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HO JOKI de Kamo no Chomei KAZUYA SAKA1 El Colegio de México Pese a que en círculos académicos se han manifestado cier- tas dudas acerca de la autenticidad del autor y se le ha imputa- do a la obra ser una mera copia de Chitei no Ki (Notas de la casa junto al lago), ensayo de fines de la época Heian, ya no sólo se acepta a Kamo no Chomei como autor legítimo, sino que se reconoce a Hdjoki como una de las obras cumbres del género llamado zuihitsu (ensayo) de la literatura clásica japonesa, junto a Makura no Soshi (El libro de la almohada) de Sei Shónagon (s. x l ) , y Tsur ezure-gusa (Ensayos sobre el ocio) de Yoshida Kenkó (s. xiv). Debemos puntualizar, no obs- tante, que existe una diferencia fundamental entre los zuihitsu citados y Hdjoki; éste es un ensayo filosófico provisto de sólida estructura formal e interna y sigue el hilo de un único tema, mientras que los otros contienen observaciones fugaces y aisla- das sobre temas diversos, sin un orden visible. Hdjoki esta impregnado de una filosofía budista pesimista típica del medioevo japonés, distante del que enseñaba Kúkai en la época Heian como religión intelectual y este tizante. Esto no nos extraña, teniendo en cuenta los acontecimientos —y calamidades— que se sucedieron en la época que le tocó vivir a Chómei. Del siglo xn a xm, Japón pasó por uno de los mo- mentos más cruciales de su historia. Se producen el debilitamien- to y decadencia de la corte imperial y de la familia Fujiwara, la ascensión y caída del clan de los Taira y el establecimiento en 1192 del gobierno militar (bakufu) en Kamakura, régimen que habría de continuar por casi 700 años consecutivos, hasta la

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H O J O K I

de K a m o no Chomei KAZUYA SAKA1

E l Colegio de México

Pese a que en círculos académicos se han manifestado cier­tas dudas acerca de la autenticidad del autor y se le ha imputa­do a la obra ser una mera copia de Chitei no Ki (Notas de la casa junto al lago), ensayo de fines de la época Heian, ya no sólo se acepta a Kamo no Chomei como autor legítimo, sino que se reconoce a Hdjoki como una de las obras cumbres del género llamado zuihitsu (ensayo) de la literatura clásica japonesa, junto a Makura no Soshi (El libro de la almohada) de Sei Shónagon (s. x l ) , y Tsur ezure-gusa (Ensayos sobre el ocio) de Yoshida Kenkó (s. x i v ) . Debemos puntualizar, no obs­tante, que existe una diferencia fundamental entre los zuihitsu citados y Hdjoki; éste es un ensayo filosófico provisto de sólida estructura formal e interna y sigue el hilo de un único tema, mientras que los otros contienen observaciones fugaces y aisla­das sobre temas diversos, sin un orden visible.

Hdjoki esta impregnado de una filosofía budista pesimista típica del medioevo japonés, distante del que enseñaba Kúkai en la época Heian como religión intelectual y este tizante. Esto no nos extraña, teniendo en cuenta los acontecimientos —y calamidades— que se sucedieron en la época que le tocó vivir a Chómei. Del siglo xn a xm, Japón pasó por uno de los mo­mentos más cruciales de su historia. Se producen el debilitamien­to y decadencia de la corte imperial y de la familia Fujiwara, la ascensión y caída del clan de los Taira y el establecimiento en 1192 del gobierno militar (bakufu) en Kamakura, régimen que habría de continuar por casi 700 años consecutivos, hasta la

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mitad del siglo xix. Aún cuando Chórnei no menciona en su libro la cruenta lucha por el poder entre los clanes Taira y Minamoto, la vivencia de ese azaroso período se encuentra la­tente a lo largo de este breve ensayo.

Kamo no Chomei, también llamado Kikudayu (1153-1216), nació en una familia de sacerdotes shintoístas al servicio (he­reditario) del templo Kamo-jinja, de Kyoto^su padre era nagi (sacerdotes shintoísta de bajo rango) de un templo adscripto (sessya) al Kanio-jinja, llamado Tadasu-sha. Chómei, poeta bri ­llante, fue discípulo de Shun'e, hijo de Minamoto no Toshiyori, y sus poemas figuran en el Shin-Kokinshu (Nueva antología de poemas antiguos y modernos) y en su propia antología Kamo no Chdmei'Shu. Escribió además el ensayo poético Mumyd-shu y la colección de cuentos budistas, Hosshin-shu. Fue también un notable músico de biwa (especie de laúd) y tuvo acceso al pa­lacio imperial como miembro del Departamento Imperial de Poesía y como protegido del ex emperador Gotoba. Luego, por circunstancias que provocan controversias entre los especialistas, se volcó en el budismo, convirtiéndose en monje ermitaño, cuando ya tenía más de 50 años. Su nombre budista es Ren'in, y así firma su libro.

Hójoki comienza con una breve introducción de notable be­lleza estilística; luego vienen las dos partes centrales y final­mente el epílogo. En la primera de las partes centrales narra concisa y vividamente los sucesivos desastres, calamidades y des­gracias que ocurrieron en los años 1177 (gran incendio), 1180 (torbellino), 1188 (súbito traslado de la capital por motivos políticos y estratégicos), 1181 (hambre y epidemia) y 1185 (te­rremoto) en la ciudad de Kyoto. En la segunda parte hace referencia a ciertos detalles de su vida y relata cómo gradual­mente fue reduciendo el tamaño de su morada, hasta llegar a la cabana de 10 pies de lado, donde escribe el libro que titula precisamente: Notas (ki) (desde la cabana) de diez pies de lado (hojo).

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En el epílogo hace la reflexión de que,, pese a su vida de ermitaño y asceta, se encuentra lejos de alcanzar la salvación budista.

La dignidad de la prosa, el ahondamiento reflexivo acerca de la vida y del hombre revelan el humanismo del autor, y a pesar de que se mantiene en sus ideales budistas y sostiene el principio de la transitoriedad de las cosas, llegando al final del libro, asistimos al conflicto interno y a las contradicciones que el mismo Chomei encuentra en su actitud hacia la vida; en esa introspección el autor no halla respuesta a su propia pregunta: "¿En qué consiste la esencia de la vida?".

A través de su crónica de la vivencia de lo real, Hójóki es una obra de la resistencia de esa época. Encontramos además la reflexión honda e intensa de ese "ermitaño", que como re­presentante de la última aristocracia, obligado a ceder paso al curso de la historia, adopta la posición de "retiro" ; y que, pese a esa actitud, encuentra el inquietante conflicto del "cam­bio" de mundo e incluso de su propio "yo". El "escritor-ermi­taño" no puede permanecer pasivo y mirar el mundo desde lo alto de su "cabana". Y en ese "y°" que se agita entre la per­manencia de lo viejo y la presencia de lo nuevo, entre el prin­cipio contemplador y negativo del budismo y el vigoroso impulso de una nueva era, reconocemos, más allá del monje Ren'in, al hombre Kamo no Chomei. En este sentido Hójóki es también el síntoma preliminar de una nueva expresión literaria, impul­sada por el revolucionario budismo que se convertiría en prin­cipio rector de la cultura medieval japonesa. Por otra parte, Hójóki inaugura el comienzo de una larga tradición, la de "los ermitaños", que dejó profunda señal en la literatura japonesa hasta el siglo xvn.

La presente traducción de Hójóki se basa en el texto i n ­cluido en el tomo xxx del Ñihon Koten Bungaku Taikei (An­tología de literatura clásica japonesa), Tokyo, íwanami Sho-teri, 1957 — revisado y comentado por el profesor Minoru Nishio. Por lo tanto, corresponde al que se conserva en el tem-

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pío Daifukuko-j i /en reproducción hecha por la Koten Ho-zon-kai (Sociedad para la preservación de los clásicos naciona­les) en 1925, y es aceptado, entre los varios que existen, como el más antiguo y aun probablemente el original, escrito en 1212. Las diferencias que existen entre este texto — el de Dai-fiikukóki-ji—y por ejemplo, el que posee la Flia. Maecla, se men­cionan en las notas correspondientes.

Debido a la limitación de espacio, se han seleccionado sólo algunos capítulos, que pueden proyectar una idea general del carácter de esta obra. (Debemos aclarar que, si bien el original no contiene división alguna, en las ediciones modernas y en las traducciones al inglés se encuentra dividido en capítulos, algu­nos con sus títulos correspondientes.) De por sí Hdjoki es un libro sumamente breve que, dependiendo de las ediciones, consta de 20 a 25 páginas. La presente traducción abarca aproxima­damente las tres quintas partes del original.

H O J O K I

notas desde mi cabana

de K A M O NO CHÓMEI

Traducción del japonés por Kazuya Sakai

Introducción

El fluir del río es incesante, pero su agua nunca es la misma. Las burbujas que flotan en un remanso de la corriente ora se desvanecen, ora se forman, pero no por mucho tiempo; así también en este mundo son los hombres y sus moradas.

Suponemos que en esta bella capital 1 las casas, grandes y pe­queñas, que una junto a la otra rivalizan en sus techos, uno más majestuoso que el otro, se conservan iguales generación tras ge-

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neración, pero si nos preguntamos si esto es cierto, notamos cuan pocas son las que ahí se encuentran desde tiempos antiguos. A l ­gunas se incendiaron el año pasado, para tan sólo reconstruirse este año; otras casas grandes se desmoronaron, convirtiéndose en casuchas: lo mismo ha pasado con sus moradores. Es la misma ciudad, la gente más numerosa que nunca; empero, de aquellos que solía conocer desde antaño, sólo alcanzo a contar uno o dos entre veinte o treinta. Algunos mueren por la mañana, otros na­cen al atardecer, como las burbujas sobre el agua.

No sabemos de dónde viene, a dónde va, el hombre que nace para morir. Tampoco sabemos a beneficio de quién se afana en construir casas que apenas si quedarán por un instante, y por qué razón sus ojos en ellas se deleitan. La manera en que dueño y morada rivalizan en desaparecer de esta efímera vida, 2 se ase­meja al ejemplo del rocío en los pétalos de la campanilla. Puede bien el rocío caerse y la flor quedar, pero quedar para desvane­cerse con el sol de la mañana. También puede la flor marchi­tarse y el rocío aún no evaporarse, si bien, aunque no se evapore, no esperará al atardecer para hacerlo.

E l gran incendio

En más de cuarenta primaveras y otoños transcurridos desde que tengo uso de razón, cada vez con más frecuencia me ha toca­do ser testigo de cosas muy terribles.

Fue, creo, el vigésimo octavo día de la cuarta luna de 1177, una noche en que el viento soplaba ferozmente, sin parar, cuando, hacia las ocho o nueve, brotó un incendio en el suroeste de la capital, propagándose hacia el noreste. Finalmente el fuego al­canzó el portón Suzaku3 y los diversos edificios del palacio,4 y en el lapso de una sola noche, todo quedó reducido a cenizas.

Dicen que el fuego se originó en una callejuela de la zona de Higuchi-Tomi, por la Avenida Quinta, en una pequeña casa don­de se hospedan bailarines del Bugaku.5

El fuego, a impulsos del viento enloquecido, se fue extendien­do en abanico, primero en un sentido y luego en otro. Las casas alejadas de la conflagración se hallaban envueltas en humo, mien­tras que la zona más cercana se había convertido en un mar de llamas. Las cenizas lanzadas al cielo, teñidas de rojo carmesí por la relumbrante luz del fuego, y las llamas implacablemente azo­tadas por el viento, parecían volar sobre dos o tres calles a la vez.

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Los que caían atrapados en el medio del fuego se sentían más muertos que vivos y no podían creer en lo que estaban presen­ciando; algunos, sofocados por el humo, se desplomaban; otros, cercados por el fuego, morían al momento. Y los que apenas lo­graron escapar con vida, fueron incapaces de salvar nada de sus pertenencias: todos los tesoros6 convertidos en cenizas, ; y cuánto habrían gastado en ello!

En ese incendio, dieciséis mansiones de los nobles se quemaron, sin contar otros innumerables predios. En total, alrededor de una tercera parte de la capital quedó destruida. Decenas7 de hombres y mujeres perdieron sus vidas, y también incontables caballos y bueyes.

Entre todos los desatinos del empeño humano, ninguno más vano que el de gastar tesoros y preocuparse en construir casas en un lugar tan peligroso como la capital.

E l torbellino

De nuevo, el vigésimo noveno día de la cuarta luna de 1180, se alzó un gran torbellino en el noroeste de la capital, hacia donde se cruzan las grandes avenidas Naka-no-mikado y Kyógoku, lle­gando a la Avenida Sexta, bastante más al sur. Todas las casas, grandes o pequeñas, fueron destruidas sin excepción en el área que arrasaba el torbellino — u n área móvil de tres a cuatro calles en redondo. Algunas fueron literalmente aplastadas y otras que­daron en sus vigas y columnas. Las partes superiores de los por­tones se desprendían y, volando, caían entre 300 y 450 metros más adelante; las cercas se desplomaban, borrando los límites de la propiedad con el vecino. Una enorme parte del tesoro fue lanzada hacia el cielo, y las cortezas de ciprés y las pajas de los techos, arrojadas como hojas de invierno danzando en el viento. El polvo se levantó como un humo, que nada dejaba ver, y tan ensordecedor era el rugido, que las voces se ahogaban. Pensé que ni las ráfagas que azotan el infierno podían resultar más ma­lignas.

No sólo fueron las numerosas casas dañadas y destruidas; muchas personas se hirieron o se lisiaron al repararlas. El torbe­llino se movió en dirección al sureste, dejando atrás muchos la­mentos. La gente, confusa y temerosa, decía: "Tenemos tempes­tades todo el tiempo, pero nunca como esta vez. Este no es un caso común; debe ser el presagio de algo terrible que está por venir".

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E l traslado de la capital En el sexto mes del mismo año, repentinamente, y sin que na­

die lo esperara, la capital fue trasladada.8 Desde que fuera fijada en Kyoto en el reinado del Emperador Saga,9 habían pasado más de cuatrocientos años.10 Como el cambio de una capital no es asunto que se pueda hacer con ligereza sin razones suficientes, era natural que la gente se agitara en exceso y se preocupara con la noticia.

Pero de nada servía lamentarse, y todos, desde el mismo em­perador hasta sus ministros, la nobleza y demás, se trasladaron. De todos aquellos que servían en la corte, nadie se quedó en la antigua capital. Los que tenían ambiciones oficiales o favores que pedir al emperador, fueron los primeros en moverse sin pérdida de tiempo. Sólo aquellos que habían perdido la oportunidad de triunfar, qije eran sobrantes de este mundo y no tenían a qué aspirar, se quedaron, aunque con tristeza. Las mansiones, cuyos techos rivalizaban entre sí, con el pasar del tiempo quedaron en ruinas. Las casas fueron desmanteladas, y flotando, fueron trans­portadas por el Río Yodo, y la ex capital se fue transformando en un campo desierto frente a los mismos ojos de uno. La moda­lidad de la gente cambió por completo: los caballos y las mon­turas fueron apreciados11 mientras que los carros tirados por bue­yes cayeron en desuso.

Los terrenos bordeando el mar en el sur y en el este fueron codiciados, pero nadie mostró interés en los feudos del norte y del oeste.12

Por ese entonces sucedió que, teniendo un asunto que tratar, me trasladé a la nueva capital, en la provincia de Settsu. El l u ­gar era tan estrecho que no había ni el espacio suficiente para dividir la ciudad en un número adecuado de calles y avenidas.13

Por el norte el terreno se elevaba hacia lo alto circundando las montañas, y al sur seguía en declive hasta la orilla del mar. El ruido de las olas era un rugido constante, y el viento salado so­plaba con especial intensidad. El palacio imperial se hallaba den­tro de las montañas, pero semejando la rústica construcción de troncos de los antiguos palacios,14 no carecía de encanto.

Me preguntaba dónde las gentes podían levantar esas casas que a diario eran desmanteladas y traídas agua abajo, en canti­dad tan enorme que cubría la superficie del río. Había muchos terrenos vacíos y pocas casas construidas. La vieja capital ya estaba desolada, pero, al mismo tiempo, la nueva no había sido

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terminada. Todos estos se sentían inseguros, como nubes flotan­tes. Por cierto, ios que eran del lugar lamentaban la perdida de sus tierras, y los recién llegados deploraban la dificultad de le­vantar sus moradas. En las calles se podían ver hombres monta­dos a caballo, cuando por sus condiciones debían de estar viajan­do en carruajes; igualmente, en lugar dé vestir los ropajes de la corte, llevaban simples ropas de servició-15 Las costumbres de la capital cambiaron bruscamente, y ya se parecían a las de los rústicos guerreros. Había oído decir que esto era el presagio de desórdenes futuros, y en verdad, con el correr de los días, el país se agitaba y se inquietaba cada vez más, y también las gentes. Pero no fue vano el padecer de todos,16 puesto que en el invierno de ese mismo año, la capital fue trasladada nuevamente a Kyoto. Pero ¿qué sucedería con las casas desmanteladas? No todas ha­brán podido ser reconstruidas como estaban.

He oído decir que en tiempos de los sabios soberanos de an­taño se gobernaba al país con clemencia. Se sabe que un palacio imperial fue techado con pajas, y que ni siquiera el alero fue nivelado. 1 7 O del emperador que al ver el escaso humo que levan­taban las chimeneas de las casas, mandó devolver los impuestos, que de por sí no eran excesivos.18 Y así había sido porque el em­perador amaba a su pueblo y deseaba ayudarlo.

Si comparamos las presentes condiciones con aquellas de los antiguos días, veremos cuan grande es la diferencia.

La difícil existencia en este mundo

Todo lo que he descrito son las cosas de este mundo que hacen que la vida sea difícil de vivir, y demuestran el desamparo y la inseguridad en nosotros mismos y de nuestras moradas. Y si aña­dimos a eso la aflicción que sobreviene por el lugar o las cir­cunstancias que a cada uno le toca vivir, imposible sería enu­merar cada caso.

Cuando ocurre que un hombre de baja posición vive al lado de un señor poderoso, por feliz que sea, no puede celebrarlo ru i ­dosamente ; y asimismo, por una aflicción desgarradora, tampoco puede alzar su voz de queja. Por cada cosa que haga, se sentirá incómodo y molesto, y en cada movimiento temblará como un gorrión que se aproxima al nido de un halcón.

El pobre que vive junto a una familia rica se avergüenza ma­ñana y noche de su aspecto miserable, y entra y sale de su casa tratando de dirigir las más lamentables adulaciones a su vecino.

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22 ESTUDIOS ORIENTALES 1:1, 1966

Y cuando ve cómo su mujer y sus hijos y sus sirvientes envidian al rico, o escucha cómo la familia rica lo ignora, su corazón vive en constante zozobra, no dejándole un sólo momento de paz. Si alguien tiene su casa en un lugar apiñado y un incendio brota en la vecindad, no logrará escapar del peligro. Si la tiene en un l u ­gar apartado, tendrá inconvenientes para ir y venir de la ciudad, y siempre habrá el temor a los ladrones.19

Los que son poderosos viven ambicionando mayor fortuna, y aquellos que están solos, reciben el desprecio de la gente. Las po­sesiones acarrean desvelos; pero en la pobreza hay lamento. Aquel que busca ayuda se convierte en su esclavo; el que nutre a los demás queda atrapado por el afecto. Aquel que acata las reglas de este mundo sufre en consecuencia; pero el que no lo hace apa­rece como un demente. Donde sea que pueda vivir, cualesquiera cosas que él haga, ¿ es posible acaso que por un sólo instante ha­llemos dónde descansar el cuerpo o apaciguar el corazón?

La renuncia a este mundo Cuando empece a vivir aquí, pensé que lo hacía por una bre­

ve temporada, pero pasaron cinco años, y mi cabana de retiro se ha ido convirtiendo en un viejo lugar donde vivo con gusto. Las hojas muertas se acumulan profusamente en el alero, y el musgo trepa por las paredes de barro. Cuando, casualmente, me han llegado noticias de la capital, he sabido cuántas gentes importan­tes han desaparecido desde que me retiré a esta montaña. ¿Có­mo poder contar entonces las muertes de aquellas personas de menor importancia? Y ¿cuántas casas han sido destruidas por los numerosos incendios? Solamente en una cabana provisoria uno logra estar en paz y libre de todo temor. Y aunque es muy pequeña,20 tiene un lecho donde dormir en la noche, y espacio donde poder sentarme durante el día. Nada le falta como lugar para viv ir . 2 1

El paguro 2 2 prefiere albergarse en pequeñas conchas porque conoce muy bien el tamaño de su cuerpo. El águila pescadora23

permanece en las costas desoladas porque teme al hombre. Yo también soy como ellos. Conociéndome y conociendo la muta­bilidad del mundo, 2 4 no deseo nada que esté fuera de mi al­cance y tampoco me agito. 2 5 Sólo busco la tranquilidad y gozo de la ausencia de la angustia.

Es costumbre general que las gentes —en su mayoría-— no construyan casas para sí mismas. Unos las edifican para su mu-

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S A R A I : HöJöRI 23 jer y sus hijos, o para sus parientes y servidumbre.26 Algunos lo hacen por sus amigos y conocidos, otros por sus amos o sus maes­tros, e incluso los hay que lo hacen para guardar sus posesiones, p caballos y bueyes. Yo la hice para mí y no para otros, porque en tiempos como estos y en las condiciones en que me hallo, no tengo compañía ni tampoco servidumbre que me asista. Aunque construyera una casa espaciosa, ¿a quién albergaría, y con quién viviría?

En general, los llamados amigos estiman al otro por su riqueza y muestran gran afecto ante todo por aquellos que les han he­cho favores. No necesariamente aman a las personas que les ofre­cen una cálida amistad o a los que tienen honesta disposición. Mucho mejor es tener por amigos a la música27 o a la belleza que ofrece la naturaleza,28 antes que a los de esa calaña. Los que son sirvientes viven anhelando los presentes y las compensaciones inmediatas,29 y son deferentes sobre todo con aquel que los trata generosamente. Pero a ellos no les interesa el cuidado y el afecto que sus amos les dispensen para que puedan vivir en paz y tener la tranquilidad de espíritu. Es mucho mejor, por lo tanto, ser el sirviente 3 0 de uno mismo.

¿Cómo hacer de uno su propio sirviente? Pues, si hay algo que se debe hacer, lo hace uno mismo. No es que eso no resulte molesto a veces, pero aun así lo encuentro más sencillo que tomar a un sirviente y estar detrás de él. Si hay algo que requiera ca­minar, yo mismo camino. Y aunque sea algo penoso, es prefe­rible a estar preocupado por el caballo y la montura, los bueyes y el carruaje.

He dividido mi cuerpo y le he dado con ello dos usos: mis manos son mis sirvientes, mis piernas mi vehículo, y ambos me responden a satisfacción. Cuando mi mente o mi cuerpo están fatigados, lo sé enseguida y descanso, pero cuando los sé fuertes, los empleo. Digo "empleo", pero naturalmente, no los hago tra­bajar en exceso.31 Si no me siento con deseos de trabajar, eso no llega a molestarme. Además, ¿no es acaso cierto que el cami­nar y el trabajar de continuo son beneficiosos para la salud? ¿Qué se ganaría con estar ocioso? Es pecado hacer sufrir a los otros: ¿cómo podríamos pedir prestado su trabajo?

Mis ropas y comidas son tan simples como mi morada. Me visto y me cubro con cualquier ropa o cubierta ordinaria que voy consiguiendo. En cuanto a la comida, recojo los ohagi32 de los campos y los frutos de los árboles en la cima dé las montañas, lo

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2 4 ESTUDIOS ORIENTALES 1:1, 1966

suficiente para mi subsistencia. A l no tener contacto con la so­ciedad tampoco me avergüenzo de mi apariencia. Y la comida, aunque muy escasa y simple, tiene un sabor especial para mí.

Todo ló qué estoy diciendo, no está dirigido a los que son ricos y felices; relato mis experiencias simplemente para demos­trar las diferencias que hay entre la condición de mi vida pre­senté con la del pasado.33

Los Tres mundos/4 buenos o malos, dependen de la menté de uno mismo. Si no hay paz en la mente, de nada sirven las bestias de carga ni las joyas,35 y ningún placer pueden procurar los palacios o pabellones. Esta casa solitaria, esta choza de un solo cuarto, es para mí el lugar más placentero. Desde luego no es que no sienta vergüenza cuando voy a la capital y tengo que pedir limosna, pero al retornar aquí, siento lástima de aque -llos que aún siguen apegados al mundo del polvo, allí dónde buscan la celebridad y el lujo.

Si alguien duda de mis palabras, vea a los peces y los pájaros. Los peces no se cansan: del agua, pero a menos que uno sea pez, no.podrá entender el por qué. Los pájaros ambicionan los bos­ques, pero de no ser pájaro, uno no sabrá el por qué. Tal es la alegría de vivir en soledad: ¿ quién podría entenderlo, de no vivir aquí?

Epílogo La luna de mi vida declina en el cielo, y está por hundirse

detrás de las montañas. Pronto me he de encaminar a la oscu­ridad de las Tres sendas.30 ¿Qué puedo lamentar ahora cuando mi vida toca a su fin? La enseñanza del Buda es en esencia el no apego a ningún objeto. En mí sería pecado amar mi cabana, y hasta el apego a su soledad sería un obstáculo para mi salva­ción. ¿Por qué malgastar el precioso tiempo citando estos t r i ­viales placeres de ermitaño?

U n calmo atardecer, pensando en la causa de mis flaquezas, me decía a mí mismo que había abandonado el mundo para vivir en él seno de la floresta montañosa, con el fin de disciplinar mi mente y practicar el "Camino del Buda". Y no obstante, me decía, "pese a tu apariencia de monje, tu corazón está manci­llado de impureza. T u cabana se asemeja a la de Jómyo,37 pero observas las enseñanzas aún peor que Handoku. 3 8 ¿Se debe ello al estado en que te encuentras por ser pobre, o es que a tal punto te hallas perturbado que tu mente comienza a desvariar?"

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Preguntas que mi corazón no pudo contestar. Todo lo que pude hacer fue usar mi lengua3 9 para recitar el ?ienbutsuá0 dos o tres veces sin mayor convicción.

A l final de la tercera luna del segundo año de la era Renryaku (1212), escribe esto en la cabana de Toyama, el mon­je ermitaño Ren'in.

N O T A S

1 L a c i u d a d de K y o t o . 2 Mujo: concepto b u d i s t a de l a t r a n s i t o r i e d a d de las cosas.

3 Suzaku-mon: Portón o e n t r a d a S u z a k u ; u n o de los doce que h a ­bía a l r e d e d o r d e l p a l a c i o i m p e r i a l , u b i c a d o e n e l sur .

4 . . . los diversos edificios del palacio. Se m e n c i o n a n Daikoku-den (pabellón p r i n c i p a l d e l p a l a c i o , donde se efectúan las a u d i e n c i a s y coro­

n a c i o n e s ) , Daigaku-ryo (especie de colegio donde e d u c a b a n a los h i j o s d e n o b l e s ) , y Minbu-syo ( u n o de los ocho ministerios , que t r a t a b a a s u n ­tos r e l a c i o n a d o s con impuestos , censos y bienestar público) .

5 Maibito, l i t . : 'bailarín'. Se refiere a l bailarín d e l Bugaku, d a n z a de l a corte . O t r o s textos d i c e n ( M a e d a ) : to ka yamaibito; aquí yamaibito: " e n f e r m o " . P o r c o n s i g u i e n t e : " e n u n a pequeña c a s a donde se h o s p e d a u n e n f e r m o " . V e r . D . K E E N E , Anthology of ¡apártese, p . 198.

6 Shitsuchin manpo, l i t . : ' las siete joyas [de a c u e r d o c o n e l Hannya-kyo ( e n sánscrito Prajñapáramitáj Sutras de la Sabiduría Trascendental)\ y los diez m i l tesoros' .

7 D e a c u e r d o c o n otros textos : 'mi les de hombres y m u j e r e s . . .' V e r D . K E E N E , c i t . p . 198.

8 Se refiere a l t ras lado de l a c a p i t a l a F u k u h a r a ( a c t u a l K o b e ) , s u ­g e r i d o p o r T a i r a no K i y o m o r i , ante l a a m e n a z a d e l c l a n de los M i n a -m o t o .

9 E n r e a l i d a d l a c a p i t a l fue es tablec ida p o r e l e m p e r a d o r K a m m u , p a d r e d e l e m p e r a d o r S a g a , e n 794 . A l g u n o s especial istas sugieren q u e t a l v e z G h o m e i h a y a tenido e n c u e n t a e l intento frustrado de establecer l a c a p i t a l e n N a r a , e n 810 , d u r a n t e e l r e i n a d o d e l e m p e r a d o r S a g a .

1 0 A ú n c o n s i d e r a n d o e l establecimiento de l a c a p i t a l e n K y o t o e n 7 9 4 ( y no e n 8 1 0 ) , no p u d i e r o n h a b e r p a s a d o 4 0 0 años h a s t a e l t ras lado a F u k u h a r a , e n 1180 . D e a c u e r d o c o n otros textos ( M A E D A ) d i c e : "habían p a s a d o cientos de años" .

1 1 Se refiere a l a i n f l u e n c i a de las costumbres de los s a m u r a i s , sugi ­r i e n d o e l c a m b i o que se estaba o p e r a n d o e n l a soc iedad j a p o n e s a .

1 2 E l norte y oeste d e l país estaba e n m a n o s de los M i n a m o t o m i e n * tras que sus r i v a l e s , los T a i r a , ejercían i n f l u e n c i a s e n el este de l a c a p i ­t a l , i n c l u y e n d o las islas de Kyüshu y S h i k o k u . A l f i n a l , los T a i r a fue-

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26 ESTUDIOS ORIENTALES 1:1, 1966

r o n derrotados e n u n a b a t a l l a d e c i s i v a , e n e l extremo o c c i d e n t a l de Honsyü, d a n d o comienzo a l a hegemonía de los M i n a m o t o y a l c o n s i ­guiente establec imiento d e l gobierno m i l i t a r (bakufu) e n K a m a k u r a .

1 3 Jori o waru ni tarazu, l i t . : 'no e r a suf iciente p a r a d i v i d i r l o e n jó y ri\ Jo: a v e n i d a s que c o r r e n de este a oeste ; ri: las que c o r r e n de norte a sur . D e a c u e r d o c o n e l s i s tema yin-yang de adivinación c h i n a , u n a c a p i t a l debería d i v i d i r s e e n 9 jo y 8 ri, p r i n c i p i o que fue a p l i c a d o a l f u n d a r s e l a c a p i t a l , K y o t o .

1 4 Ki no maro-dono, l i t . : ' p a l a c i o construido c o n troncos ' . Se r e ­f iere a l p a l a c i o p r o v i s i o n a l que h i z o c o n s t r u i r e l e m p e r a d o r S a i m e i e n 6 6 1 , e n e l norte de Kyushú, c u a n d o l a invasión a C o r e a .

1 5 Hitatare: denominación de l a r o p a de l a gente d e l p u e b l o , o de los guerreros . L u e g o se convierte e n e l t r a j e de c e r e m o n i a de los s a ­m u r a i s .

1 6 S e ref iere a l l e v a n t a m i e n t o m i l i t a r de M i n a m o t o n o Y o r i t o m o en agosto d e l m i s m o año.

1 7 R e f e r e n c i a a l e m p e r a d o r Y a o , de C h i n a . 1 8 R e f e r e n c i a a l e m p e r a d o r japonés N i n t o k u . 1 9 Shiranami, l i t . : 'olas b l a n c a s ' ; n o m b r e otorgado a los l a d r o n e s

de l a época. 2 0 E n párrafos anter iores d i c e , refiriéndose a s u c a b a n a : " l a s u ­

perf ic ie e r a a p e n a s de 10 pies de l a d o " . 2 1 Isshin o yadosxiy l i t . : ' a l b e r g a r u n c u e r p o ' .

2 2 Kamina3 a n t i g u a denominación de yadokari: ' p a g u r o o ermitaño. Paguro: género de crustáceos qu e h a b i t a n e n l a c o n c h a de otros m a ­riscos . '

2 3 Misago: ' h a l i e t o ; comúnmente águila p e s c a d o r a . A v e de rapiña que se a l i m e n t a de peces que a t r a p a sumergiéndose e n e l a g u a ' .

2 4 Yo o sirereba, l i t . : ' y a que conozco a l m u n d o ' . R e f e r e n c i a a l a i n e s t a b i l i d a d y t r a n s i t o r i e d a d de l a v i d a y d e l m u n d o , de a c u e r d o c o n el b u d i s m o .

2 5 Washirazu, i g u a l que hashirazu: 'no c o r r i e n d o ' , es d e c i r , no a g i ­tándose e n b u s c a de las cosas m u n d a n a s c o m o p l a c e r , d i n e r o , e tc .

2 6 Kenzohu, l i t . : 'miembros de l a f a m i l i a ' y p o r extensión, ' subor ­d i n a d o s ' o ' s e r v i d u m b r e ' . D e a c u e r d o c o n M . N i s h i o , e n este caso , refe­r e n c i a a a m b a s acepciones .

2 7 Shichiku, l i t . : ' h i l o y bambú' . Denominación g e n e r a l de los i n s ­trumentos m u s i c a l e s . L o s de " h i l o " ( c u e r d a s ) son e l hoto o biwa y los de " b a m b ú " ( v i e n t o ) , los diversos tipos de f lautas .

2 8 Kagetsu, l i t . : 'flores y l u n a ' . L a s diferentes vistas que ofrece l a n a t u r a l e z a .

2 9 Shobatsu, l i t . : ' premios y castigos ' . R e f e r e n c i a a los presentes concretos o materiales que pueden obtener los s irvientes de sus a m o s c o m o compensación de sus servicios .

3 0 Nuhi, l i t . : ' s irviente (nu) y s i r v i e n t a (hi)\ 3 1 Sugusazuy l i t . : 'no e x c e d e r , no sobrepasar ' .

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S A K A I : H5J5KÍ 27

3 3 Ohagi, otro n o m b r e de yomena, 'áster indios ' . 3 3 E n otros textos se i n c l u y e a continuación e l siguiente párrafo:

" D e s d e que abandoné e l m u n d o y m e convertí e n m o n j e , no siento n i r e n c o r n i temor a otros. H e conf iado m i v i d a a l D e s t i n o , y no m e a f l i j a n i de l a v i d a n i de l a m u e r t e . C o m p a r o m i c u e r p o a las nubes f lo tan ­tes y n o p i d o n a d a , no deseo n a d a . M i m a y o r p l a c e r es h a c e r u n a siesta t r a n q u i l a ; m i único deseo e n esta v i d a es v e r las bellezas de las esta ­c i o n e s " .

3 4 Sangai, de e l Avatamska Sutra. L o s Tres mundos p u e d e n s e r e l p a s a d o , e l presente y e l f u t u r o ; también el m u n d o m a t e r i a l , e l i n m a ­t e r i a l y e l p a s i o n a l .

3 5 ZÓme, l i t . : 'elefantes y cabal los ' . D e a c u e r d o c o n los textos b u ­distas , a n i m a l e s de m u c h o v a l o r , es d e c i r v a l i o s a p r o p i e d a d . Shitsuchin? v e r n o t a 6.

3 0 Sanzu no yami, l i t . : ' l a o s c u r i d a d de las Tres sendas3. S o n l a s tres sendas q u e , después de m u e r t o , c o n d u c e n a diferentes inf iernos . V a n aquel los que n o se i l u m i n a r o n e n v i d a o que h a n comet ido g r a n d e s faltas .

3 7 Jomyo, n o m b r e e n japonés de V i l a m a k i r t i , discípulo d e l B u d a , famoso por l a c a b a n a que construyó p a r a su v i d a ascética.

3 S Handoku, n o m b r e e n japonés de P a n t h a k a , u n o de los discípu­lo más estúpidos y h a r a g a n e s d e l B u d a . M á s t a r d e c a m b i a s u c o n d u c t a y e n u n g r a n esfuerzo consigue i l u m i n a r s e .

3 9 Zetsukon, l i t . , ' lo que c r e a e l gusto' . L a frase d i c e : zetsukon o yatoite, ' h a c i e n d o e m p l e a r a l a l e n g u a ' . S e refiere a que lo que d i c e l a l e n g u a ( r e c i t a r el nenbutsu) no c o i n c i d e c o n lo que d i c e e l corazón.

4 0 Nenbutsu, 'oración b u d i s t a ' . E n e l o r i g i n a l : Amida-butsu, o s e a 'oración de A m i d a - b u t s u ' .