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Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Pedro LASARTE. Juan del Valle y Caviedes y la sombra de Quevedo - Juan del Valle y Caviedes y la sombra de Quevedo Pedro Lasarte BOSTON UNIVERSITY Es PRÁCTICA COMÚN EN la crítica hispanoamericana el pensar en Francisco de Quevedo como modelo literario del escritor del virreinato del Perú, Juan del Valle y Caviedes. 1 Mi propósito en este breve ensayo es el de adelantar algunas ideas que vengo preparando en torno a la relación entre estos dos autores. Sólo como dato para establecer un referente temporal, Quevedo muere en 1645 y Valle en 1698. En Valle y Caviedes sin duda hay numerosas alusiones y referencias a la obra de Quevedo, pero una que resalta, y que me interesa mirar de cerca aquí, es la de un poema cuyo título, con algunas variaciones en los manuscritos originales, dice: «Los efectos del protomedicato de don Francisco de Bermejo ... escrito por el alma de Quevedo, que anda penando en sátiras,» poema éste que, como lo haría también Quevedo en más de una ocasión, satiriza la profesión médica. Un cotejo de la sátira de la medicina en ambos autores entregaría una reiterada coincidencia de lugares comunes de la tradición literaria; entre ellos la identificación médico-verdugo y la burla de sus vestimentas y de sus usos de aforismos y latines. 2 Lo que quisiera hacer aquí, sin embargo, es ver cómo los mismos lugares comunes, utilizados por ambos autores, al responder a un contexto social diferente, para el caso de Valle y Caviedes entregan un sentido suplementario diverso, de connotaciones propias al virreinato del Perú. El poema en cuestión retoma un evento documentado en los archivos de la colonia: «Üssera,» Protomédico del Perú, ha fallecido, y su puesto pasa a manos de un colega, otro médico llamado «Bermejo.» Valle y Caviedes satiriza el cambio de mando: Protoverdugo de herencia Osera a Bermejo hizo, por su última y postrera 1 Entre los muchos estudios que notan diversas relaciones textuales entre los autores (y también ciertas diferencias importantes) se destacan Emilio Carilla, Quevedo (entre dos centenarios), Tucumán: Universidad Nacional de Tucumán, 1949, pp. 222-29 y Giuseppe Bellini, Quew¡do in America, Milano: La Goliardica, 1966, pp. 107-22. Véase, por ejemplo, Francisco de Quevedo, La hora de todos, ed. de Luisa López-Grijera, Madrid: Castalia, 1975, p. 72; Sueños y discursos, ed. de Felipe C. R. Maldonado, Madrid: Castalia, 1972, pp. 73-79, 158, y 188. 323 -1 .. Centro Virtual Cervantes

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Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Pedro LASARTE. Juan del Valle y Caviedes y la sombra de Quevedo-

Juan del Valle y Caviedes y la sombra de Quevedo

Pedro Lasarte BOSTON UNIVERSITY

Es PRÁCTICA COMÚN EN la crítica hispanoamericana el pensar en Francisco de Quevedo como modelo literario del escritor del virreinato del Perú, Juan del Valle y Caviedes.1 Mi propósito en este breve ensayo es el de adelantar algunas ideas que vengo preparando en torno a la relación entre estos dos autores. Sólo como dato para establecer un referente temporal, Quevedo muere en 1645 y Valle en 1698.

En Valle y Caviedes sin duda hay numerosas alusiones y referencias a la obra de Quevedo, pero una que resalta, y que me interesa mirar de cerca aquí, es la de un poema cuyo título, con algunas variaciones en los manuscritos originales, dice: «Los efectos del protomedicato de don Francisco de Bermejo ... escrito por el alma de Quevedo, que anda penando en sátiras,» poema éste que, como lo haría también Quevedo en más de una ocasión, satiriza la profesión médica. Un cotejo de la sátira de la medicina en ambos autores entregaría una reiterada coincidencia de lugares comunes de la tradición literaria; entre ellos la identificación médico-verdugo y la burla de sus vestimentas y de sus usos de aforismos y latines. 2 Lo que quisiera hacer aquí, sin embargo, es ver cómo los mismos lugares comunes, utilizados por ambos autores, al responder a un contexto social diferente, para el caso de Valle y Caviedes entregan un sentido suplementario diverso, de connotaciones propias al virreinato del Perú.

El poema en cuestión retoma un evento documentado en los archivos de la colonia: «Üssera,» Protomédico del Perú, ha fallecido, y su puesto pasa a manos de un colega, otro médico llamado «Bermejo.» Valle y Caviedes satiriza el cambio de mando:

Protoverdugo de herencia Osera a Bermejo hizo, por su última y postrera

1 Entre los muchos estudios que notan diversas relaciones textuales entre los autores (y también ciertas diferencias importantes) se destacan Emilio Carilla, Quevedo (entre dos centenarios), Tucumán: Universidad Nacional de Tucumán, 1949, pp. 222-29 y Giuseppe Bellini, Quew¡do in America, Milano: La Goliardica, 1966, pp. 107-22.

Véase, por ejemplo, Francisco de Quevedo, La hora de todos, ed. de Luisa López-Grijera, Madrid: Castalia, 1975, p. 72; Sueños y discursos, ed. de Felipe C. R. Maldonado, Madrid: Castalia, 1972, pp. 73-79, 158, y 188.

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disposición de jüicio. Su heredero era forzoso

porque el tal Osera dijo que Bermejo, de sus cascos sólo llenaba el vacío. (44. 1-8)3

PEDRO LASARTE

Cabe observar que «la última y postrera disposición» de Ossera arroja un cómico sentido escatológico al compararse su agilidad mental con una evacuación intestinal. Según la Real Academia, «postrera» es «la parte más retirada de un lugar,» y «disposición>> la «soltura en despachar las cosas.» Alcance intelectual éste que se reitera en la siguiente estrofa, ya que, según Ossera, sólo Bermejo llenaba el «vacío de sus cascos>>-es decir el vacío de su cabeza.

De inmediato se pasa a una descripción satírica de las pretensiones del nuevo protomédico, descripción que incluye los siguientes versos jocosos:

Heredó el cargo, y al punto, añadiéndole a lo erguido de su natural, la herencia, se espetó más de aforismos.

Hinchándose de Galeno, de Hipócrates embutido, disfrazó en sabia corteza su rudo centro nativo. (44. 9-36)

Antes de pasar a observar estos versos cabría entregar algunos datos sobre estos dos personajes, Ossera y Bermejo. El primero, don José Miguel de Ossera y Estella, nacido en Zaragoza, había sido médico de Don Juan José de Austria antes de llegar al nuevo mundo-hacia 1688----<::on el séquito del Virrey Conde de la Moncloa; esto en calidad de Médico de Cámara. Guillermo Lohmann Villena muestra que Ossera habría hecho uso de su cercanía al virrey para lograr una serie de beneficios o puestos, algo que no fue bien visto por algunos de sus contemporáneos. Se documenta, por ejemplo, que el virrey tuvo que hacer grandes contribuciones a la hermandad del Hospital de San Andrés para que se permitiera que Ossera prestase allí sus servicios. Lo que es importante notar es que los hermanos del hospital se opusieron al nombramiento del peninsular Ossera porque dudaban de su capacidad profesional e intelectual, ya que «desconocía el temperamento de la tierra y la virtualidad de los fármacos locales.»4 No obstante, el virrey logró salir con las suyas-favor éste, entre otros, que el médico responde en un certamen poético con un largo romance de alabanza. Ossera, finalmente, a instancias del virrey, en 1690, es nombrado a la facultad de la Universidad de San Marcos; esto a pesar de carecer de

3 Cito de Juan del Valle y Caviedes, Obra completa, ed. de María Leticia Cáceres, A. C. l., Luis Jaime Cisneros, y Guillermo Lohmann Villena, Lima: Banco de Crédito del Perú, 1990.

Valle y Caviedes, p. 865.

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las credenciales necesarias: fue graduado de Zaragoza y no de Salamanca, Valladolid, Alcalá, o Bolonia, como se hallaba estipulado en la Recopilación de Leyes de las Indias5

.

Pero el Conde de la Moncloa, su virrey, nuevamente logra que el Fiscal de la Audiencia subsane tal requisito, apelando a la «pericia» del postulante, pero claro, enfatizando que esto no quedaría como «precedente.» De allí pasa a ser Protomédico, puesto que al morir en 1692 deja vacante y que de inmediato ocupa nuestro otro personaje, Bermejo.

Este otro, Francisco Bermejo y Roldán, fue un hidalgo criollo quien asume la Cátedra de Prima y recibe el título de Protomédico en ese mismo año de 1692, puesto que venía pretendiendo desde 1672.6 Como nos muestra Lohmann Villena, por su estrecha relación con el Arzobispo (virrey entonces) Melchor Liñán y Cisneros, de quien era Médico de Cámara, Bermejo casi llega a conseguir el cargo en 1678 cuando el puesto se hallaba vacante. No obstante la insistencia del virrey no lo logró porque Bermejo no era titular de la Cátedra de Prima de Medicina de la Universidad de San Marcos, puesto para el que tuvo que esperar hasta 1692, año en el que, con la muerte de Ossera, reemplaza a este último como Protomédico del Virreinato del Perú. Cabe añadir que Bermejo también ejerció la rectoría de la Universidad de San Marcos. Es decir, era un personaje de importancia dentro del sistema virreinal peruano y un buen representante de la hidalguía criolla que ejercía presión para asumir lugares de importancia y poder en el sistema colonial.

Queda claro, entonces, que el poema de Valle y Caviedes recoge jocosamente cierta realidad histórica del virreinato del Perú y critica las conocidas arbitrariedades y favoritismos de la corte. 7 Lo que nos interesa aquí, sin embargo, es ver cómo el referente histórico del poema encierra un contenido suplementario que habría sido percatado por los lectores coetáneos al autor. Recordemos que la sátira de Ossera recaía sobre su falta de conocimiento, su «casco» vacío y su «diarrea» intelectual, por así decirlo--sin duda lugares comunes de la escatología burlesca. Pero a raíz del contexto en el cual hemos visto a este médico podríamos desligar otras connotaciones más. Recordemos que era peninsular y que había llegado al Perú con el séquito del Virrey Conde de la Moncloa en calidad de Médico de Cámara. Vimos también cómo su cercanía a la corte y al favor del virrey le lograron puestos para los cuales, se decía, no estaba intelectualmente capacitado, incapacidad, curiosamente, por ser peninsular, por no conocer-repito la cita-<<el temperamento de la tierra y la virtualidad de los fármacos locales.» Creo que el lector coetáneo de Valle y Caviedes estaría muy consciente de la situación que subyace a la burla de la abreviada capacidad de Ossera. Tales eventos y realidades políticos se hablaban, se comentaban. Eran sin duda tema de reflexión entre los varios grupos sociales que habitaban la ciudad de Lima. Al respecto cabría traer a colación algunas palabras del historiador Bemard Lavallé, quien resume muchas quejas de la época:

~ Valle y Caviedes, p. 866. 7

Valle y Caviedes, p. 837. Sobre las arbitrariedades y contradicciones entre la legislación y la práctica en tomo a la

medicina, véase John Tate Lanning, The Royal Protomedicato: The Regulation of the Medica! Professions in the Spanish Empire, ed. de John Jay TePaske, Durham, NC: Duke UP, 1985, pp. 45-57 y pássim; y Uriel García Cáceres, Juan del Valle y Caviedes: Cronista de la medicina, Lima: Universidad Peruana Cayetano Heredia, 1999, p. 52.

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los criollos--dice-argumentaban que no se debía nombrar en América en detrimento de los hijos de la tierra y beneméritos a peninsulares cuyo escaso conocimiento del medio, cuya codicia ... cuyo poco o ningún apego al bien común local hacían que en el fondo se despreocuparan por lo que pudiera resultar de su

. ' 8 gest10n.

Hay que preguntarse, entonces, ¿es la sátira hacia Ossera una crítica que tiene ecos de las reiteradas quejas de los criollos hacia la imposición y el favoritismo ejercido por los peninsulares? ¿Es ésta una posición criollista de Valle y Caviedes? Pareciera serlo, pero veremos que el asunto es más complejo. Sigamos adelante con el poema para acercamos ahora a la sátira del otro, del nuevo protomédico, Bermejo. Recordemos que, jocosamente, según el poema éste

Y que luego,

Heredó el cargo, y al punto, añadiéndole a lo erguido de su natural, la herencia, se espetó más de aforismos (subrayado mío).

Hinchándose de Galeno, de Hipócrates embutido, disfrazó en sabia corteza su rudo centro nativo (subrayado mío).

Creo que estas dos estrofas encierran otra referencia interesante a las encontradas relaciones entre criollos y peninsulares. Recordemos que Bermejo, quien ha heredado el puesto del peninsular Ossera, era un criollo, un criollo representante de la élite local que por su propio lado competía por situaciones de control o poder. Si miramos de cerca el texto de Valle y Caviedes veremos que recoge, veladamente, una creencia muy divulgada en la época, que servía para denigrar al criollo. Recurramos otra vez a Lavallé: «en repetidas ocasiones-todavía a finales del siglo XVII--eminentes <especialistas> españoles se preguntaban sin rodeos si, con el tiempo, bajo los efectos de la naturaleza americana conjugada con condiciones de vida particulares y con influencias astrales específicas, los criollos no vendrían a ser un día semejantes, en todo, a los indios.»9 Y, claro está, al indio se lo consideraba como ser inferior en muchos aspectos, entre ellos el intelectuai.10 Regresemos, entonces, al poema para ver cómo esta otra posición--de queja

8 Bernard Lavallé, «El criollismo y los pactos fundamentales del imperio americano de los Habsburgos,» Agencias criollas. La ambigüedad «colonial» en las letras hispanoamericanas, ed. de José Antonio Mazzotti, Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2000, 37-5~ p. 41.

Bernard Lavallé, Las promesas ambiguas. Ensayos sobre el criollismo colonial en los Andefo Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1993, p. 11 O.

Un ejemplo temprano de estas denigraciones sería la queja de Bernardo de Sahagún, para

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hacia la inferioridad del criollo-también se inserta en esas dos estrofas del poema de Valle y Caviedes.

Bermejo, se nos dice, «de su natural, la herencia/ se espetó de aforismos;» es decir, literalmente, por haber heredado el puesto hace suyo el discurso propio del médico (los aforismos). Pero si acudimos al Diccionario de Autoridades, hallamos allí otra lectura posible. El vocablo natural significó también «genio índole, o inclinación propia de cada uno,» y «heredar» fue «metaphoricamente ... las costumbres y propriedades que tiene la persona como naturales; y así se dice heredó de sus padres el valor, heredó la mala condición, heredó el nombre.» Esos versos que hemos visto, entonces, además de referir en un sentido literal al reemplazo del protomedicato, conllevan una reflexión en tomo a la supuesta, y ya mencionada, inferioridad intelectual del criollo, la cual es «heredada» por su propia «naturaleza.» Esto último se reitera en la siguiente estrofa al aludirse al «rudo centro nativo» de Bermejo. Hay que ver que «nativo,» en Autoridades, es «lo que nace naturalmente, o lo que es perteneciente al nacimiento;» y una de las acepciones de «rudo» es «el que tiene dificultad grande en sus potencias, para percibir, aprender o explicar lo que estudia o enseña.» Creo que el lector contemporáneo y vecino de Valle y Caviedes también aduciría estas otras connotaciones del poema en tomo a la supuesta debilidad intelectual del criollo Bermejo y por lo tanto su incapacidad para ejercer la medicina. Estos otros versos aluden, entonces, a una posición anti-criolla bastante divulgada en la época, de la cual ya hemos visto algunos ejemplos. ¿Pero no es esto una visión inversa a la que acabábamos de ver en la sátira hacia Ossera?

¿Cual sería, entonces, la posición de Valle y Caviedes ante este conflicto? A través de su sátira hacia Ossera parece ser portavoz de las quejas de los criollos ante las arbitrariedades y supuestas monopolizaciones de puestos de importancia. Pero por otro lado-opuesto-en función de la burla hacia Bermejo, el poeta parece hacer eco de las reiteradas denigraciones hechas hacia los criollos. ¿Cómo se explica esta contradicción? Sin duda Valle y Caviedes, persona histórica, comerciante, minero, arbitrista, apegado a la corte, tuvo preferencias, alianzas y enemistades, pero lo que hay que reconocer es que su obra, en condición de sátira literaria, nos entrega una heterogénea y contradictoria variedad de voces, o discursos sociales y políticos que constituían la vida de su Lima virreinal.

Pero hay que concluir: y no me olvido de Quevedo. Algunas de las posiciones a las cuales hemos aludido-sobre todo las que se exponían como ideas divulgadas en contra del peninsular o el criollo-por lo general se encuentran registradas en fuentes de naturaleza documental: crónicas, cartas, memoriales, etc. No pretendo diferenciar en un

quien los hijos de peninsulares nacidos en América «en el aspecto parecen españoles y en las condiciones no los son;» y añade que se cría una gente «así española como india, que es intolerable de regir y pesadísima ge salvan> (Fr. Bemardino de Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España, ed. de Angel María Garibay K., 4 vols, México: Editorial Porrúa, 1981, III, p. 160). De modo semejante, hacia 1602, el dominico Juan de la Puente, en su Conveniencia de las dos monarquías, escribía que «los cielos de América inducen la inconstancia, la lascivia y la mentira: vicios característicos de los indios y que las constelaciones hacen también características de los españoles que nacen y se crían aquí» (D. A. Brading, The First America, Cambridge: Cambridge University Press, 1991, p. 298, traducción mía).

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sentido tradicional obra histórica de obra poética: ambas textualizan, en diversos grados, varios aspectos de la realidad, y ambas se hallan formalizadas por un número de prácticas discursivas que componen la ideología colonial peruana. Pero la sátira, a través de su voluntad de descentralización del sujeto y de polisemia, se nutre de un lenguaje concebido no sólo por el documento oficial, sino también por la tropología o el conocimiento propio del transeúnte, como diría Mi ch el de Certeau. El poema que hemos visto, ante un mismo referente, los criollos, los peninsulares, y el protomedicato---cabe reiterar algo obvio--tiene una aproximación diferente a la del discurso histórico. Nos entrega no una visión, según la terminología de de Certeau, solar, sino una visión de transeúnte: 11 en la poesía satírica de Valle se oyen un número de voces cotidianas en enfrentamiento mútuo, en conflictiva relación. ¿Qué pensaba el poeta sobre la sociedad virreinal? ¿Quiénes eran sus aliados y quiénes sus adversarios? No creo que se pueda llegar a una respuesta. Tratándose de una obra literaria, y satírica, el rescate de una posición ideológica inequívoca es, creo, tarea compleja y poco viable. Por otro lado, mi impresión es que Valle y Caviedes sí estaba muy consciente de la naturaleza globalizante, por así, decirlo, del género y su permeabilidad o capacidad para dialogar con una variedad de discursos, contradictorios muchos de ellos: no olvidemos el sentido etimológico del vocablo «sátira,» el de satura, u «0lla podrida de manjares varios,» según Corominas.

Las obras de Valle y Caviedes a cada paso reflexionan sobre sí mismas, predilección muy conocida para el imaginario barroco, ya sea español o de Indias, y la conciencia que del género satírico como «suma» de prácticas discursivas, le lleva, burlescamente claro está, a reconocer que en sus poemas se escucha la voz del «alma» de Quevedo. Tal reconocimiento, sin embargo, a la vez tematiza o reitera la posición crítica ante el referente social y las complejas subjetividades coloniales que expresa el poema.

Para finalizar, entonces, cabría mirar rápidamente otro texto que también trae a colación la ancestoría literaria de la obra de Valle y Caviedes. Se trata de un interesante poema en el cual la persona satírica, autodenominándose «doctor de médicos,» le aclara al lector que su constante vituperación de la medicina ha de tomarse en serio. Esto, claro está, no sin una última y típica mueca burlona:

No son capricho mis versos, como los médicos piensan y publican que es manía y agudo ingenioso tema.

Y porque vean se engañan, traeré aquí los que cooperan conmigo en este dictamen, para apoyo de mi idea. (43. 141-48)

11 Michel de Certeau, The Practice of Everyday Lije, Berkeley: U. ofCalifomia Press, 1988, p. 92.

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Y de inmediato el poema pasa revista a todo un catálogo de escritores y satíricos que se han enfrentado con la medicina: he contado cuarenta, desde San Agustín, pasando, entre otros, por Sócrates, Plutarco, Diógenes, Cicerón, Tito Livio, Juvenal, Epicteto, Alfonso el Sabio, Quevedo, Cáncer, Villamediana, hasta llegar a parar en el dramaturgo Moreto. Lo que es notorio es que en este poema, en el cual se enumera la tradición, Quevedo es sólo uno de cuarenta, y merece sólo cuatro versos. Hay que preguntarse entonces: ¿es ésta una manera de relativizar la importancia de Quevedo en su obra? No sé. Queda claro que la mera mención es reconocimiento elogioso de la deuda, pero quizás se encierre allí el reparo que ha ser una deuda problemática, o mediatizada, por así decirlo.

Repito entonces: el poema de Valle y Caviedes escrito por el «alma de Quevedo» se entronca directamente con una tradición literaria europea, y reconoce su deuda con el gran satírico español, pero esa tradición se recontextualiza para entregamos, como hemos visto, un referente diverso, una sociedad española diferente, con preocupaciones y realidades distintas. Cabría entonces reiterar que Quevedo sirve como palimpsesto cultural: su alma, como el «alma» de toda la literatura española alienta la literatura del siglo diecisiete peruano, pero Valle y Caviedes estaría consciente, creo, de que las dos cosas no eran una y la misma, diferenciación que a lo largo de los siglos venideros se tomaría, para los hispanoamericanos, en asunto cultural de importante preocupación.

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