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JUANA DE ARCO, PRINCESA DE
ORLÉANS, MÉDIUM Y GUERRERA
ISABELLE CHEVALIER
El excelente libro de Roger SENZIG y Marcel GAY: L’Affaire Jeanne d’Arc (El
Caso Juana de Arco). Esta obra, resultado de cuatro años de investigaciones,
recoge las actas y afirmaciones de la historia y somete a un análisis
meticuloso de la razón y de la ciencia multitud de hechos, milagros y
profecías, separando el hecho religioso del hecho histórico. Vamos a
examinar juntos los elementos fuertes de las investigaciones efectuadas y
compaginadas por Florent MASSOT, un editor defensor de la verdad. Y para
terminar, los mensajes espíritas obtenidos en nuestra asociación, mostrarán
el camino hacia una verdad siempre por completar y restablecer.
Dos tesis se oponen:
La primera es la de la santa y guerrera francesa, la joven campesina iletrada
que oía voces celestiales, que le ordenaban liberar a Francia y hacer coronar
a Carlos VII en la catedral de Reims. Capturada por los ingleses, fue quemada
en la hoguera en Ruán. Un proceso de nulidad de la condena se llevó a cabo
entre 1452 y 1456 y reintegró a Juana por el buen camino hacia Dios.
Finalmente, en 1920 fue canonizada. Se convirtió entonces en un icono de la
religión católica y emblema de una identidad francesa, utilizada a menudo
hoy con fines xenófobos y guerreros.
La segunda es la de una Juana de Arco que no es santa, que no murió en la
hoguera y que es princesa de Orleáns. Esta tesis surgió a partir de los
testimonios de parientes de Jehanne la Doncella (en vida ella nunca fue
llamada Juana de Arco) y de las múltiples búsquedas e investigaciones por
parte de historiadores y periodistas, siguiendo los pasos de Juana de Arco
hasta la existencia de Jehanne d’Armoises. Según ellos, la Doncella y Jeanne
d’Armoises no serían sino una sola y misma persona. Es a partir de los
cuestionamientos y argumentos de los autores de L’Affaire Jeanne d’Arc que
podemos afirmar que la segunda hipótesis estaría más cerca de la realidad,
incorporando la versión espírita. Pues al fin, y según el agudo
cuestionamiento de Marcel Gay, periodista de L’Est Républicain de Nancy,
¿cómo una joven pastora pudo pasar más de cinco minutos en una armadura
sobre un caballo de guerra y manejar tan bien la espada sin haber tenido un
entrenamiento largo y exigente? ¿Cómo pudo conversar en perfecta armonía
con el rey Carlos VII, cuando el dialecto lorenés no era el francés de Francia?
Y las voces que son el origen de todo, ¿no son extrañas? ¿Por qué tendrían
que mentirnos? ¿Quién tuvo interés en falsificar la Historia? ¿Quién es esa
mujer sacrificada al término de un proceso más político que religioso? Y más
aún, ¿quién es esa aventurera, Jeanne d’Armoises, que se atreve a hacerse
pasar por uno de los personajes más grandes de la historia de Francia? Siete
preguntas fundamentales sobre las cuales levantaremos en este artículo una
parte del velo, recogiendo los argumentos de los autores. Misterio que se
presenta apasionante.
Contexto político: Armagnacs y Borgoñones
sobre un fondo de Guerra de Cien Años
1407. La guerra civil se apodera de Francia. Opone a los
Armagnacs, sostén de los reyes de Francia de la dinastía de Valois
y a los Borgoñones, aliados de los ingleses. En esa época, el reino
de Francia está reducido a muy pocas cosas y el rey de Inglaterra
Enrique V ha invadido nuestro suelo. Para evitar lo peor, Carlos VI
e Isabel de Baviera firman el tratado de Troyes en el que Catalina
de Valois, hija del rey de Francia, es dada en matrimonio al rey
Enrique V de Inglaterra. Su heredero, Enrique VI, reinará
entonces sobre Francia desplazando al delfín, Carlos VII, hijo
heredero de Isabel y de Carlos VI. En 1422, mueren los dos
monarcas Enrique V y Carlos VI. Se aplica el tratado de Troyes y
los ingleses se establecen en París. El joven Enrique VI se
convierte en rey de Francia y de Inglaterra mientras que el delfín
Carlos VII, entonces expulsado de París, se autoproclama rey. Es
coronado en Poitiers donde se casa con María de Anjou, hija de
Yolanda de Anjou, ella misma de la dinastía; un Valois quien,
como veremos, desempeñará un papel de director en los eventos
posteriores que involucrarán a Juana. La situación es inédita, hay
dos reyes para un solo reino, dos reyes de derecho divino tan
legítimo el uno como el otro. ¿Quién puede zanjar el diferendo?
¿Qué puede decir el derecho? Dios evidentemente y sólo él. He
aquí que entra en escena nuestra pastora de Domrémy.
Juana de Arco en nuestros libros de historia:
“En medio del desaliento general, una joven pastora se presenta
para salvar a Orleáns y a Francia. Juana de Arco nació el 6 de
enero de 1412 en la aldea de Domrémy en Lorena, de padres
pobres y laboriosos. A la edad de diecisiete años, se siente
llamada por el cielo para liberar a su patria. Conducida ante el rey
en Chinon, lo reconoce y le da pruebas de su misión, revelándole
secretos conocidos sólo por él. Consigue tropas y henchida de un
entusiasmo religioso, marcha hacia Orleáns el 28 de abril de
1429; una muchedumbre de guerreros, que ven en ella a un
enviado del cielo, se apresura a colocarse bajo su bandera. Llega a
Orléans y logra muchas victorias sobre los ingleses, a quienes su
audacia hiela de terror. Sin embargo, sus manos quedan libres de
sangre humana. Segura de la protección del cielo, marcha a la
cabeza de sus soldados llevando un estandarte con la flor de lis,
sobre el que está pintada la imagen del Cristo. En 1430 es
capturada por los Borgoñones que la entregan a los ingleses, sus
aliados, que a su vez la entregan a la Inquisición. Se la acusa de ser
una bruja porque dice oír voces y tener visiones. El 30 de mayo de
1431, después de un proceso deplorable, Juana es quemada viva
en Ruán, a los diecinueve años”. Ese es el cuento oficial.
El mismo cuento revisado y corregido: Juana
la Doncella, princesa de Orleáns, nacida en
1407
Fue a partir de 1805 cuando comenzó la investigación del
parentesco real de Jehanne. Los historiadores se colocan al lado
de la tesis según la cual Juana sería una Valois, Princesa de
Orleáns, hija de Isabel de Baviera y de su cuñado Luis, duque de
Orleáns. Juana habría nacido el 10 de noviembre de 1407 en el
palacio Barbette, en París, domicilio privado de la reina. Sería
pues hermanastra del rey Carlos VII. Como prueba, la réplica de
Juana al duque de Alençon, primo del rey, que hizo referencia
durante el proceso de rehabilitación de Juana: “Cuanto más
conjunto de sangre real de Francia sea, mejor será”. Juana sería el
duodécimo y último hijo de Isabel. Cuando nació, fue declarado
varón, Philippe, muerto al nacer e inhumado en la abadía de
Saint-Denis. La confirmación de este nacimiento viene dada en las
Chroniques de Monstrelet, (*) historiador oficial del duque de
Borgoña. Sólo que en los registros necrológicos de la abadía,
conservados en los archivos nacionales, y en los que son
consignados todos los entierros reales, no se encuentra ninguna
anotación de un servicio fúnebre por la intención de un Philippe
de Valois. ¿Fue un olvido? Habría que esperar cuatro siglos, hasta
1793, para enterarse de que, durante la exhumación de los reyes,
reinas, príncipes y princesas que encerraban los panteones de la
abadía, no se encontró ningún ataúd que contuviera los restos de
un recién nacido, de sangre noble. Además, los análisis científicos
de los manuscritos oficiales que dan testimonio del nacimiento de
un Philippe de Valois muerto al nacer, prueban sin lugar a dudas
que el papel utilizado sólo fue empleado a partir de 1457. Por
consiguiente, no fue sino después de esa fecha, medio siglo más
tarde, cuando se escribió la versión oficial del nacimiento del
decimosegundo hijo de la reina Isabel de Baviera. Es decir, poco
después del proceso de nulidad de condena de la Doncella. ¡Se
está en el derecho de dudar de la exactitud de hechos descritos
cincuenta años después de su desarrollo sobre un papel que aún
no se había fabricado! Finalmente, la propia Doncella prueba su
año de nacimiento en estos términos: Al llegar a Chinon, Juana le
dice al rey: “Mi edad se cuenta por tres veces siete”. Igualmente, la
crónica de Monstrelet precisa: “En el año mencionado (1428) vino
hacia el rey en Chinon, una chica de unos veinte años llamada
Juana”. Si en 1428 tenía veintiún años, esta respuesta argumenta
en favor del año 1407. Si ese hijo de la reina no murió, era preciso
esconderlo bien. Sin duda lejos de París.
Juana en Domrémy, una primera infancia
estudiosa
Domrémy, pequeña aldea del Mosa en Lorena, formaba parte en
la época del ducado de Bar. Los habitantes habían conseguido el
estatuto privilegiado de burgueses del Rey y la aldea formaba
parte del dominio real. La familia Darc (el apóstrofe d’Arc fue
introducido en el siglo XVI), escogida por su pertenencia desde
hacía tiempo a la pequeña nobleza, poseía escudo de armas desde
hacía más de dos siglos. Poco tiempo después de la llegada de
Jehanne a la casa de los Darc, un buen número de miembros de la
familia consiguió puestos interesantes que los acercaban al Rey.
Su niñez transcurrió como la de todos los niños de la aldea, entre
juegos y risas pero también trabajo, no en los campos sino en los
libros, pues el rango de los Darc cerca de la Corte la diferenciaba
de los otros niños de los campesinos de la aldea. De hecho, en los
archivos del proceso de Ruán, el 22 y 24 de febrero de 1431, los
jueces han recibido por dos veces de parte de Juana una respuesta
sin equívocos: no ha “guardado nunca borregos ni otras bestias”.
Respecto a Juana en Chinon, Jean Chartier el historiador del rey
Carlos VII a partir de 1437, autor de crónicas latinas, escribió este
asombroso admirativo compartido por la casi totalidad de los
testigos de esa época: “Se hubiera dicho que esta chica había sido
educada, no en los campos, sino en las escuelas y en la cultura de
las letras. Supo efectuar las reverencias que se acostumbra hacer
a los reyes como si hubiera sido criada en la Corte”. En fin, los
historiadores conocen el lenguaje de Juana por su
correspondencia de la que quedan hoy cinco cartas en original. Se
conoce también la elocuencia de Juana por las largas respuestas
que dio durante el proceso de Ruán. Muestran hasta qué punto se
expresa en un excelente francés de Francia. Gracias a lo cual, por
otra parte, pudo entrevistarse sin dificultad con el rey desde su
primer encuentro y dirigirse con facilidad, a los nobles de la Corte
y más tarde a los jefes de guerra. Ahora bien, está demostrado que
en la región de Domrémy, los campesinos del siglo XV hablaban
un dialecto local formado por un centenar de palabras y la lengua
del pueblo, nunca escrita, era enseñada oralmente. El dialecto de
Domrémy no es el francés de la Doncella que posee un
vocabulario extenso, extraído de los campos semánticos
religiosos, militares, diplomáticos y políticos de su tiempo. Basta
con leer sus cartas, los correos que escribía en cautiverio (ningún
esbirro estaba entonces a su lado) y las respuestas de Juana en
Ruán, catalogadas en los manuscritos del proceso. Juana no habla
ese dialecto.
¿Cómo aprendió pues el francés de Francia utilizado entonces en
la Corte del Rey? Por una sólida educación intelectual que
solamente los nobles recibían.
De los 13 a los 20 años, una enseñanza física
intensa:
La justa y la caballería A los 13 años, tuvo una primera visión de
san Miguel que le ordenó ir a Francia para liberar a Orleáns y
llevar al rey a la consagración en Reims. Juana, interrogada
entonces a este respecto, responderá a los jueces de Ruán en 1430
que en esa época, ella no era más que “una pobre niña que no
sabía montar a caballo ni conducir la guerra”. Eso no tiene nada
de asombroso pues tiene sólo trece años. Siete años más tarde, se
encuentra una chica de 20 años que “quiebra una lanza” (justa
ecuestre) durante un espectáculo organizado en Nancy con la
nobleza del ducado de Bar donde, según los numerosos
testimonios, Juana hace maravillas de destreza tanto con el arma
como a caballo. Ahora bien, para montar a caballo, hay que
aprender, ¿y cómo se aprende a montar a caballo en el siglo XV?
He aquí cómo: Solamente los nobles están autorizados a montar a
caballo y a llevar armas; un joven noble pasa su niñez cuidando y
domando caballos. A los 14 años, se vuelve jinete y comienza a
montar a caballo y vestir armadura, llevando espada y lanza. Se
entrena en el torneo de justa, uno de los ejercicios principales que
prepara para los combates más serios. Es el asistente del
caballero. Esta enseñanza dura siete años antes de que él mismo
sea un caballero experimentado. Hoy en día, la formación de un
buen jinete titular del 9º grado de galope dura también siete años.
Habían transcurrido siete años entre las primeras voces
celestiales que Juana escuchó y su partida para Chinon.
La gran partida:
Juana emprende la ruta hacia Chinon acompañada por Jean de
Novellempont llamado de Metz y Bertrand de Poulangy, dos
oficiales de la compañía de Baudricourt en guarnición en
Vaucouleurs. No sabemos sino muy poco sobre estos personajes y
los lazos que los unían a Juana. Debemos creer, sin embargo, que
Jean de Novellempont conocía bien a la joven pues se dirigía a ella
llamándola “mi amiga”. Ahora bien, ellos eran oficiales del rey de
Francia. ¿Cómo podían conocer a Juana que nunca había salido de
su aldea? ¿Por qué condujeron a Juana a Chinon y a Poitiers como
lo atestigua un escudero en su declaración durante el proceso de
Ruán? ¿A no ser que ellos fueran sus maestros de armas? A los
historiadores no les faltan explicaciones sobre las capacidades de
Juana para montar a caballo y manejar las armas, pero carecen de
pruebas para apuntalarlas. Marcel Gay y Roger Senzig
permanecen muy prudentes sobre este asunto. Vaucouleurs-
Chinon es un periplo de 151 leguas o sea 660 Km. Se efectuó en
once días, para un promedio diario de 61 Km. Es decir más de diez
horas pasadas a caballo, de día y de noche, once veces seguidas.
Sólo los jinetes muy experimentados pueden cumplir tales
proezas. En numerosas ocasiones, muchas anécdotas dan fe de
que Juana fue una amazona sin igual. Pues, más allá del dominio
del caballo, montar con armadura requiere una verdadera
experiencia. Roger Senzig, él mismo jinete experto, se ha
interesado mucho por los caballos y los arreos del siglo XV. Ha
estudiado bosquejos y dibujos y ha comprobado que en esa época,
con motivo de la rigidez de la armadura, el jinete se mantenía de
pie sobre los estribos, con las piernas separadas. Entonces, los
talones se encuentran alejados de los costados del animal. Así,
para evitar grandes movimientos de piernas, lleva las espuelas de
combate suficientemente largas, cerca de veinte centímetros. En
tal situación, nadie puede pasar más de algunos minutos sobre un
fogoso caballo de batalla, con una armadura y manejando la
espada en medio de un ejército de soldados, si no ha sido
correctamente formado y entrenado.
Pero, de hecho, ¿qué aspecto tenía la Doncella
Juana?
El único retrato de Jehanne pintado en vida de ella por un pintor
escocés se perdió. Solamente las estatuas pueden representarla
fielmente aunque es preciso vincularlas con las descripciones en
los libros que contienen testimonios de sus contemporáneos. De
esto se deduce que Jehanne, vestida de hombre, tenía el cabello
negro muy corto, en círculo, a la escudilla (es decir, afeitado sobre
las orejas y en la nuca). Tenía una actitud viril, “fuerte en todos
sus componentes”, con un físico que intimidaba. La estatua de
Juana en compañía de Carlos VII, de la virgen María y de Jesús,
erigida sobre el puente de Orleáns en 1458, parece respetar la
fisonomía de los dos personajes pues en esa época Carlos VII y
muchos vecinos de Orléans aún vivían. Una copia de esa estatua
domina la puerta de la casa de Domrémy. Puede observarse el
tamaño de sus manos. Lleva el cabello largo. Está arrodillada, con
la cabeza desnuda y la mirada fija. Tiene un rostro redondo, las
mejillas llenas, el cuello “breve”. El parecido entre esta estatua y
el retrato de Juana d’Armoises en el castillo de Jaulny es
sorprendente.
Chinon, el futuro Rey la reconoce por la señal
del secreto
A pesar del hecho de que Carlos VII se mezcló con la gente de su
Corte para inducir a Juana al error y de que ésta lo reconoció a
través de sus “voces celestiales”, eso no impidió que el delfín se
entretuviera largamente con ella.
La historia recuerda esto: Carlos y Juana se apartaron de la
muchedumbre, y ya nadie pudo oír las palabras que
intercambiaron durante cerca de dos horas. Sin embargo,
“después de haberla oído, el rey parecía alegre” relata Simón
Charles, presidente de la Cámara de las Cuentas. La conversación
quedó en el misterio y ni los jueces de Ruán, ni los historiadores
pudieron horadar el secreto que, desde ese momento, ató al rey y
a la Doncella. Juana fue a menudo y largamente interrogada sobre
la señal que afirmaba haberle traído al rey para que la
reconociera pero ella nunca quiso decir de qué se trataba. Sin
embargo, en las actas del proceso, Juana precisó que: “cuando el
rey y los que estaban con él hubieron visto dicha señal y el ángel
que la traía, ella le preguntó a su rey si estaba contento y él
respondió que sí. Y entonces ella partió y se fue a una pequeña
capilla y se le oyó decir que después de su salida más de 300
personas vieron dicha señal”. Esa señal, Juana no la llevaba
consigo pues podía verse después de su partida. Se trata por
consiguiente de un objeto, un documento que de alguna manera la
identifica, que da testimonio de su cualidad. Una señal que prueba
su parentesco con el rey que le permite tal familiaridad. No hay
misterio, sino un secreto que guardar.
1428 - Poitiers: La virginidad de Juana
El rey ordenó que Juana fuera examinada por una comisión de
investigadores en Poitiers, sede del Parlamento y de la
universidad. Ella se instaló entonces en casa del presidente del
Parlamento, Jean Rabateau. ¡Cuánta deferencia y honor para una
pequeña pastora lorenesa! Allí, fue largamente interrogada por
los miembros de la comisión y todas las revelaciones fueron
consignadas en un registro. Yolande de Anjou, la suegra del Delfín,
supervisó el examen clínico de Juana. ¡Lo cual, por lo demás, no
dejó de asombrar a los historiadores! Llamándose abiertamente
la Doncella, Juana dio a conocer a todos que era la virgen pura
enviada de Dios. Al mismo tiempo, se trata de una precaución con
respecto a la “santa Inquisición” puesto que la Iglesia admite que
una virgen no puede ser bruja, pues no ha hecho comercio con el
diablo. ¿Qué había en el misterioso registro de Poitiers, por
mucho tiempo considerado como desaparecido por los
historiadores? Parece que Juana dijo muchas cosas a los
investigadores. Sin duda sobre su verdadera identidad y la
naturaleza de sus voces pues sin cesar remitiría a sus jueces de
Ruán a su interrogatorio de Poitiers. El manuscrito de Poitiers
está actualmente en los archivos del Vaticano. Marcel Gay hizo
petición oficial al Vaticano para acceder a ese registro, pero no
recibió respuesta. Esa negativa obstinada de la Iglesia de Roma ha
reforzado su convicción de que Juana no fue una simple pastora
iluminada.
Entonces, la Doncella Juana, ¿es obra divina o
invención humana?
En su Descripción de Europa, el papa Pío II elegido en 1458
escribe estas líneas luego de haber contado la historia de Juana:
“¿Era una obra divina o humana? Me sería difícil afirmarlo. Unos
piensan que los ingleses prosperaban, los grandes de Francia
estaban divididos entre ellos, quizás alguno más sabio y mejor
iluminado pudo imaginar este artificio, de producir divinamente
una virgen enviada, y con ese motivo reclamar la conducción de
los asuntos; no hay hombre que pueda rechazar tener a Dios por
jefe; fue así como la dirección de la guerra y el comando militar
fueron entregados a la Doncella”. ¿Quién puede ser esa persona
más “sabia y mejor iluminada” qué las demás, que puede tener
suficiente perspectiva, audacia e inteligencia para haber
concebido y programado también una operación delicada?
Alrededor del Delfín, una persona podría cumplir con las
exigencias intelectuales requeridas, y es Yolande de Anjou quien,
sin duda, vio en la mediumnidad de Juana el medio para realizar
su proyecto.
Yolande de Anjou duquesa de Anjou, reina de
Sicilia, de Nápoles, de Jerusalén y de Aragón
Yolande de Anjou formaba parte de la dinastía de los Valois. Fina
estratega, supo sacar partido de los acercamientos familiares
concediendo la mano y casando a sus hijos con ricos herederos de
ducados o de reinos. En 1413, tomó bajo su protección en el
castillo de Angers a Carlos VII de 9 años de edad. Le procuró la
mejor educación para sustraerlo de la influencia de su madre. En
cuatro años, los hermanos mayores de Carlos morirían
envenenados. Carlos se convirtió pues en el delfín en 1417.
Yolande va a hacer todo para preservar la herencia de su futuro
yerno pues poner a Carlos en el trono de Francia significaría
salvar a la familia Valois. Para vencer militarmente a los ingleses,
hacía falta un mandato militar único. Éste recayó naturalmente en
Carlos de Orleáns, el mayor y primo de Carlos VII. Ahora bien, este
último estaba en prisión en Londres y de allí no saldría sino en
1440, mucho después de la epopeya de la Doncella, cuando el
trono de Carlos VII ya no estaba amenazado. Como resultado, a
falta de un jefe de guerra y de tropas suficientes, se está en el
derecho de utilizar una aliada temible: la religión. ¿Qué ejército,
por poderoso que fuera, podría resistir a las tropas conducidas
por una enviada de Dios? Este aspecto del personaje de Juana, que
se dice investido de una misión divina, no ha escapado de nadie.
Recordemos que Juana dijo haber oído las voces celestiales
cuando tenía 13 años y desde entonces, todo lo atestigua, su
educación se centró en el arte del manejo de las armas y de la
montura.
A principios de abril de 1428, Juana salió de Poitiers hacia Tours,
ciudad fiel a Yolande. Se le hizo fabricar una hermosa armadura,
con los colores de la Casa de Orleáns. Su estandarte está esparcido
de flores de lis y en el centro está cosido el rostro del Cristo. Pero
nada se hace sin el concurso de Yolande, es ella la que financia las
tropas, la que reúne alrededor de Blois el ejército del rey. La
historia no dice el importante papel que jugó Yolande en la
organización del advenimiento de la Doncella Juana. Sin embargo,
Roger Senzig está convencido de que ella montó completamente
toda esta operación con propaganda y manipulaciones de todas
clases. Yolande hizo instruir a la joven adolescente con ayuda de
los franciscanos de Domrémy e hizo correr de boca en boca las
profecías que anunciaban la llegada de una doncella, brazo
armado de Dios. Pues estábamos en la Edad Media, en un mundo
irracional hecho de una mezcla de símbolos, magia, religión,
secretos y brujería.
Las voces celestiales
Durante la lectura de las minutas del proceso de Ruán, puede
observarse que Juana no relata las palabras oídas, ni si son dulces
y claras y o si se le habla en francés. Se limita a describir las
apariciones de las que es testigo y a identificarlas con los nombres
de: santa Catalina, santa Margarita y san Miguel arcángel. En la
Biblia, en el pasaje del Apocalipsis, Miguel es el que gana la guerra
que opone a ángeles y demonios después de la creación. Santa
Margarita sería una joven pastora, piadosa, que quiso permanecer
virgen por el amor de Cristo y fue decapitada por haberse negado
a renegar de su fe. En cuanto a santa Catalina, de familia noble, se
convirtió al cristianismo y recibió el martirio por haberle
reprochado al emperador Maximiano que perseguía a los
cristianos. Estas leyendas son embellecidas por gran número de
milagros. Es lo que se sabe de estos personajes bíblicos, pero son
sólo leyendas pues la inverosimilitud del relato de su vida, de su
muerte y de su martirio hace sospechosa su existencia terrenal. Al
examinar más de cerca los trabajos de Roger Senzig nos
enteramos de que las santas no existieron nunca y de que el Papa
Juan XXIII las había excluido buenamente del martirologio de los
santos. En efecto, las santas Catalina y Margarita nunca tuvieron
existencia real. Pero eso no podía sospecharlo la Doncella Juana.
Sin poner en tela de juicio las afirmaciones de Juana, es muy
posible que su entorno religioso la hubiera alentado a dar una
identidad a las voces y visiones que percibía para hacer más
creíble la tesis de que era la tan esperada enviada de Dios.
La campaña militar: Orleáns, Reims, París,
Compiègne
En la epopeya Juanica, todo ha estado, está y estará sujeto a
interpretaciones, desde su nacimiento hasta su muerte. Todo,
salvo sus propias acciones, en primer lugar de las cuales figura la
gloriosa campaña militar que se inició el 21 de abril de 1429 en
Orleáns, continuó en Reims donde permitió la consagración de
Carlos VII y terminó con una batalla por la liberación de París a
partir de septiembre del mismo año. Esta batalla, se sabe, fue una
derrota y el rey ordenó la disolución del ejército. En numerosas
ocasiones críticas, mostró que sus cualidades de conductora de
hombres y su inspiración y clarividencia hacían la diferencia
entre la victoria y la derrota. Tendría un efecto desmoralizante
sobre los soldados ingleses que en gran número abandonaban el
ejército, fenómeno creado probablemente por la divulgada
creencia de que ella era bruja. Su epopeya militar terminó el 23
de mayo de 1430 en Compiègne donde fue detenida con todos sus
compañeros.
La captura
La coronación de Carlos en Reims y su consagración habían
tomado por sorpresa a la universidad de París y reducido las
pretensiones de Enrique de Inglaterra al trono de Francia. El
único modo de anular la consagración de Carlos hubiera sido
probar que era el resultado de las obras del demonio cuyo agente
era claramente Jehanne. Comenzó entonces una campaña de
desprestigio hacia Jehanne, propagando la idea de que era bruja.
Si era declarada culpable, debería ser juzgada por la Inquisición y
quemada viva. Como “prisionera de guerra”, existía una
posibilidad de rescate. Gilles de Rais, su compañero de armas, se
movilizó para reunir un rescate que liberaría a Juana, pero los
ingleses lo rechazaron. El Papa que hizo todo para evitar ser
responsable de este proceso, delegó como jueces del proceso, en
dos de sus hombres de confianza para proteger a Juana del
veredicto de la Corte de la Inquisición. Juana no sería maltratada
durante su secuestro y se beneficiaría con deferencias por parte
de la duquesa de Borgoña. ¡Qué honor para una hereje! Se
necesitaron siete meses para ir de Compiègne a Ruán. Es decir,
que debió haber embajadas, negociaciones y propuestas entre
ingleses y Borgoñones.
El proceso de Ruán
Juana es víctima de un proceso por herejía. El problema, es que
Juana es virgen como lo atestigua un nuevo examen clínico de
nuestra heroína. Ahora bien, se admite que una virgen no puede
ser habitada por Satanás. Juana sabe perfectamente a qué
atenerse. Sabe que se trata de un proceso político. Sabe también
que su vida le será perdonada, sus voces se lo han prometido. Se
lo dice a sus jueces en Ruán. He aquí por qué responde
“atrevidamente” evitando sin embargo todas las trampas que
tocan la brujería. No sería torturada aunque eso era de rigor en la
época, los jueces consideran que “su alma está demasiado
endurecida, la tortura no hará provecho y deciden aplazar su
aplicación”. Manifiestamente, no quieren endosar
responsabilidades que incumben a otros. El 13 de mayo de 1431
se organiza un banquete desacostumbrado como da fe el registro
de las cuentas del palacio de Richard de Beauchamp, conde de
Wernicke. Recibe en su mesa a todos los protagonistas del
proceso, obispos, el presidente del Tribunal, sacerdotes ingleses,
caballeros borgoñones etc., en total cerca de ciento diez personas.
¿Acaban de decidir el resultado del proceso? Ciertamente no, pues
el proceso toca a su fin y no se trata de juzgar a la prisionera sino
de condenarla. ¿Acaban de discutir las modalidades de la
liberación de la Doncella Juana? Es más que probable. El 19 de
mayo, Juana es condenada a ser quemada viva en la plaza pública
de Ruán.
La ejecución
Las acusaciones por herejía se encienden. Juana se defiende y
desestabiliza a sus verdugos con su aplomo. Aprovechando su
temor, los jueces le hacen firmar un acto de abjuración. Salvaría
así su cabeza y sería condenada a prisión perpetua. Devuelta a su
prisión, se le dan trajes de mujer pues el uso de trajes de hombre
e inversamente el uso de trajes de mujer por un hombre está
prohibido por la santa Inquisición. Sin embargo, al día siguiente
es encontrada con trajes de hombre. ¿Quién se los dio? ¡Misterio!
Pero por esto, se convierte en “relapso” (recaída en la herejía) y
es entregada al poder civil. El 29 de mayo, es condenada, la
ejecución tendrá lugar al día siguiente. El 30 de mayo a las 7,
recibe la comunión. Incomprensible para una bruja excomulgada.
En la plaza del Mercado Viejo de Ruán, se ha erigido una hoguera
alta y grande. A las ocho, el historiógrafo del duque de Alençon,
Perceval de Cagny, comenta en sus crónicas: “Fue traída del
Chastel, con el rostro enfundado, a dicho lugar donde el fuego
estaba listo”. La que sube a la hoguera tiene el rostro cubierto.
Nadie puede reconocer a la mujer. A causa de la altura anormal
del montón de madera, el verdugo no puede ir a atar a la
condenada como lo hace siempre para evitar sufrimientos
inútiles. Se compadecerá por ello en otra parte. Sobre la hoguera,
un gran letrero sobre el que está escrita la condena esconde en
parte a la ajusticiada. En la plaza, de setecientos a ochocientos
guerreros, según los testigos del proceso de nulidad, mantienen
alejada a la muchedumbre. Warwick ha hecho cerrar y clavar los
postigos de madera de las casas que dan a la plaza. Por
consiguiente, le es imposible a la población asistir a esa ejecución
que sin embargo es pública. ¿Por qué? Durante la ejecución, los
altos comanditarios ingleses se retiran. Algunos testimoniarán en
el proceso de nulidad que no vieron el cuerpo quemarse en las
llamas. Extraña actitud para los que tenían prisa por acabar con la
Doncella. Marcel Gay: “Desde la captura de Juana, Carlos VII
parece no haber levantado un dedo para venir en ayuda de la
Doncella. Ningún emisario real ha sido enviado a Ruán, ninguno
de los antiguos compañeros de Juana la ha visitado. Juana parece
haber sido abandonada por todos. Después de la hoguera, Carlos
VII no opone ningún mentís a las acusaciones lanzadas contra
Juana, y por tanto contra él. Así pues, su legitimidad está
cuestionada. Muy curiosamente, la corona de Inglaterra no saca
provecho de la situación para denunciar la consagración. ¿Qué
significa ese extraño silencio? Si el origen de Juana es sacado a
plena luz, por supuesto que la legitimidad de Carlos VII está
comprometida, pero la corona de Inglaterra queda salpicada.
Porque si Juana es realmente princesa de Orleáns,
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LE JOURNAL SPIRITE N° 80 ABRIL 2010
Es la hermana o la hermanastra de Carlos VII pero también de
Catalina de Valois, reina de Inglaterra, madre del rey Enrique VI”.
Después de la desaparición de Juana de la escena política, la
alianza entre ingleses y Borgoñones se desmorona y la guerra
retorna con más fuerza entre las tropas de Carlos VII y Enrique VI.
Terminará el 17 de julio de 1453 con la derrota de Enrique VI en
Castillon.
El proceso de nulidad o la rehabilitación En 1456, a finales del
cual fue reconocido que Jehanne la Doncella era pastora, buena
cristiana, casta y enviada de Dios. ¿Los testigos del proceso de
nulidad serían mentirosos? No, pero se dirá que querían
demostrar que la Doncella había sido condenada a muerte por la
Iglesia.
Juana resucitada
En 1436, en una crónica del alcalde de Saint-Thibaud de Metz
fechada el 20 de mayo, se hace alusión al paso de la virgen
Jehanne por el granero de los Ormes, cerca de Saint Privat. Se
encontró con los gentiles hombres de la vecindad que la
reconocieron así como sus hermanos, sus antiguos compañeros
de armas. Se la equipó y se la condujo a Mareville para el
Pentecostés, luego en romería a Notre-Dame de Liesse cerca de
Laon, a Metz, a Arlon donde fue acogida por la duquesa de
Luxemburgo y finalmente a Colonia. El archivero del ducado de
Luxemburgo identificó tres salvoconductos hechos en Colonia en
julio y agosto de 1436 a nombre de la Doncella de Francia. Poco
tiempo después de su regreso, se comprometió con Robert des
Armoises, Señor de Tichemont, viudo y veinte años mayor,
miembro de una familia aristocrática distinguida. El cura de Saint
Eucaire de Metz tenía un periódico en que narraba todos los
eventos que se desarrollaban en la ciudad de Metz. Este
documento tomó luego el nombre de Crónica del deán de Saint-
Thiébaut del cual se conserva una copia en la Biblioteca Nacional:
“En Arebont (Arlon), en el año de 1436, tuvo lugar la boda de Sire
Robert des Armoises, caballero y la llamada Juana la Doncella, y
dicho señor des Armoises y su mujer fueron a vivir a Metz en la
casa de dicho Sire Robert que hace frente a Santa Ségolène, y
permanecieron allí hasta que quisieron”. De esta boda nacerían
dos hijos. El certificado de matrimonio fue descubierto en 1645 en
los archivos de una rama de la familia de los Armoises que
habitan el castillo de Jaulny. Un contrato de matrimonio, firmado
por Jehanne la Doncella y Robert des Armoises fue encontrado
por un notario de Fresnes en Woëvre. Desgraciadamente, ese
documento desapareció cuando la destrucción total de la aldea
durante la gran guerra. El 22 de julio de 1439, es decir ocho años
después de su muerte oficial, la Doncella vino en persona a
Orleáns. Fue recibida como Juana de Arco y tratada muy bien del
28 de julio al 1º de agosto. Llevaba entonces el nombre de Jehanne
des Armoises. El libro de cuentas menciona la entrega de una
suma importante “por el bien que ha hecho a dicha ciudad
durante el sitio”. Regresó a Orleáns el 4 de septiembre del año
siguiente. El Rey estaba presente y según su confidente, de Boissy,
dijo: “Doncella, amiga mía, es bueno que os encontréis de nuevo
delante de mí en nombre de Dios quien conoce nuestro secreto,
que es entre vos y yo”. En 1429 se la encuentra haciendo la guerra
cerca del Mans, y en Orleáns en 1440 donde vino a la cabecera de
su “madre” enferma, Isabelle d’Arco (no se puede engañar a la
propia madre, ella fue nutricia) luego se pierde su rastro desde su
regreso a la buena tierra lorenesa, cabalgando sin duda a través
de sus ducados, donde murió en 1449, parece que de enfermedad.
Por sorprendente que pueda ser, esta versión de la historia
corresponde bastante bien a lo que desde siempre se ha dicho en
dos pequeñas aldeas de Lorena, en Jaulny y en Pulligny-sur-
Madon. En el castillo de Jaulny, los propietarios presentan a los
visitantes los retratos de Juana y de Robert des Armoises, de
perfil y uno frente al otro, colocados sobre la chimenea del salón.
Según numerosos documentos y testimonios, Jehanne y su marido
pasaban el verano en ese castillo que domina el valle. Pertenecía a
la familia de los Armoises desde 1357. En Metz, el palacete
particular de los Armoises se encontraba en el ángulo de la calle
de la Carnicería y de la calle SaintGeorges. Ese inmueble fue
destruido en 1852. De esta morada no queda más que una puerta
de madera del siglo XV, conservada en el museo de Metz y sobre la
que están esculpidos dos retratos frente a frente. El parecido con
los retratos de Jaulny es sorprendente. Evidentemente, se trata de
las mismas personas, Juana y Robert des Armoises.
Aquí-yace Jehanne la Doncella de Francia
“Aquí yace la Distinguida y Honrada Dama Jehanne de Lis la
Doncella, Dama de Tichémont que fue Mujer del Noble Hombre su
señoría Robert des Armoises, Caballero, Señor de dicho lugar, que
falleció en el año 1449 el 4 día de Mayo”. Se trata del epitafio
inscrito sobre una placa fijada en 1690 sobre la tumba de los
esposos Armoises en Pulligny-sur-Madon, uno de los feudos del
caballero des Armoises. Esta placa desapareció luego de registros
efectuados por misteriosos emisarios del Vaticano quienes se
encerraron varios días en la iglesia durante el proceso de
canonización de Juana, en 1920. Los escudos de armas de Juana la
Doncella que todos podían admirar en la iglesia fueron borrados
completamente. Todavía pueden verse en la piedra los rastros de
esas degradaciones y el marco de una placa en otro tiempo fijada
al muro. En 1929, un descendiente del caballero Robert des
Armoises tuvo en su poder las hojas manuscritas que indican el
emplazamiento de las tumbas donde Juana habría sido enterrada
con sus sortijas. Las preguntas siguen siendo numerosas y Marcel
Gay las plantea así: “Me encantaría saber lo que contenía la tumba
de Pulligy. ¿Habría restos humanos allí? ¿Sortijas y joyas?
¿Estarán allí todavía o habrán desaparecido? ¿Las habrán
trasladado? De ser así, ¿a dónde?”. Como les dije al principio del
artículo, una punta del velo se ha levantado dejando aparecer una
tesis con argumentos pertinentes y sustentados, pero el misterio
se cierne todavía, a pesar de las informaciones recibidas de la
propia Juana desde su más allá.
Desde su más allá…
El mensaje espírita va a reafirmar la tesis sostenida. Amigos
lectores, juzguen ustedes mismos: “Es cierto, no morí en la
hoguera de Ruán. Eso no era posible, el inglés no hubiera
quemado, ni con la bendición del obispo, a una hermanastra del
rey. Gilles de Rais estaba enamorado de mí. Había hecho todo
para liberarme. Yo no correspondí a su amor, tuvo por ello un
gran pesar. Se convirtió en lo que sabéis… Todo eso es muy lejano
para mí. Tuve una gran turbación después de mi muerte. No hay
que asombrarse por ello. Yo no era ni endeble, ni dulce. Me
encantaba luchar. Amaba el combate. He matado y he matado. He
sufrido mucho por lo que los hombres han hecho de mí, por lo que
la Iglesia ha hecho de mí. Yo sin duda era médium, pero esa
palabra no quería decir nada muy preciso. Sin duda veía los
espíritus y algunas veces podía oírlos pero no sabía interpretar
sus mensajes. Demasiada sangre, demasiados combates,
demasiadas guerras. Sufro cuando sé que hoy los hombres en el
suelo de Francia se sirven de mi nombre, pues sé que lo que
piensan esos hombres no es bueno. Sé que no aman a su prójimo,
que exultan a la Nación contra todas las otras razas. Sé que llaman
a la venganza, al odio y a la dictadura. En numerosas ciudades de
Francia, allí donde estoy representada, depositan ramos de flores.
Sufro por eso”. Juana restablece así la verdad sobre su identidad,
destruye su leyenda contada en los libros de historia y denuncia
la confiscación política de la que fue y es siempre objeto.
Como conclusión de este artículo, llevamos a su conocimiento
otras informaciones complementarias obtenidas por medio de la
comunicación espírita:
“No hay en este globo ser privilegiado o particular, en el sentido
en que lo concibe la naturaleza humana. Sin embargo, en este
globo hay un cierto número de entidades encarnadas capaces de
entrar en contacto directo con el mundo invisible, para obtener
de él fuerza de amor y reveladora para la comunidad terrenal. Sin
embargo en el tiempo relativo de la historia humana, el conjunto
de los sujetos de un planeta o de un país sabe contar a su manera
lo que realmente no existe, insistiendo de manera notoria en los
episodios de una vida guerrera que no están en relación directa
con los propósitos de la citada. Juana, oh, cuán importante en su
misión terrenal, en esa necesidad perpetua de revelar a sus
hermanos lo que era percibido. Revelaciones esenciales
procedentes del mundo invisible; revelaciones escritas que
siguen siendo secretas y que, todavía hoy, duermen en las cavas
de una capital religiosa. Allí, habita la única verdad. La muerte no
fue en absoluto la que conocéis, la muerte vino mucho más tarde y
eso ya es percibido por los que de manera honrada buscan la
verdad sobre el asunto. ¿Encontrarán el fondo de la cuestión que
sigue encerrada en los textos?… Por supuesto que sí, en los años
por venir, pero con dificultad. Amigos, sabed sin embargo, si
podéis, volveros hacia aquellos que todavía buscan en este globo,
ellos también, la verdad sobre la entidad”. A la pregunta: ¿Dónde
está enterrada Juana de Arco? Se respondió esto: “Juana de Arco,
médium, está enterrada en Reims bajo el coro de la catedral. De
familia real y hermanastra del Rey, ese debía ser el lugar de su
sepultura. Repito a este efecto que ella nunca sufrió el fuego.
Todos los testimonios van en ese sentido después de su regreso a
Orleáns donde fue acogida por el alcalde de la ciudad”.
Concluiré este artículo diciendo que las siete preguntas
fundamentales parecen tener respuesta y me permito pedir
prestado del Sr. Massot el final de su prefacio: “Mi amigo me
prevenía que Juana de Arco era un asunto maldito. En cuanto a mí,
creo que la única maldición que acecha a un editor es el silencio.
Callar, es en cierto modo traicionar la verdad. He elegido publicar,
aunque este libro L’Affaire Jeanne d’Arc incomode”.
(*) Enguerrand de Monstrelet (c. 1400 - 1453), es un cronista
francés. Es el autor de las Crónicas de Monstrelet para la casa de
Luxemburgo, que relata los acontecimientos entre 1400 y 1444.
Es una fuente útil para la historia de la Edad Media, pues sus
crónicas son preciosas por la probable autenticidad de los
documentos que contienen y los temas que tratan.
LE JOURNAL SPIRITE N° 80 ABRIL 2010