lasciva siempre intenta convertir a los demás en objetos para satisfacer sus propios deseos. El verdadero amor, sin embargo, tan solo tiene el objetivo de proporcionar alegrías al amado y darle consuelo. Quienes aman de este modo son capaces de soportar penas para dar alegría y comodidades a quien aman, y viven felices en la voluntad de su amado.

El amor nace del ser humano. Pero, cuando este poder o esta corriente de amor se guía por el camino de los sentidos, desvía a las personas del camino del conocimiento de Dios. Esta energía mal canalizada se denomina lujuria. No obstante, si esta corriente de amor se desprende de los placeres de los sentidos y se orienta hacia Dios, se convertirá en amor verdadero o divino.

El amor y la vinculación

El amor no es vinculación. Aquí existe una diferencia esencial. Mediante la vinculación, dependemos de nuestro cuerpo, de nuestro cónyuge, de nuestros hijos, de nuestros familiares, de nuestra religión, de nuestra clase social y de nuestro país. Esto significa que todo lo que queda fuera de esta vinculación se contempla como insignificante y extraño. Todos los vínculos tienen un límite temporal, y quienes se ven afectados por ellos no pueden acceder al verdadero conocimiento.

La dependencia implica un fuerte sentimiento egoísta. Pero en el amor, todo da igual, ya se trate de personas o de animales. Se ama a todos por igual, pues se ama a toda la creación.

En los vínculos tienen importancia el egoísmo y la exclusividad, y para aplicar sus ideas a la práctica, el ser humano se rebaja a malos pensamientos y acciones. Esto solo conlleva desdichas. El amor se halla libre de esta miseria. Alguien que ama lo ama todo.

Las dependencias del mundo nos mantienen profundamente anclados. No se puede estar por encima de las cosas. Es como regatear: solo se finge para obtener el propio beneficio, o si no no se finge. El amor solo conoce la entrega.

Alguien que ama sabe también que el verdadero amor, es decir, Dios, vive en cada criatura. Ama a todos, a la gente buena y a la gente mala, sin pensar en nada más para su propio beneficio. El amor sustenta la vida y le da fuerza.

El amor que es egoísta incluso en una pequeña parte o que piensa tan solo un poco en el propio beneficio no es amor verdadero. El amor verdadero existe tan solo por el mismo amor. Lo único que quiere quien de verdad ama es unirse a su amado. Este amor se despierta cuando las corrientes de amor procedentes del amado penetran en el corazón. Este es el verdadero amor. No se somete a ninguna influencia externa.

El amor no busca ventajas. No se puede comprar. Significa dar y no recibir. Ante-

pón a él tu cuerpo, tus pensamientos, tus perspectivas y tu vida: solo entonces experimentarás el gozo de convertirte a su amor.

Sarmad afirma:

«He entregado mi cuerpo, mi vida e incluso mi religión. Todo el mundo depende de ellos, pero yo me he liberado de estas cadenas. ¿Qué mayor bendición se puede desear?»

El amor y la belleza

La belleza física es pasajera, pero el verdadero amor, esa fuerza que atrae, es

inmortal. La belleza se desvanece, e incluso las buenas obras llegan a su fin. El encanto y las buenas maneras se acaban, e incluso un rostro hermoso es perecedero. Sin embargo, el verdadero amor se mantiene mientras vive el que ama. Incluso a su muerte, no desaparece, sino que vuelve a formar parte de su alma. El amor verdadero es eterno, puesto que es una parte esencial del alma. La belleza exterior no es duradera. Hoy puede brillar y mañana puede haberse ya apagado. Pasadas la juventud y la salud, desaparece también la belleza. Pero el amor es eterno.

La belleza exterior se apoya sobre patas débiles y es perecedera. El amor, sin embargo, es la cualidad original del alma, y es inmortal. Una vida llena de este amor hace que la belleza se despliegue de verdad, pues este tipo de belleza irradia fuerza al alma. Esta belleza ejerce una atracción única, ya que genera amor. Si desde la belleza no habla el encanto de la fuerza del alma, tampoco existe amor alguno. Al colibrí lo atraen tan solo las flores vivas; las artificiales no lo estimulan, y tampoco aquellas pintadas sobre una pared o en papel.

Incluso cuando los huesos del que ama se convierten en polvo, el amor no desaparece. Tampoco el aroma de la madera de sándalo desaparece cuando se desintegra como un fino polvo. Puesto que el origen del amor es el alma, es tan indestructible como ella y, por tanto, eterno. La belleza puede desvanecerse, pero el amor no.

Donde hay amor, debe haber también belleza. El amor da a los ojos brillo y alegría. Los santos y las personas cercanas a Dios irradian corrientes de amor, y estas les dan un aspecto más bello. Su amor sale del alma y no del cuerpo terrenal. Para estas personas, la belleza es algo propio, independiente del color de la piel o los defectos físicos. En ellas, se ha desplegado el amor que vive en el interior del alma, y su cuerpo adorna ese brillo espiritual, que es el reflejo de la verdadera belleza interior.

El amor y el conocimiento

Entre el intelecto y el corazón hay una diferencia abismal. El conocimiento está

relacionado con el intelecto humano y es de una naturaleza incansable. Desea transmitir inteligencia al ser humano y crea en él una fortaleza de egoísmo. El corazón, sin embargo, está conectado a las corrientes interiores que proceden de donde tienen su origen el amor y el afecto.

En el camino de la espiritualidad, el corazón sirve de más que el cerebro. El intelecto solo da luz a las cosas, pero el corazón genera el poder de la espiritualidad. El intelecto hace que la atención se disperse en el mundo. Pero el amor hace que salga entera de él, acumulando la atención.

«Actuar con inteligencia cientos de miles de veces, así como el que el espíritu ceda, es algo que nos encadena a este mundo. Esto no nos acerca en lo más mínimo a la mirada del Señor».

Adi Granth

El camino del conocimiento limitado y el camino del amor son diferentes. El

primero nos dispersa por los deseos de la voluntad, mientras que el último nos enseña a concentrarnos tan solo en una cosa. El primero nos reclama volver la espalda al mundo y llenar la razón con conocimientos mundanos de todo tipo. Pero el camino del amor nos dice que el amado es el origen de todo conocimiento y que en el camino del amor nos dedicaremos por completo a Él, y que tan solo tendremos que concentrarnos en Él, que vive en nosotros. La razón hace que busquemos amigos y camaradas, pero el camino del amor nos lleva a evitar a los amigos que nos alejan de nuestro amado.

El intelecto aspira a un gran reconocimiento en el mundo a posiciones de liderazgo en la política o en la religión. Pero el amor nos enseña lo siguiente: «Retírate a una esquina en silencio y goza pensando en el Señor de todas las regiones». El conocimiento limitado desea adquirir destrezas y capacidades intelectuales en las distintas artes. Pero el amor nos llevará tan solo por el camino en que el alma recibe la gracia divina. Puesto que es limitada, la razón humana cree que encontrar y contemplar a Dios es imposible. Sin embargo, el amor contempla su manifestación en ambos mundos tal y como quiere.

A la vista de sus conocimientos limitados, la mayoría de las personas no cree que hoy en día pueda existir un maestro vivo. Pero el amor nos enseña a quitarnos primero la venda de la ignorancia y el egoísmo de los ojos para poder ver no solo a uno, sino a muchos maestros plenos. Son nuestra falta de razón y nuestro intelecto los que nos impiden encontrarnos con un maestro pleno.

La razón desea hacernos creer que la felicidad y la satisfacción tan solo se obtienen mediante las posesiones mundanas. Pero el amor nos enseña que la verdadera felicidad se halla en la concentración y en la estabilidad interior, y que no debemos perseguir las riquezas de este mundo, que no tienen valor alguno.

La voluntad nos impulsa a vivir una vida de comodidades. Pero el amor nos enseña lo siguiente: «Ofrece tu cabeza al amado, y tu tan preciosa vida». En el mejor de los casos, la voluntad nos lleva a una alegría celestial. Pero el amor enseña que pedir o desear otra cosa que no sea el mismo amado es la causa de toda desdicha, dolor y pena. Por ello, nunca debemos desear otra cosa.

¿Significa esto que el conocimiento y el intelecto no tienen valor alguno? Todos los maestros y santos enseñan el mundo a las personas a través de sus palabras. Mediante una argumentación y conclusiones razonables, distinguen entre verdad y falsedad. Si es así, ¿por qué hablamos de forma tan despectiva del conocimiento?

El conocimiento limitado no va más allá del yo físico, y nos deja sin amor por el amado. Da igual lo culta e intelectual que sea una persona, no puede llegar a las puertas del amado tan solo aprendiendo. Mientras que no se vuelva uno con Dios, que no es nada más que amor, seguirá sin tener éxito, y su intelecto se bloqueará por el mal camino. Pero si utiliza los conocimientos sin la influencia negativa del intelecto, podría liberarse de sus limitaciones y sus miserias. De lo contrario, seguirán

oprimiéndonos los placeres de los sentidos. No obstante, podemos unirnos a Dios, el omniconsciente, incluso si la voluntad y los sentidos se hallan dominados por el conocimiento, pero solo bajo la dirección de un maestro vivo. Es entonces cuando encontramos verdaderamente al amado.

La razón humana está limitada al mundo y a sus objetos, no va más allá. Solo el amor verdadero va más allá de estos, pues supera todas las fronteras y percibe cosas de las que ni siquiera un intelectual podría hacerse una idea en sus sueños más lúcidos. Shamas-i-Tabriz explica la diferencia entre el conocimiento y el amor con las siguientes palabras:

«El conocimiento afirma que el mundo se expande en seis direcciones: al norte, al sur, al este, al oeste, hacia arriba y hacia abajo, y que más allá de estas no hay más caminos. Pero el amor dice: ‘Existe un camino, y lo he recorrido muchas veces’. La razón humana afirma que no hay nada más allá de este cuerpo o esta vida en la Tierra. Solo le sigue la muerte, y nada más. El camino del amor está lleno de espinas y penas, y bajo ninguna circunstancia debemos seguirlo. Pero el amor dice: «Puede que haya espinas en el camino, pero también flores que dan la vida. En el amor, nos elevamos por encima de nuestro cuerpo, pues tan solo así alcanzaremos la vida eterna. Por ello, no temas las espinas de esta muerte aparente’. Sin la ayuda y la guía de un maestro, el alma no puede alcanzar el objetivo del amor. El conocimiento limitado y la razón no bastan por sí solos para llegar al lugar en el que tan solo el éxtasis y el amor tienen acceso a la gracia de Dios. Las trampas que atrapan el cuerpo y estimulan los sentidos no pueden atrapar el corazón de alguien que ama, porque ya está allí donde se acaba la influencia de la materia, más allá de las fronteras y los nombres».

Debemos pensar teniendo en cuenta al maestro y contemplarlo con nuestro ojo

espiritual, pues solo así encontraremos su gracia. Debemos comprender atentamente el significado en el que se basan los escritos de los hombres sabios y puros, y contemplarlos en profundidad desde todos los puntos de vista. Solo cuando estamos convencidos de que el camino de la espiritualidad es el correcto, debemos seguirlo llenos de confianza. Solo con este espíritu debemos recorrer el camino de Dios y de la espiritualidad. Todos los demás caminos nos llevan sin excepción a los brazos de las fuerzas negativas.

El amor y el desapego

El verdadero desapego no consiste en dejarlo todo y no mirar atrás. Es más bien la

postura espiritual de los puros, en la que no quedan más deseos, porque se han elevado más allá de las trampas de este mundo. No obstante, el desapego no es posible si no se comprende. Si este estadio se halla asociado al deseo de encontrar a Dios, se le llama amor. El amor y el desapego, por tanto, no son características diferentes, sino que son conceptos distintos para la misma postura espiritual.

Dependiendo de cuánto nos hayamos desprendido del mundo podremos hacer frente a la relación de dedicación o amor a Dios. Quienes en su corazón no albergan

amor por Dios aún no se han desapegado en lo más mínimo. En la medida en que el espíritu se libera de los deseos, se va llenando de amor. Quienes siguen aún profundamente atados en los vínculos terrenales no pueden amar. Si nos postramos ante Dios, debemos dejar pasar todos los deseos, pues de lo contrario no estaremos orando de verdad.

El desapego y el amor son lo mismo. Mientras que la voluntad no sienta rechazo por los deseos del mundo, no podrá atraer el amor. Sin duda, puede suceder que aquellos que se han entregado a Dios, a pesar de haberse desprendido del mundo, al principio pidan algo mundano de vez en cuando. Esto no es malo siempre y cuando recorran el camino con una postura correcta y no pidan que se cumplan deseos que tengan que ver con los sentidos. Kabir afirma:

«No necesito más que lo indispensable para vivir: harina, algo de sal y legumbres; suficiente para vivir. Después necesito una cama, una almohada, un colchón y una manta para protegerme del viento y del frío. Nada más deseo que el privilegio de entregarme a ti con profunda humildad. No tengo más deseos que Tu nombre.

Jesucristo dijo lo mismo aún más encarecidamente:

«No penséis que he venido para traer paz a la Tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra. Quien ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí, y quien ama a su hijo o a su hija más que a mí, tampoco».

Una persona entregada a Dios que se ha desprendido de todo nunca le pide cosas

a Dios. Solo le pide a Él, pues todo lo demás es pasajero y provoca dolor.

«Pedirte otra cosa que no seas Tú mismo solo trae dolor y preocupaciones. Oh, bendíceme con el gozo de Tu nombre para poder liberarme del anhelo de mi espíritu».

Adi Granth

Una persona tan entregada no pide nada de Dios, porque no quiere nada. Para ella

dejan de existir el dolor, las preocupaciones y los prejuicios. Quienes han catado una vez el elixir del amor, renuncian a todo lo demás, y en la viña del Señor se aprueba todo lo que dicen. Esto significa que una persona tan entregada deja de prestar atención a las cosas materiales.

El amor divino es Dios

Antes de crear el mundo, Dios era una omniconsciencia inabarcable, igual que un

océano. Era amor puro, deleite puro, y era suficiente para sí mismo. Dios lo era todo en sí mismo. Era una existencia feliz y tranquila. Su origen era el amor. No el amor por otros seres, pues no existía nadie más. Era amor en sí mismo. Era todo su ser. Era completamente independiente. Este es el estado indescriptible del amor, que no obstante puede explicarse a través de un ejemplo:

Supongamos que amamos a Dios y hemos llegado a Él por completo. Entonces,

nuestro propio yo deja de existir, la consciencia se desprende del cuerpo y el espíritu, y todo se olvida, menos el amor por Él. Entonces, nos perdemos tanto pensando en Su amor que deja de haber diferencias entre «nosotros» y «Él», somos la felicidad misma. Este estado no puede describirse, pues Dios es amor, y el amor es Dios. Son uno y el mismo, ambos son indescriptibles. Dios es un océano inabarcable de amor. La felicidad que se siente pensando en Su amor no puede compararse con ninguna otra felicidad o gozo de este mundo.

El amor divino es tan especial que no puede recogerse con palabras. Si, no obstante, lo intentáramos, podríamos compararlo con un imán muy potente. El amor ya existía en los albores del mundo, y su influencia penetra también hoy, lo veamos o no, en todas las regiones materiales y espirituales. Mediante esta influencia, todo se atrae mutuamente, y de este modo existe el mundo.

El verdadero amor se desprende de todo objetivo o deseo egoísta. Del mismo modo que Dios nos ama, debemos regalarle también nuestro amor y expresarlo: sin el fin de obtener beneficios propios y sin deseos de recompensa.

Da igual cuánto hablemos del amor, las palabras no son el camino para alcanzarlo. El amor radica en lo infinito, y sus hojas verdes se despliegan sin fronteras. Ni la tierra ni el cielo reciben el árbol del amor. Incluso si en los escritos se intenta describir el amor, los sabios son incapaces de expresarlo de manera fidedigna, pues es indescriptible. Solo en contadas ocasiones alguien (un verdadero maestro) puede transmitir el conocimiento del amor a un verdadero buscador. Es ajeno a las personas mundanas. Hafiz afirma:

«Si deseas que te acepte en mi escuela, tira todos los libros. No describen nada sobre el verdadero amor».

El elixir del amor puede degustarse con la experiencia. Cualquier descripción es en

vano. Dios es amor, y el alma forma parte de Él. Es por ello que las cualidades de Dios se reflejan en el ser humano. El amor da vida a todo el universo: es, digamos, una expresión del amor. Dios creó las corrientes del amor en este mundo, y a través de estas corrientes se mantiene el mundo.

Dios es el amor. Dios es también el Naam y el Shabd. Dicho de otro modo: lo que tiene valor en el Naam es el amor, cuyo fortísimo elixir destruye todas nuestras malas inclinaciones cuando lo catamos. El amor vive en el alma. Esta recibe la vida. Al igual que el loto debe agradecer al agua y a sus corrientes por su crecimiento y sus flores, también el amor es la fuerza que da vida al alma. El alma existe por el amor de Dios. El alma obtiene la felicidad cuando el amor toma posesión de ella. El gurú Nanak afirma:

«Dios es nuestro elixir vital, debes amarlo. Al igual que tu amor te despierta hacia Él, tu alma florecerá sobre las aguas del amor como una flor de loto».

El amor es lo que transforma las pequeñas gotas del alma en el océano de Dios.

3º Libro

Capítulo 1

LAS VIRTUDES Dios reúne todas las virtudes en sí mismo. Un alma llena de ellas encuentra al Señor y le resulta muy valiosa. Es la novia feliz que ama al Señor. Dios es la cámara de los tesoros de las virtudes. Cuando estas virtudes se convierten en parte del alma, esta es venerada a las puertas del Señor. En el Adi Granth, las virtudes se resumen en 14 principios que deben recordarse y tomarse en serio con atención.

1. Repite el nombre y percibe la presencia de Parbrahm, el Elevado Señor.

«Los virtuosos encontraron la verdad al dejar atrás los deseos pecaminosos. Sumergieron su espíritu en el Shabd del gurú y proclamaron palabras de amor y dulzura».

2. Combate el egoísmo, canta las alabanzas del Señor y ámalo.

«Quienes sirven al Señor, reciben su nombre y lo guardan en su interior. El espíritu y el cuerpo alcanzan la paz, y el fuego de los anhelos se apaga. Quienes dejan atrás su egoísmo encuentran la más elevada paz».

3. No hieras nunca los sentimientos de los demás.

«No hables mal a nadie, pues Dios vive en todas y cada una de las personas. No le rompas el corazón a nadie, pues todas las personas son perlas puras».

4. No seas maleducado nunca, utiliza palabras amistosas.

«Pregunta a la entregada esposa qué le enamoró tanto del Señor. Fueron la satisfacción, las vestimentas sencillas y las palabras amables».

5. Vive respetando al Señor.

«Ama y trabaja respetando al Señor. Cuando traspasa las puertas de la salvación, se le concede una gran felicidad en Su morada, tanto aquí como en el más allá».

6. Vive según Su voluntad y renuncia a todo lo demás.

«Se halla verdaderamente adornada. Su belleza es incomparable, ella sola es la novia eternamente feliz que acepta a Dios». «La novia eternamente feliz que ama al maestro es siempre compasiva. Las palabras del maestro son tan preciosas como joyas, y quienes las aceptan disfrutan del néctar del amor de Dios».

7. Renuncia a los deseos y los pecados.

«Los virtuosos encontraron la verdad renunciando a los deseos pecaminosos. Sumergieron su espíritu en el Shabd del gurú y proclamaron palabras de amor y

dulzura». 8. Abandona tu egoísmo y nunca hables mal de nadie.

«Si deseas pisar el jardín del Edén, sé bueno con las criaturas de Dios».

9. Haz el bien incluso a las malas personas. No te dejes llevar por la ira. Sé

humilde y ponte a prueba.

«No te enfades con nadie, busca en tu propio corazón. Vive con humildad en el mundo, oh Nanak, y obtendrás Su gracia».

10. Abandona la lujuria, la ira, la codicia, las cadenas y los malos pensamientos y

sirve con humildad. No codicies a la mujer de otro ni sus posesiones. No dejes que te invadan malos pensamientos, no difames a nadie y vive en paz.

«Quienes dejan atrás la lujuria, la ira, la codicia y las cadenas y abandonan todo mal y egoísmo, se vuelven humildes y sirven al Señor, son queridos por el Señor».

11. Convierte en tuyos la verdad, la satisfacción, la compasión y el perdón.

«Pregunta a la entregada esposa qué le enamoró tanto del Señor. Fueron la satisfacción, las vestimentas sencillas y las palabras amables».

12. Elimina toda duda, busca al Señor, reconócete a ti mismo, contempla al

Señor como un ser omnipresente que penetra en todo y sirve a los santos.

«Sé esclavo de los santos. La unión con ellos aporta paz. Pero la mayor de todas las virtudes es que Dios esté contigo».

13. Conviértete en polvo para todos, contempla a todos como amigos, ve a Dios

en todos y no hagas nada malo a nadie.

«Existe una luz. Esta luz única vive en cada uno de los corazones. Reconoce a Dios en todo. El alma y el Señor son todo uno, penetran en todo. Inclínate ante todos».

14. Tómate la muerte como algo inevitable y no esperes nada del futuro.

«Acepta la muerte como el primer hecho fundamental, y no esperes nada del futuro. Conviértete en polvo para todos, y entonces ven a mí».

La mortificación o purificación

La mortificación significa someterse a esfuerzos físicos o espirituales o aplicar otras

prácticas para superar el egoísmo. Vivir en la jungla y alimentarse de raíces y frutas, sentarse en el fuego o enfrentarse a él, dormir en un lecho de clavos, mantener la

mano levantada, pasar mucho tiempo en el agua o someterse a otros martirios físicos y espirituales son ejemplos de lo que se conoce como mortificación.

Este tipo de superación personal sirve para purificar el espíritu, dejar atrás los deseos sensoriales, la ira, la codicia, las cadenas y el egoísmo, para así llegar a conocer a Dios.

Las enseñanzas de los santos no dan ninguna importancia a la mortificación que causa dolor al cuerpo. Nuestro ardor interior no se apaga exponiendo nuestro cuerpo al fuego y al agua, y nuestro egoísmo no desaparece por pasar mucho tiempo con la mano levantada. Si puede alcanzarse el objetivo sin sufrimiento físico, ¿por qué debemos someternos a estos tormentos?

«Quienes siguen el camino que enseña el maestro llevan el abrigo del conocimiento, que está cosido con la aguja de la meditación y el hilo del Shabd. Su rastro es la compasión, el cuerpo es la madera que arde, y en el centro de los ojos se enciende el fuego. En su corazón albergan amor por Él y dan la espalda a las cuatro épocas. El nombre del Señor, al que pertenecen este cuerpo y esta vida, combina todas las clases de yoga. «¡Oh, Kabir! Si tiene compasión, te llevará a completarte de verdad».

Kabir

Los maestros describen la verdadera purificación como aquella con la que se pone fin al ciclo de los nacimientos y las muertes y el alma llega a las puertas del Señor. La mayor purificación consiste en servir al maestro. Así, Dios entra en un corazón, y de este modo se alcanza la puerta del maestro.

«Servir al maestro es la mejor forma de purificación. Dios vive en el corazón de aquellos que le sirven, y pone fin a todas sus penas. Para él, Dios es la puerta hacia la verdad».

Adi Granth

Las enseñanzas de los santos dicen que solo resulta útil repetir los nombres

santos, la purificación y el servicio si así se complace a Dios. Los sentimientos como el egoísmo y la separación de Él desaparecen.

«La repetición (de los nombres santos), la autodisciplina y la obediencia al maestro: esta es la purificación que debe adoptar un entregado.

Oh, Nanak, servir despliega el alma, y el Señor lo recibe de buen grado. Es así como se reconoce la verdad».

El amor como es debido se basa en todo el Simran y la purificación. Quienes tienen

un espíritu puro y contemplan al Señor con amor y dedicación en su interior, habrán conseguido el objetivo de las repeticiones y la purificación.

La pureza

Entre las obligaciones religiosas se incluye en gran medida la pureza. Distinguimos

entre pureza interior y exterior, siendo el cuerpo, la vivienda, la ropa, etc. de la última clase, mientras que la pureza del espíritu y de los sentidos pertenece a la primera. La limpieza exterior es imprescindible para la pureza interior, e influye con-

siderablemente sobre ella. El amor por la pureza se halla cercano a la devoción. Son esenciales tanto la pureza interior como la exterior. La limpieza del cuerpo, la ropa y la vivienda son importantes para la salud. Aquí se incluyen: un baño diario, lavarse los dientes, lavar la ropa con agua y jabón y vivir en un lugar soleado y al aire libre. La piel del cuerpo tiene muchos poros que sirven para el proceso de secreción; con ellos, el medio ambiente influye sobre el cuerpo. Por este motivo debemos mantenernos limpios y sanos. También es importante una alimentación pura. Para conseguir una pureza plena son imprescindibles un estilo de vida sencillo, una alimentación pura y un buen carácter.

La purificación interior puede conseguirse mediante la pureza del espíritu y de los sentidos, es decir, llegando a la verdad o practicando la corriente sonora. Como hemos dicho, es importante estar puros por dentro y por fuera: Mantén limpio tu cuerpo y pronuncia palabras amables. Si nos acechan malos pensamientos, tampoco podemos ofrecer nada puro. Por ello, es imprescindible mantener puros los pensamientos. El ser humano habla desde lo más profundo de su corazón. Por ello, mantén el corazón puro y unas palabras benévolas. Si el corazón no es puro, ¿cómo puede serlo el alma? No digas nunca palabras rudas o hirientes, di tan solo cosas que resulten beneficiosas para todos. La pureza del corazón significa no dejarse llevar por los malos pensamientos. Únete a la corriente sonora y libérate así de todo mal pensamiento. De este modo alcanzarás la pureza del alma.

En realidad, las personas a las que no debemos tocar son aquellas con poca espiritualidad, y no los barrenderos, zapateros, etc. Para reconocer a Dios, un verdadero buscador debe someterse a una purificación interior, siguiendo las instrucciones de un maestro. No debe pensar en nada más que en Dios, para que se le pueda aparecer.

«Limpia la cámara de tu corazón para el amado, desecha todos los pensamientos para hacerle sitio a Él».

Los maestros entienden por un cuerpo puro aquel en el que vive el verdadero

nombre de Dios. Solo mediante la práctica del Shabd se puede lograr una verdadera pureza. Un corazón es puro cuando está lleno de dedicación por el Señor inmortal y el maestro.

La humildad

Para ser dignos de la gracia de Dios, debemos liberar nuestro corazón del falso

orgullo y de las presunciones vanidosas, puesto que solo se puede llenar el recipiente que está vacío. Si somos humildes, Kal y Maya no podrán hacernos nada. Todos los santos tienen en común la humildad, que les proporciona brillo. ¿Qué es el falso orgullo o la ostentación? El falso orgullo es presumir de una virtud que no tenemos o que solo hemos recibido como regalo. No tenemos derecho al reconocimiento ni al respeto solo por proceder de una buena familia que hizo algo grande, o porque nuestros ancestros realizaran alguna buena acción altruista.

«Piensa siempre en el maravilloso Dios, por cuya gracia has recibido un hermoso rostro. Piensa día y noche en el Señor, por cuya gracia has recibido el don de la humanidad. Piensa con amor en el Señor,

por cuya gracia se te ha regalado un cuerpo sano». Adi Granth

Si estamos orgullosos de nuestros conocimientos o nuestros talentos, es un orgullo

que no nos corresponde. Debemos dar las gracias al maestro que nos instruyó y al intelecto que Dios nos dio. ¿De qué debería estar orgullosa una persona de este mundo? Algunas están orgullosas de sus riquezas y posesiones. Estas, no obstante, son tan volátiles como las sombras que desaparecen. Algunas presumen de su juventud, pero esta se esfuma con la edad y la enfermedad. Todo esto está sujeto a cambios. Si algo permanece estable, es tan solo por poco tiempo. Después, desaparece como las hojas que caen de los árboles.

Lo que hemos mencionado anteriormente es un ejemplo claro de que no es aconsejable estar orgullosos de las comodidades que tenemos en la Tierra. Si tenemos presentes los innumerables dones del Señor y nuestros innumerables pecados y errores, está claro que tan solo somos mendigos llamando a Su puerta. Por ello, pensemos en cuál de Sus dones debemos reconocer con agradecimiento y qué podemos hacer al respecto. Solo cuando reconocemos que todo lo bueno y lo malo que tenemos en nuestro interior no procede de nosotros sino de Él, dejamos de estar orgullosos de nada más. ¿Qué dones no hemos recibido todos de Dios? ¿Qué hemos hecho para demostrar nuestro agradecimiento? Cuando estos pensamientos nos despiertan orgullo, el remedio infalible para ello es ser conscientes de nuestros errores y nuestro desagradecimiento.

El Señor no ama el egoísmo ni el orgullo. Él concede Su gracia a los modestos y a los humildes.

«El agua no se acumula arriba, sino abajo; quienes se inclinan, beben, y quienes mantienen la cabeza alta se quedan con sed».

Kabir

El orgullo precede a la caída, y una persona orgullosa no acepta las virtudes de los demás. Pero los humildes y modestos pueden imbuirse de la riqueza espiritual de las personas orientadas a la espiritualidad. Una vez encontrado el camino, debemos recorrerlo con total humildad y perseverancia. Esto debe agradecerse a la gracia de Dios y del maestro. Si no adoptamos una postura humilde y modesta cuando tenemos previsto realizar una buena acción y no la mantenemos al realizarla, y si no vemos el hecho de haber podido realizarla como la obra y gracia del Señor y del maestro, en nuestro regocijo el orgullo lo aniquilará todo.

La humildad es el camino hacia Dios, la humildad y nada más que la humildad. Por tanto, siempre que la humildad no esté detrás de cada buena acción que hagamos, la acompañe y la siga, el orgullo nos arrancará de las manos todas las buenas obras por las que nos felicitamos a nosotros mismos.

Solo la hormiga puede acumular azúcar a partir de la arena, el elefante no es capaz de hacerlo. Así, tampoco las personas que están orgullosas de sus riquezas o su origen pueden obtener virtudes o aprender de la creación de Dios. Solo los humildes cuentan con esta ventaja.

Incluso si tenemos muchas cualidades buenas, debemos llevar una vida de humildad y contemplar estas cualidades como un regalo de Dios, pues Dios ama a los humildes. Grábatelo a fuego en el corazón y no te dejes embaucar en debates y pedantería innecesarios. Las discusiones no llevan a nada, tan solo son fanfarronadas. Quienes buscan al Señor no dan importancia a las apariencias ni a la

fama. Viven felices en la voluntad del Señor, y la grandeza de su alma puede observarse en las obras que les encarga el Señor.

Decimos que hemos apartado los ojos de los demás y nos escondemos, pero en realidad queremos ser buscados y encontrados. En las reuniones, nos sentamos en un banco en la parte trasera o en una silla baja, para que nos lleven hacia delante o nos asignen un sitio en una silla alta.

La verdadera humildad nunca se demuestra ni se permite palabras de humildad. Una persona verdaderamente humilde no solo querrá esconderse a sí misma y sus cualidades, sino que también intentará alejarse de las miradas del mundo.

A pesar de que siempre hablamos de nuestra insignificancia y decimos que otros son mejores que nosotros, si otros dicen lo mismo que nosotros nos mostramos sorprendidos, pues estamos convencidos de lo contrario. No obstante, aquellos que por dentro tienen un concepto verdaderamente bajo de sí mismos son los más avanzados espiritualmente.

Por ello, no sirve de nada fingir falsa modestia. Si hablamos de modestia, sin embargo, debe ser nuestra verdadera convicción interior. No debemos rebajarnos si no aceptamos antes nuestra humildad y nuestra nulidad. Si no tenemos un deseo verdadero de humildad e insignificancia, tampoco debemos expresarlo.

Una persona verdaderamente humilde desea que otros en su lugar digan que es la persona más insignificante y de menor importancia del mundo. Si lo afirma ella misma, no se sentirá enferma, sino que estará contento de que alguien más piense en ella del mismo modo que ella misma.

La verdadera humildad no requiere que nos hagamos los locos o nos comportemos como sabios. El orgullo es lo contrario de la humildad. Del mismo modo, la falsedad, los engaños, la astucia, las apariencias, la hipocresía, la picardía y la abyección son lo contrario de la paz en el alma y un estilo de vida ejemplar. Cuando la gente retorcida califica los comportamientos ejemplares de «malos» y «tontos» para conseguir su objetivo, quienes son verdaderamente humildes deben soportar estoicamente este tipo de críticas y calumnias, puesto que la ocasión para calumniar no viene de ellos, sino de los demás.

Algunos utilizan la humildad como una tapadera para abandonar las oraciones interiores, puesto que se consideran incompletos y creen no ser dignos de Él. Algunos no quieren dar consejos a los demás porque ellos mismos no están exentos de errores. Otros no desean utilizar sus habilidades al servicio del Señor porque conocen bien sus debilidades y temen que pueda dominarles el orgullo mientras sirven, y que puedan caer en el fuego del orgullo y la vanidad transmitiendo sus conocimientos a otras personas.

Tales pensamientos no los tiene una persona verdaderamente humilde, pues son excusas de vagos y cobardes. Por un lado, se esforzará por causar una buena impresión con su devoción por el Señor y Su encarnación, el maestro, pero por otro lado, con el pretexto de la soledad, se cierran frente a la gran humildad con la que Él desea bendecirlos en Su misericordia. El Altísimo y el maestro desean que seamos tan plenos como Él y que podamos formar parte de Su gracia.

Una persona sin confianza en sí misma da excusas y se justifica por no cumplir con sus obligaciones. Una persona entregada, no obstante, a pesar de sentirse completamente inadecuada y saber muy bien que es inepta y no puede aportar nada, lo deja todo en las manos del Señor y de Su encarnación, el maestro, llena de fe y confianza. Lleva a cabo las instrucciones para cumplir la tarea que le ha encomendado el maestro.

La humildad no es sinónimo de debilidad. Es algo tan fuerte que todos los poderes del mundo deben inclinarse ante ella. Quienes han superado su orgullo se han superado a sí mismos. Una persona sin orgullo es invencible, pues tras su humildad se esconde la fuerza secreta de Dios. La humildad es la joya que adorna a las personas elevadas.

Nuestro corazón debe convertirse en una fuente de amor para todo el universo, y debemos tener tanta humildad que, incluso cuando alguien nos haga algo malo, repliquemos a ello con amor. Quienes están llenos de humildad no pueden hacer realmente daño a los demás. No desean el mal ni siquiera a aquellos que los ofenden.

La verdadera humildad hace que nazca la amabilidad en nuestro corazón; entonces, saldrán de nuestros labios tan solo palabras amables. La vida es algo precioso en cualquier situación. Seremos amables con todos, y los demás lo notarán. Nuestras palabras y acciones, en mayor o menor medida, estarán llenas de humildad, y esto influirá sobre nuestros parientes y los demás. La humildad de Tulsi Sahib se demuestra en los siguientes versos:

Soy necio, estoy desamparado y tengo un corazón humilde. Cuando conseguí refugio entre los santos, reconocí al maestro. El maestro es un océano inabarcable de paz. Me llevó por el buen camino. Me inclino una y otra vez a sus pies y canto con humildad las alabanzas de los santos. Cuando vio que era humilde, me regaló la mirada interior. Alabé aún más la protección de los santos. Soy totalmente Tu esclavo. Cuando viste que era bajo, me encontraste. Seré eternamente Tu esclavo. Nadie llega más allá sin los santos. Los santos son misericordiosos y están llenos de compasión. Con su protección, incluso los seres más bajos llegan a la otra orilla. No hay principio ni fin sin los santos. Tulsi, el desamparado, ha encontrado refugio en ti. Cualquier cosa que haga sucederá por los santos. Sin los santos, no es posible encontrar el camino.

Las siguientes citas se han tomado del Adi Granth:

«Oh, Dios mío, oye mis súplicas. Tú eres feliz en Tu morada, pero yo vago sin rumbo y sin hogar».

«¿Qué debe hacer una pobre muchacha si no puede encontrar el favor de su Señor? Se esfuerza todo lo que puede, pero no encuentra un lugar a su lado».

«En esta noche no se me concedió el honor de encontrar al Señor, y me duele todo el cuerpo. ¡Esta es la existencia de las mujeres que pasan las noches solas!»

«Oh, Dios mío, ¿qué cualidades tengo que adquirir para ser digno de encontrarte? Soy ignorante, no soy bello y no soy sabio».

«La dedicación y el amor por Dios me ayudaron a superar la ira y los deseos pasionales. El Señor se llenó de alegría cuando me vio en mi belleza y mi afecto».

«Las instrucciones del Señor son dulces. Los deseos y sentimientos negativos han desaparecido de mi interior. Ahora que mi Señor me ha elegido, mi corazón se halla libre de toda preocupación».

«Debemos tejer un abanico con nuestro propio cabello y servir con él a los santos».

«El Seva como recoger agua, abanicar o moler grano para los santos me hace feliz y me satisface. Los altos cargos, como reinos, riquezas, posesiones y puestos de poder, ya no tienen valor, como si se hubieran echado a las llamas».

«Conviérteme en el más humilde de entre los humildes, pues es a ellos a quienes Dios estima».

«¡Oh, amigo mío! Podría ser eternamente el polvo de tus pies».

«El amigo que está conmigo desde el principio, en la mitad y al final de mi vida, es un amigo bienvenido».

«Solo es mi amigo el que está cerca de mí en todo momento».

«Los entregados al Señor siempre son felices. Son como los niños pequeños, que aún no han sido atrapados por las redes de Maya, y no sufren de las cadenas de los deseos terrenales. Al igual que un padre se encarga de proporcionar felicidad y bienestar a sus hijos, Dios se ocupa siempre de la felicidad de quienes se entregan a Él».

«Una persona entregada vive conforme a las instrucciones de su gurú, al igual que un niño que respeta a su padre. No tienen secretos entre ellos. Nanak está feliz, pues se han cumplido todos sus deseos».

El amor a la verdad

Si no son sinceros, ninguno de nuestros esfuerzos será pleno. La verdad es la

coronación. Es el secreto de todas las prácticas. Cualquier otra adoración es tan solo hipocresía.

Una vida con amor a la verdad es el objetivo de la existencia humana. La verdad está en todas partes; tenemos que diferenciarla de la falsedad y vivirla en nuestro interior. El corazón en el que vive se impregna de su existencia. Dios es la verdad. Por nuestra parte, debemos vivir con amor a la verdad, pues Él ama la verdad, sin importar la religión a la que pertenezcamos.

¿Qué es hablar siendo fieles a la verdad? O, en otras palabras: ¿qué dice alguien que ama la verdad? Describir algo exactamente como se ha visto u oído es hablar en honor a la verdad. No solo debe expresar la verdad lo que hablamos, sino también lo que hacemos. La verdad debe determinar el ejemplo a seguir de nuestro pensamiento, nuestro ser y nuestra postura. Entonces, nuestro corazón, nuestros pensamientos y nuestra postura se llenarán de la verdad.

«Alguien con verdadera atención se comporta correctamente. Está siempre unido al Señor».

Kabir

Cuando decimos la verdad, debemos proceder siempre con empatía y consideración, para que la verdad no hiera los sentimientos de los demás. Lo que digamos debe salir del corazón y no lastimar a nadie.

Lo contrario de la verdad es la falsedad. Callar lo que se ha visto, oído o dicho es falsedad. Una persona que no es sincera es hipócrita. Cierra los ojos, y su rostro no brilla. Planifica e intriga constantemente, y vive siempre con miedo a que se descubra su falta de honestidad. Para ocultar una mentira, debe decir cien más, y esto anula la paz de su alma. La duda y la desconfianza se convierten en su segunda naturaleza, por lo que no confía en nadie. Sus relaciones con los demás se hallan impregnadas por su propio beneficio. Debido a su comportamiento, nadie confía en él, y tampoco tiene a nadie en quien confiar. Así, llenan su vida la falsedad, el engaño, la hipocresía y las argucias. Su presencia es una carga para el ser humano. Cuando dos mentirosos se encuentran, se caen bien. Pero si un mentiroso se encuentra con una persona que ama la verdad, la relación se rompe.

La verdad se sostiene por su propio peso, pero no así la falsedad. Una persona que ama la verdad es fiable, paciente y decidida. Una persona falsa titubea a cada paso y no es estable. Una persona de verdad no tiene miedo y se halla libre de dudas y reparos, en cambio una persona falsa está llena de temores y no mira a nadie a la cara. Una persona de verdad es valiente y no tiene miedo, pero una persona falsa es cobarde y vaga. Una persona de verdad no tiene preocupaciones porque no tiene miedo; por ello, se disuelven sus vínculos, deja atrás la adulación, la idealización, el robo y el secretismo.

Por ello, está claro que una persona que ama la verdad puede tener éxito en el terreno espiritual. Puesto que la verdad forma parte de ella, también dice la verdad. Recorre por sí misma el camino que lleva a Dios y lleva también a los demás.

«Quienes tienen la verdad dentro de sí practican el Naam y dicen la verdad. Siguen el camino del Señor y llevan a los demás por él».

Adi Granth

Este tipo de personas se convierten en cierto modo en parte de la verdad. Todo lo

que dicen se considera verdadero. Se alegran de la felicidad que les da la verdad por dentro y por fuera. Gracias a la fidelidad a la verdad en su vida, dejan de tener miedo y están llenas de alegría, pues están unidas a la verdad, que es eterna e intransformable. Todo el mundo se alegra de que existan. Puesto que dicen la verdad y la ven, su espíritu y su cuerpo se vuelven puros. Anuncian la verdad, y la adornan.

Quienes aman la verdad, están contentos y dicen la verdad, son personas a las que el Señor aprecia, y nunca volverán a separarse de Él. La verdad no tiene nada que temer; no la toca la condenación ni puede causarle daños Kal. Cuando una persona verdaderamente entregada experimenta la verdad (Dios), se une a Él.

La satisfacción

La satisfacción significa tener armonía y paz en el corazón, así como estar felices con lo que tenemos y considerarlo suficiente. Cuando alguien ha alcanzado su objetivo a pesar de todos sus esfuerzos o tan solo en una mínima parte, y a pesar de ello se mantiene tranquilo y sereno y no se preocupa, decimos que está satisfecho. Cuando una persona se ve rodeada por dificultades, nadie le hace caso, es objeto de críticas por todas partes y le persiguen las desgracias, pero no le entristece pensar que otros son felices, está satisfecha.

No obstante, sería incorrecto comparar la satisfacción con la ociosidad y la indolencia. Parecer satisfecho por fuera pero estar atormentado por el rencor y la envidia por dentro significa tener varias caras y engañar a las personas. Una persona satisfecha que, a pesar de todos sus esfuerzos, no consigue nada, nunca le echa la culpa a Dios o al maestro. Se esfuerza seriamente por cumplir con su deber. No le importan ni el éxito ni el fracaso.

«Si, a pesar de todos los esfuerzos, fracasas, deber saber que es la voluntad del Señor».

Solo una persona satisfecha puede actuar sin cesar por los demás. Persigue la

verdad, evita siempre lo malo, lleva a cabo buenas acciones y se la aprecia.

«Cosechan la satisfacción que aspira correctamente a la verdad. Evitan lo malo y obtienen el aprecio a través de buenas acciones».

Adi Granth

Una persona satisfecha es muy tolerante. Incluso cuando disfruta de atenciones y

aprecio y tiene poder, perdona los errores de los demás. Los progresos de los demás y el respeto que se les concede le proporcionan alegría. Sus perspectivas son sinceras. Incluso si ha obtenido respeto y fama, ama a los demás y los trata con amabilidad. Incluso si es culta y sabia, respeta a otras personas sabias y se obliga a aspirar a sus méritos. A pesar de su propia belleza, no disfruta de los placeres de la carne. Es siempre paciente, modesta y meticulosa. Este tipo de personas no solo están satisfechas, sino que además tienen otras virtudes. Están satisfechas con sus cónyuges, contemplan a las mujeres más mayores que ellos como madres y a las más jóvenes como hermanas e hijas. Viven de lo que se ganan con su trabajo. Disfrutan de un plato sencillo como de una delicia y beben agua como si fuera néctar. No envidian a nadie por llevar una vida opulenta.

Omar Khayam escribe:

«Quienes en este mundo tienen medio pan y un sitio para sentarse no son esclavos ni señores de nadie. Pueden estar contentos, porque tienen suficiente en este mundo».

Un pobre que lleva a cabo buenas acciones y al que el Señor le ha dado satisfacción es, en realidad, rico. Un rico sin satisfacción es como un mendigo y muy pobre, no saciaría sus ansias ni siquiera con todos los bienes de este mundo, pues sin satisfacción no se puede ser feliz ni equilibrado.

Ponte el anillo de la satisfacción y la capa de la humildad».

Adi Granth

Todo esto es necesario para que no seamos desagradecidos en nuestros esfuerzos

o echemos la culpa a Dios. Para que no cedamos si recibimos menos de lo que esperábamos o si fallamos. Para que no tiremos la toalla ni nos demos por vencidos. Debemos estar satisfechos con el resultado de las buenas acciones y cumplir con nuestras obligaciones con paciencia. Debemos defendernos de los ataques de la codicia y la avaricia con el escudo de la resistencia, para que las gotas, el alma, se unan finalmente al océano del señor, y así sean bendecidas y no se sequen como un riachuelo. Baba Fardi afirma que la satisfacción convierte a las personas de manera natural en verdaderas criaturas de Dios, que se unen al Señor y se convierten en océano.

La riqueza de la satisfacción no deja nada que desear, y cuando no se tienen deseos, las preocupaciones se acaban y el espíritu se apacigua. Los verdaderos reyes son aquellos que no tienen deseo alguno.

Resumen

En el Mahabharata, Bhishmá describe a Iudistira las cualidades de aquellos en cuya

presencia se puede perder la angustia vital y el miedo a la muerte y alcanzar la salvación.

«Son vegetarianos. No aman ni odian a nadie. Aprecian una vida virtuosa. Dominan sus sentidos. Las alegrías y las penas tienen el mismo significado para ellos. Aman la verdad y son caritativos. No aceptan limosnas de nadie, pero son caritativos. Sirven a sus huéspedes. Proporcionan consuelo a todos. Ayudan a todo el mundo. Son valientes y siguen el camino de la verdad. Son amigos de todo el mundo y en tiempos de necesidad están dispuestos a sacrificarlo todo. Se mantienen inmutables en el camino de la verdad. Su comportamiento y sus maneras coinciden con los principios de su religión. No calumnian a ningún santo o vidente. No amenazan ni dan miedo a nadie. Llevan una vida noble con decisión y no se muestran violentos con nadie (sin odio). Son ajenos a la lujuria, la ira, las cadenas y el ego. Cumplen con sus obligaciones y siguen su religión por el mismo hecho de seguirla, no para obtener fama y riquezas. Tienden a ser piadosos. La religión es tan parte de sus vidas como un baño diario, la alimentación y otras necesidades cotidianas. No conocen el miedo, la pena ni la ira, aman la verdad y son honestos. No se muestran exultantes con las ganancias, ni lloran las pérdidas. Son equilibrados y se mantienen impasibles en cualquier situación de la vida. Los contrastes, como las ganancias y las pérdidas, las alegrías y las penas, el amor y el odio o la vida y la muerte no afectan a su voluntad. Son estables y se mantienen firmes en sus decisiones. Alcanzan un alto nivel espiritual y recorren el camino de la verdad con gran decisión».

Capítulo 2

LA MEDITACIÓN

El día tiene 24 horas, y los santos nos enseñan que debemos meditar durante dos horas y media al día si deseamos realizar progresos espirituales. Esto es una décima parte o el 10% de nuestro tiempo que se dedica a reconocer a Dios.

La técnica de meditación enseñada por los maestros supone un método según el cual se desvía la atención hacia el interior. El tiempo que pasamos meditando de este modo es nuestro verdadero trabajo. Cuando acudimos a un anciano o un superior, lo respetamos y prestamos atención en su presencia; nos esforzamos por reprimir cualquier otro pensamiento. Pero si meditamos y pensamos en Dios, ¿cuántos pensamientos e ideas (también impuros) nos vienen a la mente? ¿Cuánto daño le hacemos? ¿Cómo podemos evitarlo?

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano es extrovertido, puesto que percibe el mundo exterior con los órganos sensoriales, sobre todo con tres: la lengua, los ojos y los oídos.

Con la lengua, hablamos con las personas de este mundo. Con ella, repetimos nuestros pensamientos e ideas del mundo y las compartimos con ellas. Las impresiones de este mundo impregnan nuestro espíritu y nuestro intelecto.

Con los ojos vemos los objetos de este mundo, y sus formas se impregnan en nuestro espíritu. Nuestros oídos registran los sonidos del mundo, y al oír constantemente estos sonidos, nos identificamos con ellos.

Los ojos recogen el 83% del total de impresiones sensoriales, los oídos el 14% y los demás órganos sensoriales el 3% restante. Cuando nuestra atención deja de desviarse hacia fuera y, con ello, cesa la penetración de impresiones externas, podemos reconocer la verdad con la mirada puesta hacia el interior. Por ello, los santos nos enseñan una y otra vez a cerrar los ojos y los oídos durante la meditación.

Siempre que deseamos desviar nuestra consciencia hacia el interior, se nos acumulan los pensamientos del mundo. Se trata de las observaciones constantes de los órganos sensoriales. Las impresiones del hogar, la oficina, los negocios y similares entran en nuestra consciencia, al igual que las formas de parientes, amigos y enemigos que hemos visto, y dificultan la concentración. En consecuencia, el primer paso en el camino espiritual consiste en desechar estas impresiones.

Entonces, deben eliminarse las impresiones que se hallan grabadas en nuestro subconsciente y que se establecen sin que lo deseemos. Solo cuando el aprendiz ha subido estos dos peldaños, su espíritu se vuelve hacia el interior, se vuelve introvertido.

Nuestra capacidad de habla debe utilizarse para el Simran; nuestra vista, para la contemplación del maestro, y nuestro oído debe orientarse a la corriente sonora. Estos tres ejercicios resultan absolutamente necesarios, pues son la clave para una correcta meditación. Los trataremos con más detalle más adelante.

Los textos sagrados describen algunas ventajas de la meditación. Cuando nos azota una gran desgracia y no tenemos ninguna ayuda, cuando nos persiguen nuestros enemigos, cuando las personas cercanas nos dejan en la estacada, cuando todas nuestras esperanzas se desvanecen y todos los caminos están bloqueados, pero seguimos estando dedicados a Dios, nunca sufrimos pena alguna. Dios es la fuerza de los débiles. Es eterno. Lo reconocemos a través del Shabd del gurú.

Puede que alguien posea muchos reinos y domine sobre amplios territorios, puede tener cualquier lujo a su alcance, puede tener jardines y huertos frutales, disfrutar de numerosas comodidades y deleitarse en los placeres del mundo, pero si no piensa en el Señor, en su próximo nacimiento se le condenará a vivir en una forma inferior a la humana.

Si alguien está desesperado porque le faltan alimentos y medios, se le ha acabado hasta el último céntimo y no tiene trabajo, pero tiene en su corazón un lugar para Dios, nunca sufrirá necesidad.

Si a alguien le torturan las preocupaciones y los miedos, está físicamente enfermo, tiene grandes dificultades en casa, se ha abandonado a los golpes del destino, vaga sin rumbo y no busca refugio para apaciguarse, pero lleva a cabo la meditación de Dios, encontrará paz y tranquilidad en su interior.

«...sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde no entran ni hurtan los ladrones. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón».

Mateo 6, 20-21

Si el aprendiz medita según las instrucciones del maestro, alcanzará resultados

sorprendentes en su interior. Las corrientes del alma, que penetran por cada poro de su cuerpo, son reabsorbidas por las nueve aberturas y se acumulan en la décima puerta, entre los ojos. Entonces, el cuerpo deja de sentir por completo. Muy pronto, el aprendiz ve escenas de las regiones espirituales y aprecia las estrellas, el Sol y la Luna.

Si el aprendiz entregado ha dejado atrás estas apariencias, contemplará el brillo del maestro, que desde ese momento estará siempre a su lado. El maestro guía al alma a las regiones más elevadas y, finalmente, a la morada del Señor. Concentrando nuestra atención en esta forma radiante, conseguimos que se quede con nosotros.

La meditación acaba con el miedo a la muerte y nos libera del ciclo de los nacimientos y las muertes. Supera los obstáculos y las dificultades, las alegrías y el dolor. La dualidad desaparece, y el espíritu pierde su suciedad y sus miserias. El brillo del nombre de Dios aparece con claridad. El maestro tiene siempre presente al aprendiz entregado. Se le adora en la morada del Señor, y si ha superado el océano de las apariencias, conseguirá la salvación eterna.

El tiempo del elixir

En muchos escritos sagrados, las primeras horas del día son aquellas consideradas más propicias, denominadas como las «horas de Dios». Las primeras tres horas de la noche conforman el tiempo del elixir, pues los verdaderos yogis y santos de antaño utilizaban estas horas de pureza y paz para la meditación.

«La costumbre de los santos es despertarse por la noche. Las personas mundanas pasan este tiempo disfrutando de sus sentidos y de los placeres de este mundo. Las personas entregadas a Dios pasan la noche pensando en Él. Tanto unos como otros se despiertan, pero aquellos que aprovechan el tiempo para pensar en el Señor están bendecidos.

Adi Granth

Shamas-i-Tabriz afirma:

«La noche es el momento en el que aparece el amado Señor. Quienes están durmiendo, se privan a sí mismos de una gran bendición. El día pertenece al trabajo, pero lo noche está al servicio del amor y la dedicación al Señor. Por ello, debemos pasar toda la noche en compañía del Señor. Todo el mundo duerme, pero los entregados a Dios pasan la noche meditando en presencia del Señor».

Cualquier momento es adecuado para la meditación, y se debe aprovechar para ello todo el tiempo disponible. Pero las horas de la madrugada, poco antes de que empiece el día, y las de la tarde, poco después de ponerse el sol, resultan especialmente favorables, pues estas horas combinan la noche y el día y las corrientes espirituales son especialmente fuertes y eficaces durante ellas. Durante el día, nos encargamos de las cosas mundanas; por ello, solo nos queda la noche para dedicarnos al Señor.

No se deben llevar a cabo los ejercicios espirituales ni justo después de una comida copiosa ni con el estómago lleno, porque entonces la digestión ocupa todas las energías. Es mejor meditar con el estómago vacío. En las primeras horas de la mañana, el estómago se halla vacío, puesto que la comida tomada la noche anterior normalmente ya ha sido digerida por completo.

Asimismo, quienes trabajan de día están cansados por la noche. Necesitan dormir y reposar para quitarse el cansancio del día. Por tanto, tan solo les queda la última parte de la noche, en la que están completamente despiertos para la meditación. El tiempo del elixir empieza a las tres de la mañana. Es entonces cuando el cuerpo y el espíritu se hallan frescos y relajados y están preparados para la meditación. Por ello, se considera que la última parte de la noche es más indicada para la meditación.

En las primeras horas de la mañana, por lo general nuestra razón aún no se ha cargado de las preocupaciones mundanas, por lo que este tiempo es mejor para la concentración. Para el tiempo del elixir, el espíritu aún sigue fresco, y la inquietud del día queda todavía lejos. En las primeras horas de la mañana, las personas están muy cerca de Dios, y la concentración que alcanzan entonces, al igual que la meditación, tiene efecto sobre todo lo que hacen durante el día. Todo lo que hacen, lo hacen concentradas.

El fruto de la meditación que se lleva a cabo en la primera parte de la noche es como un árbol que brota y se consume durante las últimas horas de la noche, pero está lleno de frutos maduros. En este momento se obtiene la gracia de Dios.

En su libro La vida de Cristo, John S. Hayland realiza la siguiente descripción:

«La noche india alcanza un momento, poco antes de los primeros brillos del amanecer, en el que las estrellas aparecen increíblemente claras y cercanas e irradian un resplandor inimaginable en esta tierra de neblina. Los árboles permanecen quietos y lo envuelven a uno con una calurosa cercanía. Aún no puede oírse el ruido de los pájaros que se levantan, pero toda la Tierra parece llena de esperanzas, despierta, atenta, deseosa. En estas horas, el velo entre lo visible y lo invisible es tan ligero que parece que no hubiera apenas obstáculos entre la belleza eterna y la verdad y el alma que intenta describirlas».

El mundo duerme, mientras que las personas entregadas a Dios se despiertan, piensan en Él y se impregnan de Su amor.

«Durante miles de noches has intentado saciar tus deseos y anhelos, pero si no duermes para estar con tu amado, ¿qué más puede impedírtelo conseguirlos? ¿No sabes que lo que poseen los reyes de la espiritualidad lo han obtenido de noche? Despiértate por el dador de todos los dones. No tengas miedo de que el insomnio te produzca cansancio en el espíritu, pues a esta hora fluye la fuente de toda vida, el néctar que te refrescará y aumentará tu consciencia. Por ello, ¡no te duermas! La voz del Señor te llama cada mañana. Si la escuchas, desaparecerán las preocupaciones y los restos de los malos resultados anteriores. No duermas toda la noche, pues en estas horas miles de vidas reciben la fuerza que las mantiene. Al igual que la luna llena, el Altísimo desciende de las más altas cumbres para bendecir a Sus aprendices con el regalo de Su gracia y Su misericordia. La noche aporta soledad. Nuestro amado está en nosotros, ¡qué tiempo tan feliz! La corriente sonora resuena por todas partes, se puede percibir fácilmente en el silencio de la noche. Si, en tu interior, reclamas encontrarte con tu amado, debes saber que la oscuridad de la noche es igual a los rizos largos y oscuros del amado, que se expanden por todas partes. ¡Y avergüénzate si permaneces dormido durante la noche!»

Shamas-i-Tabriz

En otras palabras: debemos acceder a este camino para que nuestro amado nos

encuentre. Quienes aman a Dios pasan la noche, en especial las primeras horas de la mañana, meditando. Repiten Su nombre y quedan libres de toda pena y preocupación, miedo y disputa.

La postura corporal

La postura corporal en la meditación es una posición sentada especial que se

mantiene sin cambios durante un lapso de tiempo determinado. En el Hatha Yoga se describe un gran número de posturas corporales, son 84 las que se conocen por lo general. Ejercitar estas posturas corporales aporta muchos beneficios. Fomentan la concentración y contribuyen a combatir cualquier debilidad y padecimiento físico.

Los yogis practicaron las 84 posturas corporales que existen sin alcanzar así el máximo objetivo, puesto que las posturas corporales no liberan al espíritu de los pensamientos eróticos y viciosos. Utilizan en primer lugar el cuerpo, pero no conducen a reconocer a Dios. Una medicina que no cura el sufrimiento no tiene utilidad alguna. Las posturas corporales requieren un esfuerzo constante sin verdaderos beneficios. Por ello, las enseñanzas del Sant-Mat tan solo conceden a estos ejercicios un valor limitado.

En primer lugar debemos encontrar la postura más cómoda para el cuerpo para poder llevar las corrientes de nuestra alma hasta el centro de los ojos y alcanzar así la concentración. Debe poder practicarla tan fácilmente un niño como un joven o un anciano. Es importante estar completamente despiertos al comenzar con los ejercicios espirituales.

Debemos tomar un baño para superar el sueño y la pereza. Si no es posible, al menos debemos lavarnos las manos, los pies y la cara. Entonces, debemos sentarnos con las piernas cruzadas, para que la espalda se mantenga recta, pero ni demasiado rígida ni demasiado suelta. Es esencial que la columna vertebral se mantenga erguida. La base debe ser sólida, y no se debe apoyar la espalda contra una pared o una silla. Debemos prestar atención a no quedarnos dormido. Si deseamos pasar un tiempo prolongado sentados en el Bhayan, será recomendable un reposabrazos.

Independientemente de la postura corporal que adoptemos para los ejercicios espirituales, debemos poder relajarnos y olvidar fácilmente el cuerpo. Los santos enseñan una postura corporal que es sencilla y natural a la vez. No consideran que las distintas posturas corporales del Hatha Yoga sean esenciales para elevarnos espiritualmente. En la postura corporal que practican los santos, pueden reabsorberse las corrientes del alma desde las nueve aberturas del cuerpo hacia el centro del alma, que se encuentra entre las cejas. En esta postura corporal, podemos conseguir resultados excelentes, puesto que las corrientes del alma, que se dispersan al mundo por las nueve aberturas corporales, se acumulan en el centro de los ojos y pueden seguir elevándose. El alma se une entonces en la Décima Puerta (Daswandwar) con el Naam, la verdad, y llega finalmente al Sach Khand, donde se libera del ego, las cadenas, la codicia, los deseos y la lujuria y termina el ciclo de los nacimientos y las muertes.

El Simran diario

«La capacidad de habla de la lengua debe utilizarse para el Simran».

Toda la humanidad no hace más que pensar constantemente en el trabajo o en otra cosa: el tendero, en su negocio; el agricultor, en sus tierras o en la cosecha; el empleado, en su trabajo; la madre, en su hijo; el amigo, en sus camaradas; el enemigo, en sus oponentes.

Nadie puede escapar del repetir o recordar. Es este el proceso que hace que a las personas se les metan las cosas del mundo en el cuerpo y queden profundamente impregnadas por el mundo. Por este motivo, el alma debe volver a nacer una y otra vez. «Nos convertimos en aquello en lo que pensamos». Si dejamos de pensar en el mundo, y en su lugar pensamos en el Señor, nos resultará fácil alcanzar la salvación.

Todos piensan en Dios cuando quieren que se les cumpla un deseo. Unos quieren una mujer, otros desean un hijo, y otros, a su vez, piden riquezas. Todos encuentran una ocasión determinada para su Simran. Pero una vez conseguido lo que deseaban, esto es algo que no nos acompaña más allá de la muerte. Incluso el cuerpo se queda atrás. Así, ¿qué nos queda al morir?

Las sagradas escrituras enseñan que todas las cosas de este mundo son pasajeras. De hecho, son sombras que desaparecen un instante después. Por ello, es de necios rezar por algo que no sea Dios mismo. Si nos mueven otras razones en el Simran, le pedimos a Dios cosas terrenales, y esto nos da una necesidad adicional. Dios tan solo acepta el Simran si está desprendido del yo. Un santo musulmán afirma: «No enturbies tu corazón con pensamientos inútiles. No le pidas a Dios nada más que a Él mismo».

Por ello, en lugar del Simran de las cosas del mundo se debe practicar el Simran de Dios, y en lugar de pensar en el mundo, se debe contemplar al maestro, la encarnación de Dios. Por ello, en nuestro subconsciente Dios adquiere la forma de un Satguru. Allá donde antaño dominaban las ondas del mundo tan solo quedan pensamientos en el Señor y la contemplación del maestro, y el entregado olvida poco a poco el mundo y sus sombras. El espíritu se vuelve más resistente, y consigue un cierto grado de concentración.

¿Qué es el Simran? Para poder entender bien el Simran, debemos comprender su verdadero significado. «Simran» es una palabra del sánscrito que deriva de la raíz

«Smar». Sus diferentes significados son: proteger, hacerse una imagen de la divinidad en el pensamiento y contemplarla, pensar en una persona o cosa determinada sin cesar, con cada respiración, hasta que esta se convierte en una parte esencial de nuestra propia vida y podemos dirigirnos finalmente hacia ella y vivir en ella.

Se llama Simran a la repetición del o de los nombres de Dios. De este modo penetra en nuestro cuerpo una extraordinaria corriente de consciencia. Al principio, el Simran supone grandes esfuerzos, pero tan pronto como lo hemos practicado, se desarrolla casi automáticamente. Es un ejercicio natural y fácil.

Todo el mundo piensa en Dios cuando lo necesita. Pero, si pensamos con amor en el Señor en todo momento, no sufriremos más penas. El dolor es el resultado del pecado. Olvidar a Dios significa alejarse de Él. De esta forma, nos convertimos en víctimas del infinito ciclo de los nacimientos y las muertes.

Si practicamos el Simran felices, se refuerzan la fuerza de voluntad y la razón. Entonces, nos quedamos impasibles ante la infelicidad. Si hemos descuidado la práctica del Simran en tiempos felices y recurrimos a él en caso de enfermedad, cuando sufrimos un revés o si nos enfrentamos a una disputa legal, por supuesto, tampoco podemos esperar mucho de él. Si no dejamos de practicar el Simran, desaparecerán nuestros miedos y preocupaciones. Entonces, el espíritu no se desprenderá del Simran ni por un segundo. El ser humano toma tres comidas al día para alimentar el cuerpo. Pero la

alimentación del alma es el Simran y la contemplación de Su forma. Se debe proporcionar al alma esta alimentación. Al igual que la alimentación diaria sirve para mantener el cuerpo, el ser humano también debe proporcionar alimentación al alma, independientemente de si en está en casa o de viaje. No debemos nunca dejarla de lado. La repetición del nombre de Dios es un remedio infalible contra todas las

enfermedades. Es la alimentación espiritual del alma. Jesucristo dice:

«No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».

Si pensamos constantemente en Dios, se nos despierta una consciencia superior.

Pero esto solo puede suceder por la gracia y la bendición del Señor. Quien alcanza este estado, incluso por un solo segundo, obtiene la vida eterna.

«Pensar constantemente en el Señor genera una felicidad tan abrumadora que quienes la experimentan no desean volver a separarse del Señor ni por un instante, como el cisne que no puede vivir sin agua».

Kabir afirma:

«Piensa en el nombre de Dios con el mismo amor interior del que está lleno el pez por el agua. Si se separa del agua, muere».

Las personas llevan a cabo el Simran de diferente manera: 1. Algunas personas se sirven de la ayuda de cuentas para practicar el Simran. Con este método se divide la atención: por un lado se dirige a contar las cuentas y, por otro, a invertir el proceso una vez alcanzada la cuenta principal. Así no se puede conseguir una concentración plena. Siempre que el proceso se lleve a cabo con aten-

ción, se obtendrá de él un cierto beneficio. De lo contrario, el espíritu vagará mientras los dedos manejan las cuentas. Kabir afirma:

«El verdadero rosario está en el espíritu. Los rosarios del mundo conducen a error. Si fuera posible unirse a Dios moviendo perlas terrenales, los molinos de agua, alrededor de cuyo eje se mueven recipientes de agua, habrían reconocido a Dios ya hace mucho tiempo».

Muchas personas necesitan las yemas de los dedos en lugar del rosario para el Simran. Kabir afirma:

«Cuando rezas el rosario con el espíritu puedes alcanzar la unión con el maestro. ¿De qué sirve contar con los dedos si el espíritu no se apacigua con ello? Para contar utilizas los dedos, pero el espíritu se jacta de ello. Esto es totalmente inútil».

¿Cómo podemos acumular las corrientes del alma en nuestro interior si tenemos las manos ocupadas con el rosario? Cuando las corrientes del alma se concentran, las manos no pueden mover las cuentas. No obstante, mientras las corrientes del alma no se reabsorban, aún no se habrá conseguido nada. Por ello, debemos utilizar nuestro espíritu como rosario, y no servirnos de uno de madera.

2. Algunas personas repiten sus oraciones con la lengua. Esto tiene una cierta utilidad siempre que la atención se oriente a la repetición en sí. No obstante, si las repeticiones con la lengua se vuelven mecánicas, los pensamientos vuelven a vagar involuntariamente, como pasa con los rosarios.

3. Algunos repiten con la garganta. Esto resulta ventajoso cuando se dirige la atención correctamente, de lo contrario nuestros pensamientos seguirán vagando sin rumbo, al igual que en los primeros dos métodos.

4. Algunos repiten con el corazón. También este método es insuficiente, como los ya mencionados.

Repetir con la lengua es mejor que utilizar un rosario. Y repetir con la garganta es mejor que repetir con la lengua. Por el contrario, repetir con el corazón es más ventajoso que con la garganta. Cualquier repetición da buenos resultados si se lleva a cabo con la atención concentrada en el objetivo. Esto purifica el alma y aporta una gran paz. Las corrientes del alma, sin embargo, no se concentran en el centro de los ojos, por lo que solo se realiza un progreso espiritual escaso.

«La práctica en la que el rosario se va deslizando por la mano, en la que la lengua se mueve y en la que el espíritu se escapa en todas las direcciones no es Simran».

Por ello, los santos se mantienen en la raíz. Aconsejan repetir con la «lengua» del

alma. De este modo se apacigua el espíritu. A esto, los santos lo llaman el «Simran del alma».

Este método no significa seguir repitiendo y dejar que los pensamientos vaguen, como sucede con los otros métodos. El Simran del alma despierta la consciencia interior y nos pone en posición para oír el Shabd, que aporta verdadera paz y felicidad.

«Si repetimos el ‘rosario del alma’, se despierta la consciencia interior y aparece la luz interior. Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha movido cuentas para rezar, pero esto no altera su pensamiento. Por ello, hay que dejar de contar cuentas con las manos, y mover tan solo la ‘cuenta del espíritu’».

Muchas personas utilizan las manos y los pies para trabajar. Esto no implica a la

razón. Deja que las manos y los pies trabajen y permanece en el espíritu junto al Señor. El éxito en esta práctica se consigue cuando el Simran continúa sin interrupción, ya sea despierto o durante el sueño, al igual que las manillas del reloj se mueven sin cesar.

La práctica no requiere soledad, y tampoco obliga a dejar las obligaciones mundanas. Sigue cumpliendo con tus obligaciones, pero orienta tu atención al Simran. El Simran debe practicarse en todo momento, ya estemos sentados, de pie, andando o comiendo: debemos pensar en Él con tanta concentración que ya nada pueda separarnos ni desviarnos de Él. Los momentos más adecuados para el Simran son la noche, a medianoche y en el «tiempo del elixir», pues es cuando resulta más efectivo.

El valor del Simran no puede estimarse lo suficiente. Solo con una gran suerte se consigue que alguien se dedique al Simran. El secreto del Simran solo puede aprenderse de un verdadero maestro.

El repetir con la lengua sin entender el significado profundo de las palabras es tan solo apariencia, es repetir como un loro y pronunciar una y otra vez un nombre sin pensar. Las personas que practican el Simran de este modo se van de vacío. Dicen los santos que estamos acostumbrados a repetir ciertos nombres. ¡Cuán justo sería, sin embargo, dirigir nuestra atención al nombre de Dios! El Simran regala alegría y elimina los dolores. Mediante el Simran del Señor, nos fusionamos con Él. ¿Qué nombres debemos repetir, y qué relación mantienen con Dios? Para el Simran hay dos tipos de nombres:

1. Los nombres personales o nombres propios. 2. Los nombres que designan una propiedad o una capacidad.

Por lo general, las personas repiten el nombre de Dios que describe tal o cual

característica suya. Este tipo de Simran tan solo resulta útil hasta cierto punto, pues no lleva a la mirada interior en la que se viven las apariciones interiores. Por ello, los santos nos transmiten los nombres de las divinidades que dominan sobre las regiones interiores. En consecuencia, solo debemos repetir el nombre que nos indique un maestro, pues solo estos pueden marcar el camino. Además, estos nombres están llenos de energía y requieren que se transmita fuerza espiritual al aprendiz, lo que ayudan a progresar rápidamente.

El poder negativo ha creado diferentes obstáculos en las regiones astral y causal, y el alma debe enfrentarse a ellos al atravesar estas regiones. Estos se superan repitiendo los nombres santos indicados por un verdadero maestro. Además, guardan a la persona entregada de otras dificultades y peligros. El Simran de los nombres santos proporciona ventajas tanto aquí como en el más allá. Por ello, los textos sagrados dan un valor especial a repetir tan solo estos nombres.

Los nombres que indica un verdadero maestro contienen su fuerza y ayudan a los aprendices a superar tanto la muerte como las fuerzas negativas. Las palabras del

maestro son eternas y nos liberan del círculo de los nacimientos y las muertes. Da igual qué nombres nos regale el maestro, para nosotros tendrán un gran valor.

El Simran en la meditación

El Simran constante durante la jornada laboral prepara al espíritu para la

meditación. El Simran sirve de guía en la meditación que nos lleva a regiones más elevadas, donde podemos lograr la unión con Dios. Aquellos que se alegran de practicar el Simran según las instrucciones del maestro aceptarán un día por sí mismos la esencia de Dios y se fundirán con Él. Con este objetivo, los santos ofrecen una descripción concreta del Simran interior.

Durante la meditación, debemos concentrar nuestra atención en el tercer ojo con ayuda del Simran. Esto solo se consigue con un Simran preciso del nombre de Dios. No necesitamos otros métodos. Mantenemos una postura corporal adecuada sin cambios y concentramos nuestra atención en el centro de los ojos, repitiendo los nombres con toda nuestra atención. En otras palabras, debemos fijar la atención en el centro de los ojos, situado entre las cejas, y empezar entonces con el Simran y la contemplación.

Al principio, debemos repetir los nombres indicados por el maestro susurrando o a un volumen medio. Una vez que esté más afianzada la práctica, debemos repetirlos tan solo en el espíritu, si bien debemos hacerlo con amor y confianza.

Durante los ejercicios no debemos ejercer presión sobre la frente o los ojos. Podemos empezar por una duración breve y expandirla poco a poco hasta llegar a dos o tres horas.

Algunos cierran los ojos durante el Simran, otros los mantienen abiertos. Con la primera forma corremos el peligro de quedarnos dormidos, con la segunda, el de concentrarnos en las cosas del mundo. La primera forma es mucho mejor, pero debemos haber superado el sueño antes de empezar. La misma importancia tiene el practicar los ejercicios con regularidad y puntualidad a una hora establecida.

Si nos entra sueño durante el Simran, podemos levantarnos y mojarnos la cara con agua fría antes de continuar con él.

El Simran no debe practicarse con prisas, sino lentamente y con amor y dedicación, y los nombres deben repetirse clara y correctamente. Si el Simran se practica con prisas y se contempla como una obligación no deseada o una mera rutina, no lleva a nada. Si nos volvemos lentos en el Simran o desviamos los pensamientos a los placeres sensoriales, debemos pronunciar los nombres de manera que se oigan durante entre diez y quince minutos y, con ello, devolver la atención adonde corresponde.

Debemos repetir con la atención centrada en nuestro objetivo. Si procedemos de este modo, las manos y los pies dejan de sentir, y toda la conciencia se concentra en el centro del ojo. En un momento dado alcanzamos un nivel en el que dejamos de repetir y se manifiesta la esencia, el objetivo único de la contemplación. Esto es la coronación del Simran.

El resultado de las repeticiones se halla directamente relacionado con el amor y la confianza con los que se practica el Simran. Por ello, repite los nombres del Señor con amor y confianza. Sus nombres tienen un gran poder. Si los repetimos con confianza, nos sentiremos tan llenos de alegría que olvidaremos nuestro cuerpo y nuestro propio yo y reconocemos la presencia de Dios. Qué potente y lleno de gozo es el nombre de Dios, pues despierta en el aprendiz una poderosa corriente de

felicidad y de paz, refuerza el alma y lo bendice de verdad.

«Durante el Simran, el anhelo de Dios debe ser tan fuerte como el de alguien que ama de su amado, de tal modo que siempre tenga delante la forma del amado, ya esté sentado, de pie, despierto o durmiendo, y no la olvide ni por un segundo».

Kabir

Quienes desean llenarse de la gracia de Dios deben abandonar todo lo demás de sus pensamientos. Rechaza todo lo demás y guarda en tu corazón tan solo el nombre del Señor. Tan pronto como el Simran libere al espíritu de todo pensamiento, encontrarás el camino hacia la casa del Señor.

Es el único camino mediante el cual el alma se encuentra con su Señor y va hacia Él. Pero esto solo sucede por la gracia de Dios. Nuestros propios intentos no dan resultado alguno, pero el Simran constante despierta la consciencia superior, y se consigue el estado de la paz y la tranquilidad eternas.

Tennyson, un poeta inglés, habla en sus memorias de un estado de consciencia superior, el resultado del Simran:

«Desde la niñez, cuando estaba solo me sobrevenía a menudo una especie de trance. Este estado se producía habitualmente cuando repetía en silencio para mí mi nombre entre dos o tres veces, hasta que, de repente, por así decirlo a partir de la intensidad de la consciencia individual, la misma individualidad parecía disolverse y se unía a una existencia sin límites. Este no es un estado de confusión, sino el más claro, fiable y sabio de los estados, totalmente indescriptible, en el que la muerte parece tan solo una posibilidad ridícula y la pérdida de la personalidad (si así fuera) parece la única vida eterna. Esta descripción insuficiente me avergüenza. ¿No había dicho que este estado no podía describirse con palabras?

El alma pertenece a la esencia de Dios. Se adopta la forma en la que los

pensamientos circulan, y debemos volver a esta forma. Nos convertimos en lo que pensamos. Cuando la esencia (el alma) piensa en su origen, que es omniconsciente, vuelve a su origen y alcanza un estado eterno y permanente. Un santo musulmán describió de forma muy acertada la importancia y el alcance del Simran:

«El alma es la esencia y el Señor, la fuente. Cuando piensa exclusivamente en el Señor, se convierte en el Señor».

La contemplación

«La capacidad de visión de los ojos debe servir para la contemplación más allá de la forma del maestro».

Sabemos que en nuestra imaginación aparece la imagen de aquello en lo que

pensamos. Esto es natural. Cada persona se hace una idea de las personas y cosas en las que piensa en el espíritu.

Cuando cerramos los ojos, aparecen ante nosotros escenas de nuestra existencia.

Por ejemplo, vemos a nuestra familia y a nuestros hijos, nuestra casa, nuestras posesiones. Nos ocupamos siempre del mundo y sus objetos, de tal manera que incluso el rincón más pequeño de nuestro espíritu se llena de ellos. Por eso estamos tan unidos al mundo. No sabemos cómo podemos mirar al Señor. Aquel al que debemos mirar en el espíritu está más allá de los tres mundos. Mientras que sigamos sin encontrarlo, ¿a qué contemplación debemos dedicarnos?

Algunos pasan tiempo pensando en las figuras de los antiguos santos. Esta es la contemplación de las cosas materiales e inertes. Las imágenes y los ídolos están muertos. No pueden atraer a nadie. Solo quienes tienen acceso por sí mismos a las regiones espirituales pueden llevarnos a ellas. La contemplación de las imágenes de los santos antiguos no tiene ninguna utilidad para nosotros. La mayoría de las representaciones de estos santos no son fidedignas y tan solo pertenecen a la fantasía. Además, no se permite adorar a cosas inertes. Por supuesto, las imágenes o fotografías de un santo nos recuerdan a nuestro maestro, pero más no pueden hacer. La gracia del Señor solo puede dárnosla un maestro vivo. Por ello, los textos sagrados destacan que es necesario observar de forma contemplativa la forma del maestro vivo, que es todo uno con el Señor. Solo esto nos proporciona verdaderos beneficios.

Dios se muestra en el maestro, pues el maestro es Dios con forma humana. Por ello, la contemplación del maestro es verdaderamente la contemplación de Dios, y adorar al maestro significa servir verdaderamente a Dios.

En el estadio inicial, es necesaria la contemplación de la forma física del maestro. Más tarde, el aprendiz contempla la forma radiante del maestro, que permanece siempre junto a él en las regiones espirituales. Después vuelve a convertirse en uno con el Shabd, su verdadera forma.

Si cerramos los ojos, en nuestro interior no encontramos nada más que oscuridad, una oscuridad que parece aún más negra que una noche sin luna. Cuando el alma se abstrae del mundo exterior y va hacia el interior, contempla las estrellas, el Sol y la Luna. Más allá de todo esto aparece la forma radiante del maestro. El maestro no aparece sin que lo percibamos, sino que de su forma luminosa emana una luz tan radiante que atrae al alma de forma irresistible. En realidad, esto es un hecho indescriptible.

Cuando miramos en nuestro interior la forma radiante del maestro, puede que el alma se fije en la concentración y empiece a sonar música en su interior. De este modo fluye la corriente sonora, y el aprendiz se encamina hacia una clara alegría. El espíritu se dedica entonces lleno de ardor al Shabd.

La forma radiante del maestro se halla en el interior de todo verdadero aprendiz. Cuando el alma se desvía del mundo exterior y se dirige hacia el interior, dejando atrás las estrellas, el sol y la luna, contempla su brillo. Su brillo da luz al Sol y a la Luna. Quien se dirige hacia su interior, ve su maravillosa forma.

Ya estamos llenos de admiración por la descripción de la forma física del maestro. Sin embargo, si se nos aparece en nuestro interior, nos parece mil veces más bella. Hafiz, dirigiéndose al Señor, afirmó:

«Oh, amado, he oído más de una historia acerca de tu maravillosa belleza, pero ahora que he mirado en tu interior, sé que eres mil veces más excelente de lo que cuentan todos los relatos».

Cuando puede ver la forma radiante en su interior, el aprendiz debe fijar su

atención mucho, para que pueda convertirse plenamente en uno con ella, y deje de ver diferencias entre sí mismo y el maestro.

«Me he convertido en ti y tú en mí. Me convertí en un cuerpo y tú en mi alma, mi verdadera vida, tanto que nadie puede decir que tenemos una existencia separada».

Shamas-i-Tabriz

Los escritos que tratan del alma cuentan que, una vez completada la contemplación, todo se vuelve uno: el aprendiz, la práctica y la divinidad. El que reza y aquel al que se reza se convierten en uno, y quien reza pierde su identidad al igual que el gusano cuando se convierte en mariposa. A esto se le llama convertirse en uno con el maestro. Pero, como el maestro ya está unido a Dios, como resultado se obtiene que el aprendiz también se vuelve uno con Él. Nos convertimos en aquello en lo que pensamos.

Al igual que no se puede escalar una fortaleza sin una escalera, no se puede alcanzar a Dios sin la contemplación del maestro. La contemplación nos lleva de lo físico a lo astral, de lo astral a lo causal y, de allí, hacia el Señor. El brillo del maestro se manifiesta tan solo en un corazón puro y correcto. Es imposible vivir en un corazón impuro. Hafiz afirma:

«La contemplación en el interior es un regalo del maestro. Se obtiene cuando así lo quiere el Señor. Los conocimientos del mundo y la contemplación del mundo exterior no llevan a reconocer a Dios, por lo que el alma sigue vinculada al mundo».

Los upanishads afirman: «La pureza y la decencia del espíritu son condiciones esenciales para la contemplación y la meditación». Esta pureza debe ser tanto interior como exterior.

A través del Simran y la contemplación, el aprendiz comienza a acordarse del Señor por sí solo, y se hace digno de la mirada interior. Quien ama la forma del maestro está unido a él. Olvida su propio cuerpo, y también el mundo.

El maestro está exento del ciclo de los nacimientos y las muertes. Quienes no pierden nunca de vista la forma del maestro y no aman nada más que a él, ¿cómo pueden volver al mundo?

La contemplación sobre la forma del maestro se recompensa de forma maravillosa. Quienes piensan en el maestro obtienen respeto y fama tanto en la Tierra como en el más allá. Se cumplen todos sus deseos, y cuando se unen al maestro, se les concede el reconocer a Dios.

El Bhayan

«... y la audición debe utilizarse para oír la corriente sonora». Después del Simran y la contemplación sigue la tercera parte, el Bhayan. El Simran termina cuando se ha alcanzado la contemplación. Y cuando se ha

conseguido la contemplación plena, la corriente sonora se despierta por sí sola. Los santos llaman a esto «Bhayan».

El Bhayan significa, simplemente, escuchar la corriente sonora. Los santos también lo definen como la práctica del Shabd-Yoga, orientado por el alma o la atención del alma. El Surat o alma aprecia la melodía divina. La práctica despierta el alma, dormi-

da durante muchas eras, y genera un estado de felicidad. El Shabd es el camino real al reconocimiento de Dios. Si el aprendiz recorre este

camino, alcanza la morada del Señor, el Sach Khand. Allí no existe ningún obstáculo. Permanece tan solo en el Shabd y se llena por completo de él. Tanto las fuerzas negativas como el Maya se quedan lejos del Shabd y no se interponen en el camino del aprendiz entregado.

El Shabd es, en realidad, la música del Señor, y en los escritos se le da una importancia especial al escuchar esta música. De este modo se alaba y se ensalza al Señor. Es música sin tocar. Es Uno, pero se revela en todo. Es el Señor de toda la creación.

El espíritu humano no puede dominarse ni siquiera con millones de métodos convencionales. Los yogis del pasado lo intentaron con todos los procedimientos que conocían, y fracasaron. Los intelectuales no alcanzaron nada con debates filosóficos y comentarios críticos. Los esfuerzos de los ermitaños, con sus penitencias y sus mortificaciones, demostraron no tener éxito alguno. Las personas cultas usaron todos sus conocimientos, pero tan solo con el intelecto y la perspicacia no pudieron dominar el espíritu. El único medio para dominarlo es escuchar la corriente sonora. No hay otro camino.

El verdadero conocimiento proviene de la práctica del Simran y el Bhayan. La melodía divina suena siempre y, cuando la escuchamos, comenzamos a amar al Señor. Esta es la verdadera oración al Señor, pero solo puede entrar en nuestro corazón cuando Dios quiere.

Este tesoro, el Shabd, no puede recibirse leyendo escritos sagrados. Los libros solamente pueden describirlo. Incluso si leyéramos y escucháramos todos los escritos, no llegarían al nivel de la dulce música del nombre de Dios. Siempre que, en su interior, el alma no esté unida a la corriente, la realidad le permanecerá oculta. Es igual que un pájaro que escucha las canciones de los demás pero no entiende su contenido.

La melodía interior suena sin cesar. Es eterna. Pero, incluso si suena en todos nosotros día y noche, no la percibimos. Su tesoro nos queda oculto. Y, como está oculto, nos vamos del escenario de la vida sin haber tenido conciencia de él. No damos valor al excavar en busca del tesoro. Solo cuando nos encontramos con un maestro y seguimos sus instrucciones reconocemos el tesoro y deshacemos el nudo de la materia y la consciencia.

Para tener éxito en el Bhayan, es imprescindible ser aprendiz de un maestro pleno. La corriente sonora solo se muestra a los entregados a un maestro. Solo cuando se han completado el Simran y la contemplación, se aprecia la corriente sonora. Tan pronto como el aprendiz está en armonía con el Shabd, experimenta una verdad impronunciable.

¿De dónde podemos obtener esta corriente? Dios es nuestro verdadero Señor, y en su morada suena la música divina. Cuando un aprendiz puede calmar su espíritu errante y obtiene acceso al Daswan Dwar, la décima puerta, con ayuda del maestro, bebe en ella el «elixir de la vida». En este lugar, el maestro concede la ambrosía, y aquí suena la corriente sonora. Entonces, el Shabd se manifiesta en el cuerpo. Cuando se escucha, el espíritu se somete y se purifica el templo del cuerpo.

Cuando la razón escucha el Shabd, la domina por completo la felicidad que le da.

Quienes unen su consciencia al Shabd escapan del poder de Kal, y termina para ellos el ciclo de los nacimientos y las reencarnaciones perpetuado desde tiempos inmemoriales. El nombre de Dios está ahora impregnado en su corazón, está en armonía con el Señor y su alma penetra en Él.

«Con el corazón pensamos en el maestro, con la lengua pronunciamos su santo nombre, con los ojos lo miramos y en los oídos suena la melodía divina. Lo hacemos con todo nuestro pensamiento. Nos perdemos por completo en nuestros pensamientos constantes en él. La razón y el intelecto quedan impregnados del pensamiento constante en Él. Son estas personas las que alcanzan el respeto y la gloria celestial en la morada del Señor y logran el mayor objetivo de la vida humana».

Capítulo 3

LA MUERTE Y EL MORIR EN VIDA

Todo el mundo debe morir algún día. Da igual si se trata de una persona o un animal, rico o pobre, sano o enfermo: nadie puede escapar de la muerte. Todos debemos traspasar esa puerta. El alma, que ha adoptado una forma física, debe volver a abandonarla. «Polvo eras y en polvo te convertirás». Todos sabemos que algún día tendremos que abandonar este mundo, pero nadie sabe cuándo.

Lloramos las muertes de los demás, pero tendríamos que pensar en nuestro propio final y prepararnos para la vida después de la muerte. ¿Qué tierras tendremos que atravesar después de la muerte? ¿A quién tendremos que enfrentarnos en ellas? Debemos ocuparnos de estas cuestiones. Los escritos mencionan estos asuntos ocasionalmente, pero les prestamos poca atención. Los consideramos imágenes fantasiosas y cuentos de hadas, o bien esfuerzos por desviar a las personas del pecado y llevarlas a realizar buenas acciones. Pero, en cualquier caso, debemos pasar por las puertas de la muerte. Nadie se salva de ello. San Pablo dijo: «El último enemigo que será vencido es la muerte». No debemos cerrar los ojos ante este hecho.

Cuando tenemos que viajar a otro país, llevamos a cabo los preparativos correspondientes y nos llevamos el dinero necesario. Nos esforzamos por conseguir un medio de transporte, ya sea un coche, un avión o un barco. Escribimos a un amigo que vive allí y también pensamos dónde queremos alojarnos. Arreglamos los asuntos del mundo tan a fondo que no podemos emprender ningún viaje sin los preparativos correspondientes. Pero nos preocupamos poco del viaje hacia la muerte que oscila sobre nuestras cabezas como una espada de Damocles y que tendremos que emprender algún día sin excepción. ¿Hemos tomado para este viaje la alimentación correspondiente, el Shabd? ¿Hemos encontrado a un guía, un maestro, que cuente con conocimientos y experiencia propios como acompañante? ¿Hemos pensado alguna vez adónde tendremos que ir?

Gestionamos con mucho cuidado los asuntos mundanos y nos encargamos de que se desarrollen sin problemas. Sin embargo, en lo que respecta a la muerte, que no está ligada a ninguna época determinada y que puede suceder en cualquier momento (en la niñez, en la juventud o en la senectud), estamos muy inseguros de lo que nos espera.

Lo que pasa en el momento de la muerte y después

El ser humano no ha escatimado en esfuerzos por resolver este enigma. Aquí, la razón fracasa. Ni las personas incultas ni las cultas saben descifrar su inexplicabilidad, lo que se debe a que nadie ha vuelto después de la muerte para compartir con nosotros sus conocimientos. Nos enfrentamos a este pensamiento una y otra vez. Cuánto nos alegraría, sin embargo, que alguien que hubiera atravesado las regiones más allá de la muerte volviera para contarnos sus experiencias. Tan solo nos podemos hacer ideas vagas y sin resultado alguno. Ningún telescopio nos permite observar estas regiones, y ningún avión nos lleva a ellas. Los instrumentos y aparatos pueden transmitirnos relativamente poco acerca de las regiones de la materia; pero en lo que respecta a las regiones más elevadas, no tienen utilidad alguna.

Solo un maestro posee todo el conocimiento sobre la muerte. En el momento de la muerte, cuando la familia, los hijos, las posesiones, el bienestar y el cuerpo se quedan atrás, tan solo el maestro pleno acompaña al aprendiz. Por ello, tan solo él es nuestro único y verdadero amigo. Es un guía fiable en las regiones astral y causal, así como en las regiones espirituales elevadas y puras. Es por esto que los escritos destacan tan claramente que debemos encontrar a un maestro y pensar constantemente en él.

No hay que temer a la muerte. Es tan solo un nombre para lo que pasa cuando el alma abandona el cuerpo. Cuando el alma ha dejado atrás el cuerpo físico, se eleva a las regiones astrales, causales y aquellas más elevadas. La muerte es la vuelta del alma de los sentidos materiales, y su entrada en las regiones sutiles. Solo es el desprendimiento de la funda actual: el cuerpo. No significa en ningún modo extinguirse. La vida continúa después de la muerte, aunque no podamos percibirla.

Los santos han aireado el secreto de la muerte. Dejan atrás su cuerpo a diario y se elevan a las regiones astral y causal. De ellos aprendemos también cómo podemos triunfar sobre la muerte.

Los santos han tratado este tema con gran detalle. Describen un procedimiento por el cual se atraviesan las puertas de la muerte y se vence sobre ella. También el aprendiz que domina este proceso puede atravesar las puertas de la muerte y pisar los reinos más allá de esta. Puede abandonar su cuerpo físico y volver a él a placer. Estará completamente despierto, y todo lo que vea se le impregnará notablemente.

Solo alguien que ha atravesado con su alma las regiones más elevadas antes de morir sabe lo que significa morir en vida. No se puede describir este proceso con la razón. Plutarco describió el estado al morir de la siguiente manera:

«Al morir, el alma tiene las mismas impresiones que los iniciados en los grandes misterios».

Aquellos que siguen las instrucciones de un verdadero maestro mueren cada día en vida. Se elevan a placer hacia las regiones más elevadas y, también a placer, regresan a su cuerpo.

Una de las ventajas que se obtienen de las enseñanzas de los santos es que el aprendiz atraviesa muy feliz las puertas de la muerte y, así, supera la muerte. Esto lo experimentan todos los aprendices a quienes el maestro concede su gracia. Todo esto no son palabras vacías ni es una leyenda de un escrito de un santo. La muerte no da ningún miedo a aquellos que recorren el camino del maestro. Aquellos que han

aprendido a morir en vida han acabado definitivamente con el ciclo de los nacimientos y las muertes. Pierden todo temor a la muerte, pues atraviesan sus puertas todos los días. Por ello, los santos alaban el morir en vida y enseñan cómo conseguirlo. La muerte es dulce cuando se puede ya morir en vida.

En el cuerpo reposa un mar de espiritualidad insondable para todo el mundo; solo quienes pueden morir en vida pueden guardar las perlas de una consciencia superior. Incluso si solo se sumergen una vez en este mar en su cuerpo, pueden encontrar las delicias de la consciencia superior. De lo contrario, sin embargo, le permanecerán completamente ocultas. Quienes se sumergen profundamente en este mar y se elevan a los cielos convertirán las regiones más elevadas en su hogar y reconocerán su joya, el Señor. Mientras que sigamos luchando por la vida (en este mundo), esta deliciosa joya seguirá resultándonos inalcanzable. Solo mediante la gracia del Altísimo puede encontrarla una persona extraordinariamente entregada que muera en vida. Si deseamos reconocer a Dios, debemos morir ya en vida, pues solo de este modo podemos alcanzarlo. Mientras sigamos teniendo deseos terrenales, no podremos conocer a Dios.

Una persona que muere en vida vive eternamente. Quienes adoptan la misma postura ante la vida en el mundo que ante la muerte se hallan liberados de la muerte. El morir en vida no significa ser enterrado o incinerado. Es más bien un nivel, un estadio en el que el maestro regala la vida eterna a su aprendiz.

Aquello a lo que más se aspira en la espiritualidad es el morir en vida. Solo después de una muerte así se despierta el alma a una vida de verdad. La mayoría de las personas en este mundo no saben nada de este camino verdadero, pues tienen miedo a morir en vida.

Solo podemos alcanzar la vida verdadera si nos hemos elevado sobre el reino de la muerte. En otras palabras: cuando hemos nacido en las regiones más elevadas y delicadas. Jesucristo dice: «El que no nace de nuevo no puede ver el Reino de los Cielos».

Pero morir esta muerte en vida es algo que solo puede conceder la gracia del maestro. No hay otro camino. Aquellos que aman a Dios beben el vino de la felicidad y la alegría cada vez que mueren en vida. Tienen este derecho preferencial aquellos a los que el maestro ofrece el «vino» por sí mismo.

Morir en vida no es fácil. El método para hacerlo solo se obtiene por la gracia del maestro. Solo aquellos que han sometido su razón, han renunciado a sus deseos y anhelos y han eliminado su yo pueden morir en vida. No se hace tan fácilmente como parece ni es tan sencillo como se dice. Solo sale bien cuando hemos renunciado a todos los deseos del mundo. Mientras los anhelos sigan atormentando al cuerpo, el alma no podrá abandonarlo. Solo cuando nos desprendemos del cuerpo y el alma, podemos morir en vida. Cuando, durante la práctica, el alma abandona por primera vez el cuerpo, su recipiente terrenal, debe atravesar las puertas de la muerte. Si no nos dejamos volver a atrapar por el mundo y sus necesidades y nos entregamos por completo a las manos del maestro que siempre nos ayuda, el alma podrá elevarse a regiones más altas. No se enfrentará a ninguna pena.

Pero, ¿qué es realmente esta muerte en vida? En el cuerpo, el alma tiene su sitio en el centro de los ojos, desde el cual todo el cuerpo recibe sus corrientes de fuerza. Cuando practicamos el morir en vida, no necesitamos dejar de respirar. Simplemente

se acumula toda la atención en el centro de los ojos a través del Simran y, de este modo, los sentidos dejan de funcionar y el cuerpo se asemeja a un cadáver. Dicho de otro modo: los sentidos terrenales deben dejar de funcionar y se deben despertar los sentidos más delicados para que el alma pueda elevarse a las regiones sutiles y contemplar su brillo.

A través del Simran, la energía del cuerpo se concentra en el centro de los ojos, mediante la contemplación se fija en él y, con ayuda de la corriente sonora, se eleva a regiones más altas. Entonces, cuando la consciencia se separa del cuerpo, hablamos de morir en vida. El cuerpo se abandona del mismo modo que en el momento de la muerte, con la diferencia de que la unión con el cuerpo físico no se rompe por completo. Mediante el hilo de plata (al que hace referencia la Biblia en Eclesiastés 12, 6) podemos abandonar el cuerpo y volver a él a placer, y permanecer siempre unidos con el cuerpo. De esta manera se nos concede el contemplar la muerte mientras aún vivimos. Atravesamos las regiones astral y causal y las regiones más elevadas y adquirimos confianza con ellas. Es posible conocer a sus habitantes y relacionarse con ellos. El gurú Angad describe este estado de la muerte en vida de la siguiente manera:

«Debemos ver sin ojos y oír sin oídos. Debemos andar sin pies, trabajar sin manos y hablar sin lengua. Debemos morir en vida, y solo entonces podremos oír la PALABRA de Dios y encontrarnos con el amado».

Hay que agradecer el poder morir en vida a la gracia del maestro, y esto se

consigue participando de su Satsang y de la dedicación a la PALABRA. Solo entonces atravesamos el océano de la vida, y llegamos a la morada del Señor, donde habremos cumplido con el objetivo de la vida. Tan solo el aprendiz o el entregado consigue la felicidad eterna. En otras palabras, lo practica aquel que escucha la corriente sonora que concede esta felicidad. Este tipo de personas conocen tanto la vida como la muerte; para ellas, son iguales. El Señor las aprecia mucho. Kabir realiza una descripción muy acertada:

«La espiritualidad es un árbol alto. Sus frutos cuelgan del cielo, y solo en raras ocasiones pueden probarlos los pájaros».

Tan solo quienes mueren en vida pueden probar estos frutos. Por tanto, mientras

que el alma no abandone por completo el cuerpo en vida, se mantendrá el ciclo de los nacimientos y las muertes.

Las regiones espirituales son el hogar del alma. El alma de quienes mueren en vida ya no necesita volver al mundo.

Morir en vida es desprender la consciencia de la materia. Es un estadio muy avanzado de la espiritualidad. Quienes lo alcanzan se reconocen a sí mismos y a su espíritu y comprenden los misterios de la vida. Alcanzan este estadio las personas a quienes un maestro concede la gracia de Dios.

«Toda la humanidad sigue muriendo después de la muerte porque nadie ha muerto una muerte verdadera. Yo experimenté la muerte que me guarda de seguir muriendo. Mientras no aprendamos a morir en vida, no nos liberaremos del ciclo de los nacimientos y las muertes».

Capítulo 4

LOS NIVELES DEL AMOR

Cuando oímos hablar de algo muy bueno o precioso, por lo general se nos despierta el deseo de poseerlo. Si mantenemos contacto con una persona, se forma un vínculo, y nos gusta estar con ella tan frecuentemente y por el mayor tiempo que sea posible. Se nos crea una determinada sensación frente a ella que se convierte en una corriente de dedicación o amor.

El amor es como una fuente de deliciosos aromas en el jardín de la vida. Cuando la vinculación a una persona se vuelve fuerte, la dedicación se vuelve amor, y surge en nosotros el deseo de no volver a separarnos de esa persona, un deseo tan grande que, incluso cuando la razón intenta alejarnos de su encuentro, nos atrae irremediablemente. Entonces, los sentimientos predominan sobre la razón, y al ir creciendo lentamente, se vuelven tan fuertes que separarnos de nuestro compañero nos inquieta, incluso cuando es por poco tiempo. Los pensamientos están siempre con él, y echamos de menos estar con él. Al principio, la razón sigue predominando en cierta medida sobre los sentimientos, pero poco a poco estos se vuelven más fuertes y se convierten en un amor profundo. Lleno de este amor, quien ama deja de pensar en sí mismo. Entrega su cuerpo e ignora a su razón, y es feliz cuando tiene a su lado a su amado. Cuando no, es como si estuviera muerto. Todos le dan igual, incluso sus propios parientes y amigos, y deja de dominarle la razón.

Los maravillosos ojos del amado son una copa llena de vino de la que bebe y se emborracha quien ama. No se preocupa de la opinión de sus amigos y familiares; la razón y el pensamiento dejan de tener capacidad de valoración.

Todos los seres vivos poseen el sentido del amor. Llena a mamíferos, aves, insectos e incluso plantas y flores. Incluso una chispa del fuego del amor embriaga al ser humano, que se siente atraído por ella. Todo el universo se halla lleno de su alabanza. Ningún corazón se halla totalmente sin amor, y nadie llega al mundo sin llevar consigo al menos una chispa de este amor. Todos vivimos de él, pero quienes no siguen el camino correctamente no pueden aprovecharlo.

El amor es una cualidad del alma que todas las personas llevan consigo. Sin embargo, no todos pueden aprovecharla. Este mar de felicidad plena está en nosotros y, para llegar a él, no tenemos que gastar ni un céntimo. Tan pronto como el alma está libre de las miserias y las vinculaciones a este mundo, el verdadero amor aparece por sí solo.

En el interior de cada persona vive el amor en su forma original. Dios es amor, y cuando el alma forma parte de Él, en consecuencia también el alma es amor. Pero, puesto que el alma se halla envuelta por las cubiertas del espíritu, también el amor está oculto. Hay que eliminar estas cubiertas.

Así como deben seguirse disposiciones y reglas determinadas para adquirir conocimientos, también la escuela del amor sigue unas reglas fijas. Las reglas de comportamiento deben seguirse de forma estricta: el que ama debe desconectar sus pensamientos de este mundo y de sus encantos, al igual que de los del más allá, y debe hallarse sumergido siempre por completo en la contemplación de su amado.

«Cuando miré en mi interior, encontré en mí lo que toda la humanidad llevaba una eternidad buscando en todos los rincones de la Tierra. Desde tiempos inmemoriales, en todas partes lo hemos buscado, pero solo lo hemos encontrado en nuestros corazones. Por ello, no busques a tu amado perdido por el mundo exterior. Solo lo encontrarás en las profundidades de tu corazón».

Los cuatro principios del amor

1. Solo debe existir el pensamiento en el amado. 2. No debe surgir la idea del «regateo» o del «dar y recibir». 3. Se debe dejar atrás todo tipo de miedo. 4. La persona que ama debe hallarse ajena a la enemistad y el odio.

Quienes aman nunca se muestran decepcionados, ni tampoco abandonarán nunca

la esperanza. Aquel a quien aman, el Satguru, está siempre a su lado. Alguien que sigue unos rituales orienta sus plegarias en una dirección

predeterminada. Las oraciones de los que aman, sin embargo, se llevan a cabo siempre olvidando plenamente el yo (los que aman se elevan por encima del yo mortal o el ego). Alguien que reza siguiendo la forma ritual se lava las manos y la cara antes de rezar. Pero alguien que ama se purifica de las miserias del mundo. Esto quiere decir que solo cuando se desvían los pensamientos del mundo es posible pensar en Él. Bulleh Shah lo expresa maravillosamente con las siguientes palabras:

«Las costumbres religiosas son nuestras nodrizas, los ritos y las ceremonias son nuestras madres. Sin embargo, si queremos conseguir algo que realmente valga la pena, solo podremos hacerlo a través de ejercicios espirituales (ir hacia el interior). Solo de este modo reconocemos la verdad absoluta».

Sin amor, el ascetismo y otras prácticas carecen de valor alguno. Tampoco llevan

al éxito el conocimiento ni la contemplación solo por sí mismos. Todos estos ejercicios sirven únicamente para llenar nuestro corazón de amor. Donde no hay amor, cualquier meditación se halla vacía y es inútil.

El espíritu debe desprenderse de todos los pensamientos y deseos para que sea como un espejo pulido. Si nos dominan la codicia y los deseos, no puede entrar el amor en nuestro corazón. Solo mediante el amor alcanzan los santos una unión consciente con el Señor. En otras palabras: no se puede hablar de verdadero amor si este sigue implicando un beneficio propio.

El amor solo conoce una cosa: la entrega. Hay que abandonar todos los deseos, el poder y la fama, y convertirse en un esclavo. Esto es el amor. Para alcanzar el verdadero amor, todo nuestro yo debe perderse en él. Debemos estar completamente impregnados del pensar constantemente en nuestro amado, y dirigirnos hacia Dios plenos. Esto es el amor. Significa sacrificar y someter el ego. Es muy difícil encontrarnos con el amado, pues para ello debemos ofrecer nuestra cabeza en este camino.

«Si deseas saber algo del amor, ve y pregunta a un santo. Si quieres saber cómo se desprende el corazón de las manos, pregúntale a alguien que haya perdido su corazón».

Adi Granth

En primer lugar, el amor sale del corazón del amado. Si no hubiera luz, la polilla no podría quemarse. Es una gran suerte que el amor crezca en el ser humano por la gracia de Dios. Solo entonces se nos concede la compañía de los santos. El gurú Ram Das escribe:

«En lo que respecta a aquellos que poseen la riqueza del amor, debes saber que Él les concedió esta dicha por Su gracia. Esta delicia solo se alcanza a través de un maestro. Es dificilísimo servirle. Pero es el camino hacia la máxima felicidad. Solo se concede este amor a las personas a las que Dios les concede por sí mismo Su gracia».

Al igual que la electricidad se halla de forma latente en la batería y puede iluminar una gran superficie cuando el circuito de corriente está cerrado, también la chispa del amor en el corazón del buscador se enciende por la gracia de Dios o del maestro, y es entonces cuando despliega su poder.

En primer lugar, resulta esencial despertar el amor a Dios primero mediante el Simran y después a través de la contemplación. Repitiendo los cinco nombres santos crecen en nosotros el amor y la dedicación a Él. Cuando quienes aman piensan en Dios y se hallan plenamente sumergidos en sus pensamientos, Dios despierta por Su divina gracia la dedicación en su interior.

La tercera parte de los ejercicios espirituales es escuchar el Shabd, la corriente sonora. Dios es el Shabd, y Dios es también amor. Por tanto, también el Shabd es amor. Si el alma entra en contacto con la corriente sonora, el amor fluye desde dentro.

Los buscadores deben recorrer este camino para llegar a su amado. A veces, no obstante, también sucede que las corrientes del amor penetran irremediablemente en el corazón de un ser humano en cuanto mira por un segundo a los ojos de un verdadero maestro. Una sola mirada del maestro basta para despertar un amor intenso en el buscador. No es necesario pasar primero por los diferentes estadios del encuentro, el conocimiento más profundo y la atracción interior.

El camino del amor es tan estrecho y afilado como el canto de una espada. En él, solo hay espacio para uno: Dios y aquel que se entrega a Dios deben ser uno solo. La más mínima duda o cesión por parte de aquel que se entrega provoca su caída. Por ello, solo alguien con una voluntad fuerte y con la ayuda de Dios y del maestro puede seguir el camino manteniéndose siempre en el regazo del amado. Estos afortunados aprendices son guiados paso a paso y no pueden caer.

El amor es el más poderoso y efectivo de los ejercicios en el camino hacia Dios. Shamas-i-Tabriz afirma:

«Si el camino es largo, vuela sobre las alas del amor. Si despliegas las alas del amor, te ahorrarás los escalones».

«Debes montar en el caballo del amor y esforzarte por avanzar sin temor, pues este corcel es muy rápido. Aunque el camino tenga altibajos, al final te sigue llevando al objetivo».

Capítulo 5

LOS QUE AMAN

Es mejor ser un adorador de Dios mediocre que ser una persona encerrada en el mundo. Los primeros han meditado, han realizado buenas acciones y se han guardado del mal para llegar al cielo y librarse del fuego del infierno. No obstante, mejor que un adorador de Dios mediocre es un ermitaño que intenta evitar todo lo malo y tan solo desea unirse a Dios. En su anhelo de encontrar a Dios, ha renunciado al mundo y solo se dedica a rezar a Dios. Mejor aún que el ermitaño es el que ama, que ha recorrido los peldaños que llevan al amor de Dios y ha olvidado este mundo y el siguiente en su amor por Él. No tiene miedo del infierno ni reclama el cielo. Solo quiere recorrer el camino que le lleve a su amado.

En realidad, este mundo es una prisión y, el siguiente, el lugar en el que se cumplen nuestros deseos. Una persona que ama no daría ni un céntimo por uno ni por otro. El comportamiento típico de una persona que ama demuestra que la forma correcta de amar a Dios no se logra rindiéndole pleitesía de forma externa. Las disputas y la ira entre personas de diferentes credos se generan por la intolerante estrechez de miras a la que se hallan sujetos aquellos que tan solo aman su propia tierra o su propia nación. Pero quienes en el día a día lo someten todo al ideal del amor siguen realmente las órdenes de su Señor, y es a estas personas a quienes ama el Señor.

Quienes llevan una vida ascética o siguen rituales religiosos sin desarrollar amor por Dios y sus hijos son iguales que una flor sin olor, una fuente sin agua, una lámpara sin aceite o unos ojos que no pueden ver. A pesar de que estas personas pueden demostrar a veces que tienen una chispa de espiritualidad, sus intereses se quedan en primera línea en lo mundano, cambiando constantemente de una cosa a otra. Quienes no siguen el camino del amor no serán honrados en la morada del Señor. Estas personas se quedan atrapadas en las desdichas del mundo, y quienes se encuentran con ellas también se vuelven infelices.

«Una persona que no guarda amor dentro de sí misma es una estatua andante. Es como el fuelle del herrero, que toma aire al respirar y vuelve a soltarlo, pero a pesar de ello no vive».

No se puede conseguir el amor sin la dedicación a un maestro. Una persona

mundana no puede entenderlo. Solo pueden participar de ello aquellos cuya atención se halla concentrada, cuyo corazón y razón son todo uno: las personas llenas de confianza y de dedicación. Alguien que no tiene conciencia y, en otras palabras, se engaña a sí mismo, no puede beber del cáliz del amor. Solo las almas decididas pueden recorrer el camino del maestro; da igual a lo que tengan que enfrentarse, nunca se darán la vuelta. Solo ellas pueden encontrarse con su amado Señor. Por el contrario, aquellos que sientan tan solo un poco de dolor por la separación tendrán dificultades para llegar a su destino.

Por ello, no caigamos en el amor mundano y posesivo por nuestros hijos, nuestro cónyuge, nuestras posesiones, el poder y el reconocimiento, pues todos ellos son temporales, y orientémonos al Señor y a su manifestación terrenal, el Satguru.

Una vez, Dios dijo a Moisés: «No estaba bien, ¿cómo es que no has venido a mí? Moisés respondió: «Oh, Dios, eres el Señor de este mundo y de las regiones superiores a él. ¿Cómo puedes estar enfermo?» La respuesta fue: «Moisés, alguien que está entregado fielmente a mí y que me es muy querido estaba mal, y no has estado con él para interesarte por su estado. Si lo hubieras visitado en su día, me habrías visitado también a mí».

Esto explica lo siguiente: cuando amamos a una persona entregada a Dios y la servimos, también amamos y servimos a Dios; y quienes aman al maestro, lo sirven y piensan en él, aman en verdad a Dios y están con Él en su pensamiento.

No todos pueden seguir el camino del amor. Solo los que no tienen miedo, los que están preparados para sacrificar su vida, pueden hacerlo; los cobardes no tienen acceso a él. El Señor del amor es muy noble, y no permite entrar en Su morada a quienes flaquean en su voluntad. Mientras que no sacrifiquemos nuestro ego en el altar del amado, no podremos llegar al camino del amor.

«Lo mínimo que exige el amor es entregar el propio ego. Si no puedes hacerlo, sigue adelante y no vuelvas a hablar del amor».

Hafiz

El amor no conoce otra ley que la voluntad del amado. Da igual lo que el amado

pueda disponer o pedir, el que ama inclina la cabeza y le escucha.

«Si quieres degustar el néctar del amor, no debes ser soberbio. No caben dos espadas en una vaina».

Kabir

Debemos olvidar este mundo para alcanzar el otro, y a su vez olvidar este para concentrar nuestra atención por completo en Dios. Quienes sienten felicidad al pensar en Dios, no pueden quedar satisfechos por nada más.

El amor es la verdadera mortificación, la humildad nos regala y nos enseña a vivir en la voluntad del amado: desvía nuestra atención de los placeres y los dolores mundanos. Estos aprendices nunca pierden nada, siempre están concentrados en el amado. Si se enfrentan a dificultades o problemas, los soportan sin protestar, pues sus corazones están llenos del amado, y este ha creado un nuevo mundo de amor a su alrededor. El mundo exterior no les atrae y no puede afectarles con sus problemas. Más allá de esto, se les desvelan los secretos espirituales en su interior, y se acercan un poco más al reconocimiento de Dios.

El verdadero amor no permite seguir las propias inclinaciones. El verdadero amor significa seguir incondicionalmente los deseos del amado con la única exigencia de proporcionarle alegría a través de una vida bajo su voluntad. En este estadio, no se presta atención al propio bienestar ni a la incomodidad, y el ego se aleja del bienestar y las comodidades por el amado. Se instaura un extraño y especial sentimiento de felicidad, que incluso cuando se pasan fatigas se eleva tanto que una persona mundana no puede imaginárselo ni en lo más mínimo. El gurú Ram Das dice:

«Quienes han probado el verdadero amor del maestro amado, han llenado su espíritu y su cuerpo de alegría al encontrarse con él, pues un maestro que es una manifestación de Dios atrae los corazones con un verdadero e intenso poder magnético. Incluso una mirada fugaz a su luminosa belleza hace que se olvide el propio ego. Quienes aman de este modo van de cabeza hacia la felicidad». «Los ojos de quienes aman están siempre llenos de amor, tan solo ven a Dios y el nombre de Dios».

Se reconoce a quienes aman, seguramente, porque no les duele lo más mínimo perder cosas terrenales o materiales de cualquier tipo. Sin embargo, si pasan tiempo sin meditar, rezar o pensar en su amado, se muestran desconsolados.

Alguien que ama de verdad piensa con tantas ganas en su Señor como una persona sedienta piensa en el agua. La lengua descansa, pero no el espíritu, pues piensa siempre en su amado y no lo olvida ni por un instante. Sus pensamientos están siempre llenos de amor por el Señor y por aquellos que lo aman. Ama a todos los que aman a Dios, ama a toda la creación.

¿Quién ama de verdad? Ama de verdad aquel que se ha liberado de las miserias de todos los pensamientos y deseos mundanos: estos se han quemado en el fuego de la dedicación y el desapego. Anhela constantemente encontrarse con el Señor, al igual que una persona sedienta busca agua desesperadamente. El corazón y el cuerpo del que ama han sido alcanzados por la flecha del amor de Dios. Su verdadero amigo y su amado no es otro que Dios, el Todopoderoso.

El verdadero amor desprende al que ama de sus preocupaciones, del dolor y del placer, del honor y la deuda, de la riqueza y la pobreza, y lo eleva más allá de estas fronteras. Penetra en cada célula del que ama y le concede un poder ilimitado, por lo que nunca más necesita riquezas, fama, honor o reputación. No reclama ni este ni el siguiente mundo. Se ha liberado de la red del cielo y el infierno; deja de caer en rituales o vínculos mundanos.

El ser humano no entiende el sentido del amor. Solo quien ama de verdad puede experimentar su sentido y su significado, y su luz radiante, su reflejo es visible tan solo en su rostro. Para obtener una descripción del verdadero amor, habría que preguntar a Jesucristo o a Mansur, pues ambos fueron hacia la muerte tranquilos y con alegría. O se podría preguntar a Mirabai, que se bebió un vaso de veneno como si fuera néctar, o al gurú Arjan Sahib, que se sentó sobre placas de hierro candentes y gritó: «¡Cuán dulce es tu voluntad!»

Quienes aman no odian a nadie. En sus ojos hay solo amor y nada más que amor. Se esfuerzan por lograr el amor, y sus pensamientos se hallan siempre concentrados en su amado. Aquí rezan y hacen reverencias. ¿Y dónde está su amado? La respuesta es: «En todas partes, en cada uno de nosotros. Dios es amor, y el amor es otro de los nombres que se le da a Dios. Está en todo, y Su corriente de vida fluye por todas partes».

«El amor es la esencia de Dios, y Dios es la esencia del amor. Ambos son solo uno y lo mismo, como el Sol y su brillo».

Alguien que ama de verdad no se limita a un idioma o a una fe. Supera estas barreras y ama a todo el mundo. El amor es cumplir órdenes. Cuando amamos, no solo nos limitamos a una acción, sino que sus efectos son múltiples sin que se noten. Entonces, se difunde una corriente de amor en su entorno cercano y lejano de la que participa todo el mundo.

Una persona que ama ama y anhela a su amado. Adora a su amado y dirige sus atenciones tan solo a Él. Desea siempre la mirada de su amado, y no puede estar sin ella ni un segundo. Aunque le dieran todas las riquezas y tesoros del mundo, no saciarían su gran necesidad y su anhelo; esto solo podría conseguirlo la mirada del amado. El amor por su amado ha invadido su voluntad y cada célula de su cuerpo. No puede mantenerla nada más que la mirada de su amado.

De sus labios tan solo salen alabanzas y el nombre del amado; lo repite sin cesar. Si el amado está lejos de ella, su malherido pecho y su corazón sollozan por la separación. No le pide al amado nada más que Él mismo, y anhela poder entregarse por completo a Su voluntad. En el ardor de su amor y su completa dedicación, la pobreza o la riqueza, el dolor o la alegría, la salud o la enfermedad y todo lo demás que pueda pasar son para ella dones del amado. Para quien ama no hay diferencia entre las penas y las alegrías. Gracias al amor, se eleva por encima de estas cosas y no se halla sometido a las limitaciones físicas.

En el amor no queda ningún deseo por cumplir, al igual que un fuego ardiente lo consume todo. Las personas mundanas exigen de Dios que se cumplan sus deseos; pero quienes aman solo desean de Dios a Dios mismo, desplegado en el fuego del amor. El gurú Ram Das dice:

«Si pusiéramos ante alguien que ama las delicias y los tesoros de los siete mundos y los siete mares y le preguntáramos si preferiría los tesoros o al amado, ni siquiera dedicaría una mirada a los tesoros. Pide a Dios tan solo el néctar de Su nombre».

4º Libro

Capítulo 1

EL SEÑOR

No podemos imaginar ni entender a Dios.

El ilimitado Todo de los universos y los mundos se extiende ante nosotros. No obstante, detrás se halla un poder indescriptible que dirige toda la «representación». Incluso quienes rechazan la religión como algo que no es real porque piensan que el ser humano no puede demostrar la esencia de Dios y su apariencia no pueden negar la existencia de este altísimo poder. El conocido filósofo Herbert Spencer llegó a la conclusión de que la verdad ni es conocida ni puede conocerse. Intentó justificarla con la razón y aportando pruebas. Pero la realidad supera las capacidades de la razón y los sentidos. La conclusión de que la realidad no podía abarcarse con la razón y los sentidos, por tanto, fue inevitable. Todos los fenómenos de este mundo pueden explicarse mediante la razón, pero cuando se busca acceso a las regiones espirituales, esta falla. El Señor está más allá del tiempo y la eternidad, es absoluto y noble. Toda la creación está a Sus órdenes, pero no es Él quien actúa. Está más allá

de la forma y la falta de ella. Es omnipresente y lo domina todo; Él es el creador, el inmutable, todopoderoso, eterno, el salvador de los pecadores, irreconocible, inalcanzable, sin principio y sin límites, y es pura consciencia. Es eterno, indiscutible, inagotable de sabiduría y néctar. No tiene cualidades, es benévolo con sus adoradores. Existe por sí mismo, es independiente de todo, es un océano de dulzura y pureza infinitas, omnipresente. Su forma es el Shabd, y su nombre lo domina todo.

El filósofo estadounidense Will Durrant escribe en su libro Las mansiones de la filosofía:

«El interior de la materia contiene algo inmaterial que le da forma y energía; tiene su propio impulso y su propia fuerza vital. Y esta fuerza vital oculta que, sin embargo, se manifiesta constantemente, es el origen de todo lo que conocemos».

¿Qué es este origen? Es el poder del Señor, que lo comprende todo y, como ya se

ha mencionado, supera el intelecto y la imaginación. Dios penetra en todo y está siempre con nosotros. Puesto que nos ocupamos constantemente de las cosas de este mundo, no podemos verlo. El Sol no tiene la culpa de que los murciélagos no puedan verlo; brilla para todos. Entonces, si el Señor es omnipresente, ¿por qué no lo vemos? Es porque aún no tenemos abiertos los ojos que pueden verlo, que no son los ojos físicos.

«¡Oh, Nanak! Los ojos que pueden verlo son otros».

Adi Granth

Solo podemos apreciar las cosas sutiles si nos hemos vuelto sutiles nosotros mismos. Dios es la máxima expresión de la sutilidad. Solo cuando nos hemos vuelto tan sutiles como Él podemos unirnos a Él. En principio, el órgano con el que vemos debe corresponderse con lo que debemos ver. Nuestros ojos no pueden ver ni una luz extremadamente clara ni demasiado débil, y también los oídos perciben tan solo los tonos que se hallan dentro de nuestro rango de audición. Para poder oír algo que está fuera de nuestro rango de audición debemos utilizar instrumentos especiales, es decir, con ayuda de estos instrumentos se intensifican estos tonos con el fin de hacerlos más accesibles para nuestros oídos. Con un catalejo podemos ver las cosas muy lejanas y con un microscopio, las más pequeñas, siempre que se trate de cosas materiales. Pero para poder ver las cosas astrales, debemos tener abierto nuestro ojo interior. Lo más sutil de todo es Dios. Para poder reconocerlo, debemos volvernos sutiles en la misma medida. No es posible describir al Altísimo Señor, al que no tiene nombre, es eterno, inmaculado y no tiene cualidades. Está más allá de nuestra capacidad de expresión espiritual y del habla; no nos resulta descriptible ni comprensible ni mediante la razón ni mediante la imaginación. Solo puede experimentarlo el alma que ha apaciguado la razón y los pensamientos.

Con toda su paciencia, al final el filósofo alemán Kant cedió y dejó de pensar en el más allá de la realidad tangible al ser humano. John Stuart Mill escribió en Tres ensayos sobre la religión: Acerca del «origen de todo ser» y lo que entendemos por la palabra «origen», la experiencia nos enseña que la fuerza que lo genera, que vive en todo y que penetra en todo es pura energía. Ambos sabios llegan a la conclu-

sión de que el origen de este universo es un poder que no pueden describir, y que este poder es eterno e inmortal.

En los upanishads, los videntes explican: «La realidad no puede describirse con nuestros conceptos ni con nuestra imaginación. Al igual que no se puede obtener aceite de la arena ni calmar la sed con vino, es igual de absurdo desear reconocer a Brahm (el Señor) mediante los conocimientos aprendidos». En los upanishads aparece un breve dicho: «Neti, Neti» («esto no, esto no»). Se repite cuatro veces y significa: lo que puede describirse no es ni Brahm ni Dios. O, en otras palabras: aquello que escapa de toda definición y forma es Brahm. Puesto que no tiene característica alguna y es indescriptible, nuestros ojos no lo perciben, y tampoco tienen acceso a Él la razón o el habla. El gurú Nanak también dice que no podemos concebirlo con nuestra capacidad de pensamiento: «Podemos esforzarnos por reflexionar todo lo que queramos, pero no podemos describirlo». Las siguientes citas se han tomado del Adi Granth:

«Tú penetras en todo. ¿Qué puedo decir? Oye a mi maestro, eres Tú el gran omnisciente».

«Eres Tú el Señor todopoderoso, el inapreciable e invisible. Y cuando te buscamos, te encontramos inexplicable. Estás más allá del más allá. Y tan solo Tú te conoces a ti mismo».

«Es el Señor de innumerables universos y el que recibe toda vida. Proporciona cuidados y apoyo a todos; pero el universo no reconoce sus buenas obras».

«Poderosa y noble es la morada del Señor, insondable e inimaginable. Nanak afirma: Es el nombre del Señor a través del cual se recibe la bendición de la gloria».

«Oh, Señor ilimitado, origen de todo comienzo, Tú eres nuestro altísimo Señor, Tú, el inmaculado. ¿Cómo puedo vivir en armonía contigo, oh, encarnación de la verdad?»

¿Dónde está Dios?

Los ignorantes creen que Dios vive por encima de las nubes o en las profundidades de los mares. Las almas honradas lo reconocen dentro de sus corazones, y los maestros plenos lo ven en todas partes, tanto por dentro como por fuera. Los santos dicen que Él penetra en todo el universo y que el universo está en Él. Esta fuerza penetra en todo y dirige con fuerza todo el Universo de Universos.

Quienes lo aman son muchos, pero el amado es solo uno. Las religiones y confesiones son diferentes, pero todas tienen el mismo objetivo.

En todos los textos religiosos se le describe como el «Señor de todo universo» y no

se asigna a una raza, religión o pueblo determinados. Y, además dicen lo siguiente: todo procede de Él. Él penetra en todo. No hay nada, lo notemos o no, que esté sin Su luz.

¿Adónde debo ir ante Tu espíritu y adónde huimos ante Tu presencia? Si pudiera yo subir al cielo, allí te encontraría; si bajara a lo más profundo de la tierra, también allí te encontraría. Si volara yo hacia el este, tu mano derecha me guiaría; si me quedara a vivir en el oeste, también allí me darías tu ayuda.

Salmo 139

Este universo es Su sustancia, y Él vive en él. Penetra en cada átomo del mismo

modo en que cada poro del cuerpo penetra en el alma y le da vida. Cuando el alma abandona el cuerpo, este se convierte en polvo. También este universo se perderá cuando Él retire Su poder de él. La esencia a partir de la cual está creada este universo, así como la energía vital que recibe, son fuerzas creadas por el Señor. Él es el creador, el que mantiene y destruye todo el universo.

Pero, ¿dónde está Dios, el Señor? Tras la creación de este mundo, no se separó de él. Es el Altísimo Ser. Su morada es la creación en la que penetra. Es inmortal y omnipresente. Por ello, no debemos buscarlo en la soledad, sino abrir el ojo interior, con el que puede percibirse.

Sin experiencia propia, es difícil entenderlo. Puede aprenderse algo, sin embargo, con un ejemplo: se le puede comparar con las ondas de un potente televisor, que penetran en todo y resuenan en todo. Quienes se han vuelto sensibles y viven en armonía con Él pueden oírlo y contemplar su excelencia.

Somos partes minúsculas del Señor. Nuestra relación con Él es como la de una parte con el Todo. El océano no puede distinguirse de sus olas, y el sol no puede distinguirse de sus rayos. El Señor no nos olvida ni por un instante. Vela siempre por nosotros, nunca estamos separados de Él. Está siempre con nosotros y penetra en todo nuestro ser.

¿Qué es Dios y qué relación tenemos con Él?

El Altísimo Padre es el creador de todo universo. Si deseamos crear algo en este

mundo, necesitamos material. Pero Él no necesita ninguna ayuda ni medios de ningún tipo para crear el universo. Es el Altísimo Ser y puede hacer cualquier cosa. Lo crea todo por su cuenta. Por ello, Él es el verdadero creador.

El Señor es consciencia sin límites. Encarna la verdadera razón y la más alta inteligencia. Es fuente de amor y compasión. Somos parte de Él, y Él es el Todo que lo comprende todo. El origen del que procede nuestra alma, esta fuente es Dios. Es el océano de la consciencia, y nosotros somos las gotas de este océano. Es el Sol de la consciencia absoluta, y nosotros somos sus rayos. Cada partícula forma parte del total. Nuestro verdadero ser es una parte del todo, al cual llamamos Dios.

«El Señor penetra en todo lo viviente, es el conocimiento oculto de todos los corazones. Quienes, a través de la PALABRA del gurú, lo ven en su interior, ven al Señor en todas las criaturas».

Adi Granth

Si nos volvemos como niños, el Señor nos protegerá. Pero, si crecemos hasta

convertirnos en personas razonables y empezamos a querer justificarlo todo, sacar conclusiones y especular, nos volvemos insatisfechos. Si nos dedicamos a Él y nos mantenemos firmes en Él, vivimos en el mundo pero no podemos volver a desprendernos de Él (como un niño con su madre), entonces seremos felices. Debemos pedirle, comer, beber y gritar: «Oh, madre, soy tuyo, ya sea obediente o no, estoy en Tu regazo. ¿Adónde podría ir si te perdiera?» No obstante, debemos decirlo con amor, honradez y candor, y sin calcular nada. A los buenos hijos se les perdona su obstinación. También el Señor aprecia el amor, el candor y la confianza.

«Los cándidos reconocerán al Señor».

Por tanto, seguid siendo los hijos de Dios. No abandonéis vuestra preciada

sucesión. Reconoced que el Señor vive en vosotros y lo ve todo. Pensad que Él vive. Llenaos de dedicación. Algunas cualidades son propias de Él; de lo contrario, se desprende de ellas y se sitúa plenamente por encima. Él, que toma forma, es también el único sin forma.

Las fuerzas que están en el alma también están en el Señor. El alma es consciencia, y el señor es consciencia sin límites. El alma puede pensar, y el señor tiene una capacidad de pensamiento inabarcable. El alma tiene visión y conocimientos, y el Señor tiene conocimiento de todo, y una altísima sabiduría. El alma está llena de amor, y el Señor es el origen de todo el amor. Nosotros estamos hechos a Su imagen y semejanza. Cada una de las partes se une al todo, y también nosotros a Él.

Él determina y guía los destinos de las regiones puramente espirituales y también aquellos de los universos y mundos inferiores de acuerdo a Su voluntad. ¿Es para Él una carga este trabajo tan grande que para nosotros sería inimaginable y confuso? ¿Tiene que ocuparse siempre de hacerlo? ¡No! Mientras que Él lo proporciona todo, permanece tan fresco como una rosa, y a pesar de todas las dificultades, sigue estando libre y sin cadenas. No tiene preocupaciones, es independiente y está relajado. Él creó el universo y se encarga de que se mantenga correctamente, pero esto no le causa fatiga y siempre está feliz.

El décimo gurú sij escribió una extraordinaria oda al Señor omnipresente:

Dios está en el agua, Dios está en la tierra. Dios está en el corazón, Dios está en el bosque. Dios está en las montañas, Dios está en las cuevas,

Dios está en la Tierra, Dios está en el cielo. Dios está aquí, Dios está allí. Dios está en el espacio, Dios está en el tiempo. Dios es invisible, Dios no tiene fe. Dios está sin pecado, Dios está sin odio. Dios es inmortal, Dios no tiene refugio. Dios es impenetrable, Dios es indisoluble. Dios está más allá de la magia y el encantamiento; Dios tiene Su propia luz; ningún conjuro lo toca. Dios no tiene rango, Dios no tiene árbol genealógico. Dios no tiene amigos, Dios no tiene madre. Dios no conoce las torturas del cuerpo o el alma. Dios no tiene dudas, Dios no tiene karma. Dios es invencible, Dios no tiene miedo. Dios es indestructible, Dios es indisoluble. Dios no puede ser condenado, Dios es radiante. Dios es sobresaliente, Dios es insondable. Dios e inexpugnable, Dios es eterno. Repite el nombre de Dios; tómalo en tu corazón, haz penitencia y repite Su nombre. Oh Dios, que estás en la tierra y que estás en el cielo. Estás en el río, estás en el mar. Estás en el árbol, estás en sus hojas. Estás en la Tierra, estás en el firmamento. Repetimos siempre Tu nombre. Tu nombre está profundamente anclado en el corazón del ser humano. Eres espacio, eres tiempo. Eres habitante, eras la casa. No has nacido, no tienes miedo. Eres inexplicable, eres indestructible. Eres abstinencia, eres el apoyo. Eres liberador, eres consejero. Solo Tú eres, solo Tú eres.

SAT NAAM - El verdadero nombre de Dios

Los estudios de la prehistoria y los antiguos escritos religiosos demuestran que las

gentes de la antigüedad adoraban a las fuerzas de la naturaleza, como el Sol y la Luna, para reforzar su confianza en Dios. También les daban diferentes nombres, lo que llevó a que la humanidad quedara atrapada en todos estos nombres como si de una tela de araña se tratase.

En el Jap Ji Sahib, el gurú Gobind Singh dice que Dios tiene mil nombres. No obstante, destaca que es imprescindible entender el verdadero sentido de estos nombres, y explica también que debemos elevarnos por encima de ellos y reconocer el objetivo de todos los nombres: el «Nombrado».

El Sat Naam (el verdadero nombre de Dios) es la verdad eterna de los tres límites temporales (el pasado, el presente y el futuro). Se mantiene siempre y es inamovible. El Sat Naam es el verdadero nombre de Dios. El quinto gurú sij afirma:

«La boca pronuncia tus diferentes nombres – Sat Naam es Tu nombre original y primitivo».

Todos los demás nombres son definiciones de una cualidad o virtud determinada. Se le llama, por ejemplo, el Creador (porque crea) o el Señor misericordioso, porque es misericordioso.

Es dificilísimo describir el Sat. A menudo se traduce como «verdad». Pero es diferente de lo verdadero y lo falso. Lo verdadero y lo falso son dos conceptos opuestos, y uno refuerza el significado del otro. Los gurús, sin embargo, definen el Sat como algo independiente que brilla con luz propia, es autónomo y no es verdadero ni falso, pero que es ambas cosas a la vez a través del Sat. En el Adi Granth se cita:

«Él es verdadero, nadie está separado del Sat Purush».

Se puede reconocer el Sat cuando se aplacan la razón y los sentidos, y quien

reconoce el Sat, reconoce al Creador.

«Para quienes lo conocen, es todo verdad. Oh, Nanak, solo Él es verdadero». «Quienes en su corazón creen que Dios es la verdad, conocen la esencia del Creador, el origen de todas las causas».

Adi Granth

Según el diccionario, la palabra «Naam» procede de una palabra del sánscrito con

el significado de «conocido, determinante, decisivo». El nombre es aquello con lo que definimos a una persona o una cosa para distinguirla de otra. Pero con «Naam», los maestros definen la fuerza que penetra en todo, que reina sobre todos los universos y regiones. Es la fuente de todo conocimiento y de toda contemplación; lo domina todo. El gurú Arjan alaba el Naam en el Adi Granth de la siguiente manera:

«El Naam sostiene todo el conocimiento y toda la contemplación. El Naam recibe todos los cielos y submundos. El Naam penetra en todos los mundos».

El Señor se nos presenta como Naam o corriente sonora. El Sat es una onda de

esta existencia eterna; el alma se une a él y es feliz. Tan solo hay un Dios. Sin embargo, si se manifiesta, lo reconocemos como Sat Naam (Verdadero Nombre). El alma lo experimenta al unirse a Su existencia definitiva e indivisible. Esto no son tan solo palabras, y tampoco mera fantasía. Es la experiencia de santos y profetas, y es lo que confiesan. De ello no hay duda.

El conocimiento de Dios

Nuestros ojos físicos no pueden verlo. Pero los ojos con los que es posible verlo

deben abrirse o despertarse primero. Al Señor se le mira con el ojo interior, y se le escucha con el oído interior.

¿Cómo podemos reconocerlo a Él, el único, el que penetra en todo? Según los

escritos de los sijs, solo es capaz aquel al que Él dona su gracia. Es el maestro el que hace que se desarrolle la visión interior, a través de la cual se ve al Señor con su brillo en todas partes y nos despojamos de toda duda.

«Tan solo hay un Dios. Pero se manifiesta en diferentes formas. Penetra en cada corazón. Oh, Ravi Das, Él está cerca. Se le puede reconocer cuando Él así lo desea».

Ravi Das

A menudo nos preguntamos por qué debemos esforzarnos por reconocer a Dios, por qué es algo tan difícil de lograr. La respuesta puede ser que alguien que está hambriento puede vivir sin comer lo mismo que nosotros podemos vivir sin Dios. San Agustín decía:

«Oh, Dios, nos creaste para ti, y el corazón del ser humano no halla sosiego hasta que descansa en ti».

Como ya hemos dicho, solo pueden transmitirnos los verdaderos conocimientos

sobre Dios aquellos que lo han percibido en las regiones trascendentales, pues su conocimiento no es mera imaginación, y tampoco lo han tomado de oídas o de los textos religiosos, sino que lo han visto con sus propios ojos. Lo han reconocido expandiendo su consciencia y mediante la iluminación, y ayudan a otros a hacerlo. También hoy pueden ayudar a quienes buscan a Dios a reconocer a Dios.

No está lejos de nosotros; se encuentra profundamente anclado en nuestros corazones. Tampoco está separado de nosotros, pues se nota Su presencia allá donde miramos. Tan solo en raras ocasiones una persona entregada consigue alcanzar este estadio durante su vida y, de este modo, regocijarse en la felicidad eterna.

«Está en tu cuerpo, da igual que lo encuentres o no. Quienes están entregados a Dios lo buscan en el interior, y al encontrarse con Él obtienen una paz eterna y se unen a Él».

Adi Granth

El amor de Dios

Sabemos que nuestra predilección por el mundo, por las personas mundanas y por los objetos de este mundo es la causa de muchos males, pues todo ello es pasajero y nos deja tarde o temprano. A nuestra muerte, lo dejaremos todo atrás. Por ello, debemos dirigir nuestro amor a un ser que esté más allá de la muerte y que nunca se separe de nosotros, para no tener que sufrir nunca el dolor de la separación.

Este ser es Dios o Su manifestación, el maestro, cuya alma se halla totalmente unida con Dios y posee la vida eterna. Solo Dios - tomando la forma de Sus santos -

merece nuestro amor. Dios está en cada uno de nosotros y, al contrario que las cosas mundanas, no se puede separar de nosotros. Amarle nunca nos causará dolor. Solo Dios o Sus santos pueden permanecer ininterrumpidamente unidos al amor. Si deseas amar y ser amado siempre, debes regalar tu amor tan solo a Dios en su manifestación en la Tierra, el Sat Guru.

La mayor y más alta bendición que puede concedérsele a un ser humano es el amor de Dios, pero solo recibirán este gran regalo aquellos a quienes Él conceda Su gracia.

En general, las personas adoran a Dios con segundas intenciones: le piden bendiciones terrenales, como que sus hijos estén sanos, y también le piden la paz en el cielo. Bien piensan en el mundo o bien en los placeres del cielo. Solo unos pocos adoran a Dios en sí mismo. Debemos esforzarnos por pensar en Dios solo por puro amor. No debemos manchar nuestro corazón con deseos terrenales y tampoco pedirle nada más que amor por Él.

¿Cómo pueden saber algo del amor de Dios las personas que se hallan poseídas por los vínculos mundanos? Siempre que no estén libres de sus vínculos, no podrán deleitarse en el amor de Dios.

Quienes piden algo terrenal a Dios ven sus deseos concedidos. Pero Dios no se encontrará con ellos. Él conoce todos nuestros pensamientos, así que, ¿cómo podríamos engañarle? Él conoce incluso nuestros deseos más ocultos. En ciertos lugares, las personas se hallan llenas de amor por las cosas materiales. En otros, a su vez, adoran fines abstractos de nivel supraterrenal. De vez en cuando nos encontramos, sin embargo, a personas que ejercen correctamente su amor por el Señor. El amor por las cosas materiales es transitorio y pasajero. El amor por un objetivo celestial es mejor. No obstante, la forma más noble y pura del amor es el amor a Dios.

Es muy difícil describir el verdadero amor por Dios. Algunos afirman que es imposible amar a Dios, que significa tan solo seguir sus órdenes. Estos no conocen la Máxima Verdad.

Otros afirman que se debe amar la creación de Dios para poder amar a Dios. Al principio se presenta como algo revelador, pero si profundizamos un poco más, descubrimos que no es del todo correcto, pues el amor puro está libre de toda vinculación con el mundo de la materia y la ilusión. Tan solo lo encontramos en las regiones más allá de la razón y del Maya (materia e ilusión).

Quienes desean convertirse en uno solo con el Padre todopoderoso, en primer lugar deben lavarse de las miserias de sus pensamientos con el agua del amor. Solo cuando el velo del yo se ha apartado de nuestros ojos podemos mirar al Señor. Y este velo solo se quita dejándolo todo atrás, a excepción del pensamiento en nuestro amado Señor. Ningún pensamiento debe interponerse entre el entregado y el destinatario de su dedicación.

Esto significa que el amor es ciego y loco, pues quien ama no escucha a nadie. No obstante, quienes aman a Dios no están ciegos: tienen ojos que ven la verdad. Solo ven al único al que quieren ver. Solo reconocen a este Único, solo creen en Él. No están locos de ningún modo. Regalan su corazón tan solo a uno y están libres de la dualidad. «El amor es la ley de Dios, que vence allá donde fallan los pensamientos».

Dios es amor. Al igual que no es posible alabarlo debidamente, tampoco es posible definir el amor. Quienes beben del cáliz del amor a fondo se imbuyen de él, y lo alaban a Él en su éxtasis. Son ejemplos de ello las siguientes citas:

«El amor es Dios. Es la religión y la fe del ser humano».

«El amor es una peregrinación. Es una fuerza magnética que atrae a los corazones y todo lo bueno y bello que hay en ellos».

«Un corazón lleno de amor está satisfecho y es dulce».

«El amor consuela y da fuerza a los corazones. Es la esperanza, las ganas de unirse y una ola de emoción del corazón».

«El amor no tiene miedo, tampoco puede expirar. Primero tendría que morir Dios con su divinidad».

«Es un poder. Cuando amamos, aprendemos a ser valientes y a no tener miedo».

«Es el escudo que repele todas las armas. Es la verdad y la realidad. Es la confianza y la víctima».

«Es una flor divina que da su aroma a todo el universo. Es una flor aromática que embellece la vida humana».

«Es una luz que da claridad a todo el universo».

«Es una emoción profunda y oculta llena de dulzura en la que nos olvidamos por completo de nosotros mismos».

«Es un regalo celestial y la alimentación del alma».

«Es una unión eterna. Tanto el que ama como el amado son permanentes. Es un estado indescriptible de su corazón».

«La llave del Reino de los Cielos es el amor, y no la razón».

«El camino más directo hacia Dios es a través de la puerta del amor; el camino de la ciencia solo te lleva a Él muy lentamente».

«El amor no nos vuelve ciegos. Aumenta la visión interior».

«El amor va hacia Dios de forma imprevisible, la razón y la sabiduría deben haberse quedado atrás mucho antes».

«El amor es impertérrito, permanente e infinito. Finalmente, se rompen todos los vínculos con el mundo, pero no se puede destruir nunca el vínculo del amor. Es más fuerte que unas cadenas de acero, y no se destruye ni siquiera con la muerte, pues forma parte del alma».

«Si en tu corazón guardas amor por el maestro, también Dios te amará conscientemente, pues el maestro es la manifestación de Dios en la Tierra».

«El amor a Dios que se manifiesta en ti es la fuerza eterna de Dios, Su fuego y Su espíritu santo».

«El amor es lo más rápido que hay: puede estar en el más alto de los cielos por sí solo en un instante».

«El amor es el peso. Es verdad que amamos a Dios, por lo que este amor nos llevará siempre a Dios».

Capítulo 2

LA CORRIENTE SONORA O «SHABD» La palabra «Shabd» procede del sánscrito. Su origen es desconocido. Significa sonido, letra, voz, nombre, consciencia, palabra, claridad, explicación, expresión, lenguaje, etc. Algo que puede pronunciarse o guardar secretos: a esto se le llama Shabd. Los gurús y los más altos maestros, sin embargo, han dado a la palabra un sentido más profundo y difícil de entender.

Antes de la creación, el Shabd no se manifestaba ni tenía nombre. Existía por sí mismo. En este estadio, se lo definía como indescriptible, sin nombre, invisible, insondable e impronunciable. Cuando se manifestó, empezó a conocerse como Naam o Shabd.

«Cuando el Shabd aún no se había manifestado, no tenía nombre - cuando se manifestó, se convirtió en el NOMBRE».

Sar Bachan

Antes de hacerse visible no existían ni el Sol, ni la Luna ni el cielo. El Shabd no

tenía forma. Sin embargo, es una consciencia que domina sobre todo. Sin el Shabd no puede manifestarse nada. El Shabd es la vida, la esencia, el origen y la razón de ser de todo lo creado. Para manifestarse no depende de nada, pero todo lo visible y lo invisible se obtiene de él. El Shabd, la corriente sonora, la PALABRA o el Espíritu Santo es un tema al que no

se puede hacer frente con palabras. Para que pueda entenderse, solo hay que decir que es la quintaesencia del Señor y que comprende millones de universos y regiones. Es la corriente del alma de la consciencia, la melodía celestial. Esta corriente vital procede de Dios y penetra en todo. El Señor crea y domina todo el universo a través de esta potente corriente de fuerza. Da vida a toda la creación, y puede llevar de nuevo a todo ser viviente a su hogar original: Dios. Las corrientes del Señor penetran en todo, como las ondas de radio. Su música divina lo llena todo. Pero solo podemos escuchar esta corriente cuando estamos orientados de forma precisa a ella. Si nos hemos vuelto lo suficientemente sutiles, percibiremos la melodía con claridad. El Shabd es la cinta que lo une todo y a todos con Dios.

La corriente sonora es la base de todas las religiones verdaderas, pues «religión» significa «lo que nos une con el Altísimo». Todas las fuerzas de la naturaleza proceden de la corriente sonora. La fuerza que da vida también es una de sus apariencias, aunque actúe en las áreas del Maya. Como la electricidad, el Shabd penetra en todo, ya sea visible o invisible. El Shabd es todopoderoso, y es el creador de todas las cosas.

La corriente sonora es el creador

Los textos de todas las religiones reconocen en Shabd como creador del universo.

Según los vedas, la fuerza del Kalma creó catorce regiones. En el Evangelio de San Juan se afirma que el mundo fue creado a través de la PALABRA o «logos»: «En el principio existía la PALABRA [...], y la PALABRA era Dios. Del mismo modo, al principio estaba junto a Dios...». Los escritos de los sijs declaran que toda la creación deriva del Shabd y que este es el creador de todo el universo. El cielo y la Tierra

fueron creados por el Shabd, y este penetra en ellos y domina la totalidad del universo.

«La PALABRA es la vida del cielo y la Tierra, de su brillo nace todo, y toda la creación resuena de ella. Oh, Nanak, en todas las almas deslumbra esta fuerza celestial».

Adi Granth

La corriente sonora es la forma y la esencia del Altísimo. Él crea y domina todo el

universo. El Shabd es la semilla de toda la creación, y esta semilla comprende todo aquello que tiene el árbol que crecerá de ella. La eternidad lo comprende todo. Lo que se manifiesta en el espacio y en el tiempo penetra en él. El Shabd es el origen de todas las cosas.

El efecto es una representación de la causa: el Shabd es la causa, y toda la creación es su efecto. Lo que no forma parte de la causa no puede volver a encontrarse en el efecto. Si un rayo de sol cae sobre un espejo limpio, se puede ver todo el sol en él. Cuando nuestros pensamientos son completamente puros y no tienen ni el más mínimo rastro de egoísmo, el Señor se refleja en ellos. Los rayos de sol proceden del Sol y no son distintos de él. La causa está siempre contenida en su efecto. Visto así, las cualidades del Señor no son distintas de las del alma.

La corriente sonora penetra en todo. Está incluso en las piedras y en la madera, puesto que estas están compuestas de átomos con movimiento propio. A través de este movimiento se altera todo lo que está ininterrumpido. El movimiento es la causa de los cambios. En realidad, todo está sujeto a cambios constantes. Nuestro mundo cambia a cada hora, cada minuto y cada segundo.

Seamos conscientes o no de ello, incluso una piedra cambia constantemente, pues el movimiento está en ella. Un sonido es el acompañamiento irremediable del movimiento; por ello, ni siquiera una piedra carece de sonido. Todo lo visible y lo invisible está en movimiento. Por ello, la corriente está en todo, pues es el alimento de todo. Ya esté lleno o vacío, todo está pleno de su melodía divina. Penetra en todo. Da y recibe la vida. Esta corriente de consciencia es muy delicada y fina, y para poder oírla, debemos ser sensibles a estos tonos tan finos.

Las ondas de este océano del Shabd se elevan en cada uno de nosotros. Quienes beban de su agua ya no tendrán hambre ni sed, sino la vida eterna. Fue esta agua de la vida la que Jesucristo ofreció a la mujer de Sicar en el pozo, para que pudiera saciar su sed para siempre. El Shabd también se describe como el pan de la vida; cuando comemos de él, saciamos nuestra hambre para siempre. El Shabd es el remedio que nos libera de todo mal.

La corriente procede del lugar que debe alcanzar el alma. Sin ella, el alma vaga por la oscuridad. En los escritos, también se llama al Shabd VERDAD, NOMBRE o NAAM, AMBROSÍA DIVINA y NÉCTAR. Los gurús sijs la describen también como Verdad, pues es eterna.

«Era verdadera desde el principio de los tiempos, y se ha mantenido así a lo largo de las épocas. Es verdadera en el presente y lo será también en el futuro, oh, Nanak».

La verdad se revela a aquellos que encuentran a un verdadero maestro y siguen sus instrucciones. Solo mediante su gracia puede vivir en nosotros. Así lo dice el Adi Granth:

«Sin el maestro, todo permanece oscuro; pero sin la PALABRA, no podemos reconocerlo. La PALABRA del maestro ilumina el camino, y caminamos hacia la verdad. A través de la PALABRA del maestro se expulsa todo egoísmo. Y la verdad vive en el corazón. El Señor es misericordioso, Él mismo hace que lo reconozcamos. A través de la PALABRA del gurú, Él entra en nuestro corazón, y nosotros nos unimos con la verdad. Quienes sirven al verdadero Señor participarán de la gloria de la verdad por la gracia del maestro. Para aquellos que aman la verdad, solo la PALABRA y la melodía tienen significado. En su corazón vive el nombre de Dios. Renuncian a la ira y al egoísmo. En ellos se encuentra el tesoro del nombre. Se le reconoce a través del nombre. Adoran el nombre y se sumergen en Él, que es la verdad eterna. La verdad es interior y también está por fuera; es eterna. La verdad suena en las cuatro edades. No dice nada más que la verdad. Quienes adoran a Dios vuelven a su origen. La verdad es omnipresente».

¿Qué es la PALABRA o Naam? Es fácil hablar del Naam, pero solo pueden

transmitir su verdadero significado aquellos que lo han experimentado. Entre el nombre y lo que se nombra no hay diferencias. Quienes reciben el nombre también reconocerán al nombrado. Quienes no están bendecidos por él, están a millones de millas de Él.

El Naam lo es todo en todo. Todo procede de él. Quienes no conocen el Naam y tampoco lo han experimentado no saben nada. Vienen con las manos vacías al mundo y vuelven a irse de él con las manos vacías, como un tahúr que ha perdido sus posesiones en el juego.

En el Adi Granth también se conoce el Shabd como Néctar - el Néctar que concede la inmortalidad. Esto solo es posible a través del Shabd. El Shabd del gurú es este néctar, y cuando lo bebemos nos liberamos de todo anhelo y nos unimos al Verdadero Señor. En el Adi Granth se cita:

«La PALABRA del gurú es el néctar; quienes beben de él sacian su sed. El espíritu adquiere el color de la verdad y penetra en ella».

«He dejado de buscarlo fuera, pues el gurú me lo ha revelado en mi interior. La música eterna suena en la Décima Puerta. En ella se me proporcionó el néctar del Naam».

Kabir afirma:

«Vayamos a Sukhman, el país del silencio, que no está movido por las pasiones; quedémonos en él y disfrutemos de la bebida que tan pocas veces se concede, llena de la dulzura del conocimiento y aderezada con la flor de la meditación, preparada con fe con el agua de la dedicación».

Luz y sonido

La luz y el sonido sirven para indicarnos el camino en el mundo. Si los seguimos, realizaremos avances en el camino de la espiritualidad. Ambos llevan al éxito. Se trata de escuchar el sonido interior y ver la luz interior. Ambos tienen su significado. La luz está en nosotros, y lleva en sí el sonido. Cuando vemos la luz y oímos el sonido, se genera en nosotros la verdadera dedicación:

«Cuando el espíritu percibió el Shabd, se volvió libre y relajado. Apareció una luz en el interior y el sonido celestial procedió de él. A través de él pasé a adorar al verdadero Señor».

El sonido y la luz son en realidad uno solo, y son lo mismo. Hasta un cierto grado,

las vibraciones generan sonido, pero si se eleva mucho su frecuencia, se convierten en luz. El sonido espiritual es la verdadera fuerza vital en la que se basa todo, que domina todo el universo. De él procede la luz que brilla en nuestra casa oscura, nuestro cuerpo. No obstante, esta luz permanece oculta a los ojos físicos. Está en cada uno de nosotros. También Jesucristo menciona que brilla en todos nosotros. Da igual que seamos hindúes, musulmanes o cristianos.

«En ella estaba la vida, y la vida era la luz del hombre. Y la luz brilla en la oscuridad: era la verdadera luz que brilla en cada persona que viene al mundo».

También San Agustín describió la luz que vio en su interior:

«Así, guiado por ti, llegué a lo más profundo de mi interior; lo conseguí porque Tú me ayudaste. Entré y miré con los ojos de mi alma - pues así fue - hacia muy alto, y vi la luz inmutable sobre mi espíritu. No era la luz habitual visible a todos los mortales, pues era más clara que esta, y su brillo, mucho más grande y elevado, lo llenaba todo. Esta luz, en realidad, era distinta, no comparable a todas las demás. Quienes conocen la verdad saben lo que significa la luz, y quienes lo saben, conocen la eternidad».

Todas las almas espiritualmente elevadas de Oriente y de Occidente que se han

dirigido hacia su interior y han tenido acceso a los reinos interiores han mencionado el sonido y la luz. El alma está atrapada en la cárcel del cuerpo y el espíritu. Tanto la

luz como el sonido están dentro de nosotros. Están relacionados con las dos capacidades del alma: el oído (Surat) y la vista (Nirat). Al elevarnos a las regiones espirituales nos guía el Nirat, seguido del Surat.

Si se han completado el Surat y el Nirat, el alma se libera de las cadenas del cuerpo y asciende a las regiones más elevadas. Con ello, se libera de la rueda de las reencarnaciones. A ello se hace referencia en el Sar Bachan:

«Seguiré la guía de Nirat y llegaré al Sat Lok».

Al principio, tan solo puede oírse el sonido; la luz aparece después. También al

practicar, al principio dependemos del sonido, a pesar de comenzar con el Simran y el Dhyan. Estos crean las condiciones para poder apreciar la corriente sonora. El Simran y el Dhyan tienen sus propias funciones, pero tan solo indican el camino y preparan para el Shabd, al que llega todo. Si deseamos escuchar la corriente sonora, el Simran es la clave para ello. El buscador alcanza mediante sus ejercicios regiones en las que está rodeado de una luz brillante. Para ir más allá a través del brillo de esta luz, sirve de guía el sonido. En algunas regiones reina una absoluta oscuridad, como en el Mahasunn (el gran vacío). Aquí, tan solo el sonido nos indica el camino o nos guía. Así como el ladrido de un perro puede conducir de vuelta a casa a alguien que camina confundido en la oscuridad de un bosque solitario, también el sonido ayuda al buscador ciego a recorrer el camino interior cuando está en una situación similar. En él, el camino de la corriente sonora está por encima de otras direcciones.

El Shabd y el sonido son en realidad uno solo, y son lo mismo. En las regiones más bajas de la creación, donde predominan la parte del propio espíritu y el Maya y el Shabd crean regiones de materia fina y gruesa, su melodía o su principio sonoro cambia. Puesto que en la creación hay cinco regiones principales, suena como si tuviéramos que ocuparnos de cinco Shabds diferentes. Hasta el Trikuti hay dos Shabds, otros dos del Trikuti al Satlok, y el quinto está en el Satlok. Allí se completan los cinco sonidos. Practicando la escucha interior según las instrucciones de un adepto, el alma se une a los cinco sonidos y se convierte en una sola con Dios, su origen.

«El mayor de los bienes se recibe por la gracia del maestro cuando el Misericordioso hace que suenen las cinco melodías».

Adi Granth

La corriente sonora que puede escucharse en todas las regiones se hace inteligible

cuando nos inicia el maestro. Cuando el aprendiz adquiere práctica y asciende a las regiones más elevadas, lo percibe todo con su ojo interior. Cuando una persona puede oír las cinco melodías, se debe tan solo a una entrega especialmente feliz, y esta persona se halla verdaderamente bendecida.

«En cada casa feliz suenan las cinco melodías una vez que Dios manifiesta Su poder».

Adi Granth

Estas melodías no son fruto de la imaginación. Todos los que han seguido el camino de la corriente sonora la describen en todas las épocas del mismo modo. Incluso hoy en día, la oyen los niños que no saben nada y los buscadores que se mantienen en

compañía de los santos, y dan testimonio de ello por su propia experiencia. También los upanishads mencionan los sonidos del Shabd:

«Cuando se empieza con la práctica pueden apreciarse sonidos fuertes. Su intensidad aumenta y se vuelven más sutiles. Al principio son como el murmullo del mar, el trueno, el sonido del tambor, el fluir de un arroyo, la campana o la caracola».

En el libro Bhakti-Sagar, el santo Charandas cita diez sonidos diferentes: el canto de los gorriones, el chirrido de los grillos, el sonido claro de las campanillas, el repicar de las grandes campanas, el murmullo de las caracolas, el sonido de las gaitas, los címbalos, las flautas de caña, los tambores pequeños, las flautas y el rugido de los leones.

En el Hatha Yoga Pradipika también se describen diez sonidos similares: el zumbido de las abejas, los cascabeles, las caracolas, los címbalos, la flauta, el timbal, el tambor pequeño, la flauta de caña y el bramido del león.

En la página 98 del Sar Bachan encontramos también los diez sonidos que se aprecian en el Sahansdal Kanwal:

«Resuenan las caracolas y las campanas, la música celestial del vina y la flauta de caña. Después, el sonido de los címbalos, los tambores y el kingri, el tambor y la pandereta. El néctar fluye como mil aguaceros; el cielo gira como una rueda».

Madame Blavatsky, fundadora de la Sociedad Teosófica, escribe en su libro La

voz del silencio:

«El primero (de los sonidos) es como el canto de amor del ruiseñor, que canta una canción de despedida a su compañero. El segundo se percibe como el sonido de los címbalos plateados del Dhyani, que despierta las estrellas chispeantes. El siguiente es como el lamento del mar atrapado en una caracola. Después se oye el vina, y el quinto sonido penetra en los oídos como la flauta de bambú. Este pasa a un toque de trompeta. El último sonido se balancea como el ruido sordo de las nubes de tormenta por el cielo».

Amir Khusro describe estos sonidos de la siguiente manera:

«El primero es como el zumbido de las abejas, el segundo como el repicar de las campanas. El tercero es el murmullo de la caracola. El cuarto es el repicar de una gran campana. El quinto es el sonido de la campana en alto. El sexto es el sonido de la flauta. El séptimo es el tono del timbal. El octavo, el del tambor pequeño. El noveno, el sonido del clarinete. El décimo es como el rugido de un león».

La música interminable tiene diez formas:

«Los yogis se sumergen en ella, y el Espíritu y los sentidos se desvanecen. Cuando suena la música eterna, los ladrones abandonan el cuerpo. La piedad del maestro se basa en ella. Khusro ha entrado en la música celestial».

Los sonidos mencionados hacen referencia a los estadios iniciales. El verdadero

sonido es igual a la campana y la caracola. Pertenecen a las regiones más elevadas.

«Nadie sabe dónde vive el amado, pero de esa región procede el sonido de la campana».

«Oh, escucha a los cantores en el jardín. Cuán armonioso es cuando tocan el arpa, el laúd, la guitarra, el silbato, la flauta y la flauta de caña».

Hafiz

Es sabido que los hindúes tocan las campanas en sus templos. Lo mismo pasa en

las iglesias cristianas. En los gurdwaras de los sijs, se utilizan caracolas, conchas y campanas, y se tocan los tambores. Si investigamos, podemos saber que estos instrumentos imitan la música interior. Si nos ocupamos de ello con más detalle, descubrimos que en los templos hindúes hay una campana colgada en el centro de la cúpula. Quienes entran en el templo, tocan la campana. En la cabeza humana, que también se asemeja a una cúpula, el entregado aprecia el Shabd en el lugar del alma. Esto también lo demuestran las iglesias cristianas, en las que las campanas repican en los altos campanarios. El origen se remonta a la forma de la nariz humana, pues cuando el alma se concentra entre las cejas, a la altura de la raíz nasal, se oye el sonido de las campanas.

También en los templos budistas hay campanas. De hecho, el sonido de las campanas se menciona en los escritos de todas las religiones. Cuando nos dirigimos hacia el interior, hacia el templo de Dios vivo, apreciamos un sonido que se asemeja al repicar de una campana. Del mismo modo, también se oyen otros sonidos diferentes en las regiones interiores. De estos, son cinco los sonidos principales que se hallan relacionados de forma alternativa.

Cuando un adepto nos ha iniciado en la técnica de la corriente sonora y realizamos los ejercicios espirituales, podemos llegar a la región de la que procede la melodía de los cinco sonidos. Esta es la morada del Señor Altísimo. Los sonidos musicales son, por así decirlo, hitos en el camino hacia el reino del Señor en los cuales se reconoce cuán lejos hemos llegado.

En los encuentros religiosos, a menudo se utilizan instrumentos musicales. En todas las religiones tienen un papel importante. Los yogis y los musulmanes los utilizan. Y también los hindúes, los sijs y los cristianos emplean mucho la música. Cuando los sadhus se reúnen, tocan música. Las personas cantan alabanzas con un acompañamiento instrumental y quedan atrapadas por los hermosos sonidos y las armonías. La voluntad queda extasiada por los sonidos externos, pero no por ello se alcanza una consciencia más elevada. Los santos rechazan esta forma de servicio religioso. Indican que la música no lleva a la contemplación. Con ella no se conoce

la verdad. Tampoco elimina en lo más mínimo el egoísmo, y no proporciona una paz verdadera y duradera.

El tiempo que se malgasta dando forma a melodías y ritmos se emplearía mucho mejor meditando de acuerdo con las instrucciones del maestro.

La música exterior puede contribuir a acumular la atención dispersa, pero lleva los sentimientos a un callejón sin salida. La música exterior es una trampa en la que nos olvidamos de nosotros mismos y olvidamos al Señor. El célebre compositor Beethoven dijo: «La música es la mediadora entre el mundo espiritual y el de los sentidos». A través de la música, el sonido exterior, viajamos a un mundo de fantasía que nos presenta el músico o el cantante. La vinculación interior al mundo material no se disuelve, y los deseos no se ven satisfechos. El Gurbani destaca con claridad este punto: incluso si la música nos seduce y nos atrae y todo el mundo disfruta de ella cuando es buena, seguimos estando en la región de los tres Gunas, y desperdiciamos nuestra vida. Sin la verdadera música interior que penetra en todo, seguimos estando vendidos a la desdicha y las ilusiones.

Por el contrario, la música divina rompe nuestras cadenas mundanas y nos hace verdaderamente puros. Entonces, flotamos como una flor de loto sobre los mundos del Maya y volamos como un pato que se eleva del agua con las alas secas; el cuerpo humano es el templo de Dios. El Shabd está en él y puede sentirse con facilidad. Es un derecho de nacimiento de todas las personas. Ya seamos pobres o ricos, cultos o analfabetos, ya pertenezcamos a un país o a una religión determinados, si nos inicia un verdadero maestro, todos podemos experimentar el Shabd por nosotros mismos. Cuando nos convertimos en aprendices, es fácil escuchar la corriente sonora, y este ejercicio da pronto sus frutos.

«El templo de Dios es también la tienda de Dios, y en ella brilla la PALABRA. En ella se ofrece la PALABRA de Dios, y a través del gurú, la adquirimos».

Adi Granth

Los seres humanos con riquezas mundanas son ciegos y sordos, permanecen en la oscuridad y atrapados por las dudas, pues no oyen el Shabd. Los favoritos de Mammón son ciegos y sordos, nunca podrán estar en conjunción con la armonía celestial».

Adi Granth

«El alma está ciega sin el Shabd. ¿Adónde podría ir? No encuentra la puerta hacia el nombre de Dios y vaga sin rumbo y sin encontrar la paz».

Kabir

Todos los santos afirman que el Shabd que se percibe en el interior es el medio para liberarnos de este mundo. Solo se obtiene cuando nos instruye un santo, un adepto. Entonces, desviamos la atención de las nueve puertas del cuerpo y la acumulamos en un punto detrás de los ojos. El Shabd conduce al alma de vuelta a su hogar original.

El nombre del Señor, NAAM, lo conocen los santos desde los albores del mundo, y lo han enseñado en todas las épocas. Es la Ley propia de Dios. Concede la salvación de la humanidad. Kabir Sahib, el gurú Nanak y los otros nueve gurús de los sijs, así como Dadu Sahib, Paltu Sahib, Tulsi Sahib y muchos otros santos, enseñaron a sus aprendices este camino a lo largo de los últimos cuatro-cinco siglos.

Los santos musulmanes llevan predicando el mismo NOMBRE durante los últimos 1300 - 1400 años, tanto el profeta Mahoma como otros santos musulmanes como Shamas-i- Tabriz, Maulana Rumi, Hafiz, etc. San Juan Bautista y Jesucristo hablaron del NOMBRE del Señor hace casi 2000 años. También Zaratustra lo enseñó, al igual que Buda hace 2500 años.

Unas excavaciones arqueológicas en Egipto desvelaron que el rey Akenatón, que reinó hace 4000 años, se esforzaba por practicar el NOMBRE, que entonces se llamaba «Atón».

En los tiempos de los upanishads se practicaba en secreto; en ellos se encuentran muchas referencias al respecto. En la Edad del Cobre, Krishna estaba familiarizado con ello. El Rigveda, que está considerado como el libro más antiguo del mundo, contiene referencias a estas prácticas. Y en el Vak Devi Sukt se alaba mucho el NOMBRE.

En los vedas, al sonido divino se le llama Nad (música interior) o Akshvani (el sonido que viene del cielo). En los escritos budistas se describe como una luz sonora.

Los primeros filósofos griegos también mencionan el Shabd. Sócrates relata que percibió un sonido interior que lo llevó a regiones espirituales indescriptibles. También Platón lo menciona. Pitágoras lo llamó «La música de las esferas»; en griego se llama Logos, la PALABRA.

El sonido que procede del silencio se llama PALABRA. Todo procede de ella. En los escritos chinos se la describe como Tao, que significa «el camino» o «LA PALABRA». El antiguo profeta persa Zaratustra menciona seis fuerzas espirituales y habla de una más, a la que llama Sraosha. Esta palabra deriva de la raíz sánscrita «Sh» y significa la energía audible de Dios. Se corresponde con la palabra Shabd, que utilizan los santos indios.

En el libro de Zaratustra, el Zend Avesta, se encuentra una oración que dice así: «Oh, Mazda (Dios): Envía el Sraosha a aquel que amas».

Kabir y muchos otros santos indios o verdaderos maestros enseñaron a escuchar el Shabd. En la Biblia, tal y como se menciona al principio del capítulo, se le llama PALABRA.

«En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios; además la Palabra era Dios. Del mismo modo, al principio estaba junto a Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe».

«La hierba se seca, la flor se marchita, pero la PALABRA de nuestro Dios se mantiene eternamente».

Helena Blavatsky llamó al sonido divino «la voz del silencio». Los masones lo llaman «la PALABRA perdida», la cual buscan todos los maestros de las órdenes. Pero solo se puede apreciar a través de un santo o un verdadero maestro de la PALABRA.

El Corán afirma que Dios dijo: «Que así sea, y así fue». En otras palabras: el Shabd se manifestó, y dio vida a toda la creación.

Los sufíes persas llamaban a la PALABRA Wadan, el sonido divino. En relación con ella, escribieron:

«Si Él no se hubiera manifestado, no existirían ni el sonido ni el mundo».

Por tanto, si lo que no se ha manifestado no hubiera tenido la intención de manifestarse, no existiría el sonido ni el poder de la creación, y el mundo no habría tomado forma.

El santo sufí Hazrat Inayat Khan, que tenía acceso a las regiones espirituales, llama al sonido «la música divina». Afirma que todo procede de él y que todo se debe a él. En los escritos de los santos indios también se explica claramente que todos los universos y regiones fueron creados por el Shabd. El Udgit o la «canción celestial» resuena en todos ellos. Hazrat Sahib lo llamó Sot-e-Sarmadi o «la voz de Dios». A esto hacen referencia en sus escritos numerosos maestros musulmanes:

«A la edad de 40 años, Mahoma tuvo su iluminación. Había escuchado el sonido durante 15 años, como era tradición. A menudo soñaba con Dios, y siete años antes de que se manifestara vio diferentes luces. Dos años antes se había retirado a una cueva en Hara, donde pasó un mes meditando».

«Oh, valiente, ponte el cielo a tus pies. Escucha la ‘voz del silencio’, que procede del cielo».

Maulana Rumi

«El mundo está lleno del sonido divino, abre bien tus puertas; escucha la música eterna que nunca se va. El sonido procede del hogar de Dios. ¿Por qué has quedado atrapado en las cadenas del mundo?».

Hafiz

«Que la duda no cierre tus oídos, para que puedas apreciar el sonido celestial. Es un mensaje divino. Y no es otra cosa que escuchar el sonido celestial en el interior».

Maulana Rumi El profeta dice sobre la voz de Dios:

«La oigo como las demás voces. Pero Dios os ha puesto un sello en vuestras orejas, y no podéis escuchar su voz».

A través del Shabd, el ser humano comienza una nueva vida. Jesús habló de esta nueva vida a través de la PALABRA o el Espíritu Santo, si bien para los cristianos esto ha caído en el olvido hoy en día. En relación con esto, el Evangelio de San Juan dice:

«Lo que ha nacido de la carne, es carne; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

Y, también sobre la nueva vida que comienza cuando se oye la PALABRA:

«El viento sopla hacia donde quiere, y se escucha su silbido, pero no se sabe de dónde viene ni hacia dónde va. Así es con todos los que han nacido del Espíritu».

«Y en verdad os digo: a menos que alguien no nazca de nuevo, no podrá entrar en el Reino de los Cielos».

«No os asombréis cuando os digo: debéis nacer de nuevo».

Cuando los santos llegan al mundo, indican siempre el significado de la nueva vida a través del Shabd. Si nos unimos con el Shabd durante la iniciación por parte de un maestro, da comienzo una nueva vida.

Acerca de la dedicación al Shabd

La dedicación al Shabd significa ir hacia nuestro interior de forma precisa, con toda

la atención dirigida a escuchar su melodía. El sonido es muy delicado, y si no afinamos el oído lo suficiente, tampoco podremos oírlo. Para que el alma pueda unirse a él, debe estar libre de todos los envoltorios mundanos.

¿Por qué no oímos este sonido? A pesar de que suena sin cesar, no lo percibimos porque nos ocupamos constantemente de pensamientos de todo tipo y estamos llenos de egoísmo y de orgullo. Por ello, no podemos disfrutar del sonido y tampoco amamos el nombre de Dios.

«La estela de una espiral mantiene atrapado el espíritu, el ego se hincha con fuerza. Así, no estamos orientados al Shabd y tampoco apreciamos el nombre del Señor...».

Adi Granth

Por lo demás, afirma Maulana Rumi, nuestros oídos no perciben la música divina porque nuestros pecados afectan a la capacidad auditiva sutil e impiden que funcionen.

El sonido no entra en el rango de percepción de nuestros oídos físicos, pero cualquiera tiene la capacidad para escuchar el sonido en su interior. Para ello, primero deberá abrir el oído interior, lo cual solo se consigue siguiendo las instrucciones de un maestro.

Quienes aún no se han dirigido hacia su interior y siguen ocupándose de los conocimientos mundanos no conocen esta melodía divina. Con las ciencias de la naturaleza, no podremos demostrar la corriente sonora, pero todo lo que está descrito aquí es un hecho y cualquier buscador puede experimentarlo mediante la práctica en el centro de los ojos, el laboratorio de los santos.

Cuando cerramos nuestros ojos y oídos a las influencias externas, podemos apreciar la llamada del Señor. Si, entonces, nuestros pensamientos dejan de vagar sin rumbo, oiremos las melodías interiores, al principio débiles, pero cada vez más claras, y nos gustará cada vez más la paz celestial. Paulatinamente se nos irán revelando los secretos del Señor.

¿Cómo se experimenta el Shabd?

1. Mediante la gracia del Señor. Solo aquellos a quienes Dios regala Su gracia pueden experimentar la corriente sonora. Esta se manifiesta en ellos.

«El Shabd vive en el corazón de aquellos a quienes Dios regala Su gracia, están libres de toda duda. El cuerpo, el espíritu y el habla se vuelven puros. Y el Nombre vive en los pensamientos.

Solo reconocen el Nombre aquellos con los que se une el Señor. Se completa la unión con el Único Verdadero, y la alabanza de Su nombre resuena día y noche».

Adi Granth

2. A través del Satsang (compañía de un santo) y el Satguru. Cuando el Señor se muestra benévolo con nosotros, encontramos a un maestro que une nuestra alma a la corriente sonora.

«Por la gracia del Señor, encontramos a un gurú pleno, y solo entonces este une nuestra alma a la PALABRA».

Adi Granth

3. Podemos experimentar el Shabd cuando dejamos atrás la vanidad y el orgullo de nuestro estatus y nos entregamos a la compañía del maestro.

No te concentres en ti mismo, en tu bienestar, tus conocimientos, tu posición, tu fe o la nobleza o prestigio de tu familia. Estos hacen que se hunda la corriente sonora. Cúbrete de humildad y escucha el sonido, entonces te serán concedidas su gran fuerza y su dulzura.

Si la semilla se siembra en un campo sin preparar o en un momento inadecuado, no dará fruto alguno. Del mismo modo, los pensamientos tampoco dejan de vagar cuando la razón no se ha desprendido de los deseos ni se ha vuelto completamente pura. La pureza del espíritu tan solo se consigue a través de la dedicación al Shabd. Mientras que la atención aún esté dividida y no hayamos superado el orgullo y el egoísmo, no podremos tener éxito, no podremos oír el Shabd ni mirar al Señor; y también nos faltará el verdadero amor. Por ello, es mucho más importante liberar la razón de las miserias que actuar contra la suciedad exterior.

Las personas mundanas no saben nada del sonido. Si siguen las instrucciones de un maestro pleno que domine la práctica del sonido y se dirigen hacia su interior, pueden percibir numerosos sonidos, mientras que otros que están al lado no oyen nada:

«Una persona puede apreciar en su interior cientos de sonidos, y otras que estén a su lado no los oyen».

Maulana Rumi

El cuerpo tiene diez puertas: nueve conducen hacia fuera, y una hacia dentro.

«La fortaleza del cuerpo tiene nueve puertas. La décima es un misterio. Esta puerta secreta no se abre, solo puede hacerlo el Shabd del maestro».

Adi Granth

Tan pronto como el alma se dirige hacia el exterior a través de las nueve puertas,

pierde su derecho de nacimiento. No puede ver el tesoro que se esconde en el interior. No obstante, en la décima puerta suena la música celestial.

«Quienes cierran las nueve puertas y calman los pensamientos que van de un lado a otro entran en su hogar original a través de la décima puerta. Allí, escuchan día y noche la música que no se toca siguiendo las instrucciones del gurú».

Adi Granth

El Shabd del gurú no tiene fronteras, no termina nunca. Kal no puede alcanzarlo.

«Tú eres el amigo, el sabio, el Único que nos une. Yo te alabo a través de la palabra del gurú. Pero te concedo mis alabanzas por toda la eternidad. Donde vive el nombre del Señor, Kal no tiene poder alguno».

Adi Granth

El maestro es el Shabd o la PALABRA hecha carne, y solo él puede hacer que se

manifieste el Shabd. El Shabd es un regalo del maestro. Lo planta en nuestro corazón. Nadie más puede revelar el sonido.

Solo él puede regalarnos el Shabd del gurú. Además de él, nadie más puede revelarlo.

Adi Granth

El Bhayan

El Bhayan, el escuchar la corriente sonora, tiene varias ventajas. El Shabd es una acumulación de fuerzas. Es el origen de toda sabiduría. Quienes se unen a él y son recibidos por él son verdaderos hijos de Dios. El Shabd suelta todas las cadenas del alma y obtiene su liberación. Es el «pan de la vida» que procede del Sach Khand, la región verdadera y eterna. Quienes comen de este pan se vuelven inmortales y consiguen la vida eterna. No necesita una fuente de iluminación, como una lámpara, el sol o la luna, pues él ilumina la Luz de Luces en su interior.

Cuando escuchamos el sonido, el mundo pierde su poder de atracción y los vínculos con él se disuelven. Los deseos más bajos desaparecen, y los cinco enemigos (la lujuria, la ira, el encierro, la codicia y el orgullo) son vencidos. Cuando el alma se libera de estas pasiones, asciende rápidamente a las regiones espirituales.

«La melodía de la felicidad y la armonía procede del verdadero sonido interior. El espíritu se ajusta a la verdad, y el entregado guarda en su corazón el NOMBRE insondable e invisible».

Adi Granth

El ser humano solo se salva a través de la corriente sonora. Solo a través de ella se

convierte el ser humano de vidrio a oro, de veneno a néctar.

«Cuando escuchamos la corriente sonora, el vidrio se convierte en oro y el veneno, en un néctar, cuando practicamos el Nombre que nos ha dado el maestro». Adi Granth

El Shabd es el único camino que nos devuelve a nuestro hogar original. Es el barco

que lleva al alma de vuelta al regazo del Señor a través del océano de la existencia. El Shabd es tanto la consciencia como el tener conocimiento. Es una ola que

procede del océano del Señor, y el ser humano forma parte de ella. Está unido a Dios, como una parte está unida al todo. Dios es el océano de la consciencia superior, y el Shabd es una ola de este océano. A su vez, el alma es una gota de este océano. El Shabd, la ola de la consciencia superior, atrae a las almas conscientes hacia sí y las une a él. Solo cuando el alma se eleva a su hogar original con ayuda del Shabd obtendrá la salvación.

La melodía de la corriente sonora resuena en todos nosotros. Cuando el alma se une a ella, puede elevarse de lo limitado a lo ilimitado.

El sonido divino es un vínculo natural para el alma. A través de la esencia y la melodía de la corriente sonora, se apacigua el espíritu humano. El alma se dirige hacia el sonido y se vuelve una con el Señor. La corriente sonora procede del Altísimo, y a través de ella, el alma reconoce al Señor.

El Altísimo, el alma y el Shabd forman una santa trinidad. El Altísimo es cada una de estas tres formas. El alma no tiene una existencia separada del Único intemporal, sino que es parte de Él.

Una persona que ha experimentado el Shabd ya no volverá a estar sola. Dondequiera que esté, su Señor la acompañará con Su melodía divina y la llamará de vuelta a su hogar original. Practicando la corriente sonora desaparecen todas las penas, las cargas y los pecados. La lujuria, la ira y otras pasiones ya no pueden influir sobre ella, y se vuelve completamente pura y desapegada. La corriente sonora se mantiene tanto en la vida como en la muerte. Hace que desaparezca el miedo a la muerte. En el momento de la muerte, el iniciado se desprende de su cuerpo como si fuera ropa vieja. El poder del Shabd lo libera de la rueda de los nacimientos y las muertes. Las penas infligidas por Kal y el miedo a la muerte se acaban. Los obstáculos del camino interior se disuelven, el karma de millones de vidas se elimina y el ser humano deja atrás el océano de la existencia mundana.

En el Bhayan aparece la luz interior y florece el loto del corazón. Reconocemos nuestro verdadero yo y adquirimos la capacidad de morir mientras vivimos. Nos elevamos por encima de la región de los tres atributos y por encima del tiempo. En el vacío llegamos al éxtasis, y se abre la Décima Puerta. Experimentamos la marca de la puerta de Dios, nos sumergimos en la luz del Señor y nos llenamos de verdadera dedicación y bienaventuranza divina. En la morada del Señor se nos recibe con honores, obtenemos la salvación y disfrutamos de una alegría máxima.

Capítulo 3

EL MAESTRO O SATGURU

¿Qué significa la definición de «gurú» y quién es un gurú? Reconocer a un gurú (o maestro) y comprender su verdadero significado es muy

difícil. Para ello se necesita un ojo que perciba el espíritu como el suyo. Solo una persona dedicada a Dios puede reconocer a otra. ¿Cómo puede concebir la excelencia de Dios alguien que está atrapado en las fronteras del cuerpo? Solo podemos entenderlo cuando nos hemos vuelto como Él.

«Solo pueden reconocerlo como el ÚNICO quienes se han elevado a sus alturas».

Adi Granth

Solo un cisne que ha acompañado a volar a otros cisnes los conoce. ¿Cómo pueden saber los gorriones y las cornejas de qué país vienen los cisnes y hacia dónde vuelan? El gurú lleva a cabo su obra en la Tierra y después vuelve al cielo.

Si bien los maestros han tomado una forma humana igual a la nuestra y viven entre nosotros, están siempre con el Señor de todas las regiones y universos. Puede parecer que están vinculados a la Tierra a través de su cuerpo físico, pero están más allá de todos los cielos.

«Su cuerpo está en la Tierra, pero su alma está con el Señor del mundo. Su cuerpo está anclado a la tierra, pero su alma se encuentra más allá del séptimo cielo».

Nunca se puede alabar de forma adecuada al Altísimo Señor. Tampoco al maestro

pleno, que es Su manifestación. Este es como el Señor, al cual no podemos llegar con pensamientos, ideas, conclusiones, suposiciones, teorías ni argumentos. No se puede ver, oír ni describir a Dios. Incluso si deseáramos llenar un libro tras otro y pasar toda la vida escribiendo, no podríamos describir su esencia ni con una sola letra.

«Estás más allá de toda conclusión, idea, estimación e intelecto, y más allá de todo lo que he oído, visto y leído. El libro se escribe, la vida termina y no pasamos más allá de la primera letra».

Si quisiéramos describir al Señor, solo podríamos hacerlo desde el punto de vista

de nuestra razón. Si a Dios tuviera que describirlo un búfalo, este lo presentaría como un búfalo muy poderoso. Si un niño pequeño se pusiera delante de su madre y le dijera: «Mamá, yo te conozco», la imagen de su madre sería muy incompleta. Y, del mismo modo, si queremos ofrecer nuestras alabanzas al maestro, estas resultan muy imprecisas.

Millones de personas visitan a un maestro. Lo ven, oyen sus relatos y lo describen de acuerdo a su razón como una buena persona, un filósofo, una persona instruida o un sabio ético. Con ello se consuelan. Pero entre ellos también hay algunos que reconocen a Dios en él. Estos lo alaban cuando lo reconocen. Si el maestro fuera tan solo humano, solo podría regalarnos virtudes humanas. Pero es más que un ser humano. Quienes no se han desarrollado espiritualmente no pueden reconocerlo. Solo se manifiesta a aquellos cuyo espíritu ha avanzado lo suficiente. ¿Puede un

ciego ver a otras personas y reconocerlas por su cara? Solo cuando el Señor, el Único verdadero, se presenta lleno de gracia, podremos reconocer al gurú como tal. Mientras que no se manifiesta el maestro pleno, la Verdad hecha carne, no podemos reconocerlo. Incluso si el maestro viviera en la casa de al lado, una persona sin experiencia espiritual no podría reconocerlo. Sucede muy a menudo que ni siquiera los familiares del maestro son capaces de reconocer su verdadera grandeza.

La PALABRA es el maestro de todo el universo y el alma, el aprendiz. Cuando el alma se ha vuelto una sola con la PALABRA, ya no es posible distinguirlas. En la esfera de la unidad y el ser todo uno, el Altísimo es, como PALABRA, el gurú de todo el universo. Por el contrario, en la esfera de la diversidad, actúa como gurú una persona en quien se ha encarnado la PALABRA y a la que se le ha concedido el estatus de maestro.

¿Hay tan solo un gurú o muchos?

Puede haber muchos santos, pero el Señor solo nombra a unos pocos de ellos

como maestros plenos o gurús con poderes plenos para la iniciación. Todos los maestros plenos son santos, pero no todos los santos son gurús. Muchas personas que han estudiado cuentan con diplomas, pero no todos son catedráticos. Del mismo modo, no todos los que buscan la espiritualidad son gurús. En realidad, esto solo se da en raras ocasiones.

Los maestros plenos o santos, también llamados gurús, son regentes o apoderados del Altísimo. Se dividen en dos grupos: por un lado, están los Sant-Sat-Gurús, con derechos de nacimiento. Son maestros plenos desde que nacieron, y proceden directamente de la más alta región espiritual, como Kabir, el gurú Nanak y otros. Todos ellos enseñaron desde muy jóvenes el verdadero camino espiritual. Permanecen siempre unidos al Señor.

Cuando estos santos vienen al mundo, provocan una ola de espiritualidad. A ellos los siguen otros que continúan sus enseñanzas. Tras unas cuantas generaciones, poco a poco la obra iniciada se desvanece y cae por completo en el olvido. Después, vuelve a aparecer un santo y despierta de nuevo la espiritualidad. Estos maestros pueden aparecer en cualquier lugar y en cualquier nación.

En el segundo grupo se incluyen los santos que no nacieron como santos, sino que alcanzaron el nivel de Anami, el que no tiene nombre, mediante la meditación en este mundo. Cuentan con la capacidad suficiente y el Señor les ha encargado que actúen como gurús. Tampoco alcanzan la maestría aquí, sino que ya estaban plenos al llegar. Es tan solo en apariencia consiguen su plenitud en este mundo.

Un santo del primer tipo recibe del Altísimo Señor la instrucción de convertirse en gurú, y es entonces cuando toma forma humana y nace. Los maestros del segundo tipo reciben el encargo de actuar como gurús después de nacer. No se diferencian de los primeros por su poder espiritual o por sus obras. Ambos tienen plenos poderes y, cuando es necesario, hacen uso de ellos.

Además de estas dos clases de maestros plenos, hay otros que se presentan como gurús pero tan solo son estafadores. Muchos de ellos son egoístas y orgullosos, y sirven a Maya. Abusan de los que buscan la espiritualidad para sus propios fines, utilizando sus conocimientos como herramientas. Sus enseñanzas conllevan estrechez de miras y prejuicios religiosos. Los gurús de este tipo son peligrosos, pues debido a sus maneras obstinadas y reprochables, dan mala fama a los «gurús plenos», que tienen un poder superior inmaculado e indiscutible.

Hay pan para los que tienen hambre y agua para los que tienen sed. Hace 500 años, la naturaleza daba leche a un niño del mismo modo que hace 2000 años, y lo sigue haciendo hoy. La ley de la naturaleza no está sujeta a ninguna transformación. Sería contrario a esta ley afirmar que, en la época anterior a Jesucristo o después de él, los que buscaban el camino espiritual no contaban con ayuda alguna. No es cierta la afirmación de que los verdaderos gurús solo vienen a la Tierra durante un periodo de entre dos y tres siglos, y que antes y después el mundo carece de ellos, por lo que la «ley de la oferta y la demanda» solo tiene validez durante este tiempo. Las enseñanzas de los santos son válidas para todas las personas y en todas las épocas, y no se limitan a doscientos o trescientos años.

«Siempre, a lo largo de todas las épocas, han vivido gurús en este mundo. En todas las épocas ha habido maestros y creyentes que han servido al Naam».

Adi Granth

Tanto Kabir como el gurú Nanak fueron maestros plenos. Según su biografía, Kabir

nació cerca de Benarés en una luna llena de 1440, y en 1518 regresó a la Luz Eterna. El gurú Nanak nació en 1469 en Talwandi, en el Punyab, y regresó a la Luz Eterna en Kartapur en 1539. Así, vemos que Kabir vino al mundo 71 años antes que el gurú Nanak y que, entre 1469 y 1518, fueron contemporáneos. Ambos se dedicaron a enseñar el verdadero camino espiritual del Surat Shabd Yoga.

También Shamas-i-Tabriz y Maulana Rumi fueron contemporáneos en Persia entre 1207 y 1247. El gurú Arjan y Dharam Das vivieron al mismo tiempo en la Tierra entre 1561 y 1606. Con esto se demuestra que pueden actuar al mismo tiempo varios gurús plenos. Sin embargo, quienes desean convertirse en Gurmukh o aprendices llenos de amor solo pueden servir a un gurú.

La forma de vida del gurú

El maestro lleva una vida especial que lo distingue de los demás. Ahora, podríamos

preguntar qué hace que este ser humano pleno sea tan especial. ¿Por qué y de dónde vino al descender por las distintas regiones? ¿Dónde vive? ¿Qué hace aquí? Las respuestas a estas preguntas son: viene del Sat Lok, la Verdadera Región, a esta tierra de la muerte, donde vive. Encarna la Verdad Suprema, y lleva en sí el poder y las virtudes de las regiones más elevadas.

1. El maestro es generoso. Nunca aparece como un pedigüeño. No desea nada. Se gana su propio sustento y no se convierte en una carga para nadie. Se ocupa de sí mismo y ayuda a los que sufren y a los que están desesperados.

«No son maestros aquellos que van pidiendo de puerta en puerta. No te sometas a ellos. Quienes trabajan y son caritativos, oh, Nanak, son los que van por el buen camino».

Adi Granth

2. No exige ninguna compensación por sus enseñanzas, y tampoco acepta regalos.

Imparte sus enseñanzas de forma gratuita, al igual que la naturaleza nos regala el aire, el agua, el brillo del sol, etc.

3. Sus ornamentos son la oración y la humildad. A pesar de ser todopoderoso, nunca demuestra que puede hacer cosas extraordinarias. Habla siempre del Señor o de su propio Sat Guru como el que hace que sucedan las cosas. En realidad, una rama llena de frutos se inclina siempre con humildad.

«Quienes son humildes son quienes poseen la verdadera grandeza». Adi Granth

4. No se muestra enemistado con nadie, no rechaza a nadie y no censura nunca el comportamiento de los demás. Incluso cuando alguien le guarda rencor, lo perdona. No critica ni difama a nadie. Ama a todos, incluso a sus enemigos, y pone en práctica el mandamiento: «Ama a tus enemigos».

5. Es el sol brillante de la pureza, de la sabiduría universal, de la verdad y de la espiritualidad. Es espiritual, y aquellos que buscan la espiritualidad se reúnen en torno a él como las polillas en torno a la luz, y enriquecen su vida con las ganancias espirituales que se les conceden.

6. Se viste de forma normal y no martiriza su cuerpo para dominar su espíritu. Su método es completamente diferente, sencillo y natural.

7. No se expone haciendo milagros como un prestidigitador que desea complacer a su público. A pesar de ser todopoderoso, oculta sus poderes, si bien alguna vez hace uso de ellos cuando lo considera oportuno. Sus aprendices gozan siempre de su gracia.

Las características de un maestro pleno y la influencia de su presencia

1. Sentarse en presencia de un maestro pleno y mirarlo hace que el espíritu se

vuelva dócil y más calmado. Los rayos de pureza proceden del maestro de manera incesante. Está lleno de luz y

de bondad. Tiene una influencia indescriptible sobre los demás y los atrae como un imán. Sus palabras, llenas de significado místico, elevan el alma, que se llena de una sensación de felicidad indescriptible.

2. Sus ojos y su frente emiten un brillo extraño y una atracción poco habitual, incluso si solo lo miramos por un segundo. Nos sentimos atraídos hacia nuestro interior, la atención se concentra y se destina a elevarnos de las regiones físicas a las regiones más sutiles y elevadas. La consciencia se expande y se eleva.

3. Un maestro pleno está lleno de paz y tiene el alma tranquila. En su presencia, fluye en nosotros una sensación de felicidad, y nos alegramos cuando nos encontramos con él. Todas las dudas desaparecen, y nos llena la conciencia de que ahora alcanzaremos nuestro objetivo final.

«Él es el Sat Guru, cuya mirada llena de felicidad, que elimina toda duda y que te permite alcanzar el hogar del Señor».

Adi Granth

4. Él es el elixir de la vida». Su rostro es bello y radiante, su voz es atractiva y

simpática, y la luz de sus ojos es encantadora y penetrante. Las poderosas corrientes de fuerza espiritual proceden de un maestro y completan todo el entorno. Sus pala-

bras tienen una extraña influencia. Penetran profundamente en el corazón de quienes las escuchan. La mera presencia de un santo puede despertar y salvar el alma.

5. Un maestro pleno puede reconocer el estado interior de una persona con tan solo mirarla. Nos instruye de acuerdo a nuestra disposición interior. Cuando estamos frente a él, él ve nuestro estado interior como si fuéramos de cristal transparente. Sin embargo, se lo guarda para sí. Las abejas vuelan hasta las flores por su aroma y por la miel; del mismo modo, los buscadores se esfuerzan por encontrar a un maestro pleno para obtener una parte de la riqueza de su espiritualidad y su pureza. Nadie abandona a un maestro tan generoso con las manos vacías. Todos reciben la semilla del Naam, que tarde o temprano dará frutos y liberará al alma. Visitando a un maestro pleno, empiezan los buenos tiempos para todos.

6. El Sant Sat Guru es el verdadero Hijo de Dios. Para él no hay diferencias de religiones, clases y creencias. Ve al Dios único en todos los seres vivos. Comparte el mismo mensaje con todas las personas sin dar preferencia a una religión o clase social en particular. Para él, todas las personas somos hijos de Dios, y todos somos iguales.

No pide a nadie que renuncie a su religión y se convierta a otra, pues para él solo el alma es importante. No le importa a qué religión pertenezcamos, aunque debemos tener una disposición interior hacia los progresos espirituales.

7. El maestro pleno es Dios en forma humana. Así como el Señor transmite sus enseñanzas a los santos sin la herramienta del lenguaje, también los santos transmiten a sus aprendices el mensaje mediante experiencias interiores, sin hacer uso del lenguaje humano.

Las enseñanzas de los santos se transmiten mediante un lenguaje sin palabras; se trata de la lengua del alma, que se transmite de un alma a otra. El alma es una chispa de Dios y Su gran misterio. No necesita lengua ni garganta para hablar, actúa sin la ayuda de los sentidos.

«Ve sin ojos, oye sin oídos. Camina sin piernas, trabaja sin manos. Habla sin lengua. Muere en vida. Oh, Nanak, él conoce Su ley. Es todo uno con Él». Adi Granth

8. Con un maestro pleno, suele pasar que los buscadores de la verdad no

necesitan preguntar. Reciben la respuesta sin haber formulado la pregunta. 9. Siempre que aparecen maestros en la tierra, enseñan la práctica de la corriente

sonora, el Surat-Shabd-Yoga, y explican con claridad que Dios nunca ha sido reconocido mediante costumbres religiosas externas, y que tampoco se podrá reconocer así en el futuro, pues vive en el corazón del ser humano. El corazón es el verdadero templo de Dios, debemos buscarlo allí. Solo podemos reconocer al Señor cuando nos volvemos hacia nuestro interior.

Quienes lo buscan fuera del cuerpo están locos. Por ignorancia, muchos caminan en soledad o por el desierto. El macrocosmos se encuentra en el microcosmos. Tenemos que buscar a Dios en nuestro interior. Si lo buscamos en los arroyos, en las corrientes, en las colinas, en los templos construidos por el hombre o en otras partes, vamos por el mal camino. Allí no lo encontraremos. Pero si conocemos el

secreto del camino, lo encontraremos. No obstante, no podemos dirigirnos a nuestro interior sin un maestro pleno.

«Sabed por la gracia del maestro: El templo de Dios está en vosotros».

Adi Granth

10. Las enseñanzas de los maestros plenos son la verdad, y son una ciencia. Son

naturales y practicables, y no el producto de la imaginación humana o el intelecto. Lo que los maestros enseñan es una convicción plena, pues no han adquirido las enseñanzas tan solo leyendo o estudiando, sino que se basan en su propia experiencia, que es la misma para todos los maestros. Las experiencias espirituales de un santo coinciden con las de los otros santos. Los maestros no exigen a las personas una fe ciega, pues han visto por sí mismos al Señor.

11. Cuando aparecen maestros o santos, a veces crean un ambiente que no gusta a las personas mundanas. Con ello quieren conseguir que los esclavos del mundo y adoradores de Mammón, que a menudo les rondan como moscas, vuelvan a alejarse para que quienes verdaderamente buscan no tengan que soportarlos. Buscan intencionadamente motivos para que se les critique, para que tan solo acudan a ellos aquellos que lo merecen.

«¿Acaso no debe haber un guardia en la puerta del maestro? ¡Sí! De este modo, no podrán entrar quienes no son dignos.

Las calumnias funcionan como un guardia en su puerta. Evitan que vayan a él las almas indignas».

Siempre que viene un santo a la Tierra, relata el gurú Nanak, lo critican muchos

estafadores ceñidos a las costumbres religiosas. También aquellos que siguen al maestro son criticados por los llamados aprendices de los «pseudogurús». Las personas olvidan el yoga de la corriente sonora. Leen la palabra escrita y se arrodillan para rezar. Ya no conocen el camino de la música infinita. Repiten otros nombres sagrados, y les resulta desconocido el camino de la dedicación interior. «Cuando se deje de practicar el yoga de la corriente sonora, apareceré en la forma de un santo. Y cuando se vuelva a retomar la práctica del Shabd, se sabrá que yo estuve allí».

12. Cuando un santo vive en la Tierra, se crea una ola de espiritualidad. Quienes verdaderamente buscan van hacia él desde todos los lugares. Las enseñanzas benefician a todos, tanto a las personas sencillas como a las personas íntegras, pues encuentran en ellas una verdadera plenitud. En ocasiones, se les acercan incluso ladrones y otros pecadores, que obtienen grandes beneficios de las enseñanzas y se convierten ellos mismos en santos. Al igual que las lavanderas, los maestros nos purifican de la suciedad de nuestros pecados. Son nuestro mejor ejemplo de abnegación y sacrificio. Dirigen y guían nuestro corazón. Anuncian la espiritualidad con mayúsculas. Miles de personas son atraídas en torno a ellos, y todas quedan asombradas por su convincente dedicación y espiritualidad.

13. Los maestros plenos tienen personalidades poderosas. Protegen a sus aprendices, independientemente de si estos están muy lejos o cerca. Esto, por supuesto, refuerza la confianza de los aprendices. El poder de los maestros no es menor que el del Señor, y se extiende más allá de los siete cielos. Cuando se refuerza la unión del aprendiz con el maestro, el aprendiz se ve cada vez más benefi-

ciado y experimenta nuevos prodigios. Si se dirige hacia su interior, puede ver la forma radiante del maestro, que está con él y le da respuestas a sus preguntas. La forma radiante no vuelve a abandonar al aprendiz.

«Entrega el cuerpo y el espíritu a aquel que no tiene deseos, que se ha superado a sí mismo y que te unirá con el Señor. Entregar el espíritu significa entregarlo todo, pues el cuerpo sigue al espíritu. ¿Qué más te queda por dar? Kabir afirma: Entregar el cuerpo y el espíritu es lo mejor para ti, pues entonces te liberarás de toda carga. Si alguien asevera que lo ha conseguido por sus propios medios, se halla completamente equivocado. El cuerpo y el espíritu no se han entregado si se siguen teniendo deseos al respecto. Con respecto a este buscador, Kabir afirma: ¿Cómo se domina la voluntad? Cuando el cuerpo y el espíritu se hallan verdaderamente sometidos y también han desaparecido todos los deseos. Kabir dice que no tiene miedo, pues sus pensamientos están con el maestro. Incluso los pensamientos más ocultos los ha puesto a sus pies. «Oh, Kabir, solo veo los pies del maestro, nada más».

Kabir

La obra del gurú

El maestro es el que da, no es un pedigüeño. Su benevolencia llega a todos, ya

sean ricos o pobres. Le proporciona una gran alegría liberar almas de la tiranía del cuerpo. Independientemente del aspecto externo que haya tomado, actuará tan solo con el fin de la sanación de las almas y favorecerá el desarrollo espiritual. No cree mucho en la fe ciega, y tampoco se la pide a nadie. Lo que enseña puede comprobarse aquí y ahora; por así decirlo, está puesto sobre la mesa. No promete la liberación y la salvación tan solo después de la muerte. Lo que dice puede aplicarse a cualquiera y recomienda que se siga investigando. Es un mensaje abierto, como un camino ancho que todo el mundo puede recorrer.

«Solo cuando lo veo con mis propios ojos, creo en las palabras del maestro».

Swami Ji

Aunque es verdad que hay que confiar en el maestro para poder experimentar, tan pronto como hemos reconocido la verdad de las enseñanzas por nuestra propia

experiencia, nuestra fe se vuelve sólida como una roca y no vuelve a flaquear cuando tenemos a todo el mundo en contra. Supongamos que vemos salir el sol. Si cientos de ciegos juraran que no puede verse el sol, nuestra fe seguiría siendo indestructible, puesto que lo hemos visto salir con nuestros propios ojos. Cuando el ojo interior no está abierto, no se puede experimentar esta verdad.

Nuestra existencia en este mundo y la del maestro son muy diferentes. Tanto el prisionero como el médico que lo trata van a la prisión. Pero el prisionero debe cumplir allí su pena por sus malas acciones, mientras que el médico va a la prisión para tratar al prisionero. Vivimos aquí para compensar las consecuencias de nuestro karma, nuestras buenas y malas acciones. Sin embargo, los maestros vienen para salvarnos.

Hay muchas clases de buenas acciones con las que ayudar a los demás. No obstante, la buena acción del maestro es de la más noble clase: nos libera de la prisión de Kal y de la falsedad de Maya y nos une con Dios.

Una persona atenta siente pena por los prisioneros, y les lleva leche. Esta es una buena acción, los prisioneros quedan satisfechos durante un tiempo. Otra les lleva dulces, de nuevo están satisfechos y felices durante un rato. Una tercera persona les da ropa, y durante un tiempo están bien vestidos. Pero, a pesar de todas estas buenas acciones, siguen estando presos. Una vez más, llega una persona, pero esta vez es el gurú y lleva un mazo de llaves consigo. Abre la puerta, libera a los prisioneros y los envía de vuelta a casa. Todos los que los ayudaron hicieron algo bueno, pero la mejor acción fue la del gurú.

Hay muchas clases de buenas acciones en la Tierra, pero a pesar de todo no liberan de la cárcel del cuerpo y del espíritu. Cuando un maestro viene al mundo en esta prisión de 8.400.000 celdas, nos libera y nos lleva a casa. Su acción es la más valiosa, pues es la que aporta verdadera ayuda. Viene para dar vida, liberar a las almas de esta prisión de 8.400.000 celdas y conducirnos de nuevo hacia Dios.

Los maestros plenos se han unido completamente a Dios y ya no se diferencian de Él. Adquieren forma humana por la voluntad de Dios, para recoger almas de las regiones más bajas y unirlas a Dios. Quienes siguen sus instrucciones se unen al Señor y se vuelven iguales a Él.

¿Son los santos rivales de Dios? No, nunca. Dios es más bien un «preso» de sus santos, pues estos lo mantienen atado con los lazos del amor. La voluntad de Dios siempre se cumple a través de Sus santos. Son Sus encargados en este universo, Sus apoderados, y llevan a cabo Su obra. Paltu afirma: «Nadie más administra Su morada». Todos los santos aman la PALABRA. Da igual lo que deseen: sucederá.

Los maestros son todo uno junto con Dios. Tan solo vienen aquí para liberar a las almas. Esto lo relatan los versos de todos los santos. Shamas-i-Tabriz afirma:

«No sabéis qué clase de seres somos ni lo que repetimos en silencio. En apariencia, somos mendigos en este mundo. ¡Sabed la verdad, y ved que somos reyes! Parecemos pobres. Pero, mirad en vuestros corazones.

Así veréis qué tesoros poseemos. Puesto que somos reyes en nuestra propia tierra, ¿qué hacemos pasando un tiempo encerrados aquí? ¿Cómo podríamos vivir siempre en esta casa? Aquí tan solo somos invitados. Hemos hecho promesas a nuestro rey, y las cumpliremos. Mientras que llevemos la capa (la forma humana), no debemos afligirnos ni hacer daño a nadie. Estamos llenos de luz y de felicidad, como en el cielo. Comemos, estamos alegres y nos reímos».

El gurú Gobind Singh lo expresa de manera similar: «De la dualidad, pasamos a fundirnos en uno solo. Yo no había pedido venir a este mundo, pero el Señor lo quiso así y me envió aquí».

La tarea principal del maestro es preparar al aprendiz y llevarlo a la morada del

Señor. Asume la responsabilidad por aquellos que buscan refugio en él. Los maestros vienen al mundo una y otra vez para aceptar a quienes buscan la verdad y mostrarles el camino espiritual.

No importa si el aprendiz está cerca o lejos del maestro. La distancia no es importante, pues su mano es la mano de Dios y en ella descansa el poder del Señor.

El maestro guarda al aprendiz de situaciones contra las que este no puede luchar. Al igual que la madre protege al niño del mal que lo amenaza porque él no sabe nada, el maestro guarda al aprendiz de toda pena y dificultad sin que este se imagine nada. Alivia el sufrimiento que depara el destino al aprendiz en la Tierra, y le da fuerzas para verlo como algo insignificante. Le ayuda a superar las dificultades no solo en el nivel físico, sino también en el espiritual. No hay más ayudantes que él.

Todas estas atenciones se le conceden al aprendiz mientras vive en este mundo. Pero, a su muerte, un momento de máxima dificultad, acude el maestro en persona, se mantiene junto al aprendiz y se lleva el alma consigo. También al rendir cuentas de forma definitiva, el maestro nos acompaña.

Los conocidos y amigos de las personas son volubles y pasajeros. Algunos nos dejan cuando los necesitamos, y otros, en nuestro último momento. Quien verdaderamente protege y ayuda al aprendiz, sin embargo, es el maestro, que está siempre con él en tiempos de necesidad. No le abandona a la hora de su muerte, ni lo deja solo después.

La relación del maestro con su aprendiz y viceversa es el verdadero amor. El maestro es benévolo. Nos enseña cómo podemos volver a nuestro hogar, y ruega al Señor para que perdone nuestros pecados y ponga fin a nuestra esclavitud.

El Señor vive en el corazón del maestro. En él se reflejan la virtud y la esencia del Señor. En él, el venerable maestro, se unen la plenitud de la personalidad y la plenitud de las virtudes. Las virtudes de la divinidad se manifiestan a través de él. Quienes deseen mirar a Dios deben contemplar al gurú.

«Tiene un sol oculto dentro del ser humano».

Maulana Rumi

Cuando se abre el ojo interior, se reconoce que es el maestro aquel ante el cual todos deben inclinarse con humildad. Es la fuerza vital del universo. Es la verdad hecha humana, la realidad en forma humana. Procede de la verdad, y refleja la verdad. Es la coronación de la creación. No hay nadie más elevado que él ni nadie más poderoso que él, tanto ahora como siempre. Tiene todas las buenas cualidades de las regiones astral y causal, y todas las virtudes se concentran en él. Quienes lo han visto, han visto a Dios en forma humana. El maestro refleja las virtudes del Señor, es Su reflejo en el mundo. Es el representante de Dios y lleva a cabo Su obra aquí. Su intelecto, sus conocimientos y su sabiduría son únicos, sus juicios son justos y claros, y no pueden reprocharse. Aunque no haya recibido formación escolar, es la fuente de todo conocimiento. Su razón comprende el verdadero significado de todo.

Incluso desde el punto de vista humano, es la persona más plena que existe. Todas las virtudes proceden de él. No vive en un país en particular ni pertenece a una nación concreta. Está a disposición de todos y sirve, enseña y ama a todos. Sus enseñanzas están destinadas a toda la humanidad. Irradia su amor y ha venido aquí como mensajero de Dios, viviendo en este mundo para propagar su luz.

El gurú lleva la misma vida que una persona normal. Vive en el mundo, pero este no le afecta. Trata a todos con benevolencia y dedicación, y su amor y sus cuidados superan con creces a los de una madre. Es un ser humano pleno y sin defectos. A pesar de nuestros errores, se apiada de nosotros.

En lo estrictamente externo, es una persona, pero en realidad es un superhombre. Está más allá del bien y del mal y es el más elevado entre los seres humanos. Es Dios mismo en forma humana. La moralidad y la espiritualidad se unen en él. A pesar de ser todopoderoso, parece no tener poder alguno. A pesar de su elevada grandeza, está lleno de humildad. El ideal que Platón y otros filósofos de la humanidad consideraban como digno de perseguir (poder en combinación con humildad y preocupación, sabiduría con amor) solo se encuentra en un gurú.

En realidad, el gurú es más que un superhombre, pues su poder supera los límites del ser humano. Actúa en regiones que nuestros sentidos no pueden percibir, y tiene acceso a las regiones sutil y causal, e incluso más allá. Ni siquiera con ayuda de la tecnología moderna podemos percibirlo con nuestros sentidos. Estas regiones tampoco son visibles para los científicos, pues estos no pueden ir más allá del universo físico, al limitarse al mundo de la razón y del intelecto. A pesar de haber realizado un gran número de experimentos y de que se seguirán realizando en el futuro, existen regiones y mundos sutiles que la razón no puede comprender, y existen las regiones de la consciencia pura, que son aún más inalcanzables. El maestro atraviesa estos mundos cada día.

El maestro como manifestación de Dios

Dios es insondable y está más allá de todo conocimiento humano, pero se

manifiesta en el maestro. El maestro manifiesta la excelencia de Dios. Dios ha cerrado la puerta en el interior de nuestro cuerpo, y Él se ha escondido detrás. Él

adquiere por sí mismo forma humana y lleva consigo la llave que abre la puerta. Amamos de forma muy especial la forma que toma, debemos adorarla. El brillo y la excelencia del Altísimo se irradian a través del maestro. La forma humana es Su aspecto externo; en ella, Él vive entre nosotros. Puesto que tiene un cuerpo como el nuestro, Él también padece los dolores y las alegrías como nosotros. Por ello, la apariencia visible de Dios, tal y como la vemos con nuestros propios ojos, nos resulta mucho más querida que su forma original e invisible.

No se puede distinguir al maestro de Dios; él y Dios son solo uno. Entonces, ¿cómo uno puede ser más poderoso que el otro? En realidad, Dios y los santos no se diferencian en nada. Maulana Rumi afirma:

«Cuando aceptas a un maestro, debes saber que en él están unidos Dios y el profeta. No los consideres diferentes y no digas que están separados el uno del otro. Más bien, contempla al maestro como alguien que ha alcanzado a Dios. Si te falla la vista, el maestro y Dios se te aparecerán como seres diferentes, y te perderás tanto a ti mismo como la verdadera espiritualidad. Quienes diferencian entre Dios y el maestro en realidad están muertos, y no son aprendices.

En Juan 14, 8-10 encontramos: Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre, y eso

nos basta». Y Jesús respondió: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí?» Y, en otro momento, dijo Jesús: «El Padre y yo somos uno. Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Por ello, creedme cuando digo que yo estoy en el Padre, y el Padre está en mí».

Con su cuerpo, el maestro pasa su tiempo aquí en la Tierra, pero su alma se eleva a los siete cielos. Por fuera, es tan solo un ser humano, pero por dentro es Dios el que habla a través de él. En realidad, es Dios, Dios y humano, un Dios-humano. Es el eslabón que nos une a Dios. El maestro es el Shabd, que se presenta como una persona. Debe tomar forma humana para que se nos haga comprensible.

Se cuenta que el zar de Rusia, Pedro el Grande, fue a Holanda a aprender el arte de la construcción naval. Se vistió como un trabajador. En Holanda vivían muchos rusos que habían huido de su reinado del terror. Les habló de Rusia y les aconsejó volver a su patria. Los trabajadores estaban más que dispuestos a hacerlo, dijeron, pero el zar los había expulsado de su país, y por eso no podían volver. A esto, Pedro respondió que el zar era amigo suyo y que él, Pedro, intercedería por ellos ante él para que el zar volviera a aceptarlos.

Cuando Pedro, después de haber aprendido el arte de la construcción naval, emprendió su viaje de vuelta a casa, se le unieron aquellos que habían creído en sus palabras. Cuando entró en su país, todos se empezaron a inclinar ante él y presentarle sus respetos. Esto reforzó en sus acompañantes la esperanza de que haría cambiar de opinión al zar y que este les permitiría quedarse en Rusia. Cuando llegaron a la capital, Pedro dejó atrás a sus acompañantes y les pidió que fueran a visitar al zar. Se quedaron atónitos cuando vieron al mismo Pedro sentado en el trono, cuando habían creído que era un trabajador igual que ellos. En ningún momento habían sospechado que era el soberano. Ahora estaban agradecidos de que les hubiera llevado de vuelta a casa vestido como uno de ellos.

El maestro cumple un papel similar. Toma forma humana para devolver a los seres humanos a su hogar original. Por fuera, es un prisionero más, pero en realidad es el rey de todas las regiones y universos, y de ningún modo un prisionero. A pesar de parecer un prisionero, viene para salvar a los demás y liberarlos de la tiranía.

Si un mirlo tuviera que aprender a hablar, lo pondríamos delante de un espejo tras el cual se escondería alguien y hablaría. Entonces, el mirlo creería que su reflejo es otro de su misma especie que habla. Del mismo modo, también el Señor se oculta en la forma de un santo y habla a través de él. El Señor es indescriptible y maravilloso. Para presentarse ante los seres humanos, debe tomar forma humana. ¿Cómo podría comunicarse con el ser humano sin un cuerpo?

Kabir afirma: Dios nos habla con ayuda del cuerpo porque no puede hacerlo sin él. ¿Cómo queremos reconocer a alguien sin característica alguna si no toma la forma de uno de nosotros?

Condicionado por sus características externas, el maestro pertenece a un país determinado, pero está libre de la tiranía del cuerpo. Puede ascender a las regiones más elevadas como y cuando quiere. Es un maestro, y es la manifestación de la corriente sonora. Está ahí para todos. Es uno solo con el Señor, es omnipresente y está siempre con el aprendiz para prestarle su ayuda. Se manifiesta por dentro al aprendiz.

Un gurú pleno no demuestra todo su poder y sus habilidades el primer día. Cuanto más ha avanzado el aprendiz, más se le manifiesta el maestro. Al principio solo nos parecerá un anciano, pero poco a poco se revelará como el maestro pleno que es. Pero esto no se queda ahí. Hace que los aprendices reconozcan que ha alcanzado a Dios y que no existe diferencia alguna entre él y el Señor. En la Biblia, Juan indica la forma radiante del maestro de la siguiente manera:

«Estaba yo en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta.

Y me volví hacia la voz que me hablaba. Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego. Y sus pies, semejantes al bronce bruñido cuando se le ha hecho refulgir en el horno, y su voz como el ruido de muchas aguas.

Después de estas cosas miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, era como de trompeta que hablaba conmigo, diciendo: ‘Sube aquí, y yo te mostraré las cosas que es necesario que sean hechas después de éstas’».

Apocalipsis

El maestro pleno es el Shabd, la música divina. Y entre el Altísimo Señor y el Shabd no hay diferencia alguna. El Shabd es una corriente de consciencia de una fuerza tan violenta que creó el universo y penetró por completo en él. El universo tiene su origen en este Shabd.

«Que sepas que el Shabd es el gurú. Tu gurú te lo revelará. Conviértete en el aprendiz amado. El alma seguirá la melodía».

Adi Granth

Solo es un santo o un maestro pleno aquel que puede iniciar a otros. El Shabd es

una apariencia del Altísimo Señor; se revela a los santos o a los maestros plenos, los cuales no se diferencian del Señor.

«Luché en la ola del cuerpo, y se me concedió una visión maravillosa: El Señor es el gurú y el gurú es el Señor. Oh, Nanak, no hay ninguna diferencia entre los dos».

Adi Granth

«En cada uno de sus campos, todos son santos importantes. Pero quien ha experimentado el Shabd los supera a todos. Existe más de un gurú, y sus métodos son diferentes. Adora tan solo al gurú que te una con el Shabd».

Kabir

En el libro Sar Bachan se describe así al maestro pleno, el gurú:

«Solo es un verdadero gurú aquel que ama el Shabd. Quien no conoce el Shabd, no es un gurú pleno. Quien escucha el Shabd es un gurú pleno. Inclínate ante este gurú, conviértete en el polvo de sus pies».

El maestro pleno, el Sat Guru, es el verdadero curandero, pues él tiene el remedio que da la vida: la PALABRA o el Shabd.

Todo ser humano comete errores. Forma parte de su naturaleza. El maestro, no obstante, tan solo es un ser humano por fuera, pues en su interior es uno solo con el Señor y, al igual que Él, está libre de todo error.

La definición de gurú no se refiere a las personas, es más bien un poder que ha tomado un cuerpo durante un tiempo determinado. El gurú es nuestro verdadero ejemplo, y a través de él realizamos verdaderos progresos espirituales. Al igual que una bombilla eléctrica, irradia una luz que nos llena. En su luz, no pensamos en ningún momento en el estado de la bombilla. Los que buscan la espiritualidad se sacrifican a esta luz divina como si fueran polillas.

El maestro no es de este mundo y no está vinculado a su cuerpo. Se eleva por encima de todos los mundos y regiones inferiores, más allá de la razón y del pensamiento.

Vive en las regiones espirituales y entra y sale de ellas a placer. En su misericordia, concede la mirada interior a miles de personas, para que puedan atravesar estas regiones.

El maestro vivo es uno solo con el Señor, y es Su verdadera manifestación en este mundo. Se le ha encomendado el deber de encaminar a las criaturas del mundo a su salvación. Es la fuente del amor y encarna la felicidad y la paz.

Solo un ser humano puede mostrar el camino a otro ser humano. Esta es una ley natural. De acuerdo a esta ley, el maestro adquiere forma humana para poder convencer a las demás personas y unirlas con el Señor mediante su fuerza. Puede entrar en cualquier momento y a placer en la felicidad de las regiones más interiores y elevadas de la luz y de la vida.

«La mano del maestro es poderosa, pero no menos que la del Señor. Su mano es el poder de Dios. Se debe confiar en su grandeza, pues llega hasta el más alto de los cielos. En ella fluye la corriente eterna. Dios no tiene rival ni en su grandeza ni en su excelencia. Dios tiene un sol oculto dentro del ser humano. Reconoce al maestro tal y como es».

Maulana Rumi

El Altísimo Señor se nos presenta con la forma de un maestro. Conoce nuestras penas, tiene compasión por nosotros y nos ama. Pero, ¿dónde está Dios? Solo podemos verlo a través de la forma radiante y gloriosa del maestro, no de otro modo. Solo podemos mirar a Dios una vez alcanzadas las regiones de la consciencia pura, a las que no pueden llegar la razón, los sentidos ni el pensamiento. En este mundo, Dios es para nosotros tan solo un concepto; nos quedamos tan solo con una idea de Él. Pero el maestro nos lo pone delante, pues el maestro vive entre nosotros y podemos verlo.

En el universo físico, los santos son los salvadores de la humanidad. El maestro vivo es la esperanza y la luz del mundo, el salvador del ser humano. Mediante la gracia del Shabd, el maestro pleno no se ve sujeto a ninguna limitación o vínculo. Saca el alma del mar tormentoso de los nacimientos y las muertes y la lleva a las regiones inmortales. El maestro no puede distinguirse del Shabd. Por fuera, tiene un cuerpo humano. Enseña y convence a quienes llegan a él. Pero, si alcanzamos las regiones sutiles, él también adquiere una forma sutil y nos acompaña en esta forma. Y, cuando alcanzamos la región causal, adopta una forma causal y nos ayuda con dicha forma. Ha recorrido todos los pasos del camino, hasta las más altas regiones, y puede concedernos su ayuda también en ellas. No descansa hasta habernos unido con su verdadera forma, el Shabd.

Capítulo 4

LA PROTECCIÓN DEL MAESTRO

Buscar refugio en el maestro significa subyugar la propia voluntad a la voluntad del maestro y someterse a él incondicionalmente. Es una forma sencilla de liberarse del ciclo de los nacimientos y las muertes. El aprendiz debe confiar en el maestro tan ciegamente como si se encomendara a un cirujano y pusiera su vida en sus manos. Si nos hemos perdido por la selva, estamos cansados y derrotados y no podemos volver a encontrar el camino solos, también seguimos las indicaciones de un guía. La tarea del maestro consiste no solo en enseñar al aprendiz, sino también en ayudarlo a través de las dificultades. Solo él es un verdadero amigo que no solo nos aconseja en tiempos de dificultades, sino que también nos ayuda a superarlas.

Entregarse a los pies del maestro significa simplemente encontrarse con él y buscar refugio en él. De manera similar, a menudo se aconseja inclinarse ante un servidor de Dios, un santo o un maestro, pensar en él o sacrificarse por él.

«Su consejo es: Inclínate ante el maestro. Tu progreso espiritual requiere incondicionalmente a un gurú vivo. Nadie encuentra al Señor sin un maestro, tampoco esforzándose un millón de veces. Conviértete en el polvo de los pies de los santos, y abandona tu afán de notoriedad. Deja a un lado toda la inteligencia y la astucia y ponte a los pies del maestro».

Adi Granth

Tener a un gurú como ejemplo tan solo sirve para un fin espiritual, y no tiene nada

que ver con el culto a la personalidad. Con la palabra «gurú» no solo se hace referencia al maestro en su forma humana, sino también a su forma del Shabd. El cuerpo humano es como un ropaje que el aprendiz y el maestro deben quitarse tarde o temprano. ¡Bienaventurado es el cuerpo en el que él actúa! Le prestamos atención, y debemos adorarlo. También se le llama gurú. Tenemos un cuerpo, por lo que solo nos puede instruir alguien que también tenga un cuerpo. Quienes definen el estar en presencia de un maestro como culto a la personalidad no conocen la verdad. No obstante, incluso si esta crítica hiciera honor a la verdad, sería mucho mejor que adorar un libro o un ídolo. El ser humano es un ser pensante, y solo puede ser instruido por sus semejantes.

Cuando alguien nace en la familia del maestro, es decir, cuando alguien busca refugio en el maestro, es su obligación como aprendiz seguir el camino tal y como lo enseña el maestro. Todo lo que hace porque se lo pide el maestro supone dedicación a él. Cuando un viajero sigue las instrucciones del barquero al tener que atravesar un río, llega a la otra orilla. Por ello, debe obedecerle sin rechistar. Su bienestar depende de ello. El maestro es responsable de su aprendiz en todos los aspectos. Por ello, el

aprendiz debe seguir todas las órdenes del maestro con amor y no dejarse influir por sus propios caprichos, incluso si a primera vista a veces las instrucciones del maestro pueden parecer un poco extrañas. El maestro es todopoderoso, y pueden darse situaciones cuyo contexto no podamos entender.

Buscar refugio en el maestro significa darle toda nuestra confianza y dejarnos guiar por él. Debemos seguir sus órdenes sin pensar en si son correctas o razonables. Lo que nos pide el maestro es siempre lo mejor para nosotros, incluso si al principio no nos parece correcto ni conveniente.

Es imprescindible obedecer al maestro con palabras, acciones y pensamientos, y actuar de acuerdo a su voluntad. De ello depende la salvación del aprendiz. Puede ser que todo el mundo pueda ver al maestro, pero es imprescindible que sigamos sus palabras y practiquemos en el Shabd, su regalo.

«Cualquiera puede dirigirse hacia el maestro. Pero esto no lleva a la salvación si no se practica el Shabd».

Adi Granth

Meditar es más sencillo que dedicarse de forma incondicional al maestro. Cuando buscamos refugio en el maestro, debemos ser como niños. Debemos ceder nuestra propia voluntad y dejar sitio a la voluntad del maestro. Debemos entregarnos al maestro en pensamientos, palabras y acciones. Esto es muy difícil. No obstante, si tenemos la suerte de caer bajo su protección, se cumplirán todos nuestros deseos y seremos solo uno con el maestro.

En la medida en que pongamos en práctica las palabras del maestro, estas florecerán.

«El maestro es siempre misericordioso. Solo recibimos lo que nos merecemos. Proporciona los mismos bienes a todos. Y nosotros recibimos su gracia en la medida en que lo amamos».

Adi Granth

Cuando el aprendiz se ha sometido definitivamente al maestro, el maestro se ocupa de él en todos los aspectos. Al igual que una madre se ocupa de su hijo, así acepta el maestro a sus aprendices. Cuando el aprendiz ha sido purificado, el maestro le otorga riquezas espirituales.

El niño no debe preocuparse en el regazo de su madre, está feliz, pues de las preocupaciones se encarga su madre. Así, también el aprendiz está feliz y abandona toda preocupación cuando ha encontrado refugio en el maestro.

La relación entre el aprendiz y el maestro es difícil de entender, no se puede describir lo suficiente con palabras. No obstante, los santos intentan explicárnosla lo mejor posible. Dicen que todas las relaciones terrenales sirven para el propio beneficio. La relación entre el maestro y el aprendiz, sin embargo, es pura y desinteresada. Podemos entenderla un poco comparándola con la relación entre una madre y su hijo. Una madre se sacrifica mucho por su hijo recién nacido. Comparte sus alegrías y su dolor. El niño no ha desarrollado sus capacidades, y por ejemplo no puede aún distinguir entre limpio y sucio. Si llora, la madre se preocupa e intenta cualquier cosa por solucionar el malestar, incluso si para ello se pasa noches sin dormir. Cuando el niño está alegre y se ríe, también la madre está feliz.

Un niño pequeño aún no puede hablar y no sabe nada de la casa de sus padres. La madre mira al niño y el niño a la madre. Charla con él y le enseña a hablar. Se preocupa de todo, se encarga de que no ponga la mano en el fuego, le da de comer y lo lava. Así, cría al niño con cuidado hasta que este crece.

El aprendiz es también ignorante en el terreno espiritual cuando «nace» en la familia del maestro. Sus pensamientos e inclinaciones están siempre vinculados a los más bajos deseos. Pero el maestro acalla los pensamientos y los sentidos del aprendiz y lo purifica. El progreso espiritual tan solo es posible cuando dominamos y aplacamos la razón y los sentidos. Mientras el maestro ayuda lleno de compasión al aprendiz a domar su razón, le enseña también a entender y hablar la «lengua no

hablada». Con cautela, el maestro dirige siempre los progresos de su aprendiz. Hace cualquier cosa para que se vuelva completamente puro, inmaculado y libre de errores.

«No tengo más amigos que Tú, ¡oh, Señor! El maestro es mi refugio; allí encuentro al Señor. Oh, compañero de viaje, tú que debes tratar con las cosas insignificantes del mundo, ven y busca a un maestro y obtén los tesoros que son eternos».

Adi Granth

Este universo es un océano. El maestro es un barco, y también es su capitán. Nadie puede atravesar el océano sin el maestro. Solo a través de su misericordia podemos encontrarnos con el Señor. Nadie encuentra la salvación sin ella.

«El gurú es el barco, el gurú es el capitán. Sin el gurú, nadie llega a la otra orilla. A través de su gracia nos encontramos con el Señor. Sin el gurú, nadie puede alcanzar la salvación».

«Del maestro recibí el regalo incomparable; plantó el nombre del Señor en mi corazón. Cuando el Misericordioso se muestra benévolo, nos concede la protección del maestro».

Adi Granth

Maulana Rumi aconseja acudir a una persona que conozca nuestro corazón, que comprenda nuestras necesidades y nuestras penas, que comparta nuestro dolor y que pueda combatirlo. Debemos sentarnos a la sombra del árbol que da flores y frutos frescos, refrescarnos el espíritu y el corazón y recibir de él el fruto de la vida espiritual. No debemos andar sin rumbo por los caminos del mundo como si fuéramos vagabundos, sino establecernos allá donde podamos deleitarnos con el néctar del Señor. Los maestros guardan este néctar, y pueden compartir este tesoro con todos. Tienen todo el poder del Señor, y a través de ellos el Señor reparte sus riquezas.

«Es bueno que Dios sea benévolo. Si no lo es, no pasa nada. Pero, si el maestro no es compasivo ni benévolo, me hundo».

«Abandono el Rama, pero no al maestro. No considero a Dios de la misma clase que el maestro. Dios me envió a este mundo, pero el maestro me liberó de la vida y la muerte. Dios lanzó hacia mí a cinco asaltadores, pero el maestro salvó mi alma solitaria. Dios me ató con lazos familiares, pero el maestro rompió todas las cadenas. Dios me hizo pasar por enfermedades y penas, pero el maestro me convirtió en yogi y me liberó de ellas. Dios me permitió hacer méritos, pero el maestro me mostró mi verdadero yo. Dios se escondió de mí,

pero el maestro me dio una luz y me enseñó a Dios. Dios me dejó apresar y liberar, pero el maestro me sacó de toda duda. Me sacrifico a Charandas. Abandonaré a Dios, pero no al maestro».

Sahjo Bai

El amor al maestro y lo que genera

¿Cómo podemos ser dignos de recibir el elevado regalo del amor al Señor? Este regalo tan solo se concede a aquellos que siguen las órdenes del maestro, solo pueden recibirlo aquellos con un corazón puro y a quienes el Señor ha concedido una gracia especial.

Aún no hemos visto al Señor ni sabemos cómo podemos amarlo, pero la manifestación del amor divino es el maestro. Amar al maestro significa perder nuestra identidad por completo en el maestro y dirigirnos hacia el Señor.

Es el amado el que nos hace amar. Su poder de atracción interior genera este amor, y mantiene viva Su gracia. Sin él, no tendría sentido. Para quien ama, el amado será siempre el Rey de Reyes. Si el amado cumple con la tenacidad del que ama, es por Su gracia. Esto no reduce de ningún modo Su superioridad. Sus órdenes son las de un rey, y son las órdenes de Dios. Debemos obedecerlas siempre. Nunca deben expresarse palabras de desprecio basadas en la arrogancia, el orgullo o el poder. Y nunca debemos creer que estamos al mismo nivel ni faltarle al respeto.

Los santos son las olas del mar del amor divino que se elevan con más fuerza, y son el fuego luminoso de nuestro recorrido vital en este mundo. Jesucristo, el gurú Nanak, el gurú Amar Das, el gurú Ram Das, Kabir, Swami Ji, Ram Krishna, Shamas-i- Tabriz, Hafiz y muchos otros santos dejaron sus huellas en las arenas movedizas del tiempo para mostrarnos el camino. Sus vidas fueron un mar de amor. Cuando leemos sus escritos, se eleva en nosotros un anhelo de espiritualidad. Pero, sobre todo, debemos encontrar a un maestro vivo que sea la manifestación de Dios, para que pueda guiarnos y encontremos en nosotros mismos el néctar del amor.

Dios es infinito. No tiene ni forma ni nombre. No tiene límites ni cualidad alguna. Nosotros, sin embargo, tenemos una forma humana, y el corazón de alguien que ama naturalmente desea que su amado se le presente en una forma similar a la suya para poder verlo. Los ojos de quien ama anhelan contemplar al amado, las manos desean tocarlo, y los oídos, oír su cariñosa voz. Desea abrazar al amado. Desea expresar su amor y por ello anhela la espiritualidad en forma terrenal.

Amamos a los santos porque se han vuelto uno solo con el amor divino. Cuando nos encontramos con ellos o estamos con ellos, nos encontramos con el Señor y estamos en Su presencia. Jesús decía: «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre».

Los santos son un mar de amor porque ya son uno solo con el Señor, y Él es amor. Las corrientes de amor que proceden de los santos brillan hasta en el último rincón del mundo, y lo transforman. Cuando estas corrientes penetran en el corazón, surge

el deseo de encontrar al Señor. Los santos siempre enseñan tan solo el amor, porque el amor y Dios son solo uno.

Él es amor, y Su reflejo es el amor. Los santos solo se diferencian de las demás personas por la profundidad de su amor. Son el amor hecho carne, y lo regalan a los demás. Aman por igual a las buenas y a las malas personas, su amor es de la clase más elevada. El amor es la verdadera religión y el verdadero guía en el camino.

Mediante el amor al maestro, el amor al Señor se impregna en nosotros, y nuestro corazón se ve invadido por el anhelo de encontrarlo. Esto nos llena de una satisfacción interior, y al mismo tiempo dominamos la razón ocupándonos de repetir Su nombre. El gurú Arjan destaca:

«Sin el maestro, no podemos alcanzar el amor. No olvides que Dios es amor y que Él se manifiesta en el maestro. Y es el maestro el que nos permite encontrar al Señor».

El ser humano a quien el Señor le ha llenado el corazón de amor por el maestro

tiene verdadera suerte, pues a través del amor al maestro aprendemos a amar al Señor. El amor al Sat Guru por el simple hecho de amarlo es mejor que cualquier otro tipo de amor, pues su excelencia interior nunca se desvanece. La excelencia del Señor es eterna, y se muestra en el Sat Guru. Por ello, el amor por el maestro está libre de toda mancha. No obstante, para poder amar al Señor y al maestro, primero se debe despertar el verdadero anhelo.

Siempre que el ser humano siga disfrutando de los placeres de los sentidos, no se establecerá en él el verdadero anhelo del Señor. Por ello, los santos nos enseñan que debemos protegernos de expresar el amor de los sentidos. Llevamos en el corazón el regalar nuestro amor a nuestro Satguru y a las manifestaciones no terrenales, pues el maestro está libre de todas las cargas impuras de la Tierra. Si lo amamos, no estaremos atados al mundo. Y este amor por el maestro es necesario, pues nos permite pensar en el Señor.

Los santos describen este nivel como la entrada en el Satguru. Puesto que el Satguru es solo uno con el Señor, aquellos que están unidos al Satguru suben por sí solos al siguiente nivel y van hacia el Señor. De este modo, el ser humano puede conocer a Dios.

La cercanía de Dios se alcanza y se siente de dos maneras: por dentro y por fuera. Por fuera la sentimos cuando nos mantenemos en compañía de los santos, pero por dentro, solo cuando los corazones están unidos entre sí. Para allanar el camino hacia el encuentro entre ambos corazones, debemos hacer propia la más elevada forma de amor. Cuando el amor y la dedicación se han apoderado por completo de nosotros, nos resulta fácil contemplar por dentro al amado, pues en el corazón de alguien que ama está siempre y constantemente presente la imagen de su amado.

Atreverse a amar al maestro no es un arte, pero amar de verdad es extremadamente difícil. El aprendiz debe dejar que su amor por su maestro crezca poco a poco; entonces, un día pasará a sentir un verdadero frenesí de alegría, y la forma del maestro se impregnará profundamente en él. Sin el Dhyan no pueden reforzarse los lazos del amor al maestro, y el aprendiz no conseguirá fijar su atención durante un tiempo prolongado en la forma del maestro. Por ello, quienes aman a Dios repiten su nombre y contemplan en su interior la forma del maestro. De este

modo, la contemplación interior y exterior les aporta beneficios. El maestro ama a Dios. En él están las corrientes infinitas del verdadero amor,

pues él es la encarnación de este amor. Quienes lo aman han encontrado la fuente más importante para desplegar su propio amor por Dios, pues el maestro es la manifestación de Dios y ama a Dios por encima de todo. Su rostro refleja el brillo y la fuerza de Dios. Si miramos al maestro, en nuestro corazón crecen el amor y el anhelo del Señor. Cuando amamos al maestro, amamos también a Dios, pues si amamos al maestro, estamos pensando constantemente en Dios.

A veces, el maestro nos parece insensible. Con esto, y con medios similares, desea eliminar el egoísmo y la arrogancia del aprendiz. En ocasiones manifiesta su amor por el aprendiz, con lo que refuerza el amor de este y su alma se eleva a lo más alto. Kabir afirma:

«Un verdadero aprendiz no sufre tormentos ni dolor cuando el Señor no está satisfecho con él, pues cuenta con el apoyo del maestro. Pero, si el maestro no está satisfecho, el aprendiz no encuentra refugio ni en este mundo ni en el siguiente».

Mediante el poder magnético especial de su amor, el maestro atrae al aprendiz y lo

hace indiferente a las cosas terrenales. Este poder de atracción es lo que distingue al maestro, y se expresa en todas sus acciones y movimientos. Todo lo que irradia el maestro - la luz de su gracioso rostro, las arrugas de su frente, incluso su tranquilidad cuando el entregado muestra un comportamiento reprobable, el brillo que emana cuando habla con una sonrisa -, todo ello conmueve profundamente el corazón del entregado, y se siente atraído hacia su maestro. En el rostro luminoso del maestro se irradia el brillo de Dios, y se le reconoce en su maestro.

Cada vez que un maestro viene a este mundo, quienes buscan la verdad van hacia él como polillas atraídas por la luz. Como las abejas, revolotean alrededor de esta flor de la espiritualidad y disfrutan de su sabor. No pueden soportar la separación ni por un instante. Pues, gracias a la fuerza divina del maestro, las almas se ven atraídas hacia él, y el fuego del amor y la dedicación inagotables se enciende en ellos. Y, mediante este amor y esta dedicación, el aprendiz puede recibir la gracia del Señor y volver a su verdadero hogar.

Para el maestro solo tiene importancia el interior del aprendiz, y no su aspecto externo, su religión o su nacionalidad. Cuando el maestro considera que está preparado, lo inicia en el camino interior; a quienes no considera preparados, los rechaza. Qué vara de medir utiliza, es algo que sabe solo él. Pero puede ver los Sanskaras del aprendiz (las consecuencias del karma pasado) con tanta claridad como si estuvieran bajo un cristal.

El maestro transmite las enseñanzas a quienes buscan la verdad a través de su poder divino, y puede manifestarse ante ellos, ya esté cerca o lejos, sin escribir y sin hablar. Aquellos a quienes los santos toman bajo su protección se ven marcados por el sello de la gracia divina. Se les guarda de Kal y su estricto juicio y estarán seguros en su camino para elevarse más allá de sus necesidades.

«El maestro es el ‘pilar del conocimiento’. Después de encontrarse con él, el espíritu humano se transforma, pasando de hierro oxidado a oro puro».

Adi Granth

Los maestros hablan de una gracia muy diversa que se nos concede cuando buscamos refugio en el maestro. De este modo, desaparecen por completo las penas, las preocupaciones y las desdichas, y nos abandonan también la lujuria, la codicia y otros defectos. El cuerpo y el espíritu se vuelven puros, y encontramos la paz interior. Olvidamos todas las penas, y superamos también el miedo a la muerte. El entregado deja atrás el mar de su estancia en la Tierra y vive en una constante dedicación al Señor. El loto de su corazón se abre para florecer de lleno. El aprendiz despierta a una nueva vida. El Señor está vivo en su consciencia y está presente en todo. Lo acompañan la paz y la felicidad, y alcanza la región más elevada.

Existen muchas alabanzas con oraciones para encontrar a un maestro que nos dé estos bienes. El maestro vivo no está sometido a los límites del cuerpo, él también puede acceder a las regiones más elevadas del universo. La contemplación de su forma radiante es el segundo paso del progreso espiritual.

Cuando el alma asciende a regiones más elevadas mediante la repetición de los nombres, solo puede permanecer en ellas mediante la contemplación (sumida en la observación) de la forma radiante del maestro. Es por ello que los maestros destacan con tanta insistencia que tenemos que hacer un hueco para el maestro en nuestro corazón.

«Deja que el maestro esté presente en tu corazón, y encuentra entonces el profundo anhelo de llenar el espíritu humano. Deja que el maestro esté presente en tu corazón, entonces se acabarán tus penas. Deja que el maestro esté presente en tu corazón, sumérgete en él y deja atrás el mar del sufrimiento».

Adi Granth

El maestro es el curandero que nos devuelve la vista. Él vive en nosotros. La humanidad es ciega y actúa en la oscuridad. Pero quienes se encuentran con un maestro pueden ver al Señor con sus propios ojos en su interior.

«Quienes se han sumergido en su yo interior, reconocerán la joya. El maestro pleno regala una única mirada que salva al aprendiz. El aprendiz sigue al maestro Y su razón se aplaca. El maestro, que es un rey y un verdadero conocedor de las joyas, descubre con una mirada el diamante que guardamos en nuestro interior y nos lo compra».

Adi Granth

Un maestro es la manifestación de Dios. Implorar de él cosas mundanas sería

como pedirle peniques a un rey. Quienes aman verdaderamente al maestro no piden ni siquiera la salvación o el Sat Nam. Aman al maestro por el simple hecho de amarlo, y por ello lo obtienen todo sin pedirlo. Ante todo, él concede la máxima delicia del amor, la paz, la concentración, una vida llena de felicidad y un despertar interior. La dedicación del que ama está destinada tan solo al Señor.

A todos aquellos que están verdaderamente entregados, el maestro pleno les regala

el Shabd, la verdadera fuerza vital. Esta fuerza forma parte de su ser, y puesto que está sin su ser, el Shabd adquiere vida en ellos. El maestro ha superado el valle de la muerte. Ha reconocido la fuerza vital del Señor, que se demuestra en la corriente sonora, y lo ha hecho realidad, pudiendo dar a los aprendices una nueva vida o un despertar espiritual.

El estado de quienes verdaderamente aman cuando están en presencia del maestro es indescriptible, y la mirada del maestro (Darshan) hace que se encienda el fuego de su amor y se muestre completamente transformado. Al mirar al maestro, nosotros solos recordamos al Señor y, totalmente imbuidos por ello, el alma se eleva a regiones más altas y experimenta una felicidad indescriptible.

Los misterios interiores no pueden recogerse con palabras, ni por escrito ni oralmente. Solo puede explicarlos el maestro pleno de cada tiempo. Acompaña al aprendiz en su elevación espiritual y lo lleva por todas las partes complicadas de su viaje.

El maestro acompaña al alma por todas las regiones y reinos espirituales. En la región de Brahm, toma la forma del Shabd y lleva al alma a su hogar definitivo, el Sach Khand. Cuando la forma radiante se aparece al aprendiz entregado en su interior, este abandona toda duda; su servicio se ve aprobado, y ha cumplido con la mitad de sus tareas. Desde entonces, el entregado ya no tiene que hacer nada, pues ahora es responsabilidad de la forma radiante el devolver el alma a su hogar definitivo.

Al igual que la polilla se esfuerza por ir hacia la luz, también el aprendiz debe esforzarse por ir hacia su maestro y hacia Dios. Debe arder en el fuego del amor por el Señor, pues estos sacrificios no llevan a la muerte, sino a la vida eterna. Los amores que olvidan por completo su propio yo en su amor por el maestro beben de la fuente del elixir de la vida y obtienen la felicidad eterna.

No solo el que ama sufre penas; El amado sufre mucho más por el que ama. La polilla solo se quema una vez y queda libre de todo dolor. Pero la llama arde eternamente.

Capítulo 5

LA VOLUNTAD DIVINA Y LA LIBRE VOLUNTAD Haz tan solo lo que quiera el Señor. Por tanto, actúa de modo que esté contento. Debemos esforzarnos por alcanzar lo que le complace. «Entrégate a su voluntad», por tanto, quiere decir que tenemos que ser felices en Su voluntad. Los santos musulmanes lo llaman: «Someterse a Su voluntad». Quienes lo hacen, dicen siempre: «Oh, Señor, lo que Tú quieras estará bien». Un santo persa afirma:

«Si algo no sucede como deseamos, es mejor que no haya sucedido». Todo lo que hacemos debe complacer al Señor, para que nos aprecie y nos ame. Esto pasa cuando actuamos de acuerdo a Su voluntad.

«Inclino la cabeza voluntariamente ante la voluntad del amado».

Pensemos por un momento en cómo actuamos cuando deseamos tener contento a alguien. Lo más importante es obedecerle de forma incondicional y no saltarnos sus instrucciones ni en lo más mínimo. Tomemos como ejemplo un animal. Un perro que comprende las órdenes de su amo y las lleva a cabo tal y como dice goza de su reconocimiento. Un hijo obediente proporciona alegría y satisfacción a sus padres. El marido ama a la esposa entregada, el señor se alegra de tener un siervo obediente. El Estado agradece que haya ciudadanos pacíficos y que cumplan con la ley. Este principio se aplica en todas partes: cuando queremos tener contento a alguien, debemos seguir sus órdenes y estar de acuerdo con lo que desea. Es entonces cuando estamos felices y vivimos en su voluntad.

Al cumplir con nuestras obligaciones, en todo lo que hacemos, debemos esforzarnos siempre por tener contento al Señor.

El gurú Nanak enumera los diferentes métodos que se aplican normalmente para reconocer a Dios: no podemos llegar al Señor con el intelecto y la razón, tampoco mediante el ascetismo, el ayuno, un voto de silencio, etc. Ni la inteligencia ni la astucia ayudan a encontrarlo. Pero, ¿de qué manera debemos proceder para obtener acceso a su puerta y poder verlo una vez vencido el velo de las ilusiones? El gurú Nanak afirma: solo podemos reconocer al Señor sometiéndonos obedientes a Su voluntad. Este es el principio básico.

«No podemos obtener una imagen de Dios, por mucho que pensemos en Él. Y tampoco llegamos a Él callando para siempre. Tampoco podemos obtener satisfacción ni con todos los tesoros de este mundo. La inteligencia ilimitada tampoco lleva al objetivo. Entonces, ¿cómo nos volvemos puros? ¿Cómo se destruye el velo de la falsedad? Tan solo cumpliendo con la voluntad de Dios. Así está escrito en nuestro destino, oh, Nanak».

Adi Granth

La entrega a Dios, la ley de Dios y la voluntad divina son tres aspectos diferentes

de una sola verdad: la voluntad del Señor. La entrega a Dios deriva de Su voluntad, por tanto, también es alegría y felicidad. Mediante Su voluntad, se cumple Su ley. La ley de Dios es la forma apreciable de la que dispone. Es el Shabd, el Nombre o la PALABRA.

Quienes se someten a la voluntad de Dios se vuelven uno con Él. Esta es la más elevada forma que hay de alabar Su voluntad.

«Quienes se someten a Tu voluntad, se unen a ti. Quienes satisfacen Tu voluntad, llegarán a ti. Es excelente inclinarse ante la voluntad del Señor, pero son raras las personas que lo hacen».

Adi Granth

El ser humano idea miles de planes, hace realidad algunos de ellos, pero el destino a su lado se ríe de él. los esfuerzos del ser humano se ven aniquilados por la voluntad del Señor. ¿Qué puede hacer la voluntad humana contra la voluntad divina? Absolutamente nada.

«Ni siquiera los esfuerzos externos sirven a un objetivo. Solo pasa aquello que Dios dispone».

Nos encontramos y volvemos a separarnos tal y como lo prescriben el karma del

destino y Su voluntad. Sucede lo que Él quiere. Nadie puede impedir la voluntad del Altísimo.

Rabia Basri se encontró una vez con dos hombres santos y les pidió que le contaran algo sobre la voluntad del Señor. Uno dijo: «Debemos soportar todo el dolor y toda la pena que nos depare el Señor». «Aquí se incluye el afán de notoriedad», repuso Rabia Basri. El otro santo dijo: «Debemos soportar con alegría todas las penas que nos envíe el señor». «También entre ellas se incluye el afán de notoriedad», dijo, y añadió: «No debemos ver diferencia entre las penas y las alegrías que vienen del Señor, y debemos contemplarlas ambas como un regalo de Dios».

Ya seamos ricos o pobres, estemos sanos o enfermos y seamos felices o infelices, todo es obra suya, y es el resultado de nuestro propio karma. Acéptalo con alegría y sé feliz en Su voluntad. Intenta actuar como te diga el maestro, y libérate así de las cadenas del karma y de la muerte con ayuda de Su nombre. Su voluntad es Su mayor regalo, no hay ninguno mejor. Solo le obedecemos cuando es Su voluntad, y solo encontramos a un maestro cuando lo dicta Su voluntad. Solo cuando Él quiere podemos volvernos dignos de la verdad y deleitarnos en su felicidad. Y solo la experimentan aquellos que están destinados.

«Yo obedezco porque Él lo quiere así. «Yo siento felicidad porque Él lo quiere así. Él lo quiere así, y yo encuentro a un maestro. Él lo quiere así, y yo me sumerjo en la verdad. No hay regalo más grande que Su Voluntad. En realidad, esta es la verdad. En el creador encuentro refugio».

«Si estás a mi lado, oh, Señor, lo conseguiré todo. Cuando estás en mí, obtengo la paz. Cuando vives en mí, se me concede la bendición. Tu voluntad me convierte en rey. Tu voluntad me convierte en mendigo. Tu voluntad hace brotar ríos en el desierto. Por Tu voluntad florece la cúpula celestial en todo su esplendor. Mediante Tu voluntad atravesamos el mar de la vida. Tu voluntad hace que nos ahoguemos en la tormenta. Mediante Tu voluntad amamos al Señor y nos volvemos como Él».

Adi Granth

Si reconocemos Su ley, es una señal de que estamos unidos con el Señor. Pues, cuando todo nos es indiferente, estamos siempre satisfechos y contentos en su voluntad.

«Este es el símbolo de la unión con Dios. Se reconoce la ley de Dios. Se vive conforme a la voluntad del Señor y se está siempre contento y relajado».

Adi Granth

Puesto que no podemos escapar de las flechas del destino, al ser humano no le

queda otra opción que cargar con su karma. Por nuestras experiencias cotidianas sabemos que, a pesar de todos nuestros esfuerzos, el éxito o el fracaso no están en nuestras manos. Por supuesto, nuestra obligación es esforzarnos. Este consejo se lo dio también Krishna a su aprendiz Arjuna: debía cumplir con sus obligaciones y entregar los frutos al Señor, pues no tenía influencia sobre el resultado de sus acciones.

Cuenta una antigua historia que un día un árabe se dirigió al profeta Mahoma con las siguientes palabras: «Oh, Profeta de Dios, el Señor nos vigila sin cesar. ¿Qué pasaría si no le atara las patas a mi camello por las noches y lo dejara andar confiando en su voluntad? ¿Sería correcto?»

Maulana Rumi resumió la respuesta del Profeta con las siguientes palabras: «Hablando en voz alta, el Profeta replicó: ‘Ata las patas de tu camello y confía en

Dios’». El Profeta dijo, sin lugar a dudas, que era la obligación del hombre atar las patas

de su camello. Cumple con tus obligaciones. Entonces, debes estar contento con lo que sea la voluntad de Dios, y dejarle a Él el resultado. Da lo mejor de ti y deja todo lo demás en manos del Señor.

Quienes se orientan conscientemente a la ley o la voluntad divina actúan en consecuencia. Esto no quiere decir que tengamos que sentarnos ociosos y ponernos las manos en el regazo. Solo son hombres de acción aquellos que actúan.

La relación entre el destino y los propios esfuerzos es muy estrecha. Un proverbio persa dice: «El ser humano piensa, y Dios dirige».

El ser humano tiene una voluntad libre hasta un cierto grado; más allá de este, se enfrenta a límites. Ilustrémoslo mediante un ejemplo: un niño alza una cometa. Su padre le ha dado una cuerda de aproximadamente 200 metros. Solo puede hacer que su cometa se eleve hasta el final del cordel, si así lo desea, pero solo hasta ahí. De este modo, también nosotros, en función de nuestras fuerzas, debemos intentar actuar lo mejor posible y dejar todo lo demás en manos del Señor. Debemos esforzarnos todo lo que podamos con ayuda de nuestra inteligencia y, después, inclinarnos ante la voluntad de Dios y aceptarla como algo dulce.

«Vive de forma constante y esforzándote seriamente. Obtén así una felicidad duradera. Encuentra al Señor mediante la contemplación. Y expulsa todo temor y preocupación».

Adi Granth

Los escritos de los gurús tratan en muchos puntos el tema de la voluntad de Dios y

la libre voluntad del ser humano. Cuando por «voluntad de Dios» entendemos que todo lo que debe pasar va a pasar y que los esfuerzos del ser humano no sirven para

nada, ¿por qué los gurús adquieren forma humana una y otra vez, difunden sus enseñanzas y no escatiman en esfuerzos para dar conferencias y redactar escritos? Los gurús dicen que tenemos que esforzarnos mucho, pero siempre siguiendo la voluntad del Señor.

La voluntad del maestro es la voluntad del señor

No podemos ver a Dios, y por ello tampoco podemos comprender Su voluntad. Sin embargo, el gurú es la apariencia visible de Dios. Por este motivo, debemos actuar de la manera que él desee, pues ejecuta la voluntad de Dios.

«Las virtudes que ama el Señor nos las enseña el maestro. Sométete a la voluntad del maestro, y serás bendecido. Yo adoro al maestro».

Adi Granth

La voluntad del maestro es la voluntad del Señor. Podemos buscar al maestro para

que nos lo enseñe todo sobre el camino de la verdad. A aquellos que sigan su voluntad se les concederá la gracia del Señor.

«Es benévolo con aquellos que cumplen con la voluntad del maestro. El Señor conoce el secreto de su corazón, actúan como Él quiere».

Adi Granth

Quienes actúan conforme a la voluntad del maestro están orientados del mismo modo a la voluntad del Señor. Cosechan pronto los frutos que da una vida marcada por la voluntad de Dios.

La voluntad del Señor contiene el néctar. Puesto que la voluntad del gurú se halla completamente imbuida de la voluntad del Señor, él también contiene el néctar. Cuando el entregado se sumerge en el Naam, puede beber el néctar si así lo desea el Señor. Entonces, podrá reconocer la verdad. Si, siguiendo las instrucciones de un maestro pleno, comprendemos Su voluntad, nos convertiremos en «administradores» de la voluntad del Altísimo. Todo lo que hacemos y dejamos de hacer sucede en el nombre del Señor. El Señor actúa a través de nosotros, y nuestra voluntad se vuelve una con la voluntad del Señor.

La voluntad y el intelecto del ser humano son limitados y, por tanto, débiles, insuficientes e incompletos. Pero cuando acceden a la voluntad eterna y a la sabiduría plena del Señor, se vuelven también ilimitados. Puesto que la ley de la armonía coincide con la voluntad del Señor, el ser humano percibe el eco de la música divina. La voluntad insuficiente del ser humano vuelve a la voluntad plena de Dios y se vuelve igual a ella. Empieza a entender verdaderamente la voluntad de Dios y a seguirla. Ya no tiene que dar palos de ciego en la oscuridad, sino que recibe una visión clara y queda libre de todo lo que se le oculta.

Las virtudes divinas que ama el Señor se reconocen y se consiguen a través del maestro. Entre Dios y el maestro pleno no hay diferencia alguna, y el maestro lleva a cabo entregado la voluntad de Dios.

«Solo está entregado al maestro quien está satisfecho en la voluntad del Señor. En él suena la melodía sin tocar de la felicidad. Y a él lo estrecha entre sus brazos el Altísimo».

Adi Granth

El maestro es la voluntad de Dios con forma humana o con un cuerpo. Cuando seguimos la voluntad del maestro, reconocemos la voluntad del Señor. Esta visión, no obstante, solo puede dárnosla un maestro pleno.

«Oh, Señor, déjame vivir siempre en Tu voluntad. Bendíceme con la gloria de tu nombre. El maestro pleno nos permite reconocer Tu voluntad, y alcanzamos un equilibrio interior».

Adi Granth

En muchos textos religiosos se hace referencia a estos temas. Debemos pensar en

ellos alguna vez en presencia del maestro (un alma realizada). El paso más importante es buscar refugio en un maestro pleno y seguir sin dudar el camino que nos indique. Sus palabras son las palabras de Dios, y sus órdenes son las órdenes de Dios.

Quienes sirven al maestro y van hacia su luz, son aceptados a las puertas del Señor. Quienes se graban profundamente en su consciencia la voluntad del Señor se vuelven como Él. Él adquiere su esencia. De esto no hay ninguna duda.

«Quienes sirven a un verdadero maestro obtienen el reconocimiento del Señor. Su luz va hacia la llama. Solo sirven a Dios aquellos que se someten a Su voluntad».

Adi Granth

Quienes viven en la voluntad del Señor están muy contentos de alabarlo. El barco

del NAAM le resulta de fácil acceso.

«El maestro es el capitán, y el nombre del Señor es el barco. ¿Cómo se llega al barco? Entregándonos a la voluntad del maestro, somos trasladados. Están verdaderamente bendecidos aquellos a los que el maestro une a Dios».

Adi Granth

Con las siguientes palabras, Shamas-i-Tabriz se refiere de forma muy acertada a la

relación entre el aprendiz y la voluntad de su maestro: «Pregunté a mi maestro: ‘Oh, mi amado Señor, ¿por cuánto tiempo deseáis mantenerme atado a este mundo y hacerme sufrir?’ El maestro replicó: ‘Te llevo adonde quiero y te dejo donde quiero. Pero debes callar y obedecer’».

Al final, dijo: «¡Oh, maestro! Solo quiero saber lo que queráis, y solo quiero ver lo que me dejéis que vea. Si me dejáis vivir así, así quiero vivir. Y si me dejáis vivir en otras condiciones, no quiero nada más que eso». En esta respuesta del aprendiz no se encuentra ningún rastro más de afán de notoriedad, sino una entrega plena a Su voluntad.

«¿Qué voy a saber si no me dejas saberlo? ¿Qué puedo ver si no me dejas verlo? Quiero vivir tal y como tú lo desees. Si Tú lo quieres de otro modo, yo también lo querré».

¿Deja el maestro en la estacada al buscador? No, nunca. Da apoyo interior al

aprendiz, y por fuera le da golpes, para que se libere de toda impureza. De este modo, el recipiente se prepara hasta en el más mínimo detalle para recoger el tesoro eterno e imperecedero.

«Solo si así lo desea el verdadero Señor podemos adorarlo. Entonces, Su voluntad llena nuestro corazón. Solo un verdadero entregado sabe que la adoración significa vivir completamente según Su voluntad. Oh, son santos quienes se entregan a la voluntad de Dios, y experimentan la felicidad. Al fin y al cabo, es tan solo Su nombre el que nos acompaña. Si me mandas alegrías, te alabaré. Si me mandas penas, pensaré en ti. Si me mandas hambre, me daré por satisfecho. Encontraré alegría en el dolor. Si me dejar estar cerca de ti, mis pensamientos estarán contigo. Si me golpeas y me alejas de ti, te llamaré. Si alguien me alaba, te deberé la gloria tan solo a ti. Si alguien me difama, no te abandonaré».

Adi Granth

Repitiendo los nombres que nos ha dado el maestro desaparece la vanidad, y el

aprendiz adquiere una visión del funcionamiento de la ley divina. Se inclina ante él y lo ve en todas sus acciones. Lo percibe constantemente y, finalmente, acude hacia Dios. Ninguna acción se considera más elevada que el seguir esta ley. Quienes actúan de este modo no se enfrentarán a ningún obstáculo en el camino hacia el Sach Khand.

«Quienes siguen la ley tienen acceso a Su morada. Puesto que tiene la llave de la verdad, nada le puede parar».

Adi Granth

En sus escritos, los gurús mencionan diferentes ventajas que conlleva el vivir

según la ley de Dios. Las dudas y las preocupaciones desaparecen. Nos volvemos puros y obtenemos la salvación. Experimentamos el Shabd, el nombre o la verdad, y se disuelve el ego. Terminan las muertes y las reencarnaciones. Obtenemos la felicidad eterna y llegamos a nuestro verdadero hogar. Accedemos al Señor.

Capítulo 6

LA ORACIÓN

Los materialistas creen que esta vida es tan solo una máquina cuyas piezas son impulsadas por los poderes ciegos de las causas y los efectos, y no reconocen la existencia de un ser superior que lo dirige todo. Quienes han reconocido y aceptado la verdad de que todo pasa según la ley de causa y efecto, también saben que pasa según las órdenes y las instrucciones del Altísimo. Por tanto, al mismo tiempo que tienen en cuenta las causas y sus efectos, piden al Señor, el Altísimo Creador, Su ayuda, y se entregan con alegría a Su voluntad. Dios puede hacer cualquier cosa por ellos, pues solo Dios sabe qué es lo mejor para ellos. Si esto coincide con sus propios deseos, le están agradecidos, pero si no, se dan por satisfechos, pues saben que todo pasa según las órdenes y la voluntad de Dios. Piden ayuda a Dios a cada paso, puesto que saben que siempre habrá algo que no puedan alcanzar con sus propios esfuerzos. A esta llamada de ayuda se le llama oración.

La oración expresa un sentimiento que se percibe cuando hacemos frente a una serie de inconvenientes, preocupaciones, enfermedades, peligros o males y deseamos escapar de ellos. Incluso si deseamos satisfacer nuestras necesidades físicas o realizar progresos espirituales, cuando necesitamos fuerzas para superar las dificultades porque no nos sentimos lo suficientemente fuertes o cuando buscamos la ayuda de un ser poderoso. Vemos cada día cómo a menudo debemos pedir ayuda a una persona más fuerte o más capacitada. Cuando un estudiante no puede solucionar un problema, se dirige a su profesor. Si estamos enfermos, acudimos a un médico. Un empleado le pide ayuda a su superior. Todos estos son ejemplos de oraciones.

Cuando nos enfrentamos a dificultades o nos persigue un enemigo y no encontramos protección alguna, nos dirigimos al Señor todopoderoso del universo o a una persona en la que Él se ha manifestado. A esto se le llama oración. Es totalmente natural que pidamos ayuda a una persona más fuerte o más

capacitada. Pero es aún más natural pedir ayuda al más alto de los poderes, al Señor de todas las regiones y universos, el Creador, o a alguien que sea solo uno con Él. En el fondo, no podemos hacer nada, la oración surge por sí sola.

Todas las religiones dicen que se nos concede la gracia rezando a Dios o al maestro. Tan solo mediante la oración podemos realizar progresos espirituales. Es la unión más natural, directa y simple del ser humano con el Creador, del esclavo con el Señor. Todos los buscadores deben rezar de principio a fin constantemente hasta que reconocen a Dios y llegan a Él. A través de la oración se satisfacen todas las necesidades físicas, religiosas, nacionales y sociales y se combaten las enfermedades físicas y espirituales. Solo mediante la oración se une finalmente el alma con el Señor. La Biblia dice:

«Todo lo que pedís en vuestras oraciones, creedme, se os concederá».

Y, además:

«Pedid, y se os dará. Buscad, y hallaréis. Llamad, y se os abrirá. Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá».

Se demuestra, sin embargo, que las personas piden miles de cosas y que no se oyen todas sus oraciones. ¿Qué significa esta cita? Pensemos por un momento en por qué no se oyen todas las oraciones y qué tipo de oraciones se oyen. La dificultad reside en que no conocemos la gracia de Dios y pedimos cosas que no nos sirven para nuestro verdadero bienestar. El Todopoderoso desea que nos desarrollemos espiritualmente y realicemos progresos. Pero si ve que lo que le pedimos nos sigue vinculando al mundo, no nos lo concederá. Si nos depara las cosas que deseamos porque desea guardarnos del pecado, mejor para nosotros. La Biblia lo cuenta de la siguiente manera:

«Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites».

Los placeres de los sentidos nos mantienen atrapados, y no miramos lo

suficientemente lejos. Si se nos concediera todo lo que deseamos, a buen seguro caeríamos aún más en los placeres de los sentidos y nos cargaríamos con más pecados. En este contexto, debemos saber que el ser humano es tan solo una pieza del «engranaje» del universo y que está encadenado a las demás piezas restantes. Puesto que nuestra visión es limitada, solo se limita a nosotros mismos y a nuestro entorno. Pero el Señor o el maestro contemplan todo el universo. El maestro lo sabe todo, de principio a fin. Conoce también las verdaderas necesidades del aprendiz. El siguiente ejemplo puede servir para reflejar la unilateralidad: los habitantes de las ciudades que se enfrentan a un calor insoportable piden la lluvia, mientras que los agricultores piden que siga brillando el sol para que los cereales puedan madurar. La capacidad de pensamiento del ser humano es muy limitada, y no puede saber si lo que ha pedido le supondrá una ventaja a largo plazo. Solo ve lo inmediato, y no conoce el futuro. Debido a su inteligencia limitada, a menudo pide cosas que le harían daño. Precipitadamente, requiere muchas cosas, pero solo después reconoce su error y se muestra agradecido de que no se elevara su plegaria y se le ahorraran tan grandes males.

Dios el Señor o bien el maestro conoce nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Sabe cuándo algo de lo que hemos pedido es malo para nosotros, y por ello no atiende a nuestros ruegos. No es raro que un buscador pida algo que no le proporcionaría ninguna utilidad real. Lo ansía, quizás también se le promete, pero no lo obtiene. Por ejemplo, un niño puede pedirle a su madre veneno. Como insiste, puede que su madre incluso se lo prometa; pero no le dará el veneno, a pesar de haber dado su consentimiento aparentemente. Al niño no le resultaría útil, pero, en su ignorancia, no lo entiende. Por ello, los santos nos aconsejan rezar a Dios así:

«¡Oh, Dios! Soy ignorante. Estoy entregado a la razón y a las ilusiones (Maya)».

Ravi Das

Nizami afirma:

«Oh, mi benefactor, llévame a lo que sea mejor para mí. Enséñame el camino que Tú quieres y que me llevará a la salvación».

El Señor y el maestro lo saben todo. Son quienes mejor saben qué nos resulta

adecuado y qué nos causa daños. El Corán dice:

«Oh, Señor, danos en este mundo lo que nos ayude también después de esta vida, y guárdanos de los suplicios del infierno».

Una particularidad de la vida humana es el amor que solo conoce el dar, pero no el

recibir. Hafiz afirma:

«Es tu obligación rezar al Señor todos los días. Este es tu verdadero trabajo. No pienses en si tu oración te elevará a la morada del Señor o no. Este es su privilegio».

Nuestra oración debe coincidir con la voluntad del Señor y del maestro, y debemos

estar felices con Su voluntad. Para poder rezar de verdad, debemos llevar nuestra vida tal y como lo desea el

maestro, y pensar en el Señor debe alegrarnos. La oración que puede salvar del pecado y sanar las penas físicas, espirituales y del

alma debe realizarse con plena confianza en el señor y con la convicción de que Él es todopoderoso. Los sentimientos que aún no hemos expresado no permanecen ocultos para Él. Conoce cualquier dilema y pensamiento. Conoce las necesidades de las malas y las buenas personas.

Cuando en nosotros arde un deseo vivo, en realidad es una oración. Si pasamos la responsabilidad de todos los deseos y acciones al Señor antes de que los expresemos, no se nos interpondrá nada más en el camino del éxito.

Es adecuada la oración que está llena de anhelo y dolor. Debemos realizarla con paciencia y llenos de confianza, con el corazón lleno de amor y con total humildad y entrega.

«Oh, razón, ten respeto frente al Señor. Él llama incluso al ser más bajo».

Adi Granth

Debemos rezar según las instrucciones del maestro, y para transformar nuestra

vida. De este modo expresamos nuestro agradecimiento por los bienes recibidos. Con palabras vacías que no se correspondan con nuestra postura no podemos expresar nuestro agradecimiento. Puesto que el maestro es el Shabd y el Shabd es su forma, está presente en el Shabd. Quienes convierten el Shabd en parte de su vida serán apreciados y amados por el maestro.

El maestro dice: «Si me amas, haz lo que te diga».

Y, Jesucristo: «Si me queréis, cumplid mis órdenes».

Para elevar la oración, el aprendiz debe estar entregado a su maestro y tomarse

en serio sus palabras. Entonces podrá pedirlo todo, y se le concederá. Cuando pensamos en el Señor llenos de alegría, cumplirá nuestros deseos. Jesucristo dice:

«Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será concedido». «Piensa con alegría en el Señor, y Él cumplirá los deseos de tu corazón».

La verdadera oración es esforzarnos sin cesar por llevar una vida pura y fiel a la

verdad. Atrae la misericordia de Dios, y en su gracia y su bondad infinitas, Él cumple los deseos serios y puros de nuestro corazón.

No obstante, tan solo con pedirle que podamos amar a Dios o al maestro no empezamos a amarlo. Pero si, conscientemente, rezamos por una vida correcta y pura e intentamos mejorar nuestra vida, nos moldearemos de acuerdo a Su voluntad. Reconoceremos Su presencia cada vez más y notaremos Su amor.

¿Es necesario rezar a Dios?

A más de una persona le gustaría saber por qué tiene que rezar, puesto que Dios

ya sabe lo que necesitamos. Si se nos concediera algo tan solo por rezar, también sería posible que no recibiéramos algo por nuestra ignorancia o nuestra incomprensión. Asimismo, es posible que pidamos algo que tendría consecuencias negativas para nosotros. La experiencia nos ha enseñado que a veces se nos conceden cosas que hemos pedido. No obstante, cuando después resultan tener consecuencias negativas, lamentamos haberlas pedido. Al igual que un padre sabe lo que es bueno y necesario para su hijo, también nuestro padre celestial sabe lo que necesitamos y lo que nos aporta beneficios. Puesto que ellos saben que Dios conoce nuestras necesidades, los santos nos aconsejan pensarlo bien al rezar. Jesús decía:

«Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis».

Las oraciones para obtener un beneficio propio y aquellas que piden el progreso espiritual son diferentes desde su base. En comparación con la oración espiritual, la primera no tiene significado alguno. Reconocer los pecados durante la oración y después creer que con ello se han expiado es un error. Con estos errores, faltamos a la verdadera espiritualidad. Tan solo se nos perdonan nuestros pecados cuando nos los perdona el Señor o el maestro. Estas oraciones, incluso, pueden resultar muy nocivas, pues podríamos seguir pecando después de rezar, creyendo que se nos han perdonado nuestros pecados tan solo por hacerlo.

No obstante, el maestro quiere impulsar a las personas a alejarse de los pecadores y devolverlas a Dios. Es nuestra obligación actuar como él lo desea, y renunciar a todo el mal que forma parte de la naturaleza del mundo. De este modo podemos alejarnos del pecado, y mediante la meditación y el recuerdo del Señor, nos uniremos a Él. El amor a Dios y al maestro nos convierte en mejores personas y nos permite seguir el camino de Dios. El ser humano puede perdonar, pero en definitiva tan solo el poder omnipresente del maestro puede redimir a un pecador.

Si creemos que Su misericordia depende de nuestra oración, estamos muy equivocados. El que nos perdone o nos castigue no tiene nada que ver con nuestra oración. De lo contrario, rezando tendríamos una justificación para poder seguir pecando. La visión omnisciente del mundo y su consideración determinan la obra del maestro. Por un lado perdona los pecados, y por otro impide que el aprendiz siga pecando, para que este se vuelva puro e inmaculado.

Las oraciones no pueden cambiar la corriente de gracia. Esta permanece sin alterar. No obstante, las oraciones sí nos pueden llevar hacia la corriente de gracia. Pedir cosas que necesitamos para la vida es superficial; esto se convierte a menudo en un obstáculo. Con total seguridad, una oración dirigida con humildad y confianza actúa más sobre la corriente de gracia. Pero para ello no necesitamos pronunciar la oración, pues Él conoce nuestros más secretos estímulos.

Dios es amor. ¿Está en nuestras manos que se muestre aún más amable? ¿Qué necesidad hay de pedirle aún más gracia si Él ya nos ha concedido más de lo que nos merecemos? Nos acercamos a Él y a Su gracia cuando nos callamos nuestras percepciones. Es eterno. Sigue siendo el mismo que al principio, ahora y por toda la eternidad.

Dios es la verdad que todo lo comprende. La verdad emana de Él sin cesar y sin que la pidamos. ¿Cómo podría el ser humano entenderlo con sus conocimientos limitados? La corriente de Su gracia se expande sin límites y sirve para protegernos por sí misma: es omnipresente, consciente de todos nuestros sentimientos y deseos, y sabe lo que es mejor para nosotros. ¿Para qué debemos seguir rezando a Dios?

«Da igual adónde mire, soy consciente de Tu presencia. ¿A quién debo rezar? El Señor lo escucha todo».

Adi Granth

Es nuestro deber vivir en armonía con Él para así obtener las mejores ventajas. En

nuestra meditación, debemos concentrar toda nuestra atención en el tercer ojo y dirigirla hacia Él para que Su reflejo brille en nosotros. El alma es una chispa de Dios y Su reflejo. Tiene cualidades maravillosas. Intentar describir a Dios es un proceso de aprendizaje sin fin para cuyo éxito debemos poner a Sus pies en nuestro interior todos nuestros pensamientos, nuestras capacidades y nuestros deseos. Resulta extraño que, a pesar de afirmar que Dios es omnipresente y eterno, queramos hablarle de nosotros mismos. ¿Estamos agradecidos al Señor por todos Sus dones y todo lo bueno que nos da? Si nuestro agradecimiento es sincero, mereceremos una mayor gracia sin ni siquiera pedirla.

La verdad no puede cambiarse mediante la oración, y tampoco nos ayuda a entenderla. A la verdad se llega mediante el poder de atracción del amor y el anhelo, y obedeciendo las instrucciones del maestro. Para aprender a comprender la verdad, no necesitamos rezar en voz alta; podemos hacerlo por dentro o simplemente cambiando de vida según su voluntad.

El sentido de la oración es que nos lleve a las acciones que el Señor desea de nosotros. Somos débiles y deseamos llegar al Señor con ayuda de la misericordia y el poder del maestro. Incluso cuando caemos a cada paso, este poder nos sirve de ayuda. Una ley espiritual dice lo siguiente: cuando el aprendiz da un paso siguiendo el camino indicado por el maestro, el maestro se le adelanta 100 pasos. Él es el que regala todos los bienes. Está elevado por encima de toda alabanza y no podemos comprenderlo con la razón. Es inmortal y no tiene límites.

«Si das un paso hacia el maestro para buscar refugio en él, él dará cien pasos para acercarse a ti. Tan solo con pensar una vez en él, él pensará en ti una y otra vez. Incluso si tu dedicación es tan débil como un fragmento de una caracola, el maestro te recubrirá de bondades a pesar de todo. El maestro no tiene límites en su gracia. Su fama no tiene medida. Una y otra vez, me inclino ante el maestro único e indescriptible».

Bhai Gur Das

Los efectos de la oración

El sentido de la oración es unir nuestro propio yo interior con el Señor y llegar por completo a Él. La oración es la esencia de la espiritualidad. Rezando aprendemos a reconocer a Dios.

La oración es el mejor método de relajación y descanso. El cuerpo, el espíritu y el alma encuentran una beneficiosa paz y felicidad, como nada más puede dárselas. Incluso con un mínimo de sueño, el cuerpo y el espíritu no sufren daño alguno.

Rezando aumentan nuestra valentía y estabilidad interior, y obtenemos la pureza interior. También puede curar los padecimientos propios y ajenos. Nos concede ayuda de forma inesperada en caso de necesidad y peligro. Estas experiencias nos enseñan cuán imprescindible es la oración para el poder de Dios. Cuando todos los esfuerzos humanos resultan fallidos, rogar al Señor y al maestro nos proporciona la ayuda necesaria.

«La oración ayuda allá donde todos los esfuerzos humanos fracasan».

La oración nos deja una profunda huella. Incluso si no cambia nuestro destino,

nosotros sin duda cambiamos. Toda nuestra disposición para la mala suerte y las desgracias cambia. La resolución de perseguir nuestra salvación se fortalece. Cuando cambia nuestro punto de vista, cambia todo el mundo. Vemos el cielo y la tierra con otra luz. Cuando es infeliz, el ser humano se siente muy oprimido, pero cuando cambia su manera de ver las cosas, soporta la desdicha sereno y relajado.

Normalmente, el ser humano le pide a Dios que esté a su lado cuando es pobre o está desesperado. Sin embargo, si obtiene el bienestar, considera que las oraciones son algo superficial y cree que en el futuro le bastarán su propia fuerza y su influencia en la sociedad. Con esto comete un grave error.

Debemos rezar en cualquier situación de la vida. Cuando estamos pasando por dificultades, debemos pedir una solución. Pero, si no se nos da ninguna, debemos pedir la fuerza para no perder el ánimo y soportar las dificultades. Si, como consecuencia de nuestros esfuerzos, la suerte nos acompaña, debemos pedir al Señor gracia y misericordia para que no nos quedemos con nuestras propias habilidades y nos volvamos orgullosos. Cuando Su gracia y Su misericordia no van de la mano con nuestros esfuerzos, no conseguimos un verdadero éxito. Cuando el deseo de nuestro corazón se cumple, resulta apropiado ponerlo todo a Sus pies como agradecimiento.

La oración significa en realidad el acumular y alisar las olas de la voluntad en el centro interior. Cuando en nosotros nace un deseo o nos preocupamos por una desgracia terrenal, en el corazón pensamos en el poder del Señor y le pedimos que nos ilumine. El Señor vive en nuestros corazones. Él es inagotable en Su poder, y es

nuestro verdadero ejemplo pleno. Si nos sumergimos en Él, nos volvemos tranquilos y fuertes por dentro. La fuerza interior nos ayuda a buscar una salida a nuestras desgracias, es decir, recibimos la fuerza para seguir esforzándonos. Rezando, nuestras ideas se vuelven más precisas. Se forman corrientes de pensamiento que generan paciencia y que nos vuelven más atentos y activos. Desarrollamos la paciencia, la satisfacción y la consideración y adquirimos fuerza y valor para enfrentarnos a las dificultades. Es así como funciona la oración.

La máxima forma de oración no es la oración como tal, sino tener conciencia del Señor. Cuando hemos alcanzado este nivel, desaparecen las penas y los pecados y superamos la muerte. La verdadera oración consiste en dejar crecer el amor por el maestro en nuestro interior y llegar a él. Cuando nos volvemos uno solo con Él, se nos despiertan las fuerzas ocultas del alma a través del contacto con Dios.

La oración y los propios esfuerzos

¿Debemos dejar de esforzarnos cuando rezamos? No, mientras que no colaboremos conscientemente de acuerdo a Su voluntad, deberemos seguir esforzándonos. El sentido de la oración o la gracia no es de ningún modo interrumpir nuestros propios esfuerzos para tan solo rezar. Esto lo aclara el siguiente ejemplo. Un chico se retrasa en su camino hacia la escuela. ¿Nos parecería adecuado que se sentara y rezara: «Oh, Señor, que no llegue muy tarde»? En lugar de esto, lo correcto sería que se esforzara también mientras reza y caminara con más rapidez para no llegar tan tarde.

Lo que más éxito proporciona es esforzarse y rezar al mismo tiempo. La verdadera oración son los deseos sinceros y los esfuerzos serios por cumplirlos. Muy a menudo, tan solo pronunciamos nuestras oraciones con los labios, y nuestro estilo de vida no va acorde con ellas. Estas oraciones no son escuchadas. Cuando nos esforzamos de todo corazón por conseguir algo, la oración sale de cada poro de nuestro ser, incluso si no pronunciamos ni una sílaba. Cuando las circunstancias o una emergencia así lo requieren, debemos hacer lo mejor que podamos con decisión y llenos de confianza y pedir al Señor que solucione el problema que nos causa imperfección y debilidad. No debemos perder el valor en la necesidad. Solo se hunde el valor de quienes no encuentran refugio. Dios nos proporciona un refugio permanente en Su forma humana, el maestro. Si, a pesar de nuestros enormes esfuerzos, fracasamos, debemos ver en ello la voluntad de Dios. Si todos los intentos fracasan, es también Su voluntad.

El lugar de la adoración

No es necesario dirigir las oraciones al Señor en un lugar considerado como religioso. Solo es importante la necesidad interior. Solo se necesita un poco de soledad para que nada nos moleste ni nos impida rezar. Podemos hacerlo en casa o al aire libre. Cualquier lugar tranquilo es adecuado, también el dormitorio. Puede haber libros religiosos e imágenes que nos recuerden a los santos a los que adoramos. Si no tenemos una habitación entera disponible, también podemos utilizar para rezar una parte de una habitación. Si tampoco la tenemos, podemos buscar un templo, un centro de Satsang, una mezquita o una iglesia. Si ni siquiera esto es po-

sible, podemos rezar mientras caminamos solos por los campos, por las montañas, por el bosque o por la orilla del río. Nos concentramos en el Señor y el maestro por detrás de la frente y le presentamos nuestras preocupaciones más profundas. Los lugares solitarios influyen sobre la oración, pero en principio no es necesario ningún lugar o templo especial para ello. Todo el mundo es su propio templo.

Al rezar, retírate al habitáculo más profundo de tu interior y cierra las puertas externas. No podemos distraer la atención. Abre el corazón al Señor. Él escuchará la oración que se realiza oculta aquí. Jesucristo dice:

«Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará».

Tres formas de oración

La oración puede dirigirse de tres formas: con la boca, con la razón y con el alma. La oración hablada puede oírse. Es habitual que las personas repitan párrafos ya establecidos de textos religiosos o de oraciones redactadas por los santos. Algunos los consideran de poca utilidad, pues reflejan los sentimientos de los santos, mientras que la verdadera oración debe expresar las súplicas interiores del propio corazón. Si nuestra oración no nos sale de lo más profundo del corazón, no aporta nada. El pronunciar las oraciones de otros es como llevar ropa ajena que no nos queda bien. Las oraciones de los santos pueden servirnos de ejemplo, pues podríamos tener sentimientos similares. En este sentido, estas oraciones sí pueden sernos de ayuda.

Si rezamos en público, exageramos nuestros sentimientos. Y si pedimos algo sin que nos salga de lo más profundo del corazón, es decir, si la razón y el corazón no lo piden seriamente, nuestra oración no será más que una repetición de palabras en público en vano. Pero si nuestra oración es sincera y pedimos una cosa desde lo más profundo del corazón, el Señor, que escucha las oraciones, nos lo concederá. ¿Puede considerarse buena una oración realizada en voz alta en público que carezca de cualquier impulso del corazón? ¿Conoce el Todopoderoso más las palabras que pronunciamos o nuestros estímulos más interiores? No, nunca. Las oraciones en voz alta se convierten en una mera formalidad. No implican los sentimientos ni nos poseen por completo. El repetir oraciones que han salido del corazón de otra persona no cumple su objetivo si las oraciones no se corresponden también con los impulsos de nuestro corazón. Estas oraciones no pueden ser sanadoras ni cambiar nuestra vida a largo plazo. Una flecha que se tira sin tensar el arco hasta el pecho no alcanza su objetivo. Así, las palabras que no nos salen del corazón tampoco llegan al Señor. Él sabe qué necesitamos verdaderamente antes de que se lo pidamos.

En los vedas, en el Corán y en otros textos religiosos, se destaca con insistencia la oración conjunta para el beneficio de todos. ¿Tienen sentido estas oraciones? Sí, claro, si las distintas personas rezan por el bien común con humildad y con un corazón sincero. A ellas se les concederá la gracia del Señor, y sus oraciones nunca serán en vano. Pedir por el bienestar de todos significa vivir en la voluntad del Señor. Conlleva grandes bendiciones y es una buena forma de sensibilizar a las personas en general con las cosas elevadas de la vida.

¿Influye sobre nosotros el rezar en voz alta? Sí. Eleva nuestros pensamientos, y nos

volvemos serios por un momento. No obstante, si profundizamos más en el asunto, se demuestra que, mientras que sigamos sin reconocer la verdad, el rezar en voz alta se interpone en el camino de los cimientos de la espiritualidad, y se cuela, entre otras cosas, el deseo de ser alabados. Rezar en voz alta puede llevarnos a fingir. Las oraciones que no se corresponden con la verdad y no proceden del corazón tan solo despiertan el bienestar de los demás. Algunas impresiones externas provocan en nosotros pensamientos de alegría o una sensación de felicidad. Y esta sensación de felicidad puede llevarnos a experiencias más elevadas si realizamos progresos espirituales. Pero esto es seguro solo cuando conocemos el secreto del alma. A Dios no le afectan nuestros cambios de voluntad. Por ello, no necesitamos lamentarnos en voz alta ni llorar para que nos escuche. Él no está lejos. Su oído invisible lo escucha todo. Conoce los secretos de todos los corazones y puede cumplir todos los deseos. Las riquezas espirituales no se obtienen rezando en voz alta.

Las oraciones deben dirigirse de forma discreta y sin afán de notoriedad. No tenemos que subirnos a un pedestal y elevar la voz. Debemos rezar en silencio con la voz del alma y pedir siempre tan solo una cosa: que actuemos siempre como el Señor desee.

En la segunda forma de oración se reza mentalmente sin que la boca forme las palabras. Para este tipo de oración se necesita concentración. Desde el principio, sentimos la presencia del Señor, que penetra en todo, le pedimos Su ayuda y nos sumergimos por completo en la contemplación de Él. En este estado comienza una oración que requiere máxima concentración. Los pensamientos deben apartarse por completo del mundo exterior y dirigirse a la presencia del Señor, el maestro. Entonces, podemos entregarle el corazón con agradecimiento y dedicación, reconocer nuestras debilidades y pedirle ayuda. Abre el corazón al Señor. Para conseguirlo, debemos tener mucha paciencia y una firme resolución. No puede hacerse con prisas. Es como aprender a tocar el violín u otro instrumento que también requiera mucha constancia y una práctica consecuente.

Rezando por dentro, el buscador se encuentra de vez en cuando con dificultades, porque parece que no halla respuesta alguna. Entonces, puede que comience a dudar. Puesto que no siente la presencia de Dios, es como si rezara en una estancia sin aire. Algunos se basan en que, a pesar de no poder ver a Dios, Él sí los ve. No obstante, este estado es tan solo provisional. Si el buscador cierra los ojos, no lo rodea nada más que oscuridad. Entiende este oscuro silencio como respuesta a sus oraciones. En este silencio, los sentidos no pueden funcionar, y en este estado, ya que el buscador no siente nada, se siente perdido. Desea avanzar con la fuerza de su fe, pero tropieza una y otra vez. Es un estadio dificilísimo que requiere la guía de un maestro. A esto se le une un cierto desconsuelo. Si no queremos rezar y nos obligamos a hacerlo, desaparece todo impulso. Un buscador debe aguantar mucho tiempo en este estadio de desconsuelo y oscuridad. Así, a veces sus esfuerzos no obtienen resultado alguno porque no encuentra la morada del Señor. Con estos intentos de confundirle, el Maya y Kal desvían al buscador de su camino. Se les puede hacer frente contemplando la forma interior del maestro sin interrupciones e intentando mantener la concentración sin dividir.

Los buscadores y aprendices del camino interior derraman lágrimas por las intrigas de la razón hasta encontrar un centro de paz. Al intentar abstraer nuestros pensamientos del mundo exterior y concentrarlos en un centro interior del mundo

invisible, aparecen por sí solos nuestros pensamientos y temores acumulados, causados por nuestros pecados en el pasado. Deben apagarse argumentando de forma relajada y tranquila o rezando. El mejor método para superar estas dificultades es llamar al maestro mentalmente y perderse por completo en la contemplación de su forma. Esta forma de contemplación constante nos abre el camino hacia el Señor y hace que podamos recibir Su gracia.

Pensando en el Señor y contemplando al maestro en nuestro interior, la razón obtiene poco a poco la calma y gana la batalla. Cuando un buscador avanza un poco mediante oraciones interiores o en voz alta, debe esperar la misericordia y la gracia de Dios. Cuando domina esta práctica, una marea de paz y felicidad recorre su espíritu y su alma después de rezar y lo llena de alegría.

Una vez que el alma ha probado esta alegría, ya no vuelve a vagar. Es una señal de las corrientes de gracia del Señor y del maestro.

Nuestras oraciones deben proceder de lo más profundo de nuestro corazón y coincidir con nuestros pensamientos y nuestras palabras. Al rezar deben despertarse nuestros sentimientos más profundos; cada poro y cada fibra de nuestro cuerpo debe suplicar, y nuestras venas deben estar tensas como las cuerdas de un violín. Debemos realizar la oración llenos de amor. Debe despertarse en nosotros la capacidad de distinguir. Imaginémonos que Dios está presente, y que es testigo. Abrámosle nuestro corazón. Nada debe interponerse entre nosotros y el Señor. Pidámosle ayuda llenos de humildad.

Dios acepta todas las oraciones que proceden del corazón, incluso si no sabemos expresarlas bien. Él llega a los sentimientos del corazón, las palabras son tan solo una forma de expresión. Él desea un verdadero anhelo que proceda del corazón. Dejemos que crezca en nosotros y avivemos el fuego del amor, que consume todos los pensamientos y las palabras.

En general, la gente cree que esto es todo. Pero un buscador debe estar agradecido y desear más la unión con el Señor mediante la oración del alma. A través de ella, el buscador se eleva por encima de la tiranía del cuerpo y asciende en presencia de Dios y del maestro, de donde proceden todas las buenas acciones. Ahora, reconoce que han actuado manos invisibles que no pueden describirse. El buscador nota que ha dejado atrás su cuerpo y que ha accedido a un nuevo reino. Se mueve en las regiones espirituales y se queda en ellas en esta vida. Mira cara a cara al Señor y disfruta de esta elevada felicidad. El poder de atracción de Dios penetra por completo en el corazón, la razón y el alma del buscador.

A esto puede llamársele oración mística. Ha sido descrita por muchos santos que la han vivido en su propia piel. Este tipo de oración sigue siendo posible aún hoy, pero solo a través de la gracia especial y la misericordia del Señor. No importan los esfuerzos del buscador. Estas experiencias, aunque tan solo sea por un momento, llevan a confiar en Dios y en el maestro, y nos volvemos optimistas, lo que repercute en nuestros progresos y experiencias espirituales. Los pecados, el egoísmo y los temores desaparecen. Realizamos progresos y recibimos en nuestro interior la gracia de los santos.

Al rezar, debemos permanecer en presencia del Señor y no dedicar ni un solo pensamiento a nuestro cuerpo. Si por un lado pensamos en el Señor y por otro lado en el cuerpo, nuestra atención se halla dividida. En Su presencia debemos entrar sin

las cubiertas de la razón y del cuerpo, tan solo nosotros en plena humildad. Entonces, solo estaremos Él y nosotros. Estar constantemente con el Señor significa seguir Sus designios. Se despertará en nosotros entonces un amor maravilloso por el Señor.

Nuestra relación con Dios es como la de una parte con el todo. Si estamos plenamente unidos a Él, dejaremos de pensar en el cuerpo y desaparecerá nuestra vanidad. De este modo, la corriente de consciencia del Señor nos despertará a una nueva vida, y desaparecerán toda pena y dolor. Por tanto, si disponemos todas las actividades físicas pensando en Dios, su corriente de vida nos llenará y venceremos nuestras insuficiencias materiales y espirituales.

Una condición esencial para la oración es que haya un ser a quien dirigirla. Debemos tener una confianza firme en Dios o en Su manifestación, el maestro. Sin confianza y sin fe en Su poder, no es posible una verdadera oración. Acerca de Dios, hemos leído libros u oído hablar a los santos. Él se manifiesta en los santos. Quien ha visto a un santo, ha visto al Señor.

«Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre». Juan, 14,9

Tenemos un maestro al que podemos rezar, y un aprendiz debe pedirle su ayuda a

cada paso Confiemos llenos de amor, fe y humildad frente a su poder. Y recemos con pensamientos puros, humildes, sin buscar nuestro propio beneficio, llenos de amor y confianza y desprendidos de toda duda. Una oración con esta disposición y realizada con total humildad nunca es en vano. Dejémoslo todo con humildad en el corazón en manos de Su bondad; cuando rezamos, debemos rezar a Dios o al maestro, su manifestación. ÉL puede dárnoslo todo.

«Si pedís algo al Padre, os lo dará en mi nombre». Juan, 16, 23

Sin duda, con la oración pasa como con las cosas mundanas cuando pedimos

ayuda a alguien influyente. Si pedimos apoyo al poder que es el origen de toda fuerza y toda riqueza, nuestras oraciones se volverán efectivas y verdaderas. Pero suspirar al rezar y contemplar a Dios como un ser separado de nosotros es señal de inseguridad. Es un ser inmaculado e ilimitado. En Su misericordia, se refleja en nosotros e ilumina nuestra alma. Por tanto, la clave para el éxito es pedir por el poder que vive en nuestra alma. Orar a Dios como a un ser separado de nosotros no es una verdadera oración, pues en este caso nos dirigimos a un ser de cuya existencia dudamos, y nos llenan cada vez más la vanidad y la sensación de estar separados de Él. Ciertas dudas de si recibiremos su gracia persisten, y fallan la verdadera fe y la confianza ilimitada.

Quienes creen que Dios está en el cielo y dirige los destinos del mundo desde allí apenas reciben respuestas a sus oraciones. Dios está con nosotros, está en nosotros y no está lejos de nosotros - vive en nosotros y no es nada más que la fuerza que da vida a nuestra alma. Si le rezamos por dentro, lo alabamos y le pedimos su ayuda.

«Alaba y repite el nombre del Único. Piensa en el Único y no lo olvides nunca. No dejes nunca de alabarlo, sumérgete en cuerpo y alma en el Señor. Es Uno, el Único eterno. Él solo penetra en todo. Del Único surgieron muchos. Reza al Único y huye del pecado. El Único penetra en el cuerpo y el alma. Mediante la gracia del maestro, Nanak conoce a este Único».

Adi Granth

Si vas a la puerta del Señor o del maestro, ve como un mendigo. No debemos

inclinarnos ante nadie más. Tan solo Él oye las oraciones que se destruyen en el caos de Maya. Solo Él tiene la cura contra la codicia y las cadenas que corroen un corazón. Solo Él puede volver a despertar la esperanza perdida. Estas cualidades tan solo las tiene el Señor o su otra forma, el maestro. Él cura los corazones que sangran con la corriente de su consciencia interior.

Pedir al gurú significa pedir a Dios. Es todopoderoso. Si deseas rezarle, darle tu vida y poder tomarla, implora al Dios vivo, confía en él y cree en él. No busques refugio en lo terrenal. Dirige tu atención interior hacia él. No debes pensar nunca que alguien más podría ayudarte. Solo a él le corresponde tu atención plena. Él oirá tus gritos de auxilio. Incluso cuando el aprendiz se encuentra a un lado del océano y el maestro en el otro, el aprendiz debe dirigir toda su atención tan solo al maestro. El maestro compensará con éxito sus esfuerzos. El maestro es el rey de reyes. Tiene poder sobre todo.

No le pidas a Dios nada más que Él mismo. Pedirle algo más sería conjurar el mal. Oh, Señor, danos tu PALABRA para que podamos encontrar la paz y saciar nuestra sed. Somos cortos de miras y les pedimos a Dios y al maestro cosas que a menudo tan solo empeoran nuestras penas. En lugar de pedirle al generoso Señor beneficios, debemos pedirle tan solo a Él mismo. Entonces, ¿qué puede faltarnos? Si le pedimos buenas acciones, es señal de complejos de inferioridad y falta de respeto.

Debemos pedirles a Dios y al maestro que nos den la oportunidad de verlos, buscar refugio en ellos y recibir la PALABRA de ellos. Que nos ayuden a escapar de las trampas de los placeres sensoriales y a atravesar el océano de la vida, es esto lo que tenemos que pedirles. Son todopoderosos y pueden concedernos cualquier cosa que quieran.

El aprendiz también debe pedir que pueda llevar una vida de la forma que lo desean Dios y el maestro. No poseemos virtudes, somos necios, incultos e ignorantes. No sabemos lo que debemos hacer. Oh, Señor, ten compasión, déjanos alabarte para que podamos vivir en Tu voluntad.

«Somos incultos e ignorantes sin virtudes ni sabiduría, y no sabemos lo que tenemos que hacer. Ten compasión con Nanak, que cantará alabanzas en Tu nombre».

Adi Granth

Cuando, finalmente, está feliz de entregarse a la voluntad del Señor, el buscador deja de pedirle cosas. Sabe que nada permanece oculto para el Señor. Está contento con lo que el Señor le ha deparado y ama Su obra.

Así, el aprendiz siente que Dios está siempre con él. Le encomienda todas sus penas y preocupaciones. Dejan de afectarle las alegrías o el dolor. Está convencido de que el Señor es infinitamente más sabio, inteligente, fuerte y bondadoso que él mismo, que no olvida a Su aprendiz y que es Su mayor benefactor. Le deja a Él todas sus preocupaciones y sus pensamientos y se entrega a Su voluntad. Se le agudiza la razón y sus oraciones se vuelven plenas. Lo deja todo en las manos de Dios y dice: «Oh, Señor, eres el refugio de todas las criaturas. Es por ellas que viniste al mundo. Tu voluntad es siempre lo mejor para mí, esta es mi única oración».

Ejemplos de oraciones

Si pedimos el perdón de nuestros pecados, en primer lugar debemos perdonar a los demás, y después rezar. Jesucristo dice:

«Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas».

Marcos 11, 25

Cometo errores a cada instante. Debido a mis actos, no puedo liberarme de este

mundo. Solo Tú puedes perdonar. Perdóname y guíame por este océano. Soy un gran pecador y cometo innumerables errores. ¡Oh, Señor, perdóname! Nuestros pecados son tan numerosos como las gotas de agua en el océano. Nosotros somos piedras, y nos ahogamos. Ten compasión y misericordia y sálvanos de ahogarnos. Jesucristo rezaba así:

«Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del Mal, pues tuyo es el reino, el poder y la gloria por los siglos de los siglos».

Mi oración es correcta, oh, amado, estoy listo para sacrificarlo todo para unirme

contigo, aunque solo sea por un momento. Pero, ¿cómo debo pedirte que me eleves? El desasosiego me azota, tengo hambre y sed de Tu mirada. A través de la PALABRA del maestro, podemos experimentar a Dios. Oh, Señor, te lo suplico, déjame conocer la verdad.

«Déjame ir hacia ti. Estoy ante tu puerta, oh, Señor, sálvame, pues estoy cansado de vagar. Libérame, oh, Señor, pues Tú ayudas siempre a los que se te entregan. Solo Tú puedes ayudarme. Tómame de la mano y guíame por el océano del universo».

Adi Granth

¡Oh, Único elevado en la eternidad! Eres el Inmaculado que lo domina todo. Yo te imploro. El ser humano vive en la incertidumbre y no piensa en Dios. De este modo, malgasta su vida. Tu criatura olvida siempre. Pero Tú das dignidad a tu naturaleza innata. «Oh, Tú, que ayudas a los indignos, ¿cómo podría describir Tus virtudes? ¿Qué puede saber un esclavo ignorante? Esta vida y este cuerpo son regalos tuyos. Puesto que nos hemos refugiado en ti, nos has guardado de las llamas de este mundo alejándonos de él. Confiamos en ti y nos apoyamos en ti llenos de confianza; todas las demás esperanzas las enterraremos. Eres insondable, ilimitado e impronunciable. No podemos describirte con palabras. Oh, Señor, he encontrado refugio en ti, y puedes protegerme. Te entrego mi vida y mi cuerpo. Todo debe agradecerse a tus bienes, ¿quién podría conocerme si no? Lo que tenga que decir, te lo diré a ti. ¿A quién podría rezar, si no? Oh, Señor, nadie está más desesperado que yo, y nadie es más misericordioso que Tú. Nos entregamos a ti, pero son tan solo palabras. Haznos plenos.

Una oración del Sar Bachan

¡Oh, maestro, abre la puerta del corazón! A menudo, el espíritu lo ha intentado en vano, y no lo ha conseguido ni una sola vez. Tú eres todopoderoso y no te falta nada, ¿a qué esperas? La lujuria y las penas me llevan de un lado a otro; ¿por qué aún no se me ha concedido el éxito? ¡Ten compasión, oh, bondadoso! Lleva mi atención y mi espíritu a los cielos. Este busca un consuelo falso y no conoce la verdad. Le atraen los placeres de este mundo, no prueba el néctar del sonido. ¿Cómo puedo enseñar a mi espíritu, cómo puedo convertirlo? No acoge las palabras del maestro. Qué curioso es este espíritu que no ama ni honra la corriente sonora. ¿Cómo puede desprenderse del círculo de los «84? No repite el nombre del maestro. Voy dando tumbos por este mundo y, de repente, me veo empujado al reino de la muerte. Llevo mucho tiempo padeciendo esta tortura. No toca mi espíritu, lo ha olvidado. Tú, maestro, eres la fuerza impulsora de todos los corazones. ¿Por qué no llamas a este sufridor para que venga a ti? No tengo a nadie más que a ti. Solo Tú puedes guiarme a mi eterna morada. Ten compasión, oh, Radha Soami, y llévame. Podría actuar neciamente, soy un extranjero en tierra extraña. Indícame el camino correcto en esta vida. Me inclino ante ti día a día. Deseo arrepentirme. De lo contrario, ¿cómo puedo volver a unirme contigo?

Yo estoy en la Tierra y Tú, oh, Señor, en el cielo. Sin el amado, soy un pusilánime. ¡Oh, maestro, oye mis súplicas! Kal me ha atrapado en su red. Estoy desesperado y derrotado; te invoco. Oh, maestro, oye mis súplicas. Eres misericordioso y te das a todos. Solo yo soy infeliz y estoy lleno de dolor. ¿Cómo puedo describir este dolor? Es como si me estuviera taladrando una flecha. Ahora, tú, maestro, me das una nueva esperanza de ascender a los cielos sobre las alas del amor. Gracias a tu misericordia he encontrado al Señor. Han quedado atrás el dolor y las penas del corazón. ¡Oh, maestro, oye mis súplicas! Te ruego una y otra vez: Libérame de aciagos pensamientos. Concédeme refugio a tus pies. Guíame por el mar del universo; mi barco se va a la deriva en mitad de la corriente. Solo contigo encuentro apoyo. Mantente a mi lado y conviérteme en tuyo. Soy malo y soy un farsante, pero soy tuyo. Tú eres el Señor ilimitado y lleno de gracia, yo estoy desesperado soy despreciable. Libérame y sálvame como quieras. Me arrodillo ante ti y te ruego y te doy mi cuerpo, mi espíritu y mi alma. Ahora he encontrado una gran ayuda. Soy un ser bajo, ignorante y torpe. Me has metido en el corazón el secreto de la corriente. A mi espíritu marchito no le gustó. Estaba cegado por la lujuria y las penas, y me esfuerzo por honrar este mundo. ¿Cómo puedo convertir mi espíritu para que sea mejor si tú, mi maestro, no me concedes tu ayuda? Oh, Radha Soami, lleva mi espíritu hacia ti, es esto lo que te suplico.

Capítulo 7

EL SATSANG

El significado literal de Satsang es «verdadera comunidad». «Sat» significa «verdad», y «Sang», «comunidad». «Sat», la verdad, es también otro de los nombres para Dios. Vive en los santos y en sus encuentros. Así, Dios está donde viven sus hijos. De Él surgen ondas de amor y dedicación, allí la gracia y la felicidad aportan paz por encima de todo. El Satsang puede dividirse en tres partes:

1. El Satsang exterior que realiza un santo o se realiza en presencia de un santo. 2. El Satsang exterior que solo se lleva a cabo en presencia espiritual de un santo. 3. El Satsang interior, a través del cual el alma se une con Dios y va hacia Él.

A todos aquellos que tienen la gran suerte de vivir en la primera forma del Satsang, la atmósfera fresca de su espiritualidad revitalizadora les dará la misma sanación espiritual y el mismo frescor, y en poco tiempo los convertirá en buenas personas. Entonces, se revelarán en ellas las cualidades virtuosas. Si escuchamos el Satsang con la razón y el corazón y nos gusta, dominaremos los sentidos con facilidad, y el alma se mantendrá firme e inalterable en la compañía de santos y maestros.

Donde vive un Satguru, su cuerpo, su espíritu y su forma de vida influyen sobre todo su entorno. Su sola presencia tiene un gran efecto sobre las personas que le rodean. Cuando un Satguru habla, realiza un movimiento con la mano o concede una mirada llena de gracia, emana de él una corriente de consciencia muy especial que influye poderosamente sobre la razón y la voluntad de quienes le escuchan. Para ello se requiere que a quienes le escuchan no les falte una dedicación llena de amor por él y que no sean incapaces de entender y aceptar, como las piedras. Estas corrientes de consciencia ayudan al alma a elevarse, y quienes escuchan estas charlas espirituales amplían considerablemente sus conocimientos esotéricos.

Las corrientes del pensamiento y las ondas de espiritualidad que proceden del maestro mientras habla ayudan a entender mejor el tema para que todos puedan comprenderlo por completo. De este modo se borran las miserias de los malos pensamientos, desaparece la oscuridad de la incertidumbre y, en su lugar, nace la luz del conocimiento.

El Satsang es un regalo único que el maestro concede tanto a las personas cultas como incultas sin esperar nada a cambio. Su majestuosa superioridad y su grandeza, su brillo y su fuerza magnética atraen a todos de acuerdo con sus méritos, de forma que olvidan el mundo y sus objetos. Perdemos el sentido del tiempo y no nos damos cuenta de cómo pasa. Bhai Gur Das afirma:

«En la compañía de los santos, el aprendiz se convierte en santo, al igual que el agua que se vierte en el río pierde su identidad y se vuelve una sola con el río. El río desemboca en el océano y se convierte en un océano insondable él también. También la compañía de un santo, que es como un océano, transforma a los aprendices y hace que se vuelvan como él. Al igual que el dulce aroma de una flor, que calma y alivia y da paz al alma, también la mirada o el Darshan de un santo aporta paz y tranquilidad interior. Al igual que la corriente sonora concede todos los dones, también la compañía de los virtuosos es capaz de convertir a los ignorantes en sabios espirituales».

Quienes viven en un lugar en el que no pueden estar en presencia física de su

gurú pueden seguir la segunda forma de Satsang. Jesucristo dice:

«Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo entre ellos».

Donde se reúnen dos o más Satsangis para hablar del Sant Mat, también está

presente el gurú. No obstante, el encuentro solo es un «Satsang» con todos sus beneficios si está dedicado al Sant Mat. Las reuniones entre personas mundanas no pueden llevar el nombre de Satsang.

El Satsang no requiere formalidad alguna, pues estas podrían desviarlo de la finalidad espiritual. Para el encuentro no se necesitan iglesias ni templos, ni un lugar especial, puesto que el verdadero templo, el verdadero lugar de oración, se halla en el interior, y no fuera.

Los satsangs deben cumplir dos requisitos: deben crear una atmósfera de dedicación y amor por el maestro y formar tanto a buscadores como a iniciados en las enseñanzas del Sant Mat. Pueden hablar sobre las palabras de un maestro o dar un discurso sobre ellas. Pero el Satsang solo se produce cuando los que moderan el debate o dan la charla se consideran un canal para las enseñanzas del maestro y su amor. Tan solo el maestro es el líder.

Quienes viven en el Satsang escuchan por sí mismos, reflexionan acerca de las palabras y se imaginan la forma del Satguru en el espíritu. Para ello no se necesitan libros, pues el Satsang instruye de forma práctica. Los conocimientos no se transmiten mediante los libros, sino a través de los Satsangs.

Tomemos como ejemplo a un ciego que aprende escuchando. Escuchando atentamente, podemos adquirir nuevos conocimientos. Cuando se menciona un tema concreto en el Satsang, los pensamientos de los oyentes se desvían en la misma dirección, para que se llene todo el entorno de estas corrientes de pensamiento. Esto resulta de utilidad para todos los que escuchan, y el tema deja una impresión indisoluble a los presentes.

El espíritu humano es algo maravilloso. Se vuelve como la sociedad en la que se mueve, adquiere las cualidades de aquellos con los que pasa tiempo. Cuando mantiene trato con el mundo, se orienta al mundo. Pero si, por el contrario, vive con personas orientadas a la espiritualidad, se orienta a la espiritualidad. Por tanto, si nos esforzamos por la espiritualidad y deseamos obtener conocimientos espirituales, debemos mantenernos en compañía de personas espiritualmente avanzadas y dirigir los pensamientos hacia ellas.

El tercer tipo de Satsang puede explicarse de la siguiente manera: el Satsang exterior es el esfuerzo por encender un fuego, mientras que el Satsang interior es como sentarse cerca del fuego para escapar del frío mientras que cumplimos con muchas otras obligaciones. El alma de los que se unen a un santo se despierta por las corrientes espirituales que emanan de él. Pero el Satsang interior es muy superior al exterior. A pesar de que incluso una mirada fugaz a un santo conlleva grandes beneficios, también es importante que el aprendiz preste un servicio físico, siga siempre las instrucciones del santo y ponga en práctica por completo sus enseñanzas espirituales.

El Satsang es una poderosa formación espiritual en la que se imparten lecciones prácticas sobre la espiritualidad y el amor. Es un taller maravilloso para poner en orden el caos de los pensamientos y formarnos de tal manera que podamos reconocernos a nosotros mismos y a Dios. El Satsang nos regala los siguientes beneficios:

1. Oyendo hablar de Dios y Sus cualidades, obtenemos la felicidad y anhelamos

unirnos a Él.

2. Pensando en Dios y repitiendo su nombre, nos liberamos poco a poco de las cadenas del mundo y abandonamos los deseos y los placeres de los sentidos, lo que hace que necesitemos cada vez más encontrarnos con Dios.

3. El espíritu se libera de la lujuria y la ira y perdemos el miedo. 4. Nos llenamos de amor por Dios y su creación. En compañía de los santos,

nadie nos parece un extraño, nadie es nuestro enemigo. Nos volvemos uno con el universo.

5. Mediante una dedicación y una práctica constantes, nos hacemos dignos de unirnos al Señor y empezamos a percibir Su presencia en todo, tanto en lo interior como en lo exterior.

6. Una marea de gozo, felicidad y amor se eleva en nuestro corazón.

Para transformar los malos pensamientos en pensamientos puros, no hay medio más pleno y útil que el Satsang. En compañía de los virtuosos, adquirimos virtudes y nos liberamos de toda mancha y pecado. Las almas espiritualmente desarrolladas llenan siempre el entorno en el que viven de corrientes de pureza. Ni siquiera el peor de los pecadores puede escapar de su influencia y debe volverse bueno; en compañía de los santos, Dios se impregna en nosotros.

Capítulo 8

EL SERVICIO

En los escritos se dice que debemos servirle a Él, que creó todo el mundo y nos dio vida, pues solo sirviéndolo de este modo se nos concederá verdaderamente su favor y se nos honrará en su morada. Por ello, solo debemos servir al Único Dios, que no tiene igual, que nos proporciona un techo y alimentos, que nos da padres y madres, familia e hijos, que está presente en la tierra, en el agua y en todas partes y que lo domina todo. Para servirle debemos sacrificarlo todo en la vida, pues mediante este servicio nos liberamos del ciclo de los nacimientos y las muertes.

En comparación con el servicio al Señor, todas las peregrinaciones, oraciones, recitaciones, penitencias y otras formas de adoración carecen de significado alguno. Si servimos a otro, lo hacemos con una doble intención. El servir verdaderamente a Dios no persigue ganancias materiales o de otro tipo. Por ello, debemos servir a Dios con un amor y una dedicación puros, de lo contrario sería como beber un vaso de veneno desdeñando el cuenco lleno de ambrosía y exponiéndonos a todas las dificultades y privaciones posibles. Todas las demás formas de servicio no llevan a nada y no tienen sentido ni finalidad alguna.

Por ello, el ser humano debe buscar a un maestro pleno que pueda concederle el regalo de la iniciación, el más grande de todos los dones, pues a través de este nos liberamos de las cadenas de las idas y venidas. El objetivo de nuestro servicio debe ser tan solo el amor por Dios y Sus santos, Sus encarnaciones. Una casa en la que falta este tipo de servicio es como una tumba. Servir a un santo tan solo es posible por la gracia del Señor concedida. Y quienes lo sirven de manera desinteresada son bendecidos por el Señor y el maestro, que es la encarnación de Dios aquí en la Tierra.

Cuando servimos al maestro, servimos a Dios. Los escritos, incluso, llegan a decir: si deseas servir a Dios, adora a Su maestro, pues de este modo adorarás a Dios. SI

no servimos al maestro, no podremos entregarnos al Señor ni cosechar los frutos de la concentración mediante la razón. Quienes sirven al maestro y se entregan a él recibirán un cuerpo humano en su siguiente nacimiento. Aquellos que sirven al maestro están siempre protegidos por el maestro a la hora de su muerte, mientras que aquellos que no le sirven malgastan su vida sin sentido.

Todos sirven a un maestro a su manera. Pero, ¿qué tipo de servicio es adecuado? El gurú Ram Das dice:

«Solo se recompensa una forma de servicio que el maestro aprecie y que le complazca. Y, si le complace, todo nuestro mal karma desaparecerá. Llegaremos a conocer a Dios si servimos al maestro. Pero si alguien lo sirve por su propio beneficio, se marchará sin ser recompensado».

¿Cómo reconocemos que nuestro servicio al maestro es positivo? Cada servicio que

nos ayude a escuchar dentro de nosotros la corriente sonora será un servicio verdadero y satisfactorio.

Los textos sagrados nombran diferentes ventajas de servir al maestro:

1. Encontramos la paz interior y la felicidad. 2. El espíritu se impregna de la corriente sonora, y adquirimos consciencia de su

cercanía interior. 3. Nos liberamos de Kal y sus penas. 4. El mal karma se borra junto con sus efectos. 5. Se cumplen todos los deseos. 6. Finalmente, nos liberamos de los nacimientos y las muertes.

Servir tiene muchas ventajas, pero la más importante es que adquirimos las

cualidades de aquel al que servimos. Debemos adorar al maestro y, de este modo, cederle toda la responsabilidad por

nuestra salvación. El maestro es Dios con forma humana, y cuando lo adoramos, adoramos a Dios.

¿Quién puede servir al maestro y a Dios?

Solo pueden servir al maestro aquellos a quienes Dios regala Su gracia, pues llevan

este servicio inscrito en la frente y se les ha predeterminado como resultado de su karma, sus acciones y sus omisiones en vidas pasadas.

Puede decirse que son verdaderamente felices aquellos que se dedican por completo a servir a su maestro, pues el Señor mismo se revela en el maestro. Y solo pueden servir al maestro aquellos a quienes Dios designa para ello.

Las naturalezas deshonestas y maliciosas o aquellas con motivos malvados o insidiosos no son dignas ni aptas para servir al maestro.

Un aprendiz debe servir a su maestro sin arrogancia y sin pensar de ningún modo en una recompensa, siempre con la intención de complacer al maestro. De este modo, estará siempre atento al maestro. Y, cuando en nuestro interior vemos a alguien de forma tan intensa, llega un día en el que adquirimos sus cualidades.

El maestro ama siempre a aquellos que dejan a un lado su ego, le obedecen sin condiciones y adoran a Dios con toda su atención. Un verdadero aprendiz es aquel que sirve a su maestro y trabaja completamente según sus deseos. En él se manifestará la corriente sonora. Sus problemas se resolverán solos, y sus deseos se cumplirán. No obstante, es muy difícil alcanzar este estado, pues solo puede hacerse por la gracia infinita del maestro.

Cómo se sirve al maestro

Servimos al maestro distanciándonos por completo del ego y, de este modo, volviéndonos humildes. Solo es puro este tipo de servicio, y solo pueden prestarlo aquellos que tienen un corazón y sentidos puros. El gurú Arjan dice:

«Sirve a Dios día y noche. No te canses ni te des por vencido. Adoramos a Dios adorando al maestro con amor y dedicación, una vez dejados atrás el orgullo y la obstinación».

Debemos servir sin cesar, y no solo temporalmente. El valor del servicio no se

puede medir con dinero. No obstante, si calculamos u orientamos nuestro servicio con motivos insidiosos, este pierde su valor y no aporta recompensa alguna. Debemos servir con dedicación y respeto. Cuando el amor vive dentro del corazón y la adoración sale de los ojos, es fácil reconocer a Dios. Según las enseñanzas de los santos, hay cuatro maneras de servir:

1. Servir con el cuerpo. 2. Servir con las posesiones. 3. Servir con la razón. 4. Servir con el alma.

Servir con el cuerpo

¿Cómo debemos servir? El gurú Amar Das afirma que debemos llevar a cabo

nuestro servicio como un elefante que sigue la vara de su cuidador. En otras palabras, debemos contemplar las órdenes del maestro como un impulso que nos guía. Debemos inclinarnos ante el maestro y servirle en el amor y la entrega sin dudar y sin rechistar. El gurú Ram Das dice:

«Es lo único que os pido, oh, Señor: que Vuestros servidores (los santos) acepten mi servicio. Me gustaría poner mi cuerpo y mi alma en el altar de los santos: en otras palabras, estaría felicísimo si me liberaran del orgullo y la arrogancia. Todo lo que me envía el Señor lo considero un néctar. Oh, Señor, estoy siempre dispuesto a sacrificarme por mi maestro y ponerme a sus pies, pues soy pobre e infeliz y deseo constantemente Vuestra mirada, que solo puede regalarse con la ayuda y la gracia de un maestro».

Un verdadero aprendiz se esfuerza siempre por el Darshan de su maestro y

aprovecha cualquier oportunidad para estar en su presencia. Incluso con un frío atroz y con nieve, no se deja amilanar, pues el poder de atracción de su gurú es tan fuerte que se pone en camino tan solo por una mirada fugaz. Necesita encontrarse

Siempre con él, para disfrutar de su mirada día y noche. El gurú Arjan dice:

«Da igual qué servicio puedas prestar al maestro con el trabajo de tus manos, hazlo de forma que el maestro ponga su mano protectora sobre nosotros y nos salve del fuego de la transmigración de las almas». Trabaja para él, pues es a través de él que reconocerás a Dios. Sírvele sin cesar, pues mediante su gracia se convertirán en amigos todos los enemigos».

Con este tipo de servicio nos sentimos elevados. Es la única alegría que no puede

conseguirse mediante el poder ni a través de Mammón. Por ello, es necesario que no deseemos estos placeres terrenales.

Servir con las posesiones y la razón

El servicio al maestro tan solo tiene efectos positivos si se realiza con toda la

atención concentrada en el objetivo, pues esta es la única manera de alcanzar la concentración espiritual. Cuando le servimos, nuestro corazón está en consonancia con el suyo. Después, se manifiesta en nosotros la corriente sonora, y podemos encontrarnos con el Señor sin grandes esfuerzos. Todos nuestros deseos se cumplirán, porque ya no tendremos ninguno más.

¿Quién puede servir a un maestro? O, mejor dicho: ¿quién puede llegar a conocer a Dios? Solo pueden aquellos que, para servir al maestro, ponen a los pies del maestro tanto su propio espíritu como sus posesiones.

«Por eso, sirve a aquel que conozca la profunda dedicación y las necesidades interiores de tu corazón. Esto no puede hacerlo nadie más que un verdadero maestro. Pon tu espíritu y tu razón a los pies de tu maestro y adóralo, pues es la encarnación del Único inmortal».

Guru Arjan Dev

Lo consiguen todos aquellos que están cerca del maestro, que son siempre

conscientes de su presencia interior, que lo obedecen en una dedicación abnegada y sin orgullo, que dominan sus pensamientos y que se entregan al maestro.

Servir con el alma

El servicio consiste en devolver la corriente de vida a cada poro del cuerpo y unirse

con el Shabd. Con ello, todas las prácticas, como la oración, el repetir nombres santos, las penitencias y las mortificaciones, cumplen automáticamente con su objetivo, y se aniquila el ego. El objetivo de todos estos ejercicios se consigue cuando la dedicación al verdadero maestro, la encarnación de Dios, es plena. Esta dedicación solo puede nacer de su gracia y de sus ejercicios espirituales (escuchar la corriente sonora).

La capacidad de unirse al Shabd queda fuera de la capacidad de comprensión de la razón humana. Por tanto, debe agradecerse únicamente a la gracia de un maestro el que un alma pueda servir. Y se implora la gracia del maestro cuando el aprendiz abandona totalmente su ego mediante la dedicación. ¿Cómo podemos conseguirlo?

Solo cuando el alma se dirige al interior repitiendo el nombre santo indicado por el maestro, abstrayéndose de las nueve puertas del cuerpo, haciendo que penetren la estrella, el Sol y la Luna y mirando la forma radiante del maestro. Entonces, el alma se fusiona con el Shabd y se eleva paso a paso hasta alcanzar su objetivo final. Este es el verdadero servicio con el alma. Es fácil servir con el cuerpo y con las posesiones; pueden hacerlo cientos de

personas. Pero servir con el espíritu es difícil, y únicamente unos pocos son capaces. Servir con el alma es aún más difícil, y se consigue tan solo en raras ocasiones.

En el fondo, todas estas formas de servicio salen bien únicamente si se llevan a cabo siguiendo las instrucciones del maestro. El espíritu se vuelve puro sirviendo, y nosotros nos volvemos dignos de la dedicación al Señor. Todos servimos fervientemente al mundo. Servimos a la humanidad, a nuestra familia, a la sociedad y a nuestro país. Esto es bueno y debe considerarse como nuestro deber; pero no nos ayuda a salvarnos. Por el contrario, si estos vínculos se vuelven demasiado fuertes, son motivo de tener que volver una y otra vez a este mundo.

La más elevada forma de servicio es el servicio al maestro, y al mismo tiempo es la forma más pura. El maestro se halla libre de todo vínculo y cadena. Es un océano de olas de amor. Si le servimos, nos liberamos de las vinculaciones y las cadenas en el mundo transitorio; entonces, se despierta en nosotros un profundo amor por Dios. Quienes aman a Dios también aman Su creación. Por tanto, reconocemos a Dios como el padre y a las personas como hermanos, y por esto se despliega en nosotros no solo amor por Dios, sino también amor a Su creación.

Capítulo 9

LA DEDICACIÓN La dedicación es una antiquísima cualidad de entrega, ardor de fe y vinculación interior inherente al ser humano. A través de ella, el alma asciende y se une con Dios. De este modo, Dios acude a quienes se entregan a Él y vive en ellos.

La dedicación al Señor es una potente fuerza magnética a través de la cual desviamos la atención de las cosas del mundo y, sin que se entremezclen el intelecto o la capacidad de juicio, nos concentramos plenamente en el Señor. La dedicación es apartar la atención de todo lo mundano y concentrarnos únicamente en Dios. Shandlya Rishi afirma:

«La dedicación consiste en apartar el amor, las ideas y los pensamientos de las cosas del mundo, pensar tan solo en Dios y sumergirse por completo en este pensamiento. El apartar la atención de las cosas del mundo conlleva una conexión constante y un contacto firme con el Señor».

Si no hemos visto a Dios, ¿cómo podemos adorarlo o dedicarnos a Él? ¿A quién debemos rezar o adorar? ¿En qué ser se ha manifestado Dios y quién puede crear las condiciones adecuadas para nuestra dedicación y para ayudarnos a que crezca

nuestro amor por Él? Esto solo puede hacerlo el verdadero maestro. Él lleva dentro la chispa de la verdad. Él encarna la belleza de la verdad y de la espiritualidad, y él puede mostrar a sus aprendices el verdadero camino dirigiendo sus pensamientos en la dirección correcta. La mejor y más noble manera de encontrar a Dios es amar al maestro y entregarse a él. Este es el primer peldaño en la escalera para reconocer a Dios.

La dedicación al maestro significa amarlo. Significa cumplir con sus disposiciones e instrucciones, tanto física como mentalmente. En otras palabras, debemos dedicar el corazón al maestro. Es muy importante entregar nuestro corazón al maestro, pues de este modo le entregamos también el cuerpo y ponemos toda nuestra vida en sus manos. En vista de que nuestra vida y nuestro cuerpo ya no nos pertenecen porque los hemos entregado al maestro, ¿dónde queda nuestra convicción religiosa? También esta se ha dirigido hacia el maestro. Nuestro cuerpo, nuestra voluntad y nuestra vida, y nuestra misma religión, nos unen a este mundo. Tan pronto como nos ponemos a los pies del maestro, quedamos desprendidos de todo y no volvemos a reencarnarnos.

Entonces, el alma no se enfrenta a más obstáculos en el camino para reconocer a Dios, y termina nuestro vagar sin rumbo por el mundo. Estos son solo algunos de los beneficios que se obtienen de la dedicación al maestro. La verdadera ganancia, no obstante, es tan grande que no puede expresarse con palabras.

La dedicación significa impregnar el corazón con la forma del maestro. De este modo, se despierta el amor en el aprendiz. Mientras que no sintamos un amor de este tipo, debemos esforzarnos sin cesar por crear las condiciones para hacerlo. Una vez que una entrega de este tipo tan elevado ha llegado al corazón, el alma comienza a ascender por sí misma y ahora puede percibir la corriente sonora.

Aquellos que desean escuchar la corriente sonora sin una verdadera dedicación al maestro son ignorantes, pues solo mediante la gracia y la misericordia de un verdadero maestro es posible escuchar este sonido. El poder de atracción de su amor y nuestra dedicación elevan al alma a regiones más altas.

La dedicación es una corriente magnética involuntaria a través de la cual nos

vemos atraídos hacia el amado. El amor consiste en fundir el yo con el amado. Es una atención sin dividir y una unión interior con el Señor. En otras palabras: el amor es el culmen de la dedicación. Esta forma de dedicación no es de naturaleza mundana; no tolera que nada se interponga. Nos proporcionan una ligera idea de este amor algunos tipos de amor terrenal verdadero, que son raros en este mundo, puesto que el principio de someterse al amor terrenal y la dedicación espiritual son la misma cosa. El amor terrenal solo se diferencia en que es pasajero y un día se disolverá. Por ello, no puede llegar al gran gozo y a la felicidad eterna que nos regalan el amor y la dedicación espirituales.

La estimulación de sensaciones físicas o el amor (de los sentidos) tiene como objetivo siempre la propia felicidad, es decir, el que ama convierte al objeto de su amor en una herramienta para su propia satisfacción y goce. Por el contrario, la dedicación es una forma de amor que tiene su origen en el alma y que es totalmente digna de admiración y respeto. Este amor solo se esfuerza por conseguir el bien del amado. Se lleva de buena gana todos los problemas y solo es feliz cuando también el amado está satisfecho y feliz. Por quien amamos sacrificamos nuestro cuerpo, nuestro espíritu, nuestro patrimonio, nuestra belleza, nuestro intelecto e incluso

nuestra vida. Todo esto se entrega al Señor como don de la oración. Quienes se entregan verdaderamente renuncian por completo a su ego.

«Esta dedicación es un camino de la práctica, no de la teoría. Por ello, no hables de dedicación: vívela, pues solo así conseguirás algo».

Kabir

«Al igual que el agua no puede penetrar en una piedra, por mucho que esté dentro de ella, aquellos que no muestran dedicación son igual de impenetrables».

Adi Granth

Los principios de la dedicación

El primer principio de la dedicación es reconocer a Dios como creador omnisciente. No comete errores, es puro, inmaculado y pleno. Es omnipresente. El ser humano, las formas de vida más bajas y todo el universo son signos de Su existencia. Todos somos Sus hijos, y por ello entre nosotros y todos los demás existe una comunión natural. Por ello, prestemos atención a los ancianos, y mostrémonos benévolos con los jóvenes, seamos amables con nuestros coetáneos y amemos incluso a nuestros enemigos.

El segundo principio es el siguiente: el universo es Su creación, y todo marcha exactamente según Su plan. Por supuesto, cada persona contempla el mundo desde su propio observatorio espiritual.

El tercer principio afirma que debemos vivir felices en la voluntad de Dios y mostrarnos siempre satisfechos y agradecidos con todo lo que nos pase, ya que da igual lo que pase, siempre pasará por nuestro bien. No hay ni el menor atisbo de duda. En principio, las penas que nos azotan solo suceden para ennoblecer nuestro espíritu. Ya se sabe que el oro se vuelve más puro y luminoso en el ardor del fuego. Por ello, nunca debemos quejarnos.

El cuarto principio es que debemos contemplar como el mayor de los pecados el herir los sentimientos de los demás. Debemos contemplar como nuestra máxima obligación el consolar a los demás y hacerlos felices, puesto que la falta de violencia en pensamientos, palabras y acciones es la máxima forma de obligación religiosa.

El quinto principio requiere que nos entreguemos buscando apoyo en nuestro gurú o nuestro maestro, para, finalmente, poder alcanzar este estadio a través de la unión con él, un ser superior.

La dedicación al maestro significa amarlo en nuestro interior. Cuando amamos a alguien, lo servimos y estamos dispuestos a sacrificarlo todo por él. El amor no conoce cargas ni obligaciones. Una persona entregada lo sacrifica todo por la voluntad de su amado: su cuerpo, sus posesiones, su razón y su alma. Lo pone todo en el altar del maestro. Servir al maestro significa estar entregados a él.

¿Por qué debemos amar al maestro? En primer lugar, para que hagamos propios su ser y su ejemplo. Si amamos al maestro y pensamos en él, nuestro interior se iluminará y olvidaremos el mundo.

Amarlo sirve para desprender nuestro amor del resto de las cosas y concentrarlo en él. Si una corriente de agua tiene nueve cursos que seguir y se deja tan solo uno

abierto porque se cierran los otros ocho, su presión aumentará con tanta fuerza que el agua fluirá como un chorro potente. Cuanto más pequeña es la abertura, más potente es el chorro. Cuando desprendemos nuestro amor de todo y lo orientamos tan solo al maestro, quedamos libres de todas las cadenas del pecado del mundo y encontramos a Dios.

Tan solo podemos entregarnos a alguien que esté en un nivel superior al nuestro, y tan solo podemos aceptar sus cualidades en la medida en que lo amemos y confiemos en él. Por tanto, en la medida en que amemos al maestro y nos entreguemos a él, él nos dará capacidades y fuerzas espirituales.

Los adoradores

Existen cinco tipos de adoradores:

1. Los imitadores: las personas de este tipo no están verdaderamente llenas de dedicación, pero si ven a verdaderos adoradores, desean volverse como ellos y unirse a los santos. Tardan mucho en desarrollar una verdadera dedicación.

2. Los oprimidos: son personas azotadas por los males del mundo que buscan la protección del Señor. Para ellos, Dios lo es todo. Esta dedicación tiene una forma doble: una más baja y otra muy elevada. La forma más baja es comparable a la dedicación de un perro pastor por su amo. Incluso si el pastor es muy pobre o muy simple, para su perro seguirá siendo el mejor amo del mundo, será el rey de reyes, y nada podrá alterar la dedicación del perro por su amo. Esta dedicación es simple y nada tiene de especial. Pero se va completando poco a poco y se convierte en una dedicación muy elevada. En un momento dado, el ser humano no desea nada más que el amor a Dios mediante esta dedicación. Las personas entregadas de este modo no ven los errores o las debilidades de aquel al que se entregan.

3. Los buscadores: un buscador es aquel que desea saber algo sobre Dios. Lo que sabe despierta en él la fe en Dios, y después la confianza en Él. De este modo se desarrolla por sí sola la dedicación. Al principio intenta guiar su ideal con pensamientos lógicos, hasta el absurdo. Pero poco a poco elimina todas sus dudas, y entonces no solo ama a Dios, sino también a Su creación.

4. Los egoístas: estas personas persiguen algún objetivo mundano o religioso y practican la dedicación con una doble intención, por ejemplo deseando hacerse ricas y famosas, adquirir el poder, etc. Sin embargo, cuando se hacen realidad sus objetivos egoístas, no olvidan la dedicación. Su amor por el Señor y su confianza en Él - si bien ambas cosas sirvieron para cumplir sus objetivos egoístas - no son vencidos. Al principio, aman a los entregados a Dios y no les gustan los demás, pero esta concepción va desapareciendo poco a poco, y con el tiempo aman a todas las criaturas de Dios.

5. Los intelectuales: su forma de dedicación se diferencia de los otros cuatro tipos porque tienen conocimiento de las causas y los efectos, de la religión y de los temas espirituales, y por ello se convierten en adoradores del Señor con confianza y amor. El intelectual tiene voluntad e inclinación por realizar progresos, y tan pronto como se encuentra con un maestro, no se le interpone nada más en el camino del éxito.

Una persona entregada debe tener confianza. Un requisito indispensable es tener una fe firme. Cuando esta fe se convierte en confianza, nace de ella la dedicación,

y se corona finalmente con el amor. Las atracciones o los placeres del mundo dejan de interesar a los entregados de este modo. Solo permanece el amor al Señor.

Cuando alguien que está sometido a la influencia de los deseos mundanos comprueba que con su dedicación y el cumplimiento de sus deseos no está mejor, en su ignorancia hace responsable de ello a su maestro.

«¡Oh, Kabir!» La dedicación a un maestro hace que el entregado sea infinitamente feliz. Pero si no se ha liberado de los deseos más bajos, no podrá disfrutar de su suerte. Hasta que la dedicación no se realice sin un deseo de recompensa, todo servicio será en vano. ¡Oh, Kabir! ¿Cómo puede llegar a Dios alguien que no se ha desprendido del yo y de los deseos? Las personas mundanas siguen el camino de la dedicación porque ven a otros seguirlo, y por autocomplacencia. Cuando estas personas descubren algún fallo, en su ignorancia echan la culpa a aquel que adoran».

Kabir

El trabajo, los conocimientos y la disciplina son necesarios para conseguir la unión con Dios. Pero la dedicación es tanto la práctica como la recompensa por la práctica. En el camino del conocimiento y del yoga, se deben tener determinadas cualidades para poder realizar progresos. No obstante, la dedicación pueden practicarla los débiles, los enfermos e incluso los incultos. El camino de la dedicación es más sencillo que el del conocimiento, puesto que se deja de caer o de dudar una vez que se ha emprendido.

«El conocimiento es muy laborioso. La dedicación es más fácil. El entregado está siempre feliz, pues en su camino no hay obstáculos».

Los obstáculos en el camino de la dedicación

Debemos evitar las malas compañías. La riqueza y la lujuria son dos obstáculos

complicados que tienen un efecto destructor cuando nos enfrentamos a ellos. Un trato de confianza con malas compañías lleva a error. También nosotros debemos evitar el trato con personas cuyo comportamiento nos desvíe del objetivo de nuestra dedicación, pues su compañía nos aleja del camino y nos guía hacia la vanidad y otras muchas cargas.

Hablar de riquezas despierta la codicia. Si oímos hablar del bienestar de los demás y empezamos a pensar en ello, también en nosotros se despertará el deseo de hacernos ricos, y naturalmente esto desvía por completo del camino de la dedicación.

Los ateos no creen en la existencia de Dios. Si estamos con ellos, nos surgen dudas o comienza a tambalearse nuestra fe. De este modo, fracasamos, pues la base de la dedicación es una fe firme y verdadera.

Si oímos hablar de nuestros enemigos, se nos despierta la ira. Esto también es un obstáculo en el camino de la dedicación, pues el amor y la ira no son compatibles.

El más difícil de salvar de todos estos obstáculos, sin embargo, es el orgullo de nuestras propias riquezas, nuestro poder, nuestra descendencia, nuestros conocimientos, nuestro intelecto, nuestros orígenes, nuestra fe, nuestra reputación, nuestro buen carácter, nuestra belleza, etc.

Los mejores adornos de un entregado son las joyas de la humildad. En el camino de la dedicación, deben dejarse atrás todos los pensamientos inútiles, y solo debe quedar espacio para pensar en el amado. Solo entonces el Señor nos concede Su

gracia y Su misericordia. Otro obstáculo en el camino de la dedicación es la hipocresía, que se expresa al

fingir la virtud, la religiosidad, la entrega, la abstinencia y la honradez. Un paño limpio absorbe fácilmente los colores, y del mismo modo también un corazón puro es penetrado fácilmente por la luz de Dios. En este camino, debemos ser tan inocentes como un niño, pues solo aquellos con el corazón puro entrarán en el Reino de los Cielos. Jesucristo dice: «Y en verdad os digo: si no os volvéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos».

Requisitos para la dedicación

Para poder estar verdaderamente entregados, debemos creer en la omnipresencia

de Dios. Quienes están verdaderamente entregados son siempre bienvenidos en la morada del Señor. Adoran a Dios a través de los santos, pues solo a través de ellos pueden apreciar a Dios en todo y estar entregados a Él.

La dedicación es una tendencia natural del corazón, si bien solo puede desplegarse mediante la gracia de un verdadero maestro que, a su vez, esté completamente entregado al Señor.

El primer requisito para la dedicación es tener en mente un solo objetivo: la dedicación debe ser exclusiva. Los rayos de sol capturados por una lupa pueden incendiar un trozo de tela, pero si están distribuidos por un espacio grande no pueden hacer nada. Por tanto, debemos concentrarnos en las corrientes de la dedicación a nuestro amado, y así también madurará nuestra dedicación. Mientras que nuestra dedicación no esté orientada a su objetivo, seguiremos teniendo una sensación de dualidad, por lo que no podremos concentrarnos. Pero esta concentración es imprescindible para la verdadera dedicación.

El segundo requisito esencial es el Satsang. Debemos mantenernos en compañía de aquellos que han hecho de la dedicación su verdadero espíritu. La compañía de los santos nos impregnará de su dedicación.

El tercer requisito esencial es una alimentación correcta. Nuestra alimentación debe contener aquello que nos genere paz y pensamientos puros. Para ello resultan adecuados el arroz, el trigo, los frutos secos, la leche y el requesón. Nuestra alimentación influye sobre nuestros pensamientos, es decir, nuestros pensamientos presentan las mismas propiedades que la alimentación que tomamos. Así, la carne, las grasas, etc. despiertan la ira y la inquietud, y generarán inquietud también en nuestros pensamientos. Si tomamos alimentos que nos hagan ser más lentos, como el pescado, el vino y otras comidas fuertes y de difícil digestión, tenderemos a ser vagos.

Leer los escritos, mantener un buen carácter, el Simran, la visita del Satsang, la no violencia, la bondad, la pureza del cuerpo y del espíritu, la fe, la oración, el ver a Dios en todo y en todos será lo que nos ayude en nuestra dedicación al Señor. Llenos de amor por el Señor, debemos olvidarnos de nosotros mismos y de todo lo demás.

Renunciar a nosotros mismos o a nuestro ego mediante la dedicación al

maestro

Puesto que el camino de la dedicación conlleva muchos beneficios, alguien que

busque la verdad lo seguirá siempre con el corazón contento y con mucho afán. Pero mientras que no pueda liberar su espíritu de todos los estímulos sensoriales más bajos, no podrá gozar de los frutos del camino. Si solo practicamos la humildad de

cara a la galería, no tiene utilidad alguna. Tampoco el servir con fines de obtener nuestros propios beneficios genera verdaderas ganancias.

«¡Oh, Kabir!» Abandona los placeres del mundo y, con ello, demuestra a tu gurú tu dedicación. Estos contaminan al ser humano como si fueran veneno. No siempre se te concederá forma humana.

La verdadera dedicación es extremadamente difícil. Es igual que caminar sobre el filo de una navaja, una osadía que no pueden acometer los cobardes. En este camino, debemos poner nuestra cabeza en sus manos como sacrificio, es decir, debemos destruir nuestro yo. En la dedicación, debemos aniquilar por completo el ego dirigiéndonos por completo hacia el maestro amado. Debemos hacerlo cada día. Quienes no pueden se entregan a la comida, la bebida y los placeres de la vida».

Kabir

No se debe hablar nunca de uno mismo, solo se debe hablar de Él, para que llegado el momento no exista nada más que Él. En las siguientes líneas, Kabir expone el máximo objetivo de la dedicación:

«Yo decía siempre: ‘Tú, tú’, y me convertí en ti, pues mi yo desapareció por completo. Doy las gracias por Tu nombre, pues si lo pronuncio, puedo verte, independientemente de adónde se dirija mi mirada. Hablar con la vista puesta en el ego es un gran error. Si puedes desprenderte de él, hazlo, oh Kabir, pues cuando el algodón se encuentra con el fuego, ya no puede escapar de las llamas. Tú estás en mí y yo estoy en ti. ¿Cómo puede haber diferencias? Pero si busco una diferencia y dejo de prestarte atención, la desgracia cae sobre mí. Si Tú eres, yo no soy, esto lo he visto en todo. Si te veo, no queda ni rastro de mí. El hilo del ‘mío y tuyo’ tiene bien atadas a las personas orientadas a lo material, pero no vincula a Kabir, que vive entregado a ti, pues el Señor es su apoyo».

La dedicación está por encima de todas las costumbres, así como del camino del conocimiento y la práctica del yoga. El conocimiento y las costumbres religiosas llevan a la vanidad. Mediante la dedicación nos volvemos entregados y obedientes, y se despliega en nosotros la virtud de la humildad. Por ello, el conocimiento y las costumbres religiosas no deben desviarnos de la gracia de Dios. Quienes son humildes se someten por completo y confían en la gracia y la misericordia de Dios. Esto atrae hacia ellos la gracia de Dios, y en sus corazones se despierta el amor por Él.

El camino de la dedicación solo se alcanza a través de un maestro, y este solo se manifiesta a aquellos a quienes el Señor toca con Su gracia. Solo entonces se dirigirán a Él con entrega. Incluso los ángeles anhelan dedicarse a Él, pero es imposible sin un maestro. Tan solo leyendo textos sagrados no podemos convertirnos en personas entregadas a Dios.

La capacidad de visión de un verdadero entregado se agudiza tanto que ve a su amado en todo y en todas partes. Toda su razón de ser se ve dominada por Él y por Su encantador amor, y la añoranza por Él se vuelve cada vez más interior. Se desprende por completo de este mundo y de los siguientes, pues se ha entregado por completo a su amado. ¿Por qué querría ver otra cosa? ¿Qué más podría importarle en este mundo?

Lo que la dedicación genera

Mediante la dedicación se purifican los deseos del ser humano. Este queda

satisfecho y, por tanto, se libera del ciclo de los nacimientos y las muertes. Deja de tener deseos, pues todo se cumple pensando en el Señor. Ama a todas las personas, porque ama a Dios y sabe que todos somos hijos suyos.

El odio y la enemistad desaparecen gracias a la dedicación al Señor. Puesto que Su maravillosa dulzura provoca indiferencia frente a las alegrías y las penas terrenales, permanecemos extasiados en la dedicación al Altísimo. Cuando encontramos a Dios, lo obtenemos todo y dejamos de pedir las cosas del mundo. Entonces, obtenemos en Su presencia una felicidad plena que se mantiene.

«Nada le resulta tan dulce al entregado como el nombre de Dios. He descubierto que todo lo que no sea pensar en Él es insulso. Alaba al Único. Practica el Simran concentrándote en el objetivo. ¿Cómo debo alabar ese estado en el que el cuerpo y el espíritu se unen en dedicación al único amor?

Adi Granth

Una persona entregada a Dios percibe al Señor en todo. Sacrifica su propio ego a Él y le pone a sus pies todo lo que hace y deja de hacer. El único objetivo de su presencia es la dedicación al Señor. Esta dedicación elimina todos los pecados y ofensas, y el espíritu se purifica.

Mediante la dedicación al gurú, podemos disolver nuestros vínculos mundanos. Tan solo esta dedicación (Guru Bakhti) nos libera de los grandes y fuertes vínculos con el mundo, y mediante la dedicación a la corriente sonora (Naam Bhakti) se vuelven más nobles los vínculos más delicados del espíritu. Solo un gurú puede concedernos el Naam Bakhti. Solo cuando lo encontramos podemos recibir el Naam. Mientras que no se nos conceda, tampoco podrán disolverse los vínculos de nuestro espíritu con el mundo. Jesucristo describe el Guru Bakhti en la siguiente comparación:

«Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, y vosotros los pámpanos. el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer... Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor».

El maestro, al igual que Dios, tiene una apariencia limitada y otra ilimitada. Solo mediante la dedicación podremos percibirlo de las dos formas. Únicamente podemos reconocer la forma del maestro con la mirada de la dedicación. Entonces nos damos cuenta de que la luz de sus ojos llena todo el universo. Se puede comparar al maestro con un océano, y al aprendiz con un río que desemboca en dicho océano y se une a él. Así, el aprendiz pierde su identidad por completo en la espiritualidad del maestro, que es como un océano.

«Al igual que el éxtasis de la unión del que ama y el amado da felicidad, al igual que se forma un sentimiento de unidad y no tienen conciencia de lo que pasa en el mundo más allá de su cuerpo físico, los entregados que se unen a Dios experimentan una felicidad aún mayor y se elevan más allá del dolor y las penas, pues este estado de felicidad es el cumplimiento de todos sus deseos».

Las corrientes de amor que surgen del corazón del entregado llegan al corazón del maestro, se refuerzan y vuelven al corazón del entregado con una fuerza doble. De este modo, las fuerzas espirituales del maestro llenan el corazón del aprendiz, y le parece que el maestro se hubiera unido a él y él se hubiera vuelto uno solo con el maestro. Una vez que el aprendiz ha experimentado esta estrecha unión con el maestro, se le abren todas las puertas del gozo y la felicidad.

La mirada interior (contemplación) del entregado está orientada siempre a la forma del maestro; sus pensamientos están con él día y noche. Su atención está fijada ininterrumpidamente en él. Cuando el entregado muere, su alma va allá donde está el maestro. No hay ningún otro lugar para ella.

«Y quienes, al llegar su última hora, solo piensan en mí y se desprenden de la vida, dejando atrás su cuerpo, se unen a mí. De esto no hay ninguna duda. Lo que tenemos siempre ante nuestros ojos interiores llenará también nuestros pensamientos a la hora de nuestra muerte, y es allá donde iremos. Dirige tus pensamientos hacia mí, sírveme con dedicación, preséntame tu sacrificio y ríndeme homenaje, y entonces llegarás verdaderamente a mí. Te hago esta promesa, pues te amo y te aprecio».

Bhagavadgita

Mediante la dedicación al Señor, la atención del entregado se llena por completo pensando en el Señor, y le pone a Sus pies todo lo que hace y deja de hacer. De este modo se libera de las cadenas del mundo. La dedicación libera del miedo, la alegría y el dolor, y en su lugar regala felicidad, paz interior, tranquilidad en el alma y satisfacción.

«Humano, te convertirás en aquello que amas. Serás Dios si amas a Dios, y serás tierra si amas la tierra». Angelus Silesius

Quien ha estado dormido durante tantas vidas despierta, y se acaba el ciclo de los

nacimientos y las muertes. Atraviesa el océano de este mundo y se salva. Alcanza la más alta región de la espiritualidad. El alma accede a la verdad; entra en el reino de Dios y es adorada en él.

Capítulo 10

EL RESPETO, LA DEVOCIÓN Y LA ADORACIÓN Todas las criaturas, humanas o animales, sienten miedo en uno u otro aspecto. Nada ni nadie está totalmente libre de ello. El Altísimo es el único que no tiene miedo de nadie, pues Él es el creador de todos. No tiene ni socios ni acompañantes. Si queremos estar libres del miedo, debemos adorar a Dios, pues nos convertimos siempre en aquello en lo que pensamos. Si adoramos al Único que no tiene miedo, también nosotros perderemos el miedo, ya que Dios vive en nosotros.

«Y perdí el miedo, desaparecieron todos mis temores, Y encontré la seguridad, realmente, con el protector. Así de generoso eres tú, oh, Señor, que todo lo que pedía se cumplió».

Adi Granth

Si hay algo en el mundo que tememos, es que aún no hemos reconocido a Dios.

«Una vez hemos obtenido el conocimiento, el miedo desaparece; Dios no puede estar allá donde vive el miedo. Oh, santos, sed conscientes de ello, pues Kabir lo dice después de haberlo pensado bien».

Kabir No existen motivos para tener miedo de nadie más que de Dios.

«Además de Dios, no se debe temer a nadie más». Adi Granth

¿De quién tenemos miedo? Solo de alguien que sabemos que existe. No tenemos miedo de alguien de cuya existencia dudamos. Por tanto, si tememos a Dios, estamos convencidos de su existencia.

Si tememos a Dios, nuestros pensamientos están constantemente con Él, y como consecuencia no podemos cometer pecado alguno. Así se forman el respeto y la devoción. Adoramos a Dios para tenerlo siempre en nuestros pensamientos. Pero si actuamos sin pensar en Él o sin respeto hacia Él, nuestras acciones y omisiones no tienen sentido.

Los maestros destacan especialmente el temor en lo relativo al progreso espiritual. Con el temor, se eleva un deseo urgente de despojarse de él. Por ello, sirve como un estímulo constante para no escatimar en esfuerzos por lograr el objetivo. Por este motivo, realizamos progresos rápidamente.

Nuestros días están contados. No sabemos cuándo llegará nuestro fin. Cada día, cada hora y cada minuto nos acercan un poco más al gran cambio al que llamamos muerte. Cuando llega este momento, el alma abandona el cuerpo material, astral y causal y se eleva a regiones más altas. Nuestro cuerpo es el campo de batallas de nuestras acciones. Solo podemos actuar a través de él. El ser humano solo puede reconocerse a sí mismo en él y, así, alcanzar el estado en el que ya no se diferencia de Dios. El miedo de no conseguir este objetivo antes del fin de la vida y haber desperdiciado la vida humana lleva al ser humano a la espiritualidad. No reconocer nuestro propio ser y vivir en pecado día y noche equivale a un suicidio. Pero quienes intentan evitarlo, viven con respeto ante el Señor y se esfuerzan por liberarse de este temor y llegar a conocer a Dios. De este modo, se liberan del miedo a la muerte. Sin embargo, quienes no son temerosos de Dios viven con miedo a la muerte y a la reencarnación.

«Quienes viven con temor hacia Dios están libres de temores; sin temor, tenemos mucho que temer. Oh, Nanak, este secreto solo será desvelado cuando estemos en Su presencia».

Adi Granth

No podemos ver a Dios, por tanto, ¿por qué tendríamos que tenerle respeto? Él se manifiesta en el maestro, y cuando encontramos a un maestro, en nosotros se despierta por sí mismo el temor a Dios. Para el maestro, somos como un libro abierto. Cuando vemos al maestro, reconocemos a Dios.

El maestro nos va conociendo poco a poco, y nosotros tememos nuestras propias

acciones. Nos esforzamos por dejarlas atrás, y nos volvemos puros sin esfuerzo. Por un lado, le tenemos respeto, por otro lado se manifiesta en nuestros recuerdos y nos atrae hacia él. El respeto se desarrolla y se mezcla con la dedicación, la base sobre la cual crecen nuestros esfuerzos por obtener la plenitud.

Maya, la ilusión engañosa de este mundo, es muy poderoso. En realidad, el universo está sometido a cambios constantes. Nada es eterno ni duradero, aunque nos parezca permanente e inmutable. En el aspecto intelectual, puede que caigamos temporalmente en un error, pero lo más profundo de nuestro interior no nos lo permite. Solo cuando hemos encontrado a un maestro y nos volvemos cada vez más como él, se empieza a abrir un poco el telón de Maya y comenzamos a ver más allá de la naturaleza aparente de este mundo. Entendemos poco a poco la causa del descenso del alma y las penas del mundo y nos esforzamos por alejarlas de nuestras vidas. La fe en Dios Todopoderoso se afianza. Se despierta el amor por Él. Se reconocen los efectos de Su voluntad.

«A través de la gracia del maestro, nos llenamos de temor por Dios, y con mucha suerte, Dios vive en nuestros corazones. Mediante el temor a Dios dominamos la voluntad, y mediante la PALABRA aniquilamos el ego».

Adi Granth

El respeto solo se adquiere cuando encontramos a un verdadero maestro. La extraña belleza y el poder de atracción del maestro despiertan en nosotros el respeto, y esto conlleva los dolores del amor. Notamos una sensación especial de amor y desamparo. Cuando un aprendiz mira a su maestro, el corazón y el alma se ven atraídos por él. En estos momentos, el respeto llena sus ojos de lágrimas, pero se somete a la orden de mantener el decoro. No puede callarse, pero tampoco puede hablar. Su lengua está como dormida. No puede describirse. Como alguien que ama cuando está alrededor de su amado, pero que no puede pronunciar ni una sílaba.

Los maestros afirman que el respeto y el amor están relacionados, pero por otro lado también han dicho que son conceptos separados. Los pensamientos están siempre con aquel que amamos. Si amamos a un ser bello y divino, nuestros pensamientos están siempre llenos de su ser. El amor con una pizca de respeto se convierte en verdadera dedicación, la cual sigue creciendo.

Nos da una imagen bellísima y refinada del respeto y el amor el gurú Nanak con la descripción del taller de un orfebre: en el taller de la pureza del cuerpo y el espíritu, el aprendiz debe ser paciente con el martillo del conocimiento que golpea el yunque de la sabiduría. Con el fuelle del respeto, se aviva el fuego en la práctica de la autodisciplina. Entonces, se prepara en el pensar constantemente constante en la realidad de Dios. Este es el verdadero taller en el que surte efecto el Shabd.

«En él, el orfebre golpea con paciencia con el martillo del conocimiento sobre el yunque de la sabiduría. Aviva el fuego de la autodisciplina con el temor a Dios y da forma a la realidad en la vasija del amor».

La adoración

La adoración significa servir a un ser superior y más elevado o alabarlo porque es espiritualmente necesario. Allá donde miramos, hoy en día predomina la adoración a Dios que se agota en el aspecto exterior. Hindúes, musulmanes, cristianos, sijs y miembros de otras religiones se esfuerzan por adorar de forma externa.

Las iglesias, las mezquitas y los templos son centros religiosos, y las personas creen que inclinando la cabeza o llevando flores adorarán a Dios. Las personas a las que no se les ha revelado la mirada interior adoran ídolos sin vida y tumbas que decoran con flores. Sin embargo, todos estos esfuerzos no tienen valor espiritual alguno. Es curioso que el ser humano, que tiene un templo natural (su cuerpo) creado por el mismo Dios, tenga que obligarse y esforzarse en templos creados por la mano del hombre.

La verdadera adoración se encuentra en el interior. No se lleva a cabo con las manos y los pies ni con la boca, sino que es una cuestión del corazón y la razón.

«Oh, madre, ¿qué debo llevar al Señor? No encuentro flores bonitas ni nada más que sea digno de Él. Ni el incienso ni las luces, ni los dulces ni las esencias aromáticas. ¿Cómo debe adorarte tu servidor?» «Cuando sacrificamos el cuerpo y la razón, llegamos a Dios por la gracia del maestro. No podemos adorarlo de otro modo. Oh, Ravidas, ¿cuál será tu destino?»

Ravidas

Cuando el aprendiz entregado realiza progresos, mira a Dios en su brillo pleno. Reconoce que las flores y otras cosas bonitas ya están y no tiene que llevarlas. Incluso nuestro cuerpo, nuestra razón y nuestras posesiones ya no nos pertenecen. ¿Cómo sería posible sacrificarlos?

Dios es la sustancia original o esencia de todas las formas y de lo que no tiene forma. ¿Cómo podemos adorarle? Dios penetra en todo el universo como PALABRA o Shabd. Si adoramos la PALABRA, también adoramos a Dios. Los santos nos enseñan la verdadera adoración a Dios: recordar el nombre de Dios y repetirlo. Esto es lo que complace a Dios. Pero la mayoría de las personas no lo hacen, y siguen el camino incorrecto.

«Solo tienen sentido la repetición, la autodisciplina, el ayuno y la adoración que fomentan el amor a Dios. Aparte del amor a Dios, cualquier otro apego es engañoso y se olvida en el ostracismo».

Adi Granth

Mientras que el ser humano no haya alcanzado las regiones más elevadas y sutiles,

donde puede admirar a Dios en persona, tendrá que adorar a la encarnación de Dios, el maestro. Por ello, el aprendiz debe contemplar la forma humana del maestro, realizar progresos en su interior y mirar en su interior la forma radiante del maestro. Cuando el corazón del aprendiz entregado se encuentra con el corazón del maestro,

se puede apreciar la melodía del Shabd. La dedicación al maestro lleva a una unión espiritual. Si adoramos al maestro, adoramos a Dios. Esto lo repiten los maestros con insistencia. Para alcanzar la salvación, tenemos que adorar tanto a Dios como al maestro.

Los creyentes que representan su adoración externamente pronuncian oraciones; pero quienes aman a Dios abandonan su cuerpo y rezan dirigiéndose a su interior. Los creyentes rezan cinco veces al día a horarios establecidos, pero quienes aman a Dios escuchan siempre la música interior.

Capítulo 11

LA AÑORANZA ARDIENTE

En el Bireh (la añoranza ardiente), el amor se expresa de forma activa. Alguien que ama y que se halla poseído por esta profunda añoranza no desea perder de vista a su amado ni siquiera por un instante. Si no se le ha concedido su mirada o si está separado de él, en su corazón surge un dolor punzante, y sufre tormentos interiores. Este dolor por la separación, sin embargo, no es de ningún modo menos dulce que la compañía del amado. Esto es lo que se conoce por Bireh.

El Bireh se desarrolla de forma gradual. En primer lugar, pensamos en el amado llenos de añoranza y nos lo imaginamos en nuestro pensamiento. Los pensamientos sobre Él y la contemplación interior se vuelven tan intensos que la atención del entregado se orienta por completo a la forma del amado, que está siempre ante su ojo espiritual. El amado domina su vida, y ya no se separará de Él.

Ambos se han vuelto uno solo, y se han generado una paz y tranquilidad plenas. En este estado, quienes se entregan pierden su propio yo y ven al amado en todo. Un corazón lleno de verdadero amor por el amado, por supuesto, es feliz y se llena de un sentimiento de máxima felicidad al mirar al amado o al encontrarse con Él.

¿Por qué se produce esta gran añoranza? Es muy simple: porque el alma aún no ha alcanzado aquello que anhela en lo más profundo. Al igual que una madre está intranquila cuando la separan de sus hijos o una mujer está sin sueño sin su hombre, al igual que un pez que sufre cuando no está en el agua, del mismo modo el alma está poseída por una gran inquietud porque está separada de Dios.

Esta profunda añoranza arde siempre como una ola o corriente en el corazón y refresca el espíritu recordando a Dios. Pensando constantemente en Dios y sumergiéndonos en Su mirada, se alivian las penas del alma y se crea una sensación de felicidad. Un buscador debe haber alcanzado este nivel si desea alcanzar la unión con Dios.

La añoranza ardiente prepara el camino para el encuentro con el amado. También un árbol frutal debe primero tener brotes y florecer antes de dar sus frutos. Sin flores no puede formarse ningún fruto, y sin la añoranza ardiente no puede tener lugar tampoco un encuentro con el amado. Esta añoranza, por tanto, es un requisito para encontrarnos con Dios.

Quienes están poseídos por una añoranza ardiente sienten la inquietud al pensar en el amado hasta en cada célula de su cuerpo, y hasta que no se encuentran con Él o reciben Su mirada, su corazón no está tranquilo. Buscamos a los santos porque han conseguido la unión con Dios, y les imploramos que nos ayuden en la búsqueda

de Dios. Por dentro nos urge encontrarlo, y sin Él no podemos vivir.

«Oh, maestro mío, ayúdame a encontrar a mi Dios. Mi espíritu y mi cuerpo anhelan encontrarse con Él. Sin mirar a mi Señor no puedo vivir, y arde en mí una nostalgia profunda e inquieta».

Adi Granth

Las biografías de todos los santos nos revelan su gran necesidad y añoranza de

Dios. Las personas mundanas comen, beben y disfrutan de los placeres terrenales, y por la noche duermen profundamente y de un tirón. Pero quienes aman a Dios lloran y sollozan y permanecen despiertos toda la noche por su necesidad de encontrar a su amado. Estas almas están poseídas por una gran añoranza, e imploran: «Oh, ¿se les concederá alguna vez a estos ojos el verlo?»

«Sin el Señor, mi cuerpo y mi espíritu, cada fibra de mi ser, están expuestos a tormentos. Mis ojos están sin sueño. El dolor por la separación arde en cuerpo y alma. Los pobres doctores no consiguen detectar mi enfermedad. Y, al igual que un adicto necesita estimulantes y drogas, tampoco yo puedo estar ni un segundo sin mi amado. A aquellos que están llenos de un profundo anhelo por encontrarse contigo no les importa nada todo lo demás. El Señor no está conmigo, y la noche es oscura y está llena de rayos que me atemorizan. Estoy solo en mi lecho. Estoy sin mi Señor. La tortura es tan grande que preferiría morir».

Adi Granth

La añoranza ardiente tiene una influencia profunda por su gran corriente de

energía. Tan pronto como se despierta, ya no pueden entrar en la consciencia otras impresiones. Quienes están llenos de ella, olvidan su cuerpo y sus vestimentas, pues el recuerdo del señor los atrae como un imán y los sumerge por completo en su contemplación. Cuando nos sentimos atraídos constantemente por alguien o por algo, tarde o temprano llegamos a ello.

Innumerables personas en el mundo anhelan cosas terrenales, y su necesidad está orientada tan solo a lo material. Para estas personas es muy difícil seguir el camino espiritual. No es posible liberarnos de este mundo con ningún método terrenal. Solo un profundo anhelo por Dios tiene sentido, todas las demás necesidades no tienen valor alguno y llevan a error. Shamas-i-Tabriz enseñó a Maulana Rumi:

«Oh, hijo mío, hay nueve cosas que identifican a quienes adoran a Dios: 1. Sollozan profundamente. 2. Están pálidos. Un entregado desea la unión con Dios, pero no está en

su poder. Cada vez que piensa en el Señor, pone el grito en el cielo, y sus lágrimas difícilmente pueden apagar el fuego que arde en su corazón.

3. Sus ojos están siempre llenos de lágrimas. 4. Comen poco. 5. Duermen poco. 6. No duermen profundamente. 7. Gimen y se lamentan constantemente. 8. No tienen descanso (impacientes por ver al Señor). 9. Se quejan y protestan sin cesar».

Kabir afirma:

«Cuando el fuego de la separación empieza a arder en el corazón y no se puede ver el humo, solo lo sabe aquel que lo ha vivido en sus carnes o aquel que lo ha avivado. Solo quien ha estado herido conoce el dolor, y nadie más. Este fuego arde en el interior, no por fuera, y las lágrimas que brotan intentan apagar el fuego. Nunca antes se unió alguien con el amado por el camino de la jovialidad y la alegría. Quienes consiguieron la unión con Él la experimentaron después de derramar muchas lágrimas. Si fuera posible encontrar al amado riendo y llenos de comodidades, ¿por qué tendríamos que sufrir el dolor de la separación? Las personas mundanas son felices: comen y duermen. Solo Kabir es infeliz. Él se mantiene en vela y llora. Oh, Kabir, evita una vida de placeres y busca una vida de lágrimas, pues, ¿cómo si no quieres encontrar a tu amado? Mis ojos te buscan como los de un loco, siempre. Pero Tú no vienes a mí. No soy feliz, me acompañan siempre los dolores y las tensiones. Mi cuerpo está demacrado, solo soy un esqueleto. Soy infeliz, pues mi Señor sigue sin haber llegado. La separación me ha consumido los huesos y el cuerpo. Estoy muerto, aunque siga con vida. Como un potente ejército, esta separación me ha rodeado. No me permite morir ni vivir, y mi vida se desvanece lentamente entre terribles sufrimientos. La lejanía de mi Señor me llena de una gran añoranza, y la separación me tortura sin cesar. No encuentro paz ni de día ni de noche, y mi respiración se hace cada vez más débil poco a poco.

Este amor brillante hace que el alma olvide el mundo entero. No pasa ni un

segundo sin que piense en el Señor.

«Día y noche miro hacia el camino para ver si se acerca mi amado. Puesto que no lo encuentro, estoy inquieto, y mi corazón turbado. Cuán feliz será el día en que mi maestro me tome entre sus brazos y me convierta en suyo. Entonces, me sentaré a la sombra de sus pies vendados».

Kabir

Mira Bai dice:

«He contado las estrellas y he permanecido despierta toda la noche. Oh, Dios, ¿cuándo me llegará la hora de ser feliz? Mi Señor, ven a mí y no me dejes nunca más. Desde que estoy separada de ti, no encuentro paz. Si oigo cánticos de alabanzas dirigidos a ti, estoy inquieta, pues solo me consuelan las canciones que te profesan una profunda añoranza. Con los ojos bien abiertos, miro hacia el camino (por el que vendrás), y la noche se vuelve tan larga como medio año. ¿A quién puedo contar la historia de mi separación? ¿A quién, oh, amigo mío, a quién hablaré de esta añoranza ardiente? Se me hunde hasta el corazón como un cuchillo. ¿Cuándo llegará el Señor de Mira y le dará la alegría que la liberará de sus tormentos?»

Buda halló refugio en la selva cuando estaba buscando la verdad. Su cuerpo adelgazó muchísimo.

También las biografías de otros santos demuestran que sufrieron un gran dolor por la separación. Quienes han recorrido el camino del conocimiento de Dios tuvieron que atravesar el río de los sollozos para encontrarlo. Es solo verdad que este camino recorre un valle de lágrimas. Maulana Rumi afirma:

«Oh, mortal, si deseas alcanzar el reino de Dios, elige el camino de las lágrimas, pues solo en él lo encontrarás. Tan solo rezar y contar perlas, leer textos sin implicarse, con los ojos secos y el corazón vacío equivalen a quemar el camino que va hacia Dios. Si hubieras recorrido el camino del agua (las lágrimas), lo habrías alcanzado sin ninguna dificultad».

Shamas-i-Tabriz lo expresa de este modo:

«Los ojos que derraman lágrimas por el Darshan del amado a buen seguro lo verán algún día. Las lágrimas de amor actúan como una escalera. Si la escalas, llegarás al cielo por ti mismo rápidamente. El océano de la misericordia del amado se extiende de un extremo a otro; no hay ningún lugar al que no llegue Su piedad. Este fuego de añoranza ardiente que nace de la separación, no obstante, sirve para profundizar la fe y la confianza de los aprendices de este camino».

Y según Maulana Rumi:

«Las lágrimas son como las nubes y la añoranza del calor del sol. Al igual que el brillo del sol da lugar a la lluvia que cae de las nubes y que mantiene la tierra, la separación, la añoranza y la inquietud pueden avivar las corrientes de gracia y misericordia del Señor como un fuego, como la lluvia, y aliviar el corazón del entregado. Las lágrimas en los ojos y los tormentos del corazón son como dos columnas por entre las cuales tenemos que pasar para llegar al interior».

La añoranza que se crea por la separación lava los malos pensamientos con lágrimas calientes. En su lugar, empezamos a pensar en el Señor. Pero esta añoranza solo puede despertarse por un amor verdadero, y no con lágrimas de cocodrilo. Una añoranza tan inmaculada y noble solo se despierta en el corazón de aquellos que sienten un amor puro y genuino por la manifestación física de Dios, el maestro vivo. El verdadero amor espiritual por la forma física del maestro es una necesidad para el aprendiz. Cuando contempla la forma radiante de su maestro en su interior porque ha realizado con amor los ejercicios espirituales, se unirá con esta apariencia única y el Shabd que emana de ella. Ya no querrá volver a separarse nunca de él. Debido a la separación de la forma física del maestro, nace una añoranza por volver a encontrarlo. Si el aprendiz entregado no ve la forma en su interior, se le crea una gran inquietud y le torturan sus pensamientos.

«No pude estar junto a mi amado en toda la noche, y me duele todo el cuerpo. Si me parece tanto estar una noche sin Él, ¿cómo se sienten aquellos que no lo encontrarán jamás? ¿Cómo pasan sus noches?»

Adi Granth

La añoranza que se provoca por la separación del Señor oculta por dentro una

dulzura indescriptible. Aquellos que siguen ciegamente los dictados de la razón y son dominados por completo por los placeres mundanos de la comida, la bebida y el jolgorio no pueden degustar esta dulzura. La añoranza ardiente y las súplicas por el Señor se convierten siempre en felicidad, y aquellos a quienes se les concede son verdaderamente felices.

«La añoranza y su dolor hacen que el mundo parezca un lugar amargo. Únicamente es dulce el nombre del Señor». «Si se despierta esta profunda añoranza en un ser humano, este será digno de dirigirse hacia la verdad».

Kabir

La añoranza provoca amor y adoración por el amado. Dios es amor. El entregado se acerca al Señor en función de cuán fuerte sea su añoranza. Reconoce de forma cada vez más clara la importancia del amado, lo que se le hace tan manifiesto que piensa siempre en la forma pura y elevada de su amado.

El remedio para quienes sufren estos tormentos está en las manos del amado. Solo Él puede calmar este dolor concediéndole Su Darshan.

Capítulo 12

LO QUE PROVOCA EL AMOR

Cuando San Juan envejeció tanto que ya no podía caminar y le costaba mucho esfuerzo hablar, otro aprendiz de Jesucristo lo llevó con él a un grupo de niños al que tenía que hablar. Este levantó la cabeza y dijo: «Niños, amaos los unos a los otros». Lo dijo otra vez y lo repitió una tercera. Después, calló.

Entonces hablaron aquellos que estaban junto a él: «Buen hombre, ¿no tiene nada más importante que decirles a estos niños?» Él respondió: «Este es un consejo que doy una y otra vez, pues de todas las cosas buenas, la que más necesita el ser humano es el amor. Si os amáis los unos a los otros y os llena una corriente de amor, también tendréis todas las demás cosas buenas. Amad, y se os concederá todo».

Si pudiéramos experimentar el verdadero amor, nos sanaríamos a nosotros mismos y nos bastaríamos para darnos paz y felicidad. Entonces, unas claras corrientes de alegría nos revitalizarían y nos darían fuerza, y todo nuestro dolor y nuestra pena por la separación del Señor, que derivan de no comprender los principios del amor, desaparecerían.

Solo el amor puede aportarnos paz y felicidad. Sin él, la vida está vacía y no tiene sentido, e incluso las alegrías del cielo pierden su valor. A aquellos que no tienen amor, un palacio les parecerá tan espantoso como un cementerio. Pero incluso las más pobres y destartaladas chozas les parecerán hermosas si los ilumina la chispa

del amor. El amor puede incluso llenar una jungla de vida feliz, mientras que sin él las ciudades más pobladas parecen desangeladas y vacías.

Solo mediante la magia del amor, el que ama reconoce la verdadera naturaleza de las alegrías y las penas, la felicidad y el dolor, el conocimiento y la ignorancia. En el amor no hay diferencia entre ganar y perder. El amor lleva al que ama a una situación en la que esconde las cosas malas de los demás. El amor cubre todo lo malo. En los ojos del que ama, el amado aparece puro y libre de todo mal. Ve la chispa de su amado en todos. Y, por ello, sus palabras son amables para todos. No se fija nunca en los errores o los defectos de los demás. ¿Por qué debería criticar o hablar de alguien? Las críticas aparecen donde falta el amor.

En el amor desparecen todas las cosas malas de la voluntad, como la ira, la pereza, la calumnia, el odio, etc., y hace que podamos dominar nuestros pensamientos y acciones con amor. El amor reina sobre todo. Es tan maravilloso que en su presencia no hay ira, odio ni otros sentimientos similares.

«Aquellas personas en el mundo que aman al Señor poseen el verdadero conocimiento, y si por casualidad alguna vez expresan una mala palabra, no hieren a nadie con ella, porque no han olvidado el espíritu del amor y, por tanto, aman a todo el mundo. Son los elegidos de Dios».

Gurú Ram Das

El amor únicamente da, y no toma nada. Tiene la propiedad única de que quien lo recibe deja de desear. Hace que las personas se vuelvan altruistas y queden libres de toda preocupación. En el amor no surge la cuestión del recibir, pues solo conoce el dar.

El amor despierta la generosidad y elimina el egoísmo, pues no conoce segundas intenciones. Si todas las personas vivieran en el espíritu del amor, no necesitaríamos leyes mundanas. Sin embargo, son necesarias, pues no todos han aprendido a convivir con amor; como consecuencia, el mundo está enredado en una red de inclinaciones sensoriales.

Si pudiéramos aprender a amarnos a nosotros mismos, a nuestro prójimo, a nuestro país, a toda la humanidad y a Dios, las leyes mundanas no serían necesarias, pues el amor genera amor. Entonces, no nos faltarían la armonía ni la confianza entre las naciones, y el único poder dominante sería el amor. Jesucristo dice:

«Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo».

En una persona que ama surge la fuerza para soportar todo tipo de penas y

dolores. Las personas mundanas se rebelan contra las calumnias, pero a alguien que ama le dan igual. Su alma tiene tal fuerza que ninguna pena puede dominarla. El amor es el remedio perfecto para todos los sufrimientos del alma.

Todo es fácil si se ama. Bajo la influencia del amor, se combaten las más arduas tareas con relativa facilidad. Con el amor, incluso lo imposible se hace posible. «El amor no conoce fatigas ni obligaciones desagradables, para él no hay cargas». Puede que tengamos que trabajar muy duro, quizás también asumir grandes responsabilidades, pero si entendemos la ley del amor, todas las dificultades se superan gracias a él sin esfuerzo. «Quienes aman mucho consiguen muchas cosas».

Cuando se hace un trabajo determinado con gusto, se hace sin cesar, pues el amor no conoce cargas. Para alguien que ama, ninguna carga es demasiado; lleva a cabo con alegría acciones que incluso superan sus capacidades. Nunca se queja de que es incapaz de hacer algo, pues envuelto por la atmósfera de su amor se atreve a poder dominar cualquier tarea. El amor le da tanta fuerza que no ve nada como imposible.

«Incluso si el camino del amor estuviera lleno de océanos, montañas, bosques y desiertos infinitos, gracias al amor estos parecerían tan solo un pequeño paso adelante».

Al igual que la lluvia es una bendición para la tierra y hace que florezcan en ella

coloridas flores y maravillosos arbustos y árboles, los brotes del conocimiento oculto de Dios florecen cuando los ojos derraman lágrimas sobre la tierra del corazón.

El amor hace que se santifique un lugar. En un ambiente de este tipo fluye una corriente poderosa y ascendente que, sin embargo, solo pueden apreciar los corazones que aman. Si cumplimos con nuestras obligaciones domésticas y de otro tipo con amor, podremos disfrutar de una vida cómoda sin complicaciones, pues en presencia del amor, la razón y el intelecto no pueden afectar a nuestra paz interior. El amor no solo actúa sobre las personas. Incluso los animales se hallan sometidos a su influencia enaltecedora.

El amor, en sí, es el principio y el fin. Procede de la corriente divina que penetra en el corazón de las personas puras, expande su influencia por todas partes y, de este modo, purifica todo su entorno. El corazón de alguien que ama es puro, y también aquellos que tienen la oportunidad de encontrarse con personas así son incapaces de desprenderse de su influencia purificadora. Cuando no encontramos con un alma de este tipo, nos influye tanto que nos llena de pureza de la cabeza a los pies.

El estado de ánimo de una persona se refleja siempre en su rostro. Ya sea alegría o dolor, amor u odio, se muestra en nuestra expresión facial y, cuando hablamos, sale a la luz claramente nuestro estado de ánimo. Cuando se enciende una chispa de amor en el corazón de una persona, no puede ocultarlo. Sus ojos lo dicen todo. Incluso cuando tiene la boca cerrada, el amor irrumpe en forma de lágrimas.

«El amor no puede permanecer oculto una vez que ha entrado en el corazón de un ser humano. No habla de él, pero sus ojos lo dicen todo. Una vez que el amor ha entrado en el corazón, hace que las personas sean felices por toda la eternidad, pues entonces se vuelven libres de toda preocupación, y de ellas emanan constantemente corrientes de amor».

Kabir

La religión de quienes aman no es otra que el amor, que genera en ellos una concentración única y una sensación de soledad. Sus pensamientos atraviesan las fronteras de la unión y la dualidad. Si llevan dentro tan solo una mínima chispa de amor, les parecerá que el mundo entero carece de valor alguno. Incluso un corazón que tan solo ha probado unas pocas gotas del cáliz del amor no le encontrará ya el gusto a ninguno de los placeres de este mundo. No pedirá ni el cielo ni la salvación.

Después de un tiempo, el amor toma posesión del aprendiz por completo, y este siente una gran necesidad del Señor. Recordándolo, el aprendiz empieza a anhelar el Darshan de su maestro, que es la encarnación del Señor. Le brotan las lágrimas por sí solas, y su alma no encuentra paz. Esta falta de paz hace que se olvide de sí mismo. La repetición de los nombres santos se vuelve tan intensa que el aprendiz va por completo hacia ellos y olvida todo su yo. El gurú Ram Das dice: «Mi maestro, la encarnación de Dios, ha conquistado mi corazón, y anhelo su Darshan».

Todo esto no puede describirse con palabras, pues estas personas están extasiadas por el elixir del amor y se hallan en un estado de consciencia superior (felicidad). Quienes no sienten amor por el maestro no pueden entenderlo. En el fuego del amor, se elimina todo lo demás de la mente de quien ama.

Olvidar el propio yo es el principio básico del amor. Todos los deseos de quienes aman obedecen a la voluntad de su amado. Todo su ser se funde con su amado. Si ya no tiene un yo, ¿dónde quedan los deseos?

«Cuando era yo, no era Él. Cuando Él es, yo no soy. El camino del amor es tan estrecho que solo puede recorrerlo una persona a la vez, pero no dos».

Kabir

La única cualidad del amor es la siguiente: cuando se siembra una semilla de amor, a ella le suceden dolores, tormentos y separación. Este es el fruto que crece de ella.

A veces, quien ama se queja: «¿Por qué he amado siquiera?» A veces, entorna los ojos y se lamenta de haber dirigido una vez una mirada al amado. No habla con nadie que no pueda entender cómo se siente su corazón, pues comunicarle sus dolores a alguien que no los conoce supone cargarse aún más de tormentos. Mire adonde mire, siempre tendrá ante sus ojos a su amado.

«El ojo está contento de derramar lágrimas recordando al amado. El corazón está contento de arder en la separación de su Señor, pues cada momento de arrepentimiento va acompañado de una alegría única. El más feliz de todos es aquel cuyo único esfuerzo se halla orientado a este objetivo».

Solo conocen el estado del amor aquellos cuya razón y cuyo cuerpo se hallan sumergidos en el océano del amor. Nadie más. Alguien que ama está fuera de sí por su añoranza ardiente, y la gente lo toma por loco. Sin embargo, puesto que una vez degustó este amor único, está tan feliz por ello que el mundo ya no le atrae y pasa su tiempo en un estado de amor constante por Dios. El gurú Arjan dice:

«¡Oh, Dios! Tu humilde servidor se halla sumergido en el elixir mágico de Tu amor, y ahora que lo ha probado ya no puede dejarlo».

La verdadera unión y la concentración enfocada al objetivo solo se consiguen

mediante el amor. El progreso espiritual que se consigue a través de años de meditación puede alcanzarse mediante el amor en tan solo un instante, pues fundirse con el maestro interior lleva al que ama a su meta de inmediato. Esto es el verdade-

ro amor y el verdadero yoga. Lo es todo, de hecho, y debería ser nuestra finalidad y nuestro objetivo, nuestro ayuno, nuestra oración, nuestra meditación y todo lo demás.

La verdad es amor, y vive en nuestros corazones. El amor es Nam. Está oculto en las profundidades de nuestro espíritu y nuestro cuerpo. Quienes lo buscan, lo encuentran. En el aprendiz de un maestro se despierta el amor a Dios. De este modo se satisfacen sus deseos, y tan solo adora a Dios. Recorre el camino del amor y se sumerge por completo en la felicidad.

Dios es el Shabd. Dios es amor. Por tanto, el Shabd también es amor. Los santos encarnan el Shabd. Se entregan a los demás. Quienes se ejercitan en el Shabd y escuchan la música divina se convierten en océanos de amor. Aman a todo el mundo e irradian una influencia virtuosa sobre el mundo gracias a las corrientes de amor divino.

Dios es amor. Es omnipresente. El alma es una gota del océano del amor, y al igual que un pez, nada a contracorriente hacia Él. Si la fuerza magnética del amor ha tomado posesión de nosotros alguna vez, ya no se vuelve a ir. Las corrientes de amor de Dios penetran en nuestro corazón y hacen que amemos a Dios. El amor a Dios crece en la misma medida que el amor al maestro, y el aprendiz comienza a ver la luz en su interior.

Esta luz aparece en ocasiones en forma de rayos. A veces vemos estrellas que en ocasiones estallan, con lo cual aparecen el Sol y la Luna. A veces podemos ver por dentro la forma luminosa y radiante del maestro. Permite al alma mirar hacia las regiones espirituales más altas y atravesar el Brahm y el Par Brahm.

El maestro prohíbe al aprendiz revelar estos secretos a otras personas, pues iría contra la ley de Dios y la de la naturaleza. Mediante la gracia del maestro, las experiencias interiores crecen día a día, tanto en número como en intensidad. Y contemplando la forma del maestro crece poco a poco también el amor del aprendiz por Dios, por el cual su alegría aumenta hasta convertirse en una felicidad clara. El éxtasis encantador muestra al que ama un nuevo mundo que se encuentra más allá de la región física y de la voluntad. Cada palabra de su amado es para él una dulce orden. Vivir en él es el mayor bien y la más dulce alegría, aún más preciosa que la vida.

El que ama asciende a través de las corrientes del amor más allá del bien y del mal, de la fe y de la incredulidad, a un estado tan elevado que es indescriptible. Quienes se hallan extasiados por este estado de gozo único, en el cual se desvanecen todos los pensamientos de la separación o la unión, se vuelven uno con la encarnación del amor.

El espíritu de los que aman es fuerte y profundo como el océano. No conocen ninguna afluencia de pensamientos. Para ellos, tan solo existe un objetivo y un pensamiento: el amado. Cuando amamos, el amor se convierte en el respaldo de nuestra alma, y toda nuestra atención se dirige a nuestro amado. Entonces, todos los vínculos superficiales se disuelven, el alma se libera de las cadenas de este mundo y se eleva a las regiones más altas. La región más alta es nuestro verdadero hogar. Allí disfruta de la felicidad ininterrumpida de la unión. El amor aleja al alma de las vinculaciones materiales y físicas para llevarla a las regiones más delicadas del espíritu, donde, como una gota, se une al océano del Señor.

Dado que el aprendiz lleva el amor dentro de sí, Dios es siempre Su guía. Se encuentra con Dios, y Dios vive en su corazón. La razón queda satisfecha. El aprendiz vuelve a su verdadero hogar y queda liberado del círculo de los nacimientos y las muertes.