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'¿Pero qué quiere decir hablar del presente?" H£L OJO l-CQCH-g*. di c/uvireo JACQUES DERRIDA* RECONSTRUIR LA ACTUALIDAD —A menudo da la Impresión -y sa trata de jna impresión que, según hemos compro- bado, es compartida tanto en Bogotá y en Santiago de Chile, en Praga y en Sofía, carra sn Berlín o en París- de que su pensamien- to incide en la actualidad. ¿Comparte usted asta sensación? ¿Es usted, si no ya un filó- sofo del presente, si al menos un filósofo que piensa su tiempo? —¿Quién puede estar seguro de hacerlo? Ade- más, 'incidir en iaactualidad' y 'pensar su tiem- po" no es lo mismo. En ambos casos! habría que hacer algo, algo más. o algo distinto, que - comorobar o describir: forma/ parte, tomar par- üdo, y pertenecer. A partir de ahí, se 'incide' y, por consiguiente, se transforma, por poco que sea: se "interviene', como suele decirse, en un tiempo que ni está ante uno ni esta dado de antemano. Nwga_hjyjwmasprresjabíecjdas. paraestar seguros de qTje sejñcídíeñ la ac-, íualidad'o, por utilizar su expresión, de que se 'piensa su tiempo". En caso"dé"afgüñoT"fó"" •jno va a menudo sin lo otro. Pero me conside- ra incapaz de improvisar una respuesta para 12 e! ojo mocho semejantes cuestiones. Es preciso que conte- mos con el tiempo de la entrevista -y lo tene- mos contado. Hoy en día. más que nunca pensar su tiempo (sobre todo cuando, al hacerlo, se corre el nesgo o la suerte de la palabra públi- ca) consiste en tomar nota, a fin de obrar en consecuencia, del hecho de que el tiempo de esa misma habla se produce en forma artifi- cial. Es un artefacto. En su acontecimiento mis- mo, el tiempo de ese gesto público está calcu- lado, constreñido, "lormateado", "inicializado" por un dispositivo mediático (utilicemos esas palabras para ir deprisa). Esto merecerla un análisis prácticamente infinito. ¿Quién podría pensar su tiempo hoy en día y quién, sobre todo, podría hablar de él -díganmelo-, si antes no prestase atención a un espacio público y, por consiguiente, a un présenle político que a cad? instante es transformado, en su estructura y en su contenido, por la teletecnología de lo que tan confusamente se denomina la información o la comunicación? Su pregunta no nombraba sólo el "presen- íe' sino lo que se denomina la "actualidad*. Permitannv? marcar <íe forma esquemática dos de los rasgos más actuales de la actualidad. Resultan demasiaoo abstractos para delimitar lo más propio de mi experiencia o de cualquier otra experiencia filosófica de la susodicha 'ac- tualidad', pero designan lo que constituye la actualidad en general. Podríamos arriesga/nos a ponerles dos apodos compuestos: la__arte- factualidady.la.actuyirtualidad._E|primer7as-'~ go es que la actualidad, precisamente, es he- cha: para saber con qué es hecha hay, no obs- tante, que saber también que es hecha. No es dada sino activamente producida, cribada, uti- lizada y performativamente interpretada por nu- ¡ merosos dispositivos facticios o artificiales, jerar- i quizantes y selectivos, siempre al servicio de i fuerzas y de intereses que los "sujetos" y los ; agentes (proouctoies y consumidores de ac- \d -a veces son también filósofos y siem- ; pre intérpretes) no perciben nunca bastante. . Por singular, irreductible, testaruda, dolorosa o trágica que sea la "realidao" a la que se refiere - ¡a "actualidad", esta nos llega a través de vías da ficción. Sólo se la puede analizar a base de un trabajo de resistencia, de conlrainterpretnción vigilante, etc. Hegei tuvo razón en recordarle al filósofo de su tiempo la lectura cotidiana de las gacetas. Hoy en día, la misma responsabi- lidad exige también que aprenda cómo se ha- cen y quién hace las gacetas, los diarios, los semanarios, las noticias de la televisión. Serla preciso que pidiese ver el otro lado, tanto el lado de las agencias de información como el lado del que maneja el teleprinter. No olvide- mos nunca todo el alcance de este indicio: cuando un periodista o un político parece diri- girse a nosotros, encasa, mirándonos directa- mente a la cara, él (o ella) está leyendo en la pantalla, al dictado de un 'apuntador', un tex- to elaborado en otro lugar, en otro momento, a veces por otros, incluso por toda una red de redactores anónimos. —Tendría que ter un deber cultivar la criti- ca íistematica de lo que denomina la arte- factualldad. Usted dice; 'serla preciso...' —SI. Se trata de unacultura critica, de unaes- : pede de educación, pero jamás diría 'serla pre- . ciso", jamás hablarla de ese deber del ciuda- dano como del filósofo sin añadir a ello dos o.; tres precauciones de principio. } La primera concierne a la cosa nacional (por responder en parte a aquello a lo que apüí." taba su pregunta, como si, de vuelta del ex- tranjero, hubiera alguna razón para arrancar la de un diario de viaje: "esto es lo que se dice de usted en el extranjero, ¿qué pensar de esta noticia?" Me hubiera gustado comentar ese gesto. Pero dejémoslo). Entre los filtradosque 'informan* la actualidad, y pese a una iritér- ' nalización acelerada pero tantolnás equivo- ca, está ese indesarraigable pnvitegió de lo na- cional, de lo regional.'de lo provincial -¿d? lo .^ccTdental- que determina todas las demásje-' rarqúías (primero el deporte, después el "poli- tiqueo* -y no lo político-, luego lo 'cultural', por orden de demanda, de espectaculandad y de legibilidad supuestamente decrecientes). Dicho privilegio deja en segundo plano una gran can- tidad de acontecimientos aquellos que pare- cen ajenos al interés (presuntamente público) y a la proximidad de la nación, a la lengua na-, cional. al código y al estilo nacional. En la in- formación, la 'actualidad' es espontáneamen- ' te etnocéntrica. excluye io extranjero, a veces incluso dentro del país, antes de cualquier tipo : de pasión, doctrina o declaración nacionalis- i ía. e incluso cuando dichas 'actualidades* i hablan de los 'derechos del hombre'. Algunos^ pe¿odistas_hacgn meritorios esfuerzos por es- capar a esta ley pero, poTdefinTcIBn. nunca se hace bastante, y eso no depefuTé, énTí'flrna'tns*""' lancia. de los periodistas profesionales. No hay que olvidarlo, sobrelodo hoy en día en que viejos nacionalismos cobran formas inéditas explo- tando las técnicas mediáticas más "avanzadas" (la radiotelevisión oficial de la antigua Yugos- lavia no serla mas que un ejemplo sobre- cogedcf 1. Dicho sea de paso, algunos hancreído ¡ener_gue volver a poner en cuestión la critica del etnocentrisrno o, simplificando mucho su imagen, la deconstrucción deljeurocenlrismo. Aquf o ana, ésto está bien visto hoy en día, como si permaneciésemos ciegos a todo aquello que acarrea la muerte en nombre de la etnia, en el seno mismo de Europa, en una Europa que no tiene hoy en día más realidad, más 'actualidad' que económica y nacional, cuya única ley, para las alianzas y para los conflictos, sigue siendo la del mercado. Pero, como siempre, la tragedia procede de la contradicción o de la doble postulación: la aparente internacionalización de las fuen- tes de información se hace a menudo a partir de una apropiación y no de una concentración de los capitales de información y de difusión. Recuerden lo que ocurrió cuando la Guerra deí Golfo. El hecho de que haya representado un momento ejemplar de toma de conciencia y, aquí y allá, de rebelión, no debe encubrir la generalidad y la constancia de esa violencia en todos los conflictos, en el Medio Oriente y" en cualquier lugar. A veces, una resistencia *na-~ cional' a esa homogeneización aparentemen- te internacional puede, por consiguiente, im- ponerse también. Primera complicación. Otra precaución: esa artelactualidad inter- nacional, esa monopolización del 'efecto de actualidad', esa apropiación centralizados de los poderes artefactuales para 'crear el acón- tecirniento'jmeden correr parejas con un pro-, grésoen la comunicación 'en directo' o enSem- po"réáTéñ~pfésihte, El género teatral de la *en- trevTsta'-sucumoe. al menos ficticiamente, a esa idolatría de la presencia 'inmediata', en direc- to. Cualquier periódico prefiere siempre publi- car una entrevista, con fotos, de un autor antes que un articulo que implica la responsabilidad de la lectura, de la evaluación, de la pedago- gía. Entonces: ¿cómo no privarse de los nue- vos recursos del directo (videocámara. etc) sin dejar de criticar sus mistificaciones??, en pri- mer lugar, sin detar de recordar y de demostrar que¿[_*airecto'.y_ej.'íiernpp real" nuncajson . puros:.no nos proporcionaruii intuición, ' jjnguñ ~ jada de interpretación o de intervención técni- ca. Semejante demostración supone ya, por si' misma, un recurso a la filosofía. Finalmente (lo sugerí demasiado rápido h'ace un momento), es precisq_que J_a ne,cesa ; ri'a deconstrucción_de,esia af telac.lualidad,no_ Sirva de coartada. Ésta no deberla ceder nun- ca a una sobrepuja en el simulacro, ni neutrali- zar ningún tipo de amenaza en lo que podría denominarse el engaño del engaño, la nega- ción del acontecimiento: '"fido^-se diría enton- ces-, incluso la violencia, el sufrimiento, laguerra tuido por y con vistas a unos dispositivos mediáticos: no ocurre nada, no hay nada mas que simulacro y engaño' Al llevar lo más lejos posible una deconslrucción de la artefac- tualidad, es preciso, pues, hacer cualquier cosa para evitar ese neocolonialismo critico y recor- dar no soto que una deconslrucción consecuen- te es un pensamiento de la singularidad y. por consiguiente, del acontecimiento, de lo que de < irreductible éste finalmente encierra, sino tam- bién que la 'información" es un proceso con- tradictorio y heterogéneo; ésta puede y debe ' transformarse, puede y debe estar al sen/icio, como a menudo ha hecho, del saber, de la ver- dad y de ia causa de la democracia por venir, lo mismo que de todas las cuestiones que és- tos rigen. Por artificial y manipuladora que pueda ser, no se puede esperar que la artefactualidad se rinda o sé doblegué ante la venida de lo que yiene.'ante el acontecimiento que la sustenta y hacia ej cual se dirige. Y del que dará (estimo- nio, aunque sea de maia gana. —Haca un momento, prepuso otro apodo que hacía referencia no ya a la técnica ni al arti- ficio lino a la virtualidad. —SI. Si tuviésemos tiempo, insistiría enotro rasgo de la 'actualidad*, de lo que ocurre hoy endía y de lo que le ocurre hoy en día a la actuaii- ' dad. Insistiría no sólo en la síntesis artificial (ima- gen sintética, voz sintética, toáoslos suplemen- tos protésicos que pueden hacer las veces de actualidad real) sino, en primer lugar, en_uacso- ' Qepio_d_e_vjrtya]jdad ma9en virtual, espacio virtual y. por consiguiente, acontecimiento virtual) que. sin duda, ya no se puede oponer, con se- renidad filosófica, a la realidad actual, tal y como se distinguía antes entre la potencia y el acto, !a dynamis y la energía, la potencialidad de una materia y la forma aefinidora de untelos, por lo ¡amo también de un progreso, etc. Dicha virtualidad sejmprime.en la estructura misma d'él acontecimiento producido,..aféc!á tanto al. tiempo como al espacio de la imagen, del dis- curso, ce ¡a "información",.en resumidas cuen- tas dejodo lo que nos remite a la susodicha actualidad, a la implacable realidad de su su- puesto présenle. Un filósofo oue "piensa su íenv\ atento .1 ías implicaciones y a las consecuen- cias de ese tiempo virtual. A las novedades ae su escenificación técnica, pero también a las posibilidades mucho más antiguas que lo m- •• \o trae a la mente. —¿Podamo» de nuevo preponerla que vuel- va a una actualidasF-más concreta? —Quizá biensen que. desde hace un rato, es- toy derivando o desvtándome de su pregunta. No contesto a ella de un modo directo. Algu- nos oirían: está perdiendo el tiempo el suyo. 91 nuestro O bien, está ganando tiernPo. retra- sa el momento de contestar. No es del todo fal- so. Lo que menos se ouede aceptar, un la tele- visión, la radio o los oeriódicos, hoyen día, es que. ahí, unos intelectuales se tomen su tiem- po o qua cierdan el tiempo de los demás. Esto es. quizas, lo que nabrla que cambiar en la ac- ;uaiiüaa: ritmo. Se da por supuesto que los

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'¿Pero qué quiere decir hablar del presente?"

H£L OJO l-CQCH-g*. di c/uvireo

JACQUES DERRIDA*

RECONSTRUIR LA ACTUALIDAD

—A menudo da la Impresión -y sa trata dejna impresión que, según hemos compro-bado, es compartida tanto en Bogotá y enSantiago de Chile, en Praga y en Sofía, carrasn Berlín o en París- de que su pensamien-to incide en la actualidad. ¿Comparte ustedasta sensación? ¿Es usted, si no ya un filó-sofo del presente, si al menos un filósofoque piensa su tiempo?

—¿Quién puede estar seguro de hacerlo? Ade-más, 'incidir en iaactualidad' y 'pensar su tiem-po" no es lo mismo. En ambos casos! habríaque hacer algo, algo más. o algo distinto, que -comorobar o describir: forma/ parte, tomar par-üdo, y pertenecer. A partir de ahí, se 'incide' y,por consiguiente, se transforma, por poco quesea: se "interviene', como suele decirse, en untiempo que ni está ante uno ni esta dado deantemano. Nwga_hjyjwmasprresjabíecjdas.paraestar seguros de qTje sejñcídíeñ la ac-,íualidad'o, por utilizar su expresión, de que se'piensa su tiempo". En eí caso"dé"afgüñoT"fó""•jno va a menudo sin lo otro. Pero me conside-ra incapaz de improvisar una respuesta para

12 e! ojo mocho

semejantes cuestiones. Es preciso que conte-mos con el tiempo de la entrevista -y lo tene-mos contado. Hoy en día. más que nunca pensarsu tiempo (sobre todo cuando, al hacerlo, secorre el nesgo o la suerte de la palabra públi-ca) consiste en tomar nota, a fin de obrar enconsecuencia, del hecho de que el tiempo deesa misma habla se produce en forma artifi-cial. Es un artefacto. En su acontecimiento mis-mo, el tiempo de ese gesto público está calcu-lado, constreñido, "lormateado", "inicializado"por un dispositivo mediático (utilicemos esaspalabras para ir deprisa). Esto merecerla unanálisis prácticamente infinito. ¿Quién podríapensar su tiempo hoy en día y quién, sobre todo,podría hablar de él -díganmelo-, si antes noprestase atención a un espacio público y, porconsiguiente, a un présenle político que a cad?instante es transformado, en su estructura y ensu contenido, por la teletecnología de lo quetan confusamente se denomina la informacióno la comunicación?

Su pregunta no nombraba sólo el "presen-íe' sino lo que se denomina la "actualidad*.Permitannv? marcar <íe forma esquemática dos

de los rasgos más actuales de la actualidad.Resultan demasiaoo abstractos para delimitarlo más propio de mi experiencia o de cualquierotra experiencia filosófica de la susodicha 'ac-tualidad', pero designan lo que constituye laactualidad en general. Podríamos arriesga/nosa ponerles dos apodos compuestos: la__arte-factualidady.la.actuyirtualidad._E|primer7as-'~go es que la actualidad, precisamente, es he-cha: para saber con qué es hecha hay, no obs-tante, que saber también que es hecha. No esdada sino activamente producida, cribada, uti-lizada y performativamente interpretada por nu-

¡ merosos dispositivos facticios o artificiales, jerar-i quizantes y selectivos, siempre al servicio dei fuerzas y de intereses que los "sujetos" y los; agentes (proouctoies y consumidores de ac-\d -a veces son también filósofos y siem-; pre intérpretes) no perciben nunca bastante.. Por singular, irreductible, testaruda, dolorosa o

trágica que sea la "realidao" a la que se refiere- ¡a "actualidad", esta nos llega a través de vías

da ficción. Sólo se la puede analizar a base deun trabajo de resistencia, de conlrainterpretnciónvigilante, etc. Hegei tuvo razón en recordarle

al filósofo de su tiempo la lectura cotidiana delas gacetas. Hoy en día, la misma responsabi-lidad exige también que aprenda cómo se ha-cen y quién hace las gacetas, los diarios, lossemanarios, las noticias de la televisión. Serlapreciso que pidiese ver el otro lado, tanto ellado de las agencias de información como ellado del que maneja el teleprinter. No olvide-mos nunca todo el alcance de este indicio:cuando un periodista o un político parece diri-girse a nosotros, encasa, mirándonos directa-mente a la cara, él (o ella) está leyendo en lapantalla, al dictado de un 'apuntador', un tex-to elaborado en otro lugar, en otro momento, aveces por otros, incluso por toda una red deredactores anónimos.

—Tendría que ter un deber cultivar la criti-ca íistematica de lo que denomina la arte-factualldad. Usted dice; 'serla preciso...'

—SI. Se trata de una cultura critica, de una es- :pede de educación, pero jamás diría 'serla pre- .ciso", jamás hablarla de ese deber del ciuda-dano como del filósofo sin añadir a ello dos o.;tres precauciones de principio. }

La primera concierne a la cosa nacional(por responder en parte a aquello a lo que apüí."taba su pregunta, como si, de vuelta del ex-tranjero, hubiera alguna razón para arrancar lade un diario de viaje: "esto es lo que se dicede usted en el extranjero, ¿qué pensar de estanoticia?" Me hubiera gustado comentar esegesto. Pero dejémoslo). Entre los filtrados que'informan* la actualidad, y pese a una iritér-

' nalización acelerada pero tantolnás equivo-ca, está ese indesarraigable pnvitegió de lo na-cional, de lo regional.'de lo provincial -¿d? lo

. ccTdental- que determina todas las demás je-'rarqúías (primero el deporte, después el "poli-tiqueo* -y no lo político-, luego lo 'cultural', pororden de demanda, de espectaculandad y delegibilidad supuestamente decrecientes). Dichoprivilegio deja en segundo plano una gran can-tidad de acontecimientos aquellos que pare-cen ajenos al interés (presuntamente público)y a la proximidad de la nación, a la lengua na-,cional. al código y al estilo nacional. En la in-formación, la 'actualidad' es espontáneamen- 'te etnocéntrica. excluye io extranjero, a veces •incluso dentro del país, antes de cualquier tipo :de pasión, doctrina o declaración nacionalis- iía. e incluso cuando dichas 'actualidades* ihablan de los 'derechos del hombre'. Algunos^pe¿odistas_hacgn meritorios esfuerzos por es-capar a esta ley pero, poTdefinTcIBn. nunca sehace bastante, y eso no depefuTé, énTí'flrna'tns*""'lancia. de los periodistas profesionales. No hayque olvidarlo, sobre lodo hoy en día en que viejosnacionalismos cobran formas inéditas explo-tando las técnicas mediáticas más "avanzadas"(la radiotelevisión oficial de la antigua Yugos-lavia no serla mas que un ejemplo sobre-cogedcf 1. Dicho sea de paso, algunos han creído¡ener_gue volver a poner en cuestión la critica

del etnocentrisrno o, simplificando mucho suimagen, la deconstrucción deljeurocenlrismo.Aquf o ana, ésto está bien visto hoy en día, comosi permaneciésemos ciegos a todo aquello queacarrea la muerte en nombre de la etnia, en elseno mismo de Europa, en una Europa que notiene hoy en día más realidad, más 'actualidad'que económica y nacional, cuya única ley, paralas alianzas y para los conflictos, sigue siendola del mercado.

Pero, como siempre, la tragedia procedede la contradicción o de la doble postulación:la aparente internacionalización de las fuen-tes de información se hace a menudo a partirde una apropiación y no de una concentraciónde los capitales de información y de difusión.Recuerden lo que ocurrió cuando la Guerra deíGolfo. El hecho de que haya representado unmomento ejemplar de toma de conciencia y,aquí y allá, de rebelión, no debe encubrir lageneralidad y la constancia de esa violenciaen todos los conflictos, en el Medio Oriente y"en cualquier lugar. A veces, una resistencia *na-~cional' a esa homogeneización aparentemen-te internacional puede, por consiguiente, im-ponerse también. Primera complicación.

Otra precaución: esa artelactualidad inter-nacional, esa monopolización del 'efecto deactualidad', esa apropiación centralizados delos poderes artefactuales para 'crear el acón-tecirniento'jmeden correr parejas con un pro-,grésoen la comunicación 'en directo' o en Sem-po"réáTéñ~pfésihte, El género teatral de la *en-trevTsta'-sucumoe. al menos ficticiamente, a esaidolatría de la presencia 'inmediata', en direc-to. Cualquier periódico prefiere siempre publi-car una entrevista, con fotos, de un autor antesque un articulo que implica la responsabilidadde la lectura, de la evaluación, de la pedago-gía. Entonces: ¿cómo no privarse de los nue-vos recursos del directo (videocámara. etc) sindejar de criticar sus mistificaciones??, en pri-mer lugar, sin detar de recordar y de demostrarque¿[_*airecto'.y_ej.'íiernpp real" nuncajson .puros:.no nos proporcionaruii intuición, '

jjnguñ ~jada de interpretación o de intervención técni-ca. Semejante demostración supone ya, por si'misma, un recurso a la filosofía.

Finalmente (lo sugerí demasiado rápidoh'ace un momento), es precisq_que J_a ne,cesa;

ri'a deconstrucción_de,esia af telac.lualidad,no_Sirva de coartada. Ésta no deberla ceder nun-ca a una sobrepuja en el simulacro, ni neutrali-zar ningún tipo de amenaza en lo que podríadenominarse el engaño del engaño, la nega-ción del acontecimiento: '"fido -se diría enton-ces-, incluso la violencia, el sufrimiento, laguerra

tuido por y con vistas a unos dispositivosmediáticos: no ocurre nada, no hay nada masque simulacro y engaño' Al llevar lo más lejosposible una deconslrucción de la artefac-tualidad, es preciso, pues, hacer cualquier cosapara evitar ese neocolonialismo critico y recor-

dar no soto que una deconslrucción consecuen-te es un pensamiento de la singularidad y. porconsiguiente, del acontecimiento, de lo que de <irreductible éste finalmente encierra, sino tam-bién que la 'información" es un proceso con-tradictorio y heterogéneo; ésta puede y debe 'transformarse, puede y debe estar al sen/icio,como a menudo ha hecho, del saber, de la ver-dad y de ia causa de la democracia por venir,lo mismo que de todas las cuestiones que és-tos rigen. Por artificial y manipuladora que puedaser, no se puede esperar que la artefactualidadse rinda o sé doblegué ante la venida de lo queyiene.'ante el acontecimiento que la sustenta yhacia ej cual se dirige. Y del que dará (estimo- •nio, aunque sea de maia gana.

—Haca un momento, prepuso otro apodo quehacía referencia no ya a la técnica ni al arti-ficio lino a la virtualidad.

—SI. Si tuviésemos tiempo, insistiría en otro rasgode la 'actualidad*, de lo que ocurre hoy endíay de lo que le ocurre hoy en día a la actuaii-

' dad. Insistiría no sólo en la síntesis artificial (ima-gen sintética, voz sintética, toáoslos suplemen-tos protésicos que pueden hacer las veces deactualidad real) sino, en primer lugar, en_uacso- 'Qepio_d_e_vjrtya]jdad (¡ma9en virtual, espaciovirtual y. por consiguiente, acontecimiento virtual)que. sin duda, ya no se puede oponer, con se-renidad filosófica, a la realidad actual, tal y comose distinguía antes entre la potencia y el acto,!a dynamis y la energía, la potencialidad de unamateria y la forma aefinidora de un telos, por lo¡amo también de un progreso, etc. Dichavirtualidad sejmprime.en la estructura mismad'él acontecimiento producido,..aféc!á tanto al.tiempo como al espacio de la imagen, del dis-curso, ce ¡a "información",.en resumidas cuen-tas dejodo lo que nos remite a la susodichaactualidad, a la implacable realidad de su su-puesto présenle. Un filósofo oue "piensa su íenv\" debe, hoy en día. entre otras cosas, estar •

atento .1 ías implicaciones y a las consecuen-cias de ese tiempo virtual. A las novedades aesu escenificación técnica, pero también a lasposibilidades mucho más antiguas que lo m- ••'

\o trae a la mente.

—¿Podamo» de nuevo preponerla que vuel-va a una actualidasF-más concreta?

—Quizá biensen que. desde hace un rato, es-toy derivando o desvtándome de su pregunta.No contesto a ella de un modo directo. Algu-nos oirían: está perdiendo el tiempo el suyo.91 nuestro O bien, está ganando tiernPo. retra-sa el momento de contestar. No es del todo fal-so. Lo que menos se ouede aceptar, un la tele-visión, la radio o los oeriódicos, hoyen día, esque. ahí, unos intelectuales se tomen su tiem-po o qua cierdan el tiempo de los demás. Esto ;es. quizas, lo que nabrla que cambiar en la ac-;uaiiüaa: eí ritmo. Se da por supuesto que los i

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profesionales de los medios de comunicaciónno pierden el tiempo, ninguno. Ni el suyo ni elnuestro. Esto, al menos, están seguros de con-seguirlo. Conocen el coste si no el valor deltiempo. Antes de denunciar a gritos el silenciode tos intelectuales, como se hace normalmente,¿por qué no preguntarse por esta nueva situa-ción mediática? ¿Y por los efectos de una dife-rencia de ritmo? Esta puede reducir al silencioa ciertos intelectuales (aquellos que necesitanun poco más de tiempo para los análisis nece-sarios y no aceptan evaluar la complejidad delas cosas de acuerdo con las condiciones queles imponen para hablar), puede hacerles ca-llar o hacer que 'sus voces .queden tapadas porel ruido de las de otros -al menos en aquelloslugares en donde rigen ciertos ritmos y ciertasformas de habla. Ese otro tiempo, el tiempo delos medios de comunicación, da lugar sobretodo a otra distribución, a otros espacios, aotrosritmos, a otros relevos, a otras formas de tomarla palabra y de intervención pública. Aquelloque es invisible, ilegible, inaudible en la pan-talla de mayor exposición puede ser activo yeficaz, de inmediato o en determinado plazo, ysólo desaparece a ojos de los que confundenla actualidad con lo que ven o creen hacer enescaparates de "gran superficie'. En cualquiercaso, esa transformación del espacio públicoobliga a trabajar, y el trabajó se hace, creo yo,y es mejor o peor percibido en los lugares endonde se tiene demasiada costumbre de es-perarlo. El silencio de aquellos que leen, es-cuchan o ven los periódicos y, asimismo, losanalizan, no es tan silencioso como parece dellado en donde, precisamente, dichos periódi-cos (a) parecen, se tornan o se vuelven sordosa todo lo que no habla de acuerdo con su ley.A partir de ahí, habría que invertir la perspecti-

f va: cierto ruido mediático acerca de unaseudoactualidad cae como el silencio, guardasilencio sobre todo aquello que habla y actúa

. Y que se oye en otro lugar y por otro lado, si sesabe aguzar el oído. Es la ley del tiempo, quees terrible para el presente: siempre deja quese espere, incluso que se cuente con lo intem-pestivo. Habla que hablar aquí de los limitesefectivos del derecho de réplica (por consiguien-te, de la democracia): son el resultado, antesde cualquier censura deliberada, de la apro-piación del tiempo y del espacio público, desu disposición técnica realizada por aquellosque ejercen el poder mediático.

Si me permito, no obstante, esa pausa oesa actitud, una manera como cualquier otra,pues son maneras, si, de pensar su tiempo, sóloes en la medida en que, en electo, trato de to-das las maneras posibles de responder: de res-ponder a sus preguntas respondiendo de unaentrevista. Para asumir esa responsabilidad, espreciso por lo menos saber a qué y a quiénestá destinada una entrevista, sobre todo cuandose trata de alguien que, por lo demás, escnoelibros, enseña o publica en otra parte, con otroritmo, en otras situaciones, calculando sus íra-

ses de otro modo. Una entrevista debe propor-cionar una instantánea, lo mismo que la foto-grafía de una película, una parada de la ima-gen: asi es como alguien, tal día, en tal lugar,con tales interlocutores, se debate como unafiera en una difícil situación. Éste, por ejemplo,cuando se le habla de la actualidad, de lo queocurre todos los días en el mundo, y si se lepide que diga en dos palabras lo que piensa,retrocede hacia su guarida, como un animal aco-sado, multiplica los ardides, nos arrastra den-tro de un laberinto de precauciones, de plazosy de relevos, nos repite en todos los tonos: 'es-peren, no es tan sencillo" (lo cual inquieta siem-pre o hace reír sarcásticamente a los imbéci-les para quienes las cosas son siempre mássencillas de lo que se creé) o bien: 'a veces secomplica para evitar, pero la simplificación esuna estrategia aún más segura para evitar algo*.Ya tienen, por lo tanto, una fotografía virtual: anteuna cuestión como la que me han planteadoustedes, mi gesto más probable es éste. No esni puramente espontáneo ni totalmente calcu-lado. Consiste en no negarme a responder auna pregunta o a alguien pero en tratar de res-petar, para eso mismo y en la mayor medidaposible, las condiciones indirectas o los des-víos invisibles.

Por ejemplo, ustedes han distinguido en-tre "filósofo del presente" y "filósofo que pien-sa su tiempo". Y. en su opinión, yo me parece-ría más a éste que a aquel. Eso puede enten-derse de varias maneras. Un filósofo puedeocuparse del presente, de lo que se presentaen el presente, de lo que ocurre actualmente,sin preguntarse, hasta el abismo, lo que signi-fica, presupone u oculta ese valor de presen-cia. ¿Será un filósofo del presente? SI- pero no.Otro puede hacer lo contrario: sumirse en unameditación acerca de la presencia o de la pre-sentación del presente sin conceder la másmínima atención a lo que ocurre en el presenteen el mundo o en torno suyo. ¿Será un filósofodel presente? No - pero si. Sin embargo, estoyseguro de que ningún filósoío-digno-ce-ese-nombre aceptaría dicha alternativa. Como cual-quiera que trata de ser filósofo, me gustaría norenunciar ni al presente ni a pensar la presen-cia del presente, ni a la experiencia de aquelloque nos los arrebata al dárnoslos. Por ejem-plo, en lo que, hace un momento, llamábamoslaartefactualidad. ¿Cómo acercarse a ese moovode la presencia y del presente? ¿Sap qué con-diciones plantearse estas cuestiones? ¿A quécomprometen dichas cuestiones? ¿Acaso lo queestá en juego no es. en el londo. la ley que re-girla, directa o indirectamente, todo' Trato dellegar hasta ella. Por definición, esa ley perma-nece inaccesible,-está más allá de todo.

Pero esa es otra manera más -dirán uste-des- de evadirse y de no hablar de lo que uste-des, por su lado, llaman el presente o la actua-lidad. Por consiguiente, la primera pregunta,aquella que les habría devuelto, como un ecosena: ¿pero que quiere decir'hablar del pre-

sente? Por supuesto, resultarla fácil mostrar que,en efecto, no me he ocupado más que de pro-blemas de actualidad, de política institucionalo de política sin más. Se multiplicarían, enton-ces, (no me pidan que lo haga yo mismo) losejemplos, las referencias, los nombres, las fe-chas, los lugares, etc. Pero no quiero ceder anteesa facilidad mediagógica ni aprovecharme deesta tribuna para dedicarme a autojustificaciónalguna. No considero tener ningún derecho paraello y haga lo que haga, al respecto, para nohuir de las responsabilidades políticas, esonunca es bastante, siempre me reprocharé nohacer nunca bastante.

Pero, asimismo, trato de no olvidar que lasaproximaciones intempestivas de lo que se de-nomina la actualidad son a menudo las que más"se ocupan" del presente. Dicho de otro modo,ocuparse, en tanto y en cuanto filósofo por ejem-plo, def presente, quizás, es no confundir cons-tantemente el presente y la actualidad. Existeuna manera anacrónica de abordar la actuali-dad a la que no se le escapa necesariamentelo que, hoy en día. es más presente. La dificul-tad, el riesgo o la suerte, lo incalculable, qui-zás, tendría la forma de una intempeslividadque viene a tiempo: ésta y no otra, aquella queviene justo a tiempo, justo porque es anacrónicay está desajustada (como la justicia que care-ce siempre de medida, ajena a la precisión justao a la norma de adaptación, heterogénea al de-recho mismo que deberla regir), más presenteque el presente de actualidad, más acorde conla singular desmedida que marca el quebran-tamiento de lo otro en el curso de la historia.Dicho quebrantamiento siempre tiene una for-ma intempestiva, profética o rresiánica. no tie-ne necesidad para ello ni de gritos ni de es-pectáculo. Puede permanecer casi inaparente.Por las razones de las que hablábamos haceun memento, no es en los diarios en-donde másse habla de ese más-que-presente del hoy endía. Lo cual no quiere decir que ocurra todoslos días en los periódicos mensuales o sema-nales.

La respuesta, una respuesta responsablea la urgencia de la actualidad, exige estas pre-cauciones. Exige el desacuerdo, lo desacor-dado o lo discordante de esa mtempestividad,el justo desajuste de esa anacronla. Es preci-so a la vez diferir, alejarse, rezagarse y preci-pitar. Hay que hacerlo bien para acercarse lomás posible a lo que pasa a lo largo y a lo an-cho de la actualidad. A la vez cada vez, y cadavez es otra vez. la primera y la última. En cual-quier caso, me gustan los gestos (tan escasos,sin auda incluso imposibles, en todo caso no-programables) que ligan dentro de si lo hiper-actual con lo anacrónico. Y preterir la alianzao la aleación de esos estilos no puede ser so-lamente una cuestión de gustos. Es la ley de larespuesta o de la responsabilidad, la ley delotro.

"El acontecimiento no se subsume bajo ningún otro concepto"

—¿Qué relación verla usted entre esaanacronla o asa intempestividad y lo quedenomina, escribiéndola con una a, latiitíérancel

—Esto nos conduce de nuevo, quizás, a un or-den más filosófico de la respuesta, aquel porel que hablamos empezado, al hablar de la te-mática del presente o de la presencia, es decirtambién del tema de la différance a la que amenudo se ha acusado de favorecer la demo-ra, la neutralización, el quedar en suspenso y.por consiguiente, de relajar demasiado la ur-gencia del presente, sobre todo su urgenciaética o política. Nunca he percibido oposiciónalguna entre la urgencia y la différance. ¿Meatreverla a decir: todo lo contrario? De nuevoserla simplificar. La différance. "al mismo tiem-po" que marca una relación (una ferencia) -unarelación con lo que es otro, con lo que difiereen el sentido de la alteridad, por lo tanto, conla alteridad, con la singularidad del (de lo) otro-, establece relación también, y por eso mismo,con lo que viene, con lo que ocurre de una for-ma a la vez inapropiable, inopinada y. por con-siguiente, urgente, inanticipable: la precipita-ción misma Por lo tanto, el pensamiento de ladifférance es asimismo un pensamiento de laurgencia, de aquello que no puedo eludir ni aoro-piarme, porque es otro. El acontecimiento, lasingularidad del acontecimiento: ésa es lacosade la différance (Por eso decía hace un mo-mento que significa otra cosa muy distinta deesa neutralización del acontecimiento con elpretexto qe que éste es arlelactuaiizado por losmedios de comunicación), incluso si lleva con-sigo también, de forma inevitable, "al mismotiempo'(ese "a la vez" ese "al mismo tiempo'cuyo mismo se desacueroa con el tiempo jntiemoo 'cutot |oint", un '¡emporjerturDaoo, dis-locado trastornado desproporcionado, comouice Hamiet) un movimiento contrario parareaorcpiar Desviar, retaiar. cararnitigar !a cruel-dad del acontecimiento y simplemente, lamue/tea la que acude. Por consiguiente, la aifferancees un pensamiento Que trata de admitir lainminencia de lo que viene o va a venir, del acon-tecimiento, por lo tanto, ce la experiencia mis-ma, en la medida en que ésta tiende tambiénde forma inevitable, "al mismo tiempo'. con vistasal 'mismo tiempo', a aprcoiarse de lo que accn-tece economía y a la vez aneconomia de lootro No habría différance sin la urgencia, lainminencia, la precipitación, !o ineluctable, ¡aimprevisible venida de! fdc lo) otro hacia el cualse dirigen la referencia v ia deferencia

—Con relación a esto, ¿qué sentido tiene,oara usted, hablar de acontecimiento?

—Es otro nombre para aquello que, en 10 queacontece, naaie ioqrn ni reducir ni negar {o solo"i pretieren negar! Esotro nombre para la e x -;>iri nci,~i misma quy "¡emnr» .->s •jxneri«nc:,idn! (de ¡oí otro El acontecimiento no se de|a

subsumir Daio ningún otro concepto, nt siquie-ra el de ser. El "hay" o el "que haya algo antesque nada1 responde, quizás, más a la expe-riencia ael acontecimiento que a un pensamientodel ser. La venida del acontecimiento es lo queno se puede ni se debe impedir jamás, otro nom-bre del porvenir mismo. No porque sea bueno,bueno en si mismo, que todo o cualquier cosaocurra: no porque haya que renunciar a impe-dir que ciertas cosas advengan (no habría, en-tonces, decisión alguna, ni responsabilidad al-guna, ni ética, ni política u otra) pero uno no seopone nunca más que a acontecimientos queponen fin a la posibilidad del acontecimiento,a la apertura afirmativa para la venida del (delo) otro. En este punto es donde todo pensa-miento del acontecimiento abre siempre un ae-terminado espacio mesiánico. por abstracto,formal y desértico, por peco "religioso" que hayade ser y. en este punto :ambién. dicha perte-nencia mesianica no se separa de la justicia,que también distingo aquí del derecho (tal comopropongo hacerlo en Fuerza de ley y en Es-pectros de Marx [1] cuya primera afirmaciónes en el fondo) Si el acontecimiento es lo queviene, adviene, sobreviene, no basta con deciraue dicho venir no "es", oue no viene a ser nin-guna categoría del ser. El nombre (la venida) oel veroo nominalizado íel venir) no agotan tam-poco el "ven" del que provienen. En otros tex-tos he tratado a menudo de analizar esa espe-cie de apostrofe performativa. esa llamada queno se somete al ser oe nada de io que es. Diri-gida al otro, aún no oice simplemente, ni eldeseo, ni la orden, ni et ruego, ni la oeticiónque, ciertamente, anuncia y que luego puedehacer posioíes. hay aue pensar el aconteci-miento a partir del'ven y no al revés "Ven "seatoe al otro, a otros que todavía no están deter-minados como personas como sujetos ccrr.oiguales (al menos en ei senado cíe la iguálelacaiculaDle) Sólo a concicicn de ese 'ven' nayexperiencia qel venir ael acontecimiento ae¡o que acontece v. por consiguiente ae 10 aue.oorque acontece desee ei (lo) otro, no esanticipaole. Ni siquiera nay un nonzonte deespera oara ese mesianismo ce antes aeimesianismo Si hubiera norizonte de espera,anticipación, programación, no habría ni acóntecimienD ni historia! nootesis que paraaoi.-camente. y oor esas mismas razones, no oue-de excluirse de modo totalmente racional re-sulta casi imposible censar la ausencia de unhorizonte de espera i -•'ara que naya, puesacontecimiento e nistona es preciso que se abraun 'ven1 y que se remia a alguien, a otro ai-auu?n que no puedo ni :ebo determinar de an-temano ni como sujeto .-o, conciencia, ni si-quiera como animal, aics o persona hombre omuier, vivo o no-vivo i$e tiene que ooder lla-mar a un espectro, noeiar a el. por e¡emplo, ycreo que éste no es un e,emolo entre otros mu-chos, quizas nay aloe '¡e un <rejaoareciuo ',

de '¡n 'vuelve" ;?n el origen non ei t'nn! üe toacven') Aquel, aauíell.i quienquiera que sea a

PUNTOTrabajos de la

memoriaLiteratura, cine,

músicaEl presente y la

historia.Escriben: Vezzetti •Altamirano • Beceyro •Sarto • Monjeau •Samoilovich • Sabato •Mongin • Ilustra: Kuirca

49Revivía Je Cultura

7$

quien se ¡e dice "ven", noaeceperm;;,; ^<j~ ;><•,te determine de antemano En sempiar.te • ;••:pitaiíaad aosoíuta es ei ex;raniero ei rer^rr

llegado. Es Dreciso aue yo no le Pia2 a- reaerllegado absoluto que empiece exco^eri.jo,..identidad, diciéndose auten e¿ en au¿ ce*-'-.

clones vov a orreceries ncscitaitjac ;-> .'- =-integrarse o no si vov a poaer 3 re- * as^. 3' -lo dentro ae ¡a lamrüa ia nación o e> Ls;^..,Si se trata ae un recién ilecaao aL;-c::«;' r.vdebo proponerle ninaun cr;nrra;~ ni srr.Done' rninguna conaicion í^o deu ;. aaenia. i L •definición no pueao Per eso 10 que aau: s~parece a una moral ae ;a "usoiTíiliaüJ va ¡;-:chomas auaneuna mo-'ai ; sorr-:occ rJ-_ .raeréelo y ae una poníica. ~~¿.zá nt .-.iQ'j^'a -1nacirruerúo misfr.c. ¿L3 ¿e c,-:fe,>~ a '? J ,-" ",:to ae üescror. resuiia asecuaao. ae nfi"c ;\Tt.-esta reciente üe^aca a;; ,c- -i-i. t" i¿s f;.:r.westa preparado cünao;orv. :c r~ • : : '~>~~ ',<-

antemano, ¡rciuiao aent' j üe u'1 -sc^".', :-••boncc aue mitiqa ia rectenie .ituací- '-vs-- .esas anticíoacicnes v cieñe.n¡naciíine:.. G._>-aa que la aleatonaao re cuaje ser rbcjc1;:^ia criatura aue llega sigue stenoo imprevisiónhabla de si misma como er ei onaen GP ot;mundo o en otro origen ae este munao ae aa,t;

Hace tiempo que peleo con este ccn-j^u-!o imposible, la reciente ¡legada mesiamcd. Tra:>">de precisar su proicccio ai menos en un te>;;de próxima aparición sobre la muerta í **no'>*:-

[2]) y en ei libnto sotreMarx aue acaoc c? !fminar. Lo mas d¡fic¡! es 'usü^car. ai rnenr.s ,:-.esta torma provisional, peüagogir.a dic.no áir<-

buto "mesianicc' se írata cié una excer^ficiaa priori mesiamca. pero a cnon expuesta. a-"r-tro de su misma espera, a aquello que sdo seradeterminado a postenon por ei acontecimien-to Cual desierto en el desierto (uno naciéndo-lo quinos al otro), cual aesierto ae un mesíániccsin mestanismo, por ¡o tanto, sin docinna y sin

14 el ojo mocho e! ojo mocho 15

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Entrevista "...de reelaborar, en una nueva situación? el discurso de la izquierda...'

dogma religioso, esa espera árida y privada dehorizonte no retiene de los grandes mesianismosdel Libro más que la relación con el recién lle-gado que puede llegar -o no llegar jamás- perodel cual, por definición, no debo saber nadade antemano. Salvo que de lo que se trata esde la justicia, en el sentido más enigmático de

dicha palabra. Y. por eso mismo, de la revolu-ción, en virtud de aquello que liga el aconteci-miento y la justicia con ese desgarramientoabsoluto dentro de la concatenación previsi-ble del tiempo histórico. Desgarramiento de laescatologla en la teleología que aquí hay quedisociar, lo cual siempre resulta difícil. Se pue-

de renunciar a una determinada imaginería oa todo tipo de retórica revolucionaria, inclusoa cierta política de la revolución, por asi decir-lo, quizás a toda política de la revolución, perono se puede renunciar a la revolución sin re-nunciar al acontecimiento y a la justicia.

El acontecimiento no se reduce al hecho

DERRIBA, EL PENSAMIENTO DEL TRAZO

No podemos negar que hay una familiaridad argentina con las ar-tes deconstructivistas que expone Jacques Oerrida. Decimos argenti-na como algo que es una'tóponimia desvaida. Pero esa familiaridad:ella está disponible en los escritos de Macedonio Fernández. La insu-perable y absurda semejanza no puede pasarse por alto por poco quenos animase el escueto propósito de no considerar desértica aquellaaludida toponimia. Desde luego, en lo que a la filosofía se refiere. En-tonces, Fernández y Derrida. Pueden releerse los nombres atados porla conjunción. Juntos suenan ridículos, y no porque no podamos evo-car ahora algunos ensayos que surgieron precisamente al haberse notadolas similitudes entre estos dos filósofos.

Pero dejémonos de jugadillas. Mejor sería decir que no hay dosfilósofos que 'piensan igual' sino la persistencia de un 'mismo' pen-samiento que reaparece. En ese reaparecimiento es que reconoce-mos que hay pensamientos, en su repetirse, y también en su repetirsea través de intervalos que nunca son los mismos, con lo cual la repeti-ción ya consta de una serie de diferencias. ¿Lo decimos de un modo'muy" de Derrida? Puede ser, pero lo que importa es si "dos" perso-nas, al pensar con semejantes recursos de estilo, dicen menos sobresus parecidos que sobre la existencia permanente de ciertos camposque forman abismos. Es decir, que arrastran una reiteración que seincorpora a algo que ya había ocurrido antes en ese mismo sentido.

Derrida ha dicho que se reúnen dentro de él Freud y Heideggercomo una pareja sólo visible en su espíritu. ¿Dónde están ligados unoal otro sin leerse mutuamente y sin ser semejantes? En el lugar dondepueden decir lo mismo y mirar hacia el mismo lado, es decir, en unaconciencia crítica que los convoca como predecesores, luego de ha-ber descubierto que podía fusionarlos en la pulsación de una mismacuerda imaginaria. Es la posibilidad imaginaria que otorga la deconstruc-ción: el lenguaje dice el mundo, pero lo dice a través de un conjuntode signos que no pueden mantenerse si otro conjunto a su vez no loshace motivo de una pregunta. No puede haber texto que no origine lanecesidad de sustentarse en otro texto que a la vez sea la respuestaincompleta al primero y la pregunta que queda abierta para que otrotexto surja. Esos surgimientos se establecen sobre un abismo. El sen-timiento de lo incompleto ocurre precisamente porque un texto es dife-rente a otro y en esa diferencia se introduce una calda, una perdida,un derrame, hasta que del interior de ese flujo sale otro plano que "de-tiene" momentáneamente todo.

Por eso. todo texto lo que en realidad impide es que la verdadquede vinculada a una presencia plena de la "conciencia hablada". Eltrabajo del operario deconsiructivista se expresa así como un recnazode la mítica condena socrática a la escritura. Este rechazo suponerechazar la "autenticidad de la presencia' y tos modelos orales dellenguaje, para fundar en la escritura todos los juegos de interpreta-ción de signos, 'sin verdad ni origen". No queremos mal-resumir a Derrida.El resumen serla un incauto proceder en el corazón mismo de ladeconstrucción, que vendría a ser lo contrario. No se resume, sinoque se recomponen formas y significados "Esta recomposición ince-sante significa que en un momento dado, pleno de tensiones, lodotexto provoca la interrogación que nunca lo deja en presente, como siapenas fuera una mera voz emitida. Todo texto obliga a mantener ladiferencia, el intervalo y aplazamiento con otro texto La interpretaciónno puede entonces dejar de interpretar lo 'último' que hn hecho, puesla significación no necesariamente significa presencia.

No de otra forma (mejor, de otra forma, pero de otra forma que tiene"identidad en la diferencia') procedía Fernández: Macedonio Fernán-dez. El estado incesante de prolongaciones, la referencia de todo escri-to a una anterioridad que lo niega con sus mismos signos invertidos (lacolaboración que no colabora) o el sentido sin salida que se componeal escribirse los actos que tienden a la auto-abolición (la oratoria delhombre confuso), hacen de la empresa de Macedonio F. un trabajo so-bre el texto que serla un abuso y un humorístico recordatorio llamar"deconstructivista". En el espíritu de alguien -no quizás el nuestro-, Fer-nández, el metaffsico de Buenos Aires, y Derrida, el argelino, castigadorde la 'metafísica de la presencia', pueden unirse.

Es cierto que Macedonio Fernández puede ser ilegible. Pero debecargarse esto a la cuenta del intento de que los textos sean una formadel tiempo. Absurdo intento, pues si no hay tiempo fuera del texto, nopodría haber ni uno ni otro, de ahí el fracaso de las piezas destinadas arefutar el tiempo, fracaso que ellas mismas se provocan para resultarescritos de humor. Oerrida no es un humorista ni tiene interés en descu-brir el humorismo. Hablamos faltado tanto que si falta uno más no cabe.Conocido chiste de Macedonio. en el cual se juega su teoría del humory del lenguaje como interiorización de un vacio. Un vacío, me refiero,interior a la lengua.

Ahora bien, no tomen muy en serio esto que ahora digo. Pero sialgo podemos escribir en la exploración forzada de estas dos filosofíasde la escritura -la de Macedonio y la de Derrida- serla para dejarle alprimero la ventaja dislocadora del humor y al segundo el reconocimien-to de cierta forma real donde cesa lo deconstructible. ¿Dónde? En lapolítica, estrictamente en cuestiones de justicia o en lo que se refiere ala 'promesa emancipatoria'. Allí debemos detener la deconstrucciónLo primero lo dice Derrida en la entrevista que publicamos. Lo segundoen Spectres de Marx. Más que detener la deconstrucción, se trata de unpunto que nos propone, en su carácter de acontecimiento y de prome-sa, la condición para que la deconstrucción se haga. Donde hay poderhay resistencia, exclamó Foucault. dando la paradoja central de su sis-tema. Donde hay resistencia hay alleridad, hace lo propio Derrida.

Macedonio se ponía serio y aburrido cuando hablaba de política(no cuando conspiraba en 0 Molino de 8 a 12 horas). Derndaseponejuguetón -no por eso menos grave- cuando habla de política, pues lohace para tornar la actualidad en 'contradictoria y heterogénea" Sehabla de cómo hablar de política mientras se habla de política, en unintento de problar si la deconstrucción puede "heredar" no sólo a losespectros de Marx sino al espectro de Sartre, cuyo compromiso ha sidodeconstruido para que la déconstrucción actúe como nuevo compro-

miso.

Derrida irrita, sanemos. Se irrita al pensar, y esa irritación es o pue-de ser, para nosotros, una formulación del nuevo internacionalismo. Losproblemas comunes de un mundo crecientemente inhabitable por ladiscriminación, la injusticia y la opresión se reconocen irritables cuan-do también ocasionan pensamientos que irritan. Sin vicarías ni epigonismos.entregamos esta entrevista de Jacques Derrida publicada en francéspor la revista Passjges Agradecemos a nuestros amigos deesaoubli-cación la gentileza de habernos entregado esta versión castellana, queera de mutuo interés dar 3 conocer entre nosotros, pues todos sabemosriue hoy "no toda es vigilia la de los ojos abiertos'

H. G.

de que algo llegue, ocurra. Puede llover estanoche, puede no llover: esto no será un acon-tecimiento absoluto porque sé lo que es la llu-via, al menos en la medida en que lo sé, y ade-más no es una singularidad absolutamente otraLo que aquí llega no es un recién llegado.

El recién llegado ha de ser algo/alguienabsolutamente otro, algo/alguien otro que yoespero no estar esperando, que no estoy es-perando, cuya espera está hecha de no-espe-ra, una espera carente de lo que en filosofía sedenomina el horizonte de espera, cuando cier-to saber todavía anticipa y mitiga de antema-no. Si estoy seguro de que habrá acontecimiento,no será un acontecimiento. Será alguien conquien tengo una cita, quizá Cristo, quizás unamigo, pero si sé que llega, y si estoy segurode que llegará, en esta medida al menos noserá un recién llegado. Pero, por supuesto, lallegada de alguien que espero puede también,por otra parte, sorprenderme cada vez comouna suerte inaudita, siempre nueva y, por lo tanto,ocurrir me una y ot/a vez. De forma discreta, se-creta Y siempre cabe la posibilidad de que elque ha de llegar no llegue, lo mismo que Elias.AIK, en el hueco siempre abierto de esa posibi-lidad, a saber la no-venida, la desavenenciaabsoluta, es donde establezco relación con elacontecimiento: es también to que siempre pue-de no tener lugar.

—¿Es decir que para que haya acontecimien-to es preciso que haya sorpresa?

—SI. eso mismo.

—Por toma; un ejemplo reciente, ¿le ha sor-prendido que haya habido esa mezcolanzaque de pronto se ha descubierto entre laextrema derecha y un pensamiento da Iz-quierda?

—¡Vuelta brutal a una "cuestión de actualidad'1Tienen razón, teniendo en cuenta lo que aca-bamos de decir, es preciso no eludirla. La'mezcolanza''de la que hablan es complica-da, pero quizá menos improbable de lo queparece a primera vista. Habría que avanzar concautela, es difícil hacerlo improvisando, y te-ner en cuenta un gran número de rasgos o dedatos (¿qué extrema derecha qué "pensamientode izquierda', etc. qué "mezcolanza', quién,dónde y cuándo, dentro de qué límites? ele).Antes de considerar algunos gestos singula-res y atlpicos, siempre los más interesantes ymás innovadores, aquí como en todas partes,podemos recordar ciertas cadenas de inte-ligibilidad general, ciertos programas o ciertaslógicas que no sorprenden: no es la primeravez que posiciones de extrema derecha pue-den, en ciertos temas, aliarse con posicionesde extrema izquierda. A partir de motivacioneso de análisis distintos, cierta oposición a Euro-pa puede alentar estrategias con aire nacio-nalista tanto en la izquierda como en la dere-

cha. A partir de inquietudes que pueden juz-garse legitimas a propósito de lo económico o,simplemente, de la política económica, inclu-so monetaria, incluso a propósito de la políticasin más dentro de la cual se hayan comprome-tidos los Estados que dominan Europa, ciertasizquierdas pueden de repente encontrarse enunas posiciones de alianza objetiva con unnacionalismo o con un anti-europeísmo de ex-trema derecha. En este momento, Le Pen in-siste en su oposición al 'libre-intercambio' oal "libertarismo económico'. Esta retórica opor-tunista puede convertirle en el 'aliado objeti-vo', como se decía antes, de aquellos que, enla izquierda, por otras motivaciones, critican unaortodoxia capitalista y monetarista en la que seestá hundiendo Europa. Sólo la vigilancia y laclaridad de los actos, lo mismo que las de losdiscursos, pueden diso:ver semejantes amal-gamas, resolverlas en el análisis. El riesgo esconstante, más grave que nunca y a veces 'ob-jetivamente' irreducible: en el momento de votar,por ejemplo. Incluso aunque se agudicen lasdistinciones y las discrepancias, tal y comoresulta preciso tratar de hacerlo siempre, en tosanálisis, en los considerandos, en todo aque-llo que se emparenta con una 'explicación devoto', en los lugares de publicación, de mani-festación y de acción, analmente, con ocasiónde una coyuntura electoral dada (¿y dada porquién, cómo, exactamente?), los votos anli-eu-ropeos de izquierda y de derecha se sumanentre si. Los votos pro-europeos de derecha yde izquierda, por lo demás, también. Del mis-mo modo, ha habido, COTO saben, revisionismosde izquierda (preciso, como hay que hacer siem-pre: los revisionismos negacionistas respectoa la Shoah) que han derivado al antisemitismo(a menos que se hayan inspirado en él). Algu-nos de ellos se nutren ae modo más o menosconfuso, de un anti-israeüsmo de principio o.de forma aún más estricta, de un rechazo a lapolítica de hecho del Estado de Israel duranteuna larguísima secuencia, incluso a lo largo detoda la historia de Israel ¿Resisten dichas con-fusiones a un análisis honrado y valiente? Hayque poder oponerse a tal política de tal gobier-no de Estado de Israel, sin una hostilidad deprincipio a la existencia de dicho Estado (¡in-cluso al contrario!, diría yo), tanto sin anti-semitismo como sin antisionismo. Llegaré to-davía más lejos con otra hipótesis: llegar in-cluso a preguntarse con inquietud por la fun-dación histórica de ese mismo Estado, por suscondiciones y por lo que resultó de ella, pue-de, incluso por parte de ciertos judíos, por adic-tos que sean a la idea sionista, no implicar nin-guna traición al judaismo La lógica de la opo-sición al Estado de Israel o a su política de he-cho no implica necesariamente antisemitismoalguno, ni siquiera antisionismo alguno, ni so-bre todo revisionismo alguno, en el sentido queprecisé hace un momento Se oodrían cit-ir ejem-plos muy importantes (por ejemplo Buber, porhablar en pasado). Ateniéndonos a los princi-

16 el ojo mocho

pios y a las generali dades, ¿no creen que. ho;en día. el deber ordena denunciar la confusióty guardarse de ella por ambos lados? Por un;parte, está la confusión nacionalista de aquelíos que resbalan de la izquierda a la derechiconfundiendo cualquier proyecto europeo corhechos de la política actual de la comunidaceuropea hoy en día o la confusión antijudía deaquellos que no reconocen la Irontera entre i£critica del Estado israelí y el antüsraelismodespués el antisionismo, después el antisemitismo, después el revisionismo, etc. Aquf tene-mos, por lo menos, cinco posibilidades quedeben quedar absolutamente diferenciadas. Es-tas derivas metonlmicas son política, intelectual, filosóficamente, tanto más graves cuantoque acechan, pues, por ambos lados, por asdecirlo, tanto a aquellos que ceden a ellas prác-ticamente como a aquellos que. por otra partelas denuncian adaptando de forma simétrícssu lógica: como si no se pudiera hacer esto sirhacer aquello, por ejemplo, oponerse a la polí-tica actual de Europa sin ser antieuropeo de

principio, o como si uno no pudiera preguntar-se por el Estado de Israel, por su política pasa-da o presente, incluso por las condiciones desu fundación y de lo que ha podido resultar deella durante medio siglo sin ser. por ello,antisemita, ni siquiera antisionista ni tampoccrevisionista negacionista, etc. Esta simetría delos adversarios alfa la confusión oscurantistacon el terrorismo. Hace falta empeño y entere-za para resistir a estas estrategias ocultas(ocultadoras, ocultistas) de la amalgama. Parahacer trente a esa doble maniobra de laintimidación, la única respuesta responsable esno renunciar jamás a las distinciones ni al aná-lisis. Añadiré: ni a sus Luces, es decir tampo-co a la manifestación pública de ese discerni-miento (y no resulta tan fácil corno parece). Dicharesistencia es tanto más urgente cuanto queestamos en una fase en la cual la nueva pues-ta en marcha critica de la histeria de este sigloestá destinada a una peligrosa agitación. Ha-brá que volver a leer, reinterpretar, desenterrararchivos, desclaza; las perspectivas, etc. ¿Adon-de ¡remos si la crítica política y la reinterpretaciónhistórica son automáticamente asociadas alrevisionismo negacionista si cualquier preguntasobre el pasado o. de forma más general, so-bre la constitución de la verdad en la historiaes acusada de prepararle la cama al revisionismo(cito en Espectros de Marx un ejemplo particu-larmente chocante de esa estupidez represivaen un gran periódico americano)? ¡ Menuda vic-toria para todos los dogmatismos si un procu-rador se levantase a cada momento para acu-sar de complicidad con el adversario a quien-quiera que trate de plantear nuevas cuestio-nes, de perturbar las buenas conciencias o losestereotipos, de complicar o de reelaborar. enuna nueva situación, el discurso de la izquier-da o el análisis del racismo o del antisemitismo!Por supuesto, para dar pie lo menos posible aestos procesos, es preciso redoblar la pruden-

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Entrevista "Lo indeconstructíble. s¡ lo hay, sería la justicia..."

cia en el discurso, en el análisis y en cualquierintervención pública. Cierto es que jamás sepromete, aún menos se da. ninguna seguridadabsoluta. Ejemplos recientes podrían servirnostodavfa de lección, si fuese necesario.

Vuelvo a la literalidad de su pregunta: '¿Leha sorprendido, se preguntaban, semejantemezcolanza?' No he propuesto más que unarespuesta general y de principio: éstos son losesquemas de inteligibilidad, éstos los progra-mas que hacen que dicha mezcolanza sorpren-da menos de lo que podría parecer a primeravista, pero he ahí por qué, sin embargo, no hayque mezcla/lo todo. En lo que concierne a loscasos singulares, los más interesantes, nece-sitaríamos más tiempo y otra situación para ana-lizarlos. Este es el lugar de las 'sorpresas* yde tos contratiempos. Entre las lógicas más ge-nerales (la mayor prevísibilidad) y las singula-ridades más impredecibles, está el esquemaintermedio del ritmo. Por ejemplo, desde los añoscincuenta, lo que desacreditaba a los tota-litarismos del este de Europa y los condenabaa desmoronarse era conocido: era el pan coti-diano de la gente de mi generación (con el-viejodiscurso, hoy remendado, del upo "Fukuyama"sobre el presunto 'fin de la historia', 'fin delhombre", ele). Lo que permanecía imprevisi-ble era el ritmo, la velocidad, la fecha: por ejem-plo, la de la calda del muro de Berlín. En 1986-1987, nadie en el mundo podía tener idea deesto, ni siquiera una idea aproximada. No por-que ese ritmo sea ininteligible. Puede ser ana-lizado después teniendo en cuenta nuevascausalidades que escapaban a los expertos deantes (en primer lugar debido al efecto geo-polltico de la telecomunicación en general: todala secuencia dentro de la cual se inscribe unaseñal semejante, por ejemplo, a la caída delmuro de Berlín resultarla imposible e ininteligi-ble sin una determinada densidad de la red detelecomunicaciones, etc.).

—Para prologar de otro modo lo qua dice,hoy en día no hay más inmigración de la quehabla haca medio siglo. Sin embargo, hoyen dfa la Inmigración sorprende. Da la im-presión de que ha sorprendido al cuerposocial y a la clase política, y qua, al recha-zar a los Inmigrados clandestinos, los dis-cursos da derechas y da Izquierdas hanpegado, Inesperadamente, un patinazo ha-cia la xanofobia.

—Al respecto y, al menos en el discurso de lasdos mayorías asf llamadas republicanas, haysobre todo diferencias de acento. La linea po-lítica declarada es La misma en rasgos gene-rales. El axioma común, el consenso, como sueiedecirse, es siempre: nada de inmigración clan-destina, nada de hospitalidad desmedida, im-productiva, excesivamente perturbadora. Lapuesta en marcha de dicho consenso resulta-rla más difícil hoy en dfa, la atmósfera ha cam-biado, y se trata de una diferencia que no hay

18 el ojo mocho

que pasar por alto. Pero los principios siguensiendo los mismos: hay que proteger a la co-munidad nacional contra aquello que podríaafectar en exceso su cuerpo propio, es decirla conciencia que se cree deberla tener de sucuerpo propio (axioma a partir del cual, dichosea de paso, habría que prohibir todo tipo deinjertos biológicos o culturales, y eso llevarlamuy lejos -a menos que no lleve a ninguna parte,a la muerte sin más). Cuando Francois Mitterrandhabló de umbral de tolerancia (algunos de no-sotros reaccionamos públicamente ante esa fór-mula que se le escapó y que, luego, tuvo elinsigne mérito, el coraje o la habilidad de co-rregir), ese lapsus tan torpe decía la verdad deun discurso común a los partidarios republica-nos de izquierdas y de derechas, incluso deextrema derecha: no tiene que haber recién lle-gados en el sentido en el que hablábamos haceun rato, hay que controlar la llegada, filtrar lainmigración.

No crean que quiero ocultarlo, el discursoque mantuve hace un rato acerca del reciénllegado es politicamente inaceptable, al menossi la política se regula, como hace siempre, encuanto tal, en base a la idea de la identidad deun cuerpo propio que se denomina el Estado-nación. No existe hoy en día en el mundo nin-gún Estado-nación que. como tal, acepte de-clarar: "Abrimos las puertas a cualquiera, noponemos límite a la inmigración". Que yo sepa,y no sé si ustedes me podrían citar un contra-ejemplo, todo Estado-nación se constituye apartir del control de las fronteras, a partir delrechazo de la inmigración clandestina y de unaestricta regulación del derecho a la inmigra-ción y del derecho de asilo. Este concepto defrontera constituye, precisamente como su propiafrontera, el concepto de Estado-nación.

A partir de ahí, se puede tratar dicho con-cepto de diferentes formas, pero esas diferen-cias políticas, por importantes que sean, resul-tan secundarias respecto al principio políticogeneral, a saber: que lo político es nacional.Autoriza a filtrar los pasos y a rechazar la inmi-gración clandestina, aún cuando se reconoceque de hecho resulta imposible e incluso, endeterminadas condiciones económicas (hipo-cresía suplementaria), poco deseable.

De lo que dije hace un rato acerca del re-cién llegado absoluto, no se puede extraer unapolítica en el sentido tradicional de la palabra"política', una política que un Estado-naciónpueda poner en marcha. Pero, sin ocultarme ami mismo que lo que dije hace un momento acer-ca del acontecimiento y del recién llegado es,desde el punto de vista de dicho concepto dela política, una proposición apolítica e inacep-table, mantengo, al menos, que una política queno conserve ninguna referencia con ese prin-cipio de hospitalidad incondicional es una po-lítica que pierde su referencia con la justicia.Quizá conserve su derecho (que dislingo tam-bién aquí de la justicia), el derecho de su dere-cho, pero pierde la justicia. Y el derecho a ha-

blar de ella de forma creíble. Habría además,pero aquí no podemos emprender esa tarea,que tratar de distinguir entre una política de lainmigración y el respeto del derecho de asilo.En principio, el derecho de asilo (tal como está,durante algún tiempo todavía, reconocido enFrancia por razones políticas) es paradójica-mente menos político, puesto que no ha deregularse en principio en función de los intere-ses del cuerpo propio del Estado-nación quelo garantiza. Pero, aparte de que es difícil dis-tinguir entre los conceptos de inmigración y deasilo, resulta casi imposible delimitar la natu-raleza propiamente política de los motivos deun exilio, aquellos que justifican en principio,en nuestra Constitución, una petición de asilo.Después de todo, el paro en un país extranjeroes un disfuncionamiento de la democracia yuna especie de persecución política. Además,también es parte del mercado, los países ricossiempre tienen una parte de responsabilidad(aunque sólo sea debido a los intereses de ladeuda externa y de todo lo que simboliza) enlas situaciones político-económicas que impul-san al exilio o a la emigración. Tocamos aquílos limites de lo político y de lo jurídico: siem-pre se podrá demostrar que, en cuanto tal, underecho de asilo puede ser nulo o infinito. Porconsiguiente, dicho concepto carece siemprede rigor, incluso aunque no nos preocupe másque en los momentos de agitación mundial.Habría que reelaborarlo de arriba abajo si qui-siéramos comprender o cambiar algo en eldebate en curso (por ejemplo, entre el constitu-cionalismo por una parte y, por la otra, elneopopulismo de aquellos que. como el Sr.Pasqua, querrían cambiar de pronto la Consti-tución para adaptar el articulo sobre el dere-cho de asilo a las presuntas voluntades de unnuevo o muy antiguo "pueblo francés" que, derepente, ya no serla aquél que ha votado supropia Constitución). Pero deberla tratar de volvera la perspicacia de su pregunta. Parece, de-cían, que el "cuerpo social y la clase política"de hoy en día están "sorprendidos". ¿Por la in-migración o por la xenofobia?

—Por la xenofobia.

—Aquello a lo que se adapta la clase polí-tica, la que ha estado en el poder desde 1981y la que le sucede hoy en día. no es tanto a laxenofobia misma cuanto a las nuevas posibili-dades de explotarla o de abusar de ella enga-ñando al ciudadano. Se disputan un electora-do, en líneas generales el de los "seguritarios"(igual que se dice los sanitarios -puesto que,según nos dicen, se trata efectivamente de lasalvación y de la salud de un cuerpo sociai entorno al cual hay que instalar un cordón, comotambién se dice, sanitario), el electorado delFrente Nacional, para el que predomina unadeterminada imagen de la higiene casi Bioló-gica del cuerpo propio nacional (casi-biológi-ca, pues el fantasma nacionalista, b mismo que

ALGUNAS PALABRAS, ALGUNAS VOCES

Como si un aerolito cumpliera su promesa cíclica de estrellarse contra un planeta, nueva-mente nos sacudió la evidencia del espanto. El atentado contra una de las más importantesInstituciones israelitas en Buenos Aires nos deja sin palabras. Pero las palabras deben aflorar,pues a falta de ellas el horror hace su cosecha, entumeciendo las conciencias y dejando elterreno libre para aventuras políticas de carácter escatológico. Antes que eso. necesitamosanticipaciones en ideas, en lenguaje y en conciencia innovadora, para no quedar inertesante todas las formas desatinadas de la política. El sentimiento de asombro e ira no debe serun obstáculo para la reflexión razonada.

Se abren hondas cuestiones, de las que el pensamiento democrático debe apoderarsecon urgencia. La primera de ellas es, sin duda, cómo evitar que nuevos superpoderes secre-tos legislen nuestras vidas. El tema no es nuevo ni sencillo. Pocos días antes del estallido dela calle Pasteur. los diarios nos informaban sobre el debate protagonizado por los senadoresfranceses respecto al derecho del Estado a vigilar las calles y lugares públicos mediantecámaras de video. Nada nuevo: sabemos, con autores que Jacques Derrida también conocey a veces cita, que el poder es más poderoso cuando ve que cuando es visto, y que estaobservación tiende a asumir hoy las formas inquietantes del espionaje televisivo.

Pero aquí, en la Argentina, hay algo que añadir al escándalo que nos provoca esa formaantidemocrática y tenebrosa del ejercicio secreto del poder (ejercicio cuya versión farsescapero cómplice se verifica en las "cámaras ocultas" de tos programas humorísticos cuyos chistes-hemos entrevistado a Germán García, y nos sentimos inspirados- dicen más de lo que que-rrían la verdad profunda del poder desde el que hablan). Hay algo que agregar -decíamos-, yes la constatación del fracaso de esa vieja institución que gustaba imaginarse a si mismacomo la detentadcra exclusiva del atributo soberano de "vigilar y castigar', del "monopolio dela violencia legitima', como se dijo, y cuya ostensible ineficacia (que en ocasiones comoéstas se revela con especial y preocupante crudeza) nos propone hoy un dilema político deurgente solución.

Porque no asistimos aquí, en efecto, a la superación de la vieja forma del Estado-naciónen los términos de un humanismo radical como el que exhibe Derrida (bien vistas las cosas,el último universalista: el último marxista) en la entrevista que acá publicamos. No se trata deque entre las ruinas de nuestro viejo Estado-nación podamos aspirar a ver surgir las raices deuna nueva hermandad entre los hombres. No: se trata, aquí, de un Estado-nación sobrepasa-do por todas partes por otras fuerzas de vigilancia y de policía, de investigación y de contralor,de manipulación del secreto y de construcción de hegemonías políticas y culturales, de crea-ción de consensos y de organización de la vida colectiva, actuando frente a un gobiernoerrátil, una oposición oportunista y la temible sensación de que pueden disolverse los pobresvalores que aún mantienen la memoria ciudadana en la sociedad argentina. Se tiene la impre-sión de haber llegado a un punto irresoluble y crucial.

No decimos nada nuevo. Pero esto mismo que decimos lo perciben los neocomunitaristas,los nacionalistas aldeanos o los burócratas de todos los estilos conocidos de represión. Poreso el problema es complejo. No se trata, en electo, de auspiciar el rrutis por el loro de unEstado-nación que sólo sería reemplazado en sus facetas más odiosas por oíros actores másoscuros y más alejados de cualquier posibilidad de control ciudadano, pero tampoco de que-rer reponer la centralidad de un Estado-nación que ha rolo todos los vínculos que aún loataban a una historia donde, como en sordina o a lo lejos, todavía se dejan escuchar lasvoces (escuchar voces, recibir herencias: estamos en tierras derrideanas) de un Moreno, unEcheverría, un Alem o un Scalabrmi Ortiz. Se trata, mejor, de restituir el Estado-nación a una

democracia realmente practicada (dos tareas, entonces, y no una sola), y esto sólo será posi-ble si, al mismo tiempo (triple faena, pues), logramos escuchar también esas otras voces dela humanidad, que son las voces de las grandes culturas universales, humanistas, imaginati-vas y laicas.

H. G. y E. R.

la elocuencia politiquera, pasa a menudo porestas analogías organicistas). Como ejemplotomo, entre paréntesis, la retórica de una re-ciente intervención de Le Pen, aparecida enLe Monde del 24 de agosto de 1993 y notable,como siempre, por su sonambulesca lucidez.En lugar de la idea clásica de la frontera terri-torial como linea de defensa, Le Pen pretiere

ahora la figura (oportunista a la vez que anti-cuada) de una "membrana viva que deje pa-sar lo que es favorable, pero no aquello que nolo es". Si, de antemano, fuese capaz de calcu-lar ese filtrado, un ser vivo quizás alcanzase lainmortalidad, pero para eso tendría que morirpor adelantado, dejarse morir por adelantado,por miedo a ser alterado por lo que viene de

fuera, por el (lo) otro sin más. De ahí ese teatrode muerte en el que a menudo se entiendenlos racismos, tos bioiogismos, los organicismos,los eugenesismos, a veces las fiicsollas de lavida. Antes de cerrar este paréntesis, subraye-mos aún algo, que no le puede gustar a nadie:cualquiera que, de derechas o de izquierdas,y "como-todo-el-mundo", preconice el controlde la inmigración, excluya la clandestina y pre-tenda regular la otra, suscribe de hecho y dederecho, lo quiera o no. con más o menos ele-gancia y distinción, el axioma organicista deLe Pen que no es sino el de un (rente nacional(la frente es una piel, una 'membrana' selecti-va: no dejar pasar más que lo homogéneo o lohomogeneizable. lo asimilable o. como mucho,lo heterogéneo supuestamente "favorable": elinmigrado apropiable. el inmigrado pulcro). Nohay que taparse la cara ante esta inevitable com-plicidad: está enraizada en lo político en tantoen cuanto enlaza y enlazará con el Estado-na-cional. Y allí donde hay que reconocer, comotodo el mundo, que no se puede obrar de otromodo que no sea proteger lo que se considerael cuerpo propio, cuando se quiere regular lainmigración y el asilo (como dicen unánime-mente las izquierdas y las derechas), al menosque no se adopten esos aires ae grandeza yque no se den lecciones de política, con todala buena conciencia del mundo, invocando gran-des principios. Asf como a Le Pen le costarámucho trabajo justificar o regular el filtrado desu "membrana", asi también entre todos estosconceptos y estas lógicas que se dicen opuestasexiste una permeabilidad más difícil de con-trola; de lo que a menudo se cree o se dice:hoy en día hay un neoproteccionismo de izquier-das y un neoproteccionismo de derechas, tan-to en economía como en materia de ílujo oe-mcgráfico, un libre intercambio de derechas yun libre intercambio de izquierdas, un neonacio-nalismo de derechas y un necnacionalismo deizquierdas. Todas estas lógicas 'neo-' atravie-san también, sin posibilidad de dominarla, lamembrana protectora de sus conceptos y con-traen una oscura alianza en les discursos y enlos actos políticos o electorales. Reconocer esapermeabilidad, esa combinatoria y esas com-plicidades no significa mantener un discursoapolítico, ni pronunicarse por el fin de la sepa-ración entre las derecnas y las izquierdas o perel "fin de las ideologías". Por el contrario, sig-nifica la necesidad de recurrir a la tarea de una'íormalización y de una valiente tematizacion aeesta terrible combinatoria, condición previa in-dispensable no sólo para otra política, para otrodiscurso sobre lo político, para otra delimita-ción del socius, sobre todo en su relación ccnla ciudadanía y con el Estado-nacionalidad engeneral, y, de forma más amplia, para la identi-dad o la subjetividad ¿Cómo vamos a hablarde lodo esto en una entrevista y entre parénte-sis9 Y, sin embargo, como saben, hoy en díaestos problemas no tienen nada de abstractoni de especulativo Pues bien, en Francia -otra

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Entrevista "¿No consideran que es urgente sublevarse contra un nuevo dogma antimarxista'*

vez vuelvo a ello-, la alternancia de las mayo-rías se juega en el 1 % o 2% para las presiden-ciales, en el 10% o 15% para el reslo. La cues-tión era, pues, como declamos, saber cómoatraer, motivar, seducir (a la vez inquietar y tran-quilizar) a una fracción de xenófobos en po-tencia que votan al Frente nacional.

Esto remite a otras preguntas: ¿por qué pue-de el Frente nacional explotar ese miedo o exa-cerbar esa impaciencia? ¿Por qué, en lugar dehacer lo que es preciso (pedagogía y políticasocioeconómica, etc.) para desarmar dicho sen-timiento, se intenta o bien apropiarse las tesisdel Frente nacional, o bien explotar la divisiónque éste introduce en la derecha asi llamadarepublicana? Y eso, sf, en un momento en elque el flujo de la inmigración, como señalabanustedes, mantiene una gran estabilidad: pare-ce no haber variado desde hace decenios, sino es que va decreciendo. Entonces ¿qué?¿sorpresa o "no? El análisis siempre tiende adisolver la sorpresa. Era de esperar, suele de-cirse después, cuando se descubre el elementoque escapa al análisis, cuando se analiza deotro modo (por ejemplo, el aumento del paro,la creciente permeabilidad de las fronteras eu-ropeas, el retorno por doquier de religiones yde reivindicaciones -religiosas, lingüisticas,culturales- de identidad entre los mismosinmigrados, todo eso hace que igual tasa deinmigración parezca más amenazadora parala identificación consigo mismo del cuerpo socialque la acoge). Pero un acontecimiento que si-gue siendo un acontecimiento es una llegada,una reciente llegada sorprende y, después, opo-ne resistencia al análisis. En el momento delnacimiento de una criatura, primera figura delrecién llegado absoluto, se pueden analizar lascausalidades, las premisas genealógicas,genéticas o simbólicas, asi como todos los pre-parativos de boda que se quieran. Suponien-do que alguna vez se pudiera agolar dichoanálisis, lo que no se reducirá jamás es laaleatoriedad. ese lugar del tener-lugar. a pe-sar de todo habrá alguien que habla, alguienirreemplazable, una iniciativa absoluta, otroorigen del mundo. Incluso si ha de disolversecon el análisis o volver a las cenizas, es unamota de absoluto. La inmigración, con la quese ha hecho la historia de Francia, de su cultu-ra, de sus religiones y de sus lenguas, fue enprimer lugar la historia de esas criaturas, hijosde inmigrantes o no, que fueron otros tantosrecién llegados absolutos. La tarea de un filó-sofo y. por consiguiente, de cualquiera, por ejem-plo del ciudadano, es llevar el análisis lo máslejos posible a fin de intentar hacer que el acon-tecimiento sea inteligible hasta el momento enque se llega al recién llegado. Lo que resulta

'absolutamente nuevo no es esto en lugar deaquello, sino el hecho de que suceda una solavez, es lo que marca una fecha (un momento yun lugar únicos), yes siempre un nacimiento ouna muerte lo que fecha una fecha. Inclusoaunque se pudiese prever la calda del muro

de Berlín, esto ha sucedido un día, aún ha ha-bido muertes (antes y después del derrumbe)y eso es lo que lo convierte en un aconteci-miento imborrable. Lo que resiste al análisis esel nacimiento y la muerte: siempre el origen yel fin del mundo...

—¿Aquello que resiste al análisis del acon-tecimiento ss lo que podríamos denominarlo Indeconstructible? ¿Existe lo ¡ndecons-tructfbls? ¿En qué consista?

—Lo indeconstruclible, si lo hay, serla la jusli-cja. El derecho es deconstructible, afortunada-mente: es indefinidamente perfectible. Me Sentaentender la justicia hoy en día como el mejornombre para aquello que no se deja deconstruir,es decir aquello que da su movimiento a ladeconstrucción, que la justifica Es la experienciaafirmativa de la venida del (lo) otro como otro:más vale que algo suceda que lo contrario (ex-periencia del acontecimiento que no se dejasimplemente traducir en una ontología: que algosea. que el ente sea antes que nada). Más valela apertura del porvenir: ése es el axioma de ladeconstrucción, aquello a partir de lo cual siem-pre se ha puesto en movimiento, y lo que laliga, como el porvenir mismo, con la alteridad,con la dignidad sin precio de la alleridad, esdecir con la justicia. Es también la democraciacomo democracia por venir. Podemos imagi-nar la objeción. Alguien diría, por ejemplo: 'Aveces más vale que esto o aquello no suceda.La justicia ordena impedir que determinadosacontecimientos (determinados 'recién llega-dos') sucedan y lleguen. El acontecimiento noes bueno en si mismo, el porvenir no es incon-dicionalmente preferible'. Ciertamente, perosiempre se podría mostrar que aquello a lo queuno se opone, cuando se prefiere condicional-mente que esto 9 aquello no acontezca, es algode lo que se piensa, con razón o sin ella, queintercepta el horizonte o, simplemente, formael horizonte (palabra que quiere decir el limite)para la venida absoluta de cualquier oiro, parael porvenir mismo. Hay ahí una estructuramesiánica (si no un mesianismo -en mi librito

sobre Marx, distingo también el mesianismo,como dimensión universal de la experiencia,de todos los mesianismos determinados) queanuda indisolublemente entre sf la promesa delrecién llegado, lo inanticipable del porvenir yla justicia. No puedo reconstruir aquí esa de--mostración y reconozco que la palabra justiciapuede parecer equívoca No es el derecho, puesexcede y fundamenta los derechos del hom-bre; tampoco es la justicia distributiva; ni siquieraes, en sentido tradicional, el respeto del otrocomo sujeto humano: Es la experiencia del otrocomo otro, el hecho de que yo deje al otro serotro, lo cual supone urújon sin restitución, sinreapropiación y sin juri'sdicción. Entrecruzaré"aquf, desplazándolas un poco, tal y como hetratado de hacerlo en otro lugar3, las herenciasde varias tradiciones: la de Levinas cuandodefine con toda sencillez la relación con el otrocomo justicia ('la relación al prójimo -es decirla justicia')' y la que persiste a través de unpensamiento paradójico cuya formulación, enprimer lugar plotiniana, vuelve a encontrarseen Heidegger y, luego, en Lacan: dar no sólolo que se tiene sino también lo que no se tiene.Dicho exceso desborda el presente, la propie-dad, la restitución y. sin duda también, el dere-cho, la moral y la política, cuando precisamen-te deberla aspirarlos o inspirarlos.

—¿No se debate, al mismo tiempo, la filoso-fía con la idea da que algo, lo peor even-tualmente, puede retornar?

—Sf, se debate, precisamente, con ese retor-no de lo peor, de más de una forma. En primerlugar, todo aquello que ha podido anunciar unafilosofía de las Luces o heredar algo de ella(no sólo el racionalismo progresista, teleoiógico.humanista. critico) combate, en electo, un 're-torno de lo peor' que la enseñanza y la con-ciencia del pasado siempre deberían poder evi-tar. Aunque ese combate de las Luces tenga amenudo la forma de una conjura o una nega-ción, hay que tomar parte en él y volver a afir-mar esa filosofía de la emancipación. Por miparte, creo en su porvenir y jamas he estadode acuerdo con las declaraciones sobre el finde ios grandes discursos emancípatenos o re-volucionarios. Queda que su afirmación mis-ma da testimonio de la posibilidad de aquelloa lo que se opone: el retorno de lo peor, unacompulsión de repetición ineludible en la pulsiónde muerte y el mal radical, una historia s;n pro-greso, una historia sin historia, etc. Además lasLuces de nuestro tiempo no pueden reducirsea las del siglo XVIII. Oirá manera, aún más ra-dical, para la filosofía de 'debatirse' con el re-torno de lo peer consiste en desconocer (ne-gar, exorcizar, conjurar, otros tantos modos quehay de analizar) aquello de lo que puede estarhecha dicha recurrenda del mal- una ley de loespectral nue resiste tanto a una ontologfa íelfflntnsmn o el (reVinnrecino no está presenteni ausente, ni es ni no es. tampoco se de¡a

y

dialectizar) como a una filosofía del sujeto, delobjeto o de la conciencia (del ente-presente)que está destinada asimismo, igual que laontología o que la misma filosofía, a 'ahuyen-tar' al espectro. Y también, por lo tanto, a noatender a ciertas lecciones del psicoanálisisacerca del fantasma y, también, acerca de larepetición de lo peor, la cual amenaza a cual-quier progreso histórico (a lo que añadiré de-masiado deprisa que, por una parte, no ame-naza más que a un determinado concepto deprogreso y que no habrfa progreso en generalsin esa misma amenaza; y, por otra parte, queen aquello que ha dominado al discursopsicoanalltico hasta aquí, empezando por el deFreud. hay un cierto desconocimiento de la es-tructura y de la lógica espectrales, un desco-nocimiento poderoso, sutl. inestable pero com-partido con la ciencia y la filosofía). SI, un lan-tasma puede retornar como lo peor, pero sindicha reaparición, y si se rechaza su irreductibleoriginalidad, uno se priva también de memo-ria, de herencia, de justicia, de todo aquelloque va más allá de la vida y con lo que se midela dignidad de la vida. Es lo que intento sugeriren otros textos y lo que, aquí, me cuesta traba-jó esquematizar. Pero supongo que al nombrarel 'retorno de lo peor' estaban ustedes pen-sando, más cerca de nosotros, en lo que pasóantes de la guerra en Europa.

-Sf.

—No sólo en Europa, no lo olvidemos. Dentrode este conjunto, cada país tiene su historiaoriginal y su economía de la memoria. Mi sen-timiento más inmediato es que lo que sucedióen Francia mucho antes de y durante la Se-gunda Guerra mundial y, más aún. diría yo.durante la guerra de Argelia, ha superpuestoy. por consiguiente, determinado de antemanouna serie de estratos de olvido. Esa capitaliza-ción del silencio es especialmente compactaresistente y peligrosa. De modo lento, dis-continuo, contradictorio, ese pacto del secretocede a un movimiento de liberación de la me-moria (sobre todo de la memoria pública, porasi decirlo, de su legitimación oficial, que noavanza nunca al ritmo del saber histórico ni dela memoria privada, si la hay y es pura). Pero siese desellar es contradictorio, tanto en sus efec-tos como en su motivación, es precisamentedebido al fantasma. Al mismo tiempo en quese recuerda lo peor (por respeto a la memoria,a la verdad, a las victimas, etc.). lo peor ame-naza con retornar. Un fantasma recuerda al otroY a menudo, porque parece anunciarse elresurgimiento, la casi-resurrección de uno. espor lo que se recurre al otro. Se recuerda lourgente que resulta conmemorar oficialmentela redada del Vel'd'Hiv1 o declarar una ciertaresponsabilidad del Estado francés en "lo peor'que ocurrió bajo la Ocupación en el momentoen que (y porque) ciertos signos anuncian eseretorno, en un contexto totalmente diferente, a

veces con el mismo rostro, a veces bajo otrosrasgos, del nacionalismo, del racismo, de laxenofobia, del antisemitismo. Ambas memoriasse sacan a fióle, se exasperan y se conjuranmutuamente, se hacen necesariamente, una yotra vez, la guerra. Siempre al borde de todaslas contaminaciones posibles. Cuando los, porasf decirlo, aborrecidos fantasmas retornan,recordamos los fantasmas de sus victimas, parasalvar su memoria pero también, indisocia-blemente, con vistas al combate de hoy en díay, en primer lugar, con vistas a la promesa conla que se entabla, con vistas al porvenir sin elcual no tendría ningún sentido: con vistas alporvenir, es decir más allá de toda vida pre-sente, más allá de todo ser vivo capaz de decir'ahora, yo'. La cuestión del fantasma es tam-bién la cuestión del porvenir como cuestión dela justicia. Ese doble retorno alienta unairreprimible tendencia a la confusión. Se con-funde lo análogo con lo idéntico: 'Se repite exac-tamente lo mismo, exactamente lo mismo'. No,cierta iterabilidad (diferencia en la repetición)hace que lo que vuelve sea, sin embargo, otroacontecimiento totalmente distinto. El retornode un fantasma es, cada vsz, otro retorno, enotra escena, bajo nuevas condiciones a las quesiempre hay que prestar la mayor atención sino se quiere decir o hacer cualquier cosa.

Una periodista alemana me llamó ayer porteléfono (a propósito de esa 'llamada' de al-gunos intelectuales europeos 'a estar alerta',llamada que yo he considerado tenia que fir-mar con otros varios, y sobre la cual y en tornoa la cual habría tanto que decir -pero no tene-mos el tiempo suficiente para hacerlo con ri-gor). Tras comprobar que, por una serie de ra-zones evidentes, ese gesto ha sido bien aco-gido y juzgado oportuno, sobre todo en la si-tuación actual de Alemania, por parte de mu-chos intelectuales alemanes, dicha periodistase preguntaba si se podía volver a encontrarahí la tradición de un 'Acuso'. ¿Dónde está Zolanoy en día?, preguntaba. Traté de explicarle poraué, pese a mi inmenso respeto por Zola. noestoy seguro de que, hoy en día. ése sea ni elúnico ni el mejor modelo para ningún 'acuso'.Todo ha cambiado, el espacio público, los tra-yectos de la inlormación y de la decisión, larelación del poder con el secreto, las figurasdel intelectual, del escritor, del periodista, etcNo es el 'acuso" el que está caduco, sino laforma y el espacio de su inscripción. Por su-puesto que hay que recordar el caso Dreyfus,pero hay que saber que no puede repetirse talcual. Puede haber cosas ceores, eso nunca estáexcluido, pero no el caso Dreyíus en cuantotal. En resumidas cuentas, para pensar (¿peroqué quiere decir, entonces, "pensar"?) lo queustedes han denominado el "retorno de lo peor",habrfa. por consiguiente, que abordar, más allídelaontologia. déla filosofía de la vida o de lamuerte, de una lógica del sujeto consciente,las relaciones entre la eolítica, la historia y el(re)aparecido

—Ya habló usted de alio en Del esplrltí

Heidegger y It pregunta.

—Desde la primera frase, en efecto, ese librestaba orientado ante todo hacia una lógícdesconcertante del espíritu como espectro. L"cosa" es tratada de otra forma pero, así lo espero, con cierta consecuencia, en el libro quhe publicado sobre Marx. No es espiritualistacomo tampoco el libro sobre Heidegger &,

antiespiritualista, pero es cierto que la necesídad de una estrategia paradójica me impulsaen apariencia al menos, a desconfiar de un determinado espíritu en Heidegger y a hablar./"ave/del espíritu, de cierto espíritu, uno de lo:espíritus o espectros, en Marx.

—Usted aludió a Marx, en los a/los setentaen un curso de la Escuela Normal Superior

—Hice más que aludir a él. permítame subrayarlo. y en más de un seminario. Más allá delas referencias, este librito trata de explicar esesituación, ese relativo silencio, esas relacionesdifíciles pero, creo yo, íntimas entre la decons-trucción y cierto "espíritu" del marxismo.

—¿Qué es lo que, hoy en día, le lleva a ha-blar de Marx?

—Me va a costar trabajo decirlo en unas po-cas palabras improvisadas. Este pequeño tex-to sobre Marx fue, en un primer momento, unaconferencia pronunciada en abril en EstadosUnidos, con motivo de la apertura de un colo-quio titulado "Whithermarx!sm?"('¿A dónde vael marxismo?", pero asimismo, juego de pala-bras, ¿está decayendo -'t/itner- el marxismo?).En el. esbozo, ciertamenie. un trabajo sobre eltexto de Marx, sobre todo aquello que puederegir en él la problemática del espectro (es decir,asimismo, del valor de intercambio, del feti-chismo, déla ideología y de otras muchas co-sas) Pero, con un gesto en primer lugar poiíti-co, he tratado de marcar, tal y como consideroque se debe hacer hoy en día, un punto de re-ferencia a un consenso dogmático sobre lamuerte de Marx, el fin de la critica del capitalismo,el triunfo final del mercado y de lo que ligaríapara siempre a la democracia con una lógicadel liberalismo económico, etc. Intento mostrardónde y cómo dicho consenso se vuelve do-minante y, a veces, obsceno en su euforia a lavez inquieta y gesticulante, triunfante y mania-ca (utilizo adrede el lenguaje de Freud cuandohabla de una determinaaa fase en el trabajode duelo: este ensayo sobre los espectros estambién un ensayo sobre el duelo y la políti-ca) ¿No consideran que es urgente sublevar-se centra un nuevo dogma antimarxista? A esenuevo 'coloso de pies de arcilla" lo encuentrono sólo regresivo y precntico en la mayoría desus manifestaciones, sino también ciego a susconiraaicciones. sordo a los crujidos de la rui-na, de la estructura ruinosa y arruinada de su

20 el ojo mocho el ojo mocho 21

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Entrevista .una nueva internacional, sin partido, sin organización..."

TATUAJE Y CRITICA

El cuerpo como Institución

Lo que sea no dirá da síya que el mundo b colma

1. A. Spmetta

Dispersas, enloquecidas, multitudes de gestos, voces y posturas on-dulan por el espacio vuelto imagen. Golpean. Impactan cuerpos para so-meterlos. Algunos resisten para finalmente ceder a la fuerza seductoraque ejerce la segundad de poseer algún rasgo que los haga dignos deser 'vistos". Otros son inducidos con sutiles artimañas o ¡uegos fantásti-cos de prestidigitador! catódica o digital. Muchos se someten y ya. Sesabe de algunos que critican.

Cuerpo al cuerpo. O sea: poses y gesticulaciones para un perpetuoteatro virtual donde espectadores y actores se confunden al cruzar mira-das. Entregados al inmaterial veneno de la representación cotidiana, sinmisterio. La última instancia del espectáculo, su más grosera puesta enescena, está en su exageración ornamental, una verborragia eficaz yatrapante, alguna ostentación ridicula, estupendos maquillajes y vestua-rios que distinguen. Danzas, coreografías prefabricadas para un cuerpo.De baile.

Todo cuerpo es porque corresponde a una marca, porque responde

a la pregunta de la historia. Este cuerpo es la respuesta de un tiempo sinsecretos. Perfectamente ¡dentificabte. pide ser desenmascarado. 'La obs-cenidad" -dice Jean Baudríilard- 'comienza cuando ya no hay espectácu-lo ni escena, ni teatro, ni ilusión, cuando todo se hace transparente y visi-ble, cuando todo queda sometido a la cruda e inexorable luz de la infor-mación y la comunicación. Guardar secretos nos haca vivir en un peligroconstante. Se hacen confesiones vfa satélite, se autorizan biograffas o no,

y cuando no, el secreto se transforma en un bien de atracción en un des-nudo lastimoso. Ei cuerpo se exterioriza de tal manera que la seducciónpierde sutilezas conviniéndose en mera tecnología o en un instrumentomiserable.

El cuerpo, como la arquitectura de una institución, dice La carne deun teniente coronel enfundada en un uniforme dice y responde a una mi-sión. Las palabras delatan a un funcionario. El comediante presta su cuerpopara que una multitud de voces y de articulaciones gestuales sobresal-gan, exploten en él, a través de él. Comediante: dios del estereotipo, marionetaque los hace visibles, pantalla en exceso. El cuerpo mudo se sirva deltatuaje: al mostrarlo, dice. Generales, empleados de correos, agentes debolsa, rockeros, curas, médicos, presos a rayas, vedettes, choferes de la132, publicistas, encarnan los tatuajes de tas instituciones que los cobi-jan. Ser a través de las instituciones: tomar un carácter prestado bajo laforma de impresiones vitalicias que corrompen su carne {¿Seremos to-dos tatuajes de instituciones más o menos sutiles?)

Pero hay un cuerpo que hiere a la historia: el cuerpo de la critica. Suhuella será inconfundible por no coincidir, por no responder. Difícil espejopara las pantallas por ser absolutamente movedizo. No posee modelosespecíficos que lo traduzcan; no intenta bajar el paraíso y subir el infiernonivelando destinos trascendentales. Metafóricos. Un cuerpo en la histo-ria, no de la historia. El tatuaje no es critico: revela carencias. Pider serleído. Lo trágico del tatuaje es que el espacio corporal se acaba: dramá-tica muerte por asfixia espacial. La obra del creador critico, en cambio,no se incrusta en el cuerpo bajo la forma de coloridos motivos pictóricos:su espacio es infinito. Lo trágico es que lo que se agota es é( tiempo.

Marcelo Pompe!

propia 'racionalidad'. Resulta tanto más urgentecombatir ese dogmatismo y esa política cuan-to que la misma urgencia parece venir a des-tiempo (otro tema del ensayo es el destiempoen política, y la anac/onla, la intempestividad,etc. Esto concuerda con lo que decíamos an-tes acerca del mesianismoy del acontecimiento,de la justicia y de la revolución).

La responsabilidad de sublevarse conciernea todo el mundo pero, en primer lugar, a aque-llos que, sin haber sido nunca antimarxistas oanticomunistas, se han resistido siempre, noobstante, a cierta ortodoxia marxista. duranteesos tiempos (fue mucho tiempo para los inte-lectuales de mi generación) en que fue, al me-nos en un determinado circulo, hegemónica.Más allá de ese tomar partido, pero tambiénpara sostenerlo, entablo asimismo una expli-cación con el texto de Marx. Ésta está orienta-da por la cuestión del espectro (formando unentramado con las de la repetición, del duelo,de la herencia, del acontecimiento y de lomesiánico, de todo aquello que excede lasoposiciones ontdógicas entre la ausencia y !apresencia, lo visible y lo invisible, lo vivo y lomuerto, pero, sobre todo, de la prótesis como'miembro fantasma', de la técnica, del simula-cro teletecnológico, de la imagen de síntesis,del espacio virtual, etc. Volvemos a encontrar-nos con los temas antes abordados de laartefactvalidady de la virtuactualidad). Recuer-

den la primera frase del Manifiesto del Partido

Comunista: 'Un espectro recorre Europa, elespectro del comunismo'. Investigo, vagabun-deo un poco en torno a todos los espectros queliteralmente obsesionan a Marx. Hay ahí unapersecución de Marx. Los persigue por doquier,los ahuyenta, pero ellos también lo acosan: enel 18 Brumario, en 0 Capital, pero sobre todoen La ideología alemana, que despliega, comosaben, una critica interminable pues fascina-da, cautiva, encadenada, de la obsesiónstif neriana, alucinación ya critica ydelaqueaMarx le cuesta muchísimo trabajo deshacerse

Trato de descifrar esa lógrca de lo espectralen la obra de Marx. Propongo hacerlo, por asidecirlo, teniendo en cuenta lo que hoy en díasucede en el mundo, en un nuevo espacio pú-blico transformado tanto por lo que muy deprisase denomina el 'retorno de lo religioso' comopor las teletecnologlas. ¿Qué es el trabajo deduelo con respecto al marxismo? ¿Qué trata deconjurar? La palabra y el concepto tan ambi-guos de conjuración (al menos en tres lenguas,el francés, el inglés, el alemán) juegan en esteensayo un pape) tan importante como la pala-bra y el concepto de herencia. Heredar no es,esencialmente, recibir algo, algo dado que. porlo tanto, se puede tener. Es una afirmación ac-tiva: responde a una exhortación pero, asimis-mo, supone una iniciativa, la firma o la rúbricade una selección critica. Cuando se hereda,

se expurga, se pasa por el tamiz, se pone derelieve, se reactiva. Considero también, aun-que no lo puedo mostrar aquí, que toda atribu-ción de herencia abriga una contradicción yun secreto (es como el hilo rojo de ese libroque enlaza el genio de Marx con el deShakespeare -que tanto le gustaba a Marx y alque éste cita tan a menudo, sobre todo, debi-do a Timón de Atenas y Mucho ruido y pocas

nueces- y con el padre de Hamlet que podríaser el personaje principal de ese reíalo).

Una hipótesis: siempre hay más de un es-píritu. Cuando se habla del espíritu, se evocande inmediato espíritus, espectros y quienquie-ra que herede elige un espíritu antes que otro.Se selecciona, se filtra, se pasa por el tamiz alos fantasmas o las exhortaciones de cada es-píritu. No hay herencia más que allí donde lasatribuciones son múltiples y contradictorias, lobastante secretas como para desafiar la inter-pretación activa. Ahí es donde es preciso lo-mar una decisión y asumir una responsabili-dad. Cuando no hay double-bind, no hay res-ponsabilidad. Es preciso que la herencia con-serve una reserva indecidible.

Si heredar es reafirmar una exhortación, nosólo un haber, sino una atribución que hay quedescifrar, no somos más que aquello que here-damos. Nuestro ser es herencia, la lengua quehablamos es herencia. Holderlin dice más omenos que se nos ha dado el lenguaje a fin de

que demos testimonio de aquello cuya heren-cia somos. No la herencia que tenemos o reci-bimos, sino la herencia que, de arriba abajo,somos. Aquello que somos, lo heredamos. Yheredamos el lenguaje que nos sirve para dartestimonio del hecho de que somos aquello queheredamos. Paradójico circulo dentro del cualhay que debatirse y zanjar con decisiones queheredan a la vez que inventan sus propias nor-mas, y lo hacen careciendo necesariamente decualquier tipo de norma segura o de progra-ma. Decir que la herencia no es un bien quese recibe pero que, de arriba abajo, somos he-rederos no tiene nada de tradicionalismo o deañoranza del pasado. Entre otras cosas, somosherederos de Marx y del marxismo. Trato deexplicar por qué hay ahí un acontecimiento quenadie ni nada pueden borrar, ni siquiera, me-nos aún ella, la monstruosidad totalitaria (lostotalitarismos, hubo más de uno, que tuvieronmucho que ver con el marxismo y que no sepueden interpretar sólo como perversiones omalversación de herencia). Incluso la gente queno ha leído a Marx, incluso los anticomunistaso bs antimarxistas, son herederos de Marx. Perono se puede heredar de Marx sin heredar deShakespeare, sin heredar la Biblia y bastantesmás cosas.

—Para seguir con esto, ¿no le sorprenderlaque hubiese cieno retorno, bajo otra formay con aplicacionei diferentes, del comunis-mo, que retornarla asi, aunque te le llama-se de otro modo? Y lo que podría hacerlevolver, ¿es la necesidad que hay en la so-ciedad de traer de nuevo alguna esperan-za?

—Es lo que denominábamos la justicia haceun momento. No creo en el retorno del comu-nismo bajo la forma del Partido (la forma-parti-do sin duda está en vías de extinción, de lor-ma más general, en la vida política, una super-vivencia que puede tener una vida dura, porsupuesto) ni en el retorno de lodo aquello quenos ha descorazonado con respecto a ciertomarxismo y a cierto comunismo. Espero queeso no volverá, es casi seguro y, en cualquiercaso, hay que estar alerta para que asi sea.Pero no dejará de volver que la misma insu-rrección, en nombre déla justicia, vuelva a darlugar a criticas de inspiración marxista. de es-píritumarxista. Hay signos de ello. Es como unanueva Internacional, sin partido, sin organiza-ción, sin asociación; se busca a si misma, su-fre, piensa que las cosas no van bien, no aceptael nuevo "orden mundial' que se está intentan-do imponerle, encuentra que el discurso queese nuevo orden inspira es siniestro. Lo queesa inquietud insurreccional volverá a hallar enla inspiración marxista son fuerzas para lascuales faltan los nombres: aunque a veces separezca a los elementos de una critica, intentoexplicar en qué no es. no debiera ser sólo unacritica, un método, una teoría, una filosofía o

una ontologla. Tomarla una forma totalmentediferente e impulsaría quizás a leer a Marx deuna manera muy distinta, pero no se trata deuna lectura en el sentido filológico ni académi-co del término, no se trata de rehabilitar un canonmarxista Unadeterminadamoda, ala que atacoen este ensayo, podría muy bien estar neutrali-zando a Marx poco a poco y de otra forma: sedirá que, ahora que el marxismo ha muerto yque los aparatos del marxismo están desarma-dos, se va a poder leer El Capital y a Marx tran-quila, teóricamente, se le va a poder devolveruna merecida legitimidad de gran filósofo cu-yos escritos (en su 'interna inteligibilidad', como.dice Michel Henry) pertenecen a la gran tradi-ción ontdógica. No. trato de explicar por quéno habría que contentarse con esta tranqui-lizadora lectura.

—Usted siempre ha reivindicado una res-ponsabilidad ético-política de la experien-cia de la deconstrucción. ¿Cuál es la dife-rencia entre este enunciado y la antigua fór-mula del compromiso del Intelectual?

—No me siento ni tentado ni autorizado a des-acreditar lo que denominan la "antigua fórmu-la' de los compromisos del intelectual en el pa-sado. En Francia sobre todo. Vdtaire, Hugo, Zola,Sarlre, siguen siendo, a mi modo de ver. ejem-plos admirables. Un ejemplo inspira, a menu-do permanece inaccesible, pero en modo al-guno hay que imitarlo en una situación, lo de-clamos hace un momento, estructuralmentediferente. Una vez tomada esa precaución, meparece, dicho de forma muy global, que esosvalientes compromisos suponían, precisamente,contrincantes identilicables y una especie decara a cara: por una parte, un campo socio-político dado, por la otra, un intelectual que teníasu discurso, su retórica, su obra literaria, su fi-losofía, etc. Y que 'intervenía', como sueledecirse, se comprometía con un campo paratomar partido en él o oara tomar posición. Enel momento de hacerio. se cuestiona y no in-tenta transformar, como tales, ni la estructuradel espacio público (prensa, medios de comu-nicación, modos de representación, etc.) ni lanaturaleza de su lenguaje, la axiomática filo-sófica o teórica de su propia intervención. Di-cho de otro modo, compromete, pone al servi-cio de una causa política, del derecho y a me-nudo más allá de la legitimidad, de una causajusta, su cultura y su autoridad de escritoriosgrandes ejemplos franceses que acabo de ci-tar son. ante todo, populares debido a su obraliteraria, más que filosófica). No estoy dicien-do que Hugo o Sartre no se hayan cuestiona-do o no hayan transformado por si mismos esatorma ya dada del compromiso. Lo único quedigo es que, para ellos, no era una tema cons-tante ni una preocupación primordial. No pen-saban, tal y como sugiere Benjamín, que pri-mero conviene analizar y transformar el apara-to y no sólo confiarle contenidos, por revolu-

cionarios que sean. El aparato en cuestión noson solamente unos poderes técnicos o políti-cos, unos procedimientos de apropiación edi-torial o mediática, la estructura de un espaciopúblico (por consiguiente, presuntos destina-tarios a los que dirigirse o a los que nos dicenhay que dirigirse), es también una lógica, unaretórica, una experiencia de la lengua, toda lasedimentación que presupone. Plantearse es-tas preguntas, e incluso preguntas acerca decuestiones que nos imponen o nos ensenancomo siendo las cuestiones "buenas", pregun-tarse incluso por la íorma-pregunta de la críti-ca, no sólo preguntarse sino pensar la pruebaque acarrea una cuestión, es quizás una res-ponsabilidad previa, como si luera su condi-ción, a la de aquello que se denomina el com-

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Entrevista

premiso. No basta por s( misma, pero jamás haimpedido o retrasado el compromiso, sino todolo contrario.

—SI está de acuerdo, nos gustaría pregun-tarle algo más personal. Hay algo que retor-na en una parte del mundo, sobre todo enArgelia con ese lado religioso. Se trata decierto discurso sobre Argelia que los políti-cos, Incluso los Intelectuales, mantienen, yque consiste en decir que, finalmente, laIdentidad da Argelia nunca ha existido, poroposición a Marruecos, a Túnez, y que elque este pafs está asolado hoy en día seexplica por el hecho de que carece da Iden-tidad, de que le falta algo. Más allá del te-rreno de lo afectivo, ¿cómo ve lo que allíestá pasando?

—Pregunta personal, dicen. No me atreverla acomparar mi sufrimiento o mi angustia perso-nal con la de tantos argelinos allá o en Fran-cia. No sé de qué modo podría yo tener dere-cho a decir que Argelia sigue siendo mi país.Pero, si me permiten recordarlo, nunca aban-doné Argelia durante los diecinueve primerosaños de mi vida, luego he vuelto con regulari-dad y algo de m( no se marchó jamás de allí.Es verdad que la unidad de Argelia parece es-tar amenazada hoy en día. Lo que allí ocurreno está lejos de parecerse a una guerra civil.Sólo de forma muy lenta toma la informaciónen Francia la medida de lo que sucede en Ar-gelia desde hace años: la preparación de latoma del poder, los asesinatos, los maquis y,como respuesta, la represión, las torturas, loscampos de concentración. Igual que en todaslas tragedias, el crimen no está de un solo lado,ni siquiera de ambos lados: el FIS y el estadono podrían afrontarse y, a la vez. hosligar se unoal otro según el ciclo clásico (terrorismo/repre-sión; penetración social y popular de un movi-miento que ha tornado clandestino un Estadodemasiado poderoso y, a la vez. impotente, im-posibilidad de proseguir una democratizaciónesbozada, etc.), no habría un cara a cara infer-nal con tantas victimas inocentes sin un tercertérmino elemental y anónimo, quiero decir: sinla situación económica y demográfica del país,el paro y la estrategia elegida para el desarro-llo desde hace tanto tiempo. Eso favorece unduelo al que quizás he hecho mal en conferiruna simetría (algunos amigos argelinos ponenen tela de juicio dicha simetrización; en la vio-lencia de la respuesta estatal y en la suspen-sión del proceso electoral ven la única réplicaposible a una estrategia de toma del poder lar-gamente preparada que atentaba contra la de-mocracia misma; se les puede entender perohabrá que terminar inventando un mooo deconsulta o de intercambio que acalle las armasy reemprenda el interrumpido proceso). Ahorabien, si se considera ese tercer miembro sinnombre, por asi decirlo, la responsabilidad nosoto es más antigua sino que, además, no puede

ser argelo-argeiina sin más. Conviene recordarlo que decíamos antes a propósito de laemblemática deuda externa. Pesa mucho so-bre ese pafs. No se trata de recordarlo paraentablar nuevos procesos sino para marcar nues-tra responsabilidad. Al tiempo que se respetalo que incumbe, en primer lugar, a los propiosciudadanos argelinos, todos nosotros estamosconcernidos aquí y tenemos que dar cuenta deello, sobre todo nosotros los franceses, por ra-zones demasiado evidentes. No podemos per-manecer indiferentes, sobre todo ante la suer-te y los esfuerzos de todos los argelinos quetratan de no ceder a los fanatismos ni a ningu-na ciaste de intimidación. Como saben, arries-gan si/s-vidas (las victimas de tos recientes ase-sinatos son a menudo intelectuales, periodis-tas y escritores, lo cual no debe hacernos olvi-dar muchas otras victimas desconocidas; conese espíritu algunos de nosotros ros hemos agru-pado, bajo la iniciativa de Fierre Bourdieu, enun comité internacional de ayuda a los intelec-

tuales arge/inos-CISIA-; algunos de los miem-bros fundadores ya han recibido amenazas demuerte, todo hay que decirlo). Declan ustedesque, para algunos, la identidad de Argelia nosólo es problemática o está amenazada, sinoque jamás habría existido de forma orgánica,natural o política. Hay varias formas de enten-derlo. Una consiste en invocar los desga-rramientos y las particiones de esa Argeliaarábigo-beréber, las divergencias entre las len-guas, las etnias, los poderes religiosos y mili-tares y, a veces, en concluir que, en el fondo,la colonización es la que ha formado, como enmuchos otros casos, la unidad de un Estado-nación que después, una vez adquirida formal-mente la independencia, se debate en unas es-tructuras en parte heredadas de la coloniza-ción. Sin poder enlabiar aquí un largo análisishistórico, diré que es cierto y falso. Es verdadque Argelia no existía en cuanto tal. con susfronteras actuales y en su forma de Estado-na-ción, antes de la colonización. Pero eso noimplica que haya que poner en tela de juicio launidad que se ha realizado en, contra y a lolargo de la colonización. Todos los Estados-naciones poseen esa historia laboriosa, con-tradictoria, complicada de descolonización-recolonización. Todos tienen un origen violen-to; y como éstos consisten en fundar su dere-cho, no lo fundan en ningún derecho previo,pese a lo que pretendan o (se) enseñen luegoal respecto. No se puede poner en duda unaunidad so pretexto que es el hecho de una uni-ficación. La unificación o la fundación logra-das nunca logran más que hacer olvidar queallí no había ni unidad natural ni fundamentoprevio. La unidad del Estado italiano, que tam-bién es muy reciente, atraviesa asimismo, enestos momentos, algunas turbulencias. Pero¿justifica eso, tal y corno algunos tienen sin dudala tentación de hacer, y con fines que no sonsólo de historiador, que se ponga en cuestiónla unidad debido a que ha sido fundada hace.

poco y sigue siendo, como todos los Estados-naciones, un artefacto? No hay unidad naturalninguna, sólo procesos de unificación relativa-mente estables, a veces sólidamente estabili-zados durante largo tiempo: pero todas las es-tabilidades estáticas/estatales, todas las esta-dísticas que conocemos son estabilizaciones.Israel sería otro ejemplo de Estado recientementefundado y, como todos los Estados, fundado enla violencia, una violencia que sólo podrá tra-tar de justificarse después y soto si una estabiliza-ción nacional e internacional termina por re-vestirla de un olvido siempre precario. No he-mos llegado ahí. Nuestro tiempo es sísmico alrespecto para todos tos Estados-naciones y, porconsiguiente, más propicio que otro para estareflexión. Es también una reflexión acerca delo que liga (o no) a la idea democrática con laciudadanía y con la nacionalidad.

Ciertamente, la unidad de Argelia está ame-nazada de dislocación pero las fuerzas que allíse desgarran no oponen, como a menudo sedice, a Occidente y a Oriente, o, como dos blo-ques homogéneos, a la democracia y al Islam,sino también diversos modelos de democracia,de representatividad o de ciudadanía -y, sobretodo, diversas interpretaciones del Islam. Unade nuestras responsabilidades, asimismo, esestar atentos a esa multiplicidad y exigir cons-tantemente que no se confunda todo.

(Entrevista realizada por Brígida Sohm, Cris-tina de Peretti, Stéphane Oouailler, PatriesVermeren y Émile Malet, publicada en la re-vista Píssaget N9 57, París, setiembre de1993, pp. 60-75. y traducida por Cristina dePeretti.)

Notas:

' 'Forcé de loi. Le 'fondement mystique del'autorité", en Deconstfuction and the

Possibility oí Justice. Cardozo Law Review,Nueva York, julio-agosto de 1990 (traduc-ción castellana de P. Peñalver y A. Barbera,en Doxa N311, Buenos Aires. 1992); Spectres

de Marx. Galilée, París, 1993 (traduccióncastellana de J. M. Alarcón y C. de Peretti.Trolla, Madrid, 1994, en prensa).

; Próxima aparición (en 1994) en la editorialGalilée.

J Sobre todo en Donner le temos. I. La íausse

mcmaie. Galilée, París. 1992, y en 'Forcédeloi'.ed. cit.

1 E. Levinas. Totalité et Inlini. Martinus Nijholf.La Haya. 1961,1'ed..p. 62 (traducción cas-tellana de D. Guillot, Sigúeme, Salamanca,1987, 2'ed.).

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