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n los primerosmomentos de lasegunda mitaddel XVlrr, y desdeel pensamientoilustrado, dos con­ceptos se convir-

tieron en referencia básica de larazón: por una parte, el deseo depotenciar la riqueza de las naciones,y, al mismo tiempo, la voluntad porlograr la felicidad del individuo.Durante casi cincuenta años ambosideales fueron punto de partida parauna reflexión en todos los campos.

Será entonces desde el propioEstado como se inicie una políticade tran~formación de la realidadque se base en una idea extremada­mente simple: es necesario fomen­tar la riqueza y desarrollar el

número de mercados existentes. Pa­ra ello el gran problema que planteael XVIII es, en primer lugar, tener unclaro conocimiento de la realidaddel país. Los numerosos catastrosque se elaboraron en la época tuvie­ron como misión obtener la mayorinformación posible sobre la distri­bución de riqueza.

Conocer el territorio

Los mapas son considerados eneste siglo como puntos de partida nosólo para conocer el territorio, sinopara iniciar una política de ordena­ción del mismo, y la voluntad porreordenar los sistemas de comuni­cación y tráfico de mercancías plan­tean que se intente modificar el.

túritorio con el objeto que el hom­bre fuese « ... amo de la Naturalezaen la práctica».

La necesidad de estudiar la carto­grafía en la España ilustrada debeentenderse desde la voluntad deordenar el territorio, y ello dentrode un amplio programa de reformaeconómica. Se pretende conocer lasriquezas existentes y a la vista de losdatos que faciliten los censos, seproyecta una red de comunica­ciones que comunique las zonas delinterior del país. En este sentido sedefine una doble política: en primerlugar se intenta potenciar la red detráfico de mercancías y, paralela­mente, se pretende incrementar elnuevo número de mercados.

El primer planteamiento lleva adefinir una red de caminos y canales

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que faciliten el tráfico de mercan­cías y, sobre todo, permitan a laszonas agrícolas dar salida rápida yeconómica a sus producciones. Lasegunda gran operación consiste enordenar las zonas despobladas, den­tro de una política de colonizaciónque tiene reflejo tanto en el granproyecto de Sierra Morena y NuevaAndalucía como en la repoblaciónde Extremadura.

Canales y caminos

La política de canales y caminoses paralela a la que se define en laEuropa ilustrada: son numerososlos textos de economistas italianos yfranceses que entienden la red decanales no como un sistema de riegode zonas de secano, sino como unared de transporte fluvial que favore­cerá en estos momentos el tráficodel trigo.

Se elaboran y diseñan canales conla pretensión de dar salida a Castillay conducir sus mercancías hacia ellitoral: en este sentido se retomanideas esbozadas años antes (el Ca­nal Imperial en Aragón o, por ejem­plo, los proyectos de canalizacióndel Tajo), pero, y sobre todo, lo quese establece es un sistema de canalesque ordenarán el territorio, que

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generarán riqueza en sus alrede­dores y, lo que es más importante,que se organizan con un conjunto depequeñas poblaciones cuyo fin esdar servicio a las necesidades delcanal, convirtiéndose bien en cen­tros harineros, bien en puertos decarga del trigo.

Del mismo modo que se defineuna nueva visión del territorio seestablece también un proyecto deordenación urbana con la política decolonización de las zonas despobla­das. En los momentos anteriores albarroco, el diseño urbano respondíaa la voluntad de sacralizar un espa­cio de poder; ahora; por el contra­rio, las ciudades que se tracen seránnllcleos de poblaciones funcionales,centros urbanos con una misióneconómica -creación de riqueza­perfectamente definida, y en estesentido -y frente a un trazadobarroco de tridente que se repetíade manera indiferenciada: proyec­tos para Roma, París o Aranjuez­existe ahora una especificidad en eldiseño urbano que hace imposiblecomparar y contrastar una ciudadcon otra: cada una tiene entoncesuna misión distinta y tanto su formacomo su dimensión responden no ala gratuidad del diseño formal, sinoal gran proyecto económico.

La organización del territorio y el

deseo de crear riqueza tienen unaexpresión propia dentro del ur­banismo de la segunda mitad delsiglo, y la propuesta que se hace enlas nuevas poblaciones de SierraMorena, Nueva Andalucía o en larepoblación de Extremadura es cIa­ra y contundente.

Un ilustrado peruano, Olavide,que había permanecido durante untiempo en Sevilla, recibe en 1776 elencargo de llevar a cabo la coloni­zación de las zonas abandonadas.La hipótesis de partida señala lanecesidad de crear nuevos merca­dos con el fin de facilitar la circu­lación de moneda; debemos enten­der que la colonización no se reali­zara desde supuestos filantrópicos,sino, por el contrario, desde el de­seo de incrementar la riqueza de lanación y lograr el bienestar delindividuo.

Durante años las poblaciones deSierra Morena se interpretaron des­de un singular planteamiento: en­tendidas como lugares seguros enlos caminos, su misión era -se nosdecía- proteger a los viajeros delos posibles salteadores. No digoque este motivo no fuese tenido encuenta; entiendo, sin embargo, a lavista de los problemas generales delXVIII, que el urbanismo de estosmomentos define como misión su-

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Condiciones de vida

perior la voluntad de ordenar yconquistar el territorio. En este sen­tido la ordenación se realiza desdeuna diferenciación de funciones quese refleja en la estructura adminis­trativa de Sierra Morena.

La propuesta establece una ca­pital de la intendencia, unas sub­capitales y, posteriormente, unasvillas y unas aldeas: pero lo más'notable es que existe una organi­zación espacial tal que las villas sesitúan a una distancia más o menosregular de las capitales y, a su vez,las aldeas se encuentran también auna distancia claramente definidade lo que son las villas. Se produceasí una organización en estrella delterritorio y esta disposición permitecolonizar en poco tiempo lo másimportante de la zona de Sierra Mo­rena: las tierras improductivas.

Para fomentar la riqueza se recu­rre a dos planteamientos: en primerlugar se establece el tamaño de lapoblación, se diseña su traza y sepropone una tipología de vivienda;en segundo lugar, y desde esquemaseconómicos, se fijan en las inme­diaciones de la población unas suer­tes o parcelas que, por sorteo, seasignan a cada uno de los habitantesde la colonia. Para impedir que laoperación pudiera fracasar -porabandono de los colonos, por repar­to de las tierras en herencias o porventas de las mismas- se dicta unrígido Fuero de las nuevas poblacio­nes cuya función será regular y fijarlas condiciones de vida de los nue­vos colonos. En este sentido la es­tructura económica del territorioacompaña a la organización urba­nística del mismo, y los tres proble­mas en el análisis del urbanismo enSierra Morena son: la ordenacióndel territorio, el trazado de la pobla­ción y, por último, la tipología de lasviviendas.

La organización del territorio seconfigura como un problema quesólo puede entenderse desde el re­parto de las suertes y desde la volun­tad por establecer un política dedistribución de núcleos en la zona arepoblar.

El segundo aspecto, el diseñourbano, es igualmente importante.Conviene señalar cómo el planooriginal, por ejemplo, de La Caroli­na no es el que corresponde a suactual trazado: aquel dibujo refleja

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Puerto de Mahón, ciudad Que se organizó como ciudad funcional para servir de hospital a los enfermos Que venían deAmérica

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una ciudad cerrada, sin posible en­sanche ni extensión, rodeada por unpaseo verde, entendido como ala­meda, que cierra el desarrollo de lapoblación. Quien la trazara enten­dió que carecía de lógica un ensan­che urbano, puesto que ello iríacontra la dotación de servicios y deequipamientos proyectada.

Viviendas racionales

El tercer punto a estudiar en elanálisis de las poblaciones de SierraMorena radica en el análisis de lasviviendas: quien visite alguna de laspoblaciones podrá ver cómo en to­das ellas -con la excepción de LaCarolina- se repite el mismo tipode vivienda y cómo, a su vez, en lasnuevas poblaciones de Nueva An­dalucía existe otro tipo común atodas ellas. El porqué es claro: alentenderse la vivienda como unelemento más de la racionalidad yde la economía de espacio que seestá buscando, carecería de lógicautilizar un tipo distinto en cadapoblación; se asume, por tanto, unaúnica solución y se busca, además,que sea una solución experimen­tada: en este sentido se acude a laexperiencia de los cuarteles milita­res, lo cual es lógico si tenemospresente que el autor de las nuevaspoblaciones fue sin duda un in­geniero militar (Carlos Lemaur oSimón Desnaux).

Si la colonización en territorioexpresa la voluntad por racionalizarel espacio, también se manifiestaesta preocupación en la política decreación de caminos y construcciónde canales que ahora se lleva a cabo.«Hacer al hombre amo de la Na­turaleza en la práctica» era el deseode Turgot, y, en este sentido, lapolítica de canales pretende alcan­zar este objetivo. La idea, siguiendolos proyectos que décadas antestrazara Colbert en Francia, consisteen organizar una red de canales enEspaña que facilite el tráfico demercancias desde una costa a otrabuscando no sólo la rapidez, sino laeconomía.

Pequeños proyectos

Los grandes proyectos (Canal Im­perial de Aragón y Canal de Casti­lla) se ven acompañados por un sin­fín de pequeños proyectos enten­didos esta vez como canales de Esclusas de Sotoalburez en el ramal Sur del Canal de Castilla

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Grabado del arsenal de Cartagena

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riego: el canal de Larca, la canali­zación del Miño, los proyectos delcanal de Urge!... que dan al terri­torio una visión y una posibilidad dedesarrollo económico gracias altransporte que no se había conce­bido años antes.

Si a ello unimos la política dedesecación de lagunas (como, porejemplo, en Betanzos o Valencia) ytenemos presente además la cons­trucción de presas y embalses (co­mo el de Larca), comprenderemosde qué modo la obra pública entra alservicio de un importante proyectode reforma económica, y este augede la ingeniería sirve a Cadalso depretexto para ridiculizar el papelmegalománico que adopta el in­geniero. Así, en una de sus "Cartasmarruecas», comenta cómo en uncierto momento el visitante africanoconoce a un ingeniero español quienle relata su proyecto: «Trazar ungran canal que desde el Atlánticollegara hasta Alicante y que, a suvez desde Tarragona hasta Lisboa:ambos canales dice deberán cortar­se en Aranjuez formando un aspade San Andrés, y en el medio seformará una isla. En esa isla seelevará un obelisco y todos los gran­des ingenieros del mundo vendránen romería, cada aFIO, a realizarhomenaje a mi memoria.»

Frente a la voluntad por ordenarel territorio también se planteó en

las ciudades un deseo de transfor­mación y hubo entonces dos tipos deintervención bien diferenciada: elprimero corresponde a aquellasciudades de costa que experimentanun desarrollo económico debido ge­neralmente a su actividad portuaria;el segundo caso, a analizar es el deaquellas otras que no reflejan elauge comercial y que mantienen suestructura urbana; sin embargo,aparecerán en ellas operaciones deembellecimiento que tendrán comoconsecuencia modificar su imagen.

Las ciudades de costa -comohan estudiado los historiadores delhecho económico- tuvieron un im­portantísimo despegue en estos mo­mentos: Barcelona, Valencia, Ali­cante, Murcia, Málaga, Cádiz o-en la cornisa atlántica- Vigo, LaCoruña, Santander, Bilbao o SanSebastián demuestran de qué formay en qué sentido se produce estecrecimiento.

Las disposiciones reales que per­mitieron a numerosos puertos co­merciar con América tuvieron unaindudable repercusión urbanística:al fomentarse el comercio en estospuertos surgió, paralelamente, lanecesidad de establecer unosnuevos espacios -inexistentes has­ta el momento- que debían estarsituados en las proximidades delpuerto. Se vio cómo las ciudades nocontaban ni con la infraestructura ni

con los equipamientos necesariospara favorecer este comercio (o pa­ra facilitar el tráfico de mercancías)y se vio la necesidad de construiredificios que cumplieran bien el

. papel de aduanas, bien el de lonjas oel de almacenes, atarazanas o tin­glados marinos. De este modo loscomerciantes tuvieron una ciudaddiseñada desde la relación del puer­to con el comercio, y lo que surgeentonces es un primer ensanche depoblación.

Salón del Prado

El segundo tema esbozado afectaa la intervención en el interior de laciudad existente. En los momentosde Luis XIV, algunos arquitectosfranceses -y entre ellos, Patte­señalaron la necesidad de procederen la ciudad-capital a una política deembellecimiento: se entiende porésta la voluntad por crear espacioslibres frente al Palacio Real, eldeseo por organizar en la plaza lafigura del rey y conmemorar, enalgún sentido, una visión que sacra­lice el espacio reservado y destinadoal monarca.

Poco a poco esta primera visiónde embellecimiento destinada a glo­rificar a Luis XIV cambia, y en losaños cincuenta aparecen otras quevaloran el paseo. introducen el ar-

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Barcelona y sus alrededores

bolado y plantean la voluntad deintegrar la Naturaleza en ciudad; eneste sentido la definición de lasalamedas y la voluntad por crearpaseos arbolados se refleja enciudades como Barcelona (Ram­blas), Sigüenza, Málaga o Cádiz,siguiendo todas ellas las pautas mar­cadas en el «salón» del Prado.

En el Madrid de Fernando VI yase habían iniciado estos proyectos,trazando tanto en la zona del «sa­lón» del Prado como en el sur de laciudad un conjunto de paseos yglorietas. Recordemos los trazadosque desde la puerta de Atocha con­ducen hacia la pt;erta de Embaja­dores y la de Toledo (el paseo de lasAcacias, el de los Chopos, el Im­perial. .. ) definían una zona de re­creo que conducía hacia el río.

Esquemas de modernización

El caso concreto de Madridpuede servir de pretexto para unareflexión importante puesto quesintetiza un tema singular: la ciu-

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dad, tras el incendio del Real Al­cázar en 1734, desplaza su centro degravedad de la cornisa oeste hacia lazona este, y existe, en este sentido,un eje de crecimiento que se orientahacia los prados, ocupando tanto lashuertas de los conventos próximoscomo la zona sur de la capital yllegando hasta la puerta de Toledo.

Las ciudades servicio

La política de embellecimiento,como consecuencia, irá desde elexterior de la ciudad hacia el centro,transformándolo: y, poco a poco,tras la llegada de Carlos III, ciertosedificios trastocan la idea de embe­llecimiento en paseos y definen uncambio al sustituir la imagen delmonarca por la del edificio desti­nado a la administración o, lo que eslo mismo, por la voluntad de intro­ducir esquemas de modernización.

Organización del territorio, ciu­dades canales, embellecimiento depoblación y ensanches ... pero existetambién otro tipo de actividad igual-

mente importante que se establece yse plantea desde el deseo de crearriqueza, y me refiero a los proyectosde creación de nuevas fábricas. Laidea de fomentar la industria aportauna novedad indudable como es eldeseo de crear nuevas fábricas en elpaís, y, sea en Guadalajara, Talave­ra, Sevilla, Egui o Liérganes, lo queexiste es un deseo claro por modifi­car la estructura económica del país.

Los trazados para estas fábricasresponden a las preocupaciones eu­ropeas, copiándose incluso los di­seños que ofrece la Enciclopediacuando habla, por ejemplo, de cuáles el diseño de las fábricas de pólvo­ra o de cómo debe concebirse unafábrica de lanas.

También existen otros tipos deciudades bien distintos y específicoscomo son las ciudades artesanaleshospitales, cárceles... Dentro deitema de las ciudades-artesanales seplantean tres núcleos: Cartagena,El Ferrol y Cádiz. Sabemos queJorge Juan, en uno de sus viajes,visitó el arsenal de Cherburgo ytrajo diseños de su disposición espa-

Puerta de Toledo, en Madrid

cial: se entiende que el arsenal debecumplir unas funciones específicas,basadas tanto en la atención a ladársena interior como a la construc­ción de diques secos, talleres decordería, cuarteles o almacenes demaderas ...

En este sentido el trazado de ELFerrol demuestra cómo el arsenalconsta en realidad de dos partesbien diferenciadas: por una el lugardel trabajo (dársena, diques, al­macenes ... ) y por otras el lugar deresidencia de los trabajadores, pro­yectado y definido desde los mismossupuestos que el arsenal.

La disposición del lazareto deMahón es importante porque sepiensa que unas calles de aire se­paren y diferencien cada uno de lostres ambientes y de este modo todala ciudad se organiza como ciudadfuncional, cuya misión es precisa­mente la de servir de hospital a losenfermos que vengan de América.

La bahía de Cádiz

Podríamos seguir proponiendoejemplos y señalando intervencio­nes en las cuales tanto la arquitec­tura como el urbanismo se supe­ditan a los nuevos programas ilus­trados: los casos de las ciudades­fábrica (Brihuega, Avila, Guadala­jara ... ), el de las ciudades-puerto,de las ciudades-cuartel, etc., nosllevarían siempre a un idéntico su­puesto: en cada caso el diseño ur­bano y arquitectónico es específico.No existe entonces -tal y comoocurriera con el barroco- una pro­puesta generalizada de ciudad quese repite sistemáticamente y, lo quees más importante, la ciudad seentiende desde una voluntad cons­cien te de no crecer, de no desarro~

liarse, puesto que de esta forma y eneste sentido ella puede respondermás correctamente a la misión conque ha sido concebida y trazada.

Un caso un tanto excepcional eleestas ciudades servicios lo consti­tuye la ciudad de Cádiz: como essabido, Cádiz tiene, en la segundamitad del siglo XVIII, un auge econó­mico extremadamente importanteque hace que en ella residan nu­merosos comerciantes holandeses ygenoveses que pretenden de estaforma fomentar sus negocios conAmérica. La propia disposición elela ciudad ele Cádiz (recordemos sudestrucción por parte de los inglesesen el siglo XVI. hasta el punto que en

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Carboneras (Jaén)

Palacete dieciochesco de La Carolina. (Foto K. Cócera.)

Guarnición militar

Lo importante en este caso es elproblema que se plantea cuando laciudad precisa de una guarniciónmilitar capaz tanto de defender lapoblación como de prestar los servi­cios en el nuevo arsenal y la ciudadmilitar que se está creando; carece­ría entonces de lógica expulsar avecinos de la ciudad de Cádiz parainstalar las tropas, puesto que eneste caso habría soldados pero nohabría nada que vigilar; por ello laoperación que se realiza es organi­zar, paralelamente a esas otras ciu­dades servicio que ya existen enla bahía, una nueva ciudad-cuar­tel que se va a instalar lo máspróxima posible (tanto por tierracomo por mar) a Cádiz, y es asícomo se traza la nueva población deSan Carlos en la isla de León.

Durante mucho tiempo la arqui­tectura y el urbanismo de la segundamitad del siglo XVIII, del momentode Carlos lB por lo tanto, se hanidentificado con la utopía o con lavoluntad por evadirse de la reali­dad. La idea de este esquema hasido presentar precisamente lo con­trario, es decir, y sobre todo, de quéforma la arquitectura y el urbanis­mo se ajustan a la realidad, en quésentido y de qué manera esa reali­dad viene dictada por los nuevoscondicionantes de la razón y cómoentonces los dos ideales que comen­tábamos en un principio (la riquezaindividuo) se han visto desarrolla­dos. Existen numerosos proyectosfantásticos que nunca se verán desa­rrollados. "Ser amo de la Natura­leza en la práctica», éste había sidoel ideal que, comentaba al prin­cipio, define la actuación del sigloXVIII: ordenar el territorio desde labúsqueda de economía; potenciar,interviniendo en la Naturaleza,nuevos caminos y canales, o, sobretodo, lograr que de alguna formaEspaña tuviera en esos momentosun desarrollo económico desconoci­do hasta aquellos años.•

de Santa María residirán comer­ciantes holandeses, se construye elarsenal de La Carraca, fuera de laciudad, en las proximidades de SanFernando, y la corte ilustrada de laduquesa de Alba irá a Sanlúcar deBarrameda, población donde seconstruye un palacete y donde sa­bemos que Francisco de Goya pintasu famoso «Cuaderno de Sanhícar».

del camino que une Cádiz con SanFernando, y si bien existe un pro­yecto de Pedro Albisu para crear unCádiz-Berri en las proximidades deSan Fernando, el proyecto -porcarecer de lógica- es pronto aban­

·donado y se adopta una solucióndistinta y excepcional en el urbanis­mo del momento: se procede aordenar toda la bahía, se intentaestablecer una especificidad de es­pacios en cada una de las locali­dades de la bahía de Cádiz, y asíveremos cómo en los Caños delTrocadero se ubican los arsenalesde naves particulares, en El Puerto

determinado momento se pensóabandonar la ciudad puesto que tansólo eran ruinas) hizo que tuvieraimportantes defensas tanto marinascomo en tierra, defendiendo de estaforma la barra que une la ciudad a laisla de León.

Llegado el momento, y por eldesarrollo económico, la ciudad ne­cesita, lógicamente, tener un ensan­che, y éste no puede entoncesplantearse en los mismos términosen que se habían esbozado los en­sanches de Tarragona, Alicante oVigo; carecería de sentido que loscomerciantes se instalaran a lo largo

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