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119 EL ROL DE LA INVESTIGACIÓN EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR: IMPLICACIONES Y DESAFÍOS PARA CONTRIBUIR ACTIVAMENTE... que la ciencia, la investigación y la educación superior son el camino más seguro hacia el des- arrollo. Por el contrario, sostengo que esto no puede darse por seguro, y me centro en cómo los esfuerzos internacionales en el campo de la ciencia y la tecnología y la educación superior no han logrado solucionar los asuntos y retos pendientes de este campo, y en cómo la investi- gación y la educación superior han evolucio- nado en las regiones en vías de desarrollo. Pro- pongo estas ideas aquí en la introducción, y en las siguientes secciones las discuto e ilustro y propongo reanalizar las percepciones heredadas con el objeto de hacer que la ciencia y la tecno- logía sintonicen de una manera más efectiva y responsable con la sociedad. En primer lugar, los razonamientos intelec- tuales que sostienen que las capacidades cientí- ficas e investigadoras deben subordinarse exclu- sivamente a la realización de fines prácticos, tal y como han pedido los estados nacionales, y el enfoque universalista que descarta los posibles efectos de dimensiones nacionales, sociales o culturales sobre la evolución de la ciencia, son problemáticos, y en última instancia pueden te- ner resultados indeseables, si no trágicos. En buena medida, esta consecuencia proviene de la ideología predominante de los científicos que, durante la época moderna, han rechazado des- empeñar un papel político en la sociedad. Ellos se niegan a ver que, en la práctica, prevalecen valores que van más allá de la búsqueda del co- nocimiento. Esto se corresponde con una forma de educación y formación profesional que ex- cluye cualquier vínculo entre la labor científica y las preocupaciones sociales. Esta negativa de la comunidad científica a asumir responsabilida- des sociales no puede seguir manteniéndose, dado que ha conducido a una ciencia fuera de control, conformista e inconsciente. Hace tiempo que debería haberse reconsiderado, dada la realidad actual del mundo y de ciertos países en particular, si la educación superior y la inves- tigación deben ofrecer un bienestar colectivo y la igualdad en la sociedad, mejorando, por tanto, las condiciones en las que vive la mayoría, y no sólo las del pequeño segmento más adinerado de la población, y salvar la ecología del planeta. En segundo lugar, a los científicos les resulta difícil comunicarse a través de perspectivas plu- rales, al estar condicionados por una formación científica especializada y más bien dogmática. La humanidad está al borde de una trágica era, en la que las anárquicas fuerzas del mercado y las constantes presiones sobre unos recursos na- turales casi agotados empujan a los estados so- beranos hacia rivalidades cada vez más peligro- sas. ¿Qué papel desempeñará la investigación en la educación superior como respuesta al reto de una activa contribución al desarrollo humano y social? Debemos encontrar un equilibro apro- piado en las funciones básicas de la investiga- ción para evitar riesgos relacionados con la go- bernanza. Si bien centrarnos solamente en la función transformadora de la investigación puede suponer riesgos para la dimensión hu- mana y el desarrollo, concentrarnos unilateral- mente en aspectos de desarrollo responsable puede generar respuestas reactivas y retrasar be- neficios económicos. Descuidar la función de inclusividad puede llevar a un desarrollo más lento e incluso al aislacionismo, y centrarnos en asuntos a corto plazo no favorece los objetivos a largo plazo y a las generaciones futuras. Debe- mos reforzar las redes de investigación entre el «Norte» y el «Sur», entre los ricos y los pobres, entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo y las instituciones para poder superar la brecha existente entre consumidores y productores. Este artículo analiza aspectos tales como: el desarrollo, la globalización y la des- igualdad entre naciones; limitaciones y posibili- dades de las visiones ortodoxas de la investiga- ción; repensar la investigación y la educación superior para que contribuyan a un futuro mejor; y la integración del conocimiento para una ac- ción efectiva. INTRODUCCIÓN Estamos viviendo una época de entusiasmo re- novado en la que la educación superior y la in- vestigación aparecen como el camino que hay que seguir hacia el desarrollo mundial, con el establecimiento de centros del milenio y acade- mias de ciencias en África y otras iniciativas si- milares en países en vías de desarrollo. El tema del desarrollo humano y social a través de la educación superior y de las capacidades de in- vestigación encaja perfectamente en un tomo dedicado al futuro de la educación superior en la era de la globalización. No obstante, en este ar- tículo no me centro en la repetida promesa de I.6 EL ROL DE LA INVESTIGACIÓN EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR: IMPLICACIONES Y DESAFÍOS PARA CONTRIBUIR ACTIVAMENTE AL DESARROLLO HUMANO Y SOCIAL Hebe Vessuri Resumen 07 (119-141) 19/2/08 08:37 Página 119

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119EL ROL DE LA INVESTIGACIÓN EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR: IMPLICACIONES Y DESAFÍOS PARA CONTRIBUIR ACTIVAMENTE...

que la ciencia, la investigación y la educaciónsuperior son el camino más seguro hacia el des-arrollo. Por el contrario, sostengo que esto nopuede darse por seguro, y me centro en cómo losesfuerzos internacionales en el campo de laciencia y la tecnología y la educación superiorno han logrado solucionar los asuntos y retospendientes de este campo, y en cómo la investi-gación y la educación superior han evolucio-nado en las regiones en vías de desarrollo. Pro-pongo estas ideas aquí en la introducción, y enlas siguientes secciones las discuto e ilustro ypropongo reanalizar las percepciones heredadascon el objeto de hacer que la ciencia y la tecno-logía sintonicen de una manera más efectiva yresponsable con la sociedad.

En primer lugar, los razonamientos intelec-tuales que sostienen que las capacidades cientí-ficas e investigadoras deben subordinarse exclu-sivamente a la realización de fines prácticos, taly como han pedido los estados nacionales, y elenfoque universalista que descarta los posiblesefectos de dimensiones nacionales, sociales oculturales sobre la evolución de la ciencia, sonproblemáticos, y en última instancia pueden te-ner resultados indeseables, si no trágicos. Enbuena medida, esta consecuencia proviene de laideología predominante de los científicos que,durante la época moderna, han rechazado des-empeñar un papel político en la sociedad. Ellosse niegan a ver que, en la práctica, prevalecenvalores que van más allá de la búsqueda del co-nocimiento. Esto se corresponde con una formade educación y formación profesional que ex-cluye cualquier vínculo entre la labor científicay las preocupaciones sociales. Esta negativa dela comunidad científica a asumir responsabilida-des sociales no puede seguir manteniéndose,dado que ha conducido a una ciencia fuera decontrol, conformista e inconsciente. Hacetiempo que debería haberse reconsiderado, dadala realidad actual del mundo y de ciertos paísesen particular, si la educación superior y la inves-tigación deben ofrecer un bienestar colectivo yla igualdad en la sociedad, mejorando, por tanto,las condiciones en las que vive la mayoría, y nosólo las del pequeño segmento más adinerado dela población, y salvar la ecología del planeta.

En segundo lugar, a los científicos les resultadifícil comunicarse a través de perspectivas plu-rales, al estar condicionados por una formacióncientífica especializada y más bien dogmática.

La humanidad está al borde de una trágica era,en la que las anárquicas fuerzas del mercado ylas constantes presiones sobre unos recursos na-turales casi agotados empujan a los estados so-beranos hacia rivalidades cada vez más peligro-sas. ¿Qué papel desempeñará la investigación enla educación superior como respuesta al reto deuna activa contribución al desarrollo humano ysocial? Debemos encontrar un equilibro apro-piado en las funciones básicas de la investiga-ción para evitar riesgos relacionados con la go-bernanza. Si bien centrarnos solamente en lafunción transformadora de la investigaciónpuede suponer riesgos para la dimensión hu-mana y el desarrollo, concentrarnos unilateral-mente en aspectos de desarrollo responsablepuede generar respuestas reactivas y retrasar be-neficios económicos. Descuidar la función deinclusividad puede llevar a un desarrollo máslento e incluso al aislacionismo, y centrarnos enasuntos a corto plazo no favorece los objetivos alargo plazo y a las generaciones futuras. Debe-mos reforzar las redes de investigación entre el«Norte» y el «Sur», entre los ricos y los pobres,entre los países desarrollados y los países envías de desarrollo y las instituciones para podersuperar la brecha existente entre consumidores yproductores. Este artículo analiza aspectos talescomo: el desarrollo, la globalización y la des-igualdad entre naciones; limitaciones y posibili-dades de las visiones ortodoxas de la investiga-ción; repensar la investigación y la educaciónsuperior para que contribuyan a un futuro mejor;y la integración del conocimiento para una ac-ción efectiva.

INTRODUCCIÓN

Estamos viviendo una época de entusiasmo re-novado en la que la educación superior y la in-vestigación aparecen como el camino que hayque seguir hacia el desarrollo mundial, con elestablecimiento de centros del milenio y acade-mias de ciencias en África y otras iniciativas si-milares en países en vías de desarrollo. El temadel desarrollo humano y social a través de laeducación superior y de las capacidades de in-vestigación encaja perfectamente en un tomodedicado al futuro de la educación superior en laera de la globalización. No obstante, en este ar-tículo no me centro en la repetida promesa de

I.6EL ROL DE LAINVESTIGACIÓN ENLA EDUCACIÓNSUPERIOR:IMPLICACIONES YDESAFÍOS PARACONTRIBUIRACTIVAMENTE ALDESARROLLOHUMANO Y SOCIAL

Hebe Vessuri

Resumen

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Suelen mostrarse incómodos a la hora de aceptar y trabajarcon incertidumbres, variables sociales y compromisos devalores, y se sienten cómodos al reducir la evaluación delconocimiento a la revisión paritaria de estrechos temas téc-nicos. No obstante, hoy en día se reconoce que la cienciabásica es sólo una parte de un conjunto mucho más rico enel que los criterios y las tareas del aseguramiento de la cali-dad incluyen explícitamente valores e intereses adicionales(Funtowicz, Ravetz, 1992). Están apareciendo nuevas for-mas de gobernanza en las encrucijadas entre la ciencia y lasociedad como experiencias útiles y relevantes en unmundo en proceso de cambio que afectan tanto a científicoscomo a los beneficiarios de la ciencia. En un ámbito comúnen el que los científicos y los diferentes públicos comienzana encontrarse, confiamos en poder averiguar qué elementosproporcionan los expertos para formular e introducir deci-siones políticas y cómo se utilizan realmente estos elemen-tos; este espacio común es el único que puede ayudar al des-arrollo de un conocimiento socialmente robusto.

En tercer lugar, hemos de reconsiderar la educación delos investigadores. En los últimos años ha crecido el nú-mero de argumentos que apoyan reformas para crear cientí-ficos socialmente responsables, considerando la necesidadde democratizar el conocimiento experto y proporcionarasesoramiento experto y plural a las instituciones democrá-ticas y a la ciudadanía en general, aumentando así la capa-cidad de debatir y cumplir finalmente las expectativas delos ciudadanos. Dado que el conocimiento es un activo fun-damental que permite la participación a la hora de organizarasuntos para la atención política y el diseño de opciones, los«qués» y los «cómos» del conocimiento y la experiencia seposicionan como valores primordiales. A estas alturas so-mos conscientes de que el crecimiento del estrato de la so-ciedad con educación superior no garantiza necesariamenteque los países de forma individual en nuestra economía glo-balizada actual reduzcan la desigualdad social y económica;la educación superior puede ser necesaria, pero se ha com-probado que ella sola no puede producir una sociedad másigualitaria y justa.

En cuarto lugar, en los países más débiles, con capacida-des insuficientes y una infraestructura básica incorrecta –esdecir, con instituciones políticas y sociales ineficaces einestables–, la educación superior, la ciencia y la tecnolo-gía no solo no han reducido las desigualdades sociales,sino que han aumentado las diferencias sociales y econó-micas entre los cultos y los ignorantes. Lo mismo podríapasar con el crecimiento de la capacidad investigadora na-cional. Se ha comprobado en múltiples ocasiones que laeducación superior y las capacidades investigadoras fun-cionan mejor para los ricos. En el mundo en desarrollo, losindividuos con mayores activos (mejor educación, máscontactos, etc.) pueden realizar, y de hecho realizan, inves-tigaciones científicas y tecnológicas exitosas, pero su éxitoa menudo deja también intacta a su sociedad o aumenta lasdesigualdades existentes. Se ha sostenido que, bajo lascondiciones de formación actuales, los estudiantes de doc-

torado pueden convertirse en especialistas formados paraencontrar soluciones, en vez de pensar en los problemas dela sociedad e ir más allá de los términos meramente técni-cos de una u otra especialidad (Salomon, 2006). Los gru-pos de investigación, las instituciones e incluso los propiospaíses del mundo en desarrollo se presentan a menudocomo ejemplos exitosos no porque den muestras de uncambio estructural positivo, sino porque los donantes, losgobiernos y los expertos necesitan ejemplos exitosos.

No obstante, esto no implica que los países pobres esta-rían mejor sin educación superior, o sin ciencia y tecnolo-gía, sino que la capacidad investigadora per se, sin orienta-ción ni supervisión social y aislada de otros componentesesenciales con responsabilidades sociales y morales, nopuede satisfacer su potencial para mejorar la vida de laspersonas.

DESARROLLO, GLOBALIZACIÓN Y DESIGUALDADENTRE NACIONES

La idea de «desarrollo», con sus renovados enfoques haciael crecimiento social y económico, se afianzó en las reciéncreadas Naciones Unidas de la década de los cuarenta y loscincuenta. Esta situación se mantuvo durante los años se-senta y setenta, aunque entonces ya se perfilaban clara-mente dos tendencias opuestas de desarrollo. Una de ellasconsistía en ampliar el alcance de las estrategias de des-arrollo seguidas al incluir explícitamente consideracionessociales tales como la educación, la sanidad, la alimenta-ción, el empleo, la distribución de ingresos, las necesidadesbásicas, la reducción de la pobreza, el medio ambiente, et-cétera (Seers, 1972; Stewart, 1985; Sábato, 1975; Herrera,1981; Ukoli, 1985, en Hountondji, 2006). La otra tenden-cia estaba representada por una vuelta al pensamiento neo-clásico (principalmente a través de la influencia de Fried-man, 1962, y Solow, 1957).

Los principios defendidos por Humboldt sobre la uni-versidad y la ciencia académica, elaborados con más deta-lle por las contribuciones sociológicas de los seguidores deWeber y Merton hasta bien entrado el siglo XX, han for-mado un sistema normativo coherente, desafiado por losintentos de gestionar la masificación de la educación tras laSegunda Guerra Mundial. Al igual que los enfoques basa-dos en el desarrollo y el crecimiento, la educación masifi-cada empezó a analizarse en los años setenta, e inspiró lanoción de la «economía del conocimiento», la escuela decrecimiento económico basado en el capital humano, elconcepto de la «planificación de personal» y, posterior-mente, una agenda de capitalismo académico y profesiona-lización de la gestión. En especial, Bell (1973) hizo unaobservación importante, basada en la teoría del crecimientode la economía de los cincuenta y los sesenta, que sosteníaque el factor del capital humano desempeñaba un papelcada vez más importante a la hora de explicar el total delcrecimiento económico (Sörlin, Vessuri, 2007). La socie-dad postindustrial, tal y como la describió y concibió Bell,

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parecía ser lo que sostendría el crecimiento masificado dela educación en las nuevas generaciones.

A finales de los setenta se dio un gran paso hacia las po-líticas de mercado abierto que acentuaban la privatizacióny la liberalización, dando más peso al crecimiento que a ladistribución de las riquezas y a los objetivos sociales. Estalínea empezó a imponerse rápidamente en todos los paísesde la Organización para la Cooperación y el DesarrolloEconómico (OCDE). Se convirtió en el conocimiento con-vencional de Occidente y posteriormente de casi todo elmundo, quisiéranlo o no. Las principales excepciones fue-ron los países del este asiático que escogieron con éxitootra ruta hacia el desarrollo, que difería mucho de las rece-tas políticas ortodoxas que estaban de moda.

Durante los ochenta y los noventa, una interpretacióndominante del crecimiento basado en la «globalización» ylos «mercados libres» descartó temas de identidad étnica ycultural e ignoró los problemas que suponían el naciona-lismo, el fundamentalismo y el terrorismo. En muchos paí-ses, los documentos sobre políticas científicas acentuabanlos beneficios económicos de la ciencia y enumeraban as-pectos estratégicos y de seguridad. El gasto público en edu-cación superior e investigación se convirtió en un tema dedebate, y la mayoría de las discusiones se centraban en elasunto de la rendición de cuentas y la necesidad de reducirla importancia del Estado. Las conexiones entre la investi-gación académica y la competitividad en la primera mitadde la década de los noventa, una creciente cantidad de pu-blicaciones sobre el «nuevo contrato social» de la ciencia(Gibbons y otros, 1994) y la continua expansión de la ma-trícula de estudiantes de grado formaron parte de unanueva concepción que sostenía que los niveles de creci-miento económico serían superiores siempre que una parteimportante de la población activa tuviera licenciaturas aca-démicas (OCDE, 1996).

Dentro de este estado de opinión, las universidades co-menzaron a verse como los ejes que garantizarían el éxitode las naciones y, de forma creciente, de regiones y ciuda-des. No obstante, para poder cumplir sus objetivos, ten-drían que cambiar sus normas para volverse más flexiblesy ser capaces de responder a las demandas sociales y eco-nómicas. El conocimiento comenzó a verse cada vez máscomo una materia prima, y sus practicantes se convirtieronen objetos de cambio; con ello la educación superior se

transformó en una industria de servicios incluida dentro delalcance de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Sin embargo, apareció otra corriente de pensamiento quecuestionaba esta acepción economicista del conocimiento.En la década de los noventa, el Programa de las NacionesUnidas para el Desarrollo (PNUD) publicó las series de In-formes sobre desarrollo humano. Dichos informes introdu-cen el índice de desarrollo humano que monitoriza loscambios en la calidad de vida de las personas. A finales delos noventa, Sen, que colaboraba estrechamente con la se-rie del PNUD, propuso la más amplia definición posible dedesarrollo como libertad: el proceso de expandir las liber-tades reales de las que disfruta la gente para lograr su bien-estar económico, oportunidades sociales y derechos políti-cos (Sen, 1999). Dichas libertades también se consideraronfundamentales en relación con los principales medios paralograr el desarrollo. Obviamente, en este caso los valoresson el elemento principal. La cuestión es verificar si la so-ciedad es buena, justa y equitativa, y saber si el conoci-miento puede mejorarla. El acento se trasladó a lograr unnivel superior de compromiso público con la ciencia, y aaumentar la participación en la educación superior de todoslos grupos sociales.

El crecimiento de las instituciones que gestionan el co-nocimiento en el proceso actual de globalización es un he-cho sin precedentes. La matrícula global de los estudiantesse ha multiplicado, al igual que el número de doctorados,instituciones, revistas científicas, científicos y personalacadémico. Este aumento también se ha notado en otroscampos. Hoy en día, tener una formación científica favo-rece a analistas financieros, editores científicos y expertosen políticas gubernamentales. Esto demuestra que la for-mación científica puede tener otras salidas más allá del la-boratorio y del mundo académico. No obstante, hasta hacepoco esta expansión se llevaba a cabo entre una porciónrestringida del mundo desarrollado. A pesar de décadas deesfuerzos por implantar la ciencia y el conocimiento en elmundo en desarrollo, las cifras muestran que los fondos de-dicados a la investigación y el desarrollo, los científicos,los doctorados, las publicaciones científicas, las patentes ylas instituciones de alta calidad siguen estando concentra-das principalmente dentro de la zona OCDE.

Por el contrario, en los países más débiles, los esfuerzospor poner la ciencia y la tecnología al servicio del desarro-

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«Sólo existen 94,3 investigadores científicospor cada millón de personas en los países me-nos desarrollados (PMD), comparados con los313 que existen en los otros países en desarro-llo (OPD) y los 3.728 de los países ricos (altosingresos, OCDE). La matriculación en institu-ciones de nivel universitario (es decir, la matri-culación en educación terciaria como parte delgrupo de edad correspondiente) sólo alcanzaun 3,5 % en los PMD, comparado con un 23% en los OPD y un 69 % en los países ricos.

Los gobiernos de los PMD sólo destinan un0,3 % de su producto interior bruto (PIB) a in-vestigación y desarrollo (I+D), mientras que elporcentaje es del 0,8 % en los otros países endesarrollo y de 2,4 % en los países ricos.Cinco PMD –»Haití, Cabo Verde, Samoa,Gambia y Somalia–» han perdido a más de lamitad de sus profesionales con formación aca-démica en los últimos años porque éstos sehan marchado a países industrializados bus-cando mejores condiciones laborales y perso-

nales. En el 2005, los PMD asiáticos recibieronmás del doble de ingresos procedentes de lostrabajadores que de la ayuda oficial al desarro-llo (AOD): 7.000 millones de dólares estadou-nidenses en el primer caso y 3.000 millones enel segundo. En todos los PMD, los ingresos su-pusieron alrededor de dos tercios de la AODtotal de los 18.000 millones de dólares esta-dounidenses recibidos ese mismo año»

Fuente: UNCTAD, 2007.

Recuadro I.6.1. Cuantificar la asimetría

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tán relacionados con el papel tradicional de las universida-des como instituciones que preservan y transmiten el cono-cimiento, la cultura y los valores sociales a través de laeducación. El tercer objetivo social –aumentar la base delconocimiento a través de la búsqueda del conocimiento ensí mismo y también para la creación de riqueza– define laacción de las universidades de una manera más amplia. Lasuniversidades deben buscar la erudición y la investigacióntanto por sí mismas como para producir una reserva de co-nocimiento útil que pueda aplicarse en otros campos en be-neficio de la sociedad. No es fácil lograr este objetivo enlas universidades del mundo en desarrollo, aunque puedenexistir algunos buenos grupos de investigación –una claraminoría– que consiguen ocuparse en solucionar problemaslocales, regionales o nacionales y seguir siendo parte de lacomunidad científica internacional.

A diferencia de las comunidades científicas más móvilesde los países desarrollados, en los que el prestigio se acu-mula a través de pasos por diferentes instituciones, agen-cias y empresas, los individuos y los grupos exitosos de lospaíses en desarrollo suelen dedicar su carrera entera a unaúnica institución, hacia la que muestran un alto grado de le-altad y compromiso, a pesar de que a menudo critiquen lasdisfunciones y las inercias institucionales. Muchos gruposde investigación exitosos producen una elaborada retóricasobre la investigación aplicada al desarrollo pero, al igualque sus colegas locales menos afortunados, se enfrentan adificultades a la hora de adaptar y reconciliar sus discursoscon los esquemas de funcionamiento interno, la legislaciónnacional e institucional, y las normas explícitas y tácitasque orientan las carreras científicas. En países sitiados porla corrupción y la ineficacia a menudo se presentan rígidospatrones de control administrativo implantados en institu-ciones de conocimiento como parte de procesos de rendi-ción de cuentas que interfieren en la flexibilidad que nece-sitan los equipos científicos para operar. También faltanfuentes de apoyo para la investigación aplicada a los nive-les de inversión requeridos para promoverla significativa-mente. La ausencia o el desarrollo mínimo de las estructu-ras filantrópicas locales sólo se resuelve en parte por elacceso de los grupos científicos de gran calidad a la finan-ciación internacional (principalmente de Estados Unidos yde la Unión Europea). Por consiguiente, el terreno para laacción y el poder de negociación se restringe cada vez másy la posibilidad de satisfacer las «necesidades locales» dis-minuye radicalmente, dado que está claro que los agentesprivados participan más activamente en los países desarro-llados que están a la cabeza de las redes internacionales.

El cuarto objetivo social que propone Geuna atribuye unnuevo papel a las universidades, promovido por agentes in-ternacionales relacionados con nociones de capitalismoacadémico y de la profesionalización de la gestión. Las ins-tituciones de educación superior satisfacen necesidades deformación específicas y necesidades de apoyo a las inves-tigaciones más generales de una economía basada en el co-nocimiento en el sector local, regional y nacional, y se po-sicionan como participantes directos en el proceso del

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llo humano han arrojado resultados terribles. La globaliza-ción tal y como la conocemos hoy en día es fundamental-mente asimétrica. Con sus beneficios y sus riesgos, fun-ciona peor para los países pobres y para las institucionespobres de los países en desarrollo.

Las matriculaciones y las instituciones en algunos paísesen desarrollo están viviendo un crecimiento exponencial,aunque la base de la que parten es tan baja que es total-mente insuficiente. Esta situación podría cambiar duranteeste siglo. Los casos de China, la India y Brasil, por men-cionar los ejemplos más notables en cuanto a cifras, son re-veladores. Las previsiones de crecimiento para estos paísesson enormes, aunque los riesgos también son los máximos.

Hoy en día, el paradigma de la «modernidad» y el mo-delo occidental de desarrollo reciben muchas críticas desdediferentes frentes. No obstante, todavía se ha de encontraruna alternativa coherente y persuasiva. Se tardó tiempo encomprender que la educación no es sólo un bien de con-sumo que puede conseguirse a partir de cierto nivel de des-arrollo, sino también una inversión en capital humano quees condición esencial para lograr dicho nivel de desarrollo.Se ha acabado aceptando que la educación superior y la in-vestigación son elementos cruciales de la economía del co-nocimiento global, tras décadas de teorías y enfoques des-afortunados presentados por el Banco Mundial y otrasinstituciones del mundo desarrollado que no las considera-ban prioridades adecuadas para las naciones en desarrollo.Sin embargo, el hecho de que los «servicios» de la educa-ción superior se tomen como mercancías, tal y como pro-mueve el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios(AGCS) de la OMC, no parece una vía adecuada para con-seguir los resultados propuestos. Las lecciones de la expe-riencia de la ciencia en los países en desarrollo están llenasde éxitos y fracasos, y son un recordatorio indiscutible paraalejarnos de enfoques poco transparentes que obvian las es-pecificidades del tiempo y el espacio. Para que el mundopueda enfrentar los retos del futuro, la educación superiory la ciencia deben distribuirse de una manera más equita-tiva por el mundo y deben desarrollar ciertas característicasque se han echado en falta mayoritariamente en el mundopostcolonial y semicolonial.

LA INTERPRETACIÓN ORTODOXA DE LAINVESTIGACIÓN: LIMITACIONES Y POSIBILIDADES ENEL MUNDO DESARROLLADO Y EL MUNDO ENDESARROLLO

Se puede aplicar a casi todas las regiones del mundo lo queGeuna (1999) describe como la visión gubernamental delos principales objetivos sociales de los sistemas universi-tarios de las naciones europeas. Los primeros dos objetivos–reproducir los niveles actuales de conocimiento y mejorarlas capacidades de razonamiento crítico y las habilidadesespecíficas de los individuos, tanto como un insumo en susactividades laborales públicas y privadas y en el desarrollode una sociedad democrática, civilizada e incluyente– es-

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desarrollo económico. Múltiples estudios sobre las dinámi-cas de innovación han subrayado la importancia del con-texto institucional y cómo éste ha ido cambiando en latransición tecnoeconómica actual de los países desarrolla-dos. No obstante, este mismo proceso plantea una serie deproblemas a las instituciones de educación superior de lospaíses en vías de desarrollo a la hora de recrearse o de fa-cilitar o reducir el avance de la sostenibilidad. No suelencolaborar con las empresas como proveedoras de conoci-miento aplicado que pueda transformarse fácilmente en in-novaciones que aumenten la competitividad de las indus-trias nacionales. Esto se da precisamente porque, en undeterminado país, las empresas innovadoras pueden ser es-casas o inexistentes o, si existen, suelen solucionar sus pro-blemas de conocimiento recurriendo a proveedores interna-cionales de conocimiento aplicado a través de licencias,franquicias o asesoramiento.

Hay una pequeña controversia sobre algunos de los pun-tos más importantes. En términos convencionales, elmundo experimentó un enorme progreso económico du-rante la segunda mitad del siglo XX. Durante los últimoscincuenta años, el PIB mundial casi se ha multiplicado pordoce mientras que los ingresos per cápita se han más quetriplicado. El crecimiento ha sido impresionante, inclusoen el mundo en desarrollo. En un mundo más interconec-tado que nunca, la globalización ha abierto el panorama amúltiples beneficios: la innovación, el afán emprendedor,la creación de riqueza, mejores comunicaciones y una ma-yor conciencia de derechos e identidades. La noción de la«universalidad de la ciencia» –según la cual los objetivospolíticos nacionales, las preocupaciones económicas inter-nas y los límites nacionales no deberían actuar como limi-tadores– ha proporcionado la justificación ideológica nece-saria para ello. El argumento que lo sostiene es que laciencia (mejor dicho, la tecnología) llevó a una rápida in-dustrialización y a la convergencia económica en la econo-mía global a finales del siglo XIX y, en algunos casos, en elsiglo XX.

El lado negativo es que la ciencia y la tecnología tam-bién contribuyen directamente a los nuevos problemas alos que se enfrenta la sociedad contemporánea: los desafíosde las armas nucleares, químicas y biológicas; los organis-mos genéticamente modificados y la clonación humana, yla nanotecnología. Por el camino, los valores autoprocla-mados de la ciencia tal y como fueron expresados por Mer-ton –objetividad, generosidad, universalismo y comu-nismo– se dejan cada vez más de lado al subordinarse lasinstituciones de conocimiento y los investigadores a los in-tereses de poderosos agentes privados. Tal y como están lascosas, la brecha del conocimiento global actual es práctica-mente una imagen que refleja la brecha de la pobreza glo-bal. La globalización ha exacerbado la existencia de dosmundos que coexisten en el espacio pero que se encuentrana años luz en cuanto a bienestar. La desigualdad y la penu-ria siguen persistiendo, y la pobreza está por todos lados.Evidentemente, estos problemas existían anteriormente,pero la globalización parece haber acentuado la exclusión y

las penurias dado que ha trastornado los sustentos tradicio-nales y a las comunidades locales. Para reducir la pobreza,los países pobres deben mejorar su tecnología, dominar yproducir conocimiento e invertir en innovación. No obs-tante, en la práctica esto es más fácil decirlo que hacerlo.

El Informe 2007 sobre los países menos desarrollados dela UNCTAD sostiene que el flujo actual de tecnología quellega a los países menos desarrollados –a través del comer-cio internacional, las inversiones extranjeras directas y laconcesión de licencias de propiedad intelectual– no contri-buye a reducir la brecha de conocimiento. El crecimientoeconómico sostenido y la reducción de la pobreza probable-mente no ocurran en países donde una nueva especializa-ción económica viable sería imposible dado que éstos nocuentan con un desarrollo significativo del aprendizaje tec-nológico y de la innovación en el desarrollo de nuevas ca-pacidades. El informe de la UNCTAD sugiere que los go-biernos de los países y las contrapartes del desarrollopodrían satisfacer este reto, principalmente prestando ma-yor atención a los siguientes cuatro asuntos políticos claves:1. Cómo integrar las políticas de ciencia, tecnología e in-

formación dedicadas a ponerse al día en las tecnologíascon las estrategias de desarrollo y reducción de la po-breza de los PMD.

2. Cómo afectan internacionalmente los regímenes estrictosde propiedad intelectual a los procesos de desarrollo tec-nológico de los PMD, y cómo las políticas adecuadas po-drían mejorar el entorno de aprendizaje en dichos países.

3. Cómo podría prevenirse la emigración masiva de recur-sos humanos cualificados.

4. Cómo podría utilizarse el apoyo al conocimiento (comoparte de la ayuda oficial al desarrollo) para promover elaprendizaje y la innovación en los PMD. La esperanza del mundo no puede seguir centrándose en

seguir la trayectoria histórica de los ricos países occidenta-les. Debemos tener en cuenta la fragilidad de muchos siste-mas globales. Ravetz nos recuerda la fragilidad, las posibi-lidades de fracaso y las experiencias de los principalessistemas del mundo actual:

El destino de los sistemas de defensa nacional se veamenazado por la difusión de las armas de destrucciónmasiva. Los sistemas de gestión de residuos ya corren peligrodebido a los insidiosos agentes contaminantes. Nuestrossistemas para garantizar la sanidad se ven gravementeamenazados por patógenos biológicos creados por lascondiciones de la tecnología moderna, ya sea a través de lasobremedicación masificada, el transporte masificado o laalimentación masificada. Incluso los sistemas decomunicación son vulnerables a patógenos de informaciónconocidos como malware o software malicioso que, segúnparece, pueden contenerse pero nunca eliminarse [...]. Portodas partes nos rodean amenazas de fallos de sistemas,muchos de los cuales tendrían un efecto global(Ravetz, 2006).

Para poder lograr un desarrollo sostenible y duradero, de-bemos solucionar una serie de problemas a los que no noshabíamos enfrentado anteriormente. Dado que los caminosconocidos parecen cada vez más inútiles para resolverlos,

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debemos dar un paso hacia el territorio desconocido de lacreatividad, los descubrimientos y la invención. Debemosaveriguar qué mecanismos –en actividades tales como laeducación superior y la investigación, tan obvios como re-sistentes– impiden la eficacia de la ciencia para contribuir albienestar humano y a la sostenibilidad ambiental.

La primera limitación de la interpretación ortodoxa de lainvestigación es la incuestionable fe en la ciencia y la tec-nología desenfrenada como la solución a los problemasmundiales. La ciencia y la investigación no tienen que vercon la magia. Por varios motivos, las interpretaciones quese limitan a subrayar las virtudes de la ciencia puede queno se apliquen. Los países difieren enormemente en su ca-pacidad de absorber, difundir, utilizar, adaptar y mejorar elconocimiento importado y en su capacidad para generarconocimiento e innovaciones científicas y tecnológicas ori-ginales, aunque todos requieren los tres tipos de capacida-des. En América Latina, por ejemplo, países como Brasil,México y Argentina tienen una capacidad científica y tec-nológica considerable, sobre todo en determinados sectoresindustriales y campos científicos. Otros países, comoChile, Colombia y Venezuela, tienen una capacidad más li-mitada, aunque nada despreciable, en dichas áreas. Otros,como algunas pequeñas islas caribeñas y naciones de Amé-rica Central, tienen poca o ninguna capacidad para produ-cir y difundir ciencia y tecnología. Estos países en particu-lar se enfrentan a varios tipos de problemas y retos, ydebemos avanzar en nuestra comprensión de los maticesque afectan al desarrollo político, cultural y social.

Podemos aplicar advertencias similares a otras regionesy culturas. Por ejemplo, se ha sostenido que el colonia-lismo cambió la práctica del Islam tanto que sólo la bús-queda del conocimiento religioso se convirtió en un con-cepto importante en la cultura islámica, lo que llevó aldeclive de la ciencia en la sociedad musulmana (Sardar,2007). Este asunto podría corregirse redescubriendo el es-píritu de la investigación científica, reconstruyendo elclima intelectual abierto del pasado y restaurando el pensa-miento crítico. Se ha demostrado que la interpretación oc-cidental canónica y única que apoya un tipo de investiga-ción desbocado y sin restricciones no es necesariamente lamás acertada. Las medidas reformistas basadas exclusiva-mente en aspectos económicos responden a intereses capi-tales globales y a necesidades del mercado y obvian di-mensiones cruciales de la diversidad cultural. Asimismo,no han logrado reconocer que los temas relacionados conla diferencia están estrechamente vinculados con el poder,la oportunidad y la historia específica de los grupos, y tam-bién con la experiencia de cada individuo. Todavía quedamucho por hacer en el campo de la tolerancia cultural y elentendimiento mutuo. Estos cambios deben incluir recur-sos importantes y un compromiso con el cambio sistémicoy con la educación. Los patrones individuales de diversi-dad pueden estar interrelacionados, permitiendo que cadapatrón mantenga su carácter único pero que armonizándosejuntos puedan reflejar la valiosa diversidad del conjunto.Mientras tanto, las comunidades universitarias e investiga-

doras deben centrarse en promocionar el debate sobre te-mas fundamentales como el futuro de la sociedad y la rege-neración de la misión de la universidad, que favorezca lainclusión y sea más abierta a las ideas y a las personas.

REPENSAR LA INVESTIGACIÓN Y LA EDUCACIÓNSUPERIOR PARA CONSTRUIR UN FUTURO MEJOR

La educación superior y la ciencia deben distribuirse demanera más uniforme por todo el mundo para relajar así latensión política y mejorar las posibilidades de desarrolloeconómico y social. El papel de la educación y la cienciaen este proceso se da por sentado –se toma como punto departida– y se supone que el conocimiento y las habilidadesserán al menos tan importantes para el futuro del mundo endesarrollo durante este siglo como lo fueron para los paísesdesarrollados e industrializados en el pasado. Hay que re-conocer que, en todo el mundo, el panorama de la educa-ción superior y los sectores de producción de conocimientoe investigación están viviendo una profunda transforma-ción desencadenada por fuerzas sociales y económicas glo-bales sin precedentes y que forman parte de una realidadextremadamente compleja, en la que no existen opcionesmanifiestas y en la que las acciones tienen múltiples efec-tos en un entorno dinámicamente interdependiente. El ta-maño de la empresa académica ha crecido enormemente alo largo del último siglo. Las cifras del año 2000 estabanmuy lejanas de las del año 1900, y la velocidad de transfor-mación aumentó en las últimas décadas del siglo XX. Lamatriculación de estudiantes se ha multiplicado en todo elmundo, al igual que el número de doctorados. La cantidadde instituciones se ha multiplicado por veinte, y el númerode revistas científicas –además del número de científicos ypersonal académico– ha crecido a un ritmo similar. Esteaumento ha sido tan rápido en la industria como en las uni-versidades y otras organizaciones de investigación.

No obstante, esta expansión se ha desarrollado en unaparte bastante limitada del mundo. Más del 80 % de los re-cursos destinados a la ciencia y a las universidades en elaño 2000 se gastaron en el área de la OCDE. Dentro de laOCDE, la mayoría absoluta de las actividades tienen lugaren América del Norte y Europa. Si ampliamos esta regiónpara incluir a la Unión Europea con sus nuevos estadosmiembros de Europa del Este y Central, el dominio es to-davía más abrumador. Unos pocos indicadores bastan paraestablecer la relación asimétrica. América del Norte y Eu-ropa juntos combinan el 95 % de los doctorados delmundo y siguen aventajando al resto del mundo en la pro-ducción de nuevos doctorados a razón de 10 a 1. El 75 %de los artículos científicos del mundo proceden de Américadel Norte y Europa. Esta región acoge a la gran mayoríadel profesorado universitario del mundo y, además, a prác-ticamente todas las instituciones de alta calidad del mundo(Sörlin, Vessuri, 2007).

Esta situación podría cambiar de forma radical en elnuevo siglo no sólo porque los países que no son miembros

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de la OCDE ocupan una extensión mucho mayor y tienenalrededor del 85 % de la población mundial, sino porque lamayoría de las previsiones sostienen que el crecimientoeconómico en estas regiones permitirá que muchos paísesrealicen una inversión sostenida en la educación superior yla ciencia. Es difícil predecir cómo se concretará esto endetalle, pero existen varios escenarios posibles. Obvia-mente, si seguimos con las tendencias actuales y limitamoslas especulaciones a un periodo de treinta o cuarenta años,el crecimiento será enorme. El crecimiento de las matricu-laciones y las instituciones en el mundo en desarrollo esexponencial, a pesar de que es muy poco probable quepueda satisfacer sus necesidades. Tanto China como la In-dia están creciendo a marchas forzadas y tienen el poten-cial para convertirse en superpotencias científicas –aunquehay que reconocer que tienen poblaciones muy grandes yuna tasa de citas por artículo bastante bajo–. Algunos paí-ses meridionales, como Brasil, México, Corea del Sur y laIndia, han mejorado mucho su posición científica en las úl-timas dos décadas. Por el contrario, África se encuentra enel lado opuesto de la balanza, y no llega ni al 1 % de pro-ducción del total de artículos, a pesar de que algunas uni-versidades han crecido y mejorado su récord de enseñanzae investigación (Dakar, Makerere/Kampala, Dar-es-Salaamy algunas otras). La formación para la investigación en lasuniversidades africanas sigue siendo muy limitada, siendolas instituciones mencionadas y algunas universidades deSudáfrica las únicas excepciones (OCDE, 2004).

Para poder aprovechar la ciencia y la tecnología y hacerque éstas contribuyan al bienestar humano y social, se re-quiere un fuerte empujón para avanzar centrándose en lainvestigación científica. Los desarrollos y los retos queacechan a un creciente número de campos cognitivos obli-gan a la ciencia a considerar más sistemas de conocimientoy, al hacerlo, a revisar sus propias normas de eficiencia yeficacia. Campos que van desde la medicina hasta la agri-cultura han comenzado a reconocer que el mundo modernoha pagado un precio muy alto por haber rechazado lasprácticas tradicionales y el conocimiento que, expresado dela manera que sea, las sostiene. La necesidad de incluirotros conocimientos y perspectivas en la empresa científicaplantea importantes desafíos metodológicos a la ciencia y ala tecnología para el desarrollo humano y social, dado queimplica adoptar criterios de calidad y certeza que son mássofisticados –y más preparados para incorporar la comple-jidad– que aquellos que son aceptados convencionalmentepor la comunidad científica. Estos criterios deben ser igual-mente sólidos y rigurosos; si no, la relevancia y la credibi-lidad de la ciencia podría verse gravemente perjudicada(Rip, 2000). Una de las opiniones sostiene que el conoci-miento tradicional es a menudo contextual, parcial y loca-lizado, y por tanto cuesta traducirlo o integrarlo en una es-tructura conceptual más manejable científicamente.Algunos de los conceptos que siguen abiertos son hastaqué punto, en qué situaciones y en qué tipo y bajo quéforma tendrán que incluirse modelos de conocimiento ex-tracientíficos en el programa de investigación sobre des-

arrollo sostenible (Gallopin, Vessuri, 2006). Agrupar acríti-camente todas las formas de conocimiento «no científico»y todos los poseedores de conocimiento en una única cate-goría, sacándolos de su contexto, resulta una simplificaciónexcesiva. Este tipo de generalizaciones tan poco útiles po-nen en peligro las contribuciones potenciales, únicas y va-liosas, que los diferentes agentes sociales pueden hacer a laciencia.

La experiencia científica, especialmente durante la se-gunda parte del siglo XX ofrece una lección útil sobre el re-diseño de estrategias basada en errores y fracasos anterio-res. La naturaleza y el uso de los datos y la informacióncientífica, las condiciones bajo las que se produjeron, dis-tribuyeron y gestionaron, y los papeles de los científicos yde otros agentes en estos procesos son elementos que hancambiado rápidamente. Necesitamos un enfoque global co-ordinado que garantice un acceso equitativo a informacióny datos de calidad para la investigación, la educación y latoma de decisiones bien fundamentada. Una supervisiónmejorada del sistema Tierra nos permitirá detectar, atribuiry comprender el cambio y las implicaciones futuras delcambio. Pero no sólo eso: la comunidad científica interna-cional debe involucrarse activamente en la producción deun conocimiento social fuerte dentro de un marco de am-plia participación.

Son muchos los que proponen una visión más pluralistadel conocimiento relevante y se preocupan por el destinode la educación y la ciencia, dada su subordinación a losintereses comerciales. En determinadas regiones, esta si-tuación requiere una revisión inmediata y profunda. El de-bate actual sobre las universidades en el África subsaha-riana, por ejemplo, tuvo importantes precedentes en elperiodo que vino tras la independencia de la región en ladécada de los sesenta, cuando la mayoría de los grupos mo-dernizadores apoyaron la idea de una «universidad desarro-llista» como una de las claves de la nueva nación estado.

La enorme escala de la lucha humana contra la pobreza, laenfermedad, la sequía, la hambruna, la guerra civil y elautoritarismo político, y décadas de débiles programas deajuste estructural han proporcionado una base obvia para elcompromiso social de las universidades que representarecursos de infraestructura, conocimiento, información,experiencia, agencia y activismo, no importa cuán escasos oempobrecidos estén [Singh, 2007].

Hoy en día se hacen intentos por regenerar y reformar launiversidad en muchos países del África subsahariana(Manuh y otros, 2003, en Singh, 2007), pero falta por verhasta qué punto estas universidades pueden desarrollar po-líticas y prácticas apropiadas para el compromiso que noestén cautivas por razonamientos y motores empresarialesen situaciones de escasez extrema de fondos y limitacionesde recursos. Además, se requiere que las universidadesaprovechen la oportunidad para desarrollar bases democrá-ticas y cívicas que inspiren la cohesión social y un propó-sito, y que permitan a los líderes futuros sobreponerse a lastensiones raciales y étnicas, al dogmatismo y al extre-mismo religioso. Debemos prestar atención urgente a la di-

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versidad cultural en la educación superior y la investiga-ción dentro del marco de la globalización. Para ello nodebe aumentarse únicamente el porcentaje de grupos socia-les específicos con poca representación en el campus. Porel contrario, la diversidad incluye una red de valores, polí-ticas, prácticas, tradiciones y recursos que proporcionanmecanismos que ayudan al alumnado y al profesorado degrupos relegados o excluidos, y sirve así como una caja deresonancia para el resto de la sociedad. Dados sus intentospor englobar la creciente diversidad de la sociedad y cons-truir puentes interculturales con sus homólogos de todo elmundo, las universidades pueden acabar reflejando uncompromiso social, institucional y culto básico con la li-bertad, la democracia y la justicia.

Al vivir en un mundo cada vez más interconectado, de-bemos redescubrir un camino abandonado décadas atráspor el bien de la creciente especialización. Los retos actua-les requieren capacidades de generalización frescas y unaeducación que vaya más allá de la cultura estrictamentetécnica del especialista. Este paso abre nuevas posibilida-des para la ciencia y para el mundo en general. La calidadmisma debe ser reconsiderada en función de formas deevaluación más ricas y diversas. Las disciplinas, los tiposde actividades de investigación y los objetivos y fines deinvestigación varían en cuanto a cómo deciden lo que esbueno y cuán bueno es. Muchas de las agencias guberna-mentales y universidades del mundo han establecido ruti-nas de evaluación administrativas indeseables que siguenunos criterios que son adecuados para ciertas áreas de in-vestigación y estructuras institucionales pero no para otras.La inclusión de grupos con baja representación permiteque las instituciones de educación superior se beneficiende reservas de talento y experiencia humana infrautiliza-das. A medida que el mercado global obliga a las econo-mías industriales a evolucionar hacia una economía basadaen el conocimiento, las personas y el conocimiento se con-vierten en nuevas fuentes de riqueza. Los países se apresu-ran a producir trabajadores cultos con buena formaciónpara ser considerados competitivos en la economía global.La educación superior desempeña un papel fundamental ala hora de utilizar la contribución de todos los ciudadanos.La combinación de la exploración de problemas a diferen-tes escalas, desde la local a la global –partiendo de una po-sición estratégica que tenga un impacto en los programasde investigación nacionales e internacionales con cierta au-tonomía–, puede ayudar a reorientar gran parte de la pro-ducción y de la evaluación del conocimiento hacia las ne-cesidades locales de cohesión e igualdad social.

A la hora de debatir la democratización del conoci-miento experto, no debemos olvidar la gran influencia delas organizaciones internacionales. Necesitamos entendermejor las realidades del multilateralismo y los obstáculos ydificultades que el nuevo conocimiento científico y tecno-lógico plantean a los delegados de los países en vías dedesarrollo en regímenes multilaterales y tratados talescomo los de la OMC, el sistema de las Naciones Unidas,las instituciones financieras internacionales, la Unión Eu-

ropea, el Convenio de Aarhus sobre acceso a la informa-ción, la participación del público en la toma de decisionesy el acceso a la justicia en materia de medio ambiente, laConvención Marco sobre el Cambio Climático, etcétera.Los delegados se ven cada vez más obligados a debatirasuntos tremendamente complejos que requieren un domi-nio sofisticado de las complejidades de la tecnología y laeconomía del mercado global para negociar por parte desus países. Los que toman las decisiones en los países me-ridionales también se enfrentan cada vez más a problemasrelacionados con las aplicaciones, debido a una compren-sión inadecuada de los términos que aparecen en la litera-tura científica, y en situaciones en las que los representan-tes gubernamentales no pueden diferenciar entre los datoscruciales y la información que es sólo interesante o banal.

Otra lección es que es tan necesaria como convenienteuna macroorientación y gestión prudente de la investiga-ción científica a escala nacional. En los países desarrolla-dos existe un consenso amplio que sostiene que las políti-cas gubernamentales deberían apoyar las actividades deinvestigación y desarrollo, ya sea en el sector público o enel privado. Los resultados políticos asociados proceden engran parte de las presiones comerciales, que se están globa-lizando. Las políticas de gobierno son todavía más necesa-rias en los países en vías de desarrollo, pero el proceso deglobalización reduce la autonomía del Gobierno para for-mular políticas centradas en el desarrollo. Al igual que Ste-wart (2007), uno podría preguntarse si las frágiles demo-cracias de los países en vías de desarrollo podrían hacerlomejor de lo que lo hacen, teniendo en cuenta las poderosasfuerzas a las que se enfrentan. El estricto régimen interna-cional actual para la protección de derechos de propiedadintelectual podría adelantar o sofocar el desarrollo de capa-cidades tecnológicas nacionales en los países más débiles.Consideradas en conjunto, las reglas y condiciones de lanueva agenda internacional frenarán sin duda el uso de laspolíticas industriales, las políticas tecnológicas, las políti-cas comerciales y las políticas económicas como formasestratégicas de intervención para fomentar la industrializa-ción en los países en desarrollo (Nayyar, 2006). A pesar deconsiderarse secundarias en comparación con las anterio-res, las políticas científicas públicas podrían ayudar a fo-mentar la investigación nacional y las actividades de des-arrollo necesarias para construir una capacidad nacionalcientífica y tecnológica integral. No obstante, en las condi-ciones actuales es muy difícil satisfacer la misión de estaspolíticas, y las innovaciones económicas y sociales sufrenconsecuentemente.

Cualquier reconsideración de la investigación científicay el desarrollo debe incluir una interpretación equilibradade la importancia de la intervención estatal, de las institu-ciones y la política en la ciencia y del papel esencial de labuena gobernanza. Las condiciones iniciales pueden y de-ben cambiarse para fomentar el desarrollo. Ésta es una lec-ción inequívoca que nace de la historia social de la ciencia.En países que han llegado tarde a la industrialización, la in-tervención estatal puede crear condiciones para el desarro-

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llo del capitalismo industrial a través de la difusión de laeducación en la sociedad, el desarrollo de la infraestructurafísica y la introducción de cambios institucionales. Este pa-pel siempre ha sido reconocido. No obstante, otra de laslecciones que han surgido de la experiencia es que una in-tervención estatal inapropiada y excesiva es contraprodu-cente. Por tanto, la clave no está en ver si los estados debenintervenir en asuntos de políticas relacionadas con la edu-cación y la ciencia, sino en ver qué tipo de intervencionesy políticas son apropiadas en los diferentes países y cir-cunstancias. La naturaleza, velocidad y secuencia del cam-bio importan, y el cambio debería seguir las prioridades es-tablecidas por cada país o sociedad.

Otro aspecto importante –aunque menos reconocido– esel desarrollo de capacidades de gestión en los individuos yde habilidades tecnológicas en las empresas, dado que estodetermina la eficiencia técnica a corto plazo y la competi-tividad a largo plazo. En muchos países en desarrollo, lacomprensión del papel del sector productivo en el fomentode la innovación sigue siendo limitada. Esto puede llevar ala creación de políticas contradictorias; por ejemplo, unGobierno puede esforzarse en fortalecer las relaciones en-tre las universidades y las empresas sin dar a la vez los pa-sos complementarios para fortalecer la demanda de conoci-miento en el sector productivo. Varios países que fueronsocialistas vivieron rápidas y extensas reformas políticas yeconómicas en los años noventa y a principios del nuevomilenio que trajeron nuevos retos consigo. Por ejemplo,Mongolia tenía una fuerte base competitiva científica esta-blecida en las estructuras institucionales del sector públicoy una débil base comercial para añadir valor y aplicar esterecurso. Los gobiernos se enfrentan a la difícil tarea decrear condiciones favorables para maximizar los beneficiosy minimizar los costes de la integración en la economíamundial (Turpin, Bulgaa, 2004).

LA INTEGRACIÓN DEL CONOCIMIENTO PARA LAACCIÓN EFECTIVA

Es ampliamente reconocido que la humanidad se enfrentaa tres retos principales en estos primeros años del sigloXXI: eliminar la carencia, eliminar el miedo y dar libertadpara que las generaciones futuras vivan en este planeta. Laciencia, la tecnología y la innovación desempeñan papelesclaves en el origen de estos tres retos del milenio y en lasposibilidades de poder gestionarlos con éxito (Annan,2000). Son fuerzas importantes en las tendencias de des-arrollo positivas y negativas. Mientras que la ciencia, latecnología y la innovación suelen asociarse con la mejorade la sanidad, la esperanza de vida y los niveles de vida,además de con mejores oportunidades para el intercambiode información y la rehabilitación ambiental en muchoslugares del planeta, se relacionan también cada vez más yde maneras complejas con las trayectorias actuales de des-arrollo insostenibles. ¿Por qué resulta tan difícil cambiarde trayectoria?

Los motores económicos y las limitaciones financierasde la ciencia son enormes. A pesar de la importancia de lasostenibilidad y de la centralidad de la ciencia y la tecnolo-gía en las estrategias para lograrla, existe un gran desequi-librio entre los recursos y la atención que se dedica a ponerla investigación al servicio de los objetivos del desarrollosostenible. Por ahora, los esfuerzos por utilizar la investi-gación para la sostenibilidad han sido apoyados en granparte por sistemas de investigación y desarrollo construi-dos para otros fines. Tradicionalmente, el apoyo econó-mico que recibe la ciencia ha estado relacionado con la ex-pectativa de que la investigación científica ayudaría aconseguir los fines que la sociedad consideraba importan-tes. El papel primordial sigue siendo el mismo, pero las ne-cesidades y las visiones de sociedades muy complejas yheterogéneas han variado de manera radical. Además, lasvisiones de futuro a menudo acentúan sólo las posibilida-des de las nuevas aplicaciones de la ciencia y la tecnología,sin dar la consideración debida al potencial de las conse-cuencias involuntarias.

Los difíciles ajustes y los cambios radicales que debenrealizarse se ejemplifican en lo que se conoce como «el ca-llejón sin salida energético» (Comisión Nacional sobre Po-lítica Energética, 2004). Las ineludibles conexiones entrela producción y la utilización de energía y el medio am-biente presentan un panorama global muy complejo. Elriesgo del cambio climático provocado por las emisionesemitidas por la combustión de combustible fósil ejerceráuna influencia enorme sobre las opciones energéticas delmundo en décadas futuras. Casi todos los estudios realiza-dos en los últimos años han concluido que los esfuerzos ac-tuales del sector público y privado no son acordes encuanto a alcance, escala u orientación con los retos, las po-sibilidades y los intereses. La brecha entre los esfuerzos ac-tuales en innovación energética y tecnológica y el nivel y lacalidad del esfuerzo requeridos para satisfacer retos exis-tentes y futuros es realmente grande. Esto afecta a los es-fuerzos financiados tanto con fondos públicos como priva-dos, y se aplica a todo el mundo, no sólo a Estados Unidoso a Europa.

La economía no es el único campo que obstruye el ca-mino de tan necesitado cambio. Como Ravetz (2006) hasostenido recientemente al considerar las conclusiones deKuhn en su teoría de las revoluciones científicas, «la iner-cia de aquellas estructuras intelectuales que definen y regu-lan nuestros pensamientos –llámense paradigmas, estructu-ras o modelos mentales– debe ser reconocida por todoaquel que quiera cambiarlos». Si la ciencia debe tratar losproblemas de sostenibilidad, esto debe hacerse de maneratal que permita relacionarlos más fácil y rápidamente conlas comunidades de acción. Probablemente esto vaya a re-formularse e incluso a transformarse a través de múltiplesdiálogos y relaciones entre individuos, grupos e institucio-nes que generan y, en última instancia, aplican nuevos co-nocimientos científicos y tecnológicos. La implementacióndel nuevo conocimiento y las nuevas capacidades científi-

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cas por diferentes agentes sociales –como gobiernos, ges-tores de recursos naturales, la industria y la sociedad en ge-neral– no debería ser una fase final del programa de inves-tigación sino una de sus partes integrantes, desde la mismadefinición inicial del problema.

Por otro lado, debemos insistir en la importancia críticade relacionar las distintas escalas de interacción. Los estu-dios y las acciones con enfoque local a menudo tienen unvalor limitado si no tienen en cuenta las fuerzas de más altonivel que afectan a la dinámica local inmediata. Los espe-cialistas en desarrollo a menudo mencionan esta compren-sión limitada de las interacciones a múltiples niveles comouno de los principales obstáculos del progreso. Los avan-ces en la modelación de sistemas complejos y de nuevasmetodologías de evaluación integrados presentan nuevasoportunidades para vencer la compartimentación tradicio-nal de la disciplina y ayudar en la toma de decisiones bajocondiciones de incertidumbre permanente. Los nuevos mo-delos organizativos de evaluación internacional interdisci-plinarios y transdisciplinarios –como los establecidos porel Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el CambioClimático (IPCC, 2007), la Evaluación de los Ecosistemasdel Milenio (2005) y el Consejo del Ártico (2004)– abrennuevas posibilidades para la integración del conocimientoa través de una amplia selección de disciplinas y experien-cias de desarrollo involucrando a un extenso conjunto deagentes.

Estos enfoques se basan en los objetivos de la reducciónde la pobreza, el mejoramiento de la condición humana y lapreservación de los sistemas que permiten la vida en la Tie-rra. Integran varias disciplinas y comunidades de acción alasumir relaciones dinámicas entre la naturaleza y la socie-dad y al buscar capacitar a las personas a través de la parti-cipación activa. El acento se pone sobre la transformacióndel conocimiento en acción y se centra en soluciones regio-nales y locales. Estas propuestas engloban tanto la cienciabásica como la aplicada y se basan en iniciativas existen-tes. Se presta especial atención a las variables «lentas» aso-ciadas con los umbrales, y al estudio de la vulnerabilidad yla resistencia. Dentro de una estructura interactiva, la crea-ción de nuevos conocimientos científicos y capacidadestécnicas aparece como parte de un proceso social experi-mental en el que los productores y consumidores de cono-cimiento interactúan para identificar las prioridades de in-vestigación y desarrollo y para traducir el conocimiento enacciones reales.

La economía y la política están estrechamente relaciona-das en todas las sociedades. La interacción de la economíay la política perfila los resultados para la gente. No obs-tante, hay la tendencia a «aislar» ciertas áreas políticas delos procesos políticos normales y transferir el poder a inte-reses especiales. Se ha supuesto que la ciencia es en granparte ajena tanto a los intereses económicos como políti-cos, aunque, en oposición al razonamiento de Weber(1919), los resultados no pueden separarse de los autores.A corto plazo, la gobernanza tecnocrática sin políticapuede mejorar la introducción de políticas en algunas

áreas. No obstante, a más largo plazo no parece que vaya aproporcionar una solución real, dado que llevará a un de-clive de la cohesión social y generará una «brecha de con-fianza» entre los cargos políticos y los ciudadanos. Lapráctica de la democracia en el mundo actual ha tendido adistanciar a los ciudadanos de las instancias políticas pro-fesionalizadas. Confiar excesivamente en las opiniones delos expertos contribuye a la despolitización y aleja todavíamás a los ciudadanos de la participación política. El cono-cimiento y la experiencia científicos son ahora más impor-tantes que nunca en la democracia. No obstante, también escierto que el «problema del conocimiento» ha aparecidocomo uno de los principales cuatro problemas de gober-nanza, en cuanto a la dificultad de comprender y valorarcorrectamente los complejos asuntos sociales, junto con losvínculos casuales entre los recursos y los objetivos. Loscientíficos abrieron la caja de Pandora, y ahora se requiereuna orientación diestra y un control social de los poderesque de ella salieron, evitar que causen un daño irreparabley garantizar beneficios para la humanidad. Está surgiendouna nueva política del conocimiento en la que los objetivospolíticos y los intereses económicos se han aliado con lasnormas y los valores universales.

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130 LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN EL MUNDO 3

MAPA 4 Investigadores trabajando en I+D por millar de población.

NotasEste mapa muestra el número de investigadores trabajando en I+D por millar de población durante 1990-2003. La información esta referida al año más reciente disponible durante el período especificado.

Metodología de clasificación por cortes naturales (Optimización de Jenks)

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131EL ROL DE LA INVESTIGACIÓN EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR: IMPLICACIONES Y DESAFÍOS PARA CONTRIBUIR ACTIVAMENTE...

Fuentes: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) Informe sobre Desarrollo Humano 2006.Información Vectorial: ESRI Data; Proyección de Robinson

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