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RESUMEN
Desde un principio histórico, el control difuso reconoció a los jueces del Poder
Judicial. La doctrina del control difuso fue establecida en la sentencia Marbury
vs. Madison por J. Marshall en 1803. Se reconoció a los órganos
jurisdiccionales la potestad de preferir la Constitución frente a leyes contrarias a
la Constitución. De tal modo, si la ley es relevante y se aplica de forma directa
al caso judicial, pero es contraria a la Constitución, el juez tiene la potestad
(función) de inaplicar dicha ley, y resolver el caso aplicando la Constitución.
Esta es la función del órgano jurisdiccional, resolver las pretensiones en base a
leyes constitucionales.
La función del control de constitucionalidad de las leyes a cargo de los jueces
del Poder Judicial ha sido reconocida en nuestro ordenamiento jurídico.
Encuentra su sustento en los Artículos 51 y 138 de la Constitución de 1993.
Ahí, de forma clara se concede esta función a los órganos jurisdiccionales del
Poder Judicial, es una competencia conferida por el Poder Constituyente. La
Constitución no ha conferido esta competencia a otras instancias que no
ejerzan una función jurisdiccional. Acá existe un límite a tener en cuenta.
De otro lado, la administración opera en base al principio de legalidad, en
principio, su actuación está delimitada por la acción del legislador. La
administración, y sus órganos colegiados que resuelvan las controversias de
índole administrativa, actúan en base a los límites impuestos por el legislador.
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La ley se presenta en primer lugar como su parámetro normativo, es la norma a
partir de la cual van a resolver las controversias.
Ahora, esto presupone que la ley parlamentaria es conforme a la Constitución,
en caso contrario, es decir, si es inconstitucional, dicha ley no resulta vinculante
y obligatoria. Y para ello, existen los órganos competentes de la defensa de la
Constitución, que en nuestro país, son el Poder Judicial y el Tribunal
Constitucional.
Lo cual, según nuestro sistema de la defensa jurisdiccional de la Constitución,
la declaratoria de la inconstitucionalidad de las leyes está reservada
únicamente al Poder Judicial y al Tribunal Constitucional. La jurisdicción arbitral
propiamente no está facultada para ejercer esta función. En tanto, como ya se
indicó, esta función nace de forma directa en la Constitución, ha sido dada por
el Constituyente, el mismo que no ha facultado a los órganos colegiados de la
administración a que puedan ejercer, por ejemplo, el control difuso.
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INTRODUCCIÓN
El tema de la presente investigación desde un plano histórico, el control difuso
se reconoció a los jueces del Poder Judicial. La doctrina del control difuso fue
establecida en la sentencia Marbury vs. Madison por J. Marshall en 1803. Se
reconoció a los órganos jurisdiccionales la potestad de preferir la Constitución
frente a leyes contrarias a la Constitución. De tal modo, si la ley es relevante y
se aplica de forma directa al caso judicial, pero es contraria a la Constitución, el
juez tiene la potestad (función) de inaplicar dicha ley, y resolver el caso
aplicando la Constitución. Esta es la función del órgano jurisdiccional, resolver
las pretensiones en base a las leyes constitucionales.
La función del control de constitucionalidad de las leyes a cargo de los jueces
del Poder Judicial ha sido reconocida en nuestro ordenamiento jurídico.
Encuentra su sustento en los Artículos 51 y 138 de la Constitución de 1993. Ahí
de forma clara se concede esta función a los órganos jurisdiccionales del Poder
Judicial, es una competencia conferida por el Poder Constituyente. La
Constitución no ha conferido esta competencia a otras instancias que no
ejerzan una función jurisdiccional. Acá existe un límite a tener en cuenta.
De otro lado, El Tribunal Arbitral opera en base al principio de legalidad, en
principio, su actuación está delimitada por la acción del legislador. Actúa en
base a los límites impuestos por el legislador. La ley presenta en primer lugar
como un parámetro normativo, es la norma a partir de la cual van a resolver las
controversias.
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Ahora, esto presupone que la ley parlamentaria es conforme a la Constitución,
en caso contrario, es decir, si es inconstitucional, dicha ley no resulta vinculante
y obligatoria. Y para ello, existen los órganos competentes de la defensa de la
Constitución, que en nuestro país, son el Poder Judicial y el Tribunal
Constitucional.
Lo cual, según nuestro sistema de la defensa jurisdiccional de la Constitución,
la declaratoria de la inconstitucional de las leyes está reservada únicamente al
Poder Judicial y al Tribunal Constitucional. El Tribunal Arbitral, propiamente, no
está facultado para ejercer esta función. En tanto, como ya se indicó, esta
función nace de forma directa en la Constitución, ha sido dada por el
Constituyente, el mismo que no ha facultado a los Tribunales Arbitrales a que
puedan ejercer, por ejemplo, el control difuso.
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CAPÍTULO I
FUNDAMENTOS TEÓRICOS DE LA INVESTIGACIÓN
1.1 MARCO HISTÓRICO
CONTROL CONSTITUCIONAL DIFUSO
Su Origen
Como es bien conocido en materia de derecho constitucional el sistema
difuso se originó en los Estados Unidos, en el año 1903, vía jurisprudencial, y
en el caso específico que le correspondió conocer a la Corte Suprema, vía
revisión judicial, el caso específico en que se enfrentaban Marbury y Madinson
y sobre el cual le tocó resolver al Juez Marshall.
Precisamente por tratarse de control de constitucionalidad de normas,
concretamente de leyes, tal jurisprudencia con el tiempo, se extendió a todos
los jueces y por eso es que a este sistema ha dado en llamarse difuso, porque
se difunde entre todo, los jueces.
Sus Características
De la experiencia y de su teoría, se ha extraído las siguientes
características:
a) Se plantea como excepción, en vía de incidente y en un caso particular o
concreto.
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b) El juez al resolver se pronuncia sobre la inaplicabilidad de la norma
inconstitucional.
c) Los efectos de la sentencia se aplica únicamente a las partes que
concurren al proceso, es decir, es de efectos interpartes.
Su Recepción Tardía del control difuso en la Legislación Peruana
La jurisprudencia Norteamericana y que se hizo práctica no solamente
en el país del norte sirio que tuvo eco en otras legislaciones, no tuvo eco en el
Perú, sino tardíamente. Y no es el hecho de que no hayan existido normas
legales que contradigan a nuestras sucesivas constituciones, sino que no se
llegó a enfocar el problema de la inconstitucionalidad de las leyes y menos
determinarse quién lo resuelva.
Un antecedente remoto, lo encontramos en la Constitución de 1856, Art.
10 que en su primera parte dice textualmente: "Es nula y sin efecto cualquier
ley que se oponga a la Constitución".
Que se sepa tal norma no se desarrolló legislativamente indicando qué
organismo debía declarar tal nulidad ni mediante qué procedimiento. Y menos
por cierto puso tal tarea en manos del Poder Judicial. Transcurrió cerca de un
siglo para que el Código Civil de 1936, incluya en su Título Preliminar, un
primer antecedente del sistema difuso de control constitucional, cuando en su
Art. XXII, puntualiza lo siguiente: Cuando haya incompatibilidad entre una
norma constitucional y una legal se prefiere a la primera.
Pero ese antecedente quedó solamente en la letra, pues al decir de
DOMINGO GARCÍA BELAÚNDE, los jueces no fueron lo suficientemente
audaces para usar tal norma; en realidad fueron tímidos para enfrentar en
casos concretos al legislador. Sus argumentos, fueron, que tal norma no estaba
reglamentada y en todo caso, solamente se aplicaría en materia civil, por
encontrarse en tal cuerpo de normas.
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Recién la Constitución de 1979, da una recepción formal al sistema
difuso de jurisdicción constitucional, cuando en su Art. 237, señalaba que: “En
caso de incompatibilidad entre una norma constitucional y una norma ordinaria,
el juez prefiere la primera. Igualmente prefiere la norma legal sobre otra norma
subalterna.
Ha sido la Constitución vigente, de 1993, la que consolida la recepción
del sistema difuso, en nuestro ordenamiento jurídico. En el art. 138, segunda
parte, en los siguientes términos:
"En todo proceso, de existir incompatibilidad entre una norma
constitucional y una norma legal, los jueces prefieren la primera.
Igualmente, prefieren la norma legal sobre toda otra norma de rango
inferior”.
Como podrá apreciarse la norma constitucional anteriormente
mencionada y que está inserta en el capítulo del Poder Judicial, es directa para
la actuación de los jueces en casos concretos. Por consiguiente, ahora un juez
no puede tener ninguna clase de pretextos, para dejar de hacer control
constitucional difuso.
1.1.1 ANTECEDENTES DEL CONTROL DIFUSO EN LA JURISDICCIÓN
ARBITRAL
La Sociedad Minera de Responsabilidad Ltda. María Julia contra la
resolución con fecha 18 de diciembre de 2009, interpone demanda de amparo
contra el Tribunal Arbitral compuesto por el Arbitro Único don Luis Humberto
Arrese Orellana, a fin de que se declare la ineficacia del laudo arbitral de
derecho contenido en la Resolución del 22 de septiembre de 2009, recaída en
el Caso Arbitral N° 1487-119-2008, así como inscripción registral dispuesta por
el mismo laudo, y que se ordene que se retrotraiga el Cas Arbitral N° 1487-11-
2008 hasta antes de la expedición del referido laudo. Alega la recurrente que
se afecta sus derechos al debido proceso y a la tutela procesal efectiva.
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Quinto Juzgado en lo Constitucional de Lima, mediante Resolución de
fecha 23 de diciembre de 2009, declara de plano improcedente la demanda
interpuesta, por cuanto la recurrente no ha cumplido con agotar la vía previa. A
su turno, la Tercera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima,
confirma la apelada, pero considera además, que la demanda es improcedente
por la existencia del recurso de anulación del laudo (según la Duodécima
Disposición Complementaria del Decreto Legislativo N° 1071, que norma el
Arbitraje), que es vía igualmente satisfactoria para la protección de la
pretensión solicitada.
La perspectiva de un control constitucional sobre las decisiones emitidas
por la jurisdicción arbitral no es desconocida ni mucho menos reciente para
éste Colegiado. La primera vez que esto se sometió a discusión data del año
1999, con motivo del proceso de amparo promovido por Pesquera Rodga S.A.
contratos miembros de un Tribunal Arbitral y el Centro Arbitraje y Conciliación
Comercial (CEARCO PERU) (STC 189-1999-AA/TC). En aquella oportunidad
se dejó claramente establecido que "la posibilidad de cuestionarse por vía del
proceso constitucional un laudo arbitral, esto es, una resolución expedida por
un Tribunal Arbitral, no puede considerarse una opción equivocada ni menos
inconstitucional.
Es pertinente precisar que por la misma época el tema también fue
abordado desde la perspectiva legislativa. En efecto, mediante Ley N° 27053
publicada en el diario oficial "El Peruano" el 19 de enero 1999 y siguiendo la
jurisprudencia existente en aquel momento, significaba que si el proceso (sea
este judicial o arbitral) devenía en irregular, quedaba habilitado el control
constitucional.
Recién en el año 2005 que el Pleno del Tribunal Constitucional, utilizaría
un proceso en el que colateralmente se discutía un arbitraje, esta vez de un
modo mucho más detallado. Se trata de la sentencia recaída en el proceso de
habeas corpus promovido por Felipe Cantuarias Salaverry contra el Fiscal de
la Trigésimo Octava Fiscalía Provincial Penal de Lima (STC
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6167-2005-PHC/TC). En esta Ejecutoria y al margen de las consideraciones
teóricas en ella desarrolladas, se sentarán los siguientes criterios: a) El control
judicial es siempre a. posteriori y se ejerce a través de los recursos de
apelación y anulación de laudo previstos en la Ley General de Arbitraje (N°
26572); b) El control constitucional se sujeta a lo establecido en el Código
Procesal Constitucional, precisándose que tratándose de materias de
competencia del fuero arbitral, de conformidad con el artículo 5°, numeral del
citado Código:
Para concluir el 21 de setiembre del 2011, el Pleno del Tribunal
Constitucional, reconoce el control difuso de constitucionalidad en la
jurisdicción arbitral.
1.1.2 CONTROL DIFUSO EN SEDE ARBITRAL
En el Exp. N° 00142-2011-PA/TC, el Tribunal Constitucional reconoció la
potestad de la jurisdicción arbitral para ejercer el control difuso. En dicha
sentencia se establece que siendo el arbitraje una jurisdicción independiente,
como expresamente señala la Constitución, y debiendo toda jurisdicción poseer
las garantías de todo órgano jurisdiccional, la garantía del control difuso de
constitucionalidad, prevista en el segundo párrafo del artículo 138 de la misma
Constitución, puede también ser ejercida por los árbitros en la jurisdicción
arbitral.
Expresamente los fundamentos jurídicos 23 y 24 del Exp. N° 00142-
2011-PA/TC indican:
"23. Esto no afecta el principio de unidad de la función jurisdiccional (que
implica que el Estado, en conjunto, posea un sistema jurisdiccional unitario, en
el que sus órganos tengan idénticas garantías, así como reglas básicas de
organización y funcionamiento), ya que , como ha señalado este Tribunal, "de
ello no se deduce que el Poder Judicial sea el único encargado de la función -
jurisdiccional (pues tal función se le ha encargado también al Tribunal
Constitucional, al Jurado Nacional de Elecciones, a la jurisdicción especializada
en lo militar y, por extensión, al arbitraje), sino que no exista ningún órgano
jurisdiccional que no posea las garantías propias de todo órgano jurisdiccional.
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Como se ha mencionado, la función jurisdiccional del Estado es una sola y
debe ser ejercida con todas las garantías procesales establecidas por la
Constitución" (STC 0004-2006-PI/TC, fundamento 10)”.
"24. Siendo el arbitraje una jurisdicción independiente, como
expresamente señala la Constitución, y debiendo toda jurisdicción poseer las
garantías de todo órgano jurisdiccional (como las del Poder Judicial), es
consecuencia necesaria de ello que la garantía del control difuso de
constitucionalidad, prevista en el segundo párrafo del artículo 138° de la
Constitución, pueda también ser ejercida por los árbitros en la jurisdicción
arbitral, pues el artículo 138° no puede ser objeto de una interpretación
constitucional restrictiva y literal, como exclusiva de la jurisdicción ordinaria o
constitucional; "por el contrario, la susodicha disposición constitucional debe
ser interpretada de conformidad con el principio de unidad de la Constitución,
considerando el artículo 51.° (...), más aún si ella misma (artículo 38.°) impone
a todos —y no solo al Poder Judicial— el deber de respetarla, cumplirla y
defenderla" (STC 3741-2004-AA/TC, fundamento 9)."
De tal manera, para el Tribunal Constitucional el control difuso arbitral no
puede ser objeto de una interpretación constitucional restrictiva y literal, como
exclusiva de la jurisdicción ordinaria o constitucional. Por el contrario, según el
Tribunal Constitucional peruano, la potestad de aplicar el control difuso debe
ser interpretada de conformidad con el principio de unidad de la Constitución,
más aún si ella misma impone a todos, y no solo al Poder Judicial, el deber de
respetarla, cumplirla y defenderla.
En esta dirección, la actuación de la jurisdicción arbitral está regulada en
el Decreto Legislativo N° 1071, y para los fines del presente trabajo resultan
importantes el artículo 22 y 24:
"Artículo 20°. Capacidad.
Pueden ser árbitros las personas naturales que se hallen en el pleno
ejercicio de sus derechos civiles, siempre que no tengan
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incompatibilidad para actuar como árbitros. Salvo acuerdo en contrario
de las partes, la nacionalidad de una persona no será obstáculo para
que actúe como árbitro.
Artículo 22°. Nombramiento de los árbitros.
1. En el arbitraje nacional que deba decidirse en derecho, se requiere
ser abogado, salvo acuerdo en contrario. En el arbitraje internacional, en
ningún caso se requiere ser abogado para ejercer el cargo.
2. Cuando sea necesaria la calidad de abogado para actuar como
árbitro, no se requerirá ser abogado en ejercicio ni pertenecer a una
asociación o gremio de abogados nacional o extranjera.
3. Los árbitros serán nombrados por las partes, por una institución
arbitral o por cualquier tercero a quien las partes hayan conferido el
encargo. La institución arbitral o el tercero podrán solicitar a cualquiera
de las partes la información que considere necesaria para el
cumplimiento del encargo.
De tal modo, con la inclusión de la jurisdicción arbitral para ejercer el
control difuso, "nuevamente estamos ante un desarrollo de la práctica arbitral
distante de los temas propiamente arbitrales que, por tratar asuntos disponibles
y buscar la eficacia de una justicia célere, no suele entrar en disquisiciones
constitucionales".1
1.2 MARCO TEÓRICO
De la desnaturalización de los principios constitucionales de la
supremacía jurídica de la Constitución y del juez natural por tribunales
arbitrales.
1 Santistevan de Noriega, Jorge. "Tribunal Constitucional y arbitraje: improcedencia del amparo, contra resoluciones y laudos arbitrales, el control difuso en sede arbitral y el tratamiento de la recusación del tribunal arbitral “in toto”, en Revista Peruana de Arbitraje, N° 4, Lima, 2007, pág. 42.
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El presente trabajo gira en torno a verificar como se emplea la esencia
de los principios constitucionales de la supremacía jurídica de la constitución y
del juez natural por aplicación del control difuso.
LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN (TEMÁTICAS)
Constitución:
Constitucionalidad y Estado Constitucional de Derecho.
El Estado de Derecho. Estado Social de Derecho y el Estado
Constitucional de Derecho.
Supremacía de la Constitución.
Control Constitucional y sus formas.
Control difuso constitucional en jurisdicción arbitral.
Ubicación y definición de los principios procesales.
Límites para aplicar el control en el ordenamiento jurídico.
Sentencias tomadas como fuentes relacionadas al objeto de estudio.
El arbitraje, generalidades y características.
Distinción entre arbitraje y otras instituciones jurídicas que operan en
forma conjunta.
Esencia y función jurídica del Registro Público.
Marco legal de los registradores, autonomía e independencia.
El notario y la función notarial.
Conceptos de suelo, sub suelo, yacimiento, mina y minerales.
Sistema de dominio originario de las minas.
Dominio eminente del estado.
Contrato de cesión minera.
1.2.1 CONSTITUCIÓN
En términos elementales, desde un punto de vista formal, podemos
entender como Constitución, un cuerpo de normas jurídicas básicas y
fundamentales que contienen los derechos esenciales de las personas y que
precisan y determinan la organización del Estado.
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Ese conjunto de normas y principios fundantes, tanto de tipo dogmático
como de tipo orgánico, constituyen base, cimiento y columnas maestras del
resto del ordenamiento o edificio jurídico de un país.
Subyacentemente una Constitución contiene principios, propósitos y
objetivos programáticos, que constituyen marcos o cauces dentro de los cuales
una Nación debe desarrollar su destino.
Como dice el profesor mexicano IGNACIO BURGOA, existe una
diversidad de acepciones sobre Constitución, lo que obedece a los diferentes
puntos de vista, desde los cuales se la ha tratado de definir. Así, para el filósofo
alemán del siglo XIX, FERNANDO LASALLE, "la Constitución es la suma de los
factores reales del poder que rigen ese país".
El tratadista alemán CARL SCHMIDT encuentra un cuádruple concepto
de Constitución: a) Un concepto absoluto, es decir, como el conjunto de
relaciones que se desarrollan dentro de una sociedad; b) Un concepto relativo
tiene en cuenta el punto de vista formal, es decir, se refiere a la ley
constitucional, que contiene las normas de categoría superior; c) Un concepto
positivo, entendido como la decisión política del titular del poder constituyente,
y d) Un concepto ideal, como los idearios de los partidos políticos.
El jurista francés ANDRÉ HAURIOU, puntualiza que "La Constitución de
un Estado es el conjunto de reglas relativas al Gobierno y a la vida de la
comunidad estatal, considerada desde el punto de vista de la existencia
fundamental de ésta. El reconoce una Constitución política y una Constitución
social. SÁNCHEZ AGESTA como varios otros autores distinguen un concepto
formal de un concepto material.
JELLINEK, antiguo profesor de la Universidad de Heidelberg, señala que
"La Constitución de los Estados, abarca por consiguiente, los principios
jurídicos que designan los órganos supremos del Estado; los modos de
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creación, sus relaciones mutuas, fijan el círculo de su acción, y por último, la
situación de cada uno de ellos respecto del poder".
El profesor mexicano ALBERTO TRUEBA URBINA, señala que "los
presupuestos de una nueva definición de Constitución, tienen que englobar no
sólo las formas de integración política, sino de integración social, originadas por
la división estructural de la sociedad humana en poseedores y desposeídos".
"En consecuencia, la Constitución tiene que definirse como norma que
asegure los derechos individuales, así como la organización del Estado, y
como estatuto social protector y redentor de los económicamente débiles en
función de realizar el bienestar colectivo".
En términos concretos y refiriéndose a la Constitución como un medio
amplio de control del poder, KARL LOEWENSTEIN, llega a sostener que "la
Constitución se convirtió así en el dispositivo fundamental para el control del
proceso del poder". Y el distinguido constitucionalista español de esta última
década FRANCISCO FERNÁNDEZ SEGADO, sostiene que "la Constitución es,
pues, un orden jurídico que se califica como fundamental, que representa un
carácter fundamental".
Por su parte el profesor argentino BIDART CAMPOS, en la tarea de
formulación de la noción de Constitución, distingue las escuelas racionalista,
histórica y sociológica. La primera, que corresponde a los siglos XVIII y XIX,
pone más énfasis en la ordenación real de la convivencia política, en la
formación normativa. En esta escuela incluye a CARL SCHMIDT. Según
BIDART, tal posición representa el concepto estático de la constitución,
reducida a prescripciones, a reglas descarnadas de la realidad. En la escuela
historicista prima lo individual, particular y concreto que admite la tradición, y
por tanto "la Constitución es expresión de la realidad, es algo vital, porque
enraíza y arraiga en la comunidad a la cual pertenece y se resiste al legalismo
y a la normatividad emanados como deducciones a priori de una razón
abstracta". Según la escuela sociológica, la Constitución surge del medio social
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ambiente en el medio presente. Es sobre todo, algo vigente, actuante, efectivo.
La realidad social es el soporte de la Constitución.
Entre los autores nacionales, tenemos a RAÚL FERRERO REBAGLIATI,
quien en términos concretos sostiene que "la Constitución es la norma
fundamental, de la que desciende por grados el resto del ordenamiento jurídico.
Puede ser definida como el conjunto de reglas que organizan los poderes
públicos y aseguran el ejercicio de los derechos políticos y civiles".
Lo que no puede faltar, consiguientemente, en una noción de
Constitución, es la idea de ordenamiento jurídico básico del Estado, la
estructura del poder y sus formas esenciales de funcionamiento y desarrollo, la
puntualización precisa de los derechos esenciales de las personas, así como
los mecanismos fundamentales para cautelar su ejercicio; todo ello en función
de una realidad social determinada, sujeta a las robustas vigencias sociales,
pero al mismo tiempo, sensible a las trascendentes mutaciones
constitucionales.
CONSTITUCIONALIDAD Y ESTADO CONSTITUCIONAL DE
DERECHO
Debemos entender por constitucionalidad a la existencia, plena vigencia
y respeto a un orden constitucional, al cual se encuentran sometidas todas las
leyes y demás normas jurídicas, no solamente desde el punto de vista formal y
normativo, sino y sobre todo desde el punto de vista real, de aplicación y
práctica cotidiana.
La constitucionalidad, como existencia jurídica, política y social es la
expresión de la supremacía de la Constitución; constituye soporte y sustento
del Estado Constitucional de Derecho.
EL ESTADO DE DERECHO. ESTADO SOCIAL DE DERECHO Y EL
ESTADO CONSTITUCIONAL DE DERECHO.
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a.- La noción de Estado de Derecho, la existencia de una Constitución
que incluya unos derechos fundamentales y la división de poderes.
"Configurada en sus orígenes como un amplio programa político en la
línea del liberalismo progresista, destinadas a garantizar la seguridad de
una burguesía consolidada frente a las ingerencias del Estado". "El
Estado de Derecho, es el Estado de Derecho Administrativo bien
ordenado", según lo puntualiza.
De lo anteriormente citado, podríamos inferir que Estado de Derecho, es
aquel donde prima la ley y al cual se someten y subordinan el poder
administrador del Estado, así como las normas y disposiciones que
expide.
b.- Estado social de Derecho. Como superación al Estado de Derecho,
que es de tipo liberal y con predominio del individualismo, se elabora la
concepción de Estado social de Derecho y que el profesor argentino
NÉSTOR SAGUES lo caracteriza por las siguientes especificaciones: el
constitucionalismo neoliberal social, constitucionalismo marxista y
constitucionalismo corporativo, los cuales siendo distintos han tenido
lineamientos comunes, tales como un concepto positivo de libertad, un
concepto sustancial de la igualdad, una participación política que supere
la tesis de la democracia representativa, mediante una democracia
participativa, la dignificación -ética y política- del trabajo y los
trabajadores, la función social de la propiedad, la solidaridad como deber
jurídico, la justicia social, intervención estatal.
Postula a que el uso de las libertades sea efectivo y esté al alcance de
las mayorías sociales. Que el Estado esté al servicio de los intereses
generales de la sociedad, vale decir, permita un estado de cosas más
justo.
En un Estado social de Derecho debe prevalecer la justicia sobre la ley.
c.- Estado Constitucional de Derecho. Surge en el período entre guerras
y se desarrolla después de la Segunda Guerra Mundial, como una
superación del Estado legal de Derecho, y recoge los avances
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normativos del Estado social de derecho. El Estado Constitucional de
Derecho, ya tiene el ingrediente de carácter social, implica el some-
timiento a las normas de la Constitución, del resto del ordenamiento
legal, así como a los actos de los Poderes del Estado. Este Estado
Constitucional de Derecho, se complementa con una jurisdicción
constitucional propia y de naturaleza especial que garantice los derechos
consagrados de tales Constituciones; esa jurisdicción especial surge con
los tribunales constitucionales europeos y con sus diferentes variantes
que van tomando cuerpo, no sólo en Europa, sino también en América
Latina.
SUPREMACÍA DE LA CONSTITUCIÓN
Este principio rige para los Estados que tienen Constitución rígida, o más
o menos rígida y que por cierto son la mayoría en la actualidad.
Y significa que la superioridad de sus normas, sobre las normas legales
y administrativas, proviene de su carácter no solamente fundante del Estado,
sino que da las bases y fundamentos para el ordenamiento jurídico, señalando
determinadas pautas, como debe desarrollarse tal ordenamiento y no de otra
manera.
La supremacía de la Constitución tiene justificación porque ella
constituye fundamento positivo de las leyes; es el primer fundamento del orden
jurídico, pues es la ley de leyes, y porque no hay Estado sin Constitución.
EISENMANN, citado por BIDART CAMPOS, señala que la Constitución
constituye el grado supremo, o desde el punto de vista dinámico, la fuente,
principio y orden estático entero. Por su parte, SÁNCHEZ AGESTA, al referirse
a la supremacía de la Constitución dice que ésta explica el carácter de derecho
fundamental que reviste la Constitución, refiriéndose a la conexión con factores
reales de poder de un Estado, que apoya la vigencia efectiva de esa
Constitución y es la garantía de su perduración, aparte de que la Constitución
contiene el mínimo de elementos para que exista el orden.
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Por su parte, KELSEN, basa la supremacía de la Constitución en dos
principios del orden jurídico, el de supra-ordenación y el de subordinación de
las normas.
La supremacía de la Constitución, uno de los fines esenciales de los
procesos constitucionales como bien lo reconoce este mismo Código, parte de
reconocer que toda Constitución es, entre otras cosas, parámetro de validez
formal (procedimientos sobre cómo generar Derecho) y de validez material
(contenidos de dicho Derecho) del ordenamiento jurídico de cualquier Estado; y
que por ende, no pueden haber conceptos o procedimientos que pudiesen ser
considerados conformes a Derecho si no se adecuan a lo que la norma
constitucional tiene previsto al respecto.
Ninguna normativa o quehacer estatal, e incluso privado entre
particulares, puede ir en contra a lo constitucionalmente dispuesto. Ahora bien,
si esta premisa es hoy aplicable a cualquier actividad o disciplina que reclame
tener contenido o naturaleza jurídica (o por lo menos, que sea pasible de una
interpretación y control en clave jurídica), con mayor razón se trata de una
pauta exigible dentro de procesos cuyo objetivo es justamente el asegurar la
plena vigencia de la supremacía constitucional.
Dichas constataciones tienen, de cara al quehacer de cualquier juez
peruano, una connotación adicional: si el juzgador es el principal responsable
de asegurar que se actúe conforme con lo dispuesto por la Constitución.
Ahora bien, y en la misma lógica de lo ya expuesto, la inaplicación de
una norma por inconstitucional es la última ratio, la alternativa que solamente
debe usarse si es imprescindible e inevitable cuando no es posible encontrar
una interpretación conforme a la Constitución. En este sentido puede entonces,
independientemente de no coincidir con una en nuestra opinión errónea
ampliación del control difuso a algunas instancias administrativas y/o arbitrales,
entenderse en este caso si los acertados recaudos del Tribunal Constitucional
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peruano por dar una definición de lo que considera debe entenderse por control
difuso, además de establecer una serie de requisitos para poder ejercerlo y
límites para ese mismo ejercicio.
Así, por ejemplo, el alto Tribunal, frente a los expedientes 1124-2001-
AA/TC y 1383-2001-AA/TC, señala que el control difuso "(...) es un acto
complejo en la medida en que significa preferir la aplicación de una norma cuya
validez, en principio, resulta beneficiada de la presunción de legitimidad de las
normas del Estado (Expediente 1383-2001-AA/TC, fundamento jurídico 16).
El Tribunal Constitucional peruano básicamente prescribe el
cumplimiento de algunos requisitos para luego proceder al ejercicio del control
difuso.
En segundo término, se aclara que deberá recurrirse al control difuso
solamente cuando no sea posible efectuar una interpretación conforme a la
Constitución de la norma que viene siendo impugnada, previsto expresamente
en la Segunda Disposición de la Ley Orgánica de esa misma importante
institución.
Pero también a este nivel se plantea la necesidad de reconocer límites al
ejercicio del control difuso. Ellos se encuentran vinculados a la existencia de
fallos anteriores dentro de procesos de inconstitucionalidad o de Acción
Popular, en los cuales se hubiese confirmado la constitucionalidad de la norma
que ahora se esté cuestionando, pero sobre todo, si existe o no una
interpretación ya establecida sobre el particular por el mismo Tribunal
Constitucional.
Justo es reconocerlo, todavía formalmente el supremo intérprete de la
Carta de 1993 no ha reconocido que el control difuso es una competencia
también exigible a quienes resuelven controversias en sede arbitral.
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El artículo 51 de la Constitución expresamente establece la supremacía
jerárquica de la Constitución, al señalar que esta prevalece sobre toda norma
legal.
En atención a dicha determinación constitucional aparece como correlato
el establecimiento del denominado control constitucional difuso o judicial
review.
Este modelo contralor se encuentra a cargo del órgano judicial ordinario.
Así, la pluralidad de los jueces del Poder Judicial tienen facultades para
establecer la inconstitucionalidad de una norma dentro del marco de una
controversia concreta; esto es, los alcances de dicha inconstitucionalidad son
aplicables única y exclusivamente a los partes intervinientes en dicha litis.
En tiempos más recientes fue recogida en el artículo 237 de la
Constitución de 1979 y en el artículo 138 de la Constitución vigente.
Al respecto, el Tribunal Constitucional en el caso del Sindicato Unitario
de Trabajadores de Telefónica del Perú S.A. y Fetratel ha señalado que "El
control difuso de la constitucionalidad de las normas, constituye un poder-deber
del Juez al que el artículo 138 de la Constitución habilita en cuanto mecanismo
para preservar el principio de supremacía constitucional y, en general, el
principio de jerarquía de las normas, enunciado en el artículo 51 de nuestra
norma fundamental.
Jerarquía de las Normas Jurídicas
Precisamente de la supremacía de la Constitución y de su relación de
ésta con las demás normas, emerge el principio de la jerarquía de las normas
jurídicas. Precisamente la existencia de una jerarquía en las normas jurídicas -
en función de sus órganos emisores, de su importancia y de su sentido
funcional- es que resulta un orden jurídico, en este caso más propiamente un
orden constitucional, garantía de la seguridad jurídica. Y la justificación de
20
niveles jerárquicos -normas constitucionales, normas legales y normas
administrativas-, se genera de los principios de supremacía y subordinación.
Inviolabilidad de la Constitución
Inviolabilidad de la Constitución
De las reglas de superioridad y de subordinación normativa, emerge el
respeto a la norma constitucional por parte de las normas inferiores y
lógicamente por sus respectivos operadores legislativos, es decir, la
inviolabilidad de la. Constitución, como una seguridad para el mantenimiento de
un Estado constitucional de derecho. De la actitud contraria, surge el fenómeno
antijurídico de la inconstitucionalidad de las leyes, fenómeno que precisamente
es materia de control.
Resulta importante transcribir, lo que dice el profesor mexicano
IGNACIO BURGOA, sobre la inviolabilidad de la Constitución:
"La inviolabilidad de la Constitución denota un concepto que se vincula
estrechamente a los de poder constituyente, supremacía, fundamentalidad y
legitimidad de tal ordenamiento jurídico-positivo. Se afirma que la Constitución
es "inviolable" porque sólo puede ser quebrantada, desconocida o reemplazada
mediante el ejercicio de dicho poder, cuyo titular es el pueblo, toda vez que no
es sino el aspecto teleológico de su soberanía. "Inviolabilidad", por ende
significa imposibilidad jurídica de que la Constitución sea desconocida,
cambiada o sustituida por fuerzas que no emanen del poder constituyente, o
por grupos de personas que no expresen la voluntad mayoritaria del pueblo.
Esta imposibilidad se basa en la fundamentalidad y la supremacía del
ordenamiento constitucional, ya que el supuesto contrario equivaldría a admitir
que las decisiones fundamentales que preconiza la Constitución y su
hegemonía normativa estuviesen supeditadas a tales grupos o personas,
circunstancias que, además de contrariar el principio de soberanía nacional,
manifestaría un craso absurdo en el ámbito del derecho".
CONTROL CONSTITUCIONAL
21
Es el conjunto de procedimientos tanto políticos como jurisdiccionales,
destinados a defender la constitucionalidad, es decir, la plena vigencia de la
Constitución y el respeto a las normas constitucionales, como la forma más
adecuada de defender un Estado Constitucional de Derecho, y por ende una
manera de asegurar un ambiente de justicia, paz y progreso, en una
determinada sociedad.
La defensa de la constitucionalidad a través del control se debe
precisamente a las frecuentes violaciones constitucionales; tantas formas como
hay de violaciones constitucionales, hay también formas de control
constitucional, como veremos más adelante, pero antes de ello, es importante
pergeñar algunos fundamentos del control constitucional. Veamos.
Fundamentos Jurídicos
Son los mismos fundamentos de la constitucionalidad, la supremacía de
la Constitución, la jerarquía de las normas jurídicas, y la consiguiente
inviolabilidad constitucional.
Tiene que defenderse la constitucionalidad, y para ello se tiene que
controlar, condenar y perseguir la inconstitucionalidad en cualquiera de sus
modalidades.
Fundamentos Políticos y Sociales
El control y defensa de la constitucionalidad, no se realiza por sí misma,
sino porque el mantenimiento de la constitucionalidad, implica orden normativo,
aplicación correcta de las normas en los distintos niveles jerárquicos y esto da
lugar a la seguridad jurídica, que a su vez permite un mínimo de seguridad
social, mediante la cual cada ciudadano tenga la certeza de que las reglas de
juego que imponen las leyes han de cumplirse. Con orden y seguridad jurídica
los ciudadanos se sentirán respaldados en su normal desarrollo y en su
participación en la vida política y social del país.
Formas de Control Constitucional
22
Debemos tener presente previamente que a la Constitución no
solamente se agrede mediante leyes que la contradicen, sino mediante normas
de inferior nivel, como son las administrativas; también los altos funcionarios
pueden agredir a la Constitución y agraviar al Estado, mediante la comisión de
delitos e infracciones constitucionales durante el ejercicio de sus cargos.
También las autoridades, funcionarios o particulares pueden cometer agresión
contra la Constitución, es decir, violarla, mediante actos. Eventualmente
también los órganos jurisdiccionales pueden incurrir en inconstitucionalidad en
sus sentencias. Si la agresión o amenaza constituye una violación de la
Constitución y por consiguiente se incurre en inconstitucionalidad, podemos
inferir de lo anterior que existe inconstitucionalidad de leyes, de normas
administrativas, de actos violatorios de los derechos constitucionales.
Veamos las principales formas de control constitucional, teniendo en
cuenta únicamente el punto de vista de sus órganos de control.
Control Constitucional Político o Parlamentario
El principal y de mayor significación es el que realiza el Parlamento, por
delitos e infracciones constitucionales cometidos por los altos funcionarios de la
República, durante el ejercicio de sus cargos, tales como los cometidos por el
Presidente de la República, los representantes al Congreso, los Ministros de
Estado, los Vocales de la Corte Suprema, Magistrados del Tribunal
Constitucional, Fiscal de la Nación. Este control se hace mediante la Acusación
Constitucional y el juicio político.
Control Constitucional Jurisdiccional
Es el que realizan los órganos jurisdiccionales, sean éstos del Poder
Judicial o de Tribunales Constitucionales, según el sistema que impere en un
país. Y en ambos casos, el control se realiza mediante procedimientos
especiales de tipo constitucional.
En esta forma de control, podemos distinguir dos tipos:
23
• Control Constitucional de las leyes que es el clásico y se viabiliza
mediante la acción de inconstitucionalidad, como en los países que
practican el sistema de control constitucional concentrado, como son
varios los europeos, o en el caso del Perú, que cuenta con un sistema
mixto.
• Control Constitucional de Normas Administrativas, en cuyo nivel, como
es en el caso del Perú, se hace a través de la Acción Popular, mediante
la cual no solamente se hace control de Constitucionalidad, sino también
de legalidad.
Formas Especiales de Control
El profesor argentino NÉSTOR PEDRO SAGÜES, considera dos tipos
más de control de constitucionalidad, que resulta importante consignarlos:
• Control Ejecutivo. Es el que realiza el Presidente de la República, al
hacer uso del derecho del veto relativo o del derecho de observación de
las leyes, cuando las recibe aprobadas y para su consiguiente
promulgación. Lógicamente, constituirá acto de control, cuando las
observa por razones de inconstitucionalidad.
• Control Electoral. Llama así el profesor SAGÚES, a aquel que se emplea
en los países, en los que una ley recientemente aprobada y antes de su
promulgación, se somete a referéndum, a fin de que los electores se
pronuncien sobre su constitucionalidad o inconstitucionalidad.
Control Social
Por nuestra parte, consideramos la existencia de un control informal,
pero no por eso menos legal, cual es el que realiza la opinión pública, a través
de los medios de comunicación, los profesionales a través de los colegios
profesionales, particularmente los hombres de leyes y los ciudadanos en
general a través de los pronunciamientos de los partidos políticos.
Merece comentario especial el que realizan los medios de comunicación,
haciendo uso de los derechos de información, opinión y libertad de expresión;
si bien es cierto que estos medios tienen sus propios intereses, pero cuando se
24
hace adecuado uso de la libertad de prensa, se ejerce un buen control no sólo
de la gestión de los gobernantes, sino también de la constitucionalidad. Y eso
es de mayor auge en nuestros tiempos, acorde con el desarrollo tecnológico de
estos medios y su gran influencia en la ciudadanía. Es así por ejemplo, que
antes que un Ministro sea interpelado u objeto de un juicio político, los
periódicos, los radio-periódicos y los espacios informativos de la televisión, no
sólo han estimulado el encaramiento del problema, sino que muchas veces, se
dan el lujo de convocar a tales altos funcionarios, para hacerles, vía una
entrevista ante la teleaudiencia de un significativo sector de la ciudadanía del
país, una especie de interpelación sobre los actos que eventualmente pudieran
devenir en inconstitucionales.
1.3 MARCO LEGAL
Principios Procesales
Principios generales del Derecho Plenario
Principios generales del ordenamiento jurídico
Ubicación y definición de los principios procesales
Principio al Juez Natural.
Límites para aplicar el control en el ordenamiento jurídico
El arbitraje generalidades
Esencia y función del Registro
Registro de Predios, importancia
Concepto de Derecho Notarial y función notarial
El notario – protagonista de la función notarial
Control difuso en materia constitucional
Al promulgarse el Código Procesal Constitucional, se le ha dado
recepción especial y expresa al control difuso en el área constitucional. De ello
podemos deducir que tal control se presta para resoluciones cuando se trata de
acciones y sus consiguientes procesos de control de actos, mas no control de
normas, ya que para éstas está reservado al sistema de control concentrado y
25
a cargo del Tribunal Constitucional, salvo quizá y excepcionalmente cuando se
trate del proceso de Acción Popular, que le corresponde conocer únicamente al
Poder Judicial.
Hacemos la anterior y necesaria aclaración, porque en el Tribunal se
protagonizó una singular y discutida experiencia, por parte de tres de sus
magistrados, cuando se trató de resolver la inconstitucionalidad de la llamada
Ley de Interpretación Auténtica del Art.112 de la Constitución, que pretendía
justificar una segunda y consecutiva reelección presidencial. Como quiera que
no se alcanzó los seis votos que exigía el Art. 4 de la Ley 26435, L.O.T.C.
(cuatro de ellos se inhibieron) los tres que estaban de acuerdo porque se
declare la inconstitucionalidad de dicha norma legal, alegando que también
eran jueces, se pronunciaron sobre la inaplicabilidad de la misma.
El Código Procesal Constitucional, da un doble tratamiento al control
difuso. Uno de carácter general y expreso y uno de carácter específico.
Norma Genérica. En el Art. VI del Título Preliminar, en los siguientes
términos: "Control Difuso e Interpretación Constitucional. Cuando exista
incompatibilidad entre una norma constitucional y otra de inferior jerarquía, el
Juez debe preferir la primera siempre que ello sea relevante para resolver la
controversia y no sea posible obtener una interpretación conforme a la
Constitución.
“Los jueces no pueden dejar de aplicar una norma cuya
constitucionalidad haya sido confirmada en un proceso de inconstitucionalidad
o en un proceso de acción popular”.
“Los jueces interpretan y aplican las leyes a toda norma con rango de ley
y los reglamentos según los preceptos y principios constitucionales, conforme a
la interpretación de los mismos que resulte de las resoluciones dictadas por el
Tribunal Constitucional”.
26
Como puede apreciarse del texto del mencionado Art. VI, se les concede
a los jueces en materia constitucional, la aplicación del sistema difuso, pero
condicionada tal aplicación sea relevante para resolver la controversia y no sea
posible obtener una interpretación conforme a la Constitución. La tercera parte
del referido dispositivo de las pautas para la interpretación constitucional, tema
del cual trataremos más adelante.
Norma Específica: Se refiere a un caso especial de procedencia de los
procesos, frente a actos basados en normas, que ya estuvo contemplado en la
Ley 23506, sobre hábeas corpus y amparo.
Como sabemos, las acciones de hábeas corpus, amparo y hábeas data
proceden contra actos u omisiones, y no contra normas. El caso especial, es
que se formula demanda por cualquiera de las tres acciones antes referidas, si
bien es cierto contra actos, pero éstos están basados en normas que resultan
incompatibles con la Constitución.
En aquellos casos el juez si encuentra efectivamente incompatibilidad
entre la norma legal que trata de proteger el acto abusivo y la norma
constitucional, inaplicando tal norma legal, declara fundada la demanda y
presta protección al demandante. El Juez califica esa incompatibilidad en el
mismo proceso.
Interpretación Constitucional
A su vez la interpretación constitucional tiene dos tipos: interpretación de
la Constitución, vale decir, de las normas que contiene y lógicamente cuando
ellas no se presenten claras y la interpretación constitucional de las leyes, de
conformidad con la Constitución.
Según los Preceptos Constitucionales
Debemos entender como preceptos, las normas contenidas en la
Constitución, es decir, las derivadas de su articulado y aún más, junto a los
preceptos formales o escritos, hay silencios constitucionales, que no dejan de
27
tener fuerza y sirven para el esclarecimiento e interpretación de lo que quiere
decir la Constitución.
Según los Principios Constitucionales
En el caso del Perú, se tiene en cuenta los siguientes principios:
a) Dignidad de la persona humana.
b) Derechos fundamentales.
c) Orden democrático.
d) Estado social y democrático de derecho.
e) Control y transparencia del poder público.
f) Descentralización.
g) Economía social de mercado.
h) Integración.
i) Supremacía constitucional.
j) Vigencia de la Constitución ante formas no previstas por ella.
Interpretación que resulte de las Resoluciones del Tribunal
Así como en la interpretación de las leyes, existe un tipo especial de
interpretación, la interpretación judicial, la que deriva de la jurisprudencia.
De allí que, el segundo párrafo del Art. VI, dispone que, "los jueces no
pueden dejar de aplicar una norma cuya constitucionalidad haya sido
confirmada en un proceso de inconstitucionalidad o en un proceso de acción
popular.
INTERPRETACIÓN DE LOS DERECHOS CONSTITUCIONALES
El contenido y alcances de los derechos constitucionales protegidos por
los procesos regulados en el presente Código deben interpretarse de
conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos, los tratados
sobre derechos humanos, así como de las decisiones adoptadas por los
tribunales internacionales sobre derechos humanos constituidos según tratados
de los que el Perú es parte.
28
El progresivo avance a nivel mundial en la difusión y consolidación de
los diversos derechos ha llevado a que, pasados ya los estadios de
declaración, regulación normativa y establecimiento de mecanismos
específicos para su tutela a nivel nacional, el reto actual sea el de la
internacionalización de los derechos, y el de un progresivo acercamiento en el
contenido de los Derechos Fundamentales, sin hacer referencia a una siempre
equívoca referencia al concepto "contenido esencial".
Por ello, y únicamente por desarrollar un ejemplo, el derecho de huelga
no es lo que puede desprenderse de la lectura de nuestra Constitución y
nuestras leyes (siempre y cuando estas leyes sean respetuosas de los
parámetros de fondo y forma que previamente les ha establecido la misma
Constitución), sino, y en la línea de lo ya dispuesto en la Cuarta Disposición
Final y Transitoria de la Constitución de 1993, lo que involucre la lectura
de ,esas disposiciones a la luz de lo dispuesto en los tratados de los cuales el
Perú es parte. Esto ocurre de forma que ya ni siquiera puede considerarse que
las definiciones a las cuales arribemos puedan entenderse como consecuencia
de una mera coordinación con lo ya establecido por los tratados sobre
Derechos Humanos que hayan sido ratificados por el Perú pues, como bien
señala la Convención de Viena (disposición hoy considerada como una suerte
de Tratado de los tratados), no cabe alegar normas de Derecho interno para
desentenderse de las obligaciones internacionalmente asumidas.
Justo es reconocer que el reconocimiento de estos parámetros no era un
tema absolutamente novedoso. En más de uno de sus fallos, el Tribunal
Constitucional peruano había reconocido este criterio (en este sentido, por
ejemplo, se encuentra lo resuelto frente a las controversias recogidas en los
expedientes 1277-1999-AC/TC, 1230-2002-HC/TC o 2050-2002-HC/TC), al
cual considera de aplicación inmediata (ver al respecto lo dicho ante el
expediente 1268 - 2001- HC/TC).
En esa misma línea de pensamiento, el Tribunal Constitucional peruano
se preocupó por aclarar que estos tratados constituyen un parámetro a tomar
29
en cuenta para entender aquellas cláusulas que reconocen o limitan derechos
fundamentales (en ese tenor lo señalado en el ya mencionado expediente
1268-2001-HC/TC). Y luego de algún cuestionable fallo, donde obiter dicta se
reconocía rango legal y no constitucional a los tratados sobre Derechos
Humanos (postura asumida en el caso Ana Elena Towsend y otros, expediente
1277-1999-AC/TC), hoy ya el supremo intérprete de la Constitución tiene
reiterada jurisprudencia mediante la cual le reconoce rango constitucional a
dichos tratados.
Sin embargo, necesario es anotar como ya la misma jurisprudencia del
Tribunal Constitucional peruano señalaba que esta interpretación conforme a
los tratados implicaba no solamente el respeto al texto de dichos tratados, sino
también una adhesión a la interpretación hecha por los órganos creados para
asegurar su aplicación con efectos vinculantes, el papel que precisamente
cumple la Corte instalada en San José de Costa Rica para el sistema
interamericano.
Todas estas pautas esbozadas ya jurisprudencialmente en el Perú por
sentencias como las aquí citadas, terminan siendo consagradas en el precepto
legal al cual ahora venimos haciendo referencia. Independientemente de que
se trate de un desarrollo legal o jurisprudencial, lo aquí plasmado es de enorme
importancia, sobre todo para el juez y demás intervinientes en un proceso
constitucional, y por ello, bien vale la pena tenerlo presente.
1.4 PRINCIPIOS PROCESALES
El artículo III del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional
señala la obligatoriedad que todos los procesos constitucionales deban
desenvolverse con arreglo a ellos.
Para abordar dicha materia es dable exponer una visión totalizadora de
la noción principios generales del derecho. Al respecto, veamos lo siguiente:
30
Los principios generales del derecho aluden a la pluralidad de
postulados o proposiciones con sentido y proyección normativa o deontológica
que, por tales constituyen parte del núcleo central del ordenamiento jurídico de
un Estado.
El sentido de los principios generales del derecho involucra tanto los
juicios estimativos (principios de conocimiento), como los juicios lógicos que
estructuran el comportamiento jurídico (juicios de valor). Por consiguiente,
devienen en las bases axiológicas y lógico-jurídicas que dan a un ordenamiento
jurídico su sentido ético, su medida racional y su fuerza histórica.
I.- LOS PRINCIPIOS GENERALES DEL DERECHO PLENARIO
Se trata de fundamentos que tienen manifestaciones universales, por lo
que pueden estar exentos de referencias específicas en un ordenamiento
jurídico, se subdividen en:
a) Fundamentos iusaxiológicos
Se trata de axiomas que responden a las exigencias de una justa
regulación de las relaciones jurídico-sociales. Reflejan la concepción primaria
del hombre, que identifica al derecho con la justicia a través de nociones como
buena fe, orden público, dignidad de la persona.
Estos fundamentos toman muy en cuenta la naturaleza humana; y, por
ende, su realidad ontológico-universal. Son invocables en cualquier sistema
jurídico, aunque su especificación varíe según las coordenadas culturales de
cada comunidad.
b) Fundamentos disciplinarios
Son axiomas que imponen la institucionalización y desarrollo de una
disciplina específica del derecho. En puridad, subsumen, condensan o resumen
la quinta esencia de una disciplina. Tal el caso de lo previsto en el artículo III
del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional.
31
II.- LOS PRINCIPIOS GENERALES DEL ORDENAMIENTO JURÍDICO
Se trata de fundamentos que tienen manifestaciones concretas y
específicas en un ordenamiento jurídico, se subdividen en:
a) Fundamentos ideológicos
Son axiomas o ideas fundamentales que usualmente aparecen en la
fórmula política de un orden social determinado, constituyéndose, por tales, en
los vectores de lo que este expresa acerca de su sistema jurídico. En función a
ellos inspiran a legisladores y jueces.
b) Fundamentos de tradición comunitaria
Son axiomas que dan tipicidad y fisonomía al orden jurídico de una
comunidad y expresan los criterios y convicciones que le imponen a este su
idiosincrasia y peculiaridad histórico-cultural. Develan el espíritu nacional en el
ordenamiento jurídico.
III. UBICACIÓN Y DEFINICIÓN DE LOS PRINCIPIOS PROCESALES
Tal como se señaló precedentemente los principios procesales forman
parte de los principios generales del derecho plenario en su vertiente de
fundamentos disciplinarios.
En ese orden de ideas, Juan Morales Godo2 señala que los principios
procesales contienen las líneas directivas que sirven de sustento y desarrollo al
ordenamiento procesal.
Con particular énfasis Rodolfo Espinoza Zevallos3, refiere que "son
aquellos postulados axiomáticos que sobre la base de su consistencia lógica
[...] determinan la naturaleza, la razón de ser o esencia de los procesos
2 Juan Morales Godo. Instituciones de derecho procesal. Lima: Palestra, 2005. pág. 393 Rodolfo Espinoza Zevallos. En: Derecho Procesal Constitucional Peruano. Lima. Grijley, 2005. pág. 377
32
constitucionales: La defensa de la Constitución y la protección de los derechos
fundamentales".
Entre las principales características que ostentan los principios
procesales contenidos expresa o implícitamente en el Código Procesal
Constitucional tenemos las siguientes:
- Exponen postulados o axiomas que alcanzan a todos los procesos
constitucionales reconocidos en la Constitución, los cuales se
encuentran desarrollados en el Código Procesal Constitucional.
- Exponen postulados o axiomas que permiten eventualmente cubrir las
áreas "incompletas" o "lagunosas" del Código Procesal Constitucional.
- Deben ser aplicados por los operadores jurisdiccionales, o pueden ser
invocados para su utilización por las partes adscritas a un proceso
constitucional.
- Tienden a satisfacer y permitir alcanzar los fines concretos de los
procesos constitucionales. Así, el Tribunal Constitucional en el caso
Carmen Tafur Marín de Lazo (Expediente N° 0266-2002-AA/TC) ha
señalado que las diferencias que distinguen un proceso judicial ordinario
de un proceso constitucional radican en que los principios señalados en
el artículo III del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional
devienen en fundamentales e ineludibles para el cumplimiento de los
fines de los procesos constitucionales.
El artículo III del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional
consigna como principios procesales disciplinarios los siguientes:
- El principio de dirección judicial del proceso.
- El principio de gratuidad en la actuación del demandante.
- El principio de economía.
- El principio de inmediación.
- El principio de socialización
El principio de dirección judicial del proceso
33
En efecto, tal como lo señalan Gerardo Eto Cruz y José Palomino
Manchego dicho principio es emblemático de la vocación inquisitiva del
proceso, ya que a diferencia de la vocación dispositiva, la dinámica de la litis no
queda circunscrita a la voluntad de las partes sino a la responsabilidad del juez,
el cual tiene el deber funcional de investigar la verdad por todos los medios
legales a su alcance.
Para corroborar lo expresado es dable remitirse a lo establecido en el
artículo 106 del Código Procesal Constitucional: "Admitida la demanda, y en
atención al interés público de la pretensión discutida, el Tribunal Constitucional
impulsará el proceso de oficio con prescindencia de la actividad o interés de las
partes. El proceso solo termina por sentencia".
Artículo 41:
"Cualquier persona puede comparecer en nombre de quien no tiene
representación procesal… Una vez que el afectado se halle en posibilidad
deberá ratificarla demanda y la actividad procesal realizada por el procurador
oficioso”
El principio de dirección judicial del proceso obliga al operador juris-
diccional a encauzar y administrar el proceso a su cargo, al cumplimiento de su
objeto de creación. Para tal efecto le está vedado supeditarse a la mera acción
volitiva de las partes, amén, que no debe constreñirse a resolver solo en
función a las pruebas ofrecidas.
Carlos Mesía señala que el operador jurisdiccional no es "un simple
notario encargado de protocolizar las actuaciones de las partes, sino que su
deber es controlar la actuación de estos teniendo como objetivo que el conflicto
sometido a su jurisdicción sea resuelto en el menor tiempo posible; más aún si
se tiene en consideración que son los derechos fundamentales de la persona
los que están en juego y requieren de una reparación urgente frente a los
agravios.
34
La aplicación de estos principios, acarrea entre otros, el cumplimiento a
los deberes funcionales siguientes:
- El deber de encauzar y liderar la actividad procesal.
- El deber de disponer las medidas destinadas a resolver la causa
adecuadamente.
- El deber de promover y alcanzar la continuación del proceso, aún en el
caso que exista una duda razonable respecto de si debe declararse
concluido.
Sobre la materia el Tribunal Constitucional, el operador jurisdiccional
tiene la responsabilidad de controlar la actividad de las partes, evitando una
conducta procesal obstruccionista, y del otro, el auspiciar el cumplimiento de
los fines de todo proceso constitucional con eficacia y prontitud.
El principio de dirección judicial del proceso y la carga de deberes
funcionales que este conlleva crea la necesidad de señalar otros principios que
actúan como líneas vectoriales para la determinación de sus alcances y
contenidos.
Dichos principios vectoriales son los siguientes:
- El principio de impulso de oficio.
- El principio de elasticidad.
- El principio pro actione.
El principio de impulso de oficio plantea el deber del operador
jurisdiccional de agilizar la marcha del proceso de manera autónoma, sin
necesidad de la intervención de las partes. En ese contexto, resguarda que el
proceso no quede a la merced del ánimo o disposición de las partes, e incluso
que evite los recursos dilatorios o maliciosos tendientes a "adormecer" la
actividad jurisdiccional en relación con su razón de ser.
35
El principio de elasticidad plantea el deber del operador jurisdiccional
de acondicionar y adoptar las formalidades previstas en el proceso a la conse-
cución de los fines del mismo.
El principio pro actione plantea que el deber del operador jurisdiccional
de aplicar la exigibilidad de los requisitos para el acceso a la justicia, se efectúe
de manera restrictiva, a efecto que la persona demandante pueda conseguir la
exposición judicial de la supuesta amenaza o infracción de sus derechos
fundamentales o la propia defensa de la Constitución ante el órgano
jurisdiccional.
El principio de economía
Este "abarca todos los mecanismos aptos para lograr un rápido y
eficiente diligenciamiento de los actos procesales".
"Una necesaria proporción entre el fin y los medios debe presidir la
economía del proceso".
En ese sentido, la referida pauta basilar se sustenta en los criterios de
economía de gastos y economía de esfuerzos.
En relación a la economía de esfuerzos esta debe ser percibida como la
aptitud del operador jurisdiccional, de dirigir el proceso evitando la realización
de actos procesales inconsecuentes, superfluos o redundantes para los fines
del proceso y en aras de culminar el proceso en el lapso más breve posible.
El principio de economía y la carga de deber funcional que este conlleva
crea la necesidad de señalar otros principios que actúen como líneas
vectoriales para la determinación de sus alcances y contenidos.
Dichos principios vectoriales son los siguientes:
- El principio de celeridad.
- El principio de concentración.
36
El principio de celeridad plantea una actuación jurisdiccional guiada por
la búsqueda de resolver con prontitud y rapidez. Para tal efecto debe impedir la
consumación del "vicio de inercia" que pudiera emanar de una o ambas partes.
El principio de concentración plantea regular y limitar los actos
procesales; ello con el objeto que estos se realicen sin solución de continuidad
y evitando que las cuestiones incidentales entorpezcan la razón de ser del
proceso.
El principio de inmediación
Tal como señala Carlos Mesía dicho principio busca el acercamiento del
operador jurisdiccional a las partes, para alcanzar un conocimiento más cabal
de los intereses en litigio. Asimismo, propende al acceso inmediato de todos los
instrumentos y lugares que guarden directa relación con el proceso.
La inmediación puede ser subjetiva cuando el contacto se produce en
relación a las partes (tal el caso de concesión de citas y entrega de ayudas
memoria) y objetiva cuando acercamiento se establece en relación con los
instrumentos y lugares que rodean el proceso (tal el caso de visitas de
inspección, etc.).
El principio de gratuidad
Dicho principio hace referencia del beneficio a litigar sin ningún tipo de
desembolso económico.
Al respecto, el Tribunal Constitucional en el caso José Morales Dasso
señaló que la referida pauta basilar "se traduce en asegurar a las personas de
escasos recursos, el acceso y la obtención de un fallo judicial que resuelva sus
diferencias dentro de un proceso judicial gratuito".
El principio de socialización del proceso
37
Dicho principio expone una facultad concedida al operador jurisdiccional
de intervenir en el proceso, evitando que "las naturales desigualdades con que
concurren los litigantes [...] determinen el resultado del proceso".
Tal el caso de un conflicto entre una empresa transnacional y un
trabajador despedido o el de un productor o proveedor y un consumidor. En
suma, se trata de enervar que las desigualdades materiales impidan al
operador jurisdiccional ofrecer una solución basada en el valor justicia.
En suma, como anota Eloy Espinoza-Saldaña Barreda, la aplicación de
dicho principio tiene particular relevancia en nuestro país por las "notorias"
desigualdades económicas y sociales, además de prácticas discriminatorias en
temas tan sensibles como raza o género al operador jurisdiccional "le
corresponde tomar en cuenta las desigualdades que puedan existir entre las
partes, encontrándose habilitado a realizar acciones concretas que las
desaparezcan o en su defecto impedir que aquellas diferencias distorsionen el
normal desarrollo de los procesos a su cargo".
PRINCIPIO AL JUEZ NATURAL
Dicha materia se encuentra prevista en el inciso 3 del artículo 139 de la
Constitución vigente.
En nuestro país su regulación constitucional se inicia con el texto de
1979.
La denominación juez natural alcanza a aquel miembro de un órgano
jurisdiccional que goza de autoridad y potestad para resolver una controversia
determinada y concreta, como consecuencia de una previa autorización
prevista en la ley; y, que, por ende, se encuentra dotado de las
correspondientes potestades derivadas de la jurisdicción y competencia
funcional.
38
La exigencia del respeto del derecho al juez natural constituye una
garantía institucional en pro de la independencia e imparcialidad.
Como consecuencia de la existencia de este derecho surgen las
prohibiciones siguientes:
a) Prohibición de ser sometido a procedimiento distinto al previamente
establecido en la ley.
b) Prohibición de ser juzgado por órganos jurisdiccionales de excepción.
c) Prohibición de ser juzgado por comisiones especiales creadas al efecto,
cualquiera sea su denominación.
Carlos Mesía Ramírez, expone que “la garantía del juez natural importa
en lo esencial, que el órgano encargado de juzgar haya sido creado por una
norma legal, invistiéndolo de jurisdicción y competencia con anterioridad al
hecho motivador del proceso y con un régimen orgánico y procesal que permita
calificarlo de [...] especial o excepcional”.
Asimismo, Casimiro A. Varela, señala que sobre la materia no se admite
duda alguna que “el único juez o tribunal competente para el juicio es el
designado como tal por la ley vigente al momento en que se comete el hecho
punible. Es por ello que las leyes de competencia solo rigen para hechos que
se comenten con posterioridad a su entrada en vigencia”.
Más aún, conforme a la doctrina romana de la perpetratio jutisdictium, la
actividad del juez natural debe en principio alcanzar la culminación del proceso,
habida cuenta que todo litigio debe ser terminado allí donde ha comenzado.
Con acierto Néstor Pedro Sagüés expone que la referencia al juez
natural se dirige al órgano en sí y en modo alguno a la persona física ya que
como veremos más adelante, por una pluralidad de razones, es admisible que
un juez determinado sea objeto de reemplazo por otro, sin que ello configure
una violación constitucional.
39
En el caso de las consideraciones subjetivas aparece la muerte, la
renuncia, la jubilación, la destitución, o la no ratificación.
En este contexto, es dable analizar si tal situación objetiva ha obedecido
a una voluntad dolosa destinada a sustraer el conocimiento de una causa por
un juez o sala in concreto. De ser ello comprobado, se acreditaría una violación
constitucional.
De esta manera la asignación de competencias judiciales
necesariamente debe haberse establecido con anterioridad al inicio del
proceso, garantizándose así que nadie pueda ser juzgado por un juez ex post
facto o por un juez ad hoc.
Ahora bien, cabe señalar que la proscripción del juez excepcional no
debe ser confundida con la jurisdicción especializada. Esta última es según la
doctrina jurisprudencial del Tribunal Constitucional compatible con el texto
supra, ya que es permisible que la ley establezca pre-determinativamente la
existencia de jueces con competencia en una materia específica del derecho.
JUEZ Y DERECHO
No puede darse por terminada una referencia a los principios procesales
recogidos en la Ley 28237 sin mencionar y analizar lo previsto en el artículo VIII
de su Título Preliminar: la plasmación del principio doctrinariamente
denominado Iura Novit Curia.
El Iura Novit Curia parte de algunos presupuestos: el primero de ellos es
que es el juez quien en principio conoce más (o por lo menos, quien más
debiera conocer) el Derecho o lo jurídico en un proceso. El juzgador es además
el garante de la coherencia, consistencia y plena vigencia del ordenamiento
jurídico de cualquier Estado. Resulta lógico entonces considerar que una de
sus responsabilidades será la de aplicar la norma jurídica que corresponda a la
situación concreta, si constata que dicha disposición no ha sido invocada o fue
invocada erróneamente.
40
En esa misma línea de pensamiento ya iban a algunos pronunciamientos
de nuestro Tribunal Constitucional, como los emitidos frente a los expedientes
número 0905-2001-AA/TC (Caso Caja Rural de Ahorro y Crédito de San
Martín), 0394-1997-AA/TC, 0256-2003-HC/TC, 06162003-AA/TC, 569-2003-
AC/TC o 3277-2003-AC/TC (caso Sixto Velásquez Cárdenas). Es más, en este
tenor iba el reconocimiento más bien explícito de la llamada suplencia de la
queja procesal suficiente que tenía la ya derogada Ley 23506, la cual, aun
cuando no se encuentra hoy formalmente reconocida, creemos que puede
deducirse de la aplicación de los principios procesales ya consagrados en el
Título Preliminar del Código Procesal Constitucional.
En cualquier caso, debe quedar claro que la actuación jurisdiccional a la
cual venimos haciendo referencia, el ejercicio del Iura Novit Curia, tiene que
efectuarse muy cuidadosamente, pues no puede constituirse en el pretexto
para que el juzgador se subrogue en el lugar de las partes, y las haga decir lo
que ellas no quisieron decir. Dicho en términos más técnicos, el uso del Iura
Novit Curia no puede ir contra la congruencia judicial, contra el deber del
juzgador de emitir sentencias conformes a las peticiones de las partes.
Es por ello que la aplicación del Iura Novit Curia no le permite al juez
alterar los hechos, variar el objeto de la pretensión o petición concreta que se le
hace, o subsanar las imprecisiones en las cuales podría haberse incurrido para
determinar el objeto de la pretensión. La labor de dirección e impulso del
proceso que debe asumir un juez tiene límites, incluso si lo que se dice buscar
es preservar la supremacía constitucional.
LÍMITES PARA APLICAR EL CONTROL EN EL ORDENAMIENTO
JURÍDICO PERUANO
El Tribunal Constitucional en la sentencia expedida en el Exp. N° 01680-
2005PA/TC, de fecha 11 de mayo de 2005, definió los límites que deben de
observar los jueces al momento de aplicar el control difuso.
41
En dicha sentencia el Tribunal Constitucional resolvió la demanda
interpuesta por Jorge Luis Borda; Urbano contra el juez Marco Aurelio Tejada
Ortiz, titular del Vigésimo Octavo Juzgado Penal para Reos en Cárcel de Lima,
la que tenía como pretensión: a) que se declaren inaplicables los artículos 7.°,
8.° y 9.° del Decreto Legislativo N.° 813, Ley Penal Tributaria, por vulnerar el
artículo 159.°, inciso 4 de la Constitución Política del Perú, al desplazar al
Ministerio Público de la función de conducir la investigación de los delitos; b)
que se declare inaplicable el artículo 10.°, incisos b), c) y d) del mencionado
Decreto Legislativo. Se alega que el citado artículo condiciona la
comparecencia de un procesado al pago de una caución igual a la suma
investigada, lo que constituiría una forma encubierta de prisión por deudas, y c)
que se deje sin valor probatorio la investigación administrativa realizada por la
SUNAT, pues esta se ha desarrollado vulnerando las garantías que componen
el debido proceso, teniendo como único fin el cobro indebido de tributos y
constituirse en un mecanismo de intimidación y chantaje.
La Quinta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, con fecha
4 de noviembre de 2003, declaró improcedente la demanda por estimar,
respecto de la inaplicación de las mencionadas disposiciones, que no se ha
acreditado que se haya producido el desplazamiento del Ministerio Público en
cuanto a la conducción de la investigación del delito de defraudación tributaria,
y en lo demás, que la caución en modo alguno importa una forma encubierta de
prisión por deuda, puesto que su finalidad no resulta determinante para decidir
la orden de comparecencia o de detención dentro de un proceso penal. La
recurrida confirma la apelada con los mismos argumentos.
Luego el accionante Jorge Luis Borda Urbano interpuso Recurso
Extraordinario contra la sentencia de la Sala de Derecho Constitucional y Social
de la Corte Suprema de Justicia de la República.
El Tribunal Constitucional para resolver la presente controversia
desarrolló los límites que se exigen para aplicar el control difuso, y en la
presente sentencia se señalan que son los siguientes:
42
1) LÍMITE GENERAL
Para el Tribunal Constitucional la aplicación del control difuso por parte
de los órganos jurisdiccionales es de última ratio, es decir es la última medida a
la cual han de acudir los jueces del Poder Judicial. El Tribunal Constitucional de
forma expresa señala:
"3. Dadas las consecuencias que su ejercicio pueda tener sobre la ley,
que es expresión de la voluntad general representada en el Parlamento, el
Tribunal ha recordado que la declaración de inconstitucionalidad debe
considerarse como la última ratio a la que un Juez debe apelar (STC N.° 0141-
2002-AA/TC, Fund. Jur. N°. 4. c; STC N.° 0020-2003-Al/TC, Fund. Jur. N°. 5),
ya que:
"Los jueces y Tribunales sólo inaplican las disposiciones que estimen
incompatibles con la Constitución cuando por vía interpretativa no sea
posible la adecuación de tales normas al ordenamiento constitucional",
(Segunda Disposición General de la Ley N.° 28301, Ley Orgánica del
Tribunal Constitucional).
De tal manera, la necesidad de interpretar la ley con arreglo a la
Constitución no sólo se presenta como una exigencia lógica y consustancial al
carácter normativo de la Ley Fundamental, que de esta manera exige que el
derecho infraordenado se aplique siempre en armonía con ella, sino también,
en lo que ahora importa, como un límite al ejercicio del control judicial de
constitucionalidad de las leyes, que demanda de los jueces de toda sede y
grado, procurar hasta donde sea razonablemente permisible, una interpretación
de la ley que armonice con la Norma Suprema del Estado.
Al límite general de última ratio del ejercicio del control difuso se suman
los siguientes:
2) EXISTENCIA DE UN PROCESO JUDICIAL
43
Al respecto el Tribunal Constitucional ha señalado: "el control de
constitucionalidad se realiza en el seno de un caso judicial, esto es, luego del
planteamiento de un problema jurídicamente relevante que se haya sometido al
juez para su dirimencia. El ejercicio de esta delicada competencia
efectivamente no puede realizarse fuera del ejercicio de lo que es propio de la
función jurisdiccional, pues los tribunales de justicia no son órganos que
absuelvan opiniones consultivas en torno a la validez de las leyes. Tampoco
órganos que resuelvan casos simulados o hipotéticos, ni entes académicos que
se pronuncien sobre el modo constitucionalmente adecuado de entender el
sentido y los alcances de las leyes.
3) RELEVANCIA DE LA LEY
Asimismo, el Tribunal Constitucional ha indicado el control difuso opera
"siempre que la ley de cuya validez se duda sea relevante para resolver la
controversia sometida al juez. En ese sentido, el juez solo estará en actitud de
declarar su invalidez cuando la ley se encuentra directamente relacionada con
la solución del caso, término este último que no puede entenderse como
circunscrito solo a la pretensión principal, sino que comprende, incluso, a las
pretensiones accesorias que se promuevan en la demanda o se establezcan en
la ley.
El juicio de relevancia que subyace al ejercicio válido del control de
constitucionalidad no sólo tiene el propósito de recordar el carácter jurídico del
control de constitucionalidad de las leyes, sino también de erigirse como un
límite a su ejercicio mismo, puesto que, como antes se ha recordado, en los
procesos de la libertad está vedado cuestionar hipotética o abstractamente la
validez constitucional de las leyes (nemo iúdex sine actor)".
4) AGRAVIO DIRECTO
A los límites anteriores se suma la exigencia de un daño o agravio
directo a las partes procesales. De tal modo, "directamente relacionado con el
requisito anterior, es preciso que quien plantee al juez la realización del control
judicial de constitucionalidad de la ley acredite que su aplicación le ha causado
44
o pueda causarle un agravio directo, pues, de otro modo, el juez estaría
resolviendo un caso abstracto, hipotético o ficticio."
Y cuando el agravio se haya producido por una resolución judicial donde
no se aplicó el control difuso, la parte afectada para que cuestiones dicha
resolución mediante un Proceso de Amparo se exigirá que no haya consentido
la resolución que rechazó la aplicación del control difuso.
Al respecto el Tribunal Constitucional ha sostenido: "A su vez, para que
un planteamiento de esta naturaleza pueda realizarse en el seno del proceso
constitucional de amparo contra resoluciones judiciales, es preciso, por un lado,
que su aplicación (real o futura) repercuta en el ámbito constitucional de algún
derecho protegido por este proceso, y, por otro, que el afectado lo haya
cuestionado oportunamente en el proceso ordinario, ya que de otro modo no
sería posible atribuir al juez la lesión de alguno de los contenidos del derecho a
la tutela procesal, en los términos del artículo 4.° del Código Procesal
Constitucional."
5) CONSTITUCIONALIDAD NO CONFIRMADA DE LA LEY POR EL
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
Finalmente, el ejercicio del control judicial de constitucionalidad de las
leyes tampoco puede realizarse respecto de leyes o normas con rango de ley
cuya validez haya sido confirmada por el Tribunal Constitucional en el seno de
un control abstracto de constitucionalidad. Tal límite tiene el propósito de poner
en evidencia que si bien este Tribunal no tiene el monopolio del control de
constitucionalidad, pues su "cuidado" es una tarea que compete a la sociedad
abierta de los intérpretes jurisdiccionales de la Constitución, en este Tribunal en
el que la Constitución ha confiado su custodia "especializada".
De ahí que el segundo párrafo del artículo VI del Título Preliminar del
Código Procesal Constitucional haya previsto que:
45
"Los jueces no pueden dejar de aplicar una norma cuya
constitucionalidad haya sido confirmada en un proceso de
inconstitucionalidad o en un proceso de acción popular,"
Excepciones a la regla de no controlar una norma cuya validez ha
sido confirmada por el Tribunal Constitucional
A esta regla de una cuasi prohibición de aplicar el control difuso sobre
leyes que han sido objeto de pronunciamiento del Tribunal Constitucional
donde éste órgano se ha pronunciado confirmado la constitucionalidad de la
ley, es decir, declaró infundada la demanda de inconstitucionalidad, los jueces,
excepcionalmente, podrán aplicar el control difuso en los siguientes supuestos4:
(i) En primer término, la restricción de efectuar el control de
constitucionalidad respecto de una ley cuya validez fue confirmada por
este Tribunal, no rige en todos aquellos casos en los que la ley,
posteriormente, haya sido declarada nula o sin efectos jurídicos, por su
manifiesta incompatibilidad con un tratado sobre derechos humanos, por
un Tribunal Internacional de Justicia en materia de derechos humanos,
al cual el Estado peruano se encuentre sometido a su competencia
contenciosa.
Ese es el caso, por ejemplo, de las Leyes de Amnistía N°s 26479 y
26492, que fueron consideradas incompatibles con la Convención
Americana de Derechos Humanos por la Corte Interamericana de
Derechos Humanos en la Sentencia Caso Barrios Altos, del 18 de
septiembre de 2003 (Cfr. STC 02752005-PH/TC).
(ii) En segundo lugar, el juez podrá realizar el control judicial de
constitucionalidad de una ley en todos aquellos casos en los que, tras el
pronunciamiento de este Tribunal declarando en abstracto la validez
constitucional de una ley, sin embargo advirtiese que su aplicación en un
4 STC EXP. N° 01680-2005-PA/TC, FJ. 9.
46
caso dado y bajo circunstancias concretas, podría resultar
inconstitucional.
Así se sostuvo en las STC N°s 0009-2001-AI/TC, 0010-2002-AI/TC,
0004-2004-AI/TC, entre otras, donde si bien no se invalidó en abstracto
una ley, este Tribunal delegó en el juez ordinario realizar el balancing,
precisando que su aplicación podría poner en riesgo determinados
bienes constitucionalmente protegidos.
(iii) Por último cuando pese a la existencia de un pronunciamiento de este
Tribunal declarando la validez constitucional de una ley determinada, el
Congreso posteriormente modifica la Constitución -respetando los límites
formales y materiales a los que está sujeto el poder de la reforma
constitucional-, dando lugar a un supuesto de inconstitucionalidad
sobreviniente de la ley (Cf. STC N.° 0014-2003-AI/TC y STC N.° 0050-
2004-AI/TC).
1.5 SENTENCIAS TOMADAS COMO FUENTE RELACIONADAS AL
OBJETO DE ESTUDIO
SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL POR LA CUAL RECONOCE EL EJERCICIO DEL CONTROL DIFUSO DE CONSTITUCIONALIDAD A LA JURISDICCIÓN ARBITRAL, A TÍTULO DE PRECEDENTES VINCULANTES DE CONFORMIDAD CON EL ARTÍCULO VII DEL TÍTULO PRELIMINAR DEL CÓDIGO PROCESAL CONSTITUCIONAL.
En Lima, a los 21 días del mes de setiembre de 2011, el Pleno del
Tribunal Constitucional, integrado por los magistrados Mesía Ramírez, Álvarez
Miranda, Vergara Gotelli, Beaumont Callirgos, Eto Cruz y Urviola Hani,
pronuncia la siguiente sentencia, con el voto singular del magistrado Vergara
Gotelli y el fundamento de voto del magistrado Urviola Hani, que se agregan
ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por la Sociedad Minera de
Responsabilidad Ltda. Maria Julia contra la resolución expedida por la Tercera
47
Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 136, su fecha 23 de
julio de 2010, que declaró improcedente la demanda de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 18 de diciembre de 2009, la recurrente interpone demanda de
amparo contra el Tribunal Arbitral compuesto por el Árbitro Único don Luis
Humberto Arrese Orellana, a fin de que se declare la ineficacia del laudo
arbitral de derecho contenido en la Resolución del 22 de septiembre de 2009,
recaída en el Caso Arbitral Nº 1487-119-2008, así como su inscripción registral
dispuesta por el mismo laudo, y que se ordene que se retrotraiga el Caso
Arbitral Nº 1487-11-2008 hasta antes de la expedición del referido laudo. Alega
la recurrente que se afecta sus derechos al debido proceso y a la tutela
procesal efectiva.
Según la recurrente, el árbitro demandado no ha explicado o
fundamentado debidamente por qué existe una “incompatibilidad” en la
cláusula Tercera del Contrato de Cesión Minera en cuanto al momento de inicio
de la exploración minera. Más aún, el laudo se fundamenta en la invocación de
normas impertinentes para la interpretación de la cláusula referida. Asimismo,
la recurrente sostiene que el árbitro demandado no ha valorado debidamente
los hechos y la prueba documentaria que obra en el expediente arbitral.
El Quinto Juzgado en lo Constitucional de Lima, mediante Resolución de
fecha 23 de diciembre de 2009, declara de plano improcedente la demanda
interpuesta, por cuanto la recurrente no ha cumplido con agotar la vía previa. A
su turno, la Tercera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima,
confirma la apelada, pero considera además, que la demanda es improcedente
por la existencia del recurso de anulación del laudo (según la Duodécima
Disposición Complementaria del Decreto Legislativo Nº 1071, que norma el
Arbitraje), que es vía igualmente satisfactoria para la protección de la
pretensión solicitada.
48
FUNDAMENTOS
Petitorio
1. Conforme se indica en la demanda, el presente proceso constitucional se
dirige a restablecer las cosas al estado anterior a la vulneración de los
derechos constitucionales invocados por la recurrente como resultado del
laudo arbitral de derecho emitido con fecha 22 de septiembre de 2009
dentro del Caso Arbitral Nº 1487-119-2008. Según afirma la recurrente,
dicha vulneración se habría producido por existir una deficiente y
contradictoria fundamentación en el referido laudo.
Consideración preliminar
2. De manera preliminar a la dilucidación de la presente controversia, este
Colegiado considera pertinente referir que a la fecha, existe una buena
cantidad de procesos en trámite en los que se viene cuestionando el
proceder de la jurisdicción arbitral de cara a lo establecido en la
Constitución. Consciente de la importancia del arbitraje dentro del orden
constitucional, este Tribunal considera conveniente proceder a una
reformulación y/o consolidación de los criterios establecidos en su
jurisprudencia, con el objeto de dar una visión actualizada de lo que hoy en
día representa para este Supremo Interprete de la Constitución la institución
del arbitraje y la fórmula de control constitucional aplicable a éste.
La evolución del control constitucional sobre la justicia arbitral en la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional
3. La perspectiva de un control constitucional sobre las decisiones emitidas por
la jurisdicción arbitral no es desconocida ni mucho menos reciente para este
Colegiado. La primera vez que esto se sometió a discusión data del año
1999, con motivo del proceso de amparo promovido por Pesquera Rodga
S.A. contra los miembros de un Tribunal Arbitral y el Centro de Arbitraje y
Conciliación Comercial (CEARCO PERU) (STC 189-1999-AA/TC). En
aquella oportunidad se dejó claramente establecido que “la posibilidad de
cuestionarse por vía del proceso constitucional un laudo arbitral, esto es,
una resolución expedida por un Tribunal Arbitral, no puede considerarse
49
una opción equivocada ni menos inconstitucional, habida cuenta de que si
bajo determinadas circunstancias procede el proceso constitucional contra
resoluciones provenientes tanto de la jurisdicción ordinaria como contra
resoluciones de la jurisdicción militar (…) no existe razón alguna (tampoco y
mucho menos legal, ya que se trata de derechos constitucionales) que
impida el uso del proceso constitucional frente a la jurisdicción arbitral
(…)” (fundamento 3).
4. Aunque los criterios por entonces establecidos respondían directamente al
estado de la jurisprudencia en relación con el control constitucional de las
decisiones judiciales (que, como se sabe, sólo permitía la defensa de
derechos constitucionales estrictamente procesales), se aceptó la
posibilidad de habilitar la opción descrita, de una forma no menos
restringida que la que ya se daba para otras manifestaciones de control.
5. Es pertinente precisar que por la misma época el tema también fue
abordado desde la perspectiva legislativa. En efecto, mediante Ley Nº
27053 publicada en el diario oficial “El Peruano” el 19 de enero de 1999,
quedó modificado el artículo 6º, inciso 2), de la entonces vigente Ley de
Habeas Corpus y Amparo (Nº 23506), estableciendo la improcedencia de
las acciones de garantía “Contra resolución judicial o arbitral emanadas de
proceso regular”, lo quecontrario sensu, y siguiendo la jurisprudencia
existente en aquel momento, significaba que si el proceso (sea este judicial
o arbitral) devenía en irregular, quedaba habilitado el control constitucional.
6. Casos posteriores de cuestionamiento a decisiones arbitrales no se
volverían a presentar durante un periodo relativamente largo. Es recién en
el año 2005 que el Pleno del Tribunal Constitucional, utilizaría un proceso
en el que colateralmente se discutía un arbitraje, para teorizar nuevamente
sobre el tema, esta vez de un modo mucho más detallado. Se trata de la
sentencia recaída en el proceso de habeas corpus promovido por Felipe
Cantuarias Salaverry contra el Fiscal de la Trigésimo Octava Fiscalía
Provincial Penal de Lima (STC 6167-2005-PHC/TC). En esta Ejecutoria y al
50
margen de las consideraciones teóricas en ella desarrolladas y que abogan
decididamente por el control constitucional de las decisiones arbitrales, se
sentarán los siguientes criterios: a) El control judicial es siempre a
posteriori y se ejerce a través de los recursos de apelación y anulación de
laudo previstos en la Ley General de Arbitraje (Nº 26572); b) El control
constitucional se sujeta a lo establecido en el Código Procesal
Constitucional, precisándose que tratándose de materias de competencia
del fuero arbitral, de conformidad con el artículo 5°, numeral 4, del citado
Código, no proceden los procesos constitucionales cuando no se hayan
agotado las vías previas; en ese sentido, si lo que se cuestiona es un laudo
arbitral que verse sobre derechos de carácter disponible, de manera previa
a la interposición de un proceso constitucional, el presunto agraviado
deberá haber agotado los recursos que la Ley General de Arbitraje prevé
para impugnar dicho laudo; y c) En este contexto, el control constitucional
jurisdiccional se desenvuelve a posteriori, cuando se vulnera el derecho a la
tutela procesal efectiva o se advierte un incumplimiento, por parte de los
propios árbitros, de la aplicación de la jurisprudencia constitucional o los
precedentes de observancia obligatoria, que los vinculan en atención a los
artículos VI, in fine, y VII del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional, respectivamente.
7. Tiempo después y mediante la sentencia recaída en el proceso de amparo
promovido por Corporación Meier S.A.C. y Persolar S.A.C. contra Aristocrat
Technologies INC y Aristocrat International PTY Limited (STC 4972-2006-
PA/TC), el Tribunal Constitucional volverá a pronunciarse sobre el tema,
reiterando algunos de los criterios establecidos hasta entonces a la par que
ampliando algunos otros. El razonamiento, en esta ocasión, se sintetiza en
tres extremos: a) El control constitucional de las decisiones emitidas por la
jurisdicción arbitral procede cuando ésta vulnera o amenaza cualquiera de
los aspectos que formal o materialmente integran la llamada tutela procesal
efectiva, y siempre que se haya agotado la vía previa; b) El control
constitucional procede cuando la jurisdicción arbitral ha sido impuesta
compulsiva o unilateralmente; c) El control constitucional opera cuando a
51
pesar de haberse aceptado voluntariamente la jurisdicción arbitral, las
materias sobre las que ha decidirse tienen carácter indisponible (derechos
fundamentales, temas penales, etc.).
8. Más recientemente el Tribunal Constitucional aborda de nuevo el tema y
agrega algunos aspectos adicionales, mediante la sentencia recaída en el
proceso de amparo promovido por PROIME Contratistas Generales S.A.
contra los miembros del Tribunal Arbitral del Colegio de Ingenieros del
Perú (STC 4195-2006-PA/TC). En dicho pronunciamiento, se habla hasta
de cinco reglas en materia de control sobre la jurisdicción arbitral. Conforme
a éstas: a) El amparo no procederá cuando se cuestione actuaciones
previas a la expedición del laudo, por lo que en tales supuestos habrá que
esperar la culminación del proceso arbitral; b) Deberá agotarse la vía previa
tras haber culminado el proceso arbitral, siempre y cuando sean pertinentes
los recursos de apelación o anulación; c) El amparo no procede cuando se
cuestione las interpretaciones del tribunal arbitral respecto a normas
legales, a menos que de tales interpretaciones se desprenda una
vulneración manifiesta a la tutela procesal efectiva o al debido
proceso; d) La valoración y calificación de los hechos y circunstancias
sometidos a arbitraje son de exclusiva competencia de la jurisdicción
arbitral, a menos que en ello se advierta una manifiesta arbitrariedad, que
pueda constatarse de la simple lectura de las piezas que se adjuntan al
proceso, sin que sea necesaria una actividad probatoria adicional que no es
posible en el proceso de amparo; e) Quien alega la violación de un derecho
constitucional que resulte de una arbitraria interpretación de normas o
hechos producidos en el trámite del arbitraje, deberá acreditarlos de manera
objetiva y específica, precisando en qué ha consistido dicha irregularidad,
así como el documento o pieza procesal en el que se constata dicha
vulneración.
9. Como puede apreciarse, el tratamiento del control constitucional respecto de
las decisiones emitidas por la jurisdicción arbitral no siempre ha sido el
mismo y las reglas en su momento instituidas han ido no solamente
52
variando con el curso del tiempo, sino que algunas han sido retocadas con
distinta intensidad.
Los alcances de la jurisdicción arbitral
10. De acuerdo con el Artículo 138º de la Constitución Política del Perú: “La
potestad de administrar justicia emana del pueblo y se ejerce por el Poder
Judicial a través de sus órganos jerárquicos con arreglo a la Constitución y
a las leyes”. A su turno el artículo 139º inciso 1) de la misma norma
fundamental, prevé como un principio a la par que un derecho ante la
función jurisdiccional, “La unidad y exclusividad de la función jurisdiccional”,
quedando claramente establecido que “No existe ni puede establecerse
jurisdicción alguna independiente, con excepción de la militar y arbitral”.
11. A partir de lo establecido por la norma fundamental, “el arbitraje no puede
entenderse como un mecanismo que desplaza al Poder Judicial, ni tampoco
como su sustitutorio, sino como una alternativa que complementa el
sistema judicial puesta a disposición de la sociedad para la solución
pacífica de las controversias. Y que constituye una necesidad, básicamente
para la solución de conflictos patrimoniales de libre disposición y, sobre
todo para la resolución para las controversias que se generen en la
contratación internacional” (STC 6167-2005-PHC/TC, fundamento 10).
Desde esta perspectiva, “este Tribunal reconoce la jurisdicción del arbitraje
y su plena y absoluta competencia para conocer y resolver las
controversias sometidas al fuero arbitral, sobre materias de carácter
disponible (…), con independencia jurisdiccional y, por tanto, sin
intervención de ninguna autoridad, administrativa o judicial
ordinaria” (STC 6167-2005-PHC/TC, fundamento 14).
12. Sin embargo de la especial naturaleza del arbitraje, en tanto autonomía de
la voluntad de las partes y, al mismo tiempo, de la independencia de la
jurisdicción arbitral, no supone en lo absoluto desvinculación del esquema
constitucional, ni mucho menos del cuadro de derechos y principios
reconocidos por la Constitución. Como ya ha señalado este Tribunal, “ la
53
naturaleza de jurisdicción independiente del arbitraje, no significa que
establezca el ejercicio de sus atribuciones con inobservancia de los
principios constitucionales que informan la actividad de todo órgano que
administra justicia, tales como el de independencia e imparcialidad de la
función jurisdiccional, así como los principios y derechos de la función
jurisdiccional. En particular, en tanto jurisdicción, no se encuentra
exceptuada de observar directamente todas aquellas garantías que
componen el derecho al debido proceso” (STC6167-2005-PHC/TC,
fundamento 9).
13. Ello es así por cuanto la función jurisdiccional se sustenta y se debe a la
norma fundamental, más allá de la especialidad sobre la que pueda versar o
de la investidura de quienes la puedan ejercer. De este modo y aunque se
dota a la Justicia arbitral de las adecuadas garantías de desenvolvimiento y
se fomenta su absoluta observancia, la misma se encuentra inevitablemente
condicionada a que su ejercicio se desarrolle en franco respeto al orden
constitucional y a los derechos de la persona.
El modelo de control constitucional sobre la jurisdicción arbitral y la
necesidad de reacomodarlo a lo previsto en el Código Procesal
Constitucional
14. Como se ha visto, han sido diversos los criterios que de una u otra manera,
han venido perfilando las aspectos del control constitucional de la
jurisdicción arbitral. No obstante, considera este Colegiado que aun cuando
buena parte de dichos criterios no han perdido su importancia, requieren ser
acoplados de una manera mucho más directa a lo expresamente previsto
por el Código Procesal Constitucional, en cuanto referente obligado de
cualquier fórmula procesal tendente a defender la Constitución.
15. Es pertinente recordar que un cambio radical entre el modelo procesal
actualmente vigente y el anterior, vino representado por el paso de un
amparo alternativo a uno de carácter subsidiario o residual. Este cambio
supuso la conversión del amparo en un instrumento procesal que
54
habiéndose concebido en sus inicios como un mecanismo indiscutiblemente
amplio y flexible en sus alcances, a partir de la vigencia del Código Procesal
Constitucional sólo podía y debía ser usado, en casos de extrema urgencia
o cuando las necesidades de tutela normalmente dispensables en la vía
judicial ordinaria no fueran suficientes para defender o tutelar los derechos
constitucionales reclamados. Es ese el sentido del artículo 5º inciso 2) del
Código Procesal en materia constitucional.
16. En el modelo de control arbitral actualmente existente no parece, sin
embargo, haberse reparado mayormente en dicho cambio, pese a existir
elementos que conducirían a este propósito.
17. En efecto, aun cuando uno de los criterios que actualmente existe es el de
considerar que la procedencia del amparo arbitral se condiciona al
agotamiento de las vías previas, no parece ser ese el razonamiento más
pertinente, ya que el ordenamiento ha considerado el proceso arbitral stricto
sensu como aquel que opera sólo y por ante la jurisdicción arbitral. Que se
haya previsto por mandato del Decreto Legislativo Nº 1071, que norma el
Arbitraje, la posibilidad de un recurso de anulación (como en la derogada
Ley General de Arbitraje se establecieron los recursos de apelación y de
anulación) como fórmula a posteriori, no significa que tal mecanismo sea
parte integrante del proceso arbitral. Se trata más bien, por su propia
finalidad así como por la configuración judicial de la que se encuentra
dotado, de una verdadera opción procesal cuyo propósito, técnicamente
hablando, puede sustituir al amparo cuando de la defensa de derechos
constitucionales se trate.
18. Este Colegiado estima que en tanto es posible que mediante el recurso de
anulación de laudo resulte procedente revertir los efectos del
pronunciamiento arbitral en los casos en los que éste involucre la afectación
de derechos constitucionales, su naturaleza no es la de una vía previa, es
decir la de una instancia anterior al proceso constitucional, sino más bien, la
de una vía procedimental igualmente satisfactoria, en los términos a los que
55
se refiere el Artículo 5º inciso 2) del Código Procesal Constitucional. En
tales circunstancias quien acuda al recurso de anulación de laudo debe
saber que lo que la instancia judicial decida ha de ser lo definitivo, sin que
sea posible a posterioriacudir al proceso constitucional de amparo, ya que
en este supuesto es de aplicación el inciso 3 del artículo 5º del CPConst.
19. Que opere este cambio en la manera de concebir el recurso judicial de
anulación no significa que el amparo arbitral esté condenado a su
desaparición. Simplemente se trata de reacomodarlo a su verdadera
naturaleza que no es otra que la de un mecanismo corrector absolutamente
excepcional, sujeto a supuestos excepcionales que esta sentencia señalará
a continuación.
20. De acuerdo con lo indicado líneas arriba y con la finalidad de establecer de
modo claro y preciso los criterios a utilizarse en materia de amparo arbitral,
este Supremo Intérprete de la Constitución establece, con calidad de
precedentes vinculantes, las siguientes reglas:
Improcedencia del amparo arbitral
a) El recurso de anulación previsto en el Decreto Legislativo Nº 1071, que
norma el arbitraje y, por razones de temporalidad, los recursos de
apelación y anulación para aquellos procesos sujetos a la Ley General
de Arbitraje (Ley Nº 26572) constituyen vías procedimentales
específicas, igualmente satisfactorias para la protección de derechos
constitucionales, que determinan la improcedencia del amparo de
conformidad con el artículo 5º, inciso 2), del Código Procesal
Constitucional, salvo las excepciones establecidas en la presente
sentencia.
b) De conformidad con el inciso b) del artículo 63º del Decreto Legislativo
N.º 1071, no procede el amparo para la protección de derechos
constitucionales aun cuando éstos constituyan parte del debido
56
proceso o de la tutela procesal efectiva. La misma regla rige para los
casos en que sea de aplicación la antigua Ley General de Arbitraje, Ley
N.º 26572.
c) Es improcedente el amparo para cuestionar la falta de convenio arbitral.
En tales casos la vía idónea que corresponde es el recurso de
anulación, de conformidad con el inciso a) del artículo 63º del Decreto
Legislativo Nº 1071; o el recurso de apelación y anulación si
correspondiera la aplicación del inciso 1 del artículo 65º e inciso 1 del
artículo 73º de la Ley N.º 26572, respectivamente.
d) Cuando a pesar de haberse aceptado voluntariamente la jurisdicción
arbitral, las materias sobre las que ha de decidirse tienen que ver con
derechos fundamentales de carácter indisponible o que no se
encuentran sujetas a posibilidad de negociación alguna, procederá
el recurso de anulación (Decreto Legislativo que norma el Arbitraje,
artículo 63º [incisos “e” y “f”]) o los recursos de apelación y anulación
(Ley General de Arbitraje, respectivamente, artículos 65º [inciso 1] y 73º
[inciso 7]), siendo improcedente el amparo alegándose el mencionado
motivo (artículo 5º, inciso 2, del Código Procesal Constitucional).
e) La interposición del amparo que desconozca las reglas de procedencia
establecidas en esta sentencia no suspende ni interrumpe los plazos
previstos para demandar en proceso ordinario el cuestionamiento del
laudo arbitral vía recurso de anulación y/o apelación según
corresponda.
f) Contra lo resuelto por el Poder Judicial en materia de impugnación de
laudos arbitrales sólo podrá interponerse proceso de amparo contra
resoluciones judiciales, conforme a las reglas del artículo 4º del Código
Procesal Constitucional y su desarrollo jurisprudencial.
57
Supuestos de procedencia del amparo arbitral
21. No podrá declararse la improcedencia del amparo arbitral por aplicación
del artículo 5º inciso 2) del Código Procesal Constitucional, en los siguientes
supuestos:
a) Cuando se invoca la vulneración directa o frontal de los precedentes
vinculantes establecidos por el Tribunal Constitucional.
b) Cuando en el laudo arbitral se ha ejercido control difuso sobre una
norma declarada constitucional por el Tribunal Constitucional o el Poder
Judicial, según corresponda, invocándose la contravención al artículo VI
del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional.
c) Cuando el amparo sea interpuesto por un tercero que no forma parte del
convenio arbitral y se sustente en la afectación directa y manifiesta de
sus derechos constitucionales a consecuencia del laudo pronunciado en
dicho arbitraje, salvo que dicho tercero esté comprendido en el supuesto
del artículo 14º del Decreto Legislativo N.º 1071.
En el caso de los supuestos a) y b) del presente fundamento, será
necesario que quien se considere afectado haya previamente formulado un
reclamo expreso ante el tribunal arbitral y que éste haya sido desestimado,
constituyendo tal reclamo y su respuesta, expresa o implícita, el
agotamiento de la vía previa para la procedencia del amparo.
La sentencia que declare fundada la demanda de amparo por alguno de
los supuestos indicados en el presente fundamento, puede llegar a declarar
la nulidad del laudo o parte de él, ordenándose la emisión de uno nuevo
que reemplace al anterior o a la parte anulada, bajo los criterios o
parámetros señalados en la respectiva sentencia. En ningún caso el juez o
el Tribunal Constitucional podrá resolver el fondo de la controversia
sometida a arbitraje.
58
El control difuso de constitucionalidad en la jurisdicción arbitral
22. Líneas arriba hemos recordado que, conforme al artículo 139º inciso 1) de
la Constitución, el arbitraje es una jurisdicción independiente del Poder
Judicial o jurisdicción común, que se explica no como un mecanismo que
desplaza al Poder Judicial, ni tampoco como su sustituto, sino como una
alternativa que complementa el sistema judicial, puesta a disposición de la
sociedad para la solución pacífica de las controversias, básicamente de
orden patrimonial de libre disposición.
23. Esto no afecta el principio de unidad de la función jurisdiccional (que
implica que el Estado, en conjunto, posea un sistema jurisdiccional unitario,
en el que sus órganos tengan idénticas garantías, así como reglas básicas
de organización y funcionamiento), ya que , como ha señalado este
Tribunal, “de ello no se deduce que el Poder Judicial sea el único
encargado de la función jurisdiccional (pues tal función se le ha encargado
también al Tribunal Constitucional, al Jurado Nacional de Elecciones, a la
jurisdicción especializada en lo militar y, por extensión, al arbitraje), sino
que no exista ningún órgano jurisdiccional que no posea las garantías
propias de todo órgano jurisdiccional. Como se ha mencionado, la función
jurisdiccional del Estado es una sola y debe ser ejercida con todas las
garantías procesales establecidas por la
Constitución” (STC 0004-2006-PI/TC, fundamento 10).
24. Siendo el arbitraje una jurisdicción independiente, como expresamente
señala la Constitución, y debiendo toda jurisdicción poseer las garantías de
todo órgano jurisdiccional (como las del Poder Judicial), es consecuencia
necesaria de ello que la garantía del control difuso de constitucionalidad,
prevista en el segundo párrafo del artículo 138º de la Constitución, pueda
también ser ejercida por los árbitros en la jurisdicción arbitral, pues el
59
artículo 138° no puede ser objeto de una interpretación constitucional
restrictiva y literal, como exclusiva de la jurisdicción ordinaria o
constitucional; “por el contrario, la susodicha disposición constitucional debe
ser interpretada de conformidad con el principio de unidad de la
Constitución, considerando el artículo 51.º (…), más aún si ella misma
(artículo 38.°) impone a todos –y no solo al Poder Judicial– el deber de
respetarla, cumplirla y defenderla” (STC 3741-2004-AA/TC, fundamento 9).
25. Esto resulta más evidente aún si se tiene en cuenta que, conforme ya ha
destacado este Tribunal, “el proceso arbitral tiene una doble dimensión
pues, aunque es fundamentalmente subjetivo ya que su fin es proteger los
intereses de las partes, también tiene una dimensión objetiva, definida por
el respeto a la supremacía normativa de la Constitución, dispuesta por el
artículo 51º de la Carta Magna; ambas dimensiones, (subjetiva y objetiva)
son interdependientes y es necesario modularlas en la norma legal y/o
jurisprudencia” (STC 6167-2005-PHC/TC, fundamento 11). En tal sentido,
de presentarse en un proceso arbitral una incompatibilidad entre una norma
constitucional y una norma legal, los árbitros deben preferir la primera.
26. No obstante, el ejercicio del control difuso de constitucionalidad en la
jurisdicción arbitral debe ser objeto, como se acaba de expresar, de
modulación por este Supremo Intérprete de la Constitución, con el propósito
de que cumpla debidamente su finalidad de garantizar la primacía de la
Constitución y evitar así cualquier desviación en el uso de este control
constitucional. Por ello, se instituye la siguiente regla:
El control difuso de la jurisdicción arbitral se rige por las disposiciones del
artículo VI del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional y la
jurisprudencia vinculante dictada por este Tribunal Constitucional sobre el
control difuso. Sólo podrá ejercerse el control difuso de constitucionalidad
sobre una norma aplicable al caso de la que dependa la validez del laudo
arbitral, siempre que no sea posible obtener de ella una interpretación
60
conforme a la Constitución y además, se verifique la existencia de un
perjuicio claro y directo respecto al derecho de alguna de las partes.
Dilucidación de la controversia
27. Como se ha visto con anterioridad, el objeto del presente proceso
constitucional es reponer las cosas al estado anterior a la expedición del
laudo arbitral, supuesto vulnerador de los derechos constitucionales
invocados por la recurrente.
28. De autos puede apreciarse que lo que la recurrente expresa en su
demanda es su discrepancia con la interpretación hecha por el árbitro
demandado a la cláusula Tercera del Contrato de Cesión Minera (a fojas 46
y 47) ¾modificado por el Contrato de Cesión de Posición Contractual, del 7
de diciembre de 2007¾ en cuanto la fecha en que Aurífera Huachón S.A.C.
debía iniciar las actividades de exploración minera. Alega también la
recurrente su discrepancia con el laudo en cuanto a las normas aplicadas
por el árbitro para la interpretación del referido contrato y la valoración
realizada por éste a los hechos y la prueba documentaria que obra en el
expediente arbitral, que definieron la cuestión de fondo discutida en el
arbitraje.
29. En dicho contexto, el Tribunal Constitucional considera que los hechos
propuestos por la recurrente no constituyen causal que amerite la revisión
del laudo arbitral a través del proceso de amparo; por ello la demanda debe
ser desestimada.
Establecimiento de precedentes vinculantes
30. Habiéndose establecido en los fundamentos 20, 21 y 26 de la presente
sentencia nuevas reglas en materia de amparo contra las decisiones
61
emanadas de la jurisdicción arbitral y sobre el ejercicio del control difuso de
constitucional en dicha jurisdicción, este Supremo Intérprete de la
Constitución, habida cuenta de la importancia de la materia involucrada,
considera pertinente su reconocimiento a título de precedentes vinculantes,
de conformidad con el artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional.
31. A partir del día siguiente de la publicación de la presente sentencia en el
diario oficial “El Peruano”, toda demanda que se encuentre en trámite y que
no se ajuste al precedente vinculante establecido en la presente sentencia
debe ser declarada improcedente. Por seguridad jurídica y en vía
excepcional las partes pueden en un plazo no mayor de 60 días hábiles
interponer recurso de apelación o anulación, según corresponda, en sede
ordinaria.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le
confiere la Constitución Política del Perú:
HA RESUELTO
1. Declarar INFUNDADA la demanda de amparo de autos.
2. Disponer que las reglas establecidas en los fundamentos 20, 21 y 26 de la
presente sentencia constituyen precedentes vinculantes, conforme al
artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional.
Publíquese y notifíquese.
SS.MESÍA RAMÍREZÁLVAREZ MIRANDABEAUMONT CALLIRGOSETO CRUZURVIOLA HANI
62
VOTO SINGULAR DEL MAGISTRADO VERGARA GOTELLI
Emito el presente voto singular por los siguientes fundamentos:
1. La empresa demandante interpone demanda de amparo contra el Tribunal
Arbitral compuesto por el árbitro único don Luis Humberto Arrese Orellana, a
fin de que se declare la ineficacia del laudo arbitral de derecho contenido en
la Resolución de fecha 22 de setiembre de 2009, recaída en el caso arbitral
Nº 1487-119-2008, así como su inscripción registral dispuesta por el mismo
laudo, debiéndose ordenar que se retrotraigan las cosas al estado anterior,
esto es antes de la expedición del referido laudo, puesto que se están
afectando los derecho al debido proceso y a la tutela procesal efectiva.
Refiere el recurrente que el árbitro demandado no ha explicado o
fundamentado debidamente por qué existe una “incompatibilidad” en la
cláusula Tercera del Contrato de Cesión Minera en cuanto al momento del
inicio de la exploración minera. Más aún el laudo se fundamenta en la
invocación de normas impertinentes para la interpretación de la cláusula
referida. Asimismo la recurrente sostiene que el árbitro demandado no ha
valorado debidamente los hechos y la prueba documentaria que obra en el
expediente arbitral.
2. El Quinto Juzgado en lo Constitucional de Lima declara la improcedencia
liminar de la demanda considerando que la sociedad recurrente no ha
cumplido con agotar la vía previa. La Sala Superior revisora confirma la
apelada considerando que la demanda es improcedente en atención a que
existe el recurso de anulación de laudo, constituyendo dicha vía la
satisfactoria a efectos de la protección de la pretensión solicitada.
3. Entonces tenemos que el tema de la alzada trata de un rechazo liminar de la
demanda (ab initio), en las dos instancias (grados) precedentes, lo que
significa que no hay proceso y por lo tanto no existe demandado
(emplazado). Por ello cabe mencionar que si el Superior no está conforme
63
con el auto venido en grado debe revocarlo para vincular a quien todavía no
es demandado puesto que no ha sido emplazado por notificación expresa y
formal requerida por la ley. Lo que se pone en conocimiento es “el recurso
interpuesto” y no la demanda. Por esto es que el Tribunal Constitucional al
intervenir como tribunal de alzada debe limitarse al auto de rechazo liminar.
4. Debo manifestar que al concedérsele al actor el recurso extraordinario de
agravio constitucional, el principio de limitación aplicable a toda la
actividad recursiva le impone al Tribunal Constitucional (Tribunal de alzada)
la limitación de sólo referirse al tema de la alzada, en este caso nada más y
nada menos que el auto de rechazo liminar.
5. Debo señalar que el artículo 47º del Código Procesal Constitucional en su
último parágrafo precisa ciertamente que “si la resolución que declara la
improcedencia (auto de rechazo liminar evacuado por el Juez al calificar la
demanda) fuese apelada, el juez pondrá en conocimiento del demandado el
recurso interpuesto”. Este mandato tiene un sustento en la más elemental
lógica: el recurso de apelación concedido y notificado al que debería ser
considerado demandado si la sala superior revoca el auto cuestionado,
produce efectos para ambas partes.
6. Por cierto si el Superior revoca el auto venido en grado, para vincular a quien
todavía no es demandado puesto que no ha sido emplazado por notificación
expresa y formal por no existir proceso y no ser él, por tanto, demandado,
tiene que ponérsele en su conocimiento “el recurso interpuesto” y no la
demanda, obviamente.
7. En atención a lo señalado es materia de la alzada el pronunciamiento del
Tribunal Constitucional respecto del rechazo liminar, estando en facultad
sólo para pronunciarse por la confirmatoria del auto recurrido o por la
revocatoria de éste, y excepcionalmente en cuando se trate de casos que
amerite un pronunciamiento de emergencia por tutela urgente del derecho
se podría ingresar al fondo del asunto controvertido.
64
8. Considero pertinente la ocasión para manifestar mi opinión respecto a
expresiones emitidas por mis colegas en otros casos, puesto que he
observado que el sustento para justificar el ingreso al fondo de la
controversia –pese al rechazo liminar de la demanda– es el artículo III del
Título Preliminar del Código Procesal Constitucional. ¿Qué nos dice el citado
artículo? Este artículo nos refiere que:
“Los procesos constitucionales se desarrollan con arreglo a los
principios de dirección judicial del proceso, gratuidad en la
actuación del demandante, economía, inmediación y
socialización procesales.
El Juez y el Tribunal Constitucional tienen el deber de impulsar
de oficio los procesos, salvo en los casos expresamente
señalados en el presente Código.
Asimismo, el Juez y el Tribunal Constitucional deben adecuar la
exigencia de las formalidades previstas en este Código al logro
de los fines de los procesos constitucionales.” (subrayado
agregado)
9. Respecto a ello es pertinente señalar que la expresión del articulado que
refiere que se deben adecuar las exigencias de las formalidades previstas
en este Código al logro de los fines de los procesos constitucionales no
justifica de ninguna manera el ingreso al fondo, puesto que la defensa del
demandado no puede asumirse de modo alguno como una formalidad. Digo
esto por qué? El proceso ha sido concebido como aquella vía a la cual
pueden recurrir las partes a efectos de que se resuelva una controversia
suscitada en la sociedad. Tal participación de ambas partes requiere de la
admisión de la pretensión por parte del juzgador a efectos de que admitida la
demanda se notifique al presunto agresor a efectos de vincularlo no solo al
proceso sino a la decisión. Ya con la participación de ambas partes, éstas se
someten al proceso, pero no solo se someten a las reglas del proceso sino
65
que se someten a la determinación final del juzgador. Es decir la presencia
de ambas partes no solo implica que el juez tenga la obligación de resolver
conforme a la Constitución y las leyes la controversia sino que las partes
respeten su decisión. He ahí donde encuentra legitimidad la decisión del
juzgador, puesto que no puede concebirse una decisión emitida en un
proceso judicial, cuando no será respeta ni cumplida por alguna de las
partes. Por ello considero que la exigencia de la participación de ambas
partes en un proceso se encuentra vinculada al derecho a la tutela judicial
efectiva, ya que no puede exigirse el cumplimiento de una decisión arribada
en un proceso judicial a una persona que no ha tenido participación en el
citado proceso, lo que implica que tal decisión es ineficaz, ya que no
generara consecuencias respecto de quien no participó.
10. Los procesos constitucionales tienen una especial importancia, puesto que
su finalidad es la vigencia efectiva de los derechos fundamentales y el
respeto por la Constitución del Estado, teniendo por ello que determinarse al
presunto agresor de un derecho fundamental. Por ende, por tal relevancia,
es que afirmo que con mayor razón no puede soslayarse la intervención de
la persona a la que se le acusa de la violación de un derecho fundamental,
puesto que la determinación a la que arribe este Colegiado necesariamente
va exigir determinada acción de dicho emplazado. Pero ¿Cómo puede
exigirse la realización de un acto o el cese del mismo si no ha participado en
el proceso?, es decir ¿cómo puede exigirse el cumplimiento de una decisión
que no es legítima para ambas partes?. La respuesta es obvia, no puede
exigirse el cumplimiento de una decisión en la que una de las partes
desconoce totalmente la pretensión, no teniendo legitimidad ni vinculación
alguna para la persona que no participó. Claro está existen casos en los que
es evidente que el presunto demandado –si bien no ha sido emplazado con
la demanda– conoce del conflicto, como por ejemplo casos en los que la
discusión se ha visto administrativamente, en los que, considero, que el
Tribunal puede ingresar al fondo, pero solo si se verifica una situación
especial en la que se advierta que la dilación del proceso convierta la
afectación en irreparable.
66
11. Es precisamente por ello que el artículo III del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional ha permitido la omisión de algunas “formalidades”
para lograr el objeto del proceso constitucional, pero no puede considerarse
que la defensa del presunto emplazado es una formalidad sino una
exigencia que legitima el propio proceso. Por ello considero que tal
afirmación no solo es impropia sino también quebranta el proceso en el cual
se pretende la defensa de los derechos constitucionales, lo que puede
interpretarse que por la defensa de un derecho fundamental puede afectarse
otro, lo que es incorrecto.
12. Asimismo si se observa con atención el artículo III del Título Preliminar del
referido código, se puede apreciar que cuando expresa a que “(…) el Juez y
el Tribunal Constitucional deben adecuar la exigencia de las formalidades
previstas en este Código al logro de los fines de los procesos
constitucionales”, parte de la premisa de que existe un proceso abierto, en el
que se puede ser flexibles con algunos actos procesales, denominados así
precisamente porque ha existido admisión a trámite de la pretensión y por
ende emplazamiento, razón por la que dicho argumento no puede ser
utilizado erróneamente para justificar la emisión de una sentencia cuando el
objeto del recurso es el cuestionamiento de un auto de rechazo liminar. De
asumir dicha posición implicaría aceptar que a este Colegiado le es
indiferente si la pretensión ha sido admitida a trámite o no, puesto que con
proceso o sin él, siempre se encontrará en la facultad de emitir un
pronunciamiento de fondo, rompiendo toda racionalidad del proceso,
convirtiendo al proceso constitucional en aquel proceso sin garantías, en el
que se afectan los derechos del que debiera ser emplazado. Con esto
advierto que bajo esa lógica el Tribunal podría incluso resolver una demanda
de amparo en instancia única, puesto que al ser indiferente para este
Colegiado la existencia del proceso, no sería exigible la admisión a trámite la
demanda y por ende la participación del demandado, por lo que podría
resolver directamente la pretensión planteada.
67
13. Tal posición del Tribunal es para mí inaceptable y intolerable, razón por la
que en reiteradas oportunidades he manifestado mi rechazo ante una
decisión emitida con la participación de una de las partes, puesto que no se
tiene en cuenta que al no haber participado el emplazado no se encuentra
vinculado con la decisión, puesto que para él no tendrá legitimidad.
14. Algunos constitucionalistas han querido justificar el ingreso al fondo de la
controversia con la denominada “autonomía procesal” del Tribunal
Constitucional. Tal autonomía ha sido concebida para la defensa cabal de
los derechos fundamentales, buscando dar flexibilidad a actos procesales
que pudieran ser innecesarios para el objeto del proceso constitucional. Sin
embargo tal autonomía no puede ser concebida por el Tribunal
Constitucional como un instrumento para desnaturalizar el proceso, y mucho
menos para que el Tribunal haga lo quiera, puesto que ello constituiría que
no existirían reglas previamente impuestas sino que éstas se crearan en el
camino, obligando a las partes a someterse a ellas, aunque éstas sean
arbitrarias.
15. En tal sentido teniendo a la vista ambas posiciones y revisados los autos
encuentro que efectivamente la demanda fue rechazada liminarmente,
observándose que la empresa demandada ni siquiera se ha apersonado al
proceso. Por ello afirmo que la empresa demandada no ha tenido
participación alguna, razón por la que propiamente se le ha vedado su
participación dentro del proceso, sin que exista algún argumento excepcional
que pudiera justificar la emisión de dicha decisión.
16. Pero no solo advierto ello en el proyecto en mayoría, sino también que en
un caso en el que no existe proceso ni demandado se están imponiendo
reglas respecto a la admisión del proceso de amparo arbitral. La verdad es
que considero en este voto un doble atrevimiento del tribunal cuando
primero ingresa al fondo para rechazar definitivamente la demanda por
infundada con una sentencia sin proceso y en contra de un auto de rechazo
liminar, y segundo imponerle reglas a un demandado que por falta de
68
conocimiento no ha sido escuchado en su defensa, siendo este el primer
vinculado ante esa laguna procesal que se cierra.
17. Asimismo respecto a la imposición de dichas reglas debo manifestar que,
conforme este Colegiado ha manifestado, no pueden existir islas exentas de
control constitucional, razón por la que no considero admisible expresar
tajantemente que no procede el amparo contra laudos arbitrales, puesto que
puede darse el caso de una flagrante afectación de un derecho fundamental
dentro de un proceso arbitral, lo que obligaría a este Tribunal a ingresar al
fondo de la causa a efectos de sancionar el presunto acto lesivo. Por ende
considero que si bien he expresado que existen casos presentados por
personas jurídicas con fines de lucro que no tienen asidero en el proceso
constitucional, vale decir también que existen casos excepcionales que
ameritan intervención por parte de este Colegiado, situación que podría
presentarse incluso en un proceso arbitral.
18. Siendo ello así corresponde verificar si en el caso de autos existe una
situación de urgencia que amerite la intervención de este Colegiado, y como
consecuencia de ello la admisión a trámite de la demanda de amparo
propuesta. En tal sentido tenemos que en el presente caso se presenta una
demanda que cuestiona la validez de un laudo arbitral, argumentando que el
árbitro demandado no ha fundamentado debidamente su resolución, puesto
que existe una incompatibilidad en la cláusula tercera del Contrato de
Cesión Minera en cuanto al momento de inicio de la exploración minera,
agregando además que el laudo cuestionado se fundamenta en la
invocación de normas impertinentes. Revisada los autos no encontramos
una situación singular o excepcional que amerite que este Colegiado
intervenga en la presente causa, debiéndose tener presente además que la
normativa pertinente brinda al actor la posibilidad de acudir al proceso de
anulación de laudo, de manera que la sociedad recurrente debe acudir a él.
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19. Por lo expuesto considero que el auto de rechazo liminar debe ser
confirmado, correspondiendo la desestimatoria de la demanda por
improcedente.
Por estas consideraciones mi voto es porque se CONFIRME el auto de rechazo
liminar, y en consecuencia se declare la IMPROCEDENCIA de la demanda de
amparo propuesta.
Sr.VERGARA GOTELLI
FUNDAMENTO DE VOTO DEL MAGISTRADO URVIOLA HANI
Con el debido respeto a mis colegas magistrados considero pertinente emitir el
presente fundamento de voto:
1. De acuerdo con la Duodécima Disposición Complementaria del Decreto
Legislativo que norma el Arbitraje (Decreto Legislativo N° 1071),
publicado en el Diario Oficial El Peruano el 28 de junio de 2008: "Para
efectos de lo dispuesto en el inciso 2 del artículo 5° del Código Procesal
Constitucional, se entiende que el recurso de anulación del laudo es una
vía especifica e idónea para proteger cualquier derecho constitucional
amenazado o vulnerado en el curso del arbitraje o en el laudo".
2. Esta Disposición introduce un cambio radical en el modo de concebir el
recurso de anulación regulado en los artículos 62° a 66° del Decreto
Legislativo N° 1071. Es decir, para el Legislador (delegado, en este
caso), el recurso de anulación debe considerarse una vía idónea e
igualmente satisfactoria y no una vía previa cuando se trata de
cuestionar actos de la jurisdicción arbitral. Y es que, desde mi punto de
vista, el mal llamado "recurso" de anulación constituye en realidad un
auténtico proceso judicial de impugnación del laudo arbitral.
3. El Tribunal Constitucional ha reiterado en su jurisprudencia que la
primera línea de defensa de los derechos fundamentales corresponde a
70
los jueces ordinarios por cuanto también ellos están vinculados
directamente a la Constitución. En ese sentido, en el proceso judicial de
impugnación de laudo arbitral, los jueces ordinarios deben verificar y
garantizar que los derechos fundamentales se hayan respetado en el
procedimiento del arbitraje y en el momento de dictar el laudo arbitral.
4. De este modo el Tribunal Constitucional no abdica de su función de
defensa de los derechos fundamentales en el ámbito arbitral, sino que,
por el contrario, permite que los jueces ordinarios actúen también como
jueces constitucionales; esto último en el sentido que están obligados a
impedir o reparar la lesión de dichos derechos. Más aún, a mi juicio, el
Decreto Legislativo que norma el Arbitraje, a lo largo de su articulado,
prevé diversas formas de garantizar los derechos fundamentales, como
es fácil advertir de una lectura y análisis integral del mencionado Decreto
Legislativo.
5. Y es que, desde el momento mismo en que se prevé y se regula el
"recurso" de anulación, es evidente que quien participa en un
procedimiento arbitral no renuncia a sus derechos fundamentales de
justicia, en tanto tiene la posibilidad de recurrir a la vía judicial a través,
precisamente, del proceso de impugnación del laudo arbitral. La
intervención judicial, a través de un control posterior del arbitraje, elimina
cualquier posibilidad de considerar al arbitraje como una isla
desvinculada de los derechos fundamentales.
6. El propio Decreto Legislativo N° 1071 (artículo 3°.4) precisa
que "[n]inguna actuación ni mandato fuera de las actuaciones arbitrales
podrá dejar sin efecto las decisiones del tribunal arbitral, a excepción
del control judicial posterior mediante el recurso de anulación del
laudo (...)". Es erróneo, por tanto, sostener que el arbitraje está exento
de control judicial y, de otro lado, que no estén vinculados a los
derechos fundamentales de justicia esenciales en un Estado
constitucional y democrático.
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7. Dentro de este contexto pareciera que la intervención de la jurisdicción
constitucional queda excluida. Ello no es así. La resolución judicial que
pone fin a la impugnación del laudo arbitral puede, como es evidente, a
tenor del artículo 200° inciso 2 de la Constitución, dar lugar a un proceso
de amparo contra una resolución judicial, siendo exigible los
presupuestos procesales para cuestionar la constitucionalidad de una
decisión judicial.
8. El control constitucional de la resolución que resuelve el proceso de
impugnación del laudo arbitral es, en mi opinión, verdaderamente
excepcional, tanto por las garantías que ofrece para los derechos
fundamentales el Decreto Legislativo N° 1071, como por la previsión del
control judicial posterior a través del "recurso" de anulación. El
verdadero problema se ubica, sin embargo, en determinar cuándo debe
proceder el amparo contra resolución judicial que resuelve el "recurso"
de anulación.
9. Pueden plantearse, como es obvio, diversos modelos de control.
Considero, por mi parte, que son tres las exigencias elementales que
debe cumplir quien recurre al amparo contra una resolución judicial
emitida en el proceso de impugnación de laudo arbitral, a saber:
(1) agravio manifiesto, lo cual quiere decir que el juez constitucional, sin
necesidad de realizar un análisis minucioso y sin requerir mayor
actuación probatoria, se convenza de que existe la vulneración de un
derecho fundamental; (2) carga de la prueba, según la cual la
demostración del agravio manifiesto corresponde íntegramente a quien
alega tal agravio; (3) relevancia constitucional del petitorio, lo que quiere
decir que el amparo contra la decisión judicial que resuelve el "recurso"
de anulación, no puede contener como pretensión la resolución de la
cuestión objeto de controversia en el arbitraje, la modificación del laudo,
la valoración de pruebas o la apreciación de los hechos, entre otros.
72
10. Dichas exigencias se justifican por lo señalado en el fundamento 8 del
presente voto, que intrínsecamente contiene la siguiente regla: cuanto
más garantías procesales y materiales contenga una ley que regula un
procedimiento específico y, además, prevea la intervención del juez
ordinario, la intervención de la jurisdicción constitucional debe ser
ostensiblemente menor. Con ello, como ya he señalado, la intervención
de la jurisdicción constitucional debe ser verdaderamente excepcional y
sólo en casos claros de violación de derechos fundamentales.
11. En la medida que el procedimiento arbitral se fundamenta en la
autonomía de la voluntad de las Partes, los derechos de justicia no se
despliegan con la misma intensidad como sí lo hacen en los procesos
judiciales. Existe, pues, una presunción de legitimidad de los actos y
decisiones de los árbitros. Así como las leyes y las resoluciones
judiciales, también las decisiones de los árbitros se presumen
constitucionales. La contravención de los derechos fundamentales debe
ser, por tanto, cumplidamente probada.
12. De otro lado, el reconocimiento del control difuso arbitral exige también
resaltar que los tribunales arbitrales deben ejercer esta facultad con
especial prudencia, a fin de no desnaturalizar el fundamento del arbitraje
(el convenio arbitral). Así como una excesiva judicialización del arbitraje
puede llevar a desconocer su carácter célere y alternativo de solución de
conflictos sustentado esencialmente en la autonomía de la voluntad, una
desvinculación absoluta de los derechos fundamentales es irrazonable
en el actual Estado constitucional democrático.
13. Con todo, los árbitros no deben perder de vista que, en cierta forma y
sentido, son también "jueces constitucionales", en tanto no es posible
que realicen su labor de espaldas a la Constitución.
S.
URVIOLA HANI
73
1.5.1 SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL EN APLICACIÓN
DEL PRINCIPIO IURA NOVIT CURIA
En Lima, a los 28 días de enero de 2005, la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, con la asistencia de los magistrados Bardelli Lartirigoyen,
Gonzales Ojeda y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por don Mario Fernando Ramos
Hostia contra la Resolución de la Segunda Sala Mixta de Chincha de la Corte
Superior de Justicia de Ica, de fojas 137, su fecha 27 de setiembre de 2004,
que declaró infundada la acción de cumplimiento de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 15 de marzo de 2004, el recurrente interpone demanda de
cumplimiento contra la Unidad de Gestión Educativa de Chincha, representada
por don Héctor Edilberto Sotelo Sotelo, para que cumpla con lo establecido en
la Ley N.° 27648, que modifica el artículo 42°, numeral 42.3, de la Ley N.°
27584, así como en los artículos 2°, 4° y 6° del D.S. N.° 157-2002-EF, y
proceda a destinar el tres por ciento (3%) del presupuesto de sus recursos
ordinarios para el pago de las sentencias en calidad de cosa juzgada. Refiere
que en anterior acción de cumplimiento sobre materia diferente, mediante
Resolución Judicial N.° 07 de fecha 25 de octubre de 2002, el Juez del Primer
Juzgado Civil de Chincha ordenó a la entidad emplazada que cumpla con lo
establecido en la R.D.R. N.° 0604-02, motivo por el cual la mencionada entidad
educativa emitió las R.D. N.° 00055-03 y N.° 00460-03, otorgándole crédito
devengado por las sumas de cuatro mil seiscientos sesenticinco nuevos soles
con ochenticinco céntimos (S/. 4665,85) y cuatrocientos nueve nuevos soles
con sesentinueve céntimos (S/. 409,69), respectivamente, sin que a la fecha se
dé cumplimiento a tales mandatos.
La emplazada contesta la demanda manifestando que, efectivamente, la
Resolución Judicial N.° 07 le ordena cumplir con lo referido en el R.D. N.° 604-
02, aunque ésta en ningún momento ordena el pago de suma de dinero, de
74
modo que no se cumpliría el supuesto que prescribe el artículo 42° de la Ley
N.° 27684, en el sentido de que, “(...) las sentencias en calidad de cosa juzgada
que ordenen el pago de suma de dinero serán atendidos única y
exclusivamente por el Pliego Presupuestal en donde se generó la demanda”,
puesto que no estamos aquí ante una obligación dineraria.
El Procurador Público a cargo de los asuntos judiciales del Ministerio de
Educación propone la excepción de falta de agotamiento de la vía
administrativa, y contesta la demanda señalando que la UGE Chincha viene
cumpliendo con destinar el 3% de su presupuesto para el pago de las
sentencias con calidad de cosa juzgada, y que en todo caso lo que origina el
retraso del cumplimiento de esta obligación es la falta de disponibilidad
económica financiera, ya que el pago de estas bonificaciones no estaban
presupuestadas en el calendario de compromisos del período 2004, fecha en
que el demandante reclamó el cumplimiento de las resoluciones, mediante
remisión de carta notarial.
El Juzgado Especializado en lo Civil de Chincha, con fecha 27 de mayo
de 2004, declara infundada la demanda, por considerar que para acogerse a
los procedimientos que establece el artículo 42° de la Ley del Proceso
Contencioso Administrativo, debe haber un mandato jurisdiccional que ordene
el pago de una suma líquida, ya que ni la R.D.R. N.° 604-02, ni la R.D. N.°
00055-03, ordenan el pago de una suma de dinero.
La recurrida confirma la apelada, bajo el fundamento de que, habiéndose
determinado lo adeudado, su ejecución debe realizarse en la vía administrativa
con arreglo a las normas contenidas en la Ley N. 27444 o, en su defecto, debe
recurrirse al órgano jurisdiccional vía la Acción Contenciosa Administrativa.
FUNDAMENTOS
1. El recurrente manifiesta que su pretensión consiste en que se cumpla con lo
establecido en la Ley N.° 27684, es decir, que se destine el 3% del
presupuesto de los recursos ordinarios de la Unidad de Gestión Educativa
75
de Chincha para el pago de las sentencias en calidad de cosa juzgada. Es
decir, lo que el demandante realmente pretende es lograr la eficacia de una
sentencia emitida en un proceso anterior sobre cumplimiento donde, de
manera bastante clara, el Juez a quo ordenó que la emplazada Dirección
Sub-Regional de Educación Paracas-Chincha cumpla “dentro del plazo de
diez días con lo establecido en la Resolución Directoral N.° 0604, de fecha
14 de marzo de 2002” (Expediente N.° 2002-0264-141102JC01). Lo que la
Resolución Administrativa en referencia ordenaba, era que se le reconozca
un reintegro al recurrente “(...) conforme a la plaza y presupuesto analítico
de personal a la época de ingreso al trabajo de Especialista Administrativo I
fijo (..).”.
§1. Adecuación del petitorio y principio iura novit curia
2. Este Tribunal considera que lo que en el presente caso se encuentra en
juego, más que la eficacia de determinada ley sobre asignación
presupuestal para dar cumplimiento a las resoluciones judiciales, es en
realidad la plena eficacia de la primera sentencia judicial que declaró
fundada la pretensión del actor. Ello no obstante, no puede ventilarse en un
proceso de cumplimiento, puesto que las decisiones judiciales para su
ejecución no requieren de ninguna actuación adicional de la jurisdicción y
deben cumplirse por su sólo mérito, conforme lo ha reiterando este
Colegiado, entre otras, en la sentencia emitida en el Expediente N.° 0710-
2004-AC/TC.
3. En consecuencia, en aplicación del principio iura novit curia enunciado en el
artículo VIII del Código Procesal Constitucional, este Colegiado entiende
que en el presente caso, en correspondencia con los principios del proceso
constitucional recogidos en el artículo III del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional (principios de dirección judicial del proceso y
economía procesal), así como de suplencia de la queja deficiente recogida
en nuestra propia jurisprudencia (Exp. N.° 0569-2003-AC/TC), resulta
76
necesario adecuar el presente proceso a las reglas del proceso de amparo
y resolver con arreglo a ellas.
4. En efecto, conforme se ha establecido en jurisprudencia vinculante, “(...) a
diferencia de los jueces ordinarios, quienes en la mayoría de los casos
mantienen una vinculación rígida con la ley, el deber de suplir los actos
defectuosos es exigible ineludiblemente en el caso del juez constitucional,
debido al deber especial de protección de los derechos fundamentales que
informa los procesos constitucionales”. (Exp. N.° 0569-2003-AC/TC, FJ.3).
5. La finalidad de los procesos constitucionales no sólo es la defensa de
concretos derechos subjetivos, sino también la tutela de los valores
objetivos de la Constitución. Como antes lo ha señalado este Colegiado, los
derechos fundamentales no sólo tienen una dimensión subjetiva [esto es, no
valen sólo como derechos subjetivos], sino también una dimensión objetiva,
puesto que constituyen el orden material de valores en los cuales se
sustenta el ordenamiento constitucional (cf. STC N.os 0976-2001-AA/TC,
0964-2002-AA/TC, 0858-2003-AA/TC entre otras). Esta es quizá la nota
más saltante en lo que hace a las diferencias entre Estado Liberal
Decimonónico de Derecho y Estado Social y Democrático de Derecho: el
valor objetivo de la Constitución, que en determinados supuestos opera
incluso como límite o condicionante de las libertades y derechos
individuales.
6. En este contexto, el Juez constitucional constituye una especie de
mediador entre estos valores constitucionales y los derechos y libertades
que la misma norma garantiza, a efectos de lograr una prudente
ponderación entre los mismos y hacer posible la democracia constitucional
con plena eficacia y vigencia de los derechos fundamentales.
7. El principio iura novit curia que recoge el Código Procesal Constitucional en
su artículo VIII, a la luz de la situación mencionada, debe ser entendido
como un atributo del Juez constitucional destinado a lograr una relación
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armónica entre los derechos cuya tutela le encomienda la Constitución a
través del Derecho Procesal Constitucional y los propios valores que
consagra la Carta Fundamental. El aforismo reza “El Tribunal conoce el
Derecho” y, en el ámbito de la justicia constitucional, esto supone que el
Tribunal debe amparar de la mejor manera las pretensiones sobre
violaciones o amenazas a los derechos fundamentales. El “Tribunal conoce
el Derecho” supone, en esta sede, la necesidad de prestar el mejor auxilio
de la jurisprudencia y del derecho vigente en aras de salvaguardar, en los
mejores términos, las alegaciones de violaciones a los derechos que las
partes presentan a través de sus demandas.
8. Podría recusarse que tal consideración pondría en riesgo otros principios del
proceso como el dispositivo, que caracteriza a los procesos civiles, y según
el cual son las partes las únicas que determinan los términos en que debe
pronunciarse el Juez; o el de congruencia, a tenor del cual la decisión de un
tribunal debe estar directamente vinculada a la pretensión planteada por las
partes. Este Colegiado considera que tales principios, que inspiran el
proceso civil, no pueden ser comprendidos en los mismos términos en los
procesos constitucionales. En todo caso, el límite en la adecuación de las
pretensiones al derecho aplicable se sujeta a la necesidad de defensa que
debe operar irreductiblemente respecto de las alegaciones o causa
petendi que han planteado las partes. Si en la adecuación del petitorio no se
afecta el derecho de defensa de la parte emplazada, el Tribunal no habrá
sobrepasado sus límites de actuación permitidos por el ordenamiento
jurídico. En tal sentido, se ha señalado anteriormente que “(...) cuando se
trate del aforismo iura novit curia, este Tribunal, al aplicar el derecho a las
cuestiones debatidas, buscará no alterar ni sustituir las pretensiones y
hechos fácticos que sustentan la demanda y resulten acreditados en el
proceso”. (Exp. N.° 0569-2003-AC/TC F.J. 9).
9. En el presente caso, la parte emplazada no ha negado en ningún momento
los hechos alegados por el recurrente; y, aunque sustentados en una errada
fundamentación jurídica, han sido objeto de contradicción. En
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consecuencia, la adecuación de los hechos alegados a la vía del proceso
de amparo, no afecta el derecho de defensa o contradicción de la
emplazada, pues simplemente se está aplicando el principio iura novit
curia en los términos en que ha sido expuesto en los fundamentos
precedentes.
10. Entonces, ajustándose a las reglas del proceso de amparo y adecuando la
pretensión del actor a la finalidad que persigue, este Colegiado considera
que su pronunciamiento debe establecer: a) si de la sentencia de fecha 25
de octubre de 2002, emitida por el Juzgado Civil de Chincha, puede
deducirse el mandato que ahora exige el actor mediante la demanda de
autos; b) si con el incumplimiento de la sentencia, así como de las
resoluciones administrativas posteriores a la misma, afecta el derecho del
recurrente a la tutela judicial efectiva en su dimensión de derecho a la
ejecución de las resoluciones judiciales, reconocido en la Constitución en el
artículo 139°, inciso 3.
§2. Cumplimiento de la sentencia mediante actos administrativos
11. Si bien la sentencia en el primer proceso de cumplimiento hace referencia
a la Resolución Directoral N.° 0604, de 14 de marzo de 2002, resulta claro
para este Colegiado que lo que allí se ordena es que la emplazada cumpla
con hacer efectivo el pago de lo que resulte luego del recálculo del pago y
reintegro, conforme a lo que se ordenó en la Resolución Administrativa
correspondiente. En cumplimiento de dicha sentencia es que se emitieron
las Resoluciones Directorales N.os 00055-03 y 00460-03 el 23 de enero de
2003 y 18 de marzo de 2003, respectivamente. En la primera de ellas, se
determina otorgar crédito devengado al recurrente por diferencia de pagos
pendientes “desde el 15 de febrero al 12 de julio de 2002”, liquidándose por
dicho concepto la suma de S/. 4,665.85; mientras que mediante la segunda,
se dispuso otorgar crédito devengado por diferencia de pago
correspondiente al mes de mayo de 2001 por la suma de S/. 409.69.
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12. La emplazada, en su escrito de contestación de demanda, aduce que las
referidas resoluciones “(...) en ningún momento ordenan el pago de suma
de dinero (...)” y que, por ello, no habría un mandamus exigible. Este
Colegiado no comparte tal posición, no sólo porque asumiendo un exceso
de formalismo se pretende desconocer la eficacia y el contenido de lo que
en dichas resoluciones se ha dispuesto, sino porque en la base de las
mismas se encuentra una decisión jurisdiccional emitida en un proceso
judicial previo y cuyo cumplimiento se pretende, en el fondo, evadir.
13. En anteriores casos, similares al ahora examinado (Expedientes N.° 2376-
2003-AC/TC y N.° 710-2004-AC/TC), este Colegiado había establecido que
la acción de cumplimiento no era la vía idónea para demandar el
cumplimiento de una resolución judicial, estableciendo de manera
enérgica que corresponde a la magistratura ordinaria, en la fase de
ejecución de la respectiva sentencia, “(...) la responsabilidad de ejecutar la
sentencia emitida, en sus propios términos y sin dejar abierta la posibilidad
que el órgano administrativo interprete la misma”. En esta oportunidad, no
obstante, al haberse adecuado la pretensión del actor al cauce del proceso
de amparo, es atinente esclarecer los alcances del derecho a la tutela
judicial en fase de ejecución de las sentencias, a efectos de establecer si en
el presente caso se han afectado, o no, alguno de las manifestaciones de
este Derecho.
§3.Derecho a la ejecución de las sentencias como manifestación del
derecho a la tutela judicial efectiva
14. El derecho a la tutela judicial efectiva está reconocido en nuestro
ordenamiento constitucional en el artículo 139°, inciso 3, donde si bien
aparece como “principio y derecho de la función jurisdiccional”, es claro
tanto para la doctrina unánime como para la propia jurisprudencia de este
Tribunal, que se trata de un derecho constitucional que en su vertiente
subjetiva supone, en términos generales, un derecho a favor de toda
persona de acceder de manera directa o a través de representante ante los
80
órganos judiciales; de ejercer sin ninguna interferencia los recursos y
medios de defensa que franquea la ley; de obtener una decisión
razonablemente fundada en derecho; y, finalmente, de exigir la plena
ejecución de la resolución de fondo obtenida.
15. Como lo ha precisado este Colegiado, “(...) el derecho a la ejecución de las
resoluciones judiciales que han pasado en autoridad de cosa juzgada, es
una manifestación del derecho a la tutela jurisdiccional, reconocido en el
inciso 3) del artículo 139º de la Constitución. También se encuentra aludido
en el segundo párrafo del inciso 2) del mismo artículo 139º, cuando se
menciona que ninguna autoridad puede (...) dejar sin efecto resoluciones
que han pasado en autoridad de cosa juzgada (...) ni retardar su ejecución”.
( Sentencia emitida en el Expediente N.° 0015-2001-AI/TC, FJ 8).
16. El derecho a la ejecución de las decisiones jurisdiccionales resulta de
especial relevancia no sólo por su manifestación de derecho de tutela
judicial, sino porque constituye una garantía sine qua non para que pueda
evidenciarse, en la práctica, el principio de independencia judicial, que
conforme lo ha declarado este Tribunal no es sólo uno de los elementos
“(...) que, conforme al artículo 43.° de la Constitución, nos configuran como
una República Democrática”, sino que, además, resulta “(...) necesaria (o)
para inspirar la confianza de los ciudadanos en los tribunales” (Expediente
N.° 0004-2004-CC/TC, fj. 33). Si las sentencias de los jueces no se
cumplen, simplemente no podría hablarse de un Poder Judicial
independiente que es capaz de hacer valer su juris dictio con plena eficacia
respecto de lo que decide, y de este modo, los ciudadanos no tendrían un
garante real para la protección de sus derechos.
§4.El derecho a la ejecución de las sentencias como mandato a su
cumplimiento pleno y oportuno
17. El cumplimiento pleno de lo establecido en una decisión judicial supone, por
otro lado, la satisfacción real y efectiva, en tiempo oportuno, de lo decidido
81
por el poder jurisdiccional. No es posible admitir como alegato que, si lo que
se ordena mediante una sentencia judicial es la realización de uno o más
actos administrativos previos a la asignación de un monto que se ha dejado
de pagar, cuando correspondía hacerlo, y debido a que en la medida que en
la sentencia no se ha ordenado el pago de una suma líquida, tal obligación
no es atendible en la etapa de ejecución. Es como pretender que para el
cumplimiento de las obligaciones de la administración, haya que pasar
previamente por el Poder judicial, en una suerte de intermediación
jurisdiccional permanente.
18. Esta forma de concebir las responsabilidades y obligaciones de parte de los
funcionarios de la Dirección Sub-Regional de Educación Paracas-Chincha,
resulta desde todo punto de vista reprochable, no sólo porque apelando a
argucias formalistas pretende desconocer derechos con contenido
constitucional como el aquí evaluado, sino porque, en perspectiva,
distorsiona ante la sociedad la imagen del Estado democrático y como ya se
ha afirmado, genera la desconfianza y el desaliento de los ciudadanos ante
las instituciones. Este Tribunal considera que la construcción de una
administración pública democrática, sensible a los derechos y abierta al
diálogo ciudadano permanente, pasa necesariamente por un cambio radical
de actitudes y de mentalidad de parte de los funcionarios públicos. La
función pública debe ser asumida como un compromiso diario con los
valores del Estado Social y Democrático de Derecho, el cual parte de
comprender que el ejercicio de todo cargo público, desde la más alta
magistratura encarnada en el cargo de Presidente de la República, está al
servicio de la nación y de sus ciudadanos.
§5. Plazo razonable en la ejecución de las sentencias
19. El derecho a la ejecución de la decisión de fondo contenida en una
sentencia firme, también supone su cumplimiento en tiempo oportuno. El
derecho a obtener un pronunciamiento de fondo en un plazo razonable, ha
sido precisado por este Colegiado como una “(...) manifestación implícita del
82
derecho al debido proceso y la tutela judicial efectiva reconocidos en la
Carta Fundamental (artículo 139º3 de la Constitución) y, en tal medida, se
funda en el respeto a la dignidad de la persona humana”. (Expediente N°
0549-2004-HC/TC, F.J. 3). Si bien tal precisión se hacía en el ámbito de
afectación del derecho de libertad como consecuencia de un proceso penal,
este Tribunal considera que el derecho a una decisión sobre el fondo y al
cumplimiento de la misma en un plazo razonable es extrapolable a todo tipo
de procesos jurisdiccionales. El plazo razonable no sólo debe entenderse
referido al trámite que existe entre la presentación de una demanda y la
decisión sobre el fondo, sino que resulta indispensable que dicho concepto
se entienda también como una exigencia para lograr la efectividad del
pronunciamiento judicial en un plazo que no debe exceder lo que la
naturaleza del caso y sus naturales complicaciones de cumplimiento
ameriten, sin que en ningún caso su ejecución se difiera por dilaciones
indebidas.
20. En consecuencia, toda dilación indebida que retarde innecesariamente el
cumplimiento pleno de lo que mediante una sentencia judicial firme se ha
ordenado, debe entenderse como vulneratoria del derecho fundamental a la
tutela judicial efectiva que la constitución reconoce.
§6. Cumplimiento pleno de la sentencia en el presente caso
21. En el presente caso, la sentencia que ordenó que se haga un recálculo
tanto del pago como del reintegro a favor del recurrente conforme a la
Resolución Directoral Regional N.° 604 emitida por el Director Regional de
Educación de Ica, data del 25 de octubre de 2002 y, a la fecha, según se ha
constado tanto por la versión del recurrente como de la propia emplazada,
no se le ha dado pleno cumplimiento. Tanto el Juez de primera instancia
como la Segunda Sala Mixta de Chincha de la Corte Superior de Justicia de
Ica, han estimado que en la referida sentencia pronunciada en el
Expediente N.° 2002-0264, sobre acción de cumplimiento, no se ordena el
pago de una suma líquida y, en consecuencia, aducen que: “(...) al haberse
83
determinado en la vía administrativa el monto real del crédito a favor del
actor; mediante las resoluciones que corren a fojas 2 y 3, respectivamente,
ellas constituyen actos administrativos cuya ejecución debe hacerse valer
en la vía prevista por la Ley N.° 27444 y/o en su defecto recurriendo al
órgano jurisdiccional de acuerdo con el artículo 148° de la Constitución
Política del Estado (...)”.
22. El Tribunal no comparte tal apreciación, puesto que no estamos aquí ante
el incumplimiento de un acto administrativo puro y simple, sino, como ya se
ha señalado, ante un mandato judicial que sólo puede considerarse
cumplido a plenitud cuando el favorecido con dichos actos haya
materializado a su satisfacción el contenido ordenado en las mencionadas
resoluciones; es decir, para el caso de autos, ello recién ocurrirá cuando los
montos recalculados hayan sido plenamente cancelados en su totalidad al
recurrente, lo que no ha ocurrido aún, pese al tiempo transcurrido. Es
necesario enfatizar, en todo caso, que los procesos judiciales no
constituyen instancias para lograr declaraciones epistolares sin ningún
contenido material. El cumplimiento de las sentencias sólo es pleno cuando
en la realidad se produce el cambio de una situación jurídica o fáctica
solicitada mediante la actuación de la jurisdicción.
§7. Imposición de multa y apercibimiento al funcionario que desacata el
cumplimiento de la sentencia
23. Toda vez que en el presente caso se advierte el incumplimiento reiterado
no sólo de una decisión judicial, sino de las sucesivas resoluciones
administrativas que establecieron el monto líquido que debe abonarse al
recurrente, resulta de aplicación lo previsto en el artículo 22 del Código
Procesal Constitucional referido a la aplicación de los apercibimientos que
corresponde hacer al Juez constitucional para el efectivo cumplimiento de
las sentencias en los procesos constitucionales. En consecuencia,
analizando las graves consecuencias que tiene sobre el derecho a la
efectividad de la tutela judicial el incumplimiento de pago por parte de la
84
emplazada de los montos líquidos que han sido ordenados con base en una
decisión judicial firme, este Colegiado considera que, a efectos de no ver
burlado una vez más el cumplimiento de las decisiones judiciales, resulta
necesario establecer como multa que deberá pagar el Director de la Unidad
de Gestión Educativa de Chincha, el equivalente a 10 Unidades
de Referencia Procesal, estableciéndose, además, que de no darse
cumplimiento a lo dispuesto en las Resoluciones Directorales N.° 00055 del
23 de enero de 2003 y 00460 del 18 de marzo de 2003, en el término de 10
días hábiles luego de notificada la presente sentencia, se deberá proceder a
la destitución del mencionado funcionario, tal como lo prevé el artículo 22°
del Código Procesal Constitucional, pudiéndose, en todo caso, suspender la
medida de multa si es que en la fase de ejecución el Juez constata que se
ha dado cumplimiento a lo dispuesto en el término del quinto día de
notificada esta sentencia.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que
le confiere la Constitución Política del Perú:
HA RESUELTO
1. Declarar FUNDADA la demanda, adecuada por este Tribunal conforme a
los fundamentos 2, 3 y 4, supra.
2. Ordenar que la emplazada dé efectivo cumplimiento a la
Resoluciones Directorales N.° 00055 del 23 de enero de 2003 y N.° 00460
del 18 de marzo de 2003, pagando los intereses legales que correspondan
al momento en que se ejecute la presente sentencia.
3. Disponer, conforme al fundamento 23 de esta sentencia, que el Director de
la Unidad de Gestión Educativa de Chincha cumpla con pagar una multa
correspondiente a 10 Unidades de Referencia Procesal (URP),
apercibiéndole, además, que de no dar efectivo cumplimiento a lo dispuesto
en la presente sentencia en el término de 10 días de notificada la presente,
deberá procederse a su destitución, notificando para el efecto a la Dirección
que corresponda del Ministerio de Educación.
85
Publíquese y notifíquese.
SS.
BARDELLI LARTIRIGOYENGONZALES OJEDALANDA ARROYO
1.6 INSTITUCIONES QUE CONFORMAN EL ESTUDIO DEL PRESENTE
TRABAJO DE INVESTIGACIÓN
EL ARBITRAJE - GENERALIDADES
Se ha definido al arbitraje como una técnica orientada a solucionar los
conflictos entre dos o más personas, por una o varias otras personas (el árbitro
o los árbitros), quienes poseen poderes de una convención privada y actúan en
base a esta convención sin estar investidos de esta misión por el Estado.
Según Lohmann Luca de Tena el arbitraje es la institución que regula el
acuerdo de voluntades por el cual dos o más partes deciden someter a uno o
más terceros, que aceptan el encargo, la resolución de un cierto conflicto de
derecho privado respecto del cual dichas partes tienen capacidad de
disposición, obligándose previamente a no llevar la controversia a los tribunales
ordinarios sin el previo fallo arbitral, el cual deberá expedirse con arreglo a
ciertas formalidades.
Para la doctrina alemana el arbitraje se encuentra definido en un sentido
bastar te abstracto. Esta tendencia pone énfasis en el atributo de equidad y
buena fe que debe revestir el árbitro.
En Francia se distingue:
1. El Arbitraje jurisdiccional.
2. El Arbitraje contractual.
86
Mientras que en Inglaterra se ha desarrollado un concepto bastante,
apropiado, pues se le entiende como tal y se adhiere a él la participación de
expertos. Al hacerse la distinción entre arbitraje y experto, éste último es el
tercero que interviene en la solución del conflicto únicamente expresando su
opinión, en tanto que el árbitro toma la decisión por sobre el interés de las
partes.
El arbitraje es un medio de solución de conflictos intersubjetivos, en
consecuencia, el presupuesto de su existencia es el conflicto.
Cuando se recurre al arbitraje se busca la solución de un conflicto y, por
tanto, las discrepancias surgidas o las que puedan surgir entre los sujetos se
espera sean resueltas por el arbitraje o en todo caso desaparezcan.
Actualmente es muy común hablar de la crisis en la administración de
justicia, que no es un problema sólo del Perú sino de muchos otros lugares del
mundo. Los problemas se generan por diversas causas, entre ellas se dice que
el elevado número de asuntos que llegan a los tribunales da lugar a una
enorme sobrecarga de trabajo que, debido a la escasez de medios tanto
personales como materiales, se ve cada vez más acentuada la difícil obtención
de la ansiada tutela judicial.
A pesar de ser un derecho fundamental la tutela jurisdiccional, desde
una óptica sociológica y preprocesal puede considerarse que las dilaciones o la
lentitud excesiva del proceso suponen una negación del derecho a un principio
constitucional básico de toda sociedad.
La crisis que padece la administración de justicia en nuestro país y en
otras partes del mundo ha llevado a los legisladores hacia la búsqueda y
potenciación de soluciones alternativas a la intervención jurisdiccional en la
solución de conflictos intersubjetivos.
En ese afán surgen diversos conceptos como:
- Justicia coexistencial.
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- Justicia no jurisdiccional.
- Medios alternativos a la justicia del Estado.
- Mecanismos de justicia alternativos al proceso judicial, etc.
La finalidad de esa búsqueda es eliminar los inconvenientes y
dificultades del proceso judicial o aliviar la presión que en conjunto recae sobre
la institución procesal clásica, tornándola ineficaz, mediante la creación o
facilitamiento de otros medios de solución de conflictos, menos formales o
solemnes.
Los diferentes medios de composición de los conflictos son:
- Autodefensa.
- Autocomposición.
- Heterocomposición.
Teniendo en cuenta dichos medios de composición el arbitraje se incluye
entre las fórmulas heterocompositivas, pues, la solución la proporciona un
tercero que impone su decisión a las partes, no son éstas sino el tercero quien
resuelve el conflicto adoptando una decisión a la que las partes quedan
obligadas jurídicamente.
De las tres formas de composición de los conflictos la autodefensa es,
sin lugar a dudas, la más primitiva.
A través de la autodefensa una de las partes impone a la otra, por su
fuerza propia, la solución del litigio. Posteriormente a ella aparece la
autocomposición. En ésta las partes, mediante el acuerdo mutuo o el sacrificio
de una de ellas, ponen fin al litigio planteado. Como una forma evolucionada
aparece después la heterocomposición, caracterizada por la solución del litigio
mediante un tercero, individual o colegiado, cuya decisión en forma obligatoria
deben cumplir las partes.
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Los métodos heterocompositivos constituyen una forma progresiva de
solucionar los conflictos intersubjetivos de intereses, en comparación con la
inicial autotutela, en la que el empleo de la propia fuerza impone una voluntad.
La distinción del arbitraje como método heterocompositivo de las primitivas
formas de autotutela no ofrece dificultades, y lo mismo puede decirse de
muchas de las formas de autocomposición.
Son características de la mediación:
1. La intervención espontánea de un tercero ajeno a la relación jurídica
entre ellas. La intervención del tercero se produce sin ser llamado por las
partes.
2. La actividad mediadora llevada a cabo por el tercero tiene la finalidad de
lograr el acuerdo o avenencia y se limita a aproximar a las partes. La
actividad mediadora no decide el asunto controvertido.
En el caso de la conciliación encontramos que ésta es una actividad
llevada a cabo por un tercero que acudiendo al llamado de las partes hace lo
posible por aproximar las posiciones enfrentadas de aquéllas con el objeto de
lograr la avenencia; sin embargo, es preciso anotar que el conciliador no
siempre resuelve el conflicto porque ello dependerá de la voluntad de las
partes.
En consecuencia, el arbitraje implica una solución coactiva imparcial
(como en un proceso), a diferencia de la conciliación que es una solución
persuasiva.
El arbitraje, más que una técnica, es principalmente un compromiso
jurídico que? como ya mencionamos en líneas precedentes, se caracteriza por
ser un mecanismo heterocompositivo, que, de acuerdo a derecho, soluciona los
conflictos entre dos o más personas.
El arbitraje se aplica de acuerdo a las necesidades y requerimientos
jurídicos de cada país. En aquellos países en que predomina la intervención del
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Estado, el arbitraje tendrá un contenido jurisdiccional; en tanto que en los
países de economía de empresas, la tendencia estará inclinada por la función
contractual corporativa, profesional y privada.
DISTINCIÓN ENTRE ARBITRAJE Y OTRAS INSTITUCIONES
JURÍDICAS
1. Arbitraje y Transacción.
Entre ambas figuras jurídicas existen determinadas notas similares que,
inclusive, dieron lugar a su regulación conjunta en ciertas normas legales.
La transacción es el contrato por el cual las partes, dando, prometiendo
o reteniendo cada una alguna cosa, evitan la provocación de un pleito o ponen
fin al que había comenzado.
Es decir que la transacción tiene un carácter principalmente contractual,
en tanto que el arbitraje se origina en un contrato, pero necesita un proceso
para llegar a la solución del conflicto planteado.
La transacción mantiene como nota común con el arbitraje la existencia
de una cuestión litigiosa, sin embargo, no debe olvidarse que en el arbitraje la
cuestión litigiosa podrá ser presente o futura, en tanto que la transacción
procede solamente respecto de controversias surgidas y no futuras.
La transacción es un acuerdo consistente en concesiones recíprocas de:
- Dar.
- Prometer.
- Retener cada parte algo.
Si bien es cierto que el arbitraje también necesita un acuerdo de
voluntades, éste se refiere a la forma de resolución de la controversia, y no a la
resolución misma, que se obtiene a través de un juicio, en tanto que en la
transacción el acuerdo es la solución misma.
90
Por otro lado, el laudo arbitral puede recoger en forma íntegra lo
solicitado por una de las partes, en detrimento de la otra, mientras que la
transacción exige concesiones recíprocas.
La diferenciación se torna más complicada en los sistemas en que se
admite que las partes determinen el contenido del laudo, pues, en tales
supuestos, durante la tramitación del arbitraje los intervinientes llegan a un
arreglo que establezca el contenido del laudo.
Carnelutti considera que en la transacción las partes componen por sí el
litigio, obligándose en forma recíproca y por ello la transacción contiene un
mandato que equivale a la sentencia, mientras que a través del compromiso
delegan la solución del conflicto en los árbitros, por lo que el compromiso no
contiene más que una atribución de poder a estos últimos y una sustracción del
mismo a los jueces ordinarios; y el mandato que resuelve el litigio se encuentra
en la sentencia de los árbitros, ya sea sola, ya unida al proveimiento del juez
que sirva para darle plena eficacia.
2. Arbitraje y Árbitro de Tercero
Para el derecho comparado no es lo mismo árbitro de tercero y arbitraje,
pues, se ha establecido, por ejemplo, que la actividad que realiza el arbitrador
es completar o integrar una relación jurídica aún no definida en forma total.
Al establecer la diferencia entre árbitro y arbitrador, Proculo sostiene que
existen dos clases de árbitros: unos a quienes se debe obedecer, sea su
parecer equitativo o no; otros cuyo parecer puede ser reducido a arbitrio de
buen varón. Esta distinción refleja una diferenciación entre el arbitraje de
derecho y arbitraje de equidad.
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El arbitrador sustituye a las partes en alguna de las actividades del iter
negocial, aportando un criterio que va a completar o integrar el negocio, ya sea
en su formación o en su ejecución; en tal sentido, su ubicación se encuentra en
el campo del derecho privado y su estudio corresponde a la teoría general del
negocio jurídico.
La actividad del árbitro no puede considerarse jamás como sustitutiva de
la de las partes; el árbitro tiene por misión y el arbitraje por finalidad resolver un
conflicto y no completar una relación jurídica. El árbitro no interviene en la
relación negocial de las partes y, a pesar de tener un origen convencional,
como medio de resolución de conflictos alternativo al processus iudicii,
trasciende del ámbito meramente privado.
3. Arbitraje y Peritaje Arbitral
Hay supuestos en los que presentada una colisión inter-partes el
ordenamiento jurídico hace intervenir a personas técnicas, expertas, por su
formación profesional, en la materia objeto de debate.
Al respecto Chillón Medina y Merino Merchán sostienen que los peritos
son una especie de árbitros. La mayor parte de la doctrina ha sido contraria a
esta consideración.
Hay quienes sostienen que respecto a los peritos nos encontramos
frente a supuestos de prueba legal o tasada, estando el juez vinculado por el
dictamen pericial.
Otros tratadistas afirman que el perito dirimente es un arbitrador cuya
decisión se plasma en un dictamen de tasación pericial que no es una simple
prueba sino un auténtico convenio privado que no tiene efectos procesales, a
diferencia del arbitraje, pero obliga con fuerza de ley a lo pactado.
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Diez-Picazo considera que el hecho de que la ley denomine perito al
sujeto que interviene no da base suficiente a la agrupación de todos los
supuestos bajo un concepto único de pericia.
El perito puede actuar desarrollando funciones muy variadas (simple
medio de prueba, conciliador, arbitrador, árbitro, etc.). Por eso, cuando haya
necesidad de contar con la presencia de un perito, la primera tarea que debe
cumplir éste es calificar la función desarrollada con arreglo a la naturaleza de la
actividad que en cada caso realice.
En tal sentido, cuando el perito sea designado para dirimir una
controversia entre partes estaremos ante un arbitraje; es por eso que una de
las grandes ventajas del arbitraje es lograr acomodar al juez en el litigio,
procurando su especialización para cada caso concreto.
4. Arbitraje y Jurisdicción
La relación entre arbitraje y jurisdicción se encuentra sujeto en gran
medida a la naturaleza jurídica que se le dé a aquél.
Desde un punto de vista institucional la jurisdicción se configura como
una potestad emanada de la soberanía del Estado, cuyo ejercicio se encuentra
atribuido exclusivamente a jueces y tribunales del Poder Judicial. En
consecuencia es el Poder Judicial el órgano que ejerce la potestad
jurisdiccional, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, a través de
procedimientos normados e institucionalizados.
En el caso del arbitraje encontramos la existencia de su carácter
voluntario y eminentemente privado y la libertad de forma, sin embargo esto no
significa que el Estado no tenga intervención en el arbitraje, por cuanto el
Estado debe dictar normas mínimas que garanticen el correcto desarrollo del
procedimiento arbitral y la igualdad de las partes.
93
Desde un punto de vista subjetivo, la actividad jurisdiccional se
encuentra encomendada exclusivamente a determinados órganos del Estado,
e, inclusive, de entre tales órganos no es posible elegir a un sujeto concreto
para que decida la controversia ya que con la sumisión se está determinando el
órgano competente en general, pero no al sujeto encargado de decidir el litigio
dado que el titular del órgano puede variar.
La facultad de elegir a los árbitros es inherente a las partes en el
arbitraje, independientemente de que puedan delegar tal facultad a terceras
personas.
Desde una óptica objetiva la separación entre arbitraje y jurisdicción no
impide que entre la actividad de los árbitros y la de los órganos jurisdiccionales
existan punto de conexión.
En principio, tenemos que los órganos jurisdiccionales colaboran para
lograr la efectividad del arbitraje de las siguientes formas:
a) A falta de acuerdo respecto de la designación de los árbitros puede
instarse la formalización judicial.
b) Las dificultades que la carencia de imperium de los árbitros podría
originaren el desarrollo del procedimiento arbitral se resuelven
acudiendo a los órganos jurisdiccionales para su auxilio en la práctica de
las pruebas, para el dictado de medidas que tiendan a asegurar la plena
efectividad del laudo o para proceder a su ejecución forzosa.
En segundo lugar, existe un control sobre el correcto desarrollo del
arbitraje y el cumplimiento de las garantías de procedimiento dispuestas en
forma legal o convencional, mediante el recurso de anulación.
Así también el arbitraje y la jurisdicción corresponden a esferas jurídico-
dispositivas diferentes, por lo difícilmente será posible que surja un conflicto de
jurisdicción o de competencia entre árbitros y jueces, y, de ocurrir ello, existen
los mecanismos adecuados para su solución como lo representa, por ejemplo,
la excepción de convenio arbitral.
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5. Arbitraje y Procedimiento Judicial
Aquella situación que no pudiera ser resuelta directamente por las partes
necesita la intervención de un tercero que ponga fin a la controversia suscitada.
En dichas circunstancias las partes tienen opciones que pueden escoger
con el objeto de solucionar sus conflictos. Es así que pueden recurrir al
arbitraje o al procedimiento judicial.
El arbitraje es un procedimiento de mayor rapidez en comparación al
procedimiento judicial, el cual es bastante lento.
El procedimiento arbitral no es tan solemne y formalista, lo cual
contribuye a su rapidez. Suprime o concentra actuaciones y reduce los plazos y
abusos de los medios de defensa.
Cuando se produce un conflicto su solución se encarga a un árbitro, a
quien las partes intervinientes o una institución designa, el que por norma
general es especialista en la materia discutida; mientras que en el proceso
judicial, la solución de la disputa se encuentra a cargo del juez, quien debe ser
una persona de carrera, con suficiente preparación judicial, pero que
consideramos es ajena a la problemática planteada por las partes.
Es una nota distintiva muy importante la forma cómo se lleva a cabo el
procedimiento judicial y el arbitral. El primero se lleva a cabo con publicidad,
mientras que el arbitral es por naturaleza de carácter reservado.
En opinión de Ulises Montoya Alberti el arbitraje posee un radio de
acción más amplio: el arbitraje puede tener por objeto resolver una controversia
jurídica, como también puede estar destinado a resolver un asunto que no
podría ser jamás materia de un proceso judicial.
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Teniendo en cuenta las diferencias expuestas en este punto, se
considera que el arbitraje representa el predominio de la libertad de las partes,
a pesar de existir intervención del poder público; y el proceso contencioso
judicial representa la hegemonía de la maquinaria del Estado para plasmar en
la práctica el derecho.
6. Arbitraje y Conciliación
La conciliación es otra de las formas de dar solución a las controversias.
En ese sentido la conciliación es una forma menos solemne que el arbitraje.
En el caso de la conciliación mercantil, ésta se ha definido como un
mecanismo no procesal de resolución de conflictos, mediante el cual las partes
intervinientes en una relación comercial o derivada del ejercicio de actividades
mercantiles finalizan sus diferencias.
Al elegirla vía de la conciliación las partes deben tener en cuenta ciertos
factores:
- Lo conveniente que resulta llegar a una solución sin necesidad de
intervenir en un proceso.
- La rapidez garantizada a las partes, para poder llegar a un arreglo
concreto.
Dentro de la conciliación existe la llamada conciliación inmediata. Esta
es aquella que tiende a superar el conflicto que ya existe con la ayuda de un
tercero, que debe ser objetivo e imparcial, y que actúa como coordinador y
orientador del diálogo.
La función principal del conciliador es dar impulso a las fórmulas de
solución planteadas por los sujetos intervinientes o a las propuestas por él, con
el fin de evitar que el conflicto llegue a la instancia arbitral o jurisdiccional.
La conciliación no se refleja en una sentencia que pueda ejecutarse en
caso de llegar a un arreglo.
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En el caso del arbitraje, similarmente al quehacer del Juez se imparte
justicia, mientras que en la conciliación las fórmulas propuestas no obligan a
las partes, sino cuando éstas así se hubieran comprometido.
En la conciliación las partes no se encuentran obligadas a aceptar la
fórmula planteada, en cambio en el arbitraje la sentencia sí obliga a la parte
contra quien se dictó cumplirla.
Por otro lado, la conciliación tiene la finalidad de llevar a las partes a un
arreglo en forma amistosa de sus discrepancias, sin ser obligatoria salvo
cuando las partes hayan convenido en el acuerdo conciliatorio, en tanto que el
laudo arbitral siempre se presenta en los procesos arbitrales.
Ulises Montoya Alberti sostiene que tan sólo una de las funciones del
árbitro es intentar la conciliación, el acuerdo entre las partes. Pero sus
facultades son más amplias que la mera conciliación. Esta, se refiere a la
búsqueda del arreglo entre las partes (conciliador o mediador), y sólo es
obligatoria para las partes que se han adherido. El arbitraje, se impone, incluso,
en contra de los intereses y de los interesados.
Finalmente, Ulises Montoya Alberti, al establecer diferencias entre el
arbitraje y otras instituciones, manifiesta que el arbitraje es una esfera jurídica y
no jurídica, de caracteres autónomos y particulares. La justicia de los tribunales
es la expresión de la autoridad pública; el árbitro es una persona privada. El
árbitro juzga de conformidad con atribuciones otorgadas por las partes. El
tribunal, por el poder conferido por el Estado para la administración de justicia.
EL LAUDO ARBITRAL
Ulises Montoya Alberti manifiesta que los árbitros, en una resolución o
sentencia colegiada, llamada laudo arbitral, pronuncian su fallo sobre todas las
pretensiones litigiosas sometida a su decisión.
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El laudo arbitral tiene categoría de sentencia, así sea emitida por árbitros
de derecho o por amigables componedores.
El laudo arbitral tiene existencia y eficacia propia, de tal forma que ello lo
hace susceptible de ser atacado sin afectar el compromiso arbitral. En tal
sentido, lo que es materia de discusión es el laudo, a pesar de que los hechos
provengan de actos anteriores o del compromiso en sí.
Todo laudo es dictado con el propósito de ser cumplido por las partes,
las mismas que deben hacerlo por propia voluntad.
Plazo de expedición
Si no se dispone lo contrario en el convenio arbitral, en las reglas del
proceso, y salvo que las partes autoricen una extensión, el laudo arbitral se
deberá emitir en un plazo de 20 días de:
- Concluida la etapa probatoria; o de
- Llevado a cabo el trámite indicado en el inciso 1 del artículo 34° de la Ley
General de Arbitraje (relacionado a las normas vinculadas al procedimiento
supletorio).
Los árbitros pueden prorrogar el plazo para resolver las controversias
que tienen a su cargo por un tiempo que no excederá de 10 días.
Será posible prorrogar el plazo que tiene el árbitro para resolver, siempre
que haya petición de parte, con el objeto de:
- Corregir el laudo arbitral;
- Integrar el laudo arbitral; o
- Aclarar el laudo arbitral.
Requisitos
Todo laudo arbitral debe contener los siguientes requisitos (según el art.
49 de la L.G.A.):
1) Debe constar por escrito.
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2) Debe contar con los votos particulares de los árbitros en caso de
haberlos.
3) Debe estar firmado cuando menos por la mayoría requerida para formar
decisión, si se tratara de arbitraje colegiado.
Es de resaltar que se entiende que el árbitro que no firma ni emite su
voto particular, se adhiere al de la mayoría. (Artículo 49° de la L.G.A.).
CONTENIDO
Contenido del Laudo de Derecho
Todo laudo de derecho debe contener ciertos datos, en virtud de lo
establecido por el artículo 50° de la Ley General de Arbitraje. Dichos datos son:
a) La determinación del lugar y fecha de emisión del laudo.
b) El nombre de las partes.
c) El nombre de los árbitros.
d) Aquello que es materia de arbitraje.
e) Una síntesis de los alegatos y conclusiones de los sujetos intervinientes
en la controversia.
f) La valoración que se efectuó de los medios probatorios, sobre los cuales
se basa la decisión arbitral.
g) Exposición de los fundamentos de hecho.
h) Exposición de los fundamentos de derecho, a fin de admitir o rechazar
las pretensiones y si fuera el caso las defensas alegadas por las partes.
i) La decisión adoptada por los árbitros.
Contenido del laudo de conciencia
El laudo de conciencia debe contener motivación razonada.
Todo laudo de conciencia, deberá contener las indicaciones señaladas en los
incisos 1), 2), 3) y 6) del artículo 50° de la Ley General de Arbitraje. (Artículo
51° de la L.G.A.).
“Artículo 15°.- Renuncia al arbitraje.- Las partes pueden renunciar al arbitraje
mediante convenio expreso.
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Se entiende que existe renuncia tácita cuando se hubiera interpuesto demanda
por una de las partes y el demandado no invoca la excepción arbitral dentro de
los plazos previstos para cada proceso”.
“Artículo 41 °.- Conciliación o transacción.- Los árbitros son competentes
para promover conciliación en todo momento.
Si antes de la expedición del laudo las partes concilian o transigen sus
pretensiones, los árbitros dictarán una orden de conclusión del procedimiento,
adquiriendo lo acordado la autoridad de cosa juzgada.
Notificación
Todo laudo debe ser puesto en conocimiento de las partes a través de
notificaciones.
La notificación mencionada debe ser efectuada dentro de los 05 días de
expedido el laudo arbitral. (Artículo 53°de la L.G.A.).
Corrección e integración del laudo
Los árbitros podrán corregir errores materiales, numéricos, de cálculo,
tipográficos y de naturaleza similar, siempre que la parte interesada lo pida
dentro de los cinco días posteriores a la notificación del laudo. Los árbitros de
oficio pueden efectuar las correcciones de los errores antes indicados.
Aclaración del laudo
Las partes podrán pedir a los árbitros la aclaración del laudo arbitral.
La solicitud debe formularse en el plazo de cinco días de notificado el
laudo.
Los árbitros están en la obligación de proceder a la aclaración del laudo
dentro del plazo de cinco días posteriores a la recepción de la petición
respectiva.
El plazo indicado en el párrafo anterior puede ser prorrogado en caso de
que las partes así lo decidan.
100
Protocolización del laudo y conservación del expediente
A petición de cualquiera de las partes, el laudo, las correcciones,
integración y las aclaraciones hechas en el laudo arbitral, podrán ser
protocolizadas notarialmente.
Los solicitantes de la protocolización se harán cargo de los gastos que
dicho trámite ocasione.
Ejecución del laudo
En nuestra legislación arbitral se ha dispuesto que el laudo consentido o
ejecutoriado tiene igual categoría que una sentencia eficaz y de carácter
obligatorio. (Artículo 83° de la L.G.A.).
En tal sentido, el laudo arbitral será ejecutado como una sentencia
judicial.
Dichos efectos del laudo comienzan a regir desde efectuada la
notificación respectiva a las partes.
Competencia
Respecto de la competencia en la ejecución del laudo, la Ley General de
Arbitraje dispone que si lo dispuesto en aquél no es cumplido por las partes a
quienes corresponde hacerlo, la parte interesada puede pedir la ejecución
forzosa del laudo arbitral.
La solicitud de ejecución será formulada ante el Juez Especializado en lo
Civil del lugar de la sede arbitral correspondiente.
Anexos al pedido de ejecución
Al escrito que contenga la solicitud de ejecución judicial del laudo arbitral
se adjuntará indefectiblemente (según el art. 85 de la L.G.A.):
1) Copia del convenio arbitral.
2) Copia del laudo en primera instancia arbitral.
101
3) Copia del laudo en segunda instancia arbitral, o de la sentencia judicial
que resuelva el recurso de apelación o de la que resuelva la anulación,
si fuera el caso.
Proceso de ejecución
Como anteriormente ya se dijo el laudo arbitral se ejecutará como una
sentencia judicial.
Si el requerido no cumpliera con lo dispuesto en el mandato de
ejecución, se hará efectivo el apercibimiento decretado en autos, cual es
iniciarse la ejecución forzada.
La liquidación que se encuentre en el mandato de ejecución podrá ser
observada en el plazo de tres días.
Es necesario destacar además que de haberse cautelado algún judicial o
extrajudicialmente, se procederá a la ejecución forrada.
Sin embargo, es posible la contradicción solamente bajo los siguientes
fundamentos:
- Si se alega el cumplimiento de lo ordenado en el mandato.
- Si se alega la extinción de la obligación materia de ejecución.
Inimpugnabilidad
En la etapa de ejecución judicial del laudo los autos no serán
susceptibles de impugnación alguna.
El Juez ejecutor se encuentra impedido de admitir recursos de apelación
o cualquier articulación que interrumpan la ejecución del laudo arbitral. (Art. 86
de la L.G.A.).
Publicación sobre la ejecución del laudo
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La parte que solicitó la ejecución del laudo puede pedir al Juez la
publicación de un aviso donde conste la necesidad que hubo para recurrir al
Poder Judicial a fin de lograr la ejecución del laudo arbitral.
LA IMPUGNACIÓN EN EL ARBITRAJE
RECURSOS PROCEDENTES
Procede solamente recurso de reposición ante los árbitros contra las
resoluciones del laudo arbitral.
El recurso de reposición debe interponerse dentro de los tres días
posteriores a la notificación de la resolución correspondiente. (Artículo 58° de la
L.G.A.).
Contra los laudos arbitrales no procede ningún recurso, salvo los
contemplados en los artículos 60° y 61° de la Ley General de Arbitraje
(referidos a los recursos de apelación y de anulación, respectivamente).
Ahora bien, si el laudo arbitral hubiera sido declarado nulo total o
parcialmente, el recurso que puede plantearse es el de casación contra lo
resulto por la Corte Superior (artículo 77° de la L.G.A.).
Recurso de apelación
Procedencia
El recurso de apelación podrá plantearse contra los laudos de derecho,
mas no contra los de conciencia.
Es procedente la interposición del recurso de apelación ante el Poder
Judicial o ante una instancia superior arbitral en dos supuestos:
- Si se acuerda su admisibilidad en el convenio.
- Si estuviera establecido en el reglamento arbitral de la entidad arbitral a
la cual las partes se hubieran sometido para resolver sus conflictos.
(Artículo 60° de la L.G.A.).
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La apelación será resuelta confirmando o revocando el laudo en forma
total o parcial. (Artículo 60° de la L.G.A.).
Recurso de apelación ante segunda instancia arbitral
A efecto de interponerse recurso de apelación ante la segunda instancia
arbitral se aplicarán las reglas contenidas en el artículo 62° de Ley General de
Arbitraje, las mismas que a continuación señalamos:
- Una vez conformado el tribunal arbitral de segunda instancia, el
presidente oficiará al árbitro o al presidente del tribunal de primera
instancia, a efecto de solicitarla remisión de los actuados dentro del
plazo de cinco días de efectuada la notificación respectiva.
- Recepcionado el expediente, se correrá traslado a las partes por el
término de cinco días, con el objeto de que éstas expresen aquello que
convenga a su derecho.
- Vencido el plazo de cinco días el tribunal arbitral de segunda instancia
tiene el deber de emitir el laudo definitivo en ci plazo de quince días
posteriores al vencimiento del plazo anterior (cinco días).
Recurso de apelación ante el Poder Judicial
Competencia
Conocerá de las apelaciones interpuestas contra los laudos de derecho
la Sala Civil de la Corte Superior.
Plazo de interposición
Se interpondrá el recurso de apelación en forma directa ante la Sala
correspondiente dentro de un plazo de diez días.
El plazo de diez días referido en el párrafo precedente se computará a partir
de:
- La notificación del laudo; o
- De efectuada la corrección, aclaración o integración del laudo, si fuera el
caso.
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Tramitación
El trámite que debe seguirse en el recurso de apelación se encuentra
establecido en el artículo 66° de la Ley General de Arbitraje.
De acuerdo a dicha norma, una vez recepcionado el recurso en
mención, la Sala debe oficiar al árbitro o al presidente del tribunal arbitral a fin
de que se proceda a la 'remisión del expediente.
Los actuados deben ser remitidos dentro del plazo de cinco días de
efectuada la notificación.
La Sala deberá resolver dentro del tercer día de recibidos los actuados.
Se correrá traslado de la resolución mencionada en el párrafo anterior
por el plazo de cinco días. (Artículo 67° de la L.G.A.).
Recurso de anulación
Procedencia
El recurso de anulación debe ser interpuesto ante el Poder Judicial.
Las causas que determinan el recurso de anulación se encuentran
previstas en el artículo 73° de la Ley General de Arbitraje.
Competencia
Será competente para conocer del recurso de anulación la Sala Civil de
la Corte Superior del lugar de la sede del arbitraje al momento de presentar el
recurso de anulación. (Artículo 71° de la L.G.A.).
Plazo de interposición
El recurso de anulación contra el laudo arbitral se interpondrá teniendo
en cuenta los siguientes plazos:
- Dentro de los diez días posteriores a la notificación del laudo de primera
instancia o del laudo, de segunda instancia.
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- Dentro de los diez días de efectuada la notificación conteniendo la
resolución que ordena la corrección, integración o aclaración del laudo
arbitral, en caso de haber sido solicitado cualquiera de éstos.
Causales de anulación de los laudos arbitrales
Todo laudo arbitral será objeto de anulación si el solicitante acredita las
siguientes situaciones (según el art. 73° de la L.G.A.):
- La nulidad del convenio, el mismo que será reclamado de acuerdo a lo
indicado por el artículo 39° de la Ley General de Arbitraje (referido a la
facultad de los árbitros para decidir acerca de su competencia).
- Que no fue notificado debidamente del nombramiento de un árbitro o de
las actuaciones arbitrales.
- Que no pudo hacer valer sus derechos, perjudicándose de tal forma su
derecho de defensa.
- Que la composición tribunal arbitral no se sometió al convenio de las
partes, salvo que tal convenio estuviera en contraposición con una
disposición legal de la que los sujetos no se puedan apartar.
- Que se laudó sin contar con las mayorías necesarias.
- Que el laudo se emitió en forma extemporánea, es decir, fuera del plazo
establecido.
- Que se laudó sobre una materia no sometida en forma expresa o
implícita a la decisión de los árbitros.
Por otro lado, el Juez de oficio podrá anular total o parcialmente el laudo
arbitral siempre que se advierta que la materia sujeta a arbitraje no sea
manifiestamente objeto de ella conforme a lo señalado en el artículo 1° de la
Ley General de Arbitraje.
Dicha norma preceptúa lo siguiente:
“Artículo 1°.- Disposición general.- Pueden someterse a arbitraje las
controversias determinadas o determinables sobre las cuales las partes tienen
facultad de libre disposición, así como aquellas relativas a materia ambiental,
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pudiendo extinguirse respecto de ellas el proceso judicial existente o evitando
el que podría promoverse; excepto:
1. Las que versan sobre el estado o la capacidad civil de las personas, ni las
relativas a bienes o derechos de incapaces sin la previa autorización
judicial.
2. Aquellas sobre las que ha recaído resolución judicial firme, salvo las
consecuencias patrimoniales que surjan de su ejecución, en cuanto
conciernan exclusivamente a las partes del proceso.
3. Las que interesan al orden público o que versan sobre delitos o faltas. Sin
embargo, sí podrá arbitrarse sobre la cuantía de la responsabilidad civil, en
cuanto ella no hubiera sido fijada por resolución judicial firme.
4. Las directamente concernientes a las atribuciones o funciones de imperio
del Estado, o de personas o entidades de derecho público”.
Efectos de la anulación del laudo arbitral
El artículo 78 de la Ley General de Arbitraje versa sobre las
consecuencias de la anulación del laudo arbitral, señalando que anulado el
laudo arbitral, se procederá de la siguiente manera:
1. Si el laudo arbitral ha sido anulado por la causal establecida en el inciso 1)
del Artículo 73° de la L.G.A. (nulidad del convenio arbitral), la competencia
del Poder Judicial quedará restablecida, salvo acuerdo distinto de las
partes.
2. Si el laudo arbitral ha sido anulado por la causal establecida en el inciso 2)
del Artículo 73° de la L.G.A. (notificación defectuosa de la designación de
árbitros o de las actuaciones arbitrales o perjuicio al derecho de defensa),
el Poder Judicial remitirá la causa a los árbitros para que éstos reinicien el
arbitraje en el estado en que se cometió la violación.
3. Si el laudo arbitral ha sido anulado por la causal establecida en el inciso 3)
del Artículo 73° de la L.G.A. (composición del tribunal no ajustada al
convenio de las partes), queda expedito el derecho de las partes para
proceder a una nueva designación de los árbitros.
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4. Si el laudo arbitral ha sido anulado por la causal establecida en el inciso 4)
del Artículo 73° de la L.G.A. (expedición del laudo sin contar con las
mayorías requeridas), el Poder Judicial remitirá la causa a los árbitros para
que se pronuncien con las mayorías requeridas.
5. Si el laudo arbitral ha sido anulado por la causal establecida en el inciso 5)
del Artículo 73° de la L.G.A. (expedición del laudo fuera del plazo), la
competencia del Poder Judicial quedará restablecida, salvo acuerdo
distinto de las partes.
6. Si el laudo arbitral ha sido anulado por la causal establecida en el inciso 6)
del Artículo 73° de la L.G.A. (expedición de laudo sobre materia no
sometida expresa o implícitamente a la decisión de los árbitros), la
competencia del Poder Judicial quedará restablecida, salvo acuerdo
distinto de las partes.
7. Si el laudo arbitral ha sido anulado por la causal establecida en el inciso 7)
del Artículo 73° de la L.G.A. (materia no arbitrable), la competencia del
Poder Judicial quedará restablecida.
ESENCIA Y FUNCIÓN JURÍDICA DEL REGISTRO
El Registro busca proteger y asegurar los actos de transmisión y
adquisición de los predios. Es decir, esta institución se encuentra exactamente
en el medio del fenómeno económico de circulación de la riqueza, y ha sido
creada con el fin de que los adquirentes conserven sus derechos basándose en
la publicidad de los actos; y sin que alguna circunstancia oculta pueda
afectarles.
El Registro, para ser tal, se compone de tres elementos esenciales:
i) Archivo de actos y contratos referidos a un sujeto o bien específico, y
en cuya virtud se extienden las distintas inscripciones;
ii) Archivo público que permite el acceso de todos aquellos que tienen
interés en conocer la información que contiene;
iii) Productor de efectos jurídicos de derecho privado, por lo cual se pone
en situación de ventaja al sujeto que inscribe su derecho; y se perjudica
a quien no lo hace. Este es el caso, por ejemplo, de los principios de
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inoponibilidad de lo no-inscrito (art. 2022 CC), fe pública registral (art.
2014 CC) y prioridad (art. 2016 CC).
Esta institución nace, pues, para cumplir una evidente necesidad de
certeza que, en este caso no resulta satisfecha por la sola actividad de los
contratantes, sino, viene ayudada por el Estado a través de la organización de
un sistema de publicidad. El núcleo de la publicidad es constituir una
información pública, y con determinadas garantías, referente a las situaciones
jurídicas de carácter inmobiliario o de otras relevantes para el tráfico
patrimonial.
El Registro es un instrumento de publicidad-garantía que juega en dos
momentos decisivos del fenómeno de circulación de la riqueza:
i) ANTES DE LA ADQUISICIÓN: anunciando a todos quién es el titular,
por lo menos formal, del inmueble que se desea adquirir, así como de
las cargas y gravámenes que les afectarán en caso que se concrete el
negocio adquisito.
ii) DESPUÉS DE LA ADQUISICIÓN: si el adquirente inscribe su título de
adquisición, lo hará invulnerable a las reclamaciones que resulten de
causas ajenas al contenido del Registro, siempre que se encuentre en
determinadas hipótesis.
De allí que podamos bautizar a la publicidad legal como la “esencia del
Derecho registral”, entendiendo en el término “esencia” en su primera acepción
gramatical, esto es, la que constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente
e invariable en ellas.
Por tanto, no basta la sola publicidad, que en tal condición se convertiría
en simple difusión noticiosa; sino que es menester una notoriedad cuya función
sea la de proteger derechos. Se trata de una publicidad garantista.
Sistematizando todas las ideas expuestas podemos señalar, a grandes
rasgos, el engranaje del que se compone el sistema registral:
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a) El Derecho articula una publicidad mediante la toma de razón o
reproducción de ciertos datos en una oficina abierta a la consulta
pública.
b) Pueden ser objeto de publicidad muy diversos fenómenos jurídicos
(bienes muebles, inmuebles, estado de las personas, etc.).
c) Una vez determinados los bienes o situaciones objeto de la publicidad
registral, el ordenamiento establece cuáles han de ser las circunstancias
o titularidades publicables.
d) Finalmente, se establece la garantía que otorga la publicidad (efectos),
la que tiene diversas modalidades: inscripción constitutiva (principio de la
inscripción), inscripción declarativa (principio de la publicidad),
convalidación del acto nulo frente a terceros (principio de fe pública
registral), entre otros.
REGISTRO DE PREDIOS
IMPORTANCIA
Si tenemos en cuenta que el Registro se lleva a través de un catálogo de
fincas, es lógico inferir que cada una de las hojas registrales representativas de
las fincas contenga una determinación de la base objetiva del inmueble, con lo
cual se busca evitar la confusión de lindes y superficies. Póngase como
ejemplo de salón el caso en que el Registro informe efectivamente quién es el
propietario de una determinada finca, pero que no pueda informar de su
emplazamiento físico (situación no infrecuente en nuestro país).
¿Qué función cumple un Registro que reconoce un propietario pero no
puede decirle sobre qué objeto recae su propiedad? Realmente poca, y por ello
se ha puesto de relieve la necesidad de una descripción precisa del inmueble
con el fin de identificarlo con relativa aproximación.
Un "buen sistema registral" actúa para prevenir y evitar estos conflictos
en tanto pretende lograr que las descripciones de las fincas registrales sean lo
suficientemente precisas para ubicarlas en el espacio físico.
110
FINES DE LA DESCRIPCIÓN: INDIVIDUALIZACIÓN Y DELIMITACIÓN
La primera finalidad de la descripción es IDENTIFICAR EL PREDIO.
Para entender este concepto debemos recordar que: "la descripción de una
finca es la expresión de los datos o circunstancias que permiten la
identificación de la misma.
La segunda finalidad de la descripción es DELIMITAR EL PREDIO, esto
es, determinar el objeto sobre el que recae un derecho de propiedad o de otro
tipo.
EL REGISTRADOR PÚBLICO EN EL PERÚ
ANTECEDENTES LEGISLATIVOS DE LOS REGISTROS EN EL PERÚ
Y DEL REGISTRADOR PÚBLICO
El 2.5.1888 se promulga la primera norma consolidada que regula temas
hipotecarios siendo complementada por las Leyes de 25.11.1892, 10.1.1899,
27.12.1895, y el Reglamento Orgánico de los Registros de la Propiedad
Inmueble de 11.3.1911.
El Reglamento de 1905 en su Art. 6° dispone la existencia de una
Dirección General del Registro de la Propiedad Inmueble en la capital bajo la
inmediata dependencia de la Junta de Vigilancia.
En lo concerniente a los registradores, dicho reglamento señala que la
elección de estos es por nombramiento de la Junta de Vigilancia a prepuesta
del Director General, luego de lo cual a fin de tomar posesión de sus cargos
deben prestar garantía hipotecaria. Asimismo, entre otras cosas se señalan las
incompatibilidades de la labor del Registrador.
Si bien la norma pudo tener una serie de errores e imprecisiones, en el
tiempo fue beneficiosa para el país. En 1921 se habían inscrito 24,876
propiedades urbanas 21,398 propiedades rústicas.
111
Debe tomarse en cuenta que la constitución de 1920 delega a la Corte
Suprema ejercer autoridad y vigilancia sobre el Registro, teniendo la Facultad
de incluso, sancionar.
Otro interesante detalle de esta normativa que debe tomarse en
consideración es la aparente consideración de los notarios y registradores;
como funcionarios públicos.
La Dirección de registros era dirigida por un jefe denominado Director
General, el cual tuvo autoridad jerárquica sobre todos los demás registradores
de la república. El territorio se dividió en distritos los cuales estuvieron bajo la
dirección de un registrador y sus empleados.
Posteriormente se promulgan diversas normas -como el Reglamento
General de 16.5.1968 Corte Suprema- hasta el Código Civil de 1984 y la Ley
N° 26366.
LEY 26366 y la SUNARP
La SUNARP, es un Organismo Público Descentralizado autónomo del
Sector Justicia que dirige el Sistema Nacional de los Registros Públicos,
teniendo personería jurídica de derecho público.
Cada uno de estos registros están ubicados territorialmente en
diferentes oficinas registrales son organismos públicos desconcentrados de la
SUNARP, gozando de un patrimonio propio y autonomía registral,
administrativa y económica con las limitaciones establecidas en la presente ley.
EL MARCO LEGAL DE LOS REGISTRADORES
El artículo 6 de la Ley 26366 señala entre los requisitos para acceder al
cargo el ser abogado colegiado, haber ejercido como mínimo 2 años la función
de Asistente Registral o, en su defecto, acreditar por lo menos 4 años de
ejercicio profesional; aprobar el concurso público de méritos supervisado por la
SUNARP el cual debe estar desprovisto de injerencia política alguna.
112
Asimismo, no existe propiamente un sistema de ascensos, toda vez que
la denominada carrera registral empieza por el cargo de técnico registral, luego
asistente y registrador.
De igual manera, nominalmente se ha establecido que el cargo de
funcionario público es incompatible con otros cargos públicos o actividades
privadas, lo cual tiene su razón de ser en tres fundamentos: los dos primeros
de carácter ético, el tercero de índole pragmático: i) la libertad de acción a
independencia y honestidad profesional; ii) la de sustraer tiempo a las
actividades del cargo público con el desempeño de otro público o de
actividades privadas.
AUTONOMÍA E INDEPENDENCIA POR PARTE DE LOS
REGISTRADORES
El literal a) del artículo 3 de la Ley 26366 menciona como garantía del
sistema la autonomía de sus funcionarios en el ejercicio de sus funciones
registrales, lo cual implica de por sí la independencia de los mismos frente a
cualquier injerencia interna o externa que busque influir -fuera de los causes
legales- en su decisión.
Por tanto, la independencia propiamente no se otorga en favor del
funcionario como sujeto de derecho, sino en función de la labor -investida con
facultades públicas- que desempeña.
Ahora bien, el Registrador Público como funcionario se encarga de
analizar, evaluar y decidir la inscripción de los títulos que se presentan en el
registro. Su estudio se basa en las normas legales, en especial de las leyes,
reglamentos y directivas correspondientes al sector, así como de los
precedentes de observancia obligatoria emitidos por el Tribunal Registral.
NECESIDAD SOCIAL DEL NOTARIADO
La actuación del notario se inserta dentro de la dinámica de las
relaciones jurídicas privadas, con la evidente finalidad de dotarles de seguridad
113
y confianza, facilitando así la circulación de los bienes e incentivando la
producción, el crédito y el desarrollo económico en general.
Es la necesidad la que crea al notario, y no viceversa; son las exigencias
de autenticidad y aseguramiento de los derechos, lo que abre paso al
nacimiento del notariado.
La necesidad social que cubre el notario es DOTAR DE SEGURIDAD
JURÍDICA a los actos y contratos en los que él intervenga, con lo que se
obtiene la necesaria confianza en el ámbito de la contratación.
En efecto, los hechos se pierden irremediablemente en el tiempo, y para
eso el ser humano ha ideado una serie de herramientas para captar esos
hechos. En el ámbito jurídico, el conocimiento perdurable todavía se encuentra
delegado, fundamentalmente, en el DOCUMENTO; de tal suerte que el hecho
histórico y temporal se perpetúa a través de su plasmación en un documento.
En buena cuenta, la paz jurídica y la justicia son los dos componentes de
la "idea del derecho", y ambas se encuentran en una relación dialéctica, lo que
significa que se condicionan recíprocamente. En efecto, la actuación del notario
se inserta dentro de la noción de SEGURIDAD JURÍDICA, pues con ella se
busca eliminar la incertidumbre en la adquisición de los derechos.
En efecto, el notariado contribuye a la seguridad jurídica a través de dos
materias principales: i) El "ajustamiento" a derecho de los negocios jurídicos. ii)
La "certeza" de que lo dispuesto o convenido en dichos negocios alcance
permanencia segura más allá de la frágil memoria humana.
Por tanto, la función notarial no puede reducirse a la autenticidad de los
convenios o actos privados, sino, que también debe avanzarse en la justicia del
propio acuerdo, para lo cual es imprescindible que el notario realice a cabalidad
la función de asesoría o consejo, sin intervenir en la voluntad de las partes,
114
pero sí brindando apoyo jurídico para que el consentimiento prestado por las
partes.
En conclusión, el notario es garante de la seguridad, pero también, y de
manera irrenunciable, debe serlo de la justicia.
CONCEPTO DE DERECHO NOTARIAL Y FUNCIÓN NOTARIAL
Puede definirse el Derecho Notarial como el conjunto de principios y
normas que regulan la función notarial y la organización del notariado.
En virtud de lo expuesto, actualmente se admite que el Derecho notarial
goza de autonomía científica, pues tiene unos principios, contenido y doctrina
propia, la misma que se basa en el objeto (instrumento) y en el agente (notario)
de la función notarial. Así lo reconoció el III Congreso Internacional del
Notariado Latino, realizado en el año 1954 en París. De conformidad con el
artículo 2° de la vigente Ley del Notariado (Decreto Legislativo N° 1049), la
función del notario se centra principalmente en dos ámbitos: i) Dar fe de los
actos y contratos que ante él se celebran. ii) Comprobar hechos y tramitar los
asuntos no contenciosos previstos en la ley.
Es decir, la función notarial no solamente consiste en dar forma a un
determinado acto o negocio jurídico, sino además en dar fe de dicho acto. Para
este efecto, el notario deberá:
- Recibir o indagar la voluntad de las partes
- Dar forma jurídica a esa voluntad.
EL NOTARIO Y LA FUNCIÓN NOTARIAL
Para lograr que los negocios jurídicos estén ajustados a derecho y que
haya certeza respecto de lo convenido en ellos, el Derecho ha Acudido a las
siguientes herramientas:
- La intervención de un tercero imparcial, que vele por la consecución de
estos objetivos;
- La utilización del escrito para perpetuar la fiel representación de lo
dispuesto o concertado.
115
Según el art. 2 LN, el notario es un PROFESIONAL DEL DERECHO
dotado de la potestad de DAR FE, y ejerce su función en forma personal,
autónoma, exclusiva e imparcial (art. 3 LN).
El ejercicio personal del notario, implica que la ley le ha otorgado la
potestad de dar forma pública, por lo que el notario no puede delegar su misión
en dependientes o terceros; por tal razón, estamos en presencia de una función
intuitu personae e indelegable.
"Solo el notario podrá ejercer la función notarial, no admitiéndose
suplencia ni interinatos".
El ejercicio personal no puede confundirse con la ayuda o colaboración
de auxiliares, que solo se encargan de labores materiales o complementarias
que coadyuvan al cumplimiento de la función notarial (art. 6°-1 D.S. 010-2010-
JUS).
El ejercicio autónomo del notario significa que no está sujeto a
jerarquías ni a instancias revisoras respecto de las decisiones referidas a la
prestación del servicio o su rechazo. Si el notario autoriza o no un instrumento
es una decisión autónoma, no sujeta a revisión.
El ejercicio exclusivo significa que en el ámbito de normalidad de los
derechos (extrajudicial), el notario es el órgano típico que ejerce la función
fedante.
El ejercicio imparcial del notario implica que su función la ejerce al
margen y por encima de las partes, sin defender a una sobre la otra, PERO SÍ
EN DEFENSA DE LA LEGALIDAD.
El notario es un profesional del derecho, pero no puede ejercer como
abogado patrocinante o letrado en causa judicial o administrativa, justamente
116
para mantener la separación de funciones entre defensor de parte, propia del
abogado, y actuación imparcial, característica del notario. Sin embargo, esta
prohibición de patrocinio llene varios matices: Primero, el notario puede ejercer
la abogacía, incluso en el ámbito judicial, en causa propia o de parientes
cercanos; Segundo, el notario puede ejercer la docencia; Tercero, el notario
puede escribir obras jurídicas sin limitación alguna, pues la libertad de creación
artística o científica es un derecho fundamental del ser humano.
EL NOTARIO: PROFESIONAL INDEPENDIENTE EN EJERCICIO DE
UNA FUNCIÓN PÚBLICA
Es bueno mencionar que la ley considera al notario como un profesional
del derecho, por lo que remarca su ejercicio privado, y no público.
No obstante, la doctrina considera que el notario es funcionario público,
en virtud de la potestad de la que está investido, sin embargo, su función tiene
características especiales, pues no pertenece al escalafón público, ni cobra sus
emolumentos del presupuesto estatal, ni se encuentra sujeto a jerarquía
administrativa.
Si bien el notario no es funcionario público, sin embargo, ejerce una
actividad pública por delegación o concesión del Estado (así: considerandos
del Decreto Legislativo N° 1049), pues resulta evidente que la fe pública lo
coloca en situación de supremacía sobre los demás, ya que sus afirmaciones
se tienen por ciertas, lo que solo se justifica en cuanto se trata de una función
pública.
Decreto Supremo N° 010-2010-JUS, pues si bien indica que el notario
no es funcionario público, para ningún efecto legal, sin embargo, señala que
"ejerce una función pública, por delegación del Estado" (art. 4). Por tanto, su
configuración reúne dos cualidades inescindibles: profesional y ejercicio
de función pública.
EL NOTARIO: CREADOR DEL DERECHO
117
El notariado actúa en el nivel de aplicación del derecho, para lo cual
escucha directamente a las partes y documenta los fines lícitos que los
particulares pretendan lograr, con la forma jurídica más conveniente y ajustada
a la legalidad.
CONCEPTO DE ESTADO, SOBERANÍA, TERRITORIO Y PROPIEDAD
Visión general.- El Estado puede ser definido en muchas formas.
Germán Bidart Campos señala hasta cuatro enfoques para estudiar el Estado,
clasificados de la siguiente manera: a) el sociológico; b) el deontológico; c) el
jurídico; y d) el político (Autor citado, Derecho Político, Aguilar, Buenos Aires,
1962, pág. 173). No es el propósito de este texto hacer un análisis exhaustivo
de las diversas teorías del Estado y por esa razón preferimos una definición
más concreta o elemental. Tal definición considera al Estado como la sociedad
o la nación organizada jurídicamente y representada por una autoridad que en
última instancia se distingue por personificar a la colectividad sometida a su
imperio. El Estado es la persona jurídica por excelencia y cuando nos referimos
a los Estados generalmente hablamos de ellos como si fueran personas.
Elementos del Estado.- El Estado asimismo encarna la soberanía que
no es otra cosa que la supremacía de la autoridad sobre una población que
vive dentro de un determinado territorio. Al hablar del Estado inevitablemente
se debe tratar el tema del poder que es el factor vital que lo aglutina, que en
cierta forma le da fisonomía jurídica y que también le confiere legitimidad al
distinguirse de la mera fuerza o del mando exclusivamente castrense. El poder
es uno de los elementos del Estado.
Tampoco es concebible un Estado sin territorio que viene a ser su
ámbito físico de competencia de poder. En otras palabras el espacio de la
superficie terrestre, incluyendo ciertas extensiones marítimas, fluviales y
lacustres así como el espacio aéreo, donde un Estado soberano ejerce su
autoridad y jurisdicción. Existen colectividades humanas identificadas como
naciones; pero si carecen de un territorio, de un suelo, sobre el cual ejerzan
alguna forma de control político y de hegemonía militar, estas colectividades no
alcanzan la calidad de Estado.
118
La soberanía como signo externo del Estado.- Se desprende de este
análisis que una colectividad humana asentada sobre un territorio, o sea sobre
un espacio determinado de la superficie terrestre, se convierte en Estado
cuando ejerce un poder que desplaza a cualquier otro poder foráneo sobre
dicho espacio. El poder es el factor dinámico que liga al elemento humano -la
población- con el elemento físico -vale decir, territorio- y el poder para ser
eficaz requiere de un aparato de gobierno que ejerza autoridad sobre la
población dentro de un determinado ámbito territorial.
Distinción entre territorio y propiedad.- Nuevamente refiriéndonos a
Bidart Campos, éste define al territorio “como el elemento geográfico del
Estado. El Estado es una institución con base física o territorial, en cuanto
necesita del suelo, cualquiera sea, para existir. No podemos intentar
desmaterializar tanto al Estado hasta prescindir del apoyo o sustrato físico en
que se asienta la comunidad”. Es interesante comentar que Bidart Campos
alude a una cita de Maurice Hauriou en la que éste califica al Estado como “el
protectorado de una sociedad civil nacional, por un poder público con
jurisdicción territorial, pero separado de la propiedad de las tierras, dejando así
un gran margen de libertad para los sujetos”. Vemos entonces que no debe
confundirse la idea de territorio como uno de los tres elementos del Estado, con
la idea de propiedad que es el derecho real de máxima plenitud que vincula a
una persona con una cosa determinada pero ajeno al concepto de soberanía,
que es sólo propio del Estado.
El Estado como único titular del territorio.- En este contexto es
preciso señalar que en el Perú sólo el Estado puede ser titular del territorio,
cuya extensión refleja el ámbito y el límite de su jurisdicción espacial. Ninguna
persona natural o jurídica, ente corporativo, comunidad campesina o nativa, así
como gobierno regional o local puede pretender ser titular de territorio, que es
un atributo exclusivo del Estado peruano. Ello en aplicación del carácter
inalienable e inviolable del territorio del Estado conforme al Artículo 54° de la
Constitución, el mismo que comprende el suelo, el subsuelo, el dominio
119
marítimo y el espacio aéreo que los cubre. A lo que debemos agregar que con
arreglo al Artículo 43° de la Constitución el Estado es uno e indivisible, siendo
su gobierno unitario, representativo y descentralizado, organizándose según el
principio de la separación de poderes. Los límites de las circunscripciones
territoriales, sean regiones, departamentos, provincias y distritos no alteran de
manera alguna la indivisibilidad del Estado ni otorgan la titularidad del territorio
a ninguna de esas divisiones. Estas sólo poseen un alcance administrativo pero
sin pretensión de soberanía o de autonomía amparada en un esquema federal.
CONCEPTOS DE SUELO, SUBSUELO, YACIMIENTO, MINA Y
MINERALES
Visión general.- Los conceptos señalados en el presente acápite tienen
un carácter aparentemente elemental pero resultan fundamentales
para entender la actividad minera desde un punto de vista jurídico. La
industria minera es una actividad extractiva por antonomasia aunque sus
fases subsiguientes de beneficio, labor general, transporte y comercialización
impliquen la transformación del producto extraído en el primer caso y de
servicios complementarios en los restantes. La minería ha sido
tradicionalmente una actividad subterránea que parte del suelo como el lado
superior del lugar donde se ubica el yacimiento, pero cuya tarea principal se
realiza en el interior de la corteza terrestre por medio de túneles, socavones
galerías u otras excavaciones.
Mina.- En ese orden de ideas debe también definirse el concepto de
mina. La doctrina tradicionalmente considera tres acepciones: a) Excavación
por medio de pozos, galerías, túneles, socavones o tajos abiertos para la
extracción y explotación de minerales. En otras palabras, naturaleza explotada
por el hombre; b) Lugar donde se acumulan o encuentran los minerales por
obra de la naturaleza, que vendría ser sinónimo de yacimiento. Dicho de otro
modo, naturaleza estática; c) Derecho otorgado por el Estado para la
explotación de un depósito minero, o sea concesión. Este concepto es
eminentemente jurídico. En el ámbito técnico-económico se considera "mina" al
conjunto de operaciones e instalaciones en la superficie y en el subsuelo para
120
la explotación de un yacimiento. El concepto de mina no sólo es dinámico sino
también extensivo y comprende tanto la galería como el socavón o el tajo
abierto, así como diversas instalaciones en el suelo y en el subsuelo tales
como los caminos, las chancadoras, los molinos, las plantas concentradoras,
los desmontes, los relaves, las escorias, los equipos, las maquinarias, los
talleres, los desagües y hasta los edificios y las viviendas. Estas instalaciones,
con todo el personal que labora en ellas, asimismo reciben el nombre de
"unidad operativa'; parte a su vez de una empresa generalmente organizada
como sociedad anónima o figura equivalente.
Minerales.- Finalmente debe precisarse qué se entiende por minerales.
En un sentido extensivo mineral es cualquier sustancia inorgánica que se
extrae del suelo y del subsuelo, para ser aprovechada en estado sólido (roca,
arenas, metales, arcilla refractaria o carbón) o en estado líquido (mercurio) y
hasta en estado gaseoso (helio). Desde un punto de vista jurídico, conforme al
Artículo I del Título Preliminar del TUO, se exceptúan del concepto de
minerales el petróleo e hidrocarburos análogos, los depósitos de guano (que
tienen un origen biológico), los recursos geotérmicos (que antes estaban
comprendidos dentro de la ley minera y que ahora se rigen por la Ley NO
26848) y las aguas minero-medicinales. La ley minera vigente clasifica a los
minerales en metálicos y no metálicos, sin superposición ni derechos
prioritarios entre los dos, a diferencia de las anteriores que otorgaban una
preferencia a favor de las sustancias metálicas.
SISTEMAS DE DOMINIO ORIGINARIO DE LAS MINAS
Cuando hablamos del dominio originario de las minas nos formulamos
las siguientes preguntas, ¿a quién pertenecen las minas?, ¿quién es el
propietario original de los recursos mineros?, ¿qué persona, entidad o
autoridad dispone que se explore y explote una mina y a quién pertenece el
producto extraído? La doctrina comparada señala diversos sistemas que se
han aplicado a lo largo de la historia y en diferentes lugares del mundo. Estos
sistemas son básicamente tres, aunque algunos tratadistas en meritorio afán
121
clasificador llegan a mencionar hasta cinco5. Sin embargo para el autor del
presente trabajo las teorías prevalecientes en el mundo podrían resumirse en
tres: i) el sistema de accesión o sistema fundiario; ii) el sistema de cosas de
nadie o res nullius; y iii) el sistema dgminialista que a su vez puede subdividirse
en: a) dominialista-regalista y b) dominialista-socialista. También cabría
mencionar que estos sistemas no se dan en compartimientos estancos y
pueden presentarse mezclados y con matices por lo menos en sus aspectos
puntuales.
DOMINIO EMINENTE DEL ESTADO
La doctrina considera a esta categoría jurídica como "las atribuciones
que tiene el Estado para ejercer como soberano, el dominio supremo sobre
todo el territorio nacional, y establecer los gravámenes y cargas que las
necesidades comprendidos dentro de los alcances del Artículo 66° de la
vigente carta política de 1993, pertenecen al dominio público del Estado. Pero
estando en la categoría del dominio público, inalienable e imprescriptible, no se
les puede calificar como de uso público, porque su explotación no es libre y
requiere de la previa autorización del Estado, que en la minería sólo se da a
través de la concesión, inclusive para el propio Estado. La explotación precaria
o sin título de un yacimiento minero es un ilícito civil y penal. Igualmente el
suscrito considera que los yacimientos son bienes públicos dedicados al
fomento de la riqueza nacional, para emplear la expresión utilizada por García
Montúfar, o para el desarrollo socioeconómico del país en las palabras del
autor del presente trabajo.
CONTRATO DE CESIÓN MINERA
El contrato de cesión minera constituye una modalidad de arrendamiento
en la que, en lugar de cederse temporalmente el uso de un bien a cambio de
una renta periódica, se cede la explotación de una concesión a cambio de una
compensación económica. En el Código de Minería de 1901 se le conocía bajo
el nombre de arrendamiento. En el Código de Minería de 1950 recibió el
nombre de Contrato de Exploración y Explotación. Con la dación de la Ley 5 Lira Ovalle, Samuel, Curso de Derecho de Minería, Segunda edición actualizada, Santiago de Chile, 1994, pág. 37
122
General de Minería de 1971 (Decreto Ley N°18880) recibió su actual
denominación de Cesión Minera, mantenida en la Ley General de Minería de
1981 (Decreto Legislativo N° 109) y en el vigente TUO. Doctrinariamente se
diferencia del arrendamiento en cuanto que el bien arrendado debe ser
devuelto a su propietario en el mismo estado de conservación en que se
recibió, lo que no ocurre con la concesión cedida que es transformada y
eventualmente agotada como consecuencia de la explotación. Cabe agregar
además que el arrendamiento tiene como presupuesto jurídico la propiedad del
arrendador sobre el bien que se arrienda, lo que tampoco ocurre con el
concesionario minero, que nunca llega a tener la calidad de propietario así
ejerza ciertos derechos que tienden a la propiedad, por cuanto la propiedad del
recurso natural minero siempre permanece en manos del Estado.
¿Cómo define la ley al contrato de cesión minera? Conforme al Artículo
166° del TUO, "el concesionario podrá entregar su concesión minera, de
beneficio, labor general o transporte minero a tercero, percibiendo una
compensación" El cesionario se sustituye por este contrato en todos los
derechos y obligaciones que tiene el cedente. El contrato de cesión no implica
una transferencia de título ya que el cedente siempre conserva su calidad de
concesionario, pero sí implica una entrega física de la concesión al cesionario
para que éste la explote, pagándole al cedente una compensación. Esta
compensación puede ser en dinero o en algún otro bien. Como la ley no
establece norma al respecto, la compensación puede ser un porcentaje del
valor de la producción, un porcentaje de la renta o utilidad, o una suma fija, o
una combinación de todos estos elementos, pagadera en dinero o en especie.
La compensación en especie implica el pago en mineral proveniente de la
concesión cedida o de otras concesiones, e incluso hasta en la forma de
servicios. La ley otorga la más amplia libertad al respecto y no señala ninguna
limitación en cuanto al monto de la compensación (antes el Decreto Legislativo
N° 109 establecía un tope del 10% del valor bruto del mineral proveniente de la
concesión cedida). Se entiende que el contrato de cesión es por un plazo, pero
la ley tampoco lo señala. Sin embargo, por la propia naturaleza del contrato
éste debe estipular un plazo de duración y de vigencia.
123
Tal como se ha dicho, en el segundo párrafo del Artículo 166° del TUO
se indica que el cesionario se sustituye en todos los derechos y obligaciones
del cedente, excepto en el título. Ello significa que el concesionario debe
cumplir, por lo menos, con las obligaciones mínimas de producción señaladas
en el Capítulo 1 del Título Sexto del TUO. El incumplimiento de esas
obligaciones, así como de cualquier otra obligación pactada en el contrato, es
causal de resolución del contrato de Cesión Minera. La acción de resolución se
tramita conforme a las normas del Proceso Abreviado del Código Procesal
Civil.
El Artículo 167° del TUO prohíbe a las empresas estatales de derecho
privado celebrar contratos de cesión minera respecto de derechos mineros
sobre los cuales esas empresas no hubieren efectuado trabajos mineros y que
al 15 de diciembre de 1991 no hayan sido objeto de tal sistema de contratación.
En cuanto a los contratos de cesión vigentes a esa fecha, las empresas
propiciarán, en orden de prioridad, contratos de opción de transferencia o
cualquier otra forma societaria con los actuales cesionarios. Esta prohibición no
existía antes del 15 de diciembre de 1991 y sólo se explica como un exceso del
celo privatizador del Estado, porque en el terreno práctico constituye una
innecesaria limitación a cargo de las empresas estatales o de 10 que quede de
ellas. El contrato de Marcona, que duró más de 20 años con grandes ventajas
para el Estado, fue un contrato de cesión minera.
El Artículo 168° del TUO establece que los procedimientos en los que se
discute el título o el área de la concesión, deberán entenderse necesariamente
con el cedente y el cesionario, salvo que cualquiera de ellos delegue
expresamente en el otro su derecho de defensa. Conforme al Artículo 169° del
TUO, el cesionario que opere una concesión no podrá celebrar, a su vez,
contratos de cesión con terceros respecto de la concesión cedida. Sin
embargo, de acuerdo al Artículo 170° del TUO sí podrá transferir a terceros
dicho contrato de cesión minera, siempre y cuando tenga el consentimiento
expreso del cedente. Conforme al Artículo 135° del Reglamento de Diversos
124
Títulos del TUO, cuando se den en cesión uno o más derechos mineros a dos o
más personas, éstas deberán designar un apoderado común. A falta de
designación ejercerá la representación la persona natural o jurídica cesionaria
que corresponda según el orden alfabético de los apellidos y, en su caso, del
nombre o denominación social. Procede otorgar una opción para la celebración
futura de contratos de cesión minera (Artículos 136° y 137° del Reglamento de
Diversos Títulos del TUO).
Con respecto a los contratos de cesión, ha sido práctica anterior de
algunas empresas mineras el pactar estipulaciones que sólo permitían al
cesionario explotar la concesión hasta una determinada altura, cota o nivel,
reservándose el cedente la futura explotación de los minerales por debajo del
nivel señalado en el contrato. La validez de esa estipulación fue impugnada en
un proceso arbitral y el tribunal, por mayoría, consideró nulo el pacto mas no
así el contrato de cesión. El autor de esta obra consideró que ese pacto era
válido al no vulnerar ninguna norma legal imperativa, si bien reconoció que le
daba al contrato un carácter atípico. El suscrito consideró asimismo que ese
pacto sí hubiera sido nulo en un contrato de transferencia, porque habiéndose
calificado físicamente a la concesión como un sólido de profundidad indefinida,
no era posible fraccionarla horizontalmente en un contrato que transfiere la
titularidad de la concesión. Eso no ocurría en un contrato de cesión en donde
sólo se cede temporalmente el derecho de explorar y explotar la concesión
minera, mas no el título de la misma.
1.7 MARCO CONCEPTUAL
- Acción de anticonstitucionalidad.- Acción ante la violación de la
constitución, que se interpone en el tribunal constitucional. Mediante
el procedimiento de declaración de inconstitucionalidad el tribunal
garantiza la primacía de la constitución.
- Asamblea constituyente.- Organización pública deliberadamente
compuesta por delegados encargados de elaborar o reformar la
constitución de un país.
125
- Autodeterminación.- Cualidad de decidir por sí mismo,
contemporáneamente se habla del derecho que poseen todos los
pueblos y estados a decidir en forma soberana sobre su organización
institucional interna.
- Common Law.- Derecho Común. Sistema legal que prevalece en los
países angloamericanos en contraposición con el régimen romanista.
- Conflicto constitucional.- Cuando en el cuerpo constitucional entran en
conflicto partes del mismo texto por razones de interpretación.
- Constitución. Tiene su origen en la palabra de origen latino constitutio
que los romanos usaban para nombrar a las leyes dictadas por el
emperador. Sin embargo esta significación difiere del concepto
moderno de constitución elaborado por Sieyes Carl Schmitt
“decisiones políticas del titular del poder constituyente”.
- Constitucionalismo social.- Se caracterizó por agregar a los derechos
ciudadanos, los denominados derechos sociales que limitaban los
derechos individuales.
- Constituciones democráticas.- Son aquellas emanadas del poder
constituyente, es decir es la expresión del ejercicio de un poder
prejurídico y supremo por parte del pueblo.
- Control difuso.- El sistema difuso se originó en los Estados Unidos se
trata de un control de constitucionalidad de normas concretamente de
leyes.
- Derecho constitucional.- Disciplina que estudia las normas
fundamentales, los regímenes políticos, los sistemas de gobierno, la
126
estructura del estado y el ejercicio del poder limitado dentro de un
estado.
- Estado constitucional de derecho.- Superación del Estado legal de
derecho; y recoge los avances normativos del estado social de
derecho.
- Inconstitucional.- Toda conducta o norma que atenta contra el orden
constitucional.
Institución.- Complejo organizacional de características públicas
regida por un directorio y que tiene un establecimiento físico
destinado a servir a algún final social.
Legitimidad.- Supone un sistema de valores sobre el cual se funda la
creencia generalizada de que deben observarse las normas y en
consecuencias obedecer a aquellos que las aplican.
Madison James (1751-1836), precursor del constitucionalismo
norteamericano delegado a la Convención de Virginia (1776) fue
colaborador de Jefferson.
- Norma jurídica.- Mandato coactivo que busca regular la conducta
humana y que forma parte del ordenamiento jurídico del Estado.
- Orden Público.- Condición básica para la estabilidad de un estado.
- Organismos de control.- Antes, estatales que tienen como función
propia el vigilar sobre las actuaciones de los organismos activos.
- Pacto-acuerdo formal entre parte en la cual se comprometen los
participantes a garantizarlo y respetar su fiel cumplimiento.
127
CAPÍTULO II
EL PROBLEMA DE LA INVESTIGACIÓN
2.1 DESCRIPCIÓN DE LA REALIDAD PROBLEMÁTICA
El Tribunal Constitucional en el año 2011 faculto a los tribunales
arbitrales a aplicar el control difuso, todo lo cual ha generado una serie de
controversias que merecen ser aclaradas a la luz de la normatividad y de los
fundamentos de las propias resoluciones que el Tribunal Constitucional hasta la
fecha sigue produciendo.
Es por ello que ha realizado el presente trabajo de investigación que
aclare si al tribunal arbitral le alcanza la facultad legal y legítima a la luz de la
Constitución de ejercer el control difuso, no obstante que el propio tribunal en
reiteradas resoluciones, tiene dicho:
“Que el control judicial de constitucionalidad de las leyes es una
competencia reconocida a todos los órganos jurisdiccionales para declarar la
inaplicabilidad constitucional de la ley, con efectos particulares en todos
aquellos casos en que la ley…”. Por estas consideraciones es que resulta
sumamente interesante investigar acerca del problema ¿Cuáles son las
razones por las cuales la aplicación del control difuso por tribunales
arbitrales desnaturalicen los principios constitucionales de la Supremacía
Jurídica de la Constitución y del Juez Natural?.
128
2.2 ANTECEDENTES TEÓRICOS
En el contexto procesal penal constitucional, no ha existido aún en la
doctrina nacional un estudio profundo que se encuentre dedicado por completo
a establecer que, la aplicación del control difuso por tribunal arbitral, por
violación al contenido esencial del contrato de cesión minera de posición
contractual, desnaturalizan los principios constitucionales de la supremacía
jurídica de la constitución y del juez natural.
Sin embargo, es destacable algunas posiciones aplicadas en
resoluciones constitucionales y de algunos juristas sobre el tema.
Eloy Espinoza-Saldaña Barrera6: La supremacía de la Constitución, uno
de los fines esenciales de los procesos constitucionales como bien lo reconoce
este mismo Código, parte de reconocer que toda Constitución es, entre otras
cosas, parámetro de validez formal (procedimientos sobre cómo generar
Derecho) y de validez material (contenidos de dicho Derecho) del ordenamiento
jurídico de cualquier Estado; y que por ende, no pueden haber conceptos o
procedimientos que pudiesen ser considerados conformes a Derecho si no se e
adecuan a lo que la norma constitucional tiene previsto al respecto.
Ninguna normativa o quehacer estatal, e incluso privado entre
particulares, puede ir en contra a lo constitucionalmente dispuesto. Ahora bien,
si esta premisa es hoy aplicable a cualquier actividad o disciplina que reclame
tener contenido o naturaleza jurídica (o por lo menos, que sea pasible de una
interpretación y control en clave jurídica), con mayor razón se trata de una
pauta exigible dentro de procesos cuyo objetivo es justamente el asegurar la
plena vigencia de la supremacía constitucional.
6 Catedrático de Pre y Post Grado en las Universidades Pontificia Católica del Perú, Nacional Mayor de San Marcos, de Lima. Profesor Principal y ex Director General de la Academia de la Magistratura del Perú. Es también profesor visitante y/o conferencista invitado en diversas universidades latinoamericanas, europeas y peruanas, habiendo recibido múltiples reconocimientos a su labor académica en el Perú y en el extranjero.
129
La inaplicación de una norma por inconstitucional es la última ratio, la
alternativa que solamente debe usarse si es imprescindible e inevitable7
cuando no es posible encontrar una interpretación conforme a la Constitución.
En este sentido puede entonces, independientemente de no coincidir con una
en nuestra opinión errónea ampliación del control difuso a los tribunales
arbitrales8, entenderse en este caso los sí acertados recaudos del Tribunal
Constitucional peruano por dar una definición de lo que considera debe
entenderse por control difuso, además de establecer una serie de requisitos
para poder ejercerlo y límites para ese mismo ejercicio.
Así, por ejemplo, el alto Tribunal, frente a los expedientes 1124-2001-
AA/TC y 1383-2001-AA/TC, señala que el control difuso "(...) es un acto
complejo en la medida en que significa preferir la aplicación de una norma cuya
validez, en principio, resulta beneficiada de la presunción de legitimidad de las
normas del Estado (Expediente 1383-2001-AA/TC, fundamento jurídico 16).
El control difuso en la jurisdicción arbitral
El Tribunal Constitucional en el caso Sociedad Minera de
Responsabilidad Limitada María Julia (Expediente N° 00142-2011-PA/TC) ha
señalado que habiéndose establecido en los fundamentos 20, 21, 26 de la
sentencia nuevas reglas en materia de amparo contra las decisiones emanadas
de la jurisdicción arbitral y sobre el ejercicio del control difuso de
constitucionalidad en dicha jurisdicción, este Supremo interprete de la
Constitución, habida cuenta de la importancia de la materia involucrada,
considera pertinente su reconocimiento a título de precedente vinculante, de
conformidad con el artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional.
7 En ese sentido lo resuelto por el Tribunal Constitucional peruano en el expediente 004-2004-CC/TC, y sobre todo en su fundamento tercero.8 Nos estamos refiriendo aquí a lo resuelto por el Tribunal Constitucional peruano en el caso “Salazar Yarleque” y su aclaratoria. En el primer pronunciamiento, se dejaba abierto el ejercicio del control difuso a casi cualquier órgano colegiado de la Administración. En el segundo, más un nuevo pronunciamiento sobre la misma materia que una mera aclaración, circunscribe esta posibilidad a tribunales administrativos, por su naturaleza cuasi jurisdiccional.
130
2.3 PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
¿Cuáles son las razones por las cuales la aplicación del control difuso
por tribunales arbitrales desnaturalicen los principios constitucionales de la
supremacía jurídica de la Constitución y del Juez natural?
- Problema Principal
¿De qué manera la desnaturalización de los principios constitucionales
de la supremacía jurídica de la constitución y del juez natural tiene
incidencia en la aplicación del control difuso por los tribunales arbitrales.
- Problema Específico
a. ¿Qué conflictos vienen generando la desnaturalización de los
principios constitucionales referidos a la supremacía jurídica de la
constitución y del juez natural por aplicación del control difuso por
tribunales arbitrales?.
b. ¿Qué conflictos vienen generando en la actualidad las facultades
conferidas por el tribunal constitucional a los tribunales arbitrales?
2.4 FINALIDAD Y OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN
2.4.1 FINALIDAD
Verificar bajo que fundamentos válidos, el tribunal constitucional,
después de una serie de dudas faculto la aplicación del control difuso, a
los tribunales arbitrales.
2.4.2 OBJETIVO GENERAL Y ESPECÍFICO
Objetivo General.- Determinar la incidencia de la desnaturalización de
los principios constitucionales de la supremacía jurídica de la
constitución y del juez natural por aplicación del control difuso por los
tribunales arbitrales.
131
Objetivos Específicos:
a. Evaluar los conflictos que vienen generando la desnaturalización de
los principios constitucionales referidos a la supremacía jurídica de la
constitución y del juez natural por aplicación del control difuso por
tribunales arbitrales.
b. Evaluar los conflictos que vienen generando en la actualidad las
facultades conferidas por el tribunal constitucional a los tribunales
arbitrales.
2.4.3 DELIMITACIÓN DEL ESTUDIO
El estudio de la presente investigación se encuentra delimitado en los
siguientes aspectos temáticos:
- El estado constitucional de derecho, y su jurisdicción constitucional
propia y de naturaleza especial.
- Sistemas de control constitucional y el control difuso en el Perú.
- El derecho de propiedad dentro de la esfera Constitucional del Perú.
- Sentencias del tribunal constitucional referentes al tema probandum.
- Los Registros Públicos (SUNARP), el notario público y la función
notarial, facultades y competencias del Tribunal Arbitral para aplicar
el control difuso.
2.5 JUSTIFICACIÓN E IMPORTANCIA DEL ESTUDIO
2.5.1 Justificación de la Investigación
La finalidad de la presente investigación es proporcionar los
instrumentos teóricos-fácticos que permitan esclarecer las razones por
las cuales la aplicación del control difuso por tribunales arbitrales
desnaturalicen los principios constitucionales de la supremacía jurídica
de la constitución y del juez natural?
2.5.2 Importancia de la Investigación
132
La presente investigación resulta importante porque nos permitió
conocer y analizar “los elementos empleados en la aplicación del control
constitucional difuso por Tribunal Arbitral, a fin de poder tratarlo, en el
país con mayor precisión, siendo los siguientes:
- El concepto de constitución y de constitucionalidad.
- Estado de derecho y estado constitucional de derecho.
- Control constitucional.
- Formas de control constitucional.
- Control difuso constitucional en jurisdicción arbitral.
- Ubicación y definición de los principios procesales.
- Límites para aplicar el control en el ordenamiento jurídico.
- Sentencias tomadas como fuentes relacionadas al objeto de estudio.
- El arbitraje, generalidades y características.
- Distinción entre arbitraje y otras instituciones jurídicas que operan en
forma conjunta.
- Esencia y función del Registro Público.
- Marco legal de los registradores, autonomía e independencia.
- La notaría y la función.
2.6 LIMITACIONES DE LA INVESTIGACIÓN
En el desarrollo de la investigación referente a la Tesis se han
encontrado las siguientes limitaciones:
1. Existen escasos expedientes judiciales que resuelvan casos de
control constitucional difuso por tribunales arbitrales.
2. Los medios económicos, que actualmente son escasos para cubrir
todas las necesidades que son fundamentales para desarrollar una
Tesis.
3. El material bibliográfico que existen a nivel nacional y a nivel
internacional está conformado por escasos estudios sobre la
aplicación del control constitucional difuso por tribunales.
4. El Estado no incentiva, el promover las investigaciones; por lo tanto
no existe una organización o entidad que se encargue de
133
promocionarlos y de incentivar a los que desarrollan estas
actividades; razón por la cual esta acción queda solo al esfuerzo de
los que de alguna manera desarrollan actividades de investigación.
2.7 HIPÓTESIS Y VARIABLES
2.7.1 HIPÓTESIS PRINCIPAL Y ESPECÍFICA
a.- Hipótesis principal
La desnaturalización de los principios constitucionales de la supremacía
jurídica de la constitución y del juez natural incide negativamente en la
aplicación del control difuso por los tribunales arbitrales.
b.- Hipótesis específica
H.1 Los conflictos que vienen generando la desnaturalización de los
principios constitucionales referidos a la supremacía jurídica de la
constitución y del juez natural por aplicación del control difuso por
tribunales arbitrales, producen confusión y duda en los resultados de las
resoluciones emitidas por el tribunal constitucional.
H.2 Los conflictos que viene generando en la actualidad las facultades
conferidas por tribunal constitucional a los tribunales arbitrales lleva a
quebrar el equilibrio entre democracia y constitucionalismo.
2.7.2 VARIABLES E INDICADORES
a.- Variable dependiente (X)
La aplicación del control difuso por los tribunales arbitrales.
Indicadores:
- Derechos
- Libertades y garantías.
- Garantías constitucionales en el Perú.
b.- Variable Independiente (Y)
134
La desnaturalización de los principios constitucionales referidos a la
supremacía jurídica de la constitución y del juez natural.
Indicadores.
- Lesión a los principios del juez natural.
- Lesión de los principios constitucionales referidos a la supremacía
jurídica de la constitución y del juez natural.
- Lesión al equilibrio entre democracia y constitucionalismo.
- Lesión al derecho al debido proceso.
- Lesión al derecho de defensa
- Lesión al principio de legalidad
- Lesión al principio de razonabilidad
- Lesión al principio de proporcionalidad.
135
CAPÍTULO III
METODOLOGÍA
3.1 MÉTODOS
En la presente investigación se empleó el método:
a.- El histórico, con la finalidad de conocer como la problemática en
estudio ha evolucionado legislativamente a través de la historia del
derecho peruano.
b.- El comparativo, con la finalidad de establecer las semejanzas y
diferencias entre los sistemas jurídicos extranjeros.
c.- Los métodos de análisis y síntesis, el descriptivo – explicativo y
el inductivo – deductivo a fin de manejar apropiadamente la
información a obtenerse en el desarrollo de la investigación y que están
referidas a las variables de estudio.
3.2 TIPO Y NIVEL DE INVESTIGACIÓN
El tipo de investigación es aplicada. Por la función principal en la
investigación su nivel es descriptiva, explicativa y ex post facto.
3.3 POBLACIÓN Y MUESTRA DE INVESTIGACIÓN
3.3.1 Población.- Los ámbitos de ubicación del trabajo de investigación son
los siguientes:
a.- Ámbito Espacial.- Distrito Judicial de Lima:
136
Magistrados del Poder Judicial, del Tribunal Constitucional y del Tribunal
Arbitral.
b.- Ámbito temporal.- Se analizaron sentencias en los procesos
seguidos desde el año 2000 al 2012.
c.- Ámbito social.- Esta investigación se ejecutó geográficamente en la
ciudad de Lima Metropolitana.
La población materia de estudio se circunscribe a las siguientes
unidades de análisis teniendo en cuenta sus conocimientos del presente
tema:
500 Abogados Especializados en Derecho Constitucional y en Derecho
Notarial y Registral.
200 Magistrados (compuesto por miembros del Tribunal, Constitucional,
Poder Judicial y Tribunal Arbitral).
10 Docentes especialistas en la materia.
Total 710 abogados.
3.3.2 Muestra.- Para la obtención de la muestra se utilizó el paquete
estadístico STATS fm, el cual nos proporcionó el siguiente tamaño de la
muestra.
Los elementos para determinar la muestra y de la cual se organizó la
fórmula estadística de muestreo es:
- Nivel de confiabilidad de dos sigmas 95.5%
- Nivel de error E = 5%
- Valores estadísticos de la población p = 50 y q = 50
- Marco muestral = N = 710
- n = 249.5093
Redondeando
n = 250
3.4 TÉCNICAS E INSTRUMENTOS DE RECOLECCIÓN DE DATOS
3.4.1 Técnicas de recolección de Datos
137
Para esta investigación se utilizó las técnicas más típicas y que son
aplicables a la ciencia del derecho:
1) Encuesta
Este instrumento se construyó su cuestionario en función del
problema planteado, la hipótesis, las variables e indicadores
identificados, siguiendo las exigencias metodológicas a efectos de
recoger concienzudamente esta información.
2) Entrevista
Se realizó en forma verbal a 08 personas que tienen las mismas
características de la población en estudio, pero por su propia labor
que cumplen es interesante conocer su opinión: doctrinarios, jueces,
abogados, miembros del tribunal arbitral, notarios y registradores
públicos; previamente se elaboró una Guía de Preguntas.
3) Análisis Documental
Está técnica se utilizó para comprobar el grado de cumplimiento de
las normas de derecho constitucional, notarial y registral y para el
análisis de la doctrina jurídica.
3.5 TÉCNICAS DE PROCESAMIENTO Y ANÁLISIS DE DATOS
3.5.1 Selección y representación por variables
Se almacenó los datos por variables en el paquete SPSS.v.11, a efecto
de someter a las pruebas respectivas.
3.5.2 Matriz Tripartita de Datos
En este instrumento se almacenó provisionalmente la información
obtenida.
3.5.3 Utilización de Procesador Sistematizado
Se utilizó el paquete SPSS.v.11, para someter los datos a la prueba del
Chi2, obteniéndose frecuencias a histogramas respectivos.
138
CAPÍTULO IV
PRESENTACIÓN Y ANÁLISIS DE RESULTADOS
4.1 PRESENTACIÓN DE RESULTADOS
4.1.1 ENCUESTAS REALIZADAS
Se ha tomado como muestra un universo de 250 personas entre
profesionales del Derecho y litigantes a los que se les encuestó sobre el
tema de si es competente que los miembros del tribunal arbitral apliquen
el control difuso de constitucionalidad.
TABLA 1
CUADRO DE ABOGADOS POR ESPECIALIDAD
Abogado
Frecuencia Porcentaje PorcentajePorcentaje
acumulable
Valido litiganteCatedráticoMagistradoEspecialista Derecho Notarial y RegistralEspecialista Derecho ConstitucionalTotal
8433314557
250
33,513,512,518,023,0
100,0
33,513,012,518,023,0
100,0
33,546,559,077,0100
El cuestionario se ha realizado a 250 abogados de los cuales la tercera
parte, 84 son litigantes, 33 son Catedráticos, 31 son Magistrados, 45 son
especialistas en Derecho Notarial y Registral, 57 son especialistas en
Derecho Constitucional, representando en total el 100% de los
entrevistados.
139
GRAFICO 1
8434%
3313%
3112%
4518%
5723%
Abogado
LitiganteCatedráticoMagistradosEspecialista Derecho Notarial y RegistralEspecialista en Derecho Consti-tucional
(LA PREGUNTA 1)
1. Si conocen los fundamentos sobre las competencias necesarias para
poder ejercer la aplicación del control difuso de constitucionalidad.
TABLA 2
ABOGADOS QUE CONOCEN LOS FUNDAMENTOS SOBRE LAS
COMPETENCIAS NECESARIAS PARA PODER EJERCER LA APLICACIÓN
DEL CONTROL DIFUSO DE CONSTITUCIONALIDAD
Conoce los fundamentos de la imprescriptibilidad
de los DLIITotal
Si NoAbogado Litigante 82
97,6%2
2,4%84
100,0%Catedrático 33
100,0%0
0,0%33
100,0%Magistrado 17
54,8%14
45,2%31
100,0%Especialista Derecho Notarial y Registral
45100,0%
00,0%
45100,0%
Especialista Derecho Constitucional
5189,5%
610,5%
57100,0%
Total 22891,2%
228,8%
250100,0%
140
Se observa que el 91.2% de los encuestados si conocen los fundamentos
sobre las competencias necesarias para poder ejercer la aplicación del control
difuso de constitucionalidad y solo un 8.8% señalan que no están al tanto de
los fundamentos sobre las competencias necesarias para poder ejercer la
aplicación del control difuso de constitucionalidad.
Esto nos demuestra que casi todos los entrevistados o en su total mayoría
están al tanto de los fundamentos sobre las competencias necesarias para
poder ejercer la aplicación del control difuso de constitucionalidad por tanto es
casi la totalidad de los encuestados que saben los diferentes aspectos e
importancia de estos fundamentos; deviniendo en necesaria el presente trabajo
de investigación para conocer si la aplicación del control difuso de
constitucionalidad por el tribunal arbitral constituye un acto de
inconstitucionalidad desnaturalizando los principios constitucionales de la
supremacía jurídica de la constitucionalidad y del juez natural.
GRAFICO 2
Litigante
Catedratico
Magistrado
Especia
lista Derech
o Notaria
l y Regist
ral
Especia
lista Derech
o Constitucio
nal0
10
20
30
40
50
60
70
80
90 82
33
17
4551
2 0
14
06 No
Si
141
Conoce los fundamentos de las competencias necesarias para ejercer la aplicación del control difuso de constitucionalidad.
(LA PREGUNTA 2)
2. ¿Está usted de acuerdo que la aplicación del control difuso de
constitucionalidad debe ser solo competencia de los jueces
jurisdiccionales del poder judicial y del tribunal constitucional?
SI NO NO SABE
LA APLICACIÓN DEL CONTROL DIFUSO DE CONSTITUCIONALIDAD DE
SER SOLO COMPETENCIA DE LOS JUECES DEL PODER JUDICIAL Y DEL
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
Frecuencia Porcentaje Porcentaje
válido
Porcentaje
acumulado
Válido sí 250 100.0 100.0 100.0
Se observa que el 100% responde que la aplicación del control difuso de
constitucionalidad debe ser competencia solo de los jueces del Poder Judicial y
del Tribunal Constitucional, hacer lo contrario viene generando la
desnaturalización de los principios constitucionales referidos a la supremacía
jurídica de la constitucionalidad y a los derechos fundamentales recogidos en la
constitución.
(LA PREGUNTA 3)
3. ¿Está Ud. de acuerdo que el Tribunal Constitucional al haber otorgado al
Tribunal Arbitral competencia para aplicar el control difuso de
constitucionalidad atenta contra la supremacía normativa de la
constitución?
SI NO NO SABE
142
EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL AL HABERLE OTORGADO A LOS
TRIBUNALES ARBITRALES COMPETENCIA PARA LA APLICACIÓN DEL
CONTROL DIFUSO DE LA CONSTITUCIONALIDAD ATENTA CONTRA LA
SUPREMACÍA NORMATIVA DE LA CONSTITUCIÓN.
Frecuencia Porcentaje Porcentaje
válido
Porcentaje
acumulado
Válido Sí
No
Total
170
80
250
68,0
32,0
100,0
68,0
32,0
100,0
68,0
100,0
Se observa que el 68% piensan que es factible que la competencia de aplicar
el control difuso otorgada por el Tribunal Constitucional a los tribunales
arbitrajes, haya atentado contra la supremacía normativa de la
constitucionalidad, mientras que el 32% señala que no es posible que la
competencia conferida por el tribunal constitucional a los tribunales arbitrales
haya atentado contra la supremacía de la constitucionalidad jurídica.
Al respecto podemos señalar que el tribunal constitucional peruano ha
concluido por no decir creado mediante su jurisprudencia “una competencia
constitucional” reservada al constituyente, a favor de los árbitros, los mismos
que pueden ser como ya se ha reconocido profesionales del Derecho o no. Y
esto cobra mayor importancia si se tiene en cuenta que la jurisdicción arbitral
se caracteriza por solución de conflictos patrimoniales de libre disposición.
Esta pregunta es trascendental, por cuanto casi las dos terceras partes de
encuestados declaran que es posible que la competencia de aplicar el control
difuso de constitucionalidad a los tribunales arbitrales, por “un exceso”
cometido por el tribunal constitucional al haber usurpado una competencia
constitucional reservada únicamente al poder constituyente a favor de los
árbitros, los mismos que pueden ser como ya se ha reconocido, profesionales
del derecho o no y esto cobra mayor importancia pues se convierten en
entidades competentes de la defensa jurisdiccional de la constitucionalidad lo
143
cual como es claro, es un contra sentido y ajeno a toda lógica, dado que esta
competencia constitucional está reservada y reconocida en forma exclusiva al
Poder Judicial y al Tribunal Constitucional.
Aquí se evidencia, una vez más que la creación de competencias
constitucionales, a partir de estándares ajenos y contrarios a la constitución, en
una actitud desmedida y ajena al marco constitucional; la hace
inconstitucionales, así tengan el ropaje de “constitucionalidad”. Téngase pues
claramente anunciado que los poderes constituidos como el tribunal
constitucional, poder judicial o poder legislativo no pueden en sobreponerse,
cambiar o modificar la obra del constituyente que ha sido expresada en la
constitución; hacer lo contrario sería desnaturalizar los principios jurídicos de la
constitucionalidad y del juez natural.
(LA PREGUNTA 4)
4. Los operadores judiciales interpretan con propiedad.
SI NO NO SABE
LOS OPERADORES JUDICIALES INTERPRETAN LA APLICACIÓN DEL
CONTROL DIFUSO DE CONSTITUCIONALIDAD CON PROPIEDAD
Frecuencia Porcentaje Porcentaje
válido
Porcentaje
acumulado
Válido Sí
No
Total
216
34
250
86,5
13,5
100,0
86,5
13,5
100,0
86,5
100,0
Se observa que el 86.5% piensan que los operadores sin interpretan la
aplicación del control difuso de la constitucionalidad con propiedad, el 13.5%
considera que los operadores no interpretan con propiedad la aplicación del
control difuso de constitucionalidad.
Esto garantiza de hecho, al haber un alto índice de operadores de justicia que
interpretan adecuadamente la aplicación del control difuso de
144
constitucionalidad como aspectos propios del Derecho Procesal Constitucional
actual.
Solo un 13.5% no interpretan estas condiciones procesalísticas
constitucionales especiales; se debe por tanto capacitar a los menos para que
estén a la altura de la mayoría y cuando tengan en sus manos la aplicación del
control difuso de constitucionalidad hablen el mismo idioma y resuelvan de
acuerdo a la constitución nacional e internacional que son las normas que
protegen la constitucionalidad de una nación.
GRAFICO 3
3414%
21686%
SiNo
4.2 DISCUSIÓN DE RESULTADOS
1.- NOMBRE: OMAR SUMARIA BENAVENTE
Abogado por Pontificia Universidad Católica del Perú (1995). Ha cursado
Maestría en Derecho Procesal en la Universidad Nacional de Rosario,
Argentina (2006) e inscrito en el Doctorado en Derecho Procesal
Contemporáneo en la Universidad de Medellín. Colombia (2011)
145
Los operadores judiciales interpretan la aplicación del control difuso de la constitucionalidad con propiedad
Profesor en Derecho Procesal en la Facultad de Derecho y en Actualización
Profesional en el curso de Derecho Procesal Civil de la Universidad Inca
Garcilaso de la Vega y en la Academia de la Magistratura del Perú.
Profesor visitante en la Maestría en Derecho Procesal de la Universidad San
Pedro de Sula, Honduras.
Vicepresidente del Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal.
Miembro de la Interamericana Bar Association, Internacional Association of
Procedural Law, Instituto Panamericano de Derecho Procesal, Instituto Vasco
de Derecho Procesal e Instituto Colombo Venezolano de Derecho Procesal.
Miembro honorario del Colegio de Abogados de Ica
Miembro de la Academia Virtual de Altos Estudios Jurídicos, Círculo
Empresarial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Jurista autor de distintos artículos especializados y expositor en diversos foros
nacionales en Lima e Internacionales.
Está usted de acuerdo: En que ¿El Tribunal Constitucional al declarar a
los tribunales arbitrales competentes para aplicar el control difuso de
constitucionalidad haya creado mediante jurisprudencia una
"competencia constitucional" reservada al constituyente a favor de los
árbitros lo cual es un contrasentido ajeno a toda lógica, dado que esta
competencia constitucional está reservada y reconocida en forma
exclusiva al Poder Judicial y Tribunal Constitucional?
Respuesta:
La sentencia emitida por el Tribunal Constitucional en el Exp.
00142-2011-PA/TC en su fundamento 24, ha reconocido el control difuso de
constitucionalidad para los árbitros, tal como expresa: "Siendo el arbitraje una
jurisdicción independiente, como expresamente señala la Constitución, y
debiendo toda jurisdicción poseer las garantías de todo órgano jurisdiccional
(como las del Poder Judicial), es consecuencia necesaria de ello que la
garantía del control difuso de constitucionalidad, prevista en el segundo párrafo
del artículo 138° de la Constitución, pueda también ser ejercida por los árbitros
en la jurisdicción arbitral"
146
Es este sentido que se hace un análisis definiendo en principio el concepto de
"control constitucional", sus presupuestos y alcances. Luego, una revisión de la
función política de los jueces constitucionales, y finalmente la posibilidad del
control de constitucionalidad a través de los tribunales arbitrales.
1. El Control de constitucionalidad "difuso". Características y presupuestos en
el modelo peruano
En la evolución hacia la Edad Contemporánea se produce el fenómeno de la
constitucionalización del derecho y por ello el auge de las Constituciones,
siendo este el concepto que legitima la autoridad a través de los estados
constitucionales. En este sentido afirma John MERRYMAN que "las
constituciones son el albergue de los nuevos derechos individuales, y el
choque del litigio constitucional en el conducto de su definición y ejecución. El
surgimiento del constitucionalismo es en este sentido una forma adicional de la
descodificación: los códigos civiles ya no desempeñan una función
constitucional. Como hemos señalado antes, esa función se ha trasladado de la
más privada de las fuentes del derecho privado — el código civil — a la más
pública de las fuentes de derecho público: la constitución" (MERRYMAN, 1989,
pág. 292)
En esta perspectiva, la gran mayoría de los estudios que analizan a los jueces
y a la política han centrado su enfoque en la justicia constitucional,
específicamente en el tema del control judicial de las leyes y a cargo de quien
debe estar, desde el conocido debate entre las tesis de Carl Schmitt (SCHMITT
1931) y Hans Kelsen (KELSEN 1930) respecto del carácter "político" o
"jurídico" de la justicia constitucional, dado que para el primero la función debía
recaer en el Presidente como guardián político de la Constitución y para el
segundo en un órgano jurisdiccional externo, tesis última que finalmente
triunfo y fue desarrollada por la mayoría de países de Europa Continental,
y por otro lado del modelo anglosajón desarrollado a través de la "judicial
review" o el llamado control difuso.
Superado en parte el debate acerca de quién debe ejercer el control
constitucional, se origina un nuevo debate sobre ¿Cómo se debe ejercer ese
147
control constitucional? En donde se encuentran las teorías muy difundidas y
conocidas, y de abundante literatura, que explican por un lado una tendencia
de un mero control difuso a cargo del juez ordinario y para el caso concreto,
conocido como el sistema americano, y, por otro lado, un sistema concentrado
y abstracto a cargo de un solo tribunal, conocido como el sistema europeo.
Este control jurisdiccional constitucional se ha ido expandiendo y desarrollando,
conforme ha pasado el tiempo, y se han ido fusionando y combinando dichos
sistemas de control jurisdiccional. Admitidos ambos sistemas o modelos del
control constitucional de las normas en el caso peruano el cual es denominado
por un sector de la doctrina como "modelo mixto" y por otros como "modelo
dual", en tanto que se pone en evidencia que si bien en el Tribunal
Constitucional se ha confiado la función "especializada" del control
constitucional no tiene el monopolio de esta pues su cuidado compromete a
todos los intérpretes jurisdiccionales de la Constitución.
De esta forma, el control de constitucionalidad se convierte en un principio de
organización del Estado y sirve para dar consistencia a la organización política
institucional de la sociedad, es decir, se convierte en una regla de
funcionamiento del Estado como garantía que este y el ejercicio del poder sean
éticos y legalmente adecuados, como reglas que evitan el uso de autoridad y
"ahí radica su mayor transcendencia" (RUBIO CORREA, 2006, pág. 73)
En su significado para el ordenamiento del Estado como institución que toma
decisiones de poder con relación al control de constitucionalidad se puede
aseverar distintos presupuestos, y el primero es que es jurisdiccional. Así, el
Tribunal Constitucional ha señalado:
"Fundamentos: (...) 3.- Que el control difuso de la
constitucionalidad de las normas constituye un poder-deber del
Juez al que el artículo 138° de la Constitución habilita en cuanto
mecanismo para preservar el principio de supremacía
constitucional y, en general, el principio de jerarquías de las
148
normas, enunciados en el artículo 51° de nuestra norma
fundamental. Este control es el poder-deber consubstancial a la
función jurisdiccional" (STC. Exp. 0145-99-AA).
Es de anotarse que esta sentencia se refiere al control difuso porque el
denominado control concentrado a través de la acción de inconstitucionalidad
está reservado al propio Tribunal Constitucional.
Esta definición ordena que el control difuso es un poder-deber del juez, lo que
significa tres cosas en forma simultánea (RUBIO CORREA, 2006): primero, que
es atribución jurisdiccional y corresponde a todos los órganos del Estado a los
que es atribuida esa potestad, "y no para los órganos de naturaleza o
competencias administrativas" (STC Exp. 0001-2002-AI-TC)
En segundo lugar, el control difuso es un poder, es decir una atribución, pero
también un deber del juez, lo que implica que corresponde a la función
jurisdiccional ejercer el control difuso cuando deba ser aplicado a un caso
concreto.
Y finalmente, que el control de constitucionalidad tiene límites muy precisos y
no se puede exceder en ellos porque generaría una situación de arbitrariedad
jurisdiccional, el cual tiene como sentido en última ratio y excepcional (STC
0145-99-AA)
Aseverar que el control de constitucionalidad es jurisdiccional requiere hacer
tres precisiones con relación a los órganos administrativos:
a) Todos debemos aplicar y respetar la Constitución y, para ello, desde luego
se debe interpretar en los casos concretos. Por ello, los órganos de la
administración pública deben aplicar la Constitución e interpretarla cuando
sea preciso pero sin ejercicio de control de constitucionalidad es decir "no
pueden arrogarse una potestad, como la de declarar inaplicables normas
infraconstitucionales" (STC Exp. 0001-2002-AITC)
b) La administración pública no debe aplicar las normas explícitamente
149
inconstitucionales porque debe obedecer la Constitución ante una
manifiesta inconstitucionalidad. Esta decisión debe ser motivada y
razonable "para apreciar lo que realmente conviene o perjudica al interés
público" (STC Exp. 2763-2003-ACTC)
c) Cuando una norma inferior a la Constitución debe cumplir no solo requisitos
constitucionales sino también legales, entonces los tribunales
administrativos si son competentes para analizar la compatibilidad de esta
norma, es decir, que la norma "se haya elaborado conforme a los límites
formales, materiales y competenciales que aquella prevé" (STC Exp. 1066-
2001-AA-TC)
Para ETO CRUZ en el caso del control de constitucionalidad se deben
verificar ciertas condiciones para la validez de su ejercicio, las cuales serían
(ETO CRUZ, 2008):
a) El ejercicio de esta competencia no puede realizarse fuera del ejercicio
de lo que es propio de la función jurisdiccional, pues los tribunales de
justicia no son órganos que absuelvan opiniones consultivas en torno a la
validez de las leyes. Tampoco órganos que resuelvan casos simulados o
hipotéticos, ni entes académicos que se pronuncien sobre el modo
constitucionalmente adecuado de entender el sentido y alcance de las
leyes.
b) El control de constitucionalidad sólo puede apreciarse siempre que surja la
duda de la validez de la ley relevante para someter la controversia sometida
al juez. Es decir, que la norma a controlar jurisdiccionalmente debe estar
vinculada directamente con el fondo de la controversia, ya sea en sus
pretensiones principales o accesorias.
c) Se debe plantear ante el juez la realización del control de constitucionalidad
de la ley manifestando el agravio que causa su aplicación o que puede
causarle, a efectos, que el juez no resuelva casos abstractos, hipotéticos o
ficticios.
150
d) Este control jurisdiccional no puede realizarse frente a normas con rango de
ley cuya validez ha sido confirmada por el mismo Tribunal Constitucional.
Pero más allá de que sea cual fuere el modelo de control constitucional en sí
representa un control político de frenos y contrapesos, puesto que la ley no
puede ser en principio la mera voluntad de los legisladores, como fue en el
Estado Moderno, sino que debe estar de acuerdo a lo que el poder
constituyente expresó a través de la Constitución (PÉREZ CASAVERDE,
2013). Es aquí en esta extensión del control de constitucionalidad como
facultad política que se abre un nuevo espacio de debate, en tanto, se
entendería al juez como un actor político, no sólo negativo, sino también
positivo.
2. Control constitucional: ¿función jurisdiccional o función política de los
jueces?
Dicho esto, en la actualidad el debate ha cambiado de rumbo y se habla de
¿hasta dónde se debe extender el poder de los órganos de control
jurisdiccional constitucional?, en virtud que la función de órganos de control
constitucional ha ido evolucionando conforme a la estabilidad política que se ha
ido alcanzando, desde la práctica del "legislador negativo" del modelo
kelseniano, hacia una innegable "legislación positiva", conocida como la
"función latente" de los Tribunales Constitucionales (LÓPEZ GUERRA), que vía
interpretación, corrección o mandato de legislación realizan a través de sus
fallos hacia los encargados de ello, asumiendo una nueva labor que hubiera
resultado impensable en el modelo kelseniano, convirtiéndose actualmente en
creadores de normas jurídicas. Así Mauro CAPPELLETTI señalaba que "En
Alemania se habla incluso de la tendencia de dar paso del "Reichtstaat" al
"Justizstaat", a causa del evidente e incesante aumento de la importancia de la
función jurisdiccional en el ámbito de los poderes públicos" (CAPPELLETTI,
2010, pág. 12).
Deviniendo en consecuencia un nuevo debate que una posición analiza al
respecto si se está produciendo una "judicialización de la política" y hasta qué
punto esta práctica puede suponer una disminución del principio democrático y
151
si esto no supone un secuestro de la potestad legislativa reservada al
parlamento frente a la posición que se cuestiona entonces que se debe hacer
frente a la parálisis legislativa, archipiélago burocrático, presidencia débil,
reconocimiento de nuevos actores, en tanto, que la Constitución ya no tiene
una mera concepción programática sino que adquiere una naturaleza
vinculante, en donde la inactividad del legislador no podría truncar la fuerza
normativa dé la Constitución, apareciendo de esa forma una función del
Tribunal Constitucional como sustitución del legislador, cuando este no lleve a
cabo las tareas que se derivan obligatoriamente de los mandatos
constitucionales (LÓPEZ GUERRA).
La tesis crecientemente dominante, (BELLAMY, 2010) establece que las
constituciones consagran y aseguran los valores fundamentales de una
sociedad democrática, lo cual es entendido como el Constitucionalismo Legal,
en donde la Constitución se entiende como un documento escrito que es
superior a la legislación ordinaria y que se encuentra protegida contra cambios
legislativos, que ha ser interpretada por el Poder Judicial, y que es parte
integrante del sistema legal y político, y se asume que es la base para que los
ciudadanos sean tratados de un modo democrático, como merecedores de
igual preocupación y respeto, y no per se en la participación en las políticas
democráticas. En tal sentido, si bien los políticos y los electores pueden
participar en los procesos democráticos, pueden no siempre responder a los
valores que ellos inspiran, cuya defensa pertenece a la Constitución y a sus
"guardianes judiciales".
Pero las constituciones hacen mucho más que proteger derechos, pero tal vez
nada ha sido tan decisivo para que el constitucionalismo transite por el
pensamiento legal y no por la del político como la plasmación de derechos en
un documento constitucional, su interpretación o elaboración por parte de un
Tribunal Supremo o Constitucional y el constante énfasis en ellos.
Para el constitucionalismo legal la idea de derechos constitucionales es
fundamental. Es esta centralidad de los derechos la que otorga al
152
constitucionalismo legal su entero molde jurídico, gracias a la cual se percibe
que la tarea de una constitución consiste en encarnar la sustancia de los
fundamentos de la ley, y no tanto en proporcionar una estructura fundamental
para la elaboración de las leyes.
Sin embargo, comprometerse con los derechos no quiere decir que su
protección requiera plasmarlos en una declaración de derechos que deba ser
supervisada por un Tribunal Constitucional, pero, esta posición se halla
sustentada en los siguientes argumentos: a) se afirma que fijar ciertos
derechos sujetos a revisión judicial protege contra la tiranía e incompetencia de
la mayoría; b) la integridad de la ley depende de los derechos, y en ese sentido
se asume que los derechos proveen de los principios necesarios para que los
jueces orienten su criterio hacia una decisión consistente con los valores
básicos que subyacen a todo el sistema legal; c) se dice que ciertos derechos
se hallan implícitos en el proceso democrático.
No obstante se aprecia que a pesar del amplio respaldo otorgado tanto a los
derechos constitucionales como a que sean garantizados judicialmente por
Cortes Constitucionales generalmente no se coincide sobre aspectos a que
derechos merecen tal consideración o cuáles no.
El problema subyace en que las constituciones han sido organizadas sobre la
base de tres tipos de derechos, aquellos que garantizan la "justicia", que
proveen de los prerrequisitos y mecanismos para que los individuos puedan
desarrollarse en forma individual y en sociedad, a los que pertenecen el
derecho a la dignidad, la libertad, la igualdad, el trabajo, la propiedad, la familia,
etc., un segundo grupo que garantiza la "consistencia" y se marca en las
relaciones con el Estado, y que son el derecho a un proceso justo e igualdad
ante la ley, y el último grupo que garantiza la "imparcialidad" que son más de
origen político y son necesarios para una democracia en acción, como son los
relativos a estructura del Estado, libertad de reunión, asociación, expresión,
etc.
153
Estos grupos de derecho se encuentran relacionados entre sí y cuando entran
en tensión tradicionalmente se ha acentuado la primacía en el primer conjunto
de derechos sobre los otros dos, encargando al órgano jurisdiccional la
solución de la tensión enfocado hacia la justicia.
Pero esa percepción parte de un supuesto erróneo, dado que no se puede
partir de una idea consensuada inicial de la justicia y el papel de la Constitución
no sería el de alcanzar esta "hipotética" justicia, sino por el contrario ofrecer
procedimientos imparciales para lidiar con los desacuerdos de la justicia
invirtiendo el enfoque hacia este grupo de derechos que sustentan la
"imparcialidad".
En dicho sentido, conceptos como "debido proceso", "autonomía procesal",
"control de constitucionalidad" y otros entendidos como derechos y
confundiéndose con los presupuestos sustantivos de una Constitución, tiene
como consecuencia legitimar y justificar en forma positiva a la actividad
jurisdiccional en la interpretación de la Constitución, y se convertiría, en un
derecho que a la vez serviría para interpretar otros derechos, por lo que el
"valor" que enmarcaría no quedaría del todo claro.
Otro problema es que si bien en el seno de la mayoría de los Tribunales
Constitucionales se manifiesta una resistencia a la identificación política
explicita en su función, la que afirman opera sobre la base de la imparcialidad,
razonabilidad y neutralidad en la adjudicación de derechos, sin embargo, a
pesar de estas características con las que actúa el Tribunal Constitucional, no
se puede negar el evidente contenido político de sus fallos.
En consecuencia, el Tribunal Constitucional en el desarrollo de su función
manifiesta tendencias políticas que pueden ser de carácter subjetivo u objetivo,
el primero con relación a la elección y conformación de sus miembros y el
segundo con relación a la línea jurisprudencia) de sus fallos que manifiestan
una "tendencia política" que puede, ser considerada en distintos momentos
como conservadora, moderada o progresista; dependiendo del grado de
154
sensibilidad hacia la agenda social postergada por los otros órganos del Estado
o del control de los actos del ejecutivo o el legislativo a través de sus fallos,
definiendo en última instancia las relaciones políticas entre el Tribunal
Constitucional y los otros poderes del Estado, transformándose de esta forma
en un macro poder o en el soporte del equilibrio del juego democrático.
Así, desde hace algún tiempo se viene considerando a los jueces como actores
políticos, y las Cortes y Tribunales Constitucionales como instituciones
relevantes que pueden influir en las políticas públicas. Sin embargo, pese a
esta consideración, no está precisado el grado ni el efecto de esta intervención
de estos actores políticos, jueces y Cortes Constitucionales, en cada una de las
etapas del ciclo de las políticas públicas, lo que ha creado un vacío en cuanto a
la definición de la participación, relevancia, forma y efectos que tienen las
decisiones de estos órganos en cada una de las etapas del ciclo de las
políticas públicas.
Para definir esta participación activa del Tribunal Constitucional como actor
político se debe reconocer en principio que existen pocos o casi nulos estudios
respecto del rol de los jueces en la implementación de políticas públicas,
careciéndose de un puente que permita verificar los desarrollos que sobre
jueces y cortes se han dado desde la ciencia política hacia el derecho y
viceversa. Esta ausencia de literatura específica se debe en principio, a que la
gran mayoría de los estudios que analizan a los jueces y a la política
predominantemente son de origen europeo y norteamericano, y han centrado
su enfoque en la justicia constitucional, específicamente en el control judicial de
las leyes.
Sin embargo, otro grupo de literatura intenta responder el comportamiento
judicial y que ha sido menos explorada que la primera, y que tratan de
responder ¿Qué hacen los jueces y porqué lo hacen? En este grupo se halla
como principal antecedente la obra de Posner (POSNER, 2011) en el cual hace
un estudio del complejo y diverso entramado de factores que llevan a los
jueces a tomar decisiones sometiendo a escrutinio las condicionantes de
naturaleza sociológica, psicológica, económica, política, filosófica y jurídica que
155
influyen en la actividad decisoria de los tribunales. Posteriormente, surgen
trabajos como Martín SHAPIRO en el cual amplia este espacio de estudio al
dirigir hacia los jueces las preguntas que se suelen hacer frente a otros actores
políticos ¿Cómo toman decisiones políticas?, ¿Cómo se relacionan con otros
actores políticos?, ¿Porqué a veces aciertan o fallan en política?, a partir del
cual se comenzó a considerar "sin vergüenza" alguna que las cortes y los
jueces hacen parte del gobierno y participan de él con sus decisiones
creando, modificando y suprimiendo políticas públicas (SHAPIRO, 2005)
En este aspecto de la función política del juez en el derecho europeo
continental Mauro CAPPELLETTI introduce el tema del rol del juez como
órgano político en donde señala que "interpretación" y "creación" del
derecho no son conceptos contrapuestos (CAPPELLETTI, 2010, pág. 147).
En el ámbito latinoamericano Agusto Morello (MORELLO, 2005, págs. 118-9)
aborda el tema y el papel de la Corte Suprema de Argentina desde la óptica del
poder y vista como pieza esencial del gobierno, que al juzgar sobre la base de
la legalidad, razonabilidad y coherencia con las metas propuestas por la
interpretación opera en un orden de ideas políticas congruente con los
objetivos de las leyes y los medios que ellas impulsan a esos fines.
Es este nuevo aspecto que la cuestión de contenido, a través del control de
constitucionalidad, es el tema de la afirmación ética que se hace a través de la
declaración de un derecho humano o fundamental y versa sobre la importancia
crítica de ciertas libertades y sobre la necesidad de aceptar algunas
obligaciones sociales para promover o proteger estas libertades. En este
aspecto, la viabilidad de estas afirmaciones éticas, es la sobrevivencia a un
escrutinio abierto e informado, el cual supone la invocación de un proceso
interactivo de escrutinio crítico, abierto a argumentos procedentes de otros y
sensible a la información relevante que pueda conseguirse, como evaluación
ética y política. En este sentido la viabilidad consiste en el razonamiento
imparcial (SEN, 2010)
156
En esta perspectiva, el control de constitucionalidad se debe dar en estas
dimensiones, dado que los organismos especializados son los encargados de
hacer las afirmaciones éticas políticas, es decir, de definir los contenidos, sin
embargo, el razonamiento de viabilidad corresponde a los tribunales
jurisdiccionales, los cuales tienen que hacer el escrutinio crítico, abierto e
informado respecto de estas afirmaciones éticas, sin embargo, el problema
subyace cuando ambos mecanismos se superponen y extienden su función a
una doble dimensión de definir al mismo tiempo el contenido y la viabilidad.
En este aspecto, el postulado de plenitud hermenéutica del derecho a través de
la Constitución tiene una función ideológica que es una ficción tendiente a
ocultar el hecho de que las exigencias expresadas en los principios de
inexcusabilidad, justificación y legalidad que conjuntamente son insostenibles
ya que importan a los jueces obligaciones imposibles de cumplir
(ALCHOURRÓN & BULIGYN, 2006)
En efecto, el principio de "inexcusabilidad" y "justificación" se fundan en
consideraciones prácticas muy atendibles, siendo el primero necesario para
proveer los mecanismos para resolver los conflictos de intereses de la sociedad
y el segundo expresa la necesidad de que las decisiones de los jueces sean
racionales y no arbitrarias, no teniendo ambos ninguna implicancia ideológica.
Sin embargo, el principio de "legalidad" tiene un fundamento ideológico
ligado al modelo liberal y positivista, que ha centrado el ideal de
completitud en el derecho positivo.
Sin embargo, lo curioso es que el dogma de la completitud es compartido no
sólo por los partidarios del positivismo sino también por sus detractores del
denominado neo constitucionalismo. En tal sentido indica Eugenio BULIGYN
(2006) que "En efecto, muchos de los ataques contra el positivismo, desde
Geny hasta nuestros días, sólo tienden a ampliar el conjunto de normas
válidas, integrándolas con normas consuetudinarias, principios morales,
normas de derecho natural, pautas jurisprudenciales, etcétera. Pero después
atribuyen al conjunto así ampliado la misma característica que tenía — en la
concepción positivista — el conjunto original: la de ser necesariamente
157
completo. Así, pues repiten en otro nivel la misma falacia de confundir la el
ideal con la realidad".
Es aquí donde radica uno de los puntos más fuertes en los ataques al neo
constitucionalismo y uno de sus principios políticos fundamentales que
es el control constitucional de las normas, ya que al pensarse en una
constitución rígida y garantista, que enuncia explícitamente que "la legislación
ordinaria debe ser justa", entendiendo por esta justicia un acorde con la
Constitución, quitaría cada función a los órganos políticos que producen las
normas dentro de un proceso democrático. Las cortes constitucionales, en
efecto, podrían anular cualquier ley contrapuesta con el sentido de justificar la
mayoría de sus componentes; y en palabras de Mauro BARBERIS "peor aún
cada juez ordinario podría ejercitar la interpretación adecuadora de toda ley,
por el aplicada, sustituyéndola por la regla que entiende como justa"
(BARBERIS, 2013, pág. 41). Si esto sería así, entonces las críticas tendrían
razón ya que el derecho no puede ser indefinidamente abierto a la moral sin
diluirse en la moral: y en una moral, creada arbitrariamente por los jueces.
3. Jurisdicción, función jurisdiccional y Poder Judicial
Hasta aquí se han tratado resumidamente dos cuestiones preliminares, la
primera el tratamiento del control jurisdiccional como principio político y regla
de funcionamiento institucional del Estado, y en segundo lugar como este
control constitucional de las normas no solo es jurisdiccional sino también
político.
Si ha quedado establecido que el control constitucional es una facultad o
potestad reservada para los órganos que cumplen "función
jurisdiccional" queda ahora determinar, cuando un órgano cumple dicha
función y a consecuencia de ello podría ejercer dicho control
constitucional.
En principio es pertinente advertir que el concepto "jurisdicción" puede ser
analizado desde distintas perspectivas. De esta manera se puede hablar de
"potestad jurisdiccional", "función jurisdiccional" y "organización jurisdiccional".
158
Cada una de estas perspectivas explica un aspecto de la "jurisdicción" que
muchas veces han sido tratados como sinónimos pero que tienen en sí
esencias distintas. Así la "potestad jurisdiccional" respondería a la pregunta
¿Qué es la jurisdicción?, mientras que la "función jurisdiccional" responde a la
cuestión ¿Qué hace la jurisdicción? Finalmente la "organización jurisdiccional"
se relaciona a ¿Cómo es la jurisdicción? Es decir, estas tres perspectiva tanto
política, funcional y administrativa explicarían en conjunto el fenómeno de la
jurisdicción.
Dentro del concepto de potestad jurisdiccional existen dos grupos de teorías,
las teorías absolutas y las relativas. Entre las primeras, el concepto de
jurisdicción es único, y lo relativo es su ámbito, es decir, la función
jurisdiccional, luego el concepto es único, y tan solo son relativas sus
manifestaciones. En este aspecto explica SERRA DOMINGUEZ que "al afirmar
que la jurisdicción no se resuelve en una función estatal, sino que existe
independientemente del Estado, siendo tan sólo unas circunstancias históricas
las determinantes de que en el momento actual el Estado haya recabado para
sí el monopolio de la jurisdicción. Pero que el Estado haya asumido la
Jurisdicción supone una necesaria existencia de ésta anterior e independiente
al concepto Estado, por tanto es perfectamente posible obtener un concepto
valido de jurisdicción que prescinda del sujeto que actualmente la detenta: El
Estado" (SERRA DOMINGUEZ, 2008, págs. 19-20).
Por otro lado, las teorías relativas indican que cuando para definir a la
jurisdicción se parte del Derecho Político y consecuentemente de la división de
poderes, conceptuándola como una función del Estado, es innegable su
carácter relativo (MONROY GALVÉZ, 2009). En las teorías relativas, al
definirse a la jurisdicción como concepto único y absoluto, se estaría
prescindiendo de la consideración de la jurisdicción como potestad del Estado y
se estaría llegando a un concepto que podría ser cierto, pero muy poco preciso
jurídicamente y muy poco concreto políticamente. "El no referir hoy a la
jurisdicción al Estado supone negar la realidad hasta el extremo de llegar
a una noción inútil prácticamente" (MONTERO AROCA, 1979)
159
Sin embargó, en la actualidad acudimos a la denominada "lógica
organizacional de la crisis del Estado" (SUMARIA BENAVENTE, 2013) que
se produce a causa del agotamiento del régimen de acumulación capitalista y
de las estrategias microeconómicas de tipo keyensiano, la crisis de paradigmas
existentes (MOSTERIN, 2006) y la afirmación de nuevos paradigmas
científicos-técnicos articulados en torno a las nuevas tecnologías de la
información y el incontenible avance del proceso de globalización, y aparecen
como hitos centrales de las profundas mutaciones que han afectado al mundo
entero durante las últimas décadas. En este contexto, se ha configurado un
nuevo escenario cuyas coordenadas sociales, económicas, políticas, culturales,
institucionales, territoriales, difieren sustantivamente de las que se habían
consolidado en los años de apogeo del desarrollo capitalista de la posguerra y
del Estado Moderno.
A medida que este nuevo escenario se va consolidando, se genera una nueva
dinámica de inserción en el mismo, que lleva a los gobiernos a encarar con
diversos énfasis y profundidad la aplicación de estrategias de reestructuración
económica, política y social, observándose múltiples transformaciones que
afectan a todas las dimensiones de la vida social, y el que el derecho no puede
ser ajeno a estos cambios (DE MATTOS, HERNAUX, & RESTREPO BOTERO,
1998).
Esto implica un nuevo fenómeno de formación de la cultura, el cual significa
que la energía simbólica que la moviliza está empezando a dejar de tener un
carácter primordialmente “rememorante”, recuperador, para derivarse a una
dirección productiva, relacional denominada. Así la cultura mira menos hacia el
pasado, para asegurar su "recuperabilidad" y transmisión de los "saberes"
acumulados y garantizar su conservación a lo largo del tiempo, sino que mira
más hacia el presente y su procesamiento hacia la gestión de un nuevo
conocimiento, optimizando las condiciones de vivir en comunidad, en la
interacción de los sujetos del conocimiento diversos, distintos y complejos, y de
posibilidades infinitas (BREA, 2007).
160
De esta manera, se habla de una nueva era, digital para unos, para otros una
era espacial o de la informática, o de la información o del conocimiento, en
donde un nuevo concepto legitima la autoridad que son los derechos humanos.
Esta ideología sirve para justificar y estabilizar a los grupos políticos que se
encuentren en el poder o para quienes quieren alcanzar el poder, y tal como
afirma Gregorio ROBLES "el concepto de "derechos humanos" es un concepto
político y no técnico, y no puede ser otra cosa. Y como tal concepto está en
función de la lucha política: sirve o puede servir para intentar transformar la
realidad o para intentar conservarla" (ROBLES, 1982, pág. 254).
Sin embargo, esta nueva ideología de los derechos humanos lleva a una
crisis de la soberanía y del Estado, porque se produce un traslado de
fuentes internas de derecho hacia fuentes externas del derecho, que en
palabras de Luigi FERRAJOLI señala que "hay además un tercer aspecto de la
crisis del derecho, que está ligado a la crisis del Estado nacional y que se
manifiesta en el cambio de los lugares de la soberanía, en la alteración del
sistema de fuentes y, por consiguiente, en un debilitamiento del
constitucionalismo" (FERRAJOLI, 2002, pág. 16).
Estos desplazamientos de poder han producido la desarticulación del
modelo tradicional de justicia, que ya resulta erosionado tanto en lo alto
como en lo bajo. En lo alto, con el surgimiento de instituciones con
jurisdicciones supranacionales; y en lo bajo por la difusión de formas de
justicia arbitral, dentro y fuera del Estado (PICARDI, 2009), validando de
esta firma la tesis de SERRA DOMÍNGUEZ respecto del carácter absoluto de la
jurisdicción que de esta manera se va separando del Estado y que obligan a los
Estados a cumplir sus decisiones hacia una nueva "unidimensionalidad" de la
norma, en la cual se confundirán nuevamente "moral y derecho" cada vez
más vigilante y riguroso.
Luego, el "monopolio estatal de la jurisdicción" propio del Estado Moderno se
ha fracturado notablemente, en donde la jurisdicción ya no es una función
161
exclusiva del Estado; los órganos a los que se confían las funciones
jurisdiccionales no son siempre órganos del Estado, en donde los órganos
jurisdiccionales estatales y no estatales se encuentran intercomunicados entre
sí y tendencialmente son fungibles que viene obligando, sino bien a la
uniformización, si a la armonización y reciproca integración entre jurisdicciones
tanto al nivel vertical, como al nivel horizontal, con una lógica de cooperación u
otra veces con una lógica de control surgiendo la necesidad de un fundamento
extra estatal para la jurisdicción (PICARDI, 2009).
Esta situación induce a analizar críticamente los presupuestos mismos de la
jurisdicción, según la cual es emanación de la soberanía y una de las funciones
fundamentales del Estado, cuestionándose de esta forma si el juez,
encuentra, aún hoy, su propia legitimación en la soberanía del Estado o
bien ya se ha trazado una línea tendencial a separar la jurisdicción del
aparato estatal. Tal como señala TROPER, citado por Sussana POZZOLO,
"no existe una unidad del Poder Judicial, un órgano al que imputar
función jurisdiccional", en tanto, no se puede hablar de ello pues no se
puede afirmar que exista una sola autoridad a la cual pueda imputársele el
ejercicio de la función jurisdiccional, una autoridad que presente una cierta
unidad y que sea independiente (POZZOLO, 2011).
Por ello, se podría decir, que propio del siglo XXI, la situación resulta más
compleja, y así como en algún tiempo se habló de la vocación por la legislación
y luego de la codificación en los siglos XIX y XX, ahora se puede sintetizar en
"una vocación de nuestro tiempo para la jurisdicción y la doctrina
jurídica" (PICARDI, 2009, pág. 10) que se traduce en un estado de ánimo
tendiente a revalorar el momento jurisprudencial del derecho.
4. Posibilidad del control constitucional "difuso" de los árbitros
Oscar CHASE expresa que en cualquier sociedad los procedimientos
empleados para resolver controversias tiene su origen en la cultura propia de la
sociedad al tiempo que la conforman; de esta manera la forma escogida por
cada sociedad para el manejo de los conflictos son el resultado de una serie de
162
elecciones conscientes e involuntarias que han sido realizadas desde sus
condiciones de conocimiento, creencias y estructura social (CHASE, 2011, pág.
19)
En este nuevo espacio señalado creado por la "lógica de la crisis del Estado"
surge una nueva sociedad que se dirige hacia la autonomía, que empieza a
vivir su historia en toda su riqueza expresiva y se plasma caprichosamente en
miles de combinaciones, enlaces, sedimentaciones, desde el terreno político al
económico, del estamental al profesional, del nacional al supranacional, y
empieza a brotar un nuevo derecho que no es fruto de la voluntad de este o
aquel poder político contingente, que nace de la contingencia y
contradicciones de la sociedad con la que se mezcla y se incorpora.
De esta forma el derecho es un fenómeno primordial que no se encuentra en
los catálogos codificados, sino que asume una forma plástica de sueltas formas
y figuras a través de los individuos y las más vastas organizaciones
comunitarias y corporativas.
Y es en este contexto que se da el desarrollo del arbitraje frente al proceso
jurisdiccional que "más específicamente, depende directamente de los cambios
en los valores en conflicto a finales del siglo XX, la desconfianza en el
gobierno, las privatizaciones, la humanización de las instituciones a gran
escala, el progreso social a través de la mejora individual, y el escepticismo
posmoderno acerca de las una realidad objetiva, temas que se identifican como
fundamentales en la cultura estadounidense: libertad, individualismo,
populismo, igualdad, liberalismo (CHASE, 2011, pág. 133)
En este nuevo contexto, en este "New Deal", se va generando en un
ambiente de escepticismo general y frente al Estado en particular, y se
pasa de un concepto de búsqueda de la "certeza del derecho" a un campo
de incertidumbre o no certidumbre del derecho que abre camino al
pensamiento estratégico en el derecho ante la imposibilidad de una
respuesta única correcta (BARRAGAN, 2009, pág. 15).
163
El arbitraje surge entonces como el camino alternativo a la vista de
costos e incertidumbre que acompañan la solución contenciosa, que con
la misma estructura lógica y mecánica del procedimiento contencioso, se
le incorporan dos momentos en que las partes juegan papeles o
funciones decisivas que son el momento de selección del árbitro, quien
cumplirá el papel de juez y el establecimiento de las reglas de juego y un
segundo momento en el que las partes se comprometen a aceptar la
solución que el árbitro produzca.
Sin embargo, la función jurisdiccional del arbitraje, tal como se ha
señalado, no nace del poder político del Estado, no es una delegación de
soberanía, sino que nace del sometimiento de las individualidades, y que
tiene en este nuevo contexto social tiene el campo fértil para su
desarrollo, con lo que se coincide con la advertencia de LORCA
NAVARRETE, que manifiesta que el árbitro no es un órgano jurisdiccional
investido de jurisdicción constitucional, y por tanto, investido de potestad
jurisdiccional constitucional (LORCA NAVARRETE, 2011).
Sin embargo, en este contexto cultural del mundo moderno que por ello no
implica que sea perfecto, bueno o malo, el arbitraje como expresión de esta
realidad contemporánea tiene las mismas características. En este punto se
puede advertir que la justicia no es un modelo único y si bien se podría inferir
que existe un antagonismo respecto del Estado contra el arbitraje y
recíprocamente, en esencia, persiguen por vías distintas pero complementarias
el mismo ideal de búsqueda de justicia a través de un sistema administrado en
forma diferente pero complementaria (OPETTIT, 2006, pág. 44)
En tanto, que el árbitro pueda realizar “control constitucional” se difiere de la
motivación de la sentencia materia de análisis, la cual resulta muy simplista, en
el cual se hace un paralelo entre el poder judicial y los tribunales, arbitrales en
cuanto ambos desarrollan "función jurisdiccional", lo cual resulta solo una
ampliación del traslado de soberanía del Estado a este órgano conforme a lo
expresado en el artículo 138° de la Constitución, con lo que también se difiere,
164
en tanto, no era necesario vincular al texto constitucional la función
jurisdiccional del arbitraje, la cual se reitera no nace de una jerarquía del
poder político y de la soberanía del Estado, sino de las individualidades
que se someten voluntariamente a ello.
El orden de que método será el mejor dependerá de la relación entre las
partes, el tipo de controversia y los costos de diferentes alternativas (CHASE,
2011, pág. 29). Es este aspecto, hay mecanismos de solución de controversias
que versan estrictamente sobre el contenido patrimonial o económico de la
controversia, y otros que apuntan hacia el control social o mantenimiento del
orden, o a veces tienen ambos contenidos.
Así, en principio, cuando el objeto en conflicto es tipo concreto, es decir,
tangible, cuantificable y fungible y apunta al contenido o aspecto económico o
patrimonial bien se puede utilizar un mecanismo voluntario como el arbitraje.
Sin embargo, cuando la intensidad del proceso se encuentra en el
mantenimiento del orden frente al caos, el control social, será necesario
el desarrollo de un mecanismo institucional formal y obligatorio como es
el proceso jurisdiccional.
Sin embargo, en este aspecto, tal como señala Bruno OPPETIT para muchos
especialistas prima la idea de que el árbitro no podría pretender una función
que no sea la de un mecanismo regulador, al recibir sus poderes únicamente
de las partes, en virtud del convenio de arbitraje, por lo que el árbitro debe
preocuparse exclusivamente del conflicto que los enfrente, sin
preocuparse de la defensa de intereses superiores y exteriores al mismo
objeto del arbitraje. Una visión en este sentido depende de una filosofía del
derecho de tipo utilitarista, de tipo anglosajón, que se limita a apreciar los
objetivos inmediatos, y también de la tradición individualista, que asigna al
contrato un papel preponderante como expresión de la voluntad y libertad
individual, y como única base aceptable de regla de derecho.
165
Pero de otro lado, también se puede estimar que el árbitro, como juez ordinario,
no pide desconocer el interés general y verse obligado a aplicar reglas de
policía o de orden público y que justamente sobre la base de autonomía, verse
obligado a aplicar reglas morales, no solamente en virtud de un reencuentro de
la regla jurídica, sino en lugar de esta y hasta excluyéndola. Esta misión de la
defensa de los intereses colectivos integra al arbitraje en una reacción anti
individualista y en una filosofía del bien común, que afirma la permanencia de
los intereses colectivos (OPETTIT, 2006)
Por ello, antes de señalar si un árbitro puede o no realizar "control
constitucional" es pertinente primero desarrollar qué tipo de Estado
tenemos y que valores resaltan, por ello es pertinente la afirmación de
Mirjan DAMASKA "La pregunta no es sólo que tipo de procedimientos
queremos, sino también que tipo de organización del Estado poseemos"
(DAMASKA, 1986, pág. 86).
OPINIÓN
1. El control de constitucionalidad se convierte en un principio de
organización del Estado y sirve para dar consistencia a la organización
política institucional de la sociedad, es decir, se convierte en una regla de
funcionamiento del Estado como garantía que este y el ejercicio del
poder sean éticos y legalmente adecuados, como reglas que evitan el
uso de autoridad.
2. El control de constitucionalidad, es el tema de la afirmación ética que
se hace a través de la declaración de un derecho humano o
fundamental y versa sobre la importancia crítica de ciertas libertades y
sobre la necesidad de aceptar algunas obligaciones sociales para
promover o proteger estas libertades. En este aspecto, la viabilidad de
estas afirmaciones éticas, es la sobrevivencia a un escrutinio abierto e
informado, el cual supone la invocación de un proceso interactivo de
escrutinio crítico, abierto a argumentos procedentes de otros y sensible a la
información relevante que pueda conseguirse, como evaluación ética y
política.
166
3. Si bien se ha establecido que el control difuso es un poder-deber del juez, lo
que significa que es atribución jurisdiccional y corresponde a todos los
órganos del Estado a los que es atribuida esa potestad, en la actualidad el
"monopolio estatal de la jurisdicción" propio del Estado Moderno se ha
fracturado notablemente, en donde la jurisdicción ya no es una función
exclusiva del Estado.
4. Sin embargo, la función jurisdiccional del arbitraje, tal como se ha
señalado, no nace del poder político del Estado, no es una delegación
de soberanía, sino que nace del sometimiento de las individualidades,
y que tiene en este nuevo contexto social el campo fértil para su
desarrollo, por tanto, el árbitro no es un órgano jurisdiccional
investido de jurisdicción constitucional, y por tanto, investido de
potestad jurisdiccional constitucional.
5. Sin embargo, para señalar la posibilidad de si un árbitro puede o no realizar
"control constitucional" es pertinente primero desarrollar qué tipo de
Estado tenemos y que valores resaltan, y de esta manera extender
dicha facultad a el árbitro antes de hacer un simple paralelo con el
poder judicial sobre la extensión del artículo 138° de la Constitución.
2.- Mag. JOSÉ DÍAZ VALLEJOS
Juez Vocal Superior 4ta. Sala Civil de Lima
Maestría en Derecho Civil y Comercial
Doctorando en Derecho Civil
Docente de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega en Actualización
Profesional en el curso de Derecho Procesal Civil.
Está usted de acuerdo: en que el Tribunal Constitucional al declarar a los
tribunales arbitrales competentes para aplicar el control difuso de
constitucionalidad haya creado mediante jurisprudencia "una
competencia constitucional" reservada al constituyente a favor de los
árbitros, lo cual es un contrasentido ajeno a toda lógica, dado que ésta
167
competencia constitucional está reservada y reconocida en forma
exclusiva al poder judicial y tribunal constitucional?. Si la respuesta es si,
diga porque?.
Respuesta:
"SI ESTOY DE ACUERDO"
En primer lugar, las leyes son producto de la actividad del legislador
democrático, conforme al numeral 1 del art. 102 de la constitución, y no pueden
ser dejadas sin efecto por actos de particulares, aun cuando estos ejerzan
potestades jurisdiccionales, como es el caso de los árbitros (que incluso
pueden ser extranjeros).
De otro lado, cómo se podría admitir que la interpretación que realicen los
árbitros sobre la constitucionalidad de la ley, deba prevalecer sobre la que
realiza el legislador democrático.
Además, no se puede dejar de señalar que cuando un magistrado ejerce el
control difuso, debe elevar en consulta la resolución al superior jerárquico o a la
Sala Constitucional y Social de la Corte Suprema, según sea el caso de
acuerdo al art. 408 del Código Procesal Civil; sin embargo, esta regla no se
aplica a los árbitros.
3.- ENRIQUE MENDOZA VÁSQUEZ
Ex Vocal Superior y Presidente de la Sala Civil del Distrito Judicial Lima Sur
Notario Público de Lima
Abogado titulado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Magíster en Derecho Civil y Comercial por la Universidad Federico Villareal
Egresado del Doctorado en la Universidad San Martín de Porres
Con más de 20 años en el ejercicio profesional, es Notario Público de Lima en
el Distrito de Santiago de Surco.
Docente del curso de Derecho de las Obligaciones y Contratos en la Facultad
de Derecho de la Universidad Ricardo Palma; así como del curso de Derecho
Procesal Civil (Actualización Jurídica)
168
Docente de Actualización Profesional en el curso Derecho Procesal Civil y
Derecho Comercial II en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la
Universidad Inca Garcilaso de la Vega.
Docente Asociado de la Academia de la Magistratura
Está usted de acuerdo: en que la competencia de aplicación del control
constitucional difuso de constitucionalidad por tribunal arbitral, puede
generar la creación de competencias constitucionales a través de
estándares ajenos y contrarios a la constitución, ajenos al marco
constitucional, que las hace inconstitucionales así tengan un ropaje de
constitucionalidad?
Respuesta:
Si, en tanto que el artículo 138° de la Constitución Política atribuye la
competencia de la aplicación del control difuso sólo a los jueces que conforman
el Poder Judicial. Si bien en el artículo 139° se señala como excepción en la
impartición de justicia, a la jurisdicción militar y arbitral; sin embargo, ello no
implica la atribución del control constitucional difuso a favor de estos dos entes,
debiendo a efectos de una adecuada interpretación tenerse presente que se
presume que las normas legales que expiden los órganos a quienes la
Constitución atribuye la facultad de expedirla, son constitucionales. Por lo que
si bien la Constitución admite la posibilidad de cuestionar su
inconstitucionalidad, empero, debe ser considerado como una excepción a la
regla, pues la regla es que toda norma legal está revestida de la presunción de
constitucionalidad, además expresamente señala que debe tratarse de un
proceso, y ésta sólo puede ser dirigida por un Juez, y no por otro órgano, aun
así se le haya facultado a resolver una controversia, cuya reglas se conocen
como procedimiento.
Debe anotarse que conforme al artículo 139° inciso 9) de la Constitución, es
principio de la función jurisdiccional, la inaplicabilidad por analogía de las
normas que restrinjan derecho; en ese mismo sentido el artículo IV del Título
Preliminar del Código Civil establece que la ley que establece excepciones o
169
restringe derechos no se aplica por analogía; siendo evidente que el artículo
138° de la Carta Magna es una norma restrictiva, pues por un lado, establece
una excepción a la regla sobre la constitucionalidad de las normas legales y por
otro lado, atribuye la facultad del control difuso sólo a los casos tramitados
mediante un proceso judicial, a cargo de jueces del Poder Judicial, por lo que
resulta totalmente inconsistente atribuir dicha facultad a los tribunales
arbitrales, aun así sea por analogía.
En consecuencia, atribuir la competencia para la aplicación del control
constitucional difuso a un tribunal arbitral, aun así sea por el Tribunal
Constitucional genera la creación de competencias constitucionales a través
de estándares ajenos y contrarios a la Constitución, ajenos al marco
constitucional, que las hace inconstitucionales así tengan un ropaje de
constitucionalidad, haciendo que se desnaturalicen los principios
constitucionales de la supremacía jurídica de la constitucionalidad y del juez
natural.
4.- MARIO GONZALO CHÁVEZ RABANAL
Abogado en ejercicio.
Magíster en Derecho Constitucional en la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos.
Docente en Actualización Profesional en el curso de Derecho Constitucional y
Procesal Constitucional en la Universidad Inca Garcilaso de la Vega
Está usted de acuerdo: En que la posibilidad de facultar a los árbitros la
potestad de ejercer el control constitucional difuso de constitucionalidad,
recaba el principio de formación democrática de la ley, de representación
y manifestación de la voluntad general expresada en la ley, en tanto; la ley
como expresión de la voluntad ciudadana para ser cuestionada y
declarada inconstitucional o inaplicable requiere y exige que lo haga un
poder o una institución que en la misma mediante goce, tenga una
legitimidad democrática y un respaldo en la soberanía popular?
170
Respuesta:
NO. La Constitución tiene mecanismos de defensa, y el mecanismo de defensa
por antonomasia es el control jurisdiccional de la constitucionalidad de las
leyes, y este control se ha otorgado de forma directa y expresa por el poder
constituyente a los órganos competentes de la defensa de la Constitución, que
en nuestro ordenamiento jurídico son solamente el Poder Judicial y el Tribunal
Constitucional. Ambos órganos tienen una legitimidad democrática, en tanto
han sido creados por el Poder Constituyente y éste les ha dotado de la
competencia exclusiva del control constitucional; asimismo, reciben de forma
indirecta una legitimidad del pueblo, en tanto imparten justicia en nombre de
éste, y ello les autoriza a controlar la actividad del Parlamento cuando emite
leyes contrarias a la Constitución.
En cambio, la función arbitral no tiene legitimidad democrática, no goza de un
respaldo popular, esta función está concebida para resolver litigios de índole
privado, funciona a partir del principio de la autonomía de la voluntad de las
partes, y su actuación solo recae sobre derechos de índole disponible. De tal
modo, la función arbitral, no tiene una competencia reconocida de forma
directa y expresa por el Poder Constituyente para ejercer el control difuso, así
como tampoco tiene una legitimidad democrática para controlar los actos del
Parlamento como es la ley.
5.- PAOLA BRUNET ORDOÑEZ ROSALES
Asesora del Tribunal Constitucional
Magíster en Derecho Constitucional realizado en la Pontificia Universidad
Católica del Perú
Docente de Actualización Profesional en el curso de Derecho Procesal
Constitucional en la Universidad Inca Garcilaso de la Vega
Está usted de acuerdo en que: El control difuso ejercido por los árbitros
dista mucho de ser una competencia atribuida directamente por la
Constitución, puesto que se han mezclado indebidamente las categorías
171
del Derecho Constitucional y el Derecho Procesal Constitucional en la
medida que al creer que todo ciudadano, así como funcionario está
obligado a respetar y obedecer la Constitución conforme lo dispone el
artículo 38° de la Constitución, tiene la competencia de ejercer el control
difuso.
Respuesta:
El artículo 138° de la Constitución dispone que “La potestad de administrar
justicia emana del pueblo y se ejerce por el Poder Judicial a través de sus
órganos jerárquicos con arreglo a la Constitución y a las leyes". Sin embargo,
también la misma norma fundamental en su artículo 139° inciso 1) reconoce
que en nuestro ordenamiento existen otras jurisdicciones independientes como
son: la militar y la arbitral.
Tal como ha referido el Tribunal Constitucional "el arbitraje no puede
entenderse como un mecanismo que desplaza al Poder Judicial, ni tampoco
como su sustitutorio, sino como una alternativa que complementa el sistema
judicial puesta a disposición de la sociedad para la solución pacífica de las
controversias. Y que constituye una necesidad, básicamente para la solución
de conflictos patrimoniales de libre disposición y, sobre todo para la resolución
para las controversias que se generen en la contratación internacional" (Ver
STC 06167-2005-PHC/TC, fundamento 10).
Desde esta perspectiva, existe un reconocimiento a la jurisdicción del arbitraje
y su plena y absoluta competencia para conocer y resolver las controversias
sometidas al fuero arbitral, sobre materias de carácter disponible, con
independencia jurisdiccional y, por tanto, sin intervención de ninguna autoridad,
administrativa o judicial ordinaria". En consecuencia no considero
pertinente referir que los árbitros realicen control difuso.
Sin embargo; resulta oportuno afirmar que el reconocimiento del arbitraje como
jurisdicción independiente no supone en lo absoluto su desvinculación del
esquema constitucional, ni mucho menos del cuadro de derechos y principios
172
reconocidos por la Constitución; por el contrario se debe desarrollar en franco
respeto al orden constitucional y a los derechos de la persona.
173
CONCLUSIONES
1.- El control difuso es una función creada por el constituyente para
garantizar la constitucionalidad de las leyes en un caso judicial concreto,
de tal manera que el juez debe de resolver las pretensiones aplicando
únicamente las leyes constitucionales, en caso contrario, las inaplicará
por ser contrarias a la Constitución, y resolverá el caso judicial aplicando
la Constitución.
2.- El control difuso es una función reservada exclusivamente al Poder
Judicial, así nació en Norteamérica, y así se ha ido difundiendo a los
países del mundo. Históricamente es una función exclusiva de los jueces
del Poder Judicial, es un poder reservado a estos funcionarios del
Estado.
3.- Las competencias estatales son establecidas por el poder constituyente,
y los poderes constituidos como los poderes constituidos como los
poderes del Estado, llámese Parlamento, Ejecutivo o Judicial, no puede
crear nuevas competencias o desnaturalizar las mismas. Y este es un
límite también para los órganos de relevancia constitucional como el
Tribunal Constitucional, no se puede desnaturalizar las competencias
claramente establecidas por el constituyente en la Constitución.
4.- Reconocer la competencia del control difuso a los árbitros abiertamente
contraviene la distribución de competencias hecho en la Constitución, y
este “control difuso arbitral”, no tiene las características de definitividad e
inmutabilidad de la decisión adoptada por otro órgano estatal. Ya que las
decisiones del control difuso arbitral, finalmente, en nuestro
174
ordenamiento jurídico, pueden ser revisadas y cambiadas por el Poder
Judicial o el Tribunal Constitucional.
RECOMENDACIONES
1.- El Tribunal Constitucional module los efectos de su sentencia sobre el
ejercicio del control difuso arbitral, como lo hizo con el control difuso en
sede administrativa en la sentencia recaída en el Exp. N° 04293-2012-
PA/TC, de tal modo retire y deje sin efecto esta competencia a los
árbitros.
2.- El control difuso arbitral debe de ser eliminado del sistema jurídico, para
ello puede actuar el Tribunal Constitucional cambiando su jurisprudencia,
o el legislador emitiendo una ley retirando esta competencia a los
árbitros.
3.- Los árbitros si bien se encuentran vinculados a respetar la Constitución,
como están todos los aparatos del Estado y los ciudadanos, ello no
significa que al vincularse a la Constitución y no a las leyes
inconstitucionales, apliquen control difuso, por ello se recomienda que se
adecúe la terminología empleada y se precise que los árbitros no
pueden aplicar control difuso.
4.- Se recomienda que para señalar la posibilidad de si un árbitro puede o
no realizar "control constitucional" es pertinente primero desarrollar qué
tipo de Estado tenemos y que valores resaltan, y de esta manera
extender dicha facultad a el árbitro antes de hacer un simple paralelo
con el poder judicial sobre la extensión del artículo 138° de la
175
Constitución.
176
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UNIVERSIDAD INCA GARCILASO DE LA VEGA
ESCUELA DE POSGRADO
TRABAJO DE INVESTIGACIÓN
PARA OPTAR EL GRADO ACADÉMICO DEMAESTRA EN DERECHO NOTARIAL Y REGISTRAL
TÍTULO“LA DESNATURALIZACIÓN DE LOS PRINCIPIOS
CONSTITUCIONALES DE LA SUPREMACÍA JURÍDICA DE LA CONSTITUCIÓN Y DEL JUEZ
NATURAL POR APLICACIÓN DEL CONTROL DIFUSO POR TRIBUNALES ARBITRALES”
PRESENTADO POR LA BACHILLER EN DERECHO:
180
OFELIA GISELLA ALPISTE CÁCERES
LIMA, SETIEMBRE DEL 2014
181
DEDICATORIA:
A mi esposo Marlon Javier y mis hijos:
Marlon Piero, Enzo Javier y Matías
Luciano.
182
SUMMARY
From a historical plane, the diffuse control recognized the judges of the Judicial
Power. The doctrine of the diffuse control was established in the judgment
Marbury vs. Madison by J. Mashall in 1803. Was recognized to the jurisdictional
organs the legal authority to prefer the Constitution opposite to laws opposite to
the Constitution. Of such a way, if the law is relevant and is applied of direct
form to the judicial case, but it is opposite to the Constitution, the judge has the
legal authority (function) to imply the above mentioned law, and solve the case
applying the Constitution. This one is the function of the jurisdictional organ, to
solve the pretensions on the basis of constitutional laws.
The function of the control of constitutionality of the laws at the expense of the
judges of the Judicial Power has been recognized in our juridical classification.
He finds his sustenance in the Articles 51 and 138 of the Constitution of 1993.
There, of clear form this function is granted to the jurisdictional organs of the
Judicial Power, is a competition awarded by the Constituent Power. The
Constitution has not awarded this competition to other instances that do not
exercise a jurisdictional function. Here a limit exists to bearing in mind.
Of another side, the administration produces on the basis of the beginning of
legality, at first, his action is delimited by the action of the legislator. The
administration, and his collegiate organs that solve the controversies of
administrative nature, act on the basis of the limits imposed by the legislator.
The law appears first as his normative parameter, is the norm from which they
are going to solve the controversies
183
Now, this presupposes that the parliamentary law is in conformity with the
Constitution, in case I contradict, that is to say, if it is the unconstitutional, above
mentioned law it does not turn out to be binding and obligatory. And for it, there
exist the competent organs of the defense of the Constitution, which in our
country, are the Judicial Power and the Constitutional Court.
Which, according to our system of the jurisdictional defense of the Constitution,
the declaration of the unconstitutional one of the laws is reserved only to the
Judicial Power and to the Constitutional Court. Properly, it is not authorized to
exercise this function. While, as already it was indicated, this function is born of
direct form in the Constitution has been given by the Constituent one, the same
one that it has not authorized to the collegiate organs of the administration to
which they could exercise, for example, the diffuse control.
184
ÍNDICE
RESUMEN...........................................................................................................1INTRODUCCIÓN.................................................................................................3
CAPÍTULO IFUNDAMENTOS TEÓRICOS DE LA INVESTIGACIÓN
1.1 MARCO HISTÓRICO.............................................................................................51.1.1 ANTECEDENTES DEL CONTROL DIFUSO EN LA JURISDICCIÓN
ARBITRAL...................................................................................................71.1.2 CONTROL DIFUSO EN SEDE ARBITRAL.................................................9
1.2 MARCO TEÓRICO...............................................................................................111.2.1 CONSTITUCIÓN.........................................................................................12
1.3 MARCO LEGAL....................................................................................................25
1.4 PRINCIPIOS PROCESALES...............................................................................30
1.5 SENTENCIAS TOMADAS COMO FUENTE RELACIONADAS AL OBJETO DEESTUDIO..............................................................................................................46
1.5.1 SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL EN APLICACIÓN DEL
PRINCIPIO IURA NOVIT CURIA.........................................................................72
1.6 INSTITUCIONES QUE CONFORMAN EL ESTUDIO DEL PRESENTE TRABAJO DE INVESTIGACIÓN..........................................................................84
1.7 MARCO CONCEPTUAL.....................................................................................123
CAPÍTULO IIEL PROBLEMA DE LA INVESTIGACIÓN
2.1 DESCRIPCIÓN DE LA REALIDAD PROBLEMÁTICA............................126
2.2 ANTECEDENTES TEÓRICOS...............................................................127
2.3 PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA.....................................................129
2.4 FINALIDAD Y OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN............................1292.4.1 FINALIDAD.....................................................................................1292.4.2 OBJETIVO GENERAL Y ESPECÍFICO..........................................1292.4.3 DELIMITACIÓN DEL ESTUDIO.....................................................130
2.5 JUSTIFICACIÓN E IMPORTANCIA DEL ESTUDIO...............................1302.5.1 JUSTIFICACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN....................................1302.5.2 IMPORTANCIA DE LA INVESTIGACIÓN......................................130
185
2.6 LIMITACIONES DE LA INVESTIGACIÓN..............................................131
2.7 HIPÓTESIS Y VARIABLES.....................................................................132
2.7.1 HIPÓTESIS PRINCIPAL Y ESPECÍFICA.......................................1322.7.2 VARIABLES E INDICADORES......................................................132
CAPÍTULO IIIMETODOLOGÍA
3.1 MÉTODOS..............................................................................................134
3.2 TIPO Y NIVEL DE INVESTIGACIÓN......................................................134
3.3 POBLACIÓN Y MUESTRA DE INVESTIGACIÓN..................................1343.3.1 POBLACIÓN...................................................................................1343.3.2 MUESTRA......................................................................................135
3.4 TÉCNICAS E INSTRUMENTOS DE RECOLECCIÓN DE DATOS........1353.4.1 TÉCNICAS DE RECOLECCIÓN DE DATOS.................................135
3.5 TÉCNICAS DE PROCESAMIENTO Y ANÁLISIS DE DATOS................1363.5.1 SELECCIÓN Y REPRESENTACIÓN POR VARIABLES................1363.5.2 MATRIZ TRIPARTITA DE DATOS.................................................1363.5.2 UTILIZACIÓN DE PROCESADOR SISTEMATIZADO...................136
CAPÍTULO IVPRESENTACIÓN Y ANÁLISIS DE RESULTADOS
4.1 PRESENTACIÓN DE RESULTADOS....................................................1374.1.1 ENCUESTAS REALIZADAS..........................................................137
4.2 DISCUSIÓN DE RESULTADOS.............................................................143
CONCLUSIONES............................................................................................171RECOMENDACIONES...................................................................................172BIBLIOGRAFÍA................................................................................................173
186