isaiah berlin 100 anios texto

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    SER LIBRES PARA SER HUMANOSy

    CARTAS SOBRE MXICO

    Isaiah Berlin

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    Palabras en Libertad

    Ser Libres para ser Humanos yCartas sobre Mxico

    Isaiah Berlin

    Prlogo de Miguel Carbonell

    Esta publicacin es propiedad de la Friedrich-Naumann-Stiftungfr die Freiheit. Los derechos de autor corresponden a sus creadoresy/o a sus fuentes originales. Se prohbe la copia, radiodifusin,descarga, almacenamiento (en cualquier soporte) transmisin,exhibicin o reproduccin en pblico, as como la adaptacin o

    alteracin del contenido de este documento sin la correspondienteautorizacin previa y por escrito de los propietarios de los derechosde autor y de la Friedrich-Naumann-Stiftung fr die Freiheit. Alingresar al documento en cualquiera de sus versiones, usted acuerdaque slo puede bajar contenido para uso personal no comercial.

    La fotografa de la portada y las cartas de Isaiah Berlin fuerontraducidas y publicadas originalmente por:Revista Letras LibresChilaque No. 9Col. San Diego ChurubuscoC.P. 04120, Coyoacn, Mxico D. F.

    Diseo de Portada e Interiores:Ana Beatriz Lpez Villaseor

    Publicado para el pblico mexicano por:Friedrich-Naumann-Stiftung fr die FreiheitProyecto MxicoCerrada de la Cerca No. 82Col. San ngel InnC.P. 01060 Mxico, D.F.MxicoTel.: (5255) 5550 1039Fax: (5255) 5550 6223

    www.la.fnst.org

    Impreso en la Ciudad de Mxico, 2009.

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    ndice

    Prlogo:Isaiah Berlin: un liberal para el siglo XXI ................................................ 5

    Ser Libres Para Ser Humanos ................................................................... 17

    Cartas sobre Mxico ................................................................................... 31

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    Isaiah Berlin:

    un liberal para el siglo XXIPrlogo

    MIGUEL CARBONELL

    1 El Dr. Miguel Carbonell es investigador de tiempo completo en el Instituto deInvestigaciones Jurdicas de la UNAM y profesor de la Facultad de Derecho dela misma Universidad. Es especialista en derecho constitucional y derechos

    fundamentales. Ha enfocado su trabajo en temas como derecho a la informacin,transparencia gubernamental, reforma del Estado, juicios orales, derecho ala no discriminacin y polticas pblicas sobre los derechos sociales.www.miguelcarbonell.com

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    Isaiah Berlin (1909-1997) fue un pensador sin par en la atribuladaEuropa del siglo XXI. Su obra ha quedado situada junto a los grandes

    pensadores liberales de todos los tiempos, como Benjamin Constanto John Stuart Mill. Hay pocos intelectuales que hayan alcanzadotanto respeto y tanta altura como Berlin.

    La tarea de sistematizacin y difusin que ha llevado a cabo su al-bacea literario, Henry Hardy, ha permitido que miles de lectores a lolargo y ancho del planeta se acerquen a una obra que no es precisa-mente sistemtica, sino que est fragmentada en ensayos, conferen-cias, algunos libros, intervenciones radiofnicas, etctera.

    Los textos que integran las pginas que siguen son de gran interspara los lectores mexicanos. Berlin se refiere en una carta dirigida ala seora Elizabeth Morrow a una estancia que hizo en Cuernavacay expresa algunos pareceres no muy edificantes sobre Mxico y losmexicanos. Conceptos parecidos aparecen en la misiva enviada a su

    amiga Jean Floud. Nos gusten o no, creo que es sin duda interesanteconocer las impresiones de un pensador de la talla de Berlin sobrenuestro pas. Siempre se aprende mucho mirando a nuestro entornoa travs de las observaciones de alguien ms.

    Isaiah Berlin no solamente nos leg una obra monumental por suprofundidad y por sus planteamientos originales, sino que tambines un ejemplo por su congruencia cvica y por su sentido de la res-

    ponsabilidad democrtica de los intelectuales. Por eso es que RalphDahrendorf no ha dudado en ponerlo a la cabeza de los intelectuales

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    liberales del siglo XX, junto a pensadores de la talla de NorbertoBobbio o Raymond Aron1.

    El legado conceptual ms conocido de Berlin se encuentra reunido

    por Henry Hardy en el libro Sobre la libertad(Madrid, Alianza, 2002).En efecto, es el tema de la libertad el que termin catapultando anuestro autor a las ms altas cimas del reconocimiento acadmicoe intelectual. La dedicacin de Berlin al tema de la libertad segura-mente tiene mucho que ver con las afinidades que lo unan a JohnStuart Mill, a cuya obra le dedic una serie de reflexiones que son yauna referencia ineludible para quien quiera adentrarse en la vida y la

    obra de ese gran pensador liberal del siglo XIX2

    .Isaiah Berlin dict una conferencia en el marco de la leccin inaugu-ral de la ctedra Chichele de teora social y poltica en Oxford3; era elao de 1958 y su autor no poda imaginar la enorme trascendenciaque tendran sus palabras. En esas conferencias nos ofrece su cons-truccin conceptual seguramente ms perdurable sobre la libertad (ytambin la ms conocida).

    Berlin entiende que la libertad puede ser de dos tipos: negativa ypositiva. La libertad negativa equivale a la no interferencia, a la po-sibilidad de actuar como mejor nos lo parezca sin que nadie se in-terponga u obstaculice nuestros actos. Escribe Berlin: Normalmentese dice que soy libre en la medida en que ningn hombre ni ningngrupo de hombres interfieren en mi actividad la libertad poltica

    1 Dahrendorf, Raph, La libertad a prueba. Los intelectuales frente a la tentacintotalitaria, Madrid, Trotta, 2009.

    2 Berlin, John Stuart Mill y los fines de la vida, incluido en el libro de nuestroautor, Sobre la libertad, Madrid, Taurus, 2004, (edicin de Henry Hardy), pp. 257y siguientes. Un anlisis de la obra de Mill, la de Berlin y la ode otros pensadoresliberales puede verse en Carbonell, Miguel, La libertad. Dilemas, retos y tensiones,Mxico, CNDH, UNAM, 2008.

    3 La biografa de Berlin puede verse en Ignatieff, Michael, Isaiah Berlin. Su vida,Madrid, Taurus, 1999. Resulta sumamente iluminador tambin el elocuente ensayosobre Berlin de Jess Silva-Herzog Mrquez, Liberalismo trgico en su libro Laidiotez de lo perfecto. Miradas a la poltica, Mxico, FCE, 2006, pp. 111-153.

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    es, simplemente, el espacio en el que un hombre puede actuar sin serobstaculizado por otros. Yo no soy libre en la medida en que otrosme impiden hacer lo que yo podra hacer si no me lo impidieran4. Setratara de contar con un espacio exento de coaccin. La coacciny la libertad guardaran una relacin simtrica a la inversa: cuantoms crece una ms pequea se hace la otra y viceversa.

    En principio las fronteras de la libertad en sentido negativo estaranfijadas, segn Berlin, por el mbito de la vida privada. En la medidaen que una persona realice actividades privadas no debe ser impor-tunada en modo alguno. Berlin acepta que es discutible hasta dnde

    llega la vida privada y dnde comienza la vida pblica dentro decuyo espacio puede imponerse la coaccin y, en esa virtud, limitarsela libertad: Dnde tenga que trazarse esa frontera es cuestin adebatir y, desde luego, a negociar. Los hombres son muy interdepen-dientes y ninguna actividad humana tiene un carcter tan privadocomo para no obstaculizar en algn sentido la vida de los dems5.Desde luego, frente a esa reflexin un lector en nuestros das podraformularse la siguiente pregunta: cmo trazar una frontera precisa

    entre los actos privados y los pblicos?

    Berlin reconoce que no podemos ser absolutamente libres y tene-mos que ceder algo de nuestra libertad para preservar el resto, aun-que aclara que esa cesin no puede ser completa, porque de serlonos destruiramos a nosotros mismos. Debemos ceder un mnimo delibertad, definido por Berlin en una frase que nos da algunas pistas,pero no nos resuelve mucho. La cesin puede llegar hasta un deter-minado punto: Aquel que un hombre no puede ceder sin ofender laesencia de la libertad humana6.

    Bobbio utiliz en su momento la misma nomenclatura que Berlinpara referirse a la libertad. En uno de sus ms conocidos ensayos

    4 Sobre la libertad, cit., p. 208.

    5 Idem, p. 210.

    6 Idem, p. 212.

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    Bobbio nos indica que la libertad negativa se puede definir como lasituacin en la cual un sujeto tiene la posibilidad de obrar o de noobrar, sin ser obligado a ello o sin que se lo impidan otros sujetos7.Esta libertad supone que no hay impedimentos para realizar algu-na conducta por parte de una determinada persona (ausencia deobstculos), as como la ausencia de constricciones, es decir, la noexistencia de obligaciones de realizar determinada conducta.

    Por su parte, la libertad positiva puede definirse como la situacinen la que un sujeto tiene la posibilidad de orientar su voluntad haciaun objetivo, de tomar decisiones, sin verse determinado por la volun-

    tad de otros8

    . Si la libertad negativa se entiende como la ausenciade obstculos o constricciones, la positiva supone la presencia de unelemento crucial: la voluntad, el querer hacer algo, la facultad deelegir un objetivo, una meta. La libertad positiva es casi un sinnimode la autonoma.

    Mientras que la libertad negativa tiene que ver con la esfera de lasacciones, la positiva se relaciona con la esfera de la voluntad. Como

    seala Bobbio, La libertad negativa es una cualificacin de la ac-cin; la libertad positiva es una cualificacin de la voluntad9; o enpalabras de Berlin, El sentido positivo de la libertad sale a relucir,no si intentamos responder a la pregunta qu soy libre de hacer ode ser, sino si intentamos responder a por quin estoy gobernadoo quin tiene que decir lo que yo tengo y lo que no tengo que ser ohacer10.

    Es el propio Isaiah Berlin quien nos ha ofrecido lo que podra consi-derarse una especie de concepcin cannica de la libertad positiva,en los siguientes trminos11:

    7 Igualdad y libertad, Barcelona, Paids, 1993, p. 97.

    8 Bobbio, Igualdad y libertad, cit., p. 100.

    9 Igualdad y libertad, cit., p. 102.

    10 Sobre la libertad, cit., p. 216.

    11 Berlin, Isaiah, Sobre la libertad, cit., p. 217.

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    El sentido positivo de la palabra libertad se deriva del deseopor parte del individuo de ser su propio amo. Quiero que mi viday mis decisiones dependan de m mismo, y no de fuerzas exte-riores, sean stas del tipo que sean. Quiero ser el instrumento

    de mis propios actos voluntarios y no de los de otros hombres.Quiero ser un sujeto y no un objeto; quiero persuadirme porrazones, por propsitos conscientes mos y no por causas queme afecten, por s decirlo, desde fuera. Quiero ser alguien, nonadie; quiero actuar, decidir, no que decidan por m; dirigirme am mismo y no ser accionado por una naturaleza externa o porotros hombres como si fuera una cosa, un animal o un esclavoincapaz de jugar mi papel como humano, esto es, concebir y rea-

    lizar fines y conductas propias. Esto es, por lo menos, parte de loque quiero decir cuando afirmo que soy racional y que mi raznes lo que me distingue como ser humano del resto del mundo.Sobre todo, quiero tener conciencia de m mismo como un seractivo que piensa y quiere, que es responsable de sus propiaselecciones y es capaz de explicarlas por referencia a sus ideas ypropsitos propios.

    Esta concepcin de Berlin ha dado lugar a un sinnmero de estudios,anlisis y desarrollos posteriores.

    Berlin reconoce que la libertad positiva puede existir para una per-sona, pero que en determinadas circunstancias esa misma personapuede decidir o verse obligada a no ejercerla, retirndose a la ciu-dadela interior: Estoy en posesin de razn y voluntad; concibo

    fines y deseo alcanzarlos; pero si me impiden lograrlos ya no mesiento dueo de la situacin. Puede que me lo impidan las leyes dela naturaleza, accidentes, actividades de los hombres, o el resultado,a veces no intencionado, de instituciones humanas. Estas fuerzaspueden ser demasiado para m. Qu puedo hacer para evitar queme aplasten?12.

    No cabe duda que en el momento en que Berlin escribi esta frase las

    personas tenan muchos motivos para sentirse impotentes. Inglate-

    12 Idem, p. 220.

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    rra, como la mayora de los pases europeos, estaba en pleno procesode recuperacin luego de la Segunda Guerra Mundial. Muchos de sushabitantes tenan grabadas todava las imgenes de los bombarde-ros sobre Londres, de Hitler lanzando sus soflamas esquizofrnicasen contra de los judos, del hambre y la miseria por las que tuvieronque pasar muchos europeos en la posguerra13. Pero cabe preguntar-se, desde el mirador del siglo XXI, qu dira Berlin de los retos queles suministra este siglo a los habitantes del planeta? Hay muchosmotivos para intentar resguardarse en la ciudadela interior.

    Las promesas emancipatorias de la modernidad se han cumplido de

    forma muy limitada, pues en el mejor de los casos se realizan so-lamente para un puado de privilegiados, dentro de los pases quetienen niveles aceptables de desarrollo. El espacio pblico se en-cuentra, incluso en estos pases, bajo asedio. La pobreza, la guerra,el afn consumista, el grado cero de la poltica que se empeanen perseguir los polticos profesionales, el deterioro rampante delmedio ambiente, son motivos para querer quedarse en casa (si esque se tiene una), haciendo a un lado la voluntad y abriendo paso al

    abandono, una especie de laisez-fairevital.

    Berlin defiende la libertad positiva entendida como autonoma yconstruye fuertes argumentos contra el paternalismo. Dice Berlinque Si la esencia de los hombres consiste en que son seres aut-nomos autores de valores, de fines en s mismos, de la autoridadltima que se funda precisamente en querer libremente- entoncesno hay nada peor que tratarlos como si no fueran autnomos, comoobjetos naturales, accionados por influencias causales, como cria-turas a merced de estmulos externos, cuyas elecciones pueden sermanipuladas por sus gobernantes mediante la amenaza de la fuerzao el ofrecimiento de recompensas14.

    De hecho, es tal la animadversin de Berlin hacia el paternalismo

    13 Una magnfica narracin de este periodo histrico puede verse en Judt, Tony,Posguerra. Una historia de Europa desde 1945, Madrid, Taurus, 2006.

    14 Idem, p. 222.

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    que en su ensayo cita, de forma aprobatoria, las frases de Kant se-gn las cuales nadie puede obligarme a ser feliz a su manera y elpaternalismo es el mayor despropsito imaginable. El paternalis-mo para Berlin sera la negacin de la naturaleza autnoma de laspersonas, en tanto sirve para sustituir el criterio propio por el ajeno,invalidando la direccin que cada individuo puede y debe darle a suvida, sin intromisin de los dems. Dice Berlin que El paternalismoes desptico no porque sea ms opresivo que la tirana desnuda,brutal y zafia, ni porque ignore la razn trascendental en m encar-nada, sino porque es una afrenta a mi propia concepcin como serhumano, determinado a conducir mi vida de acuerdo con mis propios

    fines (no necesariamente racionales o humanitarios) y, sobre todo,con derecho a ser reconocido como tal por los dems15.

    Berlin discute, en la parte final de su famoso ensayo sobre los dosconceptos de libertad, la cuestin del consentimiento que puedeprestar una persona para dejar de ser libre. Desde luego, como cabeesperar de un autntico liberal, rechaza la ms mnima posibilidadde que voluntariamente se pueda dejar de ser libre, quiz dejndose

    llevar por un optimismo antropolgico de cuya verificacin prcticaseguramente podra dudarse. Pregunta Berlin, con tono humorstico:Si consiento ser oprimido, si lo acepto con distancia o con irona,estoy menos oprimido? Si me vendo yo mismo como esclavo, soymenos esclavo? Si me suicido, estoy menos muerto por el hechode haberme quitado la vida libremente?16. Con esto Berlin viene areconocer que la autonoma tiene lmites y uno de ellos es la disposi-

    cin de s misma: nadie puede decidir libremente dejar de ser libre.Hay una cuestin final que me gustara destacar del pensamiento deBerlin sobre la libertad. Me refiero a su concepcin naturalista de lamisma, pese a que en el resto de su obra luch denodadamente encontra de cualquier tipo de determinismo histrico. En efecto, paraBerlin habra un espacio de libertad creado por la naturaleza, fun-

    15 Idem, pp. 240-241.

    16 Idem, p. 247.

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    damentado en el carcter de las personas como seres racionales. Eseespacio sera invulnerable para el gobierno y estara a salvo inclusodel propio consentimiento de sus titulares. Ningn tipo de autoridadpodra decidir la entrada en ese espacio sagrado.

    Hay dos frases de Berlin que ilustran perfectamente dicha concep-cin naturalista; son las siguientes:

    Si deseo conservar la libertad, no basta con decir que no hade ser violada hasta que uno u otro el gobernante absoluto,la asamblea popular, el rey en el parlamento, los jueces, variasautoridades combinadas, o las leyes mismas (porque las leyes

    pueden ser opresivas)- autorice su violacin. Hay que crear unasociedad en la que haya fronteras de libertad que nadie estarautorizado a invadir.

    Para Constant, Mill, Tocqueville y para la tradicin liberal a laque pertenecen dice Berlin-, ninguna sociedad es libre a menosque est gobernada en alguna medida por dos principios interre-lacionados: primero, que solamente los derechos, y no el poder,se consideren absolutos, de manera que todos los hombres, seacual sea el gobierno que tengan, posean un derecho absolutoa rechazar comportarse de forma inhumana; y, segundo, quehay fronteras, que no estn trazadas de forma artificial, dentrode las cuales los hombres son inviolables. Estas fronteras estndefinidas en trminos de normas tan ampliamente aceptadas,y desde hace tanto tiempo, que su observancia entra dentro dela concepcin misma de lo que es un ser humano normal y, portanto, definen tambin lo que es actuar de forma inhumana o

    patolgica17.

    La libertad positiva ha sido reivindicada con mucha energa por lasteoras neorrepublicanas, que sostienen la necesidad de entender ala libertad como un estado de no-dominacin18. De hecho, para di-

    17 Idem, pp. 248-249. Cursivas aadidas.18 Pettit, Philip, Republicanismo. Una teora sobre la libertad y el gobierno, Barcelona,

    Paids, 1999, pp. 40 y ss.

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    chas teoras, la distincin entre libertad negativa y libertad positivatendra que ser superada para alcanzar un concepto ms exigenteque reflejara la posibilidad de una ausencia de dominio y no sola-mente de una ausencia de interferencia. Pettit, por ejemplo, sostieneque puede haber ausencia de interferencia en muchas de nuestrasdecisiones, pero que las mismas pueden estar profundamente deter-minadas por un sinnmero de coerciones que nos obligan a elegirentre una u otra cosa. Lo importante para preservar la libertad, ase-gura el mismo autor, es proteger a la persona de la dominacin19.

    Como puede verse, el pensamiento de Berlin nos sigue iluminando

    no solamente para comprender el pasado, sino tambin y sobre todopara vislumbrar el futuro. Eso es lo que nos permite advertir que,en efecto, estamos ante un verdadero clsico, es decir, uno de esosautores que no pueden dejar de leerse para conocer el mundo en elque vivimos.

    A Berlin hay que leerlo una y otra vez. Por eso es que hay que agra-decer la atinada iniciativa de la Fundacin Friedrich Naumann para

    volver a poner a disposicin de todos los interesados los textos deeste pequeo volumen, sobre todo considerando los vientos anti-liberales que recorren ciertos sectores de la poltica en Amrica La-tina. Leer a Berlin desde Amrica Latina, en pleno siglo XXI, es unatarea que pone a prueba no solamente nuestra inteligencia, sinosobre todo que nos convoca a reforzar nuestra creencia en la li-bertad y nuestro compromiso por defenderla frente a las posturasoscurantistas que asoman con frecuencia. Nada mejor, para todoello, que seguir leyendo, discutiendo y difundiendo el pensamientoinsuperado de Isaiah Berlin.

    Coyoacn, junio de 2009.

    19 Republicanismo, cit., p. 43.

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    Ser Libres para ser Humanos

    ISAIAH BERLIN

    1 Texto publicado originalmente por la Revista Letras Libres.Edicin: Diciembre de 2002.

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    La presente carta de Isaiah Berlin es un apretado resumen de suideario. En ella, el autor de El erizo y la zorra y Pensadores rusos,entre otros clsicos del liberalismo del siglo XX, explica por qu nun-

    ca es aceptable el sacrificio individual en aras de una quimrica yfutura mejora colectiva y hace una enconada defensa del libre al-bedro.

    Esta carta fue redactada en respuesta a otra de George Kennan en laque se refiere al ensayo de Berlin Las ideas polticas en el siglo XX,publicado en el nmero de Mediados de siglo de Foreign Affairs,

    en 1950. Aquel ensayo constituye uno de los documentos impor-tantes del liberalismo del siglo XX. Se reimprimi en 1969, en Cua-tro ensayos sobre la libertad, donde Berlin comentaba, en una notasobre el peridico en el que se public originalmente, que su tonoobedeca, en cierta medida, a las polticas del rgimen sovitico du-rante los ltimos aos de Stalin. Afortunadamente desde entoncesse haban modificado los peores excesos de esa dictadura, pero me

    parece que la tendencia general de que se ocupaba esa publicacinha ganado, si no en intensidad, al menos en alcance: algunos de losnuevos Estados nacionales de Asia y frica no parecen mostrar ma-yor inters en las libertades civiles que los regmenes a los que hansustituido aun admitiendo las exigencias en materia de seguridady planificacin que esos Estados han de satisfacer para desarrollarsey sobrevivir.

    Henry Hardy

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    New College, Oxford, 13 de febrero de 1951.

    Querido George:He reaccionado injustamente a tu estupenda carta al tardar tanto enresponderte. La recib hacia fines de curso, cuando estaba de verasagotado de dar clases y poner exmenes, y apenas si era capaz deasimilar nada, pero aun as me conmovi profundamente. Me la lleva Italia y la le y rele, y pospuse la hora de escribir una respuesta asu altura, aunque no llegaba ese momento. Comenc muchas cartas

    pero todas parecan triviales y lo que los rusos llaman suetlivo [me-lindrosas o bulliciosas], llenas de frases apresuradas, dispersas ydesorientadas, impropias del tema y de tus palabras al respecto; perono puedo soportar (aunque no sea sino por los sentimientos que tucarta me inspira) no decir nada slo porque no estoy seguro de cun-to tengo que decir. As que tendrs que perdonarme si lo que escriboes catico, no slo en la forma sino en la sustancia, y si le hace poca

    justicia a tu tesis. Sencillamente proceder con la mejor esperanza, yte ruego perdonarme si te estoy haciendo perder el tiempo.

    He de comenzar diciendo que has formulado lo que no slo con-sidero el meollo del asunto, sino algo que no logr decir, acaso porcierta resistencia a afrontar la cuestin moral bsica en que todo seconvierte. Pero ante la necesidad de tomarla en cuenta, comprendoque es pusilnime navegar en derredor suyo como lo he hecho y,

    ms an, que en realidad es lo que yo mismo pienso y creo profun-damente como cierto. Y ms todava: que de la actitud que se asumaante esta cuestin, que has formulado tan directamente, y con granagudeza, si se me permite, depende toda la perspectiva moral decada quien, es decir, todo aquello en lo que se cree.

    Permteme intentar decir de qu me parece que se trata. Dices(y no te estoy citando) que todos los hombres tienen una debili-

    dad, un taln de Aquiles, y que al explotarla se los puede convertiren hroes, mrtires o harapos. Adems, si estoy entendiendo bien,

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    consideras que la civilizacin occidental descansa en el principiosegn el cual, independientemente de todo lo dems que estuvierapermitido o prohibido, la accin nefanda que destruira al mundoconsistira precisamente en esto: en corromper deliberadamente alos seres humanos al grado de hacerlos comportarse en forma talque, de saber lo que estn haciendo, o sus probables consecuencias,se retraeran con horror y asco. La totalidad de la moral kantiana (nos de los catlicos, pero los protestantes, los judos, los musulmanesy los ateos refinados as lo creen) estriba en esto. La misteriosa frasesobre los hombres como fines en s mismos, de la que tanto se hahablado, sin tratar de explicarla, parece consistir en que se supone

    que todo ser humano tiene la capacidad de elegir qu hacer y quser, por estrechos que sean los lmites en que resida su opcin, porrestringida que est a causa de circunstancias que queden fuera desu alcance; y que todo el amor y el respeto humanos dependen dela atribucin de motivos conscientes en este sentido. Todas las ca-tegoras, los conceptos, a partir de los cuales pensamos y actuamosrecprocamente la bondad, la maldad, la integridad y la falta de lamisma, y el hecho de atribuirle una dignidad u honor a los dems, yel reconocer que no debemos insultarlos ni explotarlos, el racimoentero de ideas como la honestidad, la pureza de motivos, el valor,el sentido de la verdad, la sensibilidad, la compasin, la justicia; y,por otra parte, la brutalidad, la falsedad, la perversidad, la insensibi-lidad, la falta de escrpulos, la corrupcin, la falta de sentimientos,el vaco: todas estas nociones con las que pensamos en los dems yen nosotros mismos, a partir de las cuales se pondera la conducta y

    se adoptan los propsitos, todo esto carece de sentido a menos queconsideremos a los seres humanos capaces de tratar de alcanzarsus objetivos por ellos mismos, a travs de acciones deliberadas deeleccin, lo que de por s ennoblece la nobleza y sacraliza los sacri-ficios.

    Toda esa moral, que se destaca ms en el siglo XIX, en particulardurante el romanticismo, pero que est implcita en los textos cris-

    tianos y judos, y mucho menos en el mundo pagano, descansa enel parecer de que es una maravilla en s mismo cuando un hombre

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    se opone al mundo y se sacrifica por una idea sin ponderar sus con-secuencias, aun cuando consideremos falso su ideal y catastrficossus resultados. Admiramos la pureza de motivos como tal, y la con-sideramos maravillosa, o por lo menos impresionante, quiz dignade combatirse pero jams desdeable, cuando alguien desecha laventaja material, la reputacin, etc., por dar testimonio de algo queconsidera verdadero, por equivocado y fantico que nos parezca. Noestoy diciendo que adoremos la apasionada abnegacin o que prefi-ramos automticamente un fanatismo desesperado a la moderaciny el inters ilustrado. Claro que no. Pero de todas formas nos parecemuy conmovedora esa actitud, aunque su rumbo est errado. La ad-

    miramos siempre ms que el clculo; por lo menos entendemos lasuerte de esplendor esttico que todo desafo tiene para algunos:Carlyle, Nietzsche, Leontiev y, en general, los fascistas. Creemos queslo dan prestigio a su especie esos seres humanos que no se dejanarrastrar lejos por las fuerzas de la naturaleza o de la historia, ya seaen forma pasiva o regodendose en su propia impotencia, e ideali-zamos slo a aquellos que tienen propsitos cuya responsabilidadasumen, por los que arriesgan algo, y a veces todo: vivir conscientey valerosamente por lo que consideran bueno, es decir, por lo quevalga la pena vivir y, en ltimo caso, morir.

    Todo esto podra parecer de una trivialidad enorme. Pero, si esverdad, se trata, por supuesto, de lo que a fin de cuentas refuta alutilitarismo y lo que hace de Hegel y Marx tan monstruosos traidoresa nuestra civilizacin. Cuando, en aquel clebre pasaje, Ivn Kara-

    mazov rechaza los mundos de dicha que puedan comprarse al preciode la tortura a muerte de un nio inocente, qu pueden decirlelos utilitaristas, incluso los ms civilizados y humanos? Despus detodo, en cierto sentido no tendra caso desperdiciar tanta felicidadhumana por tan poca cosa como una, una sola, vctima inocente,asesinada en cualquier forma horrenda; qu es, despus de todo,un alma frente a la felicidad de tantas? Y sin embargo, cuando Ivndice que prefiere devolver el billete, a ningn lector de Dostoievski

    le parece fro ni insensato ni irresponsable; y aunque un largo cursode Bentham o Hegel puede convertirlo a uno en partidario del Gran

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    menos con la libertad del condenado, poder afrontar su destruccincon miedo o valor, segn el temperamento de cada quien, pero porlo menos como seres humanos, armados con la fuerza de la opcin.Es negar a los seres humanos la posibilidad de escoger, someterlosal poder propio, torcerlos as y as y segn el capricho de uno: es ladestruccin de su personalidad mediante la creacin de condicionesmorales desiguales entre el carcelero y la vctima, a travs de lo cualaqul sabe lo que est haciendo y por qu, y juega con la vctima,es decir, lo trata como mero objeto y no como a un sujeto cuyosmotivos, puntos de vista, intenciones, tienen un peso intrnseco. Eldestruir la posibilidad misma de que alguien tenga sus propios pun-

    tos de vista y nociones que le sean importantes: eso es lo que nosresulta intolerable.

    Qu otra cosa nos horroriza de la falta de escrpulos sino sta?Por qu es tan abominable la idea de que alguien manipule a otrapersona a su antojo, aun en los contextos ms inocentes (por ejem-plo en Diadiushkin son de Dostoievski [El sueo del to, novela cortapublicada en 1859], que el Teatro de las Artes de Mosc represen-

    taba tan bien y con tanta crueldad)? Despus de todo, la vctimapodra preferir no tener responsabilidad, y el esclavo ser ms felizen su esclavitud. Sin duda no aborrecemos este tipo de destruccinde la libertad slo porque niega la libertad de accin; existe un ho-rror mucho mayor en negar a los hombres la capacidad misma delibertad: se es el verdadero pecado contra el Espritu Santo. Todo lodems es tolerable siempre que siga existiendo la posibilidad de la

    bondad, de una situacin en la que los hombres elijan con libertad,persigan desinteresadamente sus propsitos por stos mismos, pormucho que tengan que sufrir. Se destruye su alma slo cuando esoya no es posible. Al quebrarse el deseo de elegir, los hombres pierdentodo valor moral y sus acciones pierden todo significado (desde elpunto de vista del bien y el mal) ante sus propios ojos; a eso nosreferimos al hablar de destruir el respeto de las personas por s mis-mas, al convertirlas, como dices, en harapos. ste es el horror ltimo,

    porque en semejante situacin no quedan motivos que valgan lapena: no vale la pena hacer nada ni evitarlo, las razones de existir se

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    han esfumado. Admiramos a Don Quijote, si lo admiramos, porquetiene un deseo desinteresado en hacer lo que est bien, y es patticoporque est loco y sus esfuerzos son ridculos.

    Para Hegel y para Marx (y posiblemente para Bentham, aunque lehabra horrorizado la yuxtaposicin), Don Quijote no slo es absur-do, sino inmoral. La moralidad consiste en hacer lo bueno. Lo buenosera lo que satisficiera la naturaleza del individuo. Slo lo que sa-tisficiera la naturaleza de ste. Slo lo que satisficiera la naturalezaindividual, que forma parte de la corriente histrica que transportaa las personas, lo quieran o no; es decir, eso que el futuro de cual-

    quier forma nos reserva. En cierto sentido ltimo, el error demuestrano haber entendido la historia, haber elegido lo que est destinado ala destruccin, en vez de lo que est destinado al xito. Pero escogerlo primero es irracional, y como la moralidad es la opcin racional,pretender lo que no va a resultar es inmoral. Esta doctrina de que lamoral y el bien son lo que tiene xito, y el error no slo es desafortu-nado sino malvado, est en la esencia de todo lo ms horrendo tantodel utilitarismo como del historicismo del tipo hegeliano, marxista.

    Porque, si slo fuera mejor lo que nos hiciera ms felices a la larga,o eso que fuera de acuerdo con algn misterioso plan de la historia,en realidad no habra razn de devolver el billete. Siempre que hu-biera una probabilidad razonable de que el nuevo hombre soviticopudiera ser ms feliz, aun a plazo muy largo, que sus antecesores,o que la historia estuviera destinada tarde o temprano a producira alguien como l, quisiramos o no, protestar en su contra sera

    slo un romanticismo tonto, subjetivo, idealista, a fin de cuentasirresponsable. Cuando mucho sostendramos que los rusos se habanequivocado en la prctica y que el mtodo sovitico no era el mejorpara producir el tipo conveniente o inevitable de hombre. Pero esclaro que lo que rechazamos con violencia no son estas cuestionesde prctica, sino la idea misma de que haya circunstancias en lasque se tenga derecho de influir sobre el carcter y el alma de otroshombres y conformarlos con fines que ellos, si se dieran cuenta de lo

    que estn haciendo, rechazaran.

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    Distinguimos hasta este punto entre un juicio objetivo y otro devalor. Negamos el derecho a manipular a los seres humanos ilimita-damente, sea cual fuere la verdad acerca de las leyes de la historia.Podemos ir ms all y negar la nocin de que la historia, en algunaforma misteriosa, nos confiera derechos de hacer esto o aque-llo, y negamos que algunos hombres o grupos de hombres puedanafirmar que tienen el derecho moral a que los obedezcamos porqueellos, de alguna suerte, llevan a cabo los designios de la historia,o son su instrumento elegido, su medicina o ltigo o, en alguna for-ma importante, welthistorisch, son grandes, irresistibles, navegan enlas olas del futuro, ms all de nuestras pequeas, subjetivas ideas

    del bien y el mal que no se pueden sustentar racionalmente. Mu-chos alemanes, y me atrevo a decir que muchos rusos o mongoleso chinos de hoy, consideran que es ms adulto reconocer la plenainmensidad de los grandes acontecimientos que sacuden el mundo,y participar en una historia digna de hombres abandonndose a loshechos, que elogiar o maldecir y permitirse moralinas burguesas: lanocin de que hay que aplaudir la historia como tal es la horribleforma alemana de eludir el peso de la opcin moral.

    Si se lleva al extremo esta doctrina, claro est, terminara contodo tipo de educacin, ya que al mandar a nuestros hijos a la escue-la o influir en ellos de otra forma, sin que aprueben lo que estamoshaciendo, no los estamos manipulando, modelndolos como fi-guras de arcilla sin propsito propio? Nuestra respuesta tiene queser que sin duda todo modelado es malvado, y que si los seres

    humanos, al nacer, tuvieran capacidad de escoger y medios paraentender el mundo, todo eso sera criminal; pero, como no los tienen,los esclavizamos temporalmente, por temor a que, de otra manera,sufran desgracias peores de la naturaleza y de otros hombres; y estaesclavitud temporal es un mal necesario hasta que puedan esco-ger por s mismos. La esclavitud no tiene, pues, como propsitoinculcar obediencia, sino al contrario: desarrollar la capacidad dejuzgar y elegir libremente; con todo, no deja de ser un mal, aunque

    sea necesario.

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    Comunistas y fascistas sostienen que esta clase de educacines necesaria no slo para los nios, sino para naciones completasdurante largos periodos, dado que el lento marchitarse del Estadocorrespondera a la inmadurez en la vida del individuo. La analogaes engaosa porque los pueblos, las naciones, no son individuos, ymucho menos nios; es ms: al prometer madurez, su prctica des-miente su profesin; es decir, mienten, y en la mayor parte de loscasos saben que mienten. Desde el mal necesario de la escuela, enel caso de los indefensos nios, este tipo de prctica se convierte enun mal en una escala mucho mayor, y bastante gratuito, a partir yasea del utilitarismo, que representa mal nuestros valores morales,

    o de nueva cuenta a partir de metforas que describen deficien-temente tanto lo que llamamos el bien como el mal, y la ndoledel mundo, los propios hechos. Porque a nosotros, es decir, los queestn con nosotros, nos preocupa ms la libertad que la felicidad delhombre; preferiramos que se equivocaran al escoger a que dejarande escoger; porque creemos que, a menos que elijan, no pueden serfelices ni infelices en sentido alguno en el cual valga la pena tenerestas condiciones; la nocin misma de valer la pena supone elegir,un sistema de preferencias, y subestimarlases lo que nos producetan helado terror, peor que el sufrimiento ms injusto, que de todasformas deja abierta la posibilidad de saber lo que es: la libertad dejuicio, que hace posible condenarlo.

    Dices que los hombres que socavan as la vida de otros hombresterminarn socavando la suya propia, y que todo el sistema del mal

    est por lo tanto destinado a derrumbarse. A la larga estoy segurode que tienes razn, porque el cinismo descarado, la explotacin deotros a cargo de hombres que evitan que los exploten, es una actituddifcil de sostener para los seres humanos por mucho tiempo. Re-quiere mucha disciplina y una pasmosa presin en un clima de tantoodio recproco y desconfianza que no puede durar, porque no existela intensidad moral suficiente o el fanatismo general para mante-nerlo en pie. Pero, de todas formas, puede pasar mucho tiempo antes

    de que termine, y no creo que la fuerza corrosiva del interior avancea la velocidad que quizs t, con ms esperanzas, anticipas. Creo

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    que hay que evitar ser marxistas al revs. Marx y Hegel observaronla corrosin econmica durante sus vidas, de modo que la revolucinpareca siempre estar a la vuelta de la esquina. Murieron sin verla, yquiz hubieran pasado siglos si Lenin no le hubiera dado a la histo-ria una brusca sacudida. Sin sta, las fuerzas morales bastan paraenterrar a los sepultureros soviticos? Lo dudo. Pero que, al final, elgusano los devorara no lo dudo ms que t; sin embargo, mientrast dices que se trata de un mal aislado, una plaga monstruosa queha cado sobre nosotros, que no tiene relacin con lo que pasa enel resto del mundo, yo no puedo dejar de verlo como una formaextrema y distorsionada, pero demasiado comn, de cierta actitud

    general de la que no estn exentos nuestros pases.

    Por decir esto, E. H. Carr me ha atacado con cierta violencia en unartculo de fondo publicado en el suplemento literario de The Timesdel pasado mes de junio. Esto me hace pensar que he de tener toda-va ms razn de lo que pens, ya que la obra de Carr es de los snto-mas ms obvios de lo que he tratado de analizar, y l tiene razn alinterpretar mis artculos como un ataque a todo lo que representa.

    Todo esto aparece particularmente en su ltima obra, sobre la Revo-lucin Rusa, en la que la oposicin y las vctimas no tienen derecho acomparecer, frusleras insignificantes de las que se ocupa la historia,que los ha arrasado ya porque, al estar contra la corriente, por esomismo se lo merecen. Slo vale la pena escuchar a los vencedores. Elresto, Pascal, Pierre Bezukov, toda la gente de Chjov, todos los crti-cos y bajas de la Deutschtum o La carga del hombre blanco, o el Siglo

    Americano, o el Hombre Comn en Marcha, son polvo de la historia,lishnye lyudi[hombres superfluos, segn palabras de Turguenev yDostoievski], los que han perdido el tren de la historia, ratitas infe-riores a los rebeldes de Ibsen, todos ellos Catilinas y dictadores enpotencia. Sin duda nunca hubo una poca en la que se rindiera mshomenaje a los abusivos como tales, y mientras ms dbil la vctima,ms sonoros (y sinceros) sus peanes: por ejemplo E. H. Carr, Koest-ler, Burnham, Laski y dems? Pero basta de quitarte el tiempo.

    De nueva cuenta, quisiera expresar cunto me ha conmovido la

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    forma en que has formulado lo que nos despierta el horror sin parque sentimos al leer lo que ocurre en territorio sovitico, y mi ad-miracin e ilimitado respeto moral por la penetracin y el escrpulocon que lo planteas. Estas cualidades hoy me parecen extraordina-rias; no tengo ms que decir.

    Con el afecto de siempre, Isaiah. ~

    Traduccin de Rosamara Nez The Isaiah Berlin Literary Trust 2002

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    Cartas sobre Mxico

    Durante la Segunda Guerra Mundial, Isaiah Berlin trabaj para elgobierno britnico en Estados Unidos. De 1942 a 1946 tuvo un pues-to en la embajada inglesa en Washington, dc, en donde elaborabareportes muy apreciados por Winston Churchill y por muchos otrospor su perspicaz visin de la escena poltica estadounidense. En 1945,

    luego de una pequea operacin de los senos nasales en Baltimore,se reuni para recuperarse con sus colegas Aubrey y Con(stance)Morgan y John Wheeler-Bennett en Casa Maana, la residencia dedescanso de Elizabeth Morrow2 en Cuernavaca, Morelos. La seoraMorrow era la viuda de Dwight Morrow, embajador estadounidenseen Mxico de 1927 a 1930, y madre de Con Morgan. Despus de sullegada, Berlin les escribi a sus padres: Las palabras no alcanzan

    para describir la calidad de vida aqu. Y al regresar a su trabajo enWashington escribi una carta de agradecimiento a su anfitriona. ~

    Introduccin y notas de Henry Hardy

    1 Texto publicado originalmente por la Revista Letras Libres.Edicin: Diciembre de 2007.

    2 Su casa (situada en una calle que adquiri el nombre de su esposo, DwightMorrow) contena una gran coleccin de arte popular que la pareja habareunido. Actualmente alberga un restaurante que se especializa en alta cocinamexicana.

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    A ELIZABETH MORROW4 DE ABRIL DE 1945

    Embajada britnica, Washington, DC

    Querida seora Morrow:

    Comenc a escribir esta carta a mano y muy pronto me di cuenta

    de que, por mucho que un manuscrito sea ms agradable y genuinoque un texto impreso o mecanografiado, este mtodo habra tenidoel gran inconveniente de no poder ser ledo, o al menos descifrado,por su lectora, pues si mi conversacin es bastante ininteligible, miletra es an peor. As que recurro a un mtodo ms moderno y fro,aunque siga pensando que es menos agradable, para expresarle cunprofunda y duraderamente agradecido estoy por las dos semanas quepas en Casa Maana. Realmente estaba en muy malas condicionescuando llegu y as habra seguido, de no ser por los deliciosos, y, almenos en lo que a m toca, tranquilos das que pas en Cuernavaca.Slo espero no haber cansado mucho a los dems: me temo quehablo demasiado.1 [...]

    Regres inundado por las ms contradictorias emociones acercade Mxico y los mexicanos; me parecieron mucho ms oscuros y vio-

    lentos de lo que esperaba, llenos de supersticin y autntica barbariemedieval, y con temperamentos ms intensos y una vida interna mssecreta que los alegres, sonrientes y, supongo, frvolos latinoame-ricanos de otros pases con los que uno se encuentra en Washing-ton. Obviamente, la tierra en Mxico es muy rica y exuberante y lavegetacin muy abundante, pero las expresiones en los rostros de

    1 John Wheeler-Bennett, historiador en tiempos de paz, recordaba ms tarde: Nossentbamos en el jardn a chismear, discutir o simplemente hacernos compaaen silencio [...], aunque cuando lleg Isaiah [...] ya no hubo ese mismo grado decallada contemplacin: Special Relationships(Londres, 1975), p. 196.

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    la gente me parecan ms bien atemorizantes. Poda respetarlos yadmirarlos, pero creo que nunca llegara a sentirme cmodo entreellos. Cun luminosa y civilizada es la vida en Casa Maana; oh, yel placer de permitirse leer libros y platicar sobre cualquier tema sinun perpetuo sentimiento de culpa por descuidar los ilegibles repor-tes oficiales que se acumulan en mi escritorio. De verdad, le estarsiempre agradecido. [...] ~

    Afectuosamente,Isaiah Berlin

    CUANDO SU AMIGA JEAN FLOUD2 VISIT MXICO EN 1968, BERLINRECORD SU VISITA DE 1945 EN UNA CARTA QUE LE ESCRIBI.

    [...] Mxico. Me daba mucho miedo: estuve all solamente en unaocasin, en 1944 [fue en 1945], y me qued en casa de una familiaestadounidense rica (era ms pobretn en ese entonces: pero debesperdonarme por esta terrible verdad, no not la diferencia: me adap-to con mucha facilidad: y nunca he sido pobre de verdad: nunca heestado literalmente preocupado por el futuro: slo he sido presa deautodesprecio en general nunca de autocompasin, no miedo de

    la Elend3 en concreto, aunque supongo que los nazis me atemoriza-ron en 1940) y estaba deprimido. Esos murales empapados en sangresangre por todas partes en Cuernavaca y tambin en la ciudad deMxico: primero un mural de Rivera, de los aztecas haciendo sacrifi-cios humanos: luego los espaoles masacrando a los aztecas: luegogente siendo asesinada en lo que los estudiantes llaman C18[siglo

    2 Jean Floud, una sociloga en su ao sabtico del Nuffield College de Oxford,estaba dando un curso en El Colegio de Mxico en el verano de 1968.

    3 Miseria.

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    XVIII]: luego los espaoles masacrados en la Revolucin Mexicanaa principios del C19: despus la sangre que manaba en tiempos delbuen Jurez, despus Madero, Zapata, etc.: finalmente un gran mu-ral de un guerrillero y a sus pies un campesino degollado con unaguadaa (creo) y diciendo Tierra y libertad4. Y todos esos indiosinmviles con la mirada fija en el cielo, quietos y fanticos, mirandoal sol: demasiado rgidos e inhumanos. La ciudad de Mxico llenade turistas, la Conferencia de Chapultepec,5 y el alboroto y la fri-volidad: y el hotel Reforma, pero la provincia es remota, extraa, yd.h.lawrencesca. No es para m: no para el alegre soltern judo, elamigo de parlanchines intelectuales rusos: ni siquiera para el privi-

    legiado primer secretario britnico que era yo entonces, a quien ledaban descuentos en todo y que era tratado con exquisita cortesapor los integrantes del cuerpo diplomtico, que se la pasaban ofre-cindome grandes vasos de jugo: ms sangre! Le queda a Trotskyo a M[a]cIntyre7 o a rebeldes feroces. No es bueno para liberales depiel delgada como yo. Con todo, me gust el tequila, etc. Pero alver a un tragaespadas y tragafuegos con la cara pintada, vi lo quela alegre, horrible Edad Media ha de haber sido en Europa y por qulas ratas de biblioteca se alejaron del mundo y se encerraron enmonasterios. [...] ~

    Traduccin de Una Prez Ruiz

    The Isaiah Berlin Literary Trust, 2007

    4 El panel central del mural de Diego Rivera en la gran escalinata del PalacioNacional en la ciudad de Mxico representa a Emiliano Zapata y a un trabajadorenarbolando una pancarta que dice Tierra y libertad.

    5 La Conferencia Interamericana sobre los Problemas de la Guerra y la Paz se lleva cabo en el castillo de Chapultepec en la ciudad de Mxico, del 21 de febreroal 8 de marzo de 1945, concluy con la firma de veinte pases del continente delActa de Chapultepec, con la que se comprometan a prestarse ayuda mutua encaso de ataque, y represent un gran avance en la solidaridad panamericana.

    6 En espaol en el original. N. de la T.7 Alasdair MacIntyre, filsofo, entonces profesor de sociologa en la Universidad

    de Essex.

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    Nuestro ms profundo agradecimiento a laRevista Letras Librespor habernos permitidola reproduccin de la fotografa de portaday los textos Ser Libres para Ser Humanosy

    Cartas sobre Mxicode Isaiah Berlin.