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  • III

    LA INTEGRACIN DE LA IGLESIA CATLICA EN EL IMPERIO ROMANO

    El papel de sostn del Estado encomendado al culto de los dioses en el imperio romano haba mantenido vivo durante siglos el conflicto con el cristianismo, el cual con su fe en un solo Dios, cre en la opinin pblica pagana la conviccin de que saboteaba los fundamentos del bienestar general. Todas las aseveraciones de lealtad al emperador y al Estado, comenzando por las afirmaciones del apstol Pablo sobre la aceptacin del poder puesto por Dios (Rom 13,1-7), fueron incapaces de despejar las dudas que se tenan acerca de la fidelidad de los cristianos al Estado. Por eso se recurri en repetidas ocasiones a medidas violentas en el Imperio. Las consecuencias del fracaso de esta poltica religiosa se sacaron no tanto porque se hubiera llegado a ver palmariamente la verdad del mensaje cristiano, sino desde el tradicional planteamiento en el que se ponderaba la utilidad de la religin. Tambin la escalonada integracin del cristianismo en el imperio se llev a cabo siguiendo la idea directriz del usual sistema religioso-poltico, la forma que la iniciativa del emperador Constantino y de sus sucesores choc pronto, como no poda ser de otra forma, con las leyes propias de la Iglesia y de la fe cristianas. La nueva orientacin de la poltica religiosa de Roma acometida a principios del siglo IV tuvo lugar en el marco de las concepciones tradicionales, pues entonces la veneracin del Dios de los cristianos constitua una garanta para la salvaguarda de la salus publica. Como consecuencia de la polmica mantenida con los gentiles, los creyentes no se haban cerrado por completo a tal argumentacin, de forma que el llamado giro constantiniano, tal como puede ser captado en las fuentes, revela una continuidad. Por lo dems, el camino que desembocara en la Iglesia imperial se prolong hasta los tiempos del emperador Teodosio I el Grande.

    15

    Giro de la poltica religiosa bajo Constantino

    Cuando el emperador Diocleciano intent reorganizar el imperio ro-mano sobre la base de la religiosidad tradicional no pudo hacer desaparecer el cristianismo. En la ltima confrontacin entre la ideologa estatal de Roma de corte idoltrico y los cristianos se hizo patente la fragilidad de la religin antigua. Galerio haba admitido ya, en su lecho de muerte, el fracaso de la poltica religiosa tradicional. De esta forma haba abierto el

  • camino para la futura reorientacin que llevara a cabo el emperador Constantino.

    a) Presupuestos de la poltica religiosa de Constantino

    A pesar de las persecuciones padecidas a finales del siglo III, no sor-prendi a los cristianos el cambio de la poltica religiosa bajo Galerio y Constantino. Portavoces de los cristianos haban demostrado desde haca tiempo su lealtad al Estado, e incluso haban contemplado la posibilidad de una cooperacin entre la Iglesia y el Estado. Los cristianos aprovecharon los largos perodos de tranquilidad para organizarse y crecer. Y llegaron incluso a ofrecerse como interlocutor en quien el Estado poda depositar plena confianza.

    A pesar de la ilimitada autoridad de Diocleciano en el marco de la tetrarqua, el emperador de Occidente, Constancio Cloro, procedi a regaadientes contra los cristianos. Apenas se produjeron mrtires en el mbito de su soberana. Y son contradictorias las informaciones sobre destrucciones de lugares de reunin. Por otra parte, Eusebio1 nos informa de la propensin del soberano al henotesmo y a la presencia de hombres santos en su corte. La imposicin del nombre de Anastasia a una hija suya evidencia incluso la aceptacin de costumbres eclesisticas. Aparte de que el porcentaje de cristianos era bajo en la Galia, intereses dinstico-polticos determinaron la actuacin de Constancio frente a la tetrarqua.

    Al joven Constantino, nacido de una relacin de Constancio con una hospedera llamada Helena, no le pas desapercibida tal autonoma. Llevado en edad temprana a la corte de Nicomedia, el prncipe se granje el reconocimiento de todos. Aunque su padre, tras el nombramiento como csar (289), se haba casado con Teodora, la hijastra del emperador oc-cidental Maximiano, Constantino no rompi la vinculacin con la re-sidencia de Trveris. Como testigo ocular de las represalias en Oriente, el ambicioso prncipe vivi la diferencia de polticas religiosas. En cualquier caso, l no catalog a su padre entre los perseguidores de los cristianos. Cuando se produjo el cambio de soberana el ao 305, no fue elegido Constantino, en contra de lo esperado por el ejrcito, sino que fue elevado a la categora de csar del nuevo augusto Galerio Maximino Daya. Bien sea por el desagrado que este suceso le produjo o por una llamada proveniente de la residencia de Trveris, es lo cierto que abandon inmediatamente la capital oriental y se dirigi hacia el noroeste. Cuando Constancio muri en una campaa en Britannia (306), el ejrcito le llam a l como augusto, rompiendo la tetrarqua del sistema imperial. Constantino sigui los pasos

    1 Eusebio, Vita Const. I, 17s.

  • de su padre tambin en cuanto a la poltica religiosa. En su opcin en favor del Sol Invictus se perfilaba ya una pretensin de soberana universal.

    b) Victoria de Constantino en el puente Milvio

    El edicto de tolerancia promulgado por Galerio el ao 311 permita, en principio, a los cristianos la libre confesin de su fe en todas las regiones del imperio. De esta manera, la praxis de la poltica religiosa de Occidente se implantaba tambin en Oriente, y Constantino se demostraba como un casi perfecto hombre de Estado. La pronta muerte del augusto situado en el vrtice de la jerarqua dio alas a sus ambiciones de soberana. Le sirvieron como espuela las pretensiones de Majencio, que haba conseguido afirmar su posicin en Italia. Tras llegar a un acuerdo con Licinio, que intentaba ampliar la parte del imperio que le haba sido asignada en el encuentro imperial celebrado en Carnuntum el ao 308, Constantino pas los Alpes a principios del ao 312, con un reducido ejrcito, recorri toda la parte superior de Italia, y se aproxim a Roma en otoo. Presentaba su empresa en trminos propagandsticos. Deca que iba a liberar a Roma del yugo tirano de Majencio, una versin que encontr muchos odos bien dispuestos a causa de algunas medidas de Majencio que haban creado malestar. Naturalmente, no poda decir que pretenda liberar a los cristianos y que para ello vena a Italia, pues, a diferencia de lo que acaeca en Oriente, aqu no se estaba gestando persecucin alguna de la comunidad de Roma. Majencio, que se debata entre la esperanza y la duda a consecuencia de la respuesta encontrada en los libros sibilinos, plane primero una defensa de Roma, pero luego se decidi por una lucha en campo abierto, hacia el norte del derribado puente Milvio. Por el contrario, segn cuenta Lactancio2, Constantino recibi en sueos la indicacin de poner la seal celeste de Dios en los escudos de sus soldados. Eusebio3 sita esta experiencia al comienzo de la expedicin militar, cuando nos presenta a Constantino orando al Dios de su padre. Y nos dice que el csar vio a continuacin en el cielo del medioda una cruz luminosa, rodeada por la siguiente leyenda: En este signo vencers. Luego, invitado a ello por una posterior aparicin de Cristo, orden hacer un estandarte con la seal el llamado lbaro de Constantino, y llevarlo al frente de las tropas como pendn protector. Finalmente, el 28 de octubre del ao 312 tuvo lugar la batalla en la zona situada entre Saxa Rubra y el puente Milvio. Ante el impetuoso ataque de las tropas de Constantino, el ejrcito de Majencio fue impotente para oponer resistencia alguna. Majencio emprendi la huida, cay del puente de emergencia al ro y pereci ahogado. Alguien encontr

    2 Lactancio, Mort. pers. 44. 3 Eusebio, Vita Const. I, 27-32.

  • su cadver en el ro y llev su cabeza, al da siguiente, delante del vencedor cuando ste entr en la ciudad conquistada. Es posible que la traicin hiciera ms fcil la victoria. En cualquier caso, la posesin de Roma representaba una gran ganancia para Constantino, pero tambin una obligacin. Aos ms tarde, l mismo considerara la conquista de la capital del imperio como prueba de la proteccin divina y como demostracin de que l haba sido objeto de una eleccin especial. La divinidad bajo cuyo signo haba entrado Constantino como vencedor haba demostrado su poder, y a ella deba procurar veneracin el emperador, siguiendo el esquema de la religiosidad antigua. Aunque el Dios del soberano toma algunos rasgos cristianos, no cabe hablar de una conversin en el sentido bblico del trmino. Se limit a hacer un sitio al Dios de los cristianos en el mundo de sus concepciones religiosas, y comenz a promover el culto de ese Dios como pontifex maximus. As como las revelaciones que tuvo Constantino antes de la batalla fueron interpretadas a la manera de orculos, de igual manera su actitud favorable al nuevo Dios a causa de la victoria responda a la tradicin religiosa pagana. Como signo del triunfo militar, la cruz perdi, al mismo tiempo, su carcter de escndalo, y este hecho facilitara desde entonces su presentacin como signo cristiano de la salvacin.

    Indudablemente, la victoria de Constantino cerca del puente Milvio represent un hito importante en el desarrollo del imperio a partir de aquel momento. Desde el punto de vista poltico, la eliminacin de un rival abra a Constantino el camino a la soberana universal. Para los cristianos, la victoria bajo el signo de su Dios signific la confirmacin intrahistrica y su promocin por el emperador por motivos directamente religiosos. La religin de los cristianos se haba demostrado til para constituir el fundamento de una nueva poltica imperial.

    c) Reorientacin de la poltica religiosa

    Ya en el desfile triunfal a travs de Roma evit Constantino, significativamente, la ida al Capitolio. Con ello daba a entender claramente a todos que se distanciaba de la tradicin religiosa de sus antecesores y apostaba por aquel Dios que le haba dado la victoria y cuyo signo ondeaba en los estandartes de sus tropas. Esta demostracin no apuntaba en primer trmino a restricciones del culto pagano. Los sacerdotes de la religin pagana podan seguir ofreciendo sus sacrificios. Se lleg incluso a anunciar el nombramiento de un pontfice en honor de la gens Flavia. La continuacin del culto pagano constituy, junto a los honores del senado, el entorno en el que el victorioso emperador tom sobre s, como pontifex maximus, el cuidado del culto del Dios de los cristianos.

  • Aquel mismo invierno del ao 312-313, Constantino cedi a la comunidad de los cristianos de Roma la propiedad de la zona de los Laterani, donde se construy la baslica constantiniana (hoy, San Juan de Letrn). Rescriptos dirigidos al procnsul de frica, Anulino, disponan la devolucin de los bienes confiscados a la Iglesia4; al clero del obispo Ceciliano de Cartago se le reconoci el privilegio de las liturgias, es decir, la exencin de impuestos pblicos. Y es altamente significativa la motivacin que se da a tal medida. En opinin del soberano, los clrigos no deben verse impedidos, ni por error ni por sacrilegio, de dar el debido culto o servicio a la divinidad, sino que, por el contrario, deben servir sin impedimento alguno a su propia Ley (culto). Pues cuando ellos realizan la elevada veneracin de la divinidad, estn siendo tiles de la mejor forma posible a toda la comunidad (del Imperio)5. La argumentacin delata que para la prueba de favor de Constantino sigue siendo normativo el principio de que la realizacin adecuada del culto sirve a la salus publica, y que por consiguiente hay que liberar de cargas pblicas a sus rganos. En la misma direccin apunta la distribucin de una cantidad de dinero al clero africano del legal y santsimo culto6. Siguiendo el modelo de los colegios sacerdotales existentes en templos paganos, se clasifica al clero cristiano en el entramado religioso de aquel tiempo, con el fin de que puedan ofrecer sin impedimento alguno su ministerio sagrado en favor de la salus publica. Pero, a la vista de las revueltas donatistas en frica, emergi pronto el problema de la legitimidad, una discusin en la que el emperador se vera envuelto.

    Tambin los acuerdos de Miln indican hasta qu punto la integracin del cristianismo en el imperio se llev a cabo en consonancia con las concepciones de la religiosidad antigua. En febrero del 313 se reunieron Constantino y Licinio para encontrar una solucin a las cuestiones derivadas del cambio de la situacin poltica. El vencedor de Occidente dio a su hermana como esposa al cosoberano, entrado ya en aos. Pero no le concedi participacin alguna en el mbito de poder que acaba de conquistar. En cuanto a la religin, se pusieron de acuerdo en respetar el edicto de Galerio y permitieron que la confesin cristiana gozara de libertad, al tiempo que se toleraban los cultos antiguos. Adems del reconocimiento (religio licita), se afirm la capacidad jurdica general al cristianismo; y se dispuso la devolucin de los bienes eclesisticos incau-tados con anterioridad. Todas estas medidas son evidentes en los rescriptos publicados en las respectivas zonas de soberana7. As ser dice el edicto de Licinio para que... la muestra de la benevolencia divina que 4 Eusebio, Hist. eccl. X, 5,15-17. 5 Ibd. X, 7,2 (GCS 9,2,891). 6 Ibd. X, 6,1 (GCS 9,2,890); cf. Cod. Theod. XVI, 2,2. 7 Ibd. X, 5,1-14; Lactancio, Mort. pers. 48.

  • hemos experimentado en cosas de altsima importancia permanezca felizmente por todos los tiempos en nuestras empresas para la dicha general8.

    En el programa de Miln es evidente el sello de la voluntad constantiniana configuradora que, de acuerdo con la concepcin antigua, consideraba al cristianismo como garanta del bienestar pblico y lo vinculaba a su poltica imperial. Constantino dio una expresin personal a esta conviccin suya. Segn Eusebio, el vencedor del puente Milvio mand que a una estatua erigida en el Foro en su honor se aadiera como atributo la seal victoriosa de la pasin salvadora9. Monedas de plata de estos aos lo presentan con estrella en el yelmo, cuya interpretacin como monograma de Cristo es absolutamente indudable por primera vez en un medalln de plata del ao 315. Precisamente en los smbolos de las acuaciones de monedas se exterioriza a ojos vistas el cambio hacia un programa cristiano, aunque el emperador toleraba por doquier la accin de gracias propia de la religin pagana. El adorno de la imagen del arco de triunfo, descubierto por el senado en el 315 para ensalzar la victoria de Constantino sobre Majencio, alaba la fuerza protectora del Sol Invictus, y la frmula motivadora de su inscripcin instinctu divinitatis permaneci abierta tambin para la interpretacin de Constantino. Si se exceptan los arspices en las casas privadas, las costumbres paganas apenas si experimentaron recortes. El ao 324 permiti Constantino a la ciudad umbra de Hispellum la construccin de un templo para gloria de la familia imperial, con la significativa condicin de que la mendaz supersticin no poda mancillar el santuario. Evidentemente, rechazaba con toda rotundidad el ncleo del antiguo culto imperial, el sacrificio, mientras que continu conservando el ttulo y la funcin de pontifex maximus, y ejerci sus responsabilidades en el mbito religioso.

    En el marco de esta poltica religiosa se hizo cada vez ms intensa la influencia cristiana, que puso de manifiesto, sobre todo, rasgos humanizadores. As, el ao 315 se promulg un decreto por el que se prohiba ultrajar el rostro de los condenados con marcas de fuego, porque ese rostro ha sido formado a semejanza de la belleza celestial10. En cuanto a los esclavos, en una cuestin grave para la sociedad y la economa antiguas, un decreto del ao 316 permiti la manumisin en la Iglesia11. Es ilustrativo el hecho de que un acto de estas caractersticas aparezca como una accin religiosa. Segn una ley del ao 318, se pueden decidir las querellas ante un tribunal de arbitraje episcopal12. El reconocimiento 8 Lactancio, Mort. pers. 48,11 (CSEL 27,233). 9 Eusebio, Hist. eccl. IX, 9,10 (GCS 9,2,832). 10 Cod. Theod. IX, 40,2. 11 Cod. Iust. I, 13,1; cf. Cod. Theod. IV, 7,1. 12 Cod. Theod. I, 27,1.

  • general de una instancia jurdica eclesistica ilustra el alcance de la lex christiana. El ao 321 orden el emperador Constantino que no se poda profanar el domingo mediante acciones judiciales ni con trabajos manuales13. Tenemos ah una seal clara de que la vida pblica se vio sometida de forma creciente al principio configurador del cristianismo. La direccin dada a la poltica religiosa se diriga con toda claridad a la alianza entre la Iglesia y el Estado, que garantizaba con creciente exclusividad el verdadero cultus dei. Por consiguiente, los cultos paganos perdieron importancia, si es que no padecieron impedimentos directos, como le su-cedi a la minora juda14. Todas estas medidas confirman que Constantino no limit el cristianismo a una funcin cultual, sino que dej amplio espacio a sus impulsos ticos.

    d) La monarqua universal de Constantino

    El pacto entre Constantino y Licinio no dur mucho. Efectivamente, este ltimo haba proclamado la libertad del cristianismo en Oriente tras vencer a Maximino Daya (313), que haba ocupado la provincia de Asia despus de la muerte de Galerio. Pero su obsesin por convertirse en soberano nico le llev al ao siguiente a perder la regin de los Balcanes. Aunque el equilibrio reinaba todava entre los dos soberanos, las diferencias se hicieron insalvables, sobre todo porque Licinio comenz a apoyar de nuevo al paganismo. Los cristianos fueron despedidos de los cargos pblicos y la vida de las comunidades comenz a padecer cortapisas. En ese ambiente, las incipientes discusiones en torno a Arrio ofrecieron un motivo suplementario de disensin. Esta evolucin de los acontecimientos en la parte oriental del imperio permiti a Constantino justificar sus iniciativas para conseguir la soberana universal presentn-dolas como una guerra de religin. Bajo el signo de la cruz, lanz las tropas contra su cuado, al que venci el ao 324 en Adrianpolis y en Crispolis. El derrotado soberano de Oriente fue internado en Tesalnica a peticin de su esposa, pero fue liquidado pronto bajo la acusacin de conspirar con los godos. Constantino consegua as convertirse en soberano nico. Por fin haba alcanzado su sueo poltico.

    La plenitud de poderes de una soberana universal permiti a Cons-tantino desarrollar una poltica unitaria en todo el imperio, sobre todo con respecto al cristianismo. Convencido de que deba su victoria total al reconocimiento del Dios de los cristianos, program su plan poltico, que consistira en conducir al gnero humano por la senda del servicio de la santsima ley y en difundir la santsima fe15. Posedo de una inque- 13 Ibd. II, 8,1. 14 Ibd. XVI, 8,1. 15 Eusebio, Vita Const. II, 28 (GCS 72,60)

  • brantable conciencia de enviado, y confirmado mediante su xito en la confrontacin con Licinio, Constantino inici una poltica religiosa que deba desembocar en la plena simbiosis de la Iglesia y el Estado. Precisa-mente las provincias orientales, cuyos numerosos cristianos haban sa-ludado jubilosos al soberano, experimentaban ahora su magnanimidad. Convencido de cumplir con una obligacin religiosa, no se limit a reparar, sino que promovi por doquier el cristianismo. Una imparable oleada de construcciones sacudi a las comunidades, el acceso a los cargos pblicos estaba abierto preferentemente a los miembros de las comunidades cristianas. Algunos obispos llegaron a tener acceso hasta la mismsima corte imperial. La consciente imbricacin de la Iglesia en el Estado no poda ignorar la disputa lanzada desde Alejandra por el presbtero Arrio y que haba ocasionado ya numerosas crisis. Interesado personalmente por la vertiente cultural-religiosa del cristianismo, Constantino no mostraba comprensin alguna para las sutiles cuestiones teolgicas con las que se vio confrontado inmediatamente despus de su victoria sobre Licinio. Su intencin de convertir la veneracin del Dios cristiano en el fundamento religioso de su imperio debi de ver un peligro no slo en el desasosiego de las comunidades, sino incluso en la discutida imagen de Dios mismo, aunque en su caso no se puede hablar de una relacin de correspondencia entre monarqua divina y soberana absoluta terrena. La mirada de Constantino estaba pendiente de la fe nica y de la concorde veneracin de Dios16. Y para reconstruir esa unidad convoc un concilio, tal vez por decisin personal, en Nicea, donde los obispos, en presencia de Constantino, discutieron, entre mayo y junio del ao 325, las cuestiones que estaban en litigio. Aunque no se consigui solucionar el conflicto con Arrio, el concilio mismo fue una demostracin de la integracin eclesistico-estatal, precisamente como concilio imperial. En la adecuacin de las estructuras eclesisticas a los lmites de las provincias del imperio y en la asignacin de plenos poderes jurdicos a los metropolitanos o a los snodos provinciales se haca meridianamente patente la simbiosis de la Iglesia y el Estado. Constantino garantizaba como soberano universal la unidad jurada en Nicea17.

    Por este motivo, el emperador Constantino se vio obligado durante los aos siguientes a intervenir permanentemente para costreir a los partidos teolgicos a la unidad, no siempre con los imprescindibles conocimientos sobre la cuestin en litigio. Aunque esta tarea le absorbi en gran medida, l sigui persiguiendo la meta de la integracin del cristianismo en el imperio. Ms all de los puros intereses del poder poltico, los motivos cristianos tuvieron gran influencia en la nueva

    16 Ibd. II, 71. 17 Ibd. III, 17

  • configuracin de la vida social. Se recortaron los espectculos con gladiadores, tan censurados por su crueldad18, y se aboli la utilizacin habitual de la crucifixin como forma de ejecucin. El ao 326 se dict una severa ley que castigaba con la muerte el adulterio de la mujer19, con lo que la severidad bblica se dio la mano con la antigua concepcin jurdica ro-mana. No est claro si la tragedia acaecida en la casa de Constantino, y de la que fueron vctimas en el mismo ao su hijo Crispo y su esposa Fausta, se origin a causa del adulterio y pretenda establecer un ejemplo segn esta ley. De cualquier forma, el emperador no dud en aplicar el rigor de la ley en el crculo de su propia familia. No se prohibi la exposicin de nios, decididamente rechazada por los cristianos, pero se intent eliminar las causas mediante la prestacin de una ayuda estatal a los padres pobres20. La prohibicin de separar a familias esclavas en un reparto de la herencia pona coto a una desconsideracin inhumana21. En todas estas leyes se haca patente un rasgo humanitario, encontrndose as todas las corrientes filosficas con las instrucciones cristianas. Por supuesto, tampoco la Iglesia pretenda un trastrueque en toda regla del antiguo ordenamiento jurdico y social.

    El soberano universal Constantino pudo llevar adelante la integracin del cristianismo sin verse constreido por consideraciones polticas. Efectivamente, las rancias estirpes del senado romano afirmaban todava su prestigio, pero determinadas medidas, como la retirada de ingresos o incluso la destruccin de templos manifestaban la intencin de limitar la prctica de cultos paganos. Por el contrario, el emperador demostr con claridad creciente, a partir del ao 324, su simpata por el cristianismo, concretamente por los observantes de la ley catlica. En consecuencia, los herejes y cismticos no disfrutaron de los privilegios imperiales22.

    Los obispos de la Iglesia catlica consiguieron derechos estatales, aunque no cabe hablar de una inclusin en el estado de la nobleza. Un programa arquitectnico de altos vuelos sembr las comunidades, desde Roma hasta Jerusaln, de baslicas y de iglesias levantadas sobre lugares en los que seguidores de la fe cristiana haban padecido el martirio. Entre otras, el emperador mand levantar hacia el ao 325 una baslica sobre la memoria del apstol Pedro en el Vaticano. Y su madre Helena hizo construir toda una serie de iglesias y palacios. La actividad constructora imperial alcanz su punto culminante con la fundacin de la nueva capital del imperio, Constantinopla, en el Bsforo. A pesar de que se haban recogido formas arquitectnicas y organizativas especficas de las ciudades, 18 Cod. Theod. XV, 12,1. 19 Ibd. IX, 7,1. 20 Ibd. XI, 27,1. 21 Ibd. II, 25,1 22 Ibd. XVI, 5,1.

  • la Nueva Roma deba aparecer como una ciudad cristiana. Dentro de sus muros habra slo iglesias, no templos paganos. Cuando fue consagrada el ao 330 y declarada residencia imperial se expresaba no slo un programa religioso-cristiano, sino que el centro de gravedad se desplazaba a Oriente.

    En los ltimos aos de su gobierno, Constantino trat de consolidar su obra poltica. Por encima del afianzamiento de las fronteras, le pre-ocupaba el equilibrio entre la poblacin y una administracin frecuen-temente corrupta. Como episkopos ton ektos continu sintindose res-ponsable de la Iglesia, y, empujado por esta conciencia, intervino tambin en favor de los cristianos en el imperio persa23. En la celebracin de la fiesta de los Tricennalia, el ao 335, Eusebio esboz un cuadro de su soberano, equiparndolo al soberano celestial: Eso es l (Cristo), el conductor de todo el universo, Verbo de Dios que est sobre todas las cosas y en todas ellas, y penetra en todas las cosas, tanto en las visibles como en las invisibles, del cual y por medio del cual (nuestro) emperador, como amigo de Dios, detenta una reproduccin de la soberana celestial y, a imitacin del Altsimo mismo, conduce la administracin de todas las tareas terrenas24. En tal encumbramiento de Constantino se basa aquella ideologa del soberano que conform las diversas manifestaciones del imperio en los tiempos siguientes y sirvi de fuente de inspiracin para un imperio cristiano que ech mano frecuentemente de las tradiciones romanas.

    Durante los preparativos para la guerra contra los persas, Constantino tuvo presagios de su prxima muerte. Se encontraba entonces en Nicomedia. Y puesto que hasta entonces se haba contado entre los ca-tecmenos y no haba dado el paso definitivo a la comunin con los cristianos, hizo que en el lecho de muerte le bautizara el obispo cortesano Eusebio, simpatizante de las tesis arrianas. Es posible que su cargo de emperador romano, que como tal segua ejerciendo funciones de res-ponsabilidad con el mundo del paganismo, le hubiera impedido dar antes aquel paso. El emperador Constantino muri como recin bautizado en la fiesta de Pentecosts del ao 337, en Nicomedia.

    Por deseo expreso del Emperador, su cadver fue trasladado a Constantinopla en medio de grandes ceremonias, y fue enterrado en la iglesia de los Apstoles, levantada por l. Su tumba en el crculo de doce cenotafios demuestra indudablemente su autoconciencia como isapostolos; Constantino vel as por su propia eminencia religiosa. Las Iglesias de Oriente celebran el 21 de mayo la memoria del glorioso soberano Constantino, coronado por Dios, semejante a los Apstoles, y de Helena.

    23 Eusebio, Vita Const. IV, 8-13. 24 Laus Const. 1,6 (GCS 7,198s).

  • En Occidente, se teji alrededor del soberano difunto la llamada Leyenda de Silvestre, segn la cual el emperador enfermo fue bautizado por el papa Silvestre I (314-335), y se cur as de la lepra. La falsificacin formulada en el siglo VIII, conocida como Donacin constantiniana, narra este suceso y seala a modo de complemento que el emperador, en accin de gracias por la curacin recibida, traspas las insignias imperiales y la parte occidental del imperio al papa, porque no est bien ejercer el poder como emperador terreno all donde el emperador celestial ha instituido la preeminencia de los obispos y la cabeza de la religin cristiana25.

    Constantino I el Grande ha sido objeto de juicios contrapuestos a lo largo de la historia. Junto al reconocimiento de que permiti al cristianismo expandirse libremente por la sociedad antigua, se mantuvo tambin viva la despiadada crtica que puede resumirse en lo que se ha dado en llamar giro constantiniano, entendido casi siempre como una especie de pecado original. Una contemplacin histrica que incluya los fundamentos religiosos de la organizacin del Estado romano llega a captar la peculiaridad del cambio de la poltica religiosa emprendido por el em-perador Constantino, y es capaz de comprender todo su alcance sin caer en juicios anacrnicos. Desde esta perspectiva, el acercamiento de Cons-tantino al cristianismo se produjo en el marco de la religiosidad antigua, en la que el Dios de los cristianos pas a ocupar el lugar del culto de Apolo coloreado de henotesmo. Confirmado por su victoria, el emperador trat de integrar el cristianismo en el imperio como nuevo fundamento religioso y culto pblico. Esto constituy un objetivo de poltica religiosa al que la peculiaridad de la fe cristiana puso lmites una y otra vez.

    16

    El cisma donatista en frica

    Cuando, tras su victoria en el puente Milvio, el emperador Constan-tino se present como soberano de Occidente se encontr con una Iglesia dividida que pona en peligro la veneracin unvoca del Dios de los cristianos. Especialmente en las florecientes provincias de frica, el cris-tianismo haba propagado ya en los siglos precedentes unos modelos que se basaban en el ideal de una Iglesia pura y santa. Sus manifestaciones vitales evidenciaban, adems, paralelismos con el severo ritual del culto domstico de Saturno y con las tradiciones del judasmo rabnico. En una especie de superacin del pasado se produjeron de nuevo disputas a causa del comportamiento en la persecucin de Diocleciano. Esas discusiones,

    25 Konstantin, Schenkung 18 (Mirbt I6, 255).

  • nacidas de la dinmica de una exigente praxis de vida cristiana, llevaron a una profunda divisin.

    a) Una discutida consagracin episcopal en Cartago

    Despus de la muerte del obispo Mensurio de Cartago, el ao 312 la comunidad local eligi como sucesor suyo al dicono Ceciliano. Una minora de tendencia rigorista le neg el reconocimiento porque l haba descuidado la asistencia de cristianos prisioneros. Pero, sobre todo, le acusaban de la coparticipacin del obispo Flix de Abthungi en su consa-gracin episcopal. El tal Flix, como los otros dos que haban tomado parte en la consagracin, eran sospechosos de traditio. En efecto, el edicto del ao 303 haba exigido que las comunidades cristianas entregaran todas las Escrituras Sagradas y los objetos sacros, y no pocos clrigos de frica, incluso obispos, se plegaron a la presin. Crculos confesantes airearon a bombo y platillo tal defeccin ya antes del levantamiento de las medidas coactivas. Segn ellos, tal defeccin exclua de toda comunin con los verdaderos mrtires. La objecin contra Ceciliano se basaba en el convencimiento de que un traditor, como pecador, haba perdido la santidad personal y que, por consiguiente, no poda comunicar el Espritu Santo. Precisamente a modo de herencia se transmite desde el principio la mancha pecaminosa, impidindose as la incorporacin o pertenencia a la santa Iglesia. Tales principios de la teologa africana, desarrollados sobre todo por Cipriano, llevaron, por encima del resentimiento personal, a la protesta contra la consagracin de Ceciliano. Sus adversarios presentaron el caso ante el obispo Segundo de Tigisis, primado de Numidia. Un snodo de casi 70 obispos, entre los que se encontraban algunos que se haban comprometido personalmente, examin el asunto y decidi la deposicin de Ceciliano. Simultneamente, elev al antiobispo Mayorino, quien, tras su muerte en el verano del ao 313, tuvo como sucesor al enrgico Donato de Casae Nigrae ( hacia el 355), que dio su nombre al cisma. El trmino traditio, que reciba su fuerza polmica de la equiparacin a la palabra y Escritura de Cristo, llev a que en frica se enfrentara un altar contra otro altar26.

    b) La intervencin de Constantino

    Informado sobre los acontecimientos de frica tal vez por su conse-

    jero el obispo Osio de Crdoba, el emperador Constantino, en sintona con su nueva poltica religiosa, dispuso no slo la devolucin de los bienes eclesisticos, sino donaciones de dinero curiosamente! al clero que

    26 Optato de Mileve, C. Parmenianum donatistam I, 19.

  • estaba con Ceciliano. Los escritos imperiales de los aos 312-313 presuponen la existencia de grupos eclesisticos rivales, pero no delatan conocimiento alguno de los puntos teolgicos en litigio. Guiado sobre todo por la intencin de acallar los tumultos y de asegurar el bienestar del Estado mediante la unidad del culto legtimo, prometi la ayuda de sus funcionarios. Asustados por tal proteccin, los adversarios de Ceciliano, que desde el punto de vista religioso pasaban por ser los perturbadores, se dirigieron a Constantino y le pidieron arbitraje en la discusin, mediante obispos de la Galia, pues all no haba habido persecucin. De este modo, y por decisin de los donatistas, una disputa intraeclesial pas a depender del poder mundano27. Pero el emperador no se hizo cargo personalmente del procedimiento, sino que encarg al papa Milciades (310-314) la solucin del asunto junto con obispos de la Galia. Para el caso, los defensores de ambas posturas deberan tener una representacin similar.

    En octubre del ao 313 se reuni en Roma un tribunal de arbitraje, a modo de snodo, reforzado por 15 obispos italianos. Las negociaciones, que segn la intencin de Constantino deban conducir a una decisin sobre el culto correcto, pusieron de manifiesto lo insostenible de las acusaciones contra Ceciliano. Y se lleg a la condenacin de Donato, cuyo nombre apareca por primera vez en este contexto. Los seguidores de ste se sintieron insatisfechos con la sentencia y apelaron al csar por supuesto defecto de forma. En la conciencia de su responsabilidad respecto de la vera religio, Constantino orden de nuevo una investigacin jurdica que debera practicar un mayor nmero de obispos, quienes se reunieron en Arls el 1 de agosto del ao 314. Este snodo rechaz la apelacin de los cismticos, reconoci la consagracin administrada por un traditor como acorde con los usos de Roma (can. 13) y trat adems otras cuestiones que afectaban a algunas Iglesias locales. El snodo envi las conclusiones, para su publicacin, al papa Silvestre I, quien haba justificado su ausencia afirmando que su presencia era necesaria en la tumba de los apstoles.

    Aunque el procedimiento de Arls ilustra la fusin de funciones ju-diciales y tareas sinodales de los obispos, tampoco esta instancia ampliada fue capaz de solucionar la divisin de la Iglesia africana. A la declaracin de inocencia del obispo cartagins Ceciliano y al descargo de Flix de Abthungi, los derrotados donatistas respondieron de nuevo con otra intervencin ante el soberano, para conseguir una revisin de la sentencia. En vista de que las restricciones impuestas a ambos partidos no daban fruto alguno, Constantino se dispuso a intervenir personalmente en el asunto. Y lleg a amenazar como princeps con duras medidas para ahogar el error, para eliminar toda impertinencia y para traducir en hechos que todos ofrecen al Dios omnipotente la verdadera religin, la concordia recta y el

    27 As, Agustn, Ep. 88,5; 105,8,10; C. Cresc. III, 61,67.

  • culto debido28. Pero Constantino no llev a cabo su plan de trasladarse personalmente a frica. Preocupado siempre por buscar el equilibrio, un nuevo proceso celebrado en Miln (316) inculp de nuevo a los donatistas. Las revueltas tumultuosas y el creciente fanatismo obligaron a una intervencin decisiva. Fueron confiscadas algunas iglesias de los donatistas, varios de sus obispos fueron desterrados, y se enviaron tropas contra los levantiscos. Pero todo esto no hizo sino soliviantar an ms a la oposicin, por lo que el emperador debi revocar su persecucin. Se perfilaba ya el conflicto con Licinio, lo que sin lugar a dudas influy en la revocacin de tales medidas.

    c) La consolidacin del donatismo La poltica de tolerancia seguida por Constantino permiti el retorno

    de obispos donatistas exiliados. Por otro lado, tambin a los catlicos se les dirigieron exhortaciones a la tolerancia. Cuando se les quit a estos ltimos una iglesia en Cirta, el emperador la sustituy proveyendo con fondos pblicos. Los cismticos aprovecharon hbilmente la libertad que se les haba concedido, y lograron consolidar sus comunidades. Hacia el ao 336, su jefe Donato reuni en Cartago a 270 obispos cismticos en un snodo que lleg a decidir incluso la renuncia a rebautizar a los catlicos que se convirtieran al donatismo. De hecho, se retorn en seguida a la praxis anterior, aunque no haba diferencias llamativas con la conciencia cristiana de los catlicos. Con la pretensin de ser la Iglesia sin mancha y sin arruga (Ef 5,27), la pars Donati rechaz toda comunin con ellos para salvaguardar as su identidad. El movimiento fue ganando terreno, y, apoyando visiblemente por intentos de lograr la autonoma de la provincia, lleg a convertirse en la religin de casi toda frica29.

    La afluencia a las comunidades donatistas ante la debilidad del episcopado catlico llev, en tiempos del emperador Constante, a pensar, quizs por influencia del enrgico obispo Donato, en la unin de todos los cristianos de frica. Medidas auxiliares y conversaciones especiales de los funcionarios imperiales durante los aos 346-347 sembraron, naturalmente, la desconfianza; y cuando stos se presentaron en Cartago, Donato les espet a la cara la pregunta: Quid est imperatori cum Ecclesia?30 Por miedo a una reunificacin violenta, revivi de nuevo la resistencia, que organiz el obispo cismtico Donato de Bagai, apoyado en las muchedumbres vandlicas de los llamados circunceliones (circumcelliones), cuyo nombre deriv Agustn de sus escondrijos cerca de

    28 Optato de Mileve, App. VII (CSEL 26,212). 29 Jernimo, Vir. ill. 93. 30 Optato de Mileve, C. Parmenianum donatistam III,3 (CSEL 26,73).

  • las cellae, iglesias de los mrtires31. Eran gentes fantasiosas que, como agonistici (as preferan llamarse ellos mismos), no retrocedan ante intervenciones a mano armada, y, en su rigorismo, buscaban incluso su muerte para participar as del honor del martirio. Un cierto rasgo de revolucin social daba alas a estos grupos belicosos, reclutados principalmente entre los trabajadores del campo. A decir verdad, Agustn nunca hace referencia a ese rasgo revolucionario. Parece, pues, que su mvil era ms bien la confrontacin con la Iglesia catlica; llegaban incluso hasta impedir por la violencia el paso de un grupo a otro. Cuando el obispo Donato de Bagai lleg a utilizar a los circunceliones incluso contra la guardia militar que protega a los oficiales del imperio, aqullos sufrieron una fuerte derrota. El que los mandaba y el obispo rebelde Mrculo fueron ejecutados. Esto les consigui el honor de mrtires para los donatistas. De hecho, las sanciones del Estado fueron similares a la persecucin padecida por los cristianos en pocas pasadas.

    La resistencia donatista oblig necesariamente al cambio de la poltica de equilibrio practicada por el Estado hasta entonces. En un alarde de falta de realismo, un decreto imperial lleg a exigir en el verano del ao 347 la unin de ambas confesiones, en tiempos de Grato, obispo catlico de Cartago. Con todo, numerosos donatistas cedieron a la presin de los comisarios imperiales, especialmente de Macario, de forma que tambin la Iglesia de los puros tuvo ahora sus cados (lapsi). Sin embargo, los catlicos no fueron capaces de allanar las dificultades psicolgicas y teo-lgicas que cerraban el camino para llegar a esa unin. Adems, el sucesor del opaco Grato de Cartago, Restituto, haba salido de la regin para guiar en el snodo de Rmini los desrdenes del arrianismo. Llenos de una estrecha conciencia de eleccin y fanatizados por un testimonio de fe de naturaleza legal, incluso hasta el martirio mediante el suicidio, se afirmaron los donatistas en sus centros de Mauritania y de Numidia. Y cuando, tras la subida de Juliano al vrtice del imperio, se lleg incluso a permitir que todos los obispos desterrados volvieran a frica, floreci de nuevo el donatismo. Una ola de represalias se abati sobre los catlicos. Los creyentes fueron maltratados, sus iglesias ocupadas, el santuario profanado. Todos estos excesos hicieron an ms profundo el abismo existente ya.

    Entre los que volvieron a la confesin cismtica se encontraba tam-bin Parmeniano ( hacia 391), de origen no africano, que haba sido nombrado sucesor de Donato como obispo de Cartago en el exilio. Gracias sobre todo a su capacidad de organizacin, el cisma experiment una nueva poca de auge. Apoyndose en Cipriano, desarroll en su obra contra los traditores aquellos criterios que demuestran que el donatismo es la verdadera Iglesia y que su bautismo es imprescindible. A los catlicos los

    31 Agustn, C. Gaudent. I, 28,32.

  • consideraba como ramas desgajadas del rbol de la Iglesia. La Iglesia verdadera es aquella que padece persecucin, no la que persigue32. Propag de manera eficaz sus ideas en forma de salmos, y de esta manera motiv a sus correligionarios a la vigilancia apocalptica. Apenas si los catlicos pudieron contraponer algo a esta Iglesia de Numidia tan segura de s misma. La inoperancia catlica termin cuando el obispo Optato de Mileve ( antes del ao 400) rechaz en seis libros Contra Parmenianum donatistam la pretensin donatista de la santidad. De manera significativa, en esta obra se vali tambin de hechos y de documentos histricos. La intervencin del Estado la justific haciendo referencia al gran Constantino como imperator christianus. Las relaciones de los donatistas con el Estado volvieron a empeorar desde el ao 365, cuando aqullos se pusieron en contra del corrupto comes Africae Romano. En efecto, un grupo de ellos, encabezado por el obispo Rogato de Cartenna, se distanci de la resistencia activa, crendose as un cisma dentro del mismo cisma donatista. A pesar de todo, se senta simpata por la revolucin del prncipe moro Firmo contra la soberana romana. El levantamiento fue aplastado por Teodosio, padre del futuro emperador, desde el ao 373. Leyes severas deban presionar sobre los donatistas, pero el nuevo jefe de mando no hizo gran cosa para que se pusieran en prctica.

    Durante este tiempo se plante de nuevo dentro del donatismo la cuestin de cmo se deba entender la Iglesia. Sirvindose de expresiones bblicas, Ticonio ( antes del ao 400) adopt una posicin hermenutica segn la cual la Iglesia comprende, hasta el final de los tiempos, el reino de Dios y el reino de Satans. Por consiguiente, en este tiempo mundano no se puede salvaguardar la pureza mediante el distanciamiento de la Iglesia catlica. Naturalmente, el conflicto de Ticonio con sus hermanos en la fe era inevitable. Por eso Parmeniano se vio en la necesidad de corroborar con el habitual argumento sobre el traditor el punto de vista donatista. Lo hizo el ao 378, en su Epistula ad Ticonium. Aos ms tarde se excluy de la comunin donatista al obispo catolizante, cuyo Lber regularum alabara el mismo Agustn. La posibilidad de un arreglo con los catlicos por el camino de una teologa basada en los argumentos haba sido desaprovechada.

    d) La superacin del donatismo

    A finales del siglo IV pareca perfilarse un cambio en la situacin eclesistica de frica. Ante todo, el partido de los donatistas perdi a sus cabezas dirigentes. Tras la muerte de Parmeniano, que durante treinta aos haba conducido con habilidad y astucia la causa donatista, Primiano se

    32 Agustn, Ad Donat. post coll. I, 31,53 (PL 43,684).

  • convirti en cabeza de las comunidades cismticas. Su modo altivo de gobernar la Iglesia desat pronto enfrentamientos, y dio origen a una oposicin guiada por el dicono Maximiano. Cuando un snodo donatista de Bagai le excomulg a este ltimo que entre tanto haba recibido la consagracin episcopal el ao 394, no hubo el menor reparo en pedir la ayuda del poder civil para ejecutar las decisiones sinodales. En la repatriacin de los maximinianistas descoll Optato, obispo donatista de Thamugadi (Timgad), que desde su sede episcopal intervino de forma belicosa en las disputas en su dilatada dicesis. Se ali con Gildo, nombrado el ao 386 comes Africae y que abogaba por la independencia frente al poder central itlico, y utiliz a los circunceliones para sus planes de dominacin. Aquella poltica para utilidad exclusivamente personal no slo comprometi a Gildo, sino igualmente al donatismo en la figura del obispo bandolero Optato. Cuando, tras la derrota que les infligieron las tropas romanas el ao 398, ambos fueron encarcelados y ejecutados, comenz a desmoronarse paulatinamente el frente donatista, principalmente a causa del entrecruce de intereses polticos y religiosos, un reproche que los mismos donatistas haban utilizado en otro tiempo tan eficazmente contra los catlicos. En ltimo trmino, para superar el cisma fue decisiva la intervencin de Agustn, desde el ao 391 como presbtero y posteriormente como obispo de la ciudad portuaria de Hipona. La resquebrajada unidad de la cristiandad africana se presentaba as a la actividad pastoral y teolgica de Agustn como tarea destacada. Sus intentos de utilizar la palabra y los escritos publicitariamente eficaz en el salmo contra la pars Donati para ablandar los endurecidos frentes slo consigui durante los primeros tiempos xitos ms bien modestos. No obstante, seala Posidio en su Vita Augustini de este tiempo que como por un regalo de Dios, la Iglesia catlica en frica comenz a levantar cabeza de nuevo: aquella Iglesia que haba yacido durante tanto tiempo rota, oprimida y derrotada frente a los fuertes herejes33.

    La iniciativa de Agustn y la energa del pragmtico obispo Aurelio de Cartago ( hacia 428) introdujeron la renovacin. Sobre todo en los snodos convocados de forma prcticamente permanente, el episcopado norteafricano recuper la conciencia de s mismo, de la que brotaron impulsos hacia la unin. En un tono de respeto recproco y renunciando a viejos reproches y acusaciones, Agustn busc el contacto con los do-natistas. Sin embargo, no pudieron ser aparcadas cuestiones esenciales que estaban en litigio, como por ejemplo la del segundo bautismo, problemas que deban encontrar una solucin por el camino de la discusin pacfica. Mediante sus muchos escritos, Agustn contribuy a clarificar el concepto de Iglesia. A la idea donatista de una Ecclesia sancta respondi poniendo

    33 Posidio, Vita Augustini 7,2 (Pellegrino 60).

  • de manifiesto que, en este tiempo mundano, slo hay cabida para la Ecclesia mixta; y reserv la distincin de una y otra para el momento del juicio escatolgico. Como Agustn presupona una catolicidad de alcance universal en la eclesiologa, vincul el acontecimiento sacramental con Cristo y deslig su eficacia de la incompetencia del administrador terreno. La intervencin del poder del Estado pareci superflua en un primer momento, pues los circunceliones renunciaron a las acciones violentas. De la interpretacin que hizo de Pablo por aquellos aos (394-395) se desprende, sin embargo, que Agustn reconoca a la autoridad del Estado el derecho a actuar en favor de la fe verdadera, y a aplicar contra los donatistas las leyes dictadas contra los herejes.

    El ao 393 el obispo Aurelio haba convocado a los obispos de frica a un snodo que se celebrara en Hipona. All se decidi de forma conciliante que a los obispos donatistas que pasaran a la Iglesia catlica se les respetara su dignidad siempre que no hubieran practicado segundos bautismos. Poco tiempo despus (401) se lleg a dejar en manos de cada obispo la decisin ms conveniente, en cuanto que aparece como til para la pax Ecclesiae34. Comenzaron a organizarse incluso conversaciones sobre religin para clarificar las cuestiones discutidas. Primiano de Cartago rechaz bruscamente una invitacin a una de estas conversaciones esgrimiendo el argumento de que es indigno que los hijos de los mrtires y la descendencia de los traditores se renan en un mismo lugar35. Modestos xitos de tales esfuerzos en favor de la unin desataron pronto las actuaciones violentas de los circunceliones, que reforzaron en los catlicos la peticin de la ayuda estatal, aunque bajo el respeto de las normas jurdicas. Efectivamente, el ao 408 los obispos reunidos en Cartago se vieron en la necesidad de pedir la ayuda del Estado contra el terror imperante. Por iniciativa de Agustn, slo los cabecillas de la cons-piracin deberan dar cuentas de su actuacin contraria a la ley.

    Pero como los obispos maltratados fueron presentados en seguida en la corte de Ravena, el emperador Honorio public el 12 de febrero del 405 una especie de decreto de unin en el que se trataba a los donatistas como a herejes y se disponan las correspondientes sanciones, entre ellas la prohibicin de reunirse36. Pero la ley, contra la que se opuso una resistencia feroz, fue llevada a la prctica de manera inconstante. Tras urgirla de forma rigurosa durante un breve perodo, que tambin Agustn justific aludiendo a Lc 14,23, salvo en lo referente a la pena de muerte, el ao 410 promulg un edicto de tolerancia el procnsul pagano Macrobio. En l se afirmaba la libertad en la eleccin del culto cristiano. Pero una embajada de los obispos catlicos apel contra este ltimo edicto ante el emperador Honorio, y 34 Cod.. can. eccl. Africae 68 (CCL 149, 200). 35 Agustn, C. pan. Dom. post gesta 1,1 (CSEL 53,97). 36 Cod. Theod. XVI, 5,37.38; XVI, 6,4.5.

  • sugiri de nuevo el antiguo plan de un dilogo sobre cuestiones religiosas. De hecho, el emperador puso otra vez en vigor las leyes contra los herejes, y en el otoo del 410 encomend al tribuno y notario Marcelino la realizacin de una conferencia de aquellas caractersticas.

    Sorprendentemente, tambin los donatistas aceptaron la invitacin. A ello contribuy la hbil manera de actuar de Marcelino tanto como los llamamientos que Agustn dirigi al pueblo para que no pusiera en peligro con acciones violentas la planeada conferencia. Se prevea que, en lugar de una reunin plenaria del episcopado africano, se eligiera delegados de cada confesin. Los donatistas terminaron por aceptar esta propuesta. Los catlicos se mostraron incluso dispuestos a poner sus sedes a disposicin de la autoridad en caso de que las negociaciones terminaran en fracaso. Pero subrayaron que la cuestin sobre la verdadera Iglesia era el tema central de la discusin. En el mandatum en que se haca esta puntualizacin se ofrecan incluso ayudas para la argumentacin. El da 1 de junio del 411 Marcelino abra la conferencia en Cartago, a la que, en contra de lo negociado, se presentaron numerosos obispos donatistas. Formalidades y cuestiones de procedimiento ocuparon por completo la disputa de los dos primeros das de sesin, moderados con enorme objetividad por el cognitor Marcelino. Con el fin de dar tiempo a los donatistas para estudiar el mandatum catlico, se interrumpi la collatio, que se llev segn el modelo de un proceso civil. Tras la reanudacin del procedimiento, el 8 de junio, se puso a discusin la posicin de los donatistas; y fue discutida inmediatamente por deseo expreso de Agustn. En tal ocasin, los conocimientos teolgicos del obispo de Hipona se revelaron tan positivos en favor del punto de vista catlico como sus dotes oratorias. Al atardecer de aquel da, Marcelino concluy el temperamental duelo oratorio, y como rbitro emiti una sentencia en la que se declaraba refutados a los donatistas. Con un rescripto del 30 de enero del 412, el emperador Honorio confirm esta decisin, al tiempo que pona de nuevo en vigor las viejas sanciones.

    La eficacia del dilogo sobre religin celebrado en Cartago para llegar a un acuerdo entre las confesiones fue limitada. Junto a las conversaciones, en ocasiones bajo la presin estatal, estuvo presente la resistencia contra la fusin hasta el tiempo de los vndalos, a pesar de que la fuerza intelectual de los donatistas haba sido quebrada por la superioridad teolgica de Agustn. Precisamente este hecho aconseja prudencia frente a una exagerada acentuacin de factores tnicos, de revolucin social o autonmicos en el movimiento de los donatistas, cuyo mpetu derivaba precisamente de una rigurosa vida cristiana, impresionados en buena medida por los cultos paganos africanos.

  • 17

    El arrianismo y el concilio de Nicea

    La conciencia de fe de los cristianos, no obstante la resistencia que opuso en determinados puntos, acept el desafo que le lanz el afn de conocer experimentado por los antiguos y que era imprescindible para comunicar a aquel mundo el discurso bblico sobre el Dios que acta. Mientras que para la demostracin de la unicidad y verdad de Dios el concepto filosfico de Dios permita un empalme inmediato, ese mismo concepto representaba ms bien un impedimento para la aclaracin de la forma de hablar de Jess respecto de Dios, al que trataba de Padre (cf. Mc 14,36 par; Mt 7,21; Jn 1,14, y otros), y ello porque en los sistemas filosficos de aquellos tiempos, por ejemplo en el platonismo medio, se acentu con fuerza creciente la transcendencia de Dios. Las corrientes intelectuales y espirituales de aquellos tiempos estuvieron dominadas en buena medida por el principio formulado en el Timeo (28c) de Platn: Es difcil dar con el autor y padre de este universo; pero, una vez que se le encuentra, es imposible darlo a conocer a todos. Para superar el abismo existente entre el ser supremo ultramundano y el cosmos se haba introducido un complicado sistema de seres intermedios, en cuya estela se vio sumergida inexorablemente la predicacin de la imagen bblica de Dios y de Cristo. Sin duda, obsesionado por salvaguardar la unidad de Dios, el monarquianismo se haba pronunciado contra la teologa del Logos y contra la subsiguiente doctrina de las hipstasis, utilizada sobre todo por Orgenes para interpretar la relacin entre Padre e Hijo en Dios. La clarificacin de la cuestin acerca de cmo entender la trinidad en la unidad de Dios vino al hilo de las discusiones que surgieron alrededor de Arrio, donde, adems, pronto se puso de manifiesto la problemtica de la Iglesia que se estaba convirtiendo en imperial.

    a) Arrio y su doctrina

    La discusin sobre una determinacin bblicamente legtima de la relacin de Dios Padre e Hijo estall de nuevo en Egipto, concretamente en el entorno del cisma meleciano. Cuando el obispo Pedro de Alejandra ( 311) huy durante la persecucin de Diocleciano, Melecio de Licpolis ( despus del ao 325) comenz a administrar ordenaciones eclesisticas en el obispado de aqul. En las cuestiones referentes a la readmisin de los cados se puso en contra de las suaves normas penitenciales del alejandrino, y alcanz gran resonancia a causa de su rigorismo. Tambin Arrio, formado con Luciano de Antioqua, se uni a esta corriente, pero cambi luego de frente. El obispo Alejandro ( 328) le encomend el ao 313 la cura

  • pastoral en la alejandrina iglesia Baukalis. Posteriormente lo desautorizaron los melecianos por sus tesis sobre el Logos y sobre la relacin de ste con el Padre. Arrio haba manifestado pblicamente sus tesis desde el ao 318-319, suponiendo tal vez que los mismos representaban la tradicin alejandrina. En una discusin mantenida en presencia del anciano Alejandro, Arrio expuso su punto de vista segn el cual el Hijo de Dios es creado de lo no existente; afirmaba que hubo un tiempo en el que el Hijo no exista; que es capaz de lo bueno y de lo malo; que es criatura y creado37. En esta concepcin del Hijo de Dios influy en gran medida el concepto de Dios del platonismo medio, obsesionado por la ultramundanidad radical. Influido ya por esa misma concepcin, Orgenes haba hablado de que el Logos naca eternamente de Dios. En virtud del axioma griego de la inmutabilidad, consideraba l a Dios como Padre que engendra al Hijo desde toda la eternidad. Con la enfatizacin de la transcendencia de Dios, por obra de Plotino ( h. 270) entre otros, se lleg, sin embargo, a considerar esta autocomunicacin de Dios cada vez ms como proceso intradivino en el que el Logos visible tiene slo una participacin. Puesto que Cristo no se identifica sin ms con el Logos eterno, es desplazado ya por Luciano de Antioqua hacia el lado del hombre, ejerciendo as, como modelo, un impulso moral. Arrio, ms dotado para la vida asctica que para la especulacin filosfica, declar, invocando afirmaciones bblicas, el nacimiento del Logos de la nada. Su caracterizacin del Logos como engendrado (gen[n]ethos) para la obra de la creacin (cf. Prov 8,22) le asigna, a pesar de etiquetas especiales tales como protogennetos (cf. Col 1,15), el mbito creatural. A causa de la redencin tom el (Logos) carne ms concretamente, un cuerpo inanimado de forma que todos los movimientos que la Escritura atribuye al Jess terreno debemos asignarlos al Logos mismo. Por consiguiente, slo podemos llamar al Logos Dios en sentido impropio. En lnea con todo esto, Arrio interpret al Hijo de Dios en sentido subordinacionista, nticamente inferior, pero con una funcin en la historia de la salvacin.

    Aunque no resulta fcil reconstruir la marcha de este primer dilogo sobre la religin, s cabe afirmar que termin con la condena de Arrio. Apoyndose en sus seguidores, que esperaban de su imagen de Cristo impulsos morales para asemejarse a Dios, se neg a someterse. Apel a sus antiguos compaeros de estudios, los llamados lucianistas, entre los que se encontraba el influyente obispo cortesano Eusebio de Nicomedia ( 341-342). Con esta accin, el hbil presbtero logr que la disputa teolgica sobrepasara los lmites de Egipto, de forma que su obispo Alejandro se vio en la necesidad de tomar medidas en contra, principalmente para salvaguardar la imagen de la comunidad cristiana ante los judos y los

    37 Sozomeno, Hist. eccl. I, 15,3 (GCS 50,33).

  • gentiles. Convoc (hacia el 319) una reunin de los obispos egipcios que excomulg a Arrio por hereje y dispuso su expulsin de la ciudad, un procedimiento que presupone una colaboracin con las autoridades locales, as como una consideracin a los melecianos. Hasta qu punto haba roto ya la unidad se desprende de que, junto a bastantes clrigos y vrgenes, fueron excomulgados tambin dos obispos: Secundo de Tolemaida y Teons de Marmarica. En una circular a los obispos de la Iglesia catlica, Alejandro dio a conocer a todo el mundo la decisin tomada por el snodo de Alejandra.

    Entre tanto, Arrio haba encontrado cobijo en el obispo Eusebio de Nicomedia, bajo cuya proteccin pudo desarrollar una actividad infatigable. Aqu naci su obra Thalia, vulgarizacin propagandstica de su teologa, as como una confesin en la que enfatiza la coincidencia con la fe general. Un snodo (hacia el 320) organizado por Eusebio exigi tambin la restauracin de la comunin eclesial, pretensin que rechaz el obispo Alejandro. ste expuso en una circular su punto de vista, y recibi el apoyo de numerosos obispos de Oriente que, bajo la presin de Licinio contra los cristianos, haban puesto su esperanza en el emperador de Occidente. Cuando Constantino I el Grande, tras su victoria en septiembre del ao 324, se encontr con que la cristiandad estaba resquebrajada tambin en Oriente, tom el asunto inmediatamente en sus manos, e invit a las partes encontradas a la unidad. Un escrito imperial dirigido a Alejandra, llevado por Osio de Crdoba ( 357-358), denota un desconocimiento casi completo del punto de fe que estaba en litigio. El llamamiento a la concordia procede de la tradicional influencia recproca entre religin y bienestar pblico. En este sentido, el autor habla de la intencin de restablecer entre todos los servidores de Dios, de acuerdo con mis oraciones, la concordia general, de forma que tambin el Estado experimente bienestar mediante la piadosa armona de sentimientos e ideas38. Por eso no sorprende que la intervencin de Constantino no se viera coronada por el xito. b) El concilio

    Ante el fracaso de los esfuerzos para restablecer la paz, surgi el plan de aclarar las cuestiones religiosas pendientes por la va sinodal. Proba-blemente, ya el ao 324-325 se reuni un grupo de obispos orientales en Antioqua bajo la presidencia de Osio; y no slo para solucionar la sucesin episcopal en la metrpoli siria, sino tambin para hacer pblica una toma de postura, en el sentido de Alejandro, sobre la doctrina de Arrio. Las tesis de Arrio introducan la discordia en las comunidades de Oriente, la

    38 Eusebio, Vita Const. II, 64-72; 65,2 (GCS 72,74).

  • simblica tierra donde tuvo su origen el mensaje cristiano de la salvacin. Puesto que se segua observando una praxis desigual en cuanto a la fecha de la celebracin de la Pascua, pareca urgente la necesidad de encontrar una solucin universal a todas las cuestiones pendientes. La iniciativa de convocar un gran concilio parti, al parecer, de Constantino, quien, como soberano universal, de semejante reunin de obispos esperaba la paz interna de la Iglesia y la asistencia divina para el imperio.

    Constantino I el Grande curs invitaciones a los obispos de todas las regiones39 para reunirse en Nicea (Bitinia) en mayo del ao 325; por consiguiente, en las proximidades de su residencia, y no en Ancira (Galacia), como se haba planeado anteriormente. Algunos de los obispos que acudieron a la cita para la cual puso el Estado a su disposicin el servicio de transporte pblico haban padecido la persecucin de Diocleciano. Entre los portavoces de la gran Iglesia destacaban Alejandro que haba venido con su dicono Atanasio, Eustacio de Antioqua y Marcelo de Ancira. El grupo en torno a Arrio contaba con el obispo cortesano Eusebio de Nicomedia. Tambin Eusebio de Cesarea de Palestina se contaba entre estos ltimos. De Occidente, slo cinco obispos se encontraban presentes. A la cabeza de stos estaba Osio de Crdoba. Vito y Vicente, ambos presbteros, representaban al obispo de Roma. En total, se reunieron en Nicea unos 300 participantes. El frecuentemente citado nmero 318 debe ser entendido simblicamente, en relacin con los siervos de Abraham (Gn 14,14). El emperador puso a disposicin de los obispos su palacio lacustre para que sirviera de lugar de reunin.

    La sesin de apertura, celebrada el 20 de mayo del ao 325, tuvo lugar, segn el testimonio de Eusebio, en presencia de Constantino, quien fue recibido con todos los honores por los obispos, a los que pidi que resolvieran toda la cadena de desavenencias mediante leyes de paz40. Por desgracia, la falta de actas supone una gran dificultad para presentar esta reunin de la Iglesia por iniciativa imperial. Precisamente por la funcin del soberano se destaca el concilio de Nicea de los snodos regionales precedentes. Por eso, se le ha comparado con el consilium principis, rgano consultivo al que los soberanos recurrieron en numerosas ocasiones para recibir una ayuda a la hora de tomar decisiones. Indudablemente, tenemos que presuponer la influencia de los modos de proceder estatales en el mbito religioso ejerca la funcin consultiva el collegium de los Pontifices, pero el concilio de Nicea desarroll leyes propias que iban ms all de la pura funcin consultiva y decidan por su propio poder. Pero esto no era bice para que el emperador Constantino lo presidiera e interviniera en las negociaciones.

    39 Ibd. III, 6,1 (GCS 72,83). 40 Ibd. III, 12,5 (GCS 72,87).

  • La discusin teolgica, que haba llegado hasta el emperador ya antes de la apertura del snodo, se encendi con motivo de una frmula de fe presentada por los arrianos que desencaden, sin embargo, una resistencia decidida. La mayora insista enfticamente en que Cristo era totalmente Dios. Con esta afirmacin se pretenda salvaguardar la redencin del hombre. Eusebio de Cesarea hizo una proposicin intermedia: la de reconocer el smbolo bautismal de su comunidad. ste formulaba la fe en el solo Seor Jesucristo, palabra de Dios, Dios de Dios, luz de luz, vida de vida, Hijo nico, nacido antes de todas las criaturas, engendrado por el Padre antes de todos los tiempos, por el que todo ha sido creado41. Ni el emperador ni los reunidos presentaron objecin alguna en contra, pero se deban complementar las expresiones equvocas. Una de las inserciones esenciales parece haberse debido a Constantino o a su consejero Osio. Nos referimos concretamente al trmino homoousios (de la misma substancia), cuya apropiacin tan grandes dificultades ocasionara despus del concilio.

    El trmino homoousios serva en los escritos gnsticos y en los pri-mitivos alejandrinos para expresar la participacin comn en una forma de ser o entidad. As, Orgenes llamaba ya al Hijo homoousios del Padre42. El trmino haba sido rechazado en un snodo de Antioqua (268). Y es posible que el rechazo se debiera a tendencias dinamistas-monarquianistas que haban sido apuntadas en la cuenta de Pablo de Samosata. El Occidente latino fcilmente poda ver en el homoousios una traduccin de consubstantialis43. Pero se ve ya la problemtica de una terminologa no precisada, en cuanto que substantia significa literalmente hypostasis, mientras que, por el contrario, a ousia corresponde la traduccin essentia. Adems, el Occidente se senta inclinado a acentuar la unidad de Dios, mientras que el Oriente, siguiendo la doctrina del platonismo medio o del neoplatonismo sobre las hipstasis, se senta ms prximo a las especulaciones trinitarias. Algunos indicios parecen dar a entender que Arrio y sus seguidores entendan el homoousios en sentido gnstico-maniqueo, y que, con su negativa, quisieron evitar la consecuencia de tener que interpretar la procedencia del Hijo del Padre como emanacin, porque entonces el Padre sera corporal y mutable. La incorporacin del discutido trmino al Smbolo poda ser, pues, una consecuencia de la discusin viva en Oriente, para negar la inclusin arriana del Logos en el mbito de lo creado. Por esa razn, segn Atanasio44, los padres conciliares designaron al Hijo como homoousios del Padre, porque aqul es a ste como el resplandor a la luz (cf. Heb 1,3). Claramente se percibe como trasfondo la metafsica estoica, segn la cual el ente indeterminado es determinado 41 Eusebio, Ep. ad Caes. 4 (Opitz III, 1,43). 42 Orgenes, Comm. in Joan. XIII, 25. 43 Tertuliano, Adv. Praxean 2,4. 44 Atanasio, De decr. 23,1; C. Arian, II, 41

  • mediante la determinacin formante; as, a la ousia corresponde el padre, al idion el Hijo. La intencin del Smbolo de Nicea no es, pues, la de afirmar la unidad numrica de Dios, sino la inclusin del Hijo en el mbito divino. Va, por consiguiente, contra la concepcin arriana de la condicin creatural del Logos. En sintona con esto, dice la clusula conclusiva de la frmula de fe: A aquellos, empero, que dicen: 'Hubo un tiempo en que no fue', y: 'Antes de nacer, no era', y: 'Que de lo no existente fue hecho', o de otra subsistencia (hypostaseos) o esencia (ousias), a los que dicen que 'El Hijo de Dios es variable o mudable', a stos los anatematiza la Iglesia catlica y apostlica45. Con los anatemas aclaratorios se pronunciaba una sentencia en la cuestin de fe. Todos los participantes la firmaron, excepto Arrio y sus dos secuaces Secundo de Tolemaida y Teons de Marmarica, que fueron enviados inmediatamente al destierro. Los restantes obispos que haban simpatizado con el arrianismo aceptaron la confesin, salvo en lo referente a la condena de Arrio. En un escrito dirigido a su comunidad, Eusebio de Cesarea justificaba su conducta, no tanto con argumentos teolgicos, sino haciendo referencia a la paz de la Iglesia, que se deba agradecer al emperador.

    Una vez resuelto el caso de Arrio, el snodo trat el problema de la distinta fecha de celebracin de la Pascua. Con el fin de conseguir la unidad en este punto y llegar a la celebracin de la fiesta pascual en la misma fecha, los padres conciliares sealaron como normativa la costumbre alejandrina y romana, con lo que se pudo hacer desaparecer toda contradiccin. Segn una fuente posterior, Alejandra recibi el encargo de comunicar en cada caso la fecha a las restantes Iglesias.

    Otras discusiones versaron sobre la praxis eclesistica, cuyas conclusiones se resumieron en 20 cnones, una forma jurdica de reglamentar las cuestiones internas de la Iglesia. Algunas disposiciones recortaban el acceso al crculo de los clrigos. Caso de que la noticia recogida por el historiador eclesistico Scrates46 no sea una simple invencin literaria, ante la protesta del obispo Pafnucio, se habra rechazado la propuesta del celibato general de los sacerdotes. Con la aceptacin de la divisin territorial del Estado, el concilio resaltaba la responsabilidad propia de las provincias (eparkhia), por ejemplo, en la consagracin del obispo; y prescribi la celebracin de dos snodos al ao (canon 5). Se confirmaron expresamente (canon 6) las antiguas prerrogativas de la Iglesia de Alejandra, concretamente, con la usual referencia a la anloga preeminencia del obispo de Roma. Al mismo tiempo, se recordaron los derechos de Antioqua, mientras que a Jerusaln (= Aelia) slo le fue reconocida una primaca honorfica. Con ello se perfila

    45 Symb. Nic. (Opitz III, 1,52; texto cast. en Dz 54). 46 Scrates, Hist. eccl. I, ll,3s.

  • la divisin territorial en el sentido de las Iglesias matrices o de los posteriores patriarcados segn la vieja costumbre, probablemente acomodndose a la divisin del Estado en provincias. Con el fin de orientar debidamente interpretaciones errneas que haban hecho acto de presencia, el concilio subray la vinculacin de los clrigos a la Iglesia local (cnones 15 y 16). Por lo dems, fue significativa la magnanimidad respecto a los cismticos de Egipto, cuyo autor Melecio pudo conservar su sede episcopal. La disciplina y la organizacin eclesisticas experimentaron as una reglamentacin universal, cuya defensa mediante el poder estatal dejara profunda huella en el carcter institucional de la imagen visible de la Iglesia.

    La terminacin del concilio coincidi con la celebracin del veinte aniversario de la subida de Constantino al trono (vicennalia). Con tal motivo, el emperador invit a los obispos a un banquete, para darles la despedida a continuacin, con ricos regalos y con la exhortacin de conservar la paz unos con otros47. Lleno de las ideas directrices de un culto y una fe, el emperador expres en un escrito dirigido a la Iglesia su satisfaccin por la marcha de las negociaciones, al tiempo que a la co-munidad de Alejandra le recordaba una vez ms los errores de Arrio. Su autoridad elev las conclusiones del concilio a la condicin de ley del Estado.

    Con el concilio ecumnico de Nicea, las reuniones sinodales que se haban celebrado hasta entonces alcanzaron un primer punto culminante. Convocado por el emperador Constantino al principio de su soberana universal, esta reunin de los obispos refleja la simbiosis entre Iglesia y Estado que comienza a perfilarse. El concilio llev a cabo su tarea de clarificar la imagen bblica de Dios ante el desafo arriano sin sucumbir al seuelo de los esquemas mentales de la filosofa. Al mismo tiempo, tom una serie de medidas disciplinares, en el convencimiento de hablar con carcter vinculante para la Iglesia universal. Las Iglesias locales aceptaron la decisin como orculo de Dios, y, de esta manera, Nicea fue recibido como concilio ecumnico.

    18

    La fe de Nicea en conflicto

    La primera formulacin dogmtica de la Iglesia, el Smbolo niceno, ni restaur la unidad del culto deseada por el emperador Constantino ni puso fin a la discusin teolgica. La fe cristiana haba emprendido el camino de la explicacin racional y en la pelea por la concepcin bblica de

    47 Eusebio, Vita Const. III, 21,1 (GCS 72,93).

  • Dios haba roto a empujones el cerco religioso-cultual del mundo que le rodeaba. La discusin postconciliar se concentr precisamente en el trmino explicativo filosfico utilizado por Nicea, en el homoousios, que significaba tanto unidad (numrica) sustancial como igualdad de esencia. La utilizacin del trmino en el sentido gnstico-materialista, as como su proximidad a tendencias sabelianas, reforzaron la resistencia contra la confesin de fe del primer concilio ecumnico.

    a) Poltica fluctuante de Constantino

    La concordia del banquete de despedida de Nicea dio una impresin engaosa no dejando traslucir las tensiones teolgicas ni las rivalidades personales. Pocos meses despus, dos obispos cabecillas de los arranos, Eusebio de Nicomedia y Teognis de Nicea, retiraron sus firmas. Irritado ante tanta rebelda, el emperador Constantino los desterr a ambos a la Galia. Con este hecho daba una seal de su firme decisin de imponer las conclusiones de Nicea. A decir verdad, pronto dio un vuelco la situacin. Rubric este cambio el retorno, el ao 328, de los dos opositores desterrados.

    Las pocas informaciones de que disponemos no nos permiten responder con certeza la pregunta sobre si los interesados demostraron un cambio de postura ante el snodo que hipotticamente habra convocado de nuevo el emperador para el ao 327 en Nicea. Tambin explica el cambio de curso la toma en consideracin del amplio afecto de que gozaba Arrio, quien tuvo habilidad para hacer valer su influencia en la corte. As, el obispo Eusebio, emparentado con la dinasta constantiniana, pas a ocupar el puesto de consejero que haba desempeado anteriormente Osio de Crdoba. La posibilidad de un cambio de estas caractersticas se inscriba en la misma confesin de fe de Nicea, cuyo trmino clave homoousios fue reconocido a regaadientes incluso por sus defensores.

    Con estos presupuestos, se form una corriente arriana que pretenda conseguir una reinterpretacin de Nicea.

    En principio, las actividades de este grupo se dirigan menos a una reformulacin de la confesin de fe que a conseguir para sus partidarios las principales sedes episcopales. Como adversario y crtico de Arrio se haba destacado el patriarca Eustacio de Antioqua ( hacia el 340), que fue uno de los primeros que debi ceder ante la presin de los arranos. Este hecho dividi y paraliz durante dcadas la comunidad cristiana de esta metrpoli de Oriente. Tambin Atanasio, obispo de Alejandra desde el ao 328, se convirti pronto en el blanco de los ataques arranos. Llegaron hasta acusarle de haber asesinado al obispo meleciano Arsenio. Todos estos ataques, sospechas y calumnias consiguieron lo que sus diseminadores queran lograr del emperador Constantino. Con motivo de la celebracin

  • del treinta aniversario de su gobierno, en el que se consagr en Jerusaln la iglesia del Santo Sepulcro, el emperador mand a los obispos que examinaran en Tiro el caso de Atanasio (335). Pero el mencionado snodo no permiti la presencia del obispo calumniado, que, por el contrario, fue tratado como un acusado. Cuando l, a continuacin, huy a la corte de Constantinopla, el snodo lo depuso. Una posterior conversacin personal del emperador con los representantes de aquella reunin sac a colacin incluso la acusacin de que Atanasio alentaba el sabotaje del suministro de cereales a la capital. Como consecuencia de esto, Atanasio fue desterrado a Trveris (335). Quedaban eliminados as los principales defensores de la fe de Nicea, mientras que Arrio mismo, tras la presentacin de una solicitada confesin de fe ante el Emperador, haba sido rehabilitado poco antes por los obispos que se haban reunido en Jerusaln. Sin embargo, muri de repente la vspera de su reconciliacin solemne, en la Pascua del ao 336, desparramndosele las entraas, como informan algunas fuentes aludiendo claramente al final de Judas (Act 1,18). Pero en aquella situacin, su muerte no signific el final de la imagen de Dios asociada a su nombre.

    b) Auge del arrianismo

    Con el reparto del imperio entre los hijos de Constantino, fallecido el ao 337, la evolucin teolgico-eclesial entr en una fase de diferentes polticas religiosas. Mientras que en Occidente el hijo ms joven, Constante ( 350), tras la eliminacin de Constantino II ( 340), orient su curso guindose por Nicea, el hijo segundo, Constancio ( 361), sigui una poltica de corte crecientemente arriano. Naturalmente, en un primer momento tras la muerte del padre, los tres hermanos permitieron la vuelta del exilio de todos los fieles a Nicea, entre los que se encontraba Atanasio, quien hizo su entrada en Alejandra con demostraciones de victoria. Los arranos, agrupados alrededor de Eusebio de Nicomedia, quien a finales del ao 338, en contra de la costumbre eclesistica, pas a ocupar la sede episcopal de Constantinopla, hicieron sonar inmediatamente la alarma, y recordaron que Atanasio haba sido depuesto de forma vinculante por el snodo celebrado en Tiro, y que su sucesor Pistos contaba con la confianza de ellos. El retornado, al que se motejaba llamndole emisario de Roma, respondi a tales pretensiones con la convocatoria de un snodo de los obispos egipcios (338) que le confirm como legtimo titular de la sede de Alejandra. En una circular, enviada tambin a Roma, se comunic esta decisin a todos los obispos. Acto seguido, los encabezados por Eusebio se dirigieron al papa Julio I (337-352) pidindole que tuviera a bien condenar a Atanasio en otro snodo. Y presentaron como nuevo obispo de Alejandra al capadocio Gregorio, al que entronizaron en aquella Iglesia por la fuerza,

  • contra la voluntad del clero y del pueblo. Atanasio levant su voz de protesta contra el terror impuesto, pero tuvo que ceder y buscar cobijo en Roma.

    Entre tanto, el papa Julio haba invitado a un snodo que tendra lugar en Roma, y que deba tratar el asunto de Atanasio. Sin embargo, los cabecillas de los seguidores de Eusebio se negaron a asistir, alegando como excusa el que Atanasio ya haba sido depuesto en Tiro. A pesar de la negativa, se celebr en Roma una reunin por los aos 340-341. En ella, tras examinar los documentos presentados, se confirm a Atanasio como obispo de Alejandra, y se le concedi la communio, as como a otros obispos desterrados, entre los que se encontraba Marcelo de Ancira ( hacia el 374). En un escrito lleno de dignidad, el papa Julio comunic el resultado a los adversarios de Atanasio, quienes naturalmente ignoraron la intervencin romana y le negaron a Atanasio el retorno a Alejandra.

    La agitacin de los eusebianos se haba dirigido hasta entonces contra los representantes del Smbolo niceno, pero ahora emerga de entre sus propias filas el deseo de traducir a frmulas su propio punto de vista. Con motivo de la consagracin de la gran iglesia en Antioqua (341), tuvo lugar un snodo de casi cien obispos orientales. Una carta circular public sus resultados. Significativamente, en ese escrito sus autores se distanciaban de Arrio, pero evitaron el homoousios de Nicea, con el argumento, frecuentemente repetido, de que tal trmino no estaba conte-nido en la Escritura. De hecho, todo el mundo demostraba gran re-traimiento frente a este trmino clave del gran snodo. Tal postura se deba, indudablemente, a su proximidad a la concepcin sabelianizante de la monas divina, tal como irrumpi a travs de Marcelo de Ancira y fue censurada expresamente por el snodo de la consagracin de la iglesia. Frente a tal unidad, se subray la fe en una trinidad divina escalonada, con la advertencia de que as se segua fielmente la tradicin. Las frmulas doctrinales de Antioqua, la primera de las cuales confesaba al unignito Hijo de Dios, que estaba desde todos los tiempos con el Padre, su engendrador, mediante el cual todo fue creado y que contina siendo rey y Dios eternamente48, confirmaba el distanciamiento respecto del lenguaje utilizado en la confesin de fe de Nicea. Los reproches hechos al arrianismo por el snodo romano del ao 341 intensificaron la contra-posicin a Oriente, que, adems, se senta como abofeteado por la re-habilitacin de Marcelo.

    Por iniciativa del emperador Constante, informado por una delega-cin de cuanto ocurra en Oriente, y por deseo del papa Julio de que se celebrara un snodo de todos los obispos occidentales y orientales, Cons-tancio se dej convencer y convoc un concilio en Srdica (actual Sofa),

    48 Atanasio, De syn. 22; Scrates, Hist. eccl. II, 10.

  • en la frontera de las dos partes del imperio. En el. otoo del ao 342 (343?) se presentaron all los noventa obispos provenientes de Occidente. A la cabeza de ellos se encontraba el anciano Osio de Crdoba. No fueron ms numerosos los que viajaron de Oriente en compaa de dos funcionarios imperiales. Pero no iba con ellos su lder indiscutible, Eusebio de Nicomedia, que haba fallecido poco antes. Como los representantes de Occidente se negaran a aceptar la exigencia de los orientales de excluir de las negociaciones a Atanasio y a sus correligionarios como obispos depuestos, los orientales rechazaron en redondo una conversacin mediadora, y reventaron as el snodo comn. Entonces, en una sesin especial, los occidentales examinaron los reproches. Mientras que se rehabilitaba una vez ms a Atanasio, se excomulgaba a los dirigentes de la parte contraria como arrianos. Juntamente con la publicacin de estas conclusiones, se sostuvo una doctrina sobre Dios que rechazaba decididamente la suposicin de tres hipstasis en Dios, distincin sostenida tan enfticamente por los orientales. Por el contrario, se acentuaba la nica sustancia divina. Esta toma de postura muestra el concepto que el Occidente tena del arrianismo, pero hay en esa toma de postura un rasgo monarquiano que demuestra tambin la insuficiencia de la posicin ortodoxa. Y esto, sin entrar en las dificultades terminolgicas que se escondan en la equiparacin de substancia e hipstasis. La confrontacin continuaba necesitando una clarificacin mucho despus de Nicea.

    Bajo la inseguridad creada por las experiencias del pasado inmediato, los sinodales de Srdica aprobaron 21 cnones sobre la disciplina eclesistica. Junto a la insistencia en la obligacin episcopal de guardar la residencia (cnones 14 y 15), o a la prohibicin de viajar a la corte imperial (cnones 8-12), revisten especial importancia los cnones 3, 4 y 5. Segn ellos, un obispo depuesto tiene derecho a presentar una apelacin. La ltima instancia es el obispo de Roma o un snodo de la provincia prxima encargado por l. La sede romana se convierte de este modo en la instancia de apelacin para la Iglesia occidental.

    Los obispos orientales se reunieron en Filippolis tras su retirada de Srdica. Renovaron su confesin de fe sobre la base de la cuarta frmula antioquena, y, en una carta altanera que fue enviada tambin a Donato de Cartago, se declararon frontalmente en contra de las pretensiones de Occidente. La recproca exclusin de los obispos dirigentes de la comunin eclesial refleja ya un distanciamiento profundo que terminara en la separacin de las Iglesias en la edad media. No obstante, se produjeron contactos en diversas ocasiones entre los dirigentes de las Iglesias, naturalmente bajo la influencia de los poderes polticos. As, despus de Srdica, una delegacin del emperador Constante a Constancio consigui que Atanasio volviera a Alejandra cuando falleci Gregorio (345), obispo de aquella sede. Inversamente, algunos obispos orientales presentaron en

  • Miln una larga frmula que, junto al arrianismo, condenaba tendencias sabelianistas de Marcelo y de su discpulo Fotino ( 376), lo que movi a Atanasio a distanciarse de sus correligionarios. El levantamiento del usurpador Magnencio en Occidente (350) aniquil las esperanzas de llegar a un acuerdo. Constante mismo se vio pronto en apuros. En la huida para escapar de sus tropas, que se haban rebelado contra l, perdi la vida en los Pirineos.

    c) La poltica religiosa de Constancio

    Tras diversas peripecias polticas, Constancio consigui la victoria sobre el usurpador en una sangrienta batalla en Mursa (351), en la que, por cierto, el emperador no intervino con las armas, pues permaneca orando en la tumba de un mrtir. Elevado a la categora de soberano absoluto, abandon pronto la circunspecta poltica religiosa que haba llevado durante los ltimos aos y comenz a apoyar de nuevo al arrianismo, influido principalmente por el astuto obispo Valente de Mursa. Sirvi de base a las medidas de poltica religiosa de Constancio una confesin de fe que una reunin de obispos haba elaborado en el campamento imperial de Sirmio y que pareci aceptable en la totalidad del imperio. Esta primera frmula de Sirmio se distanciaba tanto del arrianismo crudo como del homoousios, adoptando una posicin intermedia, y deba sustituir lisa y llanamente al Smbolo niceno49. En estas circunstancias se reaviv de nuevo la polmica contra Atanasio, a pesar de que ste no haba consentido en caer en las redes que le haba tendido Magnencio. Tambin Liberio (352-366), sucesor del difunto papa Julio, rechaz las acusaciones de falta de lealtad. Y sugiri al emperador un snodo para lograr la pacificacin de las Iglesias. Finalmente, ese snodo se celebr en Arles (353). En lugar de entrar en la discusin de las cuestiones en litigio, se exigi de los obispos presentes la deposicin de Atanasio. Slo Paulino de Trveris ( 358) se neg, y tuvo que pagar su negativa con el destierro a Frigia, lo que le supuso la muerte.

    Acosado por los reproches del papa Liberio, el emperador Constancio convoc de nuevo un concilio que se celebrara en Miln (355), donde, junto a algunos orientales, se encontraron casi 300 obispos de Oc-cidente. El emperador dej de lado una vez ms la cuestin de la fe e hizo que se tratara el caso de Atanasio, de mayor carga poltica. Al estallar tumultos, traslad sbitamente la reunin al palacio imperial, donde segua las deliberaciones escondido detrs de una cortina. De esta manera someti a los obispos algo ms que a presin moral. A las dudas y reticencias de los obispos respondi el con una declaracin inequvoca: Lo que yo quiero,

    49 Atanasio, De syn. 27 Hilario, De syn. 38.

  • tiene que ser ley de la Iglesia50. Salvo contadas excepciones, los presentes se doblegaron a las amenazas del soberano, y depusieron a Atanasio. En la Galia ofreci especial resistencia Hilario de Poitiers ( 367), que por este motivo hubo de salir para el exilio en Asia Menor. All, en el bastin del arrianismo, naci su principal obra: De Trinitate. Tambin al anciano obispo Osio, preocupado ahora por la independencia de la Iglesia, le alcanz el destierro. Por su parte, el papa Liberio rechaz el seuelo de la amistad con el emperador. Y cuando, a continuacin, fue llevado violentamente a Miln, se produjeron duros enfrentamientos con el soberano, quien termin por desterrarlo a Tracia. Mientras en Miln fue consagrado como obispo el capadocio Auxencio ( 374), de tendencia arriana, se design para Roma al dicono Flix. En Alejandra, Atanasio escap a los militares imperiales, y se refugi entre los monjes del desierto. Ocup su puesto el rudo Jorge (Georgios) de Capadocia. De esa manera, Constancio haba conseguido deshacerse de los guardianes de la fe nicena y poner en su lugar obispos arrianos. Pero la repentina polmica de un tal Lucfero de Cagliari ( hacia 370) demostr una vez ms que la lucha por el poder poltico-religioso era debida en gran parte a cuestiones personales, mientras que las cuestiones teolgicas haban pasado a un segundo plano.

    d) La divisin de los arrianos

    Las preocupaciones teolgicas de los arrianos se situaron otra vez en un primer plano desde mediados de los aos cincuenta del siglo IV, cuando un tal Aecio ( hacia el 366), en tiempos anteriores metalrgico y mdico, se hizo dicono en Antioqua e instruido en la dialctica recrudeci la visin arriana de la relacin entre el Padre y el Logos. En su opinin, entre el Padre originario y el devenido Hijo no existe semejanza alguna (anomoios), y mucho menos igualdad de esencia. Por eso se ha dado en designar esta corriente radical del arrianismo como anomeos. Con Eunomio ( hacia el 392), posteriormente obispo de Czico, la doctrina alcanza su ms alto grado de racionalismo. Segn l, el ncleo de la esencia (ousia) divina haba que verlo en su naturaleza ingenerada. Y, por consiguiente, negaba la divinidad del Hijo. Estos dos telogos sembraron la semilla de la divisin en las filas de los arrianos. En la lnea marcada por stos, el obispo Germinio esboz en un snodo de Sirmio (357) una frmula de fe que, amparndose en la Escritura, evitaba conceptos tales como substantia y homoousios; y basndose en Jn 14,28 acentuaba claramente la subordinacin del Hijo frente al Padre. Se lleg incluso a conseguir que el viejo obispo Osio se mostrara conforme con dicha frmula. El anciano